realidad paralela

85
1

Upload: revista-groenlandia

Post on 22-Mar-2016

230 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Libro de relatos de Ana Vega

TRANSCRIPT

Page 1: REALIDAD PARALELA

1

Page 2: REALIDAD PARALELA

2

“Realidad Paralela”, por Ana Vega ©2010 Ana Vega Prólogo de Sebastián Gutiérrez Gómez Todos los derechos reservados. Editado digitalmente por Groenlandia con permiso de la autora. Directora: Ana Patricia Moya Rodríguez Corrección: Anabel Ocaña Diseño: Ángel Muñoz Rodríguez (portada y contraportada, imágenes de interior) \ Ana Patricia Moya Rodríguez Depósito legal: CO-1389-2010 Córdoba, 2010

Page 3: REALIDAD PARALELA

La mirada del escritor es una mirada especial. Está

acostumbrada a ver lo que a otros les pasa inadvertido.

Encuentra historias que contar en gestos, en pequeños detalles,

en un simple posar las manos o en un brillo a contratiempo en

los ojos. El escritor ve el mundo de un modo diferente que

ayuda al lector a comprenderlo. Quizá esa sea una de las

funciones del escritor, cuando no su principal tarea: hacer ver

la realidad del mundo a los demás a través de la ficción que ha

creado.

Ana Vega nos ofrece en Realidad paralela multitud de

historias dibujadas con breves pinceladas. Al igual que los

pintores impresionistas, su escritura busca conmover al lector

con cortas frazadas llenas de humanidad y poder. Su alma

poética guía su mano a lo conciso, a lo sustancioso, sin

abandonar - como los buenos escritores de relatos - el gusto por

el silencio explícito que hace pensar al lector. También su alma

poética dota a su prosa de una música especial, una música

marina y abismal que disfruta buceando el los recuerdos.

Las que podrán leer en este volumen de relatos, son historias de

gente corriente que se preocupa de la vida; personajes cercanos

(obreros, carteros, etc.), momentos de esperanza rotos por

crisis de desesperación. Como en la vida.

No huye Ana Vega de los terrenos resbaladizos, Lolitas y

espíritus inquietos. Le gustan los juegos de palabras, impostar

3

Page 4: REALIDAD PARALELA

voces masculinas y llevarnos de la mano al mar de la

melancolía. Le gusta el surrealismo para procurarle una evasión

al lector que se adentre en sus palabras. Otro mundo, pero

también mundo, es posible.

Relatos esfera, de círculo cerrado, de caminar redondo y

pausado, impregnados de saudade y metáforas. Relatos muy

breves que contienen historias de vida

Al otro lado del espejo se asoma una realidad paralela que les

sorprenderá.

Atrévanse a mirar en él y disfruten de esa otra realidad.

4

Page 5: REALIDAD PARALELA

5

Page 6: REALIDAD PARALELA

6

Page 7: REALIDAD PARALELA

Se llama Ignacio Sánchez Casares. Ante un mísero sueldo,

tres hijos y la mirada perdida por el alcohol, decide acabar

con todo y acercarse más aún a la persona que ayer mismo

le condujo, por última vez, a la más ardiente soledad. Su

nombre es Silvia. Parece mayor de edad cuando él la mira

largo rato. Es la primera vez que su silueta se desdibuja

bajo otra sombra.

A las diez en punto se produce el encuentro. Nadie

recuerda haber visto nada. María toma a su hija pequeña

del brazo y se abandona junto a la puerta. Un frío

repentino atraviesa la casa.

7

Page 8: REALIDAD PARALELA

Exangüe, la palabra en cuestión es exangüe. Vaya donde

vaya ahí está, arrogante, altiva, burlándose de un pobre

inocente como yo. Se le olvida, a la muy engreída, que ha

sido creada por mí, por nosotros los humanos; se cree que

la ha parido el diccionario solito.

Todo comenzó el fatídico día en que mi hijo me preguntó el

significado de la palabra exabrupto, ahí comenzó mi

desdicha. Como todo buen padre, mentí para ocultar mi

ignorancia de oficinista de mediana edad inculto y algo

vulgar y convencí a mi retoño de que, a pesar de que su

padre podría explicarle muy bien su significado, lo mejor

para su aprendizaje sería acudir al diccionario e ir

cogiendo el hábito de tan sana costumbre. En fin, la

ceguera de la inocencia nos permite a los padres

convertirnos ante los atónitos ojos de nuestros hijos en

todo aquello que nos gustaría ser y nunca seremos.

Inevitablemente, los hijos van creciendo y cierto día se dan

cuenta de lo ridículos e insignificantes que somos, sobre

todo después de haber mentido tanto.

Acudimos, como si de una inusitada odisea se tratase, mi

hijo y yo en busca de la peculiar palabreja.

Llegamos a la “e” un poco cansados, ya que Javi había

insistido inexplicablemente en detenerse en las últimas

páginas de la “b” y la “c”, a veces hasta lo más insólito

puede resultar apasionante. Aquí está, me dijo con una

8

Page 9: REALIDAD PARALELA

ilusión que, la verdad, nunca lograré entender:

“Exabrupto: cosa dicha bruscamente”. Javi salió corriendo

como si nada en el mundo tuviese interés para él o exigiese

su presencia, y ahí me quedé yo, solo ante las páginas

doscientos setenta y ocho y doscientos setenta y nueve. Por

curiosidad, examiné las palabras que allí se me ofrecían

como todo un descubrimiento. Exacerbar, exacto, exaltar,

examen... exangüe, la palabra me produjo un cierto

cosquilleo momentáneo. Cerré el diccionario. Exangüe,

pensé, qué palabra más rara. Lo abrí de nuevo y examiné

su definición: “Exangüe: desangrado, aniquilado, sin

fuerzas”.

Días más tarde, hojeando el periódico volví a encontrarme

de nuevo ante su ingrata presencia: “El cuerpo de la

víctima yacía exangüe...”. Simpática y desagradable

coincidencia, pensé. Mi vida de oficinista de segunda y

honrado padre de familia continuó su cotidiano transcurso.

Yo aún no me había dado cuenta, pero ella ya había

comenzado su persecución. Me refiero a la dichosa

palabreja, por supuesto.

Cierto día me la encontré de nuevo en un cartel

publicitario, y eso no fue lo peor, porque al día siguiente

apareció en mi propia casa, en la boca de mi propia mujer.

La persecución llegó más lejos. Ahora ya no se conformaba

conmigo, amenazaba en las recetas de cocina de mi esposa,

9

Page 10: REALIDAD PARALELA

en los cuadernos de caligrafía de mi hijo, en los locutores

de radio, en los telediarios, incluso se había apoderado de

mi suegra. Los diccionarios deberían llevar una etiqueta

adjunta para advertir a posibles incautos como yo de los

peligros de las palabras, sobre todo de su facilidad para

adherirse a los humanos.

Dicen que el hombre es un animal de costumbres, pero yo

no consigo adaptarme a tan horrible persecución: quizás si

la palabra fuese otra, dalia, pez, incluso farmacia, podría

soportarlo. Y aquí estoy yo, un oficinista de segunda y

honrado padre de familia, al límite de quedar abatido por

tanta presión, exangüe (incluso a mí me ha poseído).

Pero lo que más me asusta es que, esta mañana, al leer el

periódico, mi mirada se ha visto ineludiblemente atraída

hacia un titular donde aparecía la palabra más espantosa

que he visto en mi vida: “Pingüe”.

Tengo miedo.

10

Page 11: REALIDAD PARALELA

Comenzamos con la mermelada. Cada miembro del grupo

escoge un sabor, dependiendo de su preferencia por el licor

de manzana, melocotón o cualquier otro. Es una decisión

importante porque, si no eliges bien el sabor que más se

adapta a tu adicción, el resto del programa se viene abajo.

Puedes tomarte todo el tiempo que necesites para ello, ya

que tu curación dependerá de la sinceridad de tu respuesta.

Dejar de beber es un proceso largo y tortuoso, que exige

una disciplina casi militar y mucha paciencia.

Quizás lo más difícil para el enfermo sea dar el primer

paso, el de la mermelada. La sustitución del licor por esa

cosa pegajosa con que se unta lo que un día se llamó pan

es, sin duda, algo doloroso e indigno. Para llegar al paté, y

finalmente a los productos congelados nos queda aún

mucho camino por recorrer.

La subida de un producto inferior a otro superior o más

complejo conlleva dos o tres meses de duro trabajo, de

desear no haber dejado nunca de beber. Debemos emplear

toda nuestra fuerza interior para no caer en la tentación y

emborracharnos de nuevo, para no abandonar por un vaso

de vino tinto nuestro costoso ascenso de la mermelada al

café.

11

Page 12: REALIDAD PARALELA

Una vez alcanzado el nivel en el que llevamos a cabo la

sustitución por paté, el peligro de recaer habrá disminuido

considerablemente y la mitad del programa habrá sido

felizmente superado. La elección de los productos se

realizará en función, sólo y exclusivamente, de nuestro

gusto personal en cuanto a la preferencia de unos por el

vino u otros por el whisky, en este caso de mayor

dificultad.

Los consumidores habituales de vino o cerveza se dedican a

realizar la sustitución por productos secos como los

cacahuetes, avellanas, nueces, etc., mientras los

consumidores de bebidas de mayor carácter, como el

whisky o el vodka, se dedican a los productos húmedos,

(poner coma) como las aceitunas y demás.

Una vez superados los cacahuetes y las aceitunas, el

programa se encuentra ya en su fase final. De aquí a los

productos congelados nos aguardan tan sólo dos

sustituciones: las legumbres y las verduras.

Antes de pasar a los congelados, se practica un examen

médico a cada miembro del grupo que nos permita

averiguar si alguno de los enfermos ha vuelto a beber, lo

cual desbarataría todo el proceso y todo el programa habría

sido inútil.

Tras la sustitución por productos congelados, desciende el

grado de ansiedad y la autoestima del grupo sube

12

Page 13: REALIDAD PARALELA

milagrosamente; nos sentimos reconfortados y alegres,

totalmente rehabilitados.

Gracias a este programa muchos alcohólicos hemos logrado

abandonar la bebida. La adicción a la comida implica un

programa mucho más largo y complejo donde se comienza

con la sustitución de la mermelada por una copita de

jerez...

13

Page 14: REALIDAD PARALELA

Le conocí en otoño. Yo tenía catorce y él cuarenta y dos, en

mayo cumpliría cuarenta y tres. No sé cómo ni dónde nos

conocimos, pero eso tampoco importa. No sé si me quería,

ni si yo sabía lo que era el amor; nada de eso importaba.

A las seis le esperaba en el parque. Llegaba con su coche,

me abría la puerta y yo le miraba a los ojos. Después

íbamos a su apartamento y él me acariciaba, me besaba.

Siempre se me ocurría alguna excusa para mi madre: hoy

ceno en casa de Alicia, he quedado con Sara...

Me regalaba vestidos, sombreros, zapatos, pero siempre me

sobraba un poco de aquí o allá y eso nos hacía reír. Le

gustaba deshacer mi trenza y enredar sus dedos en mi pelo.

Le gustaba sentir cerca a su niña.

De vez en cuando, conseguía engañar a mi madre y pasaba

la noche con él. A la mañana siguiente, cuando me

despertaba, solía abrazarme con fuerza, como si al hacerlo

evitase que algo o alguien le robase a su niña.

Le gustaba sentarme en su regazo y acariciarme el cabello.

Me decía cosas bonitas mientras me hacía el amor, y yo

sentía algo especial en sus brazos.

Ahora él tiene cuarenta y ocho y en mayo cumplirá

cuarenta y nueve, yo tengo veinte y aún no sé si esto es

amor, pero yo me pierdo en sus ojos...

14

Page 15: REALIDAD PARALELA

Sucede que María le dijo que no. Que a pesar del vestido y

las apariencias, si estaba sola en aquella fiesta, alguien

guardaba su lugar en la cama de alguna ciudad extranjera.

En fin, que “no”, pero lo dijo tarde, demasiado tarde y

Pablo creyó, como es común en estos tiempos, parece ser,

que aquello era un asunto de alta traición en toda regla. Y

es que si una mujer acude sola a cualquier

“emplazamiento” (con alevosía, si el motivo es festivo),

algo anda buscando. Si además fuma o bebe de un modo

determinado, la cosa se complica, y no digamos ya, si a la

hora de bailar se contonea con un cierto “tonito” al modo

de ver masculino, un tanto guerrero (que, por otra parte, es

el mismo que ella emplea en su casa cuando a solas

escucha esa salsita que tanto le gusta, o cuando le enseña a

su sobrino Luismi como no caer en el más absoluto ridículo

o, al menos, mantenerse dignamente cuando le llegue el

momento de lucir y menear esqueleto), pues bien, todo

parece indicar que la chica está sedienta.

Pablo, deja a un lado la parte superior de su cuerpo para

abandonarse a la parte más inferior del mismo (en todos

los sentidos) y ataca, horas antes del conflictivo “no”, a la

hembra en cuestión. Repite la operación varias veces,

porque el vestido de ella así lo requiere. Ella, por su parte,

que sólo ha venido a pasar un rato para olvidarse de que

Javier viaja en estos momentos rumbo a París y tras la

plúmbea insistencia de sus amigas, ofrece su sonrisa a

Pablo, y contesta a sus preguntas amablemente.

15

Page 16: REALIDAD PARALELA

Procura ser agradable, por cortesía.

Pablo toma la cortesía por incitación al acoso y, ante tal

situación, pone todo su empeño, superior, inferior e

intermedio, en llevarse al huerto a este vestido corpóreo

que es María esta noche.

Se acerca a la barra para pedir unas copas, a ver si con el

alcohol la chica le va facilitando la entrada triunfal en el

paraíso que desde el principio ella ha anunciado

ostentosamente por medio de muy diferentes y luminosas

señales.

En un momento de debilidad, recurre a otros miembros de

la manada para intercambiar iniciativas. Pablo se refiere a

la agradable e incauta María en términos de “calefacción

central”, lo cual anima a más participantes a intentar llevar

a cabo la ardua tarea que supone esta chica indefinida de

altas temperaturas. Pablo le cede el turno a Juan, Juan a

Pedro, Pedro a Manuel, Manuel a Luis, Luis a Santos, éste

al siguiente (de quien no se conoce ni el nombre) y el

proceso continúa hasta altas horas de la madrugada.

A las 6, Pablo toma las riendas, le agarra del brazo y con

todas las escasas buenas maneras que le quedan tras tan

fatigosa tarea la invita, no muy amablemente, a refugiarse

en un lugar más tranquilo. María responde un “NO” sonoro

y preciso que enfría considerablemente las fervientes

16

Page 17: REALIDAD PARALELA

ilusiones de las respectivas partes inferiores de los allí

presentes.

Pablo se enfurece y no entiende nada, porque él tan sólo ha

seguido las instrucciones que ella le ha dado.

María se queda simplemente perpleja por tamaño

malentendido.

Ser agradable puede provocar ciertos desórdenes en el

ecosistema varonil, cuyas consecuencias son del todo

impredecibles.

17

Page 18: REALIDAD PARALELA

El aeropuerto es un lugar fantástico para recordar mientras

esperas.

Sandra desmenuzaba el sándwich vegetal con las manos y

después se atusaba el pelo con disimulo, como si nadie se

percatase de las huellas grasientas que dejaba en su pelo

negro.

Despedazaba aquel sándwich como tantas veces había

destrozado su vida, y lo hacía con rabia, con furia, dejando

resbalar las lágrimas.

Miraba a un lado y a otro, pero las maletas pasaban con

rapidez y ninguna era verde, ni grande, ni acogedora y

ninguna escondía su rostro.

A las doce Sandra sintió que el niño que llevaba dentro no

era suficiente excusa para olvidarlo. Les unía aquel verano

en París, sus noches, aquel avión que se lo llevó todo...

Siguió esperando. Llegaron las tres y las cuatro y a las seis

sintió de nuevo el frío de aquella tarde.

Cerró los ojos. Al abrirlos, descubrió que el niño que

llevaba en el vientre no sólo le daba otra oportunidad de

ser feliz, también le suplicaba amar a alguien que no

conocía París, ni tenía una maleta verde, pero que le había

18

Page 19: REALIDAD PARALELA

llenado ese vacío de tantos años con algo que, por primera

vez en su vida, jamás la abandonaría.

Sandra salió del aeropuerto y cogió un taxi. Al llegar a

casa, una enorme maleta verde la esperaba sobre la

mecedora.

19

Page 20: REALIDAD PARALELA

Después de diez años, aquellos días en el lago se tornan

algo borrosos, como si todo se conservase intacto en el

interior de un espejo. Cuando uno es joven se vuelve un

poco loco y temerario y, no sé, visto desde ahora, desde la

perspectiva que te dan los años, quizá no hubiese

reaccionado tan alegremente; quizá no, seguro. Recuerdo

sobre todo las noches larguísimas, la dipsomanía que más

bien nos afectaba a todos, en mayor o menor medida, y

Chucho con sus cosas de la Argentina y su insistencia en

acompañarle al lago, el dichoso lago. Nunca suelo recordar

los momentos malos o más difíciles de aquellos años en la

universidad, tal vez por ello se queden ahí parados,

paradisíacos, perfectos, utópicos, porque me niego a

recordar lo oscuro y, por supuesto, hubo una parte oscura.

Chucho llegó a convencernos a mí y a los chicos:

- ¡La pasaremos bien! - decía con esa expresión tan

convincente y peligrosa - Ya verán, allá las cosas son

hermosas de veras.

Supongo que después nos reímos y pusimos el gesto ése de

aventurilla tonta que sólo consigues a los veinte.

Decidimos ir en seguida, ese mismo fin de semana.

Preparamos las maletas con una rapidez inusitada en

nosotros. Chucho venía de vez en cuando a nuestra

habitación y bromeaba:

20

Page 21: REALIDAD PARALELA

- Les presentaré a mi abuelo, muchachos. Ya verán, él era

un argentino de mucha pompa. ¡Era un intelectual, vos

deberías saber qué es eso, Pablito!

- Tu abuelo está muerto, Chucho, no bromees con eso-

respondía yo algo agitado. A mí los muertos siempre me

han dado mucho miedo.

- Yo me entiendo, Pablito.

De todos modos, no le dimos importancia a las tonterías de

Chucho, él era así, lo malo es que a veces resultaba difícil

distinguir en qué momento había dejado de bromear.

Llegó el fin de semana y todos estábamos muy excitados

con el viaje, Chucho nos había dicho que su cabaña en el

lago era una “preciosura” y que allí disfrutaríamos mucho;

bebiendo, se sobreentiende. A las diez Chucho llegó con el

coche y yo me senté delante, junto a él. David y Sergio se

acomodaron detrás entre risitas. Tardaríamos en llegar

unas tres horas aproximadamente.

- David y Sergio dormirán en la habitación que está junto a

la cocina, la que tiene la ventana que da al lago, yo dormiré

en el sofá-cama y Pablito dormirá en la habitación del

abuelo... - nos decía mientras sacaba un cigarrillo- El

abuelo siempre decía que después de muerto se iría a vivir

allá, al lago, donde conoció a la abuela Aneta. Le gustaba

esa habitación, la llamaba “el cuarto oscuro” porque había

tanto silencio en ella como para reescribir “Guerra y Paz” o

matar a un budista.

21

Page 22: REALIDAD PARALELA

- ¿Por qué tengo que ser yo justamente el que la vaya a

ocupar?

- ¿Eh?

- ¡Que yo no quiero dormir en esa habitación! ¡Que duerma

David o Sergio!

- Al abuelo le hubiera gustado. Le hubiera gustado mucho

conocerte. ¡Vos sos un intelectual como él, Pablito!

- Sí, ya...

Cuando llegamos comenzaba a anochecer, así que no

pudimos ver bien el paisaje del que tanto nos había

hablado Chucho. Sacamos las maletas y las metimos

dentro. Era una casita muy hermosa. Chucho nos mostró

las habitaciones y después de comer algo, nos fuimos a

dormir. Estábamos cansados. Yo tardé un poco más en

dormirme, oía los ronquidos de unos y otros a derecha y a

izquierda y eso empeoraba bastante la situación. Era una

habitación extraña, realmente oscura, con una paz

inmensa, como para recitar la Biblia sin inmutarse. Sin

embargo, había un olor bastante raro, como a fritura. La

cocina estaba muy cerca, pero en fin, no dejaba de resultar

curioso...

- ¿Vos sos el amigo del golfo de mi nieto?

- No bromees más, Chucho, quiero dormir.

- Yo no soy Chucho, boludo.

- Yo no soy peludo. Eso lo será usted.

- ¡Boludo, che, no peludo!

- Pero, vamos a ver, ¿tú no estás muerto?

22

Page 23: REALIDAD PARALELA

- Sí. ¿Y qué pasa por eso, ah? Yo soy muerto, pero no tonto.

Yo soy un intelectual de la Argentina y los comunistas no

nos vamos tan pronto para el otro lado, Pablito. ¿Te llamas

así, no es eso?

- Sí, me llamo Pablo.

- Pues bien, Pablito, ¿tú sabés quién es mi ídolo? Yo te voy

a dar pistas. Tiene barba y bigotillo de guerrillero, el pelo

oscuro, los ojos negros... ¡Fuma mucho mi ídolo! Y, por

supuesto, es latinoamericano. Él es un revolucionario

todavía. ¿Sabés de quién te estoy hablando?

- Claro que lo sé, de Julio Cortázar.

- ¡Sos imbécil, nenita! ¿Vos sos loco? Es el Che. El Che

Guevara, boludo.

- Ah, perdón.

- Pero que perdón, ni nada, nenita. Vos sos un reprimido,

seguro. Aunque no andabas muy descaminado con lo de la

adivinanza... ¿Tú sabés qué me gustaba a mí de pequeño?

Las papas, nenita. Las papas con una buena salsita

sabrosa.

- ¡Pero ahora estás muerto!

- Sí, pero no me lo recuerdes más, boludo. Yo soy

revolucionario, tú sabes...

- Sí, comprendo.

- ¿Tú sabés qué yo echo de menos acá arriba? El

Surrealismo, compañero. Acá todo es tan blanco, tan

limpio, acá ya no se puede revolucionar nada, ni tan

siquiera hay donde escupir... Echo de menos la vida,

muchacho.

- Entiendo.

23

Page 24: REALIDAD PARALELA

- Cómo que entendés? Vos sos un inculto, seguro. Pablito

era tu nombre, ¿no? Vos no podés ser nada llamándote así.

¡Qué cruz, nenita, qué cruz! Vamos a ver, muchacho, ¿tú

conocés quién es Cavafis, nenita?

- Pues no, ni quiero.

- Sos un impresentable, boludo. No tenés remedio. Vos no

querés aprender nada, sos peor que el zángano de mi nieto.

Tiene razón acá el amigo cuando dice que los crea para

después juntarse ellos. Aquí abajo ya no hay

revolucionarios, allá no se puede y acá no se quiere...

- Yo comprendo lo que usted me dice, per...

- ¡Qué vas a entender vos, nenita! Tenés veinte tacos, tan

sólo.

- Ya, pero yo...

- Mirá, mejor será que se duerma y mañana le traigo una

encuesta para me la responda. Así sabremos arriba si hay

esperanza de revuelta o no acá abajo. ¡Es que no tenés

ideales, che! Y eso no puede ser. Ahora dormíte.

- Creo que ya me he desvelado.

- Dale, Pablito. Dormíte de una vez. ¿Vos no sabés cumplir

una orden?

- Bueno, está bien, lo intentaré. Una oveja, dos ovejas, tres

ovejas, cuatro ovejas, cinco...

- Sos un poco sonso, nenita, pero a su edad es lo más

normal. Dormíte, pues, dormíte.

- ...

A la mañana siguiente me desperté algo atolondrado y

confuso, les conté lo sucedido a los chicos, pero no me

24

Page 25: REALIDAD PARALELA

creyeron. Nunca volvimos a hablar de ello. Sergio y David

regresaron un par de veces más al lago. Supongo que es

bastante probable que alguna de sus estancias allí explique

de alguna manera su drástica decisión de enrolarse en la

guerrilla zapatista, aunque quizá sólo sean conjeturas

mías. A veces he llegado a pensar en la posibilidad de que

el abuelo de Chucho no sea el único espíritu revolucionario

que anda por ahí suelto, y que la misma historia se repita a

lo largo de los siglos. Así, si cambiamos a Sergio por Silvio,

y añadimos otro Pablo, no yo, nos daríamos cuenta de lo

agradecidos que deberíamos estar a todos los abuelos

revolucionarios que siguen entre nosotros. Qué habría

sido, sino, de la trova cubana.

25

Page 26: REALIDAD PARALELA

En el mundo de los decúbitos pronos, Silvia era toda una

novedad. Aparecía en cualquier momento, encima de un

árbol, en el cielo y a veces se hacía invisible.

Ella no era como los demás. Lo había intentado miles de

veces, pero cada vez que lo hacía sufría de terribles dolores

de tripa. Su vientre no estaba hecho para apoyarse en el

suelo y mucho menos para ser utilizado como medio de

transporte o desplazamiento. Para el resto de las chicas de

su edad, Silvia era un poco estrambótica y rarita, no

comprendían porqué se empeñaba en ser diferente.

Los más ancianos y sabios se acercaban para explicarle el

método, pero todo era inútil: Silvia no aprendía.

Se encontraba muy a gusto con su espalda y, mientras

todos se arrastraban con el vientre, ella podía ver las

estrellas y la luna. Ser el único decúbito supino entre tanto

prono despertaba muchas envidias y recelos, por lo de la

humillación que supone tener tan poco mundo a la vista.

Por eso la criticaban y la señalaban con el dedo cuando

miraba el cielo, pero Silvia era feliz pese a todo.

Nunca aprendió cómo poder arrastrarse con el vientre sin

hacerse añicos, pero mientras lo hacía con su espalda

soñaba con un mundo lejano donde unos seres altos y

desgarbados se arrastraban con los pies.

26

Page 27: REALIDAD PARALELA

Claudia es alta y flaca, y a veces luce tacones de mujer

fatal. Me gusta ver sus ojos negros mientras le beso el

cuello. En el fondo no es tan fría como parece. Carlos y los

demás dicen que estoy chalado, pero a mí me gustan sus

piernas. Ahora ya no me importa Julia ni sus infidelidades

(si es que puede llamarse infidelidad al borde de Luis) y

casi no recuerdo a la dulce María con su carita de mazapán

y sus mentiras. Nunca volverán a dejarme con mis botas

nuevas y mi chaleco de piel de seductor frente al cine

“Paraíso”, después de haber agotado mis esperanzas y mis

cigarrillos. Ya no habrá más Julia ni María, ni sábados de

Ana o Belén.

No me arrepiento de nada. Me molesta un poco lo de la

policía, sí, pero al final no son más que papeles, qué me

importan ellos si soy feliz a su lado.

Al fin y al cabo, no es lo mismo que te fichen por atracar a

una pobre ancianita que a unos grandes almacenes, por lo

menos yo sí tengo moral.

¡Estaba tan sexy con aquel vestido azul en aquel

escaparate!

Carlos y los demás dicen que estoy chalado, pero a mí me

gustan sus piernas.

27

Page 28: REALIDAD PARALELA

Ocurrió hace un par de días. Me enamoré de él por su voz,

así, de repente. Dijo: Muy buenos días, soy el cartero, ¿me

abre, por favor? Yo, por supuesto, respondí con un: Sí, sí,

sí, sí, sí... Y me enamoré. Sin conocerlo.

Desde entonces, esperé su llegada día tras día con la misma

ansiedad con que esperaba la cocinita y la muñeca repollo

la noche del cinco de enero. Cada mañana corría a

descolgar el aparatejo que me traía su voz para preguntar

una y otra vez: ¿Quién es...?. Eso me producía una

felicidad inmensa.

Al sexto día me decidí a bajar hasta el buzón poco después

de haberlo abandonado él. De esta manera, podría sentirlo

más cerca todavía. Me quedé allí sentada, junto al buzón,

olfateando una a una, las cartas que él me había dejado.

Aún podía percibirse su aroma chorreando por las paredes.

Ahí me enamoré del todo.

A la semana siguiente, creí conveniente deslizarme hasta el

portal justo en el momento en que depositaba las cartas en

el buzón. Sería muy romántico. Estaba decidida a

conquistarlo, no me importaba en absoluto lo que fuese

necesario para ello. Y así lo hice.

Ese mismo día nos conocimos. Al principio, se mostró

receloso con lo de vivir juntos, por lo del piso y lo caros

que están, supongo. Ese día sólo nos besamos.

28

Page 29: REALIDAD PARALELA

Al día siguiente, creí necesario conocernos más a fondo y,

ni corta ni perezosa, así se lo hice saber. Cedió con

bastante rapidez, aunque tampoco le dejé escabullirse.

Fue en ese momento cuando él se enamoró también...

A decir verdad, mis expectativas en cuanto a sus artes

amatorias se me quedaron un poco grandes.

Pasado un mes, bajé a fijar la fecha de la boda, para que él

conociese con exactitud el día en que debía ponerse el frac

azul que yo le había comprado para la ocasión. Estaba muy

ilusionado.

Nos vimos un par de veces más en el portal, hasta que yo

decidí que lo mejor sería fugarnos a Cuenca, ya, en ese

mismo instante. Qué será de las pobres e indefensas cartas

sin mí, murmuró. Se mostró preocupado por el reparto del

día, aún debía entregar la correspondencia del sesenta y

cuatro, sesenta y seis, sesenta y ocho, setenta y setenta y

dos, pero yo le convencí: ¡Debemos irnos ya, no hay

tiempo!. Entonces me preguntó qué haríamos con las

cartas, y yo, cómo no, le respondí que, indudablemente,

leerlas todas, una por una, hasta hartarnos. Pareció

sorprendido con mi propuesta, pero cumplió mis órdenes,

sumiso, como siempre.

Una vez leídas, decidí que ya podíamos marcharnos con la

conciencia tranquila. Y nos fuimos.

29

Page 30: REALIDAD PARALELA

Salimos del portal, abrazados y muy contentos. Mi madre

gritaba desde el balcón: ¡Susana, sube las cartas de una

vez! Pero… ¿quién es ése que va contigo? ¿Pero dónde va

esta niña con el cartero? ¡No ves que llevas el pijama

puesto...!

Se me ha olvidado explicar que, a lo largo de todo este

tiempo, mi madre nunca sospechó nada de mi relación

clandestina con el cartero, aunque siempre se extrañó que

para bajar al buzón por dos o tres cartas tardase cuatro o

cinco horas. Razones tenía para preocuparse.

Y ahí se quedó mi madre gritando y suplicando que por lo

menos le subiese el recibo del agua antes de irme, mientras

mi cartero y yo perdíamos entre la multitud, él más ligero

que nunca y yo muy decidida, como siempre.

30

Page 31: REALIDAD PARALELA

A la sombra del baobab todo se ve diferente. Aquí nunca

llueve ni hace frío, pero tampoco hace calor. Sólo

oscuridad. Oscuridad placentera, como de andar por casa.

El baobab es como un poblado muy cosmopolita, la gente

va y viene de sus vidas, pero sólo yo permanezco aquí

inmóvil. Todo es diferente. Los que van y vienen saben que

aquí hay un mundo, pero el resto de las personas de ahí

fuera no tienen tanta suerte: creen que el baobab es sólo

un árbol.

Es un baobab discreto, nada llamativo.

Llevo muchos años bajo sus ramas, observando, midiendo

las acciones que veo en el exterior. Me da un poco de

miedo salir fuera. Los que van y vienen tienen mucha

suerte porque conocen ambos lados, el del sueño y el de la

vida, la paz y la muerte. Pero no todos tienen tanta.

A la sombra del baobab todo se ve distinto, a pesar de que

ahí fuera los dolores crezcan como la hiedra

envolviéndonos en su chillido. Pero aquí estoy seguro, por

lo menos mientras no me despierte...

31

Page 32: REALIDAD PARALELA

Ser el último ujier del mundo requiere una capacidad

especial para perderse; no sólo conocer cuál es el momento

apropiado de hacerlo, sino cómo y cuándo debe suceder.

Olvidarse es fácil, pero para perderse se necesitan años de

práctica. No todo el mundo puede hacerlo. Si no hubiese

sabido perderme seguramente nuestra raza se habría

extinguido y eso sería muy peligroso, porque después

vendría la desaparición de razas tan antiguas como la de

los ministros grises o los jueces.

Llevo con gran dignidad mi calidad de especie reconocida

por su talento en París, Londres o Vigo, muy anterior a

razas más extendidas como la de conserje, locutor o

camarero. Perderse bien es una cualidad imprescindible

para sobrevivir, pero para ello debes mantener una estricta

disciplina a lo largo de los años. No basta con querer

perderse. Llegado el momento hay que desaparecer del

escenario molesto con todo tipo de precauciones. Llevar un

sombrero rojo o botas altas no ayudan en absoluto.

Si algo he aprendido en estos últimos miles de años es que

si no sabes perderte no vas a ninguna parte.

32

Page 33: REALIDAD PARALELA

En Charlestón las nubes son pocas y el viento escaso. Los

escritores se acobardan mucho ante tal panorama. No hay

mucho que describir, lo siento, tienen razón.

Los squalers viajan de noche con mucho cuidado de no

perder el correo que los escritores esperan siempre bajo las

cornisas. “Esto es una comuna de letras”, dice el gran Jo

cuando tiene la oportunidad de hacerlo, cosa no muy

frecuente...

Los picos de las montañas aparecen siempre nevados en

honor a los escritores que siempre, siempre, miran muy

alto, los pobres.

Las plumas corren deprisa a poco que se les ve la tinta,

para no ser capturadas e inmediatamente reincorporadas al

programa “Juta” de ayuda a las manos. Casi todos los

domingos varias manifestaciones se expresan públicamente

en la plaza principal. Algunas, la mayor parte, son de la

familia H que se niega a seguir viviendo con tanto escritor

en observación continua, otras, son las que forman la red

clandestina de plumas, que de manera ilegal se asocia en

sindicatos de muy mala fama y muy mala fe. La cosa acaba

muy mal a eso de las ocho y media.

A veces se hace de noche y los squalers se divierten

atizando al personal manifestante con todo tipo de

33

Page 34: REALIDAD PARALELA

correspondencia, de un modo bastante desagradable. Es

muy penoso, sobre todo para los escritores que aguardan

en su cornisa.

No hay mucho más que ver en Charlestón, sólo escritores y

más escritores. Eso es todo. Mañana dejaré la pensión

“Hillom” para coger el primer tren de la mañana con

destino a Saskatoon. Espero no dormirme.

Canadá, 1999. Fragmento n12.Diario II.

34

Page 35: REALIDAD PARALELA

Fíjense en todas esas muchachas ahí desparramadas y

desparramándose por todas partes, por todo el escenario, o

pasarela, o lo que sea.

- Ganará la más guapa - dice Conchita. Y todos asentimos,

aún conociendo la más oscura realidad del asunto.

Pobre Conchita, mi mujer, mi otro yo, la madre de mis

hijos, la que nunca se pregunta a sí misma nada porque ya

tiene bastante con lo que tiene, o sea, yo, o sea, conmigo.

La verdad, yo nunca he entendido muy bien la diferencia

entre eso que llaman “aspirantes” con eso otro, por

ejemplo, que llaman “aspiradoras”, esa especie de abismo

entre pensamiento y expresión bucal. Quizá se deba a mi

naturaleza enfermiza y algo intelectual y, por ello,

enfermiza. Todo esto, mi intelectualidad patológica o

patógena o patagónica, no sé, me conduce inevitablemente

hacia preguntas tan atolondradas como porque me llamo

Tomás. Y no es que me llame, me grite, o me busque a

voces, quiero decir, que mi nombre, el que me ha

acompañado siempre, sea Tomás y no Conchita, por

ejemplo, como mi mujer. ¿Por qué no yo Conchita y ella

Tomás? Lo cual me provoca otra seria cavilación: ¿y quién

demonios manda aquí?

Veamos otro ejemplo. Qué tipo de relación puede

establecerse entre el A-GOBIO que me inunda y me invade

35

Page 36: REALIDAD PARALELA

los martes a eso de las ocho, con el pobre GOBIO que nada

(y esto con segundas) tiene que ver conmigo. La telaraña

lingüística me deja en cueros de nuevo. Me sumerjo en un

profundo desconcierto...

- Ésa es la más guapa. Seguro que gana. Acércate para

tomar las medidas, si lo hago a bulto seguro que me sale

corto de mangas, como siempre...

- Conchita...

- ¿Sí?

- Tú, ¿alguna vez has deseado tener otro nombre? No sé,

Teresa, o Eva, o Greta? Quién sabe, a lo mejor tu vida

habría sido diferente...

- ¡Tú ven aquí y ponte derecho!

- Bueno, ¿me contestas o no?

- Vamos a ver, levanta los brazos y no te muevas... Pues no

sé, a mí me hubiera gustado ser más alta, eso sí, y ser

actriz y conocer mundo, pero veo que eso trae muchos

problemas a la larga, así que no sé, no me decido. Las cosas

son como son y ya está. ¡Pensar es cosa de locos!

Entre madeja y madeja, yo seguía con mis inquisiciones (y

puede que vaya con segundas también). A mí siempre me

ha dado mucho miedo ir a la frutería y pedir un cuarto, o

un kilo de kiwis por la posibilidad de estar cometiendo,

aún sin quererlo, una atrocidad en alguna parte del mundo.

Esto me producía una serie de alucinaciones tales como

observar un bello plumaje pardo circundando el alimento e

36

Page 37: REALIDAD PARALELA

imaginar Nueva Zelanda, sus paisajes, sus gentes y, sobre

todo, su fauna. El mal sabor de boca me duraba días.

Y ahora llega la Semana Santa y el culto y las procesiones

y quién podría no sonrojarse al dirigirse a esas devotas

mujeres como si fuesen orugas. Qué tipo de mente

retorcida puede habérmela jugado otra vez, jugárnosla a

todos con sus indecorosas coincidencias. Procesionarias.

Es el fin.

O quién sabe si cuando le digo a mi Conchita que me eche

en la sartén un ajo bien hermoso, bien grande, un ajolote,

no la estaré induciendo al anfibicidio.

Y cuando le narro mis peripecias en el parque tras las

jovencitas y no tan jovencitas y, por decencia, más que por

vergüenza, le cuento a mi Conchi, no la verdad, la de los

puñetazos que me dan siempre donde nunca deben darse;

cuando le digo la gran mentira, que CAÍ y por eso vengo

como vengo, no le estaré dando mono por liebre. Y qué

culpa tendrá el pequeño mono de mis debilidades y qué

tipo de explicación es ésa:

- Pero, ¿qué te ha pasado, Tomás?

- Monó. Que... Que monó y me hice daño.

No hay más que incógnitas en el universo. Qué vergüenza,

qué vergüenza...

37

Page 38: REALIDAD PARALELA

- Mira ésa, Tomás. No me gusta tanto como la otra, va toda

pintada.

- No digas eso, Conchita, pobre niña, no hace falta que la

llames gallinácea. Tampoco es para ponerse así...

- Tomás, creo que pasas demasiado tiempo con ese

diccionario.

Que sean “aspirantes a” no quiere decir que sean

aspiradoras, o viceversa, por muchas relaciones que

puedan establecerse en nuestra cabeza, entre unas y otras,

unos y otros.

Somos una fauna abisal, sin duda alguna.

***

Epílogo

ASPIRANTE: Persona que ha obtenido derecho a ocupar un cargo

público. Candidato.

ASPIRADOR, RA: Que aspira el aire. Denominación aplicada a

diversos aparatos que sirven para aspirar fluidos, polvo o residuos

de reducidas dimensiones.

AGOBIO: Acción y efecto de agobiar.

GOBIO: Pez pequeño, de 15cm. de longitud, que vive en aguas

fluviales límpidas.

38

Page 39: REALIDAD PARALELA

KIWI: Ave corredora de Nueva Zelanda, de alas casi inexistentes,

plumaje pardo, pico largo y barbas desordenadas, que mide unos

30cm de altura. Fruta de corteza marrón pilosa y pulpa de color

verde.

PROCESIONARIA: Oruga que se alimenta de las hojas del pino,

roble y encina, a las que causa grandes estragos, y que tiene la

costumbre de avanzar en largas filas, con la cabeza de una tocando

la parte posterior de la anterior.

AJOLOTE, AXOLOTE O AXOLOTL: Vertebrado anfibio urodelo

de los lagos mexicanos y norteamericanos, capaz de reproducirse en

estado larvario y que raramente consigue la forma adulta.

CAÍ: Pequeño mono platirrino americano.

PINTADA: Acción de pintar en las paredes, vallas, etc., letreros o

murales de contenido político o social. Letrero o mural de ese

carácter. Gallinácea, originaria de África, aclimatada en el mundo

entero.

39

Page 40: REALIDAD PARALELA

Los frikis son seres diminutos. Tienen tres pelos con tres

nombres respectivamente: Joaquín, Mauricio y Arévalo.

Pueden ser de distintos tipos: pobres y ricos. Los frikis

pobres nunca van a la escuela, y los frikis ricos son muy

inteligentes porque van siempre. Hay frikis muy testarudos

que se empeñan en aplastar a los frikis pobres y éstos, por

lo tanto, se ven más diminutos de lo que en realidad son.

La sociedad friki está gobernada por el Gran Freak, el cual

habla mucho y no dice nada, pero todo el mundo debe

acatar sus órdenes. El Gran Freak tiene un séquito real

formado por frikis del tipo “ricos”, los cuales suelen ser

bastante testarudos en el aspecto antes citado. De este

modo han sido exterminados millones de pobres frikis.

Estos frikis no poderosos tienen una cosa llamada “moral”

que, según ellos, los distingue de los frikis ricos y,

generalmente, son buenos frikis, honrados y trabajadores.

A los súbditos del Gran Freak les molesta sobremanera el

aspecto descuidado de los frikis paupérrimos y éstos lloran

en gran cantidad por ello. La escuela es cara.

Los pequeños frikis no poderosos adoran a sus tres pelos y

los agrios del Gran Freak no les hacen ni caso. Esta

situación es inexplicable para los frikis pobres, los cuales

están muy, muy orgullosos de Joaquín, Mauricio y Arévalo

y no comprenden, porque, testarudos, se empeñan en

esconderlos. Suelen ser algo que se llama “muycinicos”.

40

Page 41: REALIDAD PARALELA

El Gran Freak y lo suyos son totalmente desgraciados, en

cambio, los frikis pobres siempre están de buen humor y

siempre sonríen. Es una de las muchas circunstancias a

explicar en la sociedad friki.

A veces, los frikis honrados se cansan y hacen algo que se

llama “huelga”, pero que siempre termina en otra cosa

llamada “manifestacionmultitudinaria”. El Gran

Freak dice que eso es muy peligroso y farfulla algo entre

dientes parecido a:

izquierdasocialismocomunismoanarquiapeligropel

igropeligropeligropeligropeligroso...

41

Page 42: REALIDAD PARALELA

Julia había sido siempre una jovencita alegre y orgullosa.

Cuando paseaba del brazo de su novio por el parque los

muchachos la miraban con disimulo y se les encendían los

ojos; siempre esperaban a que estuviese sola para

piropearla y mandarle guiños.

Julia era esbelta y tenía unos aires de grandeza al caminar

que encandilaban hasta al más ciego. Era lo que solían

llamar una buena hembra.

Desde niña, canturreaba a todas horas por los rincones y,

de vez en cuando, en su habitación se echaba un bailecito.

Ciertamente podía pecar de alocada, pero era tan

encantadora...

- ¡Guapa!- , le decían por la calle.

- ¡Gracias, caballero!-, decía con la sonrisa en los labios.

Trabajaba en una corsetería del centro de Madrid, aunque,

a pesar de su independencia económica, continuaba

viviendo con sus padres. Seguiría allí hasta la boda con

Luis.

Cierto día preparó el despertador para las ocho y media y

se fue a dormir. Debía salir temprano porque antes de ir a

la corsetería pasaría por la tienda de Juana.

42

Page 43: REALIDAD PARALELA

A las ocho sonó el despertador un poco despistado. Julia se

levantó más triste que nunca, como si viniese de algún

terrible sueño lejano. Se vistió y fue hacia el espejo para

peinarse.

Se le había borrado la sonrisa.

Cuando vio su cara allí reflejada, sin aquellos dientes

blancos como luceros, no se sorprendió en absoluto. Estaba

demasiado triste para eso.

Salió a la calle y nadie la piropeó, o quizá sí, pero estaba

demasiado triste para eso y para cualquier cosa.

Acudió a la corsetería un día más, después nunca volvió.

Se encerró en su habitación y jamás se escuchó ni el más

leve canturreo.

Algunos dicen que se llevó su sonrisa el viento, otros que

se le olvidó.

43

Page 44: REALIDAD PARALELA

Bien. Todo va bien. Nada malo va a suceder. Tranquila, K.,

tranquila. Todo va bien...

Pero sus cuerpos pesan y el olor a sudor y a erección

hambrienta es insoportable. Afuera el cielo gotea lluvia

como de metal oxidado y las calles parecen estremecerse

ante el espectáculo putrefacto de la noche que vende

cuerpos o los regala.

Son las diez y media y algo me impide salir de este

minúsculo espacio cuadriculado en blanco con su justo

retrete y su injusto espejo de motel barato que ya no tiene

sabor de tanta saliva esparcida por las paredes. Me toco el

vientre, y los muslos, y me araño la piel porque necesito

otro dolor donde esconderme. Las huellas jamás

desaparecen, es como si todas las manos que me han

retorcido y amasado y apretujado y besado el cuerpo se

quedasen ahí señalando su territorio; como si nada ya

fuese totalmente mío. Quizás tengan razón. Cualquier cosa

en venta, cualquier cosa, lo que sea, se convierte en

propiedad absoluta y privada, con derecho a todo, de quien

ha pagado el precio de posesión, de esclavitud. Y las

huellas quedan siempre. Y las huellas no desaparecen.

La primera vez hubo dolor y asco. Y sentí nauseas con

aquel tacto canoso, con aquella mole de barro que se servía

de mí como si se tratase de un animal mecánico que con

44

Page 45: REALIDAD PARALELA

tres monedas reproduce sonidos y vibra. Esa noche

comprendí.

Después llegó el “caballo” y el whisky, para tapar los

huecos que ellos no me llenaban. Y bebí y me bebí una a

una las venas por las que circulaba un poquito de vida. La

calle fue mejor desde entonces, menos fría.

Me duele el cansancio. Son demasiados cuerpos encima,

demasiadas moles, demasiada piel con gafas o sin ellas,

demasiados flacos, gordos, absurdos, tríos, palabras,

mentiras.

He perdido peso. Tengo mal aspecto, ojeras, desde la

última paliza, aquélla en el “Tres Estrellas”.

Hoy ha sido un día ajetreado y no he tenido que

molestarme en bajar a la calle, “El Rubio” me ha dejado

aquí muy temprano y me ha subido cinco o seis. El de las

cinco no estaba mal, bastante normalito, nada de cosas

raras. El de las nueve me marcó la cara. A ellos les gusta

eso. Un hombre siente en función de la fuerza que ejerce

sobre su presa.

A pesar de todo, no me quejo, quizá ni tan siquiera tenga

fuerzas para eso, estoy cansada. Sé que nada cambiará. No

hay final feliz para las chicas de la calle, sólo eso, la calle y

lo que quede de venas. La vida es como es, sólo los de

arriba pueden cambiar su destino. Los de abajo nacemos

45

Page 46: REALIDAD PARALELA

con las manos bajo tierra y no tenemos raíces, solamente

huellas. A los otros las heridas les cicatrizan y a mí se me

quedan abiertas, siempre disponibles.

Bien, todo va bien, nada malo va a suceder, tranquila K.,

tranquila, todo va bien, me repito una y otra vez, las que

sean necesarias, mientras espero con la jeringuilla en la

mano.

46

Page 47: REALIDAD PARALELA

Cielo azul, radiante sol e incluso cierto ligero aroma a

salitre y roca. Camino despacio mirándolo todo, recuerdo

algo de un gato curioso que murió hace mucho tiempo o

algo así, pero sigo mirando, observo las casitas de planta

baja, el dorado trigo, los árboles... Ahora siento un nudo en

el estómago, esa sensación de que algo importante anda

cerca. Me paro. Creo que no debo seguir. Lo mejor será que

dé media vuelta y deje la aventura para los aventureros,

alguien me dijo un día que un gato se había muerto por

curioso. Decidido, regresaré por donde he venido.

Vuelvo a ver las casitas de planta baja, aquellos árboles,

qué delicioso pan podría conseguirse con aquel trigo...

Noto de nuevo el olor a salitre, a arena mojada y sol. La

playa debe de estar cerca. Sé que aquel pobre gato murió

por su espíritu inquieto, pero yo no soy gato, ni curioso,

sólo siento ese nudo de lo que debe ser, de lo inevitable.

Volveré a retomar el camino.

Me ha costado un poco el retraso y ya comienzo a sudar, el

sol calienta demasiado. Sigo andando. Ahora el paisaje ha

cambiado y huele a café con leche, casi a hojaldre. Sigo

andando y veo a lo lejos algo que no puedo distinguir bien.

Ahora camino deprisa, cada vez más. Creo que sí soy

curioso, a pesar del gato.

Podría afirmar que es una especie de cartel o algo así. Sí,

un cartel, ahora estoy seguro. A medida que me voy

47

Page 48: REALIDAD PARALELA

acercando alcanzo a ver dos palabras. Creo leer “no tocar”

o “no saltar”. Tendré que acercarme más...

***

- Cariño, ¿estás bien? Estás pálido y no tienes muy buena

cara, lo mejor será que tomes una pastilla e intentes

dormir de nuevo.

- No recuerdo.

- Pero, ¿qué no recuerdas?

- Nada. No recuerdo nada.

48

Page 49: REALIDAD PARALELA

Hacia arriba:

Para comprender el mundo hacia arriba se necesitan ante todo

dos o tres buenas agallas. No es imprescindible, pero sí muy

aconsejable mantener durante todo el proceso una saludable

actitud nada rencorosa y condescendiente con el resto de

personas que no pueden o no tienen la capacidad suficiente

para compartir nuestro modo de entender el mundo hacia

arriba. Deberán tomarse ciertas precauciones necesarias antes

de emprender el viaje de comprensión; éstas se dividen en dos:

“imprescindibles” y “depende de su voluntad”. Las precauciones

correspondientes al género de “imprescindibles” son

sobradamente conocidas por todos y por ello no las repetiremos

aquí. Entre las precauciones del género “depende de su

voluntad” señalaremos como imprescindibles dos: la corbata de

color azul (en su punto justo) y los calcetines rayados.

Llegados a este punto, se considera totalmente apto para el

viaje de comprensión a cualquier transeúnte de estatura media.

Una última advertencia sería ya, evidentemente, no bajar nunca

la vista.

Hacia abajo:

Dada la perspectiva pesimista que conlleva este tipo de visión

del mundo, debemos comenzar por tareas sencillas que nos

ayuden en la comprensión, tales como escuchar el crujir de los

49

Page 50: REALIDAD PARALELA

muebles de madera o acariciar la lavadora. Tendremos en

cuenta siempre la posibilidad de desplomarnos en cualquier

momento, esto nos mantendrá muy despiertos.

Tras el primer mes de práctica del “Programa Sencillo-Abajo”

nos sentiremos muy pequeños, diminutos, lo cual será de gran

ayuda en nuestro camino de percepción del mundo hacia abajo.

Durante tres años y tres noches seguiremos el “Proceso Hacia

Abajo” y una vez marcados con el escudo de las liras nos

encontraremos ya capacitados para realizar el primer viaje.

En horizontal:

Si no has nacido con la capacidad específica de entender el

mundo en horizontal te será absolutamente imposible

adquirirla posteriormente. La visión horizontal se transmite de

madres a hijos y es un tipo de comprensión que se da en muy

pocos casos. Es, sin duda alguna, el modo de entender el mundo

más apropiado para los seres de una sola cabeza que comienzan

el viaje a cuatro patas.

En vertical:

Debemos esforzarnos mucho para poder alcanzar el nivel de

comprensión vertical, uno de los más complejos.

Comenzaremos intentando respirar por las orejas sin que ello

distraiga nuestra atención. Una vez lo hayamos conseguido

50

Page 51: REALIDAD PARALELA

cerraremos la boca e introduciremos un guante por la nariz. De

este modo la concentración será máxima. Sin perder el

equilibrio respiratorio, cogeremos el martillo y mantendremos

fija la mirada en él durante tres minutos. En el momento justo

de alcanzar el clímax expulsaremos mediante un bufido el

guante de nuestra nariz, con la fuerza necesaria para que el

mismo vaya a caer sobre el martillo, encajándose en el hierro.

Mantendremos, ahora, la mirada sobre el guante durante tres

días. Al cuarto día, al amanecer, estaremos preparados para

emprender el viaje.

Con los ojos abiertos:

El único modo de combatir este tipo de comprensión del

mundo, nada aconsejable, es amarrar con una cuerda dos

novelas breves de cualquier autor del s. XX a cada uno de los

párpados, respectivamente, y esperar con paciencia. Es un

método seguro, limpio y eficaz, comprobado a lo largo y ancho

del universo.

Con los ojos cerrados:

La forma más habitual y cómoda de alcanzar este modo de

entender el mundo es y será, por los siglos de los siglos,

mantenerlos siempre así.

51

Page 52: REALIDAD PARALELA

Los tarandelos son una especie en extinción. El último

tarandelo con vida fue visto a orillas del Sena el catorce de

mayo del año tres mil novecientos noventa y seis. Esto sólo

ocurre en ocasiones muy especiales, son muy rigurosos en

cuanto al número de visitas a su ciudad natal. Vagan por el

mundo de un sitio para otro hasta que les llega el momento

de la transformación. Después son libros para siempre. De

ahí el dicho popular: “este libro parece tener vida propia”.

La explicación es bastante evidente, cuando un tarandelo

llega a nuestras manos ya ha sido transformado y, por

tanto, no podemos ver su mirada, ni sus pies, ni su larga

cola dorada.

Primero fueron los tarandelos y no el huevo ni la gallina.

Su desaparición sigue siendo un misterio. Hoy día existen

muchos libros, pero no todos son auténticos tarandelos, es

decir, no todos lo han sido anteriormente. Si el libro que

tenemos en nuestro escritorio es un tarandelo de verdad lo

notaremos enseguida, en sus palpitaciones, en la capacidad

que posee para atraparnos, para contar historias.

Todo tarandelo ha sido humano antes que libro, en el

mundo anterior y por ello guarda tantas historias dentro.

Ahora, desgraciadamente, ya no surgen las

transformaciones necesarias para que un tarandelo nazca;

ya no crecen en ningún lecho de muerte esas largas colas

doradas que daban el privilegio a unos pocos hombres de

llegar a ser libros algún día. Para que esto sucediese

52

Page 53: REALIDAD PARALELA

tendrían que darse unas condiciones atmosféricas que ya

no existen porque el sol se apagó hace mucho tiempo y

porque no hay oxígeno. La tierra se secó del todo en el dos

mil. Sólo quedan los libros. Pero aún cabe la esperanza de

que el tarandelo del Sena se reproduzca antes de

convertirse en libro y nazcan unos cuantos humanos que,

bien alimentados, pueden llegar a tarandelos a los noventa

y cinco, o ciento tres años. Crucemos los dedos.

53

Page 54: REALIDAD PARALELA

El verano se había ido deslizando, poco a poco, hacia ese hueco

estacional de hojas secas que es el otoño. Ahora los años

pesaban más que nunca para Alfonso Tresto.

Tendría unos cinco años cuando le llegó su primera tristeza. A

esa edad uno no conoce a sus enemigos y cree que la felicidad es

eso que te cosquillea en el estómago cuando has ido al campo a

cazar grillos y observas que has realizado la más asombrosa

cacería. Claro está que pronto se van muriendo tus trofeos e,

incluso, algunos se devoran entre sí. Entonces, te das cuenta de

que las cosas no son lo que parecen y, lo que es peor, siempre

huyen cuando ya las has conseguido.

A los quince años le llegó la segunda tristeza y ésta fue más

difícil que la anterior. Aquí decidió que lo mejor era olvidarse

de sueños y esperanzas, que a la larga siempre duelen.

Después vino la tercera y la cuarta y a la quinta tuvo una nueva

sensación. La tristeza se convirtió en melancolía dolorosa. Pasó

el tiempo y quiso volver a soñar, pero se le había secado el

alma.

Tras muchos años de melancolía, ya en el lecho de muerte,

sintió un dolor agudo en el pecho y supo que aquello no era una

de sus tristezas.

Se dio cuenta, demasiado tarde, que jamás había intentado ser

feliz.

54

Page 55: REALIDAD PARALELA

La abuela siempre nos decía que tres cuartos de hora son mucho

menos que media hora y que los gatos no tienen siete vidas

porque nacen ya muertos del todo, son espíritus del más allá y

por eso tienen los ojos tan grandes y tan verdes.

Papá nos explicaba que todo eso que nos causaba tanto

desconcierto eran “cosas de la abuela” y con eso nos

conformábamos. Así crecimos mis hermanos y yo creyendo todo

lo que nos decía papá.

Identificamos, pues, desde niños, todo aquello que nos

sorprendía en el mundo como “cosas de la abuela”, sin más

preguntas ni respuestas que las que nos dio papá. A medida que

fuimos creciendo y madurando, algunos más que otros, nos

dimos cuenta de cómo todo aquello de la abuela y sus cosas

había influido en nuestras vidas, del modo en que nos había

marcado. Ante mi sorpresa y la de mis hermanos, nos

hallábamos de pronto explicando a nuestros propios hijos

cualquier etapa o hecho del mundo, suceso o pubertad, con la

frase que, sin quererlo nosotros, se nos había atragantado en la

garganta: “Son cosas de la abuela, hijo”.

Y así crecieron nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos,

creyendo que cualquier duda de la humanidad cabía en una

frase. Y la estupidez viajó de generación en generación hasta

que un día un hombre más bien pequeño, con gafas y pelo cano,

se propuso investigar el pasado de la abuela.

55

Page 56: REALIDAD PARALELA

Sentado en el retrete, mientras escucho a Beethoven,

pensando en la última buena explosión que he escuchado,

me pregunto: ¿Y a mí qué me importan los transeúntes? La

vida hay que vivirla, chaval, pese a quien pese. Aquélla sí

que fue gorda, una buena monté aquel día. Ya no se hacen

explosiones como las de antes. ¡Ay, la del treinta y nueve,

qué tiempos aquellos!

El otro día, cuando iba caminando por la calle

tranquilamente me asaltó una duda incontrolable, muy

inquietante, por así decirlo: ¿Realmente soy un asesino?

No sé, yo me identifico más con los quinquis, ya sabes, las

canguis, vamos a ver, con los marginales, los rateros,

ladronzuelos, pícaros, no sé, con el Lazarillo de Tormes,

por ejemplo, ése si que era un gran tipo. Como os iba

diciendo, a mí, bueno, y a mi primo el “chuleta” también,

nos gustan las explosiones, los circos, ya sabes, los

colorines y el ruido. La primera vez que nos pescaron al

chuleta y a mí) habíamos volado por los aires un almacén

de bufandas y calcetines, en fin, nada del otro mundo, algo

sencillo. Eso fue al principio, después nos dio el instinto

asesino y comenzamos con las víctimas, pero por razones

de seguridad tan sólo. Es decir, si nos ponemos a avisar a

todo el mundo para que salga del edificio, perderíamos

mucho tiempo y tampoco merece la pena por cinco o seis.

Una vez instalados los explosivos, el “chuleta” y yo nos

sentamos en algún parque cercano a observar el proceso.

56

Page 57: REALIDAD PARALELA

Después nos felicitamos mucho por nuestra tarea y nos

fuimos a casa. A veces cogemos el walkman y nos

deleitamos con las tres o cuatro estaciones esas tan

famosas y tan clásicas, primero yo y después el “chuleta”.

De vez en cuando vemos una Heli de acción.

El “chuleta” es muy observador y me quiere mucho, así que

si ve que me dan los mareos se marcha corriendo en

seguida. Ya sabe que me gusta estar solo cuando me dan

los ataques. Es un buen colega, muy atento y considerado,

aunque un poco histérico, si me descuido liquida a la mitad

de la población mayor de sesenta y cinco años, odia a la

tercera edad. Nunca le he preguntado porqué, sus razones

tendrá, supongo.

La verdad es que no encuentro ninguna explicación a mi

conducta, si bien es cierto que no me gustan los edificios,

ni los almacenes, ni los cines, ni las casas y mucho menos

los ascensores donde normalmente sufro asfixia por falta

de oxígeno, no encuentro ninguna relación entre mi

claustrofobia y mis explosiones. Tal vez si el mundo fuese

un espacio totalmente abierto, sin puertas, ni techos, quizá

entonces...

57

Page 58: REALIDAD PARALELA

María tenía largas trenzas y sonrisa de niña buena. Podríamos

decir que era una niña de ésas, dulce y sonrosadita.

María tenía una gran familia y un perro y una casita en las

afueras. Aparentaba muy bien ser feliz.

Cuando le preguntaban si quería un helado: “No, no me apetece.

Gracias”. Y es que nunca le había apetecido nada realmente.

Se le daba bien eso de dibujar animalitos entre el bosque, eso

sí, con pajaritos de cielo azul siempre al fondo.

Sus amigas del colegio la apreciaban mucho, sobre todo por su

extensa colección de muñecas de porcelana. La visitaban muy a

menudo.

“¿Te gustaría ir al zoo el sábado, mi amor?”, decía la madre

con cierta desesperación. “Me da igual”, repetía una y otra vez

la niñita.

Y pasaron los años y María se convirtió en una bella mujer

sonrosadita, y elegante. Tuvo tres hijos y un marido de portada

y otra casita en las afueras. Parecía tan feliz...

“Cariño, hoy te he comprado un ramo de rosas precioso. Ven a

verlo”, intentaba el pobre hombre. “Ya iré luego. Gracias”.

58

Page 59: REALIDAD PARALELA

Y es que nunca le había apetecido nada realmente, ni tan

siquiera ser feliz de algún modo.

59

Page 60: REALIDAD PARALELA

Como cada tarde, Miguel Lombardia salía con prisa de su

trabajo de ocho a cinco, mientras esperaba ansioso el

momento de liberarse de su fiel corbatita rayada. No era una

tarde demasiado especial, ni fría ni calurosa, simplemente

otra tarde en una ciudad cualquiera.

Qué fácil resulta caminar hacia casa después del trabajo,

pensaba. No tenía un trabajo excepcionalmente duro, no,

pero ese presumido de Manolo jugaba con los límites de su

paciencia con sus paseitos y sus miradas. Esperaba con

cautela cualquier pequeño error para ejecutar su zancadilla a

algún inocente padre de familia con más pelo que él. Sin

duda era un trepa de mucho cuidado.

En fin, la vida existe y, por tanto, se mueve, aunque no como

debería, se repetía a sí mismo.

Aún le quedaba un trecho más bien largo para llegar a casa,

aunque ya podía percibir el sabor del hogar.

Tomó la precaución de visualizar la escena: Su mujer le

obsequiaba un beso a su llegada mientras los niños gritaban

un caluroso papá, te quiero.

Qué fácil es soñar lo nunca visto.

Al pasar por la confitería de la esquina, el tufo dulzón le

indicó que ya estaba cerca y le supo a hogar, a madre tierra.

60

Page 61: REALIDAD PARALELA

Cruzó la calle y, ahí, se lo encontró, con su mirada y su

sabiduría. Cuántas historias había vivido aquel portal,

cuántos besos robados a su amparo y, cómo no, cuántas

lágrimas...

Sacó su llave, deprisa, como siempre, y casi taciturno y aún

borracho de oficina, metió la llave; pero la llave no quiso

abrir. Volvió a intentarlo. Lo intentó de nuevo. Imposible.

Un poco nervioso ya, probó la infalible sacudida. La llave no

entró. Instintivamente, golpeó más fuerte.

La puerta, al fin, cedió.

Cruzó el umbral extrañado, pero sin dar al suceso demasiada

importancia.

Subiendo las escaleras imaginó posibilidades policíacas.

Quizás su mujer había cambiado la cerradura convenciendo a

los vecinos de una hipotética trágica historia para fugarse

con su amante. Tal vez no debería haber tomado tanto café

esa mañana.

Como de costumbre, sacó la llave y se dispuso a abrir. Rió.

No era posible. La llave no entraba. Esta vez, las sacudidas

fueron inútiles y sólo sirvieron para arropar sus nervios.

Intentó calmarse, pero no lo logró. Se sentó en el descansillo.

61

Page 62: REALIDAD PARALELA

Observó con atención aquel pequeño trozo de acero.

Imposible, pensó.

Seguramente todo poseía su perfecta explicación lógica, así

que llamaría a su vecina Teresa y ella le diría lo ocurrido. Mi

mujer le habrá dejado alguna nota para mí y la nueva llave,

quiso creer el pobre hombre.

Rápidamente se incorporó y llamó varias veces al timbre. No

contestaba nadie. Después de un rato un señor mayor abrió la

puerta.

- ¿Qué deseaba?- preguntó algo somnoliento.

- ¿Puedo hablar con Teresa? - dijo el pobre infeliz.

- Aquí no vive ninguna Teresa - contestó el anciano mientras

cerraba de un portazo.

Miguel Lombardia no comprendió nada. Le temblaban las

manos, miraba hacia un lado y a otro esperando ver aparecer

alguna respuesta en el aire. Se sentó. Se levantó de nuevo. Se

volvió a sentar. Fríamente, calculó cada una de las posibles

explicaciones. Se decidió, cómo no, por la más

cinematográfica: se encontraba en una dimensión

desconocida...

Todo tipo de terroríficas preguntas con cuerpo de mujer e

hijos y dudas de color de hogar desfilaron ante él.

62

Page 63: REALIDAD PARALELA

Al igual que un personaje más de cualquier historia

fantástica bajó las escaleras como si nada hubiese ocurrido.

Se mintió una y otra vez. Se negó. Se reprendió a sí mismo

por sus locuras.

Salió del portal confundido y se alejó sin dejar de pensar.

Al pasar por la confitería de la esquina el fuerte tufo dulzón

volvió a invadir su nariz. Héctor, el pastelero, lo saludó

desde dentro.

- Adiós, Héctor- dijo Miguel sin pensar.

De pronto, se detuvo, se dio media vuelta y vio cómo Héctor

le sonreía. ¿Cómo podía ser posible cambiar de dimensión y

llevarse a Héctor con él?

Simplemente era imposible.

Como un autómata condujo otra vez sus pasos hacia el portal.

Ahí estaba frente a él de nuevo. Tomó todo el aire que pudo

en sus pulmones y cerró los ojos. Soltó el aire, y respiró

tranquilo. El número que allí había escrito era el 64 y no el

63.

Miguel Lombardia rió y dudó de la cordura humana mientras

abría el portal de su casa.

63

Page 64: REALIDAD PARALELA

Ahora estará con cualquiera de ellos, con aquel moreno de

ojos saltones que la buscaba con la mirada desde la

pescadería, o con aquel otro de aquel verano; seguramente

seguían viéndose. Le besará la nuca para luego descender a

sus muñecas, le dirá palabras que yo no supe decirle al

oído, acariciará su pelo mientras ella sonríe.

Jamás debí dejar que saliese sola, tendría que haberme

puesto en la puerta, frente a ella para impedirle el paso y

suplicar, rogarle que no me abandonase, que mi vida sin

ella no tiene sentido, que siempre la he querido y siempre

la querré.

No recuerdo el momento en que la perdí, sólo deseaba que

fuese mía, solamente mía. Los gritos la habían asustado, sí,

por eso me engañaba, por los gritos, sólo por los gritos;

pero me seguía queriendo, lo sé. No debí darle aquella

bofetada, pero me herían sus palabras, sus mentiras, había

estado en sus brazos o en otros, era inútil negarlo. Después

le había acariciado el rostro. Intentaba borrarle mis

huellas con los dedos, pero ya era tarde. Lloré, por ella y

por mí, por su carita enrojecida por mi mano. Me rendí a

sus pies, se los besé, le dije que la amaba y que no quería

hacerle daño, sólo que fuese mía, tan sólo eso. Ella lloró

también y eso aún dolía más. Nos besamos y la abracé y

ella se dejó acariciar. Esa noche fue más mía que nunca. Y

ahora se había ido. Dijo que sólo compraría unas cuantas

cosas, leche, pan, ese chocolate que le gusta tanto, y

64

Page 65: REALIDAD PARALELA

volvería rápido, muy rápido, sólo sería un momento. Pero

yo sabía que no era así y en aquel instante me dejé llevar

por sus ojitos diminutos y por ese gesto de su pelo al girar

la cabeza. Y ahora estará en sus brazos, en los de algún

otro que no soy yo y alguien le robará esa sonrisa que me

gusta tanto.

Me parece escucharla subiendo las escaleras, con ese

tintineo que dejan sus botitas negras, sí, creo que ya sube.

No volveré a dejarla escapar, me encerraré con ella, la

ataré a mí con una cuerda si es preciso. Debe ser mía. Ya

está entrando.

Escucho voces, pero sólo reconozco la suya. No puede

haberse atrevido a traerlo, no, el hombre que le ha quitado

el vestido y le ha besado la boca no puede ser real, debo

creerla. Sí, ahora estoy seguro, es una voz de hombre,

grave, fuerte, lo ha traído para deshacerse de mí, seguro.

Lo han planeado todo para que parezca un accidente. No,

ella debe ser mía, sólo mía. Jamás dejaré que nadie me la

vuelva a robar.

Subo las escaleras deprisa, todo lo rápido que puedo. Ya he

llegado al escritorio, debe estar por aquí. No lo encuentro.

Buscaré en aquel cajón. Aquí está. Bajaré y acabaré con él.

Nadie me la robará.

Tengo que contar las balas, una, dos, tres; sí, hay

suficientes. Debo bajar ya.

65

Page 66: REALIDAD PARALELA

Ahí están, creo que está tras la puerta. Si disparo ahora

mismo la bala le alcanzará, la madera es muy fina en la

cocina. Ahora o nunca.

La puerta de la cocina cedió con el peso de un cadáver que

miraba fijamente a los ojos de su hijo.

“Debí creerte, mi amor”, dijo con la mirada perdida.

66

Page 67: REALIDAD PARALELA

Caminaba durante horas, días, buscando un no sé qué por

las esquinas de los bares y las confiterías, las bibliotecas y

los andamios, hasta en los lugares más íntimos del

ayuntamiento. “Impepinable, totalmente impepinable...”,

murmuraba. La parafernalia propagandística había tomado

la ciudad, los candidatos del PAU, el MNUNIDOS y el

YOPROMETO sonreían impúdicos en los carteles.

“Impepinable”, se repetía.

Caminaba. Gruñía con desesperación. Ya comenzaba la luz

tosca de la mañana.

- Bu… bu… buenos días, Manuela. Yo...

- ¿Te crees que esto es una pensión? La próxima te juro

que agarro la sartén y te quito de una vez por todas esa

cara de esa de viejo tonto, que te juro que te arreo un

sartenazo que de Manuela Torralba tú ya no te olvidas. Ya

te enseñaré yo, ya te voy a enseñar las normas de una casa

decente donde siempre se ha sido limpio, y honrao, y de

buen diente, y con la obediencia como rosario. ¡Esto se va a

acabar, como que me llamo Manuela Torralba Cruces, que

esto se acaba...!

- Pero, mujer, es que yo, ya sabes, me desoriento y...

- ¿Te crees que yo me chupo el dedo? ¡Sinvergüenza,

canalla, que si te vas de putas, te vas, pero no vuelves!

¿Has oído? ¡Calzonazos, más que calzonazos, que ni tan

siquiera ahí dentro escondes nada!

67

Page 68: REALIDAD PARALELA

“Impepinable”, pensó, pero en voz muy baja. Manuela tenía

mal carácter, las uñas muy largas y a medio pintar, pero la

lengua rápida e hiriente como un cuchillo. Al pobre Tomás

le daba ansiedad sólo de pensar en ella. Se dejaba

maltratar porque eso era lo único que podía darle, su única

contribución posible a la felicidad de esta pavorosa mujer.

Y caminaba.

D. Jorge comprendía bien su desdicha.

- ¿Qué pasa, Tomás? Me parece que te han dado duro,

seguro no se lo piensa dos veces antes de agarrar la sartén

esa mala bestia.

- Que no, que ella no es mala, que soy yo, que provoco, que

provoco cualquier cosa...

- Pero tú qué vas a provocar nada, Tomás, que te conozco

de toda la vida y tú no has pegao un grito nunca, que la

mala es ella.

- Si es que salgo de casa y no sé qué pasa que camino y

camino y se me van los días en el caminar y a lo mejor me

paso una semana sin caer por casa. Que me desoriento, o

algo así, o algo peor, imagínate.

- Serán las elecciones.

- Sí, puede ser. Adiós, D. Jorge.

- Dios te bendiga, hijo.

Al pasar por la plaza recordó de nuevo aquellos días, su

juventud, las ganas, el pelo largo y lacio de Manuela, las

68

Page 69: REALIDAD PARALELA

uñas rojas... Y ya estaban aquí otra vez las elecciones, los

candidatos, D. Bartolomé, aquel doce de septiembre.

Se detuvo frente al grotesco edificio gris y, por un

momento, cerró los ojos para resucitar con un gesto

levemente desesperado aquella noche en su memoria. Las

once y media, la luna a medio florecer, el pueblo acalorado,

el griterío... Y luego, las doce en el campanario, las uñas

rojas recién pintadas por última vez, la expresión del

rostro, el pueblo ensimismado, como inerte.

“Impepinable”, pensó.

- ¡Atroz! - añadió.

69

Page 70: REALIDAD PARALELA

De nuevo ante el espejo, como cada mañana de ayer y del resto de

mi vida, con esa medio sonrisa melancólica del día siguiente, del

“después de una noche de ésas”, hice unas cuantas muecas de

desamparo y me burlé de mí mismo, no sin cierta tristeza de

fondo, de volver a la rutina.

Cuando terminé de vestirme ya echaba de menos la cama y la

noche y, sobre todo, ese tipo de noches que te dejan la cara

descolgada y descolorida y descomunal en todas sus partes, ahora

más vistosas que nunca, enrojecidas, inflamadas, lívidas o de

cualquier color menos el suyo propio. En fin, uno siempre puede

sobreponerse a lo que tiene fácil solución; en este caso, la

nostalgia se curaría a eso de las doce con un poco de whisky y

alguna chica bonita.

Conseguí salir al fin de mi casa, más tarde que nunca. Con mi traje

impecable y mi corbata parecía notarse menos el largo listín de

irregularidades de mi rostro. Como siempre, llegaría tarde a la

oficina y el jefe me miraría a través de sus gafas, como mira el

león al ciervo que se queda rezagado del resto y me miraría largo

tiempo, como siempre, y no porque sintiese una irremediable

atracción por mí que le llevara a imaginar tórridas escenas de

amor, vistas por alguien a través de algún cristal, sino con esa

mirada de león que desprecia la carne a la que va a engullir de un

momento a otro a través de la cola del paro.

70

Page 71: REALIDAD PARALELA

A esas horas, el tráfico hacía un ruido espantoso y la calle estaba

completamente abarrotada de personas como yo, con traje y

corbata y caras descomunales.

Mientras esperaba al lado del semáforo para poder cruzar, me

entretuve escudriñando a las personas que allí, en esa especie de

ritual, me acompañaban. Los había largos y feos, pequeños y

rubios, flacos de carácter y gordos de carácter también. Algunos

parecían flores, como aquella chica de ojos tristes, otros más bien

cardos, aunque a esas horas de la mañana casi todo es

comprensible.

Entre la multitud vi a un hombre que me llamó la atención, era

alto y desgarbado y tenía “mala pinta”, como se suele decir. Él, al

igual que yo, miraba a los demás, uno a uno, pero, a diferencia de

mi inocente curiosidad, parecía buscar algo, tal vez una víctima.

Pensé en un león con una manada de ciervos a su disposición y en

qué criterio de elección seguiría en cuanto a su personal

preferencia por uno u otro. Esta comparación me resultó familiar,

no sé por qué.

Seguí observándolo durante un rato, pero, casi sin darme cuenta,

el hombre alto y desgarbado me descubrió y me sentí indefenso y

amedrentado. Justo en ese momento en el que me miraba

fijamente y se abría paso entre la muchedumbre hacia este pobre

cervatillo, el semáforo se puso en verde.

71

Page 72: REALIDAD PARALELA

Crucé la calle como si en ello me fuese la vida y continué

caminando deprisa, muy deprisa, con la seguridad de que aquel

hombre me seguía.

El corazón me latía fuerte y yo apuraba más y más mis pasos, pero

me sentía indefenso, rezagado, ya sin la multitud protectora.

Caminaba y caminaba y oía sus pasos tras los míos, acercándose,

olisqueando ya su presa.

Estaba aterrorizado. En varias ocasiones intenté mirar atrás, pero

estaba seguro de que si lo hacía, si me encontraba de nuevo ante

él, me mataría. La ofensa de mis ojos frente a él, acusándolo de

flaco y desgarbado, asegurando su futuro incierto y sus, seguro,

perversas intenciones, analizando toda su vida en su flaco y

desgarbado cuerpo, en su mal aspecto, sería terrible para él, la

humillación me costaría cara. Y ahora, mientras apuraba mis

pasos y se me aceleraban los latidos, pensaba en él y en mí,

desnudos, iguales en nuestro aspecto, yo flaco y él desgarbado, yo

desgarbado y él flaco y, lo que es peor, mi rostro pálido y ojeroso

incluso más deplorable que el suyo; claro que mi excusa era la

noche, la divina noche, una noche de “ésas”, pero quizás él tuviese

también la suya. Entonces me di cuenta de lo único que nos

separaba: mi corbata italiana y mi traje oscuro recién planchado.

Pero eso ahora daba igual, porque la humillación había sido

terrible y yo debía pagar el precio.

Mi instinto me obligaba a seguir caminando más y más deprisa.

Ahora corría como un loco y el sudor me bañaba el rostro

72

Page 73: REALIDAD PARALELA

descomunal y ahora húmedo. Miraba a las personas que pasaban a

mi lado y me parecía imposible que nadie se percatase del peligro.

Quisiera haber gritado, haberles advertido de sus enormes manos

y de su aún desconocido utensilio largo y afilado, y de seguro

certero.

Pero nadie veía el peligro que acechaba mi vida. Nadie, a pesar de

mi corbata italiana y del traje... Eso ahora ya no importaba. Me

hubiera gustado darme la vuelta y plantarle cara, pero yo era el

único responsable y estaba absolutamente incapacitado para

cualquier cosa que no fuese huir y correr cada vez más rápido.

Comenzaba ya a estar cansado, me estaba quedando sin fuerzas,

pero el miedo me obligaba a seguir huyendo. Sabía que de un

momento a otro me desplomaría al fin exhausto, pero yo debía

correr hasta que eso ocurriese.

De pronto, tropecé y caí torpemente al suelo. Me quedé inmóvil,

muy quieto, paralizado totalmente. Pensé que era inútil seguir

huyendo y arrastrándome. Con las escasas fuerzas que me

quedaban, conseguí girarme y ver al fin de cerca el último rostro

que verían mis ojos. Pero no vi a nadie. Volví a comprobar mi

horizonte, pero no había nadie.

Coloqué mi corbata italiana y me sacudí el traje, el verdadero león

me esperaba en la oficina, a la cual llegaría, cómo no, más tarde

que nunca.

73

Page 74: REALIDAD PARALELA

- Puf. Buf, ay... No sé porqué me tiene que pasar esto a mí; en

fin, resignación. ¿A quién se le ocurre salir de casa sin el

pararrayos puesto? No sé por qué me tiene que pasar esto a

mí...

El hecho de ver a Mario enfurruñado y con malas pulgas no era

nada excepcional, bastante común, o enormemente común, diría

yo, para entendernos mejor. Y es que no era un mal tipo, sólo

un poco torpe y despistado. ¿A quién se le ocurre salir sin el

pararrayos puesto? Bueno, veamos lo que dice él a todo esto:

- ¿Por qué no llevas el pararrayos, Mario?

- Es que se me ha olvidado la cabeza en casa y sin ella, ya se

sabe, no tengo ningún sitio libre para ponérmelo. Utilizo hasta

el occipucio.

- Está bien, Mario. Qué tengas un buen día.

- Taluego.

- Taluego.

Y se fue calle abajo.

Aún no he hablado de Esther, ni de Marta, pero tampoco creo

que eso os sirva de ayuda para entender al pobre Mario, ni para

añadir mayor acción al relato. Sería una carga inútil.

“Voy a llegar tarde por culpa del pararrayos de las narices y

encima cachondeo en la plaza: ¿Por qué no llevas el

pararrayos, Mario...? Y porqué no te tiras del pie izquierdo un

74

Page 75: REALIDAD PARALELA

poco, a ver si se te pasa la tontería, imbécil. Este Carlos es

tonto de raíz, lo lleva en la sangre”.

El pobre Mario tampoco es muy listo. No sabe que yo, Carlos,

soy el narrador omnisciente de todo este lío y que veo y oigo

todo de todo. El desgraciado no sabe que escucho sus

pensamientos. Cree que soy otro personaje y eso sí que no. Me

parece que me cae un poco gordo el protagonista éste de tres al

cuarto. Con lo que a mí me gustan los personajes femeninos,

lascivos, pérfidos, con un poco de traición por el medio.

Ahora que lo pienso, el relato es mío, así que puedo hacer con él

lo que me dé la real gana, ¿no? Bien, pues, borramos a Mario y

comienzo de nuevo:

- Talué, Carolina.

- Taluego, Imanol

Imanol es un chico muy majo, piensa Carolina, un poco

engreído, pero agradable. Debería haberse casado con él y no

con Luismi.

Imanol vive en lo alto de la ciudad y digo en lo alto porque vive

en un árbol. Ya se sabe cómo son los ecologistas. Luismi e

Imanol son hermanos, pero no se parecen en nada; bueno sí, en

que ninguno de los dos suele terminar las palabras. Así, cuando

hablan suelen cometer errores del siguiente tamaño:

75

Page 76: REALIDAD PARALELA

- He vis a tu mu, y l he dich: Talué. Y ell me ha contestá: Talué,

Imán.

- Ah, qué bié. Me alegr que me l hay contá, pero ahor teng que

ir. Taluego.

- Talué.

La única diferencia evidente entre ambos es que Luismi puede

decir “Taluego” sin entorpecer su final. Es una familia muy

curiosa. Os preguntaréis porqué en este relato nadie habla con

la corrección debida y dice “Hasta luego”, como es de suponer,

en vez de “Taluego”. La razón es la misma por la cual vosotros,

lectores, tampoco lo hacéis. Confesad. El que diga lo contrario

miente como un bellaco. Las normas sociales del estrés y la

urbe no nos dejan tiempo para más.

El día en que uno de mis personajes no imite la realidad, dejaré

de escribir para siempre.

Bueno, sigamos. Habíamos dejado a Imanol solo con sus

pensamientos y eso no es nada recomendable bajo ningún tipo

de circunstancia. Ante esta soledad decide dar un paseo.

Parece conocer a la chica de minifalda verde con cara de susto,

más que de sorpresa:

- ¡Hol, María! ¡Qué suert encontrárt aquí! ¿Cóm te v la vid?

- Lo siento, tengo mucha prisa. Otro día no vemos, ¿vale? Te lo

prometo. Hasta luego.

76

Page 77: REALIDAD PARALELA

Y aquí concluye el relato y todos mis relatos para siempre. Lo

dicho: si eso ocurre, dejaré de escribir. Y, eso, ha ocurrido.

Hasta luego.

77

Page 78: REALIDAD PARALELA

Hola, soy Tony Bonaro, de los Bonaros de Segovia, pero...

¡Schssssss!, no me escuchen tan alto. Me he escapado de uno

de sus relatos; no, no se vayan a creer que soy un friki, ni un

tarandelo, ni ningún bicho raro de ésos de los que escribe,

vengo de otro lado. Pasaba por allí cuando vi a un hombre

con un diccionario en la mano en lo alto del edificio “Los

Jilgueros”. Advertía de un modo apocalíptico los ocultos

peligros del diccionario y afirmaba ser perseguido por una

palabra, lo cual me pareció insólito y ridículo por su evidente

corpulencia; no obstante, me produjo cierto malestar. La

llegada del trágico momento final era inevitable, así que me

quedé a esperar un rato. Entonces me vio ella, la que monta

todo este tinglado y, de repente, mientras observaba todo

desde una esquina, abrió su enorme boca y, simplemente, me

absorbió. En seguida pasé a su cerebro y allí me incorporé al

resto, donde, dicho sea de paso, había de todo.

Por un lado, unos cercopitecos rosáceos y en no muy buen

estado, por otro, unos cuantos habitantes de Harivia no muy

limpitos que digamos y, al final de los finales de los pasillos,

un biasalariado de corte y confección británico, con cara de

pocos amigos. Daba asco ver lo sucio que lo tenía todo, claro

que, con tanta promiscuidad personajística, ya nada me

extrañaba. Olfateé un poco por aquí y por allá y charlé otro

poquito, no más de tres pasos, con uno o dos o tres o cuatro

harevíes, personas despistadas pero dignas.

78

Page 79: REALIDAD PARALELA

Me acerqué hasta unos señores muy altos con bigote y traje

oscuro cuyas orejas no me decían prácticamente nada.

Llevaban gafas oscuras y el pelo muy quieto, muy quieto. Les

pregunté:

- Disculpen, ¿llevan ustedes mucho rato en estos andurriales

del Sr. Jiménez y pico?

- Es que... - y se miraron unos a otros y también a otras

partes de los pasillos - Es que… es que… que... Nosotros

comemos titulares a todas horas y a veces nos sientan mal

porque, ya sabe usted, ¡el estómago es tan delicado para las

guerras...!

- Ah, ya, comprendo, comprendo. Y, díganme, ¿son ustedes

siempre tan pulcros en el vestir?

- Sí, sí, eso siempre.

- ¡Aaaah! Bueno, pues adiós y muy buenas o buenos los

titulares, quiero decir.

- Y la paz con usted.

Me parecieron, sinceramente, algo dupanámicos para ser

egipcios, pero eso y otras cosas me las callé por

preocupación.

Como ya eran casi las cinco y yo, pase lo que pase, suelo

merendar siempre para ser voluminoso, me acerqué hasta el

biasalariado para interrogarle:

- ¿Y tiene usted hijos?

- Pues no.

79

Page 80: REALIDAD PARALELA

- ¿Y mujer?

- Pues no.

- ¿Y criado?

- Pues no.

- Y, dígame, ¿a veces sueña que es un pez globo muy grande,

muy grande, y no cabe en la pecera?

- Pues sí, con cierta regularidad.

- Sí, ya me lo temía... En fin, ¡Qué le vamos a hacer...! Oiga,

¿Sabe usted si podría salir un momento para comerme mi

bocadillo de albóndigas de un modo más íntimo?

- Pues... Sí, digo que sí, contesto que sí, que debe hacerlo,

puede hacerlo, siempre, siempre que usted prometa

firmemente volver a su lugar una vez digerido el alimento.

¿Qué le parece? ¿Soy o no soy un honorable, atento y

despierto biasalariado?

- Sí, debo decirle que sí a todo, puesto que yo pretendo

escaparme y disculpe usted la franqueza, pero he de burlar su

disciplinado comportamiento.

- Sus ulteriores propósitos no me incumben en absoluto, sólo

los más recientes y, en todo caso, reincidentes. Quiera Dios

que eso no llegue a ocurrir.

- Bien.

- Pues vale.

Así que me dirigí, eso sí, con mucha amabilidad hacia el

exterior del edificio donde me hallé rodeado de una serie

imprecisa e imposible de narrar de vísceras y otros cuerpos.

Allí sentado, con mis albóndigas, pensé en mi futuro como

80

Page 81: REALIDAD PARALELA

diseñador, todo ello para provocarme una plácida digestión

lenta y acogedora.

A las seis y media decidí darme un garbeo por la conciencia,

en donde mi propia conciencia se tranquilizó profundamente

de no observar ninguna mancha o trapos sucios. Ella es muy

honrada, a pesar de todo. Como mi propósito ulterior y ahora

reciente había sido y ahora era, y vaya lío con esto de los

verbos, como iba diciendo, era escapar, huir, poner pies en

polvorosa, pirarme de aquel antro, pues así lo hice.

Bajé por la escalera de incendios hasta la nariz, donde

comencé a frotarme de forma indecorosa a lo largo y ancho

de la cavidad nasal hasta que fui escupido, estornudado,

brutalmente al centro neurálgico del escritorio.

Caí en un folio en blanco que a punto estuvo de engullirme

sin mediar ni un permítame el atrevimiento. Mascullé un

poco entre dientes cosas como mecagüenla, cachis, anda

que... etc. Cositas sin importancia, y me incorporé. Allí

estaba ella:

- Hello, darling, queridita Ana, perdóname, discúlpame, pero

es que las albóndigas, el bocadillo, la frustración de la ficción

y ahora encima un pareado, es que yo ya no puedo más, como

C.S. Y no aguanto más porque me quiero ir a Segovia con mi

familia, porque allí está mi libro y no quiero ser reutilizado,

reciclado una y otra vez. Y es que no tienes imaginación y es

que siempre somos los mismos y ya está bien y hay muchos

81

Page 82: REALIDAD PARALELA

patos con afán de protagonismo y, por qué no, te inventas

algo nuevo y esas colas tan largas en el paro y por qué. Ay,

qué vida tan miserable, la del personaje, y es que no es

justo... ¡Quiero ser libreeeeeeee!

Bien, pues; simplemente, después del discursito y como todo

parecía indicar, mi próxima reclusión en el almacén de

posibles posibilidades para ser recicladas y vendidas como

insólitos y deslumbrantes productos dignos de un ingenio

divino... Decidí echar a correr, sí, así lo hice, corrí y corrí,

todo lo rápido que pude hasta llegar al exterior de lo que yo

creía exterior. Y de ahí a Segovia, a mi patria de papel,

chiquitilla, pero patria, al fin y al cabo. Y eso es todo.

82

Page 83: REALIDAD PARALELA

83

83

Page 84: REALIDAD PARALELA

Prólogo, por Esteban Gutiérrez Gómez 3

Sombras 7

Exangüe 8

Mermelada de manzana 11

Su niña 14

Calefacción central 15

El aeropuerto 18

El cuarto oscuro 20

Decúbito supino 26

Claudia 27

El cartero 28

A la sombra del baobab 31

El último ujier 32

Charlestón 33

Cavilaciones de Don Tomás Segovia 35

Los frikis 40

La sonrisa de Julia 42

La calle 44

No soñar 47

Formas y modos de entender el mundo 49

Tarandelos 52

La tristeza 54

Las cosas de la abuela 55

Explosiones 56

María 58

63 60

Sólo mía 64

Exteriores 67

Sin mirar atrás 70

Microcosmos 74

Interiores 78

84

Page 85: REALIDAD PARALELA

85

Ana Vega (Oviedo, 1977)

Poeta, narradora y crítica literaria.

Accésit del XXVI Premio Nacional de

poesía “Hernán Esquío” (2008).

Miembro de la Asociación de Escritores

de Asturias. Sus textos han aparecido en

diversas publicaciones (revistas y

diarios), así como en distintos libros

colectivos. Ha sido incluida en

antologías tales como “La Palabra

Compartida” y “La manera de recogerse

el pelo” (Bartebly, 2010). Traducida al

inglés y autora de los poemarios “El

cuaderno Griego” y “Breve Testimonio

de una mirada” (Amargord Ediciones,

2010). Organiza eventos culturales y

coordina talleres literarios.

En breve, publicará dos nuevos libros de

poesía. “Realidad Paralela” es su primer

libro de relatos.