regla pastoral - gregorio magno

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  • 7/27/2019 Regla Pastoral - Gregorio Magno

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    San Gregor io Magno

    Regla Pastoral

    Introduccin: San Gregorio y su obraDedicacin a Juan de Ravena

    1. LA VOCACIN PARA EL OFICIO PASTORALI . No pretendan llegar al magisterio los incapacesII. Reproducir en el alma lo aprendidoIII. El grave peso del gobiernoIV. Los negocios del gobierno disipan la vida interiorV. No vivir en retraimientoVI. Rehusar el gobierno por humildadVII. Ambicionar el oficio de predicadoresVIII. Mandar por ambicinIX. Falsas ilusiones de los que aspiran al gobiernoX. Cualidades de quien es promovido al gobiernoXI. Los que no deben ser promovidos al gobierno

    2. DE LA VIDA DEL PASTOR EN EL OFICIO PASTORALI. Cmo debe conducirse en el gobiernoII, El director de almas debe ser limpioIII. Ha de ser sealado en su conductaIV. Ha de ser discreto en su silencioV Ha de allegarse a todos por su bondad compasivaVI. Ha de ser accesible y llano con los que obran bienVII. Vida interior y ocupaciones exterioresVIII. No ha de proponerse en sus obras agradarIX. A veces los vicios adoptan apariencias de virtudesX. Discrecin para reprender y para perdonarXI. La meditacin de la Sagrada Escritura

    3. DEL EJERCICIO DEL OFICIO PASTORALI. De la diversidad en el arte de exhortarII. Cmo amonestar a los pobres y a los ricosIII. Cmo ha de amonestarse a los alegres y a los tristesIV. Cmo ha de amonestarse a los inferiores y a los superiores

    V. Cmo ha de amonestarse a los siervos y a los amosVI. Cmo ha de amonestarse a los sabios y a los idiotas

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    VII. Cmo ha de amonestarse a los descarados y a los vergonzososVIII. Cmo ha de amonestarse a los presuntuosos y a los cobardesIX. Cmo ha de amonestarse a los sufridos y a los impacientesX. Cmo ha de amonestarse a los sufridos y a los impacientesXI. Cmo ha de amonestarse a los sencillos y a los astutosXII. Cmo ha de amonestarse a los sanos y a los enfermosXIII. A los que temen el castigo y a los que lo desprecianXIV. Cmo ha de amonestarse a los callados y a los locuacesXV. A los perezosos y a los atropelladosXVI. A los mansos y a los iracundosXVII .A los humildes y a los soberbiosXVIII. A los tercos y a los volublesXIX. A los que comen demasiado y a los que comen demasiado pocoXX. a los que reparten sus propios bienes y a los que se apoderan de lo ajeno

    XXI. No ambicionando lo ajeno, guardan celosamente lo propioXXII. A los perturbadores y a los sosegadosXXIII. A los pendencieros y a los pacificadoresXXIV. A los que son rudos en sagrada doctrina y cmo a los que son instruidosXXV. A los que rechazan el cargo de predicadores por exceso de humildadXXVI. A quienes todo les sucede a medida de sus deseos, y a aquellos a loscuales nada les resulta bienXXVII. A los casados y a los solterosXXVIII. A los que han cado ya en pecados carnales y a los que estn anlibres de ellosXXIX. A los que han de llorar malas obras, y a los que slo malos

    pensamientosXXX. A los que no se enmiendan de los pecados que deploranXXXI. A los que se jactan de las culpas cometidas, y a los que, a pesar de quelas desaprueban, no saben evitarlasXXXII. A los que pecan arrastrados por violentas pasiones, y a los que lohacen a ciencia y concienciaXXXIII.A los que caen en culpas leves, pero frecuentesXXXIV. A los que no se deciden a emprender el camino del bien, y a los que le

    abandonanXXXV. Al que hace alarde pblico del mal y obra el bien a escondidas, oviceversaXXXVI. Que al predicar a muchos, hay que fomentar las virtudesXXXVII. Cmo ha de emplearse el consejo en aquellos que viven dominados

    por opuestas pasionesXXXVIII. Que es conveniente a veces dejar de mano los defectos ms leves

    para aplicarse a la correccin de los vicios ms gravesXXXIX. Que a los espritus imperfectos no han de predicrseles doctrinasdemasiado altas y difciles

    XL. De las palabras y de los hechos del predicador

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    4. DE LA HUMILDAD EN EL DESEMPEO DEL OFICIO PASTORALConclusin

    INTRODUCCIN

    SAN GREGORIO Y SU OBRA.1.- Sus Orgenes.

    Naci San Gregorio Magno hacia el ao 540 de una familia noble yadems de Santos: la Iglesia venera como santos a sus padres: San Giordano ySanta Silvia as como a dos tas suyas, hermanas de su madre; Santa Tarcila ySanta Emiliana.

    Uno de sus bigrafos, San Gregorio de Tours, dice que su formacinhumanstica fue esmerada, pues haba sido instruido de tal forma en las letras,gramtica, didctica y retrica, que en la Ciudad Eterna nadie lesuperaba(Historia de los Francos X.1). Dadas sus virtudes y por esta

    formacin humanstica, se explica por qu desde muy joven haya gozado de lasimpata del Emperador Justino II quien en 571 le confi la Prefectura de

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    Roma, lo cual lo oblig a estudiar jurisprudencia y administracin, para regircon acierto la Ciudad de Roma.

    Muy pronto Gregorio, llamado como sus padres, al camino de la santidad,renunci a la gestin pblica, vendi su patrimonio dando una parte a los

    pobres y con la otra construy seis monasterios en Sicilia, su propio palacio,heredado de su padre, lo convirti en monasterio, en el actual Monte Celio deRoma, ofrecindolo a los monjes benedictinos con el ttulo de SanAndrs. Nunca quiso Gregorio ser el abad de su monasterio sino que sesometa a la obediencia del Abad Valencio. Al firmar el Acta de donacin en587 por primera vez usa el ttulo de siervo de los siervos de Dios que loconserv tambin de Papa y desde entonces lo han tomado todos los Papas dela historia.

    Poco tiempo dur esta paz monstica de San Gregorio ya que el Papa Pelagio IIlo hizo Cardenal y lo envi en 578 como diplomtico papal a la Corte deConstantinopla cerca del emperador Tiberio II. En el 585 regres a sumonasterio del Celio como el humilde benedictino que meditaba y explicaba laPalabra de Dios.

    2. Gregorio Papa.

    A fines del 589 sobrevinieron a Roma grandes catstrofes a causa deldesbordamiento del Tber que adems de destruir muchos edificios entre ellosel de los graneros de la Iglesia, mat a muchos animales que trajeron a Romauna gran peste; una de las primeras vctimas fue el Papa Pelagio II.

    El clero, el Pueblo y el Senado Romano aclamaron como Supremo Pontfice alCardenal Gregorio, slo el humilde monje del Celio se resista a aceptar estaresponsabilidad. Trat de buscar apoyo en sus grandes amigos como Juan,Patriarca de Constantinopla, Atanasio, Patriarca de Antioquia, Leandro, Obispode Sevilla, Teoctista, hermana del Emperador Mauricio. Incluso trat de influiren el mismo Emperador. Sabido es que desde Justiniano la eleccin de un

    Pontfice Romano estaba sujeta a la ratificacin del Emperador que daba elvisto bueno para que se consagrara el nuevo Pontfice. San Gregorio estabaseguro que influira en el Emperador para que no ratificara su eleccin porqueera amigo personal desde que haba estado en Constantinopla, ademsGregorio le haba bautizado a sus hijos. Escribi al Emperador, pero el Prefectode Roma, Germn, intercept esta correspondencia y slo hizo al Emperador la

    peticin de los electores; Gregorio se dio cuenta de esta accin de Germn ytrat de huir de Roma, mientras tanto lleg la ratificacin del EmperadorMauricio y fue consagrado en San Pedro el 3 de septiembre del 590.

    3. Gregorio y su obra literaria.

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    Las Morales sobre Job.

    Fue la gran obra que Gregorio haba empezado a escribir todava siendodiplomtico en Constantinopla y que termin durante los primeros aos de suPontificado. Se trata de un comentario al libro de Jb cuya primera redaccinfue una serie de homilas dadas a los monjes de Constantinopla pero ms tardeles dio la forma de treinta y cinco libros, fue dedicada al obispo de Sevilla, SanLeandro.

    Los Dilogos.

    Se trata de una obrita dividida en cuatro libros que narran la vida delos santos que l o sus amigos haban conocido. Naturalmente que seencuentran en los Dilogos muchas leyendas ya que Gregorio no garantiza la

    autoridad de sus testigos, ms aun l mismo dice que no debemos creer tanfcilmente al carcter divino de los sueos como si fueran una revelacin yaque con frecuencia se entremezclan con ilusiones (Dilogos IV. 48). Ademsno hay que pensar que el nico criterio de santidad est en los milagros sinoque est en la virtud y muchos santos nunca hicieron milagros y no son menossantos que los que hicieron (Dilogos 1.12).

    Los Dilogos fueron dedicados a la Reina Lembarda Teodolinda yalcanzaron una gran difusin en la Edad Media.

    El Sacramento Gregoriano

    Es una coleccin de oraciones de la misa que existan hasta el tiempode San Gregorio y que l no slo quiso coleccionar sino tambin reglamentar.

    El Antifonario Gregoriano.

    Es tambin una coleccin que contiene precisamente el canto llamadogregoriano, esto no significa que San Gregorio haya inventado este canto o

    que haya compuesto muchas melodas sino que l quiso ofrecer a la comodidadde los cantores una coleccin de estos cantos ordenndolos segn el aolitrgico. l fue el gran organizador de la Schola Cantorum.

    El Registro

    Es tambin una coleccin de Cartas enviadas por los Papas, siguiendoun orden cronolgico.

    4. LA REGLA PASTORAL.

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    Una vez que San Gregorio fue consagrado Papa escribi a sus amigos cartasllenas de humildad quejndose de su nueva carga como una desgracia. Uno deestos amigos fue Juan, obispo de Ravena, Italia. Juan le contesta al NuevoPapa reprochndole respetuosa y fraternalmente su proceder en el aceptar elPontificado prefiriendo su propio descanso monacal. Agradecido el Papa consu amigo le dedic este libro de la Regla Pastoral. Juan slo fue la ocasin,

    porque San Gregorio ya pensaba desde el principio de su Pontificado trazar unprograma de su vida de Pastor (Morales II.6).

    a) Contenido de la Regla Pastoral.

    Gregorio divide su obra en cuatro partes en las cuales pretende dar laimagen del buen pastor: su vocacin, su vida, su ministerio y su humildad.

    La vocacin: quien se sienta llamado por Dios al ministerio pastoraldebe prepararse sin pusilanimidad pero tambin sin orgullo porque el pastor esllamado a un servicio que es todo un arte, ms an es el arte de las artes,debe por tanto adquirir todas aquellas disposiciones, cualidades y virtudes querequiere este servicio. Superar todas aquellas imperfecciones que ya el mismoSeor en el Antiguo Testamento no quiere en los sacerdotes Levitas (Lev.21.17sgs). Once captulos explican este pensamiento.

    La vida del Pastor:

    La vida del pastor debe conformarse a un principio fundamental: larectitud que le exige su ministerio, as el pastor debe callar cuando seanecesario, pero tambin debe hablar con toda libertad cuando sea necesario. Esun servidor no un mandatario, por tanto debe ser un pontfice como Cristo,misericordioso y fiel, ha de vigilar constantemente sobre s mismo y sobre surebao el cual no ha de tratar de agradar sino de hacerle amar la verdad para locual es necesario al pastor el estudio constante y la meditacin reverente,amorosa, fervorosa diaria de la Palabra de Dios (II. Cap. 11).

    El ministerio del pastor:

    Esta tercera parte es la ms larga y la ms importante de todo el libro,en ella San Gregorio propone bellsimos principios sobre dos aspectosfundamentales de la evangelizacin: anunciar y denunciar y para esto comparael oficio del pastor con el del mdico que tiene primero que diagnosticar paraluego curar, slo en el cap. 1 enumera hasta 70 clases de enfermos del espritu

    proponindoles tambin la medicina.

    La humildad del pastor:

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    Desarrolla la idea del Seor: Cuando hayais hecho todo lo que os fuemandado, decid: somos siervos intiles; hemos hecho slo lo que debamoshacer (Luc. 17.10). El oficio del pastor es un magisterio de humildad.

    Esta IV parte contrasta con la anterior, pues mientras aquella consta decuarenta captulos, sta tiene uno solo.

    Sin duda alguna la Regla Pastoral es una de las obras maestras deTeologa Pastoral de todos los tiempos, una doctrina no slo segura sino queadems sorpresivamente moderna no obstante haber sido propuesta en el sigloVI, con un estilo sencillo, transparente, ameno que a veces puede parecer un

    poco ingenuo, pero con la ingenuidad de los santos, es decir, lleno de uncin,de espontaneidad, de sentimientos paternales y sobre todo de una profundsimahumildad.

    En el mismo eplogo del libro podemos entrever estas virtudes cuando SanGregorio dice a Juan de Ravena: He aqu, santo varn, cmo obligado areprenderme a m mismo y tratando de mostrar cmo debe ser el buen pastor,yo feo pintor he pintado un hombre hermoso. He querido conducir a otros a las

    playas de la perfeccin, yo, que todava me encuentro entre las olas de mispecados.

    En este naufragio de mi vida, sostenme con la tabla de tu oracin y al quesumerge el propio peso de sus faltas levntalo con la mano de tusmerecimientos.

    5. Difusin de la Regla Pastoral.

    San Gregorio termin su obra en febrero del 591 y envi luego un ejemplar alObispo de Ravena el cual distribuy varias copias entre obispos y sacerdotes.

    El Papa envi otra copia a Venancio, obispo de Luni en noviembre del594 no para su uso personal, sino para un sacerdote de nombre Columbo, a l

    le enviara despus otra copia (Registro V.17).

    La noticia del libro lleg tambin al Emperador Mauricio quien recibiun ejemplar de manos del apocrisiario pontificio Anatolio; agrad tanto alEmperador la lectura del libro que lo mand traducir al griego, traduccin quehizo Anastasio, patriarca de Antioquia y amigo personal del Papa. A SanGregorio desagrad la noticia de esta traduccin porque deca que los griegoseran mejores que l (Registro XII.6). El Papa pensaba seguramente en elDiscurso Apologtico de San Gregorio Nacianceno con el que justifica su

    propia huida despus de su ordenacin, junto con su amigo San Basilio al

    Ponto. Este discurso es tambin todo un tratado sobre la excelencia y losdeberes sacerdotales.

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    Este discurso el Papa lo cita al principio de la tercera parte de su obra.

    El Papa tambin piensa en otra obra tambin monumental: Sobre elsacerdocio de San Juan Crisstomo, donde tambin trata de justificar su huidacuando quisieron conferirle la dignidad episcopal.

    Tenemos otra traduccin que procede del siglo IX que mand hacerAlfredo el Grande, Rey de Inglaterra. A Inglaterra haba llegado ya la ReglaPastoral en la misma poca de San Gregorio ya que l mismo haba mandado aSan Agustn y a los dems misioneros monjes de San Andrs en el 596. Estolo afirma el mismo Alfredo al ofrecer esta traduccin: Este escrito lo trajoAgustn, del sur, del lado de all del salado mar a los habitantes de la Isla,conforme al mandato del Heraldo de Dios el Papa de Roma, el sabio Gregorio,

    versado en la ciencia y de admirable sabidura (Hedley Lex Levitarum(Meredsous) Pg. 12).

    El Papa envi tambin otro ejemplar a su gran amigo Leandro, Obispode Sevilla en el 594 acompaado de una carta donde le dice: Gregorio aLeandro, Obispo de Sevilla: Cuntos deseos tengo de verte porque me estimastanto, t lo sientes en tu propio corazn, pero ya que estando separados por tanlarga distancia, no puedo verte, una cosa he hecho para contigo que me hainspirado la caridad: enviarte, con nuestro hijo comn, Probino, presbtero, ellibro de la Regla Pastoral que escrib al principio de mi episcopado... En estaobra no te envo los manuscritos de la tercera y cuarta parte, porque los cdicesde esas partes se los he dado a los monasterios. Estos pues lelosdiligentemente pero con ms diligencia llora mis pecados, no sea para m unaculpa mayor mostrar que s lo que dejo de hacer. De los grandes problemasque me apremias en esta iglesia, brevemente, pero con claridad te habl en micarta, pues escribo tan poco a quien ms que a todos amo.

    San Leandro divulg por toda Espaa el libro de la ReglaPastoral. Licianiano Obispo de Cartagena, amigo de San Leandro al leerlo

    expresa al Papa su grande admiracin y se queja de encontrar tan pocospastores que respondieran al ideal que propone en su libro (Registro I.41.a).

    Tambin desde Francia San Columbano difundi la Regla Pastoral.

    Durante la gran reforma de la Iglesia en tiempos de Carlomagno todoslos Concilios provinciales aconsejaban a los Obispos, a los monjes y a lossacerdotes, la lectura y la prctica de la Regla Pastoral.

    En sntesis se puede decir que durante la Edad Media, la regla Pastoral

    fue el libro ms universalmente ledo por Sacerdotes y Obispos y eraconsiderado como el propio cdigo de vida, as como la Regla de San Benito lo

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    era para los monjes y despus de la Sagrada Escritura tal vez sea uno de loslibros ms editados desde que se descubri la imprenta.

    La actualidad de esta nueva edicin se puede fundamentar en lasmismas palabras de San Licianiano: La Regla Pastoral no es slo para los

    pastores sino tambin para aquellos que no son sacerdotes porque este libro esuna regla de vida, escuela de todas las virtudes, donde la meditacin de estelibro encuentra toda clase de medicinas para la vida donde se aprende a valorarla caducidad siempre cambiante de las cosas de este mundo y nos ensea a fijarnuestra mirada en la estabilidad de la vida perdurable (P.L. 77.599-600).J. Jess Haro Pbro.

    REGLA PASTORAL DEL PAPA SAN GREGORIOGregorio a Juan1 (Obispo de Ravena) su muyReverendo y santo hermano y coepscopo.

    Me reprochas, carsimo hermano, con suaves y humildes expresiones, el quehaya yo pretendido sustraerme a las responsabilidades del gobierno pastoral,ocultndome. Pues bien, a fin de que no crean algunos que es de poco pesosemejante carga, quiero exponer en este libro lo que yo siento acerca de sugravedad, con el fin de que los que se hallan libres de ella no la echen

    imprudentemente sobre s, y los que la han ya asumido, sin medir su alcance,sientan con temor las obligaciones que han contrado.

    Y para que la materia de este libro llegue al nimo del lector con argumentosordenados y como paso tras paso, la dividir en cuatro tratados. Pues uno ha de

    ponderar bien ante todo si las circunstancias le obligan a ello con qudisposiciones se ha de llegar a la altura del gobierno de las almas; y luego dehaber llegado a l debidamente, cmo ha de arreglar su conducta; y una vezarreglado su mtodo de vida, cmo ha de ensear; y despus de aprender cmo

    ha de ensear, sepa sondear con adecuadas consideraciones da tras da suspropias flaquezas: no sea que la humildad le aparte de asumir el ministerio; obien se haga indigno por su conducta de llegar a desempearlo; o la doctrinaque predica est en desacuerdo con su vida; o el orgullo le haga creersesuperior a sus mismas enseanzas.

    Es menester ante todo que un saludable temor modere sus aspiraciones; luegoque su tenor de vida vaya de acuerdo con el magisterio que desempea sinhaberlo buscado; despus, que las virtudes del pastor, que se manifiestan en suconducta, se propaguen por el ministerio de la predicacin; y por ltimo, es

    necesario que el pensamiento de su propia pequeez haga que no repare en susmismas buenas obras, no sea que la hinchazn de la soberbia las desvirte a los

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    ojos de Aquel que es Juez invisible.

    Pero como no escasean las personas que, asemejndose a m en la ignorancia,pretenden, sin conocerse a s mismas, ensear lo que no han aprendido, y queestiman el cargo de ensear tanto ms ligero cuanto que ignoran la magnitud desu peso, reciban ellas su merecida reprensin en el exordio mismo de este libro,

    pues ya que con precipitacin e ignorancia aspiran a conquistar la fortaleza delmagisterio de las almas se vean rechazados en los comienzos de este nuestrotratado por la temeridad de sus locas pretensiones.

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    PRIMERA PARTE

    DE LA VOCACIN PARA EL OFICIO PASTORAL

    CAPTULO I

    Que no deben los incapaces pretender llegar al magisterio de las almas.

    No debe tenerse la pretensin de ensear un arte sin antes haberloaprendido con esmerado estudio. Cul no ser, pues, la temeridad de aquellosignorantes que aspiran al magisterio pastoral, siendo el gobierno de las almas elarte de las artes? Quin habr que ignore que las llagas del alma son an msocultas que las mismas llagas de las entraas? Y sin embargo, cuntos hay que,sin haber aprendido las reglas y preceptos del espritu, no titubean en darse pormdicos del corazn; mientras se avergonzara de llamarse mdico del cuerpoquien no conociera las virtudes de los medicamentos.

    Pero como ya, por la gracia de Dios, han doblado la cerviz todas laseminencias del mundo actual ante la augusta grandeza de la religin, haymuchos que, so pretexto de gobernar las almas, se introducen en la Iglesia paraconquistar honores, pretenden pasar por maestros, pugnan por colocarse porencima de los dems, en una palabra, como afirma la eterna Verdad, aman sersaludados en las plazas, los primeros asientos en los banquetes y las sillas

    principales en las sinagogas (Mt 23,7): estos tales son tanto menos dignos dedesempear dignamente el ministerio pastoral que han recibido, en cuanto, slomovidos por su soberbia, han alcanzado este magisterio de humildad. Pues es

    natural que, en el cumplimiento del ministerio de la enseanza, la mismalengua se confunda cuando se ensea una cosa distinta de lo que se haaprendido. Y el Seor se querella contra ellos, por medio del Profeta, cuandodice: Ellos reinaron, pero no por m; fueron prncipes, pero yo no losreconoc(Os 8, 4). Gobiernan, pues, por su propia cuenta y no por disposicindel Supremo Gobernador de todas las cosas, los que, sin tener virtud alguna ensu abono, sin vocacin divina, sino slo llevados por su propia codicia, hanescalado ms bien que conseguido la cumbre del gobierno espiritual. A esostales, el que es Juez de las conciencias, al mismo tiempo que los exalta, los

    desconoce; pues al paso que tolerndolos los soporta, seguramente losdesconoce, reprobndolos en sus divinos juicios. Por lo cual a algunos que

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    slo le seguan para presenciar sus milagros, lleg a decir: Apartaos de m,artfices de la maldad, no os conozco (Lc 13, 27). Y es la voz de la eternaVerdad la que fustiga la ignorancia de los Pastores, cuando dice por medio delProfeta: Los pastores mismos estn faltos de toda inteligencia (Is 54, 11); yde nuevo abomina el Seor de ellos, cuando dice: Los depositarios de la Leyme desconocieron (Jr 2,8). Todo lo cual viene a demostrar que la sumaVerdad se queja de ser desconocida por ellos y declara al mismo tiempo quedesconoce la dignidad de los que le desconocen, pues es muy justo que elSeor no conozca a aquellos que ignoran las cosas del Seor, segn confesinde san Pablo, que afirma: El que lo desconoce ser desconocido (1 Co 14,38).

    Esta misma ignorancia de los Pastores corre pareja a veces con elmerecimiento de los fieles que les estn sometidos; pues, por ms que carezcan

    aquellos de la luz de la ciencia por su propia culpa, es, sin embargo,disposicin de rigurosa justicia que los que los siguen tropiecen a causa de laignorancia de aquellos. Pues como declara la suprema Verdad en el Evangelio:Cuando un ciego gua a otro ciego, ambos caen juntos en el hoyo (Mt15, 14). Y afirma el Salmista, no movido por su propia inspiracin, sino enfuerza de su misin de Profeta: Oscurzcanse sus ojos para que no vean, ytrelos con las espaldas siempre agobiadas (Sal 68, 24). Son los ojos los que,colocados en la parte ms noble del rostro, desempean el oficio de guiarnuestros pasos; y con respecto a los ojos, todos los que vienen caminandodetrs bien pueden llamarse espaldas. Cuando se nublan u oscurecen los ojos,dblanse las espaldas; que es decir, cuando los que gobiernan pierden la luz dela ciencia, aquellos que como sbditos los siguen se ven agobiados para llevarel fardo de sus pecados.

    CAPTULO II

    Que no han de asumir el gobierno de las almas aquellos que no reproducenperfectamente en su conducta lo que han aprendido con el estudio.

    Muchos hay que escudrian con ahnco las reglas de la vida espiritual, pero almismo tiempo conculcan en sus costumbres lo que con su inteligencia hanaprendido; ensean sin ms ni ms lo que han adquirido con su estudio, no consu conducta; y lo que predican de palabra lo destruyen con su mtodo devida. De donde resulta que, caminando el Pastor por caminos escarpados,viene a dar en el abismo con el rebao que le sigue. Qujase por eso el Seor

    por boca del Profeta contra esa despreciable ciencia de los Pastores, diciendo:Habiendo sido abrevados en aguas clarsimas, enturbiasteis con vuestros pieslas que sobraban; y mis ovejas tenan que apacentarse de lo que vosotroshabais hollado con vuestros pies y beber del agua que con vuestros pies

    habais enturbiado (Ez 34, 18-19). Beben agua cristalina los pastores que vana buscarla y estudiarla en los raudales de la eterna Verdad; pero, cuando

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    corrompen con su mala vida el fruto de sus santas meditaciones, enturbian esamisma agua con sus pies. Y esa agua turbia la beben sus ovejas, cuando losfieles no siguen las enseanzas que oyen, sino slo imitan los depravadosejemplos que contemplan. Pues sedientos de verdad por una parte, y

    pervertidos por el espectculo de las malas obras, por otra, es como si bebieranlodo en fuentes corrompidas. Por lo cual escrito est en el Profeta: Los malossacerdotes son lazos de perdicin para mi pueblo (Os 5, 1). Y de nuevo hablael Seor de los sacerdotes por medio del mismo Oseas: Se han convertido en

    piedra de escndalo para la casa de Israel (Os 9, 8). Pues ninguno es tanpernicioso para la Iglesia como aqul que, revestido del nombre y de la ordende santidad, obra como un perverso. Nadie se atreve a reprender a un pecadorsemejante, y sus pecados mismos se convierten pronto en materia de ejemplo,cuando para guardar reverencia a la dignidad sacerdotal, hay que tratar conrespeto al mismo pecador. Evitaran esos indignos pastores hacerse reos de tan

    grave delito si ponderaran en su corazn las palabras de la suprema Verdad,que dice Quien escandalizare a unos de estos pequeuelos que creen en m,ms le valiera que le colgasen del cuello una rueda de molino y as losumergieran en lo profundo del, mar (Mt 18, 6). La rueda de molino significaaqu los afanes y enredos de la vida mundanal; y con lo profundo del mar sealude a la condenacin eterna. Aquellos, pues, que, llevando la librea de lasantidad, pierden a los dems con su palabra o con sus ejemplos, ms lesvaliera que los arrastraran a la muerte eterna sus propios pecados bajo el hbitosecular, que presentarse a los dems en su carcter sagrado, como dignos de serimitados en sus desrdenes; pues si slo cayeran ellos en el infierno, tendranque sufrir al menos penas ms soportables.

    CAPTULO III

    Del grave peso del gobierno, y de que en l hay que despreciar lossucesos adversos y temer los prsperos.

    Lo que acabamos de exponer tiene por objeto demostrar cun grave seael peso del gobierno de las almas, con el fin de que los que no son aptos para

    desempearlo no sean osados a aspirar al rgimen espiritual, con peligro de quese convierta en causa de su perdicin lo que han asumido llevados slo por laavidez de dignidades.

    Con razn manda amorosamente el Apstol Santiago: No querismuchos de vosotros hacer de maestros, hermanos mos (St 3, 1). Y el mismoMediador entre Dios y los hombres no quiso poseer un reino en la tierra, lque, sobrepasando en ciencia y en inteligencia a las jerarquas anglicas mselevadas, es rey de los cielos desde antes del principio de todos lossiglos. Consta en la Sagrada Escritura que conociendo Jess que haban de

    venir para llevrselo por fuerza y levantarlo por rey, huyse l solo otra vez almonte (Jn 6,15). Quin hubiera podido con ms razn aspirar al gobierno de

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    los hombres que Aquel que poda gobernar a los mismos que habacreado? Pero l, que se haba encarnado, no slo para redimirnos con suPasin, sino tambin para amaestrarnos con los ejemplos de su vida, quisoofrecrsenos por modelo, desdeando ser rey, subiendo en cambiovoluntariamente al patbulo de la Cruz, rehuyendo los esplendores del poderque le ofrecan, y abrazando los dolores de una muerte afrentosa, para que susseguidores aprendieran a despreciar las glorias del mundo y no amedrentarse

    por humanos terrores, aceptar las contrariedades en defensa de la verdad yrenunciar con temor a los halagos de la suerte; pues estos ltimos corrompen amenudo el corazn con la soberbia, mientras aqullas lo purifican por el dolor;aqullas elevan el alma, mientras que estos, aunque al parecer la eleven, enrealidad la abaten; estos obligan al hombre a olvidarse de s mismo, al paso queaqullas lo hacen por fuerza volver sobre s; estos casi siempre destruyen las

    buenas obras ya hechas, mientras aqullas ayudan a desarraigar defectos

    inveterados. No es raro ver cmo el corazn se amolda a la disciplina en laescuela de la adversidad, mientras, si se encumbra a las alturas del gobierno,bien pronto se deja llevar al orgullo entre los del honor.

    As vemos que Sal, que al principio rehuy la gloria reputndoseindigno de ella, se engri apenas hubo empuado las riendas del gobierno,

    pues, ambicionando los aplausos del pueblo y desechando la represin pblica,se separ de aquel mismo que lo haba ungido rey (Cfr. 1 S 10, 22, 15,30). As tambin David, que se haba sometido a la voluntad de su Creador entodos sus actos, apenas se vio libre del peso de la adversidad, reventaron lostumores de la llaga, hzose cruelmente riguroso para matar al marido deBetsab, mientras haba sido muellemente dbil en codiciar a la mujer; y l,que al principio haba sabido ser clemente hasta con los culpables, luego llega ensaarse sin remordimientos en la muerte de los inocentes (Cfr. 2 S 11, 3,15). Antes haba renunciado a tomar venganza de su perseguidor que habacado en sus manos, y despus, aun al ms leal de sus soldados mand matar,con detrimento de su ejrcito rendido por las fatigas de la guerra. Y de segurosus culpas le hubieran borrado del nmero de los elegidos a no ser porque loredujeron al arrepentimiento sus propias desgracias.

    CAPTULO IV

    Que a menudo los negocios del gobierno disipan la vida interior.

    No es raro ver cmo los cuidados del gobierno distraen el corazn y lohacen incapaz de tratar por menudo los negocios por estar repartida la atencinen una muchedumbre de cosas. Con razn prescribe el Eclesistico: Hijo mo,no quieras abarcar muchos negocios (Si 11, 10), pues no es fcil que laatencin se aplique de lleno a un asunto cuando est dividida en muchos otros;

    y cuando son excesivos los cuidados que la distraen por de fuerza, se pierde elnimo del recogimiento interior, se derrama el alma en preocupaciones

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    extraas, mientras que, olvidada slo de s misma, piensa en todo menos en s;ocupada ms de lo debido en cosas exteriores, en medio de las agitaciones delcamino, descuida mirar al trmino de su viaje; de suerte que, ajena el alma alexamen y conocimiento de s misma, ni se da cuenta de los daos que padece,ni de las faltas que comete. No crea el rey Ezequas haber pecado mostrando alos extranjeros que venan a visitarlo la casa de los perfumes (Cfr. 2 R 20, 13;Is 39, 4), y, sin embargo, tuvo que sufrir por ello el enojo del Supremo Juez,que conden a castigo a los futuros hijos del rey por una accin que ste habacredo permitida.

    Ofrcense a veces muchas obras que realizar, obras que los sbditoshan de admirar una vez realizadas, y entonces engrese el nimo del superior alrecuerdo de estas empresas, atrayendo de este modo sobre s la clera divina,

    por ms que no aparezca por de fuera la mala calidad de tales obras; pero

    dentro est el rbitro de las acciones, y dentro est la culpa que merece serjuzgada. Pues cuando nuestras faltas se cometen slo en el corazn quedanocultas a los ojos de los hombres, pero no a los ojos del divino Juez en cuya

    presencia hemos pecado. No se hizo reo de soberbia el rey de Babilonia slocuando lleg a pronunciar sus orgullosas expresiones (Cfr. Dn 4, 16), pues aunantes de haber proferido palabras de engreimiento tuvo que or la sentencia decondenacin de boca del Profeta; las faltas de su pasado orgullo las haba

    borrado ya, cuando reconoci haber ofendido al Dios todopoderosos, y por talle proclam en presencia de todos sus sbditos. Sino que despus, engredo

    por los triunfos de su podero, jactndose de haber hecho cosas grandes,empez por creerse superior a todos los dems y acab diciendoorgullosamente: No es sta la gran Babilonia que yo he edificado para capitalde mi reino con la fuerza de mi podero y el esplendor de mi gloria? (Dn 4,27) Estas palabras le acarrearon inmediatamente la venganza manifiesta deAqul a quien haba provocado en oculto con su jactancia. Pues el Juezinexorable ve antes en secreto lo que castigan despus sus iras en pblico. Porlo cual cambi el Seor al rey babilnico en animal irracional, le desterr de lacompaa de los hombres y, despus de haberle privado de razn, lo equipar alas fieras del desierto, condenando en sus justos y tremendos juicios a ser

    menos que hombre al que se haba credo estar por encima de los demshombres.

    Al expresarnos de este modo, no entendemos condenar los cargos ydignidades, sino slo queremos poner en evidencia la debilidad de los que sesienten tentados de sus halagos, a fin de que los que se tienen por imperfectosno osen ambicionar las alturas del gobierno, y los que aun en terreno llanosienten flaquear sus pies, no se expongan al riesgo de los precipicios.

    CAPTULO V

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    De aquellos que, colocados en las alturas del gobierno, podran aprovechar alos dems con el ejemplo de sus virtudes, pero que, procurando slo sudescanso personal, viven en retraimiento.

    Los hay que estn dotados de relevantes dotes de virtud, cuentan conbuenas cualidades para la enseanza de los dems, son limpios en el ejerciciode la castidad, esforzados en las luchas de la abstinencia, dotados de nutridadoctrina, humildes y longnimes en la paciencia, constantes en la fortaleza,amables en la benignidad, rectos e inflexibles en la justicia. Si estos tales seniegan a aceptar la dignidad de superiores, cuando se sienten llamados a ella,se privan a s mismos de estas cualidades que han recibido de Dios, no slo

    para su bien, sino tambin en beneficio de los dems; pues al pretender slo supropio provecho y no el del prjimo, ellos mismos se despojan de losbeneficios que ambicionaban slo para s. Por eso la soberana Verdad dijo a

    sus discpulos: No puede permanecer oculta una ciudad edificada sobre elmonte; ni se enciende la luz para ponerla bajo el celemn, sino sobre elcandelabro, a fin de que alumbre a todos los de la casa (Mt 5, 14, 15). Y as

    pregunt a San Pedro: Simn, hijo de Juan, me amas? (Jn 21, 18). Yhabiendo contestado que s lo amaba, le dirigi estas palabras: Si me amas,apacienta mis ovejas. De lo que se deduce que si el cuidado de apacentar lasalmas es una muestra de amor a Jesucristo, aqul que, dotado de las cualidadesrequeridas, se niega a apacentar el rebao de Dios, claro est que no ama alSupremo Pastor. En este sentido escribe San Pablo: Si Cristo muri portodos, luego es consiguiente que todos murieron. Y si muri por todos, noqueda sino que los que viven no vivan ya para s, sino para el que muri yresucit por ellos (2 Co 5, 15). Por eso manda Moiss que, si un hermanomuere sin dejar hijos, el hermano sobreviviente tome por esposa a la viuda desu hermano y le d sucesin en nombre de su hermano difunto; y si acaso senegara a tomarla por esposa, ella le escupa en la cara, uno de los parientes lequitar el calzado de un pie y su casa ser llamada en Israel casa deldescalzado (Dt 25, 5). Pues bien, el Hermano difunto es Aqul que, despusdel triunfo de su resurreccin, dijo al aparecerse: Idy anunciad a mishermanos. (Mt 28, 10). l muri, como quien dice, sin dejar hijos, pues a su

    muerte no estaba an completo el nmero de sus elegidos. Su Esposaque esla Iglesiadebe desposarse con el hermano sobreviviente, y esto se hace, comoes justo, tomando a su cargo el gobierno de la Santa Iglesia quien estcapacitado para gobernar bien. Al que se negare a ello puede la Esposaescupirle a la cara, pues aqul que no quiere poner a disposicin de los demslas dotes que ha recibido, la Santa Iglesia, echndole en cara sus propios

    beneficios, es como si le arrojara al rostro su saliva. Y le quitara el calzado deun pie, para que su casa se llame casa del Descalzado. Pues escritoest: Calzadoslos pies prontos a predicar el Evangelio de la Paz (Ef 6,15). Cuando nos tomamos inters, tanto por nosotros mismos como por el

    prjimo, llevamos calzados ambos pies; pero aquellos que procuran slo su

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    propio provecho, descuidando el del prjimo, han perdido indecorosamente elcalzado de los pies.

    Como dejamos dicho, hay algunos que, dotados de sobresalientes cualidades,se consagran con todo entusiasmo a la sola contemplacin y al estudio, seniegan a cooperar a la instruccin de los fieles en la predicacin, prefieren elretiro y el descanso, entregados a las delicias de la especulacin. Si ha de

    juzgarse rigurosamente su proceder, deduciremos que son, sin lugar a duda,reos de la perdicin de tantas almas como son las que hubieran podido salvarsaliendo a predicar en pblico. Con qu animo prefiere su propio retiro a lasalvacin de los prjimos quien podra aprovechar en el ministerio de lasalmas, cuando el mismo Unignito del Eterno abandon el seno del Padre yemprendi su vida pblica para provecho y salvacin de muchos hombres?

    CAPTULO VI

    Que aquellos que rehsan las tareas del gobierno de las almas por humildad,slo son humildes cuando no se oponen a las disposiciones de Dios.

    Los hay tambin que se sustraen al gobierno slo por sentimientos dehumildad, al verse preferidos a otros que ellos consideran superiores. Estaclase de humildad, siempre que se halle adornada de las dems dotesrequeridas, slo es verdadera a los ojos de Dios cuando no se obstina enrechazar el cargo que se le impone para el bien general. Pues no esverdaderamente humilde aquel que, reconociendo la voluntad divina que lellama a asumir el gobierno, se desentiende de la divina voluntad. Sino que sudeber es, sometindose a las disposiciones de Dios, libre de culpableobstinacin cuando se le impone el cargo de gobernar, aunque rehuyendo decorazn el honor, someterse a la obediencia, siempre que est adornado de lasdotes que redunden en beneficio de los dems.

    CAPTULO VII

    Que a veces algunos pueden, con razn, ambicionar el oficio de predicadores, yotros pueden, tambin con razn, ser obligados a tomarlo aunque no lo quieran.

    Claramente se desprende de la conducta de los dos Profetas, de loscuales el uno se ofreci para ir a predicar, mientras el otro se resisti a ir conespanto, que en el oficio de predicador puede haber razones a veces paraambicionarlo y puede haberlas otras para imponerlo, aun rechazado. Isaas seofreci espontneamente a Dios, que buscaba a quien enviar, con estas

    palabras: Aqu estoy, envame a m (Is 6, 8), mientras que Jeremas recibe laorden de ir a predicar y se resiste a ir con toda humildad, diciendo: Ah, ah,

    Seor, ah, bien veis vos que no s hablar porque soy an muy joven (Jr 1,6). Estas dos respuestas, por muy contrarias que a primera vista parezcan nacen

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    las dos, por diversos conductos, de un mismo amor. Pues dos son losmandamientos de la caridad, a saber: amar a Dios y amar al prjimo. Isaas,deseando consagrarse con una vida activa al bien del prjimo, ambicionaba eloficio de predicador; mientras que Jeremas, con el ansia de unirse al Dios delamor en la vida contemplativa, se excusa de cumplir la orden de predicar. Loque el uno laudablemente apeteca, temalo el otro tambin con razn. Noquera ste, predicando, privarse de las ventajas de una recogidacontemplacin; ni quera aqul, callando, perder las ventajas de una celosaoperosidad.Pero es digno de notarse en ambos que, ni Jeremas se neg completamente aobedecer, aunque se resisti a ello, ni Isaas se dispuso a ir a predicar sin anteshaberse purificado los labios con las brasas del altar; para ensearnos que nadieha de atreverse a asumir el ministerio sagrado sin haberse antes purificado, yque aquel a quien ha elegido la gracia divina, no sea soberbio, resistiendo al

    llamamiento so color de humildad.

    Pero siendo harto difcil saber con seguridad si uno est ya purificado,es ms prudente no aceptar de primeras el cargo de predicador, sin resistirtampoco obstinadamente, como dejamos dicho, una vez conocida la voluntaddivina. Cosas ambas que cumpli perfectamente Moiss, quien, llamado adirigir las muchedumbres, primero resisti, y obedeci despus. Hubiera sidosoberbia aceptar sin reparos el gobierno de la muchedumbre, y soberbiaigualmente, negarse a obedecer los divinos designios; mientras que en amboscasos se manifest humilde y sumiso, tanto cuando, por desconfianza de smismo, se resisti a capitanear al pueblo, como cuando, confiado en el auxiliode Dios que lo mandaba, consinti en hacerlo.

    Aprendan, aprendan aqu cunta es la responsabilidad con que carganlos que, apresuradamente y movidos de su propia ambicin, son fciles enaceptar prelaturas, considerando que hasta los ms santos varones aceptaroncon temor el gobierno de los pueblos que Dios mismo les impona. Un Moisstiembla ante el mandato divino, y un pobre cualquiera arde en deseos de cargoshonrosos: vacilante bajo el peso de sus propios cuidados, pone el hombre para

    cargar con los ajenos; no puede soportar la que lleva, y desea todava doblar lacarga.

    CAPTULO VIII

    De aquellos que, deseosos del mando, emplean las palabras del Apstol comoinstrumento de sus propias ambiciones.

    No es raro or a los que ambicionan el gobierno de las almas cmoemplean las palabras del Apstol como argumento a favor de sus propiasambiciones, cuando repiten: Quien desea obispado buen ministerio desea (1

    Tm 3,1). Pues el mismo San Pablo, que aprueba tal deseo, a rengln seguidoinfunde temor de lo mismo que ha aprobado, aadiendo: Por consiguiente es

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    preciso que un obispo sea irreprochable (I Tim, 3, 2). Y en las virtudes queva enumerando a continuacin como indispensables, da bien a entender lo quesignifica ser irreprochable. Anima por una parte a desear, pero aterra por otracon las condiciones que exige; que es como si quisiera decir: Apruebo lo quedeseis, pero antes entended bien lo que queris, no sea que, no cuidndoos de

    ponderar quien sois, aparezcan tanto ms afrentosos vuestros defectos cuantams prisa os dais en exponerlos a la vista de todos en la cumbre de lasdignidades. Aqul que fue maestro insuperable en el arte de gobernar, animacon su aprobacin y retrae con el temor a sus discpulos, con el fin deapartarlos de la soberbia, sealndoles la cima sagrada en que han de aparecerirreprochables, y de alentarlos a la santidad de la vida, aprobando lo quedesean. Pero es de notar que, en el tiempo en que tales palabras escriba elApstol, los que eran los primeros en el gobierno de los fieles eran tambin los

    primeros en ser conducidos al martirio; de suerte que entonces era cosa

    laudable aspirar al episcopado, cuando era cosa segura llegar por el episcopadoa los mayores suplicios por la fe. Esta es la razn por la cual llama el Apstolbuen ministerio o trabajo el cargo del episcopado, cuando dice: Quien deseaobispado buen ministerio desea.

    En su mismo deseo tienen, pues, testimonio de que no buscan elepiscopado de que habla San Pablo los que lo desean no para desempear elministerio del bien sino para procurar su propia gloria; no slo no aprecian elsagrado ministerio, sino que ni siquiera lo conocen, los que, mirando a laanhelada cumbre, se deleitan en el secreto de sus pensamientos por laobediencia y subordinacin que han de prestarles los dems, se complacen enverse alabados, ambicionan en su corazn los honores y se gozan de antemanoen la abundancia de bienes que les espera; apetecen los intereses terrenales, so

    pretexto de buscar la gloria de Aqul ante el cual debieran desaparecer losintereses del mundo. Cuando el alma suea en conquistar la cima de lahumildad con propsitos de soberbia, trastorna y desfigura en su interior elministerio que exteriormente desea.

    CAPTULO IX

    Que ordinariamente los que aspiran al gobierno se ilusionan con sus propsitosde buenas obras.

    Cierto es que por lo comn aquellos que apetecen el ministerio pastoral abriganpropsitos de bien obrar, y por ms que estos propsitos nazcan de susorgullosas ambiciones, se ilusionan sin embargo con las grandes obras que

    proyectan: de lo que resulta que las ntimas pretensiones que ocultan son muydiversas y aun opuestas a las apariencias que se manifiestan. Pues con

    frecuencia el hombre se engaa a s mismo, creyendo buscar y amar el bien queen realidad no ama, y, por otra parte, desdear la gloria mundana que no

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    desdea; y al ambicionar las dignidades, aparece medroso para procurarlas, yse manifiesta descarado apenas las ha conseguido. Al principio de susambiciones, teme no llegar; pero, apenas ha llegado, cree ya disponer, como decosa propia y debida, del cargo a que se ha llegado. Y cuando ya desde loscomienzos se trata de desempear mundanamente el ministerio, fcilmente sellegan a olvidar las piadosas intenciones con que se lo dese. De donde seinfiere que, cuando brotan esos pensamientos de soberbia ambicin, es precisovolver los ojos a las obras pasadas y recapacitar lo que uno ha hecho siendosbdito, y as cerciorarse de si, como prelado, llegara a realizar el bien que se

    propone, pues mal podr aprenden el ejercicio de la humildad en las altasdignidades quien, estando en baja posicin, nunca dej de ser soberbio. Nosabr esquivar las adulaciones, cuando se ofrezca, quien las anhelaba cuandono se le ofrecan; ni conseguir vencer las tentaciones de avaricia cuando setrate de socorrer a gran nmero de indigentes, aquel a quien, cuando estaba

    solo, no le bastaban siquiera sus propios bienes. Examnese, pues, en suconducta pasada, con el fin de que no le engaen sus ilusiones en el deseo delas dignidades.

    Aquellos mismos que se mantenan serenos en la tranquilidad del retiro,pierden de vista la costumbre de bien obrar cuando se ven envueltos en lastareas del gobierno, pues en un mar tranquilo hasta los menos peritos soncapaces de gobernar una nave, mientras que, en medio de una deshecha

    borrasca, hasta el piloto ms diestro desatina. Y, a qu otra cosa nos exponenlas dignidades sino a las borrascas del alma? En ellas siempre est expuesta lanavecilla del corazn a los embates del pensamiento, que la llevan y la traen:s, la llevan a estrellarse contra sus desaciertos en el hablar y en el obrar, quevienen a ser sus escollos.

    Qu otra norma puede seguirse en tales ocasiones, sino que losvirtuosos slo consientan en aceptar el gobierno cuando se ven obligados aello, y los imperfectos no consientan jams ni aunque se les obligue? Nodeben los primeros resistirse obstinadamente, no sea que, enterrando sustalentos, deban dar cuenta a su sueo de haberlos escondido; y en realidad

    entierra sus talentos aquel que oculta sus dotes bajo el ocio de una perezosainaccin. Por lo contrario, los segundos, antes de aspirar al gobierno de losdems, reparen en que pueden convertirse, como los fariseos, con sus malosejemplos, en obstculo para los que desean entrar en el reino de los cielos, puesde ellos dice el Divino Maestro que ni entran ni dejan entrar a los dems (Mt23, 13). Consideren adems que, al tomar a su cargo la causa del pueblo, el

    prelado elegido ha de ser para l como un mdico que se llega a la cabecera deun enfermo, y si aun estn vivas en su cuerpo las pasiones o dolencias, quatrevimiento no es meterse a curar llagas ajenas quien lleva a la vista sus

    propias heridas?

    CAPTULO X

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    De las cualidades que debe revestir quien es promovido al gobiernode las almas.

    Aqul y slo aqul ha de ser propuesto a toda costa para ejemplar devida, que muerto a todas las pasiones de la carne, vive nicamente para elespritu: que desdea la fortuna temporal; que no se arredra ante lascontradicciones y slo anhela los bienes interiores; que para la realizacin desus propsitos no halle obstculo en la debilidad de su cuerpo, ni grande en laobstinacin de su espritu; que no est inclinado a ambicionar ajenos bienes,sino que da abundantemente de los propios; que, revestido de entraas demisericordia, se inclina fcilmente a personar, sin que por eso,condescendiendo ms de lo justo, se aparte de la lnea de la rectitud; que nocomete acciones ilcitas, pero sabe deplorar como propias las que cometen los

    dems; que por blandura de corazn compadece ajenas debilidades,regocijndose en la prosperidad del prjimo como de su propio bien; que sepuede ofrecer a los dems como digno de imitacin en todo lo que hace, sinque tenga nada de qu avergonzarse de su conducta pasada delante de ellos:que procure vivir de tal suerte, que con los raudales de su doctrina pueda regaran los corazones ms estriles; que haya aprendido en la prctica yexperiencia de la oracin que es lo que puede conseguir del Seor y que, por laeficacia de sus ruegos, puedan aplicrsele las palabras de Isaas: Aun sin queacabes de clamar, te dir: Aqu estoy (Is 58, 9). Si alguien viniera a pedirnosque intercediramos por l ante un poderoso seor a quien tiene ofendido, peroa quien no conocemos, luego le contestaramos: No nos es posible ir ainterceder por ti porque no tenemos privanza alguna con l. Pues si uno no seatreve a presentarse como intercesor ante una persona con quien no tiene tratoni valimiento, cmo ha de presentarse ante Dios, cual intercesor por el pueblo,quien no ha sabido ser confidente de sus gracias por medio de la santidad de suvida? Cmo ha de pedir perdn para los dems quien ignora si acaso haobtenido perdn para s? Y en este particular puede haber an otro peligro msdigno de temer, y es ste: que quien pretende aplacar la ira divina puedehacerse digno de ella por sus propios pecados, pues, es cosa sabida que, cuando

    se manda como intercesora a una persona que desagrada, se encona an mspor ello el nimo del ofendido. Teman, pues, aquellos que todava estnencadenados por terrenales ambiciones que, enconndose an ms la clera delJuez justiciero, al par que ellos se gozan en su elevada posicin, se conviertan

    para sus fieles en autores de su ruina.

    CAPTULO XI

    Quines no debe ser promovidos al gobiernode las almas.

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    Examnese cada cual detenidamente a s mismo, y no se atreva a asumir ladignidad de pastor si an dominan en l los vicios con todos sus estragos; puesaqul que se ve agobiado con sus propios crmenes, no ha de pretender hacerseintercesor por las culpas ajenas. Por esto Dios mismo orden a Moiss: Dile aAarn: Ninguno en las familias de tu prosapia que tuviera algn defecto,ofrecer los panes a su Dios, ni ejercer su ministerio. Y aadeinmediatamente: Si fuere ciego, si cojo, si de nariz chica, o enorme, o torcida,si de pie quebrado o mano manca, si corcovado, si legaoso, si tiene nube en elojo, o sarna incurable, si algn empeine en el cuerpo, o fuere potroso (Lv 21,17, 18).

    Es ciego aqul que no conoce las luces de la alta contemplacin; que rodeadode las tinieblas de esta vida terrenal, no sabe a dnde dirigir los pasos de susobras, porque no alcanza a percibir la luz de la vida futura. Y por eso exclama

    Ana en su profeca: El Seor dirigir los pasos de sus santos; mas los impossern por l reducidos a silencio en medio de las tinieblas (1 S 2, 9).

    Es cojo aquel que, si bien sabe a dnde ha de caminar, no es capaz de seguirderecho el camino de la vida a causa de la debilidad de su espritu, puesmientras el inconstante no se decida resueltamente a abrazar el estado de lavirtud a que debe aspirar con sus buenos propsitos, no puede haber firmeza ensus pasos para llegar a l. Y as exhorta San Pablo: Levantad vuestras manoslnguidas y cadas, fortificad vuestras rodillas debilitadas y marchad con pasofirme por el recto camino, no sea que alguno, por andar claudicando en la fe, sedescamine de ella, sino antes bien se corrija (Hb 12, 12-13).

    Tiene chica la nariz aquel que no es capaz de guardar medida en ladiscrecin. Con la nariz distinguimos los buenos olores y los malos; y as conrazn significamos por la nariz la discrecin, virtud con la cual abrazamos el

    bien y desechamos el mal. La Escritura canta en loor de la esposa: Tu nariz esgraciosa como la torre del Lbano (Ct 7, 4), pues la Iglesia de Dios, con altadiscrecin y sabidura, conoce el origen de las tentaciones con sus causas

    particulares y desde la altura en que est colocada, presiente los combates que

    el mal ha de desencadenar. Pero hay algunos que, para no ser tenidos pornecios, se dejan llevar por una curiosidad extremada en sus indagaciones y seengaan a s mismos a fuerza de sutilezas. Y por esto aade el Seor: Si tienenla nariz enorme o torcida. Tener demasiado grande o torcida la nariz es serextremoso y sutil en la discrecin, la cual, al excederse ms de lo que permitenlas conveniencias, extrava la rectitud de las acciones.

    Es de pie cojo o mano manca aquel que no es capaz de emprender loscaminos del Seor y est completamente privado de hacer buenas obras; y esto,no a manera de los cojos, que al menos caminan aunque con dificultad, sino

    como quien est absolutamente ajeno a todo bien.

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    Es corcovado el que anda agobiado bajo el peso de los cuidados terrenales, desuerte que, desentendindose de los intereses del cielo, pone nicamente suatencin en los intereses rastreros que caen bajo sus plantas; y si alguna vezllega a sus odos algo de la felicidad de la patria celestial, no consigue levantara ella los ojos del corazn, por hallarse encorvado bajo el peso de sus malascostumbres: pues aquel quien tiene abrumado la prctica de los cuidadosmundanales no consigue elevar el vuelo de sus pensamientos. Y teniendo envista a estos tales, dice el Salmista: Me he visto agobiado y abatido en granmanera (Sal 38, 8), cuyos defectos condena la eterna Verdad con estas

    palabras: La semilla cada entre espinas son aquellos que escucharon lapalabra, pero con los cuidados y riquezas y delicias de la vida, al cabo lasofocan y nunca llegan a dar fruto (Lc 8, 14).

    Es legaoso aquel cuyo talento sobresale en el conocimiento de la verdad,

    pero que al mismo tiempo la deshonra con sus obras carnales. En sus ojos, laspupilas estn sanas, pero sus dbiles prpados se hinchan por el humor quedestilan, y por esta continua prdida de humor la misma intensidad de la vistadisminuye. Hay algunos que tienen lastimados sus ojos con las obras de suvida carnal; podran ellos muy bien descubrir con su talento el recto camino,

    pero con la prctica continua del mal viven rodeados de tinieblas; la naturalezales ha dotado de una vista aguda, pero su mala conducta se la ha ofuscado. Aellos les podra repetir el ngel del Apocalipsis: Unge tus ojos con colirio paraque veas (Ap 3, 18). Ungir los ojos con colirio para ver, equivale a aplicar anuestros entendimientos la medicina de las buenas obras.

    Padece nube en la vista aquel que no puede percibir bien la luz de la verdadpor impedrselo la jactancia de sus propias perfecciones y de su saber. El queconserva oscuras las nias de sus ojos, ve; pero el que padece nube en ellos nove nada; as tambin aqul que, por virtud de su natural raciocinio, comprendeque es un ignorante y pecador, llega a conseguir la gracia de la luz interior;

    pero aqul que blasona de inocente, sabio y justo se ve privado de todoconocimiento sobrenatural, y se halla tanto ms lejos de percibir la claridad dela luz verdadera cuanto ms se engre con su propia jactancia, como de algunos

    afirmaba el Apstol: Y mientras se jactaban de sabios pararon en ser unosnecios (Rm 1,22).

    Padece sarna incurable el que est dominado por las rebeldas de la carne. Lairritacin de las entraas revienta en sarna en la piel, y con razn se la tomacomo smbolo de la lujuria: pues a la manera que las tentaciones del corazn setraducen en malas acciones, la irritacin interior brota en sarna por la piel,manchando el cuerpo mismo por de fuera; as tambin desde el momento enque no se reprime la lascivia en el pensamiento, se hace duea de lasacciones. Quera en cierto modo San Pablo curar la comezn de la piel, cuando

    deca: No os asalten sino tentaciones humanas (1 Co 10, 13); como si dijera:

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    Cosa humana es padecer tentaciones en el corazn, pero es cosa diablica versevencidos en el combate y en las obras.

    Tiene empeines en el cuerpo aqul que en su espritu est dominado por laavaricia, defecto que, si no se le combate en sus comienzos, pronto se propagay arraiga sin medida. El empeine llega a cubrir el cuerpo sin producir dolor y,

    propagndose sin ocasionar gran molestia, desfigura y afea la hermosuracorporal; del mismo modo la avaricia, al par que entretiene el nimo en queella domina, lo exacerba; ofrece a la imaginacin grandes bienes que adquirir,

    pero enciende los odios, y parece no sentir el escozor de sus llagas, porque enla misma culpa, presenta caudales de riquezas al alma entusiasmada. Pirdeseadems la belleza corporal en cuanto la avaricia apaga el brillo de las demsvirtudes e indispone el organismo entero, en cuanto abate el nimo con el pesode todos los vicios, segn afirma San Pablo, que la raz de todos los males es la

    avaricia (1 Tm 6,10).

    Potrosos son los que, aunque no se entreguen a torpes acciones, llevan el almadominada de malos pensamientos sin freno ni medida; los que no llegan, escierto, a consumar las obras de la carne, pero se deleitan en su interior enimaginaciones lascivas sin escrpulo alguno. Consiste este defecto en que,fluyendo los humores de las entraas a las partes vergonzosas, estas se hinchan

    produciendo pesadez y fealdad. De aqu que se designan con el nombre depotrosos a los que, concentrando todos sus pensamientos en la lujuria, llevansobre su corazn el peso de sus torpezas, y aunque no realicen con obras susmalos propsitos, no saben apartar de ellos sus ideas: son incapaces de elevarseresueltamente a la prctica del bien, porque los dominan en secreto sus malasinclinaciones.

    Todos los que viven sujetos a cualquiera de los vicios mencionados, estnexcluidos del honor de ofrecer sacrificios al Seor, pues no es apto paracombatir delitos ajenos aqul que es esclavo de los suyos propios.

    Hemos procurado demostrar en breves consideraciones quines son dignos de

    ejercer el magisterio pastoral, y quines deben ser rechazados como indignos;veamos ahora cmo debe portarse en su ministerio aqul que ha sido elegidocomo capaz para desempearlo.

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    SEGUNDA PARTE

    DE LA VIDA DEL PASTOR EN EL OFICIOPASTORAL

    CAPTULO I

    Cmo debe conducirse en el gobierno de las almas aqul que ha llegado a lpor medios ordenados.

    La conducta del prelado debe ser tanto superior a la conducta delpueblo, cuanto la dignidad del pastor suele ser superior a la de su rebao.

    Es necesario que pondere atentamente la obligacin que le incumbe deobservar una conducta intachable aqul en cuyo honor el pueblo toma elnombre de rebao. Debe ser limpio en sus pensamientos, sealado en suconducta, discreto en su silencio, aprovechado en sus palabras, pronto acompadecerse de cada uno, ms elevado que todos en la contemplacin, amigo

    por su humildad de los que obran bien, severo en su celo por la justicia con losvicios de los pecadores, sin que las ocupaciones exteriores amengen su

    vigilancia interior, ni los cuidados de la vida interior le lleven a abandonar ladireccin de los negocios exteriores.

    Iremos explanando algo ms por menudo estas cualidades que hemosenumerado en compendio.

    CAPTULO II

    Que el director de almas debe ser limpio en sus pensamientos.

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    Debe el director de almas ser limpio en sus pensamientos, de suerte que no secontamine con ninguna impureza el que debe desempear un ministerio tal queha de purificar de sus manchas los corazones ajenos; es menester que procureestar limpia la mano que se dispone a quitar la suciedad, de otro modomanchar todo lo que toca, si al pretender quitar la inmundicia, est inmundaella misma. Por esto manda el Seor por boca del Profeta: Purificaos vosotroslos que trais los vasos del Seor (Is 52, 11). Llevan los vasos del Seor losque han recibido la misin de guiar las almas bajo su custodia a la patriaeterna. Miren bien cun limpios deben ser los que han de llevar al templo de laeternidad esos vasos vivos en el regazo de su propia responsabilidad.

    Mandaba el precepto divino (Cfr. Ex 28) que llevara Aarn en el pecho,suspendido por cadenillas y broches de oro, el Racional del juicio, paraensearnos que un corazn sacerdotal no debe abrigar pensamientos

    irresolutos, sino que ha de gobernarse slo por la razn; que no debe pensarnada vano e indiscreto quien est propuesto como dechado de los dems, sinoque por la gravedad de su conducta ha de manifestar cunta rectitud alberga ensu pecho. Estaba mandado tambin, y no sin motivo, que en dicho Racionalestuvieran grabados los nombres de los doce Patriarcas; pues llevar siempreescritos en el pecho los nombres de los Patriarcas es meditar sin cesar la vidaejemplar de los antiguos pastores. Slo entonces camina el sacerdote con pasoseguro, cuando no pierde de vista los ejemplos de sus antecesores en elministerio, medita incesantemente las obras de los Santos y reprime lostorcidos pensamientos, para no asentar el pie fuera de los lmites de lo

    permitido. Llmase tambin a esto el Racional del juicio, pues el prelado debediscernir con nimo perspicaz lo bueno de lo malo, lo que es ms convenientey a quines, el cmo y el cundo; pensar bien sus resoluciones y no buscarse as mismo, considerando como su ms alto inters el bien de sus prjimos. Yas est escrito en el lugar ya mencionado: En el mismo Racional del juicio

    pondrs estas dos palabras: Doctrina y Verdad: las cuales Aarn llevar sobresu pecho cuando se presentare delante del Seor, y sobre su pecho llevarsiempre el juicio de los hijos de Israel en la presencia del Seor (Ex 28, 30).Para un sacerdote, llevar el juicio de los hijos de Israel en la presencia del

    Seor, significa que ha de resolver los negocios espirituales de los fieles sussbditos, teniendo slo de mira a aqul que es juez de los corazones, de modoque nada de humano se mezcle en los asuntos que administra en nombre deDios, ni sus resentimientos personales le hagan exagerado y spero en su celo

    por corregir. Y al manifestarse severo en presencia de los pecados ajenos,cumpla estrictamente su deber, sin que secretas envidias destruyan la serenidadde su juicio, ni arrebatos de clera lo perturben. Y as, sin perder de vista elsanto temor de Dios, que debe regirlo todo, sepa infundir en sus sbditos unagran consideracin y respeto. Temor es ste que, al paso que inspira humildaden el nimo del prelado, lo purifica, e impide que se engra por la presuncin,

    se manche con deleites carnales, se ofusque con la codicia de las cosasterrenales o se extrave con mundanos pensamientos, cosas todas que suelen

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    tentar el espritu de los que gobiernan las almas, pero que ellos deben darseprisa en desechar con los esfuerzos de su voluntad, no sea que el mal quehalaga con sus sugestiones, los subyugue con la blandura de sus deleites y que,al ser negligentes en rechazarlos, los rinda y mate con el aguijn delconsentimiento.

    CAPTULO III

    Que el director de almas ha de ser sealado en su conducta.

    Sea el que gobierna las almas dechado de los dems en sus obras,sealando a los sbditos con su conducta el camino de la vida, de suerte que elrebao, imitando las costumbres y escuchando la voz de su pastor, camine ms

    bien llevado por sus ejemplos que por sus palabras. Pues claro est que aqul

    que por deber de su ministerio est obligado a hablar de sublimes verdades,est obligado tambin a dar sublimes ejemplos; que cuando la conducta del quepredica est de acuerdo con lo que ensea, sus palabras penetran msfcilmente en el corazn de sus oyentes, presentando como llano y hacederocon sus ejemplos lo que impone con sus enseanzas. Por eso dice el Profeta:Sbete sobre un alto monte, t que anuncias buenas nuevas a Sin (Is 40,9). Pues bien, el que tiene a su cargo el predicar de cosas celestiales, parececomo si, levantndose por encima de los negocios de la tierra, descansara sobreuna alta cumbre, sindole as ms fcil arrastrar a sus sbditos hacia el bien,

    por hallarse, con los ejemplos de su vida, predicando desde las alturas.

    Mandaba la Ley divina (Cfr. Ex 29) para la consagracin del SumoSacerdote, que tomara ste por separado la espaldilla derecha del carnero, parasignificar que las obras del sacerdote no slo deben ser provechosas sinotambin sealadas; que no slo debe obrar bien en comparacin con los malos,sino que tambin debe sobrepujar en pureza de costumbres a los sbditos

    buenos, as como los supera en el honor del orden. Adems de la espaldilla delcarnero, era porcin para el sacerdote el pecho, para indicarle que debe tomardel sacrifico, lo mismo que de su propia persona debe inmolar en honor del

    Creador. Y no basta que guarde en el pecho sus buenos pensamientos, sino queha de incitar con el brazo de sus obras hacia las cosas sublimes a los que en lse miran, de modo que ni ambicione la prosperidad de la vida presente, ni loamedrenten las adversidades; desdee con la reflexin de una concienciatimorata los halagaos del mundo, y las dificultades las desprecie con el halagode las dulzuras interiores.

    Por lo cual mandaba tambin la ley (Cfr. Ex 29) que el Efod del SumoSacerdote se sujetara a los dos hombros, para estar prevenido y armado con eladerezo de las virtudes tanto contra las adversidades como contra la

    prosperidad, y segn la prescripcin de San Pablo, proceder con las armas dela justicia para luchar a la diestra y a la siniestra (2 Co 6-7), buscando su solo

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    apoyo en la gracia interior, sin doblegarse hacia ningn lado ante los bajosdeleites. Ni la prosperidad lo engra, ni las contrariedades lo abatan, ni loshalagos lo inclinen al placer, ni las amenazas lo induzcan a la desesperacin; desuerte que se manifieste adornado en ambos hombres por el esplendor delEfod, no doblegando ante ninguna pasin la rectitud de su conciencia.

    Y no sin motivo estaba mandado que el Efod se hiciera de oro, de jacinto, deprpura y grana dos veces teida y de fino lino retorcido (Ex 28, 8), parasignificar la variedad de virtudes de que el sacerdote debe estaradornado. Debe brillar en las vestiduras sacerdotales, ante todo el oro, quesimboliza principalmente el brillo de una sabia inteligencia. Agregase el

    jacinto, que tiene un brillo de color azul celeste, para significar que, en alas delas verdades que estudia y escudria con su inteligencia, ha de elevarse al amorde las cosas celestiales y no rebajarse a los goces rastreros, no sea que cayendo

    incautamente en la red de los encomios, se vea privado de la mismainteligencia de la verdad. Al oro y al jacinto ha de mezclarse la prpura (que esatributo de reyes) para dar a entender que el corazn sacerdotal, al mismotiempo que nutre en esperanza los bienes que en sus sublimes enseanzas

    predica, ha de saber dominar en s mismo los halagos y sugestiones del mal ycombatirlos como revestido de regia potestad, de suerte que tenga siempre fijassus miradas en la nobleza interior de que ha sido investido y mantenga con suscostumbres la honra del reino celestial que representa. Hablando de estanobleza espiritual, dice San Pedro: Vosotros sois el linaje escogido, unaespecie de sacerdotes reyes . (1 P 2, 9). Y viene a corroborar lo soberano deesta potestad con que reprimimos el mal, la sentencia de San Juan, que dice: Alos que le recibieron (al Verbo) diles poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn1, 12). De esta dignidad y poder trata el Salmista cuando dice: Mas yo veo,Dios mo, que t has honrado sobremanera a tus amigos; su imperio ha llegadoa ser sumamente poderoso (Sal 138, 17). Entonces se remonta a las alturas elespritu de los santos, a modo de prncipes, cuando los vemos soportarresignados las afrentas exteriores. Al oro, al jacinto y a la prpura ha deagregarse la grana dos veces teida; para significar que, a los ojos del juez denuestras conciencias, han de aparecer todas las dems virtudes adornadas con

    la caridad; que todo lo que brille a la faz de los hombres ha de estar inflamadoen el fuego del amor, a la faz del secreto rbitro de las almas. Y esta caridad,que abraza con su amor a Dios y al prjimo, ha de resplandecer como condoble matiz. Aquellos, pues, que de tal modo se entregan a la contemplacinde Dios, que descuidan el alma de sus prjimos, o de tal modo desempean lacura de almas que se entibian en el divino amorculpables de negligencia enuno de estos dos deberes no saben llevar su Efod adornado con grana dosveces teida.

    Pero no basta que el alma aspire a la perfeccin de los preceptos de la caridad,

    es necesario adems que se mortifique la carne con la abstinencia, y por eso, ala grana teida dos veces, se aade el fino lino retorcido. El lino, que brota de

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    la tierra con graciosa lozana, qu otra cosa puede significar sino la castidadque crece lozana con la blancura de la pureza corporal? El lino retorcido entraa formar parte del Efod y a contribuir a su belleza, porque la castidad slo llegaal perfecto esplendor de su limpieza, cuando la carne se rinde y, en ciertomodo, se retuerce bajo el peso de la abstinencia. Y as como blanquea el linoretorcido en medio de la magnificencia del Efod, as se destaca tambin lamortificacin de la carne en medio de las dems virtudes.

    CAPTULO IV

    Que el director de almas ha de ser discreto en su silencioy aprovechado en sus palabras.

    Para que no calle lo que ha de decir ni diga lo que ha de callar, el

    director de espritu debe ser prudente en su silencio y aprovechado en suspalabras. Pues as como quien profiere una expresin imprudente puede sercausa de engao, tambin el que guarda un silencio indiscreto puede inducir aerror a aquellos a quienes debiera instruir.

    Con frecuencia ciertos superiores mal avisados, por temor de perder elfavor de los hombres, no se atreven a hablar libremente de lo que es justo, y,segn expresin de la eterna Verdad, no desempean el oficio de buenos

    pastores en la guarda de sus rebaos, sino el de mercenarios, pues, al ver llegaral lobo, huyen a esconderse en un culpable silencio. A estos tales reprende elSeor por boca del Profeta, llamndolos perros mudos que no sabenladrar (Is 56, 10); y de nuevo se queja de ellos, cuando dice Vosotros nohabis hecho frente, ni os habis opuesto como muro a favor de la casa deIsrael, para sostener la pelea en el da del Seor (Ez 13, 5). Hacer frente escombatir con libertad de palabra contra las potestades del mundo en defensadel rebao; sostener la pelea en el da del Seor es combatir a los imposagresores, por amor de la justicia. Y qu otra cosa es para un pastor sinovolver afrentosamente las espaldas al enemigo, el callar la verdad portemor? Al contrario, si presenta su pecho a favor de su rebao, es como si

    opusiera un muro a los enemigos en defensa de la casa de Israel. Por otraparte, dice el Profeta al pueblo prevaricador: Tus profetas te vaticinaron cosasfalsas y necias, y no te manifestaban tus maldades para moverte a

    penitencia (Lm 2,14). Es frecuente en la Sagrada Escritura dar a lossacerdotes el nombre de Profetas, pues en realidad, cuando predican lodeleznable de las cosas presentes, profetizan lo venidero. Reprchales laEscritura Sagrada porque vaticinan cosas falsas, pues si son cobardes paracorregir los pecados de los fieles, si no delatan las iniquidades de los

    pecadores, abstenindose de dar la voz de alarma, es como si adormecieran alos pecadores con promesas de una falsa seguridad.

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    La Palabra que corrige es como la llave que sirve para abrir, pues alechar en cara la culpa que a veces ignora el mismo que la ha cometido, se ladescubre; razn por la cual dice San Pablo: Sea (el obispo) capaz de instruiren la santa doctrina y redargir a los que la contradijeren (Tt 1, 9). Y por su

    parte dice Malaquas: En los labios del sacerdote ha de estar el depsito de laciencia, y de su boca se ha de aprender la ley, puesto que l es el ngel delSeor de los ejrcitos (Ml 2, 7). Y amonstale el Seor por medio de Isaasdicindole: Clama, no ceses, haz resonar tu voz como una trompeta (Is 58,1). El que abraza el ministerio sacerdotal, desempea el oficio de pregonero,que precede con sus pregones la llegada del eterno y temible juez que lesigue. Si pues el sacerdote no sabe predicar cmo, pregonero mudo, podrcumplir su ministerio de clamar? Por eso el Espritu Santo vino a descansarsobre los primeros pastores de la Iglesia en figura de lenguas, y los hizoinmediatamente hablar en pblico de la gracia de que los haba colmado: Por

    eso tambin manda Moiss que el sacerdote, al entrar en el tabernculo, lleveun ruedo de campanillas de oro, para significarles que han de predicar, y noofender con su silencio al supremo Juez que los contempla. Estaba mandado:que se oiga el sonido (de las campanas) cuando entra o sale del santuario a lavista del Seor, y no pierda la vida (Ex 28, 35). Por tanto el sacerdote, tantoal entrar como al salir, pierde la vida, si no se oye su sonido, esto es, atraesobre s las iras del soberano Seor, si camina sin producir el ruido de la

    predicacin. Con razn se dice del sacerdote que ha de llevar las campanillascolgadas de sus vestiduras, pues conforme a lo que atestigua el Profeta:Revstanse tus sacerdotes de justicia (Sal 131, 9). Qu otro sentido

    podemos dar a las vestiduras del sacerdote sino el de sus buenas obras? Han deestar, pues, pendientes de sus vestiduras las campanillas, de modo que las obrasdel sacerdote, al par que las palabras de su boca, han de predicar y ensear elcamino de la vida.

    Por otra parte, al prepararse el predicador para hablar, repare bien en laprudencia con que ha de expresarse, no sea que en medio de los arrebatos de lapalabra, hiera con sus errores el corazn de sus oyentes; o al pretender aparecercomo erudito, destruya neciamente la trabazn de la unidad. De ah que mande

    la eterna Verdad: Tened siempre en vosotros la sal, y guardad la paz entrevosotros (Mc 9, 49). La sal es el smbolo de la sabidura en laspalabras. Quien desee, pues, hablar sabiamente, cudese mucho de no destruircon sus palabras la unidad entre los que le escuchan. Y as dice San Pablo: Envuestro saber no os levantis ms alto de lo que debis, sino que os contengisdentro de los lmites de la moderacin (Rm 12,3). Por eso mandaba el Seorque en las vestiduras sacerdotales fueran alternadas las campanillas de oro conlas granadas de jacinto. Y qu otra cosa significan las granadas, sino launidad de la fe? Pues as como en la granada, bajo una misma corteza exterior,estn apiados dentro muchos granos, as tambin la unidad de la fe abraza y

    encierra a los incontables pueblos que forman la santa Iglesia, tan diversos ens por la variedad de su poder y cultura.

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    Y para que el prelado no se lance a predicar sin preparacin y prudencia, laVerdad misma hace resonar a los odos de sus discpulos las ya citadas

    palabras: Tened siempre en vosotros la sal de la sabidura y as guardad la pazentre vosotros. Que es como si, por medio de las simblicas vestidurassacerdotales, les dijera: Alternad las granadas de jacinto con las campanillas deoro, de modo que en toda la doctrina que predicis, conservis con prudencia launidad de la fe.

    No basta que los directores de almas eviten con todo esmero la predicacin dedoctrinas errneas o malas, sino que han de procurar adems ensear lasmismas cosas buenas con orden y medida: pues la predicacin pierde a vecestodo su buen efecto porque, para hacerla llegar al corazn de los oyentes, se la

    pule y desmenuza con una inmoderada palabrera: semejante abuso de

    locuacidad deshonra al mismo que la emplea, pues demuestra ignorar lo querealidad aprovecha al alma de sus oyentes. Dijo el Seor a Moiss: El hombreque padece gonorrea sea inmundo (Lv 15, 2). Para el alma de los oyentes la

    palabra que escuchan es como la semilla de sus futuros pensamientos, pues encierto modo la palabra que entra por el odo engendra sus ideas en elentendimiento; y as los mismos sabios del mundo llamaron al gran predicadorde las Gentes sembrador de palabras. Tenase por inmundo al que padecagonorrea, porque el que est sujeto a la verbosidad, se deshonra a s mismo,

    pues si se expresara debidamente, podra engendrar en el alma de sus oyentesfecundas ideas de santidad, mientras que si se pierde en inmoderada palabrera,arroja su semilla, no emplendola para producir fruto, sino para causar su

    propia afrenta.

    Asimismo San Pablo, al advertir a su discpulo Timoteo la estricta obligacinde predicar, le dice: Te conjuro, delante de Dios y de Jesucristo, que ha de

    juzgar a vivos y muertos, al tiempo de su venida, y de su reino, predica lapalabra de Dios, insiste oportuna e importunamente (2 Tm 4, 1). Antes demandarle que predique importunamente, le manda que lo haga oportunamente,

    pues si la misma importunidad de la palabra no es oportuna, ella misma se

    desacredita ante el concepto de los oyentes.

    CAPTULO V

    Que el prelado ha de allegarse a todos por su bondad compasiva y estar sobretodos por su alta contemplacin.

    Ha de hallarse el director de almas al nivel de los fieles por sucompasivo corazn, y por encima de todos en su espritu de contemplacin; hade hacer suyas las penas y dolencias de los dems con la blandura de sus

    entraas; mientras por otra parte, en sus ansias de las cosas del cielo, ha deelevarse sobre s mismo; pero de modo que, ni por elevarse desprecie las

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    penalidades de sus prjimos, ni por aliviar las penas de sus prjimos abandonela altura de sus pensamientos. Y as vemos que San Pablo es arrebatado hastael tercer cielo, y all escudria los secretos celestiales, y sin embargo,enajenado en la contemplacin de las cosas invisibles, aparta de all susmiradas para fijarlas en las miserias de la carne, disponiendo cmo debengobernarse las ocultas pasiones, diciendo: Mas para evitar fornicacin vivacada uno con su mujer, y cada una con su marido; que el marido pague a lamujer el dbito y lo mismo la mujer al marido (1 Co 7, 2). Y poco msadelante contina: No queris defraudaros el derecho legtimo, a no ser poralgn tiempo de comn acuerdo, para dedicaros a la oracin, y despus volveda cohabitar, no sea que os tiente Satans (1 Co 7, 5). Vedle como, desde lasalturas de los celestiales arcanos, desciende con sus entraas de misericordia aresolver lo referente al comercio carnal, y la misma mirada de su corazn quetena fija en las sublimidades del cielo, la vuelve compasivo a las secretas

    debilidades de la tierra. Se remonta con su contemplacin hasta los cielos, sinabandonar con sus cuidados el terreno de las humanas miserias: pues unido a loms alto y a lo ms bajo con las ligaduras de la caridad, se remonta valeroso alas alturas por el empuje de su propio espritu, y desciende hacia los dems consu compasin ordenadamente. Y as pudo decir: Quin enferma que noenferme yo con l? quin cae en escndalo que yo no me requeme? (2 Co11-29). Y en otra parte repite: Con los judos he vivido como judo (1 Co9,20). Y esto lo manifestaba, no para ocultar su fe, sino para ensanchar sucorazn, ponindose en el lugar de los infieles para aprender por s mismocmo deba compadecerse de los dems, con el fin de hacer por ellos lo quehubiera querido que hicieran por l, si se hallara en semejante coyuntura. Poreso declara: Si estticos nos enajenamos, es por respeto a Dios: si nosmoderamos o humillamos, es por vosotros (2 Co 5, 13). De tal modo haballegado a sobreponerse a s mismo por la contemplacin, y al propio tiempo, aadaptarse a los dems por la condescendencia!

    Vio tambin Jacob en su sueo subir y bajar a los ngeles desde la cimade la escala donde se asentaba el Seor hasta el suelo, hasta la piedra que luegoungi; pues los predicadores de la verdad, no slo deben tender con la

    contemplacin hacia la cima sagrada de la Iglesia que es Dios, sino quetambin deben descender con la misericordia hasta sus ms ntimosmiembros. Por eso Moiss a cada paso entra en el tabernculo y sale de l; y sidentro es arrebatado en xtasis, fuera se interesa por los negocios de los quesufren; dentro contempla los arcanos divinos, fuera compadece las miseriashumanas. Asimismo, cada vez que se le ofrece alguna dificultad, acude altabernculo y consulta al Seor delante del Arca de la Alianza, dando de estemodo un gran ejemplo a los prelados, los cuales, cuando duden cmo procederen las cosas exteriores, han de entrar en s mismos, como en un tabernculo,

    para consultar a Dios sobre sus dudas, como si estuvieran delante del Arca de

    la Alianza, cuando escudrian en su interior las Sagradas Escrituras.

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    As el Verbo Divino, al manifestrsenos revestido de nuestra naturalezamortal, se acoge a la oracin en la montaa y luego obra milagros en lasciudades, dando as un ejemplo que imitar a los buenos prelados que han deaspirar a las cosas sublimes en la oracin y al mismo tiempo han de bajarsecompasivos hasta aliviar las necesidades de los dbiles. Pues slo es admirablela caridad en sus sublimes arranques, cuando desciende misericordiosa hastalas miserias de los prjimos; y tanto ms atrevida es en sus elevados vuelos,cuanto ms compasiva se humilla ante los pequeos.

    Los que gobiernan deben mostrarse tales que los sbditos no tenganreparo en manifestarles hasta sus ms recnditos secretos; que cuando estnexpuestos los pequeos a los embates de la tentacin, acudan a su pastor comoal regazo de una madre, y que los que se sienten manchados con la infamia dela culpa que los remuerde, la laven con las lgrimas de penitencia y la remedien

    con las exhortaciones de su pastor.

    A las puertas del antiguo templo estaba el llamado mar de bronce paralavarse las manos los que asistan al santuario; este mar o depsito descansabasobre doce bueyes con la cara hacia fuera y las partes traseras ocultasdebajo. Qu otra cosa significan los doce bueyes sino el conjunto de los

    pastores de almas? Al referirse a ellos la ley, segn atestigua San Pablo, dice:No pondrs bozal al buey que trilla en la era (1 Co 9,9; Deut. 25, 4). Nosotrosvemos, s, las acciones pblicas de los pastores, pero ignoramos qu es lo queles est reservado ante el Juez inexorable en la oculta retribucin de losactos. Ellos son los que, cuando disponen su compasivo corazn para lavar los

    pecados que confiesan los fieles, en cierto modo sostienen el depsito del aguaa las puertas del templo, con el fin de que todos aquellos que desean entrar enla eternidad, manifiesten a su pastor sus propias tentaciones o cadas y se

    purifiquen las manos de sus obras y pensamientos en el mar de broncesostenido por los bueyes.

    Y puede suceder que el director de almas, al mismo tiempo que se vaenterando compasivamente de los pecados ajenos, se sienta l asaltado por las

    mismas tentaciones que ha odo; pues el agua misma del depsito en que lamuchedumbre se lava, al fin llega a ensuciarse, y al paso que se limpian en ellala suciedad, va perdiendo su trasparencia cristalina. Pero no han deatemorizarse por esto los pastores, pues alcanzarn con tanta mayor facilidad,de Dios que todo lo sabe, verse libres de sus tentaciones, cuanto con mayorcaridad se cuiden de las tentaciones ajenas.

    CAPTULO VI

    Ha de ser por su humildad el director de almas accesible y llano con los que

    obran bien, resuelto y celoso de la justicia con los vicios de los malvados.

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    Sea adems el pastor asequible y bondadoso con los que obran bien;animoso y lleno de celo con los pecadores; de suerte que nunca se manifiestealtanero con los buenos, pero haga pronto uso de su autoridad de superiorcuando as lo exijan los desmanes de los malos; considerndose igual a losfieles que viven bien, desdeando los honores, y no tema ejercitar sus derechosde rigor con los perversos. Pues, como recuerdo haber escrito en mis librosMorales (Greg. Mor 21, 22), la naturaleza ha hecho iguales a todos loshombres: slo el pecado los ha colocado a los unos en situacin inferior a losotros, segn el orden de sus mritos. Y esta misma diversidad que proviene del

    pecado est dispuesta por voluntad de Dios, de modo que, no pudiendo todoslos hombres ser igualmente esforzados y fuertes, unos se sostengan a otros. Desuerte que los que estn llamados a gobernar, no deben considerar en s suautoridad de mando, sino la semejanza de condicin con los dems; ni segloren de poder mandar a los hombres, sino de servirlos. Tngase presente

    que nuestros antiguos patriarcas no fueron reyes de los hombres, sino pastoresde ovejas. Y despus de haber dicho el Seor a No y a sus hijos: Creced ymultiplicaos y poblad la tierra; luego aadi: que teman y tiemblen antevosotros todos los animales de la tierra (Gn 9, 1, 7). Si manda, pues, queejerzan su poder con terror sobre los animales de la tierra, es que prohbe quelo ejerzan sobre los hombres. Ese hombre que por su naturaleza est porencima de los brutos, no lo est de los dems hombres, y por eso debe infundirtemor a los animales, no a los hombres, pues sera contra naturaleza engrerse,queriendo imponer temor a seres iguales.

    Y sin embargo, es necesario que los prelados se hagan respetar por sussbditos, cuando ven que stos no respetan a Dios, y procurar que se abstengandel pecado al menos por temores humanos, ya que no lo hacen por miedo a los

    juicios y castigos divinos. Ni los prelados han de hallar en este indispensablerespeto motivos de engreimiento, pues en ello no han de procurar su propiagloria, sino el perfeccionamiento de sus fieles. Desde el momento en queimponen temor y respeto a los que viven mal, en cierto modo no ejercen podersobre hombres, sino sobre animales, pues es su parte animal lo que se somete yslo en concepto de tales deben permanecer sometidos.

    Pero suele suceder que el prelado, al verse colocado por encima de losdems, se envanezca con pensamientos de soberbia; y al ver que todo est a sudisposicin, que se cumple, segn sus deseos, todo lo que ordena, que lossbditos enaltecen lo que hacen bien y no se atreven a contradecirle en lo queobra mal, que aprueban a veces aun lo que debieran reprobar, adulado por sussubordinados, se engre; y mientras por defuera le rodea el aura popular, pordentro desconoce su verdadera situacin; olvidndose de quien es, se mece enajenas alabanzas, y llega a creerse que es tal como le dicen y no como suconciencia debiera dictarle. Trata con desdn a sus sbditos, no

    reconocindoles por iguales a s en el orden de la naturaleza, y porque essuperior a ellos por razn de su dignidad, se cree aventajarlos tambin en los

  • 7/27/2019 Regla Pastoral - Gregorio Magno

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    mritos de la vida; y est convencido de que, porque puede ms, sabe tambinms que ellos. Se forma en s mismo una especie de cima inaccesible, y siendo

    por fuerza de la naturaleza de igual condicin, no se digna considerar a losdems como iguales; asemejndose as a aqul de quien est escrito en Job:Contempla debajo de s todo lo ms grande y elevado, como quien es el rey detodos los hijos de la soberbia (Jb 41, 25). Ved ah a Satans que, aspirando aocupar un lugar nico por lo elevado y desdeando la misma compaa de losngeles, exclama: Colocar mi asiento en la cima del monte del testamentosituado al Septentrin, y ser semejante al Altsimo (Is 14, 13). Y por justadisposicin de Dios, cuando por una parte se haba elevado sobre la cumbre desu