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REVISTA EUROPEA. NÚM. 224 9 DE JUNIO DE 1878. AÑO v. v TUñnrnI I inflUllil DE LOS CHINOS. (1) Se podría formar una biblioteca con los libros escritos desde hace setenta año;; sobre las supers- ticiones populares. Esto estudio, desconocido en el siglo payado, ha llegado á ocupar, al mismo tiempo que la etnografía y la filología, de la 3 que es hermano, un lugar importante en la cien- cia y I a filosofía. De algunos años á esta parte se ha abierto á nuestra curiosidad uno de lo.* más grandes depó- sitos de suparstic iones populares. La China, ri- gorosamente amurallada contra los hombres de Occidente, habia carecido siempre de intérpre- tes entre nosotros. Los viajeros no habían po- dido conocerla mas que por fuera; los misioneros la habían disfrazado; solo por las brechas del cañón han podido pasarlos hombres de estudio. Aún no han podido explorar seriamente las re- giones del interior, donde las costumbres y las ideas se han conservado evidentemente mejor que en las costas. Pero desde que las tradiciones nacionales les han hecho dueños ríe.una parte de sus secretos, so han encontrado en un ver- dadero bosque de -mitos dol que se necesitarán probablemente algunos siglos para extraer la filosofía. Los ingleses son los más ricos en colecciones de folk-lores. Esta palabra, inventada reciente- mente para expresar el conjunto de las creencias populares trasmitidas de generación en genera- ción, no tiene equivalente en nuestra lengua; su traducción literal serla doctrina de las genios. Era natural que los ingleses, viajeros, observa- dores y colonizadores por excelencia, reportasen de sus peregrinaciones la más amplia cosecha en este genojo. Por una concidencia favorable al nuevo estudio, el Reino-Unido es, entre los tres • pueblos que lo componen, muy rico también en (I)' The Folk-Lore ef China, por Deunys. Un vol. en 8." Hong.Kong. TOMC 5 1 tradiciones y supersticiones populares. Posee, además, en sus dominios septentrionales, Bhet- lands, Orcades, etc., poblaciones impregnadas de la mitología escandinava. Los etnógrafos te- nian, pues, sin salir de entre ellos mismos, pun- tos de comparación entre las ideas cuyas huellas descubrían en las demás familias de pueblos y las que se han conservado en la familia ariana. El reverendo John Doolittle ha sido el primero en aprovechar e<)ta ventaja, en lo que Concierne á la China. El primero que lo ha hecho de una manera extensa y con la conciencia de los re- sultados; porque Marco Polo, en el siglo XIII, y Halda, al principio del siglo último, habían he- cho ya curiosas observaciones Halde habia no- tado quo los taoseistas adoraban el signo místico del Swastika, cuya figura es con bastante exac- titud la de una cruz. Del mismo modo habia dado á conocor muchos hechos de superstición interesantes. Pero estos no eran más que fugitivos resplan- dores en los que no se podia ver una luz. Los estudios del.-reverendo Doolittle, publicados en 1-867, han venido á revelar la existencia de una fuente fecunda de materiales para la etnografía. El año siguiente, el reverencio Eidel, doctor en filosofía v sabio filólogo, dio sus Notes and Que- ries ou Óhina and Japón, á las que su gran repu- tación dé ciencia presta un gran valor. M. Ma- yers ha referido el culto del Dios de la literatura en China; M. Watters, las opiniones de los chinos respecto á ciertos animales; M. Kingmill, el origen místico de la dinastía de Chow; y M. Stent una multitud de leyendas que son otros tantos capítulos aprepósito para las colec- ciones de folk-lores: Pero todos estos trabajos eran fragmentarios; no descubr an más que una punta del velo que oculta á la misteriosa China. M. Dennys, muy sabio* en la lengua china y autor de una gramática del dialecto de Cantón, viene á rasgar ese velo. A cuanto han escrito ius antecesores añade él todo lo que ha apren- dido durante una prolongada residencia en el país, y en relaciones íntimas con la población. M. üennys tiene »amigos chinos, n lo cual no 45

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 224 9 DE JUNIO DE 1878. AÑO v.

v TUñnrnII inflUllil

DE LOS CHINOS. (1)

Se podría formar una biblioteca con los librosescritos desde hace setenta año;; sobre las supers-ticiones populares. Esto estudio, desconocido enel siglo payado, ha llegado á ocupar, al mismotiempo que la etnografía y la filología, de la3

que es hermano, un lugar importante en la cien-cia y Ia filosofía.

De algunos años á esta parte se ha abierto ánuestra curiosidad uno de lo.* más grandes depó-sitos de suparstic iones populares. La China, ri-gorosamente amurallada contra los hombres deOccidente, habia carecido siempre de intérpre-tes entre nosotros. Los viajeros no habían po-dido conocerla mas que por fuera; los misionerosla habían disfrazado; solo por las brechas delcañón han podido pasarlos hombres de estudio.Aún no han podido explorar seriamente las re-giones del interior, donde las costumbres y lasideas se han conservado evidentemente mejorque en las costas. Pero desde que las tradicionesnacionales les han hecho dueños ríe.una partede sus secretos, so han encontrado en un ver-dadero bosque de -mitos dol que se necesitaránprobablemente algunos siglos para extraer lafilosofía.

Los ingleses son los más ricos en coleccionesde folk-lores. Esta palabra, inventada reciente-mente para expresar el conjunto de las creenciaspopulares trasmitidas de generación en genera-ción, no tiene equivalente en nuestra lengua;su traducción literal serla doctrina de las genios.Era natural que los ingleses, viajeros, observa-dores y colonizadores por excelencia, reportasende sus peregrinaciones la más amplia cosecha eneste genojo. Por una concidencia favorable alnuevo estudio, el Reino-Unido es, entre los tres

• pueblos que lo componen, muy rico también en

(I)' The Folk-Lore ef China, por Deunys. Un vol. en8." Hong.Kong.

TOMC 5 1

tradiciones y supersticiones populares. Posee,además, en sus dominios septentrionales, Bhet-lands, Orcades, etc., poblaciones impregnadasde la mitología escandinava. Los etnógrafos te-nian, pues, sin salir de entre ellos mismos, pun-tos de comparación entre las ideas cuyas huellasdescubrían en las demás familias de pueblos ylas que se han conservado en la familia ariana.El reverendo John Doolittle ha sido el primeroen aprovechar e<)ta ventaja, en lo que Concierneá la China. El primero que lo ha hecho de unamanera extensa y con la conciencia de los re-sultados; porque Marco Polo, en el siglo XIII, yHalda, al principio del siglo último, habían he-cho ya curiosas observaciones Halde habia no-tado quo los taoseistas adoraban el signo místicodel Swastika, cuya figura es con bastante exac-titud la de una cruz. Del mismo modo habiadado á conocor muchos hechos de supersticióninteresantes.

Pero estos no eran más que fugitivos resplan-dores en los que no se podia ver una luz. Losestudios del.-reverendo Doolittle, publicados en1-867, han venido á revelar la existencia de unafuente fecunda de materiales para la etnografía.El año siguiente, el reverencio Eidel, doctor enfilosofía v sabio filólogo, dio sus Notes and Que-ries ou Óhina and Japón, á las que su gran repu-tación dé ciencia presta un gran valor. M. Ma-yers ha referido el culto del Dios de la literaturaen China; M. Watters, las opiniones de loschinos respecto á ciertos animales; M. Kingmill,el origen místico de la dinastía de Chow; yM. Stent una multitud de leyendas que sonotros tantos capítulos aprepósito para las colec-ciones de folk-lores: Pero todos estos trabajoseran fragmentarios; no descubr an más que unapunta del velo que oculta á la misteriosa China.M. Dennys, muy sabio* en la lengua china yautor de una gramática del dialecto de Cantón,viene á rasgar ese velo. A cuanto han escritoius antecesores añade él todo lo que ha apren-dido durante una prolongada residencia en elpaís, y en relaciones íntimas con la población.M. üennys tiene »amigos chinos, n lo cual no

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es cosa fácil para un europeo. Tiene el talentode g*nar su confianza y de hacerles comunicarsu pensamiento. Así su libro, en el que se fun-den todas las obras precedentes sobre la mate-ria, es como recopilación y como resumen dodatos originales el más completo que existe so-bre el interesante asunto de las supersticionesdéla China consideradas en, sus relaciones conlas supersticiones corrientes ó extinguidas delas razas arianas y semíticas.

M. Donnys ha dividido su obra casi como sihubiera podido hacer una enciclopedia de lassupersticiones: capítulo I,- ideas populares refe-rentes al nacimiento, al matrimonio y á lamuerte; capítulo II. de los buenos y los malosdias; capítulo III, de los encantos, los amuletosy las predicciones. Los demás capítulos se con-sagran, á las apariciones, los fantasmas, la bru-jería, las hadas, los animales fabulosos, etc., etc.

Nosotros cambiaremos este orden y haremosde tan numerosos materiales cuatro partes sola-mente: primera, ideas metafísicas fundadas sobreel conocimiento más ó menos yago de los fenó-menos físicos y de las leyes morales; segunda,ideas relativas á las tradiciones históricas y po-líticas del país; tercera, ideas puramente fantás-ticas, nacidas de1 sentido artístico; cuarta, yesta "es la qué especialmente nos interesa, ideassupersticiosas cuyas huella» se encuentran enlos pueblos de Ocidente.

í

En materia de supersticiones, tenemos nos-otros un número casi tan grande como los pue-blos orientales. La Francia es el país en quemás se han olvidado- pero en España, en Italia,en Portugal, en las orillas del Báltico, en laspoblaciones escandinavas y eslavas, reina todauna mitología que es la poesía de los ignorantes.Solo que el pobre putsblo que repite las leyendasy que practica, las supersticiones, las repite comofórmulas huecas y las practica maquinalmente.En general, la fe, la verdadera creencia no entraen ellas para nada. En Francia no se ven yamás que tres ó cuatro ideas supersticiosas queejerzan todavía influencia en los ánimos: el nú-mero trece, el viernes, etc.; las demás son recuer-dos privados de vida, de los que los mismos quelos traen á la memoria son los primeros que serien. Afortudamente para el honor del espíritu

humano y de la civilización, Sólo tienen un va-lor de fantasía. ,

En China, si los viajeros han comprendido yjuzgado bien, suce.de de otra manera muy dis-tinta. Allí todo el mundo practica las supersti-ciones, desde el Emperador hasta el último; y ailos mandarines letrados se inclinan secretamenteal escepticismo, se guardan do dejarlo ver. Elpueblo, en todo caso, es de una credulidad ejem-plar. La religión y las supersticiones so ligan enChina de un modo estrecho, y en lugar dehacerse como en otras partes trna guorra deconcurrencia, se sostienen mutuamente. M. eleHübner en su Paseo al rededor del mundo, hapintado perfectamente el estado del espíritu delpueblo chino. Vive, dice, con los poderes sobre-naturales, en la mejor armonía del mundo. Losfantasmas y los genios componen su sociedadordinaria' Cree oir á uno entrar por la chime-nea, ver á otro salir por la ventana, sentir á untercero cojerle por el cuello, y todo esto lo en-cuentra completamente sencillo. Es el sobrena-turalista más determinado que se conoce. "Para''él, los espíritus pueblan el espacio, no en elsentido espiritual y simbólico en que lo dijoSan Pablo, sino en el sentido positivo y real.

Tomando esta forma la creencia en lo sobre-natural, sirve necesariamente de. asiento á todaslas supersticiones. Como no hay una casa enChina que sus habitantes no crean frecuentadapor legiones de genios, se hace en todas las fa-milias un espantoso consumo de amuletos, he-chizos, exorcismos y encantamientos. Estascreencias son sinceras y religiosas. Todo verda-dero chino está persuadido de que se vén ó quese pueden ver laa almas al subir al cielo y flotaren los aires. La circular do la corte, enviada álos agentes diplomáticos para notificarles lamuerte del último emperador decia que ».su es-píritu se había elevado sobre las alas de un dra-gonn, fórmula elegante que el pueblo y aun lasclases altas tomaron completamente en serio.El lenguaje simbólico de los. sacerdotes, la pre-sencia fantástica de los hechiceros y la retóricade los' mandarines han creado en las cabezaschinas un caos de visiones.

Así pues, cuando se relacionan las supersti-ciones del extremo Oriente á las de Europa,conviene no olvidar que las primeras son vivasy las segundas letra muerta. Aunque entre nos-otros hayan tenido cierta fuerza en la Edad Me-

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día, solo muy escepcionalmente se han relacio-nado con la religión. En China;, por el contra-rio, Son la religión misma; constituyen el fondode la inteligencia del pueblo; sirven de sostén álas costumbres y á la moral. Do aquí procedeque la civilización china, edificada toda sobrementira, esté tan esencial y tan irremediable-mente atacada de muerte.

I I

Entre las supersticiones de la China fundadassobre un conocimiento vago de los fenómenos'naturales, figura la* creencia en el Fcng-shui,respecto á la cual ha escrito un importante fo-lleto el doctor Eitel. i Qué1 es el Fenci-shuñ Eldoctor Eitel responde en estos términos: uLapalabra Feng-shui, que significa viento y agita,nos parece expresar el esfuerzo que hace á tien-tas el espíritu procurando formarse un sistemade ciencias naturales, esfuerzo que, á falta de-toda observaciqn exacta y contrariado por elrespeto de las tradiciones, no puede tener éxi-to, M M. Dennys-, que no interpreta los hechos,sino que se limita á exponerlos, define de estemodo el Feng-shui: uñ sistema de geomancia quesirve para determinar la buena ó mala suertereservada-á las'localidades elegidas para edifi-car, plantar ó sembrar, enterrar los muertos,etc. Así, por ejemplo, se produjo una grandeagitación hace algunos años en la ciudad deHang-ehow. Habían muerto muchas personasen cierto barrio, y se quiso saber por qué laepidemia estaba localizada.

Pero en vez de consultar á los higienistas seacudió á los geomaricios. Estos mostraron losedificios de las misiones americanas situadas enuna eminencia, y declararon que allí estaba loque impedia al buen genio Feng-shui ejercer suinfluencia sobre la ciudad. Si se hubieran atre-vido, hubiesen ido en seguida á prender fuego álas habitaciones de los misioneros, en honor delFeng- shui. Pero como poco tiempo antes habíanrecibido una lección de las potencias* occidenta-les, so limitaron á ir á ver al cónsul de los Es-tados-Unidos, en Nigpo, y á ofrecerle la indem-nización qué él quisiera fijar por desalojar á susnacionales. El hecho no tenia, sin embargo,nada de extraordinario: en un país mal sanocomo la China, en donde la atmósfera estáconstantemente cargada, por consecuencia del

desbordamiento de los rios, de miasmas pesti- •lenciales, el menor obstáculo puesto á la cií-culacion del aire puede producir epidemias. Loextraño es que no se les ocurra á las poblacionesuna idea tan sencilla, que para todo chino, comopara los habitantes de Hang-chow, el Féfig-shui sea siempre un genio bienhechor y miste-rioso, cuyos caprichos es preciso consultar yrespetar.

Otra superstición que ha tenido igualmentesu origen en un fenómeno natural es la que con-siste en atribuir una virtud curativa á la sangrehumana. Haw dos años, dice M. Dennys, es de-cir, en 1874, se repartió cierto número de le-prosos por los barrios de Whampoa, atacando ymatando á los hombre.3 sanos que á su paso en-contraban, para beber su sangre y comerse susentrañas en la esperanza de curarse. Los chinos,generalmente, se comon el corazón1 de los que.van al suplicio, y beben su sangre. El doctorKennie declara, y M. Dennys confirma el hechocon su testimonio personal, que después do unaejecución es costumbre en Pekin empapar en lasangre bolas de materias esponjosas que so ven-den luego como remedios contra la tisis. A lacarne humana se atribuyen las mismas propie-dades. El coronel Yule, en su bella obra sobreMarco Polo, asegura que los verdugos chinos sehacen caníbales en interés de su salud. Como notodo el mundo tiene la suerte de hallar carnehumana fresca á su disposición, los niños que sedistinguen por su alta piedad filial so cortan á» símismos a%un pedazo de carne para curar á suspadres gravemente enfermos.

El Correo de Shanghai del mes de Noviembrede 1875 referia á sus lectores el siguiente hecho:

ii Hay actualmente en Soochow dos jóVcneaque se pueden citar como modelos de hijos. Te-nían á su madre enferma de peligro; eran po-bres, y el mayof de los dos hermanos fue á im-plorar la asistencia de un célebre doctor. Comono podían pagarle á buen precio, el grandehombre no quiso molestarse. En vano el pobrechico se arrodilló á sus pies; en vano se dio decabezadas contra el suelo hasta hacerse variasheridas. Volvió á su casa y contó á su hermanoel mal resultarlo de su gestión. ¿Qué hacer? Lapobro mujer se hallaba moribunda. Se les ocur-rió una idea: se "cortaron un trozo de carne delbrazo izquierdo, lo hicieron cocer en agua ydieron á su madre el caldo, Como se curó, ellos

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quedaron convencidos de que su sacrificio lahabia salvado.»

Este ejemplo no es el único. Durante el rei-nado del joven emperador que ha subido al tronobajo la tutela de sus dos madres, la piedad ñlialse ha puesto de moda, y si no es la piedad filial,es al menos el cuidado de honrarla. La Gacetade Pekín relata todos los hechos de este género,y los gobernadores de provincia presentan Me-morias pidiendo al soberano que los recompense.

¿No.se puedo, sin ir á buscar en la historia laexplicación de estas supersticiones, atribuirlascomo el culto del Teng-shui á nun tanteo de lainteligencia que aspira á descubrir las relacio-nes entre los fenómenos de la naturaleza ni Ifues-tros médicos da Europa, jno recomiendan lasangre caliente de los animales y su carne cru-da, en la mayor parte de lag enfermedades con-sumitivas] Cuanto más elevado es el animal enla gerarquía de los seres, más sustancias apropia-das á nuestras necesidades contienen su carne ysu sangro. El chino que bebe la sangre del eje-cutado, el padre que como un trozo de la carnede su hijo, no hace más que aplicar este princi-pio. El leproso que mata para chupar una san-gre pura, no vá completamente descaminado.Solo que en esto, como en otras cosas, no te-niendo los chinos el sentido de su creencia, lahan exajerado desviándola de su objeto y con-virtiéndola en una odiosa y repugnante supers-tición.

JEltloctor Eidelrefiere escenas de espiritismo,do sonambulismo y de mesmerismo que harianhonor á nuestros máa hábiles charlatanes. Enellas figuran las evocaciones de los muertos, lasplumas que escriben solas, las apariciones de es-píritus bajo la forma de llamas azules, todo, enfin, lo que la impostura puede sustituir al cono-cimiento exacto da los fenómenos naturales delmagnetismo y de la electricidad. Leyendo losrelatos del doctor Eidel, so creeria uno entrenosotros en el siglo xix.

La quiromancia es todavía una supersticiónnacida de la observación incompleta de la natu-raleza. En China se practica mucho. Un Manualde esta ciencia, en lengua indígena, dice quehay en la palma de la mano la línea de la longe-vidad, la línea de la fortuna, etc. etc. »Se puedever, dice, en la mano de un hombre, ai serárico, si será feliz, si tendrá hijos, si estos hijosVivirán, si se casará varias veces, n Esta es pre-

j cisamente la pretensión expresada frase po r

frase por nuestras diosas de la buena ventura.Y, en efecto, la forma, el movimiento, el gradode agilidad de la mano, tienen relaciones tandirectas con nuestras disposiciones físicag y mo-rales, que no es imposible para un observadoratento hacer de ellos algunas deducciones.

En lo que se refiere al arte nacional algunasveces han querido ver los recuerdos de una faunay de una flora desaparecidas: es más probableque el arte chino es la expresión del caos prorducido en las imaginaciones por la observación

.imperfecta de la naturaleza". Observar bien y verbien es en todas las materias el punto de parti-da del progreso. Loa chinos, que viven única-mente en las ideas abstractas y metafísicas, quecierran la puerta de su inteligencia á cuantoprocede de fuera, como cierran la entrada de supaís á la influencia extranjera, deben tener unarte estacionario y pueril. Además, el ideal re-ligioso y el ideal artístico se unen siempre. Comola religión se compone de creencias en los ge-nios, en los dragones, en las serpientes legenda-rias; como estoa seres han constituido siempreuna parte importante de la mitología antigua,

• el arte reproducé formas de animales fabulosos.Y como todo lo que obtiene la consagración deltiempo es venerable, "desde el modelo de unaponchera de porcelana hasta la Constitución delEstado, n la imaginación artística del pueblogira eternamente en un círculo fantástico decreaciones monstruosas:

I I I

De todas las ideas y supersticiones popularesde la China, coleccionadas por M. Dennys, lasmás interesantes son, sin duda, las que han te-nido, ó tienen todavía, sus analogías en Europa.Tal es, por ejemplo, la costumbre de agujerearel techo de la habitación en que muere algunoá fin de daT paso á su alma: en Escocia se abrela ventana con el mismo objeto. La mala suer-te que implica para un chino el encuentro deun sacerdote budista ó de una mujer en la calle,al salir de su casa por la mañana el primer diadel año, equivale á la superstición francesa é in-glesa do la premíete rencontre, ó fisot foot enigual dia. El autor refiere que una de susnietecitas, que vive con él en Hongr-Kong,mecía en cierta ocasión la cuna vacía de uno de

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sus hermanos: la nodriza, mujer del pais, se ar-rojó á ella, espantada, gritándole: »¡Desgracia-da, no hagáis eso, que vais á hacer morir alniño!" Y como éste, que se hallaba enfermo,murió, en efecto; la nodriza 35 toda la vecindadquedaron convencidas de que aquella desgraciase debia á la imprudencia de la niña. Además,Henderaon, en su Tratado de folk-lores de los con-dados del Norte de Inglaterra, ha consignado lacuarteta siguiente:

"¡Oh! rock not the eradle wlien the baby is not in,For this by oíd women is counted á ?in;Its á crime So Inhuman, it may no be forgi'en,Aud tbey that would do it ha'e lost sigut o£ heaven.n

"¡Oh! una cuna vacía no se mece!¡Nuestras madres nos dicen que es pecado!El que cometa acción tan inhumana,La esperanza del cielo habrá perdido.n

Las ceremonias observadas por las mujeresdel pueblo en el nacimiento de los niños ofrecenanalogías más curiosas aún con las que se usanen otros países. En Fuhkien se pone encima dela cuna un paquete de papel encarnado, atadocon un cordón del mismo color, conteniendojuncos, grano, dos huesos de chuletas, ajo, ce-bolla, un poco de carbón, pelos de perro y pelosde gato. En las provincias del Sur, dice el au-tor de la Vida social en China, se cuelga en la -cama unos pantalones del padre del niño, á loscuales se ata un pedazo de papel encarnado (élencarnado es el color propiciatorio) con unaspalabras escrita s, cuyo sentido es el de que pa-aen ó se.trasfieran á dichos pantalones todas lasmalas influencias que pudieran acometer al ni-ño. ¡Cosa singular! Esta costumbre existe, concorta diferencia, en Alemania y en Escocia. Enel primero de estos países, las aldeanas colocanen la cuna del recien nacido un paquete deofioglosis, mejorana azul, granos de cominonegro, con la manga derecha de una camisa delpadre y una inedia que haya llevado en la pier-na izquierda. En Escocia, dice Henderson, cual-quier objeto perteneciente al guarda-ropa pa-terno se considera como una salvaguardia parael niño.

La creencia en los espíritus guardianes de loscementerios, creencia muy estendida y arrai-gada en China, es esencialmente gaéüca. njSa-beis por qué un chino, dice M. Dennys, se hallamuy poco dispuesto á salvar á un hombre quese esté ahogando ó próximo á perecer de algunaotra manera? Pues hé aquí la razón. Todo ce-

menterio tiene un espíritu encargado de hacercentinela é impedir las profanaciones; este es-píritu es el del hombre últimamente enterrado.Cuando se deposita otro cuerpo en el cemente-rio, aquél queda relevado de su servicio. Seme-jante guardia no se tiene por agradable, y lapersona que, por un sentimiento de humanidadmal entendido, evita una muerte, condena alespírittl del último muerto á seguir por mástiempo .dando guardia, de lo cual no deja devengarse.

Una escena referida en el Correo de Inverness,en 1875, prueba que la misma creencia existeen dicho condado. Decía el corresponsal del pe-riódico:

HNO hace mucho tiempo pasaba embarcadopor delante de la encantadora islita de San-Mungo, que se halla situada en medio del lagoLeven y que desde hace siglos sirve de lugar desepultura á los habitantes de G-lencoe. Al mismotiempo que remaba, conversaba en lengua cél-tica con mi batelero:

- i Asististeis al magnífico entierro del otrodia, caballero?—me preguntó él.

—Si, h dije.—¡Ah! John era un hombre escelente, rico y

de buenas costumbre».—Indudablemente,—repliqué,—-era un buen

montañés.—¿Habéis visto á Donald?—prosiguió el ba-

telero;—no vivirá mucho tiempo.—•Si, está muy malo y temo que muera

pronto.—Taíiío mejor para John; de ese modo du-

rará poco su guardia.—No os comprendo: estando John muerto y

enterrado, jqué guardia tiene ya que hacer?• — jCómo, caballero, ignoráis que el espíritu

del último muerto debe vigilarlas tumbas hastaque otro muerto vaya á reemplazarle?

—No lo sabia,-- repuse;—-pero, ¿todo el mun-do cree aquí eso 1

— Siempre se ha dicho, caballero, y no sepuede hacer otra cosa que creerlo.

—-jSe sabe á punto fijo cuáles son esas fun-ciones de que habláis?

—No; únicamente se sabe que el espíritu estáencargado de guardar la isla de los muertoshasta que llegue su sucesor, n

Según el mismo periódico, no es sólo en elvalle de Glencoe donde existe esta superstición;

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la hay también en muchos condados de, Escocia.En Inglaterra, en Irlanda, en Escocia, en

Alemania., en loa Estados escandinavos, y aun

entre nosotros, se hallan á cada paso costumbreschinas. En China se le ocha por la cabeza á lanovia, el dia de sus bodas, un plato do arroz,.•símbolo de abundancia; y en las aldeas de loscondados Norte de Inglaterra, dice Hendersqn,se arroja al aire una bandeja de pasteles, cuyasignificación es-la misma (1). En la» ceremoniasdel casamiento se tiene el yugo estendido sobrela cabeza; otro tanto se hace entre nosotros. Seconsidera como un presagio funesto la extinciónde las velas encendidas en tales ocasiones; lasMemorias del reinado de Luis XV señalan unaccidente igual ocurrido mientras se celebraba

a misa de la bendición nupcial do María Anto-nieta. En China solevanta en peso á la noviaCuando entra en la casa de su esposo, á fin de quesus pies no toquen al suelo; lo. niismo se hace enciertos puntos de Inglaterra, y lo mismo, sehacia también entre los romanos.*

Nuestras supersticiones relativas a los buenosy malos días, se encuentran exactamente, entrelos chinos. Sólo que entre ellos son más genera-les que entre nosotros. En cada familia se poseeun calendario en el que so hacen indicaciones ental sentido con tanta seriedad como en nuestrosAlmanaques se marcan las fases de la luna. Losdías 1.°, 13 y 25 del mes son dias muy afortu-nados, el 6, el 7, el 18, el 19 y el 30, son, porel contrario, de mucha desgracia; y el 9, el 10,el 21 y el 22 son indiferentes, etc., etc. Ade-más hay dias buenos para ciertas cosas y malospara otras. Los hay favorables á las visitas, parala caza, para pasear los niños, y para sacar átomar el. ai re por primera vez á los recién naci-dos. fNo nos recuerda todo esto las supersticio-nes romanas, según las cuales presidia un dios óuna diosa cada uno de los actos de la vida? jNotiene todo ello vina estrecha relación con la cos-tumbre de los aldeanos ingleses de no cortar lasuñas á los niños sino en determinados dias, ycon la marcada repugnancia que tienen los nues-tros á mudarse de camisa en viérnesí

Si entráramos en el capítulo de los sueños,

(1) Esto costumbre se estieade á Sicilia, y se sabeque existia entre los hebreos, con la única diferenciade que alli era trigo lo que se echaba por encima di lacabeza de la novia,

sería cosa de no acabar nunca. Entre los chinoscomo entre los romanas y como entre nosotros,hay tratados completos de adivinación por me-dio de los sueños. Esta superstición, que escomún al mundo entero, ha salido naturalmen-te.del espíritu humano . Pero, hay tradicionesrelativas á las campanas, que nos parecen tenermás significación. Las dos campanas mayoresdel imperio—las de Cantón y de Pekín—sonconsideradas como poseedoras de una virtud mi-lagrosa. Una monografía indígena de la ciudadde Cantón refiere que la gran Kin Ghung fuefundida hace cuatrocientos años, bajo el reinadodel emperador Hung-Wu; pero que con motivode una profecía anunciando que lloverían cala-midades sobro la ciudad siempre que sonase, sele quitó el badajo para reducirla al silencio. Undia,,sin embargo, hubo un temerario que osóhacerla resonar, y murieron enseguida más demil niños de ambos sexos: se habia desencade-nado un espíritu. Desde entonces, los niños enCantón llevan campanillas atadas á, la cinturapara conjurar su mala influencia. Los ingleses,que conocíala esta'superstición local, supieronaprovecharse de ella en 1857: cuando empezaronel bombardeo de Cantón, sus primeros tiros fue-

_ron dirigidos á la torre; la campana, golpeada ensu borde inferior por una bala,. repicó, y ,en elaeto habitantes y guarnición perdieron toda es-peranza de resistencia. , ...

La campana gorda de, Pekin está habitadapor el genio de la lluvia. Si una persona que noesté autorizada la" hace sonar, torrentes-,de aguainundan la tierra. M. tteanys refiere un inci-dente que á él mismo,le ocurrió. Visitaba conunos amigos el. templo que encierra el mayormodelo de campanas colgadas que existe en elinundo, cuando á uno de ello3 le asaltó el deseode oir su sonido. Los sacerdotes se negaron enabsoluto á hacerla notar; pero una gratificaciónles decidió. Eu el momento mismo estalló unatormenta ruda, y empezó á caer el agua en abun-dancia.—»¡ Ya os lo habíamos dicho! n- -excla-maron á una voz los chinos.

Mas, ¿quién no conoce todas las supersticionesque se relacionan en Europa con el sonido de lascampanas? En Londres, el pueblo está convencidode que si la campana gorda de San Pablo suenade improviso, presagia graves desdichas en lafamilia real: en Francia, los aldeanos pretendenque cuando alguno oye á las campanas sonar

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L. QUESNEL.—LAS SUPERSTICIONES Y TRADICIONES DE LOS CHINOS. ' 711

solas, su fin está próximo. En cuanto á las cam-panillas que todos los jóvenes chinos llevan con-sigo á guisa de amuletos, es curioso observar queen el tiempo de Plino se daban á los niños cam-panillas montadas sobre un cabo de coral, comopreservativo contra la fascinación, y conside-rándolas con la propiedad de afirmar los dientes.Para este segundo objeto las hemos conservado,sin que á él se ligue ninguna idea supersticiosa.Cosa mucho más notable: el ephod, cinturon delgran sacerdote de los hebreos, estaba guarnecidode sesenta campanillas, porque desde tiempoinmemorial se ha atribuido á las campanas elpoder de ayudar á los hombres en sus combatescontra los espíritus de las tinieblas.

IV

El libro de M. Dennys, que resume cuanto hallegado á conocer respecto á las supersticionesdo los chinos por la experiencia de los demás yla suya propia, es una fuente riquísima do da-tos: en este concepto, ocupará e] primer lugarentre las veinte obras que ha consultado. Enella nos ofrece su autor hasta encantos escritos,cogidos por él en la Cuna de los recien nacidosy trazados en caracteres chinos. Este lujo es in-útil para la mayor parte de los lectores; pero sulibro no 3e dirige únicamente al vulgo: está he-3ho también para ayudar á los eruditos y-los sa-bios en sus investigaciones. Lo que tal vez seecha de monos en el autor es un poco de crítica,un poco más de su personalidad en su obra.M. Dennys parece haberse propuesto no inter-prstar nada, sino únicamente coleccionar mate-riales para los explicadores de leyendas y demitos. Ha experimentado un poco la influenciade toda preocupación exclusiva: á fuerza de bus-car hechos, de no ver mas que hechos, el senti-do de estos hechos se le escapa. Así es comocree descubrir en la costumbre común á loschinos y á los europeos de velar á los muertos,una práctica supersticiosa, cuando este uso es elproducto espontáneo de los sentimientos tiernosdel corazón humano. Asi es como se cree hallarindicios de unidad de origen, ó á lo menos devida social común entre los touranianos y losarianos, en lo que no hay más que efectos de launidad de organización física é intelectual entrelas diferentes razas que componen la humani-dad. Dándose las mismas causas, necesariamen-

te se ha de ver producirse los mismos efectos;dadas las mismas condiciones sociales origina-rias, debe verse al organismo humano atravesarlas mismas fases de desarrollo.

Esta observación se aplica á la similitud delos proverbios, así como á la de los usos y su-persticiones: el espíritu humano dá. por todaspartes frutos de la misma naturaleza y concibesucesivamente casi las mismas ideas. En China,como en cualquier punto, se encuentran natu-ralmente esas locuciones llenas de sentido y desabiduría que tan acertadamente se conocen conel nombre de »el pensamiento de todo el mundoexpresado por una sola voz.n Un inglés, M. Lis-ter, ha publicado en la China Beview nn extensoartículo sobre Los proverbios y las máximas de loschinos; en 1873, otro inglés, M. Scprborough,ha ofrecido una amplísima colección de Prover-bios de la China: entre los dos ó tres mil prover-bios que componen esta colección, M. Dennysha encontrado más de ciento que responden,palabra por palabra, á los proverbios ingleses.Nosotros también encontramos algu:.os que po-drian creerse traducidos de los nuestros, si suantigüedad entre los chinos no se remontara áépoca.muy anterior á la de nuestras relacionescon ellos.

El parecido que se encuentra entre las fábu-las y las alegorías de do» pueblos podrían tenermás significación: hay tantos modos de expresarla misma idea en una fábula, que la coinciden-cia de los poetas en las parábolas completamentesemejantes no podría considerarse siempre ca-sual. Aquí falta el elemento de comparación,porque parece que los chinos apena» tienen fá-bulas originales, y que las*que han copiado nogozan entre ellos de mucha estima. Mr. Dennysdá como razón de la impopularidad de este gé-nero de literatura, que la única colección defábulas que existe en lengua china ha sido tra-ducida del sánscrito, y que los verdaderos dis-cípulos de Confueio menosprecian cuanto pro-cede de los budistas. Además, la censura, quefunciona admirablemente en China, es ocasio-nada á producir en esto sombra. Mr. Dennysrefiere sobre el particular una anécdota auténti-ca y poco conocida:

En 1838, uno desús compatriotas, M. RobertThorn, tradujo al chino ochenta fábulas deEsopo, y las publicó en Cantón. Su libro filérecibido de una manera muy lisonjera por el pú-

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REVISTA EUROPEA'.—9 DE JUNÍO DE 1 8 7 8 . N.°2Í

Mico, y llegó hasta la corto; poro un día, los

mandarines, es decir, los funcionarios públicos,se creyeron aludidos. se incomodaron y prohi-bieron la circulación de la obra, cuyos ejempla-res fueron todos secuestrados y destruidos.

Es probable que esta sea una do las causáisque lian impedido la propagación entre los chi-nos de un género de literatura tan apropiado áun estado social poco adelantado, y que los ex-tranjeros residentes allí, por más versados queestén, como M. Dennys, en los folk-lores de la(¡hiña, -hayan podido penetrar enteramente esebosque de tradiciones orales, las más sabias delaa cuales se ocultan tal vez por el temor siem-pre presente de ofender á la autoridad, y las másextravagantes, ó al menos aquellas de que hanperdido los hombres el sentido real, se dan á luzcon las excitaciones oficiales, la aprobación deciertas gentes, y la eterna sanción de los »ami-lips de la religión y de las costumbres, n

L. QUESNEL.

LOS NOVELISTAS ESPAÑOLES.

D. FEANCISCO NAVARRO VILLOSLADA.

Procedamos con método. El señor Villoslada,aunque novelista vivo, no es un novelista con-temporáneo. Pertenece al grupo de los-román-ticos que pasó felizmente para no volver. Elromanticismo dio muerte al clasicismo: el rea-lismo filosófico acaba de matar al romanticismo.Este fue raía gloriosa insurrección-contra lasformas aristocráticas* y convencionales de latradición literaria encauzada desde el renaci-miento por el seguro pero estrecho álveo efe lacultura clásica, un- retorno á la verdad y á labelleza aprisionadas en inflexibles moldes, unhimno entusiasta á la inspiración libre y senci-lla de la Edad Media. En el,romanticismo pre-cisa distinguir dos momentos. Detiénense en elprimero los apasionados y devotos de la EdadMedia, los que no sólo demandan á estos siglosnaturalidad y sencillez para la forma, sino idea-ba, tangibles y completos para la vida, los queaman sus creencias y sus costumbres, oponién-dolas con decisión al amaneramiento y á latibieza de nuestros tiempos. Fueron representan-tes más ó menos insignes de estas tendencias, en

Alemania los hermanos Schlegel, Tiek, Euc-kert y Huland; en Inglaterra, Walter-Scott ySouthey; en Francia Chateaubriand, Vigny yen España el duque de Bivaj y Zorrilla.

Pero esta grandiosa revolución literaria en-contró en otros muy notables ing&nioa una re-presentación más amplia y humana. Las altasideas morales y metafísicas expresadas con exa-geración, con violencia y con esceso, vinieroná engendrar otro gran movimiento que podemosdenominar romanticismo filosófico, que ilustra-ron, en Alemania, principalmente Schiller, lier-dery Heine, (1) en Inglaterra Byron, Words-worth y Shelley, en Francia Hugo, Lamartiney Mussot, y entre nosotros Espronceda.

No me cumple" el ocuparme ahora en estasegunda fase del movimiento romántico, sinotan sólo decir escasas palabras sobre la primera,por ser aquella en la cual se fija y encierra elcarácter del novelista que estudiamos.

Disgustados por la miseria y bajeza de nues-tra época, atenta muy particularmente al des-envolvimiento y progreso de los intereses delcuerpo, desnuda casi por completo de fervorreligioso, los primeros románticos, á cuyo frentedebe colocarse al célebre Walter-Scott, creye-ron ver en la época feudal un dechado para lanuestra. La audaz imaginación, estimulada porla distancia y el deseo, hízoles trocar la groseríaen caballerosidad, la barbarie en nobleza y lasórdida ambición en altanera bravura, é ilumi-naron los ásperos contornos de aquella edad conlos irisados colores de una luz ideal. Así nacióia novela arqueológica; no como descripciónmás ó menos fiel de las costumbres y sentimien-tos de un período histórico, sino como fantásticaresurrección de una" edad de oro.

No gusto de exclusiones en literatura, nifuera tampoco prudencia desechar un géneroen el cual ha conseguido su renombre el másinsigne tal vez de los novelistas modernos; perosí apuntaré que la novela histórica en su mismanaturaleza lleva gérmenes de falsedad y demuerte. Veámoslos.

Para pintar las costumbres de una época his-tórica, no hay nada mejor, está averiguado, quehaber vivido en ella. Todo intento de resucitar

(1) No hago mención de Goethe, porque el Júpiterde la poeuía abrazó con su poderoso ingenio el román -ticismo histórico, el filosófico y el realismo de nuestros

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N.* A. PALACIO VALDÉS.—LOS NOVELISTAS ESPAÑOLES.

añejas costumbres tiene mucho de ideal y fan-tástico. Insensiblemente, sin que el artista loperciba, y á despechóle todos sus escrúpulos ypruritos de veracidad, se introduce en la obrael acento moderno y se enseñorea de ella.

Y si esto podemos decir de las costumbres,¿qué sucederá con los afectos y pasiones? Aquíes donde se penetra claramente la miseria de latraza y todo el artificio de que los novelistasarqueólogos se valen para deslumhrarnos mo-mentáneamente. Cuando mencionan cualquierusanza antigua suelen poner debajo la autoridaden que se apoyan; mas yo no veo jamás ningunaprueba para sus anacronismos cuando se tratade ideas y sentimientos.

¡Cuántas veces al penetrar en una sala góticahallé sentado al pie de la tosca chimenea, re-posando el codo en uno de los brazos del sitial,la mano en la mejilla, al vecino del cuarto ter-cero, persona muy honrada, de continente gravey hasta cierto punto melancólico!

¡D. Facundo, usted por aquí! ¿Cómo es esofQué quiere usted, amigo mió, fue empeño

de Villoslada el ataviarme con este ridículo dis-fraz, aunque no estemos en Carnaval, y aquíme tiene usted escuchando que quiera, que nó,dejando para ello abandonada la oficina, á» esetrovador errante y cargante.

Doy la vuelta para mirar al trovador y me veocon largas guedejas, muy adormecido y tristóncon el laúd en la mano, á Pepito Paniagua, elnovio de mi prima, estudiante de segundo añode farmacia, que pasa la vida en el portal deenfrente.

Digan ustedes ahora si no tengo motivos paradejar de creer en la.autenticidad de tales guer-reros y trovadoras.

Pues por estas y otras razones más prolijas,considero que la novela arqueológica no es via-ble como género literario. Esta consideracióntendría mucho mayor mórito si fuese escrita ypublicada hace algunos años, lo reconozco, por-que entonces hubiera sido una profecía, mien-tras que hoy aparece tan sólo como la explica-ción de un hecho. Porque es un hecho que yano se cultiva la novela histórica ni dentro nifuera de España.• Todas las personas de cierta categoría literariaestán conformes en que las costumbres y los sen-timientos que.se pinten, han de ser las costum-bres y lo» sentimientos contemporáneos. Cuando

queramos conocer (de wa modo muy imperfec-to, por supuesto) los de otra época, acudamosá las crónicas, a las Memorias auténticas, á laliteratura de aquel tiempo, jamás á las novelasde los románticos. ' '

Un género literario puede ser efímero, no obs-tante, mientras obtienen la inmortalidad aque-llos que lo cultivan. Buena prueba de eato nosofrece el ilustre Waltér-íáeott, rey y señor de lanovela histórica. Su fama no se merma ni decaecon los años; antes se levanta cada dia con níasbrillo y esplendor. Porque es privilegio dichosodel arte el mudar constantemente de gustos yderroteros, dejando á salvo la gloria de sus in-térpretes

Walter-Scott tiene feudatarios en todas lascomarcas de Europa. Le rindieron pleito-home-naje en su país, Horacio Smith, James, el másfecundo de los novelistas históricos, Grattan yBanim llamado el Walter-Scoft irlandés; enFrancia, Alfredo de Vigny, Victor-Hugo, Al-fonso Royer, el bibliófilo Jacobo y AlejandroDumas; en Italia, el incomparable Manzoni,Rosini, Guerrazzi, y el marqués de Azeglio.

En España recibieron de él el espaldarazo yfueron armados novelistas por su mano, Larra,Martiuez de la Ro3a, Espronceda, Escosura,Enrique Gil, García de Miranda, Fernandez yGenzalez, Cánovas del Castillo y Villoslada.

No es por cierto este último, ó sea el que ahoranos ocupa, el méno3 notable de los que hemosapuntado. Hablemos de él un momento, si uste-des gusjsjin. :

Se presenta desde luego como discipulo francoy declarado del ilustre baronet escoóés, pero nodeja de manifestar al propio tiempo una tenden-cia, aun más pronunciada que la'de su maestro,hacia la arqueología.'El Sr. Villoslada, conside-ra de su deber el restituirnos las épocas históri-cas por entero, ain que falte ni sobre un cabello,y atento como un buen hidalgo al cumplimientode sus deberes, dispone de tal suerte el enredóde la novela, que vá haciendo pasar por delantede nuestra vista en ordenada procesión todo lomás característico de aquellas remotas eda-des.

Primero una refriega en un bosque, después untorneo, más tarde el tormento aplicado á un de-lincuente, la descripción del interior de un cas-tillo, una conjuración de villanos, la entrada deun rey en una población, etc., etc. Todo esto

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conspira, sin disputa, á que la novela tenga ma-yor mérito á los ojos de anticuarios y arqueólo-gos, pero disminuye no poco su belleza comoobra de arte. Percíbese en demasía el artificiocon que van sujetas entre sí las escenas y loscuadros.

.Estos y aquellas, no obstante, tienen muchovigor y entonación. En cuanto al color local,ustedes dirán. Yo, por mi parte, como no he si-do ni pechero ni rico hombre en aquella edad,•—lo. último me vendría muy bien en estar,noloduden ustedes,-—jamás tuve ocasión de pre-senciar lo que en ellos, se describe y no puedo,por lo misino, entrar en comparaciones que,después de todo, siempre son odiosas.

Mas dejemos á un lado lo del eolor y venga-mos ala fábula. El Sr. Villoslada es español y unbuen español, sabe armar un lío d« todos losdiablos donde quiera que pone la mano. El en-redo de sus novelas es complicadísimo, vivo éinteresante. Verdad, que los términos entre loscuales se mueve la fábula de la novela históri-ca parecen obligados y de antiguo constitui-dos. • • • . • • • ':¡.

Un,a reina que se enamora de un villano, el cualresulta príncipe ó cosa por el estilo; un prisio-nero que por odiosa» artos vive sepultado en unamazmorra largos años hasta que llega el dia d^su rehabilitación gloriosa: un matrimonio se-<creto; un relicario: un lunar en la espalda; unpaje enterado de todo. El Sr. Villoslada manejaá la perfección tales.palillos y mantiene en zo-zobra hasta el fin, la atención del lector.

Por otra parte, las pasiones, singularmente elamor, no son tan nebulosas y desvaidas comoen los cuadros de su ilustre maestro. Penderátal vez de .que el Sr. Vill oslada,, aunque en laregión más alta, natúó en tierra de España, paísdondo al amor se le toma más por lo claro.

Los caracteres no están mal trazados, porpunto general, aunque algunos los consideroalgo progresistas para "su siglo. Vervi y gracia,en Doña Urraca de Castilla, una de las mejoresnovelas del autor, dice -un noble á un vi-llano: ... .

—»¡Maese Sisnando, merecías haber nacidonoble! ;

—.Conde, de Lara,—contestó el villano; •• soisleal y agradecido; merecíais haber nacido hom-bre, ii

Esto me recuerda á un amigo de mi niñez.

Era un retirado que habia servido á las órdenesde Espartero. ¡Pobre hombre! Parece que loestoy viendo, con su enorme nariz colorada, suboca cavernosa y su formidable caña de las In-dias.

Por, espacio de quince meses me describiótodos los dias la batalla ds Ramales. Admirabamis profundos conocimientos en. Aritmética yestimaba en lo que valía mi carácter íntegro éindependiente. Yo tenia nueve años entonces yjuntos salíamos de paseo por un camino solita-rio hasta llegar á un sitio frondoso donde mana-ba una fuente. Allí me describía la batalla deRamales, me decía lo mal que le trataba lahuéspeda por una peseta diaria, que fielmente lapagaba, y cuando estaba de humor cantaba consolemne entonación. ,

Todo conde ó marqués nace hombre,El dictado le viene después, etc.

Yo también cantaba y se me saltaban laslágrimas. Entonces me decía que yo era un granhombre, que sabia más que Lepe y que el deándo la catedral.

A pesar de mi ciencia confesaré que yo nosospechaba que tuviéramos un correligionariotan avisado como maese Sisnando en pleno si-glo XII.

Esto no .pudo'ménos de herir mi amor propro,pero ya le he perdonado la ofensa al Sr. Villoa-lada, y es lo cierto que hoy le tengo por un no-velista de mérito y uno de nuestros escritoresmás correctos y elegantes.

Parece mentira que yo diga tales cosas de unultramontano.

Cuéntenselo ustedes á Alarcon, que no lo váá creer.

AÍIMAÜPO PALACIO VALDÉS.

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N.° 22- J . FA.STEfiRA.TH.—-SliPÜBLIOiaTA Y ESTADISTA JQSl'O MoSER.

EL PUBLICISTA Y ESTADISTA JUSTO MOSER.

jQué no pasa en este mundo] Salo son inmorta-les los seres que lian dejado huella profunda de supaso por la tierra, llámense Federico el Grande, óKant, Lsssing ó Winckelmanu, Franklin querobaba al cielo el relámpago y el cetro á los tiranos,ó Justo M'óser, ese sabio jurisconsulto, estadista ypublicista de la Alemania del siglo xvm; ese maes-tro del puoblo, que personificaba los intereses y!

las instituciones de su patria, y á quien nadie eo .nocia mejor que Goethe, diciendo: "Seria precisorubricar cuanto sucede en el mundo civil y moralsi se quisiera agotar los objetos que él trata. Y sumanera de tratarlos es admirable. Un cumplidoconocedor de las coséis ptVblicas habla al pueblo ensemanarios, para hacer comprender á cada cual loque se propone ó lo que ejecuta un gobierno inte-ligente. Y no lo hace de un modo didáctico, sinoen las formas más variadas que pudieran llamarsepoéticas, y qua ciertamente son retóricas en lamejor acepción. Siempre se hace superior á su ob-jeto y sabe ofrecernos una vista serena hasta de lomás sevaro. Ora escondiéndose detrás de una más-cara cualquiera, ora hablando en su propio nom-bre, está siempre.alegre, siempre más ó monos,i rónico, siempre honrado y benévolo, y todo esode un modo tan determinado, que han de admi-rarse á la vez el ingenio, la mente, la facilidad, lahabilidad,, el buen gusto y el carácter del escritor.En cuanto á la elección de objetos umversalmenteprovechosos, ala inteligencia, ala contemplaciónlibre, á la profundidad y al buen humor-tan sólidoy alegre, no se le compararía sino á» Franklin."

El Franklin alemán, el sabio.origiuaUsimo quemerece ser conocido lo mismo que nuestros mejo-res poetas, el rey de los publicistas germanos délasegunda mitad del siglo xviu, el representantemás brillante y poderoso de la tan primitiva comovenerable esencia westfálica en la esfera del perio-dismo, nació el 11 de Diciembre de 1720 en Osna-brück. Sangre westfáliea circuló por sus venas, ylog wostfalos, que por sus reyes dan su sudor en lapaz y s\i sangre en la guerra, son los aragoneses

. de Alemania, pudiendo decirse de ellos lo que lacomparsa zaragozana cantaba delante de Alfon-so XTT en la plaza de Palacio para celebrar el en-lace del Rey de España con su hermosa prima doñaMercedes de Orleans:

"Dicen las gentes á coroQue somos muy testarudos:Pero á honrados y lealesNo nos ganará ninguno."

La tierra aragonesa la poetizaron los amantes deTeruel y la westíálica Auita da Droste-Hülshoff.iTo sólo fuó M'óser el hijo de sus nobles hachos,sino que era también, empleando una palabragráfica que sólo tienen los españoles, hidalgo, esdecir, hijo de uno que algo significa. Por su severopadre, que desempeñaba el cargo de director de lachancilleria, perteneció auna familia bien acomo-dada, y á su sensible madre la debió aquel buenhumor que le acompañaba en todasjas situaciones,mientras todo lo que fuó lo debjó á sus distingui-das prendas y circunstancias. Desde sus primerosaños fuó orador, y ya á la edad da doce, fundó, enunión de algunos enmaradas, una ae.adem.ia, sien-do él el director de ia Qaceta amena de aquellasociedad de jóvenes imberbes. Después de habercursado las. leyes desde 1740 á 1742 en las Univer-sidades eje Jana y de Goettinga, establecióse cualabogado en su patria, el obispado de Osnabrüek, quefue gobernado alternativamente por un obispocatólico y protestante, cuyo poder fuó limitado porun cabildo, por una privilegiada orden de .caballe-ría y la corporación de las ciudades. Én 1747 elgobierno le confirió el cargo de Acfaocatiis patries,es decir, su representación carca de Ia3 corporaciónnes. Y poco después recibió una* prueba de con-fianza que recuérdala edad de pro déla lealtadgermana, nombrándole la orden da caballería re-presentante de sus intereses, ceroa del mismo, go-:bierno, á cuyo servicio estaba el que demostrabapor su tacto prodigioso, por su honradez y abnegaeion que, evi.tando todas las colisiones de inte-tereses diferentes, puede uno servir á la vez hastaá dos señores y á dos causas. Después de la muer-te del obispo de Osnabrück, Clemente Augusto deBaviera, acaecida en 1761, pasó el gobierno á ma-nos d&Miiser, que en 1763 aprovechó una estancia,de ocho meses en Inglaterra para conocer las crea-ciones poli-ticas y artísticas, no desdeñando bajará las tabernas subterráneas en busca de tipos ori-ginales. Y en aquella tierra de figuras popularesexcitó él mismo la admiración del pueblo por sualta estatura y su innata grandeza, exclamandolas fruteras de Covent-Garden, al ver pasar algigante germano: "¡Dios bendiga^al gran caba-llero!" , • . * . - .

Vuelto á Qsnabrüeh, continuó siendo el almadel Gobierno, cual refereiiiarto particular delobispo, todavía niño, el príncipe Federico. Unaparte de su anchurosa morada estaba siempre á la.disposición de svls amigos, que leian con satisfac-ción aquellas palabras grabadas en una lápida porencima de la puerta de la casa: "PusiHa domus, aiquantulacun que est,,amicis dies noetesqne ptitet.»Esta inscripción, debida al primitivo dueño dela casa, estaba en justa correspondencia á la ma~

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716 REVISTA EUROPEA.—9 DE JUNIO DE 4878. N.' 224

ñera cordial y afectuosa como Moser recibió á sushuéspedes. El que fue el genio tutelar de su patria,el venerable patriarca de Osnabrüek,* murió en suciudad natal en 8 de Enero de 1794. Su muertefue universalinente sentida; el templo que coronala cumbre del monte vecino de Katisbona (la Wál-halla) acogió su busto, y sus paisanos agradecidosrenovaron su memoria en 1832, erigiendo en suhonor un bellísimo monumento de bronce, obradel 8r. Dráke. Podríamos grabar en su lápida se-pulcral las palabras "Germanus erat et nihil Gérmá-nici a se alienum pvilabat.w

Eltiempo barrerá al abismo sin* fondo del olvi-do á los que no se elevan sobre el nivel general,pero guardará el respeto debido á las dos obrasmagistrales de Móser; su Historia de Osnabriick ysus Fantasías patrióticas. «

Aunque la primera de estas obras es- más unfragmento y un estudio genial que una represen-tación completa, servirá siempre de modelo paraquien quiera escribir la historia especial. Con lamisma alegría entusiasta, con la misma piedad en-trañable con que Winckelmann contemplaba cadatrozo de mármol antiguo'sacado de las ruinas deBoma, cual revelación del ideal de belleza de si-glos más felices, saludó el estadista Móser los ve-nerables restos de la vida jurídica viejo-sajona, ydio con sus trabajos un impulao poderoso á los es-tudios patrios del siglo actual. "La historia, diceMoser, necesita de un Winckelmann que estudie1*8 antigüedades de la lengua, así como aquél es-tudiaba las de mármol, M Y sabido es que ese Win-ckelmann de la lengua se presentó para Alemaniaen los hermanos Grimm.

Llama la atención también lo que dijo Moser enuna epístola dirigida en 1762 á Eousseau, hablan-do, no como teólogo, sino cual estadista práctico:1 La religión es la política de Dios entre los hom-Hres. Es necesario hacer algunos artículos de fe>;ue consuelen al infeliz, contengan al feliz', humilien al altivo y enfrenen á los reyes. Esos fines selos habrá propuesto Dios con la religión. No sediga: "Entóneos la religión no es sino una mú-:,i(ía eacantadora, un freso para el pueblo." Á losojos de Dios somos todos puablo, y vale más queDios nos poiigr. el freno en el alma que en la boca.Pues el hombre no es más que un animal amarra-do con la cadena de su imaginación. Algunos ne-cesitan de un troneo de cinco quintales de pesopara no escaparse de la cadena, mientras otros sequedan mansos teniendo por cadena sólo mediaonza de peso. La religión debe tener asi el troncode cinco quintales como la media onza para millo-nes de imaginaciones."

El escritor que nos ocupa defendió el celibatode los clérigos cual medida política, y defendió á

Lutero como escritor en una carta en francés diri-gida á Voltaire en que citaba hasta al Papa León Xy á los emperadores Maximiliano y Carlos V, paratributar homenajes al gran alemán en que, sugendijo Varillas, "se juntaba sutileza italiana á uncuerpo germano."

Hoy nos causa espanto ver á Móser defenderuna institución que existia todavía en su tiempo,la servidumbre, y no nos lo explicaremos sinoporque habia conocido en la historia de su patriaque la servidumbre no era al principio una opre-sión violenta, sino un contrato voluntario entrelos grandes propietarios y los hombres sin propie-dad alguna, que debieron celebrar cuando de al-guna manera adquirían un hogar y un campo.Pero al defender la servidumbre el hijo de Osna-brück no queria más que oponerse á la rescisiónviolenta de aquella institución, pues eso hubierasido una invalidación, así de las bases morales dela sociedad como del dominio y de la santidad delos contratos.

La segunda obra de Moser, sus Fantasías patrió-ticas, son una colección de artículos publicadosdesde 1768 en el Semanario de Osnabriick. Fanta-sías las llamaba la hija del autor, la señora deVoigts, qus Ia9 dio á la e3tampa, y si algunos ar-tículos pertenecen efectivamente al reino de lafantasía y de los sueños, nadie negará que todosmerecen llamarse patrióticos. Buen alemán era elilustre ciudadano de Osnabrück también al es-cribir en 1761 aquel artículo dramático en queArlequin, el representante de lo burlesco y lo cómioo, defendía su causa contra los que, comoGottsched, querían desterrarle.

Móser coronó su actividad literaria con la cartavaronil relativa á la literatura alemana, que opo-nia á la epístola sinónima del gran Federico dePrusia en defensa de la obra de juventud deGoethe, Goetz de Berlichingen.

Gozará de perdurable fama, no tanto por la for-ma artística de sus escritos," ni px>r su credo polí-tico , como por su actividad en pro de acciones va-roniles y por la estima en que tenía el derecho dela vida real.

JUAN FASTKNRATH.

Colonia 6 Febrero 1878.

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N." 224: P. CABELLO Y MADURGA.—LA. INSTRUCCIÓN DE SORDO-MUDOS. 717

LA INSTRUCCIÓN DE S0RD0-MUD0S. *

CLA.Slk-ICA.C10N DE SONIDOS Y DE LETRAS.

Oportunamente hemos indicado que los dife-rentes sonidos de la voz humana, consideradacomo medio de expresión de las ideas, son ar-ticulados é inarticulados. Unos y -otros debenestudiarse además bajo el punto de vista de sumaterial ortológico, bajo el de los elementos ne-cesarios para darles carácter de fijeza y per-manencia por medio de la" representación grá-fica ó sea de la escritura, y finalmente, bajo elde los diversos órganos que han de ponerse enacción al producirlos.

Hemos dicho también que sonido articuladoes aquel quo, formado en la larm'ge, sufre unaó más modificaciones producidas por la disposición y.acción de los órganos externos delaparato vocal, poro especial y señaladamentebajo la influencia de la lengua, de] paladar, delos dientes y de los labios.

Estas diversas modificaciones, aunque al pa-recer dobioran ser posteriores á la formacióndel sonido simple ó inarticulado, se producensin embargo al mismo tiempo ó se hacen si-multáneamente senúbles al oído de quien ha deapreciarlo, precediéndole unas veces y siguién-dole otras, y de aquí la necesidad de distinguir-las con el nombre de articulación preventiva enel primer caao y con el de articulación modifica-tiva en el segundo.

Llámanso además sonidos directos aquellos cu-ya pronunciación se inicia con articulaciónpreventiva, é inversos todos aquellos cuya pro-nunciación inicial corresponde á la voz inar-ticulada.

Ambas articulaciones, preventiva y modifi-cativa, pueden sor una ó mate de una en un mis-mo sonido y aun aparecer reunidas en él, y tam-bién los hay no sólo con una sino con dos y hastacon tres voces inarticuladas pronunciadas comosi no existiera más que una sola, y de aquí quelos sonidos del idioma español, considerados bajoel punto de vista de su material ortológico, seilividan y subdividan hasta constituir catorceagrupaciones "diferentes, como purde verse enel siguiente cuadro de...

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(1) Véanse loa números 222 y 223.

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718 BEVISTA EUROPEA.—9 DE JUNIO DE 4378 . N'.° 224

Esta clasificación de sonidos, bien ó mal he-cha, nos pertenece; es el resultado de nuestralarga práctica en la enseñanza; á ella hemosacudido para determinar no pocas veces el mé-rito absoluto y relativo de los métodos de lec-tura cuyo examen nos ha sido encomendadocuando por razón de nuestro cargo debíamosintervenir en su aprobación ó desaprobacióncomo libros de texto, y en ella hemos de ins-pirar también nuestras reflexiones cuando nosocupemos del orden más conveniente para en-henar la pronunciación y la lectura en voz á los«ordo mudos.

Pero si el sonido, ya con ese nombre* ya conel de sílaba, es «1 elemento indivisible de la pa- 'labra hablada, no lo es ni puede serlo de la pa-labra escrita, en la cual la voz inarticulada serepresenta con un solo signo, y con otro dife-rente cada una de las diversas posiciones orgá-nicas que lo modifican.

Cada uno de esos signos es lo que llamamosuna letra y damos el nombre de alfabeto ó deabecedario al conjunto do letras necesarias pararepresentar todos los sonidos de que es suscep-tible un idioma determinado.

Letra, en latin litera, procede, según Bonet,de lego, leer, y de ixer, camino, y por tanto•significa ucamino de leer ó para leer, u El mismoJuan Pablo Bonet la define llamándola señal óimagen del elemento de la voz escrita; elementoindivisible do la voz; principio de voz clara ymanifiesta, de voz significativa ó do voz escrita;y finalmente, parte menor de la voz articulada,,parte menor indivisa de la voz y parte menorde la oración. Según Hernández, las letras sonlos signos del sonido y de las actitudes orgáni-cas'. Las treinta de que hoy se compone nuestroabecedario, nombradas por orden académico,son: a. b. c. ch. d. e.f. g. h. i.j. h. 1. II. m. n:ñ. o. p. q. r. rr. s. t.u. v. w. x. y. z. En reali-dad no debieran pasar de veinticinco teniendoen cuenta el número de sonidos que entre in-articulados representados por las vocales y mo-dificados por articulación preventiva simple seforman en nuestro idioma, pues la h sólo puedeconsiderarse como signo ortográfico; la c, q y kpudieran reducirse á una sola; la io no es letraespañola ni hace falta sino en contados nombresextranjeros los unos y de procedencia visigoda,los otros, en cuyo caso se hallan Walia, Liwa,Witerico, Eeceswinto Wamba y Witiza espa-

ñolizados ya por el uso, según el cual se pro-nuncian actualmente Valia, Liuva, Viterico,Eecesvinto, Vamba y Vitiza, y finalmente,también pudiera suprimirse la x que como ar-ticulación preventiva carece de aplicación y hasido reemplazada por la j , y como modificativatiene en unos casosBI valor de es. y en otros el degs. Bonet admite sólo ventitres letras y yentiunsonidos fundamentales entre inarticulados y arti-culados simple y preventivamente, por no existiren su opinión sino ventiuna posiciones orgánicasdiferentes para formarlos, diciendo de la A y de laj comprendidas entre-las ventitrea qué la pri-mera carece de valor en la articulación y la se-gunda tiene el mismo que la x. Las siete letrasde que prescinde son: la ch, la h, la.//, la ñ, la rr,la v y la w, si bien manifiesta después que la h,precedida de la c, tiene el valor que hoy damos álas sílabas cha, che, chi, cho, chu; explica la pro-nunciación que corresponde á la ñ, y finalmente,aplica la v á la representación de los sonidos va,ve, vi, vo, vu, que* en su tiempo ao escribian conu vocal, aunque con la pronunciación correspon-diente á la o.

Rechaza el abate Hervás tan sólo la w y portanto admite ventinueve letras en nuestro abe-cedario, pero reduce el número de sonidos entreinarticulados y articulados -simples directos áventicinco; cree que la //debe pronunciarse comoen latin y en italiano, esto es, separando las doseles y agregando la primera á la vocal anteriory la segunda á -la posterior; considera como inú-tiles la h, la h, la q y la x,y propone que las síla-bas que, qiii, gue, gui, se escriban ce, ci, ge, gi,con lo cual, dice, y nosotros así lo creemos, sesimplificarla considerablemente la ortografía es-pañola sin que por eso ocurriesen dificultades enla lectura de lo escrito con sujeción á la vi-gente; agregando para terminar sus observa-ciones acerca de este punto, que los alfabetos delas naciones civilizadas son defectuosos, unospor exceso de letras como el nuestro, otros pordefecto y otros por ambigüedad, al paso que loade las naciones atrasadas son, por, el contrario,perfectísimos, pues no tienen ni más ni menosque las necesarias para la representación de lossonidos de que se componen las palabras en susrespectivos idiomas.

Afirma Juan Pablo Bonet que nuestras letrasproceden de las latinas ¿excepción de la h, la x,

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N.° 224' P. CABELLO Y MADURGA.— LA INSTRUCCIÓN DE SORDO-MUDOS. 719

la y y la s, cuyo origen es griego; que los gra-máticos antiguos dividieron las del idioma deCicerón en vocales, y consonantes y que estaslas gubdividieron en mudas, líquidas y semi-vo-cales; pero rechaza esta subdivisión por innece-saria, como rechaza también por opuesta á losprogresos de la enseñanza la funesta costumbrede obligar á los discípulos á que aprendan losnombres de las consonantes y á deletrear las sí-labas y las palabras, suprimida la cual, cree queen diez días pueden ,los niños do sentidos expe-ditos vencer las dificultades de la lectura, dedu-ciendo do aquí que con mayor razón debenproscribirse ambas costumbres para facilitarla álos sordo-mudos.

En su opinión las consonantes no deben te-ner otro nombre .que el de la respiración sono-rosa á que sirven de signo, despueg de suprimidasla vocal ó vocales que forman parte de susnombres usuales. Eeconocomos la ventaja dessmejante procedimiento que consideramos ló-gico, racional y fundado; poro no creemos querevista iguales caracteres de acierto el pensa-miento do enseñar aisladamente las consonantes,por la imposibilidad de pronunciarlas sin quese produzca algún sonido inarticulado más ómenos tenue y claro, antes bien opinamos conel abate Hervá.i, para quien el deletreo es no sólobárbaro y pesado, sino completamente inútil yhasta perjudicial, que deben enseñarse unidas álas vocales en forma preventiva ó modificativasimple, ó sea apelando al llamarlo método süábico en toda su purexn, tan pronto como los sordo-mudos, conozcan el mecanismo orgánico y la ar-ticulación correspondiente cada una.

Incapacitados estos dosgraciadospara apreciarlos sonidos por él conducto ordinario y obliga-dos á suplir el defecto de audición mediante eluso de la vista y del tacto, la clasificación delas consonantes bajo el punto de vista de lasdiversas posiciones y acciones del organismoproductor de la palabra, es de absoluta necesi-dad si han de obtenerse resultados más ó monossatisfactorios en la enseñanza de la pronuncia-ción artificial.

Varias son las que hemos examinado, todasdivergentes, y entre ellas la del abate Hervás,la de Nebreda y la de Alverá, pues ni Bonet niHernández se ocupan en hacerla por parecei'lesque pueden enseñarse al sorrlo-mudo siguiendoel orden mismo con que aparecen en el abeceda-

rio, habiéndonos decidido después de madurasreflexiones por otra exclusivamente nue atraque,aunque conforme con aquellas en los principiosgenerales, difiere, sin embargo, en algunas par-ticularidades, pero especial y señaladamente enla subdivisión de suaves,intermedias ó semi-siia^ves y fuertes, que hemos hecho-de las letras decada clase teniendo en Cuenta la mayor ó menorviolenciay velocidad conque al pronunciarlas'ha.de emitirse el aire, y en considerar como nasa-les la n, la ñ y la y, letras que Hervás clasificacomo linguo-palatinas, aunque para Nebredasólo lo sean las dos últimas, puesto que 1» y tie-ne, á su medo de ver, Igual pronunciación que'la vocal del mismo nombre, afirmación exacta-si sólo se tratara del nombre de está letra ó delos casos.en que funciona con ese valor; pero nocuando tiene el propio y exclusivo que como áconsonante le corresponde al servir de articula-ción preventiva para formar con las vocales lassílaba» ya, ye, yi, yo, yu.

En nuestra opinión, pues, y con el objeto defijar con pleno conocimiento de causa las reglasde posición y de acción á que ha de sujetarse laarticulación de las diferentes letras del abeceda-rio español, facilitando además la comparación,ora entre los diferentes grupos de letras, oraentre las letras de un mismo grupo, para queapercibiéndose los maestros, así de las semejan-zas que contribuyen á la unidad de la reglamen-tación como de las diferencias que las separan,puedan dirigir convenienteinente á sus discípu-los en la enseñanza déla pronunciación, convieneque ajusten sus preceptos y sus ejercicios acercade las consonantes al orden que se establece enel siguiente cuadro de...

Clasificación físico-orgánica da las letras consonantesespañolas.

NOMBRES DE LAS GLASRS.

Consonantes labiales..

ídem labi-dentales...

ídem linguo-dentales.

ídem linguo-palatinas

ídem guturales

ídem nasa l e s . . . . . . . .

b.

v.

d.

r . l .

g-

y.

S B

m.

w.

t.

s. 11.

k.

n.

P-

f.

z.

cli rr

j -

ñ.

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720 REVISTA EUROPEA. 9 DE JUNIO DE 4878. N.° 224

No figuran en el precedente cuadro, que com-prende ventiuna de las ventieinco consonantes,la c, la h, la q, y la x; y se han omitido:

La c, porque como letra suave tiene unapronunciación igual á la de la z, y como fuerteigual á la de la k.

La h, porque su valor es puramente orto-gráfico y nulo en cuanto á la pronunciación.

La q, por las mismas razones que la c de soni-do fuerte.

La x, porque, según hemos indicado anterior-mente, como articulación preventiva ha sidoreemplazada por la j , y como modificativa unasveces tiene la pronunciación de es y otras la degs, ésta entre dos vocales y' aquella precediendoá una consonante, como puede observarse en lade las palabras examen y exposición.

Tampoco hemos incluido la g entre las gutu-rales de sonido fuerte, porque su pronunciaciónen las sílabas ge, gi, únicas á que como fuerte seextiende, es exactamente igual á la de la j .

Finalmente, antes de dar por terminada estamateria, advertiremos que la r, colocada entrelas linguo-palatinas de sonido suave, es la quefigura siempre como articulación modificativa,y como preventiva, tan sólo cuando no es inicialde palabra como sucede en caridad, brazo; puessiéndolo en dicciones simples como rosa, relica-rio, ó estando precedida de I, n ó s como enmalrotar, honra, israelita, ó figurando al princi-pio de la segunda en las dicciones compuestascomo en para-rayos, cari-redondo, pre-rogativa,su pronunciación es fuerte é igual á la de la rrdoble, á cuyos casos pudieran agregarse algunosotros cuya explicación detallada no es. de estelugar, porque pertenece al dominio de la Orto-grafía.

V

KEGLAS I>K PRONUNCIACIÓN DE LAS VOCALES.

Explicada en artículos anteriores la organi-zación del aparato productor de la palabra, laformación de la voz, la clasificación ortológicade los sonidos que produce, la de los signos conque se representan, y finalmente la físico-or-'gánica ú orgánico-fonética de sus diversas ar-ticulaciones así preventivas como modificativas,vamos á discurrir en el presente sobre la masñera de preparar primero y producir después elsonido ó el ruido representado por las mismas

letras, ó lo que es lo mismo, á determinar la-reglaa. necesarias para enseñar la pronuncia-ción.

Importa recordar antes que el Dr. Hernándezda el nombre de sonidos & los que se significanpor las cinco letras llamadas vocales y el deruidos indeterminados á las respiraciones repre-sentadas por las consonantes que, aunque sono-rosas, son sin embargo incapaces de componerpor sí solas una voz, y advertir que siguiendosus indicaciones deberíamos explicar la prepa-ración y producción de esos sonidos y de esosruidos en el orden académico do las letras delabecedario, porque, según dice, los sordo-mu-dos han de hallar no escasas dificultades paradescender de los sonidos á los ruidos indetermi-nados careciendo como carecen de aido, por locual no considera adaptable que la enseñanzacomience por las vocales.

El defecto de audición alegado por Hernándezcomo fundamento de su creencia, nos obliga,sin embargo, á nosotros á pensar en sentidodiametralmente opuesto. Si aquellos desgracia-dos pudieran apreciar los ruidos y los sonidospor la impresión que produjeran en el sentidoauditivo, acaso fuera más lógico, racional yfundado ascender del ruido al sonido que des-cender del sonido al ruido; pero teniendo encuenta que uno y otro lian de apreciarse por lavista y por el tacto, que la materia ha de estu-diarse antes que la forma, que ésta sin aquellano existiría, que la materia es la voz iy que laforma consiste en la diversidad de modulacionesy articulaciones preventivas ó modificativas porcuyo medio ha de tener distinta significación, yfinalmente que dependiendo las modulacionesde ligeros cambios en la abertura de la boca óde la separación de los labios, ó de la dirección,compresión é intensidad del aire espirado, cir-cunstancias todas que pueden ser fácilmenteapreciadas por la vista, y descansando las ar-ticulaciones en la diversidad de posición y mo-vimientos de los labios, dientes y lengua, nosiempre visibles al exterior, por lo cual exigenel concurso del sentido del tacto para hacerseclaras y distintas, creemos y con nosotros lainmensa mayoría de cuantos maestros se hanocupado dé la materia, que la preparación yproducción de sonidos y de ruidos debe empezarpor aquellos, con tanta más razón cuanto queéstos, si algún valor tienen en la expresión oral

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P. CABELLO Y MADURGA.—LA INSTRUCCIÓN DE SORDO-MUDO3.

del pensamiento, lo adquieren en tanto en cuan-to se unen con aquellos para diversificarlos.

Entrando ya en materia advertiremos que labuena pronunciación de las vocales, después deformada la voz en la laringe, depende de laabertura bucal, de las diversas posiciones que sedan á los labios, de la situación de la lenguadentro de la boca misma, de la dirección que seimprime al aire dentro de la cabidad bucal, yfinalmente de la intensidad con que se le obligaá salir al exterior.

En orden á, la primera circunstancia podemosrepresentarnos la boca por un ángulo cuyo vér-tice esté en la gargatita y cuyos lados vayan áparar al punto medio de ambos labios en suunión interior con las respectivas mandíbulas.Disminuyendo el arco correspondiente á esteángulo ó trazando dentro de él y desde su mismovértice otros cuatro ángulos de menor abertura,ó lo que es lo mismo, cinco arcos de igual radio,que sean entre sí como los números 5,4, 3, 2, y1, tendremos representada la abertura bucal ne-cesaria para la pronunciación sucesiva de las vo-cales a, e, i, o, u en el orden en que las dejamosnombradas, de lo cual se infiere que la mayorabertura corresponde á la a y la menor á la u.

Los labios han de hallarse suficientementeabiertos para que el aire emitido no tropiececon ellos, como tampoco debe tropezar en losdientes al pronunciar la a; contraidos y casi pe-gados á los de sus respectivas mandíbulas parapronunciar la e, lo cual hace que se dilate suabertura en sentido horizontal y que el superiorbaje insensiblemente; su posición al pronunciarla i, debe parecerse á la que toman en la prime-ra acción de la risa, y finalmente han de exten-derse hacia fuera formando abertura en formatubular, para la o y para la u, pero siendo ma-yor la dilatación labial y más pequeña la aber-tura circular en ésta que en aquella.

La lengua debe hallarse naturalmente exten-dida y sin llegar á los dientes para articular laa; encorvada hacia la raiz de los de la man-díbula inferior para la e; ligeramente arqueaday al nivel de Tos mismos para la i, y finalmente,contraída y arqueada en forma do canal, parala o y para la w, pero aumentando en esto últi-mo caso así la contracción como el arco cóncavoque sirve para determinar la dirección del aireespirado:

El aire sonoro sale de la garganta al exteriorTOMO X I ,

sin tocar dientes ni labios después ,da,ranejaraodentro de la cabidad bvical al,artj.cíilaf,la, (j; sedirije al paladar y de allí á los Jábio^ inferioreípara salir por los lados de la boca^ al producirse¡,la e; al paladar y de allí á la naris por efectosin duda de una contracción muscular interior,para la pronunciación de la i; sigúela direccióndel canal formado por la lengua y tropieza ,enlosdientesparala.de la o, y finalmente ,s ilecomprimido por el mismo canal, pero,sin trope-zar con los dientes al producírsela p,:de lo,cualse infiere que la a puede considerarse ccpno ,vo-cal gutural, la e como palatino-dental, la,¿ cpinppalatino-nasal, la o como labi-dental ó denti-labial, y finalmente, la y, como simplementelabial.

Por último, la altura y la fuerza é intensidaddel aire sonoro van de menor á mayor desdela a á la u, ó sea siguiendo el orden académicode las cinco vocales a, e, i, o, u, circunstanciasque no han de olvidarse, así para dirigir conacierto y provecho la enseñanza de la proñun-'ciacion como para apreciar sus efectos por elsentido del tacto.

Sentados, pues, estos precedentes, podremosfijar las reglas de pronunciación de las vocalesen la forma siguiente:

A—La pronunciación de la a se verifica emi-tiendo con fuerza el sonido formado en la larin-ge, estando la boca bastante abierta y la lenguaextendida en posición natural

E.— Para pronunciar la e es necesario aspi-rar primero y emitir después con violencia elaire sonoro por los lados de la boca cuyos labiosdeberán rutilarse entreabiertos, contraidos, casipegados á, sus respectivas mandíbulas y dilatadoshacia las comisuras ó puntos en que se unen elsuperior y el inferior.

/.—La i se pronuncia estando los dientes casicerrados, la lengua extendida á la altura de losinferiores y los labios algo estirados hacia fueracomo para dar principio á la risa, aunque diri-giendo parte dol aire sonoro hacia la nariz porla cual sale algo de él.

0.-—Extendidos los labios hacia fuera á finde que tomen la forma tubular; con la lenguaarqueada para determinar la dirección del airesonoro que, al salir, ha de tropezar algo en losdientes inferiores, y emitiendo aquel aire confuerza, se pronuncia esta letra.

Z7,—La u exige una posición labial semejante46

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REVISTA EUROPEA..-^— 9 BE JUNIO BE 1 8 7 8 . N." 224

á la de la o, pero formando un círculo más pe-queño y un tubo bastante más prolongado porel cual sale el aire sonoro comprimido sin tocarpara nada en los dientes, pues su dirección semarca por el mayor arco ó canal que la lenguaforma en la cabidad'bucal.

Para terminar las reglas á que se halla sujetala pronunciación de las vocales, réstanos haceralguna observación relacionada con los dipton-gos y triptongos que en otros idiomas consti-tuyen verdaderas vocales simples de sonido in-termedio comparadas con las cinco que tiene elidioma español.

Se entiende por diptongo entre nosotros launión de dos vocales ó sonidos inarticulados quehan de pronunciarse en un solo tiempo y comosi constituyeran un sólo sonido, aunque con laclaridad y fuerza necesarias para que uno y otrose perciban con la distinción conveniente. Paralograr ese resultado es preciso dar á los órganosdel aparato vocal la doble posición que exigiriansi las vocales que forman el diptongó hubierande pronunciarse como sonidos diferentes, perocon rapideZj á fin de que se conozca que han detener el valor de uno solo.

Iguales precauciones conviene adoptar parala pronunciación de los triptongos que se com-ponen de tres sonidos inarticulados representa-dos por otras tantas vocales y que también hande hacerse en un solo tiempo.

No falta quien pretenda que la pronuncia-ción dé los diptongos y triptongos debe ense-ñarse á los sordo-mudos inmediatamente des-pués de que sepan pronunciar las vocales, y portanto con preferencia á la de las consonantes,empero nosotros consideramos poco convenienteesa' práctica y creemos que aquellos han deaprenderla mejor cuando tengan al menos co-nocimiento de la de sílabas correspondientes álas llamadas directas simples ó sea de la de so-nidos directos simples y sencillos formados poruna vocal preventivamente articulada.

PEDRO CABELLO Y MADURG*.

PROTECCIÓN Y U B R E CAMBIO.

El sis tama profcustor es injusto, perjudicial éinconsecuente en sus afirmaciones.

Sabido es por todO3 que, por medio del comer-cio exterior, puedan Ia3 naciones procurarse lo queno producen ó no producen suficientemente entan buenas condiciones como lo pueden obtenerdel extranjero. Bajo este punto de vista se en-cuentran las naciones en idéntica posición quetodo productor particular, al procurarse por mediodel cambio lo que no puede ó no le conviene pro-ducir; y de ahí que todo lo que se dice en favorde la división del trabajo convenga al comercioexterior, y que todo lo que se diga contra este co-mercio sea aplicable igualmente á la división deltrabajo.

Muchos escritores hablan aún hoy del comercioexterior como si la exportación fuera su razónprincipal de ser, su objeto principal. M. Mili ca-lifica esa preocupación de demier reste du sysiememercawtile, y encuentra huellas de él hasta en loaescritos de Adam Smith. Decir que la exportaciónes el objeto principal del comercio exterior, escomo decir que la venta es el objeto del comer-ciante, la producción el objetó del productor, eltrabajo el objeto del obrero; si eso fuera así, sepodria.vender, producir y trabajar por cualquierapreeio; si no es así, como no lo es en verdad, con-siste en que vender, producir y trabajar son me-dios para procurarnos las cosas necesarias á lavida, y la dicha posible del presente y del porve-nir. El comercio exterior no es, pues, otra cosaque un medio, respecto á la sociedad, para procu-rarle las cosa3 necesarias. Por consiguiente, si ex-porta, es con el objeto principal de adquirir liscosas que no puede, ó no le conviene producir, ysi en ello no obtuviere ventaja, no lo haría, pues-to que lo hace voluntariamente.

Bien que caiga en mayor descrédito cada dia elsistema protector, no se puede desconocer, sinembargo, qua aún cuenta con poderosos defenso-res, lo cual viene á probarnos claramente, que lascuestiones económicas son mal comprendidas porel público, puesto que ese sistema es á la vez profundamente injusto y perjudicial: injusto, nosólo porque no tiene en cuenta el derecho naturaldel trabajór de usar de su propiedad dentro de loslímites de la moral, sino porque quebranta evi-dentemente el principio de igualdad ante la ley¿que es el que domina la legislación de todos k»pueblos civilizados. Además, colocando á deter-minados industriales en posiciones ventajosas rea-

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N.° 224 X . . . -—PROTECCIÓN. Y LIBRE CAMBIO. 723

peeto á otros, provoca el menosprecio de las dis-posiciones que dieta, porque es imposible que elhombre respete prescripciones que lastiman susintereses legítimos, por favorecer á otros que noson siempre legítimos, ó que, en todo caso, no loson más, y que muchas veces son inicuos; he ahípor qué el contrabando no ha sido considerado jamás por el público en general como un robo; y héahí por qué Beranger pone en "boca de los contra-bandistas laa palabras siguientes:

Lepeuplé á'Hov& s'interessé:ü est de nos amis.

La ley que perjudica á ciertos individuos y fa-voreae á otros, se desmienta á sí misma, y nadagana en ello la moral pública. El sistema protectores pues injusto.

Es también perjudicial porque paraliza la po-tencia productiva de ln, sociedad y detiene por lomismo el desarrollo de su riqueza.

Difícilmente se comprenderá por nadie que elcomercio exterior pueda traer pérdida para la so-ciedad, proporcionando beneficios á los que lehacen, así como á los consumidores de los produc-tos que importa; por el contrario, se comprenderácon facilidad que la sociedad pierda al privarsede los beneficios que reporta. Pero como todos lossistemas cuya fuerza reside únicamente én el hechode su existencia y en el hábito de verlos existir,la protección nó está obligada á probar sus ani-maciones; se la cree bajo su palabra, ya en el ata-que, ya en la defensa, al paso que para defendersede aus usurpaciones ó para atacarla es preciso pro-bar hasta los axiomas de sentido común; y si selleva la razón, lo cual no es difícil, se incurrirá dehecho, según sus defensores, en la nota de pertur-badoras del orden, así en los intereses como en lasconciencias.

Todas las naciones modernas, sin escepcion al-guna, dicen los proteccionistas, deben á la protec-ción su actual prosperidad. ¡Extraña afirmación!¡Hé ahí pueblos, podríamos decir nosotros, que seprotegen ó han protegido, los unos contra los otros,los unos á cargo dé los otros, y que todos han ga-nado á la vez! Se comprenden las luchas de lospueblos, de las cuales resultan vencedores y ven-cidos; se comprenden juegos en los que pierdanunos y ganen otros; á la protección sólo ha sidoreservado el portento de vincular la victoria pe-rennemente «n todos los adversarios y las ganan-?cías en todos los jugadores: pero no es eso, dicenalgunos proteccionistas que se creen más habili-dosos, no; sabemos muy bien que lo que nuestropaís gana con la protección, otros lo pierden: peroes preciso que esos otros países no lleguen á com-prenderlo. Felizmente en todos se procurábalamiama reserva, porque en todos se pensaba, á ese

respecto, de igual jnodoj. y décim»» felizmente,porque si eso no pasara, la protección habría sidopara los pueblos un motivo de discordia muchomás peligroso que todos los que ha suscitado,puesto que no puede negarse que haya sido la cau-sa de infinitos conflictos internacionales. Conven-,dremos, sin embargo, en que tal sistema no redarma tanto el odio general como la comparación, porla simplicidad que se la atribuye, y por el ridiculade que es hoy objeto. La verdad es que todos lo»pueblos han perdido y pierden cuando han jugadoó juegan á la protección; aólo la libertad hace quetodos ganen.

nEl único caso, dice M. Mili, en el cual puedan"admitirse los derechos protectores, segan loa"principios de la economía poli tica, es aquel en"que se establecen temporalmente, sobre todo en"un pueblo nuevo que prospera, en la esperanza,"de naturalizar una industria extranjera que, pornBÍ misma conviene á las condiciones en que s"encuentra ese país; porque muchas veces la supe-"rioridad de un país sobre otro en una industria,"es debida únicamente al haberla establecido pri-"mero; y puede suceder que no haya entre loados"ninguna ventaja,: ni desventaja natural, sino 30I0"una superioridad actual de habilidad y exp#-"riencia.11 Principe, lili. 5.°, cha. 10, Par. 1>°,;.

No estamos de acuerdo con M. Mili á este res-pecto, porque creemos que, en todo caso, cuandouna industria extranjera conviene á las condioio-nes en que se encuentra un país, se establece mejory más pronto bajo el régimen de libertad comer-cial ó industrial, que bajo el de protección. Ade-más, los pueblos, jóvenes ó viejos, que deseenapresurar la introducción de una industria extran-jera, tienen otros medios que no son la protec-con, como por ejemplo, la subvención directa. Eslo mismü* se nos dirá. No tal, porque la subven-ción conserva siempre su carácter de estímuloesencialmente escepcional y temporero, y no dálugar á forjarse ilusiones respecto al principio áque obedece, ni respecto á los resultados.

A verdad decir, la subvención directa no es másjusta que la protección por medio de las aduanas;sin embargo, se pueden admitir algunos casos,- enlos cuales, con razón ó sin ella, se cree que convie-ne recurrir á ella. En cuanto á los derechos pro-tectores, son siempre funestos, aun con la reservade temporeros. Jamás creen los protegidos quedeba tener fin la protección. En vísperas de modi-ficarse, ó de abolirse ese régimen, según las pre-visiones mejor establecidas al parecer, se han for-mado, con frecuencia, establecimientos, contandocon la eterna protección^ Los Gobiernos son engran parte responsables de semejantes extravíos,y los provocarían de nuevo, si resucitaran, bajo

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724, BEVISTA EUROPEA. -^-9 DE JUNIO BE 1878 . W.° 224

un preíasto cualquiera, el régimen engañador queles hadado origen.

Además de injusto y perjudicial, como venimosdemostrando, el sistema protector se contradice ási mismo. Si todas las naciones deben su prospe-ridad sin excepción alguna á la protección, ¿porqué no se quieren aplicar sus principios en todopaís del N. contra el S., del E. contra el O., delCentro contra el N., el S., el E. y el O? ¿Por quéao, de> provincia contra provincia, de municipiocontra municipio, de pueblo contra pueblo, deIndividuo contra individuo? Hé ahí alo que nocontestarán nunca los proteccionistas. España yPortugal se han protegido la una contra la otra,y á eso deben su prosperidad relativa, según laprotección: pero si mañana, por cualquier acci-dente, formaran «sos dos territorios una sola na-eion. jeontinuaría la protección? No, dicen losproteccionistas. ¿Poí qué? Porque antes habríanperdido con el comercio libre: pero si se unieran,ya no seria lo mismo* La protección es-pues undogma, y es preciso creer en él, á {tesar dé lo quetiene de absurdo.

Digan cnanto convenga á sus propósitos losproteccionistas, lo que no puede ponerse en dudaasaque las naciones modernas deben la prosperidadrelativa que1 goiaan al haber sacudido el embotá-tnieiüo-d© ánismo en que habían caído por el os-curantismo de la Edad Media, con sus supersticio-nes, su inmoralidad, sus bárbaras pasiones, y supermanente agitación: pero, *ta protección, lejosde haber Contribuido en algo á favor de ese sacu-dimiento; no ha hecho sino contrariaro, y contraríar por consiguiente el desarrollo de la riquezapública, poniendo enjuego sus instintos de enredo,de egoísmoj y antiliberales.

Sin embargo, para el queteínga en cuenta, comodebe tenerse, el estado aetual de cosas, y los inte-reses creados por la protección durante algunossiglos, la cuestión aparece ya harto más compli-cada. El principio, ápesar de todo, ea'siempre elmismo, es. invariable para nosotros: hay que pedirla libertad, hay que restaurarla cuanto primeromejor! pero la caridad, de la cual no queremosai debemos prescindir en ningún caso, exige im-periosamente áe nuestra parte el mayor respectoy consideración en favor de aquellos á quienes latransición puede hacar sufrir. Si no tuviéramosde frente sino á los promovedores del sistema,los que se han; enriquecido- á espsnsas del resto dela sociedad, podría, y hasta deberla, esta mos-trarse muy severa: pero tiene á su frente muchosindustriales inocentes y muchísimos obreros másignorantes aun, para quienes un cambio exabruptode régimen condesaría A la huelga involuntaria,ouyas dos clases de trabajadores merecen la más

esquisita solicitud de parte de la sociedad entera.jNi para que convertir en adversarios de la li-bertad los que no deben serlo? Si se dijera á esostrabajadores: las condicionas en que se encuentrala industria, de la cual vivís, es el resultado deun error muy perjudicial á la sociedad, error queparaliza sus progresos y qua viene perturbandola, razón jqué contestarían á eso lostrabajadores,cuyo desinterés es qué tan conocido, desinterés delcual son capaces muy poco3 entre susjefes?. Quizáno habría uno que no respondiera: pue» bien, quese cambie de sistema, con talqüeno se lleve alesceso el sufrimiento de núestrasmujeres é hijos.

Apesar de todo, no hallamos motivo para llevarhasta la exageración los males que produciría á lasociedad el cambio, aunque fuera inmediato, delsistema protector, por el de el libre cambio. Bas-tiat, apoyándose en excelentes razones, afirma;que semejantes males, bien que pasajeros, no pueden igualar jamás en extensión ni intensidad álos que en el mismo espacio de tiempo resultaríande la protección, los cuales se renovarían sin cesar.La única diferencia entre esas dos clases de males,además de la que acabamos de indicar, esto es,qU|3 los unos son pasajeros, y permanentes losotros, consiste en que los primeros, como nuevo»,hieren vivamente ala imaginación, al paso quelos segundos, como antiguos y permanentes, no sepiensa ya ellos: pero es lo cierto que semejanteilusión la padecemos todos.

í Además, no nos hallamos reducidos á discurrirsobre tan grave asunto, valiéndonos sólo de sim-

¡ pies hipótesis: la esperiencia viene en nuestroauxilio desmintiendo siempre las desdichadas pro-fecías de los adversarios de la libertad comercial,disipando al mismo tiempo la fantasmagoría deesas expresiones, tan comunes en ellos, inundaciónde productos extranjeros, tributo oneroso pagado alextranjero, nina del trabajo nacional y otras hi-pérboles de la misma hilaza.

Considerándolo como baluarte inexpugnable,dicen los proteccionistas: los países más adelan-tados en la industria dan el ejemplo del librecambio, porque sus intereses les obligan á ello;esto es, por que van ganando más que los atrasa-dos; este baluarte se destruye con facilidad por lasencillísima razón, perfectamente demositrada, quelos países pobres son los que más ganan con la li-bertad comercial: pero, aunque así no fuera, ¿esde importaneia esencial averiguar cuál gana más,el pobre ó el rico, sabiendo qué todos ganan conel comercio internacional? Añadiremos por últimoá este respecto, que las ventajas.de la libertad co-mercial,fno se refieren, necesariamente á la reci-procidad de laa leyes de aduanas. Sin duda queserla mejor que la libertad fuera completa: pero,

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X...—-PROTEGCIQN. Y LIBBE GAJtfBIO. 125

aún sin serlo tiene ventajas, que han sido per-fectamente demostradas por Bastiat. Lo que sehace libremente y siempre es necesariamente ven •tajoso, puesto que en otro caso no se hfiría.

No haremos á nuestros lectores la ofensa de re-futar ese argumento desesperado de los proteccio-nistas, que consiste en decir: quo, si se abrierantodas las fronteras del país sin reserva alguna alcomercio extranjero, se veria bien pronto agotadoy sin recursos, porque se paralizaría toda su in-dustria. Despojado del grosero artificio con que sepretende ocultar el verdadero sentido, semejanteargumento quiere decir, que los extranjeros llena-rían el país con sus productos, sin tomarle nadaen cambio; lo cual equivale á decir, que le provee-rían de todo gratis et amore. Ningún pueblo hasufrido hasta ahora tamaña desgracia, ni es detemer la sufra Dios mediante.

De cualquiera manera quesea, no debe olvidar-se jamás, que los males que procedan de un cam-bio de régimen comercial, no pueden ser imputa-dos á la libertad; tanto valdría decir, que el dolorque ocasiona un remedio enérgico al enfermo, pro-cedía de la salud que esperaba recobrar. La res-ponsabilidad de tales males es sólo imputable á laprotección, es decir, á la enfermedad social queese sistema falso en todos tiempo?, lleva siempreconsigo. La sociedad desea producir lo más posi-ble, porque de ello depende su mejor estar; hacerle 'producir una cosa á mayor Costo que la produc-ción de otras que podría dar en cambio por obte-nerla, es privarla de una parte de sus fuerzasproductivas, lo cual equivaleá empobrecerla. Estono puede negarse, tratándose de un individuo nide cada miembro de la sociedad entera separada-mente. ¿Cómo se podría negar de la sociedad enmasaí Ea muy claro que, si se obligara á un som-brerero á dar dos sombreros en vez de uno por unamisma cosa, se le empobrecería; y es igualmenteclaro, que eso mismo pasaría á cualquiera otroindustrial. ¿Cómo, repetiremos, puede sucederotra eosa á la sociedad tomada en masa1? Hé ahíotro misterio que han reservado para si solos losproteccionistas. jl?or qué no nos lo explican?

La protección hace que la riqueza cambie demano y la disminuye; además produce consecuen-cias inmorales muy deplorables en todo caso. Ellibre-cambio produce loe efectos contrarios, estoes, dá ocasión al aumento de la riqiieza, del bien-estar y de la moralidad.

Es muy, proteccionista el hablar con fervorosoentusiasmo de la densidad de población alrededorde ciertas industrias protegidas, y del mayor va-lor de las propiedades que de ahí restútan, ya seaen aquellos lugares, ya en las comarcas más ó me-nos próximas: pero se guardan para sí en silencio

sintemátieo, el desarrollo del mismo género queimpiden en otras partes, Ese acrecentamwMito depoblación allí, ese mayor valor de la propiedad,dice muy ingeniosamente Baatiat,<es lo que se vé;el acrecentamiento de población, y el mayor valorde la propiedad, que la protección hace imposibleen otras partes, no se vé ni puede verse; á lo cualañadiremos nosotros, pero si calcularse. ,• •:

Establezcamos por hipótesis, en una comarcacálida abandonada, un cultivo de espeoiaa, deoafé, de algodón, etc., cuya producción no» saldrámás cara, por supuesto, que la adquisición de esosartículos por medio del comercio extranjero; y,para entrar más de lleno en las miras proteccio-nistas, escojamos un sitio estéril hasta ahora, yno perdonemos ningún gasto para conseguir nues-tro objeto, porque sólo se trata de renumerarnuestro trabajo, esto es, el trabajo nacional. Surgi-rá como por encanto una numerosa poblaciónalrededor de nuestro establecimiento,'y será, pre-ciso proporcionar habitación, alimento, vestidos,y aun distracciones áj los obreros [que ocupemos ypara sus familias; veremos que las tierras aumen-tan considerablemente de valor, y veremos que aedesarrolla cuanto lisonjea al espíritu proteccio-nista: pero, juabrá ganado por eso la sociedad1!

No; la sociedad habrá perdido; nada es máscierto ni, más comprensible. Si es nuestro propiotrabajo lo que vamos á remunerar, también esnuestro propio el capital que vamos á gastar, paralo cual habremos de retirarlo de otrps trabajps,porque no-lo tenemos en reserva para , el uso delos proteccionistas; y estos trabajos antiguos noson menos nacionales que los nuevos. Otro tantopodemos decir de los obreros que se ocupen, y delos pobladores que se agruparán á'su inmediación;coino los capitales, esos obreros y pobladores cam-ibiarán de lugar, y dejarán vacío el que ocupaban.Esa prosperidad, que seduce tanto á I03 afiliadosen la protección, no es, pues, otra cosa que uncambio de mano y de lugar de los capitales y delos hombres; pero un cambio oneroso desde luego,porque no puede verificarse sin costo; y más tarde,porque para alimentar la población nueva y densaserá preciso meter á cultivo tierras abandonadashasta entonces.

Y no es eso todo: la nueva producción, qué esnuestro objeto principal (y en esto ya se convienedesde luego), nos vá á costar mucho niáa que noscostaría su adquisición por medio del comercióexterior; pero jqué importa? se nos dirá; nada,sino simplemente que ea yez de un millón en jor-nales que nos costaría, por hipótesis, obtener esosartículos por medio del cambio, nos costarán enadelante tres ó cuatro millones. ¡Tanijo mejor!dirán los proteccionistas, porque de ese modo au^

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726 REVISTA. BüRÓtíBA..-^9 DE JtfNlO DE 4878.

mentaremos en dos ó tres millones más los jorna-les nacionales. ¡Extraño error! No sólo no aumen-taremos nuestro trabajó, sino que disminuiremosnuestra riqueza; además, aun aumentando el tra-bajo, perderíamos; si nuestra riqueza no disminu-yese, no aumentase. Veamos lo que sucedería: elalza de loa productos exóticos que vamos á produ-cir, producirá las mismas consecuencias que elalza del trigo en tiempos de escasez; es decir, quedisminuirá los medios de adquirir esos artículos;por consiguiente, si queremos consumir de ellostanto como de ordinario consumíamos, será preci-so que consumamos menos de otros artículos, ó alcontrarío. En todo caso, será preciso que en juntoconsumamos menos, y produzcamos menos, y elresultado será: tener monos trabajo y menos ri-queza.

El trabajo protegido, no es. pues, sino un tra-bajo que se emplaza, eon pérdida para la sociedad,el «jué producía aquellas cosas por medio de lascuáles sé compraban las producciones exóticas; yaún hay1 más, los productores de aquellas cosas noson necesariamente los mismos que van al nuevoestablecimiento; por consiguiente, carecerán enparte por lo meaos de trabajo, y la protección seráel origen de ese mal, el de sus sufrimientos; puesno todos se encuentran en condiciones de trasladarse, ni en las de desempeñar tina ocupación quéno conocen. Se habla mucho de las transicionesdolorosas por el libre cambio: pero la protecciónlas ha ocasionado de igual modo, sin poder apo-yarse en la escusa del derecho común ni en el pro-greso.

Aun cuando el sistema protector no fuera per-judicial, y sí útil, no por eso dejaría de constituiruna iniquidad. La utilidad de algunos, de muchos,de todos menos uno no debe servir de regla á lasociedad; lo contrario equivaldría á justificar elsacrificio de Efigemia, la Saint Barttielemy, elterror, y toaos los crímenes que nos refiere la his-toria. Pero, ¿qué hemos de pensar de los que pre-tenden que el derecho sale de las manos de unamayoría? j,No equivale eso á autorizar á las mino-rías, y á los individuos para que, á su vez, pre-senten igual pretensión1! ¿Y no es eso reducir la jus-ticia, á no ser otra cosa que la apreciación indivi-dual de todos los que la invocan1? Aceptando se-mejante dogma, deberíamos suprimir todos lostribunales de justicia, más aún, declarándolosbeneméritos y acreedores á indemnización, debe-riamos hacer salir de las prisiones á todos los la-drones y asesinos, porque ninguno de ellos ha di-linquido sino en virtud dé un sentimiento de uti-lidad para ellos mismos, sin preocuparse de lossentimientos de los demás.

Se dirá quizá que no reconocemos el principio

de la mayoría; si tal, le reconocemos: pero no ad-mitimos que sea aplicable á cuestiones de justi-cia.

Comprendemos perfectamente que se delibere encuestiones de conveniencia, y sobre cuestiones dederecho cuando el derecho es dudoso: psro cuandoéste es conocido, no se debe deliberar para decidirsi se debe ó no violar; la deliberación en este casose convierte en una especie de conjuración. No sedebe deliberar sobre si se debe ó no cometer Unainjusticia.

Jamás el sistema protector habría hallado enninguna legislación el puesto que en ellas ha oeu -pado y continúa ocupando, como por asalto, sientre los legisladores no sa hubieran encontradomuchos industriales y privilegiados que eran ó secreían interesados en su existencia. Lo cierto esque donde quiera que haya predominado ó predo-mine aún, siempre se ha mostrado ó muestra esen-cialmente adherido al espíritu de privilegio, demonopolio, sin piedad alguna por los intereseslegítimos que viola impunemente.

En los párrafos elocuentes de M. Mili, que va-mos á reproducir, se establece que el sistema pro-tector es enemigo encarnizado de la civilizaciónbajo todas sus formas.

Independientemente de las ventajas directasque proporciona (los beneficios de los comercian-tes y de los consumidores) el comercio exterior,dice M. Mili, produce efectos indirectos que sedeben contar como ventajas considerables. Unade ellas es la tendencia, siempre que se estiendenlos mercados á perfeccionar los procedimientosde producción. Un país que produce para otrosmercados además del interior, pueda introduciren su fabricación mayor división de trabajo, em-plear más máquinas, y probablemente inventar yperfeccionar sus procedimientos. Cualquiera causaque haga producir más, en un mismo lugar de unartículo dado, tiende á aumentar el poder produc-tivo universal. Hay otra consideración que seaplica en particular á toda industria que comien-za: un pueblo puede hallarse en estado de reposoó indolencia sin cultura, con sus gustos poco des-arrollados ó satisfechos, y que no emplee por lomismo todas sus fuerzas productivas (suponeMili que ese pueblo no comercia con el extranjero,y continúa), al empezar á comerciar con el extran-jero, al familiarizarse con nuevos objetos, ó pro-porcionarse los medios de adquirir fácilmente losque no creia poderse procurar, -se produce una es-pecie de revolución industrial en él, cuyos recur-sos no se desplegaban por falta de energía y deambición en las masas. Los que se contentabancon poco, y trabajaban poco, trabajan ya máspara satisfacer sus nuevos gustos, y aún econo

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N." 224 J . ALVÁBEZ PÉREZ. UN¡ DRAMA EN EL DESIERTO.

mizan, para acumular un capitalá fia de satisfa-cer mejor esos nuevos gustos en el porvenir.

Pero las ventajas económicas de ese comercio, :apesar de ser tantos, no son ni con mucho, detanta importancia, como los efectos morales é in -teleebuales que produce. Es muy difícil calcularcon exageración, tratándose de un pueblo atrasado,las ventajas que obtiene de ponerse en contactocon otros; cuyos hábitos de pensar y de procederse hallan más adelantados. El comercio es ennuestra época lo que era en otros tiempos la guerrala ocasión principal de ese contacto. Los aventu-reros comerciales de los países civilizados han sidoen general los primeros civilizadores de los bár-baros, y el comercio es el objeto del mayor nú-mero de comunicaciones entre los habitantes delos países civilizados: estas comunicaciones hansido en todos tiempos, y sobre todo en los pre-sentes, uno délos principales motores del progreso.Para nosotros, que, hemos sido educados, comose educaba hasta ahora, apenas es cultivable unabuena cualidad sin incurrir en alguna falta, yes indispensable comparar incesantemente nues-tras ideas y costumbres con la experiencia y elejemplo de hombres colocados en diversa posición.No hay nación que no tenga necesidad de apren-der algo de las otras, no solo en artes, y prácticasparticulares , sino en calidades de carácter que noposee en tan alto grado. El comercio, en fin, hasido el primero que ha enseñado á las naciones áver sin envidia la riqueza y prosperidad de lasdemás: en otros tiempos el que se tenia por verda-dero patriota, á no ser que fuera bastante ilus-trado para conocer que el mundo entero era supatria, deseaba que todo país, menos el suyo, fueradébil, pobre y mal gobernado; hoy, por el contra-rio, ve en su riqueza y en sus progresos una fuentede riqueza y de progreso para su país.

El comercio considera la idea de guerra comoidea anticuada, porque fortifica y multiplica losintereses personales, que son por su naturalezaenemigos de la guerra; así que puede decirse, sinexagerar, que la extensión y el acrecentamientoindefinidos del comercio internacional, es la mayorgarantía de la paz, del progreso continúo de lasideas, de las instituciones y de La moralidad."Principes, liweZ.",ch. 17,§5.°

X...(Concluirá.)

UN DRAMA EN EL DESIERTO. *

CAPÍTULO XIX:

El desierto.—Criaderos de ero.—Un buen sitio,—Pro'yectos.—Un deseo de MisaDebora.—Costumbres delos viageros.—Al santo por la peana.—Expediciónnocturna.—En acecho.—Dos rugidos.—Swá «1 eoo.-Gran concierto.—Peligros.—Vu Jei u.—Dos leones,—Combate singular.—Muerte del vencedor.—Regreso.

El sol se escondía en el occidente entre rojizasnubes, y la carabana se detenia en el último confin de la Begencia en los umbrales miamos delgran desierto cuyas revueltas olas de arena, seme,jantes á las de un mar tempestuoso convertido enpiedra por la mágica varilla de algún encantadorteñían de púrpura los últimos rayos del astro deldia.

La caravana se habia puesto en marcha encuanto los viageros volvieron con MistórCugni-gan, y antes de cerrar la noche había llegado áaquel sitió donde ún pozo rodeado de palmeras,heléchos y arbustos espinosos, y el suelo, holladopor todas partes, indicaba que era un lugar de des-canso para las caravanas que ae disponían á entraren el desierto ó que salian de él.

Era, por decirlo así, puerto para los que viaj abanpor aquel mar de arena.

El gran desierto de Sahara puede considerarsecomo una región particular.

Es una meseta poco elevada sobre el nivel delmar, cubierta de arena movible, sembrada de cp-linas pedregosas y de valles donde el agua reunidahace brotar de la arena algunos árboles.

Es un inmenso mar de arena, que como el marde agua tiene sus costas, sus escollos, sus tempes-tades^us piratas y sus islas,, que contrastan porsu verdura con la aridez de los terrenos que las ro-dean.

El desierto, tan sublime coma el mar y muchomás terrible que él, ocupa una superficie de 500.000leguas cuadradas, es decir, mucho más que la detoda Europa.

Conforme los viajeros habían ido avanzandohacia la orilla del desierto, el terreno cambió pocoá poeo de aspecto.

Las fértiles vegas que antes habían atravesado,trocáronse en pedregosas y estériles llanuras, don-de á duras penas crecían raquíticos arbustos.

Mientras los moros establecían el campamentoen torno del pozo, decía el maltes á sus huéspedes:

—Esta noche no empezaremos aun á trabajar,

• Véanse los número* 202, 203, 204, 205, 207, 210211, 212, 216,217,220, 221, 222 y 223¡

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REVISTA IÜK0í(BA/.**-í9 DE JUNIO DE N.9 224

porque los camellos vienen cansados, de suerteque tendíamos que permanecer aqiti lo métíos, dosdias.

—¿Tan cerca están loa sitios donde se cria eloro?—preguntó Miss Débora,

—En estos sitios se suele encontrar en abun-dancia, pero muy bien puede suceder que tenga-mos; que irlo á buscar más lejos.

-*-Me choca,—observó Gomez,-r-que se encuen-tren entre las arenas esos criaderos que yo creía sehallaban solo en los rios.

r-rEl oro,—contestó el maltes, que por dedicarseá este comercio estaba bien entarado,—se encuen-tra ora en das rocas cuarzosas que encierran otrosminerales y eatán situadas casi siempre enterre-nos primitivos, ora en las arenas de aluvión pro-cedentes de la desgregácion de estas rocas.

-rrDe suerte,—preguntó Gómez,—que el oro queel rio Darro arrastra en sus arenas, procede de al-gunas rocas situadas más arriba de Granada y queestarán llenas de oro.

-•«Así I debe ser, y estas arenas que se llaman(llamones auríferos, son las fuentes dé donde aesaca hoy la mayor parte del oro que Siberia, Ca-lifornia y Australia mandan á Europa.

. —rDecidtfi!e una cosa,—exclamó Mias Débora,—puesto que esas arenas auríferas son arrastradaspor el agua, Jcómo es que se encuentran en el de-sierto donde ni señal de rios hay?

—Mé hacéis una pregunta á «la cual no sé con-testaros satisfactoriamente. Lo único que podrodeciros, es que el oro nativo se presenta en cubosdiversamente variados, y que cuando se le precipi-ta por üñ procedimiento químico, se presenta bajok forma de un polvo oscuro y pálido, que es comolo encoritramoi éü él desierto. Quién sabe ahoralas complicadas operaciones químicas y las infini-tas cosas que habrán sucedido para llenar de oroen polvo estos inmétisos arenales. ;

—¿Es mucho el producto que sacáis de estoscriaderos?—preguntó Menéses.

—Muy1 escaso: pues no basta á cubrir el consu-mo que se hace en el país; y sin embargo, muchospueblos como Eebilli viven sólo de esta industria.

—De suerte qífe lo que sacamos en limpio es quetendremos qué permanecer aquí dos dias por lomenos,—exclamó Gómez.

—Eso calculando que encontremos pronto uncriadero, —añadió Meneses.

—¿Acaso os disguata este sitio?—preguntó MissDébora.

—Me parece encantador,—se apresuró á decirMeneses. ]

—Por mi parte, no le encuentro ni el-menorencanto,-*-répíieó Gómez.

—íSois cazador1!

—Me precio de ello, señorita.—Entonces, jeómo os desagíad* este sitio"?—Es que me parece imposible que pueda vivir

aquí un sólo animal.—Estáis en un error,'—Observó el maltes,—aquí

encontrareis, por el contrario, mucha más cazaque en las tierras del interior.

—En ese caso, me retracto de lo dicho.—Y mañana,—añadió Miss Débora,—puesto que

hemos de permanecer aquí todo el dia, iremos ácazar.

—Cuidado'con los leones,—dijo Meneses.—-Y con las panteras,—añadió el maltes.—No sOn tan fieros como los pintan,—replicó

Miss Dóbóra con aire fanfarrón;—además, iremostodos juntos, y malo será que no les demos unalección.

—Y tú, papá,—añadió volviéndose hacia mis-ter Cugnigan,—¡.vendrás con nosotros?

—Sí,—respondió lacónicamente el interpelado.—Lo veis señores,—prosiguió riendo la linda

joven;—mi padre sabe que deseo adornar mi cuar •,to con.una hermosa piel de león y quiere conquis-tar, una; vosotros que sois galantes no debéis mos-traros menos corteses y valientes.

—Os aseguro, que eu cuanto llegeis á Túneztendréis en vuestro cuarto la piel del más her-moso león que pasee por ;el desierto,—-contestóMeneses en el mismo tono.

Gómez iba también á decir algo, pero en aquelinstante entró el cocinero en la tienda llevandoentre la.s manos una humeante sopera, y los euro •peos, á los cuales la jornada habia abierto el ape-tito, rodearon la mesa y no se ocuparon más qusde restaurar sus perdidas fuerzas.

Después de comer, Miss Débora se retiró al de-partamento que en la tienda le estaba reservado,dejando á su padre, al maltas y á los dos españoles sentados delante de la mesa fumando y behiendo ¿ su gusto-.

Generalmente Mister Cugnigan no sabía irse á•acostar sin haber vaciado antes un tarro de gine-bra en cuya operación le ayudaban concienzuda-menteel maltes por gusto y Menesea por captarsede esta suerte las simpatías de su deseado suegro.

En cuanto á Gómez, 83 levantaba de la mes,acuando Miss Débora se retiraba y no era ni granbebedor ni fumador acérrimo.

Mister Cugnigan, según su costumbre, no habla-ba ninguna palabra ni antes, ni durante, ni des-pués de la comida; pero cuando veía que al ponerla ginebra en la mesa se levantaba Gómez, lo mi -raba con cierto aire despreciativo y una sonrisairónica vagaba por sus labios.

Meneses habia observado esto, y por eso creia

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N.f 224 J. ALVAREZ PÉREZ.—-UN DBAMA EN EL DESIEBTO.

obrar con mucha habilidad haciendo compañía alinglés y achispándose con el todas las noches.

También es verdad que Meneses no sabia que lalinda hija de la Gran Bretaña habia eojido un diapor el brazo á su amigo Gómez y le habia dichocon una vooeeita dulce ó insinuante:

-^¿Verdad que es una cosa muy fea embriagarsedespués de comer?

Gómez iba á contestar que era asqueroso, peroal acordarse de que Mister Cugnigan lo haciadiariamente con pasmosa regularidad, se limitó áresponder tartamudeando:

—Yo os diré... en efecto, hasta cierto punto.. .—-¡Qué es eso!—axclamó Miss Dábora clavando

en él sus hermosos ojos.—¿Acaso también os gustala bebida? $

—¡Dios me libre de semejante vicio!—Ya caigo; no os atrevéis á decir vuestra opi-

nión por respeto á mi padre; paro no importa, loque hace es feo aun cuando sea hijo de una cos-tumbre que puede llamarse nacional.

Confieso francamente que vuestro amigo ha des-merecido mucho mis ojos desde que veo su intem-perancia. Después de esta conversación, Gómez,que por política se hubiera quedado algunas vecesacompañando álos bebedores, no tenia ya reparo enabandonarlos, seguro de que si perdía en la consi-deración del padre, ganaba en la de la hija, que eraá la vínica á quien pretendía agradar.

Aquella noche, como de costumbre, se retiró dela mesa; pero en vez de acostarse como solia hacerlo,cojió su escopeta, cargó cuidadosamente con balasus dos cañon3s, y salió del campamento sin servisto por nadie.

Como los deseos, los caprichos de Miss Déboraeran órdenes imperiosas para el enamorado joven,éste se habia propuesto conquistar aquella nocheuna hermosa piel de león para ofrecérsela al si-»guíente dia antss que Meneses tuviera tiempo decumplir su pomposa promesa.

Todas las historias de leones que contaban losmoros y el maltas, la aventura de la noche ante,rior y el deseo de complacar á su amada, bullíanen el cerebro del joven hasta el punto de queaquella noche le hubiera sido imposible conciliarel sueño sin ver cumplida íu ardiente aspiración.

Gómez sabia que el rey del desierto escoje depreferencia la frescura de la noche para entregarseá la caza ó para hacer sus viajes.

Todos decían que estaban en un sitio muy fre-cuentado por los leones, y hasta le habían indica-do una charca donde solían ir á beber.

Conforme con estas noticias, el joven resolviópasar la noche al lado de la charca esperando quesu buena estrella llevaría por allí algu» león se-diento

Junto á la charca, que tenia popa extensión, sesentó Gómez al lado> de un espeso espino que lecubría la espalda, poniéndolo por aquel ladp w cu-bierto de todo ataque, y esperó .en silencio, .

Durante el dia, habia soplado algún viento, quecayó al ponerse el sol; reinando ahora una calmay un silencio sepulcral. •

Hacia dos horas que Gómez estaba sentado jun-to al espino sin atreverse á hacer el menor movi-miento, cuando oyó á lo lejos, en dirección aldesierto, un poderoso rujido, al cual respondió otroen dirección opuesta.

Gómez deseaba que viniera un león á bebor enla charca, y un genio benéfico le enviaba dos. •

Sin embargo, al pronto estuvo tan lejos de ale-grarse al ver tan bien cumplidos sus deseos, quese levantó vivamente y dio dos ó tres pasos pararetirarse al campamento.

Peto Gómez habia nacido cazador y la aficiónpudo más en él que el temor á la muerte.

Tuvo miedo durante algunos segundos, perotambién sintió que su corazón se llenaba de júbiloal escuchar á una milla de distancia sonar y repe-tirse la voz sonora el grito amenazador, mages-tuoso, imponente del poderoso ley délos anímales.

Como nadie nos engaña con más facilidad quenosotros mismos, Gómez, para calmar su miedose dijo: .

—¡Bah! no pueden ser des leonas; será al eco,—y volviéndose á su puesto se sentó de nuevo,montó la escopeta y sé puso á escuchar.

De tiempo en tiempo oíase por intervalos iguales la voz del león modulada de varias maneras.

Unas veces era un gemido sordo y profundo,repetido cinco ó seis veces, terminado por suspiros,ahogados otras, la voz estallaba potente como eltrueno, y se repetía cuatro ó cinco veces, redoblan-do sin eeühry aumentando su intensidad; despuésbajaba poco á poco hasta concluir furiosos, porrugidos semejantes al retumbar del trueno que seacaba.

Gómez era muy aficionado á la música peroconcierto empezaba á inquietarle.

Aquel magnífico dúo tenia frases bellísimas queaún no ha podido trasladar al papel la pluma deningún maestro; pero Gomaz qua lo oía a la orilladel desierto, emboscado á veint» pasos del abreva-dero de los leones, comprendía, sin que ya pudierahacerse ilusión, que tendría que habérselas con idosferoces adversarios, y esta idea quitaba todo el en-eanto á la música leonina.

Creyendo al principio que el eco: repetía los ru-jidos del león, no trató de abandonar aquel lugarpeligroso, y cuando se convenció de su error, cuan-do vio que los rujidos no se repetían fielmente, sino que se modulaban de varios modos, que era una

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730 fSEVIS'PA EUROPEA..-—& DE JUNIO DE 1878. N.6 224

conversación entablada á través de la llanura pordos amigos ó dos rivales, ya no era tierno de huir.

El tratar de alejarse de la charca era más peli-groso que permanecer escondido donde estaba.

En el primer caso corría el riesgo de ser vistoy aun atacado por el león, sin que pudiera ponerseen defensa,- al paso que en el segundo podia ver ásu enemigo sin ser visto y aun mandarle una balaque hiciera menos peligroso su primer emp1 je.

Apenas habia resuelto permanecer en su puesto,oyó que el agua se agitaba en la charca y fijándoseatentamente pudo descubrir, sumerjida en las ti-nieblas, la sombría silueta de un león.

El rey de las selvas parecia inquieto, habia pre-sentido, esperaba quizá, á un enemigo y no bebiacon sosiego,

Siguiendo la costumbre de sus congéneres, sohabia acostado al lado de la charca, en la cual su-mergía de cuando' en cuando su formidable bocaproduciendo al beber un ruido particular.

Sus ojos brillaban en la oscuridad como carbo-nes encendidos y continuaba rujiendo por inter-valos.

Aprovechando la postura del león, que le ofreciatodo el coatado, Gómez fijó una rodilla en tierra yee preparaba á tirar después de haber apuntadocon cuidado, cuando el león saltó sobre sus pataslanzando un furioso rujido.

Frente á él al otro lado de la estrecha charcahabia otro león, cuya cola describia en el aire rá-pidas curbas al azotar sus flancos.

Las dos fieras, que sin duda tenian algún resen-timiento particular y antiguo, se miraron atentay silenciosamente durante algunos segundos.

Después uno de ellos, el último que habia lle-gado, empezó á costear la charca, deteniéndose ádiez pasos de su rival.

Colocados así los dos leones, distaban apenasseis varas de Gómez, que comprendiendo que allíiba á pasar algo terrible, retiró su escopeta, resol-viéndose] á ser testigo de aquel nocturno duelo enel que no pensaba intervenir hasta el últimotrance. . ...

En efecto, no tuvo mucho que esperar; los íeo-nes rugieron alternativamente como para darsesus quejas ó arreglar las condiciones del combate,y después se precipitaron uno sobre otro con po-tente empuje.

Entonces empezó una lucha terrible que durócorto tiempo, y cuyos detalles no pudo apreciar elcazador á causa de la oscuridad.

Veia solo una mole inmensa, porque los dosleones, estrechamente ligados, formaban un sologrupo, agitarse, revolverse, caer, alzarse para caerde nuevo, rodar por la llanura en todos sentidos,lanzando rugidos de furor, y haciendo crugir los

matorrales que partían y aplastaban con su peso.Aquella lucha terrible duró solo cinco minutos.Uno de los leones se levantó, suspiró lánguida

mente, rugió y se alejó paso á paso, dejando á surival tendido en el suelo.

Un relámpago, seguido de una detonación, de-tuvo á la fiera en su camino obligándola á dar unsalto.

Gómez aeababa de disparar su escopeta, muti-lándole la paletilla. ' r

El león lanzó entonces un sonoro rugido, y des-cubriendo al nuevo adversario, orgulloso coa surecuente triunfo, furioso al sentirse herido, se lan-zó sobre el cazador, salvando en dos saltos la dis-tancia que los separaba.

Pero |n tan críticos momentos el joven, sinperder la serenidad, se desliza detrás del espesoespino á cuyo lado habia estado toda la noche, yse dispone á tirar de nuevo.

Entone* elleon,comprendiendo que su enemi-go se guarecía detrás del matorral, quiso dar lavuelta para desalojarlo de allí; pero al ejecutaresta operación presentó el costado al cazador, elcual, aprovechando esta oportunidad, le envió susegunda bala por detrás del bíazuelo derecho.

El león dio un saltó y cayó.: Gomeü cargó apresuradamente su escopeta, peroya no hacia falta; el león se volvió sobre sus es-paldas, estiró su cuello y sus patas, y después secolocó en su primera actitud.

Su mandíbula inferior cayó, dejando paso á untorrente de sangre negra, se agitó por última vez,y al fin permaneció inmóvil.

Habia muerto; la seguuda bala de Gómez le ha-bia atravesado el corazón.

Libre ya de enemigos Gómez, sacó su cuchillode monte y empezó: á desollar los dos leones, encuya operación empleó gran parte de la noche, re-gresando al campamento cerca ya del amanecer,rendido de sueño, y agobiado bajo el peso de unvoluminoso bulto que traía sobre sus espaldas.

A escepcion de los centinelas, ninguno lo vioentrar en la tienda.

Meneses, Mister Cugnigan y el maltes no se ha-bian tomado el trabajo de retirarse i sus lechos,y dormían pacíficamente junto á la mesa cubiertade botellas vacías.

CAPÍTULO XX.El despertar de Miss Débora.—El bulto misterioso —

Impropera Castidad inglesad—Sospechas.—Curiosi-dad.—Una carta.—Tolerancia del amor.—El regalo.—Escursion. por el desierto Un nido de avestruz.—Decepción de Meneses.—La ca¿a mercantil.—Dife»rentes modos de cazar al avestruz.—Much el Sahara.-r-Vida y aventuras de la rata de Faraón.Ya el sol bañaba con sus ardientes rayos la es-

teusa llanura, cuando Miss Débora, despertando,

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N.° 224 J. AtVAKEZ PÉREZ.—UN DRAMA EN Eí. DESIERTO. 731

estiró coquetamente sus blancos y torneados bra-zos y saltó de su cama para ocuparse de su tocadomatinal.

Aunque la joven dormia vestida cuando teniaque pasar la noche en el campo, el departamentoque Joeupaba'en la tienda estaba herméticamentecerrado, sin dejar ningún resquicio por donde pu-diera deslizaise una mirada, indiscreta, de suerteque podia estar entre aquellas cuatro paredes delienzo con tanto descuido como en el'santuario desu virginal alcoba.

Ya habia destrenzado sus luengos y rubios ca-bellos que caían en desorden sobre sus torneadoshombros cubriendo su pecho más blanco que lanieve que cubre en invierno las cimas de Sierra-Nevada, cuando lanzó un psqueño grito y lleno elrostro de encendido carmín corrió al extremoopuesto de la tienda cubriéndose apresuradamentecon un mantón.

Casualmente se habian fijado sus hermosos ojosen un envoltorio qua estaba junto al tabique delona que separaba su habitación de la que ocupa-ban los hombres.

Aquel bulto informa, voluminoso, manchado enalgunos sitios de sangre, tenia un aspecto sinies-tro, aterrador.

Había más; para introducirlo allí, uní manocriminal aa había permitido levantar algunas delas estacas que sujetaban la parte inferior del ta-bique, y esto era un ataque inconcebible, un aten-tado contra el pudor, una violación de domicilioque nada justificaba, y que Misa Dibora en su cali-dad de mujer y de mujer inglesa, no podia tole-rar.

Ella, cuyos castos oídos se ofendían al solo nom-bre de algunas prendas de uso interior é indispen-sable, no podría ya dormir sin inconveniencia enun sitio profanado de aquella suerte.

Que la mirada de un hombre hubiera penetradoallí durante su sueíí >, ya era shoking, por más queestando á oscuras era de suponer qua por pene-trante que fuera el rayo visual no habria adelan-tado mucho camino; paro que hubieran entradouna mano y un lio, pasaba ya de loa límites de loimproper.

Miss Dóbora, que no quería lios en su cuarto, sedecidió á gritar, llamando en su auxilio á su padrepara que casfcigira al au;or de aquel atentado.

No sabia á ciencia cierta quién era el culpable^pero de su corazón brotó á sus labios un nombre.

Aquel nombre era el de Meneses.Misa Dábora comprendía que su padre no era el

que había empujado hasta allí aquel repugnanteenvoltorio, y conocía demasiado el tímido respetocon que la trataba Gómez para creerle capaz dessmejante infamia,

Asi descartados Misfcer Ougaigan y Gómez, res-taban sólo el maltes y Meneses.

Pero el primaro tenia cincuenta años; el invier-no de la vida habia empezado á cubrir de escarchasu cabsza, y era todo un hombre formal.

Meneses, por el contrario, era joven, amaba áMiss Débora, y ella lo sabia bien, porque estojamás lo ignoran las mujera3, y además le eraantipático.

Estas reflexiones cruzaron por la manbs de lainglesa con la rapidez que el telégrafo trasmite losdespachos da uno á otro emisferio atravesando losmares; así fue, que aun antas de resobraras delsusto, habia formulado ya su acusación contra elcomisionista y resuelto delatarlo. ;

Reparó apresuradamante el encantador desordende su traje; corrió a la cortina de comunicación, ysus afilados dedos quitaban ya las correas con qasse cerraba int3riorin8nte, cuando la curiosidad,ese defecto peculiar de los niños y da las mujeres,le hizo cambiar de idea, dando treguas á su enojo.

Pensó que antes de quejarse á su padre debiaver lo que contenía aquel paquate; alto sin perjui-cio de preseaentar la queja una, vez satisfecha svijusta curiosidad.

Apartóse, pues, de la puerta, y levantando algúntanto sus faldas, empujó el envoltorio con la, puntadel pió, haciéndolo rodar, no sin trabajo, hasta ecentro de la tienda.

En seguida tom > sus precauciones para que na-die pudiera verlo que haeia, y se acercó al bulto.

Era éste Vitante vol.inaino3O y pasado; estaba,cubierto la lona, manchada de sangre en muchossitios, y atado con dos grueaos cordones de sedaparecidos á los que usan los moros para ceñirsesus gumías.

Doblado en cuatro y sujeto por los cordones,habia unv^apel en el cual no habia reparado aún.

Cojiólo, y desdoblándolo leyó:"Señorita:"Anoche deseasteis una piel de león; y ansiando

complaceros, salí á buscarla. Gomo siempre quese busca una cosa con fe suele encontrarse, mibuena estrella, en vez de una, me deparó dos pie-les, que son las que me psrmito ofreceros, en laesperanza de que las aceptareis, perdonando miatrevimiento."

La carta estaba escrita en francés; la firmabaEnrique Gómez, y su lectura cambió radicalmenteel curso de las ideas de Miss Débora.

A pesar de la rijidez con que los ingleses mirancuanto se roza con las conveniencias, tal es el im •perio que el amor ejerce en los corazones femeni-nos, que lo que pocos momentos antes calificabade acción infame, le parecía ahora caballerosa ydelicada,

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732 REVISlAi ffiüaOPEA.r—.9 DE JUNIO DE 1-878.

Es verdad que el rapázuelo fle la venda es unode los ópticos más hábiles que pueden existir yque, cual nadie, posee el arte de acortar las dis-tancias y embellecer las perspectivas.

Deponiendo Misa Débora su enojo, corrió al en-voitorio, desató los cordones que lo sujetaban yestendió en el suelo las dos magníficas pieles delos leones que la noche antes habia ido á buscarGómez.

Después de haberlas examinado con ateneion,admirando sus dimensiones ycalculmdo el amorque el jóvfn debia sentir por ella á medida de losriesgos á que se exponía por satisfacer sus capri-chos; recogió las pieles y prosiguió su tocado, queaquella vez concluyó sin que ningún suceso extra-ordinario viniera á interrumpirlo.

La primera persona que vio fue á Gómez quela esperaba frente á la puerta desde que los prime-ros rayos del sol asomaron en el horizonte.

Al ver al joven que la miraba con timidez comosi temiera haberla desagradado, la linda inglesabajó los ojos, mientras que un vivo encarnado cu-bría sus mejillas, invadiendo su tersa frente.

Aquella emoción, que no pasó desapercibida paraGómez, inundó de alegría su corazón, halagandoal propio tiempo su amor propio.

Lograr que la inglesa, tan fria, tan dueña desí misma, se conmoviera, era iva. gran triunfo, delcual se sentía orgulloso.

Parecíale que Miss Débora, hasta entonces in-sensible, se animaba para él sólo.

Los dos se estrecharon las manos sin cambiaruna sola palabra, sin mirarse siquiera; pero aquélsilencioso saludo era más elocuente que el másestudiado discurso.

Después de almorzar los viajeros montaron ácaballo, y acompañados solo de Alí, salieron delcampamento con objeto de dar un paseo por el de-sierto.

El calor era sofocante; los rayos del sol caian áplomo sobre sus cabezas, sin que el más leve soplode la brisa viniera á templar su inalterable ardor

Apenas se hubieron internado uñ poco en aque-lla interminable llanura de arena, el sentimientodé lo grande, á cuyo influjo no pueden escapar nilas almas más prosaicas, se apoderó de los viaje-ros.

Las conversaciones cesaron poco á poco y lascanciones eon que Ali amenizábala jornada; espi-raron en sus labios.

Apenas se oía el pisar de los caballos en la mo-vediza arena, ni un solo pájaro cruzaba el despe-jado cielo, limpio de nubes, y la vista seestendiasin trabes por una llanura inmensa, cortada porpequeñas colinas que el simoun asolador habíaformado.

Al llegar á la cima de una de ellas detuviéronselos' viajeros;

Habian llegado al término del paseo, y antes deregresar al campamento querían contemplar aunen. todo su explendor el imponente panorama queá su vista se desarrollaba; querían ver el desiertoen toda su majestad.

—¿Qué os parece esto?—preguntó Gómez en vozbaja, acercándose á Miss Débora.

i—Sublime; pero lo que más meimpone ei elsilencio sepulcral que reina en estas llanuras.

Por todas partes, en el mar, en los bosques, enlos campos, de dia, de noche, atocias horas se per-ciben ciertos murmullos, ciertos rumores vagos yarmónicos que revelan la vida; pero aquí todo essilencio y hasta cuando oigo el eco de mi voz meparece extraño.

—Es que en el mar, en los bosques, en los de-siertos campos, de dia, de noche infinitos serespueblan las aguasólas tierras, los aires se agitan,vuelan nadan, pululan, se hablan, y el murmullode las olas ó el susurrar de la brisa entre los ár-boles ó las plantas mezclado con su voz, forma esarumor armonioso que tan grato es al oído.

¿Pero aquí qué queréis que suene? Nada vive;esto es un inmenso cementerio.

—Tenéis razón, aquí no puede haber un serviviente.

—'iVarios!—exclamó Mister Gugnigan mezclán-dose en la conversación y metiendo en su fundalos gemelos de viaje con los que hacia algún tiem-po examinaba atentamente el horizonte.

— j,Qué' queréis decir?—preguntó Meueges po-niéndose densamente pálido.—¿Habrá por aquíotros sores humanos?

—Hombres, no; animales,—respondió lacónica-mente el inglés: y picando á su caballo se alejó ágalope, seguido por sus compañeros, que no obtu-vieron de él más explicaciones.

Algunos minutos después ge detuvo, y echandopié á tierra, descolgó su carabina del arzón de lasilla, y fue á emboscarse detrás de un montecillode arena.

Miss Débora, Gómez, Meneses y el maltes losiguieron imitando todos sus movimientos, aunque sin saber de lo que se trataba: y al asomar conprecaución la cabeza por cima del montecillo,vieron lo que habia llamado la atención de MisterCugnigan.

A un tiro de fusil del lugar donde estaban es-condidos, se destacaba, sobre la tinta uniforme deldesierto, la silueta de un ave extraordinaria.

Tenia un tamaño enorme, un cuello largo y del-gado que sostenía una cabeza muy chica, armadade un pico ancho y corto.

Su color era negro con manchas blancas, y sus

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'224 J. ALVAREZ' PÉREZ.—WN DRAMA EN EL DESIERTO. 133

alas; que parecían demasiado cortas, se agitabanincesantemente cubriendo sus patas, sobre lascuales estaba echado, mientras que su cabeza gira-ba en todos sentidos como si el animal se sintieraacometido por una gran inquietud. '•

—Es un avestruz,—exclamó el maltes á mediaVOZ.

Mister Cugnigan no dijo nada, pero armó sucarabina.

Sin duda, el animal, que habia presentido ya lallegada de los viajaros, debió percibir el ruido quehizo la batetía de la carabina, porque levantándo-se rápidamente se alejó corriendo con gran veloci-dad, y se puso fuera de tiro antes que el ingléstuviera tiempo de disparar.

—¡Goi dem!—murmuró Mister Cugnigan dejan-do caer con violencia el arma cuya culata se hun-dió en la arena.

—¡Quó lástima!—exclamó Miss Débora,—unmomento más y hago una bonita cosecha de plu-mas.

—jQué haria en ese sitio?—preguntó Meneses.—Tal vez empollando sus huevos;—respondió

el maltes.—Yo creí que dejaban al sol ese cuidado,—ob-

servó Miss Débora.—Así es, en efecto, pero los cubren por la noche

para preservarlos del frió, y no los abandonanhasta que ya está bien adelantado el dia.

—¿Dé suerte—preguntó Gómez,—que quedandonos aquí emboscados lograríamos matarlo, citan-do esta ñocha volviera á cubrir su nido1?

—Quizá.—contestó el maltes,—pero seria muydifícil, porque los avestruces no se dejan aproxi-mar fácilmente; ya os podréis convencer vos mis-mo de lo que digo cuando les demos una batida,que no tardará mucho pues, aun cuando el objetoprincipal de la caravana es buscar oro en polvo,jamás se retira del desierto sin haber hecho antesamplia provisión de huevos, plumas de avestruz ypieles de leones y panteras.

—En ese Caso,—exclamó Meneses,—me propon-go matar el primer león que se presente y regalarosla piel.

—Os lo agradeceré mtíchb,-^replicó sonriendoMiss Débora;—pero si es por satisfacer el caprichoque demostró, no tenéis por qué apresuraros, pilesya está cumplido; : •

—¿Cómo? '—Nuestro amigo Gómez mató anoche dos leones,

cuyas pieles tengo guardadas.Meñesés se1 mordió loa labios hasta hacerse

sangre, y dirigió á su rival nna mirada doñdere-bosaban el Odio y la envidia.

— Veri-good!—murmuró Mister Cugnigan ten-diendo la mano al joven.

^-Decidme,—preguntó Miss Débara* que. vien-do la confusión de Meneses tuvo lástima de ól yquiso cambiar el curso da la conversación,—¡.da-remos Una batidas á las bestias feroces?

—No, -replicó el maltes;—eso seria muy largo,muy aventurado y muy peligroso. ,

En este momento, los moros que han quedadoen el campamento deben estar ocupados en cavartrampas, parecidas á la que tan funesta estuvo ápunto de ser para vuestro señor padre. •

—¡Oh! ¡yós!—dijo entre dientes mister Cugni-gan, moviendo afirmativamente la cabeza.

—Mañana,—prosiguió el maltes,—encontrare-mos en ellas algunas fieras, que podremos matar sinriesgo de ningún género.

—Eso es un asesinato infame,—esclamó MissDébora haciendo un gesto de disgusto;

—Pero es lo más cómodo y lo que dá mejoresresultados; dé otra suerte, no se matarían tantosanimales y las pieles se venderían mucho máscaras.

—i,Y á los avestruces, también los cazan contrampa?—preguntó Gómez.

—A esos hay dos maneras de cazarlos, segnn elnúmero de cazadores que haya.

Cuando estos son numerosos, como nos sucede ánosotros, montan todos á caballo y empiezan áexplorar el desierto hasta que se encuentra unapartida de avestruces; entonces se desplegan enguerrilla y se lanzan á escape sobre los animalesque casi siemp.e, movidos por la curiosidad, sedetienen un poco para contemplar á los ginates.

Viéndose perseguidos, se dispersan y huyen,pero los cazadores que van en las alas, cuidan dearrojarlos háeia el centro y mantenerlos siempreagrupados, para que sus compañeros aprovechenmejor lámbalas que sin cesar disparan,

—-Hé aquí una cacería que ha de gustarme,—.exclamó miss Débora euyo3 ojos brillaron de en*tusiasmo.

—Es divertida y provechosa, porque si los ca-ballos y los tiradores son buenos no dabe escaparun solo avestruz.

El segundo método es muy ingenioso y lo usanbastante los árabes del desierto cuando no tienencaballo ó son en corto número.

Uno de ellos se viste con la piel de uno de ese3pájaras, cuyos movimientos imita perfectamentey se lanza a l a llanura acercándose'poco á poco ásus víctimas hasta que se ponen á tiro; pero estesistema da pocos resultados. ' !

Ahora,—añadió el maltes,—como se vá haciendotarde y los caballos necesitan' esta* descansados,se me fignra que haríamos bien en recojer loshuevos de ese nido y volvernos al campamento.

—Lo mismo dá volver á buscarlos mañana

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734 REVISTA EUROPEA.—^9 DE JUNIO DE 1878. N.° 224

puesto que por aquí hay avestruces,—observóGómez.

—Es que además de tener los huevos muchosgolosos, es un hecho probado que el avestruz des-truirá su nido.

—¡Par diez!—exclamó interrumpiéndose el mal-tés;—no lo decia yo; allí están los piratas del de-sierto aprovechándose de la ausencia del aves-truz.

Los cazadores miraban hacia donde señalaba elmaltes, y: vieron que cautelosamente se acercabanal nido dos animales no mayores que un gatomontea, aunque más largos.

Entonces sonó una detonación, á la que siguióiamediatamente otra y los dos animales descono-cidos rodaron por la arena.

Mister Cugnigan y Gómez eran los que habianhecho fuego.

Inmediatamente corrieron todos hacia el sitiodonde habian caido las piezas, y el maltes que co-nocía perfectamente, exclamó:

—No lo habia dicho: aquí tenemos dos, machel sahara.

—iQué es esóí—preguntó Gómez.—Es el nombre árabe que equivale á gato del

desierto.~¡Ah!—exclamó Miss Dóbora,—este es el fa-

moso gato de Faraón del que cuentan Estrabon,Diodoro y Plinio, que ataca al cocodrilo cuando loencuentra dormido, introduciéndose por la boea ydespedazando las entrañas del gigantesco reptil.

—No conozco á esos señores que me acabáis decitar, pero desde luego puedo aseguraros que nohan visto ni uno solo de estos animales.

—Cuidado con lo que decís; notad que son unossabios, y que este animal cuyo nombre es ichnen-mon, fue ya conocido de los antiguos egipcios quele atribuían un carácter sagrado y le tributabanun eulto supersticioso.

Durante su vida lo consideraban tanto como hlos gatos sagrados, ytcomo ellos tenian asignadauna pensión para subvenir á los gastos dé su mesaen la cual jamás faltaban, ni huevos, ni sopas deleche, ni pescados del Nilo.

Castigábase con terribles penas la muerte vio-lenta dada á cualquiera de los individuos de estafamilia, y cuando naturalmente llegaban á morir,se les,*.rendían honores fúnebres como si fueranmiembros de la casa real.

—Será otro animal^-f-contestó el maltes á quiendesconcertaban el aplomo y la erudición de lajoven. . . • / ' . . '

- N o , no me equivoco, ved aquí todas las seña-les que distinguen al Viverra ichneumonde Lineo,á 1» mangusta común; este animal es el mismoque describe Cuvier, que por cierto hace también

mención del modo que tienen de matar á los coco-drilos.

—Tened presente,—observó Gómez sonriendo»—que Cuvier es el príncipe de los naturalistasmodernos.

—Puede ser que todos esos naturalistas tenganrazón; por mi parte jamás he visto ni oido decirsemejante cosa.

Sé, por haber cazado muchos, que habita lasorillas de los rios, aun cuando hace largas espedi-ciones lejos de sxi morada para buscar huevos deavestruz, perdices, gallinas y otros animales porel estilo.

Respecto á los cocodrilos, busca y come con avi-dez sus huevos, y aun ataca á los cocodrilos peque-ños que no pueden entrar en el agua ó resistir á losesfuerzos del gato del desierto, que como podéisnotar tiene la boca demasiado chica para asegurarpresas de gran'tamaño.

—Está bien, pero hace calor,—interrumpió Mis-ter Cugnigan, y echándose la escopeta al hombrocogió una de las mangustas, y cargando con ellase alejó hacia donde habian dejado los caballos.

Viendo esto el maltes, cogió el segundo animal,y siguió diciendo á los dos jóvenes que marchabaná su lado:

—Esto es lo que sé del gato del desierto; pero,sin embargo, n© me estrañaría que lo que cuentande él los sabios que acabáis de citar fuera cierto.

Basta ver su expresiva fisonomía y sus ojos ar-dientes y vivos para comprender la gran astuciade que está dotado y su valor impetuoso.

Igualmente ataca al perro que al gato, al coco-drilo pequeño que al buitre.

Hasta la misma víbora no está segura de susdientes, y eso que el gato del desierto sabe muybien á lo que se espone al luchar con su terribleenemigo, y toma con gran cuidado sus precaucio-nes, que consisten en meterse en el agua, revol-cándose después en fango, hasta cubrir su cuerpocon una espesa coraza de lodo que los ponga á cu-bierto de las peligrosas mordeduras del reptil.

Así armado el gato del desierto, marcha al com-bate; y aun cuando casi siempre logra la victoria,muchas veces sale herido por el ponzoñoso dientede la víbora.

En este caso, corre inmediatamente en busca deuna yerba que los beduinos conocen con el mismonombre que al gato, y con ella neutraliza los efec-tos del veneno.

Apenas hubo acabado de hablar el maltes, cuan-do llegaron al lugar donde habian dejado los ca-ballos custodiados por Ali y por Meneses, que nohabian querido tomarse el trabajo de ir hasta elnido de los avestruces.

El maltes y Ali acomodaron sobre loa caballos

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.°: 224 MISCELÁNEA. BIBLIOGRAFÍA.

del mejor modo que pudieron los huevos recogidosdel nido, que ascendían á 27, y las doa mangustaa;después de lo cual montaron todos, volviendo bri-das hacia el campamento.

A la cabeza marchaba Mistar Cugnigan; seguiandetrás el maltes, Miss Dóbora y Gómez, y cerrabanla retaguardia Mene3es y Alí, que estaban empe •nados en una larga conversación.

JOSÉ ALVAREZ PÉREZ.

(Continuará)

MISCELÁNEA-

La Sociedad de acuarelistas, que sólo cuentatres años de vida, va haciendo notables progresos.La exposición pública anual que acaba de abrirseaventaja enmueho á la anterior, así por el númerocomo por la calidad de las obras. Figuran entreostas dos acuarelas del Sr. Pradilla , una de ellas,especialmente La Maja, que e3 una joya artística;dos del Sr. Ferran, particularmente La Vendedorade Flores, notable por la gallardía de la figura;El Anticuario, de D. Bernardo Eioo, una délasmás notables de la Exposición, por la frescura delcolor y por el conjunto; Un Estudio de Costumbresde Tánger, delSr. Pellicer, y varias de los SeñoresPerea, Mosquera, Cébrian y otros que no recorda-mos.

La Junta directiva encargada de organizar yactivar los medios necesarios para perpetuar lamemoria del malogrado á insigne pintor EduardoRoaaleq, y que la componen: Presidente, Exce-lentísimo Sr. Duque de Bailen.—Vicepresiden-te, Ilustrísimo Sr. D. José de Cárdenas.—Con-tador, Sr. D. Mariano Milego.—Tesorero, Excmo.Sr. D. Abelardo de Carlos.—Vocales, Excmo Sr.D. .José Eehegaray.—Excmo. Sr. D. Manuel Ma-ría de Santana.—Excmo Sr. D. Iguaeio Joaá Es-cobar.—limo. Sr. D. Federieo Balart.—Sr. DonManuel Domínguez.—Sr. D. Emilio Ayuso.—Señor D. Juan Sanmartín.—Sr. D. Francisco Pra-dilla.—Sr. D. Gabino Siuyk.—Sr. D. Calisto To-ledo.-—Secretario , Sr. D. Francisco Eehagüe No-gaeira, ha tomado el acuerdo de abrir listas desuscrieion interesando á los amantes á las bellasartes en la realización de tan patriótico pensa-miento , para llevar á término feliz una idea queennoblece á las bellas artes y á cuantos prestenus cooperación con su desinteresado concurso.

En el teatro da Apolo se ha estrenado una co-media en dos actos, titulada Los dedos huéspedes,arreglo del Vaiideville francés, en tres actos, Lestrois épiciers, estrenado en París hace veinte año3en el teatro del Palais Roy al.

El arreglo, hecho por el Sr. Anguita, conservatoda la vis cómica del original y fue muy bien re-cibido por el público que llenaba el teatro; seaplaudió mucho y sin cesar, y aunque el asunto egalgo subido de color, el Sr. Anguita ha sabidovestirlo con alguna castidad. Hallándose ausenteel autor, no pudo presentarse en escena á recibirel aplauso general del público.

En la ejecución se distinguieron notablementelos Sres. Donato Jiménez y Ricardo Guerra, y lasSrtas. Calderón y Fernandez, contribuyendo losdemás actores al buen éxito de la obra.

Hoy sábado se estrenará en el mismo teatro unacomedia en tres acto3, titulada: Penas del purgato-rio, original de dos aplaudidos autores. En nues-tro próximo número nos ocuparemos de ella.

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La Sra. Trafford, que debutó en esta semana enel teatro de la Comedia con la ópera de DonizzettiDon Pasquale, fue bien acogida por el público quela aplaudió en diferentes ocasiones.

En El barbero de Sevilla, puesto en escena elmiércoles último, obtuvieron aplausos las señori-tas Ferni y Grassi, y los Sres. Fiorini y Morelli;el tenor Sr. Sabatini que, según anunció, cantabasin pretensiones, fue bien recibido, y la orquesta,dirigida por el Sr. Pérez, contribuyó al buen éxitode esta obra.

La compañía Arderíus ha vuelto á poner en es-cena en la actual semana la aplaudida zarzuela deespeetáetUo La vuelta al mundo, la cual siemprelleva una numerosa concurrencia al favorecidoteatro del Príncipe Alfonso.

En la próxima semana tendrá lugar el estrenode la revisti europea, de grande espectáculo en'tres actos, divididos en 14 cuadros, original dedos aplaudidos autores, música del popular maes-tro Barbieri, titulada El diablo cojudo, la queserá presentada con extraordinario lujo, para loque se está construyendo un numeroso vestuarioy atrezzo y seis decoraciones, entre las que des-cuellan las que representan el Prado en las fiestasreales del casamiento de S. M., adornado oon lagran iluminación de gas que lució en aquellosdias, y la del palacio de la Exposición de París;estrenándose además en el final del primer aetoun gran baile, nominado Turcos y rusos, compo-sición del director Sr. Rossi,

Page 32: REVISTA EUROPEA. - Ateneo de MadridAteneodemadrid.com/biblioteca_digital/periodicos/Revistas-00529.pdfes cosa fácil para un europeo. Tiene el talento de g*nar su confianza y de hacerles

736 REVISTA EUROPEA..—"9 BE JUNIO J>E 1878.

La p,re3eüt¡aciou del ártisba tír. CharlesGrant lleva al Circo de Pf ice una numerosa con-currencia. Eos trabajos 'qus ejecuta en 'los trestrapecios y1 eu el trampolin son verdaderamentenotables, obteniendo en todos ellos muchos y muymerecidos aplausos.

Continúan también siendo objeto de la admira-ción del público los hermanos Mariano, por susdifíciles y violentas posiciones en la barra fija yen las anillas; la familia Ohiessi, y demás princi-pales artistas.

El aplaudido clown Tony Grice, desempeña congeneral aplauso su papel, haciendo olvidar á losconcurrentes las fuertes emociones que les propor-cionan tan arriesgados ejercicios.

M. Parish puede decir que está de enhorabuena,pues con tales artistas, y los nuevos que tiene con-tratados y presentará en breve, tendrá, á no du-darlo, grandes entradas.

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Hoy se inaugurarán las funciones de la tempo-rada de verano en los jardines del Buen-Retiro.

Una de las primeras obras nuevas que se estre-narán, es un apropósito original de dos aplaudidosescritores, jf que se titula La feria.

Dada la actividad y los sacrificios hechos por laempresa, no dudamos que aquel ameno paraje pro-porcionará á sus favorecedores agradables ratosdurante las noches del estío.

Madrid, sibado 8 de Junio de 1878.

BIBLIOGRAFÍA.

OBRAS DE LEIBNTTZ. Tomo II. NUEVO Ílf-SAYO SOIIBE EL ENTENDIMIENTO HÜMAÍÍO.== L í b r O I

y II.—Ún tomo en 4.° de 324 páginas, edición es-merada.—Madrid 1878.—Casa editorial de Medi-na, Amnistía, 12. Estas obras se publican por sus-cricion al precio de 20 rs. cada tomo, y continúaabierta todavía; pérb según la lista de suscritoresque publica álfinal délos tomos, no tardará mucho en quedar agotada la edición limitada que sehace de estas importantes obras.

+• f

MI drama de la vida, poema, por D. ManuelHenao y Muñog.

Acaba de ver la taz pública: el Prólogo de estaobra, para cuya lectura no ha tenido por conve-niente la Junta de gobierno del Atenep de Madridconceder aLautor una velada literaria, y que unavez terminada se pondrá A la venta, al precio decuatro pesetas en Madrid y cinco ea.provincias;

Recuerdos déla guerra civil, par el comandanteD. Eugenio de la Iglesia.—Apuntes sobre ellevan-tamiento del sitio de Bilbao en 1874.—La defensade Cuenca.—Una excursión por el ejército del Cen-tro. Un vol. en 8." prolongado, de -más de 200 pá-ginas.—Madrid, 1878.

La nueva obra que con dicho título se acaba depublicar, acredita una vez más la ilustración y la-boriosidad del Sr. La Iglesia.

Se halla de venta en las administraciones de losperiódicos militares, y en casa del autor, Serrano,23, tercero.

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Cartilla ilustrada de la viticultura, $ el arte deelaborar y tratar debidamente los vinos, por donAntonio Castell de Pons. Obra escrita para ins-trucción de los alumnos de escuelas elementales,de capataces y cosecheros que por profesión óamor al arte agrícola se dedican á la explotaciónde viñedos; seguida de un cuadro sinóptico muyútil á los fabricantes de aguardientes y comer-ciantes dé espíritus, por medio del cual, sin nece-sidad de operaciones ni cálculos se obtiene el ver-dadero título1 ó peso alcohólico' de los liquidasespirituosos. Un volumen en 8.°, de 160 páginas.—Barcelona, 1878.—Imp. de la Renaixensa.

La unión y el gobierno nacional, bases generalesde reforma electoral por Valerio Cervefa.—Unfolleto en 8.° de 48 páginas.—Madrid 1878.—Sehalla de venta en las principales librerías y en casadel autor (Mesón de Paredes, 54) al precio de 2reales.

El centenario de Yoltaire —Cartas dirigidas álos Sres. Concejales de París por Monseñor Dupau-loup.—Primeia serie.—Un folleto en 8." de 56 pá-ginas.—Barcelona 1878.—Espasa hermanos, edi-tores.—Véndese en las principales librerías al pre-cio de 2 reales.

Certamen, con que celebró el Círculo literariode Vich el primer aniversario de la inaguraciondel ferro-carril.—Un tomo en 4." mayor de 170páginas.—Vich, 1877.—Este libro contiene, ade-más de los discursos del Presidente y Memoriasdé los Secretarios del Círculo y del Jurado, lasobras premiadas, entre las cuales figuran algúntrabajo sobre agricultura y Varias poesías en cas-tellano y catalán.