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PUBLICACION QUIN CENAL

Fundador : A. FERNANDEZ ESCOBES DIRECTOR:

E'ZEQUIEL ENDÉRIZ

COLABORADORES:

Los a utores cl ás icos, los gra nd es Mae stros de la novel a c orta y los

sigui e ntes conte mporá neos:

Mario AGUILAR, Víctor ALBA, D o m e n ¡, c de B E L L M U N T, Juan B. BERGUA, Alfon so CA· MIN , Lui s CAPDEVI LLA, Alej a ndro CASONA, M erced es COMAPOSADA, F.CONTRERAS PAZO, Antonio ESPINA, Angel FERRAN , J. GARCIA PRADAS, Ramón J. S É N D E R , Roberto MADRID, Dr F éli x M A R T I IBAñEZ, Gregori o OLIVAN, Alva ro de ORRIOLS, José M aría PUYOL, Enmanllel RO B L E S, M ateo SANTOS, Arturo SERRA· NO PLAJA, Mari ano VlñUALES,

Eduardo ZAMACOIS

M o n taje y dibujos: ANTONIO ARGÜELLO

C01T6spondenci-a. lit eral' ia, al directo1' EZEQ U [EL EN D E R I Z, B 0-UZ M ax, 9, ntre Bonlctrd, Pa1"~s (XI V e ) .

Correspondencia administ'i' l].tiva .. y gil 'OS, (l, F r ancisco D iezhand:no, lO, l'U Z L.~!/nguedoc. TOULOUSE.

D epositar io general en Paris: V alentin To rnos 9, 1''t¿e Boukl 1'd. (XIV .).

I

I I I

,

PROXIMAMENTE

" PARIS-M DRID (la revista que une dos pueblos)

Números de INVIERNO, PRIMAVERA,

VERANO, OTOñO.

"

CIEN páginas en dos y tres CO~ O l" es, con trabajos en las dos lenguas, española y francesa.

Las m ejores firmas. Los mejores dibujantes. Los m ejores grabados.

En cada número dos novelas, obras d'e teatro, biografías o ensayos completos, s iempre uno de es­tos trabajos en español y otro e n francés.

Todas las novedades de Francia, en España. Todas las novedades de España, en Francia.

i UNA NOVEDAD EDITORIAL! i UN ALARDE I Franc ia y España en la mano cada tres m eses,

~n un formato nloderno, tipo « digest ». Suscríbase, utilizando el adjunto cupón que d 2be

dirigir a

F . Diezhandino. 10, rue Languedoc. TOULOUSE (H.-G.).

BOLETIN DE SUSCRIPCION

.... _ ......... _ ................... ........ ..... ....... , r esidente e n •• • • 0 ••••••••• • •••••••••••••••••••• • •••• , ••••••••• ,- ••

ca lle ....... . ...... .-_ .. __ ................ .. __ , se s u scribe por .. _ ....... núm eros,

a PARIS MADRID, r emitiendo por (1) ........ .. ........................... .

la cantidad d'e ............ : .............. ... _ .. ______ . _____ ... ____ ._._._. _. ___ ... .... ___ . fr a ncos .

(fi r m a)

(1 ) Modo d e e nvio. Núm er o s u elto. Cien fra ncos. Suscripción po r cua­tro núm e ros : 375 francs .

EL PREMIO LITERARIO

ANTONIO ZOZAYA de

Constituidos Ell Jurado calificador d el Prelnio {( ANTONIO ZOZAYA » establecido por « La Novela Española » para pre­miar cen la cantidad d e 10.000 francos el m ejor original lite ra· fio que se r ecibiera e n libre concurso, h entos celebrado dife r en­t es re union es e n las oficinas d e la. age n cia, p eriodís tica « Ide l' Press ». de París.

En la primera de estas r euniones fueron se-lec'Jionados nu eve originales, los cuales fueron distribuidos entre los jurados '!lara su lectura, estableciendo entre nosctros mismos un intercambio al objeto d e facilitar nuestra labor.

En la última d e nuestras }'cuniones ce!ehrada· el día 18 de agosto, se de liberó definitivament·e para el fallo, coincidiendo todos los r eunidos que si bien el original titulado « EL ESPA­NOLITO » e ra el de lnejores calidades lit,erarias y mayor ori­ginalidad, no se le podía calificar exactamente de una novela que e ra el fin que se proponía lograr « La Novela· Española )}

- "' ;..; 'If __ _ * J .

a l convocar su concurso, quedando por tanto r elevada para publicar o no, dicho t e xto.

H €cha, pues, esta a c laración, se acordó otorgar e l Premio A.."ITONIO ZOZAYA d e 10,000 frances, a la narración titulada « El E spañolito », presentada sin lema y cuyo autor resultó ser, a l a brirse el sobre correspondiente, el escritor

ANDRES M ARIA DE.l CA~PIO

y para que así conste , firman - a ex~epción d e D on A 'lo 'elio V i11.as .. ausente - : César Calderón, Presidente de la. Agrupa­ción d e Periodistas Españoles; F rancisco D iaz Roncer o, r edac­t or jefe de la S ección E spañola de la Radiodifusión francesa; R icardo Gasset .. director de ({ L'Espagne }) ; A n t onio P ena, Pre­sidente del Aten eo Hispanista; A ntonio P onYL8 .. esc ritor y, E z e­qu i el Endériz, director de « La: Novela E spañola ».

P01' nuest1'a pw'te f elicita1nos .:tl se1ior A N DRES 111'ARI A D E L CA RPIO pOl' el i"i cio q"e ha m ere­c ido Sl¿ 01" iginal « El E spaJi,oUt o » , aunqt¿.e lamen­tamos qu .. e» ef ec t i v ament.e, no t enga l.a s c(u 'acter ís­licas precis.as pan ¿ podérsel e llam /"{.1 ' 1!.1W novela cor ~ a.

, El se1i01' A n d r és M aría d el Cw'pio es un escr it01'

c.spafwl, (tgudo y origi nal, muy conocido y apr e­c~ado en la v ida literw 'ia d e P m'i s y estamos segu-1'OS de qu e no es ést e el último t1'ü¿rtjo que obten ­drá.

« La Nove la E spañola ».

4 EZEQUIEL ENDERIZ

'fans droits de traduCJtlOn, de reproduction et d'adaptation réservés pour tous les pays, y compris la Russie.

Copyright by LA N O V E L A E S PAñO L A, 1948.

D épót légal, 1949.

EZEQUIEL ENDERIZ

NOVELA CORTA INEDITA

-LA NOVE L A ESPANOLA 10~ RUE LANOUEDOC - TOULOUSE

N.o 17

AS fraga tas espa­ñ olas abandonan las azules aguas de Nápoles.

Aun se veía la capital d e l Virrei­nato envuelta en una n eblina que parecía h echa de

• e nca Jes. La m a ñana septembrina de aqu el

a ñ o de m il quinientos setenta y cinco, sem ejaba una rosa d e m ar abierta en el Mediterráneo rumo~ r oso y tranquiio.

Al frente de aquella expedición espa ñ ola iba la fragata «Me ndoza»; le seguía la « Higuera » y, en últi­mo t é rmino, m arch a ba la « Sol ».

L a m ayor parte de s u pasaje era soldadesca licenciada de las campa­ñ as de Argel y Túnez. Hombres du­ros, llenos de cicatl'ices y carga dos

1

de gloria ; pero con pocos escudos en su s e scarcelas . Sus r ostr os re~ fiejab a n a ún la penosa campaña y s us ropas, destrozadas. delataban a la clara luz d el sol mañanero, que la intendencia de nuestro Señor Don Carlos Quinto n o se preocu­pa ba much o del decoro estético de su s soldados.

Al fin, el Capitán d e la « M en­daza » da órden para que se hagan señ a les d e rumbo.

E stas se h acen. El Ca pitán de la « Sol », que las

esperaba y las v e, exclama: - i Qué ex trañ o ! ... i Pues s i nos

convendría much o más tomar rum­bo h acia p oniente !

P ero un sold ado que está ce rca d e él, con el brazo izquierdo cer­cenado, nariz a guileñ a, ojos claros y vivos y ba rbita rubia, le resp on ­de :

- Pero ... ¿ vuesa m erced n o sabe lo que ocu rre, mi Ca pitá n ?

8 EZEQUIEL ENDERIZ

- Nada sé ... Y, si tu sabes algo y quieres decírmelo ...

- Pues, a la llegada al puerto, hubo sus más y sus menos sobre s i salía o no la expedición ...

- Pu es, ¿ qué pasa? - El Virrey ha tenido la confi-

dencia de que los corsarios argeli­nos de Dali Mami vigilan el cruce de la expedición española a través del Mediterráneo ...

- Vamos; que se sospecha que quieran atacarla ...

- Sin duda. - Ahora comprendo por qué nos

han dado doble munición para los cañones... Pero, en eSe caso, ¿ por qué no decirlo ? .. ¿ O es que so­rnar gentes con el alma al hilo?

- Slacretos de alta política, quizá, mi capitán ... Y no creo yo que sean ajenos a esa política esa docena .de m ercaderes judíos que van en la « Mendoza ».

- No 10 comprendo. - ¿ Cree mi capitán que los ju-

díos se hubieran embarcado fácil­mente, con todo su t esoro d e sedas, s i sospecharan el menor pelig ro?

- Es verdad ... Pero, después de todo, la vida es bonita porque se la puede jugar uno, como un doblón, en un partido de dados.

- - La vida si se la jugarían tam­bien los judíos ... i Pero la mercan-

o ,

CIa. '"

El capitán tomó a broma la res­puesta y añadió discretamente: ~ E s cierto. Se me olvidaba ... El dia se levantaba, al fin, claro

y transparente ... El agua, a los pies de las embarcaciones, se movia como una esm eralda líquida, rom­piendo sus espumas... El pasaje, animado por el buen tiempo. co­menzaba a cantar viejos aires nos­tálgicos, cadenciosos ... Una voz, so­bre todas, sobresalía clara y magní­fica, recordando cánticos de los cor­sarios como una adivinación ... Las velas, henchidas, se llenaban de un

• 0 _

aIre sonoro que pareCla acampanar 12. canción ...

Cuando, al quinto día de navega­ción, se divi saron desde lo alto de la « Mendoza » las pequeñas islas conocidas por las Tres Marias, lo mismo los pasajeros de la « Hi­g uera », que los de la « Mendoza » y los de la « Sol »,. asaltaron el puente, las escotillas, las jarcias, queriendo ver aquellos pedacitos de tierra en medio del mar, de los que se contaban poéticas leyendas de viajero perdido en ellos.

El crepúsculo dorado del atar­d ece r las encendía como tres ru­bíes, ..

El soldado manco, muy cercano a ·la popa, con templaba todo ésto, y pudo pensar 'a sÍ..,

Tambien el mar tiene jal ·dines. Los jardines del mar son eSctlS t ie1'1'aS qu.e se yer guen, como 'nidos de agua, en est as mCt,1'inel'as azoteas que son l ct.S ·islas ... Las bellas solitarias con alma. de sirena ...

¡ Las isla.s ! Con ellas no pu,cUeron ni la 1'abia del mtu ' ni las to r mentas.

Siglos y siglos minando S1t8 cimientos y ellas fhmas y e'nhiestas

EL CAUTIVO DE ARGEL

con su cresta de 01'0,

como gallos que no hnmi-llan su m'esta. En sus pequ e-ños mundos, envueltos

entre espumas y enh'e n ieblas de seda, su,ele crearse el ,O; \)'CO ir is de todas las quimeras, cu.a,l si !1¿esen esh'ellas desprendidas de una astronomía descomlntesta, b'u.scando lo imposible, . y, ent1'e las olas p1'esas, panli 1'omper un día sus aman'as y echar a .~ndar COTl1,O una carabela .. .

El 1nU1' canta en S'IlS árboles no Se?' tierra ... Pe1'o s-us a·zucenas se escapan a la ma.1' todas las noches a co-nta.l'le sus penas de no ser Ctgu.'], ...

Un lJeZ que se ha hecho pájaro, con el coral del lJiCO, escribe su poema ...

i Las 'islas J... Cuando pasan los bm'cos J

adiós l es dicen sus manos mensajeras,' y, a veoes, pa.san a,f~os

sin q'll e se lK1/re en ellas nadie ... Y si alguno se 1Jara, bebe un vaso de vino y no se ade'ntra ...

Por eso han hecho el alma de S'llS pr opias esencias y el dulce ca1"wmelo de su vida tiene un reg'ltsto d e pereza ...

i Las islas!.. . Oasis de los m.!l~·es, flotantes rosaledas~ residuos de otros mun,aos. espectr os de otras epocas, cemente'rios marinos y gritos de la tierra est1"emec1da~ y 'naú/,raga, y deshecha ...

i Si,empl'e ab1"fu:ad.fl,s po'r el mal" y siemp're v -í1'genes J como las P rimaveras!

También el mar tiene ja,rdines. Pero llega a sus linde8~ los contempla, les envía S'US besos~ y se va .. . i aún no ha podido pasar a sus veredas! i Y es como un loco enamorado

10 EZEQUIEL ENDERIZ

ele estos ja.Tdines ! La ira que lo encTespa

(t veces J son los celos, 1<t pasión, la impotencia ... ¡ E l tan fuerte, y tan dU'fO, y ta-n te1Tible ! ... Y una TOS(.~) un perfume de 1'osa, ],0 mi1'(¿ y lo desde11a ...

i Ay, del día q'ue el nta1' puedc(, traga'fse a. las islas enteras!

Pero, no ... Se . quec!.!:o·ía sin jardines, y como que es poeta, sabe que los jct1'd1neS son milagro de Dios ... i por eso los 1'espeta !

Tambien el mar tiene jardines. Son es,as islctS quietas que al viaja?' nos hallamos en la 1'uta, les decimos adiós, y del bct1'co se o)eja:n ...

De pronto, s in que nadie pudiera darse cuenta cómo, aparecieron las piraguas corsarias de Arnaute -como s i las hubiesen escupido las olas. Eran más de doce y ligeras como centellas. Acostumbradas al ataque por sorpresa maniobraron envolviendo la escuadrilla española entre un griterío ensordecedor de sus tripulantes. El ataque era con­tra las tres naves, pero pronto se vió que, dispuestos a asegurar la presa, contra la que principalmente iban era contra la « Sol ». A la « Mendoza » y la « Higuera », las seguían, mas d e lejos y dejándolas sitio para. maniobral' su escapada. Como así pasó. Cada capitán veló exclusivamente por salvar su nave y en este trance la « Sol » quedó cercada de tal modo que no le que­daba más remedio que rendirse.

Un pánico enorme corrió a bordo de la « Sol ». Gritos, lágrimas, im­precacione~ y blasfemias .. .

Las voces de los corsarios ani­mánd ose para un ataque decisivo

de abordaje se confundían con los gritos de SUs próximas víctimas.

- Pero, ¿ de donde han salido esos condenados de corsarios? ¿ Del fondo de las aguas?

- Es la flotilla pirata de Ar­naut€.:.

- . Y, ¿ quién. es Arnaute ? _ . El famos o bandolero medite­

rráneo, hermano del Rey de Argel... - La maniobra ha sido rapidí-

• SIma. - Como que no podemos hacer

uso de la artillería. - i Todos a esta pequeña! i Lo

mandé". Arnaute! - i Al abordaje! j Al abordaje! - Mala suerte la nuestra. - Mi capitán: la « Higuera » y

la « Mendoza » van a lograr esca· par. Mire vuesa merced como des 4

pliegan velas y corren, con viento 8. su fa vor ...

- E llos pueden hacerlo ... Noso­tros vamos en lÍnea t rasera y la , nuestra es la embarcación m ás pe· queñ a y más vieja." ¡Maniobra! j Maniobr2. !

EL CAUTIVO DE ARGEL 11

- j Al abordaje! j 1\:1 abordaje! - j La Virgen del Carmen nos

valg2. ! El Capitán, en un resto de coraj e

y de esperanza, gritó: - i Calma, calma! ¡Los arca bu­

ceros! i Los arca buce ros ! Se atrevió a insinuar el soldado

manco: - Ya es tarde, Capitán, ya es

tal'de ... En efecto, los piratas estaban ya

en la embarcación, y gritaban: - ¡Quietos! _ _ o i Nadie se mueva! El Capitán dijo todavía: - No será sin que nos defenda­

mos ... .Dispuesto a todo, contestó aquel

soldado acostumbrado a obe.1ecer : - .¿ Qué hay que hacer? Pero el más osado de los corsa­

rios, adelantándose con una gran pisto12. exclamaba. :

- Ya, nada ... ¿ No véis que sois ya nues tros prisioneros? . Y aún gritó otro de los que le se­

gUlaD. :

- i Quién dé un paso más, muere ! ¡Rendíos!

Viendo el Capitán lo inútil de to­da resistencia dijo al fin : . - Rendidos somos.

Un grito de júbilo COt~rió a 10 largo de to.da la embarcacióa :

- i ViV2, Arnaute !

Los corsarios contestaron todos: -. j Viv~, ! Mientras tanto, el pasaje tiembla

y calla sin sab~r qué hace r. Ya ha subido el famoso pirata a

la « Sol », .. Le rodean sUs hombres más leales, el hacha en la mano y el puñal entre los dientes.

Se acerca al Capitán ... Lo mira con des precio.. . Y dice así a los suyos:

i Amarradme al puen te a ese Capitán!

Sus hombre s le obedecen ... Ved c omo lo amarran al palo mayor ... y ved a los pasajeros agrupados, el uno contra lel otro, con el alma lle­na de ansiedad y de temores ... Tan rápido ha sido el movimiento de los piratas que no han po.dido ni arro­jarse al mar... De haberlo hecho, lo mismo hubie ran caído en sus ma­nos ...

Arnaute, como un vencedor, s e digna dirigirse a sus prisione ros :

- ¿ Sabéis quién soy yo? .. Soy Arnaute... Desde este momento, vuestro amo .. , Hermano del Rey de Al'gel y dueño del Mar... ¿ Qué creíais?.. j Todos a babor! i En seguida ! ... i Las mujeres, a estri­bOl' !

Obedece la pobre gente pris io­nera ...

El soldado dice : - Tras la guerra, la pobreza ;

tras la pobreza, e·l cautiverio. i Se­ñor; señor! ¿ Podré, algun dia, es­cribir tranquilo?

El gran pirata intenta tranquiii­zar a s us víctimas :

- P 3ro, no temáis, miserables cautivos en mi poder, no temáis ... Yo soy blan.do, generoso, magnáni­mo ... N o en balde, por mis venas, corr€ la sangr·e real... De aquí a poco, así que se haga vuestra clasi­ficación, seréis conducidos a Argel... Allí Os espera una prisión que, en realidad, n o es una prisión ... ¿ Por qué habia de daros una pris ión a vosotros, que no habéis come~ · ~1.0 ningun daño? .. Más que una . . i · sión es una estancia de es p0 ~ a , hasta que llegue vuestro rescate ...

Uno se atreve a insinuar: - Rescate a cambio de doblas ... y Arnaute responde airado: - Naturalmente... ¿ Qué que~

12 EZEQUIEL ENDERIZ

réis ? ... ¿ Ser unos perros cristia­nos y no pagar vuestro tránsito por los mares que son de mi hermano, el Rey?

Otra voz dice : - ¿ y 'aquéllos que no tengamos

esas doblas que pidas por nuestro rescate? .

Arnaute contesta: - De algo servirán al Rey mi

hermano... De esclavos o de carne para su parque de tigres ....

El soldado replicó sin poder re­primir su respuesta:

- Tanto honor, señor Capitán ... Un pobre hombre, medio enloque­

cido y desesperado, gritó: -- ¡Bandido! ¡Pirata! Pero Arnaute, tranquilo y acos­

tumbrado a estos lances, dijo sin inmutarse:

- Sujetad la lengua a este cana-lla ...

Algunos piratas gritaron : - . ¡ Al potro! _ . i Al palO mayor! - i Le colgamos y allí ~allará! y Arnaute. ahora sonriente, dijo

solo: - Si así es vuestro gusto, i ha­

cedlo ! Ya iban a apoderarse de aquel

pobre hombre, cuando el mismo sol­dado adelantándose, intervino:

- Señor Arnaute, dueño del mar y de sus be'l·lezas, hermano del más poderoso Rey, capitán de la más nobre empresa d e la caza de cris­tianos ...

Arnaute re miró de arriba a abajo y le escuchó:

- ¿ Qué dices tú ? - Quiero pedirte una prueba de

tu magnificencia . - ¿ De mi m agnificencia? ¿ Qué

quierefi ? . _. P erdona a este desgraciado

que sujetan tus h ombres y capaces

se rán de descuartizar. - ¿ Y, con eso, pruebo mi m ag-

nificencia ? - CIare. - ¿ Por qué? - Pues ¿ no ves que está loco? - ¿ Qué está loco, dices? - . ¿ Cómo, si no lo estuviera, se

hubiera atrevido a contestarte como un bellaco? j A un hombre de tu valor !

- Y tú ¿ quién eres? - Nadie; un hombre que rJO está

loco. -. Pues tu prudencia le salva ...

Y esto servirá para que me vayáis conociendo ... i Soltad a ese misera­ble !

Los hombres de Arnaute obede­cieron mientras el soldado dijo con ciert~. ironía.

- En efecto, sois un gran capi­tán... Ya 10 veo... Muchas gra-

• Clas ... Tras de este incidente en el que

la prudencia de aquel soldado sal­vó la vida del irritado pasajero de la « Sol », recién hecho cautivo, las gentes se calmaron y, alineadas en la cubierta del barco, fueron pa­sando ante la presencia de un lu­garteniente de Arnaute que iba apuntado los nombres de los cauti­vos en un largo pergamino.

Mientras tanto, la nave h 3. bía he­cho rumbo hacia Argel.

El mar y el cielo, impasibles, con_ templaban tedo aquéllo s in inte­rrumpir sU canción de azul y plata.

i Tantas veces habían presencia­do las mismas escenas!

Ya no había remedio para aque­llas gentes. Iban camino de una dura pris ión, de donde no podrían salir hasta tanto no dieran la can­tidad señaladl3. para su rescate. En les rostros de los piratas se refleja la alegría que les ha producido el

EL CAUTIVO DE ARGEL 13

botín. En la de los pri sioneros, la tristeza de su mala suerte.

j Largo plumea aquél que hace la relación de los cautivos!

Todos tienen que pasar por de · lante de él y responder a sus pre­guntas cuyas respuestas anota si le conviene:

-. ¿ y te llamas ? . Miguel Lanuza.

- Otro ... ¿ Tu nombre? - Juan Castaneda. - ¿ Profesión ? -- Alférez. - ¿ De dónde? - De Valladolid. - El que s igue ... Nombre y ape-

llido ...

E N aquella .. época, Argel cons­tituía un Reino. Su monarca era Azán. Bajá. Pertenecía a

una dinastía berebere y cruel. La ciudad de Azán Bajá, blanca y ma­rítima, con rumores de caracola, re­verberaba perezosa bajo el sol de Africa. Lejos d e la playa, entre ésta y el monte, estaba s ituado el pala­cio del poderoso Rey, todo en már­moles blancos, con SUs inmensos jardines, donde los nardos, las ro­sas y los terebintos embalsamaban el ambiente. Rodeando al Palacio, la ciudad, blanca también, con sus calles estrechas, sus casas de un solo piso, SUs tiendas polícromas. sus azoteas; parecía guardar cons­tant e h omenaje de vasallo al pala-

- Lucas Medinil1a. - ¿ Dónde naciste 2 - En Jerez de la Frontera. - ¿ A qué te dedicas? - Comerciante. - ¿ Cuántos años tienes? -. Cuarenta y nueve. - A otro ... ¿ Que eres tú ? - Espadero. - ¿ De dónde? - De Toledo. - ¿ y te llamas? - Florencia Padilla. - Otro ... ¿ Tu nombre? - Miguel Cervantes Saavedra. -. ¿ Proresión ? - Soldado.

11

cio del rey. Hacia el cielo, como una flecha dorada, se levantaba la torre de la mezquita desde donde, todas las tardes, los musulmanes oían cómo les invita ba a la oración el canto del nlue cl n ...

Mas, como en todas las ciudades de Africa, la población indígena era lo de menos. Turcos, armenios, cris-

o tianos, judíos, se confundían en la vida ciudadana, vistiendo cada cual a su manera, con 10 cual era fácil distinguir la diversidad de las ra­za~.

El principal negocio de Argel, en aquel tiempo, eran las rapiñas. Ver~ daderas bandas de facinp.rosos se dedicaban al despojo de los pueblos vecinos, s i bien los pueblos vecinos

14 EZEQUIEL ENDERIZ

nr ... respetaban mucho la libertad d~ Argel, tampoco.

En el mar, diferentes flota s ejer­cían la piratería como el más noble de los oficios.

Cuando se apresaba un bajel bien cargado de oro, perfumes, telas, es­pecias o maderas de lujo, en sus forzadas traves ías por el l\1edite­rráneo, todo era ganancia en la ope­ración.

L as mercancías robadas, surtían los mercados y la Corte, y los tri­pulantes y mercade res de la nave apresada pasa ban a poder del rey, quien les hacía su s esclavos con vistas al negocio del rescate ...

H e aquí el Arge·l del año mil qui­nientos setenta y cinco ...

* ::: * ¿ Sabéis ? Arnaute Mami • apreso ayer una nueva nave espa-

ñola ... - Pero, pequeña. - No s iempre se puede traer la

escuadra de Carlos Quinto. - Y o lo ví entrar ... Era casi de

noche ... - L o que no impidió que entrara

como un triunfador y que las muje­res sa lieran, como d e costumbre, a festejar con flore s y sonrisas al or­gulloso ...

- Tiene valor. - Poder. - Belleza. - Y las mejores joyas de Argel. - ¿ Mejor que las del rey Azán ? - Mejor. Mientras en la calle se oían diá­

logos como éste, dentro del a lcázar de Azán Bajá se anunciaba la últl­ma hazañ a del corsario y su pre­sencia ante el rey que, como todos los di as, celebraba su s fi estas d e danza .

Una música suave de chirimía y guzla, los aromas artificiales de los pebeteros y la molicie de tapices y cojines envolvía todo en pereza.

- Señor: Arnaute Mami, tu her­mano, acaba de llegar y quiere ser recibido. anunció un servidor.

El rey contestó: - ¿ Viene solo? - Le acompaña Siletti, como

s iempre; pero se han traído uno de los cautivos capturados ayer y ha ordenado que se le g uarde abajo hasta que él lo diga ...

- Pues haz1e pasar en seguida ... Cesad con esa música, cesad el baile; retiraos.. dijo Azán Bajá a su coro de danzarinas y éstas obe­d ecieron, lo mismo que los músicos.

En segu.ida pasó Arnaute a la pre_ sencia de su hermano, el Rey. El pirata iba elegantísimo Chilaba de seda azul pálido. Babuchas d z pal­ma y terciopelo con un hilo de per­las a los bordes superiores. Sorti­jas y piedras preciosas en los dedos y en las muñecas. Una daga damas · quinada a la cintura. Y en la oreja izquierda su famosa ajorca de oro ...

S'e echó de rodillas a los pies de su hermano, con entera sumis ión:

- Señor y hermano mio... j Alá te guarde!

Azán Bajá respondió : - Bien venido seas otra vez a

nuestro lado, por Alá... i Por Alá el grande, el poderoso, el omnipo­tente, que no niega jamás ·la for­tuna a tus empresas !

- Señor: para un gran rey, como tu, necesario era un gran cor­sario, y el grande Alá nos ha he­cho, a tí y a mí, merecedores de su favor. Pero esta vez ...

- ¿ Qué te ha ocurrido esta vez? - Que no me ha acompañado la

mejor s uerte.

EL CAUTIVO DE ARGEL 15

- ¿ Mejor suerte, y te traes una fragat2. española. ?

- Pero no la de más valor. Yo sé que entre las tres que formaban la flota que salió de Nápoles, había una cargada. de proa a popa y de babor fI, estribor, de tesoros en te­las, metales, piedras... Esa se me ha ido ... Me pareció que, de las tres, la más .pequeña sería la dedicada a ! transporte ,de la. mercancía ... Como no podía sitiar a las tres al mismo tiempo, sitié a ésta, y me equivoqué; que después de todo pa­ra quince o veinte personas que ve­nían en ella de las que se podrá sacar buen. rescate, el resto es sol­dadesca y carne de perro cristiano sin valor.

.. -. N o seas demasiado ambicioso, Arnaute, y confórmate con lo que Alé, he, querido,

_. Porque Alá. lo ha querido, me ccnformc.

_. Pero, enséñame, enséñame esa li sta. do cautivos ...

El Rey y a su hermano el pirata examinan el pergamino. Arnaute le va explicando, nombre a nombre:

- Este es un sacerdote ... Este, un escribano del Virrey que se trasla~ daba 2 . España por enfermedad ... Mira; éstos: Ríos y Castañeda, son dos alféreces ... Estas dos mujeres, viudas, parec;en ricas ... En cuanto a estofi comerciantes, todavía no se puedE precisar sP categoría ...

- Bien, Arnaute, bien. Arnaute hizo una paus'a reflexiva,

y exclamó: - Hay otro sujeto que, no sé por

qué, sospecho que se trate de per~ son~. principal.

_. ¿ Quién es ? - Míralo aquí, en la lista, aquí...

- y señalando a un nombre ... -- se llama Miguel de Cervantes:" Ha sido , soldado y dice que, en laba-

talla de Lepanto, perdió un brazo", - ¿ y éso te llama la atención?

¡Bah! Un soldado más ... Arnaute respondió con viveZia : - N o, no, no", En él hay algún

misterio, algún poder ocul to, alg~na extraña cualidad que no acabo de comprender... j Si vieras cómo ha­bla! ¡ Qué juiCiOS hace sobre las cosas más vulgares!... Como me gustaría que lo' conocieras, lo he traído conmigo ...

Azán Bajá comenzó a intrigarse con las pa.labras de su hermano y repuso:

- ¡ Ah! ¿ Es ese cautivo que has dejado abajo?

_. El mismo. - Pues hazle subir, que ya em­

piezE'. a. interesarme ... Arnaute dá unos pasos atrás y

ordena al centinela que hace guar­dia en la puerta que el pris ionero que con él trajo, sea conducido por el Baxi a la presencia del rey.

Mientras el prisionero es condu­cido hasta allí el rey pregunta a su hermano:

- ¿ Qué sospechas tú, pues, que pueda ser ese hombre a . quien va­mos a ver ahora?

- No sé; pero bien ·pudiera ser un alto personaje que no quiere dar su ve¡-daderz. personalidad y se esconde tras el harapiento uniforme de soldado,

- ¿ y dices que es manco? _. Del brazo izquierdo. -. Si que es raro, porque yo no

tengo noticia de que ningún alto personaje español, ningún infante, ningún gran capitán, sea manco ...

-. Pues no quis iera equivocarme.

• ..... ', '.- ' .

Ya esté, el soldado Miguel de Cer­vantes en 'presencia del rey de

16 EZEQUIEL ENDERIZ

Argel. Su mirada es tranquila y clara. Su frente luminosa. Sus mo­vimientos naturales y con un aire de nobleza inn ega ble.

El rey lo lnira de arriba abajo con un gran interés .

Al fin, le interroga. _ .. ¿ Y, por qué has dicho que

eres un s imple soldado? -- Porque no soy otra cosa,

Señor. - Mi hermano, que es quién te

capturó, no te cree . - Si pedís informes a mi Patria

y éstos llegan, ya os convenceréis de que no Os he engañado.

- ¿ y si en Es'paña estuviese ya preparada la respuesta para enga­ñarnos?

_. Si todo estuviera preparado a s í, como decís, la mentira pasaría a ser verdad y la verdad mentira.

_ . ¿ y entonces? - Tampoco sabríais nada de lo

que, inútilmente, queréis sabe:,. -. Es que tu lenguaje no es de

soldado. - Ni tus modales . - E s que ya dije que, además de

soldado, era. poeta. - ¿ Pero tan pobre que n o te

crees digno del rescate? -. Pobre de dineros y rico de

orgullo. Sin embargo, de ti, Señor, dependerá que escriba o no un li­bro que sea asombro de .la gente venidera.

- ¿ Un nuevo AI-Koran, acaso? - S'l y no. Si, porque pOdrá ser-

vir de libro de virtudes para todo aquél que necesite ver en él nota­bles ejemplos de virtud. No, porque con él quiero inaugunar como una especie de religión que no tenga nada que ver con el cielo, sino con la tierra, dando a la fuerza del espí­ritu una nueva interpretación.

- De verdad que no te entiendo,

poeta, y no sé s i hablo con un loco ° si el ·loco soy yo, pues que no se concibe para un mahometano, ni supongo que para un cristian o tam­poco, que pueda haber virtudas se-paradas de la religión. .

- Asi es, en efecto, en nuestros días; y no me atrevería yo a sos­tener la tesis contraria en mi P a­tria, donde todo es sospechoso de herejía. Pero me hago cuenta de que aquí, hablando contigo, ya que no tengo libre el cuerpo, tengo li­bre el pensamiento y trueco la li­bertad de éste a cambio de la pri. sión de la carne, para compensar lo amargo de 10 uno con lo dulce de lo otro.

- De todos modos, bien se vé que eres maestro en enredos; y, por s i acaso, ordenaré que t e vigilen con más cuidado que antes ya que, di­gas lo que digas, voy creyendo con Arnaute, mi hermano, que las do­blas que pedimos por tu rescate acabarán por venir a mis manos.

- ¿ Y, cuánto has pedido por mí?

- Tanto como pesas, en plat a. - Pues, hazme pesar pronto, o

que me den mejor de comer, por­que, si no, a fé mia te juro que Per­derás dinero.

El rey dió p or terminada 1<8. entre­vista. Pocos instantes después, ahí va Cervantes seguido del Baxí que 10 condujo, bajando la gran esca­lera de mármol para ir en seguida, de nuevo, hacia su mazmorra de los baños de Argel.

* ** Todavía e stuvo Cervantes dete­

nido e n la prisión del palacio del Rey varios días, donde era constan­temente interrogado para hacerle

EL CAUTIVO DE ARGEL 17

declarar que no et'la un soldado y un poeta, sino un gran personaje ...

Cuando, pasado este tiempo, fué enviado nuevamente a su triste pri­sión de los Baños, tuvo una gran alegría. Los a lféreces Ríos y Casta­ñ eda ,le esperaban ansiosos. Así que le vió Castañeda se le echó a sus brazos y le dijo.

- ¿ Sabes que hay noticias de E -? spané" ..

Cervantes, también muy contento, • •• • InqUIno:

- ¿ Sí ? ¿ Quién las ha traído? Ríos aclaró: - Un renegado español al que

llaman el « Dorador » ... Ya le cono­cerás porque te puede ser útil... Las fragatas « Mendoza » y « La Hi­guera » ya han llegado felizmente a puerto españoL. En cuanto a noso­tros, en seguida seremos rescata­dos ...

Cervantes dijo con un poco de tristeza. :

_. Mucho me alegro p or voso­tros, ..

Castañeda, Que obse rvó aquel punto de melan'eolia le dijo:

- Suponemos que también aca­bará pronto tu. cautiverío ...

y Cervantes les aclaró: - Pues suponéis mal... Primero

ese pirata de Arnaute y, luego, su herma n o el rey, se h a n empeñado en que yo valgo más de 10 que val-

go ... i Y Os aseguro que, como por mi pidan más de un puñado de ma­ravedises, aquí me quedo para lo que me reste de vida!

Hubo una triste pausa entre los compañeros de cautiverio. Los alfé­reces Rios y Castañeda ya se veían libres. Cervantes, en cambio, pobre soldado confundido con un príncipe, tenia sobre él la amenaza de que aquello durara una eternidad.

Castañeda, un poco confundido, so explicó as! :

- Quizá te hemos hec ho daño con. nuestra alegría ...

Pero Cervantes contestó animoso y jovial:

- No lo creáis ... No soy tan ne­cio ni tan egoísta que piense que el mal de todos alivia e l mío ... Sed li­bres y felices .. . Es lo que yo os de­seo ... En cuanto a los días a margos que me esperan, estad seguros que sabré aliviarlos s i tengo herramien­tas con que escribir, que la poesía desencadena y hace libres los espí­ritus, consuela los do-Ior es y eleva el alma; puede, en fin más que el más bárbaro verdugo y la más dura pri-

• • s lOn. El espíritu de Cervantes se plas­

maba en aquellas sus dulces pala­bras de consol1ación, volaba hacia las luces de la tarde que declinaba; tenía catorce alas como un soneto ...

18 EZEQUIEL ENDERIZ

UNA vez que Cerva n tes h a decla­rado ante el Rey en persona y este mismo h a advertido en su

lenguaje algo diferente a los d emás y hace que 10 vigilen con mayor atención es transportado de nu e­vo a las horr endas pris iones ar­gelinas donde se entera por s u s compañeros de cautiverio de que la noticia. de su situación h a llegado a España y de que algunos de los cautivos t.ales como los alféreces Rios y Castañeda, serán pronta­mente liberados.

Cervantes n o cree en su libera ­ción s i ésta ha de hacerse por dine-

• r o y en sus conversaCIOnes con su s compañeros, suele d ecir,les :

- S'jempre tuvo el dinero fu erza para abrir cerrojos y para abrir vo­luntades que por algo el dinero es d e metal y de metal t a mbién se ha­cen. las llaves; pero la confusión de que soy objeto haría para mí nece­saria tal cantidad de doblas, que todo parece un sueño.

Castañeda le respondía: - D esde luego n osotros te prome~

ternos que s i somos libera dos los prime ros, como parece, en E spaña daremos los paso5 necesarios para liberarte.

- Lo que hay que dar, amigos míos, son mon edas d e Ol'O contantes y sonantes y a fé mía que ahí es donde yo veo la dificulta d , agrade­ciendo vuestra buena intención.

El Alférez Rios le llegó a ins i­nuar :

111

- . ¿ y tu mujer? ¿ N o puede ayudarte?

_. Escaso es el p a n y la uva de su. dote y a unque lo rematara no daría. satisfacción suficiente al ape-tito de Azán Bajá. .

_. ¿ Y , qué hace l' ? -. Paciencia; mirar a este cielo

turu 'l.lesa de Argel y estudiar a es tt. mundo nuevo en que hemos caído, procurandO sacar provecho de la lección.

• ** Lo. cárcel de los cautivos se deno­

minaba Los Baños . El n ombre se lo h a bía n puesto los propios pris ione­ros. Era una especie de barrio de­m olido, cercano a l'a playa, donde habían estado instalados los baños d e los reyes, doscientos o trescien­tos años antes. Barrio ahora mal­dito separado del r esto de la ciud;:td: Cerra do con una especie de muralla por la parte del pueblo y cerrado por la otra parte por el mar.

Evadirse de él era muy difícil; que, aún lograda la huida , el fugi­tivo tenía que entrar en la ciudad y se r visto. Unos feroces g ua rdia­nes eran los encargados de los cau­tivos. Los más d e éstos, arrastra­ban cadenas atadas a los pies, so­bre todo s i se les consideraba dig­nos de un a,lto r escate.

El jefe de aquella pris ión, que hoy lla maría mos campo de concentra­c ión, era el Baxí, que ejercía fu ncio­n es de jefe de policía.

Los tormentos a que 'se som etía

EL CAUTIVO DE ARGEL 19

a los cautivos que cometían alguna falta eran tal es como cortarles las orejas, la nariz o la mano, arran~ carIes l'a lengua, quemarlos de sed. Las faltas leves se pagaban con cien, doscientos o trescientos palos ...

Puestos a la venta pública los que s e supondría que no podrían ser rescatados jamás por sus familias o SUs gobiernos, los moros_ y moras ricas aprovechaban la ocasión y adquirían en este mercado las gen­tes de su servicio, convirtiéndose, naturalmente, en dueños absolutos dEl: sus personas, con propiedad hasta de su propia existencia.

A todo esto quedó expuesto nues­tro héroe Miguel de Cervantes.

En Los Baños habia gentes de to­das las razas: - griegos, indios, cristianos -; pero abundaban los españoles porque éstos eran los más osados para los viajes a través del mar y los que atacaban con más frecuencia a los pueblos mahometa­nos. , .. ¡j:

Los cautivos no podían salir de su baño mientras no tuvieran due~ ño, pero .1os demás ciudadanos po­drían entrar libremente en su re­cinto y hablar con ellos, encargar­les trabajOS, hacer comerciú y hasta entablar amores pues el pro­pio Cervantes lo dice:

« ", amw' a c1'1.stianos, nto'ras, éso vése a todas horas~' mas que ame c'ristiana a 'moro, ,

eso, no, .. »

y así, éste:

, , se aIran romances como

M01',r:t que a ver has venido mi triste prisión de Argel, po'rque me haces padecer au,n más de lo que ya su../ro, si así te me dejas ver. Que, aunque solo por tus ojos los ojos m ios te ven, te ven tan dulce y perfecta que es mejor dejar de vm'~' pués, par,n un triste cautivo que no 1'enegó en su f é, tú eres igual que un lJecado hecho de sedas y miel que me ofreciera en un suefw el mismísimo Luzbel, Va"s acompaf¡,ada siempre del sol del atardeCe?' y, a tu paso, vas dejando 'un perfume de clavel. y si los ojos me ciegas con los tuyos de mujer, por ~l olfato me embriagas y todo es en padecer. P01' eso t e pido, m01'a q'llte t e me has veni·do a ver, no vuel.vas en tus visitas por m ,is priSiones de A 'rgel ya qu .. e, aunq-ue tu 1ne libra1'es, nunca dejara de ser esclavo, que conocerte en la esclavitud es caer,' y, un.r:t por otra pl'isión, a'ún prefi61'o ésta de A l'gel.

En cuanto al cautivo Miguel de Cervantes, ya hemos visto que tomó con res ignación su triste suerte.

Por lo menos, no dió m uestras de gran pesar.

Todo lo contrario, gastaba bromas sobre su situación hasta el extremo de que, como pasara por su lado un judío preguntándoLe si tenía algo que comprar o vender, Cervan~ tes le respondió:

20 EZEQUIEL ENDERIZ

- Para comprar me falta dinero y para vender sólo tengo el alma a la que un judío nunca sabe poner precio.

Pero pese a todos los rigores que hemos descrito de Los Baños de Argel y de lo difícil que era fugarse de ellos, las fugas acontecían con frecuencia.

Raro era el mes en que un bajel francés, turco o español no se apro­ximaba de noche a la playa de los Baños y arI'lancaba de las zarpas de Azán Bajá un grupo de prisioneros previamente advertidos.

Aquel renegado español que un día fué presentado a Castap.eda y Ríos y a quien se conocía por el « Dorador », llegó un día hasta Cer­vantes a poco del rescate y marcha de los dos alféreces y le dijo al oído:

- ¿ Tú te atreverías a fugarte? Cervantes lo miró de arriba a

abajo Y. después de hacer una larga pausa, contestó, entablándosE' el si·· guiente diálogo:

- ¿ Qué ganarías tu con ello? - ¿ Crees que en. esta proposi-

ción me mueve algún interés? - Según me dijeron mis compa­

ñeros, tu eres un español renegado y, si tal cosa es cierta, supongo que lo harías por algun interés.

- ¿ Y, qué U.ene que ve r eso con lo que te he preguntado?

- Con lo que me has preguntado, no sé; 'pero sí con lo que te he res­pondido.

- Te dije si querías fugarte. - y yo te contesté que qué gana-

bas tu en ello. - Pues, a fuerza de compatriota

- que, aunque renegué de España nunca dej é de ser español - te diré que nada glano en ello y que fueron Castañeda y_ Rios quiénes , el mismo día que embarcaron para España,

después de abonar su rescate, me dijeron que no me olvidara de t í.

- . Si el nombre de tan buenos - . campaneros me Invocas, ya me es bastante y júrate por la Santísima Trinidad que, si eres capaz de ser amigo mío y no perderme, yo te abriró mi pecho.

- Pues ábrelo y aq'.lÍ tienes mi mano de amigo.

Los dos, Cervantes y el «Dorador». se estrecharon la mano ~n señal de amistad . Y Cervantes, confiado a aquel hombre, le habló así:

_. Un brazo me falta y si no me faltara diéralo con gusto por la li­bertad que, sin libertad, la vida es mil veces peor que la muerte mis­ma. Asi, pues, a aquél que lograrme pueda esa libertad y lo hag.a con el desinterés que tu me manifiestas, no sólo le deberé ,la vida, sino más que la vida, aunque ya dije lo que entre la libertad y la vida existe.

- . Pues ahora hay una buena oca­sión para fugarte ... Si te atreves a seguirme, yo te haré conocer a una persona que te refugiará en sitio seguro y, así que te hayan olvidado. pOdrás irte de Argel libremente.

- ¿ Sólo es cuestión de valor? - Sólo. - - Nada me asusta_ -. Pués mañana te presentaré al

hombre de qu e te hablo ... Silencio y hast 2. mañana .. _

- - Hastí? mañana.

* -~ -~ '.- .,.

Fácilmente se comprenderá que. aup.. cuando Cervantes fuese un hombre extraordinariamente val~­rose, durmiera aquella noche preo­cupado por la entrevista que t u­viera con el «Dorador» e impaciente pOI' conocer al hombre que pudiera sal\·,a rlE:. As i, pues , des pertó c on el

EL CAUTIVO DE ARGEL 21

alba momentos antes que la corneta del presidio tocara diana. Lo pri­mere que pensó es si sería cierta la ocasión de fuga que se le había ofrecido el día anterior y rezó así:

- Señor mío Jesucristo ... Grande es t u nombre y tu poder y benditos y alabados sean el uno y el otro ... Mas si te apiadaras de este pobre esclavo tuyo y quisieras consentir en arrancarle de este sitio en que me hallo, reinte grándome a mi pa­tria y a los míos, donde aún puedo ser útil en mi inutilidad, .tu miseri­cordia sería infinita y mi agradeci­miento sería eterno ... Padre nuestro que estás en los cielos ...

Cervantes no acabó su oración. Alzó su vista y quedó como en éxta­sis. Y el día ,entero lo pasó con el mismo pensamiento .. ,

Efectivamente, a media tarde lle­gó el «Dorador» a Los Baños acom­pañado de un hombre joven, alto, fuerte y de noble aspecto. Así que se encontraron con Cervantes y an-' tes de que el « Dorador» hablara, dijo el joven:

- Me llamo Juan de Valtierra ... Me han dicho cuanto sufres y que eres un hombre de mérito... Si tie­nes valor para resistir unos cuantos meses encerrado en un pozo, creo que podremos salvarte ...

Cervantes repuso: - Ya le dije al « Dorador » que

valor no me falta. - Pues, confíate a mí, porque

soy cristiano y na vrarro. - ¿ Cristiano y navarro? '" Las

dos son, para mí, prendas de cali­dad ...

- Vamos entendiéndonos. Cervantes quiso averiguar algún

detalle más: - Pero, metido en el pozo, ¿quién

me proveerá. de alimentos en el tiempo que tengo que estar allí?

Valtierra respondió seguro: - Eso ya está pensado .... Cuando·

el « Dorador » los trae para mí, los. traerá para tí... Y aún , muchos días, comeremos juntos en el jardín ... En el propio jardín del Rey. porque yo· soy su jardinero, y el pozo donde has de esconderte está en el propio. jardín real.

Cervantes no pudo ocultar su emoción y echó sobre el hombro de Juan de VaHierra su brazo derecho con la mayor efusión. Por su p'l .rte,. el navarro, a la salida d e Los Ba­ños, decía al « Dorador » :

- Este hombre merece ser sal­vado ...

l. El plan se ejecutó tal como se 10

propusieron. Cervantes pudo salir de los B a.ños sin ser visto e intro­ducirse en el jardín de Juan de Val­tierra, quien le condujo al pozo que serviría para su escondite.

Fueron los días más dichosos del novelista durante su cautiverio.

Juan bajaba personalmente 'al silo todos los días y le daba -la co­mida; además, le tenía a·l corrien­te de cuanto acontecía en los Ba­ños y de las noticias que ha,bía de· España. Su desaparición de la cár­cel del rey habia producido un efec­to terrible. Ahora es cuando creía. el rey Azán, más qu e nunca, que era un Príncipe o un gran perso­naje de la Corte de Españ·a .. En cuanto al final de su encierro en el escondite aquél, Juan de Val tierra le había comunicado que un bajel mandado por un paisano suyo Ha­mado Viana estaba a punto de lle­gar y en él tendría, de s eguro, un puesto para la huída. El estaba ya consagrado a libertarle, fu.era como fuera... .

Por su parte, Cervantes tomó al"

22 EZEQUIEL ENDERIZ

navarro una estim ación enorme y muchas tardes, aprovechando au­sencias -del rey, el jardin >= ro hacía subir al poeta y juntos ,paseaban por aquellos ja.rdines, fragantes y vuluptuosos.

Una de esas tardes, Vaitierra le abrió su corazón de ~sta manera:

- i Si yo fuera poeta como tu efes!

- ¿ Crees que no lo es quien sa­be hacer y cuidar estos jardines?

- Pero, yo necesitaba la expre­sión brillante de la pa'labra ... Escu­cha ... Todos m ·3 han creído a mí un cautivo; pero, en realidad, soy un cautivado ...

- Que no es lo mismo. - ¿ Sabes lo que 2quí me retie-

ne ? .. Pues es ... una mujer. ¿ Y sabes qUién es esa mujer? Pues nada menos qU .3 la hija d el rey.

- ¿. La Princesa? - La Princesa... Un día te la

haré ver aun cu ando sea a través del boscaje ...

- Si ya la conozco. - ¿ Qué tú conoces a la Prince-

sa, la hija del rey Azán ? - Si; la vi un momento e'l día

que me llevaron a la presencia del rey p'a,ra interrogarme.

- ¿ y es bella? - Así me lo pareció ... Lo que

ocurre es que mi situación no era la más a propósito para reparar mucho en la princesa ...

- Es ligera. como una garza y tostad'a: como un nardo ...

- ¿ y cómo lograste introducirte a su lado? .

- Es lo que iba a contarte ... Ahora lo sabrás... De regreso de Constantinop'la donde presté mi s servicios de botánico y jardinero al Sultán Solimán, tuve que pasar por Argel, y la casua lidad hizo que

el día que por aquí · pasara viera a la Princesa... ¿ Me creerías si te dijera que me enamoré de e lla r e­pentinam~nte y que una fuerza in­terior me decí'a que ésta era la mujer de mi vida ? ..

- Cuidado, porque estas mujeres de nuestra vida suelen ser las mu­jeres de nuestra muerte ...

- ¿ Cómo llegar a su 1ado ? Es­cribí al Sultán pidiéndole una reco­mendación para el rey Azán y el Sultán , que había quedado muy sa.­tisfecho de mis servicios, me la re­mitió enseguid a ... Fui a ver a·l Rey y, deseoso éste de tener unos jardi­nes como los de Constantinopla o los de Persia, me (¡ió 'la plaza de jardinero suyo ...

Y, señalando el jardín, excla-• mo: - He aaui mi obra ... Juan de Valtierra enseñaba a

Cervantes las inmensas parcelas florecidas y regadas con gusto de enamorado. Mas de tres mil espe­cies de ft.or h a·bía logrado a fu erza de experimentos e injertos.

Gozoso de su afán, añadía : - Mira... mira... Rosas' suaves

como las de Francia... Clavel es de fuego como los de Granada ... Da­lias como 'las de Turquía ... Tulipa­nes como los de los Países Bajos ... Jazmines ...

Ce r van t e s, .interesado por aqu ellas peripecias amorosas de su amigo, le interrumpió. :

- ¿ y la Princesa? El navarro respondió con or­

gullo, poniendo en sus palabras una viva satisfacción y en sus ojos una luz luciferina:

- Ha sido mía. y añadió, señalando un cena­

dor cubierto de espesa yedra en­vue1to en una capa de clavellinas:

EL CAUTIVO DE ARGEL 23

- He ahí el lugar de mis colo­quios con Zulima.

Y, como si quisiera dar a sus amores una justificación que no ha­bía menester en realidad, añadió:

- Además de enamorarla, la h e cristianizado ... Para ella, Leila Ma­rian, ya es Nuestra Señora la Vir­gen ... ...

Estos paseos y estas confiden­cias fueron muy abundantes en los tres meses que duró el encierro de Cervantes en el pozo, y un día, e1 poeta. quiso darle una sorpresa al jardinero.

- ¿ Sabes que he hecho un poe­ma a tu Princesa? Escucha y . ve­rás si he sabido recoger tus senti­mientos ...

- Avido estoy de escucharte. y no fué la voz d,el poeta sino

la de la misma poesía, la que dijo • as! : P 'l'incesa, P rincesa que en los jw'-

[dines del Rey eres una, nueva dália" la de la ¡rente de pú'/"'pura, la de las manos de plata) la de los besos de azúcar ... la de las suaves palab1'as .. ltL de la sombrw de 1'osa .. la de los pasos de garza .. la de lúz de t61'ciopelo en la mú'ada .. la que .. cuanq,o canta .. es U1Ut fuente la que canta .. la de las túnicas de 01'0 que 1'esbalan pO?' la espalda) como un manto hecho de so l de lct ma1iana) la de los brazos morenos y blancos como la náca1' .. la de los perfumes que penet ran y se clavan en la can~e y te en1.?ltelven Y" te · matan,. ,

Princesa .. P1"incesa que en los jar-[dines del Rey

61'es reina ... e1'€S estatua .. e1'es flO1' .. eres simiente .. eres viento y €1'es agua: 61'6S canción y palmera .. eres risa y eres llama ... ¿ No ves .. cua.ndo todo calle) el diromante de una lágrima '!

Es mi diamante. Cuajó entre amOr y dolor

para tu alma. Pero .. si lo crees pob1'e

para tu altiva a1Togancia de P1'incesa .. no lo evapores .. dále al menos el honor de i1' a t'ltS pies .. de ser diamwnte de tus sandalias,

Princesa .. Princesa que en los jar-[dines del Rey

61'es una nueva· (lália", pronto llegtt1'á la noche .. es deci1') p1'onto se hará más in­

[tensa tu mi1'ada .. que tus ojos son la noche con vein te €S!1'ellas clavada,

Cerva.ntes canó, El aliento del jardinero Juan de

Valtierra se paró como cuando se para el péndulo de un relOj. Entre aquellos dos hombres, enamorado el uno y el otro poeta se hizo una enorme pausa entrañable que los abrazaba de corazón a corazón en su propia quietud, Jamás hubiera podido hal:i!ar el amor de Juan de Val tierra con mejor lenguaje. Ja­más había sentido Cervantes ta.n hondo un amor que, aún no siendo suyo, por la ;amistad que sentía hacia su protector, se 10 había co­municado, Pasado aquel instante de temblor humano, Valtierra pudo balbucear:

- Desde hoy bien podemos decir que tú y yo tenemos un solo cora-

• zon, ..

24 EZEQUIEL ENDERIZ

DURA y penosa era la existen­cia. del pobre Miguel de Cer­vantes en aquel miserable po-

zo del jardin de Azán Bajá que Juan de Valtierra le había propor­cionado como escondite, hasta es­perar su ,liberación, Pero con todo, no pasaba día s in que Cerva,ntes diera gracias a Dios por tan tre­mendo beneficio, pues entre vivir la esclavitud de los Baños y sin es­peranza; y aquella relativa libe~tad y la. creencia de poder escapar un día, no cabe duda que existía un beneficio. Además · h a bía conocido a Valtierra, un hombre completo, un amigo leal, una de esas almas que confirman 10 que el hombre tiene de buena levadura· cuando no de mala.

En todas estas reflexion es pasaba las horas Cervantes. Horas largas, inactivas, que tenían sin embargo el consuelo de las frecuentes visi­tas del jardinero, no sólo a las ho­ras de comer, sino Siempre que las circunstancias se le presentaban propicias.

A veces, Cervantes se qu edaba adormi1:ado en su silo, bajo el resol que llegaba al fondo, desvanecién­dose hasta hacerse sombra, y soña­ba con la liber>tad. Y la v eía siem­pre en forma de paloma. Llegaba hasta él, revoloteaba sobre su ca­beza, se posaba sobre sus hombros

IV

y cuando se alargaba su mano para conseguirla, se le escapaba s iem­pre.

¿ Sería ésto la imagen de su' des­tino?

Pero un día, Juan de Valtierra, llegó hasta la boca del pozo y l e llamó con una voz más a,presurada que de costumbre:

- ¡Mig u el! ¡Miguel ! El prisionero contestó desde aba·

• JO : - ¿ Qué quieres? - Sube. - Voy enseguida. Cerva,ntes se encaramó, como ya

tenía costumbre, y a poco estaban los dos frente a frente, el jardinero y el poeta.

El jardinero iba ansioso por co­municarle la nueva noticia.

- ¿ Sabes? He tenido noticias de mi paisano Viana que está en aguas de Argel con su goleta ... Si te atreves, esta misma noche se acercará a tierra y pOdrás huír tranquilamente ... Es el momento ... ¿ Estás decidido?

- ¿ Lo dudas siquiera? - Es que hace fa.lta valor. - Para huir de Argel, no me

falta ... No tanto para huír de tí puesto que, para mí, ya eres como un hermano ...

Oída la resuelta actitud de Cervantes de 'a.provechar aquella

EL CAUTIVO DE ARGEL 25

ocasión, Va ltierr2 le dió toda clase de detalles sobre la peligrosa huida y de cómo le acompañaría hasta la misma plaY l . Cervantes le decía:

- No; eso no .. . Tu no debes ex­ponerte más de lo ('l ue lo has he­cho; si somos descubi ertos, tu pena sería mayor que la mía puesto que es cosa natural en un pobre cauti­vo que quiera liberarse; pero tu comp'licidad sería caramente p 3,ga­da ... No; no ...

- Pero bien he de presentarte a los hombres de Viana para que te admi1tan en el bajel.

- ¿ Pero no puedes darme una contraseña cua,lquiera evitando así un nuevo riesgo?

- El « Dorador », que es quien me ha ' puesto al corriente de las noticias de Viana, me ha dicho que debo ir yo esta noche, porque ade­más ' de este negocio, hay otros a resolver con mi paisano.

- Siendo así, consiento. y como Val tierra fuera acom­

pañado, además, de una buena me­rienda, se sentaron al borde del pozo y comieron, mano a mano, tranquilamente. Cervantes dUo:

- ¿Me creerás, querido Valtierra, que me produce hondo 6(mtim¡¡'~nto e'l abandonarte?.. V'a. para Itres meses lo que llevo aquí a tu lado ... Te has portado tan bien conmigo, eres tan prudente y lea l que, al se­pararme, me va a parecer que me separo de algo entra.ñable ...

- Yo también te he tomado gran afecto, Migu el. Además de querer­te, te admiro, pues t engo para mi que, andando el tiempo, tú serás una gloria de nuestra patria ... Pero la liber~ad está sob re todo. Libre tú y libre yo, 13. vida nos dará oca­sión, s in duda, para vernos y aun contar estos e pisodios.

- ¿ Por qué no abandonas ésto y te vienes a España conmigo?

- ¿ No sabes, Miguel, que estoy enamorado? ¿ No lo has vi s to tú mismo? ¿ No has oído cierta noche hasta el rumor de nuestros besos? A Esp'aña iba cuando pasé por Ar­gel y fué ella, Zulima, la que detu­vo mis pasos y ató mi vida a estos jardines.

- Eso ·está ·bien, amigo mío. El amor cadena fué siemnre más du­ra que la de 'las prisiones ... Pero, a fuerza de raíz que 'echa,mos en nuestra amistad y de que ésta es quizá nuestra conversación de des­pedida, me permitirás que t e sea

• SIncero. - Ahora y siem.pre, amigo mío. - Pues bien, ¿ cómo van a ter-

minar para tí estos amores? ¿ A dónde te van a llevar a parar? ¿ No comprendes que tu no podrás jamás ostentar ante el mundo ese cariño? Os separan la estirpe, la raza, la religión. Tu mismo me dijiste qué clase de deHto s ignifi­caba sólo mirar a una de esas prin­cesas, cua.nto más, amarlas, poseer­las ...

- Todo eso 'lo sé y mil veces lo hablé con ella misma ... Cuando le digo que si fueramos descubiertos yo sería ahorcado, ella se ríe y me dice que toda vía no sé el poder que tiene sobre su padre... Cuando le expongo nuestras diferencias socia­les, me asegura. que no hay nada que tanto igual e la diferencia de la sangre como el amor. En esta ac­titud, mientras ella me ame de ese modo, yo no soy quien puede aban­donarla y, si mi mala suerte qui­sier3, perderme, al fin, más dulce y bello es perd erse por un amor as í que no por la mayoría de las causas que los hombres se pierden.

26 EZEQUIEL ENDERIZ

- Juan Valtierra, tienes razón. Dame esa mano.

Va·ltierra y Cervantes volvie­ron a, estrech a r se la mano nueva­ment3, más indentiftcados que nun­ca. Aún hab1aron largamente mien­tras duró la m erienda; pero hubo necesida d d e separarse porque la noch e se echaba encima y Juan de V a ltierra t e nía todavía que con­cretar algunos detalles con el « Do­rador ».

- Así pues, h asta luego, Migu el. - Hasta luego, Juan. - No estés impaciente si tardase

un poco; pu~s, de una o otra m a­nera , yo volveré esta noche.

• • - Mucho te la agrad eceré. S erIa

necio negarte que la impaciencia m e devora.

Va lti erra desapareció por las espesuras d el jardín y Cervantes se adentró en su cueva, en donde desentum eció sus miembros en un estirón, como disponié ndose a la nu~va, aventura ... Ya no había du­da aqu el día era el último de su ca;'tiverio ... El bajel que había d e conducirle estaba a la vista ... Sus amigos le abrían los camino~ ... Dios h a bí 1b atendido su ruego .. . A E s paña, a la patria otra vez ... Y s e agolpaban e n su m znte, a hora con más fuerza que nunca, 1as calles de Madrid , su s p alacios, ]os paisa­jes castellanos, las posadas y los escondrijos de tunantes... Tol edo, la Mancha, Sevilla ... L a noche se habia echado ya sobre el jardín que reposaba en ese rumor, en esa res­piración de los jardines .. . De lejos se oía una voz de muj er que can­taba.:. Quizá fué 'la voz d e Zulima, la g ran pasión d e Juan de Val­tierra.. . No era la primera vez que había escuchado aquella voz ...

y las estrellas, líricas y movedi­zas, iban colocándose en el amplia

t erciopelo d e la noche argelina -que r ecogía la canción aquélla como en una ancha copa de brisa y ensu e--no ...

Las est'rellas florecen al viento de [la noche

todos los d-:.~s ... Son como novius blancas

que viCbjun pO?' el cielo en un coch:e de ped,·.e,·!as ...

Cada 'una se q'lleda en su lJ1tesfo y hace la gua'/'dia de la luna~' y luego se ,.etü·an una .:1, 1UW, cnando l.legan Z(l,s madrugadas

[{,·ías ... En 'I'ealidad, no vienen n vigHal' el

[cielo, que es te1'SO y azul, que es 'I'osa y

[t erciopelo, vienen a vigilw' el hontb'l'e y la tiel'r.rf que siemp'l'e están buscando cómo

[hac81'se la guen'a. y c'ltai'ndo los humanos, aliados con

[la mll,erte, siembl'an de odio la esfe l'a, en lágl'ima la est1'ella se conv'¡e1'te y siemp1'e espe1'a, espe1'.~... . ¡ A qué espera la estl'ella ? Pues a que el homb1'e crea en sn luz, en ella - y se desclave del rencor de su

[ cruz -, en que _lJ.egue 'lt1Ut hOTel, que com­

[p'l 'enda y que vea. el sobel'bio milag1'0 de su luz ...

Mientras t anto, Juan d e Val­tierra había ido a entrevistarfe con el « Dorador », de quié n debía re­cibir las ú ltimas instruccion es. Le encontró en la puerta d e su caS3-. Se apartaron y hablaron ...

- ¿ Viste a mi paisano Viana? - No; no se ha decidido a venir

a ltierra. Pero he visto a dos d z su gente .

EL CAUTIVO DE ARGEL 27

¿ Entonces, todo está prepara­do para la huida de Miguel?

- Si; todo. - ¿ No sería c onveniente pun-

tualizar h . h ora y el sitio? - Cuando den 125 nueve, salís

del jardín ... No tardaréis más de un cuarto de hora en recorrer el trayecto hasta la p·laya ... En ésta, tom a d la dirección de la derecha, .s iempre alejándoos de los Baños Y. como la noche está clara, fácil os será ver el bajel de Viana .. . Cuando estéis frente a él, rtiráos en la arena lo más cerca posible del mal', que allí han de llegar los bo­tes ...

- Todo eso está bien, «Dorador » ; así quedamos y así se hará. Pero veo una contradicción en ti... ¿ No m e dijiste que mi paisano Viana venía en persona porque quería ha­blar conmigo ... ? ¿ Qué por eso de­bía acompañar hasta el último mo­mento a nuestro amigo?

El «Dorador » contestó con cierta asper eza:

- ¿ y qué quieres que haga yo s i no ha venido?

Valtierra in s istió: - Pero... ¿ yo lo veré esta no­

che? y ·el « Dorador » repuso sin atr.~·

verse a afirmar nada : - Así lo espero. Hubo una nueva ac'laración del

jardinero: - T e digo és,to porque, s i no, no

valdría la pena que yo expusiera lo que expongo, una vea que ya estamos de acuerdo en todo ...

P ero el « Dorador », huidizo, re­currió al amor propio d e Valtierra:

- ¿ Tienes mi edo en acompañar a Cervantes?

y Va lti erra, naturalmente, reac­cionó ensegu ida:

- ¿ Dijiste miedo? ¿ De dónde has salido que tan m al conoces a los hombres?

Todo estaba dicho. El diálogo entre Valtiel'ra y el

« Dorador » no fué nada cordi'a l. La mirada que este último fulminó sobre el jardinero dejaba a l descu­bierto un alma corrompida, capaz de todo. Nadie sabia en rea.lídad el misterio de este renegado; sus in­tenciones ; sus m edios de vida. Val­tierra había comenzado desde ha­cia días a tenerle en sospecha. Pe­ro ya no había más remedio que seguir adelante, sobre todo por salvar a Cervantes. El 1e había dado su palabra d e no abandonarle y, costara lo que costara, no falta­ría a ella ...

Se despidió, pues , del «Dorador », no s in cierta preocupación, mas bien de cierto presentimiento. Se encaminó hacia su jardín a hacer tiempo y por s i pOdía ver a Zulima un r 3. to, que estas horas de la no­che eran las que solían aprovechar m ejor los dos a m antes para verse. Atravesó Arge'l que eS1taba en com­pleta calma. Subió a la Alcaz, ba, a la que dió la vuelta, y penetró en su mansión florida. Todo era s il encio. Se fué hacia el cenador, s itio d e sus cita s y, tras larga es­p era, comprobó como Zulima no iba aqu el'la noche a verle. Una gran tristeza, s in. sa ber por qu-é, ir. vadió el ánimo del navarro. Pero, se acercab a la hora. Dieron 12s nueve. y se dirig ió 3.'1 s itio donde Cervantes le aguardaba, hacia aquel escondite en dond e habia estado noventa días y que iba a abandonar d efinitiva m ente el escritor.

Valti e rra llamó: - j Miguel! L a voz d e Ce rvantes le respondió:

28 EZEQUIEL ENDERIZ

j VaUierl'a ! - ¿ Estás Hsta ?

A tus órdenes. - Pues di adiós a tu escondrijo

y adelante. Cervantes se presentó d e un salto

junto a su 'a.migo, provisto de un pequeño hatillo por todo equipaje y juntos emprendieron la silenciosa marcha.

La noche era clara, demasiado clara. Sobre Argel dormida. la pla­ta- de la luna sacaba metálicos re­flejo s de la blancura de las casas. Todo era silencio y misterio.

Por ent re la s sombras del jardín de Azán van dos hombres. Delante, Juan de VaHierra. Detrás, Miguel de Cervantes. Buscan la salida. Ya están en la gran plaza de la Alca­'Zaba. Bajan unas pequeñas cuestas. Entran en la ciud·ad. No se dicen nada. No hablan. Cinco minutos más y pisarán las arenas de la playa ...

Cuando descubren el mar, que está plácido y tranquilo, en aqueIla noche transparente, los ojos de Cervantes ven en seguida a cierta distancia un puntito negro.

Y.exclama : - ¿ Aquél es el bajel? Valtierra le replica: - Debe ser.

,

Marcando exactamente laJ Hnea recta de aquel punto negro, en la orilla, ven una barca con dos 1' e­~eros y ocho o diez personas ade­más: Cervantes dice:

- Allí están. - P ero, i cuánta gente! - A ver si no va a · haber s itio

• para mI. - No te apures, Miguel, qu e hay

sitio. y los dos hombres, confiados y

t;.'anquilos, se acercan a aquel gru-

po que los ve llegar y los d eja apro­ximarse hasta que los tiene en for­ma que no puedan huír. La figura de el « Dorador » se d estaca entonces como se destacara la de Judas ante Cristo en el Huerto y, señalando al navarro y a Cervantes, al Baxí en persona, exclam'2J :

- j Aquí están ! ¿ Ves como no te he engañado?

Lo mismo Cervantes que Val­tierra se dan cuenta en seguida de que han sido traicionados por el « Dorador ». Valtierra, desesperc:­do, exclama:

- i Miserabl e, traidor! i Rene­gado tenías que ser!

Pero los esbirros del Baxí le ha­cen callar prontamente y casi a rastras se 10 llev-an mientras Cer­vantes no puede menos de gritarle, entre- sol'lozos :

- i Adiós, amigo mío, hermano. Suceda lo que suceda, no te olvi­daré nunca!

Entonces, el « Dorador » se le acercó, como qUeriéndose disculpar,

• :¡ •• y Je CIJO: - Contra tí no va nada y yo pro­

curaré protegerte en otra ocasión. Era R Valtierra a quien era menes ­ter cazar.

- ¿ y por qué? - Porque venía traicionando a

Azán Bajá. ¿ Tú no sabES lo de la Princesa?

- Yo nada sé. - Pues, mejor para tí. Ya digo

que quedas bajo mi protección. - Tu protección no la quiero. - Pues, p eor para tí. La pOlicía del Baxí que ya se lle­

vaba a Val tierra por delante, ató fuertemente a Cerva.ntes, después, y lo trasladó de nuevo a Los Baños donde se le sujetó con una cadena a los pies. El sueño de su libertad

EL CAUTIVO DE ARGEL 29

se h a esfumado otra v ez. Ya, d e nuevo en la cárcel, sólo piensa en la su erte que correrá su a migo, el leal Juan d e Valtierra, el a mante de Zulima, la hij a del rey Azán, el hombre apasionado y bueno.

P ero no tarda muc ho en saber lo qu e le h a ocurrido a aquél qu e le dió asilo en su jardín, 10 man­tuvo y gestionó su libertad. D esde la celda d onde se h alla preso, Cer­vantes escucha a l día siguiente co­mo otros cautivos explican la eva­s ión suya, su llegada a la playa y s u prendimiento. Y como comentan lo de Valtierra .

- En cuanto a Juan, l o han a horcado esta misma mañana en los mismos jardines . Dicen que le han colgado d el árbol más alto. Que a ú n puede verse su CU2rpo bambo­leándose en el a ire.

Cervantes se at revió a pregun­t a l':

- ¿ y la Princesa? ¿ No ha in­t e rcedido por é l ?

Uno, el. que parecía mas ente ra do, r es pondió m a liciosam ente :

- Claro que s í; pero ya véis d E: lo que ha servido.

Cervantes llora 'a,m a rgamente. Y no aquel día solamente; s ino cuan­t os le quedaban todavía por estar en pris ión en aquel cautiverio que duró mas de cinco ~ños y d el que é l solía decir, ya libre y en E spaña, :

- Ni m e salvaron los fr a iles d e­dica dos a r escatar cautivos, ni el E s tado de la Monarquía que defen­dí y por la que perdí mi m ano iz­quierda. M e s-a lvaron los am igos que son los únicos que exis t e n , c ua nd o exis ten.

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NUMEROS ATRASADOS -DE tI\ u NOVELA ESPANOLA II

Pueden adquirirse números atrasados de « LA NOVELA ESPA--NOLA }), de los s iguien tes títulos:

PRIMERA SERIE. 1. MIGUEL DE CERVANTES: Rinconete y Cortadillo (agotado.) -

2. JUAN B. BERGUA : Marieta (agotado). - 3. A. FERNANDEZ ESCOBES: La otra. - 4. F. GARCIA LORCA : Romancero gitano (agotado). - 5. Dr FELIX MARTI IBAñEZ: La canción sin palabras. - 6. VICTOR ALBA: Diálogo sin testigos. - 7. ALE­JANDRO CASONA: Flor de Leyendas. - 8. MIGUEL DE UNA­MUNO : Nada menos que todo un hombre.

SEGUNDA SERIE

1. A. FERNANDEZ ESCOBES: ¿Para quién te pintas los labios, MarI.­lena? - 2. EDUARDO ZAMACOIS: El hotel vacío.- 3. ANTONIO MACHADO: Campos y Hombres de España. - 4.l\IATEO SANTOS: Conquistadores de arena. - 5. LOPE DE VEGA: Fuenteovejuna. -6. VICTOR ALBA: La Muerte falsificada. - 7. EUGENIO NOEL : El allegretto de la Sinfonía VII. - 8. RAMON J. SENDER : El Vado. - 9. FRANCISCO DE QUEVEDO: Historia de la Vida del Buscón (libro primero>. - 10. FRANCISCO DE QUEVEDO: Historia de la Vida del Buscón (libro segundo). - 11. JAVIER V ALCARCE: Geórgica. - 12. GABRIEL MIRO: El hijo santo. - 13. ALFONSO CAMIN: Rosa de Natahoyo. - 14. JOAQUIN DICENTA: Galerna. - 15. JOSE M. PUYOL: El rodar de las almas. - 16. ANTONIO ZOZAYA :' El pequeño Edison.

Precio d el ej .;mplar: 50 francos.

Pronto aparecerán, encuadernadas en tres b ellos tomos, tod3.. ' la co­lección de novelas cortas publicadas por « L a Novela Española ».

-TOMO 1. - LOS MAESTROS DE LA NOVELA CORTA ESPANOLA.

Consta estG tomo de los s ig ui entes t ítulos y autores: Nada menes que todo un hombre , por MIGUEL DE UNAMUNO. El hijo santo, por GABRIE,L MIRO. El allegretto de la Sinfonia VII, por EUGENIO NOEL.

Geórgica, por JAVIER VALCARCE. El vado, por RAMON J. SENDElR.

.-

Para ,!uien te pintas los labios, Marilena, por ANTONIO F. ES­COBES.

-TOMO !I - LOS NOVELISTAS DE LA REVOLUCION ESPANOLA.

Contiene este tomo las novelas:

Rosa de Natahoyo, por ALFONSO CAMIN. La canción sin pa!abras, por el Dr. FELIX MARTI IBANEZ. La otra, por ANTONIO F. ESCOBES . . Diálogo sin te, tigos, por VICTOR ALBA. Conquistadores de arena, por MATEO SANTOS. El rodar de las almas, por JOSE MARIA PUYOL.

TOMO !II. - LOS MAESTROS DE LA NOVELA CORTA ESPANOLA. Su contenido es el siguiente:

Rinconete y Cortadillo, por MIGUEL DE CERVANTES SAA VE-DRA.

El hote l vacio, por EDUARDO ZAMACOIS. Flor d e leyendas, por ALEJANDRO CASONA. Galerna, por JOAQUIN DICENTA. El pequeño Edison, por ANTONIO ZOZAYA. El cautivo de Argel, por EZEQUIEL ENDERIZ.

E stos tres tomos constituyen una interesante z ntología de la novela española y cada uno de ellos lleva un prÓ"logo de Tú'so ae" Tudela.

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P edidos a F. Diezhan dino. 10, rue Langw~doc. Toulouse (Haute-Ga r.), - Libreria L. E. E. 1, Bouleva,rd d 'Arcole Toulous ~. y 26, rue ~f.a zarin. Paris (V.l.

Envíos contra reembolso, 375 francos.

Pronto apar ,~cera ia segunda edición del Romancero gitano, d e GAR­e IA LORCA.

La Administración de « La Novela Espa­i'íola » tiene el honor de comunicar a lodos sus suscriptores y corresponsales que, muy cuidados'a de cumplir sus compromisos, ha conseguido de la Edito,rial « Mare Nostrum » que ésta s,e comprometa a servir a aquellos abonados que habían pagado sus suscripcio­nes por ad,e,lantado a « La Novela E spai'ío­la » , el, número de novelas hasta concurren­cia de la can'tidad abonada.

Pero al mismo tiempo ruega encarecidac men le a todos aquellos otros que se encuen­tran d descubierto, se sirvan abonar las cantidades adpudadas a la mayor brevedad posible.

Para todo Lo relacionado con « La Novela E spa i'íoJa » concerniente a la Administra-6ón, giros, reclamaciones, ,etc, etc, tanto nues tros corres,ponsal,es como nuestros lec­tores y abonados, deben dirigirse exclusiva­mente a Francisco Diezhandino, lO, rue Lan­guedoc, Toulouse (H.-G.l quedando anuladas todas las dir,ecciones anteriores.

« La Novela EspaTlo1a ».

A NUESTROS LECTORES Y ABONADOS .

El presente número que tie nes en la mano, lector, es el último de « La Novela Espa~101a », como tal publicación destinada a cldtivar exclusivam'ente el género de novela corta.

Por grandes que hayan sido nuestros esfuerzos y deseos per mantene rla como una publicación específicamente novelística, no hemos podido.

y de acuerdo con la Editorial en formación ({ MARE NOS­TRUM }) h emos convenido que « La Novela Española}) pas·e a con~tituir una s.ección e n la revista trimestral de selecciones que esta Editorial va a comenzar a publicar e n breve, bajo el título <le

" PARIS-MADRID " Todos aquellos amantes, pues, de la nove!a corta, nuestros

amigos, nuestros abonados, podrán seguir hallando ésta, con la Inisma orientación, Su misma dirección, sus lnismos escJgldos rna'2stros del género, dentro d e la revista

éj)ac.iá-- cmadc.id que e n cada núm,ero ofrecerá e-n sus páginas una nov~ ln. corta e n t.era, en la misma forma que ha venido publicándose en « La Novela Española », ad·emás de otros muchos originales. Dándo~'eE- las gracias a nuestros ulnigos por €.} favor que hasta

ahora nos han dis p ensado, esperamos d e ellos que continúen favoreciéndonos a través de

11 PARIS- MADRID " bi En s,eguros d e Que con esta innovación salen h eneficiados, pues s.atisfaciendo su interés de leer una de estas novelas cortas en cada. núm ero, hallarán e l complement:l d'2 un « digcst » completo, que es la r evista moderna de todos los paíSES.

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