religiones de los imperios antiguos

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IMPERIO BABILONICO: Muchas de las creencias de los pueblos antiguos tienen su origen en Mesopotamia, quienes veían a los dioses como seres terribles y vengativos que solo protegían a los pueblos que los adoptaban. El imperio Babilónico no fue la excepción ya que La moral, creencias sobrenaturales, prácticas rituales, cosmogonía, cosmología, dioses, demonios, cultos, ritos, sacerdotes y enseñanzas éticas entre otras, fueron tomadas casi por completo de los Sumerios. Los sumerios fueron los antiguos habitantes de sumeria, región histórica de Oriente Medio que formaba la parte sur de la antigua Mesopotamia, entre las planicies aluviales de los ríos Éufrates y Tigris. Los sumerios se llamaban a sí mismos sag-giga, que significa literalmente “el pueblo de cabezas negras”. La palabra acadiana shumer puede representar este nombre en el dialecto, la palabra bíblica Shinar, pudo haber sido variante de Shumer. De acuerdo al historiador babilonio Beroso, los sumerios fueron “extranjeros de caras negras”. La civilización sumeria está considerada como la primera y más antigua civilización del mundo. Sin embargo, los babilonios, cuya raza étnica predominante era la amorrea, sin duda modificaron muchas de las creencias y prácticas inspiradas en los sumerios, de acuerdo a su propia herencia cultural y disposición psicológica. La religión del imperio babilónico comprende un amplio panteón politeísta, formado por seres de forma humana, pero con poderes e inmortalidad sobrehumanos. El panteón era el lugar destinado para los dioses desde el cual dominaban al mundo según su disposición. Aunque el feroz y cruel pueblo asirio, racista y guerrero hasta la medula, tan importante en el oriente antiguo desde el punto de vista, político y artístico, careció casi por completo de espíritu religioso elevado. Sus ideas a este respecto resultan vacías, monótonas, aburridas copias de la religión sumerio-acadia, adaptada más o menos burdamente a sus ambiciones y características guerreras. La religión tuvo muy poca influencia, mientras que todas las actividades y muy particularmente el arte se consagraron a exaltar la mezquina gloria terrena de los príncipes reinantes

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Page 1: Religiones de Los Imperios Antiguos

IMPERIO BABILONICO: Muchas de las creencias de los pueblos antiguos tienen su origen en Mesopotamia, quienes veían a los dioses como seres terribles y vengativos que solo protegían a los pueblos que los adoptaban. El imperio Babilónico no fue la excepción ya que La moral, creencias sobrenaturales, prácticas rituales, cosmogonía, cosmología, dioses, demonios, cultos, ritos, sacerdotes y enseñanzas éticas entre otras, fueron tomadas casi por completo de los Sumerios.

Los sumerios fueron los antiguos habitantes de sumeria, región histórica de Oriente Medio que formaba la parte sur de la antigua Mesopotamia, entre las planicies aluviales de los ríos Éufrates y Tigris. Los sumerios se llamaban a sí mismos sag-giga, que significa literalmente “el pueblo de cabezas negras”. La palabra acadiana shumer puede representar este nombre en el dialecto, la palabra bíblica Shinar, pudo haber sido variante de Shumer. De acuerdo al historiador babilonio Beroso, los sumerios fueron “extranjeros de caras negras”. La civilización sumeria está considerada como la primera y más antigua civilización del mundo.

Sin embargo, los babilonios, cuya raza étnica predominante era la amorrea, sin duda modificaron muchas de las creencias y prácticas inspiradas en los sumerios, de acuerdo a su propia herencia cultural y disposición psicológica.

La religión del imperio babilónico comprende un amplio panteón politeísta, formado por seres de forma humana, pero con poderes e inmortalidad sobrehumanos. El panteón era el lugar destinado para los dioses desde el cual dominaban al mundo según su disposición.

Aunque el feroz y cruel pueblo asirio, racista y guerrero hasta la medula, tan importante en el oriente antiguo desde el punto de vista, político y artístico, careció casi por completo de espíritu religioso elevado. Sus ideas a este respecto resultan vacías, monótonas, aburridas copias de la religión sumerio-acadia, adaptada más o menos burdamente a sus ambiciones y características guerreras. La religión tuvo muy poca influencia, mientras que todas las actividades y muy particularmente el arte se consagraron a exaltar la mezquina gloria terrena de los príncipes reinantes sobre montañas de cadáveres. El palacio se impone al templo; las estatuas de los reyes son más numerosas que las imágenes de los dioses; los finos relieves historiados (maravillas del arte), se preocupan fundamentalmente de presentar las conquistas del rey, las crueldades del rey, los placeres del rey… el rey siempre, inhumano y magnifico, exagerado en la belleza y la fortaleza de su tipo físico, que es al mismo tiempo, verdadero símbolo de una raza desdichada, pero satisfecha de su propio orgullo. Casi lo mismo puede decirse del segundo reino de Babilonia, que acaso vuelve con más pureza a las viejas tradiciones mesopotámicas sin lograr darles con su nacionalismo, apuesto a la opresión, asiria que habían arruinado, una vitalidad que ya habían consumido los siglos.

Ashur o Assur, fue la mayor novedad religiosa de los asirios; en realidad, la divinización de su propio pueblo en su jefe. Este dio nombre a los asirios y a su territorio originario, como dios nacional; pero de acuerdo con el ser supremo anterior, y gracias a esto, pudo convertirse en el rey

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de la totalidad de los reyes, creador de sí mismo, creador del cielo de Anu y del infierno, autor de todos los hombres, morador de los cielos brillantes, señor de los dioses que fija los destinos…

Era ante todo dios belicoso que compartía el espíritu guerrero de su pueblo, acompañaba a los ejércitos en sus campañas y luchaba a su lado; dirigía los golpes de los soldados y daba la victoria a sus armas. En agradecimiento recibía las primicias del botín. Se le presentaba en forma de disco alado, montado sobre un toro o flotando en el aire. Por su carácter de divinidad suprema era el gran dios de la fertilidad se le figuraba rodeado de árboles y le acompañaba una cabra como atributo de la naturaleza.

Otros dioses respecto a esto, ya advertimos que esencialmente son los mismos del ciclo sumerio-acadio; algunos desaparecen, otros cambian de nombre o adquieren más relieve, pero en el fondo no varían. Después de Ashur, la más importante es Ishtar, convertida ahora en su esposa y equivalente femenino; a veces se le llama Belit (soberana) o, simplemente, la Asiria. Más que patrona del amor, su ocupación predilecta es tan agresiva como la de su esposo, es la “heroína” de los combates, la que no perdona a los enemigos de Ashur… Los dioses que se invocan con más frecuencia, junto con los anteriores son: Shamash, Adad, Marduk, Nabu, Inurta, Nusku y Sin, procedentes todos del antiguo panteón.

Los genios y demonios ya existían en tiempos antiguos, y la mayor parte de los asirios son los mismos o sus descendientes más o menos transformados; pero en esta época adquirieron particular importancia y aparecieron o hallaron personalidad definitiva, algunos muy significativos. Se dividían en buenos y malos; los primeros eran genios de la vida de la naturaleza, dispensadores de la fecundidad y la riqueza, y protectores de las ciudades y los hombres; los segundos, seres infernales que inducían al pecado, provocaban las enfermedades y la muerte, y torturaban los espíritus de los muertos. Entre los benéficos destacan dos categorías muy características y glorificadas por el arte: los que tienen cuerpo de hombre, cabeza y alas de águila, visten túnica real y rocían con el agua, el árbol sagrado de la vida, son la personificación de la fecundidad vegetal, o del polen que produce las futas y pasa de unas plantas a otras arrastrado por el viento o en las de los insectos. Los protectores de ciudades y palacios, lo que explica sus emplazamientos en las puertas, tenían forma de león alado con cabeza humana, barba y melena largas y rizadas, tiara y dos pares de cuernos, emblema de categoría divina inferior. Los genios perversos tienen cuerpo humano y cabeza monstruosamente fea, o bien de león, llevan dos o más ala, y su ferocidad solo se rinde ante los ataques del rey, que aparece frecuentemente representado en los relieves, persiguiéndolos o derrotándolos.

Sacerdocio y culto: salvo detalles de cambios de estilos y costumbres, poco variaron desde tiempos anteriores. El cuerpo sacerdotal comprende los mismos órdenes de tres clases de sacerdotes, que se dedicaban a los sacrificios, oraciones, magia, adivinación, etc. El príncipe o rey era también el lugarteniente de los dioses en la tierra. Las oraciones están de acuerdo con la ambición y la egolatría de este pueblo y de sus gobernantes. La justicia a la manera asiria, naturalmente, era muy importante; la virtud religiosa era recompensada con riquezas, salud y larga vida en este mundo, pero no existe en el más allá una retribución proporcionada a sus

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buenos actos y a los malo, y la eternidad del asirio era tan descorazonada o más, que la del sumerio.

IMPERIO MEDO PERSA: Pocos pueblos cultos ofrecen tantas dificultades para la investigación de las ideas religiosas. Lo que hoy sabemos de las creencias de los medos y persas se reduce casi exclusivamente a un importante texto llamado Avesta, referente a las ideas de Zarathustra (llamado Zoroastro por los griegos). Pero antes de la existencia del gran reformador hubo otros credos, que en parte aprovecho, transformándolos y desfigurándolos. La fuente principal, y prácticamente exclusiva de esta época, es el Avesta que, a su vez, plantea problemas casi insolubles.

El Avesta es una colección de composiciones religiosas, de diferentes épocas y contenido, relativas al Mazdeísmo. Avesta debía significar texto fundamental, en oposición a Zend o comentario; algunos sin embargo le han llamado Zendavesta, uniendo las dos palabras. La lengua del Zend es medo persa, pero no la de Avesta, que es indoeuropea, y que se halló en lugar y época desconocidos.

El pensamiento o núcleo esencial, lo forman unos himnos llamados Gatha, que contienen el primitivo pensamiento de Zarathustra, pero son tan concisos, abstractos y difíciles de interpretar, que constituyen uno de los mayores problemas lingüísticos.

El Zendavesta en el siglo III a.C formaba veinte secciones de cien mil líneas cada una, estaba en Alejandría, luego dice la tradición, que una copia escrita con caracteres de oro en doce mil pieles de buey, fue depositada en el tesoro real de Shiz, mientras que otra copia se enviaría a Persepolis, donde ardió cuando Alejandro Magno mando a incendiar el palacio. Luego los seguidores de la antigua doctrina redactaron, bajo el dominio musulmán, una especie de resumen llamado Denkart, en los comienzos del siglo VIII d.C. En el siglo XI, el propio resumen era tan raro que apenas se podía hallar uno en la ciudad de Nagdad. De él y otros fragmentos más antiguos procede el Avesta actual, dividido en cinco partes, y que solo conserva una parte antigua completa, el Vendidad, en sus orígenes el libro XIX del Avesta. Otro problema es que durante toda la época del Avesta se fueron añadiendo escritos al Avesta, en épocas diversas y por manos de autores muy diferentes, no faltaban las contradicciones, las interpolaciones y variantes, los comentarios y modificaciones en verso y prosa; hasta tal punto que todo se embrolla y, en muchos casos, es casi imposible clasificar las diversas partes y apenas resultan inteligibles. Para colmo, en tiempos de los Arsácidas se depuró el texto, se añadieron conocimientos profanos de medicina y astronomía de carácter litúrgico. Por esto, la difícil interpretación y las oscuras y escasas citas de la literatura medo persa, hay que recurrir a las fuentes de traducción griegas y latinas, que son tardías, de segunda o tercer mano y que en su mayoría no han llegado integras hasta nosotros, por lo que suelen complicar más que aclarar los problemas.

Otra fuente de investigación para la religión medo persa es la descripción de Herodoto, pero apenas quedan fragmentos del libro de Teopompos sobre la religión persa, los filósofos neoplatónicos se interesaron mucho por las ideas de la religión persa y de sus escritos quedan

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reliquias transmitidas por Plutarco, Plinio, Diógenes, Laercio, Agatias, Amiano, y Marcelino estos nos dan buenas noticias también hay escritos de autores armenios, sirios y árabes.

Su carácter era bastante diferente, ya que fueron las menos crueles de todos los colosales estados orientales, poseían una moral recta, favorecían la justicia, las grandes obras públicas, perfeccionaron el sistema de correos, etc.

La religión del imperio, llamado algunas veces persa, otras medo persa y otras iranio, no se limita a una sola religión, ya que hubo varias, complicadas con diversas variantes, en una zona geográfica tan extensa. Pero apenas sabemos nada de ellas. Nuestros conocimientos se limitan a confusas noticias sobre las ideas fundamentales de los primeros tiempos, claramente indoeuropeos, y sobre todo la gran reforma de Zarathustra, que en realidad fue el fundador, sobre bases anteriores de una nueva religión que fue la más típicamente persa y de mayores consecuencias.

*La primitiva religión Irania (medo persa): era naturalista, basada en oscuras leyendas, con un dios solar fundamental relacionado con el fuego: Mitra. Se deduce también que se rendía culto a: Varuna, Indra y a los dos Nasatya o Dioscuros, a estos debió precederles un dios más antiguo, Dyaush Asura (señor de la luz), casi perdido en algunos textos, cuyas propiedades pasaron a Varuna (cielo) y Mitra (amigo y/o sol), que en sus comienzos fueron personificaciones de dos funciones de los anteriores y rectores de orden universal y del moral. A su vez fueron cediendo su importancia ante Indra, primero dios de la tempestad y, después, de la guerra. Varuna se concibió como el lado opuesto de Mitra, con carácter tenebroso, pero considerado como un rey justo que castiga a los malvados. Varuna es fundamental para la reforma de Zarathustra, ya que exalto de manera absoluta su personalidad, prescindió del carácter tenebroso, reforzó el significado ético, y sólo le faltó cambiar el nombre de Varuna por el de Ahuramazdah para entronizarlo en la cumbre de la nueva religión. Junto a Ahuramazdah figuran los Ameshaspenta (bienhechores inmortales, santos inmortales), especie de ministros celestes que forman su corte, también figuran Indra y Nasatya, fueron rebajados a demonios; y el primero claramente a divinidad inferior o maléfica.

Mucho se ha discutido si los Ameshaspenta (que como su nombre lo indica, deben ser cinco), junto con Mitra y Varuna, bajo esos nombres estaban ocultos el sol la luna y los cinco planetas (descubiertos hasta entonces), ya que los planetas tienen sentido benéfico y maléfico entre los iranios primitivos. Pero sin duda alguna la más popular de todas las divinidades fue Mitra.

Era originariamente un dios solar de la luz y del fuego, derivado de los fenómenos del astro del día, al que se suponía en lucha con un toro que representaba las fuerzas del mal. Como es natural, se convirtió también en una divinidad de los muertos, juez justo y sabio de los difuntos, ayudado por Sraosha (obediencia) y Rashnu (justicia), con los que forma una trinidad.

Los más antiguos himnos del Avesta, los Gatha cantan alabanzas al ser supremo: Mitra, y presentan las demás figuras celestes como meras comparsas o servidores. A este ser supremo con el nombre de Mitra se le llamo luego con el nombre compuesto de: Ahura (señor) y Mazdah (sabio). Ahuramazdah es por lo tanto, el Señor de la sabiduría.

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De Ahuramazdah, o mejor de la segunda palabra, se deriva el nombre de Mazdeísmo dado a esta religión, y de Mazdeos a sus seguidores. No queda muy clara la naturaleza de esta divinidad suprema, que primero tuvo una consideración monoteísta y luego dualista. Pero fue Zarathustra quien añadió un sentido dualista, para explicar la existencia del bien y del mal.

Al espíritu bueno recto: Mitra o Ahuramazdah se le opone la personificación de la muerte del mal y de todo lo negativo con el nombre de: Angramanius, que posteriormente se le llamo Ahriman.

Se trata de un ser supremo y único en sí mismo, que en un aspecto más concreto ofrece ambos principios como manifestaciones antagonistas, complementarias y necesarias de sí mismo.

El principal colaborador de Ahuramazdah era Asha (verdad) su propio hijo, creado por el simple acto de su sabiduría, le sigue Vohu Manah (recto sentir) otro hijo del sabio señor. Otros personajes benéficos ayudantes de Ahuramazdah son: Armaiti (humildad), Haurvatat (integridad), Amrtatat (inmortalidad), etc. Los ayudantes de Angramanius o Ahriman son: Haoma Druj (mentira), Aka Manah (mal sentir), Aeshma (furor loco, ira)… Todos ellos en conjunto reciben el nombre de Devas, es decir dioses maléficos o demonios infernales.

Finalmente en su aspecto metafísico, el mazdeísmo afirma que los dos principios antagónicos están de lucha permanente, de manera que sus victorias y derrotas se compensan exactamente y mantienen el equilibrio del universo actual hasta el fin de los tiempos. En ese momento se producirá la victoria final y definitiva de Ahuramazdah y sus seguidores; los justos serán premiados durante toda la eternidad, mientras que el espíritu del mal, sus demonios y los réprobos serán definitivamente vencidos.

Zarathustra no fundo su religión por simple capricho, ni por vanidad o lucro personal, sino por una profunda convicción que le impulsaba a mejorar la condición humana. Así se explica que el mazdeísmo considere esta vida como reflejo fiel del gran drama espiritual y universal. El ser supremo lo ha creado todo; dentro de esta creación el hombre es la pieza más noble, dotada de cuerpo y espíritu, y también de inteligencia y voluntad, por lo que puede elegir entre Ahuramazdah o su antagonista Ahriman.

En el aspecto social el mal está representado por los nómadas de desierto, pastores y cazadores violentos y sanguinarios. El bien se representa con los pacíficos agricultores de aldeas. Como Ahuramazdah representa la vida y Ahriman la muerte, el hombre fiel debe favoreceré intensificar todo lo que alienta, desde el cultivo de los campos hasta la reproducción de los animales domésticos, así como la crianza de hijos robustos o la floración de bellas plantas en los jardines. Era pecado dejar un campo yermo. El ideal del sabio señor es una sociedad bien avenida, justa, defendida contra todo daño externo, progresiva y justa moralmente.

La verdad es uno de los puntos básicos de la doctrina de Zarathustra, así como la pacífica convivencia y los deberes del amor y respeto hacia el prójimo. Contra el mentiroso y violento se pueden emplear todos los medios, los suyos propios, incluso atacarle; sin embargo, debe de

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hacerse antes, todo lo posible para ganarlo a la doctrina del bien; y si se consigue, el justo logra uno de sus mayores triunfos y méritos, sino se consigue no debe haber perdón para los malos.

Las ideas morales del mazdeísmo pueden resumirse en: recto sentir, recto hablar y recto obrar. Aunque era lícito destruir a los enemigos, en algunos aspectos, el trato que les daba el mazdeo era rigurosamente moral, no por respeto al enemigo, sino por cumplir con los preceptos propios. Así evitaba el mentirles y el ser desleal con ellos; la verdad y la sinceridad eran tan obsesivas para los persas, que Herodoto nos cuenta que la educación de los muchachos consistía sobre todo en enseñarles a montar a caballo, disparar el arco y decir siempre la verdad por encima de todo. También aborrecían las deudas por ser origen de falsedades.

El Mazdeísmo exaltaba la pureza de costumbres y el papel de la familia; una prole numerosa y fuerte era un don del cielo ya que los muchachos eran soldados que engrosaban las huestes del bien en su lucha contra el mal. Todos los vicios que eran contrarios a la naturaleza eran condenados con penas gravísimas, ya que se consideraban actos infamantes provocados por Ahriman. El mazdeísmo no concedía lugar a la contemplación, ni a la vagancia, terrible pecado, sino que impulsaba al trabajo, que era considerado como una acción meritoria y digna de premio, incluso el de carácter más humilde.

Para el mazdeo había demasiados animales y cosas impuras, cuyo contacto era peligroso y exigía complicada purificación. Debían preservarse de manera especialísima de toda impureza los tres elementos sagrados: agua, fuego y tierra, era horroroso el contacto con la enfermedad y la muerte, o bien con las inmundicias. Plinio nos dice que el persa Tiridates hizo su largo viaje a Roma por tierra, no por mar, por el temor de impurificar el agua con sus necesidades naturales. En tiempos avanzados, la moral mazdea llegó a la noción clara del pecado; los había perdonables y otros sin perdón posible. Establecieron también la confesión auricular, que libraba de todas las penas del otro mundo, pero no de los castigos terrenos en el caso de los pecados sin perdón, porque el penitente debía presentarse después a recibir los castigos correspondientes, a la muerte incluso, aunque con la seguridad de que su alma se hallaría después a salvo.

No significa todo esto que los persas fueran de bondad excepcional; entre la teoría y la práctica del mazdeísmo hubo las inevitables diferencias, sobre todo por parte de los reyes y de los poderosos. Sin embargo, esta religión elevo su estado social y moral por encima de todos los pueblos de la antigüedad, y desde luego su trato con los vencidos fue siempre de una benevolencia que admiro a las naciones más civilizadas, después de su época, incluso a los griegos y romanos.

*Evolución del Mazdeísmo: La gran potencia política del imperio medo persa y la perfección de sus comunicaciones favoreció mucho la difusión del mazdeísmo, sobre todo es su aspecto ético-social, más comprensible y beneficioso para todos que la teoría metafísico-teológica, demasiado complicada para las masas, y qué sólo alcanzo difusión en los cenáculos restringidos de los magos. No eran estos, como escribieron algunos autores antiguos, ni una tribu originaria de media que alcanzo poderes especiales, ni hombres que tuvieron el más mínimo contacto con las prácticas de hechicería o magia, como posteriormente se ha supuesto con enorme y grosero error, sino

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seguidores selectos, discípulos de Zarathustra, que conservaron sus doctrinas intelectuales. No es admisible que todo el pueblo persa conociera en su pureza la doctrina del reformador; junto a ella se practicaba también el politeísmo popular en la masa baja, al menos externamente: donde los sacerdotes realizaban ritos de tipo popular en los que no creían, reservándose para sí las más elevadas concepciones teológicas que era imposible exponer a la credulidad del pueblo inculto, al que como mal menor dejaban sus viejas y supersticiosas ideas.

El más famoso de los magos fue Gaumata, a quien Cambises II confió la regencia del imperio durante su campaña de conquista en Egipto; el mago aprovecho la ocasión para usurpar la corona y restablecer con la máxima pureza la doctrina de Zarathustra. Fue derrotado y muerto, y desde entonces los magos tuvieron que ser mucho más tolerantes con las creencias populares para evitar la desconfianza que recayó sobre ellos.

Con el paso de los siglos fueron inevitables las alteraciones y las sectas como el savanismo, que concibe el dualismo de manera absoluta, e incluso lo hace extensivo a los animales, las plantas y las cosas; se exageró el ritualismo, y el mazdeísmo se fue matizando por el pintoresquismo popular. Se trata por lo tanto de una especie de regresión a la religión aria primitiva, y en el llamado Avesta moderna se reintroduce la figura preeminente de Mitra, reaparece la de Indra (que Zarathustra había condenado a dios maléfico), se destaca el Haoma, etc. Se multiplicaron las divinidades de origen naturalista y crecieron hasta lo inverosímil las divinidades menores benéficas y maléficas, con lo que se perdió la grandeza de la primitiva concepción Zoroástrica.

*El principio y el fin del hombre y del universo según el mazdeísmo: El término de la vida humana y el fin general del universo estaban previstos desde los comienzos. Los 12.000 años de duración de este mundo se dividen en cuatro periodos iguales de 3.000 años.

Ahuramazdah el creador increado, procede, en el principio, a la formación inmaterial de los seres que no pasan de su pensamiento; prevé también la aparición de Ahriman, que surge de las tinieblas, y aunque le propone la paz, este no la acepta, por lo que estalla una lucha que durara los 9.000 años siguientes y terminara con el triunfo definitivo de la luz. También el segundo periodo lo ocupa la materialización de los seres buenos y malos, por los dos principios antagónicos. El tercero representa las vicisitudes de nuestro mundo desde el primer hombre hasta el advenimiento de Zarathustra, el cuarto, los acontecimientos, al conducir a la victoria del mazdeísmo lograran el triunfo eterno de Ahuramazdah en el juicio final.

*Inicio de la vida en la tierra: El sabio señor creó al primer hombre, Gayomart, y al primer toro, Goch, productores de todo lo que vive; ambos mueren por la obra de Ahriman, pero de la simiente de Gayomart surge del fondo de la tierra la primera pareja humana: Machya y Machui. La primera pareja se hundió en el mal, habiendo sido tentados por él, y se convirtieron en cabeza de la mentira; pero como Ahriman era más culpable que ellos, no perdieron la protección de Ahuramazdah. Aprendieron la civilización, poblaron el mundo con sus muchos descendientes y recibieron varias revelaciones divinas. No obstante el hombre quedo sujeto al pecado, por lo que

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fue precisa la venida de Zarathustra, la confesión (patet) de los pecados, las purificaciones y las penitencias.

Estos actos piadosos son imprescindibles cuando el enfermo se acerca a la hora de la muerte; se le lava, se le viste de blanco, el sacerdote le confiesa y derrama el líquido sagrado Haoma (jugo sagrado que tuvo enorme importancia) en su boca y en sus oídos; cuando expira le recita las oraciones de los muertos. Todo esto era muy importante, porque en las últimas horas de la vida de un hombre los espíritus malignos redoblaban contra él sus ataques. El cadáver se trasladaba después, en un ataúd de hierro, al Dakhma o torre del silencio, situado en el desierto. Eran construcciones circulares de piedra con un tejado inclinado hacia dentro, de modo que todo vertiera a un agujero central, allí se abandonaban los cadáveres, colocándolos concéntricamente. Cuando la putrefacción y las alimañas de rapiña los habían reducido al esqueleto, se empujaban los huesos al interior. Era la única solución posible para no contaminar el agua, el fuego o la tierra.

Para el mazdeo esto no era el fin, sino el principio de la vida del alma, y la espera para la resurrección del cuerpo, y el juicio definitivo en el final de los tiempos. En el cielo existe un libro de registro en donde se anota sin posible error u omisión todo lo malo y todo lo bueno de cada uno; el juicio obtenido por el peso del alma en una balanza, esta determinaba por el peso superior de unas u otras acciones. Al principio se entronizaba como juez a Zarathustra, luego al propio Ahuramazdah y más adelante una trinidad presidida por Mitra.

Antes de separarse del cuerpo, el alma permanece tres días y tres noches junto al cadáver; el conjunto de todas sus acciones pasadas se presentan al alma del justo y acaba tomando la forma de una bella doncella, representando su conciencia, mientras tanto, el alma se siente feliz en un jardín y la acaricia un viento suave del sur. Las almas de los réprobos experimentan exactamente lo contrario, y su conciencia se les aparece como una horrible arpía.

El juicio era inexorable y solo se regía por el conjunto de las obras, ante el eran exactamente iguales: reyes o mendigos, ricos o pobres. Como reflejo los tribunales terrestres nunca condenaban a un hombre por un solo acto, sino por el conjunto de todos los buenos y malos que había cometido hasta el momento del juicio. El alma juzgada debe atravesar el puente de la separación, tendido sobre el cielo y la tierra; y si es justa, el puente se ensancha, en cambio los malvados lo ven disminuir bajo sus pies hasta hacerse tan estrecho como el filo de una navaja y cae en un horroroso abismo infernal.

Se describe también una especie de Apocalipsis, que prepara el tercer hijo de Zarathustra, llamado Saushyant. Antes de la venida de Saushyant ocurrirán cosas portentosas en el mundo: los hombres volverán a sus costumbres primitivas, como si el tiempo marchara hacia atrás, y al final resucitaran los muertos; todos tendrán ante sí la visión de sus acciones y los buenos destacaran de entre los malos. Reunidos sobre la tierra, serán al final separados; la serpiente Gokahr descenderá al suelo por un rayo de luna y difundirá el terror en la tierra; todos los metales se transformaran en un rio ardiente, que atravesaran los justos como si se tratara de un baño de leche templada, y los réprobos como un mar de metal ardiente. Los buenos lo cruzaran cantando. En ese momento los

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sufrimientos de los réprobos habrán sido ya tan prolongados y terribles, y tan inmensa la virtud del rio metálico, que también saldrán purificados de su corriente.

Saushyant sacrificara al toro Hadayosh, y con su grasa y el Haoma hará una bebida que dará la inmortalidad a los hombres.

Inmediatamente tendrá lugar el último combate: Ahuramazdah y sus ya numerables huestes atacaran a Ahriman y a los espíritus del mal; el primero lo derrotara con sus oraciones y los precipitara al infierno. Entonces reinara la pureza, pues el propio infierno será purificado, la tierra será llana, feliz, lo transitorio desembocara en lo eterno, el mal desaparecerá para siempre, no quedara ni rastro del primitivo dualismo, y toda la creación vivirá eternamente feliz cantando las alabanzas de Ahuramazdah.

*Los sacerdotes y el culto: Los actos religiosos tuvieron inmensa importancia entre los persas, muchos de ellos quedan ya indicados en páginas anteriores, por ejemplo, los relativos a la confesión y penitencia, al rito funerario, etc. Sabemos también que la oración era tan fundamental que no solo proporcionaba el auxilio de la divinidad al hombre, sino que el propio Ahuramazdah se beneficiaba con ella ya que aumentaba sus fuerzas en la lucha contra el mal.

Pronto se fue complicando el culto y exigió sacerdotes especializados, que formaban una casta escogida entre las personas más cultas generalmente entre los magos, lo que no significaba que todo mago fuera necesariamente sacerdote. Como su actividad se relacionaba constantemente con el fuego, recibieron el nombre de athravan, que los griegos tradujeron por pyreti, es decir gentes relacionadas con este elemento, piros significa fuego en griego. Cualquier intromisión de otras personas en sus actividades era un tremendo sacrilegio; durante las oraciones que pronunciaban ante el altar del fuego se cubrían la boca con un velo para no contaminarlo con su aliento. El bastón, el cuchillo y la correa que llevaban como insignias les servían para matar a los animales impuros. Para el culto se usaba un plato para contener las carnes del sacrificio, un mortero para exprimir el jugo del Haoma, que se hacía macerado de cierta planta y al que se atribuían propiedades santificantes extraordinarias, una taza para derramar el Haoma, ramitas de dátil y granado para ciertas ceremonias y otro cuchillo especial.

Había una jerarquía sacerdotal bien organizada con diferentes clases de individuos según la misión de cada uno en el ritual. Los presidia el Zarathustrotema superlativo de Zarathustra, es decir, el sumo sacerdote, el más parecido a Zarathustra y su representante en la tierra. Como era de esperar, el cuerpo sacerdotal alcanzo grandes riquezas e influencias políticas, pero nunca se saciaban y siempre aspiraba a más; el sumo sacerdote pretendía tener mandato sobre toda cosa material con el pretexto de que Ahuramazdah la tiene sobre el universo. Naturalmente, fueron muy criticados y tuvieron que ser frenados más de una vez.

Parece que en ésta época no hubo templos del fuego; posteriormente se hicieron pequeñas capillas donde ardía un vaso colocado sobre una piedra cuadrada y al abrigo del viento; en la época sasánida se llamó Dahr i Mirh, o puerta de Mitra, cuando este dios volvió a resurgir del olvido al que le había relegado transitoriamente la reforma de Zarathustra. Del vaso metálico

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colgaba una campanilla que servía para llamar a los fieles cinco veces al día, cuando entraba el sacerdote a avivar el fuego. En las paredes habían nichos para guardar la leña y el incienso, y como todos estos elementos eran sagrados y no podían contaminarse con el impuro contacto humano, los sacerdotes usaban guantes tenazas y una cucharilla especial para verter el incienso en el fuego. En un local inmediato había otro pequeño altar para uso de la masa de los fieles y el canto de las oraciones comunes; allí se hacían las ofrendas de comida que consumía el sacerdote como representante de la divinidad.

La preparación del Haoma tenía especialísima importancia, se trataba de una planta de color amarillento de la especie ephedra, de la que exprimían un juego sacratísimo; las operaciones de recolección, preparación y uso ritual estaban cuidadosamente reguladas. Como los sacerdotes empleaban íntegramente su tiempo en el servicio religioso, los fieles debían mantenerles; cuando iba a un lugar apartado para predicar, los habitantes de aquella región le alimentaban y pagaban sus gastos. De lo justo se pasó a veces al abuso, y algunos sacerdotes perdonaban grandes pecados a cambio de multas que producían magníficos ingresos. Los mismos textos sagrados distinguen entre buenos y malos sacerdotes.

IMPERIO GRIEGO: Para el estudio de estas ideas religiosas afortunadamente poseemos noticias suficientes para trazar un claro esquema del as ideas religiosas de los griegos. Se conservan dos tipos de fuentes: las artístico-arqueológicas y las literarias.

Caracteres generales de la religión y mitología griega: No es posible presentar un cuadro absolutamente orgánico y unitario porque en realidad nunca lo tuvo. Contrariamente a primera vista, el estudioso se encuentra ante un verdadero caos, un laberinto complicadísimo en el que se pierde fácilmente, todo esto, resultado de un vasto y complejo pensamiento surgido de elementos que fueron convergiendo y transformándose en el pensamiento helénico: de una parte, viejas creencias griegas de origen casi prehistórica; de otra, numerosos dioses de procedencia extraña, especialmente de origen oriental, que se introdujeron en épocas y circunstancias muy diversas y distanciadas entre sí, sin olvidar que oriente tampoco significa unidad, sino inmensa diversidad de pueblos y creencias incluso dentro de cada una de sus civilizaciones; finalmente, las aportaciones más tardías y personales de poetas, filósofos y toda clase de pensadores.

Los protagonistas pueden agruparse en dioses, demonios, héroes y hombres. Los primeros representan las fuerzas positivas que rigen el universo, y pretenden explicarlo de manera simbólica, pero en cierto modo lógica, o al menos racionalizar los misterios de la existencia, de la vida y del más allá. Tienen carácter marcadamente antropomórfico, derivado, en un principio, de la transferencia a un mundo superior de las cortes de los príncipes protohistóricos y de la organización social de los humanos. Como los hombres, estos dioses sienten preocupaciones y dolor, y son capaces del odio, del amor y de todas las demás miserias y grandezas de los hombres, con los que frecuentemente alternan.

Desde luego tienen además otros caracteres que les diferencian claramente de los hombres: son mucho más bellos (o más feos), su fuerza y poder, aunque limitado y sometido al dios supremo

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(Zeus), es infinitamente mayor, así como su estatura y demás cualidades humanas, que poseen inmensamente acrecidas. Su cuerpo físico les priva de la omnipotencia, pero pueden trasladarse a los lugares más distantes con la misma velocidad que el pensamiento. Necesitan comer y beber, aunque sólo se alimentan de néctar y ambrosía; resisten más a las necesidades corporales y desde luego son inmortales, no envejecen nunca, y como es lógico, no enferman jamás, ni son vulnerables por las armas. Sus facultades espirituales también superan a las nuestras; desde el punto de vista moral aborrecen todo lo malo, lo impuro y lo injusto. Poseen maravillosa sabiduría, pueden cambiar el curso de los fenómenos naturales, obrar verdaderos milagros, hacer su voluntad con solo expresarla y metamorfosearse, es decir, adoptar las formas que deseen, desde la humana a la de un animal, una planta, una nube, un río y hasta de los más insospechados objetos.

Forman sociedad y familias, están exentos de ocupaciones obligatorias y frecuentemente se entregan a sus aficiones favoritas o reposan en una dulce vagancia. Dentro de estos caracteres comunes, se agrupan por diversos motivos. Existen los dioses olímpicos, es decir los que moran en el Olimpo, alta montaña de Grecia, de nevadas cumbres, en donde se suponía que vivían los doce dioses mayores y las divinidades secundarias que los acompañaban. Otros, también muy poderosos, ocupan el mundo infernal, el oculto en lo más profundo de la tierra; mantienen estrechas relaciones con los anteriores y son fundamentales para la existencia y destino de los humanos.

Los demonios o seres afines aparecen más o menos personalizados. Son en realidad restos de una religión más antigua, anterior a los dioses olímpicos; cuando estos se organizaron, quedaron reducidos a seres maléficos, opuestos a los mandatos de los dioses y enemigos de los humanos. A veces se convirtieron en simples acompañantes menores de los dioses; por ejemplo, figuran en el cortejo de Dionisos. La palabra demonio deriva de otra griega que significa “espíritu”. Así, pues, no todos son malos, por lo que a veces resultan útiles acompañantes e incluso consejeros de los hombres. Sócrates aludía constantemente a su demonio personal. Entre las personificaciones de las fuerzas negativas rebeldes a los dioses se encuentran los Titanes, gigantes de forma humana, que se opusieron al reinado de Zeus, en el principio de los tiempos, y que fueron derrotados por los dioses olímpicos.

Los héroes son una creación muy característica del pensamiento griego, que conviene aclarar porque sueles tenerse una falsa idea de ellos. Son siempre hijos de dios y mujer o diosa y hombre; estos seres híbridos poseen, por lo tanto, doble naturaleza: por la humana están sujetos al sufrimiento y a muchas de nuestras limitaciones y deben siempre morir; por la divina, poseen cualidades físicas y morales excepcionales y después de la muerte gozan de la apoteosis o triunfo definitivo, y son arrebatados para gozar de la eternidad en compañía de los inmortales. No es extraño que, al lado de la mitología y la religión de los dioses, exista la de los héroes, que adquirieron enorme importancia en Grecia, generalmente ligados a mitos locales.

Los hombres son creación divina, siempre sometidos a las pasiones, a los dolores, a la enfermedad y a la muerte; sus poderes son muy limitados, aunque pueden recibir el apoyo y fortaleza de los

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dioses protectores, a los que deben adoración por deber y devoción, y también para evitar los terribles enojos o propiciárselos en ocasiones difíciles. El alma humana es desde luego inmortal, y después de esta vida le aguarda un destino de ultratumba.

Religión y filosofía: frecuentemente ha sido preciso referirse a los filósofos; conviene recordar, antes de pasar adelante, los últimos contactos entre la filosofía y la religión de los griegos, que en cierto modo están en relaciones semejantes a las ya analizadas en el caso del arte. Paralelamente a la aspiración filosófica a conocer la verdad absoluta, que por naturaleza debe ser única, hay también en la religión griega una tendencia al dios único, al monoteísmo, y al universalismo; y aunque ambas ciencias se contradigan y se combatan a veces, también se apoyan mutuamente: la religión elaboro sus elevados conceptos a partir del material que le suministro primeramente la mitología, y si ésta tiene un sentido profundo, que la eleva por encima de la novela o el cuento, es gracias al sustrato piadoso y de profunda comprensión que la anima en lo más hondo de sus raíces. Y esta fusión y corriente espiritual en doble sentido no habría sido posible sin el pensamiento filosófico.

Gracias a él, las oscuras fuerzas naturales primitivas, elevadas y racionalizadas después en el antropomorfismo, adquirieron un primer matiz de espiritualidad debido a este carácter humano, para luego elevarse mucho más, ya que el dios no quedó relegado a la personalidad limitada de un cuerpo, encerrado en uno o varios templos, sino que se le proyecto a un mundo trascendente; se le transfiguro en autentico ser de naturaleza espiritual que cuando era necesario venia al santuario y a la tierra, incluso en forma personal, pero sin perder por esta circunstancia su universalidad. La situación predominante de ciertos dioses, su difusión entre numerosas ciudades-estados griegas, que favorecieron la evolución hasta el concepto de universalidad y monoteísmo, que desde luego no se alcanzó de manera absoluta hasta las formulaciones teológico-filosóficas de los pensadores más elevados.

Dentro del pensamiento religioso general se formaron varias sectas que partían del mito de ciertas divinidades, como Dionisos, pero que calaron en el sentimiento religioso y adquirieron inmensa importancia espiritual con prácticas muy rígidas, tales como éxtasis, ascesis y auténticos arrebatos de misticismo. Fue en el caso de los órficos (de Orfeo) o de los pitagóricos. El fundador de los últimos fue Pitágoras de Samos, que nació el año 585 a. de C. y viajo por Egipto y otros países de religiones más elevadas que la griega de su tiempo. Sintetizó con gran esfuerzo y originalidad estas doctrinas y fundó un sistema donde la ciencia especialmente la de la mística matemática de los números y relaciones, la filosofía y la religión llegan a fundirse y aspiran a construir una forma ideal de la vida individual y social, corpórea y espiritual, presente y futura. En tal sentido puede considerarse a Pitágoras como uno de los grandes reformadores religiosos de la historia.

Otro producto de muy elevado de la especulación teológico-filosófica fue el concepto de Logos, vocablo griego que significa “palabra”, pero que en aquel pueblo tenía un sentido mucho más profundo como idea de la palabra creadora y omnipotente, identificada como el pensamiento divino. Salvando diferencias, la idea se aproxima a las que nosotros podamos tener del Verbo divino, o también al misticismo de la palabra generadora del demiurgo Atum, de la religión egipcia.

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Desgraciadamente, el Logos se supuso atributo de varios dioses, como Plutón, Hermes, luego fue adorado como divinidad personal, y en manos de intelectuales de mala ley, como Gorgias (sofista), degeneró hasta convertirse en una especie de poder supersticioso, mágico a disposición y servicio de todos con tal de que asimilaran los ejercicios de su escuela y aplicaran rutinariamente las formulas externas.

La religión griega, en su fase desarrollada, es una relación de amor entre los hombres y los dioses: adoración por parte de los primeros, protección por parte de los segundos. Esto es cuanto al hombre en particular, pero el individuo no vive aislado, sino en sociedad, lo que explica también las relaciones entre estado y religión. Grecia ofrece en este aspecto un equilibrio perfecto de ambas potencias, que no se interfieren ni predominan la una sobre la otra, sino que se apoyan mutuamente. La religión confortaba los corazones, impulsaba hacia el bien y se orientaba hacia lo trascendente; en este campo concreto, que nunca pretendió sobrepasar ambiciosamente como en Egipto y en la mayor parte de las culturas y países, y el estado no podía hacerle competencia, al contrario, la favorecía por todo lo que significaba de mejoramiento de los ciudadanos, de fortaleza de la moral y de refuerzo de sus virtudes, incluso de las cívicas. Las cualidades de la raza, el destino del pueblo y de la ciudad, estaban también ligados a la religión; en sus templos eran favorecidos y venerados los dioses, pero sin someterse a una teocracia o gobierno de los sacerdotes.

Las luchas políticas influyeron tan poco en la pureza de la religión que los Estados poderosos nunca impusieron sus dioses predilectos a los débiles y pequeños, que a veces eran sedes de oráculos o templos famosos que recibían la veneración de los más fuertes, o incluso de todos los pueblos helénicos, sin que en ello contaran las conquistas ni los más antagónicos intereses mundanos.

Desde luego, la religión era oficial en todo Estado griego, ya que la impiedad era considerada como el mayor de los males y origen de todos los demás. Al considerar la ciudad (polis) como una gran familia, el templo equivalía al lugar común de las ofrendas y sacrificios de toda la colectividad, como ampliación del altar domestico de toda la familia privada. Cuando un grupo de la ciudad lo abandonaba para fundar en tierras lejanas un nuevo establecimiento o colonia, se llevaba reliquias e imágenes, y construía bajo otro cielo un templo derivado del de la madre patria, regido por idénticas leyes sagradas y obligado a la observación de los mismos ritos. Estas colonias tenían tanta independencia que prácticamente constituían Estados independientes, pero íntima y voluntariamente ligados, en todas las acciones exteriores, al que les dio origen; y precisamente los lazos religiosos eran los que más fuertemente unían a estas organizaciones helénicas, que, en cierto modo, se han comparado a la moderna Commonwealth británica.

El universo y el origen de los dioses: sabemos que la religión tuvo una parte fundamental en estas culturas, pero es poquísimo y muy vago lo que hoy sabemos de ella. Las fuentes de información se reducen a los datos arqueológicos, las obras de arte y las noticias muy escasas conservadas por los autores griegos. Los viejos mitos egeos influyeron sobre Grecia y se transformaron en otros; los más famosos son los del rapto de Europa, el rey Minos, Parsifae, el Minotauro y el laberinto, Dédalo e Ícaro, las aventuras de Teseo y otros, peo las formas en que llegaron hasta nosotros

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distan muchos siglos de las originarias y están, sin duda, muy reelaboradas y desfiguradas por otras creencias y redacciones literarias, lo que apenas permite formar idea de su esencia primitiva. Los textos escritos eran ilegibles hasta hace tres o cuatro años; recientemente parece haberse adelantado en su interpretación, por lo que podemos esperar para pronto la solución de una de las grandes incógnitas culturales de la historia, y si entre ellos los hay de tipo religioso, es posible que dentro de algunos años sepamos algo más sobre las creencias de aquel remoto, rico y misterioso, comparable a las grandes civilizaciones de Egipto y Mesopotamia.

Los idolillos y cabezas de rara modernidad de las Cícladas hacen pensar en una primera etapa fetichista en los albores de la civilización histórica; seguiría después un periodo de marcado antropomorfismo, precisamente el ocultado y desfigurado por las leyendas griegas tardías a las que acabamos de referirnos.

De todos modos, puede personalizarse una gran diosa, madre universal o deidad femenina de la fecundidad, símbolo de la propia naturaleza, seguramente derivada de los mitos agrícolas neolíticos, de carácter matriarcal. Es la misma diosa madre que se encuentra en muchos pueblos primitivos y en los orígenes de todas las mitologías, y que al desarrollarse éstas, en tiempos más cultos e históricos, se transforma en una o varias diosas (en este caso, cada una es la personificación de sus atributos). Esta diosa reunía todos los poderes divinos: regia la naturaleza, era señora del cielo y gobernaba los astros; también dominaba la tierra, y por lo tanto todo lo que en ella vive; por extensión, el mundo subterráneo, y lógicamente, regia la muerte.

Ignoramos el varadero nombre de esta diosa madre, aunque los griegos la asimilaron a la oriental Rhea (la Cibeles de los romanos). También se la ha querido identificar con Dictynna, divinidad del monte en que los griegos suponían que había nacido Zeus, precisamente en Creta. Britomartis, también según los griegos sería otro de sus nombres o atributos; al parecer significa “La Dulce Virgen”. Según ellos, era una doncella cazadora requerida de amores por el rey Minos, al que rechazo huyendo en rápida carrera que duro nueve meses (los de gestación) y al final se arrojó al mar por un acantilado; cayó en las redes de un pescador, por lo que se la llamó Dictynna o “Diosa De La Red”. Para recompensarla por su castidad, Artemis la elevo a la categoría de los inmortales; se aparece de noche a los navegantes. Los griegos llegaron a convertir a Britomartis-Dictynna en la Artemis cretense.

Posteriormente debió imaginarse un dios para compañero de la diosa madre, como repetidamente sucedió en Oriente, y como allí, acaso sometido a ella según la mentalidad matriarcal neolítica. Los griegos la llamaron Asterios (estrella) por su calidad de dios celeste, y acabaron asimilándolo añadiendo sus atributos a los de Zeus, que resulto así enriquecido con las ideas cretenses. En este dios hallamos una curiosa animalidad, fijada pronto en el toro, que se consideró principio de la fuerza y de la generación masculina, idea muy extendida en muchos pueblos. Por ejemplo, cuando el toro pasó de símbolo a divinidad, y se fundió con Asterios en un cuerpo humano con cabeza de toro “el monstruo conocido por Minotauro”, nos hallamos ante una concepción semejante al dios-toro de los elamitas o al Enki de los sumerios, “el toro salvaje del

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cielo y de la tierra”. El fabuloso rey Minos no era otra cosa que la apariencia puramente humana del mismo dios.

La expresión del universo y de su origen es en esencia sencillísima: dos principios antagónicos y complementarios, de cuya unión procede todo lo existente. No hay pueblo que no haya tenido esta idea de una u otra forma. Un principio es el celeste, claro, caliente, vivo; otros es oscuro, húmedo, terrestre, subterráneo, la muerte en suma, de la que surge periódicamente la vida cuando es fecundado por el primero. En tiempos pre y protohelénicos existía, en principio, una diferenciación de dioses poco evolucionados que formaban como dos panteones contrapuestos; pero las divinidades infernales, los demonios, no tardaron en imponerse y relegar a las otras, que a veces procuraron descender también al mundo de los demonios, considerados en general dañinos.

Durante la época que acabamos de caracterizar, parece que la única preocupación religiosa es proteger a los hombres de los poderes infernales. A este periodo siguió otro que representa el origen de la verdadera religión de los dioses. La clase sacerdotal y una parte elevada de la sociedad hacen enormes esfuerzos para sacar algunos demonios del mundo inferior y transformarlos tan profundamente que casi se pierde la idea de su primitiva naturaleza. Convertidos en dioses mayores, no sólo ocupan la superficie de la tierra, sino que se elevan al Olimpo. Algunos quedan subordinados a ellos como divinidades menores o sometidas, mientras que otros tienen que conformarse con el papel de comparsas, dioses numerosos y secundarios, servidores de los olímpicos y generalmente benéficos para los hombres, caso de las Ninfas, Silenos y otros. Finalmente, algunos revisten la forma de hombres extraordinarios “los héroes” prototipos de virtudes humanas, que a su muerte alcanzan una inmortalidad y jerarquía especial y reciben culto. Los demonios quedan casi olvidados, reducidos a oscuras fuerzas maléficas a las que combaten dioses y héroes; frecuentemente revisten el aspecto de monstros, seres que juegan importante papel en la religión griega en la que personifican las fuerzas de la negación y del mal.

Sin embargo, los demonios no perecieron de manera absoluta; frente a los que se transformaron en dioses (Ares o Marte), hubo los convertidos en atributos o epítetos de las nuevas divinidades (Palas muere en la Gigantomaquia; Atenea, que la ha matado, toma el nombre de Palas Atenea, proceso semejante al canibalismo de los pueblos primitivos y prehistóricos, en el que el vencedor devora al vencido no como alimento natural, sino para asimilárselo y enriquecer sus propias virtudes y poder con los del difunto). Los dioses heredaron también algunos rasgos típicos de los demonios: son capaces de proteger y favorecer, pero sus iras y venganzas son temibles. Como éstas se trataban de explicar por intervención de ministros o intermediarios, también los beneficios de los dioses hicieron surgir la idea de demonios buenos que explicaban o favorecían estas acciones. Finalmente, la simple creación poética imagino, en época avanzada, multitud de demonios benéficos y maléficos, muchas veces simples abstracciones, cuyo nombre personal era l apalabra que las designaba, escritas con inicial mayúscula.

Los dioses ya claramente diferenciados poseyeron todas las cualidades a que nos referimos en páginas anteriores, Presiden el universo con inmutable serenidad, “su vida es fácil”; a pesar de su presentación antropomórfica, sobre todo cuando se manifiestan a los humanos, su verdadera

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naturaleza es espiritual y pura, y si adoptan con frecuencia el aspecto de aquellos es precisamente para acercárseles con frecuencia; es esta la forma predilecta en que la religión griega imagino la intervención providencial divina. El antropomorfismo relativo limita en cierto modo el poder de los dioses, y los griegos nunca los imaginaron con pleno don de omnipresencia o ubicuidad (estar en varias partes o en todas partes al mismo tiempo); sin embargo, tienen dotes, especialísimas comparables a sentidos hipersensibles que les permite ver y oír todo lo que ocurre en el universo y moverse en él a la velocidad del pensamiento. Por lo que pueden escuchar las oraciones y ruegos de los hombres en cualquier sitio donde éstos estén, y socorrerlos inmediatamente.

Los poderes de los dioses son inmensos, pero no absolutos ni diferentes, en el fondo de los humanos, simple aumento o multiplicación de estos. Si el milagro es una alteración de las leyes del universo, puede decirse que prácticamente no existe en la religión griega, ya que los dioses las respetan. Sus aparentes portentos son acciones perfectamente lógicas en el supuesto de fuerzas naturales humanas elevadas a un grado muy superior. Si son capaces de provocar terribles tempestades en el mar, es porque el hombre, en su escala minúscula, es también dueño de producirlas en la taza de una fuente.

Si el antropomorfismo relativo de las deidades griegas fue el límite de su omnipresencia, el politeísmo, también relativo en el fondo, pero muy desarrollado en su aspecto no filosófico, fue la reducción de su omnipotencia o poder absoluto. Este solo puede concebirse en un solo dios, no en varios, porque en tal caso hay que distribuir el poder entre todos o dejan de ser dioses; y, si se reparte, ninguno los posee de un modo absoluto. Cada cual limita a los demás, como las costas lo hacen al mismo tiempo con los mares y las tierras.

El esfuerzo más importante de tipo omnipotente fueron los atributos de Zeus, el dios supremo, no porque todo el poder estuviera en sus manos, sino porque regia indirectamente multitud de fuerzas naturales a través de su señorío sobre los demás dioses. A pesar de todo, éstos le discutieron en más de una ocasión, y muchas veces prefería contar con el asentimiento de todos o de parte de ellos antes de tomar una decisión grave. Existió también el concepto de omnipotencia, pero solo en la idea más elevada de la creación teológico-filosófica. El dios de estos filósofos poseía un fuerte grado de abstracción metafísica y espiritual, por lo que no puede confundirse con Zeus, y su conocimiento quedó limitado siempre a un reducido grupo de intelectuales selectos, sin llegar nunca a la masa del pueblo ni construir religión organizada en el sentido corriente de esta palabra.

Reviste importancia especialísima el concepto que pudiéramos llamar de Destino, incoherente y dificilísimo de definir, pero que entre los griegos equivale, desde el punto de vista mitológico, a la idea de poder supremo al que están sometidos, sin recursos, no solo los hombres y todos los dioses, sino incluso el propio Zeus. La duración de la vida es una Moira o una Aisa, cualidad feliz o desgraciada de la existencia de cada cual; pero ¿de quién depende esta distribución? Hasta cierto punto son dioses los dispensadores de bienes y males, pero a veces se alza sobre su voluntad la Moira, oscura personificación de la ejecución de una ley inflexible que deben obedecer los propios dioses. A veces estas figuraciones presentan forma colectiva, como las Moiras griegas o su versión

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latina de las Parcas. La Moira puede estar sometida únicamente a Zeus, ya que se supuso hija suya y de Temis; Moira sería por lo tanto la personificación de los decretos supremos del dios máximo.

Sin embargo, hay otro concepto apenas personificado, Keres, que Zeus no ha creado, sino que encuentra ante sí, opuesto frecuentemente a él, y el propio padre de los dioses y de los hombres tiene que lamentarse más de una vez ante un humano cuya muerte esta decretada, sin que su voluntad nada pueda salvarlo. En su carácter de phykhostasia (rector de la naturaleza), el propio Zeus no es más que el ejecutor de los decretos de Keres, cuyos derechos reconoce, Por lo tanto existe un orden en el mundo, un estatuto del gobierno universal. Los dioses del Olimpo no lo crearon, sino que lo han aceptado, aunque con modificaciones.

Es posible que en el fondo pueda reconocerse en todo esto un pacto entre los nuevos dioses olímpicos y los viejos demonios subterráneos. Los padres de la Moira habrían sido Cronos y Evonimia, y, según otra leyenda, Urano y Gea; todos proceden del mundo de los dioses subterráneos, y nos hacen pensar que la Moira, o las Moiras, Keres, Erinias, Arpías y otras divinidades del Destino o el Hado son un residuo de la antigua religión demoniaca que ha subsistido en el nuevo orden por compromiso y adaptación. Se alude en la fábula al disgusto de Poseidón por los derechos concedidos a los hijos de Cronos, y también a otras deidades subterráneas. Hades el dios infernal, se reservó el derecho de apoderarse de todos los hombres y bajarlos a su reino después de un periodo de vida a la luz del sol. Este reconocimiento de los poderes infernales por los dioses olímpicos es también un límite de su propio poder.

El concepto de las leyes del universo era demasiado abstracto y elevado para los poetas primitivos, pero fue desarrollado posteriormente por los filósofos. De todos modos, siempre estuvo presente en el pensamiento helénico la idea de un orden supremo del universo, no creado por los dioses y que éstos respetaban cuidadosamente, incluyendo a Zeus. Las escazas transgresiones que se citan se consideran siempre como inoportunas e ilícitas. Esta obediencia a su vez es la base de una ley moral que rige a todos, incluso a los dioses.

No dudamos que en estas oscuras ideas se encierra la máxima elevación, la más genial intuición griega de lo verdaderamente sobrenatural. Sus dioses son personificaciones de fuerzas, meros símbolos poéticos que, salvando las distancias, representaban la mecánica del universo, del mismo modo que hoy lo hacen los signos matemáticos; pero, por encima de éstos y de aquellos están, está lo absoluto y eterno, el verdadero Ser cuya esencia es precisamente el ser, en una palabra, Dios. La espiritualidad helénica era impotente para acercarse más al Ser Absoluto; sólo pudo ascender hasta el último peldaño de la escalera del universo; no paso de allí, pero ante el vacío aparente que se abría ante sus ojos, los griegos se dieron cuenta de que allí empezaba la verdadera existencia. Hasta Zeus, se justificaba el universo físico-moral o, mejor, psicológico, pero quedaba vacío el corazón; se intuyeron el Ser y la verdad como lo único que podía llenar ese hueco. No lo alcanzaron porque es imposible para las fuerzas humanas si no se medía la revelación divina. Ésta es la razón del pesimismo helénico, que adquiere ecos de desgarrado y casi sobrehumano dolor en el mito y en la tragedia.

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*Cosmogonía y teogonía: analizados ya los orígenes históricos y psicológicos de los dioses griegos, su significado y alcance, es preciso narrar las historias en que los propios helenos simbolizaban sus ideas, previo, desde luego, el análisis de cada dios o grupo de dioses en particular. Estos primeros mitos se asocian en dos grupos íntimamente relacionados entre sí: la cosmogonía u origen del universo, y la teogonía o principio de los dioses hasta la organización definitiva del Olimpo.

El origen del universo fue el Caos, que no era una masa informe de materia y energía como las nebulosas, sino un espacio vacío, infinito y tenebroso. Sin que pueda concretarse claramente las razones o procedimientos, en el seno del Caos se originó Gea (la tierra), de la que inmediatamente se separó el Tártaro (mundo subterráneo o infierno, en el sentido etimológico de “inferior, parte baja”); igualmente surgió Eros (el amor), que entonces no era todavía la personificación o divinidad del amor sexual, hijo de Afrodita, advocación mucho más moderna, sino una fuerza inmensa que lo unía y formaba todo; hoy lo llamaríamos “energía primordial del universo” o algo semejante. Luego Gea engendro de sí misma a Urano (el cielo), Ponto (el mar, las aguas) y las montañas. Vemos, por lo tanto, unas fuerzas ilimitadas, oscuras y anteriores a los dioses. Estos nacieron de la primera unión de Gea con Urano, de la que surgieron los Titanes (seres colosales de apariencia humana), los Cíclopes (gigantes con un solo ojo en el centro de la frente), y los Hecantoquiros (seres de cien manos). De su unión con el Ponto tuvo a las divinidades marinas y acuáticas en general. Todo esto puede ser un reflejo de los seres demoniacos anteriores a los olímpicos.

Los Titanes eran doce, seis varones y seis hembras; representaban las fuerzas elementales de la naturaleza. Los Cíclopes (etimológicamente “ojos redondos”) son tres y sus simbolismos son el trueno, el rayo y el fulgor. Los Hecantoquiros son tres representan todos los peligros inminentes de la naturaleza como el terremoto, ola borrascosa y la tormenta.

La familia de Ponto la formaron Nereo, Taumas, Forcis, Ceto y Euribia. El primero es el mar benéfico, padre de las Nereidas; el segundo es la generosidad del mar, progenitor de Iris (arco iris) y de las Arpías (vientos tempestuosos). Las espantosas Gorgonas y las Greas, hijas de Forcis y Ceto, representan todos los terribles peligros del mar.

Estos primeros seres originaron otros: de Océano y Tetis descienden las Oceánidades o ninfas del mar, Hiperión y Thía fueron los padres de las divinidades de la luz: Helios (sol), Selene (luna) y Eos (aurora); Ceos y Febe engendraron los dioses nocturnos Leto (noche oscura) y Asteria (noche estrellada). Cronos y Rhea tienen especial importancia por ser el origen de Zeus.

Urano temía que los Cíclopes y los Hecantoquiros, sus propios poderosos hijos, le arrebataran el poder, por lo que los encerraba en un tenebroso subterráneo en cuanto nacían; indignada gea, los excito contra su padre, y el más joven, Cronos, mutiló los órganos sexuales y lo encadenó arrebatándole el poder, no sin que su padre lo maldijera antes asegurándole que correría la misma suerte. Para evitarlo, Cronos devoraba a sus hijos en cuanto nacían; Hestia, Deméter, Hera, hades y Poseidón. La madre Rhea afligida, logro salvar a Zeus entregándole a Cronos una piedra envuelta en pañales, que éste devoro. El recién nacido fue criado por las ninfas en una cueva del monte

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Dycte, en Creta; le amamanto la cabra Amaltea, y para que los llantos del pequeño no llegaran a Cronos, los Curetas o sacerdotes de Rhea organizaron un verdadero estrepito golpeando sus armas contra los escudos.

Cuando fue joven bello y robusto venció a su padre, resucito a sus hermanos siguiendo ciertos consejos de Rhea y reinó sin discusión sobre algunos Titanes, como Océano, Temis, Mnemosine e Hiperión; pero los demás se sublevaron y quisieron destronarlo, lo que originó una terrible lucha, la Gigantomaquia o Titanomaquia, que terminó con la victoria de la divinidades celestes, que los derrotaron y precipitaron a los oscuros antros de la tierra, donde quedaron encadenados. Esta fábula representa el triunfo de la religión olímpica y también las luchas de los elementos de la naturaleza.

En la Titanomaquia intervinieron otros gigantes, como Tifeo o Tifón, el más encarnizado enemigo de Zeus, que fue el último y feroz hijo de Tártaro y Gea; tenía cien cabezas de dragón y vomitaba fuego por todas ellas (vientos huracanados y rayos de las tempestades); dícese que el dios lo enterró bajo el monte Etna, en Sicilia (explicación de los volcanes).

Más propiamente se llama Gigantomaquia, diferenciándola de la de los Titanes, a la lucha de Zeus y los gigantes nacidos por las gotas de sangre de las heridas producidas a Urano por Cronos; para asaltar el Olimpo amontonaron montañas, pero al fin compartieron la suerte con los Titanes (explicación de la formación de las cordilleras y de los terremotos).

Entonces quedo tranquilo el universo y Zeus pudo gobernar sobre él, compartiendo una parte de su poder con sus hermanos Poseidón y Hades, destinando al primero a los océanos y el segundo al mundo subterráneo.

*El Olimpo y las divinidades mayores: en la realidad geográfica, el Olimpo es una elevada montaña de Grecia, cuya cumbre coronan las nieves, frecuentemente en vuelta en un velo de nubes. Allí supusieron los helenos que estaba la morada de los dioses, ocultos por las nubes a las miradas humanas. En lo más alto presidia Zeus, desde su magnífico trono, a las doce divinidades mayores, mientras que en otros lugares del universo existían otras que también dependían de él. La organización era, por lo tanto, la de una monarquía universal copiada y ampliadas de las humanas; Zeus era el pánton basiléus o soberano de toso, y los dioses mayores, su corte; los otros dioses, los altos funcionarios, los hombres representaban el pueblo. Cada dios importante tenía su dominio equivalente a un reino, pero como no siempre están bien delimitadas sus atribuciones y reciben el poder de Zeus, se parecen más bien a gobernadores o administradores de provincias.

Al mismo tiempo, esta sociedad copiaba a la familia humana, ya que Zeus no sólo era soberano de los dioses y los hombres, sino también su padre, lo que explica el gesto de desagrado, las discusiones y hasta rebeldías con que a veces se acogen sus mandatos.

Una dependencia importante del Olimpo fue el Helicón, otro monte griego, donde Zeus estableció el Parnaso, residencia de las nueve Musas o divinidades femeninas, hijas suyas y de Mnemosine, que cantaban constantemente sus alabanzas. Las Musas exaltaban la poesía, el arte y el libre

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pensamiento; eran, por lo tanto, como la más alta vibración del espíritu humano, que en el aspecto intelectual sólo competían con Atenea, hija también de Zeus.

“Dioses mayores del cortejo olímpico”

*Zeus: primitivamente era el dios del cielo y, por lo tanto, de todos los demás fenómenos celestes y acabo convirtiéndose en el dios supremo. Rige borrascas y temporales, disipa las nubes, dispara los rayos, que frecuentemente se representan en su mano, generalmente en forma fusiforme. Moralmente se le considera el principio del orden, dispensador del señorío a los demás dioses y a los gobernantes de la tierra, y era, desde luego, el juez supremo. Como Zeus Horkios es depositario de los juramentos y castiga a los perjuros. Como Xenios protege a los viajeros y castiga a quienes violan los derechos de hospitalidad. Tuvo numerosos templos, imágenes y oráculos y su iconografía fue fundamental en el arte helénico.

*Hera: la diosa fue la hija mayor de Cronos y Rhea y, en cierto modo, el doble femenino de su hermano y esposo Zeus, como representación del aire y de la atmosfera. Es la reina del cielo y comparte todos los honores con Zeus; su significado primitivo celeste se olvidó muy pronto, y, en cambio, se exalto su papel de esposa fiel, divinidad del matrimonio, de la fidelidad, del hogar y dispensadora de gracias a las esposas y parturientas.

*Atenea: en su esencia profunda, era la personificación de la inteligencia divina, concreción del puro y luminoso éter que los antiguos consideraban la fuerza más poderosa de la naturaleza. Como consecuencia, era la diosa de la inteligencia y sabiduría, de las artes y las ciencias, protectora de los Estados y fuente de su prosperidad. También se le consideró diosa de la guerra, que dirigía los ejércitos, inspiraba valor a los guerreros y dispensaba la victoria y el botín, lo que explica sus armas. Como doble divinidad, sus atributos eran la cabeza cortada de Medusa, que petrificaba a todo el que la miraba; y la lechuza, símbolo del estudio. Su culto estuco muy extendido, ya que era la diosa nacional más importante de los griegos, y muy especialmente de los atenienses, en cuya capital poseía su mejor y más bello templo. Se la adoraba como Atenea Parthenos, es decir, virgen, pues la virginidad absoluta, a pesar de los numerosos requerimientos de varias divinidades, fue en ella un carácter distintivo tan intenso como la inteligencia pura. Como atenea Promakhos (luchadora) era la defensora de su ciudad favorita y en general de todos los griegos frente a los barbaros.

*Apollón: o también Apolo, era el hijo preferido de Zeus y el más brillante de todos, ya que se le consideraba divinidad de la luz, el más puro y poderoso elemento primordial de la naturaleza, según los antiguos. Como dios de la luz, combatió en seguida las tinieblas y aborreció sus poderes en cualquier parte donde se hallasen. Con el arco y las flechas, que le son tan características como el arpa, mató al gigante Titio y al dragón Pitón. Como dios de la luz es el protector de casas y caminos, de los que ahuyenta maleficios: combate las enfermedades, era también dios de la música, considerada como la armonía del universo; era jefe de las Musas, padre de los más famosos cantores, como Orfeo.

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*Artemis: también llamada Artemisa, hermana gemela de Apolo, es su reverso femenino exacto, por lo que su significación es también idéntica. Desdoblamiento del mismo principio originario, es igualmente diosa de la luz, del crecimiento de la vegetación, dispensa favores, odia el mal y lo combate en todas partes; es diosa muy aficionada a la caza, por lo que persigue a los animales con sus flechas y carcaj, organiza cacerías acompañada de las ninfas y, como Apolo, posee una terrible significación mortal. En este aspecto es famosa la muerte de Niobe y sus hijos, asaeteados por la diosa; también la de Adonis. Tiene carácter puro y virginal y perseguía violentamente cualquier transgresión en ese aspecto: su ninfa Calisto, embarazada, tuvo que ser trasladada al cielo en forma de constelación (Osa Mayor) por Júpiter para sustraerla a las iras de la diosa; hizo que el cazador Acteón, que casualmente había descubierto a la diosa bañándose desnuda, en el bosque, se transformara en ciervo que devoraron inmediatamente sus perros.

*Ares: dios de la guerra cruel y homicida, opuesto en este aspecto al heroísmo y virtudes bélicas personificadas por Atenea. Originariamente seria el cielo tormentoso, revuelto y devastador, sobre todo en el gélido invierno. Nada le produce tanto placer como atravesar los campos de batalla matando a mansalva en compañía de sus inseparables compañeros Fobos y Deimos, personificaciones de los horrores de la guerra, que se suponían hijos del propio dios. Como esposa o como amante (las versiones no concuerdan), hizo a Afrodita madre de Harmonía, que por su unión con Cadmo dio origen a una familia de héroes y al pueblo tebano. Asesino a un hijo de Poseidón, por lo que fue considerado el dios de la venganza y del crimen.

*Afrodita: la primera tierra que pisaron sus pies fue la isla de Chipre, nació pura y no se pervirtió hasta que llego a Cytherea, la isla del amor. Para los griegos es la diosa de la belleza, del amor y del placer, sobre todo en el sentido sexual, pero esto no agota los polifacéticos aspectos. Como Afrodita Pandemos era la diosa de la primavera, a cuyos impulsos estaba sometida la vida y sus instintos; la Afrodita Urania era la fertilidad del cielo, y la Pontia la del mar, protectora también de los navegantes. Ardía en deseos amorosos que propagaba a todos los dioses, a los hombres y hasta a los animales más feroces, que venían a lamer mansamente sus pies; su inmenso poder estaba mágicamente concentrado en un maravilloso cinturón. Sus aventuras amorosas con mortales e inmortales no tienen límite y son complicadísimas. A veces se le supone esposa de Hefaistos, el deforme dios del Etna, y otras de Ares, con quien tendría a Eros (el Amor) y Anteros, y acaso a Deimos y a Fobos. También se le supone esposa de Dionisos y de Hermes.

Hermes: hijo de Zeus y de Maya, su madre era la diosa de las nubes lluviosas, y el niño nació en la cueva del monte Cileno, en Arcadia. Sus dotes esenciales eran de astucia y destreza, tanto que a las cuatro horas de nacer era ya adulto e invento la lira y empezó a cantar los amores de Zeus con su madre. Hermes se convirtió en el dios de los ladrones y de los comerciantes y en dispensador de favores con un avarita mágica que su hermano Apolo le regalo, también era el dios de los pastores y viajeros. Apolo y Hermes eran los hijos inseparables de Zeus, los más amados por su padre, lo que se comprende porque si éste es el dios del cielo, Apolo es el sol y Hermes es el viento y la lluvia vivificadora, todo ello complementario y emanado del cielo. Esto explica que Hermes presente con su hermano muchos caracteres comunes. Apolo se especializó en las más altas facultades del espíritu, y Hermes en la sabiduría práctica y mundana de los hombres.

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*Hefaistos: hijo de Zeus y Hera, feo y cojo, tanto que su madre se avergonzó de él y lo arrojo a la tierra; las Oceánidades se Eurínome y Tetis se compadecieron de él y le criaron en una cueva marina, donde forjo muchos aderezos y adornos. Luego se reconcilio con su madre y regresó al Olimpo; dícese que Zeus volvió a arrojarle a la tierra cuando intervino a favor de su madre en una disputa matrimonial; descendió durante un día entero y se estrelló en la isla de Lemnos, donde sus habitantes le curaron. También se atribuye su cojera a esta segunda caída. Sea como sea, lo cierto es que tales fabulas coinciden en personificar la caída del fuego desde el cielo en forma de rayo. Simboliza la fuerza elemental del fuego, y a él se atribuyen todas las cualidades y efectos de éste. Bajo los volcanes, singularmente el Etna, se ocultan fraguas donde trabaja el dios y sus ayudantes. Como cerca de este volcán siciliano prosperaba mucho la vis, se supuso que Hefaistos era gran amigo de Dionisos. Tampoco es extraño que se le considere inventor de y difusor de las artes metalúrgicas, descubridor y difusor de los metales, y patrono general de todos los artesanos. Se le suponía fabricante de las armas maravillosas de los dioses y de ciertos héroes selectos, como Aquiles.

*Hestia: Es la última de las grandes doce divinidades helénicas. Era la hija de Cronos y de Rhea, y su culto debió de ser tardío, ya que no aparece citado en la Ilíada ni en la Odisea. Era el buen espíritu guardián de los hombres, de la familia y del hogar. No es extraño que fuera al mismo tiempo la diosa del fuego y una especie equivalente femenino de Hefaistos. Cuando los inmigrantes marchaban a formar una colonia en tierras lejanas, no olvidaban llevarse en sus naves el fuego encendido de la patria de origen.

“Dioses menores del cortejo olímpico”

*Eros y Anteros: este nombre de dios. Es simplemente la palabra helénica que significa “amor”, hijo de Afrodita y simboliza la pasión amorosa que estaba encargado de infundir entre los humanos por orden de su divina madre. Nació enclenque hasta que Temis aconsejo a Afrodita que le diera un hermano, Anteros, con el que jugo y se desarrolló. Eros no solo es el travieso hijo de la diosa del amor, que enciende los corazones de los amantes, disparando flechas, sino también el afecto, en el más amplio y puro sentido de la palabra, e incluso la armonía de todas las cosas del universo.

*Las Musas: engendradas por ruegos de los dioses a Zeus quien las engendro de Mnemosine para que cantaran las hazañas de los inmortales después de su victoria sobre los Titanes y los Gigantes, y para que les alegraran con sus armonías acompañadas por los sones de la cítara de Apolo. Eran nueve: Clío, Melpómene, Terpsícore, Polimnia, Urania, Euterpe, Erato y Calíope.

*las Gracias O Carites: era tres: Aglaya, Eufrosine y Talía, hijas de Zeus y la oceánida Eurínome, aunque a veces se consideran vástagos de Afrodita, a la que servían de camareras, y de Dionisos. Protegen las artes, están presentes en los banquetes de los dioses y personifican cuanto de amable, gracioso y encantador ofrece la naturaleza.

*Las Horas: son otras tres: Eunomia, Dike y Eirene, hijas de Zeus y Temis y parientas de las Gracias. Representaron el curso regular de la naturaleza y la sucesión ordenada de las estaciones, como

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hijas de Temis, personificación de la ley eterna que rige el universo, que recibió de sus padres Urano y Gea. Custodian las puertas del Olimpo y son servidoras muy directas de los dioses mayores.

*Nike: no era más que la personificación femenina del poder supremo de Zeus, aunque también está muy ligada a Atenea. Siempre aparece subordinada a las divinidades mayores.

*Iris: originariamente era el fenómeno meteorológico del mismo nombre; luego se la supone mensajera rapidísima de los dioses, muy especialmente de Hera.

Hebe y Ganimedes: Hebe era la abstracción del apogeo de la juventud en todos los aspectos de la naturaleza, entre los griegos aparece como escanciadora de las copas de los dioses, y muy particularmente de Zeus, hasta que fue sustituida en estas funciones por Ganimedes. Era alegre, vital y muy bella. Ganimedes era hijo del rey troyano Tros; Zeus prendado de su belleza, lo raptó y le concedió la inmortalidad; es como el desdoblamiento masculino de Hebe.

“Divinidades celestes y meteorológicas”

*Helios: representa al sol concebido como un hermoso joven, hijo de Hiperión y de Thía. Cubierto con su casco de oro llevaba diariamente la luz a los dioses y los hombres, y por la noche se retiraba a Occidente, donde poseía un hermoso palacio y el jardín maravilloso de los frutos dorados, custodiados por las doncellas llamadas Hespérides. Su esposa era Perse (destructora), hija de Océano; su hijo fue Eetes, rey de Cólquida; también Faetón, su hija fue la famosa hechicera Circe.

Selene: si Helios es una especie de versión de Apolo de carácter solar más limitado, Selene es el equivalente de Artemis en el mismo sentido, y por lo tanto hermana de Helios y representa a la luna; Tiene cierto simbolismo letal.

*Eos: Es la aurora hija de Hiperión y Thía, hermana de los dos anteriores, su primer esposo fue esposo fue el titán Astreo, con el que engendró los cuatro vientos: Bóreas, Zéfiro, Euro y Noto, correspondientes a los cuatro puntos cardinales. Luego de la condenación de Astreo durante la Titanomaquia, buscó otro esposo, Orión, al que mató inmediatamente Artemis. El tercero fue Titonos, que obtuvo la inmortalidad, aunque no la juventud eterna, que olvido solicitar. Con él tuvo a Memnón, muerto en la guerra de Troya, a quien se madre nunca dejó de llorar (símbolo del rocío de la aurora). Los poetas la describen como una hermosísima mujer de negra y rizada cabellera y brazos y manos rosadas, fiel imagen del fresco matinal que devuelve la vida a la tierra. Alegre y animosa, se levanta muy temprano de su lecho y, cubierta con un montón de color azafrán, unce al carro sus corceles Lampos y Faetón (resplandor y vislumbre) para abrir el camino al carro ardiente del sol y esparcir rosas en su camino, anunciando la llegada del día.

*las estrellas: los griegos dividieron el cielo en constelaciones y les dieron los nombres que todavía conservan; las curiosas figuras de algunas o las que les sugirió su imaginación, justifica los nombres poéticos que les pusieron y la invención de alguna historia. Por ejemplo, la Vía Láctea (camino de leche, por su color) no era otra cosa que el cuerno de la cabra Amaltea (el cuerno de la abundancia), que amamanto a Zeus y que éste arrojó al cielo. Algunas estrellas o cuerpos celestes

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fueron personificados. Así, el planeta Venus, considerado como dos astros diferentes (al anochecer y al amanecer). Recibió los nombres de Fósforos y Hésperos, dos hermanos muchachos portadores de antorchas. Orión, muerto por Artemis, se transformó en la constelación del mismo nombre; su perro de cazador es la estrella Sirio. Las Híadas, las Pléyades, la Osa Mayor, etc., también tuvieron sus leyendas.

Los vientos: ya explicamos el origen de los cuatro principales, que en general no salieron de la condición de simples fuerzas naturales, aunque se les rendía culto. El más temido era el del Norte, Bóreas o Aquilón, que, por su furia, se consideraba un feroz raptor de doncellas, entre ellas de Oritia, hija de Erecteo, de la que tuvo dos hijos que eran también vientos: Calais y Zetes.Zéfiro era el amable mensajero de la Primavera, esposo de una de las Horas, que protegía la vegetación. A veces se le imaginaba en residencias especiales, y otras reunidos todos en la fabulosa isla Eolia (Ventosa), sobra la que reinaba Eolo, dios general de los vientos.

“Dioses y genios de la tierra y la fecundidad”

*Rhea

*Dionisos

*Las Ninfas

*Sátiros y Faunos

*Pan y Fauno

*Deméter y Cora-Perséfone

“Dioses del infierno y de la muerte”

*Perséfone: este nombre hacía temblar a los griegos, por lo que preferían llamarla con el más dulce y místico de Cora. El verdadero desarrollo de las ideas sobre la espiritualidad y la inmortalidad del alma, muy bellas en la Hélade, es posterior y se halla vinculada a la filosofía platónica y sus derivadas, por lo que escapa a la ideología propiamente mitológica y religiosa. El nombre de Perséfone significa “la que destruye la luz”, como corresponde a la compañera del dios que arrastra inexorablemente a todos los humanos hacia los oscuros abismos subterráneos. Pero, como hija de la más dadivosa y rica de las diosas, es también símbolo de la semilla, que después de permanecer enterrada se abre a una nueva vida, concepción que la relaciona con la idea del alma.

*Hades y su reino infernal: su nombre significa “el invisible”; en los comienzos era el dios enemigo irreconciliable de la luz y de toda manifestación de la vida. Luego adquirió doble naturaleza, como la de su esposa, y se supuso que desde las profundidades enviaba el alimento a las raíces de las plantas y que poseía subterráneos con inmensas riquezas metálicas que ofrecía a los hombres para su provecho, y por eso se le llamó Pluto o Plutón, que significa rico. Su antigüedad era tan grande, que junto con Poseidón figura como hermano de Zeus, en el reparto del reino de su padre Cronos le correspondió la tierra, cuyas puertas mantiene sólidamente cerradas para que ningún alma

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pueda regresar al mundo de la luz contra su voluntad. Cuando llega la hora arrebata a sus dominios a los hombres sin ninguna distinción, por lo que se llamó Polidectes (el que acoge a muchos).

*Las Erinias

*Hécate

*Hipnos, Thanatos y otras divinidades del sueño y de la muerte

*El Elíseo y la Isla de los Bienaventurados

“Dioses del destino y de la vida”

*las Moiras

*Parcas

*Cloto (la hiladora)

*Laquesis (liberación)

*Atropos

*Némesis

*Tyche

“Dioses del nacimiento y de la salud”

*Asclepios

*Itilia

*Higía o Higes

“Dioses de las aguas”

*Poseidón: en sus oscuros orígenes aparece unas veces como hijo de Cronos y Rhea y hermano menor de Zeus, mientras que algunos suponían que Zeus era el más pequeño, y que conquisto la soberanía universal por los derechos de su hermano. En cualquier caso, su importancia se equiparaba a la de cualquiera de los olímpicos, aunque no vivía con ellos, sino en un palacio de oro sumergido en las profundidades del mar, donde residía con su esposa Anfitrite y numerosa corte de servidores. En los comienzos fue una personificación del elemento líquido, como Océano y Ponto, pero pronto adquirió una personalidad muy bien definida. Es impetuoso y violento, con sus fuertes brazos rodea la tierra; cuando golpea las aguas con su tridente, provoca olas furiosas y tempestades devastadoras. Produce los terremotos, puede hacer surgir islas de los abismos marinos; pero una palabra o su simple mirada le bastan para calmar los temporales más

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pavorosos. Todos los navegantes, y los que de algún modo viven del mar o se relacionan con él, dependen del poderoso señor de las aguas. Todos le ofrecían sacrificios y procuraban propiciárselo, lo que no es extraño en un pueblo tan navegante como el griego. Poseidón se convirtió, por las mismas razones, en el centro de numerosas leyendas y mitos más o menos locales.

*Anfitritre

*Nereo y las Nereidas

*Taumas y las Arpías

*Ponto y Océano

*Proteo, Glauco y otros dioses menores marinos

*Tritones y Sirenas

“Deidades Fluviales”

Los griegos creían que Océano rodeaba la tierra, que sus aguas llegaban a los continentes por conductos subterráneos, que afloraban por orificios o fuentes y que éste era el origen de los ríos; no es extraño que los supusieran hijos del Océano y de las Oceánidas. Estos dioses menores eran muy respetados por la importancia que tienen los ríos para la agricultura, pero su culto era local; el más importante fue el Aqueloo, ya que es el río más caudaloso de Grecia. En épocas helenísticas se extendieron estas ideas a otros lugares, y es famosa la colosal escultura que representa al Nilo como un viejo robusto y tendido, rodeado por dieciséis geniecillos que representan los codos de subida óptima anual del río. Se suponía que los dioses fluviales vivían en el fondo de la corriente escondidos en grutas próximas a sus fuentes; según el caudal del agua, su figura podía ser la de un joven, la de un hombre maduro o un anciano. Todos poseen, de acuerdo con la naturaleza del elemento que representan, el don de transformarse en las más variadas figuras, y también el de la profecía, rasgos que ya sabemos son comunes a todas las divinidades acuáticas.

“La religión de los héroes”: se basaba más que todo en mitos locales, en cada Estado-ciudad se pretendía remontar su fundación y régimen a un antiquísimo y fabuloso personaje, que muchas veces es también su antepasado común, lo que nos lleva a muchas raíces prehistóricas, o al menos protohistóricas, de muchos de estos personajes, y explica la diversidad de sus leyendas y cultos locales. El héroe tiene a veces carácter mitológico semejante al de los dioses, representa simbólicamente un fenómeno de la naturaleza o de la vida en general, pero sin llegar claramente a la categoría divina. Ya sabemos que son siempre hijos de un dios y una mujer o una diosa y un hombre; esta ambigüedad hizo vacilar acerca de la naturaleza de muchos personajes: Heracles, considerado casi siempre como héroe, recibe algunas veces el calificativo de dios; Asclepios pasó por largas vicisitudes antes de ascender definitivamente de una a otra categoría; Dionisos, uno de los grandes e indiscutibles dioses, nació como héroe y después evoluciono profundamente.Las leyendas heroicas del origen de la humanidad son auténticamente innumerables y muy

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dispares, desde la primitiva que se supone a los hombres descendientes de piedras o árboles (acaso un vestigio totémico), hasta la más tardía que les considera obra de Zeus y de los dioses olímpicos.

Se enumeraran algunos de los mitos:

*Mitos de la isla de Creta: Minos, Dédalo, Teseo y su ciclo

*Mitos de Corintios: Sísifo, Belerofonte, las Amazonas y la Quimera

*Mitos de Tesalia: Los Centauros; Admeto y Alcestis

*Héroes de Tebas: Cadmo, Acteón; Anfión, Zeto y los Nióbidas; la leyenda de Edipo

*Mitos de Lacedemonia y Mesenia: Leda y los Dióscuros

*Ciclo de Argos

*Mitos del Ática: Crécrops, Erecteo, Teseo y su ciclo

*El culto de la religión griega: como sucede en todas las religiones, al lado de las creencias existe también una relación menos directa de los creyentes con sus divinidades. Precisamente la palabra “religión”, del verbo latino religare, significa unión, relación, nexo. Esta relación es múltiple en sus aspectos e intenciones; unas veces consiste en la intervención directa de los dioses del sobre el destino de los humanos por propia voluntad, para favorecerlos o perjudicarlos o para regirlos de acuerdo con el plan trazado del Universo y del Destino. Pero lo más frecuente es que el hombres e dirija al dios, bien para calmar sus iras, bien para solicitar sus favores, o incluso, por móviles menos interesados, para llenar la necesidad imperiosa e interna de llenar ese vacío del alma humana que no pueden colmar riquezas, ni placeres, ni poder y ni siquiera el dolor, y que solo satisface la participación en el ser trascendente. La forma más sencilla, y generalmente la más sincera y valiosa, consiste en el acto puramente interno y personal de meditación, de tendencia natural hacia la esencia divina. Pero como el hombre es un ser de intensa y profunda vida en relación, pronto nacen los actos externos, personales o colectivos, que expresan esas necesidades internas y que reciben el nombre de actos del culto. Naturalmente, éstos no tienen significado alguno si no responden a un estado a un estado interior sincero; se convierten en simple ostentación superficial y rutinaria de falsa piedad, de hipocresía interesada por cualquier motivo humano, etc. De todo hubo en la religión griega. Los actos corrientes de culto consistían en la oración y en la ofrenda. La primera podía ser personal o colectiva, creada en el momento oportuno, casi en forma de monólogo dirigido a la divinidad, o bien sujeta a ciertas fórmulas; en el caso de los griegos, predominó la primera, ya que prácticamente no tenían oraciones en forma literaria fija como los egipcios o los persas. En todo caso, revestían el aspecto de himnos cantados. Tampoco existía un ritual complicado, una liturgia uniforme y orgánica a la manera egipcia o de otros pueblos. Dentro de la religión natural, cada dios tenía su ritual propio, que incluso variaba según el santuario. Y esos rituales eran casi invariablemente los que acompañaban a las ofrendas, centro principal del culto griego que podían adoptar la forma de promesa de hacer o dejar de hacer algo, de donación

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de bienes u objetos (joyas, armas) que se legaban a un templo; la más frecuente y característica era el sacrificio en sus aspectos de derramamiento de vino o licores en el suelo o sobre el altar, inmolación de animales con cuchillo o, a veces, cremación de todo su cuerpo o determinados órganos. En tiempos muy primitivos existieron sacrificios humanos, cuyos recuerdos aparecen insistentemente en las fábulas mitológicas de época histórica de una manera más o menos encubierta. El hecho de que el hombre griego adoptara esta actitud religiosa hacia los dioses, demuestra que creía en su omnipotencia, o al menos en un poder superior al natural, en su sabiduría y sobre todo en su providencia, es decir, en su preocupación y ocupación en la vida de los humanos; de no existir este elemento no tendría sentido alguno el culto en ningún lugar ni época. La ofrenda encierra por lo tanto el doble valor de do ut des (doy para que des) con su consecuencia de ofrenda a posteriori o de agradecimiento después de recibir el favor, y también la más elevada de la relación de amor, y amor significa entrega absoluta al ser amado, darlo todo, o al menos, lo que más se estima, sin esperar nada de quien amamos, sólo lo que él quiera darnos, o simplemente, el premio supremo de sentirnos amados. El dios está siempre en el culto; su esencia queda lejos de la naturaleza humana, pero la divinidad es una especie de condescendencia graciosa, reside, al menos temporalmente, en el templo y en la imagen ante la que se ora o se ofrende. Por lo tanto, la estatua tiene un alma que el artista no pudo crear, y esa alma es la propia divinidad, lo que explica que la tradición nos hable de estatuas milagrosas. Cuando la religión griega llega a este estado de elevación desaparecen las absurdas prácticas formalistas de purificación y las operaciones mágicas (que en el fondo son antirreligiosas) para centrarse en ceremonias sencillas encaminadas a conseguir, con manos y corazón limpios, el favor de los dioses. El culto se complica por la jerarquización social, con lo que aparecen sus formas colectivas, que exigen, a su vez, que una o varias personas dirijan a la comunidad o actúen en representación de toda ella; que estén, al mismo tiempo, especializadas ene l culto y que posean una instrucción que no es exigible a la totalidad de los hombres: éste es el origen del sacerdocio en Grecia estuvo bien organizado y contaba con personas que a su vez se especializaban dentro de la clase sacerdotal.

La relativa independencia de las personas dedicadas al culto, se explica por la pluralidad de templos y santuarios y por la forma externamente politeísta de la religión griega. No hubo en la Hélade un Sumo Sacerdote ni nada semejante, como en el Egipto de ciertas épocas, en la Persia zoroástrica, en la Roma pagana o en la iglesia cristiana; ni siquiera existió la suma autoridad de un dios determinado, sino sólo de un santuario importante. En todo caso, en un santuario referente a un mito complejo, se adoraba a dos o más divinidades o héroes íntimamente relacionados por ese mito. Hubo muchos templos de Zeus, de Apolo o de Afrodita, pero no un cuerpo sacerdotal adscrito a la totalidad de ellos. Esto no sólo explica por la división política de los griegos, sino también por el origen pre o protohistórico de los dioses, que en aquellos tiempos surgieron de manera muy independiente; estos comienzos se reflejaron siempre de manera inconsciente en plena época histórica. Por lo tanto, fue característica de la religión griega la pluralidad de sedes y cultos de los dioses. Al faltar la organización universal propia de la clase sacerdotal, su autoridad temporal emanaba en absoluto del Estado, lo que tampoco significa que éste absorbiera la religión, al contrario, el equilibrio era perfecto y admirable. Al no tener autoridad propia, el sacerdote procuraba la protección del Estado, y de aquí las llamadas “leyes sagradas”. La

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autoridad particular del sacerdote era absolutamente espiritual, emanaba del dios, se basaba en los ieros logos (palabra sagrada) o revelaciones de la divinidad; por lo tanto, su autoridad estaba limitada al campo propio de la religión. Sólo en algunos santuarios muy importantes y de época tardía, helenística, puede hablarse de algo semejante “aunque muy diferente y poco desarrollado”, a centros de formación de sacerdotes, jerarquías organizadas o colegios sacerdotales, y demás instituciones comunes a otras religiones. Generalmente, el sacerdote se elegía por aclamación directa del pueblo y recaía en una persona de distinguida piedad y sabiduría; en ocasiones, las funciones del culto estaban tradicionalmente ligadas a una familia, o bien cada santuario admitía cierto número de jóvenes neófitos, que se educaban en el conocimiento de los misterios del dios y en las fórmulas de los ritos oportunos. Las funciones sacerdotales, inspiradas más por la devoción directa y llana que por lo que pudiéramos llamar una profesión, no sólo admitía a los varones, sino también a las mujeres; hallamos frecuentemente en los mitos sacerdotisas y mujeres consagradas al culto, y pitonisas, sibilas o adivinas que gozaban de particularísima importancia y respeto. Eventualmente podían ejercer funciones sacerdotales personas de muy diversa condición, por ejemplo, los rectores de la vida política de la ciudad, no por intromisión en materia impropia a la suya, sino como oferentes en nombre de la comunidad política y social que regían y representaban. Y también cualquier clase de persona en casos especiales; la epopeya y la fábula ofrecen constantemente ejemplos de héroes y otros personajes que hacen sacrificios en momentos de apuro o como signo de agradecimiento por una difícil empresa felizmente coronada. Si queremos formular una clasificación, ya que no es una jerarquización, de las personas dedicadas al culto en Grecia, hallaremos el simple sacerdote o sacerdotisa adscritos a un santuario; cuando éste era importante y exigía varios, dependían de otro que era jefe natural de esta comunidad, que nunca puede compararse a las monacales a la manera oriental o cristiana, concepto que fue absolutamente extraño a los griegos. A su lado había simples ayudantes. Los iniciados, que con el tiempo los sustituían, pero sin ningún grado jerárquico concreto. Algunos sacerdotes estaban especializados en la misión de sacrificador; otros, hombres, y muy particularmente mujeres, en la adivinación, estaban adscritos a los oráculos. Misión especial tenían los cantores que participaban en los misterios y fiestas de los dioses, y que poseían doble consideración: de portadores de la más bella expresión del culto y de vates inspirados en sus cantos por los propios dioses. Naturalmente, se les relacionaba con los poetas y cantores míticos cuya importancia ha sido legendaria (por ejemplo Orfeo). Una distinción importante entre la religión griega y la mayoría de las de grado elevado, es la falta de un texto sagrado fundamental. Hubo escritos sagrados parciales, referentes aun hecho, a un dios o un grupo de ellos. Pero nada semejante a un libro revelado, a la complicación seria de un reformador, nada paralelo al Libro de los Muertos, al Avesta, al Corán, etc. Los escritos básicos, citados en ocasiones, eran obras de poetas o de filósofos, de tipo informativo, pero en modo alguno fundamento de la fe. Con esto se relacionan aspectos importantes de la teología: como es natural, no existía el dogma ni quien lo definiera; no prescindieron los griegos de la revelación divina, pero le dieron un carácter muy especial. Los dioses se comunicaban con ciertos hombres; en la fábula mitológica se presentaban a éstos directamente y le hablaban, o expresaban su voluntad mediante fenómenos naturales o extraordinarios de clara interpretación; pero estas comunicaciones no tenían por objeto explicarles su esencia ni cualquier otro aspecto de tipo

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auténticamente teológico, sino mandar o prohibir algo, exigir un sacrificio y, en general, ordenar actos concretos relacionados con una situación determinada y sin trascendencia universal. En la práctica, la revelación divina “siempre con el mismo carácter indicado”, se verificaba por varios medios, el más regular eran los oráculos. Consistían estos en un santuario establecido en algún lugar famoso por sus relaciones con un dios; allí vivía el sacerdote o sacerdotisa adivina, que antes de pronunciar sus palabras tenía que realizar una serie de ritos que provocaban un verdadero trance semejante al de los brujos primitivos o al de nuestros médiums actuales. Era una autentica enajenación provocada por autosugestión, favorecida por la bebida de vino u otros líquidos excitantes, y los cantos y acciones del ritual, acompañado por nubes de incienso y verificado en lugares oscuros y apropiados que creaban un ambiente favorable a lo sobrenatural. Ya fuera de sí, el oficiante se revolcaba en el suelo, caía en éxtasis y experimentaba otros trastornos nerviosos y neurovegetativos que se interpretaban como manifestación de la dignidad que penetraba en su cuerpo. Entonces pronunciaban las palabras que se atribuían directamente al dios que hablaba por su boca, y no era extraño que cambiase de voz. Las palabras eran a veces muy claras, pero otras revestían forma enigmática que requería posterior interpretación. Estas personas eran sumamente respetadas y temidas; su misión, más que teológica, era adivinatoria previa consulta. Hay motivos para creer que al menos en la mayoría de los casos eran sinceras; como es lógico, sus frases y su estado nada tenían que ver con lo sobrenatural, pero ellos y sus fieles así lo creían. Esos trances equivalían a situaciones psíquicas próximas a una locura transitoria, de análisis complicado y máximo interés científico desde el punto de vista muy corriente e incluso psicopatológico. Otro sistema muy corriente de comunicación con los dioses eran los sueños. Las divinidades gustaban de manifestarse a los hombres cuando éstos dormían; los sueños eran a veces claros, pero otras requerían una interpretación cuidadosa para comprender su sentido. Salvando todas las diferencias, innegablemente inmensas, era como un precedente del psicoanálisis. Además de estas comunicaciones eventuales, los griegos las organizaban dentro de los actos del culto de una manera consciente mediante lo que los latinos llamaron la incubatio. La practicaban bajo rígidas reglas y actos de culto personas adscritas al servicio religioso, a veces los mismos sacerdotes y pitonisas; después se retiraban a un lugar oscuro y bien preparado del santuario y allí se dormían o caían en un estado semejante a la hipnosis o a la narcosis, durante el cual tenían realmente sueños que habían sido provocados por toda la preparación anterior, y que igualmente se consideraban revelaciones de la divinidad. Ciertos poetas y cantores especialmente en momentos de enajenación durante las fiestas y misterios, se creían igualmente intermediarios de los dioses, sobre todo cuando en el furor del entusiasmo de ciertas fiestas rituales acababan cayendo en trance. Naturalmente, no faltaron los engaños preparados por ciertos sacerdotes desaprensivos, como esculturas huecas o con conductos que comunicaban con el escondrijo donde se pronunciaban las pretendidas palabras del dios. Pero esto fue la excepción en Grecia. Recordemos algunos oráculos famosos, Como la superstición primitiva veía en todos los fenómenos celestes signos expresivos de la voluntad de los dioses, no es extraño que al ser Zeus dios del cielo fuera la fuente principal de revelaciones y profecías. Generalmente se manifestaba por el rayo y por el vuelo de los pájaros debidamente interpretado. Sus oráculos más importantes eran los de Donona (Épiro) y Olimpia. Pero generalmente daba a conocer su voluntad por su hijo predilecto, Apolo, en el que se centraban los ritos adivinatorios. Apolo se convirtió así en el dios de

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las profecías, que comunicaba en ese estado de enajenación que acabamos de describir. Fueron famosos sus primitivos oráculos de Claros (Colofón), Dídime (Mileto), e Isimene (Tebas), pero el fundamental es el muy conocido de Delfos, que tenía carácter prehelénico y cuyos dictados ejercieron una influencia todopoderosa a través de siglos enteros de la historia griega; su tradición estaba tan arraigada, que aún se le cita en el siglo IV d.C. y llegó a consultarlo el emperador romano Juliano el Apóstata. Hubo además otros muchos oráculos de menor importancia.

IMPERIO ROMANO: