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¿QUÉ ES FILOSOFÍA? José Ortega y Gasset Volumen VII, Obras completas, Alianza Editorial-Revista de Occidente, Madrid 1983 Versión informatizada por R. Lucas Lucas Todos los derechos quedan reservados Alianza Editorial-Revista de Occidente, sobre cuyo texto se ha realizado esta versión digital. Lecciones IX -XI

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¿QUÉ ES FILOSOFÍA?José Ortega y Gasset

Volumen VII, Obras completas, Alianza Editorial-Revista deOccidente, Madrid 1983

Versión informatizada por R. Lucas LucasTodos los derechos quedan reservados Alianza Editorial-Revistade Occidente, sobre cuyo texto se ha realizado esta versión digital.

Lecciones IX -XI

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LECCIÓN IX (1)

[El tema de nuestro tiempo.nUna reforma radical de lafilosofía.nEl dato radical del Universo.nYo soy para el mundo yel mundo es para mí.nLa vida de cada cual.]

Hoy tenemos delante de nosotros tarea grave, grave dentrosiempre de la atmósfera jovial y deportiva que debe respirar todafilosofía si quiere ser en serio filosofía y no pedantería.Necesitamos hoy más que nunca aguzar nuestros conceptos,tenerlos buidos, limpios y desinfectados porque nos van a servir deinstrumentos para practicar una operación quirúrgica. Estos díasúltimos hemos revivido con toda lealtad y en su mejor pureza lamagnifica tesis idealista inspiradora de la modernidad, en la cualtodos, directa o contrariamente, hemos sido educados y que aúnconstituye el régimen vigente en la cultura humana. A1 dejar ensuspenso la realidad del mundo exterior y descubrir la realidadprimordial de la conciencia, de la subjetividad, el idealismolevanta la filosofía a un nuevo nivel, del cual ya no puededescenderse, so pena de retroceder en el peor sentido de la palabra.El realismo antiguo que parse de la existencia indubitada de lascosas cósmicas es la ingenuidad filosófica, es la inocenciaparadisíaca. Toda inocencia es paradisíaca. Porque el inocente, elque no duda, malicia ni sospecha se encuentra siempre como elhombre primitivo y el hombre antiguo, rodeado por la naturaleza,por un paisaje cósmico,

________________(1) Viernes, 10 de mayo

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por un jardínny esto es paraíso. La duda arroja al hombre delParaíso, de la realidad externa. ¿Y dónde va este absoluto Adánque es el pensamiento cuando se ve arrojado del Cosmos? No tienedonde meterse, tiene que agarrarse a sí mismo, meterse en símismo. Del Paraíso, que es la atención a lo externo, propia delniño, va al ensimismamiento, a la melancolía del joven. La EdadModerna es melancólica y toda ella, más o menos, romántica. SanAgustín, que fue el primer romántico, formidable, gigantesco entodo, es la ingenuidad filosófica (1) . Sean los que sean nuestrosdesignios y nuestros intentos de innovación y progreso filosófico,ha de entenderse que no podemos retroceder del idealismo alrealismo ingenuo de los griegos ni de los escolásticos. Aquí vieneegregiamente el lema de los soldados de Cromwell. Vestigia nullaretrorsum. Vamos más allá del idealismo, por tanto, lo dejamos anuestra espalda como una etapa del camino ya hecho, como unaciudad en que hemos ya vivido y que nos llevamos para siempreposada en el alma. Nos llevamos el idealismo, es decir, loconservamos. Era un peldaño en la subida intelectual: ahoraponemos el pie en otro que esta encima del idealismo y no debajode él. Pero, a este fin, necesitamos someterlo a quirúrgicaoperación. En la tests idealista, el yo, el sujeto, se traga el mundoexterior. El yo se ha hinchado ingurgitando el Universo. El yoidealista es un tumor: nosotros necesitamos operar una punción deese tumor. Pro-_______________

(1) San Agustín fue el primer romántico, formidable, gigantesco en todo,

inclusive en su romanticismo, en la capacidad de angustiarse, de atormentarse

a sí mismo, de picotearse el propio pecho con su curvo pico de águila imperial

cató1ica y romana. ¡A Adán paradisíaco sucede gemebundo Adán ensimismado!

Y es curioso recordar que, en efecto, según el Génesis cuando Adán y Eva son

desterrados del jardín, lo primero que descubren es sus propias personas. Caen

en la cuenta de sí mismos, descubren la existencia de su ser y sienten vergüenza

porque se encuentran desnudos. Y porque se descubren así se cubren con pieles.

Noten ustedes: aquí el cubrirse es consecuencia inmediata del descubrirse. Por

lo visto, cuando el hombre encuentra su conciencia, su subjetividad, comprende

que ésta no puede existir a la intemperie, en contacto con lo exterior, como la

roca, la planta, el bicho, sino que el yo humano lo es porque se separa del

contorno, se cierra frente a él. El yo es ser encubierto, íntimo, y el traje es el

símbolo fronterizo entre lo que yo soy y lo demás. Pero he dicho que aquí el

cubrirse es consecuencia inmediata del descubrirse. He d icho mal. Entre lo uno

y lo otro se intercala otra cosa. Adán, al descubrirse, se avergüenza de sí mismo,

porque se avergüenza se cubre. Lo que es inmediato , una y misma cosa con

descubrirse, es avergonzarse. ¿Que significa esto? ¿Es la vergüenza, en serio,

la forma como se descubre el yo, es la auténtica conciencia de sí mismo? [La

nota antecedente fue omitida en el Curso.]

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curaremos emplear la más exquisita pulcritud y toda la asepsiarecomendable. Pero era necesaria la intervención. El yo estabamuy malo, muy enfermonde puro irle bien. Para el griego el yo eraun detalle en el Cosmos. Por eso Platón no usa casi nunca lapalabra ego. A lo sumo, dire €€€€€, nosotros, esto es, lacolectividad social, el conjunto público de los atenienses, o bienel grupo menor de los fieles a su Academia. Para Aristóteles elyo-alma es como un manon€€ €€€€nque palpa el Cosmos, seamolda a el para informarse de él, mano implorante de ciego quese desliza entre las cosas. Pero ya en Descartes asciende el yo alrango de primera verdad teorética y al hacerse mónada en Leibniz,al cerrarse en sí y segregarse del Cosmos grande, se hace unmundito íntimo, un microcosmos y es, según Leibniz mismo, unpetit Dieu, un microteos. Y como el idealismo culmina en Fichte,en el también toca el yo el cenit de su destinony el yo es, lisa yllanamente, Universo, todo. El yo ha gozado de una carrerabrillante. No podrá quejarse. No puede ser más. Y, sin embargo,se quejany se queja con razón. Porque al tragarse el Mundo el yomoderno se ha quedado solo constitutivamente solo. Parejamente,el emperador de China, por su propio rango supremo, estáobligado a no tener amigos, que sería tener igualesnpor eso uno desus títulos es el de "hombre solitario". El yo del idealismo es elEmperador de la China de Europa. El yo quisiera, en la medidaposible, superar su soledad aun a costa de no ser el todo; es decirque, ahora, lo que quiere es ser un poco menos para vivir un pocomásnquisiera cosas en torno distintas de él, otros yo diferentes conquienes conversar, es decir, tú y él y, sobre todo, ese tú, el másdistinto de mí, que es el tú que es ella o, para el yo de ella, el túque resulta ser él. En suma, el yo necesita salir de sí mismo, hallarun mundo en su derredor. El idealismo ha estado a punto de cegarlas fuentes de las energías vitales, de ahogar totalmente los resortesdel vivir. Porque casi ha conseguido convencer al hombre, enserio, es decir, vitalmente de que cuanto le rodeaba era sóloimagen suya y él mismo. Como por otra parte, la mente primaria,espontánea e incorregible sigue presentándonos todo eso comoefectiva realidad distinta de nosotros, era el idealismo una terca ytenaz marcha a redropelo de la vida y era un insistente, pedagógicohacernos constar que vivir espontáneamente era, por su mismaesencia, padecer un error, una ilusión óptica. Ni el avaro podríadarse el gusto de seguir siendo avaro si creyera, en efecto, que lapieza de oro era sólo la imagen de una pieza de oro, es decir, unamoneda falsa; ni el galán seguiría enamorado de una mujer si en

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verdad se convenciese de que no era tal mujer, sino una imagensuyanun fantôme d'amour. Otra cosa no sería amor sino amarse,autoerotismo. Precisamente, al convencernos de que la mujeramada no es como la creíamos, sino sólo una imagen generosa quenos habíamos formado, se produce en nosotros la catástrofe de ladesilusión. Que esto no son exageraciones, que hasta esos detallesdel vivirny el vivir se compone sólo de detallesnha penetradocorrosivamente el idealismo desvitalizando la vida, es cosa que atener más tiempo yo intentaría probar a ustedes.

Pero ahora tenemos inminente ante nosotros la difícil tareade abrir el vientre al idealismo, liberar al yo de su exclusivaprisión, de proporcionarle un mundo en torno, de curar en loposible su ensimismamiento, de intentar su evasión. E quindiuscimmo a riveder le stelle. ¿Cómo puede volver a salir el yo desí mismo? ¿No es esto recaer en la ingenuidad antigua? A estorespondo, por lo pronto, que nunca sería un volver a salirnporqueel yo ingenuo de la antigüedad no había salido de sínpor lasencilla razón de que su ingenuidad consistía precisamente en queno había entrado nunca en sí. Para salir hay que haber estadodentro. No es esto ni sólo una perogrullada ni sólo un juego depalabras. El yo, hemos visto, es intimidad: ahora se trata de quesalga de sí conservando su intimidad. ¿No es esto contradictorio?Pero, como hemos llegado en este ciclo de lecciones a la sazónvendimial y de las cosechas, se nos viene a las manos oportunocuanto en los días anteriores cultivamos. Así, esa contradicción nonos asusta, porque sabemos ya que todo problema es unacontradicción bicorne que se nos planta delante, una contradicciónque aparece. En vez de limarle el doble cuerno agresivo, fingiendoque no hay tal contradicción, la formulamos con toda su fiereza,como buen toro de casta que es tal problema: el Yo es intimidad,es lo que esta dentro de sí, es para sí. Sin embargo, es preciso que,sin perder esa intimidad, el yo encuentre un mundo radicalmentedistinto de él y que salga, fuera de sí, a ese mundo. Por tanto, queel yo sea, a la vez, íntimo y exótico, recinto y campo libre, prisióny libertad. El problema es para asustar a cualquiera y si anunciéque iba a practicar una operación quirúrgica, más parece que voya sufrir yo un riesgo tauromáquico.

Por supuesto, cuando se dice que necesitamos superar elidealismo, que el yo se lamenta de vivir recluso, que el idealismo,un día magnífico excitante de la humanidad, puede llegar a sernocivo a la vida, no ha de entenderse que reproches tales sonobjeciones contra la tesis idealista. Si esta fuese últimamenteverdadera, es

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decir, si no arrastrase dificultades teóricas en su propio interior, apesar de esos reproches seguirla el idealismo invulnerado einvulnerable. Los deseos, los anhelos, la necesidad vital misma deque la verdad fuese otra se estrellarían contra la inteligencia, nollegarían a ella. Una verdad no es verdad porque se la desea; perouna verdad no es descubierta si no se la desea y porque se la desease la busca. Queda, pues, inmaculado el carácter desinteresado eindependiente de nuestros apetitos propio a la verdad, pero no esmenos cierto que tal hombre o tal época llega a ver tal verdad envirtud de un interés previo que la mueve hacia ella. Sin esto nohabría historia. Las verdades más inconexas caerían sobre la mentedel hombre en imprevista perdigonada y éste no sabría que hacercon ellas. ¿De qué le hubiera servido a Galileo la verdad deEinstein? La verdad sólo desciende sobre quien la pretende, quienla anhelaba y lleva ya en sí preformado el hueco mental donde laverdad puede alojarse. Un cuarto de siglo antes de la teoría de larelatividad se postulaba una física de cuatro dimensiones y sinespacio ni tiempo absolutos. En Poincare esta ya el hueco dondeEinstein se ha instalado ncomo el propio Einstein hace constar atoda hora. Con sentido escéptico y para desprestigiar la verdad sedice que el deseo es padre de la verdad. Esto es, como todo elescepticismo, un perfecto absurdo o contrasentido. Si se desea unadeterminada verdad, se la desea si es, en efecto, verdad. El deseode una verdad trasciende de sí mismo, se deja atrás a sí mismo yva a buscar la verdad. El hombre se da perfecta cuenta de cuandodesea una verdad y cuando desea sólo hacerse ilusiones, es decir,cuando desea la falsedad.

Decir, pues, que nuestra época necesita, desea superar lamodernidad y el idealismo, no es sino formular con palabrashumildes y de aire pecador lo que con vocablos más nobles ygraves seria decir que la superación del idealismo es la gran tareaintelectual, la alta misión histórica de nuestra época, "el tema denuestro tiempo". Y al que pregunte malhumoradamente o congesto desdeñoso ¿por qué nuestro tiempo ha de innovar, cambiar,superar?, ¿por qué ese afán, ese prurito de lo nuevo, de modificar,de hacer modas?ncomo se ha dicho tantas veces contra mínresponderé que en esta o la próxima lección vamos, con tantasorpresa como evidencia, a descubrir que todo tiempo,rigorosamente hablando, tiene su tarea, su misión, su deber deinnovaciónnmás aún, mucho más aúnnque literalmente hablando"tiempo no es, en ultima verdad, el que mide los relojes", sino quetiempo esnrepito que literalmententarea, misión, innovación.

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Intentar la superación del idealismo es todo lo contrario queuna frivolidadnes aceptar el problema de nuestro tiempo, esaceptar nuestro destino. Vamos, pues, a la faena de luchar connuestro problema, de afrontar el filosófico toro que nos sueltanuestro tiempo, el berrendo minotauro.

Comienza el último giro de nuestra espiral y, como siempre,al iniciar un nuevo círculo, vuelve a resonar la definición inicial dela filosofíanque es conocimiento del Universo o cuanto hay. Loprimero que necesitamos hacer es hallar qué realidad de entrecuantas haya la hay indubitablemente, es decir, que del Universonos es dado. En la actitud nativa de la mente, para el hombreprimitivo y el antiguo, para nosotros mismos, cuando nofilosofamos, parace dado y real el cosmos, las cosas, la naturaleza,el conjunto de lo corpóreo. Eso es lo que primero se toma comoreal, como ser. El filósofo antiguo busca el ser de las cosas einventa conceptos que interpreten su modo de ser. Pero elidealismo cae en la cuenta de que las cosas, lo exterior, el Cosmostiene una realidad, un ser problemático que, indubitablemente, sóloexiste y es nuestro pensar las cosas, lo exterior, el Cosmos. Y asídescubre una nueva forma de realidad, de ser verdaderamenteprimordial y seguro, el ser del pensamiento. Mientras el modo deser la cosa, de toda cosa, tiene un carácter estático y consiste en unser quieto, en un estar siendo lo que es y nada másnel ser delmovimiento mismo como realidad cósmica, él no se mueve, es unacosa inmutable, invariable "movimiento" (remito al buenaficionado al Parménides, al Sofista de Platón y al libro XII de laMetafísica aristotélica, a esos textos maravillosos mismos y no alos remediavagos de seminario, que presentan disecada y estólidala prodigiosa filosofía antigua); el ser del pensamiento consiste nosimplemente en ser, sino en ser para sí, en darse cuenta de símismo, en parecer se ser. ¿No advierten ustedes la radicaldiferencia que hay entre este modo de ser el pensar y el modo deser la cosa? ¿No advierten que necesitamos conceptosradicalmente nuevos, ideas, categorías distintas de las antiguaspara entender, para concebir teóricamente, científicamente esarealidad o algo que llamamos pensamiento y de que ahora tenemossólo la intuición, es decir, que lo estamos viendo en lo que tiene degenuino y no hallamos buenas palabras con que describirlo yexpresarlo, palabras que se ajusten estrictamente, como el guantea la mano, a lo que ese ser tiene de peculiar? Pero no sólocarecemos de conceptos adecuados, sino que el idioma estáformado por la mente natural para el ser cósmico, y la filosofía an-

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tigua no ha hecho más que pulimentar esos conceptos nativos dellenguaje; en esa tradición ideológica estamos formados; y lasviejas ideas y vocablos acuden, por el hábito, para ofrecérsenoscomo intérpretes de este nuevo algo y modo de ser que el modernoha descubierto. Se trata, pues, nada menos, de invalidar el sentidotradicional del concepto «ser», y como es éste la raíz misma de lafilosofía, una reforma de la idea del ser significa una reformaradical de la filosofía. En esta faena estamos metidos desde hacemucho tiempo unos cuantos hombres en Europa. E1 fruto, enprima maduración, de ese trabajo es lo que yo quería ofrecer eneste curso. Creo que no es floja la innovación ofrecida a losoyentes del salón Rex y del teatro Infanta Beatriz.

Se invita, pues, a ustedes para que pierdan el respeto alconcepto más venerable, persistente y ahincado que hay en latradición de nuestra mente: el concepto de ser. Anuncio jaque mateal ser de Platón, de Aristóteles, de Leibniz, de Kant y, claro está,también al de Descartes. No entenderá, pues, lo que voy a decirquien siga terca y ciegamente aferrado a un sentido de la palabra«ser», que es justamente el que se intenta reformar.

El pensamiento existe y es en la medida y según es parasínconsiste en darse cuenta de sí mismo, en parecerse a sí mismo,reflejarse en sí mismo. No es, pues, ser quieto, sino reflexión. Perose dirá: como usted decía que el movimiento tiene un serquietonporque es, al cabo y sólo, eso: movimiento, de una vezpara siempre, sin cambion también si el pensamiento consiste enreflexión, ésta, la reflexión, es, tiene una consistencia fija,invariable y quieta. En modo alguno: la reflexión a su vez no essino un pensamiento mío sin más ser o realidad que ser pensada,que parecerme ser «reflexión». Y así, sucesivamente y por todoslados hallamos sólo un ser consistente en pura referencia a símismo, en hacerse a sí mismo, en moverse hacia símismonhallamos sólo inquietud. No se entienda esta expresiónmetafóricamente, sino con toda formalidad: el ser del pensamientoes inquietud, no es estático ser, sino activo parecerse y darse el sera sí mismo.

Para que un pensamiento exista y sea basta con que lopiense, pensarlo es hacerlo, darle ser y no es sino mientras y entanto que lo pienso, que lo ejecuto, que lo actúo. En cuanto elpensamiento tuviese ser quieto dejaría de ser, porque dejaría yo deactuar pensándolo. No les asuste a ustedes si ahora se les escapaun poco de entre los dedos mentales la comprensión de esteextraño modo de ser. Nadie puede, en un instante, superarmilenarios hábitos

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de intelección. Seguramente al oírme han tenido ustedes instantesen que creían ver claro, instantes fugaces; pero, al punto, como unaanguila, la intuición se les ha escapado y han vuelto a recaer en laexigencia mental de un ser quietud, en vez de un ser esencialmenteinquietud. No les importe, porque ha de aparecernos esto mismomuy pronto en forma harto más asequible y plástica.

Volvamos, por ahora, a lo quenesperonno nos ofrecedificultad y nos resulta evidente. E1 pensamiento, al consistirexclusivamente en darse cuenta de si mismo, no puede dudar de suexistencia: si pienso A, es evidente que existe el pensar A. Por eso,la primera verdad sobre lo que hay es ésta: el pensamiento existe,cogitatio est. Así concluimos nuestro círculo anterior. Todas lasotras realidades podrán ser ilusorias, pero ésta nla ilusión misma,el parecerme a mí esto o lo otro, el pensarnexiste sin duda posible.

Así empieza Descartes. Pero no; Descartes no dice, comonosotros: el pensamiento existencogitatio estn, sino que dice,¿quién lo ignora?: «Pienso, luego soy, existo» nCogito, ergo, sum.¿En qué se diferencia esta proposición de la nuestra? La fórmulacartesiana tiene dos miembros: uno dice: «pienso»n el otro, «luegosoy». Decir «pienso» y decir cogitatio est, el pensamiento existe,son uno y lo mismo. La diferencia, pues, entre la frase deDescartes y la nuestra estriba en que él no se contenta con lo quea nosotros nos parecía suficiente. Sustituyendo, como en unaecuación matemática, lo igual por lo igual, pondremos en lugar de«pienso», «el pensamiento existe», y entonces tendremos más claroel sentido del lema cartesiano: «el pensamiento existe, es, luego,yo existo, soy».

Estamos en plena ocupación quirúrgica: ya está hincado elbisturí en el cogito, en la víscera misma del idealismo. Vayamoscon cuidado.

Para nosotros, decir que el pensamiento existe, que es,incluye decir que existe y es mi yo. Porque no hay pensamientoque no contenga como uno de sus elementos un sujeto que lopiensa, como incluye un objeto que es pensado. Si existe, pues,pensamiento, y en el sentido en que él existe, tendrá que existir susujeto o yo y su objeto. Ese sentido de existir es el nuevo ygenuino del pensamientones parecer existir, es ser para mi. Mipensamiento es lo que es para mi pensamiento: yo soy y existo encuanto y en tanto y sólo porque pienso que soy y tal y como piensoque soy. Esta es la innovación que quiso traer al mundo elidealismo y ese es el verdadero espiritualismo; lo demás no es sinomagia. Pero Descartes, que ha descubierto el hecho y tenido la sufi-

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ciente intuición del algo «pensamiento», no se ha desasido de lascategorías cósmicas y pierde la serenidad ante lo que está viendo,a saber: ante un ser que consiste en mero «parecer», en puravirtualidad, en dinamismo de reflexión. Como un antiguo, comoun escolástico tomista, necesita agarrarse a algo más sólido, al sercósmico. Y busca detrás de ese ser del pensamiento que consisteen mero parecerse a sí, referirse a sí, darse cuenta de sínunser-cosa, una entidad estática. E1 pensamiento deja de ser realidadpara él, apenas lo ha descubierto como primaria realidad y seconvierte en simple manifestación o cualidad de otra realidadlatente y estática. Traduciendo lo dicho a la frase cartesianatendremos: el pensamiento existe indubitablemente, pero comoconsiste en mero parecerse a sí mismo, en mera apariencia, no esuna realidad, un ser en el sentido tradicional de la palabra. Comoyo, Descartes, que he dudado de todo, no me he acordado de poneren duda la verdad de las categorías antiguas y, en especial, lanoción clásica del ser, que es su noción ingenuannecesito hacer unrazonamiento, un entimema: si es indudable que existe laapariencia pensamiento, es forzoso admitir una realidad latentebajo esa apariencia, algo que en esa apariencia aparece, que lasostiene y que verdaderamente la es. A esa realidad latente llamoyo; ese mi yo real no lo veo, no me es evidentenpor eso necesitollegar a él por una conclusión, bien que de tipo inmediato, por esopara afirmar la existencia del Yo tengo que pasar por el parente deun «luogo». «Pienso, luego existo», Je pense, donc je suis. Pero¿quién es ese yo que existe? Je ne suis qu'une chose qui pense.¡Ah, una cosa! E1 Yo no es pensamiento, sino una cosa de que elpensamiento es atributo, manifestación, fenómeno. Hemos recaídoen el ser inherte de la ontología griega. En la misma frase, en elmismo gesto con que Descartes nos descubre un nuevo mando, noslo retira y anula. Tiene la intuición, la visión del ser para sí, perolo concibe como un ser substancial, a la griega. Esta dualidad einterior contradicción y dolorida incongruencia consigo ha sido elidealismo y la modernidad, ha sido Europa. Europa ha vivido hastaahora embrujada, encantada por Grecia nque es, en verdad,encantadora. Pero nosotros imitemos de Grecia sólo a Ulises, y deUlises sólo la gracia con que sabía escapar a los encantos de Circey de Calipso, Las encantadoras del Mediterráneo, tendidas en susislas espumantes, con mucho de sirenas y algo de MadameRecamier alongada en su canapé. Y la gracia de Ulises que no nosdescubre Homero, pero que sabían los viejos marinerosmediterráneos, era que el único medio hábil para librarse del canto

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fatal que hacen Las sirenas es cantarlo del revésn. Entreparéntesis, Ulises es el primer Don Juan: huyendo de su Penélopecuotidiana, encuentra todas las criaturas encantadoras de nuestromar, las encuentra, las enamora y las huye.

E1 magisterio de Grecia ha terminado: Los griegos no sonclásicos, son simplemente arcaicosnarcaicos y, eso sí..., siempremaravillosos. Por lo mismo nos interesan mucho más. Van a dejarde ser nuestros pedagogos, van a empezar a ser nuestros amigos.Vamos a conversar con ellos; les vamos a contradecir en lo másesencial.

La cuestión que es, sin dada, la más alta y difícil quecontiene la filosofía y que además es absolutamente nuevanengeneral este primer curso público dirigido a los madrileños seocupa sólo de los problemas más difíciles y abstrusos que hay enfilosofía, yo prometo otros cursos sobre temas más asequiblesn,la cuestión, digo, radica en lo siguiente:

Imaginémonos que pensamos antes de descubrir nuestrasubjetividad, que, en consecuencia, para nosotros no hay másrealidad que las cosas en torno. Veamos qué idea del ser de esascosas nos haríamos. Por ejemplo, en el caballo que vemos en elhipódromo ¿qué es el ser, la cosa caballo? Presentes tenemos suforma, su color, la resistencia de su cuerpo. E1 ser del caballo, surealidad, ¿es eso? Sí y no; el caballo no es su forma porque estambién su color, etcétera. Color y forma y resistencia al facto soncosas entre sí diferentes; el caballo es la unidad de ellos, mejor,una cosa unitaria en que esas otras perceptibles se reúnen. Pero esacosa en que se unen el color y la forma, etc, no es ya visible. Lasupongo, la invento, es una interpretación mía del hechoobservable que consiste en la constancia con que tal color y talforma aparecen juntas. E1 verdadero ser del caballo está debajo desus elementos aparentes, visibles y tangibles: es una cosa latentebajo esas cosas presentes, color, forma, etc. Una cosa, pues, que espensada como soporte unitario a esas otras cosas que llamo«cualidades del caballo»nno propiamente «caballo». Por tanto, elser de este animal no es su ser visible, aparente, sino, al revés, algoen él que es soporte de las apariencias, su ser substrato decualidades, el ser que sub-está tras ellas, su ser substante osubstancia. La substancia es, pues, una cosa que supongo estádetrás de lo que yo veo de la cosa, de su apariencia.

Pero, además, el caballo se mueve, cambia de pelo con losaños y aun de forma con los trabajosnpor tanto, las apariencias deél

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son infinitas. Si el caballo consistiese en sus apariencias habría noun caballo, sino infinitos, todos distintos. Esto quiere decir que elcaballo sería esto y lo otro y lo otronpor tanto, ni esto ni lo otro ninada determinado. Pero supongamos que bajo esas apariencias hayun algo invisible, permanente, que produce esas apariencias unastras otras. Entonces diremos que son cambios de un solo, único einvariable ser: la substancia «caballo». Mientras el caballo varía yse mueve en la apariencia tiene, en realidad, un ser quieto einmutable. La substancia, además de ser el soporte de lascualidades es el sujeto permanente de sus variaciones o accidentes.

La expresión más característica del concepto de ser helénicoes el ser substante o substancial, ser inmóvil e invariable. Inclusoen la substancia última, principio de todo cambio y movimiento,en el Dios aristotélico encontraremos un ser que mueve pero no semueve un motor inmóvil,(kinoún akíneton). Esta idea del sersubstante y estático es justísima, indestructible si no hay másrealidades en el mundo que las que nos llegan de fuera, que las quepercibimos. Porque, en efecto, de esas cosas externas tenemos sólosus apariencias ante nosotros. Pero el caballo no existe ni esporque aparezca y en su apariencianprecisamente de ésta decimosque es sólo apariencia, no realidad. Intenten ustedes considerarcomo realidad, como algo que se basta y se sostiene a si mismo enel ser, un puro color. A1 punto notan ustedes que es tan imposiblecomo que exista un anverso sin reverso, un arriba sin un abajo. E1color se revela como fragmento de una realidad que lo completa,de una materia que lo viste y lleva. Postula, pues, la realidad quele permita existir y mientras no la hallemos o supongamos no nosparece haber llegado al ser verdadero, definitivo. A esto aludia yoen mis primeras lecciones y lo usaba porque es lo más tradicionaly notorio, aquello porque hay que comenzar para irse haciendoentender. Esto es, lo decía entonces, precisamente para desdecirloluego, como tantas cosas en este curso que parecían tan sabidas.

He aquí por qué Descartes, cuando ve que el pensamientoconsiste en aparecerse a sí mismo, no cree que se basta a sí mismoy ciegamente, mecánicamente le aplica la vieja categoría desubstancia y busca una cosa substante bajo el pensamiento que loemita, emane y en él se manifieste. Así, le parece haber hallado elser del pensamiento no en el pensamiento mismo, sino en unacosanque piensa, res-cogitans. Para él es la substancia quod nihilaliud indigeat ad existendum. De modo que, por un lado, elpensamiento es lo único que existe indubitablemente porque lebasta con ser apariencia para

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existir y, por otra parte, necesita para existir un soporte latente,inaparentenuna cosa que piense. ¿No se advierte que seguimos enla idea del imán, en el hábito mágico de suponer tras de lo quevemos, como explicación de lo patente, un ente que no vemos yque es, él mismo, un misterio? En efecto, nadie jamás ha tenidointuición de una substancia. Descartes canjea la primera parte desu frase que es evidentenel pensamiento existenpor la segundaque es archiproblemática, que es inútil y que desvirtúa el modo deser del pensador solidificandolo y paralizándolo en ser substanteo cosa. No; el yo y el pensamiento no son una cosa. E1pensamiento no necesita de nada para existir; si así fuese,Descartes no podría aceptar la primera parte, no podría decir:Cogitonel pensamiento existeny fundar en esa verdad suconclusiónnluego existo.

Forzoso es reconocer que esta fórmula cartesiana ngenial yfecundísima por toda la porción de verdad seminal que, a pesar deella misma, arrastra nes en su detalle y conjunto un ovillo decontrasentidos. Por eso no la ha entendido bien casi nadie en lostres siglos de vida que lleva. Y estén ustedes seguros que esospocos sólo han logrado entenderla de verdad porque han tenido elvalor de sincerarse consigo mismo y reconocer que primero no lahan entendido. Yo he vivido tres años en un lugar de la Manchaalemana, donde se decían especialistas en cartesianismo.Dócilmente me he puesto bajo aquella disciplina, día tras día ymes sobre mes. Pues bien, yo aseguro a ustedes que en Marburgno se ha entendido nunca la fórmula de Descartes, base delidealismo que era la filosofía que Marburg pretendía cultivar. Y laesterilidad procedía de lo que es casi constante morbo de lasinteligencias: tratan de sacar a una frase un sentido, con más omenos violencia, y a eso llaman entenderla. Cuando paraentenderla hace falta luego preguntar si ese sentido es el único quela frase tiene, es decir, el unico que corresponde a la frase integra.E1 cogito, sum». puede decir muchas cosas, infinitas npero, enverdad, dice sólo una y es la que importa entender.

Descartes substancializa el sujeto del pensamiento y alhacerlo así lo arroja fuera del pensamiento; lo convierte en cosaexterior cósmica, puesto que no consiste en ser pensado y sólo encuanto pensado, y sólo por eso interior a sí mismo y haciéndose odándose el ser a sí mismo. La cosa pensante no se piensa a símismancomo la substancia piedra o caballo no consiste enparecerse a sí misma caballo o piedra . Ahora bien: yo no soy sinolo que me parece que soynasí, radicalmente, a rajatabla. Lo demáses magia.

La incapacidad del idealismo para inventar un nuevo modo

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de ser que le permita completa fidelidad a su tesis aparece, nomenos clara, si del sujeto del pensamiento pasamos al objeto. E1idealismo me propone que suspenda mi creencia en la realidadexterior a mi mente que este teatro parece tener. En verdad, medice, este teatro es sólo un pensamiento, una visión o imagen deeste teatro. De esta manera resulta igual a aquella quimera de queotro día hemos hablado y que calificábamos de ente imaginario,sacándola así del jardín real y metiéndola en la fontana, es decir,en la mente. Las cosas son, por lo pronto, no más que «contenidosde 1a conciencia». Este es el término que el siglo XIX ha usadomás en filosofía, que no está en Descartes aunque podía y debíaestarlo, pero que pulula ya en los libros de Kant. Merced a éltomamos la realidad exterior y la ponemos dentro de la mente.

Pero vayamos quedos. Veamos qué es firme y qué esinaceptable en esta tesis fundamental del idealismo. Es firme quela presunta realidad externa del mando es sólo presunta, es decir,que una realidad en sí, independiente de mí es archiproblemática.Por tanto, la filosofía no puede aceptarla. ¿Esto qué significa?Simplemente que el mando exterior no está en verdad aparte de midarme cuenta, que el mando exterior no existe en el mandoexterior sino en mi darme cuenta. ¿Dónde lo pondremos entonces?Dentro de mi darme cuenta, de mi mente, de mi pensamiento, demí. E1 idealismo ve la cuestión como un dilema: o este teatro tienerealidad absoluta fuera de mí o la tiene en mí; en algún sitio tieneque estar para ser y no hay duda que algo es. No puedo asegurarque esté fuera porque yo no puedo salir de mí para ir fuera de mí,a esa pretendida realidad absoluta. Luego no queda más quereconocer su existencia en mí, como contenido mental.

Pero el idealismo debió andar con más cautela. Antes deresolver que no hay más que esas dos posibilidadesno fuera de mío dentro de mín, debió tranquilamente meditar lo siguiente: ¿Tiene sentido inteligible la expresión «contenido de la concienciao mental» cuando se dice de este teatro? ¿O es más bien unrigoroso contrasentido, es decir, una combinación de palabras queentra sí se repugnan como «cuadrado redondo»?

Veámoslo: ¿Con qué significado uso la palabra: este teatro?Por este teatro entiendo una habitación de veinte metros de alta olos que sean, por tantos de ancho, con telas azules y bambalinas,etcétera. Si yo digo que eso es contenido de mi conciencia, de míndigo que forma parte efectiva de mí algo extenso con un tamañode veinte metros, de color azul, etc. Pero si forma parte de mí, yo

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podré decir que, en parte al menos, mi yo, mi pensamiento, tienetantos metros de alto por tanto de ancho; en consecuencia, que soyextenso, que mi pensamiento ocupa espacio y que tiene un pedazoazul. Pronto se advierte el absurdo de esto y el idealista se defiendediciendo: retiro la expresión «teatro-contenido de la conciencia»y, en vez de ella, diga: «lo que es contenido de mi pensamiento oconciencia es, claro está, sólo mi pensar el teatro, la imagen o elimaginar este teatro». Ahora, en efecto, no hay inconveniente: yosoy pensar, yo soy imaginar, nada extraño hay en que mi pensar,mi imaginar formen parte de mí o sean contenidos míos. Peroentonces ya no se habla del teatro: al teatro lo hemos dejado fuera.Era, pues, falso que o fuera o dentro. El teatro, la realidad externase queda siempre fuera, no está en mi. El mando no es mirepresentación npor la simplicísima advertencia de que en estafrase de Schopenhauer, como en casi todo el idealismo, se usan laspalabras con doble sentido equívoco. Yo me represento el mando.Lo mío aquí es el acto de representar y éste es un sentido claro dela palabra representación. Pero el mando que me represento no esmi representarlo, sino lo representado. Lo mío es el representar, nolo representado. Schopenhauer contunde elementalmente en la solapalabra "representación" los dos términos cuya relación se trataprecisamente de discutir, el pensar y lo pensado. He aquí por quéperentoria razón califiqué el otro día de tosca esta famosa frase,título de su divertido libro. Es más que toscanuna muchacha al usola llamaría una astracanada.

¿Dónde está, pues, el teatro, en definitiva? La respuesta esobvia: no está dentro de mi pensamiento formando parte de él,pero tampoco está fuera de mi pensamiento si por fuera se entiendeun no tener que ver con élnestá junto, inseparablemente junto a mipensarlo, ni dentro ni fuera, sino con mi pensamiento; como elanverso con el reverso y la derecha con la izquierda, sin que poreso la derecha sea izquierda ni reverso el anverso. Recuerdenustedes el tipo de razonamientos que hacíamos siguiendo alidealismo hasta el logro de su tesis; yo veo el jardín, cierro Losojos y dejo de verlo. Esto es indiscutible. ¿Qué ha pasado aquí?Pues que han concluido a un tiempo mi ver y el jardín, miconciencia y su objeto, mi pensar y lo pensado. Pero vuelvo a abrirlos ojos y el jardín reaparecenpor tanto, que en cuanto empieza aexistir el pensamiento, el ver, comienza a existir su objeto, lovisto. Éste es el hecho indiscutible. Y como la filosofía aspira acomponerse sólo de hechos indiscutibles, no hay sino que tomarlas cosas como son y decir: El mundo

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exterior no existe sin mi pensarlo, pero el mando exterior no es mipensamiento, yo no soy teatro ni mandonsoy frente a este teatro,soy con el mandon, somos el mando y yo. Y generalizando,diremos: el mando no es una realidad subsistente en sí conindependencia de minsino que es lo que es para mi o ante mí y,por lo pronto, nuda más. Hasta aquí marchamos con el idealismo.Pero agregamos: como el mando es sólo lo que me parece que es,será sólo ser aparente y no hay razón ninguna que obligue abuscarle una sustancia tras de esa apariencianni a buscarla en uncosmos sub-stante, como los antiguos, ni a hacer de mi mismosustancia que lieve sobre sí, como contenidos suyos orepresentaciones, las cosas que veo y toco y huelo e imagine. Estees el gran prejuicio antiguo que debe eliminar la ideología actual.Estamos este teatro y yo frente a frente el uno del otro, sinintermediario: él es porque yo lo veo y es, indubitablemente, almenos lo que de él veo, tal y como lo veo, agota su ser en suaparecerme. Pero no está en mí ni se contunde conmigo: nuestrasrelaciones san pulcras e inequívocas. Yo soy quien ahora lo veo,él es lo que ahora yo veonsin él y otras cosas como él, mi ver noexistiría, es decir, no existiría yo. Sin objetos no hay sujeto. E1error del idealismo fue convertirse en subjetivismo, en subrayar ladependencia en que las cosas están de que yo las piense, de misubjetividad, pero no advertir que mi subjetividad dependetambién de que existan objetos. El error fue el hacer que el yo setragase el mando, en vez de dejarlos a ambos inseparables,inmediatos y juntos, mas por lo mismo, distintos. Tan ridículo quidpro quo fuera decir que yo soy azul porque veo objetos azules,como decir que el objeto azul es un estado mío, parte de mi yo,porque sea visto por mí. Yo estoy siempre conmigo, no soy sinolo que pienso que soy, no puedo salir de mí mismonpero paraencontrar un mando distinto de mí no necesito salir de mi, sino queestá siempre junto a mí y que mi ser es un ser como el mando. Soyintimidad, puesto que en mí no entra ningún ser trascendente, peroa la vez soy lugar donde aparece desnudo el mando, lo que no soyyo, lo exótico de mí. E1 mando exterior, el Cosmos, me esinmediato y, en este sentido, me es íntimo, pero él no soy yo y eneste sentido es ajeno, extraño.

Necesitamos, pues, corregir el punto de partida de lafilosofía. E1 dato radical del Universo no es simplemente: elpensamiento existe o yo pensante existonsino que si existe elpensamiento existen, ipso facto, yo que pienso y el mando en quepiensony existe el uno con el otro, sin posible separación. Pero niyo soy un ser

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sustancial ni el mando tampoconsino ambos somos en activacorrelación: yo soy el que ve el mando y el mando es lo visto pormí. Yo soy para el mando y el mando es para mí. Si no hay cosasque ver, pensar e imaginar, yo no vería, pensaría o imaginaría esdecir, yo no sería.

(En un rincón de la obra de Leibniz, donde hace rápidacrítica de su antecesor Descartes, hace notar que, a su juicio, nohay una sola verdad primera sobre el Universo, sino dosigualmente e inseparablemente originarias: una reza: sum cogitans,existe el pensamiento, y la otra dice: plura a me cogitanturnmuchas cosas san pensadas por mí. Es sorprendente que hastaahora no se haya aprovechado esta gran ocurrencia, ni siquiera porel propio Leibniz.)

En suma, señores, que al buscar con todo rigor yexacerbando la duda cuál es el dato radical del Universo, qué hayindudablemente en el Universo, me encuentro con que hay unhecho primario y fundamental que se pone y asegura a si mismo.Este hecho es la existencia conjunta de un yo o subjetividad y sumando. No hay el uno sin el otro. Yo no me doy cuenta de mí sinocomo dándome cuenta de objetos, de contornos. Yo no pienso sino pienso cosasnpor tanto, al hallarme a mí hallo siempre frentea mí un mando. Yo, en cuanto subjetividad y pensamiento, meencuentro como parte de un hecho dual cuya otra parte es elmando. Por tanto, el dato radical e insofisticable no es miexistencia, no es yo existonsino que es mi coexistencia con elmando.

La tragedia del idealismo radicaba en que habiendotransmutado alquímicamente el mando en «subjeto», en contenidode un sujeto, encerraba a éste dentro de sí y luego no había manerade explicar claramente cómo si este teatro es sólo una imagen míay trozo de mí, parece tan completamente distinto de mí. Peroahora hemos conquistado una situacíón completamente diferente:hemos caído en la cuenta de que lo indubitable es una relación condos términos inseparables: alguien que piensa, que se da cuenta ylo otro de que me doy cuenta. La conciencia sigue siendointimidad, pero ahora resulta íntimo e inmediato no sólo con misubjetividad sino con mi objetividad, con el mando que me espatente. La conciencia no es reclusión, sino al contrario, es esaextrañísima realidad primaria, supuesto de toda otra, que consisteen que alguien, yo, soy yo precisamente cuando me doy cuenta decosas, de mando. Esta es la soberana peculiaridad de la mente quees preciso aceptar, reconocer y describir con pulcritud, tal y comoes, en toda su maravilla y extrañeza. Lejos de ser el yo lo cerradoes el ser

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abierto por excelencia. Ver este teatro es justamente abrirme yo alo que no soy yo.

Esta nueva situación ya no es paradójica: coincide con laactitud nativa de la mente, la conserva y reconoce su buen sentido.Pero también salva de la tesis realista, que sirve de base a lafilosofía antigua, lo esencial de ella: que el mando exterior no esilusión, no es alucinación, no es mando subjetivo. Y todo esto lologra la nueva posición insistiendo y depurando la tesis idealistacuya decisiva afirmación consiste en advertir que sólo existeindubitablemente lo que a mí me parece existir. ¿Ven ustedescómo las ideas hijas, Las verdades noveles, llevan en el vientre asus madres, a las verdaderas viejas, a las fecundas verdades viejas?Repitamos: teda superación es conservación. No es verdad queradicalmente exista sólo la conciencia, el pensar, el yo. La verdades que existo yo con mi mando y en mi mandony yo consisto enocuparme con ese mi mando, en verlo, imaginarlo, pensarlo,amarlo, odiarlo, estar triste o alegre en él y por él, moverme en él,transformarlo y sufrirlo. Nada de esto podría serlo yo si el mandono coexistiese conmigo, ante mi, en mi derredor, apretándome,manifestándose, entusiasmándome, acongojándome.

Pero ¿qué es esto? ¿Con qué hemos topadoindeliberadamente? Eso, ese hecho radical de alguien que ve y amay odia y quiere un mando y en él se mueve y por él sufre y en él seesfuerzanes lo que desde siempre se llama en el más humilde yuniversal vocabulario «mi vida». ¿Qué es esto? Es, sencillamente,que la realidad primordial, el hecho de todos los hechos, el datopara el Universo, lo que me es dado es... «mi vida»nno mi yo solo,no mi conciencia hermética, estas cosas son ya interpretaciones, lainterpretación idealista. Me es dada «mi vida», y mi vida es antetodo un hallarme yo en el mando; y no así vagamente, sino en estemando, en el de ahora y no así vagamente en este teatro, sino eneste instante, haciendo lo que estoy haciendo en él, en este pedazoteatral de mi mando vitalnestoy filosofando. Se acabaron lasabstracciones. A1 buscar el hecho indubitable no me encuentrocon la cosa genérica pensamiento, sino con esto: yo que pienso enel hecho radical, yo que ahora filosofo. He aquí cómo la filosofíalo primero que encuentra es el hecho de alguien que filosofa, quequiere pensar el universo y para ello busca alga indubitable. Peroencuentra, nótenlo bien, no una teoria filosófica, sino al filósofofilosofando, es decir, viviendo ahora la actividad de filosofar comoluego, ese mismo filósofo, podrá encontrarse vagando melancólicopor la calle, bailando en un dancing o sufriendo un cólico oamando la belleza transeúnte es decir,

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encuentra el filosofar, el teorizar como acto y hecho vital, como undetalle de su vida y en su vida, en su vida enorme, alegre y triste,esperanzada y pavorosa.

Lo primero, pues, que ha de hacer la filosofía es definir esedato, definir lo que es «mi vida», «nuestra vida», la de cada cual.Vivir es el modo de ser radical: toda otra cosa y modo de ser loencuentro en mi vida, dentro de ella, como detalle de ella yreferido a ella. En ella todo lo demás es y es lo que sea para ella,lo que sea como vivido. La ecuación más abstrusa de lamatemática, el concepto más solemne y abstracto de la filosofía,el Universo mismo, Dios mismo son cosas que encuentro en mivida, son cosas que vivo. Y su ser radical y primario es, por tanto,ese ser vividas por mí, y no puedo definir lo que son en cuantovividas si no averiguo qué es «vivir». Los biólogos usan la palabra«vida» para designar los fenómenos de los seres orgánicos. Loorgánico es tan sólo una clase de cosas que se encuentran en lavida junto a otra clase de cosas llamadas inorgánicas. Esimportante lo que el filósofo nos diga sobre los organismos, peroes también evidente que al decir nosotros que vivimos y hablar de«nuestra vida», de la de cada cual, damos a esta palabra un sentidomás inmediato, más amplio, más decisivo. E1 salvaje y elignorante no conocen la biología, y, sin embargo, tienen derechoa hablar de «su vida» ya que bajo ese término entendamos unhecho enorme, previo a toda biología, a toda ciencia, a culturanelhecho magnífico, radical y pavoroso que todos los demás hechossuponen e implican. E1 biólogo encuentra la «vida orgánica»dentro de su vida propia, como un detalle de ella: es una de susocupaciones vitales y nada más. La biología, como toda ciencia, esuna actividad o forma de estar viviendo. La filosofía, es, antes,filosofar, y filosofar es, indiscutiblemente, vivirncomo lo escorrer, enamorarse, jugar al golf, indignarse en política y ser damade sociedad. Son modos y formas de vivir.

Por tanto, el problema radical de la filosofía es definir esemodo de ser, esa realidad primaria que llamamos «nuestra vida».Ahora bien, vivir es lo que nadie puede hacer por mínla vida esintransferiblen, no es un concepto abstracto, es mi serindividualísimo. Por vez primera, la filosofía parte de algo que noes una abstracción.

Este es el nuevo paisaje que anunciabanel más viejo detodos, el que dejábamos siempre a la espalda. La filosofía, paraempezar, va detrás de sí misma, se ve como forma de vida que eslo que es concretamente y en verdad: en suma, se retrae a la vida,se sumerge en ellanes, por lo pronto, meditación de nuestra vida.Paisaje

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tan viejo es el más nuevo. Tanto que es el descubrimiento enormede nuestro tiempo. Tan nuevo es que no sirven para él ninguno delos conceptos de la tradicional filosofía: ese modo de ser que esvivir requiere las nuevas categoríasnno las categorías del antiguoser cósmico; se trata precisamente de evadirse de ellas y encontrarlas categorías del vivir, la esencia de «nuestra vida».

Verán ustedes cómo, ahora, todo lo que durante la lección dehoy les habrá parecido difícil de entender, impalpable, espectral,juego de palabras, reaparece claro, llano y como si lo hubiesenustedes pensado innumerables veces. Tan claro, tan lleno, tanevidente que a veces lo resultará demasiado y al oírlonpido deantemano perdón por ellon, al oírlo les va a azorar porque,irremediablemente, vamos a tocar el secreto de la vida de cadacual. Vamos a revelar un secreto. La vida es secreto.

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LECCIÓN X (1)

[Una realidad nueva y una nueva idea de la realidad.nE1 serindigente.n Vivir es encontrarse en el mundo.nVivir esconstantemente decidir lo que vamos a ser.]

En la lección anterior hemos encontrado como dato radicaldel Universo, por tanto, como realidad primordial, algocompletamente nuevo, distinto del ser cósmico de que partían losantiguos y distinto del ser subjetivo de que partían los modernos.Pero oír que hemos hallado una realidad, un ser nuevo, ignoradoantes, no llena del todo, al que me escucha, el significado de estaspalabras. Cree que, a lo sumo, se trata de una cosa nueva, distintade las ya conocidas, pero al fin y al cubo «cosa» como lasdemásnque se trata de un ser o realidad distinto de los seres yrealidades ya notorios, pero que, a la postre, responde a lo quesignifican desde siempre las palabras «realidad» y «ser» en suma,que de uno u otro tamaño el descubrimiento es del mismo géneroque si se descubre en zoología un nuevo animal, el cual será nuevopero no es más ni menos animal que los ya conocidos, por tanto,que vale para él el concepto «animal». Siento mucho tener quedecir que se trata de alga harto más importante y decisivo que todoesto. Hemos hallado una realidad radical nuevanpor tanto, algaradicalmente distinto de lo conocido en filosofíanpor tanto, algopara lo cual los conceptos de realidad y de ser tradicionales nosirven. Si, no

________________1 Martes, 24 de mayo.

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obstante, los usamos es porque antes de descubrirlo y aldescubrirlo no tenemos otros. Para formarnos un concepto nuevonecesitamos antes tener y ver algo novísimo. De donde resulta queel hallazgo es, además de una realidad nueva, la iniciación de unanueva idea del ser, de una nueva ontologíande una nueva filosofíay, en la medida en que ésta influye en la vida, de toda una nuevavidan vita nova.

No es posible que ahora, de pronto, ni el más pintado se déclara cuenta de las proyecciones y perspectivas que ese hallazgocontiene y envolverá. Tampoco me urge. No es necesario que hoyse justiprecie la importancia de lo dicho en la anterior lecciónnnotengo prisa alguna porque se me dé la razón. La razón no es untren que parte ahora fija. Prisa la tiene sólo el enfermo y elambicioso. Lo único que deseo es que si, entre los muchachos queme escuchan, hay algunos con alma profundamente varonil y, porlo tanto, muy sensible a aventuras de intelecto, inscriban laspalabras pronunciadas por mi el viernes pasado en su frescamemoria, y, andando el tiempo, un día de entra los días, generosos,las recuerden.

Para los antiguos, realidad, ser, significaba «cosa»; para losmodernos, ser significaba «intimidad, subjetividad»; paranosotros, ser significa vivirnpor tanton, intimidad consigo y conlas cosas. Confirmamos que hemos llegado a un nivel espiritualmás alto porque si miramos a nuestros pies, a nuestro punto departidanel vivirnhallamos que en él están conservadas, integradasuna con otra y superadas, la antigüedad y la modernidad. Estamosa un nivel más altonestamos a nuestro niveln, estamos a la alturade los tiempos. E1 concepto de altura de los tiempos no es unafrase nes una realidad, según veremos muy pronto.

Refresquemos, en pocas palabras, la ruta que nos haconducido hasta topar con el vivir como dato radical, comorealidad primordial, indubitable del Universo. La existencia de lascosas como existencia independiente de mí es problemática, porconsiguiente, abandonamos la tesis realista de los antiguos. Es, encambio, indudable que yo pienso las cosas, que existe mipensamiento y que, por tanto, la existencia de las cosas esdependiente de mí, es mi pensarlas; ésta es la porción firme de latesis idealista. Por eso la aceptamos pero, para aceptarla, queremosentenderla bien y nos preguntamos: ¿En qué sentido y mododependen de mi las cosas cuando las pienson¿qué son las cosas,ellas, cuando diga que son sólo pensamientos míos? E1 idealismoresponde: las cosas depen-

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den de mí, son pensamientos en el sentido de que son contenidosde mi conciencia, de mi pensar, estados del yo. Esta es la segundaparte de la tesis idealista y ésta es la que no aceptamos. Y no laaceptamos porque es un contrasentido; consta, pues, no porque noes verdad, sino por algo más elemental. Una frase para no serverdad tiene que tener sentido: de su sentido inteligible decimosque no es verdadnporque entendemos que 2 y 2 son 5 decimos queno es verdad. Pero esa segunda parte de la tesis idealista no tienesentido, es un contrasentido, como el «cuadrado redondo».Mientras este teatro sea este teatro, do puede ser un contenido demi yo. Mi yo no es extenso ni es azul y este teatro es extenso y esazul. Lo que yo contengo y soy es sólo mi pensar o ver el teatro,mi pensar o ver la estrella, pero no aquél ni ésta. E1 modo dedependencia entre el pensar y sus objetos no puede ser, comopretendía el idealismo, un tenerlos en mí, como ingredientes míos,sino al revés, mi hallarlos como distintos y fuera de mí, ante mí. Esfalso, pues, que la conciencia sea algo cerrado, un darse cuentasólo de sí misma, de lo que tiene en su interior. A1 revés, yo medoy cuenta de que pienso cuando, por ejemplo, me doy cuenta deque veo o pienso una estrella; y entonces de lo que me doy cuentaes de que existen dos cosas distintas, aunque unidas la una a laotra: yo que veo la estrella y la estrella que es vista por mí. Ellanecesita de mí, pero yo necesito también de ella. Si el idealismo nomás dijese: existe el pensamiento, el sujeto, el yo, diría algaverdadero aunque incompleto; pero no se contenta con eso, sinoque añade: existe sólo pensamiento, sujeto, yo. Esto es falso. Siexiste sujeto existe inseparablemente objeto, y viceversa. Si existoyo que pienso, existe el mando que pienso. Por tanto: la verdadradical es la coexistencia de mí con el mando. Existir esprimordialmente coexistirnes ver yo alga que no soy yo, amor yoa otro ser, sufrir yo de las cosas.

E1 modo de dependencia en que las cosas están de mí no es,pues, la dependencia unilateral que el idealismo creyó hallar, no essólo que ellas sean mi pensar y sentir, sino también la dependenciainversa, también yo dependo de ellas, del mando. Se trata, pues, deuna interdependencia, de una correlación, en suma, decoexistencia.

¿Por qué el idealismo, que tuvo una intuición tan enérgica yclara del hecho «pensamiento», lo concibió tan mal, lo falsificó?Por la sencilla razón de que aceptó sin discutirlo el sentidotradicional del concepto ser y existir. Según este sentidoinveteradísimo,

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ser, existir, quiere decir lo independientenpor eso, para el pretéritofilosófico el único ser que verdaderamente es el Ser Absoluto, querepresenta el superlativo de la independencia ontológica.Descartes, con más claridad que nadie antes de él, formula casicínicamente esta idea del ser cuando desde la sustancia ncomo yadijen diciendo que es un quod nihil aliud indigeat ad existendum.E1 ser que para ser no necesita ningún otron nihil indigeat. E1 sersubstancial es el ser suficientenindependiente. A1 toparse con elhecho evidentísimo de que la realidad radical e indubitable es yoque pienso y la cosa en que piensonpor tanto, una dualidad y unacorrelaciónnno se atreve a concebirla imparcialmente, sino quedice: puesto que hallo estas das cosas unidas el sujeto y el objeto,por tanto en dependencian, tengo que decidir cuál de las dos esindependiente, cuál no necesita del otro, cuál es el suficiente. Peronosotros no hallamos fundamento alguno indubitable a esasuposición de que ser sólo puede significar «ser suficiente». A1contrario, resulta que el único ser indubitable que hallamos es lainterdependencia del yo y las cosasnLas cosas son lo que son paramí, y yo soy el que sufre de las cosasnpor tanto, que el serindubitable es, por lo pronto, no el suficiente, sino «el serindigente». Ser es necesitar lo uno de lo otro.

La modificación es de exuberante importancia, pero es tanpoco profunda, tan superficial, tan evidente, tan clara, tan sencillaque casi da vergüenza. ¿Ven ustedes cómo la filosofia es unacrónica voluntad de superficialidad? ¿Un jugar volviendo lascartas para que las vea nuestro contrario?

E1 dato radical, decíamos, es una coexistencia de mí con lascosas. Pero apenas hemos dicho esto nos percatamos de quedenominar «coexistencia» al modo de existir yo con el mando, aesa realidad primaria, a la vez unitaria y doble, a ese magníficohecho de esencial dualidad, es cometer una incorrección. Porquecoexistencia no significa más que estar una cosa junto a la otra,que ser la una y la otra. E1 carácter estático, yacente, del existir ydel ser, de estos dos viejos conceptos, falsifica lo que queremosexpresar. Porque no es el mando por si junto a mí y yo por mi ladoaquí, junto a élnsino que el mando es lo que está siendo para mi,en dinámico ser frente y contra mí, y yo soy el que actúo sobre él,el que lo mira y lo sueña y lo sufre y lo ama o lo detesta. E1 serestático queda declarado cesantenya veremos cuál es su subalternopapelny ha de ser sustituido por un ser actuante. E1 ser del mandoante mí es digamosnun funcionar sobre mí, y, parejamente, el

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mío sobre él. Pero estonuna realidad que consiste en que un yovea un mando, lo piense, lo toque, lo ame o deteste, le entusiasmeo le acongoje, lo transforme y aguante y sufra, es lo que desdesiempre se llama «vivir», ««mi vida»», ««nuestra vida»», la de cadacual. Retorceremos, pues, el pescuezo a los venerables yconsagrados vocablos existir, coexistir y ser, para, en vez de ellos,decir: lo primario que hay en el Universo es ««mi vivir»» y todolo demás lo hay, o no lo hay, en mi vida, dentro de ella. Ahora noresulta inconveniente decir que las cosas, que el Universo, queDios mismo san contenidos de mi vidanporque ««mi vida»» nosoy yo solo, yo sujeto, sino que vivir es también mando. Hemossuperado el subjetivismo de tres siglosnel yo se ha libertado de suprisión íntima, ya no es lo único que hay, ya no padece esa soledadque es unicidad, con la cual tomamos contacto un día anterior. Noshemos evadido de la reclusión hacia dentro en que vivíamos comomodernos, reclusión tenebrosa, sin luz, sin luz de mando y sinespacios donde holgar las alas del afán y el apetito. Estamos fueradel condenado recinto yoísta, cuarto hermético de enfermo, hechode espejos que nos devolvían desesperadamente nuestro propio persenestamos fuera, al aire libre, abierto otra vez el pulmón aloxígeno cósmico, el ala presta al vuelo, el corazón apuntando a loamable. E1 mando de nuevo es horizonte vital que, como la líneadel mar, encorva en torno nuestro su magnífica comba de ballestay hace que nuestro corazón sienta afanes de flecha, él que ya porsí mismo cruento, es siempre herida de dolor o de delicia.Salvémonos en el mando ««salvémonos en las cosas». Esta últimaexpresión escribía yo, como programa de vida, cuando teníaveintidós años y estudiaba en la Meca del idealismo y meestremecía ya anticipando oscuramente la vendimia de una futuramadurez. E quindi uscimmo a riveder le stelle. Pero antesnecesitamos averiguar qué es, en su peculiaridad, ese verdadero yprimario ser que es el ««vivir»». No nos sirven los conceptos ycategorías de la filosofía tradicionalnde ninguna de ellas. Lo quevemos ahora es nuevo: tenemos, pues, que concebir lo que vemoscon conceptos novicios. Señores, nos cabe la suerte de estrenarconceptos. Por eso, desde nuestra presente situación,comprendemos muy bien la delicia que debieron sentir los griegos.Son Los primeros hombres que descubren el pensar científico, lateoría nesa especialísima e ingeniosa caricia que hace la mente alas cosas amoldándose a ellas en una idea exacta. No tenían unpasado científico a su espalda, no habían recibido conceptos yahechos, palabras técnicas consagradas. Tenían delante el ser quehabían descu-

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bierto y a la mano sólo el lenguaje usual «el román paladino enque habla cada cual con su vecino»ny de pronto, una de lashumildes palabras cuotidianas resultaba encajar prodigiosamenteen aquella importantísima realidad que tenían delante. La palabrahumilde ascendía, como por levitación, del plano vulgar de lalocuela, de la charla, y se engreía noblemente en término técnico,se enorgullecía como un palafrén del peso de soberana idea queoprimía su espalda. Cuando se descubre un nuevo mando laspalabras menesterosas correo buenas fortunas. Nosotros, herederosde un profundo pasado, parecemos condenados a no manejar enciencia más que términos hieratizados, solemnes, rígidos, conquienes de puro respeto hemos perdido toda confianza. ¡Quéplacer debió ser para aquellos hombres de Grecia asistir almomento en que sobre el vocablo trivial descendía, como unallama sublime, el pentecostés de la idea científica! ¡Piensenustedes lo duro, rígido, inerte, frío como un metal, que es a la orejadel niño, la primera vez que la oye, la palabra hipotenusa. Pues unbuen día, allá junto al mar de Grecia, unos musicantes inteligentes,cosa que no suelen ser los musicantes, unos músicos genialesllamados pitagóricos, descubrieron que en el arpa el tamaño de lacuerda más larga estaba en una proporción con el tamaño de lacuerda más corta análoga al que habla entra el sonido de aquéllay el de ésta. E1 arpa era un triángulo cerrado por una cuerda, «lamás larga, la más tendida»nhipotenusa, nada más. ¿Quién puedehoy sentir en ese horrible vocablo con cara de dómine aquelnombre tan sencillo y tan dulce, «la más larga», que recuerda eltítulo de la valse de Debussy La plus que lente «la más quelenta»?Pues bien, nos encontramos en similar situación. Buscamos losconceptos y categorías que digan, que expresen el vivir en suexclusiva peculiaridad, y necesitamos hundir la mano en elvocabulario trivial y sorprendernos de que, súbitamente, unapalabra sin rango, sin pasado científico, una pobre voz vernacularse incendia por dentro de la luz de una idea científica y seconvierte en término técnico. Esto es un síntoma más de que lasuerte nos ha favorecido y llegamos primerizos y nuevos a unacosta intacta.

E1 vocablo vivir no hace sino aproximarnos al sencilloabismo, al abismo sin frases, sin patéticos anuncios queenmascarado se oculta bajo ella. Es preciso que con algún valorpangamos el pie en él aunque sepamos que nos espero una graveinmersión en profundidades pavorosas. Hay abismos benéficos quede puro ser insondables nos devuelven al sobrehaz de la existenciarestaura-

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dos, robustecidos, iluminados. Hay hechos fundamentales con losque conviene de cuando en cuando enfrentarse y tomar contacto,precisamente porque son abismáticos, precisamente porque enellos nos perdemos. Jesús lo decía divinamente: «Sólo el que sepierde se encontrará.» Ahora, si ustedes me acompañan con unesfuerzo de atención, vamos a perdernos un rato. Vamos asumergirnos, buzos de nuestra propia existencia, para tornar luegoa la superficie, como el pescador de Coromandel que vuelve delfondo del mar con la perla entre los dientes, por lo tanto,sonriendo.

¿Qué es nuestra vida, mi vida? Sería inocente y unaincongruencia responder a esta pregunta con definiciones de labiología y hablar de células, de funciones somáticas, de digestión,de sistema nervioso, etc. Todas estas cosas son realidadeshipotéticas construidas con buen fundamento, pero construidas porla ciencia biológica, la cual es una actividad de mi vida cuando laestudio o me dedico a sus investigaciones. Mi vida no es lo quepasa en mis células como no lo es lo que pasa en mis astros, enesos puntitos de oro que veo en mi mando nocturno. Mi cuerpomismo no es más que un detalle del mando que encuentro enmíndetalle que, por muchos motivos, me es de excepcionalimportancia, pero que no le quita el carácter de ser tan sólo uningrediente entre innumerables que hallo en el mando ante mí.Cuanto se me diga, pues, sobre mi organismo corporal y cuanto seme añada sobre mi organismo psíquico mediante la psicología serefiere ya a particularidades secundarias que suponen el hecho deque yo viva y al vivir encuentre, vea, analice, investigue lascosas-cuerpos y las cosas-almas. Por consiguiente, respuestas deese orden no tangentean siquiera la realidad primordial que ahoraintentamos definir.

¿Qué es, pues, vida? No busquen ustedes lejos, no traten derecordar sabidurías aprendidas. Las verdades fundamentales tienenque estar siempre a la mano porque sólo así son fundamentales.Las que es preciso ir a buscar es que están sólo en un sitio, que sonverdades particulares, localizadas, provinciales, de rincón, nobásicas. Vida es lo que somos y lo que hacemos: es, pues, de todaslas cosas la más próxima a cada cual. Pongamos la mano sobreella, se dejará apresar como un ave mansa.

Si hace un momento, al dirigirse ustedes aquí, alguien lespreguntó dónde iban, ustedes habrán dicho: vamos a escuchar unalección de filosofía. Y, en efecto, aquí están ustedes oyéndome. Lacosa no tiene importancia alguna. Sin embargo, es lo que ahoraconstituye su vida. Yo lo siento por ustedes, pero la verdad me

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obliga a decir que la vida de ustedes, su ahora, consiste en unacosa de minúscula importancia. Mas si somos sincerosreconoceremos que la mayor porción de nuestra existencia estáhecha de parejas insignificancias: vamos, venimos, hacemos estoo lo otro, pensamos, queremos o no queremos, etc. De cuando encuando nuestra vida parece cobrar súbita tensión, comoencabritarse, concentrarse y dedicarse: es un gran dolor, un granafán que nos llama: nos pasan, decimos , cosas de importancia.Pero noten ustedes que para nuestra vida esta variedad de acentos,este tener o no tener importancia es indiferente, puesto que la horaculminante y frenética no es más vida que plebe de nuestrosminutos habituales.

Resulta, pues, que la primera vista que tomamos sobre lavida en esta pesquiza de su esencia pura que emprendemos es elconjunto de actos y sucesos que la van, por decirlo así,amueblando.

Nuestro método va a consistir en ir notando uno tras otro losatributos de nuestra vida en orden tal que de los más externosavancemos hacia los más internos, que de la periferia del vivir noscontraigamos a su centro palpitante. Hallaremos, pues,sucesivamente una serie introgrediente de definiciones de la vida,cada una de las cuales conserva y ahonda las antecedentes.

Y, así, lo primero que hallamos es esto:Vivir es lo que hacemos y nos pasandesde pensar o soñar o

conmovernos hasta jugar a la bolsa o ganar batallas. Pero, bienentendido, nada de lo que hacemos seria nuestra vida si no nosdiésemos cuenta de ello. Este es el primer atributo decisivo conque topamos: vivir es esa realidad extraña, única, que tiene elprivilegio de existir para si misma. Todo vivir es vivirse, sentirsevivir, saberse existiendondonde saber no implica conocimientointelectual ni sabiduría especial ninguna, sino que es esasorprendente presencia que su vida tiene para cada cual: sin esesaberse, sin ese darse cuenta el dolor de muelas no nos dolería.

La piedra no se siente ni sabe ser piedra: es para sí misma,como para todo, absolutamente ciega. En cambio, vivir es, por lopronto, una revelación, un no contentarse con ser, sino comprendero ver que se es, un enterarse. Es el descubrimiento incesante quehacemos de nosotros mismos y del mundo en derredor. Ahoravamos con la explicación y el título jurídico de ese extrañoposesivo que usamos al decir «nuestra vida»; es en esta porque,además de ser ella, nos damos cuenta de que es y de que es tal ycomo es. A1 percibirnos y sentirnos tomamos posesión denosotros, y

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este hallarse siempre en posesión de si mismo, este asistir perpetuoy radical a cuanto hacemos y somos diferencia el vivir de todo lodemás. Las orgullosas ciencias, el conocimiento sabio no hacenmás que aprovechar, particularizar y regimentar esta revelaciónprimigenia en que la vida consiste.

Para buscar una imagen que fije un poco el recuerdo de estaidea traigamos aquella de la mitología egipcíaca donde Osirismuere e Isis, la amante, quiere que resucite y, entonces, le hacetragarse el ojo del gavilán Horus. Desde entonces el ojo aparece entodos los dibujos hieráticos de la civilización egipciarepresentando el primer atributo de la vida: el verse a sí mismo. Yese ojo, andando par todo el Mediterráneo, llenando de suinfluencia el Oriente, ha venido a ser lo que todas las demásreligiones han dibujado como primer atributo de la providencia: elverse a sí mismo, atributo esencial y primero de la vida misma.

Este verse o sentirse, esta presencia de mi vida ante mí queme da posesión de ella, que la hace «mía» es la que falta aldemente. La vida del loco no es suya, en rigor no es ya vida. Deaquí que sea el hecho más desazonador que existe ver a un loco.Porque en él aparece perfecta la fisonomía de una vida, pero sólocomo una máscara tras de la cual falta una auténtica vida. Ante eldemente, en efecto, nos sentimos como ante una máscara; es lamáscara esencial, definitiva. E1 loco, al no saberse a sí mismo, nose pertenece, se ha expropiado, y expropiación, pasar a posesiónajena, es lo que significan los viejos nombres de la locura:enajenación, alienado, decimosnestá fuera de sí, está «ido», seentiende de sí mismo; es un poseído, se entiende poseído por otro.La vida es sabersenes evidencial.

Está bien que se diga: primero es vivir y luego filosofarnenun sentido muy riguroso es, como ustedes están viendo, elprincipio de teda mi filosofían; está bien, pues, que se digaesonpero advirtiendo que el vivir en su raíz y entraña mismasconsiste en un saberse y comprenderse, en un advertirse y advertirlo que nos rodeo, en un ser transparente a sí mismo. Por eso,cuando iniciamos la pregunta ¿qué es nuestra vida? pudimos sinesfuerzo galanamente responder: vida es lo quehacemosnclaronporque vivir es saber que lo hacemos, esnensumanencontrarse a sí mismo en el mando y ocupado con lascosas y seres del mundo.

(Estas palabras vulgares, encontrarse, mundo, ocuparse, sonahora palabras técnicas en esta nueva filosofía. Podría hablarselargamente de cada una de ellas, pero me limitaré a advertir que

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esta definición: «vivir es encontrarse en un mundo», como todaslas principales ideas de estas conferencias, están ya en mi obrapublicada. Me importa advertirlo, sobre todo, acerca de la idea dela existencia, para la cual reclamo la prioridad cronológica. Por esomismo me complazco en reconocer que en el análisis de la vidaquien ha llegado más adentro es el nuevo filósofo alemán MartinHeidegger.)

Aquí es preciso aguzar un poco la visión porque arribamosa costas más ásperas.

Vivir es encontrarse en el mundo... Heidegger, en unrecentísimo y genial libro, nos ha hecho notar todo el enormesignificado de esas palabras... No se trota principalmente de queencontremos nuestro cuerpo entra otras cosas corporales y todoello dentro de un gran cuerpo o espacio que llamaríamos mundo.Si sólo cuerpos hubiese no existiría el vivir, los cuerpos ruedan losunos sobre los otros, siempre fuera los unos de los otros, como lasbolas de billar o los átomos, sin que se sepan ni importen los unosa los otros. E1 mundo en que al vivir nos encontramos se componede cosas agradables y desagradables, atroces y benévolas, favoresy peligros: lo importante no es que las cosas sean o no cuerpos,sino que nos afectan, nos interesan, nos acarician, nos amenazany nos atormentan. Originariamente eso que llamamos cuerpo no essino algo que nos resiste y estorba o bien nos sostiene y llevanportanto, no es sino algo adverso o favorable. Mundo es sensu strictolo que nos afecta. Y vivir es hallarse cada cual a sí mismo en unámbito de temas, de asuntos que le afectan. Así, sin saber cómo,la vida se encuentra a sí misma a la vez que descubre el mundo.No hay vivir si no es en un orbe lleno de otras cosas, sean objetoso criaturas; es ver cosas y escenas, amarlas u odiarlas, desearlas otemerlas. Todo vivir es ocuparse con lo otro que no es uno mismo,todo vivir es convivir con una circunstancia.

Nuestra vida, según esto, no es sólo nuestra persona, sinoque de ella forma parte nuestro mundo: ellannuestra vidanconsisteen que la persona se ocupa de las cosas o con ellas, yevidentemente lo que nuestra vida sea depende tanto de lo que seanuestra persona como de lo que sea nuestro mundo. [Por esopodemos representar «nuestra vida» como un arco que une elmundo y yo; pero no es primero yo y luego el mundo, sino ambosa la vez.] Ni nos es más próximo el uno que el otro término: nonos damos cuenta primero de nosotros y luego del contorno, sinoque vivir es, desde luego, en su propia raíz, hallarse frente almundo. cor el mundo,

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417 dentro del mundo, sumergido en su tráfago, en sus problemas, ensu trama azarosa. Pero también viceversa: ese mundo, alcomponerse sólo de lo que nos afecta a cada cual, es inseparablede nosotros. Nacemos juntos con él y san vitalmente persona ymundo como esas parejas de divinidades de la antigua Grecia yRoma que nacían y vivían juntas: los Dioscuros, por ejemplo,parejas de dioses que solían denominarse dii consentes, los diosesunánimes.

Vivimos aquí, ahoranes decir, que nos encontramos en unlugar del mundo y nos parece que hemos venido a este lugarlibérrimamente. La vida, en efecto, deja un margen deposibilidades dentro del mundo, pero no somos libres para estar ono en este mundo que es el de ahora. Cabe renunciar a la vida,pero si se vive no cabe elegir el mundo en que se vive. Esto da anuestra existencia un gesto terriblemente dramático. Vivir no esentrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, como seelige el teatro después de cenar nsino que es encontrarse depronto, y sin saber cómo, caído, sumergido, proyectado en unmundo incanjeable, en este de ahora. Nuestra vida empieza par serla perpetua sorpresa de existir, sin nuestra anuencia previa,náufragos, en un orbe impremeditado. No nos hemos dado anosotros la vida, sino que nos la encontramos justamente alencontrarnos con nosotros. Un símil esclarecedor fuera el dealguien que, dormido, es llevado a los bastidores de un teatro yallí, de un empujón que le despierta, es lanzado a las baterías,delante del público. A1 hallarse allí ¿qué es lo que hallo esepersonaje? Pues se halló sumido en una situación difícil sin sabercómo ni por qué, en una peripecia: la situación difícil consiste enresolver de algún modo decoroso aquella exposición ante elpúblico, que él no ha buscado ni preparado ni previsto. En suslineas radicales, la vida es siempre imprevista. No nos hananunciado antes de entrar en ellanen su escenario, que es siempreuno concreto y determinadon; no nos han preparado.

Este carácter súbito e imprevisto es esencial en la vida. Fueramuy otra cosa si pudiéramos prepararnos a ella antes de entrar enella. Ya decía Dante que «la flecha prevista viene más despacio».Pero la vida en su totalidad y en cada uno de sus instantes tienealga de pistoletazo que nos es disparado a quemarropa.

Yo creo que esa imagen dibuja con bastante pulcritud laesencia del vivir. La vida nos es dadanmejor dicho, nos esarrojada o somos arrojados a ella, pero eso que nos es dado, lavida, es un problema que necesitamos resolver nosotros. Y lo es nosólo en esos casos

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de especial dificultad que calificamos peculiarmente de conflictosy apuros, sino que lo es siempre. Cuando han venido ustedes aquíhan tenido que decidirse a ello, que resolverse a vivir este rato enesta forma. Dicho de otro modo: vivimos sosteniéndonos en viloa nosotros mismos, llevando en peso nuestra vida par entra lasesquinas del mundo Y con esto no prejuzgamos si es triste o jovialnuestra existencia: sea lo uno o lo otro, está constituida por unaincesante forzosidad de resolver el problema de si misma.

Si la bala que dispara el fusil tuviese espíritu sentiría que sutrayectoria estaba prefijada exactamente por la pólvora y lapuntería, y si a esta trayectoria llamábamos su vida la bala sería unsimple espectador de ella, sin intervención en ella: la bala ni se hadisparado a si misma ni ha elegido su blanco. Pero por esto mismoa ese modo de existir no cabe llamarle vida. Esta no se sientenunca prefijada. Por muy seguros que estemos de lo que nos va apasar mañana lo vemos siempre como una posibilidad. Este es otroesencial y dramático atributo de nuestra vida, que va unido alanterior. Por lo mismo que es en todo instante un problema, grandeo pequeño, que hemos de resolver sin que quepa transferir lasolución a otro ser, quiere decirse que no es nunca un problemaresuelto, sino que, en todo instante, nos sentimos como forzadosa elegir entre varias posibilidades. [Si no nos es dado escoger elmundo en que va a deslizarse nuestra vidany ésta es su dimensiónde fatalidadnnos encontramos con un cierto margen, con unhorizonte vital de posibilidadesny ésta es su dimensión delibertadn, vida es, pues, la libertad en la fatalidad y la fatalidad enla libertad.] ¿No es esto sorprendente? Hemos sido arrojados ennuestra vida y, a la vez, eso en que hemos sido arrojados tenemosque hacerlo por nuestra cuenta, par decirlo así, fabricarlo. O dichode otro modo: nuestra vida es nuestro ser. Somos lo que ella sea ynuda másnpero ese ser no está predeterminado, resuelto deantemano, sino que necesitamos decidirlo nosotros, tenemos quedecidir lo que vamos a sa; par ejemplo, lo que vamos a hacer alsalir de equi. A esto llamo «llevarse a si mismo en vilo, sostenerel propio ser»?. No hay descanso ni pausa porque el sueño, que esuna forma del vivir biológico, no existe para la vida en el sentidoradical con que usamos esta palabra. En el sueño no vivimos, sinoque al despertar y reanudar la vida la hallamos aumentada con elrecuerdo volátil de lo soñado.

Las metáforas elementales e inveteradas son tan verdadescomo las leyes de Newton. En esas metáforas venerables que se

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han convertido ya en palabras del idioma, sobre las cualesmarchamos a toda hora como sobre una isla formada por lo quefue coral, en esas metáforasndiganvan encapsuladas intuicionesperfectas de los fenómenos más fundamentales. Así hablamos confrecuencia de que sufrimos una «pesadumbre», de que noshallamos en una situación «grave». Pesadumbre, gravedad sonmetafóricamente transpuestas del peso físico, del ponderar uncuerpo sobre el nuestro y pesarnos, al orden más intimo. Y es que,en efecto, la vida pesa siempre, porque consiste en un llevarse ysoportarse y conducirse a si mismo. Sólo que nada embota comoel hábito y de ordinario nos olvidamos de ese peso constante quearrastramos y somos npero cuando una ocasión menos sólita sepresenta, volvemos a sentir el gravamen. Mientras el astro gravitahacia otro cuerpo y no se pesa a si mismo, el que vive es a untiempo peso que pondera y mano que sostiene. Parejamente lapalabra «alegría» viene acaso de «aligerar», que es hacer perderpeso. E1 hombre apesadumbrado va a la taberna buscandoalegríansuelta el lastre y el pobre aeróstato de su vida se elevajovialmente.

Con todo esto hemos avanzado notablemente en estaexcursión vertical, en este descenso al profundo ser de nuestravida. En la hondura donde ahora estamos nos aparece el vivircomo un sentirnos forzados a decidir lo que vamos a ser. Ya nonos contentaremos con decir, como al principio: vida es lo quehacemos, es el conjunto de nuestras ocupaciones con las cosas delmundo, porque hemos advertido que todo ese hacer y esasocupaciones no nos vienen automáticamente, mecánicamenteimpuestas, como el repertorio de discos al gramófono, sino queson decididas par nosotros; que este ser decididas es lo que tienende vida: la ejecución es, en gran parte, mecánica.

E1 gran, hecho fundamental con que deseaba poner a ustedesen contacto está ya ahí, lo hemos expresado ya: vivir esconstantemente decidir lo que vamos a ser. ¿No perciben ustedesla fabulosa paradoja que esto encierra? ¡Un ser que consiste, másque en lo que es, en lo que va a ser; par tanto, en lo que aún no es.Pues esta esencial, abismática paradoja es nuestra vida. Yo notengo la culpa de ello. Así es en rigorosa verdad.

Pero acaso piensan ahora algunos de ustedes esto: «¡Decuándo acá vivir va a ser esondecidir lo que vamos a ser! Desdehace un rato estamos aquí escuchándole, sin decidir nada, y, sinembargo, ¡qué duda cabe!, viviendo.» A lo que yo responderé:«Señores míos, durante este rato no han hecho ustedes más quedecidir

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una y otra vez lo que iban a ser. Se trata de una de las horas menosculminantes de su vida, más condenadas a relativa pasividad,puesto que son ustedes oyentes. Y, sin embargo, coincideexactamente con mi definición. He aquí la prueba: mientras meescuchaban, algunos de ustedes han vacilado más de una vez entradejar de atenderme y vacar a sus propias meditaciones o seguirgenerosamente escuchando alertas cuanto yo decía. Se handecidido o por lo uno o por lo otronpor ser atentos o por serdistraídos, por pensar en este tema o en otron, y eso, pensar ahorasobre la vida o sobre otra cosa es lo que es ahora su vida. Y, nomenos, los demás que no hayan vacilado, que hayan permanecidodecididos a escucharme hasta el fin. Momento tras momentohabrán tenido que nutrir nuevamente esa resolución paramantenerla viva, para seguir siendo atentos. Nuestras decisiones,aun las más firmes, tienen que recibir constante corroboración, queser siempre de nuevo cargadas como una escopeta donde lapólvora se inutiliza, tienen que ser, en suma, re-decididas. A1entrar ustedes par esa puerta habían ustedes decidido lo que ibana ser: oyentes, y luego han reiterado muchas veces supropósitonde otro modo se me hubieran ustedes poco a pocoescapado de entra las manos crueles de orador.»

Y ahora me basta con sacar la inmediata consecuencia detodo esto: si nuestra vida consiste en decidir lo que vamos a ser,quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida hay un atributotemporal: decidir lo que vamos a sernpar tanto, el futuro. Y, sinparar, recibimos ahora, una tras otra, toda una fértil cosecha deaveriguaciones. Primera: que nuestra vida es ante todo toparse conel futuro. He aquí otra paradoja. No es el presente o el pasado loprimero que vivimos, no; la vida es una actividad que se ejecutahacia adelante, y el presente o el pasado se descubre después, enrelación con ese futuro. La vida es futurición, es lo que aún no es.

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LECCIÓN XI(1)

[La realidad radical es nuestra vida.nLas categorías de lavida.nLa vida teorética.nLa circunstancia: fatalidad ylibertad.nEl modelo íntimo: pre- ocupación y des-preocupación.]

Cuantas veces he dicho que nos veíamos forzados atransponer los límites de la antigüedad y de la modernidad, heprocurado añadir que sólo las superábamos en la medida que lasconservábamos. El espíritu, por su esencia misma, es, a la par, lomás cruel y lo más tierno o generoso. E1 espíritu, para vivir,necesita asesinar su propio pasado, negarlo, pero no puede haceresto sin, al mismo tiempo, resucitar lo que mata, mantenerlo vivoen su interior. Si lo mata de una vez para siempre, no podría seguirnegándolo, y porque negandolo, superandolo. Si nuestropensamiento no repensase el de Descartes, y Descartes norepensase el de Aristóteles, nuestro pensamiento seríaprimitivontendríamos que volver a empezar y no sería unheredero. Superar es heredar y añadir. Cuando diga quenecesitamos conceptos nuevos me refiero a lo que tenemos queañadir nlos viejos perduran, pero con un carácter subalterno. Sinosotros descubrimos un nuevo modo de ser más fundamental, esevidente que necesitamos un concepto del ser, desconocidoantesnpero, a la vez, este nuestro concepto novísimo tiene -laobligación de explicar los antiguos, demostrar la porción de verdadque les corresponde. Así, días pasados, insinuamosnno

______________1 Viernes, 17 de mayo.

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había tiempo sino para, a lo sumo, insinuarncómo la idea antiguadel ser cósmico, del ser substante vale para una realidad en queaún no se ha descubierto el hecho más radical de la conciencia, ymás tarde hemos mostrado cómo el ser subjetivo sería un conceptoválido si no existiese una realidad previa al sujeto mismo, que esla vida.

Pues bien, antigüedad y modernidad coinciden en intentarbajo el nombre de filosofía, el conocimiento del Universo o cuantohay. Pero al dar el primer paso, al buscar la primera verdad sobreel Universo comienzan ya a discrepar. Porque d antiguo parte,desde luego, en busca de una realidad primera, entendiendo parprimera la más importante en la estructura del Universo. Si esteísta dirá que la realidad más importante que explica las demás esDios; si es materialista dirá que la materia; si es panteísta dirá queuna entidad indiferente, a la vez materia y Diosnnatura sive Deus.Pero el moderno detendrá teda esta pesquisa y disputa diciendo: esposible que, en efecto, sea esta o la otra realidad la más importanteen el Universo, pero después de que lo hubiésemos demostrado nohabríamos adelantado un pasonporque ustedes han olvidadopreguntarse si esa realidad que explica a las demás la hay con tedaevidencia; más aún si esas otras realidades explicadas par ella,menos importantes que ella, existen indubitablemente. E1problema primero de la filosofía no es averiguar qué realidad es lamás importante, sino qué realidad del Universo es la másindudable, la más seguranaunque sea, par caso, la menosimportante, la más humilde e insignificante. En suma, que elproblema primero filosófico consiste en determinar qué nos esdado del Universonel problema de los datos radicales. Laantigüedad no se plantea nunca formalmente este problema; pareso, cualesquiera sean sus aciertos en las demás cuestiones, sunivel es inferior al de la modernidad. Nosotros nos instalamos,desde luego en este nivel, y lo único que hacemos es disputar conlos modernos sobre cuál es la realidad radical e indubitable.Hallamos que no es la conciencia, el sujeto nsino la vida, queincluye, además del sujeto, el mundo. De esta manera escapamosal idealismo y conquistamos un nuevo nivel.

Pero noten ustedes que todo esto lo hacemos sin salir delproblema primero de la folosofía, que nos movemosexclusivamente en el plano de lo que nos es dado entra cuanto hay.Si creemos que este dato es nuestra vida, que del Universo a cadacual le es dado sólo su vivir, no nos permitimos la más ligeraopinión aún sobre si, además de esto que nos es dado, no hay, bienque no dadas, otras realidades mucho más importantes. E1problema de lo dado o indu-

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bitable no es la filosofía, sino sólo su dintel, su capítulopreliminar. Me interesa recordar esto dicho ya en las primeraslecciones.

Pero yo no sé si todos advierten la consecuencia que estotrae, una consecuencia elemental, tan elemental que, en rigor, yono debía enunciarla, pero que me temo sea conveniente hacerconstar. Es ésta: si hemos reconocido que la única realidadindubitable esla que sea, y la hemos definidon, todo lo demás que digamos nopodrá nunca contradecir los atributos que constituían con tedaevidencia aquella realidad radical. Porque todas las demás cosasde que hablamos, distintas de esa primordial, son dudosas ysecundarias y no poseen más firmeza que la que reciben deapoyarse en la realidad indubitable. Así, par ejemplo: suponganustedes que alguien parte del principio moderno y dice: lo únicoindubitable es la existencia del pensamientoncon ello se coloca enel nivel que llamamos modernidad. Pero luego añade: claro queademás hay materia, la materia de la física, compuesta de átomosque rigen ciertas leyes. Ese «hay además» es completamenteabsurdo, si se entiende por él que lo que diga la física tiene elmismo rango de vigencia que el principio del subjetivismo. Estedice: lo real indubitable es inmaterial y para él no rigen las leyesde la física, ciencia que se ocupa de cuasi-realidades secundarias,como toda ciencia particular. Lo cual no es negar la verdad de lasleyes físicas, sino acotar su vigencia al orden secundario defenómenos a que se refieren, orden de fenómenos que no pretendeser radical. E1 físico idealistanes decir, modernon, como elfilósofo idealista, tendrán que explicar cómo, no habiendo másrealidad indubitable que la inmaterial, el pensamiento, puedehablarse con buen sentido y con verdad de cosas materiales, deleyes físicas, etc.npero lo que no pueden hacer sin perder ipsofacto su nivel es dejar que la física ejerza efectos retroactivos sobrela definición de la realidad indubitable. Lo que digamos de ésta esintangible, indestructible par todo lo que partiendo de ellaañadamos después. Esta es la cosa elemental que venteo no serinoportuno subrayar.

E1 nuevo hecho o realidad radical es «nuestra vida», la decada cual. Intente cualquiera hablar de otra realidad como másindubitable y primaria que ésta y verá que es imposible. Nisiquiera el pensar es anterior al vivirnporque el pensar seencuentra a si mismo como trozo de mi vida, como un actoparticular de ella. Este mismo buscar una realidad indubitable esalga que hago porque y en tanto que vivones decir, es algo queejecuto no aislado y por si, sino que busco eso porque vivo ahoraocupándome en hacer

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filosofía y como primer acto del filosofar; y el filosofar es, a suvez, forma particular del vivir que supone este vivirmismonpuesto que si hago filosofía es por alga previo, porquequiero saber qué es el Universo, y esta curiosidad, a su vez, existegracias a que la siento como un afán de mi vida que está inquietaacerca de sí misma que se encuentra, tal vez, perdida en sí misma.En suma, cualquiera realidad que queramos poner como primaria,hallamos que supone nuestra vida y que el ponerla es ya un actovital, es «vivir».

Será todo lo sorprendente que se quiera esta casualidad deque la realidad única, indubitable sea precisamente el «vivir» y noel mero cogito idealistanque tanto sorprendió en su tiempon y nola forma de Aristóteles o la idea de Platón, que a su horaparecieron intolerables paradojas. Mas qué le vamos a hacer. Asíes.

Pero si es así no hay más remedio que fijar Los atributos deesa nueva realidad radicalny además, no hay más remedio queaceptarlos aunque den en rostro a todas nuestras teoríaspreexistentes, a todas las demás ciencias que seguimos, noobstante, reconociendo como en su punto verídicas. Ya luego n unsistema de la filosofían tendríamos que mostrar cómo partiendode la realidad de «nuestra vida» hay además, pero sin contradecirun punto a nuestro concepto del vivir, cuerpos orgánicos y leyesfísicas y moral e incluso teología. Pues no está dicho, inclusive,que además de esta indudable «vida nuestra»nque nos es dadannoexista, acaso, la «otra vida». Lo cierto es que esa «otra vida», es,en ciencia, problemátican como lo es la realidad orgánica y larealidad físicany que, en cambio, esta «nuestra vida», la de cadacual, no es problemática, sino indubitable.

E1 día último comenzamos la definición de la vida en laforma rápida a que la prisa nos obliga. Es posible que se sintiesenustedes desorientados porque lo que íbamos diciendo eraperogrullesco. Pero esto quiere decir que era evidente y a lasevidencias nos atenernos. La vida no es un misterio, sino todo locontrario: es lo patente, lo más patente que existeny de puro serlo,de puro ser transparente nos cuesta trabajo reparar en ella. Lamirada se nos va más allá, hacia sabidurías problemáticas y nos esun esfuerzo detenerla sobre estas inmediatas evidencias.

Así, es evidente que vivir es encontrarme en el mundo Si meencontrase, por lo pronto, sólo conmigo, yo existiría, pero eseexistir no seria un vivirnseria el existir meramente subjetivo delidealismo. Peronallí estánes falso que yo pueda encontrarme soloa mi mismonporque al descubrir mi yo, el mí-mismo, hallo queeste consiste en alguien que se ocupa con lo que no es él, con otros

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algosn, los cuales además se presentan reunidos y comoarticulados entra sí y frente a mi en la forma de contorno, deunidad envolvente, de mundo donde yo estoyny estoy no yaciendoe inerte, sino atosigado par ese mundo o exaltado par él. Mundoes, pues, lo que hallo frente a mí y en mi derredor cuando me halloa mi mismo, lo que para mí existe y sobre mi actúa patentemente.Mundo no es la naturaleza, el Cosmos de los antiguos que era unarealidad subsistente y por sí, de que el sujeto conoce este o el otropedazo pero que se reserva su misterio. E1 mundo vital no tienemisterio alguno para mi, porque consiste exclusivamente en lo queadvierto, tal y como lo advierto. En mi vida no interviene sinoaquello que en ella se hace presente. E1 mundo, en suma, es lovivido como tal. Supongamos que mi mundo se compusiese depuros misterios, de cosas enmascaradas, enigmáticas ncomo elmundo de ciertas películas americanas. Pues bien, eso, que eranmisterios, que eran enigmas, me sería presente, evidente,transparente y actuaría sobre mi como tal misterio y tal enigma; ydebería decir: el mundo que vivo es un indubitable y evidentemisterio, me es patente su ser, que consiste en misteriosidad, ysería exactamente la misma situación que si dijese: el mundo esazul o amarillo.

E1 atributo primero de esta realidad radical que llamamos«nuestra vida» es el existir por sí misma, el enterarse de sí, el sertransparente ante sí. Sólo par eso es indubitable ella y cuantoforma parte de ellany sólo porque es la única indubitable es larealidad radical.

E1 «encontrarse», «enterarse» o «ser transparente» es laprimera categoría que constituye el vivir. Algunos de ustedes nosaben qué es categoría. No les dé vergüenza. Categoría es una cosaelemental en la ciencia filosófica. No les dé vergüenza ignorar unacosa elemental. Todos ignoramos cosas elementales que está hartode saber nuestro vecino. Lo vergonzoso no es nunca ignorar unacosaneso es, por el contrario, lo natural. Lo vergonzoso es noquerer saberla, resistirse a averiguar algo cuando la ocasión seofrece. Pero esa resistencia no la ofrece nunca el ignorante, sino,al revés, el que cree saber. Esto es lo vergonzoso: creer saber. E1que cree que sabe una cosa pero, en realidad, la ignora, con supresunto saber cierra el poro de su mente par donde podía penetrarla autentica verdad. La torpe idea que tiene, soberbia o terca, actúacomo en las termiterasnnidos de insectos algo semejantes a lashormigasnel guardián, que tiene una cabeza enorme, charolada,durísima y se dedica al menester de ponerla en el orificio deentrada obturando con su propia testuz el agujero para que na-

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die entre. Así, el que cree saber cierra con su propia idea falsa, consu propia cabeza el opérculo mental par donde el efectivo saberpenetrarla. Quien ha llevado una vi da intelectual pública muyactiva en España y fuera de España automáticamente compara y lacomparación le fuerza a convencerse de que en el español estehermetismo mental es un vicio permanente y endémico. Y no porcasualidad. Si el hombre español es intelectualmente poco poroso,se debe a que también es hermético en zonas de su alma muchomás profundas que el intelecto. Pero acaso aún más grave que estafalta de porosidad del hombre español es la insuficiente porosidaddel alma femenina española. He dicho una atrocidadnpero no la hedicho al azar y por escape. Con ello he anunciado una campañasobre el modo de ser de la mujer española que emprenderé tanpronto como en el aire puedan las palabras circular libremente.Será una campaña nuda halagüeña y muy penosa para mi. Siempreme ha repugnado el frecuente personaje a quien oímos decirconstantemente que se cree en el deber de esto o de lo otro. Yo mehe creído muy pocas veces en deberes durante mi vida. La hevivido y la vivo casi antera empujado por ilusiones, no pordeberes. Es más: la ética que acaso el año que viene exponga en uncurso ante ustedes se diferencia de todas las tradicionales en queno considera al deber como la idea primaria en la moral, sino a lailusión. E1 deber es cosa importante, pero secundarianes elsustituto, el Ersatz de la ilusión. Es preciso que hagamos siquierapar deber lo que no logramos hacer por ilusión. Pues bien, estacampaña sobre el temanla mujer españolan es demasiado ásperapara que sea una ilusión; será, al contarlo, un sacrificio; y por casoinsólito, me creo en el deber de hacerla tras largos, largos años demeditarla. Creo que de todas las cosas que en nuestra vidaespañola necesitan radical reforma, tal vez ninguna se hallo tanradicalmente menesterosa de ella como el alma femenina. Y paraquien cree, como yo, que la mujer interviene en la historiafabulosamente más de lo que se cree y se sospecha y por víasconstantes, irresistibles y sutilísimas, es cosa palmaria que nopocos defectos capitales, persistentes de la existencia hispánica,cuyo origen se busca en las causas más abstrusas, provienensencillamente de la insuficiente feminidad española. La faena tanenojosa, tan peligrosa de decir esto me siento obligado a tomarlasobre mi, aun previendo las consecuencias harto incómodas quepara mi traerá. Como ven ustedes, también en este punto discrepoabsolutamente de los discos oficiales. Soy poco galante, pero hayque acabar con la galantería, hay que superarla como lamodernidad y el idea-

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lismo que fueron su climanhay que avanzar hacia formas deentusiasmo por la mujer mucho más enérgicas, difíciles yardientes. Nada va pareciendo hoy más extemporáneo que el gestorendido curvo con que el caballero bravucón de 1890 se acercabaa la mujer para decirle una frase galante, retorcida como unaviruta. Las muchachas van perdiendo ya el hábito de sergalanteadas, y ese gesto en que hace treinta años rezumaban todaslas resinas de la virilidad les sabría hoy a afeminamiento.

Pero volvamos a nuestro asuntonque eran las categorías. Setrataba de que algunos de ustedes no tienen ni tenían por qué teneruna idea clara de lo que son las categorías. Esto no importa,porque la idea de categoría es lo más sencillo del mundo. Uncaballo y una estrella se diferencian en muchos de sus elementos,en la mayor parte de sus ingredientes. Pero por mucho que sediferencien algo tendrán de común cuando decimos de uno y otroque son dos cosas corpóreas. En efecto, el caballo y la estrella sonambos algo real y además cada uno ocupa un espacio y existe enun tiempo y sufre o padece cambios como el moverse, y a su vezproduce cambios en otras cosas al chocar con ellas y tiene cadauno su color, forma, densidad propias, es decir, cualidades. De estamanera, más allá de sus innumerables diferencias hallamos quecoinciden en un mínimum de elementos y atributos nser real,ocupar espacio y tiempo, tener cualidades, padecer y actuar. Comoellos, todo lo que pretenda ser cosa corpórea poseeráinexorablemente ese mínimo conjunto de condiciones opropiedades, ese esqueleto esencial del ser corpóreo. Pues eso sonlas categoría de Aristóteles. Las propiedades que todo ser real,simplemente por serlo, trae consigo y por fuerza contienenantesy aperte de sus demás elementos diferenciales.

Como nuestra realidad «vivir» es muy distinta de la realidadcósmica antigua, estará constituida par un conjunto de categoríaso componentes, todos ellos forzosos, igualmente originarios einseparables entra si. Estas categorías de «nuestra vida» buscamos.Nuestra vida «es la de cada cual», par tanto, distinta la mía de latuya, pero ambas son «mi vivir» y en ambas habrá una serie deingredientes comunes nLas categorías de «mi vida». Hay, sinembargo, para estos efectos, una diferencia radical entra la realidad«mi vida» y la realidad «Ser» de la filosofía usada. «Ser» es algogeneral que no pretende par sí mismo el carácter de lo individual.Las categorías aristotélicas son categorías del ser en generaln €n€ €nn. Pero «mi vida», apliquese este nombre a mi caso o al decada uno

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428 de ustedes, es un concepto que des de luego implica lo individual;de donde resulta que hemos encontrado una idea rarísima que esa la par «general» e «individual». La lógica hasta ahora ignorabala posibilidad de un concepto en apariencia tan contradictorio E1mismo Hegel, que quiso buscar algo parecido, no lo logró: su«universal concreto» es, a la postre, universal y noverdaderamente, radicalmente concreto, no es individual. Pero eneste tema no puedo ni intentar ahora la penetración . Vamos detravesía, quede intacto a barlovento.

«Encontrarse», «enterarse de sí», «ser transparente» es laprimera categoría de nuestra vida, y una vez más no se olvida queaquí el sí mismo no es sólo el sujeto sino también el mundo. Medoy cuenta de mí en el mundo, de mí y del mundonesto es, por lopronto, «vivir».

Pero ese «encontrarse» es, desde luego, encontrarse ocupadocon algo del mundo. Yo consisto en un ocuparme con lo que hayen el mundo y el mundo consiste en todo aquello de que me ocupoy en nuda más. Ocuparse es hacer esto o lo otrones, par ejemplopensar. Pensar es vivir porque es ocuparme con los objetos en esapeculiar faena y trato con ellos que es pensarlos. Pensar es hacer,par ejemplo, verdades, hacer filosofía. Ocuparse es hacer filosofíao hacer revoluciones o hacer un pitillo o hacer footing o hacertiempo. Esto es lo que en mi vida soy yo. En cuanto a lascosasn¿qué son? ¿Qué son en esta radical perspectiva y modoprimario de ser que es su ser vividas par mí? Yo soy el quehacenpiensa, corre, revoluciona o esperon¿y qué es lo hecho?¡Curioso! Lo hecho es también mi vida. Cuando lo que hago esesperar, lo hecho es haber esperado; cuando lo que hago es unpitillo, lo hecho no es propiamente el pitillo, sino mi acción deliarlonel pitillo por sí y aparte de mi actividad no tiene serprimario, éste era el error antiguo. E1 es lo que yo manejo al irlohaciendo, y cuando he concluido mi actividad y ha dejado de serel tema de mi acción de liar, se convierte en otro temanes lo quehay que encender y luego lo que hay que fumar. Su verdadero serse reduce a lo que representa como tema de mi ocupación. No espor sí nsubsistente, €€rist€nn aparte de mi vivirlo, de mi actuarcon él. Su ser es funcionante: su función en mi vida es un serparanpara que yo haga esto o lo otro con él. No obstante, como lafilosofía tradicional hablo del ser de las cosas como algo que éstastienen par sí y aparte de su manipulación y servicio en mividanuso el sentido inveterado del concepto «ser» E1 cual resulta,en efecto, cuando ante una cosa abstraigo de su ser

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primario, que es su ser servicial, usual y vivido, y encuentro quela cosa no ha desaparecido porque yo no me ocupe con ella, sinoque queda ahí, fuera de mi vida, tal vez en espero de que otra vezme sirva de algo. Perfectamente; pero entonces ese ser por si y nopara mi vida surge en virtud de mi abstraerlo de mi vida y abstraeres también un hacer y un ocuparsenes ocuparse en fingir que novivo, por lo menos, que no vivo esta o aquella cosa, es poner éstaaparte de mí. Por tanto, ese ser por si de las cosas, su ser cósmicoy subsistente es también un ser para mí, es lo que son cuando dejode vivirlas, cuando finjo no vivirlas. Esta actitud fingidanlo cualno quiere decir insincera ni falsa, sino sólo virtualnen quesupongo no existir yo y, por tanto, no ver las cosas como son paramí y me pregunto cómo serán entonces, esta actitud de virtualdesvivirse o no vivir es la actitud teorética. ¿Ven ustedes cómosigue teniendo razón Fichte y teorizar, filosofar es propiamente novivirnprecisamente porque es una forma del vivir: la vidateorética, la vida contemplativa? La teoría y su modo extremonlafilosofíanes el ensayo que la vida hace de trascender de sí misma,de des-ocuparse, de desvivirse, de desinteresarse de las cosas. Peroel desinteresarse no es pasivo, es una forma del interesarse: asaber, interesarse par una cosa cortando Los hilos de interésintravital que la 1igaban a mínsalvandola de su inmersión en mivida, dejándola sola, ella, en la pura referencia a símismanbuscando en ella su ella misma. Desinteresarse es, pues,interesarse en 1a mismidad de cada cosa, es dotarla dei n d e p e n d e n c i a , d e subs i s t en c i a , d i rí a m o s depersonalidadnponerme yo a mirarla desde ella misma, no desdemí. Contemplación es ensayo de transmigración. Pero esonbuscaren algo lo que tenga de absoluto sí mismo y cortar todo otro interésparcial mío hacia ella, dejar de usarla, no querer que me sirva, sinoservirle yo de pupila imparcial para que se vea y se encuentre y seaella misma y por síneso, eso... ¿no es el amor? ¿Entonces lacontemplación es, en su raíz, un acto de amornpuesto que al amor,a diferencia del desear, ensayamos vivir desde el otro y nosdesvivimos par él? E1 viejo y divino Platón, que negamos,prosigue, generoso, alentando dentro de nuestra negación,nutriéndola, inspirandola y aromándola. Así, hallamos en formaciertamente nueva y distinta, su idea sobre el origen erótico delconocimiento.

He tocado este punto atropelladamente, sin depurar ni,analizar par menudo cada una de las expresiones empleadas, paraque en breve y rudo esquema entrevean ustedes dónde viene a caerel sentido tradicional del ser en esta nueva filosofía y de paso paraque

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vislumbren ustedes cuál hubiera sido nuestra trayectoria si eltiempo no hubiese faltado. A la pregunta: ¿Qué es filosofía?,hubiésemos respondido más radicalmente que se ha hecho nuncahasta aquí. Porque en las lecciones anteriores hemos definido loque es la doctrina filosófica y hemos avanzado en ella hastaencontrar la vidanpero ahora es cuando verdaderamente íbamos aresponder a nuestra pregunta. Porque la doctrina filosófica, eso queestá o puede estar en libros, es sólo la abstracción de la autenticarealidad «filosofía» es sólo su precipitado y su cuerpo semimuerto.Como la realidad concreta y no abstracta del pitillo es lo que hayque hacer liándolo el fumador, el ser de la filosofía es lo que haceel filósofo, es el filosofar una forma del vivir. Y esto es lo que yohubiera querido minuciosamente investigar ante ustedes. ¿Qué es,como vivir, filosofar? Ya hemos visto vagamente que es undesvivirnun desvivirse por cuanto hay o el Universon, un hacer desí lugar y hueco donde el Universo se conozca y reconozca Pero esinútil intentar sin largos análisis dar a estas palabras todo suestricto y jugoso sentido. Bástame recordar que los griegos, comono tenían aún libros propiamente filosóficos, cuando sepreguntaban ¿qué es filosofía?ncomo Platónnpensaban en unhombre, en el filósofo, en una vida. Para ellos filosofar era antetodo el b€o€ qewrhtic€€. En rigor, los primeros librosfilosóficosnno sólo como materia sino formalmente talesn quehubo fueron los libros de vidas de los siete sabios, biografías.Todo lo que no sea definir la filosofía como filosofar y el filosofercomo un tipo esencial de vida es insuficiente y no es radical.

Pero ahora quisiera antes de concluir dejar un poco másavanzada la definición de «nuestra vida». Hemos visto que es unhallarse ocupándose en esto o lo otro, un hacer. Pero todo hacer esocuparse en algo para algo. La ocupación que somos ahora radicaen y surge por un propósitonen virtud de un para, de lo quevulgarmente se llama una finalidad. Ese para en vista del cual hagoahora esto y en este hacer vivo y soy, lo he decidido yo porqueentra las posibilidades que ante mi tenía he creído que ocupar asími vida sería lo mejor. Cada una de estas palabras es una categoríay como tal su análisis sería inagotable. Resulta según ellas que mivida actual, la que hago o lo que hago de hecho, la he decidido: esdecir, que mi vida antes que simplemente hacer es decidir un hacernes decidir mi vida . Nuestra vida se decide a sí misma, seanticipa. No nos es dada hechan como la trayectoria de la bala aque eludí el día anterior. Pero consiste en decidirse porque vivir eshallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece siempreposibilidades. E1 mundo vital se compone

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en cada instante para mi de un poder hacer esto o lo otro, no de untener que hacer par fuerza esto y sólo esto. Por otra parte, esasposibilidades no son ilimitadasnen tal caso no serian posibilidadesconcretas, sino la pura indeterminación, y en un mundo deabsoluta indeterminación, en que todo es igualmente posible, nocabe decidirse por nada. Para que haya decisión tiene que haber ala vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expresocon la categoría «circunstancias». La vida se encuentra siempre enciertas circunstancias, en una disposición en tornoncircumnde lascosas y demás personas. No se vive en un mundo vago, sino queel mundo vital es constitutivamente circunstancia, es este mundo,aquí, ahora. Y circunstancia es algo determinado, cerrado, pero ala vez abierto y con holgura interior, con hueco o concavidaddonde moverse, donde decidirse: la circunstancia es un cauce quela vida se va haciendo dentro de una cuenca inexorable. Vivir esvivir aquí, ahoranel aquí y el ahora son rígidos, incanjeables, peroamplios. Toda vida se decide a sí misma constantemente entravarias posibles. Astra inclinant, non trahuntnlos astros inducenpero no arrastran. Vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser libredentro de una fatalidad dada. Esta fatalidad nos ofrece unrepertorio de posibilidades determinado, inexorable, es decir, nosofrece diferentes destinos. Nosotros aceptamos la fatalidad y enella nos decidimos por un destino. Vida es destino. Espero quenadie entra los que me escuchan crea necesario advertirme que eldeterminismo niega la libertad. Si, lo que no creo, me dijese esto,yo le respondería que lo siento par el determinismo y par él. E1determinismo, en el mejor caso es, más exactamente, era unateoría sobre la realidad del Universo. Aunque fuese cierta no eramás que una teoría, una interpretación' una tesis conscientementeproblemática que era preciso probar. Por lo tanto, aunque yo fuesedeterminista no pudría dejar que esa teoría ejerciese efectosretroactivos sobre la realidad primaria e indubitable que ahoradescribimos. Por muy determinista que sea el determinista, su vivircomo tal es relativamente indeterminado y él se decidió en uncierto momento entra el determinismo y el indeterminismo. Traer,pues, en este plano esa cuestión equivaldría a no saber bien lo quees el determinismo ni lo que es el análisis de la realidadprimordial, antes de teda teoría. Ni se eche de menos que al deciryo: la vida es, a la por, fatalidad y libertad, es posibilidad limitadapero posibilidad, par tanto, abierta, no se eche de menos querazone esto que diga. No sólo no puedo razonarlo, es decir,probarlo, sino que no tengo que razonarlonmás aún

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tengo que huir concienzudamente de todo razonar y limitarmepulcramente a expresar en conceptos, a describir la realidadoriginaria que ante mi tengo y que es supuesto de teda teoría, detodo razonar y de todo probar. (Descripción de este teatro.) Aprevenir tristes observamones, como esta que no quiero suponer enustedes, venia la advertencia demasiado elemental que al principiohice. Y ahora entre paréntesisnme permito hacer notar que lateoría determinista, así, sin másnhoy no existe ni en filosofía ni enfísica. Para apoyarme al paso en algo, a la vez, sólido y breve,óigase lo que dice uno de los mayores físicos actuales nel sucesory ampliador de Einstein, Hermann Weylnen un libro sobre lógicade la física publicado hace das años y medio: «De todo lo dicho sedesprende cuán lejos está hoy la físicancon su contenido par mitadde leyes y de estadísticasnen posición para aventurarse a hacer ladefensa del determinismo.» Una de las mecánicas del hermetismomental a las cuales aludía consiste en que al oír algo y ocurrírsenosuna objeción muy elemental no pensamos que también se le habráocurrido al que habla o escribe y que verosímilmente somosnosotros quienes no hemos entendido lo que él dice. Si nopensamos esto quedaremos indefectiblemente par debajo de lapersona que oímos o del libro que leemos.

Es, pues, vida esa paradójica realidad que consiste en decidirlo que vamos a sernpor tanto, en ser lo que aún no somos, enempezar par ser futuro. A1 contrario que el ser cósmico, elviviente comienza par lo de luego, por después.

Esto será imposible si tiempo fuese originariamente eltiempo cósmico.

[E1 tiempo cósmico solamente es el presente porque elfuturo todavía no es y el pasado ya no es. ¿Cómo, entonces, pasadoy futuro siguen siendo parte del tiempo? Por esto es tan difícil elconcepto del tiempo, que ha puesto en aprieto a los filósofos.

«Nuestra vida» está alojada, anclada en el instante presente.Pero ¿qué es mi vida en este instante? No es decir lo que estoydiciendo; lo que vivo en este instante no es mover los labios; esoes mecánico, está fuera de mi vida, pertenece al ser cósmico. Es,por el contrario, estar yo pensando lo que voy a decir; en esteinstante me estoy anticipando, me proyecto en un futuro. Pero paradecirlo necesito emplear ciertos medios npalabrasny esto me loproporciona mi pasado. Mi futuro, pues, hace descubrir mi pasadopara realizarse. E1 pasado es ahora real porque lo revivo, y cuandoencuentro en mi pasado los medios para realizar mi futuro es

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cuando descubro mi presente. Y todo esto acontece en un instante;en cada instante la vida se dilata en las tres dimensiones del tiemporeal interior. E1 futuro me rebota hacia el pasado, éste hacia elpresente, de aquí voy otra vez al futuro, que me arroja al pasado,y éste es otro presente, en un eterno girar.

Estamos anclados en el presente cósmico, que es como elsuelo que pisan nuestros pies, mientras el cuerpo y la cabeza setienden hacia el porvenir. Tenía razón el cardenal Cusano cuandoallá, en la madrugada del Renacimiento, decía: Ita nunc sivepraesens complicat tempus. E1 ahora o presente incluye todotiempo: el ya, el antes y el después.]

Vivimos en el presente, en el punto actual, pero no existeprimariamente para nosotros, sino que desde él, como desde unsuelo, vivimos así el inmediato futuro.

Reparen ustedes que de todos Los puntos de la tierra el únicoque no podemos percibir directamente es aquel que en cada casotenemos bajo nuestros pies.

Antes que veamos lo que nos rodea somos ya un haz originalde apetitos, de afanes y de ilusiones. Venimos al mundo, desdeluego, dotados de un sistema de preferencias y desdenes, más omenos coincidentes con el prójimo, que cada cual lleva dentro desí armado y pronto a disparar en pro o en contra de cada cosa comouna batería de simpatías y repulsiones. E1 corazón, máquinaincansable de preferir y desdeñar, es el soporte de nuestrapersonalidad.

No se diga, pues, que es lo primero la impresión. Nadaimporta más para renovar la idea de lo que es el hombre comorectificar la perspectiva tradicional según la cual, si deseamos unacosa, es porque antes la hemos visto. Esto parece evidente y, sinembargo, es en gran parte un error. E1 que desea la riquezamaterial no ha esperado para desearla ver el oro, sino que, desdeluego, la buscará dondequiera que se halle, atendiendo al lado denegocio que cada situación lleva en sí. En cambio, eltemperamento artista, el hombre de preferencias estéticasatravesará esas mismas situaciones ciego para su lado económicoy prestará atención, o mejor dicho, buscará par anticipado lo queen ellas resida de gracia y de belleza. Hay, pues, que invertir lacreencia tradicional. No deseamos una cosa porque la hayamosvisto antes, sino al revés: porque ya en nuestro fondo preferíamosaquel género de cosas, las vamos buscando con nuestros sentidospar el mundo. De los ruidos que en cada instante llegan a nosotrosy materialmente podríamos oír, sólo oímos, en efecto, aquellos aque atendemos; es decir, aquellos

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que favorecemos con el subrayado de nuestra atención, y como nose puede atender una cosa sin desatender otras, al escuchar un sonque nos interesa desoímos enérgicamente todos los demás Todover es un mirar, todo oír es a la postre un escuchar, todo vivir unincesante, original preferir y desdeñar.

En nuda aparece acaso esto mejor que en el área estremecidade nuestros amores. En el fondo durmiente del alma femenina lamujer, cuando lo es en plenitud, es siempre bella durmiente delbosque vital que necesita ser despertada. En el fondo de su almasin que ella lo advierta, lleva preformada una figura de varón, nouna imagen individual de un hombre, sino un tipo genérico deperfección masculina. Y siempre dormida, sonambúlicamentecamino entra los hombres que encuentra, contrastando la figurafísica y moral de éstos con aquel modelo preexistente y preferido.

Esto explica das hechos que se producen en todo autenticoamor. Uno es la subitaneidad del enamoramiento; la mujer, y lomismo pudría decirse del hombre, queda en un solo instante, sintransición ni proceso, fulminada par el amor. Esto seríainexplicable si no preexistiese al encuentro casual con aquelhombre una secreta y tácita entrega de su ser a aquel ejemplar queen su interior siempre llevaba. E1 otro hecho consiste en que lamujer, al amor profundamente, no sólo siente que su fervor seráeterno en dirección al porvenir, sino que le parece haber queridoa aquel hombre desde siempre, desde las misteriosasprofundidades del pasado, desde no se sabe qué dimensiones deltiempo en anteriores existencias.

Esta adhesión eterna y como innata no se refiere, claro está,a aquel individuo que ahora pasa, sino va dirigida a aquel modeloíntimo que palpitaba como una promesa en el fondo de su almaquieta y que ahora, en aquel ser real, ha encontrado realización ycumplimiento.

A esta extrema medida y hasta este punto es el humano vivirconstante anticipo y preformación del futuro. Siempre somos muyperspicaces para aquellas cosas en que se realizan las calidadesque preferimos, y, en cambio, somos ciegos para percibir las querestan, aunque sean perfecciones superiores o iguales, las queresiden en cosas que están en órdenes extraños a nuestra innatasensibilidad. Lo primero es el futuro; incesantemente lo oprimimoscon nuestra atención vital para que en nuestra mano rezume el jugofavorable, y sólo en vista de lo que de él demandamos y en vistade lo que de él esperamos tornamos la mirada al presente y alpasado para hallar en ellos

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435 los medios con que satisfacer nuestro afán. E1 porvenir es siempreel capitán, el Dux; presente y pretérito son siempre soldados yedecanes Vivimos avanzando en nuestro futuro, apoyados en elpresente, mientras que el pasado, siempre fiel, va a nuestra vera,un poco triste un poco inválido, como, al hacer camino en lanoche, la luna, paso a paso, nos acompaña apoyando en nuestrohombro su pálida amistad.

En un buen orden psicológico, pues, lo decisivo no es lasuma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser: elapetito, el afán, la ilusión, el deseo. Nuestra vida, queramos o no,es en su esencia misma futurismo. E1 hombre va siendo llevado dubout du nez por sus ilusiones, imagen que en su barroquismopintoresco está justificada porque, en efecto, la punta de la narizes lo que suele ir a la vanguardia, lo que va de nosotros al más alláespacial; en suma, lo que nos anticipa y nos precede.

E1 decidir esto o lo otro es aquella porción de nuestra vidaque tiene un carácter de libertad. Constantemente estamosdecidiendo nuestro ser futuro y para realizarlo tenemos que contarcon el pasado y servirnos del presente operando sobre laactualidad, y todo ello dentro del «ahora»; porque ese futuro no esuno cualquiera, sino el posible «ahora», y ese pasado es el pasadohasta ahora, no el de quien vivió hace cien años. ¿Ven ustedes?«Ahora» es nuestro tiempo, nuestro mundo, nuestra vida. Va éstacursando mansa o revuelta, ribera o torrente por el paisaje de laactualidad, de esa actualidad única, de ese mundo y ese tiempo quecon una etiqueta abstracta llamamos 1929 después de Jesucristo.En él vamos incrustados, él nos marca un repertorio deposibilidades e imposibilidades, de condiciones, de peligros, defacilidades y de medios. E1 limita con sus facciones la libertad dedecisión que mueve nuestra vida y es, frente a nuestra libertad, lapresión cósmica, es nuestro destino. No era, pues, una frase decirque nuestro tiempo es nuestro destino. E1 presente en que seresume y condensa el pasado nel pasado individual y elhistóricones, pues, la porción de fatalidad que interviene ennuestra vida y, en este sentido, tiene ésta siempre una dimensiónfatal y por eso es un haber caído en una trampa. Sólo que esatrampa no ahoga, deja una margen de decisión a la vida y permitesiempre que de la situación impuesta, del destino, demos unasolución elegante y nos forjemos una vida bella. Por esto, porquela vida está constituida de un lado por la fatalidad, pero de otro porla necesaria libertad de decidirnos frente a ella, hay en su mismaraíz materia para un arte, y nada la simboliza mejor que lasituación

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del poeta que apoya en la fatalidad de la rima y el ritmo la elásticalibertad de su lirismo. Todo arte implica aceptación de una trabade un destino, y como Nietzsche decía: «E1 artista es el hombreque danza encadenado.» La fatalidad que es el presente no es unadesdicha, sino una delicia, es la delicia que siente el cincel alencontrar la resistencia del mármol.

Imaginen ustedes por un momento que cada uno de nosotroscuidase tan sólo un poco más cada una de las horas de sus días quele exigiese un poco más de donosura e intensidad, y multiplicandotodos estos mínimos perfeccionamientos y densificaciones de unasvidas por las otras, calculen ustedes el enriquecimiento gigante, elfabuloso ennoblecimiento que la convivencia humana alcanzarla

Eso sería vivir en plena forma; en vez de pasar las horascomo naves sin estabilidad y a la deriva, pasarían ante nosotroscada una con su nueva inminencia.

No se diga tampoco que la fatalidad no nos deja mejorarnuestra vida, porque la belleza de la vida está precisamente no enque el destino nos sea favorable o adversonya que siempre esdestinon, sino en la gentileza con que le salgamos al paso ylabremos de su materia fatal una figura noble.

Pero conviene recoger en una fórmula clara todo el análisisque hemos hecho de lo que es en su esencia radical nuestra vida.Estas percepciones de hecho fundamentales se escapan fácilmentede la comprensión, como pájaros ariscosny es útil encerrarlas enuna jaula, en un nombre expresivo que entra sus alambres nos dejever siempre la idea saltando prisionera.

Hemos visto que el vivir consiste en estar decidiendo lo quevamos a ser. Muy finamente, Heidegger dice: entonces la vidas es«cuidado», cuidarnSorgenlo que los latinos llaman cura, de dondeviene procurar, curar, curiosidad, etc. En antiguo español lapalabra «cuidar» tenia exactamente el sentido que nos conviene engiros tales como cura de almas, curador, procurador. Pero prefieroexpresar una idea parecida, aunque no idéntica, con un vocabloque me parece más justo, y diga: vida es preocupación y lo es nosólo en los momentos difíciles, sino que lo es siempre y, enesencia, no es más que eso: preocuparse. En cada instante tenemosque decidir lo que vamos a hacer en el siguiente, lo que va aocupar nuestra vida. Es pues, ocuparse par anticipado, espre-ocuparse.

Pero tal vez alguien, remiso a la entrega, de temple vigilante,me opone ahora en su interior estas palabras: «Señor mio, eso es

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un juego de palabras. Admito que la vida consista en decidir encada instante lo que vamos a hacer, pero la palabra preocupacióntiene, en el idioma usual, un sentido que indica siempre angustia,momento difícil; preocuparse par algo es hacerse muy en seriocuestión de ello. Ahora bien, cuando nosotros hemos decididovenir aquí, pasar este rato de este modo, no tenga usted lapretensión de que nos hemos hecho gran cuestión. Así, la mayorparte de la vida, y lo mismo la de usted, va fluyendodespreocupada. ¿A qué, pues, emplear esa palabra tan grave, tanpatética, si no coincide con lo que se nombra? No estamos,afortunadamente, bajo el imperio del romanticismo, que sealimentaba de exageración y de impropiedad. Exigimos que sehable con limpieza, exactitud y claridad, con vocablos precisos ydesinfectados como instrumentos de un cirujano.»

Con otro giro, no sé por qué presumo en algunos de ustedesesta objeción. Es, en efecto, una objeción certera, y para unintelectual de vocación nno pretendo ser otra cosa, y lo soy confrenesínlas objeciones certeras son la cosa más agradable delmundo, pues como intelectual no he venido a esta tierra más quea hacer y recibir objeciones. Así, pues, las acojo encantado, y nosólo las acojo, sino que las estimo, y no sólo las estimo, sino quelas solicito. Siempre sé extraer de ellas excelente ganancia. Siconseguimos rebatirlas nos proporcionan el placer del triunfo ypodemos hacer el gesto del buen sagitario que ha puesto la flechaen el blanco de la pieza; y si, por el contrario, la objeción nosvence y hasta nos convence, ¿qué mayor ventura? Es lavoluptuosidad del convaleciente, el despertar de una pesadilla,hemos nacido a una nueva verdad y la pupila irradia entonces,reflejando esta luz recién nacida. Por tanto, acepto la objeción:limpieza, claridad, exactitud son también las divinidades a quienesyo dedico un culto tembloroso.

Pero, claro está, como he sido atacado, bien queimaginariamente, necesito defenderme con armas eficaces, y siestoy seguro de que éstas sean limpias, no lo estoy tanto de que noincluyan alguna aspereza.

Quedamos hipotéticamente en que algunos de ustedes hanvenido aquí sin preocuparse de lo que hacían, sin hacerse cuestiónde ello. Nada ocurre con más frecuencia y si ciertas suspicacias depsicólogos no nos impidiesen apearnos de lo aparente, habríamosde creer que la forma natural de la vida es la despreocupación.Pero entonces, si no han vendido aquí por una razón propia yespecial, preocupados, ¿por qué han venido aquí? La respuesta esin-

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evitable: porque otros venían. He aquí todo el secreto de ladespreocupación. Cuando creemos no preocuparnos en nuestravida en cada instante de ella la dejamos flotar a la deriva, comouna boya sin amarras, que va y viene empujada por las corrientessociales. Y esto es lo que hace el hombre medio y la mujermediocre, es decir, la inmensa mayoría de las criaturas humanas.Para ellas vivir es entregarse a lo unánime, dejar que lascostumbres, los prejuicios, los usos, los tópicos se instalen en suinterior, los hagan vivir a ellos y tomen sobre sí la tarea dehacerlos vivir. Son ánimos débiles que al sentir el peso, a untiempo doloroso y deleitoso, de su propia vida, se sientensobrecogidos y entonces se preocupan, precisamente para quitar desus hombros el peso mismo que ellos son y arrojarlo sobre lacolectividad; es decir, se preocupan de despreocuparse. Bajo laaparente indiferencia de la despreocupación late siempre unsecreto pavor de tener que resolver por sí mismo, originariamente,los actos, las acciones, las emocionesnun humilde afán de sercomo los demás, de renunciar a la responsabilidad ante el propiodestino, disolviéndolo entra la multitud; es el ideal eterno deldébil: hacer lo que hace todo el mundo es su preocupación.

Y si queremos buscar una imagen pariente de aquella del ojode Horus recordemos el rito de las sepulturas egipcias, de aquelpueblo que creía que en ultratumba la persona era sometida a untribunal. En ese tribunal se juzgaba su vida y el primer y supremoacto de juicio consistía en el pesaje de su corazón. Para evitar estepesaje, para engañar a esos poderes de vida y de ultravida, elegipcio hacía que los enterradores suplantasen su corazón de carnepor un escarabajo de bronce o por un corazón de piedra negra;querían suplantar su vida. Eso precisamente es lo que intenta hacerel despreocupado: suplantarse a sí mismo. De esto se preocupa. Nohay modo de escaparse a la condición esencial del vivir, y siendoella la realidad, lo mejor, lo más discreto es subrayarlo con ironía,repitiendo el gesto elegante del hada Titania que en la selvaencantada de Shakespeare acaricia la cabeza de asno.

Los sacerdotes japoneses maldicen de lo terreno, siguiendoeste prurito de todos los sacerdotes, y para denigrar la inquietantefutilidad de nuestro mundo lo llaman «mundo de rocío». En unpoeta, Isa, aparece un sencillo hai-kai, al cual me atengo, y diceasí: «Un mundo de rocío no es más que un mundo de rocío. Y ¡sinembargo!...» Sin embargo..., aceptemos este mundo de rocío comomateria para hacer una vida más completa.