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Relaciones 141, invierno 2015, pp. 285-305, issn 0185-3929

Genaro Zalpa Ramírez, Cultura y acción social. Teoría(s) de la cultura, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes, Plaza y Valdés, 2011, 277 p.

Mariana Terán FuentesUniversidad Autónoma de Zacatecas

Hace algunos años, Carlos Pereyra se preguntó ¿historia para qué? La respuesta que el filósofo mexicano formuló fue que la historia

puede tener una función pragmática, es decir, utilizada, como lo ha sido, por los grupos en el poder para legitimar su posición ante la sociedad. De ahí parte de su legitimidad. Sin embargo, Pereyra fue más allá de las pretensiones políticas: la historia sirve también para contribuir y ensan-char el horizonte de explicación e interpretación que tienen los hombres no sólo sobre su pasado, sino sobre todo para comprender su tiempo presente. De ahí su legitimidad. Pereyra puso en diálogo a la historia en su doble carácter: como ideología y como ciencia. La historia como dis-ciplina científica ha servido para proponer planos de interpretación de los procesos humanos en el tiempo más allá de sus usos políticos.

La misma pregunta puede plantearse para otras disciplinas de las ciencias sociales. Al leer el volumen de Genaro Zalpa Ramírez, Teoría(s) de la cultura, me hice la pregunta: ¿sociología para qué? El libro de Ge-naro Zalpa me ayudó en muchos sentidos y creo que puede ser de gran utilidad para los que se preguntan sobre cualquier disciplina humanista ¿para qué?, ¿para qué nos formamos en el humanismo y en las ciencias sociales?

Teoría(s) de la cultura es un esfuerzo por proponer varios planos sin-téticos para la formulación de una respuesta interpretativa; se trata de un esfuerzo disciplinar y metodológico por construir, después de un largo recorrido, una respuesta aproximada y parcial al planteamiento teórico de un presupuesto científico para la comprensión de la ciencia social.

El volumen está integrado por un conjunto de síntesis. La primera de ellas tiene que ver con la inteligibilidad del concepto de cultura. Expone algunas de las definiciones de cultura más representativas: cul-

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tura como civilización, como construcción para edificar una civiliza-ción; cultura como el “todo complejo” tayloriano que predominó a lo largo de todo el siglo xix y parte del xx en la disciplina antropológica; Genaro Zalpa realiza un exhaustivo camino por las distintas tradiciones funcionalista y estructuralista. Se detiene en la herencia de la antropo-logía estructural, en particular, en la obra de Lévi Strauss, para enfatizar el esquema relacional: la parte en interacción con otras partes y con el todo que se asimila gracias a sus relaciones intrínsecas. Zalpa Ramírez advierte que Lévi-Strauss no se detuvo tanto en el concepto y análisis de la cultura, sino en la naturaleza humana con la intención de enten-der la lógica de la estructura social.

En este recorrido por el término cultura una contribución innega-ble fue la propuesta del norteamericano Clifford Geertz con su pers-pectiva semiótica: cultura como significación, es producida por el hombre y a la vez lo reproduce. A través de la valoración que hace Ge-naro Zalpa en torno a un concepto que permea en tanto significa el mundo social, se apropia en gran medida de la herencia de Geertz. Entramado, red, significación social, trama y urdimbre están tan a la vista que se dejan ver sin sospechar el mundo de significación que con-tienen “a simple vista”. La concepción semiótica de cultura tiene que ver con la significación de cultura, es decir, lo que le da sentido comu-nitario y, por ende, pertenencia y referencias simbólicas a una comuni-dad. Por qué una comunidad se siente parte de ella y no renuncia a su lugar de origen y a su expresiones circulares, serían parte de algunas cuestiones que se desprenden de este recorrido por el vocablo cultura.

Desde esta herencia, Zalpa Ramírez hace una distinción que consi-derar para los que se dedican al análisis cultural: la cultura no es su fe-nomenología, la cultura es una perspectiva, entre otras, para el análisis e interpretación de la sociedad. La cultura, como lo dice Genaro Zalpa, no es una realidad empírica, sino es una mirada para ver e interpretar el mundo social en su representación. El recorrido por tal término, en suma, lo lleva a explicar que cultura no es manifestación, sino interpre-tación susceptible de comprender todas las manifestaciones sociales. Cultura es, por tanto, la significación social de la realidad.

Una segunda síntesis tiene que ver con la cultura en relación con la acción social. Teoría(s) de la cultura quiere decir todo el conjunto teóri-

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co y metodológico implícito para la formulación de una teoría de la cultura. En tal dirección, la obra en general de Zalpa Ramírez se ha orientado a considerar la perspectiva cultural en la dimensión de la ac-ción social. Ésta es una de las cuestiones nodales del volumen: explicar la lógica de la acción social desde una perspectiva de la significación para la comprensión de los procesos sociales.

¿Por qué sostiene Zalpa Ramírez que la cultura como significación puede orientar la acción social? Esta pregunta le permite al autor for-mular su tercera síntesis: la cultura es ordenadora de la percepción del mundo que lo lleva a plantear un conjunto de estrategias que se concre-tan en la práctica social. Talcott Parsons es guía en esta parte de su análisis sociológico de la estructura social. Zalpa Ramírez sigue a Jeffrey C. Alexander para dar cuenta de un programa ordenador de la sociolo-gía cultural. La cultura no es una realidad empírica, sino un puente interpretativo para analizar la acción social. La personalidad, la socie-dad y la cultura, desde esta perspectiva, son los medios a través de los que se realiza la acción trazada entre dos extremos: el desarrollo y pre-sencia de las estructuras sociales y el plano interno constituido por afec-tos, significados, voluntades que también constituyen la personalidad del actor.

Desde este esfuerzo de síntesis se incorpora la semiótica como una ciencia que favorece el diálogo para la explicación y comprensión de la lógica humana a través de la significación. Clifford Geertz la resume como la ciencia que ayuda a explicar y comprender la acción social a través de la producción continua de significados. La urdimbre se inter-cala con la trama. Geertz supo valorar esta interacción y Zalpa Ramírez la concluye con el análisis de la acción social: la estructura social tiene que ver con las condiciones materiales ajenas por el sujeto, mientras que el concepto de práctica social remite a las acciones realizadas por los diferentes actores sociales. En medio está el problema advertido por Genaro Zalpa: cómo se reúnen las estructuras con las decisiones del actor expresadas en prácticas sociales. Esto nos lleva a un problema re-currente en las ciencias sociales en torno a la aparente disociación con-texto-acontecimiento: el contexto no está detrás o es previo a la acción; el sentido de la acción social es resultado de su desenvolvimiento en un determinado universo; ahí se explica y tiene sentido, no fuera de él.

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La respuesta al problema anteriormente planteado la construye a partir de dos herencias teóricas: desde la teoría de la acción social de Pierre Bordieu con el concepto de habitus y desde la teoría de juegos con el concepto de estrategia. Mientras que el habitus tiende un puente que permite explicar el impacto de la estructura en la práctica de los actores sociales en tanto sentido del juego, el de estrategia permite ex-plicar las distintas elecciones y decisiones del actor social quien no ne-cesita conocer las reglas del ajedrez, sino valorar la oportunidad para desplegar su estrategia, de aquí la importancia de estos dos conceptos mediadores para entender la relación interactuante entre estructura y práctica social. Empero, la estrategia no se reduce a lo que se espera por el actor, sino a lo que se encuentra (para arriesgar o conservar), una vez realizada su interacción.

Éste es el bricolage de Genaro Zalpa Ramírez con un nuevo orden y composición: una teoría general de la acción social a manera de mapa que posibilite explicar las relaciones entre estructuras y prácticas bajo la mediación de habitus y estrategias. A partir de estos supuestos teóricos, Zalpa Ramírez propone que para conocer el mundo social, el sociólogo no debe asumir los postulados de sus sujetos interactuantes que relatan la acción según su lógica específica, sino entender la lógica social más allá de la lógica de los actores inmersos.

Una nueva síntesis tiene que ver con el propio camino por el cual ha transitado nuestro autor a lo largo de varias décadas. Teoría(s) de la cultura es una reflexión y propuesta teórica derivada de un conjunto de investigaciones que han dado cuenta de que la realidad, como lo expli-caran Luckmann y Berger, es una construcción social. Genaro Zalpa ha realizado diversas investigaciones sobre la producción y consumo cul-tural de los comics, el análisis estructural del universo simbólico de los purépechas, la problematización sobre las iglesias en Aguascalientes y, su último ensayo, la corrupción y la cultura en México. La última parte del libro es la reunión del autor con su propia experiencia. Las iglesias en Aguascalientes, los mitos de la meseta Tarasca, los relatos indígenas en la tradición mesoamericana no son más que experiencias vinculadas no con el mundo cultural únicamente, sino con una perspectiva que atienda a la significación social que les da sentido socialmente. Por qué creemos en un determinado tótem, en una determinada piedra, en un

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determinado templo, en un determinado santuario, en una determina-da religión o institución social, porque en suma, creemos en la conste-lación social que le da sentido. La creencia es motor indispensable en la construcción social de la significación. Genaro Zalpa va hacia la acción social para la comprensión de la sociedad a través de la perspectiva cul-tural. En medio de una discusión de largo aliento nuestro autor pro-pugna por una teoría de la cultura, una que sea capaz de explicar cómo es que los sujetos que participan en un universo social creen en él al grado de otorgarle su certeza y, por ende, su legitimidad.

La última síntesis que advierto es la del propio movimiento del au-tor con su investigación en el campo social. Zalpa Ramírez resume su experiencia como sociólogo, antropólogo y erudito en el estudio del lenguaje para reconcentrarlo en la perspectiva culturalista. Sin embargo, esta contribución deja algunas interrogantes para continuar con la dis-cusión y reflexión interdisciplinarias: a) si la cultura es perspectiva cómo se puede explicar la lógica de la acción social que no sólo se da en el tiempo, sino gracias a él; b) la síntesis teórica propuesta por nuestro au-tor abreva tanto de la tradiciones antropológica, sociológica y semiótica europea y norteamericana; cómo estos paradigmas han sido discutidos en el campo de las ciencias sociales en México y en América Latina.

Al inicio recordé a Carlos Pereyra quien se preguntó por la utilidad del conocimiento histórico tomando en cuenta sus usos político, socia-les y su legitimidad como ciencia. ¿Sociología para qué?, respuestas como las que da Genaro Zalpa permiten no sólo valorar la acción social en medio de una determinada circunstancia, sino estimar la capacidad voluntarista para definir el paisaje de una situación que al final será un espejo y espejismo que redundará en una multiplicidad de evocaciones del sujeto pensante y practicante.

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Álvaro Bracamonte Sierra y Rosana Méndez Barrón, Subvenciones, reconversión e innovación productivaen la agricultura. El caso del trigo en Sonora, Hermosillo,El Colegio de Sonora, 2011, 200 p.

J. Luis Seefoó LujánEl Colegio de Michoacán

No sólo de pan vive el hombre... ¡Y menossi es de trigo subsidiado!

Bracamonte Sierra y Méndez Barrón llaman la atención sobre el pan de cada día. Sonora es el principal productor de trigo en

México, tiene una productividad mayor que Estados Unidos, pero sin las subvenciones gubernamentales que se otorgan a los agriculto-res, su trigo desaparecería. Por si eso no fuera poco para preocupar-nos, los cristalinos granos sonorenses son insumos de macarrones y espagueti, no de bolillos o teleras, pues el trigo harinero en aquellas tierras es susceptible al carbón parcial y tiene rendimientos menores que el cristalino; éste es más resistente y productivo pero menos de-mandado.

El asunto es que la mitad de los panes que nos comemos son ama-sados con harina procedente de los Estados Unidos y el consumo per cápita nacional aparente de trigo es de 54 kg de los cuales la mitad se importa, con efectos negativos en la balanza comercial.

Subvenciones, reconversión e innovación productiva en la agricultura. El caso del trigo en Sonora, es el título de la relevante obra escrita por Álvaro Bracamonte Sierra y Rosana Méndez Barrón y editada en 2011 con el logo de El Colegio de Sonora que explica la paradoja de ser do-blemente productivos que Estados Unidos, pero importamos trigo pa-nificable y exportamos un poco de grano para espaguetis y macarrones. De ello hablaremos en esta presentación.

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Estructura del libro

Inicio esta reseña recordando lo dicho por Gracián: “lo bueno, si breve, dos veces bueno” pues se trata de un sucinto y sólido libro compuesto por dos capítulos con poco desperdicio de espacio, más las conclusiones y un pertinente anexo estadístico. El primero titulado “La política agríco-la nacional y la importancia de las subvenciones” describe los meca-nismos estadounidenses, europeos y mexicanos de subvención a la agri-cultura y ofrece un preciso panorama de reducción de los apoyos gubernamentales al agro nacional. El segundo, “La política de subsidios agrícolas en Sonora: importancia y perspectivas de transformación de un patrón de cultivo centrado en el trigo”, caracteriza los distritos trigue-ros sonorenses y demuestra –sustentado en cifras y en la opinión califi-cada de actores relevantes– que el trigo no es una actividad redituable con subsidios ni por cuenta propia. Finalmente, en las conclusiones y recomendaciones (Hacia el diseño de un programa efectivo de reconver-sión productiva) identifica en la comodidad de los agricultores (propen-sión a no arriesgar), la causa central que sostiene tal patrón de cultivos basado en el trigo. Esta condición, no única, está relacionada con las subvenciones gubernamentales al grano y la dificultad económica y so-ciocultural de pasar a frutas y hortalizas sólo viables con sistemas de rie-go que reduzcan el gasto hidráulico, ya que esa es una limitante acucian-te tanto en Hermosillo como en los distritos del norte y sur sonorenses.

Los objetivos de la investigación son evaluar la dimensión de las subvenciones canalizadas al cultivo del trigo, subrayar las ventajas y vulnerabilidades de esta producción y el excesivo esfuerzo fiscal hecho para sostenerla, luego, a partir de estas consideraciones, elaborar una estrategia de intervención que permita una paulatina y gradual recon-versión productiva (Bracamonte y Méndez 2011, 19).

El agro, una actividad peculiar

Desde el prólogo se enuncia la aleatoriedad de la agricultura y el por-qué no debe conducirse con los mismos criterios que el comercio y la industria. El agro es diferente porque en él predomina la heterogenei-dad de los factores productivos (diversa calidad de los suelos y de la

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distribución del agua); asimetría en el acceso a la tierra; demanda de alimentos distante de la oferta; zigzagueante mercado internacional; imprevisible comportamiento de plagas y enfermedades, de la precipi-tación pluvial, de vientos y heladas. Con el riego presurizado, los acol-chados y macro túnel, un variado arsenal bioquímico de plaguicidas y fertilizantes, así como semillas mejoradas, se tienen un pequeño mar-gen de control, pero en general, en el agro siempre se siembra en un amplio umbral de incertidumbre.

Dicho a la manera de Boltvinik,

la producción agrícola consiste, básicamente, en cuidar y estimular el proceso biológico natural de crecimiento de las plantas […] que tienen un ciclo biológi-co y crecen en la tierra, proceso que impone reglas tanto temporales como espa-ciales […] mientras que en la industria los procesos pueden ser continuos, en el agro son estacionales; en la industria las actividades puede ser simultáneas, en el agro son secuenciales; en la industria el material puede ser llevado al operario, en los cultivos, tanto el trabajador como la máquina, se trasladan al lugar donde crece la planta. Otras distinciones claves son el grado de incertidumbre vincula-da a la aleatoriedad de la germinación, a las condiciones climatológicas y a las plagas, y el carácter perecedero de las cosechas (Boltvinik 2006, 295-296).

Con base en esta argumentación central sostiene el carácter estacional del agro y la necesaria absorción social de los costos del agro.

La política correcta para los países del Tercer Mundo, si en verdad quieren abatir la pobreza, no es combatir los subsidios agrícolas, sino subsidiar a sus campesinos y protegerlos de los precios del exterior (Ibid.)

Esta condición se torna más interesante y compleja cuando se esta-blece la seguridad alimentaria como premisa de la estrategia de desarro-llo agropecuario y se intenta, como recomienda la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación, que los países sean autosuficientes en 70 % de su consumo, y –al mismo tiempo– se im-pulsan políticas que desmantelan la capacidad productiva de los países más atrasados. Para algunos enfoques políticos y académicos dominan-tes no importa que el maíz, arroz o trigo se produzcan en el suelo pro-pio o se importen; cumplir los criterios de disponibilidad, estabilidad y acceso a los alimentos básicos es suficiente.

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Eliminar el proteccionismo del vecino, robustecer el propio

Estados Unidos, preparado por años para competir en trigo y maíz, pide, clama, que “no se distorsione el libre mercado con los subsidios al campo”, y sus políticas no sólo no eliminan apoyos a sus granjeros, sino que los incrementan. Justo cuando más exige Estados Unidos a México y a América Latina reducir a cero los subsidios a los agricultores y supri-mir los aranceles al comercio exterior, más gasta en sustentar a los gran-jeros mediantes pagos directos de 40 mil dólares por persona, 65 mil para pagos contra cíclicos y 75 mil para comercialización al amparo de la Farm Security and Rural Investment Act of 2002, conocida como Farm Bill.

Europa no se comporta tan diferente pues como política agrícola común (pac) según cálculos de la ocde, los subsidios y otras transfe-rencias representan 35 % del ingreso de los agricultores.

El gobierno mexicano, como alumno aplicado en sus cursos de pri-vatización, acentuó la apertura comercial, la eliminación de las restric-ciones al comercio, la desregulación, el retiro de la participación del Es-tado en la economía como ejes de la transformación económica nacional desde mediados de los ochenta (Bracamonte y Méndez 2011, 43).

La política gubernamental abordó tres puntos clave: a) la reforma al artículo 27 constitucional; b) la apertura comercial; y, c) la desregula-ción estatal del campo y la reorientación del financiamiento.

El primero orientado a dar mayor certidumbre a los derechos agra-rios y facilitar la inversión privada mediante la dilución de los mecanis-mos que obstruían la renta y venta de tierras ejidales y comunales. El segundo, que ha sido exitoso para los inversionistas estadounidenses, eliminó los aranceles aún de aquellos cultivos en que México tiene no-torias desventajas (como maíz y trigo). El tercero ha sido un enérgico programa para achicar la gestión agrícola estatal. Como parte de esta reducción gubernamental desaparecieron o se privatizaron dependen-cias importantes como Fertimex y Productora Nacional de Semillas; se redefinieron las instituciones financieras (anagsa, Banco de Crédito Agrícola) de manera que a los agricultores capitalizados los apoyaría la Banca Comercial; los de bajos ingresos y potencial serían cubiertos por Banrural y Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura, y

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de los productores pobres de zonas marginales se encargaría el Progra-ma Nacional de Solidaridad.

Dar más a los que menos necesitan

Desaparecer o reorientar oficinas no significa que el gasto público agríco-la se haya eliminado, se ha canalizado a los “agricultores eficientes”, sea como apoyos directos o vía exenciones fiscales. La estructura central de la política de subvenciones y subsidios al campo se aplica desde tres programas: Alianza para el Campo, Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo) y el Programa de Atención a Problemas Estructu-rales (apoyos compensatorios).

Alianza para el Campo (1996; reglas de operación Alianza Contigo, 2003) ha atendido con esmero el principio bíblico: “dar más a los que menos necesitan” (Efecto Mateo) con los propósitos de fomentar los agronegocios y la competitividad de las cadenas agroalimentarias apoya la adquisición de equipo de fertiirrigación, maquinaria y aperos e im-plementación de pastos mejorados. En 2005 representó cerca de 16 % del gasto de Sagarpa.

Al inicio de sus operaciones, Procampo otorgaba pagos por superfi-cie cultivada de maíz, frijol, trigo, arroz, sorgo, soya, algodón, cártamo y cebada. A partir de 1995 se ha cubierto cualquier cultivo legal con $963 por hectárea en el ciclo 2009-2010, limitado a $100 mil por productor en cada ciclo. Tal vez sin proponérselo, este programa es más generoso con los agricultores que tienen mayores extensiones.

Ahora, del tercer componente, el Programa de Atención a los Pro-blemas Estructurales (Apoyos Directos al Productor por Excedentes de Comercialización para Reconversión Productiva, Integración de Cade-nas Agroalimentarias y Atención a factores Críticos, 31 de diciembre de 2007), se diseñaron modalidades de apoyo diferenciadas en cuatro ejes generales: a) ingreso objetivo (io); b) ordenamiento del mercado de gra-nos y oleaginosas; c) esquemas de comercialización específicos; y d) apo-yos directos a coberturas de precios de productos y especies elegibles.

Para recibir la subvención, en el marco del ingreso objetivo, si el precio de mercado es inferior al io, aserca cubre la diferencia vía apoyo complementario con un tope máximo de 100 ha de riego o su equiva-

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lente en temporal. Este beneficio también lo reciben las personas mo-rales –empresas – con igual restricción, 100 ha de riego o equivalentes.

Con el Ordenamiento del Mercado de Granos y Oleaginosas se destinan recursos a los productores pecuarios y fabricantes de alimen-tos balanceados para costear o compensar almacenaje y fletes, especial-mente en la exportación.

Un programa que ha favorecido a las grandes firmas es el denomi-nado Apoyos Directos a Coberturas de Precios de Productos y Especies Elegibles que ayuda a disminuir el riesgo frente a fluctuaciones adversas en los precios internacionales de sus productos a través de coberturas de precios operadas con instrumentos del mercado de futuros. Está dirigi-do a productores, comercializadores y consumidores nacionales de maíz, trigo, sorgo, soya, cártamo, algodón, café, jugo de naranja y pro-ductos pecuarios (bovino y porcino). Los instrumentos financieros co-nocidos como opciones se colocan en las bolsas de Chicago (maíz, tri-go, soya, ganado porcino en canal y bovino en pie y en engorda) y de Nueva York (algodón, café y jugo de naranja).

Es interesante anotar que 90 % de las empresas comercializadoras que especulan o manejan riesgos se localizan en Sonora, Sinaloa y Ta-maulipas y que sorgo y trigo concentran 63 % de los contratos y 78 % del volumen seguido por el maíz con 14 % de los contratos y 16 % del volumen (Muñoz, Santoyo y Altamirano 2002, 245).

Bracamonte y Méndez lo dicen, sin enlistar a las empresas, estos formatos de subvención han tenido como beneficiarias a empresas pri-vadas que en 2008 recibieron de aserca cuantiosas sumas, como son: Compañía Nacional Almacenadora (subsidiaria de Maseca), $318,932,285.46; Cargill de México, s.a. de c.v., $196,634,344.68; Minsa, s.a. de c.v., $163,031,660.49; Bachoco, s.a. de c.v. $116,222,116.31; y adm de México, s.a. de c.v. $16,977,991.90 (Haight 2010, 49).

Sonora querida, tierra consentida de dicha fiscal

Desde los tempranos tiempos posrevolucionarios, Sonora –como dice la canción– fue una tierra consentida porque los agricultores de los años cuarenta formaban parte de una elite de terratenientes bien defi-

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nidos que aprovecharon bien la cercanía al poder. Para una conocedo-ra, como Cynthia Hewitt, hay pocas dudas de que el progreso de la producción agrícola en Sonora habría sido mucho más lento si el grupo capitalista modernizador en el poder no hubiera podido precisarse de tan notable capacidad de obtener apoyo financiero del gobierno nacio-nal para un número ilimitado de proyectos (Bracamontes y Méndez 2011, 61).

La sostenida y cuantiosa inversión en carreteras, presas, canales, electrificación, almacenamiento en los distritos de riego del noroeste no es ninguna casualidad pues “al invertir en infraestructura rural el gobierno en realidad destinaba recursos fiscales hacia los predios priva-dos que habían sido repartidos entre los generales que se beneficiaron de la Revolución” (Bracamontes y Méndez 2011, 31).

De alguna manera, esta inversión pública fue la compensación (onerosa) que recibió el grupo de agricultores y comerciantes vincula-dos a Obregón y Calles por la aportación sonorense a la Revolución; se retribuía de ese modo al “pueblito tan manso que frijol y garbanzo le diste a Obregón”, como reza el himno regional.

Sonora es el principal productor de trigo con 1.8 millones de tone-ladas en 2009 y una productividad de 5.7 ton/ha; aporta 44 % del tri-go nacional (Financiera Rural 2010, 3) pero acusa serias dificultades: a) en 1996 casi toda la superficie se sembraba de trigos harineros, pero desde 2004 hasta 2009 los cristalinos (pastas, macarrones) cubren una alta proporción del área (51.7 a 77.1 %); b) los trigos harineros son más susceptibles al carbón parcial, enfermedad causada por el hongo Tilletia indica, que si bien no merma el rendimiento sí afecta la calidad de la harina y excluye su exportación a Estados Unidos (1983); c) los harineros sonorenses tienen menor rendimiento que los cristalinos; d) mayores costos porque se cultivan por riego mientras que los estado-unidenses son de temporal; e) presión por cambiar el patrón de cultivos y los sistemas de riego por escasez relativa de agua; f ) los precios de in-diferencia (igualación del precio nacional y el de importación) no in-ducen compras de grano nacional, ya que en términos contables da lo mismo importar que consumir el propio; g) agricultores mayores de 50 años con limitada propensión a correr más riesgos empresariales; h) subvención gubernamental que sustenta al trigo mediante las siguien-

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tes cantidades: $963 de Procampo representan entre 18 y 20 % de los ingresos netos de los agricultores; ingreso objetivo mínimo de $1,800 que no ha operado porque los precios internacionales han sido superio-res desde 2005-2006, pero figuró como 36 % de los recursos totales destinados al cultivo; $118.5 por tonelada para ambos tipos (harinero y cristalino) que han sumado 15 y 17 % del total asignado al trigo; diesel agropecuario que asciende a 2.5 y 5.0 % del total; traslado, alma-cenaje y negociación del trigo, 20 % del total, que llega a sumar 30 % antes de 2005-2006; cobertura de precios agropecuarios o seguros con-tra movimientos adversos en los precios que en 2008-2009 y 2009-2010 alcanzaron entre 30 y 40 % del total de apoyos, superior a los dineros usados por Procampo (en 2009 ascendió a $64 ton).

¿Compatibilidad entre altos volúmenes de producción,elevadas subvenciones y seguridad alimentaria?

Los autores precisan dos nudos medulares: a) el mercado interior soli-cita trigo panificable –que se importa– mientras que hay excedentes de trigo cristalino que se exporta subsidiado; y, b) que la diferencia entre precio de venta y costo de producción es casi cero.

Parte del problema –y de la solución– está en los cambios que experi-mentan el consumo y la industria de la panificación. Por una parte, hay cambios en el patrón de consumo que tienden a sustituir el maíz (tortilla) por el pan; y, por otra, las panaderías tradicionales están disminuyendo drásticamente su participación en la oferta y crecen con la fusión de las grandes corporaciones como Gamesa, La Moderna, El Globo y Bimbo. Bimbo se ubica entre las quince primeras empresas de México, tiene pre-sencia en catorce países de América y Europa, cuenta con más de 4500 productos y 100 marcas, así como también dispone de seis molinos para producir 2000 toneladas diarias de harina (Torres 2009, 139-142).

Según Bracamonte y Méndez, para el periodo 1994-2007, el país importó seis veces más de lo que exportó (Ibid., 74), por lo que cuestio-nan si estas subvenciones respaldan la seguridad alimentaria o son transferencias a grandes negociantes de la agroindustria panificadora.

Ahora bien, en 2009-2010, con costos de $15 mil/ha y rendimien-tos de 6 ton/ha, tenemos una media de $2.5 mil que cotejada con el

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precio de 204 dólares (tipo de cambio de 12.35) no asegura ganancia ni reinversión en la parcela y equipo. Una diferencia de $19.40 por tone-lada o $116.40 por ha es poco alentadora, sin subvenciones.

En esas condiciones, de acuerdo a nuestros autores, “añadiendo el monto total de recursos asignados a las coberturas y otros programas indirectos, los apoyos significan prácticamente más de la totalidad de las utilidades registradas por el productor […] La agricultura triguera es inviable sin esas subvenciones” (Ibid., 145).

Qué hacer?

En primer lugar, una reconversión productiva, un cambio en los tipos cristalinos por trigos panificables; en segundo término, sustituir el trigo cristalino por cártamo, soya o maíz que proporcionan mayor ganancia; tercero, expandir la superficie de cultivos perennes, como el nogal del que parece factible crecer en 30 mil/ha; e, invertir en formas más efi-cientes de riego.

Sea como fuere, cualquier variación requiere de animar consensos tanto en la ciudad como en el campo y contar con inversión suficiente pues los trigos panificables requieren de adecuados controles de plagas y enfermedades y son menos productivos que los cristalinos. Plantar nogal u hortalizas exige mejorar y asegurar el líquido, no se gasta menos agua en las hortalizas que en el trigo a menos que se aplique riego por goteo o algo similar; el mercado tampoco se soluciona por sí con la sustitución, menos tratándose de frutas y verduras cuyo mercado es muy volátil.

Bibliografía

Boltvinik, Julio, “Hacia una teoría de la pobreza campesina”, ponen-cia en xxviii Coloquio de antropología e Historia Regionales. Desde los colores del maíz. Una agenda para el campo mexicano, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2006, 295-305.

Bracamonte Sierra, Álvaro y Rosana Méndez Barrón, Subvencio-nes, reconversión e innovación productiva en le agricultura. El caso del trigo en Sonora, Hermosillo, El Colegio de Sonora, 2011.

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Financiera Rural, Monografía del trigo, 2010.Haight, Libby, “Grandes pagos de subsidios a la comercialización de

granos son para compañías transnacionales” en Jonathan Fox y Libby Haight, coords., Subsidios para la desigualdad, México, Wo-odrow Wilson International Center for Scholares, cide, uc Santa Cruz, 2010, 49.

Muñoz Rodríguez, Manrrubio, V. Horacio Santoyo Cortés y J. Reyes Altamirano Cárdenas, Mercados financieros e instituciones rurales. Una nueva arquitectura financiera rural para México, Cha-pingo, uach, ciestaam, 2002.

Torres Torres, Felipe, Economía del pan. Consumo y configuración te-rritorial en México, México, unam, iies, 2009.

Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven, coords., Un fantasma recorre el siglo. Luchas feministas en México 1910-2010, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Itaca, Conacyt, Ecosur, 2011, 546 p.

Roxana Rodríguez Bravo*UAM-Xochimilco y EnAh

El libro que se reseña a continuación es coordinado por Ana Lau Jaiven y Gisela Espinosa. Como el título indica, aborda las luchas

feministas desde la Revolución mexicana de 1910. Después de la exce-lente introducción, el libro se divide en cinco secciones y 16 artículos. La primera parte: “Revolución, sufragismo y derechos” hace un recorri-do por las características del feminismo de los años veinte a los años cincuenta del siglo xx. La contracultura, el cuerpo, la violencia y la di-versidad sexual son temas abordados en la segunda sección del texto, seguido por “La clase, la etnia y el ambientalismo”, título de la tercera parte. Las dos últimas divisiones del libro llevan por título “Autonomía e institucionalización” y “Academia y difusión”.

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El libro puede y debe ser leído desde distintas perspectivas, en este caso, se le ha dado una lectura histórica, y se ha inscrito en el campo de la historia de las mujeres. Joan W. Scott menciona que la historia de las mujeres se caracteriza por tensiones extraordinarias: se encuentra entre la política práctica y la academia; entre los niveles establecidos en el seno de cada disciplina y las influencias interdisciplinarias; entre la actitud ateórica de la historia y la necesidad de una teoría para el feminismo.1 Un fantasma recorre el siglo, logra orquestar estas tensiones de una ex-celente manera: presenta el panorama de la política y práctica feminista, tiene un trabajo de rescate y narración que le da un estatus académico y es un libro completamente interdisciplinario con gran bagaje teórico-metodológico feminista que invita a la construcción teórica.

La publicación se abre con el artículo de Martha Eva Rocha titu-lado: “Feminismo y Revolución” (pp. 27-60). La autora aborda el ac-tivismo de las propagandistas y las soldadas durante el conflicto revo-lucionario y como sus conductas transgredieron espacios sociales tradicionalmente asignados a los hombres. Rocha también habla acerca de los primeros Congresos Feministas celebrados en Mérida, Yucatán en 1916, y cómo éstos se enmarcaron en un feminismo que pugnaba por la emancipación de la mujer y el sufragio femenino.

Para los años veinte, el fantasma feminista se abocó a hacerse presen-te en el ámbito de la política. Esta época es analizada por Ana Lau Jaiven en “Mujeres, feminismo y sufragio en los años veinte” (pp. 61-96). La autora analiza el Consejo Feminista Mexicano que tuvo lugar entre 1919 y 1925 que fue el mecanismo utilizado por las mujeres para participar en la política mexicana de la primera mitad de los veinte.

Así como el Consejo Feminista Mexicano fue la cara del fantasma durante los veinte, para los treinta el caso emblemático fue el Frente Úni-co Pro Derechos de la Mujer (fupdm), título del artículo de Esperanza Tuñón Pablos (pp. 97-126). Las demandas del Frente, surgido en 1935, se referían a buscar el mejoramiento de los ámbitos laborales y de salud de las mujeres así como otras propuestas democráticas contra el fascismo, la carestía, el reparto agrario, el seguro social y la obtención del voto que fue lo que, a la larga, tomaría más importancia dentro de la organización.

1 Joan Wallace Scott, Género e historia, México, fce, uacm, 2011.

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Para la década de los cuarenta y los cincuenta, la demanda feminista más importante fue el derecho al voto. Esta temática es abordada por Enriqueta Tuñón Pablos en el artículo: “El derecho a las mujeres al sufragio”(pp. 127-150). La autora menciona que los cuarenta y los cin-cuenta se caracterizaron por que las mujeres se adhirieron al apoyo de las autoridades esperando que éstas les otorgaran el voto. Por lo ante-rior, los logros para obtener el sufragio femenino en México no respon-dieron a la presión de las bases feministas, sino a una decisión del go-bierno vinculada a intereses electorales.

Los artículos de la sección, “Revolución, sufragismo y derechos”, representan una excelente articulación entre el contexto político y social de la época con un feminismo revolucionario que mucho tenía que ver con las discusiones feministas europeas y norteamericanas del siglo xix. Sin embargo, si bien se analizan las posturas y luchas de las mujeres transgresoras al orden de género dominante y de posturas de izquierda, se echa de menos un análisis más profundo de las mujeres de derecha y cercanas a la Iglesia católica, que sin ser feministas, también emprendie-ron luchas desde sus trincheras para lograr derechos para las mujeres.2

La segunda parte del libro: “Contracultura, cuerpo, violencia y di-versidad sexual” empieza con un texto de Ana Lau Jaiven titulado: “Emergencia y trascendencia del neofeminismo”(pp. 151-182). En éste se analiza la llamada “nueva ola del feminismo” de los años setenta y su estrecha relación con los contextos social, político y económico de la época tanto en los ámbitos nacional e internacional. Lau concluye el texto haciendo la siguiente pregunta: ¿En un nuevo siglo es necesario un nuevo feminismo? Lau considera que el reto para las feministas es convertirse en una fuerza política que sea interlocutora y que logre plantear políticas públicas para las mujeres.

Uno de los temas y problemáticas persistentes hacia las mujeres es el de los derechos sexuales y reproductivos. Lo anterior es abordado por

2 Véase Kristina A. Boylan, “Gendering the faith and altering the nation. Mexican Catholic Women’s Activism, 1917-1940”, en Jocelyn Olcott, Mary Kay Vaughan y Gabriela Cano, Sex in Revolution. Gender, Politics and Power in Modern Mexico, Lon-dres y Durham, Duke University Press, 2006. Gabriela Contreras, “El día cuando las mujeres se vistieron de verde”, en Política y Cultura, revista uam-Xochimilco, México, núm. 001, 1992.

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Marta Lamas en el texto: “Cuerpo y política, la batalla por despenalizar el aborto” (pp.183-212), donde se realiza una interesante reflexión acerca de cómo el tema del aborto tiene que ver con intereses políticos y económicos cuyo eje se encuentra en el poder de la Iglesia católica. A pesar de ello, el texto da cuenta de las luchas que las feministas han realizado por más de cuarenta años para defender sus derechos sexuales y reproductivos y de elección de la maternidad.

El asunto de la violencia de género es estudiado en este libro por Irma Saucedo y Guadalupe Huacuz en el artículo: “Movimientos con-tra la violencia hacia las mujeres” (pp. 213-242). Uno de los aspectos más importantes del texto es el hecho de que la violencia de género es el tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres simplemente por el hecho de ser mujeres. Huacuz y Saucedo se preguntan cómo desde el discurso y la práctica feminista se puede analizar el tema de la violencia y la inseguridad para centrarse en las habilidades y relaciones del femi-nismo para actuar en conjunto con otros sujetos de la sociedad mexica-na, para así enfrentar dicha violencia.

La invisibilidad también puede considerase otro tipo de violencia. Gloria Careaga en “Las lesbianas organizadas” (pp. 243-276), conside-ra que la invisibilidad de las lesbianas ha sido uno de los desafíos más importantes que este sector de la población enfrenta. El artículo de Careaga representa un aporte en realizar la historia de los movimientos lésbicos en México que han desafiado la lesbofobia y la misoginia im-perante en la sociedad y han luchado para combatir los estigmas y la discriminación frente a las mujeres y lesbianas.

Esta segunda parte del fantasma da cuenta de la continuidad de los problemas que las mujeres han enfrentado en la segunda parte del siglo xx y de cómo las feministas han entablado diversas estrategias y cons-truido un fantasma que sea capaz de revindicar la presencia y lucha de las mujeres. Asimismo, esta sección nos otorga marcos históricos com-pletos acerca de las luchas feministas.

La tercera parte del libro, “Clase, etnia y ambientalismo” que explo-ra las caras menos conocidas del fantasma feminista empieza con el texto de Gisela Espinosa, “Feminismo popular. Tensiones e interseccio-nes entre el género y la clase” (pp. 277-308). Este artículo habla acerca del feminismo popular, una vertiente del movimiento feminista mexi-

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cano que se desarrolló durante los ochenta del siglo xx cuya importan-cia radicó en la aceptación y comprensión de la diversidad interna del feminismo y de cómo las mujeres rurales, indígenas, asalariadas o amas de casa de barrios urbanos articularon sus proyectos con las reivindica-ciones feministas.

Otra parte relegada de este fantasma, es el de los movimientos de mujeres indígenas, considerado en este libro por Aída Hernández en “Movimientos de mujeres indígenas: repensando los derechos desde la diversidad” (pp. 309-332). Este artículo reflexiona y analiza la manera cómo se pueden repensar los derechos de las mujeres desde una pers-pectiva que no sea etnocéntrica y de cómo el feminismo se puede inser-tar en contextos culturales diferentes al que le dieron origen. Es por ello que la pregunta más importante del artículo es: ¿se puede hablar de un feminismo indígena?

Muy relacionado con las reivindicaciones y luchas de las mujeres pertenecientes a los pueblos indígenas, Hilda y Rebecca Salazar junto con Lorena Paz presentan “El ambientalismo feminista” (pp. 333-362). Las autoras articulan la relación existente entre los problemas ambientales, las desigualdades de género y la discriminación hacia las mujeres. Al leer este artículo surge la pregunta de si este feminismo ambientalista no tendría algo de esencialista, en el sentido que identifi-ca a las mujeres como más cercanas a la naturaleza y, por ello, serían las cuidadoras y salvaguardas del medio ambiente.

La tercera cara del fantasma nos invita a repensar nuevos temas y pro-blemáticas nacidas de contextos y movimientos actuales. Será necesario hacer una lectura de todos ellos desde la mirada feminista y ver la manera en cómo se inserta dentro de las discusiones feministas más amplias.

La cuarta sección del libro, “Autonomía e institucionalización” ini-cia con el tema de la vinculación del feminismo con otros contextos como el institucional, el académico y la sociedad civil. El primer artícu-lo de Gisela Espinosa y Martha Castañeda, “Feminismo civil. Los cla-roscuros de la institucionalización” (pp. 363-402), analiza el llamado feminismo civil, aquel constituido por organizaciones civiles no guber-namentales y colectivos de mujeres que operan en todo México donde representan la creación de un discurso y una práctica que conjugan una visión social y pedagógica de izquierda desde una perspectiva feminista.

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El siguiente artículo de María Luisa Tarrés, “Reflexiones sobre el feminismo y los institutos de las mujeres” (pp. 403-436), aborda un tema por demás actual y que influye de manera directa en la construc-ción y puesta en práctica de las políticas públicas: la institucionaliza-ción del proyecto del movimiento feminista en el espacio político. Ta-rrés nos ofrece un análisis del recorrido de este proceso y de los aportes que el movimiento feminista ha dado a la conformación de los insti-tutos de las mujeres en el gobierno, y cómo se ha generalizado la pers-pectiva de género en la sociedad mexicana. A pesar de que el análisis de Tarrés es excelente queda pendiente el análisis de como se vive en la práctica la transversalización de la perspectiva de género y cómo ha sido recibida y construida por la sociedad civil.

El texto de Ximena Bedregal, “El feminismo autónomo radical: una propuesta civilizatoria” (pp. 437-480), realiza el recuento del mo-vimiento de la corriente autónoma instalada, en 1993, en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, analiza el caso específico de la colectiva “Cómplices” que se formó como propuesta política y filosófi-ca en Chile y México, en el mismo año, con la idea de reconocer los distintos feminismos y explicitar las diferencias.

En la misma línea de vinculación entre feminismo y otros contex-tos, para iniciar la quinta sección, “Academia y difusión”, Mercedes Barquet escribe “Feminismo y academia” (pp. 481-518). La reflexión más importante de este artículo radica en la tensión existente en los estudios de las mujeres y de género donde las investigadoras muy fre-cuentemente se ven divididas entre el estudio y la acción, entre la aca-demia y la militancia. En este sentido, la autora considera que el reto sustantivo del feminismo académico es la expectativa de seguir produ-ciendo conocimiento teórico sin perder el papel de crítica social y transgresión epistemológica.

El libro finaliza con el artículo “Feminismo y medios de comunica-ción” (pp. 519-546) de Sara Lovera. Dentro del texto, la autora estudia la participación de las mujeres feministas en distintos medios de comunica-ción y diversas expresiones del arte como la poesía, la novela, la crítica literaria, el periodismo, la fotografía y otros. La idea principal de Lovera es desentrañar la manera cómo todas estas herramientas informativas y artísticas han servido desde el siglo xix para difundir las ideas feministas.

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Para concluir se debe señalar que el libro, Un fantasma recorre el si-glo, refleja atinadamente la historia de las luchas feministas de cien años. Sin embargo, el texto no sólo es un libro de feminismo, es un li-bro de historia de las mujeres, que da visibilidad a amplios grupos de mujeres y que aporta un sinfín de reflexiones y preguntas no sólo a los estudios de mujeres y de género, sino a las ciencias sociales y la historia en general. El fantasma tiene aún vacíos, mujeres, feministas y feminis-mos que necesitan ser investigados, analizados y cuestionados, el fan-tasma tiene aspectos que aún han sido inexplorados, pero que segura-mente serán llenados por las investigadoras feministas. Mientras tanto, Un fantasma recorre el siglo se ha convertido en un libro de referencia obligado para conocer la historia de ese sector olvidado por la humani-dad: las mujeres.