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RELACIONES 128, OTOÑO 2011, VOL. XXXII Reseñas

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RELACIONES 128 , OTO Ñ O 2011 , V O L . XXX I I

Reseñas

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Varios autores, “Las ciencias sociales y la muerte”, Revista Trace, núm. 58, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, México, 2010, 152 p.

Eduardo Matos Moctezuma*INAH

“Las ciencias sociales y la muerte” es el título del número 58 de la revista Trace, correspondiente a diciembre de 2010. Lo primero

que sorprende de este número es la enorme variedad de temas dedica-dos a la muerte en diferentes ámbitos del mundo. El “Prólogo”, escrito por Nadine Béligand, nos da para comenzar un magnífico introito, tanto a los autores, como a los escritos donde se plantea gran diversidad de situaciones en relación con la muerte. Pero no sólo trata, la autora, acerca de todo lo mencionado, sino que acude a diferentes especialistas cuyos trabajos han aportado un conocimiento sólido sobre la concep-ción de la muerte. Hay que agradecer a Nadine la compilación de estos materiales que forman la revista y de los que nos dice:

deseo subrayar que este número de Trace es el fruto de una estrecha cola-boración con los autores, a quienes deseo agradecer muy sinceramente su compromiso y sus respuestas concisas a mis (muy) numerosas preguntas a todo lo largo del proceso de coordinación de la obra. Gracias a ellos, esta publicación ha sido una hermosa aventura, una experiencia rica en ense-ñanzas e intercambios; en su espíritu, es el fruto de la elaboración, junto con cada autor, de una verdadera publicación colectiva. En consecuencia, este número de Trace pertenece a todos y cada uno de ellos.

Y yo agregaría: y también nos pertenece a nosotros, los lectores, a quienes nos apasiona un tema que es común denominador en nuestros

* [email protected] Presentación de la Revista Trace, núm. 58, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, México, 2010, con la participación del doctor Thomas Calvo y Eduardo Matos Moctezuma (Las presentaciones fueron en la sede del cemca y en la Dirección de Monumentos Históricos del inah, los días 19 y 20 de mayo de 2011, respectivamente).

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estudios. Gracias a los autores y en particular a Nadine por los escritos que hoy nos brindan y de los que haré mención a continuación.

En total se trata de doce artículos escritos por otros tantos investiga-dores desde perspectivas diferentes que nos introducen lo mismo en Europa que en África y Latinoamérica. El primero de ellos es de la au-toría de Grégory Pereira y trata acerca de una parte del cosmos, el infra-mundo, estudiado a partir de una investigación arqueológica en el sitio Potrero de Guadalupe, Michoacán, visto a la luz de los datos que pro-porciona la etnohistoria. Para el autor, los vestigios arquitectónicos y escultóricos encontrados dan pie para pensar que estas estructuras esta-ban relacionadas con la idea del inframundo: un patio hundido resulta revelador por su función y orientación norte-sur que invita a pensar en la presencia de una entrada al mundo de los muertos, lo que se ve refor-zado al encontrarse restos de un perro además de las cámaras mortuo-rias que dan al patio. La asociación de juego de pelota (de los que hay algunos vestigios), el patio hundido y el temascal permiten a Gregory hacerse una pregunta: “¿se debe considerar Guadalupe como un lugar de culto relacionado con la fertilidad?” Y el mismo responde: “A la vista de la información que se ha presentado en este trabajo, esa posibilidad parece aceptable” (p. 27). Y tiene razón el autor, pues bien sabemos de la relación que existe entre el lugar de los muertos, el Mictlan, y su función como matriz. Tal es el caso de la concepción que se tenía entre los mexicas del centro de México.

El segundo trabajo es de la autoría de Isabelle Séguy y lleva por títu-lo “La muerte de los pequeñitos: entre el dogma y las creencias popula-res”. Isabelle se centra en su estudio en la muerte de los infantes en Francia en la Edad Media y fechas posteriores, y la preocupación de los padres por sus hijos si estos morían sin haber sido bautizados. La reli-gión católica marcaba un destino poco feliz para los niños que morían sin el bautismo, siendo quizá el más rígido el concepto agustino de que sus almas irían al infierno. Esto provocó que la práctica del bautismo sufriera cambios a lo largo del tiempo. Nos dice la autora:

a partir del siglo xii, el bautismo era administrado cada vez más cerca del nacimiento: en la primera semana de vida en el siglo xiii ‘y lo antes posible’ en el siglo xvi, generalmente durante los tres días que seguían al nacimien-

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to. A partir del siglo xviii, los niños eran bautizados en cuanto nacían. Al reducir en siete días el plazo entre el nacimiento y el bautismo, dos veces más recién nacidos pudieron escapar a la pena de condenación (p. 31).

No hay que olvidar que el bautismo se consideraba como la incor-poración del niño a la comunidad, además de determinar su destino después de la muerte si no había recibido las aguas lustrales. Esto llevó a los padres al extremo de llevar a sus hijos muertos en esas condiciones a los “santuarios de resurrección momentánea”, en donde se imploraba al cielo para que el niño reviviera y poder bautizarlo. Otra práctica fue la de colocar el cadáver debajo de un canalón de agua de una iglesia para que recibiera aquella agua sagrada y por ende el difunto se reinte-grara a la familia y la comunidad. La Iglesia se las ingenió para hacer más benevolente el destino del niño no bautizado al establecer en el si-glo xiii el Limbo, pero “esa invención no alivió la angustia de los padres que no soportaban la idea de que su niño no pudiera ser plenamente feliz allí ni volver a verlo jamás, ya que el Limbo no comunicaba con el Purgatorio ni con el Paraíso” (p. 32).

Está por demás decir que las prácticas de enterramientos también variaron durante los siglos. De esto nos habla la autora e insiste en el problema tanto psicológico como material que representaba para los familiares el enfrentar solos la necesidad de enterrar a estos niños en los jar dines de las casas o en casos extremos abandonarlos en letrinas. En fin, que el pensamiento cristiano era portador de no poca angustia para sus practicantes.

Los tres artículos que siguen guardan relación entre sí no sólo por-que atienden lo relativo a los enterramientos en ciudades diferentes como son París, Nápoles y varias más, sino también por los cambios que van a ocurrir en la forma de pensamiento en general y religioso en particular durante los siglos xvii y xviiii. En efecto, Laurence Crocq se refiere a “La muerte en París, siglos xvii y xviii, nuevas perspectivas”, en donde nos dice de cómo, especialmente en el siglo xviii, se observa un fenómeno de “descristinización, la secularización, el janseísmo” y otros aspectos, con el consiguiente avance de la Ilustración y sus ideas. Las sepulturas familiares al interior de las iglesias y las prerrogativas de sepultar a los muertos bajo el piso de las mismas se traduce en un esta-

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do de insalubridad creciente. Los cementerios ubicados en la periferia de las ciudades vienen en parte a solucionar el problema que se presen-taba. Sin embargo, con la instauración de la Reforma en el siglo xvi con las ideas de Lutero y Calvino esta práctica se consolida no sólo por medidas higiénicas, sino también por creencias religiosas.

Por su parte, Yves Krumenacker nos brinda un interesante ensayo acerca de esta situación en su trabajo “Las prácticas funerarias de los hugonotes…”, donde se resalta la sobriedad de los entierros tal como ocurriera con Calvino al ser inhumado de manera sencilla y discreta. Diversas leyes se establecen ante el problema que se suscita entre católi-cos y protestantes, pues algunos de estos últimos adquieren predios fue-ra de las ciudades para allí ser enterrados, en tanto que otros desean que sus restos descansen en cementerios católicos ya que sus antecesores per-tenecieron a esta religión. En el siguiente párrafo, Krumenacker nos hace ver lo complicado de esta situación:

A pesar de que los edictos preveían cementerios separados y que los católi-cos rechazaban la ‘contaminación’ que representaría la inhumación de he-rejes en tierra consagrada, se logró contabilizar hasta más de 60 cementerios comunes o simplemente divididos en dos partes en Béarn, más de 80 en Poitou y otros en distintas partes de Francia o en el principa-do de Orange. Se presentan dos casos diferentes: cuando el cementerio está dividido en dos por un muro, la comunidad subsiste, porque protes-tantes y católicos tienen acceso al cementerio tradicional, pero la percep-ción de la diferencia confesional es clara. En cambio, cuando el cementerio es realmente mixto, lo cual es menos frecuente, la diferencia confesional no es percibida como separadora; un bello ejemplo de lo anterior.

Nos sigue diciendo el autor: “se puede ver en Castelmoron, en la provincia de Agen, donde católicos y protestantes, que afirman que ja-más ha habido controversias entre ellos, llegan a un acuerdo” (p. 55).

Todo esto trae a mi memoria aquella frase célebre dicha por Carlos IX Valois, después de la matanza de la “Noche de San Bartolomé”, cuando fueron muertos cientos de hugonotes y llevados sus cuerpos a las afue-ras de París donde quedaron expuestos. La comitiva real fue a ver aquel espectáculo y ante la expresión de uno de sus acompañantes que se

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quejó del mal olor de los cuerpos, el rey contestó: –“El cuerpo de un enemigo muerto siempre huele bien…”

Pero veamos el tercer trabajo que nos habla de “Una ciudad bajo la ciudad”, refiriéndose a Nápoles durante el siglo xviii, escrito por Die-go Carnevale. El autor vuelve al tema tratado por los dos estudiosos anteriores, en que señala: “En la Europa de la segunda mitad del siglo xviii nació un movimiento compuesto, nutrido de las opiniones de médicos, religiosos, administradores públicos, literatos y científicos, con el fin de reformar las prácticas funerarias y sepulcrales, alejando las áreas de inhumación de sus lugares tradicionales dentro de las ciu-dades” (p. 55).

Pese a esto, Carnevale se pregunta si la Nápoles del siglo xviii debe considerarse una megalópolis, pues era la tercera ciudad más poblada de Europa después de París y Londres, o si se trataba de una mega ne-crópolis. Lo anterior viene a colación porque, a diferencia de lo que pasaba en otras ciudades como ya hemos visto, en Nápoles no se han encontrado evidencias de cementerios parroquiales al aire libre a un lado de las iglesias o construidos fuera de la ciudad. Las iglesias se en-cargaban de dar el servicio al recibir a los difuntos de tres maneras: en fosas en que el cadáver se enterraba a tres metros de profundidad y se le cubría con cal viva para acelerar la descomposición; cuando la fosa se llenaba se sacaban los restos óseos para colocarlos en la cripta o se envia-ban a los osarios generales. La segunda era el sepulcro familiar bajo el piso de las iglesias y de preferencia cerca de alguna capilla. La tercera era una tumba personal debajo del piso para lo cual se necesitaba del per-miso del obispo. Años más tarde, en la era de Napoleón, fue cuando se hicieron cementerios públicos extramuros de la ciudad, los que se ter-minaron de construir a mediados del siglo xix.

“Estudio de los cementerios franceses contemporáneos” es el tema que trata Régis Bertrand. Comienza el autor por darnos los anteceden-tes de la investigación realizada hacia los setenta cuyos resultados fue-ron publicados en 1983. A continuación trata aspectos de la manera en cómo llevar la investigación por medio del estudio de campo y las difi-cultades que tuvieron que enfrentar para tal fin. Compara su trabajo con el de un arqueólogo y aplica encuestas además de valerse de la foto-grafía digital y la aérea para precisar su investigación. Plantea en su ar-

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tículo la problemática metodológica, los múltiples cuestionamientos entre los que incluye desde la implantación del cementerio hasta el cercado que lo circunda, la puerta de acceso, su distribución interna los distintivos confesionales, para llegar al estudio de las tumbas para ver su evolución, la problemática que se enfrenta para el fechamiento de éstas y la selección de las tumbas por estudiar. Con este artículo se cierran los estudios dedicados al viejo continente y se da paso a las investigaciones en distintos lugares de América y de África. Comenzamos con el de Alma Victoria Valdés que estudia los epitafios del siglo xix, donde nos da los antecedentes de esta práctica no sin antes hacer alusión a la colo-cación de los túmulos funerarios la mayor de las veces efímeros. Piensa que los panegíricos y las oraciones que se hacían para resaltar las virtu-des del difunto, especialmente si eran políticas y religiosas, pueden considerarse como precursoras de los epitafios ya que se incluían en las Relaciones de exequias que se editaban con el fin de perpetuar la memo-ria del muerto. “Los epitafios y sus inscripciones” es el subtítulo con el que inicia el tema y es interesante constatar la recurrencia a textos lite-rarios como El Periquillo Sarniento, La Quijotita y su prima, etcétera, lo que obedece a la desaparición de muchos de los cementerios citadinos con la consiguiente pérdida de los epitafios en ellos colocados y que sin embargo varios autores colectaron en sus obras. La autora divide en dos partes fundamentales su estudio: los epitafios dedicados a mujeres y, por otro lado, a los hombres. En los primeros se da especial atención a las cualidades propias de la mujer según el pensar de la época. Destaca los aspectos maternales, por un lado, y los de amorosa esposa, por el otro. Veamos algunos ejemplos. El primero de ellos está dedicado a María Dominga Sifuentes, enterrada en el panteón de San Pablo y de él destaca nuestra autora la cualidad reproductiva, el don de la materni-dad y la calidad heroica de la joven madre. Dice así:

Dejó a su esposo en el dolor profundoMurió florida rosa en primavera,Murió para dejar que otro viviera,

Fue madre y es feliz, partió del mundo (Anónimo) En este otro, el viudo pone énfasis en la cualidad de madre y esposa:

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Voló al trono de Dios y ahí su asiento,Fijó una madre tierna y cariñosa,

Una buena, constante y fiel esposaDe amor tesoro y de virtud portento.

En lo que a los hombres se refiere, las virtudes que por lo general se destacan son aquellas que se relacionan con el sustento económico de la familia. Esto se hace patente en la famosa y terrible Epístola de Mel-chor Ocampo que aún hoy se lee en las bodas civiles y que marcan la situación de la mujer como dependiente del varón. Pero vayamos a los casos de los hijos muertos que también eran motivo de que se les prepa-ra un epitafio como el que leemos a continuación:

Como temprana flor que agosta el hieloMurió la que era nuestro dulce encanto

Cual ángel puro remontó su vueloA la mansión Divina del Dios Santo…

Sin embargo, los epitafios vinieron a menos. Así lo señala Alma Victoria al citar a Ignacio Manuel Altamirano cuando en 1869 se refe-ría a los del panteón de Santa Paula en la ciudad de México: “¡Qué epitafios!, ¡qué necedades! ¡Es para faltar al respeto a las cenizas enterra-das!”. Creo que tenía razón. En sus “reflexiones finales”, la investigado-ra dice: “más que dedicaciones personales, los epitafios constituían re-presentaciones sociales que resultaban significativas para los autores y destinatarios, quienes, de alguna manera, podían reconocerse en ellas” (p. 90). Estoy de acuerdo en que son representaciones sociales y que son un buen medidor de la manera en que se consideraban los roles tanto del hombre como de la mujer y que, al fin y al cabo, los acompa-ñaban hasta la muerte, pero no comparto la segunda parte de la re-flexión en el sentido de que podían reconocerse en ellas, pues es bien sabido que al morir se engrandecen las buenas acciones de los indivi-duos y se tiende a olvidar la parte negativa de ellos, creándose una imagen que dista mucho de la que en vida tuvo el difunto.

El trabajo siguiente se complementa muy bien con el anterior, ya que trata acerca de “Las pestilentes mansiones de la muerte”, de Sonia

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Alcaraz Hernández, refiriéndose a los cementerios de la ciudad de México entre 1870 y 1890. Poco atendidos han sido los temas de la preocupación que se dio por aquellos años en relación con la insalubri-dad que representaban los panteones y analiza la opinión que todo esto despertó en escritores, médicos e higienistas. Acude, como su antece-sora, a varios escritos como los de Altamirano, García Cubas, Rivera Cambas y Arroniz, entre otros, en los que se habla del estado desastro-so de estos lugares. Santa Paula, Los Ángeles, San Fernando, Campo Florido, el de la Villa de Guadalupe, el Francés de la Piedad y el pan-teón Inglés y Americano, eran verdaderos “pudrideros urbanos” en los que no pocos de estos cronistas pugnaban porque tuvieran siquiera un poco de verdor. La voz de los médicos también se unió a estas quejas y pedían a las autoridades que se hicieran panteones mejor diseñados para evitar la contaminación del aire y otros problemas. Fue hasta la década de 1880 y después, durante el porfiriato, que se tomaron me-didas como promulgar, en 1891, el primer Código Sanitario a la vez que se “emitieron medidas sanitarias con respecto a la desinfección de gavetas, clausura de cementerios, traslados y depósitos de cadáveres” (p. 100).

Pasamos ahora a Argentina, en donde el uso de la fotografía de difuntos se estudia por Diego Fernando Guerra durante la segunda mitad del siglo xix y la primera década del xx. “Con la muerte en el álbum” es el título de su colaboración y en ella nos introduce en las prácticas fúnebres de la burguesía argentina de la época. La pintura del difunto fue realizada por entonces hasta que llegó la fotografía como técnica novedosa de captar la imagen tal cual. Con la fotografía se tomaba la imagen inequívoca del muerto. Sin embargo, se trataba de dar un ambiente familiar y es así como una madre sostiene a un bebé muerto como si este durmiera plácidamente, o el señor Álvarez reposa en su cama como si estuviera dormido. Hacia la primera déca-da del siglo xx, la fotografía así aplicada vino a menos, lo que despier-ta en nuestro autor un sinnúmero de preguntas para tratar de diluci-dar las razones de esto. Una posible respuesta está en el rechazo de la cultura de masas en contra de estos temas, pero sea como fuere, las preguntas están presentes y sólo una investigación minuciosa podrá darles respuesta.

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Elsa Malvido atiende el tema de “El suicidio entre los esclavos ne-gros en el Caribe en general y en el francés en particular”. De entrada nos da diversas hipótesis en donde se relaciona esclavitud en tiempo y espacio y su relación con el suicidio, para de inmediato tratar lo refe-rente al suicidio para lo cual cita el dicho del padre Las Casas que en su parte substancial dice así: “La libertad es la luz de nuestra vida […] La esclavitud por el contrario es una cierta imagen de la muerte […] Nada más odioso y más deplorable que la esclavitud que se compara con la muerte […] Por tanto es mejor la muerte antes que una vida transcu-rrida en la amargura de la esclavitud”.

El primer punto que trata la autora es hacer notorio que el suicidio tanto individual como colectivo de los negros traídos desde África se daba especialmente entre hombres jóvenes y algunos ancianos. Entre las mujeres y los niños no se conocen casos de que tal cosa sucediera. Lo anterior pudo deberse a la depresión que provocaba aquella situación extrema con todas sus consecuencias. Hay otro aspecto que resulta in-teresante mencionar y es el que nos hace ver Elsa basada en los datos etnográficos aplicados en la población negra de Rio Grande do Sul, en donde “Las sanciones sobrenaturales dentro de su sistema de creencias se hace evidente cuando consideramos las reglas del matrimonio, don-de la ley demanda a la esposa o esposas y a sus hijos el cuidado de su espíritu después de la muerte, viudas e hijos viven temerosos de ofen-der a los fantasmas de su esposo y padre muertos” (la cita es de Hersko-vits). He aquí una explicación antropológica, si bien para nuestra auto-ra también fueron factores importantes para el “síndrome suicida” “el miedo y la depresión permanentes causados por la esclavitud y que, sumados al exilio, el desgano vital y las enfermedades biológicas, con-tribuyeron a la falta de defensas inmunológicas permanentes y a la des-aparición de miles de esclavos” (p. 117).

La autora nos hace ver otro factor que algunos estudiosos consideran importante: la idea más o menos común entre los diversos grupos africa-nos en relación con que, a través de la muerte, se puede regresar al lugar de origen. Esto resulta relevante en virtud de los diferentes casos de sui-cidios, tanto durante el traslado por mar, como al llegar a tierra firme. Alrededor de un millón y medio de negros murieron durante la travesía. Sin embargo, no se descarta como otro factor más la falta de litio que

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actualmente se vincula con el suicidio. La realidad es que algunos hacen-dados manejaban la idea de que el suicidio se realizaba por venganza en contra de sus amos. Fue tanta la pérdida económica que representaba el suicidio que se tomaron medidas como la de bautizar a los negros para que, conforme a la religión católica, se tuviera temor a este acto que los llevaría a su condenación eterna. En sus conclusiones, Malvido hace ver que el suicidio de esclavos negros en el siglo xviii se consideró como una enfermedad tanto por hacendados como por clérigos, además de consi-derarla como una venganza en contra de sus amos, como quedó dicho. Pero ¿cuáles serían las verdaderas razones que podrían llevar al esclavo al suicidio? Nos dice la autora:

Desde el punto de vista del esclavo, el síndrome suicida fue una salida ló-gica a su condición general biológica y social, a los síntomas decadentes, como enfermedades, soledad y falta de alimentos […] provocados por los hacendados. Los esclavos se han suicidado en todas las épocas históricas, por lo tanto en una conducta humana común en situaciones extremas”.

Y añade:

Lo que desconocemos es si el suicidio fue provocado por la falta genética de litio y otras sales en el organismo o si fue una práctica por ‘imitación’, definida por los historiadores como ‘desanimación cultural’. De haber sido una conducta hereditaria, la metempsicosis biológica podría interpre-tarse como una ‘conducta natural’: el suicidio servía de apoyo espiritual para retornar al lugar de origen (pp. 121-122).

El tema que sigue es complementario del anterior ya que trata de “La idea de la muerte y los ritos funerarios en el África subsahariana”, de Jacques Barou. Con un marcado enfoque etnográfico, el autor hace ver que la muerte entre estos grupos se considera dentro del patrón del ciclo de vida, haciéndola más familiar. Es así como los rituales en relación con los muertos estén unidos a los lazos familiares y de grupo. Entre los mos-si, una mujer se viste con la ropa del muerto e imita sus ademanes y hasta su forma de hablar. Los hijos le llaman padre y las viudas marido. Para los diola del Senegal, el muerto mismo debe presidir sus funerales, por lo que

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se le atavía con sus mejores ropas y se le ata a su sillón, paseándolo entre los participantes. Un aspecto importante es el concebir que al nacer los niños traen el alma de uno de los antepasados, lo que se entiende que es-tamos ante una negación de la muerte. Además, la vida se prolonga más allá de la muerte por medio de un rito de pasaje-transición que lleva pri-mero con el estadio de antepasado, estado superior por excelencia. Con la penetración de religiones como el cristianismo y el islam, el autor atiende este tema en lo que llama “las influencias de las emigraciones, de la sabana a la ciudad”, con los cambios que esto implica de pérdida pau-latina de las ideas originales y la adaptación a religiones como la católica. Acerca de esto nos dice Barou: “Con la desaparición progresiva de esas manifestaciones, lo que está en proceso de transformación es el sentido de la muerte. Cada vez se percibe menos como una transición al estadio de antepasado y se convierte en un ‘fin natural’ que sólo la esperanza de la resurrección permite desdramatizar en el caso de aquellos que han adop-tado esa creencia” (p. 131).

Y pasamos al último capítulo de la revista. En él escribe, Pascal Hin-termeyer, “La relación con la muerte”. Nos da un panorama general de la concepción actual sobre la muerte en la sociedad occidental. Parte de una primera apreciación: el morir en paz, como deseo general del indi-viduo y evitar la muerte solitaria. En la actualidad se busca una muerte sin sufrimiento. Esto ha llevado a la implantación de medidas que lle-van a esto como son la eutanasia voluntaria y los cuidados paliativos. Esta última vela por aminorar el dolor y ocuparse de la calidad de vida. De la otra, la eutanasia, el autor dice: “nuestros contemporáneos bus-can desembarazarse de la adversidad de la muerte, anticipando el últi-mo plazo y reduciéndolo al efecto previsible de una decisión” (p. 139). Libertad y dignidad son base esencial de la eutanasia voluntaria, como dice Hintermeyer. En sus conclusiones, el autor expresa que esta alter-nativa es una vía contemporánea de búsqueda de una muerte sin sufri-miento. “Esta proposición se caracteriza por el rechazo a la muerte pro-longada y dolorosa”, nos dice. Me resulta curioso que para nada trate los casos de suicidios como una manera de evadir ese tipo de muerte prolongada y dolorosa. Pero en fin…

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Con esto termino mi revisión del número de Trace. Quizá al ver los contenidos de los diversos trabajos que la componen exista el deseo de leerla, lo que ampliamente recomiendo.

David Mosse, The rule of water. Statecraft, ecology and collective action in South India, Nueva Delhi, Oxford University Press, 2003, 337 p.

Ingreet Juliet Cano Castellanos*Ciesas-Université de Paris Ouest (Francia)

En este libro Mosse plantea tres aspectos relacionados con la apro-piación del agua. En primer lugar, cuestiona la tendencia a consi-

derar al Estado y la comunidad como dos entidades sociales autónomas y en oposición. En segundo lugar, refiere a la necesidad de abordar las relaciones sociales y políticas que se configuran en torno a los recursos comunes o públicos. Y en tercer lugar, debate los estudios que asumen la acción colectiva en tanto comportamiento social gobernado por re-glas. Para desarrollar tales planteamientos, Mosse se basa en un estudio histórico y etnográfico realizado en la cuenca Sarugani, distritos de Si-vaganga y Ramnad (estado de Tamil, India), y específicamente en el sistema de tanques interconectados que se encuentran entre las locali-dades de Vayalur y Alapuram.

En esta región, una serie de ríos y arroyos atraviesan el territorio para luego desembocar en el golfo de Bengala. Durante la mayor parte del año estos cuerpos de agua permanecen secos y se llenan en mayor o menor medida dependiendo de la cantidad de lluvias que traen los monzones en junio y en noviembre-diciembre. Para hacer frente a la escasez del agua, en Tamil, las aguas de ríos y arroyos se desvían para abastecer diferentes tanques o reservorios artificiales interconectados y cuya extensión es variable. De este modo, la gente asegura el agua re-querida para el uso doméstico y la siembra de arroz, chile, algodón, entre otros productos agrícolas. Los tanques han caracterizado el paisa-je en esta región por más de 800 años e inciden en los patrones de asentamiento de las poblaciones. Si bien, el manejo de tales tanques

* [email protected]

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remite en primera instancia a una escala local, Mosse se propone de-mostrar que las formas de acceso y control del agua remiten a procesos y relaciones de poder de mayor envergadura, analizables a lo largo de la historia de la sociedad.

En la práctica y en una escala local, la complejidad que supone el funcionamiento de los tanques radica en la cooperación que se requiere para la distribución del agua, su racionamiento en tiempos de sequía, el respeto sobre los derechos de acceso de las diferentes poblaciones, la resolución de conflictos e incluso la continua inversión de tiempo y dinero para el mantenimiento y la reparación de los reservorios. Aun-que el sistema de irrigación sigue teniendo gran importancia en la vida de la gente, con el paso de los años muchos tanques se han dejado de utilizar, se utilizan para la agricultura, se apropian de forma individual o han sido remplazados por pozos de uso familiar. Por esta razón, en la actualidad diversos actores suelen concluir que el sistema de irrigación está en declive, en parte por la incapacidad del Estado de regular la gestión del agua, a pesar de que los tanques sean de su propiedad. De este modo, las discusiones han llevado a que las políticas de Estado y la acción de las ong promuevan la participación local y el manejo autó-nomo de los tanques a través de asociaciones de usuarios, bajo la idea de que existe entre las comunidades gran tradición de conocimientos y de organización colectiva para gestionar el agua. Para Mosse, tanto la idea de que el Estado es el responsable del declive de los sistemas de irrigación, como aquella de la tradición del manejo comunitario del agua, hacen ver al Estado y la sociedad como entidades sociales autóno-mas, cuando en realidad, las prácticas de gestión del agua implementa-das en las comunidades adquieren forma también a través de los proce-sos de formación del Estado.

Con el propósito de dar sustento a su argumento, Mosse analiza, en primer lugar, las relaciones sociales y de poder que se configuraban en los reinos de Sivaganga y Ramnad hacia finales del siglo xviii, momen-to en el que se construyeron los tanques (capítulo 3). Con base en las historias que la gente aún narra sobre los jefes militares maravar, las donaciones recibidas por parte de tales jefes, así como las prácticas ce-remoniales contemporáneas en las que se sigue utilizando un lenguaje de patronazgo, Mosse describe el paisaje medieval en el que la cons-

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trucción de los tanques era parte de una estrategia de los jefes maravar para asegurar sus títulos agrarios, los derechos sobre el agua, la obten-ción de una parte de las cosechas, los honores y la legitimidad política entre la población. En este paisaje, además de los tanques, los templos constituyen nodos de articulación de las relaciones de poder, mientras que las prácticas ceremoniales de la gente median el acceso al agua. Para Mosse, este periodo corresponde a un primer momento de la forma-ción del Estado, en el que se conjugan de manera compleja el acceso a los recursos, el poder militar y la veneración a los templos.

Con el establecimiento del gobierno colonial, la gestión de los tan-ques de irrigación se asume de una forma distinta. En efecto, en el siglo xix, los sistemas de irrigación evocan la relación de dominación que se establece entre Estado y comunidad. Sin embargo, Mosse insiste en poner en cuestión dicha dominación mostrando las contradicciones que caracterizaron el gobierno colonial y las estrategias de gobierno indirecto adoptadas por los británicos (capítulo 4).En este periodo, Sivaganga y Ramnad pasan a ser gobernados por zamindaris (señores),designados como los recaudadores del tributo por pagar al gobierno británico. Al analizar la documentación colonial relativa a estos dos territorios, Mosse sugiere que los zamindaris ejercían su poder manteniendo las relaciones de patronazgo que caracterizaban a los ma-ravar, pero no regulaban la labor de mantenimiento y reparación de los tanques como anteriormente lo hacían los jefes militares. En este senti-do, la estrategia de gobierno indirecto adoptada por el gobierno colo-nial irrumpía la relación de reciprocidad entre grandes propietarios (castas superiores) y agricultores (castas inferiores) y desencadenaba conflictos en el nivel económico y político, puesto que los tanques de-jaban de funcionar, las poblaciones tenían menos opciones para mane-jar las condiciones de escasez del agua y los pagos de tributos se empe-zaban a evadir o rechazar. No obstante, los oficiales coloniales interpretaban la crisis como una manifestación de corrupción, opre-sión y mala administración. Para Mosse, esta situación condujo al go-bierno británico a centralizar gradualmente el poder del Estado y, al mismo tiempo, a controlar más directamente los recursos a través de medidas administrativas dirigidas específicamente a apoyar las figuras de autoridad en el nivel local.

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Para analizar el funcionamiento de los sistemas de irrigación desde la perspectiva de los usuarios más inmediatos, Mosse realiza un análisis etnográfico de la gestión del agua en las localidades de Vayalur y Alapu-ram, cuyos tanques son alimentados con las aguas de la cuenca del Sarugani (capítulos 5 y 6). Se trata de dos localidades que se diferencian por el tipo de suelo que cultivan (rojo y negro), pero también por el manejo diferencial de los tanques de irrigación. Mientras en Vayalur se observa un funcionamiento coordinado de los tanques, en Alapuram algunos tanques son remplazados por pozos de uso familiar y en otros casos las bombas se han convertido en la herramienta que media el ac-ceso al agua. Al analizar la formas de tenencia de la tierra en Vayalur, Mosse da cuenta cómo la mayoría de tierras húmedas ubicadas cerca de los tanques han permanecido en manos de las castas superiores y cómo el acceso al agua sigue concibiéndose a través de las nociones de autori-dad (encarnadas en la figura del maravar) y de servicio (encarnadas en los nirpaccis). En Alapuram, al analizar la llegada de nuevos grupos de agricultores a la localidad y el crecimiento del poder económico de este grupo en el siglo, el autor muestra cómo dicho cambio poblacional incidió en la pérdida de legitimidad de los maravar y posibilitó que miembros de las castas inferiores accedieran con mayor facilidad a tie-rras húmedas cercanas a los tanques. Así entonces, en Vayalur, el predo-minio de las relaciones jerárquicas coincide con la consideración de los tanques como bienes públicos, mientras que en Alapuram el dominio público de los tanques es contestado y abre espacio a una apropiación privada del agua y otros recursos que albergan los tanques. En una es-cala regional, las diferencias entre las localidades son analizadas conju-gando tanto las variables ecológicas y sociales que inciden en las formas de acción colectiva (capítulo 7).

Al final del estudio, Mosse somete a discusión la idea de que las comunidades rurales en Tamil poseen una tradición milenaria de ges-tión del agua; la cual permea los discursos contemporáneos de los agen-tes de desarrollo (ong) y fundamenta las políticas de transferencia del manejo de los sistemas de irrigacióna las comunidades. Para ello, da cuenta de cómo durante el gobierno colonial, las dificultades de ad-ministración sobre los recursos llevan a las instituciones británicas a instrumentalizar una relación más directa con las poblaciones locales

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(capítulo 8). De este modo, se concibe ceder la responsabilidad del manejo y reparación de los tanques a las poblaciones, basados en la existencia de una institución comunal llamada kundimarat, específica-mente dedicada a la organización comunal de los trabajos de manteni-miento y reparación de los tanques. Pese a que los documentos oficiales describen prácticas locales muy diferentes, las autoridades británicas se referían a ellas utilizando siempre el mismo término. Mosse considera este ejercicio de homogeneización, como la invención colonial de la tradición local. Por otra parte, el autor encuentra cierta continuidad entre esta práctica burocrática y aquella que actualmente caracteriza a los programas estatales que promueven la participación local. En este caso, basados en la existencia de instituciones locales de manejo de los recursos, instituciones de gobierno y ong reproducen la idea de que la comunidad es o debe ser un espacio independiente del Estado, con la suficiente capacidad organizativa para gestionar sus propios recursos, para resolver problemas y garantizar un acceso igualitario a los recursos de los sistemas de irrigación. Mediante el análisis de las dinámicas que se dan en el seno de una asociación de usuarios, Mosse da cuenta de las nuevas configuraciones de relaciones de poder que surgen, pero tam-bién de la continua incidencia de la división de castas en las formas de acción colectiva que se ponen en práctica.

RELACIONES 128 , OTO Ñ O 2011 , V O L . XXX I I 333

Presentation

Yes, classes influence language, introduce into language their own spe-cific words and expressions and sometimes understand one and the same word or expression differently. There is no doubt about that.

However, it does not follow that specific words and expressions, as well as differences in semantics, can be of serious importance for the de-velopment of a single language common to the whole people, that they are capable of detracting from its significance or of changing its character.

Firstly. Such specific words and expressions, as well as cases of dif-ference in semantics, are so few in language that they hardly make up even one per cent of the entire linguistic material. Consequently, all the remaining overwhelming mass of words and expressions, as well as their semantics, are common to all classes of society.

Joseph V. Stalin, Pravda, 2 August 1950.1

Language and myth are vast metaphors of reality. The essence of lan-guage is symbolic because it consists in representing one element of re-ality through another, as in metaphor. […] The word is a symbol that emits symbols. Man is man thanks to language, thanks to the original metaphor that made him into another and separated him from the natural world. Man is a being that has created himself by creating a language. Because of the word, man is a metaphor of himself.

Octavio Paz, “El lenguaje”, El arco y la lira, 1956.

1 Published in an English translation, Moscow, 1954, in Marxism and Problems of Linguistics.

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As these epigraphs clearly show, language and its figures attract a wide variety of thinkers: from a linguist like one Joseph Stalin –

though he rejected that title towards the end of his life– to poets; each with his own sensibility and handling of the phenomenon of language. For Stalin, a pragmatist and man of action, theory was to be reduced to a minimum; so he focused on simple, almost trivial, notions, even contradicting the religion of the class struggle: 99% of language, he wrote, “is common to all classes in society”. Though we shall not dispute, here, the accuracy of this percentage, it seems high. As shown below, language changes not only with (social) class, but also with age and experience. We cannot help but admire that pru-dence in action (“the word is action” (as Socrates wrote in the Craty-lus), an idealization of the “culture of the masses” led the doctrinarian to accept rules “common to all people”, and thus propose a certain innocuousness of language, at least in terms of its functioning. But, indirectly, this affirms the universality of its reception, the immense faculty of persuasion it can exercise. Though Stalin does not say as much, it is doubtless present in the depths of his being. Finally, and this is a lesson in itself, silence is also an artifice of language.

Using the supposedly identical instrument, but in an individual-ist, even extremist, manner (language as the starting point and center of human creation), the poet, torchbearer, is much more subversive. In the manual of poetry that is his The Bow and the Lyre (El arco y la lira), Octavio Paz does indeed start from language, affirming at the outset that “the history of man could be reduced to that of the rela-tions between words and thought”. I must confess that, as a histori-an, I am troubled by this phrase: though acknowledging that History does practice the art of rhetoric, it has –with few exceptions– seldom reflected on this. And those who have, analyzed the content of cer-tain words more than the complex mechanisms of global meaning: Lucien Febvre on civilization, or Roger Chartier on representation. In this sense we have evolved little since Plato (see, again, the Craty-lus). Of course, there are discourse analyses, ever more numerous, but they delve more into its explicit or implicit elements, instead of the linking instrument itself: signs and their interlacing.

But the poet goes further, joining other shedders of light –Luci-

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fers we might call them, for they also try to play with language– phi-losophers and other metaphysicists. Myth is a counterpart of language, its way of surpassing itself: the myth of the cave is the most efficient, most material, most allusive, the clearest and most repro-ducible, the most rational and magical form that Plato found to con-vey that which is almost unutterable: man’s destiny.2 In a certain sense, this is the lesson that Immanuel Kant implicitly obtained in the opening of the Preface to the first edition of Critique of Pure Reason (1781): “ Human reason, in one sphere of its cognition, is called upon to consider questions, which it cannot decline, as they are presented by its own nature, but which it cannot answer, as they transcend every fac-ulty of the mind”;3 before adding that “The arena of these endless con-tests is called Metaphysic”.4 But he forgets to mention that the instrument that accompanies language here is myth, and that it is impossible to separate such figures as “Oedipus, Prometheus, Faust, Sisyphus, Narcissus”, to name but a few of the best known ones; a list that could easily be lengthened with the names of Christian saints, especially those of olden times.

But, returning to Paz, all of mankind’s means of communication, all forms of expression, are metaphor, as he finds no other way of expressing himself than through a complex system of interlaced sym-bols, one that manifests two currents: one logical and argumentative, the other magical and imaginative. Another poet phrased it this way: “the material universe is full of exact analogies with the immaterial, and this is what endows that dogma of rhetoric with a veneer of truth, according to which a metaphor, or comparison, can strength-en an argument or embellish a description” (Edgar Allan Poe). True, writes Paul Valéry, “The orator’s gestures are metaphors”.

Thus, it is time to invert the question and ask ourselves, with so-ciolinguists and other anthropological linguists, whether metaphor, that potent instrument of language (not just of rhetoric), is not also,

2 On this topic, see “Introducción general”, Emilio Lledó Iñigo, Plato, Diálogos, Ma-drid, 1981, vol. 1, 108-120.

3 Translation at http://ebooks.adelaide.edu.au/k/kant/immanuel/k16p/preface1.html; accessed 10/07/11.

4 Ibid.

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in its own way, gesture; which creates and annihilates, discriminates or emphasizes; i.e., that model, more or less insidiously, society itself –or at least one segment of it, to be more Marxist than Stalin– while existing, at the same time, as a product of it?

The world’s religions have understood perfectly the charismatic force of the word, and made it the repository of their sacraments and other mysteries, to the degree that in Christianity “the Word became flesh”. How then, to doubt the magical character of some meta-phors? They are a kind of recreation, at times even physical, a hiero-phany in Mircea Eliade’s terms.

Clearly, one prominent manipulator of symbols and gestures –i.e., metaphors– through the centuries is the Catholic Church and its icon par excellence, the Cross. In the case of Colima analyzed by Gabriela del Carmen González (one surely representative of many areas of the Mediterranean and Latin American world), the real or virtual presence (through language and, therefore, thought) of the metaphor of Christ’s Passion approaches obsession. But, perhaps some clarification is needed: physically speaking, is its presence the same in all social strata and all milieus, both urban and rural? No, but returning to Stalin’s proposal, language is a universal exponent that traverses all media, “all the people” and, in this case, the shape of the metaphor of the cross is a great homogenizer (one of several, of course).

Similar is that other great actor in Colima, the Volcano with its trances that create a disquieting psychological atmosphere, fatalist according to the article. Just as a votive offering (exvoto) is at one and the same time a propitia tory act and one of thanksgiving, in Colima the metaphor of the Cross is the best (indeed, almost only) protec-tion against capricious geology: perhaps as in olden days when one set off on a long and perilous journey? We recognize that in cases like these metaphors are the votive offerings of language. And, like the others, these talking votive offering (retablitos) touch upon all aspects of everydayness. They represent a conduct, an action –taking us back to Plato and Socrates– even moreso when forming a gesture like crossing oneself, or crossing one’s fingers, materializing a cross: hence, something more than simple passivity. When the divinity

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forms part of living, invades consciousness, is it possible to separate the facts and words devoted to it? A positive posture as well when the metaphor allows for games of wit, figures of speech –“the sign of the cross on one’s breast, the Devil in one’s acts” (“la cruz en los pechos y el diablo en los hechos”)– and conceals critical attitudes, even in the face of certain, supposedly religious, behaviors.

Is one conscious of this game of overlaps? Its integration into the recesses of consciousness favors “transparency”: but is it then a syn-onym of neutrality, innocuousness… Or does it mean immersing oneself, once and for all, in a universe of whose proprietor is the reli-gious institution… The author, in her way, sends us back to our own forest where we have hidden our symbols, metaphors, answers.

To the metaphor of the Cross, remembrance of Christ’s Passion, incarnation, life and death, we would oppose, first, the Narcissus myth, the resurgence of an ancient topos: mirror, thought, death. Perhaps it is because of this –thinking himself, not just seeing him-self– that, according to Paz, the Narcissus of our time cannot love himself: according to Lilia Leticia García, an inversion of the classic myth. And who would not be horrified, in the year 2000, upon viewing the enormous failures of the previous century! But this is a reaction of Narcissus as historian: novelists have more individual, fluid perceptions, though ones equally forsaken, horrified by the vio-lence of our world and their own struggle: “the violence of men in the park, in the world”. The park where the hero of The Night of the Ants (Aline Pettersson) dies, the cosmic world in which we all find ourselves: between the two, “a scattering of chips” (Socorro Venegas).

Then the overpowering, multidisciplinary myth metamorphoses into something more diluted, more fragmentary: the metaphor, here of memories that examine themselves in the middle of the night, in the face of death, to the routine of writing. The puddle of blood into which one’s life trickles away, the rivers of dreams, the pages upon which the memories of others are printed, all just more mirrors in the darkness of the night, central elements, here, of metaphor.

Beyond metaphor, there is, among the three novels analyzed by Lilia García, a hard, common cement: found in the intimate intro-spection (apologies for the redundancy), a fluid immobility (and the

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oxymoron), and languid pessimism. Is this, more than 50 years later, a return to the nouveau roman with its morose delectation upon dis-covering the abyss that remains behind when things leave? A nostal-gic Narcissus watching the passing of time that runs like water through his fingers. Some seem concerned about this exercise in self-reflection “that bites off its own tail”. Are we to lament that this is the illness of our time? The novel, then, is simple metaphor, a clairvoy-ant mirror of this world in which we live.

From the discourse-fiction of the novel Alan Emmanuel Pérez Barajas leads us into the terrain of the discourse of life, where the metaphors enclosed in the center of the narrative interview consti-tute the polymerization (see Appendix I) of micro-meanings: ad-vanced age, the winter or twilight of life. Here we note, in passing, that the baroque language was a great school for coining metaphors: as a riddle I propose the title of the book published in 1666 in Mex-ico, Llanto del Occidente en el ocaso del más claro Sol de las Españas (The Cry of the West at the Twilight of the Clearest Sun of the Spains, by Isidoro Sariñana), a most perfect expression of what was the grand theater of the world… it would be worthwhile, at times, to carry out more “cultural paleo-linguistics”. To what extent were the mystics of the Golden Age not already practicing the “explosion of metaphor” that Hans Blumenberg analyzed in 1960 (Sprengmetaphorik)? This brings us to the perception of extended meaning, in the case of this article, between success and failure.

The corpus consists of 24 lower class adults in Colima and its outskirts: urban and rural, with experience in personal journeying. Once again we encounter the substantial force of metaphor, in its most rudimentary, yet conceptual, form. The most general case here is spatial: “above” society, “up there” in Heaven… which allows us to detect the principal global meanings in the most varied areas of ev-erydayness: experiences of love, affection, economic change… And this, joined to the pronounced embodiment and spatiality that runs through the metaphors, leads us back to the patterns of image pro-posed by Mark Johnson (container, coercion, link, center-periphery…); making reference to Jorge Osorio’s article that follows obligatory.

Naturally, the “shipwreck of old age” takes center stage in the in-

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terviews conducted by Pérez Barajas, and in the use of the metaphor: “your body gets cold and worn from the ravages of time”. But here the metaphor is double as, once again, it suggests space and body: the path of life, the deterioration of the organism, a juncture placed between literal (the body is, in effect, altered) and metaphoric dis-course: the extended meaning captures precisely the angst associated with aging. One notes that, especially in discourses on success or failure, corporality is a key, reiterated element; though Providence is never out of mind: “by the grace of God I’ll keep going”.

All of this remits us to mental mechanisms, profound legacies –ones that form part of collective histories and identities?– that resolve themselves in patterns of images. Though Osorio focuses on what he calls chilenismos, he is aware that those linguistic formulations lead to broader, Hispanic, experiences. In fact, of the 7 Chilean expressions presented and related to a universal Spanish (or relative, for we speak of Mexico and Spain), at least four –movido, corto, metido, lanzado– are used with the same meaning, and only one really requires eluci-dation: patudo. In addition to indicating a close correlation among their diverse forms in this language, the metaphors selected suggest a combination of spatiality and corporality, for they speak of the in-cursion, absolute or relative, of one personality into the personal space of another (or others). And, because metaphor is image, this can be measured perfectly through a few sketches.

Similarly, because economy is (in part) statistics (read: figures) it can be transmitted through tables… or graphs, if greater elaboration is desired. No one would question the importance and originality of the document on the La Escoba textile factory that we owe to the pen of Gladys Lizama. Sure, importance gauged in pages: I can hear the voices already, “What!... nearly 80 pages full of numbers… Unread-able!”; except those of people who consider that hard data –figures– can also constitute, in their own way, micro-meanings that enclose macro-meanings: thus, the two jails (one for men, one for women?), the active chapel and 90 adobe houses (for workers), take us back to the times, not so long ago, of the hacienda, that owner of bodies and consciences, the groundwork upon which manufacturing was erect-ed; though at that time of transition –with the Industrial Revolution

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upon us– the motor force was still limited: just 321 horsepower of steam installed. In contrast, there was no shortage of manufactured materials (tools, spare parts) or specialized workshops: a total of 15 shops and departments with a plethora of equipment, boilers and carding machines, most bearing the trademark of their Anglo-Saxon manufacturers: Corliss, Babcock & Wilcox, Howard & Bullough.5

The economic importance of those buildings and, especially, the machinery (practically 50% of the total estimated value in 1901), cor-respond to that early phase of the Industrial Revolution with its charac-teristic heavy industries: textiles and metallurgy. But this entailed a severe immobilization of capital, so that in the end the system collapsed due to a lack of liquidity; a fact that may well indicate that the destiny of this first Industrial Revolution, like those that followed, rested in the hands of financiers. Because the level of debt was overwhelming, well above that of industrial capital, foreclosures often followed on the heels of factory purchases. Without question, not all aspects of the fate of Francisco Martínez Negrete and his businesses is clarified here.

This extraordinarily detailed inventory practically dizzies us with its juxtapositions of pulleys – hundreds of those almost archaic transmis-sion tools– dozens of looms of different makes (all Anglo-Saxon)… simple screwdrivers… hammers… a kilo or two of tar or wax here and there. Just like any other enterprise of the time, rural or urban, it had its barns, hay and oxen, and more than a few useless items: for example, 26 crystal telephone batteries; nothing, it seems, was thrown away. In an-other vein: an armory with 9 guns; doubtful they were used for hunting.

This inventory has everything one could imagine and allows infinite compa risons and an enormous scope. Religious life? We could refer to Table 34 on the chapel and its contents. It is worthy of note that in 1901 an industrial company with some 300 workers and their families had a chapel as ample as a typical parish church, and 18 vestments in all colors, 3 raincoats and, above all, 22 icons. Together, these give the idea of simplified worship practices, centered on Christ and the Virgin

5 Of course, this is a general case; see the description of the machinery at the San Antonio Abad and San Ildefonso factories in the late 19th century, in José Gustavo Bece-rril Montero, Las fábricas de San Antonio Abad y San Ildefonso, 1842-1915, M.A. Thesis, uam, 2006, 135ff.

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(Guadalupe, Lourdes), but no other saint than Joseph; the message of Trent purged to the extreme by the Catholic Reform of the 19th century.

Turning to daily life, our attention is drawn to the detailed invento-ries of the store and pharmacy (Tables 37, 38). While some items arouse our curiosity: why, for example, a hectoliter of Valeria root?; were the workers that nervous, or so sleep-derived!; it is easy to understand the many kilos of tobacco and boxes of cigarettes. But the 142 bottles of cognac (in total)? Enough to make anyone a little woozy (or worse): hard to believe they were for the common laborers. Similarly, the qual-ity of the apparel and shoes available for sale suggests a clientele of a certain level. Perhaps it was not really a company store (tienda de raya) at all, or at least not one that catered to the “wretched of the Earth”. Other significant clues to the clientele that emerge are the innumerable cans of English or Rochester mustard,6 and the absence of basic products in the Mexican diet (corn, beans). Also, one notes that despite a gross of Uni-versal quill pens, there is not yet any typewriter in the factory (though sewing machines galore). Finally, we are left in the dark as to whether electricity had arrived at La Escoba: no mention of it appears, only Rochester-type kerosene lamps.

Between metaphor and the Industrial Revolution there exists at least a semblance of transition; but what of the latter and anthropology? Per-haps it is that both are etched in an air of modernity. Robert Kemper’s text obliges us to pose a brutal, but necessary, question: are we all just organic intellectuals (“institutional intermediaries”, in his words), “at the service of the State”? Kemper takes as his starting point the discussion of the Tarascan Project that linked Mexico and the United States in the 1940s. The authorities’ rapport with anthropological activity had been delineated long before, from the time of Cárdenas. Moreover, the tight-ened relations between the two nations during WW2 favored a certain rapprochement among social scientists on both sides of the border, ac-companied by a few Europeans who had fled from a martyred Europe, Paul Rivet and Jacques Soustelle. Of course, Mexico’s nascent enah (Na-tional School of Anthropology and History) was the greenhouse where those seeds were planted, but its American partners were more diffuse

6A kind of ethnic reference.

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and included both private institutions, the Carnegie and Rockefeller Foundations, and the State Department, the leading exponent of the U.S.A.’s Good Neighbor Policy (Office of Inter-A merican Affairs, Insti-tute of Social Anthropology).Why was the Tarascan region chosen as the object of such particular attention? In this case the determining factor was the figure of the President (Cárdenas) and his concern for agrarian problems, whose mythical and metaphoric qualities are not absent from this historical construction. Carapan and, especially, Paracho (1939), then Cherán, witnessed the materialization of the first initiatives. Two ambiguous elements must be considered: the vast majority of the researchers involved were Americans, while the few Mexicans recruited –eg., Moisés Sáenz, Pablo Velásquez– had strong ties to Anglo-Saxon culture. Bilingualism was applied system-atically: indeed, it allowed the Tarascan, and other, languages to sur-vive (see: Consejo de Lenguas indígenas, 1939), though Spanish, that powerful instrument of mestizo culture, was disseminated much more widely.

The presence of so many celebrated American professors propiti-ated the academic influence of their anthropological science; despite the fact that they published only occasionally, and in English, the work of the Smithsonian Institution, associated with the al enah, was crucial in “promoting North American thinking in the social sciences in Mexican universities”. Meanwhile, the arrival of republi-can Spaniards (Pedro Carrasco, Ángel Palerm) beside those Anglo-Saxons multiplied contacts, influences and ambiguities. However, circumstance limited intellectual expansion: the presence of those scientists was intermittent; the game of reciprocity was rarely played, as they published little in Spanish. To no one’s surprise, the main op-position to that influence came not from the State or the intellectual elite, but from the Catholic Church, which opposed those heretics. Kemper mentions the case of the parish priest in Ihatzio who ran George Foster and his academic henchmen out of his territory (and made them shift their operations to Tzintzuntzan): but history does not record the name of that determined, old-school priest…

Joy to the lovers of beautiful documents!; for this issue of Relacio-nes includes not only the inventory from La Escoba, but also the

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translation of a document in Tarascan dated in 1563 in the locality of Tzirostro. We owe the translation and its accompanying commen-tary to Cristina Monzón and Hans Roskamp. Tzirostro, once a sub-ject town of Uruapan, was at that time the administrative center (cabecera) of a parish made up of 18 neighborhoods (barrios) with its own local governing council (cabildo) presided over by a governor elected annually: a Spanish institution superimposed on Pre-Hispan-ic ones. Among the members of the latter we find the uhcambecha (cacique in the terminology of Spanish officials), and mandones (middlemen) entrusted with me diating with the Spanish (especially, the encomendero and the Crown in matters of tribute and personal services).

This document and the accompanying commentary give a clear vision of certain aspects of Tarascan village life 450 years ago. Tomines (gold coins) entered in vessels similar to community chests –not the Spanish ones with their 3 keys that appeared much later– guarded by the mandón who could make them disappear as if by magic...; women gathering in the local hospital to sew the skirts that formed part of the tribute demanded –in other regions, blankets– a more or less elabo-rate system of social stratification: simple Purépechas (macehuales) and landowners (propietarios), some of whom bore the title of Señor (principals, caciques?) and provided seasonal work in representation of “the hacienda’s absentee owner” for wages that the uhcambechi often intercepted en route. But that activity was important for the common folk: “all Purépechas enjoy the sweet labor on those hacien-das”. Nor can we forget the elderly on this social scale, those who acquired authority through experience and cargos fulfilled and, there-fore, had earned the right to lead the denouncement: “I am an old man, though I have not kept track of my true age”. In summary, a universe made not only of extortion, but also oppression: “those who complained” were fined by the mandón. In reality, this accusation speaks only of economic damages without broaching the topic of punishments and other abuses that, without doubt, occurred, as in other regions, the people’s daily bread.

This document is part of a larger series, the rest of which are writ-ten in Spanish. It is worthwhile to take a minute to ponder the con-

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text of these records: the conquest phase is only now nearing its end, yet the Spanish administration (i.e., the Viceroy) wields sufficient influence to send an alcalde mayor (in 1560) several dozen kilometers from his seat, then a resident judge (1564) to put the tribute system in order by carrying out a detailed census of the population with its different tributary status, and even launch a jurisdictional lawsuit against the sitting indigenous governor (gobernador indio); a clear expression of royal efficiency, no doubt, and all for an encomendado of only medium import, like thousands of others in the Viceroyalty. We must never underestimate the capacity of that administration of the organs of government, or the one of souls, not mentioned here, but also very real. However, there was one flaw: while in the cities the Crown officials had the support of the Spanish elite that enjoyed a certain degree of autonomy, in the towns everything was under the tutelage of the nobles (those that already existed and those yet to come) who preserved their old customs and forms of administration that comprised what we would call today a widespread system of cor-ruption, that included everything from moral misconduct (drunk-enness, concubinage), to embezzlement of public and private resources, no to mention simple robbery and violence; the voices of other “wretched of the Earth” filters through.

Making the voice of the forgotten, or “silenced” of history heard, as Esther Iglesias writes, is a hoary project, one that takes us back to at least the 1930s and includes the recovery of orality. This suggests a se-ries of reflections on the multidisciplinarity and autonomy of historical science –one of the most hotly debated points in the 1989 issue of An-nales that the author cites (Histoire et sciences sociales. Un tournant cri-tique)– and, of course, of memory, for all accounts are inscribed in a temporal process. Quite correctly she writes: “accumulating memories does not replace history”. And this is never more certain than with re-spect to orality. Individual memories must serve to knit a collective and explanatory tissue, and thus forge knowledge.7

7 The time spent analyzing metaphor now colors my own form of expression… yet another proof of its immense capacity of suggestion. Nor does the author escape from this web of rhetoric, for she writes: “history must take such oral testimonies as tools”. This use of “tools” appears in Plato’s Cratylus, and since then who among us has not used it?

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All of the foregoing is put into practice in the context of Yucatán, in the attempt to salvage, in the 1970s, the final remembered traces of what was once the universe of henequen in oral, unwritten manifes-tations (the condition of the peons, forms of labor, wages, punishments applied…). Of course, those oral sources, transformed by memory, must be compared and contrasted, reconciled with others, but with no attempt to cushion their originality or, indeed, their authenticity: for an irreplaceable experience circulates through those words.

So, on this occasion we are left with this image of the circulation of words: as blood flows through the veins, as water runs in the fast-flow-ing river of memory, as… So many figures of speech, so many clichés, so many commonplaces that accompany us, in every language, from the very beginning of time! We are language, we are symbol; that is, we are metaphor. Just as the poet wrote, in letters of fire.

Traducción al ingles de Paul C. Kersey Johnson

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Résumés

Les métaphores de la Croix: un cas de pénétration idéologique dans l’état de Colima. MexiqueGabriela del Carmen González, Université de ColimaCet article démontre que les métaphores de la Croix fonctionnent pragmatiquement comme des instruments de pénétration idéologique, qui opèrent à deux niveaux : l’un conscient, à partir de l’Eglise, et l’autre différé et inconscient à travers les croyants de Colima, qui comme une forme d’auto persuasion les fait se sentir sûrs, confiants et protégés. De façon simultanée ces métaphores leur servent pour s’adap-ter à leur milieu ambiant en réaffirmant leurs croyances et en interpré-tant la réalité à partir du schéma culturel fataliste et religieux.(Croix, métaphore, icone, symbole, pénétration idéologique).

Le Narcisse inverti comme métaphore du Moi auto réflexif dans trois romans mexicains contemporainsLilia Leticia Garcia Peña, Université de ColimaL’auteure analyse dans ces pages la représentation inversée du mythe de Narcisse comme métaphore de « l’auto réflexion » dans trois romans mexicains contemporains. Dans ces textes le trajet métaphorique nous montre comment le Moi réduit à une fiction se reflète, mais l’image qu’il renvoie n’est pas celle de l’Etre amoureux de soi-même, sinon celle de l’autocritique déchirante. La représentation du Moi auto réflexif apparaît comme un des traits les plus caractéristiques de la nouvelle narration qui suggère des changements importants dans la conforma-tion de l’identité individuelle contemporaine.(Métaphore, narcisse, auto réflexion, roman mexicain contemporain).

Signification étendue de la métaphore : approximation et interprétations de fragments discursifs sur le succès et l’échec parmi les adultes âgés de Colima, MexiqueAlan Emmanuel Pérez Barajas, Université de ColimaCe texte explore le rôle de la métaphore comme élément de micro si-gnification dans des ensembles discursifs verbalisés sur le succès et

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l’échec d’adultes âgés. Et cela à partir de l’approche du discours socio culturel, prenant comme base des entrevues narratives. Ce travail révèle comment la métaphore, étant un élément linguistique discursif, libère et aide la configuration de l’analyse sémantique cognitive du discours à partir de macropropositions qui forment des signifiants globaux ou des macrostructures sémantiques qui habituellement n’existent pas.(Discours, métaphore, approche socioculturelle de la linguistique, macrostructure sémantique ou signification globale, éléments linguis-tico-discursifs, succès et échec, adultes âgés).

Patudos, entradores et metidos : métaphore, schéma d’image et idéalisation dans des exemples du lexique populaire chilien sur la conduite socialeJorge Osorio, Université de Concepción, ChiliLe présent travail expose une approche analytique du lexique chilien sur les conduites sociales, depuis la perspective sémantique- concep-tuelle. Cette perspective permet de caractériser le matériel lexical en terme de catégories conceptuelles et leurs relations. Les expressions considérées font partie du vocabulaire habituel au Chili et se rappor-tant aux conduites sociales. L’attention, en cette occasion, se porte sur la formation de ces unités, qui, d’accord avec la présente analyse pro-viennent de concepts spatiaux et de schémas de mouvement. La prin-cipale conclusion est que l’application de ces expressions est détermi-née par des modèles cognitifs qui capturent des formes idéalisées du comportement social. Ce dernier aspect peut expliquer sa récurrence dans la communication quotidienne, dans des fonctions comme la ca-ractérisation de conduites typiques y la désignation d’individus.(Lexique chilien, métaphore, schéma d’image, idéalisation).

Etat et anthropologie au Mexique et aux Etats-Unis : réflexions sur les projets tarasquesRobert V. Kemper, Université Southern MethodistLa relation entre“l’Etat et l’anthropologie”, particulièrement s’agissant de son importance pour le développement de la recherche anthropolo-gique au Michoacán, peut être comprise à travers une analyse du Projet Tarasque, qui effectivement a inclus divers épisodes de travail de terrain

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R É S U M É S

et distincts propos académiques et politiques. Ces projets, incluant ceux de Sáenz à Carapan, Swadesh à Paracho, Beals à Cherán et Foster à Tzintzuntzan, ont représenté une convergence produite par les inté-rêts des gouvernements de Mexico et Washington. Une convergence surgie, sans aucun doute, des circonstances particulières de cette époque, c’est-à-dire de la fin de la Grande Dépression et de la période de la Seconde Guerre Mondiale. Ces travaux ont été réalisés grâce au soutien économique et logistique substantiel provenant de nombreuses agences gouvernementales, tant mexicaines comme nord-américaines. En ce sens, les anthropologues ayant participé au Projet Tarasque n’ont pas été de simples « intermédiaires intellectuels », sinon des « intermé-diaires institutionnels », dans leur rôle d’agents de leurs gouvernements respectifs.(Projet Tarasque, Carapan, Cherán, Tzintzuntzan, Michoacán).

Usages et abus d’un uhcambeti en Tzirosto, Michoacán, XVIe siècle : le cas de Cristobal TzurequiHans Roskamp et Cristina Monzón, El Colegio de MichoacánLe présent article contient l’analyse historique d’un document en lan-gue tarasque qui fut rédigé par le scribe de la république d’Indiens de Santa Ana Tzirosto et qui traite des supposés abus commis par le uh-cambeti ou mandón (chef ) de la communauté assujettie de San Fran-cisco Corupo. Ce dirigeant local jouissait du statut de cacique et exer-çait un ample control sur les p’urphépecha. Ceux-ci l’accusèrent d’augmenter de façon démesurée les montants des tributs, de voler l’argent des fonds communautaires et de menacer ceux qui se plai-gnaient, entre autres plaintes. Ce cas constitue une intéressante fenêtre sur l’organisation interne d’un village d’Indiens, spécialement s’agis-sant du recouvrement du tribut, de la relation entre notables (princi-pales) et plébéiens (macehuales), ainsi que de l’administration de la jus-tice. La traduction du texte en langue indigène, qui constitue la base du présent article, figure en appendice.(Michoacán, époque coloniale, républiques d’Indiens, sources indi-gènes, tributs, justice).

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Réflexions autour de l’importance méthodologique de l’oralité dans l’histoire économiqueEsther Iglesias Lesaga, iie-unam

Le présent travail prétend démontrer la présence –dans l’histoire- d’ac-teurs rendus silencieux. Pour cela nous proposons présenter les béné-fices de l’usage du récit oral comme instrument complémentaire dans l’élaboration de la recherche en histoire économique et sociale. Nous proposons le récit oral comme un instrument de recherche des nou-veaux sujets de l’histoire, les voix rendues silencieuses derrière certaines institutions et gouvernants. Nous discourrons entre l’histoire et la mé-moire et nous justifierons les intentions de ces sujets bâillonnés sur une scène nouvelle qui jusqu’au milieu du dernier siècle était connu géogra-phiquement mais qui n’avait pas de voix dans un corpus théorique-historique. Le récit oral ne donne pas seulement la parole à ceux que l’on a fait taire, mais encore déploie le quotidien de ces espaces que l’histoire économique a manipulés, les marquant de ses cycles et de ses rythmes. Ainsi se dévoile la partie complémentaire de cette scène, c’est-à-dire le contexte dans lequel interviennent de nouveaux acteurs avec un discours alternatif et/ou complémentaire afin de pouvoir articuler postérieurement le domaine objectif d’une recherche. A partir de notre travail de terrain dans l’espace agraire de l’henequen du Yucatán dans les années soixante-dix, nous présentons des données afin d’illustrer les possibilités et la richesse du récit oral comme instrument méthodolo-gique. (Récit, témoignage, mémoire, histoire, nouveaux acteurs).

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Abstracts

Metaphors of the cross: a case of ideological penetration in the state of Colima, MexicoGabriela del Carmen González González, Universidad de ColimaThis article shows how metaphors of the cross function pragmatically as instruments of ideological penetration that operate in two dimen-sions: one conscious, on the part of the Catholic Church, the other deferred and unconscious among believers in Colima, Mexico; who through a form of self-persuasion come to feel safe, secure and pro-tected. Simultaneously, these metaphors help people adapt to their sur-roundings by reaffirming their beliefs and interpreting reality on the basis of a fatalistic religious cultural scheme.Keywords: cross, metaphor, icon, symbol, ideological penetration

Narcissus inverted as a metaphor of the self-reflexive ego in three contemporary mexican novelsLilia Leticia García Peña, Universidad de ColimaThese pages analyze the inverted representation of the Narcissus myth as a metaphor of self-reflection in three contemporary Mexican novels in which the metaphoric trajectory shows us how the fictionalized ego reflects itself, though the image returned is not that of the self enam-ored of itself but, rather, of a heartrending self-criticism. The represen-tation of the self-reflexive ego appears as one of the most characteristic features of the new narrative, one suggesting significant changes in the conformation of the contemporary individual identity.Keywords: metaphor, Narcissus, self-reflection, contemporary Mexican novel

The extended meaning of metaphor: an approach to, and interpretations of, fragments of discourse on success and failure among older adults in Colima, MexicoAlan Emmanuel Pérez Barajas, Universidad de ColimaFrom the focus of sociocultural discourse that emerged from narrative interviews, this text explores the role of metaphor as an element of

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micro-signification in verbalized discursive series by older adults on success and failure. The study shows how metaphor, as a linguistic-discursive element, licenses and aids in configuring semantic-cognitive analyses of discourse based on macro-propositions that form global meanings or semantic macrostructures that commonly that are rarely considered primordial elements.Keywords: discourse, metaphor, sociocultural focus of linguistics, se-mantic macro-structure or global meaning, linguistic-discursive ele-ments, success and failure, older adults

Patudos, entradores y metiches: metaphor, image schemes and idealization in examples of popular chilean lexicon on social behavior Jorge Osorio, Universidad de Concepción, ChileIn this study I present an analytical approach to popular Chilean lexi-con on social behavior from a semantic-conceptual perspective, a vi-sion that allows me to characterize lexical materials in terms of concep-tual categories and their relations. The expressions examined form part of the normal vocabulary used in Chile in reference to social behavior. On this occasion, attention centers on the formation of these units that, according to the analysis, arise from spatial concepts and schemes of movement. The main conclusion is that the application of these ex-pressions is determined by cognitive models that capture idealizations of social behavior. This latter aspect may explain their recurrence in everyday communication, for such functions as characterizing typical behaviors and designating singular persons.Keywords: Chilean lexicon, metaphor, image schemes, idealization

The state and anthropology in Mexico and the United States: reflections on the Tarasco Projects Robert V. Kemper, Southern Methodist UniversityThe relation between “the State and anthropology”, especially with regards its relevance to the development of anthropological work in Michoacán, can be understood through an analysis of the Tarasco Proj-ect, one that comprised distinct periods of fieldwork and distinct aca-demic and political proposals. Those projects –including Sáenz’ work

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in Carapan, Swadesh in Paracho, Beals in Cherán and Foster in Tzint-zuntzan– represented a convergence produced by the interests of the governments of Mexico and the United States; one that emerged, un-doubtedly, from the special circumstances of the time; i.e., the end of the Great Depression and the period of World War II. Those studies were conducted thanks to substantial economic and logistical support provided by several governmental agencies in both Mexico and the U.S. In that context, the anthropologists who participated in the Tar-asco Project were not simple “intellectual intermediaries” but, rather, “institutional intermediaries” who fulfilled roles as agents of their re-spective governments.Keywords: Tarasco Project, Carapan, Cherán, Tzintzuntzan, Micho-acán

Uses and abuses of an uhcambeti in Tzirosto, 16th-century Michoacán: the case of Cristóbal TzurequiCristina Monzón and Hans Roskamp, El Colegio de MichoacánThis article presents a historical analysis of a document in the Tarascan language written in 1563 by the scribe of the república de indios, Santa Ana Tzirosto, which deals with abuses allegedly committed by the uh-cambeti, or leader (mandón) of a subject settlement called San Francis-co Corupo. That local official enjoyed the status of cacique, exercising broad control over the P’urhépecha people, who accused him, among other charges, of exorbitant increases in the tribute they were obliged to pay, stealing money from community coffers, and threatening those who protested,. The case opens an interesting window onto the inter-nal organization of a pueblo de indios, especially in relation to tribute collection, relations between leaders (principales) and the common folk (macehuales), and the administration of justice. The translated text in the native language on which this article is based is included in an Ap-pendix.Keywords: Michoacán, colonial era, repúblicas de indios, indigenous sources, tribute, justice

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A B S T R A C T S

Reflections on the methodological importance of orality for economic history Esther Iglesias Lesaga, iie-unam

The objective of this study is to demonstrate the presence of silenced actors in history. To this end, we propose to examine the benefits of using oral narratives as a complementary tool in elaborating research in economic and social history. It is suggested that oral narratives can be tools in the search for new subjects of history; silenced voices behind institutions or governors. The discourse traverses history and memory to justify the intentions of those silenced subjects in a new scenario; individuals who, up to the mid-20th century, were recognized geo-graphically but had no voice of their own in theoretical-historical works. To the degree that oral narrative not only gives voice to those who have been silenced, but also displays the everydayness of spaces that economic history has examined by ascertaining their systemic cy-cles and rhythms, it reveals the complementary part of this scenario; that is, the context in which new actors intervene with an alternative and/or complementary discourse in order to articulate the objectified domain of a study. On the basis of fieldwork in the agrarian, hene-quen-producing zone of Yucatán in the 1970s, we present data to il-lustrate the scope and richness of oral narrative as a methodological tool.Keywords: narrative, testimony, memory, history, new actors

Traducción al ingles de Paul C. Kersey Johnson

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Los autores

Gabriela del Carmen González González. Profesora investigado-ra de tiempo completo de la Facultad de Letras y Comunicación en la Universidad de Colima. Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel I. Docente en la Licenciatura en Lingüística y en el Doctorado en Ciencias Sociales. Miembro del cuerpo académico 67: Líneas de inves-tigación: Historia y percepción del riesgo y el desastre y Significados culturales. Autora del libro Polisemia y gramaticalización del verbo an-dar (2005), coautora del libro Lenguajes de la tradición oral en el estado de Colima (2005), coautora del artículo “Las metáforas de la influenza humana A (H1N1) en México: el escenario nacional al descubierto. Una aproximación a través de la prensa mexicana” (2011). Sus áreas de interés académico son la lingüística cultural, la lingüística cognitiva y la metáfora.

Lilia Leticia García Peña. Profesora-investigadora de tiempo com-pleto de la Universidad de Colima. Doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México. Miembro del Sistema Nacional de Investi-gadores nivel I. Ha sido asesora de tesis de licenciatura, maestría y doctorado. Es autora del libro Etnoliteratura. Principios teóricos para el análisis del imaginario simbólico-mítico y de varios artículos publicados en revistas nacionales e internacionales como Amaltea. Revista de Mi-tocrítica; Interpretextos e Ixquic.

Alan Emmanuel Pérez Barajas. Profesor investigador de tiempo completo adscrito a la licenciatura en Lingüística de la Facultad de Le-tras y Comunicación en la Universidad de Colima. Realiza trabajos en la línea de investigación “Significados culturales”. Sus áreas de interés son la lingüística sociocultural, el análisis del discurso y la lingüística aplicada a la enseñanza del español como lengua materna. En la actua-lidad, explora marcos y enfoques relacionados con la lingüística cogni-tiva, identidad lingüística y elder’s speaking (habla de los ancianos). En

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LO S AU TO R E S

2009 y 2010 realizó la primera parte del proyecto sobre el habla de los adultos “Palabras mayores: verbalización del éxito y el fracaso en adul-tos mayores de Colima, México”, ahora junto con el Profr. Daniel Ba-rragán Trejo de la Universidad de Guadalajara, desarrolla una segunda parte denominada “Palabras mayores: aproximación a los discursos e identidades de los adultos mayores de Colima y Jalisco desde la lingüís-tica sociocultural.

Jorge Osorio. Profesor Asistente del Departamento de Español de la Universidad de Concepción (Chile). Es profesor de Español y se doc-toró en Lingüística en la misma universidad con una tesis sobre aspec-tos de la comprensión de metáforas conceptuales. Realiza docencia de pre-rado en semántica y argumentación, y en postgrado en el área de lingüística cognitiva. Coautor del libro Lenguaje y cognición: estudios en lingüística cognitiva (2004) y editor del volumen Recorridos de la metá-fora: mente, espacio y diálogo (2011). Entre sus áreas de interés se cuen-tan la semántica cognitiva y los estudios de la argumentación.

Robert V. Kemper es profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad Metodista del Sur de Dallas, Texas. Ha sido elegido como copresidente de la Sociedad para la Antropología de América Latina, presidente de la Sociedad para la Antropología Urbana y ha participado en la vida académica del Colegio de Michoacán desde 1980.

Hans Roskamp es doctor en etnohistoria por la Universidad de Leiden (Países Bajos), es profesor-investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán. Se dedica sobre todo al aná-lisis de los documentos coloniales en escritura pictográfica y alfabética que fueron generados y empleados por los diversos grupos indígenas novohispanos. Entre sus publicaciones recientes se encuentran “God of Metals: Tlatlauhqui Tezcatlipoca and the Sacred Symbolism of Meta-llurgy in Michoacan, West Mexico” (Ancient Mesoamerica, 2-1, 2010) y “Los nahuas de Tzintzuntzan-Huitzitzilan, Michoacán: historia, mito y legitimación de un señorío prehispánico” (Journal de la Société des Américanistes, 96-1, 2010). Actualmente estudia una serie de pinturas

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LO S AU TO R E S

que representan las quejas de diversos indígenas de la región de Zinape-cuaro (Michoacán) en contra de su cacique y gobernador don Alonso Huapean (siglo xvi).

Cristina Monzón es egresada del doctorado en Antropología (lin-güística) de la unam. A partir de 1998 se concentra en dos áreas, la lengua colonial (tarasco) y la lengua actual (p’urhépecha). Ha incursio-nado, por un lado, en el análisis historiográfico de la producción misio-nera de los frailes en el siglo xvi, así como la traducción de varios textos legales elaborados por amanuenses hablantes de la lengua. En la segun-da vertiente ha publicado los resultados de la investigación sobre la gramática, estos estudios le han permitido desarrollar un diplomado, desde 2004, para la formación de hablantes p’urhépechas en el manejo de su propia gramática. Igualmente, para llevar a la población origina-ria elementos que los inciten a la reflexión sobre su propia lengua, ac-tualmente está preparando un diccionario monolingüe p’urhépecha con el apoyo del maestro David Diego oriundo de La Cantera y de Manuel Sosa de Angahuan.

Esther Iglesias Lesaga. Doctorat en Histoire. (“Crises agraires du sud-ouest pampéen: 1928-1938”). Université Toulouse-le–Mirail (1972). Investigadora Titular del Instituto de Investigaciones Econó-micas (unam), institución a la que pertenece desde 1976. Investigado-ra Nacional (sni-Conacyt). Autora de numerosos libros, capítulos de libros y artículos científicos Docente y Tutora en diferentes Posgrados de la unam: actualmente catedrática del Posgrado de Estudios Lati-noamericanos (unam). Miembro de comités editoriales en revistas na-cionales y extranjeras. Directora de la revista “Problemas del Desarro-llo”, iiec-unam (2002-2010). Últimas publicaciones: Capítulos de libros: “El exilio es como quedarse en el vacío” (2008, México); “La desterritorialización del Estado Mexicano: 1976-2009”, (2010, Méxi-co, en coautoría) Artículos: “La transición del espacio zapatero mexica-no hacia un “milieu innovador”, (2008, en coautoría, España); “Desa-fíos para la construcción de la historia oral” (2010, México).

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Normas de presentación de colaboraciones

Con hincapié en México y sus realidades, Relaciones. Estudios de Historia y Socie-dad publica contribuciones originales a la documentación, la narrativa histórica o etnográfica y al análisis de la experiencia hispanoamericana, su organización, instituciones, novedades y antecedentes. Dentro de esta orientación sustantiva y general, la palabra clave, Relaciones, conjuga dos referentes: uno, teórico-me-todológico: el estudio de los nexos y nodos (las conexiones y redes) que otorgan una realidad concreta y específica a los procesos complejos de la historia y la sociedad; y dos, en las tradiciones político-culturales hispanoamericanas: un género descriptivo y narrativo, las “relaciones” para la descripción de las Indias occidentales, que emergió en la conformación del imperio español.

Los documentos deberán ser inéditos. El envío o entrega de un trabajo a esta revista compromete a su autor a no someterlo simultáneamente a la considera-ción de otras publicaciones. Los trabajos entregados serán versiones definitivas.

Los trabajos se entregarán en disco compacto en formato Microsoft® Word, acompañados por una copia impresa, o enviados por correo electrónico a [email protected]. Las colaboraciones enviadas por correo postal se dirigirán a: Revista Relaciones. El Colegio de Michoacán, Calle Martínez de Navarrete #505, Fraccionamiento Las Fuentes, C.P. 59690, Zamora, Michoacán. MÉXICO.

Deberán indicarse, en hoja aparte, los siguientes datos del autor: nombre completo, grado universitario máximo, institución donde labora, cargo actual que desempeña, número telefónico, dirección postal, dirección electrónica. En el caso de coautoría, deberán indicarse los datos del coautor. No se aceptan trabajos colectivos de más de tres autores.

Los autores podrán sugerir los nombres de tres dictaminadores, indicando sus datos de adscripción institucional, especialidades académicas y direcciones electrónicas, para tener referencia de la posible audiencia del trabajo.

Los artículos publicados en Relaciones serán difundidos y distribuidos por todos los medios impresos y/o electrónicos que la dirección de la revista juzgue convenientes.

Artículos. Las colaboraciones para las secciones temática y general de Relaciones serán evaluadas por la dirección de la revista para verificar que se ajusten a las presentes normas. De ser así, serán enviadas a dos dictaminadores anónimos cuyo arbitraje favorable es requisito indispensable para la publicación del trabajo.

Los artículos completos no excederán el número de 35 cuartillas (10,500 palabras máximo), en fuentes Times New Roman o Arial, interlineado de 1.5,

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N O R MA S D E P R E S E N TA C I Ó N D E CO L A B O R A C I O N E S

texto corrido, 12 puntos para todo el material incluyendo notas, sin macros ni viñetas de adorno, sin hacer énfasis con fuentes tipográficas, y utilización de cursivas sólo para voces extrajeras y publicaciones.

Las notas deben ir a pie de página con la referencia completa del material citado. Nombre completo de los autores.

Los cuadros, mapas, imágenes y fotos se aceptarán en originales o copias digitales de alta resolución, archivos de preferencia en 300 dpi, no se aceptan éstos en color, sólo medios tonos o escala de grises, y se concentrarán en archi-vo aparte. Se incluirán los títulos, pie de foto, créditos y permisos correspon-dientes (si fuera el caso). En el texto principal se mencionará su ubicación.

Los artículos iniciarán con un resumen de 70 a 75 palabras e incluirán 4 o 5 palabras claves.

La bibliografía irá al final del artículo en este orden: autor (apellidos, nom-bre completo, no iniciales), obra (en cursiva), lugar de edición, editorial, año. Ejemplos: a) Taussig, Michael, Shamanism, Colonialism, and the Wild Man. A Study in Terror and Healing, Chicago, The University of Chicago Press, 1987; b) Alarcón, Rafael, “La formación de una diáspora: migrantes de Chavinda en California” en Gustavo López Castro, coord., Diáspora michoacana, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, Unidos Mi-choacán, 2003, pp. 289-306.

Una vez emitidas las evaluaciones de los árbitros consultados, será del co-nocimiento de los autores el acta de dictamen, y tendrán un plazo no mayor de dos meses para entregar la versión final del artículo con las correcciones pertinentes. La dirección de la revista verificara la versión final con base en los dictámenes y comunicará a los autores la información del número de la revista en el que será publicado su trabajo.

Documentos. Las colaboraciones para la sección de Documentos serán traba-jos de transcripción, paleografía, traducción y restauración de fuentes prima-rias o secundarias, relevantes para el estudio de procesos de historia y sociedad. Los trabajos tendrán una introducción con aparato crítico del presentador del documento que no excederá de 12 cuartillas. Los trabajos serán seleccionadas por la dirección y el Consejo Editorial de la revista en función de su calidad, contribución y pertinencia temática.

Reseñas. Las reseñas serán revisiones críticas de libros recientes (últimos cinco años), relacionados con investigaciones de las ciencias sociales y humanas. Deberán señalar las aportaciones y limitaciones de la obra reseñada, así como su vinculación con la literatura previamente publicada sobre el tema que se aborda. La extensión máxima es de cinco cuartillas.

Ilustraciones de este número

Página 27: Jacopo Amigoni, aguafuerte, 1710-1750, Narciso mira su reflejo, © Trustees of the British Museum.Página 117: Ruinas de la fábrica La Escoba. Archivo personal de Fede-rico de la Torre.Página 207: Iglesia de Tzintzuntzan donde se conserva el famoso cuadro de Tiziano, 1923. Foto de la coleccion de Robert V. Kemper.Página 245: Lienzo de Carapan, detalle que representa la entrega de obsequios de los purépechas a Hernán Cortés. Cortesía de Hans Roskamp.Página 315: Aldaba, Foto de Ricardo Barthelemy, Fondo Ricardo Barthelemy, Biblioteca “Luis González” de El Colegio de Michoacán.

Invitación

Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, hace una atenta invitación a las editoriales y casas de estudios para que envíen sus publicaciones a nuestra dirección postal. La revista se compromete a buscar reseñistas y a publicar la reseña en la sección correspondiente a la

brevedad posible.

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Autoridad y gobierno indígena en Michoacán. Ensayos a través de su historia

TERÁN, Marta PAREDES MARTÍNEZ, Carlos (coords.)

774 p. 21 x 28 cm. (2 vols.) ISBN: 970-679-118-3

El agua en la historia de México. Balance y perspectiva DURÁN, Juan ManuelSÁNCHEZ, MartínESCOBAR, Antonio (eds.) 451 p. 16.5 x 22.5 cm ISBN: 970-27-0798-6

Edmundo O’Gorman. Idea de la historia, ética y política HERNÁNDEZ LÓPEZ, Conrado 228 p. 16 x 23 cm ISBN: 970-679-206-6

Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad número 128, otoño 2011, se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2011 en los talleres

de Impresión y Diseño. La edición consta de 750 ejemplares.