revista psicología conductual
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Proyecto para la materia "Tecnología educativa" del segundo semestre de Psicología de la Universidad Autónoma de Baja California.TRANSCRIPT
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¿ES VIABLE EL
CONDUCTISMO EN EL
SIGLO XXI? Por Telmo Eduardo Peña Correal
Cuando empecé a estudiar psicología en la Universidad Javeriana de Bogotá recuerdo
que en el primer año estudiábamos Psicología General y se mencionó al conductismo
y a Skinner. La profesora había recibido una formación psicodinámica y nos presentó
al conductismo como una escuela antigua, del mismo nivel
y época que el estructuralismo y la gestalt y cuyo principal
importancia era histórica, pero que en aquel
momento—estoy hablando de 1969 no tenía vigencia.
Presumo que a muchos de mis colegas les pudo haber
pasado algo parecido en ese entonces, cuando el auge del
conductismo aún no había llegado a Colombia. Esa manera
de percibir al conductismo desapareció entre nosotros en los
años 70, cuando el conductismo se empezó a enseñar
profusamente en nuestras universidades y este enfoque se convirtió en predominante en varias escuelas de psicología.
Sin embargo, ese auge pasó. En los años 80 el conductismo
fue rápidamente reemplazado por el eclecticismo y
finalmente por diferentes versiones del cognoscitivismo. Para muchos conductistas el
paso fue a través del conductismo cognoscitivista, mientras que para los no
conductistas el paso ocurrió directamente a través de Piaget o la llamada «ciencia
cognitiva». Por eso hoy me pregunto, ¿qué futuro tiene el conductismo en este nuevo siglo? ¿Es viable? ¿Qué queda del conductismo original?
Para proponer una respuesta a estas cuestiones trataré primero de caracterizar eso
que se llama conductismo, empezando por hacer algunas precisiones en su definición, para luego señalar sus principales características.
1. El conductismo no pretende ser una teoría científica para la psicología. El
conductismo, como lo dice el mismo Skinner (1974/1975) no es la ciencia del
comportamiento humano sino la filosofía de esa ciencia. Cuando nos referimos
a una filosofía de la psicología, nos referimos al planteamiento de una serie
de supuestos sistémicos y metasistémicos sobre lo que es la psicología, sobre
lo que es la ciencia, sobre la manera de construir el conocimiento científico, e
incluso supuestos de orden ontológico sobre lo que se considera real o no.
2. Ni la filosofía conductista, ni las teorías consistentes con esa filosofía
corresponden a un conjunto organizado y homogéneo. Como lo dice Zuriff
(1985), siguiendo a Wittgenstein: al mirar una fotografía de una familia
grande, uno puede notar que aunque no todos los miembros tienen la misma
nariz, los mismos ojos, o boca, hay una similitud en las características que
constituye el aire de familia. Cada miembro de la familia comparte el parecido,
aunque no hay una característica que sea compartida por todos. Algunos
miembros muestran el «aire» de familia muy marcadamente, mientras que
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otros lo tienen tan débil que parecen de la familia sólo en el contexto de la
fotografía. Así también, puede considerarse que los conductistas comparten
cierto aire de familia. Aunque no pueden identificarse por un conjunto estricto
de propiedades necesarias y suficientes, pueden reconocerse por el aire de
familia: un conjunto de características que se sobreponen entre sí, algunos
ligados por lazos de semejanza y otros por asociación histórica. Algunas de
estas características son más importantes y relevantes que otras para definir
al conductismo.
Características más sobresalientes del movimiento conductista.
1. La psicología es una ciencia natural. Con esto lo que se quiere decir no es otra
cosa que la psicología, como cualquier otra ciencia, estudia fenómenos
«mundanos», es decir fenómenos que no son trascendentales y que son
susceptibles de ser conocidos y que tienen regularidades que pueden ser
estudiadas y formuladas. Afirmar que la psicología es una ciencia natural está
en oposición a la tradición racionalista según la cual la psicología en el mejor
de los casos podría ser una fenomenología. Sin embargo, ello no se opone a
la afirmación de que la psicología pueda ser también una ciencia social,
teniendo en cuenta que la conducta humana es moldeada, estructurada y
valorada socialmente (Ribes, 1990). Lo natural y lo social no son dos extremos
de un continuo, antes bien, lo social es parte y parcela del mundo natural. En
este contexto, el antónimo de lo natural es lo sobre o preternatural, no lo
social.
2. Se comparte un criterio pragmático de verdad. La mayor parte de los
conductistas comparten la idea pragmatista de que el conocimiento verdadero
es el conocimiento efectivo. Como decía James (1907): «La verdad es lo que
funciona» (Truth is what works). Efectivamente, las ciencias, y la psicología
con ellas, pretenden conocer y explicar su objeto de estudio. ¿Cuáles son las
teorías o las hipótesis que se buscan desde el conductismo? Aquellas que son
efectivas en el sentido el que tienen implicaciones empíricas. Si una teoría no
tiene implicaciones empíricas (al nivel de los hechos), entonces esa teoría es
inane y por tanto debemos buscar explicaciones alternativas. Como lo señala
el mismo James (1907, Lecture VI): «Las ideas verdaderas son aquellas que
podemos asimilar, validar, corroborar y verificar. Las ideas falsas son aquellas
que no»1. Esto significa que una teoría es verdadera desde el punto de vista
pragmático si esa teoría tiene implicaciones empíricas.
3. El control de la conducta es una de las metas. El concepto de control merece
una pequeña reflexión. Pocos conceptos han recibido tan mala prensa como
éste. Se ha dicho, por ejemplo, que lo que hay detrás de esta afirmación es
un intento manipulativo y autoritario de parte del conductismo y que
obviamente lo ubica como una mera propuesta tecnológica con ciertos visos
fascistas (v. gr., Chomsky, 1971). Sin embargo, al menos tal como yo lo
entiendo, cuando los conductistas hablan de la necesidad de control como una
meta de la ciencia a lo que se refieren es a identificar como meta los factores
que controlan la conducta, es decir, lograr descubrir por qué los individuos
hacemos (y decimos) lo que hacemos (y decimos). En otras palabras, de lo
que se trata es de lo que otros científicos y filósofos de la ciencia postulan
como meta de la ciencia: la explicación de su objeto.
4. La psicología debe fundamentarse en lo empírico. La psicología es una ciencia
fáctica, para usar la expresión que prefiere Bunge (1984). La psicología trata
sobre hechos y eventos, hechos y eventos que pueden ser objeto de escrutinio
público. La psicología no puede ser una mera especulación conceptual, por
más racional y coherente internamente que ésta pueda ser. En último término,
a diferencia de lo que sucede en la matemática o en la lógica, cualquier
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enunciado teórico en psicología deberá, tarde o temprano, ser contrastado
empíricamente.
5. La psicología debe ser objetiva. ¿A qué se refiere el conductista cuando habla
de objetividad? En primer lugar, esta afirmación no implica que el conductista
suponga que es posible conocer el mundo tal como es en sí. Tampoco supone
que es posible lograr un conocimiento aséptico en el que el científico
simplemente registre lo que es el mundo. Por el contrario, y de una manera
coherente con lo que conductistas como Skinner plantean (v. gr. Skinner,
1974/1975), la verdad de una teoría dependerá siempre de unas
contingencias particulares, donde factores como los intereses del investigador
y los intereses de la ciencia misma están necesariamente intrincados.
Cuando los conductistas dicen que la psicología debe ser una disciplina
objetiva, no están diciendo nada más que lo que quiere decir el físico o el
biólogo cuando pretenden que la física o la biología sean objetivas. Se trata
de obtener un conocimiento que pueda ser, como dije antes, objeto de
escrutinio público y que, por lo tanto pueda dar cuenta de dos aspectos
fundamentales: la confiabilidad de sus datos y la validez de sus afirmaciones.
La confiabilidad tiene que ver con el grado de confianza de que los datos y
resultados que obtenemos en nuestras investigaciones no tengan sesgos
deliberados o no sean el producto de factores no deseados. La validez tiene
que ver con la seguridad que podamos tener de nuestras atribuciones
explicativas y de que podamos generalizar nuestros hallazgos más allá de la
situación de investigación particular.
6. El objeto de estudio de la psicología es la conducta. Este punto puede
entenderse de varias maneras. Una de ellas, la posición que yo llamaría
restrictiva, afirmaría que la psicología, a diferencia de otras ciencias, estudia
la conducta del organismo, mientras que otras ciencias estudian la estructura
del organismo. Sin embargo, esta posición restrictiva, que sin duda ha sido
planteada por muchos conductistas y anticonductistas, no refleja el hecho de
que, si analizamos cualquier ciencia nos encontraríamos que en último
término toda ciencia estudia algún tipo de conducta2.
Hay sin embargo, otro sentido en que podemos decir que la psicología estudia
la conducta: en el momento en que surgió el conductismo se consideraba que
la psicología estudiaba las experiencias subjetivas o vivencias (el «mundo tal
como es para mí» como decía Titchener, v. gr., 1929) y éstas se oponían y
expresaban a través de la conducta. Por el contrario, Watson (1929) viene a
decirnos que si la psicología pretende ser una ciencia debe estudiar un objeto
semejante al de cualquier otra ciencia, es decir, la conducta. Y en esto
estamos prácticamente todos de acuerdo: los referentes empíricos de las
investigaciones psicológicas, conductistas o no conductistas, son la conducta.
Obviamente, hay diferencias entre los conductistas: para unos de lo que se
trata es de estudiar la conducta de los organismos como totalidades (v. gr.
Skinner, 1953; Kantor, 1958/1978), para otros, se puede estudiar la conducta
de algunas partes de los organismos. Para algunos (Skinner, 1938) toda
conducta es «psicológica», para otros (Kantor, 1958/1978; Ribes & López,
1985) sólo las conductas desarrolladas en la ontogenia son psicológicas. Y en
fin para algunos la conducta es de interés en la medida en que nos permite
inferir el funcionamiento orgánico o cognoscitivo del individuo, para otros la
conducta es de interés por sí misma, y se plantea la posibilidad de
reinterpretar todos los llamados «procesos psicológicos» como organizaciones
funcionales de la acción del organismo en relación con el medio. En este último
sentido, la conducta puede ser entendida como las diferentes maneras de
interactuar de un organismo con los objetos y eventos de su medio.
7. Se privilegian las estrategias controladas de investigación, especialmente la
experimentación. Teniendo en cuenta lo planteado hasta ahora es fácil
entender por qué los conductistas prefieran las estrategias controladas de
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investigación, apuntando a la experimentación como su ideal. Tener una base
de datos válida y confiable es una prioridad para el investigador conductista,
y en eso no se diferencia mayormente de cualquier otro científico o de
cualquier otro psicólogo que pretenda hacer investigación seria. Lo que me
cuenta anecdóticamente un paciente o un sujeto puede ser una rica fuente de
hipótesis, pero no puede ser usado para validar mis hipótesis o teorías.
Como un lector informado podrá notar, muchas de estas afirmaciones son
compartidas por no conductistas e incluso por algunos anticonductistas. Sin
embargo, ellas constituyen lo que podríamos llamar el núcleo del movimiento
conductista y específicamente de su filosofía.
8. En síntesis, mi tesis es la siguiente: Todos los conceptos relativos al
condicionamiento clásico y operante podrían llegar a demostrarse inútiles,
insuficientes e incluso en algunos casos falsos y sin embargo, ello no implica
que la propuesta conductista para la psicología deje de ser viable.
9. Pretender la comprensión científica de la conducta, considerar que el estudio
de la conducta permite comprender muchos fenómenos que hasta ahora se
ha considerado que están más allá del escrutinio empírico, pensar que la
comprensión de la conducta debe hacerse en estrecha relación con la
comprensión del ambiente en que la conducta ocurre, son metas que aún
siguen siendo válidas y que seguirán siendo válidas en este nuevo siglo.
10. El conductismo es un programa vivo, y que como tal va evolucionando, va
cambiando, se va diversificando y se va convirtiendo, como decíamos al
principio siguiendo a Wittgenstein, en una gran familia, lo que no puede otra
cosa que admitir la diversidad y la heterogeneidad en su seno (Zuriff, 1985).
Lo contrario sería condenarnos a la fosilización y por lo tanto a la muerte.
11. En casi cien años de conductismo ha habido múltiples teorías sobre muchos
fenómenos relacionados con el comportamiento. Muchas se han desvirtuado
y otras aún se defienden, pero probablemente serán reemplazadas por
otras. La desaparición de una teoría conductista no significó la desaparición
del conductismo. Algunas teorías son más apreciadas que otras, y
probablemente son más resistentes a desaparecer. Sin embargo, si el
conductismo se mantiene fiel a su filosofía investigativa, si sus teorías no
son adecuadas para dar cuenta de ciertos fenómenos psicológicos, no habrá
más remedio que reconocer que dichas teorías tienen, por lo menos un
alcance limitado y que es necesario plantear nuevos conceptos, nuevas
configuraciones teóricas para dar cuenta de los fenómenos de los cuales no
hemos podido dar cuenta.
12. El mejor tributo que podemos hacer a Watson, Hull, Tolman, Skinner, Kantor
o Ribes no es seguir repitiendo lo que ellos dijeron o escribieron. Lo que los
inspiró como conductistas fue abrir nuevos caminos, explorar nuevos
horizontes, someter a contraste empírico sus teorías y defender con ahínco
su derecho a disentir de las corrientes predominantes en psicología. El
conductista del Siglo XXI debe ser eso: alguien que, siendo fiel a la
necesidad de rigurosidad, de control experimental, de formulación de teorías
consistentes busque nuevos horizontes para comprender y explicar mejor la conducta de los organismos, y específicamente la conducta humana.
Si los conductistas nos quedamos en una defensa a ultranza del condicionamiento
operante como teoría explicativa de todo fenómeno psicológico y como única
herramienta para modificar el comportamiento humano en contextos socialmente
relevantes, entonces puedo predecir que el conductismo no será viable en este siglo.
Si por el contrario, exploramos nuevos caminos y ensayamos nuevos conceptos y
nuevas formas de investigar la conducta, entonces, el futuro será promisorio.
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LA PSICOTERAPIA HOY
DESDE UN ENFOQUE
COGNITIVO-
CONDUCTUAL Por María Paz García Vera.
Anteayer oí un comentario de un colega universitario ajeno a la Psicología
que decía: Ala Psicología está muy mal, está aún en pañales, tiene que
evolucionar mucho porque no se sabe nada. Es posible que la emoción que
inicialmente sentí se pareciese un poco a la de una madre cuando critican a
sus hijos, o quizás mejor a la de una hija cuando se meten con su madre.
Pero si hay algo de cierto en que a la Psicología le queda mucho por hacer,
también lo hay en que en los últimos años se han dado avances
considerables, y la perspectiva cognitivo-conductual de entender la
psicopatología y la psicoterapia no ha sido ajena a dichos avances.
De hecho, en los últimos cuarenta años se han producido tantos cambios y
desarrollos en el área de las psicoterapias cognitivo-conductuales que hoy
más que nunca se muestran como falsas las ideas que muchos profesionales
tienen sobre la naturaleza de los enfoques psicoterapéuticos cognitivo-
conductuales. Estas ideas son, en parte, herederas de las primeras décadas
de estos enfoques, décadas que estuvieron marcadas por la oposición, e
incluso la beligerancia, frente a las perspectivas tradicionales de intervención
psicológicas y psiquiátricas, y que les llevaron a veces a radicalizar sus
posturas y a ser duramente criticados y caricaturizados por los defensores de
estas otras perspectivas. Me gustaría repasar con Uds. algunas de esas ideas
y opiniones las cuales, a la luz de los desarrollos actuales en Psicología,
pueden considerarse falsas, mitos ya antiguos.
1. Un primer mito afirma que la psicoterapia cognitivo-conductual sólo cambia
los síntomas de los problemas, pero no sus causas. Es cierto que en este
enfoque se comienza por describir los síntomas o conductas problemáticas,
pero para pasar después al análisis de los determinantes del comportamiento
de la persona, a las causas de sus trastornos, y sólo una vez establecidos
éstas, y en función de ellas, se buscan procedimientos y técnicas para
superarlos. En consecuencia, modifica causas y no solamente síntomas, si
bien, para valorar la magnitud de los cambios de la forma más objetiva
posible, evalúa si los síntomas continúan o no. En definitiva, la pregunta a la
que
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el psicólogo cognitivo-conductual debe saber contestar es: por qué.
2. También se afirma que Ael enfoque cognitivo-conductual no está
interesado en el desarrollo histórico de los problemas y trastornos y que, para
tratar con éxito los problemas, es indispensable conocer las causas de origen.
Tal vez el origen de este malentendido está en el hecho constatado de que
en múltiples ocasiones los factores causales que originaron un problema (p.
ej., comenzar a fumar por probar nuevas sensaciones, por identificarse con
los adultos, etc.) no coinciden necesariamente con los factores causales que
lo mantiene (p. ej., seguir fumando sin poder evitarlo ante la presencia de
síntomas negativos de abstinencia). Sin embargo, a nadie escapa hoy que se
trabaja con personas que tienen una biografía que influye en todo el proceso,
y que ayuda a comprender el mismo y sus posibles soluciones.
3. Otra afirmación falsa sugiere que este enfoque únicamente trata de
modificar los factores ambientales y las conductas observables, pero que no
se da suficiente importancia a lo que las personas sienten o piensan. Aunque
algunas orientaciones teóricas dentro del enfoque cognitivo-conductual
como, por ejemplo, el análisis de conducta aplicado, se han centrado en los
factores susceptibles de observación directa en aras de una mayor
objetividad, en la actualidad se trabaja con todos los factores relevantes para
solucionar un problema concreto, ya sean situaciones sociales, estímulos
ambientales no sociales, respuestas fisiológicas, comportamientos motores,
rasgos de personalidad, actitudes, pensamientos o emociones.
4. También se afirma a veces que los tratamientos cognitivo-conductuales
son como recetarios de cocina, que se aplican sin tener en cuenta las
particularidades de cada individuo. El hecho de que haya programas
estandarizados de tratamiento no implica que se apliquen de manera
indiscriminada y uniforme con todo tipo de personas sin tener en cuenta las
características específicas de su problema, de su personalidad y del medio.
En el proceso habitual de evaluación-intervención se adapta e individualiza el
tratamiento a cada persona. Por ejemplo, aplicar un programa de tratamiento
cognitivo-conductual para la fobia social puede implicar, junto al elemento
clave y estándar de exposición a las situaciones temidas, sesiones más o
menos frecuentes e intensas de entrenamiento en habilidades sociales o de
técnicas de reestructuración cognitiva según sean las habilidades sociales del
individuo en cuestión o sus actitudes disfuncionales. Por supuesto, esta
individualización del programa de intervención no está reñida con su
especificación en términos objetivos. La perspectiva cognitivo-conductual
exige que se especifiquen de forma objetiva, clara, precisa y estructurada los
objetivos, técnicas y contextos de aplicación, así como los métodos para
evaluar su eficacia. Sólo así puede ser objeto de contrastación empírica por
parte de la comunidad científica. Una consecuencia lógica de este énfasis en
la especificación objetiva ha sido la creación de manuales de terapias y
tratamientos que han permitido no sólo la diseminación de los procedimientos
a los profesionales, sino también la replicación exacta de los resultados de
las investigaciones en la práctica profesional.
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5. Otra creencia bastante generalizada consiste en afirmar que los
tratamientos cognitivoconductuales sólo pueden ser útiles para algunos
problemas muy concretos y sencillos, como controlar los berrinches de los
niños, pero que son demasiado simples para problemas tan complejos como
los trastornos mentales. Esta creencia posiblemente venga del hecho de que
en numerosos estudios de investigación se hayan aplicado las técnicas de
forma aislada para así comprobar su eficacia diferencial. Pero esto no implica
que en la práctica profesional se actúe de igual forma. Los problemas suelen
responder a múltiples causas y, por tanto, también suelen ser múltiples las
soluciones. La psicoterapia cognitivo-conductual implica la aplicación
personalizada de un conjunto de técnicas que conjugan los principios activos
de su eficacia para cada uno de los aspectos de ese problema.
Por otro lado, la investigación en los últimos años ha permitido desarrollar y
contrastar múltiples técnicas cognitivo-conductuales eficaces para todo tipo
de trastornos mentales y problemas clínicos, desde los más frecuentes
(trastornos de ansiedad, depresivos, de abuso y dependencia del alcohol y
otras drogas, sexuales, de pareja o del sueño) hasta los considerados más
graves (esquizofrenia, demencia, retraso mental o autismo) los cuales se
aplican con toda clase de clientes y pacientes.
De hecho, aunque el hincapié en la valoración sistemática de la eficacia de
sus tratamientos mediante la evaluación objetiva y la verificación empírica ha
sido una constante a lo largo de la historia de la perspectiva cognitivo-
conductual, en los últimos 10 años se ha convertido en un tema aún más
importante que ha dado lugar a numerosas investigaciones y que han
ampliado el ámbito de interés no sólo a la cuestión de la eficacia de las
terapias cognitivo-conductuales, sino también a la de su efectividad y
eficiencia.
La evaluación de la eficacia de los tratamientos se centra en la identificación
de cualquier cambio beneficioso en los pacientes que pueda ser atribuido con
suficiente garantía a la administración del tratamiento y no a otros factores
ajenos a él. Para poder detectar más fácilmente esos cambios y descartar
cualquier explicación alternativa de su origen, los investigadores disponen las
condiciones más óptimas posibles y de máximo control de todo tipo de
variables extrañas (p. ej., con pacientes seleccionados mediante estrictos
criterios de inclusión y exclusión que son tratados por terapeutas
específicamente entrenados) y utilizan diseños experimentales controlados
de grupo o de caso único que maximizan la validez de las conclusiones sobre
los efectos beneficiosos del tratamiento.
La evaluación de la efectividad de los tratamientos se centra, por su parte,
en la utilidad de las terapias, en saber si las terapias funcionan en la práctica
habitual, si los beneficios que se obtienen en las condiciones ideales de los
estudios de eficacia también se dan en las condiciones reales que se dan en
la práctica profesional, cuando la intervención se pone en marcha con todo
tipo de pacientes y por todo tipo de profesionales. En este caso, la aparición
de efectos beneficiosos ya no depende sólo de la eficacia de la propia terapia,
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sino de otras variables como, por ejemplo, la aceptación de la terapia por
pacientes y profesionales, de la preparación de estos para aplicarla, etc.
Por último, la eficiencia se pregunta si vale la pena dedicar recursos a una
intervención en lugar de a otra. Estudia, por tanto, la relación coste-
beneficios del tratamiento respecto a parámetros monetarios, de recursos
humanos, de tiempo, etc.
La revolución conductual en
el tratamiento de la ansiedad
patológica Como ya es sabido, mitos y críticas erradas sobre el Conductismo sobran en
nuestro medio. No obstante, un simple vistazo a la literatura científica
destacará la eficacia de las técnicas conductuales en el tratamiento de los
trastornos de ansiedad.
En efecto, el abordaje “conductista” es el que más investigaciones clínicas
controladas ha llevado adelante, con especial éxito terapéutico en los
trastornos de ansiedad. Hasta 1950 aproximadamente, la terapéutica para
los problemas de ansiedad provenía predominantemente de los modelos
psicodinámicos y desde la psiquiatría. En la década de 1950, el modelo
conductual revoluciona el tratamiento de estos desórdenes. Y sí, se trata
definitivamente de una revolución porque no sólo aplica un abordaje teórico
y técnico hasta entonces desconocido, sino también porque mide los
resultados de sus intervenciones y prueba su efectividad.
A continuación, recogemos los principales aportes del enfoque conductual al
tratamiento de la ansiedad patológica durante el siglo XX.
Aportes del condicionamiento clásico o respondiente a la Terapia Conductual
En la década de 1920, Mary Cover Jones, logró curar una fobia a los conejos
en un niño de 5 años utilizando dos procedimientos de corte conductual.
Primero, mediante exposición graduada. Su trabajo consistió en acercar
paulatinamente el niño al conejo, en cada nueva aproximación el niño ingería
alimento. Aquí, la comida provoca una respuesta inhibitoria de la ansiedad.
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El procedimiento sentó las bases prototípicas de la Desensibilización
Sistemática que desarrollaría Joseph Wolpe unos 30 años más tarde.
Segundo, el niño observaba a un grupo de pares jugar con conejos, lo cual
redundó en un aprendizaje por observación e imitación.
La técnica sería sistematizada en la década de 1960 por Albert Bandura bajo
la denominación de Modelado. Continuando con la línea del condicionamiento
clásico, hacia 1950 Joseph Wolpe demuestra que la Desensibilización
Sistemática puede implementarse efectivamente mediante exposición
imaginaria. La técnica consta de tres partes. Inicialmente el paciente aprende
una respuesta antagónica a la ansiedad, típicamente, la relajación muscular
profunda. Luego, se construye una jerarquía de estímulos ordenando las
situaciones temidas de acuerdo con su capacidad para provocar ansiedad.
Finalmente, estando el paciente en estado de relajación, se lo conduce a
imaginar las escenas que producen ansiedad, respetando el orden establecido
en la fase anterior.
La Desensibilización Sistemática continúa siendo hasta la actualidad el
tratamiento más recomendado para las fobias específicas.
Técnicas de manejo de activación psicofisiológica: Relajación muscular
profunda y Respiración abdominal
Ni la respiración diafragmática ni la relajación muscular profunda fueron
originalmente creadas desde un enfoque conductual; por el contrario, sus
raíces están muy diversificadas en ámbitos ajenos a la Psicología. No
obstante, hacia la mitad del siglo pasado es también Joseph Wolpe quien
destaca la importancia y efectividad de estos dos procedimientos para el
manejo de la ansiedad en general. Tanto es así que hoy conforman una parte
esencial del repertorio de técnicas de la Terapia Cognitivo Conductual.
La respiración abdominal genera un efecto sedativo automático; la relajación
muscular no sólo decrementa el nivel de activación cuando se realiza, también
posee un efecto acumulativo a largo plazo si se practica con regularidad.
Éstas, entre otras cualidades, confieren a ambos procedimientos un excelente
potencial terapéutico para los problemas de ansiedad en general, con especial
énfasis en los casos de estrés, tan frecuentes en nuestro tiempo.
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Condicionamiento operante de la conducta de evitación y escape: Teoría de
los dos procesos
Hacia 1940, Mowrer, introduce su teoría de los dos procesos, integrando los
aportes del condicionamiento respondiente y operante. De modo general,
plantea que las respuestas emocionales son provocadas por estímulos
condicionados al tiempo que las conductas de evitación y escape se
mantienen por las consecuencias que siguen a las mismas.
El aporte del condicionamiento operante al abordaje de los trastornos de
ansiedad se centra en la siguiente idea: La conducta de evitación es reforzada
por la disminución de la ansiedad que produce. Si la persona no experimenta
que la exposición al estímulo no deriva en consecuencias perjudiciales para
sí mismo, no podrá superar el temor.
El condicionamiento operante también plantea que las creencias erróneas
sobre dichas consecuencias se refuerzan junto con la conducta de escape. En
términos simples, las consecuencias influyen en la emisión de conductas de
evitación y escape no sólo motoras, sino también cognitivas. Básicamente, la
disminución de la ansiedad operada por la evitación y el escape de lo que la
persona teme hace que tales conductas se mantengan; simultáneamente, la
evitación y el escape impiden que la persona compruebe que sus ideas sobre
lo que teme son incorrectas. Así, la ansiedad se perpetúa, retroalimentando
el circuito.
Partiendo de estos principios, el psicólogo explica al paciente que la ansiedad
no acarrea consecuencias peligrosas como él cree. Sin embargo, allí no
finaliza la intervención. En efecto, es necesario que la persona compruebe
mediante su propia experiencia que las consecuencias perjudiciales no se
producirán. En esto consiste la exposición, técnica a la cual nos referimos a
continuación.
Tratamiento de exposición
Entre 1960 y 1970, Isaaks Marks rescató la importancia de la exposición como
un pilar fundamental en el abordaje de los trastornos de ansiedad.
Puntualmente, Marks sostiene que más allá de los pensamientos y
emociones, si el paciente no se expone a las situaciones-estímulo que
disparan la ansiedad, el trastorno no se curará completamente.
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La idea parece muy simple en su esencia, esto es, el miedo se irá cuando en
el paciente lo afronte. Coherentemente con las hipótesis de Mowrer
desarrolladas anteriormente, únicamente afrontando las situaciones temidas
se logrará una disminución definitiva de la ansiedad y la desconfirmación de
las creencias catastróficas.
La técnica de exposición admite muchas variantes, en virtud de lo cual
también ha recibido muchas denominaciones: flooding, exposición intensiva,
inundación, implosión, etc. El común denominador consiste en que el paciente
entre en la situación que teme y permanezca en ella hasta que la ansiedad
desaparezca o disminuya mucho. Esto conducirá a desacondicionar las
respuestas emocionales de ansiedad junto con las de evitación y escape. En
las versiones de exposición intensiva, los ejercicios pueden durar desde unos
30 minutos (como en el caso de las fobias simples) hasta un poco más de
una hora (como en el caso del T.O.C.) En algunos cuadros, como la
agorafobia, se prefiere la exposición gradual en vivo.
Si bien la exposición se aplica a todo el ámbito de ansiedad patológica, su
valor resalta más en algunos cuadros que en otros. Especialmente, en el
T.O.C. la exposición y prevención de la respuesta ha mostrado una efectividad
superior al 80 %, cifra hasta ahora no igualada por ninguna otra técnica
psicológica. Por ello, se ha consolidado como el tratamiento psicológico de
elección de primera línea para este desorden, tradicionalmente refractario a
las terapias.
Una de las aplicaciones actuales más interesantes de la exposición se llama
“interoceptiva”. Se utiliza predominantemente con el trastorno por pánico y,
en menor medida, con la hipocondría y fobia a las enfermedades. Como es
sabido, el paciente con crisis de angustia recidivantes teme
predominantemente a las señales de su propio cuerpo, vale decir, el foco del
miedo no es tanto un evento externo ni el propio pensamiento, sino sus
propias sensaciones corporales. En este sentido, la exposición interoceptiva
se orientará a producir de manera sistemática aquellas sensaciones que el
paciente teme a fin de romper su nexo con la ansiedad y desconfirmar las
ideas catastróficas.
La versión más difundida de la exposición interoceptiva se realiza a través de
un ejercicio de hiperventilación. En síntesis, la efectividad de la exposición,
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en todas sus versiones, se halla sólidamente documentada. Baste recordar
que es la técnica más citada por las guías de tratamientos psicológicos
eficaces.
Refocalización atencional: ejercicios conductuales
Desde el condicionamiento clásico, se ha demostrado que las palabras e
imágenes mentales pueden cumplir el papel de estímulos provocando
entonces respuestas condicionadas. Si una persona piensa en que está
ingiriendo jugo de limón, probablemente comience a experimentar salivación.
Este tipo de relación entre PENSAMIENTO/IMAGEN como activador de
RESPUESTA/SENSACION, aparece con frecuencia en los trastornos de
ansiedad. Muy típicamente, las personas con trastorno de angustia se
autoactivan mediante la observación y la revisión de sus propias sensaciones
fisiológicas. Tal autoobservación se traduce en un incremento aún mayor de
dichas sensaciones, lo cual en estos pacientes puede derivar en un ataque de
pánico.
La refocalización atencional consiste en el entrenamiento de un conjunto de
conductas alternativas a la autoactivación. El paciente aprende a orientar su
atención a otros estímulos, concomitantemente desciende la ansiedad. A
modo de ejemplo, un paciente con ansiedad social aprenderá a concentrarse
en la tarea que tiene que llevar a cabo durante una disertación y no en si se
está poniendo colorado, si transpira o si tiene palpitaciones.
El entrenamiento conductual lo ayudará a prestar atención a la actividad en
curso y no a la forma en que reacciona su propio cuerpo, ello traerá aparejado
un alivio de su ansiedad.
Experimentos conductuales para el cambio cognitivo
Las Terapias Cognitivas más puras también se han valido de las herramientas
conductuales con propósitos muy dispares. Un uso principal ha consistido en
tomar los procedimientos conductuales como medios para poner a prueba la
validez de los pensamientos, llamando a estos ejercicios “experimentos
conductuales”. Por ejemplo, las personas con trastorno de pánico y fobia a
las enfermedades suelen evitar exámenes médicos por la ansiedad que
experimentan ante la posibilidad de hallar alguna enfermedad.
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Así, la indicación de un chequeo médico general constituiría un ejercicio de
exposición y afrontamiento dirigido a verificar si tales ideas tienen apoyo
empírico. Los experimentos conductuales suelen tener un efecto
tranquilizador en la persona, rompiendo con la tendencia del paciente ansioso
a catastrofizar acerca de “posibilidades” y enseñando en su lugar a observar
objetivamente los hechos pensando más en “probabilidades”.
Visualizaciones/ Entrenamiento en Manejo de la Ansiedad
A partir de la década del 60, los autores de corte conductual comienzan a
asignar importancia a los estímulos imaginados. Por una parte, tal como se
explicó, hallamos a la exposición imaginaria dentro de la Desensibilización
Sistemática.
No obstante, la exposición imaginaria ha adquirido entidad de técnica propia,
aplicable a una amplia gama de problemas. En este sentido, suele llamársela
“visualizaciones”. Se trata de exposiciones encubiertas durante las cuales el
paciente se ve a sí mismo en situaciones ansiógenas, estresantes o realizando
conductas que le disparan su ansiedad.
Una de las variantes más interesantes se conoce como “visualización de
autocontrol” durante la cual el paciente se imagina a sí mismo en situaciones
problemáticas pero manejando su ansiedad, particularmente, observando los
obstáculos que surgen y poniendo en práctica sus recursos de afrontamiento.
Asertividad y HHSS para ansiedad social
La asertividad es la capacidad de expresar lo que la persona piensa y siente
sin ansiedad y sin agresión. Salter y Wolpe plantean que la comunicación
asertiva se alcanza mediante la aplicación de técnicas conductuales derivadas
principalmente del condicionamiento operante.
A través de la aplicación de ensayos conductuales en el que se entrenan
habilidades de comunicación asertiva, el paciente adquiere conductas
competentes que disminuyen su conducta pasiva. La ejecución asertiva puede
ayudar al paciente a exponerse a situaciones sociales, reduciendo
paralelamente las respuestas de ansiedad asociadas a las mismas. En la
siguiente tabla se resumen los aportes señalados:
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Trastorno Tratamiento conductual predominante
Fobias específicas Desensibilización / Exposición
Trastorno de angustia / Fobia
social / Trastorno de ansiedad
generalizada
Relajación muscular progresiva / Respiración
abdominal / Refocalización atencional /
Ejercicios de exposición
Trastorno Obsesivo –
Compulsivo Exposición y prevención de la respuesta
Cuadros de estrés y de
ansiedad en general Entrenamiento en manejo de la ansiedad
En las últimas décadas, los aportes del Conductismo al abordaje de los
trastornos de ansiedad han ganado mucha especificidad al incorporar los
conocimientos particulares de la psicopatología de cada trastorno y al
integrarse con los procedimientos cognitivos. Así, si bien el repertorio de
técnicas básicas resulta común para todo el espectro de la ansiedad
patológica, las variantes y particularidades de cómo se instrumenten
dependerán del tipo de desorden de ansiedad y de la evaluación particular
del caso.
Por razones de espacio, sólo hemos reseñado algunas técnicas, las más
representativas. Durante el siglo XX, el tratamiento psicológico ha
evolucionado favorablemente gracias al trabajo pionero de la Terapia
Conductual y del Análisis y Modificación de la Conducta.
El abordaje conductual de los trastornos de ansiedad ha implicado una
ruptura con el enfoque psicodinámico y con otras vertientes de psicoterapia.
Esto ha llegado a un punto tal que hoy la Terapia Cognitivo Conductual figura
como el tratamiento de elección recomendado y adoptado en todo el mundo,
salvo, lamentablemente, en Argentina. Basta con leer las guías de
tratamientos eficaces o las recomendaciones de las entidades internacionales
de salud mental para despejar cualquier duda acerca del protagonismo de los
procedimientos conductuales.
Desafortunadamente, en nuestro país aún existen psicólogos que desconocen
los valiosos aportes de Conductismo a la psicoterapia. Más allá de prejuicios
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y/o preferencias personales del profesional de turno, no debería negársele a
un paciente la posibilidad de ser ayudado con procedimientos eficaces.