ray kurzweil la era de ls maquinas espirituales

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1 de 8 Ray Kurzweil - La era de las máquinas espirituales Selección del prólogo: Una emergencia inexorable. Ray Kurzweil, uno de los principales inventores y pensadores de nuestra época, nos muestra su visión del futuro: un mundo donde será cada vez más difícil establecer una distinción clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de las máquinas. Una emergencia inexorable Jamás se le había ocurrido al jugador que algún día se hallaría en este lugar. Pero, reflexionando, cayó en la cuenta de que en su época había dado muestras de bondad. Y este sitio era más hermoso y satisfactorio de lo que había imaginado. Por todas partes se veían arañas de cristal, las más bellas alfombras tejidas a mano, las comidas más refinadas y, claro que sí, las más hermosas mujeres, que parecían intrigadas con su nuevo compañero celestial. Probó suerte en la ruleta y, sorprendentemente, su número salió una y otra vez. Probó los juegos de mesa y la suerte no le fue menos favorable: ganó partida tras partida. En verdad, sus ganancias causaron gran impresión y excitación tanto en el personal, que tenía en él prendida la atención, como entre las bellas mujeres. Así siguió todo un día y otro día, una semana y otra semana. El jugador ganaba en todos los juegos y acumulaba más y más dinero. Todo se plegaba a su voluntad. Sólo ganaba. Y una semana tras otra, un mes tras otro, su racha de suerte se mantenía inquebrantable. Al cabo de un tiempo la situación comenzó a resultar aburrida. El jugador empezó a sentir una cierta desazón, pues el hecho de ganar comenzaba a carecer de sentido. Pero nada cambió. Siguió ganando a todos los juegos hasta que un día, ya angustiado, se volvió al ángel que parecía encargado de su custodia y le dijo que no podía aguantar aquello. Después de todo, el cielo no era para él. Él se había creído destinado al "otro sitio", y era allí adonde de verdad quería ir. "Este es el otro sitio", fue la respuesta. Es mi recuerdo de un episodio de la dimensión desconocida, que vi de pequeño. No recuerdo el título, pero yo lo titularía "ten cuidado con lo que deseas". De acuerdo con el tono general de esta atractiva serie, ilustraba una de las paradojas de la naturaleza humana: nos gusta resolver problemas, pero no queremos que estén todos resueltos, no demasiado rápidamente, en absoluto. Nos atraen más los problemas que las soluciones. Pensemos en la muerte, por ejemplo. Invertimos gran parte de nuestros esfuerzos en evitarla. Hacemos grandes esfuerzos por aplazarla y a menudo tenemos su aparición por un acontecimiento trágico. Sin embargo, nos resultaría muy difícil vivir sin ella. La muerte da sentido a la vida. Da importancia y valor al tiempo. El tiempo carecería de sentido si abundara en exceso. Si la muerte se postergara indefinidamente, la psique humana terminaría como el jugador del episodio de la dimensión desconocida. Pero no tenemos este inconveniente. Hoy en día no escasean por cierto los problemas relativos a la muerte o en general a cuestiones humanas. Pocos observadores tienen la sensación de que el siglo veinte nos vaya a dejar un legado demasiado bueno. En efecto, la prosperidad aumenta, no casualmente alimentada por la tecnología de la información, pero la especie humana se sigue enfrentando a retos y dificultades que, en conjunto, no difieren de aquellos con los que viene luchando desde el inicio de su historia documentada. El siglo veintiuno será diferente. La especie humana, junto con la tecnología informática que ha creado, estará en condiciones de resolver antiguos problemas de necesidad, cuando no de deseo, y podrá trastocar la naturaleza de la mortalidad en un futuro posbiológico. ¿Tenemos bastante capacidad psicológica para todo lo bueno que nos espera? Probablemente, no. Sin embargo, también esto cambiará.

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Ray Kurzweil - La era de las máquinas espirituales

Selección del prólogo: Una emergencia inexorable. Ray Kurzweil, uno de los principales inventores y pensadores de nuestra época, nos muestra su visión del futuro: un mundo donde será cada vez más difícil establecer una distinción clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de las máquinas.

Una emergencia inexorable

Jamás se le había ocurrido al jugador que algún día se hallaría en este lugar.

Pero, reflexionando, cayó en la cuenta de que en su época había dado muestras de bondad.

Y este sitio era más hermoso y satisfactorio de lo que había imaginado.

Por todas partes se veían arañas de cristal, las más bellas alfombras tejidas a mano, las comidas más refinadas y, claro que sí, las más hermosas mujeres, que parecían intrigadas con su nuevo compañero celestial.

Probó suerte en la ruleta y, sorprendentemente, su número salió una y otra vez.

Probó los juegos de mesa y la suerte no le fue menos favorable: ganó partida tras partida.

En verdad, sus ganancias causaron gran impresión y excitación tanto en el personal, que tenía en él prendida la atención, como entre las bellas mujeres.

Así siguió todo un día y otro día, una semana y otra semana.

El jugador ganaba en todos los juegos y acumulaba más y más dinero.

Todo se plegaba a su voluntad.

Sólo ganaba.

Y una semana tras otra, un mes tras otro, su racha de suerte se mantenía inquebrantable.

Al cabo de un tiempo la situación comenzó a resultar aburrida.

El jugador empezó a sentir una cierta desazón, pues el hecho de ganar comenzaba a carecer de sentido.

Pero nada cambió.

Siguió ganando a todos los juegos hasta que un día, ya angustiado, se volvió al ángel que parecía encargado de su custodia y le dijo que no podía aguantar aquello.

Después de todo, el cielo no era para él.

Él se había creído destinado al "otro sitio", y era allí adonde de verdad quería ir. "Este es el otro sitio", fue la respuesta.

Es mi recuerdo de un episodio de la dimensión desconocida, que vi de pequeño.

No recuerdo el título, pero yo lo titularía "ten cuidado con lo que deseas".

De acuerdo con el tono general de esta atractiva serie, ilustraba una de las paradojas de la naturaleza humana: nos gusta resolver problemas, pero no queremos que estén todos resueltos, no demasiado rápidamente, en absoluto.

Nos atraen más los problemas que las soluciones.

Pensemos en la muerte, por ejemplo.

Invertimos gran parte de nuestros esfuerzos en evitarla.

Hacemos grandes esfuerzos por aplazarla y a menudo tenemos su aparición por un acontecimiento trágico.

Sin embargo, nos resultaría muy difícil vivir sin ella.

La muerte da sentido a la vida.

Da importancia y valor al tiempo.

El tiempo carecería de sentido si abundara en exceso.

Si la muerte se postergara indefinidamente, la psique humana terminaría como el jugador del episodio de la dimensión desconocida.

Pero no tenemos este inconveniente.

Hoy en día no escasean por cierto los problemas relativos a la muerte o en general a cuestiones humanas.

Pocos observadores tienen la sensación de que el siglo veinte nos vaya a dejar un legado demasiado bueno.

En efecto, la prosperidad aumenta, no casualmente alimentada por la tecnología de la información, pero la especie humana se sigue enfrentando a retos y dificultades que, en conjunto, no difieren de aquellos con los que viene luchando desde el inicio de su historia documentada.

El siglo veintiuno será diferente.

La especie humana, junto con la tecnología informática que ha creado, estará en condiciones de resolver antiguos problemas de necesidad, cuando no de deseo, y podrá trastocar la naturaleza de la mortalidad en un futuro posbiológico.

¿Tenemos bastante capacidad psicológica para todo lo bueno que nos espera? Probablemente, no. Sin embargo, también esto cambiará.

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Antes de que acabe el próximo siglo, los seres humanos ya no serán los entes más inteligentes o más capaces del planeta.

Pero quisiera matizar, porque, en realidad, la verdad de este enunciado depende de qué se entienda por "humano".

Y en esto apreciamos una diferencia profunda entre ambos siglos.

A diferencia del siglo veinte, el principal problema político y filosófico del próximo estribará en definir quiénes somos.

Pero me estoy adelantando demasiado.

Este último siglo ha sido testigo de una inmensa transformación tecnológica y de las perturbaciones sociales que la acompañaron y que pocos sabios previeron.

El ritmo de esta transformación se acelera y así ha ocurrido desde el comienzo de la invención.

El resultado será las transformaciones de las dos primeras décadas del siglo veintiuno, mucho mayores que las que hemos visto en todo el veinte.

Sin embargo, para apreciar la lógica inexorable de hacia dónde nos llevará el siglo veintiuno, hemos de volver atrás y comenzar con el presente.

Selección del prólogo: La transición al siglo XXI. Ray Kurzweil, uno de los principales inventores y pensadores de nuestra época, nos muestra su visión del futuro: un mundo donde será cada vez más difícil establecer una distinción clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de las máquinas.

La transición al siglo veintiuno.

Las computadoras de hoy superan a la inteligencia humana en una amplia variedad de dominios, pero estrechos, como el ajedrez, el diagnóstico médico, la compra y venta de acciones y la orientación de misiles.

Pero la inteligencia humana sigue siendo mucho más sutil y flexible.

Las computadoras todavía son incapaces de describir los objetos amontonados sobre la mesa de una cocina, escribir el resumen de una película, atar los cordones de un par de zapatos, establecer la diferencia entre un perro y un gato...

...(aunque esto parece que está a punto de lograrse gracias a las redes neuronales contemporáneas o la estimulación de neuronas humanas), reconocer el estado anímico o realizar otras sutiles tareas en las que los humanos descuellan.

Una razón de esta disparidad en las capacidades reside en que nuestras computadoras más avanzadas siguen siendo más simples que el cerebro humano: alrededor de un millón de veces más simples (dan o cogen uno o dos órdenes de magnitud, según los supuestos utilizados).

Pero esta disparidad se irá desdibujando a medida que transcurra la primera parte del próximo siglo.

Las computadoras han duplicado tanto su velocidad como su complejidad (lo que en realidad significa la cuadruplicación de su capacidad) cada veinticuatro meses desde el comienzo de los artilugios de cálculo, en los inicios de este siglo.

Esta tendencia continuará y las computadoras alcanzarán la capacidad de memoria y la velocidad de cálculo del cerebro humano.

El logro de la complejidad y la capacidad básica del cerebro humano no tendrá como consecuencia inmediata la equiparación de las computadoras a la flexibilidad de la inteligencia humana.

Igualmente importante es la organización y el contenido de estos recursos, esto es, el software de la inteligencia.

Un enfoque para estimular el software del cerebro está en la inversión de la ingeniería: estudiar un cerebro humano (lo cual se podrá hacer a principios del próximo siglo)...

...y copiar en lo esencial sus circuitos neuronales en una computadora neuronal, es decir, una computadora diseñada para estimular una gran cantidad de neuronas humanas, con capacidad suficiente.

Hay una multitud de posibilidades creíbles en cuanto a lograr que la máquina tenga una inteligencia de nivel humano.

Seremos capaces de evolucionar y poner a punto un sistema que combine redes neuronales masivamente paralelas con otros paradigmas a fin de comprender el lenguaje y el conocimiento modélico, incluso la capacidad para leer y comprender documentos escritos.

Aunque la capacidad que tienen hoy las computadoras para extractar y adquirir conocimiento a partir de documentos escritos en lenguaje natural es muy limitada, sus habilidades en este campo están progresando rápidamente.

Hacia la segunda década del siglo veintiuno las computadoras serán capaces de leer por sí mismas, comprender y hacer un modelo con lo que han leído.

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Entonces podremos hacer que nuestras computadoras lean toda la literatura del mundo: libros, revistas, publicaciones científicas y cualquier otro material.

Por último, las máquinas reunirán conocimiento por su cuenta, aventurándose en el mundo físico, extrayéndolo de todo el espectro de medios y servicios de información y compartiéndolo, algo que las máquinas pueden hacer con mucha mayor facilidad que sus creadores humanos.

Una vez que una computadora haya alcanzado el nivel humano de inteligencia, necesariamente lo superará.

Desde su comienzo mismo, las computadoras han aventajado considerablemente a la destreza mental humana en capacidad para recordar y procesar información.

Una computadora recuerda perfectamente miles de millones e incluso billones de datos, mientras que nosotros a duras penas podemos recordar unos cuantos números de teléfono.

Una computadora puede recorrer una base de datos de miles de millones de registros en sólo fracciones de segundo.

Las computadoras pueden compartir de forma inmediata sus bases de conocimiento.

Sin duda, la combinación de inteligencia de nivel humano en una máquina con la superioridad intrínseca de ésta en velocidad, precisión y coparticipación en la capacidad de memoria, tendrá un efecto formidable.

Las neuronas de los mamíferos son creaciones maravillosas, pero nosotros no las habríamos construido tal como son, pues gran parte de su complejidad se dedica a mantener sus propios procesos vitales, no su capacidad para manejar información.

Además, las neuronas son extremadamente lentas; los circuitos electrónicos son por lo menos un millón de veces más rápidos.

Una vez que una computadora logre un nivel humano de capacidad en comprensión de conceptos abstractos, reconocimiento de modelos y otros atributos de la inteligencia humana, será capaz de aplicar esa habilidad a una base de conocimiento formada por la totalidad del conocimiento, ya sea adquirido por el hombre, ya por la máquina.

Una reacción común a la afirmación de que las computadoras competirán seriamente con la inteligencia humana consiste en despreciar este espectro sobre la base del examen de su capacidad actual.

Después de todo, cuando interactúo con mi computadora personal, su inteligencia parece limitada y frágil, aun en el caso de que se le llegue a atribuir inteligencia.

Es difícil de imaginar que una computadora personal tenga sentido del humor, que sostenga una opinión o que exhiba cualquiera de las otras preciadas cualidades del pensamiento humano.

Pero en tecnología informática la situación dista mucho de ser estática.

Hoy están haciendo su aparición computadoras con una capacidad que hace veinte o treinta años se consideraba imposible.

Los ejemplos incluyen la capacidad de transcribir rigurosamente el habla humana continua, comprender el lenguaje natural y responder a él inteligentemente, reconocer modelos en procedimientos médicos...

...tales como electrocardiogramas y análisis de sangre con una precisión que rivaliza con la de los médicos de carne y hueso, y, por supuesto, competir con campeones mundiales de ajedrez.

En la próxima década veremos teléfonos traductores que proporcionarán la traducción simultánea de una lengua humana a otra, asistentes personales informáticos inteligentes capaces de conversar...

...y buscar y comprender a gran velocidad las bases de conocimiento del mundo entero, así como una profusión de otros tipos de máquinas con inteligencia de amplitud y flexibilidad cada vez mayores.

En la segunda década del próximo siglo será cada vez más difícil establecer una distinción clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de las máquinas.

Las ventajas de la inteligencia de la computadora en términos de velocidad, precisión y capacidad serán clamorosas.

Por otra parte, cada vez será más difícil distinguir las ventajas de la inteligencia humana.

Selección del prólogo (conclusión). Ray Kurzweil, uno de los principales inventores y pensadores de nuestra época, nos muestra su visión del futuro: un mundo donde será cada vez más difícil establecer una distinción clara entre las capacidades de la inteligencia humana y la de las máquinas.

Es preciso no olvidar tampoco que el progreso de la inteligencia informática se nos echará encima poco a poco.

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Para poner sólo un ejemplo, piénsese que en mil novecientos noventa Gary Kasparov afirmaba sin sombra de duda que jamás una computadora tendría ni siquiera la remota posibilidad de derrotarlo.

No en vano había jugado con las mejores computadoras, cuya habilidad para jugar al ajedrez, comparada con la de Kasparov, era patética.

Pero las computadoras ajedrecistas han realizado un constante progreso, a razón de cuarenta y cinco puntos por año.

En mil novecientos noventa y siete, una computadora superó a Kasparov, al menos en ajedrez.

Se hicieron entonces muchos comentarios sobre que existían comportamientos humanos mucho más difíciles de imitar que el juego del ajedrez.

Es verdad. En muchos campos (por ejemplo, el de escribir un libro sobre computadoras), la capacidad de las computadoras es aún ínfima.

Pero como las computadoras continúen adquiriendo capacidad a una velocidad de tasa exponencial, nos ocurrirá en esos otros campos lo mismo que a Kasparov con el ajedrez.

Durante las próximas décadas, la competencia de las máquinas rivalizará, y finalmente superará, cualquier habilidad humana particular que se nos ocurra, incluida nuestra maravillosa capacidad para insertar las ideas en una gran diversidad de contextos.

Se ha visto la evolución como un drama de mil millones de años que condujo inexorablemente a su creación más grandiosa: la inteligencia humana.

El surgimiento, a principios del siglo veintiuno, de una nueva forma de inteligencia en la tierra que compita con la inteligencia humana y finalmente la supere significativamente, será un acontecimiento más importante que cualquiera de los que han dado forma a la historia humana.

No será menos importante que la creación de la inteligencia que la creó, y tendrá profundas implicaciones en todos los aspectos del quehacer humano, incluso en la naturaleza del trabajo, el aprendizaje humano, el gobierno, la guerra, las artes y el concepto de nosotros mismos.

Este espectro todavía no está entre nosotros.

Pero con el surgimiento de las computadoras, que rivalizan verdaderamente con el cerebro humano y lo superan en complejidad, vendrá la correspondiente capacidad de las máquinas para entender y responder a abstracciones y sutilezas.

En parte, los seres humanos parecemos complejos debido a que nuestras aspiraciones compiten entre sí.

Los valores y las emociones representan metas que a menudo entran en conflicto unas con otras y son subproductos inevitables de los niveles de abstracción con los que hemos de tratar forzosamente en tanto que seres humanos.

Cuando las computadoras logren un nivel de complejidad comparable (e incluso mayor), dado que, al menos en parte, derivan cada vez más de modelos de inteligencia humana, también ellas utilizarán necesariamente metas con valores y emociones implícitas, aunque no es forzoso que presenten los mismos valores y emociones que presentamos los seres humanos.

Se planteará un gran cúmulo de problemas filosóficos.

¿Piensan las computadoras, o sólo calculan? Y a la inversa, ¿piensan los seres humanos, o sólo calculan? Es presumible que el cerebro humano siga las leyes de la física, de modo que tiene que ser una máquina, sólo que muy compleja.

¿Hay alguna diferencia intrínseca entre el pensamiento humano y el pensamiento de las máquinas? Para plantear la cuestión de otra manera, ¿debemos considerar que, una vez alcanzada la complejidad del cerebro humano y la capacidad de éste en sutileza y complejidad de pensamiento, las computadoras serán conscientes?

Es una cuestión difícil hasta de plantear, y hay filósofos que creen que es una pregunta sin sentido; otros creen que es la única cuestión con sentido en toda la filosofía.

Esta cuestión se remonta en realidad a la época de Platón, pero con el surgimiento de máquinas que parecen tener auténtica volición y emoción, el problema resultará cada vez más imperioso.

Por ejemplo, si una persona explora su cerebro mediante una tecnología de exploración no invasora del siglo veintiuno (como, por ejemplo, una imagen por resonancia magnética avanzada) y baja su mente a su computadora personal, ¿es la "persona" que aparece en la máquina la misma conciencia que la persona explorada?

¿Puede esa persona explicar de modo convincente que se crió en Brooklyn, fue a la universidad en Massachussets, entró en un escáner y se despertó en la máquina?

La persona original explorada, por su parte, reconocerá que la persona de la máquina parece compartir verdaderamente esta historia, su conocimiento, su memoria y su personalidad, pero en cierto sentido es una impostora, otra persona.

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Aun cuando limitemos la discusión a las computadoras que no deriven directamente de un cerebro humano particular, cada vez más parecerá que poseen personalidad propia y pondrán de manifiesto reacciones que sólo podemos clasificar como emociones y articularán sus propias metas y propósitos. Parecerán tener una voluntad propia y libre.

Llegarán a afirmar que tienen experiencias espirituales y la gente (tanto la que siga utilizando neuronas a base de carbono como la que no) les creerá.

A menudo se leen predicciones para las próximas décadas que analizan una gran variedad de tendencias demográficas, económicas y políticas, que evidencian una tremenda ignorancia del impacto revolucionario que tienen y tendrán las máquinas en sus propias opiniones y sus propios planes.

Sin embargo, para poder captar el mundo que nos aguarda, debemos reflexionar acerca de las implicaciones del surgimiento gradual, pero inevitable, de un verdadero competidor en todo el espectro del pensamiento humano.

Selección del capítulo 2: La aceleración exponencial de la evolución. El capítulo 2 compara la evolución de las formas de vida con las de la tecnología, y nos ofrece una definición de esta última que abarca todos sus componentes esenciales: arte, lenguaje y máquinas.

La aceleración exponencial de la evolución

Como recordará el lector, tras miles de millones de años, se formó el planeta llamado tierra, sin ninguna característica destacable.

Agitados por la energía del sol, los elementos formaron moléculas cada vez más complejas.

De la física nació la química.

Dos mil millones de años después comenzó la vida.

Lo que quiere decir que modelos de materia y energía que podían perpetuarse y sobrevivir se perpetuaron y sobrevivieron.

Es notable que hasta hace dos siglos no se advirtiera esta aparente tautología.

Con el tiempo, los modelos adquirieron mayor complicación que la de meras cadenas de moléculas.

Estructuras de moléculas que cumplían distintas funciones se organizaron en pequeñas sociedades de moléculas.

De la química nació la biología.

Así, hace alrededor de tres mil cuatrocientos millones de años, surgieron los primeros organismos de la tierra.

El desarrollo más importante durante los dos mil millones de años siguientes fue la genética basada en el ADN, que a partir de ese momento guía y registra el desarrollo evolutivo.

Un requisito clave para un proceso evolutivo es un registro "escrito" de logros, pues de lo contrario el proceso está condenado a repetir la búsqueda de soluciones a problemas ya resueltos.

Para los primeros organismos, el registro estaba escrito (incorporado) en sus cuerpos, codificado directamente en la química de sus estructuras celulares primitivas.

Con el invento de la genética basada en el ADN, la evolución había diseñado una computadora digital para registrar su obra.

Este diseño permitió experimentos más complejos.

Los agregados de moléculas llamadas células se organizaron en sociedades de células con la aparición de las primeras plantas y animales multicelulares hace unos setecientos millones de años.

Durante los ciento treinta millones de años siguientes se trazaron los planos corporales básicos de los animales modernos, incluso un esqueleto con su espina dorsal básica, que posibilitó a los primeros peces un eficaz estilo natatorio.

De modo que mientras que la evolución necesitó miles de millones de años para diseñar las primeras células, luego ocurrieron acontecimientos destacados en sólo centenares de millones de años, lo que indica una clara aceleración del tiempo.

Cuando alguna catástrofe acabó con los dinosaurios, hace sesenta y cinco millones de años, los mamíferos heredaron la tierra (aunque los insectos tal vez discrepen de esta afirmación).

Con el surgimiento de los primates, el progreso comenzó a medirse en simples decenas de millones de años.

Los humanoides surgieron hace quince millones de años y se distinguieron por andar sobre las extremidades posteriores.

Y ahora descendamos a sólo millones de años.

Con cerebros más grandes, en particular en la zona de la corteza que presenta más circunvoluciones y que es la responsable del pensamiento, nuestra especie, el homo sapiens, surgió tal vez hace quinientos mil años.

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El homo sapiens no era muy distinto de otros primates avanzados en términos de herencia genética.

A partir de entonces, la historia de la evolución se centra en una variante evolutiva auspiciada por el hombre: la tecnología.

Tecnología: evolución por otros medios

La tecnología tiene su auge con la aceleración de la evolución a ritmo exponencial.

Aunque no es el único animal que emplea herramientas, el homo sapiens se distingue por la creación de tecnología.

La tecnología va más allá de la mera invención y utilización de herramientas.

Implica un registro de producción de herramientas y un progreso en la sofisticación de éstas.

Eso requiere invención y es en sí mismo una continuación de la evolución por otros medios.

El "código genético" del proceso evolutivo de la tecnología es el registro que mantiene la especie productora de herramientas.

Así como el código genético de las primeras formas de vida fue simplemente la composición química de los organismos, el registro escrito de las primeras herramientas consistió en las herramientas mismas.

Más tarde, los "genes" de la evolución tecnológica evolucionaron hasta convertirse en registros que emplean el lenguaje escrito y que ahora son a menudo almacenados en bases de datos.

Por último, la propia tecnología creará nueva tecnología. Pero nos estamos adelantando demasiado. Ahora nuestra historia se cuenta por decenas de miles de años. Hubo múltiples subespecies de homo sapiens.

Algunas especies y subespecies de humanoides iniciaron la creación de la tecnología. La más inteligente y agresiva de estas subespecies fue la única que sobrevivió.

Esto estableció un patrón que se repetiría a lo largo de la historia humana, según el cual los grupos de tecnología más avanzada terminan dominando.

Puede que esta tendencia sea un buen augurio para el momento en que las máquinas inteligentes nos superen en inteligencia y sofisticación tecnológica en el siglo veintiuno.

Nuestra subespecie de homo sapiens, por tanto, quedó sola entre los humanoides hace aproximadamente cuarenta mil años.

Nuestros antecesores han ido heredando de especies y subespecies anteriores de homínidos innovaciones

tales como el registro de acontecimientos en las paredes de las cuevas, el arte pictórico, la música, la danza, la religión, el lenguaje avanzado, el fuego y las armas.

Durante decenas de miles de años, los humanos crearon herramientas afilando un lado de una piedra.

A nuestra especie le llevó decenas de miles de años pensar que afilando ambos lados, el filo resultante proporcionaría una herramienta mucho más útil.

Sin embargo, lo interesante es que esas innovaciones tuvieron lugar y que permanecieron.

Ningún otro animal de la tierra que emplee herramientas ha demostrado capacidad para crear y conservar innovaciones en su uso.

Y también es interesante que la tecnología, como la evolución de las formas de vida que la produjeron, sea un proceso intrínsecamente acelerador.

Los fundamentos de la tecnología (como la creación de un filo agudo a partir de una piedra) necesitaron eones para perfeccionarse, aunque para la tecnología de creación humana los eones sólo significan miles de años y no los miles de millones que requirió el inicio de la evolución de las formas de vida.

Al igual que la evolución de las formas de vida, el ritmo de la tecnología se ha acelerado enormemente con el tiempo.

El progreso de la tecnología en el siglo diecinueve, por ejemplo, superó por mucho el de los siglos anteriores con la construcción de canales y grandes barcos, la creación de caminos pavimentados, la extensión del ferrocarril, el desarrollo del telégrafo...

...y la invención de la fotografía, la bicicleta, la máquina de coser, la máquina de escribir, el teléfono, el fonógrafo, el cine, el automóvil y, por supuesto, la bombilla de luz de Thomas Edison.

El crecimiento exponencial continuo de la tecnología en las dos primeras décadas del siglo veinte es equiparable al de todo el siglo diecinueve.

Hoy conseguimos inmensas transformaciones en unos cuantos años.

Entre muchos ejemplos posibles, mencionemos la más reciente revolución en las comunicaciones, la Internet, inexistente hace sólo unos años.

Selección del capítulo 2: La inevitabilidad de la tecnología. El capítulo 2 compara la evolución de las formas de vida con las de la tecnología, y nos ofrece una definición de esta última que abarca todos sus componentes esenciales: arte, lenguaje y máquinas.

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La inevitabilidad de la tecnología

Una vez que la vida se instala en el planeta, podemos considerar inevitable el surgimiento de la tecnología.

No cabe duda de que la capacidad para expandir el alcance de las habilidades físicas, por no hablar de las facilidades mentales, a través de la tecnología, es útil para sobrevivir.

La tecnología ha puesto a nuestra especie en condiciones de dominar su nicho ecológico.

La tecnología exige dos atributos de su creador: inteligencia y habilidad física para manipular el medio ambiente.

Hablaremos más en el capítulo cuatro, "Una nueva forma de inteligencia en la tierra", acerca de la naturaleza de la inteligencia, pero no hay duda de que es una habilidad para usar de manera óptima recursos limitados, incluso el tiempo.

Esta habilidad es intrínsecamente útil para la supervivencia y, por tanto, se la favorece.

La habilidad para manipular el medio ambiente también es útil; de lo contrario, un organismo se hallaría a merced de su entorno en lo tocante a seguridad, alimento y satisfacción de las demás necesidades.

Más tarde o más temprano, un organismo está destinado a emerger con ambos atributos.

¿Qué es la tecnología?

Como la tecnología es la continuación de la evolución por otros medios, comparte el fenómeno de la aceleración exponencial.

La palabra deriva del griego tekhné, que significa "oficio o arte", y logía, que significa "estudio de", de modo que una interpretación de "tecnología" es "estudio de la habilidad de un oficio", entendiendo por "oficio" la actividad de dar forma a los recursos necesarios para un fin práctico.

Utilizo la palabra "recursos" y no "materiales" porque la tecnología comprende también la producción de recursos no materiales, como la información.

A menudo se define la tecnología como la creación de herramientas para obtener el control del medio.

Sin embargo, esta definición no es suficiente.

Los seres humanos no son los únicos que usan e incluso crean herramientas.

Los orangutanes de los pantanos de Sumatra, usan palos largos como herramientas para romper termiteros.

Los cuervos usan palos y hojas como herramientas.

Hay una especie de hormiga que mezcla hojas secas con saliva para producir una pasta.

Los cocodrilos usan raíces de árboles para fijar la presa muerta.

Lo original del hombre es la aplicación del conocimiento (conocimiento registrado) a la confección de herramientas.

La base de conocimientos representa el código genético para la tecnología en evolución.

Y como la tecnología ha evolucionado, los medios para registrar esta base de conocimientos también han evolucionado y han pasado de las tradiciones orales de la antigüedad a las anotaciones escritas de los artesanos del siglo diecinueve y finalmente a las bases de datos con asistencia informática de los años noventa del siglo veinte.

La tecnología también implica una trascendencia de los materiales utilizados para contenerla.

Cuando los elementos de un invento se unen exactamente como corresponde producen un efecto de encantamiento que trasciende a las partes.

Cuando Alexander Graham Bell conectó accidentalmente con un alambre dos bobinas en movimiento y solenoides (núcleos de metal envueltos en alambre), el resultado trascendió los materiales con los que había trabajado.

Por primera vez, al parecer de modo mágico, se transportaba la voz humana a un lugar remoto. La mayoría de los montajes son simplemente eso: montajes al azar.

Pero cuando los materiales (y, en el caso de la tecnología moderna, la información) están montados como deben estarlo, se produce la trascendencia. El objeto montado termina por ser mucho más que la suma de sus partes.

El mismo fenómeno de la trascendencia tiene lugar en el arte, que bien podría considerarse como otra forma de tecnología humana.

Cuando se monta de manera adecuada madera, barnices y cuerdas, el resultado es prodigioso: un violín, un piano.

Cuando ese artilugio se manipula de manera adecuada, se da otro tipo de magia: la música. La música va más allá del mero sonido.

Evoca una respuesta (cognitiva, emocional, tal vez espiritual) en quien escucha, otra forma de trascendencia.

Todas las artes comparten la misma meta: la comunicación del artista con el público.

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La comunicación no consta sólo de datos sin adorno, sino de los elementos más importantes del jardín fenomenológico: sentimientos, ideas, experiencias, anhelos.

El significado griego de tekhné incluye el arte como manifestación clave de tecnología. El lenguaje es otra forma de tecnología de creación humana.

Una de las primeras aplicaciones de la tecnología es la comunicación, y el lenguaje proporciona el fundamento para la comunicación del homo sapiens. La comunicación es una habilidad decisiva para la supervivencia.

Capacita a las familias y las tribus humanas para desarrollar estrategias conjuntas con el fin de superar los obstáculos y los adversarios. Otros animales también se comunican.

Los simios y los monos antropoides elaboran gestos y gruñidos para comunicar variados mensajes.

Las abejas ejecutan complicadas danzas en forma de ocho para comunicar dónde hay escondrijos de néctar.

Las hembras de la rana de los árboles de Malasia marcan un ritmo de danza como señal de que están disponibles.

Los cangrejos mueven las pinzas de cierta manera para advertir a los adversarios, pero usan otro ritmo para el cortejo.

Sin embargo, estos métodos no parecen evolucionar de otra manera que a través de la habitual evolución basada en el ADN.

Estas especies no poseen una manera de registrar sus medios de comunicación, de modo que los métodos se mantienen estáticos de una generación a otra.

Por el contrario, el lenguaje humano evoluciona, lo mismo que todas las formas de tecnología.

Junto con las formas de evolución del lenguaje, la tecnología ha proporcionado medios cada vez más eficaces de registrar y distribuir el lenguaje humano.

El homo sapiens es único en la utilización y fomento de todas las formas de lo que a mi juicio es tecnología: arte, lenguaje y máquinas, todo lo cual representa la evolución por otros medios.

De los años sesenta a los noventa de este siglo se dijo de diversos primates muy conocidos que dominaban por lo menos las habilidades del lenguaje infantil.

Muchos lingüistas se mostraron escépticos al observar que gran parte de los "enunciados" de los primates eran un verdadero batiburrillo, como "Nim come, Nim come, bebe cómeme Nim, yo goma yo

goma, me hace cosquillas, Nim juega, tú yo plátano yo plátano tú".

Si encontramos un resultado más organizado, será la excepción que confirma la regla.

Estos primates no han desarrollado los lenguajes que se supone que utilizan, no parecen desarrollar espontáneamente esas habilidades y su uso es muy limitado.

En el mejor de los casos, participan de modo secundario en lo que es aún un invento exclusivamente humano:

La comunicación que emplea medios repetitivos (auto referenciales), simbólicos, evolutivos, que se conocen como "lenguaje".

FIN