quiero ser como shevchenko

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Page 1: Quiero ser como Shevchenko

42 interviú 10 de julio de 2006

LOS HABITANTES DEIVANKOV (UCRANIA),VECINOS DE LA PLANTANUCLEAR, VIVEN ENTRELA RESIGNACIÓN Y ELABANDONO

Viven a menos de 40 kilómetros de la centralde Chernóbil, en zona contaminada, en elpueblo que sirvió de refugio a los primerosevacuados tras el accidente nuclear. A los ve-cinos de Ivankov, en Ucrania, les prometieronde todo, pero hasta el hospital se quedó amedias. Además de la radiación, el vodka seha convertido en la otra plaga. Los niños sue-ñan con ser como el jugador de fútbol AndreiShevchenko, el ‘Beckham’ ucranio.

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LA MIRADA DEL ORFANATO

a hierba está crecida y desigual.El balón, de costuras reventonas,rueda paralelo al río Teteriv. Ser-gei Lyzhov va a trompicones si-guiendo una línea que sólo él ve.Centra a ciegas. Yuri remata sin

compasión. Una tormenta veraniega dicta elpitido final. En las afueras de Ivankov (po-blación ucrania de 11.000 habitantes) mandalo frondoso y verde. Una escena normal si nofuera porque estamos a menos de 40 kilóme-tros de la central nuclear de Chernóbil, en lazona que el 26 de abril de 1986 recibió el pri-mer impacto de la nube radiactiva.

Sergei Lyzhov tenía dos años cuando unfallo en el reactor número cuatro lanzó alambiente más de 200 toneladas de materialradiactivo. Su padre era miembro del Parti-

do Comunista de la URSS.Vivía lejos, pero se despla-zó a Ivankov para ayudar.Fue uno de los liquidado-res, el contingente de me-dio millón de trabajadoressoviéticos, voluntarios oforzados, que casi a pechodescubierto trabajaron en laconstrucción de la funda decemento del reactor y en elcontrol inicial de la situación. Se establecióuna zona muerta de alta contaminación de30 kilómetros a la redonda. “Trabajó y ayu-dó mucho, pero cinco años después, en el91, empezó a sentirse mal, tenía muchos do-lores, le temblaban los brazos, se rascabacontinuamente… al final murió”. No fue el

único, muchos de los liquida-dores fallecieron prematura-mente o quedaron tocados depor vida. Iban sin casco ni tra-jes especiales a enfrentarsecon la radiación, se expusierona entre 250 y 500 milisievert,cuando la dosis máxima admi-sible es de 5 milisievert al año.

Sergei trabaja soldando es-tructuras metálicas por 100

euros al mes, un sueldo más que normalen las zonas rurales de Ucrania. Ahora letoca ir a ver a su mujer y a su hija, una ni-ña de tres añitos que sufre una parálisisen la pierna, el brazo y el ojo izquierdos.“¿Que si la enfermedad de mi hija tieneque ver con la central nuclear?”. Sergei

L

43www.interviu.es interviú

[Texto y fotos: Alberto GAYO ][email protected]

■ El hospicio de Ivankov alojaa medio centenar de niñas y

niños. Muchos de ellostuvieron que ser separados de

sus progenitores por malostratos, abandono o problemas

con la justicia. Casi la mitadsalieron el pasado 26 de juniocon destino a España, donde

pasarán dos meses de verano.

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cola sólo les impide comer setas o animalesde caza. Lo paradójico es que a las miles depersonas que residen en Ivankov y su radiode acción el Gobierno les sigue ingresando

los 50 céntimos de euro mensuales para ad-quirir comida sana, sembrada y recogidafuera de las zonas contaminadas.

Aún peor es la falta de inversiones. Laúnica forma de ganar un poco más de dine-ro es trabajar en la zona muerta, en la ciu-dad fantasma de Pripiat –la que se levantópara albergar a los trabajadores de la cen-tral nuclear– y en la propia instalación,donde cientos de paisanos se dedican a la-bores de seguridad, limpieza, control yotros menesteres. “Aquí no quiere invertirnadie, no se construye, no hay industria,todo está abandonado, no hay subvencio-nes…; entre los muertos y los que se hanido hemos pasado de ser casi 50.000 per-sonas a poco más de 30.000”, explica Ya-roslav, antiguo trabajador de la central.

Vova, Yuri, Irina, Valentina, Larisa, Luba,Nadia, Olaksandre, Artem, Alona se agol-pan frente a un antiguo televisor. Popeye elmarino acaba de salvar, una vez más, a Oli-via. Medio centenar de niños, entre los cin-co meses y los 14 años, pasan los días en el

orfanato. La mayoría fueron arrebatados aunos padres convertidos en maltratadores.La falta de futuro y el vodka –auténtica pla-ga de la comarca– habían convertido en un

infierno la vida de los pequeños. “Aquí lle-gan con piojos, sin ropa, con enfermedades–explica Galina Korolchuk, la directora–; aun chico su padre le tenía encadenado. Y lopeor es que cuando crecen repiten lo quevieron, dejan los estudios y se dedican a be-ber y a maltratar. Poco futuro hay paraellos”. Galina no disimula las lágrimas.“Lo más importante es que salen de la zonacontaminada, luego está la alimentación yla salud. Vuelven con más vitaminas, conotros niveles físicos que les inmunizan fren-te a resfriados… pero quizá lo que a mí másme importa es que están en familia, se ha-cen a la idea de lo que es un ambiente fami-liar, observan por primera vez lo que es elcariño de un padre o una madre”, comentaGalina sobre los niños que viajan a España.

A diario, los niños ven en la televisión yen carteles la cara de Andrei Shevchenko, eljugador de fútbol ucranio que vestirá estatemporada la camiseta del Chelsea inglés. Éles su héroe, el Beckham ucranio.

Antes de irse, Sergei Lyzhov reclamanuestra atención. “Eh, buenas –dice en unentonado castellano–, estuve en Canals, enValencia, cuatro años, era un niño deChernóbil, me encantaban la playa y lapaella. El 14 de junio, cuando España ga-nó a Ucrania 4-0, llamé a mis amigos y lesdije: «Os quiero, pero sois unos cabrones.Esto no acabará así»”.

no responde, sólo vuelve a recordar lahistoria de su padre.

En abril, los ucranios homenajearon a losmuertos, 9.000, según la OMS, y casi100.000 para organizaciones ecologistas in-ternacionales. El presidente Víktor Yúshen-ko, ganador de las elecciones tras la revolu-ción naranja de 2004, aseguraba: “Este pe-dacito de tierra es sagrado y nuestra tareaserá convertirla en una zona de desarrollo”.

En Ivankov y las decenas de aldeas querodean la instalación nuclear (más de 30.000habitantes) nadie se lo cree. “Aquí siguemuriendo mucha más gente de la que nace.Hay muchos infartos y el 70 por ciento delas enfermedades que se tratan afectan alcorazón. Hay once veces más casos de cán-cer de tiroides. Todas las enfermedades es-tán conectadas con la catástrofe, pero lascarencias siguen”, cuenta Sergei Vasiliev,director del centro hospitalario de Ivankov.

A sus 37 años, tiene que pasar diariamen-te por un edificio fantasma, el nuevo hospi-tal que prometieron las autoridades soviéti-cas y cuya construcción se paralizó a los po-cos años de haberse iniciado. Aquí un médi-co sobrevive con 200 euros mensuales, quepueden llegar a 400 para los cirujanos. “Asíque el tiempo libre que nos deja el hospitallo dedicamos a sembrar patatas, a mantenerun pequeño huerto de autoabastecimiento, alograr un sobresueldo”, explica Olga, sumujer y también médico.

En urgencias está la doctora Lubov.Veinticinco años en el servicio por 1.000grivnas al mes (apenas 200 euros). “Hastala caída de la URSS enviaban muchos me-

dicamentos; después del 91 todo se quedóen nada y veinte años después necesitamosde todo”, asegura Lubov. Nadie quiere sa-ber nada del comunismo, pero ahora tam-bién se sienten olvidados.

Aunque algunos organismos pronuclea-res han intentado minimizar las consecuen-cias, científicos y ecologistas coinciden enque el cáncer de tiroides sigue en aumento,

como los abortos involuntarios; casi la mi-tad de los nacidos cuyas madres se expusie-ron a la radiación en la gestación tienen de-ficiencias en su desarrollo mental, y las en-fermedades cardiovasculares son muy co-munes. En la zona muerta viven alrededorde 500 personas diseminadas, la mayoríaancianos que no tienen donde ir. Cultivansus huertos sin más reparos. La alerta agrí-

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Alina Melovska todavía se acuerda de sus ami-gos de orfanato. Allí ha pasado la mitad de sus

siete años. Hoy es un día grande, sale hacia Espa-ña para pasar el verano. El sabor de la sopa de fi-

deos, del pollo y de los huevos con patatas le ponenerviosa. La familia Duro, de Guadalajara, vuelve aacogerla y ahora luchará por que se quede un añoa estudiar en la capital alcarreña.

Alina no sufre, por ahora, una enfermedad rela-cionada con el escape nuclear, pero su familia viveen la zona contaminada, su padre está preso porun asunto de drogas, viven ocho personas en doshabitaciones y su madre, gitana, no tiene dondecaerse muerta. Por eso, las autoridades arrebata-ron hace cuatro años a Alina de los brazos de sumadre y la enviaron al orfanato. Desde hace me-ses vive otra vez con su familia, en una pequeñacasa en el centro de Ivankov. Los responsables deAfan (Asociación Familiar de Ayuda a un Niño),ONG española que desde 1995 ha ayudado a másde 1.500 niños de la zona, quieren comprobar có-mo es el entorno de Alina. A las afueras del pue-

blo, en una aldeílla, vive suabuela. En una especie de cha-bola de ladrillo y uralita nos reci-be sentada junto a la puerta.Con casi noventa años, miradesconfiada mientras se oyenruidos en la otra habitación. Unhombre, que resulta ser tío de

Alina, sale con los ojos encharcados y balanceán-dose. Se siente el vodka. La anciana alquila camasa otros enganchados al alcohol para que duermanla mona. Alina le saluda y se acabó la visita.

EL VIAJE DEALINA

■ Alina pasatemporadas encasa de suabuela, en unaaldea a lasafueras deIvankov.

“EN ESTA ZONA NADIE QUIERE INVERTIR, NO SE CONSTRUYE, NO HAY SUBVENCIONES”, DICE YAROSLAV, UN ANTIGUO TRABAJADOR DE LA CENTRAL

250 NIÑOS DE CHERNÓBIL PASAN EL VERANO EN ESPAÑA

■ Sergei Lyzhovacaba de

terminar sujornada de ocho

horas comosoldador por100 euros al

mes. Abajo, ladoctora Lubov,

que lleva 25años en elservicio de

urgencias delpueblo ucranio.

A la derecha,una de las

calles con eltípico coche

Lada.

SOBREVIVIR EN IVANKOV

QUIERO SER COMOSHEVCHENKO

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