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EL CAPITULO CONVENTUAL EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO LA REVISION DE VIDA LA CORRECCION FRATERNA

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EL CAPITULO CONVENTUAL

EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIOLA REVISION DE VIDA

LA CORRECCION FRATERNA

PROVINCIA PATAVINA DE S. ANTONIOHermanos Menores Conventuales

PADUA 1996

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HERMANOS MENORES CONVENTUALESPROVINCIA PATAVINA DE S. ANTONIO

EL CAPITULO CONVENTUALEL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO

LA REVISION DE VIDALA CORRECCION FRATERNA

Traducción y edición en castellano:FRANCISCANOS MENORES CONVENTUALES

Provincia “Ntra. Sra. de Montserrat”Curia Provincial - MADRID 1997

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PRESENTACION

Con la intención de ayudar a la Provincia a caminar “en fraternidad para la misión”, el último Capítulo provincial ordinario de 1994 encargó a la Comisión Provincial para la Formación Permanente que “preparase un Directorio para el capítulo conventual y unas fichas sobre la revisión de vida y el discernimiento comunitario” (Proyecto provincial trienal, p. 8). La asamblea capitular estaba convencida, en efecto, de que los encuentros comunitarios son ocasiones privilegiadas para vivir relaciones interpersonales más ricas y fraternas.

La Comisión, a la que felicitamos y estamos agradecidos, ha desarrollado un óptimo trabajo, cuyo fruto es el presente volumen con sus indicaciones claras y concretas acerca del capítulo conventual, la revisión de vida, la corrección fraterna y el discernimiento comunitario.

Entregado en primer lugar a todos los hermanos de la Provincia, y en particular a los guardianes, en una redacción provisional, para que se tuviese una visión global de cara al Capítulo provincial espiritual sobre La comunicación en la vida fraterna, que debía afrontar los mismos temas, ahora, enriquecido con las observaciones y sugerencias que aparecieron en dicho Capítulo, se envía a todos los hermanos para que sea instrumento concreto para caminar en fraternidad.

El Capítulo conventual, entendido como “lugar” no sólo de la programación del trabajo y de la administración, sino también de la comunión en el Señor, del diálogo abierto y amistoso, del compartir las alegrías y las fatigas; la corrección fraterna y la revisión de vida, entendididas como modos de ejercer la recíproca responsabilidad y el compromiso de llevar los unos el peso de los otros; el discernimiento comunitario, vivido como búsqueda sincera realizada juntos, para decidir las opciones más oportunas, constituyen momentos importantes para el crecimiento de la vida fraterna y de la comunicación en nuestras casas.

A alguno le parecerán objetivos demasiado arduos, pero a esto nos compromete nuestra vocación: “Vosotros sois todos hermanos... Amaos como Yo os he amado”.

Deseo de todo corazón que cada fraternidad y cada hermano de la Provincia se acerque cada vez más a la medida del amor señalada por Jesucristo y para esto deberá hacer buen uso del presente instrumento de trabajo.

Padua, 16 de enero de 1996.50º aniversario de la proclamación de S. Antonio Doctor de la Iglesia.

fr. Giuseppe MariniVicario provincial

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EL CAPITULO CONVENTUAL

ESCHEMA: A. Los capítulos en la experiencia del franciscanismo primitivo.B. Los capítulos en nuestra legislación actual.C. Presupuestos espirituales y humanos para el éxito del capítulo conven

tual.D. Estructura del capítulo conventual.E. Algunas “consideraciones”.

A. LOS CAPITULOS EN LA EXPERIENCIA DEL FRANCISCANISMO PRIMITIVO

El encuentro de todos los hermanos, ocasional primero y luego sistemático, fue una exigencia de la primera generación franciscana. Nacían así los “capítulos”, los cuales, a diferencia de lo que sucedía en las órdenes monásticas, tenían un carácter más fraterno y espiritual que organizativo y administrativo. Para expresarnos en términos actuales, los capítulos eran verdaderos y propios ejercicios espirituales, en los cuales los hermanos redescubrían lo genuino de su vocación a la luz de las enseñanzas de Francisco, se confrontaban con la experiencia de los hermanos en una sencilla revisión de vida, consolidaban los vínculos de la comunión recíproca en la alegría de pertenencia a una única familia, en períodos largos se ejercitaban en la oración comunitaria y solitaria (cfr. Flor 18).

En la primitiva experiencia de los compañeros de Francisco encontramos ya los elementos esenciales de los futuros capítulos. Cuando los frailes eran ocho, Francisco los dividió en grupos de a dos y les envió a predicar la paz y la penitencia; pero poco tiempo después sintió el deseo de verles de nuevo y tenerles junto a sí. “Así sucedió al poco.... Los hermanos cuentan al Seráfico Padre sus experiencias, confiesan sus faltas y negligencias y le piden que les corrija y les instruya” (1C 30). Relaciones recíprocas, confesión como “revisión de vida” e instrucción serán los momentos específicos de los capítulos.

Desde 1216 hasta 1221, todos los hermanos de la Orden se reunían una vez al año en la Porciúncula. El capítulo de 1221 fue el último en el que participaron todos los hermanos, incluso los novicios: algunos millares de hermanos menores formaron una asamblea extraordinaria, que Jordán de Giano, allí presente, así recuerdaba: “capítulos semejantes a éste, por la multitud de los hermanos, por la solemnidad de las ceremonias, no se vieron nunca más en la Orden” (Crónica ).

La Regla no bulada, aprobada por los hermanos en el capítulo de 1221, establecía tres especies de capítulos: uno anual para cada Provincia, en el que “cada ministro podrá reunirse con sus hermanos una vez por año..., para tratar de las cosas que se refieren a Dios”; uno anual de los Ministros de Italia en la Porciúncula; uno cada tres años, siempre en la Porciúncula, de todos los Ministros de la Orden (1R 18). De las tres formas de capítulos, la primera es la que refleja mejor el espíritu franciscano, en cuanto es reunión de todos los hermanos en torno a sus Ministros. Las otras dos comienzan a tomar el carácter de capítulos reservados a los superiores.

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La Regla bulada conoce sólo dos especies de capítulos: el capítulo de Pentecostés, que se celebrará, como establece, cada tres años, en el que participaban los Ministros provinciales, y el capítulo provincial, con la participación de todos los hermanos de una provincia, que se celebraba después del capítulo general de Pentecostés. Este capítulo se deja a la discrección del Ministro provincial (2R 8); de modo que este tipo de capítulo, de estilo puramente franciscano, se deja a la libre decisión del Provincial. No se necesitaron muchos años para que también el capítulo provincial fuese reservado exclusivamente a los superiores, convirtiéndose, más bien, en organo de gobierno.

La Regla no habla del capítulo local, pero al formarse las fraternidades estables, muy pronto apareció el capítulo conventual, como reunión de todos los hermanos, incluidos los novicios. El capítulo conventual conservará en nuestra familia franciscana el carácter típico de encuentro “general”, propio del franciscanismo primitivo.

Las Fuentes Franciscanas nos permiten recoger las finalidades específicas de los capítulos en el pensamiento (o en la praxis) de Francisco, finalidades que pueden resumirse así:

1. Finalidad espiritual-pastoral: en los capítulos los hermanos deben “tratar de las cosas que se refieren a Dios” (1R 18,1)). En cada capítulo Francisco toma la palabra y desarrolla un tema espiritual; desde esta preocupación nace la estupenda “Carta al capítulo” que el Seráfico Padre, enfermo, dirige a los hermanos reunidos en capítulo. Parece también que, muy pronto, se consolidó la práctica de leer la Regla (Francisco, en el Testamento, lo presupone: T 37).

2. Finalidad de revisión de vida: los capítulos se convierten en motivo de comunión fraterna, de intercambio de experiencias, pero también de revisión de lo genuino de la vida de los hermanos, para que ésta se corresponda con el ideal franciscano; en la Regla no bulada se hace alusión, sin más, al examen de la conducta de los superiores de parte de los hermanos súbditos (1R 5,3-4).

3. Finalidad legislativa: en los capítulos se toman las decisiones necesarias para la vida de la Orden. Francisco mismo hace alusión en la Carta a un Ministro, y Jacobo de Vitry escribe que en los capítulos los hermanos “ redactan y promulgan algunas santas constituciones, que son confirmadas por el señor papa”.

Se ha de subrayar que los primeros hermanos no podían ni tan siquiera imaginar un capítulo sin la presencia, al menos espiritual, de su padre. Así, las Fuentes, hablando del capítulo provincial de todos los hermanos de Provenza en 1224, recuerdan la presencia de Francisco en espíritu, que mira con benevolencia a San Antonio, que predica a los hermanos, y bendice a todos sus hijos, haciendo que todos prueben un gran gozo interior (1C ; cfr. Const VI, intr. esp. d).

B. LOS CAPITULOS EN NUESTRA LEGISLACION ACTUAL

Las Constituciones, tratando del gobierno de la Orden, atribuyen a los capítulos (general, provincial, conventual), en primer lugar, una función de autoridad (nn. 155-156), pero inmediatamente después, recuerdan que deben ser “la expresión de la participación y del interés de todos los hermanos para el bien de la fraternidad” (Const. 159,1).

1. Capítulo general y provincial

Encontramos afirmadas, particularmente en los Estatutos Generales, las finalidades típicas de los capítulos franciscanos. El capítulo general y el capítulo provincial son:

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* ocasión de profundización espiritual: “el Ministro debe exhortar al culto divino, a la observancia de la disciplina regular y de la Regla seráfica y de las Constituciones, a la caridad mutua, a la paz y a las demás virtudes religiosas” (Est. Gen. 76);

* lugar para la revisión de vida y de las actividades de la Orden y de la Provincia (Const. 155): a raíz de las diversas relaciones presentadas en el capítulo, los hermanos pueden examinar y evaluar los compromisos y las obras emprendidas, la vida espiritual y apostólica de las fraternidades, los problemas que se han de afrontar (Est.Gen. 88-90; 99-100);

* momento electivo y legislativo (Const. 163 y ss.; Est.Gen. 91; 95 y ss.).La legislación de la Orden recupera también el valor del capítulo como momento

de encuentro y de comunión de todos los hermanos de la Provincia y como ejercicio de la corresponsabilidad común, previendo la posibilidad de que todos los hermanos profesos solemnes de una Provincia o de una Custodia participen en el capítulo provincial o custodial (Est.Gen. 94), o eligiendo directamente al Ministro provincial o al Custodio (Est.Gen. 95). En cada caso, los diversos sistemas de elección de los delegados al capítulo provincial (Est. Gen. 108-118) deben garantizar la representatividad capaz de expresar “la participación y el interés de todos los hermanos para el bien de la fraternidad” (Const. 159,1).

2. Capítulo conventual

El capítulo conventual (= cc.) se ha convertido en el verdadero capítulo “general”, en el que participan todos los hermanos profesos solemnes de la fraternidad (Const. 203,1) y, con su consentimiento, también los profesos temporales en aquellas partes del capítulo “dedicadas a promover la caridad fraterna y la vida espiritual, y que no exigen acto jurídico” (Est.Gen. 18,2).

También encontramos en el capítulo conventual momentos típicos de los encuentros capitulares franciscanos: el de la espiritualidad, el de la fraternidad, el de la evaluación y el de la programación (Est.Gen. 16).

2.1. Momento de espiritualidad: la fraternidad halla su fundamento de comunión en el Señor, que ha colocado los unos al lado de los otros. Por lo tanto, el capítulo conventual se propone, en primer lugar, tratar de “las cosas que se refieren a Dios”, orar juntos, discernir la voluntad del Señor sobre las personas y la fraternidad con oportunas lecturas y reflexiones.

2.2. Momento de fraternidad y de evaluación: en el capítulo conventual la fraternidad manifiesta y acrecienta el amor fraterno; se manifiestan mutuamente y con confianza las propias necesidades, las aspiraciones, las iniciativas a tomar; se preparan las exhortaciones espirituales y materiales necesarios para el bien de la fraternidad y de cada uno de los miembros; se revisa fraternamente el camino a la luz de la Regla y de las Constituciones, corrigiendo o dejándose corregir con toda humildad y caridad.

Forman parte de este punto la revisión de las decisiones tomadas en el capítulo conventual anterior, el análisis de la situación administrativa, las diversas informaciones del guardián y de los otros hermanos, particularmente de los responsables de actividades pastorales y de sectores concretos de la vida de la fraternidad.

2.3. Momento de programación: son tratados los problemas que se refieren a la consagración religiosa, la vida espiritual, la fraternidad y la actividad apostólica, en una palabra “toda la vida” de la fraternidad (Est.Gen. 16). Cada hermano está invitado a participar “con vivo sentido de responsabilidad, manifestar libre y humildemente el propio parecer, y prestar la colaboración de la experiencia personal para encontrar y ejecutar la solución de los problemas y de las iniciativas” (Const. 88,3).

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En el capítulo conventual deberían aclararse todas las dificultades que nacen entre cada hermano y la fraternidad. En el número 89 de las Constituciones se ofrecen las claves de solución: la fraternidad debe estar atenta a las necesidades espirituales y materiales de cada hermano, respetar sus inclinaciones y valorar sus capacidades y su creatividad (fraternidad no quiere decir uniformidad, sino comunión de las riquezas de cada uno); por su parte, el hermano debe ser respetuoso con la fraternidad en la que se halla inserto, debe amarla como a su familia: no pensará sólo en aquello que le apetece, no ejercerá su actividad como si no existiese la fraternidad, ni relegará el bien de la fraternidad por el interés personal. Un auténtico espíritu de familia y de hermandad permite resolver todas las dificultades.

C. PRESUPUESTOS ESPIRITUALES Y HUMANOS PARA REANIMAR EL CAPITULO CONVENTUAL1

1. Apertura espiritual

El capítulo conventual es un acontecimiento eminentemente “espiritual”. Los hermanos se reúnen en la fe de la presencia, invisible pero operante, de Dios. Expresión de esta fe es la oración con que se inicia y la escucha de la Palabra de Dios o de una “relectura” hecha por Francisco. Además, en la fe los hermanos están dispuestos a escuchar lo que el Espíritu les quiere comunicar a través de los hermanos.

2. Respeto y mutua aceptación como hermanos

El cc., como todo encuentro humano, supone el respeto del hermano y al mismo tiempo es una gran escuela de respeto con relación a los demás hombres. De hecho, en el cc. se puede constatar de manera muy acentuada la diversidad de los hermanos: las diversas historias de la vida, ideas y opciones completamente diferentes, diversidad de caracteres, diferencias de experiencias y grado de cultura.

Se debe, por lo tanto, tener en cuenta el hecho de que:* cada hermano, también el más joven y menos instruido, es una persona humana con

dignidad única, y no es despreciado por la edad, proveniencia o cultura;* cada hermano es un ser inescrutable, con infinitas capacidades y secretos íntimos, que

no debo herir ni pretender conocer; sólo en un clima de confianza, de hecho, uno se puede abrir y manifestar los aspectos más profundos de su personalidad;

* cada persona es un ser único e irrepetible, con un carácter propio y una riqueza propia a desarrollar.

3. Disponibilidad para dar y recibir recíprocamente

Ya que ninguno abarca todo, ninguno sabe todo, ninguno puede todo, es necesario que se esté dispuestos a dar y recibir, en un mutuo y respetuoso intercambio, para aprender cada uno del otro. Quien se aisla y se cierra en el cc. ante los demás hermanos, bloquea la propia madurez y el propio desarrollo, e impide también el complemento y perfeccionamiento necesario a los demás; se perjudica a sí mismo y a la fraternidad.

1 Se sintetiza de V. VEITH, Il Capitolo locale, EDB 1993, pp. 43-50.

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4. Favorecer un auténtico diálogo fraterno2

El cc. es una reunión de personas, que por motivo de la vocación recibida de Dios han elegido en la vida el mismo camino. La razón profunda de su comunión de vida no se basa ni en simpatías personales, ni en idénticas ideas políticas o filosóficas. El centro de su atención es vivir hoy lo mejor posible la forma de vida evangélica prometida en el espíritu de Francisco. Por esto es necesario favorecer un auténtico diálogo fraterno.

4.1. El diálogo fraterno requerido:

* no es ni una conversación informal ni una enseñanza recíproca;* no es una discusión académica ni un debate político.

La finalidad del diálogo es que los hermanos conozcan mejor los problemas, recíprocamente se entiendan mejor y hallen un camino común para la solución de las cuestiones y problemas abiertos. En el diálogo no se trata de cambiar al otro, “convertirlo”, o vencer: después del cc. no debe haber ni “vencedores” ni “vencidos”.

4.2. Presupuestos esenciales para un auténtico diálogo son:

* el silencio como expresión del recogimiento exterior e interior;* la escucha: cada vez habla uno;* la palabra sincera y serena: sin ansiedad y sin agresividad;* una absoluta orientación interior hacia la verdad y el bien;* la apertura radical a los demás y su aceptación “sin condiciones”;* la disponibilidad a renunciar a los propios intereses y posturas por el bien de la

fraternidad;* la disponibilidad para corregir las propias opiniones, si es necesario;* la disponibilidad para dar el “primer paso”, para el compromiso, hoy, hacia la “posibilidad

mejor”;* la disponibilidad para comenzar siempre de nuevo;* la paciencia, la longanimidad, la confianza y la capacidad de esperar a que ciertas

experiencias maduren con el tiempo;* la magnanimidad en el pensamiento y en el comportamiento (la pedantería pone

nerviosos a los participantes);* aceptación de las sugerencias positivas y constructivas de los otros;* estima por las aportaciones y los progresos hechos.

4.3. Las dificultades mayores en el diálogo fraterno son:

* la incertidumbre en relación con los otros y con lo deconocido: ¿qué piensan los otros de mí?;

* la angustia de “tener” que cambiar algo a pesar de todo;* los prejuicios sobre personas o argumentos del diálogo, que se pueden tener antes del

cc.;* la sospecha de ser manipulados o marginados por los demás;* la dificultad de algunos hermanos a exponer sus opiniones “en público”.

5. Favorecer una atmósfera serena en fraternidad

2 Preciosas indicaciones se hallan también en G. SALONIA, Kairòs. Direzione spirituale e animazione comunitaria, EDB 1994, pp. 91-117; 130-134.

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Aunque a veces en el cc. se tratan problemas muy serios y dolorosos, para su éxito es indispensable una atmósfera amistosa y serena que se puede alcanzar:

* haciendo de tal manera que los hermanos participen activamente en la preparación y en la organización del cc.;

* comunicando con tiempo, por parte del guardián, las debidas informaciones sobre la fecha y temas del cc.;

* no procediendo con secretismo, sino ofreciendo una clara lista de las cosas que se han de tratar;

* intentando aclarar antes del cc. eventuales malentendidos existentes.Pero, sobre todo, es indispensable que la vida fraterna de la comunidad sea ya un

espacio de amistad y de relaciones serenas: el clima de diálogo fraterno, de aceptación y de estima recíproca, de reconocimiento positivo de lo que cada uno hace dentro y fuera de la fraternidad debería ser evidente por sí mismo en la cotidianidad de las relaciones y no fingido en el cc. que se convierte así en un paréntesis que crea ilusiones y desilusiones. Si los hermanos ya están entrenados para la vida fraterna serena por sus experiencias cotidianas en la fraternidad, entonces pueden participar activamente en los diversos modos en que se desarrolle el cc. con toda la apertura deseada, espontaneidad y creatividad, con realismo, sin poner en el cc. esperanzas demasiado elevadas y sin participar con prejuicios pesimistas.

6. Cuidar atentamente los elementos “externos”

6.1. La fecha del cc. debe conocerse con tiempo por los hermanos. Se aconseja establecer al comienzo del año los días previstos para el capítulo; si es posible, manteniendo el mismo día de la semana y del mes.

6.2. Con tiempo suficiente serán consultados todos los hermanos sobre los puntos a tratar y los temas espirituales deseados y el modo de su desarrollo (conferencia; intercambio de ideas; lectio divina;...).

6.3. Se exponga en fraternidad el orden del día definitivo algunos días antes del capítulo.

6.4. A los diversos colaboradores (secretario, animador litúrgico, ecónomo, exactor,...) se les avise con tiempo si hay temas de su específica competencia para tratar en el capítulo.

6.5. Se prepare bien el material de trabajo y la documentación que se entregue a los hermanos; como también se pongan a disposición los libros necesarios si se reza o se canta juntos.

6.6. El lugar sea acogedor y en orden: preparar las mesas y las sillas de tal manera que se cree una atmósfera fraterna y se pueda desarrollar un fructuoso diálogo entre todos; lo ideal es ponerse en semicírculo o en mesa redonda para verse y entenderse todos directamente.

6.7. Las Actas de los capítulos precedentes estén a disposición de todos, si es posible un poco antes, de manera que quien se encontrase ausente en el último capítulo pueda ver el camino hecho por los hermanos.

D. ESTRUCTURA DEL CAPITULO CONVENTUAL

Los “elementos estructurales” que se dan a continuación quieren ser una ayuda para que cada fraternidad conventual encuentre el propio modelo, el propio esquema. Cada fraternidad, de hecho, según las personas y sus características, deberá hallar el propio modo de vivir y celebrar el cc.

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Se tenga presente que para el buen éxito del cc. más que seguir un riguroso reglamento es importante la participación alegre, animada y activa de todos. Por otra parte, la experiencia enseña que si un cc. no sigue un orden bien preciso, si no hay un moderador enérgico, si todo es más o menos dejado a la improvisación, entonces se tiene un cc. que causa aburrimiento y frustraciones.

Primero deben presentarse y explicarse algunos elementos fundamentales del cc. y luego algunos ejemplos de casos particulares.

I. ELEMENTOS ESTRUCTURALES FUNDAMENTALES3

primer elemento: el comienzo del Capítulo Conventual

1. Saludo de parte del guardián (presidente del cc.). Una palabra de especial bienvenida a los nuevos miembros de la fraternidad. Expresiones de agradecimiento, alegría y reconocimiento por los hermanos que se reúnen en cc.

2. Oración o canto de apertura: petición de ayuda a Dios para el cc. y para la colaboración fructuosa, activa y constructiva de todos en el cc. La oración puede hacerse libremente, o también puede tomarse de la Biblia o de los Escritos de San Francisco. Algunas fraternidades recitan una parte de la Liturgia de las Horas (Laudes, Hora intermedia, Vísperas).

3. Presentación del orden del día (ODD), eventualmente entregándolo por escrito a todos los participantes, con una breve explicación por parte del moderador (que también puede no ser el guardián).

4. Dar la posibilidad a los hermanos, de poner, brevemente, preguntas que clarifiquen el desarrollo del cc., o mencionar asuntos que ayuden a que el trabajo sea pacífico y eficaz, o sugerir cuestiones “urgentes” que se incluyan en el ODD.

segundo elemento: escucha comunitaria de lo que Dios nos quiere decir

1. Lectura de un texto elegido de la Sagrada Escritura o de las Fuentes Franciscanas, o de las Constituciones, o del Magisterio de la Iglesia, o de un escrito de los superiores de la Orden, o de un autor contemporáneo, sobre un tema determinado o un tema que tratará posteriormente toda la fraternidad.

2. El texto sea elegido con anterioridad por el presidente o por el grupo que prepara y -si es el caso- se distribuya a los participantes.

3. El texto elegido se lee comunitariamente.4. El guardián o el hermano que ha elegido el texto, explique brevemente el por

qué ha elegido dicho texto y a qué situación concreta o exigencia ha querido responder con él mismo (actualización del texto).

Después de un tiempo conveniente de meditación silenciosa, los otros hermanos pueden manifestar lo que provoca en ellos el texto leído y lo que suscita en su vida concreta. A la escucha de la Palabra de Dios y al examen de la propia vida se dará mayor espacio en aquellos cc. que tienen carácter “espiritual”.

5. La meditación común y la resonancia sobre lo que Dios ha suscitado a través del texto leído y comentado puede desembocar en una oración, dicha comunitariamente o formulada espontaneamente.

tercer elemento: mirada crítica a los precedentes capítulos/informaciones

3 Se hace referencia específica a V. VEITH, o.c., pp. 53-58 que elabora nuestro Direttorio del Capitolo Conventuale, Roma 1982, aprobado por el Capítulo general extraordinario celebrado en Asís en 1981.

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1. Mirada retrospectiva: cómo se han llevado a la práctica las decisiones y las sugerencias de los/del cc. precedente (revisar).

(a) Se lee el acta del cc. precedente para su aprobación y para revisar lo que se decidió y lo que se ha realizado.

(b) El guardián y los hermanos que han recibido el encargo pueden comunicar a los otros hermanos si las decisiones y los compromisos se han llevado a cabo y cómo.

2. Revisión de la situación administrativa, en base a la lectura de las entradas (exactor) y de las salidas y la comunicación de la siyuación económica (ecónomo), indicando problemas, proyectos, presupuestos,...

3. Informaciones de parte del guardián acerca de cuestiones - problemas - actividades importantes que tienen un particular relieve desde el último cc.

4. También los hermanos a los que se les han confiado encargos particulares dentro de la fraternidad son invitados a dar cuenta regularmente del cumplimiento de su trabajo.

5. Es aconsejable que los hermanos que tienen compromisos particulares en el ámbito de la fraternidad provincial informen de cuando en cuando al cc. acerca de sus actividades.

cuarto elemento: deliberación común sobre problemas - compromisos - temas presentados en el ODD

1. Se afronten los problemas - compromisos - temas señalados en el ODD presentado anteriormente a toda la fraternidad.

2. Se aconseja que cuestiones - exigencias - problemas se ordenen según su importancia y la lógica interna. Así se facilitará un trato fluido y eficaz de los temas. Corresponde al guardián o al moderador del cc. establecer el orden de los temas que se tratarán.

3. En línea general durante el cc. no se deberían discutir temas nuevos, al menos que no se traten de argumentos particularmente importantes e inaplazables. Pero aún en este caso deberían ser aprobados por los capitulares para ser tratados inmediatamente.

4. Se haga de tal manera que no se trate siempre y sólo de cuestiones prácticas y/o materiales, sino que se afronten también temas espirituales, como:

Þ la oración comunitaria y personal de los hermanos;Þ la vida de pobreza (desapropiación) y el uso responsable de los bienes;Þ la vida de fraternidad (acogida, diálogo recíproco, encuentros informales,...);Þ la actividad apostólica (cómo se vive, cuáles son las dificultades y los aspectos

positivos,...);Þ la relación con personas “externas” que frecuentan nuestros ambientes comunitarios,...

5 Haya siempre un tiempo adecuado para los varios y las eventuales cosas que cada hermano desea comunicar a la fraternidad (el haber asumido compromisos; ausencias de la fraternidad; enfermedades de personas queridas;...).

También este es el momento en el que todos los hermanos están invitados a tomar nota y compartir, si lo creen oportuno, los temas que permanecen abiertos con otro hermano (vg.: escusarse; agradecer; estimar;...).

También puede ser útil -particularmente cuando el cc. ha sido “importante”- evaluar la trayectoria del capítulo.

quinto elemento: clausura del cc.

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1. El guardián haga una breve síntesis de los temas tratados, de las decisiones tomadas, de las cuestiones no tratadas y dejadas para el próximo cc., y recuerde las fechas de los próximos encuentros fraternos más importantes (incluido el cc.).

2. Es oportuno también que el guardián recuerde a la fraternidad los aniversarios y celebraciones particulares (cumpleaños, onomásticos, aniversarios de profesión y/o de ordenación,...).

3. Se termine con una oración comunitaria, espontánea o preparada, o con un canto.

4. Cuando sea posible, al cc. siga una conclusión festiva con un ágape fraterno (comida, cena o recreo fraterno).

sexto elemento: medidas que se han de tomar después del cc.

1. El guardián se preocupe de poner cuanto antes en lugar público las conclusiones y las decisiones tomadas, especialmente para que tomen nota los hermanos que no pudieron estar presentes al cc.

2. La fraternidad sea informada de la puesta en práctica de algunas decisiones confiadas en concreto por el cc. a un hermano.

II. EJEMPLOS

capítulo para la programación anual

Al inicio del año (generalmente en septiembre) se proceda a su programación. Se distingue generalmente entre “elementos fundamentales” y “modos de actuación”.

A. Elementos fundamentales

1. Es oportuno, antes de nada concretar bien el objetivo que se quiere lograr: se saque del Proyecto de Animación Provincial y, teniendo eventualmente presente las exigencias de la iglesia particular en la que se vive y se trabaja, se formule de manera clara, bien precisa, conforme a la realidad de los hermanos y al camino histórico de la fraternidad. Ejemplos: “crecer en la capacidad de dialogo en fraternidad”; “realizar un trabajo pastoral mejor coordinado”;...

2. Teniendo presente los destinatarios, su situación y sus posibilidades efectivas, el objetivo se divide luego en varios apartados para desarrollarlo en cada uno de sus aspectos y así poder ofrecer un “itinerario global”. Ejemplos: aspecto humano-psicológico del diálogo; el diálogo Dios-hombre en la Sagrada Escritura; el diálogo fraterno en el cc.; diálogo informal entre los hermanos (en la mesa; en el recreo;...); diálogo y comunicación dentro de nuestras estructuras religiosas (Orden; Provincia; otras expresiones del franciscanismo o de la vida consagrada laical) o de nuestras actividades pastorales (con los seglares; con los grupos y movimientos;...).

3. Conviene pensar también en los modos concretos de ejecución de los diversos aspectos del objetivo: intervención de un experto; jornada de retiro (dónde y cómo); capítulo espiritual (¿dirigido por uno de la fraternidad?); lectio divina; acento en la animación litúrgica; cómo moderar el uso de la televisión y favorecer el “recreo común”;...

4. Con la agenda en la mano, se intenta concretar todo esto teniendo presente el tiempo disponible: exactamente, para ser concretos, se diseña un programa.

5. Llegados a este punto, se tiene en mano una serie de datos y de fechas con una serie de subobjetivos para proponer. Ahora conviene hacer de tal manera que se convierta en itinerario existencial que comprometa a toda la fraternidad (cfr. abajo).

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6. El último elemento es la evaluación: es volver a medir siempre todos los parámetros para ajustar el tiro si es necesario, tal vez, también, para aceptar modificaciones si conviene, pero siempre salvando aquel itinerario que quiere conducir a las personas y a la fraternidad al objetivo elegido. A las evaluaciones parciales sucede, al finalizar el año, la evaluación final (cfr. abajo).

B. Modos de actuación

Se sugiere un itinerario en dos etapas:1. en un encuentro capitular el guardián presenta la propuesta de la programación

anual, ofreciendo a los hermanos todas las informaciones posibles y aceptando un primer diálogo de aclaración sobre la propueta y los modos de su ejecución;

2. después de un tiempo de reflexión (una semana o diez días) se reúnen de nuevo en cc. (preferentemente “fuera de casa”) para escuchar sugerencias - propuestas - ajustes y deliberar cómo llevarlo a la práctica.

Se haga todo no sólo con espíritu de fraterna colaboración sino también de “obediencia en la fe”, como pide más arriba el punto C.

capítulo de evaluación final

Es bueno que al acabar el año (generalmente en junio) se celebre un cc. para evaluar el camino hecho. Se sugiere el siguiente modo:

1. una semana antes del capítulo el guardián puede presentar, por escrito, a los hermanos una síntesis de lo que se había determinado al comienzo del año, señalando lo que se ha hecho y lo que “queda por hacer”; pida a los hermanos -con pertinentes preguntas o “líneas de reflexión”- su parecer sobre esto, cómo se han sentido implicados y cómo valoran la participación de la fraternidad (aspectos positivos y limitaciones), si tienen otras sugerencias para crecer;...

2. en el cc. (celebrado con media jornada de espiritualidad o de fraternidad “fuera de casa”), después de escuchar la Palabra de Dios y algunas reflexiones del guardián (cfr. más arriba), se proceda a la comunicación y a la escucha recíproca en lo referente al itinerario propuesto durante el año; se preste atención a cuanto se sugiere para mejorar algunos aspectos de la vida fraterna: puede utilizarse para la programación del siguiente año.

capítulo espiritual

Algunos temas pueden ser vividos a nivel de “experiencia espiritual”, enfocando el cc. como jornada de retiro (mejor si se celebra “fuera de casa”) o como encuentro de espiritualidad (“en casa”; alrededor de dos horas): en ambos casos se organice de tal manera que haya siempre (al estilo de la lectio divina) un momento para la escucha de la Palabra de Dios (o de otro texto espiritual), silencio para la necesaria reflexión personal, comunicación fraterna y participación, celebración comunitaria (eucaristía; liturgia penitencial; una parte de la Liturgia de las Horas;...) y conclusión festiva (comida; cena, recreo;...).

capítulo de “comunicación de vida”

Qué significa “comunicar”

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Para que una fraternidad crezca tanto desde el punto de vista humano como espiritual es necesario que se establezcan relaciones entre las personas que permitan una buena comunicación. Esto supone que cada uno esté atento a cómo se coloca frente al otro/a y al tipo de relación y reacción que asume ante las intervenciones tanto verbales como no verbales de los miembros de la fraternidad.

Los intercambios entre las personas, además, no son todos de la misma cualidad. Es necesario tomar conciencia para determinar el intercambio en profundidad (= comunicación) como el único capaz de otorgar vida a las personas y ayudarles a crecer. Los modos de intercambio pueden ser los siguientes:

1. la conversación: consiste en hablar de todo y de nada. En esta forma de intercambio no existe contenido (se habla de todo y de la primera cosa que viene a la mente), ni es una persona la que habla (no se compromete en lo que dice). Es útil sólo en los primeros tanteos, para conocerse, para iniciar un encuentro.

2. La información: tiene un contenido preciso (la conversación no se diluye en múltiples direcciones); pero, como en el caso anterior, los interlocutores no se comprometen verdaderamente en lo que dicen, sencillamente se expone el problema para que cada uno disponga de los elementos que le permitan hacerse una opinión clara (pero ¿a qué nivel?), con la preocupación de un mínimo de objetividad. Es útil en el camino de formación, ya que permite a cada uno darse cuenta de un problema o ir más allá de las impresiones subjetivas.

3. La discusión: se trata de presentar el propio pensamiento sobre un determinado argumento y someterlo a la crítica de los demás. Generalmente, la discusión compromete a las personas en lo intelectual, con el riesgo de un exagerado cerebralismo y de la elocubración como fin en sí misma. A menudo se queda en las ideas y en una defensa de realidades reconocidas como “deberes” que forman parte de un determinado sistema. Por esto, otro riesgo es el de la competitividad intelectual, en la que prevalece quien tiene más capacidad dialéctica. Pero es útil para aclarar ciertas situaciones y tener en mano todos los datos para el discernimiento.

4. La comunicación: no se trata de decir algo, sino de decirse de uno a sí mismo. El contenido es la misma persona que habla, es su vida real actual. Es hablar en primera persona (“yo”) evitando las generalidades (“se dice” - “parece que”). La comunicación supone confianza recíproca. Cuando una persona se manifiesta así, induce a sus interlocutores a una atención particular y les invita indirectamente a que le respondan de la misma manera. Además, supone que cada uno permite ser influido por el otro. En realidad, en el caso de la comunicación, cada uno de los interlocutores manifiesta lo que lleva dentro, para ofrecérselo a los otros, y al mismo tiempo se espera una actitud semejante por parte de los demás. Cada uno se hace vulnerable delante de los otros, entregándose uno a ellos, y permitiendo que los otros hagan lo mismo. Comunicar es, entonces, aprender a existir para aquellos que se tiene delante... y, en definitiva, frente a ellos. Y aprender a acoger la diversidad del otro sin destruirla. Sólo a través de la comunicación se logra vida fraterna (y catequesis) en sentido auténtico y propio, y los creyentes se comunican el uno al otro su fe en lo que ésta tiene de certeza y en lo que ésta tiene de problemático. Cuando alguno afirma: “he aquí como vivo y siento esta realidad” ocurre algo análogo a la “confesión de Cesarea”. Jesús había pedido: “¿qué dicen de mí?”. Los Apóstoles le informaron sobre las opiniones de sus contemporáneos. Pero Jesús hace, inmediatamente después, una pregunta mucho más arriesgada y que se dirigía a lo íntimo de sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?. Es una pregunta que no implica sólo la inteligencia sino más bien el corazón, el ser profundo, allí donde Jesús o es verdaderamente “Alguien” para mí, o no lo es en absoluto. Comunicarse esto es crear un espacio de comunicación de la fe.

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cómo se puede comunicar en fraternidad

Además de la comunicación personal, entre amigos, y de la informal (vg.: durante la comida, en la oración; como “resonancias” en una lectio divina o en un capítulo espiritual;...), puede darse una comunicación sobre la propia vida en un tema/experiencia específico por parte de todos los miembros de la fraternidad. Es decir, se puede prever un cc. en el que se comunique sobre el “cómo” y el “qué” se vive, por ejemplo, en relación con los propios compromisos, o cómo se viven los tiempos de oración comunitaria, o qué se vive en relación a algún aspecto de la vida religiosa, el sentido de eclesialidad, etc... lo importante es

· asumir bien la vida interior, sabiendo expresar sentimiento y emociones, certezas y dudas, experiencias positivas y negativas, dificultades, limitaciones;

· expresarse con libertad y sobriedad, evitando los bellos “discursos” sobre el tema sin comunicarse “uno mismo”.

Como itinerario metodológico se puede remitir a la siguiente propuesta:1. El cc. en el que se desea comunicar la propia vida, se considera como un

capítulo espiritual.2. Durante el silencio para la reflexión personal cada hermano intente conectar

con su vida real y resumirla (mejor si lo hace por escrito).3. Sigue luego la comunicación, hecha con la máxima libertad (mejor si se lee con

calma lo que se ha escrito con anterioridad) y la escucha de cuanto comunican los demás, sin manifestar juicios “interiores” y sin entrar en discusión con los otros; menos aún si se pretende vanalizar con comentarios o chascarrillos.

4. Al finalizar la comunicación el guardián puede -si lo cree oportuno- recoger las constantes que han surgido en la comunicación y proponerlas para una reflexión fraterna, siempre evitando que se llegue a la simple discusión o que se manifiesten interpretaciones psicológicas o valores morales sobre la vida de los otros.

5. El encuentro se cierra con una oración espontánea y un “ágape” o recreo común.

capítulos “especiales”

Se entienden experiencias especiales de fraternidad que se están consolidando en la vida consagrada, como el discernimiento comunitario, la revisión de vida y la corrección fraterna. De esto se hace una presentación aparte.

E. ALGUNAS “CONSIDERACIONES”4

1. Observaciones para los participantes en el cc.

· Si participas en el cc. con la intención, más o menos explícita, de cambiar a los otros, quedarás desilusionado.

· Si estás dispuesto e interesado en comprender a los hermanos, descubrirás en ellos tesoros que no te esperabas.

4 Se toma de G. SALONIA, o.c., pp. 123-129, recogido íntegramente también por V. VEITH, o.c., pp. 71-77.

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· Convéncete de que, más allá de las diferentes opiniones, cada hermano intenta colaborar en el mejoramiento de la fraternidad y en la búsqueda de la voluntad de Dios.

· Si una intervención te parece destructiva, intenta acogerla mejor: quizás percibas la amargura de quien todavía se halla desilusionado y herido por experiencias precedentes y tiene miedo a abrirse a la esperanza y a la confianza.

· Si una intervención te parece que está fuera de lugar o es irrelevante, intenta escucharla mejor: no todos logran expresar, de inmediato y con claridad, su pensamiento, su carisma personal.

· Ten presente que puedes estar en desacuerdo con una intervención, sin que por ello la bloquees o descalifiques.

· Si tienes la sensación de que la solución es clara y obvia para tí, y no entiendes por qué los demás no se dan cuenta, comprende que la aportación de uno, aunque sea excelente, tiene necesidad de tiempo para llegar a ser entendida por todos. Esta espera es útil también para tí: te da la posibilidad de convertirte a la paciencia y a la “ruminatio”, que son necesarias para profundizar una idea o una propuesta...

· No te identifiques con tus propuestas. Si te sientes herido porque tus aportaciones no son apreciadas, recuérdate que puedes recorrer el camino de la “desapropiación”, que conduce siempre a la purificación interior y a la liberación. Si consideras que la fraternidad necesita lo que propones, insiste con serenidad, recordándote que, en el camino fraterno, es mejor dar un paso juntos que cien solos.

· Cuanto más se implica la fraternidad en discutir una idea o propuesta, tanto mayor es la posibilidad de que se llegue antes a una aceptación convencida y, luego, a una total colaboración en la fase de realización.

· Saber reirse de uno mismo y de las propias propuestas, no tomar demasiado en serio la propia disponibilidad y las propias posibilidades para “salvar el mundo”: es una cualidad que procede de una sana estima de sí y de un camino de pobreza interior, y conduce a la serenidad interior y psicofísica.

· Tomar la palabra, en un encuentro fraterno, no es tanto un derecho que deriva del ser todos iguales, como un deber que deriva del ser todos hermanos, de estar todos implicados en la andadura de un camino fraterno.

· Al hermano que manifiesta una dificultad, antes que tu más o menos atinada solución, le interesa recibir el don de tu acercamiento y de tu comprensión. Ofrécele, eventualmente, tu experiencia y tus soluciones sólo después de haberle escuchado hasta el final y haber compartido su estado de ánimo durante un tiempo.

· Si intentas ayudar a un hermano y te das cuenta de que a tus palabras responde regularmente “sí, pero...”, “tienes razón, pero...”, corta: estáis recorriendo dos caminos paralelos.

Si quieres encontrarle, cambia de camino. Quizás el hermano quería sólo una respuesta comprensiva, o sentirte cercano como hermano, pero no como... “predicador” o “profesor”.

· La meta de un cc. es la de crear una convergencia de intenciones en torno al “próximo paso a dar” en el camino de la fraternidad.

· Si quieres hablar, recuérdate de las cualidades comunicativas que requiere el comunicante:-- sé claro: evita expresiones genéricas o alusivas;-- sé descriptivo: evita valoraciones, interpretaciones o etiquetas;-- sé personal: habla en tu nombre, evita el nosotros, citas de autoridad, acusaciones;-- si pretendes hablar de comportamientos de otros (por ejemplo: en la corrección fraterna) limítate a describir los hechos y, luego, expresa tu opinión, tu reacción o, todavía

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mejor, pide a la persona interesada si quiere comunicar las motivaciones o las intenciones de su comportamiento.

Recuérdate que cada evaluación, para ser positiva, debe estar precedida por la escucha de los diferentes modos de ver la realidad .* Evita cuidadosamente:-- confundir las intenciones con los comportamientos;-- confundir el comportamiento con la persona;-- buscar las intenciones del comportamiento de los otros, y, aún peor, poner etiquetas al otro.

Recuerda una vez más que acusar, valorar, juzgar, ser dogmático, son comportamientos que no ayudan ni a tí, ni al otro, y fomentan una espiral de incomprensiones.

Por la ley de “efectos recíprocos”, cada actitud estimula la semejante.La aceptación, a la larga, crea un clima de confianza y estima recíproca, mientras

que la valoración provoca agresividad y cierre defensivo.· Cuando escuches al otro:

-- no le interrumpas, aunque te parezca que ha perdido el hilo;-- no pienses en la respuesta mientras habla;-- sé afectuoso: escucha con atención, con interés, intentando comprender el punto de vista del otro, sus circuitos mentales, sus emociones,-- asegúrate, especialmente en las situaciones difíciles y cuando te encuentras turbado, haber entendido bien el pensamiento del otro: prueba, por ejemplo, a repetirle su mensaje para que tengas una confirmación (es también un buen entrenamiento para la escucha correcta).

· Evita hacer de padre espiritual, de profesor o de psicólogo: el cc. no es el ambiente adecuado.

Estos tipos de ayuda son desagradables y contraproducentes cuando son ejercidos fuera de lugar y con quien no lo ha solicitado. Asumiendo tales actitudes, a menudo, evitamos, la implicación entre iguales, como hermanos.

· Recuerda que mantener el secreto sobre lo que se habla en el cc. es signo de seriedad por tu parte y garantiza el clima de confianza recíproca en la fraternidad.

2. Sugerencias para el guardián - animador del cc.

· El clima del cc. (como el de la fraternidad) es definido de manera decisiva por tu estilo de animación. Ten presente la idea clave de que en el cc. tiene valor decisivo no lo que dices, los contenidos que expones, sino la relación, el modo con que te relacionas con los hermanos.

Cada cc. indica un paso, adelante o atrás, en la confianza y en la estima recíproca, especialmente por parte de los hermanos con el guardián. Por ejemplo: faltar al respeto y a la acogida de los participantes, aún con el más pequeño, el menos estimado de la fraternidad, transmite al grupo un clima de intereses que, a la larga, tendrá consecuencias negativas para todos.

· Cree profundamanete que cada participante tiene algo que decir y que dar a la fraternidad y que se trata de una aportación única, insustituible.

· La mejor solución en el aquí y ahora de tu fraternidad es la que nace del trabajo de la discusión y participación fraterna: no la que sería óptima para otra fraternidad o para la “ideal”.

Una solución menos exigente en el compromiso, pero más compartida por toda la fraternidad, se considera el mejor paso adelante en el crecimiento de la comunión.

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· Ten confianza en la fraternidad. Escuchada profundamente, toda fraternidad logra encontrar la propia senda, la solución mejor al propio camino.

· Presta atención particular a quienes tienen poco peso en la fraternidad: si das espacio y resonancia a sus palabras, hazlo con la convinción de que son las fuerzas escondidas de la fraternidad. Te darás cuenta, además, que en sus intervenciones, a veces reprimidas o desangeladas, se hallan presentes preciosas sugerencias para el camino fraterno.

Ayuda al hermano que se expresa de manera confusa o repetitiva a precisar y sintetizar su pensamiento. Serás ejemplo también para los demás.

· Desempeñarás bien tu deber si:-- hablas poco, e invitas más a hablar;-- intervienes para facilitar la comunicación de un mensaje o el dialogo entre dos hermanos, más que para valorar los contenidos;-- intervienes más en la línea de la fraternidad que de la persona, más en el sentido de colaborar a que emerja la solución que en el de dar tú las soluciones.

· Considera un don las objeciones y las réplicas.Toda objeción acogida y afrontada con franqueza y serenidad, sin culpabilizar ni

vengar a quien la ha presentado, ayuda a crecer y robustece la confianza de todos contigo.

Ten presente también que, en la dinámica del grupo, quien pone objeciones hace un servicio a la fraternidad: la aceptación de una decisión o de un punto de vista, que sigue a la confrontación con las objeciones, es más genuina, más duradera y más eficaz. Acoger una intervención agresiva significa pedir al interesado que exprese hasta el final su pensamiento y aporte sugerencias para mejorar la situación.

Si hay tensión entre dos participantes, no negar el conflicto con frases hechas, evita cegarte en la búsqueda de quién tiene razón y quién no, más bien obra de manera que cada uno clarifique los miedos y las inquietudes que tiene en relación con el otro.

· No te entusiasmes si no se presentan objeciones. Si tienes la sensación de que la aceptación es positiva y acrítica, prueba a dar espacio, a que aparezcan algunas objeciones. Es útil para prevenir dificultades sucesivas, en particular en las fases de actuación.

· Un momento difícil en el cc. está encarnado por los silencios.Existen diversos tipos de silencio, o mejor, pueden darse silencios con diversos

significados, por lo que conviene habituarse a enmarcarlos: por ejemplo, al comienzo o durante el cc., después de una intervención, etc... Si se tiene presente el contexto será más fácil encontrar los porqués.

En lo operativo, es útil aprender a tolerar el silencio del grupo sin atemorizarse, que conduce a un excesivo intervencionismo o a cambiar el discurso. Permanecer algunos minutos en silencio, en un cc. debería convertirse en una experiencia habitual: es una manera de concentrarse, entrar dentro de uno mismo, reflexionar sobre lo escuchado.

Si el silencio se alarga (pero sin prisa por comunicar que el silencio “es demasiado”), y el malestar en el grupo (o en tí) es excesivo, puedes pedir a los participantes que comenten este silencio: cómo lo viven, qué resonancias advierten, qué soluciones proponen. Es más difícil resolver el silencio cuando manifiesta protesta, rechazo, desconfianza. En estas situaciones es necesario comunicar y escuchar con atención la experiencia vivida, procurando que todos intervengan.

Evita, sin embargo, escuchar la intervención de un solo participante o, peor aún, enfangarte en el debate con un solo participante.

· No perder la amabilidad ni el respeto por cualquier cosa que se te diga.· Considera a la fraternidad herida gravemente y evita en absoluto:

-- entrar en polémica;

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-- desaprobar, o llevar a las cuerdas a alguno de los hermanos con respuestas o frases brillantes;-- reirse de uno o humillar;-- aliarte con los más fuertes o con los más conformistas;-- hacer alusiones a comportamientos o a personas: si debes decir algo, dilo con claridad, de manera directa, prestando atención particular a eventuales desconfianzas o miedos.

Todo esto es útil para prevenir ulteriores dificultades, particularmente en la fase de actuación.

BIBLIOGRAFIA

· Directorio del capítolo Conventual de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, aprobado por el Capítulo general extraordinario celebrado en Asís en 1981, Roma 1982.

· APARICIO RODRIGUEZ - J. CANALS CASAS, Capítulo, en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada, Publ. Claretianas, Madrid 1989, pp. 129-141.

· COLOMBERO, Dalle parole al dialogo. Aspetti psicologici della comunicazione interpersonale, Paoline, Cinisello Balsamo 1987.

· MANENTI, Vivere insieme. Aspetti psicologici, EDB 1991.

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· SALONIA, Kairòs. Direzione spirituale e animazione comunitaria, Collana Sussidi per l’animazione della vita religiosa n. 2, EDB 1994.

· SANNA, Capitoli, en Dizionario Francescano, EMP 1995, pp. 149-176.

· V VEITH, Il capitolo locale. Esperienze, riflessioni e orientamenti delle fraternità cappuccine, Collana Sussidi per l’animazione della vita religiosa n. 1, EDB 1993.

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EL DISCERNIMIENTO FRATERNO

ESQUEMA: A. El discernimientoB. El discernimiento en San FranciscoC. Presupuestos interiores del discernimiento comunitarioD. Los momentos del discernimiento comunitario

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Las Constituciones de nuestra Orden no hablan explícitamente del discernimiento, pero lo presuponen en cada apartado, especialmente donde tratan de la vocación, de la admisión a la Orden y de la formación.

Hoy, sin embargo, el discernimiento y el discernimiento comunitario, son considerados indispensables para la vida de una fraternidad, especialmente en el desarrollo de los capítulos, en las decisiones de los ministros y de los definidores, en el ejercicio de la autoridad en general, en las opciones del proyecto de vida...

A. EL DISCERNIMIENTO

El discernimiento podría definirse como una actividad interior que, a la luz del Espíritu Santo, intenta descubrir la voluntad de Dios para cumplirla con prontitud de ánimo. Se trata de una actitud religiosa que se basa en una actitud moral.

Sujeto del discernimiento puede ser la persona individual, que se interroga acerca de lo que es lo mejor ante Dios (discernimiento personal), o toda la fraternidad, que busca junta cuál sea la opción o la decisión más oportuna para ella acerca de un compromiso apostólico, una cuestión, un problema que la afecta (discernimiento comunitario). Discernimiento personal y discernimiento comunitario se integran: no se puede realizar un auténtico discernimiento comunitario si cada uno de los hermanos no está entrenado para el discernimiento personal; ni cada uno de los miembros puede hacer un discernimiento personal si no llega a ser eclesial, es decir, si no tiene en cuenta su relación con la fraternidad y con la Iglesia.

Interrogarse sobre la voluntad de Dios, es decir, sobre qué es mejor a sus ojos en una situación concreta, debería convertirse en la actitud habitual del hermano y de la fraternidad. Este entrenamiento, realizado en las circunstancias ordinarias de la vida, prepara poco a poco para ejercer el discernimiento en las grandes decisiones tanto personales como fraternas. El discernimiento no se improvisa: uno estará más capaccitado para ejercerlo en los grandes momentos de la vida cuanto más lo haya practicado en los pequeños, en las ocasiones comunes.

¿Qué criterios, puntos de referencia deben tenerse presentes para realizar el discernimiento? Para nosotros franciscanos el paradigma es una vez más la actitud del Seráfico Padre San Francisco.

B. EL DISCERNIMIENTO EN SAN FRANCISCO

Francisco realizó en su vida una continua obra de discernimiento tanto personal como comunitario. A menudo, en sus escritos aparece la expresión: “como mejor le parezca que conviene según Dios” (1R. 5,6; 2R. 7,2; cfr. 1R. 9,11; etc...), que manifiesta su atención a cuanto Dios le pedía y repite las palabras de San Pablo: “para ser vosotros capaces de distinguir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, conveniente y acabado” (Rm. 12,2).

Al final de la Carta al capítulo, el Seráfico Padre añade una oración, en la que sugiere a los hermanos la actitud fundamental que deben tener en sus asambleas capitulares y en su vida personal: “concédenos por tí mismo a nosotros, miserables, hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que te agrada” (CtaO. 50).

Este ha sido el criterio-guía en la vida de Francisco desde que el Señor en el sueño de Espoleto le desbarató sus proyectos humanos: “¿Qué quieres que haga, Señor?” (2C. 6). Desde entonces busca apasionadamente -y a veces dramáticamente- la

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voluntad de Dios sobre sí: “Con la mayor devoción oraba para que Dios, eterno y verdadero, le dirigiese en sus pasos y le enseñase a poner en práctica su voluntad. Sostenía en su alma tremenda lucha, y, mientras no llevaba a la práctica lo que había concebido en su corazón, no hallaba descanso; uno tras otro se sucedían en su mente los más varios pensamientos, y con tal insistencia que lo conturbaban duramente” (1C. 6).

Francisco busca en la oración el querer de Dios, una oración prolongada, agotadora, que recuerda la lucha de Jacob con Dios. Durante la oración es cuando escucha la palabra de Jesús Crucificado: “Francisco, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo” (2C. 10). Recurre a la oración cuando a la vuelta de Roma a Asís, después de la aprobación de la regla primitiva de parte de Inocencio III, le viene la duda de si con sus compañeros debía vivir en los eremitorios o pasar la vida en medio de la gente: “El siervo de Cristo Francisco, que no se fiaba de su propio crietrio ni del de sus hermanos, acudió a la oración, pidiendo insistentemente al Señor se dignara manifestarle su beneplácito sobre el particular” (LM. 4,2).

El Seráfico padre no tomaba una decisión, grande o pequeña, sin recurrir a la oración. Incluso cuando debía elegir si ir a predicar a un país en vez de a otro, “oraba e invitaba a los hermanos a orar, para que Dios dirigiese su corazón allí, donde fuese mejor según la voluntad divina” (LP. 79).

Francisco halla también una indicación clara de la voluntad de Dios en la Biblia. Se acerca a ella con la profunda convinción de que es Palabra de Dios para su vida. Así, acoge como invitación del Señor, dirigida a él personalmente, la palabra del Evangelio sobre el mandato apostólico. El “Poverello” exclama: “Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica”, y tira las sandalias, el cinto y el dinero, se ciñe una cuerda y comienza a predicar (1C. 22).

Cuando el amigo Bernardo le pregunta acerca de la voluntad de Dios sobre él, Francisco simplemente le responde: “entremos mañana de madrugada en la iglesia y pidamos consejo a Cristo”... Entran, pues, en la iglesia con el amanecer, y, previa devota oración, abren el libro del Evangelio, decididos a cumplir el primer consejo que encuentran” (2C. 15).

De todo esto aparecen algunos elementos indispensables para el discernimiento: la invocación fervorosa a la acción de Dios mediante su Espíritu, la fe en que Dios está guiando nuestra historia y que nos habla a través de su palabra, la actitud interior de plena disponibilidad.

Otro modo de acoger la voluntad de Dios es, para Francisco, la voz de la Iglesia. Si por una parte el Seráfico Padre busca el designio de Dios directamente en la oración o la escudriña, en cuanto le es posible, en la Palabra del sagrado Libro, por otra parte solicita la garantía de la Iglesia, que reconoce como prolongación de la mediación y de la autoridad de Cristo. Sabe que su nueva vida ha sido suscitada por el Señor (“el Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio” T. 14), pero pide la aprobación de la Iglesia. El Espíritu que suscita los carismas personales es el mismo Espíritu que da a la Iglesia los carismas “institucionales”, y no puede contradecirse. La Regla de Francisco se abre y se cierra con el compromiso de escuchar y seguir a “la santa Iglesia” (2R. 1,2; 12,4): este es el criterio para la evaluación de la bondad de las opciones de los hermanos.

Francisco discierne, también, la voluntad del Señor en las resonancias interiores que su espíritu prueba: la alegría, la dulzura que le inundan son para él signo de que se mueve en la voluntad de Dios. Experimenta así que cuando se determina por un gesto de bondad, aunque éste repugne a la naturaleza, como el servicio a los leprosos, prueba una extraordinaria dulzura interior, a diferencia de cuando se abandonaba a los placeres de un tiempo, que luego le dejaban vacío (cfr. 2C. 9).

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Otro medio para descubrir lo que es mejor ante Dios es el diálogo con los hermanos, su consejo.

En la Carta a un ministro, refiriéndose a un problema concreto entonces debatido, Francisco escribe que se tratará en el capítulo general de Pentecostés, con el consejo de “tus hermanos” (cfr. CtaM. 21-22).

Cuando le envuelve la duda de si el Señor le quiere para la vida contemplativa o para el apostolado, ora, pide que se ore y habla largamente con los hermanos: “Hermanos, ¿qué me aconsajáis? ¿Qué os parece más laudable?” (LM. 12,1). Luego manda a pedir consejo a Fr. Silvestre y a Santa Clara: su respuesta es para él “indicación de la voluntad de Dios”. Comenta San Buenaventura: “su mayor preocupación consistía en averiguar el camino y el modo de servir más perfectamente a Dios conforme a su beneplácito. Esta fue su altísima filosofía:... preguntar a sabios y sencillos, a perfectos e imperfectos, a pequeños y grandes, cómo podría llegar más eficazmente a la cumbre de la perfección” (LM. 12,2).

Clara, la hija predilecta, la plantita de Francisco, aprende de él a discernir los designios de Dios sobre la fraternidad a través del diálogo y la escucha atenta de todas las hermanas, “porque muchas veces revela el Señor a la menor lo que es mejor” (ClR. 4,18)

También el consejo de extraños a la Orden ayuda a conocer el querer de Dios: Francisco escribe en la Regla que los postulantes pueden ser enviados a personas temerosas de Dios, para que con su ayuda disciernan cómo distribuir sus bienes antes de entrar en la vida religiosa ( cfr. 2R. 2,8).

Resumiendo: el discernimiento de Francisco se basa sobre los siguientes criterios: la oración, la escucha interior del Espíritu, la escucha de la Palabra, la atención a los movimientos interiores del alma, la confrontación con la Iglesia, el diálogo con los hermanos y el consejo de “otros”.

C. PRESUPUESTOS INTERIORES DEL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO

Antes de que la fraternidad discierna sobre una determinada cuestión, es conveniente que cada uno de sus miembros cree en sí las condiciones psicológicas y espirituales que permitan un verdadero discernimiento comunitario. De hecho, si consideramos el discernimiento comunitario como el buscar juntos la voluntad de Dios con estilo evangélico, es decir, con una vida de “fe que se traduce en amor” (Gal. 5,6) es necesario que:

1. Se haga, en primer lugar, obra de purificación personal interior mediante el silencio, que ayuda a tomar conciencia de los condicionamientos interiores (miedo, pereza, desinterés,... sentimientos de hostilidad, razones exageradas,...) y abre a la escucha del Espíritu, de la Palabra, de la voz de la Iglesia, y permite la acogida de la “novedad” y de la “diversidad” respecto al propio modo de pensar; resulta problemático un discernimiento comunitario si en la fraternidad predominan complejos de superioridad que obstaculizan el diálogo y la acogida, o de inferioridad que conducen a encerrarse y a reacciones negativas;

2. se compruebe que la fraternidad goza de buena salud psíquica y que en ella predominan la madurez y la integración afectiva; es difícil realizar un correcto discernimiento comunitario si la fraternidad -en sus miembros- está afectada por desequilibrios, fuertes tensiones, situaciones de angustia o problemas neuróticos;

3. se madure una robusta actitud de fe, es decir, la conciencia de que es Dios quien guía la historia de todos y la nuestra, y es El quien desea manifestarnos su

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voluntad; esto requiere plena disponibilidad, apertura total para desear lo que El quiere; difícilmente se realiza discernimiento en la fraternidad en la que predomina una fe que se contenta con “ir tirando” y que no vive los impulsos del camino progresivo hacia los valores que fundamentan la vida cristiana y religiosa;

4. se dé una educación y un entrenamiento constante para escuchar a Dios que nos habla no sólo mediante su Palabra y su Espíritu en lo íntimo de nuestra conciencia, sino también a través de la historia en que vivimos (= signos de los tiempos), las sugerencias de la Iglesia (= Magisterio, vida eclesial), la confrontación con los valores de la tradición franciscana (= Regla, Constituciones,...), las sugerencias del Pueblo de Dios; una fraternidad que se cierra en la “autocomplacencia” de lo que hace y es, le será difícil aceptar los desafíos de la Palabra de Dios y de los signos de los tiempos;

5. se viva en fraternidad la aceptación recíproca, la escucha empática del otro, la disponibilidad a dejarse iluminar aún del más “pequeño” de los hermanos; si falta el sentido de corresponsabilidad y de colaboración, o se da entre los miembros claros rechazos de incompatibilidad o falta de estima y de confianza, difícilmente la fraternidad logrará realizar un correcto discernimiento.

D. LOS MOMENTOS DEL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO

Presuponiendo en cada uno de los hermanos las actitudes interiores mencionadas arriba, se puede proceder al discernimiento comunitario sobre el objeto en cuestión.

Manteniendo como verdadero que todo itinerario metodológico debe estar en función del objetivo que se persigue, teniendo en cuenta la realidad concreta de la fraternidad, se puede orientar dentro de las siguientes indicaciones:· Presentación de la cuestión: el guardián (o su delegado) expone el tema ofreciendo

una información objetiva y suficiente para el buen planteamiento de la cuestión; puede encuadrarlo dentro de los fines que la fraternidad se propone conseguir, teniendo como punto de referencia nuestro ideal franciscano (Regla y Constituciones) y el contexto histórico en el que vive la fraternidad (signos de los tiempos); sería oportuno que el mismo guardián indicase algunas posibles soluciones (al menos dos), ilustrando las motivaciones a favor de cada una de ellas y las eventuales dificultades. Resulta útil la pista de textos bíblicos, de la Regla y de las Constituciones, de algún documento de la Iglesia, aunque sea local (mejor si todo esto es recogido y se entrega a cada hermano).

Inmediatamente después cada uno puede pedir u ofrecer oportunas aclaraciones, a modo de intercambio preliminar de informaciones y de aportaciones, sin entrar en la valoración de las propuestas y de las opciones.

· Tiempo de reflexión: se toma luego un tiempo conveniente de oración personal, de estudio, de reflexión sobre el problema. Con ánimo exento de incomprensiones y de prejuicios, se deje guiar por la Palabra de Dios, por las sugerencias de la Regla y de las Constituciones, por los otros documentos de la Orden y de la Iglesia que pueden iluminar el argumento, por cualquier otro signo que mueva interiormente. Cada uno recoja, preferiblemente por escrito, los motivos que le inclinan hacia una u otra solución, situándose existencialmente en ella, buscando con humildad y sencillez lo que Dios está pidiéndole a él y a la fraternidad.

· Comunicación comunitaria: En una reunión comunitaria sucesiva, después de invocar al Espíritu Santo, se proceda a la escucha de todos, una escucha realizada en la sinceridad y en la verdad, intentando entender y apreciar las motivaciones del

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hermano, sin la preocupación de “responder” o hacer que prevalga el propio punto de vista o el interés personal (cfr. Const. 89,2). Cada uno manifieste con familiaridad y confianza lo que ha acogido a la luz del Señor y ha escrito precedentemente sobre las posibilidades de solución del problema (o primero todos sobre una propuesta, y luego todos sobre la alternativa), animado sólo por el deseo de contribuir al bien común. Aún en la hipótesis de que, escuchando a los otros, se cambie de parecer, es útil que se presente la posición inicial, y no se tenga miedo de repetir cosas ya dichas.

Se realiza así el “diálogo de información y consulta entre los hermanos”, solicitado por las Constituciones (Const. 87,2), teniendo presente que, particularmente en el capítulo conventual, “todos los hermanos... manifiesten libre y humildemente el propio parecer, y presten la colaboración de la experiencia personal” (Const. 88,3).

Una vez que todos los hermanos han expresado el propio parecer, se procede a un ulterior intercambio de impresiones y valoraciones, estableciendo una escala de prioridades o de opciones. De esta manera , se debería obtener un primer cuadro de las orientaciones que parecen más de acuerdo con la voluntad de Dios.

· Decisión comunitaria: llegados a este punto se podría dejar otro tiempo de reflexión y de oración, para que cada uno revise la propia orientación a la luz del parecer de los otros y, delante del Señor, elegir la solución que parezca mejor.

Luego se pasa a la decisión, que puede tomarse por unanimidad o con votación, o también -en los asuntos en que se requiere sólo el “consejo” de la fraternidad”- por el guardián, cuyo deber es de “decidir y de ordenar a los hermanos lo que ha de hacerse” (Const. 8,2)

El discernimiento versa por su naturaleza sobre casos abiertos a varias soluciones igualmente válidas, aunque según un baremo que va del bien al mejor y del mejor al óptimo. Se decida por la opción que mejor respete el camino real de la fraternidad, teniendo en cuenta que si no siempre es posible alcanzar el ideal de perfección al que se aspira, se da un paso hoy, compartido por todos: “mejor el menos perfecto en unidad que el más perfecto en división” (F. Ciardi).

Pero una vez madurada la decisión, ésta debe ser aceptada por todos como expresión de la voluntad de Dios (aunque parcial y contingente), y todos los hermanos deben dar su consentimiento, sobre todo en el plano operativo. Francisco diría que ahora el hermano debe estar dispuesto a “sacrificar lo mejor” propuesto por él, para “poner por obra lo que le manda el prelado” (o la fraternidad): “Pues ésta es la obediencia caritativa, porque cumple con Dios y con el prójimo” (Adm. 3,5-6).

· Confirmación de la decisión: la mejor confirmación de la bondad de la decisión tomada es que interiormente mantenga la paz del Espíritu, la unión de los ánimos, el impulso apostólico, el fervor de la oración, la reanudación generosa de la vida de consagración,...

Evaluación de la decisión: a su debido tiempo, la fraternidad puede proceder a una evaluación de la decisión tomada y de su situación, precisándola más, si parece oportuno, o reajustando algunos modos de actuación,... o revisándola del todo si ha quedado en “letra muerta” (aclarando el porqué), y procediendo a otra decisión comuniatria.

Concluyendo, no se olvide que el discernimiento, si es indispensable en ciertos momentos, cuando la fraternidad debe tomar decisiones importantes, debería convertirse en estilo habitual de vida, debería practicarse de manera también informal en el contexto cotidiano, en el coloquio personal, en la escucha y en la atención a los hermanos, en el

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manifestar con caridad y sinceridad el propio punto de vista, en el buscar el bien del hermano y de la fraternidad,...

BIBLIOGRAFIA

· AAVV., Formazione al discernimento nella vita religiosa, Ed. Rogate, Roma 1988.

· AZEVEDO, I religiosi: vocazione e missione, Ancora, Milano 1983, pp. 95-115; 195-252.

· BARRUFFO, Discernimento en Nuovo dizionario di Spiritualità, Paoline, Roma 1979, pp. 419-430.

· MANENTI, Vivere insieme. Aspetti psicologici, EDB 1991.

· MARIANI, Volontà di Dio en Dizionario Francescano, EMP 1995, pp. 2243-2254.

· M. MARTINEZ FERNANDEZ, Discernimiento en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada, Publ. Claretianas, Madrid 1989, pp. 518-542.

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LA REVISION DE VIDA

ESQUEMA A. PremisaB. Elementos fundamentalesC. Ambitos y formasD. Un posible itinerarioE. Condiciones y reglas para la revisión de vida

A. PREMISA

Entre las prácticas comunitarias adoptadas hoy por la Vida Consagrada, un puesto particular ocupa el ejercicio de la revisión de vida, entendida como “una reflexión crítica sobre un aspecto particular de la propia conducta o de la vida comuntaria, a la luz de la Palabra y de la Regla, ante la fraternidad y con la ayuda de la fraternidad” (A. CENCINI).

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La revisión de vida (= RdV) que surge entre los grupos de la “Juventud Obrera Cristiana” (JOC), fundada por Cardijn en Bélgica en 1924, y luego en Francia en 1927, rápidamente se extiende en el ámbito de la Acción Católica e influye en el Concilio Ecuménico Vaticano II (cfr. GS. 4), definido por algunos como “experiencia de revisión de vida hecha por toda la Iglesia”.

Su éxito se debe particularmente al hecho de que el método adoptado (ver - juzgar - actuar) responde de manera eficaz a las exigencias típicas de nuestro tiempo, como la solicitud de una mayor participación en los acontecimientos de la vida social y eclesial, el deseo de ser protagonistas de la propia vida personal y comunitaria, la exigencia de integrar la fe con el compromiso para transformar estructuras y formas de vida, la necesidad de aprender a leer los hechos de la vida (lo concreto, visible - ver), como signos de los tiempos de la presencia del Reino (lo concreto, invisible - juzgar), para realizar una acción evangélica eficaz (lo concreto, factible - actuar).

B. ELEMENTOS FUNDAMENTALES5

Los factores fundamentales que constituyen la trama de la RdV son: los hechos de la vida, el valor de la persona concreta, la dinámica del grupo humano, la voz de la Palabra.

1. Los hechos de la vida: de la espiritualidad de la fuga mundi que había encerrado a la vida religiosa en una especie de “turris eburneal”, se ha pasado progresivamente (desde el Concilio) a la del compromiso, que ha llevado a los religiosos a inserirse en los debates sociales, laborales, estructurales, políticos. Estos viven hoy mucho más insertos en la realidad vital y concreta donde el hombre trabaja, sufre, goza y decide la suerte de su existencia. Saben que tienen una forma propia de estar con y en pro de los hombres, de vivir en su misma sociedad, de vibrar con sus anhelos y justas aspiraciones. Están sensibilizados en lo humano para asumirlo y evangelizarlo desde la vocación-misión específica que han recibido. Se disponen a servir en el nombre del Señor a esta humanidad doliente o gozosa, hambienta u opulenta, opresora u oprimida, sedienta, en todo caso, de igualdad, de respeto, de promoción integral, de libertad, esperanza y amor” (p. 1592). La RdV se propone como instrumento útil para saber leer los hechos de la vida con espíritu evangélico, evaluandolos a la luz de la Palabra de Dios y de la Regla del Instituto, y para vivir un compromiso eficaz de evangelización.

2. El descubrimiento del valor de la persona: el proceso formativo del religioso orientado cada vez más al seguimiento radical de Jesús comporta una atención específica a su crecimiento humano y cristiano. La RdV puede ayudar a profundizar el sentido de la propia identidad personal y a desarrollar la participación personal y activa en la misión de la fraternidad local y del Instituto.

3. La dinámica de grupo: la estructura específica del “grupo religioso” es la vida fraterna que, por definición, es “tiempo de hermandad y de comunión”. Por esto “los religiosos siguen emplazados a hacer una relectura seria y profunda de las exigencias de la comunión: de la aceptación mutua; del diálogo sencillo y sincero; de la amistad auténtica; del compartir activo y espontáneo la riqueza de la fe común y el carisma del fundador. La revisión de vida puede llevar a replanteamientos estructurales de la misma fraternidad; a una experiencia espiritual más evangélica; a una convivencia fraternal más

5 Se resume de M. MARTINEZ FERNANDEZ, Revisión de vida, en el Diccionario Teológico de la Vida Consagrada, pp. 1589-1601.

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abierta y solidaria; a una caridad cristiana menos sofisticada; a una misión evangelizadora más realista” (p. 1594).

4. La invitación a la Palabra: El Concilio y los sucesivos documentos del Magisterio invitan continuamente a los religiosos a una confrontación con la Palabra de Dios, fuente que ha inspirado a los fundadores a vivir el seguimiento de Cristo y a hacerse propuesta de vida para aquellos que les han seguido. Como la Iglesia, la vida religiosa es invitada a ponerse “en religiosa escucha de la Palabra de Dios” (DV. 1) para confrontar con ésta la vida y los modos de seguimiento. El modelo de la RdV puede ser instrumento adecuado para ir de la vida a la Palabra, presentar los problemas y las situaciones humanas; volver de la Palabra a la vida, hacerla presente en el corazón de la vida con su fuerza y su luz.

C. AMBITOS Y FORMAS

La RdV no se confunde con otras experiencias, como:-- el capítulo de culpas, que es un examen de conciencia personal hecho en público para ejercitar la humildad;-- la corrección fraterna, que es un acto de caridad al colocarse uno mismo y el hermano frente a las propias responsabilidades para eliminar el mal y otorgarse el perdón, con el fin de ayudar a crecer a uno mismo y al hermano;-- la revisión de actividades, en la que se pregunta el porqué, cómo, cuándo, de parte de quién, con qué resultados se desarrolla un compromiso apostólico.

Siendo una reflexión cristiana hecha en común a la luz de la Palabra y de la Regla para lograr una visión de los hechos de la vida cotidiana en sintonía con la mirada con la que Dios mira al mundo, en vista de la realización de su plan de salvación , es un modo de realizar el discernimiento personal y comunitario. No conlleva una discusión ni una investigación puramente teológica sino la capacidad de dejarse implicar en una experiencia con todos, de aceptar crecer junto a los otros en el discernimiento de la voluntad de Dios sobre uno mismo y sobre los acontecimientos concretos del vivir humano y de la vida fraterna, de hallar las motivaciones evangélicas de nuestro actuar.

Por esto es propuesto gradualmente y con prudencia, con discernimiento sobre la realidad de cada uno de los hermanos y de la situación de la fraternidad: la introducción de la RdV puede provocar fracturas, conflictos; si no se hace antes un poco de camino y se crea un determinado clima de escucha y de confianza recíproca, ésta puede llegar a ser peligrosa, puede desordenar más que implicar, puede ser aquel “vino nuevo” que rompe los “odres viejos” sin lograr, luego, sanar las fracturas. Esto, sin embargo, no debe asustar, ni tampoco se debe esperar a que se den “todas” las óptimas condiciones para poderla realizar, “en caso contrario, si se espera ser maduros y fraternidad sin problemas, no se hará nunca revisión de vida” (A. CENCINI).

1. Ambitos de la RdV.

Objeto específico de la RdV son los hechos de la vida. En particular puede tratarse de:I un hecho de vida ajeno a los miembros y a la fraternidad, como un acontecimiento de la vida social, política, eclesial, tanto local como nacional;II un hecho de vida que afecta a la propia conducta personal, como la oración personal, la preparación al apostolado, la relación con los pobres, las “ausencias” de la fraternidad,...;

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III un aspecto de la vida fraterna en general, como la oración comunitaria, el ejercicio de la fraternidad, el trabajo apostólico de la fraternidad, el uso de los medios de comunicación, las formas de ayuno,...;IV aspectos de la vida fraterna para la promoción de los hermanos, con posibilidad de “puntos críticos” sobre lo hecho por los otros, de “corrección fraterna” (cfr. aparte).

No es siempre fácil mantener estas distinciones, sobre todo entre el tercero y cuarto aspesto. Además, este último es el más difícil y delicado, pues, prevé una comprensión exacta y equilibrada de la “corrección evangélica fraterna”. Normalmente es bueno comenzar por el primer aspecto para pasar gradualmente a los otros, “sin demasiada prisa y manía por llegar a lo perfecto” (A. CENCINI).

2. El método de la RdV.

El camino metodológico de la RdV se señala, en principio, en el trinomio: ver - juzgar - actuar. Otras experiencias utilizan otra terminología diversa, como: encuentro - evaluación - compromiso, o bien, ver - entender - colaborar.

I. Ver

(a) La observación de los hechos: se debe cuidar la objetividad (rigor y precisión al presentar los hechos), la significatividad (seleccionar los hechos /elementos del hecho que son significativos para la vida de la fraternidad, iluminándolos con alguna página del Evangelio, y presentar el problema con suficiente claridad y exactitud) y las implicaciones (en las estructuras sociales y eclesiales que implican a las personas).

(b) La visión personal: cuanto mayor es la experiencia humana y de fe del hermano, mayor es también la capacidad de leer correctamente los hechos y percibir su incidencia en las personas y en las estructuras comunitarias.

(c) La visión comunitaria: el ver en común aumenta las posibilidades de objetividad pero también las dificultades porque cada uno ve las cosas a su modo; también el número de componentes de la fraternidad puede ser de ayuda (si el grupo no está compuesto por más de 12 personas) o de dificultad (con fraternidades numerosas).

II. Juzgar: lo que se ha visto como realidad es ahora evaluado como valor o contravalor, con resonancias específicas dentro del grupo o en la vida de cada persona.

(a) Evaluación personal: consciente de los propios límites y colocándose con sinceridad ante el hecho, cada persona puede evaluarlo a la luz de su experiencia personal, de la reflexión de los valores evangélicos y en relación con los otros miembros de la fraternidad.

(b) El juicio evangélico: cada hecho, como su propia evaluación, es leído “con los ojos de Dios”: es necesario dejarse guiar por su Palabra que pronuncia un juicio sobre el hecho o sobre las personas implicadas para orientarlas a la salvación prometida que se está realizando, o no, en el acontecimiento.

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(c) La evaluación comunitaria: puede realizarse de modo correcto en la medida en que cada miembro del grupo acepte superar los diversos mecanismos de defensa o las actitudes de cerrazón para permitir penetrar el juicio evangélico en el corazón de la fraternidad y realizar la “conversión” que lleva a aceptar o rechazar determinadas opciones o visiones personales reductivas o antievangélicas de la realidad.

(d) El juicio de los hechos: es el momento más decisivo y delicado de la RdV, hecho con serenidad y humildad, respetando el crecimiento personal y comunitario, aceptando pacientemente entrar en diálogo con los otros, confrontándose objetivamente con la realidad iluminada por la Palabra, sintiéndose comprometido en primera persona en el proceso de discernimiento.

III. Actuar: la conciencia de cada hermano, iluminada por la fe y mantenida por la evaluación comunitaria, se compromete ahora a dar un testimonio creíble del Evangelio en la situación concreta de la que se hace revisión.

(a) Compromiso personal: cada hermano es invitado a adherirse responsablemente en primera persona al obrar que el Espíritu del Señor sugiere para aquella situación específica, aceptando la fatiga de la conversión y viviendo con sencillez la alegría de sentirse comprometido a testimoniar el Evangelio.

(b) Compromiso comunitario: depende de cuanto nace y madura en el corazón de cada hermano y de la fraternidad. Es importante la aportación del guardián al proponer los tiempos para la madurez de la opción, las etapas para la realización de ésta, las formas de compromiso personal. Proceder en manera vaga e indeterminada no favorece una correcta RdV.

(c) Evaluación de los resultados: siendo la RdV un camino, un proceso formativo de las conciencias y de la fraternidad, se debe prever un momento para la evaluación de las opciones asumidas y su realización, para añadir las oportunas correcciones o confirmar la validez de lo decidido.

D. UN POSIBLE ITINERARIO6

1. Propuesta del tema: el guardián, escuchado el parecer de la fraternidad, presenta el tema ofreciendo todas las informaciones útiles para motivar, ilustrar y explicar el problema; indica también, con precisión, los temas bíblicos y textos correspondientes en la Regla y las Constituciones, para que pueda efectuarse el juicio personal y comunitario (cfr. ver).

2. Tiempo de oración y de reflexión: ya que hacer la RdV significa recapacitar de manera consciente sobre la vida personal y comunitaria ante Dios y su Palabra , es necesario que haya un tiempo adecuado (10-15 días) para que cada hermano pueda reflexionar sobre el tema indicado en un clima de profunda oración. Es tiempo de súplica para obtener luz para sí y para los demás, para que cada uno pueda ver con claridad y sepa acoger con gratitud las aportaciones de los hermanos.

Sería oportuno tener una lectio divina comunitaria para crear un clima de escucha del Señor y de acogida de los hermanos.

6 Se vea A. CENCINI, Vivere riconciliati. Aspetti psicologici, EDB 1990, pp. 145-150.

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3. Reunión comunitaria: se reúne no para buscar o repartir las culpas sino, más bien, para integrar-transfigurar el mal personal y/o comunitario dentro de una búsqueda común de la “verdad en la caridad”, escuchándose con simpatía, comunicándose una recíproca estima y compartiendo la fatiga del otro al comunicar y/o al comprometerse en sus nuevas sendas de crecimiento.

Esto comporta un crecimiento en la capacidad de escuchar al otro en profundidad, de aceptar también sus silencios, sentirse responsables de lo que se dice y de los efectos que esto produce en los demás, evitando interpretar las intenciones de los otros o emitir juicios sobre éstos. La verdad está siempre sometida a la caridad (cfr. expuesto en el documento “El capítulo conventual”).

Sería oportuno que el guardián-animador preparase pistas para guiar a la fraternidad hacia un auténtico discernimiento comunitario, indicando (1) la realidad experimentada en la vida, (2) su transfiguración en la fe mediante la escucha de la Palabra evangélica y (3) su transformación en la caridad operativa. Así se va de lo “concreto visible” a lo “concreto invisible” para que se convierta en “concreto vivido”. Si tal experiencia es vivida en la verdad que obra mediante la caridad (cfr. Ef. 4,15), se puede pasar del “ver” con realismo, al “juzgar” con sinceridad, al “colaborar” con responsabilidad.

4. Celebración: la RdV, iniciada en la oración personal y/o comuniatria, desemboca en la comunicación fraterna, y concluye con la celebración comunitaria que puede prever dos momentos:

(a) en la capilla: con una celebración de la Palabra (como una lectio divina o una liturgia penitencial) que conduzca a la alabanza, a la acción de gracias, pero sobre todo al perdón recíproco, si es que se han producido tiranteces, fracturas, ansiedades, heridas en la comunicación fraterna;

(b) en el comedor: para celebrar fiesta juntos, de modo sencillo y tranquilo pero real, con una comida - cena o con un recreo común; es importante que haya un signo concreto por el que “hacer fiesta” típico de Dios Padre por los hijos reconciliados (cfr. Lc. 15).

5. Evaluación: está bien prever también un momento para la evaluación a breve o largo plazo cuando la RdV se termine con opciones operativas específicas para ratificar cuanto se ha hecho o para mejorarlo.

Si se deja guiar por el Espíritu del Señor a vivir de manera sencilla y equilibrada la experiencia de la RdV los frutos no faltarán: se crecerá en el conocimiento de uno mismo, se aprenderá a estimarse sinceramente, se capacitará para comunicarse el bien y acogerlo como gracia del Señor.

Un esmerado modelo evangélico de RdV puede ser identificado en la experiencia de los dos discípulos de Emaús (Lc. 24,13-35).-- dos discípulos reconsideran “un acontecimiento” sucedido recientemente en Jerusalén, contando “su versión” al desconocido peregrino que se había unido a ellos (vv. 13-24);-- el “desconocido peregrino” les ayuda a hacer una RdV iluminando el hecho con una lectio divina: “comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura” en aquel acontecimiento (vv. 25-27);-- esto les ayuda a entrar en una actitud de “conversión” que les lleva a la oración directa (v. 29) y a la contemplación (v. 31) de aquel acontecimiento que inicialmente era obscuro para ellos;

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-- reconocen, ahora, que todos los prejuicios, los miedos y el sin-sentido desaparecen; es más, se abren a una comprensión nueva de sí y del acontecimiento-Cristo (v. 32);-- cada particular resulta ahora tan verdadero y sensato que sienten la necesidad de volver a Jerusalén para hacer partícipes a los once y recomponer la comunión fraterna (vv. 33-35).

E. CONDICIONES Y REGLAS PARA LA REVISION DE VIDA7

I. Condiciones

Una buena RdV debería responder a estas exigencias:

1) un numero reducido de hermanos, porque el número grande de miembros bloquea siempre la comunicación íntima de los ánimos; por esto, en las fraternidades con más de 12 hermanos se prevea una división por grupos;

2) un grupo acorde: si las relaciones entre los hermanos son frías, si no se logra crear un clima cálido de amistad, si se sienten soportados y juzgados, la RdV está abocada al fracaso desde el principio; esto, sin embargo, no debe impedir el que se intente hacer;

3) un grupo que está unido por un ideal común o al menos por un intento común, de lo contrario no es posible entenderse más allá del lenguaje;

4) un respeto al menos implícito por las leyes naturales de la vida de grupo, como:-- el respeto sagrado a la persona,-- la escucha atenta y humilde del otro,-- el respeto a las ideas del otro,-- el ofrecer las propias ideas sin pretensiones, sin ambiciones de predominio;

5) la relación directa o indirecta con la Palabra de Dios: la razón es que la RdV es la búsqueda de la voluntad de Dios sobre cada hermano y la fraternidad; voluntad de Dios que es siempre implícita en la escucha humilde y atenta de su Palabra;

6) una mentalidad realista en el grupo: que la fraternidad-grupo sepa acoger los problemas en sus aspectos positivos y negativos sin dramatizar;

7) una mentalidad de autocrítica constructiva: la RdV es para construir, no para destruir; debe ser, pues, orientada hacia el optimismo constructivo, más que hacia el pesimismo demoledor;

8) la espontaneidad: sin espontaneidad el grupo se entumece en los esquemas, discute abstractamente. Sin espontaneidad se traiciona el clima de amistad. La espontaneidad es fruto de la sencillez; también puede ser fruto de la voluntad;

9) lo práctico: la RdV no es una mesa redonda para discutir sobre los principios, no se contenta con las bellas fórmulas: busca normas concretas de comportamiento, intenta plantear los problemas en su conexión existencial y práctica.

7 Se toma de V. VEITH, Il Capitolo locale, EDB 1993, pp. 93-95.

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II. Reglas

Se tengan presentes, como conclusión de cuanto se ha dicho hasta aquí, las siguientes siete reglas prácticas, útiles para la RdV.

1) No se parte para un viaje de exploración sin un mapa de marcha: el acontecimiento de la RdV es siempre la confrontación con la Palabra de Dios.

2) Para proceder de modo adecuado conviene ser un número bien delimitado y en sintonía. La RdV no es posible si el grupo no es grupo o tiene demasiadas tensiones internas.

3) El calor de la amistad facilita cualquier terea interior. La RdV aprovecha en proporción al calor fraterno que reina en el grupo. La amistad profunda realiza la presencia de la luz de Dios en el grupo: “Donde dos o más están unidos en mi nombre allí estoy Yo en medio de ellos”.

4) La espontaneidad es el oxígeno de la RdV. La mejor RdV. es la que nace por sí misma, de modo informal. A veces, sin embargo, hay que encauzar la espontaneidad. No hay que tener mucha fantasía para hacerlo: cuanto más íntimo es el grupo, más fiel es. Sin espontaneidad se paraliza lo mejor de la RdV.

5) El pesimismo es la carcoma más mortífera del grupo: hay que combatirlo para no comprometer de manera grave a la RdV. La revisión tiene la finalidad de construir, no de destruir. El pesimismo de grupo es más incisivo sobre las personas: el pesimismo de uno todavía se sacude con facilidad; el de grupo penetra más en profundidad y daña mucho más todavía.

6) No se haga la RdV sin preparación. Las cosas iimprovisadas no compensan como las preparadas. También la revisión espontánea es fruto de una preparación remota, quizá inadvertida.

7) Una rueda no gira sin eje: la revisión necesita de un responsable formal o informal que haga de eje del grupo. A menudo, el diálogo gira en el vacío o evade problemas esenciales. Muchas veces, ciertas “invasiones” sólo las puede frenar una autoridad aceptada por el grupo. Con frecuencia, el responsable es necesario para salvaguardar la caridad del grupo evitando derroteros que la pongan en peligro.

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BIBLIOGRAFIA

· CENCINI, Vivere riconciliati. Aspetti psicologici, EDB 1990, pp. 143-152.

· GASPARINO, Revisione di vita. Cos’è, come si fa, Collana Mondo Nuovo, LDC 1992.

· MARTINEZ FERNANDEZ, Revisión de vida en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada, Publ. Claretianas, Madrid 1989, pp. 1589-1601

· VEITH, Il Capitolo locale, Collana Sussidi per l’animazione della vita religiosa - 1, EDB 1993, pp. 93-95.

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LA CORRECCIÓN FRATERNA

ESQUEMA: A. La corrección fraterna, experiencia eclesialB. La corrección fraterna en la experiencia de San FranciscoC. Algunos presupuestos humano-espiritualesD. Cómo practicar la corrección fraterna personal y comunitariaE. Cómo acoger la corrección fraterna

A. LA CORRECCION FRATERNA, EXPERIENCIA ECLESIAL

Aun siendo “el mandamiento evangélico menos tratado” (A. CENCINI), la recomendación y la práctica de la “corrección fraterna” está presente tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición de la Iglesia, de modo especial en la vida consagrada.

1. En la Sagrada Escritura

· A la corrección fraterna se la coloca siempre en relación con el amor y tiene como ejemplo a Dios mismo, sabio educador que “reprende a los que ama, como un padre al hijo preferido” (Prov. 3,12; cfr. Dt. 8,1-6). De hecho, “Dios os trata como a hijos; y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija? Si os eximen de la corrección, que es patrimonio de todos, será que sois bastardos y no hijos” (Heb. 12,7-8).

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· En particular, es en los Libros Sapienciales en los que se afirma que un padre, si quiere verdaderamente el bien del hijo, debe recurrir también a la corrección: “Quien escatima la vara odia a su hijo, el que lo ama lo corrige a tiempo” (Prov. 13,24; cfr. Prov. 22,15; 23,13-14; 25,15-17; Eclo. 30,1). “Más vale reprensión abierta que amistad encubierta. Leal es el golpe del amigo, falaz el beso del enemigo” (Prov. 27,5-6).

· Y quien rechaza corregir al prójimo se hace cómplice de sus errores y pecados: “Reprenderás abiertamente a tu conciudadano y no cargarás con pecado por su causa” (Lev. 19,17). “Si yo digo al malvado que es reo de muerte y tú no le das la alarma -es decir, no hablas poniendo en guardia al malvado para que cambie su mala conducta y conserve la vida-, entonces el malvado morirá por su culpa y a tí te pediré cuenta de su sangre” (Ez. 3,18).

· Tales indicaciones se convirtieron en experiencia concreta entre los monjes de Qumrán (“los hombres de la comunidad se corrijan mutuamente con verdad, con humildad y con amor generoso”) y en la tradición rabínica (“Si tienes compañeros que te corrigen y otros que te alaban, ama al que te corrige y aléjate del que te alaba; ya que aquel que te alaba te conduce fuera de este mundo”, afirma Rabí Meir).

· El Nuevo testamento también afirma claramente que la práctica de la corrección fraterna era una experiencia eclesial. Particularmente Mateo (18,15-20) transmite una praxis ya consolidada en la primitiva comunidad cristiana: el hermano “que ha pecado” forma parte de los “pequeños y de los débiles” de los cuales la comunidad debe ocuparse de manera particular, saliendo a su encuentro. Se realiza así el “cuidado pastoral del hermano pecador”: como el Buen Pastor va al encuentro de la oveja perdida, del mismo modo la comunidad va al encuentro del hermano pecador mediante la corrección fraterna, primero personal y luego comunitaria.

Así también, en las comunidades paulinas hallamos el compromiso detallado de la corrección recíproca, entendida como “hacerse compañero de camino del que hierra, encargarse de sus pasos, compartir con él las dificultades, para ganarse al hermano” (F. CIARDI). Por esto Pablo invita a querer el bien del otro, a ser misericordiosos, a llevar al otro al propio camino (cfr. Ts. 5,15; Rm. 15,14; Gal. 6,1-2; Ef. 4,32; Col. 3,12-13). Y Santiago en su carta, además de llamar la atención del valor de la corrección fraterna, subraya la importancia de la oración para la conversión del hermano en pecado (cfr. 5,19-20).

2. En la tradición de la Iglesia

· En la tradición de la Iglesia, la práctica de la corrección fraterna se halla presente de modo particular en el ámbito de la vida monástica, tanto con “el uso de confesar al superior o públicamente delante de toda la comunidad las faltas exteriores, consciente de que los propios errores resquebrajaban la vida fraterna” (F. CIARDI), como (a partir del siglo VIII) con la praxis del “capítulo de culpas” durante el cual, ante la comunidad, el religioso se acusaba públicamente de las faltas externas, de los defectos motivados por negligencia y de las culpas involuntarias, y esto con vista a tutelar la observancia regular y salvaguardar las estructuras que sostenían la comunidad.

· Aun siendo considerado por algunos autores medievales casi un “sacramento” en sentido “lato”, el carácter ascético-jurídico y la atención a la observancia exterior hizo del “capítulo de culpas” un rito formal y esclerótico, que -en tiempos más cercanos a nosotros- cayó en desuso. Su desaparición “ha dejado un vacío en la vida de las comunidades religiosas porque de hecho, en la mayor parte de los casos, esto ha señalado la desaparición de la corrección fraterna” (F. CIARDI).

Por esta razón, hoy, en una época en la que la vida religiosa está más atenta a realizar una auténtica comunión fraterna que no a promover la fidelidad puntual de una

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observancia jurídica, es propuesta desde diversos puntos la práctica de la la corrección fraterna.

B. LA CORRECCION FRATERNA EN LA EXPERIENCIA DE SAN FRANCISCO

· Francisco de Asís consideraba a los hermanos como un “don” de Dios y se sentía responsable de ellos. Por lo que vigilaba sobre su vida y “llevado siempre de santa curiosidad por los súbditos, informábase de las acciones de todos mediante diligente y minucioso examen, no dejando nada sin castigo, si algo aparecía menos perfecto” (1C. 51).

Además, consideraba la vida de fraternidad como el espacio vital indispensable sin el cual no es posible vivir. Es en este espacio, entendido casi como “seno materno”, que para Francisco se hace visible en la tierna compasión y la premurosa corrección al hermano que ha faltado. Cada hermano que es culpable de una infracción o de un pecado, debe experimentar en comunidad cómo “el otro” sabe ser “madre” para con él.· A la corrección fraterna Francisco dedica el capítulo quinto de la Regla no bulada, que

comienza con esta exhortación: “custodiad vuestras almas y las de vuestros hermanos”. La corrección fraterna no se pide sólo a los ministros, sino que es deber del hermano para con el hermano que se equivoca. Francisco, pues, obliga a los hermanos súbditos a corregir a los hermanos ministros y pide a los hermanos de la fraternidad que ayuden al hermano que está faltando: “y si entre los hermanos, estén donde estén, hay alguno que quiere proceder según la carne y no según el espíritu, los hermanos con quienes está amonéstenlo, instrúyanlo y corríjanlo humilde y diligentemente” (1R. 5,5).

El hermano que corrige al hermano cumple un servicio, un gesto exquisito de caridad. La caridad es el clima en que nace la corrección fraterna y es eficaz. No se corrige al hermano poniéndose sobre un pedestal, desde lo alto: Francisco habla de la corrección hecha “humilde y diligentemente”, y en la Regla bulada, “humilde y caritativamente” (2R. 10,1). Humildad, caridad y diligencia: esta última actitud podemos llamarla también verdad.

La corrección fraterna se realiza en la caridad, porque se ama, y por lo tanto es libre de sentimientos de agresividad, de extorsiones, de animosidad, de falsa justicia. Francisco añade: “Y guárdense todos los hermanos... de airarse por el pecado o el mal del hermano” (1R. 5,7).

Se realiza con humildad, no olvidando jamás la propia debilidad y las propias caídas. No se corrige al hermano porque uno es mejor que él, sino porque se da cuenta de ser pecador como él y juntos se quieren ayudar para servir al Señor. Cuando la corrección fraterna nace de un corazón humilde, no humilla jamás.

Se realiza con diligencia, que podemos traducir también como verdad. No puede haber amor auténtico sin verdad, como también “una verdad que no es caritativa procede de una caridad que no es verdad” (San Francisco de Sales).· Francisco de Asís no habla sólo de hacer la corrección fraterna, sino también de

recibirla; es más, a quien recibe la corrección dedica una triple dicha: “Dichoso el siervo capaz de soportar con igual paciencia la instrucción, acusación y reprensión que le viene de otro como si se la hiciera él mismo. Dichoso el siervo que, al ser reprendido, acata benignamente, se somete con modestia, confiesa humildemente y expía de buen grado. Dichoso el siervo que no tiene prisa para excusarse y soporta humildemente el sonrojo y la reprensión por un pecado en el que no tiene culpa” (Adm. 22).

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Que para Francisco la corrección fraterna sea un auténtico regalo del hermano se deduce del hecho de que él, en un episodio de su vida, obliga al hermano reprendido a ofrecer como recompensa la propia oración por el hermano que le ha corregido (cfr. LP. 78).

Una fraternidad donde el hermano, por amor, corrige al hermano que se equivoca y donde el hermano acoge la corrección con gratitud y amor, es verdaderamente ”dichosa”: es una fraternidad construida sobre roca, que desafía los vientos y las tempestades de la vida.· No siempre es posible y oportuno corregir con palabras, pero siempre es eficaz la

corrección hecha con la vida. Cierto día, un docto dominico pidió a Francisco como debía interpretarse la palabra del profeta: “si... no hablas poniendo en guardia al malvado para que cambie su mala conducta..., te pediré cuenta de su sangre” (Ez. 3,18). Francisco respondió: “el siervo de Dios debe arder por su vida y santidad, de forma que con la luz del ejemplo y con el testimonio de la vida reprenda a todos los malvados. Quiero decir que el resplandor de su vida y el aroma de su fama harán saber a todos su iniquidad” (2C. 103).

C. ALGUNOS PRESUPUESTOS HUMANO-ESPIRITUALES8

La práctica de la corrección fraterna es antigua y no se puede improvisar, casi como si fuese una simple técnica de intervención opcional unida a casos de emergencia.1. Lo primero que se debe recuperar es el sentido de “fraternidad”, que supere tanto el individualismo que lleva a desinteresarse del hermano, como el miedo de que establecer íntimas relaciones constituye una amenaza a la propia individualidad, o la ilusión de lograr vivir los valores evangélicos y de la vida religiosa “solos”, o, en fin, el pretexto de constituirse en jueces de los otros sin aprender a convivir con el mal propio y el de los demás.

La corrección fraterna ayuda a descubrir al otro como “hermano”: no es un simple compañero de viaje o un colega cualquiera, “el que está al lado de mi habitación”, es aquel con el que se comparte un proyecto que ninguno podrá jamás realizar solo.

2. En segundo lugar, es necesario que tanto personal como comunitariamente se viva una auténtica y profunda experiencia penitencial del perdón de Dios a la luz de la Palabra de Dios: la corrección fraterna es un reflejo, casi una prolongación del camino penitencial tanto personal como comunitario, experiencia de dejarse guiar por la Palabra y hallar en ella el camino de la liberación.

La Palabra de Dios, como “espada de doble filo”, tiene la capacidad de “juzgar”, es decir, de ayudar a tomar conciencia del propio pecado y de “liberar”, es decir, abrir una nueva relación con Dios y con los hermanos.

Esta es la experiencia que se convierte en motivo inspirador y en contenido explícito no sólo para conversar sino también para corregirse recíprocamente. Si la corrección fraterna ha caído en desuso no quiere decir simplemente que se carece del coraje de practicarla o que no nos queremos, sino que quizás se vive distantes de la Palabra de Dios.

3. En fin, es necesario ser conscientes de que la corrección fraterna es una actividad espiritual, no un recurso de la dinámica de grupo. Por esto es necesario:· madurar una auténtica vida espiritual a través de un continuo discernimiento sobre el

propio ser y el propio obrar: es necesario discernir las motivaciones que impulsan a

8 Se sintetiza de A. CENCINI, Vivere riconciliati. Aspetti psicologici, EDB 1990, pp. 137-142.

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corregir al hermano; considerar si es el caso de intervenir o no, y de qué manera; evaluar bien la relación entre verdad y caridad;

· tener una intensa vida de oración que ayude a percibir al otro como un “don” y lleve a corregir al hermano con aquella dulzura (cfr. Gal 6,1) que no provoca como reacción la violencia, y con aquel amor (cfr. 2Tes 2,25) que “no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad” (1Cor 13,5-6);

· vigilar continuamente sobre uno mismo para no olvidar jamás las propias debilidades y las propias caídas: es un “recuerdo” que redimensiona las pretensiones y asume la actitud correcta de quien no pretende dominar sino que intenta servir, de quien no se siente mejor que los otros sino que desea colocarse al lado para caminar juntos;

· superar las tentaciones de la indiferencia, de “pasar al otro lado” (cfr. Lc 10,25-37) sin interesarse por el hermano necesitado, estando ausente y lejano del camino; reflexionar sobre lo que induce a desinteresarse del hermano (“¿soy yo el guardián de mi hermano?”; cfr. Gen 4,1-16) y que se manifiesta con afirmaciones del tipo: “No me corresponde a mí...; no son cosas mías...; no sirve para nada el intervenir...”);

· profundizar, tanto personal como comunitariamente, el sentido del ser llamados a seguir a Cristo ”juntos” (cfr. Mc 3,14-15): se forma fraternidad no en torno a valores humanos o al apostolado sino más bien en torno al amor de Dios para todos y en torno a la persona de Jesucristo, presente “donde están dos o tres reunidos” en su nombre (Mt 18,20); esto exige la capacidad de compartir el camino de fe con los otros hermanos y ayudarse recíprocamente a avanzar en el camino espiritual, poniendo al servicio de los demás los propios dones, con generosidad (cfr. Rm 12,16; 15,5; 2Cor 13,11; Col 3,16; Fil 1,2; 2,2; 4,2; 1Pe 4,9; Heb 10,24-25), mirarse cada día con ojos nuevos, es decir, con aquella mirada de fe que permite vislumbrar en el hermano un “hijo de Dios”, y reflexionar sobre el hecho de que “el buen corazón se ríe del juicio” (St 2,13).

D. COMO PRACTICAR LA CORRECCION FRATERNA PERSONAL Y COMUNITARIA

El texto evangélico de Mt 18,15-20 invita a distinguir la corrección fraterna personal de la comunitaria, dos formas que tienen en común las actitudes de fondo y la finalidad de alcanzar, se puede decir, la “promoción del hermano”.

1. Corrección fraterna personal

· Movido por el amor concreto al hermano y por la exigencia de mantener viva la unidad de la fraternidad, cada hermano puede practicar la corrección fraterna para con otro hermano como signo de amor, capaz de regenerar, curar, recuperar y recrear sin difamar al hermano en público y sin contar todo al guardián. De hecho, si el objeto de la corrección fraterna no es un hecho público, la corrección se lleva a cabo por la persona que conoce el caso.

Si, por el contrario, el hecho es de dominio público, entonces es el caso de preguntarse “quién” de la fraternidad es el más indicado para hablar con el hermano, sabiendo que no todos saben “medicar” de la misma manera. Debería intervenir aquel hermano que tiene más probabilidades de ser escuchado, o aquella persona con la que el hermano tiene una relación más estrecha de confianza y de afecto, o quien tiene más autoridad moral en la fraternidad. La corrección fraterna es un don del Espíritu, y no todos lo poseen.

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En cada caso, la corrección la lleva a cabo una sola persona, sin que el hermano deba soportar una serie más o menos larga de “sermones fraternos”. Y se realiza “en privado”, dejando la advertencia en público como última solución (cfr. Mt 18,15-18).

· Una particular atención debe ponerse también en el “cuándo” hacer la corrección: ciertamente no es aconsejable hacerla cuando uno de los dos se encuentra bajo el efecto de algún sentimiento negativo, como ira, impaciencia, ansiedad, tristeza. Mejor esperar el momento en el que estén tranquilos, creando precedentemente un clima de oración personal que permita tanto recuperar la serenidad y la claridad sobre los hechos, como lograr el contacto con el amor y la benevolencia de nuestro corazón, o robustecerse para soportar las consecuencias negativas de la misma intervención y aceptar el no ser comprendidos por el hermano que se desea corregir.

· Es oportuno, además, tanto subrayar los aspectos positivos del obrar del hermano y sus buenas cualidades, sin caer en la complacencia (se practica así la promoción fraterna), como pedir al interesado cuál es su versión de los hechos y como valora su conducta: “Pregunta a su amigo: a lo mejor no lo ha hecho...; pregunta al prójimo: a lo mejor no lo ha dicho...; pregunta al amigo: muchas veces es calumnia, no te fies de cualquier palabra” (Eclo. 19,13-15). Es inútil y dañino el hacer análisis psicológicos del hermano, interpretaciones subjetivas, generalizar la valoración. Sólo así la “corrección” puede llegar a ser “promoción” y no se desfigura en “proyección fraterna”, que consiste en atribuir al hermano un aspecto negativo o problemático que no se quiere admitir en uno mismo.

· En fin, la verdadera corrección fraterna hecha “abiertamente trae remedio” (Pro 10,10), si mira sobre todo las cosas importantes y esenciales del camino personal y comunitario (“Si tu hermano comete una culpa...”):

-- no es necesario quedarse en las minucias, ni ser gruñones o perfeccionistas; a menudo, se regaña al otro cuando hace las cosas de manera diversa a las propias, negando un justo pluralismo;-- la corrección no debe comprender aquellos defectos que la persona no se halla en grado de eliminar, como los defectos físicos, los “tic” nerviosos, las costumbres demasiado enraizadas, ciertos comportamientos que provienen de evidentes patologías: son simplemente “aceptadas” con aquel amor que “disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre” (1Cor 13,7).

2. Corrección fraterna comunitaria

Se trata de un “momento fuerte” de la vida fraterna, que es preparado con esmero y en el que tiene un papel fundamental la persona del guardián, invitado a “creer” que, mientras es guardián, tiene la gracia de ayudar a los hermanos de su fraternidad en el camino de la santidad.

Concretamente, para celebrar la corrección fraterna comunitaria, se podría proceder así.

(a) Unos veinte días antes de la fecha fijada para la corrección fraterna, el guardián sugiere a la fraternidad algunos textos de la Escritura, de la Regla y de los Escritos de San Francisco para la meditación personal sobre el tema de la acogida recíproca, de la benevolencia y de la estima, de la confianza y del perdón, del amor fraterno y de la corrección, invitando también a los hermanos a que acepten -fraterna y amigablemente-

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el presentarse escusas y ofrecer el perdón si en las relaciones cotidianas sucede alguna desaveniencia.

Si la corrección se realiza sobre algún tema específico o un sector de la convivencia fraterna, las lecturas bíblicas y los textos del Fundador serán más precisos y específicos.

(b) En el día señalado para celebrar la corrección fraterna (mejor si es durante una jornada de retiro o de espiritualidad), se comience poniendo en común el fruto de la meditación personal y se comunique lo que se ha vivido con relación al tema sugerido. Esto sirve para crear el clima espiritual adecuado de acogida y de respeto, poniéndose todos bajo el “juicio” de la Palabra del Señor.

Luego -o contemporáneamente- se puede, con mucha sencillez, humildad y verdad, pero también con la misma caridad y tacto, bajar a lo específico sobre el comportamiento de los hermanos que según el propio modo de ver las cosas o la propia sensibilidad impiden el crecimiento personal, o son un estorbo particular, o un freno a la unidad de la fraternidad. Se debe estar atentos a no psicologizar o generalizar las afirmaciones, sino que se expongan los hechos sabiendo que son recogidos desde el propio punto de vista, pidiendo al interesado que explique brevemente lo que fuere necesario. La intervención sea sobria, tranquila, hecha con la sabiduría del corazón que ama y perdona, de tal manera que la corrección no se convierta en “inquisición fraterna” (“¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?” St 4,12).

En fin, se tenga siempre presente subrayar los aspectos positivos del otro que nos han edificado y ayudado: esto es importantísimo tanto porque se manifiesta estima, afecto y confianza, como porque nos acostumbramos a considerarnos recíprocamente un don necesario para el propio crecimiento en el camino hacia la santidad. De esta manera, la “corrección” se convierte “en promoción fraterna”.

(c) La experiencia permitirá a todos expresarse y aclarar el propio parecer, evitando que se haga el “proceso” a una sola persona. Es importante que cada hermano se mantenga siempre vigilante y atento a lo que vive personalmente “en aquel momento”, tanto en negativo (sentimientos de ansia y de temor, pequeñas revanchas y porfías, reaparición de antiguas ojerizas y rencores, sensación de ser cogido en trampa, necesidad de escapar y liberarse de la crítica...) como en positivo (amor más auténtico, estima más profunda, sencillez en la relación, eliminación progresiva de prejuicios y juicios, menos rencor y capacidad de olvidar con más serenidad algunas ofensas que se remontan al pasado, asombro hacia el otro, alegría al constatar el camino de crecimiento del otro y de la fraternidad,...).

(d) El guardián tendrá también la prudencia y el equilibrio suficientes al confirmar cuanto se comunica o al corregir cuando el tono parece exagerado y poco respetuoso hacia las personas, perjudicando la misma experiencia de la corrección fraterna, o al invitar a comunicar la “experiencia” personal en relación con cuanto se ha dicho y con cuanto se ha recibido de los otros hermanos, subrayando en modo particular los “frutos del Espíritu” (cfr. Ga 5,22).

(e) No se olvide terminar, en fin, con una celebración penitencial y/o de acción de gracias al Señor, con el intercambio del signo de la paz mediante un abrazo fraterno. Puede terminarse con un “ágape fraterno” en el comedor.

3. Para practicar la “promoción fraterna”

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El objetivo de la “corrección fraterna” y de cada gesto de “benevolencia, de misericordia y de persón recíproco” (cfr. Ef 4,32) no pretende sólo restablecer el orden o el equilibrio y la armonía en las relaciones fraternas, sino también la promoción humana y espiritual del hermano. Se trata, pues, de “ganarse” al hermano (cfr. Mt 18,15) ayudándole a tomar conciencia de su “pecado” (corrección fraterna), pero también ayudándole en el no siempre fácil camino de crecimeinto y de madurez (promoción fraterna), confiando en las capacidades y en lo positivo que hay en él, además de la oración y la acción de la gracia del Señor.

Por esto, es indispensable que se aprenda a subrayar lo positivo del otro, a manifestar confianza en sus posibilidades de conversión, a creer en su bondad porque también él ha sido creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gen 1,26) y objeto de su amor porque es “hijo”, a vivir de manera correcta la compasión, “o sea, la disponibilidad a sufrir con el hermano, a llevar con él su peso, a cuidarse de él” (F. CIARDI).

Las actitudes que se requieren para vivir y practicar semejante amor fraterno son:-- creer en la propia capacidad de amor de modo gratuito, hecha de sorpresa y de admiración por el otro, de respeto y de estima, de escucha y de acogida, de servicio a su persona para que pueda llegar a ser cada vez más aquél que es llamado a ser;-- estar atentos a lo positivo del hermano, yendo a lo más profundo de él, al corazón, a lo mejor de sí; se requiere el compromiso de intuir lo mejor de los otros, su vida, el movimiento de su ser profundo con sus riquezas, la acción de la gracia del Señor en su vida cotidiana;-- desarrollar la capacidad de verse nuevos cada día, “con aquella mirada de fe que nos permite acoger al hermano que está a nuestro lado como a hijo de Dios” (F. CIARDI) y elimina el juicio que impide al otro cambiar, crecer y mejorar;-- acostumbrarse a compartir el camino de fe, comunicando en profundidad cuanto Dios va obrando en nosotros y en cada uno de nosotros, superando un malentendido “pudor” y aquel “respeto humano” que impiden hablar de Dios, de su modo de obrar en nuestra vida, de nuestro vivir juntos; de hecho, es oportuno “decirse y repetirse el proyecto común que a todos y a cada uno ha sido comunicado por el Espíritu, profundizando así el motivo por el que nos encontramos juntos” (F. CIARDI); es cultivar aquella reciprocidad que nos hace “custodios de nuestro hermano”, conscientes de que somos necesarios los unos a los otros para “amarnos el uno al otro” como nos ha sido encomendado por nuestro Señor (cfr. Jn 15,12-17); y permitir a la palabra salvífica de Cristo que “habite entre vosotros en toda su riqueza” (Col 3,16);-- aprender a respetar la autonomía y la libertad del otro para no manipularle ni “obligarle” a crecer desde fuera; el respeto exige amor y presencia, sin exceso de urgencias, ofrece al otro la confianza constante en su posibilidad y capacidad de orientarse hacia lo que es bueno para él y para lo que el Señor desea de él;-- manifestar el amor, el afecto, la confianza, tanto con las palabras como con los gestos, con actitudes auténticas y trasparentes de ternura, de aprecio y de estima; a través de expresiones auténticas (es decir, no equívocas), buenas (es decir, constructivas para sí y para el otro), sobrias en las manifestaciones externas, respetuosas en el contexto en que se manifiestan y respecto de la persona que las recibe, hechas oportunamente (con ocasión de un cumpleaños o del onomástico, o del aniversario de la profesión y/o de la ordenación, o de un acontecimiento especial que tiene relación con el hermano).

Se llegará así, poco a poco, a poner al servicio de los demás los propios dones, con generosidad (cfr. 1Pe 4,9), procurando la ayuda y la edificación recíproca, “tened ánimos y andad de acuerdo” (2Cor 13,11), “enseñaos y aconsejaos unos a otros lo mejor que sepáis” (Col 3,16), “considerémonos unos a otros para acicate del amor mutuo y del

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bien obrar,... animaos” (Heb 10,24-25). Con tal que todo se haga “en honor del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El” (Col 3,17).

E. COMO ACOGER LA CORRECCION FRATERNA

Si intelectualmente todos podemos estar de acuerdo sobre la validez de la corrección fraterna, no siempre estamos dispuestos a hacer espacio en nuestro interior a lo que Santo Tomás define “una especie de limosna espiritual”. Sólo personas suficientemente maduras y equilibradas saben acoger la corrección de manera objetiva, sin permitir que sea obstaculizada por los sentimientos de aquel niño herido e inseguro que llevamos dentro, dispuestos a reconocer la propia verdad “dentro” de uno mismo.

También es difícil ser agradecidos con aquellas personas que nos ayudan a ser mejores con su crítica y estímulo. Por esto, San Pablo invita a amar a aquellos “superiores-hermanos” que reprenden a la comunidad y a apreciar su ingrato deber (cfr. 1Tes 5,12-13).

¿A que actitudes interiores es necesario que nos eduquemos para acoger positivamente la corrección fraterna?

· Escuchar con atención y con corazón abierto, sin ponerse inmediatamente en la defensiva y sin necesidad de responder con prisas: “el que contesta antes de escuchar sufrirá el sonrojo de su necedad” (Pro. 18,13). Una buena escucha es tal cuando es consciente y se acepta con serenidad la posibilidad de haberse equivocado, de no ser coherentes siempre con las opciones,... y cuando es capaz de controlar los impulsos de la autodefensa inmediata.

· Establecer un diálogo fraterno: pedir explicaciones si no se comprende o no se está de acuerdo con cuanto se ha dicho, o por la valoración hecha sobre una obra propia, de manera que se haga un análisis serena, libre de la agresividad que aparece en una persona cuando se siente criticada “injustamente”. Puede ser útil en este caso el parecer o el criterio de una tercera persona.

· Saber atender y tomarse tiempo antes de dar una respuesta después de haber escuchado la corrección fraterna: es tiempo para la reflexión personal que permita una evaluación serena de sí y del otro, para “integrar” en la propia experiencia y en la imagen que se tiene de uno mismo cuanto ha sido comunicado, para dejar posar eventuales sentimientos negativos hacia el hermano. Es, sobre todo, tiempo para la oración personal, para pedir luz al Espíritu del Señor, para disipar las tinieblas, humildad para acoger los propios espacios negativos, equilibrio para reconocer las propias defensas y fatigas interiores. Y, finalmente, es siempre saludable reflexionar sobre el hecho de que nadie logra abarcar todos los aspectos de una acción o de una evaluación.

· Si se considera oportuno y/o necesario, se puede también responder al hermano de quien se ha recibido la admonición y exponer el propio punto de vista y las resistencias encontradas, con amabilidad y humildad, evitando toda clase de resentimientos. Sobre todo, se evite atacar al otro sobre el mismo argumento (“si tuviese que fijarme en cómo actúas en esto y esto...”) y desviar la conversación hacia otros hermanos (“¿Por qué me dices esto a mí? También Ticio hace lo mismo, sin embargo, no le dices nada...”).

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· Tanto si se logran dar todos estos pasos como si no, es siempre importante -también en el caso en que no se esté de acuerdo con cuanto subraya el hermano- agradecer porque alguien se ha interesado por tu vida, ha afrontado la molestia de comunicar cosas desagradables, ha dado la cara en vez de murmurar a escondidas, porque nos consideramos personas maduras, capaces de aceptar la corrección y hacer un camino de conversión.

BIBLIOGRAFIA

· A. ARVALLI, Correzione fraterna nella maturità umana e spirituale. Annotazioni su alcuni aspetti psicologici collegati alla pratica della correzione fraterna in Credereoggi 88 (4/1995): Correzione fraterna nella Chiesa, pp. 51-61 (tutto il numero è utile per l’approfondimento).

· A. CENCINI, Vivere reconciliati. Aspetti psicologici, EDB, 1990, pp. 137-142.

· F. CIARDI, Strumenti concreti per la vita di comunione in F. CIARDI (de.), Il coraggio della comunione. Vie nuove per la vita religiosa, Città Nuova, Roma 1993, pp. 32-46 (con bibliografia specifica alla nota 5, p. 38).

· G. COLOMBERO, Dalle parole al dialogo. Aspetti psicologici della comunicazione interpersonale, Paoline, Cinisello Balsamo 1987.

· J. GALOT, Vivere insieme un grande amore, Ancora, Milano 1994, specie pp. 143-165 (aspetto biblico).

· M. HUBAUT, Saper perdonare. Riconciliazione e guarigione interiore, EMP 1995.

· A. MANENTI, Vivere insieme. Aspetti psicologici,EDB 1991.

· J.M. MARTIN-MORENO, Il perdono nella vita della comunità, Paoline, Cinisello Balsamo 1991, pp. 82-104.

· J. MONBOURQUETTE, L’arte di perdonare. Guida pratica per imparare a perdonare e guarire, Paoline, Milano 1994.

· G. SOVERNIGO, Vivere la carità, EDB 1992, specie le pp. 201-222.

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· V. TERRINONI, Se tuo fratello... (Mt. 18,15). Sui sentieri evangelici della vita fraterna , EDB 1993, specie pp. 59-137.

· J. VAINER, La comunità luogo del perdono e della festa, Jaca Book, Milano 1991.

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COMO UTILIZAR ESTE “INSTRUMENTO”

Ante cuanto se ha propuesto aparece el problema de la mediación, es decir, de cómo utilizar sabiamente cada propuesta. Admitiendo que toda “novedad” requiere tiempo para ser acogida tanto como valor que como experiencia, y que un valor “que sostiene la vida de una comunidad de personas y da sentido a su estar juntas, debe celebrarse con los gestos sencillos de la vida de cada día si quiere permanecer como valor fundante y significativo” (A. CENCINI), se sugiere tener presente cuanto sigue respecto a la “personalización” de la propuesta y su utilización (esquema-síntesis).

A. PARA LA “PERSONALIZACION” DE LA PROPUESTA

1. Compromiso del guardián

· El guardián lea con calma cada tema, reflexione atentamente sobre ellos, escuche lo que suscitan interiormente (miedos, dificultades,... sentimientos de adhesión, aprobaciones,... desacuerdo intelectual o emotivo,... dificultades operativas,...).

· Puede ayudar, terminada la lectura-reflexión, interrogarse siguiendo este itinerario:I. ¿en qué medida me ha sido útil la lectura-reflexión y a qué nivel (intelectual, metodológico,...)?-- ¿qué valores considero importantes para mí y cómo puedo experimentarlos en mi vida cotidiana?-- ¿qué dificultades encuentro personalmente frente a la propuesta y de qué clase son (intelectuales, emotivas, operativas,...)?-- ¿qué puedo hacer para superar tales dificultades (opciones concretas y posibles, equilibradas y realistas)?II. ¿qué valores considero importantes para el crecimiento de mi fraternidad?

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-- ¿cuál es la situación actual de mi fraternidad en relación con cada uno de los valores? (señalar los aspectos positivos y las dificultades);-- ¿cómo implicar a mi fraternidad en un camino de profundización de los valores que desemboque en la práctica del instrumento que se sugiere? (prever tiempos y modos);-- ¿qué dificultades provenientes de cada hermano presiento que deberé afrontar y sobre qué puedo apoyarme para superarlas?

· Se debe tener el corage de “arriesgarse” a presentar la propuesta, aceptando que se pueda realizar aunque sea en tiempos muy largos.

2. Compromiso de la fraternidad

· Se puede preparar el terreno-ambiente mediante oportunas intervenciones sobre el tema-valor tanto a nivel de comunicación en el Capítulo conventual como en los momentos de oración, aprovechando también cualquier coloquio personal para indicar la importancia de la propuesta.

· Se invite a cada hermano a leer personalmente una parte del presente instrumento, que sea objeto de una atenta reflexión. Puede ser útil sugerir unos “puntos para la reflexión”, sobre el modelo:

-- ¿qué he hallado útil en la lectura de estas páginas?-- ¿cuáles son los valores significativos que advierto para mi camino de crecimiento y el de la fraternidad?-- ¿cuáles son las dificultades que siento en mí y de qué naturaleza son (intelectual, emotiva, metodológica,...)?-- ¿qué puedo hacer para superar tales dificultades si considero importantes los valores indicados?-- ¿cuáles son las dificultades que mi fraternidad podría encontrar en vivir una experiencia semejante y cómo podríamos superarlas juntos, respetando el camino de cada cual?

· Se prevea un momento para compartir cuanto ha aparecido en la reflexión personal. De las comunicaciones, se puede entrever si la fraternidad ha acogido la propuesta y, por lo tanto, si se puede pasar a ponerla en práctica, o si hay necesidad de detenerse todavía para madurarla mejor.

Sería útil concretar con la misma fraternidad modos y tiempos para favorecer este camino de madurez, quizás escuchando o señalando experiencias al respecto.

· Es importante que se haga un sereno discernimiento comunitario, sabiendo que no es fácil para nadie exponer a los otros la propia vida interior ni permitirles que digan nada sobre nuestro obrar. En muchos hermanos falta una formación al respecto, y no se puede adquirir de un día para otro, ni se puede imponer.

B. FICHAS DE SINTESIS

Parece oportuno presentar unas fichas de síntesis metodológica sobre algunas propuestas desarrolladas en el presente instrumento, al que es necesario acudir a la hora de profundizar.

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1. El capítulo conventual “espiritual”

· Preparación: el capítulo conventual espiritual necesita una buena preparación, que consiste en indicar a la fraternidad (una semana antes del encuentro fraterno) el lugar - el tema - el posible ponente - los textos bíblicos o de la Regla y de las Constituciones a los que se hará referencia.

· Desarrollo: cuando la fraternidad está reunida, se puede seguir el siguiente esquema:-- Canto u oración en conexión con el tema o invocación al Espíritu Santo.-- Escucha de la Palabra de Dios (o de otro texto adecuado).-- Sugerencia de algunos puntos para la comprensión de la Palabra por parte del guardián o del ponente.-- Un momento de silencio para la reflexión personal, favorecida con algunas preguntas o pistas de profundización.-- Comunicación fraterna y participación de cuanto el Espíritu del Señor ha sugerido, y de la propia experiencia que viene al caso.-- Oración comunitaria bajo forma de invocaciones-intercesiones espontáneas.-- Conclusión con un canto o una oración.

2. Capítulo conventual de “comunicación de vida”

· Preparación: como para el “capítulo espiritual”, es necesario que antes del encuentro fraterno el guardián comunique tanto el argumento sobre el que los hermanos están invitados a comunicar como algunos textos bíblicos (o de otro género) que favorezcan la preparación.

· Desarrollo: se sigue el esquema precedente, con posibilidad de algunas variantes.-- Canto u oración en conexión con el tema o invocación al Espíritu Santo.-- Escucha de la Palabra de Dios (o de otro texto adecuado).-- Sugerencia de algunos puntos para la comprensión de la Palabra por parte del guardián.-- Un momento de silencio para la reflexión personal, favorecida con algunas preguntas o pistas de profundización. Cada hermano es invitado a considerar su vida real y concretarla (mejor si lo hace por escrito).-- Comunicación fraterna y participación de la propia experiencia, hecha con la máxima libertad (mejor si se lee con calma cuanto se ha escrito precedentemente), y en la escucha de cuanto comunican los otros; se evite entrar en “discusión” con los otros o banalizar su experiencia con comentarios o chascarrillos.-- Diálogo sobre la experiencia vivida: al finalizar la comunicación el guardián puede -si lo cree oportuno- tomar algunos puntos constantes que han aparecido en la comunicación y los propone para una profundización comunitaria; cada hermano puede también dialogar, pidiendo aclaraciones y puntualizaciones a los otros hermanos.-- Oración comunitaria bajo forma de invocaciones-intercesiones espontáneas.-- Conclusión con un canto o una oración adecuada.

3. Revisión de vida

· Preparación: el guardián indica el tema sobre el que hacer la RdV, aportando todas las indicaciones útiles para su comprensión (ver) y ofreciendo textos de la Sagrada Escritura y de la Regla-Constituciones para su evaluación ( juzgar). Deja un tiempo (10-

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15 días) para la reflexión personal de los hermanos y para que cada uno pueda ofrecer su aportación (obrar).

· Desarrollo: la RdV puede celebrarse como “capítulo conventual espiritual” de la siguiente manera (con posibles variantes):

-- Canto u oración en conexión con el tema o invocación al Espíritu Santo.-- Escucha de la Palabra de Dios (o de otro texto adecuado). Puede seguir un breve comentario del guardián que recuerde el sentido de lo que se está viviendo.-- Un momento de silencio para que cada uno evalúe el fruto de la propia reflexión y precise qué es lo que desea comunicar (mejor si lo hace por escrito).-- Comunicación fraterna y participación de la propia reflexión.-- Diálogo sobre la experiencia vivida: al finalizar la comunicación el guardián puede -si lo cree oportuno- tomar algunos puntos constantes que han aparecido en la comunicación y proponerlos para una profundización comunitaria; cada hermano puede también dialogar, pidiendo aclaraciones y puntualizaciones a los otros hermanos.-- Opción operativa y su evaluación: después del diálogo, el guardián propone a la fraternidad algunas opciones operativas aparecidas y guía a los hermanos a la elección de compromisos concretos, previendo el modo de realización y la evaluación a su debido tiempo.-- Conclusión con un canto o una oración adecuada.

4. Corrección fraterna comunitaria

· Preparación: el guardián invita a la fraternidad a la reflexión sobre un determinado aspecto de la vida comunitaria, sugiriendo textos bíblicos o franciscanos adecuados. Cada hermano examina la propia vida y la de la fraternidad a la luz de los textos.

· Desarrollo: dentro de un “capítulo conventual espiritual” o de una liturgia penitencial se puede proceder del siguiente modo (con adaptaciones a la realidad específica de la fraternidad).

-- Canto u oración en conexión con el tema o invocación al Espíritu Santo.-- Escucha de la Palabra de Dios (o de otro texto adecuado). Puede seguir un breve comentario del guardián que recuerde el sentido de lo que se está viviendo.-- Un momento de silencio para que cada uno evalúe el fruto de la propia reflexión y precise qué es lo que desea comunicar (mejor si lo hace por escrito).-- Corrección fraterna: cada hermano comunica el fruto de la reflexión personal, señalando con verdad y caridad actitudes y opciones personales, comunitarias o de algún hermano que le han creado desasosiego, y subrayando los aspectos positivos que ayudan a su crecimiento y al de la fraternidad.-- Diálogo sobre la experiencia vivida: al finalizar la comunicación cada hermano puede precisar mejor su propia vida, pedir y ofrecer aclaraciones, pedir y ofrecer el perdón al/a los hermanos.-- Intercambio de un gesto de perdón, si se celebra la corrección fraterna dentro de una liturgia penitencial.-- Oraciones espontáneas para invocar la misericordia del Señor y pedir una mirada de benevolencia, confianza y estima hacia los hermanos.-- Conclusión con un canto o una oración adecuada (durante el capítulo conventual) o con el intercambio de un gesto de perdón y la bendición (durante una liturgia penitencial).

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A cargo de laComisión de la

Formación Permanente

INDICE GENERAL

1. Presentación.................................

2. EL CAPITULO CONVENTUAL................A. Los capítulos en la experiencia del franciscanismo primitivo.......B. Los capítulos en nuestra legislación actual................C. Presupuestos espirituales y humanos para reanimar el capítulo conventual.....D. Estructura del capítulo conventual.................. I. Elementos estructurales fundamentales................. II. Ejemplos..........................E. Algunas consideraciones......................

3. EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIOA. El discernimiento...................B. El discernimiento en San Francisco ......................C. Presupuestos interiores del discernimiento comunitario .................D. Los momentos del discernimiento comunitario ..........................

4. LA REVISION DE VIDA ........ A. Premisa ..................B. Elementos fundamentales .....................C. Ambitos y formas ..........................D. Un posible itinerario .....................E. Condiciones y reglas para la revisión de vida ......................

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5. LA CORRECCION FRATERNAA. La corrección fraterna, experiencia eclesial ...............B. La corrección fraterna en la experiencia de San Francisco .........C. Algunos presupuestos humano-espirituales ....................D. Cómo practicar la corrección fraterna personal y comunitaria ..........E. Cómo acoger la corrección fraterna ..................

6. COMO UTILIZAR ESTE “INSTRUMENTO”A. Para la “personalización” de la propuesta ...............B. Fichas de síntesis ....................

Indice .............................

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