reseÑa el inconsciente estetico

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28291816 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Martín Baigorria Reseña de "El inconsciente estético" de Jacques Ranciere Araucaria, vol. 9, núm. 18, 2007, pp. 306-311, Universidad de Sevilla España ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Araucaria, ISSN (Versión impresa): 1575-6823 [email protected] Universidad de Sevilla España www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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  • Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28291816

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Martn BaigorriaResea de "El inconsciente esttico" de Jacques Ranciere

    Araucaria, vol. 9, nm. 18, 2007, pp. 306-311,Universidad de Sevilla

    Espaa

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    Araucaria,ISSN (Versin impresa): [email protected] de SevillaEspaa

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  • EL INCONSCIENTE ESTTICO, DE JACQUESRANCIERE (FCE, Buenos Aires, 2005)

    Martn Baigorria(Universidad de Buenos Aires, Argentina)

    Estas conferencias pronunciadas por Jacques Ranciere en la Escuela dePsicoanalistas de Bruselas nos sirven de ocasin para abordar nuevamentelas relaciones entre psicoanlisis y esttica. Tal como seala su autor, seraprcticamente interminable mencionar la lista de pensadores y artistas que,desde la seminal monografa de Otto Rank sobre el sueo y la poesa1 hastalos trabajos de Herbert Marcuse2 y la Escuela de Frankfurt, se propusieronestablecer puntos de contacto entre el psicoanlisis y la esttica. Pero en elcaso de estas lecciones, se tratara ms bien de alejarse de la utilizacin delpsicoanlisis como un mtodo interpretativo de la cultura, para preguntarseen cambio por el papel que la esttica ha tenido en la constitucin del pensa-miento freudiano. Esto ltimo no es extrao ya que, si bien Ranciere suele serasociado con la filosofa poltica y el postmarxismo (gracias a su libro Eldesacuerdo3), su obra se nos presenta como una peculiar amalgama de te-mas, en la cual se ha venido acentuando su inters por la literatura y la est-tica4.

    Pero tal vez sea como discpulo de Louis Althusser que Ranciere retomeahora el interrogante sobre el lugar que le corresponde a la teora freudiana enel pensamiento moderno, partiendo de una perspectiva que guarda ciertassemejanzas con la de su maestro. Despus de todo, fue el mismo Althusserquien a lo largo de su obra fue elaborando toda una serie de hiptesis sobrelas relaciones entre marxismo y psicoanlisis. As, mientras Althusser no du-daba en reapropiarse de la nocin bachelardiana de corte epistemolgico

    1 Monografa intercalada como apndice en el interior de La interpretacin de los sueos,Freud, Sigmund, Buenos Aires, Amorrortu, 1984.

    2 Ver en particular Eros y Civilizacin; Marcuse, Herbert, Buenos Aires, Ariel, 1985.3 Jacques Ranciere, El desacuerdo, Buenos Aires, Nueva Visin, 1996.4 Entre las obras dedicadas a cuestiones de arte y esttica pueden contarse: Mallarm. La

    politique de la sirne, Pars, Hachette, 1996; La parole muette. Essai sur les contradictions dela littrature, Paris, Hachette,1998; Le Partage du sensible. Esthtique et politique, Paris, LaFabrique, 2000; y Malaise dans l esthetique, Pars, Galile, 2004.

    Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofa, Poltica y Humanidades, N 18. Segundo semestre de2007. Pgs. 306-311.

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    para situar al marxismo en relacin con la historia de la ciencia5, Rancierevolver a repetir este gesto al definir a la esttica no como una disciplinadotada de una serie de definiciones sobre lo bello, sino mas bien como unaruptura intelectual, a partir de la cual queda inaugurada otra manera de pensarlas relaciones entre la subjetividad y el arte. Esto es lo que Ranciere denominaun rgimen histrico de pensamiento: el conjunto de actos y decisionesintelectuales en funcin de los cuales ciertos hechos o fenmenos se vuelvenobjetos de reflexin. En abierta contraposicin a toda potica normativa, laesttica supo establecer las coordenadas de un tipo de reflexin peculiar que,lejos de supeditar las obras a un orden previo de reglas, busc hacer focosobre un cierto pensamiento inmanente a ellas mismas. Desde el punto devista de Ranciere, este sera el sentido que tiene para Hegel la afirmacin deque el arte es un modo de manifestacin particular del espritu, ya que elespritu no sera aqu una entidad trascendente al arte sino, por el contrario,una forma de pensamiento inscripta en la racionalidad particular de la obra.Se plantea entonces una hiptesis de tipo histrico: el modo de interpretacinpsicoanaltico encontrara sus condiciones de inscripcin en un horizonte depoca dentro del cual ya estaran operando ciertas formas y modos del pen-samiento inconsciente. Dicho horizonte comn se basa en la identidad pro-blemtica y fundamental que tanto la interpretacin esttica como la psicoa-naltica tienden a establecer entre un no-pensamiento y un pensamiento, oentre aquello que ha sido tradicionalmente denominado como forma y con-cepto. Si bien cierta filosofa tiende a elaborar las relaciones entre los con-ceptos sin atender al material contingente en el que aparece plasmado supropio desarrollo, hay para Ranciere (siguiendo tal vez aqu a Hegel) un mo-mento del pensamiento que implica a su vez su propia otredad, una formasensible de manifestacin del concepto a partir de la cual se constituyeaquello que es pensado. Y es esta presencia del no-pensamiento en el pensa-miento, de cierto pathos sensible en el logos, aquello que Ranciere denominapensamiento inconsciente6. As, si el psicoanlisis encuentra en este hori-zonte de pensamiento su propia condicin de posibilidad, es justamente por-que supo reconocer en las tramas fantsticas de los sntomas neurticos unaracionalidad inherente a ellos mismos. En este punto, si bien el autor caracte-riza dicha constelacin histrica retomando la tensin nietzscheana de lo apo-

    5 Para un anlisis detallado del concepto de corte epistemolgico en la obra de Althusser,ver Balibar tienne, Escritos por Althusser, Buenos Aires, Nueva Visin, 2004.

    6 Esta perspectiva es interesante en la medida en que ella nos sustrae a una concepcinextendida que concibe la modernidad de la obra de arte en los trminos de su mero carcterautnomo, confinando las tensiones subjetivas entre forma y concepto a las coordenadasideolgicas del individualismo burgus. (Adorno, Theodor, Teora Esttica, Barcelona, Ed.Orbis, 1983).

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    lneo y lo dionisiaco, ella ya habra sido anticipada de diversas maneraspor Schiller (en su tratado sobre Poesa ingenua y poesa sentimental),Hlderlin (lo dionisiaco como das aorgisch) y Schlegel (en su escritojuvenil Sobre el estudio de la poesa griega)7.

    Por lo que Ranciere volver aqu al joven Freud, aquel que osa enfrentar-se al Moiss de Miguel ngel, para postular que la hermenutica freudiananunca se limit meramente al descubrimiento de los sntomas neurticos delartista, sino ms bien a la reconstruccin de un momento autnomo y racio-nal dentro de la obra. De esta manera, el filsofo pretende diferenciarse deuno de los usos mas corrientes del psicoanlisis, cuya obsesin con los mo-tivos freudianos de la pulsin y el terror de lo Unheimlichkeit no haran msque conducir la interpretacin psicoanaltica hacia ese nihilismo de pocafrente al cual Freud siempre opuso sus reparos8. Ranciere menciona aqu elnombre de Lyotard, cuya reflexin sobre lo sublime kantiano supo hacer deesta categora esttica el motivo clave para la comprensin del horror totali-tario en el siglo XX9. Desligar al psicoanlisis de esta utilizacin nihilista desus categoras supone entonces la oportunidad de tomar distancia respectode aquello que el filsofo denomina la indistincin tica de nuestro tiempo:a saber, aquella imposibilidad de reflexionar frente al horror (Auschwitz) quellevara a optar por la auto-preservacin de los cuerpos frente a sus dilemassociales e histricos.

    En contraposicin a esto, en las interpretaciones estticas hechas por elpsicoanlisis habra una herencia racionalista que no debera ser dejada delado. Es por eso que el inters de Ranciere por Freud consiste en preguntarsepor qu la interpretacin de las obras literarias ocupa un lugar central en losprocedimientos demostrativos de la teora freudiana. Para esto, Ranciere acudea un momento central del pensamiento psicoanaltico: el mito de Edipo. As,en un gesto similar al realizado por Peter Szondi en sus lecciones clsicassobre potica y filosofa de la historia10, Ranciere vuelve a la querella deantiguos y modernos para interrogarse sobre el quiebre que esta discusinproduce dentro de los cnones estticos de la Modernidad. Efectivamente, esjustamente el pathos edpico, esa irrefrenable pasin por el saber, la instanciaen la cual se hace visible una crisis dentro de los modos de representacin

    7 Ver para esto Lacou-Labarthe y Jean Luc Nancy, The Literary Absolute: The Theory ofLiterature in German Romanticism, New York, State University of New York Press, 1988.

    8 Ver Assoun Paul-Laurent, Freud y Nietszche, Mxico, FCE, 1984.9 Veas Jean-Francois Lyotard, Lo inhumano. Charla sobre el tiempo, Buenos Aires, Ma-

    nantial, 1998; Moralidades postmodernas, Madrid, Tecnos, 1996; y Heidegger y los judos,Buenos Aires, La marca, 1995. En Malaise dans lesthetique puede encontrarse el anlisis queRanciere hace de la argumentacin lyotardiana.

    10 Peter Szondi, Potica y filosofa de la historia I: Antigedad clsica y modernidad en laesttica de la poca de Goethe, Madrid, Visor, 1992.

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    artsticos tradicionales. A partir de un anlisis del Edipo llevado a escena porCorneille, Ranciere sealar en qu medida aquello no representable para latragedia moderna es una cierta pasin por saber, no racionalizable a priori,cuyas consecuencias son por eso mismo insoportables (la clebre escena deEdipo arrancndose los ojos).

    Habra entonces dos modos de relacin entre el pathos y el logos, segnlos cuales cada uno de ellos se encuentra alternativamente inscripto en elotro. As, mientras en el caso del Edipo sofocleano, es el pathos el que llevadirectamente al desenlace trgico del saber; en el caso de la reflexin estticase tratara mas bien de la inscripcin del logos en el interior del pathos. Eneste sentido, podramos afirmar que es en este ltimo desplazamiento de larelacin entre ambos trminos donde justamente se encontrara el giro re-flexivo dado por la Modernidad a la cuestin. El autor desarrollar este puntoa propsito de los significados cambiantes de la palabra esttica. No envano, desde el momento mismo en que el trmino es acuado por Baumgar-ten, ste hace referencia a una especie de conocimiento confuso del mate-rial sensible que se opone al conocimiento claro y distinto de la poca. Latensin entre estos dos momentos configura entonces el horizonte de unaautntica revolucin esttica, una revolucin en la que quedan abolidos unconjunto ordenado de relaciones entre lo visible y lo decible, el saber y laaccin, la actividad y la pasividad. Y si bien algunas de las implicancias deesta revolucin se nos aparecen como ya conocidas, tal vez valga la penamencionarlas para establecer el modo en que estas concepciones se reinscri-ben dentro de la perspectiva histrico-filosfica de Ranciere.

    As, tenemos una primera perspectiva segn la cual la palabra esttica (opalabra muda) es aquella que no responde a las reglas tradicionales de laoratoria, sino que, bajo la forma privilegiada de la escritura, presenta unapalabra capaz de encontrar una multiplicidad de significados posibles (hist-ricos, polticos, econmicos) bajo la faz de los objetos pertenecientes al mundofenomnico. Ranciere traza aqu una genealoga que va desde el romanticis-mo hasta el realismo, desde el todo habla de Novalis hasta Balzac, con sushiperblicas genealogas histricas sobre los objetos de la vida cotidiana. Setrata de captar desde distintas perspectivas aquello que las cosas dicen: laescritura interviene como un gesto capaz de revelar un pensamiento ya ins-cripto en la apariencia sensible de la cosa. Pero Ranciere no es de ningunamanera el descubridor de todo esto. Siguiendo el planteo del autor, Karl Marx,Charles Baudelaire, el gnero policial detectivesco, George Simmel y WalterBenjamin bien podran aspirar a esta misma lista. Sin embargo, segn el fil-sofo, es el psicoanlisis mismo el que toma al pie de la letra y eleva a reglasuprema la mxima del todo habla, al ser Freud quien hace un uso decisivodel detalle para reconstruir la historia reprimida de sus pacientes. Este descu-

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    brimiento, introducido por la esttica romntica, es el que a la postre termina-r socavando las distintas jerarquas de lo alto y lo bajo, de lo importante y loaccesorio en el discurso literario moderno.

    El reverso de esta reconstruccin de un cierto saber en la inmanencia delmaterial sensible nos es bien conocido: se trata del aullido de las fuerzasoscuras, de una voluntad nihilista que rompe los moldes de la vida y se abis-ma en el desencadenamiento de su propias fuerzas. Es el estallido del pathosen el interior del logos, de lo desconocido que irrumpe desde el interior mis-mo de aquello que creamos conocer. Como el lector podr adivinar, estagenealoga tambin es extensa: ella va desde los dramas de Ibsen y la volun-tad schopenhauariana hasta el gnero de terror.

    Pero al mismo tiempo, esta doble relacin entre el pathos y el logosencierra el conflicto histrico entre dos tipos de inconscientes, conflicto den-tro del cual el psicoanlisis viene a tomar partido. Y no casualmente, esteenfrentamiento es a su vez estrictamente paralelo a la toma de distancia efec-tuada por Ranciere en relacin a los usos habituales del psicoanlisis. As, siel autor afirma que la interpretacin freudiana no se propone recurrir a lateora de las pulsiones para hacer una etiologa sexual de la obra de arte, esjustamente para poner en tela de juicio aquella interpretacin nihilista del psi-coanlisis que se limita a reducir las obras a los abismos de la experienciapulsional. Al tomar partido por el logos en detrimento del pathos, Rancierebusca oponer a Freud su propio linaje, entrando as l mismo en el conflictoestablecido entre dos tipos de Inconscientes. El autor volver a la interpreta-cin freudiana de las obras de Hoffmann e Ibsen para descubrir en ellas, no elinters del medico por los datos psicopatolgicos, sino el intento constantepor reconstruir un esquema de racionalidad causal, opuesto a la indescer-nibilidad romntica. Tampoco se tratara aqu, segn Ranciere, de analizar lapsiquis de los personajes como si stos existieran realmente. El uso freudianodel detalle, recurso fundamental del inconsciente esttico, se ajustara a unaintencin distinta: su finalidad es la de rearticular la lgica de un orden fantas-mtico que sostiene una accin sin un sentido aparente. En consecuencia,este ltimo gesto de Freud operara a su vez como una especie de negacinde la negacin: mientras la revolucin esttica haba afirmado la mutuaimplicancia del pathos y el logos, rompiendo as con la racionalidad represen-tacional de la estticas ilustradas, Freud invertir el sentido de esta mismaruptura al buscar reconstruir una cierta ratio en la escena de la fantasa neu-rtica. El fundador del psicoanlisis se inscribira as en las coordenadas delinconsciente esttico, slo para subvertirlo desde su propio interior.

    Ranciere aparece entonces sealando as una cierta discontinuidad entreel pensamiento de Freud y el de sus propios herederos, mucho ms preocu-pados por descubrir las huellas de la pulsin en la esfera del arte. Pero en este

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    punto, habra que preguntarse si es posible reducir la pulsin a una variantems de la negatividad nietzscheana, teniendo en cuenta que el mismo Freudsiempre pareci reacio a esta ltima posibilidad. Es como si de alguna maneraRanciere no pudiera escapar a las trampas de aquel nihilismo contemporneorespecto del cual tanto crea sospechar, interpretando la problemtica de lapulsin como un caso mas de la voluntad de poder. De todas formas, estaobjecin no es una dificultad para encontrar en este libro un campo de pro-blemas donde el pensamiento no deja de enfrentarse constantemente a suotro: aquello extrao y ajeno que sera su condicin de posibilidad.