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RUMANIA JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLE Fotos: Patricio Rodríguez-Buzón D E las muchas opciones que ofrece un país tan diverso para diseñar diferentes recorri- dos culturales, decidimos centrar nuestra atención en las regiones de Valaquia, Transilvania, y Moldavia que, a lo largo de la historia, constitu- yeron la espina dorsal del territorio y terminaron por configurar la Rumania que conocemos hoy. Además, este programa nos permitía conjugar dos intereses fundamentales: por una parte, conocer su belleza paisajística y por la otra, admirar su sin- gular acumulación monumental, en especial, los célebres monasterios pintados, declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Con este objetivo, el eje que trazamos sur-noroeste, atrave- sando el bucle de los Cárpatos y la gran meseta que delimita, satisfacía nuestros intereses. A la hora de ponerme a redactar estas páginas creo que la elección fue un acierto. No sólo por- que los objetivos se cumplieron ampliamente, sino también porque el viaje nos permitió poner en tela de juicio viejos estereotipos que abundan entre nosotros sobre Rumania y empezar a descubrir y amar a un país de rico proceso histórico; natura- leza diversa donde se alterna la feracidad de sus tierras con la densidad inolvidable de sus bosques alpinos; la variedad tipológica de su arquitectura popular, la riqueza monumental y urbanística de sus ciudades, desde los burgos medievales intactos a los trazados renacentistas y barrocos; acumula- ción de edificios civiles y religiosos que dota al país de un conjunto urbanístico y un patrimonio monumental únicos en Europa. Antes de comenzar la crónica del viaje, me ha parecido de interés, reseñar los datos que suminis- tro a continuación. Con una superficie de 240.000 km 2 , Rumania se divide en 41 departamentos y tie- ne una población de casi 23 millones de habitan- tes, En su economía predomina la industria pesada sobre el consumo. Es el segundo país productor de petróleo de Europa. Posee también, minas de lignito y carbón, y una gran riqueza forestal (30% de la superficie del país). El sector agrícola emplea al 30 % de la población y las tierras cultivadas representan el 39,7 % del total. El trigo, maíz, uvas, plantas textiles, olea- ginosas, remolacha, patatas y legumbres son sus principales cultivos, dependiendo de las regiones. La fruta es un producto importante de exportación. En la ganadería, la cabaña ovina es la más nume- rosa, seguida de la porcina y la vacuna. JORNADA I La lluvia que nos acogió a nuestra llegada a Ru- mania nos va a acompañar en esta primera jornada y lo va a continuar haciendo a lo largo de casi todo el viaje. Viniendo de Andalucía se agradece, aun- que tengamos que lamentar las graves inundacio- nes que trajo consigo. Por lo demás, Bucarest bajo la lluvia ofrecía una bella imagen melancólica, con el paisaje mojado de sus anchas avenidas de abun- dante arbolado y los numerosos parques y lagos que salpican la ciudad Acompañados por Gregorio, un guía que unía al rigor de la información la amenidad de su rica per- sonalidad: profesor de lengua inglesa, compositor y cantautor, comenzamos nuestro recorrido por las principales vías de Bucarest para obtener una visión totalizadora de la ciudad, capital del depar- tamento de Valaquia y del país, que en 1459 fun- dara el príncipe Vlad Tepes, más conocido como Drácula. En una amena panorámica pasaron ante nosotros la Universidad, el Teatro Nacional, el antiguo Palacio Real, el Museo Nacional, el Par- lamento y casco antiguo, la sede del gobierno y la Casa del Pueblo, un edificio colosal de pésimo gusto que en 1984 mandara construir Ceaucescu, movilizando 400 arquitectos y 20.000 obreros, so- bre una superficie de más de 60.000 m 2 , destru- yendo valiosas iglesias de la zona y gran parte del caserío antiguo. Nuestra primera visita es a la iglesia Cretulescu, fundada en 1722 por la hija de Constantin Bran- coveanu, príncipe clave en la historia de Valaquia, cuyo nombre saldrá en numerosas ocasiones a relucir a lo largo de este relato. Personaje de una gran pasión humanista, tanto él como sus descen- dientes, jalonaron el país de palacios y fundaron o restauraron iglesias y monasterios. El príncipe crea una corriente arquitectónica original, donde dialogan Oriente y Occidente: una síntesis entre la tradición bizantina y aportes del Renacimiento con toques barrocos. La iglesia Cretulescu es, sin duda, un buen ejemplo de ese estilo. En la fachada, una banda finamente esculpida divide las paredes en dos registros, donde el de arriba está ritmado por arcadas ciegas. Tiene un atrio profusamente deco- rado con iconografías bizantinas y las linternas de las cúpulas están resueltas con dos torrecillas ge- melas de aire oriental. FRESCO VOTIVO DEL ATRIO DE LA IGLESIA CRETULESCU AMIGOS DE LOS MUSEOS 71

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Page 1: REVISTA 7 TEXTO - Dialnet · un bello icono de los santos Constantino y Elena, bajo cuya advocación se encuentra la iglesia. En nuestra visita coincidimos con la celebración de

RUMANIA

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ-BUZÓN CALLEFotos: Patricio Rodríguez-Buzón

DE las muchas opciones que ofrece un país tan diverso para diseñar diferentes recorri-dos culturales, decidimos centrar nuestra

atención en las regiones de Valaquia, Transilvania, y Moldavia que, a lo largo de la historia, constitu-yeron la espina dorsal del territorio y terminaron por confi gurar la Rumania que conocemos hoy. Además, este programa nos permitía conjugar dos intereses fundamentales: por una parte, conocer su belleza paisajística y por la otra, admirar su sin-gular acumulación monumental, en especial, los célebres monasterios pintados, declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Con este objetivo, el eje que trazamos sur-noroeste, atrave-sando el bucle de los Cárpatos y la gran meseta que delimita, satisfacía nuestros intereses.

A la hora de ponerme a redactar estas páginas creo que la elección fue un acierto. No sólo por-que los objetivos se cumplieron ampliamente, sino también porque el viaje nos permitió poner en tela de juicio viejos estereotipos que abundan entre nosotros sobre Rumania y empezar a descubrir y amar a un país de rico proceso histórico; natura-leza diversa donde se alterna la feracidad de sus tierras con la densidad inolvidable de sus bosques alpinos; la variedad tipológica de su arquitectura popular, la riqueza monumental y urbanística de sus ciudades, desde los burgos medievales intactos a los trazados renacentistas y barrocos; acumula-ción de edifi cios civiles y religiosos que dota al país de un conjunto urbanístico y un patrimonio monumental únicos en Europa.

Antes de comenzar la crónica del viaje, me ha parecido de interés, reseñar los datos que suminis-tro a continuación. Con una superfi cie de 240.000 km2, Rumania se divide en 41 departamentos y tie-ne una población de casi 23 millones de habitan-tes, En su economía predomina la industria pesada sobre el consumo. Es el segundo país productor de petróleo de Europa. Posee también, minas de lignito y carbón, y una gran riqueza forestal (30% de la superfi cie del país).

El sector agrícola emplea al 30 % de la población y las tierras cultivadas representan el 39,7 % del total. El trigo, maíz, uvas, plantas textiles, olea-ginosas, remolacha, patatas y legumbres son sus principales cultivos, dependiendo de las regiones. La fruta es un producto importante de exportación. En la ganadería, la cabaña ovina es la más nume-rosa, seguida de la porcina y la vacuna.

JORNADA ILa lluvia que nos acogió a nuestra llegada a Ru-

mania nos va a acompañar en esta primera jornada

y lo va a continuar haciendo a lo largo de casi todo el viaje. Viniendo de Andalucía se agradece, aun-que tengamos que lamentar las graves inundacio-nes que trajo consigo. Por lo demás, Bucarest bajo la lluvia ofrecía una bella imagen melancólica, con el paisaje mojado de sus anchas avenidas de abun-dante arbolado y los numerosos parques y lagos que salpican la ciudad

Acompañados por Gregorio, un guía que unía al rigor de la información la amenidad de su rica per-sonalidad: profesor de lengua inglesa, compositor y cantautor, comenzamos nuestro recorrido por las principales vías de Bucarest para obtener una visión totalizadora de la ciudad, capital del depar-tamento de Valaquia y del país, que en 1459 fun-dara el príncipe Vlad Tepes, más conocido como Drácula. En una amena panorámica pasaron ante nosotros la Universidad, el Teatro Nacional, el antiguo Palacio Real, el Museo Nacional, el Par-lamento y casco antiguo, la sede del gobierno y la Casa del Pueblo, un edifi cio colosal de pésimo gusto que en 1984 mandara construir Ceaucescu, movilizando 400 arquitectos y 20.000 obreros, so-bre una superfi cie de más de 60.000 m2, destru-yendo valiosas iglesias de la zona y gran parte del caserío antiguo.

Nuestra primera visita es a la iglesia Cretulescu, fundada en 1722 por la hija de Constantin Bran-coveanu, príncipe clave en la historia de Valaquia, cuyo nombre saldrá en numerosas ocasiones a relucir a lo largo de este relato. Personaje de una gran pasión humanista, tanto él como sus descen-dientes, jalonaron el país de palacios y fundaron o restauraron iglesias y monasterios. El príncipe crea una corriente arquitectónica original, donde dialogan Oriente y Occidente: una síntesis entre la tradición bizantina y aportes del Renacimiento con toques barrocos. La iglesia Cretulescu es, sin duda, un buen ejemplo de ese estilo. En la fachada, una banda fi namente esculpida divide las paredes en dos registros, donde el de arriba está ritmado por arcadas ciegas. Tiene un atrio profusamente deco-rado con iconografías bizantinas y las linternas de las cúpulas están resueltas con dos torrecillas ge-melas de aire oriental.

FRESCO VOTIVO DEL ATRIO DE LA IGLESIA CRETULESCU

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La estructura de esta iglesia, al igual que la de todas las ortodoxas, está compuesta por un pórtico que puede ser cerrado o abierto, como en el caso que acabamos de comentar; el pronaos o exonártex que es el espacio antiguamente reservado a las mu-jeres, y que precede al naos (en griego, santuario de la divinidad) En algunas iglesias moldavas que eran panteones reales, tenían además otra depen-dencia llamada cámara sepulcral que no se pinta-ba, salvo en Humor (con los frescos de la Vida de la Virgen) y Sucevita (con los murales de la vida de Moisés). El último espacio es el naos o nártex que contiene el iconostasio y detrás de él el santua-rio, pequeña habitación orientada hacia el este.

Nuestro recorrido continúa con la Catedral Pa-triarcal, construida entre 1654 y 1669. De estilo bizantino, encima de la entrada al pronaos se halla un bello icono de los santos Constantino y Elena, bajo cuya advocación se encuentra la iglesia. En nuestra visita coincidimos con la celebración de los ritos ortodoxos que presidía el Patriarca Metro-polita y pudimos disfrutar del esplendor de su ce-remonial y la belleza de sus melopeas y cánticos.

La visita al Museo del Campesino Rumano col-mó todas nuestras expectativas. Instalado en un hermoso edifi cio, contiene más de 18.000 piezas de cerámica, 20.000 trajes regionales, 10.000 al-fombras, muebles tradicionales y cruces de camino pintados y estelas funerarias, llamadas “cemente-rios felices”, donde se cuenta la vida de los difun-tos con pinturas populares. En el museo pudimos ver igualmente, una importante colección de ico-nos antiguos sobre cristal y sobre madera

Rumania tiene fama de contar con los mejores museos etnográfi cos de Europa. El que pudimos contemplar al aire libre así lo confi rma. En medio de un parque profusamente arbolado, y como si se

tratase de un pequeño pueblo, se recorren calles y plazas por caminos de tierra, donde se encuen-tran ubicadas trescientas setenta construcciones campesinas de las diferentes regiones y cuarenta y dos casas con sus ajuares domésticos. Varias igle-sias de madera de Maramures y molinos de agua completan el conjunto, donde se puede apreciar la evolución de la arquitectura rural desde los siglos XVII al XX.

Después del almuerzo, en un restaurante de los bosques de Baneasa, en los alrededores de Buca-rest, nos esperaba la visita al Monasterio de Tiga-nesti. Un total de 150 monjas viven en él, llevando una vida dura y a la vez pintoresca, cuidando el ganado y cultivando la huerta. La costumbre ge-neralizada en todos los monasterios es que tengan la vivienda en pequeñas casas de una planta que rodean al conjunto y no en celdas del monasterio. La iglesia data de mediados del XVII y los murales de su interior se pintaron a comienzos del XIX. Es-pecialmente, llamó nuestra atención, el complejo programa iconográfi co del Juicio Final, realizado en mosaico. Este monasterio tiene además, un ta-ller textil del que salen para todo el país los broca-dos y tejidos de las vestiduras del clero.

Con la visita del Monasterio de Caldarusani ter-minó nuestra jornada. Construido entre 1632 y 1654, está formado por un conjunto espléndido de edifi cios. Fue famoso por su escuela de pintura de iconos, en la que estudió el primer pintor impre-sionista rumano Nicolae Grigorescu (1838-1907) que pintó en estilo bizantino el iconostasio de la iglesia, cuyos muros se encuentran recubiertos con frescos del siglo XIX. El monasterio tiene además un Museo de Arte Sacro, donde pudimos ad mirar su magnífi ca colección de objetos religiosos y sus valiosos iconos.

JORNADA IIAbandonamos Bucarest camino de Curtea de

Arges. En el trayecto comenzamos a descubrir el paisaje rumano, donde el verdor de sus campos y la abundancia de su arboleda dibujan un entorno de excepcional belleza.

En Curtea de Arges, antigua capital de la Vala-quia antes de Bucarest, la iglesia de san Nicolás (s.XIV) marca la evolución del arte religioso valaco que alcanza su apoteosis con la Iglesia Episcopal. San Nicolás es el primer monumento del arte re-ligioso que se conserva en Valaquia. Después de su destrucción en l320, fue reconstruida, según el modelo entonces de moda en Constantinopla, en forma de cruz griega. El conjunto destaca por la armonía de sus volúmenes y la alta calidad de sus murales, de una gran riqueza temática, donde la profusión de santos que conforman el año litúrgico ortodoxo presenta un interés especial.

A un kilómetro de Curtea de Arges se levanra la

MUSEO ETNOGRÁFICO AL AIRE LIBRE

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Iglesia Episcopal (S. XIV), rodeada de espléndidos jardines en el centro de un complejo monástico. Su planta es de cruz latina y el pronaos tiene una cú-pula sostenida por columnas que le dan un efecto de esbeltez y ligereza muy hermosas. Sobre la cu-bierta descansan también dos torrecillas en forma de espiral que dotan al conjunto, visto desde fuera, de un juego de volúmenes muy bello. Desgracia-damente, los frescos que vimos en su interior no son los originales, ya que los antiguos se encuen-tran en el Museo de Arte de Bucarest.

Después del almuerzo nos trasladamos al Mo-nasterio de Horezu, Patrimonio de la Humanidad. Dentro de un paisaje de verdes colinas, sus blancos muros destacan cuando nos aproximamos.

Horezu es el complejo monacal más grande de la región y cnstituye otra de las obras de C. Branco-veanu, que lo mandó construir entre 1690-93. El conjunto lo componen cinco iglesias, numerosos edifi cios y un hospicio. La iglesia principal tiene dos cúpulas. En su interior domina un magnífi co artesonado y un elaborado iconostasio. Los fres-cos bizantinos son soberbios y contienen retratos de las principales dinastías de Valaquia, así como escenas del Monte Athos.

Hay que destacar también en el atrio la Virgen con el Niño, de azules intensos y bellísimos, el “Himno a María” (akathistos) en el santuario y un asombroso “Juicio Final”.

El museo del monasterio expone objetos litúrgi-cos de mucho interés y documentos muy valiosos de su fundación. La biblioteca cuenta con más de cuatro mil volúmenes.

No lejos del monasterio realizamos una visita a un taller de cerámica negra donde pudimos apre-ciar la belleza de sus formas tradicionales.

Por el valle del Olt, itinerario de hermosos pai-sajes, continuamos hacia el Monasterio de Cozia (S.XIV). Entre hileras de árboles que bordean el ca-mino accedemos a él. Fue construido por arquitec-tos serbios para el príncipe Mircea el Grande. Las

paredes exteriores de la iglesia son una fi esta de azulejos, fi ligranas, columnitas y arcos ciegos que muestran las infl uencias combinadas de la Grecia clásica y el diseño islámico.

En el interior del naos vemos un hermoso retrato del fundador con su hijo, junto a varios miembros de la familia. El iconostasio es un bello ejemplar del estilo brancovanesco En el exterior del pronaos se encuentran los frescos más representativos de la iglesia, donde, entre otros motivos clásicos de la iconografía bizantina, destaca una Trinidad, bajo cuya advocación se encuentra el templo. En el pór-tico pudimos admirar, por último, una espléndida escenifi cación del Juicio Final.

De nuevo emprendemos camino hacia nuestro próximo destino y pasamos por los balnearios de Calimanesti y Caciulata. Sus aguas sulfurosas fue-ron muy apreciadas en la antigüedad. Ya los roma-nos la exportaban al resto del imperio y en tiempos de Napoleón III se transportaban a París. El en-torno resulta de especial belleza por la densidad del arbolado, el caudal de sus ríos y la magia de sus lagos, recortados sobre el telón de fondo de un paisaje montañoso, que nos está avisando de que entramos en Transilvania, el “país de más allá de los bosques”.

Al abrigo de los Cárpatos, esta región fue de gran trascendencia para la identidad rumana y también para la cultura alemana y magiar que, después de nueve siglos de dominación húngara y sajona, de-jaron soberbias ciudades y pueblos. En la Edad Media, Transilvania formaba parte del área cul-tural de la Europa Central y marcaba su frontera más oriental. De infl uencia católica primero y, des-pués, de la Reforma protestante, siempre estuvo en contacto con la tradición ortodoxa de los pueblos rumanos. Al lado de un patrimonio cultural único dispone, a la vez, de espacios naturales bellísimos, dominados por los Cárpatos, que alcanzan aquí las cotas más elevadas. Ensimismados en este cauti-vador entorno, descubrimos de pronto que estába-mos llegando a nuestro destino: Sibiu.

JORNADA IIICuna de la civilización sajona, los alemanes lle-

garon a Sibiu en el siglo XII, llamados por el rey de Hungría para que fortifi caran la región, amena-zada por los tártaros que, poco después, en l241, la arrasarían. A partir del siglo XV, no obstante, Sibiu comienza su desarrollo económico y cultu-ral, sin que desapareciera el peligro de los tártaros que la sitiaron varias veces. En 1620, el príncipe transilvano Gabriel Bator la saquea. Con la paz de Carlowitz (1699) que corona la guerra contra los turcos, Transilvania pasa a ser del dominio austría-co y Sibiu se convierte en capital. pero habrá que esperar hasta 1918 para que Transilvania, dueña de su destino, se integra en Rumania.

Sibiu es la ciudad que conserva el mayor con-junto medieval de Transilvania. Cuando en nuestra

MONASTERIO DE HOREZU

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visita paseamos por el dédalo melancólico de sus calles empedradas, sus plazas porticadas, sus ca-sas de tejado inclinados y sus fachadas pintadas de vivos colores, tenemos la impresión de encontrar-nos en la Franconia alemana. Con sus buhardillas, como ojos entornados en medio de los tejados, nos parecía que la ciudad vigilaba al transeúnte.

La Plaza Mayor está rodeada de deliciosas man-siones del XVI y XVII. La Iglesia Católica, el edifi cio gótico de la Casa Haller y la Torre del Concilio son los edifi cios más destacados, junto con el Pa-lacio Bruckenthal, que alberga un interesante mu-seo que expone armas y documentos relativos a la historia de la región; cerámica transilvana y sajona del siglo XVI, trajes populares, etc. En la sección de pintura están representadas las principales es-cuelas europeas. Terminada la visita, continuamos nuestro recorrido con la Iglesia de Santa Ursula y la Catedral Ortodoxa de estilo neobizantino .

Antes de dirigirnos hacia la Iglesia Evangélica, visitamos los restos de la fortifi cación que en el siglo XVII igualaba a la de Viena. Las torres que permanecen en pie y las murallas existentes nos permitieron hacernos una idea de lo que fue el con-junto.

La Iglesia Evangélica fue construida entre los siglos XIV y XV. En su magnífi co coro, pudimos ad-mirar un órgano del XVII con más de seis mil tubos Así mismo en su interior destacan unos frescos, que nos parecieron de gran interés, dedicados a la pasión de Jesucristo, Flagelación, Última Cena, Crucifi xión y Deposición. En una capilla separada de la nave principal se alinean 67 lápidas escul-pidas, dedicadas a fi guras históricas de la ciudad, laudas funerarias de gran belleza por el realismo y minuciosidad con que están realizadas.

Finalizada la visita a Sibiu, nos aguarda otra de las sorpresas con las que Rumania, a estas alturas de nuestro viaje, comienza a tenernos acostumbra-dos: el Museo de iconos sobre cristal en el pinto-resco pueblo de Sibiel. Se accede a él a través de la

iglesia de la Santa Trinidad (s. XVIII). El contenido del museo, constituye una de las dos colecciones más importantes del país, junto con la del Museo del Campesino Rumano, de la que ya hemos ha-blado. Contiene iconos sobre cristal antiguos, per-tenecientes a todas las regiones.

Los iconos sobre cristal son una manifestación del arte popular, destinada a los campesinos que no podían costearse los iconos sobre madera. Su propósito no es decorativo, sino el de proteger de todo mal a sus propietarios, traerles suerte y apor-tar un objeto de veneración a sus hogares. Como en los iconos sobre madera, los temas abarcan his-torias de santos y de la Biblia, como Adán y Eva, esceenas de la vida de la Virgen, la Entrada en Je-rusalén, la Crucifi xión, el Lagar Místico, la Mesa Celestial, etc. La belleza de estas iconografías, su tierna ingenuidad y la sinfonía de sus colores po-pulares, produce en quien los contempla una emo-ción difícil de olvidar.

JORNADA IVAl pie de las ondulantes colinas que se encuen-

tran al sur de la ciudad de Sambata de Sus, se nos presenta la atractiva silueta del Monasterio Bran-coveanu que fundara el príncipe valaco del mismo nombre para defender la fe ortodoxa en Transil-vania que la invasión de los Habsburgos trató de erradicar en 1680.

El monasterio se terminó de construir en 1698 y al principio los austriacos lo respetaron, pero cuan-do en 1714 el príncipe C. Brancoveanu y sus cua-tro hijos varones fueron, ejecutados por los turcos por no querer convertirse al Islam, los Habsburgo mandaron arrasar las celdas de las monjas y de la iglesia sólo quedaron sus ruinas. El actual monas-terio fue reconstruido en el pasado siglo, siguiendo las características del estilo brancoveanu del que ya hemos hablado.

Desde antiguo fue un centro importante de pintu-ra sobre cristal y en la actualidad dispone de unos talleres donde se sigue practicando esa técnica. El

BUHARDILLA DE UN TEJADO DE SIBIU

MONASTERIO DE BRANCOVEANU

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monasterio alberga también un Museo de Arte Sa-cro, fundamentalmente de iconos sobre madera y cristal. Los más numerosos son estos últimos, que destacan por la maestría en su ejecución y la ca-lidad de su colorido. Dentro de una variada ico-nografía, sobresalen los temas, tan queridos por la religiosidad popular ortodoxa, de la Virgen con el Niño, la Dolorosa, la Santa Cena, la Deposición de la Cruz, La Trinidad ortodoxa (la visita de los tres ángeles a Abraham y Sara), San Jorge, Cristo en Majestad, San Elías y el Lagar Místico.

Nos dirigimos ahora hacia Brasov, que se encuen-tra en las estribaciones de los Alpes de Transilvania. Un paisaje de monumentales macizos desfi la ante nuestros ojos en el recorrido. La zona está muy in-dustrializada, con fábricas de helicópteros, aviones ligeros y camiones. El comercio y el sector servi-cios ocupan el segundo lugar. Los recursos foresta-les son también de gran importancia.

Partiendo de la Plaza Sfatului, trazada en 1520, en-fi lamos hacia el principal monumento de la ciudad, la Iglesia Negra, llamada así por el incendio que en 1689 destruyó su interior y ennegreció la fachada. Es un edifi cio gótico con seis pórticos, numerosas estatuas de piedra en las hornacinas que embellecen la fachada y una gran torre. Encontramos en su in-terior muchas alfombras y tapices orientales de los siglos XVII y XVIII, regalo de los mercaderes y comer-ciantes de la ciudad. La pila bautismal de bronce es un hermoso ejemplar del siglo XV. De sus paredes cuelgan múltiples lienzos del XV y XVI y un colosal órgano completa el conjunto.

Nuestro recorrido continúa con la iglesia de San Nicolás (1495-l594). La torre del reloj es el ele-mento más destacado de su fachada. No pudimos ver su interior por encontrarse cerrada. El Museo de la Cultura será nuestra última visita guiada de Brasov. El edifi cio que lo alberga es del siglo XVI y allí estuvo la primera escuela en lengua rumana. Sentados en los bancos de sus pupitres pasamos un rato delicioso oyendo las explicaciones que nos daba el párroco de la iglesia vecina, un hombre ex-pansivo y con sentido del humor. El museo exhibe una valiosa colección de libros y documentos an-tiguos, una vieja imprenta y una pequeña sección etnográfi ca con muebles pintados y otros objetos de interés.

Un tiempo libre nos permitió disfrutar, bajo una lluvia torrencial, del animado centro de la ciudad, ver las murallas que rodean al viejo Brasov, que fue una de las ciudades mejor defendidas de Ru-mania y las hermosas plazas ajardinadas. Después, desde un emplazamiento en las montañas que cir-cundan la ciudad, pudimos gozar de la espectacu-lar panorámica de Brasov.

El trayecto hacia el hotel de una estación alpina donde nos alojaremos, atravesando cerrados bos-ques de abetos centenarios, nos ofreció un paisaje de belleza deslumbrante.

JORNADA VComenzamos el nuevo día dirigiendo nuestros

pasos hacia Bran, ciudad donde se encuentra el castillo más célebre de Rumania, asociado a Vlad Tepes, más conocido por Drácula, aunque pare-ce que históricamente nada tuvo que ver con él. El castillo, de gran importancia estratégica, fue construido por los caballeros de la Orden Teutóni-ca para dominar los puertos de montaña al sur de Bran, que unían Brasov con Targoviste y Valaquia. Encaramado en una imponente roca, su silueta ro-mántica se recorta sobre un fondo de bosques que cubren la ladera de la montaña.

De Bran regresamos a Brasov para dirigirnos a Shiguisoara, importante conjunto medieval, decla-rado Patrimonio de la Humanidad. Edifi cada en la cima de una colina, la ciudad histórica domina un desfi ladero y sus dos valles adyacentes, por donde se extiende la parte baja de la ciudad .

Mantiene el encanto de sus viejas plazas, las ca-lles adoquinadas y un mosaico de fachadas azules, verdes, amarillas o rosas, sin olvidar los pasajes, caminos y escaleras que unen la parte baja con la alta. Toda ella ha sabido conservar hasta el pre-sente el sello de las viejas ciudades alemanas. En el siglo XIV alcanzó su mayor prosperidad, que le permitió fortifi carla y extenderse por la parte baja. De las fortifi caciones, construidas por los gremios de los artesanos, todavía quedan nueve torres de las quince que tuvo y una parte considerable de la muralla. Los estilos predominantes en las edi-fi caciones son una mezcla de gótico, renacentista, barroco y ecléctico del siglo XIX.

Entre los monumentos que visitamos captó nues-tra atención especialmente la Torre del Reloj, que alberga el Museo de Historia de la ciudad, con una maqueta de la ciudadela, una farmacia antigua y una colección de muebles de diferentes épocas. En el quinto piso de la torre se encuentra el mecanis-mo del reloj, que es doble. Una esfera mira a la ciudadela y otra a la parte baja. Tiene fi guras de madera que representan las alegorías del derecho, la justicia y la paz, acompañadas por un tambor que da las horas. Tiene también un ángel, llamado del “día”, que sale a las 6 y desaparece a las 16 horas, entregando el relevo al de la “noche”, que lleva unas velas. De este modo, se anunciaban las horas de entrada y salida en los talleres. Desde la parte superior de la torre se ve una panorámica de la ciudad llena de encanto.

Bajando de la Torre del Reloj se accede a la Igle-sia de la Colina, dedicada a San Nicolás, por una escalinata cubierta. La iglesia es de 1345. En su in-terior quedan restos de frescos y un retablo. Tam-bién se conservan fragmentos, bastante grandes, de un Juicio Final, un grupo de demonios atacando al arcángel san Miguel, un fresco de san Francisco de Asís y escenas de la Pasión. El altar está coro-nado por un hermoso políptico.

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En esta ciudad parece ser que surgió la leyenda del Flautista de Hamelin: contratado para desra-tizarla, al no ser pagado por su trabajo, se vengó llevándose a los jóvenes prendidos de la dulce me-lodía de su fl auta.

Terminamos nuestra visita con el recorrido de las murallas, pasando por las Torres de los Carnice-ros, de los Peleteros, los Toneleros y los Zapateros. Con una cierta tristeza por tener que dejar la ciu-dad, abandonamos Shiguisoara y nos dirigimos a Miercurea Ciuc, donde haríamos noche.

JORNADA VILa ruta desde Miercurea Ciuc hacia Pietra Neamt

ofrece un recorrido espectacular, a través de gar-gantas a veces muy estrechas y de paredes abrup-tas de hasta 1.200 metros de altitud.

Hacemos un alto en el camino en el Lago Rojo, una presa natural que se formó en 1888, a raíz de un deslizamiento de tierras. Parte del bosque que quedó sumergido por las aguas podemos verlo aho-ra en forma de estacas fantasmagóricas que afl oran en la superfi cie del lago.

Abandonamos este impresionante entorno y nos encaminamos, de nuevo, hacia Pietra Neamt, don-de se encuentra el Monasterio de Bistrita, segundo objetivo de nuestra jornada de hoy.

El trayecto se torna en una sucesión de aldeas, con una arquitectura popular muy colorista, donde se alternan el verde luminoso de los prados con el más intenso de los bosques de hayas y encinas. Nos estamos adentrando en la región de la Molda-via que se encuentra en la vertiente este de los Cár-patos y el valle de Moldavia que, a su vez, consta de la meseta de Birlad al sur y de Suceava al norte. Esta región es la que atesora el mayor número de monasterios que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. El esplendor cultural que reve-la este hecho se inició en el pasado con Alejandro el Bueno (1400– 432), Esteban el Grande (1457-1540) y Miguel el Bravo (1593-601). Todos ellos lucharon contra los turcos, defendiendo la iden-tidad moldava y, entre los años 1457 y 1504, se construyeron estos monasterios que hoy nos llenan de admiración.

Como en la mayoría de los monasterios, el lu-gar donde se encuentra enclavado el de Bistrita es idílico. Una gran arcada da paso al interior del conjunto. Pedro I comenzó la iglesia de ladrillos dedicada a la Dormición de la Virgen sobre otra de madera a principios del siglo XIV. Posterior-mente, en 1407, la terminó Alejandro el Bueno, siete años después de colocarse la iglesia bajo la jurisdicción de Constantinopla. A cambio, recibió como recompensa un hermoso icono del empera-dor Juan II Paleólogo, pintado en 1350 y que, en la actualidad, cuelga en el naos. Representa a Santa Ana y tiene fama de milagroso. La arquitectura del templo es majestuosa y sobria. En su interior pudi-

mos admirar una serie de iconos de sumo interés. En el campanario hay fragmentos de frescos de los siglos XV, XVI y XIX. El museo es ya de por sí un monumento por derecho propio, tanto por el conti-nente, como por la colección de iconos que posee de los siglos XV, XVI y XVII, con unas iconografías bizantinas muy variadas que aluden a los temas de mayor devoción de la fe ortodoxa.

Entre aldeas de casas pintadas de vivos colores y un paisaje de suaves colinas, transitamos por la carretera que nos lleva al Monasterio de Varatec (S. XVIII).

Con frecuencia nos encontramos los típicos ca-rros de madera, cargados de heno, que ponen la nota pintoresca y entrañable. Una vez más, las be-llas viviendas populares, donde residan las mon-jas, preceden la entrada del monasterio. La historia de este monasterio comienza, cuando en 1785, una monja local levanta una iglesia de madera, dedi-cada a la Asunción de María. Esta iglesia fue re-emplazada más tarde, en 1812, por la actual, de estilo neoclásico con elementos moldavos. Algu-nos años después se levantaron los muros que ro-dean al complejo monacal y se construyeron las celdas. Las ventanas de la iglesia tienen discretos adornos brancovanescos con arcos islámicos y de-talles fl orales. Tiene también, unas torres gemelas cilíndricas, coronadas en forma de yelmo, con un pórtico y otra cúpula en forma de bulbo.

El jardín que rodea a la iglesia está lleno de es-tanques, pérgolas, arbustos y plantas trepadoras que dan al conjunto un aire muy especial.

El monasterio tiene talleres para la confección de alfombras, bordados y huevos pintados. Aparte de trabajar en estos talleres, las monjas se ocupan tam-bién, como es habitual, de la agricultura, de ordeñar las vacas y de la jardinería, contribuyendo, de este modo, a que el convento sea autosufi ciente.

Después de Varatec, continuamos nuestra ruta hacia el Monasterio de Agapia donde la variada tipología de casitas tradicionales en las que viven las monjas, acoge nuestra llegada al monasterio.

MONASTERIO DE VARATEC

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El claustro, de forma rectangular, que rodea a la iglesia está porticado en el piso inferior, con co-lumnas de mampostería y arcos de medio punto, dando lugar a un amplio patio que forma parte de la tipología de todos los monasterios. El sello dis-tintivo de cada uno es la manera en que ha sido ajardinado, por lo general, con mucho acierto. En el piso superior las galerías son de madera, repletas de macetas con fl ores que ponen la nota de color en la blancura impoluta del conjunto.

El Monasterio de Agapia fue fundado entre 1642 y 1644. La iglesia está consagrada a los arcánge-les Miguel y Gabriel. Su fachada neoclásica es de 1823. La iglesia y las celdas sufrieron profundas modifi caciones, cuando el joven Nicolae Grigores-cu (1838-1907) decoró la totalidad del interior de la iglesia, incluido el iconostasio. Grigorescu fue el primer pintor impresionista rumano, pero sus trabajos en Agapia son anteriores y están realiza-dos en estilo neobizantino.

El monasterio cuenta con un museo con una nu-merosa colección de iconos sobre madera y otros objetos de arte religioso. Entre los iconos llamaron nuestra atención, por la calidad de su pintura, la Trinidad, el Paño de la Verónica, la Asunción, Pen-tecostés y el Bautismo de Cristo.

El conjunto monástico de Agapia es en realidad, como una pequeña ciudad, donde más de 800 mon-jas, en grupos de seis, bajo el mando de la mayor, viven en las casas que hemos mencionado..En el interior del recinto realizan, como sabemos, di-versos trabajos. En el presente caso, confeccionan alfombras, tapices y tejidos para el clero. También pintan iconos, que son muy apreciados, siguiendo las técnicas antiguas.

Antes de llegar a Gura Humorului, donde tuvi-mos una simpática cena folklórica, nos detuvimos en Tirgo Neamt para visitar su monasterio, uno de los más antiguos de Moldavia. Ya en los siglos XII y XIII se desarrolló vida anacoreta y ermita en la zona. En el siglo XIV se levantó una iglesia de pie-dra, consagrada a la Ascensión de Cristo en el em-plazamiento de una más antigua de madera.

Destruida por un terremoto, la actual la fundó Esteban el Grande (1497) y es un buen ejemplo de la arquitectura moldava del siglo XV. Coronada por una torre octogonal, destaca su fachada con discos de cerámica dispuestos en horizontal y vertical. El interior tiene hermosos frescos, tumbas de reyes y un iconostasio del XVII.

Mientras realizábamos nuestra visita, tuvimos ocasión de disfrutar de los cantos litúrgicos de las monjas. En la penumbra de la iglesia, la blancura de los grandes libros abiertos, los altos atriles de madera donde descansaban y las estilizadas fi gu-ras vestidas de negro componían una escena de singular atractivo

Completamos nuestra visita al monasterio con su Museo de Arte Sacro. Sus fondos están com-puestos por numerosas piezas de orfebrería y una espléndida colección de iconos sobre madera.

En el camino hacia nuestro merecido descanso, la luz dorada del sol en el atardecer pone magia en el entorno de unos campos, donde el repetido perfi l de los almiares en hileras, crea un conjunto de geometría fantástica.

JORNADA VIICon esta nueva etapa entramos en el capítulo más

importante de nuestro programa: los Monasterios Pintados Patrimonio de la Humanidad. Intensas emociones nos aguardan, cuando ya pensábamos que nuestra capacidad de asombro estaba agotada. Siempre había despertado en mí grandes expecta-tivas la posibilidad de realizar este viaje y cuan-do empezamos los preparativos, me acometió un cierto temor de que no se cumpliesen, pero la ex-cepcionalidad de este país es de tal magnitud que resulta imposible sentirse defraudado.

El Monasterio de Humor será el primero que vi-sitemos. A medida que nos acercamos a él, el pa-raje se hace más atractivo. Rodeado de árboles y praderas, recorta sus contornos sobre el paisaje de las colinas que lo cobijan. Fue construido en 1530, dedicado a la Asunción de la Virgen. El conjunto de las pinturas, tanto interiores como exteriores, fue realizado, en 1535, por un grupo de pintores bajo la dirección de Tomás de Suceava, que había frecuentado otros países de Occidente y el Monte Athos. Los frescos exteriores son análogos a los de otros monasterios y la diferencia la establecen la calidad, la gama de colores y el lugar que ocupan. En Humor las composiciones están dominadas por el rojo, ocre, rosa, azul y naranja.

Una atractiva y bien informada monja nos expli-ca los diferentes programas que conforman el con-junto. El más importante se encuentra en la fachada sur, donde se escenifi ca, en veinticuatro registros, el poema que el Patriarca Sergio de Costantinopla dedicó a la Virgen (Himno akathistos). Debajo se encuentran otro fresco, donde se desarrolla el si-tio de Constantinopla. En éste, como en los demás MONASTERIO DE NEAMT

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programas iconográfi cos, la técnica es muy similar a la de nuestros “tebeos”, donde se cuenta una de-terminada historia a través de una serie de viñetas y; en el caso de los frescos, de registros. No pode-mos olvidar que su función no es decorativa, sino que, con ellos, se propone adoctrinar a una pobla-ción por lo general analfabeta.

Los pintores disponían de dos manuales en los que encontraban las instrucciones a seguir para pintar los frescos. Uno del siglo XVI, originario del Monte Athos, llamado Erminia y otro llamado Po-dlinnkii, que signifi caba “originales” o “modelos” y venía de Rusia. El Erminia decía cómo debían tratarse las escenas del Viejo y Nuevo Testamen-to. Los detalles eran concretos y permitían pocas licencias. El manual explicaba también dónde debían ir las escenas, según el tipo de techo que tuviera la iglesia. Además, daba consejos sobre la preparación de los materiales, colores y pinceles, las proporciones del cuerpo humano y sugerencias sobre cómo pintar las zonas más delicadas, como cara, pelo y barba. El Erminia no daba, sin embar-go, ninguna instrucción sobre las pinturas de las paredes exteriores. Esta circunstancia permitió a los pintores moldavos liberarse de las normas del Monte Athos y dar rienda suelta a su imaginación creadora. Sí contenían, en cambio, una oración es-pecial a la Virgen que los pintores tenían que pro-nunciar antes de comenzar su trabajo,

El otro manual, llamado Podlinnikii, vino de Ru-sia y era semejante al Erminia, pero con caracterís-ticas propias rusas.

La Iglesia ortodoxa no insistió en el uso obliga-torio de estos manuales, pero los pintores que, por regla general, seguían sus consejos, así contribuye-ron a la tendencia conservadora del arte bizantino que, como sabemos, es una de sus características. De este modo, impidieron la experimentación y el realismo emocional que se desarrolla en el arte ca-tólico romano. En vez de eso, hicieron hincapié en la expresión de la espiritualidad y el simbolismo.

Después de esta digresión que me ha parecido oportuno introducir para un mayor acopio de in-formación, continuamos con el relato de nuestra visita al monasterio de Humor. En la fachada oeste pudimos admirar un delicioso Juicio Final, donde la imaginación y la ingenuidad van de la mano. Una bella Anunciación domina la fachada sur y un tema tan querido de la iconografía bizantina como el Árbol de Jessé, lo encontramos en la norte, junto a escenas de la vida de los Apóstoles y san Jorge.

En el interior de la iglesia existe una gran armo-nía entre arquitectura y pintura. La bóveda parece levitar y se conjuga de forma perfecta con los án-geles del fresco que rodean a la Virgen.

Con la impresión aún en nuestras retinas de las representaciones y colores que inundan muros y paredes del Monasterio de Humor, nos hallamos ahora, ante el complejo monacal de Voronet, se-

gundo de la serie de los monasterios pintados, cuya iglesia ha sido califi cada de Capilla Sixtina de Oriente. Una vez más, llama la atención la elec-ción del enclave, en las faldas de unas colinas, ro-deado de abetos y castaños. Paisaje y monasterio se integran en una perfecta armonía que produce en quien contempla el conjunto un estado de sere-no bienestar.

El príncipe de Moldavia, Esteban el Grande (1457-1540), que luchó contra los turcos en más de cuarenta batallas, lo mandó construir en 1448. En el interior de la iglesia, el ciclo de la Pasión y el cuadro votivo de la familia del príncipe funda-dor enriquecieron las paredes del naos. Muros y bóvedas del exonártex están cubiertos por la repre-sentación del calendario del Año Santo Ortodoxo. Trescientas sesenta y cinco escenas componen el conjunto, una por cada santo del año.

Los frescos del exterior fueron realizados en 1547. Sobre el fondo del “azul Voronet” se encuen-tran los temas tradicionales de estos monasterios, la Oración de Todos los Santos, escenas de vida de San Nicolás y el Himno akathistos (Himno dedica-do a la Virgen) que literalmente signifi ca “cantado mientras se está de pie”, en veinticuatro escenas que celebran la vida de la Virgen.

Una de las más vívidas ilustra la ocasión, en el año 626, en que un icono de la Virgen salvó a Cons-tantinopla de un ataque de los avares y los persas. Cuando el patriarca Sergio sacó en procesión el icono alrededor de las murallas de la ciudad, una

MONASTERIO DE VORONET

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tormenta de piedras y lluvia estalló de repente y destruyó al enemigo, hazaña que se conmemoró añadiéndole un nuevo verso al himno. Fue com-puesto en el siglo VI por un monje sirio llamado Romanos el Melodion. La versión más reciente se terminó en el siglo VIII. El texto contiene veinti-cuatro estrofas, que se corresponden con las vein-ticuatro escenas que se reproducen en los frescos y está escrito en un griego muy fl orido. Glorifi ca a la Madre de Dios y a sus intervenciones, poniendo de relieve su poder simbólico en la iglesia.

La Madre de Dios tiene un papel muy importante en la iglesia ortodoxa rumana. Es venerada como “Alegría de la Salud” y “Montaña cuya altura so-brepasa los pensamientos de los hombres, Puente que une la tierra y el cielo y Madre de las estrellas infi nitas”. El akathistos mariano se canta tradicio-nalmente por etapas en los cinco viernes de Cua-resma que preceden a la Semana Santa, pero puede escucharse en otras ocasiones, según el criterio de las jerarquías religiosas. Hay varias versiones, pero en los Monasterios Pintados, la más conocida es la del siglo VIII, aunque hay una diferencia en la estrofa veintidós, que en Humor y Moldovita muestra una anástasis (bajada de Cristo a los infi ernos), mientras en Sucevita y en el Monte Athos muestra a Cristo rompiendo su contrato con Adán. Aquí, la Virgen está representada como una ciudad fortifi cada.

La obra maestra del monasterio es, sin duda al-guna, el Juicio Final. Pintado en cinco registros, sobre el bellísimo azul, el conjunto resulta deslum-brante. Los frescos se encuentran en la pared exte-rior del exonartex.

En la parte superior, en un marco circular rodea-do de ramas y anunciado por serafi nes y ángeles, está representado Cristo como juez, encima Dios Padre, que está enmarcado en otro círculo. Debajo de él hay otra Deesis en la que Cristo aparece en una mandorla, fl anqueado por los apóstoles. Deba-jo, su trono vacío. Sobre el asiento vemos su man-to púrpura que simboliza la espera de su segunda llegada, con Adán y Eva que han vuelto de los in-fi ernos implorando, en actitud suplicante, que se apiade de sus descendientes. Debajo de éstos se intensifi ca el dramatismo.

A la izquierda hay apretados grupos de hombres virtuosos y santas mujeres con las cabezas sobre un fondo de nubes doradas. Se apresuran a entrar en el Jardín del Paraíso, que está pintado simbó-licamente sobre un fondo blanco, para mostrar su categoría espiritual y celestial (las escenas terre-nales después de la caída están pintadas sobre un fondo azul).

Entre las muchedumbres para entrar en el Paraí-so se observan turcos y judíos. A la derecha de la balanza, en el lado de los pecadores, está Moisés que los arenga. Entre ellos, se encuentran, con sus trajes típicos, los sacerdotes armenios, los persas con sus turbantes, los etíopes, los turcos, los tár-taros y los católicos cismáticos. Mientras que los demonios vacían sacos de pecados para inclinar el platillo de la balanza a su favor, el Ángel de la Venganza lanza a los condenados a un caudaloso río de fuego.

A la derecha, la tierra y el mar escupen a los muertos después de la Resurrección. El mar está representado por una diosa sobre un delfín y acom-pañada de un bestiario fantástico. A la izquierda, en el último registro, una escena muestra la muerte del justo. Su espíritu es recibido por el arcángel San Miguel y luego adormecido por el rey David tocando una especie de mandolina.

Las pinturas tienen, sin duda, un objetivo político apenas disimulado. Fueron creadas en un periodo en que Moldavia estaba siempre en guerra con el Imperio Otomano y los pintores sustituyeron a los enemigos en la narración del Antiguo Testamento por sus enemigos en aquel momento.

En la fachada sur, todavía nos aguarda un esplén-dido Árbol de Jessé que, con el mismo azul de fon-do, está organizado en ocho registros con más de cien personajes y una gran con profusión de ramas y hojas de parra.

La vida de San Nicolás, San Juan el Nuevo y San Jorge completan la fachada Después de la contem-plación de estos soberbios frescos, se comprende que no es ninguna exageración la comparación de este monasterio con la Capilla Sixtina.

Nuestro próximo objetivo antes de almorzar es la visita del Museo de la Madera en Campulung Moldovenesc. Pero antes, haremos un alto en el camino en un taller de huevos pintados, donde se nos ofrece una bebida típica de la región y, como bienvenida, pan con sal, según una costumbre de

SAN PEDRO ABRE LAS PUERTAS DEL PARAÍSO A LOS JUSTOS. (DETALLE DEL JUICIO FINAL)

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la zona. Decorados con diversidad de motivos y colores, estos huevos se regalan, sobre todo en Pascua, como símbolo de buena fortuna, siguiendo una tradición muy arraigada en Moldavia.

El Museo de la Madera, organizado con un ex-celente criterio museístico desde el punto de vista etnográfi co, posee una colección admirable de ins-trumentos de madera del mundo rural: herramien-tas para trabajarla, cubas para fabricar queso y mantequilla, recipientes para transportarla, colec-ciónes de cucharas y espumaderas, arados, prensas para hacer aceite, carros, yugos, sillas de montar, vasijas para santifi car la comida el día de Pascua, cajas de sal, bastones campesinos, palas para batir el lino, ruecas, telares, candados y muebles rústi-cos. En todos ellos la madera es el único material que se emplea, incluso en las piezas necesarias para el ensamblaje de los objetos. Para los aman-tes de la etnografía, es un museo que nadie debe perderse. Mejor que ningún manual, el conjunto de las piezas, con su sabia ordenación, refl eja con claridad los modos de vida de las comunidades ru-rales del pasado.

En Moldovita, el mayorista de nuestro viaje nos había preparado un almuerzo en una casa de cam-po, donde pudimos degustar los productos del lu-gar y dar un delicioso paseo en los tradicionales carros rumanos. Una tormenta nos sorprendió y llovía a mares, pero el agua no hizo más que au-mentar el alborozo y nos proporcionó uno de esos felices instantes que te remiten a tiempos, ya muy lejanos, en los que cualquier cosa era motivo de fi esta. «Alegrías infantiles que cuestan sólo una moneda de cobre».

Con el Monasterio de Moldovita, tercero en la serie de los “pintados”, pondremos punto fi nal a una jornada marcada por momentos muy hermo-sos. Aunque aún nos faltan los que nos suscitan el conjunto monacal y la subida a nuestro hotel de montaña, donde un paisaje de fascinante belleza pondrá defi nitivamente colofón al día.

Llueve torrencialmente y hemos de esperar para entrar en el monasterio donde nos aguarda con un paraguas en la mano, a guisa de puntero, la mon-ja Tatiana que, con su cara rubicunda, más bien parece de Baviera. Ella será la que nos servirá de guía durante la visita. Empezó por darnos la re-gla nemotécnica para distinguir a los querubines de los serafi nes: querubines Con ojos en las alas y serafi nes Sin.

Dedicada a la Asunción de María, la iglesia fue construida en 1562 por el príncipe moldovita Petru Rares y constituye una obra maestra del arte ruma-no. Alrededor de ella se encuentran las dependen-cias del monasterio, defendido por gruesos muros y torres de defensa. Las pinturas, como en Humor, fueron realizadas por Toma de Suceava. Los colores dominantes son el rojo y un verde iridiscente. En su interior descuella la representación de todos los santos del año del calendario ortodoxo, el ciclo de la Pasión y un soberbio Juicio Final, programa muy parecido al de Voronet y, en realidad, al de todos los monasterios de esta serie. Así mismo están presen-tes los santos militares: san Jorge, san Demetrio y san Mercurio, todos ellos a caballo. Hay también un retrato de Constantino en el concilio de Nicea.

Además, sobresalen también una magnífi ca, de la liberación de Constantinopla, con los ejempla-res mejor conservados de cañones echando fuego por la boca y los turcos enloquecidos, otro, que representa a Petru Rares y fi nalmente el ciclo que muestra la vida de san Juan el Nuevo, un mercader de Trabizonda asesinado por los musulmanes por haberse convertido al cristianismo.

En el naos hay una importante escena de dona-ción en la que vemos a Petru Rares, con su mujer e hijos y con coronas occidentales en la cabeza, for-mando una procesión y entregado un modelo de la iglesia a Cristo, mientras la Virgen intercede a su favor. En el interior se muestran también escenas de la Última Cena y la Oración en el Huerto.

En el exterior se encuentran escenas de la vida de la Virgen, San Nicolás y la Escalera de las Vir-tudes, que representa el Primer Juicio del alma tras la muerte y muestra la lucha de cada monje por recorrer el camino hacia el cielo.

Desgraciadamente. el fresco está muy deteriora-do. En cambio, en el muro sur, se conservan muy bien las pinturas del Himno a la Virgen (akathistos) que probablemente sea el más bello de Moldavia. Está compuesto por veinticuatro escenas que ce-lebran la vida de la Virgen. También, en excelente estado, el Árbol de Jessé, representación simbólica de la genealogía de Cristo. Jessé, padre del rey Da-vid, constituye la raíz y por ello fi gura, acostado, en la parte inferior.

El árbol se desarrolla en ocho registros y sus ra-mifi caciones llevan fl ores en forma de cáliz; cada una acoge a uno o más personajes de la ascenden-cia de Cristo. MONASTERIO MOLDOVITA

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Sobre el tronco principal se suceden los reyes, empezando por David y su hijo Salomón, Reho-boam, Josué, Manassé y Joaquín, descendiente suyo. A cada lado del tronco, a la altura de los re-yes, están las 12 tribus de Israel. El parentesco es también espiritual y por ello, los profetas enseñan sus escritos, con referencias a la llegada del Sal-vador. En las ramas periféricas, la parte superior presenta escenas de la vida de María y de Jesús, principalmente la Natividad y la Crucifi xión. A los lados del árbol están los sabios de la antigüedad, Sócrates, Platón, Pitágoras y Aristóteles, llevando sobre su cabaza un ataúd con los huesos de Adán porque sus doctrinas anunciaban el advenimiento del cristianismo.

JORNADA VIIIEl Monasterio de Sucevita ocupa en nuestro pro-

grama el primer lugar en las visitas que realizare-mos en esta jornada.

La familia boyarda (noble) de los Movila fi -nanció su construcción entre los años de 1582 y 1591. Los gruesos muros y las torres de defensa dan al conjunto un aspecto de ciudadela medieval. Por sus proporciones desbordantes, colores y ele-gancia de formas, el complejo monástico pudiera ser el más suntuoso de la Bucovina. En todo caso, representa el testamento del arte moldavo porque, después de él, ya no fl orecerán más los muros de las iglesias moldavas. La energía que insufl ó el estado de emergencia contra el invasor y que se sublimaba en una ambición creadora por parte de los príncipes reinantes, toca a su fi n cuando se con-solida la dominación otomana. Ya no se pintarán más iglesias y el mundo ortodoxo se replegará en la penumbra de sus templos.

En la fachada norte se encuentra el conjunto más característico de Sucevita, la Escalera de las Virtu-des que simboliza, como hemos dicho al comen-tar el de Moldovita, el primer juicio después de la muerte.

La pared está dividida en dos partes por una esca-lera de treinta barrotes que corresponden al mismo número de virtudes monásticas. En cada uno de los travesaños está escrito el nombre de un peca-do o virtud. De cada lado de la escalera, universos opuestos: ángeles volando en formación perfecta y demonios gesticulantes en desorden. Quince mon-jes están subiendo, alentados por cincuenta y dos ángeles. Arriba Cristo recibe a San Juan Clímaco en el Paraíso. Vemos también a otros nueve monjes que caen en la boca del infi erno, donde un mons-truo con tres enormes cabezas los va devorar.

La historia de la Escalera de las Virtudes fue es-crita por San Juan Clímaco, abad del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí en el siglo VII.

Bajo la cornisa encontramos el ciclo del Géne-sis con la creación de la tierra y el cielo, Adán, el Jardín del Edén y Eva, la tentación: Adán, Eva y la serpiente y el episodio de la manzana.

ÁRBOL DE JESSÉ

MONASTERIO SUCEVITA

ESCALERA DE LAS VIRTUDES

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El castigo, Adán arando la tierra, el nacimiento de Abel, Caín y Abel, Eva hilando y acunando a sus hijos, y el tema apócrifo procedente de la he-rejía Bogumil y el folklore balcánico de Adán fi r-mando un documento en el que reconoce que la tierra y los muertos pertenecen al demonio. Poste-riormente, Cristo, en la bajada a los Infi ernos rom-pe el contrato de Adán para signifi car que libera así a la humanidad del dominio del demonio.

En el parte inferior de este mismo muro, deba-jo del ciclo del Génesis, la vida de San Pacomio, que redactó en el siglo IV las reglas de los monjes del Sinaí. Entre las dos ventanas, el santo derriba una torre, símbolo del orgullo en un mundo que debe regirse por la humildad. Dando la vuelta al ábside, la increíble procesión de la Oración de Todos los Santos. Está pintada en siete registros, tratados con enorme minuciosidad, y muestra la secuencia jerárquica de los santos y bienaventura-dos que convergen hacia Dios, Cristo y la Virgen. El eje principal de la Deesis (la palabra viene del griego y signifi ca oración) contiene las fi guras más importantes y ocupa los recuadros centrales en la pared oriental del ábside, formando una línea ver-tical. En la parte superior encontramos a Dios Pa-dre, entronizado entre dos ángeles arrodillados. A cada lado, formando una fi la ordenada, un cortejo de serafi nes. Cristo bendiciendo está situado deba-jo de Dios Padre, fl anqueado por ángeles. Debajo, una imagen de la Virgen en su trono con el Niño Jesús en su regazo y dos ángeles. Corriendo hacia ella, a cada lado, cincuenta y cuatro profetas. Más abajo, en el cuarto registro, está Jesús en su trono entre la Virgen y San Juan Evangelista acompa-ñado por dos ángeles. A izquierda y derecha de esta composición hay setenta apóstoles, encabeza-dos por San Pedro y San Pablo y terminando con los primeros diáconos. El quinto registro contiene el símbolo de la Eucaristía, que es el Cordero de Dios. En procesión hacia esta fi gura vemos sesen-ta y un obispos, incluidos los Tres Jerarcas. En el séptimo registro, a ambos lados de una ventana del santuario, setenta mártires, cada uno de los cuales lleva una pequeña cruz. El último registro muestra a San Juan Bautista. Dirigiéndose hacia él hay no-venta y dos fi guras, entre ellas santos, anacoretas, estilitas, ermitaños y confesores.

La pared sur muestra el Himno akathistos a la Madre de Dios y un árbol de Jessé, formado por una serie de óvalos vegetales sobre fondo azul, donde se inscriben cada uno de los personajes que lo conforman.

En el interior, en el pronaos, la cúpula del lado este tiene pintada la Trinidad del Antiguo Testamento. La otra representa a Dios Padre. Las cuatro paredes están ocupadas por el santoral del año ortodoxo y la vida de San Jorge en la pared derecha. En el naos se desarrolla el ciclo de la Pasión. Sobre la cúpula del naos se encuentra la imagen de Cristo Pantócrator.

De nuevo, coincidimos en nuestra visita con la celebración de ritos ortodoxos. La belleza de sus cánticos, los suntuosos brocados de las vestiduras litúrgicas de los sacerdotes y el compulsivo ir y venir, con su gestualidad repetitiva, por el espacio sagrado ritualizan una ceremonia, profundamente atractiva, que tiene para el profano acentos mági-cos.

Dejamos con pesar el conjunto monástico que tanto nos ha conmovido y nos dirigimos hacia el autobús entre las encantadoras viviendas popula-res de las monjas, cuya variedad en las soluciones constructivas y colorido de sus fachadas y fl ores, les otorga un aire de cuento de hadas. Ya en el ca-mino, dirigimos nuestros pasos hacia el Monaste-rio de Putna. Su iglesia fue fundada en 1468 por Esteban el Grande, príncipe de Moldavia, que ce-lebraba sus victorias sobre el turco construyendo iglesias y monasterios. El de Putna lo mandó le-vantar para que fuese su sepultura. Aquí yace, y el lugar es un punto de peregrinación del pueblo mol-davo. La iglesia es de un interés limitado, auque el resto de las dependencias del monasterio es muy hermoso. Con un gran patio central bellamente ajardinado, posee un museo que se encuentra en el ala derecha del claustro que lo rodea. Su contenido es de suma importancia por la valiosa colección de documentos y libros bordados con hilo de oro y perlas que alberga..

A cuarenta y cinco kilómetros de Suceava, capi-tal del distrito del mismo nombre, donde pasare-mos la noche, se encuentra el conjunto monástico de Arbore que, en nuestro programa, será el último de los Monasterios Pintados que visitemos. Obra maestra del arte moldavo la fundó Luca Arbore, consejero de Esteban el Grande en 1503, aunque su iglesia no fue pintada hasta 1541, por un equipo dirigido por Dragos Coman, uno de los más gran-des pintores del oriente ortodoxo del siglo XVI. Se piensa que debió conocer la Europa del Renaci-miento, por las características que revelan las pin-turas de esta iglesia, con ciudades y edifi cios en perspectiva, la elegancia de los trajes y personajes, la luminosidad de los colores, el uso de los tonos que emplea con sabiduría para contrastar luces y sombras y un dibujo elaborado que hace fl uido el conjunto y lo dota de un ritmo casi musical en las composiciones y la variada gama de matices en los colores: rosa, verde, violáceo, marrón rojizo, carmín, azul y blanco. En el patio central se con-servan todavía quince recipientes que servían para hacer los colores, lo que nos da una idea de esa variedad de tonos de la que hablamos. Dedicado a la Degollación de San Juan Bautista, el pronaos es poco luminoso. El naos tiene grandes ventanas y carece de torre.

En el exterior,la fachada oeste existen siete regis-tros con once escenas. Arriba se describe la vida de San Jorge y San Demetrio, protector de los animales

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como San Jorge. En el quinto y sexto, la vida de de San Nicetas. El séptimo presenta a Santa Parasce-va, patrona de Rumania, que aparece por primera vez en la iconografía ortodoxa. En la fachada sur podemos ver el Himno a la Vírgen (akathistos) con el cerco de Constantinopla por los persas y el Jui-cio Final, en mal estado de conservación. En las paredes del ábside sólo quedan siluetas en blanco de los santos sobre fondo azul.

A pocos kilómetros al oeste de Arbore, se en-cuentra la iglesia de Solca. De principios del siglo XVII, la mandó construir un general moldavo, a fi n de dar más realce a sus propiedades.

Como muchas fundaciones religiosas, ocupa un lugar estratégico en la cabecera de un valle, pero en este caso ello era debido a que, además, estaba destinada a albergar una guarnición y en sus sóta-nos se almacenaba la pólvora. La iglesia es alta y sus muros están fortifi cados y, en vez de ventanas, tiene troneras. El campanario, de estilo moldavo, es octogonal y descansa sobre una base en forma de doble estrella. El iconostasio original fue trasla-dado a Dragomirna y el actual es de 1895.

Llovía con fuerza cuando llegamos y coincidi-mos con la salida de un funeral. En la puerta, la carroza fúnebre esperaba a que se formase la co-mitiva. Cuando el cortejo puso a andar, se incorpo-raron estandartes y cruces ortodoxas que salían del templo. Un hombre con aire desolado presidía el acompañamiento. La lluvia, que no paraba de caer, acentuaba el patetismo de la escena.

JORNADA IXEl viaje esta tocando a su fi n. Mañana saldremos

de la ciudad de Iasi, que visitaremos esta tarde, en dirección a Bucarest, para continuar viaje hacia nuestros lugares de residencia Ahora nos dispone-mos para realizar la visita del Monasterio de Dra-gomirna y abandonamos Suceava.

Fundado en 1602, se le rodea más tarde, en 1627, de altas murallas con torres en las esquinas. Nos llamó la atención la que corona la iglesia, por su esbelta silueta de piedra cincelada y motivos geométricos. El monasterio se distingue de la ma-yor parte de los que hemos visitado en la región de Moldavia porque no tiene frescos exteriores y por su decoración geométrica en piedra. De forma rectangular, la iglesia da la impresión de una edi-fi cación monumental, debido a la desproporción entre su longitud y su altura. El interior está deco-rado con pequeños frescos. Hay que destacar entre ellos, por su nota colorista, los que se inspiran en el arte popular moldavo. El rico muestrario de trajes típicos, sombreros, pañoletas y otros objetos que aparecen en las pinturas es realmente una delicia.

A poca distancia del monasterio se encuentra la Ciudadela Medieval, en un entorno de colinas envolventes y un hermoso río que las atraviesa. Es una fortaleza de forma rectangular con cuatro torres de defensa. Construida entre 1374 y 1391,

durante tres siglos desempeñó un importante papel político y militar, antes de que los turcos la destru-yeran en el siglo XVI.

No lejos de la ciudadela visitamos el Monaste-rio de San Juan el Nuevo que tiene dentro de sus muros la iglesia de San Jorge, edifi cada en el siglo XVI por el príncipe Bogdan III y que reemplazó a la Iglesia de Mirauti como Catedral Metropolita. Aunque su tejado esta recubierto de azulejos mo-dernos de dudoso gusto, mantiene su perfi l anti-guo. Tiene también, una nave alta y alargada de grandes dimensiones, que es una característica del estilo moldavo en la construcción de las iglesias.

Ese estilo se remonta al siglo XV, cuando los can-teros de la región empezaron a desarrollar un nue-vo tipo de iglesia, alta y esbelta, combinando una planta bizantina con tejados muy inclinados que se abrían en abanico en ambos extremos. Entre los tejados del ábside y el naos se encontra una torre elevada con un remate cónico. En la base de las cú-pulas, dos o más cuadrados superpuestos dibujan una estrella similar a la de los edifi cios islámicos. La ornamentación gótica que rodea puertas y ven-tanas muestra la infl uencia occidental, pero estos edifi cios no tenían precedentes en la región y por eso se les dio el nombre de estilo moldavo. Es po-sible que el modelo fueran las iglesias de madera que los carpinteros indígenas construyeron en los pueblos de los Cárpatos. Las iglesias de los Mo-nasterios Pintados son el mejor referente del mo-delo ahora descrito.

Esta Iglesia de San Jorge que comentamos, cuen-ta también con una cámara sepulcral que alberga las reliquias de San Juan el Nuevo, mercader de Trabizonda que, como sabemos, fue asesinado por haberse convertido al cristianismo.

Sus frescos son muy originales, con excelen-tes representaciones del Pantócrator y de los Evangelistas: vemos a San Juan Evangelista con alas, según la tradición griega, fl otando entre los

MONASTERIO DE SAN JUAN EL NUEVO

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Page 14: REVISTA 7 TEXTO - Dialnet · un bello icono de los santos Constantino y Elena, bajo cuya advocación se encuentra la iglesia. En nuestra visita coincidimos con la celebración de

profetas. La iconografía está realizada en diferen-tes estilos, lo que sugiere que los temas del An-tiguo y Nuevo Testamento fueron realizados en distintos periodos.

En las pinturas exteriores admiramos un Árbol de Jessé, el Juicio Final y restos del Himno aka-thistos a María, con la estrofa famosa del sitio de Constantinopla

En la recta fi nal de nuestro viaje, nos dirigimos ahora hacia Iasi. Decimos adiós a las colinas mol-davas y sus hermosas praderas, con la coloreada arquitectura popular de sus pueblos que, gracias a la armónica variedad de sus casas, tanto nos cauti-van y conmueven. Iasi está situada en la confl uen-cia de los ríos Bahlui y Nicola. Con sus más de 340.000 habitantes, por su importancia cultural y económica es la segunda capital del país. Corte real con Esteban el Grande (siglos XV-XVI), fue ca-pital de Moldavia, hasta 1859. Durante los siglos XVI y XVII tuvo un periodo de desarrollo en todos los órdenes que dio lugar a que se levantaran nu-merosos edifi cios civiles y religiosos. Entre ellos destaca, por su incidencia en la cultura del país, la primera Escuela Superior de Estudios en lengua eslava, griega y rumana. Del mismo modo, la Igle-sia de los Tres Jerarcas. Fundada por el voivoda (gobernador) Vasile Lupu en 1639, está considera-da como el monumento más importante de la ciu-dad, por la decoración de sus fachadas en piedra con motivos geométricos de indudable belleza. El interior adolece de una restauración de sus frescos, no muy afortunada, en el siglo XIX.

Por la avenida de Esteban el Grande, eje prin-cipal de la ciudad, nos encaminamos hacia el Pa-lacio de la Cultura, edifi cio neogótico construido a principios del siglo XX. Contiene varios museos

que no pudimos visitar por encontrarse cerrados a nuestra llegada. Al lado oeste del edifi cio se en-cuentra la Iglesia de San Nicolás, fundada por Es-teban el Grande en 1492. Con fachada de ladrillos y pinturas que representan a patriarcas y santos, es el monumento más antiguo de la ciudad. A su lado izquierdo se halla la Casa Dosoftel, del siglo XVII, que será la última visita que realicemos.

Desgraciadamente, la ciudad de Iasi seguirá siendo poco conocida por los Amigos de los Mu-seos porque el programa de nuestro viaje no daba para más y no tuvimos el tiempo necesario para una visita más a fondo. Por otro lado, nos despedi-mos de Rumania, profundamente agradecidos por las facilidades de que hemos gozado, por parte de todos, para conocer el país.

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NOTA. Las difi cultades de información sobre Rumania para confeccionar el programa del viaje, me animaron, a la hora de redactar estas páginas, a hacer de ellas algo más que una crónica, facilitando, de este modo, información suplemen-taria a quienes lo realizaron y ayudar a los que, al leerlas, se animen a visitar ese país. Para mi trabajo fueron de gran utilidad los siguientes autores que, bajo el título de Rumania han tratado el tema:

BALASCH, ENRIc: ~ Ed. Laertes. Barcelona, 2004.CHESPAIS, DIANE: ~ Ed. Maraus. París, 2003.HERVE-BAZIN: ~ Ed. Hachette. París 2005. HOULIAT, BERNARD: ~ Ed. Hachette. París, 2004. JULES, CAROLINA: ~ Ed. Penguin Books. London, 2000. RUIZ, YOLANDA: ~ Ed. Laertes. Barcelona, 2004.

——————MORENO JURADO, J.A.: Anotaciones sobre himnografía bi-

zantina. Ed. Padilla Libros. Sevilla 1998.MORENO JURADO J. A.: Himnos akathistos, Ed. Padilla Li-

bros, Sevilla, 2001.

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