revista mensual josé maría delgado telmo manacorda

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PEGASO LETRAS ARTES > CIENCIAS REVISTA MENSUAL Año IV julio 1921 a Junio 1922 Tomo IV ' DIRECTORES- Pablo de Grecia José María Delgado SECRETARIO DE REDACCIÓN Telmo Manacorda \ s- «BL SIGLO JLU8TRA6O» „' -^ tutea t*v i - aa- - í"

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Page 1: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

PEGASOLETRAS • ARTES > CIENCIAS

REVISTA MENSUAL

Año IV julio 1921 a Junio 1922 Tomo IV

' DIRECTORES-

Pablo de GreciaJosé María Delgado

SECRETARIO DE REDACCIÓN

Telmo Manacorda

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«BL SIGLO JLU8TRA6O» „' -^tutea t*v i

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Page 2: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

ÍNDICE-i-DEL PBIMEB SEMESTRE

JULIO DE B1921 A DICIEMBRE DE 1921

Artocio r m d n A a t o t t a i i .

:

Como una t i j a de música. . 116El Acecho 159La tristezk del recuerdo . . 218

B ' - ¿

Fiesta de Sol . .. . . -, - 31La desesperación de I » impo-

tentes . . . . . . . 270La Cruz del Sod . . . . 97Educación sexual . . . . J73Glosa* del mes: Crónica* poli-

ciales . . -,. , . . . 1SSGlosas del mes: Va hombre

bueao 226Cuento breve . . . . . 213

Cristalería . . . . . . S U| N o faist« t i » . . . . . . Z4?Elogio de l a pranairera ea h»

catorce año» de Masco :. 2*0

' * > • • • : - . / ' •• . ' ••••* ; - f ' T

81a*a* del • « • : Alfoaaó Brel- «ua. .- . . . r . . 'JStCoadro» del CmvemtiB» .Glów' d^ íüw: Sabré J * B 1 W

Page 3: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

mm--IV ÍNDICE

Daverio Layly . . ..Delgado Alexis . . ' .

Tardo a t a r d e .P o e m a s . . .

E

Estable Clemente . .Grecia 'Pablo de , .

2 2 0219

. Qrcmpone Antonio M. .Oonsilez Oasteltá PedroBenovese Blas S.' . . .

Solidaridad 76"Buy Blas, El Cid Campeador

de Vivar 56Ginette . . . . . . . 153Estudios indostánicos . . . . 83Plenitud . . . . . . 107Primavera 124

Herrera Ernesto , .Herrera Mac Lean O. A.

Teatro Nacional » . . . 49Crónicas de Arto . . . . 131Crónicas de Arte. Concurso

del Monumento al Gaucho 176Crónicas de Arte. La exposi-

ción de Manuel Rosé . . 273

Ibarbouron Jqana de

nía Moreno J. J. . .

E l r u e g o . ; . . . . . 6 7 •E l s u e ñ o d e l c a n i l l i t a . . . 2 0 3L a x i t u d d o l o r o s a . . . . 2 0 1

Lnisl Luisa" " . ' . ' . • •

López Campana PerfectoLenzl fiarlos César .Lasplaces Alberto . . .

Libros venezolanos . . . 22Las nuevas literaturas . . 154Espero y después . . . . 6 8Los fantasmas 73De la vida literaria., . . . 215Betirarae a tiempo '. . . ;. 26S

Manacorda Telmo, .

HenóJlanarro Julio E&úl' Montlei

M

, Glosas del mes. Viajeros ilus-tres . '. . . . . - . . ' . '40;

Glosas del m e e ^íotás de e«M 89Glosas ¿el mes: En »\ «eittí

'centenario del I>ant9 . . 90Glosas del mes: Eugenio d'órs S23Ante la rría » 2E l e h a s i j C T . , , , , . 8 6 1

NIn Prlaa Alberto . . . '. . Ensayo sobre la grandeza mo-ral de "Mitre

Olaizola Babas •Envío de "Don Quijote" . 36

Pérez Petít Víctor . . . . - _C.osas de hormigas . . . 118Perelra Rodríguez José . . . Las nuevas tendencias lite-

rarias . .; 253Patena Andrés . . . . . . Prosas 256Pi Wifredo . . . . . . . . Sa nombre . . . . . . 265

BcrJnca Francisco Alberto

Sabat Ercastjr Carlos

El Uruguay y la cultura ita-liana ' .' . . . . . .

El Uruguay y la cultura ita-liana (Continuación) , .

El.Uruguay y la cuUura ita.liana (Continuación) > .

.El niño del mar.Samlel EmiUo El Cerro de los Cajones .

" "

Salayerrl Vicente A. . jbüva Arturo S. . . . . . . Al hijo

Glosas del mes: La exposi-- ción de Alberto Dura . .Glosas del mes: El momento

español . . . . . .Glosas del mes: Chamíísmo.El hijo del león .' . . .

T • . . . ; ' • •

T o r r e z O r a r l e B . . . . . . U n e s c r i t o r , g e n u i n o .. . ' .

. ' • • • : * ' • ' . • • / . • • . ••.-'::.:'.'••'. ..• : ' z ' . ' h : ^ : - ' l - - - - :

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Page 4: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

aO r « i « F*W»

fe*

t J

ÍNDICE DEL SEGUNDO SEMESTRE

ENERO DE 1922 A JDNIO DE 1922

A

Amcrim Enrique M.

Brlgnole Alberto .

Barreiro SegundoBernárdez Juan CarlosBosch Teresa Santos deBollan José Pedro -

Compte y Blqué EniíqueU

'» n it

Mu».

Los caminos

B

A propósito de la huelga estudUntil

Bajo los árboles . . ,Un viaje en el tren del XorteL» realidad de la ilusiónLa-tentación . . . .

3S341532334549.2

Educación: Economía peá»-gógita 463Educación: .Enseñanza pri-

marla j secundaria . . 423Educación: Tiempo y dinero S12Educación: Los Congresos . 588

DolKido José M«i»Dirección .D«l«»do"José

Fernanda»..

El romance'del cornetín. .Josa Josa IU* Moreno . .filosas del mes: Bert» SU.

gana» . V . . •••., .E l o n t c p a d . . . . ' • . .L a g l o a a d e l « S o . . , . .

BeqnW *".

398

SIS

Oonsalex OaiUIlú Pedro

Señera M#c Lean C. A.

Ipnche Pedro LeandroIbarbonrou Jttina de .

I>enzi Carlos César

Amarillo y negro . 343Aquella muriente tarde . . 344A J B I 561Día de Bodas . . . . , . 567

Crónicas de arte: La expo-sición Marques Campao . 317

Crónicas de arte: La notamensual 378

.Augusto Bodin . . . . 43,1Crónicas de arte: La exposi-

iión do José Luis Zorrillade San Martín . . . . ' 5T4

Inéditos . . . . . . . 443£1 \endedor de naranjas. . 466

.^ Poesía nueva

M

309

M*naeorda Taimo El año literario . . . . 311" " . . . . blosas del mea: Benedicto XV 32Í

, •' " . . . . . Glosas del mes: Leal de Bou-xa. Eduardo Fahini. . . 448

" " BuMn Darío 403" " Glosas del mes:' Un plagio

más - . . 4 2 8Montlel Ballesteros . . . . El petizo aguatero . . . 417Monegal Jos* Poemas del Estío . . . . 447Maldonado H o n d o . . . , Moliere y el Bey Sol . \ . 347Minelli Ooniilex Pablo . ." . Hermandad . . . . . . ' - « 4 >Mufloi SnsJBW H . O. Iacu»-• - . ^ - ^ . . C t a t o m , " * . . . SOS

- 'irN«beJ Ainnt P. . .Nal» BoHo Ooattdo . 490

/ ,

Page 5: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

VIII ÍNDICE

O

Orio» 'El Cajnpo d e l H i j o "(drama) . . . . . . 5 0 4

Pérex Petit Víctor .Pereira Eo4rigu«z José

F | • 1 1 1 >

Pl TOíiedo . . . .prínclvalle Carlos M.

Soñando junto al piano ." E l embrujo de Sevi l la""España Invertebrada "^ -Cota UgarteLaureles viejos .

3843375J6462 ,388

Pinto OctaTlo Sonetos 563

Sojas.Giménez A . . . Versosi ' • _

457

íf.j-

v - « ; • • •

garniel Emilio Capitulo de. novela . • . . 367" » Glosas del mes: Accidente» . 470

Salaverri Vicente A . \ . . . " E l niño que enloqueció deamor" . . . ._. . . 449La tragedia de ün~ hombre

- , fuerte" . ". . . . . 531Saenz Baq.uel Nocturno. 116Silva Valdez Fernán . . . . Canto a Juana do Ibarbourou 294

11 11 11

Soca Susana . .Silva Arturo S. . .Simóla MeliWn L. .

La calandriaLa melancolía del otoño.Sugerencias literarias .Parten» . . . . . .El llanto de los violinei .

T,Torres Grané E. . . . . .Testen» Folco . . . . . .Trelles José A. ( B TleJo'Pan-

cio) ,. . . . . . ' . ' . ' Gnardalo p'á otro»

Justina Zavala MunizAgosta .' . . . .

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Zorrilla da San Jtartín JTun . . a Bey Se Jerosalén . ,. . »481,

•. • %, NOTA8 BIBLIOGSRÁFIOAS , '»: 328 a S38, Í84, 431 a 482, 472 a 480, S2S » M8, Í8« » HB.;

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Por dificüttadtós (ié la

Enero último. -larizar la

Page 6: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

DBGREVISTA MENSUAL

50MONTEVIDEO

DiRECTORES: Pablo t!e Grecia-José María Delgado

Enero de I91 Z. N.O 43 - Año VII.

JUAI'\ lOSE lLLA i\IORENO

Nuevamente debemos enlutar las pagInas editoria-les de PEGASO en homenaje póstumo a un poet~ UIllI­go, muerto a la hora enque las primeras cenizasdel otoño dan la madurezinterior, el equilibrio, laconciencia exacta de las co­saS y la lihel~tad~espiritual

necesaria paranIodelar losbronces definitivos.

El movimiento modernis­ta encabezado en Allléricapor DarÍo estaba en su pe­ríodo álgido, cuando JuanJ osé TIla Moreno se enroló,-con la fe y el apasiona­miento de su jllventud,-enla victoriosa caravana re­volucionaria. El numen deJulio Herrera y Reissig,

. en lo alto de la Torre delos Panoramas, vibrabaentonces en todo su esplendor; era el maestro, el cau­

alrededor del cual se apiñaban las púgiles vehe­luenClas y las ansias renovadoras de los jóvenes ini-

.. t

ciados.

Page 7: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

290 PEGASO

En este grupo, que tanto lustre ha dado a la liratura nacional, Ela Moreno consiguió destacarse ne-tamente. En "Bubíes y Amatistas", su libro inicial,surgido en esa hora, la crítica no pudo menos que re-conocer la presencia de un poeta de inspiración fina,dominador de la forma, "admirable por sus poesíasprismáticas", por sus versos "sutilmente pensadosy orfébricamente cincelados", como lo expresara Pa-blo de Grecia en su valiente conferencia sobre el de-cadentismo en América.

Pero, casi junto con el júbilo de su primera victo-ria, sintió la injuria del destino adverso, que acabade poner término a su vida. Así herido, el poeta si-guió, no obstante, cantando hasta la muerte; mas lalira que debía ser entre sus manos instrumento tau-maturgo, voz hinchada de rebeldías, sólo pudo ser unlánguido beleño, expresión de caducas esperanzas,plegarias melancólicas de paz.

En noviembre último, junto con una carta en laque nos anunciaba, muy escéptieo ya, su salida de laciudad en procura de alivio para sus males reagra-vados por ej invierno, nos envió aquellos versos ti-tulados "Laxitud dolorosa"—su último poema qui-zás—que PEGASO publicó ese mismo mes.

Es acaso el empalme del país de la MuerteEste sendero oscuro en que he venido a dar,Y uno sigue a despecho, como en un río inerte,Sin poder hacer alto, ni al destino llegar.

una hipocondría tan honda en el paisajeQue todo no nos habla ya más que de morir.

Y el afán hondo y fuerte de otrora se quebranta.¡Oh, quién pudiera un dfa tan sólo descansar!..,

JUAN JOSÉ p.|.» MOBBNO 291

Gritos arrancados al corazón por la proximidad dela muerte, entrevista a través de sangrientos desga-rros corporales; ahora que el poeta es ido, cobrantambién una imprevista majestad patética.

La defección de su naturaleza, la carne triste, im-pidieron a Ula Moreno realizar su quimera artística;no pudo adelantarse en el escenario hasta diseñarnetamente un perfil y adquirir el derecho de ser mi-rado como un factor diferenciado y dinámico en eldesenvolvimiento de nuestra poesía. Armoniza ad-mirablemente, su voz resalta por la pulcritud, la lim-pieza, el pulimento; pero dentro del coro, en medio,aunque ennobleciéndolo mucho, del canto unánime.

El Destino no lo quiso de otro modo. Y esto lo de-cimos sin amargura ni reproche. Creemos que lo quees y lo que no ha podido ser, obedece a razones supe-riores, ignoradas por el hombre, y que nada se pier-de en el terreno espiritual como en el físico. De todaslas altas esperanzas defraudadas, de todos los noblescaminantes que se extraviaron, de todas las naves,lustradas de gallardetes y pabellones, hundidas derepente en el mar, tal vez se integre, en la sombra delgénesis, la humana apoteosis del genio.

Page 8: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

I

REQUTJIEM

En ñla tumba deIHQÜ Sloreno.

Juan José

Frente al estuche fúnebres,Mi aflicciónEncueva nú palabra.(Vértigo del cerebro en ¡riuestro corazón).

Hagamos de los labios un t. nudoRojo y negro de silencio e en dolor,(El labio se desdice,No tal el corazón).

Hacia el hueco con astrosY a la deriva VComo ibaSu canción, 'Se ha resuelto.Su canción que a dos labiaos $ a siete voces fueraEl envés de su carne tentado de amargor.

Sólo nos resta,El vínculo invisible de su abna a la estrella,(Celeste pervivencia ingem'wa-mente blanca),Y echarnos a soñarQue van las nueve Piérides' ' ha-cia las nueve Náuticas.

RÉQUIEM 293

La fe, la esperanza y la caridadDiéronle su cardinalidad.Virtuosas carabelas de «« mundo interiorQue circunnavegando su vasto corazónRodearon un sol.¡La más gloriosa heroica circunnavegación!'¡Sueño de cada uno,éuya realización!Gvn él: un recuerdo que se cala en el almaY una angustia implacable dentro del corazón.

Luis AT.BEBTO FEBWÍNDEZ.

Enero 23-922.

Page 9: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

w

CANTO A JUANA DE IBARBOUROU

' CANTO A JUANA DE IBABBOUSÚ 2 9 5

Chingólo, chingolito: en la primavera,Luego de besarte con tu compañera,Vuela hasta la casa de la juventudA juntar con el pico, para construir tu nido,Hebras del cabello lacio y renegridoDe Juana de Ibarbonrou.

FEBNAJT SILVA VALDÉS.

Juana de Ibarbouroit: tienes mucho de árbolTú misma me lo has dicho con tu vos sin igual;Juana de Ibarbourou, tienes tanto fie humana—Juana de Ibarbourou—como de vegetal.

Juana de Ibarbourou, qu-e te atas las crenchasCon un gajo de sauce flexible de hun.sdad;Juana de Ibarbourou, ráfaga de saludSoplando en la planicie yeima de la heredad.

Juana de Ibarbourou, eies áibol que canta,Pajarülo hembra, ave y criatura,Nota de frescuraPuesta en la garganta del amanecer;En cada rincón tuyo debes tener un nidoPor eso en cada nido hay algo de mujer.

Juana de Ibarbourou, voz antigua y moderna;Gnto de inocencia sin tiempo m edad:¡Lección de juventud;Lección de castidad!

Maravülosa estatua sin nudo y sin escudoComo mi voz en el momento de cantarte,Tu desnudez es casta como una obra de arte,Tu desnudez es casta igual a un pie desnudo,

Page 10: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

EL ROMANCE DEL CORNETÍN

Realmente, no se es lo que se ha querido, sino loque se ha podido. General, marino, aeróbata, todohabía soñado ser Diman, menos lojque era: afiladorambulante. '

Su destino se resolvió por casualidad, como la ma-yor parte de los destinos. Una tarde encontró a unviejo afilador empujando su carrito. Era un hombreprovecto, y aquella tarea, superior a "sus fuerzas, lehacía silbar el pecho opresoramente. Diman le1 ofre-ció su ayuda, un poco por lástima y otro poco poransia de novedad; el viejo la aceptó encantado. Esamisma noche, al separarse, se dijeron hasta mañana.

Se asociaron, pues, en el negocio. Diman hacía laparte puramente mecánica: arrastrar el carrito y ha-cer girar la piedra; el viejo se reservaba la tarea ar-tística: tocar el cornetín pregonero y sacar filo a lastijeras, cuchillos y navajas. El oficio, al principio,disgustaba un poco a Diman) pero, luego, comenzó aencontrarle lados verdaderamente sugestivos: tales lamúsica del pequeño cornetín y el diluvio de estrellitas'doradas que brotaban del duele de la piedra y elacero, chisporroteando entre las barbas albinas delviejo. Él cornetín, sobre todo, lo encantaba; y os que,en realidad, el viejo solía arrancarle notas tan ex-traordinariamente expresivas, que se lg entraban porel oído como palabras. ¡Y las cosas que lé solían de-cir. .. I

Naturalmente, Diman pronto tuvo la tentación de

EL BOHANCE DH, CORNETÍN 297

tocar también aquel aparato mágico. Le parecía lacosa más sencilla del mundo: soplar por min extremoy tapar y destapar, a libre arbitrio, cnati ro agujeri-tos. He ahí todo. Enorme fue su desilusisiúa cuandollevó a la práctica su fórmula. En vano ecstuvo unahora soplando y moviendo los dedos: sólilo sonidosagrios, confusos, emanaban del caño. Era,,, pues, ne-cesario otra cosa, que el muchacho inútilme ente trata-ba de comprender, para que el cornetín le * entregarael secreto de sus virtudes.

A todo esto, el viejo fue claudicando de • tal modo,que pronto no pudo moverse del lecho. Poor fortuna,ya el muchacho había aprendido todas lasa intimida-des del oficio, de manera que el negocio no . se resintióa no ser en su parte filarmónica. La mano más firmede Diman, su mayor potencia para mover la piedra,pronto dilataron la fama de su pericia. Esttfo y la be-lla presencia de sus diez y ocho años, ceelosamentesuspirados por las mozas, aumentó enorm neníente laclientela. Los bolsillos de su blusa regresa aban todaslas noches opíparos de monedas-a vaciarse eeu las ma-nos del viejo; pero éste no hacía caso de * ellas, lasapartaba con un gesto de menosprecio y anmsiosamen-te le pedía al muchacho el cornetín.

Temblábanle ya mucho los labios y los ódectos; pe-ro, con todo, pronto el aparato empezaba a hablar enaquella forma hipnótica que 'subyugaba a Diiimpn. Cla-ro veía éste que'el anciano se extraviaba al son de lamúsica por tierras infinitamente distintas • de la quepisaba. Cuando una estridencia o el agotamiento lotraían al dominio de Ja realidad, quedaba a sorprendido como un sonámbulo bruscamente docspertado.Largas horas se pasaban, el viejo recostado en los al-mohadones, el muchacho sentado el horde dtle la camay los sonidos envolvien3o como en una, brjxama feéri-ca jas dos almas. A veces el viejo rompía . de golpeaquella bruma. Él aparato se le caja de iosg labiop,f<y

Page 11: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

298 PBUSO

un pesado silencio le doblegaba la cabeza. Diman en-tonces, dolorido por aquella súbita rotura en dondeparecía haberse estriado no sé qué íntimo cristal, so-licitaba al viejo que repitiera lo que acababa de tocar;pero éste jamás podía complacerlo, porque la músicale brotaba de una fuente sin memoria y parecía hechajusto y sólo para el instante en que la emoción la ha-cía surgir. <

En vano Diman seguía obstinado en averiguar porqué aquel cornetín no podía ser en su boca más queun manantial de ruidos pregoneros, y era en la delviejo una fuente de voces semejantes.

Pronto la vida iba a descifrarle ese misterio. Enquince días, y de modo repentino, Diman perdió a supadre y a su madre. Fueron sus primeros grandesdolores. Durante una semana, atontado por la rudezadpi golpe, no pudo entenderlo bien; pero, súbitamen-te, cuando vio que en un carro se llevaban al rematelos muebles familiares y anduvo sólo por el hogarvacío, apuró de un trago su orfandad y le saltaron lasprimeras lágrimas verdaderas de su vida.

Fue menester ir a vivir con el viejo afilador y acos-tumbrarse a pensar que ya no podría sostenerse másque en sí mismo. "Hay que ser hombre", se decía,tratando de defenderse de su pena, pero el muchachotenía un alma romántica y pronto aquélla fue adqui-riendo! caracteres anormales. Como abstraído ibapor las calles haciendo girar el carrito. Se olvidabade tocar el cornetín, por lo que la clientela quedabaignorante de su pasaje y los bolsillos de su blusa va-cíos. Y aunque él buscara el amor, y éste lo atisbaraa cada paso, se lo impedía ver la melancolía, puestacomo un cristal negro y pertinaz delante de BUS ojos.

Así, enfermo de desesperanza y de imposible, llegaun día a la orilla del río. Abandona su carrito, se sien-ta sobre una roca, pone los codos en las rodillas, labarba entre laB manos y deja caer los ojos en el agua.

EL ROMANCE DEL CORNETÍN 299

Mira su imagen reflejada en el río y, poco a poco,nota que ésta va adquiriendo la fisonomía del viejoafilador. T ve que las manos se alargan y revoloteandesesperadamente en el espacio, como buscando unapoyo... ¡nada! Aguza el oído, como si quisiera es-cuchar una voz... ¡nada! La mirada, poblada de sú-plicas, inquiere el vacío., ¡nada! En todo el ám-bito nada más que soledad y frío, un frío que hacdtemblar las manos y las lleva a buscar el abrigo del;bolsillo. Allí palpan el cornetín, y como inspiradasrepentinamente, con él vuelven & la boca. Toca el mu-chacho y el alma se le transustancia. Todo lo que haperdido y lo que anhela, surge no bien lo implora.Arde a su lado la leña doméstica. Custodia su madrela sopa familiar. El viejo afilador corre con las pier-nas completamente deshinchadas Vibra la alegría vo-cinglera de los amigos. T, allá en un íntimo rincón,dos ojos negros y enormes lo aguardan sobresatura-dos de ternura...

Diman no se ha apercibido de que la gente se ha idoagrupando a su alrededor—"To'cas admirablemente",—le dice un hombre palmoteándole la espalda, y el mu-chacho se despierta sobresaltado como el viejo cuan-do le rompían el hilo ,de su música, y advierte quetiene en sus labios el cornetín y una dulce fatiga enla yema de los dedos.

Así Diman encontró el secreto que andaba buscan-do y esa misma tarde, cuando el viejo le pidió el cor-netín, en vez de/ dárselo, se recogió en sí mismo, sesumergió en su dolor, y empezó a tocar. El ancianolo escuchó estupefacto, y cuando terminó le dijoafectuosamente: "no.creas eso, muchacho, eres toda-vía muy joven. Sólo será necesario que cambies devida."

Pero Diman no quiso saber de nada y puede decir-se que desde esa fecha no tuvo más que dos amores:el viejo y el cornetín. En vano las mozas seguían es-

\

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300 PEGASO

piándolo ardorosamente, ahora con más imperio, des-de que cierta mueca de desdén y cierta noble palidezse le habían estereotipado en el rostro.

Todo lo que apetecía estaba dentro de aquel cañomaravilloso; no era necesario más que cerrar los ojosy soplar. Por los pequeños agujeros brujos el alma se leiba en aire. De esto él no se daba cuenta, pero la mu-•jer, en tal materia mucho más erudita que el hombre,^debía adivinarlo bien pronto. Naturalmente, Isabel, due-ña de los ojos más pillos y grandes que se hayan visto,fue la primera en descubrir la razón misteriosa delos desaires del muchacho. Y, desde luego, pensó enapoderarse del cornetín.

La piedad no es el amor todavía, pero no hay cosaque esté más cerca de él. Esto no lo ignoraba Isabel.y resolvió explotar su sabiduría.- —¿Usted es bueno, Dimanf

—Creo serlo, Isabel.—¿Sabe que estoy gravemente enferma!—No parece.—Sin embargo, me muero a breve¡ término a-

menos que usted no lo qniera. ¡—1Y0...T—(Me sentirfa usted mucKo?—Naturalmente.—¿Sería capaz de ayudarme a curart—Sería.—¿Aunque tuviera que sacrificar algo suyof-Sí.—¿Aunque ese algo fuera su cornetín?—[Ah, eso no!; lo necesito para el trabajo.—T yo para curarme, Diman.Isabel puso en sus ojos toda la cantidad de melan-

colía posible, lo? fue acercando lencos, hasta fundir-los casi en los del muchacho, y luego, poniendo en lavoz el tono más femenino de la súplica, le dijo:

EL EO1UNCE DEL CORNETÍN 30Í

—i Sería usted tan perverso que me dejara morirpor un cornetín f...

No, no era posible eso, a menos de tener el corazónde piedra; y el muchacho, vencido, le entregó el cor-

• netín. ""Isabel se acurrucó contra su pecho.

, —Sabe, Diman, es que yo había ofrecido a la vir-gen su cornetín como un voto.

El muchacho estaba trastornado. La apretó entresus brazos e instintiva y locamente echó a andar, em-pujando su carrito.

—i Por qué pasa tan silencioso, Diman?, . Detén-gase un poco. ¡Si viera qué ganas tenemos de oírlehoy!...

Así le suplicaban las mozas, recostadas melancóli-camente en las puertas y las ventanas. Pero Dimanpasaba de largo sin mirarlas y marchando frenética-mente, a la ventura, como si quisiera atontarse con lafatiga. No vio encenderse los faroles, no vio cerrarselas puertas, asustadas con la presencia de la noche.Iba como una sombra perdida y encandilada por lastenaces llamas de dos pupilas negias y enormes,exactamente iguales' a las que se le aparecieron en elrío.

De pronto se sintió golpeado por un bulto negro ymóvil. Cayó al suelo, sin sentido. "Cuando se levantóla luna menguante estaba en el medio del cielo. A suluz se vio las ropas destrozadas y la marca del cascode un caballo en medio del pecho.' En cuanto al ca-rrito, era sólo una masa informe, junto al cordón dela vereda; de la gruesa piedra de afilar, no quedabanmás que cuatro p cinco pedazos inservibles._ Diman palpó en toda su vastedad el horror de aque-

lla catástrofe; peto, rápidamente, tuvo una idea ní-tida de su deber. Muy .varonilmente, pues, corrió enbusca del viejo, decidido a explicarle la desgracia ysu firme propósito de repararla.

Page 13: REVISTA MENSUAL José María Delgado Telmo Manacorda

302 PEGASO

Pero nna nueva desagradable -sorpresa le esperaba. _—Hijo mío, murmuró el viejo, no bien reconoció su

presencia, te aguardaba con angustia. Mi corazón yano da más. i

—Iré en busca del médico en seguida—repuso Di-man, comprendiendo por la palidez y la anhelacióndel viejo la inminente tragedia.

—Es inútil, afirmó el anciano. Sólo una cosa nece-sito para morir en paz: oir el cornetín.

El muchacho quedó perplejo e iba ya a maldecir lahora en que había hecho el sacrificio de darlo, cuan-do, contra su voluntad, el pensamiento se le desvió y ano ser porque la ruidosa y desesperada fatiga delviejo lo trajo a la realidad, se hubiera quedado un si-glo mirando fijo la imagtn de Isabel, surgida súbitay luminosanaente en un ángulo de la habitación.

—Vamos, suplicó el viejo, ansiosamente.Diman tuvo una idea. Abrió la puerta, se sentó en

el umbral y empezó a silbar, tratando de remedar alcornetín. Pero fué| en balde, ni consiguió imitarle, nipudo^dar a sus sonidos—aunque fervorosamente-de-mandó a la noche, a las estrellas, a las sombras fan-tásticas de los árboles—su habitual imperio fascinan-te. El fuego fijo de las dos pupilas, no sólo le hacíaperder el gobierno de sus acciones, sino la fuente dela inspiración; y el viejo, que en un gran esfuerzo sehabía incorporado para oírlo mejor, movía negativa-mente la cabeza y hacía chasquear los labios, desilu-sionado. Diman notaba, profundamente triste tam-bién, la desolación que su fracaso le producía y, en unarranque repentino, se levantó y, a todo correr, em-pezó a huir por las calles como un loco, despertandoa los muros y a los -plátanos de sus arrobos lunares.

Un aldabonazo a media noche es -capaz de hacer la-,drar por una hora a todos los perros de la vecindad;milagro fue que los que frenéticamente diera Dimanen la casa de Isabel, sólo a ésta despertaran. '

EL ROMANCE DEL CORNETÍN 303

Grave, hermosa y apenas cubierta por un manto delana, la niña apareció en la puerta. No hubo asombroen ninguno de los dos, el episodio pareció cosa natu-ral y presentida. Diman narró todo con serena urgen-cia.—"{Usted tiene todavía el cornetín, Isabel, o serápreciso irlo a buscar ahora mismo y aunque tenga queasaltar la iglesia, al altar de la virgen?"

Por toda contestación la muchacha entreabrió unpoco el manto y le mostró el cornetín sujeto por unacadenita al cuello, y como extasiado sobre la blancu-ra del pecho. Rápida, luego, se lo desprendió y lo pu-so entre las manos de Diman. Pero únicamente eldiablo sabe la fuerza adhesiva que tiene un celadocornetín puesto a media noche y en circunstanciastan solemnes, entre manos enamoradas; el caso fueque los muchachos quedaron materialmente anuda-dos y que, sin quererlo, o mejor dicho, sin sent'rlo,echaron a correr en esa forma hasta la casa del viejo.

Isabel se arrodilló junto al lecho del moribundo, elcual ya tenía la vista muy confusa, y al verla creyóen-la resurrección del ángel que había custodiado suinfancia y al que el escepticismo y la sabiduría de lamadurez habían abandonado sobre un campo de hie-lo, con las yugulares abiertas.

Era, pues, cierto lo del paraíso; y como para con-firmar más esa idea, Diman, sentado en el umbral dela puerta, mirando las estrellas, empezó a solicitar alcornetín, y éste respondió exaltándose en una efu-sión lírica tan extraordinaria que el muchacho quedóoyéndolo absorto, convencido que era el hálito de otroel que estaba soplando por su boca y hacía hablar alaparato de aquel modo maravilloso.

Súbitamente el dolor, la tumidez, la fatiga desapa-recen, y ágil, casi aireo, el viejo se siente danzar conenergías adolescentes alrededor de la sombra de Isa-bel. Ahora ésta es mucho más que',un ángel: es laforma concreta y al fin poseída de todos los amores

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304 PEGASO

que la vida le- negara. Y he aquí que al abrazarla, laimagen se convierte en humo, un humo de color ám-bar, tan sutil que apenas empaña la transparencia delaire, y que, al ser movido por sus brazos, se a\irgaen mil espirales, envolviéndolo, transustanciándjb,en una niebla tenue que asciende lentamente E! vL-jo mira hacia abajo y ve que lo que obliga a aseeMera aquella niebla es, en realidad, un abanico inmensode alas, en el que cada pluma era una nota de la" queel huérfano dolor de su vida había ido derramandopor los agujeros de su cornetín..

Diman en ese momento tenía los ojos puestos pn lascabrillas del cielo, y de pronto vio en medio i'e ellasal viejo afilador, sonriendo, en las barbas cbispüiro-teándole un diluvio de estrellitas doradas. Tsabal lotocó suavemente en el hombro y con un emocionadoestremecimiento en la voz le dijo: "el viejo aca.hr. 'lemorir".

—"Ya lo sé, respondió el muchacho, está en ¡r.pdiode las cabritas."

El cadáver tenía tal expresión de placidez que nose animaron a tocarlo. Era imposible, frente a laaureola de éxtasis en que parecía diluirse, albergaruna sola idea amarga. Los muchachos se sentaron so-bre el baúl, muy juntos, las rodillas tocándose, calla-dos, en una divina demora...

Cuando llegó el día ya todo se lo habían dichoEl amor colmado, la seguridad del refugio, quita-

ron pronto a Diman la máscara melancólica, dándoleese aspecto de ijombre fuerte y alegre, acaso un pococargado de grasa, que todos vemos recorriendo dia-riamente las calles tras su carrito de afilador y pre-gonándose al son de un cornetín. Pero éste ahora sólosirve para anunciarlo de un modo ruidoso y simple;ePantiguo cornetín ha quedado definitivamente mndo,e Isabel se lo muestra a los hijos como una reliquia

EL EOMANCE DEL COBNETÍN 306

en otros tiempos milagrosa, a la que fue imperdona-ble falta no haber enterrado con su dueño.

Esta idea ensombrece también el corazón de Diman,por lo que nunca va a acostarse por la noche sin mi-rar largamente a las cabritas... .

JOSÉ MABÍA DELGADO.

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AMANECER

Aü. la eximia Juana de Ibarbourou-

Feria foantásfaca: iEn wvtssibles hilos

Escarzan los * nipones farolillosComo inquietóos lunares;Hay en él viennh guos de guitarrasY las manos to emblaittes de la brisaAligeran sttó I2eves panderetas;La Dama Blatnica despereza sus trenzasEn la sombra. en tanto el día,

Esponjosaso faisán,Esparce el ábatinico de su colaY en un arranQgue de dorados bríos

Ahoga loca fiesta...

CÍRETONA

Cretona de carne pompadourCon floron&ss sangrientosY lacitos Lwws XV.Es alma de un divánDe suntuosaas visiones,Donde prena-ie el ensueñoLhmitas de • colores.

CBETO2U 307

Presta muelle tapiz .A un real gatüo grisCon ojos de esmeralda,Y refleja el jardínEn mi heve sandalia...

M. C, IZCÚA BABBÍT DE MUÑOZ XIMÍNEZ.

1-5-1922.

La distinguid» poetlw ícete Bvbat do Hnfioz Ximénei, publicar*príximameiita un libra de renos coa el título de "Bonete Acnl".Oon sentimiento propio, toa alma férvida, con un sentido nitevo jpersonal,—he aquí otra-vo« femenina qué lle£a...

"Pégalo'' depone en tu saludo etta reverencia de mirto» aperan-

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•\

AGONÍA

(José María Delgado)

In qualche parte il di, che smuore via,Deve lasciaré wi'anima: si sentéL' "Addio" di qualche cosa in quest' ambicikePíen di crepitscular malincoma.

V'ha ceito, piesso quest' anima mía,Un angol di dolor, dove palíenteFronte si curyi aW ahto innocenteD'un infantile petto in agonía. -

E tra la bruma palhda e VarearíaDi ptanto solitudme vicina, ->Jl cor, gemere udendo una campana,

Piange—annegato in infinita pena—Chissá qual mai pallidezea serena y

Che non poirá baciarsi domattinal

(Versión de FOLCO TESTERA).

POESÍA NUEVA

Tus mo-anos desnudas están ahora sobre mi vida,¡Qué n.würavillosa se ha pnesio, de pronto, el alba!Hace uun momento, apenas, en los altos pórticosde mánrmcl negro de la ciudad de la noche estabacon la mvisíbilidad de un alma.

Tus »i*Ki»es desnudas están ahora sobre mi vida...

Ya no seré lo que he sido cuando quería serése otrvo tan distinto de aquelque co-*nociste, frivolo de vanidades y algo tristede nosstalgias... /

—¿Para qué recordar?¡El díaa es nuestrol

Estamos solos junto al mar...Las rooias próximas... los arrecifes... todo aquí está.Tambúlén h'diafanidadde un romántico cielo antiguo, de esos que se han oV /*" [vidado ya.

—Vamsnos a pasearcomo o¿08 carneradas alegres y ruidososque animan esta lúe cntda en los retiros silenciosos. ^Nos sentaremos, después, sobre una piedra durarque as sí será más blanda la dicha del andar... , •" 'Desnut.itr alma, toda tu ^amargura ' '

' que yoo la vestiré de nuevo con la carne de mi ternura.

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310 PEGASO

Comencemos .. que siempre es dulce el empezar.Todo el ayer ha quedado atrás,borrado y oscuro

como las palabras en las conciencias de los mudos,

¡Capas de nieve cayeron sobre la tierra de fuego!Eso es todo...Luegola his ha descubierto la miseria de este lodo...

—¿Para qué recordaí?Nuestra esperanza sabe mtrarhacia adelante, siempre hacia adelante...

¡Alma, alma: yo seré un ai diente amantebajo las luces del cielo y entie las aguas del mar!

CAULOS CÉSAB TJE.VSI.

EL AÑO LITERARIO

Resnmen bibliográfico dal afto 1921.

No de los poetas qne cazan veníaos con trampa nide los prosistas que enladrillan li'ibros y caminos, hede ocuparme aqui, ahora que los dJías colmaron el nú-mero del año y qne la tenue emoeiaón del presente hamuerto en mis manos enfriadas.. .

Ellos han sido los más, como enn todas las literatu-ras y en todos los años, y de elloss es el reino del ol-vido primero, y de la polilla despenes...

Las letras nacionales han acreceido sin duda en elaño terminado, pues, a pesar de lass pásulas a que alu-dimos, tiene en su haber menos pnofusión de volúme-nes y más calidad de obra que Mos años anteriores,como si un afirmativo anhelo de aevanzar caracteriza-ra la labor de todos los tejedores s estéticos.

Vale la pena recalcar el detalle y señalar la fecha,cuando ya empezábamos a aturdíamos con tanta al-garabía sin sentido, y una inquietad de serenarnosllenaba nuestro balcón abierto hacíala la tarde, en don-de muchas veces invocamos para lfla multitud de nues-tros escritores sin relieve y sin puado?, la dicha humil-de y gloriosa del obrero, que pr»-efiere despedir losdías en silencio, puesto de brucess sobre el marco desu ventana o escribiendo apenas un nombre de mu-jer sobre los vidrios empañados. ,.

De 1920 sólo un gran libro quesdará: me reñero al"Criterio fisiológico4', de Santín Carlos Eossi, claro

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L312 PEOASO

y fino talento mortalmente preocupado por e] biea ypor la creación, no por el éxito ni por la gloria. De1921 ptfsan varios libros al catálogo perdurable quepuede mostrar a los ojos extranjeros una dignificantey bella labor de patria Hay, sobre todo, un volumenerudito y fuerte,—"Crítica de la literatura urugua-ya"—de Alberto Znm Felde, que merece los honoresde la'consagración. Son trescientas cincuenta páginasde crítica positiva, levantada, científica,—no digamosexenta de'calor pasional porque desdichada la obra ola vida sin pasión,—pero sí digamos sustantiva y li-bre, tanto en sus errores como en sus aciertos.

El historiógrafo de mañana, el crítico lejano y cu-rioso, el estudiante ávido, todos tendrán que venir deaquí en adelante a este libro macizo, cuando de lite-ratura, uruguaya se quiera tratar. No comparto con-oeptos ni visiones: creo que el autor no juzga comodebe a Bodó, más sólido y más grande que lo que élcree, tan sólido y tan grande que acaban de llamarleen la Universidad de PrincetoT&n "maestro más qneEmerson"... Tampoco es ente.rame.ste justo su jui-cio sobre Carlos Eoxlo, de quien olvida atributos vir-tuales y ambiente de época, considerándolo Je acuer-do con tendencias actuales, para querer destruirlo ,como una cosa ruinosai sin recordar la esbeltez de loslejanos días...

Asimismo, no logra sentir el alma de Horacio Qui-roga, más cercana de Kiphng que de Huysmann, ycuyo libro "Arrecifes de coral", que castiga sin pie-dad, vale indudablemente, aun después de su hora,muoho más que otros que el mismo Zum Felde elogia.Esto no obstante, y.en razón de justicia, no puedo nidebo escatimar alabanzas a la brillante obra cons-tructiva de,Zum Felde, el.más empeñoso y el más só- "lido de nuestros críticos, ouya obra de futufo,-i-ya loanuncia la estrella matutina,—está próxima y será •grande. ¡ " , ,

313

Vicente A. Salaverri, Justino Zavala Muniz y Fer-nán Silva V-aldés, se sindican como los autores delaño qne, después de Zum Felde, han hecho más po-sitiva literatura nacional, no en el sentido gaucho deeste rótulo, sino en^el sentido criollo de su ambiente,en el paisaje nativo, de sus páginas' o en la epopeyapaisana de sa emoción "Crónica de Muniz" reve-

„ ló un escritor joven pero ya maduro, que llega a lasletras nacionales, grávida el alma de sueños y de pai-

i sajes, que le dan energética intensidad vital y evtra-ño vigor expresivo. No sé hasta dónde, la personali-dad de su abuelo,—el general Muniz,—se destacaráen el desfile de la historia, sobre todo para cuandovenga el momento de una orientación'estética y cien-tífica que dé el justo lugar a las cosas en el despla-zamiento nacional, pero ello no importa decir que estelibro de su vida, vale como una griega placa de már-mol puesta en el camino por donde va su sombra ro-mancesca. Dichosa el alma de los abuelos cuyos .nie-tos vienen de tierra adentro, no con una vara floridaque cortaron en el camino agreste, sino con un cincelfuerte y antiguo que labra nuevas piedras como lospetroglifos indianos ..

Fernán Silva Valdés ha definido una personalidadbriosa y valiente, escribiendo este año "Agua del (tiempo", que colecciona sugestivos y originales poe-mas gauchos, unlversalizándolos con un grafícismopoético extraordinario. He aquí que su libro de ver-sos ha tenido la singular virtud de recoger el almade las cosas nativas, ya un poco apagada por el cos-mopolitismo de las voces modernas, y por la urbani-zación municipal de las viejas campiñas. El poeta larecoge a tiempo y de una manera definitiva en la poe-sía nacional., Vicente A. Salaverri, cuya>' fecundidad siemprebrillante alarma a veces porque no le da tiempo ma-terial para secar al sol y al aire sus construcciones,

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314 .PEGASO

publicó este año, aparte innumerables cuentos y no-velas sueltas, "Cuentos del Eío de la Plata" y "Lamujer inmolada". El primero, desparejo como obraapresurada, y el segundo, periodístico en extremo,acusan, sin embargo, progresos jeales sobre su obraanterior, y dejan ver la garra que se afirma, confuerza y belleza, tratando temas gauchos. Con "Cuen-tos del"Bío de la Plata", sobre todo, Salaverri con-quista un lugar envidiable en la literatura nacipnaí,que cada vez más, le atrae a sn seno, como una chinacriolla a su amante payador, convencida quizás de íapenetración sutil de su espíritu y de la infatigablemanera de su naturaleza, virtudes primordiales paraquien quiera crearse un novelador de su romance, unpaisajista de su alma, un enamorado de su epopeya...

Tengo la convicción de que la literatura uruguayava.a adeudarle a Salaverri libros formidables, dondeel romance rural y la tragedia gaucha, digan la sabi-duría de la tierra, la voz del campo; la historia del pai-sano, el alma de] país.

Horacio Quiroga, incorporado a la vida argentinaen estos últimos tiempos, coleccionó una serie de susextraordinarios cuentos de la selva y de la ciudad, bajo

• el título de "Anaconda". Persisten en este libro los ,altos valores que han singularizado la obra de Quiroga,el más fuerte y el más grande de los cuentistas ameri-canos. La sensibilidad de Quiroga tiene a veces Tin po-der único. Lástima que sus genialidades de escritor leresten brillantez en algunos detalles cuya importanciaolvida...

La poesía de salón̂ la poesía lírica,—-confidencial yclásica,—esa que no tiene "edad, a pesar de la grite-ría de las gallinetas,—y que tampoco tiene patria por-que es' internacional, y no se preocupa del caráctersino de la eternidad,—sigue conjurando altos espíri-tus nacionales que le rinden mirra y miel como entodas las naciones y en todas las épocas. Me refiero

m "La Princesa Perla Clara", de José María Delga*

EÜ LTTEBABIO 315

do, ingenna y bellísima feerie, donde hay un país deabanico, con,una princesa de dulce nombre que des-hoja una flor, y un paje de corazón ardiente, que des-hace su vida en una llama azul... Castiza, española-da sin dejar de ser moderna, tanto casi como una"Feria de Sevilla", que trasplantase desde el siglode oro a nuestra edad de hierro un poeta verdadero,"La Princesa Perla Clara" concreta valores poéti-cos innegables, por cuya virtud su autor adelanta ungran paso, sin hallar todavía la ruta de su barco em-banderado, que aunque ya está fijada por la vibra-ción de claros signos zodiacales, aún no se determinapor la obra en sí . . .

Otros libros de verso3'son también hermosa vendi-mia del año, y no se pueden olvidar sin injusticia. Al

'decir esto, he citado "Humildad" y "Cincuenta yseis poemas" de Julio J. Casal, que levanta sus ban-deras de colores por tierras lejanas, pero que no ol-vida nunca la patria. Moderno hasta la influencia delas nuevas escuelas, Casal tiene, sin embargo, unapoesía que ya es suya" y que podría tildarse do "'a-salismo"... Carlos-Sabat Ercasty, ha dado en sus"Poemas del Hombre" nua nota fuerte y singular,tensa y vibrante, llena de un personalísimo aspectopoético que para mí tiene gran carácter, pero que ca-rece de las primordiales condiciones líricas.

Un libro pequeño y triste, que tiene empero un so-neto magnífico, y que es la expresión de una vidaanónima que la muerte dio fin a los veinte años, nopuede dmitirse en conciencia, si se repasa Ja cosechaanual. Ya se sabe que me estoy acordando de "Conla luna", de Pablo AguirrézábaJ, aquel muchacho pá-lido, de mechón en la frente, que cinceló su* versoscomo Benvenutp los botones para la capa de un car-denal. .. Acaso ignorado todavía por .musios que seautoreclaman de eruditos y sabios, esta poesía purade Pablo Aguirrez'qba.) es una copa de cristal llena deJnna,.,

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316 PEGASO

Julio Kaúl Mendilaharsu, trashumante y fiuo, nos dioeste año "Tres poemas", en reducida edición Japón,de quince ejemplares, impresos por la señorita,ElviraSuffern de San Martín, en prensa de mano, en negroy rojo. ¡ Encantadora espiritualidad femenina que gra-ba ella misma la canción del poeta, deshilacliada alviento de la tarde! Así no podrán perderse en el aireestos breves poemas de dulzura nostálgica y de rumormarino, que son, acaso, las mejores poesías de Mendi-laharsu.

Luisa Luisi con "Inquietud" y César Lena con%"Poemas", acusan dos temperamentos distintos, qneno tienen la potencial de los que sobresalen del coro,pero que tampoco merecen situarse donde ya la pro-cesión se hace p^miscua y uniforme. Digo con ello

, que el vuelo no eá definitivo, que la música no es per-'durable, que el surco no es hondo; y digo también,no sin confianza, que todo hace esperar sones mejo-res golpeados en buen bronce o en cristal claro.

Pero no es tarea de esperanza entrevista, ni críticade valores negativos, la que se propuso mi pluma hu-milde al trazar ligeramente estas cuatro páginas re-trospectivas Sólo quise hacer una corona de palabraseulógicas para poner en la última hoja del almana-que, al reverso de la cifra clásica, donde un año ter-mina y una bandada de anhelos levanta ̂ su vuelo in-sostenible hacia la madrugada que anticipa las pri-meras claridades.

Ni un libro de .historia, ni un libro de filosofía, niun libro de ciencia, ni un mal text'ouniversitario, te-nemos que recordar...

Ello no obstante, el balance del año es bueno, sinser notable, y nos hubiéramos conformado, acaso, conuna sola de las principales obras citadas, para decirque él año €921 avaloró en copas de oro el -tesoro na-cional, ya bien caracterizado, sa pe'sar de los que seapuran en cargar los camellos del tiempo con fardosen los que aún'no han puesto nada... „

MASAOOBDA.

J

CRÓNICAS DE ARTE

La »spo»ici¿n Marques Campao

Es necesario establecer un criterio para'el arte quenos llega de afuera, ya cuando viene abierto a nues-tras simpatías, ya cuando viene ávido de nuestro di-nero. Formamos un pueblo de subsíractum cosmopo-lita, sin sentimientos ni características 'regionales de-finidas : defecto o virtud de nuestra razaj no vamos aanalizarlo. El arte es para nosotros, en el "plano detransición de nuestra cultura, un objeto dé lujo. Ob-jeto dos veces inútil, por su esencia artística herma-na de la esencia del juego inútil, y porque ni aún co-mo juego lo necesitamos." Y ha de pasar mucho tiem-po antes de que sintamos la sed espiritual del arte,como sentimos la sed orgánica, por la transparenteutilidad del agua. El juego supremo de la especie, eljuego que la inmortaliza y que la acerca a la doradagrey de los dioses creadores, el juego que levanta alhombre lejos de su mísero rincón—hacia atrás en elpasado, hacia adelante en el nebuloso futuro—el jue-go esencial para «1 espíritu cultivado, es hoy patanosotros nn entretenimiento falaz, transitorio, livia-no. Sólo vale para cierta "élite" intelectual, que lomira como-fin "bibelot" o como nn "potiohe" a lamoda.

Mantenemos francos, puertos y puertas para todolo qué nos viene de afuero. Nada fiscalizamos al pa-

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318 PEGASO

sar las fronteras Pero nuestra mirada ve en todo lamercancía; buscamos la etiqueta y estudiamos su re-clame, Pero si queremos merecer ej alto título depueblo cultivado, debemos dignificar nuestra mirada.Debemos saber apreciar el contenido y no el envase.Debemos formar racionalmente nuestro criterio parasaber qué vamos a pedirle al arte extranjero que nosvisita, cómo vamos a recibirlo y a juzgarlo. No uncriterio restriotivo y proteccionista, sino un ampliocriterio de hospitalidad comprensiva para saludar alemisario de alta embajada con los ojos sedientos dever cosas nuevas, con el corazón pronto para alber-garlas.

La costumbre corriente, contra la cual vamos a lu-char, es la de ser pródigos en elogios inflados de com-paraciones hiperbólicas.

Por criterio hospitalario o jpor criterio ignarosiempre se aplaude en crítica, sin pesar ni razonar lasvirtudes fundamentales. Pé¥o si queremos tener nues-tro arte debemos tener nuestra crítica. Y nuestra crí-tica implica saber decir lo que se siente y lo que sepiensa, para el bien de nuestra cultura; implica es-cribir sobre un artista, no por lo que habla, sino porlo que pinta; implica no divagar retóricamente aje-nos a la médula del asunto; implica medir con igualjusteza el arte que nos llega ufano de medallas y elnovel arte de nuestros olvidados artistas.

i Qué debemos pedirle al pintor extranjeroT No vi-vimos en un estado de cultura tan elevado como parapedir las últimas tendencias artísticas, revolucionariase inciertas. No podemos aceptarle las sobras del artemundial, esa pintura que viaja incansable detrás demercados benévolos. Pero, con espíritu ecléctico; todoaquello que nos venga vibrando de verdad, debemosoírlo. Ya sea la lejana y, blanca verdad de la estepa ,desolada, o la dorada verdad del cálido suelo africa-no. Todo lo que respire vida, humanidad, naturaleza.

CBÓNICAB DE 319

Y no debemos discurrir sobre la técnica, vale decir,sobre el lenguaje. Estas sutiles disquisiciones, quellevan inevitablemente a la decadencia, dejémoslaspara los círculos o capillas empeñadas vanamente enla renovación del arte por los medios. Nosotros pi-dámosle a la pintura, sinceridad y emoción en colores.Eso por ahora debe bastarnos.

Hay dos clases de embajadas artísticas, como diji-mos al principio: la de aquellos que vienen en gale-ras fenicias en buBca del precioso metal, y la de aque-llos que vienen en blancas carabelas en busca de laardiente simpatía. Más son los otros, menos son és-tos. Y halagados colocamos en el último grupo al pin-tor- brasileño que nos visitara y que nos trajera su co-secha de belleza. Cosecha que nosotros, por honrarla ypor honrar nuestra crítica, analizaremos sinceramentedespojados de protocolares ponderaciones.

Marques Campao ha tomado de conjunto de 43 te-las divididas en dos grupos, paisaje y figura. Nosilusionó al principio pensar que veríamos algo de lascálidas y lujosas selvas tropicales, de sus palmerasgráciles como mujeres con el cesto de sus dátiles do-rados en alto, de las lianas y de los árboles retorci-dos, de las razas tostadas y sensuales, de los pájarosmaravillosos, de las ñores enormes, de las frutas opu-lentas... Mae el catálogo nos borró tal ilusión. Mar-ques Campao no es' un pintor brasileño; podría serfrancés, quizás italiano, español también. Su arte notiene personalidad. Y en el sello de su escuela adivina-mos la obra despersonalizadora de la gran ciudad. Esel error de estos países nuevos en su exportación con-tinua, "de los propios" valores; ya sean en especiesde, Indias, ya en almas y cerebros. Cuando estoa, ce-rebros viajan1 jóvenes, es muy raro que no cambien

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330 PBUBO

sus fuertes oaraeterísiicas por las fáciles caracterís-ticas de los ambientes europeos. Toman lo superfi-•cial, una manera artificiosa de ver y de sentir la vida.

Marques Campao ha tomado en París el lenguaje-trivial de los pintores dé salón, de ese grupo de ar-tistas que oreen traducir la vida, arreglándola a sumanera y haciéndola posar en el taller como un mo-delo. Sus paisajes no tienen carácter, no acusan nin-guna naturaleza. Tienen el vicio capital de la acade-mia: la receta. T por receta entendemos esa manerar> hacer todo igual, todos sus árboles iguales, todossus prados iguales, todos sus cielos iguales. Sin sen-sación de verdad, ya se titule el paisaje "El Pan, deAzúcar", o ya "Una tarde en Leblón", siempre pa-recen cuadros del "país de cualquier lugar". De nnpaís cómodo donde pintan tantos pintores con losojos velados y con las manos ágiles y ligeras paraespresar, no lo que existe, sino lo que saben hacer;que pintan comer una distracción agradable y desin-teresada, olvidados de fa función elevada del arte; yque, con traes y maneras, se limitan a halagar el fácil -

" gnisto del gran público.Es esto lo que nos sugieren loa paisajes de Marques

Campao. Ha cambiado sinceridad por habilidad yha desterrado la emoción de sus telas. Ella no existesin la verdad, verdad objetiva, llena de la vibraciónluminosa de la hora, o verdad subjetiva, estilizando oacentuando una impresión recibida. Sólo vemos sutécnica ágil, nerviosa, febril, amanerada, prodigandoesas entonaciones engañosas e inconsistentes, de ver-des esmeraldas y de cromos tostados para todos sus

' - árboles y para todos sus prados. Los cuadros gran-des son los que delatan más claramente los artificiosde taller. No hay calidad de árbol, ni de tierra, ni denube. Todo es de igual valor, algodonoso, desleído,sin construcción orgánica, Sus formas no tienen osa-tura ni nervio. El aire no tiene transparencia, y por

GLOSAS DEL. MES 321

la tela no es posible viajar, porque no hay distancias.Así, aunque delante nuestro se abra un camino aso-leado como el del número 10, o un camino ensom-brecido de una aldea, como el del número 42, estandopegados a la tela, no podemos viajar curiosos por uno,

°ni vagar melancólicos por el otro. L03 cuadros pe-queños son superiores a los paisajes grandes. Estosdejan adivinar al artista lleno de sensibilidad, quesabe elegir los rincones hermosos y que sabe encerrarla mudable belleza del paisaje en el marco fijo de latela. Estos cuadros evocan naturaleza, porque en fren-te a ella y por ella han sido pintados. Y aunque la re-ceta también los iguale, ostentan siempre más verdadque las telas más grandes y más pretensiosas.

Los cuadros de figura padecen de otro vicio de aca-demia : la anécdota. Bastaría sólo leer el catálogo parasaber qué clase de pintura insípida y afectada es la quetenemos delante. Porque esa ideología banal no es lavida, ni siquiera un retazo o un rincón de la vida. Latela número 1, "Despertar de un alma", no es sinoun título vacío y una modelo remolona durmiéndosesobre almohadones de un color crudo y desentonante.La número 5, "El almohadón azul", no tiene interésni en la cabeza ni el pálido torso que deja ver. La telanúmero 3, si pretende expresar más, la contemplaciónhonda y abnegada de la madre, no la expresa por Jabanalidad del arreglo; la madre es tan poco madre,que no sentimos esa profunda mirada "qui couve etqui protege". La tela número 4. "Recordando el pa-sado", es la que ofrece más psicología. Es el únicorostro que noB sigue un rato, mientras nos movemospor el salón.

Aun sin entrar en la disensión que hoy se plantea,de la pintura como meto valor plástico, o como siste-ma de elevada ideología en armonías de colores, hayotros campos donde se pnéden sugerir ideas, sin ne-

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323 pauso

cesidad de ir a los grandes conceptos religiosos, mis--ticos, filosóficos o históricos.

Puede expresarse la psicología honda ){y animadaque se desprende de la tela, por el fulgor do o unos ojoso por el gesto de una boca. Puede expresa.irse el tra-bajo de la humanidad, ese pan amargo de a cada día,puede expresarse la vida del pueblo comp»»enetrándo-se amorosamente con ella, puede expresarse e el carác-ter de cualquier ser, astroso o limpio, gibosso o ergui-do, un enano de Velázquez o un gentilhoombre delTintoretto, Mas es necesario abrir entoncests las ven-tanas del atelier, ya sea en el Quartier Latín, yasea en el Quartier Montmartre, para murar haciaafuera, haciendo obra de adentro de uno mis.smo; cam-biar los vicios académicos por Jas virtudes correlati-vas : receta por sinceridad de lenguaje y anééedota porsinceridad de visión. Si esto hiciera Marques Cam-pao—y condiciones le sobran para ello—pcoodría dar- 'nos altos valores de pintura. Hoy su arte nuos da unasensación pasajera e inconsútil, que será qunizás hala-gadora y dulzona. Pera el arte debe expr«*esar más,debe expresar a veces lo contrario, esa reanudad ob-jetiva o subjetiva, esa realidad de nuestra \ida, queno siempre se traduce en hermosa belleza, pero que,si es verdadera, se manifiesta siempre por la eternabelleza.

C. A. HEBHEKA MAO«

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GLOSAS DEL MES

Un "viaje en el tren del Norte

"" Un gran ruido de ruedas soLre los rieles Un reso-nar de cascos sobre el empedrado. Una corneta decuerno: Tutu-tuturu-tu! ¡ Hiúp! , Un restallar de lá-tigo reseco, y aparece el monstruo, arrastrado portres caballitos, flacos como arpas, mal tusados, som-nolientos. La gente viene apiñada en las ventanillas,colgada de los estribos, sentada en el techo; en el in-terior del tren, parece un rellene de pasas de usa. Doslámparas de kerosén, agrandadas por dos esppjitosen ángulo diedro, derraman ufia luz difusa y temblo-rosa como unav clara de huevo. Las 12 de la noche.Buenos Aires y Juan Carlos Gómez.

No sé por qué milagro consigo subir. Es curioso queen las agrupaciones humanas, al llegar a cierto pun-to que podríamos llamar de "saturación", se tienela impresión de que no entra nadie más; y, sin embar-go, se presenta la oportunidad y se ve que la satura-ción no era sino aparente. Cuando yo subí al tren nocabía ni un alfiler: nadie bajó, y en todas las esqui-nas siguió subiendo gente...

Yo estaba detrás del mayoral. El hombre iba pene-trado de su momentánea importancia. Sólo podía'vjersu melena grasienta y la parte posterior de la ,golillanegra con florcitas coloradas, bajo el sombrero terra-cota de ala reota, copa redonda y alta, requintado so-bre la oreja izquierda. Cuando Be daba vuelta para

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apercibir a algún pasajero o restallar el látigo sobrelos matungos, que movían las orejas, escépticos , podíaver las puntas de un bigotito puntiagudo a fuerza decosmético, y un pedazo de cara tostada y pehvln —"¡Híup! ¡Pucha, coloradito maula éste! ¡Híup!" —y hacía un ruido raro con la boca para impresionar elsistema nervioso gastado de los caballos. Timbre. —."Pare, mayoral, pare". Y paraba, protestando, ha-

i ciendo girar la manivela con un ademán centrífugo.Las 12 y 1|2. Piedras y Río Branco. Un incidente.

—"Tiene que pagar el boleto, señor".—"No pago".—"Entonces se baja".—"No me bajo, que se eró".—."Claro amigo, interrumpe una tercera voz, no pagueni se baje, no faltaba más".—Bisas.—"jQue se baje","que no se baje", "que siga", y empiezan a surgirlas protestas airadas. Alguien apaga una de las lam-paritas y otro arranca un aviso. Las campanillas sue-nan endiabladamente. El tren se para. Pito. Galopeconcurrente de caballos. Dos de un lado, tres de otro,llegan los del escuadrón, con gran ruido de sables, ha-ciendo relucir los pantalones blancos y los cascos. Uncabo, gordo y petizón él, "picado de viruelas él, muycompadre él, se baja de un salto y grita en medio delsilencio expectante: "A ver si se quedan quietos, olos voy hacer abajar a golpes!" Algunas protestastímidas se insinúan, el cabo grita, y los soldados, porlas dudas, hacen rayar sus caballos y atropellan a loscuriosos de la vereda. (Empiezo a explicarme el porqué de más de un ladrillazo sobre nn casco blanco...)

Eousseau cree que el hombre es un animal sociabley busca el origen de la sociedad en la solidaridad ins-tintiva, íjnmplowicz y Spencer, en cambio, sostienenque la sociedad es una consecuencia de la violencia, yqne el más poderoso vínculo social es la subordina-ción, jlngeiiuo Juan Jacobo! Había que ver el tran-quilo egoísmo con que los pasajeros del tren del Nor-te miraban el incidente, mientras no les intereseba¡

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sino como espectáculo... Y ¡qué admirable unanimi-dad de sonrisas, y qué apoyo colectivo e ineondicional encontró el guardatrén, cuando inició, con aire se-vero, en compañía del cabo del Escuadrón, lo que po-dríamos llamar el "tour de honneur"! ¡Manes deGumplowicz y de Spf ncer! ¡ Había nacido el ContratoSocial! Sin embargo, no en balde han pa?ado IOB si-glos desde que dos hombres partieron la presa y lacaverna, asociándose para resistir la dura lucha de laépoca glacial; hay una llamita misteriosa que poneun suave toque de belleza sobre la animalidad atávi-ca. "Esto es un escándalo", dice un señor, "esto nopuede ser", dice otro señor, "esto no va a quedar así:mañana se tratará en la Departamental", dice otroseñor que anda recogiendo voluntarios, para ir a laComisaría a declarar que el cabo les ha ofrecido ba-jarlos a palos. ¡Divino y ridículo altruismo! Ese mis-mo espíritu llevó hace dos mil años a un HombreBueno a morir sobre-una cruz. Ese mismo impulsasobrehumano sacó de cierto lugar de la Mancha al Hi-dalgo Caballero y le hizo correr el ancho mundo, en-tre la burla mala de los más. Pero ya pasó el tiempode los Cristos y de los Quijotes: ante la perspectivade perder el último tren y toner que spguir el largoviaje a pie, todos se hacen los fariseos, imponiendosilencio a explicables susceptibilidades. El pasajeroreacio es llevado a la Comisaría y sigue el viaje.

Eondeau. Un caballo obscuro, hinchado, está tiradocontra el cordón de la vereda, en medio de un granmanchón húmedo. Sube un cuarteador, un morenoviejo, cambueta, de mota grisácea, con una gorrita conuna visera de hule, y se instala en el estribo icomodueño de casa. Se mete la mano entre la, camisa mu-grienta y se rasca. Después habla, sentenciosamente,con voz ronca, sin mirar a nadie:' "jViste el colo-rau"t—"Vide", contesta el mayoral, que debe ser elinterlocutor, también sin mirar a nadie, atizando un

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latigazo al cadenero.—"Lástima".—"Lástima", res-ponde como un eco el mayoral. Un silencio.—"Cul-pa'el muchacho", dijo el cuarteador y escupió a lavía.—"¿Cualo, el'rubio?" — "Claro". Y sentenció,como persiguiendo una idea: "Un'animal es un ani-mal y un hombre es un hombre. El lo mimaba dema-siado. Lo echó a perder. Un caballo no es una seño-rita. Tiene que sentir el rigor. Cuando hay que tra-bajar hay que trabajar y no hay vuelta Taba dema-siao mimoso Lástima, porque taba gordote y lindo.Tamién la verdá es que ya se había dao dos vueltas ymedia y taba bastante reventadito".

—"Boleto.—Boleto señor.—¿Usted tiene boleto? —Boleto señor". J^o hay nada tan fastidioso como unrevisador, a no ser otro revisador. Hay personas quedeben tener cara de no pagar" boleto, o ser parecidasa todo el mundo. A mi lado hay un señor a quien elguarda ya le ha tocado treinta y cinco veces el hom-bro para decirle con voz meliflua:—"Boleto.—Bole-,to señor.—¡Ah! ¡Usted ya tiene boleto?"—¡Es espan-toso! El señor ha pasado, por causa del revisador, jjorlos tres estados de la intoxicación alcohólica. Al prin-cipio contestaba: "Sí, guarda, tengo boleto", y son-reía amablemente (sangre de cordero); después "seenojó: apretaba los puños, con los ojos centelleantes,se ponía sucesivamente blanco, amarillo, rojo, verde,y contestaba con un grito que hacía helarse la sangrede los pasajeros: "\Tengo boleto, sí, tengo boleto!",(sangre de león); ahora, ante la inutilidad de sin es-fuerzos, so pinta en su rostro la negra deseperación;hay un temblor de lágrimas en j>u voz; aplica al guar-da los calificativos más denigrantes, comenza.ndo porlos animales inmundos, vergüenza del reino animal,y murmura vagas amenazas... (sangré de cerdo).

Viene del interibr del tren un vaho de fiebre. Lagente se calla, somnolienta. A la izquierda, las lu- ,ees de la bahía parecen agujeritos en una tsfrje-

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ta postal, traquee. Un cielo aznl desteñido. Una lunapálida y borrosa. Un silencio largo y pesado. El trenatraviesa con gran ruido varios emees de vía. Unacuadra. Otra cuadra. Otra cuadra. Otra cuadra, ABen-cio.. Olivos.—"Pat'.—"Permiso-o-o-o'". La 1 y 1|2de la mañana.

La calle está sumida en una penumbra azulada, decinematógrafo. El ruido del tren 39 pierde, lejos, enun galope acompasado. Y recuerdo el dístico deldivino Virgilio, donde vibra tra. ruido sonoro de cas-cos sobre ¿1 campo:

" Quadrupedantem putrem aonitu ¿patit úngula campum..."

JUAN CÁELOS BEHNÁBDEZ.

Benedicto XV

Ha entrado a dormir el sueño desconocido,—undenegant rediré quemquam,—de donde dicen que nadievuelve,—el doscientos sesenta y cinco sucesor de SanPedro.

Fue el papa de la guerra, que surgió con fila y quese va con ella.

Como Benedicto XIV, con quien tiene a través delos siglos una comunión espiritual y una historia ma-terial mny cercana, Benedicto XV guardó neutrali-dad en la tragedia máxima, propuso la* paz blanca,reiteró la encíclica que mantiene la cuestión socialcomo una cuestión religiosa, condenó el lujo y prote-gió las artes, prodigó la limosna y ejercitó con efica-cia los derechos activos y pasivos de su personalidadinternacional.

Lo mismo que al Benedicto del 1700, puede llamár-sele a éste "buen hombre",—tan bueno y tan humilde

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como los últimos antecesores de su trono, como aquelLeón XIII, poeta 7 pontífice, .que Eubén Darío llamó"águila blanca",—como aquel Pío X, sabio de todasapiencia y piadoso de toda piedad, pequeño Sarto ensu aldea y grande Sarto en su solio.

Es cierto que el fracaso de la paz blanca decepcio-nó a los pueblos enardecidos por la llamarada de laguerra, pero no es menos cierto tampoco que ese dul-ce fracaso del espíritu fue la expresión simbólica dela hora, la evangélica paloma lanzada a volar sobrela tierra negra, y abatida en seguida por su maravi-llosa candidez.

Consciente de que personificaba la mayor fuerzamoral del mundo' miró con lúmine plácido, el abati-miento de su candida paloma, y esperó del tiempo lareacción natural y simplicísima de los sucesos huma-nos.

Mientras confiaba en ella, he ahí que llega la muer-te con su gesto de segador, y abate las alas blancasde su vida, cuando der tumulto del mundo salen vo-ces grávidas de fe y renace la antigua profecía, comode las ruinas heroicas surge la catedral hecha de es-píritu, más que de hierro y piedra.

Su personalidad internacional, de la que no puededespojarle el jacobinismo jurídico, se impone a lahistoria de los tiempos actuales con una arquitecturade líneas hábiles y severas que restablecen la viejaiiarmonía cristiana con las naciones madres.. Dueño de la soberanía por excelencia, que lo hizo'ciudadano ágl mundo y no de su Estado pontificio,este papa, cuya muerte hace golpear ahora las cam-panas, va de blanco vestido en la gloria de su pom-pa, pon el anillo del Pesoador y la tiara máxima, ameditar en la suerte del mundo, desde el otro lado dela puerta paradisíaca, cuyo marco no trasponen se-guramente los que- tan sólo fueron justos....

' TELMO HANACOBDA.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

Un Perdido.—Novela chilena—Por Eduardo Barrios —Biblioteca denovelista:: americanos.—Buenos Airea—1821.La noticia sobre el autor, puesta a la cabecera del libro, dice que

"Un Perdido" está casi unánimemente considerado como la mejorobra en su género ojie se naya escrito en Ciñe."

Pero, señor, ipor qué no haber usado mayor latitud en justiciapurat jPor <jué usar la restricción geográfica, circunscribiendo aChile el \uelo aquilino de Barrios t

No habrá quien lea BU libro y difiera de nuestra opinión, esa esuna novela de hechura tan armoniosa y perfecta que los cánonespara estimarla no estén, seguramente, en nuestra. América.

Mas no es nuestra costumbre la de cotejar, superponiendo \ alo-res; además, en esto libro no aparecen sinuosidades favorables alacomodo de-defectos que propiciaran comparaciones £1 libro solotiene una deliciosa emoción resultante.

Como es humano, tal emoción puede sembrar variadísimas y BUgestlvas opiniones. Quien tomará el libro por justa pintnra de larealidad viva, en sus formas externas, con todo el doloroso aparatode su dinámica; quien fruirá golosamente esa acabada descripcióndo la igualmente vi\a realidad, que en la fronda de nuestras sensi-bilidades se asienta.

Muy apreciable es aquella manera artística, poro ésta nos agradamás. Confesamos nuestra debilidad, y ella radica en la inconmen-surable diversifleación con que la realidad se nos aparece mirandodentro de los hombres. Jamás alcanza tal profusión ,1a vida externa;y el espectáculo se nos hace de insuperable calidad.

Huelga decir que para nosotros no es secundario el ambiente, nole vamos a rCBtar nuestro homenaje. La vida de Luis en el hogar,ese huerto ae. Quillot» donde goma tan plácidas visiones, Iquiquey las casas de prohibidos placeres, evocadas con'tas melosa añoran-za; ef cuartel; la biblioteca; la tierra y el mar; los cielos (Barrioscnmple el deseo emenoniano de atender las cosas de la naturaleza),entre todo ello no podríamos diferenciar para encontrar lo que de-

i toleramos admirar más. Tanta sencillez puso el actor al examinar enlos recuerdos de Luií, aquello conservado de la vida circundante,

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que logra efectos de precisión plástica y sugestión embelesadora,creyéndose fuera Bin igual destreja, lo que tal vez fue caso de re-latar sin afectación; por cualidad innata y nltisima

Admiramos eso; pero nuestra admiración se tiende más anchamente sobre el desarrollo de la vida interna de los personajes, Luis,Bernales, el Abuelo, casi todos los actores a cuya multiforme agita-

ición emocional asistimos, bastante apretado el corazón, pues !avirtud del escritor capta nuestra simpatía, hermánense nuestrasemociones con las de los sugetos, y sus discursos y obras_ repercutenen» nuestra sensibilidad como si un arte prodigioso les dispusieraexistencia sensible.

Sus héroes levántense magníficos y enteros por la sutileza do lavisión que los penetró, y por la meáura de la inteligencia que loiacicaló, reduciéndolos en hechos y palabras a términos generales,haciéndolo* entes contemporáneos, ciudadanos de nuestras urbes,sin malograr la exhibición del conflicto do mía almas. Mérito quo_resalta en loa personajes centrales cu.ios ánimos tienen afinidadesestrechísimas, estando, sin embargo, radicalmente impotenciadospara acercarse.

*Pué menester una ploma que aun no se había movido en esta

América, para realizar la armoniosa perfección que logró Barrios,sin ostentación retórica

La construcción de esa novela incita a comparación-'? con maes-tros de Europa; mas, declaramos tras serenas búsquedas en nuestrosrecuerdos, y tras cismen atento de la producción famosa, que laclarísima hermosura del libro de Barrios no parece derivar de es-cuelas determinadas

Sólo en la virtud de conceder tanta importancia a la vida emo-cional de los personajes (cosa^qie en esta América no ce estila mu-cho), puedo acercarlo a tipos definidos

En lo demás ese escritor chileno es personal.Sencilla, hermosa, honda, es so ubr Artista, sin fallas apareceNuestra América le debo la primera novela.—E. 8.

Voces de la Hora—Por Conrado Blanco.—Montevideo—1022Libro do pensador, mitad filósofo mitad poeta, quo cr.ira mirando

la vida y juzgando sus acontecimientos, do modo a vece* arbitrario,pero siempre muy personal.

En pequeñas sentencias doctrinales, je marcado saber apostólicoel autor expresa sus inquietudes espirituales y sus fórmulas (ticasNo siempre resulta fácil desenfrailar en sus aforismos la idea diná-mica, y esto no sólo por complicada construcción gramatical, sinoporque el pensamiento en «i mismo eB complejo, y por la tendenciadel autor a queremos dar su esencia metafísica en minúsculas sin-tesis. Vaya un ejemplo "La carne: Agua sin esperan»»." (Recor-dando la del mito, de Tántalo). Otro: "Trabajo . . . Ajustado a ap-

KOTAS BIBLIOGRÁFICAS 33Í

titudes y vocaciones, en tanto éstas SB justifiquen desde el punto devista de la utilidad, en primer térmlao." f

Pero, en general, el autor triunfa y consigue decir muy hondascosas en muy paTcas palabras. "Existen quienes en el vicio quieren " h a c e r " un Poe. |Todo lo contrario de Poe! Quien en elvicio quería "deshacer" a Poe—"Me dijo: yo soy un fuerte— . .O en bruto, le dije.—Me dijo: yo soy sin prejuicios—. O sin jui-cio, le d i j e " — " E l peor enemigo del intelectual: el inteligente. . .Al pie de la letra". " L a vida es conducta y ha 3e entrar la conducta en nuestra vida como un tornillo " "Desde, la hora en que delos dos1 motivos determinantes del encumbramiento—el del valorpositivo-personal y el del azar de las circunstancias—pre\aleció elultimo, contó la sociedad con lugares de tormento y con crueles supliciadores.''

Estas transcripciones hechas al azar, bastan para dar una ideadel libro; fruto, evidentemente, de una noble y torturada frentepensativa.—3. M. D.

3 comunismo de las Misionas.—Por Blas Garay—Biblioteca Para-guaya del Centro de Derecho.—Asunción—1921Tina encomiable iniciativa del Centro de Estudiantes de Derecho

de Asunción del Paraguay, ha puesto en edición nueva v elegante"El comunismo de las Misiones", notable libro de Blas Garav, unode los má» empeñosos constructores do la literatura histórica deaquel país.

Desde el establecimiento jesuíta en las Misiones las encomiendasy los doctrineros, hasta la expulsión oficial de la Compañía, a consecuencia de los graves sucesos guaraniticos de 1766 a base dewna* documentación completa v prolija, Blaa Gaiav reveló en estaobTa muchos detalles desconocidos y aclaTÓ numerosos errores for-males, con lo que su personalidad de historiógrafo notable afirmó surombre en las letras americanas.

Con mas tiempo y en mejor situación, hemos de considerar un díaeste volumen interesantísimo, cuya lectura nos ha abierto un Imperio lleno de sol y sombras, trágico y esplendoroso.—T. M

El canto del cisne.—Por Gastón Figuetra.—Montevideo.— 1P21.Cyeni .sontrm...No llegamos a tiempo, seguramente, con nuestra reciento nota b i .

bliografica. para que el joven poeta tomase en cuenta,—por lo rae-nos,—las indicaciones lexicográficas que le hiéifnos.

Insiste y persiste, no sólo en esos males, sino en todos los demásLo único que nos consuela es que tiene mucha prisa lo que es casisiempre indicio de llegar pronto, annque se corra ol riesgo de no

•- l legar b ien . . .—T. M. ' ~ '

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El misticismo como ¿ktrumento de Investigación de la verdad. —Por Boberto Brenes Mesen.—Biblioteca Kepertorio Americano.—San José de Costa Rica.—1921.Comienza el autoT por proclamar la necesidad de re iovar la ló-

gica y revisar los procesos psíquicos que lo lian dado su razia de serLa razón y la lógica no descubren verdades, tienen tareas casi

paramente comprobativas; los que arrancan al enigma sus secretosno son los razonamientos, sino las intuiciones, las visiones espiri-tuales, los estados místicos de inspiración o revelación. Lo ilógico,lo irracional, suele asi clasificarse por ignorancia (le los poderes ínherentes a esa conciencia snperordinaria.

La diferencia esencial entre el lógic'o y el místico, os que éstoapela al fenómeno de la conciencia individual, y el otro busca elasentimiento general.

El autor luego desarrolla la tesis general de su libro: analiza lo*aparentes conflictos entre la ciencia y la religión, el simbolismo, lasvisiones trascendentes, la intuición, la revelación, y concluyo sosteniendo que prescindir del misticismo es insensato por imposible.En realidad, las transformaciones más profundas de la ciencia y lafilosofía durante los últimos veinte afios, los más importantes des-cubrimientos, han brotado en su campo o en los aledaCos.

Por los párrafos que dejamos eipnsstos v que dejamos transcrip-tos casi al pie de la letra, podrá darse cuenta el lector de la impor-tancia y de la originalidad de este libro. Sin entrar a discutir sudoctrina—con la que estamos bastante de acuerdo, por' otra parte—nos limitamos a señalar la admirable facultad del autor para ex-presarse y dar claridad a los problemas más abstrusos do la filoso-fía, asi como el o/den y la firmeza con que los aborda.—J. M. D.

"Páginas Escogida»",—De Juan Vicente González. — Selección! ynotas de Mariano Picón Salas—Caracas.—1921.Uno de los más glandes escritores venezolanos del siglo pasado,

fuá este Juan Vicente González, de quien dice Mariano Picón Salas,con todo acierto en la expresión y en el juicio; "Monos correctoque Bello, pero mucho más inquieto; menos clásico qus Baralt, peromucho más coloreado; menos abundante que Sarmiento, pero muchomás a r t i s ta . "

El libro que ahora nos ofrece Picón Salas, recopila y escoge lasmejores páginas, algunas "Mesenianas" vehementes y sangrantes,de aquellas que escribió a lo largo de la "Bev is ta L i t e ra r i a" deCaracas, el 46, el 59, el 6 S . . . algunas notas críticüs do literatura yde historia, el estudio sobre Leopardi, los artículos sobre San Fran-cisco de ASÍS y Santo Tomás de Aquino, sobre la edad gótica de laarquitectura, sobra el Dante, sobre Bolívar, sobre Miranda, sobroBoves . . .

Juan Vicente González tiene 'la facilidad periodística, la elocuen-cia romántica, el ingenio brillante, la manera desenvuelta y.aenci-

NOTAS B1B1JOGBÍFICAS 333

lia. En el viento qne agita las ramas de su fronda y trae murmullosmarinos, vienes a veces luces de diamantes, chispazos y relámpagos.

"Boca de profeta, pulpito de sacerdote, ballesta o flecha, carca-jada o lágrima", dice de su estilo Picón Salas,—que se apresuraindudablemente al afirmar que " n o hay en la historia de Américasátiras políticas con que comparar los editoriales" de Juan VicenteGonzález. Las repúblicas platinas, y, sobre todo, Buenos Aires yMontevideo,—han tenido en la misma época tribunos }' periodistas degarra, que moviendo a tumultos las juventudes, apostrofaron sálrapas y caudillos, levantaron banderas e ideales, cayeron olvidados oasesinados. Actualmente se están publicando en edición oficial, los to-mos I y I I de las recopilaciones periodísticas de Juan Carlos Gómez,aquel cruzbdo de la libertad que dijo la verdad a. la hora en que to-dos mentian, que fue idealizador y generoso a la hora de los inte-reses creados' y de los egoÍBnios terrestres, que prefirió el exilio y latristeza y 'la pobreza y la muerte-, antes que la claudicación y latransigencia y el acatamiento y el silencio.. .

Otros hay, en nuestro Uruguay tan chico y 'tan inquieto,—Bamí-rez, Herrera y, Obes, l loro Costa,—que podrían dar para volúmenescomo el de Juan Vicente González, llenos de miel y ensueños, estremecidos de amor y de lucha, enredados de pasión y de esperanza.Con cualquiera do citas pueden parangonarse sin desmedro las pá- -ginas de Juan Vicente González, que en la Hepública Argentina yen Chile y en Brasil mismo, tiene émulos tan grandes como él, queresisten sin esfuerzo el paralelo y el análisis.

No queremos eon ello reducir la gloría del libro que comentamos,sino únicamente, señalar la premura con que el distinguido -publi-cista venezolano llega & conclusiones terminantes, de un caráctercontinental, que son, evidentemente, pequeños errores de visión y

de juicio. —Por todo lo demás, y si& excluir eso mismo, tiene ganada nuestra

simpatía este Mariano Picón Salas, jovencísimo y ya ^erudito, Ubé-rrimo, ardiente y soñador, que no contento con sus imaginerías, es-tudia, ungido de patriotismo, la obra de sus antepasados, y al co-mentarla, lá envuelve de amor j : de exaltación.—T. M. v

'i

El cansancio de loa lirios.—Por Juan M. FUartigas.—-Montevideo.—

1921. ' " 'En tiempos venideros habrán de estudiar los sabios, cuáles con-

comitancias hay entre los lirios y ciertos estados psíquicos, por loacuales muchas almas transforman las emociones más sencillas enansiedades curáis, en avideces extravagantes y despojadas hasta dela más ínfima partícula superior que las hiciera disculpables.

Por ahora es fácil observar el fenómeno; y este libro del señúrPilartigas es un caso recomendable, pues se desarrolla refiriendo enpersistente énfasis aventuras anímicas de conocida extracción ycorriente ingenuidad, realizando una superchería vulgar, aunque nologre imponer al lector de los motivos qne lo inducen a magnificartan ordinarios acontecimientos, ni convencerlo de laa esplendorosascircunstancias en que tienen lugar sus amorosos chivateos.

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Un poeta criollo que anduvo en Paría (como pareciera requerirlotoda ii-siciación perfecta en los misterios de la belleza), y una dama,cuyo mnombre, Mili Haber, expresa bastante el exotismo derrochado,son los»! personajes.

SI üúfaUable amor vuelto pasión sublime, música rusar livianaerudicüión en artes plásticas, ambiente de similor, la tisis, infal-table t también, muerte al final; esto el decorado.

^tlas, u personas y decorado no logran fundirse imponiendo sensa-ción dfle plenitud; n'p logran tampoco, dar sensación de cosa real y

. Uumans.a; son entes, situaciones y paisajes elaborados jior una ima-glnacicaén cuyas intenciones exceden en mu-cho a aus posibilidades.

£1 sseSor Filartigas no lo habrá buscado ni presumido, tal \ e z ¡pero e s ntre sus lirio? asoma la cara de comadreja de Huysmann, y elpoeta . Julio Bamírez Gutiérrez tiene posturas sentimentales cuyaexp l i cac ión , salvadas lógicamente las distancias, está en las páginasde A • rebotas.

Pero o insisto con absoluta buena fe en que el autor no lo habrábuscado», a i presumido, tal vez.

Por I lo demás, el esfuerzo, del señor Filartigas es muy apreciable.. Escríbiiü tantas páginas de prosa compacta^ tantas páginas (ignora-

mos la . cantidad, pues el autor gastó la coquetería do no numerar-las), de.emueBtra condiciones de trabajo "y tenacidad muy elogiosas.

Pero, „ fuera bueno, en obsequio a la fama que el señor Filartigasbuscará-a, que lastrara su imaginación revisando su cultura básica;pues e i n artista de la calidad pintada en sus aspiraciones, deberámostrar TÍO ducho al desflocar exquisiteces sentimentales, lo mismoque en manejar sus cláusulas o en distribuir sus comas. Y de todoello reaenltaráu el equilibrio y la naturalidad (condiciones vitales)de BUS . treetlonefl.

Tengas , además, el señor Filartigas, como lema de su escudo, laa d v e r t e n c i a , tan vieja como sabia:

" U a n n o z a , llaneza, que toda Afectación es mala."—B. S.

Las me.sjoies poesías de los mejores postas. Amias Marco.—metas- ,ole.—r-André Olenier.—Paul Fort.—Editorial Cervantes. — Jaree-lona. 1931 y 1922.Los «cuatro -últimos cuadernos de esta notable biblioteca, que ha

pMsto ocn circulación la Editorial .Cervantes, corresponden a March,NietíscMie, Chénier y Paul Fort.

Del a^mplio y justo espíritu que preside esta selección, da buenaidea la obií ya realizada, y. en la que figuran, no salo poetas detodas laxu nacionalidades y tendencias, sino de todas las épocas.

Como siempre, estos cuadernos vienen prologados por una intere-sante noeta biográfica y critica sobre los autores, y tanto la itepre- •sión tip.oográflca como las traducciones, están hechas con ess proli-jidad y conciencia artística que caracteriza a la prestigiosa e a ueditora. Nos complacemos en seíalar, como nota interesante, y -que

NOTAS BIBLKXH&FICAS 335-' -fcíí>.-,|Híl

lévela no sólo la expansión de nuestros jóvenes intelectuales, sinoel justo precio en que valoran su trabajo, el hecho de figurar elnombre de Emilio Oribe, al pie de algunas traducciones de PaulFort.—J. M. D.

"Los anticuarios".—Novela de Carmen de Burgos.—Biblioteca Nue-

va.—Madrid.—1921.El mayor mérito de la novela que "Colombine" nos envía, flaca

en su ambiente. Porque es un mundo desconocido, el complicado"mundo" de los anticuarios, que aparece ante nuestros ojos, llenosde sutilezas y de-peculiaridades. Es;inereíble que pueda concretarse 'en una obra de arte, tanta cosa prosaica como Carmen do Burgos hadescubierto. Vigorosa mentalidad, imprime sus sensaciones con garra;mujer, Be adueña de mil preciosos detalles que un hombre jamás ha-bría viato. "Los anticuarios" tiene, como protagonistas, a una parejaespañola cargada de hijos. Adelina, muy mujer, y Fabián, inteligen-ite, aunque su sensualidad le ponga siempre en el alma las mismaslíneas curvas con las cuales desborda su cuerpo.

No son tipos de relieve psicológico estos que nos presentaren pri-mer término, la admirable autora de "Fígaro"; mas a su alrededor,se mueven cien figuras y paisajes; entre 'las primeras, harías extra-ordinarias: vendedores de cosas viejas,'compradores, falsificadores, co-rredores, ladrones...; en cuanto a los paisajes, tenemos barriosde Paris, playas de moda, conventos españoles, campos, ciudades...Sevilla, más en bosquejo que en fotografía, resalta con esa tuerzacon que la hemos visto surgir en páginas, maestras, como las de "LaHermana San Sulpicio". La señora de Burgos Sabe lo indecible enmateria de anticuarios, desde los procedimientos para dar patinade viejo a un cacharro actual, hasta los medios para conseguir quese ponga una burda imitación en el sitio donde luce una tela deFray, .Angélico o Bosetti. Lógicamente, un breve libro que tantoabarca, ha de resentirse de fragmentarismo, aunque en el caso de"Los anticuarios", lejos de Ber defecto tal circunstancia, páretenosvirtud, como nos sucede leyendo la mayor parte ríe las novelas ds

Baroja.HemoB mencionado al autor de "Las tragedias grotescas" y, cosa

extraña, con la suya, hemos encontrado similitud en la técnica d«"Los "anticúanos": . capitules breves, tipos pintorescos, diálogosmovidos y, en episodios como el de Itálica^ esas ocurrencias cuyoabolengo hay que buscarlo 'en la vieja novela picaresca española.Hay paginas admirables de observación y otras espléndidas de es-tilo. SI alguna falla hemos de encontrarle a "Los anticuarios", eaIU poco color emocional, pero se explica por la Índole peculiarisimade eatoa aeres calculadores que son sus-personajes.—V. A. 8.

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336 FXOASOU)

MEMOBANDA D E B B V I S T A S

, Recibidas últimamente en " P e g a s o o " :

Uruguay—Acción Femenina—Analees ac la Facultad Je Medidua—La Semana—Labor—Página Blanca-».—Proteo—Sexista Histórica —Arquitectura—Trabajo—Vida Femenmna—Arachama—Kevista del Li-ceo de Treinta y Tres—Adelante—El Terruño.

Argentina.—Vida Nuestra—Eevista de Filosofía—Kevista Jel Mun-do—Páginas—Nneva Era—Nuestra AJtmérica—Nosotros—Loa Maes-tros—La Nota—Juventud—El Hogar La Espiga—Mínimas—Crisáli-da—Cerebro—Caras y Caretas—El CirTcuIo—Babel—Boletín do la Bi-blioteca Popular—Boletín de la Unión t Hispano Americara—Atlántida

—Atenea—Estudios—América—Apolo Biblioteca Poética — Benve-ñuto Cellmi—Vogue.

Chile—Numen—Eevista de Bibl iogrmfía—Eevis ta Chilena—Jmen- 'tud—Siembra—Ultra

Paraguay.—Boletín de la 'Bibliotecam paraguaya—ComercioBrasil.—Kodac—Caretas—Eevista do Brasil — Brasil — Cinema —

Kevista Americana—Cosmos.Ecuador.—Ciencias y Letras—Páginafiu Literarias—Singulus.Colombia.—Boletín de la Librería Colombiana—Dante— LumenVenezuela.—Cultura Venezolana.Pera.—Boletín de !a Academia Peri-«ana—Mercurio Peruano—Stu-

dium—Revista Universitaria—Revista • de Bellas ArtesCentro América.—Ateneo del Salvaódor—Actualidades, San Salva-

dor—Athenea, Costa Rica—Ateneo de Honduras—Atenas, Cuba—Cu-ba Contemporánea—Cuasimodo, Panamt»i—El Convivio, Costa Rica—Esfinge, Honduras—-Logos, Salvador Repertorio Ajneucano, CostaRica—Renacimiento, Santo Domingo. v

México.—Aurora—Mundo Moderno—LJlettura Selecta — México Mo-derno—Revista de Revistas.

Norte América.—Boletín de la t J n i ó n i Panamericana—La ReformaSocial—La Nueva Democracia-

Europa. — América Latina, Paria—CiSosmópoHs, Madrid—Cervantes.Madrid—France-Amérique, París—GallisU, París—Grecia, Sevilla—LaPluma, Madrid—Prisma, París—Hevne • de la Amérique Latine, Paria—La vie des lettres, Bruxeless—Tablerros, Madrid — La Gaceta deAmérica, París.—L'Europe nouvelle, Paaris .