revista europea. · graciosas imágenes del poeta? el poeta la mira y la adora pura, inalterable,...

32
REVISTA EUROPEA. NÚM. 148 24 DE DICIEMBRE DE 1876. AÑO IH. DEL ESTADO ACTUAL DE LA POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. (1 > Señores: Esta sección ha emprendido un trabajo meritorio. Se propone juzgar el estado actual de la literatura española, y claro es que la censura ó el elogio, en tan ilustrado concurso, equivale á la exposición de leyes y preceptos de crítica estética é histórica, que necesariamente contribuirá á educar el gusto del público y encaminar el de los autores. Ayer la poe- sía dramática, hoy la lírica, mañana la novela, la historia ó la oratoria, han servido y servirán de materia de estudio y controversia á una juventud brillante y estudiosa que con igual interés se lanza hacia las novedades, con que brinda siempre lo por- venir, como escucha la voz de la sana tradición de la crítica española. ¿Qué es la poesía, lírica? ¿Cuántos y cuáles son sus dominios? ¿En qué se diferencia de la épica y de la dramática? ¿Qué influencia ejerce? ¿De qué nace esa influencia? ¿Qué suerte le cupo al rena- cer las letras españolas en el comienzo del siglo? ¿Cuáles han sido sus vicisitudes desde Cienfuegos, Arriaza, Melendez, Jovellanos, Reinoso, Lista y Quintana, hasta los últimos acentos de la inspirada lira de Campoamor? Si sobresale y se enseñorea entre los demás géneros, ¿á qué debe sus triunfos? ¿'Qué hay en la cultura actual que la sirve de incen- tivo y provocación? ¿Qué debe á Inglaterra, á Fran- cia ó Alemania? ¿Qué conserva ó debe conservar de la tradición española? ¿Cuál debe ser su fondo? ¿Qué modelos debe estimar en lo que toca á la forma? Estos y otros muchos puntos que la discusión iba engendrando en su santa ó inagotable fecundidad han ocupado á los señores Revilla, Vidart, Carvajal, Bravo y Tudela, Puelma, Valera, Nuñez de Arce, Rodríguez Correa, Reus, G. Serrano, y bastan estos nombres para que se comprenda la suma de citas y observaciones atinadas, discretísimos juicios, máxi- mas y reglas críticas arrancadas á los misterios "de la ciencia estética, que han realzado esta discusión mantenida con la omnímoda libertad y consiguiente (i) Discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid en la noche del 16 de Octubre de 1876, TOMO VIII. espeto á todas las opiniones, que enaltece los actos de esta afamada corporación, cuya historia es cum- plida probanza de que sin la libertad no es posible la vida espiritual. Al intentar el resumen, me sorprende el advertir que" no ha sido la contrariedad y divergencia de juicios y pareceres tan radical y diversa como en otras ocasiones. Se debe el caso, en mi sentir, al asunto. Cuanto toca de una manera inmediata á la belleza y á los temas que con ella se relacionan, encuentra una conformidad y acuerdo entre los hombres, que no alcanzan las tesis y definiciones de la verdad, y mucho menos las que se resuelven por el estudio experimental ó histórico. Más inme- diato y espontáneo el juicio estético en el hom- bre que el juicio lógico, muestra con mayor cla- ridad la consustancialidad de los espíritus indivi- duales y lq_ idéntico y fraternal de su naturaleza. Más visible en la belleza que en la verdad el divino sello de armonía que constituye su esencia, con mayor facilidad se resuelven en su estudio, las anti- monias que aparecen duras, angulosas y persisten- tes en el examen de la razón humana. Por eso en más de una ocasión he recogido con respeto vati- cinios y esperanzas de críticos y estéticos de fama, que al parecer entreveían allá en el futuro templo de la ciencia, á la estética ocupando lugar preemi- nente y como revestida del sagrado magisterio de desvanecer antinomias y oposiciones, aparentes contradicciones y antítesis, que se cree han cris- talizado diamantinamente en el espíritu del hombre, á la par que disipaba los misterios y las vacila- ciones nacidas de ese dualismo quimérico, entre espíritu y cuerpo, forma y fondo, espíritu y mate- ria. ¿Dónde el espíritu y la materia, el fondo y la forma, el accidente y la sustancia, en la estatua de Fidias, en la oda de Píndaro ó en la sinfonía de Beethoven? Por eso he recordado muchas veces con amor, pensamientos de Lessingf, Sehiller, Diderot y Lamartine acerca de la eficacia é influencia del arte en la vida, no sólo educando, sino instruyendo con un espíritu más sano, más limpio, más religioso y filosófico que muchos libros tenidos por religio- sos y filosóficos, que nada instruye de manera más religiosa y filosófica que lo que lleva al espí- ritu del hombre á la contemplación del orden, del ritmo, de la armonía y de la unidad, ideas madres, verdaderas lenguas de fuego que iluminan la razón humana. 51

Upload: vodieu

Post on 01-Oct-2018

220 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

REVISTA EUROPEA.N Ú M . 1 4 8 2 4 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . A Ñ O I H .

DEL ESTADO ACTUAL

DE LA

POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. (1>

Señores:

Esta sección ha emprendido un trabajo meritorio.Se propone juzgar el estado actual de la literaturaespañola, y claro es que la censura ó el elogio, entan ilustrado concurso, equivale á la exposición deleyes y preceptos de crítica estética é histórica, quenecesariamente contribuirá á educar el gusto delpúblico y encaminar el de los autores. Ayer la poe-sía dramática, hoy la lírica, mañana la novela, lahistoria ó la oratoria, han servido y servirán demateria de estudio y controversia á una juventudbrillante y estudiosa que con igual interés se lanzahacia las novedades, con que brinda siempre lo por-venir, como escucha la voz de la sana tradición dela crítica española.

¿Qué es la poesía, lírica? ¿Cuántos y cuáles sonsus dominios? ¿En qué se diferencia de la épica yde la dramática? ¿Qué influencia ejerce? ¿De quénace esa influencia? ¿Qué suerte le cupo al rena-cer las letras españolas en el comienzo del siglo?¿Cuáles han sido sus vicisitudes desde Cienfuegos,Arriaza, Melendez, Jovellanos, Reinoso, Lista yQuintana, hasta los últimos acentos de la inspiradalira de Campoamor? Si sobresale y se enseñoreaentre los demás géneros, ¿á qué debe sus triunfos?¿'Qué hay en la cultura actual que la sirve de incen-tivo y provocación? ¿Qué debe á Inglaterra, á Fran-cia ó Alemania? ¿Qué conserva ó debe conservar dela tradición española? ¿Cuál debe ser su fondo? ¿Quémodelos debe estimar en lo que toca á la forma?

Estos y otros muchos puntos que la discusión ibaengendrando en su santa ó inagotable fecundidadhan ocupado á los señores Revilla, Vidart, Carvajal,Bravo y Tudela, Puelma, Valera, Nuñez de Arce,Rodríguez Correa, Reus, G. Serrano, y bastan estosnombres para que se comprenda la suma de citas yobservaciones atinadas, discretísimos juicios, máxi-mas y reglas críticas arrancadas á los misterios "dela ciencia estética, que han realzado esta discusiónmantenida con la omnímoda libertad y consiguiente

( i ) Discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid en la noche del 16

de Octubre de 1876,

TOMO VIII.

espeto á todas las opiniones, que enaltece los actosde esta afamada corporación, cuya historia es cum-plida probanza de que sin la libertad no es posiblela vida espiritual.

Al intentar el resumen, me sorprende el advertirque" no ha sido la contrariedad y divergencia dejuicios y pareceres tan radical y diversa como enotras ocasiones. Se debe el caso, en mi sentir, alasunto. Cuanto toca de una manera inmediata á labelleza y á los temas que con ella se relacionan,encuentra una conformidad y acuerdo entre loshombres, que no alcanzan las tesis y definicionesde la verdad, y mucho menos las que se resuelvenpor el estudio experimental ó histórico. Más inme-diato y espontáneo el juicio estético en el hom-bre que el juicio lógico, muestra con mayor cla-ridad la consustancialidad de los espíritus indivi-duales y lq_ idéntico y fraternal de su naturaleza.Más visible en la belleza que en la verdad el divinosello de armonía que constituye su esencia, conmayor facilidad se resuelven en su estudio, las anti-monias que aparecen duras, angulosas y persisten-tes en el examen de la razón humana. Por eso enmás de una ocasión he recogido con respeto vati-cinios y esperanzas de críticos y estéticos de fama,que al parecer entreveían allá en el futuro templode la ciencia, á la estética ocupando lugar preemi-nente y como revestida del sagrado magisterio dedesvanecer antinomias y oposiciones, aparentescontradicciones y antítesis, que se cree han cris-talizado diamantinamente en el espíritu del hombre,á la par que disipaba los misterios y las vacila-ciones nacidas de ese dualismo quimérico, entreespíritu y cuerpo, forma y fondo, espíritu y mate-ria. ¿Dónde el espíritu y la materia, el fondo y laforma, el accidente y la sustancia, en la estatua deFidias, en la oda de Píndaro ó en la sinfonía deBeethoven? Por eso he recordado muchas veces conamor, pensamientos de Lessingf, Sehiller, Dideroty Lamartine acerca de la eficacia é influencia delarte en la vida, no sólo educando, sino instruyendocon un espíritu más sano, más limpio, más religiosoy filosófico que muchos libros tenidos por religio-sos y filosóficos, que nada instruye de maneramás religiosa y filosófica que lo que lleva al espí-ritu del hombre á la contemplación del orden, delritmo, de la armonía y de la unidad, ideas madres,verdaderas lenguas de fuego que iluminan la razónhumana.

51

Page 2: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8 0 2 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DE 4 8 7 6 . N.° 1 4 8

¡Oh! el dia que la verdad se agigante tanto en.nuestra razón que podamos de igual manera pene-trar el oculto vínculo que une á Platón con Aristó-teles, á Parménides con Demócríto, a Averroes conSan Buenaventura, á Descartes con Bacon", á Leib-nitz con Kant ó Fíente, á Bossuet ó Fenelon conHegel ó Krause, será la ciencia verdadera ciencia,y el estudio la santa purificación de pasiones yrencores de que nos hablaba el inmortal discípulode Sócrates.

¡Pero hasta ahora, el caso es privilegio de la be-lleza; ni la ciencia ni la vida consiguen tanta her-mosura y bienandanza!

Ha sido unánime opinión y juicio de los oradoresaquí aplaudidos, que la poesía lírica es la que so-bresale en este siglo, y que sus glorias son tantasy tales, que oscurecen los merecimientos de lalírica antigua, así de la edad clásica como de losperíodos más afamados de la moderna. Es verdad.La poesía lírica en Europa y en América en el cursode este siglo ha conseguido triunfos y grandezasque no alcanzó en ninguna de las edades pasadas.

¿Por qué? Ño son muchas las razones: no hay másque una, y es, que la historia desde la caida de laEdad antigua á los dias de hoy, en una gestacióndolorosa ha creado al hombre, al individuo, al serpersonal y libre, y la personalidad humana es el.sujeto y la materia de la poesía lírica. De aquí quela poesía lírica sea la poesía de la libertad en todoslos órdenes y en todas las esferas; de aquí que seala musa de los atrevimientos, de la santa audaciadel pensamiento, de los heroísmos de la voluntad,de los amores y torturas del sentimiento. Por esoson tan vastos sus dominios y tan delicada y nume-rosa la gamma de sus variedades, desde el himnoépico aún, hasta el dístico humorístico de Heine,pasando por todas las formas de la métrica, portodas las armonías de la rítmica, por todos los con-ciertos de la versificación.- Agotan los estéticos lostérminos de la clasificación para descubrir las va-riedades de la poesía lírica, que, partiendo del gé-nero épico, llega por lentas gradaciones hasta lafórmula más individual y espontánea del humor, quees el grado máximo y óptimo de la subjetividadartística.

No sería difícil seguir en la historia de la poesíala sucesiva aparición de cada una de las variedadesde la poesía lírica, concertando con el movimientoreligioso, filosófico y político que iba creando alindividuo. Desde el himno Védico, el salmo Hebrai-co y el himno Homérico, hasta la oda Pindárica, me-dia toda la civilización helénica y el crecimiento delas escuelas filosóficas y de las formas democráti-cas, y sin embargo, Píndaro no es un poeta lírico,en la recta acepción de la palabra. Sus imágenes,sus formas de expresión, están tomadas, copiadas

de la realidad pictórica y escultural que se mueveá su vista; sus sentimientos son los de la muche-dumbre que asiste al triunfo, ó los de la ciudadennoblecida por el triunfador. Raras veces se tras-luce en la sabía y musical combinación de la es-trofa Pindárica el sentimiento peculiar, la inspira-ción individual del artista. ¿En qué consiste el liris-mo de Píndaro? En el movimiento ascendente yarrebatado de su oda, en la impetuosidad de suenunciación, en las transiciones, pausas y redo-blamiento de entusiasmo que se advierte en la pro-cesión de sus imágenes y conceptos. Es aún el coro,la poesía coral, inmediata derivación del géneroépico. La lírica sensual da mayores pasos en ma-nos de los anacreónticos, y los líricos latinos seña-lan la diferencia que hay entre el siglo de Augustoy el de Píndaro, entre los tiempos anteriores y losposteriores á Sócrates, Platón, Aristóteles, Zenon yEpicuro, entre los tiempos anteriores y posterioresá los Gracos y Sila, Mario y Catilina, Julio César yAugusto. Horacio revela esa diferencia y la marca;pero aun el favorito de Mecenas, el poeta laureadode Augusto, esconde su propio pensamiento y selimita á cantar el tranquilo y sosegado bienestarque le rodea, debido á la riqueza y al silencio dela conciencia. Ün paso más importante en esta evo-lución da la poesía lírica en manos de los satíricoslatinos; los más líricos de la poesía antigua, y elestoicismo y el cristianismo completan la revela-ción interior que ha de encender el foco sagradode la lírica.

La Edad Media es la edad de los géneros y delas especies, no del individuo. Apenas se vislumbrala lírica entre las oleadas de poesía heroica y reli-giosa que se desbordan del seno de las antiguas y delas nuevas razas. Como un eco perdido ó como unpreludio se recogen vislumbres y rasgos en la poe-sía latina de esta edad, y en aquella otra maldecidade la Iglesia y tachada de impía, la provenzal; peroen el agitado suelo de Italia, y después de las épi-cas contiendas de Tomistas y Escoltistas, un pre-cursor del Renacimiento, un precursor de ideas de-mocráticas, que recibía la herencia de Arnaldo deBrescia y de Rienci, un hombre de la Edad Mo-derna, Petrarca, anuncia el advenimiento de la poe-sía lírica. Laura es un símbolo en la historia litera-ria. ¿Qué importa que casada, rodeada de numerosaprole y rendida por los años, no responda á lasgraciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y laadora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempoy del espacio, como foco interno de creación ince-sante, y vueltos los ojos al interior, siente inenar-rables delicias mirando este desdoblamiento de sualma!

Dura es la historia del siglo que va desde los últi-mos dias de Petrarca, el primer poeta lírico, al siglo

Page 3: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 F. P. CANALEJAS. LA POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. 803

de Lutero, el lírico del pensamiento humano; peroel Petrarquismo cundía y se propagaba en Europa,á la manera que se extendían las ideas que debíanemancipar el estado llano, y poner término á lasgestas del feudalismo; y circunscribiéndonos á nues-tra España, lucha con Micer Francisco Imperial, seenseñorea de la corte de D. Juan II, domina en loscancioneros, y por último, un soldado de Carlos V,más afortunado que el Emperador, asegura en Es-paña y para siempre el imperio de la poesía lírica.¡Gloria á Gareilaso de la Vega, el creador de lapoesía lírica en la literatura castellana!

Los que no ven en el ilustre cantor de Elisa y deFlérídamásque un feliz innovador de la métrica cas-tellana, y no descubren en la lucha con la escuela deCastillejo otra cosa que una pelea literaria sobre elvalor del endecasílabo, se engañan lastimosamente.Más alto y más hondo era el problema. Recorde-mos era aquel el siglo de Lutero, y que esta libér-rima espontaneidad del poeta obedecía punto porpunto á las conclusiones del reformador y del filó-sofo que fundaba el libre examen. Si al pensador lebastaba su propia razón y descansaba en la certezaque su labor intelectual le procuraba, el poeta con-fiaba en su genio y en la verdad de su sentimientos,y sin otro guía que su propia emoción daba al vientosus esperanzas ó sus quejas.

La crítica escribe una hipérbole al hablar de laescuela de Gareilaso.' El dulcísimo poeta dejó lasmagníficas vestiduras con que había revestido sucreación artística, pero la creación bajó con él á latumba. Pasados los dias soberbios y gloriosos deCarlos V, entristecido el genio nacional, enconado yenardecido por la lucha con los luteranos y con elluteranismo, aquí y allá y en todas partes, ya nopensó en transigir, como en los dias del ínterin,sino en vencer con la espada, con la hoguera, conel argumento y con la oración.—¿Qué mucho quetan larga historia de sangrienta é inquisitorial opo-sición a la vida moderna, engendrara de nuevo laexaltación épica de nuestro pueblo en el siglo delos Felipes, renovando en nuestro teatro y en nues-tra poesía el espíritu de los siglos de los Fernan-dos y de los Alfonsos, creyéndose de nuevo los es-pañoles el pueblo elegido para salvar ahora almundo del luteranismo, como lo salvaron en la EdadMedia del alfanje mahometano?

Nuestros líricos del siglo XVI son líricos á lamanera de los poetas griegos y latinos, líricos á lamanera de los poetas hebraicos; no lo son como lohabía sido Gareilaso de la Vega. El renacimiento deun lado y la desconfianza de la propia inspiraciónmotivan el hecho* y sólo se descubren excepcionesen la lírica religiosa, que obedecía, como todo elmisticismo español, á un espíritu de libertad, conse-guida, no por la vía racional, sino por la iluminati-

va, que más rápida y derechamente conduce, segtinla lección do aquellos Doctores, á la posesión de loamado, que es el bien sumo, la verdad excelsa y elperfecto amor. En Fray Luis de León, en San Juande la Cruz y en la poesía mística del siglo XVII,es donde se descubren rasgos de esta poesía líricaque tanto han encomiado por sus caracteres subje-tivos los oradores que han intervenido en el debate.

No es del momento tejer la historia de las varie-dades de la lírica durante los siglos XVI, XVIIy XVIII. Quede la tarea para mejor ocasión; pero sibien algunas de ellas, como la lírica sensual, ade-lantan, el sentimiento y el concepto, piedras de lanspiracion lírica, quedan como queda la personali-

dad humana bajo los tristes dias de los Felipes y losprimeros Borbones.

Con razón, por lo tanto, los Sres. Revilla, Valeray Correa sostenían era la lírica fruta de siglo XIX;con razón indicaba el Sr. Reus que presidía este gé-nero al renacimiento político y liberal de nuestropueblo, y no era la musa lírica tímida doncella quehuía del fragor del combate y del estruendo delas revoluciones. A priori, y conociendo la índole dela lírica, bien puede afirmarse que el siglo que hasido apellidado de las revoluciones, será el siglo delos poetas líricos.

Yo lo decía en otra ocasión y en este mismo sitio.El siglo es heterodoxo; el arte es heterodoxo, y lapoesía lírica es la forma que expresa de mejor ymás cumplida manera esa heterodoxia, cuya esen-cia, como afirmaba Bossuet, era la variedad y queyo comentaré añadiendo la variedad multiplicadapor la diversidad infinita de lo individual.•Abren la historia del siglo Arnaza y Quintana, En

uno y otro se reflejan las pasiones de aquella gene-rac¡onf*pero Quintana, por la severidad de su ca-rácter y por la virilidad y grandilocuencia de suinspiración, oscurece á Arriaza hasta el punto decondenarle á un olvido que no es justo, porqueArriaza es un excelente poeta. Quintana, si aban-dona el amaneramiento de la escuela pseudoclá-sica del siglo pasado; si evoca con poderosa ins-piración las grandes y consoladoras musas de la pa-tria, del progreso y de la libertad; si personificacon una vehemencia patriótica, embriagadora, elsagrado momento de la historia nacional que sellama guerra de la Independencia, y con majestadno vista narra las conquistas de la ciencia, com-pitiendo la estructura y perfección del metro y elritmo con la gallardía del estilo y la pureza dellenguaje, no hay en su lira más cuerdas que las depatria y libertad, y raras veces brilla el senti-miento en sus cantos. Más variado D. J. N. Gallegoy más rico en emociones, compite con Quintanaen virilidad é inspiración patriótica, y le aventajaen corrección y elegancia, dejando en sus elegías

Page 4: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

804 REVISTA EUROPEA.—-24 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

eterno é incomparable modelo de vivo y profundosentimiento. Tras Gallego, el Duque de Frias, poetaelegantísimo, tierno y afectuoso; y con Gallego yFrias la llamada escuela sevillana, Reinoso, el inol-vidable Lista, sus dicipulos Bueno y Rodríguez,Zapata, Fernandez Espino y Amador de los Rios. Nose perdió en la revuelta de los tiempos este gustoy esta escuela clásica, tan duramente motejada hoyy tenida en menos por los novísimos poetas, queentienden cuidaba sólo de la forma, del metro y delepíteto, y que, aseando y acicalando lenguajes yrimas, cayó en vana garrulería.—Tras Quintana,Gallego, Frias, Lista y sus discípulos, aún figuranlos nombres de Ventura de la Vega, Rafael Maríaliarall, Emilio Olloquí y Cervino, cuyas odas muyconocidas de cuantos me escuchan, á la Agitación,á Colon, á España, á la Batalla de Bailen, á laMúsica, y á la Fe cristiana, quedan y quedarán, de-safiando esas injusticias (siempre pasajeras) del gustode nuestros dias; y no he de olvidar que NarcisoCampillo mantiene con gloria en Madrid la tradición,en tanto que los esposos Lamarque y F. de Gabriel yApodaca la recuerdan con aplauso en Sevilla.

No daba, en mí sentir, en el blanco el Sr. Vidartal tener por olvidada la inspiración que denominabaclásica ó sevillana, culpando á sus mantenedores deatildamiento en el lenguaje, de redundancia enojo-sa, de falla de pensamiento, en fin, que se encubrecon las galas del llamado dialecto poético y con losencantos de una metrificación sonora. Ni Gallego niLista entre los maestros, ni V. de la Vega ni Olloquíentre los continuadores, ni los que antes cité, mere-cen esas censuras, que nacen, en mi sentir, de unerror crítico ampliamente discutido en esta acade-mia y en esta ocasión. •

¡Poetas de forma, poetas de fondo! decíase á cadamomento.

¿Qué es el fondo, qué es la forma? preguntaba converdadera intención científica el Sr. Reus. La forma,decía el Sr. Valera, es un encanto misterioso conque reviste el artista sus sentimientos, obligando átodo corazón á palpitar y sentir allí donde ha llora-do el del poeta. La forma en el arte, decía elocuen-temente el Sr. Carvajal, es la belleza. Yo así locreo.

Tendrá el pensamiento, el propósito, la intencióndel autor toda la importancia que se quiera en eldominio de la ciencia; pero sólo por la forma espensamiento artístico, porque no es la poesía otracosa que la representación en forma sensible, pormedio de la imagen, de la belleza; y sólo corporiza-da de esta suerte entra en el dominio de la fanta-sía creadora, y sólo como forma y siendo forma,figuración y representación sensible de lo concebi-do por la fantasía, sirve al arte y es material, pro-pio y primero de l#poesía.

Entelequia y forma primera ó sustancial si sequiere, pero forma al fin, que, creciendo y abultán-dose, llega á la manifestación correlativa y adecua-da, desde la concepción de la fantasía hasta la últi-ma maravilla rítmica que engendra la ordenaciónde los acentos. Entiendo que no es hacedero distin-guir en el arte el fondo de la forma: entiendo quees matar la poesía y volver á las enseñanzas delmarqués de Santillana, de que era la poesía «fer-mosa cobertera de cosas útiles,» distinguir forma yfondo en la poesía lírica, y la verdadera poesía re-siste ese análisis, como el cuerpo simple al crisol yal reactivo.

Concepción, ordenamiento, metro, rima, brota conardiente espontaneidad del fondo del genio artístico;tan íntimo y propio como la métrica, es el lenguajela disposición y la sucesión espontánea del pensa-miento artístico en la continuación de las estrofas.Todo cristaliza de golpe en la fantasía creadora,por la dichosa ley de armonía que preside á lascualidades y condiciones de la belleza.

¡Desgraciado el poeta que árida á vueltas con laforma externa, la gramatical ó prosódica! ¡Es el es-tatuario á quien se le muestra indócil y rebelde elmármol!

Yo bien sé que si á fines del siglo pasado, Sedañoy Luyandó abrisron ruda campaña contra la rima,teniendo por insufrible lo que ellos llamaban el cas-cabeleo del consonante, y sostenían que el versoblanco era el único lícito y de verdadera prosapialiteraria; que años después, el metro sufrió igualcensura, y la prosa de Chateaubriand y su escuela,y los ejemplos de Quinet en su Ahasverus y susimitadores, hicieron creer á muchos que el fondoera cosa independiente de la forma, y recuerdohubo há pocos años en Francia quien intentó Poe-sías .líricas en prosa. Yo bien sé que se ha enten-dido que la poesía era sólo el pensamiento y basta-ba su enunciación para crear verdadera poesía; perounas y otras enseñanzas son atentatorias á la ver-dad estética.

El arte no es la Idea; es la representación sensi-ble de la Idea. La ciencia es bella; pero no es be-lleza artística la que descubrimos en la verdad, ysólo confundiendo la belleza natural con la artísticapuede llegarse á las poesías líricas en prosa deMr. Livron.

Trae como por la mano esta discusión del fondoy de la forma la historia del segundo grupo de lospoetas de este siglo, la del grupo romántico. Tor-naron los emigrados que la reacción de 1823 arro-jó á playas extranjeras. De Inglaterra y Franciatrajeron gustos y aficiones literarias. Prepararoncon su ejemplo y con sus consejos críticos la ex-plosión de la escuela romántica, acaudillada por laimperial y regia fantasía del duque de Rivas, por

Page 5: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 F . P . CANALEJAS. LA POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. 805

Espronceda y por Zorrilla, y seguida por Santos Al-varez, Enrique Gil, Castro y Orozco, Pastor Díaz,Arólas, Roca de Togores, Cueto, Romero Larrañaga,Escosura, Alonso, Ochoa, Gil y Zarate, Fernandez

é hijo), Ariza, Cañete, Pedroso, Zea,otros que fuera enojoso citar y que

merec^Kingular aplauso.¡Cuánta variedad en esta pléyade ilustre de poe-

tas que expresan con vivacidad entusiasta el albo-rozo y juvenil expansión de la libertad! Corrían unostras la torva y desesperada de Byron y Shelley; ad-miraban otros el genio de V. Hugo en las odas ybaladas ó en las orientales; seguían no pocos el es-píritu melancólico y creyente del autor de las Medi-taciones y las Armonías; estos á Manzoni, y la ju-ventud bebía ansiosa aquellas enseñanzas y modelosque en El Correo Nacional, en El Español, fundadopor Borrego, en El Artista, llevaban por do quierael gusto del nuevo arte, exaltando la fantasía delpúblico en un grado que hoy parece inverosímil. Yono he de recordar los romances y odas de D. ÁngelSaavcdra; la inspiración de Espronceda y Zorrilla;el canto á Jarifa del uno y las Hojas secas del otro;los Pobres niños, de Santos Alvarez; la oda á la Li-bertad, de Gil y Zarate; el Sayón y el do la Cruz co-lorada, de Romero Larrañaga; El bulto vestido denegro capuz, de Escosura; los Romances á la con-desa del Montijo, de Roca de Togores; los cantos áDios, a Napoleón y las Orientales, de Arólas; las le-yendas de Cueto; las estrofas á su hijo Carlos, deOchoa; la composición a Higiara, de FernandezGuerra, que no tiene rival en la poesía erótica cas-tellana; las rimas elegantísimas y viriles de Cañete,el abundoso H. García de Quevedo, el marqués deAüñon, y tantos otros como sin duda saboreáis conel recuerdo. Cabría asimismo estudiar eu este cu-riosísimo grupo cómo intentaban amoldar á la nuevapráctica las tradiciones literarias, cómo propendíanestos á la poesía inglesa y aquellos á la forma deLamartine ó Hugo, cómo pedían unos y otros á laforma grandes auxilios, inventando todo género decombinaciones métricas y rítmicas, renovando eldialecto poético y violentando la lengua para quese doblase á una exigencia prosódica ó métrica, ycómo más, mucho más que la escuela clásica con-

> tribuye al adelanto de la lírica.

Pero basta á mi propósito indicar, como ya lohizo el Sr. Valera, que no se debe á la escuela ro-mántica, cuyos principales mantenedores he recor-dado, la teoría del fondo opuesto á la forma, sinoque cultivaban la forma cuanto estaba en su manoy cifraban en ella sus cuidados. No pasaba su liber-tad de aquella inocente en la variedad de metros ymultiformes rimas, y de algún desapego á la odasolemne de Quintana, Gallego y duque de Frías.

Hoy se les acusa porque cantaban ideales muer-

tos. ¡Como si los recuerdos y las doctrinas que can-taban hubieran muerto ni pudieran morir, como de-cía elocuentemente el Sr. Carvajal! ¡Como si nofuera legítimo el recuerdo y fuente de abundosainspiración lo pasado, como con singular eleganciademostró el Sr. Puelma!

Es una verdad primera en materias críticas quecuanto ha sido santificado por el arte, por la histo-ria ó por la religión será perenne ó inagotablefuente de inspiraciones. No cerremos los horizontesni al Oriente ni al Occidente. ¡Que sean infinitos,como es infinito el espíritu humano! Hoy, hoy influ-yen en las artes figurativas, de la misma maneraen las artes espirituales, las civilizaciones del úl-timo Oriente de Asia; hoy el arte chino, y el japonés,y el indio, y el do Egipto se estudian con avidez, yno pocos poetas encuentran luz y guia en la con-templación de aquellas civilizacionss.—¿Cómo noencontrarlas en Grecia y en Roma, en los Provenza-les y en los Romanceros y poemas, en las creacio-nes místicas y simbólicas de los siglos de Alfonsoel Sabio, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino,del Dante y la Divina Comedia!—¿Cómo no pos-trarse, sintiendo la belleza, ante el Apolo de Belve-dere <5 al leer los cantos homéricos ó al admirar elDante ó la catedral de Toledo ó de Colonia?

Cuanto encarna la belleza es inmortal. Los idea-les no mueren. Cuanto verdaderamente siente ópiensa el hombre, es legítimo en el terreno del arte.No hay más que un precepto para los artistas enesta materia, y el precepto es este: realidad, be-lleza; que sean bellas vuestras obras.

Era bandera muy seguida en aquel período ar-tístico la máxima de «el arte por el arte,» y no cui-áaban nuestros poetas sino de conmover y deleitará sus oyentes y lectores. Como blasfemia hubieraresonaoo entonces esta teoría del arte docente, quecuenta hoy con tantos partidarios y cuya apariciónse enlaza con otros períodos de la historia contem-poránea.

Pasó el gusto romántico, no la libertad que pro-clamó; y si el arte aceptó esa libertad como ley, lapoesía lírica la conservó como ley y como inspira-ción. Se apagaron los últimos ecos de la escuelaromántica por los años de 1846, y desde entoncesquedó de hecho y de derecho en el arte la libertadde la inspiración, que no monos que esta conquistasignifica en la historia, el predominio de la escuelaromántica.

Desde entonces es pueril hablar de clásicos y ro-mánticos, peligroso hablar de escuelas; pero quedódeclarado que la poesía lírica era esencialmentesubjetiva; quedó declarado que el poeta lírico nocopiaba la imagen, sino que la creaba; no se ase-mejaba al pintor ni al escultor, sino al músico,creando melodías y armonías; no era la voz de su

Page 6: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8 0 6 fUEVISTA EUROPEA.—-24 DE DICIEMBRE DE 4 8 7 6 . N.° 1 4 8

edad ni el órgano de su raza ó de su pueblo, sino lavoz de sí mismo, el órgano de su conciencia; no de-bía expresar Dios, el mundo y la naturaleza, como enla generalidad del pensamiento ó del sentido se de-claraban y decían, sino como su espíritu los conce-bía, de una manera personal y según el genio pecu-liar de esa personalidad; pero siempre hermosa--mente comprendido y perfectamente expresado.

Para que el florecimiento romántico alcanzaratodo género do lauros, la benéfica influencia de dosilustres poetisas, Gertrudis Avellaneda y CarolinaCoronado, templó con las sensibilidades propias delsexo, las ardorosas fantasías de los poetas románti-cos. Varonil y arrebatada la primera, reflejando laviveza del sol tropical en su fastuoso estilo y en suvehemente dicción; limpia y tersa en su estilo lasegunda, derrama tesoros de ternura y muestra de-licadísimo ingenio en sus fáciles y correctísimasinspiraciones. No hay en la poesía española nom-bres más gloriosos, en el sexo que ilustró Teresa deJesús como prosista. Figuran en lugar preeminenteen el grupo romántico, y sus obras acreditan laagitación y la viva ansiedad que despertó el ro-manticismo y las nuevas fuerzas que evocaba lapoesía lírica del seno de la sociedad española.

La revolución francesa, propagada á Italia, á Ale-mania y á Hungría, puso en comunicación más ín-tima el pensamiento de los nuestros con los extran-jeros.

Los poetas que figuran en este período y en losaños que siguen hasta 1856 obedecen á muy di-versas influencias. No forman escuela. La indivi-dualidad se revela cada vez con mayor energía. Laexpresión es más íntima. Quizá es mayor la origi-nalidad; ¿no era mayor y más respetada la indivi-dualidad en el orden político?

No he de pasar en silencio, prosiguiendo estahistoria, que un poeta elegantísimo, discreto, inge-nioso, consumado hablista y educado en el estudiode la literatura inglesa, D. J. J. de Mora, importópor entonces el humorismo anglo-sajon, que, si noes aún el humor germano sublimado por algunasescuelas estéticas de Alemania, es ya de la familiadel proclamado por los discípulos de J. P. Richter.No cabe duda que el humorismo ensanchó la fron-teras de la poesía lírica; la desnudó de la severi-dad académica que recomendaban las escuelas tra-dicional y sevillana, y señaló un paso más, legítimoá .todas luces, hacia esa revelación interior y es-pontánea que constituye la deseada meta en estegénero poético.

Concordaba sin duda este sesgo de la poesía conla influencia de A. de Musset, que sucedió á la deLamartine y Hugo en el gusto de nuestra juventud,y todas estas causas, y las agitaciones de 1854 y1856, completaron la educación literaria de este

nuevo grupo de poetas que no consienten clasifica-ción general y que llamaría yo independiente.

Con razón, antes de ir más allá, debo recordar eljuicio del Si". Rodríguez Correa sobre un poetamurciano que se colocó entonces en pi^tío muyprincipal. Niño entonces, recuerdo la ^•Hpmpre-sion que produjo el artículo inimitable, joPrde crí-tica y prenda de espíritu nobilísimo, que publicóEl Heraldo, anunciando la aparición de un astro enel cielo de la poesía española. Cañete no ha escritonunca mejor. El poeta era Selgas. Aplaudimostodos al ministro conde de San Luis, que se honróerigiéndose en Mecenas del oscuro cantor de lasflores, y devoramos la Primavera, que abría á nues-tra fantasía un mundo nuevo. ¿Dónde encontró Sel-gas aquella inspiración? En su alma y nada más queen su alma, y en la gentil libertad de su espíritu; y,sin embargo, si hoy acometiéramos la empresa, notardaríamos en encontrar en las colecciones alema-nas, principalmente en los cultivadores eruditosdel Líed, rasgos y vislumbres de la dulcísima y deli-cada inspiración del autor de la Primavera.

La naturaleza pocas veces ha inspirado á nues-tros líricos. Van á América, y aquella naturaleza nipasma ni conmueve á excelentes y grandes poetas.Algunos períodos de Garcilaso, de Rioja, del bachi-ller Francisco de la Torre son los precursores deesta profunda inspiración de Selgas, que mira á lanaturaleza como un espejo en que se refleja lo di-vino y lo humano.

Otro ingenio verdaderamente poético contribuyópoderosamente á acaudalar la inspiración española,y es el primero á quien le cabe la gloria de traersabor germánico en sus cantos. E. F. Sanz, al re-gresar de Berlin, hizo resonar con suma discrecióny delicadeza notas germánicas en nuestra poesía, yla tradición de ühland, Grun, Ruckert y el mismoHeine cruzó, y no en vano, por los campos denuestra literatura.

Dacarrete y Arnao, aquel con sus exquisitas can-tilenas, tan ricas de sentimientos como trasparentesy limpias en la forma, éste con sus Himnos y que-jas, señalaban nuevos aspectos y fases de la poe-sía, contribuyendo de una manera más eficaz Valeracon sus Poesías líricas. Con la elegancia que le esingénita, la pulcritud y el maravilloso arte que en-canta cuanto su pluma toca, familiarizó á nuestrajuventud con las inspiraciones extranjeras de másvalía, mostrándose al propio tiempo excelente con-tinuador del gusto doctamente clásico de Gallego yFrias.

Sobresale entre los líricos de este grupo indepen-diente A. L. de Ayala que figura en la lírica, conmerecimientos iguales á los que alcanza en la poe-sía escénica. Sus poemas dan clarísimo testimoniode que no existe contradicción de ninguna especie

Page 7: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 F . P . CANALEJAS. LA POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. 8 0 7

entre lo que se llama forma y fondo, por algunoscríticos y que no obsta la magnificencia y elegan-cia de la forma, í una inspiración profunda, severa,hermosamente viril y sentenciosa. Ayala es un mo-delo en el género lírico. ¿Por qué no retornará á lavida JÉ^ai'te, poeta tan esclarecido, y á quien negóDios^pilemente el don del acierto en la vida po-lítica?

No basta muerte temprana para borrar la memo-ria de Monroy y de Bernardo López García. Niñosaún bajaron á la tumba, pero su nombre quedará enla historia de la lírica castellana. Educado el pri-mero en el seno de la juventud inquieta que prepa-raba con sus estudios filosóficos y sus teorías eco-nómicas la futura revolución, consagró á la líricaideal (como dicen los estéticos) los impulsos gene-rosos de un espíritu osado y de un gusto exquisito.El canto de la idea, el canto á la razón, hubieraencontrado un alto intérprete en Monroy, sin que loprofundo del pensamiento desluciera lo vistoso ysimpático de la expresión.

Más lleno de la inspiración de Quintana y ten-diendo al carácter de Espronceda, López Garcíafundió en acertado maridaje los caracteres de lasdos escuelas, mostrando siempre briosa inspiracióny singular gallardía en el estilo.

Crecía el tumulto y agitación del espíritu en nues-tra España. Pintan esta agitación, que va desde 1860á 1868, Carlos Rubio, con el vuelo de su potentepero desarreglada imaginación, en las que la in-fluencia de Goethe, Schiller, Mitzkiewitz y Quineíes visible; el fácil Manuel del Palacio, tan vario comoelegante; la sobria, salmantina, profunda y popularinspiración de V. Ruiz Aguilera; el humorismo quecentellea en P. A. de Alarcon; y cierra con llavede oro el período señalado un poeta que á intentocoloco aquí como resumen y compendio de todaslas agitaciones del espíritu español desde 1830 á1868. Aludo á Tassara. ,

No es hacedero el elogio de Tassara. Es, en misentir, uno de los grandes líricos de este siglo. Esromántico y clásico, vehemente, libre en su pensa-miento, personalísimo en la concepción y en el len-guaje y no desmerece comparado con los mejorescultivadores de la tradición clásica. Vuela su fanta-sía, pero tan fácil y sostenido es el vuelo, que pa-rece su natural manera de ser. Tan clara es su in-tuición y tan viva, que va siempre llena y comopoblada de mil pensamientos que la siguen for-mando enjambres de ideas en torno suyo. Adora elarte por el arte, y es profeta y maestro por la sobe-rana alteza de su concepción1. En sus cantos se vepasar hermosamente recreado cuanto ha sentido lasociedad española, aborrecido ó amado el genio es-pañol en este siglo.

Lleno de la inspiración lírica, la impone á los de-

mas géneros, y sus ensayos épicos atestiguan hastaqué punto la inspiración dominante avasalla lasdemás y las somete á su dominio y señorío.

Sobreviene la crisis más profunda y en mi juiciomás saludable de la historia española, en 1868, yaquel violento estremecimiento de la sociedad en-tera, imprime sello ó da significación y trascen-dencia, como se dice ahora, á tres poetas, cuyo in-flujo, según atestiguan estas disertaciones y medemuestran las colecciones de poesías de novelespoetas que llegan á mis manos de Sevilla, Valenciaó Asturias, es vivo y va en creciente. Esos poetasson Becquer, Campoamor y Nuñez de Arce.

Si no cumpliera un deber didáctico este ilustreinstituto, y los nombres de los tres queridísimosamigos que acabo de señalar no representarán, aldecir de los más, las escuelas poéticas que hoy sedisputan el favor público, aquí haría punto; porquees enojoso examinar merecimientos de amigos. Perolas principales controversias que se han mantenidogiran en torno de estos nombres, y su examen úni-camente puede legitimar el leal consejo que la crí-tica debe á la juventud y al público.

No es esto decir que la inspiración, opuesta ódiferente de lo que representan estos poetas, hayaenmudecido. Todos recordamos con lágrimas en losojos el nombre de Martínez Guertero (Larmig), cuyogusto delicado no servía de traba á la más hermosaexaltación lírica; aún saboreamos las bellezas in-numerables de la oda al Concilio del Vaticano, deSánchez de Castro, y la inolvidable de Gabino Te-jado al mismo asunto, escrita con la pluma de Man-zoni, y no he de pasar en silencio que merece parti-cular estima Grilo, por su elevación y gusto literario,y cuyo nombre dejará gloriosa estela si continúaescribiendo con la rara perfección que caracterizasu edición Al campo, dechado de serena majestady abundante en felicísimas inspiraciones. Peroestos y otros nombres no desvirtúan el anterioraserto de que en Becquer, Campoamor y Nuñezde Arce se cifra el interés actual de la crítica, nitampoco que la influencia que ejercen aconsejamayor severidad en el examen y juicio.

Antes de abordar el tema, afirmemos que la vidaliteraria de Becquer comienza con la publicación desus poesías, debida al noble empeño de sus buenosamigos. ¡Su vida de hombre, para los que muchasveces intentamos consolar sus calladas y sombríaspenas, merece el más profundo respeto, el mássentido y compasivo recuerdo! Hablemos sólo dellpoeta.

Campoamor, es cierto que era el gran poeta delas Doloras, de los Cantares y dei Colon antesde 1868; pero desde esta fecha es el autor delDrama universal y de los Pequeños poemas, y poraquellos misterios que sólo se ven en tós letras, el

Page 8: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

808 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DE 4 8 7 6 . N . ' 148

segundo poeta hace olvidar al primero, no sé si porsus merecimientos literarios, pero seguramente porsu espíritu innovador y su audacia revolucionaria,al punto que debe ser tenido como la encarnaciónviva y briosa de la revolución en la esfera del arte.

También era Nuñez de Arce aplaudido hace años;pero la critica estudia con predilección Los gritosdel combate, expresión acabada de su genialidadpoética y de su espíritu y tendencia.

Viniendo al asunto, recordaré que sostenían losseñores Vidart y Revilla que reflejaba G. Becquerel gusto de la poesía germánica, y principalmenteel de Heine. Los señores Valera y Rodríguez Correasostuvieron con razón que fue Becquer ajeno á esosestudios, y que la influencia, si la hubo, fue la ge-neral que se percibía desde los tiempos de Sanz,Dacarrete y Selgas, y en las inquietudes y aspira-ciones del último período. Los críticos francesesdistinguen entre la poesía de empeño, la oda, laelegía, la sátira, etc., y la poesía ligera y fugiti-va, que consiste en el soneto, en el madrigal, en elepigrama, en la letrilla, en esas innumerables com-binaciones métricas, en las que esculpe ó cincela elpoeta un pensamiento, fija una impresión, consagraun recuerdo ó eterniza una esperanza. Cultivadosestos géneros como poesía de circunstancias pornuestros antiguos poetas de los siglos XVII y XVIII,en manos de Becquer crecieron en importanciahasta ocupar lugar principal, oscureciendo á losdemás.

No hay gerarquías en el arte: lodos los génerosson excelentes y primeros, y la extensión delpoema no implica ni desaciertos ni fortunas; perodebo la advertencia á los imitadores de Becquer deque es dificilísimo este género. La razón es obvia.La mayor parte de las condiciones del poeta líricocampean más holgadamente y se producen con ma-yor facilidad en las formas amplias de la poesíalírica, porque la gradación de la fantasía, hasta lle-gar á la inspiración genial, se acentúa en el tras-curso de la creación artística. El estro poético, laabundancia, la sucesiva inspiración de unas ideaspor otras en el curso espontáneo de la fantasía; lamajestad, las transiciones; en una palabra, la exal-tación que estudiaban los antiguos calificándola debello desorden, á falta de espacio y teatro en elmadrigal, en el soneto, en la endecha, en las coplasde pié quebrado, ha de concentrarse en un destellovivísimo del genio, inesperado y deslumbrador,como riquísimo brillante engastado con sin igualdelicadeza en perfectísimo joyel.

El empeño es arduo. Solo el genio consigue esarevelación súbita de la hermosura. Y estas inspira-ciones que sobrecogen al artista requieren el pu-limento exquisito del diamante, para que sean le-gítimas á los ojos de la sana crítica. La expresión

ha de ser tan cumplida, que no conciba el espíritumanera más hermosa de realizarla.

Becquer manejaba con sin igual soltura este gé-nero, que le era predilecto. A Becquer se debe surehabilitación á los ojos de la critica; pero sus com-posiciones felices son muy contadas; y el MKliño,la incorrección y lunares visibles en l a^ l t r i ca ,afean no pocas de sus rimas. Poeta de delicado sen-timiento, de grandiosa inteligencia, engolfado decontinuo en -las magnificencias de su fantasía, lanegra fortuna le robó el tiempo necesario para re-visar sus cantos, que no hubieran visto la luz sihubiera sido más larga su vida.

No repetiré yo que son «suspirillos germanos yvuelos de gallina,» según las frases del Sr. Nuñezde Arce; no tacharé el género de mujeriego y en-fermizo; pero sí creo que ha de ser inspirado yperfecto, para no caer en los conceptillos de laspoesías de circunstancias que los versificadoresvulgares cultivan en el álbum, en el abanico ó entorno de las damas y los potentados.

De todas suertes, no es esa toda la poesía lírica;de todos modos, no hay en estos géneros base ni ma-terial estético bastante para fundar una escuela. Elarte y la poesía tocan la vida en mil ocasiones y demil modos, no de una sola manera; y la gracia (enel sentido estético), ni el sentimentalismo, ni elrasgo humorístico son toda la poesía ni bastan ácontenerla; y siempre la oda á la Imprenta, la ele-gía al Dos de Mayo, como las de Manzoni ó Leo-pardi, abrirán campo más vasto al genio, que el es-tudio de los quejidos, las sorpresas y epifonemashumorísticos de los imitadores del Heine.

Campoamor es aún un enigma para la crítica.Cuando nuestra juventud se consagró al estudio delas escuelas alemanas, el gran poeta no quiso que-dar lejos ó fuera del movimiento, y con acierto cui-dó de orientarse en el campo de la filosofía; y no eslícito desconocer que sus lecturas y estudios filo-sóficos agrandaron los horizontes de su portentosafantasía. Pero Campoamor se empeña en que elarte enseñe, diga, discuta, aconseje, y procura queen cada uno de sus Pequeños poemas haya unaidea filosófica, y á conciencia, confunde la esferafilosófica con la artística, y quiere que el arte seaciencia y la ciencia arte. Y como su audacia inte-lectual no reconoce límites y es cada dia más vi-gorosa su fantasía, porque nos ofrece el espec-táculo de un rejuvenecimiento perenne, y es ademáshumorista, discurre por el arte con un desembara-zo y una soltura de que no hay ejemplo. Y comosus dotes de poeta son excelentísimas, y manejala lengua y el metro con singular encanto, fascinaá la juventud, cautiva al público, y es sin dudaalguna el poeta más popular, más aplaudido y demayor importancia del parnaso contemporáneo.

Page 9: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 F . P . CANALEJAS.——LA POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. 809

Yo no sé si al contradecir la poética novísima deCampoamor quisiera que dejara de ser como es yfuera de otra manera: creo que no, porque me fas-cina como á todos; pero lo que le pido al cielo yprocuro, es que no forme escuela, que no tenga

no enseña, decían los Sres. Carvajal, Vale-ra y Reus. En efecto, el arte no es docente. El poetauo se propone, no puede proponerse enseñar. Sitales su propósito, queda fuera de la-esfera artísti-ca por los efectos sólo de esa intencionalidad, matay ahoga las facultades creadoras y anula la espon-taneidad. El poeta puede adivinar, ser profeta,llegar por una intuición poderosísima á sorprendermisterios, leyes, en el seno de lo absoluto, porquetal es la naturaleza del genio, pero no en doctrinani alecciona. El poeta puede tocar y toca en loDivino y conseguir como una revelación individuaque fulgura después en los versos; pero el poeta nodemuestra ni explica, ni puede demostrar ni expli-car esa revelación que inmortaliza sus cantos.

Todas esas ideas que Campoamor cree haber co-locado por un misterioso esoterismo "an el fondo decada uno de sus Pequeños poemas, son puros con-ceptos poéticos de su fantasía, no son realmenteideas. El poeta burla la pretensión del filósofo:pero cabalmente el empeño de probar alguna tesistrascendental ó exponer alguna teoría le roba ca-lor y vida, le sugiere antítesis oscuras, le arrastra ála sutileza hasta tocar en lo conceptuoso, con me-noscabo de la lengua y de la métrica. ¿Qué significanestos ligeros lunares en el poeta más espontáneo,fácil, ingenioso y decidor de estos últimos tiem-pos? No significan más que un error estético.Que no se empeñe el Sr. Campoamor en concebircomo filósofo y expresar cerno poeta. La concep-ción artística es total; lleva en sí el modo y cualida-des de la realización poética, y lo concebido re-flexivamente, á la manera del filósofo, nunca podráexpresarse artísticamente, porque se oponen á ellolas inflexibles leyes del espíritu humano.

No se os esconde que esta poética de Campo-amor sigue como el eco á la voz á la agitación fe-bril de este siglo, retratado en el famoso lema Des-truam et ediñeabo. Campoamor es un hijo legitimodel siglo, y en esto estriba el encanto que produ-cen sus inspiraciones, y es esta una de las causasde su primacía entre los líricos contemporáneos.Un Fiat en eterna explosión sería una delicia parasu alma: un algo que fuera á un mismo tiempociencia, arte, religión y vida, sería la verdad parasu espíritu. En buen hora que amamante su espíri-tu con todos esos Apocalipsis del siglo; pero noolvide eii sus ensueños filosóficos que el arte esclaridad, luz, precisión, forma tangible para el es-píritu, pureza estética y sencillez sublime, sin mis-

terios ni esoterisraos. Borre en buen hora la distin-ción real de los géneros; ennoblezca giros, locu-ciones y vocablos; ensanche las leyes tropológlcasdel lenguaje, y pida á las ciencias y á la vida imá-genes y metáforas, que no por eso la crítica censu-rará los vuelos de su fantasía; pero abandone sim-bolismos y alambicadas alegorías, no pidiendo ins-piración á sus disquisiciones filosóficas, sino á suprivilegiada fantasía, á la maravillosa espontaneidadde su indisputable genio.

Antes de hablar de Nuñez de Arce, permitidexponga mi opinión acerca de una doctrina de li-bertad artística, qiíe hoy corre escudada con elnombre de humorismo. El humor (y no sé por quélo hemos de pronunciar á la inglesa teniendo enCastilla el hombre de humor, y el buen humor y elmal humor) suscita nuevas dudas y dificultades, yen mi sentir entraña peligros para la lírica españo-la. El humor es legítimo en el arte. El humor ex-presa un paso más y de sumo ínteres en la poesíalírica de este siglo, en pos del ideal de género, quees la pura subjetividad del artista; pero el humorestá regido por la naturalidad (perdonad el neolo-gismo de la acepción). El humor no legitima lo ex-travagante; el humor no legitima la dislocación delpensamiento poético, ni los saltos y contorsionesde la fantasía que se advierten en los poetas no-veles que presumen de humorísticos, creyéndosecontinuadores de Heine. El humor no es tampocoesa corno epilepsia de'la fantasía que acomete áveces á poetas estimables. Los estados patológi-cos, la fiebre y el delirio son contrarios á la crea-ción artística. La originalidad verdadera y de pre-cio, desdeña los recursos á que apela un humoris-mo bastardo, que el buen gusto debe condenar decontinuo. El sentimiento, de igual suerte que elpensamiento, está sujeto á leyes, que se originande la belleza y que brotan de la esencia humana.La subjetividad no es la individualidad, y aun laindividualidad, en el pensar y en el sentir, no esel capricho del voluntarioso, como discretamenteapuntaba el Sr. Lozano.

Pero si el arte no es docente, si el arte está re-gido por las leyes de la belleza y por las cualidadesdel hombre, ¿se sigue que no tenga trascendencia?¿No sirve para la vida? ¿No concurre la poesía á losfines propios del ser humano?

Aun recuerdo con embeleso la discusión anima-dísima sostenida por los Sres. Valera y Vidart. Laipoesía creó la unidad italiana: la poesía creó la uni-dad germánica. Cavour y Bismark no son más queos mandatarios de los poetas: no son más que crea-ciones debidas al genio de la poesía. Es verdad.Pero así son para el espíritu del hombre todas lasideas, el bien como la verdad, la verdad como labelleza. La belleza educa, levanta, sublima, depura

Page 10: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8 1 0 RKVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DB 1 8 7 6 . N.° 1 4 8

la sensibilidad, aguijonea la inteligencia, fortalecela voluntad. ¿Cómo no, si la belleza es la trasparen-tacion de Dios en lo humano? El arte nos regenera,purifica y engrandece, creando un mundo de aspi-raciones en el espíritu; pero no alecciona, no en-seña, no demuestra. Es un efecto mediato, no inme-diato; es un resultado hijo del contacto del espírituhumano con lo absoluto, y por su virtud, asciendeel hombre algunos peldaños más en la escala de laperfección.

Aceptando sin duda alguna este juicio, ó impre-sionado por esta enérgica influencia del arte en lavida, escribió Nuñez de Arce Los gritos del com-bate.

Inspirado por Quintana, menos rico y abundanteen la expresión, más sobrio y lacónico en el estiloque Gallego, ganoso siempre de la precisión y dela energía, que es su cualidad sobresaliente, pro-fundo en el concepto y cuidadoso en el lenguaje ycu la versificación, Nuñez de Arce comparte hoy conCampoamor el favor público.

Cautiva la severidad varonil con que empuja á lasgrandes contiendas de la vida á esta generaciónenfermiza, y que si aparece vigorosa es por efectode convulsiones nerviosas, fugaces cual el relám-pago; atrae la firmeza estoica con que recuerda áunos y á otros el cumplimiento del deber; agita yentusiasma el amor á la libertad que hierve en todossus cantos, y seduce la facilidad con que recorrelos tonos líricos que van desde la indignación deJuvenal á los iambos de Barbier.

Nuñez de Arce reanuda la tradición de la líricatradicional, que no es clásica, ni romántica, sinoespañola; pero temo que pueda decirse de estepoeta lo que se dijo de Quintana: que en su lira nohabía más cuerdas que las de patria y libertad. Vi-brantes y conmovedoras son: necesario es en estosdias, más que nunca quizá, hacerlas vibrar en lostorpes oidos de los contemporáneos; pero el almadel siglo es gigantesca, y como la del siglo la delhombre, y ansia gustar todo género de delicias ytodo linaje de deleites. Es necesario que Dios, lanaturaleza y la humanidad sean las cuerdas de lalira moderna, sin que falte en elmagnífico concierto,ninguno de los acentos que encuentran eco simpá-tico en la conciencia y en el corazón del hombre.

No basta contemplar torva ó. desdeñosamente loactual; es preciso mirar al cielo y á la tierra, sin en-cerrar al espíritu en marcadas condiciones histó-ricas, que al fin son momentos pasajeros en la vidadel género humano. Es necesario que la fantasíadel poeta viva con lo ideal y lo histórico, con laidea y con el sentimiento, porque de otra suerte seincurre en la declamación y se cae en el estiloafectadamente sentencioso, que priva de gracia, ju-ventud, amor y lozanía á las inspiraciones poéticas.

Confío en que el celebrado autor de los Gritos delcombate salvará estos escollos, gracias á la exce-lente educación literaria de que ha dado preciadasmuestras en sus cantos.

Me detiene y aconseja hacer punto el temor defatigaros. Expuesto queda mi juicio sobre JiJJricacontemporánea, y mi opinión sobre las tesis HÜ conmayor ahínco se han dilucidado en estas discu-siones.

Entiendo que contiuará la gloriosa historia denuestra lírica. Grandes señales y lisonjeros anun-cios permiten asegurarlo; pero á fin de que sea unnuevo florecimiento el período que se abre, es pre-ciso condenar severamente todo espíritu de escue-la. Ni imitaciones ni renacimientos, dije en otraocasión, y hoy lo repito. Vivir en el arte lírico esgozar con toda libertad y plena conciencia de lapropia personalidad.

Para conseguirlo, basta recordar que la poesíalírica es esencialmente subjetiva; que su anhelo secifra en rodear de luz, en descubrir ese hom-bre interior que palpita en el fondo de nuestraconciencia y que va como emparedado y exá-nime bajo el peso de los sentidos, de las preocupa-ciones y de los afanes de la existencia histórica, yque la poesía debe expresar en el lleno de su her-mosura, absorbiendo su esencia primera, contem-plando cómo se depura y sublima amando, pensandoy sintiendo á la vez, en un solo acto, bajo la in-fluencia divina de la belleza, como si se reprodu-jera en su ser purísimo la misteriosa unidad de laTrinidad cristiana.—He dicho.

FRANCISCO DE P. CANALEJAS.

UNA NUEVA FORMA DEL CRISTIANISMO.M. ARNOLD.

I.La apología del cristianismo que M. Matthew Ar-

nold, ya conocido por varias publicaciones referen-tes á asuntos de literatura y de crítica religiosa, hadado á luz con el titulo de Literature and Dogma (1),promueve cuestiones del más alto interés. Al darleel título de La Crise religieuse (2), el traductor haindicado el orden de ideas en que se apoya el au-tor, pero sin representar exactamente un título quesolamente la lectura de la obra puede hacer inteli-gible, sobre todo á los extranjeros. M. Arnold se hapropuesto oponer á la apología del cristianismo quese apoya sobre el dogma, una apología nueva que

(1) Landre», 1878, 5." edición, Smiih, Eider and C."

(2) París, 1876, Germer BaiUiore.

Page 11: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 M. VERNES. UNA NUEVA FORMA DEL CRISTIANISMO. 811

reposa sobre la percepción de la verdad religiosa ymoral de que es expresión la Biblia; percepción éintuición propia de todo hombre que abra y lea loslibros sagrados con suficiente cultura literaria. Lapalabra cultura literaria tiene para M. Arnold unsentido que difícilmente admite nuestra lengua; espreciso entender por cultura literaria esa costum-bre del espíritu moderno, fortificada por el empleoya casi exclusivo del método experimental en todoslos dominios del conocimiento que sólo se rinde ála evidencia de los hechos. La religión cristiana, talcomo la entienden sus naturales defensores, estáfundada sobre revelaciones que emanan de una per-sona sobrenatural, cuya existencia se admite deantemano por pura hipótesis; esta religión, ó mejordicho, esta demostración de la religión no es de lostiempos presentes. Las masas se separan de ella;todo hombre que posee una cultura literaria ó inte-lectual suficiente repugna comprometerse bajo la fede una hipótesis no comprobable, que se pone des-de luego fuera de las condiciones del examen. Siel cristianismo se propone permanecer siendo la re-ligión del mundo civilizado, necesita hacer una evo-lución completa; necesita llegar á ser una religiónpopular que ofrezca una evidencia interna, inme-diata y susceptible de una comprobación fácil y se-gura. Esta religión es la que nos presenta la Bibliacuando la leemos con inteligencia y sin preocupa-ciones, dejando á un lado toda hipótesis dogmáticapara atenernos al tacto literario.

Compréndese desde luego que sólo Inglaterrapodía producir una tentativa de este género; y elvivo interés con que ha sido recibida en su país laobra de M. Arnold, prueba que el protestantismo in-glés se ha conmovido hasta en sus últimos cimientospor la crisis religiosa que se había hecho sentir pri-mero en Alemania. Hasta el presente, algunas nota-bles publicaciones habían dado á conocer que losingleses no habían permanecido insensibles á lostrabajos de la crítica religiosa; sin embargo, nadiehabía aceptado los resultados con tanta franqueza yresolución. Aquí es preciso distinguir dos corrientesde origen distinto, la corriente libre-pensadora y lacorriente reformadora. No tenemos para qué hablarde la primera;en cuanto ala segunda, sus represen-tantes se habían limitado á reproducir casi siempre,con reservas significativas, el eco de las palabrasque venían de Alemania. Es la primera vez que In-glaterra se apodera de todo ese gran trabajo paradarle una forma original, una forma que sea suya. Ellibro de M, Arnold no es alemán por ningún concep-to; no es un resumen ingenioso de las ideas admi-tidas por una nación más adelantada en el terrenode los estudios religiosos; es una obra del terruño,digámoslo así, llena do todas las buenas cualidadesdel genio inglés, de su claridad y de su tenacidad.

Bajo este punto de vista se relaciona bastantecon una obra muy notable que ha sido objeto demerecida atención, la Religión del porvenir de Hart-mann. Aunque los dos escritores concluyen en unsentido contrario, pues el filósofo alemán condenael cristianismo en cualquiera forma que se le quie-ra presentar, y el literato inglés recomienda unnuevo método de demostración del cristianismo, elpunto de partida de los dos escritos es el mismo, yestán penetrados en igual grado de la imposibilidaden que se halla el cristianismo actual para mante-ner sus pretensiones á la dirección de las almas.M. Arnold no es menos afirmativo que M. Hartmannsobre las premisas de su nueva teoría. Más adelan-te veremos que se distingue de este último, menospor sus conclusiones, aunque diferentes, que porla manera con que entiende la religión: toda la di-ferencia del genio inglés y del genio alemán consis-te en esto. Por ahora conviene exponer de una ma-nera más completa el pensamiento del escritoringlés.

El protestantismo en sus diferentes sectas—hastapodemos decir el cristianismo—hace depender lareligión de la existencia de una persona divina,«gobernador moral é inteligente del universo», queha dado á los hombres, por medios acerca de loscuales difieren las creencias de las sectas, todo loque necesitan para regular su conducta. Esto esmuy bueno para el que cree de antemano, peropara el que sólo quiere marchar sobre la fe de laevidencia esto es inadmisible. Se necesitaría «mpe-zar por probar la existencia del gobernador moraldel universo que nos da la religión: es así que estaexistencia no puede ser objeto de comprobación;luego está fuera de nuestros alcances, y de aquí laindiferencia religiosa de las masas que sienten lafragilidad de todo el entusiasmo que se les quiereinculcar.

Pero la religión no es cosa indiferente, porqueno es una simple satisfacción del espíritu, sino unobjeto de primera necesidad. En efecto, el fin quese propone es la conducta de la\ida, es decir lastres cuartas partes de la existencia humana. Priva-do de arte, privado de ciencia, el hombre puedecontinuar existiendo; privado de reglas de conduc-ta, de dirección moral, es como si renunciara ávivir. Se ve que para M. Arnold la religión se rela-ciona muy de cerca con la moral; se distingue deella sin embargo en que la moral no es más que lasimple emanación de las reglas que deben presidirá la actividad humana, mientras que la religiónreúne una emoción particular, el sentimiento deuna potencia más fuerte que la voluntad humana,que reclama imperiosamente, y para dicha delhombre, el cumplimiento del deber. La cuestiónque nos ocupa debe, pues, reducirse á esto: ¿Existe

Page 12: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

812 REVISTA EUROPEA.—24 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

en el mundo un libro en el cual la religión, talcomo acabamos de definirla y despojada de todoaparato dogmático, se presente al hombre bienintencionado con una autoridad tan grande queobligue á su asentimento, no en virtud de cualquierteorema metafísico á que se refiera, sino por mediode una evidencia inmediata comprobable á todospor la experiencia?—Este libro existe, es la Biblia,documento de las religiones judía y cristiana queconstituyen para nosotros la religión corriente. Enla Biblia, entendiéndola bien, no se trata de un per-sonaje sobrenatural que dicta sus órdenes á loshombres; existe la afirmación constante y desnudade la gran verdad natural de que la dicha perteneceá la justicia. La idea de justicia penetra y dominalos escritos de la antigua alianza. «La religión de laBiblia, dice M. Arnold, se llama con razón revelada,porque la gran verdad natural de que la justiciatiende á la vida, está expresada y demostrada conuna fuerza y una eficacia incomparables. Todos lospueblos ó casi todos han reconocido la importanciade la conducta y han hecho de ella una obligaciónnatural. La conducta era sin embargo para ellos,no la fuente de la dicha y de la alegría, sino una cosade la cual no era posible prescindir... Ningún pue-blo ha reconocido y hecho sentir á los otros, comoel pueblo hebreo, que á la justicia pertenece la di-cha. Los prodigios y las maravillas de la religiónbíblica son comunes á todas las religiones, peroella sola ha tenido en este punto el amor de lajusticia.»

En otros términos: la justicia, que es el fin de lareligión y que es sinónima de conducta moral, esespecialmente el objeto de la religión bíblica. Inten-tando darse cuenta de su vida y fijando en ella suatención, el hombre ha reconocido que ella teníaun alcance que excede de las necesidades del mo-mento presente: así se ha establecido la nociónde un «yo total» opuesto al «yo parcial». El hom-bre reconoce en él, por encima de un yo inferior ytransitorio, un yo superior y permanente que haceponer un freno á los primeros impulsos de su natu-raleza. La contemplación habitual de las reglasdescubiertas en esta dirección, ha llevado al hom-bre (y la raza especialmente dotada para las emo-ciones religiosas) al conocimiento experimental,cierto y vivificante, de la dicha que resulta de lapráctica de estas reglas. El pueblo israelita ha com-prendido estas cosas, las ha profundizado se ha su-mergido en ellas y vive en tal medio de una maneratan intensa, que el contagio del ejemplo es irresis-tible para todos los que entran en contacto con losdocumentos del pensamiento religioso hebraico. Elnombre de Jehová, del Eterno, ha servido á ese pue-blo para designar «la potencia que en nosotros yfuera de nosotros tiende á la justicia», y la perso-

nificación qué ha hecho de esta potencia no tienemás alcance que el del lenguaje poético, sin ningu-na pretensión metafísica.

La filosofía religiosa de M. Arnold es, como pue-de verse, de la mayor claridad. Una vez concebidala idea religiosa en su sublime sencillez, como afir-mación (siempre y en todas partes comprobable) dela potencia eterna que nos prescribe la justicia ynos traza el camino de la dicha, esta idea religiosafue objeto de la meditación de la raza israelita,como las grandes concepciones del arte y de laciencia formaban el patrimonio del genio ariano. Eldescubrimiento se puede remontar á Moisés, áAbraham quizá;'los nombres son poco importantesen esta materia. Lo que importa es que la idea reli-giosa asi definida ha sido el alimento de Israel du-rante todos los siglos que le separan del cristianis-mo. Cuando la superstición empezó á recargarla desombras, vino Jesús á darle todo su brillo, procla-mándola con una fuerza incomparble: el relieve queentonces tomó la idea en su enseñanza fue tal, quedesde entonces ha sido imposible confundirla conel sistema metafísico con que se ha pretendido de-bilitarla. Antes de Jesús, el método existía; perocomprometido hacía algunos siglos por el impulsode las aspiraciones materialistas, de nuevo lo res-tableció, esclareciendo la idea de la justicia que con-duce á la dicha, haciendo, no el privilegio de unaraza especial, sino la idea del mundo entero. Hizomás: le unió un secreto, su secreto, dice M. Arnold,que consiste en la doctrina de la renuncia al yo li-mitado y egoísta.

«Jesús no había visto solamente la gran verdadnecesaria que debe haber en la naturaleza huma-na, como dice Aristóteles, una parte que da vida yotra parte que la castiga. Jesús la había compren-dido tan plenamente, que su penetrante miradapudo reconocer bajo las penas superficiales el júbi-lo que encubrían: llenó de promesas y de esperan-zas la ley de la renuncia, y la hizo infinitamenteatractiva. Si otros pueblos han reconocido la im-portancia de la justicia, Israel, que ha reconocidola dicha que se deriva de ella mucho mejor quelos otros, es con razón el pueblo de la justicia; dela misma manera, la abnegación, el gran factor dela justicia, es el secreto de Jesús; porqus si otrosreconocieron su necesidad, Jesús vio antes que na-die la paz, la alegría y la vida.»

Todo esto es tan ajeno á nuestras habituales ideas,qae debemos citar también algunas líneas que ex-presan la fe absoluta y sencilla del autor en su sis-tema.

«Nuestra interpretación puede comprobarse porsí misma, y no depende de lo que no puede compro-barse. No es posible comprobar que Jesús es el hijode una gran causa primera y personal, y es también

Page 13: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.°U8 M. VERNES. UNA NUEVA FORMA DEL CRISTIANISMO. 813

imposible comprobar que existe esta causa primeray personal. Pero hemos visto que la experiencia de-muestra la existencia de un poder eterno fuera denosotros, que manda la justicia, y la experienciapuede demostrar lo misitfo que Jesús procede deeste poder. En efecto, Dios es el autor de la justi-cia; Jesús es su hijo porque nos ha dado el métodoy el secreto que hacen posible'la justicia. Podemoscomprobar la realidad de lo que aquí anticipamos;haced la prueba y os convencereis. Haced la pruebapor todos los medios imaginables para llegar á lajusticia, y veréis que el medio de Jesús os lleva áella, y que todos los demás que podáis emplear no osdan ese resultado... Así, pues, hó aquí la autoridaddel Antiguo Testamento y del Nuevo, establecidosobre un fundamento tan sólido como la autoridadque nos manda alimentarnos y descansar, es decir,que la experiencia nos demuestra que no es posibleprescindir de ella.»

En verdad que ahora dudo si he hecho bien pre-sentando simplemente á M. Arnold como el autor deun nuevo método de apología; quizá hubiera debidollamarle reformador y profeta; porque el cristianis-mo, tal como él lo presenta, so parece muy poco alcristianismo que conocemos.—No hay que sorpren-derse demasiado, contestaría él sin duda, porque siel cristianismo auténtico, el que nos da la regla dela vida con una certeza que descansa directamentesobre la conciencia, es realmente el que os expon-go, hace mucho tiempo que las Iglesias no lo cono-cen y no lo presentan á las masas sino con un dis-fraz metafísico; pero bajo esta corteza de feo aspec-to, la savia no ha dejado de circular, y ha llegado elmomento de sacar á luz lo que ha estado á punto deperderse para la humanidad por la ininteligencia delos depositarios.

II.

El libro de M. Arnold promueve por lo monostres cuestiones: ¿Cuál es su relación con las tenta-tivas recientes de reforma religiosa? ¿Cuál es suvalor filosófico? ¿Cuál es su valor critico, es decir,en qué medida está fundada la explicación de laBiblia que presenta? Abordaremos sucesivamenteestas tres cuestiones.

La comparación con los diferentes ensayos cono-cidos con el nombre de protestantismo liberal, es laprimera que se presenta. Como los jefes de estemovimiento, que ha tomado tan gran importancia enAlemania y que en Francia ha conseguido llamar laatención, aot tanto por el número como por el talen-to de sus defensores, M. Arnold ha comprendidoperfectamente que necesitaba dejar de defender elcristianismo por medio de argumentos sacados de larealidad, de los milagros y del cumplimiento de lasprofecías, y que la única prueba de su verdad, acep-

table en adelante, lo mismo para los hombres ilus-trados que para las masas populares, debía descan-sar sobre una evidencia interna, sobre un acuerdoíntimo y preestablecido entre la conciencia y la leymoral y religiosa contenida en la Biblia. El hechoes que en la actualidad se encontraría difícilmentealguien que pudiera persuadirse de la certeza de larevelación divina por hechos sobrenaturales reali-zados hace muchísimos años y afirmados por mediode testimonios expuestos á mil dudas. Lo contrariosucedería mejor: gran número de cristianos no ad-miten los milagros sino como consecuencia de sufe en el Evangelio, resultado de una experienciainmediata, especio de hecho de conciencia. Es ab-solutamente preciso renunciar á demostrar la auto-ridad de Jesús por el poder que haya podido demos-trar sobre la naturaleza; se admitirá de buen gradoeste poder como una manera de complemento de ladivinidad de su misión, especie de alimento desti-nado más bien á sus contemporáneos que á lasgeneraciones siguientes. El milagro se va convir-tiendo en una especie de vestido palpable destinadoá revelar á las almas rudas y primitivas el premiode una verdad moral que quizá hubiera pasado des-apercibida. Expresándome así, indico la vía en quehan entrado buen número de apologistas que nosolamente se llaman cristianos, sino que hasta seapellidan ortodoxos. El cumplimiento de las profe-cías, por otra par.te, no está admitido en un sentidoexacto sino por algunos apologistas ingleses; laobstinación que han desplegado en defender estaenvejecida tesis demuestra tanta buena voluntadcomo ininteligencia; el anuncio de la fecha del na-cimiento del Cristo por la profecía de Daniel serásiempre la muestra más sencilla de este método qnelos prudentes del partido han desautorizado indi-rectamente cuantas veces se les ha apretado decerca. M. Arnold, como los jefes del protestantismoliberal, ha renunciado, pues, absolutamente á pedirla demostración de la verdad del cristanismo alaparato de la antigua apologética.

M. Arnold va más allá que estos últimos en unpunto capital: la importancia dada ala personalidadde Dios. En este punto, el protestantismo liberal,sustituyendo á los motivos de fe externos invocadospor la tradición de la Iglesia, motivos de creenciainternos tomados á la ciencia, se había guardadlomuy bien de tocar al substratum de la apologética,ó sea á la creencia primordial en una «gran causaprimera y personal, pensante y amante, el autor,el gobernador moral ó inteligente del universo»,como se expresa M. Arnold. La teología de SanioTomás de Aquino ha quedado siendo la base de lasramas más avanzadas del protestantismo innovador,como del catolicismo, con los matices que llevaconsigo la distancia. La fe en el Dios persona 1¡

Page 14: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8U REVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DE 4 8 7 6 . N.° 148

apercibida por el hombre natural, queda en estadode aspiración confusa fuera de la revelación hechaá Israel: aquí solamente se presenta en toda su cer-teza, en toda su precisión, y puede llegar á ser eleje de la verdadera vida religiosa. El Dios presen-tido por la conciencia, ¿se ha expresado de otra ma-nera que por los vagos deseos de los filósofos? ¿noha dado al hombre la ley precisa de que éste tienenecesidad? Esta ley, para el católico como para elprotestante, está contenida en los libros sagrados;para el primero, es el objeto de la enseñanza de laIglesia, que la hace aceptar á los fieles después dehaberle suministrado las pruebas de su autoridad ydo su derecho divino para enseñar; el protestantedemuestra la divinidad de la revelación por lo queél llama las pruebas de la autoridad de la Biblia. Entoda la primera parte del camino, los hijos de Romay de Ginebra caminan de concierto, para separarseun poco más lejos en la cuestión de la autoridad dela Iglesia y de la autoridad de la Biblia. Los protes-tantes liberales, á su vez, se separan de los orto-doxos en la manera de probar la autoridad de laBiblia; pero tienen como sus correligionarios la feinnata en el Dios personal que se ha manifestadoal hombre y se hace reconocer en la Biblia. «Asíes, dice M. Arnold, que las masas se preguntarándesde luego si es posible probar la existencia deose regulador moral é inteligente.» Pero como esteser escapa á los alcances de nuestros medios deconocimiento, es preciso entrar en una vía absolu-tamente nueva, y salir sin vacilaciones del caminoque se ha seguido religiosamente desde el segundosiglo de nuestra era.

Bajo el punto de vista filosófico, M. Arnold haroto con el protestantismo liberal, y será mucho

v más á propósito relacionar su tentativa á la doc-trina de la moral independiente. Los patronos deeste ensayo, que hizo bastante sensación hace unosdiez años, se habían preocupado del aislamientoen que se encontraban tantas almas rechazadas porlas enseñanzas de las iglesias oficíales. Observaronque la mayor parte de los hombres se entiendensobre las principales ideas necesarias á la conducta

. de la vida, y quisieron agruparlas alrededor de esasideas primordiales. La moral, pensaron, es indepen-diente de las deducciones que llevan á unos á creeren la personalidad divina y á otros á negarla en fa-vor de tal ó cual sistema. Las grandes verdades dela moral se revelan á todo el que escuche la vozde su conciencia, que habla lo mismo á todos loshombres. Esto es precisamente lo que sostieneM. Arnold, y no se le puede negar que es común elpunto de partida por ambos lados. Es una mismanegación de todo teorema metafísico.

Solamente que—y aquí empiézala originalidad deM. Arnold—el escritor inglés cree que la historia

nos ofrece el conjunto de verdades morales expre- ~"Nsadas bajo una forma perfecta, completa, definitiva, /

y él ha tenido la dicha de encontrar esta expresiónen la religión de su propio país, en el libro que latradición designaba como el depósito de la verdad.Pero se leía mal, y por esto se multiplicaban la in-diferencia y el disgusto; en adelante depende decada cual leer bien. La palabra moral sola es unpoco seca; habla á la fria razón más bien que al sen-timiento y á la voluntad; y expresa lo que es pre-ciso hacer, más bien que inspira acción. La palabrareligión tiene la ventaja de reemplazarla y exce-derla á la vez, haciendo sentir que la obligación deuna conducta recta es una ley de más vasto alcanceque el individuo; en ella se siente lá presencia deun poder que tiende á la justicia. En otros términos:si la palabra moral independiente se entiende en elsentido que se le atribuye hace algunos años y quele da el lenguaje, conviene llamar á la doctrina deM. Arnold una moral religiosa independiente, ó unamoral cristiana independiente de toda demostración —-metafísica. Lo que los libre-pensadores franceseshan querido constituir con el conjunto de ideas quehemos recibido sobre la actividad moral del indi-viduo, M. Arnold, inglés y protestante, lo ha inten-tado con ayuda de la tradición y de las costumbresde su país. Tiene sobre sus predecesores la inmensaventaja de consagrar los usos seculares de unapoblación tenaz en su manera de vivir. Por otraparte, es preciso examinar,—y vamos á hacerlo enseguida—si él mismo ha leído bien el libro cuya in-terpretación pretende dar á sus conciudadanos; enuna palabra, si la Biblia contiene lo que el escritoringlés cree haber encontrado en ella.

Comparar á M. Arnold con M. de Hartmann, comoparece indicar la preocupación común de reformareligiosa de sus escritos, es, como se ve despuésde lo que precede, oponer el genio inglés al genioalemán en toda su contradicción. La preocupaciónes la misma, porque se trata de dos espíritus igual-mente sinceros y religiosos: el método y los resul-tados son tan divergentes como es posible. La co-mún experiencia que permite poner estos dos nom-bres enfrente uno de otro, es la convicción de quela religión cristiana, bajo sus diferentes formas, esincompatible con las necesidades de nuestra época:á partir de este punto, los dos reformadores se se-paran para no encontrarse más. M. de Hartmannestudia el cristianismo en el conjunto de su desar-rollo histórico y le condena en todas sus formas, lomismo en la forma primitiva ^hebraísmo, doctrina deJesús) que en los ensayos de reformas más recien-tes en nombre de la doctrina filosófica contemporá-nea, que es el monismo. El judaismo y el cristia-nismo son dualistas; su filosofía es dualista, sumoral lleva el sello de este mismo conflicto, y su

Page 15: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° i 48 F. C. SOBRON. LOS IDIOMAS AMERICANOS. 84 8

culto tampoco escapa á el; son irreformables. ParaM. Arnold el cristianismo es una moral religiosa queencontró una primera y alta expresión en el ju-daismo y una segunda y definitiva forma en el cris-tianismo de Jesús; y á esto es preciso volver des-echando todas las supersticiones. El primer vicio dela apologética cristiana, vicio todavía subsistente,ha sido su intento de demostrar la verdad religiosapor medio de pruebas tomadas en el dominio de loincognoscible; suprimid el andamiaje y quedará eledificio.

Que M. Arnold conserve el cristianismo y queM. de Hartmann lo rechace, es, por otra parte, parael que quiera ver las cosas á fondo, un asunto muysecundario. Lo que importa es saber lo que ambosautores entienden por religión y lo que piden á lareligión del porvenir. Para el filósofo alemán, la re-ligión envuelve, como partes esenciales, una meta-física y una moral; el escritor inglés se atiene á lamoral y proscribe toda investigación ulterior. Lametafísica cristiana es condenada por M. Arnold,como por el autor de la Disolución del cristianis-mo; pero el primero no se preocupa de reempla-zarla, mientras que el filósofo de lo inconscienteestá convencido de que no será viable ninguna re-ligión si no da satisfacción igual á las necesidadesde la inteligencia y del sentimiento. Obstinadamen-te dominado por la idea de uns aplicación sencillaé inmediata de la idea religiosa á las tendencias y álas necesidades de la época, M. Arnold cree eviden-temente no lastimar ningún interés formal y dar unacontestación práctica á todas las exigencias razo-nables, con lo que se podría llamar, sin exagera-ción, sobre todo entendiéndolo en el sentido inglés,su positivismo religioso.

MAURICIO VERNES.(Reme scientiftque-.j

(Concluirá.)

LOS IDIOMAS DE LA AMÉRICA LATINA.

v. *BOGOTÁ, GUATEMALA Y PANAMÁ.

En los vastísimos territorios aquí incluidos habi-taban, y en varios viven aún, tribus indígenas cuyascostumbres, índole y demás no tenía apenas seme-janza alguna entre sí.

Más aún que su misma manera de ser, variabanlos lenguajes. En sólo la región del Orinoco erapoco menos que innumerable tal multitud.

• Víante loa número» 140, 141, 142, 144 y 147; píg». 872, 605,638, 69S y 794.

Es el país del Orinoco un verdadero laberinto deríos y de islas; preciosísima región hidrográfica queantes que ningún otro europeo remontó nuestrobizarro y memorable Francisco de Orellana.

Allá desde donde gira bello y tortuoso el rioGuirripa, hasta donde el Meta, ya de enorme cau-dal, mezcla silencioso sus aguas con el gran Orino-co, se extienden encantadoras y dilatadas vegas, encuya extensa comarca tenían enclavada la misión deSanta Teresa los padres jesuítas.

En tan risueño paraje, gozando de las tierras quizámás feraces del globo, habitaba y aun quedan mise-rables restos de la dócil nación Saliva, sujuzgada ydiezmada continuamente por los indios caribes.

Bien al contrario de otros indígenas, tenían lossalivas aborrecimiento á verter sangre humana,siendo no monos singulares bajo de otros con-ceptos.

Decían estos pacíficos indios ser hijos de la tier-ra, y que esta nuestra madre común broto' antigua-mente hombres y mujeres, como ahora espinas yabrojos.

Su carácter bondadoso y sus ideas acerca de lomalo que es derramar la sangre de sus semejantes,apenas les permitía defenderse cuando pérfidamenteles atacaban los caribes.

El idioma es la nación, ha dicho uno de nuestrosacadémicos, y el lenguaje de los salivas es un re-flejo de la índole de estos indios. Suave, alg'o gutu-ral, poco enérgico y no muy abundante, es fácil deestudiarse.

Como en contraste están, entre otras, las nacio-nes guayva y chiricoa, que incesantemente vagan ygiran sin tener casa, hogar, sementera, cosecha nimorad! fija; guerreando siempre una con otra en lainmensa vega que se dilata desde, el Meta hasta lasmárgenes del Ariari, país lleno de arroyos y sem-brado de lagunas.

«Gente briosa y atrevida, generación de gitanos órama de ellos, que entregada á una vida vagabunda,todo lugar fijo, aunque lleno de las mayores conve-niencias, les parece cárcel intolerable y remo degalera insufrible,» dice Gumilla.

Y añade:«Dos veces con ellos (después aún de otra tenta-

tiva) se formaron pueblos que, mediante á la ferti-lidad fabulosa del terreno, prosperaron, y nadiedudaba ya de su perseverancia; y con todo, en unanoche todos desaparecieron como el humo...

»De nuevo se emprendió la reducción en 1725con todo empello, después de recogidos á vidacivil en cinco pueblos, con grandes sementeras yexcelentes frutos; mas repentinamente tiró cadauno por su lado... y no han vuelto á verse más.»

Page 16: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

816 REVISTA EUROPEA.—24 DE DICIEMBRE PE 1 8 7 6 . N.° 148Sus idiomas no son menos agrestes y refrac-

tarios.La nación Betoya, de condición levantisca, tiene

su lengua dura, escabrosa, poco abundante y pla-gada de rr. Day raaguirra bicarru romú, robarraia-barrorracayú (porque me hurtáis el maíz, os he deapalear), es una frase betoya en que, además de lodifícil de tantas rr, hay lo polisilábico de las voces,que añade otra dificultad á su pronunciación paralos europeos.

La circunstancia de ser tantas y tan extrañas laslenguas comprendidas en esta sección, nos impidedar de ellas una idea general. Por otra parte, variosde los escritores de cada una de las gramáticasapunta algo de su naturaleza, y se cita en el cor-respondiente lugar.

Reseña biográñco-bibliográflca.

LION (Fr. Jorge de León). Misionero del ordende San Francisco, dice un cronista, escribió el Aríede la lengua de Copanabatla, por encargo del padreCasillas, provincial de Guatemala, y al propio tiem-po el Vocabulario de la misma lengua.

Esto en conformidad con un acuerdo tomado en elcapítulo que se celebró en el convento de Guate-mala en 1546 para impulsar el estudio de los idio-mas indígenas , disposición de que ya se hizo mé-rito.

LUGO (Fr. Bernardino). Este misionero ejerció elapostolado en la América equinoccial. Compuso laGramática general de la lengua del nuevo reino lla-mado Mosca; idioma propio de los indígenas delBogotá, dichos Muyscas ó Moscas, especie de Drui-das del Nuevo-Mundo por algunas de sus costum-bres.

Dicha Gramática está reputada como un excelentetrabajo por su buen método; tiene además un Voca-bulario del mismo idioma con equivalencia caste-llana. Fue dado á luz en Madrid en el año de 1619.

OLMO (P. Francisco del Olmo). Jesuíta á cuyocargo estaba la colonia de San Francisco de Borja,situada entre los rios Synaruco y Meta, tributariosdel alto Orinoco, establecimiento fundado en 1738 entierras pertenecientes á los indios dichos Saruros.

Este misionero escribió el Arte gramatical de lalengua Sarura y un Vocabulario sarura español yviceversa. Además un Catecismo cristiano en idio-ma sarura.

Él estableció en su colonia escuelas de leer, es-cribir y contar para enseñanza de los niños indios,dando á algunos más despejados nociones de latiny de música.

Se ignora el año de su muerte.CASTRO (Fr. Andrés Castro). Nació en la ciudad

de Burgos, donde profesó en la orden de San Fran-cisco.

Estudió teología en Salamanca; fue mandado áNueva-España, y allí se dedicó al ejercicio de la mi-sión, después de haber aprendido la lengua mejica-,na; mas habiendo tenido que situarse en el valle deToluca, se vio precisado á estudiar aquella lenguasumamente dificultosa.

Compuso el Arte de aprender la lengua matla-tinca y Vocabulario matlazinca-español.

Compuso también, dice Torquemada (Fr. Juan),un Catecismo de la doctrina cristiana y Sermones detodo el año, en lengua matlazinca y de mucho méritoliterario.

Vivió cuarenta años dedicado á evangelizar en di-ferentes comarcas de América, especialmente enToluca.

Fue el primer misionero que penetró en aquellastierras; y refiriéndose al idioma, bárbaro y dificul-toso de aprenderse, añade: «antes que él ninguno lesupo, ni después de él tampoco en casi veinte años.»(Torquemada, Monarquía indiana.)

Estaba dotado de mucha paciencia para ejercer lamisión, haciéndose querer de los indios por su ge-nio afable.

Por eso le apellidaban el Apóstol de los matlazin-cas. Murió en el convento de Toluca el año 1577,casa fundada por el mismo Padre Castro, y en ellase conservan sus restos.

BRETÓN (Fr. Raimundo). Natural de Beaume, enFrancia, nació el año 1609. Fue fraile dominico ymisionero en el Canadá y otros puntos de América.Escribió la Gramática y el Vocabulario caribe/ranees y viceversa. Murió en 1679.

CHAUMONT (P. N.). Este jesuíta francés fue muchosaños misionero en América. Compuso la Gramáticade la lengua de los Hurones y un Vocabulario delpropio idioma.

Dice Rasles, en las Cartas edificantes y curiosas,que este misionero pasó más de cincuenta años en-tre los indios Harones. No dice dónde acabó susdias.

MUDARRA (Fr. José Mudarra), de Castilla la Nue-va, fraile franciscano, estuvo de misionero en Gua-temala y otras comarcas á principio del siglo XVII.Escribió el Arte gramatical de la lengua de Tehuan-lepec, que el historiador Padre Romeral dice ser di-ficultosísima; también un Vocabulario de la misma,con equivalencia española (1).

VILLACAÑAS (Benito de Villacañas), natural delpueblo del mismo nombre (Toledo). Fraile francis-cano muy docto, misionero en el Nuevo-Mundo. Es-cribió Nueva gramática de la lengua Cachiquel, y

(1) El distrito de Tehuantepec, formado por las tierra» del istmo desu nerabre, fue objeto de predilección del esclarecido Hernán Cortés.

Dice un autor americano moderno: «A Hernán Cortés debe atribuirsela primera idea de establecer una comunicación oceánica por esteistmo, etc » *

Page 17: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.°U8 F. C. SOBRON.—LOS IDIOMAS AMERICANOS. 817

amplió mucho el Vocabulario del propio idioma; en-señó á otros padres dicha lengua, según refiere unacrónica.

En la misma lengua escribió otro libro tituladoSucessusjdei ortodoxa, que trata del conocimientode Dios, etc.—Dice un cronista ser de mucho mé-rito en todos conceptos.

También pobló la villa de San Lúeas, trasladán-dola, por insana, de donde primitivamente se eri-gió al punto de Chichoy, con familias indias por élconvertidas que trajo del Rabiñal, en la provinciade Guatemala, y otros puntos.

Murió á la edad de 73 años, en Marzo de 16-10.CALVO (Fr. Pedro Calvo), monje dominico español

y misionero en Guatemala y provincias limítrofes;compuso una Gramática y Vocabulario de la lenguade Chiapa, por orden de su superior ei venerableFr. Tomás Casillas (Remesal, Historia de la provin-cia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, Madrid,año de 1619). Carezco de otras noticias de este mi-sionero. »

RIVERA. El venerable Padre Juan Rivera, jesuítaandaluz, fundador de la misión de San Francisco deRegis de Guanapalo, en el alto Orinoco; compusoel Arte gramatical de la lengua Achagua y Voca-bulario Achagua-español.

También Doctrina cristiana en dicho idioma (1).Hombre incansable en la reducción de aquellos

indios indígenas, padeció innumerables trabajos.Era al comienzo del siglo último, cuando se es-

cribieron esos libros.Su autor, ateniéndonos á los conceptos del eru-

dito Padre Gumilla, descollaba por su mucha ilus-tración y por una virtud sin fanatismo.

Se ignora dónde acabó sus dias.RASLES. El Padre Sebastian Rasles, jesuíta fran-

cés, fue enviado á las misiones del Canadá, á finesdel siglo XVII, por el superior de la Compañía.

Con el fin de propagar el cristianismo entre losindios de aquellas tierras, recorrió diversas comar-cas, viviendo principalmente en ftuebec.

Refiere otro jesuíta que el Padre Rasles tenía no-table disposición para aprender lenguas, y muchaafición para estudiarlas.

Eso hizo que llegara á poseer, además de variasde Europa, cuatro de los indígenas de aquella re-gión, siendo estas la abnakisa, la hurona, la on-taovaisa y la illinesa, en todas las cuales predi-caba.

Hablando acerca de la hurona, dice: «No se puedenegar que tiene la lengua de los salvajes verdadera

{i) El P. Rodríguez, en su Historia del Marañan y Amazonas, ha-blando ele la nación india de los Paez, dice que la grande capacidad 6

industria del reverendo Rivera alcanzó no solo á hablarles en su lenguasino también a hacer en ella el Catecismo. Refiere que los Paez ion lagente más bárbara e incapaz de América, é igualmente su lengua.

TOMO VIH.

hermosura, y un no sé qué de energía en el rodeo ymodo de explicarse.»

En otra parte dice que la dificultad principal detodas las lenguas de aquellas comarcas estriba en lapronunciación gutural de muchas voces, y por ellotuvieron que inventar signos especiales para escri-bir sonidos que no podían acomodarse con ningunade las letras del alfabeto. No hay equivalencia enotras lenguas.

Tienen muchos vocablos que no expresan sino conla garganta, exprimiéndolos sin dar movimiento álos labios. Ou es de esos caracteres, y así lo escri-ben con el núm. 8, para distinguirlo completa-mente de las demás letras. Dice que la hurona es lamás difícil.

Refiere Rasles que se pasaba parte del dia en laschozas de los indios para oirlos hablar, teniendoque estar con la mayor atención á fin de sorprenderlas circunlocuciones y genio de los idiomas, laconstrucción de las frases, los tiempos de las pro-nunciaciones y demás.

Compuso la Gramática de la lengua abnakisa yVocabulario de la misma, con equivalencia fran-cesa.

Hizo la versión del Catecismo de la doctrina enlas lenguas hurona y abnakisa, y varias oracionesen osos mismos lenguajes y otros más.

A continuación insertaré una estrofa de un himnoreligioso en tres lenguas, composición de este mi-sionero.

Murió este jesuíta herido en un combate en Nor-ridgewog, por los colonos ingleses del otro ladodel rio; en cuya celada perecieron algunos indiosque defendían al P. Rasles.

Según este misionero, las lenguas illinesa y on-taovaisa son secuelas de la hurona.

La estrofa del himno ¡Oh salutaris Hostia/ lavertió de esta manera á las lenguas hurona, abna-kisa é illinesa.

En lengua hurona.

Jes8s 8to etti Xichie8to etti Skuaalic-axeJchierche axera 8eustaD'aotierti xeata-8ien.

En abnakisa.

Kighist 8¡-nuanur 8in'nsSpem Kih papili goii damekNemían 8i K8idan ghabenkTaha Saii grihinc.

En illinesa.Pekiziame manet 8ePiaro nile hi NanghiKeninama 8i 8 KanghaMero 8inang 8sianghi.

Las cuales pueden traducirse en español:52

Page 18: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8 1 8 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

¡Oh Hostia saludable,Continuamente inmolada, y que das vida!Tú, por quien se entra en el cielo,Somos tentados... fortifícanos.

ARA. El reverendo padre fray Domingo de Arafue natural de la antigua villa de Galisteo, en Ex-tremadura, si bien alguno dice ser salamanquino.

No puedo apuntar noticias biográficas de sus pri-meros años; pero consta que antes de marcharcomo misionero al Nuevo-Mundo, ya había ejercidocargos honoríficos en algunos conventos de la or-den de Santo Domingo, á que pertenecía.

Honrábase con la amistad del célebre fray Barto-lomé de las Casas, á quien acompañó en su segundoviaje á América.

Persona de mucha instrucción, se dedicó á estu-diar la índole de diversos idiomas de dicho hemis-ferio, á fin de ejercer su profesión con aprovecha-miento entre los indios de distintas comarcas.

Compuso Nuevo arle gramatical de la lengua ca-chiquel y Vocabulario con equivalencia española, yvertió á ella el Catecismo de la doctrina cristiana,«por no aprender y trabajar tan sólo para sí,» dice.

Sobre el mérito de esa gramática dice Remesal«que los que siguieron después acá su método dehablar, salieron con su intento más que otros quefueron por otro estilo (con diverso autor), que aun-que quizá más elegante, es menos útil y acomodadopara con propiedad entender al indio.»

Fuó superior de los conventos de aquel país, y or-denó á los priores de cada uno que tuviesen los re-ligiosos conferencias sobre las lenguas indígenas,y á ese respecto quizá no hubo otro do tanto celo.

PAREJA (Fray Francisco). Nació en la villa de Cas-tro-Urdiales, provincia de Santander.

Profesó en la orden de Santo Domingo, y fuecomo misionero á Méjico á la mitad del siglo XVI.

Destinado después á la provincia de la Florida,aprendió la lengua de aquellos indios y vertió en lamisma la Doctrina cristiana y algunas oraciones.Creemos que su muerte acaeció en la misma pro-vincia de la Florida.

PARRA. Fr.íy Francisco de la Parra, dominico es-pañol, misionero de Costa-Rica y otros puntos deAmérica.

Dice un historiador de Guatemala que perfeccionóla gramática de ese idioma, añadiéndola caracteresapropiados á la pronunciación de ciertas voces.

Tradujo varias oraciones á la lengua cachiquel.TORRES (Fray Juan), monje dominico que tomó el

hábito en Santo Domingo de Méjico; era amigo par-ticular del célebre padre Bartolomé de las Casas yde D. Pedro de Ángulo, burgalés y obispo de Vera-paz, en cuya ciudad vivió algunos afios.

Dice un cronista que Torres tuvo un don particu-lar para las lenguas.

Otro historiador se expresa así:«El Padre Juan Torres había hecho mucho entre

los indios y sabía siete idiomas, que era por ciertomaravilla ver la facilidad con que las aprendía y másla destreza con que de ellas usaba; y en comen-zando á aprender una lengua se asía tanto de ella,que aun no oraba sino con los vocablos de lamisma.»

De orden de su superior Fr. Domingo Ara, com-puso el Arte gramatical de la lengua cachiquel conVocabulario, el año de 1548.

Posteriormente en diferentes parajes de Costa-Rica compuso otras gramáticas de lenguas indí-genas.

Cuenta el venerable Padre Remesal que «viendolos inconvenientes que resultaban de copiar los ma-nuscritos de las Artes por alterarlas el traslado, sedio orden al Padre Francisco Cepeda para que fueseá México y allí imprimiese las Aries de las lenguas deChyapa, la de los Zoques, la de los Celdales y la delos Cinacantecas; y así lo hizo, y las trajo impresasy muy correctas, con mucho gusto de los religiosos,que andaban cansados de tanta variedad, y aun concontentamiento de muchos indios cuando vieron suspalabras naturales de molde, pues los que no sa-bían bien el romance é ignoraban el latin, se comu-nicaban en su propia lengua.»

Las tres primeras gramáticas estaban escritaspor Torres, que vertió á todas las lenguas dichasel Catecismo.

URIARTE. El Padre Manuel Joaquín Uriarte, deBaquedano, pertenecía á la Compañía de Jesús. Nohay noticias del pueblo en que nació este abate es-pañol, y sólo sabemos que tenía un hermano inqui-sidor en Zaragoza y una hermana religiosa en elconvento de dominicas de Vitoria por cartas suyas ádichos hermanos, incluidas en las Cartas edificantesy curiosas de los misioneros de la Compañía. Tresson las de este misionero que andan impresas. Laprimera al hermano, fechada en Cartagena de In-dias á mediados de 1751, y la de la hermana en No-viembre del año siguiente, datada en la misión deTirirí.

En ambas aduce curiosísimas noticias sobre lascostumbres de los indígenas del Ñapo, del Cocay otras regiones de los Andes de Quito.

Dice á su hermana que salió para Tirirí, de ordende su superior el reverendo Martin Iriarte de Navar-rete, desde Quito, en Diciembre de 1750, permane-ciendo antes en el Ñapo.

De este rio dice:«El Ñapo, aun no lejos del origen, es mayor que

el Guadalquivir por Sevilla, y nace del Cotopaxi,que tiene un gran volcan. Va á desembocar al Ma-rañon, habiendo antes bañado muchas tierras de m-,fieles.»

Page 19: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 F. C. SOBJtON. LOS IDIOMAS AMERICANOS. 819

De la misión de Tiriri dice apellidarse así, por iestar frente á un gran peñón ó islote, que tiene en imedio el rio Coca, al que nombran de ese modo, y jpor extensión toda la comarca. |

Refiere en esta carta que tuvo que aprender ellenguaje de los indios de Tiriri, en cuya lengua mv,- \chas palabras son tan guturales que se comen, al jpaso que otras se dicen con las narices.

Y afiade:«Ahora pienso perfeccionar un medio Arte que

hallé aquí, y le daremos á la imprenta para alivio delos nuevos misioneros.»

En la segunda carta al hermano (D. José AgustínUriarte), fechada desde los Omaguas á 8 de Juliode 1754, le dice que no extrañe no haberle escritoen algún tiempo por haber estado bastante enfermo,pero que gracias á los caritativos auxilios de otrocompañero se hallaba adelantado en su convalecen-cia, y añade: «Comienzo ahora el estudio de nuevaslenguas, pues en las cercanías sólo hay tres dife-rentes. »

No decae en los demás párrafos el interés de estaepístola; ella, como las otras, aduce datos preeiosossobre diversos y varios motivos.

Refiere ciertas costumbres de los Omaguas, asicomo en las otras lo hizo de los indígenas del Ñapoy délos del Coca; y concluye la carta diciendo quedichos Omaguas tienen el uso caprichoso de enta-blillar á sus niños la cabeza, de manera que quedansiempre con una figura monstruosa; la cara ancha yla cabeza levantada sobre el nivel; cosa que ha cons-tituido naturaleza ya, en esa y alguna otra tribu,naciendo los niños con cráneos algo dislocados.

De los Payaguas, dice Uriarte que son gente pésimay carnicera, como que mataron varios misioneros.

Compuso también este benemérito misionero laDoctrina cristiana en la lengua del Ñapo, y amplióel Vocabulario del mismo idioma y español.

No se sabe dónde finalizó sus dias dicho compa-triota.

D'ETRK. El reverendo Padre Guillermo D'Etre,francés de nación, era jesuíta, que vivió muchosaños en las misiones españolas del Perú, Orinoco yotros puntos.

Nombrado segundo superior de las misiones delMarañony otras comarcas, debía de visitar países demuy diferentes y numerosas lenguas, tan deseme-jantes entre sí, que, como él mismo refiere, tienenunas con otras tan poca analogía como la francesacon la alemana.

Sabía muy bien la cortesana lengua quichoa, comoidioma general del país, y aun poseía algunos dialec-tos; mas le preocupaba la idea de que en sus pere-grinaciones, al desempeñar su cometido, habría detropezar á cada paso con gentes á las cuales nocomprendería en manera alguna.

Deseaba poderse hallar en su tránsito apto paraexplicar la doctrina y ocurrir á lo puramente nece-sario para la admiaistraccion de los sacramentosde confesión, casamiento, etc., y no era dable en-contrar ese número de intérpretes y menos llevar-los consigo. Era muy difícil obviar tantos inconve-nientes, puesto que tenía empeño en poder ser útildonde quiera que llegase. No se conformaba, dice,á recorrer casi en balde muchos parajes, más no seacobardó ante esas didultades.

Hizo buscar caciques é indios de alguna calidad,que además del quichoa hablasen lenguajes de dis-tintos territorios, y cambiando ideas con ellos, le-yéndoles la doctrina y otras materias en la lenguageneral, ellos le decían cómo cada período podíatraducirse en idiomas de varias comarcas.

De esta manera logró (en fuerza de maña y ar-mado de ejemplar paciencia) hacer una versión fiel,en diez y ocho lenguas distintas, del Catecismo de ladoctrina cristiana, adiccionado además con las ins~trucciones necesarias para la administración de losSacramentos.

Ítem, preguntas y respuestas precisas á disponerá los enfermos á una santa muerte, igualmente enlos propios diez y ocho idiomas.

Así, dice el autor, atendía á gentes cuyos idio-mas, en lo demás, desconocía.

Está este libro singularísimo trabajado de lamisma manera (hasta cierto punto) con que Catali-na II de Rusia halló la semejanza de cien palabrasdiversas de algunos idiomas de Europa con susequivalentes en las lenguas asiáticas.

Demás está encarecer una obra de este género:que su relevante mérito se encuentra al alcance delmenos instruido. Es de las más curiosas en lenguasamericanas.

¡Cuchita constancia exige tamaña empresa!No cita el padre D'Etre cada uno de los diez y

ocho lenguajes de su polígloto volumen; mas erauna de las lenguas la de los Iqniavates, tribus queviven á lo largo de la ribera oriental del Ñapo, delenguaje nasal y difícil.

Otra la de los Itucalis, pueblo de las márgenesdel rio Chambira-yacu, tributario del Marañon. Lade los Yameos, más abajo de aquellos por la parteNorte es la tercera; siendo la última que mencionala de los temibles Payaguas, bárbara como ellos yno muy copiosa.

Dice de estas naciones, que sus moradores sonarreglados en sus costumbres, y que no tienen la po-ligamia ni son feroces; excepción hecha de los últi-mos, de aviesa é inquieta condición, como es sabido.

De esta lengua hizo un pequeño Vocabulario eljesuíta Luis Coronado, misionero algún tiempoentre esa indómita nacionalidad.

«La mayor parte de la tribus del Marañon y

Page 20: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

820 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

afluentes, dice D'Etre, son tan groseras que nosaben contar: los hábiles no cuentan sino hastacinco, y muchos sólo dos 6 tres.

»Si el número que quieren explicar, continuaeste misionero, es cuatro, dicen dos, dos. Si cinco,muestran los dedos de la mano derecha señalandouno por uno; si van á enumerar diez, muestran losde la izquierda sucesivamente de la otra.

«Pero si el número que intentan decir pasa deüie¿, después de la anterior operación, se sientan entierra y señalan contando los dedos de uno ó ambospies, así hasta veinte, por mostrar uno en pos deotro los dedos de los pies y de las manos. Y es elmáximum, á que con ese rodeo llegan.»

Añade que es preciso tener mucha calma conellos para no irritarlos, y acomodarse á su manerade decir, pues no conocen otra; y que aun en laconfesión no expresan que un pecado le han come-tido tantas ó cuantas veces, sino que manifiestanque una vez, señalando, y luego lo han hecho otravez, etc.

Dice que los Omaguas le pusieron veneno en lacomida, y en otra ocasión le prendieron fuego á lachoza á horas altas de la noche, pudiendo escapará duras penas de morir tostado.

La carta tiene la fecha de 1734, desde Cuenca,ciudad importante de la actual República del Ecua-dor; y refiere que moraba en América desde 1706.

Vico. El reverendo padre Fr. Domingo de Viconació en la ciudad de Úbeda, de la bella Andalucía.

Perteneció á la orden de Santo Domingo, habien-do profesado en Sevilla, donde estudió filosofía yteología.

No hay noticia del año en que fue destinado comomisionero al Nuevo-Mundo, pero consta que sededicó en distintos puntos á la catequizacion de losindios.

Aprendió para ello varios idiomas y dialectos,especialmente la lengua cachiquel, en que fue muyerudito y en la que escribió muchos Sermones.

Se distinguió también por la curiosidad en cono-cer y estudiar las costumbres y usos de los indíge-nas de Guatemala y otras comarcas.

Dejó una prueba de su laboriosidad é instrucciónescribiendo un libro, Memorias de los indios, sobrelas tradiciones, usos, casamientos, idolatrías yotras cosas referentes á los naturales de aquel país.

Esta obra está escrita en la lengua cachiquel y enla de Verapaz, que es un dialecto de aquella, peromuy diverso de su raíz y más difícil.

Sobre este trabajo, dice el padre Remesal que esun libro de muchísimo mérito, de grande argu-mento y estudio. Otro autor refiere estar escrito consuma maestría y como quien posee los idiomas contoda perfección y elegancia y conoce muy bien elasunto sobre que escribe.

El P. Vico fue en compañía de Fr. Andrés López,de la misma orden, á la comarca de Acála, con elfin de catequizar aquellas tribus salvajes, en el añode 1555, llevando para su custodia porción de indiosamigos, ya cristianos.

Vanos españoles y el cacique de indígenas con-vertidos, conocedores del carácter traicionero de losbárbaros que intentaba catequizar, advirtieron coninsistencia al erudito misionero el grave riesgo quecorría en su filantrópica empresa; pero este héroe,que además del cumplimiento de su deber estabaanimado de un corazón valeroso, no paró atencióná tan prudentes avisos.

Por el contrario, viendo lo recelosos que los dela localidad se mostraban los primeros dias, atribu-yó su desvío principalmente á las armas que teníanlos que le rodeaban, y juzgando esto un obstáculoá sus fines, mandó retirar y guardar las espadas,broqueles y demás de su gente.

Mostróse así inerme y confiado á los salvajes dela comarca, y con efecto, comenzaron estos á lle-garse, afectando mansedumbre para cerciorarse deque sus huéspedes se hallaban desarmados y endisposición de ser sorprendidos.

Así las cosas, y cuando los dos misioneros se con-gratulaban de que habrían de hacerse oir entreaquellos semi-hombres, amaneció el dia 29 de No-viembre de dicho año, y combinando los de Acála unataque brusco, empezaron á descargar una nube deflechas envenenadas sobre el desgraciado P. Vico yalgunos de sus amigos que consecutivamente fueronllegando al sitio de la catástrofe.

una de las primeras flechas atravesó al mártirVico por la tráquea, y él, su compañaro Fr. AndrésLópez y treinta indios amigos murieron sucesiva-mente, á last de la mañana, víspera de San Andrés,dice el referido Remesal en su citada Historia.

Los demás indios amigos siguieron defendiéndo-se, una vez repuestos y armados, y pudieron abrirsepaso para volver á la misión de Coban; y ya que noles fuera posible conducir el cuerpo del queridoP. Vico, le separaron la cabeza y la llevaron consigoá dicho convento de Coban, donde la conservan allado del altar mayor de la iglesia de Santo Domingo.

El P. Andrés López, muerto también en ese dia,era natural de Aranda de Duero.

FÉLIX C. SOBROIS.

(Concluirá.)

Page 21: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.M48 JOBGE TICKNOB. 821

JORGE TICKNOR.La impresión general que la vida, las cartas y el

diario del americano Jorge Ticknor nos dejan, esuna admiración mezclada con sorpresa, tanto por laacogida excepcional que le dispensaran en el ex-tranjero, como por la estimación que supo inspirará sus compatriotas. Desde su primera aparición enla sociedad europea, Ticknor se ve tratado como eligual de todo lo que existía de más ilustre y distin-guido. Tuvo la rara fortuna de conocer tres gene-raciones de notabilidades, en Inglaterra, en Fran-cia, en Alemania, en Italia, en Portugal y en Espa-ña. Por eso le encontramos hablando familiarmentecon Byron, Walter Scott, Southey, Wordsworth,Moore, Campbell, Bogers, Sidney Smith, Hallam,Malthus, Mackintosh, Jeffrey, Levvis y Macaulay;con Benjamín Constant, Madame de Stael, Cha-teaubriand, Madame de Recamier, Guizot, Thiers,Tocquevilte, Lamartine; con Goethe, los Schlegel,Tieck, Blumenbaeh, Savigny, Humbold, Niebuhr yVoss; con Manzoni, Silvio Pellico y Nicolini; conPozzo di Borgo, Ancillon, Motternich, Antonelli yCavoar.

No menos agasajado de los principes que de lasdamas del gran mundo, de los hombres de Estadoy de los literatos, desde un principio se encuentraadmitido en los círculos más exclusivos, y obtienecarta de naturaleza en el barrio Saint-Germain deParis y en el Almack de Londres.

«En los círculos más elegantes y más aristocrá-ticos de Madrid es donde aprendo á conocer á lasociedad española,» escribía Ticknor en 1818 en sudiario fechado en la capital de España; y en verdadque pudo anotar lo mismo en casi todas las capita-les de Europa. Los respetos que se le tributabannada tenían de común con las atenciones trivialesque las cartas de recomendación procuran á losdesconocidos; merced á la ley de las afinidades, entodas partes vería cambiarse la amabilidad en simpa-tía, la simpatía en afecto y sus huéspedes en ami-gos; de esta suerte se aposenta en la casa de losmás ilustres de sus contemporáneos, alojando alternativamente enBoword, en el castillo de la Grangode M. La Fayette; en Val-Richer, en casa de M. Gui-zot; en Schlveshclsden, en casa del conde de Thun.

¿En qué consistía, pues, el atractivo irresistibleque le facilitaba la entrada en todas partes? Su exte-rior, su fisonomía, sus modales, nada tenían de no-table: no era ni muy insinuante, ni muy espiritual,ni muy flexible; su conversación no ofrecía nada deimponente; á decir la verdad, en los salones dondese prefiere la chispa del ingenio, el brillo de la fan-tasía, la movilidad del pensamiento y los refina-mientos de la palabra, al lenguaje sustancioso de

un erudito, de un filósofo ó de un viajero se le te-nía por un tanto ordinario.

En cierta ocasión, una francesa poco circunspectadirigió á quema-popa esta pregunta á Mackintosh:«¿Qué habéis hecho para que se os juzgue tan nota-ble?» «Preciso me fue, dice Makintosh, negociar conel porvenir hablando de mis proyectos de obras.»La reputación de Ticknor precedió igualmente á sustítulos, porque ya tenía cerca de cincuenta y seisaños en 1819 cuando apareció su Historia de la li-teratura española.

Existe una novela francesa titulada El arte deagradar, en la cual el protagonista cautiva todoslos corazones, obtiene todos los sufragios de unoy otro sexo, consigue éxito en todo lo que empren-de por medio de un sistema adecuado de adulación,gracias al cual aquel que sale de vuestra conversa-ción satisfecho de sí, no lo queda menos de vos-otros. Ticknor profesaba demasiado respeto á supropia dignidad, y desprecio á la lisonja, para va-lerse de tales expedientes. ¿A qué atribuir, pues, elencanto y la influencia que ejercía? El rasgo mássaliente de su carácter es el ansia de aprender; elmérito principal de su vida es su constancia enperseguir los problemas más elevados de la filoso-fía, de la moral y de la historia. Por eso atravesótoda la Europa en pos de la luz de este siglo quemás tarde analizó con tan rara lucidez.

Ticknor no lisonjeó jamás la riqueza, ni al rango,ni la moda, bajo el simple punto de vista de la va-nidad humana; mas cuando encontraba estos fútilesprivilegios ó estos empolvados títulos unidos á laciencia, á las cualidades y al mérito, no dejaba deservirse de ellos para conseguir sus fines. Como elautor del Lacón (1), opinaba que en todas las socie-dades vale más trabar .amistad con los que ocupanel primer lugar, no porque los más altos en catego-ría seEtn siempre los mejores, sino porque, si de-fraudan vuestras esperanzas, siempre podéis des-cender, mientras que una vez puesto el pié en elsuelo, no es tan fácil alcanzar un escalón superior.En el gran teatro de la vida, un billete de primerafila os proporciona entrada en todas las locali-dades.

Ticknor se distinguía personalmente por una mez-cla de entusiasmo y de buen sentido, por una granindependencia de miras y por una profunda admi-ración hacia el genio y la virtud: como parecía ins-tintivamente arrastrado hacia las naturalezas supe-riores, cualquiera que fuese su nacionalidad, seexperimentaba cierta satisfacción de amor propioen ser buscado por él.

El análisis que aquí nos proponemos hacer de la

Lucont Colección de maxímM, etc., ó Htiehii coi 18 en poco

Page 22: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

822 REVISTA EUROPEA. ir—24 DE DICIEMBRE DE 4 8 7 6 . N.* 148

vida y de las opiniones de Ticknor hará vec clara*mente si hemos encontrado ó no la verdadera solu-ción del problema. Además del interés biográfico,pudimos dar con dos volúmenes ricos en anécdotasbien contadas y de juiciosas observaciones.

El primer capítulo lleva por título Nacimiento yparentela, bosquejo biográfico. Los sentimientosde los americanos están con respecto al nacimientoen completa contradicción con sus pensamientosdemocráticos y republicanos. Tratan siempre, so-bre todo, de hacerse pasar por «hijo de familia,»según la antigua expresión: sus pretensiones danlugar alguna vez á cálculos imperdonables. Re-cuerdo, entre otras, las inquisiciones genealógicasde un yankee, ganoso de consignar que descendíadel conde de Warren, muerto sin posteridad en laépoca de los Plautagenets.

Cronwell, en su discurso pronunciado el 12 deSetiembre de 1674, declaraba igualmente que habíanacido gentil-hombre.

Ticknor, que era poco aficionado á ocuparse desus antepasados, nos da cuenta en breves términosde que su abuelo era un arrendatario. Su padre,después de haber obtenido los grados universitariosen el colegio de Darmonth, llegó á ser director dela escuela Franklin en Boston; pero no permitién-dole su salud soportar las fatigas de este puestoliterario, se dedicó al comercio, haciéndose espe-ciero. Después de haber vendido prosaicamentedurante diez y siete años jabón y bujías, se retiróal campo en posición de satisfacer con desahogosus modestos gustos y sus costumbres sencillas.Esta metamorfosis no enfrió de ningún modo, sinembargo, la estimación que sus conciudadanos pro-fesaban á Ticknor, padre, y conservó siempre supreponderancia entre ellos, gracias á la superiori-dad de su inteligencia y á su amor al progreso. Élfue quien principalmente contribuyó á establecer unnuevo sistema de escuelas primarias, y á él, enunión con su amigo John Savage, debe la Nueva-Inglaterra sus primeras cajas de ahorro.

La madre de Ticknor era también de origen cam-pesino; estaba ejerciendo las funciones de subdi-rectora de un colegio cuando se casó, muy joventodavía, con un médico llamado Curtes, que murióen 1784, dejando por toda fortuna á su viuda cua-tro hijos y una gran casa. Mad. Curtes utilizó esteúltimo recurso fundando inmediatamente un colegiode señoritas, á cuyo frente se puso ella misma: elrápido éxito que alcanzó el establecimiento la ligóde tal manera á su obra, que todavía conservó ladirección algún tiempo después de su matrimoniocon M. Ticknor.

Fáciles de suponer que con unos padres tan aman-tes de la enseñanza, Ticknor tendría que sufrir másbien los excesos que los defectos de la cultura in-

telectual. Su padre, en efecto, se consagró á hacerleprofesor y pasante. A los diez años el niño estabaya iniciado en lo que los siglos han producido demás grande, y maravillaba por su precocidad á losamigos de la familia que alguna vez le examinaban.Entró en el colegio á la edad de catorce años; perono hallando en él profesores tan capaces como su pa-dre y su madre, nuestro estudiante no llegó á sermuy fuerte en estudios clásicos. Sin embargo, eraapasionado de Horacio y sabia bastantes matemáti-cas para calcular el famoso eclipse de 1806 y tra-zar la proyección con alguna exactitud.

Ticknor, padre, á fin de llenar los vacíos de laeducación universitaria de su hijo, lo confió al salirde la Universidad á los cuidados y á la amistad doGardiner, hombre de un mérito real, tanto por natu-raleza como adquirido: Ticknor gozó mucho en estaselecta compañía y aprovechó aún más: durantetres años pasó una vida dulcemente ocupada, y des-pués fue colocado en el despacho de uno de losabogados de más nombre del Massachusetts. «Cum-plí mi noviciado, dice él, sin ardor y sin fe... evi-tando siempre que podía las espinas de la jurispru-dencia para releer mis autores favoritos en el textooriginal; mi padre, á quien no podía ocultar nada,percibió muy pronto que no era este mi camino.»Por cada diez jóvenes que abandonan una posiciónregular por la carrera de las letras, bien puede de-cirse que nueve no o bedecen más que á un deseode independencia ó de pereza, ó á ambas cosas á lavez. Mayor aún es la proporción de aquellos á loscuales el porvenir se encarga de demostrar esteaforismo de Walter Scott: «La literatura es un buenbastón, pero una mala muleta.»

No fue, en verdad, por indolencia ó ligereza porlo que el joven Ticknor decidió romper con el bufe-te en aras de la literatura, sino porque después dereflexionarlo bien, había comprendido que entre lacuria y él no cabía avenencia posible, y que nuncaconseguiría extirpar su aficiónalas bellas letras.«Mi padre, nos dice, comprendía que no faltaríanjamás en el país buenos jurisconsultos, porque elbufete ofrecía grandes atractivos para los jóvenesambiciosos y capaces; por el contrario, viendo cuanpocos se consagraban al cultivo de las letras ó á lostrabajos de imaginación, juzgaba que sería prestarun servicio, no sólo al buen gusto, sino á la culturapública, el favorecer á una condición tan poco de-seada.»

Si Ticknor, padre, aceptó francamente este cam-bio de plan, fue con la condición de que su hijo nopretendería hacerse un nombre en las letras, sinodespués de haber conseguido todo el desarrollo deque su inteligencia era capaz; pero al mismo tiem-po, á fin de precaverle contra el peligro de las pro-ducciones demasiado apresuradas, le falicitó bas-

Page 23: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 JOItGE T1CKNOR. 8 2 »

tantes recursos para librarle de toda preocupaciónpecuniaria.

Ticknor comenzó entregándose con ardor al es-tudio de la lengua alemana; mas tal era la falta delibros lingüísticos en el Massachuselts hace cin-cuenta años, que necesitó procurarse un curso detraducciones en un pueblo, un diccionario en otro,y una gramática, por fin, en otro distinto.

Aunque frecuentaba la mejor sociedad de Boston,Ticknor confiesa en sus Memorias que no hizo ver-daderamente su aprendizaje de hombre de mundohasta 1814, durante una larga expedición por Vir-ginia. Sus descripciones del Nuevo Mundo no sonmenos interesantes que las que nos ha dejado de lavieja Europa. Hallándose en Filadelfla, asistió á unbanquete, y cuenta con la mayor sencillez habervisto por vez primera en su vida un servicio com-pleto de plata para veinte cubiertos y varios criadoscon librea y cordones.

En Washington, el presidente Madison no sólo lehizo el honor de invitarle á comer, sino de ofre-cerle un sitio entre él y su señora, honor, nos dice,que le había valido sin duda la carta de recomen-dación de Adams. «Me sentí en un principio, escri-be, bastante embarazado y torpe, pero fui recupe-rando poco á poco mi serenidad, y arriesgué unaspalabras, cuya vivacidad é independencia consiguie-ron desarrugar un tanto la fisonomía siempre gravede mi huésped.»

Ticknor continuó aprovechando de este modo elcrédito de sus cartas de recomendación; Jefferson,el sucesor de Adams y el predecesor de Madison, leacogió con gran cordialidad durante su estancia enMonticello, hermosa y elegante mansión de campoque había hecho construir en la altura media de unamontaña. «Apenas habíamos tenido tiempo de exa-minar algunos cuadros, entró Jefferson: era todo locontrario de lo que yo me había imaginado, estoes,tenía una estatura de gigante y un porte majestuoso,pero sus maneras corteses y afables pronto hacíanolvidar lo que su aspecto tenía de imponente. Nadapodría pedirse á la recepción que nos dispensó: des-pués de haber dado las órdenes convenientes pararecoger nuestros equipajes en Charlolte-ville, noscondujo, para esperar la hora de comer, al salón derecepciones, estancia de unas dimensiones excep-cionales: el pavimento era un embutido de cerezoy haya, pulimentados y barnizados como la caoba.Esta sala, de 30 pies de elevación, y la antesaladonde se nos introdujo, formaban el centro de lacasa desde el piso principal hasta el techo. Entrelos cuadros ó retratos llamaban la atención los deCristóbal Colon, Américo Vespucio, Magallanes, LaFayete y Franklin. La biblioteca no bajaba de 7.000volúmenes; estaba clasificada en el catálogo segúnel sistema que Bacon formó sobre la división de

las ciencias. La edición más curiosa y que carac-teriza perfectamente el odio que Jefferson profesa-ba á la monarquía, era una reunión de obras quehabía hecho encuadernar en seis volúmenes conel titulo de Libro de los reyes. Esta coleccióncomprendía: Memorias de la princesa de Bayreuth,dos volúmenes; Memoria de la condesa de La Motte,dos volúmenes; el Juicio del duque de York, unvolumen; y por último, El Libro, un volumen. Estelegajo de los escándalos de la monarquía gozaba delfavor especial del filósofo; me lo mostró con unasatisfacción poco disimulada que no estaba muy deacuerdo con la gravedad que él exigía para tratarasuntos análogos.» La víspera del dia en que Tick-nor dejó á Monticello trajo un viajero la importantenoticia de la derrota de los ingleses delante deNueva Orleans.

Ticknor partió para Europa el 16 de Abril de1815; cuando dejó á Boston, Bonaparte se hallabaen la isla de Elba; lo primero que supo al entrar enMersey fue la llegada de Bonaparte á Paris, y elconflicto inexplicable en que de nuevo se veía su-mida la Europa.

«Entre todas las revoluciones que ha experimen-tado el mundo moderno, no se encuentra aconteci-miento tan extraordinario como éste; no se le puedemedir ni comprender: cuando Napoleón hubo deja-do la Francia, millones de hombres experimenta-ron un bienestar y un consuelo inefables; todos pa-recían renacer á la esperanza de bajar en pazá latumba y trasmitir intacta á sus hijos su herencia.Mas desde el instante en que el águila reaparece, laEuropa se contempla presa de espantosas desdi-chas. Dios sólo puede conocer laa consecuencias detodo esto, y puede conjurarlas; por muy terrible quellegue á ser esta convulsión, la lección que de ellasaldrá quizá sea necesaria para la purificación delos guiemos corrompidos de la Europa y el reposodel mundo.»

Estas reflexiones hacen honor al espíritu elevado,á los generosos sentimientos y á la profunda pers-picacia de Ticknor: por inverosímil que parezca, escierto, sin embargo, que muchos ingleses más ómenos apasionados por las preocupaciones de par-tido, no participaban de esta opinión. El doctor Paw,entre otros, á quien Ticknor halló en Hatton deviaje como él para Londres, se alababa de no acos-tarse nunca sin suplicar á Dios que concediese áNapoleón el triunfo y la gloria.

Como Ticknor no residió más que un raes enLondres, es de creer que haya aprovechado muybien el tiempo, porque antes de su partida se le vesolicitado por todas las notabilidades de entonces.El 20 de Junio, la fecha es memorable, fue recibido1

por lord Byron, gracias á una carta de recomenda-ción de Gifford, el director de la Quaterly.

Page 24: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8 2 4 REVISTA EUROPEA.- DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

En esta ocasión, tampoco las figuraciones denuestro joven viajero quedaron justificadas, por-que el exterior del noble poeta no era ni sombríoni melancólico como él se había imaginado. Excep-tuando su pié defectuoso, tenía el cuerpo derecho ybien formado, el rostro ovalado, franco y sonriente,sin dureza ni frialdad; los ojos pardos más bien quenegros; el aspecto natural y sencillo, sin malicia niironía. En esta entrevista entre Ticknor y lord By-ron, cuando los dos se esforzaban en mantener vivala conversación sin conseguirlo, fue cuando James(Surges entró en el salón como un huracán, di-ciendo:

—Se acaba de dar una gran batalla en Waterlóo:Bonaparte ha sido vencido. ¡Honor y gloria á We-llington!

—¿Es posible?—exclamó lord Byron con tono delque teme la confirmación.

—Nada es más cierto,—respondió sir James Bur-ges;—un ayudante de Wellington ha llegado ayernoche; yo lo encontré cuando iba á casa de ladyWellington; según el relato de este ayudante, elejército francés ha debido replegarse sobre el ca-mino de Paris.

Después de un instante de silencio, Byron replicócon viveza:

—¡Dios mió, cuánto lo siento! ¡Yo que contabavivir bastante tiempo para ver la cabeza de Castle-reagh colocada sobre una pica! ¡Es un sueño que lascircunstancias disipan!

Tal fue, dice Ticknor, la impresión que produjosobre el poeta la primer noticia de la batalla de Wa-terlóo.

El 22 de Junio, Ticknor encontró á lord Byron enun club literario, y se alegró mucho de verle enun sitio donde tenía por interlocutores personasque se consideraban iguales á él: la conversaciónrecayó naturalmente sobre la batalla de Waterlóo;los amigos del gabinete no dejaron de prodigar feli-citaciones satíricas á lord Byron, mas él las recibiósin irritarse, con gran sorpresa de Ticknor: á pesarde ello, persistió en sostener con calor que la situa-ción de Napoleón no era todavía desesperada.

Lord Byron, por lo demás, no ha ocultado nun-ca sus opiniones sobre este punto: las declara ácada instante en sus cartas y Memorias. Después dela batalla de Leipzig, Escribía:

«Aunque no me gusta la segunda manera de obrarde Napoleón, sus levas de hombres, sus movimien-tos de tropas, que manifiestan demasiado los artifi-cios del organizador, espero todavía que ha de darun gran golpe... Ser batido por hombres no signi-fica nada; pero por esos viejos estandartes de reyeslegítimos, ¡me parece una verdadera deshonra!Cubbett cree que es la consecuencia del matrimo-nio del emperador con la princesa austríaca: mejor

hubiera hecho, en efecto, en sostener á la protegidade Barras: por mi parte, no he tenido jamás confian-za en estos desposorios desproporcionados y le- .gales.» •,,

M. Ticknor encontró con frecuencia en Londres ásir Humphry Davy, uno de los más grandes científi-cos de nuestra época. Ticknor se sorprendió muchode ver un hombre de superioridad tan reconocidaen las ciencias amar las artes con pasión y la poesíacon locura. «Si se me pusiera en la alternativa, de-cía el sabio Davy, de elegir entre la pesca y la filo-sofía, mucho habría de vacilar antes de decidirme.»

Madame de Staél se complacía en decir que ladyDavy tenía muchos puntos de contacto con Carina,aparte de sus excentricidades y defectos. Entién-dase que Madame de Staél creía ser su misma he-roina. Ticknor, concediendo á lady Davy una ima-ginación viva y brillante, expedición en la palabra yelevación de espíritu, decía hablando de ella:

«Sin pretender compararla con Corina, la creo,no obstante, favorecida con dotes excepcionales.»

Davy dio cuenta á Ticknor de que hallándose enCoppet, Madame de Staél le enseñó algunas páginasde un trabajo que había comenzado sobre Inglater-ra, bajo el mismo plan de la obra sobre Alemania,aunque la mitad menos extensa. Madame de Staélpropuso á Murray el editarla mediante 100.000francos.

Lord Byron habla también de estos 100.000 fran-cos en sus Memorias.

«Un dia, habiendo ido á visitar á West en su estu-dio, dice Ticknor, nos contó, á propósito de su cua-dro en que pinta la muerte de Nelson, la siguienteanécdota: «Nelson iba á partir para su última cam-paña; yo me encontraba sentado frente á él en unbanquete dado en obsequio suyo. El ilustre-marinoexpresaba su disgusto por ser completamente inep-to para las Bellas Artes en general y para la pinturaen particular.—Sin embargo, me dijo, un cuadro queyo no puedo ver sin emoción es aquel en que ha-béis representado la muerte de Wolf. Me detengodelante de todos los escaparates donde se expone.A mi juicio, es vuestra obra maestra: ¿cuándo ten-drá, pues, una digna compañera?—Falta á mi ins-piración el elemento vital, le contesté, pero cuentocon que vuestro heroísmo me proporcione asuntopara otro cuadro.—¿Es cierto eso? replicó vivamen-te Nelson llenando mi vaso de Champagne; ¿es ciertoeso, M. West? Entonces deseo morir en la próximabatalla.—A pocos dias de esto, Nelson se embarca-ba. Ya se sabe de qué modo ha cumplido su com-promiso. Hé aquí cómo he cumplido yo el mió.»

Ticknor dejó la Inglaterra en el mes de Junio yllegó á Gcettingen, pasando por Rotterdam, La Ha-ye, Linden y Amsterdam, el 15 de Agosto de 1815.Goettingen era entonces la primera Universidad de

Page 25: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 JORGE TICKNOR. 8S!5

Alemania. «Experimenté, dice, al llegar aquí, elsentimiento del peregrino que alcanza á ver el san-,tuario de su fe.» Los placeres" de la sociedad, quepara todos son enervantes, no habían debilitado enTicknor la pasión de aprender. Se levantaba á lascinco y se acostaba á las diez, dedicando en susdoce horas de estudio partes iguales al latin, algriego, al alemán, á las matemáticas, á la teologíay á la historia natural. Respecto á las visitas, Tick-nor era muy parco. «Todo hombre, decía, que as-pire seriamente á ser erudito, debe contentarsecon ver á su mejor amigo una vez por semana.»Uno de sus recuerdos más divertidos acerca de losprofesores de Goettingen, es aquel en que relatacómo se complacía Blumenbach, cuya vena y hu-mor eran inagotables, en irritarle, estableciendo unparalelo entre los pieles-rojas y los americanos delNorte, doctrina que fundaba en la autoridad de losmaestros de la ciencia, como Buffon y Raynal.

En Octubre de 1816, Ticknor trabó conocimientoen Weimar con Goethe, que le habló largamente deWolfyde Byron. Decía Goethe á Ticknor «que nohabía concebido nada más novelesco que las peri-pecias de la separación que tuvo lugar entre elpoeta y su mujer.»

Teniendo presente la afición de los alemanes á lametafísica, se decía en otro tiempo que el imperiodel aire les pertenecía, como el de la tierra alaFrancia y el de la mar á Inglaterra: es preciso mo-dificar este juicio desde que los alemanes han arran-eado á Francia su privilegio y se proponen abierta-mente despojar á Inglaterra del suyo, si esto esposible.

En Noviembre de 1816, Ticknor recibía una cartaque le anunciaba su nombramiento de profesor deBellas letras en la Universidad de Harvard; se deba-tió durante un año por una y otra parte las condi-ciones pecuniarias del contrato; cuando estuvieronajustadas, Ticknor exigió, como última condiciónpara aceptarlas, el permiso de proseguir su viajede exploración literaria y científica por Europa,comprendiendo en él una residencia de seis mesesen la Universidad de Salamanca. Dejó á Alemaniaen 1817, y atravesando la frontera, pisó por primeravez el suelo francés.

Las reflexiones de Ticknor destruyen por com-pleto sobre este punto la teoría de Mine. Stael, lacual sostiene que el carácter nacional de ambospueblos no se distingue sino al llegar al Rhin. Tick-nor, por el contrario, pretende que desde Francfortá Strasburgo la población se trasforma gradualmen-te; se muestra más alegre, más abierta; cede conmejor voluntad al atractivo del aire libre, al gustodel aseo y compostura; es más excitable y másfina. En Strasburgo dominan todavía los rasgos tu-descos; se habla alemán hasta Luneville; pero aquí

todo se hace completamente francés: los habitan-tes, las habitaciones, los zuecos y los impuestos. Laobservación de Mme. de Stael hace más honor á supatriotismo que á su penetración. Nos recuerda elsentimiento de entusiasmo, pero poco sensato, conel que- ciertos franceses acogieron la declaraciónde guerra de 1870.

A las causas que han contribuido á formar la fa-ma de la conversación francesa deben unirse lasque han hecho considerar á París como la capitaldel mundo.

Una de las primeras comidas á que asistió Tick-nor en Paris, fue en casa de Mad. de Stael; no pu-diendo presidir su mesa por hallarse indispuesta,confió sus poderes á la duquesa de Broglie, su hija.Entre los convilados se encontraban aquel dia lordy lady Davy, Humbold, el duque de Laval, Schlegel,Augusto de Stael y la duquesa de Broglie. KAIIÍ fue,dice Ticknor, donde yo fui por primera vez iniciadoen los encantos de la sociedad francesa, tan céle-bre desde Luis XIV.» Este juicio no está muy fum-dado bajo cierto aspecto, pues hay que tener encuenta el carácter cosmopolita de esta reunión,compuesta en su mayor parte de extranjeros. «Enotra comida que tuvo lugar en la misma casa, re-lata Ticknor un poco más lejos, el más amable delos convidados era sin duda ninguna Pozzo di Bor-go, corso de origen y á la sazón embajador ruso enParis. La pequeña duquesa de Broglie le admirabatanto, que á cada instante se precipitaba en el ga-binete de Mad. de Stael para darle cuenta de loschistes y donosuras de este incomparable decidor;yo no entiendo cómo un extranjero puede llegar áposeer de este modo el genio francés; nada más de-licado y gracioso que sus dichos. Yo se lo hice no-tar á Schlegel, y me contestó que no le conoció otrorival más que Benjamín Constant.»

En la época más floreciente del siglo XVIII bri-llaban en la sociedad parisién cierto número deextranjeros distinguidos. Los nombres del prín-cipe de Ligne, Grimm, de Hume y de Walpole,son testimonios de esto. Ticknor dice que lo queél admiraba sobre todo en Pozzo di Borgo erala facilidad y la gracia con que lanzaba sus frasesepigramáticas, talento que los franceses estimansobre todas las cosas. Nadie ha sido provisto contanta abundancia de esta vena y aptitud como Ma-dame de Stael. En la época á que nos referimos,sus médicos formaban una verdadera guardia entorno de su lecho, y Ticknor fue durante largotiempo recibido en casa de ella sin lograr conocer-la. Por último, el 10 de Mayo de 1818, Augusto deStael escribió á Ticknor invitándole á comer el diasiguiente en la intimidad de la familia, y prometién-dole presentarle á su madre con ó sin el permisode la facultad de medicina.

Page 26: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

826 REVISTA EUROPEA.—24 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

«Llegué temprano, dice Ticknor; se me intro-dujo inmediatamente en la cámara de Mad. deStaél; estaba en la cama: su palidez, su debilidad,su abatimiento indicaban claramente largos sufri-mientos; el solo movimiento de sacar la mano parabuscar la mia, le costó un esfuerzo que me impre-sionó penosamente. Mad. de Staél lo percibió, y medijo: «No es posible juzgar por lo que estáis viendo;no soy yo, no es más que la sombra de lo que yoera hace cuatro meses, sombra que quizá desapare-cerá muy pronto.» Yo le contesté que no era estala opinión de los médicos. «Sí, continuó ella, lan-zando una mirada ardiente y como orgullosa anti-cipadamente del efecto que iba á producir; sí, lo sé,pero ellos muestran en esto tanta vanidad, que nome fío del todo; no me curaré jamás de esta enfer-medad, estoy bien segura.» La duquesa de Broglie,que oyó esta última frase, se fue á la ventana paradisimular su emoción. Madame de Staél lo perci-bió, y abandonó el asunto completamente personalde la conversación para hablarme de América. To-das sus reflexiones llevaban el sello de esa imagi-nación que presta una energía tan singular á susobras, y que la han hecho durante tanto tiempo elídolo de la sociedad francesa: observé que siempreque la ilustre enferma emitía una idea luminosa óenérgica, su lánguida fisonomía presentaba unaanimación que contrastaba singularmente con sudébil organismo, «Yo os considero, me dijo, como lavanguardia del género humano; sois el porvenir delmundo.» En la expresión que tomó su rostro al pro-nunciar estas palabras, vi que el orgullo de la mujerde genio conservaba aún en ella toda su vitalidad.»

(Qualerly Reviem).(Concluirá.)

CONTROVERSIA LITERARIA.

(EL ÚLTIMO DRAMA, BE ECHEGARAY.)

II.

Sr. Director de la REVISTA EUROPEA.

Querido amigo: Ya que generosamente concedióusted hospitalidad á mi desaliñado trabajo acercade un drama de) Sr. Echegaray, fuerza será quecomplete tan señalada como inmerecida mercedreservándome un rincón de su acreditada REVISTApara contestar al distinguidisimo escritor y celebra-do crítico D. Manuel de la Revilla, que, desde las co-lumnas de la Revista Contemporánea, ha impugnadomis humildes observaciones.

Sospecho, en verdad, que he cometido inexacti-tud diciendo que el Sr. de la Revilla impugnabamis observaciones; lo cierto es que acerca de ellasdice el mencionado critico lo siguiente;

«El trabajo del Sr. Sánchez Pérez tiene dos par-tes: una defensa del público que ha aplaudido eldrama del Sr. Echegaray, y una del drama mismo.»

Acerca de la primera parte, dice el Sr. Revilla:«La primera pudo excusarla el Sr. Sánchez Pérez,

pues nosotros no hemos atacado al público.»Con respecto á la segunda, dice:«De la defensa del drama del Sr. Echegaray no

podemos ocuparnos, porque nos falta espacio paraello. Mucho habría que decir sobre esta parte deltrabajo del Sr. Sánchez Pérez; pero por hoy basta.»

En cuanto á lo primero, claro es que nada tengoque decir. El Sr. de la Revilla entiende que noataca al público afirmando que ninguna obra delSr. Echegaray puede resistir la crítica más somera;que todas tienen innumerables defectos de fondo yde forma, y que la última es la peor de todas: elSr. Revilla juzga que no es ofensivo para los espec-tadores el recurso de compararlos con fieras en-jauladas á quienes el domador fascina, como medioúnico de expliear sus aplausos; yo entiendo y juzgode distinta manera; entre una y otra opinión no hede ser el encargado de elegir: el público, que áuno y á otro nos juzga, sentenciará como otrasveces: á su fallo me someto.

En cuanto á lo segundo, y como parezca que enese basta por hoy, que pone fin al párrafo reproduci-do, va envuelto implícitamente el ofrecimiento dedejar para otro dia ló mucho que hay que decir yde lo que nada se dice, claro es que debo limitarmeá esperar la contestación para replicar, si puedo, ópara confesarme vencido.

Y aquí habría yo terminado mi contestación pro-visional, si entre ambas afirmaciones no se hubiesedignado el severo crítico de exponer, como de micosecha una doctrina, que, según él, de ser acep-tada, destruiría por su base la crítica y la mismaestética, sirviendo, amén de esto, para ayudar altriunfo de la corrupción, al descrédito de la cien-cia, á la divinización del éxito y á la apoteosis deljuicio del vulgo.

Confieso ingenuamente que cuando vi caer sobremí tal cúmulo de cargos, me sentí abrumado por supesadumbre y en situación algo parecida, si cabe lovulgar del símil, á la del infeliz aldeano qua, admi-tido repentinamente en reunión de personas cultas,pretende imitar maneras que por completo desco-noce, consiguiendo sólo cometer torpezas sobretorpezas, ensartar necedades sobre necedades, yahora destroza el riquísimo vestido de la señora dela casa, y después derriba la mesa cuajada de pre-ciosidades artísticas.

Muy de veras deploraba yo haber penetrado te-merariamente en terreno vedado para mí, para lo-grar los resultados que el señor de la Revilla se

Page 27: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 A. SÁNCHEZ PÉREZ.T—EL DRAMA DE ECHEGARAY. 827

complacía en enumerar. Leí mi pobre trabajo, lo leítodo con justificado temor, y me convencí de que elcrítico no lo había leido con detenimiento: ni yo mehubiese atrevido á exigir de él tan costoso sacrificio.

Fácil es, muy fácil, extremar todas las ideas yllevarlas de ese modo hasta el ridículo; sencilloexagerar todos los principios, aun los más respeta-bles, y presentarlos en caricatura; las obras m¡;ssublimes se parodian con un poco de agudeza deingenio; pero ni este recurso, de éxito casi siem-pre seguro en polémicas sostenidas de viva voz, enque la impresión del momento tiene verdadera im-portancia, en que la pasión se sobrepone muchasveces al raciocinio, puede ser empleado en contro-versia sosegada y tranquila en que la defensa si-gue al ataque con algunos días de intervalo, ni elSr. Revilla, cuyo claro talento reconocen amigos yadversarios, podía apelar á recursos pueriles ytrasnochadas habilidades.

No: lo que hay es que el Sr. Revilla no ha tenidopor conveniente leer mi trabajo , y le alabo elgusto, bien que no pueda alabar del mismo modo laligereza de contestar á él sin conocerle.

Ni yo he dicho que la ciencia sea inútil para elcrítico, ni yo habría podido afumar que la expe-riencia basta para juzgarlas obras de arte ó paraproducirlas.

He dicho sí, y lo repito ahora, que las preocupa-ciones de escuela suelen oscurecer el juicio; he di-cho, y lo repito, que acaso (no me aventuro á más),que acaso la ciencia y el ingenio no son suficientespara producir yjuzgar las obras artísticas, si no vanacompañadospor la experiencia, el conocimiento delmundo y del hombre con todas sus grandes pasionesy todas sus debilidades; y que en esto opina lo mis-mo el Sr. Revilla, dícenlo claramente las siguien-tes palabras que, refiriéndose al drama El fruto ve-dado, escribe, por cierto en el artículo de que ahoratrato.

«El/ruto vedado, dice el Sr. Róvilla, es el dramaque puede concebir un colegial que tiene inspira-ción lírica, y que conoce de oidas el corazón humanoy la sociedad.»

Véase, pue3, cómo el Sr. Revilla considera nece-sario el conocimiento del corazón humano, el de lasociedad, para producir una obra dramática, y nopuedo suponer que lo crea innecesario para juzgarla.

Creería yo inferir ofensa á mis lectores, y aun almismo Sr. Revilla, si explicase ahora que, conside-rando como una necesidad la experiencia, no quisedecir, ni presumí que entendiese nadie, «experien-cia en hechos exacta y perfectamente idénticos álos que en la obra se presenten:» muchas son yde muy distinta índole las desgracias que puedenatormentarnos; muchas formas pueden revestir y enmuchas ocasiones distintas pueden nacer el triste

desengaño y la horrible desesperación; y en esteconcepto, sin exigir identidad absoluta de circuns-tancias, creo que la experiencia de Ja desgracia dacondiciones para juzgar la desgracia, que el conoci-miento práctico de ciertas situaciones facilita la rec-titud del juicio al estimar situaciones que con ellastengan analogía? y no creo preciso insistir en estaafirmación cuya evidencia me parece innegable.

Prescindo, por ahora, de tratar el grave asuntode la competencia del público en cuestiones de arte:no rehuyo la polémica, antes bien estoy dispuestoá sostenerla en los límites de mis escasos alcances;poro sin que esto envuelva censura á mi erudito ytemible adversario, creo que tal discusión peca-ría aquí de impertinente. Conste, sin embargo, yanticipo esta afirmación á fin de que no puedan ta-charme de reservada, que en mi opinión el juicio delpúblico (no el vulgo, como el Sr. Revilla dice) esmuy atendible y debe pesar mucho en la considera-ción del hombre estudioso, por grande que su cien-cia sea y aunque sean profundos sus conocimientos.

Para el público escribe sus dramas el poeta, parael público expone el pintor sus cuadros, para el pú-blico pronuncia sus discursos el orador, y ese pú-blico estimula al artista con sus aplausos: el mismoSr. de la Revilla escribe para el público, y aún deseala pública aprobación; no es posible, por consiguien-te, tener en poco, menospreciar con desden injustifi-cado el juicio de ese público, cuyos aplausos, cuyosvítores y cuya aprobación solicitan y anhelan losque más se jactan de desdeñarlo.

Sentado esto, y sentado también que en lo rela-tivo á la obra del Sr. Echegaray nada ha combatido,por hoy, mi estimable amigo de lo que yo tuve lahonra de sostener en mi anterior trabajo, pongofin á esta carta, demasiado extensa, manifestandoá uáÜd, señor director, todo mi reconocimientopor su excesiva galantería, y reiterándome suyo se-guro servidor Q. B. S. M.

A. SÁNCHEZ PÉREZ.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS

Ateneo de Madrid.

CÁTEDRA DEL SEÑOR V1LANOVA.

GEOLOGÍA AGRÍCOLA.

III.

Dada en la última lección una idea general de laihistoria terrestre, conviene á mi propósito, concre-tando más el asunto, ofrecer á vuestra considera-ción el cuadro de los terrenos eruptivos y de sedi-mento, dando de cada uno de ellos una sumariadescripción, con el fin práctico de aplicar estos co-nocimientos á la estructura geológica de nuestro

Page 28: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

8 2 8 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE. DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

suelo, con ia que tan estrechas relaciones tiene laagricultura patria. Con efecto, si la composición mi-neral de la tierra y del subsuelo dependen casi siem-pre de la naturaleza de las rocas que los constituyen,como, entre otras cosas, lo prueba la diferente ín-dole de las variadas circunscripciones agrícolas dela Península, tales como la Alcarria, la Alpujarra, laSerena, la tierra de Campos, etc., etc.; y si ademásha de buscar y encontrar el labrador en aquellosmateriales terrestres los medios más directos y efi-caces para mejorar las condiciones de fertilidad desus campos, oportuno y hasta necesario consideroel examen de la estructura y composición del suelogeológico para hacer después útiles aplicaciones ánuestra agricultura. Hoy, señores, cuando por todaspartes se nota cierta predilección por estas cuestio-nes, como lo demuestra el hecho muy significativode haber inaugurado en la capital del reino las con-ferencias agrícolas nuestro joven Monarca, de cu-yos augustos labios oímos anteayer frases tan elo-cuentes como enérgicas encaminadas á combatir laignorancia con todas sus fatales consecuencias, y áenaltecer el trabajo y la aplicación, conviene quesecundemos tan laudables propósitos; y ya que deagricultura so trata, empecemos por el principio,esto es, por el conocimiento de la composicióngeognóstiea de nuestra pobre España, para ver sipor este conocimiento previo logramos mejorar lascondiciones de fertilidad de sus diversas comarcas,en la cual debe fundarse su futura grandeza. Tantomás necesario es proceder así, cuanto que este esun estudio completamente nuevo y desconocido en-tre nosotros, no obstante su reconocida importan-cia. No se da á la Geología, á la Química ni á laFísica todo el desarrollo que se merecen en la or-ganización de las Escuelas de Agricultura, de cuyoarte puede decirse son aquellos ramos su principalapoyo, supuesto que de aquellos ha de sacar el pro-pietario las reglas y preceptos cuya oportuna yacertada aplicación imprimen el carácter científicosin el cual el arte de cultivar los campos se con-vierte en inconsciente y fatal rutina. Es precisodesengañarse, señores: ó se. estudian todas estasciencias en el sentido indicado y se completa laagricultura con el poderoso y eficaz auxilio de iamecánica y de la industria, ó aquella no saldránunca entre nosotros del deplorable estado en quehoy la vemos. El dilema es inevitable: ó se estudiamucha Geología, Química, Física, Historia natural yMecánica, y seremos ricos por los pingües produc-tos naturales que obtendremos y por su oportunatransformación; ó seguiremos siendo pobres por lapereza y la ignorancia.

Pero dejando i un lado estas consideraciones,inspiradas por el más acendrado patriotismo, empe-cemos nuestra obra dando á conocer lo que en estaconferencia me propongo.

Todos los materiales que vemos en la superficie,proceden, ó del primer enfriamiento y oxidación dela costra sólida, ó de la sucesiva aparición de lasrocas que se llaman hipogenas por venir de abajo,y también eruptivas por el modo como aparecieronal exterior. Sometidas empero después de su con-solidación á la inmediata y eficaz acción de losagentes exteriores, y principalmente á la del agua,de la atmósfera,del calor, electricidad, etc., se des-moronaron y disgregaron primero, y más tarde sedescompusieron químicamente, y arrastrados losdetritus por las aguas, dieron origen, como hoy lodan, á los terrenos llamados de sedimento y de

acarreo. De aquí la primera división que en el estu-dio de los materiales terrestres se hace en dosgrandes grupos, representado uno por las rocaseruptivas, y el otro por las de sedimento; cada unode estos se subdivide á su ve¿, aquel en eruptivashidro-termales, por haber intervenido en su forma-ción el agua y el fuego (granitos y pórfidos), é ígneasó volcánicas (traquita, basalto y lava); las de sedi-mento forman varios grupos, á saber: normales ymetamórfieas por haber sufrido alguna transforma-ción después de consolidarse (gneis y pizarras, ca-lizas sacaroideas, dolomía, termantídas, etc.); lasnormales, según que sean de sedimento químico ómecánico, forman otras divisiones subalternas, enlas cuales se incluyen las calizas, los yesos, las rocasmetálicas y las arcillas, las arenas y areniscas, etc.A estos grupos hay que agregar los de las rocasllamadas orgánicas por su procedencia vegetal óanimal, aquellas representadas por las resinas fósi-les, los betunes y los carbones-turba, lignito, ulla,antracita, grafito y diamante,—y éstas por el gua-no, las calizas y sílices orgánicas, etc.

Estos materiales hállanse dispuestos de diferen-tes maneras en la costra sólida, dando origen á lasformaciones y terrenos, éstos representando en suconjunto las diferentes épocas de la historia denuestro planeta, aquellas poniendo de manifiestolas diferentes causas que en todas ellas han actua-do: así decimos terrenos primarios, secundarios yterciarios; formaciones terrestres y marinas, lacus-tres ó fluviales, etc. Los terrenos se definen dicien-do que son conjunto de materiales que se han de-positado ó aparecido en un período cualquiera deldesenvolvimiento del globo; por donde se ve queen un mismo terreno, a! cual va unida la idea detiempo, pueden existir formaciones las más diver-sas, por cuanto estas representan el concepto deespacio y de actividad de las fuerzas que sobre ydentro do la tierra funcionan.

Para comprender la estructura geológica de unacomarca cualquiera, conviene en consecuencia es-tudiar los terrenos compuestos á su vez de forma-ciones, siquiera la claridad y el método exijan queno se confundan estos dos elementos que bajo di-ferentes aspectos la representan. Veamos? pues,cuántos y cuáles son los terrenos que en general seadmiten en el estado actual de la Geología, y des-pués será fácil averiguar los que imprimen carácterá la estructura geológica de nuestra Península; ycomo quiera que no ha de limitarse esta reseña á lasimple indicación de los nombres con que aquellosse conocen, sino que se completará su conocimientocon la breve descripción de los materiales que losconstituyen, de aquí la utilidad de esta reseña ensus aplicaciones á la agricultura.

Dos grandes grupos se forman con los materia-les terrestres; á saber, eruptivos y de sedimento;aquellos representan la primera capa de consolida-ción, que con las sucesivas "apariciones del inte-rior determinan una serie no interrumpida desdela oxidación de los granitos, por ejemplo, hasta laserupciones que arrojan de las profundidades delglobo los torrentes de lava que vomitan el Etna óel Vesubio y domas volcanes activos. Los materia-les de sedimento se hallan en forma de bancos ócapas en sobreposicion normal,» los más antiguossobre los materiales de primera consolidación, y losrestantes, los más modernos, sobre los anteriores;disposición que ha facilitado sobremanera conocerla edad absoluta y relativa de un terreno, pues

Page 29: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 LA CONSTITUCIÓN POLÍTJCA DE INGLATERRA. 829

cuando no experimentaron movimientos posteriores,siempre los estratos de encima son más moder-nos que los infrápuestos. Además de esta circuns-tancia, existe otra no menos importante para escla-recer el asunto, y es, que cada grupo de rocas es-tratificadas contiene una fauna y una flora, ó sea unconjunto de animales y plantas diferentes de los an-teriores y posteriores, y tanto más análogas á lasactuales, cuanto más moderno es el terreno. A fa-vor de todos estos datos, y en especial del último,que se llama carácter paleontológico, verdaderapiedra de toque que resuelve todas las dificultadesque en la práctica suelen ocurrir, se conoce hoy lahistoria de todas las vicisitudes de la tierra tan per-fectamente como la política, literaria ó religiosa deuna nación cualquiera. Fundados en tales antece-dentes, dividen hoy los geólogos Jos terrenos de se-dimento en cuatro grandes eras ó períodos de des-igual extensión é importancia, llamadas primaria,secundaria, terciaria y cuaternaria; las cuales hanrecibido los nombres da paleozoica, mesozoica, ceno-zoica, y neozoica, que, traducidos al lenguaje vulgar,significan época de animales antiguos la primera, deanimales medios la segunda, de animales recientesla tercera, y do animales modernos la cuarta y últi-ma. Como alguno de estos periodos representa porel número y potencia de sus materiales espaciosverdaderamente extraordinarios de tiempo, con elfin de facilitar la perfecta inteligencia do todos losacontecimientos que asi en lo orgánico como en loinorgánico terrestre ocurrieron, los geólogos admi-ten divisiones de distinto orden é importancia. Es-tas son en la época paleozoica cuatro , llamadasterrenos, que de abajo arriba son el silúrico, de-vónico, carbonífero y pérmico; tres en la meso-zoica, trias ó triásico, jurásico y cretáceo; otras tan-tas en la cenozoica, y son los horizontes eoceno,mioceno y plioceno; y, por último, dos, cuaternariay actual, en la neozoica, siquiera algunos autores noquieranveren este último períodode la tierra terres-tre sino el principio de una edad del globo que em-pezó y no ha terminado aún. Cada uno decstos terre-nos ofrece una composición mineral y orgánica pro-pia, junto con accidentes estratigráficos que sirvenpara distinguirle; asi, pues, el silúrico está repre-sentado por pizarras, cuarcitas, conglomerados si-líceos y poca caliza; en el devónico,.aunque siguenpredominando las rocas del anterior hasta el puntoque en muchos casos es harto difícil distinguirlos,á no ser por los fósiles que son diferentes, ya em-pieza á desarrollarse el elemento calizo; en el car-bonífero, así llamado por la ulla que contiene, seencuentran grandes bancos de mármoles negros,por lo común en la base, sigue la arenisca, y ter-mina por arriba por numerosas series de pizarrasarcillosas con las impresiones de las hojas y otrosrestos de las plantas, cuya fosilización formó aquelcombustible; este terreno, más que agrícola es esen-cialmente industrial," pues completa su riqueza lasgrandes masas de excelente hierro que contiene. Delterreno pérmico poco puede decirse, ya que su exis-tencia en la Península es todavía problemática. Eltrias ó triásico, muy desarrollado'por el contrario,se llama así porque consta de abajo arriba de arenis-cas, de calizas magnésicas y de arcillas de varios co-lores, mal llamadas margas, con yeso y sal; el jurá-sico casi puede decirse que en nuestro suelo se hallarepresentado por calizas, arcillas y margas, con es-caso elemento arenoso de colores oscuros en labase, más ó menos claros en la parte superior. En

el cretáceo adquieren nuevo predominio las arenasy areniscas, alternando con calizas, arcillas y mar-gas con excelentes condiciones para pozos artesia-nos. El terciario ofrece en abundancia calizas, ar-cillas con sal y yeso, margas areniscas y conglome-rados; y, por último, el cuaternario, formado á ex-pensas de todos los anteriores, se halla representadopor la más variada composición mineral y aún or-gánica, de donde procede su reconocida fertilidad.

En la lección próxima haremos aplicación de todoesto á la estructura geológica de la Península sobreel excelente mapa que tenéis á la vista, debido' ála laboriosidad ó inteligencia del Sr. Botella.

J. VILANOVA.5 Diciembre 1870.

SECCIÓN DE CIENCIAS MORALES V POLÍTICAS.

La Constitución política de Inglaterra.

Usó de la palabra el Sr. Fuentes, manifestandoque si bien se hallaba conforme con el Sr. Sánchezen rechazar el Jurado para España, creía, no obs-tante, que aquel orador no había dado una fórmulaaceptable para que la justicia se administre cumpli-damente en España y se destierren de ella los abu-sos que la afean.

Refiriéndose después al discurso del Sr. Iñigo,encuentra que si bien éste no había presentado laConslitucion aragonesa como digna de imitarse hoypor nuestros legisladores, no había dado tampocouna fórmula mediante la que esta imitación pudie-ra realizarse.

Haciéndose cargo del discurso del Sr. Montoro,manifiesta que no encuentra bien que éste hayaelogiado á la revolución francesa. No está confor-me con el Sr. Moret en afirmar que Cronwell fue elque devolvió á Inglaterra su Constitución depuradade los abusos ó injusticias que poco á poco se ha-bían ido introduciendo por los reyes; ni con el se-ñor Figuerola en creer que la prosperidad de Ingla-terra se debía en gran parte á la ruptura con Roma.Enrique VIH, dice, no dio la libertad á Inglaterra,antas por el contrario se la arrancó.

Afirmó después que si Inglaterra tiene libertadde conciencia, se la debe á los católicos y principal-mente á O'Concll, que con su palabra de fuego suporeivindicar esta libertad para sus hermanos los ca-tólicos perseguidos de Irlanda. Deplora el nuevoproceder de Inglaterra con Irlanda, y las cruelespersecuciones de que hoy son victimas los católi-cos en Prusia, extendiéndose después en una seriede consideraciones sobre estos puntos,

i —La presidencia concedió después la palabra alSr. Pedregal.

El orador hace presente que juzga, como el señorFiguerola, que Enrique VIII prestó un servicio emi-nente á Inglaterra rompiendo con Roma. Esto noobstante, Enrique VIII no puede ser consideradocomo un ministro del progreso, porque sus resolu-ciones pendían en gran parte de miras mezquinas; ypersonales. En su divorcio con Catalina de Aragrañafirma, á pesar de esto, que no es suya la culpaprincipal, sino del cardenal Woelsey, que con susconsejos le precipitó á tan desastrosa determina-ción. Cita, á propósito de esto, unos documentosdel Calendar inglés, por los cuales se echa de verclaramente que la vida matrimonial de Enrique conCatalina de Aragón ha sido muy distinta cosa de lo

Page 30: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

830 REVISTA EUROPEA.—— 2 4 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N O M

. 1 '

que vulgarmente se supone. Deplora, como el señorSánchez, las atrocidades que Cronwell cometió enIrlanda, pero recuerda á éste que alguna disculpamerecen después de las cruentas matanzas llevadasá cabo por los católicos en el distrito de Vester enlos escasos protestantes que allí existfan. La revo-lución inglesa concluye desgraciadamente con elestéril sacrificio de Carlos I. Es una mancha deCronwell ei no haber sabido resistir en esta ocasióná las exigencias del ejército. Afirma que Cronwellera partidario de la libertad religiosa, y si perse-guía á los católicos no era en calidad de herejes,sino como enemigos políticos. Afirma también queen tiempo de Cronwell existió libertad civil y polí-tica; sus violentas determinaciones con el Parla-mento, dice, tenían por objeto purificarlo de aque-llos gérmenes de-corrupción que en él se habíandesarrollado en tiempo do los últimos reyes. Losque condenan á Cronwell no recuerdan que la veni-da de los Stuardos Carlos II y Jacobo II se señalapor una feroz reacción, en la que se dio muerte ámultitud de inocentes. Estos hubieran conseguidoarraigar el despotismo en Inglaterra á no haberlessalido al paso la cuestión religiosa, porque aparen-tando estar de acuerdo con la Reforma eran católi-cos de corazón, y esto fue lo que precipitó su cai-da. La libertad política va siempre estrechamenteunida á la libertad religiosa. Si esta cuestión no sehubiera ofrecido á los Stuardos, la libertad no sehubiera salvado en Inglaterra. Ni el Parlamento niel Jurado eran bastante poderosos y enérgicos parasalvarla.

Tampoco en España las Cortes consiguieron sos-tener la libertad, aunque su firmeza y decisión su-peraron bastante á las del Parlamento inglés. Re-cuérdese, si no, á aquellos enérgicos procuradoresque se negaron á votar los subsidios que deman-daba Carlos I y después Felipe II. Mas aquí desgra-ciadamente la intolerancia religiosa secaba las fuen-tes de la vida. En Inglaterra, por el contrario, ladiferencia de las opiniones y la lucha de las ideashizo absolutamente necesaria la libertad. La perse-cución religiosa en aquel país tuvo lugar antes deGuillermo III, pero se desató lo mismo contra loscatólicos que contra los presbiterianos. La casa deHannover es la que trae la libertad á Inglaterra y enella se arraiga cada vez más el predominio de laCámara de los Comunes, hasta el punto de ser hoyel verdadero y efectivo poder del Estado, pues lamonarquía y la Cámara de los Lores se conservancon una misión reguladora por respeto tradicional.

Refiriéndose después el orador á nuestra patria,afirma que si bien Inglaterra gozó desde muy anti-guo del privilegio de la Carta-Magna, de más anti-guo todavía existían en Castilla y Aragón Códigosdonde se reconocen con mayor claridad los dere-chos del hombre y del ciudadano. Bien puede de-cirse, sin temor de ser parciales, que al adveni-miento de los Reyes Católicos gozaba España demás libertad que Inglaterra. El orador opina quenuestro país perdió sus sagradas libertades, no por-que los Comuneros fuesen vencidos en Villalar porel despotismo extranjero, sipo porque los Comune-ros no acertaron á oponer un rey á otro rey, un reyespañol á un rey extranjero, pues en aquellos tiem-pos no era posible levantar una bandera que no seamparase en el prestigio de la monarquía. Si hubie-sen hallado fuerza en doña Juana, cuya locura, porpor otra parte, nos parece muy problemática, laslibertades de Castilla y Aragón no se habrían extin-

guido tan pronto. La casa de Austria dejó de reunirCortes, y no quedando más poder que el del mo-narca, la tiranía se arraigó profundamente en nues-tro suelo. Esta casa consiguió extirpar los gérme-nes de contradicción religiosa, merced al execrablepoder de la Inquisición que la prestó su ayuda; y deesta suerte la libertad, no hallando válvula ningunapor donde respirar, quedó totalmente asfixiada.

Al producirse en Francia la gran revolución quereivindicó los derechos de la humanidad, este país,lo mismo que España, necesitó implantar las re-formas liberales repentinamente, porque venían vi-viendo bajo un régimen despótico. En Inglaterra,por el contrario, donde la libertad está consagradapor la historia, no se han experimentado desdesu gran revolución esas catástrofes y violentas sa-cudidas por que están atravesando necesariamentelos países latinos en este siglo, hasta que consiganpor completo afianzar sobre sólidas bases el impe-rio de la libertad.

—Contestóle el Sr. Sánchez, manifestando que,en su concepto, la historia y la filosofía del Sr. Pe-dregal no eran las que convenían á un pensadorimparcial, sino propias de un hombre de partido.—Refiriéndose á la participación que el cardenalWoelsey pudo haber tenido en el divorcio de Enri-que VIII, dijo que aquel no había preparado al reyal divorcio, antes por el contrario, con sus buenosconsejos había tratado de retardarlo todo lo posi-ble.—En cuanto á los documentos citados por elSr. Pedregal y á la famosa carta de Fray Diego Fer-nandez, pone en duda su autenticidad.—'Niega lasmatanzas y atrocidades que el Sr. Pedregal habíaatribuido á los católicos de Irlanda sobre los pro-testantes. Niega también que puede calificarse áCarlos II y á Jacobo II de tiranos ó déspotas, puesestos reyes suavizaron, á su juicio, muchas de lascrueles leyes que la revolución había estableci-do.—Afirma que la pérdida de la libertad, como detodas las grandes instituciones, está en la sofisteríay en la adulación, pues la libertad, como los reyes,tiene sus aduladores el dia del vencimiento.—Mani-fiesta que no ha habido hasta muy recientementetolerancia religiosa en Inglaterra, porque la Iglesiaanglicana no ha dejado dé perseguir á todas las de-mas sectas.—Defendiendo después á la Inquisiciónde los ataques que la dirigiera el Sr. Pedregal, ex-presa que los procedimientos de este tribunal eranmucho más justificados que los de los domas tribu-nales que entonces existían, aduciendo como prue-ba de ello el que Antonio Pérez no dudó en entre-garse á la severa Inquisición de Aragón.

Los famosos reglamentos de Torquemada si hoyse leyeran serían aplaudidos por los hombres másliberales; y en cuanto á su intolerancia, afirma quela Inquisición en Inglaterra ha sido más cruel é in-tolerante que la nuestra.

Rectificó brevemente el Sr. Pedregal, y despuésel Sr. Sánchez.

Madrid 14 Je Diciembre de 1876.

SECCJON DE LITERATURA.

Estado actual de la poesía en España.

El Sr. Reus lamentó, ante todo, que no se hu-biese formulado el tema, como el de la dramática,en forma interrogativa, sino como cuestión críticageneral; entendiendo que, acaso por no haberlohecho así, no se habían manifestado tendencias cía-

Page 31: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

N.° 148 ESTADO ACTUAL DE LA POESÍA LÍRICA EN ESPAÑA. 831

ras y distintas, que habrían hecho la discusión másconcreta y al propio tiempo más animada y soste-nida. Que los discursos hablan girado constante-mente, más que sobre el punto capital, sobre otrascuestiones pertinentes al tema, relativas y genera-les, tales como la del fondo y de la forma enel arte.

Dijo que la lírica, representación subjetiva de lascosas, como había dicho Hegel, se había resentidoen lo antiguo de la falta de libertad y del influjo dela imitación, y que por esta causa la lírica delsiglo XVI había sido medio lírica y medio épica, yen gran parte convencional y formularia. Y por loque respecta á nuestra época, si bien es verdadque lo mismo se vestían ideas nuevas con ropajeviejo como ideas antiguas con el de nuestro tiem-po, se había adelantado como nunca en esponta-neidad y en riqueza.

Pasando luego á preguntar si estaba ó no en de-cadencia la lírica á la hora presente, aseguró que,lejos de existir semejante decadencia, había alcan-zado tal florecimiento y esplendor, que seria me-nester cerrar los ojos á la luz para no reconocerlo.

A la poesía formulista y cortesana del Renaci-miento, excepto en algunos poetas como FrayLuis de León, Herrera, Rioja y Quevedo (y aunestos sólo en ciertas composiciones), había sucedidouna poesía verdaderamente lírica subjetiva, progre-sivamente independiente, y cada vez más adecuadaá sus fines; primero con el clasicismo de los Quin-tanas y Listas, después con el romanticismo de losZorrillas y Esproncedas, y luego con las nuevascorrientes que representaban Campoamor, Tassara,Becquer, Selgas, Ruiz Aguilera, Arólas, Grilo, Nu-ñez de Arce y otros muchos.

Con semejantes poetas, decía el Sr. Reus, ¿cómoes posible preguntar siquiera si estamos ó no endecadencia? Y añadía: ¿Sería por carencia de idea-les, ya que no por falta de poetas? Tocante á estacuestión, entendía el Sr. Reus que no había seme-jante carencia de ideales, como aseguraba ciertopesimismo exagerado impropio de nuestro siglo, yque en vano pugna por imponer su deletérea influen-cia. Que los ideales de la poesía, aun cuando histó-ricamente se transformen, son eternos; que hoy,como ayer, la religión, la patria, la naturaleza, elalma humana inspiran al poeta; que no ha muertoninguno de los géneros poéticos, antes bien sub-sisten, acrecentados con otros nuevos, hijos denuestra edad, como, por ejemplo, la poesía política,cultivada entre nosotros con grande acierto porTassara, Nuñez de Arce y otros; y que, aun supo-niendo que el mundo exterior dejase do hablar alpoeta, no por eso dejaría éste de tener ideales,porque le quedarían aún, agitando y encendiendoperpetuamente su espíritu, sus pasiones, sus espe-ranzas y sus recuerdos.

Tratando después de las cuestiones incidentalesque más habían debatido oradores precedentes, estoes, la de fondo y forma, y la de la poesía didáctica,dijo en suma: que, respecto á la primera, no acerta-ba á comprender ese antagonismo que habían pre-tendido establecer algunos y que no atinaba á sepa-rar el fondo de la forma, por ejemplo, en el Moisésde Miguel Ángel ó en la Concepción de Murillo; y esque en la realidad no existe semejante separación,ni cabe establecerla sino acudiendo á abstraccio-nes más ó menos ingeniosas y sutiles. Y, por loque respecta á la poesía didáctica, el Sr. Reuscreía que las poesías no tienen por naturaleza, en

ninguno de sus géneros esenciales, semejante findocente, y que enseñaban indirectamente por laseternas relaciones de lo bello con lo verdadero ycon lo bueno.

—Instado por la presidencia el Sr. González Ser-rano á tomar parte en la discusión, usó de la pala-bra, y empezó su discurso defendiendo la trascen-dencia del Arte, que como forma de la vida ó fin dela vida, aunque no fin docente, no podía monos detener trascendencia, y trascendencia suma para lamisma vida. Que el arte no estaba, pues, en laforma, como había dicho el Sr. Valera; y á estefin recordó que el mismo Sr. Valera, á renglón se-guido, contradecía su misma afirmación al decirque Bismark planteaba en el terreno de los hechosla patria alemana que idealmente habían visto ycantado Schiller y Goethe.

Pasando á tratar después del arte moderno, leasignaba como carácter distintivo el de la conciencialeal consigo misma en la lucha gigantesca del siglo,gráficamente personificada en el Fausto de Goethe,y como él, harta del pasado, cansada del presente yrecelosa del porvenir. Creía que, efecto de estagran indecisión, unos poetas se inclinaban más alpasado, otros al presente y otros al porvenir, peroapoyándose más que nunca en su propia concienciay en las inspiraciones de su propio espíritu, cual-quiera qne fuese el ideal que cantasen.

¿Cómo se produce el arte? preguntaba el señcrGonzález Serrano. Se produce el arle, respondía,mediante el concurso de las fuerzas y facultadeshumanas, y se produce en la fantasía, espirituali-zándose los elementos sensibles y corporeándoseidealmente el espíritu. Que cuando al idealizar loselementos reales se supeditaba á ellos el poeta,nacía la épica, y que cuando no existía tal impor-tancia, cuando el poeta le imponía su idiosincrasiapropia, nacía la lírica.

De esta conclusión infería el Sr. González Ser-rano el maravilloso progreso de la lírica en nuestraépoca, porque el poeta puede en ella personalizarsemás, porque le es dado levantar más libremente elvuelo de su inspiración y reflejar los estados de suespíritu sin la forzosa sujeción á ideales externosy ptt.*onceb¡dos en que vivían los antiguos poetas.Que este visible progreso de la lírica podrá seguir-se con facilidad desde Quintana á Campoamor, poírejemplo.

Con este motivo, volvía el Sr. González Serranoá plantear la trascendencia del arte, deduciendo desus consideraciones anteriores nuevas pruebas enpro de aquella trascendencia, esto es, de que noestaba en el encanto que pudiera producirnos laforma artística; que había en ellas un más allá,algo que se manifestaba, y que este algo era elfondo, la concepción interna y personal del poeta,la realidad subjetivada por él en su espíritu; conclu-yendo con aquella palabra de Goethe, al ser excita-do á secundar en su patria á los revolucionariosfranceses: «Huyamos del presente; preparemos antetodo la patria querida, nuestra ciudad ideal.»

Hablaron después brevemente los Sres. Lozano yRodríguez Correa, y se levantó la sesión, anuncián-dose para la próxima el resumen de estos debatesque tenemos el gusto de ofrecerá nuestros lectores»en el primer lugar del presente número.

Madrid, 9 de Diciembre de 1876.

Page 32: REVISTA EUROPEA. · graciosas imágenes del poeta? El poeta la mira y la adora pura, inalterable, perfecta, fuera del tiempo y del espacio, como foco interno de creación ince-

832 REVISTA EUROPEA. 2 4 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 6 . N.° 148

UN LIBRO IMPORTANTE.

LAS GEÓRGICAS DE VIRGILIO,TRADUCIDASENOCTAVASREALES POR D. NORBERTO PÉREZ DE CAMINO, SEGUIDASDE UN «ARTE POÉTICA», ORIGINAL DEL MISMO AUTOR,Y PRECEDIDAS DB UN PRÓLOGO ESCRITO POR EL EXCE-LENTÍSIMO SB. D. MANUEL ALONSO MARTÍNEZ. — U NTOMO EN 8.", EDICIÓN DE LUJO, SANTANDER, 1876.

Las obras maestras de la antigüedad sin bue-nos traductores, podrían compararse á los vesti-gios que han dejado las edades estampados en lasrocas, las cuales son crónicas vivas y elocuentespara unos cuantos sabios naturalistas que tienen elenvidiable privilegio de leer en ellas las grandes ymaravillosas evoluciones del globo terráqueo; peropiedras informes, pedazos de tierra inerte y sinvalor alguno, testigos mudos de las trasformacio-nes terrestres, para el resto de la humanidad.

Así dice el Sr. Alonso Martínez en el breve y ele-gante prólogo que ha puesto al admirable trabajode su difunto tio el Sr. Pérez de Camino; y porcierto que no cabe comparación más exacta, apli-cándola á las Geórgicas de Virgilio, á pesar de lasvarias traducciones que existían. Fray Luis deLeón, Juan de Guzman, Cristóbal de Mesa y elmaestro Diego López, habían publicado traduccio-nes en prosa muy apreciables en su época, perodesprovistas hoy de todos los elementos que hacenecesarios el gusto moderno. En tiempos recientes,I). Eugenio de Ochoa ha publicado otra traducciónsin más pretensiones que la de ayudar á compren-der y saborear el texto de Virgilio; versión apre-ciabilisima, pero hecha en prosa, y sabido es quela prosa no puede llegar á expresar por completotodas las delicadezas de una poesía como la delcantor de Mésala.

Conformes con el Sr. Alonso Martínez en la ma-yor parte de sus apreciaciones, no hemos de imi-tarle, sin embargo, en la especie de frialdad conque presenta la obra del Sr. Pérez de Camino, frial-dad que sólo puede justificarse por la circunstanciade su parentesco con el autor. El Sr. Alonso Martí-nez no hace el más ligero juicio crítico de la tra-ducción, ni emite las frases encomiásticas que talobra merece; y aunque nosotros tampoco hemos dehacer ahora lo primero, no podemos dispensarnosde lo segundo en cumplimiento del deber que tene-mos contraído con el público.

La traducción de Pérez de Camino, no sólo es lamejor que se ha publicado, sino que revela unpoeta eminente, desconocido mientras vivió, ácausa de su gran modestia, y que sólo la tumba yel cuidado con que guardaba sus manuscritos, hapodido sustraerle á los aplausos de sus contempo-ráneos. Aunque postumos, digámoslo así. hoy selos tributan sinceros y espontáneos las personasilustradas, y esta es la mejor recompensa que po-día tener e) Sr. Alonso Martínez por dar á luz lasGeórgicas de Virgilio, las Elegías de Tibulo delmismo traductor que publicó antes, las Poesías deC'atulo que parece se están imprimiendo, y no sa-bemos si algún otro trabajo, fruto de la constanciay del talento del Sr. Pérez de Camino.

Hé aquí un poeta para quien el juicio público y laposteridad empiezan en un mismo dia. Dicciónclara, elegante y pura; fidelidad en el concepta yen la expresión poética; inspiración constante, di-gámoslo así, para recoger y conservar las más su-

tiles delicadezas del autor; en una palabra, trabajodetenido y concienzudo como pocos, ¿qué máspuede pedirse á un traductor?

No tememos, pues, que se nos tache de exagera-dos si decimos que la publicación dd las Geórgicasde Virgilio traducidas por D. Norberto Pérez deCamino, es un verdadero acontecimiento literario,por el cual debemos inmenso agradecimiento aleminente hombre público que, aun rodeado de lasagitaciones inherentes á la vida política, tiene tiem-po y gusto para honrar la memoria de un parientey las letras patrias con una publicación como la quenos ocupa. Si esto es ser simplemente aficionadoen literatura, como se considera á si mismo el señorAlonso Martínez, preciso es confesar que no haríanotro tanto, en iguales circunstancias, algunos lite-ratos de profesión, aun disponiendo de los mediosnecesarios.A las Geórgicas, sigue en el elegante tomo á que

nos referimos, un arte poética escrita por el Sr. Pé-rez de Camino siete años antes que diera á luz lasuya Martínez de la Rosa. Permítasenos concluirestos apuntes, copiando algunas octavas del can-to VI de este poema, canto dedicado por el Sr. Pé-rez de Camino á dar consejos á los poetas.

Mil artes sufrirán grados diversosQue pueden ocuparse sin desdoro.No á Ronci negarán votos adversos,Aunque no sea un Loli, arco sonoro.Masen el arte bello de hacer versosEscoria es infeliz lo que no es oro.Quien no sube á la cumbre, ingenio oscuroSe arrastra con Gobeo en polvo impuro.

Si á mí te presentaras simple humano,Verte imperfecto ser no admiraría,Mas cuando, desatando un labio ufano,Te dices el amor del Dios del dia,El eco de su acento soberano,¿Quién podrá en tí sufrir la medianía?Habíame como un dios, si un dios te inspira,Y si nó, audaz mortal, rompe tu lira.

No hagas el distraído y silencioso,Ni tomes un aspecto extravagante;Descubre este aparato artificiosoLa pueril suficiencia de un pedante.Ni por eso serás más armonioso,Ni por eso serás más elegante;Serás risible autor, y harás que duraSe agrade en perseguirte la censura.

Cultiva la amistad, muéstrate urbano.Honrada sociedad blando frecuenta.No hagas de tu palabra un juego vano,Ni grabes en tu honor mortal afrenta.Cierra tu corazón á ese tiranoNegro furor de envidia macilenta,Que del sagrado monte la serenaCima convierte en turbulenta arena.

Aunque el dulce Batilo, suave Orfeo,Suspenda del Písuerga los raudales,¿Por qué, si bellos son, dulce recreoTus versos no serán de los mortales?¿Quieras ahogando un sentimiento feo,Vengarte con honor de tus rivales?Deja el pérfido oficio de mordellos,Y haz resonar la lira mejo'r que ellos.

E. M.