¿qué nombre le vamos a poner?

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1 ¿QUÉ NOMBRE LE VAMOS A PONER? —Estamos a punto de foquearnos. —No. Prometimos entregar pasado mañana la puesta en escena y no podemos darle más largas. Si aplazamos, el peligro inminente es convertirla en telenovela. —¿Peligro? Imagínate los millones en regalías. —¡No jodás! Podríamos hacer la adaptación para un largo, ¿pero, telenovela? —¿Qué?, ¿muy de quinta? —No exagerés. A ver, Santiago, se supone que nos devoramos varios tratados de dramaturgia, como para terminar convirtiendo a Ernesto en Cristian Esteban de los no sé qué, y a Susana en María de los Ángeles, o cualquier esperpento similar. —¿Qué tal estos dos? Tanto estudio de dramática para nada. Están escribiendo una mil veces contada historia de amor. No demoran en ponerse a discutir sobre las voces narrativas y así van a estar hasta altas horas de la noche. —No, cuando Santiago escribe no se interesa en altas horas de la noche. Menos con Elena. Seguramente está pensando en aquélla. —O en la otra o en la de más allá. Nosotros no creo que podamos discutir. —No van a definir nunca lo de ellos. —Eso, ni en sueños.

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Cuento Autor: Adriana Villamizar CeballosCuento publicado en Relatos del sur.

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¿QUÉ NOMBRE LE VAMOS A PONER?

—Estamos a punto de foquearnos.—No. Prometimos entregar pasado mañana la puesta en escena y no podemos darle más largas. Si aplazamos, el peligro inminente es convertirla en telenovela.—¿Peligro? Imagínate los millones en regalías.—¡No jodás! Podríamos hacer la adaptación para un largo, ¿pero, telenovela? —¿Qué?, ¿muy de quinta?—No exagerés. A ver, Santiago, se supone que nos devoramos varios tratados de dramaturgia, como para terminar convirtiendo a Ernesto en Cristian Esteban de los no sé qué, y a Susana en María de los Ángeles, o cualquier esperpento similar.

—¿Qué tal estos dos? Tanto estudio de dramática para nada. Están escribiendo una mil veces contada historia de amor. No demoran en ponerse a discutir sobre las voces narrativas y así van a estar hasta altas horas de la noche.—No, cuando Santiago escribe no se interesa en altas horas de la noche. Menos con Elena. Seguramente está pensando en aquélla.—O en la otra o en la de más allá. Nosotros no creo que podamos discutir.—No van a definir nunca lo de ellos.—Eso, ni en sueños.—Sólo a Santiago se le ocurre ponerse a pensar en millones y en televisión. —Pues sí. Se juntaron para escribir una anquilosada obra de teatro de tres actos, y hasta con la curva aristotélica. No les interesa en lo más mínimo innovar.—A mí me gusta lo que llevan escrito.

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—En mi parecer, tiene una mirada demasiado femenina.—¿Algún problema con eso?—¡Señora!, no vaya a poner en mis labios palabras que no he pronunciado. Escúchelos y verá.

—A ver, ¿qué tenemos en claro? La historia es de Susana, una mujer adulta que encuentra el amor de los quince cuando los demás piensan que está a punto de su sepultura.—Además lo arriesga todo por Ernesto. Aunque lo sabe muy bien: sólo van a estar juntos uno o dos meses. Exagerando.—Sí. Ya las arandelas y los berenjenales son el otro enredo.—¿Y al fin qué nombre le vamos a poner?—Eso nos va a tocar a cara y sello.—Ahora viene el otro problema: ¿quién va a ser la voz narrativa?

—Se lo dije…—La noche puede ser larga y tomar otro rumbo, ¡quién sabe!—De aquí a cuando definan hasta dónde va el primer acto, el segundo…—El clímax y el desenlace… También me sé el orden. Aunque mi mirada puede ser demasiado femenina.—Perdón…Arandelas, nombres, años, sexos, las voces narrativas o el lugar donde los ubiquemos. Santiago, da lo mismo que vos le des la importancia a alguien de llamarse Ernesto, y que yo, Elena, llame Susana al personaje de nuestra historia. El problema, "nuestro problema", ¿lo escuchás bien? No, no me escuchás porque si escucharas lo que estoy pensando, pues… pues. Nada. La cuestión en cuestión es que llevamos más de seis meses trabajando y vos ni por equivocación te querés enterar. Estoy a punto de derretimiento total. Quisiera mandar todo al carajo y en una de estas tardes abalanzarme encima de vos.

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—¿Qué pasó, Elena? ¿No te convence?—No, para nada. Estaba pensando en los conflictos que va a sortear. Susana vive el momento hasta lo más hondo y le da un vuelco a su vida. —¡Eso es! Aunque al final pierda a Ernesto. La conclusión es que valió la pena arriesgarse.—Sí, por amor. Como siempre.—La otra cuestión es el tono. La ruptura le duele como un putas. ¿Se nos puede convertir en el recontramelodrama?—Vos, fresco. El tono lo siento más por el lado de una pieza. Nora en Casa de Muñecas, pero viuda. Lo que vos decís es obvio, no va a ser fácil disimularlo y más en ese mundo de apariencias en el que Susana ha vivido.—Sí, eso de la edad es tenaz. No estamos hablando de un hombre mayor y una mujer joven. Todo lo contrario.

No, lo complicado va a ser inventarme algo para esta noche. María Claudia me tiene enfermo con su, “mi vida, ¿ya vas a acabar?”. Me tiene mamado. ¿Qué le invento? Que voy a seguir trabajando con Elena hasta tarde. Ésta me hace el cuarto. ¡Campeón! Eso es, fijo se las sabe todas o se las inventa.

—¿Y entonces? ¿Qué pensás si tenemos un narrador en la tras escena?—¿Qué?—No, mijo, ¿dónde andás? ¿Te lo adivino? ¿Qué vas a inventar para volártele a María Claudia?—¡Qué verraca! ¿Te incorporaron lector de pensamientos?—A ratos se activa. Ya sé: llevátela a cine o a comer. Hacés el show de cansancio porque trabajamos todo el día y mañana tenés que madrugar. La dejás durmiendo y así te podés ir a donde querás.—¡Campeón!—No tiene nada de original. Varios me la han hecho, pero canciona.

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Sí, claro, te debo parecer inteligentísima. Para lo que me sirve. ¿Dónde mantenés la cabeza, Santiago? Para rematar me toca novia o novias a bordo. Les abro la puerta con sonrisa perfecta incluida, ¡y qué tal!, como decís vos. No te falta sino la olímpica: “tú eres la hermana que siempre quise tener, mi partner”. Ni se te vaya a ocurrir decirlo, porque te juro que te mando por la ventana. Al fin y al cabo lo único que puede pasar es que te partás una pierna.

—Me gustaría más que el narrador estuviera entre el público. Tampoco es muy original, pero ese distanciamiento nos puede servir para alejarnos del melodrama.—De acuerdísimo.—¡Ya sé, Santiago! Como un locutor de radio novela. Así, todo circunstancial.—¿Estás hablando en serio? ¿Se nos convirtió en farsa entonces?

—¡A veces exageran tanto con su intelectualidad!—Sospecho que se les va a acabar pronto.—No me diga que está notando un leve acercamiento.—Con cada carcajada se van acercando más.—¡Es puro invento suyo!—¿Apostamos? De hoy no pasan.

A ver, campeón. Aterriza. ¿Es o no es? ¿Estoy con la imaginación alborotada o Elena hoy me está mirando distinto? No, qué tal. Elena puede acabar fácilmente con mi donjuanismo chapineroaltuno. Aunque va siendo hora de agarrar juicio, Elena exterminaría mi adorable libertad en cinco minutos. Me conoce al revés y al derecho. Como ella dice, tiene algo de brujita. A mí me encanta, pero mejor me hago el bobo.

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—Déjame hacer una llamadita y arreglo esto en par segundos, ¿Bueno?—Voy al baño mientras.

¡No voy a quedarme para escuchar una tierna conversación! Siempre que paso por aquí es lo mismo, ¿cuándo Santiago? ¿Decíme cuándo vas a tender la cama? No, eso ni lo pensés ni lo digás Elena, pero sí, y qué: "en esa cama, un día, al menos un día voy a pasar la noche y la madrugada". ¡Ja, con interjección y qué tal! Soñar, definitivamente no cuesta nada y "es más barato", como dice un amigo mío. Mejor, como dice el otro, ya van muchos cigarrillos y muchos tintos amargos pero nada que hablamos de amor, de nosotros dos. ¿En qué habrá quedado con la intensa María Claudia?

—¿Qué?, ¿podemos trabajar un rato más?—Sí. Hoy vamos a acabar. Está decidido.—¡Qué maravilla!—A ver, el primer acto termina en el tremendo polvazo que se echan.

Encima de todo, llevamos estos seis y tortuosos meses hablando de tremendos polvazos liberadores, lógico, todos en la ficción.

—El final del segundo acto es cuando aparece Marcela.—No sé si está entrando muy tarde. Marcela es el nudo, la razón por la que Ernesto y Susana no van a continuar.—Entonces es definitivo. ¿Se va a echar para atrás?, ¿a pesar de estar encoñadísima con el man?—¡Santiago!—Perdón. Perdoncito.

No entiendo cómo se muere de la risa con todas mis vulgaridades y payasadas, cómo es de, ¿qué es? ¿Intuitiva? ¿Inusitada? ¿Cuál será la palabra?

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—El narrador puede entrar a escena a decir con voz así toda traumatizada, "ha llegado la antagonista".—"La que los pondrá a llorar".—Reguero de tomates y huevos en el proscenio. Ya, pongámosle seriedad a esto, Santiago.

—Seriedad es lo que viene. ¿Y ésta? ¡En la tras escena hace su aparición, Marcela, la bella y durmiente antagonista!—¿De qué me perdí?—Apreciada compañera de montaje, parece que están a punto de borrarla de la lista.—¿Cómo así? Sin mí no hay obra. Además, estoy aquí porque ellos me llamaron. No ando como ustedes entrometiéndome en donde no debo estar. —Nuestros dramaturgos quieren solucionar sus pendientes. —A mí no me sacan así como así.—Aquí viene la estocada de Santiago…

—¿Cuál era el diálogo pendiente de Susana?—Cuando le pregunta a Ernesto qué siente por ella.—Exacto. Elena, ¿por qué no me lo preguntas? Sin rodeos.—¿Qué? A ver, stop. Esperáte un momentico devuelvo la película. ¿Entendí bien? ¿Me lo estás preguntando a mí?—Aunque ni yo me lo crea.—No te metás en problemas.—¡Ya, qué!—Si vos querés… Yo también.—Nada perdemos con probar.—Te podés meter en serios problemas.—Quédate callada un minuto para hacer lo que me corresponde.

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—Pues sí. Entonces lo que te corresponde: vení, me das un beso.—Te doy un beso o mejor, varios.

—Finalmente.—Se están sobreactuando. ¿Y si llega María Claudia?—Él le dijo que les habían adelantado la entrega.—Escuché un pedazo de la llamada. La mandó a freír espárragos. —Ahí está. El problema no es con nosotros tres. Que lo resuelvan ellos.—No estoy de acuerdo, Ernesto. Si bien es cierto que somos caracteres e imitamos al hombre en la ficción inventada por ellos, tenemos derecho a reclamar, ¿o no?—Ay, Marcela, no hace más que dormir y ahora viene a enredar la pita. Venga al palco preferencial a ver la no ficción de esta noche.—Que se sobreactúen entonces.

—Quiero un gato.—Ay, me parecen nefastos.—Se va a llamar Rocamadur.—Uy, no. Eso es un lugar común.—Para lo que me importa.—Después. Eso lo resolvemos después.

Adriana Villamizar Ceballos

Nace en Cali, Valle del Cauca, en 1964. Es comunicadora social, guionista, docente, máster de guión y magíster en escrituras creativas. Se declara culpable, de querer estar en función de cine continua, de tener en la entrada de casa dos maletas de viaje, una para el invierno y otra para el verano, que la esperan en cualquier lugar para entretejer historias, y de hilvanar relatos para ser narradora interminable de maravillas. 

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