reflexiones sobre rondas campesinas, protesta rural y nuevos movimientos sociales

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    "CON LOS LLANQUES TODO BARRO":

    REFLEXIONES SOBRE RONDAS

    CAMPESINAS, PROTESTA RURAL Y

    NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES

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    Con los llanques todo barro

    Orin Starn

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    COLECCIN MNIMA / 24

    IEP ediciones Horacio Urteaga 694TeIfs. 32-3070/24-4856Fax (005114) 32-4981

    Impreso en el Per

    1ra. edicin, abril 19912,000 ejemplaresISBN 84-89303-08-8

    Foto cartula: Cortesa ILLATraduccin: Carlos Ivn Degregori

    Edicin y diseo: Gonzalo Nieto Degregori

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    CONTENIDO

    INTRODUCCIN 11

    EL PENSAMIENTO RECIENTE SOBRE LOSNUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LASPROTESTAS CAMPESINAS 17

    EL CASO DE LAS RONDAS CAMPESINAS

    EN EL NORTE DEL PER 35

    ANEXOS 75

    BIBLIOGRAFA 85

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    Animalitos y chacras

    con la ronda se salvaron.

    En el tiempo de los ladrones

    nada nos dejaron.

    Con los llanques todo barro

    corremos en la oscurana.

    Velando vamos por todos,

    una noche por semana.

    Autoridades del pueblo,

    no quisieron apoyarnos.

    Los campesinos dijimos

    tenemos que organizarnos.

    Ya no estamos muy solitos,

    por las rondas empezadas.

    Cuando antes reclambamos

    siempre nos callaban.

    Los pobres ya hemos tomado

    deberes en la conciencia.

    Defender nuestros derechosqueda a los hijos de herencia.

    Esto nos toca, hoy en da

    a los pobres campesinos.

    Enfrentar con nuestras fuerzas

    los problemas que sentimos.

    La ronda ser el ejemplo

    pa' conseguir solucin;

    Votando al viejo egosmo

    de nuestra triste nacin.

    (Huaino por Valentn Meja, San Antonio de laCamaca, Hualgayoc, enero de 1979).

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    di a la exigencia de los campesinos y formul

    inmediatamente cargos contra los ladrones. Dasdespus, el larguirucho abogado de bigotes me diosus quejas: "eran miles de campesinos llegados delcampo, drogados con coca y aguardiente. Resultapeligroso para la ciudad, y para las autoridadesdebidamente constituidas".

    Los sucesos del 27 de abril fueron dirigidos porlas rondas campesinas, organizaciones rurales deadministracin de justicia surgidas durante losltimos quince aos en la sierra norte del Per. Laprimera ronda apareci el 29 de diciembre de 1976en la estancia chotana de Cuyomalca como una

    patrulla comunal de vigilancia contra los ladrones.Durante los tres aos siguientes, cientos de otrascomunidades en Chota y las fragosas provinciasvecinas de Hualgayoc y Cutervo formaron suspropias rondas nocturnas. En la dcada de 1980 elmovimiento se expandi cientos de kilmetros a

    travs de Cajamarca, hacia los vecinosdepartamentos de Amazonas, La Libertad,Lambayeque y Piura (vese mapa 1). Al mismotiempo, muchas rondas ampliaron sig-nificativamente sus funciones, hasta volverse unsistema alternativo de justicia, con asambleas co-munales abiertas para resolver problemas que vandesde la violencia conyugal hasta las disputas portierras. El movimiento se convirti en motivo deorgullo para los campesinos, cansados de losburcratas urbanos ineficientes y con frecuenciacorruptos. Las rondas han eliminado virtualmenteel problema, anteriormente grave, del abigeato;arbitran, adems, miles de disputas, y dirigenpequeos proyectos de obras pblicas. Uncampesinado anteriormente desorganizado hadesarrollado as la fuerza poltica para llevar a cabo

    protestas como la de aquel da en Chota.

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    Introduccin 13

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    Este trabajo trata sobre las rondas campesinas.1

    Ellas representan uno de los movimientos ruralesms grandes y duraderos de las postrimeras delsiglo XX en Amrica Latina. Comits de rondaoperan actualmente en alrededor de 3,435 caserosen una zona de ms de 150,000 km2 (vese mapa2). Sin embargo, el movimiento no ha concitado laatencin suficiente de periodistas y acadmicos.2Fuera del Per las rondas siguen siendo casidesconocidas. Dentro, abundan las concepcioneserrneas. Algunos piensan que las rondas no sonms que ''vigilantes" violentos. Otros lasconfunden con patrullas campesinas, tambinllamadas "rondas", organizadas por las FF .AA. enla sierra sur-central para enfrentar a las guerrillasde Sendero Luminoso. No pretendo hablar por loscampesinos norteos, pero mi trabajo trata decontribuir a una mayor comprensin de los logros

    y limitaciones de su organizacin.Al lector interesado slo en la historia de lasrondas se le recomienda que salte a la segundaseccin del trabajo. Pero el ensayo - especialmentela primera parte - es tambin un intento dereflexionar sobre la abundante literatura acadmica

    sobre nuevos movimientos sociales y protestascampesinas. Mi argumento parte del hecho de quela mayor parte del debate sobre nuevosmovimientos sociales ignoran al campesinado. As,se pierden algunas de las nuevas y ms vitalesformas de hacer poltica en el planeta. Por su parte,

    los trabajos sobre protestas

    1. Mi trabajo de campo sobre las rondas fue posible graciasa becas de la Fundacin Interamericana y la Wenner-GrenFoundation for Antbropological Research.

    2. John Gitlitz y Telmo Rojas (1983) escribieron un ex-eelente artculo, que detalla la historia temprana del mo-

    vimiento. Otras fuentes tiles son Rojas (1989), Starn (1989,1991a), y Huber y Apel (1990).

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    Introduccin 15

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    agrarias carecen lastimoamente de la sensibilidad

    que muestra la literatura sobre nuevos movimientossociales, hacia procesos de sincretismo e invencinque son parte de todas las protestas polticas.3Espero mostrar cmo un dilogo entre ambasliteraturas puede resultar mutuamente beneficioso.

    Mi anlisis no se orienta hacia una nueva granteora de la organizacin campesina. En realidad,estoy convencido de la necesidad de cuidadosaslecturas hermenuticas que trasmitan las cadenciassingulares de cada movimiento rural. Mi inters enla semitica de la protesta rural tampoco implica unmenosprecio por los peliagudos interrogantes sobrecausalidad y estrategia. Por el contrario, una firmecomprensin de los problemas de significado eidentidad puede ayudar mucho a entender por quocurren las protestas rurales, y cmo se desarrollan.

    Al final, el trabajo esboza un marco en el cual

    las protestas rurales aparecen no solamente comoun escueto asunto de fuerzas determinantes o delmezquino clculo de intereses econmicos. Quierotambin mostrar cmo el activismo campesinorepresenta la creacin de modos alternativos devisin e identidad poltica. Como lo muestran las

    rondas, el mundo urbano no tiene el monopolio dela innovacin. Tambin en las periferias de laperiferia la gente articula frgiles rdenes nuevosde diferencia y posibilidad.

    3. Algunos de los textos ms importantes en la literaturasobre movimientos sociales son Laclau y Mouffe (1985),Touraine (1981) y Gilroy (1987); en castellano, vase Jelin(1987). Para la protesta agraria vase Skocpol (1982 y Stem(1987). Se da un breve resumen de las principales corrientes delas dos literaturas en la primera seccin del presente trabajo.

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    EL PENSAMIENTO RECIENTE

    SOBRE LOS NUEVOS

    MOVIMIENTOS SOCIALES Y LASPROTESTAS CAMPESINAS

    El surgimiento de las rondas debe ubicarse en elcontexto de una historia continua de frecuente y

    duramente disputada participacin poltica de laspoblaciones rurales en Amrica Latina. En elpresente siglo, los ejemplos ms celebrados son elcrucial apoyo campesino a las revolucionestriunfantes en Mxico, Bolivia y Cuba. En la ac-tualidad, el apoyo de los pequeos productores

    contina alimentando las insurrecciones - si bien encircunstancias muy diferentes- en Colombia, ElSalvador, Guatemala y Per.

    An ms frecuentes son los movimientos ru-rales menores, vinculados a problemas inmediatosde supervivencia. Las causas de las protestas han

    comprendido desde la defensa de los derechoshumanos hasta la demanda por mayores subsidiospara los prstamos agrarios o el combate contra lacorrupcin gubernamental. Pero el acceso a latierra y la lucha por mejores precios para losproductos agrcolas representan los ms frecuentes

    aglutinadores. En Brasil Colombia, Per, Mxico,Bolivia y Ecuador las invasiones campesinas degrandes propiedades siguen siendo comunes.Tambin lo son las marchas de protesta, piquetes,bloqueos de carreteras y otras tcticas para forzar lamejora en los precios oficiales de los productos

    agrcolas.

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    A pesar de notorias evidencias de la continua

    voluntad de muchas poblaciones rurales paraparticipar en protestas francas y desembozadas, lasmovilizaciones campesinas han recibido escasaatencin en la literatura sobre nuevos movimientossociales. Una razn obvia es la mayor visibilidadde la poltica urbana. Las movilizaciones

    campesinas se desarrollan en los patios traseros delos principales debates acadmicos sobremovimientos sociales contemporneos (Touraine,1979; Laclau y Mouffe, 1985; Cardoso, 1985;Gilroy, 1987). Otra razn ms profunda: es fcilignorar o descalificar la organizacin campesina

    como una forma pasada de moda de polticaclasista. Los movimientos por derechos humanos,los de liberacin racial o sexual, o los ecologistas,parecen coincidir con una cierta condicinposmoderna de subjetividades cambiantes, pluralesy no-esenciales. Por contraste, la protestacampesina trae a la memoria imgenes modernistasde lucha de clases y de revolucin socialista. Lapalabra "campesino" no suena moderna, sinomedioeval.

    La cuestin de la movilizacin poltica ruraltambin se ha deslizado silenciosamente fuera de laagenda de los estudios campesinos. Losmovimientos rurales atrajeron intenso inters en elclima radical de fines de la dcada de 1960 einicios de los aos 70. As como otras nuevas"historias desde abajo" sobre levantamientos in-

    dgenas, motines por alimentos, rebeliones deesclavos y organizaciones femeninas, los estudiosde las revueltas campesinas buscaban recuperar lacomprensin de cmo una clase social subalternahaba asumido un papel ms activo que aquel quese le reconoca previamente. Los nuevos estudios

    respondan tambin a la evidencia en curso,proveniente del "mundo real", de que los pequeospropietarios podan convertirse en

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    fuerza clave en las luchas anticoloniales y en la

    vida poltica de los pases recientemente inde-pendizados del Tercer Mundo. Vietnam, despusde todo, era slo el ms reciente de una serie delevantamientos que Eric Wolf (1969) bautiz comolas "revoluciones campesinas del siglo XX".

    Pero si la de 1970 fue una dcada de gran in-ters acadmico por las protestas agrarias, los 80trajeron una nueva prudencia respecto a lasprotestas de los pobres del campo. Al principio dela dcada, un influyente artculo de balance deTheda Skocpol (1982:373) conclua: "un enfoquedemasiado cercano sobre los propios campesinos(...) no nos permite entender las revoluciones debase campesina". Skocpol enfatizaba la necesidadde investigar el papel de "los Estados, estructurasde clases y relaciones transnacionales econmicasy militares". Citando Los origenes sociales de la

    dictadura y la democracia, de Barrington Moore(1966), Skocpol afamaba que "antes de mirar alcampesinado es necesario mirar la sociedadglobal". (ibid.:373).

    Otros estudiosos argumentaban que se habapuesto demasiada atencin a todo el problema de la

    protesta rural en general. Afirmaban que el graninters en casos muy publicitados como los deVietnam y China produca una impresin dis-torsionada de la experiencia de los campesinos delTercer Mundo, sugiriendo que la norma eran lasgrandes rebeliones ms que una comparativa

    tranquilidad El gegrafo Michael Watts(1988:118), por ejemplo, se refiri a una "obsesincon las reas de alta visibilidad" y al fracaso de losinvestigadores para reconocer que "en muchoscasos y por significativos perodos, hubo enrealidad poca poltica explcita en el campo".

    Michael Adas (1988:90) complementaba lo ante-rior: "se descuidaron gravemente los 'casos ne

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    gativos', aquellas situaciones agrarias donde las

    transformaciones polticas y sociales no fueron tandramticas".En vez de abandonar una visin de los cam-

    pesinos como actores polticos, muchas investi-gaciones se orientaron al estudio de lo que JamesScott (1985) denomin "resistencia cotidiana".

    Esta lnea de trabajo enfatizaba que las luchaspolticas de los agricultores pobres no sedesarrollaban slo en los escenarios dramticos dela rebelin, la revuelta y la revolucin, sinotambin a travs de medios ms solapados como elchisme, el trabajo lento, la falsa deferencia, la

    evasin, los pequeos robos. En su inteligente einfluyente Weapons of the Weak (1985), Scott ar-gumenta que los campesinos recurren a estas es-trategias encubiertas porque reconocen los altoscostos de la protesta abierta: la prdida delpatronazgo de las elites locales, la sangrienta

    represin de las autoridades. Las tcticas de la re-sistencia cotidiana representan parcialmente lo queel poeta Czeslaw Milosz llama la "gloria de losesclavos", acciones que cambian poco lasestructuras globales de desigualdad y dominacin.Al mismo tiempo, sin embargo, la existencia deestrategias de oposicin en pequea escala revelaque los campesinos no son nunca pasivos, inclusoen perodos de aparente calma.

    La literatura sobre resistencia cotidiana re-presenta una saludable ampliacin de los enfoquessobre la accin poltica rural. Pero conlleva elpeligro de perder de vista la frecuencia y la fuerzade los movimientos campesinos abiertos. Unarepresentacin de los campesinos comomayormente tranquilos, aunque nunca pasivos, nocalza con la situacin en la mayor parte de

    Amrica Latina, ni hace justicia a los cientos demiles de campesinos que dieron su tiempo y confrecuencia arriesgaron sus vidas luchando por el

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    cambio. Jos Carlos Maritegui (1968:40) escribi

    que "el silencio de la puna ha guardado el trgicosecreto" de "todas las revueltas, todas lastempestades del indio (que) han sido ahogadas ensangre." Medio siglo ms tarde, las luchas ruralesamenazan convertirse otra vez en historias ocultas.

    Cmo podemos producir la suerte de des-cripciones comprometidas y agudas que contri-buyan a evitar que las protestas rurales desapa-rezcan de la escena? Tal vez una buena manera decomenzar sea regresando a la literatura clsicasobre revueltas campesinas de fmes de los aos 60y de la dcada de 1970. Estos trabajos estabanregidos por lo que la historiadora Lynn Hunt(1984) llama "metforas de la estructura". Lasprotestas eran tratadas como expresin de fuerzas"subyacentes", eventos que podan deducirse oincluso predecirse a partir de causas estructurales.

    El cmo conceptualizar estas fuerzas se convirtien el punto clave de disputa. Segn la denominada"economa moral" de Scott (1976), podanesperarse revueltas cuando las condiciones de vidacaan por debajo de estndares mnimos desubsistencia culturalmente definidos. Por contraste,

    de acuerdo a Samuel Popkin (1977), el "campesinoracional" se rebelaba cuando evaluaba que laposibilidad de bendidos individuales era mayor quelos riesgos potenciales de la revuelta. Desde unaposicin que privilegiaba las "relaciones de clase",Jeffrey Paige (1975) consideraba que era ms

    probable que se produjeran protestas cuando losricos dependan de las rentas generadas por lospobres del campo y, por tanto, se resistan a hacerconcesiones reformistas. Joel Migdal (1974)enfatizaba el papel de los partidos revolucionariosalzados en armas en la movilizacin de los

    campesinos. Skocpol y Eric Wolf trabajaban desdeuna pers-

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    pectiva "socio-estructural" concebida ms am-

    pliamente.Muchos de los trabajos eran extremadamenteperspicaces. Retrospectivamente, sin embargo,encontramos en el debate dos problemas rela-cionados. Uno era presuponer que poda desa-rrollarse una nica respuesta para responder a la

    pregunta de por qu los campesinos se rebelan. Aldefender sus modelos en pugna, los estudiosostendan a ignorar que toda protesta emerge de unconjunto de circunstancias singulares ehistricamente especficas. Sera errneo reple-garse entonces hacia un particularismo que niegue

    el valor de los estudios comparativos. Pero elintento de descubrir un comn denominadorcondujo a subestimar un hecho: que las razonespara la protesta varan tremendamente de un caso aotro.

    Un segundo problema surga de la premisa

    implcita segn la cual al analizar los movimientoscampesinos el nico problema era el de establecerla causalidad. Como observa agudamente elhistoriador Steve Stern (1987:6), la agitacin ruraltenda a ser presentada como "una reaccin acambios determinados por fuerzas o 'sistemas'externos todopoderosos". Lo que la bibliografaignoraba en gran medida era que el activismocampesino tambin implica construccin ycreacin. Al concentrarse en la cuestin de lasfuerzas determinantes, la mayora de investigadoresdesconoca que, adems, la protesta descansa en lahabilidad de las poblaciones rurales para elaboraruna visin, smbolos y procedimientos para suorganizacin.

    Es precisamente para ayudar a pensar la polticacomo una cuestin de identidad que la literatura

    sobre nuevos movimientos sociales puede ser deutilidad. Por el momento, permtaseme dejar delado la engorrosa pregunta de si lo que

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    ahora denominamos "nuevos movimientos socia-

    les" deberan realmente ser pensados como"nuevos". El trnsito de sociedades "industriales" a"posindustriales" producido en las ltimas dcadasen los pases sobredesarrollados puede contribuiren realidad a lo que Paul Gilroy (1987: 224) llamalos "nuevos patrones de accin y organizacinpoltica (...) conforme el antiguo orden industrialcomienza a descomponerse y las colectividadessociales y polticas que tienen su base fuera dellugar de trabajo se vuelven tan visibles, militantesy polticamente significativas como los residuos delmovimiento de trabajadores". En Amrica Latinapuede tambin ser cierto que los fracasos deldesarrollismo, del vanguardismo revolucionario yde los partidos tradicionales de izquierda y derechahayan engendrado modos de organizacin polticams participativos y democrticos. Al mismo

    tiempo, sin embargo, sera err6neo imaginar que loque Laclau y Mouffe (1985) llaman "la pluralidadde sujetos" de la escena poltica contempornea,represente un desarrollo reciente. La poltica delindustrialismo pesado de fines del siglo XIX yprincipios del XX no gir, despus de todo, ni-

    camente alrededor de la organizaci6n de los tra-bajadores. Sabemos, a partir de investigacionesrecientes, del vigor del activismo feminista, anti-colonial y antirracista, entre otros. El propio"movimiento de trabajadores" fue una dispora deiniciativas con frecuencia desconectadas: ludistas,

    owenistas, sindicalistas, metodistas. De manerasimilar, Amrica Latina ha sido siempre el lugar deuna multiplicidad de luchas, desde loslevantamientos de esclavos hasta las protestasfiscales. En breve, el nacimiento de la literaturasobre nuevos movimientos sociales no debe ser

    entendido como un signo de "nuevos" desarrollosen el "mundo real". Tambin refleja un

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    reajuste de nuestros lentes interpretativos, un in-

    cremento en la sensibilidad de los intelectuales deizquierda respecto a las lneas plurales de laactividad poltica, que siempre existen en cualquiersociedad (cf. Jelin, 1986:21).

    Con el fin de comprender las protestas rurales,una de las contribuciones ms importantes de estosnuevos enfoques es la de enfatizar el carcter"construido" de todas las identidades polticas.Buena parte de las ciencias sociales hanpresupuesto "categoras preconstituidas" de actorespolticos, sean mujeres, trabajadores, campesinos ominoras raciales. Se consideraba que estascategoras eran producto de condiciones socialesobjetivas. El cambio llegara cuando los oprimidosreconocieran lo que el ommsciente cientficosocial/activista de izquierda poda ya ver: suexplotacin. Frases muy comunes como

    "concientizacin" y "elevacin de la conciencia"implicaban una visin de la poltica segn la cual laclave era que los grupos oprimidos llegaran a unverdadera comprensin de su situacin.

    Por contraste, mucha de la literatura sobrenuevos movimientos sociales ha explorado lo que

    Michel Foucault (1974) llam la "constitucin de lasubjetividad". Aqu no se asume que losmovimientos polticos sean comprensibles ex-clusivamente en relacin a la estructura social. Msbien, se otorga creciente atencin a cmo lapoltica significa la construccin de modos origi-

    nales de auto identificacin a travs de la innova-cin y la recombinacin. La identidad se convierteen algo que debe ser construido, articulado einventado, en vez de ser asumida como laprecipitacin de un conjunto dado de relacionessociales. Desde esta perspectiva, la poltica no se

    reduce a un nmero limitado de "sujetos privile-giados". Se vuelve en cambio crucial reconocer quela gente forja un arco iris de opciones polti

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    cas frescas en respuesta a una variedad de males

    sociales. Parafraseando a Touraine (1986), lapropia sociedad se convierte en un proceso au-tocreativo ms que una estructura o edificio aca-bados.

    La "protesta campesina" puede sonar como unasunto muy concreto y definido de movilizacinclasista. Sin embargo, examinndolos de cerca, losheterognos movimientos que caen bajo esaetiqueta surgen a partir de los mismos procesoscargados-de-poder de autoimaginacin colectiva,que animan cualquier otra actividad polticacontempornea. Las protestas rurales no son laencarnacin de categoras prefabricadas; tambintienen que ver con la manera en que se moldeannuevas formas de visin y prctica poltica.

    As como sus primos urbanos, todos los po-bladores rurales viven dentro del mundo densa-

    mente interconectado en los umbrales del sigloXXI. Mundo de alta movilidad, trfico interculturalentreverado y economa poltica transnacionalrpidamente cambiante (cf. - Harvey, 1989). Lasprotestas campesinas surgen a travs de opciones -si bien nunca libres de la danza del poder - dentro

    del vientre de la bestia capitalista tarda. Para usaruna frase del crtico cultural James Clifford (1988),los movimientos rurales representan "productosimpuros". A su vez, estos productos se derivan deespritus locales de sntesis e invencin. Asdurante la Semana Santa de 1983 los agricultores

    de la Amazona peruana galvanizaron elementos delos discursos socialista, nacionalista y el de lateologa de la liberacin, en una protesta masivapor mejores precios para el maz. Los campesinosecuatorianos proclaman un sentido tnico deidentidad quechua junto a una comprensin clasista

    de s mismos como pequeos campesinos en laFede-

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    racin Nacional de Campesinos y Pueblos

    Indgenas (FENOC). La definicin creativa de laidentidad poltica campesina puede ocurrir inclusoen el corazn del mundo occidental industrializado.En el centro de Stockton, en el valle central deCalifornia, un letrero recin pintado cuelga de lapuerta de una pequea oficina: "Unin CampesinaLzaro Crdenas". Un grupo de trabajadoresagrcolas mexicanos migrantes se ha definido comocampesino y para identificar su nueva asociacinde trabajadores ha juntado la etiqueta "campesino"con el nombre del gran presidente mexicano de lareforma agraria.

    Por cierto, hablar entusiastarnente deautopoesis y la "construccin de identidadescolectivas" puede llevar a restar importancia acuestiones bsicas sobre orgenes y causas. Dehecho, mucha de la bibliografa europea sobre

    nuevos movimientos sociales participa de la"negacin de la teleologa" que segn DickHebdige (1985) es caracterstica de la teora socialposmodema. El cuestionamiento a losfuncionalismos fciles es bienvenido. Desde mipunto de vista, sin embargo, no se debera ir

    demasiado lejos. Me parece posible compartir elescepticismo posmodemo frente a la construccinde modelos y las narrativas magistrales, sin echarpor la borda las preocupaciones modernistas por elcmo y el porqu. De la misma manera, se deberapoder explorar la poltica de la identidad rural sin

    perder de vista asuntos con frecuencia tanelementales como la escasez y la necesidad desupervivencia, que inducen a las personas a laaccin.

    Tampoco tienen por qu dejarse de lado asuntosde estrategia. Hace varios aos, Jean Coben (1985)

    advirti una divisin en la literatura sobre nuevosmovimientos sociales, entre trabajos preocupadospor "la estrategia" y trabajos preocupados por "laidentidad". Los primeros

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    se centran en los objetivos, los recursos y la es-

    tructura organizativa; los segundos exploran laformulacin de subjetividades polticas. El fle-mtico empirismo del grueso de las cienciassociales angloamericanas las condujo apreocuparse principalmente por la estrategia. Porcontraste, el posestructuralismo europeo de altovuelo se mostr dispuesto a concentrarse en laidentidad. Sin embargo, no existen razonesintrnsecas para esta divisin del trabajo intelectual.Tal como ahora enfatizan muchos cientficossociales, la investigacin sobre estrategias debe irde la mano con la investigacin sobre identidades.Los estudios acerca de los campesinos necesitanser ms sensibles a los perfiles de significado. Peroesto debe acompaar, no reemplazar, el estudio detcticas, intereses y organizacin.

    Una visin de las movilizaciones rurales como

    producto de la recombinacin y la reinvencinconlleva un par de importantes corolarios. Uno esla necesidad de una ruptura decisiva con todas lasposiciones que conciben a los campesinos comoportadores de valores puramente pastorales. La"economa moral" de Scott, aparte de que, como

    afirma Popkin (1979), sobreestima el colectivismorural, debe ser ubicada dentro de una tradicinconsagrada en la cual la cultura campesina aparececomo un fenmeno transhistrico ms all deltrajn del mundo urbano moderno. En AmricaLatina, las diferentes variantes nacionales del

    indigenismo representan las encarnaciones msobvias de este pensamiento. As el abogadosocialista peruano Hildebrando Castro Pozo (1937)afirmaba que las comunidades andinas modernasperpetuaban los valores incaicos. El antroplogoRobert Redfield (1956) percibi las aldeas

    mexicanas como la encarnacin de antiqusimas"pequeas tradiciones". Legiones de otrosestudiosos hicieron lo mismo

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    en Guatemala. Estas visiones siempre han subes-

    timado la ubicacin de los pequeos agricultoresdentro de redes ms amplias de ideas, intercambiosy autoridad, tanto en tiempos precoloniales comodurante la Colonia. Al intensificarse las in-terconexiones mundiales durante el sjglo XX, estoslazos se han fortalecido y multiplicado. Los valoresy las protestas campesinas no deben entendersecomo consecuencia de una separacin o distanciadel resto del mundo, sino como formulacioneshechas desde posiciones particulares dentro de laaldea global.

    Un segundo corolario, relacionado con el an-terior, es la necesidad de gran cautela al hablar deuna "esfera subalterna". Una de las figuras msdestacadas del Grupo de Estudios Subalternos, elhistoriador Ranajit Guha (1988:40), hace unreexamen de la India bajo el dominio britnico y a

    partir de l argumenta a favor de lo que llama una"esfera autnoma" de la conciencia campesina, que"la coloca en una categora aparte de la poltica delas elites". Para sustentar su posicin, Guhadocumenta una larga serie de levantamientosradicales en el campo. Este trabajo, a la vez

    cuidadoso y apasionado, hace mucho parareintroducir a los pobres del campo en la historiahind. Sin embargo, trminos como "esfera autno-ma" y "categora aparte" renuevan en parte viejosestereotipos segn los cuales los campesinosviviran en un mundo aparte. Guha reconoce, por

    supuesto, que las relaciones de dominacin eco-.nmica enlazan a los ricos y a los pobres. Enrealidad, l ve la conciencia radical de los campesi-nos como una respuesta a la explotacin, pero noexplora todo el impacto que sobre los valoresrurales tienen fuerzas como la evangelizacin y la

    educacin estatal Tal como he sostenido, loscampesinos pueden reinterpretar estas influenciasen sus propios trminos (vase De Certeau,

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    1985). Sin embargo, las mltiples interconexiones

    entre la ciudad y el campo tambin crean aproxi-maciones parciales entre las perspectivas rurales yaquellas de otros estratos sociales. La polticacampesina puede ser peculiar, pero nunca pura-mente autnoma.

    Si el estudio de los movimientos campesinospuede beneficiarse de hallazgos hechos en lostrabajos sobre nuevos movimientos sociales, en-tonces a los estudiosos de estos movimientostambin les incumbe escuchar lo que el trabajoacadmico reciente tiene que decir sobre los lmitesde la poltica contempornea. Una admonicinclave de muchos pensadores es contra la idea quelos nuevos movimientos sociales representan unpaso adelante en el estruendoso e inevitable avancede la historia hacia la emancipacin de lahumanidad. Muchos de los textos clsicos de fines

    de la dcada de 1960 y la de 1970, especialmenteaquellos influenciados por el marxismo, tendan atratar las revueltas rurales como parte de unacomprensin crecientemente crtica del capitalismomundial y del impulso hacia su derrocamiento (porejemplo, Wolf, 1969; Feder, 1973). Por cierto, lo

    ocurrido en los ltimos aos ha empaado el sueode la transformacin socialista que nimbaba esasformulaciones sobre el campesinado. Ms an: enAmrica Latina las dos ltimas dcadas no ofrecenejemplos de revoluciones campesinas triunfantes.Incluso casos como las rondas, de fuerza regional

    sostenida, representan una relativa rareza. Tal vezla mayora de las protestas rurales siguen un patrnde "erupcin y desactivacin". El descontentoexplota en una invasin de tierras, el bloqueo deuna carretera, una marcha de protesta o la quemade alguna oficina gubernamental. Pero cualquier

    combinacin de factores termina por difuminar, almenos temporalmente, la

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    ms fiera militancia. Puede suceder que las de-

    mandas sean satisfechas; que surjan divisionesentre los que protestan; que la represin estatal seaefectiva. Los movimientos, adems, van contra loque Marx llamaba la "aburrida compulsin de lasrelaciones econmicas". Percibir esta fragilidad nosignifica desconocer la frecuencia de las protestasrurales, ni el coraje de sus protagonistas. Sinembargo, sugiere que los movimientos campesinosno deben ser encorsetados dentro de los designioslinealmente progresivos de las ramas msconvencionales de la visin histrica occidental.

    Una segunda advertencia importante se refiere ala pureza ideolgica de los movimientos sociales.Los tericos de izquierda siempre han tendido aencajonar la conciencia poltica dentro de una dedos categoras: reformista o revolucionaria;cooptada o enraizada en las bases; falsa conciencia

    o comprensin correcta. Mucha de la literaturatemprana sobre nuevos movimientos socialesreincidi en estas dicotomas. Laclau y Mouffe(1985), por ejemplo, crearon las etiquetas de"radical demcrata" y "hegemnica". De Certeauadopt "dominante" y "resistente." Estos esquemas

    implicaban que cada iniciativa deba ser una cosa ola otra.Es claro que se necesita ponderar la condicin

    del nuevo activismo poltico en relacin aestructuras de dominacin. Obviamente, algunosmovimientos tambin tienen mayor potencial ra-

    dical y transformador que otros. Al mismo tiempo,sin embargo, la mayor parte de iniciativas desafala categorizacin neta como "hegemnicas" o"contrahegemnicas". En ellas se entretejenresistencia y adaptacin, innovacin y continuidad,perpetuacin y subversin de los modos ortodoxos

    de pensamiento. Tal como insiste Donna Haraway(1985:91), el buen anlisis:

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    "no requiere clasificar la conciencia en ca-

    tegoras de 'crtica esclarecida que sienta lasbases para una slida epistemologa poltica'versus 'falsa conciencia manipulada'; requierems bien la comprensin sutil de placeres,experiencias y poderes emergentes, con seriopotencial para cambiar las reglas de juego" .

    Ms que preestablecer que un movimiento bienser puramente opositor o estar al servicio delpoder, resulta de mayor utilidad aproximarse a cadanuevo movimiento como singular y dinmico, conimplicaciones polivalentes para las relaciones depoder y desigualdad.

    Tras un anlisis minucioso, la mayora de pro-testas en Amrica Latina entremezclan desafo yaceptacin de la autoridad. Por un lado, la mayorade movimientos cuaja en oposicin a los poderes

    existentes: generalmente los grandes terratenientesy/o el Estado. Por otro lado, ellos aceptan yreproducen muchos de los compromisospredominantes de representacin y direccin. As,la admiracin por los que ocupan altos cargospuede mezclarse con el desdn por los burcratas

    locales. El recurso a medidas ilegales comobloqueos de carreteras o invasiones de tierras, seunta con el respeto por la ley. Deseos patriticos

    de unidad nacional se mezclan con el fervorrevolucionario. Entender la poltica rural requiereuna sensibilidad etnogrfica bien sintonizada con

    los entremezclados matices de la resistencia y laadaptacin.Una tercera advertencia se centra alrededor del

    tema de la parcialidad. Una de las contribucionesfundamentales de la teora posestructuralista es elcuestionamiento del concepto del sujeto unificado.

    Tal como lo han advertido pensadores desdeFoucault hasta Haraway, las personas

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    no pueden ser definidas a travs de un conjunto

    nico de atributos esenciales. Ms bien la identidadpersonal comprende mltiples capas desubjetividad. En el contexto de la polticacampesina, esto significa darse cuenta que laidentificacin como rondero, productor de maz,colono o cortador de caa constituye slo un

    identificador parcial, ms o menos prominentedependiendo de las circunstancias. Tambindemanda tener conciencia que la aplicacindemasiado fcil de trminos como ejidatario,comunero o, para tal caso, campesino, puedeocultar intereses y valores muy diferenciados por

    gnero, edad, orientacin sexual, religin, ingresosy etnicidad.

    Un punto final tiene que ver con la produccinmisma de la subjetividad. Si decimos que esnecesario investigar la construccin social de lapoltica en el campo, entonces lo mismo debera

    decirse de otras dimensiones de la identidad rural.Esto se torna especialmente importante enconexin con el que aparece como el ms ele-mental de los identificadores: "campesino".Aunque los cientficos sociales han gastado galonesde tinta tratando de definir un "campesino", hemospasado por alto casi completamente que en elcampo la calificacin "campesino" no se restringesimplemente a criterios objetivos. Tambindepende de procesos polticamente cargados ycambiantes de negociacin, eleccin e imposicin.Muchos latinoamericanos que pareceran cumplirlos ms estrictos requisitos, no se consideran ellosmismos campesinos. Por ejemplo, gran cantidad demayas que cultivan maz en el sur de Mxico y enGuatemala. Lo contrario sucede con muchos queobtienen su principal ingreso de fuentes no-

    agrcolas; por ejemplo, comerciantes aldeanos delEcuador, quienes tambin trabajan un pedazo detierra. Desde arriba, las agencias de desarrollo, lospartidos polticos

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    y las instituciones gubernamentales pueden resultar

    claves en la definicin de la identidad. En Bolivia,por ejemplo, el reemplazo abrupto de "indio" por"campesino" en la denominacin oficial durante elrgimen revolucionario del MNR, influy demanera significativa para que muchos habitantesrurales adoptaran la nueva denominacin. Desdeabajo, los pobres del campo pueden aferrarse a laidentidad "campesina" como un aglutinador. En elPer, el gobierno militar de Juan Velasco Alvaradodio amplia circulacin al trmino "campesino" y loasoci con un sentido de injusticia y explotacin.Para cuando Velasco fue derrocado, el trmino,cargado de significado, se haba adherido a muchosperuanos rurales. La organizacin campesina seconvirti en una espina en el costado de los sucesi-vos gobiernos peruanos.

    Asimismo, a veces la utilizacin del trmino

    "campesino" se convierte en una estrategia de laselites aldeanas para intentar lo que Pierre Bourdieu(1979) llamara la "eufemizacin" de su verdaderaposicin econmica. En la comunidad andina a laque dar el seudnimo de Canal, donde hice trabajode campo durante 1986-7, nadie usaba ms

    asiduamente el trmino en primera persona que unpequeo agricultor convertido en dueo de unatienda y fabricante de dentaduras posizas. Enresumen, nunca puede predeterminarse quin serconsiderado campesino en un momento y en unlugar dados, y qu significar esa denominacin.

    Esa identidad se ubica, ms bien, en un vrtice defuerzas que incluyen desde los intereses localeshasta el discurso poltico nacional.

    En suma, la mayora de la literatura de fines delos aos 60 y de la dcada de 1970 no tuvo encuenta la dinmica cultural de las revueltas cam-

    pesinas; no explor cmo el surgimiento de ma

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    vimientos rurales implicaba la construccin de

    culturas polticas alternativas. Para desarronar estalnea de anlisis fue necesario volver los ojos haciaparte de la literatura sobre nuevos movimientossociales, que pone mucha atencin en la semiticade la protesta. Pero he enfatizado que introducirinterrogantes sobre cuestiones de identidad poltica

    no implicaba abandonar necesariamente lainvestigacin de problemas bsicos relacionadoscon orgenes y tcticas. Un anlisis slido requiereuna sensibilidad simultnea frente al juego de lossignificados y al estudio de las causas, lasestrategias y los lmites.

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    EL CASO DE LAS RONDASCAMPESINAS EN EL

    NORTE DEL PERU

    Quisiera regresar ahora a las abruptas y verdesserranas del norte del Per y al asombroso caso delas rondas campesinas. En el espritu modernista dela literatura sobre protestas campesinas, quierocomenzar especificando las fuerzas que impulsarona los campesinos a establecer su sistema alternativode justicia. Por qu los campesinos decidieronpatrullar regularmente por turnos durante las fras

    noches serranas contra lo que ellos llaman elenemigo (ladrones, abigeos, violadores, brujos,asaltantes)? Cmo llegaron a celebrar animadasasambleas que pueden durar hasta el canto del gallopara encontrar soluciones a disputas? Por qu sehan enraizado las rondas en tantas comunidades

    desperdigadas por la escarpada sierra nortea delPer?Los robos fueron el factor ms inmediato. El

    hurto era un antiguo problema en los Andes (cf.Stein, 1%2; Orlove, 1980; Aguirre y Walker,1990). Sin embargo, segn todas las informaciones

    el robo de animales se increment con el inicio dela crisis econmica a mediados de los aos 70,tanto entre aldeanos como por parte de bandasorganizadas. La necesidad impulsaba a muchos delos ladrones, campesinos que no podan sobrevivircon sus parcelas de ladera y sus pocos animales.

    Otros convirtieron el abigeato en una profesin ydesarrollaron elaboradas re

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    des para transportar el ganado robado hacia la

    costa, donde ciudades en rpido crecimiento comoPiura, Trujillo y Chiclayo ofrecian un mercado enexpansin para la carne.

    El incremento del robo result devastador. Msdel 80% de las familias rurales de la sierra norteposeen menos de cinco hectreas. Pocas ganan ms

    de US$ 2 mil al ao. La abrupta prdida de unpuerco, una mula, un caballo, una oveja o unvacuno significaba un duro golpe. Algunas familiascomenzaron a encerrar a sus animales en susdormitorios durante la noche; otros maneaban suganado con trabas de fierro y luego dorman cerca

    a ellos en sus chacras. Sin embargo, de acuerdo a lamayora de campesinos, los ladrones se volvansimplemente ms audaces. Algunos pasaron delabigeato al robo con fractura, los asaltos y, a veces,las violaciones.

    Los campesinos estaban adems completamente

    decepcionados de la justicia oficial. Estedescontento se remonta por lo menos a la llegadade los espaoles y los abusos del rgimen colonial.En la dcada de 1570, el cronista serrano GuamanPoma de Ayala (1978:133-5) satiriz la corrupcinde las autoridades espaolas. En el siglo XVIII elrebelde neoinca Tpac Amaru denunci a losfuncionarios oficiales "que rematan la justicia aquien ofrezca el mejor postor o pague ms"'. Lomismo hizo un cantante folclrico norteo demediados del presente siglo, Ernesto SnchezFajardo, "El Jilguero del Huascarn":

    "Libertad le dan al culpablecastigo al inocente,crcel para el que lleva una gallina,y adulacin para el que roba millones".

    4. Esta cita viene de un grupo de documentos reunidos porJan Mannel, Departamento Espaol y Portugus, StanfordUniversity.

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    Adjetivos como "uas largas" y "coimero"

    continan sazonando el habla de los campesinoscontemporneos cuaado se refieren a la polica.Ellos comparten la percepcin que segn la cualueces, policas y fiscales sirven slo a los ricos y

    poderosos.El descontento se agudiz con la crisis econ-

    mica. Las poblaciones rurales se mostraban cadavez ms irritadas con las falsas "multas" y los"honorarios" fantasmas. En Per la coima ha sidosiempre un recurso comn de policas y jueces paraincrementar sus ingresos, dados sus modestossalarios. Conforme la hiperinflacin reduca ms yms su capacidad adquisitiva, muchas autoridadesgubernamentales recurrieron todava con msfrecuencia a medios ilcitos. La corrupcin cobr elimpulso propio que tiene hasta el presente. Lostitulares de la prensa se estremecan con casos de

    coimas, "refiles" y extorsin. "Banda de GuardiasRepublicanos realiz seis secuestros" (El Popular,15.9.83). "El padrino escoge jueces" (LaRepblica, 12.5.85). "Jefe policial acusado de robode cheques" (Correo, 9.6.83).

    En el campo, la polica era escasa y corrupta.

    Ms an: debido a pagos ilcitos y malos proce-dimientos judiciales, el porcentaje de absolucionesera muy alto entre los pocos ladrones queresultaban arrestados. Slo 10% de los casoscriminales juzgados por el Juzgado de Primera Ins-tancia de Chota entre 1970 y 1976 terminaron en

    condenas. Muchos campesinos consideraban quelas autoridades actuaban en complicidad con losladrones5.

    Las rondas surgieron, por tanto, en un contextode auge delictivo y completa desconfianza

    5. Esta informacin se basa en una muestra de ms de ciencasos del Juzgado de Instruccin de Primer Instancia de Chota.

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    hacia la justicia oftcial. Existi tambin un cierto

    espacio poltico para la organizacin local. Velascohaba dado el golpe de gracia a las haciendas, queen la mayor parte de Cajamarca se habanfraccionado incluso antes de la reforma agraria. Lamayora de aldeas norteas careca de lasinstituciones de autogobierno todava comunes en

    las zonas quechuas de la sierra sur del Per. Por suparte, el gobierno central mantena apenas un dbilcontrol de las aldeas serranas a travs de algncampesino local que era nombrado tenientegobernador. En sntesis, exista un parcial vaco deautoridad, momento propicio para el desarrollo denuevas organizaciones comunales.

    El concepto especfico de rondas de vigilanciaempalm tambin con la recompensa cultural queen el campo norteo tiene el ser rudo, terco ytemerario. Esta es una regin donde el hombre o lamujer fuertes, dispuestos a tomar un rifle paradefenderse, "ganan el respeto de todos" (Gitlitz yRojas, 1983:177). En Chota los campesinos hablantodava con entusiasmo de famosos bandoleros delos aos 20 como "El Fiero" Daniel Vsquez, "LosGuapos" de Chetilla y Eleodoro Benel, el

    hacendado convertido en caudillo rebelde (veseTaylor, 1987). Leyendas populares de ms al nortecuentan de curtidos bandidos sociales como "ElNegro" Froiln Alama y "La Machona" RosaPalma. Ellos recorran los rugosos desiertos dePiura durante los aos 30, robando a los ricos y

    defendiendo a los pobres (Espinosa, s.f.). Loscampesinos norteos tienen reputacin de sersociables, buenos para el aguardiente y rpidos conla navaja. Esa energa agresiva sirvi paraalimentar las rondas que, a su vez, la recanalizaronponindola al servicio del orden y la disciplina.

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    Hubo tambin razones locales especficas para

    el surgimiento de las rondas. En Chota, su lugar deorigen, un puado de activistas del PartidoComunista del Per "Patria Roja", de tendenciamaosta, tuvieron temprana y activa participacinen la conformacin de las nuevas organizaciones.Cuatro eran maestros y abogados, y uno acababa de

    dejar sus estudios en una universidad costea. Elfrente poltico formado por Patria Roja, llamadoUnin Nacional de Izquierda Revolucionaria(UNIR), entr a formar parte de la alianzaIzquierda Unida (IU) en 1980. A travs de suparticipacin en las rondas, los maostas esperabanganar apoyo electoral y sustento para su proyectosocialista. En los primeros aos imprimieronpanfletos, organizaron encuentros regionales ydifundieron la novedad de las rondas.

    Daniel Idrogo, un joven carismtico que habasido estudiante de Derecho en la Universidad deTrujillo, emergi como la figura clave delactivismo de Patria Roja. Idrogo es hijo de mo-destos campesinos de Cuyumalca, estancia dedelicada belleza andina donde nacieron las rondas.En 1967 su padre, Belisario, haba sido baleado en

    la pierna por abigeos; esa sera una de las razonesde su temprano inters en las rondas. Idrogocomprendi que las rondas podan ser mucho msque simples patrullas de vigilancia e intent, desdeel principio, empujar a las organizaciones hacia unapercepcin ms amplia de autonoma campesina y

    desafo a las autoridades. As, gracias a unsistemtico trabajo con el campesinado, el jovenflaco con cara de nio, se volvi una figura casilegendaria por su trabajo con las rondas. Se diceque a fines de la dcada de 1970 la polica pusoprecio - diez millones de soles - a su cabeza, y que

    Idrogo viajaba por las noches de aldea en aldeadisfrazado de mujer.

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    Con la transicin a un gobierno civil en 1980,

    emergi como figura pblica. En las elecciones de1985 aprovech su popularidad en el campo paranegar al Parlamento, convirtindose en uno de losprimeros diputados de origen campesino.

    En la vecina provincia de Hualgayoc, la Iglesiaug un papel importante. Desde principios de la

    dcada de 1960, sacerdotes activistas de laparroquia haban entrenado catequistas campesinosen la tradicin de lo que ms tarde seraconsiderado como la "teologa de la liberacin"(Gitlitz, 1985). Muchos de esos catequistas estu-vieron entre los primeros dirigentes ronderos, y una

    sucesin de curas y monjas de Bambamarca,capital de Hualgayoc, se convirtieron en defensoresde las nuevas organizaciones. El obispo progresistade Cajamarca, Jos Dammert Bellido, que apoy ala iglesia activista de Bambamarca as como a lasrondas, arregl incluso un encuentro en 1980 entre

    dirigentes ronderos y autoridades militares, en unintento de limar los conflictos entre los campesinosy el gobierno.

    En la sierra del extremo norte del Per, enPiura, el legado de la reforma agraria era vital. Adiferencia de la mayor parte de Cajamarca, hastaentrada la dcada de 1960 ms de la mitad de lasierra piurana permaneca en manos dehacendados. Muchos campesinos piuranos hablande la poca de las haciendas como "el tiempo de laesclavitud". Ellos recuerdan a Velasco, hijo de unahumilde familia de Piura, como un gran liberador.De acuerdo a muchos, sin embargo, la abruptaabolicin de las haciendas, frecuentementeautoritarias, exacerb al mismo tiempo el abigeato,en tanto los ladrones ya no tenan que temer laslatigueras o el cepo de los hacendados. El sbito

    desmontaje del sistema seorial tambin hizo tantoms urgente la necesidad de una organizacincomunal alternativa.

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    Las terribles inundaciones causadas por el fe-

    nmeno del Nio en 1983 catalizaron la formacinde rondas en Piura. Lluvias torrenciaIesdestruyeron puentes y caminos, paralizando elcomercio; las cosechas se podran. La respuesta delgobierno fue lenta e infestada de corrupcin. Elhambre se expandi por el campo; comenzaron losrobos. Finalmente, siete aos despus de que 300kilmetros ms al sur, en Chota, se fundara laprimera ronda, los campesinos piuranosconstituyeron rondas a travs de las provinciasserranas de Ayabaca, Huancabamba y Morropn.

    Durante la dcada de 1980, en todo el norte lasrondas dieron el salto crucial de la vigilancianocturna a la solucin de conflictos. El descontentofrente a la justicia oficial fue una vez ms un factorclave. Formular acusaciones en el sistema judicialperuano era un proceso caro, largo y generalmente

    intil. Muchos casos tenan que pasar por ms deuna docena de oficinas para llegar de la Prefecturaa la fiscala. La sentencia promedio tomaba ms detres aos, y se condenaba apenas un 25% de losacusados. Mantener un juicio significaba pagarabogados, as como coimas al juez, al fiscal y/o a la

    polica. Adems de todo lo anterior, tratar con elsistema implicaba ejercer humillantes deferencias.Se supona que al ingresar a las oficinasgubernamentales los campesinos deban quitarse elsombrero, evitar mirar directamente a los ojos yhablar utilizando ttulos como "doctor", "jefe" o

    "taitita".La ronda proporcion una alternativa eficiente.En vez de procedimientos judiciales caros einterminables, los campesinos podan presentar sucaso para que sea debatido por la comunidad. No secobraban honorarios y el conocimiento ntimo que

    tenan los ronderos de los asuntos locales les dabauna gran ventaja en la toma de deci

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    siones efectivas, respecto a los magistrados urba-

    nos. Dependiendo de las circunstancias, quienescometan faltas reciban una amonestacin, unamulta de un da de trabajo comunal o una latiguera.

    Desde fecha tan temprana como fines de 1978,en varias estancias de Chota las rondas tuvieronque tratar casos ocasionales de disputas por tierras

    y pleitos familiares. Sin embargo, no fue sino hastamediados de la dcada de 1980 que comenzaron aarbitrar una gran cantidad de disputas. Esto fueparcialmente resultado del xito de las rondascontra el abigeato. La virtual eliminacin de losrobos permiti a los campesinos orientar sus

    organizaciones hacia la resolucin de conflictos;dio tambin a las rondas un aura de prestigio yeficiencia que las volvi un lugar atractivo dondeventilar los problemas. Hacia finales de la dcadamuchas rondas estaban procesando una tremendacantidad de casos. Entre julio de 1986 y agosto de

    1987 el comit de Canal, en Piura, arbitr 138conflictos en 14 diferentes asambleas comunales(vase cuadro 1). En Chota, en la aldea precursorade Cuyumalca, la ronda celebr por lo menos unareunin semanal durante 1990. Los campesinospresentaron ms de cien casos mensuales paraarbitraje. En todo el norte los campesinos expre-saban mucho ms confianza en las rondas que en lausticia oficial En una encuesta aplicada en 1989,

    los campesinos del distrito de Fras, en la provinciapiurana de Ayabaca, afirmaron que confmban msen las rondas que en las autoridades para tratarmuchos tipos de disputas locales por un margen dems de 8 a 1 (Huber y Apel, 1990).

    Los campesinos llegaron a identificar a lasrondas con un nuevo espritu de cooperacin localy autonoma. En algunas comunidades las

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    Cuadro 1

    Casos arbitrados por el Comit Central deRondas Campesinas de Canal,

    julio 1986-agosto 1987

    Pleitos familiares 26Disputas por tierras 21Robos de bienes materiales (artefactos elctricos,dinero, herramientas, etc.) 19Daos por la entrada de animales a chacras ajenas 17Asaltos 13Robo de animales 13Deudas no pagadas 12Disputas por agua 6Difamacin 5Robos de cosechas 3

    Violacin 3-----------------------------------------------------------Total 138

    Nota: Muchos de estos casos podran entrar simult-neamente en varias categoras (por ejemplo, un hombre acusadode asalto acusa a su acusador de difamacin). Pero heclasificado cada caso por la primera queja asentada en la ronda.Debera notar tambin que el robo es muy infrecuente en Canal(vase cuadro 2) a pesar del nmero relativamente alto de casosque aparecen en el cuadro. Slo ocho de los casos de robo que

    se arbitr ocurran en Canal. Todos los otros eran quejas decampesinos de otros caseros que pedan ayuda en lainvestigacin de sus prdidas al Comit Central.

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    rondas comenzaron no slo a patrullar y resolver

    disputas, sino tambin a hacerse cargo de pequeasobras pblicas como la construccin de localescomunales, postas mdicas, canales de irrigacin yel arreglo de caminos. La ronda aseguraba que cadafamilia contribuyera con su cuota de trabajo,multando a aquellas que no cumplan con sus

    obligaciones. Las patrullas continuaban en muchasaldeas, aun cuando ms espordicamente que alprincipio. Pero la organizacin de trabajos yespecialmente la resolucin de disputas se habaconvertido en el verdadero meollo de la actividadrondera. Como decan muchos campesinos, las

    rondas ya no eran slo "cuidavacas", sino quehaban evolucionado hasta convertirse en unsignificativo intento campesino por alcanzar mspoder sobre los asuntos locales.

    * * * *

    Hasta aqu he proporcionado una sintticaintroduccin a las rondas y las razones para su sur-gimiento. Sin embargo, como dije anteriormente,no basta identificar las condiciones histricas quedan lugar a un movimiento campesino. Laorganizacin rural debe ser entendida tambincomo la elaboracin de nuevos modos de identidady cultura poltica.

    En el caso de las rondas, este proceso deconstruccin ha sido muy rico. Nuevos huainosdetallan las hazaas de las organizaciones:

    Animalitos y chacrascon las rondas se salvaron.En el tiempo de los ladronesnada nos dejaron6.

    6. Por Valentn Meja, de San Antonio, Hualgayoc, 1979.

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    "Dame tu corazoncito" dice el suave romanti-

    cismo de otro huaino:

    "dame que lo llevar.Si en el camino lo pierdocon la ronda lo buscar"7.

    Los escolares recitan largos poemas a las ron-das en fiestas patrias y otras efemrides. Lasseoras campesinas tejen alforjas y tapices conescenas de confrontaciones contra abigeos y poli-cas. Muchos caseros celebran la fecha de lafundacin de su ronda con grandes fiestas en lasque hay desfiles, prodias, discursos, comida,bebida y msica. Decenas de miles de habitantesrurales han llegado a considerarse no slo cam-pesinos y peruanos, sino tambin ronderos.

    Qu significan estas nuevas formas de hacer

    poltica de las rondas y cmo se han desarrollado?Debemos apreciar, en primer lugar, que loscampesinos del norte peruano han estado inmersosdesde hace largo tiempo en estructuras muyamplias de poder y significado. Carreteras, radios,educacin, campaas polticas, comercio,

    evangelizacin, servicio militar y migracin hanestrechado los lazos entre la sierra peruana y elresto del mundo durante este siglo. Los pobladoresrurales no viven en un "mundo andino" separado.Habitan ms bien en uno de los nudos de un activocircuito que conecta ciudad y campo, Lima y

    provincias, costa, sierra y selva a travs de un flujoconstante de bienes, ideas y personas (cf. Starn,1991b).

    Una ancdota de mi investigacin ilustra laintensidad de esta interconexin tal vez tanto comolos muchos buenos estudios sobre las vincu

    7. Por "Los Obreritos de Santa Rosa", Hualgayoc.

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    laciones ciudad-campo8. Una fresca maana andina

    estaba yo sentado entrevistando a un viejocampesino descalzo y emponchado frente a su casade adobe, deteriorada e infestada de ratas, en lasalturas de Chota. Una de las hijas del viejo teja enun telar de cintura. A lo lejos, un agricultor arabacon una yunta sobre una colina. Toda la escena era

    del tipo que todava con frecuencia se describe conpalabras como "remoto" y "arcaico". Yo comenccon mi elaborada explicacin: vena de un pasgrande situado al norte y llamado Estados Unidos...El viejo se ilumin, se sumergi en la casa yregres con una bolsa plstica grasosa llena de

    fotos. Eran de su hermano menor, Salomn. Fotosde mediados de la dcada de 1960 mostraban aloven Salomn con un peinado a lo Ritchie Zalens

    e indumentaria de "pachuco", junto a un Chevroletcon aletas en un iluminado bulevar de Los Angeles.Luego apareca con su esposa hondurea y sus

    hijos junto a un rbol de navidad en un living-roomsuburbano del sur de California. Salomnnisiquiera constitua una excepcin. Conoc avarios otros campesinos chotanos con parientes enel extranjero, as como docenas con familiares enChiclayo, Lima y la Amazona. Estetransnacionalismo se extiende a las rondas. Unadisputa se desencaden entre los hermanos deSalomn a propsito de la reparticin de laherencia paterna. La ronda de Cuyumalca leescribi preguntndole su opinin. Salomncontest con una declaracin notarial de SantaMnica (California), en la que ceda su parte de laschacras a su hermana ms pobre.

    Los campesinos se basaron tanto en su expe-riencia local como en su conocimiento del mun

    8. Un excelente estudio sobre las conexiones rural-urbanasen el Per es el reciente libro de Jrgen Golte y Norma Adams(1987): Los caballos de Troya de los invasores. Estrategiaspara la conquista de la gran Lima.

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    do mayor para forjar las rondas. La idea de pa-

    trullas contra los abigeos les vino de las haciendas.En los turbulentos aos 20, en Chota y Hualgayoclos propietarios y sus mayordomos tenan bandasde matones que protegan sus propiedades.Despus que el gobierno de Legua reafirm sucontrol, hacendados como los de Santa Clara y

    Marcopampa instituyeron patrullas obligatorias delos arrendatarios de las haciendas, conocidas como"rondas de hacienda", que operaron tanto en lasierra como en la costa.

    Un campesino respetado, de nombre RguloOblitas, que fue teniente gobernador de Cuyumalcaen 1976, haba participado en rondas de la granhacienda costea de Tumn a principios de los aos50. Recuerdos de esa experiencia llevaron aOblitas, un agricultor modesto con dos hectreas ynueve hijos, a pensar que las rondas podan ser lasolucin contra el creciente problema del robo enCuyumalca. En una asamblea el 3 de diciembre de1976, Oblitas propuso "que se forme unas rondasnocturnas para dar garantas a los crianderos". Peromuchos campesinos se mostraron temerosos de lasrepresalias, y el teniente gobernador no logr el

    apoyo suficiente para formar las patrullas. Luegodel ltimo de una serie de robos en perjuicio de laescuela, los cuyumalquinos fueron finalmentepersuadidos a pasar a la accin. La tarde del 29 dediciembre tuvo lugar una asamblea en la cual msde trescientos asistentes firmaron el acuerdo de

    "organizar rondas nocturnas para defender losintereses del centro educativo y de toda la comuni-dad''9.

    9. Ambas citas son tomadas de las actas oficiales de lasasambleas, actualmente en posesin de Rgulo Oblitas.

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    Los campesinos tambin extrajeron

    experiencias de su conocimiento de losprocedimientos militares. En el campo, ms de lacuarta parte de los varones adultos son licenciados,con frecuencia levados y forzados a servir encontra de su voluntad. Esta experiencia llev amuchas comunidades a llamar "soldados" a sus

    ronderos y "patrullas" a sus rondas. A sugerenciade los licenciados, algunas rondas tambinadoptaron la terminologa militar: "Alto, qugente!" Muchos ronderos utilizaron tambin elconocimiento que tenan del manejo de armas defuego, adquirido cuando eran soldados, y llevabanviejos rifles.

    Pero las rondas no simplemente reprodujeronlas estructuras de la hacienda o del ejrcito. Msbien, absorbieron las prcticas de estas dos insti-tuciones opresivas dentro de un sistema originalms democrtico. En contraste con el ejrcito y lashaciendas, las rondas operaron desde un inicio bajola autoridad colectiva de la comunidad. Comits decoordinacin eran elegidos en concurridasasambleas y generalmente rotaban cada dos aos.Como una muestra del carcter y el saborcampesino de sus nuevas organizaciones, lamayora de ronderos conservaron en su vestimentalos dos elementos que ms identifican a loscampesinos norteos: el poncho y el sombrero depaja. Patrullar para la hacienda o el ejrcito habasido una obligacin molestosa; hacerlo con la

    ronda era motivo de orgullo. "T te vas a tu cama".dice una cancin; "yo me voy a rondar" .El mismo tipo de apropiacin y reformulacin

    tuvo lugar cuando las rondas incursionaron en elarbitraje de conflictos. Aqu los campesinostomaron bastante del protocolo de la burocracia

    estatal. Una mesa tosca en la parte delantera delsaln de asambleas, que por lo general tiene elsuelo sucio, se convierte en una imita

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    cin del estrado del juez. Mugrientos estatutos

    legales, papeles dispersos y a veces una Bibliayacen con frecuencia sobre la mesa, aadindole untoque adicional de autoridad oficial. La mayora derondas compra tambin un libro de actas y lo hacelegalizar con un notario o juez de paz. Unsecretario designado toma luego dificultosamente

    las actas de cada asamblea en un estilo que sigue elformato bizantino de los documentos oficiales,incluidas las huellas digitales de los testigos claves.Los testimonios de los sospechosos se conviertenen "declaraciones"; viajes a otras aldeas en"comisiones"; cartas en "documentos". A la manerade los funcionarios urbanos, los dirigentes ronderosponen sellos en todos los papeles.

    Sin embargo, debe enfatizarse que las rondastoman del Estado no slo rebuscadas nociones deerarqua y burocracia, sino que se alimentan de

    conceptos de democracia participatoria que estnporlo menos formalmente instituidos en el sistemapoltico peruano. La expansin de la actividad delas rondas hacia la solucin de disputas coincidicon la reinstauracin en el Per de elecciones parala presidencia de la repblica y las cmaras

    legislativas, despus de doce aos de dictaduramilitar. Muchos procedimientos parlamentarios sehan introducido en la nueva justicia campesina. Elprstamo ms obvio se encuentra en la estructurade los comits directivos: presidente,vicepresidente, secretario y delegados elegidos.

    Algunos comits, como las federaciones-provinciales de Cutervo y Huancabamba, recurrenincluso a la votacin secreta para elegir susdirigentes. Dentro de las propias asambleas, elprincipio del respeto a la mayora tiene granimportancia. En muchas rondas se ha hecho

    costumbre que luego de un largo perodo de debate,el presidente pregunte: "qu dice la asam-

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    blea?, qu dice la mayora?" La decisin final

    depende entonces de la evaluacin que hace elpresidente de la respuesta, o a veces de la votacina mano alzada. Un dirigente que no respete laopinin de la mayora puede ser destituido r-pidamente.

    Una vez ms, sin embargo, los campesinos no

    imitan. Ms bien reelaboran las prcticas oficialesdentro de su propia forma particular de justicia. Porsupuesto, el comit directivo preside, pero laasamblea de ronderos tiene un ritmo diferente al decualquier corte o parlamento. Para comenzar, lasasambleas se realizan con frecuencia al aire libre,

    en lo que los campesinos llaman "el lugar de loshechos". Este puede ser la chacra cuya propiedadest en disputa, o el lugar de un asalto o unasesinato que se va a investigar. Ms an: la jergacampesina ameniza el debate. El minuciosoconocimiento local de las relaciones familiares, la

    geografa y la chismografa entra comnmente enuego. Todos pueden, y con frecuencia lo hacen,

    intervenir en la andanada de cargos, descargos eintentos de moderacin. La propia forma como seubican los asistentes, un amplio crculo, ayuda adar a la asamblea un sentimiento comunal eigualitario. En un pas sin un sistema de jurados,las asambleas de ronderos se han desarrolladocomo la versin verncula del juicio por los pares.

    Junto con las rondas nocturnas y las asambleas,se ha desarrollado toda una manera de. pensar yhablar sobre las rondas. Ser rondero se asocia coneficiencia y honestidad. Los agricultores hablan deuna atmsfera de reforma en la cual los abigeospueden convertirse en dirigentes ronderos. Dandoun nuevo giro al nacionalismo machacado en lascabezas de todos los peruanos a travs de la

    escuela, los medios de comunicacin y elcalendario cvico, los campesinos pre-

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    sentan a las rondas como verdaderas campeonas de

    patriotismo frente a la espiral de crimen y co-rrupcin gubernamental. "Ronderos de gran vir-tud", dice la letra de un yarav, "luchamos pornuestra patria, nuestro querido Per".

    * * * *

    Por lo menos en la superficie, entonces lasrondas parecen un ejemplo tomado de algn librode texto sobre ''las nuevas formas de hacer poltica"discutidas en el mundo acadmico de los aos 70 einicios de los 80: las comunidades logran un poderparcial sobre sus asuntos; la democracia directaprevalece; florece la original posicin de losronderos como "sujetos polticos".

    Como he sealado, el anlisis de las moviliza-ciones campesinas contemporneas demanda sin

    embargo una saludable prudencia. En realidad, lamayora de investigadores ahora han llegado amirar con cautela la totalidad del concepto "nuevosmovimientos sociales". Adems del tipo de lmitesdiscutidos en la seccin anterior, la advertencia decontinuidades entre la "nueva" y la "vieja" poltica

    se ha vuelto un estribillo en el pensamientoreciente. Muchos estudios documentan cmo losmovimientos de hoy pueden verse todava posedospor espritus malignos como el clientelismo, elsexismo y la jerarqua, que al principio se suponanexorcizados. Tal como escribe Arturo Escobar

    (s.f.), "nuevos" y "viejos" espacios polticos sondescritos con demasiada frecuencia como"totalmente escindidos, en vez de elucidar lasmltiples conexiones que existen entre ellos". "Losnuevos movimientos sociales pueden muy bienestar explorando nuevos territorios polticos",

    enfatiza Soma Alvarez (s.f.), "pero esos territoriosson contiguos a los

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    territorios polticos convencionales de sindicatos,

    partidos y Estado; se hallan atravesados por ellos" .Este punto bsico es vital para entender a las

    rondas. A pesar de su impactante originalidad, elsistema de justicia campesino permanece enredadoen viejos problemas. El enredo ms obvio es conlos partidos polticos tradicionales. Patria Roja seaup desde un principio. Idrogo y sus compaerostenan la esperanza de que las rondas podranconvertirse en los agentes de la revolucin, parte deun Frente Popular que cercara las ciudades desdeel campo, muy de acuerdo a la tradicin maosta.El realismo socialista de los panfletos partidariosdistribuidos en los primeros tiempos en Chota,describa a las rondas como una milicia popularcon palos y puos en alto, en presunta oposicin alorden capitalista.

    Los partidarios del APRA, de lejos el partido

    ms poderoso en el norte peruano, no vean conbuenos ojos la participacin de Patria Roja. En1979 el APRA comenz a impulsar "rondas pa-cficas" bajo el liderazgo de un comerciante cho-tano y viejo aprista, Pedro Risco. Caudillo pro-vinciano cuadrado y agresivo, Risco perdi el uso

    de la pierna izquierda en su juventud, cuando se legangren una herida producida en un partido deftbol. No poda, por ello, viajar por el campocomo Daniel Idrogo. En cambio, l diriga lasrondas desde su bodega, a un costado de la Plazade Armas. Las de Risco eran tambin rondas de

    base aldeana. En teora, sin embargo, renunciabanal castigo fsico. En vez de aplicarlo, loscampesinos deban entregar a los ladrones a lapolica. En contraste con Patria Roja, los apristasms conservadores consideraban que las rondasdeban ocuparse principalmente combatir el robo

    de ganado y trabajar, tal como proclamaba unestatuto escrito por Risco,

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    en plena coordinacin con la Guardia Civil, Poli-

    ca de Investigaciones, Guardia Republicana,Fuerza Armada y autoridades"10.

    La rivalidad en tomo a las rondas entre Riscoy los militantes de Patria Roja era enconada. Elaprista jugaba especialmente sucio. En su versinde la historia de las rondas despotricaba de los dePatria Roja, llamndolos "agetreos polticos" (sic)y "fracazados (sic) calumniadores", que"desorientan al campesino o sicolgicamente losaterrorizan para impedirles que se sumen a lasrondas pacficas". Para Risco, Daniel Idrogo eraun "comunista terrorista" que, a travs de "falsaspromesas y engaos" trataba de persuadir a loscampesinos para que compartan sus mujeres yrenuncien a la propiedad privada de la tierra.11Ignorando el papel de Rgulo Oblitas e Idrogo enla fundacin de la primera ronda en Cuyumalca,

    Risco comenz a insinuar atrevidamente que lhaba dado inicio al movimiento cuando sedesempeaba como subprefecto accidental a finesde 1976.

    El triunfo de Alan Garca en las eleccionespresidenciales de 1985 dio a Risco y a sus compa-

    eros apristas nueva influencia en Chota. Ellosusaban la zanahoria de las repartijas y sinecuras yel palo de las amenazas e intimidaciones parapersuadir a muchos campesinos de que se distan-cien de la Federacin de Rondas Campesinas deCajamarca, controlada por Patria Roja. Sin em-

    bargo, hacia el final del desastroso quinquenio deGarca, el APRA haba perdido mucha de su in-fluencia. Muchos campesinos regresaron a la Fe-deracin dirigida por Patria Roja.

    10. Tomado de "La historia del origen de las rondas

    cammpesinas pacficas de Chota", manuscrito indito de PedroRisco, que se puede consultar contactando con el autor enChota.

    11. Ibid

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    Durante la dcada de 1980 tambin estallaron

    disputas dentro del APRA y de la izquierda. Jefesapristas rivales cuestionaban el liderazgorimbombante de Risco, quien a inicios de los 80 seautodenominaba "presidente de los presidentes delas rondas pacificas". Mientras tanto, el PartidoUnificado Mariateguista (PUM), miembro tambin

    de Izquierda Unida, lideraba la organizacin derondas en Piura. Disputas sobre la "lnea" correctapara las rondas estallaron entre los dirigentes dePatria Roja y del PUM. La participacin del partidoderechista Accin Popular (AP) revolvi todavams la situacin en algunas zonas. En el comit

    provincial de Cutervo, por ejemplo, militantes delAPRA, Patria Roja y AP porfiaban por el poder. EnHuancabamba, Accin Popular controlaba dehecho el Comit Provincial fundado el 11 de enerode 1983, con un nombre que sonaba msconservador: "Comit para la Defensa de los

    Pequeos Ganaderos y Agricultores deHuancabamba y Ayabaca".

    Sera errneo hablar de estas fuerzas polticascomo "externas" al campesinado. No slo Idrogosino muchos otros activistas locales- del APRA,AP y Patria Roja eran hijos de padres campesinos.El populista Mesas Gallardo, por ejemplo, fuepresidente del Comit de Cutervo entre 1985 y1988 y ms tarde candidato perdedor a diputado enlas filas del FREDEMO, la alianza conservadoraque lanz a Mario Vargas Llosa a la presidencia en1990. Gallardo creci en el casero de Lanch, ados horas de camino del pueblo de Cutervo. Por suparte, los pequeos propietarios no son ingenuospolticos. La mayora muestra decididas aunquecambiantes lealtades partidarias.

    Pero la poltica ha debilitado el movimiento

    rondero. A nivel de aldea, pocas diferencias existenentre las rondas pacficas del APRA y las

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    llamadas rondas "independientes" de la izquierda.

    Las rondas pacficas tienden a ser menos estrechasy conservadoras de lo que a los dirigentes apristasles gustara imaginar. Pero igualmente, pocasrondas independientes se adhieren a los credosradicales que proclaman las romas de manifiestosronderos profusamente difundidos por las

    federaciones cercanas al PUM o Patria Roja. Esteamplio terreno comn en las bases contrasta con lafragmentacin extrema y con frecuencia ridcula,que plaga al movimiento rondero en el nivelregional y nacional. Federaciones rivales, cercanasal APRA y a la izquierda, intercambian insultos enla mayora de pueblos norteos. En el caso extremode la ciudad de Cajamarca, cuatro diferentesfederaciones reclaman la representacin de losronderos de la regin: dos conectadas con el APRAy dos con diferentes facciones de la izquierda,todas enzarzadas en antagonismo maledicente. La"unidad" puede no ser siempre ingredientenecesario de una poltica progresista eficaz. Peroun menor grado de divisin dara con todaseguridad ms poder al movimiento rondero paraplantear demandas de inters amplio para el

    campesinado: mayor representacin campesina enel gobierno, mayores inversiones estatales en elcampo, mejores precios para los productos rurales.

    En el contexto de descontento con los partidostradicionales que condujo al triunfo del nefitopoltico Alberto Fujimori en las elecciones

    presidenciales de 1990, se advierten ciertos signosde disminucin en las divisiones partidarias dentrode las rondas. Un cierto nmero de comits habadejado de lado los sufijos "pacfica" o"independiente" para llamarse simplemente "rondascampesinas". En el caso notable de Hualgayoc, un

    grupo de comits aliados al PUM, Patria Roja y elAPRA se fusionaron en

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    un frente nico. Pero en algunas zonas persisten

    fieras divisiones. En Bambamarca, el rapto y tor-tura en marzo de 1990 del presidente izquierdistadel nuevo frente nico por una ronda pacficadescontenta, revel las dificultades para una realunificacin12. No existen dudas de que rondas ypoltica partidaria permanecern entrelazadas en

    un futuro previsible.La relacin entre el Estado y las rondas cons-

    tituye un segundo nexo parcial con las formaspolticas "convencionales". Al desafiar el mo-nopolio estatal en la administracin de justicia, elmovimiento exhibe un vigoroso componente

    antiestatal. Pero el radicalismo de las rondas, co-mo el de tantos otros movimientos campesinos,va unido a un sentimiento de respeto a la ley y alEstado. La gran mayora de ronderos se percibeen lucha por la remocin de funcionarios co-rruptos, no por el derrocamiento del gobierno.

    "Las leyes son buenas", declara el presidente delComit Central de Rondas de Canal; "el proble-ma son los que administran la ley". Ronderoscomo el presidente de Canal no consideran quesus organizaciones son ilegales, sino genuinasdefensoras de la ley y la Constitucin. Muchosdirigentes ronderos fueron, o sern, tenientesgobernadores o jueces de paz en sus aldeas.Incluso mientras comenzaban a administrar supropia justicia, la mayora de rondaspermanecan en estrecha coordinacin confuncionarios oficiales comprensivos, invitndolosa las reuniones y manteniendo constanteoomunicacin sobre casos importantes.

    La posicin del gobierno frente a las rondasha cambiado. La autorizacin oficial delsubprefecto de Chota ayud a impulsar el

    movimiento12. Para un recuento ms detallado de este caso, vase

    Zarzar (1990).

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    en 1977. El secretario personal del entonces pre-sidente, el conservador general Francisco MoralesBermdez, envi incluso un telegrama con-gratulando a los campesinos por su iniciativa. Aprincipios de 1979, sin embargo, el gobierno mi-litar miraba la creciente independencia del mo-vimiento con consternacin cada vez mayor.Despus de que las rondas dirigieran el saqueo deun depsito de azcar acaparada por un co-merciante local, se enviaron tropas a Chota y losdirigentes de la ronda fueron arrestados. El 18 demayo de 1979 el ministro del Interior envi un

    radiograma secreto al prefecto de Cajamarca,ordenndole suprimir las rondas:

    "Este Despacho considera que la existencia delas llamadas rondas de vigilancia nocturna enlas provincias de Chota, Hualgayoc, Cutervo y

    Jan, particularmente en la primera, hagenerado una situacin alarmante (...) Teniendoen consideracin que en su accin estas rondasasumen responsabilidades que nuestroordenamiento jurdico asigna a las FuerzasPoliciales, el Ministerio del Interior no puede

    permitir la continuacin de sufuncionamiento"13.

    El gobierno civil conservador de FernandoBelaunde (1980-85) continu sosteniendo que lasrondas deban suprimirse, y rechaz sus demandas

    de reconocimiento legal. Los funcionarios delgobierno hacan la vista gorda cuando dirigentesronderos eran maltratados y, en varios casos,torturados por la polica, que vea con rencor lo queconsideraba una invasin de sus dominios por partede las rondas.

    13. Memorndum archivado en la Subprefectura de Chota.

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    Pero Alan Garca revirti esa poltica guber-

    namental, y en noviembre de 1986 promulg eldecreto 24571 legalizando las rondas. Muchosizquierdistas temieron que la inclusin de la pa-labra "pacficas" en el breve decreto estuvieradirigida a legalizar slo las rondas apristas. La leydemandaba, asimismo, que los campesinos

    obtuvieran permiso de las autoridades civiles pararondar. Ello inspir tambin temores de que lasrondas pudieran convertirse en una extensin de losuzgados y la polica oficiales.

    Sin embargo, ocurri lo contrario. La ley hafortalecido el movimiento rondero. Otorga a los

    lderes espacio legal para defenderse de los ataquesde la polica y los jueces, muchos de los cualespermanecen hostiles a las rondas. El decreto lesotorga tambin una mayor legitimidad, lo quefacilita que stas hagan cumplir sus decisiones enlas comunidades. Todo esto ha ocurrido sin que las

    organizaciones se sientan ms en deuda con elAPRA o el sistema judicial formal. La mayora derondas simplemente ha ignorado el requisito deregistrarse.

    Debe anotarse que mucha de la literatura sobrenuevos movimientos sociales tiende a presentarcualquier actitud que no sea antagonismo con elEstado como "sucia", como la prdida de la purezaque exhibe una oposicin intransigente. As, segnManuel Castells (1983:41) los movimientospopulares "pierden su identidad cuando seinstitucionalizan, resultado inevitable de lanegociacin por reformas sociales dentro del sis-tema poltico". Esta posicin repite inconscien-temente la ortodoxia marxista, segn la cual slo elrechazo total al sistema es considerado polti-camente correcto. Cientos de iniciativas populares

    en Amrica Latina han sido por cierto corrompidasy cooptadas. Ningn caso es ms dramtico que elde la revolucin en el propio pas

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    Rondas campesinas en el norte del Per 59

    donde Castells ha llevado a cabo sus investiga-

    ciones, Mxico. Pero la manipulacin estatal nosiempre le produce el resultado previsto. Comosugiere el caso de la ley sobre rondas, los prota-gonistas de los movimientos populares puedennavegar en las aguas del sistema y convertir losintentos de control en herramientas para la forti-

    ficacin de su autonoma. El continuo sentido deindependencia del movimiento rondero se reflejen el rechazo total al Decreto Supremo 01288-INde marzo de 1988, que intentaba otorgar a lasautoridades policiales "las potestades de la Leypara regular, coordinar y controlar la accin de lasRondas Campesinas".14

    Mientras tanto, las rondas continancombinando resentimiento y respeto por el Estado.Un acontecimiento que tuvo lugar en Cutervopuede servir para ilustrar esta relacin de doblefilo. El 17 de marzo de 1980 un rondero llamadoCirilo Muoz fue abaleado cuando la ronda recinfundada de La Succha rode una casa rural dondedos miembros de la Polica de Investigaciones(PIP) beban licor con supuestos abigeos15. Al dasiguiente, furiosos campesinos, comandados por la

    esposa de Muoz, Rosala Montenegro, marcharonhacia Cutervo. La primera accin de loscampesinos, sin embargo, fue presentar unadenuncia legal ante la Guardia Civil. Luegoenrumbaron hacia la estacin de la PIP. Al llegar,Rosala Montenegro arrebat la metralleta de las

    manos de un sorprendido polica; los campesinosingresaron abruptamente y comenzaron a quemarpapeles, sillas, mesas y uniformes. El resto deagentes huy por la parte trasera del lo

    14. Del Decreto Supremo 012-88-IN, publicado el 18 demarzo de 1988 en el diario oficial El Peruano, pp. 62940-62944.

    15. Entrevista con Cirilo Muoz y Rosala Montencgro, 28de octubre de 1990.

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    cal. Pero la turba, segn cuentan, fue muy

    cuidadosa con el escudo y la bandera nacional,entregndoselos a una matrona del pueblo para quelos guardara. El saqueo del local de la PIP sugierela fuerte independencia de las rondas. Porcontraste, el recurso a la Guardia Civil y lapreservacin de la bandera y el escudo revelan la

    constante deferencia hacia la autoridad estatal. Enpocas palabras, los campesinos reclaman nuevopoder, pero muy pocos quieren rompercompletamente con el gobierno.

    Un tercer traslape con la poltica tradicionalconsiste en la parcial conservacin del liderazgo

    vertical. Muchos presidentes de ronda sirven comoun maravilloso ejemplo de direccin democrtica.La constante rotacin en muchas comunidadestambin obstruye la eternizacin de los jefes. Enalgunas rondas locales, sin embargo, los dirigentespermanecen por muchos aos y acumulan poder.La opinin del presidente comienza a tener mspeso; empieza el favoritismo hacia amigos yfamiliares. El problema Se vuelve ms agudo anivel regional, especialmente en la ciudad deCajamarca. All los lderes de tres de lasfederaciones rivales se han instalado comoverdaderos dirigentes vitalicios. Muchos habitantesse refieren a las organizaciones no por su nombresino por el de su jefe: "la de Eriberto", "la deSefrino", "la de Quiroz". Aunque es un casoextremo, Cajamarca muestra cmo el familiar

    espectro del caudillismo puede reaparecer dentrode un modo de organizacin ostensiblemente nuevoy ms democrtico.

    Entretejido con vestigios de caudillismo, elproblema del patriarcalismo representa un cuartopunto de interseccin entre las rondas y la poltica

    de viejo estilo. A pesar de la existencia de varioscentros feministas bastante visibles en Lima, elmovimiento internacional de mujeres to

  • 7/31/2019 Reflexiones Sobre Rondas Campesinas, Protesta Rural y Nuevos Movimientos Sociales.

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    Rondas campesinas en el norte del Per 61

    dava tiene menor impacto en las ciudades perua-

    nas que en pases como Argentina, Brasil y Chile;en el campo, su influencia es imperceptible. Loshombres pueden salir solos de noche, viajar a sulibre albedro, embriagarse en pblico. Ellos con-trolan la economa y representan a la familia enasuntos comunales. Las mujeres, por el contrario,estn atadas a la cocina, el lavado, el pastoreo y lacrianza de los hijos. La mujer joven que asiste a unba