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Radiografía universal de la infamia

Viñetas sobre el estado del mundo en nuestro tiempo

Carlos EsCudé

MaCarEna sabio Mioni

Radiografía universal de la infamia

Viñetas sobre el estado del mundo en nuestro tiempo

Con la colaboración de Fabiola María de las Gracias Bazán, Ana Agustina Alonso, María Soledad Contreras y Nancy Molina

Diseño de Tapa: [estudio dos] comunicación visualCorrección: Susana FrugoniComposición y armado: Mónica B. Oliveira

© 2013 Carlos Escudé - Macarena Sabio Mioni© 2013 Ediciones Lumiere SAe-mail: [email protected]

Printed and made in ArgentinaHecho e impreso en la República Argentina

ISBN: 978-987-603-103-5

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, o su almace-namiento en un sistema informático, su transmisión por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopia, registro u otros medios sin el permiso previo por escrito de los titulares del copyright.Todos los derechos de esta edición reservados por Ediciones Lumie-re, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Dedicado a la provincia de Tucumán en honor de Juan Carlos Escudé,

quien en 1963 integró el primer contingente de científicosrepatriados por Bernardo Houssay desde el CONICET,para trasladarse de la industria aeroespacial de Boston

al Departamento de Matemáticas de la UNT.

Carlos Escudé Radiografía universal de la infamia : Viñetas sobre el estado del mundo en nuestro tiempo / Carlos Escudé y Macarena Sabio Mioni. - 1a ed. - Buenos Aires : Lumiere, 2013. 176 p. ; 23x16 cm.

ISBN 978-987-603-103-5

1. Política Internacional. I. Sabio Mioni, Macarena II. Título. CDD 327.1

ÍNDICE

AgrAdecimientos.................................................................... 11IntroIto ................................................................................ 13

Parte I - IntroduccIón ......................................................... 171. 2011-2013: dos años para recordar .................................. 172. Obama y su “Operación Cóndor” ....................................... 213. El doble estándar de los derechos humanos ...................... 244. ¿Son inevitables los dobles estándares? ............................ 28

Parte II - ¿el estado o el mercado? .................................... 335. El siglo XX: Keynes vs. Hayek ........................................... 336. El siglo XXI: Las crisis anticipatorias de la autodestrucción del capitalismo neoliberal ...................................................... 367. Inside Job: la desregulación interpretada como complicidad entre el gobierno estadounidense y Wall Street .. 438. La caída del ex fiscal Spitzer ............................................. 509. Un ejemplo paradigmático: Henry Paulson, Goldman Sachs y su House of Junk ...................................... 5210. La traición de Barack Obama .......................................... 5411. La macrocorrupción mata ............................................... 5712. Epílogo de la Parte II ....................................................... 59

Parte III - occIdente, IslamIsmo y desPués ............................ 6113. Vida y martirio del ratón Farfur ...................................... 6114. Justicia islamista ............................................................ 6715. Occidente, intimidado ..................................................... 7216. Estados Unidos y la unipolaridad militar mundial ........... 7717. Un Depredador domina los cielos .................................... 7918. La cultura de la guerra .................................................... 83

Parte IV - la “PrImaVera árabe” ........................................... 8719. El yihadismo libio y la cínica torpeza occidental .............. 8720. La caja de Pandora egipcia .............................................. 9321. Tembladeral en el Sinaí ................................................... 9722. Gaza o la guerra .............................................................. 10123. El ABC de la crisis siria .................................................. 11024. Geopolítica de la crisis siria ............................................ 11425. La competencia entre Irán y los sunitas árabes ............... 11726. La fragilidad de Arabia Saudí .......................................... 12027. El papel de Turquía frente a Medio Oriente, Europa y la OTAN ................................................................. 122

Parte V - GeoPolítIca del sur de asIa ................................. 12728. La CIA, ¿narcoterrorista? ............................................... 12729. La guerra post 11-S en Afganistán .................................. 13730. La cuerda floja paquistaní y sus reverberaciones ............. 14231. La incipiente cooperación ruso-paquistaní ...................... 146

Parte VI - rusIa, euroPa y la oTAN: nueVos escenarIos ....... 14932. La primavera rusa .......................................................... 14933. ¿El ocaso de la OTAN? .................................................... 15234. ¿El fin de la alianza franco-alemana? .............................. 15535. ¿Eurocrisis? ¡Se viene el Imperio Alemán! ........................ 156

Parte VII - el mundo que está nacIendo ............................... 16336. El alivio amarillo ............................................................. 16337. China y la paranoia norteamericana ............................... 16638. China y Estados Unidos: condenados a cooperar ............ 169 reflexIones fInales .............................................................. 173De la división internacional de los roles morales ................... 173El malestar de las naciones .................................................. 174

AGRADECIMIENTOS

Este volumen no hubiera visto la luz sin el convenio de asesora-miento científico suscripto entre el Consejo Nacional de Investiga-ciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad San Pa-blo-Tucumán (USP-T). Agradecemos a ambas instituciones, como también al Seminario Rabínico Latinoamericano ‘Marshall T. Me-yer’, bajo cuya égida funciona el Centro de Estudios de Religión, Estado y Sociedad (CERES), donde se desarrollaron las búsquedas iniciales que posibilitaron este texto. No obstante, la responsabili-dad por las opiniones aquí vertidas es sólo de los autores.

Específicamente, vaya nuestro especial reconocimiento al Rab. Ariel Stofenmacher (vicepresidente ejecutivo del Seminario Rabíni-co Latinoamericano), y a Juan Pablo Lichtmajer y Ramiro Albarra-cín (rector y vicerrector, respectivamente, de la USP-T).

Por último, los autores agradecemos a nuestros cónyuges, Mó-nica Vilgré-La Madrid y Diego Koss, por su amor, aliento, consejos y comprensión a lo largo de esta travesía de trabajos.

Macarena Sabio extiende además su reconocimiento a sus pa-dres y hermanos, que son su sostén y alegría, y Carlos Escudé recuerda agradecido las numerosas revisiones de estilo realizadas por Mónica desde que vieron nacer el primer libro en 1975.

Carlos Escudé y Macarena Sabio MioniSan Pablo, Tucumán, febrero de 2013.

INTROITO

Este libro fue compuesto por un equipo dirigido por Carlos Escudé e integrado por Macarena Sabio Mioni y cuatro alumnas avanzadas de la Carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad San Pablo-Tucumán (USP-T): Fabiola María de las Gracias Bazán, Ana Agustina Alonso, María Soledad Contreras y Nancy Molina.

El volumen tiene sus orígenes remotos en columnas de opinión publicadas por el primero de dichos autores desde febrero de 2011, y comenzó a plasmarse en la conferencia de apertura del 2° Con-greso de Relaciones Internacionales de la Universidad de Congreso, impartida en la ciudad de Mendoza, Argentina, el 22 de junio de 2012.

Se trata de un trabajo descriptivo de difusión científica que –ex-cluyendo la región latinoamericana– recorre brevemente algunos de los aspectos más salientes del orden mundial actual, entre ellos:

1. La pérdida de poder blando y duro de los Estados Unidos, a raíz de los errores geoestratégicos y financieros cometidos con pos-terioridad a los ataques del 11 de septiembre de 2001.

2. Los fraudes (a veces legales) perpetrados por diversas institu-ciones de Wall Street, avalados a lo largo de años por el gobierno de los Estados Unidos, que en 2008 desembocaron en una grave crisis que afectó al planeta entero.

3. El uso instrumental que hace Occidente del concepto de De-rechos Humanos, y la contrastante realidad de las prioridades de las políticas occidentales, en las que una altisonante retórica hu-manitaria con frecuencia se pone al servicio de intereses descarna-damente materiales.

4. La frustración de las expectativas democráticas en torno de la llamada “primavera árabe”, y la compleja competencia geopolítica entre los intereses occidentales, las diversas facciones del islam y los Estados de la región.

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5. Las manifestaciones más recientes del conflicto árabe-israelí, especialmente en la Franja de Gaza.

6. La responsabilidad directa de la CIA y la Casa Blanca en el fortalecimiento del extremismo islámico y su terrorismo transna-cional.

7. El embrollo del sur de Asia, que involucra a los Estados Uni-dos, los talibanes, el gobierno afgano, el poder nuclear paquistaní, la propensión islamista de la población afgana y paquistaní, y los intereses de Rusia, la India y los países del Golfo Pérsico.

8. Los avances alcanzados por Rusia en años recientes, inclu-yendo la recuperación de un área de influencia propia de la que Estados Unidos está poco menos que excluido.

9. La perspectiva de una creciente irrelevancia de la OTAN.10. La posibilidad de una disolución de la alianza París-Berlín,

y una convergencia entre Berlín y Moscú que altere el mapa geoes-tratégico mundial.

11. La crisis de la Eurozona y la creciente posibilidad de que los países de la llamada Europa periférica cedan parcelas de soberanía financiera a Berlín, convirtiendo a Alemania en una suerte de im-perio financiero, con una proyección geopolítica que no ha tenido desde la Segunda Guerra Mundial.

12. El ascenso de China, y la perspectiva de que Estados Unidos dé su primacía en el Cono Sur de las Américas.

13. La posibilidad de que el eclipse de Washington y el ascen-so de Beijing generen, para la Argentina, oportunidades análogas a las que se presentaron a fines del siglo XIX, cuando la economía británica se complementó con la de nuestra pampa húmeda.

Por otra parte, a pesar de que nuestro periplo es principalmente descriptivo y de difusión, los casos bajo estudio permiten inferir hipótesis de orden politológico y antropológico. A través de los di-versos casos analizados en este recorrido pondremos a prueba la siguiente conjetura:

La lógica del poder casi siempre triunfa porque sólo quienes la cultivan alcanzan la fuerza necesaria para modelar las socie-dades y sus políticas internas y externas. Dicho en términos más abstractos, la inevitable división del trabajo viene acom-pañada por una división de los criterios morales. Ceteris pari-bus, los débiles tienden a ser más morales, a la vez que, para

conservar su poder, los fuertes deben ser disimuladamente más amorales. 1

De verificarse esta hipótesis en los casos estudiados en este li-bro, estaríamos frente a uno de los numerosos defectos de la con-dición humana. Pero el resultado de nuestra búsqueda no necesa-riamente será una verificación lineal de nuestra conjetura. Hacia el final del libro, cada lector podrá hacer su propia interpretación acerca de la validez o invalidez de este patético enunciado.

La inclusión de este tipo de reflexión en esta publicación obe-dece a dos objetivos. El primero es sustantivo y tiene que ver con el espíritu de la investigación científica en este campo: intentar aproximarnos a un mejor entendimiento acerca de cómo funciona el mundo.

El segundo es pedagógico: mostrar a los estudiantes que co-laboraron en este emprendimiento que de la recolección de datos particulares es posible inferir hipótesis generales, verificarlas y/o falsearlas, en el mejor espíritu de Karl Popper.

No obstante, a pesar de estos objetivos científicos y pedagógicos, a lo largo del volumen nos expresaremos con el lenguaje más llano posible, como si el libro fuera un encadenamiento de columnas de opinión. El conocimiento no tiene por qué estar contaminado, en-suciado y afeado por jergas académicas innecesarias.

Por cierto, hablar en difícil suele ser el recurso de quienes no tienen mucho para decir o padecen dificultades para expresarse.

Carlos Escudé, Ph.D. (Yale 1981)San Pablo, Tucumán, febrero de 2013.

1 Definición operacional - Por “amoralidad política del Estado” entenderemos la propensión a acuñar políticas signadas por la premisa de que los fines del Estado justifican los medios empleados para alcanzarlos, independientemente de sus cos-tos humanos.

PARTE I

Introducción

1. 2011-2013: dos años para recordar

Es posible que el futuro traiga consigo aún más cambios y con-vulsiones que los de los últimos veinticuatro meses, pero los años 2011-2013 quedarán registrados en la historia como el punto de inflexión en que comprendimos en forma definitiva que ningún país del mundo representa un modelo de comportamiento cívico, y que ningún poderoso tiene autoridad moral para darnos lecciones a los argentinos. Por lo menos en Estados Unidos y Europa quedó claro que nada era lo que parecía ser, y que nosotros, ingenuos y asom-brados sudacas, pronto estaremos habitando un planeta política y económicamente irreconocible.

Comencemos por Estados Unidos, que parecía la superpotencia sin par, campeona de un capitalismo progresista, presunta salva-dora del mundo libre, y modelo de democracia y de los derechos humanos. En el transcurso de 2011 se coronaron nuestras decep-ciones, que ya venían sufriendo severos golpes desde 2003, cuando Washington desató una sangrienta guerra contra Irak, invocando la existencia, en ese país, de imaginarios arsenales de armas de destrucción masiva.

Por cierto, en 2011 nos enteramos oficialmente que el presidente Obama, que comenzó su gestión galardonado con el Premio Nobel de la Paz, lanzó órdenes ejecutivas para asesinar a ciudadanos nor-teamericanos en países extranjeros.2 Así, se demostró que, en este

2 “La CIA tiene licencia para matar en cualquier momento, en cualquier lugar y por cualquier medio a personas relacionadas con el terrorismo, aunque tengan nacionalidad estadounidense. Lo venía haciendo desde los atentados del 11-S, por supuesto, pero sus víctimas solían ser árabes, afganos, pakistaníes o somalíes, así que el asunto no despertaba mayor debate en Estados Unidos. Sin embargo, la ejecución extrajudicial, el pasado septiembre, de Anwar al-Awlaki despertó dudas y varias organizaciones norteamericanas de derechos humanos presentaron

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ámbito, sus prácticas son similares a las de Videla y Pinochet, cuya multilateral Operación Cóndor permitió al dictador argentino ase-sinar compatriotas suyos en Brasil, y al dictador chileno asesinar a sus propios conciudadanos en la Argentina.

Washington, que tanto se rasgó las vestiduras frente a las vio-laciones de los derechos humanos en nuestro Cono Sur, y que en el pasado tanto intervino en nuestra política interna levantando el dedo admonitorio de su superioridad moral, venía demostran-do el mayor cinismo por lo menos desde que, durante el gobier-no de George W. Bush legalizó la tortura offshore con una serie de sofismas semánticos. Los norteamericanos no pueden torturar legalmente a prisioneros sospechosos de terrorismo en su propio territorio, pero pueden hacerlo en la isla de Cuba, donde usurpan desde 1903 una base naval cuya macabra prisión ya es legendaria. Obama no quiso o no pudo cumplir con su promesa electoral de terminar con esta situación.

Pero la decepción por el desempeño norteamericano no se li-mitó al ámbito de los derechos humanos. Desde 2008 se venían quebrando nuestras ilusiones acerca del papel rector de Estados Unidos como modelo de capitalismo. Hace años que los norteame-ricanos (que tanto han criticado a los países deudores) consumen muchísimo más de lo que producen. Su déficit comercial anual su-pera actualmente el medio millón de millones de dólares, y más de la mitad de esa cifra corresponde a su déficit bilateral con China, la superpotencia en ascenso. No menos sorprendente es la deuda soberana norteamericana en poder de Beijing, que supera holga-damente el millón de millones de dólares. Más aún, los excesos de desregulación financiera, auspiciados por la codicia de Wall Street y otras sedes bursátiles, han causado un daño colosal a la eco-nomía mundial, contribuyendo en buena medida a la decadencia material norteamericana.

Como consecuencia, en el interior profundo de Estados Unidos se ha engendrado un cuarto mundo que hace empalidecer, por su miseria, las coloridas favelas de Río de Janeiro. El “sueño ame-ricano” demostró ser una quimera, y no sorprende entonces que cinco ciudades de ese país se encuentren entre las cincuenta más

querellas contra su Gobierno exigiendo saber cuáles eran los fundamentos jurídicos de esa acción”. Javier Valenzuela, “Con licencia para matar”, El País, 11 de marzo de 2012. Consultado el 27/10/12.

violentas del mundo. Son Nueva Orleans, Saint Louis, Baltimore, Detroit y Oakland.3 A pesar de la exagerada sensación de inseguri-dad que prevalece en nuestro país, ninguna urbe argentina figura en este infernal listado de las ciudades de más de 300.000 habitan-tes que encabezan el ranking mundial de homicidios intencionales.4

Pero la degradación moral que describimos no se limita a Esta-dos Unidos. Se extiende asimismo sobre Europa, y 2011 demostró ser, también para esa región, el año en que las falsedades e hipo-cresías quedaron desenmascaradas.

Por cierto, con la complicidad de la OTAN y el Consejo de Se-guridad de las Naciones Unidas, Francia e Inglaterra condujeron ese año una infame campaña para defender intereses petroleros en Libia, escudándose en la causa de los derechos humanos.5 Para preservar sus inversiones, derrocaron al notorio dictador Muamar Gadafi, justificándose en la masacre de rebeldes que éste estaba perpetrando. A los europeos no les importó que, al proceder de este modo, facilitaran el acceso al poder de milicias tribales que no son mejores que el dictador derrocado. La interesada intervención europea engendró anarquía, y en el segmentado orden actual, los triunfantes rebeldes libios ya han linchado, apaleado y torturado a numerosos sospechosos de apoyar al dictador depuesto, además de encarcelar a varios miles de nuevos “enemigos del Estado”.6

Este cinismo, desplegado por los defensores europeos de los de-rechos humanos, se torna evidente cuando recordamos que, en el pasado, Gadafi había estado involucrado en gravísimos actos de te-rrorismo internacional. Los mismos países occidentales que ahora lo derrocaron lo habían “perdonado”, a cambio de una promesa de “buen comportamiento” y multimillonarias compensaciones para algunos familiares de sus víctimas.

3 Carlos Escudé, “Hacia una radiografía mundial de la violencia”, Cuadernos de seguridad (Instituto Nacional de Estudios Estratégicos de la Seguridad, Ministerio de Seguridad de la República Argentina) ISSN 1850-3675), N° 14, septiembre de 2011.

4 Para más información consultar http://www.seguridadjusticiaypaz.org.mx/ 5 Resolución 1970 y 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Fuente:

http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=S/RES/1970(2011).http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=S/RES/1973(2011). 6 Ibrahim al Majbari, “Los rebeldes libios: ayer héroes, hoy responsables de to-

dos los males”, AFP, 19 de octubre de 2012, http://www.afp.com/es (consultado el 27/10/12).

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Tal fue el recordado caso del vuelo Pan Am 103, derribado en 1988 sobre Lockerbie, Escocia, con 270 personas a bordo.7 Así como el perdonazo de 2008, oficializado por el presidente Bush a través de la Orden Ejecutiva 13.477,8 permitió consolidar brillantes contratos petroleros con Gadafi, en 2011 fue necesario derrocar al dictador para mantener vigentes esos mismos negocios. Y la justi-ficación a la que ahora se apeló fueron los bastardeados derechos humanos.

Por último, si algo faltaba para terminar de embadurnar el lienzo de la moral cívica occidental, el lamentable espectáculo de la crisis del euro desnudó una de las peores caras de la política mundial. Como veremos en otras viñetas, hoy está claro que la Eurozona no es sino un mercado cautivo de Alemania, cuyos países miembros están obligados a permitir la entrada de productos de ese país a sus mercados nacionales, a la vez que no pueden vender los pro-pios, porque la moneda común está sobrevaluada para productos como los vinos italianos o las aceitunas griegas. El Banco Central Europeo trabaja para los intereses alemanes. Como consecuencia, los países periféricos de Europa se han convertido en prisioneros del nuevo imperio financiero de Berlín. Están atados a una trampa similar a la de la convertibilidad argentina de tiempos de Menem y De la Rúa, pero sin la posibilidad de retirarse.

Como si con esto no bastara, ajustando más y más sus clavijas expoliadoras, Francia y Alemania le imponen a Grecia inhumanos ahorros en sus gastos sociales, pero a la vez continúan vendiéndole armamentos al son de 2500 millones de euros para fragatas france-sas, 400 millones para helicópteros de ese origen, y 1200 millones para submarinos alemanes. Por cierto, para cerrar el paquete de ayuda de 2011, Grecia se vio forzada a ratificar la compra de estas armas, que necesita para defenderse de Turquía, con quien mantie-ne viejas disputas territoriales.9

Y exhibiendo el cariz más perverso de la condición humana, Francia y Alemania no proponen garantizar la integridad territorial

7 “Condenan sólo a uno de los dos acusados de la tragedia de Lockerbie”, diario El Mundo, 21 de diciembre de 1988, http://www.elmundo.es/especiales/2001/01/internacional/lockerbie/noticias2.html (consultado el 27/10/2012).

8 Executive Order 13477-Settlement of Claims Against Libya, 31 de octubre 2008, http://www.presidency.ucsb.edu/ws/index.php?pid=84759 (consultado el 27/10/12).

9 Según el discurso del eurodiputado del Parlamento Europeo, Daniel Cohn-Bendit, pronunciado el día 10 de mayo de 2010, http://www.youtube.com/watch?v=nqno8H-mjeY.

de Grecia frente a Turquía, para que Atenas pueda ahorrarse ese gasto militar. Por el contrario, prefieren explotar la carrera arma-mentista, ganando tanto en la venta de los costosos equipos como en su financiación. Y como suyo es el poder, consiguen convencer a muchos de que el problema radica en que los parasitarios países de la “Europa Med” están poblados por holgazanes que disfrutan del sol mientras los alemanes trabajan.

Por cierto, los últimos dos años nos han brindado una sola lec-ción edificante: que nosotros, los argentinos, somos mejores de lo que pensábamos. Es lo que se desprende de este caleidoscopio de iniquidades ajenas.

2. Obama y su “Operación Cóndor”

Profundizaremos primero en el caso norteamericano, ya que la su-perpotencia estadounidense es un corsé que cierne al mundo en-tero. Los errores morales se pagan. Estados Unidos ahora padece una pérdida de credibilidad sin precedentes. Y la cosa es aún más grave si consideramos lo ocurrido el 30 de septiembre de 2011, cuando la CIA asesinó a dos ciudadanos estadounidenses en Ye-men, usando un misil disparado por un avión robótico operado por satélite desde un remoto centro de cómputos.10 Uno de ellos, Anwar al-Awlaki, había sido incluido por la CIA desde principios de 2010 en una lista pública de terroristas de al-Qaeda que debían ser ase-sinados.11 La otra víctima, acompañante de al-Awlaki en la ocasión, fue un “daño colateral”.

Para que se comprendan las tremendas implicancias de lo acon-tecido, debemos reformular lo dicho: sin debido proceso judicial, y basándose en informes secretos de inteligencia, el gobierno de los Estados Unidos decidió quitarle la vida a un ciudadano de su propio país violando flagrantemente la Primera Enmienda de su Constitución. Así como amparados en la infame “Operación Cón-dor” de las dictaduras del Cono Sur, Pinochet mandaba asesinar chilenos en Buenos Aires, y Videla mandaba asesinar argentinos en

10 Erika Solomon y Mohammed Ghobari, “CIA drone kills U.S.-born al Qaeda cleric in Yemen”, Reuters, 30 de septiembre de 2011, http://www.reuters.com/article/2011/09/30/us-yemen-awlaki-idUSTRE78T0W320110930. (consultado el 27/10/12).

11 Scott Shane, “U.S. Approves Targeted Killing of American Cleric”, The New York Times, 6 de abril de 2010, http://www.nytimes.com/2010/04/07/world/middleeast/07yemen.html?_r=0 (consultado el 27/10/12).

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Uruguay y Brasil, Obama manda asesinar norteamericanos en Ye-men, sin juicio previo y apoyándose en presuntas pruebas secretas.

Anwar al-Awlaki estaba en la lista de blancos escogidos para el asesinato porque los servicios de inteligencia llegaron a la conclu-sión de que había tenido un papel central en un frustrado intento por hacer estallar un avión sobre Detroit, programado para la Navi-dad de 2009. El padre de la víctima, Nasser al-Awlaki, inició enton-ces una querella para sacar a su hijo de esa lista de reos de muerte sin juicio previo,12 pero el gobierno de Obama invocó el privilegio del secreto de Estado para desbaratar el proceso judicial. El juez John Bates, de la justicia federal de Washington, dictaminó que lo que estaba en juego era una “cuestión política” encuadrada enteramen-te en la esfera del Poder Ejecutivo.13

De nada sirvieron las quejas de importantes organizaciones como la American Civil Liberties Union y el Center for Constitu-tional Rights,14 que arguyeron a favor de la querella del padre de la víctima. Señalaron que, de insistir el gobierno en su decisión de asesinar a un ciudadano sin juicio previo, los criterios legales apli-cados deberían ser explicitados en forma pública, ya que, a primera vista, se estaba violando la Constitución y la ley internacional. La respuesta del gobierno y de la Justicia fue que no sólo las pruebas sino también los criterios legales invocados eran secretos. Consu-mado el asesinato, Obama felicitó públicamente a los perpetrado-res de la fechoría.

Comentando sobre estos hechos el 3 de octubre, la prestigiosa revista The Atlantic Journal preguntaba indignada: “¿Qué justifica-ción pueden tener el presidente Obama y sus abogados para man-tener secreto el razonamiento legal que supuestamente los habilitó para este operativo? No se trata de un secreto militar. No es un caso en que se protege a un agente de la CIA que opera en forma encubierta. Tampoco es un caso en que se oculta al público una vulnerabilidad del país frente al terrorismo. (…) Estamos frente a

12 Para consultar la demanda presentada por Nasser al-Awlaki, véase http://ccr-justice.org/files/Al-Aulaqi%20v.%20Obama%20Complaint.pdf y (http://www.aclu.org/files/assets/tk_complaint_to_file.pdf (consultado el 27/10/12).

13 Warren Richey, “Judge dismisses bid to remove Anwar al-Awlaki from US ‘kill list’”, CSmonitor, 7 de diciembre de 2010, http://www.csmonitor.com/USA/Jus-tice/2010/1207/Judge-dismisses-bid-to-remove-Anwar-al-Awlaki-from-US-kill-list (consultado el 27/10/12).

14 Para consultar la decisión adoptada por la Corte del Distrito de Columbia de Estados Unidos. Civil Action No 10-1469 (JDB) véase http://www.aclu.org/files/assets/2010-12-7-AulaqivObama-Decision.pdf (consultado el 27/10/12).

un presidente que explota el secreto oficial para justificar la lega-lidad de sus decisiones sin tener que someter su razonamiento al escrutinio del público”.

Y en su editorial del 2 de octubre, el Los Angeles Times pregun-taba: “¿Cómo puede ser que se necesite una orden del juez para espiar las conversaciones telefónicas de un ciudadano, pero no para matarlo?”. Agregaba: “Si Awlaki fue de verdad un arquitecto de ataques terroristas dentro de los Estados Unidos, como dicen los funcionarios, entonces quizá debamos celebrar su desaparición. Pero en el fondo no lo sabemos, ¿no es verdad?”.

Para colmo, esto se dio junto al incumplimiento, por parte de Obama, de su promesa electoral de cerrar la cárcel de Guantána-mo.15 Pero no sólo se mantiene vigente la perversa legalidad de la tortura offshore. Desde su elección, Obama fue más manga ancha que su predecesor, George W. Bush, en sus políticas respecto de la CIA. Por primera vez dio a los espías un papel protagónico en las mismísimas operaciones de combate, a través del uso de aviones robóticos como el que mató a al-Awlaki.

Por cierto, cuando asumió, Obama eligió como jefe de la CIA a Leon Panetta que en 2011 fue ascendido a secretario de Defensa.16 Panetta fue el adalid de la guerra con aviones robóticos, que Bush había limitado su uso debido a las numerosas muertes colaterales que ocasionaban. En cambio, Obama les dio luz verde. Un dato duro que documenta el cambio es que, según el New York Times del 13 de abril de 2011, en 2010 se efectuaron en Paquistán 117 ataques con aviones robóticos, más que la suma de todos los años previos. Y según un informe de 2009 de la Brookings Institution, los ataques en ese país han matado a diez civiles por cada uno de los militantes ultimados.

Simultáneamente, la CIA reconoce que en años recientes se ha multiplicado el personal de su Centro de Operaciones de Contrate-rrorismo, que es el departamento especializado en las operaciones de estos letales robots aéreos. Más aun, según el Washington Post del 20 de septiembre de 2011, ya existe en el Cuerno de África y la Península Arábiga toda una constelación de bases secretas para aviones robóticos. Están ubicadas en los Estados africanos de

15 Antonio Caño, “Obama presenta un plan para cumplir el plazo del cierre de Guantánamo”, El País, 21 de mayo de 2009.

16 “León Panetta al Pentágono, David Petraeus a la CIA”, diario ABC, 28 de abril de 2011, http://www.abc.es/20110427/internacional/abci-panetta-ga-tes-201104271246.html (consultado el 27/10/12).

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Etiopía y Yibuti, y en las índicas Islas Seychelles, a la vez que se ha construido otra pista secreta en algún lugar de Arabia. Y según la renombrada revista Scientific American del 3 de octubre, ya se han desplegado más de 7000 de estos aparatos asesinos en el mundo. En las palabras de Hina Shamsi, director del Proyecto de Seguridad Nacional de la American Civil Liberties Union:

“Estamos siendo testigos de la transformación de la CIA en una organización paramilitar, sin los controles ni la obligación de dar cuenta de sus acciones a la que tradicionalmente están sujetos los militares”.

Estados Unidos sigue siendo una democracia. Pero está más cerca de ser un Estado policial que antes del advenimiento de Oba-ma, y esa es una paradoja lamentable. Si algún lector preguntara si acaso esa gran potencia no sigue siendo mejor, en el plano de la moral cívica, que autocracias como China y Rusia, quizá le daría-mos la razón. Pero ese juicio omite el hecho de que Rusia y China nunca nos prometieron otra cosa.

Por cierto, descubrir la arbitrariedad asesina de la razón de Es-tado en una autocracia no sorprende. Pero comprobar que ésta se ejerce en el país que se nos presenta como el modelo de las de-mocracias causa escándalo. ¿Con qué autoridad moral podrán los norteamericanos juzgar y sancionar, de aquí en más, a las dictadu-ras más feroces?

Ya no hay códigos. La degradación cívica de los Estados Unidos ha sumergido al mundo en un infierno moral en que el Derecho Humanitario es vilmente manipulado.

3. El doble estándar de los derechos humanos

Veamos ahora esta misma temática, que en grandes pinceladas po-dría describirse como la del cinismo y amoralidad de los poderosos, desde una perspectiva diferente pero complementaria.

A principios de 2012, un famoso ex neoconservador arrepentido, Robert D. Kaplan, publicó una interesante nota en la que señaló la paradoja de que, mientras la élite de la política exterior norteame-ricana en Washington finge estremecerse ante las ocho o nueve mil muertes producidas hasta esa fecha en la Guerra Civil Siria, los 47.000 que han perdido la vida en México desde 2006 parecen conmoverla menos.

Kaplan señala, no sin razón, que México, que pronto será la séptima economía del mundo, afectará el destino norteamericano en las próximas décadas más que ningún Estado o combinación de Estados del Medio Oriente. Además, siendo un país territorialmen-te contiguo a Estados Unidos, lo que acontece en México constituye un peligro mayor para la seguridad inmediata de los norteamerica-nos.

Por cierto, gracias al Tratado de Libre Comercio, tanto como el 85% de las exportaciones mexicanas tienen por destino a Estados Unidos. Es como si las dos economías ya estuviesen fusionadas en una sola. ¿Cómo puede ser, entonces, que los norteamericanos se preocupen tan poco por la violencia mexicana, a la vez que estén tan conmovidos por la de Siria?

Seguramente la solución del enigma radica en las enormes di-ferencias cualitativas que existen entre la violencia siria y la mexi-cana. En el caso mexicano se trata de una violencia engendrada en forma directa por la estrategia adoptada por Washington en su lucha contra la droga. En vez de reprimir principalmente la deman-da de narcóticos, que proviene de su propio mercado, Washington exige la represión de la oferta, que proviene en su mayor parte del exterior. Así, lidia con el problema exportando violencia, lo que con-tribuye a impedir su aumento en el territorio propio.

Visto así, mal podría el gobierno norteamericano rasgarse las vestiduras frente a una violencia mexicana de la que la sociedad norteamericana es en gran medida responsable. Después de todo, si los estadounidenses no consumieran narcóticos, esta violencia quedaría reducida a una mínima expresión. Y lo mismo ocurriría si se legalizara el consumo de algunas drogas en su país.

Pero como Washington no está dispuesta a tomar esa medida contracultural, insiste en que se reprima a los mexicanos que se acoplan a la demanda norteamericana, con más ahínco que el que ellos mismos aplican frente a los norteamericanos que se acoplan a la oferta mexicana. ¡No sea cosa que sus propias ciudades se asemejen a Ciudad Juárez, que ostenta el récord mundial de asesi-natos por 100.000 habitantes!

En verdad, los norteamericanos no sólo son parcialmente res-ponsables de la violencia mexicana, sino que su gobierno no desea que esa violencia cese hasta obtener una victoria en la “guerra con-tra la droga”. Desde el interés de Washington, mientras subsista el problema del narcotráfico azteca, la violencia mexicana será un mal necesario. Son las mismas exigencias políticas del gobierno

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norteamericano frente al mexicano las que engendran este “daño colateral”, que en las series de Hollywood siempre es lamentado por los justificadores de bajas inocentes.

El caso sirio es justo el opuesto, porque la caída del régimen de Damasco podría significar el fin de la influencia iraní en el Medio Oriente. En Siria, quien ejerce la represión profesa fines opuestos a los de Washington. A diferencia de la violencia represiva mexicana, que desde el punto de vista estadounidense no debe ser condena-da porque es funcional a sus objetivos, la violencia represiva del régimen de Damasco representa un obstáculo para las necesida-des geopolíticas norteamericanas. Por lo tanto, en el caso sirio las circunstancias ameritan prostituir una vez más la espada de los derechos humanos.

Por cierto, Siria es el único aliado de Irán en la región. Previo paso por Irak (cuyos chiitas cooperan con Teherán), la ayuda iraní al Hezbolá (en el Líbano) y al Hamas (en la Franja de Gaza) llega a destino gracias a la cooperación de Damasco, cuyo territorio es un eslabón esencial para los objetivos geopolíticos de la cúpula iraní.

Por eso, la caída del régimen de Bashar Al Assad sería bienve-nida por Washington. El caso es análogo al del régimen libio de Gadafi, ya mencionado, cuya masacre de rebeldes fueron la justifi-cación, en 2011, para una intervención “humanitaria” de la OTAN, cuya verdadera motivación fue la protección, en Libia, de los inte-reses petroleros de Francia, Gran Bretaña e Italia. Aunque frente a Siria no se ha montado una intervención directa, está claro que Washington posterga toda preocupación acerca de si el régimen sunita que eventualmente reemplace a los alauitas en Damasco respetará los derechos humanos de sus opositores. En realidad, se sabe que no habrá tal respeto. No obstante, al menos por el mo-mento, lo que le importa a Estados Unidos es que se produzca un cambio de régimen en Siria que neutralice las ambiciones iraníes. Y para eso invoca los derechos humanos.

El paradójico contraste es fascinante. En México se alienta una represión que engendra violencia asesina. En Siria se condena al régimen que, con violencia asesina, reprime a los rebeldes. En el caso sirio, Washington denuncia la violación de derechos huma-nos. En el caso mexicano, Washington se rasga las vestiduras fren-te a las iniquidades de los cárteles, alentando su represión a pesar de que éstos no existirían sin el juego resultante de la fiebre con-sumidora del público norteamericano y la pulsión proscriptora de la droga del gobierno estadounidense. En México, la presencia de

gran violencia se considera un mal menor, siendo el mal mayor los narcóticos que el mercado norteamericano devora. En cambio, en Siria (al igual que en Libia), la presencia de gran violencia es un mal absoluto que puede ameritar el derrocamiento del régimen, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

La paradoja de este doble estándar es tanto más evidente si re-currimos a la memoria de tiempos recientes en los que todavía no había una insurgencia seria en Siria. Cuando a nadie se le ocurría que el gobierno de Al Assad pudiera ser derrocado, existía cierta cooperación entre Washington y Damasco, especialmente en cues-tiones más bien turbias.

En ese escenario, poco después de los ataques del 11 de sep-tiembre de 2001, un ingeniero canadiense de origen sirio, Maher Arar, fue capturado por los norteamericanos, sospechoso de per-tenecer a Al-Qaeda.17 Sin procesamiento, fue puesto en confina-miento solitario y sometido a duros interrogatorios, negándosele el acceso a un abogado.

Pero a pesar de que en los interrogatorios se apeló a métodos lindantes con la tortura, no se obtuvieron resultados. Entonces, para no violar su propia ley, los norteamericanos… ¡lo mandaron a Siria!18 Allí fue sometido a suplicios durante casi un año, hasta que su inocencia fue confirmada.19 Entonces, los sirios lo devolvieron a Canadá y pudo reintegrarse a su hogar y a su trabajo.

El gobierno canadiense le pagó a Arar una compensación de diez millones de dólares por su responsabilidad en el entuerto, que era menor, a la vez que la querella de la víctima contra Estados Unidos continúa, por ahora sin solución.20

¿Puede sorprender entonces que, una década más tarde, en cir-cunstancias muy diferentes, Washington aliente políticas mexicanas

17 Clifford Krauss, “THE SATURDAY PROFILE”; Qaeda Pawn, U.S. Calls Him. Victim, He Calls Himself. The New York Times, 15 de noviembre de 2003, http://www.nytimes.com/2003/11/15/world/the-saturday-profile-qaeda-pawn-us-calls-him-victim-he-calls-himself.html?ref=maherarar (consultado el 27/10/12).

18 “U.S. denies Arar was deported under America’s ‘extraordinary rendition’ po-licy”. Canadá.com CANWEST NEWS SERVICE, 20 de septiembre de 2006, http://www.canada.com/vancouversun/news/story.html?id=513669df-a745-4c7b-87e6-a75f94f0b01d&k=45828 (consultado el 27/10/12).

19 “Tortured by Mistake”, Washington Post, 20 de septiembre de 2006, http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2006/09/19/AR2006091901547.html.

20 Para consultar la situación del caso de Maher Arar ante la Justicia de Esta-dos Unidos, véase http://ccrjustice.org/files/Arar%20Court%20of%20Appeals%20Decision.pdf.

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que engendran una terrible carnicería, a la vez que se llena la boca condenando las iniquidades del mismo al-Assad que le hizo el tra-bajo sucio con Maher Arar?

Por otra parte, extremando la paradoja, obsérvese que en Esta-dos Unidos los biempensantes se indignaron porque Washington envió a Arar a Siria para ser torturado… ¡pero casi nadie se indignó con los sirios por torturarlo! El pecado era de Washington que hizo posible que Damasco lo torturara, y no de Damasco que lo torturó. Esta es la otra cara del doble estándar: un segmento masivo de la opinión pública occidental le exige todo a Occidente, mientras que de un modo quizás condescendiente, suele ser mucho menos exi-gente con déspotas lejanos.

Todos los juicios morales se tergiversan y subvierten. Todos los medios de difusión privados, y todos los mecanismos de comunica-ción de los gobiernos, distorsionan la información de manera ale-vosa. Quienes nos leen son los únicos jueces válidos, porque frente a estas sordideces, sólo ellos siguen teniendo autoridad moral… ¡y quizá sólo porque no tienen poder!

4. ¿Son inevitables los dobles estándares?

Por cierto, la cuestión de los dobles estándares políticos y mora-les es endemoniadamente compleja. Reflexionando sobre el tema, a mediados de 2012 uno de los autores de este libro publicó una nota con un título irónico, “Ahora te comprendo, Obama”. Allí recordaba sus propias cavilaciones recientes sobre esta dimensión del predi-camento moral del hombre.

Caminando por el centro de Barcelona, nuestro autor dio por casualidad con las Reales Atarazanas. El gigantesco edificio me-dieval, astillero de la corona catalana-aragonesa desde tiempos del rey Pere el Cerimoniós (1319-87), sirvió para la construcción de galeras y hospeda hoy un museo naval. Al ingresar, el visitante recibió unos audífonos de uso indescifrable. Sus ojos se posaron, sin conmoverse, sobre las maquetas en escala reducida de diversas embarcaciones antiguas.

Pero a la vuelta de un recodo se topó de repente con la enorme y amenazante proa de una réplica de la galera real de Don Juan de Austria, capitana de la flota cristiana que derrotó a los turcos en la batalla de Lepanto (1571). Superado el susto inicial, trepó por la rampa que conduce al puente de la nave. Sus auriculares entonces

se activaron. Desprevenido, un espectáculo audiovisual lo sumer-gió en el fragor de la lucha.

Mientras una voz en off explicaba las características de las ba-tallas de galeras en el siglo XVI, el visitante fisgoneaba los lati-gazos que los suboficiales propinaban sobre los 236 remeros del majestuoso barco español, decorado por los artistas sevillanos más prestigiosos de la época. Símbolos elaboradamente tallados de la Fe, la Esperanza y la Caridad sosegaban a los oficiales, mientras rugían los cañones y los remeros se esforzaban al ritmo de su supli-cio, chasquido tras chasquido. Estaban encadenados a sus sitiales desde que el barco zarpaba hasta que amarraba en puerto amigo. Comían, defecaban y orinaban en el mismo lugar. Si se enferma-ban, allí se curaban o morían sin que sus despojos fueran retirados hasta el arribo a destino. Es por eso que, si el viento soplaba hacia el puerto, la llegada de una galera se percibía antes con el olfato que con la vista.

Así era la guerra naval en esos tiempos. Asociando las imágenes, sonidos e información que penetraban por sus sentidos con su pro-pio acervo de ideas, el autor comprendió con sobresalto que en el siglo XVI era imposible ganar una batalla de galeras sin violar los derechos naturales de la propia tripulación. Si los españoles hu-bieran sido más humanitarios con sus remeros, casi seguramente hubieran sido vencidos por otomanos. Y gracias a la victoria de Le-panto (uno de los grandes aportes de España a Occidente) se frenó la expansión musulmana en el Mediterráneo, haciendo posible el predominio mundial de una civilización más liberal.

Un caso análogo es el del tráfico y explotación de esclavos. Gran Bretaña, adjudicataria del asiento de negros en nuestras tierras, fue uno de los más entusiastas imperios esclavistas a principios del siglo XVIII. Cuando a fines de esa centuria, gracias a sus avances industriales, se encontró cincuenta años por delante de sus com-petidores más cercanos, la esclavitud dejó de ser funcional para su economía. A partir de entonces, los británicos se transformaron en campeones del abolicionismo. En parte gracias a su campaña, hacia 1889 ya no quedaban esclavos en los países de Occidente. Pero si hubieran renunciado a la explotación de esclavos dos siglos antes, sólo habrían conseguido abortar su propio poder, volviéndo-se impotentes para la promoción de cualquier causa de derechos humanos.

Estas reflexiones sugieren que la de los derechos del hombre es una “historia natural” en el sentido en que lo es la evolución de la vida postulada por Darwin: un transcurrir en el que no se puede

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llegar a una etapa superior sin haber transitado por las inferiores. Y este teorema conduce a una controvertida cuestión. ¿Cómo ha de manejarse Occidente en conflictos violentos con culturas o seg-mentos de civilizaciones que todavía no han llegado a la etapa en que los derechos humanos se consagran como derechos positivos?

Nuestros ejemplos históricos sugieren que adelantarse a los tiempos, con códigos éticamente superiores a los del adversario, contribuye a la derrota y puede malograr la posibilidad de aportar al progreso moral universal en el largo plazo. Esto parece válido para el caso actual, en que una civilización en su conjunto ha al-canzado un estadio relativamente avanzado en su observancia de los derechos humanos, pero se enfrenta a peligrosos adversarios estatales y transnacionales que no comparten esos valores.

Aunque de modo alguno endosamos su punto de vista, hay quie-nes afirman que, en tal circunstancia, ceñirse a una conducta más humanitaria que la del enemigo puede resultar contraproducente para la vigencia futura de los derechos del hombre. Por medio de razonamientos diferentes pero convergentes, ésta es en esencia la conclusión a la que llegan pensadores como Robert Francis Cooper y Alan Dershowitz.

Cooper fue diplomático británico hasta 2002, cuando asumió funciones como director general de Asuntos Político-Militares Ex-ternos en la secretaría general del Consejo de la Unión Europea. En su resonante libro The Breaking of Nations (2004), sostiene que el mundo debe acostumbrarse a estándares dobles. En el interior de Occidente deben obedecerse nuestras normas. Pero al lidiar con la parte del mundo que no comparte estos códigos, se deben aplicar las normas vigentes en el estadio anterior de nuestra evolución cí-vica. Nos dice:

“Entre nosotros debemos respetar la ley, pero cuando estamos en la jungla debemos guiarnos por las reglas de la jungla. El prolongado período de paz del que ha gozado Europa occiden-tal ha generado una peligrosa propensión a bajar la guardia, tanto física como psicológica”.

Por su parte, Dershowitz es uno de los abogados progresistas más conocidos de los Estados Unidos. Sus exitosas defensas de de-rechos cívicos en juicios celebérrimos fueron llevadas al cine. Des-de 1988 cree que la tortura debe ser reglamentada, para los casos muy excepcionales en que se sabe que un reo posee información

que podría evitar una masacre. En aquel año ya lejano, su receta estaba limitada a Israel. Pero a partir del 11 de septiembre de 2001, la hizo extensiva a Estados Unidos.

“¿Quiere torturar? Obtenga una orden del juez”, fue el título del provocativo ensayo que ese afamado profesor de Harvard publicó en 2002. Afirma que hay circunstancias en que la defensa del de-recho a la vida justifica medidas extremas como mal menor, y que se debe establecer un procedimiento legal para dispensarlas y fijar responsabilidades. Aclara:

“El verdadero objetivo es limitar la tortura a aquellos raros ca-sos en que se va a usar de todos modos. Una orden judicial agregaría transparencia y reduciría su mal uso”.

Propuestas como éstas estremecen. Su enunciación rechaza profundamente, en especial en América Latina, donde las argucias del estado de excepción condujeron a crímenes de lesa humanidad perpetrados por el mismo Estado. Pero no enfrentar el problema no sólo es peligroso, sino que conduce a prácticas aún más sórdidas. En la ausencia de soluciones como las propuestas por Cooper y Dershowitz, los países relativamente respetuosos de los derechos humanos a veces recurren a los servicios de Estados que los respe-tan menos. Es el caso de Estados Unidos frente a Maher Arar, cuyo caso ya mencionamos.

Y si una gran potencia optara por abandonar para siempre es-tas prácticas amorales… rápidamente dejaría de ser gran potencia. Muchos contestarán ¿y para qué queremos ser potencia? Pero quie-nes así razonan no tienen poder, quizá porque no lo buscaron, a la vez que quienes lo poseen lo han buscado y no suelen razonar de tal modo.

Se trata, quizás, de un defecto de la condición humana. Como dijimos en el Introito a esta obra, la perversa lógica del poder casi siempre triunfa, quizá porque sólo quienes la cultivan alcanzan el poder necesario para modelar las sociedades y sus políticas inter-nas y externas. Por cierto, el examen de estas cuestiones nos hace conjeturar que también en este ámbito se produce una inevitable división del trabajo, tanto internacional como en el interior de los Estados. Se trata de una división de los criterios morales. Ceteris paribus, los débiles tienden a ser más morales, a la vez que, para conservar su poder, los fuertes deben ser (con disimulo) más amo-rales.

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Esta formulación parece validada para las cuestiones aborda-das en esta viñeta. En las circunstancias actuales, los Estados oc-cidentales ejercen los dobles estándares de moralidad necesarios para conservar su poder todas las veces que pueden. Lo hacen de manera más o menos embozada, porque sus ciudadanías han de-sarrollado altos criterios de moralidad que son incompatibles con la amoralidad necesaria para mantener el poder.

Esta contradicción es la más grande debilidad de Occidente, que tiende a retroceder frente a civilizaciones con menos poder pero que no están limitadas en el uso de sus medios por la cultura política de sus pueblos. Entre tales adversarios, el principal es, obviamente, la cultura islámica, cuya variante radicalizada, tanto sunita como chiita, es el factor más dinámico de la política global de nuestros tiempos.

PARTE II

¿El Estado o el mercado?

5. El siglo XX: Keynes vs. Hayek

Dadas las lacras argentinas y latinoamericanas, que son muy vi-sibles para nuestros lectores, parece exagerado afirmar, como lo hicimos en la viñeta anterior, que la sabiduría está más cerca de casa que de otra parte. Pero en cuanto penetramos en el análisis de cómo el capitalismo del supuestamente avanzado “primer mundo” se devora a sí mismo, comprendemos que no lo es tanto.

Para avanzar con modestia por este camino, antes debemos re-correr la historia de las ideas económicas en los siglos XX y XXI. Tanto la crisis norteamericana de 2008 como la que en la actuali-dad padece la Eurozona reflejan un longevo e irresuelto debate: el que libran las ideas estatistas y libremercadistas desde principios del siglo XX. Sus principales protagonistas fueron y son las concep-ciones de Friedrich von Mises y Friedrich von Hayek, por un lado, y la de John Maynard Keynes, por el otro: dos austríacos frente a un inglés de Cambridge cuyas ideas terminaron dominando gran parte del siglo XX.

La escuela austríaca (que eventualmente inspiró a la escuela de Chicago que lideró Milton Friedman) suponía que es mejor no intervenir en los mercados, cuya capacidad para la autorregulación en el mediano o largo plazo se puede demostrar matemáticamente.

A su vez, a este argumento Keynes respondía: “¡en el largo plazo estamos todos muertos!”. Aun suponiendo que el mercado pudiera autorregularse, sus tiempos no son los de la política, ni los de la biología, ni los de la degradación ambiental. ¿De qué sirve esta pre-sunta autorregulación si, antes de que llegue a operar, los procesos políticos han generado un Hitler?

La historia económica del siglo pasado estuvo acompañada por esa batalla ideológica monumental que sigue librándose en el pre-sente. En términos puros, impolutos por la contaminación de inte-reses sectoriales que con frecuencia la acompaña, la disputa gira

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en torno de cuál de los dos sistemas beneficia más a la humanidad: el que está basado en el juego de la oferta y la demanda, o el que se apoya en el planeamiento estatal.

Hasta la Primera Guerra Mundial, las ideas libremercadistas tuvieron clara hegemonía. Pero ese cataclismo cambió las cosas. En Rusia, cayó el régimen zarista y emergió un sistema en el que la propiedad privada era un delito. Al mismo tiempo, a la derro-tada Alemania se le exigieron reparaciones de guerra que resul-taron ruinosas para su economía y sistema político. Y aunque en las democracias económicamente avanzadas, en especial Estados Unidos, el fin de las hostilidades regeneró el capitalismo, eso duró sólo una década. En octubre de 1929 la fiesta bursátil se convirtió en apocalipsis. En poco tiempo cerraron la mitad de los bancos y la actividad económica norteamericana se paralizó. El capitalismo parecía condenado.

Por su parte, reaccionando desde Inglaterra contra el caos, Key-nes se abocó a intentar salvar el sistema, reformando la ciencia de la economía. Inventó la macroeconomía. Antes de él, no se maneja-ban parámetros que hoy parecen imprescindibles, como el PBI, la tasa de desempleo y la tasa de inflación. Simultáneamente, en Es-tados Unidos, el presidente Franklin D. Roosevelt lanzó el famoso New Deal, o “nuevo trato” con las clases trabajadoras. El gobierno central creó trabajo invirtiendo en infraestructura, a la vez que dis-tribuyó cuantiosos subsidios para los desempleados.

Los libremercadistas como Hayek miraban horrorizados, pero el fracaso del anterior presidente norteamericano, que había insistido en no intervenir en la economía, no dejaba margen de opción. El aristocrático Roosevelt comprendió que el sistema de mercado ha-bía colapsado, y cual un plebeyo Kirchner, se lanzó a regular casi todo, inyectando subsidios e incentivos. Lentamente, la economía norteamericana se fue normalizando.

Mientras tanto, sin embargo, y tal como está ocurriendo en el momento actual en Europa, la crisis destruía tejidos sociales y en-gendraba partidos extremistas en países como Alemania y Austria. Pronto el mundo se vio sumido en la Segunda Guerra Mundial, que mató a más de sesenta millones de personas. Sin embargo, el gigantesco gasto estatal que la guerra trajo consigo terminó de resolver la crisis en Estados Unidos. Curiosamente, la guerra sirvió para convalidar las ideas de Keynes.

Una vez concluida la conflagración, la vigencia de las teorías keynesianas se acentuó. Tras una ola de nacionalizaciones de

industrias estratégicas, los ingleses, galeses y escoceses abrazaron un socialismo democrático. Como en el caso argentino actual de Repsol frente a YPF, en el Reino Unido muchos empresarios pri-vados se vieron obligados a vender sus firmas al Estado, especial-mente en campos como la siderurgia, el carbón y los ferrocarriles. Al mismo tiempo, nació el Estado de bienestar, con un generoso se-guro de salud y casi pleno empleo. El keynesianismo parecía haber ganado la gran disputa ideológica en forma definitiva.

Pero la historia continuó. En forma inesperada, hacia 1970, emergió un fenómeno económico nuevo y devastador que destruyó todas las certezas. Era la llamada stagflation, o estanflación, que combinó estancamiento con inflación. Para el pensamiento keyne-siano, esta combinación era imposible. Las dos cosas no se podían dar juntas. Pero así sucedió, demostrando que esa teoría tampoco lograba abarcar la complejidad infinita de los fenómenos económi-cos.

Por mucho tiempo, nadie se animó a abandonar el keynesianis-mo. El presidente Richard Nixon, por ejemplo, un republicano que se proclamaba libremercadista y había contratado a gurús como Milton Friedman, traicionó su ideología a la hora de la verdad. El 15 de agosto de 1971 estableció controles de precios y de salarios, que se aplicaron a casi todas las grandes empresas y sindicatos. En 1973 estableció también el racionamiento de combustibles. Pero la estanflación sólo empeoró.

Entonces llegó el demócrata Jimmy Carter, un keynesiano que, en su intento por resolver el grave problema, se animó a experimen-tar con las ideas opuestas. En 1978 desreguló la entonces deca-dente industria de la aviación civil y tuvo un éxito espectacular. No sólo eso, sino que en 1979 puso a Paul Volcker, un libremercadista, como presidente de la Reserva Federal, el banco central de los Es-tados Unidos.

Y así, de repente, las ideas libremercadistas se rehabilitaron. Paradójicamente, la estanflación se curó con el remedio opuesto al que había sido exitoso en las crisis anteriores: desregulaciones y privatizaciones.

Fue el auge del neoliberalismo. Anticipándose a los hechos, en 1974 la Academia Sueca le había adjudicado el Premio Nobel de Economía a Hayek, rescatándolo de la ignominia en que había sido sumido tras décadas de hegemonía keynesiana. Y tanto Margaret Thatcher (que se convirtió en primera ministra británica en 1979) como Ronald Reagan (que asumió la presidencia norteamericana en 1981) tocaron el cielo con las manos, cosechando grandes éxitos

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políticos. Con gestos públicos que ya son legendarios, Thatcher re-conoció a Hayek como su maestro y lo agasajó en el N° 10 de Dow-ning Street.

Cuando a este proceso se agregó el colapso del comunismo so-viético, consumado hacia 1991, parecía que la batalla tenía gana-dores y perdedores definitivos. Y fue por eso que Francis Fukuyama lanzó su optimista título, El fin de la historia.21 ¡Sólo su autor sabe si la suya fue ingenua inocentada o ironía ingeniosa!

6. El siglo XXI: las crisis anticipatorias de la autodestrucción del capitalismo neoliberal

Las Savings & Loans

Pero otra vez, la historia continuó. El éxito producido por las nue-vas políticas condujo a una catarata de desregulaciones en todos los sectores de la economía, incluyendo el sector financiero. A par-tir de entonces, como a una locomotora a la que se le sacaron los frenos, Wall Street alegremente arrastró al mundo hacia el abismo de 2008.

Antes de ese desenlace, sin embargo, se produjeron importantes crisis sectoriales que anticiparon los problemas que eventualmente sobrevendrían con la desregulación. La primera de cierta magnitud fue la de las Savings and Loans Associations (S&L), producida en los años ’80 y ‘90. En Estados Unidos, estas sociedades de aho-rro y préstamo son instituciones financieras pequeñas que toman depósitos de ahorro, y emiten hipotecas y préstamos prendarios y personales a nombre de deudores individuales. Entre fines de los ’80 y principios de los ’90 quebraron 747 de estas entidades, de un total nacional de 3234.

Las S&L daban créditos de largo plazo a tasa fija usando dinero depositado a corto plazo. Cuando subieron las tasas de interés y bajó el valor de la propiedad inmueble, no pudieron atraer capital y cayeron en la insolvencia. Muchas S&L recurrieron entonces a prácticas contables “creativas” para disimular su situación, y estas maniobras no fueron detectadas debido a la creciente desregula-ción impuesta a partir del gobierno de Ronald Reagan. Además, a

21 El ensayo, titulado “The End of History?” fue publicado por The National In-terest en el verano boreal de 1989. El libro, titulado The End of History and the Last Man (Free Press), salió en 1992.

partir de esa desregulación las S&L relativamente pequeñas pudie-ron comenzar a operar en todo el territorio estadounidense, gene-rándose riesgos cada vez mayores. La crisis, que fue también un gran escándalo, fue controlada con un salvataje que, hacia 1995, alcanzaba los 87,9 mil millones de dólares.

La dimensión escandalosa del asunto fue un anticipo de otras crisis mayores por venir y tuvo su propio héroe cívico, William K. Black. Entre 1984 y 1989 éste fue, sucesivamente, director de liti-gios del Federal Home Loan Bank Board (FHLBB), director adjunto del Federal Savings and Loan Insurance Corporation (FSLIC) y vice-presidente primero y consejero general del Federal Home Loan Bank of San Francisco, los principales entes reguladores de los S&L.

En 1987 Black demostró ante el Congreso la complicidad del speaker de la Cámara de Representantes, Jim Wright (demócrata de Texas), y de cinco senadores (entre ellos el futuro candidato pre-sidencial John McCain), con las financieras quebradas. A cambio de favores, éstos habían recibido contribuciones y beneficios diver-sos de parte de las S&L.22

Más allá de una liviana reprimenda que condujo a la renuncia de Wright a su banca en 1989, la Comisión de Ética de la Cámara de Representantes nada hizo para castigar a los legisladores involu-crados. Pero la Justicia condenó a prisión a varios banqueros, en-tre ellos Charles H. Keating, poderoso zar de American Continental Corporation y de Lincoln Savings and Loan Association.

En diciembre de 1991 éste fue condenado a 10 años de cárcel por 17 delitos financieros, a pesar del apoyo que recibió de la Madre Teresa de Calcuta, a cuyas obras había donado 1,25 millones de dólares. La célebre monja, galardonada con el Premio Nobel de la Paz y declarada beata por el Vaticano, evidentemente no era tonta. No devolvió esos dineros, que formaban parte del botín que Keating había robado a unos 17.000 individuos. Un facsímil de su carta de apoyo a Keating fue reproducido en el libro de 1995 de Christopher Hitchens, titulado “la Madre Teresa en la teoría y en la práctica”.23

22 Black ostenta un doctorado en jurisprudencia (JD) de la Universidad de Michi-gan, un PhD de la Universidad de California, y actualmente es profesor de economía y de derecho en la Universidad de Missouri. Acuñó el concepto de “fraude de con-trol” (control fraud) y es autor de numerosos libros y artículos académicos, uno de los cuales es The Best Way to Rob a Bank is to Own One: How Corporate Executives and Politicians Looted the S&L Industry, University of Texas at Austin Press (abril de 2005).

23 Christopher Hitchens, The Missionary Position: Mother Teresa in Theory and Practice, Verso, 1995. La Madre Teresa también apoyó a los Duvalier de Haití y al corrupto empresario Robert Maxwell.

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Pero lo más interesante es que el 15 de julio de 1987, mucho antes de su caída, Keating había escrito a Jim Grogan, su lobista ante el Congreso, advirtiéndole que debería retirarse de su profesión si no conseguía que Jim Wright, el demócrata que presidía la Cámara de Representantes, hiciera matar a Black. Escribió que aquel debía “kill him dead”. Posteriormente alegó que su lenguaje era metafó-rico. 24

24 La historia de Black está contada en Norma M. Riccucci, Unsung Heroes: Fede-ral Execucrats Making a Difference, Georgetown University Press, 1995. El facsímil del memorial mencionado está en la p. 46 de dicha obra.

Carta de la Madre Teresa defendiendo a un banquero corrupto

Memorando de un banquero corrupto ordenando el asesinato de un funcionario

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Las “punto.com”

Después de la debacle de las S&L vino la “burbuja de las punto.com”, que se hinchó entre 1997 y 2000, y estalló entre 2000 y 2001. En los últimos años de la década del ’90, las bolsas de los países industrializados subían debido al gran crecimiento del valor bursá-til de las empresas de Internet, cuyas acciones fueron promovidas, a veces mentirosamente, por los bancos de inversión. El valor de una empresa a veces subía sólo porque se le agregaba a su nombre una “e-” o un “.com” (un fenómeno que se conoció como “inversión en prefijos”). Debido a la confianza en las empresas tecnológicas reunidas en torno del índice Nasdaq Compuesto, los inversores a menudo ignoraron prácticas habituales, como la de tener en cuenta la proporción entre el precio bursátil de una acción y sus ganancias anuales a la hora de evaluar las acciones (lo que en inglés se llama el “P/E ratio”).

Para colmo, Eliot Spitzer, fiscal general de Nueva York entre 1999 y 2006, descubrió que los bancos de inversión habían promo-vido inversiones de Internet que ellos sabían que iban a fracasar. Gracias a eso, lograron recaudar mucho capital de riesgo que casi siempre se agotó sin jamás registrar una ganancia. La mayoría de las “punto.com” dejaron de operar en bolsa en cuanto se secó ese capital.

La burbuja de las punto.com llegó y pasó. Como resultado de las investigaciones de Spitzer de 2002, diez de los más importan-tes bancos de inversión que operaban en Estados Unidos debieron pagar un total de 1400 millones de dólares en multas por sus de-litos financieros: Bear Stearns, Credit Suisse First Boston, Deuts-che Bank, Goldman Sachs, J.P. Morgan Chase, Lehman Brothers, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Salomon Smith Barney y UBS War-burg. No obstante, la desregulación continuó vigente, y estas mis-mas empresas estuvieron entre las principales responsables de la crisis de 2008.

La caída de Enron Corporation y de Arthur Andersen

Los indicios de que había algo muy podrido en Wall Street no ter-minaron allí. Muy poco después de la burbuja de las “punto.com” llegó el recordado escándalo de Enron, que tampoco sirvió para cambiar el curso de las políticas de desregulación. Éste estalló en octubre de 2001 y condujo a:

1. La quiebra de Enron Corporation, que no sólo era la mayor vendedora de gas natural de América del Norte, sino que tam-bién estaba involucrada en la producción de una enorme gama de productos, como gasoductos, usinas de electricidad, fábricas de pulpa y de papel, plantas de tratamiento de agua, etc.

2. La disolución de Arthur Andersen, una de las cinco agencias de auditoría y contabilidad más importantes del mundo.

La quiebra de Enron, que fue la mayor de la historia mundial hasta esa fecha (después superada por la de WorldCom en 2002 y la de Lehman Brothers en 2008), fue facilitada por:

1. La desregulación de la venta de gas natural en Estados Uni-dos, sancionada por el Congreso a principios de la década de los ’90 y también por varias legislaturas estaduales.25

2. Prácticas contables fraudulentas y presiones ilícitas de Enron sobre las auditorías de Andersen.

Las iniquidades de Enron son inenarrables. Manipulaba los pre-cios, llegando al extremo de causar apagones en California para multiplicar, a veces por un factor de hasta 20, el valor de los activos energéticos que vendía.26 Al mismo tiempo, la empresa fue precur-sora de un sistema de subastas de commodities por Internet. Según la revista Public Citizen, estas subastas desreguladas le permitieron cuadruplicar las ganancias de su división mayorista en solamente un año. Los datos se incluyen en un artículo con un título reve-lador: “Fe ciega: de cómo la desregulación y la influencia de En-ron sobre el gobierno rapiñaron miles de millones de la ciudadanía norteamericana”.27

Además, Enron oficiaba de intermediaria en el mercado de compra-venta de contratos vinculados a las mismas actividades en que era productora, una operativa facilitada por su sitio web

25 Jeff Gerth, con la colaboración de Richard A. Oppel Jr., “Regulators Struggle With a Marketplace Created by Enron”, The New York Times, 10 de noviembre de 2001.

26 Timothy Egan, “Tapes Show Enron Arranged Plant Shutdown”, The New York Times, 4 de febrero de 2005.

27 “Blind Faith: “How Deregulation and Enron’s Influence Over Government Loo-ted Billions from Americans”, Public Citizen, diciembre de 2001.

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EnronOnline.28 Como consecuencia, el valor de sus acciones au-mentó exponencialmente.

Su expansión estaba basada en la sistemática subestimación contable de costos y sobrestimación de ganancias. No obstante, hasta que la situación fue visible, Enron gozó del favoritismo de la Securities Exchange Commission (SEC, el ente regulador de in-tercambios de valores), que explícitamente aprobó algunas de sus prácticas contables más dudosas. En octubre de 2001, el New York Times afirmaba:

“A principios de este año, Enron Corporation, el trader mun-dialmente dominante de energía, parecía imparable. Su es-fuerzo de toda una década para convencer a los legisladores que desregulen los mercados de electricidad había tenido éxi-to desde California hasta Nueva York. Sus vínculos con el gobierno de Bush aseguraban que su voz fuera escuchada en Washington. Sus ventas, ganancias y acciones alcanzaban niveles siderales. Y bajo el liderazgo de Jeffrey K. Skilling, su CEO, su arrogancia creció aún más. La empresa, basada en Houston, destilaba desprecio por los reguladores y grupos de consumidores que se interponían entre ella y un mercado completamente desregulado – de electricidad, agua y todo lo demás. Todos ganarían con la desregulación, decía Enron. (…) ‘Estamos del lado de los ángeles’, dijo el Sr. Skilling en marzo. (…) ‘La gente quiere mercados abiertos y competitivos. (…) Es la forma de ser americana.’ (…) Pero menos de un año más tarde, todos parecen haber perdido, especialmente sus inversores”.29

En 2002, Arthur Anderson fue declarada culpable de obstruc-ción de la justicia por su destrucción intencional de documentos relacionados con las auditorías de Enron. Y ya en febrero de 2005, el mismo diario publicaba la evidencia de la conspiración para agravar un apagón, transcribiendo párrafos de una conversación telefónica, grabada en enero de 2001, entre un trader de Enron y un funcionario público de Las Vegas que administraba parte de la red eléctrica de California.

28 Paul M.Healy y Krishna G. Palepu, primavera 2003, “The Fall of Enron”, en Journal of Economic Perspectives 17:2 p. 7.

29 A. Berenson y R. A. Oppel, Jr., “Once-Mighty Enron Strains Under Scrutiny”, The New York Times, 28 de octubre de 2001.

Después de consensuar la maniobra, ambos hombres rieron. La cinta, cuya grabación era una práctica rutinaria de la empresa para monitorear sus propias relaciones con las autoridades, fue confiscada por el FBI. Grabaciones anteriores registraban las ri-sueñas conversaciones de ejecutivos acerca de cómo le robaban a California. Las cintas también documentaron los temores de al-gunos ejecutivos de ir presos por manipular los precios, causando desabastecimiento intencional, y las recompensas que la empresa pagaba a sus funcionarios por manipular el mercado de la Costa Oeste de los Estados Unidos.30

7. Inside Job: la desregulación interpretada como complicidad entre el gobierno estadounidense y Wall Street

Fue en este contexto, de asalto empresario al poder político presun-tamente democrático, que se produjo la desregulación financiera que precipitó la crisis de 2008. Sus vericuetos han sido difundidos por documentales norteamericanos galardonados que se pueden pescar por televisión. Uno de ellos, Inside Job, dirigido y escrito por Charles Ferguson, ganó el Óscar al Mejor Documental en 2011, y este premio es quizás una de las pocas causas de optimismo que nos quedan respecto de la salud moral estadounidense.31

Si hemos de empezar desde el principio, debemos recordar que en Estados Unidos la banca de inversión había estado tajantemente separada de la comercial. Una ley de 1933 obligaba a ello.32 Por eso, durante décadas los bancos de inversión eran pequeños, limitados

30 Timothy Egan, “Tapes Show Enron Arranged Plant Shutdown”, The New York Times, 4 de febrero de 2005.

31 El film aborda la corrupción sistémica que la industria de servicios financie-ros ha engendrado en los Estados Unidos, y fue la primera fuente de inspiración de esta viñeta. Sin embargo, la obra dista de ser única en su género, ya que antes hubo otras como The Warning, un documental de PBS de 2009. También se trans-mitieron entrevistas televisivas, como la realizada por el prestigioso periodista Bill Moyers al legendario denunciante de escándalos financieros, William K. Black, en PBS el 23 de abril de 2010. Allí se denuncian muchos de los mecanismos descriptos posteriormente en el documental de Ferguson, a veces con palabras muy similares. Entrevistas como la de Black (descargable de You Tube) tienen el mayor mérito de ser el testimonio de un auténtico experto en el tema que, en su momento, incluso se jugó la vida.

32 Banking Act of 1933, también conocida como Glass Steagall Act. Otra ley, de 1932, lleva el nombre de los mismos legisladores. La que separa la banca comercial de la banca de inversión es la de 1933.

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a pocos socios que cuidaban muy bien su negocio y que no jugaban en exceso a la ruleta bursátil.

Pero en 1999, bajo la presidencia de Bill Clinton, se sancionó la ley Gramm–Leach–Bliley, también conocida con el optimista nom-bre de “Ley de Modernización de Servicios Financieros”.33 A partir de ese momento, una empresa pudo ser simultáneamente un ban-co, una colocadora de valores y una aseguradora. La ley también derogó las prohibiciones previas por conflictos de interés, que im-pedían que una persona fuera al mismo tiempo director o funciona-rio de un banco comercial y de uno de inversión.34

Asimismo, a través de una ley de nombre no menos optimista, se desreguló la comercialización de derivados financieros. La “Ley de Modernización de Futuros de Commodities” de 2000 hizo posible que las transacciones de acciones, bonos, commodities y derivados financieros, llevadas a cabo por fuera de las bolsas e instituciones bursátiles en los llamados mercados OTC (over-the-counter, o “so-bre el mostrador”), pudieran efectuarse en forma desregulada.35 En otras palabras, la nueva ley permitió que estas transacciones, que carecen de las garantías de transparencia de una bolsa de valores, pudieran tener lugar sin controles estatales.

Así, se modificó radicalmente la Ley de Intercambios de Commo-dities de 1936,36 permitiendo que las “partes sofisticadas” (léase grupos financieros poderosos) de un acuerdo de transacciones ad hoc pudieran conducir sus transacciones bilaterales sin más garan-tías contra riesgo que el que las partes del acuerdo establecieran bilateralmente. Este comercio desregulado de derivados financieros (especialmente los credit default swaps) fue una de las causas prin-cipales de la crisis financiera de 2008.

Según la ideología imperante en Wall Street, los derivados finan-cieros hacían más seguro el mercado. Lo cierto es que, usándolos, los banqueros podían apostar a casi cualquier cosa, desde el precio de la soja a la quiebra de una empresa. Hacia fines de los ’90, los derivados constituían un mercado no regulado de 50 millones de millones de dólares (es decir, trillones norteamericanos).

33 106th Congress Public Law 102. 34 No deja de ser interesante que, cuando dejó el Congreso, el honorable senador

Gramm fue designado vicepresidente de UBS AG, la antigua Unión de Bancos Sui-zos, cuya filial norteamericana ganó fortunas con estos juegos. Para colmo, su mujer había estado en el Board de la malhadada Enron desde 1993.

35 106th Congress Public Law 554. 36 Commodity Exchange Act of 1936, conocida como CEA.

No obstante, algunos espíritus esclarecidos se habían opuesto a esta tendencia. La resonante quiebra de Long-Term Capital Mana-gement (LTCM), una empresa dedicada a estas operaciones que en 1998 debió ser rescatada por catorce grandes empresas del rubro para evitar el colapso del mercado, les hizo pensar que se había avanzado por un camino demasiado riesgoso.

Entre los más representativos de estos profetas estuvo Bro-oksley Born, que en 1996 había sido designada presidenta de la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) por Bill Clinton. Antes de que se consumaran los cambios legislativos que facilita-ron el colapso, Born intentó promover la regulación de los deriva-dos financieros.

Pero el Departamento del Tesoro de Clinton, encabezado por Larry Summers, vetó su propuesta con una vehemencia casi in-timidatoria. Al hacerlo, Summers fue apoyado por trece grandes bancos. Born cuenta este famoso episodio de la historia financiera, que la tuvo por solitaria protagonista, en una entrevista aparecida en octubre de 2003 en la revista Washington Lawyer, donde se la reconoce como toda una “leyenda del derecho”.

Ese reconocimiento, claro, llegó demasiado tarde. Por otra parte, el veto de Wall Street a su propuesta de 1998 no sorprende, ya que las operaciones con derivados financieros generaban gran parte de las ganancias de los bancos. Alan Greenspan (presidente de la Re-serva Federal), Robert Rubin (secretario del Tesoro) y Arthur Levitt (presidente de la SEC) emitieron un fuerte comunicado refutando a Born. También recomendaron legislación para mantener los de-rivados sin regular. Ésta se consumó en 1999 y 2000 con las ya mencionadas leyes de “modernización”. A partir de entonces, y a pesar de los esfuerzos de Born, que renunció a la presidencia de la CFTC a mediados de 1999, la actividad financiera se convirtió en pura timba.37

Las crisis bursátiles mencionadas en la viñeta anterior, que de-bieron haber advertido sobre los abusos de Wall Street, se produje-ron poco después de la renuncia de Born. No obstante, el gobierno estadounidense prefirió tapar desprolijamente los agujeros y evitar las soluciones de fondo que hubieran sido impopulares para el po-der financiero, que era el que estaba detrás del trono.

Como dijimos al tratar la “burbuja de las punto.com”, el fiscal Spitzer descubrió que los bancos de inversión habían promovido in-versiones sabiendo que estaban destinadas al fracaso. Pero a pesar

37 Born preanunció su renuncia en una carta formal al presidente Clinton del 19 de enero de 1999.

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de los juicios y las multas, los bancos continuaron con las mis-mas maniobras, no sólo con acciones de empresas de Internet sino con todos los valores bursátiles y financieros. A su vez, la actitud permisiva, frente a Wall Street, de la Justicia y el Ejecutivo, hizo posible que estas prácticas no se consideraran fraudulentas en el ámbito nacional. Sólo el fiscal Spitzer, en el ámbito restringido de Nueva York, consiguió otros resultados en 2002, y como veremos más abajo, el establishment financiero se aseguró de pasarle la fac-tura.

Posibilitadas por la desregulación, las maniobras especulativas prosiguieron, a la vez que la concentración del capital financiero se acentuó. Cuando en 2001 Bush juró como presidente, el sec-tor financiero norteamericano estaba más concentrado que nun-ca. Siguiendo a Ferguson, lo dominaban cinco bancos de inversión (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Lehman Brothers, Merrill Lynch y Bear Sterns); dos conglomerados financieros (Citigroup y J.P. Morgan); tres aseguradoras de valores (AIG, MBIA y AMBAC), y tres agencias de riesgo (Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch).

Vinculando estas organizaciones entre sí, emergió un nuevo en-cadenamiento de las operaciones financieras. El documental Insi-de Job explica el proceso con brillante economía. Antes, un banco comercial acreedor esperaba que el cliente hipotecado le devolviera su dinero. Pero, con el nuevo orden, la gente que hacía el préstamo había dejado de ser vulnerable a un incumplimiento del deudor, porque los bancos prestamistas vendían las hipotecas a bancos de inversión, y éstos combinaban miles de hipotecas y otros préstamos (incluyendo deudas de tarjetas de crédito, préstamos de autos y préstamos estudiantiles) para crear diversos derivados financieros complejos denominados collateralized debt obligations (“intereses titulizados en fondos de activos”), o CDOs. Los bancos de inversión luego vendían sus CDOs a multitud de inversores.

COMPRADORES DE CASAS Y OTROS DEUDORES

BANCOS C O M E R C I A L E S PRESTAMISTAS

BANCOS DE INVERSIÓN

INVERSORES

A partir de entonces, cuando los titulares de un crédito hipotecario pagaban sus cuotas, el dinero iba a inversores en cualquier parte del mundo. A su vez, los bancos de inversión contrataban agencias

de riesgo para que evaluaran los CDOs, y muchos de éstos reci-bían la más alta calificación, AAA. Eso indujo a que los fondos de pensión compraran CDOs masivamente, porque sus reglamentos exigían que sus activos fueran AAA. Así, toda la clase media nor-teamericana pasó a ser rehén y víctima de la corrupción legalizada de Wall Street.

Dado este encadenamiento de operaciones financieras, a los bancos prestamistas ya no les importaba si un deudor podía pagar. Por eso, comenzaron a otorgar préstamos cada vez más riesgosos. Cuantos más CDOs vendían, mayor era su ganancia. Y las agencias que estaban contratadas por los bancos de inversión, no perdían dinero si sus evaluaciones resultaban equivocadas. Tampoco eran procesadas por la Justicia. Legalmente, sus calificaciones eran sólo opiniones (cosa que se mantiene hasta la actualidad).

Entre 2000 y 2003 el número de hipotecas nuevas casi se cua-druplicó anualmente. Como dijimos, a nadie le importaba la calidad del activo: querían maximizar el volumen y cobrar sus honorarios. Por eso se produjo un gran aumento de los créditos más riesgo-sos, llamados subprime. Pero cuando miles de créditos subprime se combinaban para crear CDOs, muchos de estos paquetes recibían una calificación AAA.

Hubiera sido posible crear productos financieros derivados sin estas características, pero no se hizo. Los bancos de inversión pre-ferían préstamos subprime porque producían tasas de interés más altas. Por eso, se puso en la misma bolsa a los deudores con escasa o nula capacidad de repago y a los que seguramente podrían pagar. Todos los incentivos que las instituciones financieras ofrecían a sus corredores hipotecarios estaban basados en la venta de los produc-tos más redituables, que eran los de menor calidad.

Esto engendraba un innegable peligro que pocos quisieron ver. Uno de los esclarecidos que previó el desastre fue Raghuram G. Rajan, un indio que era economista jefe del FMI. En 2005 presen-tó una ponencia al Simposio Anual Jackson Hole, titulada “Has Financial Development Made the World Riskier?”.38 Allí analizaba las estructuras de incentivos de las empresas financieras. Éstas distribuían retribuciones inmensas a sus corredores y ejecutivos (los famosos bonuses), que se calculaban a partir de las ganancias a corto plazo, sin penalidades para el caso de pérdidas posteriores. Esta estructura de incentivos alentaba a los banqueros a tomar

38 Raghuram G. Rajan, “Has Financial Development Made the World Riskier?”, NBER Working Paper N° 1728, octubre de 2005.

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riesgos que eventualmente podían destruir sus propias firmas o incluso el sistema financiero en su conjunto. Los individuos que cobraban sus bonos y comisiones no padecían el costo de un de-rrumbe posterior. Cuanto más vendieran, mejor, aunque después se desencadenara un apocalipsis. Ellos serían más ricos aunque el universo colapsara.39

Otros autorizados críticos de las desregulaciones que posibili-taron la catástrofe de 2008 coinciden con el diagnóstico de Rajan. Nuestro conocido William K. Black, por caso, declaró en una entre-vista transmitida por PBS en abril de 2010 que, en los bancos de inversión, un directivo se cavaba la fosa si descubría y difundía la verdad. Matthew Lee, por ejemplo, vicepresidente de Lehman Bro-thers, fue echado inmediatamente después de enviar una carta con sus documentados temores a Ernst & Young, la auditora contable de Lehman y una de las cuatro empresas de contaduría más im-portantes del mundo. En contraste, se premiaba con ascensos y bonos millonarios a los ejecutivos que ocultaban la verdad y que se montaban sobre esta máquina fraudulenta de acumulación de riqueza individual.40

Frente a las incisivas preguntas del conocido periodista Bill Moyers, Black explicó que aunque las empresas de contabilidad deben, en teoría, preservar a las empresas de grandes riesgos contables, se produce con ellas el mismo fenómeno que denunció Rajan: la estructura de compensaciones está diseñada de modo que se premia a quienes traen los grandes clientes, aunque éstos

39 En un lenguaje moderado apto para financistas libremercadistas cardíacos, Rajan (op. cit., p. 37) expuso los riesgos del sistema con mesura. En sus conclu-siones afirma: “Technological change, market liberalization, and institutional change have combined to expand access to credit and risk sharing opportunities. While many of these changes are most pronounced in the United States, they are making their way to other countries. Furthermore, to the extent that both goods and financial markets are increasingly interlinked across the world, no country will be immune from the consequences of these changes. I believe the changes have, in general, expanded op-portunities significantly and have, even on net, made the world tremendously better off. But opportunities can be used for good and for bad. This is why it is so critically important to get incentives right. Given the possibility of perverse incentives coming together in some states, a risk management approach to financial regulation will be important to attempt to stave off such states through the judicious operation of mone-tary policy and through macro-prudential measures. I argue some thought should also be given to attempting to influence incentives of financial institution managers lightly, but directly”. A pesar de la cautela de este economista jefe del FMI, sus palabras eran revolucionarias. Pero como era de esperar, no fueron comprendidas en su cabal dimensión hasta después de desencadenada la crisis.

40 Entrevista ya mencionada, realizada por Moyers a Black y transmitida por PBS el 23 de abril de 2010.

tengan algo que esconder. Según Black, el arma principal de todos los grandes fraudes financieros de décadas recientes ha tenido en sus cimientos a un fraude contable, sustanciado por las opiniones “limpias” y “objetivas” de alguno de los más prestigiosos auditores de contabilidad.

Pero las advertencias, diagnósticos e incluso denuncias de tes-tigos expertos como Black, Rajan, Born y Spitzer, fueron voces que clamaron en el desierto. Nada cambió. Como cualquiera podía conseguir una hipoteca, se dispararon las compras de casas y sus precios. El resultado fue la burbuja financiera más grande de la historia. Entre 1996 y 2006 los precios se duplicaron. A lo largo de una década, los préstamos subprime subieron de 30.000 millones a más de 600.000 millones. La burbuja tenía que reventar, porque los deudores no podían pagar. Los créditos habían estado mal he-chos, a propósito, para mayor ganancia inmediata de los corredores y ejecutivos individuales. Y estas maniobras no estaban penadas por la ley.

Por otra parte, Alan Greenspan no quiso aplicar la Ley de Propie-dad de Hogares y de Protección del Capital de Inversión de 1994,41 que le otorgaba la potestad de regular estos productos desde la Re-serva Federal. Según adujo en defensa propia, sus razones fueron ideológicas.42 Para colmo, la Securities Exchange Commission (SEC) fue achicada. Su oficina de control de riesgos fue minimizada, que-dando reducida a un solo empleado. Se suponía que las empresas (llamadas las “partes sofisticadas” de los acuerdos) debían cuidar sus propias espaldas.

En la etapa de expansión de la burbuja, los bancos de inversión tomaron mucho dinero prestado para comprar más créditos y crear más CDOs. La proporción entre el capital del banco y lo que el ban-co tomaba prestado, llamada leverage (o “apalancamiento del capi-tal”) llegó a un nivel del 33:1. Esto se hizo con la complicidad de la SEC, entonces presidida por William Donaldson, que en 2004 deci-dió aumentar el límite admitido de apalancamiento. Así, una caída mínima en el valor de sus activos dejaría insolventes a los bancos.

Otra pieza de esta máquina de destrucción era AIG, la asegura-dora más grande del mundo. Vendía enormes cantidades de deriva-dos financieros llamados credit default swaps (en adelante, swaps).

41 Home Ownership & Equity Protection Act of 1994. 42 Véase Peter S. Goodman, “Taking Hard New Look at a Greenspan Legacy”, The

New York Times, 8 de octubre de 2008.

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Para inversores dueños de CDOs, estos swaps eran como una póliza de seguro. Un inversor le compraba un swap a AIG, pagando una prima trimestral. Si el CDO perdía valor, AIG pagaba sus pér-didas al inversor. Pero a diferencia de las pólizas tradicionales, los especuladores podían comprar swaps a AIG para apostar contra CDOs que no poseían.

Acudamos una vez más a la clara y brillante explicación de Fer-guson. En el mundo de los seguros tradicionales, uno sólo puede asegurar algo de lo que es propietario. Además, un edificio sola-mente se puede asegurar una vez. Pero en el universo desregulado de los derivados financieros, muchas personas podían asegurar el mismo activo, y no era necesario poseerlo.

Era como un casino. A diferencia de una casa que se incendia, si un activo perdía valor las pérdidas en el sistema financiero podían multiplicarse muchas veces. Cuántas veces dependería de la dife-rencia entre los credit default swaps vendidos a favor y en contra del activo. Y como el mercado de derivados no estaba regulado, AIG no tenía la obligación legal de reservar dinero para cubrir pérdidas potenciales.

Digámoslo aún de otra manera. Como quien apuesta, en una ruleta, a un número cualquiera o a la banca, uno podía comprar un credit default swap que le resarciera si un activo caía o si un activo subía, sin necesidad de poseer el activo. La aseguradora cobraba por estos swaps, y se suponía que su recaudación sería superior a las compensaciones que debería pagar… pero no fue así, porque todo estaba inflado.

AIG emitió medio millón de millones de dólares en credit default swaps durante la burbuja, muchos de ellos para CDOs respalda-dos por hipotecas subprime. Las alarmas comenzaron a sonar ha-cia 2005, más o menos por el tiempo en que Rajan presentó su céle-bre paper, que entonces fue tomado por excentricidad académica. Y como sabemos, en el último tramo del gobierno de George W. Bush, todo se vino abajo.

8. La caída del ex fiscal Spitzer

El análisis del corrupto orden que había ido estructurándose des-de la ya lejana década del ’70, cuando la estanflación fue supe-rada con desregulaciones, es una pesadilla de la degradación del orden político y social. La desrresponsabilización que los poderosos

habían conseguido para sí quedó clara en las interpelaciones del Senado de 2010,43 cuando se investigaron los diversos abusos que condujeron a la crisis.

En verdad, uno de los pocos logros de estas investigaciones fue demostrar que la única obligación ética a que las empresas finan-cieras se consideraban sujetas era la de informar a sus clientes sobre el precio de los valores respecto de los cuales ellos pedían información. Ninguna sanción legal impedía que un banco de in-versión promoviera un activo altamente cotizado, aunque tuviera información confiable acerca de la inminente caída del mismo. Una y otra vez, en los interrogatorios del Congreso, un indignado sena-dor Carl Levin chocó con las mismas cínicas respuestas de parte de los altos ejecutivos de los bancos. “¿Usted no considera que tie-ne obligaciones morales hacia sus clientes?”, preguntaba, a lo que ellos contestaban con cara de piedra que nada los obligaba a sumi-nistrar su información confidencial.

El único que fue serio en su intento de sanear la banca de inver-sión fue el fiscal general de Nueva York, Eliot Spitzer, que como in-formamos anteriormente, había conseguido ponerla en el banquillo de los acusados en 2002. Pero como también sugerimos, alguien le pasó una factura tremenda pocos años más tarde, en el momento más crítico.

Por cierto, el demócrata Spitzer había logrado ascender en su ca-rrera política. En 2006 fue elegido gobernador del Estado de Nueva York. Y en marzo de 2008, cuando todo se derrumbaba en Estados Unidos y en el mundo, el gobernador fue denunciado por un es-cándalo de prostitución, y el veterano investigador de escándalos financieros debió renunciar a su cargo.

El proceso fue meteórico. El 10 de marzo el New York Times in-formó que Spitzer era cliente del Emperors Club VIP y siete días más tarde el gobernador había renunciado. En esa hipócrita socie-dad puritana impregnada de moralina, Spitzer ya nunca tendría la autoridad moral requerida para hacer denuncias. Fue sacado del tablero de manera fulminante, como hubiera ocurrido con William Black si el asesinato ordenado por el banquero Keating hubiera sido consumando.

Brooksley Born no sufrió nada parecido porque es una señora recta pero cautelosa, que en cuanto percibió la actitud intimidato-ria de Wall Street y los funcionarios del Tesoro, regresó a la práctica privada del derecho. Se cuidó y hoy es una heroína.

43 Hearings of the Senate Governmental Affairs Subcommittee Investigations, 16 de abril de 2010.

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A su vez, Rajan limitó sus advertencias a un ámbito académico, expresándose con enorme moderación, sin pelearse con nadie. No ordenó investigar a ninguna entidad ni intentó cobrarles multas multimillonarias.

Es cierto que, como economista jefe del FMI, Rajan tampoco tuvo la posibilidad de ejercer ese papel. Pero como fiscal, a Spitzer le incumbía, y cumplió con su deber cívico ¡sólo para quedar escra-chado como un inmoral por sus aficiones sexuales!

Según Nell Minow, una experta en gobernanza corporativa, Wall Street estuvo encantada con este desenlace debido al rechazo ge-neralizado que sentían los directivos de los bancos de inversión por el ex fiscal que había denunciado sus fraudes. Minow dijo al Telegraph de Londres: “Su carrea política ha terminado. Wall Street canta ‘Ding dong, la bruja ha muerto’, pero Spitzer estableció una expectativa pública de mejores controles oficiales que no terminará con él”. Y según informó MSN Money el 11 de marzo de ese año, las acciones subieron en cuanto se tuvo la noticia de la caída en desgracia del gobernador.44

¿No será una práctica rutinaria del ámbito financiero, ésta de revelar escándalos de prostitución cuando sirve para destruir a un adversario? El caso del socialista francés Dominique Strauss-Kahn, mucho más reciente, lo sugiere.

9. Un ejemplo paradigmático: Henry Paulson, Goldman Sachs y su House of Junk

Por cierto, tal como pronosticara Minow, y a pesar de las intimida-ciones sufridas por algunos testigos directos de la corrupción lega-lizada que se apoderó del gobierno de los Estados Unidos y de Wall Street, la trama de complicidades entre los bancos de inversión y el Estado norteamericano ha quedado expuesta en numerosos tra-bajos periodísticos de excelencia, que precedieron a la producción académica sobre el tema.

Uno de ellos, galardonado por la Gerald Loeb Award for Distin-guished Business and Financial Journalism, fue House of Junk, o sea “Casa de basuras”, un precursor artículo de Allan Sloan

44 David Litterick, “Schadenfreude for Eliot Spitzer, fallen crusader”, The Tele-graph, 11 de marzo de 2008, y Kenn Burrows y Tom Atlee, “Censored News Cluster: Collaboration and Common Good”, en Mickey Huff (comp.), Censored 2012: The Top Censored Stories and Media Analysis of 2010-2011, p. 135.

publicado en la revista Fortune en octubre de 2007 y dedicado a Goldman Sachs.45

Como otros bancos de inversión, Goldman no sólo vendía activos tóxicos sino que apostaba contra ellos a través de aseguradoras como AIG. Pero la nota de Sloan pone el dedo directamente en la llaga, porque se concentra en el veneno financiero engendrado por Goldman Sachs durante los últimos meses de la gestión de Henry Paulson como su CEO. Y el poderoso Paulson dejó ese importantí-simo cargo de gestión privada para convertirse en el 74° Secretario del Tesoro de los Estados Unidos. En otras palabras, el principal responsable de la basura tóxica de Goldman Sachs se convirtió en el principal ministro financiero del gabinete del presidente Bush.

El artículo de Sloan hace una radiografía de un producto emble-mático: GSAMP Trust 2006-S3. GSAMP significa Goldman Sachs Alternative Mortgage Products, es decir, “productos hipotecarios al-ternativos de Goldman Sachs”. Trust, irónicamente, significa “con-fianza”. En 2006, los principales bancos de inversión habían vendi-do 916 productos similares en el mercado, por un total de más de medio millón de millones de dólares, y el caso que analiza Sloan es representativo de ese universo de “productos alternativos”.

GSAMP Trust 2006-S3 estaba constituido por 8274 segundas hipotecas reunidas por varias financieras. En este paquete, el ca-pital que el deudor individual promedio había aportado para con-seguir su primera y segunda hipoteca equivalía a apenas el 0,71% del valor de la casa hipotecada, lo que implica que, en promedio, los deudores debían más del 99% del valor del inmueble.

Al mismo tiempo, el 58% de los préstamos del producto eran indocumentados o subdocumentados. Nada o casi nada se sabía acerca de la capacidad de repago de los deudores. Y aunque el 98% de éstos decía vivir en la propiedad hipotecada (lo que en teoría re-duce el riesgo de cesación de pagos), no había papeles que demos-traran que fuera cierto.

Los deudores estaban encantados. Si uno tenía una primera hi-poteca por el 80% del valor de la casa y una segunda hipoteca por el 99% del resto de su valor, adquiría una propiedad casi sin arriesgar su propio dinero. Si el valor del inmueble se apreciaba, el deudor ganaba. Si se depreciaba y el deudor no podía pagar, entraba en cesación de pagos y se retiraba insolvente, prácticamente sin pér-didas.

45 Allan Sloan, “House of Junk: A Close-Up of One Deal Shows How Subprime Mortgages Went Bad”, Fortune, 29 de octubre de 2007, pp. 117-124.

cArlos escudé - mAcArenA sAbio mioni54 ¿el estAdo o el mercAdo? 55

El caso de los inversores era el opuesto: era imposible saber quiénes eran los deudores y cuál era su capacidad de repago, más allá de la calificación de cada segmento del paquete realizada en este caso por Moody’s y Standard & Poor’s. Los préstamos indivi-duales eran casi todos tóxicos, pero puestos en un paquete seg-mentado con una graduación de tasas de interés, el 68% era eva-luado AAA, ¡tan seguro como los bonos del Tesoro de los Estados Unidos! Otro 25%, que daba más interés, se encontraba entre AA y BBB-, es decir, era considerado investment grade.

Las agencias de riesgo estimaron que sólo el 10% de los présta-mos se caería, dejando una buena ganancia para el paquete. Pero esa presunción estaba basada en el supuesto de que el valor de la propiedad seguiría apreciándose. En 2006, ocurrió todo lo con-trario. Entonces, un alto porcentaje de deudores dejó de pagar. Y para colmo, como los productos GSAMP estaban constituidos por segundas hipotecas, se hallaban condicionados por una ley que establecía que los bienes hipotecados no se podían ejecutar si los deudores seguían pagando su primera hipoteca.

Los inversores perdieron masivamente. Pero ese no fue el caso de Goldman Sachs, el banco de inversión que había vendido el pon-zoñoso producto. Aunque se quedó con la parte menos “valiosa” del paquete, y en eso perdió, ¡apostó contra el producto a través de las aseguradoras! El banco cosechó grandes ganancias, por medio de la venta de la mayor parte del paquete y a través de las compensa-ciones pagadas por la aseguradora por el fracaso del producto.

Como dice el autor de “Casa de Basura”, Goldman Sachs cono-cía muy bien el mercado: este producto era apenas uno de los 83 similares que había vendido ese año, por un total de casi 45 mil millones de dólares.

Y a su vez, cuando fueron consultadas por Sloan, las agencias de evaluación de riesgo simplemente alegaron que, dados los datos disponibles, su calificación era correcta en el momento en que el producto entró a la venta.

10. La traición de Barack Obama

La historia de la caída de Lehman Brothers (2008) y los salvatajes con que se salvó a la economía norteamericana, entre ellos AIG, Fannie Mae y Freddie Mac (2008), transfiriendo dinero de los con-tribuyentes a los bancos, es bien conocida. Se parece mucho a lo

que, a lo largo de un cuarto de siglo, entre 1975 y 2002, ocurrió en las crisis cíclicas de la Argentina.46 Desde 2008, más de 65 bancos norteamericanos cayeron en la insolvencia y se pusieron bajo la autoridad de FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation), según un mecanismo que permite la eventual adquisición del banco insol-vente por parte de otros bancos.47

Pero lo que se conoce menos es que el demócrata sucesor de George W. Bush en la Casa Blanca, Barack Obama, incumplió con sus promesas y designó como funcionarios a algunos de los arqui-tectos de la tragedia, pese al anuncio de grandes reformas en que se centró su discurso del 14 de septiembre de 2009.

Por cierto, en esta dimensión de la gestión de gobierno sucedió algo similar a lo que ocurriera con la gestión de la guerra y la paz: hubo continuidad. La ley de reforma financiera de Obama, san-cionada el 22 de junio de 2010 y conocida como la Dodd-Frank Bill, fue otro capítulo del gatopardismo universal: cambió algo para que no cambiara nada. Nada reglamentó, por ejemplo, acerca de la responsabilidad de las agencias de riesgo que fueron una pieza ba-sal de la arquitectura del derrumbe de 2008. Además, los equipos de Bush siguieron a cargo de las agencias reguladoras, ya de por sí disminuidas en sus potestades por la legislación vigente desde 1999.

Para colmo, el 25 de agosto de 2009 Obama había renovado el nombramiento de Ben Bernanke como presidente de la Reserva Federal. Bajo Bush, Bernanke había sido uno de los grandes res-ponsables de esta crisis que empobreció al mundo enriqueciendo a los banqueros.

Otro ejemplo importante del continuismo es Larry Summers, quien hasta diciembre de 2010 fue el principal asesor económico de Obama, como director del Consejo Económico Nacional. Ex se-cretario del Tesoro de Clinton, fue uno de los principales objetores a la regulación de los derivados financieros propuesta por Brooksley Born, y contribuyó a idear las leyes desreguladoras posteriores a esa propuesta.48

46 Carlos Escudé, Festival de licuaciones: causas y consecuencias de la pobreza en la Argentina, Buenos Aires: Lumière, 2006.

47 Entre las mayores adquisiciones de bancos insolventes se encuentran las de Merrill Lynch (por Bank of America), Bear Stearns y Washington Mutual (por JPMor-gan Chase), y Countrywide Financial (también por Bank of America). IndyMac Bank, otro de los grandes bancos, fue convertido en “banco-puente” por FDIC hasta que pueda ser liquidado.

48 En el documental de Ferguson y en la entrevista citada de Black se elaboran

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Aún otro caso es el de Timothy Geithner. Fue lobista de Gold-man Sachs, presidente de la Reserva Federal de Nueva York du-rante la crisis y una de las figuras que defendió la idea de pagarle a los bancos el 100% de sus ganancias por sus apuestas contra hipotecas que ellos mismos vendían. No obstante, fue designado secretario del Tesoro por Obama.

En las interpelaciones del Congreso de abril de 2010, quedó cla-ro que la Reserva Federal de Nueva York tenía pleno conocimiento de la crisis que se avecinaba. No obstante, Geithner alegó que no tenía autoridad para intervenir. Omitió aclarar que si la Reserva Federal no tenía tal autoridad, era porque ella misma había auspi-ciado la derogación de la ley Glass–Steagall de 1933, hecho que fue recordado por Black en la entrevista de PBS.

Otro caso relevante es el de Gary Gensler, elegido por Obama para dirigir la Commodity Futures Exchange Commission (CFTC). Es un ex ejecutivo de Goldman Sachs que había ayudado a prohibir la regulación de derivados financieros.

Por su parte, Mary Schapiro fue elegida para dirigir la SEC. Es la ex CEO de FINRA, el ente de “autoregulación” de la industria de la banca de inversión. Y entre 2009 y 2010, el jefe de gabinete del mismo Obama fue Rahm Emanuel, ahora alcalde de Chicago y en otros tiempos miembro del directorio de Freddie Mac.

Para colmo, el presidente demócrata no quiso seguir el ejemplo del Parlamento Europeo, que en julio de 2010 finalmente reguló las retribuciones bancarias. En Europa, esa medida fue aconsejada por los jefes de gobierno de Suecia, Holanda, Luxemburgo, Italia, España y Alemania, y también por Christine Lagarde, que apoyó la legislación desde el FMI.

De este modo, en Europa se hizo caso a las advertencias formu-ladas por Raghuram G. Rajan en 2005. Pero no en Estados Unidos, cuyo gobierno sigue siendo un gobierno de Wall Street, demostrán-dose que hay pocas razones para preferir un demócrata o un repu-blicano en la Casa Blanca. En esta esfera, como también en la de la seguridad y la defensa, Clinton, Bush, Obama y Romney represen-tan más o menos la misma cosa.

En 2010 Black confesó su decepción porque, en el discurso en que anunció su reforma financiera, el presidente de los Estados

importantes listas de los funcionarios económicos de Obama que, durante la presi-dencia de Bush, habían contribuido a plasmar y consolidar los mecanismos con los que se estafó a millones de inversores y a cientos de millones de contribuyentes en el mundo entero.

Unidos se abstuvo de usar la f-word: la palabra de la “f”, risueña fórmula coloquial que, en este caso, no tiene implicancias sexuales sino que refiere a la “f” de fraude.

Obama tampoco nombró por nombre y apellido a ningún sos-pechoso de fraude. Y no auspició el nombramiento de un fiscal especial para investigar las muchas anomalías subyacentes a la crisis, ni alentó el procesamiento de empresas financieras por frau-de bursátil o contable.49

11. La macrocorrupción mata

Está claro que los procesos conducentes a la crisis norteamericana de 2008 y sus consecuencias constituyen un mega-fraude de es-cala colosal. No es ni más ni menos que un crimen de lesa huma-nidad, seguramente más grave, por sus proyecciones sociales, que algunos genocidios “menores”.

Con razón señala Black que, cuando no se regula una indus-tria compleja como la financiera o cuando se la desregula, lo que se hace es descriminalizarla porque sólo las regulaciones pueden definir lo que es legal o ilegal. Lehman, por ejemplo, quebró porque se dedicó a la venta de lo que, en su declaración frente al Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes del 10 de abril de 2010, Black llamó “préstamos de mentirosos”, liar’s loans.50

49 Un caso paradigmático del funcionamiento defectuoso de la Justicia norte-americana en años recientes es el del proceso contra Goldman Sachs. El 16 de abril de 2010 la SEC anunció que querellaría al banco de inversión por un fraude civil, cometido a través de un CDO llamado Abacus 2007-AC1. Pero después de incon-tables tejemanejes, el 15 julio de ese año se acordó levantar la querella, contra un pago de 300 millones de dólares al gobierno y otros 250 a inversores. No se trataba de cualquier inversor: ¡los afectados eran ni más ni menos que ABN Amro e IKB Deutsche Industriebank, dos grandes bancos europeos! En forma característica, la empresa financiera no admitió ni negó haber obrado mal (wrongdoing, se supone que contra la ley), aunque prometió modificar sus prácticas. Y a pesar de que un informe del Senado de 2011 dice que es posible que Goldman Sachs haya engañado a los inversores, el 9 de agosto de 2012 el departamento de Justicia de los Estados Unidos decidió no querellar a Goldman Sachs por su portfolio de hipotecas subprime de más de 1300 millones de dólares. (Véase Carrick Mollenkamp, Mark Whitehouse y Anton Troianovski,“The Busted Homes Behind a Big Bet”, Wall Street Journal, 21 de abril de 2010, y Wall Street and the Financial Crisis: Anatomy of a Financial Co-llapse, conocido como el Levin-Coburn Report, que consta de 639 páginas).

50 Hearing del 10 de abril de 2010, titulado “Public Policy Issues Raised by the Report of the Lehman Bankruptcy Examiner”, frente a la House Financial Services Committee.

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Éstos fueron inducidos no por los deudores sino por el mismo banco: no se exigía información verificable acerca del ingreso, el empleo, la historia laboral ni el patrimonio del adjudicatario de un crédito hipotecario, que a su vez pasaba a integrar un CDO eva-luado AAA. Y debido a la desregulación, este proceder no era ilegal.

Por otra parte, para que este infernal andamiaje pudiera cons-truirse era necesaria la vigencia de lo que Black llama una cultura económica “criminogénica”, que engendra el delito. Esta cultura tiene sus propios mecanismos de autorreproducción. ¡Las escuelas de negocios, dice Black con pasión, son fábricas del fraude!

Más allá de estas exquisiteces conceptuales, está claro que el orden que posibilitó esos procederes representó una traición al contrato social de los norteamericanos, con nefastas repercusiones sobre el mundo entero. Como bien dice Black a través del título de un trabajo de 2005, Corruption Kills.51

Es verdad. La macrocorrupción mata, y no solamente a través de asesinatos como el que pudo haber sufrido ese profesor y ex funcio-nario regulador en 1987, sino principalmente a través del deterioro de los niveles de salud y otros indicadores sociales, producido por el desempleo y la pobreza engendrados por maniobras legalizadas por la infamia legislativa.

Por eso, y en convergencia con el pensamiento del Prof. Black, cerramos esta viñeta y esta sección de nuestro libro recordando las definiciones acuñadas en 2005 por Carlos Escudé, en su libro El Estado parasitario: ciclos de vaciamiento, clase política delictiva y política exterior.

Llamamos microdelincuencia a los hechos de corrupción indivi-dual, incluyendo sobornos varias veces millonarios.

Llamamos megadelincuencia a hechos de corrupción de gran magnitud en los que está involucrada una larga cadena de com-plicidades en el interior del propio Estado.

Llamamos macrodelincuencia a hechos de corrupción en gran escala con efectos directos sobre variables macro económicas, que tienen incidencia sobre la distribución del ingreso o la ri-queza, y también a aquellos que tienen consecuencias directas

51 “Corruption Kills”, en International Handbook of White-Collar Crime, Henry Pontell & G. Geis (comps.), Springer 2007.

sobre la gobernabilidad o el sistema político (como un magnici-dio o un golpe de Estado).52

Como puede apreciarse, la mega y macrocorrupción, que fueron categorías pensadas desde y para la Argentina, tienen una vigencia aún mayor para la decadente superpotencia norteamericana. Las fechorías de su clase dirigente –que opta por el enriquecimiento personal inmediato, sacrificando a sus propias empresas y a su ciudadanía en el mediano plazo– no solamente devoran su propio capitalismo. También se proyectan globalmente. Debido al deterio-ro social que engendran, matan tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Matan a millones de personas.

Por cierto, como bien dijo el juez Lance Ito cuando sentenció al banquero Charles Keating, citando al cantautor Woody Guthrie, más gente ha sufrido por lo que emana de la punta de una lapice-ra fuente que por lo que fluye de un arma de fuego. Los delitos de lesa humanidad convencionales de muchos dictadores son cosas menores al lado de esta macrodelincuencia económica del Estado norteamericano, que es un crimen contra nuestra especie humana, contra Dios y contra su Creación.

12. Epílogo de la Parte II

Antes de cerrar, empero, regresemos a la pregunta con que abrimos esta sección de nuestro libro. ¿El Estado o el mercado?

No la responderemos. Que cada cual se forme su propia opinión acerca de esta dimensión diabólica de la historia humana. Pero nos permitiremos evocar a un veterano de las luchas políticas, sociales e ideológicas del siglo XX: Tony Benn.

Benn es un laborista británico nacido en 1925, hoy retirado de las lides políticas. Segundo Vizconde de Stansgate y baronet de Benn del Antiguo Knoll, en 1963 renunció a sus títulos y a su mem-bresía de la Cámara de los Lores para hacer política plebeya.

Dos veces ministro del gabinete nacional, en 2001 Benn fue en-trevistado por Joseph Stanislaw, autor junto con Daniel Yergin de

52 Carlos Escudé, El Estado parasitario: ciclos de vaciamiento, clase política delic-tiva y colapso de la política exterior, Buenos Aires: Ed. Lumière 2005, p. 53.

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la conocida obra de difusión Commanding Heights.53 Recordando los viejos tiempos en que Gran Bretaña había abrazado el socia-lismo democrático, el ya añoso luchador dijo con sencillez que el mundo que aquellos revolucionarios ingleses de 1945 habían crea-do “era preferible, con mucho, a permitir que una pandilla de ju-gadores manejara el mundo”. Palabras como éstas resonaron en el inconsciente colectivo cuando, después de fatales vueltas de tuerca que engendraron las más groseras desregulaciones, estallaron las fatales burbujas que intentamos explicar en estas páginas.

Es verdad que el surgimiento de aquella estanflación de los ’70, descripta brevemente en la primera viñeta de esta sección, derribó algunos mitos keynesianos. En 1978, y más aún en 1991, parecía que Hayek había derrotado a Keynes.

Pero llegado 2008, el mundo se enfrentó al fenómeno opuesto. La desregulación triunfante había permitido que la banca de in-versión convirtiera las finanzas mundiales en un colosal casino. Al venirse abajo, amenazó y continúa amenazando los cimientos de la economía global.

Hacia 2012, el desmentido parece Hayek y su neoliberalismo. Pero la historia continúa. Por ahora…

53 Daniel Yergin y Joseph Stanislaw, The Commanding Heights: The Battle for the World Economy, Free Press, 1998. En 2002 fue convertida en un documental del mismo título, difundido por PBS. Su primera parte, “La batalla de las ideas” es una obra de difusión verdaderamente excepcional que recomendamos fuertemente.

PARTE III

Occidente, islamismo y después

13. Vida y martirio del ratón Farfur

Llegadas a estas alturas de nuestras viñetas, resulta claro que, como lo percibiera Borges desde lo literario, la infamia es universal. Es común a Oriente y Occidente.

Empero, las traiciones occidentales a la democracia, a su propio capitalismo tramposo y el derecho humanitario son infamias rela-tivamente fáciles de desenmascarar. Esto a veces conduce a que muchos biempensantes occidentales sientan una simpatía por los enemigos de Occidente.

No hay que dejarse engañar. Lo que hace especial a Occidente no es su mayor perversión sino su mayor poder para imponer una impiedad que comparte con el resto de la humanidad. Pero lo que existe del otro lado de la divisoria del poder cultural mundial no es mejor.

Para ilustrar lo dicho, antes de entrar en el laberinto geopolítico de la mal llamada primavera árabe, vamos a aproximarnos a la realidad cultural del islamismo. El que presentamos en esta viñeta no es más que un caso específico, pero ayuda a desentrañar un enigma: ¿cómo puede ser que tantos islámicos estén dispuestos a acudir al martirio para facilitar el avance de sus criterios políticos y religiosos? Nuestra aproximación va a ser a través de las peculiari-dades del adoctrinamiento televisivo de los niños palestinos.

Analizaremos un show en particular, Los pioneros del maña-na, un programa del Hamas transmitido por la televisión oficial de Gaza desde abril de 2007. Se puede acceder a algunos segmentos del mismo desde You Tube, y también desde los sitios de Internet de Memri y de Palestinian Media Watch, conocidas ONGs dedicadas al seguimiento de los medios de prensa del Cercano Oriente.

En un episodio emblemático, la impúber anfitriona Saraa se di-rige a otra jovencita con la que habla por teléfono: “Sanabel ¿qué

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harías tú por la causa de la mezquita Al-Aqsa?”. Una tímida voceci-lla contesta desde el otro lado de la línea: “Yo dispararía”.

Entonces, engalanado con moño y traje de etiqueta, tercia con voz aflautada un ratón de felpa hecho a imagen y semejanza de Mickey Mouse: “Sanabel ¿qué debemos hacer si queremos libe-rar…?”. La voz en off interrumpe: “Queremos combatir”. Pero el ratón insiste: “Sabemos eso. ¿Qué más?”.

Sentada a una pequeña mesa, la animadora apunta desde el tubo telefónico: “Queremos…”. Entonces, la titubeante Sanabel da con la respuesta y afirma con fuerza: “Aniquilaremos a los judíos”.

Pero Saraa la incita a llegar más lejos: “Estamos defendiendo Al-Aqsa con nuestras almas y nuestra sangre ¿no, Sanabel?”. Y con este acicate, la niña del teléfono llega a su determinación final: “Yo cometeré martirio”.

Ratón infanto-terrorista - Los pioneros del mañana, programa emitido por la TV oficial del Hamas, Franja de Gaza.

Después de un corte, el roedor anuncia: “Mis queridos jovenci-tos estamos de regreso en (nuestro) programa semanal (…), donde juntos asentamos los cimientos de un mundo gobernado por islá-micos (…). Y recuerden que para convertirnos en amos debemos, ante todo, estar contentos con nuestro idioma árabe, que una vez gobernó este mundo”. Sigue entonces una sesión de burla a la len-gua inglesa y de glorificación del papel histórico del islam en la civilización mundial.

Este es apenas un extracto de uno de los capítulos. El programa adoctrina a los niños en la yihad, el odio a los judíos y el terrorismo por vía del suicidio místico asesino. En su primera mini temporada, que se prolongó entre abril y junio de 2007, el principal protagonis-ta fue el heroico ratón Farfur.

Después de una lluvia de críticas internas, se eliminó al roe-dor. Los objetores adujeron que no se debe recurrir a un personaje del occidental Walt Disney para una causa tan loable como la de predicar la guerra santa entre los niños. En el episodio final de la primera temporada, el simpático y valiente Farfur fue asesinado a golpes por un vil funcionario israelí. Éste exigía la entrega de las escrituras de propiedades en Tel al-Rabi, o sea, Tel Aviv, legadas al ratón por su abuelo. El Mickey palestino defendió los títulos de su heredad con orgullosa vehemencia, acusando de terrorista a su victimario. Como consecuencia, Farfur murió, convirtiéndose en venerable y ejemplar mártir para los niños palestinos.

Pero su ausencia de las pantallas no llegó a sentirse, ya que en el episodio siguiente se presentó ante Saraa una prima del ratón, la abeja Nahul, una creación original sin contaminación foránea. Dijo en falsete a la aniñada y deslumbrada animadora: “Quiero estar en cada episodio contigo, como Farfur. Quiero continuar en su cami-no: el del islam, el del heroísmo, el del martirio y el de los muyahi-dines. (…) Nos vengaremos de los enemigos de Alá, asesinos de los profetas y de los niños inocentes, hasta que Al-Aqsa sea liberada de esa roña”. Regocijada, Saraa contestó dulcemente: “Bienvenida, Nahul”.

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Abeja combatiente del Hamas - Los pioneros del mañana, programa emitido por la TV oficial del Hamas, Franja de Gaza.

Pero algunos meses después, Nahul también murió. Ante la desesperación de sus padres y parientes, que sin resultados le ad-ministraron respiración artificial, la abeja infanto-terrorista expiró en febrero de 2008, víctima de una enfermedad de la que no pudo ser curada debido a la discriminación padecida por los niños pales-tinos en la distribución de medicamentos. Por ello, y porque el mar-tirio tiene muchas caras, Nahul también fue proclamada mártir.

Entonces fue reemplazada por su hermano, el conejo Assud, an-sioso como sus predecesores de encontrar el camino al martirio. Cuando un niño le preguntó por qué, siendo un roedor de orejas largas, portaba un nombre que en arábigo significa león, Assud res-pondió que los conejos suelen ser cobardes, pero que él terminaría con los judíos, comiéndoselos con la ayuda de Alá.

Eventualmente, en enero de 2009, también llegó la gloria del martirio para Assud. Los israelíes habían amenazado con bombar-dear la estación televisiva que emitía el programa, pero él no dio crédito a la noticia porque la emisora albergaba una sección in-fantil, frecuentada por los niños, para instruirse y divertirse. ¡Ni siquiera los israelíes serían tan malvados! Entonces Assud fue a la estación para rescatar libros infantiles y juguetes cuando ¡un pro-yectil asesino cayó cerca de él!

Conejo come-judíos - Los pioneros del mañana, programa emitido por la TV oficial del Hamas, Franja de Gaza.

Su vida expiró en el Hospital Shifa donde, agonizante, tuvo su última entrevista con Saraa: “Recuerda a los niños que tenemos una tierra adonde regresar (…). Diles que Assud murió como un héroe, como un mártir. (…) Saraa, te lo imploro… te confío el legado de proteger a Jerusalén, la mezquita de Al Aqsa y la bendita tierra de Palestina. Óyeme Saraa: soy testigo de que no hay otro dios que Alá y que Mahoma es su Mensajero”.

Assud murió mientras Saara musitaba: “Assud… Assud… No, Assud… No te mueras…”. Entonces la joven y dulce animadora miró hacia la cámara y proclamó ante la infantil audiencia: “La victoria está cerca. Los soldados de Pioneros del mañana crecerán. Alá mediante, seguiremos el mismo camino (…). Oh, Palestina, li-beraremos tu tierra de la mugre de los sionistas. La purificaremos con los soldados de Pioneros del mañana”.

Pero como cabía esperar, otro entusiasta voluntario pronto acu-dió en reemplazo del leonino conejo come-judíos: el oso Nassur, que dice haber llegado a Gaza para convertirse en muyahidín y de-fender a los niños palestinos. En sus dichos, parece implícito que viene de Irán.

Pero el show no se limita a este tipo de personajes, sino que ape-la a otros elementos que contribuyen a hacerlo convincente. Hay

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conversaciones perfectamente razonables acerca de las tradiciones y estilos de vida islámicas. Algunos elementos del formato se ase-mejan a programas occidentales para niños, como Plaza Sésamo y Barney y sus amigos.

Oso yijadista del Hamas - Los pioneros del mañana, programa emitido por la TV oficial del Hamas, Franja de Gaza.

Además, la anfitriona Saraa Barhoum es en la vida real una jovencita muy respetable para los valores de la sociedad palestina. Su padre es profesor universitario (profesión muy prestigiosa entre los árabes) y su tío es vocero del Hamas. Estos son elementos que contribuyen al éxito del programa. En una entrevista de 2007 Sa-raa dijo que quería ser médica, y que si no lo conseguía optaría por el martirio. Es una prolija congruencia.

Con ésta y otras técnicas, y con ayuda financiera proveniente de países islámicos más ricos, Hamas forma futuros militantes en los territorios palestinos. El adoctrinamiento escolar se complementa con estos populares engendros, transmitidos por radio y televisión. En ocasiones, la televisión del Hamas muestra niños que egresan de un jardín de infantes de Gaza. Los párvulos marchan en forma-ción militar con ametralladoras que dejan caer al suelo, para luego arrastrarse sobre sus estómagos, llegar a la meta y jurar convertir-se en yihadistas cuando sean grandes.

Estas transmisiones son el equivalente palestino de nuestro Fút-bol para todos, y hacen pensar que la hipótesis sobre un “choque de civilizaciones”, del gran politólogo Samuel Huntington, no era tan descabellada.

14. Justicia islamista

En la actual fase de decadencia de un Occidente cuyas ciudadanías exigen a los Estados una extrema corrección humanitaria, el tipo de adoctrinamiento representado por el ratón Farfur es parte del secreto del éxito del islamismo. A su vez, esta asimetría entre el Oc-cidente posmoderno y el islamismo premoderno –que son las prin-cipales partes involucradas en el actual choque de cosmovisiones– surge con elocuencia del análisis de diversos sucesos ocurridos en años recientes, que en su momento recibieron amplia cobertura de prensa y luego fueron olvidados por la mayor parte del público informado.

Comencemos con el famoso caso del pastor evangélico norte-americano Terry Jones, que en abril de 2010 sometió al islam a un proceso parajudicial en la Florida. Una treintena de personas asistieron al “juicio” llevado a cabo en un centro religioso de Gai-nesville. Allí, un imán de Dallas ofició de abogado defensor, siendo el fiscal un converso al cristianismo proveniente del islam.

Después de seis horas de deliberaciones, la “corte” falló contra la religión musulmana, encontrándola culpable de varios críme-nes. Como Florida es un Estado con pena de muerte, el Corán fue sentenciado a la hoguera.54 Y el 21 de marzo, el pastor Jones, que había oficiado de juez, supervisó la quema del libro sagrado del is-lam, ejecutada por el pastor Wayne Sapp, que en la ocasión ofició de verdugo.

De esta manera, el controvertido pastor cumplía con su promesa de establecer un “Día Internacional de Queme-un-Corán”. En 2009 había anunciado que lo celebraría en el aniversario de los atenta-dos del 11 de septiembre, pero luego lo suspendió, quizás influido por las súplicas de autoridades nacionales, militares y religiosas. Éstas estaban consternadas ante las posibles consecuencias de

54 Elizabeth Tenety, “How Terry Jones ‘put the Koran on trial’”, Washington Post, 4 de enero de 2011, http://www.washingtonpost.com/blogs/under-god/post/un-workers-killed-during-protest-of-terry-jones-koran-burning/2011/04/01/AFLOq-KIC_blog.html (consultado el 27/10/12).

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semejante gesto, especialmente para las fuerzas norteamericanas destacadas en países musulmanes.

Su intención entonces había sido quemar una pira entera de libros sagrados islámicos, pero recapacitó y llegó a la conclusión de que sería injusto llevar a cabo la ejecución sin juicio previo, confor-me a derecho. Además, limitó el auto-de-fe a un solo ejemplar del Corán. Consumada la ejecución, el pastor Jones prometió someter a juicio ni más ni menos que al profeta Mahoma.

Las consecuencias de la imprudente provocación de Jones fue-ron terroríficas.55 En Afganistán se asesinó a por lo menos una veintena de personas. Las violentas protestas efectuadas en diver-sas regiones del país duraron varios días, e incluyeron el ataque a un complejo de las Naciones Unidas en la ciudad de Mazar-i-Sharif,56 donde mataron a doce personas: cuatro nepaleses, cinco afganos, un sueco, un noruego y un rumano. También atacaron va-rias instalaciones de propiedad estadounidense y profanaron una iglesia cristiana.

A su vez, en Paquistán, numerosos cristianos fueron amenaza-dos y algunos debieron abandonar sus hogares. Waris Masih, por ejemplo, un enfermero de la ciudad de Multan, criticó severamente la quema del Corán perpetrada por Jones pero tuvo la mala idea de agregar que también están mal los reiterados ataques contra iglesias cristianas, perpetrados en Paquistán por extremistas islá-micos desde 1979. Eso desató violentas amenazas de parte de sus compañeros y superiores. Fueron hechas extensivas a su familia, que debió huir de la ciudad.

Casos parecidos se produjeron en Lahore, donde trabajadores cristianos de la salud solicitaron la habitual reducción del horario de trabajo durante Cuaresma (que es equivalente a la que se rea-liza con los musulmanes en Ramadán). Las autoridades se enco-lerizaron y responsabilizaron a los cristianos por lo ocurrido en la Florida, aumentando su carga laboral de ocho a diez horas diarias, a modo de sanción.

55 Kevin Sieff “Florida pastor Terry Jones’s Koran burning has far-reaching effect”, Washington Post, 2 de abril de 2011, http://www.washingtonpost.com/local/education/florida-pastor-terry-joness-koran-burning-has-far-reaching-effect/2011/04/02/AFpiFoQC_story.html (consultado el 27/10/2012).

56 “Siete empleados de la ONU muertos en Afganistán por la quema de un Co-rán en EE UU”, El País, 1 de abril de 2011, http://internacional.elpais.com/in-ternacional/2011/04/01/actualidad/1301608807_850215.html (consultado el 27/10/12).

Aún peor es el caso del ataque contra la iglesia luterana de la ciudad de Mardan, efectuado el 9 de abril de 2011 por medio de un explosivo puesto en un muro externo del edificio. La Iglesia Católica paquistaní, al igual que las autoridades de otros credos cristianos, está muy preocupada. La quema del Corán en la Florida agravó la violencia anti cristiana crónica que se experimenta en ese país.57

Las reiteradas condenas al pastor Jones de parte de los fieles cristianos y de las autoridades eclesiásticas paquistaníes de nada sirvieron para apaciguar la furia de los fanáticos, que aprovecha-ron la oportunidad para ejercer su extrema intolerancia de manera violenta. Los cristianos son acusados colectivamente de ser agentes norteamericanos. Y nadie da crédito a la idea de que, en Estados Unidos, un país donde es legal quemar la bandera nacional, la que-ma de un libro sagrado se encuadra en los derechos de todos los ciudadanos y no puede ser reprimida por el presidente.

Parece claro que la quema del Corán fue una barbaridad, pero las reacciones islámicas la superan con creces. Hay una enorme distancia entre una ofensa innecesaria e injustificable por parte de un particular, y una criminalidad asesina que destruye vidas y bienes ajenos.

El caso recuerda el de las caricaturas de Mahoma, producidas por Kurt Westergaard y publicadas en el diario danés Jyllands-Pos-ten en septiembre de 2005. El más ofensivo de los dibujos mostraba al Profeta con un explosivo en el turbante. Aunque es posible tildar esta ocurrencia de insensata y lesiva para los musulmanes, la ven-ganza de masas islámicas enardecidas incluyó crímenes monstruo-sos, a veces con embozado apoyo oficial.

Entre ellos, recordemos la muerte en 2006 de once personas en Bengasi (Libia), y el incendio del consulado italiano de esa ciudad,58 desencadenado porque un ministro italiano había portado una re-mera con las caricaturas blasfemas. A eso hay que agregar el incen-dio de la embajada danesa en Beirut59 y el de las embajadas danesa

57 Jibran Khan, “Pakistan: Multan: threats against Christian nurse for condem-ning Qur‘an burning and church attacks”, AsiaNews, 15 de abril de 2011, http://www.asianews.it/news-en/Multan:-threats-against-Christian-nurse-for-condem-ning-Qur%E2%80%98an-burning-and-church-attacks-21315.html (consultado el 28/10/12).

58 “Muertos y heridos tras incendio de consulado italiano en Libia”, diario El Reloj, 18 de febrero de 2006, http://www.elreloj.com/article.php?id=17296 (consul-tado el 27/10/12).

59 “Manifestantes queman el consulado danés en Beirut a pesar de la intervención policial”, diario El Mundo, EFE, 5 de febrero de 2006, http://www.elmundo.es/el-mundo/2006/02/05/internacional/1139132761.html (consultado el 27/10/12).

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y noruega en Damasco,60 más otros ataques contra las sedes diplo-máticas danesas en Viena y Teherán (2006); amenazas de muerte contra Westergaard y un atentado contra su vida en 2010,61 y final-mente una explosión en un hotel de Copenhague,62 perpetrada en septiembre de ese año.

Caricatura del profeta Mahoma, Kurt Westergaard.Publicada por el diario danés Jyllands-Posten, septiembre de 2005.

A su vez, esta sucesión de violentas hazañas intimidatorias consumadas por el radicalismo islámico tiene otro precedente de importancia: el brutal asesinato del cineasta holandés Theo van Gogh, perpetrado en 2004 por Mohammed Bouyeri, un musulmán holandés de origen marroquí.63 El pecado que llevó a la muerte a

60 “Manifestantes prenden fuego a varias embajadas en Siria por las viñetas de Mahoma”, diario El Mundo, EFE, 4 de febrero de 2006.

61 “Herido de bala un islamista en un asalto al caricaturista de Mahoma”, diario El Mundo, 2 de enero de 2010, http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/02/co-municacion/1262389014.html (consultado el 27/10/12).

62 Ibídem. 63 Marlise Simons, “Dutch Filmmaker, an Islam Critic, Is Killed”, The New York

aquel sobrino nieto del pintor Vincent van Gogh fue haber filmado un documental sobre el tratamiento de las mujeres en los países islámicos, y otro sobre el asesinato en 2002 de Pim Fortuyn. Éste fue un político holandés que declaró que el islam es una cultura re-trógrada, agregando que si fuera legalmente posible, él impediría la llegada de inmigrantes musulmanes a su país. Su pena, la muerte, no contribuye a desmentir su diagnóstico.

Pero las feroces intimidaciones no cesan. La más reciente, al momento de asentarse este texto, fue la que se desencadenó el 11 de septiembre de 2012 como respuesta a un film amateur plasma-do por un copto de nacionalidad egipcia-norteamericana. El video, titulado “La inocencia de los musulmanes”, fue difundido por You Tube y promovido por el conocido pastor antiislámico Terry Jones. Presenta a Mahoma como mujeriego, homosexual y pedófilo.

La respuesta extremista a este acto privado incluyó el asesinato del embajador norteamericano en Libia64 y ataques a las embajadas de ese país en Egipto, Yemen y Túnez, como asimismo a su con-sulado en Chennai, India.65 Cientos de personas fueron heridas, a la vez que varias perdieron la vida en países diversos, entre ellos el Líbano, Sudán y Afganistán. En Sudán también fueron ataca-das las embajadas británica y alemana. Las manifestaciones anti-norteamericanas proliferaron por todo el mundo musulmán, inclu-yendo Arabia Saudí, Bahréin, Bangladesh, Indonesia, Irán, Irak, Jordania, Kuwait, Malasia, las Islas Maldivas, Marruecos, Nigeria, Paquistán, Palestina, Somalia, Sri Lanka, Siria y Turquía. También las hubo en Australia, Holanda, Israel y el Reino Unido, protago-nizadas principalmente por inmigrantes o ciudadanos de religión islámica.

Típicamente, el New York Times del 15 de septiembre reflexio-naba:

“Las turbulencias repentinamente se convirtieron en la crisis más importante de la temporada electoral del Sr. Obama, y los

Times, 3 de noviembre de 2004, http://www.nytimes.com/2004/11/03/internatio-nal/europe/03dutch.html?_r=0 (consultado el 27/10/12).

64 “Embajador de EE.UU. en Libia muere tras ataque por filmación sobre Ma-homa”, BBC Mundo, 12 de septiembre de 2012, http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/09/120912_libia_embajador_eeuu_muere_video_islam_mahoma_jp.shtml (consultado el 27/10/12).

65 Christophe de Roquefeui, “Manifestaciones contra filme antiislámico sacuden al mundo musulmán”, El Nuevo Herald, 14 de septiembre de 2012, http://www.elnuevoherald.com/2012/09/14/1300321/manifestaciones-contra-filme-antiisla-mico.html (consultado el 27/10/12).

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analistas comienzan a cuestionar las premisas principales de su política para Medio Oriente. ¿Hizo lo suficiente, a lo largo de la Primavera Árabe, para contribuir a una transición de la autocracia a la democracia? ¿Ha trazado una línea adecuada-mente dura contra los extremistas islámicos? ¿Ha fracasado su gestión de los asuntos de seguridad? La mano que le tendió al mundo musulmán, ¿ha generado beneficios duraderos?”.

En otras palabras, en vez de tomar el toro por las astas y reco-nocer que nos encontramos ante un choque de cosmovisiones pro-fundo, en el cual las libertades occidentales, aún si se ejercen en Occidente, son inaceptables para los islamistas, los biempensantes occidentales recurren a un mea culpa.

Seguramente influidos por la correcta percepción acerca de la amoralidad de la realpolitik de sus propios países, para importantes segmentos de la opinión pública occidental la culpa de la iracun-dia religiosa musulmana es siempre de Occidente. Es percibido así aunque exista una desproporción abismal entre la ofensa religiosa (casi siempre privada y casi siempre legal) y la masiva violencia, muchas veces asesina y siempre ilegal, a la que acuden estas ma-sas de fanáticos, a veces alentadas por sus Estados.

Y para los musulmanes, la permanente persecución de cristia-nos y judíos en los Estados islámicos no resulta un argumento suficiente para disculpar las comparativamente veniales transgre-siones de individuos occidentales, porque hay solamente un Dios y Mahoma es su Profeta.

Lamentablemente, la conclusión obvia de cualquiera que tenga memoria histórica y recuerde, entre otros, los casos de la valiosa obra del cineasta Van Gogh, la innecesaria provocación del carica-turista Westergaard, y la loca insensatez del pastor Jones, es que a través de esta dinámica se ejerce una fuerte intimidación para obligar a Occidente a limitar sus libertades ciudadanas, incluso en el territorio de los mismos países occidentales.

Y ésta es la más fuerte de las armas que posee el extremismo islamista. Así, verso a verso y muerte a muerte, avanza en su cam-paña por ahogar las libertades que heredamos de la Ilustración.

15. Occidente intimidado

Por cierto, todos los casos mencionados representan situaciones experimentales en el sentido más científico del término: frente a un

estímulo “x”, el efecto es sistemáticamente “y”. La quema de un Co-rán genera multitud de muertes y atentados. Lo mismo ocurre con la publicación de caricaturas ofensivas, e incluso con la producción de buenos filmes que les disgustan. Que en sus países se publi-quen caricaturas de Jesús y de Moisés no viene al caso, porque hay una sola religión verdadera y las demás se pueden tomar en broma.

Cabe preguntarse, si Occidente reaccionara con el mismo sen-tido de las proporciones… ¿qué sería de esos fanáticos? Dada la asimetría de poder material serían eliminados con rapidez de la contienda. Eso es lo que ocurrió sistemáticamente con los enemi-gos de Occidente desde los descubrimientos de ultramar en 1492 hasta la victoria en la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Pero en nuestros tiempos, ocurre justo lo opuesto. Cada vez que, frente a la presunta ofensa cometida por un particular occidental, los islamistas lanzan una oleada de muerte y destrucción, la reac-ción del público occidental consiste en preguntarse, compungido: “¿Qué habremos hecho? ¿Cuál fue nuestro error?”, transfiriendo la culpa a Occidente mismo y desresponsabilizando a los vándalos islamistas.

Por cierto, los éstos no sólo son exitosos reclutando candidatos al martirio asesino, sino también intimidando a los occidentales, que lejos de estar dispuestos al suicidio, no quieren violencia y desean vivir sus vidas relativamente opulentas, libres del temor a los atentados de fanáticos yihadistas. La desesperada búsqueda de seguridad sin conflicto violento en sociedades que ya albergan a muchos millones de musulmanes, como las europeas, está con-duciendo a sucesivas claudicaciones en varios terrenos asociados con los principios que, hasta hace poco tiempo, constituyeron la identidad cívica y filosófica de Occidente.

Ejemplo de este fenómeno es lo ocurrido el 12 de febrero de 2009, cuando Geert Wilders, controvertido miembro del parlamen-to holandés y principal dirigente del Partido Para la Libertad (PVV), fue impedido de ingresar al Reino Unido por temor a que los musul-manes se declarasen ofendidos.66 Wilders viajaba invitado por lord Malcom Pearson y la baronesa Caroline Cox para proyectar, frente a la Cámara de los Lores, su cuestionado documental Fitna, que denuncia las prácticas del extremismo islámico.

66 “Retenido en Heathrow el diputado holandés Geert Wilders tras desafiar la pro-hibición de entrar en el Reino Unido”, El País, 18 de febrero de 2009, http://inter-nacional.elpais.com/internacional/2009/02/12/actualidad/1234393211_850215.html (consultado el 27/10/12).

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La decisión de no permitirle el ingreso provino directamente del ministerio del Interior británico, que justificó la medida arguyendo que la presencia de Wilders amenazaría la armonía social y la se-guridad pública del Reino Unido. Sin embargo, el holandés apeló y siete meses más tarde la justicia británica falló contra el gobierno de su propio país. Gracias a esa decisión, Wilders viajó a Londres el 16 de octubre67 y acordó con sus patrocinadores que el film (cuyos méritos o deméritos no evaluamos) sería presentado en sociedad en marzo de 2010, cosa que ocurrió.

No obstante, la libertad de expresión se encuentra en retirada. Es verdad que el holandés pudo proyectar su obra en el Senado de los Estados Unidos, en varias ciudades de ese país, y también en Copenhague, Roma y Jerusalén. Pero el Reino de Jordania pide su extradición, la Corte de Apelaciones de Ámsterdam lo ha procesado y también ha sido acusado en Francia.

Su caso es la más reciente consecuencia de la larga cadena de intimidaciones ya mencionadas, que comenzó en 2004 el con bru-tal asesinato de Theo van Gogh. Desde entonces, Europa ha evi-denciado una tendencia a retroceder frente a la violencia con que el extremismo islámico la amenaza. En Holanda, por ejemplo, ha emergido un debate sobre los límites de la libertad de expresión. Se discute el restablecimiento de penas para los antiguos delitos de blasfemia y lessé majesté, y para el nuevo delito de discriminación, que jamás había sido tipificado para las artes (nadie nunca cen-suró, por ejemplo, El cantar de Mío Cid o El mercader de Venecia, obras claramente antisemitas a la vez que grandes clásicos de la literatura española e inglesa).

Como consecuencia de esta convulsión, en 2008 el caricaturista neerlandés Gregorius Nekschot sufrió un arresto de treinta horas por sus dibujos presuntamente discriminatorios, siendo procesado.68 Indignados, los defensores de la libertad de expresión aducen que la legislación antidiscriminatoria es en sí misma discriminatoria. Su razonamiento está resumido con economía en el título de la colección de ensayos publicada en 2007 por la feminista musul-mana Nahed Selim: “Alá no gusta de las mujeres”. ¿Acaso puede considerarse discriminatorio caricaturizar a quienes discriminan por mandato religioso?

67 “Wilders llega a Londres”, radio Nederland, la Emisora Internacional holande-sa, 16 de octubre de 2012, http://www.rnw.nl/espanol/article/wilders-llega-lon-dres (consultado el 27/10/12).

68 Amanda Figueras, “¿Hasta dónde puede llegar una caricatura?”, diario El Mun-do, 8 de mayo de 2008, http://www.elmundo.es/elmundo/2008/05/26/interna-cional/1211821966.html (consultado el 27/10/12).

Por otra parte, las concesiones van mucho más allá de estas li-mitaciones crecientes a la libertad de expresión. Las declaraciones del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, transmitidas por la BBC el 7 de febrero de 2008, son emblemáticas de nuestros tiem-pos. El jefe espiritual de la Iglesia Anglicana dijo entonces que con-sideraba inevitable que algunos aspectos civiles de la sharía (ley islámica) fueran reconocidos por la justicia británica para quienes adhieran voluntariamente a un tribunal musulmán.

Estos dichos suscitaron escándalo entre amplios sectores an-glicanos, pero resultaron anticipatorios. En efecto, el 14 de sep-tiembre de 2008 Londres despertó con una nota en The Sunday Times que anunciaba: “Revelado: los primeros tribunales oficiales de la sharía en el Reino Unido”. El periódico informaba: “Silenciosa-mente, el gobierno ha sancionado facultades para que jueces de la sharía fallen en casos que abarcan desde el divorcio y las disputas financieras hasta la violencia familiar. Los fallos emitidos por una red de cinco tribunales de la sharía son respaldados plenamente por el poder del sistema judicial, a través de los tribunales de con-dados o la Alta Corte”. Y a mediados de 2009 se supo que el número de tribunales de la sharía en Gran Bretaña ya ascendía a 85.

Con anterioridad, los fallos de los cortes de la sharía eran de cumplimiento voluntario en el Reino Unido. Pero a partir de 2008 se convirtieron en obligatorios para quienes se hubieran sometido voluntariamente a su jurisdicción. Quienes defienden las nuevas disposiciones señalan que éstas son de estricta justicia porque, desde hace más de un siglo, se aplica un criterio similar para los Bet Din, los tribunales rabínicos del judaísmo ortodoxo.

Pero quienes objetan el nuevo ordenamiento observan que hay muy pocas garantías de que la parte más vulnerable en una dis-puta se someta en forma realmente voluntaria a la jurisdicción de la sharía. Las mujeres están particularmente expuestas a la inti-midación. Además, en la ley islámica éstas no tienen los mismos derechos que los hombres. Congruentemente, en algunos casos de violencia doméstica el castigo a los maridos se limitó a obligarles a tomar clases de control de ira. Y en una disputa sucesoria reciente entre tres hijas y dos hijos, el fallo dio a los varones el doble que a las mujeres. Para evitar tales injusticias, algunos expertos aconse-jan privar del respaldo estatal a todo fallo que deje a una mujer en una posición más desventajosa que la que hubiera surgido de un tribunal convencional.

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Por otra parte, según el think tank británico Civitas, los tribuna-les de la sharía operan a puertas cerradas y los principios en que se basan sus fallos frecuentemente emergen de fatwas, es decir, de-cretos religiosos que son emitidos por mezquitas del Reino Unido. Uno de estos decretos, por ejemplo, estableció que ninguna mujer musulmana puede casarse con un no musulmán a no ser que éste se convierta al islam, y que los hijos de una mujer que se case fuera del islam deben serle quitados hasta que regularice su situación.

No obstante, si hay tribunales religiosos judíos reconocidos por el Estado, no parece posible negar el derecho de los musulmanes a tener los suyos. Por eso, cuando en 2005, en la provincia canadien-se de Ontario se planteó la posibilidad de que los arbitrajes familia-res entre musulmanes aplicaran la sharía, el gobierno cortó por lo sano eliminando el reconocimiento a todos los arbitrajes religiosos. El primer ministro provincial fue enfático al afirmar que habría una sola ley para todos los ontarianos. Pero este criterio está lejos de dominar en el Reino Unido, donde viven más de un millón y medio de musulmanes.

El panorama británico es aún más exótico cuando analizamos el ámbito de los tribunales no legalizados, como los somalíes. La suya no es estrictamente una ley islámica sino un código propio arraigado en su particularidad cultural. Las disputas, incluso de orden criminal, se zanjan en el interior de la comunidad, siguiendo leyes ancestrales que a veces son opuestas a los códigos británicos.

Por cierto, varios universos legales paralelos están surgiendo en el Reino Unido y otros países europeos, a veces con el aplauso de conocidos expertos que creen que quizás sea más fácil consolidar la armonía social apelando a esta solución medieval. El sistema emergente se llama “pluralismo jurídico”, y es el mismo que, de manera aún más exagerada, se institucionalizó en la Bolivia de Evo Morales, donde la nueva Constitución pone en un pie de igualdad el derecho positivo del Estado boliviano con los derechos consuetu-dinarios de los pueblos originarios.

Sin lugar a dudas, Occidente explora caminos opuestos a los de la Ilustración que, hasta recientemente, definieron su identidad filosófica. En razón de una conquista demográfica que se comple-menta con la intimidación y la violencia ejercidas por los más ex-tremistas, ya no es un cliché afirmar que Europa lentamente se convierte en Eurabia.

16. Estados Unidos y la unipolaridad militar mundial

No obstante, los islamistas enfrentan un adversario formidable cuyo poder tecnológico no tiene par. Por cierto, más allá de su rela-tiva decadencia, en lo militar Estados Unidos sigue siendo el único polo del orden mundial. Si bien es verdad que, como ya hemos su-gerido, vivimos tiempos de transición hegemónica en que el poder norteamericano retrocede mientras asciende el chino, hay un ám-bito en el que el mundo seguirá teniendo una estructura unipolar: el militar.

Como es la única dimensión del orden mundial en que Estados Unidos sigue siendo el único polo, Washington hará lo posible por preservarlo. Es por eso que cuando Obama juró como presidente, afirmó que: “Para asegurar la prosperidad en casa y la paz en el ex-tranjero, todos compartimos la creencia de que debemos mantener el poder militar más fuerte del planeta”. No sólo eso: retuvo como secretario de defensa al “confiable” Robert Gates, que había ocu-pado el cargo bajo la presidencia de Bush desde 2006. Por cierto, aunque hay un demócrata negro en la Casa Blanca, en esta cru-cial esfera tiene plena vigencia el clásico apotegma gatopardista: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

Muchos de los esfuerzos de Obama se han dirigido a acrecentar la red global de alrededor de 900 bases e instalaciones militares que Estados Unidos mantiene oficialmente en 46 países y territo-rios, ocupando unas 322.000 hectáreas en las que se erigen unos 26.000 edificios y estructuras. Un buen ejemplo de sus iniciativas recientes es el desalojo forzoso de granjeros surcoreanos cuyas tie-rras lindan con la base de Camp Humphreys, un enorme complejo que alberga a la Brigada de Aviación de Combate y a la 2da. Divi-sión de Infantería del 8° Ejército de los Estados Unidos, entre otras grandes unidades de batalla y de inteligencia. Allí está emplaza-do el aeródromo Desiderio, que registra unos 60.000 movimientos anuales de aviones. Se calcula que en 2016 la población de esta base habrá alcanzado unas 45.000 almas.

Es probable que sea por esta dimensión demográfica que, en las tierras recientemente expropiadas, se construyó un campo de golf de 18 hoyos para la base. Ya había varios gimnasios, entre ellos el más grande de toda la península coreana. Y con un parque acuá-tico y una pileta olímpica, las instalaciones para los niños no se quedan atrás. En verdad, allí los soldados norteamericanos y sus familias pueden sentirse casi como en casa. Cenan o almuerzan

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recreativamente en Pizza Hut, en alguno de los dos restaurantes Burger King, o en las diversas otras opciones ofrecidas por el gran patio de comidas de la base. Y los adultos pueden jugarse sus in-gresos en las máquinas de un atractivo bar de apuestas, o espar-cirse en el más inocente juego de bolos.

Camp Humphreys es apenas un eslabón en una red militar glo-bal cuya presencia es particularmente fuerte en Europa. El Reino Unido, por ejemplo, alberga cinco bases que están exclusivamente al servicio de Estados Unidos. La más importante es RAF Laken-heath. Su función es cobijar el Ala 48 de cazas de la Fuerza Aérea norteamericana, un componente esencial de la poderosa USAFE (United States Air Forces in Europe). El Ala 48 monopoliza también la cercana base de RAF Feltwell. Conjuntamente, estas dos insta-laciones emplean más de 5700 militares norteamericanos y otros 2000 civiles británicos y estadounidenses. Y estas bases se com-plementan con RAF Mildenhall, que a su vez se subdivide en tres unidades no contiguas en que revistan otros 16.000 hombres y mujeres, y que sirven como sede de varias alas, escuadrones y gru-pos de la aeronáutica de Estados Unidos.

La presencia norteamericana en Italia no es menor. Allí se en-cuentra Camp Darby, quizá la base estadounidense de mayor ta-maño en Europa. Su predio para el almacenamiento de municiones es de 809 hectáreas. Contiene 125 búnkeres con reservas para el ejército y la fuerza aérea. También se guardan todos los tanques y vehículos necesarios para dos batallones blindados y dos de in-fantería mecanizada. Asimismo se atesoran los equipos necesarios para construir y reparar pistas aéreas. Un canal navegable comuni-ca la base con el puerto de Livorno. Además es contigua al aeródro-mo de Pisa, preparado para el aterrizaje de los pesados aviones de transporte C-5. Como colofón, el reducto tiene una playa y un hotel para uso recreativo de soldados norteamericanos, de otros países de la OTAN y de sus familias.

Con la interesante excepción de Francia, toda Europa occidental está plagada de bases norteamericanas. Alemania hospeda a vein-te, esparcidas por todo su territorio. Y en el Extremo Oriente, Ja-pón alberga casi noventa instalaciones militares norteamericanas de importancia diversa.

Pero afortunadamente, América del Sur es diferente. Ha sabido defender su paz y su soberanía mejor que Asia, África y Europa. Desde la expulsión de los norteamericanos de la base ecuatoriana de Manta en 2009, sólo Colombia ha consentido el uso de sus bases

militares a Estados Unidos, siete de ellas en total, justificándose en las necesidades funcionales de la lucha contra el narcotráfico y las FARC.

La imponente presencia global norteamericana en otras partes del mundo, que a pocos resulta tranquilizante en el contexto de la generalizada decepción actual con Estados Unidos, es un legado de la Segunda Guerra Mundial y no hubiera sido posible sin esa conflagración. Es un terreno en el que China no podrá competir por mucho tiempo, aunque sobrepase a Estados Unidos en poder eco-nómico. Beijing puede defender sus rutas de abastecimiento global con su poderosa flota de submarinos de ataque, pero por décadas no tendrá la capacidad ofensiva de Washington.

Por cierto, como recordara hace poco un gran historiador de la Universidad de Yale, Paul Kennedy, el portaviones USS Enterprise tiene veinte pisos de altura, tres cuadras de largo, 3200 tripulantes y un personal adicional de 2400, entre pilotos y personal para el mantenimiento de los aviones. Además, tiene setenta aviones de guerra de última generación y no pocos helicópteros. El Enterprise navega rodeado por un crucero que lo resguarda de misiles atacan-tes, un grupo de fragatas que lo protegen de submarinos enemigos, uno o dos submarinos de ataque, una flotilla de barcos de sumi-nistros y otros buques especializados. Normalmente, el grupo está compuesto por 15 embarcaciones y 14.300 hombres, incluyendo 3250 tropas de infantería de marina.

No existe en todo el mundo una concentración de poder similar. Los escasos grupos de batalla europeos son minúsculos en com-paración, el único grupo ruso estuvo oxidado hasta hace poco, y China recién ahora dispone de uno. Pero Estados Unidos tiene un total de trece grupos de batalla de este porte. Y además, posee otros grupos, más pequeños, cuya misión no es el combate en alta mar sino el transporte de tropas de infantería de marina.

¿Moraleja? Estados Unidos puede perder muchas guerras, pero ocupa una posición única en el mundo porque, salvando episodios oportunistas como el de las Torres Gemelas, no puede ser atacado con medios que no sean nucleares, a la vez que puede atacar a cualquier país del orbe. Eso se llama unipolaridad militar.

17. Un Depredador domina los cielos

Ya que hablamos del predominio militar de Estados Unidos, de-tengámonos en un ejemplo de su sofisticación tecnológica: el

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Depredador. Se trata del robot volador ideal. O casi, porque ya está superado. Sirve para el ataque, para la defensa, para tareas de re-conocimiento, para asustar al enemigo, para espiar... etcétera. Se usa en el campo de batalla, en las guerras contra el terrorismo, en la lucha contra el narcotráfico… y podría usarse en contra o a favor de cualquiera, porque el dios de un robot (o sea el Ser que define su misión), no es sino la mujer o el hombre que lo maneja. Figúrense que ya hay Depredadores (en este caso sin armas) al servicio de organizaciones privadas de seguridad contratadas por el Departa-mento de Estado. Lo dice Stratfor, la prestigiosa empresa privada de inteligencia, en su despacho del 12 de enero de 2012.

Un Depredador no viene solo, sino con toda su familia: en total, cuatro androides voladores, manejados por un cerebro terrestre y un etéreo lazo estratosférico que, cuando se pierden más allá de la vista, comunica a los cuatro hermanos con su amo. Y cada uno de estos engendros voladores acarrea dardos envenenados.

En otras palabras, puesto en términos técnicos, un Depreda-dor (Predator) es uno de los más avanzados “vehículos aéreos sin tripular” (UAV). Forma parte de un “sistema aéreo sin tripulación” constituido por cuatro vehículos aéreos con sensores, una “esta-ción terrestre de control” y un enlace satelital de comunicación. Éste permite controlar los aparatos cuando vuelan fuera del al-cance de un “enlace de campo visual Banda-C”. Cuando los robots voladores superan ese umbral, la estación terrestre se engancha con una Banda-Ku, que permite triangular sus órdenes al robot por medio de un satélite. A bordo, el robot recibe las órdenes terrestres a través de un enlace satelital “L-3 Com”. Así de simple.

Los pilotos y los técnicos, que están en tierra, usan las imágenes y datos de radar enviados por los aviones robóticos, para tomar de-cisiones respecto de la trayectoria y el plan de acción de esos mis-mos aviones. El Depredador MQ-1 está propulsado por un motor a hélice con motor a pistón. Puede alejarse de su pista hasta 740 km, dar silenciosas vueltas sobre su blanco a velocidad de crucero durante catorce horas, y luego regresar a su punto de partida. Y puede portar hasta tres misiles aire-tierra Hellfire. Hasta ahora, la empresa norteamericana General Atomics ha fabricado unos 360, al módico costo de entre 4,5 y 10 millones de dólares por vehículo volador.

Un modelo posterior, el Cosechador (Reaper) MQ-9, es más grande y más versátil, y tiene un motor a turbohélice mucho más poderoso. Su velocidad de crucero es tres veces superior a la del

Depredador, y puede llevar hasta quince veces más peso en armas. El Cosechador es el primer “caza-matador”, y es capaz de vuelos au-tónomos sin control remoto. También está capacitado para efectuar vuelos de vigilancia a gran altitud, de hasta 28 horas de duración. Con carga plena, alcanza las 14 horas de vuelo. Puede portar hasta 14 misiles Hellfire, o cuatro de estos misiles y dos poderosas bom-bas guiadas por laser. Hasta ahora, General Atomics ha producido unos 57 Cosechadores, a 154 millones de dólares por cada sistema completo de cuatro aviones, estación terrestre y enlace satelital.

Tanto en el caso del Depredador como en el del Cosechador, un sistema completo de cuatro robots voladores con sus complemen-tos es manejado desde su estación terrestre por unas 82 personas. Cada robot tiene un piloto y dos operadores de sensores. El piloto conduce el avión, manejando una palanca de mando estándar, pe-dales de dirección, y un conjunto de instrumentos muy similares a los de un avión tripulado. En su cabina, el piloto tiene delante de si una pantalla que permite ver el entorno externo del avión robótico, que es captado y transmitido por sus censores.

En esto, la sensación del piloto se parece mucho a la de quien maneja un aparato de simulación en cualquier parque de diversio-nes. Según el testimonio de uno de ellos, conducir la nave mirando la pantalla es como manejar un auto mirando la ruta a través de un catalejo. La visibilidad es limitada, porque se acota a lo que se encuentra directamente delante del avión. No hay visión lateral, pero alcanza para darles una precisión mortífera.

Los Depredadores MQ-1 comenzaron sus operaciones en 1994, pero no fueron equipados con armas hasta inmediatamente des-pués de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, y según los datos de Stratfor, ya han volado más de un millón de horas. Entre otros usos, sirven para dar apoyo aéreo a operaciones militares propias (cosa peligrosa, ya que con facilidad se puede caer en el error de abrir fuego sobre tropas amigas), vigilar líneas de aprovisionamiento propias, descubrir intentos enemigos de empla-zamiento de explosivos y destruir blancos escogidos. Hasta se han usado para estudiar la forma en que se organiza la vida en blancos humanos de alto valor, como el búnker de Osama bin Laden.

Defensivamente, los Depredadores y Cosechadores también se usan para generar “órbitas” de vigilancia permanente, con el uso simultáneo de dos o más aviones robóticos, que sobrevuelan un cuartel propio. Sin jamás bajar la guardia, los robots se van remplazando unos a otros. Según Stratfor, en los alrededores del

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Comando Central de las fuerzas norteamericanas, en Afganistán, hay instaladas más de cincuenta de estas “órbitas”. El Comando está muy bien protegido.

Por otra parte, el arma también tiene un alto valor psicológico, porque el enemigo debe limitar mucho su accionar cuando sabe que hay Depredadores cerca. Por lo pronto, el asediado sabe que un ataque mortífero puede sobrevenir en el momento menos pensado y en cualquier lugar. Como consecuencia, los enemigos empiezan a tener miedo de salir a la calle. Además, sus operaciones se dificul-tan porque debe cesar por completo el uso de teléfonos celulares y otras comunicaciones. Y para colmo, surge la paranoia. Acorralada, una organización acosada pierde la confianza que antes tenía res-pecto de las informaciones que recibe de fuentes amigas, y even-tualmente también emerge desconfianza entre sus propias filas.

En este marco, y frente a una pasajera escasez de Depredadores, las fuerzas norteamericanas a veces han generado ruido de depre-dadores en los cielos, en forma artificial, para dar miedo y limitar las acciones enemigas hasta que su capacidad de ataque esté res-tablecida.

Pero la historia recién comienza. En 2007 entró en operaciones el Lockheed Martin RQ-170 Centinela (Sentinel). La diferencia más importante con el Depredador y el Cosechador es que el robot de Lockheed es stealth, es decir, casi invisible a los radares.

Sus características son secretas, aunque no tanto. Quiso la mala suerte que uno se perdiera en Irán. Cayó con su ala izquierda levemente dañada y fue capturado. Según el New York Times del 7 de diciembre de 2011, este robot volador tiene los equipos más avanzados de intercepción de comunicaciones, además de sensores capaces de detectar cantidades muy pequeñas de isótopos radiac-tivos, cuya presencia puede delatar la existencia de instalaciones para la producción de armas nucleares. Los iraníes no poseen el conocimiento científico necesario para copiar el avión. Pero pueden venderlo. P.W. Singer, un experto en robótica militar de la prestigio-sa Brookings Institution, dijo al Times que “los vuelos desde Moscú y Beijing a Teherán seguramente estuvieron llenos en los últimos días”.

Y hay todavía más. Pero no nos alcanza el espacio para hablarle del Northrop Grumman RQ-4 Halcón Global (Global Hawk), cada una de cuyas unidades cuesta 200 millones de dólares, ni del Ven-gador (Avenger), el nuevo y económico modelo de General Atomics

que, como el Centinela, tiene la capacidad de volverse casi invisible. Vivimos en un mundo feliz, cada día más seguros.

18. La cultura de la guerra

Más allá de su predominio en materia militar, hay otros factores que contribuyen a retrasar el retroceso de Estados Unidos en el orden global. Por cierto, aunque su ciudadanía le impone límites a su Estado, la suya es una sociedad que tolera las expresiones más perversas de la guerra en una medida que sería impensable en nuestras latitudes. Los gobiernos norteamericanos, sean demócra-tas o republicanos, son gobiernos del complejo militar-industrial, cuyo negocio es hacer la guerra. Y para hacer la guerra constante-mente, como la hacen ellos, se necesita una cultura guerrera, algo que no le falta a Estados Unidos.

No vaya a creerse, sin embargo, que ésta es una cuestión de de-sarrollo económico y tecnológico. La cultura de la guerra es en gran medida independiente de los medios guerreros de que dispone un país. Tiene diversas dimensiones. Y una dimensión de esta cultu-ra que nosotros, los sudamericanos, prácticamente desconocemos, es la “guerra por interpósita persona”, a la que dedicaremos esta viñeta.

Permítasenos explicarnos: nos estamos refiriendo a lo que en inglés se llama proxy war. Cualquier norteamericano con educa-ción secundaria entiende esta expresión, pero nuestros pueblos son demasiado civilizados como para conocer siquiera esta sinies-tra dimensión del conflicto armado, que es ajena a nuestras vidas e historias.

En contraste, Estados Unidos y por lo menos una docena de otros países, ricos y pobres, practican habitualmente este tipo de tercerización de la violencia. La guerra por proxy es una guerra en que un gobierno pone a su servicio tropas irregulares, a menudo extranjeras, que le hacen parte del trabajo de librar la guerra. Estas fuerzas pueden calificarse en cuatro tipos: (1) mercenarios tradicio-nales; (2) combatientes de motivación religiosa; (3) soldados-niños, y (4) empresas militares privadas.69

Estas prácticas son tan antiguas como la humanidad misma. Después de haber matado a Goliat pero antes de ser coronado en

69 Ralph Peters, “The New Warrior Class”, Parameters, US Army War College Quarterly, verano de 1994, pp. 16-26.

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el trono unificado de Judea e Israel, cuando era perseguido por su suegro el rey Saúl, el futuro rey David puso sus fuerzas al servicio de los filisteos. En recompensa, el rey Aquis de Gat le entregó el pueblo de Sicelag (1 Sam. 27:6-7). El texto bíblico cuenta que, du-rante un año y cuatro meses, los filisteos usaron a David en una guerra contra el Reino de Israel. Esta no es una osada exégesis de quien escribe: tiene consenso entre los especialistas en el canónico Libro de Samuel, que es sagrado tanto para judíos como para cris-tianos.

Mucho más acá en el tiempo, el precedente anglosajón más fa-moso del uso de la guerra por interpósita persona fue orquestado por T.E. Lawrence, el legendario Lorenzo de Arabia. Defendiendo intereses británicos durante la Primera Guerra Mundial, armó a los árabes musulmanes para que luchen contra el sultán-califa otoma-no, también musulmán.

Los Estados Unidos se encuentran entre los mejores discípulos de esta tradición. Con consecuencias frecuentemente calamitosas, hacen uso y abuso de la misma. Durante la Guerra Fría, tanto Washington como Moscú recurrieron a esta metodología guerre-ra. Por el lado norteamericano, los montañeses en Vietnam, los muyahidines en Afganistán y los Contras en Nicaragua fueron ejemplos notorios. Y ya en el siglo XXI, más de 100.000 miembros de las milicias sunitas Sahwa (Despertar) fueron contratadas por Estados Unidos para combatir a al-Qaeda en Irak.

Por cierto, hacia 2006, la guerra por interpósita persona creció en forma exponencial en Irak. Militarmente, era un pésimo momen-to para Estados Unidos. Sus fuerzas estaban cediendo terreno, a tal punto que al-Qaeda declaró la independencia de un “Estado Islámi-co de Irak” en Ámbar, la provincia más grande del país. Su capital, Ramadi, fue proclamada sede del nuevo “gobierno”. El objetivo de al-Qaeda era plasmar, a partir de allí, un califato salafi-yihadista que esparciera su “guerra santa” por todo el Medio Oriente.

La provincia de Ámbar estaba poblada por tribus sunitas que se habían levantado contra los invasores norteamericanos. Estados Unidos había derrocado al gobierno sunita de Saddam Hussein y por eso era el enemigo por antonomasia de estas tribus, que se aliaron a los militantes extranjeros de al-Qaeda, provenientes de diversos países islámicos.

Pero la prepotencia de la red terrorista terminó por enajenar a las voluntades locales. Los lugareños no compartían el fundamen-talismo de los seguidores de Bin Laden y no estaban dispuestos a

someterse a su dictadura. Por eso, tres años después de la invasión yanqui, se dieron vuelta. En septiembre de 2006, Abu Risha, jefe de la tribu más poderosa de la región, ofreció sus servicios militares al comandante de una base norteamericana cercana.

Washington aceptó encantado, ofreciendo a sus ex enemigos un sueldo de 300 dólares por mes por combatiente. Otros jefes tribales se plegaron, y así surgió la milicia del “Despertar de Ámbar”. Gra-cias a ella, las bajas norteamericanas en la región se redujeron en más del 90%, y en pocos meses Ramadi fue recapturada.

Estos importantes logros le permitieron al presidente Bush sos-tener su política de aumentar en forma transitoria el número de efectivos norteamericanos en Irak había tenido éxito. Sin embargo, el éxito correspondía a los milicianos sunitas que libraban la gue-rra norteamericana contra al-Qaeda. Tan rotunda fue su victoria que, en septiembre de 2008, los amos estadounidenses declararon a Ámbar suficientemente pacificada como para entregarle el control al gobierno central de Bagdad.

¡Craso error! Al hacerlo, Washington descuidaba un detalle im-portante. Debido a su mal concebida “democratización” de Irak, el gobierno central estaba dominado por chiitas, que son la primera minoría. A su vez, éstos eran los enemigos de las tribus sunitas que conformaban la milicia del Despertar. ¡Y los bravos combatientes no habían luchado para entregarles el poder a sus enemigos!

Entonces, se dieron vuelta otra vez. Enemigos de Estados Uni-das hasta 2006, pero armados y financiados por Washington a par-tir de ese año, en 2008 los combatientes sunitas de Ámbar se lan-zaron contra el gobierno del primer ministro al-Maliki, sembrando el caos en Irak.

Según un autorizado estudio de Brian Williams,70 la pregunta que algunos funcionarios del gobierno de Bagdad formularon a los norteamericanos fue si acaso estaban por repetir el error que habían cometido durante los años ’80 en Afganistán, cuando in-virtieron muchos millones de dólares en armar a yihadistas para que luchen contra los soviéticos. Recordaron que, en Afganistán, la guerra por interpósita persona había conducido, de última, al régi-men de los talibanes, que hizo posible el ataque de al-Qaeda contra

70 Brian Glyn Williams, “Fighting with a Double-Edged Sword? Proxy militias in Iraq, Afghanistan, Bosnia and Chachnya, en Michael A. Innes (comp.), Making Sense of Proxy Wars: States, Surrogates & the Use of Force, Dulles, Virginia: Potomac Bo-oks, 2012, pp. 69-70.

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las Torres Gemelas. Y advirtieron que Washington nuevamente es-taba plantando la semilla de la destrucción de su propia obra de construcción política, esta vez en Irak.

La experiencia es aleccionadora. Pero no se aprende nunca. Y no se trata exclusivamente de un vicio de grandes potencias. Tiene que ver, más bien, con una cultura guerrera. Estados “paria” como Irán y Siria se comportan del mismo modo, librando sus guerras a través del Hezbolá libanés y el Hamas palestino.

Más aun, dos aliados islámicos de Estados Unidos, Arabia Saudí y Paquistán, hacen lo mismo de manera notoria. Y resulta revela-dor comprobar que, cuando Washington elabora listas de Estados exportadores de terrorismo, no los incluye, a pesar de que la com-plicidad del servicio de inteligencia paquistaní en atentados terro-ristas en la India está comprobada.71

Y si somos masoquistas e insistimos en llegar hasta las últimas consecuencias en nuestro intento por comprender cómo funciona el mundo, no podemos dejar de reconocer, como lo hace John Pra-dos, director del Archivo de Seguridad Nacional de la George Was-hington University, que dado el apoyo encubierto intermitente que, desde los años ’50, Washington y Londres han otorgado a terroris-tas islamistas que luchaban contra sus enemigos en la Guerra Fría, tanto Estados Unidos como Gran Bretaña deben ser incluidos entre los países exportadores de terrorismo.72

¿Qué ilusiones podemos albergar entonces? No vamos a ser hi-pócritas ni demagógicos: casi ninguna. Verás que todo es mentira. La sabiduría se encuentra más en casa, en un criollo como Disce-polín, que entre los sabios de la cultura angloamericana.

71 Jeffrey Bale, director del Programa de Investigación y Educación sobre el Te-rrorismo de Monterey (California), reconoce que Estados Unidos recurre a un doble estándar alevoso cuando no incluye a Paquistán entre los Estados exportadores de terrorismo. Véase “Terrorists as State Proxies: Separating Fact from Fiction”, en M.A. Innes, op. cit., p. 21.

72 Véase el prólogo de John Prados en Daniele Ganser, Los ejércitos secretos de la OTAN: la Operación Gladio y el terrorismo en Europa occidental, Barcelona, 2010. El original en ingles es NATO’s Secret Armies: Operation GLADIO and Terrorism in Wes-tern Europe (Contemporary Security Studies), Londres y Nueva York, Frank Cass, 2005.

PARTE IV

La “primavera árabe”

19. El yihadismo libio y la cínica torpeza occidental

Creemos que, reiteradamente, hemos demostrado la razón de Dis-cépolo: el mundo es un cambalache. Los no occidentales no supe-ran moralmente a Occidente, y sólo se diferencian por ahora porque tienen menos poder para hacer daño con sus propias perversiones políticas y culturales, que no son más benignas. Podemos, por lo tanto, regresar al análisis de la perversión occidental sin temor de estar siendo parciales.

Que los derechos humanos proclamados por Occidente no son más que un instrumento, activado y desactivado, en función de los intereses materiales de las grandes potencias es un hecho que se vislumbra con particular claridad cuando examinamos el papel de Estados Unidos y Europa en el mundo árabe, cuyas transforma-ciones recientes despertarán tantas ilusiones ingenuas entre los biempensantes.

Por cierto, el mundo árabe todavía está encadenado a Europa por vínculos neocoloniales. De la serie de revueltas de 2011 no ha surgido ninguna democracia. La cruda aritmética de las rebeliones árabes muestra:

1) Que Occidente interviene “humanitariamente” sólo cuando sus inversiones están en peligro, como en el caso de Libia, donde una serie de torpezas diplomáticas francesas pusieron a los euro-peos en una posición desventajosa frente a Gadafi.

2) Y cuando algún pueblo árabe pone en jaque a un régimen opresor pero favorable a sus intereses, Occidente se desentiende de la más brutal de las represiones, especialmente si están en juego activos económica o geoestratégicamente importantes: ejemplo elo-cuente es el caso de la represión de la mayoría chiita de Bahréin, el reino isleño que sirve de anfitrión a la Quinta Flota de los Estados Unidos.

Por lo tanto, no se necesita ser de izquierda para llegar a la con-clusión de que la presencia occidental en Medio Oriente y Norte de

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África sigue siendo colonial. Basta con la inteligencia y un poco de información.

Como ya lo hemos sugerido, el caso libio es emblemático y hacia allí dirigiremos ahora nuestra mirada. En ese país, aún antes de la caída de Gadafi, la compleja dinámica tribal desencadenó una guerra civil. De unas 140 tribus, alrededor de 30 son significativas. Están agrupadas en tres regiones, dos costeras y una desértica: la Tripolitana, la Cirenaica y el Fezzan.

Las tribus del desierto tienen escasísima población, pero es en sus tierras donde está una parte importante del petróleo, lo que aporta una complicación no menor. Por su parte, las tribus de la Tripolitana, en la costa occidental, están vinculadas culturalmente al Magreb, mientras las de la Cirenaica, en la costa oriental, están más ligadas a Egipto.

Son como dos países diferentes. La Tripolitana, que tiene su ca-pital en Trípoli, fue fundada por fenicios. En cambio, la Cirenaica, cuya capital histórica es Bengasi, tiene una historia que se remonta al imperio helenista de Alejandro Magno. El rey Idris I, derrocado en 1969 por el difunto Muamar Gadafi, no había conseguido una unión sólida de estas dos regiones. Sólo fue alcanzada, a sangre y fuego, por el propio Gadafi, cuya tribu es de la Tripolitana.

La rebelión que con el auxilio de la OTAN (a su vez autorizada en parte por las Naciones Unidas), logró derrocar y ultimar a Ga-dafi, provino principalmente de la Cirenaica. La oprobiosa tiranía impuesta por Gadafi era la principal razón aducida para el levanta-miento contra el dictador.

Por cierto, el país era un verdadero reino del terror. Había in-formantes esparcidos por todas partes. Conversar sobre política con extranjeros era un delito penado con tres años de prisión. Los asesinatos de opositores, dentro y fuera del país, fueron frecuen-tes, ofreciéndose recompensas de hasta un millón de dólares por la cabeza de críticos del régimen como Ashur Shamis, un periodista anglo-libio.73 Para un demócrata occidental era difícil no simpatizar con las ansias de liberación de una parte importante del pueblo libio.

Sin embargo, el hecho de que la rebelión fuera legítima no ga-rantizaba que su desenlace fuera democrático. En las revoluciones frecuentemente prevalece la facción mejor organizada, aunque no

73 Véase “Ashur Shamis, advisor, the Libya Transitional Government”, The Guar-dian Open Weekend, 23 de febrero de 2012.

sea la más popular. En la Revolución Rusa, por ejemplo, prevale-cieron los bolcheviques, que no hubieran ganado en comicios ge-nerales.

En Libia, el peor escenario era que una situación revolucionaria fuera aprovechada por islamistas para engendrar una situación no menos oprobiosa y peligrosa que la del régimen de Gadafi. Aunque las facciones extremistas son minoritarias, hay que recordar que el 97% de la población es musulmana, principalmente sunita, y que en otros tiempos el yihadismo puso en jaque al mismo Gadafi.

A lo largo de la triunfante rebelión libia hubo una realidad in-contestable, que los occidentales no quisieron ver porque dieron prioridad a la defensa de sus intereses petroleros. Desde hace dé-cadas, contingentes de militantes libios han venido participando en todos los teatros de operaciones del extremismo islámico, in-cluyendo Afganistán, Bosnia, Chechenia e Irak. A principios de los ’90, veteranos que regresaban de Afganistán organizaron el Grupo Islámico Combatiente Libio (LIFG) para derrocar a Gadafi, a quien consideraban un infiel.

El dictador impuso la ley marcial sobre Derna y Bengasi, las ciudades de Cirenaica donde los militantes islamistas eran más fuertes. Estos fueron los centros de la rebelión que triunfó en 2011 gracias al paradójico apoyo de la OTAN. En los ’90, Gadafi había conseguido neutralizar al grupo, muchos de cuyos miembros se refugiaron en organizaciones extremistas de países vecinos. En no-viembre de 2007, el egipcio Ayman al-Sawahiri, número dos de al-Qaeda, anunció que el LIFG libio se había sumado formalmente a su red-de-redes del terror.

Por otra parte, desde 2007, datos de inteligencia norteameri-canos señalaron a Libia como el país de Medio Oriente y Norte de África con mayor proporción de yihadistas. La información provino de archivos de al-Qaeda capturados en la localidad iraquí de Sinjar por fuerzas de Estados Unidos, divulgados por informes del Centro para el Combate Contra el Terrorismo de la Academia Militar de West Point.74

Los archivos de Sinjar contienen las fichas de casi 700 com-batientes extranjeros de al-Qaeda en Irak. Esas fichas son una muestra de los yihadistas que combaten fuera de su país natal, y

74 Brian Fishman y Joseph Felter, “Al-Qa’ida’s Foreign Fighters in Iraq. A First Look at the Sinjar Records”, Combating Terrorism Center at West Point, 2 de enero de 2007, www.ctc.usma.edu/wp-content/uploads/2010/06/aqs-foreign-fighters-in-iraq.pdf. Consultado el 28/11/2012.

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permiten elaborar estadísticas relevantes a la hora de intentar eva-luar el potencial revolucionario de los países árabes que proveen combatientes en teatros extranjeros.

Los datos descubiertos son el equivalente funcional de una en-cuesta. Allí están representados Argelia, Egipto, Jordania, Libia, Marruecos, Arabia Saudí, Siria, Tunes y Yemen. De las 595 fichas que incluyen el país de origen del recluta, Arabia Saudí ocupa el primer lugar con 244 combatientes, seguido por Libia con 112. Pero si tomamos en cuenta la población de cada país, Libia es por lejos el que aporta más voluntarios en la “muestra”: unos 18 por cada millón de sus habitantes, contra apenas 8 de Arabia Saudí, que ocupa el segundo lugar.

Hay un dato todavía más significativo: el de las funciones elegi-das por estos combatientes voluntarios. Estas se desdoblan en dos: soldados y suicidas. ¡Y el 85% de los libios está caratulado como suicida! En contraste, sólo el 50% de los saudíes aspira a ese divino destino. Aunque los combatientes marroquíes en Irak superan a los libios en esa intención, con un 91%, éstos representan un por-centaje mucho menor de la población de su país: no llegan a dos militantes por millón de marroquíes.

Para peor, el 60,2% de los combatientes libios proviene de Der-na y el 23,9% es de Bengasi, los mismísimos centros de la rebelión triunfante. ¡No hay ninguno en la muestra que sea de Trípoli!

Por último, coincidente con estos datos, un cable de la embajada norteamericana en Trípoli revelado por Wikileaks, del 2 de junio de 2008, dice que la mayor parte de los combatientes libios que regre-san de Irak se establecen en Derna, donde los servicios de seguri-dad son más débiles.75

Todo fue advertido por uno de los autores de este libro en una nota de la revista El Guardián de marzo de 2011. Allí se afirma que el triunfo de la rebelión implicaría un enorme riesgo yihadista. Si lo sabía uno de nuestros coautores, los gobiernos de Estados Unidos y Europa estaban perfectamente conscientes del riesgo, con mucha más información y lujo de detalles.

Pero a pesar de estos siniestros hechos, Occidente apostó a los rebeldes porque Francia cometió torpezas diplomáticas que comprometieron gravemente sus negocios petroleros, junto con los de Gran Bretaña e Italia. Urgidos por defender esos intereses

75 Heidi Blake, “Libya: WikiLeaks cables warn of extremist beliefs”, The Tele-graph, 7 de marzo de 2011, http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/africa-andindianocean/libya/8365432/Libya-WikiLeaks-cables-warn-of-extremist-beliefs.html.

neocoloniales, “convencieron” a Estados Unidos de que los dere-chos humanos libios debían ser defendidos por la OTAN. Alemania no favorecía el operativo, pero no estuvo dispuesta a vetarlo en el seno de la OTAN. Y provistos del logo de ese bloque militar, los franceses convencieron también a Rusia y China de que no vetaran la intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU. Después de todo era moralmente imposible defender a Gadafi.

Así, con una intervención occidental en la que prevalecieron las fuerzas franco-británicas, pero de la cual, por su poder de veto formal e informal, Estados Unidos fue el principal responsable, se posibilitó el triunfo rebelde invocando la defensa de los derechos humanos pisoteados por Gadafi.

Como la memoria es corta y la amnesia grande, cuando se acor-dó la intervención pocos medios recordaron que el infame terroris-mo de Gadafi había derribado un avión de Pan Am sobre Escocia en 1988, y que en 2008 la fechoría había sido oficialmente perdonada por Estados Unidos, a cambio de cifras millonarias para los fami-liares de la victimas y multimillonarios negocios para Occidente.

En aquel momento se demostró que todo, absolutamente todo es negociable, por más que se sostenga lo contrario. En 2011 se demostró que, cuando peligran grandes intereses materiales, nada, absolutamente nada es sagrado excepto esos intereses. Por eso se invocaron los derechos humanos que en 2008 habían sido subas-tados. Se asumió el riesgo de que, como consecuencia del éxito de una rebelión proveniente de la Cirenaica, creciera el terrorismo yihadista libio.

Como sabemos, gracias a la OTAN la rebelión triunfó, el 20 de octubre de 2011 los rebeldes capturaron, apalearon y mataron a Gadafi, sin ningún tipo de juicio.76

¿Consecuencia? Menos de un año más tarde, el 11 de septiem-bre de 2012, en el undécimo aniversario del ataque a las Torres Ge-melas perpetrado por la red terrorista al-Qaeda, yihadistas sunitas ideológicamente emparentados con la organización de Osama bin Laden atacaron el Consulado de los Estados Unidos en Bengasi, asesinando al embajador norteamericano, Christopher Stevens, y a otros tres funcionarios de ese país.77 Los atacantes estaban equipados

76 Ignacio Cembrero, “Los rebeldes matan a Gadafi con el apoyo de la OTAN”, El País, 21 octubre de 2011, http://elpais.com/diario/2011/10/21 (consultado el 22/11/2012).

77 Ricardo Gonzalez. “El embajador de EE UU en Libia fallece en el ataque al con-sulado de Bengasi”, El País, 13 septiembre 2012, http://internacional.elpais.com/

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con poderosas armas antiaéreas y granadas con propulsión a co-hete.

Además, como era esperable, la anarquía tribal se ha apodera-do del país. Las aspiraciones de autonomía de la Cirenaica frente a Trípoli han crecido. Por cierto, el 6 de marzo de 2012 hubo una reunión de por lo menos 2000 jefes tribales cerca de Bengasi, re-clamando mayor independencia frente al gobierno central.78 Allí se anunció la formación de un consejo de gobierno de Libia oriental, que se puso bajo el mando de Ahmed Al-Zubair al-Senussi, ex pri-sionero de Gadafi y sobrino nieto del rey Idris I.

Aunque no llegan a ser secesionistas, los dirigentes tribales del oriente libio pretenden parlamento, policía y sistema judicial pro-pios. En contraste, el gobierno central pretende que la Cirenaica, o sea Libia oriental, tenga la mitad de los legisladores de la Tripolita-na en un parlamento “nacional”.

Pero la segmentación no se limita a la Cirenaica. A mediados de 2012 puede afirmarse que la ciudad de Misurata, situada en la costa occidental, constituye un Estado de facto separado de Trípoli. Además, según datos de Stratfor, en febrero de este año milicianos tribales de Bani Walid, un pueblo de la Libia central, expulsaron a los milicianos que representaban al gobierno central. También es-tán soliviantadas las tribus de Kufra, en la Libia suroriental. Y las montañas de Nafusa están más allá del control de Trípoli.

Pero no sólo está fragmentado el país, sino que los pueblos hacen justicia por manos propias a través de reiterados linchamientos. En verdad, en estos nuevos tiempos de “primavera árabe” los derechos humanos de miles de personas sospechosas de haber apoyado al régimen de Gadafi son sistemáticamente avasallados, sin que sea posible defenderlos.

Pero eso sí: los intereses petroleros de la francesa Total, la bri-tánica BP y el italiano ENI están a salvo. Y ese fue el verdadero objetivo de la intervención. En verdad, mientras acuden a la más cruda realpolitik para salvaguardar sus intereses internacionales, los gobiernos de Occidente suministran a su propia plebe una retó-rica de los derechos humanos que equivale al circo de los romanos.

internacional/2012/09/11/actualidad/1347387392_049627.html (consultado el 22/11/2012).

78 Gabriel Gatehouse, “Libya: Semi-autonomy declared by leaders in east”, BBC News, http://www.bbc.co.uk/news/world-africa-17271431 (consultado el 28/11/2012).

20. La caja de Pandora egipcia

Pasemos ahora al caso de Egipto, donde ha caído el dictador pero el régimen sigue vivito y coleando, en gran medida gracias a una es-tabilidad engendrada por el soborno más efectivo de todos los tiem-pos: la gigantesca donación anual de Estados Unidos a las fuerzas armadas de ese país, que alcanza 1300 millones de dólares por año, a los que deben sumarse otros 250 millones de ayuda para el desarrollo.79

Por cierto, desde la firma, en 1979, del Tratado de Paz entre Egipto e Israel, el régimen de El Cairo se convirtió en el segundo mayor beneficiario de la ayuda norteamericana del mundo entero, sólo superado por el propio Israel. Recién entonces los altos man-dos egipcios comprendieron que la existencia del Estado de Israel no amenaza a su país, que es mejor negocio hacer la paz que hacer la guerra, y que Estados Unidos es un aliado más conveniente de lo que fue la Unión Soviética hasta 1973.

Para Occidente (y quizás para el mundo entero) las consecuen-cias fueron sumamente positivas. A partir del Tratado, la península del Sinaí se desmilitarizó y desde ese momento Israel tuvo las es-paldas cubiertas en su frontera con Egipto. Mientras las guerras que había librado en 1948, 1967 y 1973 fueron conflagraciones en las que estuvo en juego la supervivencia del Estado judío, a partir de la paz con Egipto las guerras de Israel fueron conflictos en los que un desenlace adverso no hubiera significado su desaparición inmediata.

Ese fue el gran beneficio de aquel tratado de paz, sucedáneo de los acuerdos de Camp David de 1978. Aunque no trajo una paz duradera a la región, aportó una medida importante de estabilidad y seguridad. Y el gran lubricante de esa bienvenida cuota de tran-quilidad fue el dinero de Washington.

Uno habría de suponer que con semejante aporte, mucho mayor que el que recibían de los soviéticos antes de 1973, las fuerzas ar-madas de El Cairo aumentarían su potencial defensivo y ofensivo, volviéndose potencialmente más peligrosas. Pero no fue así. En tér-minos relativos, las fuerzas armadas egipcias hoy son menos pode-rosas que en 1973. La zanahoria fue efectiva porque los militares se hicieron muy ricos.

79 Jeremy M. Sharp (especialista en asuntos del Medio Oriente), “Egypt: Bac-kground and U.S. Relations”, CRS Report for Congress Prepared for Members and Committees of Congress, 13 de septiembre de 2012, www.fas.org/sgp/crs/mideast/RL33003.pdf (consultado el 28/11/2012).

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Entiéndase bien: no es que los altos mandos se hayan “corrom-pido”. Desde su cultura patrimonialista, que no diferencia clara-mente entre el ámbito de lo público y el de lo privado, percibieron la enorme riqueza a la que accedieron como una recompensa personal justa por haber arriesgado sus vidas en cuatro patrióticas guerras contra Israel.

Hosni Mubarak fue el héroe que condujo las fuerzas egipcias al cruzar el Canal de Suez en 1973, en lo que por un momento pa-reció un golpe mortífero a Israel. Muy poco después, sin embargo, los israelíes se recuperaron y el Tercer Ejército Egipcio se encontró rodeado. Fue rescatado del exterminio gracias a frenéticas negocia-ciones de los estadounidenses y soviéticos con los israelíes, pero lo que quedó en la memoria árabe, siempre optimista, fue el recuerdo de una gloriosa victoria.

Y ese recuerdo fue parte del capital político que encumbró a Mubarak cuando Anwar el-Sadat fue asesinado en 1981. Todos mi-litares, por supuesto: lo había sido Gamal Abdel Nasser, que derro-có a la monarquía en 1952, y desde entonces las fuerzas armadas tuvieron el poder detrás del trono y el trono también.

Por cierto, en treinta años de gobierno de Mubarak, sólo hubo elecciones parlamentarias un poco menos tramposas en 2005, y el resultado fue que la hasta entonces proscripta Hermandad Musul-mana se hiciera de ochenta y cinco escaños a través de candida-turas independientes.80 En esos comicios, el movimiento islamista multiplicó por cinco su participación en la Asamblea Legislativa, convirtiéndose en el principal bloque de oposición.

La lección fue aprendida, y en las elecciones de noviembre de 2010 el régimen cerró toda posibilidad de acceso parlamentario a la Hermandad. Se puso fin al monitoreo judicial de las elecciones, se adjudicó al presidente la autoridad para disolver el parlamento, y se otorgó a la policía un poder casi indiscriminado para efectuar arrestos.

Pero al desencadenarse las revueltas de 2011, ya habían trans-currido casi sesenta años desde la instalación del régimen militar. Los victoriosos altos mandos estaban añosos. La camada militar que les seguía, ya sexagenaria, no había participado del botín que anualmente les acercaba Estados Unidos para lubricar la paz con

80 Michael Slackman, “Muslim Brotherhood Wins More Seats in Egyptian Runoff Vote”, The New York Times, http://www.nytimes.com/2005/11/27/international/africa/27cnd-cairo.html (consultado el 28/11/2012).

Israel. Los jefes más antiguos se habían asegurado de cerrarles el acceso, y los coroneles querían reparar esa injusticia.

Este fue el motivo de la actitud ambigua de la corporación mi-litar durante el desarrollo de la crisis que culminó con la renuncia de Mubarak, la suspensión de la Constitución y el establecimien-to de un gobierno indisimuladamente militar. El ejército no iba a reprimir a los manifestantes porque los mandos medios, que son los que tienen contacto directo con la tropa, querían que Mubarak renunciara. Pero el ejército nunca dejó de detentar el poder.

No obstante, nada sale gratis, y el nuevo gobierno militar egipcio se vio obligado a prometer un cronograma electoral riesgoso, en el que se sabía que la Hermandad Musulmana tenía muchas po-sibilidades de imponerse. Así fue. Desde el punto de vista militar, y también desde el punto de vista occidental, las elecciones parla-mentarias de noviembre de 2011 resultaron peor de lo anticipado. Dejaron en claro que si a los egipcios se les da la oportunidad de votar democráticamente, van a elegir un régimen religioso no de-mocrático.

Que la Hermandad Musulmana fuera la gran ganadora en los comicios era esperable, pero lo que sorprendió a casi todos fue el segundo lugar alcanzado por el partido Nour, cuyo islamismo sala-fista es mucho más extremo que el de los Hermanos. Los partidos liberales y seculares, que entraron en un distante tercer lugar, no parecen ser más que expresiones políticas de élites relativamente pequeñas.81

Las consecuencias son graves para los intereses militares, por-que un régimen islamista que realmente manejara los hilos del po-der podría obligarlos a denunciar el Tratado de Paz con Israel. Esto significaría, como dijimos, la pérdida de más de 1500 millones de dólares anuales de ayuda norteamericana, sin los cuales las fuer-zas armadas egipcias serían menesterosas.

Fue por eso que, a partir de los comicios parlamentarios, el Con-sejo Supremo de las Fuerzas Armadas comenzó una feroz pulseada para privar a los islamistas del endeble poder que teóricamente ha-bían ganado en las urnas, pero que no alcanza para sobreponerse al veto de los cañones. Una y otra vez, legítimos candidatos a la pre-sidencia fueron rechazados por los militares, hasta que finalmente

81 Nuria Tesón, “Los islamistas logran el 65% en Egipto”, El País, 4 diciembre de 2011, http://internacional.elpais.com/internacional/2011/12/04/actuali-dad/1322998135_461537.html (consultado el 28/11/2012).

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llegaron los comicios presidenciales del 17 de junio de 2012, donde el candidato de la Hermandad, Mohammed Morsi, salió victorioso.82

Pero tres días antes, el 14 de junio, se había precipitado un escándalo inimaginable para quienes creyeron en el cambio pro-metido. Ese día, la Corte Constitucional Suprema, conformada por jueces nombrados por Mubarak, falló que una tercera parte de los escaños del Parlamento renovados en las elecciones de noviembre eran ilegítimos por un error técnico. Como consecuencia, ¡todo el Parlamento fue declarado inconstitucional por la Corte! Y enton-ces, “con reluctancia”, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas anunció que asumía el Poder Legislativo del país.

Desde entonces, en Egipto reina la incertidumbre. El 8 de julio el presidente Morsi anuló aquella medida de la Corte, restituyen-do el Parlamento. Pero al mismo tiempo, extremando la paradoja, múltiples voces internas acusaron a Morsi de llevar a cabo un golpe contra la Corte y empujar al país hacia el caos.

En realidad, el caos está instalado desde hace mucho. Desde la caída de Mubarak, Egipto no tiene constitución. La que regía antes está caduca, y debido a las discrepancias entre las fuerzas armadas y los islamistas ha habido un permanente tira y afloja en la convo-catoria a una convención constituyente.

Al momento de cerrarse estas líneas, diciembre de 2012, no se conocía el resultado de esta puja. El 17 de junio, el Consejo Supre-mo de las Fuerzas Armadas había reservado para sí amplias pre-rrogativas para elegir los miembros de la convención, y por sobre todas las cosas, se reservó el poder absoluto en todo lo que tiene que ver con asuntos militares. Pero aprovechando ciertas ventajas políticas circunstanciales (como la de haber figurado, de la mano de Estados Unidos, en el proceso de cese de fuego entre Gaza e Is-rael), el gobierno de Morsi apresuró el proceso realizando su propia convocatoria, a la vez que la Corte Constitucional Suprema (aliada de los militares) amenazaba con disolver la convención convocada por Morsi.

Al mismo tiempo se produjeron grandes manifestaciones oposi-toras y el gobierno recurrió a los militares para preservar el orden. No obstante, el 15 de diciembre Morsi triunfó en un referéndum

82 Ana Carbajosa, “Morsi, un gran desconocido aupado por la consigna ‘el is-lam es la solución’”, El País, 24 de junio de 2012, http://internacional.elpais.com/internacional/2012/06/24/actualidad/1340557278_605473.html (consultado el 28/11/2012).

sobre la Constitución, y el año cerró sin conocerse aun la reacción militar.

21. Tembladeral en el Sinaí

Por otra parte, desde la caída del dictador en Egipto muchas cosas han empeorado, especialmente en materia de seguridad. Esto se observa de manera dramática en la península del Sinaí, donde las fuerzas de seguridad brillan por su ausencia. Como dijimos, esa porción de suelo egipcio, que linda con Israel, la Franja de Gaza, el Canal de Suez, el golfo de Suez y el golfo de Arabia, está desmilita-rizado desde el Tratado de Paz egipcio-israelí de 1979.

Hasta que cayó Mubarak, la policía militar cumplía con sus funciones. Se podía viajar con relativa seguridad para hacer noche acampando entre las dunas, bucear en los arrecifes de coral o visi-tar monasterios como el de Santa Catarina, una joya de la iglesia ortodoxa enclavada en el desierto. Además, la rica historia bíblica de la península la hacía un destino atractivo para un turismo cul-tural sofisticado: allí se encuentra nada menos que el Monte Sinaí, la montaña en que, según las tradiciones judía y cristiana, Dios entregó a Moisés las Tablas de la Ley.

En el pasado, para controlar la situación, los gobiernos de Anwar el-Sadat y Mubarak no solamente recurrían a la fuerza sino que también se aseguraban el acatamiento de los beduinos a través del soborno. A partir de 2011, sin embargo, El Cairo no ha querido pagar los costos políticos internos de mantener el orden en la península, dejándola bajo el dominio de las tribus beduinas y las organizaciones extremistas.83 El hecho se explica porque la represión de minorías radicalizadas no es popular entre las mayo-rías de islamistas moderados que ahora dominan la política.

Como consecuencia, el Sinaí se ha convertido en un virtual “te-rritorio liberado”, vulnerable no sólo a los ataques de extremistas egipcios sino también a las maniobras de yihadistas provenientes de la Franja de Gaza, donde el gobierno del Hamas, juramentado a destruir a Israel, está jaqueado por grupos mucho más radica-lizados.

83 Juan Miguel Muñoz, “El Sinaí, región de alto riesgo”, El País, 11 de agosto de 2011, http://elpais.com/diario/2011/08/19/internacio-nal/1313704801_850215.html (consultado el 28/11/2012).

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En verdad, las cosas se complicaron mucho en mayo de 2011 cuando, apelando a la demagogia, Egipto abrió permanentemente el cruce fronterizo de Rafah, que permite el paso de Gaza al Sinaí.84 Antes no sólo estaba clausurado, sino que un muro penetraba treinta y cinco metros por debajo del suelo para evitar contraban-dos diversos. Pero ahora la apertura de la frontera facilita el accio-nar de terroristas, que pueden cruzar legalmente de Gaza a Egipto para luego infiltrarse ilegalmente en Israel. La nueva situación tam-bién facilita el ingreso de armas de guerra desde Egipto a Gaza, que a su vez se usan cotidianamente en ataques contra Israel.

Por cierto, a lo largo de los últimos dos años se han venido mul-tiplicando los secuestros y atentados, a veces perpetrados por be-duinos locales y otras por extremistas palestinos de Gaza; a veces contra turistas occidentales, otras contra israelíes, y aún otras con-tra los propios egipcios. Para colmo, con las recientes elecciones en Egipto, que dieron la victoria a los Hermanos Musulmanes, la posición del Hamas palestino se ha visto fortificada, ya que esta fuerza política tiene los mismos orígenes que los Hermanos del país vecino.

Pero estas no son las peores noticias. Debido al auge cobrado por organizaciones mucho más extremistas, el Hamas gazatí y la Hermandad egipcia hoy parecen moderadas. Por cierto, los yiha-distas que desafían el orden en Gaza y el Sinaí no sólo representan un peligro para Israel sino también para el propio Hamas, para los Hermanos, para el gobierno egipcio e incluso para las fuerzas ar-madas de ese país.

Esa era la situación el 5 de agosto de 2012, cuando un comando yihadista atacó cinco destacamentos militares en el norte de la pe-nínsula del Sinaí. Los combatientes mataron alrededor de dieciséis guardias fronterizos egipcios, e ingresaron luego en territorio israelí a bordo de dos vehículos blindados. Uno de ellos estalló y el otro fue neutralizado por las fuerzas de defensa israelíes, muriendo cinco combatientes extremistas.85 Luego, el 8 de ese mes, comandos yi-hadistas egipcios atacaron cinco destacamentos militares, también en el norte del Sinaí.

84 “Gaza: “Egypt to open Rafah crossing to Palestinians”, BBC News Middle East, 25 de mayo de 2011, http://www.bbc.co.uk/news/world-middle-east-13552685 (consultado el 28/11/2012).

85 Ana Carbajosa, “Un ataque terrorista mata a 16 policías egipcios en el Sinaí”, El País, 6 de agosto de 2012 (consultado el 20-11-2012).

Tanto para el gobierno de Morsi como para el ejército urgía reac-cionar con vehemencia, para mostrar hacia adentro y hacia afuera que el Estado egipcio controla su propio territorio. Por eso, el mis-mo día, el presidente ordenó bombardeos con aviones y helicópte-ros de combate Apache. Además, debido a su fracaso en prever la situación, las fuerzas armadas echaron al comandante de la policía militar, al jefe del servicio secreto y al gobernador del norte del Si-naí.

Por cierto, como observó la agencia de inteligencia privada Stra-tfor, la situación creada por los ataques de los yihadistas es grave. Aunque en años pasados había habido atentados muy serios en la península, incluyendo la destrucción de tramos de gasoductos que transportan combustible a Israel, los ataques de agosto de 2012 fueron más inquietantes porque los yihadistas atacaron directa-mente a los militares.

Obsérvese que no se trató de un golpe perpetrado por delin-cuentes comunes que abundan en la región, ni por las tribus de beduinos que típicamente se soliviantan. Tampoco fue un operativo inspirado en el deseo de golpear a Israel.

Además, el grupo que llevó a cabo los ataques demostró capa-cidad militar, operando en un desierto chato en el que les resulta casi imposible ocultarse. Y no lo hicieron con la expectativa de re-fugiarse luego en Gaza, porque el Hamas no quiere organizaciones ultra extremistas que no puede controlar. Por cierto, para el Hamas sería peligroso cobijarlas, ya que eso probablemente desencadena-ría ataques militares israelíes.

Los comandos que perpetraron los ataques conocían estas limi-taciones. No obstante, procedieron con determinación y eficacia. Por ello, para el gobierno y las fuerzas armadas era imprescindible destruirlos. De ahí los bombardeos del 8 de agosto. Aunque éstos representan una militarización del Sinaí que, en teoría, es contraria al Tratado de Paz con Israel, el Estado judío respalda ampliamente lo actuado, que es para bien de ambas partes.

Pero lo más interesante es que los bombardeos en el Sinaí no fueron medicina suficiente para el presidente egipcio. Cuatro días más tarde, avanzó sobre sus propias fuerzas armadas. El domingo 12 de agosto de 2012, mientras uno de nuestros autores escribía la primera versión de esta viñeta, el éter fue surcado eléctricamente por cables de noticias que anunciaban que Morsi había despedi-do a su poderoso ministro de defensa, mariscal de campo Moha-med Hussein Tantawi; al jefe del estado mayor conjunto, teniente

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general Sami Anan, y a varios de los generales más antiguos, in-cluyendo los comandantes de las tres fuerzas armadas.86 Morsi también decretó la anulación de la prerrogativa que los militares habían asumido antes de que él fuera elegido presidente, de actuar como poder legislativo en reemplazo del parlamento. Además, nom-bró vicepresidente a un juez con antecedentes en la defensa de los derechos de los civiles.

Según Reuters, un general perteneciente al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas afirmó que Morsi había consultado a dicho Consejo antes de anunciar su revolucionaria medida. Como esa declaración podría haber sido hecha para “salvar el honor” militar frente al ejercicio de autoridad presidencial, ahora habrá que ver si la decisión de Morsi trae o no coletazos.

A su vez, según el New York Times, las medidas del presidente fueron una consecuencia directa de los ataques yihadistas del 5 de agosto con que comenzamos esta viñeta. Según el matutino, el pa-pelón cometido por los militares y los servicios de inteligencia, que no fueron capaces de advertir el peligro, le habría dado al presiden-te una oportunidad para ampliar su capacidad de maniobra frente a las fuerzas armadas.

Ahora falta ver cómo termina la película. Si Morsi se saliera con la suya, Egipto podría estar ingresando en una nueva etapa de su historia. Pero las incógnitas superan ampliamente a cualquier po-der humano de predicción: no lo saben la CIA ni el Mossad, mucho menos nosotros.

Por cierto, Washington está inquieto. Aunque nada perjudicaría más a las fuerzas armadas egipcias que un intento, por parte del gobierno de Morsi, de modificar o cancelar los acuerdos de Camp David de 1978, la ideología de la Hermandad Musulmana lo exige, y es por eso que el 18 de septiembre de 2012 uno de los asesores de Morsi dijo que la enmienda del Tratado de Paz con Israel es “cues-tión de tiempo”.87 Simétricamente, Obama había afirmado el 13 de ese mes que Egipto no es un aliado ni un enemigo, un dicho sor-prendente a la luz de su discurso cuando asumió la presidencia.88

86 Kareem Fahim, “In Upheaval for Egypt, Morsi Forces Out Military Chiefs”, The New York Times, 12 de agosto de 2012.

87 Sharona Schwartz, “Adviser for Egypt Prez Morsi says amending peace treaty with Israel just ‘a matter of time’”, The Blaze, 20 de septiembre de 2012, http://www.theblaze.com/stories/adviser-for-egypt-prez-morsi-says-amending-peace-treaty-with-israel-just-a-matter-of-time/ (consultado el 28/11/2012).

88 Antonio Caño, “La campaña electoral gira hacia la política exterior”, diario El País, 13 de septiembre de 2012 (consultado el 20/11/2012).

Aunque lo dicho luego fue relativizado por Tommy Vietor, vocero del Consejo Nacional de Seguridad, la sensación que quedó flo-tando es que las relaciones se han agriado. La cuestión es de gran relevancia, no sólo para Estados Unidos y Egipto sino también para Israel.

22. Gaza o la guerra

Un infierno creado por el hombre

El intríngulis del Sinaí nos conduce directamente a ese infierno creado por el hombre que es la Franja de Gaza. Su territorio de 360 kilómetros cuadrados ha sido equiparado con el séptimo círculo del Dante. De forma irregular, sus medidas extremas son poco más de cuarenta kilómetros de largo por doce de ancho. Según cifras de 2008, alberga más de un millón y medio de palestinos, con una densidad poblacional de 4108 habitantes por kilómetro cuadrado.89 Territorios legalmente israelíes separan a Gaza de Cisjordania, el otro segmento del discontinuo territorio palestino, de modo que es imposible transitar entre ambos sin pasar por Israel.

Antes de la Primera Guerra Mundial, Gaza era parte de la enor-me provincia otomana de Siria. Cuando Turquía perdió sus territo-rios árabes, fue incluida por la Liga de las Naciones en el Mandato Británico de Palestina, una jurisdicción que hasta 1925 incluyó también a Jordania. Y cuando, en 1947, las Naciones Unidas or-denaron la partición del Mandato Británico en un Estado palestino judío y otro árabe, la Franja quedó del lado del frustrado Estado palestino árabe, que no pudo crearse debido al rechazo de la parti-ción por parte de todo el mundo árabe.

La guerra árabe-israelí consolidó al Estado de Israel, a la vez que condujo a la conquista de Cisjordania por parte de Jordania y a la de Gaza por Egipto. Rápidamente, debido al influjo de refugiados palestinos, la población de Gaza se multiplicó por tres. La Franja permaneció como territorio administrado por Egipto desde 1948 hasta 1967, excepto durante cuatro meses de 1956, en ocasión de la crisis de Suez. Junto con Cisjordania y las alturas del Golán, fue ocupada por Israel en la guerra de los Seis Días.

89 Datos según “The Palestinian Academic Society for the Study of International Affairs”, junio de 2008, http://www.passia.org/publications/bulletins/gaza/GAZA.pdf.

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En esa ocasión, Egipto también perdió Sinaí. Sin embargo, cuando en 1978 se negociaron los acuerdos de Camp David, que le restituyeron Sinaí, la recuperación de Gaza distó de ser una prio-ridad egipcia. La posesión de la Franja ya se percibía como una gravosa carga.

Desde entonces, la situación se ha agravado. Hasta la caída de Hosni Mubarak, los egipcios eran celosos guardianes de su frontera con Gaza. Construyeron un cerco de catorce kilómetros de largo que cala veinte metros bajo la tierra para impedir la construcción de túneles.90 El Hamas, la organización militante que domina Gaza, lo denominaba “el muro de la muerte”.

Este celo de los militares egipcios por excluir de su territorio a los extremistas que mayoritariamente pueblan la Franja debe con-textualizarse. Desde la guerra de 1967, Gaza había estado ocupada por Israel, pero en 2005 ésta llevó a cabo una retirada unilateral, supuestamente para posibilitar la organización de la Autoridad Na-cional Palestina en los dos segmentos de su territorio.

La Autoridad estaba (y está) gobernada por al-Fatah, una orga-nización hoy moderada que ha perdido terreno frente al radicalismo de sus adversarios, siendo su presidente actual Mahmoud Abbas. Pero en 2006 el Hamas ganó las elecciones legislativas en Gaza, y aunque el gobierno legítimo seguía siendo el de al-Fatah, Hamas perpetró un violento golpe de Estado que expulsó de la Franja a la Autoridad Nacional Palestina.91

Desde entonces, los dos segmentos de los territorios palestinos son, en la práctica, dos proto-estados con gobiernos separados. La popularidad del Hamas se asienta en el hecho de que no sólo es una organización militante, sino que provee de servicios sociales valiosos a la población de Gaza.

Pero la población de la Franja es extremista, y para mantenerse en el poder, su gobierno también debe serlo. Por cierto, el Hamas está juramentado a la destrucción del Estado de Israel. En 2005 Israel se retiró en forma voluntaria de Gaza, pero desde entonces el territorio israelí ha sido y es atacado sistemáticamente con cohetes

90 Christian Fraser, “Egypt starts building steel wall on Gaza Strip border”, BBC News, 9 de diciembre de 2009, http://news.bbc.co.uk/2/hi/8405020.stm (consul-tado el 28/11/2012).

91 “Los resultados oficiales confirman una aplastante victoria de Hamas”, diario El Mundo, 26 de enero de 2006, http://www.elmundo.es/elmundo/2006/01/26/internacional/1138265920.html (consultado el 28/11/2012); Ian Black and Mark Tran, “Hamas takes control of Gaza”, The Guardian, 15 de junio de 2007, http://www.guardian.co.uk/world/2007/jun/15/israel4 (consultado el 28/11/2012).

de corto alcance, miles de los cuales han pegado en las localidades del sur del Estado judío.

Más aun, la organización extremista capitalizó aquel retiro is-raelí, presentándolo a los palestinos como el resultado de una lu-cha heroica y exitosa contra las fuerzas judías. Este factor, más que ningún otro, explica su contundente triunfo electoral de 2006, y desnuda el perverso mecanismo por el cual, cuanto más negocia-dora es la actitud israelí, menor es la inclinación de los extremistas a reconocer el derecho a la existencia de ese Estado.

En tales circunstancias era esperable que el régimen militar egipcio, dependiente del Tratado de Paz con Israel para seguir co-brando los multimillonarios subsidios norteamericanos, no alber-gara simpatías hacia el régimen del Hamas en Gaza y construyera su “muro de la muerte”. A su vez, el radicalizado y primitivo Hamas comenzó a bombardear el sur de Israel con rudimentarios cohetes. Por eso, en diciembre de 2008 sobrevino la breve represalia israelí, conocida como operación “Plomo Fundido”, en que Gaza fue bom-bardeada e invadida por fuerzas terrestres durante menos de dos meses.92

La operación “Plomo Fundido”

Desde la perspectiva israelí, la retirada de Gaza de 2005 fue la ené-sima vez que se demostró que toda concesión para la paz genera violencia, porque se interpreta como debilidad y alimenta las pul-siones extremistas de los grupos radicalizados, que ganan adeptos.

Simétricamente, desde la perspectiva palestina quedó patente-mente claro que toda concesión israelí será doblemente provecho-sa, si en vez de interpretarse como una oportunidad para la paz, se presenta como la prueba de que hay que multiplicar la violencia, porque los occidentales son débiles y ceden, al contrario de los va-lientes combatientes islámicos.

Por cierto, como se recordó el 4 de enero de 2009 en las páginas del periódico israelí Haaretz, Nizar Rayyan, un brillante estratega de la Universidad Islámica de la Ciudad de Gaza, solía decir: “Si nos matáis, nos convertiremos en mártires, los más amados de Dios y del pueblo palestino, y triunfaremos. Si os abstenéis de matarnos,

92 “25 días de ‘Plomo Fundido’ sobre la Franja de Gaza”, Reuters, Cronología del conflicto entre Israel y Hamas, diario El Mundo, 21 de enero de 2009.

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sea por temor, oportunidad política o consideraciones morales, sólo habremos cimentado nuestra victoria. (...) Para ganar, lo único que debemos hacer es sobrevivir”.

Rayyan conocía a los israelíes y sabía que, gracias precisamente a las consideraciones morales a que son propensos, bastaba con que se rodeara de sus cuatro esposas y once hijos para ponerse a salvo de posibles ataques. Por eso dormía tranquilo… hasta el 1° de enero de 2009, cuando los israelíes se deshicieron de sus escrúpu-los y lo mataron junto con sus esposas y varios hijos, destruyendo su casa, además de dos mezquitas que se usaban como depósitos de armamentos.

Aquel ataque se perpetró en el transcurso de la operación “Plomo Fundido”, cuya gestación se fue forjando lentamente, desde la reti-rada israelí de Gaza. Entre 2005 y 2007, alrededor de 2700 cohetes Qassam, de fabricación local, habían sido lanzados desde Gaza a Israel. Las respuestas israelíes siempre mataron a más gente que los ataques gazatíes, pero las iniciativas siempre fueron de éstos, a veces del Hamas y otras de grupos más radicalizados.

En 2008, los egipcios mediaron para la negociación de una tre-gua de seis meses, que prohibía la continuación de los disparos de cohetes y el contrabando de armas del Hamas. Pero ambas partes se acusaron mutuamente de violarla, y en noviembre de ese año Israel atacó un túnel clandestino que cruzaba la frontera israelí-gazatí.

Así se rompió la tregua, comenzando una catarata de lanzamien-tos de cohetes gazatíes sobre el sur de Israel. El 13 de diciembre se realizó un intento de renovar el cese de fuego, pero a los pocos días el Hamas lo declaró concluido, debido a la muerte de un com-batiente gazatí. A partir de entonces, se renovó el lanzamiento de cohetes hacia el sur de Israel.

Como consecuencia, el 24 de diciembre comenzaron los bom-bardeos israelíes, y el 27 de ese mes se lanzó la operación con un avance de Israel por tierra y aire. La campaña se intensificó el 7 de enero de 2009, cuando comenzó el ataque directo a la Ciudad de Gaza. La batalla, que destruyó la mayor parte de las instalaciones del Hamas, incluyó el uso de tanques, artillería, helicópteros blin-dados y bombarderos… hasta que, el 17 de enero, Israel proclamó un cese de fuego unilateral y se retiró de Gaza.

Obviamente, los lanzamientos de cohetes del Hamas sobre el sur de Israel prosiguieron, como también las represalias israelíes, aunque sin nuevas invasiones. Hamas sufrió una derrota táctica.

Pero Israel se desprestigió, a la vez que el gobierno de la Franja perseveró en su actitud de no reconocer al Estado de Israel, cuya destrucción sigue siendo su objetivo.

Las razones que inspiraron a israelíes y gazatíes en esa breve guerra fueron complejas. No nos proclamaremos favorables a nin-guna de las partes. Pero desde el punto de vista de nuestro análisis del predicamento humano, lo más interesante fue que, mientras las acciones bélicas se desarrollaban, el Consejo de Seguridad de la ONU intentaba consensuar una declaración que exigiera un inme-diato cese del fuego. El 3 de enero de 2009 fracasaba el tercer in-tento, y en sus entretelones se puso de manifiesto el doble estándar con que siempre se manejan estas cosas.

Por cierto, parece una ironía, pero el borrador de declaración fue presentado por la Libia del tirano Muamar Gadafi, luego acusado de crímenes de lesa humanidad y derrocado por la OTAN en 2011. A lo largo de numerosos años, la Libia de Gadafi tuvo un papel importante en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, habiéndola presidido por momentos. Y fiel a su filosofía, aquel proyecto que presentó Gadafi en 2009 para terminar con la operación “Plomo Fundido” exigía un alto el fuego inmediato, po-niendo toda la carga de la culpa en Israel por su invasión de Gaza, y sin mención alguna de los cohetes con que el Hamas venía ate-rrorizando a las poblaciones civiles del sudoeste del Estado judío desde 2005.

El documento fue bloqueado por Estados Unidos y Gran Breta-ña porque, según lo explicara el enviado norteamericano Alejandro Wolff, el objetivo de Washington no era regresar al statu quo que permitía a Hamas lanzar cohetes hacia Israel. O como dijo Rafael Bardají en una nota publicada en el ABC de Madrid el 4 de enero de 2009, “el objetivo político de la comunidad internacional no debe ser un alto el fuego sin más, sino un alto al terrorismo desde Gaza”. En verdad, parece claro que si, a esas alturas, el Estado de Israel no hubiera perdido la paciencia, su eventual destrucción hubiera quedado asegurada, ya que grandes segmentos de la opinión públi-ca internacional parecen negarle el derecho a una legítima defensa frente al ataque.

Cuenta Alan Dershowitz, el afamado abogado norteamericano y profesor de derechos humanos de Harvard, que la última vez que visitó Sderot, la policía le mostró cientos de pedazos de cohetes que impactaron en la ciudad, cuyos residentes son civiles. Muchos fragmentos llevaban el nombre de la organización que los lanzó.

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Dershowitz reflexiona que, aunque hacer fuego deliberadamente sobre civiles es un crimen de guerra, los terroristas que lanzaron esos cohetes están suficientemente orgullosos de sus atrocidades como para “firmar” sus armas asesinas. Saben que en el mundo en que vivimos, nunca serán juzgados.

Aunque nunca se puede estar seguro. Hubo una vez, en mayo de 2007, en que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina ejerció presiones diplomáticas para que Hamas interrumpiera los lanzamientos de cohetes. En esa ocasión, Haaretz informó que el ahora difunto dirigente e intelectual extremista Nizar Rayyan, ya mencionado, se mofó musitando: “Abbas odia a los cohetes tanto como nosotros odiamos a los judíos”. Pero Israel reaccionó y Ra-yyan ya no puede odiar a nadie. Voló por los aires junto con sus cuatro esposas e hijos, que eran sus escudos humanos.

La mentalidad del extremismo gazatí

A través de las peripecias del ratón Farfur, ya hemos analizado al-gunos aspectos de la cultura terrorista del Hamas en estas viñetas. Pero hay mucho más. En realidad, como ya se sugirió, en Gaza el Hamas es moderado y está en guardia frente a competidores mucho más extremistas que buscan remplazarlo en el ejercicio del poder.

Un ejemplo ilustrativo es la noticia publicada el 29 de junio de 2010 por el New York Times: un grupo de hombres armados había destruido la pileta de natación y otras instalaciones de un campa-mento para niños ubicado en la Franja, construido y regenteado por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés). El incidente fue una reiteración de otro similar del 23 de mayo de ese año, cuan-do una treintena de hombres armados y enmascarados atacaron e incendiaron una instalación recreativa en construcción de la UN-RWA, en una playa de la ciudad de Gaza.

La BBC informó entonces que el campamento, que debía inau-gurarse el mes anterior, era uno entre docenas de establecimientos similares creados por las Naciones Unidas para ofrecer un progra-ma de artes, deportes y otras actividades para 250.000 niños de la Franja. A su vez, UNRWA informó que el programa, que es de inmensa importancia para el desarrollo físico y psicológico de niños que no tienen otras oportunidades de formación cultural y deporti-va había ingresado en su cuarto año.

Según un cable de Reuters de esa misma fecha, los perpetrado-res fueron un grupo de islamistas radicalizados que acusaban a las Naciones Unidas de promover la inmoralidad. En ambas ocasiones, dos días antes del ataque, un grupo militante desconocido que se “Los Libres de la Patria” emitió un comunicado donde criticaba a UNRWA por "promover la aptitud física y enseñar danza e inmora-lidad" a las niñas de edad escolar de Gaza.

No es la primera vez que ocurren hechos semejantes. El 15 de febrero de 2008, por ejemplo, la BBC informó sobre un atentado contra la biblioteca de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), perpetrado por catorce hombres que, neutralizando a los guardias, hicieron estallar una bomba que quemó miles de libros. Los iracun-dos atacantes preguntaron a los guardias por qué trabajaban para infieles, es decir, cristianos. Por cierto, en Gaza viven alrededor de 3500 cristianos, casi todos ortodoxos griegos y, desde 2007 las ins-tituciones no islámicas se han convertido en blancos sistemáticos de la acción armada.

En todas estas ocasiones, el ministerio del Interior de Gaza, a cargo del comparativamente moderado Hamas, condenó los atrope-llos y prometió investigar, aunque no avanzó mucho en las pesqui-sas. Datos como estos son importantes porque demuestran que, en la Franja de Gaza, hay espacio para un islamismo aún más extremo que el del Hamas.

A su vez, frente a la belicosidad de unos gazatíes cuyo equilibrio político interno parece exigir el disparo permanente de cohetes so-bre Israel, el Estado judío está siempre al borde de nuevas incur-siones militares en ese trozo de territorio palestino.

2012 y las renovadas hostilidades en Gaza

Por cierto, el fantasma de la guerra siempre ronda las relaciones entre Gaza e Israel. Y esa volatilidad volvió a ponerse de manifiesto cuando, el 24 de octubre de 2012, el New York Times informó que la fábrica de armas de Yarmouk, en la capital sudanesa de Jartum, había sido atacada.

Según el gobierno sudanés, el ataque fue perpetrado por cuatro aviones sofisticados y habría provenido de Israel. Interrogado por la prensa, un vocero de las Fuerzas de Defensa de ese país decli-nó hacer comentarios. Por otra parte, ya antes, en 2009, durante la operación Plomo Fundido había habido ataques israelíes contra

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convoyes sudaneses que se dirigían al norte, en dirección a Gaza, transportando armas.

Por cierto, la comunidad de inteligencia cree que Yarmouk es un centro de distribución de armas iraníes. Así lo informó la agencia privada Stratfor el 16 de noviembre de 2012. Todo indica, dice el parte, que Irán usa esas instalaciones para almacenar e incluso armar cohetes Fajr-5, misiles antiaéreos y misiles guiados antitan-que.

El ataque del 23 de octubre a las instalaciones sudanesas ha-bría respondido, según la agencia, a una astuta maniobra israelí. Sabiendo que el Hamas ya tiene el Fajr-5, un cohete capaz de al-canzar Jerusalén y Tel Aviv, Israel habría preparado a la opinión pública para una guerra inevitable, pegando primero en Yarmouk.

Al Hamas no le convenía esa guerra, pero en la Franja de Gaza hay movimientos militantes mucho más extremistas, como la Yihad Islámica Palestina. En los últimos años han sido los responsables de los lanzamientos de miles de cohetes de corto alcance contra el sur de Israel. Después del ataque a Yarmouk, lanzaron andanadas de cohetes contra el Estado judío.

Según Stratfor, Hamas entonces intentó negociar una tregua con las organizaciones ultraextremistas de Gaza. Pero cuando, el 14 de noviembre, Israel asesinó al comandante Ahmad Jabar, ar-quitecto del programa de cohetes del Hamas, la fuerza gobernante en Gaza no tuvo más remedio que contratacar, para no parecer claudicante frente a sus seguidores.

Como consecuencia, cerca de Jerusalén y Tel Aviv cayeron co-hetes de mediano alcance lanzados por el propio Hamas. Son de origen iraní y documentan las razones del ataque israelí previo so-bre las instalaciones sudanesas. Se trata del cohete Fajr-5, con un alcance de 75 km. Su nombre es religioso: Fajr es la primera de las cinco oraciones que los musulmanes rezan diariamente.

El ataque del Hamas sobre Jerusalén es particularmente llama-tivo. Los cohetes iraníes son de escasa precisión. Dentro de cierto radio, pueden caer en cualquier parte. Al lanzarlos contra una ciu-dad que alberga unos 250.000 musulmanes y la tercera mezquita más sagrada del islam, el Hamas demostró su disposición a los altos riesgos involucrados en semejante ataque. Distinto fue el caso de los misiles que cayeron cerca de Tel Aviv, donde la gran mayoría de la población es judía y no existe el equivalente de una Mezquita de al-Aqsa o una Cúpula de la Roca.

Ahora bien, para Israel, esta disposición del Hamas a correr al-tos riesgos era un mensaje trascendente. Significaba que la orga-nización se sentía amenazada políticamente por agrupaciones ga-zatíes más extremistas. Y para Israel, un Hamas desesperado, que está en posesión de misiles que pueden alcanzar Jerusalén y Tel Aviv es un riesgo inaceptable. Por eso, la lógica de la realpolitik nos dice que la guerra era (y es) casi inevitable. A fines de 2012 sólo la podía impedir Estados Unidos, como ocurrió el 30 de noviembre, cuando con apoyo egipcio se pactó el cese de fuego.

A su vez, para Egipto una guerra en Gaza hubiera sido desas-trosa, porque si El Cairo se pusiera del lado del Hamas correría el riesgo de perder el gigantesco subsidio militar norteamericano, mientras que si le diera la espalda, su propia población y la Her-mandad Musulmana sentirían que fueron traicionadas.

En cambio, para Irán y Siria una guerra sería bienvenida, siem-pre que quede acotada a la Franja de Gaza. Para Damasco sería un alivio, ya que desviaría la atención internacional de las atrocidades cotidianas de la guerra civil que se libra en su país. Y para Irán se-ría prestigioso, ya que pondría de manifiesto la contribución iraní al poder de fuego del Hamas. Además, todo alivio de la situación de Damasco sería también reconfortante para Teherán.

Por cierto, la perversa dialéctica interna por la que el Hamas se juramentó a destruir a Israel, debe extremar su extremismo debido a la competencia de otras organizaciones gazatíes aún más radica-lizadas resulta beneficiosa para Irán. Pero seguramente no favore-cerá al propio Hamas, que podría perder la guerra y podría dejar de ser la fuerza gobernante en Gaza.

Vista desde una perspectiva más universal, la situación es poco menos que desesperante, porque aunque Israel pueda ganar la campaña militar, la situación en Gaza empeoraría tanto desde el punto de vista humanitario como desde el ideológico y político. No porque pierda una guerra será su población menos extremista. Por el contrario se radicalizaría aun más.

En verdad, el abismo que existe entra Gaza y Occidente es el mejor indicador del choque de civilizaciones que diagnosticó Hun-tington. Los gazatíes no son como los comunistas soviéticos, a los que era posible disuadir porque no eran suicidas. Los gazatíes, como otros extremistas islamistas son suicidas. Frente a su delirio místico no hay antídotos excepto un exterminio que, por razones políticas y morales, Israel no puede ni quiere perpetrar.

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23. El ABC de la crisis siria

Si en Gaza el componente más irreductible de la violencia es el ex-tremismo islamista, en Siria los rebeldes que luchan con creciente éxito contra la dictadura secular de Basher al-Assad se nutren, en parte, de combatientes islamistas enviados por aliados de Occiden-te como Arabia Saudí.

Por cierto, en el mundo en que vivimos todos juegan con fuego. Prueba de ello es la decisión de Washington del 11 de diciembre de 2012, de dar reconocimiento a la coalición rebelde, cuando horas antes había puesto en la lista negra al grupo extremista de oposi-ción Jabhat al-Nusra. ¿Cómo financiar a la oposición siria sin que los fondos lleguen a Jabhat al-Nusra y organizaciones similares? El problema parece no tener solución.

Pero demos unos pasos atrás en el tiempo. Para entender la guerra civil siria debemos penetrar en la singularidad del régimen que ha venido gobernando ese país durante décadas. Tres factores contribuyeron a sostenerlo: el poder del clan al-Assad, que perte-nece a la rama alauita del islam; el control alauita del aparato de inteligencia del Estado, y el monopolio político del partido Baath que es secular y nacionalista.

También es necesario recordar que sólo el 7% de la población siria es alauita. Más de la mitad de los sirios son sunitas y padecen una opresión despótica por parte del régimen alauita. Otras mino-rías, también discriminadas, son los cristianos (13%), los drusos (3%) y los chiitas e ismailis (6%).

Los alauitas dominaron la política siria desde 1970. Son una rama del islam que se separó de los chiitas en el siglo IX, bajo Mohamed ibn Nusair. Rechazaron la sharía (o ley islámica), el lla-mado al rezo, el peregrinaje a la Meca y la prohibición del alcohol, a la vez que veneraron santos y festividades cristianas. Tienen en común con los chiitas el reconocerle un lugar especial a Alí, yerno del Profeta.

Eran campesinos económicamente marginales dominados por los sunitas. Su suerte cambió cuando los franceses se apoyaron en ellos, en los drusos y en los cristianos para construir su poder en Siria, contrabalanceando el apoyo previo de los otomanos a los sunitas. Esto se consumó hacia 1920, después de la Primera Gue-rra Mundial, cuando los franceses crearon el Estado moderno de Siria por mandato de la Liga de las Naciones.

Posteriormente, en 1947, el nacimiento del Partido Baath, se-cular y socialista, sirvió para aglomerar a los alauitas. A partir de entonces comenzaron a tener una presencia fuerte en un ejército dominado por sunitas. Y cuando, hacia 1970, los mandos sunitas se dividieron, los alauitas tomaron el poder de la mano de Hafez al-Assad.

A partir de ese momento, esta minoría detenta despóticamente el gobierno. La clase comerciante sunita sufrió la confiscación de gran parte de su patrimonio, a la vez que se redistribuyó el po-der militar, cerrando el camino a una recaptura sunita del poder. Según la agencia de inteligencia privada Stratfor, actualmente el 70% de los soldados profesionales sirios son alauitas y el 100% de la Guardia Republicana también lo es. Aunque los pilotos son mayoritariamente sunitas, los alauitas controlan la logística, las telecomunicaciones y el mantenimiento de la fuerza aérea. Además, controlan la inteligencia militar. Esa es la base de su poder.

Ellos saben que, si cae el gobierno, no sólo perderán el poder sino que serán perseguidos y masacrados inclementemente. Segu-ramente otras minorías también lo serán. Por eso, incluso alauitas enemistados con el clan al-Assad y perseguidos por el régimen han exhortado a sus seguidores, desde el exilio, a apoyar al gobierno contra las rebeliones actuales.

Pero los alauitas jamás hubieran podido mantenerse en el poder sin el respaldo de ciertas elites sunitas que han sido cómplices de la dictadura, y este es el resquebrajamiento del orden que comienza a vislumbrarse. Un indicio significativo a mediados de 2012 fue la defección del brigadier general Manaf Tlass, uno de los pilares del régimen sirio de Bashar al-Assad.93 Antes de esfumarse, el militar se aseguró de que su mujer Tala, y su hija Nahid se encontraran lejos del alcance del tirano, en París, donde se reunió con ellas.

El general y su poderoso clan sunita, con sus importantes vín-culos militares y empresariales es todo un símbolo de las alian-zas que hicieron posible al régimen alauita. Mustafá Tlass, padre del general que defeccionó, fue casi un hermano para Hasef al-Assad, el padre del dictador actual, fundador del régimen alauita. Ambos compartieron la mística de la República Árabe Unida que, entre 1958 y 1961, brevemente unió los destinos de Siria y Egip-to. Después de ese fracaso, ambos colaboraron para posibilitar el

93 Ignacio Cembrero, “Un general cercano a Bachar el Asad huye a Turquía”, El País, 5 de julio de 2012.

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advenimiento al poder, en Damasco, del partido socialista Baath, cumpliendo con ese objetivo en 1963.

Con aquel éxito, la alianza entre el sunita y el alauita se profun-dizó y siguieron complotando juntos. El golpe de Estado con que, en 1970, nació la dinastía plebeya de los al-Assad, no hubiera sido posible sin el apoyo del padre del general que defeccionó el 5 de junio de 2012. En consonancia con aquella alianza, Mustafá Tlass fue ministro de Defensa durante más de tres décadas, entre 1972 y 2004. Dicen los que saben que, ya en el año 2000, cuando el viejo dictador Hasef estaba en su lecho mortuorio, Mustafá se juramentó a proteger al régimen y a la familia de al-Assad. Así, el patriarca sunita se convirtió en un factor crucial para la estabilización del liderazgo del actual dictador alauita.

Pero las cosas han cambiado. La rebelión desatada en 2011, cruelmente reprimida por el régimen, provocó el derrame de dema-siada sangre sunita, y las alianzas entre élites comienzan a des-moronarse. Otros miembros de la familia Tlass también han defec-cionado. El empresario Firas Tlass, por caso, hermano de Manaf, abandonó Siria y se estableció en Dubai, manifestando su oposi-ción a la represión contra los rebeldes. Otro miembro del clan, Ab-dul Razzaq Tlass, primo de Manaf, comanda uno de los batallones del rebelde Ejército Libre Sirio. Y el propio patriarca, el ya octoge-nario Mustafá, también parece haber roto sus lazos con Bashar al-Assad y su familia.

Según entiende la inteligencia occidental, la situación engendra-da por estas deserciones abre un arco de posibilidades que hasta hace poco eran impensables. La primera es que prosiga la quiebra de alianzas estratégicas con sunitas de la élite, en cuyo caso podría producirse un colapso del gobierno. Anticipándose a esa posibili-dad, hay sectores en Occidente que apostaron a que el desertor, general Manaf Tlass, se convierta en el aglutinante de una doble oposición al clan al-Assad, que operaría desde dentro y fuera del ré-gimen. Tlass conoce desde adentro los vericuetos del poder y cuen-ta con ventajas a la hora de ganarse aliados dentro del régimen. A la vez, el hecho de que su primo sea un comandante importante del Ejército Libre Sirio contribuiría a prestigiarlo entre los rebeldes.

De esta manera, una posibilidad aceptable para Occidente sería que caiga el tirano y que aumente el protagonismo de los sunitas de élite, pero sin un verdadero cambio de régimen. Las posibilidades de concreción de este escenario, que sería el menos cruento de to-dos, depende de la actitud de poderosos clanes alauitas que hasta ahora apoyan a los al-Assad.

Entre estas familias, una de las principales es la de los Makhlouf, primos de los al-Assad. Según el Financial Times del 27 de abril de 2011, el empresario Rami Makhlouf controla tanto como el 60% de la economía siria, a través de su red de intereses en las telecomu-nicaciones, el petróleo y el gas, la industria de la construcción, el sector bancario, el transporte aéreo y el comercio minorista. Este hombre de negocios es considerado el brazo empresarial del régi-men de al-Assad. En Estados Unidos se lo ha acusado de usar sus contactos con el gobierno y con los servicios de inteligencia sirios para intimidar a otros empresarios, excluyéndolos de oportunida-des importantes.

Aunque los Makhlouf no son santos de la devoción de nadie, la empresa de inteligencia privada Stratfor, norteamericana, ha espe-culado con que una alianza entre ese clan alauita y el clan sunita de los Tlass podría producir un golpe palaciego que le cambiaría la cara al régimen, aplacando las iras que alimentan la sangrienta re-belión. De paso, esa alianza serviría a los Makhlouf para preservar sus intereses de la ira popular, ya que en estos tiempos son casi tan odiados como los al-Assad.

En un análisis de 2012, Stratfor hizo un cuidadoso relevamiento de los jerarcas sunitas del régimen cuya eventual deserción podría precipitar el colapso del despotismo de Bashar al-Assad. Entre ellos están el ministro del Interior, teniente general Mohammad Ibrahim al-Shaar, que mantiene buenas relaciones con los alauitas pero también tiene contactos con miembros de la insurgencia sunita. Según informa la agencia, el régimen le ha permitido mantener es-tos contactos con algunos grupos armados rebeldes para no cerrar completamente la posibilidad de diálogo. Pero el instrumento po-dría resultar un bumerang en las circunstancias actuales.

Otro miembro no alauita del riñón del gobierno que está sien-do escudriñado por los servicios occidentales es el jefe de estado mayor del ejército, general Fahd Jasem al-Farij. Étnicamente es beduino y proviene de Hama, una de las ciudades que se levantó contra el régimen en 2011. Al-Farij fue ascendido a su cargo actual justo en ocasión del alzamiento de esa localidad, para contribuir al apaciguamiento de sus residentes. Pero en los nuevos tiempos la maniobra también podría resultar contraproducente, ya que hay demasiados desertores potenciales en la cúspide del poder, en mo-mentos en que un clan tan importante como el de los Tlass se pone del lado de la oposición.

Estas especulaciones son dignas de consideración, en tanto y en cuanto los aliados del régimen sirio, que son Rusia e Irán, no

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tienen necesidad de que se preserve en el poder al clan al-Assad. Lo que necesitan es la persistencia, en Damasco, de un régimen cuyos intereses converjan con los de Moscú y Teherán. Un golpe palaciego que expulsara a los al-Assad del poder, manteniendo intactas las alianzas entre algunos sunitas poderosos, el clan alauita de los Makhlouf, y las cabezas de los cuatro servicios de inteligencia (que son alauitas), podrían ser la base de una nueva etapa de la vida política siria.

Y como acabamos de decir, ese desenlace también sería acep-table para Occidente. Hay signos elocuentes que no mienten. El mismo día en que Manaf Tlass llegó a París, el presidente francés François Hollande declaró que “el régimen de Bashar al-Assad es una amenaza a la seguridad internacional” y que “debe partir”.94

24. Geopolítica de la crisis siria

En este escenario plagado de intrigas, el múltiple magnicidio que tuvo lugar el 18 de julio de 2012 en el centro neurálgico del go-bierno de Damasco dio lugar a otras tantas especulaciones de la inteligencia occidental sobre la posibilidad de golpes y contragolpes en Siria.95 El atentado fue excepcional no sólo por sus dimensio-nes sino también porque la bomba estalló adentro del Edificio de Seguridad Nacional. No fue un ataque lanzado desde la calle, sino perpetrado por infiltrados en el interior del mismo.

Allí perdieron la vida, entre otros, el ministro de Defensa, el vice-ministro de esa cartera (cuñado del dictador) y otro ex ministro de defensa. Y entre los varios jerarcas que se supone fueron heridos, se encuentra un miembro del poderoso clan alauita de los Makhlo-uf y el ministro del Interior al-Shaar.

A partir de entonces, los especialistas enfrentaron un dilema de difícil solución. ¿Fue el atentado perpetrado por los rebeldes, o se trató de un autogolpe infligido por el propio dictador? Seguramente nunca se sabrá. Pero es llamativo que los caídos y heridos fueran

94 “Hollande: Siria se ha convertido en ‘una amenaza para la seguridad inter-nacional’”, RFI Español, 6 de julio de 2012, http://www.espanol.rfi.fr/oriente-medio/20120706-hollande-siria-se-ha-convertido-en-una-amenaza-para-la-seguri-dad-internaciona (consultado el 28/11/2012).

95 Neil MacFarquhar, “Syrian Rebels Land Deadly Blow to Assad’s Inner Circle”, The New York Times, 18 de julio de 2012, http://www.nytimes.com/2012/07/19/world/middleeast/suicide-attack-reported-in-damascus-as-more-generals-flee.html?pagewanted=all&_r=0 (consultado el 28/11/2012).

todos desertores potenciales que hubieran podido seguir el camino abierto por la familia Tlass, conduciendo a un golpe de palacio que elimine al dictador sin cambiar el régimen. Es enteramente posible que, el 18 de julio, Bashar al-Assad haya buscado curarse en sa-lud, cambiando su gabinete con este cruento método.

Mientras tanto, según un cable de AP, el 19 de junio los rusos insinuaron que quizás el dictador esté dispuesto a dejar su puesto bajo condiciones “civilizadas”. Al mismo tiempo, Moscú y Beijing siguen bloqueando sanciones contra Damasco en el Consejo de Se-guridad de la ONU.96 Es como si protegieran la posibilidad de un tránsito ordenado en el que, a la manera del Gatopardo de Lampe-dusa, se cambie todo para que no cambie nada. Como en Egipto cuando cayó Mubarak.

Para comprender las maniobras de cada una de las partes y has-ta donde están dispuestas a apoyar o traicionar, hay que conocer sus motivaciones. Rusia necesita de la presencia de un gobierno amigo en Siria para seguir usando el puerto de Tartus, su única base en el Mediterráneo. Tampoco le vienen mal las compras de ar-mamentos que realiza Damasco. Y como señaló el New York Times el 6 de julio, en Moscú prevalece un grave resquemor respecto de la yihad sunita que contamina las fuerzas rebeldes sirias. Por cierto, desde Jordania, Irak, Líbano, Arabia Saudí y Qatar hay un flujo permanente de combatientes sunitas emparentados con el salafis-mo e incluso con al-Qaeda. Estos extremistas son enemigos de los alauitas seculares que dominan la dictadura siria, y también de los fundamentalistas chiitas de Irán, Irak y el Hezbolá libanés.

A los rusos esto no les gusta. Debemos recordar que el Kre-mlin enfrentó el problema de la yihad sunita durante las guerras en Chechenia, entre 1994 y 1996, y otra vez entre 1999 y 2000. Según el prestigioso experto Ruslan Pukhov, director del Centro de Análi-sis de Estrategias y Tecnologías de Moscú, para la opinión pública de su país Bashar al-Assad no es tanto un tirano sanguinario como un estadista secular que lucha contra bárbaros radicalizados. És-tos son apoyados por Estados islamistas como Arabia Saudí, Qatar y Turquía, ¡que son alentados a su vez por Estados Unidos, cuyo principal enemigo en el Medio Oriente es el chiismo iraní!

Seguramente fue para enviar señales que disuadieran a Occi-dente de una eventual intervención militar que, el 10 de julio de

96 David Alandete, “Rusia y China vetan de nuevo la condena a Siria en el Con-sejo de Seguridad”, El País, 19 de julio de 2012.

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2012, Rusia despachó una flotilla de once barcos de guerra hacia el Mediterráneo oriental, con instrucciones de amarrar en Tartus.97 Incluye buques de desembarco con infantes de marina que forman parte de su flota del Mar Negro, y naves de lucha antisubmarina provenientes de su flota del Báltico. Y además, desde su base ártica de Severomorsk, Moscú envió otro contingente naval con fuerzas de desembarco.

Es suficiente poder de fuego como para que las potencias occi-dentales entiendan que no sería prudente repetir en Siria lo que hicieron en Libia. Por encima de todo, Rusia quiere impedir una nueva intervención unilateral, que erosionaría su ya disminuido status de gran potencia militar que (se supone) debe ser consulta-da. Y el elocuente mensaje también dice que, independientemente del desenlace de la guerra civil siria, los intereses rusos en ese país deberán ser tenidos en cuenta.

El despliegue de fuerza naval rusa, por otra parte, fue una res-puesta directa a las maniobras llevadas a cabo una semana antes por fuerzas turcas, israelíes y británicas al sur de Chipre, y a los ejercicios conducidos en la región por el Grupo Marítimo 2 de la OTAN, con fragatas turcas, francesas y alemanas.98

Como vemos, el actual es un escenario en el que los antagonis-tas se miran fieramente a los ojos. Pero junto con sus gestos de disuasión militar, Moscú anunció que no concretaría más ventas de armas a Damasco hasta que la situación se estabilice. Además, el mismo día, el Kremlin recibió a una delegación de miembros de la oposición siria, interesados en saber si Rusia aceptaría una tran-sición que excluyera a al-Assad.

Así, Moscú envió un mensaje complementario al de la disuasión naval: Rusia no es aliada incondicional del dictador. Lo que necesi-ta es una Siria estable que le permita mantener su base en Tartus y que no esté gobernada por extremistas religiosos aliados de los rebeldes del Cáucaso ruso. Y si para alcanzar estos fines debe caer el dictador, que caiga. Una vez más, la tónica de la diplomacia rusa es de una sagaz ambigüedad.

97 Andrew E. Kramer and Rick Gladstone, “Russia Sending Warships on Maneu-vers Near Syria”, The New York Times, 10 de julio de 2012, http://www.nytimes.com/2012/07/11/world/middleeast/russia-sends-warships-on-maneuvers-near-syria.html (consultado el 28/11/2012).

98 Mahir Zeynalov, “Turkey, US seek countering Russian naval dominance in eastern Mediterranean”, Today’s Zaman, Turkish Review, 22 de julio de 2012, http://www.todayszaman.com/news-287264-turkey-us-seek-countering-russian-naval-dominance-in-east-med.html (consultado el 28/11/2012).

25. La competencia entre Irán y los sunitas árabes

Por cierto, las circunstancias son dramáticas. En Damasco, algún desenlace parece inminente. No sólo Rusia sino también los vecinos de Siria se preparan para grandes turbulencias. Entre éstos, el otro gran aliado del régimen tambaleante es la teocracia iraní.

El juego de ésta ha sido usar a Siria como puente terrestre para llegar hasta el Líbano, previo paso por Irak, para proveer de dinero y armas a la milicia chiita del Hezbolá, que es el brazo armado de Irán en el extranjero. Para los ayatolás, un colapso total del régi-men sirio tendría consecuencias geopolíticas catastróficas. A lo lar-go de los años han invertido muchos miles de millones de dólares para adquirir influencia en el Levante, y todo eso podría perderse en un papirotazo.

Por eso, los iraníes son cada vez más peligrosos: no porque es-tén cerca de tener la bomba atómica sino porque con la crisis siria están cada vez más arrinconados. Para contrarrestar sus probables pérdidas intentan desestabilizar a sus competidores. Muestran sus dientes. Perpetran atentados contra blancos israelíes como el que tuvo lugar en Bulgaria el 18 de julio de 2012, y como el que se frus-tró en Chipre el 7 de ese mes.99

Por cierto, recordemos que durante la última década la evolu-ción geopolítica del Golfo Pérsico fue sumamente favorable a la teo-cracia iraní debido a un grave error estratégico norteamericano: la destrucción del poder sunita que gobernaba a Irak, y la “democrati-zación” de un país donde la primera minoría es chiita, es decir, afín al régimen iraní. Al destruir la base del poder de Saddam Hussein, Washington dio el poder a sus enemigos sin darse cuenta.

Este avance persa resultó peligroso para reinos sunitas de la re-gión como Arabia Saudí, Qatar y Bahréin. Tampoco es conveniente para Turquía, un miembro islámico de la OTAN que aspira a ser la potencia regional. También es peligroso para Israel, debido al enla-ce entre la teocracia de Teherán y el Hezbolá libanés, archienemigo del Estado judío.

No olvidemos que esta organización chiita es militarmente más poderosa que las fuerzas armadas de su país. Los chiitas libaneses

99 “Atentado en Bulgaria causa la muerte de turistas israelíes”, BBC Mundo, 18 de julio de 2012, y AFP, “Cyprus detains Lebanese anti-Israel ‘terror’ suspect: re-ports”, The Daily Star: Lebanon, 14 de julio de 2012, www.dailystar.com.lb/News/Middle-East/2012/Jul-14/180595-cyprus-detains-anti-israel-terror-suspect-re-ports.ashx#ixzz2DYiXRzAM (consultado el 28/12/2012).

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le son casi incondicionales al Hezbolá porque les provee servicios sociales, sanitarios y educativos. Y además, éste cuenta con un blo-que de doce parlamentarios, a la vez que tiene dos ministros pro-pios en el gabinete nacional. En verdad, la torpeza norteamericana en Irak engendró un amplio arco de influencia chiita, con sede en Irán, que llega hasta el Líbano pasando por Siria.

Hasta hace poco, la alianza entre Irán y el Hezbolá fue tan es-trecha que, según informantes de la empresa Stratfor en la región, la organización de militantes chiitas libaneses desplegó cientos de sus milicianos en territorio sirio, para colaborar con las fuerzas de seguridad de Damasco en la represión de rebeldes próximos a la frontera libanesa. La medida habría sido llevada a cabo por pedido de los iraníes, y ejecutada a pesar de sus consecuencias negativas para la imagen de los milicianos chiitas en el interior del Líbano. Además, el interés iraní en asegurar el statu quo en Siria también se habría manifestado por la presencia de efectivos de la Guardia Revolucionaria Islámica Iraní en territorio sirio próximo a la fron-tera persa.

Pero ahora, con la crisis del régimen de Damasco, las cosas pueden cambiar. El Hezbolá sabe que, si cae el régimen sirio, Irán perderá el puente terrestre que le ha permitido transferirle armas y otros activos, y puede estar llamándose a cuarteles de invierno. Irán deplora este repliegue e intenta usar al Hezbolá para provocar a Israel. Para Teherán, una nueva guerra entre Israel y la organi-zación de militantes chiitas libaneses sería el mejor de los mundos posibles. Pero es difícil que el Hezbolá se deje arrastrar a un con-flicto que podría ser suicida.

Estas pulseadas entre bambalinas son de pesadilla. Para mini-mizar sus probables pérdidas geopolíticas, Irán usará cierta medi-da de violencia, y también lo harán sus adversarios, que están an-siosos por aprovechar la oportunidad de revertir el terreno perdido desde 2003.

Debemos tener en cuenta que, con o sin bombas atómicas, Irán tiene el ejército más importante del Golfo Pérsico, además de una población de 75 millones de habitantes. Inevitablemente, Estados como Arabia Saudí observan preocupados. No habrá guerra entre ambos porque la gigantesca base norteamericana en Kuwait segui-rá obrando como disuasivo. Pero Irán procurará desestabilizar los regímenes en que minorías sunitas dominan y explotan a mayorías chiitas. Al retirar sus tropas de Irak, Estados Unidos perdió su ca-pacidad para disuadir tales maniobras. Y rebeliones latentes como

la de Bahréin, cuya población está soliviantada a pesar de la dura represión, no son otra cosa que la punta del iceberg del avance iraní.

Por cierto, Bahréin es un reino isleño pegado a la costa occiden-tal del Golfo donde el 70% de la población es chiita. Hasta 1783 fue parte de Persia. Caracterizado por sus bancos y sus perlas, está gobernado por una casa real sunita que mantiene estrechos lazos con la monarquía saudí. Se encuentra frente a la Provincia Oriental de Arabia Saudí, que posee los principales yacimientos de gas y pe-tróleo de ese país. A la vez, es en la Provincia Oriental donde se con-centra la minoría chiita saudí, que constituye entre el 10 y el 15% de la población total, pero que localmente es mayoría. Los chiitas de ambas orillas son primos hermanos entre sí. Hablan el mismo dialecto, el arábigo bahreiní, y son aliados naturales de Irán.

Como consecuencia, la represión ejercida contra los chiitas sau-díes es feroz. También lo es la discriminación contra los chiitas bahreiníes. Si cayera el régimen que oprime a la mayoría chiita de Bahréin, los de la Provincia Oriental saudí encontrarían un estímu-lo más para luchar por su propia independencia.

A su vez, toda ganancia chiita es una ganancia geopolítica para Irán. Y frente a la aparente inevitabilidad de la caída del régimen alauita de Siria, la desestabilización de Bahréin y la Provincia Orien-tal saudí es el tipo de compensación que la teocracia extremista de Teherán buscará, a no ser que se le cierren bien las puertas.

No obstante, como mencionamos al principio, y por suerte para los saudíes… ¡Bahréin es la sede de la Quinta Flota de los Estados Unidos, el gendarme del orden establecido en esa parte del mundo! Este factor garantiza que, en esas tierras, la represión contra los chiitas siempre será tolerada, no importa cuan cruenta, injusta y arbitraria sea, porque el orden sunita asegura un puerto para esa flota. Será una interesante vidriera para la observación de un doble estándar ético y político que los filósofos harían bien en estudiar.

Pero con la Quinta Flota no alcanza para que las monarquías sunitas del Golfo se sientan a salvo del peligro persa. En esa parte del mundo, la competencia geopolítica es inclemente. Y es por eso que los saudíes, jordanos y qataríes ceban la insurrección siria con dinero, armas, suministros, entrenamiento e inteligencia. También lo hacen los turcos, que no son ni árabes ni monárquicos, pero al-bergan ambiciones regionales.

Para colmo, algunos de estos Estados, entre ellos Arabia Sau-dí, alientan el flujo hacia Siria de combatientes islamistas radica-lizados, del estilo de al-Qaeda, que portan sus propios sueños de

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un grandioso califato sunita. Obviamente, el uso de estos medios implica enormes riesgos de cara al futuro, ya que es muy probable que el próximo régimen sirio esté contaminado por combatientes extremistas.

La pregunta del millón de dólares es qué consecuencias puede tener esa presencia sobre la estabilidad política regional. Cuando dispongan de su parte de los recursos del Estado sirio, los yiha-distas triunfantes probablemente pretenderán auxiliar a los extre-mistas sunitas de otros países de la región, Irak incluido. ¡Y lo más grave es que pueden adueñarse de los 45 depósitos sirios de armas químicas de destrucción masiva! Por cierto, el 23 de julio de 2012 el gobierno de Damasco reconoció algo que la inteligencia occiden-tal conoce desde hace años: que posee uno de los mayores stocks mundiales de este tipo de armas.100 Si el caos avanza y los extremis-tas sunitas se apoderan de ellas, la monarquía saudí y sus aliados se arrepentirán de haberlos alentado. Y es posible que la OTAN se sienta obligada a intervenir militarmente.

26. La fragilidad de Arabia Saudí

En este contexto volcánico, algunos Estados son más frágiles que otros. Uno de los más vulnerables es Arabia Saudí, con previsión se está preparando para los coletazos, quizá violentos, del derrumbe del régimen alauita sirio. Su caso es particularmente significativo ya que, como sabemos, es el mayor productor mundial de petróleo. Enemiga del gobierno de Bashar al-Assad y de sus aliados iraníes, El gobierno de Riad se cura en salud preparándose para un tsuna-mi venidero. Una radiografía de sus recientes cambios ministeriales ayuda a comprender no sólo la geopolítica de la región, sino tam-bién las peculiaridades del reino saudí.

El 19 de julio de 2012 el rey Abdulá nombró director de inteli-gencia al príncipe Bandar bin Sultan, nieto del rey Abdulaziz, más conocido como Ibn Saud, fundador de Arabia Saudí. Es uno de los hombres más capaces del reino. Bandar fue embajador en Was-hington desde 1983 hasta 2005, representando a su país ante cin-co presidentes de los Estados Unidos y diez secretarios de Estado.

100 Ana Garralda y Francisca Risatti, “Damasco cuenta con el arsenal químico más grande de Oriente Próximo”, El País, 21 de agosto de 2012, http://internacio-nal.elpais.com/internacional/2012/08/21/actualidad/1345579184_929636.html (consultado el 28/11/2012).

Después fue director del Consejo Nacional de Seguridad, posición que ahora mantiene junto con su nuevo cargo. El príncipe también ha dirigido las negociaciones oficiosas con Israel, con quien el reino saudí no mantiene relaciones diplomáticas formales.

Por otra parte, típicamente, el nuevo jefe de los espías de Riad reemplaza en su nuevo cargo a su medio-tío, el príncipe Muqrin bin Abdulaziz, el menor entre los hijos sobrevivientes de Ibn Saud, que fue nombrado enviado y consejero especial del monarca.101

El enroque busca introducir sangre un poco más joven y mucho más experimentada en una función que es crucial para la esta-bilidad de un régimen jaqueado por desafíos internos y externos. Como se dijo, Riad se siente obligada a jugar con armas de doble filo, y para controlarlas necesita un control experto en la inteli-gencia del Estado. Los combatientes wahabitas que pululan en su propio territorio, cuya movilización contra el régimen sirio alienta discretamente, son potenciales enemigos de la anticuada monar-quía saudí.

Por cierto, aunque ésta es absoluta y medievalista, carece por completo del fanatismo fundamentalista de los combatientes que están siendo movilizados. Si cae el régimen alauita, éstos pueden convertirse en parte de una nueva maquinaría de poder en Damas-co. Y para la sensibilidad religiosa de esos combatientes, muchos de ellos admiradores de su difunto compatriota Osama bin Laden, la Casa Real es herética y apóstata. ¡Hasta es aliada de Estados Unidos!

Súmese a esa fuente de inestabilidad el carácter excluyente del nepotismo reinante. El Reino de Arabia Saudí está gobernado casi exclusivamente por una familia compuesta por unos 15.000 miem-bros. Alrededor de 5000 de éstos ostentan título principesco, pero los más importantes son un número más reducido: los 2000 des-cendientes directos de Ibn Saud. A su vez, la sucesión a la Corona no se produce, como en Europa, de padre a hijo, sino de hermano a hermano, entre los hijos de Ibn Saud. El rey elige a su sucesor entre sus hermanos, y también elige a los parlamentarios.

El feudalismo saudí es congruente con los orígenes del país, eri-gido a sangre y fuego cuando desapareció el poder otomano des-pués de la Primera Guerra Mundial. El entonces jeque Ibn Saud se lanzó contra su rival, el jeque del Norte del Najd, a quien derrotó.

101 “Saudi king names ex-U.S. envoy as intelligence chief”, CNN, 20 de julio 2012, http://edition.cnn.com/2012/07/19/world/meast/saudi-arabia-intelligence-chief/index.html (consultado el 18/11/12).

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Anexó sus dominios y se tituló sultán. Entonces se lanzó a la con-quista de otro reino, el Hijaz, donde se encuentran las ciudades sagradas de Meca y Medina, que estaban bajo la soberanía de la familia Hachemita. Hacia fines de 1925 ya las había conquistado, proclamándose rey del Hijaz y en 1932 unificó sus títulos, creando el reino de Arabia Saudí.

De todos los países del Medio Oriente, éste fue el único creado a partir de la conquista militar en pleno siglo XX. Como dijo la revista The Economist el 15 de julio de 2010, se trata de una monarquía tan absoluta que el mismísimo Estado lleva el nombre de la familia reinante: como si el nombre oficial del Reino Unido fuera “Bretaña Windsor”, o el de España, “España Borbónica”. En estos tiempos, cuando varios despotismos árabes ya han sido arrasados, no resul-ta fácil mantener semejante régimen en pie.

Por eso, Riad se prepara previsoramente tanto para transiciones generacionales inevitables como para transformaciones externas desestabilizantes. La probable transición en Siria es un elemento crucial del cambiante entorno externo. Aunque la caída de los al-Assad sería una cosa buena desde la perspectiva saudí, las turbu-lencias que habrán de acompañarla representarán graves peligros. Por cierto, en el Medio Oriente es difícil saber si los remedios son mejores que las enfermedades.

27. El papel de Turquía frente a Medio Oriente, Europa y la OTAN

Mientras tanto, Turquía cuida de sus propios intereses frente a lo que acontece en Siria. El régimen de Damasco es, como sabemos, aliado de Irán, que a su vez compite con Turquía por el papel de po-tencia regional meso-oriental. Tanto Siria como Irán e Irak perciben que la gran debilidad de Turquía son las ambiciones separatistas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán.

Para el gobierno de Ankara el problema kurdo es mucho más grave que para los otros países con población kurda, que son Irak, Irán y Siria. Para Irak el problema se limita a cuánta será la auto-nomía de la Región Autónoma Kurda. No hay, por ahora, un pro-blema separatista. A su vez, los ayatolás de Teherán controlan el Kurdistán Iraní con mano férrea. Y aunque, debido a la guerra civil en el norte de Siria, los pueblos kurdos de Efrin, Kobani, Amuda y Derek están bajo el control de un partido político de esa etnia que

alberga ambiciones separatistas, hasta ahora no han tenido el po-der de afianzar una autonomía regional, como en Irak.102

En contraste, Turquía es el único país con un grave problema separatista kurdo, y esta debilidad ha sido explotada por Irán y su aliado Siria. Reiteradamente, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán ha usado territorio sirio e iraquí para defenderse de la represión del gobierno de Ankara.

En otros tiempos, cuando Saddam Hussein gobernaba Irak, Bagdad y Ankara habían alcanzado un acuerdo para que fuerzas turcas pudieran perseguir a los rebeldes kurdos en el Kurdistán iraquí. Como los rebeldes establecieron bases operativas en las montañas Qandil, Turquía aprovechó la oportunidad para asentar una presencia militar en la provincia de Duhok, con alrededor de dos mil soldados y una buena cantidad de tanques y helicópteros.

El tema no es menor, ya que hasta el día de hoy (diciembre de 2012), fuerzas turcas instaladas en el norte de Irak se desplazan hasta la frontera siria, desde donde abren fuego de artillería contra kurdos sirios. Fue lo ocurrido el 2 de octubre de 2012, cuando los turcos atacaron a militantes en la provincia siria de Hasaka, sos-pechosos de complotar con los regímenes de Damasco y Teherán, también con los rebeldes kurdos de Turquía.103 En respuesta, al día siguiente fuego de mortero sirio cayó sobre el sudeste de Turquía, encendiendo alarmas en el mundo entero. Frente a la peligrosa si-tuación, sin embargo, el régimen de Damasco (que sin duda corre mayores riesgos) reaccionó con mesura, y el 13 de octubre propuso conversaciones directas con Ankara, una iniciativa que fue secun-dada por Moscú.104

Más allá de estas riesgosas escaramuzas (que podrían escalar en cualquier momento, especialmente en vistas de la guerra civil siria), es comprensible que ya casi dos décadas después de los acuerdos de Ankara con Saddam Hussein, y con Bagdad bajo poder chii-ta, Irak e Irán intenten obligar a los turcos a un repliegue militar para que abandonen el territorio iraquí. Esta acción mancomunada

102 http://gkpinvestor.proboards.com/index.cgi?board=articles&action=display&thread=1289#ixzz2CxjfY3vv0

103 “Turkish troops fire across Syria border, kill Kurd: NGO”, Kurd Net, 2 de oc-tubre de 2012, http://www.ekurd.net/mismas/articles/misc2012/10/turkey4197.htm (consultado el 28/11/2012).

104 “Siria ofrece diálogo a Turquía para rebajar la tensión”, Hispanatolia, Noti-cias e información sobre Turquía y Oriente Medio en español, 13 de octubre de 2012, http://www.hispanatolia.com/seccion/2/id_cat,5/id,16701/siria-ofrece-dialogo-a-turquia-para-rebajar-la-tension (consultado el 28/11/2012).

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entre Teherán y Bagdad se hizo más intensa a partir de la clara toma de partida turca a favor de los rebeldes sirios.

En este complejísimo contexto, Ankara contratacó políticamente con gran inteligencia. Se acercó a Massoud Barzani, el presidente del gobierno regional del Kurdistán Iraquí.105 A cambio de su cooperación en el dominio de los kurdos sirios y de los rebeldes del Kurdistán Turco, ofreció a la Región Autónoma Kurda de Irak una salida para su petróleo. Así, también le dio una herramienta clave en su dura disputa con el gobierno central de Bagdad respecto de las inversiones y la distribución de los ingresos provenientes de los hidrocarburos.

La que se juega es, sin dudas, una compleja partida de ajedrez. Cuanto mayor sea el problema kurdo de Irak, peor para Teherán, y cuanto mayor sea el problema kurdo de Turquía, mejor para Te-herán. La aritmética es fácil, sin embargo, a la hora de comprender por qué Ankara no quiere al régimen de Damasco aliado de Tehe-rán.

No obstante, Turquía se maneja con gran moderación. Cuando, en el mes de junio, los sirios derribaron un avión de reconocimiento turco sobre el Mediterráneo y enfocaron sus radares amenazantes sobre uno de sus aviones de rescate, Ankara se limitó a consultar con otros miembros de la OTAN, sin contratacar.106

Uno de los motivos de la mesura turca es que Siria es aliada de Rusia. Y Turquía se encuentra en un predicamento geopolítico paradójico: es un miembro de la OTAN que se está alejando de Estados Unidos y necesita relaciones de cooperación con su viejo adversario, Rusia. Ésta es la principal fuente de las importaciones turcas, y Ankara mantiene una importante dependencia energética frente a Moscú.

Turquía fue un aliado muy cercano de Estados Unidos, pero la relación se deterioró con la guerra contra Irak de 2003, que fue ob-jetada por el gobierno de Ankara. Los turcos comprendieron lo que los norteamericanos no comprendieron: que al destruir el poder sunita iraquí, favorecerían el poder iraní a través del ascenso de

105 “Massoud Barzani Attends AK Party Congress in Ankara”, Turkish Weekly, 1 de octubre de 2012, http://www.turkishweekly.net/news/142860/massoud-barza-ni-attends-ak-party-congress-in-ankara-.html (consultado el 28/11/2012).

106 Blanca López Arangüena, “Turquía muestra cautela con Siria tras el derribo del avión”, El País, 23 junio de 2012, http://internacional.elpais.com/internacio-nal/2012/06/22/actualidad/1340392705_979009.html (consultado 19/11/2012).

los chiitas iraquíes. Los turcos no sólo no participaron en la guerra sino que le prohibieron a Estados Unidos el uso de su territorio en las operaciones bélicas.

Con crisis en su relación con Washington, los turcos debieron restructurar su inserción estratégica recostándose en su rápido desarrollo económico y en el hecho de que su ejército es el más poderoso de la región. Estos son activos que cuentan a la hora de expandir la influencia turca en los territorios árabes del viejo Impe-rio Otomano, perdido por los turcos en la Primera Guerra Mundial.

Ya hemos comentado los negocios que Ankara ofrece a los kur-dos del norte de Irak. Pero desde un tiempo a esta parte, comenzó a ofrecérselos también a los chiitas del sur de ese país. Turquía ha propuesto la construcción de un oleoducto para unir a Basora, en el sur de Irak, con Kirkuk, en el norte de ese país, para vincular los campos de producción del sur iraquí con los oleoductos de expor-tación del norte iraquí.

De concretarse el negocio, Ankara comenzaría a desplazar a Te-herán de su posición de predominio sobre Bagdad. Además, dismi-nuiría fuertemente la dependencia turca de los combustibles rusos. Y finalmente, sería una bendición para Europa, porque reduciría su dependencia del petróleo transportado a través del Estrecho de Ormuz, otro hecho que contribuiría a disminuir la importancia geoestratégica de Irán.

Por cierto, las perspectivas turcas son brillantes. Puede ofrecerle mucho más a Irak de lo que puede ofrecerle Irán, ya que posee los recursos para proveer una infraestructura que garantice el funcio-namiento de rutas de exportación estables hacia el norte.

Para contrarrestar esta táctica, Irán puede hacer poco más que azuzar a los kurdos de Turquía y activar militantes terroristas que desestabilicen los gobiernos árabes más propensos a dejarse se-ducir por Ankara. También puede trabajarle la moral (y el bolsillo) al primer ministro iraquí Nouri al Maliki, que por ahora se niega a viajar a Ankara para intentar resolver las diferencias entre ambos gobiernos.

Dentro de este complejo cuadro, hay un elemento clave que con-tribuye a alejar a Turquía de Occidente: la Unión Europea no la quiere como miembro, seguramente porque admitir en Europa a 75 millones de musulmanes turcos, muchos de ellos fundamentalis-tas, no parece aconsejable por los gobiernos de la UE. Para colmo, está el viejo conflicto con Grecia respecto de Chipre, junto con la peor de las perversiones europeas, que mencionamos al comenzar

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este trabajo: la explotación de las tensiones entre Grecia y Turquía por los alemanes y franceses, que prácticamente obligaron a Grecia a realizar compras de armas multimillonarias, lo que a su vez hace inevitable un alto gasto turco en armamentos.

Así, en un claroscuro de luces y sobras donde, no obstante, pre-valece lo positivo, el viejo mundo vive en los umbrales de un rena-cimiento turco. La República de Turquía es una potencia emergen-te que aspira a recuperar el ascendiente internacional que tuvo el Imperio Otomano, perdido en la Primera Guerra Mundial. Su gran adversario es Irán, que busca robustecer a los chiitas desde el Me-diterráneo hasta el oeste de Afganistán, y que usa a los kurdos para debilitar a los sunitas turcos. En la ecuación también interviene el tensionado vínculo entre Ankara y Washington, junto con una nueva y ambigua relación con Moscú, sede de una gran potencia a la que Turquía no puede dar la espalda, ahora que su vínculo con la OTAN es menos sólido que antes.

PARTE V

Geopolítica del sur de Asia

28. La CIA, ¿narcoterrorista?

Carter, Brzezinski y su Frankenstein islamista

Como reiteramos en abundancia en estas viñetas, en la decepcio-nante democracia norteamericana el poder detrás del trono es de los zares de las finanzas y de la industria militar. Los procesos electorales son auténticos pero irrelevantes. El soberano no es el pueblo.

Esta generalización ayuda a explicar por qué muchas políticas exteriores de Estados Unidos son flagrantemente ilegales, no sólo frente a la legislación de los países extranjeros en que operan sus agencias, sino también de cara a la propia legislación norteameri-cana. Aquí vamos a profundizar en esta temática, concentrándonos en el uso que la CIA, la central de inteligencia de los yanquis, ha hecho históricamente del tráfico de drogas para favorecer a su país en algunas guerras.

Todos nuestros lectores han oído decir que Estados Unidos libra una guerra contra la droga. No es verdad, como que tampoco es verdad que libre una guerra contra el terrorismo. Como vimos en viñetas anteriores y se volverá a documentar en la actual, los norte-americanos libran una guerra contra el terrorismo “malo”, que es el que opera contra sus intereses, pero frecuentemente han armado y financiado el terrorismo de organizaciones extranjeras que luchan contra los enemigos de Washington.

Pasa lo mismo con los narcóticos. Washington libra una guerra muy acotada contra la droga, especialmente la que llega a su te-rritorio desde Latinoamérica, pero a veces usa el narcotráfico para financiar la tercerización de la violencia con que libra algunas de sus guerras e intervenciones. Entre otros escenarios, esto ocurrió en Nicaragua y Afganistán.

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Washington ha usado la droga de dos maneras: para intoxicar a sus enemigos y para financiar sus campañas encubiertas. La pri-mera táctica tiene puntos en común con las Guerras del Opio con que los británicos debilitaron a los chinos en el siglo XIX. Los fran-ceses, a su vez, enseñaron estas artes a los norteamericanos en In-dochina, donde las habían ejercido durante décadas. No obstante, en Vietnam, Estados Unidos fue más bien una víctima de este tipo de maniobra, que el Vietcong manejaba con experiencia.

La superpotencia advenediza aprendió de sus amigos y enemi-gos, tanto en Indochina como en el sur de Asia. Su involucramiento directo en Afganistán se remonta a la década del ’50 y continuó hasta que se produjo la invasión soviética a fines de 1979.

Antes de la ocupación, el país asiático era un Estado cliente de Moscú. El régimen de Kabul simpatizaba con el comunismo ruso, a la vez que Estados Unidos cultivaba vínculos con los fundamenta-listas islámicos afganos que se oponían al gobierno.

En su importante libro Devil’s Game: How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam, Robert Dreyfus recuerda que hacia 1973 esa relación se había robustecido, y ya existía una alianza encubierta entre la derecha islamista de ese país y Estados Unidos. Cuando finalmente llegaron las fuerzas de ocupación de Moscú, la táctica de usar el islam político contra los rusos se con-virtió en un sueño para muchos funcionarios del Departamento de Estado y la CIA.107

Por cierto, es fascinante recordar que, a pesar de la crisis de los rehenes norteamericanos en Teherán, que se desató en noviembre de 1979 y se prolongó durante 444 días, el gobierno de Jimmy Carter (inaugurado en 1977) hizo todo lo posible por evitar que una confrontación entre Estados Unidos y la nueva República Islámica impidiera el surgimiento de un bloque islámico antisoviético. In-cluso intentó enrolar a Teherán en la empresa. A esto lo recuerda Fawaz Gerges, cuyo libro America and Political Islam documenta la obsesión del influyente consejero de seguridad nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski, por forjar una coalición islámica.108

Por cierto, desde su despacho en la Casa Blanca, el polaco-norteamericano Brzezinski armó un grupo de tareas interminis-terial, el Nationalities Working Group (NWG - Grupo de Trabajo de

107 Robert Dreyfus, Devil’s Game: How the United States Helped Unleash Funda-mentalist Islam, Nueva York, Holt Paperbacks, 2005, pp. 256-263.

108 Fawaz Gerges, America and Political Islam, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, p. 68.

Nacionalidades), cuya misión era intentar la desestabilización de la URSS explotando sus tensiones étnicas y religiosas, especial-mente en el Asia Central. Sus principales aliados personales en esa empresa fueron Paul Henze, cabeza del NWG, y el conde ruso Alexandre Benningsen, profesor de la Universidad de Chicago. La campaña que programaron sería lanzada en Afganistán, con la in-tención de penetrar desde allí en el vientre islámico de la URSS.109

Más aún, en el libro citado, Dreyfus demuestra que esta historia generalmente se cuenta mal. Es un cliché de la sabiduría conven-cional que Estados Unidos comenzó a ayudar a los fundamentalis-tas en Afganistán una vez que la URSS invadió ese país. Pero en realidad fue al revés. Estados Unidos incitó a la Unión Soviética a invadir, inyectando ayuda secreta para los opositores islamistas del gobierno prosoviético de Kabul.

Por cierto, en una recordada entrevista de 1998 publicada por Le Nouvel Observateur, Brzezinski afirmó que la orden de Carter de ayudar a esas fuerzas fue del 3 de julio de 1979, medio año antes de la intervención soviética. Al obrar así, Washington aprovechaba una insurrección de los islamistas del norte de Afganistán, desen-cadenada en 1978 con el apoyo del servicio de inteligencia paquis-taní (ISI). Asimismo, la CIA se contactó con Arabia Saudí y Paquis-tán para que contribuyeran a esta maniobra. Brzezinski dijo que éste fue uno de los secretos mejor guardados de Estados Unidos, y enfatizó que su intención fue siempre la de provocar una invasión soviética de Afganistán.110

La estrategia de apoyarse en islamistas continuó hasta el fin de la Guerra Fría y se complementó con ataques a la mismísima URSS por interpósita persona, a través de los muyahidines financiados con el dinero de la droga. Los servicios secretos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Paquistán incitaron a los combatientes a cruzar la frontera y lanzar ataques en Uzbekistán y Tayikistán, entonces re-públicas soviéticas. A su vez, la CIA imprimió miles de ejemplares del Corán para distribuir en el Asia Central soviética. El objetivo, alimentado por petroleros tejanos, era conseguir la secesión de esa región de la URSS, para luego participar en la explotación del pe-tróleo del Mar Caspio.111

109 Dreyfus, op. cit., pp. 250-252. 110 Le Nouvel Observateur, París, 15 al 21 de enero 1998. 111 Peter Dale Scott, The Road to 9/11: Wealth, Empire and the Future of America,

Berkeley, Los Ángeles y Londres, University of California Press, 2007, p. 127.

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Cuando se le preguntó a Brzezinski si no lamentaba haber con-tribuido al ascenso del fundamentalismo islámico, armando y en-trenando futuros terroristas, respondió: “¿Qué es más importante para la historia del mundo? ¿Los talibanes o el colapso del imperio soviético? ¿Algunos musulmanes soliviantados, o la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?”.

En realidad, aunque a Brzezinski le resulte difícil reconocerlo, la caída de la Unión Soviética poco o nada tuvo que ver con la cam-paña islamista en Afganistán y Asia Central. Pero no obstante, el descarriado genio polaco de la geopolítica estadounidense se salió con la suya. Consiguió lo que en 1979 había prometido a Car-ter, cuando le espetó: “¡Ahora le daremos a la URSS su guerra de Vietnam!”.112

Hoy comprendemos el colosalmente costoso error de esta estra-tegia, que originó una alianza entre la CIA norteamericana, el ISI paquistaní, el gobierno y la inteligencia saudíes, la Liga Mundial Musulmana (que desde 1962 luchaba contra el nacionalismo en países islámicos) y la organización del mismísimo Osama bin La-den.

Por otra parte, al adoptar esta política, Washington se plegó a una estrategia paquistaní y saudí preexistente en Afganistán: la de desechar a los nacionalistas sufíes (que odiaban a los invasores soviéticos), prefiriendo a los fundamentalistas sunitas (que odiaban tanto a los soviéticos como a los yanquis).

Los paquistaníes, especialmente, no querían saber nada con el surgimiento de un Estado estable en Kabul, que hubiera signifi-cado la pérdida de parte de su influencia regional. Para ellos era mejor un Estado fallido. Más allá de su propio islamismo, Islama-bad tenía un poderoso aliciente pragmático para apoyar a los fun-damentalistas. Así logró seducir a Washington, que la acompañó. Muy pronto, esos combatientes extremistas serían principalmente extranjeros importados por los saudíes con el apoyo activo del ISI, la CIA y el MI6 británico.

Reagan conjuga el verbo “narcotraficar”

Mientras tanto, ya bajo la gestión de Ronald Reagan (1981-1989), otro personaje curioso entró en escena: el conde Alexandre de

112 R. Dreyfus, op. cit., p. 265.

Marenches, director del servicio de inteligencia francés (SDECE, luego convertido en DGSE). Poco después de la asunción del nuevo presidente, el jefe de los espías galos se encontró con él y le propuso su “Operación Moustique”. Arguyendo con elegancia europea que nada es más molesto para un oso que un mosquito, le propuso a Reagan que no destruyera la droga confiscada por la DEA, el FBI, la Guardia Costera y la Aduana, sino que la suministrara subrepti-ciamente a los rusos en Afganistán.113

Reagan quedó encantado con la propuesta y de inmediato se la transmitió a William Casey, su director de la CIA, que también fue seducido. Aunque originalmente la idea era que los experimentados franceses hicieran el trabajo sucio, la falta de garantías que ofrecía Estados Unidos respecto del secreto hizo desistir a la SDECE, y fueron los mismos norteamericanos quienes montaron la compleja operación. A su vez, ésta fue posible gracias a la cristalización de una alianza interna entre Casey y el vicepresidente George Bush (p).

Por cierto, según un documentado estudio de Peter Dale Scott, profesor emérito de la Universidad de California (Berkeley), esta dupla inspirada por Maquiavelo fue más lejos de lo propuesto por el francés de Marenches: se lanzaron a financiar con narcóticos, a veces directa y otras indirectamente, a los fundamentalistas isla-mistas extranjeros que operaban en el país asiático.114 Numerosos estudios documentan el fenómeno, incluyendo la importante obra de Alfred J. McCoy, The Politics of Heroin: CIA Complicity in the Glo-bal Drug Trade.115 Otro ejemplo es el de Unholy Wars: Afghanistan, America and International Terrorism, de John Cooley, donde se re-gistra el momento en que Casey consiguió que el fiscal general de los Estados Unidos, William French Smith, desplace a la DEA del control de las campañas antinarcóticos, reemplazándola por el FBI, una agencia más manipulable.116

Ese fue sólo el primer paso, concretado el 21 de enero de 1982. El segundo fue exceptuar a la CIA del requisito legal de informar sobre el contrabando de drogas realizado por agentes y funciona-rios propios, o por sus agentes foráneos. El fiscal Smith legalizó la

113 John Cooley, Unholy Wars: Afghanistan, America and International Terrorism, Londres y Sterling VA: Pluto Press, 2002 (tercera edición), pp. 105-107.

114 P. D. Scott, op. cit., 2007. 115 Alfred J. McCoy, The Politics of Heroin: CIA Complicity in the Global Drug Tra-

de, Chicago, Chicago Review Press, 2003. 116 J. Cooley, op. cit., p. 111.

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excepción en un memorial secreto del 11 de febrero de 1982, dos meses después que Reagan autorizó apoyo encubierto de la CIA para los Contras de Nicaragua. Tuvo vigencia hasta 1995, a me-diados de la primera gestión de Clinton: o sea, ¡durante 13 años!117

Otro dato crucial, poco conocido por el público no especializado, es aportado por Scott: que en Afganistán y otros países, Estados Unidos desarrolló una política bifronte. Por un lado estaba la posi-ción legalista del Departamento de Estado y la DEA, y por el otro, el accionar encubierto e ilegal de la CIA. Tanto Brzezinski (durante la gestión del demócrata Carter) como Casey (bajo el mando del republicano Reagan) habían auspiciado esta contradicción que fue intencional.

Gracias a esta duplicidad, el financiamiento de operaciones en-cubiertas con dinero de la droga podía llevarse a cabo paralela-mente a la política oficial. Además, los ingresos del narcotráfico permitían evitar el uso de fondos públicos sometidos al escrutinio de las agencias de contralor del gobierno y del Congreso. Esta es-trategia fue llevada a cabo en Afganistán durante la década del ’80; luego nuevamente, en Kosovo a fines de los ’90, y otra vez en Afga-nistán a partir de los atentados de 2001.118

Por cierto, según el conocido observador indio B. Raman, hacia 2002 la CIA usaba una estrategia similar a la que había empleado en los ’80, contratando a los barones de la heroína para buscar a Bin Laden. Algunos de los narcos seleccionados por la CIA fueron los mismos que habían estado a su servicio durante los ’80.119 A su vez en 2001, Philip Smucker del diario Christian Science Monitor, confirmó que en Francia, funcionarios norteamericanos y británi-cos habían reclutado por segunda vez a Haji Mohammed Zaman, para luchar contra los talibanes.120 Y el Asian Times corroboró la denuncia de Raman, informando que, por entonces, el socio de toda la vida de Zaman, Haji Ayub Afridi, había sido liberado de una cárcel paquistaní.121

117 J. Cooley, op. cit., 111 y McCoy, op. cit., p. 495. 118 P. D. Scott 2007, pp. 125 y 131. 119 B. Ranan, “Assassination of Haji Abdul Qadeer in Kabul”, South Asia Analysis

Group (SAAG), Documento N° 489, cf. Scott, p. 125. 120 P. Smucker, Al Qaeda’s Great Escape: The Military and the Media on Terror’s

Trail, Potomac Books Inc., 2005, cf. Scott 2007, p. 125. 121 Syed Saleem Shahzad, “U.S. Turns to Drug Baron to Rally Support”, Asia

Times Online, 4 de diciembre de 2001, cf. Scott, 2007, p. 125, Steve Coll, “Anatomy of a Victory: CIA’s Covert Asian War”, Washington Post, 19 de julio de 1992, cf. Scott 2007, p. 125.

Bush el padre y la “Operación Ciclón”

Pero porque ya está más lejos en el tiempo, hay muchos más datos acerca de la estrategia norteamericana de reclutar terroristas isla-mistas y financiarlos con el tráfico de heroína durante la década del ’80. En aquellos entonces, el opio y la heroína contribuyeron a financiar una “legión extranjera árabe” en Afganistán. Según el Guardian, “más de 100.000 militantes islamistas fueron entrena-dos en Paquistán entre 1986 y 1992, en campos supervisados por la CIA y el MI6, a la vez que el “Special Air Service británico” (SAS) entrenaba a la futura al-Qaeda y a los combatientes talibanes en la fabricación de bombas y otras artes negras. Sus líderes eran entre-nados en un campo de la CIA en Virginia. Esto se llamaba ‘Opera-ción Ciclón’ y continuó mucho después de la retirada soviética de 1989.”122

Además, muchos otros oficiales y soldados de la legión se for-maron en el centro al-Kifah de Brooklyn, Nueva York, o en algunas de las sucursales de éste, sitos en una treintena de ciudades esta-dounidenses. Estos centros gozaron de la protección de la CIA du-rante varios años. Agentes encubiertos de la agencia que ocupaban cargos consulares norteamericanos reiteradamente adjudicaron vi-sas a conocidos terroristas que estaban en la lista negra del Depar-tamento de Estado. Una vez en Estados Unidos, los terroristas con frecuencia desarrollaban sus actividades en alguna de las filiales de la red de al-Kifah, conocida como MAK.123

Por cierto, un artículo publicado en agosto de 2001 por la afa-mada Jane’s Intelligence Review informa que MAK canalizó miles de millones de dólares occidentales a la yihad afgana. Lo hizo gracias a la CIA y el MI-6 británico, que a su vez colaboraron estrechamente con el ISI paquistaní, los gobiernos de Arabia Saudí y Egipto, y la extensa red transnacional de la Hermandad Musulmana. Según Jane’s, Egipto contribuía con la liberación de terroristas presos: un ejemplo fue Ayman al-Zawahiri, el famoso consejero de Bin Laden. 124

Una pieza fundamental de este complejo andamiaje fue el noto-rio Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI). Nacido en

122 John Pilger, “What good friends left behind”, The Guardian, 20 de septiembre de 2003, y Scott, 2007, p. 123.

123 P. D. Scott 2007, pp. 115 y 123. 124 Hirschkorn, et al, “Osama Bin Laden and the Al Qaeda Group”, Jane’s Intelli-

gence Review, 1° de agosto de 2001.

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Paquistán en 1972, llegó a operar en 78 países, convirtiéndose en el séptimo banco más grande del mundo antes de cerrar en 1991, cuando se desenmascararon sus delitos financieros. En la boleada cayeron sus auditores: las prestigiosas Price Waterhouse y Ernst & Young, dos de las llamadas Big Four de contabilidad del mundo. Cómplices del BCCI, para seguir operando debieron pagar multas multimillonarias.125

Pero quien no cayó fue su cómplice más poderoso, la CIA, que tenía numerosas cuentas en el banco. Éstas habían sido usadas para una gran cantidad de operaciones encubiertas, desde la trans-ferencia de dinero y armas a los Contras de Nicaragua, hasta la provisión de dinero de la droga a los muyahidines afganos.

Se usaba al BCCI para lavar los ingresos del tráfico de la heroína producida con los cultivos de opio de la frontera afgano-paquistaní. En el trámite, crecía el flujo de narcóticos a Europa y Estados Uni-dos. En Europa cayó el precio mayorista de la heroína, cuyo grado de pureza aumentó. Cooley informa que la mortalidad por sobredo-sis creció fuertemente, en especial en Alemania.126

Muchos entretelones del sórdido asunto aparecen en un informe oficial al Congreso, fechado en diciembre de 1992, de la autoría de los senadores John Kerry (candidato a presidente en 2004) y Hank Brown. Otros detalles fueron aportados por “BCCI: el banco más sucio de todos”, un documentado trabajo de dos grandes periodis-tas de la revista Time, que muestra como la CIA de Casey, apoyada por Bush el padre, armó esta trama con sus diversos aliados.127

Clinton y su aproximación a los talibanes

En febrero de 1989, mientras Gorbachov gobernaba en Moscú, los soviéticos terminaron de retirarse de Afganistán, derrotados por la siniestra estrategia conjunta de Estados Unidos, Paquistán, Arabia Saudí y Gran Bretaña. Y un lustro más tarde, en 1994, los estu-diantes militantes de las madrazas terminaron de organizarse. Es-tos “estudiantes” no eran ni más ni menos que los talibanes, muy

125 Jonathan Beaty y S. C. Gwynne, The Outlaw Bank: A Wild Ride Into the Secret Heart of BCCI, Beard Books, 2004.

126 J. Cooley, op. cit., p. 110. 127 Jonathan Beaty y S. C. Gwynne, “BCCI-The Dirtiest Bank of All”, convertido

en libro bajo el título The outlaw bank : a wild ride into the secret heart of BCCI, Nue-va York, Random House, 1993.

respetados localmente porque, entre otras causas, se lanzaron a controlar el accionar de los bandidos que asolaban a su país. A la vez, en Estados Unidos ya eran los tiempos de Bill Clinton, que go-bernó entre 1993 y 2001.

En 1995 estos talibanes conquistaron la base del barón narco Gulbuddin Hekmatyar, en las afueras de Kabul. Hekmatyar había sido uno de los principales aliados de la CIA en la lucha contra los soviéticos, y eventualmente él también se aliaría con los ascenden-tes talibanes. Y en 1996, los populares “estudiantes” extremistas capturaron Kabul, echando al presidente Burhaneddin Rabbani (de la etnia Tajik, enfrentada con los Pushtun a la que pertenecían los talibanes).

El extremismo talibán se manifestó inmediatamente después de esa victoria, cuando castraron y ejecutaron en público al último presidente comunista de Afganistán, Muhammad Najibullah, que desde su derrocamiento en 1992 se refugiaba en las oficinas de las Naciones Unidas de la capital afgana.

Obviamente, el macabro evento enajenó muchas voluntades. Los únicos Estados en reconocer al régimen de los “estudiantes” fueron tres aliados de Estados Unidos, Paquistán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. El ISI paquistaní les dio armas y apoyo logístico, a la vez que Arabia Saudí les proveyó de grandes sumas de dinero.

Por su parte, sin reconocerlos diplomáticamente, por esos años los norteamericanos apoyaron en forma clandestina a los talibanes. Robin Raphel, secretaria asistente de Estado para asuntos del Sur y Centro de Asia entre 1993 y 1997, viajó para encontrarse con re-presentantes de los talibanes causando gran alarma en Rusia, las repúblicas ex soviéticas de Asia Central e Irán.128

El interés de la Sra. Raphel por los talibanes se entroncaba con la geopolítica del petróleo. Una gran empresa norteamericana, SO-CAL (Southern California Gas Company), estaba interesada en los recursos energéticos del Asia Central y deseaba construir un duc-to transafgano que desembocara en el Océano Índico. Nacería en Turkmenistán, en el norte, y atravesando Afganistán, penetraría en Paquistán hasta llegar al mar. El proyecto tenía el atractivo de excluir a Irán del negocio y disminuir su importancia geopolítica.

En 1993 Paquistán y Turkmenistán habían firmado un acuerdo al respecto, pero quedaba por resolver el tránsito por el territorio

128 J. Cooley, op. cit., pp. 119-121.

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afgano. A partir de 1994 se calculó que el avance talibán mejoraba las perspectivas, y por eso otra empresa norteamericana, UNOCAL, firmó un protocolo con el gobierno turcomano. Según Cooley, el proyecto recién se congeló en 1998 debido a que por entonces se había agotado el apoyo de los gobiernos occidentales a los taliba-nes.129

Mientras tanto, una vez en el poder los talibanes adoptaron una actitud ambigua hacia el narcotráfico. El cultivo del opio y la ela-boración de heroína no sólo son económicamente importantes para ese país sino que también son parte de la tradición afgana, pero la filosofía de los “estudiantes” condenaba tajantemente su consumo.

Desde este punto de vista, está claro que los talibanes no son los malos de la película. Después de algunas hesitaciones, elimi-naron el 94% de la producción de opio de su país.130 Más aun, en 2000 tomaron la revolucionaria medida de prohibir la producción de amapolas.131

No obstante, en Afganistán se había venido produciendo un desaguisado descomunal desde aquella invasión soviética instiga-da por la Casa Blanca en 1979. En gran medida, el desbarajuste fue consecuencia del irresponsable y amoral apoyo de la CIA al nar-coterrorismo islamista. Una vez que gran parte del territorio afgano estuvo bajo el control de los radicalizados talibanes, éstos no tenían por qué no permitirle a al-Qaeda el uso de su territorio. Después de todo, la CIA norteamericana y el MI6 británico (por no mencionar a los saudíes y paquistaníes) no sólo se habían apoyado en esas fuer-zas sino que las habían financiado con narcóticos… ¡A pesar de la hipócrita “guerra contra la droga” proclamada primero por Clinton y luego por Bush el hijo!

Es así como llegó el 11 de septiembre de 2001. Usando a Afga-nistán como base de entrenamiento, Osama bin Laden pegó fuerte en el mismo corazón de Estados Unidos. De inmediato, los norte-americanos lanzaron la segunda guerra de Afganistán, derrotando rápidamente a los talibanes en las ciudades pero no pudiendo con ellos en las zonas rurales.

129 J. Cooley, op. cit., p. 122. 130 P. D. Scott, op. cit., p. 117 y P. D. Scott, Drugs, Oil, and War: The United States

in Afghanistan, Colombia, and Indochina, Rowman & Littlefield Publishers, 2003, pp. 33 y 43-46.

131 Apratim Mukarji , Afghanistan: From Terror to Freedom, Sterling Publishers Pvt. Ltd., 2003, pp. 22-23.

Para librar esa guerra, Estados Unidos se apoyó, entre otros, en la Alianza del Norte, un conjunto de tribus que, a diferencia de los talibanes, había más que duplicado la producción de opio en su propia región del país.132 Gracias a los yanquis, pues, a partir de 2002 la producción de opio de Afganistán aumentó en un 657%, pasando a representar un 92% del total mundial. Según las Nacio-nes Unidas, en 2002 la superficie bajo cultivo era de unas 45,000 a 65,000 hectáreas, mientras en 2001 había caído a aproximada-mente 7,606 hectáreas.133

En octubre de 2009, ya bajo la presidencia de Obama, el New York Times reconoció parte de esta sombría realidad, publicando la noticia de que el pronorteamericano presidente afgano, Hamid Kar-zai, tenía un hermano que era simultáneamente barón del narco-tráfico y empleado de la CIA. Entre 2001 y 2009 la agencia le pagó para que reclute fuerzas paramilitares en la ciudad de Kandahar.134

¿Cuántos otros habrá cuyos nombres nunca salieron a la luz? Y en vista de estos datos ¿a quién le queda autoridad moral?

¿Quién es el malo? ¿Quién es el bueno?

29. La guerra post 11-S en Afganistán

Como bien sabemos después de la lectura de la viñeta anterior, Afganistán se ha convertido en el blanco de algunas de las urgen-cias más inmediatas de Estados Unidos. Después de los ataques del 11 de septiembre, lanzados por un Frankestein que la CIA ha-bía contribuido a crear, Estados Unidos y sus aliados embistieron contra el régimen afgano.

Debido a que la complicidad de los talibanes con Al Qaeda estaba clara, para esa guerra las fuerzas de la OTAN tuvieron el respaldo legal del Consejo de Seguridad de la ONU. Muy pronto, la coalición expulsó del poder estatal a la agrupación extremista. Gracias a esa ofensiva, el 22 de diciembre de 2001 Hamid Karzai ya era presiden-te de Afganistán, titulo que ratificó en las elecciones de 2004.

Cuando, en marzo de 2003, Washington lanzó su invasión de Irak (en este caso sin el respaldo de la ONU), la guerra en Afganistán

132 P. D. Scott, op. cit., 2007, p. 117, Scott, op. cit., 2003, pp. 33 y 43-46. 133 Según el Programa de Control de Drogas de las Naciones Unidas (UNDCP).

Véase Mukarji , op. cit., p. 21. 134 Dexter Filkins, Mark Mazzetti y James Risn, “Brother of Afghan Leader Said

to Be Paid by C.I.A.”, The New York Times, 27 de octubre de 2009.

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parecía ganada. Pero pese a las apariencias, las cosas nunca an-duvieron bien. Desplazar a los talibanes del poder formal fue fácil debido a la capacidad de fuego estadounidense. Los bombarderos B-52, capaces de aniquilar cualquier concentración de esas fuer-zas enemigas, obligaron a los talibanes a abandonar las ciudades. Rápidamente los norteamericanos pudieron reorganizar el aparato estatal afgano, con nueva constitución y todo. Desde su patológico optimismo, la administración de George W. Bush creyó que Esta-dos Unidos estaba preparado para nuevos frentes de combate como el que abrió en Irak. No comprendió que, en el terreno afgano, no controla el país quien se apodera de las ciudades sino quien predo-mina en las áreas rurales.

Los datos duros son elocuentes. Según cifras aportadas por la prestigiosa Brookings Institution, en mayo de 2003 había 14.000 efectivos occidentales en Afganistán. Eran los tiempos del triun-falismo. Pero dos años más tarde esta cifra ascendía a 27.000, en mayo de 2007 llegaba a 51.000, y dos años después alcanzaba los 75.000. Hacia agosto de 2009 el total ya sumaba 102.000, y en diciembre de ese año el presidente de los Estados Unidos compro-metió 30.000 más, pidiendo otros 7.000 a sus aliados.

En 2011 había 133.148 efectivos occidentales, de los cuales 90.000 (el 68%) estaban provistos por Estados Unidos. Esta espiral refleja los contratiempos sufridos por la coalición. Obama prometió retirar todas las “fuerzas de combate” antes de que termine 2014, y en 2012 retiró 33.000 efectivos. Pero más que una victoria ante los talibanes, lo que está a la vista es otra derrota norteamericana y un triunfo más del extremismo islámico.

La capacidad de supervivencia talibana está clara. En contraste, a quien no le fue nada bien es a la red terrorista al-Qaeda. Aun-que conserva capacidad operativa en algunos países como Yemen y Somalia, ya está casi desmantelado su núcleo central, que se encontraba en Afganistán. Según el análisis de George Friedman la diferencia reside en que, aunque al-Qaeda se vio forzada a aban-donar las ciudades junto con los talibanes, a diferencia de éstos sus miembros no son afganos. Por eso, carece del consenso del que disfrutan los talibanes en las zonas rurales de ese país.

La organización terrorista logró refugiarse en el noroeste de Pa-quistán, donde tanto ella como los talibanes gozan de la compli-cidad y simpatía de las tribus. Pero sufrió muchas bajas irreem-plazables porque, para evitar infiltraciones que podrían resultarle mortales, tuvo que interrumpir el reclutamiento, ya que hubiera

bastado con un solo espía enemigo ubicado en una posición clave para desencadenar un ataque occidental que terminara de aniqui-larla. Finalmente, como es sabido, el 2 de mayo de 2011 el enemigo número uno de los Estados Unidos, Osama bin Laden, fundador y jefe de al-Qaeda, fue muerto en una operación de comandos nor-teamericanos, en territorio paquistaní y sin el consentimiento del gobierno de Islamabad.

Dicho esto, es importante reiterar que el predicamento de los talibanes es opuesto al de al-Qaeda. Porque la red fundada por Bin Laden es extranjera, el factor “inteligencia” jugó en su contra, pero a favor de los talibanes. Debido al arraigo rural de éstos, la mayoría de las tribus de ambos lados de la frontera afgano-paquistaní o bien son sus aliadas, o no quieren correr el riesgo de ser sus enemigas. Esto significa que es altísima la capacidad de infiltración talibana en las fuerzas de seguridad afganas, que fueron reorganizadas con apoyo norteamericano.

Según la BBC, estas fuerzas locales totalizaban unos 170.000 efectivos en 2012. Pero en ellas anidan saboteadores y espías. Toda operación conjunta entre las fuerzas afganas y las extranjeras es conocida de antemano por los talibanes. Además, mil ojos obser-van los movimientos de los occidentales en todo momento. Al igual que en la guerra de Vietnam, las guerrillas talibanas saben cuándo pueden salir gananciosas de un golpe, y son ellas quienes suelen elegir el lugar y la hora de un enfrentamiento. Aunque las fuerzas de Estados Unidos y sus aliados son infinitamente más poderosas, carecen de una inteligencia comparable. Se asemejan a un Goliat ciego rodeado de enemigos liliputienses que evitan sus zarpazos y pegan al menor descuido.

Este predicamento se vio reflejado en forma elocuente cuando, en septiembre de 2009, se perpetraron ataques talibanes contra la base Syed Abad de la OTAN, y contra la embajada norteamericana en Kabul. El primero hirió a setenta y siete soldados estadouniden-ses, matando a cuatro. El segundo, que segó las vidas de seis civi-les y cuatro policías afganos, hiriendo a otra veintena, se prolongó durante veinticuatro horas de tiroteos en pleno centro de la capital.

Es interesante observar que el objetivo de estos atentados pare-ce haber sido principalmente mediático. En Kabul, una decena de hombres con chaleco suicida se parapetó en el piso 14 de un edi-ficio vecino para atacar una embajada norteamericana con arma-mento liviano y granadas autopropulsadas. Era evidente que iban a morir sin causar un daño excesivo. Y si era eso lo que se proponían,

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es obvio que su misión no tenía por objeto causar un daño material importante, sino sembrar el miedo. Por cierto, el mensaje enviado por los atacantes fue claro: los talibanes son capaces de penetrar los filtros y defensas que los norteamericanos y las fuerzas de la OTAN han dispuesto en torno de sus complejos más importantes. Y esto significa que la guerra dista de estar ganada.

Por otra parte, si un contingente de suicidas armados hasta los dientes puede ponerse a tiro de la embajada norteamericana en un país que atraviesa una violenta guerra, se puede dar por desconta-do que las fuerzas de seguridad del gobierno del presidente Karzai, que en teoría cooperan con Estados Unidos, están infiltradas por los extremistas.

Esta presunción es corroborada por informes de inteligencia que advierten que la red militante Haqqani cooperó con los per-petradores de los ataques. Se trata de una agrupación vinculada tanto a los talibanes como a al-Qaeda. Cuenta con un ejército de varios miles de efectivos, y su base territorial está del otro lado de la frontera afgano-paquistaní. Según declaraciones a Radio Paquis-tán efectuadas el 17 de septiembre de 2009 por Cameron Munter, embajador norteamericano en ese país, la organización se habría infiltrado también en el gobierno de Islamabad, especialmente en-tre los militares.

Por cierto, todas las comparaciones entre la guerra norteame-ricana en Afganistán y la guerra de Vietnam parecen indicar que Estados Unidos tiene aún menos posibilidades de victoria que las que tuvo en aquella guerra perdidosa y traumática. Quizá sea por eso que, en su discurso de West Point del 1º de diciembre de 2009, Obama dedicó un buen párrafo a la siembra del optimismo, pun-tualizando algunas de las escasas diferencias a favor.

La principal es la legitimidad de la guerra presente en términos leguleyos. Vietnam no había atacado Estados Unidos, como lo hizo al-Qaeda con la colaboración de los talibanes afganos. Por eso, en 2001 el voto del Senado norteamericano a favor de la intervención en Afganistán fue de 98 a 0, y el de la Cámara de Representantes, de 420 a 1. Si sumamos el aval del Consejo de Seguridad de la ONU, el contraste jurídico entre la guerra actual y la de Vietnam es fuerte.

Pero ahí se terminan las comparaciones optimistas. La guerra de Afganistán es aún más difícil que la de Vietnam, ya que la insurgen-cia talibana tiene todas las ventajas de que disfrutó su equivalen-te vietnamita, a la vez que los norteamericanos están mucho más

encorsetados que entonces. En Estados Unidos el servicio militar obligatorio fue abolido en 1973, en el momento mismo en que llegó a su fin su involucramiento militar directo en Vietnam. Hoy Was-hington no podría desplegar los 553.000 efectivos que (sólo para perder) tuvo allí en 1968. Mucho menos podría soportar la muerte de 58.159 soldados propios. Ya suficientes dificultades políticas in-ternas enfrenta con las 2031 muertes estadounidenses registradas hasta 2012 “en Afganistán y sus cercanías”. Esta curiosa fórmula oficial incluye bajas atribuidas al conflicto afgano producidas en Paquistán y otros países.

Además, a través de la corrupción, también el diablo mete la cola en este embrollo. Éste es otro tema que apareció varias veces en el discurso presidencial citado. Allí, Obama se pronunció pen-dularmente, aprobando algunas acciones del gobierno afgano pero advirtiendo: “Apoyaremos aquellos ministerios (…) que combaten la corrupción (…). Esperamos que los inefectivos o corruptos deban dar cuenta de sus actos”.

La velada acusación es comprensible. Según el índice de Trans-parency International, Afganistán es el quinto país más corrupto entre los ciento ochenta que evalúa. Allí todo se puede comprar y vender. Por eso el New York Times afirmó el 2 de diciembre de 2009 que Obama no confía en el gobierno del presidente Karzai, cuyos incumplimientos preocupan. Entre otras lindezas, según la Bro-okings Institution la producción anual de opio aumentó de 3400 toneladas métricas en 2003, a 7700 en 2009. Y según las Naciones Unidas, en 2011 esta producción creció un 61% frente a 2010. Tal como vimos en la viñeta anterior, la participación afgana en el total de la producción mundial creció en esos años del 75 al 92%. Y según los mismos informes, Afganistán es también el principal proveedor mundial de heroína, un derivado del opio.

Otra vez en este plano, hay un paralelo con Vietnam, pero el caso afgano es aún más grave. Sus guerrilleros están muy bien financiados.

En estas circunstancias, es evidente que intentar transformar a Afganistán en una democracia es una quimera. Más aún, muchos se preguntan si no ha llegado la hora de contemplar el ingreso de talibanes moderados al gobierno afgano. Para que eso fuera posi-ble, deberían sentarse a la mesa de negociaciones todos los países con algún interés tangible en la situación afgana, de modo que exis-ta cierta limitada garantía de que un eventual plan no será subrep-ticiamente desestabilizado.

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Por fortuna, el gobierno de Obama está consciente de las limi-taciones de su poder. Partiendo de esta premisa, Estados Unidos comenzó conversaciones con los talibanes a mediados de 2011, y Paquistán siguió esa iniciativa en febrero de 2012. Fue la primera vez que Washington involucró a Islamabad y a Kabul en la cuestión de los talibanes en forma directa, como si realmente fueran los go-biernos de países soberanos y no apenas sus satélites.

Como consecuencia hubo encuentros con representantes del fundador y mullah-jefe de los talibanes, Muhammad Omar. Se tra-ta de intercambiar un reconocimiento internacional del papel de los talibanes en su país, por un compromiso de éstos de que no volverán a permitir el uso del territorio afgano por parte de terroris-tas extranjeros como al-Qaeda. Por su parte, los talibanes también tiene sus condiciones: por ejemplo, la liberación de dirigentes yiha-distas afganos presos en Guantánamo.

De cualquier manera, el eventual retiro de las fuerzas norteame-ricanas en 2014 puede traer graves coletazos. La guerra en ese país trae consigo fuertes presiones estadounidenses frente a Paquistán, cuya cooperación es a la vez imprescindible y esquiva. Se teme que, cuando cese esa presión, Islamabad tendrá las manos más libres para mostrarse tolerante frente a las populares organizaciones yi-hadistas de su territorio, que desde hace décadas buscan desesta-bilizar a la India.

Y es por eso que, a fines de 2009, Nueva Delhi discretamente expresó su desconsuelo frente al proyecto de Obama de retirar sus fuerzas de Afganistán. Tal, por lo menos, fue lo informado entonces por la agencia Stratfor. El caso ilustra una vez más que, en nues-tros tiempos, uno de los problemas mundiales más inquietantes viene de la mano del extremismo islámico.135

30. La cuerda floja paquistaní y sus reverberaciones

Ciertamente, la India no puede omitirse del análisis del complejo y peligroso tablero geopolítico que analizamos en estas viñetas. El

135 Para esta viñeta, véase Keith B. Richburg, “Karzai is Clear Winner, Afghan Vote Results Show”, The Washington Post, 25 de octubre de 2004; Luis Martinez, “Last of 33,000 Surge Troops Leave Afghanistan”, ABC News, 20 de septiembre de 2012; Mónica Bernabé, “Las bajas militares de EE.UU. en Afganistán ya alcanzan las 2.000”, diario El Mundo, 30 de septiembre de 2012, y “Estados Unidos reconoce contactos preliminares con los talibanes”, El País, 19 de junio de 2011.

hecho se hizo evidente a partir de los atentados de Bombay del 26 de noviembre de 2008, los más graves del mundo desde los del 11 de septiembre de 2001, que mataron por lo menos a ciento sesenta y tres personas e hirieron a otras 293, modificando el nodo de con-flictos del sur de Asia y desestabilizando los de Medio Oriente y ex Unión Soviética.

Aunque las acciones criminales, muy bien sincronizadas, conta-ron con el apoyo de cómplices locales, fueron planeadas y perpetra-das principalmente por extremistas paquistaníes. La amplia gama de blancos –entre ellos una estación de ferrocarril, un hospital, dos hoteles cinco estrellas, un centro comunitario judío y un cine– de-mostró que su objetivo no se limitó a supuestos adversarios ideoló-gicos o religiosos, sino que también apuntó a sembrar el terror en la población india en su conjunto.

El hecho ilustra por enésima vez los peligros provenientes de Paquistán. La India los enfrenta en forma cotidiana. Aunque la ma-sacre no fue orquestada por el gobierno de Islamabad, éste es muy débil. No controla su ejército ni a sus servicios de inteligencia, parte importante de cuyos cuadros son extremistas, y es incapaz de im-poner límites a las diversas organizaciones islamistas violentas que operan en territorios tribales y en zonas montañosas de su país.

Su tira y afloja con Washington es permanente, porque mien-tras ésta demanda que Paquistán reprima a los cómplices de los talibanes afganos que anidan en su territorio, Islamabad considera que sólo tiene capacidad para combatir las organizaciones yihadis-tas que se yerguen como enemigas del Estado paquistaní y que en ocasiones han ocupado pueblos enteros militarmente, alimentando también la secesión territorial en provincias fronterizas.

El gobierno paquistaní dice que si se lanza contra todos los yiha-distas, se enfrentará a una insurrección masiva y desestabilizado-ra que podría perjudicar también los intereses de Estados Unidos. Una buena ilustración del problema es la mencionada red militante Haqqani. El gobierno paquistaní dice que si se lanza a reprimir or-ganizaciones como ésa, se enfrentará a una insurrección masiva.

A su vez, Washington rechaza esta discriminación paquistaní entre yihadistas enemigos y otros que no lo son, dado que los que Islamabad tolera son precisamente los peores enemigos de Estados Unidos en Afganistán. No sorprende entonces que no haya consul-tado a la hora de matar a Bin Laden en territorio paquistaní: sólo actuando por cuenta propia podía darle caza.

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La alternativa planteada por Washington es que sean las fuerzas de la OTAN las que bombardeen las regiones paquistaníes domi-nadas por las organizaciones que Islamabad no quiere combatir. En los hechos, hay acciones de este tipo perpetradas por aviones robóticos y también las hay con bombarderos convencionales. A su vez, la reiterada respuesta de Paquistán es que esta violación de su soberanía aumenta el extremismo de la población y puede desesta-bilizar al gobierno.

El grave intríngulis es crónico, pero se ha agravado con el ad-venimiento en 2008 de un gobierno que tiene aún menos dominio que el que tenía el del Gral. Pervez Musharraf sobre sus fuerzas armadas. Para colmo, Paquistán tiene poder nuclear. Si a esto se añade el extremismo de su población, es el país más peligroso del orbe. Sus madrazas enseñan el mismo tipo de islam que inspiró a Osama bin Laden y a su yihad.

Los antecedentes paquistaníes en materia de difusión de tecno-logía nuclear son gravísimos. Hacia 2000 la inteligencia británica llegó a la conclusión de que, a lo largo de la década de los ‘90, Ab-dul Qadeer Khan, artífice de la bomba de su país y héroe nacional, había estado involucrado en la venta ilegal de esa tecnología. No estaba solo. Son muchos los científicos y altos mandos que creen que es su deber difundir ese peligroso saber entre países islámicos. En 2004, después de ser acusado por las Naciones Unidas, Khan confesó haber vendido tecnología nuclear a Irán, Libia y Corea del Norte. Inmediatamente obtuvo un indulto que, más que las inclina-ciones del ex presidente Musharraf, reflejaba el extremismo de una parte de la cúpula militar y de la población.136

Ese radicalismo también se vislumbra en un hecho ya analiza-do: que antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Pa-quistán era uno de los tres únicos países que apoyaban al régimen talibán de Afganistán. Es verdad que (como bien sabemos) Estados Unidos fue un factótum importante en el proceso que engendró el monstruo. Pero cuando Frankestein se le volvió en contra, la reac-ción de Washington fue furibunda y Paquistán no tuvo más reme-dio que simular su adhesión a la superpotencia ultrajada.

Por cierto, después de los atentados el gobierno de Islamabad accedió a que Estados Unidos usara su territorio contra los taliba-nes sólo porque (según dichos de Musharraf a CBS en septiembre

136 Véase “Pakistan Nuke ‘Father’ Confesses”, CBS News, 5 de diciembre de 2007.

de 2006) éste amenazó con un bombardeo de Paquistán que lo "re-trotraería a la Edad de Piedra".

No obstante, según el New York Times del 12 de febrero de 2007, en 2006 el gobierno de Islamabad no pudo o no quiso impedir el es-tablecimiento de pequeños campos de entrenamiento de al-Qaeda en las regiones tribales paquistaníes cercanas a la frontera afgana. Y, en el caso de los atentados de Bombay, el diario neoyorquino informó el 7 de diciembre de 2008 que la organización paquista-ní sospechosa de su ejecución, Lashkar-e-Taiba (también conocida como LeT), ha crecido y se ha consolidado gracias al apoyo y pro-tección del poderoso ISI.

Frente a este panorama, la India trasladó tropas a su límite con Paquistán para vigilar mejor esa frontera porosa. Pero Islamabad inmediatamente advirtió que si más tropas indias se desplazaban hacia la frontera indo-paquistaní, ellos trasladarían hacia allí las fuerzas que custodian el límite afgano-paquistaní. El 8 de diciem-bre de 2008, el New York Times informó que funcionarios de ese país declararon a la prensa que toda movilización de fuerzas indias distraería recursos paquistaníes dedicados a la contención de los talibanes en Afganistán.

Así se juega la geopolítica en estos países. Un desplazamiento de efectivos como el que amenazó realizar Islamabad dañaría grave-mente los intereses de Estados Unidos en Afganistán. Los extremis-tas lo saben bien. Precisamente por eso, el yihadismo paquistaní tiene incentivos para pegar más golpes en la India, con la ilusión de desencadenar una reacción de Nueva Delhi que desbarate el es-fuerzo bélico occidental contra los talibanes afganos. La región es un tembladeral, sin siquiera un equilibrio inestable.

Llegado el año 2012, el Hindustan Times ubicó a LeT como el grupo terrorista más peligroso del planeta. Citando a Bruce Riedel, analista principal de la Brookings Institution de Washington DC, el periódico indio de habla inglesa dijo el 10 de junio de ese año que, desaparecido Bin Laden, esa organización paquistaní es hoy más peligrosa que al-Qaeda. El diagnóstico venía a cuento, ya que la nota informaba sobre el arresto de Sayed Zabiuddin Ansari, alias Abu Jundal, una de las mentes maestras detrás de los ataques de Bombay de 2008.

El terrorista confesó su propio papel en los mismos, recono-ciendo también el del ejército y la agencia de inteligencia paquis-taní. Según el diario, el gobierno saudí colaboró con la captura de Abu Jundal, lo que resulta alentador, ya que gran parte de la

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financiación de LeT proviene de la comunidad paquistaní instalada en Arabia Saudí y en otros Estados del Golfo Pérsico. No obstante, el periódico aduce que la organización tiene rienda suelta en Pa-quistán y que tiene presencia a lo largo del sur de Asia, el Golfo, Europa, Australia y América del Norte.

31. La incipiente cooperación ruso-paquistaní

Como se ve, la geopolítica mundial es una Gestalt complejísima, y en la parte del mundo que ahora analizamos esto se constata con elocuencia. Todo se conecta con todo, a la vez que todo cambia. Los problemas entre Estados Unidos y Paquistán, por ejemplo, son relativamente nuevos. Durante toda la Guerra Fría, Islamabad fue un aliado de Washington, a la vez que Nueva Delhi estaba cerca de Moscú.

Pero el extremismo islámico ha destruido la vieja concordia en-tre Estados Unidos y Paquistán, e Islamabad tiene miedo de que-darse sin amigos. La gran ironía es que (como sabemos) cuando la URSS invadió Afganistán, la hoguera del islamismo combatiente fue encendida conjuntamente por Estados Unidos, Paquistán, Ara-bia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que apoyaron a los taliba-nes en su lucha contra las tribus más moderadas de la Alianza del Norte, que recibían el apoyo de la URSS, India e Irán.

El objetivo de Estados Unidos, Paquistán y demás aliados, que fue alcanzado, era derrotar a los soviéticos. Pero el islamismo ali-mentado por Washington y sus socios se salió de control. Ahora, después de haber derrotado a Moscú, el demonio instalado en Afga-nistán por Estados Unidos está a punto de derrotar también a Was-hington. A su vez, los rusos se preocupan acerca de qué consecuen-cias tendrá el expansionismo islamista para su propia estabilidad interna una vez que las fuerzas norteamericanas se hayan retirado.

No olvidemos los sangrientos problemas secesionistas que ya ha sufrido Moscú en sus territorios islámicos, comenzando por las guerras de Chechenia y siguiendo por la vulnerabilidad a este tipo de fenómenos de otras repúblicas de la Federación Rusa, como Tar-taristán y Daguestán. Por otra parte, a pesar de sus ambigüedades, el gobierno de Islamabad también se preocupa. Es por eso que, por

primera vez en la historia, puede producirse un acercamiento entre Moscú e Islamabad.

Ya en 2003 el ex presidente Musharraf había visitado Moscú, pero aquel fue un hecho aislado. Ahora las cosas están cambiando. Es significativo que, en septiembre de 2012, el Gral. Ashfaq Kayani, jefe de las fuerzas armadas paquistaníes, visitó la capital rusa. Por la misma fecha, alrededor de treinta funcionarios rusos visitaron Islamabad, y se espera que, muy pronto, Vladimir Putin haga lo propio.

La prensa india especula sobre el tema con humor y preocupa-ción. El 28 de septiembre de 2012, por ejemplo, el periódico de len-gua inglesa The Hindu titulaba una nota: “Still waiting for the bear hug”. Cuando se produzcan, las conversaciones no sólo versarán sobre la geopolítica de la región sino que estarán lubricadas por el interés ruso en invertir en la siderurgia paquistaní.

Según opinión del periódico paquistaní de lengua inglesa Ex-press Tribune del 3 de septiembre de ese año, se trataría de un he-cho histórico y un punto de inflexión en las relaciones entre ambos países. Un alto funcionario militar cuyo nombre el periódico man-tuvo en reserva dijo que “irónicamente, Paquistán y Rusia ahora tienen más convergencias que las que existen entre Paquistán y Estados Unidos”. Y según la analista de defensa María Sultan: “Los dos viejos rivales de la Guerra Fría van a convertirse en socios es-tratégicos. Esto cambiará el mapa estratégico no sólo de Paquistán sino también de Afganistán y Asia Central”.

Sultan agregó que Estados Unidos ya no podrá llevarse a Pa-quistán por delante. Seguramente se refería a episodios como el de noviembre de 2011, en que los bombardeos norteamericanos en el llamado cinturón tribal de Paquistán mataron a veinticua-tro soldados de ese país. Aunque desde entonces hubo gestos de reconciliación, las relaciones están dañadas. Paquistán se juega a diversificar sus alianzas, a la vez que Estados Unidos se prepara para retirar sus tropas masivamente, dejando “desguarnecida” esa parte del mundo.

PARTE VI

Rusia, Europa y la OTAN: nuevos escenarios

32. La primavera rusa

El espectro de un nuevo imperio alemán en el contexto de la ruina de la periferia europea, que mencionamos al pasar en una de las viñetas de nuestra Introducción, se complica aun más cuando con-sideramos las consecuencias de la primavera rusa.

Por cierto, vivimos un momento de renacimiento para Moscú. La primavera es rusa, no árabe. El aumento del precio del petróleo debido a la disirrupción generada por las revueltas, por ejemplo, no ha beneficiado a los países árabes que están sujetos a los límites de producción impuestos por la OPEP. El aumento ha favorecido principalmente a Rusia, que no está sometida a esos límites y es el segundo exportador de petróleo del mundo. Los datos están todos en el fidedigno CIA Factbook. Moscú también se benefició del corte del flujo de gas natural libio. Normalmente éste se transporta a Italia a través del gasoducto Greenstream, operado por el gigante petrolífero italiano ENI. Italia es la tercera consumidora de gas na-tural de Europa y en las circunstancias de la guerra civil libia se vio forzada a comprarle a Rusia.

Como si con esto no bastara, también los japoneses han debido recurrir a Rusia para realizar grandes compras de gas natural lí-quido. En su caso, el combustible ruso reemplaza parte de la ener-gía de los reactores nucleares de Fukushima, devastados por el terremoto de abril de 2011. Para colmo, respondiendo a demandas populares, Alemania optó por cerrar paulatinamente sus reactores nucleares y reemplazar esa energía con mayores compras de gas natural ruso.

Por cierto, lo que es catástrofe para Japón y para el mundo en-tero resulta bonanza para el Kremlin, no por una perversión intrín-seca sino por las paradojas de la condición humana. Como conse-cuencia, ya hacia fines de marzo de 2011, y por primera vez desde

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que la crisis financiera mundial le pegó duro en 2008, las reservas internacionales de Rusia superaron los quinientos mil millones de dólares.

Pero Moscú no sólo gana dinero con estos avatares. También aumenta su poder, ya que los daños que podría infligirle a varios países clave si les cortara el suministro de gas natural son cada vez mayores. Europa en especial depende de Rusia en forma creciente, y éste es un hecho con consecuencias geopolíticas.

En verdad, circunstancias casuales le han regalado a Rusia una gran oportunidad. La demanda popular de reemplazar la energía nuclear por fuentes más seguras deja con pocas alternativas a mu-chos países. En lo inmediato, energías renovables como la solar y la eólica no están suficientemente desarrolladas como para que puedan ser la solución principal. Se necesitan años de investiga-ción y desarrollo para que puedan reemplazar eficientemente a las fuentes de energía más contaminantes y peligrosas. Por otra parte, el potencial hidroeléctrico de Europa está colmado. Los europeos tampoco pueden invertir en nuevas centrales eléctricas alimenta-das por carbón, debido a las emisiones de dióxido de carbono, que son causantes del efecto invernadero que sus Estados se juramen-taron a controlar. La única alternativa restante es el gas natural. Rusia es el primer exportador mundial de ese combustible y ade-más tiene las mayores reservas comprobadas del planeta.

En este plano, y frente a Europa, el futuro parece ruso. Aunque está lejos de ser una superpotencia capaz de disputar el predomi-nio mundial como lo era en tiempos soviéticos, Moscú vive un mo-mento de gran auge. A pesar de su autoritarismo, su régimen goza de popularidad interna y por ahora no teme rebeliones como las que asolan a los despotismos árabes. Tampoco enfrenta invasio-nes de inmigrantes no deseados, como las que padecen los países de la Unión Europea. Más importante aún es el hecho de que no está involucrada en conflictos internacionales que comprometan su estabilidad y recursos. No comparte el predicamento de Estados Unidos, que tiene casi 900 costosas bases militares esparcidas por el mundo.

Este presente contrasta positivamente con la frustración sufrida por Moscú hasta muy recientemente. Por cierto, los rusos sienten que, desde el final de la Guerra Fría, fueron víctimas de reiterados agravios por parte de Occidente. Aunque los presidentes George Bush (padre) y Bill Clinton prometieron no expandir los intereses de seguridad de su país en el ex imperio soviético, muy pronto la

mayor parte de los países del viejo Pacto de Varsovia fueron in-corporados a la OTAN. Luego se sumaron los países bálticos, que habían sido parte de la mismísima Unión Soviética. Y cuando en 2007 se precipitó la crisis de Kosovo, se estudiaba la incorporación de Georgia y Ucrania a la OTAN.

Pero desde entonces las cosas han cambiado. Por un lado, el fracaso estratégico de Estados Unidos en Irak y Afganistán se hizo cada vez más evidente. Impulsados por la imprevisible emergencia de 11 de septiembre de 2001, los norteamericanos comprometieron sus efectivos terrestres en demasía, quedándose sin reservas de tropas para participar en otros teatros de operaciones. A la vez, con el aumento del precio del petróleo, Rusia obtuvo la liquidez nece-saria para modernizar sus fuerzas armadas. Imperceptiblemente cambió la relación de fuerzas entre Rusia y Estados Unidos en el ámbito de los países que constituyeron la ex Unión Soviética.

No obstante, Occidente pareció no darse cuenta, y como dijimos antes, en febrero de 2008 cometió la imprudencia de reconocer la independencia de Kosovo, incumpliendo con una promesa previa de que respetaría la integridad territorial de Serbia, un aliado his-tórico de Rusia. La respuesta del Kremlin fue fulminante: intervino en Georgia, apoyando las aspiraciones secesionistas de dos provin-cias pro-rusas. Rusia doblegó a los aliados norteamericanos en el Cáucaso (como hiciera la OTAN en Serbia con los aliados rusos) y reconoció la independencia de Osetia del Sur y Abjasia (como hizo Occidente con Kosovo). Estados Unidos nada pudo hacer (como tampoco Rusia frente a Kosovo). Ni pudo Europa, dada su monu-mental dependencia energética de Rusia.

Al obrar así, Moscú demostró con elocuencia que nuevamente hay una esfera de influencia rusa en la que es aconsejable que Occidente no intervenga. Esta esfera fue perdida con el colapso soviético de 1989, pero sucesivas torpezas norteamericanas le han permitido a Rusia recuperarla. Alemania, el mayor cliente mundial del gigante gasífero ruso Gazprom, rápidamente entendió el men-saje y quitó su apoyo al proyecto norteamericano de incorporar a Ucrania a la OTAN.

Dadas esas circunstancias, sólo faltaba una “primavera árabe” para consolidar la verdadera primavera, que es la rusa. La situa-ción es cada vez más clara. En una amplia región de la ex Unión Soviética, es Rusia, no Estados Unidos, quien manda. Además, en esa parte del mundo los norteamericanos no son confiables para sus propios aliados, porque no pueden cumplir con su promesa de

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defenderlos. Los errores se pagan. Hoy, para Europa central puede tener más sentido hacer buenas migas con Moscú que con Was-hington.

33. ¿El ocaso de la OTAN?

Lo dicho sugiere que la OTAN puede estar llegando a su ocaso, en el contexto de fuertes tensiones geopolíticas entre Moscú y Was-hington.

Por cierto, cuando a mediados de 2010, Estados Unidos y Ru-sia intercambiaron espías pescados in fraganti mientras realizaban tareas de inteligencia ilegales, quedó claro que, aunque la Guerra Fría terminó hace más de dos décadas, la competencia geopolítica entre ambas potencias sigue caliente. Aunque los días en que los rusos competían por la primacía mundial parecen lejanos, la riva-lidad entre Washington y Moscú se sigue haciendo sentir en varias regiones del mundo, y muy especialmente en Europa.

A lo largo de la mayor parte de su historia, la capacidad militar y de inteligencia de Rusia ha sido muy superior a su poderío eco-nómico. Su economía era muy débil cuando derrotó a Napoleón, y también cuando, al comenzar la Guerra Fría, capturó a Europa central. Esta paradoja, que aun sigue vigente, se debe a que sus aparatos de seguridad interna y su cultura política le permiten re-primir a su propia ciudadanía de una manera impensable en el Occidente actual. Por eso, puede someter a su pueblo a estándares de vida comparativamente bajos, canalizando una proporción más alta de sus recursos hacia sus fuerzas armadas. Para ilustrar el caso basta observar que mientras Alemania es mucho más pode-rosa que Rusia en lo económico, ésta la supera por mucho en lo militar.

Por cierto, Polonia y los países bálticos no temen a Alemania. Temen a Rusia y por eso azuzan a Estados Unidos. A su vez, Ale-mania, más segura de sí misma, no teme tanto a Rusia como a la posibilidad misma de conflicto. Está consciente de que, a lo largo de la Guerra Fría, su territorio estuvo a punto de convertirse en el campo de batalla de una guerra holocáustica entre Rusia y Estados Unidos. Ya fue arrasada en dos guerras mundiales y lo último que quiere es una nueva guerra fría. Hará lo que sea para evitarla, in-cluso oponerse a proyectos expansionistas de Washington.

Eso se vio patentemente desde que, en octubre de 2008, la can-ciller Angela Merkel se reunió con el presidente ruso Dmitri Medvé-dev para discutir la posibilidad de un pacto de seguridad entre Eu-ropa y Moscú por afuera de la OTAN. En la conferencia de prensa posterior, Merkel dijo que su país objeta la eventual incorporación de Georgia y Ucrania a la OTAN, entonces auspiciada por Estados Unidos. Así, reiteraba lo que ya se había insinuado en la cumbre de Bucarest de ese año, cuando el entonces presidente francés, Ni-colas Sarkozy, hizo causa común con su colega alemana contra las aspiraciones de la Casa Blanca.

Al oponerse a Washington en ese tema, Berlín y París intenta-ban mitigar temores rusos expresados por Medvédev cuando señaló que, aunque el Pacto de Varsovia desapareció hace veinte años, la ampliación de la OTAN continúa. Agregó: “Naturalmente, vemos estas acciones dirigidas contra nosotros”. Y como los miembros de la Alianza tienen poder de veto sobre sus decisiones, la oposición de Alemania y Francia obligó a Estados Unidos a interrumpir su campaña.

Por otra parte, Alemania tiene poderosas razones para no irritar al oso ruso. No es que tema una agresión militar, sino que es muy vulnerable a una de las más poderosas armas de Moscú, que ya mencionamos: el uso político del suministro de gas natural. Desde que la URSS colapsó, Rusia utilizó su gas para subsidiar a países adictos de la ex Unión Soviética y para castigar a los que se aleja-ban de su órbita.

A su vez, el castigo de un país como Ucrania, por momentos “rebelde”, a veces conllevó un corte del gas exportado a Europa central. Por ejemplo, una vez que Rusia los sancionó, los deses-perados ucranianos comenzaron a desviar para sí el gas que fluye por su territorio pero que está destinado a países centroeuropeos. Y entonces los rusos decidieron cerrar la canilla, enviando de paso un fuerte mensaje político a Occidente, en especial a Alemania, para recordarle cuán profunda es su dependencia del gas ruso y cuán poco inteligente es seguir a Estados Unidos en su política de cercar a Rusia.

Esta compleja problemática se actualizó a raíz de las conse-cuencias políticas de la catástrofe nuclear japonesa en la remota Fukushima. Merkel optó por acatar las preferencias de su asustado electorado, ecológicamente muy correcto. Anunció que los reacto-res atómicos de su país, que generan casi una cuarta parte de la energía consumida, serán cerrados en forma paulatina, y que hacia

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2022 habrán sido reemplazados completamente por otras fuentes de energía, se supone que renovables.

No obstante, con una sola excepción, en este momento no hay grandes obras en marcha que permitan a Berlín llevar a cabo un reemplazo de tales dimensiones. La excepción confirma la sospe-cha de que, aunque diga lo contrario, Merkel piensa aumentar la dependencia alemana del gas natural ruso, que ya representa el 40% del consumido en Alemania: a fines de 2011 entró en funcio-namiento el gasoducto submarino Nord Stream, que transporta gas natural directamente desde Rusia a través del Báltico.

Para Alemania, el objetivo original del nuevo gasoducto era evi-tar que el recorrido del gas ruso por Ucrania y Bielorrusia prove-yera a Moscú de una excusa para presionarla en forma indirecta, generando ambigüedad política con cortes de suministro. Pero en las circunstancias actuales, un nuevo gasoducto permite aumen-tar las importaciones alemanas, dándole factibilidad a la necesidad electoral de cerrar los reactores nucleares. Simultáneamente, crece la dependencia alemana del gas ruso.

Pero mientras tanto, aunque ahora se hable menos de incor-porar a Ucrania a la OTAN, Estados Unidos sigue adelante con su política de cercar a Rusia. Con la excusa de que hay que defenderse de potenciales ataques misilísticos de Irán o de militantes islamis-tas, desarrolla escudos antimisiles con Rumania y Polonia. Se trata de emprendimientos bilaterales que no se desarrollan bajo el para-guas de la OTAN, de modo que aunque los Estados involucrados son miembros de la Alianza, Alemania no tiene derecho a veto.

Si todo funciona bien, los escudos entrarán en operación en 2015 y 2018, respectivamente. Esta perspectiva vuelve locos a los rusos, porque un sistema que sirve para bloquear misiles iraníes sirve también para interceptar misiles rusos, y si se pueden blo-quear los misiles de un país, se adquiere la capacidad de atacarlo con misiles sin temer un contraataque. En esta esfera, un arma defensiva es también un arma ofensiva. La gran incógnita, enton-ces, es si una Alemania dependiente del gas ruso no entrará en un conflicto político grave con sus socios de la OTAN cuando los es-cudos misilísticos comiencen a funcionar. Y sin Alemania, la OTAN no sería la OTAN.

Por cierto, la Alianza Atlántica cruje. Moscú aduce que si los escudos son realmente contra los islamistas, Rusia debe ser in-tegrada a la red. Estados Unidos se niega, a la vez que Polonia y Lituania, que temen a Rusia, vociferan contra esa posibilidad.

Pero Alemania parece tentada a apoyar a los rusos. Incremen-tando las tensiones internas de la OTAN, Alemania y Francia han comenzado a proveer a Rusia de equipos militares de última ge-neración. Por ejemplo, la empresa alemana Rheinmettal le vende blindajes. Y para desmayo de Lituania, Francia le vende buques de asalto anfibios portahelicópteros. Es decir que mientras Esta-dos Unidos y la “nueva Europa” siguen intentando cercar a Rusia, Alemania y Francia contribuyen a que pueda defenderse mejor... quizás incluso en el ataque.

En verdad, los años podrían estar contados para la OTAN. Lo único seguro es que los espías seguirán yendo y viniendo. Burocra-cias enteras podrán quedarse sin empleo, pero para ellos siempre habrá trabajo.137

34. ¿El fin de la alianza franco-alemana?

Pero más grave que la perspectiva de que la OTAN se desdibuje es que se quiebre la alianza geopolítica entre Alemania y Francia.

Por cierto, desde la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura de seguridad del mundo occidental se basó en el anclaje de Ale-mania Occidental a Europa por vía de dos instituciones, la OTAN y la integración europea. La idea era que el potencial alemán era peligrosamente desestabilizante a no ser que Bonn quedara atado a París por medio de esos mecanismos. Era la manera de evitar la repetición de los procesos que habían conducido a dos guerras mundiales. Pero con la caída de la Unión Soviética, la OTAN perdió significación, a la vez que la unificación de las dos Alemanias au-mentó enormemente el poderío alemán.

Si como resultado de las tensiones económicas que vive la Euro-zona, la alianza franco-alemana termina por quebrarse, es muy probable que el futuro nos depare una alianza entre Berlín y Mos-cú, que desplace aun más a Washington de la política europea.

137 Para esta viñeta, véase Pilar Bonet, “Rusia y EE.UU. realizan el mayor canje de espías desde la guerra fría”, El País, 10 de julio de 2010; Rodrigo Fernández, “Rusia cumple su amenaza de cortar el suministro de gas a Ucrania”, El País, 2 de enero de 2006; Juan Gómez, “Merkel decide adelantar el apagón nuclear en Ale-mania”, El País, 30 de mayo de 2011; “Rumania aprueba un plan para sumarse al nuevo escudo antimisiles de EEUU”, El País, 4 de febrero de 2010; Ricargo Martínez de Rituerto, “Polonia acepta el nuevo escudo antimisiles de Obama”, El País, 22 de octubre de 2009, y Andrzej Wilk, “France and Germany are establishing a closer military cooperation with Russia”, East Week, 29 de junio de 2011.

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En verdad, ambas potencias se complementan muy bien. Alemania necesita los recursos naturales rusos y Rusia requiere la tecnología alemana. Hasta ahora, la envejecida alianza entre Berlín y París ha impedido que esta alianza alternativa fructifique. Pero, ¿hasta cuándo?

Hay que recordar que los destinos transitorios de Alemania y Francia se unieron gracias a la ocupación del Reich posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esa alianza se profundizó con la Comu-nidad Europea del Acero y el Carbón, que integró las industrias alemanas con las francesas. Esa integración prosperó hasta que emergieron primero la Comunidad Económica Europea, luego la Unión Europea y finalmente el euro. Y gracias a estas instituciones, ¡Berlín fue atado a Europa!

Esa fue la intención explícita de los arquitectos del mundo de posguerra, especialmente Estados Unidos, que hizo pública su mo-tivación de anular el peligro alemán a través de la integración de los teutones con sus vecinos. Pero nadie controla la historia, cuya perversidad supera a veces la de los individuos humanos.

Por cierto, como dijimos en forma reiterada, ya en tiempos re-cientes y muy contrariamente a las intenciones de los fundadores de la integración europea, la Eurozona se convirtió en una amenaza para muchos de sus miembros. Emergió incluso la perspectiva de que, a través de mecanismos inéditos, muy diferentes de las con-quistas territoriales del pasado, Alemania se apodere de parcelas de la soberanía de sus vecinos más débiles.

En la crisis actual, éstos son los malsanos incentivos de Berlín para seguir atada a Europa. No parece que de la Eurozona pueda surgir nada bueno. Pero si el proyecto Europa fracasa y Alemania deja de estar comprometida con sus vecinos, es muy probable que emerja un escenario donde resuciten los viejos demonios, aplaca-dos desde 1945. Y con xenófobos partidos de extrema derecha en ascenso por doquier, inevitablemente resurgirá el miedo.

35. ¿Eurocrisis? ¡Se viene el Imperio Alemán!

Dicho esto, corresponde que ahora dirijamos nuestra mirada hacia la crisis de la Eurozona, que es el centro palpitante de los desvelos que tienen en vilo al mundo.

Aunque seguramente también escucharon la otra campana, muchos de nuestros lectores oyeron decir que Grecia y otros países

de la periferia europea acumularon una deuda soberana impagable debido a la irresponsabilidad de sus gobernantes, que por demago-gia apostaron a un estado de bienestar que su economía no podía solventar. Este discurso, que hasta la elección de François Hollan-de en Francia fue el de los “países serios”, remata con sarcasmo: ¡y ahora pretenden que los salven los alemanes! Pero no es eso lo que dicen algunos griegos, ni tampoco muchos críticos de los “países serios”, para quienes la principal responsabilidad sería de los paí-ses fuertes y el principal beneficiario, Alemania.

Según estos críticos, los problemas se remontan por lo menos al Tratado de Maastricht de 1992, cuando los europeos convinie-ron en atarse a una moneda común sin unificar el control de la política fiscal ni el de las finanzas. Al auspiciar un bloque con libre comercio y moneda única en que los miembros compiten sin trabas contra todos los demás, Berlín creó un mercado cautivo para sus propios productos.

Por cierto, Alemania es el tercer exportador del orbe y sus pro-ductos tienen tanto valor agregado que resultan competitivos a pe-sar del alto valor del euro. Durante los primeros años de la Eurozo-na esta asimetría pasó desapercibida porque todos sus miembros crecieron mucho, al son de las bajísimas tasas de interés engendra-das por la ficción de que Europa era un país.

Pero Europa no era ni es un país, y tampoco lo es la Eurozona. En ningún momento se propuso amalgamar electorados, para plas-mar unos Estados Unidos de Europa donde un voto griego valiera lo mismo que un voto alemán para la elección de un único poder ejecutivo. Se propuso, en cambio, un único Banco Central Europeo en el que Alemania pesa infinitamente más que Grecia y toda la periferia europea junta.

Los países de la UE que no aceptaron este engendro, como el Reino Unido y Dinamarca, quedaron bien parados porque mane-jan su propia moneda y tasas de interés. Si tienen problemas de balanza comercial devalúan y a otra cosa. Pero la mayoría de los que aceptaron el euro, Francia incluida, quedaron atrapados en un déficit comercial crónico.

Las tasas bajas de interés de los primeros tiempos sólo fueron posibles por la fortaleza de la economía alemana, pero esto no se percibió en Grecia, Italia, España y otros países. Tampoco lo per-cibieron los banqueros. Esas tasas generaron especulación en la Europa periférica. La gente se endeudaba para comprar propie-dades cuya tasa de apreciación era mayor que la tasa de interés,

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generando una burbuja que tarde o temprano iba a estallar. Eso ocurrió en 2008. Fue parecido pero diferente de lo sucedido en Es-tados Unidos, donde las causas que engendraron la burbuja espe-culativa fueron otras.

Cuando la crisis estalló, las tasas de interés se dispararon en Grecia y otros países débiles de Europa. Los banqueros compren-dieron que la salud de la economía alemana no garantiza la deuda griega. Sobrevino una recesión y un gran aumento del desempleo. A partir de entonces, países como Grecia hubieran necesitado de-valuar su moneda para mantener su nivel de exportaciones y evitar la pérdida de puestos de trabajo. Pero no pudieron hacerlo porque estaban atados a un euro y a un Banco Central Europeo cuyas po-líticas respondían a las necesidades de los países fuertes.

Y así, la brecha entre Alemania y la periferia de la Eurozona se convirtió en abismo. El euro hundió a las economías de los países menos ricos. Sin poder devaluar, sus exportaciones se redujeron, a la vez que, como miembros del mercado común, sus mercados seguían importando productos alemanes competitivos, de alto valor agregado, para lo cual tomaban prestado dinero, principalmente de Alemania.

Las reglas establecidas en la Eurozona no les permiten devaluar, hecho que de facto bloquea sus exportaciones, y las reglas estable-cidas por la Unión Europea no les permiten bloquear importaciones alemanas (o de otros miembros de la UE), hecho que de facto los condena a un déficit comercial crónico. No es tanto que los griegos u otros Estados europeos pobres hayan sido irresponsables, sino que los alemanes tejieron un mecanismo de explotación de la pe-riferia europea por parte del centro. Si fue por casualidad o hubo mala intención es irrelevante desde un punto de vista práctico.

Si la Eurozona se disolviera o si el euro se devaluara, países como Grecia, Portugal, España o Italia se verían más beneficiados que perjudicados. Eso puede ocurrir, pero Alemania hace todo lo posible por impedirlo. La Europa actual está marcada por un pre-dicamento insoslayable: en el largo plazo la Eurozona no puede funcionar a no ser que, a la par de la moneda única administrada por un banco central europeo, haya un solo ministerio de finanzas y un solo electorado.

Si los europeos hubieran querido llegar a eso, la UE sería hoy un solo gran país, con regiones muy ricas y otras más pobres. Pero con el rechazo del Tratado de Constitución Europea en 2005, esa posibilidad se esfumó. Ahora las opciones son el fin de la Eurozona

o una tutela financiera autoritaria por parte de Berlín, ya que Ale-mania es el único país con la fuerza económica necesaria para pro-veer un control. La posibilidad de que Alemania acepte devaluar el euro, para posibilitar las exportaciones de los países más débiles, es casi nula.

Lenta e imperceptiblemente, a pesar de las aprehensiones de sus socios más importantes, como Francia, se fueron plasmando mecanismos financieros que depositan el control financiero de la Eurozona en Alemania, creándose instituciones como el Fondo Eu-ropeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (MEEF). A diferencia de las demás institu-ciones de la UE, en estas instituciones nuevas mandan los alema-nes.

A través de ellas, un país en dificultades tendrá salvatajes a su disposición sin necesidad de recurrir al Consejo de Ministros de la UE: los salvatajes deberán ser aprobados por los alemanes. Gracias a eso, el dinero será más barato y los plazos más largos. Pero a cambio de tanta maravilla, el país receptor deberá abdicar de gran parte de su autonomía financiera, adoptando programas de auste-ridad diseñados por los alemanes.

Obviamente, un desenlace posible es que las tensiones sociales emergentes de tanta austeridad hagan estallar a Europa. Si esas tensiones son controladas, puede ser que al final emerja algo pa-recido al supraestado que se frustró cuando los franceses votaron contra la Constitución Europea. Pero ya no será democrático, por-que la soberanía de los electorados de los Estados más pobres que-dará fuertemente limitada en cuestiones financieras y fiscales. En estas materias, se convertirán en pueblos vasallos.

Así, Alemania se encamina a convertirse otra vez en una autén-tica gran potencia, con tutelaje sobre otros países europeos y con inmenso poder geopolítico, algo que no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial. Estará en condiciones de auspiciar lo que le guste y de impedir lo que no le guste, so pena de expulsar de la UE a un país que transgreda sus normas.

Por cierto, aunque por ahora nadie puede echar de la UE a un Estado miembro, en marzo de 2010 el ministro de finanzas ale-mán, Wolfgang Schäuble, afirmó que esa regla deberá cambiar. Y en 2011 el ministro de Economía alemán, Philipp Roesler, sugi-rió que todos los Estados de la Eurozona deberán imponer límites constitucionales a sus deudas.

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Esta propuesta avanzó en marzo de 2012 con la firma del Pac-to Fiscal Europeo (Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gober-nanza en la Unión Económica y Monetaria), firmado por todos los miembros de la Unión Europea excepto la República Checa y (¡una vez más!) el sagaz Reino Unido.

El Tratado entrará en vigencia cuando doce Estados de la Euro-zona lo hayan ratificado. Y a más tardar un año después de su entrada en vigencia, los miembros que lo hayan ratificado estarán obligados a sancionar leyes que obliguen a que los presupuestos nacionales estén acordes con los ingresos fiscales de cada país. Los Estados con una deuda total inferior al 60% de su PBI no podrán tener un déficit fiscal superior al 3% del PBI, y aquellos cuya deuda supere el 60% no podrán tener un déficit de más del 0,5% de su PBI.

El complejo Tratado incluye muchos otros criterios que limitan la capacidad de endeudamiento de un Estado. El compromiso sue-na razonable pero no lo es, por lo menos para el bloque del euro, porque lo convenido está en el marco de un Banco Central Europeo cuya política monetaria seguirá siendo desfavorable para los países cuyas exportaciones tengan poco valor agregado.

Ejemplifiquemos: si Grecia pudiera ajustar el valor de su mo-neda a sus necesidades, sería muy razonable exigirle el equilibrio fiscal que estipula el Pacto. Pero no le está permitido. El valor del euro está establecido por el Banco Central Europeo, según las ne-cesidades de la “locomotora” de Europa, Alemania. Que el euro esté sobrevaluado para las necesidades de las economías más pobres (y más chicas), que así no pueden exportar, no modifica las políticas del BCE.

En esas circunstancias, el Pacto Fiscal Europeo equivale a un vasallaje. Obsérvese que el Reino Unido, que no es miembro de la Eurozona y por consiguiente puede ajustar el valor de su mo-neda en forma independiente, sería el tipo de Estado para el cual este pacto fiscal sería muy “razonable”. ¡Pero aún así, no lo acepta! Grecia, Portugal, España, Italia, Irlanda y otros tantos países de la periferia de la Eurozona lo aceptan porque ya están sojuzgados al tutelaje de un imperio con sede en Berlín.

Por cierto, poco a poco, la Eurozona se ha venido convirtiendo en un nuevo Imperio Alemán, aunque limitado a lo financiero, ya que Estados Unidos mantiene una presencia militar sobrecogedo-ra en toda Europa, Alemania incluida. Paralelamente, en el extre-mo oriental de Europa, Rusia reconstruye su campo hegemónico,

condicionando incluso a la propia Alemania, dada la dependencia de ésta del gas natural ruso. Moscú usa ese recurso para ejercer influencia geopolítica, y Berlín empleará su poder financiero con el mismo propósito, cada cual frente a un conjunto diferente de países.

Y así como Ucrania y Bielorrusia ya están otra vez en una zona de influencia política rusa, con escasa capacidad de virar a Occi-dente, es muy probable que Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, junto a varios países del Este europeo, se conviertan en pro-vincias financieras de Alemania.

Mientras tanto, Inglaterra y Francia se preguntan desconcerta-das: ¿quiénes somos?

Pero afortunadamente, no todas las tendencias auguran ese in-feliz destino. La elección de François Hollande en Francia agravará las tensiones con Alemania, a la vez que genera cierta esperanza de que haya una salida a su tiranía financiera. Conservadores como el italiano Mario Monti y el español Mariano Rajoy ya están más cerca del socialista Hollande que de la conservadora Angela Merkel. Enhorabuena. Aunque las consecuencias económicas de la caída de la Eurozona serían muy graves, su consolidación sería siniestra.

Esto se ve claramente cuando consideramos que las frustra-ciones propias de esta crisis están engendrando partidos políticos extremistas en varios países. Preguntémonos: si el Banco Central Europeo hubiera devaluado el euro hace varios años para asegurar que no sólo las maquinarias alemanas sino también las aceitunas griegas se pudieran exportar, ¿hubiera el partido neonazi griego, Amanecer Dorado, ganado dieciocho escaños parlamentarios en las elecciones de junio de 2012?

El demencial partido, que propone minar la frontera greco-turca, nunca antes había tenido legisladores. Su máximo dirigente, Niko-laos Michaloliakos fue arrestado varias veces por delitos violentos, incluyendo atentados con bombas en Atenas. Es un defensor de la dictadura de los coroneles (1967-74) y de su uso de la tortura. A su vez, las tácticas de su partido son las mismas que las de los nazis de otros tiempos. Aterrorizan a inmigrantes, izquierdistas y perio-distas; propinan palizas a maestros; han infiltrado clubes de fútbol e introducido en Grecia la violencia barrabrava.

Por cierto, de todos los partidos de extrema derecha de Europa, Amanecer Dorado es el más extremo: tal el diagnóstico del 17 de mayo de 2012 del famoso diario de Internet, el Huff Post. ¡Es ma-temático! La derecha europea más extrema florece en el país más

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explotado por el sistema del euro. De la misma manera, en otra era, el nazismo surgió en Alemania como reacción a las penurias económicas engendradas por el abusivo Tratado de Versalles, que fue el colofón de la Primera Guerra Mundial. El país más explotado es el más extremista.

Pero el extremismo no sólo florece en la pobre Grecia sino tam-bién en la rica pero atribulada Francia, donde en junio de 2012 el xenófobo Frente Nacional regresó a la Asamblea Nacional por pri-mera vez desde 1986. Con sus 22 años, Marion Maréchal Le Pen, sobrina del fundador del partido, se consagró como la diputada más joven de Francia. Y en la primera vuelta electoral de abril de ese año, ese partido fascista cosechó casi el 18% de los sufragios. Con casi seis millones y medio de votos, su candidata presidencial, Marine Le Pen, hija del fundador del movimiento, entró tercera, precedida sólo por François Hollande y Nicolas Sarkozy.

Al igual que durante la década del ’30, la crisis está destruyendo tejidos sociales y engendrando extremismo.

PARTE VII

El mundo que está naciendo

36. El alivio amarillo138

Sin embargo, lentamente, la peligrosa dinámica engendrada entre Washington, Moscú y Berlín se verá en parte eclipsada debido a la emergencia de un nuevo gran actor que parece salido de la otra cara de la Luna. Nos referimos, por supuesto, a la República Popu-lar China. La decadencia económica del mundo occidental parece tener en China su principal beneficiario.

Ya segundo PBI del mundo, en pocos años será el primero. La comparación de sus parámetros actuales con los de Estados Uni-dos no podría ser más elocuente. El déficit fiscal norteamericano alcanzó 497.800 millones de dólares en 2010, y más de la mitad de esta cifra corresponde a su déficit bilateral con China, que en 2010 alcanzó los 273.070 millones. Desde el punto de vista de Washing-ton, lo único positivo es que la economía china crece tan rápido que las importaciones de ese origen deberán, necesariamente, crecer, quizás neutralizando el enorme desequilibrio. Según las progresio-nes, el mercado consumidor chino pronto será el segundo más im-portante del mundo. Los chinos comprarán cada vez más, de modo que el desequilibrio comercial bilateral sino-norteamericano quizás se vaya cerrando a medida que China se haga más y más poderosa.

Pero la situación se complica si consideramos la acumulación de valores del Tesoro norteamericano en poder del gobierno chino, que es el mayor poseedor de deuda estadounidense del planeta. Hacia fines de 2010 los haberes chinos en títulos norteamericanos eran superiores a 1,1 billón de dólares, en el sentido castellano de “billón” (o sea, 1,1 millón de millones, lo que equivale a 1,1 tri-llones estadounidenses). Si los chinos súbita y masivamente in-tentaran cambiar estos haberes en dólares por su equivalente en

138 Véase Carlos Escudé, “China y la inserción internacional de la Argentina”, Documento de Trabajo N° 462, Universidad del CEMA, junio de 2011.

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otras divisas, para Estados Unidos sería como una bomba atómica financiera.

Pero los chinos no hacen esas cosas. Según parece son respon-sables. Aunque desde fines de 2010 se sacan de encima títulos norteamericanos, lo hacen a cuentagotas. Las dos economías están tan entrelazadas que una venta masiva de títulos estadounidenses en poder de los chinos dañaría casi tanto a éstos como a los nor-teamericanos mismos.

En el plano geopolítico, las dos superpotencias son competi-doras. Así como Estados Unidos recela la creciente penetración china en América latina, a los chinos no les gusta nada que los norteamericanos actualicen sus pactos de seguridad con Japón, India, Vietnam o Mongolia. Por caso, un convenio que permite a los estadounidenses emplazar en Japón un portaviones nuclear con misiles antimisiles Patriot ha producido resquemores en Beijing. Simétricamente, desde Washington se mira con recelo la formación de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), una espe-cie de contraparte asiática de la OTAN cuyas lenguas oficiales son el chino y el ruso. En ella militan seis miembros plenos y cuatro observadores. Entre éstos está Irán. Cuando Estados Unidos se postuló como observador fue rechazado.

Sin embargo, incluso en esta delicada esfera, la cooperación pa-rece a veces un destino compartido. Por ejemplo, cuando en 2006 el mundo se enteró, alarmado, de que Corea del Norte había detonado un artefacto nuclear, los chinos comprendieron que la proliferación es peligrosa para todos, y en su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se avinieron a votar sanciones contra su díscolo vecino.

No deja de ser auspicioso. A pesar de que el principio de “jamás asumir un papel de liderazgo” es una de las casi canónicas “seis re-comendaciones” del realismo periférico de Deng Xiaoping, que son casi obligatorias para la cultura política china, Beijing lentamente asume las responsabilidades de una superpotencia que cuida el orden mundial. Su papel de Estado contestatario, disconforme con el statu quo internacional, ya es cosa del pasado.

Por otra parte, aunque China seguramente va a desplazar a Es-tados Unidos del primer lugar en la economía mundial, y a pesar de que, para las economías principales de América del Sur, ya es en un socio más importante que Washington, hay un plano en el que el predominio global de Washington no podrá ser disputado por mucho tiempo: el militar.

En verdad, más allá de las inquietudes expresadas por los in-formes cuatrienales del Departamento de Defensa de los Estados

Unidos (que parecen inspirados en la creencia de que el predo-minio militar es un derecho natural de Washington), es un hecho irrefutable que ningún país tiene, ni remotamente, la red global de alrededor de 900 bases e instalaciones militares que Estados Uni-dos mantiene en forma oficial en 46 países y territorios, ocupando unas 322.000 hectáreas en las que se erigen unos 26.000 edificios y estructuras. En este plano, la estructura del orden interestatal ni siquiera es multipolar: es unipolar. El creciente poder militar chino habilita a Beijing a defender su territorio y sus rutas globales de abastecimiento, pero Estados Unidos es el único país del orbe que posee la capacidad ofensiva de atacar a cualquier otro, y esta reali-dad no se va a alterar en un futuro previsible.

Por lo tanto, la China es un socio interesante para Suramérica: una superpotencia económica, pronto la primera del mundo, que no puede amenazarla militarmente. Esta ventaja se potencia para el caso de aquellos países que, como Argentina, Brasil y Chile, tie-nen economías que se complementan con la de China.

Aunque nuestro país deberá cuidarse de los chinos porque siem-pre existen intereses en conflicto entre los Estados, y es una regla universal que el poderoso intentará aprovecharse del débil, para la Argentina parece preferible una interdependencia asimétrica con Beijing que una dependencia absoluta frente a Washington.

Por cierto, los chinos necesitan nuestros productos, y por eso, nos necesitan. Nosotros necesitamos más de su mercado de impor-taciones que ellos de nuestras exportaciones, es cierto, pero nos necesitan. En cambio, los yanquis no necesitan nuestros produc-tos, y eso quiere decir que no nos necesitan.

En verdad, en el caso argentino los cambios que se vislumbran son beneficiosos: la pérdida de hegemonía económica por parte de Washington implica el desplazamiento de un país que casi nunca le aportó nada bueno a Buenos Aires y muchas veces le propinó gra-ves daños. Lo suplanta un país que necesita de algunos de nues-tros productos y que nunca tuvo malas relaciones con nosotros.

Para la Argentina, podría comenzar una nueva era histórica.139

139 Sobre las relaciones sino-argentinas, véase Eduardo Daniel Oviedo, Historia de las relaciones internacionales entre Argentina y China, 1945-2010, Buenos Aires, Dunken 2010; Jorge Eduardo Malena, “China and Argentina: Beyond the Search for Natural Resources”, en Adrian H. Hearn y José Luis León-Manríquez, China Engages Latin America: Tracing the Trajectory, Boulder y Londres: Lynne Rienner, 2011; y Mariano Turzi, “The Soybean Republic”, Yale Journal of International Affairs, primavera-verano de 2011.

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37. China y la paranoia norteamericana

Como dijimos, China marcha aceleradamente hacia el primer pues-to en la economía mundial. Su creciente poder económico le per-mite avanzar también en otros terrenos. Esto engendra grandes resquemores en Estados Unidos, porque aunque en teoría los nor-teamericanos son capitalistas defensores de la competencia, hay un ámbito en que no están acostumbrados a tener competencia: el del predominio militar global.

Un ejemplo de inquietud proveniente de las más altas esferas es el pensamiento del Gral. Bantz J. Craddock, Comandante del Co-mando Sur de los Estados Unidos, una especie de procónsul nor-teamericano para América latina. En su testimonio del 9 de marzo de 2005 ante el Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes de su Congreso, dijo a los legisladores que en el año anterior (que fue el de la visita del presidente Hu Jintao a Ar-gentina, Brasil, Chile y Cuba), China había anclado en nuestra re-gión el 50% de sus inversiones de ultramar. Subrayó que la depen-dencia china de la economía global, sumada a su nuevo poder, la induce a una nueva estrategia militar de proyección internacional para proteger su acceso a los mercados de alimentos, energía y ma-terias primas. Citando el “Libro blanco de estrategia de defensa” de la República Popular China, observó que Beijing busca adquirir la capacidad militar necesaria para proteger sus rutas de navegación. Aunque reconoció que estos planes todavía no constituyen amena-zas, dijo que Estados Unidos debe tenerlos muy en cuenta a la hora de planificar su propia estrategia hacia nuestra parte del mundo.140

Su preocupación es exagerada, pero se ancla en datos que no deben ignorarse. Considérese que dos de los cuatro puertos situa-dos estratégicamente a la vera del Canal de Panamá están contro-lados por una empresa china de Hong Kong, Hutchison Wampoa.141 Se trata de una gran empresa que opera en 45 países y que ganó

140 “Posture Statement of General Bantz J. Craddock, United States Army, Com-mander United States Southern Command, Before the 109th Congress House Ar-med Services Committee”, 9 de marzo de 2005. Disponible en http://armedservices.house.gov/testimony/109thcongress/FY06%20Budget%20Misc/Southcom3-9-05.pdf.

141 Véase Juan Gabriel Tokatlián, “A View from Latin America”, en Riordan Roett y Guadalupe Paz (comps.), China’s Expansion into the Western Hemisphere: Implica-tions for Latin America and the United States, Washington DC, Brookings Institution, 2008.

una concesión de 25 años para la administración de los puertos de Balboa (en el Pacífico) y Cristóbal (en el Atlántico).142

A esto se suma el hecho de que la marina de guerra china ya po-see más submarinos que la rusa, y se calcula que en la próxima dé-cada se convertirá en una armada cabalmente bi-oceánica, convir-tiéndose en la única en el mundo que compartirá esa condición con la norteamericana. La suya es una estrategia naval complementada por satélites y misiles, y centrada en el sigiloso submarino nuclear de ataque clase Song. Recientemente, durante un momento de ten-sión en el Estrecho de Taiwan, submarinos chinos rodearon un portaviones norteamericano sin que la poderosa nave los detectara. Al darse a conocer, los sumergibles chinos enviaron al mundo un elocuente mensaje acerca de su capacidad militar.

No sorprende entonces que en el Informe Cuatrienal de 2006 del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, se afirme que China es el país que más posibilidades tiene de competir militar-mente con la hiperpotencia norteamericana. Y en el Informe Cua-trienal de 2010 se expresa aún mayor inquietud por una supuesta falta de transparencia acerca de los objetivos de su expansión y modernización militar.143

Los chinos están conscientes de que despertar inquietudes en Estados Unidos no les conviene, y es por eso que su diplomacia se esfuerza por enfatizar que lo último que quieren es disputarle a ese país su “patio trasero” (una expresión usada sin falso pudor por analistas chinos dedicados a estas cuestiones). Pero esa cautela retórica no altera sus planes: Beijing está decidida a ser una gran potencia mundial y legítimamente necesita de ese “patio trasero” para proveerse de alimentos y materias primas, sin los cuales no tendrá seguridad. Por eso, sus vínculos con nuestros países avan-zan a paso redoblado en todos los ámbitos, incluido el militar.

Un buen ejemplo es el programa sino-brasileño de desarrollo y lanzamiento conjunto de satélites para el monitoreo de recursos te-rrestres, conocido como CBERS. El programa se inauguró en 1999 con el lanzamiento del satélite CBERS-1 y se actualizó en 2003 con el CBERS-2. En 2007 se lanzó el más avanzado CBERS 2-B y se es-pera que los satélites CBERS-3 y 4 sean lanzados en 2013 y 2014.

142 The Brookings Institution, Proceedings (minutas) de la reunión del 30 de abril de 2008 acerca del libro China’s Expansion into the Western Hemisphere: Implica-tions for Latin America and the United States, Washington DC.

143 U.S. Department of Defense, Quadrennial Defense Review Report, 2010, y Quadrennial Defense Review Report, 2006, Washington D.C.

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Los cohetes empleados son chinos (denominados “Long March”) y se lanzan desde una base china, correspondiendo el 70% de la fi-nanciación a China y el otro 30% a Brasil.

Estos fueron los antecedentes del “Acuerdo Marco de Coopera-ción Técnica para el Uso Pacífico del Espacio Ultraterrestre”, sus-cripto en 2004 entre Argentina y China durante la visita del pre-sidente Hu Jintao. Allí China expresa su disposición a proveernos servicios de lanzamiento, componentes satelitales y plataformas de comunicación. En 2005 se avanzó con la firma de un convenio de asesoría técnica para la fabricación de satélites, y en 2010 comen-zó a estudiarse la posibilidad de que una antena satelital para el programa espacial chino sea instalada en la Argentina. En teoría, este tipo de equipo facilitaría un (muy improbable) ataque chino contra satélites de terceros países (léase norteamericanos). Digno es de señalarse que, en 2007, la China destruyó uno de sus propios satélites con un misil, demostrando su capacidad para ese tipo de acción bélica y encendiendo algunas luces de alarma.

De similar proyección potencial es la cooperación entre China y la empresa argentina INVAP (de propiedad conjunta de la Comisión Nacional de Energía Atómica y la provincia de Río Negro). Hay un contrato entre China e INVAP, en sociedad con empresas rusas, húngaras y alemanas, que data de 2003. El interés demostrado por INVAP de parte de la República Popular China llega al punto de que, durante su viaje de 2004, el presidente chino Hu Jintao visitó su sede en San Carlos de Bariloche. En esa ocasión el gobierno chi-no se comprometió a comprar reactores nucleares argentinos para la producción de neutrones de baja energía.

Otra cuestión que inquieta a los sectores más paranoicos en Estados Unidos es la penetración alcanzada en la Argentina por las empresas chinas de telecomunicaciones, Huawei y ZTE. Su despegue comenzó a partir de la crisis de 2001, cuando las em-presas norteamericanas comenzaron a retirarse. Inevitablemente, los incentivos estratégicos acordados por el gobierno chino, que no tienen paralelos en Estados Unidos, permiten aprovechar oportuni-dades que un capitalismo de mercado puro desaprovecha.

Huawei, una empresa privada, se ha expandido por varios otros países de nuestra región, incluyendo Brasil y Venezuela. Una de sus ventajas es ser una proveedora principalísima del Ejérci-to Popular de Liberación, que es el brazo armado del Partido Co-munista Chino y el ejército más grande del mundo, con alrededor de tres millones de personas. A través de su tutelaje, Huawei ha

establecido redes de telecomunicaciones militares en todo el terri-torio chino. Como consecuencia, fue distinguida por el gobierno de su país como “campeón de la nueva tecnología”, un galardón que le da acceso privilegiado a créditos multimillonarios que facilitan su expansión internacional. Es así como funciona el complejo militar-industrial chino.

En el caso de la expansión de estas empresas en el hemisfe-rio occidental, lo que algunos sectores norteamericanos temen es que, en combinación con tecnología satelital, sus equipos sean uti-lizados para el espionaje y la guerra informática contra Estados Unidos. Por cierto, la doctrina militar china oficialmente declara que la guerra informática es una manera efectiva de neutralizar asimetrías de poder militar. Y para más datos, según un trabajo de 2005 de la conservadora Heritage Foundation, China y Brasil han cooperado en el desarrollo de satélites espía.144

Aunque la paranoia norteamericana no se justifica, lo cierto es que la marcha china hacia el primer puesto parece imparable. La democracia norteamericana y el capitalismo de mercado se prestan mucho menos al planeamiento estratégico que la autocracia y el capitalismo dirigido por el Estado. Como dijo al Wall Street Jour-nal el presidente de Petrobras, José Sergio Gabrielli de Azevedo, en 2009: “Los Estados Unidos tienen un problema. No hay nadie en el gobierno norteamericano con quien podamos sentarnos para discutir el tipo de cosas que discutimos con los chinos”.

Por cierto, en comparación con la China, Estados Unidos opera como un gigante descerebrado.

38. China y Estados Unidos: condenados a cooperar

En la viñeta anterior describimos la penetración china en América latina y la preocupación norteamericana frente a la presencia de este gigante extraño en su “patio trasero”. Pero la paranoia de sec-tores norteamericanos ultraconservadores no debe conducirnos a conclusiones equivocadas. A pesar de la competencia entre ambos países, y no obstante las percepciones de amenaza que se plasman en las clases dirigentes de una super potencia veterana cuando emerge una nueva gran potencia, Estados Unidos y China se ne-cesitan mutuamente. Como consecuencia, el orden internacional

144 Ibídem.

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en 1989, los vínculos entre ambos se multiplicaron. Con el ingreso de China en la OMC, en 2001, la disposición a la cooperación del gigante asiático quedó firmemente establecida.

Por cierto, en 1980, un año después del establecimiento de re-laciones diplomáticas plenas, el intercambio total entre Estados Unidos y China era de apenas 5.000 millones de dólares, mientras en 2010 ascendía a 456.800 millones. O sea que en tres décadas el comercio se multiplicó noventa y un veces. En el presente, Es-tados Unidos es el principal socio comercial de la China, a la vez que ésta es el segundo socio más importante de Estados Unidos, después del vecino Canadá. Un crecimiento del comercio bilateral de esta magnitud es la más segura señal de que, a pesar de las competencias, rivalidades y recelos que también caracterizan a sus relaciones, se trata de dos países que se necesitan mutuamente. Entre ellos, es casi forzoso que impere la paz.

tiene, a pesar de todo, un importante margen de estabilidad. Este es un hecho que se desprende de la historia de las relaciones sino-norteamericanas en décadas recientes.

La trayectoria de la novísima República Popular China está an-clada en la Guerra Fría. La guerra civil que desgarró a la China milenaria, dividida entre comunistas y nacionalistas, desembocó en la creación de la nueva república en 1949. La isla de Taiwán fue el único territorio que quedó bajo el poder de la derrotada facción nacionalista, y China quedó dividida en dos. Estados Unidos reco-noció al régimen capitalista de la isla como legítimo representante de la China histórica, hasta que en 1972 Richard Nixon llegó a la conclusión de que ésa era una política negadora de la realidad: los comunistas habían ganado la guerra civil, creando una potencia nuclear a la que no se podía ignorar.

Desde ese momento prevaleció la cooperación entre Washington y Beijing. Consintiendo a una exigencia estratégica del régimen co-munista, los norteamericanos reconocieron que hay una sola Chi-na, no dos. Después de todo, en aquel entonces ese principio se reconocía en ambos márgenes del Estrecho de Taiwán: cada cual decía que el suyo era el legítimo gobierno de la única China, y que el régimen vigente en la costa opuesta correspondía a separatistas subversivos. De un pragmático plumazo, los norteamericanos le negaron a Taiwán la representación que hasta entonces le habían reconocido, haciendo la única salvedad de que el futuro de la isla debería decidirse a través de negociaciones pacíficas.

Así, Taiwán pasó a ser una anomalía: un no-país con el que se comercia como si fuera un país, y al que se está dispuesto a defen-der de un posible intento de absorción forzosa por parte de Beijing, pero que tarde o temprano está condenado a desaparecer porque hay una sola China. Esa es la esencia de la ley norteamericana de relaciones con Taiwán, parte indispensable del paquete de recono-cimiento de la China comunista, que se consumó en 1979. Como tantas otras veces en la historia de las grandes potencias, quedó flotando la impresión de que la traición es esencial al ejercicio del poder, tal como sugerimos en la conjetura de nuestro Introito.

Mientras tanto, desde 1978 el Partido Comunista Chino venía implementando las reformas económicas de Deng Xiaoping, que acotaron el margen de intervención del Estado en la economía, am-pliando el papel de las fuerzas del mercado. Con ese incentivo, a partir del reconocimiento diplomático la cooperación sino-norteame-ricana aumentó en forma sostenida. Con el fin de la Guerra Fría,

REFLEXIONES FINALES de Carlos esCudé

De la división internacional de los roles morales

A lo largo de estas viñetas hemos transitado por una gran diversi-dad de asuntos mundiales, excluyendo intencionalmente la región latinoamericana para evitar sesgos ideológicos y etnocentrismos in-voluntarios.

Aunque nuestros contenidos fueron principalmente descriptivos y de difusión, verificamos, como presumimos en el Introito, que la Gestalt compuesta por recorridos amplios y múltiples como los que aquí acometimos permite inferir generalizaciones a partir de datos particulares.

Nuestra propuesta inicial fue poner a prueba la siguiente hipó-tesis de orden politológico y antropológico:

“La lógica del poder casi siempre triunfa porque sólo quienes la cultivan alcanzan la fuerza necesaria para modelar las so-ciedades y sus políticas internas y externas. Dicho en términos más abstractos, la inevitable división del trabajo viene acom-pañada por una división de los criterios morales. Ceteris pari-bus, los débiles tienden a ser más morales, a la vez que, para conservar su poder, los fuertes deben ser disimuladamente más amorales”.

La mayor parte de nuestras viñetas tiende a consolidar esta conjetura. Tanto el comportamiento de las potencias occidentales frente al resto del mundo, como el de potencias emergentes como Rusia y China, y el de las organizaciones de la cultura islámica (es-pecialmente en su vertiente más extrema, la “islamista”), parecen confirmar que la “amoralidad política” (definida operacionalmente en nuestro Introito) es un requisito funcional para la construcción y mantenimiento del poder.

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Sin embargo (y tal como también supusimos en el Introito), la correlación entre amoralidad y consolidación del poder no es lineal. Nuestras viñetas sobre los fraudes de Wall Street, y sobre el auspi-cio del extremismo islamista realizado por Washington en su com-petencia con la Unión Soviética, ilustran casos de una amoralidad excesiva que resultó autodestructiva para el propio poder.

En el caso de Wall Street, la corrupta codicia de las dirigencias desbarató todas las consideraciones (no menos amorales) sobre el interés nacional norteamericano en el ámbito financiero. Y en el caso del narcoterrorismo auspiciado por la CIA en Afganistán, nos encontramos ante un caso en que la total ausencia de principios de una superpotencia engendra un Frankenstein. Éste no sólo termi-nó destruyéndole las Torres Gemelas, sino que desató un choque de civilizaciones que puede resultar mortífero para Occidente como un todo.

Mal que nos pese, sin embargo, el análisis parece sugerir que, desde la perspectiva del balance de costes y beneficios, el límite de la amoralidad política aconsejable para un Estado está dictado por un cálculo, también amoral, acerca de las consecuencias negativas de algunos excesos de amoralidad.

En otras palabras, las observaciones de Maquiavelo tienen tanta vigencia para nuestros tiempos como para el cacareado Renaci-miento en que le tocó vivir. El lujo de sentirse virtuosos es patrimo-nio exclusivo de los débiles. Sirve de consuelo. Nietzsche redivivo.

El malestar de las naciones

Las oscuras reflexiones precedentes nos obligan a unas palabras finales respecto de la estructura institucional de la sociedad de las naciones. Un malestar embarga al mundo. Es la aflicción por la legitimidad del orden. ¿Cuál es el principio que debe pautar lo que se aprueba como bueno y lo que se condena como malo en las re-laciones entre pueblos y Estados? ¿Cuál es el principio que debe ordenar estas relaciones?

¿Debe ser "universalista", en el sentido de reconocer el derecho de todas las culturas y regímenes a contribuir por igual a estable-cer normas? ¿Debe ser "realista", en el sentido de admitir que las diferencias de poder entre Estados hacen inevitable la desigualdad de potestades en la administración del orden? ¿O deben rechazarse ambos criterios, optándose por un "idealismo" que acote lo legítimo a aquello que una ética democrática tiene por bueno?

El criterio tradicional y popular es el universalista. Privilegia la soberanía y autodeterminación de los Estados reconocidos. Su es-tandarte es la regla "un Estado, un voto". La Liga de las Naciones lo adoptó desde su fundación, en 1919, y actualmente rige en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Muchos lo consideran “democrático”, aunque esa caracteriza-ción es cuestionable. ¿Es democrático que la República de las Islas Marshall, que tiene 68.000 habitantes, tenga el mismo voto que la India, que tiene más de 1200 millones? Gracias a la regla de “un Estado, un voto”, el ciudadano de las Islas Marshall tiene más de 17.000 veces más poder de voto que uno de la India. ¿Es eso de-mocrático?

Ninguna organización internacional basada en semejante crite-rio puede ser efectiva. El hombre es un bicho. La India se mata de risa frente a la idea de que diez mini-estados como las Islas Mars-hall tengan diez veces más poder de voto que sus 1200 millones de habitantes. Y es por eso que la Asamblea General se parece más a un club de debates que a una organización cuya legislación forja el orden mundial.

¿Qué se debe hacer entonces? ¿Ponderar el voto de los Estados en proporción a su población? Tampoco eso, porque países con el poder de Rusia o Estados Unidos no aceptarían jamás que naciones con el mismo número de habitantes pero sin ningún poder econó-mico o militar tengan el mismo peso que ellos en el orden mundial. Esta objeción parece injusta desde el punto de vista democrático, pero reiteramos que el ser humano es un bicho, y un bicho pode-roso no se deja gobernar por una constelación de bichitos insigni-ficantes.

Es por eso que, cuando se firmó la Carta de las Naciones Uni-das en 1945, primó un criterio realista a la hora de establecer un Consejo de Seguridad con cinco miembros permanentes dotados de poder de veto. El criterio no fue demográfico, sino de poder. La ONU se convirtió así en una organización en la que conviven dos principios de legitimidad: el universal (de “un Estado un voto”), y el realista (que reconoce mayor autoridad a los poderosos). El criterio universal impera en una Asamblea General que no tiene potestad para hacer la guerra. El criterio realista, en cambio, impera en un Consejo de Seguridad que puede hacerla, siempre que uno de los cinco poderosos no la vete.

Este oligopolio respondió a una lógica de hierro. Si se quería fundar una organización interestatal que evitara una nueva guerra

cArlos escudé - mAcArenA sAbio mioni176 reflexiones finAles 177

mundial, y existía un pequeño grupo de países cuyo poderío podía destruir el mundo, el organismo debía reconocer un poder de veto de jure a las grandes potencias que, de facto, podían desbaratar cualquier decisión de la mayoría. Había que construir una organi-zación que partiera del respeto por las asimetrías de poder, para que los poderosos pudieran sentarse a la mesa sabiendo que sus intereses no serían amenazados. Quizá de esta manera, se razonó, podría evitarse un apocalipsis nuclear.

Es este tipo de razonamiento el que puede ayudarnos a com-prender cómo funciona el mundo. En situaciones como las que nos inquietaron a fines de 2012, de hostilidades militares entre Gaza e Israel, es ocioso rasgarnos de vestiduras por las razones de es-tricta justicia que inspiraron a una u otra parte. En las relaciones entre Israel y Gaza, que están encorsetadas por Estados Unidos, sólo puede mandar el poder. Israel podría aniquilar a Gaza, pero los gazatíes se sacan las ganas lanzando cohetes contra Tel Aviv y Jerusalén porque suponen que, por una cuestión de relaciones públicas (es decir, poder blando), Estados Unidos no va a permitir que los israelíes masacren a los gazatíes.

Estas son realidades que están más allá del bien y del mal. El hombre es la única materia prima que tenemos para plasmar el orden mundial. Y el idealismo, que parte de la premisa de que el hombre es moralmente superior a un bicho, no puede ser efectivo.

En la historia mundial ha habido algunas intentonas de cons-truir el orden con un criterio más idealista, pero fracasaron es-truendosamente. Además, no siempre lo que se presenta como idealista lo es en realidad. Woodrow Wilson, por ejemplo, presiden-te de Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial, quería que el mundo fuera "más seguro para la democracia" y que la Liga de las Naciones fuera un concierto de democracias, excluyendo a las dictaduras.

Según los adeptos a esa línea, el criterio universalista de “un Estado un voto” vacía de contenido a la legitimidad, porque pone a los despotismos más terribles en un pie de igualdad con las demo-cracias. En las relaciones entre los Estados, arguyen, la verdadera democracia no radica en el universalismo de “un Estado, un voto” sino en la vigencia de los valores democráticos

La propuesta de Wilson no prosperó. La Liga incluyó a las dic-taduras más infames, como la de Hitler. Después vinieron la Se-gunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, en las que primó el rea-lismo más descarnado. Pero con el colapso de la Unión Soviética estas ideas resurgieron, y grupos influyentes en Estados Unidos y

Europa abogan por refundar algo parecido a las Naciones Unidas, excluyendo de ellas a las dictaduras.

El resurgimiento de la propuesta llegó al más alto nivel político bajo el influjo del presidente Bill Clinton y su secretaria de Esta-do, Madeleine Albright. En 2000 ésta lanzó en Varsovia una orga-nización intergubernamental, la Comunidad de Democracias, que aspira a operar como bloque en las Naciones Unidas para defender principios frecuentemente traicionados.

En su versión más extrema, que es la del llamado “Proyecto Princeton”, el objetivo estratégico es reemplazar a la ONU por un “Concierto de Democracias”. La propuesta, suscripta por acadé-micos, políticos y hombres de Estado norteamericanos, parte de la premisa de que mientras en las Naciones Unidas se acepten re-gímenes de toda laya, se seguirán produciendo aberraciones como la elección, en 2003, de la totalitaria Libia de Muamar Gadafi para presidir la Comisión de Derechos Humanos.

Los autores del proyecto arguyen que si no hay un criterio se-lectivo en la membrecía, eso es lo que puede engendrar el principio “un Estado, un voto". Según estos críticos “idealistas”, la participa-ción de un gran número de países autoritarios en la ONU conspira contra la vigencia de las libertades cívicas en el mundo. Convierte la Comisión de Derechos Humanos en un circo. La democracia en-tre Estados estaría opuesta a la verdadera democracia, que sería la de los derechos humanos individuales. Norteamericanos prestigio-sos de ambos partidos políticos, suscriben estas ideas.

¿Pero qué ideas debemos apoyar nosotros, los sudamericanos? El principio universalista no funciona porque, en la práctica, con-vierte a las Naciones Unidas en sociedad de debates. El principio realista no nos gusta, porque legitima el dominio de los poderosos. ¿Nos dejamos seducir entonces por esta zanahoria idealista, que excluiría a los “malos” de las Naciones Unidas?

Sería una linda propuesta, si no fuera porque serían siempre los más poderosos quienes decidirían quienes son malos y dicta-toriales, y quienes son buenos y democráticos. La superpotencia que consintió en las prácticas narcoterroristas de su central de inteligencia sería quien mayor peso tendría decidiendo quién es de-mocrático y quién no lo es.

No hay solución.

Respetable lector: el ser humano es un bicho.