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Ciencia

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  • 38 CIENCIAS 86 ABRIL JUNIO 2007

    Marcelino Cereijido

    1976-2006qu demonios le sucede

    a la ciencia mexicana?

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    En marzo de 1976 un golpe de estado me oblig a exiliarme de mi pas na-tal, Argentina. Como alternaba entre mi laboratorio en Buenos Aires y el del Departamento de biologa celu-lar de la Universidad de Nueva York (era profesor adjunto), decid via-jar a esta ciudad para formalizar mi incorpora cin como profesor titular. Pero en esos momentos, varios cole-gas mexicanos que me conocan (Jor-ge Aceves, Adolfo Martnez Palomo y Jorge Cerbn) y un ntimo amigo y colega argentino que haba inmigrado a Mxico un par de aos antes (Enri-co Stefani), me con ven cieron de que cambiara mi decisin, me radicara en Mxico y estableciera mi laboratorio en el CINVESTAV. Uno de los dos facto-res decisivos para quedarme aqu fue el entusiasmo que en aqul entonces tena la comunidad cientfica mexica-na, claramente manifiesto en la crea-cin-incubacin del CONACYT, el SNI, los sistemas de donativos, las becas, el Consejo Consultivo de Ciencia, las

    Ctedras Patrimoniales y todas las ins-tituciones fundamentales de un pas que se propone desarrollar su ciencia nacional e ingresar al Primer Mundo.

    Treinta aos despus, un par de cien tos de artculos cientficos es-critos, otros tantos de ensayo y di-vulgacin, una docena de libros, muchos miles de citas bibliogrficas a nuestros trabajos, discpulos que hoy destacan en universidades de Mxico, Europa y los Estados Uni-dos, premios de diversa rimbomban-cia y ms amigos entraables de los que el tiempo me permite disfrutar, han transformado mis expectativas de 1976 en pruebas concretas de que eleg bien. Sobre esta base me atre-vo a contestar la pregunta del ttulo.

    Para no andar con eufemismos, hoy veo que aquella comunidad cientfica mexicana que tanto me entusiasm en 1976 ahora est apachurrada, enveje-ciendo y hasta deteriorndose como he de sealarlo aqu, y me siento en la obligacin moral de emitir una opi-

    nin que nadie me ha pedido, como quien ve a su hermano desorientado y enredndose en empresas no promi-sorias. Slo quiero hacer la salvedad de que cuando estudi medicina me inculcaron el principio primum non noscere (antes que nada no empeores el cuadro). Por eso, al escribir este ar-tculo, me guo por un espritu mdi-co, con la esperanza de que ayude a emprender una cura.

    El analfabetismo cientfico

    Imaginemos que nos transportan a la Europa de mediados del siglo XIV, en momentos en que millones de perso-nas perecen por una de las epidemias ms terribles que registra la historia: la peste negra. Qu no dara esa gen-te por saber lo qu los est matando! Hoy sabemos que se debi a Pasteure-lla pestis, pero ellos no podran haber culpado a los microorganismos, pues faltaban quinientos aos para que se descubrieran. Las bacterias eran invi-

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    sibles para el hombre medieval y se vean obligados a interpretar esa rea-lidad de alguna otra manera. Algunos entendan que Dios los estaba castigan-do por sus pecados y, para que los per-donaran, deambulaban descalzos dn-dose de latigazos; otros sospechaban que Dios estaba enfadado por los peca-dos cometidos por otros miembros de la sociedad, y se lanzaban a orgas de represalias, o bien se atribua la ira di-vina a que su ciudad albergaba judos como los que haban matado a Cristo y, para aplacarlo, incendiaban ghetos y

    cometan genocidios espantosos; y no faltaba quienes, aterrorizados, cul-paban de la peste a la posicin de los planetas, a las fases de la Luna, a eclip-ses y pasos de cometas. En cambio, si hoy los mdicos mandaran a azotar a los tuberculosos, torturaran a nuestra abuela con Alzheimer para quitarle el demonio del cuerpo, o asesinaran judos para que Dios acabe con la ame-biasis, los tomaramos por locos.

    Tras dicho ejemplo, no se requiere mucho esfuerzo mental para enten-der que la manera como el ser huma-

    no interpreta la realidad ha ido cam-biando, desde los tiempos primitivos en que crea que las cosas tenan alma (animis mo), a un periodo posterior en que pas a dar por sentado que haba dioses especialistas en el mar (Neptu-no), la agricultura (Ceres), la guerra (Marte) y todo un panten politesta; una manera de interpretar la realidad que fue sucedida por otras en las que un slo dios supremo (monotesmo) haba creado el Universo, que luego permiti dar un paso evolutivo ms, tomando la forma actual de ciencia

    moderna, que consiste en hacerlo sin recurrir a milagros, revelaciones, dog-mas ni al principio de autoridad, con base en el cual algo es verdad depen-diendo de quin lo diga (la Biblia, el Papa, el rey, el padre).

    Puesto que el desarrollo de la lec-toescritura no acab de cuajo con el analfabetismo, podemos admitir que tampoco hubo un da preciso en que to-do el mundo pas, digamos, del ani-mismo al politesmo, ni otro en que la humanidad pas a interpretar la realidad a la cientfica, tal como

    sucede hoy cuando se pasa del 31 de diciembre al 1 de enero del ao si-guiente. De la misma manera sabe-mos que, desgraciadamente, hoy la humanidad est compuesta por una mayora de analfabetas cientficos, porque slo una nfima minora ha tenido la suerte de ser educada en la manera de interpretar la realidad a la cientfica, es decir, sin recurrir a milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad. Asimismo, s-lo un puado de pases tiene ciencia moderna, el Primer Mun do (entre 10

    y 15% de los pueblos) y eso los pone en condiciones de crear, inventar, descubrir, producir, vender, tener, someter al resto de la humanidad con deudas usurarias, dictarle normas sobre cmo se deben organizar po-ltica y econmicamente, raptarlos de su patria para llevarlos a juzgar a la metrpoli, bloquearles el comercio, invadirlos, matarlos, y slo permitir-les que usen las cosas que ellos dise-an siempre y cuando se les paguen patentes y regalas.

    No es que en el Primer Mundo to-

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    dos los habitantes interpreten la rea-lidad a la cientfica pero, as y todo, en caso de guerra, epidemias, escasez de energa, crisis de transporte, difi-cultad en la comunicacin, les basta con encomendar su estudio y solucin a la ciencia y a la tecnologa que slo domina una pequea parte de su po-blacin. Y hasta agregara un elemen-to macabro: el Primer Mundo no sale a catequizar al Tercero (como lo ha-ra con un nuevo credo) para que pue-dan acceder a una visin cientfica de la realidad, sino que, por el contrario, suele impedir o dificultar que otros pueblos desarrollen su saber, porque de ese modo eternizan la explotacin y la dependencia. Un caso extremo de dicho embotamiento de todo un pue-blo, de todo un continente, es la afri-canizacin, concepto que sin embargo no desarrollar en este artculo pero que, para captarlo, aconsejara leer los libros Black Athena de Martin Bernal, How Europe Underdeveloped Africa, de Richard Rodney, y bano de Ryszard Kapuscinski.

    La ciencia es invisible

    Los hombres del medioevo que us co mo ejemplo, no solamente no vean microorganismos, sino que tampoco hubieran tenido microscopios con qu verlos. Peor an, tampoco tenan ciencia moderna ni hubieran podido imaginarla. Hoy, el analfabeta cientfi-co padece de una ceguera similar. As, cuando a un pueblo le faltan alimen-tos, agua, medicamentos, su gente es la primera en sealar el dficit con to-da exactitud; en cambio cuando le falta ciencia no puede entenderlo ni imagi-nar de qu le servira desarrollarla.

    En realidad su caso es ms grave, pues el analfabeta cientfico cree que sabe muy bien qu es la ciencia, da-

    do que una divulgacin cientfica de excelente nivel, pero incompleta, lo ha engatusado con portentos como, saba usted que si una persona salta-ra como una pulga, podra?; un bal-de de materia de una estrella enana blanca pesa tanto como toda la Tierra; un agujero negro puede tragarse una galaxia entera, etctera. A esta forma de divulgacin le sali el tiro por la culata: esa visin de la ciencia acab dando la idea de que los cientficos somos una bola de parsitos anteo-judos que, en medio de una sociedad donde no todos tienen empleo o el sa-lario no permite llegar a fin de mes, pretendemos que el Estado solvente

    nuestros ocios con fsiles de dinosau-rios, la dispersin y difraccin de la luz en rayitos de colores o con fotos de los anillos de Saturno. Comprensi-blemente, el gobernante analfabeta, concluye con toda honestidad que no es momento de malgastar en extrava-gancias cientficas. Quin convence ahora a nuestra sociedad y sobre todo a nuestro Estado de que los cientficos no somos coleccionistas de rarezas sino, muy por el contrario, buscamos regularidades de las que luego trata-mos de destilar las leyes con que fun-ciona la realidad!

    Ciencia?, para qu?

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    Acaso la manera de interpretar la realidad, adems de mostrarle al ham-briento que hay cosas que se llaman quasares y diatomeas, puede cambiar la vida diaria del obrero sin trabajo y con la panza vaca? S, por supuesto. Y dado que un coche es tan parte de la realidad como Saturno y los fsiles de tiranosaurio, para hacer un tanto ms accesible mi argumento, voy a supo-ner que nuestro automvil se ha des-compuesto y hay dos mecnicos. El primero, con una manera de interpre-tar la realidad a la catlica (la visin del mundo que predomina en Mxi-co) le pega una estampita, le pone una vela sobre el techo e invita al cliente a arrodillarse a su lado y rezarle al cielo para que componga la carcacha. En cambio, el segundo, con una manera de interpretar la realidad a la cient-fica, invoca leyes de la mecnica, y se abstiene de apelar variables msti-cas. Adivinanza: cul mecnico cree usted que va a conservar su trabajo y cul se va a ver obligado a cerrar su changarro? Puesto que el ejemplo re-sulta demasiado tonto, reemplacemos al mecnico a la catlica con obreros acudiendo de a miles a rogarle a algu-na virgen que les consiga trabajo, y en lugar del mecnico que interpreta la realidad a la cientfica imaginemos cmaras empresariales y sindicatos que recurren a universidades y cen-tros de investigacin, financian pro-yectos y establecen sistemas de becas para que se desarrollen sustitutos lo ca-les avanzados y especialistas en dis ci-pli nas de las que dependen sus indus-trias y empleos.

    Por otro lado, quienes deberan li-derarnos para acceder a una cultura compatible con la ciencia son nues-tros intelectuales. Tambin ellos es-tn afectados de analfabetismo cient-

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    que no advierten que en esos planes el desarrollo de la ciencia y la tecno-loga brilla por su ausencia? Cuando se lo sealo a alguno de dichos perio-distas suele responder: es que hay urgencias ms graves que apoyar a la ciencia. En varios artculos y libros (ver bibliografa) he sealado que esa respuesta encierra la quintaesencia del subdesarrollo: mientras el Pri-

    mer Mundo se apoya en la ciencia, en cambio el Tercero habla de apoyar la ciencia. Esta situacin sera compara-ble a que all la gente se apoyara en la medicina para operarse de la vescula, y en cambio aqu lo hiciramos para apoyar a nuestros mdicos.

    Me resulta asaz paradjico que cuan-do los cientficos caracterizan una cul-tu ra (neoltica, edad de hierro, ol me ca,

    cretense, purpecha, comechingona esta ltima habitaba el cor dn mon-taoso compartido por las actuales pro-vincias argentinas de Crdoba y San Luis), destacan si conocan la rueda, forjaban el bronce, registraban el paso de tal o cual cometa, cultivaban maz o eran polgamos; en cambio, cuando las revistas culturales hoy se refieren a las actuales de la Ciudad de Mxico,

    Monterrey o Nayarit, se res-tringen a las artesanas, las corrientes literarias, las es-cuelas pictricas y los bailes fol kl ri cos. Si por lo menos captaran el desolador papel que nos atribuyen autores como Richard Rosencran-ce, quien en su The Rise of the Virtual State divide a las naciones actuales en pa-ses cabezas y pases ma-nos! Para peor, dicho autor comenta que el avasallador pro ce so de robotizacin va permitiendo que el Primer Mundo prescinda incluso de las manos de nuestros obreros. Qu interpretarn los directores de nuestras cultas revistas de hoy da, cuando pasan por una case-ta de cobro y constatan que un operario toma el di ne ro del automovilista y lo arroja en el embudo de una m qui-na totalmente au to mtica

    (no diseada ni construida en Mxi-co) que levanta la barrera?

    Si no se avanza se retrocede

    Mxico no tiene ciencia como Fran-cia, pero tampoco carece de ella como Costa de Marfil. Justamente, por eso en 1976 tena los recursos humanos con que lanzarse a crear las bases de

    fico? Me temo que s. En su esfuerzo por in ter pre tar el presente de Mxico, a nuestros socilogos, historiadores, politlogos y periodistas no se les escapa presidente, golpe de estado, trifulcas entre el campo y la ciudad, dirigente sindical, pacto comercial, re-lacin con entidades financieras inter-nacionales, ni ministro de economa a lo largo del siglo XX. Pero, increble-mente, no dan muestra de percibir que en ese siglo XX, que vio aparecer aviones, radio, televisin, computa-doras, antibiticos, que lo-gr desmenuzar el to mo y descifrar el genoma huma-no, se estaba gestando una sociedad mexicana que no fomentaba la ciencia ni la tecnologa derivada de ella.

    Cmo es que a esos se-sudos intelectuales no les dice nada que, en plena Gue-rra fra, Rusia y los Estados Unidos no se enviaran asal-tantes de bancos, ladrones de coches, ni contrabandis-tas de arte, sino que trata-ban de arrebatarse infor-macin y conocimiento? Es que nuestros estudiosos son muy dados al anlisis eco-nomicista, pues para el anal-fabeta cientfico la realidad es muy simple, tiene una nica variable, la econmi-ca. Han de pensar que Suiza cultiva su ciencia porque es rica, sin adver-tir que por el contrario es rica porque cultiva la ciencia. Han de dar por sen-ta do que el llamado milagro alemn se debi en serio a un milagro. En nues-tros das, los peridicos estn ates ta-dos de artculos sobre los mil y un de-talles de las plataformas y estrategias de los partidos polticos. Cmo es

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    NohemiNota adhesivaNo est mal olvidar la cultura, pero la ciencia debera ser parte de ella.

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    si graficamos la produccin de los grandes cientficos (Galileo, Newton, Darwin, Einstein, Watson, Crick, Mo-nod) en funcin del tiempo, veremos que en ningn caso dibujan una recta continua. Por eso la tendencia a obli-gar a nuestra comunidad a obedecer normas administrativas forjadas para regular la produccin y el comercio de muebles y salchichas, est causan-do estragos. Se obliga a que el inves-tigador produzca resultados y teoras con una regularidad que es ajena a la ciencia. Se le disuade de embarcarse en tareas creativas y de envergadura, y se le obliga a optar por proyectos triviales y repetitivos, todo para ase-gurarse de que cumplir con el admi-nistrador.

    Si hay algo que realmente depende de la creatividad, el descubrimiento y lo inesperado, es la investigacin cien-tfica. Pero hoy se obliga al profesional de la ciencia a especificar en su solici-tud qu va a hacer en el tercer trimes-tre del segundo ao, como si dijera ha cer un ropero me lleva tres das, por lo tanto para hacer doscientos. Es ms, estoy tentado a afirmar que si

    la ciencia nacional, circunstancia que encendi mi entusiasmo por integrar-me a la comunidad cientfica mexica-na. Desapareci aquella comunidad?, no!, muy por el contrario, hoy los in-vestigadores mexicanos publican sus artculos en las mejores revistas del mundo, integran los claustros profeso-rales de las universidades ms impor-tantes del planeta y ganan todo tipo de premios. Para compararse, nuestros empresarios deberan producir auto-mviles, aviones y cmaras capaces de competir en el mercado internacio-nal con los Mercedes, Boeing y Nikon. Por qu se achaparraron entonces?, qu los desanima?

    La ciencia tiene una epistemolo-ga (cmo y qu se hace para cono-cer), una prctica profesional (las que le enseamos a nuestros estudiantes de doctorado) y una sociologa (cmo trabaja un investigador y su equipo, cmo se relaciona con las institucio-nes y sus colegas, cmo publica y en-sambla sus mtodos y avances con los de la comunidad internacional). Pero el analfabetismo cientfico ha trastocado esas normas. Por ejemplo,

    alguien realmente satisface esos re-quisitos de las solicitudes, no se le debera otorgar un donativo, pues se propone hacer una ciencia chata, sin calidad, barredora de rincones, co-mo lo diagnostic la insigne sociloga Larissa Adler. Esta prctica desentu-siasma y arruina.

    Estoy vehementemente en favor de que se evale la labor y el desem-peo de los investigadores, aunque sea slo porque la sociedad tiene dere-cho a saber en qu se emplea el dinero que nos otorga como sueldo, donati-vos, becas, etctera. Pero por qu no hay crdito cientfico? Por ejemplo, si un investigador viene produciendo aceptablemente durante los ltimos quince aos no podra extrapolarse el dinero que viene gastando, drse-lo como crdito por un par de aos y permitir que rinda cuentas (cient-ficas y econmicas) a posteriori? Los donativos se deberan dejar para gas-tos no rutinarios, aparatos costosos, proyectos de envergadura y costo ex-cepcional, no para encerrar en ofici-nas a los investigadores que solicitan y a otros que los tienen que evaluar y

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    dictaminar a priori. El no contar con la con fianza de la sociedad para ha-cer ciencia (confianza que s le tiene pa ra comprar camisas y lavarropas), tambin malgasta y deprime.

    Veamos otro ejemplo. La labor cien-t fi ca exige la participacin de tcni cos. Los investigadores detectan y se lec cio-nan personas con talentos y ha bi li da-des especiales para cultivar neuronas, manejar un microscopio electrnico, analizar una pieza arqueolgica, moni-torear un volcn. Pero hoy esas perso-nas se rigen por normas y escalafones pactados entre dirigentes sindicales y administradores, ambos analfabetas cientficos, a veces con el nico pro-psito y con toda la premura de que se levante una huelga. Ya no podemos seleccionar, adiestrar (cursos de ac-tualizacin ad hoc) y promover a nues-tros tcnicos. La catalogacin de acti-vidades los est forzando a cumplir con cierta tarea y cierto horario, no con cier to propsito. Al usar sus ma-nos pero no sus cerebros estamos hundiendo a esas personas en una in-justa mediocridad. Adems, si un avin no puede volar hoy porque el piloto est de vacaciones, maana

    tampoco porque, si bien ya regres el piloto, ahora est de vacaciones el me-cnico se transformara en el avin ms ineficiente y costoso del mundo. Anlogamente, al aceptar que en lu-gar de sueldos dignos se los retribuya con ms das de asueto, horarios m-viles, vacaciones distribuibles a lo lar-go de todo el ao, se est imposibili-tando la labor interdisciplinaria y en equipo que hoy resulta imprescindi-ble en las tareas cientficas de todo el mundo. Repito, el analfabetismo cien-tfico, al obligar a la comunidad cient-fica mexicana a regirse por normas administrativas e imposibilitar que se maneje con la epistemologa, sociolo-ga y prcticas inherentes a nuestra profesin, est achatando nuestra la-bor, haciendo de sa parecer la calidad cientfica.

    Sera innecesario recalcar la nece-sidad de que se emprenda una campa-a para que todo mexicano sepa leer y escribir, es decir, para combatir el anal fa be tis mo comn. En cambio, re sulta muy difcil que se entienda nuestra recomendacin de que se de-be disear y emprender una urgente campaa nacional contra el analfabe-

    tismo cientfico. Para propiciar este tipo de campaas me atrevo a escribir artculos como ste.

    Sera muy dilatado bosquejar aqu las caractersticas de dicha campa-a, pues implica desde cambios en la orientacin de la escuela primaria, hasta convencer al Estado de que ya no quedan funciones sociales que no dependan de la ciencia y la tecnolo-ga, y por lo tanto urge que aprenda qu es la ciencia y qu puede esperar de ella nuestra sociedad, as como la capacitacin del empresario para que se ponga rpidamente en condiciones de promover y usar el conocimiento.

    La culpa es de nosotros

    Por aos hemos venido quejndonos de que el gobierno en turno no nos quie re, no nos apoya, no nos escucha. Lo vemos exigir tercamente que haga-mos ciencia aplicada y no perdamos el tiempo en ciencia bsica, y dificul-tarnos el ensayar una vacuna en una rata antes de aplicarla a nuestros ni-os, mientras permite torturar anima-les por puro placer en corridas de toros y peleas de gallos. Pero hemos sido in-

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    justos pues, como he tratado de sea-lar aqu, para el analfabeta cientfico la ciencia y la necesidad de desarrollarla y usarla en toda tarea (social, indus-trial, sanitaria, comunicativa, agraria) son invisibles. Debemos convencer-nos de que nuestros gobiernos son simplemente analfabetas cientficos. Pero entonces el camino no es la que-ja sistemtica y amarga, sino la alfabe-tizacin cientfica llevada a ca bo con todo respeto, sin denostar ni humillar. A la humanidad le ha llevado milenios

    disear la ciencia moderna De dnde surge entonces nuestro tup de espe-rar que un funcionario se convierta de la noche a la maana en una persona con una visin del mun do a la cient-fica? Por qu esperamos que, como por arte de magia, se pa que no se pue-de hacer ciencia apli ca da sin desarro-llar primero una ciencia bsica? En suma, cmo no nos hemos percatado de que no est en juego la maldad ni la necedad sino, simplemente, un tre-mendo analfabetismo cientfico?

    Marcelino Cereijido

    Centro de Investigacin y Estudios Avanzados, Instituto Poltcnico Nacional.

    RE FE REN CIAS BI BLIO GR FI CASCereijido, M. 1994. Ciencia sin seso locura doble.

    Siglo XXI Editores, Mxico. 1997. Por qu no tenemos ciencia. Siglo XXI

    Editores, Mxico.

    Palabras clave: filosofa de la ciencia, cultura cientfica, epistemologa.Key words: Philosophy of science, scientific culture, epistemology.

    Resumen: El autor compara el pensamiento de la poca medieval con la ignorancia de sectores de la sociedad, como los gobernantes y muchos intelectuales que pa-decen lo que denomina analfabetismo cientfico, la cura a tal padecimiento sera la alfabetizacin cientfica respetuosa, resultado del anlisis, discusin y diseo de la forma en la que se debera alfabetizar a la sociedad en su conjunto.Abstract: The author compares medieval thought with the ignorance of different sectors of todays society, like governors and some intellectuals who suffer the so called scientific illiteracy, the treatment would be a respectful scientific literacy, as a result of analysis, discussion and the designing of the way in which the society could be literate.

    Marcelino Cereijido es mdico y Doctor en fisiologa, es profesor de fisiologa celular y molecular en el Cinvestav. Se ha especializado en fenmenos de membranas celulares, interacciones celulares y diferenciacin. Ha escrito diversos artculos y libros especializados as como ensayos.

    2005. People Without Science. Vantage Press, Nueva York.

    Cereijido, M. y L. Reinking. 2003. La ignorancia de-bida. Ediciones del Zorzal, Buenos Aires.

    Rosencrance, R. 1999. The Rise of the Virtual Sta-te. Basic Books, Nueva York.

    IMGENESP. 38: Museo de Historia Natural, Pars, s. XIX. P. 39: Museo de la Comisin de Parasitologa, 1903; Museo de Mineraloga, coleccin Tecnolgica, 1929. P. 40: J. Prado, esqueleto del Diplodocus regalado al Museo

    Mientras la comunidad cientfica no discuta y disee la manera de al-fabetizar urgentemente a nuestra so-ciedad y, sobre todo, a nuestro Estado y a nuestros lderes culturales, segui-remos asemejando a aquellos infortu-nados que, en plena Edad Media, tra-taban de evitar la peste negra a reben-cazos, quemando ancianas dementes, incendiando juderas. Por otra parte, si los intelectuales no entendemos que, aunque tengan una manera ar-caica e ineficiente de interpretar la realidad, las religiones siguen siendo

    de Ciencias de Madrid por el Sr. Carnegie. P. 41: Una carga de huesos viejos, s. XIX. P. 42: Joan Fontcuberta y Pere Formiguera, El archivo Ameisenhaufen tal co-mo fue encontrado por Fontcuberta y Formiguera en 1980, Fauna, 1985. P. 43: Herbario del Instituto Mdico Nacional, Mxico (1888-1914). Pp. 44 y 45 (derecha): Museo de Historia Natural Gr. Antipa, Bucarest, 1944. P. 45: Coleccin cientfica de lepidpteros, Museo de Historia Natural, Gr. Antipa, Bucarest, 1944. P. 46: Joan Fontcuberta, Instalacin de Fauna en el Museo de Zoologa de Barcelona, 1989.

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