revistas culturales latinoamericanas lo que nos · 2018-09-14 · cultad de ciencias polÌticas y...

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EL UNIVERSAL Viernes 14 de septiembre de 2018 CULTURA E15 PROYECTO UNAM Texto: Rafael López [email protected] Revistas culturales latinoamericanas El Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM invita al II coloquio “Hojear el siglo XX. Revistas culturales latinoamericanas”, que se realizará los días 20 y 21 de septiembre, de 10:00 a 15:00 horas, en la Sala de Usos Múltiples del citado instituto, en Ciudad Universitaria. Informes en el te- léfono 56-22-74-93, extensión 49348 y en el correo electrónico c el i t e ra r i o s u n a m @ g m a i l.c o m ESPECIAL Déficit de atención e hiperactividad, mal diagnosticado De acuerdo con Emmanuel Sar- miento Hernández, académico de la UNAM y jefe del Servicio de Ad- misión del Hospital Psiquiátrico Infantil doctor Juan N. Navarro, entre 60% y 65% de los individuos que son enviados por las escuelas a los servicios especializados para diagnóstico y atención del trastor- no por déficit de atención e hipe- ractividad (TDAH), no lo padecen. Por ello es necesario que el perso- nal de las instituciones educativas de nivel básico y medio reciba ca- pacitación en torno a cómo detec- tar adecuadamente el TDAH en niños y adolescentes. Unidad de investigación en fisioterapia La UNAM y la Secretaria de Salud firmaron un convenio de colabo- ración para crear la Unidad de In- vestigación Nacional en Fisiotera- pia en el Hospital General de Mé- xico, que será un referente en la generación de conocimientos destinados a resolver los proble- mas de salud que afectan el mo- vimiento humano. Así, además de preparar a profesionales, la Uni- versidad Nacional fortalecerá su capacidad de investigación en es- ta área médica. En el país, 40% de los cerca de seis millones de per- sonas discapacitadas tiene una discapacidad motora. ESPECIAL Lo que nos dejó el 68 Sergio Zermeño, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, hace un balance del movimiento estudiantil y adelanta algunas reflexiones plasmadas en su próximo libro A 50 años del movimiento es- tudiantil del 68, Sergio Zerme- ño, entonces estudiante de la carrera de Sociología en la Fa- cultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM —y hoy investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de esta ca- sa de estudios— considera que el movimiento estudiantil del 68 tuvo unas causas estructurales y otras inmediatas. Entre las primeras destaca la evidente contradicción entre el autoritarismo estatal y la sociedad que venía modernizándose. A finales de los años 50 y principios de los 60, varios movimientos sociales fueron reprimidos, lo cual mostró la disfuncionalidad del Estado, producto de la Revolución mexicana. “Sí, en 1958, cuando los ferrocarrileros exigie- ron mejores condiciones de trabajo, López Ma- teos respondió ofendido; y en 1965, cuando los médicos exigieron lo mismo, Díaz Ordaz res- pondió de la misma manera. En cuanto a los movimientos universitarios de principios de los años 60 (en Sonora, Coahuila, Chihuahua, Mi- choacán…), también fueron reprimidos. No hay que olvidar que Elí de Gortari, rector de la Uni- versidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo fue destituido en 1963 (después, en 1968, sería encarcelado y pasaría tres años en Lecumberri). Ése fue el ambiente general en que estalló el mo- vimiento estudiantil del 68”, señala Zermeño. Por lo que atañe a las causas inmediatas de éste, son, a decir del autor de México: una de- mocracia utópica. El movimiento estudiantil del 68, ridículas: estudiantes de una preparatoria particular y de dos vocacionales del Instituto Po- litécnico Nacional se pelearon en la plaza de la Ciudadela tres meses antes de los XIX Juegos Olímpicos y entonces apareció, de nuevo, el Ogro, que reprimió irracionalmente tanto a los jóvenes rijosos como a sus profesores. “A la distancia son obvias las provocaciones que echaron a andar el movimiento estudiantil. La más patente, quizá, fue la manifestación or- ganizada el 26 de julio por grupos politécnicos propriístas con el pretexto de la represión, pues confluyó con la tradicional manifestación con- vocada por el Partido Comunista Mexicano para conmemorar el asalto al Cuartel Moncada, en Cuba. Sorpresivamente, los estudiantes del Poli fueron llevados al Zócalo, donde ‘e n c o n t r a ro n’ material para reproducir las noches de las ba- rricadas francesas. Se enfrentaron durísimo con los granaderos. Fue una golpiza tremenda en la zona del primer cuadro de la ciudad. A 50 años de distancia es claro que hubo una provocación. ¿De dónde provino? Es una buena pregunta.” Declaraciones de García Barragán El Ejército se posesionó del centro, azuzado por Luis Echeverría, secretario de Gobernación, quien daba voces de alerta de que venían a la ciudad 15 mil estudiantes por una carretera y 10 mil por otra. Estas declaraciones de Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Na- cional, constan en los documentos que entregó a Julio Scherer y Carlos Monsiváis, y que se pu- blicaron en el libro Parte de guerra. Tlatelolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán. Los hechos y la historia. Ahí, García Barragán dice: “[…] recibo alar- mantes datos y noticias del secretario de Gober- nación, diciéndome que tenía que entrar el Ejér- cito a calmar a esos estudiantes. Todo falso.” El Ejército tomó posición frente a los estu- diantes en el centro y de un bazucazo derribó el portón de la Prepa de San Ildefonso. De acuerdo con García Barragán, cuando los soldados en- traron en ese recinto escolar, había unos cuan- tos estudiantes lastimados que fueron remitidos a la enfermería. Pero, en esos días, nada justi- ficaba la presencia del Ejército en el centro de la ciudad, ni mucho menos la utilización de una bazuca contra una escuela. “En fin, hay muchos elementos incompren- sibles-comprensibles que 50 años después co- mienzan a configurar una hipótesis más sólida tanto de los inicios del movimiento estudiantil como de la tragedia del 2 de octubre, otro mo- mento demencial”, dice Zermeño. La “revuelta” del rector Barros Sierra De pronto, el 1 de agosto desaparecieron los gra- naderos, la policía y el Ejército, y durante todo el mes de agosto los estudiantes pudieron hacer en la ciudad lo que se le pegó la gana. Sin duda, las provocaciones se identificaron dentro del aparato gubernamental y se suspendió toda ac- tividad represiva para que hubiera calma y así se llegara a un acuerdo. Sin embargo, esto era complicado en el ambiente en que se vivía. A Díaz Ordaz le molestó el hecho de que Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, hubiera izado la bandera nacional a media asta en señal de luto y protesta por la violación de la autonomía uni- versitaria, y encabezara una manifestación. “A esta ‘re v u e l t a’ del rector le debemos que el movimiento estudiantil hubiera pasado del pri- mer peldaño al cuarto de los 10 que ascendió. Ese momento fue de gran importancia.” Se formaron la Coalición de Profesores de En- señanza Media y Superior Pro Libertades De- mocráticas, en la que participaban Heberto Cas- tillo, Ifigenia Martínez, Manuel Peimbert y Víc- tor Flores Olea, entre otros, así como la Alianza de Intelectuales, Escritores y Artistas, liderada por José Revueltas y Carlos Monsiváis. Ambas alentaban la salida negociada del conflicto. Pero en la manifestación del 27 de agosto, Campus Lemus tuvo la ocurrencia de decir aquello de “vamos a esperar aquí a que el pre- sidente dé respuesta a nuestro pliego petitorio durante su informe presidencial el 1 de septiem- b re”, y se izó una bandera rojinegra en la Plaza de la Constitución. Esa misma noche aparecie- ron los tanques. Y al otro día, durante una ma- nifestación de desagravio a la bandera nacional, se reprimió a los burócratas convocados, pues éstos se le “volte aron” al gobierno, y la provo- cación se intensificó. Las escuelas y vocaciona- les fueron ametralladas; los líderes, persegui- dos. Agosto dejó de ser la fiesta libertaria y se convirtió en el inicio de la tragedia. En los primeros días de septiembre, el am- biente ya se sentía muy cargado. Hubo diversos intentos de establecer un diálogo. Echeverría declaró: “Lo intentaremos.” Pero la intención de arreglar el conflicto no era real. Y el 18 de ese mes, el Ejército ocupó CU. “García Barragán y otros dijeron que preten- dían detener a los líderes del Consejo Nacional de Huelga en el momento en que sesionaran en el auditorio de la Facultad de Medicina, porque tenían noticias de que aquí, en CU, había armas. El Ejército ocupó CU en la madrugada del 18 de septiembre sin encontrar ninguna arma”, indi- ca Zermeño. El 2 de octubre El miércoles 2 de octubre, tres armas del Ejército se concentraron, con órdenes diferentes, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco: los guar- dias presidenciales, los batallones del Ejército regular y el batallón paramilitar Olimpia. En el tercero y cuarto pisos del edificio Chi- huahua estaba el batallón Olimpia con la orden de detener a los líderes del movimiento estu- diantil; en la azotea del templo de Santiago Tla- telolco había francotiradores con una capacidad de fuego sorprendente que no eran estudiantes; y en el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores también había militares. Sergio Aguayo y Carlos Montemayor llegaron a la conclusión de que había entre cinco y siete mil personas atendiendo el mitin y más o menos cinco mil elementos de la policía, de la federal de seguridad, del Ejército, francotiradores al ace cho… “Echeverría mandó filmar el mitin y lo que resultó fueron ocho o 10 horas de filmación, se- gún Servando González, el cineasta que contra- tó. Dicho material llegó a la Secretaría de Go- bernación esa misma noche, según Montema- yor. Después se editaron algunas partes. ¿Dónde quedaron esas ocho o 10 horas de filmación?”, pregunta el sociólogo de la UNAM. Participación de la CIA Zermeño está convencido de que hay elementos para suponer que la Agencia Central de Inte- ligencia (CIA, por su siglas en inglés) de Estados Unidos pudo haber infiltrado el movimiento es- tudiantil del 68. “Distintos analistas aseguran que López Ma- teos y Díaz Ordaz tenían comunicación fluida con Estados Unidos y eran de su confianza. Así que pensar que la CIA metió la mano es pensar correctamente, porque, debido al espectro de la Revolución cubana y a la desestabilización ge- nerada por el movimiento estudiantil, sobran los datos que confirman que en esos dos sexe- nios hubo interés, por parte de algunos sectores estadounidenses, de que en México se instau- rara un régimen militar.” En esa época, la totalidad de Latinoamérica, excepto uno o dos países, estaba dirigida por mi- litares. Y México fue la única nación, bajo la ad- ministración de López Mateos, que se abstuvo de romper relaciones diplomáticas con Cuba. “Díaz Ordaz, con su compulsión represiva se mantuvo como una pieza confiable para Esta- dos Unidos; con todo, el embajador estadouni- dense le propuso a García Barragán suspender las garantías individuales el 3 de octubre, pero éste no aceptó”, apunta el sociólogo. ¿Genocidio? Hace unos años, al frente de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasa- do, Ignacio Carrillo Prieto investigó si la masacre de Tlatelolco podía calificarse de genocidio. Al respecto, Zermeño expresa: “Carrillo Prieto hizo un buen trabajo; recopiló datos que después fue- ron de mucha ayuda para esclarecer el suceso. Ahora bien, en la medida en que diferentes fuer- zas bélicas y de la muerte se congregaron esa tarde en Tlatelolco, se volvió difícil hacer la acu- sación de que sólo el Ejército ejecutó la matanza. Eso debilitó la hipótesis de un genocidio puro y simple, aunque quizá nuevos datos puedan pre- cisar este asunto. El enfrentamiento entre las fuerzas del orden fue bárbaro. Hay imágenes en las que se ve a la gente, en plena balacera, correr hacia el Ejército, buscando protección, porque del otro lado estaban disparando... En medio ha- bía más de cuatro intereses políticos con vistas hacia la sucesión presidencial de 1970. Uno de ellos, así lo podemos deducir de la concatena- ción de provocaciones, era descalificar a los mi- litares como candidatos a la presidencia de Mé- xico. ¿Quiénes tenían la posibilidad de serlo? És- ta pregunta no la quiero contestar; lo hicieron varios dirigentes del 68 a los que cito en E n s ay o s amargos sobre mi país. 1968, cincuenta años de ilusiones (Siglo XXI Editores), el libro que pronto estará en librerías.” b IISUE-UNAM “De la generación del 68 hay dos visiones: una optimista, de los politólogos, que dice que contribuyó al surgimiento de una amplia gama de ofertas partidarias, y otra pesimista, de los sociólogos y antropólogos, que dice que debió haber construido un mundo mejor, porque muchísimos de sus miembros alcanzaron altísimos puestos en el gobierno. A mí me parece que la generación del 68, la mía, se va sin gloria, dejando tras de sí una sociedad enferma” SERGIO ZERMEÑO Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM EL DATO Efervescencia cultural Hacia mediados de los años 60, la UNAM ya era un gran espacio de cultura. “En los cineclubes y los auditorios de las facultades vimos las obras de los directores del neorrealismo italiano, así como de Federico Fellini, Ingmar Bergman y François Truffaut; y escuchamos canciones de Joan Báez, Ata- hualpa Yupanqui, los Parra y Pete Seeger. A los Beatles los escuchábamos cuando llegábamos a casa. El movimiento estu- diantil del 68 se dio en medio de una ruptura y efervescencia cultural. Quizá por eso fue tan eufórico”, dice Zermeño. CORTESÍA UNAM

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EL UNIVERSAL Viernes 14 de septiembre de 2018 CULTURA E15

PROYECTO UNAM Texto: Rafael Lópezrl o p e z g @h o t m a i l.c o m

Revistas culturales latinoamericanasEl Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM invita al II coloquio“Hojear el siglo XX. Revistas culturales latinoamericanas”, que se realizarálos días 20 y 21 de septiembre, de 10:00 a 15:00 horas, en la Sala de UsosMúltiples del citado instituto, en Ciudad Universitaria. Informes en el te-léfono 56-22-74-93, extensión 49348 y en el correo electrónico c el i t e ra r i o su n a m @ g m a i l.c o m

E S P E

C I A L Déficit de atención

e hiperactividad,mal diagnosticadoDe acuerdo con Emmanuel Sar-miento Hernández, académico dela UNAM y jefe del Servicio de Ad-misión del Hospital PsiquiátricoInfantil doctor Juan N. Navarro,entre 60% y 65% de los individuosque son enviados por las escuelasa los servicios especializados paradiagnóstico y atención del trastor-no por déficit de atención e hipe-ractividad (TDAH), no lo padecen.Por ello es necesario que el perso-nal de las instituciones educativasde nivel básico y medio reciba ca-pacitación en torno a cómo detec-tar adecuadamente el TDAH enniños y adolescentes.

Unidad dei nvesti g a c i ó nen fisioterapiaLa UNAM y la Secretaria de Saludfirmaron un convenio de colabo-ración para crear la Unidad de In-vestigación Nacional en Fisiotera-pia en el Hospital General de Mé-xico, que será un referente en lageneración de conocimientosdestinados a resolver los proble-mas de salud que afectan el mo-vimiento humano. Así, además depreparar a profesionales, la Uni-versidad Nacional fortalecerá sucapacidad de investigación en es-ta área médica. En el país, 40% delos cerca de seis millones de per-sonas discapacitadas tiene unadiscapacidad motora.

E S P E

C I A L

Lo que nosdejó el 68

Sergio Zermeño, investigador del Instituto deInvestigaciones Sociales de la UNAM, hace unbalance del movimiento estudiantil y adelantaalgunas reflexiones plasmadas en su próximo libro

A 50 años del movimiento es-tudiantil del 68, Sergio Zerme-ño, entonces estudiante de lacarrera de Sociología en la Fa-cultad de Ciencias Políticas y

Sociales de la UNAM —y hoy investigador delInstituto de Investigaciones Sociales de esta ca-sa de estudios— considera que el movimientoestudiantil del 68 tuvo unas causas estructuralesy otras inmediatas. Entre las primeras destacala evidente contradicción entre el autoritarismoestatal y la sociedad que venía modernizándose.A finales de los años 50 y principios de los 60,varios movimientos sociales fueron reprimidos,lo cual mostró la disfuncionalidad del Estado,producto de la Revolución mexicana.

“Sí, en 1958, cuando los ferrocarrileros exigie-ron mejores condiciones de trabajo, López Ma-teos respondió ofendido; y en 1965, cuando losmédicos exigieron lo mismo, Díaz Ordaz res-pondió de la misma manera. En cuanto a losmovimientos universitarios de principios de losaños 60 (en Sonora, Coahuila, Chihuahua, Mi-choacán…), también fueron reprimidos. No hayque olvidar que Elí de Gortari, rector de la Uni-versidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgofue destituido en 1963 (después, en 1968, seríaencarcelado y pasaría tres años en Lecumberri).Ése fue el ambiente general en que estalló el mo-vimiento estudiantil del 68”, señala Zermeño.

Por lo que atañe a las causas inmediatas deéste, son, a decir del autor de México: una de-mocracia utópica. El movimiento estudiantil del68, ridículas: estudiantes de una preparatoriaparticular y de dos vocacionales del Instituto Po-litécnico Nacional se pelearon en la plaza de laCiudadela tres meses antes de los XIX JuegosOlímpicos y entonces apareció, de nuevo, elOgro, que reprimió irracionalmente tanto a losjóvenes rijosos como a sus profesores.

“A la distancia son obvias las provocacionesque echaron a andar el movimiento estudiantil.La más patente, quizá, fue la manifestación or-ganizada el 26 de julio por grupos politécnicospropriístas con el pretexto de la represión, puesconfluyó con la tradicional manifestación con-vocada por el Partido Comunista Mexicano paraconmemorar el asalto al Cuartel Moncada, enCuba. Sorpresivamente, los estudiantes del Polifueron llevados al Zócalo, donde ‘e n c o n t r a ro n’material para reproducir las noches de las ba-rricadas francesas. Se enfrentaron durísimo conlos granaderos. Fue una golpiza tremenda en lazona del primer cuadro de la ciudad. A 50 añosde distancia es claro que hubo una provocación.¿De dónde provino? Es una buena pregunta.”

Declaraciones de García BarragánEl Ejército se posesionó del centro, azuzado porLuis Echeverría, secretario de Gobernación,quien daba voces de alerta de que venían a laciudad 15 mil estudiantes por una carretera y 10mil por otra. Estas declaraciones de MarcelinoGarcía Barragán, secretario de la Defensa Na-cional, constan en los documentos que entregóa Julio Scherer y Carlos Monsiváis, y que se pu-blicaron en el libro Parte de guerra. Tlatelolco1968. Documentos del general Marcelino GarcíaBarragán. Los hechos y la historia.

Ahí, García Barragán dice: “[…] recibo alar-mantes datos y noticias del secretario de Gober-nación, diciéndome que tenía que entrar el Ejér-cito a calmar a esos estudiantes. Todo falso.”

El Ejército tomó posición frente a los estu-diantes en el centro y de un bazucazo derribó elportón de la Prepa de San Ildefonso. De acuerdocon García Barragán, cuando los soldados en-traron en ese recinto escolar, había unos cuan-tos estudiantes lastimados que fueron remitidosa la enfermería. Pero, en esos días, nada justi-ficaba la presencia del Ejército en el centro de laciudad, ni mucho menos la utilización de unabazuca contra una escuela.

“En fin, hay muchos elementos incompren-sibles-comprensibles que 50 años después co-mienzan a configurar una hipótesis más sólidatanto de los inicios del movimiento estudiantilcomo de la tragedia del 2 de octubre, otro mo-mento demencial”, dice Zermeño.

La “rev u e lta” del rector Barros SierraDe pronto, el 1 de agosto desaparecieron los gra-naderos, la policía y el Ejército, y durante todoel mes de agosto los estudiantes pudieron haceren la ciudad lo que se le pegó la gana. Sin duda,las provocaciones se identificaron dentro delaparato gubernamental y se suspendió toda ac-tividad represiva para que hubiera calma y asíse llegara a un acuerdo. Sin embargo, esto eracomplicado en el ambiente en que se vivía.

A Díaz Ordaz le molestó el hecho de que JavierBarros Sierra, rector de la UNAM, hubiera izadola bandera nacional a media asta en señal de lutoy protesta por la violación de la autonomía uni-versitaria, y encabezara una manifestación.

“A esta ‘re v u e l t a’ del rector le debemos que el

movimiento estudiantil hubiera pasado del pri-mer peldaño al cuarto de los 10 que ascendió.Ese momento fue de gran importancia.”

Se formaron la Coalición de Profesores de En-señanza Media y Superior Pro Libertades De-mocráticas, en la que participaban Heberto Cas-tillo, Ifigenia Martínez, Manuel Peimbert y Víc-tor Flores Olea, entre otros, así como la Alianzade Intelectuales, Escritores y Artistas, lideradapor José Revueltas y Carlos Monsiváis. Ambasalentaban la salida negociada del conflicto.

Pero en la manifestación del 27 de agosto,Campus Lemus tuvo la ocurrencia de deciraquello de “vamos a esperar aquí a que el pre-sidente dé respuesta a nuestro pliego petitoriodurante su informe presidencial el 1 de septiem-b re”, y se izó una bandera rojinegra en la Plazade la Constitución. Esa misma noche aparecie-ron los tanques. Y al otro día, durante una ma-nifestación de desagravio a la bandera nacional,se reprimió a los burócratas convocados, pueséstos se le “volte aron” al gobierno, y la provo-cación se intensificó. Las escuelas y vocaciona-les fueron ametralladas; los líderes, persegui-dos. Agosto dejó de ser la fiesta libertaria y seconvirtió en el inicio de la tragedia.

En los primeros días de septiembre, el am-biente ya se sentía muy cargado. Hubo diversosintentos de establecer un diálogo. Echeverría

declaró: “Lo intentaremos.”Pero la intención dearreglar el conflicto no era real. Y el 18 de esemes, el Ejército ocupó CU.

“García Barragán y otros dijeron que preten-dían detener a los líderes del Consejo Nacionalde Huelga en el momento en que sesionaran enel auditorio de la Facultad de Medicina, porquetenían noticias de que aquí, en CU, había armas.El Ejército ocupó CU en la madrugada del 18 deseptiembre sin encontrar ninguna arma”, indi-ca Zermeño.

El 2 de octubreEl miércoles 2 de octubre, tres armas del Ejércitose concentraron, con órdenes diferentes, en laPlaza de las Tres Culturas de Tlatelolco: los guar-dias presidenciales, los batallones del Ejércitoregular y el batallón paramilitar Olimpia.

En el tercero y cuarto pisos del edificio Chi-huahua estaba el batallón Olimpia con la ordende detener a los líderes del movimiento estu-diantil; en la azotea del templo de Santiago Tla-telolco había francotiradores con una capacidadde fuego sorprendente que no eran estudiantes;y en el edificio de la Secretaría de RelacionesExteriores también había militares.

Sergio Aguayo y Carlos Montemayor llegarona la conclusión de que había entre cinco y sietemil personas atendiendo el mitin y más o menos

cinco mil elementos de la policía, de la federalde seguridad, del Ejército, francotiradores alace cho…

“Echeverría mandó filmar el mitin y lo queresultó fueron ocho o 10 horas de filmación, se-gún Servando González, el cineasta que contra-tó. Dicho material llegó a la Secretaría de Go-bernación esa misma noche, según Montema-yor. Después se editaron algunas partes. ¿Dóndequedaron esas ocho o 10 horas de filmación?”,pregunta el sociólogo de la UNAM.

Participación de la CIAZermeño está convencido de que hay elementospara suponer que la Agencia Central de Inte-ligencia (CIA, por su siglas en inglés) de EstadosUnidos pudo haber infiltrado el movimiento es-tudiantil del 68.

“Distintos analistas aseguran que López Ma-teos y Díaz Ordaz tenían comunicación fluidacon Estados Unidos y eran de su confianza. Asíque pensar que la CIA metió la mano es pensarcorrectamente, porque, debido al espectro de laRevolución cubana y a la desestabilización ge-nerada por el movimiento estudiantil, sobranlos datos que confirman que en esos dos sexe-nios hubo interés, por parte de algunos sectoresestadounidenses, de que en México se instau-rara un régimen militar.”

En esa época, la totalidad de Latinoamérica,excepto uno o dos países, estaba dirigida por mi-litares. Y México fue la única nación, bajo la ad-ministración de López Mateos, que se abstuvode romper relaciones diplomáticas con Cuba.

“Díaz Ordaz, con su compulsión represiva semantuvo como una pieza confiable para Esta-dos Unidos; con todo, el embajador estadouni-dense le propuso a García Barragán suspenderlas garantías individuales el 3 de octubre, peroéste no aceptó”, apunta el sociólogo.

¿G e n o c i d i o?Hace unos años, al frente de la Fiscalía Especialpara Movimientos Sociales y Políticos del Pasa-do, Ignacio Carrillo Prieto investigó si la masacrede Tlatelolco podía calificarse de genocidio. Alrespecto, Zermeño expresa: “Carrillo Prieto hizoun buen trabajo; recopiló datos que después fue-ron de mucha ayuda para esclarecer el suceso.Ahora bien, en la medida en que diferentes fuer-zas bélicas y de la muerte se congregaron esatarde en Tlatelolco, se volvió difícil hacer la acu-sación de que sólo el Ejército ejecutó la matanza.Eso debilitó la hipótesis de un genocidio puro ysimple, aunque quizá nuevos datos puedan pre-cisar este asunto. El enfrentamiento entre lasfuerzas del orden fue bárbaro. Hay imágenes enlas que se ve a la gente, en plena balacera, correrhacia el Ejército, buscando protección, porquedel otro lado estaban disparando... En medio ha-bía más de cuatro intereses políticos con vistashacia la sucesión presidencial de 1970. Uno deellos, así lo podemos deducir de la concatena-ción de provocaciones, era descalificar a los mi-litares como candidatos a la presidencia de Mé-xico. ¿Quiénes tenían la posibilidad de serlo? És-ta pregunta no la quiero contestar; lo hicieronvarios dirigentes del 68 a los que cito en E n s ay o samargos sobre mi país. 1968, cincuenta años deilusiones (Siglo XXI Editores), el libro que prontoestará en librerías.” b

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“De la generación del 68 hay dos visiones: una optimista, de lospolitólogos, que dice que contribuyó al surgimiento de una ampliagama de ofertas partidarias, y otra pesimista, de los sociólogos yantropólogos, que dice que debió haber construido un mundo mejor,porque muchísimos de sus miembros alcanzaron altísimos puestos enel gobierno. A mí me parece que la generación del 68, la mía, se va singloria, dejando tras de sí una sociedad enferma”SERGIO ZERMEÑOInvestigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

EL DATO

Efervescencia cultural Hacia mediadosde los años 60, la UNAM ya era un granespacio de cultura. “En los cineclubes ylos auditorios de las facultades vimos lasobras de los directores del neorrealismoitaliano, así como de Federico Fellini,Ingmar Bergman y François Truffaut; yescuchamos canciones de Joan Báez, Ata-hualpa Yupanqui, los Parra y Pete Seeger.A los Beatles los escuchábamos cuandollegábamos a casa. El movimiento estu-diantil del 68 se dio en medio de unaruptura y efervescencia cultural. Quizápor eso fue tan eufórico”, dice Zermeño.

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