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N.° 12, noviembre de 2019 Revista de economía, empresa y sociedad Universitat Oberta de Catalunya

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  • N.° 12, noviembre de 2019

    Revista de economía, empresa y sociedad

    Universitat Oberta de Catalunya

  • 2 Oikonomics (N.º 12, noviembre de 2019) ISSN 2339-9546 Universitat Oberta de Catalunyahttp://oikonomics.uoc.edu Revista de los Estudios de Economía y Empresa

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    Universitat Oberta de Catalunya

    Revista de economía, empresa y sociedad

    N.° 12, noviembre de 2019

    Dossier «Revolución 4.0: progreso o precarización?» coordinado por Josep Lladós

    Editorial: Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?

    Josep Lladós

    Revoluciones industriales: un concepto espurio

    Eduard Aibar

    Industria 4.0 y resultados empresariales en España: un primer escaneado

    Joan Torrent-Sellens

    ¿Nos robaran los robots los puestos de trabajo? Un vistazo al mercado laboral en España

    Josep Lladós

    Los nuevos perfiles profesionales en el marco de la Industria 4.0

    Xavier Pi Palomés, Pere Tuset-Peiró

    Retos y oportunidades del uso de la inteligencia artificial en les administraciones públicas

    Agustí Cerrillo i Martínez

    El juez artificial: ¿próxima parada?

    David Martínez Zorrilla

    ÍNDICE

    http://oikonomics.uoc.edu

  • 1 Oikonomics (N.º 12, noviembre de 2019) ISSN 2339-9546 Universitat Oberta de Catalunyahttp://oikonomics.uoc.edu Revista de los Estudios de Economía y Empresa

    Universitat Oberta de Catalunya

    Revista de economía, empresa y sociedad

    Editorial

    Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?Josep LladósProfesor agregado de los Estudios de Economia y Empresa de la UOCCoordinador del dossier de la edición número 12 de Oikonomics

    One, a robot may not injure a human being, or, through inaction, allow a human being to come to harm.Two, a robot must obey the orders given it by human beings except where such or-ders would con-flict with the First Law.And three, a robot must protect its own existence as long as such protection does not conflict with the First or Second Laws.Right! Now where are we? (Runaround. Isaac Asimov, 1942)

    En el año 1942, en pleno conflicto bélico mundial, el científico y escritor Isaac Asimov publicó «Runaround», un relato corto donde enumeraba por primera vez las conocidas tres leyes de la robótica, abriendo paso a una fecun-da y exitosa producción de obras de ciencia ficción que tenían en la robótica y en los adelantos de la inteligencia artificial uno de sus ejes principales.

    Los adelantos tecnológicos y científicos vividos desde aquel momento han sido espectaculares, transforman-do las sociedades en las que vivimos y nuestra manera de organizar las actividades de producción, distribución, trabajo y consumo.

    Cada episodio de cambio tecnológico abre oportunidades y genera beneficios sociales y económicos, pero también representa riesgos y comporta costes, porque la historia nos ha enseñado que ninguna ley económica justifica que pérdidas y ganancias se tengan que repartir como buenos hermanos. Cuando el cambio tecnológico impacta en el grueso de las actividades humanas puede tener una naturaleza disruptiva, y en estos casos se convierte en un reto para el estatus socioeconómico de los países que están implicados en una transformación de base tecnológica.

    Actualmente se anuncia una revolución tecnológica de amplio alcance que tendría en los adelantos en robótica, en la inteligencia artificial o en el internet de las cosas algunos de sus principales responsables. Así pues, son frecuentes los estudios de impacto que presentan resultados muy dispares, en función de las hipótesis asumidas y de los métodos empleados, y que nos informan de una profunda transformación tecno-lógica, de naturaleza transversal, que amenazaría con dejar una huella duradera en los modelos de negocios, la organización del trabajo y nuestra manera de relacionarnos y de vivir. Es muy comprensible y legítima la preocupación existente sobre los efectos que esta nueva etapa de cambio tecnológico pueda tener sobre todo en los niveles y en la calidad del trabajo humano. Muchos años después continuaría siendo vigente, pues, preguntarse dónde estamos ahora.

    En este número de la revista tratamos de ofrecer alguna luz adicional sobre las características y las consecu-encias de la pomposamente llamada cuarta revolución industrial, en primer lugar reflexionando sobre su natura-leza. El artículo del profesor Aibar nos sitúa ante el espejo, interrogándonos sobre si realmente estamos ante una

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    Josep Lladós Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?

    auténtica revolución industrial, a pesar de que el imaginario colectivo y buena parte de la comunidad académica así lo crean, o bien si estamos participando acríticamente de una profecía que se va autocumpliendo, a modo de revolución premonitoria, y que responde a algunos intereses políticos e ideológicos concretos. ¿Contribuimos inconscientemente a promover la sustitución de la política por la ingeniería?

    Más allá del carácter revolucionario de la colección de tecnologías que se cobijan bajo el paraguas 4.0, y de las consecuencias de creer en un determinismo tecnológico unidireccional que identifica la tecnología como el agente causal principal de las transformaciones sociales que vivimos, el cambio tecnológico digital es una reali-dad ya consolidada en nuestro sistema económico. El artículo del profesor Torrent nos aproxima a cómo el tejido productivo queda impactado por esta nueva generación de tecnologías. A pesar de que su investigación está limitada por las dificultades para disponer de información estadística ad hoc hacia las tecnologías 4.0, los resul-tados nos apuntan que su uso puede tener efectos de complementariedad tecnológica que favorezcan mejoras de eficiencia y de resultados empresariales. Ciertamente, las empresas de mayor dimensión y de actividades más intensivas de conocimiento probablemente sean también las más activas en la incorporación de estas tecnologías en la economía española y, por lo tanto, las más beneficiadas por su uso estratégico, pero las ventajas reveladas en generación de valor y de posición competitiva parecen bastante evidentes. Poco más de una cuarta parte de empresas hacen, sin embargo, un uso intensivo de ellas.

    Dos artículos nos permiten adentrarnos en las consecuencias en el mercado laboral. Por un lado, el estudio de la nueva ocupación creada en España nos evidencia que el impacto del uso de las tecnologías emergentes está estrechamente influido por las características del modelo productivo dominante. El sesgo en las oportunidades de ocupación en función del nivel de cualificaciones se confirma, si bien la incapacidad para ofrecer puestos de trabajo adecuados a los conocimientos adquiridos por la oferta laboral genera un desajuste creciente en relación con las habilidades requeridas por la demanda de trabajo. Se continúan solicitando mayoritariamente habilidades de naturaleza básica o poco compleja, probablemente para desarrollar tareas esencialmente rutinarias (pero no repetitivas) en muchas de las ocupaciones creadas. En estos casos, aumenta el riesgo de polarización en el mer-cado laboral y el temor a un progresivo descenso de la prima salarial en la educación. Si, en estas circunstancias, la presión del cambio tecnológico todavía es poco percibida en España probablemente sea por las pésimas con-diciones laborales de muchas de las nuevas ocupaciones creadas en el sector terciario. El riesgo de precarización no es negligible.

    Por otro lado, la investigación de los profesores Tuset y Pi incorpora la dimensión de los determinantes de la adopción de las tecnologías digitales en el análisis y reflexiona sobre los cambios en los perfiles profesionales que se derivan de ella. La aplicación de las tecnologías emergentes a la producción modifica sensiblemente los conocimientos y las habilidades requeridas en los puestos de trabajo. Los autores nos apuntan que el reto de la adopción de la tecnología no radica tanto en su novedad, sino en la capacidad para saber combinarlas adecuadamente. Indican que, en la medida que muchas tecnologías identificadas como 4.0 han llegado de ma-nera simultánea a su nivel de madurez, se abren varios escenarios que permitirían combinaciones favorables de carácter transformador. Nos advierten, sin embargo, de la necesidad de una adecuada exploración y evaluación previa para finalmente triunfar en la obtención de sus beneficios potenciales. La reflexión estratégica adecuada probablemente exige levantar la vista más allá de la vorágine de oportunidades tecnológicas que constantemente emergen. El artículo proporciona hojas de ruta y herramientas de diagnosis de gran utilidad que facilitan la toma de estas decisiones estratégicas y un mapeo de los perfiles profesionales más requeridos y de las necesidades de formación más demandadas en el marco de la industria 4.0. La reivindicación de la formación continua emer-ge como vía más importante para mitigar el desajuste existente en el mercado laboral en cuanto a los perfiles profesionales.

    También es importante asumir que el impacto de las tecnologías emergentes va más allá del sistema producti-vo. Los dos últimos artículos de este monográfico se centran en algunas instituciones capitales de la sociedad. En el caso del artículo del profesor Cerrillo, se presenta una reflexión muy interesante sobre la incidencia del uso de la inteligencia artificial en las administraciones públicas. Si bien su nivel de penetración es más lento que en el tejido empresarial, sus efectos pueden ser nada despreciables. Por un lado, favorecer un mejor análisis de la extensa cantidad de datos y de información disponible para el sector público, lo que debería contribuir a una mejor calidad en la toma de decisiones por parte de los responsables principales de las diferentes administraciones. Por el otro,

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    Josep Lladós Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?

    ofrecer una mayor eficiencia y a la vez eficacia en la implementación de las políticas públicas y, en particular, de la prestación directa de servicios. Es un reto de primer orden para nuestras administraciones que tiene distintas dimensiones, relacionadas con consideraciones éticas y de garantía de derechos y de responsabilidades, y que debería conducir hacia un nuevo modelo de gestión pública, más rápida y efectiva, basada en la denominada gobernanza inteligente.

    Finalmente, el artículo del profesor Martínez nos muestra la influencia que la inteligencia artificial puede tener en el ámbito de la justicia. Si los adelantos científicos y tecnológicos han permitido a las sociedades beneficiarse de mejoras en muchos ámbitos relacionados con las actividades humanas, sería necesario refle-xionar sobre los límites y las repercusiones potenciales del uso de las tecnologías 4.0 en la aplicación judicial del Derecho. El trabajo nos permite divisar si estamos lejos del concepto de juez artificial, y comprender mejor las consecuencias de la automatización en la aplicación del Derecho. El autor nos presenta algunos ejemplos recientes y reveladores de la implementación de las tecnologías emergentes en este ámbito, y fi-nalmente nos sitúa ante la comprensión del carácter instrumental de las decisiones judiciales como método para aplicar el Derecho más que para impartir justicia. Precisamente, los adelantos tecnológicos a menudo nos facilitan y mejoran la realización de los trabajos de naturaleza instrumental y mecánica. La importancia de la consideración de la capacidad de reflexión y de juicio, o la interpretación jurídica se convertirían en esenciales en el caso de la automatización judicial. De este modo, el artículo concluye con una relación de aspectos favorables y a la vez de riesgos (o elementos a tener en consideración) relacionados con la imple-mentación de la tecnología artificial en el poder judicial.

    Isaac Asimov afirmaba que el aspecto más triste de la vida actual era que la ciencia avanzaba en conocimiento más rápidamente de lo que la sociedad ganaba en sabiduría. Confiamos en que con esta edición de la revista hayamos mínimamente contribuido a la difusión de nuevo conocimiento sobre la naturaleza y las consecuencias de una nueva realidad tecnológica que probablemente nos pediría menos ligereza, sopesar más las palabras y un mejor proceder estratégico.

    Cita recomendada: LLADÓS, Josep. Revolución 4.0: ¿progreso o precarización? Oikonomics [en línea]. Noviembre 2019, no. 12, pp. 1-4. ISSN: 2339-9546. DOI: https://doi.org/10.7238/o.n12.1908

    https://doi.org/10.7238/o.n12.1908http://oikonomics.uoc.edu

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    Josep Lladós Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?

    Josep Lladó[email protected] agregado de los Estudios de Economía y Empresa de la UOCJosep Lladós es licenciado y doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, pro-fesor agregado de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, director del pro-

    grama interuniversitario del Doctorado en Administración y Dirección de Empresas, e investigador del grupo de investigación DigiBiz (http://transfer.rdi.uoc.edu/es/grupo/digital-business-research-group). Su área de conocimiento es la economía aplicada, y focaliza su actividad de investiga-ción principalmente en los ámbitos de la economía internacional, la geografía económica y los procesos de innovación empresarial.

    Los textos publicados en esta revista están sujetos –si no se indica lo contrario– a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons. Puede copiarlos, distribuirlos, comunicar-los públicamente, hacer obras derivadas siempre que reconozca los créditos de las obras (autoría, nombre de la revista, institución editora) de la manera especificada por los autores o por la revista. La licencia completa se puede consultar en https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es_ES.

    mailto:[email protected]://transfer.rdi.uoc.edu/es/grupo/digital-business-research-grouphttp://transfer.rdi.uoc.edu/es/grupo/digital-business-research-grouphttps://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es_EShttp://oikonomics.uoc.edu

  • Revista de economía, empresa y sociedad

    Dossier: «Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?»coordinado por Josep Lladós

  • N.° 2, noviembre 2014

    «Redes sociales, economía y empresa»coordinado por Oriol Miralbell Izard

    N.° 3, mayo 2015

    «Realidades y desafíos de la Unión Europea»coordinado por Albert Puig Gómez

    N.° 4, noviembre 2015

    «Prevención de riesgos laborales: tendencias en tiempo de crisis»coordinado por Xavier Baraza Sánchez y Mar Sabadell i Bosch

    N.° 5, mayo 2016

    «Repensando la enseñanza de la economía en la universidad» coordinado por Carolina Hintzmann

    N.° 6, noviembre de 2016

    «Economía social y solidaria: experiencias y retos» coordinado por August Corrons

    N.° 7, mayo de 2017

    «Claves para entender el turismo de hoy» coordinado por Francesc González y Soledad Morales

    N.° 8, noviembre de 2017

    «Dirigir personas para transformar las organizaciones en tiempos de incertidumbre»

    coordinado por Pilar Ficapal-Cusí

    N.° 9, mayo de 2018

    «Logística y cadena de suministro en la nueva era digitalcoordinado por Marta Viu

    N.° 10, noviembre de 2018

    «El futuro de las finanzas: ética, tecnología y globalización»coordinado por Joan Llobet

    N.° 11, noviembre de 2018

    «Marketing digital: revolucionando el consumo y la sociedad»coordinado por Irene Esteban Millat

    DOSSIER OIKONOMICS

    Disponibles en: www.oikonomics.uoc.edu

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    Universitat Oberta de Catalunya

    Revista de economía, empresa y sociedad

    Dossier «Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?»Coordinador: Josep Lladós

    UN TÉRMINO CON DEFICIENCIAS Y EFECTOS IDEOLÓGICOS

    Revoluciones industriales: un concepto espurio

    Eduard AibarCatedrático de estudios de ciencia y tecnología en los Estudios de Artes y Humanidades. UOC

    RESUMEN Este artículo analiza el concepto de revolución industrial desde sus orígenes, a finales del siglo xix, hasta la actual efervescencia alrededor de una supuesta Cuarta Revolución Industrial. A pesar de ser una idea fuertemente fijada en el imaginario cultural occidental y también en el terreno académico, numerosos estudios historiográficos, económicos y sociológicos llevados a cabo en las últimas décadas lo han cuestionado profundamente. En este artículo exploraremos, por un lado, sus deficiencias más notorias –que para muchos lo convierten en un concepto espurio, cargado de supuestos erróneos y de una visión obsoleta del desarrollo tecnológico– y, por el otro, algunos de los efectos ideológicos y políticos de su uso.

    PALABRAS CLAVE revolución industrial; cambio tecnológico; determinismo tecnológico; neu-tralidad; autonomía de la tecnología.

    Industrial revolutions: a spurious concept

    ABSTRACT This article analyses the concept of industrial revolution, from its origins at the end of the 19th century up to the current excitement surrounding a supposed Fourth Industrial Rev-olution. Despite being an idea that is firmly embedded in the Western cultural imagination and in the field of academics, numerous historiographic, economic and sociological studies carried out in recent decades have deeply questioned it. In this article we will explore, on the one hand, its most widely-known deficiencies – which for many make it a spurious concept, loaded with erroneous suppositions and an obsolete vision of technological development – and, on the other, some of the ideological and political effects of its use.

    KEYWORDS industrial revolution; technological change; technological determinism; neutrality; autonomy technology

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    Eduard Aibar Revoluciones industriales: un concepto espurio

    El término revolución proviene del vocablo latino revolutio, que durante la edad media se utilizaba para referirse al movimiento circular de los astros. Todavía durante el Renacimiento, en el año 1543, Nicolás Copérnico tituló la célebre obra donde exponía su modelo heliocéntrico, fundamento de la astronomía moderna, Sobre las revolu-ciones de las esferas celestes.

    Su uso más habitual en la actualidad, es decir, el que se refiere a transformaciones más o menos radicales y repentinas del orden social o político, parece tener el origen en la Inglaterra de finales del xvii, cuando las clases altas se levantaron contra las inclinaciones absolutistas del rey Jaime II, en la que fue conocida como la Revolu-ción Gloriosa. Esta nueva acepción del término, sin embargo, fue minoritaria y se restringió a algunos círculos políticos e intelectuales europeos. Fueron los ilustrados franceses de mediados del siglo xviii quienes populari-zaron el término para describir su movimiento intelectual, básicamente porque querían presentarse a sí mismos como subvertidores del Ancien Régime y como portavoces de un nuevo orden y de una nueva manera de ver el mundo basado en la razón y los nuevos saberes. Es a partir de entonces cuando el sentido más explícitamente político del término empezó a aplicarse generalizadamente a las revoluciones burguesas americana (1775-1783), en primer lugar, y francesa (1789-1799), posteriormente.

    Mientras que el concepto medieval y astronómico hacía referencia a un movimiento circular y repetitivo y, por lo tanto, connotaba un cambio cíclico y periódico que, al fin y al cabo, dejaba las cosas tal como estaban, el sentido moderno indica precisamente lo contrario: un cambio radical e irreversible que comienza un periodo nuevo, una nueva época, en la historia de una sociedad. Las revoluciones, al contrario de lo que ocurre con el movimiento de los planetas alrededor del sol, implican un momento singular de ruptura y establecen una frontera temporal clara y abrupta entre el pasado y el futuro. Además, son acontecimientos cataclísmicos, traumáticos, y a menudo violentos, con una cierta coherencia interna a pesar de su complejidad y de la multiplicidad de fuerzas o de agentes sociales que pueden intervenir, y tienen lugar de manera repentina y más o menos acotada en el tiempo y el espacio.

    1. La Primera Revolución Industrial

    El término revolución industrial se empezó a utilizar a principios del siglo xix para referirse a lo que hoy denomina-mos la Primera Revolución Industrial, un episodio de cambio tecnológico y social que tuvo lugar originariamente en Inglaterra durante el periodo 1760-1840, aproximadamente. El economista francés Jérôme Adolphe Blanqui (1798–1854) fue uno de los primeros autores en utilizar sistemáticamente el término en el sentido actual vinculado al cambio tecnológico. En concreto, Blanqui se interesaba especialmente por las consecuencias sociales de las innovaciones técnicas de finales del siglo xvii que, según él, habían dado lugar, en Inglaterra, a una «revolución industrial». Algunos años después, el filósofo alemán Friedrich Engels (1820-1895), cofundador junto con Karl Marx del materialismo dialéctico y del comunismo moderno, utilizó el término con profusión en su obra Sobre las condiciones de la clase obrera en Inglaterra, publicada el 1845, en la que a partir de su estancia en Manchester y tras un minucioso estudio social y demográfico, describía con mucho detalle las penosas condiciones de vida de los obreros y sus salarios míseros, y constataba que ambos elementos habían empeorado considerablemente comparándolos con la situación de los trabajadores agrícolas y ganaderos de la época. En esencia, Engels en-tendía la Revolución Industrial como la conjunción entre las innovaciones en el ámbito textil y la máquina de vapor.

    La obra de Engels no fue traducida al inglés hasta finales del siglo xix, y fue de hecho el historiador económico Arnold Toynbee (1852-1883) quien popularizó el término en Inglaterra en una serie de conferencias celebradas en 1881 y publicadas después, póstumamente. No hay constancia de que Toynbee conociera la obra de Engels, y en todo caso no compartía ciertamente su punto de vista marxista, pero es remarcable que ambos autores pusieran el énfasis en las consecuencias desastrosas y calamitosas que la Revolución Industrial había tenido para la mayor parte de la población británica. La Revolución Industrial era casi un sinónimo de catástrofe social para estos autores.

    En todo caso, la tesis de que existió una verdadera revolución industrial, en los términos modernos que hemos descrito (acontecimiento repentino, irreversible, rompedor con el pasado y acotado en el tiempo y en el espacio),

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    Eduard Aibar Revoluciones industriales: un concepto espurio

    fue ampliamente aceptada durante el siglo xx por muchos académicos –principalmente historiadores sociales, económicos y de la tecnología– hasta convertirse durante la segunda mitad del siglo en una idea firmemente fija-da en nuestro imaginario cultural occidental. Progresivamente se fueron añadiendo, además, otras revoluciones tecnológicas anteriores y posteriores. Muy pronto, la Revolución Industrial se desdobló en la Primera y en la Segunda, esta última comprendida entre 1870 y 1914, y caracterizada por el inicio de la electrificación, el motor de combustión interna, diferentes tecnologías de comunicación (telégrafo, radio y teléfono) y una larga lista de nuevos materiales. La tercera, más conocida como la Revolución Digital, empieza a finales de los cincuenta y está vinculada a las tecnologías de base microelectrónica, y la cuarta, bautizada así recientemente, está asociada a la robótica, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la biotecnología, y no tiene todavía una definición tem-poral muy clara. Además de estas, también han sido identificadas varias revoluciones tecnológicas en el entorno agrícola preindustrial, incluso durante el neolítico y, por supuesto, la alabada Revolución Científica del siglo xvii.

    2. El mito de la Revolución Científica

    A pesar de que la revolución científica queda fuera del alcance de este trabajo, es sintomático cómo ha variado en las últimas décadas, a medida que muchos autores han profundizado en su estudio, nuestra comprensión de este fenómeno histórico que ha merecido tanta atención durante el siglo xx y que ha representado uno de los pilares centrales de la modernidad según las caracterizaciones estándar. La concepción contemporánea de la revolución científica se fraguó especialmente durante la década de los años treinta del siglo pasado, cuando historiadores de la ciencia como Alexandre Koyré, Herbert Butterfield o Alfred Hall agruparon toda una serie de innovaciones en las técnicas y en la filosofía natural de los siglos xvi y xvii bajo la etiqueta de «revolución científi-ca», y con un conjunto de características supuestamente comunes como la matematización de la naturaleza o el método científico, pensados en gran medida desde la filosofía de la ciencia. Durante la década de los se-senta, esta historiografía tradicional quedó todavía más legitimada con el concepto epistemológico de revolución científica introducido por Thomas Kuhn en su influyente obra La estructura de las revoluciones científicas (1962).

    Aun así, la trayectoria del concepto ha tomado un nuevo rumbo en las últimas décadas. A modo de ejemplo, el prestigioso historiador y sociólogo de la ciencia Steven Shapin empieza su conocida obra The Scientific Revo-lution (2018) con la siguiente afirmación, a primera vista bastante desconcertante: «There was no such thing as the Scientific Revolution, and this is a book about it» (Shapin, 2018, 1). El argumento de Shapin, presentado de manera muy sintética, se basa principalmente en dos hechos actualmente incontestables desde un punto de vis-ta historiográfico; por un lado, no hubo ningún acontecimiento singular y discreto, bien acotado en el tiempo y en el espacio, que corresponda a «la» revolución científica, y, por otro, durante el siglo xvii no existía ninguna entidad cultural coherente llamada «ciencia» que pudiera, por lo tanto, ser objeto de un cambio revolucionario. De hecho, ni siquiera existía el término científico, que fue acuñado por William Whewell (1794–1866) en 1833.

    El punto de vista de Shapin sobre la revolución científica no es una opinión extravagante, más bien al contrario, lo comparten la mayor parte de estudiosos actuales en ámbitos como la historia y la sociología de la ciencia que no solo han cuestionado las concepciones tradicionales en que se basa –como por ejemplo la existencia de un supuesto método científico compartido por todas las ciencias–, sino que han puesto en entredicho la existencia misma de la revolución científica.

    3. La crisis del concepto de revolución industrial

    Lo que ha sucedido con el concepto de revolución científica presenta un gran paralelismo con el caso de la revo-lución industrial. Historiadores económicos tan reputados como Patrick O’Brien o Jan de Vries califican directa-mente la revolución industrial como una «denominación errónea», un «mito», o una más de una larga lista de «re-voluciones espurias» (O’Brien y Quinault 1992; de Vries 2009). Los motivos fundamentales de esta crisis, como en

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    Eduard Aibar Revoluciones industriales: un concepto espurio

    el caso de la revolución científica, son una larga serie de hallazgos recientes en los muchos y minuciosos estudios históricos llevados a cabo en las últimas décadas que cuestionan la visión tradicional de este periodo, de las que han sido, supuestamente, sus características principales e, incluso, del alcance de sus implicaciones sociales.

    En primer lugar, algunas de las transformaciones que a menudo se asocian a la Revolución Industrial son, de hecho, anteriores a ella: la también llamada revolución agrícola británica tuvo lugar desde finales del siglo xvii y supuso un aumento sin precedentes de la producción y de la productividad en el campo y, por lo tanto, en el suministro de alimentos; y la red de conexiones entre ciudades (mediante el transporte y los vínculos comerciales) era también notoria en el periodo anterior. Como pasó en el caso del Renacimiento respeto a la edad media, este tipo de mitos históricos operan siempre construyendo un fuerte contraste, en realidad ficticio, entre el pasado, en este caso rural, sin crecimiento económico, socialmente estático y con una estructura urbana débil y poco conectada, y un futuro industrial con las características inversas.

    Por otro lado, la imagen convencional de la Revolución Industrial está fuertemente asociada a una innova-ción tecnológica concreta: la máquina de vapor. Se trata, de hecho, de un patrón recurrente en las narrativas tecnorevolucionarias: la Tercera Revolución Industrial, por ejemplo, también se asocia análogamente al circuito integrado (el chip, como hoy lo denominamos), precedente directo de los microprocesadores que actualmente controlan ordenadores y teléfonos móviles. Pero la realidad es que el periodo de la Revolución Industrial está pla-gado de innovaciones técnicas en muchos ámbitos diferentes: desde el telar mecánico, el proceso para obtener carbón de coque (que sustituyó al carbón vegetal) y varios procesos para la obtención más eficiente de hierro, hasta las primeras máquinas herramienta como la fresadora. Hoy sabemos que el ahorro económico que supu-sieron las máquinas de vapor fue, en realidad, bastante modesto (von Tunzelmann, 1977). La mitología revolucio-naria acostumbra, sin embargo, a identificar innovaciones singulares (como causa simple) que producen grandes efectos generalizados o universales (como consecuencia compleja).

    Otro aspecto discutido de la Revolución Industrial es su acotación temporal. Las diversas caracterizaciones existentes no han conseguido un acuerdo claro sobre este extremo. Lo mismo ocurre, de hecho, con la Segunda y la Tercera Revolución Industrial. En gran parte, estas discrepancias son el resultado de dos supuestos erróneos de la concepción tradicional de la tecnología; por un lado, la confusión entre innovación y uso –con la preferencia casi hegemónica para destacar la primera– y la supuesta concatenación mecanicista entre innovaciones técnicas y efectos sociales. La Segunda Revolución Industrial, por ejemplo, estuvo caracterizada por la extensión del uso de tecnologías que ya se conocían antes, como las máquinas herramienta, las piezas intercambiables o el pro-ceso Bessemer para producir acero. Las nuevas industrias basadas en las nuevas ciencias del siglo xix, que se consideran distintivas de la Segunda Revolución, eran en realidad pequeñas en comparación con las «antiguas» y, de hecho, su máximo histórico se produjo después de la Segunda Guerra Mundial. El proceso de sustitución de las antiguas ruedas hidráulicas por máquinas de vapor durante la Primera Revolución duró casi un siglo, y estuvo lejos de ser un proceso repentino o vertiginoso (Basalla y Rubio, 1991). El pico en el consumo de carbón en el Reino Unido, que habitualmente se asocia también a la Primera Revolución Industrial, se produjo, de hecho, ¡du-rante la década de 1950! (Edgerton, 2004). Normalmente el mayor impacto social y económico de una tecnología se produce en el momento de su máxima difusión, y esto acostumbra a suceder mucho después de su invención.

    De hecho, algunas de las transformaciones más importantes durante la segunda revolución no fueron de índole tecnológica en sentido estrictamente artefactual; tuvieron que ver con las infraestructuras (las redes de electricidad), con las formas de producción (la cadena de montaje) o con los patrones de consumo (nació una verdadera sociedad de consumo, donde los individuos ya no solo trabajaban para satisfacer sus necesidades básicas) (de Vries, 2009).

    4. Liberalismo, capitalismo y colonialismo

    Durante los años cincuenta y sesenta del siglo xx, una serie de autores británicos movidos, en parte, por una fuerte pulsión liberal y antimarxista y, en parte, por un cierto fervor «tecnonacionalista», empezaron una campaña sistemática para rescatar el concepto de revolución industrial de las connotaciones negativas (socialmente ca-

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    Eduard Aibar Revoluciones industriales: un concepto espurio

    tastróficas, más bien), que autores como Engels y Toynbee le habían asociado, para presentarla como un hito histórico en el desarrollo del Reino Unido y, por extensión, de la historia humana. Esta estrategia sintonizó perfec-tamente con ciertas tendencias intelectuales y políticas conservadoras que culminarían más tarde en los gobier-nos neoliberales de Thatcher, y con una creciente consideración de la innovación tecnológica como eje básico del crecimiento económico, una creencia que también empezaba a arraigar entre la izquierda. Dicho de una manera simplista, la nueva narrativa defendía que el individualismo de John Locke más la economía de libre mercado de Adam Smith habían producido la Revolución Industrial y, paralelamente, las revoluciones políticas que habían instaurado la democracia en el Reino Unido, los Estados Unidos y Francia; es decir, en resumen, la esencia del capitalismo liberal (Coleman, 1992, 34).

    Esta nueva perspectiva, que acabó conformando el mito popular actual de la Revolución Industrial, se basó en parte en una revisión de las consecuencias sociales catastrofistas ya mencionadas. Algunos autores defendieron, por ejemplo, que los principales efectos sociales de la Revolución Industrial fueron un aumento enorme de la productividad y una consiguiente mejora sostenida y sin precedentes en las condiciones de vida de la población. Aun así, los estudios más recientes muestran como el aumento del nivel de vida no se produjo en los países in-dustrializados hasta finales del siglo xix y principios del xx, y que, a corto y medio plazo, las condiciones de vida empeoraron (Feinstein, 1998).

    Otro aspecto que debe ponerse de manifiesto es el profundo etnocentrismo que rodea al concepto. En primer lugar, la Revolución Industrial fue un fenómeno claramente británico que, durante mucho tiempo y toda-vía ahora en menor medida, fue conocida como la Revolución Industrial británica; incluso muchos autores situaban el origen de la revolución, todavía con más precisión, en el condado de Lancashire. Durante muchas décadas, de hecho, transformaciones similares solo tuvieron lugar en pocas naciones del planeta, en una pe-queña parte de Europa (los países con grandes imperios coloniales) y en los EE. UU., fundamentalmente. Las concepciones posteriores, sin embargo, consideraron el fenómeno bajo el esquema de un tipo de destino uni-versal, inexorable, y muy pronto las sociedades y las naciones de todo el planeta fueron clasificadas en función de su grado de acercamiento a la industrialización de estos pocos estados: países desarrollados, en vías de desarrollo o subdesarrollados. Incluso se propusieron argumentos etnocéntricos para explicar el «retraso» de otros países (notoriamente, China) sobre la base de la superioridad cultural, política y científica de Europa. En general, el etnocentrismo asociado al concepto de revolución industrial ha provocado que, hasta hace poco, los vínculos notorios entre el colonialismo y la industrialización fueran a menudo obviados; no solo las colonias proveyeron a la metrópolis de gran parte de las materias primas, sino que la Revolución Industrial incrementó considerablemente el alcance y la intensidad de la empresa colonial.

    Por último, muchos de los problemas y de las reticencias que el concepto de revolución industrial ha generado en los últimos años tienen relación con el descrédito actual de la idea de progreso asociada de forma automáti-ca, durante buena parte del siglo xx, al desarrollo tecnológico y al crecimiento económico. No solo se han hecho patentes los efectos ambientales catastróficos de la Revolución Industrial, principalmente debido a las emi-siones de CO2 y el consecuente cambio climático, que empieza a tener efectos sociales devastadores, sino que el crecimiento económico que se ha vinculado se ha traducido en un aumento sostenido de las desigualdades sociales y económicas en la mayor parte de países desde finales del siglo xix hasta ahora. Es en este contexto que el concepto mismo de ilustración ha sido revisado para separar dos componentes que durante mucho tiem-po han parecido complementarios: por un lado, un proyecto emancipador de enfrentamiento a la autoridad, de insumisión al poder y de combate contra la credulidad y, por el otro, el proyecto modernizador entendido como dominio y explotación de la naturaleza mediante la ciencia y la tecnología (y a su instrumentalización en el capitalismo industrial) y como sumisión de la mayor parte de culturas y pueblos del planeta, mediante el coloni-alismo (Garcés, 2017).

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    5. Determinismo tecnológico y autonomía de la tecnología

    La mayor parte de los discursos alrededor de la Revolución Industrial o, en general, de las revoluciones tecnológi-cas, se apoyan en formas más o menos explícitas de determinismo tecnológico: la idea de que la tecnología constituye el agente causal singular más importante en los cambios sociales a lo largo de la historia, y la tesis de que el cambio tecnológico determina el cambio social o, dicho de otro modo, que la tecnología es, sencillamente, el motor de la historia. El determinismo tecnológico se asocia a menudo a la llamada autonomía de la tecno-logía, la idea de que la tecnología sigue su propio curso al margen de la intervención humana o social y que se desarrolla, fundamentalmente, de manera incontrolada. Autores con orientaciones tan diferentes como Jacques Ellul, John Kenneth Galbraith, Martin Heidegger, Marshall McLuhan o Alvin Toffler se muestran de acuerdo con que la tecnología se desarrolla según sus propias leyes inexorables, siguiendo una lógica particular que siempre acaba imponiéndose a cualquier intento de control humano (Winner, 1979).

    La perspectiva determinista se caracteriza por considerar la relación entre tecnología y sociedad como uni-direccional. Mientras que la evolución de la sociedad (en sus aspectos económicos, políticos o culturales) es consecuencia del desarrollo tecnológico, la tecnología parece surgir de un ámbito externo al medio social; es un factor exógeno con una dinámica propia que no resulta afectada, en lo esencial, por factores sociales (de hecho, en esta visión, la tecnología se considera políticamente neutral). El desarrollo tecnológico se entiende así, teleológicamente, como una sucesión encadenada de invenciones o de innovaciones en las que cada eslabón conduce casi necesariamente –o naturalmente– al siguiente y donde cada artefacto parece haber sido diseñado con el objetivo de llegar a la situación actual mediante aproximaciones sucesivas.

    Las tesis del determinismo tecnológico y de la autonomía de la tecnología han sido fuertemente cuestiona-das por una gran cantidad de autores y de estudios en las últimas décadas –desde la historia, la filosofía y la sociología de la tecnología, principalmente– y, actualmente tenemos teorías mucho más fundamentadas sobre la interacción entre cambio social y tecnológico (Aibar, 1996). A pesar de ello, estas tesis continúan siendo la manera más popular e influyente de pensar la relación sociedad/tecnología y fomentan una actitud fatalista respecto al cambio tecnológico: dado su carácter inexorable, es inútil intentar oponerse a él o reconducirlo desde la acción social o política; la única opción factible es adaptarnos o, como mucho, atenuar sus efectos negativos.

    6. La Cuarta Revolución Industrial

    Se atribuye el concepto de Cuarta Revolución Industrial al economista alemán Klaus Schwab, fundador del conocido Foro económico mundial (o Foro de Davos), una reunión anual de la élite del capitalismo global, donde líderes empresariales, políticos y académicos celebran el triunfo del neoliberalismo con obscenidad y gran fastu-osidad. El vínculo entre el concepto y el foro no es casual, como veremos.

    La definición de Schwab no es muy precisa. Menciona elementos como la robótica, la inteligencia artificial, el internet de las cosas o la edición genética –la mayor parte, técnicas originadas hace varias décadas– pero poni-endo el énfasis en su interconexión: «the inexorable shift from simple digitization (the Third Industrial Revolution) to innovation based on combinations of technologies (the Fourth Industrial Revolution)» (Schwab, 2017, 52). Lo primero que se debe decir de esta definición es que es idéntica a la que Rifkin (2011) había dado sobre la tercera revolución industrial. Parece pues que, paradójicamente, la nueva revolución nos llevará... ¡donde nos debería haber dejado la anterior!

    Aun así, es más importante remarcar la inexorabilidad que la definición también asocia a esta revolución. De hecho, la obra de Schwab y la mayoría de los discursos que propagan crédulamente e irreflexivamente su vaticinio constituyen un compendio de todos los problemas, inconsistencias y debilidades del concepto de revolución industrial que hemos expuesto: etnocentrismo, determinismo tecnológico, autonomía y neutralidad de la tecnología, fatalismo, equiparación automática entre desarrollo tecnológico y progreso social, etc. Como

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    particularidad –que también comparte con la tercera– podríamos destacar el solucionismo tecnológico (Morozov, 2015) con que se presenta en la mayor parte de formulaciones: la idea de que todos los problemas tienen una solución tecnológica (incluso aquellos causados por la propia tecnología) y, por lo tanto, las empre-sas tecnológicas y el mercado podrán resolverlos. Pero a pesar del carácter omnipotente que se otorga a esta nueva revolución industrial, algunos de los problemas más graves y urgentes a los que nos enfrentamos –el calentamiento global o la creciente desigualdad social, por ejemplo– no acostumbran a mencionarse entre los objetivos de la cuarta revolución. Como en la ideología californiana (Barbrook y Cameron, 1996), que fusio-na el determinismo tecnológico con un neoliberalismo extremo, se profesa una fe ciega en la sustitución de la política por la ingeniería.

    Pero la característica diferencial más importante de esta revolución es que, por primera vez, se trata de una revolución premonitoria: no describe un periodo del pasado, un conjunto de innovaciones conocidas o sus consecuencias sociales. Ni siquiera sabemos quiénes son los actores que llevarán a cabo estas innovaci-ones, ni cuáles serán sus objetivos. Considerando quién son sus portavoces, no parece que sean otros que las grandes corporaciones tecnológicas que dominan las tecnologías de la comunicación y de la información actuales, o los entramados financieros que las sustentan. El único mensaje que se transmite de manera clara es que habrá ganadores y perdedores. Estos últimos serán los países, las instituciones o los individuos que no sepan adaptarse.

    El objetivo parece, pues, doble. En primer lugar, el de convertirse una «profecía que se autocumple» (Unwin, 2019), como ha ocurrido recientemente con la erróneamente llamada ley de Moore, y perpetuar el dominio y la fortuna de las instituciones y de las empresas que ya ahora están creando, configurando e impulsando estas tecnologías. En segundo lugar, extender el miedo y la angustia sobre un futuro incierto mediante un discurso apo-calíptico. En resumen, promover la creencia de que una vez más no hay otra opción que la sumisión voluntaria, y que reconfigurar, cambiar o subvertir el desarrollo tecnológico queda fuera de nuestro alcance.

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    Eduard Aibar Revoluciones industriales: un concepto espurio

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    Cita recomendada: AIBAR, Eduard. Revoluciones industriales: un concepto espurio. Oikonomics [en línea]. Noviembre 2019, no. 12, pp. 1-8. ISSN: 2339-9546. DOI: https://doi.org/10.7238/o.n12.1909

    Eduard [email protected]ático de estudios de ciencia y tecnología en los Estudios de Artes y Humanidades de la UOCEduard Aibar es catedrático de estudios de ciencia y tecnología (Science & Techno-

    logy Studies, STS) en los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC y director del grupo de investigación sobre Ciencia e Innovación Abiertas (OSI). Imparte docencia en los grados de Hu-manidades, Ciencias Sociales y Antropología y en los másteres de Historia Contemporánea y de Filosofía para los Retos Contemporáneos de la UOC, así como en el Doctorado en Sociedad de la Información y el Conocimiento. Ha sido profesor asociado en la Universidad de Barcelona, investiga-dor postdoctoral en la Universidad de Maastricht (Países Bajos) y en la Universidad de Salamanca. Ha publicado numerosos trabajos sobre la interacción entre el desarrollo cientificotecnológico y el cambio social y organizativo en ámbitos como la administración electrónica, el urbanismo o internet. Más información en https://www.uoc.edu/webs/eaibar.

    Los textos publicados en esta revista están sujetos –si no se indica lo contrario– a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons. Puede copiarlos, distribuirlos, comunicar-los públicamente, hacer obras derivadas siempre que reconozca los créditos de las obras (autoría, nombre de la revista, institución editora) de la manera especificada por los autores o por la revista. La licencia completa se puede consultar en https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es_ES.

    https://doi.org/10.7208/chicago/9780226398488.001.0001https://unwin.wordpress.com/2019/03/09/why-the-notion-of-a-fourth-industrial-revolution-is-so-problematic/https://doi.org/10.7238/o.n12.1909mailto:[email protected]://www.uoc.edu/webs/eaibarhttps://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es_EShttp://oikonomics.uoc.edu

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    Dossier «Revolución 4.0: ¿progreso o precarización?»

    Universitat Oberta de Catalunya

    Revista de economía, empresa y sociedad

    Coordinador: Josep Lladós

    PROCESOS DE GENERACIÓN DE VALOR

    Industria 4.0 y resultados empresariales en España: un primer escaneadoJoan Torrent-SellensCatedrático de economía de los Estudios de Economía y Empresa (UOC)

    RESUMEN Este artículo analiza la relación entre los usos de las tecnologías de la industria 4.0 (I4.0), la generación de valor y los resultados empresariales. Mediante una muestra de 1.525 empre-sas industriales españolas en 2014, se identifican los usos de cuatro tecnologías básicas de la I4.0: 1) diseño industrial asistido por computadora, CAD; 2) robótica; 3) sistemas flexibles de producción; y 4) hardware y software de control numérico de la actividad–, se construye un indicador aditivo y se estudia la asociación estadística con la generación de valor y los resultados de la empresa. La inves-tigación ha obtenido tres resultados principales. En primer lugar, cabe destacar su estado incipiente; un 72,5% de las empresas industriales españolas o bien no utiliza, o bien utiliza muy moderadamen-te las tecnologías identificadas de la I4.0. Sin embargo, y en segundo lugar, debe señalarse que los usos de estas tecnologías se asocian a un proceso de generación de valor de la empresa industrial más intensivo en I+D y en capital humano, más innovador, más digital y más sostenible. En tercer lugar, la investigación también concluye que las empresas con unos usos más intensivos de las tecnologías I4.0 presentan mejores resultados en términos de ventas, valor añadido, exportaciones y margen bruto de explotación. Especialmente relevantes son los resultados de la productividad y del empleo. Las empresas industriales intensivas en usos de las tecnologías I4.0 son un 30% más eficientes que las empresas que no usan estas tecnologías. También son capaces de ocupar a un número mucho mayor de empleados (el doble de la media industrial) y de retribuirlos mucho mejor (12,4% por encima de la media industrial). Por último, en el artículo también se discute el papel que la I4.0 podría tener como nueva tecnología de propósito general.

    PALABRAS CLAVE Industria 4.0; digitalización; robótica; manufactura inteligente; empresa in-dustrial; productividad; España.

    Industry 4.0 and firm performance in Spain: a first scan

    ABSTRACT This article analyses the relationship between the uses of Industry 4.0 technologies (I4.0), the value generation and firm results. Based on a sample of 1,525 Spanish industrial firms for 2014, the uses of four basic I4.0 technologies are identified: 1) computer-aided industrial design (CAD); 2) robotics; 3) flexible production systems; and 4) the activity’s numerical control machinery

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    Joan Torrens-Sellens Industria 4.0 y resultados empresariales en España: un primer escaneado

    and software, an additional indicator is constructed and the statistical association with the value generation and firm results are studied. The research has obtained three main results. First of all, it is worth noting its incipience. 72.5% of Spanish industrial firms either do not use or use very mod-erately the I4.0 technologies. Despite of this and secondly, it should be noted that the uses of these technologies are associated with a value generating process in industrial firms which is more inten-sive in R&D and human capital, more innovative, more digital and more sustainable. And, thirdly, the research also concludes that firms with more intensive uses of I4.0 technologies have better results in terms of sales, value added, exports and gross operating margin. Productivity and employment results are especially relevant. I4.0 intensive industrial firms are 30% more efficient than firms that do not use these technologies. They are also able to take on a much larger number of employees (twice the industrial average) and to pay them much better (12.4% above the industrial average). Finally, the article also discusses the role that I4.0 could play as a new general purpose technology.

    KEYWORDS industry 4.0; digitisation, robotics; smart manufacturing; industrial firm; productivity; Spain

    Introducción

    Habitualmente, desde la economía entendemos la tecnología como el fondo social de conocimiento sobre las artes industriales. Es decir, todo el conjunto de saberes, no únicamente los científicos y los tecnológicos (sa-ber-qué y saber-por qué) y particularmente las habilidades de los agentes económicos y de las organizaciones (saber-cómo y saber-quién), que inciden sobre la actividad económica. Por consiguiente, nos aproximamos a la tecnología a partir del conocimiento que genera todo conjunto de instrumentos, máquinas o técnicas para la acción instrumental (Torrent-Sellens, 2004). Las tecnologías de propósito o de utilidad general (general purpose technologies, GPT) son familias de saber aplicado de orden superior, en el sentido que derivan en aplicaciones tecnológicas más específicas y de orden inferior. Por ejemplo, las tecnologías vinculadas con la máquina de vapor, la electricidad, el motor de combustión interna o el ordenador se consideran tecnologías de utilidad general, por-que mediante su capacidad de conexión (plataforma) con otras tecnologías configuran procesos de convergencia tecnológica, innovaciones derivadas, complementariedades con otros activos económicos, como por ejemplo con la inversión en intangibles y, finalmente, nuevos modelos de negocio, nuevas fuentes de eficiencia y nuevas palancas de crecimiento económico (Bodrozic y Adler, 2018).

    A partir de la investigación sobre las revoluciones industriales, es decir, el conjunto de cambios disruptivos en la tecnología (tecnologías de utilidad general) y en la estructura económica (paradigmas técnico-económicos o ciclos económicos de larga duración) que se interconectan con cambios sociales y culturales de primer orden, los economistas hemos aprendido una lección significativa. En cada una de las tres revoluciones industriales que se han evidenciado hasta el momento, un factor o un conjunto de factores productivos se consolidan como fuentes del crecimiento económico, del cambio competencial del empleo y de la estructura social. Estos factores nunca son la tecnología sobre la que se sustenta el cambio económico. Por ejemplo, en la Primera Revolución Industrial, la irrupción de la máquina de vapor consolidó el proceso de substitución de instrumentos por máquinas, la apa-rición del trabajo fabril y de los trabajadores industriales urbanos. En la Segunda Revolución Industrial, la electri-cidad y el motor de combustión interna incentivaron la incorporación del conocimiento científico en la industria, la organización científica, la atomización y la alineación del trabajo, así como los métodos de producción en masa. En la Tercera Revolución Industrial, los avances de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), del internet no interactivo y del comercio electrónico configuraron la era de la información y del conocimiento. En los tres casos, la tecnología determinó mejoras de eficiencia (productividad total de los factores) e, incluso, la aparición de nuevos sectores de actividad. Pero, el efecto multiplicador, la generación de nuevos factores de pro-

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    Joan Torrens-Sellens Industria 4.0 y resultados empresariales en España: un primer escaneado

    ductividad, se alcanza cuando los bienes y los servicios generados por la nueva oleada tecnológica son utilizados por el resto de actividades económicas e interaccionan con los factores productivos, los modelos de negocio, las estructuras de mercado y la organización de la economía.

    Durante los últimos años, y a partir de las transformaciones vinculadas con la Tercera Revolución Industrial, una nueva oleada de cambio tecnológico digital y disruptivo ha vuelto a generar transformaciones de calado en el comportamiento, la estructura y los resultados de los agentes económicos, los modelos de negocio y los mercados (Trajtenberg, 2018). La robótica, la inteligencia artificial, el aprendizaje de las máquinas, el aprendizaje profundo, la computación en la nube, los grandes datos, la impresión 3D, el internet de las cosas, los medios y las redes de comunicación social y las plataformas colaborativas, entre otras, parece que se configurarán como una nueva base tecnológica convergente de propósito general y que definirán nuevas fuentes agregadas de pro-ductividad y de crecimiento económico (Torrent-Sellens y Díaz-Chao, 2018). A las puertas de la Cuarta Revolución Industrial, la nueva oleada tecnológica también impulsa transformaciones de calado en la actividad industrial, que se revisaran a continuación.

    1. Industria 4.0: definición, componentes e implicaciones

    La industria 4.0 (en adelante I4.0) es un constructo multidimensional y en constante evolución utilizado para de-finir el actual proceso de transformación digital en los sistemas manufactureros de producción, que evolucionan hacia procesos más flexibles y hacia una toma de decisiones estratégica y operativa basada en el análisis de datos masivos en tiempo real (Porter y Heppelmann, 2014; Xu et al., 2014). La I4.0 tiene una base tecnológica que interacciona con los sistemas de producción y de organización del trabajo. En función de la relevancia de estas dimensiones, la investigación económica ha realizado diversas aproximaciones. Desde el punto de vista tecnológico, se ha señalado que la I4.0 integra elementos físicos tradicionales (como máquinas o dispositivos de producción) y elementos digitales (como sensores y software en red) con el objetivo de generar datos que permitan una gestión empresarial más eficiente. De hecho, estas complementariedades entre los entornos físicos y virtuales sobrepasan el ámbito tecnológico y se extienden hacia el conjunto de elementos de valor y las fuerzas competitivas de la actividad industrial. En este sentido, otras visiones se aproximan a la I4.0 como un modelo de organización y de gestión de la cadena de valor durante el ciclo de vida de los productos o, incluso, como un concepto colectivo que aglutina nuevas tecnologías digitales y nuevas formas de organización de la cadena de valor. Considerando sus complementariedades tecnológicas, estratégicas, organizativas y de producción, la I4.0 se puede interpretar como «un proceso de fabricación integrado, adaptado, optimizado, orientado al servicio e interoperable que se correlaciona con algoritmos, grandes datos y tecnologías elevadas» (Lu, 2017, pág. 3).

    La I4.0 tiene un fundamento, una base material, tecnológica. Se basa en la utilización de las tecnologías digi-tales, especialmente las de segunda oleada, como el internet de las cosas (Internet of Things, IoT), internet de los servicios (Internet of Services, IoS), la computación en la nube (cloud computing), las redes inalámbricas de sen-sores, o los grandes datos (big data) para recopilar datos en tiempo real y analizarlos con el objetivo de generar información útil y mejorar la eficiencia de los sistemas de fabricación (Wang et al., 2016). Esta recopilación y análi-sis de datos masivos permite la creación de sistemas ciberfísicos (cyber-physical system, CPS) que consolidan la tendencia hacia la terciarización de la industria (services to manufacturing) y que evolucionan tecnológicamente a los sistemas integrados de producción. Los CPS son «sistemas de entidades computacionales colaborativos que están en conexión intensiva con el entorno físico inmediato y sus procesos de producción, y que, al mismo tiempo, proporcionan y utilizan servicios de acceso y procesamiento de datos disponibles en Internet» (Monostori et al., 2016). Por ejemplo, los controladores de sensores o máquinas de control numérico que intercambian datos masivos mediante terminales informáticos integrados, aplicaciones inalámbricas o computación en la nube. Con los sistemas CPS, las empresas pueden: 1) hacer converger sus entornos físicos y virtuales; 2) mejorar la planifi-cación, análisis, modelización, diseño, implantación y mantenimiento del proceso de fabricación; y 3) aumentar la productividad, fomentar el crecimiento, modificar el rendimiento de la fuerza de trabajo, y producir bienes de más calidad con menos costes por medio de la recopilación y el análisis masivo de datos.

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  • 4 Oikonomics (N.º 12, noviembre de 2019) ISSN 2339-9546 Universitat Oberta de Catalunyahttp://oikonomics.uoc.edu Revista de los Estudios de Economía y Empresa

    Joan Torrens-Sellens Industria 4.0 y resultados empresariales en España: un primer escaneado

    Como resultado de que los CPS: 1) combinan datos e información con productos y factores físicos de pro-ducción; 2) monitorizan y crean una copia virtual del mundo físico; y 3) integran la fábrica con todo el ciclo de vida del producto y con las actividades de las cadenas de suministro, las implicaciones para el cambio en las formas de organización del trabajo son más que evidentes. Las posibilidades para la toma autónoma y descentralizada de decisiones, la comunicación y la cooperación entre las tecnologías de la automatización y las personas en tiempo real, y la creciente transición desde los productos hacia los servicios por parte de todos los agentes que participan en las redes de creación de valor demandan nuevas maneras de organizar el trabajo. La I4.0 también implica importantes modificaciones en el rol que desarrollan las personas dentro de los sistemas de producción. Las tareas en las nuevas redes de valor se realizan con enfoques de trabajo inteligente (smart work) (Longo et al., 2017). En este sentido, las formas tecnológicas y el trabajo inteligente de la I4.0 reconfiguran los sistemas inte-grados de producción, que también evolucionan y encajan con la idea de la manufactura avanzada o de la fábrica inteligente (smart manufacturing): un nuevo sistema adaptable donde las líneas flexibles ajustan automáticamente los procesos de producción para múltiples tipos de productos y para condiciones cambiantes, lo que mejora la calidad, la productividad y la flexibilidad, al mismo tiempo que ayuda a conseguir productos personalizados a gran escala y de manera más sostenible con menos consumo de recursos (Dalenogare et al., 2018; De Sousa-Jabbour et al., 2018).

    Como no podría ser de otra manera, la utilización de tecnologías, trabajo y producción inteligente acaba por configurar una última dimensión de la I4.0: la de los productos inteligentes (smart products). Mediante el uso com-binado de las tecnologías y de los métodos de producción y trabajo 4.0, estos pueden proporcionar información sobre el desarrollo de nuevos productos/servicios, nuevas soluciones para los clientes o nuevas oportunidades para los proveedores de servicios (Porter y Heppelmann, 2015). Del mismo modo, la integración inteligente de toda la cadena de valor (smart supply chain), desde los suministros hasta los distribuidores y los clientes fina-les, permite a las empresas de la I4.0 la combinación de recursos y la fabricación colaborativa en el sentido de compartir recursos en plataformas industriales, centrarse en sus competencias básicas y desarrollar productos/servicios complementarios con más valor añadido (Zhong et al., 2017; Tao et al., 2018).

    Por último, también cabe destacar la dimensión política de la I4.0. La idea de la I4.0 fue presentada por primera vez en la Feria de Hannover en 2011. En 2013 se convirtió en una iniciativa estratégica del gobierno alemán (Industrie 4.0) que, en colaboración con universidades y empresas, desarrolla un plan de sistemas avanzados de producción (High-Tech Strategy 2020), con el objetivo de aumentar la productividad, la efi-ciencia y la sostenibilidad de la industria nacional (Kagermann et al., 2013). Muy pronto, planes similares también han sido desarrollados en otros países, como las iniciativas Advanced Manufacturing Partnership en EE. UU., Made in China 2025 en China, la Nouvelle France Industrielle en Francia, o Rumo à Indústria 4.0 en Brasil. Todavía es pronto para una evaluación efectiva de estos programas, pero dan una clara señal de la importancia estratégica que la política pública confiere a la I4.0. Todos estos programas tienen como propósito incentivar los usos de las tecnologías y los sistemas de producción y trabajo 4.0 como punto de partida para la transformación y el renacimiento industrial de sus economías respectivas. El objetivo que se busca es claro: recuperar el peso de la industria como motor económico, y como fuente de eficiencia y cre-adora de puestos de trabajo de calidad elevada.

    2. Tecnologías I4.0 y resultados empresariales: estado del arte

    Acabamos de constatar que la I4.0 se puede identificar por medio de cuatro pilares fundamentales: las tecno-logías de la segunda oleada digital, las redes de valor y la manufactura inteligente, el trabajo inteligente y los productos inteligentes (Frank et al., 2019). A partir de estos cuatro pilares, a continuación se evaluará la relación entre algunos usos de la I4.0 y los resultados de la empresa industrial en España. Como punto de partida, cabe destacar que la investigación al respecto es más bien escasa. Ya hemos señalado que las tecnologías de la I4.0 son capaces de generar una amplia gama de beneficios para la industria, que van desde la fabricación aditiva, la producción flexible y los productos personalizados (Brettel et al., 2014; Weller et al., 2015), hasta el apoyo y la

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    adaptación constante de la toma de decisiones (Schuh et al., 2017), la eficiencia en la gestión de los recursos, especialmente los energéticos (Jeschke et al., 2017), o los nuevos modelos de negocio más colaborativos y de-rivados de la integración horizontal y de las redes de colaboración (Wei et al., 2017).

    Sin embargo, gran parte de la evidencia disponible está más relacionada con la investigación sobre cómo las tecnologías de la I4.0 modifican el proceso empresarial de generación de valor que con el es-tudio de los efectos sobre los resultados de las empresas. Básicamente, esto es así por dos razones. En primer lugar, por la falta de información estadística completa sobre los usos empresariales del conjunto de las tecnologías I4.0; y, en segundo lugar, porque, como ya se ha demostrado en otras oleadas del cambio tecnológico digital, el análisis de los efectos de las tecnologías I4.0 sobre los resultados empresariales también debe tener en cuenta las relaciones de complementariedad que se establecen con otros activos de la empresa, especialmente con el capital humano y con las estructuras de organización del trabajo (Díaz-Chao et al., 2015). En otras palabras, un análisis completo de los efectos de la I4.0 sobre los resul-tados empresariales debería identificar y considerar sus cuatro pilares: tecnología, manufactura y redes, trabajo y productos inteligentes.

    Desde esta perspectiva, una investigación pionera (Müller et al., 2018), que ha utilizado una muestra inter-nacional de 814 empresas que han usado tecnologías de big data y de análisis masivo de datos en el período 2008-2014, obtiene que los usos de estas tecnologías se asocian con mejoras de productividad situadas entre un 3% y un 7%. Al mismo tiempo, también se concluye que la intensidad tecnológica y la capacidad competitiva del subsector de actividad industrial refuerzan la capacidad de las empresas para mejorar su productividad mediante los activos vinculados con las tecnologías I4.0. De hecho, fuera de los sectores intensivos en tecnología, o con una elevada presión competitiva, los efectos de las tecnologías de big data y de análisis masivo de datos sobre la productividad no son significativos.

    Ampliando el número de tecnologías 4.0 y el alcance de sus resultados, otra investigación reciente (Daleno-gare et al., 2018) contrastada en una amplia muestra de 2.225 empresas industriales en Brasil durante el año 2016, obtiene datos valorativos, identifica los usos para un conjunto de nueve tecnologías: 1) diseño y manufac-tura asistidos por computadora (CAD/CAM); 2) sistemas integrados de ingeniería; 3) automatización digital, IoT y sensores; 4) líneas de manufactura flexible; 5) sistemas digitales de control de la producción, tipo ERP o MES (Manufacturing Execution System); 6) grandes datos (big data); 7) productos/servicios digitales; 8) manufactura aditiva y 3D; y 9) servicios de computación en la nube (cloud)– y obtiene tres factores de beneficios esperados: 1) para los productos: personalización, calidad y reducción de los tiempos de lanzamiento; 2) para las operaciones: costes operativos, productividad, y visualización y control; y 3) efectos colaterales o secundarios: sostenibilidad y satisfacción de los trabajadores. Sin embargo, los resultados del análisis predictivo son mixtos. Si nos referimos a los beneficios operativos, los sistemas CAD/CAM, la automatización digital y el big data predicen efectos ope-rativos positivos, mientras que la manufactura aditiva predice efectos negativos. El resto de tecnologías I4.0 no predice beneficios operativos esperados.

    En España, la Encuesta sobre el uso de TIC y comercio electrónico en las empresas, elaborada por el INE, proporciona información estadística representativa sobre algunos de los usos de las tecnologías I4.0 (figura 1). A principios de 2018, ninguna de las tecnologías de la I4.0 identificadas llegaba a ser utilizada por más de una quinta parte del tejido industrial, configurado por empresas de más de diez trabajadores. Únicamente la robótica (24,1%), los sistemas digitales de gestión de la actividad (ERP o CRM mediante programas de software libre) (22,7%) y los usos (compras de programas) de computación en la nube (18,7%) se acercaban a este registro. En cambio, el análisis de big data (7,9% de empresas industriales), los servicios web de personalización de produc-tos inteligentes por parte de los clientes (6,5%) y la impresión 3D (6,4%) tenían una presencia minoritaria entre las empresas industriales españolas.

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    Figura 1. Usos de las tecnologías I4.0 en España. 2015-2018 (porcentajes de empresas industriales de más de diez trabajadores que usan tecnologías I4.0. Datos del primer trimestre de cada año)

    Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del INE.

    3. Intensidad de uso en tecnologías I4.0 y resultados empresariales en España: primera evidencia

    Más allá de su valor descriptivo, los datos anteriores no nos permiten estudiar la relación entre los usos de estas tecnologías y los resultados de la empresa industrial en España. Con la intención de aportar una pri-mera evidencia al respecto, se utilizará una fuente de información alternativa: la Encuesta sobre Estrategias Empresariales (ESEE). La ESEE es una encuesta anual, realizada sobre una muestra de unas 1.800 empresas industriales españolas, que elabora la Fundación SEPI, integrada en el Ministerio de Hacienda del Gobierno de España. El cuestionario proporciona información detallada sobre las empresas industriales, especialmente para los ámbitos de la toma estratégica de decisiones (precios, costes, mercados e inversiones) y de la generación interna de valor (estructura empresarial, capital humano, organización, innovación, I+D y usos TIC). Además, también aporta información económica y financiera de los principales indicadores y ratios del balance de si-tuación, así como la cuenta de pérdidas y de ganancias. La encuesta provee datos anuales para el período 1990-2016 (último año disponible) y segmenta la información aportada por dimensión: empresas grandes (más de 200 trabajadores) y pymes (empresas de 10 a 200 trabajadores), y para veinte subsectores de actividad in-dustrial. En este sentido, cabe señalar que se trata de una operación estadística que aporta información repre-sentativa y de largo plazo sobre la estrategia, la generación de valor y los resultados económicos y financieros de la empresa industrial, lo que le confiere una gran utilidad para el análisis del conjunto de factores explicativos de la dinámica industrial (Torrent-Sellens, 2018).

    Antes de la presentación de los resultados obtenidos, es necesario hacer algunas consideraciones. En primer lugar, la investigación contempla una muestra de 1.525 empresas industriales españolas en el año 2014. En segundo lugar, el análisis se realiza para 2014 porque la información sobre las tecnologías ana-lizadas se obtiene cada cuatro años, y 2014 es el último año con datos disponibles. En tercer lugar, cabe

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    señalar que en este primer escaneado se presentará un análisis de comparación de medias (crosstabs) entre un indicador aditivo de tecnologías I4.0 y algunos de los principales resultados de la empresa industrial. El objetivo es determinar la asociación estadística entre este indicador y los resultados empresariales, lo que no designa necesariamente capacidad predictiva, pero sí infiere vinculación estadística, además de aportar un valor descriptivo para los indicadores analizados. Por último, y en cuarto lugar, con el objetivo de proporcio-nar información sobre la intensidad de uso yendo más allá de los valores dicotómicos que proporcionan los datos iniciales, cabe indicar que se ha construido un indicador aditivo sobre los usos de cuatro tecnologías I4.0: 1) usos de CAD; 2) usos de robótica; 3) usos de sistemas flexibles de producción; y 4) usos de hardware y software de control numérico de la actividad. Estas cuatro variables de entrada tomaban dos valores: 0, no utilización, y 1, utilización. En este sentido, la construcción del indicador aditivo nos determina una variable discreta que toma cinco valores (0 a 4). Con el objetivo de hacer más inteligibles los resultados obtenidos, este indicador inicial ha sido recodificado en tres valores: 0, no utiliza ninguna tecnología I4.0; 1, utilización baja: usos de 1 o 2 tecnologías I4.0; 2, utilización intensiva: usos de 3 o 4 tecnologías I4.0. Las frecuencias obtenidas nos determinan que un 29,0% de las empresas industriales de la muestra no utiliza ninguna tec-nología I4.0, que un 43,5% realiza una utilización baja (usa 1 o 2 tecnologías I4.0), y que el 27,5% restante de empresas lleva a cabo una utilización intensiva (usa 3 o 4 tecnologías I4.0). Aunque hasta la edición de la ESEE de 2018 no se dispondrá de más información sobre otras tecnologías más propias de la I4.0, como cloud computing, big data o IoT, las frecuencias obtenidas nos señalan una utilización media-baja de las tecnologías I4.0: un 72,5% de las empresas industriales en España o bien no utiliza, o bien utiliza muy mo-destamente las tecnologías identificadas de la I4.0.

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    Tabla 1. Intensidad de uso de las tecnologías I4.0, generación de valor y resultados de la empresa industrial en España. 2014

    Variable/indicador No I4.0 Uso bajo Uso intensivo Total

    Resultados de la empresaVentas (miles de euros)Valor añadido (miles de euros) Exportaciones (miles de euros) Margen bruto de explotación (%)

    26.7834.934

    14.0694,1

    49.07311.11619.494

    4,3

    150.79928.41691.687

    7,2

    70.628***14.089***37.781***

    5,1*

    Generación de valorGasto I+D (miles de euros)Empleados I+D (% sobre total empleados)Gasto externo formación por trabajador (€)Inversión medioambiental (% empresas)Gasto medioambiental (% empresas)

    147,11,0

    73,53,5

    10,6

    661,05,4

    96,49,3

    26,7

    2.121,3 12,3

    139,210,421,0

    910,9***6,0**

    101,6***23,3***58,3***

    Tecnología (% empresas)Dirección o comité tecnología (% empresas)Asesores tecnológicos (% empresas)Evaluación tecnologías alternativas (% empresas)Serv. programación informática (% empresas)

    3,53,03,1

    23,0

    9,87,59,7

    38,9

    9,98,3

    10,626,4

    23,1***18,8***23,3***88,3***

    Innovación (% empresas)Innovación producto (% empresas)Innovación proceso (% empresas)Innovación organizativa (% empresas)Innovación en comercialización (% empresas)

    3,06,23,94,7

    7,514,68,98,6

    6,113,98,16,2

    16,5***34,7***20,8***19,4**

    Digitalización (% empresas)Compras digitales proveedores (% empresas)Ventas digitales empresas (% empresas)

    8,12,4

    17,04,2

    14,43,9

    39,5***10,5**

    Productividad y empleoProductividad (miles de euros por trabajador)Productividad (euros por hora trabajada)Empleados (número) Costes laborales por empleado (euros)

    44,125,271,3

    30.736

    58,833,8

    158,436.439

    63,136,4

    361,941.200

    55,7**32,0**

    189,2***36.097***

    N (empresas) 442 663 420 1.525

    % (empresas) 29,0 43,5 27,5 100,0

    Análisis de asociación estadística: comparación de medias (crosstabs). * p < 0,1; ** p < 0,05; *** p < 0,01.En negrita, los porcentajes de empresas superiores a los esperados usando una distribución normal: residuos estandarizados corregidos con valores ≥ 1,9.

    Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la ESEE.

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    Sin embargo, sí se puede afirmar que la intensidad de uso de las tecnologías I4.0, entendida como un mayor número de usos de las cuatro tecnologías identificadas, se asocia a un proceso de generación de valor más inten-sivo en conocimiento y capital humano, más innovador, más digitalizado y más sostenible. Y, muy probablemente, en consonancia con esto, con unos resultados empresariales claramente más positivos (tabla 1). Si empezamos por el proceso de generación de valor, las empresas con unos usos más intensivos de las tecnologías I4.0 se caracterizan por un gasto en I+D (2,1 millones de euros de media), un porcentaje de empleados en actividades de I+D (12,3%) y un gasto externo en formación por trabajador (139,2 euros) muy superiores a los otros dos niveles de uso. Del mismo modo, estas empresas también destacan por unos usos mucho más intensivos de la tecno-logía: presencia de una dirección o comité de tecnología (9,9% del total de empresas), utilización de asesores tecnológicos (8,3%) y evaluación de tecnologías alternativas (10,6%). Las empresas más intensivas en la utiliza-ción de tecnologías I4.0 también destacan por una mayor propensión a la innovación: producto (6,1%), proceso (13,9%), organización (8,1%) y comercialización (6,2%), y por una mayor profundidad de los usos del comercio electrónico: compras digitales a los proveedores (14,4%) y ventas digitales a las empresas (3,9%). Por último, los usos más intensivos de las tecnologías I4.0 también se asocian a un proceso de generación de valor más limpio, puesto que también se obtiene una presencia significativamente más elevada que en los otros niveles de uso de la inversión (10,6%) y del gasto (21,0%) en protección medioambiental.

    Probablemente, de acuerdo con este proceso de generación de valor más intensivo en tecnología, capital humano, innovación y digitalización, los resultados de las empresas más intensivas en los usos de las tecnologías I4.0 también son claramente mejores. En efecto, las empresas con usos tecnológicos I4.0 más intensivos se ca-racterizan por un volumen de ventas (150,8 millones de euros), un valor añadido (28,4 millones de euros) y unas exportaciones (91,7 millones de euros) que, al menos, duplican la media del conjunto de la empresa industrial. Asimismo, el margen bruto de explotación se sitúa más de dos puntos por encima de la media sectorial (7,2% frente al 5,1%, respectivamente). Por último, también es reseñable que la empresa intensiva en tecnologías I4.0 es un 30% más eficiente (productividad por trabajador o por hora trabajada) que las empresas que no usan es-tas tecnologías: 63,1 miles de euros por trabajador y 36,4 euros por hora trabajada. Del mismo modo, también es capaz de emplear a un número mucho mayor de trabajadores (361,9 empleados de media, prácticamente el doble de la media industrial) y de retribuirlos mucho mejor (41,2 miles de euros de coste laboral por trabajador, un 12,4% por encima de la media industrial).

    Conclusión: I4.0, ¿hacia una nueva base tecnológica de propósito general en la industria?

    Acabamos de constatar que unos mayores usos de las tecnologías I4.0 se asocian con un proceso de generación de valor de la empresa industrial más intensivo en I+D y en capital humano, más innovador y más sostenible. Pro-bablemente, las relaciones de complementariedad establecidas entre la I4.0 y el resto de dimensiones tecnológicas y basadas en el conocimiento de las empresas determinen unos mejores resultados en términos de ventas, valor añadido, exportaciones, margen bruto de explotación, productividad, empleo y salarios. Sin embargo, el análisis realizado solo nos permite situar los resultados obtenidos en el terreno de la asociación estadística. Lamentable-mente, la no disposición de datos sobre otras tecnologías I4.0 clave, como el big data, el cloud computing o el IoT, y la falta de una serie temporal de datos nos ha impedido ir más allá. También es probable que en la explicación de la implantación y de los usos de estas tecnologías existan efectos de dimensión y de sector de actividad, de manera que estos también sean importantes en la determinación de los resultados empresariales derivados de la I4.0. Pero del análisis realizado sí podemos deducir que, a pesar de su estado incipiente, las tecnologías I4.0 manifiestan propi-edades de plataforma tecnológica en el sentido de que se conectan con el resto de la base tecnológica e innovadora de las empresas. En la medida en que estas sean capaces de generar más relaciones de complementariedad con otros activos y dimensiones de la empresa, así como determinar nuevas fuentes de eficiencia, las tecnologías I4.0 podrían acabar consolidándose como una nueva base tecnológica de propósito general.

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    DALENOGARE, L. S.; BENITEZ, G. B.; AYALA, N. F.; FRANK, A. G. (2018). «The expected contribution of Industry 4.0 technologies for industrial performance». International Journal of Production Economics (núm. 204, pág. 383-398). https://doi.org/10.1016/j.ijpe.2018.08.019

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