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  • Paisajes devastadosDespus del ciclo inmobiliario:

    impactos regionales y urbanos de la crisis

  • Trafi cantes de Sueos no es una casa editorial, ni siquie-ra una editorial independiente que contempla la publi-cacin de una coleccin variable de textos crticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto de apuesta, que se dirige a cartografi ar las lneas consti-tuyentes de otras formas de vida. La construccin te-rica y prctica de la caja de herramientas que, con pala-bras propias, puede componer el ciclo de luchas de las prximas dcadas.

    Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin concesiones con el narcisismo literario, sin lealtad algu-na a los usurpadores del saber, TdS adopta sin ambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda, por tanto, permitida y abierta la reproduccin total o parcial de los textos publicados, en cualquier formato imaginable, sal-vo por explcita voluntad del autor o de la autora y slo en el caso de las ediciones con nimo de lucro.

    Omnia sunt communia!

  • tiles es un tren en marcha que anima la discusin en el seno de los movimientos sociales. Alienta la creacin de nuevos terrenos de confl icto en el trabajo precario y en el trabajo de los migrantes, estimula la autorrefl exin de los grupos feministas, de las asociaciones locales y de los proyectos de comunicacin social, incita a la apertu-ra de nuevos campos de batalla en una frontera digital todava abierta.

    tiles recoge materiales de encuesta y de investigacin. Se propone como un proyecto editorial autoproducido por los movimientos sociales. Trata de poner a disposicin del co-mn saberes y conocimientos generados en el centro de las dinmicas de explotacin y dominio y desde las prcticas de autoorganizacin. Conocimientos que quieren ser las he-rramientas de futuras prcticas de libertad.

    tiles 14

  • Primera edicin: 1000 ejemplares. [Septiembre de 2013]Ttulo:Paisajes devastados. Despus del ciclo inmobiliario: impactos regionales y urbanos de la crisisAutores:Observatorio Metropolitano de Madrid (eds.)Maquetacin y diseo de cubierta: Trafi cantes de Sueos.taller@trafi cantes.netEdicin:Trafi cantes de SueosC/ Embajadores 35, local 628012 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:editorial@trafi cantes.netImpresin:ONA Industria Grfi ca S. A.ISBN 13: 978-84-96453-80-7 Depsito legal: M-24303-2013

    2013, del texto, cada una de sus autoras y autores. 2013, de la edicin, Trafi cantes de Sueos.

    creativecommonsccLicencia Creative Commons

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    * Aviso Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar muy en claro los trminos de la licencia de esta obra.

  • Paisajes devastadosDespus del ciclo inmobiliario:

    impactos regionales y urbanos de la crisis

    Observatorio Metropolitano de Madrid (eds.)

    tiles

  • ndice

    Introduccin - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 15

    1. Competitividad territorial y circuito secundario de acumulacin. Observatorio Metropolitano de Madrid - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 25

    El modelo espaol en perspectiva - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 26El arreglo espacial y los circuitos secundarios - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 30Competitividad territorial: regiones y ciudades - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 47El modelo espaol y el ciclo 1995-2007 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 60Algunas notas sobre la crisis del modelo de acumulacin territorial

    y su futura proyeccin - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 72

    2. Infraestructuras de transporte, impacto territorial y crisis. Paco Segura - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 77

    La poltica de infraestructuras en Espaa - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 78 Mitos y realidades de las infraestructuras - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 84Situacin actual de las infraestructuras de transporte en el Estado espaol - - - 95Cunto nos cuesta esta poltica? - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 106Cambio de discurso, cambio de polticas? - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 118Alternativas desde el punto de vista del ecologismo social - - - - - - - - - - - - - - - - 119

    3. Del Madrid global a la crisis urbana. Hacia la implosin social. Observatorio Metropolitano de Madrid - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 123

    La crisis - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 124Una creciente polarizacin social - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 133La ciudad neoliberal - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 138Lneas de fractura: la crisis de las clases medias y

    el espectro de las nuevas periferias - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 153Banlieues, riots y herona en el Madrid global.

    A modo de conclusin - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 170

  • 4. Euskal Herria hacia la plataforma logstica. El papel del TAV. Luis Iriarte - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 179

    Algunos factores que impulsan el crecimiento del transporte de mercancas - - 180Algunas condiciones necesarias - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 183El crecimiento del transporte de mercancas en la CAV - - - - - - - - - - - - - - - - - - -185Importancia del sector del transporte en la economa de la CAV - - - - - - - - - - - -187 La apuesta vasca por el sector logstico - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 190 Ferrocarriles, carreteras, puertos y aeropuertos - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 194La apuesta por una nueva red ferroviaria y la potenciacin de la existente - - - - - 202Ms que dudas sobre el transporte de mercancas en la Y vasca - - - - - - - - - - 207A pesar de todo contina el empecinamiento en la construccin - - - - - - - - - - - -210Algunas consecuencias de esta apuesta - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 214Una apuesta de futuro? - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 215Dos visiones de la oposicin al TAV en Euskal Herria - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 220Anexo. La fbrica globalizada. El ejemplo de la Volkswagen de Pamplona - - - 229

    5. Miedo y asco en Sevilla. Especulacin, espectculo y resistencias en la ciudad postdesarrollista. Ibn Daz - - - - - - - - - - - - - - - - - 233

    El crecimiento de Sevilla entre dos exposiciones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 236La ciudad postdesarrollista - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 243El papel de la poblacin inmigrante extranjera - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 259El escenario posterior al boom inmobiliario - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 263Conclusiones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 270

    6. De la euforia del ladrillo a la crisis. Zaragoza puesta a producir en el ltimo ciclo capitalista. A_Zofra - - - - - - 273

    La continuidad de los roles de la metrpoli - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 275Estrategias de especializacin - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 279El boom inmobiliario - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 285La gobernanza - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 289Ms afecciones y destruccin de los comunes - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 293Hacia el futuro. Refl exiones y preguntas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 309

    7. Tras el tsunami inmobiliario. Salir del atolladero. Fernando Gaja i Daz - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 313

    Antes - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 315Durante. Los datos - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 318Despus - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 334Singularidades del Pas Valenciano: la ciudad vaca - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 341Qu hacer con el suelo urbanizado vacante? - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 345Conclusiones. Tras el boom, salidas y alternativas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 352

  • 8. La profundizacin de la va urbano-turstica-fi nanciera en Palma (2007-2011): polticas y materializacin en tiempos de crisis. Grup dInvestigaci de Sostenibilitat i Territori - - - - - - - 355

    Adaptacin de los megaproyectos del ciclo alcista a la etapa de crisis - - - - - - - - - - 361La crisis (2007-2011): del keynesianismo fi nanciero-inmobiliario

    a la nueva oleada de neoliberalizacin - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 369Los espacios en crisis - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 381Conclusiones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 387

    9. Del nacionalismo hidrulico a la quimera del ladrillo: el caso de la Regin de Murcia. Foro Ciudadano de la Regin de Murcia - - - - - - - 389

    La poltica territorial y el hecho diferencial murciano - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 393Unas polticas ambientales devaluadas y

    un modelo de crecimiento insostenible - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 398Inefi ciencia econmica, desigualdad de la renta

    y precariedad del empleo - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 405Crisis social y rgimen especfi co de vulnerabilidad

    de la poblacin trabajadora inmigrante - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 410Educacin, cultura y medios de comunicacin - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 415Un rgimen poltico monopolstico, incompetente y corrupto - - - - - - - - - - - - 422Conclusiones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 427

    10. El fracaso del desarrollismo urbanstico en la Costa del Sol Occidental.Otras prcticas de produccin de ciudad. Ildefonso Narvez Baena - - - - - - - - - 431

    La ciudad soada en comn - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 431Del canibalismo autrquico al desarrollismo

    ovparo de los aos cincuenta - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 433Del bikini tecncrata al destape constitucional - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 437De la bacanal autonmica al prncipe timorato - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 443Una conclusin propositiva - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 449

    Bibliografa - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 453

  • A la memoria de Alcia Bauz van Slingerlandty Ramn Fernndez Durn,

    sin cuyo trabajo no hubiera sido posible este libro ni muchas de las perspectivas que en l se sostienen

  • 15

    Los aos de la primera dcada del siglo XXI pasarn a la historia de Es-paa como los de la formacin y posterior disipamiento del espejismo de una Modernidad triunfante. Modernidad tarda a la luz tanto de los medios necesarios para su realizacin (el ms poderoso ciclo inmobiliario de todo el planeta), como de los fuertes costes sociales, econmicos y ambientales que nos ha legado. Efectivamente, el periodo entre mediados de la dcada de 1990 y 2008 podr ser recogido en anales y crnicas como el de la celebracin insidiosa de un nuevo enriqueceos. Exclamacin y exhortacin dirigida a la amplia mayora de la poblacin, si bien, como suele ocurrir, slo al alcance de una estrecha minora formada por los segmentos ms ricos, aquellos con intereses en la promocin inmobiliaria, la construccin o las diversas ramas del fl oreciente negocio fi nanciero.

    Por recordarlo una vez ms, durante este periodo se construyeron ms de seis millones de viviendas; al mismo tiempo, el precio del metro cuadrado se multiplic por tres y el crdito hipotecario por un espectacular factor de dos cifras (nada menos que once veces). Sobre estos mimbres, en un pas mayo-ritariamente propietario el 80 % tiene el ttulo de al menos una vivienda en propiedad, la riqueza patrimonial en manos de las economas doms-ticas creci en un 250 %. Este crecimiento de los patrimonios nominales se acompa tanto de un fuerte endeudamiento como de un espectacular incremento del consumo domstico. El crdito a empresas y familias fl uy directamente sobre el mercado inmobiliario espaol procedente de todos los rincones fi nancieros del planeta.

    Introduccin

  • Paisajes devastados16

    Al fi n pareca que Espaa haba encontrado su lugar en el mundo. La globa-lizacin fi nanciera haba localizado, precisamente aqu, un nicho sorpren-dentemente apto para la colocacin de capitales sedientos. Las antiguas desventajas y anomalas de la economa hispana, como su debilidad indus-trial, su especializacin turstica y el enorme grado de concentracin de su sector fi nanciero, parecan confl uir en un modelo de xito.

    Obviamente esto no fue slo el resultado natural del mercado globaliza-do. Por ir anotando responsabilidades, las polticas pblicas se alinearon con los nuevos astros fi nancieros con una claridad que todava hoy es poco reco-nocida: facilidades crediticias e hipotecarias, casi completa liberalizacin de los mercados de suelo, destruccin del parque pblico de viviendas y marginacin del alquiler, subvencin ambiental a los fuertes consumos ener-gticos, de materiales y de agua que han requerido los desarrollos inmobi-liarios; as como el ms espectacular programa de construccin de autovas y trenes de alta velocidad que haya conocido el viejo continente y que ha llevado a este pas, antes semiperifrico, del sempiterno dfi cit de infraes-tructuras a un merecido primer puesto europeo en nmero de kilmetros construidos de este tipo de vas de transporte.

    Lo que no deja de sorprender es que tan espectaculares tasas de construc-cin e inversin inmobiliaria consiguieran resultados econmicos igualmen-te notables. El pas creci, en efecto, al mismo ritmo que la multiplicacin de las autovas y los AVEs: un consumo domstico disparado, siete millones de nuevos puestos de trabajo y casi cinco millones de trabajadores extranje-ros incorporados a la nueva economa basada en el ladrillo.

    Pero tiene todava sentido estudiar un modelo de crecimiento econmi-co extinto, como es el caso del sorprendente ciclo inmobiliario-fi nanciero que se extiende de 1995 a 2007? Obviamente no se trata de un mero ejerci-cio histrico. La actual crisis est en todo determinada por esta modalidad de crecimiento. La crisis ha terminado por descubrir, de hecho, las dbiles bases del milagro econmico. Tras el banquete patrimonial, la desindus-trializacin histrica se ha revelado de nuevo como falta de competitivi-dad. La euforia econmica basada en el endeudamiento y el crecimiento del precio de la vivienda ha dado paso a los desahucios, unas disparadas tasas de paro y un recrudecimiento de una ya antes brutal precariedad laboral. Por supuesto, la vieja posicin semiperifrica del Estado se ha con-fi rmado de nuevo, esta vez bajo el ataque fi nanciero sobre la deuda pblica y la intervencin de facto de su poltica econmica impuesta por el gobierno alemn y el Banco Central Europeo.

  • Introduccin 17

    Por otra parte, hoy no podemos decir que estemos ms all del ciclo inmo-biliario, a punto, por as decir, de iniciar una senda de crecimiento sobre nuevas bases, pongamos por caso: inversin en I+D, energas renovables o tecnologas verdes. No se trata de decir que la crisis va para largo, como de hecho todo apunta, sino tambin que no hay alternativa a la especializacin inmobiliario-fi nanciera de la economa espaola. El actual proceso de rescate y concentracin bancaria, la propia modalidad de saneamiento del mercado inmobiliario a travs de la SAREB, convertida ya en la mayor inmobiliaria europea, la articulacin de las polticas europeas y espaolas sobre una es-trategia dirigida nicamente a la defl acin social depresin salarial y des-mantelamiento de los servicios pblicos son indicativos de una voluntad de permanencia del modelo. Sencillamente, parece que a Espaa no le queda otra que esperar al nuevo ciclo inmobiliario. A este propsito se estn crean-do los instrumentos fi nancieros y la masa de activos (las viviendas y suelo hoy devaluados) que debern servir de combustible para la nueva dcada de prosperidad. Por eso es urgente considerar que lo que hoy vemos en la crisis y lo que analizamos sobre la pasada burbuja inmobiliaria es un ejercicio til y prctico, una suerte de arqueologa del futuro.

    Sea como fuere, ste no es un libro sobre el ciclo inmobiliario y sus va-riables econmicas. Su objeto son algunas ciudades y regiones que se han articulado tanto como las receptoras de los enormes fl ujos de capital que acudan a los mercados de suelo y vivienda como en sujetos de sus propias burbujas inmobiliarias locales. Su estructura es as ms parecida a la de un collage: una coleccin de trabajos sobre el despliegue del ltimo tirn alcista y su rpida cada en algunas de las principales regiones urbanas. La ventaja de este enfoque es evidente. La escala subestatal, normalmente urbana, per-mite una mirada por completo distinta de la crisis. El ciclo inmobiliario se fragmenta y aterriza en una multitud de unidades territoriales con ventajas competitivas y estrategias econmicas distintas. Los actores se encarnan en oligarquas y alianzas sociales concretas que han logrado dotar de direccin y consenso en la mayor parte de los casos con xito sufi ciente a los ciclos locales de desarrollo. Las consecuencias sociales, econmicas y ambienta-les se concretan en situaciones territoriales muchas veces similares y otras no tanto. Igualmente, las estrategias de salida a la crisis varan, al igual que los impactos sociales y econmicos que se adecan a la distinta posicin je-rrquica de cada de una de las ciudades, as como a su estructura econmica y social. La mirada que pretende este libro quiere, as, ajustarse al territorio, a la ciudad concreta, permitiendo un juego de crtica, estrategias polticas y alianzas sociales que una perspectiva de ms amplia escala no permite.

  • Paisajes devastados18

    El libro aparece ordenado en dos partes ms o menos evidentes. Los dos primeros captulos sirven de contexto general a los estudios de caso que si-guen despus. El artculo Competitividad territorial y circuito secundario de acumulacin trata de ofrecer una imprescindible visin general del ciclo inmobiliario y su crisis en las dos escalas que precisamente no se pueden abordar en los estudios de caso: el despliegue de la globalizacin fi nanciera y sus efectos en el diseo de una geografa econmica hecha de jerarquas y dinmicas competitivas relativamente nuevas; por otra parte, la propia di-mensin del ciclo inmobiliario espaol encarnada en las polticas del Estado central en tanto entidad coordinadora y facilitadora de las distintas estrate-gias locales. En un contexto parecido, si bien enfocado sobre una sola de sus dimensiones, el captulo Infraestructuras de transporte, impacto territorial y crisis trata de destacar la centralidad de la construccin de infraestructu-ras de transporte y los efectos funcionales de esta anomala, tanto para los desarrollos inmobiliarios, como para los negocios de uno de los principales pilares del bloque oligrquico espaol: las grandes constructoras.

    El trabajo sobre la principal regin metropolitana abre la parte de los es-tudios de caso. Aqu se considera no tanto el desarrollo de la regin me-tropolitana de Madrid, como el destructivo aterrizaje de la crisis fi nanciera sobre el cuerpo social en forma de polarizacin, privatizacin y adelgaza-miento del sector pblico, liquidacin de sus clases medias y reaparicin del fenmeno de las periferias sociales. Con un registro y un tono diferentes, el trabajo Euskalherria plataforma logstica analiza otra especializacin te-rritorial pocas veces tratada en profundidad: la apuesta por el transporte y la logstica como sectores avanzados de las economas urbanas. La necesaria vertebracin de esta vocacin territorial descansa en la construccin de poderosas infraestructuras de transporte (TAV, ferrocarriles de mercancas, autovas, superpuertos, aeropuertos) que canalizan los fl ujos de mercancas sobre determinados nodos en donde se concentrarn plataformas, ensam-bladoras, centros de procesamiento, etc., que aportarn su particular valor aadido, tambin en forma de rentas sobre el territorio.

    Los dos casos siguientes atienden a dos reas metropolitanas de tamao medio, que adems son cabeceras de sus respectivas comunidades autno-mas: Sevilla y Zaragoza. En ambas ciudades, se muestran algunos patrones similares: el impacto de un largo proceso de desindustrializacin, o al me-nos de prdida relativa del sector secundario, la necesaria reconversin de las estrategias urbanas hacia los macroeventos y la lucha por la captacin

  • Introduccin

    de inversiones pblicas e infraestructuras. Como resultado de todo ello se observa una creciente polarizacin social que estalla con toda su fuerza en estos aos de crisis.

    Por ltimo, se recogen cuatro casos, podramos decir paradigmticos, de la estrecha imbricacin entre turismo, industria inmobiliaria y frreos pode-res locales. Se trata de los artculos dedicados a las cuatro principales econo-mas del Mediterrneo, que junto con el archipilago canario, conforman el laboratorio turstico-inmobiliario del Estado espaol: el Pas Valenciano, Pal-ma de Mallorca, Murcia y la Costa del Sol. Los costes territoriales y sociales de este modelo de especializacin turstica son evidentes en los cuatro ejem-plos: devastacin ecolgica y paisajstica, unas economas extremadamente frgiles por el monocultivo inmobiliario y unos poderes polticos siempre propensos a la corrupcin y el caciquismo.

    Este libro es tambin el resultado de un esfuerzo colectivo, a nuestro jui-cio satisfactorio, por cartografi ar el campo de batalla en el que se van a te-ner que organizar y agrupar los confl ictos urbanos de las prximas dcadas. Su elaboracin responde, desde el principio, a la necesidad de que sean los propios sujetos en movimiento los que produzcan o se apropien de los cono-cimientos que les son tiles en sus luchas. Como se puede ver en el ndice, una parte considerable de los autores de este libro son (o pertenecen a) co-lectivos autnomos de investigacin, para los que la produccin de saberes y la prctica poltica no son dos actividades escindidas. Un propsito que resulta cada vez ms difcil dentro de unos marcos acadmicos atomizados, mortecinos y sometidos a las lgicas de la competencia curricular y la carrera universitaria. El actual desmantelamiento de la universidad pblica redun-da en la necesidad urgente de crear espacios de investigacin y produccin intelectual insertos en los movimientos sociales.

    La propia elaboracin de este volumen constituye, de hecho, un primer resultado de esta red poltica de produccin y anlisis. La totalidad de los artculos aqu recogidos fue discutida en su primera versin en las Jornadas Contra la depredacin de los bienes comunes. Ciudad, territorio, capitalismo, cele-bradas entre el 10 y el 12 de noviembre de 2011 (htt p://stop-depredacion-territorio.net/). Estos encuentros fueron organizados por el Observatorio Metropoliano de Madrid, con el CIP-Ecosocial, el extinto Centro de Estudios e Informacin Medioambiental y el Museo Nacional y Centro de Arte Reina Sofa. El objetivo no poda ser otro que el de arrojar algo de luz sobre unas realidades sociales complejas; tratar de generar los medios para la constitu-cin de un intelectual colectivo con verdadera capacidad poltica, y facilitar

  • Paisajes devastados20

    el encuentro entre movimientos sociales que a pesar de la disparidad de sus puntos de partida (ecologismo, derechos sociales, derecho a la vivienda, defensa de los espacios pblicos y de los comunes urbanos) pueden y de-ben reunirse contra formas de dominio y explotacin que muchas veces son mucho ms coherentes y globales que las resistencias que se les pre-tenden oponer.

    Observatorio Metropolitano de Madrid, verano de 2013

  • Introduccin 21

    Sobre los autores

    A_Zofra (Grupo de Estudios Metropolitanos de Zaragoza) se form en el ao 2008 a partir de la realizacin de las Jornadas de debate Dinmicas del capitalismo global en Aragn. Desde entonces, el grupo ha llevado a cabo una intensa labor de estudio, investigacin y discusin en torno a los factores sociales, polticos y culturales que atraviesan y estn transfor-mando esta metrpoli, as como a las formas de participacin e interven-cin de los movimientos sociales y polticos.

    Fernando Gaja i Daz, arquitecto y profesor de Urbanismo en la ETSA-UPV. Su actividad profesional se ha volcado en el campo del planeamiento ur-banstico, especialmente en el mbito de la recuperacin de los conjun-tos histricos. Es autor de diversos libros y artculos de crtica al modelo urbano vigente como Urbanismo, ciudades y calentamiento global. Equvocos y sofi smas (2010), Urbanismo sostenible, urbanismo estacionario. Ideas para la transicin (2009), Urbanismo ecolgico, sueo o pesadilla? (2008), No es Equipamiento todo lo que reluce. Las Dotaciones Pblicas en la perspectiva del Marketing Urbano (2007), Revolucin informacional, crisis ecolgica y urba-nismo (2006). Es tambin director del Taller XXI dUrbanisme, desde el que ha intentado formular propuestas alternativas desde una perspecti-va de sostenibilidad integral. Ha sido un activo colaborador en prensa, especialmente durante los aos de actividad del colectivo Terra Crtica (2001-2007).

    Foro Ciudadano de la Regin de Murcia es una asociacin cvica e inde-pendiente que lleva ms de diez aos trabajando con el triple objetivo de promover el debate pblico, la participacin ciudadana y la propuesta de soluciones concretas a los muchos problemas polticos, econmicos, sociales y culturales de la Regin de Murcia. El Foro pretende acortar la enorme distancia que actualmente existe entre los ciudadanos de a pie y las organizaciones e instituciones representativas; luchar por el respeto efectivo de los derechos humanos de todas las personas que residen en la Regin, independientemente de su lugar de nacimiento, su sexo, su etnia, sus creencias y su orientacin sexual; y colaborar activamente con todas las organizaciones sociales, polticas y sindicales que comparten sus fi nes, ya sean de mbito local, regional, nacional o global. Entre sus mltiples trabajos se encuentra el Informe El otro estado de la Regin, del que ha aparecido recientemente el correspondiente a 2010.

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    GIST (Grup dInvestigaci en Sostenibilitat i Territori) surgi en 2005 en el seno del Departamento de Ciencias de la Tierra de la UIB como un grupo formal de investigacin con lneas de trabajo sustentadas en las aportaciones de la geografa crtica y la economa ecolgica. El GIST es-tudia la va balear de insercin en el proceso general de globalizacin, con especial referencia a la materializacin del neoliberalismo urbano, as como sus repercusiones ecolgicas y sociales. El grupo ha analizado la transformacin territorial que ha experimentado el archipilago balear en la segunda mitad del siglo XX, enmarcado en el contexto de las relacio-nes poltico-econmicas surgidas despus de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, comparndolo con otras regiones tursticas del Medi-terrneo, Centroamrica y el Caribe.

    Ibn Daz es natural de La Lnea de la Concepcin, si bien lleva tres lustros en Sevilla, donde ha desarrollado su vida activista y acadmica. Desde principios de la primera dcada del siglo XXI ha estado fuertemente vin-culado a las sucesivas iniciativas de okupacin de espacios que se han desarrollado en esta ciudad, en especial al CSOA Casas Viejas, as como a distintas luchas de carcter sindical y vecinal. Actualmente sigue activo en los movimientos vecinales del Distrito San Pablo-Santa Justa y milita en el Sindicato Andaluz de Trabajadores. Es adems doctor en Geografa Humana e imparte clases en la Universidad de Sevilla.

    Luis Iriarte es miembro de AHT Gelditu! Elkarlana, coordinadora contraria al Tren de Alta Velocidad que agrupa a infi nidad de sindicatos, movi-mientos sociales, grupos ecologistas, partidos polticos, ayuntamientos, grupos de afectados y personas de Euskal Herria. En su presentacin pblica, en 2001, AHT Gelditu! Elkarlana se declar no slo contraria al desarrollo del TAV sino a favor de un cambio radical en el modelo de transporte y de ordenacin del territorio.

    Ildefonso Narvez es abogado especialista en derecho urbanstico. Actual-mente ejerce como tal para el Ayuntamiento de Manilva, en la Costa del Sol. Es militante del Centro Social La Casa Invisible de Mlaga y tambin de la Universidad Libre Experimental (ULEX). Entre sus lneas de inves-tigacin se encuentra principalmente la bsqueda de alternativas legales y sociales al enorme stock de vivienda construida y suelo urbanizado en el litoral espaol.

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    Observatorio Metropolitano de Madrid es un colectivo interdisciplinar formado por artistas, arquitectas, socilogos, economistas, gegrafos y especialistas en nuevas tecnologas, adems de militantes y activistas de diversos movimientos (okupaciones, ecologistas, feministas, etc.). Su principal rea de actividad se centra en la investigacin y en la produc-cin de cartografas sobre las recientes transformaciones de la metrpolis madrilea, as como en los impactos sociales y econmicos de la crisis fi nanciera. El Observatorio Metropolitano pretende constituirse como un espacio autnomo de produccin de investigacin y conocimiento al margen de las dinmicas curriculares y las pleitesas econmicas y acad-micas tan corrientes en la investigacin convencional. Desde su creacin en 2005, el Observatorio Metropolitano de Madrid ha publicado 8 libros y ms de 30 artculos entre captulos de libros y colaboraciones en revistas de distinto tipo.

    Paco Segura es eclogo, trabaja en cuestiones relativas al transporte y los modelos de movilidad desde principios de la dcada de 1990. En la ac-tualidad es coordinador del rea de transporte de Ecologistas en Accin. Esta organizacin ha liderado buena parte de la oposicin a la poltica de infraestructuras que se ha venido realizando, con pocas diferencias, por parte de los diversos gobiernos del PP y del PSOE, as como de mu-chas Comunidades Autnomas. Paco Segura es tambin coordinador de la revista Ecologista donde se publican numerosos artculos sobre estas cuestiones y otras relativas al ecologismo social.

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    La economa poltica posterior a la crisis de 1973 ha creado una geografa a la medida de las necesidades de la creciente fi nanciarizacin del capital. Asociada a la imposicin del nuevo gobierno de clase, que por convencin llamamos neoliberalismo, la fi nanciarizacin se debe considerar como la gran solucin a la crisis de rentabilidad que al menos en el bloque occidental determina la desregulacin y la liberalizacin fi nanciera. La consecuencia de la fi nanciarizacin, en trminos espaciales, es una completa reordenacin de las relaciones entre las nuevas formaciones capitalistas y sus geografas concretas. Las escalas geogrfi cas se diversifi can: a la llamada globalizacin sigue la descarga de ciertas funciones estratgicas, ligadas a la competencia transnacional, en las regiones y ciudades. Al mismo tiempo, la fi nanciari-zacin capilariza y moviliza un uso cada vez ms intensivo de los activos territoriales que son puestos al servicio de la mxima expansin de unos mercados inmobiliarios progresivamente fi nanciarizados. En este sentido, el crecimiento espaol de los aos 1995-2007, que cabalga de la mano del ciclo inmobiliario ms sostenido y profundo de todo el planeta, debe ser conside-rado no como una extraa y aberrante anomala econmica, sino como un ejemplo cannico de estos modelos de acumulacin.

    Es por ello que en este artculo nos proponemos plantear el caso espaol en perspectiva histrica, en tanto caso paroxstico de un rgimen de acumu-lacin exitoso en el marco de la fi nanciarizacin, la globalizacin y el mando neoliberal, basado en el aprovechamiento intensivo de los activos territo-riales. Para este fi n, se tratan de abordar tres grandes preguntas: qu tipo de rgimen de acumulacin se ha impuesto tras la gran cesura de los aos

    1. Competitividad territorial y circuito secundario de acumulacin. El paroxismo de un caso: el ciclo espaol de 1995-2007

    Observatorio Metropolitano de Madrid(Isidro Lpez y Emmanuel Rodrguez)

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    setenta?; qu tipo de geografa, o si se quiere de arreglo espacial, acompaa, provoca y produce este modelo de acumulacin?; y por ltimo, qu tipo de sntesis representa aqu el caso espaol?

    El modelo espaol en perspectiva

    Incluso en el mbito del discurso cotidiano, quedan pocas dudas respec-to a las dimensiones del ciclo inmobiliario espaol que termin en 2007. La irrupcin de la crisis ha dirigido la atencin de una gran mayora de la poblacin hacia el periodo inmediatamente anterior. Aunque en su da los resortes del modelo de crecimiento espaol fueron poco discutidos, y no pocas veces fueron tratados como una suerte de ruido de fondo, esen-cialmente aproblemtico, en la gran mayora de los casos esta mirada re-trospectiva ha generado un juicio crtico sobre la fragilidad de los resortes de un modelo de crecimiento ahora visto como en exceso basado en el ladrillo y la deuda. Sin duda, esta percepcin retrospectiva es uno de los ingredientes de la oleada de movilizacin poltica que se vive en Espaa desde el 15 de mayo de 2011. En esta visin espontnea sigue muy viva la concepcin de lo sucedido como una burbuja radicada esencialmente en Espaa. Dentro de este bloque discursivo, cuando se habla de burbu-ja se quiere referir un agregado de decisiones individuales con un fuerte elemento de irracionalidad que justifi cara el posterior castigo econmico en forma de restricciones al consumo. Aunque estas visiones teolgicas, en las que los trminos deuda y culpa tienden a coincidir, pertenezcan al nuevo folklore de la fi nanciarizacin, lo cierto es que la economa ortodoxa no est muy lejos de tal ecuacin. De hecho, su prctica se puede conside-rar como una sofi sticada forma de mantener el aura de punicin inevitable que transmiten estas imgenes.

    No obstante, el ciclo de crecimiento 1995-2007 se ha cubierto de una for-ma ms que notable, sin duda ms por iniciativa de los mbitos polticos y sociales que acadmicos, pero en cualquier caso con perspectivas crticas de mucha penetracin. Si incluimos dentro de esta literatura especializada la crtica urbana, podramos agrupar estos estudios en tres grandes grupos:

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    1. Por un lado, encontramos las descripciones territoriales de la bar-barie inmobiliaria: los datos fsicos de crecimiento, las cartografas de su impacto, las consecuencias brutales sobre el consumo general de recursos y, en las versiones ms polticas, una cierta descripcin de la morfologa social de las lites que dirigen formas de crecimiento local desbordantes.1

    2. De otro, se han realizado algunos anlisis en trminos de economa poltica en los que se relacionan los enormes crecimientos inmobilia-rios con la evolucin del patrimonio de las familias y de sus repercu-siones sobre la demanda y el empleo y, con mucha menos frecuencia, con la posicin de la provincia Espaa en la divisin internacional del trabajo.2

    3. En tercer lugar, aparecen las descripciones propiamente urbanas que se vienen alimentando de la narracin (o contranarracin) de los exitosos modelos de renovacin urbana de ciudades como Barcelo-na o Bilbao. En este tipo de discursos se despliegan, con distintos gra-dos de intencin crtica, toda una serie de imgenes de recualifi cacin, colonizacin de espacios, externalidades positivas y reposicionamien-to de las ciudades en una jerarqua simblica de ciudades.3

    1 El trabajo quizs ms completo de ocupacin de suelo es el realizado por el Observatorio de la Sostenibilidad en Espaa, Cambios de ocupacin del suelo en Espaa: implicaciones para la sostenibili-dad, Madrid, 2006. Fundamentales son tambin los distintos trabajos e informes publicados por Ecologistas en Accin. As mismo, merece la pena mencionar el trabajo colectivo editado por F. Aguilera Klink, Economa, poder y megaproyectos, Lanzarote, Fundacin Csar Manrique, 2008.2 Son aqu imprescindibles los trabajos de Jos Manuel Naredo, comenzando por La burbuja in-mobiliario fi nanciera en la coyuntura econmica reciente (1985-1995), Madrid, Siglo XXI, 1996, o tam-bin (con Antonio Montiel Mrquez), El modelo inmobiliario espaol, Barcelona, Icaria, 2011; pero quizs los ms signifi cativos sean los informes estadsticos realizados por encargo de FUNCAS con scar Carpintero y Carmen Marcos, Patrimonio inmobiliario y balance nacional de la economa espaola, Madrid, FUNCAS, editados en 2005 y 2008.3 Los trabajos y monografas crticas sobre las ciudades espaolas, muchos de ellos realizados al margen de la academia y por impulso de colectivos autnomos de investigacin, son innumera-bles. Por su carcter destacado en la experimentacin de nuevas estrategias de posicionamiento global y marketing urbano, Barcelona y Bilbao concentran la mayor parte de la produccin. Sobre Barcelona se pueden mencionar: Barcelona. Marca registrada. Un model per desarmar, Bar-celona, Virus, 2004; Manuel Delgado, La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del modelo Barcelona, Madrid, Catarata, 2007; Jordi Borja, Luces y sombras del modelo Barcelona, UOC, 2010. Acerca de Bilbao se deben recoger: Andeka Larrea y Garikoitz Gamarra, Bilbao y su doble. Regeneracin ur-bana o destruccin de la vida pblica?, Bilbao, Gatazka, 2007; e Iaki Esteban, El efecto Guggenheim. Del espacio basura al ornamento, Barcelona, Anagrama, 2008. Sobre Madrid, se debe citar el trabajo del Observatorio Metropolitano de Madrid, Madrid La suma de todos? Globalizacin, territorio, desigualdad, Madrid, Trafi cantes de Sueos, 2008.

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    Es evidente que todos estos enfoques, cada cual con su parte de verdad, tocan algunos puntos de un proceso que sin embargo tiene mayor ampli-tud. En este sentido, el caso espaol, en la medida en que, hasta 2007, fue uno de los laboratorios ms depurados de lo que llamamos un modelo de acumulacin de capital de base territorial, altamente fi nanciarizado y con capacidad para recomponer las polticas urbanas, puede ofrecer algunas pistas para una comprensin terica del alcance y los lmites de estos mo-delos de crecimiento.

    Desde nuestra perspectiva, todos estos estudios tocan en algn punto de-terminante lo que podramos llamar el modelo espaol,4 y sin embargo no componen sus perfi les espaciales e histricos en una narrativa coherente que aspire a reconstruir sus perfi les sistmicos. El ciclo espaol 1995-2007 es algo ms que un episodio aislado o una excrecencia territorial de la des-regulacin de los mercados fi nancieros que habra terminado por generar un tipo aberrante. Quiz nos encontremos ante una de las tentativas ms acabadas de articular un modelo de crecimiento basado en la primaca de los activos fi nancieros e inmobiliarios. De hecho, este esquema no se entiende sin referirnos al papel que han jugado las polticas pblicas en su desarro-llo. Estas polticas, por otro lado, no se refi eren a una escala espacial nica, el Estado-nacin, sino que implican una alineacin y una superposicin de polticas estatales, regionales, urbanas y transnacionales que funcionan en una misma direccin. Se pueden, sin duda, encontrar ejemplos de mode-los de crecimiento semejantes, basados en la acumulacin territorial y en un fuerte crecimiento de la demanda que se vincula a las revalorizaciones de los precios de la vivienda. La todava potencia hegemnica, Estados Unidos, en los aos que median entre la cada de la burbuja tecnolgica en 2001 y la de-bacle de las hipotecas subprime en 2007, utiliz abundantemente este tipo de modelo. Pero lo hizo en el marco de una economa mucho ms compleja que la espaola y con una concentracin territorial notable en el rea de Florida, California y Arizona, el conocido sunbelt. En este sentido, Espaa presenta la versin ms pura de este tipo de crecimiento econmico fi nanciarizado y, en gran medida ha servido de laboratorio de unas frmulas que para muchos pases desarrollados se siguen presentando como un escenario post-crisis factible. Es necesario, pues, retroceder y expandir la perspectiva para captar

    4 La versin ms sinttica que podemos ofrecer de este modelo se encuentra en Isidro Lpez y Emmanuel Rodrguez, The Spanish Model, New Left Review, nm. 69, 2011, pp. 5-29 [ed. cast.: El modelo espaol, New Left Review (edicin en espaol), nm. 69, 2011, pp 5-29]. Tambin se puede leer de los mismos autores Del auge al colapso. El modelo fi nanciero-inmobiliario de la economa espaola (1995-2010), Revista de Economa Crtica, 2011, nm. 12, pp. 39-63.

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    cul es el signifi cado de lo que ha sucedido en Espaa y cules han sido las contradicciones que ha logrado resolver desplazar sera un trmino ms preciso, dentro de la, de por s, catica articulacin de las normas de go-bierno neoliberal.

    Recordemos que en los aos que median entre 1995 y 2007, Espaa vi-vi el mayor ciclo de crecimiento desde los aos setenta y, adems, lo hizo en cierta medida a contrapelo del entorno europeo, con un crecimiento anual del PIB cercano al 4 %, justo cuando los pases centrales de la Unin apenas lograban superar el 2 % de crecimiento anual medio del PIB.5 El ele-mento central que distingui a Espaa fue la reconstruccin de la demanda agregada por la va de la revalorizacin de los activos inmobiliarios de las familias y de la inversin en lo que vamos a llamar, con David Harvey, el circuito secundario de acumulacin de capital, esto es, la inversin inmobiliaria y en grandes infraestructuras. Los precios de la vivienda, convertidos en indicador de la riqueza patrimonial de las familias, crecieron a un ritmo medio del 12 % durante los aos centrales del ciclo y se construyeron ms de siete millones de viviendas. Por otro lado, durante estos aos, continu el frreo control salarial que se impuso tras la breve recesin de 1992. De hecho, entre 1995 y 2007 los salarios medios reales de los trabajadores re-sidentes no slo no crecieron, en un periodo de fuerte expansin del PIB y el empleo, sino que decrecieron en un 10 %. El resultado de la brecha entre los salarios y los precios de la vivienda, que marcaban el acceso a la riqueza patrimonial, fue un crecimiento sin precedentes de los niveles de endeu-damiento privado que, al fi nal del periodo, en 2007, igualaban los niveles del PIB y superaban ampliamente la renta bruta disponible.6 La inversin estuvo muy por encima de la atona de los pases centrales europeos, con la peculiaridad de que se concentr completamente en la construccin y en las infraestructuras. Entre ambas partidas llegaron a agrupar hasta el 70 % de la inversin total del periodo. El resultado de estos factores fue un aumento del empleo por encima de los niveles europeos. De hecho, en los aos del ciclo se crearon siete millones de puestos de trabajo, siempre en

    5 En todo lo que sigue nos remitimos al trabajo que sirve de base a este artculo: Isidro Lpez y Emmanuel Rodrguez, Fin de ciclo. Financiarizacin y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010), Madrid, Trafi cantes de Sueos, 2010.6 En la medida en que este endeudamiento soportaba los ascensos de la demanda se puede hablar de un traslado de las funciones del defi cit spending del Estado keynesiano a las economas domsticas, lo que implicaba una fuerte capilaridad social de tcnicas propias de la ingeniera fi nanciera de las empresas. Ms adelante intentaremos entender este fenmeno a partir del concepto de keynesianismo de precio de activos.

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    unas condiciones de precariedad y fragmentacin de la fuerza de trabajo que permitieron, en trminos marxistas, una fuerte extraccin de plusvala absoluta por ausencia de confl icto distributivo.

    Como se puede apreciar en este repaso de los principales resortes ma-croeconmicos del ciclo, contra lo que sostiene la economa ortodoxa, la productividad del trabajo y la competitividad estndar no slo no fueron factores de su xito sino que, como veremos ms adelante, en la medida en que refl ejan una retirada de aquellos sectores en los que la competencia in-ternacional es ms encarnizada, su papel secundario podra ser visto como un xito del experimento espaol.

    El arreglo espacial y los circuitos secundarios

    La formacin del modelo espaol, su xito, en la medida en que ha resi-dido en una poderosa burbuja patrimonial con base en la vivienda y en un exhaustivo aprovechamiento de los activos territoriales, slo puede entenderse en el contexto de una nueva y radical reordenacin de las rela-ciones entre capital y espacio. Esta nueva geografa se asienta en un conjunto bastante complejo de transformaciones de los modos de acumulacin, que han pasado cada vez ms por vas fi nancieras, al tiempo que el espacio y el territorio se convertan en soportes de la acumulacin. Lo que con Harvey llamamos nuevos arreglos espaciales se pueden comprender en el trmino globalizacin, as como en el proceso de descarga de funciones y responsabi-lidades en los niveles subestatales. Bajo la mscara de una creciente auto-noma administrativa, este desplazamiento ha acabado por dibujar un rgi-men de creciente competencia por la captacin de capitales que se agitan y se mueven sobre canales cada vez ms desterritorializados. Si se quiere, la tendencia de este arreglo espacial, en trminos de su estricta funcionalidad capitalista, ha pasado por obtener un mximo de integracin a escala global, especialmente en lo que se refi ere a la circulacin de capitales, al tiempo que un mximo de movilizacin de todo el rango de activos disponibles (natura-les, sociales, culturales) a escala local. El gobierno de este proceso es lo que llamamos neoliberalismo.

    Comenzando por el principio, el ciclo de crecimiento espaol toma su sentido en la longue dure de las grandes lneas de recomposicin del capi-talismo posterior a la crisis de 1973. Recordemos que sta es una crisis cuya

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    manifestacin central fue la cada en picado de los benefi cios capitalistas y, desde ah, el lanzamiento por parte de las lites capitalistas de un monumen-tal ataque, todava en curso, a lo que haba sido el arreglo social y econmico de los aos que median entre la postguerra y mediados de los aos setenta. De manera un tanto esquemtica, podemos resumir aquel acuerdo social como la aparicin de un territorio comn entre capital y trabajo, mediado y gestionado por el Estado, en el que se disponen una serie de desarrollos institucionales pblicos dirigidos a socializar los costes de la reproduccin social, el Estado de bienestar, y una serie de polticas de expansin de las fuerzas productivas basadas en el crecimiento constante de la demanda, las polticas keynesianas. Desde luego, no se deben exagerar los niveles de consenso que produjo este arreglo social, de hecho estuvo sometido a constantes presiones de carcter ms o menos revolucionario, que se incre-mentaron exponencialmente en el periodo 1968-1973, pero tampoco se pue-de negar que gener una ecologa social menos turbulenta y ms predecible que lo que habra de venir despus. De hecho, se puede considerar que esta estabilidad de base favoreci notablemente los intentos de empujar el pacto social por encima de los lmites que marcaba su carcter capitalista. En con-traste con lo que haba sido la belle epoque fi nanciera del periodo 1910-1929, las fi nanzas se mantuvieron relativamente domesticadas. Y esto debido a su vinculacin al ascenso predecible de las tasas de benefi cio del capital in-dustrial y la centralizacin del capital en grandes unidades monopolsticas, siempre dentro de economas fundamentalmente delimitadas por el marco del Estado-nacin.

    En cualquier caso, los movimientos que se iniciaron a partir de la d-cada de 1970 acabaron por trastocar las relaciones econmicas, polticas y espaciales que defi nan los grandes marcos sociales de actuacin. Se abrieron as una serie de procesos, ms o menos jerarquizados, que han acabado por anudarse de una manera muy especfi ca y casi-experimental en el ciclo de crecimiento espaol de 1995 a 2007. De forma muy simplifi cada stos son: la fi nanciarizacin dirigida por un nuevo gobierno de clase que por con-vencin llamamos neoliberalismo, el propio proceso de globalizacin como nueva forma de arreglo espacial para las fi nanzas y el desarrollo de una serie de soluciones espaciales a la acumulacin de capital.

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    La fi nanciarizacin del capital y el gobierno neoliberal

    Desde fi nales de los aos sesenta se ha venido sintiendo la constante ca-da de la variable central de las economas capitalistas: la tasa de benefi cio. Como ya se ha avanzado, el ascenso continuo de los benefi cios era el punto central sobre el que se cimentaba el acuerdo fordista-keynesiano. Y parte fundamental de este acuerdo era la alineacin del crecimiento de los salarios reales con los crecientes niveles de productividad del trabajo. Los motivos de esta cada de la rentabilidad en las economas capitalistas avanzadas son muchos y su articulacin causal forma parte de un largo e interesante deba-te cuyos rasgos ms sobresalientes merecen ser recordados, no tanto como ejercicio de recuperacin histrica de una fase precedente como porque estas grandes lneas de crisis capitalista siguen determinando, casi cuarenta aos despus, el horizonte econmico global.

    Una primera explicacin de la crisis, la ms frecuente en los aos poste-riores a la misma,7 sita la causa de la cada de la rentabilidad en el mbito de la distribucin. La onda revolucionaria mundial de 1968 tuvo su expre-sin en los pases centrales en forma de un endurecimiento de la lucha de clases que haba comenzado como un reforzamiento cultural de la subjeti-vidad obrera. La consecuencia econmica de este proceso fue un fortsimo empuje de los salarios reales que llegaron a superar los niveles de la pro-ductividad del trabajo. La espiral salarial acab por morder por encima de la lnea de los benefi cios, hasta provocar un agotamiento progresivo de los retornos de la inversin capitalista.8 A partir de 1973, hay que aadir adems el encarecimiento de la factura energtica debido al aumento de los costes del petrleo.9

    7 La primera formulacin de la hiptesis del profi t squeeze se encuentra en Andrew Glyn y Bob Sutcliff e, The critical condition of british capital, New Left Review, nm. I/66, 1971.8 Esto sucede en un momento en el que los mercados de trabajo se encuentran en una situacin de pleno empleo que multiplica la efi cacia de las luchas obreras. La lectura clsica de los cam-bios en los equilibrios polticos que produce el pleno empleo se encuentra en Michal Kalecki Aspectos polticos del pleno empleo, Revista de Economa Crtica, nm. 12, 2011 [1943].9 Algunas lecturas de la crisis de 1973, basadas en el axioma de que las potencias hegemni-cas siempre acaban cediendo su situacin de poder geopoltico debido a los costes militares in-sostenibles que acarrea, sealan el coste de la Guerra de Vietnam como causa de la cada de los benefi cios en EEUU. Giovanni Arrighi, The social and political economy of global turbulence, New Left Review, num. II/20, 2003.

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    Otra lectura ms reciente apunta, sin embargo, a las relaciones intercapitalis-tas como la causa ms persistente de la cada de la tasa de benefi cio.10 En con-creto, esta sera la crisis de la gran corporacin monopolista multinacional, que defi ni la poca y que dio pie en las aproximaciones crticas al concepto de capitalismo monopolista, siempre basado en las ventajas absolutas de los sistemas productivos norteamericanos.11 Sin embargo, la propia dinmica de expansin del capital norteamericano desembocaba en fuertes inversiones de capital en Europa y Asia, especialmente en Alemania y en Japn, que terminaron por confi rmarlos como rivales econmicos de Estados Unidos. El fuerte proceso de catch-up de las lneas industriales centrales en el ciclo de acumulacin de postguerra (automvil, aeronutica, etc.) llev a una len-ta pero constante erosin de las ventajas competitivas iniciales de Estados Unidos y a una progresiva aparicin de excesos de capacidad productiva en estos sectores centrales. La consecuencia de este deterioro de las condiciones de mercado, desde el punto de vista del capital, fue una explosin de la com-petencia destructiva y una fuerte crisis de sobreproduccin en los sectores industriales centrales.

    En este esquema explicativo, el resultado de la irrupcin de la compe-tencia es una aceleracin agresiva del cambio tecnolgico aplicado a las l-neas de produccin como herramienta para conquistar posiciones ventajosas en la competencia. El encabalgamiento de oleadas cada vez ms rpidas de cambio tecnolgico provoca que los bienes de equipo y de capital, el capital fi jo, sean sustituidos antes de ser amortizados, generando una masa ingente de costes no recuperados, sunken costs, que pesan como una piedra al cuello sobre la tasa de benefi cio industrial.

    Sea como fuere, el caso es que la lnea central de respuesta a estas crisis de rentabilidad es la llamada fi nanciarizacin del capital. Se trata de un proceso extraordinariamente complejo y para el que todava no hay una formulacin cannica, pero del que se pueden perfi lar algunos rasgos centrales. Frente a la rentabilidad declinante del capital industrial, las fi nanzas consiguen la monetarizacin de la riqueza social y la asercin de los derechos de propie-dad mediante una proliferacin de activos fi nancieros de distinto tipo que se

    10 La principal defensa de esta tesis se encuentra en Robert Brenner, La economa de la turbulencia global, Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonismo, 2009.11 Aqu se entiende por monopolista la apertura de grandes zonas del mercado a prcticas eco-nmicas alejadas de la competencia. Segn Sweezy est habra sido la forma predominante del capitalismo de las grandes corporaciones de la postguerra. Paul Sweezy, El capital monopolista, Mxico, Siglo XXI, 1988.

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    negocian en los grandes mercados de capitales.12 Esta radical centralizacin del dinero permite lanzar un programa de rediseo del proceso de acumu-lacin para sortear la rentabilidad declinante de los ciclos productivos con-vencionales. El nudo de este proceso reside en la creciente vinculacin de la riqueza de familias, empresas y Estados a los valores de sus activos fi nancie-ros y de los mercados fi nancieros en que se negocian. En este movimiento, la renta se convierte en la forma dominante de benefi cio que ya no tiene que pasar necesariamente por la produccin de bienes y servicios.

    Parte fundamental de esta estrategia reside en la posibilidad de crear activos fi nancieros sobre fl ujos fi nancieros futuros que multiplican la capa-cidad de compra y de mando sobre los procesos productivos tradicionales. Muchos de estos activos, capital fi cticio o dinero endgeno,13 funcionan como dinero creado de forma descentralizada por las instituciones fi nancieras, y que, como cualquier otra forma de dinero, es vlido en la medida en que se apoya en una relacin de poder mediada por una determinada estructura de propiedad. Este esquema de creacin de formas de dinero descansa en un permanente recurso a la creencia en el valor futuro de los activos, la llamada profeca autocumplida, que defi ne el modelo de hegemona poltica y social de la fi nanciarizacin. De hecho, en rigor, un ttulo fi nanciero no es ms que una participacin en la riqueza futura que se vuelve dinero, o li-quidez, en tanto es negociable. Como seal Hyman Minsky en su teora de la inestabilidad fi nanciera,14 esta peculiar manera de generar liquidez o valor monetario que defi ne el ciclo fi nanciero siempre acaba por generar esque-mas piramidales que, como en el clsico timo piramidal de Ponzi, cuando se han agotado las fuentes de benefi cio dependen de la entrada de nuevos elementos al juego para seguir rindiendo. Cuando los ciclos fi nancieros son hechos que suceden aislados en los mercados fi nancieros la repercusin de

    12 Costas Lapavitsas clasifi ca los mercados fi nancieros en tres grandes tipos: Acciones, Bonos y Derivados. Los dos primeros mercados funcionan segn las operaciones fi nancieras clsicas de participacin en benefi cios y obligaciones de deuda. El grueso de las nuevas operaciones fi nancieras y el espacio institucional donde, en gran medida, se ha fraguado y se reproduce la hegemona fi nanciera es el mercado de derivados fi nancieros. Costas Lapavitsas, El capitalismo fi nanciarizado. Expansin y crisis, Madrid, Maia, 2009.13 Capital fi cticio y dinero endgeno son las dos categoras que han utilizado las tradiciones marxistas y postkeynesianas respectivamente para conceptualizar la circulacin a crdito y, por extensin, la circulacin fi nanciera. La tradicin marxista conceptualiza el crdito y los activos fi nancieros, el capital fi cticio, como una suerte de adelanto de los benefi cios futuros. Las es-cuelas postkeynesianas conceptualizan el crdito, y la proliferacin de activos fi nancieros rela-cionados con l, como dinero endgeno, un fenmeno generado por la pujanza de los propios ciclos de crecimiento y animado institucionalmente por los bancos centrales. 14 Hyman P. Minsky, Stabilizing an unstable economy, Nueva York, Mac Graw/Hill, 2008.

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    la abrupta paralizacin del arreglo piramidal afecta, fundamentalmente, a los agentes especializados; pero cuando el proceso de acumulacin se dirige por medio de ciclos fi nancieros, su paralizacin signifi ca la entrada inmediata de los ciclos econmicos en fases recesivas.

    Desde el punto de vista de la explicacin de lo que ha sucedido en Espaa entre 1995 y 2007, es importante tener en cuenta que uno de los factores his-tricos de la hegemona social de la fi nanciarizacin ha sido su despliegue en el interior de las economas domsticas. Este fenmeno forma parte de un doble movimiento de despliegue de las fi nanzas. En un primer momento se opera la conversin del producto social en activos fi nancieros y, en un segun-do momento, la riqueza social vuelve al cuerpo social en forma de capital a inters, de endeudamiento. Y, desde ah, vuelve en forma de rentas a los circuitos fi nancieros.

    De otra parte, este movimiento de concentracin de la riqueza social en forma de activos fi nancieros es inseparable de un movimiento poltico de la capa social que se sita en el punto ms alto de la pirmide jerrquica de la clase capitalista: el capitalista en dinero (Geldkapitalist). Llamamos neoliberalismo a este dominio poltico del cuerpo social que surge del control del proceso de acumulacin fi nanciarizado.

    A partir de los aos ochenta del pasado siglo, este dominio poltico se tradujo en una serie de lneas polticas centradas en la recuperacin del be-nefi cio a partir del disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Siguiendo una interpretacin de la crisis como un problema de profi t squeeze generalizado, o al menos como un elemento de intervencin ms sencillo que abordar los problemas de la competencia intercapitalista, la lnea poltica sobre la que ha pivotado la estrategia neoliberal ha sido la lucha contra el crecimiento de los salarios, lo que se ha presentado habitualmente como una lucha contra la infl acin. La interpretacin mayoritaria de este imperativo de control de la infl acin fue una poltica de rentas destinada a reducir la presin salarial sobre los benefi cios mediante la drstica disminucin de la capacidad de negociacin de la fuerza de trabajo. Tal y como era de esperar, el desempleo masivo fue la primera respuesta concreta de los gobiernos nacionales a estas directrices de recuperacin del benefi cio; como ya avanzara la clsica tesis marxista, un nutrido ejrcito laboral de reserva es la mejor manera de desarti-cular el poder de negociacin del trabajo.

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    A medida que ha ido avanzando este modelo, con unos niveles de desem-pleo siempre mayores que en la era del fordismo-keynesianismo, la precari-zacin masiva de la fuerza de trabajo ha cumplido con los mismos objetivos disciplinarios, permitiendo ascensos de las tasas de empleo que no han su-puesto un aumento del poder de negociacin. La acomodacin de grandes fl ujos migratorios en los pases centrales en categoras legales ampliamente desposedas de derechos sociales y de ciudadana tambin ha reforzado este proceso. El resultado ha sido un descenso generalizado de los salarios reales tanto en trminos absolutos como de los salarios en relacin al PIB. Cerran-do el circulo de la dinmica de crisis subyacente al ciclo neoliberal, la cada constante de los niveles salariales ha generado una escasez permanente de demanda efectiva, una crisis de subconsumo, que provoca que los ciclos pro-ductivos convencionales an sean menos rentables.

    La otra gran lnea de intervencin de la reaccin neoliberal ha consistido en la poltica de austeridad sobre las fi nanzas pblicas. Esta lnea dogmtica revierte el principio keynesiano de que el Estado puede, temporalmente, in-currir en dfi cit para relanzar el proceso econmico, complementando y esti-mulando la potencia de la demanda privada. La aplicacin de este principio es la continuacin por otros medios de las polticas antiinfl acionistas. Con ello se intenta evitar que la satisfaccin de las demandas sociales se realice por la va de la expansin de la deuda pblica a expensas de los derechos de los propietarios de bonos del Estado, que a partir de ciertos niveles de en-deudamiento pblico ven peligrar sus benefi cios. De hecho, de acuerdo con el otro gran principio de gobierno neoliberal, los dfi cit son considerados como infl acionistas.

    Aunque se establece una relacin con este primer principio de gobierno, la operacin de puesta en marcha de regmenes de austeridad se enmarca bajo la rbrica terica de las economas de oferta (supply side). Esta doctri-na econmica vino a complementar el monetarismo de Milton Friedman,15 el primer asidero ideolgico neoliberal, con un programa que encarga a los gobiernos neoliberales un mandato sencillo: aligerar los costes que lastran el

    15 El monetarismo de Milton Friedman fue la primera doctrina econmica de la que se sirvi la reaccin neoliberal para hacer frente a la hegemona keynesiana. Su traduccin a las polticas pblicas es extraordinariamente sencilla: poner el control de la infl acin en el centro de la pol-tica econmica, especialmente mediante el control estricto de la masa de dinero circulante y la restriccin al crdito. El llamado Golpe de Volcker de 1979, en honor del entonces presidente de la Reserva Federal Paul Volcker, supuso una subida de nueve puntos de los tipos de inters en dos aos, sta restringi radicalmente el crdito y supuso un hito en la transferencia de capital-dinero hacia los actores fi nancieros.

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    benefi cio capitalista. La traduccin de este imperativo consisti en sucesivas rondas de bajadas de impuestos a las empresas, tanto fi nancieras como no fi nancieras, y una cada de los ingresos fi scales que obligaba a los Estados a recortar sus gastos si no queran incurrir en grandes dfi cit. Es decir, el bloqueo a la actividad crediticia del Estado se plantea desde dos puntos di-ferentes: una difi cultad creciente para recaudar y una prohibicin expresa de incurrir en dfi cit pblico.

    Las geografas del capitalismo y el arreglo espacial

    Desde que se iniciase la longue dure capitalista hace cinco siglos, hablar de las dinmicas geogrfi cas del capitalismo es hacerlo, fundamentalmente, en trminos de desarrollo desigual. El proceso de acumulacin contenido en los Estados-nacin ha generado una multiplicidad de variedades sociales y eco-nmicas que funcionan creando un mosaico de entramados institucionales que refl ejan otras tantas modulaciones de las luchas de clases. Immanuel Wallerstein, el principal intrprete de los ciclos largos del capitalismo, con-sidera que la dinmica geohistrica del capitalismo deriva de la explotacin econmica de esta diferencia sistematizada. Los movimientos transnaciona-les del capital a la bsqueda de las condiciones adecuadas de explotacin de la fuerza de trabajo y los fl ujos de trabajo hacia los lugares de mayor dina-mismo del capital16 seran sus expresiones ms visibles. Estos movimientos dibujan un patrn centro-semiperiferia-periferia que se corresponde con las fases de la cadena de valor que cada territorio controla y que, de forma ms o menos regular, suponen un trasvase constante de valor desde las periferias hacia el centro.17

    16 La referencia clsica de este tipo de anlisis son los tres volmenes de Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial, Siglo XXI (varias ediciones).17 En el esquema de Wallerstein, seguido en gran medida por otros como Giovanni Arrighi, los periodos en los que los equilibrios se vuelven relativamente estables coinciden con ciclos centrados en una potencia hegemnica que dicta las grandes lneas de ordenacin territorial y jerarquizacin de los Estados-nacin que vertebran el modelo de acumulacin. En este mode-lo, las transiciones entre un modelo hegemnico y otro se ven jalonadas por periodos de caos sistmico que, en la lectura de Arrighi, se corresponden con irrupciones de la competencia, a las que siguen largos periodos de fi nanciarizacin del capital. Giovanni Arrighi, Spatial and other fi xes of historical capitalism, Journal of World-systems Research, nm. X-2, verano de 2004, pp. 527-539.

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    Desde esta perspectiva, fue el gobierno de Estados Unidos, bajo el peso de la competencia creciente de sus rivales econmicos Japn y Alemania, el que dio comienzo a la era de la fi nanciarizacin, al cambiar su estrategia geopoltica a principios de los aos setenta desvinculando el dlar del pa-trn oro. Con este movimiento, EEUU traduca su hegemona, todava cerca del punto lgido de su curva de poder, en una moneda desvinculada de cualquier relacin con las reservas materiales de oro, capaz de ganar dere-chos de seoreaje fi nanciero por el mero ejercicio del poder hegemnico. A partir de este momento, en la arena mundial, la riqueza medir en dlares dando una ventaja comparativa indiscutida al productor de dlares frente a las monedas de otros pases que tienen que afrontar los movimientos de los nuevos tipos de cambio fl uctuantes que acompaan el fi nal de los acuerdos de Brett on Woods. Desde este momento, Wall Street y la City de Londres, donde el dlar ya haba comenzado a funcionar desligado del patrn oro desde mediados de los aos sesenta, en el llamado mercado de eurodlares, se convierten en el destino fi nal de los fl ujos globales de capital en busca de activos indexados en la nueva moneda de referencia global.

    La gran movilizacin de los fl ujos de capital-dinero hacia los mercados fi nancieros, especialmente Wall Street, se pone en marcha a travs de una creciente desregulacin de los movimientos de capital que acaba progresiva-mente con las regulaciones que ligaban los fl ujos de capital transnacionales a las polticas de desarrollo nacionales. Esta apertura de las fronteras a los fl ujos de capital est directamente relacionada con la cada de la rentabilidad de la inversin en capital fi jo industrial; precisamente, lo que refl eja es la des-vinculacin progresiva de las masas fi nancieras de los tiempos largos que impone la amortizacin del capital fi jo. La consecuencia de esta desvinculacin es la aparicin de una masa relativamente desterritorializada, o, si se prefi ere, glo-balizada, de capital fi nanciero que se gestiona centralizadamente desde los mercados fi nancieros en busca de yacimientos de alto benefi cio fi nanciero a corto y medio plazo.

    Las trayectorias del capital que se abren con este nuevo marco regulatorio internacional van a ser fundamentales para comprender el arreglo espacial desde el que se van a producir las formas de reterritorializacin del capital. Con esta nueva arquitectura transnacional, a la que Peter Gowan llama Re-gimen Dlar-Wall Street,18 se abre una fase de turbulencias permanentes sobre el tipo de cambio, en la que Estados Unidos, la Unin Europea y Japn se

    18 Peter Gowan, La apuesta por la globalizacin. Geoeconomia y geopoltica del imperialismo euro-estadounidense, Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonismo, 2000.

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    trasladan entre s los costes del exceso de capacidad productiva mediante re-valorizaciones y devaluaciones de sus monedas que favorecen o perjudican coyunturalmente la competitividad de sus aparatos industriales.

    Como ya se ha anunciado, para Harvey, el concepto pertinente para en-tender la ordenacin geogrfi ca del proceso de acumulacin es el de arreglo espacial (spatial fi x),19 que junto con el arreglo fi nanciero (fi nancial fi x) la fi -nanciarizacin del capital, son las estrategias que utiliza el capital para desplazar temporalmente (sin superar nunca plenamente) sus contradiccio-nes. La ms notable de estas contradicciones seran las crisis recurrentes de sobreacumulacin a las que se ve sometido. La reordenacin espacial, el pro-ceso de urbanizacin y la creacin de nuevas infraestructuras de transporte y comunicacin, que citando a Marx aniquilan el espacio por medio del tiempo, suponen una salida para los capitales excedentes que quedan atrapados en las crisis de sobreproduccin. Desde este punto de vista, se pueden volver a interpretar fenmenos histricos, en principio dispares como el colonia-lismo, los grandes proyectos estatales de construccin de infraestructuras o la reconstruccin urbana como arreglos espaciales que han abierto grandes espacios y territorios para la acumulacin de capital.

    Los cambios estructurales que han tenido lugar desde 1973 en adelante se han acompaado con un arreglo espacial especfi co al que suele conocerse como globalizacin. A la manera en que los tericos de los sistemas-mundo conciben la geoeconoma capitalista, el arreglo espacial ha reorganizado el desarrollo desigual provocando, mediante cambios regulatorios, como la su-presin de las restricciones a los movimientos de capitales,20 una nueva divi-sin internacional del trabajo en la que los distintos territorios hacen frente a diferentes tipos y tiempos de circulacin, dependiendo de los bienes y ser-vicios que controlan.

    La consecuencia de esta nueva geografa del poder econmico ha sido el establecimiento de una circulacin permanente de dinero y activos fi nan-cieros entre los polos defi citarios y excedentarios de la cadena de valor,

    19 La formulacin inicial de las caractersticas del arreglo espacial se expone en David Harvey, Los limites del capital y la teora marxista, Mxico DF, Siglo XXI, 1985. Pero Harvey la ha vuelto a retomar en varias ocasiones como, por ejemplo, en David Harvey, Globalization and the spatial fi x, Geographische Revue, nm. 3, 2001.20 Durante la fase fordista-keynesiana, la funcin de los controles de capital consista en fi jar los capitales transnacionales a los aparatos productivos nacionales mediante el establecimiento de regulaciones temporales y de modelos de participacin de sociedades.

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    principalmente entre Asia Oriental y Estados Unidos,21 en las que el plus-valor procedente de los procesos productivos asiticos se dirige a los cen-tros fi nancieros globales y desde ah, sirve para fi nanciar unos niveles de endeudamiento interno y externo que crecen exponencialmente.22 Segn Wallerstein, esta circulacin sera sntoma de una transicin sistmica, des-de un rgimen de hegemona estadounidense hacia una hegemona asi-tica, que vendra provocada por una fuerte concentracin de los procesos productivos en el bloque regional que de facto forman China, Japn y el sudeste asitico.23

    Una buena porcin de los capitales industriales se desplazan, pues, ha-cia Asia, especialmente China, en busca de menores costes de la fuerza de trabajo mientras en Europa, Estados Unidos y Japn se retienen las funcio-nes de mando fi nanciero, las fases de diseo y concepcin de producto y las industrias de mayor contenido tecnolgico, en las que todava se pue-de ejercer un cierto grado de control monopolista.24 Una franja intermedia de pases se sitan como extractores de rentas que proceden del control de distintas formas de capital natural o de recursos naturales; los pases del Golfo Prsico con los combustibles fsiles seran el mejor ejemplo. Las rentas que captan estos pases se fi nanciarizan, a la manera de los petrodlares,

    21 Robert Taggart Murphy, East Asias Dollars, New Left Review, nm. II/40, julio-agosto de 2006.22 En este arreglo, Estados Unidos ha tendido a una poltica de dlar alto como forma de atraer fl ujos de capital hacia sus activos fi nancieros; entre otros factores, esta poltica ha supuesto un largo declive de la industria manufacturera norteamericana. La principal excepcin a esta poltica fue la bajada del dlar y revaluacin del yen que tuvo lugar entre 1985 y 1995 y que fue uno de los factores del crecimiento de una colosal burbuja de precio de activos fi nancieros e inmobiliarios en Japn. En general, el periodo de crecimiento espaol que nos ocupa coincide con una larga coyuntura de dlar alto y tipos de inters bajos, lo que lubric tanto la llegada de fl ujos fi nancieros a Estados Unidos como su devolucin en forma de crdito a los circuitos globales del capital. 23 Pero, adems, Wallerstein afi rma que en esta transicin hay ms en juego que una simple sustitucin de hegemona, en realidad se habra erosionado defi nitivamente la efi cacia del desarrollo desigual como fuente de benefi cio capitalista, los movimientos de capital estaran perdiendo su efi cacia para evitar la cada de los benefi cios debido al aumento de los costes laborales, ecolgicos y fi scales. En este sentido, lo que estaramos viviendo es una crisis del propio capitalismo en tanto sistema-mundo, que excedera con mucho una fi nanciarizacin cclica del capital. Immanuel Wallerstein, Structural Crises, New Left Review, nm. II/62, marzo-abril de 2010.24 En Greta R. Krippner, The political economy of fi nancial exuberance, en Michael Louns-bury, Paul M. Hirsch (ed.), Markets on Trial: The Economic Sociology of the U.S. Financial Crisis: Part B (Research in the Sociology of Organizations, Volume 30), Emerald, 2010, pp. 141-173. En este artculo desarrolla un interesante anlisis del surgimiento de este arreglo en trminos estricta-mente contingentes o, en otras palabras, como una salvacin inesperada para la economa esta-dounidense a principios de la dcada de 1980.

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    reciclndose en activos fi nancieros negociados en los principales mercados de Estados Unidos y Europa. Y una amplsima franja territorial que queda como proveedora de fuerza de trabajo de reserva, esto es, zonas en las que la mano de obra es excedente en relacin con el capital y en las que las poblaciones se ven mayoritariamente sometidas a condiciones de pobreza, ultraexplotacin o emigracin.25 Es importante notar, que estas grandes divisiones del trabajo que defi nen el arreglo espacial de la globalizacin se reproducen en el interior de las fronteras nacionales, a escala regional y en los propios entornos urbanos.

    Otro de los elementos que caracteriza el arreglo espacial posterior a 1973 es el fuerte desarrollo de los sistemas de comunicacin y de transporte. La revolucin ciberntica de mediados de los ochenta y el desarrollo de los sis-temas informticos han permitido nuevos modelos espaciales de ensamblaje de las cadenas de valor en los que la gran empresa monopolista se descom-pone en unidades productivas de menor tamao, separadas territorialmente y recompuestas a travs de sistemas informticos que canalizan los fl ujos de informacin y, tambin, reorganizan las redes de distribucin y logsti-ca. Uno de los efectos paradjicos de la creciente integracin territorial que producen las redes informticas y los sistemas de transporte consiste en que al acelerar la rotacin del capital producen mucho ms rpidamente la apa-ricin de excesos de capacidad productiva a escala mundial. Este efecto se compensa parcialmente por otra de las grandes funcionalidades de los arre-glos espaciales: los circuitos secundarios de acumulacin.

    Los circuitos secundarios como lugares estratgicos para la acumulacin

    Segn Harvey, una de las especifi caciones ms importantes de los arreglos espaciales son los llamados circuitos secundarios de capital26 y, en el caso que nos ocupa (el modelo espaol), stos componen, de hecho, la fi gura domi-nante del arreglo espacial fi nanciarizado. El trmino circuito secundario de acumulacin se refi ere a una modalidad especfi ca de rotacin del capital a travs del entorno construido (built environment). Se trata de un trmino que designa la implantacin fsica del capital sobre el territorio y que alude a la

    25 La mejor panormica global de estas zonas, especialmente en sus declinaciones urbanas, es quizs la de Mike Davis en Planeta de ciudades miseria, Madrid, Akal, 2006. 26 La nocin de un modelo de acumulacin de corte territorial fue avanzada por Henri Lefebvre, La revolucin urbana (Barcelona, Pennsula, 1977) y desarrollada por David Harvey en Los lmites del capital y la teora marxista..., op. cit.

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    edifi cacin, construccin y diseo de entornos urbanizados o, simplemente, artifi cializados. La construccin de viviendas, infraestructuras pblicas, re-des de transporte, centros industriales o infraestructuras de transformacin y distribucin energtica seran algunos de los elementos ms visibles de este sistema de acumulacin.

    El trmino secundario se utiliza por contraposicin a la reproduccin am-pliada de corte tradicional, segn la defi ne Marx en El capital, donde unas determinadas proporciones de capital constante (con una parte de capital fi jo) y capital variable producen unos niveles crecientes de plusvalor que se extrae a la fuerza de trabajo mediante un determinado dispositivo tecnolgi-co y que se materializa en una cantidad de mercancas, bien para el consumo directo, bien para servir como capital en otros procesos productivos. Estos procesos tienen lugar tambin en el circuito secundario pero no lo defi nen, de la misma manera que cualquier elemento del proceso de acumulacin tiene una insercin territorial que no tiene por qu afectar al esquema abs-tracto de la reproduccin ampliada. La diferencia central entre los circuitos primarios (la reproduccin ampliada) y los secundarios alude al resultado del proceso productivo, si en el primer caso se produce un bien o un servicio en forma de mercanca, en el segundo se produce un orden o una confi gu-racin territorial que toma su valor de cambio, su precio de mercado, de su relacin con el resto de componentes de ese orden territorial. Otra de las ca-ractersticas que defi nen el circuito secundario de acumulacin es su fortsima intensidad en capital, y en concreto, en capital fi jo. Hasta el punto de que su desarrollo, en cierta escala, requiere de un grado muy alto de centralizacin del capital en instituciones de crdito y, en un gran nmero de ocasiones, la intervencin del Estado desde distintas fi guras econmicas. Es decir, requie-re de un grado de socializacin del capital mucho ms alto que los procesos de reproduccin ampliada. La construccin de grandes infraestructuras de transporte es paradigmtica a este respecto.

    En la visin tradicional de Harvey, la funcionalidad de los circuitos se-cundarios de capital, en tanto dispositivo para desbloquear temporalmen-te las crisis de sobreacumulacin, consiste en posibilitar una ralentizacin general de la circulacin de capital. Haciendo virtud de los largusimos plazos de amortizacin que implica la fuerte intensidad en capital fi jo reque-rida por este modelo de acumulacin de base territorial se absorben grandes cantidades de excedentes de capital que, de otra manera, estaran condena-dos a ciclos convencionales con rentabilidades decrecientes. A pesar de este carcter anmalo, siempre desde una perspectiva convencional, los circuitos secundarios de acumulacin estn tambin sometidos a los mismos lmites

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    de capacidad que los procesos de acumulacin convencionales. Pero en la medida en que los circuitos secundarios generan rdenes territoriales, su desvalorizacin ya no afecta a una determinada lnea industrial en declive, sino a regiones, ciudades o barrios enteros. No hace falta buscar demasiado para encontrar ejemplos de regiones industriales en decadencia o de des-truccin creativa de los centros urbanos en los que se materializan violentas desvalorizaciones sobre las que se articula (o no) un proceso de reconstruc-cin o renovacin.

    Siguiendo de nuevo a Harvey, en algn momento de la crisis de so-breacumulacin se produce un capital switch o trasvase de capital desde el circuito primario al secundario apoyado en la formacin de capital fi cticio en cantidades adecuadas y en un rgimen de tipos de inters bajo que fa-cilita las grandes operaciones apalancadas de intervencin sobre el territo-rio. Tanto la suburbanizacin de las ciudades norteamericanas en el periodo de postguerra como la burbuja inmobiliaria global de fi nales del siglo XX y principios del XXI son atribuibles a este dispositivo capitalista. A pesar de que la articulacin emprica y conceptual de esta proposicin est lejos de estar clara,27 sigue siendo la mejor explicacin disponible para el papel central que ha adquirido la utilizacin intensiva del territorio a nivel global en el periodo posterior a la crisis de 1973.

    Otra de las funciones de los circuitos secundarios, es dar una expresin propiamente capitalista a una fi gura econmica heredada del feudalismo como son las rentas del suelo. Y, a travs de ellas, la incorporacin a los lugares dirigentes del proceso capitalista de los propietarios de suelo.28

    27 El funcionamiento emprico de este esquema, un tanto funcionalista, de David Harvey se ha problematizado en bastantes ocasiones. Un buen ejemplo de refl exin crtica sobre los circuitos secundarios es Robert Beauregard, Capital switching and the built environment: United Sta-tes, 1970-89, Environment and Planning, vol. 26, 1994, pp. 715-732. Los autores de este artculo tambin han desarrollado una refl exin crtica sobre el planteamiento de Harvey en el segundo capitulo del trabajo anteriormente citado Fin de ciclo. 28 Marx, con un enfoque que atenda nicamente al punto de vista de la reproduccin amplia-da en el circuito primario, crea que las rentas del suelo y, con ellas, la fi gura del propietario de suelo estaba destinada a desaparecer en tanto que supone una puncin permanente sobre la tasa de benefi cio. La existencia de la propiedad misma de la tierra se considera como una manifestacin puramente transitoria, necesaria en cuanto accin del capital sobre las viejas re-laciones de propiedad de la tierra y como un producto de la disolucin de esas relaciones; pero en cuanto tal, una vez alcanzado ese objetivo la propiedad de la tierra no constituye otra cosa que una traba para el benefi cio, en absoluto es necesaria para la produccin. El capital pues procura disolver la propiedad de la tierra en cuanto propiedad privada y transferirla al Estado. [] Transformar internamente toda esa sociedad en capitalistas y asalariados. Cuando el capital ha llegado a este punto, tambin el trabajo asalariado intenta, por un lado, de la misma manera

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    Efectivamente, los circuitos secundarios del capital restauran la centrali-dad del propietario de suelo y del capitalista en suelo (el promotor inmo-biliario) dentro del proceso de acumulacin. Como se ver ms adelante, esta centralidad econmica se convierte en poder poltico en las escalas subestatales de gobierno. Aunque en casos como los de las seis grandes constructoras globales espaolas,29 formaran tambin una oligarqua vin-culada al aparato del Estado nacional. Es tambin importante resear que en el marco del circuito secundario de acumulacin se produce, al menos cuando las entradas de capital se producen a un ritmo lo sufi cientemente alto, una fusin entre los valores inmobiliarios y los activos fi nancieros que produce una serie de conexiones entre las soluciones fi nanciera y espacial que, ms adelante, exploraremos tambin a propsito del modelo espaol.

    Acumulacin por desposesin: el saqueo de los bienes comunes

    Tanto las polticas neoliberales que instrumentan las necesidades de la fi -nanciarizacin como las brutales intervenciones sobre el medio fsico que supone el circuito secundario del capital dependen de vastos programas de expropiacin. Casi sistemticamente, cada una de las grandes lneas de re-composicin del benefi cio capitalista posterior a 1973 implica la expropia-cin de algn tipo de bien comn. La sustitucin del crecimiento salarial por el fl ujo del capital a inters implica la activacin de un mecanismo adicional de extraccin de plusvalor en los mercados de crdito, ligado en su mayor parte a elementos clave para la reproduccin social. La hipoteca de vivienda sera el ejemplo ms evidente y cuantitativamente ms notable, aunque otros campos como el crdito destinado a fi nanciar la educacin superior van ga-nando importancia. Por