relaciones entre trabajo social y sociedad - ucm

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ISSN: 0214-0314 Cuadernos de Trabajo Social 1999, 12:93-706 Relaciones entre trabajo social y sociedad Octavio VÁZQUEZ AGUADO * Resumen Abstract Pretendemos poner de manifiesto cómo existe una tntima relación entre la disciplina y ía sociedad en la que se desarrolla. Para ello, hace- mos un repaso de ías cuestiones que ilustran esta reíación: la configuración histórica del trabajo social, las relaciones existentes con la política social, la formación académica como espacio don- de se producen y reproducen las contradicciones del trabajo socíal y una aproximación a las mani- testaciones materíales de/objeto. Creemos que el trabajo social necesita tomar una mínima distancia frente a las exigencias que impone el contexto social en el que se desenvuelve, y poder analizar críticamente lo que sucede en su entorno como medio para conseguir una sociedad mejor Breve repaso histórico a las relaciones entre sociedad y trabajo social A unque la consolidación del tra- bajo social como profesión y dis- ciplina no tiene lugar hasta el xx, podemos encontrar en el xix elementos que nos permiten reflexionar sobre su configuración histórica. En este siglo se This paper underimes the closereíationship betv,een socíal v’orlt as a discipline, anó the society in vthich it operates. The issues that high- light this relationship are as follows: the history of social work, its reíationship with social policies, the academic forum where ah the inherent contradic- tions of social vtorl¿ arise, and geting an approach to the material aspects of practice. It is thought thaI social vvork needs fo distance itself sufficiently from Ihe demanós that the social environment creates, so thaI a critical analysis of Ihe social confex! can be made in order to create a better society localizan los antecedentes inmediatos del trabajo social, que se desarrollan en un contexto que les imprime un deter- minado carácter hasta el punto, como afirmamos, de poder encontrar en ellos razones que alumbran la historia recien- te y el presente del trabajo social. Creemos que son tres los aconteci- mientos más importantes, como hemos señalado con anterioridad (Vázquez, 1998) que condicionan a los antece- -Octavio vázquez Aguado. ProlesorTitularde Escuela Universitaria, adscrito al Departamento de Sociología y Trabajo social de la Universidad de Huelva. Diplomado en Trabajo social y Licenciado en Antropologia. Publicaciones relacionadas con la epistemologia del trabajo social y el trabaio social con inmigrantes: edu- cación intercultural de los trabajadores sociales, análisis de la visualización social de la inmigración y con- diciones de vida de los temporeros inmigrantes. 93

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ISSN: 0214-0314Cuadernos de Trabajo Social1999, 12:93-706

Relaciones entre trabajo social y sociedad

Octavio VÁZQUEZ AGUADO *

Resumen AbstractPretendemos poner de manifiesto cómo

existe una tntima relación entre la disciplina y íasociedad en la que se desarrolla. Para ello, hace-mos un repaso de ías cuestiones que ilustran estareíación: la configuración histórica del trabajosocial, las relaciones existentes con la políticasocial, la formación académica como espacio don-de se producen y reproducen las contradiccionesdel trabajo socíal y una aproximación a las mani-testaciones materíales de/objeto. Creemos que eltrabajo social necesita tomaruna mínima distanciafrente a las exigencias que impone el contextosocial en el que se desenvuelve, y poder analizarcríticamente lo que sucede en su entorno comomedio para conseguir una sociedad mejor

Breve repaso históricoa las relaciones entresociedad y trabajo social

A unque la consolidación del tra-bajo social como profesión y dis-ciplina no tiene lugar hasta el xx,

podemos encontrar en el xix elementosque nos permiten reflexionar sobre suconfiguración histórica. En este siglo se

This paperunderimes the closereíationshipbetv,een socíal v’orlt as a discipline, anó thesociety in vthich it operates. The issues that high-light this relationship are as follows: the history ofsocial work, its reíationship with socialpolicies, theacademic forum where ah the inherent contradic-tions of social vtorl¿ arise, and geting an approachto the material aspects ofpractice. It is thought thaIsocial vvork needs fo distance itself sufficiently fromIhe demanós that the social environment creates,so thaI a critical analysis of Ihe social confex! canbe made in order to create a better society

localizan los antecedentes inmediatosdel trabajo social, que se desarrollan enun contexto que les imprime un deter-minado carácter hasta el punto, comoafirmamos, de poder encontrar en ellosrazones que alumbran la historia recien-te y el presente del trabajo social.Creemos que son tres los aconteci-mientos más importantes, como hemosseñalado con anterioridad (Vázquez,1998) que condicionan a los antece-

-Octavio vázquez Aguado. ProlesorTitularde Escuela Universitaria, adscrito al Departamento de Sociologíay Trabajo social de la Universidad de Huelva. Diplomado en Trabajo social y Licenciado en Antropologia.Publicaciones relacionadas con la epistemologia del trabajo social y el trabaio social con inmigrantes: edu-cación intercultural de los trabajadores sociales, análisis de la visualización social de la inmigración y con-diciones de vida de los temporeros inmigrantes.

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dentes del trabajo social: la expansiónde las ciencias sociales, el desarrollo dela revolución industrial y la tímida aun-que progresiva incorporación de lasmujeres a la vida y espacios públicos.Cada uno de estos tres hechos influyenen el trabajo social de manera diferen-te: directa como es el caso de la incor-poración de las mujeres y revoluciónindustrial; indirecta como ocurre con lasciencias sociales. Estos tres acontece-res nos sirven como referentes paraexplicar el desarrollo y situación actualdel trabajo social. Veamos con algo másde detalle cada uno de ellos.

La expansión de las cienciassociales tiene lugar a partir del cambioradical que se produce en la sociedadeuropea con el desarrollo de la Re-volución Francesa, que supuso no sólouna transformación en la estructurasocial con la ascensión definitiva deuna clase social nueva, sino la apariciónde nuevas formas de explicar la reali-dad que se corresponden con nuevaspreguntas realizadas respecto a cómoes y cómo funciona la sociedad. Conellas se inició el incipiente desarrollo delas diferentes ciencias sociales.Inicialmente, se configuraron siguiendoel canon de las ciencias naturales parapoder ser consideradas como ciencias.Como noción de ciencia dominantegozaba de un lugar destacado en lasociedad como fuente de verdad. Elconocimiento sólo se podía obtener através de un procedimiento que ponía elénfasis en lo objetivo, lo cuantitativo, loexperimental, la observación, la verifi-cación y la generación de leyes deorden mecanicista (Naredo, 1987>. La

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ciencia puesta al servicio del hombre ycon la finalidad de dominar la realidad,social o natural. Siguiendo este modelodescrito a grandes trazos, las cienciassociales fueron abriéndose caminocomo fuente de conocimiento paraexplicar la realidad social. El trabajosocial, por contra, nació como un saberempírico, como una actividad filantrópi-ca (Zamanillo, 1991), centrado en laatención a los pobres en una mezcla deasistencia, control y represión. Sus pre-ocupaciones “científicas” eran limitadasy se ceñían a cómo mejorar la organi-zación de la caridad. Posteriormente,aparecería la necesidad del conoci-miento de la realidad social, la profe-sionalizacióri de la asistencia y su for-mación. Gran parte de la historia del tra-bajo social consiste en analizar losintentos de aproximación a las cienciassociales, a lo que se puede tomar deellas y cómo se puede aplicar a la inter-vención del trabajo social.

También en este siglo tendrálugar la expansión de la industria y delmodo de producción capitalista quecondicionará la vida económica, socialy política de Europa y de casi todo elmundo. Sus consecuencias socialesfueron muy importantes: la sociedad noes vivida como un espacio de tranquili-dad, seguridad y prosperidad, sinocomo un lugar de conflicto y tensión(García, 1981). Para mitigar esta situa-ción, o para cambiar la organizaciónsocial y las posiciones de los individuosrespecto a la propiedad de los mediosde producción y la plusvalía generada,se desarrollaron bien tímidas reformu-aciones en el seno del liberalismo eco-

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nómico o bien propuestas más radica-les desde el socialismo. Desde las filasmás conservadoras se perfilaron accio-nes encaminadas a mejorar las condi-ciones de vida de los trabajadores y delos pobres (beneficencia, caridad>. Coneste deseo de mejorar las condicionesde vida y hacer aceptable el sistema(esto es, no cuestionario), se procede-rá a una revisión y expansión de las or-ganizaciones de caridad, donde encon-trará su origen el propio trabajo social.Las primeras visitadoras amigables,educadoras de la clase obrera, seránmujeres de la burguesía que pretendenmejorar sus condiciones de vida, guia-das por el espíritudel utilitarismo (Moix:1991, 57): el mayor bien para el mayornúmero. Quedaron en saco roto, demomento, las indicaciones emanadasde la Revolución Francesa que afirma-rá que la asistencia es una ciencia polí-tica que debe sercuidadosamente estu-diada (Álvarez Una, 1987). Si el impul-so de las organizaciones de la caridadprovino de las clases pudientes, nopodemos obviar (por contraposición)que, en el siglo xix, y gracias a la pre-sión del movimiento obrero y de los par-tidos socialistas, comenzó también eldesarrollo de los antecedentes delEstado de Bienestar. Se podrá discutirsilos logros alcanzados en este perío-do, tanto en el orden político comosocial, son verdaderas conquistas delos trabajadores o, simplemente, cesio-nes del Estado y de la burguesía nece-sanas para el mantenimiento del siste-ma capitalista. Lo que parece innegablees que la vida de los obreros empezó amejorar, una redistribución incipiente dela riqueza se realizó y sobre todo, se

abrió definitivamente la puerta a la inter-vención del Estado en la regulación dela vida económica y en la protección ymejora de las condiciones de vida delos trabajadores. Esta intervención fueaceptada por los liberales como unamanera de mantener el sistema y, porparte de los socialistas (para algunosde ellos), fue el inicio de poner elEstado al servicio de la clase trabaja-dora. Si el incipiente Estado social nacea partir del reconocimiento de derechosa la clase obrera, el trabajo social nacecon la finalidad de contribuir a mejorarlas condiciones de vida de la mismapero sin cuestionar la lógica que gene-raba las situaciones de enorme desi-gualdad: “el objetivo era intervenir conmedidas de previsión y protecciónsocial en el seno de la clase trabajado-ra, y ello no tanto en nombre del sacro-santo principio de la igualdad cuanto ennombre de la solidaridad, es decir, sinconceder a los asistidos derechos so-bre el espacio político, espacio de so-beranía” (Alvarez Una, 1995:10-11>.

El papel de la mujer en el si-glo XIX también nos parece una refe-rencia importante para explicar el desa-moho posterior del trabajo social. Su rolen la sociedad, la distribución de pode-res, los espacios propios de los dossexos configurarán una presencia de lamujer en la sociedad subsidiaria delhombre, expulsada de la vida pública ycuya importancia, tanto en la produc-ción como en la reproducción social, noes valorada suficientemente. Farge(1991: 90-96> nos señala que la mujerse caracteriza en este periodo por estarsometida al hombre: “el producto de su

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trabajo recae en su tutor legal y la pro-creación está sometida al control de lacomunidad”. Es considerada como unserdébil (y por ello, quizás las primeraslegislaciones de las condiciones de tra-bajo se dirigen a ellas y a los niños>, loque no impide que su trabajo siga sien-do duro. Se les ve como irresponsables.Su ámbito de poder se imita a lodoméstico, donde se vive como unaintrusión la presencia del hombre. Eneste espacio tendrá lugar la sociali-zación de hijos e hijas y, por tanto, lareproducción social. Lo único que cam-bia, según Farge, es que las mujeres<determinadas mujeres) comienzan adesarrollar una presencia pública queantes era de dominio exclusivo de loshombres. Veamos cómo lo dice la auto-ra: “las Iglesias, la República, exaltan ‘elpoden social de las mujeres’, conside-nado como fundamental en el desarro-lío del Welfare Estate. En Alemaniaadopta la forma de una verdaderamaternidad social’. En ese caso, lasmujeres burguesas socorren, educan ycontrolan a las mujeres pobres y obre-ras. A impulso de asociaciones, pasan,de ser ‘visitantes de pobres’ según lavIeJa pynrpsínn filantrópica,ainspecto-ras benévolas, de damas protectoras aasistentes sociales, precursoras de lostrabajadores sociales, De la mismamanera, los médicos hacen de lasmujeres sus aliadas en la lucha por lahigiene, que es también un modo demoralizar la miseria que se oculta trasla mugre. Muchas mujeres encontrabanahí un exutorio a sus energías y a lamala conciencia que los valores de uti-lidad y trabajo, crecientes en la socie-dad, transmitian a su ociosidad”. Las

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mujeres se incorporan a la vida socialprogresivamente, siendo la asistenciasocial uno de los campos privilegiadospara ello. Su presencia, su labor, es unaprolongación de los roles expresivosque juegan en el ámbito doméstico yque reproducen en el ámbito público.

Observamos, como conclusión,que el movimiento precursor del traba-josocial nace en el seno de la clase altay, aparte de servir para justificar a lasmujeres frente a la sociedad, es emple-ado como un mecanismo de controlrespecto del cual la clase trabajadorarecela, como había recelado conanterioridad de otros mecanismos deayuda desarrollados por la sociedad(Fernando, 1992: 116). La asistenciasocial, como precursora del trabajosocial, nace pues de un deseo refor-mador desde las élites sociales, aleja-da del incipiente Estado social y sin par-ticipación en el debate sobre las cien-cias sociales.

Ya entrados en el siglo xx el tra-bajo social inicia su desarrollo definitivocomo profesión y disciplina. Es innega-ble que las aportaciones que Richmondh¡zo4L’eron-fundamentales para-alcan-zar este logro. Dio al trabajo social suprimer contenido teórico sistematizado:fue la inventora conceptual, la que teo-rizó y sistematizó el trabajo social, laque formalizó sus técnicas y sus conte-nidos. Estableció, como objetivos para eltrabajo social, no sólo educar a la pobla-ción, sino también la investigación y ladenuncia de situaciones sociales injus-tas. Adelantándose a su tiempo, previ-no a los trabajadores sociales del exce-sivo trabajo burocrático en detrimento

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del trabajo directo con los clientes: eranecesario dedicar tiempo, conocer enprofundidad la historia de los clientes,para comprender la situación actual.Desde ahí, será posible una integraciónde los individuos en la sociedad. Paralograr tal integración dio a los trabaja-dores sociales consejos muy sencillos:poner el énfasis en lo normal, evitar larigidez, hablar mucho e intensa y amis-tosamente con los clientes, no conside-rarse infalibles, entablar una relaciónpersonalizada, directa, franca, que nobusca una derivación a otro serviciosino realizar un verdadero trabajo socialde casos, donde se debe potencian laparticipación del cliente. Para todo elloserá necesario no sólo la buena volun-tad y el sentido común, sino la forma-ción continuada, un saber más comple-jo que permitan convertir en ciencia elarte de ayudar al otro. Queda claro queel trabajo social de casos no es unaderivación hacia otro servicio, es unarelación de ayuda que requiere tiempo,dedicación, emplearse a fondo impli-cando al cliente, conociendo el entra-mado de sus relaciones sociales e inter-viniendo también sobre ellas. Darimportancia a las capacidades del clien-te, a sus aspectos positivos que puedencontribuir a la solución de los proble-mas, sin olvidar, insistimos, la dimen-sión investigadora y de denuncia. Estetrabajo social comenzaría con un diag-nóstico de la situación en la que seencuentra la persona o la familia connecesidades, no centrándose única-mente en las necesidades económicas:se debe conocer y entender a la gente,tener una comprensión global, reco-giendo información de diversas fuentes

para, con posterioridad, tratar de inter-pretan la información recabada y esta-blecer un plan de intervención que, enla línea de lo ya anunciado, no puedehacerse sin tener en cuenta el tejidosocial donde se inserta el individuo.Esta metodología de intervención ten-dría un centro de gravedadque sería losocial. Sobre la reflexión del mismo seconstruirá la disciplina de trabajo social.Obtener generalidades de la interven-ción profesional o no es posible o esmuy difícil, lo que no implica que no sepueda conocer en profundidad unasituación determinada. El trabajo socialde casos necesita reconocer que: “losseres humanos son interdependientes,diferentes, no dependientes y (ni) do-mésticos”, de ahí que sea necesarioestablecer un contacto que permita unconocimiento profundo, dar y facilitan laparticipación, “gastar’ tiempo en esta-blecer una relación individualizada quepermita conocer al sujeto en su contex-to. Y reconocer, por último, que el tra-bajo social no sólo produce cambios enuna dirección, sino que afecta tambiénal propio profesional (Gaviria, 1995: 9-59, 178-180>. Zamanillo (1991: 35-37).Sintetiza estas aportaciones en la nece-sidad de conocer la relación del hombrecon su medio, siendo necesario prestanatención, tanto al individuo concretocomo al entorno: comprender al indivi-duo, conocer los elementos positivos ynegativos del entorno, trabajar directa-mente con la persona y su medio.Adaptan a la persona al medio y vice-versa: interdependencia.

Tras las aportaciones de Rich-mond, el trabajo social siguió evolucio-

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nando y desarrollándose. Con el augedel psicoanálisis, adquirió una forma-ción y una importancia de la que, has-ta entonces, no gozaba. Aunque desta-cadas son las aportaciones que hace altrabajo social, también supuso unamenor atención hacia lo más genuinodel trabajo social. Posteriormente, conla aceptación de la intervención públicaa partir de la crisis del 29 y la consoli-dación del Estado de Bienestar, el tra-bajo social tuvo ocasión de profundizary desarrollanse: la profesionalización delos trabajadores sociales siguió en alzaasí como la creación de centros docen-tes. Comenzó también la organizacióninternacional de escuelas y profesiona-les. En este período tuvo también lugarel desarrollo del trabajo social funcionalcon Hamilton, el de grupo con Konopkay el de comunidad (De la Red, 1993).En los años 60, se vivió una época derevisión y crítica en el seno del trabajosocial. Por un lado, el movimiento de laReconceptualización pretendió unarevisión a fondo del trabajo social,adaptándolo a su realidad al mismotiempo que pretendía una profundiza-ción en sus contenidos, existiendo trestendencias: aquélla que pone énfasisen lo científico, la que hace hincapié enlo metodológico y técnico y, por últimola que insiste en la profesionalización yen la práctica (Ander Egg, 1984: 39-52).Por otro lado, según Álvanez, mayo del68 cuestionó el modelo médico tradi-cional de relación dual, planteando enel seno de la profesión unueuata ur¡uu

los que querían hacer del trabajo socialuna militancia política, frente a los quedefendían una cierta desideologizacióno, en todo caso, una profundización en

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las cuestiones profesionales. Ya en ladécada de los 70 y 80 el trabajo socialha tenido que enfrentarse a las conse-cuencias de la crisis del 73, el neolibe-ralismo político y económico, la progre-siva desmantelación del Estado deBienestar y la creciente exclusión social(De la Red, 1993 y Álvarez Una, 1995>.Es en el desarrollo de este modelo deestado donde el trabajo social alcanzasu mayor apogeo, al menos en Europa,y pon ello nos parece fundamental ana-lizar las relaciones entre trabajo socialy política social.

Trabajo social y políticasocial

La política social se concreta en eldesarrollo de programas para mejorar elbienestar de la población. Los trabaja-dores sociales como profesionales tra-bajan en la articulación de dichos pro-gramas, por lo que su acceso al empleoestá determinado por la ejecución deestas políticas. Como resultado de ello,una gran parte de los trabajadoressociales que han accedido al mercadode trabajo, lo han hecho, al menos enEuropa, a través de las administracio-nes públicas que desarrollan estos pro-gramas. Cuando se frenan los mismos,se retrae el acceso al mercado de tra-bajo. Labonté (1987: 58) nos plantea,en este sentido, una contradicción sig-nificativa: si debido a la crisis económi-ca yastJS4eperctJsiotleasociáieÉvS-e vaampliando la necesidad de trabajadoressociales, la disminución de los gastossociales reduce el acceso al empleo de“funcionarios sociales” al mismo tiempo

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que incentiva otras formas de regular laayuda a quien la necesita. Por tanto, acorto plazo, parece claro que el futurolaboral del trabajo social va ligado aldesarrollo de la política social. Recortesen la misma suponen retrocesos en elacceso al empleo. Ante ello, caben dosopciones compatibles en el tiempo:aportar nuestra reflexión en el debatesobre la política social, convirtiéndoseen un campo privilegiado para la refle-xión y producción teórica desde el tra-bajo social insistiendo en el manteni-miento de la misma como una base fun-damental de legitimación de losEstados europeos, aunque impliquecambios en su ejecución. En segundolugar, abrir el trabajo social a otrosámbitos profesionales poco desarrolla-dos hasta ahora, y que se expresancomo cambios en la ejecución de lapolítica social o como nuevos “yaci-mientos de empleo” profesionales enuna sociedad de servicios, contribu-yendo de este modo al pluralismo delbienestar <Johnson, 1990). De la Red(1993: 94-99) ve esta relación de lasiguiente manera: el trabajo social serelaciona con la política social: “comocolaborador en la traducción de la polí-tica social de las instituciones de laadministración () al mismo tiempo eltrabajo social ha de tener por ello pre-sente la visión del hombre y de la socie-dad que influye en el modelo de bie-nestar social”. Esto nos introduce unaspecto nuevo al que todavía no hemosprestado atención y que consiste en verque el trabajo social no sólo traduce yconcreta la política social, sino que suejercicio se ve condicionado por la mis-ma. No nos referimos ahora al acceso

al empleo en mayor o menor medida,sino a que la política social está conce-bida bajo unos determinados valores yrelerentes ideológicos que puedenentrar (o no> en colisión con los del tra-bajo social. Como indica Payne (1995:51), el marco institucional —contextoorgánico— es uno de los aspectos queintervienen en el manco social dondeactúa el trabajo social, y puede serquese dé incompatibilidad de concepcionesentre la profesión y la política que la ins-titución desarrolla. Este desacuerdo ori-gina conflictos puesto que el contextoorgánico modela y controla al trabajosocial como ocupación, como asimismola asignación de la consideración decliente social en una persona en parti-cular, Conflictos que Van Stegeren(1987:168) sintetiza en las diferenciasque se pueda dar entre el trabajadorsocial y el “Gobierno en las interpreta-ciones de derechos sociales, de con-ceptos como bienestar social, autono-mía de la política de la agencia (bajo laque interviene el trabajador social>, polí-ticas presupuestarias, autonomía pro-fesional, etcétera”.

El reto es no ser sólo un mero ins-trumento de la política social sino,como dice De laRed (lggS: ~5),“el tra-bajo social tiene que ser un elementoactivo en la circularidad de la dinámicadescendente que se produce a travésde la toma de decisiones, y en laascendente que se lleva a cabo a tra-vés de las demandas y necesidadesemergentes en el contexto”. Es en estecontexto en el que están tanto los tra-bajadores sociales como la poblacióncon la que éstos ejercen su profesión,

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donde se desarrollan y manifiestan lasnecesidades a las que la política socialpretende dar respuesta. Como la arti-culación de la misma es mucho máslenta que la aparición de nuevas nece-sidades, materiales o no, el trabajosocial puede influir en la política sociala través de la reflexión y el abordaje deestas nuevas necesidades. Insistimosen que superar el carácter de traductorde la política social exige a los trabaja-dores sociales el estudio y la reflexiónteórica sobre la misma y sus debates y,al mismo tiempo, sobre cómo la ejecu-ción de los programas que la concretancontribuyen o no efectivamente a alcan-zar el bienestar social que pretenden.Es una dimensión esencial de la rela-ción entre trabajo social y políticasocial: estar atentos a las nuevas nece-sidades que surgen (y máxime, en unasociedad en cambio o transición comola nuestra> para poder articular res-puestas a las mismas, bien desde lasadministraciones públicas, o bien des-de la propia sociedad, en una nuevaconcepción de la responsabilidad socialy de la ciudadanía. Esta dimensión tie-ne que trasladanse y concretarse en laformación de los trabajadores sociales,dotándolesde medios que les permitanconocen tanto la evolución histórica dela politica social como los elementoscondicionantes de la misma y su con-creción en las distintas áreas de inter-vención. En instrumentos que facilitenla captación de nuevas necesidades, susistematización y reflexión.

La formación de los trabajadoressociales en cuanto a la política socialtiene que contemplar la contradicción

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que existe entre los objetivos ideales ylas condiciones que exige alcanzar elEstado de Bienestar, y que dimanandel desarrollo del mismo dentro de losEstados-Nación (San Román, 1993:69-78>. Los objetivos ideales son lossiguientes: desde el punto de vista ide-ológico, lograr la igualdad entre todoslos ciudadanos. Desde el punto de vis-ta político la aceptación del sistema yparticipación en el mismo de los ciu-dadanos. Desde el punto de vista eco-nómico, lo que se persigue es la cober-tura de las necesidades que produce ladesigualdadsocial. Por contra, las con-diciones que limitan estos objetivos nosindican que, desde la óptica económi-ca, el Estado prioriza el desarrollo deacciones que resuelven situacionesque son problemáticas para la propiaAdministración. Conseguir los objetivosen el plano ideológico y político, con-lleva la aceptación del modelo socialdominante y la homogeneización de lapoblación de acuerdo a las exigenciasque plantea el participar de ese Estadode Bienestar dentro de un Estado-Nación de tal forma que, aquél o aqué-lla que no responda a las exigenciasque plantea el derecho a la ciudadaníadel mismo, tendrá difícil el acceso a laspolíticas de bienestar. Para hacer fren-te a estas contradicciones, la formaciónde los trabajadores sociales tiene quepermitir, parafraseando a San Homán,el conocimiento de las relacionessociales, de las organizaciones quesubyacen a las mismas, de su cultura,de su visión del mundo. Los plantea-mientos teóricos que se desarrollan enla formación tienen que “ponerse aprueba” en el desarrollo de interven-

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ciones concretas. La relación entre tra-bajo social y política social no sólo tie-ne que contemplan las contradiccionesantes enunciadas y que afectan a losintereses de un Estado como gestordela política social y a unos profesionales,entre otros, encargados de ejecutarla,sino que debe contemplar el estudio, elanálisis, la crítica y el mejoramiento dela política social en sí, “recuperando ladimensión de política social que tieneel trabajo social” (Rossell, 1992:134> yque exige a la profesión la presencia enlas instancias de decisión política yorganizativa pues, como sostieneJordan (1984), el trabajo social secaracteriza porque ‘te ocupa de losocial como objeto de interés principaly no como complemento de otros ámbi-tos de interés”.

La formación en trabajosocial

Mucho se ha escrito sobre la mis-ma porque sobre ella han recaído lascontradicciones, las paradojas y lasdudas que han recorrido al trabajosocial desde su institucionalizacióncomo profesión y la consecuente nece-sidad de preparación, de certificaciónde aptitud, para su ejercicio. No nosvamos a detener aquí, puesto que ya lohemos hecho anteriormente, en el con-texto en el que surge el trabajo social,pero si quisieramos reseñar unas bre-ves palabras de Jiménez (1997: 147>,citando a Courtois (1976>, que nosponen de manifiesto que el trabajosocial “nace del enfrentamiento de dosclases, es el producto de la clase bur-

guesa sobre el proletariado”. A travésdel mismo, la clase burguesa logródisuadir las reivindicaciones de la claseobrera. Alvarado, citada también poresta autora, nos dina~ “que no nacecomo una nueva forma en el seno delmundo proletario <.) sino como partede un movimiento de reforma social ini-ciado desde arriba pon personas y gru-pos pertenecientes a las clases privile-giadas”. Somos conscientes de queesta afirmación puede dudarse ya queno todo el mundo estará de acuerdocon ella. Pero si la emplazamos aquí espara poner de manifiesto cómo la for-mación de los trabajadores sociales seve recorrida por contradicciones y para-dojas, y una de ellas es cómo su origense sitúa en un contexto social donde seconcibe al trabajo social como un ins-trumento de control. Con el tiempo, estaimagen iría diluyéndose hasta concebirel trabajo social como un instrumentode las clases popularesfrente a las cla-ses dominantes. Pero resulta que losempleadores de los trabajadores socia-les y, en nuestro caso, es la administra-ción el mayoritario todavia, tienen unosintereses claros y concretos que pue-den no coincidir con los de los profe-sionales.

Tampoco podemos negar hoy endía que la inmensa mayoría de losestudiantes de trabajo social procedende una clase social media cuyos inte-reses predominantes se centran enacceder al mercado de trabajo, y sibien antes la formación de los mismosse orientaba hacia la función pública,hoy ello no es posible por las nuevascondiciones en las que se desarrolla la

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acción social. Según Dorval (1993:281 -

282>, el nuevo contexto de la acciónsocial viene determinado por sen desa-rrollada pon un grupo significativo deactores: desde la administración centralhasta la local, pasando por entidadesprivadas sin ánimo de lucro hasta lasempresas. En segundo lugar, porque eldesarrollo de la acción social centradaen la inserción social implica la movili-zación de un conjunto de recursos dis-persos por diversos organismos e ins-tituciones y, en tercer lugar, porque lostrabajadores sociales tienen que hacerfrente a nuevas demandas, trabajar connuevos públicos y con nuevos “parte-naires”. Todo ello provoca un cambiocultural en los trabajadores sociales.Según Lodewick (1997:111-117), estecambio cultural vendría definido por la“aproximación global en obras, es decir,formar los trabajadores sociales esdesarrollan el conocimiento de los otros,sus diversidades (.. -) teniendo en cuen-ta las cosas en su universalismo y sub-jetividad”. La formación tiene que hacerposible este nuevo cambio cultural,aunque es evidente que el mismo seproduce a mayor velocidad que loscambios en las instituciones acadé-micas.

Esta última afirmación nos remitea otro aspecto fundamental en la for-mación de los trabajadores sociales: elespacio, la institución, donde hoy sedesarrolla la misma, que en España noes otro que la Universidad fundamen-talmente pública. Pardo y otros (1996>nos explican claramente cuáles son lasrepercusiones de las políticas socioe-conómicas en la formación de los tra-

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bajadores sociales. Nos indican cómolos criterios orientadores de esta políti-ca, globalización, mundialización, com-petitividad, criterios de convergencia,inciden en todas las políticas públicas y,pon tanto, en la política universitaria. Eneste sentido, podemos afirman que laconfiguración de los nuevos planes deestudio, entre 180 y 220 créditos, supo-ne, en muchos casos, una reducción dehoras lectivas y de profesorado, pudién-donos preguntar si esta reducciónsupone en efecto una mejora en la for-mación de los trabajadores sociales.Sin embargo, asistimos a la puesta enmancha de titulaciones de formaciónprofesional como la de Técnico Supe-rior en Integración Social <BOJA. n9 16de 6 de febrero de 1997) cuyo plan deestudios es, cuando menos, muy simi-lar al de los trabajadores sociales.

La formación en trabajo socialtambién es fundamental porque en ellase sustenta la base de la identidad dela profesión y disciplina. El período deformación contribuye a reproducir y amantener nuestra identidad. Esta esuna cuestión central. La aproximaciónque los alumnos realizan al trabajosocial viene determinada, pon un lado,pon sus experiencias previas, sus pre-nocíones y sus conocimientos. De ellose colige una imagen del trabajo social,a veces difícil de modelar, y desde laque se calibra toda la información queposteriormente reciban. Por otro lado,dado el desconocimiento general sobrela profesión, es probable que dichaaproximación se nutra fundamen-talmente de la formación recibida, en laque inciden los discursos formales,

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directos, en base a lecturas, transmi-sión de conocimientos y actitudes, penotambién los discursos implícitos, laten-tes, de los formadores, que son trans-mitidos al alumno al mismo tiempo quelos formales y que pueden tener unpeso fundamental en la producción yreproducción de la identidad, Esta iden-tidad es reducida (Mouzakitis, 1997:15)a “la adhesión a un código ético, gene-ralmente compartido y de una calidadespecíficamente humanista <.4 que sehace evidente cuando se examina loscurrículos de las diferentes escuelas y,por consiguiente, la práctica profesionalde los trabajadores sociales”. O bien,Escartin (1992>, citando a Gneenword,nos dice que el trabajo social tienetodos los rasgos para ser consideradacomo una profesión: posee una teoríasistematizada, una autoridad reconoci-da, la sanción de la comunidad, uncódigo de valores y una cultura.

Respecto a la primera escenifica-ción de la identidad podemos afirmarque la misma es pobre, lo que no impli-ca que no sea cierta ni válida. Es decir,puede haber una cultura común impreg-nada por los valores del humanismopero dicho bagaje es limitado paraconstruir toda una identidad profesional.Esos valones tendrán que traducirse enmodos de proceden con los sujetos, enformas de aprehensión de la realidadque pueden resultan coherentes o nocon los valores que alimentan estosprocedimientos. La limitación de la iden-tidad a unos principios humanísticos esuna reducción tanto de la identidadcomo de la construcción de la mismaporque ésta tiene que sustentanse

sobre algo más: conocimientos, teorías,métodos, dudas, contradicciones y,sobre todo, tiene que ser construidapermanentemente, tiene que ser nego-ciada entre los sujetos que participande la misma.Y esos valores humanísti-cos (la no discriminación racial, la igual-dad en los derechos...>, válidos en símismos, cuando se elevan a la catego-ría de identidad de una profesión sonreificados y esencializados de tal formaque se está de acuerdo o rio cori ellos,se pertenece o no al colectivo que den-tifica, pero no se pueden discutir ni ana-lizar su alcance en el desarrollo profe-sional.

En cuanto a la segunda definiciónde la identidad del trabajo social com-partimos la misma, aunque cada uno desus extremos debería ser consideradopuesto que habría que ver en qué medi-da se da cada uno de ellos. Rajo nues-tro punto de vista, dos de ellos merecenuna consideración especial. En primerlugar, “una autoridad reconocida”. Ciertoes que el trabajo social goza de unlugar en la moderna división del trabajoy ello es así porque se considera comonecesario para atender determinadasnecesidades sociales que aparecen enlas sociedades occidentales, pero unlugar que, según Pelegrí (1995), podía-mos definir por los siguientes rasgos: noexiste, como veremos después, unpoderunilateral para definir su objeto detrabajo, dado que la consideraciónsocial del mismo (identifiquémoslo aquíy ahora con el malestar, la carencia o lanecesidad> influye poderosamente en elejercicio que los trabajadores socialeshacen sobre el mismo. Capacidad de

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definición que este autor considera quedepende de los poderes públicos, en lamedida que determinan las políticasgenerales frente a las manifestacionesmateriales del objeto, y de los agentessociales, en la medida que el imagina-rio social sobre el objeto influye pode-rosamente en los trabajadores socialescomo miembros de una sociedad con-creta donde se da tal imaginario. Lanecesidad de público para ejercer suprofesión. Lo que parece obvio es quelos clientes juegan un papel importanteen la resolución de los problemas y elloexige contar con los mismos, por lo queen las estrategias de conocimiento yresolución de las demandas de losclientes supone tener en cuenta su pro-pia reflexividad y subjetividad.

También podemos discutir otroelemento de la definición de Escartin,que compartimos con Jiménez (1997),que alude a “teoría sistematizada”.Como sostiene esta última autora, nopodemos negar que el trabajo social dis-pone de un conjunto de conocimientosque orientan la acción, pero que ello esdistinto a la teoría. La disposición deesta teoría, de este acerbo propio, pue-de (y debe) nutrirse de las aportacionesde otras disciplinas pero ello no signifi-ca obviar la responsabilidad que lospropios trabajadores sociales tenemosen la generación de la misma. Pelegrínos advierte de cómo es posible que,dada la complejidad del objeto de nues-tra profesión, la reflexión sobre el mismosea tan pobre. Esta reflexión permitirá,sintéticamente, una comprensión de larealidad, a nivel macro y micro, un abor-daje metodológico acorde con el sujeto

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y su situación, y una reflexión posteriorsobre cómo los resultados obtenidoscon nuestra intervención iluminan o con-tradicen los postulados de partida. Unaformación teórica y práctica al mismotiempo. Este planteamiento nos lleva aotro interrogante: si es posible que contres años de diplomatura se alcancendichos objetivos. Lo importante es dis-poner de resortes en el trabajo socialque hagan posible la autonreflexión enpositivo, es decir dejar de poner demanifiesto nuestras lagunas, carenciasy dificultades y abordando sus solucio-nes. Creemos que tener una autoridadreconocida no puede descansar en“habilidades inespecificas” en la gestiónsocial sino en la reflexión sobre la reali-dad con la que trabajamos.

¿De qué se ocupaentonces el trabajosocial?

Para finalizan esta relación entresociedad y trabajo social, quisiéramosdetenernos brevemente en una ref le-xión acerca del objeto en trabajo social.Esta propuesta descansa en el conven-cimiento de que existe una construcciónprevia del objeto de intervención frentea la que los profesionales han de man-tener una mínima distancia (Vázquez,1998; Vázquez y González, 1998). Estadefinición inicial del objeto es realizadapor el todo social y los poderes públicos.Se requiere tanto una construcciónsocial de malestar en torno a una pro-blemática, como la sanción de la mismamediante la articulación de políticas quepretenden su erradicación o mitigar su

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impacto. Sin esta definición no se legiti-ma la intervención profesional que serealiza con ellas, es decir, no hay unespacio social para la misma. Larrosa yPérez de Lara (1997:7> lo señalan conclaridad: “la imagen de los locos quehacen las personas razonables que,además, son las que definen qué es esode la razón y de la sinrazón; la imagende los niños que hacen las personasadultas que son las que determinan quées la madurez y la inmadurez; la imagende los salvajes que hacen las personascivilizadas que son las que definen quées la civilización y la barbarie; la imagende los extranjeros que hacen las perso-nas nativas qué son los que definen quees eso de ser miembro o no de unacomunidad...” Desde esta considera-ción, la definición de una situación demalestar se convierte en un mediopoderoso de control social puesto quedetermina quién puede recibir o no laayuda quien forma parte o no de la nor-malidad: “seguimos posicionándonos yahaciendo juicios de valor ante eventos,circunstancias, hechos y situaciones,mediante pensamientos que no siemprehacemos explícitos pero que emer-gen...’ <Garcés y Durá, 1998:52).

Cuando existe el consenso en elseno de la sociedad, la intervención delos poderes públicos refrenda al mismodisponiendo y organizando una políticade atención hacia el conjunto de perso-nas que sufren la situación de malestar.En esta política encuentran los profesio-nales, entre ellos los trabajadores socia-les, el paraguas que da sentido a suactuación. Ahora bien, como ya señala-mos en la relación entre política social y

trabajo social, las instituciones imponena los profesionales objetivos medios yfines pudiéndose originar conflictosentre estos y los de la profesión. Por estarazón corresponde al trabajo social inte-rrogarse cómo es esa definición socialde malestar y las repercusiones que tie-ne para su ejercicio profesional: será elpropio trabajo social y los trabajadoressociales los que han de reconstruir suobjeto. Como miembros de la sociedad,los profesionales también interaccionancon otros sujetos, con el todo social ycon la estructura. Intercambian y com-parten significados que contribuyen acrear los conceptos objetivados, entreellos, el de malestar. Los trabajadoressociales se localizan en la parte norma-lizada, mayoritaria en la sociedad, en laque reside el poder de objetivación.Como consecuencia de ello, tienen unavisión sobre los problemas y las mani-festaciones materiales del objeto, delmalestar. Esa visión, obtenida comomiembro de la sociedad, es consustan-cial a su persona, a su ciudadanía, y dela que difícilmente se desprenden cuan-do intervienen como profesionales. Ponello es necesario otra construcción delobjeto que nos permita establecer dis-tancia frente a la consideración socialdel malestar, frente a nuestra propiavisión personal y que nos facilite entrarde lleno en el mundo del otro, es decir,intentar comprender qué significa, quérepresenta, cómo vive la situación demalestar para, desde ahí, desarrollaruna actuación profesional que incida enla autonomía, en la participación delindividuo en la solución de su problema.Es posible con el uso de un aparatajeinstrumental que resalte lo cualitativo, la

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perspectiva única que cada sujeto da acada situación que vive, y con el cono-cimiento y el manejo de la teoría que nosayude a tomar consciencia de nuestraspropias consideraciones.

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