rasgos formales y estilísticos del texto académico

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Page 1: Rasgos formales y estilísticos del texto académico

Módulo 5. texto académico.

En el presente módulo abordaremos la fase crucial del proceso creativo, que se corresponde con la lectura y escritura de elaboración. En esa línea, comenzaremos con la descripción de la estructura canónica de todo texto académico; describiremos a continuación laestablecerse entre sus partes; proseguiremos definiendo los rasgos lingüísticos generales propios del texto académico; conoceremos después qué recursos gráficos y lingüísticos nos permiten delimitar y señalizar el texto; y concluiremos dando cuenta de las distintas clases de citas que tienen cabida en la escritura académica.

Objetivos a) Conocer los rasgos y procedimientos propios de la escritura y la lectura de elaboración.b) Lograr la definición de una estructura coherente para

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Cómo elaborar un texto académico en Humanidades

y Ciencias Sociales

[enero 2015]

presente módulo abordaremos la fase crucial del proceso creativo, que se corresponde con la lectura y escritura de elaboración. En esa línea, comenzaremos con la descripción de la estructura canónica de todo texto académico; describiremos a continuación las relaciones lógicas que pueden establecerse entre sus partes; proseguiremos definiendo los rasgos lingüísticos generales propios del texto académico; conoceremos después qué recursos gráficos y lingüísticos nos permiten delimitar y

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retórica ofrece a la escritura académica.

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MOOC Cómo elaborar un texto

académico en Humanidades

y Ciencias Sociales

[enero 2015]

presente módulo abordaremos la fase crucial del proceso creativo, que se corresponde con la lectura y escritura de elaboración. En esa línea, comenzaremos con la descripción de la estructura

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Descubrir las distintas relaciones lógicas que pueden establecerse entre las partes del texto, así como conocer los conectores lingüísticos empleados para trabar dichas relaciones. Cobrar consciencia de los rasgos lingüísticos generales que ha de atesorar el texto académico, así como de los procedimientos léxicos destinados a objetivar la información. Conocer y dominar los recursos gráficos y lingüísticos (el metadiscurso) que sirven para

Adquirir destreza en el manejo de las citas, dominando las posibilidades funcionales que la

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Tabla de contenido 1. La escritura y la lectura de elaboración .................................................................... 3 2. La estructura del texto académico ............................................................................ 4

a) Introducción ............................................................................................................................................. 4 b) El diseño metodológico y la presentación de resultados ............................................................. 5 c) La discusión y las conclusiones ............................................................................................................ 5 d) Las referencias bibliográficas ............................................................................................................... 5

3. Coherencia, cohesión y progresión temática del texto académico ........................ 6 a) Tipos de relación entre las partes ...................................................................................................... 6 b) Organización de la información en el discurso ............................................................................... 7 c) Los conectores lingüísticos .................................................................................................................. 7

4. Rasgos lingüísticos del texto académico .................................................................... 8 a) Rasgos generales del texto académico: objetividad, claridad, orden y rigor ............................ 8 b) La densidad léxica del texto académico: terminología técnica, nominalización y grupos

nominales ............................................................................................................................................................ 8 5. Relaciones entre la función lingüística y la forma gráfica del texto ........................ 9

a) Recursos gráficos que delimitan el texto .......................................................................................... 9 b) Recursos lingüísticos que señalan el texto: el metadiscurso ....................................................... 9 c) Funciones discursivas del metadiscurso ............................................................................................ 9 d) Síntesis del proceso de escritura académica ................................................................................. 10

6. La citación .................................................................................................................. 10 a) Las citas en los textos académicos ................................................................................................... 10 b) Citación, intertextualidad y construcción del conocimiento ..................................................... 10 c) Matices en la forma de citación ......................................................................................................... 10 d) Clasificación semántica de las citas .................................................................................................. 11

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1. La escritura y la lectura de elaboración

Llegado este punto, se hace preciso dar un paso más con el fin de que nuestra propia voz se escuche clara y distintamente frente a la de otros autores en el diálogo constante que supone la construcción del conocimiento. Es el momento, pues, de acometer la lectura y escritura elaborativas para nuestro propio texto. En este estadio, la escritura ya no es utilizada para retener la información extraída de la lectura, sino para pensar y dar forma a las ideas que irán conformando el contenido del texto académico. La lectura, por su parte, deja de ser meramente exploratoria y se transforma en una lectura profunda de las fuentes previamente seleccionadas. Su fin es el conocimiento detallado y la comprensión integral de las mismas.

En lo que respecta a la escritura de elaboración, siempre de carácter personal, es preciso considerar que su objetivo fundamental es el de servir de soporte al pensamiento, pues con ella podemos ir construyendo y estructurando todos aquellos materiales que integrarán el contenido de nuestro texto. La lengua se convierte entonces en instrumento para el pensamiento, pues a través de las palabras cobran cuerpo nuestras reflexiones y por medio de ellas resulta mucho más sencillo comprobar la coherencia de nuestros planteamientos, vislumbrar la relación entre unas ideas y otras, etc. Nos hallamos, en consecuencia, ante el momento de mayor creatividad de todo el proceso, que exige de nosotros la máxima implicación intelectual a la hora de pensar y reflexionar sobre nuestro objeto: el texto académico.

Formalmente, la escritura de elaboración puede adoptar una gran variedad de formatos: listas de ideas, esquemas más o menos complejos, mapas conceptuales, borradores de texto más o menos desarrollados, etc. Por eso, se hace preciso que ensayéis con aquel formato que mejor se ajuste a vuestro objeto de estudio o simplemente con el que os sintáis más cómodos. Con la experiencia, os iréis decantando por unos u otros procedimientos: unos más visuales y esquemáticos, otros más narrativos. En todo caso, habrán de ser siempre –al menos en una primera fase– textos marcados por una escritura conceptual y sintética, abundante en signos propios del autor (marcas inventadas por él mismo para señalar cierta significación) y llena de elipsis (se trata de definir ahora solo del armazón del texto, los elementos sustentantes sobre los que después se apoyará todo el contenido).

Según avanza el proceso de escritura, no obstante, es importante que vayamos produciendo escritos en los que se incremente paulatinamente su nivel de precisión y explicitación. Es precisamente en esa traslación a texto escrito delos elementos omitidos por elipsis –esos elementos de “relleno” con los que completamos mentalmente nuestros esquemas y borradores cuando los leemos–, donde se concentra buena parte del poder de la escritura como instrumento para el pensamiento, ya que es en el momento de “materializar” en palabras los conceptos o las relaciones lógicas entre ellos (previamente esbozados solo por medio de guiones, flechas y otros signos gráficos personales) cuando se hace más intensa y necesaria la refexión intelectual sobre los mismos.

En ese sentido, resulta crucial que en esa explicitación –aunque sea todavía en forma de índice o esquema- quede definido el orden secuencial en el que el escritor va a ir introduciendo la información y las ideas que conformarán el contenido del texto. Así, aunque este primer esbozo no sea definitivo, pues puede ser modificado conforme avance el proceso y cambie nuestra perspectiva, es fundamental que dispongamos al menos de una idea general sobre la estructura del texto que nos oriente a la hora de ir distribuyendo ordenadamente los materiales (fundamentos teóricos y metodológicos, casos y ejemplos prácticos, explicaciones y comentarios, argumentos, etc.). Si no disponemos de esta guía, corremos el riesgo de caer en el desorden y de que por ello nuestra exposición sea confusa y nuestras conclusiones endebles.

A la par que escribimos, debemos acometer una lectura detenida de las fuentes, que habrán de estar siempre disponibles. Esta lectura de elaboración, detenida y atenta, se realiza sobre textos cuya asimilación se considera necesaria para nuestro propósito. Con su apoyo, podremos ir avanzando paso a paso en un proceso de escritura lento y fatigoso que requiere tiempo y concentración, y en el que muchas veces tendremos que volver atrás para rehacer y enmendar lo ya escrito a la luz de los nuevos conocimientos adquiridos con la lectura.

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La lectura de elaboración se define, en suma, como una lectura estratégica, cuyo fin último es ser empleada para generar más conocimiento. Por ello, sus objetivos concretos son, entre otros: conocer el estado de la cuestión, ampliar perspectivas conceptuales, descubrir los procedimientos propios de una determinada metodología o profundizar en algún aspecto concreto del tema. Para lograr su consecución, el lector debe profundizar en el texto, interrogándolo y dejándose interrogar por él, y obteniendo conclusiones personales acerca de cada contribución.

Este tipo de lectura dejará huella en las marcas, notas y resúmenes confeccionados por el autor, los cuales habrán de servirle para integrar todo este caudal de información en su propio texto a través de las citas. De este modo, al establecerse un diálogo crítico entre las tesis del autor y las aportaciones ajenas, la información extraída de las lecturas quedará incorporada y transformada en conocimiento.

La elaboración característica de este tipo de lectura conlleva una gran carga cognitiva que, simultáneamente, se aligera y se facilita mediante la manipulación gráfica del texto base –que puede ser subrayado, anotado o releído-, y, sobre todo, mediante la escritura que tiene lugar al calor de la lectura –se pueden tomar notas, realizar listados de dudas o copiar citas textuales- o también tras ella (elaboración de resúmenes, síntesis, etc.).

En definitiva, la lectura de elaboración representa una actividad imprescindible para el aprendizaje, para la construcción del conocimiento y, en fin, para la progresiva incorporación del escritor novel a la comunidad científica y académica.

2. La estructura del texto académico

A la luz de las lecturas realizadas y tras completar las labores de investigación, llegamos a un momento óptimo para replantearnos los objetivos de nuestro texto, así como para definir su estructura general. De este modo tendremos una visión de conjunto de nuestro trabajo que nos permitirá en todo momento tener presentes las distintas partes del mismo, la extensión aproximada de cada una, las relaciones lógicas que deben engarzar unas con otras, así como vigilar si se preserva o no la unidad del escrito durante el proceso de elaboración.

Por eso es muy aconsejable en este momento la definición en dos o tres líneas de los objetivos concretos del trabajo, así como el diseño general de la estructura por medio de un sencillo esquema que servirá de guía para las tareas subsiguientes. Para la elaboración de dicho esquema, y considerando las diferencias entre los distintos géneros, es importante tener presente que, en líneas generales, todo texto académico complejo se compone de partes o segmentos de naturaleza y características heterogéneas, los cuales se organizan conforme a una estructura semejante a la siguiente:

a) Una introducción de índole teórica y conceptual.

b) Un apartado en el que se da cuenta del proceso investigador realizado.

c) Un apartado de discusión y conclusiones del trabajo.

d) Un apartado donde se exponen las referencias bibliográficas utilizadas.

Seguidamente, repasaremos pormenorizadamente cada una de las partes señalando las características que deben reunir:

a) Introducción

La introducción es un texto de carácter expositivo que sirve para presentar el tema y el objeto de estudio de manera sintética. Con ello quedará definido el eje estructurador, la línea discursiva principal en torno a la que se ordenan y jerarquizan todos los materiales de la composición de un modo coherente y comprensible. Una vez acotado el tema, la introducción ha de servir también para presentar de manera sucinta las posiciones existentes en la comunidad científica sobre

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el particular –enfoques, metodologías, corrientes, escuelas, etc.– que habrán de ser integradas en el nuevo texto académico a través de las citas una vez filtradas por el juicio crítico del autor, quien ha de manifestar también su propia posición en este punto. De este modo, deberán quedar justificadas decisiones fundamentales concernientes al escrito: punto de vista, metodología, estructura, selección de casos y ejemplos, bibliografía utilizada, etc. Este tramo inicial puede ser utilizado igualmente para ponderar la novedad u originalidad del trabajo, así como para marcar los límites de su alcance. En líneas generales, por tanto, la finalidad última de este apartado no es otra que ayudar al futuro lector a entender cuál es la pertinencia e interés del trabajo de investigación que se presenta, cuáles son sus objetivos y cuál el diseño del mismo.

b) El diseño metodológico y la presentación de resultados

Es frecuente que, en la escritura académica, el texto tenga como fin último la presentación a la comunidad científica de un estudio empírico. En ese caso, su núcleo estará conformado por la descripción inicial de su diseño, el recorrido por sus distintas fases de ejecución y, en última instancia, la plasmación de los resultados obtenidos.

Se trataría, pues, de un texto de carácter expositivo, con un objetivo claramente descriptivo e informativo. Con su lectura, los receptores de nuestro texto habrán de hacerse una idea fidedigna de los procedimientos obtenidos para la extracción de datos. Igualmente, se hace preciso en este punto justificar razonadamente la elección de una determinada metodología, en particular si esta se aparta de lo habitual.

Por último, la naturaleza claramente informativa de esta sección determina como valores fundamentales de la misma el orden, la claridad, el rigor y la precisión de la información proporcionada, pues consideremos que se trata de arrojar luz y nitidez donde antes había oscuridad, confusión y vaguedad.

c) La discusión y las conclusiones

Tras la exposición y explicación del trabajo, y una vez verbalizados los resultados obtenidos, llega el momento de consagrar un apartado particular a la interpretación de dichos resultados y a la extracción de conclusiones a partir de los mismos.

El texto asociado a esta finalidad general es un texto básicamente argumentativo, un texto en el que la voz del investigador, sin olvidar la tradición y el coro de voces en que se inserta, debe situarse esta vez en primer plano. En este punto, el escritor, más allá de exponer los datos obtenidos, debe tratar de probar mediante la argumentación el interés y la pertinencia de los mismos en el marco de la problemática planteada en la introducción.

Es también el punto en el que reconoce los problemas y dificultades surgidos a lo largo de la investigación, intentando apuntar posibles vías de solución. Y finalmente, es el apartado en el que resulta pertinente señalar continuidades, o plantear nuevos caminos y perspectivas que puedan prolongar dicho estudio o, en general, aquella línea de investigación.

d) Las referencias bibliográficas

En última instancia, el texto académico se cierra con el listado de referencias bibliográficas utilizadas en la preparación del mismo. En esta tarea, es importante atender a las convenciones de cada área de conocimiento o a los criterios editoriales de cada publicación, pues no existen unos parámetros universalmente establecidos.

La bibliografía permitirá a los lectores localizar fácilmente los textos citados en nuestro escrito que sean de su interés, así como situar con precisión la línea de investigación a la que nos adscribimos, que deberá quedar fielmente plasmada en los criterios de selección de dicha bibliografía.

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3. Coherencia, cohesión y progresión temática del texto académico

a) Tipos de relación entre las partes

Avanzando un paso más de lo general a lo particular, pero todavía en el ámbito de la estructura del texto, es posible dar cuenta de los diversos tipos de relación que, en su interior, se establecen entre las partes que lo integran. Ese vínculo puede ser de distinto tipo en función de la relación lógica que se establezca entre los segmentos. En todo caso, es la existencia de una tupida red de conexiones lo que garantiza la coherencia, la cohesión y la progresión temática del texto académico. Sin ellas, el escrito se descompone y pierde toda su capacidad persuasiva. Entre las relaciones fundamentales, podemos señalar:

a) Relación de subordinación: Acontece cuando una parte depende directamente de otra.

Por ejemplo, cuando diversos casos prácticos son traídos a colación para ilustrar una

idea general; o cuando un fragmento sirve para matizar al anterior o concretar algo más

su significado.

b) Relación de complementariedad: Se da cuando dos o más segmentos o secciones suman

su significado. Por ejemplo, cuando en la argumentación enumeramos los factores que,

razonadamente, nos permiten sostener una determinada conclusión. En ese caso, cada

uno de los factores complementa y refuerza al anterior al sumar sus respectivos

significados con un mismo propósito.

c) Relación de oposición: Es la que se establece entre dos segmentos de sentido contrario.

Por ejemplo, cuando en la introducción damos cuenta de dos teorías opuestas que se

contradicen a la hora de explicar un proceso o un acontecimiento determinado.

d) Relación de analogía: Surge cuando se ofrece una información semejante en varias

secciones del texto. Por ejemplo, en un estudio de conjunto sobre varios autores

literarios pertenecientes a un mismo movimiento, establecerán relaciones de analogía

entre sí aquellos fragmentos que, para cada personaje, aborden su biografía, su

trayectoria literaria, su estilo, etc. Serán, pues, secciones análogas que apuntalarán la

consistencia de la obra.

e) Relación de causa-consecuencia: Se da cuando una parte representa la consecuencia

lógica de la anterior. Es el caso, sin ir más lejos, de una secuencia de acontecimientos

históricos que, ordenados en el tiempo y vinculados lógicamente, explican en conjunto

las causas de un hecho determinado.

f) Relación de orden secuencial: Se da, en líneas generales, cuando existe algún criterio

lógico para organizar la materia dentro del texto. Pueden ser de muy diversa índole:

criterios cronológicos (se ofrece la información ordenada en el tiempo, avanzando desde

el pasado más remoto hacia el futuro); criterios geográficos (en la descripción de un país,

una ciudad o un accidente geográfico cualquiera puede procederse de norte a sur, de

este a oeste o como mejor convenga en función del objeto tratado); criterios alfabéticos

(en diccionarios y obras de esa naturaleza nos permite organizar una materia muy amplia

y diversa); criterios jerárquicos (a la hora de analizar una sociedad, puede procederse

desde las clases altas a las más bajas o viceversa), etc.

El texto académico globalmente presenta una información de tipo dependiente, es decir, las partes tienen que responder a un objetivo común que las oriente en el mismo sentido. Es precisamente ese objetivo común el que garantiza el vínculo entre todas las partes.

Dentro del texto, cada parte tiene su propia identidad, y a su vez, dentro década parte, el párrafo constituye una unidad temática cuyos límites están marcados gráficamente. En ese sentido, las relaciones lógicas que acabamos de describir sirven para trabar y cohesionar todas y cada una de las partes entre sí, y hacerlo en distintos niveles: a nivel textual (capítulos, epígrafes, apartados, etc.), a nivel de párrafo (unos deben estar vinculados a los otros) y a nivel sintáctico dentro del mismo

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párrafo (las distintas oraciones deben presentarse ordenadas y relacionadas para garantizar la adecuada progresión del tema).

b) Organización de la información en el discurso

En cuanto a la presentación de la materia, todo texto tiene una parte de información conocida y una parte de información nueva. La información se estructura para que, en el contexto de lo conocido, se puedan insertar los nuevos contenidos. Así, el lector puede ir asimilando poco a poco la información, de manera que, conforme avanza el discurso, los nuevos materiales pasan a ser paulatinamente considerados como información ya conocida. Una adecuada secuenciación del contenido facilita extraordinariamente la comprensión del texto. Su plasmación más evidente es una correcta progresión del tema: ordenada y comprensible en todo momento.

c) Los conectores lingüísticos

El mantenimiento de la referencia temática –el eje estructurador del contenido– y la conexión entre las partes garantizan, por tanto, la continuidad del texto. En ese sentido, los conectores lingüísticos representan el engranaje que permite articular las distintas piezas de la arquitectura textual.

En los textos académicos se emplean numerosos conectores, que pueden relacionar oraciones o parágrafos aportando muy distintos valores semánticos. Precisamente, en atención a este último criterio de clasificación (por su significado), se distinguen los siguientes tipos de conectores:

a) Conectores aditivos. Sirven para añadir más información al discurso, y pueden hacerlo

organizando la materia (“primero”, “segundo”, “en tercer lugar”, “por último”, etc.),

introduciendo una información novedosa (“además”, “incluso”, “por añadidura”, etc.); o

hacerlo de una manera neutra (“asimismo”, “igualmente”, “por otro lado”, etc).

b) Conectores contraargumentativos. Se emplean para introducir información de oposición

o sentido contrario a la anterior. Se organizan en torno a: “aunque”, “pero” y “mientras

que”.

c) Conectores causales y consecutivos. Se utilizan para ofrecer información sobre

relaciones de causa y consecuencia. Los causales señalan cuál es la cauda, premisa o

argumento (“ya que”, “dado que”, “porque”, etc.). Los consecutivos, por su parte, se

refieren a la consecuencia, demostración o conclusión (“en consecuencia”, “por tanto”,

“por consiguiente”).

d) Conectores reformuladores. Sirven para reformular, parafrasear o matizar la información

anteriormente ofrecida. Entre ellos se distinguen conectores explicativos (“es decir”,

“esto es”, etc.), conectores de rectificación (“mejor dicho”, “más bien”) y conectores de

recapitulación (“en resumen”, “en fin”, “en definitiva”).

e) Operadores discursivos que refuerzan la significación de un segmento del discurso,

desarrollando, profundizando o concretando sobre el mismo. Existen operadores

discursivos de refuerzo argumentativo (“de hecho”, “en rigor”, “en efecto”, “por

supuesto”, etc.) y de concreción (“por ejemplo”, “en particular”, “en concreto”, etc.).

En conclusión, la progresión temática y la organización de la información por medio de conectores lingüísticos son dos elementos esenciales para garantizar la coherencia y cohesión del texto y convertirlo en interpretable.

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4. Rasgos lingüísticos del texto académico

a) Rasgos generales del texto académico: objetividad, claridad, orden

y rigor

Todo texto académico, cuya finalidad por definición es avanzar en el conocimiento y caminar hacia la verdad, debe atesorar una serie de rasgos lingüísticos generales que contribuyan a dicho propósito:

a) Objetividad, pues debe enfrentarse a la realidad ecuánimemente, sin el propósito de

imponer en la observación de la misma una cierta ideología o verdad a priori.

b) Claridad, pues el texto debe arrojar luz donde antes había oscuridad y vaguedad.

c) Orden, con el fin de ofrecer una argumentación cohesionada y convincente.

d) Rigor, pues toda investigación requiere de exhaustividad y precisión si desea aportar algo

realmente valioso a la comunidad científica.

b) La densidad léxica del texto académico: terminología técnica,

nominalización y grupos nominales

En cuanto al léxico, los textos académicos se caracterizan por condensar la información por medio de nombres o nominalizaciones. Esa condensación se realiza por tres procedimientos: uno lexical, el recurso a los términos técnicos; y dos gramaticales: el recurso a las nominalizaciones y la ampliación del grupo nominal.

a) Uso de una terminología específica. Uno de los rasgos más importantes del texto académico es el empleo de términos técnicos, es decir, de palabras especializadas, propias de cada área de conocimiento, mediante las cuales se expresan ideas, conceptos, procedimientos, métodos, leyes, teorías, etc. con un significado muy preciso dentro de dicho campo de estudio. El conjunto de términos propios de una disciplina constituye su terminología específica, cuyo empleo responde a una necesidad de rigor y exactitud. El uso de dicha terminología es, por tanto, una práctica imprescindible para quien se quiere adscribir a una determinada tradición académica.

b) Nominalización. Consiste en convertir un verbo o un adjetivo en un sustantivo. Este

procedimiento responde a una pretensión de objetividad, pues a través del mismo se logran abordar acciones y procesos como objetos separados de la participación del agente. Por esta vía se generan términos técnicos que se constituyen en entidades abstractas, creadas mediante la objetivación de:

i.Procesos y acciones: “conquista”, “descubrimiento”, “hallazgo”, “abolición”, “democratización”, “restauración”, “civilización”, etc.

ii. Relaciones: “alianza”, “oposición”, “clientela”, “esclavitud”, etc. iii. Propiedades: “autoritarismo”, “mesianismo”, “musicalidad”, “realismo”,

“idealismo”, “impresionismo”, “vanguardismo”, “decadentismo”, etc.

c) Ampliación del grupo nominal. Mediante este recurso gramatical se logra desarrollar el potencial de los grupos nominales tendiendo a la especificación. Para ello puede hacerse uso de:

i. Cláusulas subordinadas: “alianza matrimonial”, “parlamentarismo inglés”, “civilización occidental”, “decadentismo decimonónico”, etc.

ii. Frases con preposición: “grupos de poder”, “lucha de facciones”, “visión del mundo”, “forma de vida”, “sistema de valores”, etc.

El empleo generalizado de todos estos recursos, propios de la escritura académica, tiene como

consecuencia el “empaquetamiento” de la información, condensándola en nombres y frases nominales que incrementan la densidad del texto.

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5. Relaciones entre la función lingüística y la forma gráfica del texto

La estructura del texto académico cobra forma no solo por medios lingüísticos, sino también a través de recursos gráficos, que dan lugar a las partes del texto (a través de la puntuación, la tipografía y el formato), y del metadiscurso.

a) Recursos gráficos que delimitan el texto

Por definición, cualquier texto académico es finito (tiene principio y fin) y está conformado por diversas partes. En ese sentido, convencionalmente se emplean todo tipo de medios lingüísticos y gráficos para delimitar o señalar el comienzo, el fin y las partes internas que lo componen. Por ejemplo, en los artículos científicos se distinguen claramente cuatro partes: introducción, método, resultados y discusión, cuyos respectivos límites pueden ser resaltados tanto de manera gráfica como por medio de recursos lingüísticos (el metadiscurso).

Desde el punto de vista gráfico, existe una amplia variedad tipográfica de fuentes, formatos y diseños que sirve para indicar los límites del texto. Así, el uso de epígrafes numerados y ordenados secuencialmente, la cesura espacial que separa el resumen y la bibliografía del cuerpo central del texto, el destacado cuerpo de las letras del título, el cuerpo menor de las notas al pie o el uso de comillas (para las citas literales de corta extensión) y de un cuerpo de letra menor acompañado de una mayor sangría (para las citas largas intercaladas en el texto principal) constituyen algunos de los procedimientos más habituales para señalizar de forma gráfica un texto académico de humanidades.

b) Recursos lingüísticos que señalan el texto: el metadiscurso

La señalización del texto, en todo caso, se realiza también por medio del metadiscurso, que surge, al igual que la distribución gráfica, como consecuencia de los procesos de producción del mismo. El metadiscurso está compuesto por todas aquellas expresiones empleadas por el autor para referirse a su propio texto. Mediante el uso de esta nomenclatura específica, el escritor proyecta su actitud sobre el contenido o su actitud en relación con la audiencia del texto. En suma, a través del metadiscurso el autor acompaña y guía al lector en la lectura de su trabajo.

Esto se manifiesta en el uso de verbos como “introducir”, “concluir”, “parafrasear”, etc. o en el empleo de expresiones como “en este apartado veremos”, “tal y como vimos arriba”, “tal y como explicaremos más adelante”, “es importante subrayar”, “en resumen”, “en la próxima sección”, “en conclusión”, etc. Así, hay verbos metatextuales que definen propiedades o relaciones del texto: “afirmar”, “describir”, “ejemplificar”, “ilustrar”, “resumir”, “señalar” o“subrayar”, entre otros.

En conclusión: la forma no es independiente del contenido de un texto académico, si bien la relación entre ambos extremos puede manifestarse por dos vías: por vía indirecta(a través de la distribución gráfica de frases, párrafos, epígrafes, secciones, etc.), y por vía directa (refiriéndose a dichas unidades por medio de un metalenguaje explícito).

c) Funciones discursivas del metadiscurso

Las principales funciones desempeñadas por el metadiscurso en un texto académico son las siguientes:

a) Función de localización. Son señales que se refieren al texto mismo o sus partes, y que

sirven para organizar el texto: “el presente estudio”, “en el apartado anterior”, “como

tendremos oportunidad de comentar en el capítulo 7”, etc.

b) Función retórica. Se trata de metaelementos que asisten al lector señalizando los

distintos jalones del proceso argumentativo: “como consecuencia lógica de todo lo

anterior”, “el experimento concluye con”, “se hace preciso en este punto considerar un

factor decisivo”, etc.

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c) Función de jerarquización. Representa un recurso destinado a dar prominencia a la

información dada o nueva situándola al comienzo o al final del enunciado y señalándola

mediante metaelementos: “el tema fundamental”, “el objetivo principal”, “el núcleo

central”, “el asunto capital”, etc.

d) Síntesis del proceso de escritura académica

Como síntesis de todo lo anterior, podemos afirmar que la paulatina transformación de nuestros esquemas y borradores en texto académico propiamente dicho se ha realizado a través de dos procedimientos de naturaleza diversa: el primero afectó a la lengua, produciendo modificaciones gramaticales, dando lugar a un registro escrito, el lenguaje escrito. El segundo afectó a la organización textual en lo que se refiere a la división del texto (parágrafos, secciones, capítulos) y a la incorporación de los comentarios, glosas y explicaciones dentro del texto que componen el metadiscurso.

6. La citación

a) Las citas en los textos académicos

Como vimos en módulos anteriores, la intertextualidad implica la referencia a investigaciones precedentes cuyos ecos resuenan en nuestro escrito como consecuencia de su adscripción a una determinada tradición académica. Por lo común, se relaciona la citación con la atribución de contenido proposicional a otras fuentes, pero no se agota ahí su funcionalidad. En efecto, las citas ejercen también una labor esencial en lo que respecta a la persuasión de los lectores, pues sirven para justificar los argumentos propios (por ejemplo, echando mano de alguna autoridad en la materia que vierta opiniones semejantes a las nuestras) o para demostrar la novedad de la posición adoptada (remarcando su diferencia y contraste con respecto a la tendencia general de la crítica). De ahí que, en fin, la citación se emplee también retóricamente en la escritura académica para convencer al lector de los propios presupuestos.

b) Citación, intertextualidad y construcción del conocimiento

La investigación y la actividad retórica no pueden concebirse como actividades independientes. Y es que la referencia a la literatura previa no es solo una cuestión retórica o una convención con la que se debe cumplir. Al contrario, es algo fundamental para demostrar que el texto está en relación con el conocimiento acumulado en el ámbito de su disciplina y que, por tanto, es susceptible de constituir una aportación valiosa al partir de los avances debidos a otras investigaciones precedentes. A este proceso, como dijimos, se le denomina intertextualidad.

La referencia intertextual se erige en elemento fundamental de la introducción, pues una teoría común, compartida por las contribuciones a las que se hace mención, facilita en gran medida la estructuración del texto académico. En ese sentido, las citas ayudan a definir el contexto específico de conocimiento o el problema concreto en torno al cual giran las indagaciones del autor. En todo caso, el nuevo trabajo ha de incorporarse al seno de la comunidad científica para demostrar su relevancia y la forma de llevar a cabo esa demostración no es otra que la incorporación de citas.

c) Matices en la forma de citación

Ahora bien, los textos que pretenden convertirse en literatura científica para ser, a su vez, también citados deben acomodarse a ciertas convenciones respecto al contenido de las citas, la forma de citación, el tiempo y la voz empleados en la cita, y el uso de verbos de citación que facilitan la inclusión de matizaciones.

Existen dos procedimientos de citación:

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a) Citas integradas: Son aquellas en las que el nombre del autor se ofrece en el seno del

enunciado citado y tiene un papel sintáctico dentro del mismo. En este tipo de citas el

énfasis se pone en el autor de la misma. Por ejemplo:

“Desde hace años, el profesor Martínez Millán viene señalando la importancia de las luchas faccionales en el devenir de la Monarquía hispana”.

b) Citas no integradas: Son aquellas que se sitúan fuera del enunciado y no tienen una

relación sintáctica con él. Gráficamente, las citas no integradas presentan el nombre del

autor y el año entre paréntesis. En este caso, el énfasis se pone en el contenido del

mensaje. Por ejemplo:

“Desde hace años, se ha venido señalando la importancia de las luchas faccionales en el devenir de la Monarquía hispana (Martínez Millán, 1992)”.

El uso del verbo declarativo para introducir el trabajo de otro investigador también tiene una significación retórica. Estos verbos permiten al autor manifestar una determinada actitud con respecto a la información ofrecida, precisando si se considera esta aceptable o no. En lo concerniente a la valoración del contenido de la cita, los verbos declarativos ofrecen la posibilidad de introducir numerosos matices en la presentación de la información, considerándola como verdadera, falsa, posible, probable, improbable, verosímil, etc. Valgan estos ejemplos, en los que la información se considera:

a) Verdadera: “Como ya demostró en su día Antonio Rey Hazas, el destino trágico no

funciona en El caballero de Olmedo”

b) Falsa: “los argumentos esgrimidos por Ernesto Salazar no han resistido el peso del

tiempo, pues sus teorías sobre el conflicto de Cuba no se corresponden con la

documentación recientemente hallada”.

c) Posible: “tal y como pensaba García de la Concha, quizás el Lazarillo surgiera en el ámbito

de la cortesanía”.

d) Probable: “todo parece indicar que Domingo Ynduráin estaba en lo cierto cuando

afirmaba que no existió en rigor una generación del 98”.

e) Improbable: “resulta difícil de creer, como pensaba Rodríguez Puértolas, que existiera

realmente una poesía de protesta en el siglo XV”.

f) Verosímil: “aunque no ha podido probarse documentalmente, las hipótesis sobre el

origen judeoconverso de Cervantes defendidas por Américo Castro resultan

verosímiles”.

Igualmente, los verbos declarativos facilitan el contraste entre el punto de vista del autor del texto y del autor citado, que puede dar como resultado un juicio positivo, neutral, matizado o crítico de sus planteamientos.

d) Clasificación semántica de las citas

En cuanto al argumento, hay cuatro tipos básicos de citas si atendemos a su clasificación semántica:

a) La cita de definición es básicamente conceptual y se usa para precisar conceptos: “De

acuerdo con Fontaine (1977) la Retórica se define como el arte de persuadir…”

b) La cita confirmatoria es la más frecuente, forma parte de las justificaciones de

autoridades conocidas a las que se acude para corroborar afirmaciones, resultados, etc:

“Como ya expusiera Francisco Rico en su estudio clásico…”

c) La cita de posición entra dentro de la dialéctica de toma de posición: “En este trabajo

partimos de los estudios sobre la Corte desarrollados por Martínez Millán aplicados al

campo de la literatura…”

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d) La cita dialéctica es la que pone a dialogar a varios autores para indicar aproximaciones,

confirmaciones, comparaciones o afiliaciones teóricas: “Mientras el marxismo explicaba la

historia como…, los estudios sobre la corte contemplan…”

En suma, el escritor de textos académicos no solo debe hacer una selección pertinente de las citas que requiere para su estudio, sino que debe aprender a tratarlas críticamente, filtrándolas a través de su punto de vista en el momento de integrarlas en el escrito. Para ello, dispone de los verbos declarativos y de una gran variedad de fórmulas retóricas que, paulatinamente, ha de aprender a manejar si quiere que su voz suene clara y distintamente frente al coro de voces acarreado por la tradición; un coro de voces que, indefectiblemente, ha de tener cabida entre sus líneas como consecuencia de la intertextualidad propia de la escritura académica.