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Directoras Editoras ResponsablesAlicia CamposAna María Rocchietti

Coordinadora de RedacciónMaría Andrea Runcio (Universidad de Buenos Aires)

Coordinación de EdiciónMaría Victoria Fernández (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)

Asesora EditorialMaría Cecilia Stroppa (Universidad Nacional de Rosario)

Comité CientíficoDr. Antonio AustralDra. Martha BechisProf. María Teresa CarraraLic. César Gálvez MoraDr. Luis Guillermo LumbrerasLic. Lutgarda Reyes ÁlvarezDra. Ruth Shady SolísDra. Teresa Vega

Comité Evaluador María Laura Gili (Universidad Nacional de Villa María)Juan Vilela Puelles (Instituto Nacional de Cultura, Dirección Regional La Libertad)Víctor Piminchumo Hurtado (Instituto Nacional de Cultura, Dirección Regional La Libertad)

Comité EditorialGimena Ávalos (Universidad Nacional de La Plata)María Teresita de Haro (Centro de Investigaciones Precolombinas)María Concepción Godoy (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)Rubén Blanco (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)Horacio Nieva (Biblioteca Nacional)

Coordinadores de Sección de Reseñas BibliográficasFlavio Ribero (Universidad Nacional de Río Cuarto)César Borzone (I.S.P. Dr. Joaquín V. González)Jorgelina Di Iorio (Universidad de Buenos Aires-CONICET)

Revisión de EdiciónSilvana Salerno (Centro de Investigaciones Precolombinas)

Diseño y DiagramaciónOdlanyer Hernández de Lara (Cuba Arqueológica)

A TINRevista del Centro de Investigaciones Precolombinas

NNúm. 9 • Mayo de 2010

ISSN: 1852-4915

ANTI es una publicación anual del Centro de Investigaciones Precolombinas que tiene como objetivos: 1. Conformar un lugar e intercambio entre diferentes especialistas a nivel nacional e internacio-nal, así como también diferentes instituciones del campo de la historia, antropología, arqueología, etno-logía, y ciencias sociales en general; 2. Ofrecer un espacio para que investigadores y académicos pue-dan publicar sus producciones; 3. Construir un medio de comunicación a través de la difusión de investi-gaciones y ensayos; y 4. Jerarquizar la actividad aca-démica.

Dirección postalAyacucho 632. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.CP. C1026AAF. Argentina.

E-mail: [email protected]

Los artículos reflejan exclusivamente la opinión de los autores

© Anti. Centro de Investigaciones Precolombinas.

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nti llega a su número 9 y perfecciona su estética y su

contenido. Nació con la finalidad de unir perspec-

tivas sobre el mundo andino y altiplánico desde una

ciudad de la llanura rioplatense. Mientras la revista se desa-

rrollaba esa misma ciudad y su conurbano se llenaba de migran-

tes de ese origen. Ahora Anti es una publicación que contribuirá

a la Interculturalidad. Mientras la revista intentaba perdurar

gracias a muchas inteligencias y manos anónimas, los Pueblos

Originarios de la Argentina -muchísima gente de origen quechua

y aymara- comenzaron a tener visibilidad social y política por su

voluntad de recuperar genealogías e historia. Ahora Anti ofrece

trabajos que les puede servir para sus utopías.

En fin: Anti ha latido por la investigación del pasado lati-

noamericano y latirá por los nuevos mundos por venir.

A

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Los signos de los Cuatro Vientos: arte

rupestre de la provincia de Córdoba,

Argentina.

Ana María Rocchietti

Ocupación humana en la región

tumbesina: su impacto en la fauna

silvestre.

Luis Enrique Pollack Velásquez

Herederos de Chan Chan. No se trata del

patrimonio cultural. Problemas en torno

a la gestión e intervención en sitios

arqueológicos con estructuras

arquitectónicas monumentales.

María Laura Gili

Huaca San Idelfonso y la ocupación

Moche en la margen norte del valle Bajo

de Moche, costa norte del Perú.

Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

Rumichaca, un sitio de producción para

el intercambio.

Álvaro Hernán Castañeda Mesía

Sinsicap y Simbila: tradiciones alfareras,

continuidad y problemas actuales.

Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea

Runcio y César Gálvez Mora

Circuito arqueológico de La Libertad.

Chan Chan, Huaca de La Luna y El

Brujo. Aspectos y recomendaciones.

María Laura Gili y Graciana Pérez Zavala.

Informe del proyecto: el problema de la

educación intercultural bilingüe. Entre

los institutos de formación docente y la

práctica en las comunidades, provincia

de Maynas, Región Loreto, Perú.

María Laura Gili.

Cuenca del Amanzonas peruano.

Actualidad antropológica.

Gilda Arias Montes, Celeste Bolmaro, Raúl

Bolmaro, César Borzone, Graciela Elsesser,

Maria Teresita de Haro, Olga Graciela

Lima, Alejandro Pisnoy, Adrián Sabbatella

y Graciela Vielmas.

Informe dirigido al Instituto Nacional de

Cultura, Departamento La Libertad,

Perú.

Celeste Bolmaro, Raúl Bolmaro, César

Borzone, Graciela Elsesser, Maria Teresita

de Haro, Olga Graciela Lima, Adrián

Sabbatella y Graciela Vielmas.

Normas editoriales

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LOS SIGNOS DE LOS CUATRO VIENTOS: ARTE

RUPESTRE DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA,

ARGENTINA

Ana María Rocchietti

Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Departamento de Historia. Facultad de Ciencias

Humanas. Universidad Nacional de Río Cuarto y Centro de Investigaciones Precolombinas

[email protected]

RESUMEN

Este trabajo describe e interpreta un sitio rupestre, localizado en una de las faldas del cerro

Intihuasi, Sierra de Comechingones, Provincia de Córdoba, Argentina mediterránea. La

investigación destaca el contenido mitológico y libidinal de los signos y propone para ellos

una alegoría fundada en el concepto de la muerte.

Palabras clave: arte rupestre, mito, libido.

ABSTRACT

This work describes and interprets a rock art site located at one of the skirts of the hill

Intihuasi, Comechingones Mountains, Province of Cordova, Mediterranean Argentina. The

investigation emphasizes the mythological and libidinal content of the signs and proposes

for them an allegory been founded on the concept of the death.

Key words: rock art, myth, libido.

l arte rupestre que podemos

encontrar en la Provincia de

Córdoba, en el centro de la Re-

pública Argentina fue realizado en los

recovecos de las piedras redondeadas de los

tafones graníticos -salvo excepción- desa-

rrollando expresiones cuyos mitemas tam-

bién fueron constantes.

Entre las obras de mayor belleza y

envergadura documental se encuentra una

pintura y grabado ubicado en el Cerro

Intihuasi, Pedanía Achiras, Departamento

E

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Ana María Rocchietti

4 • Centro de Investigaciones Precolombinas

de Río Cuarto. En relación con él ofre-

ceremos nuestra perspectiva sobre el arte

arqueológico de los indígenas que poblaron

esta región fundada en tres principios:

1. el sitio rupestre se constituye a partir de

una convergencia -muchas veces dramá-

tica- entre las rocas, sus entornos y los

dibujos, 2. el mitema rupestre fundamental

se refiere a la vida, la muerte y la sexua-

lidad, 3. la discursividad corresponde a un

sistema de racionalidad históricamente

delimitado y lo que importa de ella no es lo

que representa sino lo que transforma (Lévi-

Strauss, 2007).

CERRO INTIHUASI: ALERO DEL

ABRA CHICA

Este sitio rupestre está emplazado en 33º

03’ 41.5’’ LS y 64º 51’ 26.4’’ LW, en la

pendiente norte del cerro Intihuasi (Figura

1), un acotado afloramiento granítico en el

piedemonte oriental de la Sierra de

Comechingones.

Figura 1. Cerro Intihuasi

El tafón es una enorme mole que apoya

sobre un plano oblicuo que delinea el

terreno cayendo en ángulo abrupto hacia un

arroyo que no posee nombre y que bordea la

falda septentrional del cerro. Está atrave-

sado por diaclasas profundas. Sobre las que

ha actuado el trabajo disolvente de la

erosión hídrica que las ensancha. La exfo-

liación interna que le otorga un desarrollo

netamente curvo. La planta del tafón in-

cluye una extensa cámara que abre en los

laterales noroeste y sudeste (Figuras 2 y 3).

Ha servido de refugio a pumas y a otros

animales. Describe, de ese modo, tres

orientaciones ambientales y en dos de ellas

está el arte.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 5

Éste tiene características notables tanto

en la narrativa como en el diseño. El sitio se

halla sobre un afloramiento sobreelevado en

el terreno, rodeado por sedimento y grandes

rocas dispuestas de manera anárquica.

Todos los bloques buzan hacia el norte y

noroeste. El lugar es umbrío y sobresaliente.

Cada vez que registramos un mito,

estamos frente a una erótica, ante una

construcción pasional, secreta, no evidente,

que expresa asimismo una lógica sacrificial

(que está presente en todas las sociedades

desde los tiempos primordiales y que toma

muchas formas distintas) y una lógica

lúdico-transformacional que articula el rela-

to con todas sus posibles configuraciones.

Pero se trata -también- de una erótica

constitutiva y seminal que está dotada de fe

(es decir, de creencia) y, por lo tanto, de

verdad “en” y “para” el sujeto.

El mito es parte de un movimiento

existencial -y por consiguiente, histórico- de

ordenamiento cósmico y de captación pul-

sional erótica. Solamente el desasosiego

existencial podría volverse fuente de un

pensamiento que debe aprehender lo vivien-

te y su movimiento existencial de la femi-

neidad, la masculinidad, la sexualidad, de lo

viviente y de lo no viviente en su magnitud

primordial.

En él se encuentran dos escenas: una de

humanos vestidos y armados, animales y un

puma devorando a un camélido y otra en la

que un humano con tocado se halla solitario

en la pared. No son mutuamente visibles.

Muy próximo a un gran bloque lateral que

enmarca la entrada al alero, hay un pequeño

mortero que estaba colmado de sedimento -

y, por tanto, oculto- relacionado con el cual

había un percutor o quizá mano de mortero

(aunque tiene los rastros de percusiones en

uno de sus polos) casi esférico, cuyo tamaño

encaja perfectamente con su boca. Aunque

no había relictos de pigmento su función

debió estar destinada a él.

La riqueza de dibujos en el panel de la

orientación retiniana que denominamos 1 es

notable, tal como puede apreciarse en la

figura 4.

Se observan dos humanos enmascara-

dos, con largo traje rígido, realizados por

raspado en la pared y un concierto de

animales pintados (camélidos, un ñandú,

pumas y víboras) entre poligonales curvas y

rectas, abiertas y cerradas. La sucesión de

dibujos (o sintagma) es la siguiente:

manchas blancas muy débiles

animal en blanco

serpiente en blanco

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Ana María Rocchietti

6 • Centro de Investigaciones Precolombinas

Figura 2. Alero del Abra Chica. Vista desde el sudoeste

Figura 3. Planta del sitio Alero 2 del Abra Chica

escena animal atacado por pumas (éstos

en blanco, aquél en rojo)

superposición cola de puma, línea ver-

tical (grabada), poligonal cerrada recta

blanca

humano enmascarado, armado, graba-

do, con puma en blanco, por encima de

su cabeza pero separado de aquél

superposición de animal (Rhea) sobre

camélido en blanco

venado sobre camélido en blanco

Rhea sobre camélido en blanco

humano enmascarado, armado, graba-

do, junto a poligonal curva cerrada (en

ocho).

OA1

OA2 OA 3

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Centro de Investigaciones Precolombinas • 7

Figura 4. Friso de la orientación retiniana 1 del Alero del Abra Chica 2, 1/5 del tamaño original

En la parte alta de la escena recono-

cemos, de izquierda a derecha:

poligonal recta, cerrada, en blanco

poligonal, curva, con círculos o man-

chas en su interior y apéndice, en blanco

zorro en blanco

poligonal curva cerrada con círculo en el

interior y apéndice, en blanco

víbora en blanco

víbora, en blanco

mancha en blanco (quizá residuo de

animal)

camélido, en blanco

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Ana María Rocchietti

8 • Centro de Investigaciones Precolombinas

Este sitio rupestre contiene varias su-

perposiciones: en sentido estricto, trans-

parencia y oclusión (Arnheim, 1986). La

figura 5 las muestra.

En el primer caso una línea raspada

atraviesa la cola de un puma atacante y lo

conecta -de ese modo- con una poligonal

cerrada y recta. En el segundo, un venado o,

quizá, un cérvido está superpuesto a un

camélido, en color blanco. En el tercero, en

el mismo tono pero más tenue se inscribió

un animal (ave) sobre otro animal (camé-

lido). En el cuarto, se desarrolla una oclu-

sión que vincula a félidos con un camélido

(los primeros en blanco, el otro en rojo).

Esta oclusión es -a la vez- un microrrelato

porque describe el acoso de los pumas

contra un animal indefenso. Por último, la

oclusión de dos camélidos incompletos por

absorción de la pintura por la roca asimila la

figura a la costumbre de esta fauna a

agruparse o a la disposición impuesta por la

cría de delimitar el rebaño. Estos signos

también fueron realizados en blanco.

A B C

D E

Figura 5. A y B, superposiciones en sentido estricto; C. transparencia; D. y E. oclusiones

En la pared contigua, fue dibujado por

raspado un humano con tocado (una especie

de bonete que le cubre la cara), con brazos

extendidos en cruz y piernas apenas insi-

nuadas. Por debajo fue grabada una línea

que semeja una especie de línea a tierra. Se

halla inmediatamente por encima de una

curvatura convexa-cóncava de la pared,

sobre una superficie de roca homogénea

pero no preparada. El dibujo es muy nítido

y el grabado le dio una coloración cercana

al ocre claro debido a los cristales de fel-

despato. Este efecto lo destaca de la tonali-

dad gris del granito (Figura 6).

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Centro de Investigaciones Precolombinas • 9

Figura 6. Humano con tocado o máscara

Hemos sistematizado este registro como

integrante del estilo Cuatro Vientos, mani-

festación frecuente en el sur de la Sierra de

Comechingones. Tiene por temas caracterís-

ticos os que consignamos en cuadro 1.

SÍNTESIS

Este sitio tiene intensidad narrativa. No

solamente los enmascarados (¿con orejas de

puma?) presiden la escena sino que a su

vera se desarrolla el drama del ataque de un

animal por varios pumas (animal poderoso

en la mitología sudamericana); su desgarro

es sugerido por su color rojo que no

podemos asociar sino con la sangre.

El puma (Felis concolor) es un animal

pequeño, solitario, carnívoro, predador ge-

neralista y oportunista. Lo reconocemos en

el dibujo por su cabeza redonda, sus orejas

erguidas. Posee cinco garras retráctiles en

las patas delanteras y cuatro en las pos-

teriores y cuando ataca coloca su cola

extendida (conducta que despliega siempre

hacia el cuello de la víctima, a la que ataca

con sus garras. Es capaz de dar grandes

saltos y de hacer carreras cortas, se refugia

en zonas con pastizales o vegetación densa.

El venado (Hippocamelus) que constatamos

en este panel se identifica por sus astas, es

un mamífero rumiante, herbívoro, de patas

delgadas y pequeñas. El zorro (Volpe) es un

carnívoro solitario, corredor, de visión

nocturna.

Lo viviente aparece aquí dinámico, reali-

zando actos de crueldad o muerte o disper-

sándose en un ambiente cuyo detalle no

figura, diurnos y nocturnos, agresivos o

indefensos. Allí, los humanos tiene hege-

monía completa por tamaño, por destaque,

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Ana María Rocchietti

10 • Centro de Investigaciones Precolombinas

por centralidad en la escena. Ellos, en

cambio, fueron dibujados estáticos, rígidos;

pueden estar vivos o muertos, ser hombres

del mundo de los vivos u hombres del

mundo de los muertos.

En este panel se constata que percibir no

es simultáneo al acto de interpretar. Son dos

esfuerzos no equivalentes, no completos, no

seguros. Las dificultades sensoriales (por

desaparición o absorción de la pintura)

impiden esbozar una apreciación definitiva

de lo que se ve, salvo de la parte central de

la escena. Podemos presumir que el resto de

ella abundaba en animales. Lo interesante es

que aquí los animales están sueltos, no

alineados, dispersos por la pared. Podría-

mos pensar que la cantidad insólita de

pumas desordenan y destruyen un universo

natural primariamente armónico o que

simplemente la escena describe un espec-

táculo habitual y doméstico en esa tierra

serrana.

Sin embargo, debemos recordar que un

signo es cualquier cosa puesta en lugar de

otra cosa y que vale por esa cosa (Auroux,

1998: 85). Asimismo, “signo” se vincula

con dos sentido de uso habitual en las

disciplinas esotéricas y médicas: adivina-

ción y síntoma (ibídem: 86). Ambos de-

bieran ser considerados cuando juzgamos lo

que vemos y su relato general. En el arte

rupestre, el signo nunca podrá volverse una

totalidad bien identificada y este panel lo

demuestra de manera especial.

Tendríamos, entonces, varios núcleos de

narración:

1. humanos estáticos con atributos de

puma, enmascarados y armados

2. animales dinámicos cuya postura no

relata nada

3. pumas entre animales a los que atacan

4. víboras y zorros, a los cuales podría-

mos suponer como peligrosos y tam-

bién competitivos con los humanos en

torno a los pequeños animales (el zorro)

La relatividad de los signos está

subordinada a su capacidad elocutiva (de

decir y de no decir). En este panel, el relato

lo sostienen los animales (dinámicos,

atacados), los humanos parecen -más bien-

estatuas hieráticas o modelo de viviente que

necesita apelar a la potencia natural-

sobrenatural de los pumas puesto que se

mimetizan con ellos. Ellos están en el centro

de un bestiario móvil. Las metáforas1 y las

metonimias -dos formas complementarias

de desplazar un significado desde un

significante a otro significante- violentan

esa relatividad sintagmática porque ellas

ocultan, tapan, desplazan lo que cada dibujo

dice, de allí que sobredimensionen el carác-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 11

ter mágico-adivinatorio de cualquier ritual.

La metáfora identifica dos términos entre

los cuales existe cierta semejanza. La

metonimia -en verdad, una clase de metá-

fora- expresa “una parte del todo”: por

ejemplo, un animal completo por su huella.

Ambas podrían aplicarse a este panel en

dos elementos gráficos: 1. las superpo-

siciones (animal sobre animal, línea sobre

cola de animal, pintura sobre pintura,

grabado sobre pintura) ya que podríamos

suponer que ellas matan el signo anterior o,

por el contrario, que lo potencian, 2. el traje

de los humanos que culmina en orejas de

animal como parte simulada del animal

total.

Esta obra permite, asimismo, hacer una

lectura más problematizada de su relato.

Para eso podemos evocar algunos concep-

tos de la semiótica de las imágenes (y de los

signos en general). Ésta ha descubierto, a lo

largo de su desenvolvimiento en el siglo

XX, la importancia de dos dimensiones de

lo sígnico: la denotación y la connotación.

No se trata solamente de una cuestión

sistematizadora sino que involucra lo que

los signos dicen y no dicen. La denotación

es el proceso de lectura o momento de la

captación de los elementos constitutivos de

los signos e imágenes (significados, signifi-

cantes, datos comunicados, cohesión refe-

rencial, todo lo que abarca el signo en su

estructura). La connotación, en cambio,

constituye una lectura que desborda la

denotación: son los significados agregados,

las metáforas las valoraciones personales y

subjetivas. Donde termina la denotación

empieza la connotación y es ella la que nos

permite abordar lo emotivo, lo simbólico, lo

mítico-ideológico (Cf. Dellera, 1996; Zec-

chetto, 2006). No se trata de un contenido

individual solamente sino -y prioritaria-

mente- social y cultural.

La connotación siempre altera la deno-

tación, la “fuerza” y forma parte de la

“interpretación” y de los imaginarios. Con-

siste en la parte predicativa e ideológica de

la denotación que queda reducida a su

carácter informativo extensional (Zecchetto,

2006: 146).2

Podemos suponer la presencia de una

estructura elemental y otra profunda de lo

representado (Greimas y Courtés, 1992). La

primera alude a la forma más simple de

significación que surge de la presencia de

los elementos operantes en el relato (este

arte rupestre) y, la segunda, a los procesos

de afirmar y negar que también generen

significaciones.

Los mitos, ante todo, son la materia de

las formaciones fantasmáticas del pensa-

miento humano, un juego de imaginación,

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Ana María Rocchietti

12 • Centro de Investigaciones Precolombinas

deseo y plasma lingüístico, casi autode-

terminadas. La matriz sociológica mantiene

a raya esta otra matriz libidinal porque tiene

un costo alto: el borde de la alucinación, el

delirio y la pérdida de realidad. Pero, no

obstante, sin ella no podría la sociedad

reconocerse como tal ya que de ella manan

las creencias y acreencias que la mantienen

unida bajo una ideología. Es más: tienden a

formar sistema, como la lengua. Si no se la

mantiene bajo control, tenderá a sustituir a

aquella otra más material y afectaría la

reproducción de la vida humana en el

sentido de Malinowski: los hijos, la comida,

el abrigo, la educación, el arte. Impediría el

funcionamiento social. Los mitos se

comportan como los sueños. Pero los mitos

son relatados y los sueños son soñados,

reprimidos, proyectados, dichos. Unos y

otros pueden hacer las veces de “pantallas”

(Butler, 2009), de superficie blanca sobre la

cual eventualmente se proyecta el deseo

humano ya sea porque ha sido reprimido y

sortea las vallas de la prohibición (Lévi-

Strauss sostenía que el principal es el

incesto), ya sea porque fluyen porque sí, por

el solo hecho de existir y ser parte de su

naturaleza expresarse con carácter de

fantasía o arte.

Cada vez que registramos un mito,

estamos frente a una erótica, a una cons-

trucción pasional, secreta, no evidente, que

expresa asimismo una lógica sacrificial (que

está presente en todas las sociedades desde

los tiempos primordiales y que toma

muchas formas distintas) y una lógica

lúdico-transformacional que articula el

relato con todas sus posibles configuracio-

nes. Pero se trata -también- de una erótica

constitutiva y seminal que está dotada de fe

(es decir, de creencia) y, por lo tanto, de

verdad “en” y “para” el sujeto.

CONCLUSIONES

El mito es parte de un movimiento

existencial -y por consiguiente, histórico- de

ordenamiento cósmico y de captación pul-

sional-erótica. Solamente el desasosiego y la

imaginación podrían volverse fuente de un

pensamiento que debe aprehender lo viviente

y su contenido de femineidad, masculinidad,

sexualidad, lo viviente y lo no viviente en su

magnitud primordial.

NOTAS

1. En griego: “recibir un nuevo nombre”.

2. La visión actual de este problema lo

expresa la afirmación de que todo lenguaje

se construye a través de la diferencia, es

decir, a partir de aquello que no afirma. De

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 13

ese modo, sostiene Castoriadis (1992), el

sentido de la imagen es anterior a la obra

misma, el sentido opera a espaldas de la

imagen, en el magma de simbolizaciones

individuales y sociales. El código, entonces,

es el conjunto de operaciones de producción

de sentido en el interior de una materia

significante dada y el imaginario, apoyán-

dose en él, forja un modelo del mundo.

TEMA IMAGEN ORGANIZADORA

Cacería Puma

Animales en “tropa” Camélidos

Animales agitados (¿anuncio de

lluvias?)

Ñandúes

“Adentro-afuera” Poligonales cerradas

Parte por el todo o Huellas e

improntas

Huella de puma

Huella de ñandú

Huella de mano humana

Huella de pie humano

Orden nomádico o constela-

ción (¿de estrellas?)

Constelación de puntos

Orden lineal (¿sucesión tem-

poral de ciclos o días?)

Surcos

Cuadro 1. Temas del estilo Cuatro Vientos

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arnheim, R.

1986 [1971]. El Pensamiento visual. Paidós.

Buenos Aires.

Auroux, S.

1998. La Filosofía del lenguaje. Editorial

Docencia. Buenos Aires.

Castoriadis, C.

1992. La institución originaria de la

sociedad. Tusquets. Buenos Aires.

Butler, J.

2009. Dar cuenta de sí mismo. Violencia

ética y responsabilidad. Amorrurtu. Buenos

Aires.

Dellera, O.

1996. Los signos en la sociedad. Paulinas.

Bogotá.

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Ana María Rocchietti

14 • Centro de Investigaciones Precolombinas

Greimas, A. J. y J. Courtés.

1982. Semiótica. Diccionario razonado de

la teoría del lenguaje. Gredos. Madrid.

Lévi-Strauss, C.

2007 [1975]. La vía de las máscaras. Siglo

XXI. México.

Zechetto, V.

2006. La danza de los signos. Nociones de

semiótica general. La Crujía. Buenos Aires.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 15

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Ana María Rocchietti

16 • Centro de Investigaciones Precolombinas

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OCUPACIÓN HUMANA EN LA REGIÓN TUMBESINA:

SU IMPACTO EN LA FAUNA SILVESTRE

Luis Enrique Pollack Velásquez

Facultad de Ciencias Biológicas, Universidad Nacional de Trujillo (Perú)

[email protected]

RESUMEN

La primeras poblaciones humanas se asentaron en las cuencas de los valles costeros que

pertenecen al Bosque Seco Ecuatorial y conforman la Región Tumbesina, una área de

endemismos importante a nivel mundial. Nos propusimos estudiar el proceso de ocupación

humana en los bosques y su impacto en la fauna silvestre en el departamento La Libertad. Hemos

analizado crónicas, cerámicas, mapas y registros actuales. Las evidencias muestran que los

pobladores Mochica y Chimú, de cosmovisión holística, preservaron los bosques e hicieron uso

de ellos en forma responsable: caza selectiva y pastoreo controlado. Durante la conquista

española se produjo la extracción indiscriminada de leña y carbón para uso doméstico, industrial

y fundición de metales, llegando hasta la extinción y avance de la desertificación. En los últimos

cincuenta años se promueve el cambio de uso del suelo para ampliar la frontera agrícola con

cultivos de no tradicionales, destruyendo el ecosistema de bosques con la consecuente pérdida de

biodiversidad. En el marco del desarrollo sostenible, proponemos la creación de reservas

comunales para restaurar, proteger y conservar los bosques de algarrobo por los servicios

ambientales que brindan a nuestro planeta.

Palabras clave: Ocupación humana, Región Tumbesina de endemismos.

ABSTRACT

The first human populations settled in the basins of the Peruvian coastal valleys that belong to the

Equatorial Dry Forest and they form the Tumbes Region, an area of important endemism at world

level. We intended to study the process of human occupation in the forests and their impact in the

wild fauna in La Libertad department. We have analyzed chronic, pottery, maps and current

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registrations. The evidences show that Mochica and Chimú residents -who had holistic vision of

cosmos- preserved the forests and use them in responsible form. During the Spanish conquest it

took place the indiscriminate extraction of firewood and coal for domestic, industrial use and

foundry of metals arriving until the extinction and advance of the desertification. In the last fifty

years the change in the use of land promoted to enlarge the agricultural frontier with non

traditional cultivations, destroying the ecosystem of forests with the consequent biodiversity loss.

In the mark of the sustainable development, we propose the creation of communal reservations to

restore, to protect and to conserve the locust forests due to the environmental services that they

gives to our planet.

Key words: human occupation, Tumbes Region of endemism

INTRODUCCIÓN

ace unos 10.000 a.C. se movili-

zaban por la zona norte, pequeños

grupos de recolectores y cazado-

res nómades; posteriormente los pobladores de

las culturas Cupisnique, Mochica y Chimú,

entre los años 200 al 850 d.C., tuvieron como

sus principales centro de ocupación y asenta-

miento urbano a los valles de la costa norte,

que pertenecían a las principales cuencas

hidrográficas del Perú en donde primero

formaron aldeas y posteriormente grandes

centros urbanos (Canziani 1989; Castillo y

Uceda 2007).

La población en conjunto se desplazaba

siguiendo el movimiento de las manadas de

animales, combinando la caza con la recolec-

ción de frutos y raíces, sin excluir la pesca y la

recolección de mariscos. En un determinado

momento, modificaron su modo de vida y

decidieron asentarse en campamentos donde

comenzaron a realizar actividades productivas

que en un principio se centraron en el cultivo

de algunas plantas -que posteriormente logra-

ron adaptar para el desarrollo de la agricultura-

la domesticación de animales silvestres, la

pesca con instrumentos, herramientas y embar-

caciones en caletas y el desarrollo de una

minería incipiente. Cabe destacar que los pri-

meros asentamientos se conformaron en aldeas

en donde resolvieron algunas necesidades

domésticas como descansar, comer, abrigarse,

dormir y hacer vida en comunidad, mas no

como un centro de trabajo. Además está

demostrado que el hombre precolombino ha

convivido con las aves y otros animales por

milenios y que durante todo este tiempo ha

H

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modificado los ecosistemas para satisfacer sus

necesidades (Canziani 1989; Hocquenghem

1998; Rostworowski 2005).

Estos valles costeros, pertenecen al Bosque

Seco Ecuatorial (B.S.E.) ubicado entre los

paralelos LS 03º56’-13º11’ y LO 75º09’-

81º21’, correspondiéndole una superficie apro-

ximada de 42.570 km2, que va desde los 0

hasta los 1000 m.s.n.m., en una franja de 100 a

150 km. de ancho, con una temperatura y

precipitación promedio anual de 22º C y <120

mm., respectivamente. La distribución de estos

bosques es amplia e incluye la parte central y

sur de la costa de Ecuador, desde el sur de la

provincia de Esmeraldas, extendiéndose hasta

los departamentos del norte de Perú: Tumbes,

Piura, Lambayeque, La Libertad y Ancash,

que en conjunto presentan dos tipos de hábitat:

Desierto Pacífico y Bosque Seco de Sabana

(Brack 1986; Hocquenghen 1998; Flanangan

et al. 2005; Venegas 2005; DarwinNet 2005;

Novoa et al. 2010).

En esta faja costera existe una vegetación

típica conformada por bosques estacionales

secos de “algarrobo” Prosopis pallida, “espi-

no” Acacia macracantha, “zapote” Capparis

scabrida y otras plantas arbustivas propias del

B.S.E. así como paisajes muy áridos con

algunos matorrales y lomas costeras situadas

sobre las primeras estribaciones de la Cordi-

llera Occidental. Las zonas de mayor vegeta-

ción son los montes ribereños de las cuencas

hidrográficas de los ríos Tumbes, Piura, La

Leche, Reque, Zaña, Jequetepeque, Chicama,

Moche, Virú, Chao, Santa, Casma y Huaura

(Hocquenghem 1998; Mostacero et al. 2007;

La Torre-Cuadros y Linares-Palomino 2008).

El algarrobo (Prosopis spp.) está considera-

do como un árbol de tronco leñoso, con ramas

ascendentes abiertas de color verde claro a

oscuro, unas especies provistas de espinas y

otras sin ellas; es de tallo alto erguido o subin-

clinado sinuoso, que permanece verde todo el

año pues aprovecha las aguas subterráneas,

debido a que posee raíces muy largas y sus

frutos son vainas de color amarillo ámbar de

un sabor dulce intenso (Mostacero et al. 2002).

El desarrollo de estos bosques está influen-

ciado por la confluencia de las corrientes de

Humboldt y El Niño, que junto a su topografía

variada, propician una diversidad de climas

locales que en muchos de los casos están

precedidas de una precipitación pluvial mode-

rada que producen ambientes tan disímiles

como desiertos y bosques tropicales en distan-

cias muy cortas entre ellas, que luego del pro-

ducto de un singular proceso evolutivo ha

mezclado flora y fauna de ambientes áridos

costeros, de la biota andina y de los bosques

lluviosos tropicales que a su vez han condicio-

nado la existencia de especies endémicas,

alrededor del 20% de 6300 especies de plantas

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y alrededor del 10% de 800 especies de aves

que son de rango restringido (Uceda 1994;

Hocquenghem 1998; DarwinNet 2005; La

Torre-Cuadros y Linares-Palomino 2008).

Asimismo este ecosistema se ve influencia-

do por la presencia del Evento “El Niño”, que

es considerado como una invasión de aguas

cálidas desde las profundidades del oeste y que

dan como resultado una profunda alteración en

las características físicas del Océano Pacífico

Tropical, cuyos efectos han tenido un impacto

en la infraestructura y economía de los pue-

blos. Sin embargo, las evidencias nos muestran

que las primeras poblaciones aprendieron de

sus primeros efectos y ya en adelante se esta-

blecieron en lugares donde sus efectos eran

menos devastadores, como lo muestran las

construcciones de la cultura Chimú, en parti-

cular la ciudadela Tschudi. Esta situación se

alteró con el crecimiento desordenado de las

ciudades como consecuencia de las migracio-

nes de comuneros que abandonaban sus tierras

en busca de nuevas posibilidades de subsisten-

cia. En nuestra historia existen registros de

eventos extraordinarios del Evento “El Niño”

que ocurrieron en los años 1578, 1721, 1828,

1878, 1891, 1925, 1965, 1973, 1983 y 1998.

La fauna de esta ecoregión está constituida

por muchas especies endémicas que se encuen-

tran en alguna situación de amenaza, como es

el caso del “cocodrilo americano” Crocodylus

acutus, “cañán” Dicrodon holmbergi; “pava

aliblanca” Penelope albipennis, “cortarramas

peruano” Phytotoma raimondii, “minero pe-

ruano” Geositta periviana, “aguilucho dorsi-

gris” Leucopternis occidentalis, “perico maca-

reño” Brotogeris pyrrhopterus, “estrellita de

esmeraldas” Acestrura berlepschi ; el “oso

hormiguero” Tamandua americana, “ratón

orejón gerbito” Phyllotis gebillus, “murciélago

longirostro peruano” Platalina genovensium,

“tigrillo” Leopardos pardales, “puma” Puma

concolor, “otorongo” Pantera onca, “oso de

anteojos” Tremarctos ornatus, “venado de cola

blanca” Odocoileus virginianus, “venado colo-

rado” Mazama americana, “sajino” Pecari

tajacu, “perro peruano sin pelo” Canis fami-

liaris, “ardilla nuca blanca” Sciurs stramineus,

“viscacha” Lagidium peruanum, entre otras

(Ministerio de Agricultura 2004; Pacheco et

al. 2009).

Las especies endémicas son aquellas que

están restringidas a ciertas áreas, en éste caso

hemos adoptado la definición de rango-

restringido de especies para aquellas que tie-

nen un rango mundial de menos de 50.000

km2, aun cuando esta información puede ser

considerada como referencial, puesto que exis-

ten muchos vacíos en el conocimiento de la

dinámica poblaciones de las especies que se

encuentran en alguna condición de amenaza

establecida por la Unión Internacional de

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Conservación de la Naturaleza (Stattersfield et

al. 1998; Schulenberg, et al. 2010).

Respecto a su estado de conservación, los

bosques secos de la Región Tumbesina son

uno de los ecosistemas más amenazados a

nivel mundial; en la actualidad se calcula que

su extensión se encuentra entre 1 a 5% de la

cobertura original. Esta situación ha sido

causada por la presión humana con una

población en continuo crecimiento -alrededor

de unos ocho millones de personas- que

impulsada por la expansión urbana y amplia-

ción de la frontera agrícola, genera demandas

para satisfacer necesidades de servicios bási-

cos de saneamiento, vivienda, alimentación,

esparcimiento, caza y pesca e industrias

extractivas petrolera y minera; todo ello está

ocasionando la fragmentación y destrucción

del hábitat y hacen que las especies se

encuentren en alguna condición de amenaza,

provocando la pérdida de biodiversidad en

forma alarmante (Holcquenghem 1998; Schu-

lenberg et al. 2010).

En la política moderna de un país, que tiene

como su visión estratégica el desarrollo

sostenible de su pueblo, la creación, preser-

vación y restauración de los espacios que

albergan gran diversidad biológica, belleza

paisajística, expresiones históricas y culturales,

son compromisos inmediatos que se tienen que

asumir puesto que tienen un valor incalculable

por los servicios ambientales que presta al país

que lo posee y que lo ubica en ventaja

competitiva con respecto a los demás, pero

también ese beneficio redunda en toda la

humanidad (Plenge 1997; Novoa et al. 2010).

En tal sentido, el objetivo de nuestra

investigación fue realizar un estudio prelimi-

nar del proceso de ocupación humana en los

bosques y su impacto en la fauna silvestre en

el departamento La Libertad, en casos muy

específicos de las culturas Mochica y Chimú.

En perspectiva de conocer y revalorar las

técnicas tradicionales que permitieron la

supervivencia de especies y la preservación de

los ecosistemas porque fueron considerados

como espacios sagrados, pero que hoy sabe-

mos que son los lugares que nos brindan

servicios ambientales esenciales para la vida

del planeta y cuyo valor en muchos casos se

pretende desconocer o sencillamente se afirma

que son invalorables. Es así que la conserva-

ción del Bosque Seco Ecuatorial es una prio-

ridad en la estrategia para la conservación de

la biodiversidad, la mitigación y adaptación al

calentamiento global.

METODOLOGÍA

El trabajo se realizó a través de consultas de

tesis de pre y postgrado, libros, artículos de

revistas especializados en el tema, el análisis

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de algunas páginas Web de Museos de España

como el Museo Cervantes Virtual, las pinturas

de Martínez de Compañón y en la visita virtual

de los Museos de Arte; visitas guiadas en el

Museo Larco Herrera, el Museo Tumbas

Reales de Sipán y el Museo de Arqueología de

la Universidad Nacional de Trujillo; también

se contó con la asesoría del Licenciado Luis

Sánchez Gavidia.

Figura 1: Mapa de ubicación y dominio de la Cultura

Mochica. Fuente: Museo de Arqueología de la

Universidad Nacional de Trujillo (2010)

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

En nuestra hipótesis preliminar se postula

que los primeros cazadores y recolectores se

asentaron en las zonas más ricas en cuanto a

biodiversidad se refiere: los valles de las prin-

cipales cuencas hidrográficas de la Vertiente

Occidental de nuestro país. Si hacemos una

superposición de los mapas que nos muestran

el fenómeno de ocupación de las culturas

Cupisnique, Mochica y Chimú (Fig. 1), la

conquista española (Fig. 2) y el mapa actual de

la Región Tumbesina de Endemismos (Fig. 3),

podemos afirmar que existe una coincidencia

muy alta entre ellos. Nuestra apreciación

concuerda con la propuesta de Hocquenghem

(1998) respecto a que los primeros pobladores

de Tumbes y Piura lo hicieron en las cuencas,

que son los lugares de mayor abundancia de

especies.

En principio, el movimiento de los habitan-

tes nómades y posteriormente los primeros

asientos humanos mediante las aldeas y luego

con el desarrollo de los centros urbanos, nos

muestran que ellos se ubicaban en los valles de

los principales ríos de la costa norte de Perú,

como es el caso de los ríos Piura (Vicus), La

Leche, Lambayeque (Sipán, Pampa Grande),

Zaña, Jequetepeque (San José de Moro, Pakat-

namu), Chicama (El Brujo), Moche (Huacas

del Sol y la Luna), Virú (Huancaco, Castillo

Tomabal), Chao, Santa (Castillo de Santa,

Guadalupito) y Nepeña (Pañamarca). Todas

estas zonas han tenido como vegetación típica

los bosques de algarrobo y arbustos, las comu-

nidades de monte ribereño y en algunos casos

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las comunidades xerofíticas y lomales. En la

costa norte, en Pampas de Paiján y Pampa de

los Fósiles (Cupisnique), se han encontrado

evidencias que muestran diferentes tipos de

puntas y de herramientas líticas así como res-

tos de campamentos. Existen evidencias que

utilizaron los espacios entre los bosques para

la siembra de productos de primera necesidad

así como de algunas cucurbitáceas que les

sirvieron para la elaboración de utensilios para

beber y depositar otros objetos (Canziani

1989; Hocquenghem 1998).

Figura 2: Mapa del Obispado de Trujillo. Fuente:

www.cervantesvirtual.com

Durante la llegada y establecimiento de los

españoles en nuestro país, las ciudades se

construyeron alrededor de los representantes

de los poderes civil, político y religioso y

también alrededor de los centros de produc-

ción, que en su momento era netamente

extractiva y que estaban expresados en una

industria incipiente y minería en proceso de

expansión. Y fueron los bosques de algarrobo

que sirvieron de sustento para la obtención de

leña y carbón a fin de cubrir las necesidades de

energía, que en su mayoría era utilizada en la

fundición de metales, así como también para la

actividad doméstica; con estas actividades se

diezmaron extensas áreas de bosque (Rostwo-

rowski 2005).

Figura 3: Mapa de ubicación de la Región Tumbesina.

Fuente: DarwinNet (2009)

Los bosques del occidente de Ecuador y

noroccidente de Perú, conforman lo que se

denomina la Región Tumbesina de Endemis-

mos (Fig. 3), una de las áreas más importantes

a nivel mundial. Aquí han sido registradas 55

especies de aves endémicas y muchas especies

de flora y fauna exclusivas de esta Región. Sin

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embargo, se calcula que más del 70% de los

bosques originales ya han desaparecido, por lo

que se considera una de las cuatro prioridades

de conservación a nivel mundial según

BirdLife Internacional (Naturaleza & Cultura

2003).

Los ríos del sistema hidrográfico del Pací-

fico están caracterizados por crecidas tempora-

les, generalmente en verano, y son ríos de

corto recorrido que tienen sus nacientes en la

región andina. Muchos de ellos permanecen

secos durante gran parte del año como es el

caso de los ríos La Leche, Zaña y otros ríos

que tienen un régimen irregular.

En el B.S.E. las comunidades más impor-

tantes son: los bosques secos, que crecen en

zonas de colinas, dependen de las lluvias, son

caducifolios y se caracterizan por la presencia

de árboles de “ceibo” Eriotheca discolor,

“guayacán” Tabebuia impetigiosa, “hualtaco”

Loxopterygium huasango, “papelillo” Bou-

gainville peruviana y el “uveral” Cordia lutea.

Las sabanas, que tienen como principales

especies arbóreas el ceibo, el hualtaco, el

espino, el algarrobo y algunas cactáceas. Los

bosques de galería que crecen junto a los ríos y

cauces secos dependiendo del agua subterrá-

nea, que están conformados por matorrales y

árboles como “algarrobo” Prosopis pallida,

“espino” Acacia macracantha, “suce” Salix

humboldtiana, “pájaro bobo” Tessaria integri-

folia y “carrizo” Arundo donax (Franke et al.

2005; DarwinNet 2009; Mostacero et al.

2002).

Respecto al manejo de la fauna, que es el

tema que nos convoca, todas la evidencias

existentes desde los Cupisnique, pasando por

los Mochica, hasta los Chimú, nos muestran

que estos pobladores han observado con

mucho detenimiento la naturaleza, que les ha

permitido entender los ciclos de los diferentes

pisos ecológicos y el rol de cada uno de los

componentes faunísticos lo que les permitió

vivir en armonía con la naturaleza. La icono-

grafía Mochica nos muestra la labor de los

recolectores de caracoles y tunas que la lleva-

ban a cabo en las comunidades lomales para la

obtención de proteína de origen animal, frutos

y fibra de origen vegetal (Fig. 4).

Figura 4: Recolectores de caracoles y tunas en

comunidades Lomales (Lavallée 1970)

Así como también se muestran escenas en

las cuales se rinde tributo a los grandes señores

mediante la ofrenda de los productos de la

pesca y colecta de mariscos en una escena

donde aparecen la “llama” Lama glama, como

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animal de carga, perros, un zorro, un mono

degollado y un personaje estilizado como un

venado, cola de reptil y un tocado con la

representación de un cóndor que muestra la

relación del poder (Fig. 5).

Figura 5: Ofrenda de moluscos para el Gran Señor

(Lavallée 1970)

Para abastecerse de productos de primera

necesidad y ricos en proteínas los pobladores

Mochicas y Chimú fueron diestros en las

faenas de pesca, no solo de orilla sino también

de alta mar; es por ello que construyeron sus

balsas o “caballitos de totora” y otros aparejos

como sogas, “paletas” y anzuelos utilizando

espinas y otros objetos (Fig. 6, 7 y 8).

Figura 6: Escena de pesca con la ayuda de “caballito

de totora” y otros aparejos (Lavallée 1970)

Asimismo se presenta un conocimiento

muy detallado de los ecosistemas, con preci-

siones que en la actualidad nos sorprende; este

es el caso de la representación de un “totoral”,

que en la actualidad ha sido caracterizado

como un humedal, en el que se puede apreciar

a todos los elementos: la flora “totora” Scirpus

californicus, los peces y las aves en sus dos

microhábitat, el nido de “totorero” o “junque-

ra” con sus crías, posiblemente Phleocryptes

melanops y la “garza blanca chica” Egretta

thula (Fig.9).

Figura 7: Representación estilizada un pescador

utilizando un anzuelo (Lavallée 1970)

Figura 8: Captura de lobos marinos (Lavallée 1970)

Figura 9: Escena de pesca en un humedal (Lavallée

1970)

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24 • Centro de Investigaciones Precolombinas

En los ceramios la observación era más

completa, porque el artesano tenía una idea del

conjunto, de la secuencia y del espacio en el

que se desarrollaba la actividad y se presen-

taban las actividades vitales para la supervi-

vencia tanto del hombre como de las especies,

como es el caso de aves rapaces alimentándose

de pequeños reptiles y peces, pero también

escenas en las que se muestra el impacto de los

roedores que se encuentran en reproducción en

los terrenos de cultivo y en las plantas cose-

chadas. En la primera imagen superior izquier-

da presentada se puede apreciar a un personaje

utilizando la cerbatana para la captura de aves

y pequeños mamíferos, a continuación recolec-

tores de caracoles, un personaje ahuyentando

lobos marinos, aves de humedales capturando

peces; en el nivel inferior un personaje frente a

un venado, un cóndor con un reptil en las

garras, la representación de un pez y roedores

alimentándose de vegetales y en proceso de

reproducción (Fig. 10).

Figura 10: Cerámica mostrando diferentes actividades

de la vida diaria

Una mención particular merecen las comu-

nidades lomales en las zonas desérticas, que

fueron utilizadas para la obtención de alimento

como los “caracoles” Scutalus proteus y de

materia prima que era utilizada en la fabri-

cación de utensilios como las puntas, agujas,

anzuelos, piedras para moler. Asimismo se

constituyen en corredores biológicos que le

dan continuidad a las zonas ecológicas entre la

costa y los valles interandinos (Uceda 1994).

La representación de los mamíferos ha

tenido una consideración muy especial. Para el

caso de los camélidos ellos les servían de

fuente de alimento pero también eran utiliza-

dos en el transporte y carga; los monos servían

como alimento, los felinos como alimento y

símbolo de poder y los perros eran utilizados

en la cacería y en ceremonias mágico religio-

sas. Un particular detalle los constituyen las

ardillas (Fig. 11) que han sido representadas en

los frisos del Palacio Tschudi de Chan Chan.

Se podría entender su abundancia por el hecho

de que en sus alrededores ha existido un

extenso bosque de algarrobo que tenía cone-

xión con la loma del Cerro Campana y el

contrafuerte andino, que como sabemos en la

actualidad es utilizado como un corredor

biológico por los animales que migran de las

partes altas hacia las lomas en donde encuen-

tran alimento principalmente en las tempo-

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radas de setiembre a diciembre, donde la

vegetación es abundante (Fig. 12).

Figura 11: Frisos del Palacio Tschudi del Complejo

Arqueológico Chan Chan (izquierda) en la que se

presentan una “ardilla de nuca blanca” (Sciurus

stramineus) (derecha). Fuente: Luis Pollack (2009)

Figura 12: Cerámica con representación de mamíferos.

A. Venado. B: monos. C: felino. D: cánido. Fuente:

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Otro escenario que ha sido muy bien

representado es el de las zonas áridas, en el

que se puede apreciar frutos de “espino”

Acacia macracantha y “boa” Boa constrictor

que depredan “lagartijas” Microlophus sp. y

“cañanes” Dicrodon holmbergi; es conocido

que las lagartijas construyen sus madrigueras

en las partes duras y arcillosas de los arenales,

en donde también llegan las boas para

conseguir su alimento consistente en pequeños

roedores, huevos de aves y lagartijas (Fig. 13).

Figura 13: Escenario de paisaje desértico en el que una

boa depreda a una lagartija. Fuente: Lavallée (1970)

En el paisaje desértico cabe un comentario

adicional puesto que los Mochicas y posible-

mente los Chimús, se constituyeron en reco-

lectores y consumidores de animales menores,

principalmente las lagartijas (Fig. 14). Las

lagartijas, más comúnmente conocidas como

“cañanes”, pertenecen a la especie Dicrodon

guttulatum y su consumo se evidencia en

fogones, ceramios y representaciones de la

iconografía. Aquí se puede comentar que en

nuestro trabajo de investigación es muy

posible que estemos trabajando con la misma

especie. En las Figuras 15A y B se pueden

observar las grandes coincidencias morfoló-

A B

C D

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gicas, con la salvedad del color, pero los

diseños son los mismos. Esta actividad era

realizada por un grupo familiar en la que la

labor de colocar las trampas, que eran confec-

cionadas con carrizo (Fig. 16), la realizaban

los padres y la colecta en pequeñas bolsas era

realizada por los hijos; esta experiencia se fue

transmitiendo a lo largo de las generaciones y

aún perdura hasta la actualidad en algunas

poblaciones de San Pedro de Lloc, Virú y

Chao (Gálvez et al. 1999; Pollack et al. 2007).

Figura 14: Diferentes especies de lagartijas

representadas en la iconografía Mochica. Fuente:

Lavallée (1970)

Figura 15: Representación del “cañán” (Dicrodon

guttulatum). A) Iconografía Moche. Lavallée (1970). B)

Foto reciente de un “cañán” en semicautiverio. Luis

Pollack (2009)

Cuando se trataba de animales mayores,

como por ejemplo los venados, la iconografía

nos muestra una faena en dos grandes momen-

tos y lógicamente en ambientes diferentes. Por

un lado el acarreo a cargo del personaje con

ayuda de un instrumento parecido a una

“paleta” que hace a un ejemplar de venado

macho; de acuerdo a la imagen (Fig. 17A) es

muy posible que se trate de la especie Mazama

americana “venado colorado” macho, tenien-

do como fondo una red confeccionada con

lana, árboles de “espino” Acacia macracantha

y unas plantas de tuna que son propias de

ambientes desérticos cerca de las lomas. En la

otra imagen (Fig. 17B y C) se observa a un

personaje con vestimenta distinta, pero esta

vez armado de una “estólica”, una especie de

lanzador de dardos; en esta escena se aprecia

un perro, que posiblemente sirvió para ahuyen-

tar, la red de lana, el árbol del “algarrobo”

Prosopis pallida y un ejemplar macho de

“venado de cola blanca” Odocoileus virginia-

nus. Esto nos da una idea respecto a la selec-

ción del sexo que tuvieron para realizar la

captura y al hábitat de cada uno de ellos.

Sin embargo, a partir de la conquista espa-

ñola, se puede apreciar el inicio de una caza

indiscriminada de especies, hecho que ha sido

retratado en las pinturas de Martínez de Com-

pañón (Fig. 18, 19 y 20) en donde se muestran

diferentes escenas de cacería de aves, venados

y del oso de anteojos, respectivamente. Las

dos primeras especies podrían ser utilizadas en

la alimentación, pero en el caso del oso de

A B

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 27

anteojos, es muy probable que esté asociado a

la cacería pensando que se trata de un animal

agresivo que se “comía” a la crías de los

animales, hecho que es insólito porque el oso

de anteojos es herbívoro y solo en condiciones

muy particulares, como su defensa, puede

agredir a otros animales.

Figura 16: Trampa confeccionada con carrizo

“chinchorro” que se utiliza en la actualidad para

capturar “cañanes”. Fuente: Luis Pollack (2009)

En los últimos años el impacto que vienen

recibiendo los bosques de algarrobo es

impresionante, por un lado tenemos la tala

para obtener leña como fuente de energía (Fig.

21); por el otro, la obtención de carbón, que se

utiliza principalmente en el negocio de los

restaurantes que preparan “pollo a la braza”

(Fig. 22) y la quema de los últimos reductos de

bosque en la zona de Virú por parte de las

empresas que se dedican a la agroexportación

(Fig. 23).

Figura 17: Escena de acarreo y cacería del venado en

su hábitat: A) Mazama americana. B y C) Odocoileus

virginianus. Fuente: Lavallée (1970) y Luis Pollack

(2010)

Como se puede apreciar en la presente de

investigación, se ha aprendido muy poco de la

experiencia ganada por los pobladores preco-

A

B

C

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Luis E. Pollack Velásquez

28 • Centro de Investigaciones Precolombinas

lombinos (Culturas Cupisnique, Mochica y

Chimú) con respecto al ecosistema, su biodi-

versidad y la conservación y vida en armonía

con la naturaleza. Entre las principales ame-

nazas que presentan estos ecosistemas son la

pérdida de hábitat por ampliación de la fron-

tera agrícola, tala de árboles para la obtención

de leña, preparación de carbón vegetal y el

sobrepastoreo (Hocquenghem 1998).

Figura 18: Captura de aves utilizando trampas con

carrizo y semilla. Fuente: Martínez de Compañón

(1782-1785)

La propuesta de creación de Reservas

Comunales para restaurar, proteger y conser-

var los bosques de algarrobo, se sustenta en la

existencia de pequeñas áreas de bosque y

médanos en la faja costera de La Libertad, que

albergan especies endémicas y que se encuen-

tran en algún estado de amenaza, amparados

en la normatividad del Servicio Nacional de

Áreas Naturales Protegidas. Además porque

los Gobiernos Locales bajo el principio de su

gestión con Responsabilidad Ambiental están

en la obligación de cuidar estos ecosistemas y

comprometer a la comunidad para que asuman

este reto y encuentren en ellos una fuente de

sustento económico, ya sea a través de la

elaboración de artesanía, obtención de produc-

tos para consumo, la oferta turismo vivencial,

el guiado a estudiantes, público en general y

apoyo logístico a investigadores.

Figura 19: Captura de venados utilizando lanzas

clavadas en el suelo. Fuente: Martínez de Compañón

(1782-1785)

Otra forma que podría promoverse es la

educación a los pobladores para que utilicen

cocinas o fogones con ramas pequeñas y la

boza del ganado y en el mejor de los casos que

se puedan implementar otras formas de

obtener energía, como por ejemplo los paneles

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 29

solares, con un diseño adaptado a la economía

de las familias con el apoyo de la inversión

privada o iniciativas de Organizaciones No

Gubernamentales.

Figura 20: Captura del oso de anteojos (Tremarctos

ornatus). Fuente: Martínez de Compañón (1782-1785)

Luego de la última reunión de los países

implicados en la emisión de los gases de efecto

invernadero (Copenhague 2009), los compro-

misos asumidos son muy débiles. Los posibles

escenarios si la temperatura se elevara en 1º o

2º C, mostrarían efectos devastadores para las

diferentes especies de flora y fauna y mucho

más para los humanos. En esa perspectiva

nuestra propuesta está orientada a que la con-

servación del Bosque Seco Ecuatorial, es una

prioridad en la estrategia para la conservación

de la biodiversidad, la adaptación y mitigación

del calentamiento global.

Figura 21: Tala del bosque de algarrobo para obtener

leña en el Bosque El Cañoncillo. Fuente Luis Pollack

(2009)

Figura 22: Obtención de carbón en el Bosque de Virú.

Fuente: Luis Pollack (2009)

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HEREDEROS DE CHAN CHAN. NO SE TRATA DEL

PATRIMONIO CULTURAL. PROBLEMAS EN TORNO

A LA GESTIÓN E INTERVENCIÓN EN SITIOS

ARQUEOLÓGICOS CON ESTRUCTURAS

ARQUITECTÓNICAS MONUMENTALES

María Laura Gili

Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Villa María.

Investigadora Adscripta CIP.

[email protected]

RESUMEN

El presente trabajo se realiza en el marco del Convenio Interinstitucional de Apoyo Mutuo entre el

Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, el Centro de Investigaciones

Precolombinas, ambos de la ciudad de Buenos Aires, Argentina y el Instituto Nacional de Cultura

La Libertad de la ciudad de Trujillo, Perú. Realizamos trabajo de campo en base a la observación de

estructuras y ambientes arqueológicos monumentales, ubicados en la costa norte peruana,

testimonio de los pueblos Mochica y Chimú. Los complejos visitados están siendo intervenidos

según criterios patrimoniales consecuentes con políticas culturales internacionales elaborados por

UNESCO, ICOMOS, entre otros. Es un caso privilegiado de observación de acciones de gestión

cultural y políticas patrimoniales vinculadas a sitios arqueológicos insertos en poblaciones nativas.

Aquí revisamos el caso del Complejo Arqueológico Chan Chan.

Palabras clave: bienes culturales, guiones museográficos, historia, gestión

ABSTRACT

The present work carries out in the frame of the inter institutional agreement of mutual support

between the Joaquin V. Gonzalez Institute of Professorship, the Center of Pre-Columbian

Investigations (Buenos Aires city, Argentina) and the Regional Office of Culture – La Libertad

(National Institute of Culture) (Trujillo city, Peru). We realize field work on the basis of the

observation of structures and archaeological monumental environments located in the northern

Peruvian coast that give testimony of Mochica and Chimú peoples. The complexes that were visited

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María Laura Gili

34 • Centro de Investigaciones Precombinas

are being controlled according to patrimonial consistent criteria according to international cultural

policy elaborated by UNESCO, ICOMOS, among others. It is a privileged case for observing

actions and cultural heritage policies for cultural management linked to archaeological sites inserted

in native populations. Here we check the case of Chan Chan Archaeological Complex.

Key words: cultural goods, museum outline, history, management

COMPLEJO ARQUEOLÓGICO CHAN

CHAN: CONTEXTUALIZACIÓN

ARQUEOLÓGICA

a costa norte de Perú es un espacio

geográfico de 700 km. de largo y 200

km. de ancho compuesto de llanuras

desérticas, colinas, cerros elevados y ríos

surcando valles en dirección E-O generalmente.

Los años en que se reitera el fenómeno climá-

tico denominado El Niño, las lluvias se intensi-

fican y, con ellas, el caudal de agua de los

cauces fluviales permanentes, que normalmente

permanecen secos. Esto incide notoriamente en

la arquitectura prehispánica monumental, en

adobe, predominante en el área.

Entre los 0-500 m.s.n.m. predomina el clima

tropical, al norte; templado, en el centro y sur.

La fauna es variada y abundante en peces,

mamíferos y aves marinas. Elementos estos

siempre presentes en la decoración de muros

arqueológicos. Entre los 500-2300 m.s.n.m. se

presentan valles interandinos, entre quebradas y

relieves accidentados. En los valles se realizan

cultivos y despliegan centros poblados; se

cultivan frutas como la lúcuma, chirimoya,

guayaba, palta, etc.

La economía de costa se basó en la agri-

cultura y la domesticación del agua con el

desarrollo de complejos sistemas hidráulicos

asociados a centros ceremoniales de espectacu-

lares dimensiones.

A su vez, el Perú norcosteño es una región

próspera en monumentos arqueológicos fabrica-

dos en tierra, barro, adobe o adobón. Campana

Delgado (2000), quien realizara un exhaustivo

estudio de las tecnologías constructivas norcos-

teñas, señala una serie de condiciones básicas a

tener en cuenta para establecer un patrón de

análisis en las tecnologías de tierra empleadas

en la construcción; dichas condiciones, deben

buscarse en sitios que:

a. den evidencia de construcciones tempra-

nas,

b. muestren diversidad de procesos de po-

blamiento con materiales diferentes,

c. evidencien etapas constructivas y proce-

sos experimentales.

Según el autor, el Valle de Moche, puede

ser entendido como un espacio experimen-

L

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 35

tal antiguo (Campana 2000: 13-15). Si bien

siempre fueron utilizadas como técnicas

constructivas las estructuras en adobe, sobre

el siglo IX de la era, comienza a desarro-

llarse allí el reino Chimú, que concluiría

con un gran centro ceremonial en Chan

Chan, hacia el 1450. Con anterioridad, en-

tre el 100 al 600 d.C., la cultura mochica se

había desarrollado en la región.

La economía chimú se sustentó en la

agricultura y cría de animales complemen-

tadas con pesca, caza y producción artesa-

nal. Se destacaron en sus construcciones las

técnicas urbanísticas e hidráulicas, también

en el trabajo de los metales y en la produc-

ción de tejidos.

El Complejo Arqueológico Huacas del

Sol y de la Luna y el Complejo Arqueoló-

gico El Brujo, Huaca Cao Viejo, son ejem-

plos de la cultura moche en la región de la

costa norte peruana.

El Complejo Arqueológico Chan Chan,

perteneciente a la cultura chimú, fue ocupa-

do durante unos 600 años hasta la anexión

del Reino Chimor al Tahuantinsuyo, por los

Inka, sobre el 1470 d.C. Abarcó unos 15

km², entre palacios y construcciones inter-

medias, barrios populares y cementerios en

las inmediaciones, murallas, caminos e

instalaciones agrícolas en la periferia. Una

extensa red de canales cubría el área desde

los ríos a la costa desértica, abasteciendo de

agua las zonas de regadío. También utili-

zaron el agua del subsuelo por medio de los

huachaques o cisternas.

Su extensión original era de 20 km²,

aproximadamente; su extensión actual (zo-

na intangible) es de 14.15 km²; tiene una

altitud de 16 m.s.n.m. y se sitúa a 550 km.

de Lima y a 5 km. de la ciudad de Trujillo.

UNESCO la incorporó en la lista del patri-

monio mundial el 28 de noviembre de 1986.

La Ciudad Sagrada de Chan Chan es el

asentamiento urbano más grande del reino

Chimor. Está situada en la margen derecha

del valle de Moche, en el actual distrito de

Huanchaco, provincia de Trujillo, departa-

mento de La Libertad. El complejo arqueo-

lógico se divide en dos grandes áreas: área

nuclear (ciudadelas, anexos, subanexos,

arquitectura intermedia y barrios populares)

y área marginal (graneros, depósitos, cami-

nos, pirámides, diques, lagunas, murallas

limítrofes y de circunvalación, cementerios,

acequias, huertos).

Su disposición urbanística da cuenta de

una fuerte estratificación social, con edifi-

cios diferenciados según la posición econó-

mica-social de sus pobladores. A su vez, las

áreas amuralladas poseen un solo acceso,

denotando mayor control en el ingreso y

egreso de personas. Las paredes de los

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María Laura Gili

36 • Centro de Investigaciones Precombinas

palacios fueron decorados con relieves y

pinturas. Los últimos estudios estiman que

los distintos palacios se fueron construyen-

do a medida que moría uno de los reyes.

Cada nuevo gobernante hacía construir un

nuevo recinto y el anterior quedaba como

templo, custodiando la momia del anterior

jefe.

Los comienzos de Chan Chan como urbe

se remontan al siglo X de nuestra era. Los

relatos tradicionales le adjudican su funda-

ción al personaje mítico Taycanamo o

Tacaynamo, creador del reino Chimú. Sus

descendientes fueron quienes gobernaron

hasta mediados del siglo XV, cuando el

reino Chimor cae bajo el dominio Inka,

entre el 1460 y 1480.

A fines del siglo XIII, Chan Chan era el

centro urbano más extenso de América del

Sur, y a mediados del siglo XV (1450 d.C.)

el reino de Chimor ocupó más de 1000 km.

de la costa peruana, sobre un área de 40.000

km². Dentro de este territorio hubo un gran

número de poblaciones asentadas entre el

río Zarumilla (Norte) y el río Chancay (Sur)

y desde el Pacífico hasta la parte baja de la

Cordillera de los Andes.

La arquitectura monumental en adobe de

Chan Chan, evidencia la culminación de un

proceso constructivo particular a la región

norcosteña y al valle de Moche, específica-

mente. Allí, las influencias recibidas por

otros grupos representan instancias de in-

vención, evolución y desarrollo de tradicio-

nes tecnológicas. Si bien Chan Chan se

encuentra asentada sobre una gruesa grave-

ra de origen aluvial que le otorga estabili-

dad a sus construcciones, tuvo en diferentes

momentos de su historia, movimientos

telúricos que destruyeron sus edificios. Con

el tiempo, esto generó una técnica construc-

tiva flexible, que eludía en parte las fuerzas

sísmicas. Probablemente, lo dicho explique

las formas de asentar los adobes que en ella

se pueden observar.

CHAN CHAN: POLÍTICAS DE

GESTIÓN

El Complejo cuenta con un museo de

sitio que posee varias salas. En la primera

se procura ubicar cronológicamente al

espectador en el Área Nuclear Andina. Otra

sala está dedicada a los distintos tipos de

construcciones de viviendas, templos, pala-

cios, etc.; en ella, también se pueden

observar los materiales de construcción

tales como: adobes, maderas de huarango.

En otra sala se divisan cerámicas, textiles,

utensilios de trabajo, ídolos, etc. Todas las

salas poseen escenificaciones en tamaño

natural de instancias de la vida cotidiana,

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 37

rituales y ceremoniales. Una sala interactiva

presenta un espectáculo de luz y sonido

sobre una maqueta del complejo que ocupa

todo el piso de la habitación. Su guión

recrea la historia, la cotidianeidad y las

etapas de expansión del pueblo Chimú. La

sala está computarizada y presenta diora-

mas, maquetas y restos de objetos pertene-

cientes a la citada cultura.

Al ingresar al sitio hay un centro

informativo con sala explicativa y locales

comerciales. Sólo se ingresa con el acompa-

ñamiento de guías (Fig. 1).

Las visitas al complejo se realizan en el

Palacio Tschudi o Nik-An que tiene secto-

res reconstruidos siguiendo la lógica de

monumentalización de la década de 1960

(Fig. 2). Este sector es el único habilitado al

ingreso de visitantes. Sin embargo, la ciu-

dad cuenta con nueve (9) unidades cons-

tructivas más. Son los denominados conjun-

tos amurallados con estructuras menores en

su interior de características semejantes.

En el siglo XIX se iniciaron los estudios

interesados en registrar y mapear la ciudad

de Chan Chan. Desde entonces, cada con-

junto arquitectónico fue tomando el nombre

de quien lo trabajaba. Actualmente el traba-

jo de los arqueólogos peruanos en el sitio le

ha devuelto su denominación de origen en

lengua chimú (Campana 2006). Así se

reconocen:

Figura 1: Sector de recepción. Museo de Sitio

Complejo Arqueológico Chan Chan, Trujillo, Perú

Squier, Fochic-An (Casa del Norte)

Gran Chimú, Utzh-An (Casa Grande)

Bandelier, Ñain-An (Casa de las Aves)

Ulhe, XllangChic-An (Casa del Oriente)

Chayhuac, Chayhuac-An (Casa de

Chayhuac)

Tschudi, Nik-An (Casa del Centro)

Rivero, Chol-An (Casa Nueva)

Laberinto, Fechech-An (Casa del Occi-

dente)

Tello, Tsuts-An (Casa Pequeña)

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María Laura Gili

38 • Centro de Investigaciones Precombinas

Velarde, Ñing-An (Casa del Mar)

En el siglo XX, un acontecimiento bisa-

gra de la historia política peruana, la tuvo

como escenario dramático: la Masacre de

Chan Chan del 7 de julio de 1932 (Bonilla

2009: 110-111). El acontecimiento merece

ser destacado en la historia del uso de la

ciudad de Chan Chan. El militar Sánchez

Cerro se encontraba en el gobierno, ejer-

ciendo una política oligárquica y fuerte-

mente represiva de las fuerzas políticas que

se venían desarrollando en las décadas ante-

riores en el país con José Carlos Mariátegui

y Víctor Raúl Haya de la Torre.

Figura 2: Palacio Tschudi o Nik-An. Sector

audiencias. Complejo Arqueológico Chan Chan,

Trujillo, Perú

El historiador peruano Heraclio Bonilla

(2009) sostiene que la Masacre de Chan

Chan marca la transición entre el siglo XIX

y el XX en el Perú y en lo que sería, de allí

en más, la confrontación de clases e

ideologías políticas entre fuerzas irreconci-

liables de la oligarquía sanchecerrista, el

aprismo y el socialismo. En julio de 1932,

un levantamiento contra la dictadura de

Sánchez Cerro, en Trujillo, culminó en la

feroz represión conocida como la Masacre

de Chan Chan, donde murieron cerca de

seis mil personas. Los cuerpos fusilados no

fueron enterrados, permanecieron esparci-

dos entre los muros de la ciudad de adobe y

en las pampas de la costa norcosteña.

Los problemas de patrimonio que pre-

senta el Complejo Arqueológico Chan

Chan, se visualizan en relación con la

sociedad y con los organismos de gestión

afectados al complejo. Se pueden diferen-

ciar cuatro aspectos:

ocupación de terrenos en el área

intangible por agricultores, a quienes

llaman invasores;

saqueos de huaqueros;

utilización del sitio como área de espar-

cimiento, ciclistas y motociclistas; creci-

miento demográfico, hay barrios que ya

lindan con el sitio;

delincuencia provocada por el turismo

que se sale de las áreas vigiladas;

superposición de tareas entre el INC-La

Libertad y la Unidad Ejecutora 110 en sus

decisiones sobre Chan Chan. Ambas con

sede en la ciudad de Trujillo.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 39

En el 2006 el gobierno de Perú crea la

Unidad Ejecutora 110, a cargo del Dr.

Cristóbal Campana, destinada a la conser-

vación y salvaguarda de Chan Chan, en el

marco del Plan Maestro para la Conser-

vación y el Manejo del Complejo Arqueoló-

gico Chan Chan, realizado por el INC en

1987 y aprobado en el 2000, con un presu-

puesto de 10 millones de soles. A partir de

entonces, se trabaja en asuntos de limpieza

y de orden ambiental como son los efectos

del clima, de la humedad, de la salinización

de los muros, los niveles de las napas

freáticas (al aumentar demasiado dañan los

muros, sus frisos y patios).

Entrevista al Dr. Campana (1). Prin-

cipales aspectos en relación a la gestión

de Chan Chan:

Relación con los campesinos-invasores

que ocupan el área intangible de Chan

Chan:

En los últimos cuarenta años la relación

ha sido conflictiva.

Entre los campesinos-invasores que se

asientan en el área intangible de Chan

Chan, hay gente que está desde 1870. En

ese caso, pueden seguir donde están, res-

petando caminos, muros, demás construc-

ciones. Hasta el momento, un alto porcen-

taje aceptó, siempre y cuando reconocieran

la autoridad de la Unidad Ejecutora (UE).

Desde la presencia de la UE sacaron seis

invasores, ahora hay once. Es decir, la

situación es compleja y de permanente

avanzada.

Se han organizado entre los campesinos

allí asentados ONG`S inscriptas en Europa

(Holanda, Bélgica). Reclaman por derechos

humanos. No advierten que su principal

derecho es poder “comer” en Chan Chan,

donde viven.

La situación es compleja. Los intentos

por organizarlo se derivan en proyectos de

restauración, de creación de un Parque

Forestal que integre el sitio a la ciudad y dé

empleo a los pobladores de la región, a los

campesinos.

Parque Forestal. Proyecto que se piensa

integrado a la ciudad, con una cobertura de

72 ha, con auditorio, museo, parques

temáticos, etc.

La UE, desde su inicio, asume el vínculo

con los campesinos invasores con un

equipo de arqueólogos y abogados.

Si bien al inicio la relación fue tensa,

últimamente se han acercado los vecinos

informados de la proyección del parque

forestal, van arreglando sus casas, los

frentes, los jardines, etc.

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María Laura Gili

40 • Centro de Investigaciones Precombinas

Entre los campesinos-invasores, Pueblo

Joven de la Esperanza es el más conflictivo.

Allí están trabajando con la elaboración de

artesanías procurando organizarlos comer-

cialmente.

Problemas de conservación de estructu-

ras:

El Plan Maestro sobre Chan Chan limita

las acciones que se pueden y que no se

pueden hacer en materia de conservación.

El único espacio que está permitido abrir

al público es el Palacio Tschudi o Nik-An.

Sin embargo, en el Palacio Velarde se

encuentran los frisos más bellos pero no se

los puede mostrar. Se los tapa ¿para qué

sirven entonces?

En Chan Chan todo lo que se ve, son

réplicas. Y nadie reclama.

El plan autoriza la intervención en los

muros perimetrales, la reforestación.

La idea central de la actual dirección es

que la gente del lugar sienta orgullo de su

pasado y reivindique su identidad local y

nacional.

Se han puesto en marcha programas

específicos al respecto, como por ejemplo

“Ciudadanos de Chan Chan”, orientado a

los niños escolarizados. Hoy cuenta con

22.000 niños inscriptos, de los cuales 8000

están aprendiendo karate para defender

Chan Chan. El programa les brinda también

información arqueológica promoviendo

distintos aspectos:

o Valor por el trabajo, con el eje hombre-

trabajo, valorando la labor de los antepa-

sados;

o Valorar la capacidad artística de los

antepasados;

o Conocer quiénes fueron las sociedades

antepasadas.

Mujeres de Chan Chan. Actualmente

trabajan 486 obreros en el complejo. Mu-

chos de ellos son mujeres que prefieren

trabajar en Chan Chan a otro tipo de trabajo

informal en la ciudad (ej.: trabajo domés-

tico). Destaca el fino trabajo que realizan y

su precisión.

El trabajo de los huaqueros le ha quitado

suelo a los muros. Esto suma un problema a

los trabajos de restauración.

Los trabajos de restauración deben se-

guir las normas de los convenios interna-

cionales; por ejemplo, aquella que sostiene

la mínima intervención. Y aquí la dificultad

dado que, por el accionar de los hauqueros,

en muchos casos los muros deben ser muy

intervenidos para evitar que se derrumben

por completo.

Otro aspecto que se observa siguiendo

los lineamientos teórico-metodológicos

nuevos es la arqueológica cognitiva. Las

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 41

nuevas interpretaciones en este sentido

permiten sostener que, los muros perime-

trales, fueron construidos con posterioridad,

para cubrir de la salinización la decoración

de los muros interiores.

La misión Harvard, de los años ´70, no

vio muchos aspectos de la arqueología de

Chan Chan, que si observaron los estudios

hechos por arqueólogos peruanos y en los

que han avanzado en los últimos veinte

años de investigaciones en el complejo

arqueológico.

Lluvias. El 11/02/10, mientras estaba-

mos en la ciudad y en la visita a Simbal,

poblado colonial de origen indio, llovió

sobre Trujillo provocando inundaciones y

anegaciones en la ciudad y en Chan Chan.

En el sitio, la inundación de los patios

ceremoniales provocó la caída del friso de

las ardillas con vástago, recientemente

descubierto. Los trabajos de drenaje procu-

raron derivar el agua hacia el huachaque.

Hoy, devenido en patrimonio cultural

arqueológico, numerosos turistas y vecinos

visitan Chan Chan año a año. Al ingresar al

sitio, hay un centro informativo con sala

explicativa y locales comerciales.

SOBRE LA MEMORIA, LA HISTORIA

Y LOS BIENES CULTURALES EN

LOS RELATOS MUSEOGRÁFICOS

La creciente complejidad de la produc-

ción de conocimiento en ciencias sociales

se ha caracterizado por presentar numerosos

interrogantes a sus problemas de investiga-

ción tradicionales. Los diferentes campos

disciplinarios debieron volver a reflexionar

sus temas centrales procurando responder a

nuevos cuestionamientos. El patrimonio

cultural es uno de estos temas que se pre-

senta en la actualidad en el cruce de distin-

tas disciplinas, especialmente cuando se

vuelve objeto de una presentación museo-

gráfica.

También el patrimonio cultural es

espacio de discusiones políticas-ideológicas

por la imposición de perspectivas acerca de

la sociedad, la historia y su memoria

colectiva que el mismo conlleva en cada

nueva presentación. El análisis sobre los

principios éticos que subyacen a toda narra-

tiva histórica patrimonial queda, por lo

tanto, implicado. La reflexión en este sentí-

do siempre permite elucidar el problema y,

así, aportar criterios de reflexión sobre el

vínculo dilemático planteado entre quienes

reclaman derechos de decisión sobre los

bienes culturales, distintos sectores sociales

que convergen en su estudio y gestión.

Cuando todo esto ocurre en contexto

latinoamericano, la situación adquiere ribe-

tes particulares. La historia colonial y repu-

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María Laura Gili

42 • Centro de Investigaciones Precombinas

blicana dependiente de nuestros países, así

lo determina.

Si bien es cierto que los objetos, los

bienes culturales materiales e inmateriales,

cuentan con la capacidad de evocar la

memoria de los pueblos, también lo es que

han sido sacralizados por la museología

positivista o los primeros relatos históricos,

en el siglo XIX. Y allí su problema o la

dificultad que se les presenta a los historia-

dores y museólogos ante la necesidad de

señalar que hay más allá de los objetos

evocadores.

Cuando de analizar presentaciones mu-

seológicas se trata, surgen reflexiones sobre

diversos aspectos. Marc Moure (2008) revi-

sando críticamente las exposiciones museo-

lógicas, cita distintos ejemplos de museos

en ciudades de Europa y América, y

advierte que los guiones museográficos no

muestran la historia de sus países en forma

completa y objetiva. En ellos hay zonas de

olvido, agujeros en la memoria de las

sociedades a las que se refieren. Las socie-

dades se organizan sobre recuerdos y

olvidos comunes, sostiene el autor; por ello

los museos son espacios de memoria pero

también de olvidos: “…no solamente per-

miten a la sociedad conmemorar momentos

importantes de su historia sino, al mismo

tiempo, deshacerse de la carga que repre-

sentan los recuerdos, especialmente aque-

llos que traumatizan…” (Moure 2008: 128).

Por ello los museos deben ayudar a las

sociedades a superar las instancias más

dolorosas de su historia. Ahora bien, en

aquellos casos con experiencias históricas

extremas y muy dolorosas, puede implicar

la destrucción del bien cultural, a modo de

sacrificio necesario para exorcizar los

fantasmas del pasado.

Por otra parte, en la discusión sobre

cómo presentan los museos la memoria y la

historia, qué rol desempeñan en los relatos

museográficos estos dos conceptos, André

Devallés (2008) recuerda que la historia

trabaja en base al pensamiento crítico y

procura la objetividad en su reconstrucción

del pasado, siempre incompleto. Y en esta

tarea, el historiador observa continuidades

temporales, evoluciones, relaciones entre

los acontecimientos. Pero la memoria se

apoya en recuerdos borrosos, en espacios

concretos, en imágenes y objetos; es la vida

con recuerdos, olvidos y manipulaciones

(Devallés 2008: 110). Para la memoria,

objetos, monumentos, archivos en papel,

son testimonios del pasado. Según como se

los use o interprete, se convierten en sostén

de la memoria de su comunidad o en

herramienta de su historia.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 43

Queda, así, postulada la disyuntiva sobre

los potenciales guiones museológicos en

casos de relatos históricos con situaciones

conflictivas en términos del pensamiento

crítico, histórico. Los museos de historia,

sostiene Devallés, se encuentran con

interrogantes frente a los bienes culturales

sobre qué exponer, qué conservar, cómo

transmitir, cómo restituir. El autor se cues-

tiona ¿con qué mirada referirse al pasado?

Sabiendo que los objetos son polisémicos,

dotados de diversos sentidos según épocas y

observadores; teniendo conocimiento, ade-

más, que con las generaciones varían las

lecturas teóricas sobre la narrativa histórica.

La historia es fragmentaria. La construimos

sobre múltiples objetos y referentes que

expresan identidades comunitarias, múlti-

ples miradas, diversidades (Devallés 2008:

123-124). Eso deben mostrar los museos

actuales, a pesar de la tensión que el pro-

ceso globalizador imprime en los vínculos

económicos por uniformarlo todo, incluso

las referencias culturales.

Uno de los problemas que más aquejan a

las autoridades que gestionan el sitio es la

presencia constante de campesinos asentán-

dose en la zona intangible del sitio. Des-

cienden de quienes construyeron Chan

Chan, muchos de ellos de familias de Huan-

chaco y Huanchaquito. Conocedores del

arte de fabricar y navegar caballitos de

totora, embarcación tradicional de la costa

del Pacífico norperuano. Son la cultura viva

de Chan Chan. Algunos de ellos pertenecen

a familias asentadas allí desde 1870. Los

llaman invasores.

La Carta Internacional para la Gestión

del Patrimonio Arqueológico de ICOMOS

(1990) establece que el patrimonio arquitec-

tónico, su protección, debe ajustarse a los

criterios fijados en la Carta de Venecia de

1964 sobre restauración y conservación de

monumentos y lugares histórico-artísticos.

Los sitios que hemos visitado se correspon-

den, en muchas de sus intervenciones, con

los lineamientos establecidos por ICOMOS.

A continuación reseñamos aquellos en los

que observamos mayor correspondencia

con sus criterios:

En términos de una conservación inte-

grada:

- Políticas de conservación integrada. Se

postula promover la conservación de las

tradiciones vivas de las poblaciones autóc-

tonas, promoviendo su participación en la

conservación del bien.

- El proyecto para hacer en Chan Chan

una Parque Forestal, según lo testimonió el

director de la UE 110, Dr. Campana, insta a

unir las políticas de protección del patri-

monio arqueológico a las tradiciones vivas

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María Laura Gili

44 • Centro de Investigaciones Precombinas

expresadas en prácticas agrícolas, uso y

planificación del suelo, medio ambiente y

educación. La creación de reservas es

postulada como un elemento válido.

- Conservación del patrimonio arqueoló-

gico en función de la tradición, historia,

necesidades de cada región y país. El

patrimonio arqueológico adquiere relevan-

cia por ser herencia de la humanidad y de

los grupos humanos, y no de algunos pocos

que puedan acceder al turismo cultural.

La Carta de ICOMOS también hace

hincapié en la necesidad que el Estado, con

la legislación que promulga, arbitre los

medios para la conservación y manteni-

miento del patrimonio arqueológico.

CONCLUSION

Tal vez sea propicio analizar el patri-

monio cultural y los bienes culturales que lo

integran en tanto instrumento para la refle-

xión, como bien al servicio de las comu-

nidades que los contienen y no como fin en

sí mismo.

Si los museos han de ser espacios

pedagógicos, canalizadores de nuevas expe-

riencias sociales para la comunidad donde

se emplazan (Martini 2008: 35), vale refe-

renciar el concepto pedagógico emanci-

pador de Jocotot. La experiencia pedagógi-

ca de Joseph Jocotot, narrada por Jacques

Ranciere en su texto de 2003, El maestro

ignorante, sería un buen ejemplo a aplicar.

Jocotot, a principios del siglo XIX, dando

clases en la universidad de Lovaina, en los

Países Bajos, demostró que era posible

enseñar sin explicar y aprender sin saber

poniendo en acción la capacidad que todo

ser humano posee de comprender aquello

que le interesa sin explicación mediante.

Aplicó el método del azar o el método de

la igualdad basado en la voluntad por el

impulso del deseo propio o la exigencia que

una situación presenta. En él, el maestro no

está ausente en el vínculo alumno y cono-

cimiento; por el contrario, es quien pro-

mueve la emancipación, acto por el cual la

inteligencia no obedece más que a sí

misma, generando mecanismos que obligan

o ponen al alumno en situación de emplear

la propia inteligencia (Ranciere 2003: 30).

Jocotot pretendía hacer descubrir a cada

uno de sus alumnos, la propia capacidad

intelectual, para comprender aquello que

desconocía y decidir sobre ella. En eso

consistía su idea de la emancipación. El

hombre emancipado sabrá aprender solo,

sin explicación mediante, aquello que

necesita.

Tal vez el patrimonio cultural y sus

referentes, los bienes culturales que lo

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 45

componen, sean adecuados instrumentos de

emancipación en contextos de profundas

desigualdades socio-económicas. Y los es-

pacios musealizados puedan constituirse en

lugares que faciliten el proceso. Tal vez ya

no se trate de preservar y conservar bienes

culturales por sí mismos, sino volverlos

instrumentos de aprendizaje social emanci-

pador de la comunidades donde se encuen-

tran. Tal vez los campesinos invasores de

Chan Chan estén señalando que ha llegado

el momento de darle otro uso al sitio. No se

trataría ya del patrimonio cultural. Sino de

generar en los vecinos del complejo arqueo-

lógico sentimiento de orgullo de su pasado,

deseos de reivindicación de su identidad

local. Para fortalecer con ello el presente y

el futuro de los descendientes chimú, de los

herederos de Chan Chan.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo es posible gracias a los

esfuerzos conjuntos del CIP y El INC-La

Libertad, en sus miembros directivos y

colaboradores.

NOTAS

(1) Realizada el 10/02/10 junto a la Lic. A.

M. Rocchietti y la Lic. G. Pérez Z. en la

sede de la Unidad Ejecutora 110, Trujillo,

Perú.

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HUACA SAN IDELFONSO Y LA OCUPACIÓN

MOCHE EN LA MARGEN NORTE DEL VALLE

BAJO DE MOCHE, COSTA NORTE DEL PERÚ

Jorge Gamboa Velásquez

Proyecto Valle de Santa de la Universidad de Montreal

[email protected]

Jason Nesbitt

Proyecto Arqueológico Caballo Muerto, Valle de Moche

[email protected]

RESUMEN

La primera parte de esta contribución trata sobre Huaca San Idelfonso, uno de los asen-

tamientos involucrados en el proceso de expansión agrícola Moche en la margen norte del

valle de Moche, un evento acaecido entre los siglos V a VIII d.n.e. Las características de la

ocupación Moche en esta área no son completamente conocidas, pero se dispone de valio-

sos datos sobre los sistemas de irrigación, los caminos, la arquitectura residencial y monu-

mental, entierros humanos, y la cultura material de la población local, datos que han servi-

do como marcadores para la cronología relativa de los sitios implicados. En la segunda

sección del articulo revisaremos los datos sobre la presencia Moche en la margen norte del

valle bajo así como las propuestas sobre una relación estrecha, pero aun poco entendida a

un nivel más especifico, entre este sector del valle y el proceso de centralización política

Moche desarrollado principalmente en la margen opuesta. Al hacerlo examinaremos la

interacción entre una entidad estatal Moche proyectando ampliar su base económica y

poder político y una serie de comunidades creando nuevas tierras agrícolas en un paisaje

que adquiría un nuevo rol para todos sus ocupantes.

Palabras clave: Costa Norte de Perú, valle de Moche, jerarquía de asentamientos, expan-

sión agrícola prehispánica.

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

48 • Centro de Investigaciones Precombinas

ABSTRACT

In its first section, this article focuses on Huaca San Idelfonso, a minor Moche settlement

located in the north margin of Lower Moche Valley and which was part of the process of

agricultural expansion in that area between the V and VII centuries A.D. The characteristics

of the Moche settlement system in this area are not fully understood yet. The second part of

this article aims to contribute to the understanding of the relationship between the Moche

occupation at the lower north margin of the Moche Valley and the process of political

centralization carried out in the opposite margin of the valley at the primary site of Huacas

del Sol y de la Luna, by examining aspects of irrigation systems, roads, residential and

monumental architecture, burials, and local material culture in the area.

Key words: North Coast of Peru, Moche Valley, settlement hierarchy, prehispanic

agricultural expansion.

INTRODUCCIÓN

n gran número de los proyectos

arqueológicos efectuados en las

últimas décadas en la Costa Nor-

te de Perú han sido enfocados hacia el estu-

dio de las poblaciones prehispánicas cono-

cidas en conjunto como Moche, cuyo desa-

rrollo ocurrió entre los siglos I a VIII d.C.

Estas investigaciones continúan ampliando

nuestro conocimiento sobre la economía, la

organización social y la ideología política y

religiosa al interior de los asentamientos

mayores de esa civilización de los valles y

desiertos del norte peruano, en centros tan

importantes como Huacas de Moche, Galin-

do, El Brujo, Guadalupito y Dos Cabezas.

Estos sitios presentaron importantes con-

centraciones poblacionales y una jerarqui-

zación interna basada en el status y la

especialización laboral de sus ocupantes, y,

como en los casos de la entidades multi-

valle de Huacas de Moche, en el valle bajo

de Moche (Chapdelaine 2003; Moseley

1992: 183; Topic 1982: 273, 284) o la más

tardía de Pampa Grande, en Lambayeque

(Haas 1985; Anders 1977; Shimada 1994),

pudieron ser las capitales políticas y cere-

moniales de organizaciones con un nivel de

complejidad estatal.

Sin embargo existen numerosos sitios

menores cuyo estudio es vital, dado su rol

intermediario entre los centros urbanos Mo-

che y las zonas rurales dedicadas a la

U

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 49

producción agrícola y pecuaria, y también

en sentido diacrónico su importante papel

tanto en la transformación física a largo pla-

zo del paisaje norcosteño como en la evolu-

ción de las sociedades complejas prehispá-

nicas que iniciaron ese proceso. Uno de

estos sitios es Huaca San Idelfonso, corres-

pondiente a las fases finales de la civil-

zación Moche y ubicado en el distrito de El

Porvenir, en el borde desértico norteño del

valle bajo de Moche. Esa sección del valle

es un área llana de 21 km. de largo, deli-

mitada al norte por una cadena montañosa y

al sur por el propio Río Moche, extendién-

dose de este a oeste entre el distrito de

Laredo y el litoral de Huanchaco.

La llanura costera se encuentra dividida

actualmente entre la creciente área urbana

de Trujillo, campos de cultivo irrigados por

canales antiguos, y una serie de pampas

donde hallamos abundantes evidencias ar-

queológicas. Los elementos que permitieron

la colonización prehispánica del área fueron

los canales La Mochica, Moro y Vichanzao

El canal Moro y la parte alta del canal

Vichanzao, ambos en el área de Laredo, son

considerados como los componentes más

antiguos de este sistema de irrigación y de-

bieron funcionar desde el Horizonte Tem-

prano (1800-100 a.C.), discurriendo en pro-

ximidad a sitios Formativos como los del

Complejo Caballo Muerto o Huaca Saca-

chique. El Vichanzao discurría sobre un

nivel más alto del terreno, y marcó el límite

de la expansión agrícola Moche sobre las

planicies altas de El Porvenir, Florencia de

Mora y el lado noreste de Pampas La Espe-

ranza. A lo largo de su recorrido este canal

conectaba la parte media del valle con una

serie de asentamientos e instalaciones Mo-

che ubicadas en la banda norte del valle

bajo, entre ellos Huaca San Idelfonso (Fig.

1 y 2). Todos estos canales siguieron en uso

hasta el periodo Chimú (siglos X-XVI

d.C.), siendo progresivamente remodelados,

expandidos, y parcialmente abandonados,

proceso que ha continuado hasta la actua-

lidad.

EL PAISAJE DE LA MARGEN NORTE

DEL VALLE BAJO DE MOCHE

Esta sección de la cuenca del Río Moche

comprende la sección septentrional del

abanico aluvial del valle, y puede ser des-

crita como una planicie de forma triangular

con suave pendiente al oeste, circunscrita

entre los cerros aislados del sector Caballo

Muerto y las proyecciones rocosas de Cerro

Galindo hasta las playas de Huanchaco y

Chan Chan. El limite norte del área esta

formado por una elevada proyección del

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

50 • Centro de Investigaciones Precombinas

Figura 1: El valle de Moche y sitios Moche registrados en la margen norte del valle bajo

Figura 2: Foto satelital del valle bajo de Moche

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 51

macizo andino, que forma el divortium

aquarium con el valle de Chicama. Las ru-

tas naturales de comunicación hacia Chica-

ma se encuentran en la periferia occidental

del área, en las abras entre los Cerros Ca-

bras y Campana y entre este último y el

litoral. La margen norte del valle bajo de

Moche presenta un ancho inicial de solo 2.5

km., alcanzando 15 km. de ancho máximo

en su término, junto al litoral entre la falda

sur del Cerro Campana y la desembocadura

del Río Moche (1).

El límite montañoso del valle bajo con-

tiene tres cursos aluviales: las Quebradas

Río Seco de Laredo, San Idelfonso en El

Porvenir, y Río Seco al noreste del sector El

Milagro, que han sido elementos cruciales

en el devenir de las ocupaciones humanas

pasadas y presentes, como zonas de diver-

sidad ecológica y como puntos de origen de

fuertes aluviones. La parte alta de las dos

primeras quebradas forma una pequeña

cuenca que es conocida popularmente como

Quebrada del León. Durante el Pleistoceno

estos cursos de agua formaban parte de la

cuenca baja del Río Moche (Nials et al.

1979a, 1979b). Actualmente estos rasgos

del paisaje presentan laderas escarpadas y

fondos rellenados por depósitos de sedi-

mentos y cantos rodados, que son removí-

dos por avenidas de agua y lodo durante las

intensas precipitaciones ocasionadas por el

Fenómeno El Niño o ENSO. La actividad

aluvial en las quebradas ha sido un ele-

mento importante en la formación del pai-

saje en la sección norte del valle bajo, y su

ocurrencia esporádica se convierte en un

constante factor de riesgo para las zonas

más bajas. Sin embargo las tres quebradas

también son hasta la actualidad un refugio

de vida silvestre, debido a la formación de

pequeños ecosistemas de “lomas” durante

los meses de de invierno y especialmente en

los años de lluvias torrenciales. La banda

norte del valle bajo es afectada al igual que

el resto del valle de Moche por los fenó-

menos climatológicos El Niño o ENSO (El

Niño Southern Oscillation). Pero el impacto

en esta zona de esas alteraciones climáticas

es peculiar, dada la combinación de quebra-

das temporalmente activas, una planicie

agrícola a menor altitud y zonas de alta

densidad demográfica (con ápices alcanza-

dos en los periodos Moche y Chimú y en

épocas modernas) (2).

La planicie baja del área esta formada

por gruesas capas de sedimentos y gravas,

acarreados por el Río Moche o depositados

en la desembocadura de cada una de las

quebradas señaladas, con zonas cubiertas de

arena eólica localizadas en el piedemonte

de los cerros que encierra parte del valle

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

52 • Centro de Investigaciones Precombinas

bajo. El área puede ser dividida en dos

grandes sectores divididos por un grupo de

cerros aislados en el actual límite entre los

distritos de El Porvenir y Florencia de

Mora. La sección oriental comprende las

pampas de Laredo y El Porvenir. La sección

occidental es más amplia y presenta los

sectores de Pampas La Esperanza, Pampas

de Río Seco (o El Milagro) y Pampas de

Huanchaco, también denominados en con-

junto como Tres Pampas (Beck 1979: 89;

Pozorski 1987: 112, Fig. 2). Estas áreas

fueron irrigadas en tiempos prehispánicos,

pero, tras su parcial despoblamiento hacia

fines de la época prehispánica y durante el

periodo Colonial, retornaron a ser eriazas y

actualmente se encuentran ocupadas en

gran parte por los suburbios de Trujillo. Las

dos secciones llanas del valle bajo muestran

diferencias en ecología y relieve. La parte

oriental presenta pequeñas cadenas de ce-

rros bajos, es más boscosa, y aun conserva

relictos de bosques de algarrobo (Prosopis

pallida) especialmente entre Laredo y

Galindo, en contraste a la parte occidental,

casi carente de elevaciones rocosas y de

áreas de bosque.

SOCIEDADES DEL PERIODO INTER-

MEDIO TEMPRANO EN EL VALLE

DE MOCHE

Los estudios arqueológicos en el valle de

Moche empezaron a fines del siglo XIX,

con los trabajos de Max Uhle (1915) en

1899 en Huacas de Moche. Después de más

de un siglo de investigaciones de la historia

prehispánica del valle, se ha establecido que

generaciones después del apogeo de las

sociedades Formativas conocidas como Cu-

pisnique (desarrolladas entre circa 1500 y

500 a.C.) el área fue escenario de la for-

mación de nuevas entidades sociopolíticas

altamente jerarquizadas y con una compleja

base económica, denominadas ahora en

conjunto como Gallinazo y Moche. La tran-

sición entre los Cupisnique y las sociedades

del Período Intermedio Temprano (siglos I-

VI d.C.) comprende el tiempo de desarrollo

del estilo Salinar (circa 500-100 a.C.),

caracterizado por su cerámica oxidada con

engobes blanco sobre rojo (Larco 1944). La

cultura Salinar en el valle de Moche es me-

jor conocida por haber experimentado una

notable concentración poblacional en el si-

tio de Cerro Arena en el lado sur del valle

bajo (Brennan 1980; Mujica 1984).

Los estudios desarrollados en el valle de

Moche para las sociedades del Período

Intermedio Temprano e inicios del Horizon-

te Medio se han concentrado en la mani-

festación arqueológica Moche. Pero cono-

cemos que los grupos Gallinazo, aunque

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 53

distinguiéndose por un estilo cerámico de-

corado con pintura negativa, compartían

con sus contrapartes Moche un número

sufíciente de técnicas similares de construc-

ción monumental, arte mural, motivos reli-

giosos y producción artesanal para consi-

derarlos como grupos humanos con valores

culturales compartidos. Es necesario recor-

dar que estas sociedades han sido definidas

a partir de sus evidencias materiales, y que

su investigación por los proyectos arqueo-

lógicos desarrollados en la zona conduce a

la reevaluación de postulados tradicionales

sobre su origen, características y rol en la

formación de las entidades prehispánicas

tardías locales.

La cerámica Gallinazo fue definida ori-

ginalmente por los investigadores del Virú

Valley Project (Bennett 1950; Fogel 1993;

Strong y Evans 1952) como un conjunto de

tipos formales y tecnológicos que incluía a

Castillo Llano, Valle Llano, Castillo Mode-

lado, Castillo Inciso y Gallinazo Negativo

como variantes principales. El estilo carac-

terizado por la cerámica con pintura nega-

tiva y las representaciones escultóricas sim-

plificadas pasó a ser denominado genéri-

camente en la literatura arqueológica como

Virú o Gallinazo. La cerámica fina Galli-

nazo comprendía piezas mayormente mode-

ladas quemadas en atmósfera oxidante y

con pintura negativa decorando figuras mo-

deladas, cuyos rasgos frecuentemente eran

altamente estilizados (Larco 1948; Fogel

1993). La cerámica Castillo Modelado y

Castillo Inciso (Strong y Evans 1952) por

su parte presentaba pastas gruesas cocidas

en atmósferas oxidantes poco controladas, y

su decoración se basaba en triángulos im-

presos, incisiones, cordones mellados, la

aplicación de pequeñas y simples cabezas

zoomorfas modeladas, y el modelado senci-

llo de rostros zoomorfos y antropomorfos

ya señalado.

La reciente discusión sobre la validez de

las identificaciones de una cultura Galli-

nazo en base a los restos cerámicos

(Millaire 2009) ha implicado el reconoci-

miento que varios de los tipos cerámicos

mencionados -especialmente aquellos popu-

lares en la vajilla de uso doméstico- podrían

haber sido producidos por diversas pobla-

ciones de la región para uso mayormente

cotidiano, sin asociarse a formaciones polí-

ticas especificas, como sí ocurriría en el ca-

so de la cerámica Gallinazo Negativo, una

producción especializada de alfarería vincu-

lada a grupos de élite.

El tema de la etnicidad en la Costa Norte

peruana durante los primeros siglos de

nuestra era es un campo de debate teórico

surgido a partir de la década de 1990

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

54 • Centro de Investigaciones Precombinas

(Castillo y Donnan 1994; Makowski 1994,

1998) y se halla ciertamente aún sujeto a

debate. La aparición de linajes de elite

norcosteños diferenciados en su cultura

material de aquellos que favorecían al estilo

Moche es una posibilidad que, aunque sus-

tentada principalmente en la producción de

la cerámica Gallinazo Negativo, deberá

incorporar el grado de relación con socie-

dades foráneas y el diseño y significado de

la arquitectura pública como aspectos im-

portantes de las etnicidades regionales de

este periodo.

Las sociedades Moche ocuparon gran

parte de la Costa Norte durante los primeros

ocho siglos de nuestra era, y desarrollaron

intensivamente la agricultura por irrigación,

la pesca y recolección de recursos marinos,

y una producción artesanal llevada a cabo

por especialistas a tiempo parcial y comple-

to. Los linajes de elite Moche auspiciaban

activamente la formación de un estilo dis-

tintivo de arte público y mueble, dirigiendo

la construcción de edificios ceremoniales de

adobe y la elaboración de cerámica, tejidos,

metalurgia y pinturas murales representan-

do los rituales y mitos de la cosmovisión

norcosteña de la época (Larco 2001; Pills-

bury 2001; Uceda y Mujica 1994, 2003).

A diferencia de la cerámica con pintura

negativa, la alfarería decorada Moche pre-

sentaba engobes crema y rojo aplicados an-

tes de la cocción, y pintura negra orgánica

postcocción (Donnan y McClelland 1999).

El otro rasgo distintivo fue la utilización

intensiva de moldes cerámicos para la fabri-

cación de las vasijas Moche, lo cual permi-

tió nuevas formas de organización de la

producción artesanal (Uceda y Armas 1998)

y la reproducción masiva de motivos e ico-

nos escultóricos, aspecto sumamente rele-

vante para el registro de la presencia de

poblaciones que habían adquirido la tecno-

logía cerámica Moche. No obstante, varias

formas de vasijas, especialmente las em-

pleadas en la cocina y en el almacenamien-

to de productos, continuaron siendo elabo-

radas manualmente y fueron decoradas con

técnicas simples de modelado, incisión y

pintura.

Al interior del valle de Moche se consi-

dera que entre los siglos I a IV d.C. existía

una entidad Gallinazo centralizada en el

sitio de Cerro Orejas, sobre el cuello de la

margen sur del valle medio. Según Billman

(2002) esta organización sociopolítica no

solo estaba afiliada a los grupos Gallinazo

del valle de Virú, sino que además interac-

tuaba activamente con las poblaciones se-

rranas del valle alto de Moche, vinculán-

dose a las zonas serranas de Otuzco. Para

este mismo autor la emergencia de una

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 55

poderosa organización Moche en el lado sur

del valle bajo, alrededor de Huacas de

Moche, implicó el abandono de las relacio-

nes del valle medio con los grupos altoan-

dinos y una homogeneización del panorama

cultural local según los cánones Moche. La

mayoría de autores que han investigado en

el valle de Moche concuerdan en dos aspec-

tos: 1) que hacia mediados del período

Intermedio Temprano (circa 400-500 d.C.)

ocurrió la desarticulación y/o integración

definitiva de cualquier organización política

intravalle no afiliada a los grupos Moche

asentados en el valle bajo de Moche y que

hasta entonces se hubiera mantenido afilia-

da a las tradiciones culturales y estilísticas

Gallinazo Negativo o nor-serranas y 2) que

este proceso condujo a un encumbramiento

del poder político de Huacas de Moche

hasta mediados del siglo VII d. C.

La propia secuencia de desarrollo regio-

nal Moche ha sido sujeta a cuestionamien-

tos en las dos décadas pasadas. Para el área

entre los valles de Chicama a Nepeña se

acepta en términos generales una secuencia

cerámica basada en la propuesta original de

Larco (1948) de cinco fases de evolución

estilística, en las cuales se pueden distinguir

-considerando la parcial superposición tem-

poral de los tiempos de popularidad de cada

una- las fases del tiempo de emergencia y

consolidación del poder político en Huacas

de Moche (Fases Moche III y IV) de

aquellas del tiempo de fragmentación geo-

política del valle (Fase Moche V) (Topic

1982, 1991; Uceda et al. 2008). Las parti-

cularidades históricas de la evolución socio-

política Moche dentro del valle homónimo

entre el tiempo adscrito a las Fases IV y V

es un aspecto que tocaremos en extenso

posteriormente. En términos generales, tan-

to las poblaciones que propulsaron las tradi-

ciones artísticas y los valores culturales

Moche como aquellas que eventualmente

los adquirieron estuvieron compuestas por

un substrato general con bases en una am-

plia tradición étnica regional norcosteña,

con familias nobles difundiendo entre sí

mismas (tanto al interior del valle como con

los valles costeños vecinos) y en sentido

más vertical una “alta cultura” Moche, dife-

renciada en mayor medida de aquellas de

otras sociedades regionales, especialmente

las de la sierra norteña contigua.

HUACA SAN IDELFONSO

Ubicación y contexto ecológico

Huaca San Idelfonso se localiza en la

margen norte del valle bajo del Río Moche,

a 6 km. al noreste de la ciudad de Trujillo.

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56 • Centro de Investigaciones Precombinas

Sus coordenadas geográficas son 08 02´

30´´ de Latitud Sur y 78 58´ 40´´ de de

Longitud Oeste. Pertenece políticamente al

Distrito El Porvenir, encontrándose sobre

una llanura delimitada por contrafuertes an-

dinos que se elevan hasta los 600 m.s.n.m.

El Cerro San Idelfonso se proyecta de este

macizo, y sus flancos oeste y sur forman

parte respectivamente del sitio arqueológico

y de la quebrada homónima (Fig. 3).

Figura 3: Plano del sitio de Huaca San Idelfonso

(Dibujo J. Gamboa)

El sector corresponde a la Formación

Ecológica del Desierto Pre-montano

(ONERN 1973). La vegetación y fauna

silvestres en la llanura son escasas, pero el

área próxima de Quebrada San Idelfonso

muestra una comunidad biogeográfica ma-

yor, con especies vegetales xerofíticas (Ti-

llandsia sp. y cactáceas), que sustentan a

una población de caracoles terrestres (Scu-

talus sp. y Bostrix sp.), insectos, aves (Co-

ragyps atratus o gallinazo de cabeza negra,

Bubulcus ibis o garza, Athene cunicularia o

búho de arena), reptiles (familias Teiidae y

Gekkonidae) y mamíferos (Lyacalopex se-

churae o zorro costeño y Pillotis sp. o ratón

de campo). Las referencias de antiguos

pobladores de El Porvenir indican que hasta

la mitad del siglo XX la quebrada era

ocupada estacionalmente por venados

(Odocoileus virginianus) y pumas (Felis

concolor), pudiendo ser utilizada en épocas

de humedad para la crianza de ganado. El

incremento de lluvias durante la ocurrencia

del Fenómeno El Niño permite un notable

aumento en la vida silvestre en la zona,

sucediendo la aparición temporal de nuevas

especies de aves y de especies vegetales

como Prosopis pallida o “algarrobo” y

Capparis angulata o zapote (3).

La muralla

La estructura principal de Huaca San

Idelfonso es un amurallamiento de casi 800

m de longitud, que se origina junto al Canal

Vichanzao y continúa en trayectoria recti-

línea al noreste hasta la base de un espolón

rocoso del Cerro San Idelfonso (Fig. 4). En

sus tramos finales la muralla esta recubierta

parcialmente por depósitos de arena, y apa-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 57

rece cortada por una escorrentía, reapare-

ciendo finalmente en la base de la montaña.

Las características constructivas de la mura-

lla permiten describirla en dos segmentos:

Figura 4: Muralla de Huaca San Idelfonso (Foto: J.

Gamboa, 2008)

Tramo elaborado con piedras canteadas y

guijarros aluviales

El primer segmento del muro se extiende

desde el Canal Vichanzao hasta una colina

rocosa, con un largo aproximado de 550 m.

Esta sección de la muralla presenta una

interrupción de 12 m en una zona donde

afloran rocas graníticas. Esta parte de la

muralla fue elaborada con piedras angú-

losas y cantos rodados, a modo de un grue-

so muro de doble cara (de 2 a 2.50 m. de

espesor), con rellenos interiores de cascajo.

En el punto donde la muralla asciende el

promontorio rocoso, un pozo de huaquero

muestra la existencia de un revestimiento de

adobes paralelepípedos sobre el paramento

este de la estructura, este rasgo corresponde

al área cercana al inicio de la segunda sec-

ción de la muralla.

Tramo elaborado con adobe

La sección de la muralla elaborada con

adobes mide 350 m de largo, con un ancho

promedio de 2 m., y se prolonga hasta la

base de Cerro San Idelfonso. La altura

original de la estructura es desconocida,

pero considerando una elevación mínima de

1 m, esta construcción incluiría un volumen

de 700 m2 de adobes moldeados. Los

adobes empleados para la construcción de

este tramo de la muralla son paralelepípe-

dos, con lados lisos o estriados que eviden-

cian su fabricación en moldes de madera

tallada o de cañas (Fig. 5 y 6).

Figura 5: Adobes marcados de Huaca San Idelfonso

(Foto: J. Gamboa, 2008)

Figura 6: Adobes elaborados en gavera de cañas

registrados en Huaca San Idelfonso (Foto: J.

Gamboa, 2008)

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

58 • Centro de Investigaciones Precombinas

En 1998 y recientemente, pobladores

cercanos afectaron partes de la muralla (4),

especialmente con el fin de extraer adobes

para la construcción de sus propias vivien-

das. En el corte más grande efectuado para

la sustracción de adobes se aprecia la colo-

cación alternada de los adobes en hiladas de

soga y cabeza, así como paramentos enlu-

cidos con arcilla y capas de sedimentos

producidos por lluvias. Entre los adobes

desmontados se encuentran varios tipos de

marcas incisas, como un punto central, una

línea diagonal, o la combinación de ambos

motivos. Las dimensiones de los adobes

varían entre 33 x 20 x 13 cm, 30 x 20 x 14

cm y 28 x 19 x 12 cm. Al este inmediato del

muro aflora sobre la arena eólica una acu-

mulación casi rectangular de adobes, que

podría representar una edificación adosada

o adyacente a la cara oriental de la muralla.

Ladera sur de Cerro San Idelfonso

En la superficie del flanco meridional de

Cerro San Idelfonso se encuentran en super-

ficie restos malacológicos (Donax sp., Tur-

bo níger, Choromytilus chorus, Fisurella

crassa, Scutalus sp.) y concentraciones de

fragmentería cerámica llana y decorada,

ceniza y grumos de tierra calcinada. La

presencia de estos elementos indicaría la

función doméstica de esta parte del asenta-

miento. Debido a la carga eólica sobre la

base de la montaña no se aprecian restos

arquitectónicos sobre la superficie de este

sector, siendo visible únicamente un canto

aluvial aplanado utilizado como batán.

La cerámica

Hacia ambos lados de la muralla y en la

base del cerro aparecen en superficie tiestos

de cocción oxidante completa o imperfecta,

pertenecientes a vasijas domésticas llanas y

a piezas decoradas. La mayoría de frag-

mentos sin decoración se encuentra en el

área con desechos domésticos, correspon-

diendo a vasijas empleadas en la cocción de

alimentos y en el almacenamiento de pro-

ductos, como cántaros de cuello divergente

y base anular, cántaros de cuello convexo,

ollas de borde corto divergente, y tinajas de

borde reforzado. Algunos bordes de cánta-

ros muestran “marcas de alfarero” en forma

de incisiones cortas (Fig. 7 A y B). Esta

cerámica comparte muchas de sus caracte-

rísticas formales con la producción alfarera

de la ocupación Moche IV en Huacas de

Moche (Chapdelaine 1998, 2003; Chapde-

laine et al. 1997).

La cerámica decorada incluye botellas,

cántaros pintados, floreros, y figurinas.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 59

También se observó un pequeño fragmento

de molde para una figura escultórica. La

pintura sobre cerámica aparece en tres va-

riantes: engobes crema, rojo sobre crema y

crema sobre rojo. La mayoría de cántaros

pintados muestran motivos geométricos

pintados simples (triángulos y bandas cru-

zadas) y fueron elaborados con pastas finas.

Un elemento significativo para proponer

una cronología relativa de Huaca San Idel-

fonso fueron los fragmentos de botellas de

asa estribo hallados cerca a la muralla. Dos

de ellos correspondieron a piezas Moche IV

con decoración en línea fina representando

“escenas de carreras rituales” (Hocquen-

ghem 1987: Figs. 51, 54, 55), con perso-

najes humanos o antropomorfizados portan-

do pequeñas bolsas en una mano y

ataviados con tocados en forma de felino

rematados por láminas discoidales o trape-

zoidales (Fig. 8 A).

Figura 7: Cerámica de la base de Cerro San

Idelfonso. A. Bordes de olla y cántaro con marcas

de fabricante. (Foto: J. Gamboa)

Figura 7: Cerámica de la base de Cerro San

Idelfonso. B. Bordes de cántaros (Dibujos: J.

Gamboa)

Otros fragmentos pertenecen estilística-

mente al estilo Moche V, ahora reconocido

como parcialmente contemporáneo con el

estilo Moche IV. Se trataba de partes de una

botella y de una figurina femenina vacía

(Figs. 8 B y C). El fragmento de botella

pertenecía a una pieza de cocción reductora

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

60 • Centro de Investigaciones Precombinas

incompleta (que creó una pared de colora-

ción gris claro con superficie exterior oxi-

dada), con pintura marrón grisáceo sobre

crema que muestra a un personaje con

camiseta de decoración escalonada y tocado

similar al que portan algunos participantes

de las “escenas de navegación y pesca”

(Donnan 1978: Fig. 163; Donnan y

McClelland 1999).

Figura 8: Cerámica decorada de Huaca San

Idelfonso. A. Fragmento de botella Moche IV. (Foto:

J. Gamboa)

En la superficie del sitio no se presentan

materiales anteriores al Período Intermedio

Temprano o pertenecientes a la tradición

alfarera Chimú. Estos últimos aparecen al

oeste y este de San Idelfonso en proximidad

al canal Vichanzao y a varios de los cami-

nos prehispánicos que cruzan el área.

Figura 8: Cerámica decorada de Huaca San

Idelfonso. B. Fragmento de figurina moldeada. C.

Fragmento de botella Moche V (Fotos: J. Gamboa)

Caminos

El estudio de Colleen Beck (1979: 79,

82) sobre los caminos prehispánicos en el

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 61

valle de Moche proporcionó valiosos datos

sobre las rutas de tránsito ubicadas alre-

dedor de Huaca San Idelfonso (Fig. 9), sitio

que fue identificado por esta investigadora

como un muro Moche III y IV vinculado a

la trayectoria de tres caminos prehispánicos

(Beck 1979: 80). El Camino 1 corría en

paralelo y al oeste de la muralla, desapa-

reciendo en la entrada a Quebrada de León,

punto donde se unía al extremo noroeste del

Camino 2, el cual atravesaba la segunda

sección del muro. El Camino 3, orientado

de este a oeste, también pasaba transver-

salmente sobre la muralla y se unía al extre-

mo sur del Camino 2. Los Caminos 2 y 3

pudieron ser usados en tiempos preh-

ispánicos tardíos, y existía una concentra-

ción de fragmentos de cerámica Chimú al

noroeste de la unión de ambas rutas (ver

Beck 1979: Fig. 13, Sitio A).

Figura 9: Caminos prehispanicos en el área de

Huaca San Idelfonso (Fuente: Beck 1979: Fig. 13)

La autora indicó que el área de San

Idelfonso pudo ser una ruta importante para

el tráfico a lo largo de la margen norte del

valle, como un punto intermedio entre

Laredo y la zona de Cerro Cabras. Beck

(1979: 81) mencionó el desmantelamiento

de los adobes de la muralla para habilitar

parte de su Camino 4, pero es posible que

se refiriera en realidad al Camino 3, que sí

cortó la sección de adobes de la estructura.

Según Beck el muro Moche pudo original-

mente haber obliterado esa ruta de tráfico,

la cual fue posteriormente reabierta. Otros

caminos registrados al este de San Idelfonso

(Caminos 4, 5, 6, 7 y 9) formaron un siste-

ma irregular pero mayormente orientado de

este a oeste, usado durante los tiempos

Moche y Chimú, y que se unían intermi-

tentemente con los caminos ubicados al

norte de Laredo. Beck (1979: 81) observó la

presencia de tiestos Chimú en el extremo

sur del Camino 8, una ruta con dirección

norte sur, que conducía hacia el interior de

una pequeña quebrada ubicada en el flanco

oriental de Cerro San Idelfonso. Todas estas

vías de tránsito estaban sobre el curso del

Canal Vichanzao.

El Camino 3 junto a los Caminos 4, 5 y 9

pudieron conformar la ruta principal del

área hacia Laredo. Esta ruta podría haber

continuado al oeste -cruzando el cauce de

Quebrada San Idelfonso- hacia el sector de

Florencia de Mora, un sitio de categoría

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

62 • Centro de Investigaciones Precombinas

superior, y la falda este de Cerro Cabras,

donde se iniciaba el camino de Río Seco

que permitía salir del valle. Los Caminos 1,

3 y 8 habrían servido, por el contrario,

como vías transversales a la ruta principal,

sirviendo como senderos para acceder a las

quebradas de la zona.

Evidencias de jerarquización social en

San Idelfonso

Los 700 m2 de adobes de la segunda

sección de la muralla equivaldrían a 83,300

adobes (a un promedio de 119 adobes de 30

x 20 x 14 cm por cada m2). La presencia de

adobes con marcas incisas en San Idelfonso

indicaría que la elaboración de su monu-

mental muralla pudo ser realizada en el

marco de una organización de tributo labo-

ral por grupos distintos de trabajadores ante

una autoridad gubernamental central (y sus

representantes en el asentamiento), con

cada marca identificando la producción es-

pecífica de una entidad étnica discreta o de

un grupo de intereses socioeconómicos co-

munes (Hasting y Moseley 1975). El asen-

tado de los adobes pudo organizarse en

forma distinta, puesto que varias de las mar-

cas aparecen en un mismo segmento cons-

tructivo. Debemos recordar que los tres

tipos de incisiones registradas corresponden

solo a algunas partes de la muralla, pudien-

do ubicarse marcas adicionales en los

tramos restantes.

Los acumulamientos de adobe cercanos

al lado este de la segunda sección de la

muralla parecen corresponder a arquitectura

asociada directamente a esa estructura. Es

prematuro hablar de construcciones residen-

ciales, pero la existencia de cerámica fina

en la superficie indica que ese sector pudo

ser un espacio dedicado a las actividades de

grupos de mayor status o que desarrollaban

actividades especiales. La presencia sobre

el flanco sur del cerro San Idelfonso de

restos alimenticios, áreas de quema, y cerá-

mica mayormente domestica señalaría que

ese sector tuvo un carácter distinto, posible-

mente asociado a la preparación de alimen-

tos y a la residencia de pobladores en

viviendas de materiales perecederos.

La ocurrencia de cerámica con icono-

grafía compleja implica que este asenta-

miento contó entre sus ocupantes con indi-

viduos que podían acceder a estas piezas de

alta calidad. Sí las botellas no eran elabo-

radas localmente, el sitio pudo ser parte de

de una red de intercambio de cerámica fina

y otros artículos con centros mayores

Moche. Las prácticas religiosas desarrolla-

das en Huaca San Idelfonso pudieron haber

incluido la celebración calendárica o even-

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Centro de Investigaciones Precolombinas • 63

tual de ceremonias desarrolladas en ámbitos

desérticos, como las denominadas “batallas

rituales” y las carreras de portadores de

pequeñas bolsas conteniendo pallares gra-

bados (Donnan 1978; Hocquenghem 1987),

así como ritos de recolección del caracol

Scutalus sp. en las lomas y quebradas

próximas. Las actividades económicas infe-

rídas para los ocupantes del sitio debieron

incluir la producción agrícola de regadío en

la planicie próxima y la explotación de

especies de plantas y animales al interior de

las quebradas próximas.

EL PATRÓN DE ASENTAMIENTO

MOCHE EN LA MARGEN NORTE

DEL VALLE BAJO DE MOCHE

La presencia de Huaca San Idelfonso en

la literatura arqueológica es escasa, aún

cuando fue reconocida por Rodríguez Suy

Suy (1971) como uno de los asentamientos

asociados al canal Vichanzao. Con posterio-

ridad el sitio fue inventariado por Ravines y

Matos (1983), pero no se especificó su filia-

ción cronológica. Huaca San Idelfonso for-

mó parte de un conjunto de asentamientos

Moche distribuidos en la margen derecha

del valle bajo de Moche, parte de los cuales

fue destruido por actividades agrícolas y

urbanísticas posteriores o aún yacen sepul-

tadas por la arena, pero que incluyó núcleos

poblacionales de diverso tamaño y comple-

jidad, canales y caminos intra e intervalle.

Estas evidencias se asocian a los estilos

cerámicos Moche III (300-550 d.C.), Mo-

che IV (450-750 d.C.) y Moche V (600-800

d.C.), reconocidos ya no como fases cultu-

rales consecutivas sino como manifesta-

ciones estilísticas parcialmente contemporá-

neas (Uceda et al. 2008).

Canales de irrigación

Sobre la sección norte del valle bajo de

Moche discurren tres canales primarios,

cada uno con su bocatoma localizada al este

de Galindo en el valle medio, en proxi-

midad al sector de Cerro Blanco. Cabe

señalar dos aspectos importantes de la cons-

trucción y empleo de estos canales. Prime-

ro, la trayectoria de los mismos no perma-

neció inalterable a lo largo de los siglos de

su funcionamiento, en realidad presentaban

tanto reparaciones ante los daños causados

por aluviones y desbordes como traslados

hacia elevaciones mayores, usualmente a

través de la excavaciones de nuevos cauces

paralelos a los anteriores (Moseley y Deeds

1982: 42, Figuras 2.2 y 2.3). Segundo,

durante la época Moche al igual que ahora,

los canales debieron haber servido como

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

64 • Centro de Investigaciones Precombinas

vías de tránsito pedestre sobre sus gruesos

bordes, en los cuales se acumulaban los

materiales extraídos de los cauces durante

las labores periódicas de limpieza de barro

y maleza.

Canal La Mochica

Se trata del canal primario más bajo

localizado en la banda norteña del valle. La

construcción de su tramo inicial debió ser

iniciada junto a la del Canal Moro en el

Período Inicial (1800-1000 a.C.) por las

primeras entidades Cupisnique del valle,

dado que en su primer tramo permitía la

irrigación de los sectores de Caballo Muerto

-la principal concentración de edificios

públicos Formativos del valle de Moche- y

de Sacachique (o Huaca Caña). En el

Período Intermedio Tardío (siglos X-XV

d.C.) el curso de La Mochica fue ampliado,

alcanzando 31 km. de largo hasta las pla-

nicies eriazas bajas de Pampas La Esperan-

za y el área en proximidad a Huanchaco.

Las evidencias de funcionamiento de esta

extensión del canal La Mochica en el Perío-

do Intermedio Temprano aún no son con-

cluyentes, pero es probable que su curso en

la parte más baja del área también se

iniciara en ese tiempo (Billman 2002: 379,

383; Moseley y Deeds 1982: 42).

El único fechado rediocarbónico reporta-

do para la ocupación Moche en el lado

norte del valle bajo de Moche procede de

un canal secundario proximo a La Mochica

denominado Canal A de Pampas La Espe-

ranza, localizado al noreste de Chan Chan y

que produjo una fecha sin calibrar de 550

+/- 80 d.C. (Pozorski 1987: Tabla 1), lo

cual concuerda con la presencia de cerá-

mica Moche III y mayormente Moche IV

dentro del área. El Canal A discurría entre

los Canales La Mochica y Vichanzao y

pudo haber funcionado hasta la primera

parte del Período Intermedio Tardío, cuan-

do fue parcialmente anulado por la cons-

trucción perpendicular a su cauce de dos

nuevos canales secundarios Chimú (Pozors-

ki 1987: 113).

Canal Moro

El Canal Moro irriga la parte alta de la

sección oriental de la planicie costera desde

el punto de las bocatomas hasta el límite

ente El Porvenir y Laredo. Hacia el siglo VI

d.C. los Moches decidieron ampliar el área

agricola situada a mayor elevación que el

curso de La Mochica, ello habría motivado

inicialmente la ampliación al oeste del

Canal Moro, y, finalmente, la construcción

de un nuevo canal más elevado que ahora

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 65

conocemos como Canal Vichanzao, crean-

do un complejo cuadro de experimentación

de trayectorias de canales y de elevamiento

progresivo de los mismos en la zona entre

Laredo y Pampas La Esperanza.

Canal Vichanzao

El canal Vichanzao alcanzó una longitud

de 30 km., extendiéndose hasta la planicie

cortada por la quebrada de Río Seco, al

noroeste de Pampas La Esperanza. La cons-

trucción del Canal Vichanzao no habría

sido producto de un evento único, sino de

una serie de elevaciones progresivas del

curso de canales más antiguos. Aunque se

carece de datos sobre el momento preciso

en que alcanzó su mayor longitud durante el

Período Intermedio Temprano, Moseley y

Deeds (1982: 37) indicaron que la elabora-

ción del cauce del Vichanzao alteró un

cementerio Moche III, lo cual señalaría una

contrucción en la segunda mitad de este

período, posiblemente hacia el siglo V d.C.

El Vichanzao permitió completar la irrig-

ación de las planicies altas de El Porvenir,

Florencia de Mora y el lado noreste de

Pampas La Esperanza, discurriendo en cer-

cana proximidad a los sitios con ocupación

Moche IV de Huaca San Idelfonso y Huaca

Florencia de Mora.

Asentamientos y caminos

Laredo y Complejo Caballo Muerto

Los datos publicados sobre la presencia

Moche en las planicies cultivadas y desér-

ticas de Laredo proceden principalmente de

Caballo Muerto, un sector donde se ha

reportado la presencia de ocupaciones Mo-

che sobre una serie de plataformas que da-

tan del Período Formativo (circa 1800-200

a.C.).

Caballo Muerto es un complejo de ocho

plataformas aterrazadas localizadas a 16 km

del Océano Pacifico (Pozorski 1983; Wata-

nabe 1976). Adicionalmente, este sitio se

halla en proximidad al centro Moche de

Galindo (Bawden 1982; Lockard 2008).

Como Pozorski (1982) y Billman (2002)

han argumentado, la localización de Caba-

llo Muerto fue crucial para el control de la

sección inicial de los canales de irrigación

en esa parte del valle. Caballo Muerto es

mejor conocido por ser el mayor centro

Cupisnique en el valle de Moche, con in-

vestigaciones arqueológicas que han produ-

cido fechas de Carbono 14 para esa ocu-

pación de entre inicios del segundo milenio

a mediados del primer mileno a.C. (Chau-

chat et al. 2006; Nesbitt et al. en prensa;

Pozorski 1976, 1983). Sin embargo, las di-

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

66 • Centro de Investigaciones Precombinas

versas excavaciones efectuadas en las plata-

formas han revelado evidencias de reocupa-

ciones Salinar (circa 200 a.C.-100 d.C.),

Moche (circa 100-800 d.C.), Chimú y

Chimú-Inca (circa 900-1532), en forma de

entierros, ofrendas, y arquitectura (Chau-

chat y Guffroy 2003; Donnan y Mackey

1978: 40-41, 82-83, 364; Nesbitt et al. ms).

El único entierro Moche conocido para Ca-

ballo Muerto fue localizado en el lado

noroeste del cerro donde se ubica Huaca

Guavalito (Donnan y Mackey 1978: 22,

81).

En Huaca de los Reyes, la plataforma

Formativa mejor conocida (Pozorski 1976;

Watanabe 1976), las evidencias de reocupa-

ción Moche son muy escasas, aunque Po-

zorski menciona que varios de los edificios

Formativos del sitio, incluyendo Huaca

Guavalito, Huaca Herederos Grande, Huaca

Herederos Chica, Huaca la Cruz, y Huaca

San Carlos tienen reocupación Moche (Po-

zorski 1976: 19, 31, 37, 42). Por otro lado,

ha sido reconocida una estrecha relación

entre la iconografía del Horizonte Tempra-

no y las imágenes míticas Moche, lo que ha

conducido a algunos autores a proponer una

continuidad o el reavivamiento de atributos

de las divinidades Cupisnique en las repre-

sentaciones sobrenaturales Moche (Cordy-

Collins 1992).

En términos generales, la presencia Mo-

che en Caballo Muerto ha sido poco estu-

diada, y ninguno de los trabajos de exca-

vación desarrollado al interior del área ha

sido enfocada específicamente en ese tema.

Las investigaciones recientes de Jason Nes-

bitt entre 2007-2008 en Huaca Cortada,

Huaca La Cruz y Huaca Curaca sin embar-

go han permitido documentar una cantidad

significativa de materiales cerámicos Mo-

che (Nesbitt et al. en prensa, Nesbitt et al.

ms.).

Las excavaciones recientes en Huaca

Cortada, un edificio de 20 m de altura,

produjeron abundantes materiales Moche.

Gran parte de estas evidencias procedieron

de un grueso depósito de escombros de la

trinchera de saqueadores que corta la facha-

da oriental de la plataforma. Dentro de esa

capa se recuperaron numerosos fragmentos

de cerámica Moche IV con decoración en

línea fina, incluyendo partes de floreros,

botellas de asa estribo, cántaros y vasijas

retrato (Fig. 10 A-E). En Huaca La Cruz

solo se recuperó un fragmento de botella

Moche IV, pero se pudieron registrar evi-

dencias substanciales de una ofrenda del

período transicional entre Moche y Chimú,

en forma de un cráneo humano y piezas de

cerámica colocadas en la plaza delantera del

edificio (Nesbitt et al. ms.).

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 67

Figura 10: Cerámica Moche IV de Huaca Cortada.

A, B, C, D y E. Fragmentos de floreros y botellas

(Fotos: J. Nesbitt, 2008)

En el caso de Huaca Curaca, la limpieza

de un pozo de huaquero permitió registrar

un muro de piedra asociado a un piso conte-

niendo una capa de desechos con fragmen-

tos de cerámica Moche. La mayoría de los

tiestos recuperados en este contexto se

caracterizó por pertenecer a vasijas con en-

gobes rojo y crema, así como fragmentos de

piezas con pintura en línea fina. La muestra

cerámica de Huaca Curaca contuvo una

proporción menor de floreros en relación a

aquella procedente de la cercana Huaca

Cortada (Fig. 11 A-C).

La alfarería decorada dominó las asam-

bleas cerámicas de Huaca Cortada y Huaca

Curaca. Esto contrasta con las muestras

procedentes de excavaciones conducidas en

los campos agrícolas alrededor de Huaca

Cortada. En esas intervenciones toda la

cerámica Moche careció de decoración pin-

A

B

C

D

E

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

68 • Centro de Investigaciones Precombinas

tada o moldeada, perteneciendo en cambio

a formas utilitarias y domésticas como cán-

taros y ollas con pastas naranja. Ocasional-

mente, algunos de los tiestos hallados en la

periferia de Huaca Cortada presentaban en-

gobes crema al exterior.

Figura 11: Cerámica Moche IV de Huaca Curaca.

A, B y C. Fragmentos de cántaros decorados (Fotos:

J. Nesbitt, 2008)

Las diferencias en la cerámica documen-

tada en montículos y bajo los actuales cam-

pos agrícolas son contundentes e indican

distintas actividades conducidas por la po-

blación del sitio en la segunda mitad del

Período Intermedio Temprano. El predomi-

nio de materiales decorados tales como flo-

reros y botellas indica que la ocupación de

algunas plataformas por los Moche fue

significativa y posiblemente asociada al de-

sarrollo de actividades ceremoniales. Tanto

Huaca Cortada como Huaca La Cruz fueron

abandonadas varios siglos antes de ser

reocupadas en tiempo Moche IV. Es pro-

bable que el uso de esos monumentos por la

gente Moche representara un reconocimien-

to de Caballo Muerto como un importante

lugar histórico asociada a sus ancestros.

Otras evidencias de la ocupación Moche

en el Complejo Arqueológico de Caballo

Muerto se localizan en el Cerro La Virgen,

una elevación rocosa que ocupa el extremo

sur del área. En los flancos norte, oeste y

este de esta montaña se observan diversos

muros de terrazas bajas y fragmentos de

cerámica oxidada Moche (asi como tiestos

de clara filiación Chimú). En la parte alta

del cerro se encuentra un recinto rectan-

gular amplio, con muros de piedra tosca-

mente canteada asentada con barro, en cuyo

interior se encuentran fragmentos de cerá-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 69

mica diagnóstica Chimú y en menor propor-

ción Moche. La cima de Cerro La Virgen

presenta una estructura platafórmica masi-

va, construida con muros de contención de

piedra y rellenos de adobes tramados; aun-

que se encuentran solo escasos fragmentos

de cerámica oxidada, la presencia de adobes

paralelepipedos elaborados en gaveras de

caña permite asignar a este edificio una

cronología en el período de ocupación Mo-

che del complejo. El extremo noroeste de la

montaña aparece como un espolón rocoso,

sobre el cual se inicia una muralla elabo-

rada con piedra canteada, la cual desciende

hasta la base del cerro, reapareciendo al

norte sobre el Cerro La Cruz (donde se

superpone al edificio platafórmico Forma-

tivo de Huaca La Cruz) y el flanco sur de

Cerro San Lorenzo.

Huaca Florencia de Mora (o Huaca

Vichanzao)

Este sitio dotado de arquitectura monu-

mental se localiza junto al curso del canal

Vichanzao, aproximadamente en la parte

central de la margen norte del valle bajo de

Moche. En 1973 los integrantes del Chan

Chan-Moche Valley Project registraron

Huaca Florencia de Mora con el nombre de

Huaca del Arenal, observando la presencia

de cerámica Moche IV y V, arquitectura

con adobes marcados, áreas con restos do-

mésticos y un camino prehispánico (Pérez

1994: 228). Una década después, Eulalia

Ramírez y María Wong (1984) de la Uni-

versidad Nacional de Trujillo realizaron una

serie de pozos de prueba en el sitio, docu-

mentando la superposición de rellenos de

adobes tramados, pisos de barro interca-

lados con rellenos de arena, y capas de

sedimentos ocasionados por lluvias (Fig. 13

A), así como partes de un edificio fuerte-

mente afectado por huaqueros y pobladores

modernos, recuperándose en uno de los ca-

teos una botella escultórica de asa estribo

Moche IV (Fig. 13 B) con la representación

de un personaje antropomorfo con cabeza

de zorro (Ramírez y Wong 1984; Pérez

1994).

En 1986 el Instituto Nacional de Cultu-

ra-Filial La Libertad intervino en el sitio

ante la depredación causada por los pobla-

dores cercanos. En los trabajos extensivos

realizados se registraron varios sectores de

una plataforma construida con adobes de

lados lisos o estriados y con piedras can-

teadas (estás últimas empleadas en las es-

quinas del edificio). La plataforma presen-

taba paramentos enlucidos y pintados en

rojo, blanco y amarillo, reportándose nue-

vamente cerámica Moche IV así como frag-

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

70 • Centro de Investigaciones Precombinas

mentos de cerámica Moche III en rellenos

constructivos y sobre los pisos de tierra

(Pérez 1994: 231-233). Nuevas labores

arqueológicas del Instituto Nacional de Cul-

tura al año siguiente determinaron la planta

cuadrangular de la plataforma de Huaca

Florencia de Mora, de 87 m en uno de sus

lados (Fig. 12). Un detalle importante de los

trabajos de 1986 y 1987 fue el registro en

los adobes de la arquitectura conservada y

de los escombros de 130 “marcas de fabri-

cante” formalmente distintas (Fig. 13 C).

Esta gran cantidad de marcas evidenciaría

que el sitio pudo presentar vínculos no solo

con las poblaciones cercanas sino también

con otros sectores del valle (Pérez 1994:

243).

Figura 12: Plano de Huaca Florencia de Mora

(Fuente: Pérez 1994)

Una referencia etnohistórica a Huaca

Florencia de Mora y al sector colindante de

Mampuesto fue publicada por Rischar et al.

(1998: 25). Estos autores hicieron referen-

cia a campos de cultivo prehispánicos local-

zados en las terrazas aluviales de la margen

izquierda de la quebrada. Actualmente,

Huaca Florencia de Mora ha pasado a

formar parte de la jurisdicción del Distrito

El Porvenir, encontrándose rodeada por las

viviendas y calles de una creciente pobla-

ción moderna.

Pueblo Joven de Pampas La Esperanza y

el sector norte de Chan Chan

La referencia al sitio de Pueblo Joven,

ubicado por el Chan Chan-Moche Valley

Project, es proporcionada por Beck (1979:

90-92), que lo describe como una concen-

tración de 40 estructuras de piedra ubicada

en la parte norcentral de Pampas La Espe-

ranza cerca al área de Río Seco, indicando

tanto la existencia de un estudio inédito

detallado del sitio, como la asociación con

los canales del área y su pertenencia a la

Fase V (Beck 1979: Nota 22). Adicional-

mente, Beck (1979: 91), indicó la existencia

de pequeñas “huacas” Moche III-IV en

Pampas La Esperanza.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 71

Figura 13: Arquitectura monumental en Huaca

Florencia de Mora. A. Rellenos masivos de adobes

tramados (Fuente: Ramírez y Wong 1984: Foto 6).

B. Botella de asa estribo Moche IV registrada en

Huaca Florencia de Mora (Fuente: Pérez 1994).

C. Adobes marcados (Fuente: Ramírez y Wong

1984: Foto 7)

Para la zona sur de Pampas La Esperan-

za, Beck (1979: 91, Fig. 16) también indica

la presencia del Camino 1, carente de bor-

des de piedra y que corría de sureste a

noroeste por debajo del curso del Canal

Vichanzao. Durante la ocupación Moche

esta vía pudo servir para el tránsito al oeste

de Cerro Cabras, comunicando la zona al

sur de Huaca Florencia de Mora con el abra

que conducía a Chicama. El Camino 1 fue

alterado por la construcción del sitio de

Pueblo Joven y por la trayectoria de varios

canales (Beck 1979: 91-92), pudiendo estar

fuera de uso en tiempos Chimú, al encon-

trarse en medio del área de canales de la

parte septentrional de Chan Chan.

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

72 • Centro de Investigaciones Precombinas

Sector norte de Pampas La Esperanza

Esta área se encuentra fuertemente afec-

tada por el crecimiento del Distrito La

Esperanza y del sector El Milagro, hecho ya

anotado en la década de 1970 por los inves-

tigadores de los proyectos Chan Chan-

Moche Valley y Riego Antiguo, quienes

identificaron varios sitios prehispánicos

asociados a canales de irrigación. En 1997

uno de los sectores con arquitectura fue

investigado por un equipo de la Universidad

Nacional de Trujillo dirigido por Carlos

Deza. El reporte de las excavaciones permi-

te reconocer una vivienda asociada a mate-

rial cerámico Moche IV y en menor propor-

ción Moche V (Cossio et al. 1997).

La estructura fue definida por sus inves-

tigadores como una residencia rural aislada,

edificada con cimientos gruesos de cantos

rodados, con pisos de barro sobre rellenos

de tierra y desechos. El conjunto contenía

un patio central cuadrangular dotado en la

esquina norte de una pequeña plataforma

con tres escalones de acceso (Fig. 14).

Otros componentes de la vivienda fueron

varios recintos menores, algunos de planta

cuadrangular y con un espacio interior de

1.5, 2 y 3 m2, identificados como depósitos.

El patio y un ambiente colindante presen-

taban restos orgánicos y áreas de quema y/o

preparación de alimentos, actividad que in-

cluía molienda en un batán ubicado en el

patio. La cerámica hallada en esta residen-

cia comprendía una alta proporción de ollas

y cántaros domésticos con base pedestal

(Fig. 15).

Figura 14: Vivienda rural Moche en Pampas La

Esperanza. Dimensiones 12 m por 10 m (adaptado

de Cossio et al. 1997: Lám. 4)

La planificación de esta residencia rural

es parcialmente similar a la de los conjuntos

habitacionales en Huacas de Moche y Ga-

lindo. En todos ellos es recurrente la pre-

sencia del patio como elemento nuclear de

la vivienda y como espacio de cocina. Sin

embargo, en Huacas de Moche los patios

centrales de las residencias presentaban

banquetas laterales y eran accedidos me-

diante corredores que los conectaban a las

calles de la red urbana. En Galindo por su

parte se encuentran casos de viviendas con

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 73

dos patios, uno dedicado a la preparación de

alimentos y otro conteniendo banquetas

techadas (Bawden 1982: 310). Un rasgo

particular de la residencia en Pampas La

Esperanza son los depósitos, ubicados en

varios lados del conjunto y no en hileras

contiguas como en los conjuntos domésti-

cos de Huacas de Moche.

Figura 15: Bordes de cantaros domésticos de

vivienda Moche en Pampas La Esperanza (Fuente:

Cossio et al. 1997: Fig. 8)

Caminos entre Cerro Campana y Cerro

Cabras y el sitio de Río Seco

Beck (1979: 82-89, Figs. 14-15) inves-

tigó el sistema de caminos prehispánicos

que se iniciaba junto al flanco este de Cerro

Cabras para continuar por varios kilómetros

al noroeste rumbo al valle de Chicama (Fig.

16). Esta ruta de tráfico fue usada inten-

samente en el Período Intermedio Tempra-

no, siendo cortada tardíamente por las

construcciones Chimú del Canal Intervalle

de irrigación La Cumbre y de la muralla de

piedra que corre entre Cerro Campana y el

flanco este de Cerro Cabras.

Figura 16: Caminos prehispánicos en el área entre

Cerro Campana y Cerro Cabras (Fuente: Beck

1979: Fig. 15)

En la sección meridional de esta parte

periférica del valle bajo de Moche, Beck

identificó seis caminos, la mayoría con

trayectorias de sureste a noroeste y que en

varios casos corrían en paralelo. Los Cami-

nos 2 y 5 fueron las vías principales. El

Camino 2 se hallaba en el extremo sur de la

ruta y se iniciaba cerca al cauce de la

Quebrada de Río Seco, pudiendo haberse

conectado originalmente con la ruta este-

oeste que cruza el área de San Idelfonso. El

Camino 5 era de marcada trayectoria recti-

línea y se iniciaba en el abra al este de

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

74 • Centro de Investigaciones Precombinas

Cerro Cabras. Los Caminos 3 y 4 eran para-

lelos al Camino 5, y parecen versiones tem-

pranas y más cortas de este último. El

Camino 1 en cambio corría por los flancos

este y sur de Cerro Cabras, dirigiéndose

hacia el área de Huaca Florencia de Mora,

mientras que el Camino 6 pudo ser una ruta

de ingreso hacia la parte alta de la Quebrada

de Río Seco.

El Camino 5 fue la vía principal de la

zona durante el Período Intermedio Tem-

prano y se asociaba directamente al asenta-

miento Moche de Río Seco, identificado

por Beck (1979: 84-85) como Sitio B (o

H1929). La contemporaneidad entre el sitio

de Río Seco y el Camino 5 indicaría que

esta vía estuvo en uso al menos desde tiem-

pos Moche III (Beck 1979: 84), empleán-

dose también durante el Período Intermedio

Tardío. La ubicación del asentamiento Mo-

che en proximidad al punto donde termina

la parte mejor conservada del Camino 4

puede indicar una relación entre el aban-

dono de esa vía y la aparición de esta con-

centración de estructuras.

Entre los Sitios A y B se encuentra una

estructura rectangular de piedra asociada al

Camino 4, esa edificación fue excavada por

Bankes (1971: 120) y pertenece a la mani-

festación Cupisnique del Horizonte Tem-

prano, con reocupaciones Gallinazo y Mo-

che. La proximidad entre el Camino 4 y el

edificio Cupisnique, y la ocurrencia de

aluviones observada en ese camino pero no

en el Camino 5 indican que la ruta inter-

valle al este de Cerro Cabras estuvo en uso

durante el Horizonte Temprano. El Camino

5 formó parte de la ruta de los Moche hacia

el valle de Chicama (Beck 1979: fig. 14),

sin embargo a 8 km al norte de Cerro

Cabras este camino deja de ser evidente,

por lo cual Beck considero que probable-

mente continuaba hasta unirse con los

Caminos 7 y 8 del mismo sector (de 7 y 3

km de largo respectivamente), que muestran

una orientación similar a la del Camino 5 y

que se proyectaban hacia la margen del área

agrícola en el lado sur del valle bajo de

Chicama.

El asentamiento de Río Seco cubre un

área de 260 m por 60 m y comprende dos

hileras de recintos rectangulares, elaborados

con piedras y barro y ubicados a cada lado

del Camino 5 (Fig. 17), el cual presenta 15

m de ancho al interior de la aldea, amplián-

dose hasta 25 m en otras partes de su

trayectoria. Dos estructuras fueron excava-

das por Bankes (1971), quien encontró frag-

mentos de cerámica mayormente Moche

IV, y en menor proporción Moche III y

Chimú. Más recientemente, Carlos Deza y

Marco Rodríguez (2003: 271- 273) pros-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 75

pectaron el sitio, señalando que la mayoría

de muros fueron elaborados con cantos

rodados que formaban un doble paramento

con rellenos interiores de tierra, ubicando

también una estructura de 1 m por lado

construida con adobes, aunque no especifi-

caron la ubicación exacta de esa construc-

ción (Deza y Rodríguez 2003: 270).

Figura 17: Sitio Moche de Río Seco (Fuente: Deza y

Rodríguez 2003: 266)

El sitio muestra dos tipos de estructuras

morfológicamente diferentes. El primer

grupo se concentra en el lado este del

camino y comprende al menos dos conjun-

tos separados por una depresión del terreno,

con acceso directo al camino y con múlti-

ples recintos distribuidos alrededor de un

patio abierto. Ambos conjuntos se ubican

en el extremo sureste del sitio y miden 20

por 15 m. Otro probable conjunto se ubica

al noreste del asentamiento y mide 25 por

20 m, aunque presenta menos divisiones

internas. El segundo grupo de estructuras se

localiza al oeste del camino y está formado

por dos grupos alargados (40 m por 8 m y

60 m por 8 m) de recintos pequeños conti-

guos y de diverso tamaño, que cubren los

extremos de esa parte de la aldea. Un tercer

grupo de amplias estructuras rectangulares

ubicadas al oeste del sitio pudieron servir

como áreas abiertas o corrales.

En la superficie de los recintos se pre-

senta fragmentaria cerámica, con partes de

cántaros domésticos o deco-

rados, cántaros escultóricos,

botellas de asa estribo o de

asa lateral, ollas, y figurinas

moldeadas, así como restos

orgánicos de especies mala-

cológicas terrestres y marinas, y en menor

proporción de mamíferos terrestres. Deza y

Rodríguez (2003: 268) señalaron el proba-

ble uso doméstico del primer grupo de

construcciones, así como la función del si-

tio como un puesto de control y aprovisio-

namiento del trafico intervalle.

Prácticas funerarias

Los contextos funerarios Moche registra-

dos por arqueólogos y publicados hasta la

fecha para la margen norteña del valle bajo

de Moche son sumamente escasos, y se

limitan a los entierros documentados por el

Chan Chan-Moche Valley Project (Donnan

y Mackey 1978) durante los años de 1969 y

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

76 • Centro de Investigaciones Precombinas

1974 en los sectores de Huanchaco y Caba-

llo Muerto. Por ese motivo reunimos en esta

sección las referencias a contextos funera-

rios del Período Intermedio Temprano do-

cumentados en valle bajo de Moche así

como aquellos procedentes de Huanchaco y

que han sido referidos como asociados a la

tradición cultural Gallinazo.

Entierros Gallinazo en Huanchaco

Durante las investigaciones realizadas a

fines de la década de 1980 por el Instituto

Nacional de Cultura-La Libertad y la Uni-

versidad Nacional de Trujillo en el sector

de Huanchaco conocido como Pampa La

Cruz o La Poza se documentaron dos con-

textos funerarios que han sido interpretados

como pertenecientes a la sociedad Gallina-

zo.

El primero entierro fue excavado por

Sánchez y Tinta (1990), y consistió en una

tumba de fosa definida por un muro bajo de

piedras y que contenía los cuerpos de dos

adultos y ofrendas cerámicas del estilo Ga-

llinazo. Ambos individuos carecían del

cráneo, pero sus cuerpos se hallaban articu-

lados y fueron dispuestos en sentido norte-

sur. La fotografía publicada de este contex-

to (Barr 2000: Foto 5) permite apreciar que

uno de ellos yacía casi completamente ex-

tendido, conservando sus vértebras cervica-

les, y con los brazos a los lados del cuerpo,

mientras que el segundo personaje estaba

apoyado sobre su lado derecho, con las

piernas semiflexionadas, el brazo derecho al

costado del torso y el brazo izquierdo dis-

puesto en ángulo recto sobre el pecho. Tam-

bién se observa la presencia de una man-

díbula, ubicada en proximidad al primer

individuo.

El segundo contexto registrado en 1989

por los arqueólogos Genaro Barr y Jorge

Sachún pertenecía a un adolescente de 12

años, que fue inhumado, posiblemente al

interior de una fosa, en un pequeño recinto

identificado tentativamente como un “recin-

to abastecedor”, que contenía vasijas do-

mésticas y fogones y que fue ubicado a 170

m al este del edificio platafórmico denomi-

nado Montículo 1 (Barr 2000: Figs. 4 y 5).

Este entierro se caracterizó por presentar el

fondo de una gran vasija llana como soporte

para el cuerpo del individuo, el cual mos-

traba las piernas fuertemente plegadas hacia

el lado izquierdo del torso y los brazos do-

blados en ángulo recto sobre el abdomen

(Barr 2000: Foto 7). Los dos contextos

funerarios descritos aparecen identificados

como pertenecientes a la cultura Gallinazo,

sin embargo esta interpretación ha sido

cuestionada en los últimos años, y amerita

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 77

una nueva evaluación donde se destaquen

las particularidades del tratamiento mortuo-

rio en estos entierros, su asociación estrati-

gráfica y la presentación completa de los

materiales registrados como ofrendas y co-

mo parte del relleno de las tumbas.

Entierro en Caballo Muerto

El único entierro Moche reportado hasta

ahora en el sector limítrofe con el valle

medio correspondía a una mujer joven se-

pultada en una fosa simple, al interior de un

recinto amplio localizado en el flanco

noroeste del cerro donde se ubica Huaca

Guabalito (Donnan y Mackey 1978: 22, 81-

85). El cuerpo estuvo colocado en posición

decúbito dorsal, orientado de noreste a

suroeste, y con la cabeza dispuesta hacia el

oeste (Fig. 18). La mano derecha yacía

sobre la región pélvica. Las ofrendas mor-

tuorias de este personaje consistieron en

tres láminas circulares de cobre dobladas y

colocada en la boca y junto a cada mano,

tres cántaros finos (dos con pintura crema,

roja y negra orgánica y uno con engobe

llano crema) dispuestos junto a las extremi-

dades inferiores, y una botella de asa estribo

Moche III localizada junto al cráneo, está

última pieza se hallaba junto a la cabeza y

estuvo decorada con la representación pic-

tórica de animales con extremidades cortas

y robustas y de cola larga y ancha.

Figura 18: Entierro M-III 4 de Caballo Muerto

(Fuente: Donnan y Mackey 1978: 83)

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

78 • Centro de Investigaciones Precombinas

Entierros en Huanchaco

La mayoría de datos sobre las prácticas

funerarias Moche para el lado norte del

valle bajo de Moche proceden de intervén-

ciones arqueológicas en la localidad litoral

de Huanchaco, específicamente en el sitio

Pampa La Cruz. Antes de iniciar la descrip-

ción de los contextos funerarios Moche de

Huanchaco debemos revisar la información

pertinente a las evidencias habitacionales en

la zona de Pampa La Cruz, las cuales inclu-

yen al Montículo 1, muros perimetrales de

piedra, construcciones menores, y restos de

campos de cultivo y canales de riego.

Si bien el número de trabajos inéditos en

Huanchaco supera al de aquellos publica-

dos, es posible reconocer la existencia de un

asentamiento importante, parte de cuyas

estructuras aparecían en superficie hacia

1980, y que ha sido severamente afectado

por la expansión urbana. Uno de los secto-

res con arquitectura excavado en 1989 (Barr

2000: 18-19) presentó como principales

evidencias un ambiente de 6 por 2 m,

delimitado por muros de cantos rodados

unidos con barro y que mostraba un piso de

tierra conteniendo zonas de combustión,

concentraciones de desechos orgánicos, una

serie de cántaros de cuello convergente o

recto evertido, así como el entierro de un

individuo juvenil (Barr 2000: Fotos 6a-b,

7). La cerámica completa hallada en este

recinto careció de decoración moldeada, y

aunque ha sido descrita como perteneciente

al estilo Gallinazo ciertamente comparte

rasgos formales con algunos componentes

de la cerámica doméstica del sitio de Hua-

cas de Moche. Otros trabajos desarrollados

por entonces en Pampa La Cruz condujeron

al registro de secuencias estratigráficas de

hasta 3 m de profundidad con materiales

cerámicos Salinar y Gallinazo Temprano,

consistentes en los tipos Blanco sobre Rojo,

Castillo Modelado y Castillo Inciso (Men-

doza et al. 1989; Sánchez y Tinta 1990;

Barr 2000: 17-18).

Dos décadas antes, en 1969 un grupo de

entierros Moche IV fue excavado en la mis-

ma zona arqueológica de Huanchaco (Don-

nan y Mackey 1978: 17, 188-207). Estos

entierros se hallaban al interior de otro

sector arquitectónico aparentemente domés-

tico, localizado a 50 m al noreste del recinto

publicado por Barr (2000: Fig. 5) y cons-

truido con piedras y mortero de barro y que

estuvo dotado de recintos amplios y meno-

res, pequeños “depósitos” rectangulares, un

corredor central y vasijas domésticas dis-

puestas al interior de los ambientes. Dos de

los contextos funerarios correspondieron a

cámaras mortuorias rectangulares construi-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 79

das con piedras. A pesar que la ocupación

Moche en Huanchaco se prolongó entre las

Fases III y IV (Donnan y Mackey 1978:

189), los entierros de la Zona B correspon-

dieron solo a la Fase IV.

Figura 19: Entierro M-IV 25 de Huanchaco

(Fuente: Donnan y Mackey 1978: 201)

Tumbas de cámara

Las dos cámaras funerarias fueron elabo-

radas con revestimiento de cantos rodados,

habiendo sido dispuestas en grandes fosas

que rompieron los pisos de barro y los

niveles de relleno subyacentes hasta alcan-

zar la capa de arena estéril. La primera

cámara (M-IV 20) midió 1.90 m por 0.75

m, y se orientaba de noreste a suroeste

(Donnan y Mackey 1978: 190-191). La

cubierta de la tumba estuvo formada por

varas de madera entrecruzadas, que sostu-

vieron los adobes que recubrían la boca de

la cámara.

El individuo inhumado fue una mujer

adulta y posiblemente embarazada al mo-

mento de su muerte, dispuesta con el cuerpo

extendido pero con el torso apoyado sobre

su lado derecho, con la cabeza orientada al

noreste. Las ofrendas incluyeron un cántaro

pintado con pequeños diseños escalonados

y un artefacto de cobre en forma de aro

colocado al interior de la boca. El cuerpo

habría estado envuelto en textiles.

La segunda cámara (M-IV 25) fue pecu-

liar, debido que además de contener el cuer-

po de un adulto probablemente masculino

como personaje central incluyó la osamenta

de una mujer adulta (M-IV 28) y dos fetos

(M-IV 26 y 27) (Fig. 19). La estructura

presentaba un eje noroeste-sureste, y media

2.00 m por 0.75 m, con 0.60 m de profun-

didad (Donnan y Mackey 1978: 200-207).

El individuo principal fue sepultado en po-

sición extendida, con la cabeza orientada al

sureste, presentando objetos de cobre en la

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

80 • Centro de Investigaciones Precombinas

boca y en las manos. Estuvo flanqueado por

los cuerpos de los nonatos, en posiciones

aparentemente similares a la del adulto. Los

restos del personaje femenino en cambio se

hallaban sobre el muro sur de la cámara, y

fueron objeto de manipulación con fines de

desmembramiento y extracción de partes

corporales, faltándole el cubito y el radio de

ambos brazos, el húmero y el omoplato

izquierdos, el sacro, vértebras y ambas ma-

nos. Las manos de la mujer pudieron ser

colocadas como ofrendas al interior de la

cámara, la cual contenía tres manos adicio-

nales (articuladas y posiblemente secciona-

das aun con tejidos musculares), dos de

ellas dispuestas junto a aquellas del perso-

naje central (Donnan y Mackey 1978: 206).

El ritual funerario en esta tumba se inició

con la dispersión de arena amarilla fina

sobre el fondo de la cámara. Tras colocarse

los cuerpos del hombre y los nonatos, posi-

blemente sobre esterillas, se dispusieron

como ofrendas las cabezas y extremidades

de dos camélidos, las tres manos humanas

cortadas, pequeños animales dispuestos jun-

to al muro oeste, y diez vasijas (dos flore-

ros, cuatro cántaros pintados, un cántaro

efigie, dos cántaros domésticos y una bote-

lla antropomorfa) (Fig. 20). La mayor canti-

dad de vasijas, los cráneos de camélido, y

una de las manos seccionadas fueron colo-

cados en el lado sur de la tumba. La cubier-

ta de la estructura mortuoria incluía varas

de madera transversales al eje de la tumba y

una larga sobrecubierta de cañas. Los hue-

sos desarticulados de la mujer fueron colo-

cados sobre el borde del lado sur de la

tumba, al exterior de la cubierta de caña y

estuvieron acompañados por el cráneo de

un camélido y una botella de asa estribo.

Figura 20: Cerámica del Entierro M IV de

Huanchaco (Fuente: Donnan y Mackey 1978)

Entierros en fosas

En un ambiente distinto a aquellos con-

teniendo las cámaras funerarias se regis-

traron cuatro tumbas de fosa, que fueron

rellenadas con arena después de la coloca-

ción de los cuerpos. Todos estos entierros

se orientaban de noroeste a sureste, con los

cráneos dispuestos hacia el sur (Donnan y

Mackey 1978: 192-199). Dos de ellos

correspondían a una mujer y a un hombre

que debieron haber sobrepasado los 55 años

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 81

de edad. El varón (M-IV 22) presentaba las

manos sobre la pelvis y estuvo envuelto en

textiles y juncos no entretejidos, con el

rostro cubierto por un tejido fino, presen-

tando como únicas ofrendas láminas de co-

bre sobre la nariz y en una de las manos. La

mujer anciana (M-IV 21) estuvo envuelta

en una esterilla, presentaba los antebrazos

doblados en ángulo recto sobre el abdomen,

y no recibió ofrendas de cobre sino de tres

mates (uno de ellos en posición invertida y

cubriendo parte del cráneo) y una botella de

pico recto y asa lateral, objetos que fueron

colocados junto a su cabeza.

Las otras dos tumbas de fosa correspon-

dieron a individuos infantiles. El primero

(M-IV 23) fue sepultado con objetos de

cobre en la boca en cada mano, envuelto en

textiles y en juncos, y presento como ofren-

da una botella similar a aquella ofrendada a

la mujer anciana, dispuesta junto a sus pies.

Un infante (M-IV 24) yacía cerca a la cabe-

za del niño anterior. Este último individuo

se asociaba a pequeñas piezas de cobre

colocadas en el relleno de arena sobre y ba-

jo el niño, el cual fue envuelto en textiles.

Comparaciones de los contextos funerarios

Los entierros de Caballo Muerto y Huan-

chaco evidencian un tratamiento funerario

básicamente indistinto de aquel registrado

en Huacas de Moche. La disponibilidad de

cobre en el contexto funerario de Caballo

Muerto no difiere de aquella observada en

las tumbas de Huanchaco, habiéndose

ofrendado en ambos sectores principalmen-

te piezas sencillas de cobre laminado dis-

puestas junto al cadáver. Las ofrendas cerá-

micas también son similares a las halladas

en tumbas de Huacas de Moche (Donnan y

Mackey 1978: 92-187; Chapdelaine 2003:

Lám. 22.4), presentándose claras afinidades

formales entre la cerámica funeraria Moche

III y IV de estos sectores y las del sitio

primario, semejanzas que incluyen una ico-

nografía con motivos como la cuerda pinta-

da bajo al cuello de cántaros, motivos ser-

pentiformes, y figuras en S o escalonadas.

La variabilidad en la orientación mortuo-

ria de los cuerpos es aún difícil de evaluar

debido al tamaño reducido de la muestra de

entierros para el lado norte del valle bajo.

Las orientaciones de los cráneos al sureste,

suroeste y al noreste que fueron registradas

en el litoral y al interior de la margen norte

del valle también aparecen en la muestra

mucho más extensa de Huacas de Moche

(Tello et al. 2003: Cuadro 5.1), existiendo

en ambos grupos un predominio en la po-

sición extendida dorsal de los cuerpos así

como en la posición de la cabeza hacia el

sur.

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

82 • Centro de Investigaciones Precombinas

LA ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTI-

CA MOCHE EN LA SECCIÓN NORTE

DEL VALLE BAJO DE MOCHE

Las ocupaciones previas: Periodo Inicial

y Horizonte Temprano (1800-200 a.C.)

Durante el Período Formativo la margen

norte del valle bajo de Moche presentaba

ocupaciones permanentes importantes en su

sección oriental, donde se erigieron los edi-

ficios monumentales que forman el Com-

plejo Caballo Muerto. En la sección oriental

también existió una ocupación del Período

Inicial en Gramalote (Briceño y Billman

2008), un sitio habitacional localizado sobre

la terraza marina de Huanchaco. La ocupa-

ción frente al litoral de Huanchaco formaría

en adelante un continuo hasta el presente,

sucediéndose en el área el asentamiento de

pobladores Salinar, Gallinazo, Moche y

Chimú Este hecho evidencia la importancia

de los pescadores y agricultores en hoyas

húmedas en la formación de entidades loca-

les muy posiblemente autónomas de aque-

llas del interior del valle, directamente vin-

culadas al funcionamiento de la sección

alta del Canal La Mochica y del Canal

Moro (Moseley y Deeds 1982: 35-36).

Los canales Cupisnique en la margen

norte del valle bajo pudieron haber conti-

nuado en uso durante la ocupación Salinar

de fines del Horizonte Temprano, pero se

carece de datos específicos sobre ello. Evi-

dencias Salinar en forma de restos habita-

cionales, contextos funerarios y cerámica

diagnóstica doméstica o decorada han sido

documentadas en Huanchaco (Barr 2000:

14-15, 17; Donnan y Mackey 1978; Pimin-

chumo 2001) y en Caballo Muerto, particu-

larmente en la denominada Huaca Herede-

ros Chica (Chauchat y Guffroy 2003). La

baja frecuencia de evidencias Cupisnique y

Salinar en gran parte del valle bajo entre el

litoral y Laredo puede ser el resultado de

factores como el posterior uso agrícola

intensivo de la llanura, la acumulación de

depósitos de arena eólica y sedimentos, y la

carencia de investigaciones, pero la deter-

minación de la densidad demográfica local

durante ambas ocupaciones solo podrá ser

evaluada a tráves de excavaciones profun-

das en este sector. La margen norte del

valle bajo careció de un sitio residencial

comparable a Cerro Arena, el principal sitio

habitacional Salinar en el lado sur del valle

(Brennan 1980).

El Período Intermedio Temprano y los

inicios del Horizonte Medio (300-750

d.C.)

Aunque los canales La Mochica y

Vichanzao aparecen asociados principal-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 83

mente a sitios con materiales Moche, es

necesario recordar la presencia en el litoral

de Huanchaco de una ocupación con evi-

dencias cerámicas y funerarias que han sido

asociadas al estilo Gallinazo. Como se indi-

có en una sección anterior, ahora se recono-

ce la existencia de una identidad compartida

por las diversas poblaciones regionales de

inicios del Período Intermedio Temprano,

expresada en formas comunes de cerámica

de uso cotidiano y en producciones artesa-

nales distintivas y más especializadas vin-

culadas a las élites y a las actividades

ceremoniales.

Este aspecto implica el problema de la

afiliación étnica y política de los produc-

tores de la cerámica Castillo Modelado y

Castillo Inciso registrada en Huanchaco en

la década de 1980. Las vasijas recuperadas

entonces en rellenos y al interior de un

recinto y que han sido identificadas como

Gallinazo carecen de decoración moldeada

y presentan aplicaciones modeladas y dice-

ños punteados e incisos. Precisamente, este

tipo de vajilla de uso frecuentemente do-

méstico, aunque ocasionalmente también

funerario, aparece entre los valles del Alto

Piura y Lambayeque hasta Santa y Nepeña,

y formaría un continuo en las tradiciones

alfareras regionales desde fines del Hori-

zonte Temprano hasta inicios del Horizonte

Medio. Debido a las escasas referencias al

hallazgo de vasijas con decoración en pintu-

ra negativa, no es posible aun definir si

todas esas evidencias se asociaban a una

ocupación no-Moche. Asimismo, se debe

considerar que parte de la cerámica “Galli-

nazo” de Huanchaco (Barr 2000) pertene-

cería a una ocupación doméstica local que

formó parte de un asentamiento más exten-

so que experimentó hacia mediados del

Período Intermedio Temprano una fuerte

interacción con los sitios principales Moche

del valle (circa 200 a.C.-600 d.C.), y que

pudo mantener algunos rasgos culturales

distintivos perceptibles en prácticas funera-

rias y en la alfarería de uso cotidiano.

A partir de mediados del Período Inter-

medio Temprano aparecieron sitios habita-

cionales e instalaciones de pobladores em-

pleando artefactos cerámicos en el estilo

Moche en Caballo Muerto, Laredo, las

pampas eriazas marginales ubicadas desde

El Porvenir hasta La Esperanza y Río Seco,

y en la zona costera de Huanchaco. Esta

ocupación habríase relacionado a la extrac-

ción de recursos marinos, de quebradas y

lomas, y al control de los caminos hacia el

mar y el valle de Chicama, pero sin duda la

explotación de nuevos campos agrícolas fue

el principal factor en juego para la pobla-

ción involucrada. Durante el Período Inter-

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

84 • Centro de Investigaciones Precombinas

medio Temprano el valle de Moche pudo

presentar 13000 Ha de tierras irrigables en

condiciones optimas (Billman 2002: 380,

384). Con 7000 Ha cultivables, la margen

norte y baja contenía el 65% de las tierras

agrícolas del sistema (Moseley y Deeds

1982: Tabla 2.1; Billman 2002: 395), adqui-

riendo un alto potencial económico y polí-

tico en el panorama local y regional entre

los años 400 a 750 d.C. (según las eviden-

cias cerámicas de sus asentamientos). Aun-

que son necesarias mayores investigaciones

respecto a la cronología y el patrón de asen-

tamientos en el área, es posible afirmar que

en la segunda mitad del Periodo Intermedio

Temprano la economía y la distribución

poblacional en el lado norte del valle bajo

adquirieron un rol importante en las estruc-

turas organizativas y de poder de todo el

valle de Moche.

El asentamiento más relevante de esta

zona fue Huaca Florencia de Mora, un asen-

tamiento con arquitectura corporativa y de

rango secundario dentro del valle. Sin em-

bargo aún no se ha aclarado la naturaleza

exacta de su interacción con el resto de

asentamientos en el área y si todos ellos

fueron ocupados sincrónicamente. Por su

menor extensión y carencia de plataformas,

Huaca San Idelfonso pudo ocupar una

posición terciaria, controlando parte del

área irrigada por los canales Vichanzao y

La Mochica. Debido a su ubicación cerca a

la parte media del valle, San Idelfonso pudo

constituirse en una zona de contacto con las

poblaciones de Laredo y Galindo, y a la vez

en un punto de ingreso desde el interior del

valle hacia Huaca Florencia de Mora, y las

rutas a Chicama. La comunidad de pesca-

dores y agricultores de Huanchaco debió

representar otro centro terciario, con un

carácter distintivo dado su rol como provee-

dor de recursos marinos y su mayor anti-

güedad frente a los sitios del área antes

eriaza.

¿Cual fue el origen del sistema de asen-

tamientos Moche en la banda norte del valle

bajo y como funcionó a lo largo de su

existencia? Para tratar esos temas debemos

tocar las revisiones recientes a la cronología

y la organización sociopolítica Moche local.

Las prospecciones y excavaciones en el

valle de Moche indican un proceso de

fuerte centralización política endógena a

partir del año 300 d.C. (Bawden 1994b;

Billman 2002; Chapdelaine 2003: 271-279).

El esquema interpretativo vigente indica

que la colonización de los sectores agrícolas

ganados al desierto mediante irrigación arti-

ficial en la margen norte baja habríase

originado en una presión demográfica sobre

las zonas ya ocupadas del valle y en la con-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 85

solidación del poder económico y prestigio

de los lideres del valle bajo sureño.

El modelo implícito en estas interpreta-

ciones incorpora la posesión estatal y el

otorgamiento de grandes extensiones de

terreno a líderes de linajes de elite, asocia-

ciones religiosas o corporaciones de espe-

cialistas vinculados directamente a los go-

bernantes de un asentamiento dominante.

Esta posibilidad se basa en la interpretación

usual de la aparición de grandes canales de

irrigación como resultado del interés de una

organización sociopolítica compleja por

ampliar su base económica. Los sitios loca-

les con arquitectura monumental y adobes

marcados también son considerados en esta

perspectiva como evidencia del tributo

laboral de distintas comunidades ante una

autoridad central que auspiciaba y dirigía la

construcción. El candidato principal de esta

autoridad es el sitio de Huacas de Moche (a

7.5 km al sur de Huaca Florencia de Mora),

considerando su cronología, la similitud de

su cultura material con los sitios entre

Laredo y Huanchaco, y la indudable posi-

ción primaria que adquiría en el valle.

En un reciente análisis de la relación

entre sistemas de irrigación y la organiza-

ción política prehispánica del valle de Mo-

che, Billman (2002: 393) señaló que la

construcción de los grandes canales de la

margen norte no fue un factor causal de la

centralización política Moche ocurrida en el

valle bajo hacia el siglo IV d.C. en torno a

Huacas de Moche; ello debido a la repre-

sentatividad menor de materiales Moche III

-el tiempo supuesto de la consolidación del

poder político de los líderes de Huacas de

Moche y de la asimilación o desalojo de las

poblaciones de filiación serrana del valle

medio- frente a las Moche IV. Según este

autor (Billman 2002: 392, 395), la expan-

sión agraria en la margen norte del valle

bajo ocurrió mayormente durante la Fase

Moche IV cuando los dirigentes del valle

habrían iniciado la movilización de la fuer-

za laboral rural como una forma de conso-

lidar su capacidad económica y prestigio

locales antes de emprender un programa

político más ambicioso de nivel regional.

La producción de los nuevos campos de

cultivo irrigados por el Canal Vichanzao

habría incrementado notablemente el poder

político y económico ya establecido de

Huacas de Moche, y consecuentemente su

capacidad de efectuar a escala intervalle los

mecanismos de reciprocidad y eventual do-

minio sobre otras organizaciones sociopo-

líticas.

La perspectiva de Billman incluye una

modalidad de tributo pagada según el ciclo

anual de las cosechas (u otorgada en forma

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

86 • Centro de Investigaciones Precombinas

de servicios) por 12700 a 18200 agriculto-

res colonos dependientes políticamente de

los gobernantes de Huacas de Moche

(Billman 2002: 395). Para este investigador

la formación de grandes extensiones de

nuevas tierras de cultivo no estuvo ligada a

la emergencia de un Estado en la parte baja

del valle de Moche sino que fue un fenó-

meno acaecido solo después de la consoli-

dación efectiva del poder político de los

gobernantes de Huacas de Moche. Conside-

rando la escasez de fechados radiocarbó-

nicos en la propia zona de la expansión

agrícola y el reconocimiento de la existen-

cia desde circa 350 d.C. de una anterior

presencia regional Moche III extensiva pero

discontinua (5) (con zonas al exterior del

valle de Moche

que presentaban fuertes

vínculos con las elites de Huacas de Moche,

como el valle bajo de Santa, Chapdelaine et

al. 2009) la relación entre la formación del

Estado en Huacas de Moche y la amplia-

ción del sistema hidráulico Vichanzao-La

Mochica debe ser mejor investigada antes

de que conozcamos con precisión la rela-

ción cronológica entre esos eventos.

La expansión agrícola Moche en la mar-

gen septentrional del valle bajo ciertamente

no fue motivada por una necesidad de

complementariedad ecológica, dada la re-

dundancia de recursos entre esa área y otras

partes del valle. Pero la producción del área

pudo ser orientada en gran parte a satisfacer

la demanda de alimentos para las activida-

des festivas y el consumo selectivo de re-

cursos y bienes por la población local y

muy posiblemente la población urbana

asentada en el sitio primario de Huacas de

Moche a solo 8 km al sur del área.

Los proyectos de intensificación de la

producción agrícola han sido señalados co-

mo una característica de las entidades esta-

tales andinas, en casos tan diversos como

los cultivos en camellones y cochas del alti-

plano de Tiwanaku (Kolata 1993) y las

irrigaciones de sectores eriazos en Lacra-

marca por los Moche de Santa (Chapdelaine

y Pimentel 2001, 2002) y en la propia

margen norte del valle bajo de Moche por

los Chimú (Moseley y Deeds 1982). En

estos y en otros casos se ha propuesto que

el incremento de la producción agrícola en

las nuevas áreas cultivables estuvo dedi-

cado al expendio de los grupos dirigentes y

solo en menor proporción al consumo de las

comunidades involucradas directamente en

la producción agrícola. Esta perspectiva sin

duda incorpora el tema del grado de inter-

dependencia entre autoridades y los grupos

de trabajadores encargados directamente de

ampliar la frontera agrícola, un punto difícil

de evaluar arqueológicamente en el propio

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Centro de Investigaciones Precolombinas • 87

valle bajo de Moche debido al menor énfa-

sis puesto en el estudio de los asentamien-

tos menores y las propias áreas de produc-

ción agraria.

La irrigación de los terrenos eriazos en la

parte baja del valle de Moche lograda en la

segunda mitad del Periodo Intermedio Tem-

prano debió implicar un factor organizativo

determinante pero aún poco comprendido y

no siempre claramente perceptible en el

registro arqueológico: la interacción de los

agricultores del valle bajo y aquellos del

valle medio. Las poblaciones del valle me-

dio pudieron aprovechar en primer término

las aguas de los canales Vichanzao y La

Mochica, e hipotéticamente pudieron tener

control sobre y/o acceso directo a las boca-

tomas de dichos canales. Las disputas sobre

derechos de uso de aguas entre ambos gru-

pos debieron ocurrir sobre todo en tiempos

de sequía, cuando los campesinos de la zo-

na alta podían aprovechar en mayor grado

las escasas descargas de los canales (Bill-

man 2002). El mantenimiento del extenso

sistema agrícola Moche en la banda norte

del valle bajo de Moche, debió haber inci-

dido en la evolución de una estructura

administrativa interzonal que manejara la

distribución del recurso hídrico y/o la redis-

tribución de la producción agraria entre las

poblaciones implicadas, una estructura que

sin duda experimentó cambios especialmen-

te entre los siglos VII y VIII d.C. cuando la

zona de los canales pasó a hallarse dividida

entre el sector de valle medio dominado por

Galindo y el sector del valle bajo vinculado

a la entidad de Huacas de Moche.

La perspectiva actual sobre la formación

del sistema hidráulico en la margen norte

del valle de Moche acentúa el rol de direc-

tor del estado en sus orígenes, vinculando la

ampliación de los canales al fortalecimiento

progresivo del poder político y económico

de los líderes de Huacas de Moche. Pero no

debe descartarse que en algunos momentos,

como durante la emergencia del poder de

Galindo y la pérdida de control de Huacas

de Moche sobre la margen norte del valle

medio, existieran sectores de la margen nor-

te del valle bajo controlados por los jerarcas

locales así como zonas poseídas por comu-

nidades agrícolas y pescadoras asociadas a

esas elites por el acceso al agua de los

canales. La extensión de la zona ocupada

por los Moche en la margen norte del valle

bajo (120 km2) y el carácter abierto de gran

parte de esa llanura tienden a apoyar un

modelo de fuerte cohesión entre sus asen-

tamientos, pero dada la prolongación tem-

poral de la ocupación, la presencia de

aldeas relativamente alejadas de los sitios

con arquitectura monumental (en Pampas

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

88 • Centro de Investigaciones Precombinas

La Esperanza), y el conocimiento restringi-

do de la mayoría de sitios en el área debe

considerarse la posibilidad que algunas po-

blaciones rurales de la zona formaran rela-

ciones menos jerárquicas de lo que usual-

mente se supone con las élites de Huaca

Florencia de Mora y Huacas de Moche.

La ocupación terminal Moche de la

margen norte del valle bajo de Moche

La ocurrencia hacia fines del siglo VI

d.C. de fuertes Fenómenos El Niño y de

cambios climáticos asociados afectando al

territorio Moche fue propuesta en base al

análisis de muestras de hielo del Nevado

Quelccaya (Cuzco) y de diatomeas en depó-

sitos lacustres de Ecuador, que muestran

una sucesión de periodos fríos y una severa

sequía entre 562 y 594 d.C. (Moseley 1992:

209; Shimada et al. 1991). Durante esas

décadas la población del valle de Moche

debió dar frente a fuertes lluvias y el avance

de dunas de arena, que pudieron deteriorar

la infraestructura agrícola del lado sur del

valle (Moseley 1992: 211; Moseley y Deeds

1982: 37, 47) y que habrían incidido

también en la ocupación de la margen norte

(6). Las condiciones cambiantes del clima

registradas para fines del siglo VI no

ocasionaron el abandono de Huacas de

Moche, aunque es probable que fueron uno

de los factores causales de los cambios que

sucedieron por entonces al interior de este

centro urbano (Fig. 21), cambios que inclu-

yeron la clausura parcial de Huaca de la

Luna y una gran actividad constructiva en

Huaca del Sol y en la planicie ocupada por

conjuntos residenciales y talleres artesana-

les (Chapdelaine 2000; Uceda 2008).

La visión de los años 80´ del abandono

de Huacas de Moche hacia fines del siglo

VI d.C. esta siendo reemplazada por un

cuadro basado en mayores fechas de Car-

bono 14 y evidencias estratigráficas y arqui-

tectónicas que señalan una prolongación

Figura 21: El sitio de Huacas de Moche (Foto: J. Gamboa, 2008)

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 89

temporal de la ocupación del sitio. La po-

blación urbana de Huacas de Moche conti-

nuó fabricando la cerámica Moche IV hasta

aproximadamente el año 750 d.C. (Chap-

delaine 1998: 114, 2000: 137-139), con

fechados radiocarbonicos que indican su

parcial contemporaneidad con el tiempo de

ocupación de Galindo, el asentamiento prin-

cipal del valle medio, portador del estilo de

cerámica fina Moche V y cuyo periodo de

mayor desarrollo ocurrió entre los siglos

VII y VIII dC (Bawden 1982). Por su parte,

las investigaciones en el complejo de Huaca

de la Luna indican que su sector más

antiguo, formado por la Plataforma I, la

Plaza 1 y las estructuras inmediatamente

cercanas, fue clausurado por los Moches

tiempo después de la época de cambios

climáticos, habiéndose registrado el sella-

miento con adobes del único pórtico de

acceso a Plaza 1 (Gamboa 2005: 211;

Uceda y Tufinio 2003: 186). Este suceso se

relacionaría a la emergencia de la Platafor-

ma III, un nuevo edificio dentro del com-

plejo que fue decorado con murales, entre

los que destacaba la representación del tema

de la “rebelión de los artefactos” (Uceda y

Tufinio 2003: 215).

Es probable que paralelamente a los

cambios en la organización de Huacas de

Moche prosiguiera la expansión agraria en

el sector norte del valle bajo y el funcio-

namiento de sus aldeas y centros menores,

donde predominaban las vasijas producidas

en el estilo Moche IV. Sin embargo la cerá-

mica fina Moche V es un componente mi-

noritario en Huaca San Idelfonso (Gamboa

2006), Florencia de Mora (Pérez 1994: 229)

y Pampas La Esperanza (7) (Cossio et al.

1997: Fig. 20), e indica la interacción de

esos sitios con el sector del valle medio. Es

necesario recordar que el estilo Moche V

fue reproducido especialmente en vasijas de

uso ceremonial, como botellas, floreros,

cántaros y cuencos dotados de relieves o

pinturas en línea fina (Bawden 1994a,

2001), con cambios menos evidentes en la

cerámica de uso doméstico, lo cual significa

actualmente mayores dificultades para esta-

blecer en la zona una cronología relativa

basada en las formas de alfarería no deco-

rada.

La aparición de materiales de ambos es-

tilos en los sitios del valle bajo norteño

puede significar que los materiales Moche

V eran introducidos en la zona como bienes

de intercambio entre los pobladores locales

usuarios del estilo Moche IV y aquellos del

sector dominado por Galindo en el valle

medio (Fig. 22). Esta posibilidad deberá ser

evaluada en el futuro a través de una mejor

comprensión de las similitudes y divergen-

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

90 • Centro de Investigaciones Precombinas

cias en la cultura material de los sitios en

las secciones baja y media de la margen

norte del valle.

La ocupación terminal Moche en la mar-

gen norte del valle bajo deberá ser recon-

siderada teniendo en cuenta factores como

los cambios climáticos, un posible declina-

miento gradual en el control sobre el área

por los dirigentes afiliados a Huacas de

Moche, y la aparición de una nueva entidad

política autónoma en Galindo. La compa-

ración de fechados radiocarbónicos de di-

versos proyectos (Chapdelaine 1998, 2000:

134, 137-138; Lockard 2008: 278-281) ha

demostrado la coexistencia entre los años

600 y 750 d.C. de las entidades del valle

bajo (centralizada en Huacas de Moche) y

aquellas del valle medio (alrededor de Ga-

lindo), con ambos grupos mostrando estilos

emblemáticos distintivos y orientaciones

diferentes en organización socioeconómica

e ideológica. La presencia de cerámica vin-

culada a la tradición tecnológica y artística

de Galindo en los sitios de la margen nor-

teña baja indica que la población de esa

zona, además de sus contactos con el sitio

principal de Huacas de Moche, desarrollaba

también interacción con el asentamiento

dominante del valle medio. El acceso de la

población de la margen norte del valle bajo

norteño a la producción artesanal Moche V

de Galindo no debe hacernos excluir posi-

bles situaciones de conflicto entre ambas

zonas, especialmente por el control del agua

y de las tierras irrigables, un aspecto que

contribuiría a explicar la presencia de gran-

des murallas de piedra y adobe en sitios co-

mo San Idelfonso, Galindo y los cerros La

Virgen y San Lorenzo en Caballo Muerto.

El eventual despoblamiento del área irri-

gada por el canal Vichanzao parece indi-

cada por la escasez de materiales Chimú

Temprano, y es probable que la zona pre-

sentara baja densidad demográfica hacia

Figura 22: Sector de contacto entre los sectores bajo y medio de la margen norte del valle de Moche

(Foto: J. Gamboa, 2007)

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 91

fines del Horizonte Medio. Sin embargo, la

zona alimentada por el canal La Mochica

pudo continuar siendo ocupada durante el

Horizonte Medio. Haciendo un salto tempo-

ral se encuentra una nueva expansión de la

agricultura en la margen norte del valle bajo

como consecuencia de la ampliación de los

canales primarios durante el Periodo Inter-

medio Tardío. Pozorski (1987: 112) señala

que la máxima expansión de los canales

Chimú en el área fue anterior al periodo de

mayor expansión territorial del Reino Chi-

mú. El límite de la extensión de esos cana-

les habría sido alcanzado antes del año

1300 d.C., tiempo en el cual el área agrícola

experimento una reducción gradual tras

varios periodos de lluvias torrenciales.

Según los miembros del Proyecto Riego

Antiguo, después de 1300 d.C. y en coinci-

dencia con una etapa de conquistas regiona-

les (Mackey 1987: 122) los Chimú conti-

nuaron operando solo los canales del valle

bajo de Moche que rendían mayor usufruc-

to, como la Mochica y la parte alta del

Vichanzao, sucediendo una contracción de

las tierras agrícolas localizadas al norte de

Chan Chan, la capital Chimú. Este evento

fue denominado “el colapso agrario Chimú”

(Moseley y Deeds 1982: 43; Pozorski 1987:

113, 117-118) y ha sido considerado un

factor catalizador en el cambio en las estra-

tegias políticas y económicas que condu-

jeron al poder regional de este estado

prehispánico tardío. La reducción del área

agrícola en la margen norte del valle bajo

de Moche habría sido anterior o paralelo al

periodo de construcción de los conjuntos

arquitectónicos amurallados más extensos y

con diseño tripartito en Chan Chan (Po-

zorski 1987: 114) (8).

El caso prehispánico tardío conduce a

preguntarnos sí sucedió una reducción del

área irrigada por el Vichanzao tras la for-

mación de fuertes vínculos y posibles rela-

ciones de dominio entre el sitio de Huacas

de Moche y otros valles de la Costa Norte

meridional. En el presente no es posible dar

una respuesta satisfactoria a estas interro-

gantes.

FUNCIÓN DE LOS AMURALLA-

MIENTOS PREHISPANICOS EN LA

ZONA DE ESTUDIO

Rafael Larco Hoyle (2001) creía que los

Moche construyeron grandes murallas co-

mo parte de sus sistemas de defensa militar

y establecimiento de divisiones territoriales,

citando los casos de las murallas de Sala-

manca en Chicama, La Cumbre en el extre-

mo noroeste del valle bajo de Moche y la

muralla que corre sobre la margen norte del

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

92 • Centro de Investigaciones Precombinas

valle de Santa. Larco también observo que

algunas de estas construcciones presentaban

largas secuencias constructivas, incorporan-

do adiciones realizadas durante prolongados

períodos de tiempo. En ese caso la función

de las murallas pudo haber variado tempo-

ralmente, sirviendo durante algunas genera-

ciones como marcadores de divisiones terri-

toriales, y en otros períodos como estruc-

turas defensivas.

Figura 23: Muralla de Huaca San Idelfonso y

quebrada cercana (Foto: J. Gamboa, 2008)

Un punto de vista opuesto ha sido pro-

puesto por Piminchumo y Gálvez (2003),

quienes examinaron la muralla Chimú de

La Cumbre; estos investigadores han seña-

lado que en ese y en otros casos donde las

estructuras corren sobre áreas sometidas a

erosión por aluviones, las murallas forma-

ron parte de vastos sistemas de protección

para zonas dedicadas a la producción agrí-

cola, especialmente durante el periodo Chi-

mú (siglos X-XV d.C.). Este tipo de muros

habría servido principalmente para la

contención de las descargas de agua y lodo

provenientes de las quebradas activas du-

rante los Fenómenos El Niño, estando

dispuestos en sentido transversal y en la

parte baja de los cauces aluviales.

La muralla de San Idelfonso, mostrando

secciones de piedras, de adobe, y de piedra

con revestimiento de adobe es un buen caso

de estudio de esta temática. Por su ubica-

ción este muro monumental Moche no pro-

tegía al asentamiento de los aluviones origi-

nados en la quebrada próxima, cuyo cauce

es más profundo que el nivel general del

asentamiento. Asimismo, existen áreas al

oeste del muro donde el terreno es más

elevado que la muralla, formando colinas

alargadas paralelas a su lado occidental

(Fig. 23). Si la muralla hubiera tenido una

función protectora ante aluviones, esos ras-

gos naturales habrían sido adecuados para

su emplazamiento al brindar mayor eleva-

ción al muro. Nuestra idea es que la muralla

Moche de San Idelfonso formaba parte de

una demarcación territorial dentro del valle

bajo, con una comunidad asentada junto a

ella que pudo haber controlado los pasos

situados sobre el curso del Canal Vichan-

zao. Con casi un kilómetro de longitud el

muro monumental de este sitio debió haber

sido una manifestación imponente del con-

trol ejercido sobre el espacio geopolítico

local. La sección de la muralla de San

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 93

Idelfonso donde esta se presenta como una

estructura de piedra con revestimiento de

adobes podría ser, al menos parcialmente,

similar a la gran muralla dotada de parape-

tos, accesos restringidos y cúmulos de pro-

yectiles localizada en la base de Cerro

Galindo e interpretada por Theresa L. Topic

(1991: 237-239, Fig. 3) como una estructura

defensiva ante agresiones procedentes de la

zona de “chaupiyunga” (zona de 400 a

1500 msnm) en el valle alto de Moche. Solo

las excavaciones permitirán determinar sí el

gran muro de San Idelfonso pudo presentar

también un uso defensivo.

Por otro lado el conjunto de murallas en

la sección noroeste de Caballo Muerto sirve

para examinar un ejemplo prehispánico tar-

dío de cómo estas construcciones pudieron

conformar una delimitación física del espa-

cio con funciones secundarias para la con-

tención de aluviones. Las murallas de pie-

dra que ascienden las laderas de los Cerros

La Virgen, La Cruz y San Lorenzo forman

un sistema de muros de más de 3 km de

longitud, emplazado en un 60% sobre cres-

tas rocosas y puntos elevados de las laderas,

y que hipotéticamente debió ser construido

desde fines del Periodo Intermedio Tempra-

no hasta el Periodo Intermedio Tardío,

marcando una divisoria territorial entre las

comunidades Chimú de Galindo (Lockard

2008: 277, 280) y las de Cerro La Virgen y

el sector de Laredo. Sobre la cima de Cerro

La Cruz el segmento central de este sistema

de murallas se conecta a un espacio circular

parcialmente aterrazado, que pudo funcio-

nar como punto de control y convergencia

para las comunidades de la zona. El único

tramo principal de este grupo de muros que

fue construido sobre un área mayormente

plana fue la sección conocida como Muralla

de Huaca San Carlos (Piminchumo y Gál-

vez 2003: 19, 23). Las partes más bajas del

conjunto de murallas en Caballo Muerto se

situaban en la planicie agrícola ubicada en-

tre las montañas y sobre la pampa desértica

próxima a Huaca San Carlos, y solo esos

sectores bajos pudieron haber servido para

contener (al menos temporalmente) las des-

cargas aluviales de la Quebrada del León.

COMENTARIOS FINALES

Gran parte de la margen eriaza norte del

valle bajo de Moche no presenta evidencias

de ocupaciones permanentes extensivas del

Precerámico Tardío (circa 3000-1800 a.C.)

y del Horizonte Temprano (circa 1800-200

a.C.). No obstante, debido a la presencia de

rutas de tránsito intervalle y a las posibili-

dades de explotación de recursos en las

zonas de lomas y quebradas (estacional-

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

94 • Centro de Investigaciones Precombinas

mente o durante la ocurrencia de los Fenó-

menos El Niño), ese espacio desértico fue

sin duda conocido y manejado por las po-

blaciones asentadas en las áreas hasta

entonces irrigadas.

Durante el tiempo Moche se observan

los primeros intentos tanto de expandir la

frontera agrícola hacia esta área como de

crear un sistema de asentamientos perma-

nentes en su interior. Posiblemente como

reflejo de competitividad entre los grupos

de elite asentados en ambas márgenes del

valle medio y la parte cultivada del valle

bajo, uno de los principales intereses loca-

les de los líderes del sitio primario de Hua-

cas de Moche fue ocupar las planicies po-

tencialmente cultivables ubicadas entre el

Porvenir y Río Seco. Este proyecto dio

origen al reasentamiento de algunas pobla-

ciones en zonas colindantes o no a sus

lugares y modificó fuertemente el panorama

demográfico del valle de Moche. Esta colo-

nización agrícola estuvo también relaciona-

da a ensayos constantes de apropiación y

modificación física del paisaje a través de la

edificación de plataformas, muros monu-

mentales, caminos y cursos artificiales de

agua. La ampliación de los canales La Mo-

chica y Vichanzao y la aparición de asenta-

mientos de diversa magnitud en las nuevas

zonas cultivadas pueden ser interpretadas -a

partir de las evidencias registradas en esos

sitios pero también sobre los datos más

completos y abundantes de los asentamien-

tos mayores del valle- como hechos estre-

chamente vinculados a la consolidación del

control político y económico Moche en el

valle de Moche. Pero, dada la expansión

temporal de esta colonización (siglos V-

VIII d.C.) y el conocimiento superficial de

muchos de los sitios involucrados aun res-

tan por comprender muchos y diversos

aspectos de este proceso, entre ellos la cicli-

cidad de las prácticas agrícolas en las nue-

vas tierras, los tipos de cultígenos a los cua-

les esas áreas fueron dedicadas, y el grado

de autonomía de las comunidades locales.

La margen norte del valle bajo experi-

mentó un proceso de ocupación múltiple y

complejo por los Moche, con una primera

fase a inicios del Periodo Intermedio Tem-

prano de explotación del área irrigada por

La Mochica, y una fase posterior de expan-

sión de los Canales Moro y La Mochica

desde el área tradicional de cultivo de Lare-

do hacia las planicies de El Porvenir a La

Esperanza. El mayor crecimiento demográ-

fico del área ocurrió en la segunda fase,

durante la parte final del Período Interme-

dio Temprano y en la primera parte del

Horizonte Medio, cuando se desarrollaron

múltiples sitios con poblaciones usuarias de

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 95

los estilos cerámicos Moche IV y en menor

medida Moche V. La presencia de estos

asentamientos ha sido interpretada como

parte del proceso de emergencia de un esta-

do Moche al interior del valle pero, consi-

derando los nuevos datos, el estudio de la

organización sociopolítica Moche en la

margen norteña baja deberá incluir tanto a

Huacas de Moche como a Galindo como a

sitios implicados en la ocupación del área y

en el manejo de sus recursos agrícolas e

hídricos. En ese contexto, el abandono de

los campos de cultivo y los asentamientos

en la zona de máxima elevación de canales

en el valle bajo norte de Moche pudo ser un

componente primario en la serie de cambios

en la organización sociopolítica, la ideolo-

gía y la cultura material que marcaron la

historia Moche tardía en este valle.

El desarrollo de obras dedicadas a la

expansión agrícola ha sido señalado como

una característica de las entidades estatales

andinas. Pero un punto de vista opuesto y

que debe ser siempre considerado enfoca el

rol autónomo de las comunidades y su alta

capacidad organizativa y de fuerza laboral

para incrementar su base productiva. La

ocupación Moche en el área examinada en

este artículo brinda una valiosa oportunidad

para estudiar las relaciones entre comuni-

dades rurales y asentamientos principales,

en un proceso que marcó un hito en la

organización económica y política de la

Costa Norte Peruana prehispánica. No obs-

tante, mientras no conozcamos mejor a los

asentamientos implicados no comprenderé-

mos tanto las particularidades de su inte-

racción con los sitios mayores locales y la

zona donde se originaban los canales de

irrigación, como las diversas facetas de la

vida de quienes colonizaron esta parte del

valle bajo de Moche y dejaron las primeras

huellas de actividad humana permanente

sobre el área.

PROBLEMÁTICA DE CONSERVA-

CIÓN EN HUACAS FLORENCIA DE

MORA Y SAN IDELFONSO

El sitio arqueológico Huaca San Idel-

fonso está sometido a un creciente proceso

de expansión urbana, que implica tanto el

recorte del espacio donde se encuentran los

materiales arqueológicos como la destruc-

ción de las propias estructuras arquitectó-

nicas. Si bien el tendido de postes para

cables de alta tensión que se efectuó en

décadas pasadas sobre el área no afectó

directamente a la estructura principal del

sitio, aún no es previsible la repercusión de

obras públicas a efectuarse en el futuro en

torno al área arqueológica. El mayor riesgo

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

96 • Centro de Investigaciones Precombinas

para la integridad del sitio es el avance de

los asentamientos modernos cercanos del

sector Gran Chimú del Distrito El Porvenir,

cuyos pobladores extraen adobes en la

segunda sección de la muralla, habiendo pa-

sado durante los años 2009 y 2010 a

construir viviendas inicialmente precarias

junto a las edificaciones prehispánicas. Este

primer paso ha sido seguido por la habilita-

ción de un camino carrozable hasta la pro-

ximidad de la muralla arqueológica, y por

adicionales depredaciones de las estructuras

de adobe. El caso de Huaca Florencia de

Mora, un importante centro ceremonial Mo-

che depredado anteriomente y actualmente

en proceso de ser totalmente cubierto por

viviendas modernas, nos alerta del grave

peligro que corren los sitios arqueológicos

ubicados en el Distrito de El Porvenir.

En Huaca Florencia de Mora, donde en

la década de 1980 se destruyó gran parte de

un edificio platafórmico ya afectado por

saqueadores en la época colonial (Pérez

1994, Rischar et al. 1998), la extracción y

demolición de adobes por parte de los

pobladores que rodean al sitio se detuvo

tras las labores de rescate por parte del

Instituto Nacional de Cultura de La Liber-

tad (Pérez 1994: 231). El sitio quedó rodea-

do por casas y calles (siendo utilizado en

años recientes como espacio para el vertido

de desechos de construcción y basura),

habiendo pasado en los últimos años a

formar parte de la jurisdicción política del

Distrito de El Porvenir. Sin embargo, se

hallá en peligro potencial de ser nueva y

completamente invadida por los pobladores

cercanos. En el caso de Huaca San Idelfon-

so la protección del monumento arqueológi-

co y su entorno (Fig. 4 y 24) mediante el

trabajo conjunto de arqueólogos y autorida-

des locales puede ser una nueva oportuni-

Figura 24: Viviendas precarias modernas junto a Muralla de Huaca San Idelfonso

(Foto: J. Gamboa, 2008)

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 97

dad en la preservación del patrimonio

arqueológico en las áreas de rápido creci-

miento de la ciudad de Trujillo.

AGRADECIMIENTOS

El primer autor desea expresar su agrade-

cimiento a Tomás Campos, Álvaro Castañe-

da, María Chiroque, Niel Pajuelo, Víctor Pi-

minchumo, Ricardo Toribio y Percy Vilche-

rrez, arqueólogos de la Universidad Nacional

de Trujillo, por su apoyo en el reconocimien-

to de Huaca San Idelfonso. Santiago Uceda,

Claude Chapdelaine, Víctor Pimentel y Carol

Mackey proveyeron de valiosas referencias

sobre la arqueología Moche y Chimú de los

valles de Moche y Santa. Asimismo Jason

Nesbitt hace presente su gratitud a Belkys

Gutiérrez, Segundo Vásquez y el equipo de

estudiantes de la Escuela de Arqueología de

la Universidad Nacional de Trujillo por su

apoyo a la investigación en Caballo Muerto.

Este artículo está dedicado a la memoria de

Agapito Gamboa Centurión, quien fue un

primer guía en el reconocimiento del ecosis-

tema de la Quebrada San Idelfonso. Erell

Hubert amablemente colaboró en la revisión

del texto presentado.

NOTAS

(1) La margen sur del valle bajo de Moche

presenta un relieve distinto a la contraparte

norteña. Su planicie está compuesta por dos

zonas llanas, separadas por los espolones

rocosos de Cerro Arena y Cerro Blanco. La

sección más interior corresponde a las Pam-

pas del Cacique, entre el lado sur de Cerro

Oreja y los flancos de Cerro Arena. La

segunda sección colinda con el mar y com-

prende el área entre Huacas de Moche y el

litoral. En épocas prehispánicas gran parte

de ambas zonas fueron cultivadas mediante

una red de canales que se extendían hasta

las áreas actualmente eriazas del sector Co-

nache. Sin embargo, la margen sur del valle

bajo no podía competir en extensión del

área agrícola con la margen norte, la cual

comprendía una extensión de tierras poten-

cialmente cultivables tres veces mayor.

(2) Los Fenómenos El Niño más fuertes en

tiempos modernos fueron los de 1925, 1983

y 1998-1999, durante estos períodos las

quebradas de la margen norte del valle bajo

de Moche condujeron agua y formaron

embalses que afectaron las zonas rurales y

urbanas de Trujillo. El Fenómeno El Niño

mejor documentado para tiempos prehispá-

nicos es el de 1100 d.C. (Nials et al. 1979a,

1979b; ver Chapdelaine 2000: 130 para su

impacto sobre la planicie de Huacas de

Moche), que afectó fuertemente a la parte

baja y media del valle durante la ocupación

Chimú.

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Jorge Gamboa Velásquez y Jason Nesbitt

98 • Centro de Investigaciones Precombinas

(3) La presencia de algunas especies de fau-

na como Coragyps atratus, Bubulcus ibis,

Athene cunicularia y Pillotis sp. en la Que-

brada de San Idelfonso está relacionada

también a la presencia de un extensa área de

acumulación de desechos al oeste de Huaca

de San Idelfonso. Beck (1979: 80) señaló

que en 1977 el área al oeste de la muralla de

piedra y adobe ya se encontraba convertida

en uno de los vertederos de desechos de

Trujillo.

(4) El sitio de Huaca San Idelfonso fue visi-

tado inicialmente por el autor entre los años

de 1997 a 1999, durante sus estudios en la

Escuela de Arqueología de la Universidad

Nacional de Trujillo. Entonces se pudo ob-

servar la extracción de adobes sobre un

segmento de 15 m de largo, en el cual se

hallaron adobes marcados con puntos cen-

trales o líneas diagonales.

(5) La existencia de un control territorial

Moche discontinuo fue adelantada por Shi-

mada (1987: 134-135). Los nuevos datos de

los valles de Santa (Chapdelaine 2008;

Chapdelaine y Pimentel 2000, 2001) y Virú

(Bourget 2003) tienden a consolidar esta

idea, pero reorientándola hacia un dominio

hegemónico discontinuo y complejo en la

parte meridional de la Costa Norte, con

sectores controlados por la entidad del valle

de Moche intercalados por las tierras de

otros grupos autónomos tanto Moche como

de identidad étnica distinta.

(6) Las oscilaciones climáticas detectadas

para la parte final del siglo VI d.C. estarían

relacionadas a las ceremonias de sacrificio

humano registradas en Plaza 3A de Huaca

de la Luna y que fueron ejecutadas durante

un período de fuertes lluvias (Bourget 1994,

1998).

(7) El posible fragmento Moche V registra-

do en Pampas La Esperanza por Cossio et

al. (1997: Fig. 20) pertenecería a una bote-

lla con el diseño pintado de una ola con

triángulo en la base y sobre una doble línea

horizontal. Este motivo es muy similar a los

registrados en la cerámica fina de Galindo

(Lockard 2008: Fig. 7).

(8) Las fechas sin calibrar de Carbono 14

para el sitio Chimú de Milagro de San José

en Pampas de Río Seco caen hacia 1255 +/-

80 y 1325 +/- 80 dne (Pozorski 1987: Tabla

2), indicando que ese centro administrativo

rural funcionó hacia la parte final de la má-

xima expansión agrícola Chimú en la mar-

gen norte del valle bajo de Moche.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 99

Contextos Funerarios Moche y “Gallinazo” en la margen norte del valle bajo de Moche

Tumba Ubicación Cronológica relativa Individuo/Edad

1.- Entierro doble Huanchaco “Gallinazo” Adultos *

2.- Tumba del

“Recinto abastecedor”

Huanchaco “Gallinazo” Femenino/juvenil *

3.- M-III 4 Caballo Muerto Moche III Femenino/adulto

4.- M-IV 20 Huanchaco Moche IV Femenino/adulto

5.- M-IV 21 Huanchaco Moche IV Femenino/adulto mayor

6.- M-IV 22 Huanchaco Moche IV Masculino/adulto

mayor

7.- M-IV 23 Huanchaco Moche IV Niño

8.- M-IV 24 Huanchaco Moche IV Infante (?)

9.- M-IV 25 Huanchaco Moche IV Masculino (?)/adulto

10.- M-IV 26 Huanchaco Moche IV Feto

11.- M-IV 27 Huanchaco Moche IV Feto

12- M-IV 28 Huanchaco Moche IV Femenino/adulto Nota: * indica como fuente bibliográfica al artículo de G. Barr (2000). El resto de contextos funerarios

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RUMICHACA, UN SITIO DE PRODUCCION PARA

EL INTERCAMBIO

Álvaro Hernán Castañeda Mesía

Centro de Investigación, Promoción y Desarrollo de la Región Norte

[email protected]

RESUMEN

Rumichaca es un sitio arqueológico ubicado en el distrito de Angasmarca, provincia de

Santiago de Chuco, departamento de La Libertad (Perú). Este sitio se compone de dos

plataformas; la Plataforma 1, es la más grande con forma elíptica y la Plataforma 2 es

más pequeña y de forma circular. Los materiales encontrados fueron cerámica, lítico y

material orgánico. Los materiales líticos están relacionados con la textilería, cestería y

procesamiento de pieles, entre otros. La cerámica diagnóstica permite establecer

relaciones con Cajamarca y Recuay.

Palabras clave: excavación, arquitectura, materiales líticos y cerámicos

ABSTRACT

Rumichaca is an archaeological site located at the district of Angasmarca, province of

Santiago de Chuco, department of La Libertad (Peru). The site is formed by two

platforms; Platform 1 is the largest one with elliptical shape and Platform 2 is smaller

and has circular shape. The materials found are pottery, stone tools and organic remains.

Lithic materials are related with textiles, basketry, leather processing and others.

Diagnostic ceramics allow to propose the existence of relationships with Recuay and

Cajamarca.

Key words: excavation, architecture, ceramic and lithic materials.

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Álvaro Hernán Castañeda Mesía

109 • Centro de Investigaciones Precombinas

os trabajos en Rumichaca se reali-

zaron con el fin preservar los ma-

teriales que se encontraron en la

excavación para así poder estudiarlos poste-

riormente. A esto se lo denomina rescate,

donde el arqueólogo recolecta toda la infor-

mación posible de un sitio que va desapa-

recer. Con este fin nace el proyecto de res-

cate del sitio Rumichaca, en donde el

objetivo principal fue excavar, registrar y

catalogar los materiales.

Figura 1: Mapa de ubicación

Rumichaca está ubicado en el distrito de

Angasmarca, en la provincia de Santiago de

Chuco, departamento de La Libertad (Fig.

1). Su ubicación referencial posee las coor-

denadas UTM 9101324.41–9101233.69 N y

877395.30 – 827463.85 E.

El entorno de Rumichaca es netamente

andino, con quebradas escarpadas y profun-

das y colinas a modo de anfiteatros. Hay

una vegetación herbácea predominante en

la superficie, con algunos bosques pequeños

de eucaliptos.

Rumichaca se encuentra a una altitud de

3360 m.s.n.m. en la región altitudinal que-

chua. Según Pulgar Vidal (1987), ha sido

una región de gran desarrollo del hombre

andino, en su gran dimensión.

EXCAVACIÓN

Las excavaciones de Rumichaca se efec-

tuaron sobre un área de 3850 m². que fue

dividida en 46 cuadrículas, de las cuales

treinta y dos (32) fueron de 10 x 10 m, doce

(12), de 5 x 10 m. y dos (2) cuadrículas de

5 x 5 m. (Fig. 2).

El área arquitectónica es de 2872 m². La

misma contiene dos ocupaciones y tres ca-

pas estratigráficas. Estas son: la capa super-

ficial, compuesta de plantas y raíces, es de

color negro por la presencia de material

orgánico. La capa A, compuesta por algu-

nas raíces, es más clara que la anterior, gra-

nulosa y semicompacta. La capa B es más

suelta, granulosa y su color es un poco más

claro que el de la anterior; es la capa más

temprana del sitio. Ambas capas están defi-

L

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 110

nidas por ocupaciones. Finalmente la capa

C, es la capa con cenizas de los fogones.

Figura 2: Distribución de cuadrículas

DESCRIPCIÓN ARQUITECTÓNICA

Rumichaca está conformado por dos

plataformas, una de forma casi elíptica y la

otra de forma circular. La Plataforma 1, que

tiene forma casi elíptica, está formada por

cuatro recintos bien definidos y fue excava-

da por medio de cuarenta y dos (42) cua-

drículas. La Plataforma 2, con forma de

círculo, está conformada por ocho recintos

y fue excavada mediante cuatro (4) cuadrí-

culas (Fig. 3).

Rumichaca cuenta con dos capas de ocu-

pación; la primera es la capa B donde se

ubica la Plataforma 2 y los cuatro recintos

de la Plataforma 1. En esta primera ocupa-

ción se comenzó a cantear el cerro que

ocupa Rumichaca por el lado sur y, luego

de ello, se aterrazó el resto de ambientes. La

segunda ocupación corresponde a la capa A

y comprende las dos plataformas (1 y 2) en

su totalidad; en esta segunda ocupación se

termina de construir el resto de Rumichaca

(Fig. 4 y 5). Finalmente, en la Plataforma 2

se hallaron fogones en la capa C.

Figura 3: Plataformas del sitio (Plataforma 1 en

verde, Plataforma 2 en marrón)

MATERIALES ENCONTRADOS

Los materiales encontrados son muy di-

versos e incluyen cerámica, material lítico,

material orgánico y carbón. Entre ellos se

puede mencionar: fragmentos cerámicos

tipo Cajamarca con decoración pintada en

rojo y crema (Fig. 6), instrumentos musi-

cales como ocarinas y zampoñas (Fig. 7),

agujas (Fig. 8), hachas (Fig. 9) y porras de

piedra (Fig. 10). La suma de los hallazgos

de las dos plataformas resulta en un total de

ciento cincuenta (150) piezas. Hay que

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Álvaro Hernán Castañeda Mesía

111 • Centro de Investigaciones Precombinas

Figura 4: Capa A

Figura 5: Capa B

resaltar que se encontró un tallado de piedra

que tiene la forma de una mujer que carga a

su hijo, imagen que tiene relación con el

Apu Katequil de San José de Porcón (Fig.

11) y un pendiente con forma de oso, que

probablemente sea el oso de anteojos (Tre-

marctos ornatos) (Fig. 12). Otro hallazgo es

la lúcuma (Poutería lúcuma), planta que

crece entre los 1000 y los 3000 m.s.n.m. en

la reserva de Calipuy ubicada en la Provin-

cia de Santiago de Chuco.

Los materiales líticos hallados son ele-

mentos que tienen mucha importancia ya

que sirvieron para realizar diferentes tareas

como la hilandería en tanto se encontraron

piruros y pesos para hilar. Las manos de

moler pudieron haber servido para moler

los trozos de arcilla para elaborar la cerá-

mica y también para moler granos en bata-

nes, morteros o molinillos. Otro elemento

digno de resaltar, por su variedad y

cantidad, son los cuchillos que contribuye-

ron al procesamiento de alimentos; también

hay raederas que sirvieron para sacar los

restos de material orgánico de las pieles,

escotaduras que se utilizaron como sierras

para sacar la corteza de algunos arbustos

para hacer cestas y lascas que fueron usadas

como elementos cortantes. Se observa la

presencia de material rehusado, lo que

indica que hubo elementos deteriorados que

les dieron otro uso, como núcleos o lascas.

Estos materiales se concentran principal-

mente en la Plataforma 1 en donde hay un

total de 837 piezas, las cuales se dispersan

en toda la plataforma. En la Plataforma 2

también hay un apreciable número de pie-

zas (518), las cuales se distribuyen por toda

la plataforma. Los instrumentos que se des-

criben en líneas atrás se relacionan con acti-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 112

vidades como el procesamiento de pieles,

procesamiento de alimentos y elaboración

de cerámica. Algunos instrumentos revelan

la relación que existe entre la ganadería y

los materiales líticos. Es importante indicar

que estos materiales son indispensables

para que la actividad ganadera se desarrolle.

La presencia de restos óseos de camélidos

en el sitio así lo indicaría.

Figura 6: Fragmento estilo Cajamarca

En cuanto a la cerámica diagnóstica, hay

bases tipo pedestal en forma de copa y ba-

ses tipo trípode que podrían estar emparen-

tadas con la tradición Cajamarca (Fig. 13).

Hay también asas planas y un tipo de base

pedestal de media luna que se relacionan

con Recuay (Fig. 14).

La suma de cerámica diagnóstica entre

las dos plataformas da un total del 12.126

fragmentos de los cuales 359 están en la

capa superficial, 9559 están en la capa A y

2208 se encuentran en la capa B. La can-

tidad de fragmentos indica que fueron un

bien importante para esta comunidad pre-

hispánica ya que la cerámica es un bien que

se puede intercambiar con otras sociedades,

como Recuay y Cajamarca. Otro indicador

importante es la cerámica con quema. Esto

demostraría su uso para el procesamiento de

alimentos en el sitio de estudio.

A

B

Figura 7: Instrumentos musicales. A: Ocarina, B:

Zampoña

COMENTARIOS FINALES

El sitio de Rumichaca es un sitio Hua-

machuco (Fig. 15 y 16) con influencia de

Recuay y Cajamarca. En este sitio se reali-

zaron actividades relacionadas con la texti-

lería, la cestería, la producción de cerámica

y el intercambio, movido por camélidos,

que fueron criados para carga y alimenta-

ción. Hay que agregar que el sitio tiene

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Álvaro Hernán Castañeda Mesía

113 • Centro de Investigaciones Precombinas

fogones en la Plataforma 2 (Fig. 17), rela-

cionados a la cerámica con quema; esto de-

muestra que hubo cocción de alimentos, así

como un uso constante y sostenible del

sitio.

El abandono del sitio debió haberse dado

con la conformación de la hacienda Angas-

marca, de origen colonial.

Figura 8: Aguja

Figura 9: Hacha

Figura 10: Fragmentos de porras

Figura 11: Tallado de piedra

Figura 12: Pendiente

A

B Figura 13: Bases de tradición Cajamarca. A: tipo

pedestal en forma copa, B: tipo trípode

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 114

A

B

Figura 14: Fragmento de tradición Recuay. A: Base

pedestal, B: Asa plana

Figura 15: Canastilla Huamachuco

Figura 16: Plato Huamachuco

Figura 17: Fogón en la Plataforma 2

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SINSICAP Y SIMBILA: TRADICIONES ALFARERAS,

CONTINUIDAD Y PROBLEMAS ACTUALES

Walter Álvarez Iparraguirre

Centro Cultural de Investigación, Promoción y Desarrollo de la Región Norte

[email protected]

María Andrea Runcio

Universidad de Buenos Aires, Centro de Investigaciones Precolombinas

[email protected]

César Gálvez Mora

Dirección Regional de Cultura-La Libertad / Instituto Nacional de Cultura

[email protected]

RESUMEN

En la costa y sierra norperuanas varios pueblos mantienen tecnologías ancestrales así como

usos y costumbres que representan una marcada continuidad en el tiempo. Entre ellos,

Sinsicap y Simbilá adquieren un valor singular porque sus alfareros mantienen la tecnología

prehispánica orientada a la elaboración de recipientes de uso doméstico. Este trabajo

enfocará los problemas que enfrentan estas poblaciones en cuanto al mantenimiento de las

técnicas tradicionales y la necesidad de introducir innovaciones para que la producción

alfarera pueda continuar.

Palabras clave: Sinsicap, Simbilá, alfarería, continuidad.

ABSTRACT

Various traditional coastal and mountain people keep ancient technologies and customs in

northern Peruvian region that express a strong continuity for a long time. Sinsicap and

Simbilá inhabitants have an exceptional value because their potters keep Pre-Columbian

technology to go in for making utilitarian vessels. This paper focuses the problems this

villages confront for keeping traditional technology as well as the necessity to bring in

innovations that allow pottery production to continue.

Key words: Sinsicap, Simbilá, pottery, continuity

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

118 • Centro de Investigaciones Precombinas

INTRODUCCIÓN

arios pueblos de la costa y sierra

peruana conservan la tecnología

ancestral de producción de cerá-

mica utilitaria manteniendo desde tiempos

antiguos una importante tradición de manu-

factura que los ha hecho merecedores del

interés de diferentes estudiosos (Camino

1981, 1983, 1984; Bankes 1985; Monzón

1991; Shimada 1994; Druc 1996; Roel

2009; Runcio y Gálvez 2009).

Sin embargo, una serie de problemas co-

mo la pérdida de interés por parte de las

generaciones actuales, la dificultades para

la comercialización de los recipientes y la

indiferencia de las autoridades, entre otros,

pueden conducir a que la antigua tradición

alfarera esté en riesgo de perderse para

siempre, como sucedió con el centro alfare-

ro de Coina (Otuzco, La Libertad) (Saldívar

2006).

En esta perspectiva, se presentan dos ca-

sos: el de Sinsicap -en la sierra de la región

La Libertad- donde la tradición alfarera está

mucho más cercana a perderse y el de Sim-

bilá -en la costa de la región Grau- donde

aún esta práctica sigue vigente y se trans-

mite a los jóvenes, quienes desean conti-

nuar con la actividad.

EL PUEBLO DE SINSICAP Y EL

CASERÍO DE SIMBILÁ

El pueblo de Sinsicap es la capital del

distrito del mismo nombre. Se encuentra a

65 km. al noreste de la ciudad de Trujillo,

en la provincia de Otuzco, región La Liber-

tad (Fig. 1). Desde Trujillo se accede a Sin-

sicap mediante la carretera que pasa por las

localidades de Laredo, Simbal y Collam-

bay. Sus calles estrechas y empinadas, típi-

cas de las zonas andinas, hacen de Sinsicap

un pueblo pintoresco, donde aún perduran

varias prácticas ancestrales, entre ellas la

alfarería. Sin embargo, al igual que en mu-

chos pueblos de la serranía liberteña, sus

habitantes migran a las ciudades costeñas

en busca de mejores oportunidades de pro-

greso.

V

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 119

En la actualidad sus habitantes se dedi-

can principalmente a la agricultura, en par-

ticular al cultivo de maíz, trigo, cebada,

arvejas y frutales. Además, existen impor-

tantes plantaciones de manzanas, blanqui-

llos, duraznos y membrillos, entre otros,

que son llevados a la costa por los sinsica-

pinos donde -a su vez- se abastecen de

víveres, combustible y ropa.

Estas actividades se complementan con

la celebración de festividades religiosas

organizadas a través de mayordomías y

cofradías. Entre ellas se destacan el Día de

las Cruces, la Fiesta Patronal en honor a la

Virgen de la Visitación, el Señor de los

Milagros y el Festival del Membrillo.

El caserío de Simbilá se ubica a 5 minu-tos

de la ciudad de Catacaos y al pie de la

carretera que une esta ciudad con la de Piu-

ra, en la provincia de Piura, región Grau

(Fig. 2). La población ocupa una elevación

arenosa y utiliza la parte llana para el

cultivo de productos de consumo doméstico

y de uso industrial, como el algodón de

Figura 1: Ubicación de Sinsicap en la región La Libertad (Fuente: Gran Enciclopedia del Perú,

LEXUS 1998)

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

120 • Centro de Investigaciones Precombinas

fibra larga. Uno de los rasgos peculiares del

pueblo es la persistencia de la arquitectura

tradicional elaborada con caña, madera y

tierra, entre otros usos y costumbres ances-

trales. Asimismo, algunos de los habitantes

varones se dedican a la alfarería utilizando

técnicas prehispánicas.

Algunos de los alfareros de Simbilá lle-

gan a ofrecer sus vasijas en la calle Comer-

cio de la vecina ciudad de Catacaos (“Ca-

pital Artesanal de la Región Grau”), donde

se concentran los artesanos para mostrar sus

productos.

A la oferta artesanal cataquense, se su-

man otras expresiones culturales como la

fiesta de los Carnavales, la Semana Santa y

la Semana Turística de Catacaos que coin-

cide con la Semana Jubilar por la creación

del distrito (21 de julio).

ANTECEDENTES ARQUEOLOGICOS

En el ámbito de la provincia de Otuzco -

a la cual pertenece Sinsicap- existe un con-

junto de sitios arqueológicos cuya antigüe-

dad se estima entre el Intermedio Tardío y

el Horizonte Tardío (Inca). La naturaleza de

los sitios es variada: edificaciones de gran

escala, recintos habitacionales, sitios fortifi-

cados, cementerios, caminos y andenes (Ra-

vines y Matos 1983: 93, 94). En torno de la

zona de Sinsicap la información proviene

del reconocimiento arqueológico realizado

por Billman (1996) quien menciona 14 si-

tios arqueológicos atribuidos al período In-

termedio Temprano (ca. 100-700 d.C.). Fi-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 121

nalmente, las evidencias prehispánicas en el

Cerro Orga (Fig. 3), ubicado al oeste de la

capital del distrito, y la presencia de entie-

rros en la zona denominada “Alonso”, indi-

can la existencia de antiguos asentamientos

en esta área la cual, debido a su ubicación

estratégica en la parte alta del valle de

Moche, se ubica en la ruta de intercambio

entre las sociedades costeras y andinas de la

cuenca del río Moche.

Figura 2: Ubicación de Simbilá en la región Grau

A diferencia de Sinsicap, existen algunas

investigaciones arqueológicas desarrolladas

en el distrito de Catacaos (Kelley 1971;

Fernández Villegas 1990). En este distrito

es de especial interés el sitio arqueológico

Narihualá (Fig. 4) por su cercanía al caserío

de Simbilá (Fernández Villegas 1990).

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

122 • Centro de Investigaciones Precombinas

Narihualá contiene las evidencias más

notables de arquitectura Tallán elaborada en

adobe y fue ocupado entre el 1000 y el

1480 d.C. según lo prueba el hallazgo de

cerámica Tallán, Chimú Tardío e Inca local.

Debido a la extensión, calidad de su arqui-

tectura y la escala de sus templos, se estima

que Narihualá fue un centro ceremonial

desde el cual se ejerció el control de la

región baja de Piura y que su prestigio se

mantuvo, al menos, hasta la época Chimú.

La cerámica utilitaria hallada en el sitio

muestra una variada tipología que incluye

grandes tinajas, cántaros, ollas y cuencos de

uso doméstico y ha sido elaborada con la

técnica del paleteado y el modelado, la

utilización de engobe y la cocción en hor-

nos abiertos (Fernández Villegas 1990) ele-

mentos que continúan siendo empleados

por los alfareros de Simbilá (Bankes 1985;

Monzón 1991).

CONTINUIDAD DE LAS TECNICAS

ALFARERAS

Sinsicap

Las técnicas alfareras en Sinsicap man-

tienen su continuidad, al haberse trasmitido

de padres a hijos (Camino 1983). La pro-

Figura 3: Cerro Orga

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 123

ducción se orienta principalmente al uso do-

méstico que incluye ollas, tinajas, cantari-

llos, botijas, urpos, callanas y cántaros para

llevar agua (Fig. 5). Asimismo, se moldean

tejas y huacos chicheros.

Figura 4: Sitio arqueológico Narihualá

Figura 5: Vasijas elaboradas en Sinsicap

De acuerdo a la información brindada

por los maestros alfareros a uno de los

autores (W. A.) la manufactura de los reci-

pientes consta de los siguientes pasos:

1- Extracción de la arcilla: Sinsicap se

localiza en un terreno rico en yacimientos

arcillosos cercanos, como la zona de Cas-

caiday, de donde se recolecta esta materia

prima.

2- El segundo paso consiste en remojar

la arcilla con agua dentro de un recipiente

durante un día, y después se la mezcla con

arena.

3- Luego la arcilla se amasa con los

pies sobre un cuero de asno, se la cubre con

un plástico y se la deja a la sombra durante

un día.

4- Para modelar la pieza se toma una

porción de arcilla, de acuerdo al tamaño de

la vasija requerida y se la amasa con la

mano.

5- Luego, se le da forma utilizando una

tabla, un canto rodado o chungo y un ga-

rrote (palo de madera con una cara plana)

(Fig. 6 y 7). Los bordes de las vasijas se

modelan aparte y una vez terminados se

adosan a las mismas.

6- Después se la deja reposar en la

sombra durante un día. Por último, se alisan

las caras utilizando una piedrecilla suave y

un pedazo de cuero -aunque se puede usar

una tela de costal- y se deja secar la pieza

durante 15 días antes de quemarla.

7- La cocción se realiza en un horno

donde se colocan las vasijas en el fondo y

son cubiertas con excremento de vaca y

paja. La duración de la cocción depende del

tamaño del recipiente; para una pieza me-

diana se requiere de un día a día y medio y

de dos días para las piezas grandes.

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

124 • Centro de Investigaciones Precombinas

En décadas pasadas la producción de

ollas en Sinsicap era masiva, su calidad era

reconocida y se comercializaban en pueblos

lejanos. La época de máximo esplendor de

la producción cerámica fue durante las dé-

cadas del 50 y 60, años en los cuales los

alfareros de Sinsicap producían grandes

cantidades de cerámica para intercambiarlas

con las comunidades cercanas de San Igna-

cio, Otuzco, Usquil y Simbal.

Figura 6: Instrumentos del alfarero

Figura 7: Modelado con tabla y chungo

En la actualidad, debido al reemplazo de

estas vasijas por ollas de cobre y aluminio,

son muy pocos los maestros alfareros que

continúan con la elaboración de recipientes

de arcilla. Debido a esto las ventas son

escasas y las vasijas se utilizan mayormente

para uso doméstico o para el intercambio con

otras comunidades en las ferias semanales

que se realizan en los pueblos aledaños,

donde se las canjea por productos comes-

tibles.

Esta realidad es diferente a la reportada

por Camino (1984) para el caso de los alfa-

reros de Tariká, ubicado en el Callejón de

Huaylas (Huaraz), los cuales tienen afinida-

des tecnológicas con sus pares de Sinsicap.

En Tariká, la producción de vasijas utili-

tarias destinadas a la venta y el trueque re-

sulta rentable para sus productores.

Simbilá

En Simbilá, la práctica de la alfarería es

realizada por el grupo familiar que trabaja

junto, en el mismo taller, usualmente incor-

porado a la casa (Camino 1981; Bankes

1985). De acuerdo a nuestros informantes

(vide Runcio y Gálvez 2009), la enseñanza

de esta técnica se transmite de generación

en generación; a partir de los 12 años los

niños aprenden y se perfeccionan elaboran-

do pequeños objetos de arcilla.

El proceso de fabricación de las vasijas

puede resumirse brevemente a través de la

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información brindada por José Santos Ló-

pez, alfarero de Simbilá:

1- Extracción de la arcilla: la arcilla se

obtiene de la cantera de Coscomba, cercana

al pueblo de La Legua (a unos 5 km. al

noroeste de Simbilá), donde esta materia

prima se halla cubierta por arena, a 2 m. de

profundidad. La arcilla se saca húmeda y se

la traslada a Simbilá, donde se la deja secar

al sol por dos días, amontonada en la en-

trada de la casa del alfarero.

2- El siguiente paso es el “remojo”, es

decir, la mezcla de la arcilla con arena y

agua en las proporciones necesarias, dentro

de un gran tinajón enterrado en el piso de

un espacio amplio y techado en el interior

de la casa.

3- Después se procede al “amasado”

que consiste en pisar y amasar la arcilla

sobre un plástico extendido en el suelo.

4- Una vez finalizado el amasado, se

extrae una porción de arcilla adecuada,

según el tamaño de la vasija a realizar, y se

le da forma ahuecándola con las manos.

5- Cuando la pieza está modelada, se

efectúa el “alisado” utilizando una piedra y

una paleta de madera, técnica cuyos oríge-

nes se remontan a la época prehispánica

(Bankes 1985) (Fig. 8 y 9), según lo de-

muestran los hallazgos de Narihualá (Fer-

nández Villegas 1990). Algunos artesanos

también emplean una técnica de decoración

por impresión, con antecedentes prehispá-

nicos, aplicando sobre las vasijas aún hú-

medas una placa con diseños que, además

de ser un elemento decorativo, sirven como

la marca de identificación del alfarero

(Monzón 1991).

Figura 8: Paleta y piedra

Figura 9: Alisado de la pieza

6- Posteriormente, la vasija se cubre

con un engobe de color rojizo y se la deja

secar una semana bajo sombra y un día al

sol.

7- Finalmente, se realiza la cocción

que tiene lugar en un horno al aire libre, el

cual consiste en una concavidad realizada

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

126 • Centro de Investigaciones Precombinas

en la tierra, donde se colocan las vasijas en

el fondo y se las cubre con leña de zapote

(Capparis angulata), fragmentos de vasijas

(callana) y finalmente pajilla de arroz, de-

jando un hueco para encender el fuego, el

cual también sirve como conducto de venti-

lación. La cocción dura 24 horas y una vez

concluida se deja enfriar las vasijas durante

un día.

Figura 10: Vasijas elaboradas en Simbilá

A diferencia de Sinsicap, actualmente un

promedio de 40 alfareros de Simbilá forman

la Asociación de Alfareros Tallanes. Ellos

se sienten reconocidos en su comunidad

porque el pueblo los mira como maestros y

tienen la satisfacción de decir que Simbilá

es tierra de alfareros. La mayoría de sus hi-

jos se están dedicando a la alfarería y no

quieren que esta actividad se pierda porque

son conscientes que se trata de una tecno-

logía muy antigua.

Producen mayoritariamente recipientes

de uso doméstico (ollas, tinajones, jarras,

cacerolas, peroles, cántaros) y objetos orna-

mentales (macetas, floreros) (Fig. 10). Ellos

venden sus productos en varios espacios: la

Casa del Alfarero (un local ubicado frente

al pueblo, junto a la carretera Piura – Cata-

caos), la cercana ciudad de Catacaos y, en

menor medida, en el ámbito provincial así

como en otras localidades costeñas, como

Lima y Tumbes.

PROBLEMAS Y DESAFÍOS EN AM-

BAS COMUNIDADES

Entre otros factores, el limitado comer-

cio de las ollas de Sinsicap debido a su

reemplazo por ollas de bronce y aluminio y

la consiguiente reducción de su producción

hace que los jóvenes del pueblo no quieran

incursionar en esta actividad, por conside-

rarla poco rentable y sin mayor perspectiva

para su futuro.

Si bien los viejos maestros alfareros de-

sean que la cerámica no desaparezca y están

dispuestos a transmitir sus conocimientos a

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

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los jóvenes para continuar con la tradición,

un problema adicional a ser considerado es

la migración de la juventud hacia las gran-

des ciudades y, posiblemente, la precaución

ante las enfermedades derivadas de la dedi-

cación continua a alfarería como la osteo-

porosis y el reumatismo.

El problema del transporte es otro factor

que afecta la comercialización de las vasi-

jas. Si bien el traslado hacia los poblados

cercanos se realiza a lomo de bestia o en los

vehículos que pasan por la zona, es difícil

llegar a ciudades como Trujillo, donde la

venta podría ser mayor.

Asimismo, el proceso que pone en riesgo

la continuidad de esta tradición se ve acele-

rado por la falta de apoyo de las institu-

ciones públicas y privadas, en particular por

el órgano de gobierno local, posiblemente

debido al desconocimiento de su verdadero

potencial en el desarrollo del pueblo de

Sinsicap.

Algunos intentos por rescatar esta tradi-

ción por parte de diferentes instituciones,

no han dado los frutos esperados quizás de-

bido a la falta de una metodología adecuada

para analizar la naturaleza del problema.

Por ejemplo, hubo una iniciativa por parte

de los sinsicapinos residentes en Trujillo y

la Escuela Superior de Bellas Artes de esta

ciudad de crear un centro artesanal con el

respaldo de importantes instituciones regio-

nales, y se construyó un horno para la

elaboración de las artesanías en el centro

educativo (Fig. 11), pero el proyecto no

tuvo el respaldo necesario.

Figura 11: Horno construido en Sinsicap

Por lo tanto, se requiere que las insti-

tuciones públicas y privadas participen en el

rescate de esta antigua tradición desde una

perspectiva que respete y valore las prácti-

cas originales, excluyendo elementos y

prácticas contemporáneas que desvirtúen la

forma ancestral de elaborar las vasijas. Por

su parte la Municipalidad podría impulsar

normas que protejan la continuidad de la

tradición alfarera en Sinsicap, como ocurrió

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

128 • Centro de Investigaciones Precombinas

en el caso de Simbilá, y cooperar a favor de

ello. Asimismo, la promoción del reconoci-

miento de la actividad alfarera como patri-

monio cultural, como es el caso de la Faja

Pata y la Faja Sara elaboradas por las teje-

doras del cercano pueblo de San Ignacio,

puede contribuir a este propósito.

En Simbilá, la problemática actual de los

alfareros se vislumbra mejor a través de las

expresiones de los propios artesanos.

Genaro Paz Sosa sostiene que la venta de

los recipientes no compensa el trabajo in-

vertido y los costos de traslado de la ma-

teria prima y de la leña, por lo cual sólo les

alcanza para sobrevivir. Según Don Genaro,

el único artesano de Simbilá que trabaja en

la Casa del Alfarero, pocos colegas suyos

llevan sus productos a este local para ven-

derlos, ya que la mayoría trabaja y vende en

sus propias casas. Menciona que en la Casa

del Alfarero tiene la oportunidad de vender

a mejor precio en relación a los demás

alfareros, por lo cual sostiene que los otros

artesanos deberían uniformar los precios

para que todos puedan obtener ganancias

similares.

El mayor problema que afrontan las va-

sijas de Simbilá es que se insertan en el

contexto de un mercado competitivo que les

brinda pocas oportunidades, pues se halla

capturado por la cerámica decorativa que

proviene de Chulucanas (Fig. 12), la cual

tiene mayor demanda entre los turistas.

Figura 12: Cerámica de Chulucanas

Los alfareros de Chulucanas -descen-

dientes de inmigrantes de Simbilá- dejaron

de lado la elaboración de piezas utilitarias e

introdujeron innovaciones que les han per-

mitido desarrollar una producción de cerá-

mica artística muy cotizada en el ámbito na-

cional e internacional, la cual rescata la

técnica prehispánica del negativo-positivo

de la cerámica Vicús.

Entonces, la posibilidad del incremento

de la demanda de los recipientes de Simbilá

se ve mermada por las características de los

mismos, más orientadas al aspecto utilita-

rio. Y aún cuando algunos alfareros han

adoptado una nueva tendencia a producir

recipientes artísticos, la limitación reside en

la tecnología misma, por cuanto a diferen-

cia de la cerámica decorativa producida por

los alfareros de Chulucanas, el producto de

Simbilá resulta ser más tosco y pesado.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 129

En opinión de los artesanos de otro

rubros de la ciudad de Catacaos, hace falta

mayor divulgación de la actividad de los

alfareros de Simbilá, quienes, por otro lado,

no suelen asistir a las ferias debido al peso

y fragilidad de sus productos y los costos de

pasajes. Hay consenso en que los alfareros

de Simbilá tendrán un mejor futuro si

cambian las características de sus productos

y los mejoran pero usando las mismas téc-

nicas locales. Asimismo, coinciden en que

los alfareros necesitan capacitación para

que puedan innovar sus productos y obte-

ner préstamos para mejorar su producción,

acopiar sus recipientes y uniformizar pre-

cios para no venderlos a bajo costo.

Adicionalmente consideran que una de

las dificultades de la Asociación de Alfa-

reros Tallanes es la escasa participación de

sus miembros para gestionar apoyo, lo cual

hace que pierdan oportunidades.

COMENTARIOS FINALES

Aunque con ciertas ventajas compara-

tivas de Simbilá con respecto a Sinsicap, en

el fondo los alfareros de ambos pueblos

enfrentan retos similares, relacionados a la

continuidad de la tradición en un contexto

donde la llamada “modernidad” influye en

el paulatino desinterés de las nuevas gene-

raciones que, además, tienden a emigrar en

busca de nuevas posibilidades, hecho que es

evidente en Sinsicap. De otro lado, los reci-

pientes ornamentales (como los de Chulu-

canas) representan la mayor preferencia en

un mercado cuyo interés se va alejando de

la adquisición de vasijas utilitarias, ponien-

do a los alfareros tradicionales en la disyun-

tiva de variar su tecnología (lo cual signifi-

ca ir alejándose de la tradición) o desapare-

cer. Existen iniciativas para el mal llamado

mejoramiento tecnológico, que no es sino la

introducción de técnicas foráneas. Estas

iniciativas llevan no solo a la edificación de

locales de material distinto al tradicional,

sino a la construcción de hornos cuyo dice-

ño difiere notoriamente de los ancestrales,

por lo cual no son utilizados por los alfa-

reros. Esto refleja la ausencia de una visión

antropológica del problema, sumada a la

indiferencia de las autoridades locales, co-

mo en el caso de Sinsicap. La iniciativa de

la Municipalidad Distrital de Catacaos de

proteger con una norma a los alfareros de

Simbilá, obligando a los locales dedicados a

la venta de comida al uso de recipientes de

cerámica utilitaria, ha dado resultados posi-

tivos y debería ser imitada en Sinsicap, para

evitar la pérdida de la tradición, como suce-

dió en Coina, localizado en la misma pro-

vincia de Otuzco (Saldívar 2006).

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Walter Álvarez Iparraguirre, María Andrea Runcio y César Gálvez Mora

130 • Centro de Investigaciones Precombinas

Sin duda, se requiere también de progra-

mas de capacitación en cuya realización

participen los maestros alfareros en sus

respectivos pueblos, los mismos que serían

dirigidos a los jóvenes. Pero también se

necesita ampliar y mejorar el mercado para

los productos y alentar una mayor diver-

sidad de objetos producidos sin abandonar

la tradición tecnológica. Es decir, mantener

la producción de vasijas utilitarias para el

mercado tradicional y empezar una línea

paralela de objetos ornamentales para otros

mercados. En este aspecto es importante

mencionar la experiencia de la comunidad

alfarera de Charamuray (distrito de Colque-

marca, Cusco), donde la Universidad Na-

cional San Antonio de Abad del Cusco

introdujo algunas innovaciones tecnológi-

cas (horno de dos niveles, torno de pedal)

para reducir las pérdidas de la cantidad de

piezas elaboradas y conseguir productos

interesantes para el mercado externo (Roel

2009). Asimismo, la cerámica de Charamu-

ray fue declarada Patrimonio Cultural de la

Nación por el Instituto Nacional de Cultura,

el 5 de julio del 2008.

En Simbilá y Sinsicap, tales innovacio-

nes deberían ser generadas y aceptadas por

los mismos alfareros. Para esto es indispen-

sable el reconocimiento de lo que los alfa-

reros representan y del significado de esta

expresión del patrimonio cultural inmate-

rial. Por lo tanto, los alfareros tienen que ser

convocados como parte de la evaluación de

las diversas iniciativas y aceptar aquellas

que les favorezcan sin que ello signifique

cambios abruptos que se alejen de la tradi-

ción milenaria que ellos representan, de

modo que la cooperación haga posible la

continuidad y el fortalecimiento de la mis-

ma, donde los alfareros sean parte del lide-

razgo y no personas subordinadas a pro-

puestas externas.

Asimismo, consideramos que la iniciati-

va de diversificar los productos debe apare-

jarse con la capacitación de los pobladores

en el manejo de su producción y su distri-

bución ya que ellos deberían poder vender

directamente sus productos sin la necesidad

de intermediarios.

En suma, el desarrollo a futuro de la

alfarería de Simbilá y Sinsicap requerirá del

fortalecimiento de las propias capacidades

de los alfareros, la diversificación de la

oferta con un mayor repertorio de formas

manteniendo pero recreando la tecnología

prehispánica y alentando la promoción y

protección del mercado local, regional y

nacional. También es necesaria su participa-

ción en toda iniciativa promovida externa-

mente para lo cual es preciso que los alfa-

reros establezcan una interacción de mutuo

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 131

respeto entre ellos, las autoridades y las

organizaciones vinculadas a la artesanía

tradicional, aspectos en los cuales es

imprescindible un mayor aporte de la ar-

queología y la antropología en la política

cultural de las municipalidades distritales y

provinciales.

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CIRCUITO ARQUEOLÓGICO DE LA LIBERTAD.

CHAN CHAN, HUACA DE LA LUNA Y EL BRUJO.

ASPECTOS Y RECOMENDACIONES

María Laura Gili y Graciana Pérez Zavala

Centro de Investigaciones Precolombinas

[email protected]

INTRODUCCIÓN

l presente informe se realiza en el

marco del Convenio Interinstitu-

cional de Apoyo Mutuo entre el

Instituto Superior de Profesorado Joaquín

V. González, el Centro de Investigaciones

de Precolombinas, ambos de la ciudad de

Buenos Aires, Argentina y el Instituto

Nacional de Cultura La Libertad de la ciu-

dad de Trujillo, Perú. Toma para el análisis

tres sitios arqueológicos patrimoniales de la

costa norte de Perú emplazados en el

Departamento de La Libertad y Valle de

Chicama: Huaca de la Luna; Complejo

Arqueológico Chan Chan y Complejo

Arqueológico El Brujo.

La costa norte de Perú es próspera en

monumentos arqueológicos fabricados en

tierra, barro, adobe o adobón. Campana

Delgado (2000), quien realizara un exhaus-

tivo estudio de las tecnologías constructivas

norcosteñas, señala una serie de condicio-

nes básicas a tener en cuenta para establecer

un patrón de análisis en las tecnologías de

tierra empleadas en la construcción; dichas

condiciones, deben buscarse en sitios que:

a. den evidencia de construcciones tem-

pranas,

b. muestren diversidad de procesos de

poblamiento con materiales diferentes,

c. evidencien etapas constructivas y proce-

sos experimentales.

Según el autor que seguimos aquí, el

Valle de Moche, puede ser entendido como

un “espacio experimental antiguo”, Campa-

na Delgado (2000: 13-15).

Nos proponemos realizar una descrip-

ción general de los sitios mencionados en

base a los siguientes criterios: 1) emplaza-

E

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María Laura Gili y Graciana Pérez Zabala

133 • Centro de Investigaciones Precolombinas

miento del sitio; 2) espacio ocupado por el

sitio; 3) registro patrimonial y 4) política

del sitio.

HUACA DE LA LUNA

La Huaca de la Luna está ubicada a 8 km

al sur de Trujillo. El sitio corresponde a la

cultura Moche (200d-C.-750 d.C.) pertene-

ciente al período de Desarrollos Regionales

o Intermedio Temprano. Habría funcionado

como centro ceremonial y contiene una

zona urbana compuesta de viviendas gran-

des, avenidas, callejones, corredores y pla-

zas, lo cual da cuenta de una alta organi-

zación política, religiosa, económica y

social. Está conformada por templos super-

puestos según distintas etapas del poder

mochica, que dan la forma de pirámide

trunca. Los materiales de construcción son

los adobes, adobes con impresiones o

sellos, adobones y adobitos conservándose

aún unos 10.000 metros2 de superficies

policromas. En los adobes se han identifi-

cado 128 marcas de origen provenientes de

comunidades cercanas; cada una aportaba

una cierta cantidad de adobes para la cons-

trucción de los tempos. En alguna de sus

paredes contiene murales polícromos con

una fuerte presencia de la representación al

dios degollador Ai-Apaec. Los colores que

lograban los extraían de sustancias mine-

rales como limonita (amarillo), hematita

(rojo), arcilla (blanco) y carbón (negro).

La Huaca de la Luna dista a unos 500

metros aprox. de la Huaca del Sol, la cual

habría sido construida posteriormente. En-

tre medio de las Huacas del Sol y de la

Luna se destacan antiguas viviendas, espa-

cios para preparación de alimentos, como

también una plataforma que mira a un

posible altar. El área intangible está rodeada

por la carretera, el valle y casas de pobla-

dores actuales.

La Huaca de la Luna posee un museo de

sitio denominado Centro de Investigaciones

y Visitantes que se distribuye en varias

habitaciones en torno a dos patios. La

arquitectura sigue la línea constructiva del

sitio por lo que no impacta visualmente en

el mismo: techos bajos, postes y quincha,

paredes en tonalidades naranja y beige.

Alrededor de éste se observa una parquiza-

ción con cactus y flores del lugar. En uno

de los patios se disponen mesas con artesa-

nías, que reproducen los diseños de los

murales y cerámica. El sitio cuenta con

financiación privada, correspondiente a una

marca de cervezas.

El ingreso a la Huaca se realiza a través

de una senda escalonada por tramos

acompañada de paneles explicativos y

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 134

visuales. En el interior de la Huaca se

disponen pasillos con cordeles a modo de

barrera psicológica; cada sector está cubier-

to por techos de quincha sostenidos por

pilotes de caña, similares a los originales.

La lógica expositiva de los diferentes

sectores sigue el curso de las investiga-

ciones arqueológicas; se abren al público a

medida que éstas se realizan.

COMPLEJO ARQUEOLÓGICO DE

CHAN CHAN

La Ciudad Sagrada de Chan Chan es el

asentamiento urbano más grande del reino

Chimor, fundado por el mítico Tacaynamo.

Está situada en la margen derecha del valle

de Moche, en el actual distrito de

Huanchaco provincia de Trujillo, departa-

mento de La Libertad. El complejo arqueo-

lógico se divide en dos grandes áreas: área

nuclear (ciudadelas, anexos, subanexos,

arquitectura intermedia y barrios populares)

y área marginal (graneros, depósitos, cami-

nos, pirámides, diques, lagunas, murallas

limítrofes y de circunvalación, cementerios,

acequias, huertos). Su extensión original era

de 20 Km2 (aprox.); su extensión actual

(zona intangible) es de 14.15 Km2; tiene

una altitud de 16 msnm y se sitúa a 550 Km

de Lima y a 5 Km de la ciudad de Trujillo.

UNESCO la incorporó en la lista del

patrimonio mundial el 28 de noviembre de

1986.

En el caso de Chan Chan, los problemas

de patrimonio se visualizan en su relación

con la sociedad. Se pueden diferenciar tres

aspectos: ocupación de terrenos en el área

intangible por agricultores (a quienes lla-

man “invasores”); saqueos de huaqueros;

utilización del sitio como área de esparci-

miento (ciclistas y motociclistas); creci-

miento demográfico (hay barrios que ya

lindan con el sitio); delincuencia provocada

por el turismo que se sale de las áreas

vigiladas. Carece de área de amortigua-

miento dado que en ella habitan pobladores,

una industria y un cementerio. Otro aspecto

a tener en cuenta es el efecto destructivo

que ocasiona en los adobes el crecimiento

del nivel de las napas freáticas, y especial-

mente, las secuelas que está originando en

el lugar conocido como Reservorio o

Huachaque.

Los comienzos de Chan Chan como urbe

se remontan al siglo X de nuestra era.

Según la leyenda, su fundador fue el mismo

Taykanamo (creador del reino Chimú). Sus

descendientes fueron quienes gobernaron

hasta mediados del siglo XV, cuando el

reino Chimor fue incorporado al Tahuan-

tinsuyo entre el 1460 y 1480.

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María Laura Gili y Graciana Pérez Zabala

135 • Centro de Investigaciones Precolombinas

A fines del siglo XIII, Chan Chan era el

centro urbano más extenso de América del

sur, y a mediados del siglo XV (1450 d.c.)

el reino de Chimor ocupó más de 1000

kilómetros de la costa peruana, sobre un

área de 40000 Km2. Dentro de este terri-

torio hubo un gran número de poblaciones

asentadas entre el río Zarumilla (Norte) y el

río Chancay (Sur) y desde el Pacífico hasta

la parte baja de la Cordillera de los Andes.

Las construcciones monumentales de

Chan Chan, evidencian la culminación de

un proceso constructivo particular a la

región norcosteña y del Valle de Moche,

específicamente. Allí, las influencias recibi-

das por otros grupos, representan instancias

de invención, evolución y desarrollo de

tradiciones tecnológicas. Si bien Chan Chan

se encuentra asentada sobre una gruesa

gravera de origen aluvial que le otorga

estabilidad a sus construcciones, tuvo en

diferentes momentos de su historia, movi-

mientos telúricos que destruyeron sus edifi-

cios. Con el tiempo, esto generó una técnica

constructiva flexible, que eludía en parte las

fuerzas sísmicas. Probablemente, lo dicho

explique las formas de asentar los adobes

que en ella se pueden observar.

El Palacio Tschudi, o Nik An, tiene

sectores reconstruidos siguiendo la lógica

de monumentalización de la década de

1960. Este sector está habilitado al ingreso

de visitantes.

El Complejo cuenta con un Museo que

posee varias salas. En la primera se procura

ubicar cronológicamente al espectador en el

Área Nuclear Andina. Otra sala estaba

dedicada a los distintos tipos de construc-

ciones de viviendas, templos, palacios, etc.;

en ella, también pudimos observar los mate-

riales de construcción tales como: adobes,

maderas de huarango. En otra sala se divi-

saron cerámicas, textiles, utensilios de

trabajo, ídolos, etc. Todas las salas poseen

escenificaciones en tamaño natural de

instancias de la vida cotidiana, rituales y

ceremoniales. Tiene una sala interactiva que

presente un espectáculo de luz y sonido

sobre una maqueta del Complejo que ocupa

todo el piso de la habitación. Su guión

recrea la historia, la cotidianeidad y las

etapas de expansión del pueblo Chimú. Ésta

sala está dirigida por una computadora y

presenta dioramas, maquetas y restos de

objetos pertenecientes a la citada cultura.

Al ingresar al sitio hay un centro infor-

mativo con sala explicativa y locales

comerciales. El ingreso al sitio sólo se reali-

za bajo el acompañamiento de guías.

En cumplimiento del Plan Maestro reali-

zado por el INC en 1987 (aprobado en el

2000) en el año 2006 se formó una Unidad

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 136

Ejecutora. Ella tiene por objetivo aplicar los

proyectos del PM con un prepuesto de 10

millones de soles.

COMPLEJO ARQUEOLÓGICO EL

BRUJO

Se encuentra cerca de las actuales pobla-

ciones de Magdalena del Cao, El Nazareno

y Cortavío, todas ellas pertenecientes a la

provincia de Ascope, Trujillo. En las inme-

diaciones del complejo se destacan el mar y

los cerros y en sus laderas se desarrollan

plantaciones de azúcar.

El Complejo consta de varias Huacas

pertenecientes a distintas culturas y

momentos cronológicos de la historia del

Perú y, en particular a la Cultura Moche

(200d.C.-750d.C.). En el complejo se pue-

den distinguir diferentes asentamientos:

Huaca Prieta; Huaca Cortada; Huaca Cao

Viejo; Huaca el Brujo, tomando el Com-

plejo el nombre de esta última. A lo largo

del tiempo y hasta el presente el lugar

constituye un centro ceremonial para los

shamanes de la región, que ingresan al cerro

para hacer sus rituales.

El registro arqueológico del área da

cuenta de las siguientes ocupaciones: Huaca

Prieta, Cupisnique (formativo costeño),

Salinar, Gallinazo, Virú; Moche (es la que

más se extendió en el tiempo y dejó

arquitectura monumental); Lambayeque;

Chimú; Inca; ocupación colonial. En el

siglo XVI delante de la huaca Cao Viejo los

dominicos construyeron una iglesia. La

ocupación fue continua.

El grupo visitó la Huaca Cao Viejo. Es la

edificación Moche más grande del com-

plejo arqueológico. Tiene la forma de una

pirámide trunca, con lados escalonados.

Posee 4 grandes templos. Posee una gran

plaza de 140 metros de largo y 75 de ancho,

en dirección sur norte (propio de la arqui-

tectura moche). Las fachadas eran escalo-

nadas pintadas en rojo, verde y amarillo.

Está construido con adobes y se han

reconocido 288 marcas. En la Huaca Cao

los adobes son de diferentes tipos, de

acuerdo a la etapa constructiva: lisos o con

marcas incisas (posiblemente de tributa-

ción).

Este templo Moche tuvo vigencia desde

el 200 d.C. hasta el 750 d.C. En este

período sufrió varias remodelaciones arqui-

tectónicas, correspondiendo cada una a una

nueva fachada. En la cima de la Huaca se

encontró la “Dama de Cao”. Las condicio-

nes naturales permitieron en ella la conser-

vación de su piel y textiles. Medía 1,45

metro y tenía entre 20 y 25 años. Habría

fallecido por una gran infección en instan-

Page 142: revista9 - copia (2) - Centro de Investigaciones …anti-cip.org/doc/anti9.pdf · Ana María Rocchietti Coordinadora de Redacción María Andrea Runcio (Universidad de Buenos Aires)

María Laura Gili y Graciana Pérez Zabala

137 • Centro de Investigaciones Precolombinas

cias parturientas. Su ajuar funerario da

cuenta de que era una gobernanta moche.

La investigación, conservación y puesta

en valor ha sido planificada en el tiempo.

Todo está protegido, se circula por sobre-

pisos a los originales y por sendas con

barandas de caña. Las pinturas en los

murales tienen tratamientos de protección

para fijarlos, manteniéndose los pigmentos

originales (amarillo, azul, rojo, negro y

blanco). En la Huaca no se realiza recons-

trucción sino reposición de adobes caídos.

En el centro de investigación se hacen

trabajos de laboratorio acondicionado las

piezas que acompañaban a la Señora de

Cao. Se está construyendo un Museo de

Sitio para su muestra al público. La

Fundación Wisse desde 1990 financia las

investigaciones en el Complejo el Brujo.

RECOMENDACIONES

1. Incluir en la folletería y los paneles los

criterios de conservación y preservación

de los Complejos Arqueológicos.

2. Explicitar los criterios de exhibición de

los restos de la Señora de Cao. Se

recomienda añadir a las justificaciones

las interpretaciones sobre la cosmo-

visión moche acerca de sus muertos.

3. Propiciar el desarrollo de publicaciones

científicas que den a conocer los

resultados de registros de campo y sus

interpretaciones.

4. Evitar la nueva apertura de sitios

arqueológicos al turismo masivo asegu-

rando su resguardo para generaciones

futuras.

5. Proteger los murales con iconografía y

representaciones (Huaca de la Luna y El

Brujo) del daño causado por el impacto

de vientos, lluvia y efecto antrópico.

6. Realizar en la sede del Instituto Nacio-

nal de Cultura, La Libertad, cursos y

talleres de formación patrimonial desti-

nados a los empleados del INC y abierto

a docentes y alumnos de instituciones

educativas de la ciudad y región y al

público en general.

7. Crear en las instalaciones del INC una

sala de interpretación que resuma y

presente al público de La Libertad el

circuito arqueológico de la región. Se

sugiere tomar ejes de: investigación,

relato histórico -arqueológico, conserva-

ción de los bienes y difusión de criterios

de preservación integrales.

Trujillo, 23 de febrero de 2008

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INFORME DEL PROYECTO: EL PROBLEMA DE LA

EDUCACIÓN INTERCULTURAL BILINGÜE. ENTRE

LOS INSTITUTOS DE FORMACIÓN DOCENTE Y LA

PRÁCTICA EN LAS COMUNIDADES, PROVINCIA

DE MAYNAS, REGIÓN LORETO, PERÚ

María Laura Gili

Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Villa María.

Investigadora Adscripta CIP.

[email protected]

INTRODUCCIÓN

a visita a la Comunidad Nativa

Yagua, en la quebrada de Urco

Miraño y a la Comunidad Nativa

Mai Juna, en la quebrada del Sucusari,

ambas situadas en el rio Napo, se realizó

con la guía del Sr. Augusto Cardenas

Greffa, la Prof. Julissa Rondon y el Lic.

Teodulio Grandez, docente del Departa-

mento de Ciencias Sociales, Facultad de

Ciencias de la Educación y Humanidades,

Universidad Nacional de la Amazonía Pe-

ruana, entre los días 12 al 14 de febrero de

2008. En ambas comunidades habíamos

estado en ocasiones anteriores, entre 1998 y

2002, en cumplimiento del Convenio Insti-

tucional entre la UNAP, el IJVG y el CIP.

En esta oportunidad el tema planteado

para analizar fue la educación intercultural

bilingüe, sus particularidades en la Amazo-

nia peruana, los resultados de su aplicación

y sus perspectivas a partir de la observación

y registro de dos casos: la comunidad Na-

tiva Yagua, de Urco Miraño y la Comuni-

dad Nativa Mai Juna, de Sucusari. En visi-

tas realizadas en los meses de febrero de

1998, 1999, 2000 y 2002 (en 2004 visita-

mos las Comunidad Mestiza de Centro Are-

nal), tuve oportunidad de realizar registros

con enfoque antropológico de la vida de los

pobladores en las mencionadas comunida-

des como también en comunidades del

Ampiyacu, el Yahuasyacu y el Nanay.

En términos metodológicos, se realiza un

enfoque antropológico de tipo diacrónico,

L

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María Laura Gili

139 • Centro de Investigaciones Precombinas

con perspectiva sobre el transcurso del

comportamiento en el tiempo de los pobla-

dores de comunidades nativas del río Napo,

factible de realizar por las visitas anteriores

a los sitios mencionados. La observación se

completa con una entrevista al Lic. Gabel

Garcia Sotil docente-investigador que traba-

ja en el sistema educativo de la ciudad de

Iquitos y tiene experiencia en educación

intercultural en el Instituto Pedagógico de

dicha ciudad y en la UNAP donde se for-

man los maestros bilingües.

El informe se organiza a partir de la

presentación de las comunidades visitadas y

el registro realizado en los días de campo,

antecedentes y diagnóstico sobre la región

obtenida de autores locales, docentes de la

UNAP, conclusiones y recomendaciones

sobre acciones a implementar en temas

vinculados a la interculturalidad.

REGISTRO DE CAMPO

Comunidad Nativa Yagua, quebrada de

Urco Miraño

La visita se realizo entre el 12 y 14 de

febrero de 2008. Partimos del Puerto Bella-

vista Nanay, en Iquitos, rumbo a Mazán.

Allí el alcalde nos facilito el transporte para

navegar hacia las comunidades del Napo.

La primera comunidad visitada fue Urco

Miraño; comunidad Yagua fundada en

1975, ocasión en que recibieron el título de

propiedad de las tierras que ocupan, bajo el

gobierno de Velasco Alvarado. Allí llega-

mos el 12/02 a las 21:30 hs (aprox.) luego

de quedar nuestro bote varado en la quebra-

da dado a la bajante de los ríos en esta épo-

ca del año. Al llegar nos esperaban y aloja-

ron en la Escuela Inicial. Al día siguiente, al

amanecer, se acerco a saludarnos Don An-

tonio, quien fuera jefe de la comunidad en

la visita de 1998. Actualmente dicho cargo

lo ocupa uno de sus hijos, ausente de la

comunidad en estos días. La comunidad

ocupa 3 km a lo largo de la quebrada y 5

km hacia el monte. Cuenta con tres niveles

de educación formal: Inicial, Primario y

Secundario. En todos ellos se aplica la

educación intercultural bilingüe. Trabajan

tres docentes, uno solamente domina la

lengua yagua, por ser de la comunidad, los

otros dos son cocama y bora respectiva-

mente. En las escuelas reciben también

alumnos que vienen de comunidades veci-

nas y los alojan en una casa particular

dispuesta a tal efecto. En el día de nuestra

visita (en periodo de receso escolar aun) la

estaban ocupando dos turistas españoles.

Los hombres se encontraban en miga de

hojas, las mujeres en sus casas ofreciendo

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 140

masato de pijuayo, de yuca y de yuca y

maíz preparado para la ocasión.

El grupo se dividió en sectores para visi-

tar las casas. En mi caso tuve oportunidad

de conversar con Valmer, un adolescente de

16 años que cursa el 3º año en la escuela

secundaria, donde asisten 80 alumnos. En

su casa, un hermano mayor, de 25 años cur-

sa el 5º año, mientras dos hermanitos meno-

res cursan la escuela primaria, la cual cuen-

ta con 120 alumnos. Valmer solo puede

mencionar palabras sueltas en yagua, su

lengua nativa, por ej.: jivy (hola) y rayana-

mã (chau), luego de mucho insistir. Agrega

que el maestro les enseña también las fies-

tas y costumbres yagua como la elaboración

del masato, la minga y las fiestas de la

comunidad.

Luego, en camino a la cocamera de

reciente fabricación, Deodín, Teniente Go-

bernador de la comunidad, me diría que

consideran de gran importancia la presencia

de los niveles de educación en la comu-

nidad, como la educación bilingüe, porque

ellos favorecen la permanencia de los más

jóvenes en la comunidad, su mejor prepara-

ción y el reforzamiento de la identidad

yagua. La cocamera, vivienda comunal tra-

dicional hoy reemplazada por viviendas ais-

ladas unifamiliares, es utilizada para reunió-

nes especiales como tomar la ayahuasca o

bien para recibir turistas con bailes, cantos

y trajes tradicionales. A cambio, ellos dejan

una contribución en dinero no tarifada aún.

En la plaza central de la comunidad se

observan tres ovejas, flacas y con el vellón

caído, mientras que camino a la cocamera

observamos la presencia de vacunos. En

ambos casos, son especies alóctonas de

dificultosa incorporación al ambiente ama-

zónico. Ninguna de ellas estaba en nuestra

primera visita a la comunidad en 1998.

A su vez, la comunidad cuenta también

con el apoyo de la CAAP, Centro Amazó-

nico de Antropología y Aplicación Práctica,

ONG de la Iglesia Católica Española. La or-

ganización les ha ayudado a implementar

proyectos de producción. Esto modifico no-

tablemente el emplazamiento de la comuni-

dad desde nuestra visita en 1998; así por

ejemplo, ahora se observan construcciones

nuevas cerradas, de dos plantas, parquiza-

ción en algunos sectores con flores y cercas,

recipientes clasificados para la basura, un

proyecto agroforestal con identificación y

plantación de plantas maderables y medici-

nales.

Quebrada de Sucusari, Comunidad Nativa

Mai Juna

Al mediodía del 13/02 nos retiramos en

lancha por la quebrada de Urco Miraño

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María Laura Gili

141 • Centro de Investigaciones Precombinas

rumbo a la quebrada de Sucusari, para

encontrarnos con la comunidad Mai Juna,

conocida en el pasado por sus condiciones

guerreras, también llamada Orejones o “Co-

to” (termino despectivo que refiere al

mono). Llegamos allí a las 15:45, para

alojarnos en la escuela. Hay poca gente, los

hombres están en el monte y las mujeres se

fueron a Tamanco, rio arriba, a cobrar un

subsidio de $100 que el Estado le paga

mensualmente a cada mujer con niños. Este

escaso aporte es resultado de un proyecto

del actual gobierno de Alan García. Al

retirarse las mujeres a Tamanco, los niños

quedaron solos. Son aproximadamente 10

niños que no cenaron ni desayunaron ese

día y el anterior.

En la escuela había material didáctico

bilingüe empleado por el maestro en su

desempeño áulico, realicé allí registro

fotográfico digital del Modulo/Modulomis-

ka. Bilingüe Quechua-Castellano, de 2002,

Publicado por el Instituto Peruano de Edu-

cación en derechos Humanos y la Paz.

También pude registrar un texto de Ciencias

Sociales, de Editorial Santilla. Esparcidas a

lo largo de la quebrada, se observan las

casas, muchas de ellas con aparente aban-

dono de sus moradores. El pasto esta creci-

do, es notable el estado de abandono gene-

ral de la comunidad, aunque no se siente la

agobiante presencia de zancudos que notá-

ramos en nuestra visita anterior. Ocasión en

que la comunidad sufría de un ataque de

malaria endémica que los dejaría en estado

anómico varios meses. La posibilidad de

fumigación un año atrás, en 2007, les

permite hoy estar libres de zancudos. Ellos

atribuyen a este factor el no rebrote de la

malaria.

Al igual que en Urco Miraño, también

aquí hay ganado vacuno muy flaco con

indicios de patologías severas a poco de

morir. Cinco años atrás los recibieron de

parte del alcalde de Mazan para quedar en

custodia de la comunidad. No consumen su

carne, los faenan para vender su carne en

casi su totalidad al regatón. No recibieron

indicaciones técnicas sobre la crianza y la

alimentación de estos animales de pampa y

pradera, que desconocen por completo; solo

una vez los vio un veterinario.

A las 8:30 hs del 14/02 llegan del monte

los hombres, entre ellos, el maestro bilingüe

de la comunidad, Emerson. Nos reciben en

reunión en la vivienda de uno de los mo-

radores que nos ofreció su cocina para

preparar nuestros alimentos. Allí el maestro

sintetizo con mucha claridad y precisión los

problemas de la comunidad y de la escuela.

Actualmente viven en Sucusari 127 pobla-

dores. La comunidad cuenta con escuela

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 142

primaria de 26 alumnos, dos de los cuales

están en condiciones de pasar a la secun-

daria. Han solicitado una escuela secundaria

que asegure la continuidad en el estudio de

los niños. Carecen de elementos escolares,

carpetas, libros y utilería como armarios y

bancos cómodos, los actuales son para

niños, muy chicos. Si bien constantemente

realizan gestiones en el gobierno local de

Mazan, lo solicitado nunca llega. La comu-

nidad no cuenta con un puesto sanitario, se

atienden en Tamanco, a hora y medio de

distancia en peque peque (embarcación

pequeña); carecen de motor, por lo que en

las urgencias por embarazos o hemorragias

se complica la asistencia inmediata necesa-

ria. Usan la medicina tradicional para pe-

queñas dolencias, ya no tienen chaman.

En la actualidad quedan cuatro comuni-

dades Mai Juna; situadas en distintas que-

bradas en la margen izquierda del rio Napo,

forman una federación para defender su

cultura. Con ella han solicitado un área de

200.000 ha. Cuentan con un documento de

propiedad comunal de su territorio actual.

Una ONG, CONAPAC trabaja con ellos en

proyectos botánicos, agroforestales. El pro-

blema es que no reciben ayuda económica

para implementar las propuestas y proyec-

tos que les aportan (ej: para pintura, mate-

riales, etc.). El principal problema de la

federación es el avance en sus aguas y

tierras de Explorama Lodge, empresa de

capital extranjero dedicada a la explotación

turística de la selva. En el caso del Sucusari,

solo les queda la entrada a la cocha. El

ingreso del Estado Peruano al ALCA

(Alianza Latinoamericana de Libre Comer-

cio) y las recientes propuestas del gobierno

de venta de sectores de la Amazonia a

inversionistas extranjeros, complejiza aun

mas la situación de los pobladores que ven

desaparecer sus territorios de chacra, caza

y pesca. Los madereros también son un

problema por cuanto ingresan sin permiso,

tumban arboles y los llevan para vender sin

dejar nada a la comunidad.

DIAGNOSTICO

La Amazonía peruana comprende cuatro

departamentos: Loreto, Ucayali, Madre de

Dios (selva baja) y San Martín (selva alta).

Se diferencia en dos áreas: área de selva

amazónica y área de la cuenca del rio Ama-

zonas. El total de la superficie cubierta por

la cuenca hidrográfica amazónica en el

Perú, es de 956.751 km2, es decir el 74, 44

% de su territorio nacional. El bosque o

línea de arboles, la denominada selva ama-

zónica, se halla en las vertientes orientales

de los Andes, por debajo de los 3.400

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María Laura Gili

143 • Centro de Investigaciones Precombinas

msnm, al Norte y de los 3.800 msnm, en el

Centro y el sur. Se divide en Selva Alta,

con 3.400 msnm y Selva Baja o llano

amazónico, con 400 msnm. La selva baja

posee dos paisajes: aluvial o várzea, paisaje

plano que se encuentra en los grandes ríos,

de suelos inundados cada año, son los mas

productivos y apropiados a la agricultura; el

interfluvial o de alturas, paisaje ondulado,

de suelos pobres, aptos a la forestación.

Ambos son pisos o espacios ecológicos de

la selva. Fauna y bosque están íntimamente

relacionados. Cualquier alteración en uno

de ellos afecta al otro. Por ejemplo la tala

intensiva del bosque, altera el régimen de

lluvias y seca los suelos, afectando el desa-

rrollo sostenido de la producción agrope-

cuaria (Moscoso Conde 2001).

La composición sociocultural de la ama-

zonia loretana abarca distintos aspectos.

Según la antropóloga Rosa Aguilera de la

UNAP, estos son: migración y colonización

del área andina; expulsión de población de

la selva atraídos por la ilusión citadina de

Iquitos que rápidamente los margina a sus

áreas mas precarias (Mercado de Belén) y

hostiles ampliando la franja de miseria de la

ciudad.

La economía campesino-ribereña es muy

compleja, su población es la más flexible

para moverse entre la economía de mercado

y la producción para el autoconsumo. Sus

actividades son la pesca, caza, agricultura

migratoria por roza. En las chacras cultivan

yuca, maíz, frijoles, plátanos. En ellas

trabajan las mujeres para el cultivo y la

recolección; mientras los hombres preparan

las chacras, la roza, el desmonte. También

crían gallinas, patos, cerdos (Moscoso

Conde 2001). La economía indígena, por su

parte, con ocupantes ancestrales de las

cuencas fluviales, desarrollaron su cultura e

identidad a pesar de soldados, misioneros,

regatones, colonos, caucheros, petroleros y

últimamente, narcotraficantes (Aguilera

Ríos 2001). Combina agricultura de peque-

ña escala, horticultura, caza, pesca, extrac-

ción forestal, industria artesanal. Hombres y

mujeres reparten tareas de chacra, unos ro-

zan, tumban, queman, pescan, etc. Mientras

ellas siembran, cultivan, cosechan, preparan

comidas, hilan y tejen, cuidan de los niños.

En este contexto, Garcia Sotil sostiene

que el maestro bilingüe no esta preparado

para la interculturalidad; por el contrario,

egresa del instituto o de la universidad con

una formación fuertemente etnocéntrica que

continua presentando el relato de la historia

mestizo-criolla del Perú, relato que solo

considera historia nacional los aconteci-

mientos de la sierra y la costa peruana y

excluye la historia de la selva.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 144

CONCLUSIONES

A diez años de haber realizado la prime-

ra vista a la comunidad de Yagua de Urco

Miraño, sus problemas actuales tienen que

ver con la aplicación de la educación

intercultural bilingüe, falta de mecanismos

de transferencia para hacerla efectiva mas

allá de la escuela; la carencia de posibi-

lidades de continuar la educación profesio-

nal en un centro educativo terciario o uni-

versitario de Iquitos por los costos que

implica; carencias en salud y atención sani-

taria; escasa cultura material, los utensilios

en la escasa se limitan a los necesarios;

colonización de especies animales alócto-

nas; transformación en la producción por el

accionar del CAAP; imposibilidad del acce-

so al estudio universitario o al pedagógico

para ser maestro bilingüe.

En el caso de la comunidad Mai Juna, las

principales dificultades consisten en sus

carencias de implementos áulicos para la

efectiva educación intercultural bilingüe; de

desarrollo de la jornada escolar sostenida a

lo largo del año escolar, tanto del maestro y

como de los alumnos; de elementos escola-

res, carpetas, libros y utilería como arma-

rios y bancos cómodos; de una escuela

secundaria; de un puesto sanitario; de mo-

tor. Cuentan con una federación que los

organiza junto al resto de 600 pobladores

Mai Juna de la región. Con ella están solici-

tando un amplio territorio que los pone en

disputa con Explorama Lodge, empresa de

capital extranjero dedicada a la explotación

turística de la selva. Una ONG, CONAPAC

trabaja con ellos en proyectos botánicos,

agroforestales. Aunque carecen de imple-

mentos necesarios a la ejecución de proyec-

tos de mejoramiento de la comunidad. Por

ultimo los madereros también son un pro-

blema por cuanto ingresan sin permiso y

extraen los arboles maderables de su terri-

torio.

El IIAP, Instituto de Investigaciones de

la Amazonia Peruana, ha propuesto como

modelo de desarrollo dos niveles de aprove-

chamiento de la biodiversidad de la selva:

la explotación del valor comercial de la

biodiversidad y la elevación del nivel de

subsistencia usando al máximo la fotosín-

tesis.

La economía monetaria regional en con-

junto sigue al servicio de intereses econó-

micos ajenos a la región y su gente. Por otra

parte, las comunidades nativas presentan

una fuerte dependencia extra-regional, un

relativo aislamiento geográfico y una débil

estructura productiva. La auto-subsistencia

es el potencial económico más claro de la

región (Moscoso Conde 2001).

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María Laura Gili

145 • Centro de Investigaciones Precombinas

RECOMENDACIONES

Favorecer la formación de profesionales

universitarios con visión intercultural,

que sean capaces de reconocer, respetar

y trabajar en favor del desa-rrollo de la

diversidad cultural de su región y país.

Incorporar al currículo del profesorado

en educación bilingüe contenidos sobre

diversidad, bio-diversidad, intercultura-

lidad que propicien una formación mas

amplia a los futuros docentes, supera-

dora de la actual visión etnocéntrica del

relato mestizo-criollo que impregna los

materiales educativos.

Elaborar material didáctico que de

cuenta de la región amazónica y su

cultura; incrementar el número de pu-

blicaciones sobre la historia y cultura

peruana que incluyan en la historia na-

cional, además de la costa y la sierra, a

la selva.

Usar en las planificaciones de desarrollo

regional generadas en los diferentes

ámbitos de las facultades de la UNAP,

las ventajas comparativas de la región:

comunidades nativas, clima, precipita-

ciones, cuerpos de agua, paisaje, etc.

Incorporar conocimientos locales indí-

genas y mestizos en la zonificación eco-

lógica y económica local para la plani-

ficación y desarrollo local y regional.

Implementar para esto espacios curricu-

lares que lo favorezcan en la Carrera de

Antropología, de la Facultad de Cien-

cias de la Educación y Humanidades de

la UNAP.

Promover programas educativos y de

capacitación orientados al conocimiento

y aprovechamiento del patrimonio cul-

tural y natural de la región.

Implementar en el currículo del profeso-

rado y de todas las carreras de la UNAP

la educación ambiental como base de

una nueva concepción de vida amazó-

nica, para una nueva mirada sobre sus

propios recursos naturales.

Desarrollar una ciencia y tecnología en

términos de su adecuación a la realidad

amazónica, recuperando conocimientos

y tecnologías nativas.

BIBLIOGRAFÍA

Aguilera Ríos, R.

Aspecto Sociocultural. En UNAP La UNAP

en su contexto. Fundación para el desarrollo

sostenible de la Amazonia Baja del Perú.

Iquitos.

Garcia Sotil, G.

2001. Panorama histórico de la Amazonía

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 146

Peruana. Una visión desde la Amazonia.

Iquitos.

Garcia Sotil, G.

1997. Hacer educación en la selva. Iquitos.

Moscoso Conde, J.

2001. Aspecto demográfico. En UNAP La

UNAP en su contexto. Fundación para el

desarrollo sostenible de la Amazonia Baja

del Perú. Iquitos.

Iquitos, 15 de febrero de 2008

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INFORME DIRIGIDO AL INSTITUTO NACIONAL

DE CULTURA, PERÚ

Celeste Bolmaro, Raúl Eduardo Bolmaro, César Borzone, Graciela Elsesser, María Teresita

de Haro, Olga Graciela Lima, Adrián Sabbatella y Graciela Vielmas

Centro de Investigaciones Precolombinas

INTRODUCCIÓN

n el marco del acuerdo de coope-

ración interinstitucional entre el

Instituto Nacional de Cultura

(INC), el Instituto Superior Profesorado

“Joaquín V. González” y el Centro de In-

vestigaciones Precolombinas (CIP) se re-

dacta este informe a fin de dar cuenta de la

situación patrimonial de diversos sitios

arqueológicos pertenecientes al departa-

mento de La Libertad. El objetivo de este

informe es realizar una observación y apre-

ciación evaluativa de los bienes arqueoló-

gicos pertenecientes a los sitios de Huaca

de la Luna, Chan Chan y El Brujo (Cao

Viejo).

Se presentará a continuación el estado de

situación, evaluación de la misma y consi-

deraciones finales.

La metodología utilizada es la observa-

ción mediante visitas guiadas y el releva-

miento fotográfico y fílmico de cada sitio.

HUACA DE LA LUNA

Es una construcción de adobe que está

ubicada al norte del Perú, en el departa-

mento de La Libertad, a unos 5 km al sur

de Trujillo; fue construida por la cultura

Moche o Mochica. Se encuentra muy cerca

de la Huaca del Sol, también de la cultura

mochica; entre las dos huacas se encontraba

la ciudad. En la actualidad se exhibe con

sus diferentes pinturas en las paredes con

muchos años y que han perdurado al paso

del tiempo.

Esta huaca fue centro de culto, ceremo-

nial y religioso. Es una de las pocas huacas

que se encuentra abierta. Esta construcción

destaca por tener templos que fueron super-

puestos y construidos en diferentes perio-

dos. Tiene una base cuadrada de 87 metros

de lado y una altura de 21 metros. En su

plataforma superior se levantaban una serie

de salas decoradas con figuras humanas. En

un altar ceremonial del último templo cons-

E

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Celeste Bolmaro, et al.

148 • Centro de Investigaciones Precolombinas

truido, fueron descubiertos los restos de

guerreros sacrificados.

La huaca de la Luna conserva pinturas

murales de 5 colores (blanco, negro, rojo,

azul y amarillo), los cuales fueron obteni-

dos de minerales, y relieves donde se puede

apreciar la divinidad moche llamada Ai

apache o el dios degollador. Igualmente es

posible visitar los patios y plazas ceremo-

niales de más de 1.500 años de antigüedad.

Existe un patio de 10.000 metros cuadra-

dos desde donde la población de la zona

urbana circundante podía ver la preparación

para el sacrificio de los guerreros.

Política de sitio

Existe un convenio entre el Instituto Na-

cional de Cultura (INC); la Universidad Na-

cional de Trujillo; el patronato Huacas del

valle moche, y la Unión de Cervecerías Pe-

ruanas Backus y Johnston, empresa privada

que constituye la principal fuente de finan-

ciamiento.

Se pueden observar intervenciones, re-

construcciones, restauraciones, investiga-

ción, uso turístico del sitio y puesta en valor

por medio de cartelería y visitas guiadas

obligatorias. La protección de las estructu-

ras se realiza por medio de techados confec-

cionados con materiales de la zona, para

minimizar el impacto visual. Existen cordo-

nes de seguridad (barreras psicológicas) a

fin de que el visitante no acceda a espacios

que puedan resultar perjudicados por el

exceso de circulación o que no puedan ser

expuestos al tacto. A esto se le agrega la

concientización de la población al mencio-

nar que es un sitio sagrado.

CHAN CHAN

Está emplazado en la margen derecha

del valle Chimor a 4,5 km al noroeste de

Trujillo, siendo atravesado por la vía que

conduce al aeropuerto y a Huanchaco exis-

tiendo ocupaciones indebidas en las inme-

diaciones (viviendas, fábrica de alimentos

balanceados para aves).

Chan Chan constituyó el centro hegemóni-

co y capital política, económica y religiosa

del estado Chimor a partir de donde se

administró una confederación de curacazgos

extendidos en una vasta región costera del

Perú, que abarcó desde Tumbes por el norte,

hasta las cercanías de Lima, con centros

administrativos provinciales que se articula-

ron mediante un complejo sistema de infor-

mación, intercambio y reciprocidad, a los

diversos territorios y valles conquistados.

Es la ciudad arqueológica de barro más

grande hasta hoy descubierta. Posee 14 km2

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 149

de superficie y fue declarada patrimonio

cultural de la humanidad por la UNESCO

en 1986.

El complejo de Chan Chan está confor-

mado por varios conjuntos o palacios (9 o

10), pero solo el 1 % es accesible al turista.

Política de sitio

Posee un museo de sitio que exhibe

variedades de maquetas, réplicas de frisos,

murales, textiles, cerámicas, etc., y una sala

de proyecciones en la cual se narra la his-

toria del sitio.

Por tratarse de un sitio que ha sido tra-

bajado desde aproximadamente la década

del 60 ha pasado por diversas políticas de

gestión, desde la destrucción parcial y re-

construcción indiscriminada en un principio

hasta las nuevas políticas de restauración y

conservación que incluyen la creación de la

Unidad Ejecutora, la cual lleva a cabo el

Plan Maestro de conservación del sitio.

Una pequeña porción de las estructuras

se han protegido mediante estructuras de

caña y tecnopor recubierto de barro, simila-

res a las de la Huaca de la Luna. Sin em-

bargo, está proyectada la instalación de co-

lumnas metálicas con cubiertas de lona

plastificada. El recorrido debe hacerse con

un guía y se ve dirigido por el cerramiento

de algunos pasos mediante sogas y por la

señalización con motivos propios del sitio

(peces). A lo largo del recorrido se encuen-

tran algunas maquetas que junto con textos

explicativos detallan características propias

de cada recinto o sector. El impacto antró-

pico se ve disminuido con la cobertura de

las estructuras con material superpuesto. El

sitio posee guardia permanente. La fábrica

ubicada en sus inmediaciones genera un

fuerte impacto material y visual. Existe una

alta presión poblacional ya que la ciudad se

expande hacia el terreno donde está ubicado

el sitio siendo además sus alrededores utili-

zados como campos de cultivo. Así mismo

la carretera es generadora de gran impacto,

seccionando el sitio en dos. Las napas freá-

ticas han crecido en una medida mayor a la

prevista por el Plan Maestro erosionando

las estructuras.

COMPLEJO EL BRUJO, HUACA CAO

VIEJO

Las huacas de El Brujo y de Cao Viejo,

conocidas como Complejo Arqueológico El

Brujo, se ubican sobre la margen derecha

del río Chicama, muy cerca al litoral del

océano pacífico, en el distrito de Magdalena

de Cao, provincia de Ascope, departamento

de La Libertad en el norte del Perú.

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Celeste Bolmaro, et al.

150 • Centro de Investigaciones Precolombinas

Fueron construidas por la cultura Moche

entre los años 100 y 750 d.C. El sitio se

encuentra abierto al público desde mayo del

2006, y la señora de Cao allí encontrada

aún no se encuentra en exposición.

Circundan a la Huaca de Cao Viejo cam-

pos de cultivo de caña de azúcar y cultivos

en huachaques. En la ubicación del antiguo

pueblo moche, situado a pies de la huaca, se

puede apreciar una cantidad innumerable de

hoyos que indican que allí se realizaron

huaqueos (saqueos).

Política de sitio

El sitio no se encuentra habilitado en su

totalidad, estando aún en construcción el

museo de sitio.

Las estructuras se han protegido, en un

sector con una estructura parabólica de lona

y en otros sectores con columnas de caña y

techos de paja.

La visita está programada para que sea

guiada. Su recorrido se encuentra delimita-

do por sogas. Los perfiles se han protegido

con muros de adobe imitando la técnica

constructiva original.

Debido a que se encuentran en el sitio

los materiales hallados hay una permanente

vigilancia armada para su protección. Se

planifica al momento de inauguración del

museo la exposición del cuerpo de la señora

de Cao junto con su ajuar funerario. En el

sitio se han realizado trabajo de preserva-

ción y reposición.

El impacto visual ocasionado por el te-

chado no es de mayor envergadura. La

cartelería si bien no es abundante posee

amplia información apoyada por la existen-

cia de una maqueta de la huaca. Los cam-

pos de agricultura circundantes no ocasio-

nan demasiado impacto. Los materiales se

ven perjudicados por la salinidad del mar.

MARCO TEÓRICO

Vemos el patrimonio como una construc-

ción social (Mantecon 2005, García Canclini

1987). Como una cualidad que se le atribuye a

determinados bienes que son seleccionados

como integrantes del patrimonio de acuerdo

con algunas jerarquías que valorizan algunas

producciones en detrimento de otras. Implica

una “operación dinámica”, enraizada en el pre-

sente, a partir del cual se construye, selecciona

e interpreta el pasado (Mantecon 2005:65).

Los elementos de patrimonio cultural

tienen una significación particular en fun-

ción del contexto sociocultural, aunque al

ser apropiados por otros grupos sociales e

implantados en nuevos contextos, se produ-

ce un proceso de resemantización.

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 151

El turismo se está transformando en una

de las mayores industrias del mundo, dando

lugar a una verdadera industria del patrimo-

nio, en la que este es utilizado con la lógica

del espectáculo y del consumo. En algunos

sitios esta manipulación desconoce inten-

cionalmente los derechos políticos, econó-

micos y culturales de los pueblos origina-

rios, situación que no hace más que

acentuar la polarización de la riqueza, el

deterioro de los recursos naturales y el uso

elitista del patrimonio de los pueblos origi-

narios. Aún así consideramos al turismo

como una fuente de desarrollo.

CONSIDERACIONES FINALES

En líneas generales podemos ver que los

sitios observados intentan realizar un mane-

jo adecuado del patrimonio. Adhiriendo a

las nuevas normativas internacionales en

cuanto a preservación, conservación, restau-

ración y exhibición del sitio.

Sin embargo, en Huaca de la Luna las

pinturas están demasiado expuestas sin una

protección adecuada y sería conveniente la

existencia de un museo de sitio donde se

explique visualmente la historia de la huaca.

En Chan Chan, la cubierta diseñada a

futuro, creemos impactará negativamente

tanto visualmente como en la creación de

un microclima adverso por los materiales de

los que se hará uso. Por otro lado la ruta

que atraviesa el sitio debiera ser relocali-

zada, así como la fábrica de alimento balan-

ceado, que es un factor contaminante. Sería

conveniente considerar el problema de la

napa freática y la forma más adecuada para

su drenaje.

En la Huaca de Cao Viejo, creemos que

la exposición de los restos humanos podría

llegar a ser un punto de conflicto y no

contribuye necesariamente al enriqueci-

miento del conocimiento del visitante.

Consideramos absolutamente necesario

que toda toma de decisión, intervención y/o

actividad sobre el patrimonio cultural ha de

ser una acción interdisciplinaria que involu-

cre la participación de diferentes actores

sociales y especialistas de disciplinas va-

rias. Así también creemos que es conve-

niente implementar políticas educativas di-

rigidas a la comunidad toda, a fin de una

concientización del valor patrimonial de los

sitios arqueológicos.

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INFORME. CUENCA DEL AMANZONAS PERUANO.

ACTUALIDAD ANTROPOLOGICA

Gilda Arias Montes, Celeste Bolmaro, Raul Bolmaro, Cesar Borzone, Graciela Elsesser,

Maria Teresita de Haro, Olga Graciela Lima, Alejandro Pisnoy, Adrian Sabbatella y Graciela

Vielmas

Centro de Investigaciones Precolombinas

INTRODUCCIÓN

En el marco del acuerdo de la coopera-

ción interinstitucional entre la Universidad

Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP),

el Instituto Superior del Profesorado Dr.

Joaquín V. González (INSPJVG) y el Cen-

tro de Investigaciones Precolombinas (CIP),

se redacta este informe a fin de dar cuenta

de la situación observada de los pobladores

nativos de las comunidades de la cuenta del

Napo y lo s pobladores de la periferia de la

Ciudad de Iquitos.

El fin que se persigue es el de la bús-

queda conjunta de alternativas que mejoren

la calidad de vida de dichos ciudadanos.

Se presentara a continuación el estado de

situación, las conclusiones derivadas de di-

cho estado y algunas recomendaciones con-

sideradas pertinentes para dicho objetivo.

La metodología utilizada es la de obser-

vación participante en las comunidades na-

tivas de Urco Miraño (Yaguas) y Sucusari

(Maijunas) y del Mercado de Belén y aleda-

ños en la Ciudad de Iquitos.

Se tomaran, a fin de una mejor compren-

sión tres ejes conductores: económico, so-

cial y sanitario-educativo.

UBICACIÓN ESPACIAL:

El distrito de Belén y los pobladores de

San José de Itaya y San Francisco se sitúan

al sudeste de la ciudad de Iquitos, sobre el

Río Itaya. El poblado de Urco Miraño se

encuentra en una cocha cuya caño desem-

boca en la margen derecha del Río Napo. El

poblado de Sucusari, se halla en la margen

derecha de dicho río, afluente del Río Napo.

Los dos últimos poblados se encuentran

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Gilda Arias Montes, et al.

153 • Centro de Investigaciones Precolombinas

ubicados en el ecosistema perteneciente a la

selva baja amazónica. (FUNDESAB).

SOBRE LA CUESTIÓN ECONÓMICA:

Periferia de Iquitos

- Según un poblador de San Francisco,

Belén representaría el 40% de la economía

de Iquitos.

- El comercio es el sustento básico de la

población allí radicada.

- El trabajo familiar es el trabajo de di-

cha economía.

- La producción principal que recibe la

zona es de madera, frutos, pesca y vesti-

menta.

- La actividad es continua a lo largo de la

jornada.

- Cabe destacar que toda esta actividad

se realiza en un marco de extrema pobreza.

Urcomiraño

- Hay una baja existencia de bienes ma-

teriales.

- Se observa cierta diferenciación social

a partir de los bienes muebles.

- La economía es de subsistencia, basada

en la agricultura y pesca, y en segunda ins-

tancia, en la venta de artesanías y masato y

el trabajo en maderas y chacras aledañas.

- En los últimos tiempos, la producción

de artesanías se ha visto transformada a fin

de satisfacer los gustos de los turistas.

- Existe desaprovechamiento de nuevos

recursos introducidos, en este caso, ovejas.

- La deforestación ocasiona que los re-

cursos se encuentren cada vez más lejanos.

- La falta de trabajo da por resultado la

migración de los jóvenes.

- Las madres reciben un plan de ayuda

económica del estado que es insuficiente

para cubrir sus mínimas necesidades.

Sucusari

- El marco económico es de extrema po-

breza.

- La falta de bienes muebles es total.

- Las madres reciben un plan de ayuda

económica del estado que es insuficiente

para cubrir sus mínimas necesidades.

- Es casi nula la actividad agrícola.

- La caza y la pesca son la base de su

economía domestica.

- Existe desaprovechamiento de nuevos

recursos introducidos, en este caso, el cebú.

SOBRE LA CUESTIÓN SOCIAL

Iquitos

- Existe una percepción por parte de

algunos pobladores de que “la pobreza esta

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 154

porque quieren ser pobres”, generando

estigmatización.

- La valoración de la vida es escasa.

- La visión de futuro de los jóvenes es

prácticamente nula.

- La situación de los pobladores es mar-

ginal geográfica y socialmente.

- Hay una alta tasa de delincuencia como

alternativa de subsistencia.

- Se encuentra la existencia del turismo

sexual infantil.

Urcomiraño

- Se considera al río como una fuerza de

vida.

- Existe una organización social a través

de diversas agrupaciones comunales, como

ser la APAFA (Asociación de Padres de Fa-

milia) y convenios con organizaciones no

gubernamentales y gubernamentales, por

ejemplo CETA (Centro de Estudios Teoló-

gicos Amazónicos) y CAAP (Centro de An-

tropología y Aplicación Práctica).

- La comunidad mantiene una serie de

conflictos: frente al Estado por falta de aten-

ción, y frente a las madereras por la apro-

piación de recursos comunales, si bien la con-

ciencia de estos reclamos no es generalizada.

- La estructura social mantiene la jefatu-

ra por parte del Apo, y a su vez acepta la

impuesta por el Estado del Teniente Gober-

nador, creando un sistema de gobierno dual.

- Aparentemente existe integración so-

cial en el grupo. Si bien la vivienda comu-

nitaria tradicional (Cocama o Maloca) se

desdoblo en viviendas unifamiliares, estas

se sitúan en un sistema concéntrico con res-

pecto a una plaza central.

Sucusari

- Se observa falta de cohesión social, que

estaría reflejada en su organización dispersa

del espacio.

- A pesar de la falta de cohesión social

interna, existe una confederación de comu-

nidades maijuna, integrada por cuatro co-

munidades.

- Entre los niños se observan manifiestas

acciones violentas entre si.

- Se ve al río como una fuente de vida.

- La comunidad mantiene una serie de

conflictos: frente al Estado por falta de

atención, y con “Explorama” (empresa nor-

teamericana de turismo) por el avance de-

predador sobre la selva comunal con apro-

piación de terrenos.

- Se expresa queja por parte de un pobla-

dor (profesor) por la perdida de autonomía,

por la falta de registro civil. Este hecho oca-

siona que las personas indocumentadas no

existan ante el Estado.

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Gilda Arias Montes, et al.

155 • Centro de Investigaciones Precolombinas

- Existen conflictos entre algunos padres

de la comunidad que prefieren profesores

mestizos y el profesor, que es un profesor

bilingüe.

- Se evidencia necesidad de una autoafir-

mación como comunidad maijuna.

SOBRE LA SALUD Y EDUCACIÓN

Iquitos

- Existe una alta contaminación de las

aguas del Río Itaya por el desecho de los

residuos patológicos (del hospital local),

cloacales y basuras varias. “El río como un

gran tacho de basura”.

- Observamos falta de control sanitario y

bromatológico.

- Hay un amplio contacto de los niños

con el agua contaminada.

Urco

- Se observa cierta organización del tra-

tamiento de los residuos (utilización de re-

cipientes diferenciados).

- Si bien existen letrinas, estas no son

utilizadas con frecuencia.

- El sistema de agua y cloacal instalado

en el colegio no es debidamente utilizado

por su deterioro.

- No hay existencia de puesto sanitario.

- Existe cierta disminución de enferme-

dades endémicas.

- La tasa de mortalidad infantil no es

alta.

- La nutrición de los niños se evidencia

como no adecuada, con falencias.

- Se encuentran en la comunidad tres ni-

veles educativos: inicial, primario y secun-

dario.

- Hay un reclamo por parte de la comu-

nidad con respecto al nivel de preparación

con el cual egresan los alum-nos, que no les

permite el acceso a niveles superiores.

- Se nota en los establecimientos educa-

tivos la presencia de la iglesia católica.

- La iglesia pentecostal también se en-

cuentra presente.

Sucusari

- Se observa la existencia de letrinas,

pero no su uso.

- En el edificio escolar los sanitarios se

encuentran totalmente en desuso por su de-

terioro.

- El estado general del edificio escolar es

de pésimo estado de salubridad (existencia

de gran cantidad de murciélagos).

- No hay existencia de puesto sanitario.

- Se realiza la utilización de plantas me-

dicinales autóctonas por parte de toda la

comunidad.

- Existe conciencia de la necesidad de

mantener cierta limpieza y atenciones do-

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ANTI • Núm. 9 • Mayo de 2010

Centro de Investigaciones Precolombinas • 156

mesticas como hervir el agua, cortar el pas-

to o fumigar como medio de controlar las

enfermedades.

- Se observa un alto índice de desnutri-

ción.

- Hay un retraso escolar debido a la eje-

cución de tareas comunitarias por parte de

los niños.

- El material didáctico es obsoleto ya que

consta de cartillas del ILV (Instituto Lin-

güístico de Verano) de la década de 1970.

- Se expresa un requerimiento por parte

de la comunidad de un colegio secundario

bilingüe.

- El acompañamiento familiar en la edu-

cación bilingüe se ve como una necesidad.

- El maestro hace mención de la necesi-

dad de becas universitarias para la comuni-

dad pueda contar con profesionales.

- Se observa una dificultad en la coordi-

nación de los contenidos curriculares res-

pecto a la enseñanza de la lengua materna.

CONCLUSIONES

Planteamos la existencia de una proble-

matica que atraviesa los ejes descriptos y

que es inherente a todas las comunidades

observadas. Nos estamos refiriendo a la po-

breza y la marginalidad.

En el aspecto económico la pobreza es-

tructural de las comunidades nativas ocasio-

na la migración de las personas hacia la

zona marginal de la ciudad. Esto genera la

merma de la mano de obra de la economía

familiar. Este proceso se produce por una

gran dependencia económica de otras regio-

nes y una economía monetaria regional al

servicio de intereses ajenos (FUNDESAB).

Este proceso migratorio es considerado por

Nicolás Rosa como una defensa ante el

ataque de los otros.

Socialmente la falta de conciencia de sus

derechos sobre la tierra a la larga podría

ocasionar la perdida de la misma, la cual

ocasionaría fenómenos como la disgrega-

ción de la comunidad, su contratación como

mano de obra barata y su migración a otras

comunidades o centros urbanos.

Con respecto al sistema de salud, consi-

deramos que no cumple los requisitos indis-

pensables para la atención de la población.

La educación manifiesta distintos niveles

de inaccesibilidad debido a la brecha socio-

económica y de conocimientos requeridos

para una instrucción superior. Existe una

dicotomía en la cuestión de la educación

bilingüe, ya que si bien el recuperar la

lengua nativa estaría reafirmando su cultura

y generando una resistencia a la cultura

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Gilda Arias Montes, et al.

157 • Centro de Investigaciones Precolombinas

dominante (CALVET), por otro lado esta

situación los excluye más y aumentaría su

opresión.

RECOMENDACIONES

Creemos que la comunidad amazónica se

beneficiaria en la medida que el Estado im-

plante planes para que las personas encuen-

tren en sus lugares de origen un desarrollo

adecuado a sus necesidades. Estas necesi-

dades deben ser evaluadas desde la pers-

pectiva nativa, a fin de no imponer nuestra

propia mirada (LEVI STRAUSS).

Consideramos que un plan de desarrollo

debe tener en cuenta plazos de largo alcan-

ce sin dejar de lado las necesidades inme-

diatas y con aplicación de propuestas real-

mente factibles de completar, como por

ejemplo: la capacitación técnica de los luga-

reños para el aprovechamiento de los nue-

vos recursos o la creación de un curso nive-

latorio para que los egresados de escuelas

secundarias rurales puedan ingresar a estu-

dios superiores).

Asumimos que la UNAP posee el equipo

y el material humano necesario para la pro-

puesta y asesoramiento en la realización de

los planes a implementar por el Estado.

BIBLIOGRAFIA

CALVET, L.J.

s/f. Lingüística y Colonialismo. Breve tra-

tado de la glotofagia. Fondo de Cultura

Económica.

FUNDESAB.

s/f. La UNAP en su contexto. UNAP.

LEVI STRAUSS, J.C.

s/f. Tristes Trópicos. Editorial Paidos,

Argentina.

ROSA, N.

2006. Relatos míticos, cosas, animales, dis-

cursos. Santiago Arcos Editor, Buenos Ai-

res.

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NORMAS EDITORIALES

Los trabajos deben presentarse de acuer-

do a las siguientes normas editoriales:

1. Título en mayúsculas, margen izquier-

do, sin subrayar, negrita, Times New

Roman 12

2. Autor/es en el margen izquierdo, ma-

yúscula-minúscula, negrita.

3. Pertenencia Institucional: en el margen

izquierdo, cursiva, sin abreviaturas.

4. Correo electrónico: en el margen iz-

quierdo

5. Resumen de no más de 200 palabras en

castellano y en inglés y cinco palabras

clave en castellano e inglés.

6. Texto: Times New Roman 12, interli-

neado 1,5, justificado de ambos lados.

7. Subtítulos primarios en el margen iz-

quierdo, en mayúsculas, sin subrayar,

negrita. Subtítulos secundarios, en el

margen izquierdo, en minúsculas, sin

subrayar, negrita.

8. Las referencias bibliográficas irán en el

texto siguiendo el sistema autor-año.

Ejemplos:

(Costin 1986)

(Costin 1986: 21)

(Costin 1986, 1988)

(Hodder 1985; Costin 1986; Patterson

1990).

Se citan hasta dos autores, si son más de

dos se nombra al primer autor y et al.

9. Las tablas, figuras, mapas y fotos deben

ir con numeración y epígrafes al final

del texto, para lo cual se solicita en-

viarlos en archivo aparte, indicando en

el texto su ubicación. Deben estar cita-

das en el texto.

10. Agradecimientos

11. Notas: numeradas correlativamente a

continuación de los agradecimientos.

12. Bibliografía: todas las referencias cita-

das en el texto deben aparecer en la lista

bibliográfica y viceversa. La lista bi-

bliográfica debe estar en orden alfabé-

tico, ordenada de acuerdo al apellido del

primer autor. Dos o más trabajos del

mismo autor se ordenan cronológica-

mente y a los trabajos del mismo año se

le agrega una letra minúscula.

Debe seguirse el siguiente orden: Au-

tor/es. Año. Título. Publicación. Número.

Páginas. Editorial. Lugar de edición.

Deben ir en cursiva los títulos de los

libros o los nombres de las publicaciones

periódicas.

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Ejemplos:

Raffino, R. (ed.).

1993. Inka. Arqueología, historia y urba-

nismo del Altiplano Andino. Ed. Corregidor.

Buenos Aires.

Madero, C.

1993. Explotación faunística, tafonomía y

economía en Humahuaca antes y después

de los Yupanki. En: Inka. Arqueología,

historia y urbanismo del Altiplano Andino.

R. Raffino (ed.). pp. 145-168. Ed. Corre-

gidor. Buenos Aires.

Nielsen, A.

1996. Demografía y cambio sociocultural

en la Quebrada de Humahuaca. Relaciones

de la Sociedad Argentina de Antropología

XXI: 307-385.

Hodder, I.

1982a. Symbolic and Structural Archaeo-

logy. Cambridge University Press. Cam-

bridge.

1982b. Symbols in Action. Cambridge Uni-

versity Press. Cambridge.

MECANISMOS DE SELECCIÓN DE

ARTÍCULOS

La recepción de los trabajos no implica

compromiso de publicación. El Comité

Editorial procederá a la selección de los

trabajos que cumplan con los criterios

formales y de contenidos de esta publi-

cación.

Los artículos seleccionados serán eva-

luados por un miembro del Comité Eva-

luador, que actuará como árbitro.

Se comunicará a los autores la acepta-

ción o no de los trabajos. Si se sugieren

modificaciones, éstas serán comunicadas al

autor quien deberá enviar la versión defi-

nitiva en el plazo que se acuerde entre el

autor y el Comité Editorial. Todas las co-

municaciones se realizarán por correo

electrónico.

Los artículos deberán enviarse a:

[email protected]

CONSTANCIA DE ORIGINALIDAD

Todos los artículos deberán ser enviados

con una nota de autorización de publicación

por parte de los autores.