programa erfurt gotha

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    CRTICA DELPROGRAMA DE GOTHA

    Carlos Marx

    CRTICA DELPROGRAMA DE ERFURT

    Federico Engels

    Fundacin Federico EngelsMadrid

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    CRTICA DEL PROGRAMA DE GOTHACarlos Marx

    CRTICA DEL PROGRAMA DE ERFURTFederico Engels

    Primera edicin: Abril 2004

    Fundacin Federico Engels

    ISBN: 84 - 932118 - 9 - 3Depsito Legal: M-1751-2004

    Publicado y distribuido por la Fundacin Federico EngelsC/ Hermanos del Moral 35, bajo28019 Madrid

    Telfono: 914 283 870 Fax: 914 283 871www.engels.org [email protected]

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    N D I C E

    Introduccin de los editores ...................................................... 7

    CRTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA .............................. 17

    Prlogo de Federico Engels ....................................................... 19

    Carta de Marx a W. Bracke (5 de mayo de 1875) .................... 21

    Glosas marginales al Programa del Partido Obrero AlemnI. ......................................................................................... 23

    II. ......................................................................................... 35

    III. ......................................................................................... 38

    IV. ......................................................................................... 39

    Federico Engels sobre el Programa de GothaCarta a Augusto Bebel (18-28 de marzo de 1875) ............................ 47Carta a Wilhelm Bracke (11 de octubre de 1875) ............................. 55Carta a Augusto Bebel (12 de octubre de 1875)................................ 58Carta a Carlos Kautsky (7 de enero de 1891) .................................... 61Carta a Carlos Kautsky (15 de enero de 1891) .................................. 63Carta a Carlos Kautsky (3 de febrero de 1891) ................................. 64Carta a Carlos Kautsky (11 de febrero de 1891) ............................... 66Carta a Carlos Friedrich Adolph Sorge (11 de febrero de 1891) .... 69

    Carta a Carlos Kautsky (23 de febrero de 1891) ............................... 70Carta a Adolph Sorge (4 de marzo de 1891) ..................................... 74Carta a Augusto Bebel (1-2 de mayo de 1891) .................................. 75

    Anexo 1 Programa del Partido Obrero SocialdemcrataAlemn (Aprobado en Eisenach en 1869) ............................................. 81

    Anexo 2 Programa del Partido ObreroAlemn (Proyecto) .................................................................................... 83

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    CRTICA DEL PROGRAMA DE ERFURT ............................. 87

    Contribucin a la crtica del proyecto de programa .............. 89socialdemcrata de 1891

    I. Exposicin de los motivos en doce prrafos ............. 89

    II. Reivindicaciones polticas ........................................... 105

    III. Reivindicaciones econmicas...................................... 113

    Suplemento al Apartado I ......................................................... 115

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    INTRODUCCIN

    Marx y Engels desarrollaron una lucha terica prolongada paraafirmar los principios del socialismo cientfico. Desde sus pri-meros escritos (La sagrada Familia, La ideologa alemana), el esta-blecimiento del mtodo del materialismo tanto en la filosofa(dialctica materialista), como en el terreno del anlisis histri-co o la economa poltica, les llevo a duros enfrentamientos con

    otras tendencias y corrientes de pensamiento. En muchos casosel blanco de la controversia se centraba en las doctrinas idealis-tas y pequeoburguesas del anarquismo y el populismo, que enlos albores del desarrollo capitalista tenan una considerableinfluencia entre los artesanos y los jornaleros, as como en unamplio sector de la intelectualidad pequeoburguesa. Escritoscomo Miseria de la Filosofa, en respuesta a las ideas econmicasde Proudhon, suponen un salto adelante en la definicin mate-

    rialista de la historia y de la economa por parte de los funda-dores del socialismo cientfico.

    La afirmacin de la teora de la lucha de clases como motordel desarrollo histrico, y del papel central del proletariadocomo sujeto revolucionario fueron ampliadas en El ManifiestoComunista, el documento que sistematiza de una forma genialel pensamiento cientfico del marxismo. En el Manifiesto, Marxy Engels rebaten no slo las viejas ideas del socialismo utpico,reconociendo siempre el progreso que significaron estas teorasen la lucha por la emancipacin de los modernos esclavos asa-lariados, tambin refutan las falsas ideas socializantes de losque se oponan obstinadamente al desarrollo de las fuerzaseconmicas del capitalismo ofreciendo como alternativa lavuelta a la sociedad estamental y reaccionaria del orden feudal.

    Tomando como siempre el movimiento real de la clase

    obrera, Marx y Engels definieron las lneas generales de latransicin a la sociedad socialista (o en trminos de Marx la

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    primera fase de la sociedad comunista), y la necesidad del pro-letariado de organizarse como clase dominante para aplastarla resistencia de los explotadores. No obstante, en El ManifiestoComunista la forma que adoptara el ejercicio del poder de laclase obrera en el periodo de transicin no estaba definidacompletamente. Se necesit de la experiencia histrica de la

    revolucin, y esta llego de la mano de la Comuna de Paris en1871. Fue del anlisis detallado de esta experiencia revolucio-naria la primera forma de Estado obrero de la historia, atravs del que Marx pudo afirmar que el proletariado no slono necesitaba de la vieja maquinaria del Estado burgus parasus fines, sino que deba aplastar esta maquinaria, suprimirlasi quera organizar la sociedad sobre bases socialistas. Como

    Marx explicaba, la consecuencia ms significativa de todas lasrevoluciones burguesas anteriores es que haban contribuidoal reforzamiento del aparato estatal, prolongando la opresinde los trabajadores.

    La vieja polmica entre marxismo y anarquismo en lo refe-rente al Estado no estriba en que los marxistas estemos a favorde su reforzamiento, o de su mantenimiento, todo lo contrario.Como Marx, Engels, Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo expli-

    caron hasta la saciedad en sus escritos, el objetivo de losmarxistas, de los comunistas, es la supresin de toda forma dedominacin estatal, algo que slo ser posible en una sociedadsin clases, esto es en la sociedad comunista.

    La corrupcin y tergiversacin de lo que Marx y Engels ex-plicaron respecto al Estado (esa reliquia de la sociedad de cla-ses), proviene fundamentalmente de la prctica poltica de la

    socialdemocracia, pero no slo de los tiempos en que Bernsteinprimero y ms tarde Kautsky intentaron degradar el pensa-miento marxista a una teora conservadora y reformista esquil-mada de contenido revolucionario.

    La lucha por establecer una doctrina revolucionaria frente alEstado, lo que implicaba naturalmente el llamamiento al derro-camiento y la supresin de la maquinaria estatal de la sociedadburguesa y su sustitucin por la organizacin de la clase obrera

    como clase dominante (es decir, la dictadura del proletariado)llevo a Marx y Engels a enfrentarse duramente en la dcada de

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    1870, a aquellos que declaraban ser sus ms fieles seguidores:los socialdemcratas alemanes del Partido Socialista Obrero.

    Los textos de esta polmica constituyen los trabajos quepresentamos en la presente edicin.

    La Crtica del programa de Gotha y la Crtica del programa deErfurt constituyen dos textos fundamentales del marxismo re-

    volucionario. Especialmente el primero, supone un aldabonazocontra el oportunismo poltico en los principios y en la organi-zacin, de los seguidores alemanes de Marx y Engels en el pro-ceso de fusin con los correligionarios de Lassalle. Durantemuchos aos, Marx y Engels criticaron con dureza la vulgariza-cin que Lassalle realiz de la doctrina socialista, especialmentesus falsas teoras sobre la explotacin, los salarios y su prctica

    poltica de colaboracin con el Estado.La importancia terica de estos escritos se pone de relieveen dos hechos.

    Primero: la Crtica al programa de Gotha (expuesta por Marxen su carta a Bracke, del 5 de mayo de 1875) no fue publicadaen vida de Marx y slo fue editada por Neue Zeit en 1891. De lamisma forma la carta que Engels envi a Bebel (dirigente de lasocialdemocracia alemana) el 18 de marzo de 1875 respecto a la

    misma cuestin, y que Lenin consideraba como uno de losrazonamientos ms notables, si no el ms notable de las obrasde Marx y Engels respecto al Estado, no se public hasta 1911en el segundo tomo de las memorias de Bebel, es decir, 36 aosdespus de ser escrita.

    Este silencio consciente hacia dos documentos fundamenta-les de la teora marxista no era una casualidad. Los dirigentes

    de la socialdemocracia trataron de ocultar la verdadera aprecia-cin de Marx y Engels respecto al Estado, a la tctica poltica, alos principios econmicos del socialismo, y la razn era obvia:la posicin de los tericos y fundadores del socialismo cientfi-co contradeca tanto en la forma como en el fondo, aspectosesenciales la doctrina y la prctica poltica de la socialdemocra-cia en aquel momento. En esta polmica encarnizada, Marx yEngels advierten contra el oportunismo y la adaptacin a la

    opinin pblica burguesa a la hora de formular los principiospolticos de la organizacin. Combatieron el confusionismo

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    terico y las doctrinas sin base cientfica aunque populares.Se opusieron a la colaboracin con el Estado y a las reivindica-ciones reaccionarias envueltas en un falso progresismo.

    El desprecio de los lderes socialdemcratas a las adverten-cias de Marx estaba creando las condiciones a pesar de todoel herosmo de los militantes socialistas en los aos de persecu-

    cin bajo Bismarck, de los xitos electorales y de los avances enla organizacin del partido y de los sindicatos para el creti-nismo parlamentario, la colaboracin de clases y la defensa delEstado capitalista. Este proceso tuvo su colofn ms infame envsperas de la I Guerra Mundial, con la capitulacin de la so-cialdemocracia ante su propia burguesa apoyando los crditosde guerra y justificando la carnicera imperialista.

    Segundo: estos dos textos sirvieron de base a Lenin paraescribir El Estado y la Revolucin, la obra ms acabada sobre ladoctrina marxista del Estado. La relectura atenta que Leninpropone de estos textos de Marx y Engels tiene la virtud desealar precisamente las divergencias de fondo entre la posi-cin marxista y la de los reformistas, defensores a ultranza delEstado burgus en los momentos decisivos: cuando la claseobrera protagoniza la revolucin social. No es casual que Lenin

    escribiera este libro precisamente en pleno apogeo de la Revo-lucin Rusa, entre los meses de agosto y septiembre de 1917,cuando los bolcheviques combatan contra las ideas del ala bur-guesa del movimiento obrero, representada por los menchevi-ques y los socialrevolucionarios, correligionarios de los mismossocialdemcratas alemanes que haban echado por la bordatodas las enseanzas de Marx y de Engels sobre el Estado. El

    libro de Lenin constituye una lectura imprescindible y comple-mentaria de estos dos textos de Marx y Engels.

    LALUCHACONTRAELOPORTUNISMO

    A finales de la dcada de los 60 del siglo XIX, los dirigentesms importantes de la socialdemocracia alemana eran W.Liebknecht y A. Bebel, que encabezaban el Partido Obrero So-

    cialista. Esta organizacin, aunque formalmente se declarabamarxista, distaba mucho de haber asimilado el programa del

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    socialismo cientfico tal y como Marx y Engels lo haban formu-lado. Como seala Gustav Mayer en su biografa sobre Engels(FCE, Mxico 1978): En realidad por aquel entonces, casi nin-guna de las personalidades destacadas que militaban en el par-tido, y no digamos la gran masa de sus afiliados, tena unaorientacin clara acerca de las ideas tericas de Marx y Engels y

    de las consecuencias de orden prctico que de ellas deban deri-varse. Las pocas cabezas intelectuales que entonces se hallabanen el partido carecan de adiestramiento cientfico. (...) Refirin-dose a aquellos aos, hubo de confesar, mucho despus, uno delos discpulos ms capaces de Marx y Engels: Todos ramosentonces, poco ms o menos, socialistas eclcticos.

    Frente al ala marxista, se encontraba otro reagrupamiento

    socialista con influencia en el movimiento obrero alemn: LaAsociacin General de los Trabajadores alemanes dirigida porF. Lassalle.

    Marx y Engels criticaban duramente a Lassalle por sus posi-ciones confusas en el terreno de la teora y especialmente porsu adaptacin oportunista al Estado bismarckiano. Entre lasideas de Lassalle ms criticadas por Marx se encontraba su fa-mosa Ley de bronce de los salarios, que supona una amalga-

    ma de maltusianismo y socialismo utpico, ... El promedio delsalario permanece siempre reducido a la indispensable subsis-tencia que por lo comn necesita un pueblo para prolongar suexistencia y para la reproduccin. Este es el punto en torno acual oscila diario real, sin poder aumentar demasiado ni reba-jarse demasiado por mucho tiempo. El salario diario real nopuede permanecer largamente por encima de este promedio,

    por que entonces el mejoramiento de la situacin de los obrerosconducira a un aumento de la poblacin obrera y con ella de laoferta de mano de obra, lo que rebajara nuevamente el salarioa su nivel anterior o incluso por debajo de este. El salario nopuede, tampoco, quedar muy por debajo del nivel necesariopara la subsistencia por largo tiempo, ya que entonces suceder-an la emigracin, el celibato y la abstencin de procreacin yfinalmente, como resultado de la miseria, el descenso de la po-

    blacin obrera, lo que reducira la oferta de mano de obra yhara subir el salario nuevamente a su antiguo nivel elevado....

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    La posicin marxista respecto al salario, fue explicada por Marxen Salario, precio y ganancia y El Capital, y viene determinadapor las fluctuaciones de la oferta y la demanda del mercadocapitalista (a su vez relacionadas con el ciclo industrial) y enningn caso por el crecimiento o decrecimiento de la poblacinobrera.

    A pesar de todo, la influencia de los lassellanos era mayoren las filas del proletariado alemn, disponan de ms militan-cia, ms aparato y ms medios escritos, empezando por su pe-ridico central El Nuevo Socialdemcrata.

    Las presiones a favor de la unificacin de las dos tenden-cias del movimiento obrero alemn crecieron con fuerza duran-te la primera mitad de la dcada de los setenta. Por un lado la

    Unificacin alemana y las exigencias de coordinar la accinreivindicativa del movimiento obrero, por otro los xitos elec-torales obtenidos en las elecciones al Reichstag en enero de 1874que a su vez provoco una reaccin represiva por parte del rgi-men de Bismarck contra las filas socialistas, alimentaron lastendencias a favor de la unidad.

    Los problemas de la unificacin se venan debatiendo desde1872, tanto en la prensa respectiva como en reuniones pblicas.

    Sin embargo, el escollo principal segua estando en la actitudcrtica que Marx y Engels seguan manteniendo contra las ideasde Lassalle, que haba degradado el socialismo a un programade reivindicaciones populares, muchas de ellas de carcter pe-queoburgus, y en un seguidismo sin principios de la buro-cracia estatal.

    En junio de 1874, La Asociacin General de Trabajadores

    fue clausurada y disuelta. Este factor acelero los deseos de uni-dad entre ambas formaciones y significo que los Lassellanos seacercaran a los dirigentes marxistas, especialmente a W. Liebk-necht que haba salido de la crcel recientemente. El papel deeste ltimo fue decisivo en la forma y el mtodo con el que sellevo a cabo la unificacin, pues Bebel, el otro dirigente social-demcrata en el cual Engels haba depositado grandes expecta-tivas, permaneca en la crcel.

    La postura de Marx y Engels respecto a la unificacin sepuede apreciar en la correspondencia mantenida con Bebel y en

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    la introduccin a la carta a Bracke donde Marx sistematiza sucrtica del programa: Tengo el deber, sealaba Marx en losprimeros renglones de la carta a Bracke de no reconocer, nisiquiera mediante un silencio diplomtico, un programa que es,en mi conviccin, absolutamente inadmisible y desmoralizadorpara el partido (...) Cuando se redacta un programa de princi-

    pios (en vez de aplazarlo hasta el momento en que una msprolongada actuacin conjunta lo haya preparado), se colocanante todo el mundo los jalones por los que se mide el nivel delmovimiento del partido. Los jefes lassellanos vinieron porque aello les obligaron las circunstancias. Y si desde el primer mo-mento se les hubiera hecho saber que no se admita ningnchalaneo con los principios, habran tenido que contentarse con

    un programa de accin o con un plan de organizacin para laactuacin conjunta.Las cuestiones sealadas por Marx y Engels eran de princi-

    pios. Nunca en su vida adoptaron la postura doctrinaria o sec-taria, pues comprendan perfectamente que un paso real delmovimiento vala ms que una docena de programas. Esemtodo les permiti dar vida a la Asociacin Internacional deTrabajadores (La I Internacional) donde los marxistas dieron un

    nuevo impulso al movimiento revolucionario de la clase obre-ra. Sin embargo, no por ello abandonaron la lucha intransigentecontra las diferentes doctrinas anarquistas, contra el conserva-durismo de las Trade Unions britnicas, o la lucha contra lastendencias terroristas que negaban la necesidad de la organiza-cin poltica independiente del proletariado.

    Las discrepancias de Marx y Engels con el proyecto de pro-

    grama para la unificacin abarcaban todo el conjunto, y su in-dignacin creci en cuanto las concesiones a los lassellanoseran tantas que no estaban justificadas de ninguna manera.Adems Marx y Engels se enteraron del contenido del progra-ma no por sus aliados en Alemania, sino cuando fue publicadoen las pginas de El Estado del Pueblo y El Nuevo Socialdemcrata,los peridicos de las respectivas organizaciones.

    La crtica como hemos sealado, abarcaba al conjunto del

    texto propuesto, tanto a los principios como a las reivindicacio-nes polticas. Los aspectos ms sealados son:

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    El carcter del trabajo como fuente de riqueza y la posturaconfusa y equvoca de los lassellanos.

    Los socialistas cientficos no luchamos por el reparto equita-tivo del fruto del trabajo, tal y como plantean los lassellanos,sino por acabar con las relaciones sociales de produccin capi-talistas y las relaciones jurdicas y polticas que estas engen-

    dran. En esta parte de la crtica, Marx realiza una detallada ex-posicin del carcter burgus del Estado y de la transicin a lasociedad socialista, desde el punto de vista de las premisaseconmicas, parte a la que Lenin alude detalladamente en ElEstado y la revolucin.

    El proletariado es la nica clase verdaderamente revolucio-naria tal como se seala en El Manifiesto Comunista. Sin embar-

    go eso no significa, tal como afirmaba Lassalle y recoge el pro-yecto de programa, que frente al proletariado todas las demsclase no forman ms que una masa reaccionaria. La lucha porganar a otras capas de la sociedad a la causa del socialismo seexplica por las contradicciones que genera la crisis capitalista, yms en concreto por el empeoramiento de las condiciones ma-teriales de las capas medias. Esto en ningn caso significa sub-ordinar la lucha de la clase obrera a los prejuicios de la pequea

    burguesa, todo lo contrario. Si el proletariado cuenta con unprograma comunista y una tctica audaz sabr atraerse a estascapas a su causa. El estalinismo intento basarse en este aparta-do de la crtica de Marx para apoyar su poltica de colaboracinde clases en la poca de los frentes populares, pero Marx nuncadefendi tal poltica, y mucho menos Lenin que la combatiencarnizadamente tanto en 1905 como en 1917 cuando esta

    poltica constitua el programa y la prctica del menchevismo.La critica al abandono del internacionalismo proletario porparte de los lassellanos. Estos limitaban su internacionalismo ala fraternizacin internacional de los pueblos, una frase que,en palabras de Marx, estaba tomada de la Liga burguesa por laPaz y la Libertad. De esta manera los seguidores de Lassallerebajaban su internacionalismo a un nivel inferior al del parti-do librecambista.

    La crtica a la formulacin del Estado libre como objetivoestratgico del nuevo partido. Marx dedica un apartado entero

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    a caracterizar este abandono del programa comunista: Cabeentonces preguntarse: qu transformacin sufrir el rgimenestatal en la sociedad comunista? O, en otros trminos: qufunciones sociales, anlogas a las actuales funciones del Estado,subsistirn entonces? Esta pregunta slo puede contestarsecientficamente, y por ms que acoplemos de mil maneras la

    palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni unpelo a la solucin del problema. Entre la sociedad capitalista yla sociedad comunista media el perodo de transformacin re-volucionaria de la primera en la segunda. A este periodo co-rresponde tambin un periodo poltico de transicin, cuyo Esta-do no puede ser otro que el de la dictadura revolucionaria delproletariado.

    La crtica anteriormente mencionada a la famosa Ley debronce inventada por Lassalle y que en el proyecto de progra-ma es asumida.

    La Crtica del Programa de Erfurt, enviada por Engels a Kauts-ky el 29 de junio de 1891 y publicada diez aos ms tarde enNeue Zeit, constituye una declaracin contra las ideas reformis-tas respecto al Estado y la herencia terica de Lassalle que to-dava subsista dentro del partido. La gran mayora de las crti-

    cas fueron aceptadas por el redactor, que era Kautsky, aunquelas carencias que Engels seala en lo referido a las reivindica-ciones polticas no fueron abordadas. Lenin dedica un apartadocompleto en El Estado y la Revolucin a analizar la crtica de En-gels al Programa de Erfurt, apartado que conserva toda su fuer-za terica, especialmente en lo referido a la cuestin nacional, larepblica federativa y el centralismo.

    Una lectura detallada de Crtica del Programa de Gotha yCrtica del Programa de Erfurt revelar al lector aspectos esen-ciales del programa marxista, no slo validos para la poca yla polmica para la que fue escrita. En la actualidad, la luchacontra las ideas del reformismo en las filas del movimientoobrero plantea las mismas disyuntivas que en aquel entonces.En realidad no hay nada nuevo bajo el sol. Las aportacionestericas de Blair, Schrder la llamada tercera va o de

    aquellos que piensan en un capitalismo de rostro humano,de intervencin estatal y de democracia en las relaciones

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    econmicas, no hacen ms que actualizar los remiendos de lasviejas ideas de Lassalle, Bernstein o Kautsky. Frente a este revi-val ideolgico, que ha encontrado un potente eco en las cpulasde las organizaciones obreras, el estudio de los textos que pre-sentamos al lector, servirn para reafirmar el carcter cientficodel programa marxista y la validez de la lucha por la revolu-

    cin socialista.

    Juan Ignacio Ramos

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    CRTICA DELPROGRAMA DE GOTHA

    Carlos Marx

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    PRLOGO DE FEDERICO ENGELS

    El manuscrito que aqu publicamos la crtica al proyecto deprograma y la carta a Bracke que la acompaa fue enviado aBracke en 1875, poco antes de celebrarse el Congreso de unifi-cacin de Gotha, para que lo transmitiese a Geib, Auer, Bebel yLiebknecht y se lo devolviera luego a Marx. Como el Congresodel Partido en Halle haba colocado en el orden del da la discu-

    sin del programa de Gotha, me pareca cometer un delito hur-tando por ms tiempo a la publicidad este importante docu-mento acaso el ms importante de todos sobre el tema queiba a ponerse a discusin.

    Pero este trabajo tiene, adems, otra significacin de mayoralcance an. En l se expone por primera vez, con claridad yfirmeza, la posicin de Marx frente a la tendencia trazada porLassalle desde que se lanz a la agitacin, tanto en lo que atae

    a sus principios econmicos como a su tctica.El rigor implacable con que se desmenuza aqu el proyecto

    de programa, la inexorabilidad con que se expresan los resulta-dos obtenidos y se ponen de relieve los errores del proyecto,todo esto, hoy, a la vuelta de quince aos, ya no hiere ms anadie. Lassalleanos especficos ya slo quedan en el extranjerocomo ruinas aisladas, y el programa de Gotha ha sido abando-nado en Halle, como absolutamente insatisfactorio, incluso porsus propios autores.

    A pesar de esto, he suprimido algunas expresiones y juiciosduros sobre personas, all donde carecan de importancia objeti-va, y los he sustituido por puntos suspensivos. El propio Marxlo hara as, si hoy publicase el manuscrito. El lenguaje violentoque a ratos se advierte en l obedeca a dos circunstancias. Enprimer lugar, Marx y yo estbamos ms estrechamente vincula-

    dos con el movimiento alemn que con ningn otro; por eso, eldecisivo retroceso que se manifestaba en este proyecto de pro-

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    grama tena por fuerza que irritarnos muy seriamente. En se-gundo lugar, nosotros nos encontrbamos entonces pasadosapenas dos aos desde el Congreso de La Haya de la Internacio-nal en la ms enconada lucha contra Bakunin y sus anarquis-tas, que nos hacan responsables de todo lo que ocurra en elmovimiento obrero de Alemania; era, pues, de esperar que nos

    atribuyesen tambin la paternidad secreta de este programa.Estas consideraciones ya no tienen razn de ser hoy, y con ellasdesaparece tambin la necesidad de los pasajes en cuestin.

    Algunas frases han sido sustituidas tambin por puntos, acausa de la ley de prensa. Cuando he tenido que elegir una ex-presin ms suave, la he puesto entre parntesis cuadrados.Por lo dems, reproduzco literalmente el manuscrito.

    Londres, 6 de enero de 1891Federico Engels

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    CARTA DE C. MARX A W. BRACKE

    Londres, 5 de mayo de 1875Querido Bracke:

    Le ruego que, despus de leerlas, transmita las adjuntas glosascrticas marginales al programa de coalicin a Geib, Auer, Be-bel y Liebknecht, para que las vean. Estoy ocupadsimo y me

    veo obligado a rebasar con mucho el rgimen de trabajo que meha sido prescrito por los mdicos. No ha sido, pues, ningunadelicia para m, tener que escribir una tirada tan larga. Peroera necesario hacerlo, para que luego los amigos del Partido aquienes van destinadas esas notas no interpreten mal los pasosque habr de dar por mi parte.

    El caso es que, despus de celebrado el Congreso de unifica-cin, Engels y yo haremos pblica una breve declaracin

    haciendo saber que nos es del todo ajeno dicho programa deprincipios y que nada tenemos que ver con l.

    Es indispensable hacerlo as, pues en el extranjero se tiene laidea, absolutamente errnea, pero cuidadosamente fomentadapor los enemigos del Partido, de que el movimiento del llama-do Partido de Eisenach est secretamente dirigido desde aqupor nosotros. Todava en un libro que ha publicado hace pocoen ruso, Bakunin, por ejemplo, me hace a mi responsable, noslo de todos los programas, etc., de ese partido, sino de todoslos pasos dados por Liebknecht desde el da en que inici sucooperacin con el Partido Popular.

    Aparte de esto, tengo el deber de no reconocer, ni siquieramediante un silencio diplomtico, un programa que es, en miconviccin, absolutamente inadmisible y desmoralizador parael Partido.

    Cada paso de movimiento real vale ms que una docena deprogramas. Por lo tanto, si no era posible y las circunstancias

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    del momento no lo consentan ir ms all del programa deEisenach, habra que haberse limitado, simplemente, a concer-tar un acuerdo para la accin contra el enemigo comn. Pero,cuando se redacta un programa de principios (en vez de apla-zarlo hasta el momento en que una ms prolongada actuacinconjunta lo haya preparado), se colocan ante todo el mundo los

    jalones por los que se mide el nivel del movimiento del Partido.Los jefes de los lassalleanos vinieron porque a ello les obligaronlas circunstancias. Y si desde el primer momento se les hubierahecho saber que no se admita ningn chalaneo con los princi-pios, habran tenido que contentarse con un programa de accino con un plan de organizacin para la actuacin conjunta. Envez de esto, se les consiente que se presenten armados de man-

    datos, y se reconocen estos mandatos como obligatorios, rin-dindose as a la clemencia o inclemencia de los que necesita-ban ayuda. Y para colmo y remate, ellos celebran un Congresoantes del Congreso de conciliacin, mientras que el propio Partidorene el suyo post festum. Es obvio que con esto se ha queridoescamotear toda crtica y no permitir que el propio Partido re-flexionase. Sabido es que el mero hecho de la unificacin satis-face de por s a los obreros, pero se equivoca quien piense que

    este xito efmero no ha costado demasiado caro.Por lo dems, aun prescindiendo de la canonizacin de los

    artculos de fe lassalleanos, el programa no vale nada.Prximamente, le enviare a usted las ltimas entregas de la

    edicin francesa de El Capital. La marcha de la impresin se vioentorpecida largo tiempo por la prohibicin del gobiernofrancs. Esta semana o a comienzos de la prxima quedar el

    asunto terminado. Ha recibido usted las seis entregas anterio-res? Le agradecera que me comunicase las seas de BernhardBecker, a quien tengo que enviar tambin las ltimas entregas.La librera del Volksstaat obra a su manera. Hasta este momen-to, no he recibido, por ejemplo, ni un solo ejemplar de la tiradadel Proceso de los comunistas de Colonia.

    Saludos cordiales.

    Suyo, Carlos Marx

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    GLOSAS MARGINALES AL PROGRAMA

    DEL PARTIDO OBRERO ALEMN

    I

    1. El trabajo es la fuente de toda riqueza y de todacultura, y como el trabajo til slo es posible dentro dela sociedad y a travs de ella, el fruto ntegro del traba-jo pertenece por igual derecho a todos los miembros dela sociedad.

    Primera parte del prrafo: El trabajo es la fuente de toda riquezay de toda cultura.

    El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es lafuente de los valores de uso (que son los que verdaderamenteintegran la riqueza material!), ni ms ni menos que el trabajo,que no es ms que la manifestacin de una fuerza natural, de la

    fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos lossilabarios y slo es cierta si se sobreentiende que el trabajo se efect-a con los correspondientes objetos y medios. Pero un programasocialista no debe permitir que tales tpicos burgueses silencienaquellas condiciones sin las cuales no tienen ningn sentido. En lamedida en que el hombre se sita de antemano como propietariofrente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y obje-tos de trabajo, y la trata como posesin suya, su trabajo se con-vierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de ri-queza. Los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuiral trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente delhecho de que el trabajo esta condicionado por la naturaleza sededuce que el hombre que no dispone de ms propiedad que sufuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estadosocial y de civilizacin, esclavo de otros hombres, quienes se han

    adueado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrtrabajar, ni, por consiguiente, vivir, ms que con su permiso.

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    Pero, dejemos la tesis, tal como est, o mejor dicho, tal comoviene renqueando. Que conclusin habra debido sacarse deella? Evidentemente, sta:

    Como el trabajo es la fuente de toda riqueza, nadie en lasociedad puede adquirir riqueza que no sea producto del traba-jo. Si, por tanto, no trabaja l mismo, es que vive del trabajo

    ajeno y adquiere tambin su cultura a costa del trabajo deotros.

    En vez de esto, se aade a la primera oracin una segundamediante la locucin copulativa y como, para deducir de ella,y no de la primera, la conclusin.

    Segunda parte del prrafo: El trabajo til slo es posible de-ntro de la sociedad y a travs de ella.

    Segn la primera tesis, el trabajo era la fuente de toda rique-za y de toda cultura, es decir, que sin trabajo, no era posibletampoco la existencia de ninguna sociedad. Ahora, nos entera-mos, por el contrario, de que sin sociedad no puede existirningn trabajo til.

    Del mismo modo hubiera podido decirse que slo en la so-ciedad puede el trabajo intil e incluso perjudicial a la comuni-dad convertirse en una rama industrial, que slo dentro de la

    sociedad se puede vivir del ocio, etc., etc.; en una palabra, co-piar aqu a todo Rousseau.

    Y que es trabajo til? No puede ser ms que el trabajoque consigue el efecto til propuesto. Un salvaje -- y el hombrees un salvaje desde el momento en que deja de ser mono -- quemata a un animal de una pedrada, que amontona frutos, etc.,ejecuta un trabajo til.

    Tercero. Conclusin: Y como el trabajo til slo es posibledentro de la sociedad y a travs de ella, el fruto ntegro del tra-bajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de lasociedad.

    Hermosa conclusin! Si el trabajo til slo es posible dentrode la sociedad y a travs de ella, el fruto del trabajo pertenecera la sociedad, y el trabajador individual slo percibir la parteque no sea necesaria para sostener la condicin del trabajo,

    que es la sociedad.En realidad, esa tesis la han hecho valer en todos los tiem-

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    pos los defensores de todo orden social existente. En primer lugar,vienen las pretensiones del gobierno y de todo lo que va pega-do a l, pues el gobierno es el rgano de la sociedad para elmantenimiento del orden social; detrs de l, vienen las distin-tas clases de propiedad privada*, con sus pretensiones respecti-vas, pues las distintas clases de propiedad privada son las ba-

    ses de la sociedad, etc. Como vemos, a estas frases hueras se lespuede dar las vueltas y los giros que se quiera.

    La primera y la segunda parte del prrafo slo guardaranuna cierta relacin razonable redactndolas as:

    El trabajo slo es fuente de riqueza y de cultura como tra-bajo social, o, lo que es lo mismo, dentro de la sociedad y atravs de ella.

    Esta tesis es, indiscutiblemente, exacta, pues aunque el tra-bajo del individuo aislado (presuponiendo sus condiciones ma-teriales) tambin puede crear valores de uso, no puede crear niriqueza ni cultura.

    Pero, igualmente indiscutible es esta otra tesis:En la medida en que el trabajo se desarrolla socialmente,

    convirtindose as en fuente de riqueza y de cultura, se desarro-llan tambin la pobreza y el desamparo del que trabaja, y la

    riqueza y la cultura del que no lo hace.Esta es la ley de toda la historia hasta hoy. As, pues, en vez

    de los tpicos acostumbrados sobre el trabajo y la sociedad,lo que proceda era sealar concretamente como, en la actualsociedad capitalista, se dan ya, al fin, las condiciones materia-les, etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa mal-dicin social**.

    Pero de hecho, todo ese prrafo, que es falso lo mismo en cuan-to a estilo que en cuanto a contenido, no tiene ms finalidad que lade inscribir como consigna en lo alto de la bandera del Partido eltpico lassalleano del fruto ntegro del trabajo. Volver ms ade-lante sobre esto del fruto del trabajo, el derecho igual, etc., yaque la misma cosa se repite luego en forma algo diferente.

    * En la edicin alemana deObras Completas

    de Marx y Engels, T. XIX, se lee: propieta-rios privados.** En la misma edicin se lee: maldicin histrica.

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    2. En la sociedad actual, los medios de trabajo sonmonopolio de la clase capitalista; el estado de dependen-cia de la clase obrera que de esto se deriva, es la causade la miseria y de la esclavitud en todas sus formas.

    As corregida, esta tesis, tomada de los Estatutos de la Inter-

    nacional, es falsa.En la sociedad actual, los medios de trabajo son monopolio

    de los dueos de tierras (el monopolio de la propiedad del sueloes, incluso, la base del monopolio del capital) y de los capitalis-tas. Los Estatutos de la Internacional no mencionan, en el pasajecorrespondiente, ni una ni otra clase de monopolistas. Hablande los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuen-

    tes de vida. Esta adicin: fuentes de vida, seala claramente queel suelo esta comprendido entre los medios de trabajo.Esta enmienda se introdujo porque Lassalle, por motivos

    que hoy son ya de todos conocidos, slo atacaba a la clase capi-talista, y no a los dueos de tierras. En Inglaterra, la mayora delas veces el capitalista no es siquiera propietario del suelo sobreel que se levanta su fbrica.

    3. La emancipacin del trabajo exige que los medios detrabajo se eleven a patrimonio comn de la sociedad yque todo el trabajo sea regulado colectivamente, con unreparto equitativo del fruto del trabajo.

    Donde dice que los medios de trabajo se eleven a patrimoniocomn, debera decir, indudablemente, se conviertan en pa-trimonio comn. Pero esto slo de pasada.

    Que es el fruto del trabajo? El producto del trabajo o suvalor? Y en este ltimo caso, el valor total del producto, o slola parte de valor que el trabajo aade al valor de los medios deproduccin consumidos?

    Eso del fruto del trabajo es una idea vaga con la que Las-salle ha suplantado conceptos econmicos precisos.

    Qu es reparto equitativo?

    No afirman los burgueses que el reparto actual es equi-tativo? Y no es ste, en efecto, el nico reparto equitativo

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    que cabe, sobre la base del modo actual de produccin?Acaso las relaciones econmicas son reguladas por los con-ceptos jurdicos? No surgen, por el contrario, las relacionesjurdicas de las relaciones econmicas? No se forjan tambinlos sectarios socialistas las ms variadas ideas acerca del re-parto equitativo?

    Para saber lo que aqu hay que entender por la frase dereparto equitativo, tenemos que cotejar este prrafo con elprimero. El prrafo que glosamos supone una sociedad en lacual los medios de trabajo son patrimonio comn y todo eltrabajo se regula colectivamente, mientras que en el prrafoprimero vemos que el fruto ntegro del trabajo pertenece porigual derecho a todos los miembros de la sociedad.

    Todos los miembros de la sociedad? Tambin los queno trabajan? Dnde se queda, entonces, el fruto ntegro deltrabajo? O slo los miembros de la sociedad que trabajan?Dnde dejamos, entonces, el derecho igual de todos losmiembros de la sociedad?

    Sin embargo, lo de todos los miembros de la sociedad yel derecho igual no son, manifiestamente, ms que frases.Lo esencial del asunto est en que, en esta sociedad comu-

    nista, todo obrero debe obtener el fruto ntegro del trabajolassalleano.

    Tomemos, en primer lugar, las palabras el fruto del traba-jo en el sentido del producto del trabajo; entonces, el fruto deltrabajo colectivo ser la totalidad del producto social.

    Ahora, de aqu hay que deducir:Primero: una parte para reponer los medios de produccin

    consumidos.Segundo: una parte suplementaria para ampliar la produc-cin.

    Tercero: el fondo de reserva o de seguro contra accidentes,trastornos debidos a fenmenos naturales, etc.

    Estas deducciones del fruto ntegro del trabajo constitu-yen una necesidad econmica, y su magnitud se determinarsegn los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del

    clculo de probabilidades, pero de ningn modo puede calcu-larse partiendo de la equidad.

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    Queda la parte restante del producto total, destinada a ser-vir de medios de consumo.

    Pero, antes de que esta parte llegue al reparto individual, deella hay que deducir todava:

    Primero: los gastos generales de administracin, no concernientes*a la produccin.

    Esta parte ser, desde el primer momento, considerable-mente reducida en comparacin con la sociedad actual, e irdisminuyendo a medida que la nueva sociedad se desarrolle.

    Segundo: la parte que se destine a satisfacer necesidades colecti-vas, tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc.

    Esta parte aumentar considerablemente desde el primermomento, en comparacin con la sociedad actual, y seguir

    aumentando en la medida en que la nueva sociedad se desarro-lle.Tercero: los fondos de sostenimiento de las personas no capacita-

    das para el trabajo, etc.; en una palabra, lo que hoy compete a lallamada beneficencia oficial.

    Slo despus de esto podemos proceder al reparto, esdecir, a lo nico que, bajo la influencia de Lassalle y con unaconcepcin estrecha, tiene presente el programa, es decir, a la

    parte de los medios de consumo que se reparte entre los pro-ductores individuales de la colectividad.

    El fruto ntegro del trabajo se ha transformado ya, imper-ceptiblemente, en el fruto parcial, aunque lo que se le quite alproductor en calidad de individuo vuelva a l, directa o indi-rectamente, en calidad de miembros de la sociedad.

    Y as como se ha evaporado la expresin el fruto ntegrodel trabajo, se evapora ahora la expresin el fruto del traba-jo en general.

    En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propie-dad comn de los medios de produccin, los productores nocambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no sepresenta aqu, tampoco, como valor de estos productos, como unacualidad material, poseda por ellos, pues aqu, por oposicin a loque sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no

    * En la edicin alemana deOOCC de Marx y Engels, T. XIX, se agrega: directamente.

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    forman ya parte integrante del trabajo comn mediante un rodeo,sino directamente. La expresin el fruto del trabajo, ya hoy re-cusable por su ambigedad, pierde as todo sentido.

    De lo que aqu se trata no es de una sociedad comunista que seha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una queacaba de salirprecisamente de la sociedad capitalista y que, por

    tanto, presenta todava en todos sus aspectos, en el econmico, enel moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuyaentraa procede. Congruentemente con esto, en ella el productorindividual obtiene de la sociedad despus de hechas las obliga-das deducciones exactamente lo que ha dado. Lo que el produc-tor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. As, porejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de las

    horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo decada productor por separado es la parte de la jornada social detrabajo que l aporta, su participacin en ella. La sociedad le entre-ga un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad detrabajo (despus de descontar lo que ha trabajado para el fondocomn), y con este bono saca de los depsitos sociales de mediosde consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rin-di. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo

    una forma, la recibe de esta bajo otra distinta.Aqu reina, evidentemente, el mismo principio que regula el

    intercambio de mercancas, por cuanto ste es intercambio deequivalentes. Han variado la forma y el contenido, por que bajolas nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y por-que, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedaddel individuo, fuera de los medios individuales de consumo.

    Pero, en lo que se refiere a la distribucin de estos entre los dis-tintos productores, rige el mismo principio que en el intercam-bio de mercancas equivalentes: se cambia una cantidad de tra-bajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajootra forma distinta.

    Por eso, el derecho igual sigue siendo aqu, en principio, elderecho burgus, aunque ahora el principio y la prctica ya no setiran de los pelos, mientras que en el rgimen de intercambio

    de mercancas, el intercambio de equivalentes no se da ms quecomo trmino medio, y no en los casos individuales.

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    A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevandoimplcita una limitacin burguesa. El derecho de los producto-res esproporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aqu,consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.

    Pero unos individuos son superiores, fsica e intelectualmen-te a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, ms trabajo, o

    pueden trabajar ms tiempo; y el trabajo, para servir de medida,tiene que determinarse en cuanto a duracin o intensidad; deotro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es underecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ningunadistincin de clase, porque aqu cada individuo no es ms queun trabajador como los dems; pero reconoce, tcitamente, co-mo otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes

    individuales*, y, por consiguiente, la desigual capacidad de ren-dimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho dela desigualdad. El derecho slo puede consistir, por naturaleza, enla aplicacin de una medida igual; pero los individuos desigua-les (y no seran distintos individuos si no fuesen desiguales)slo pueden medirse por la misma medida siempre y cuandoque se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les miresolamente en un aspecto determinado ; por ejemplo, en el caso

    dado, slo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otracosa, es decir, se prescinda de todo lo dems. Prosigamos: unobrero est casado y otro no; uno tiene ms hijos que otro, etc.,etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participacin enel fondo social de consumo, uno obtiene de hecho ms que otro,uno es ms rico que otro, etc. Para evitar todos estos inconve-nientes, el derecho no tendra que ser igual, sino desigual.

    Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de lasociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalistadespus de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho nopuede ser nunca superior a la estructura econmica ni al desa-rrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.

    En una fase superior de la sociedad comunista, cuando hayadesaparecido la subordinacin esclavizadora de los individuosa la divisin del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo

    * En la edicin alemana deOOCC de Marx y Engels, T. XIX, se agrega: de los trabajadores.

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    intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea sola-mente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuan-do, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos,crezcan tambin las fuerzas productivas y corran a chorro llenolos manantiales de la riqueza colectiva, slo entonces podrrebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgus

    y la sociedad podr escribir en sus banderas: De cada cual,segn sus capacidades; a cada cual segn sus necesidades!

    Me he extendido sobre el fruto ntegro del trabajo, de unaparte, y de otra, sobre el derecho igual y el reparto equitati-vo, para demostrar en qu grave falta se incurre, de un lado,cuando se quiere volver a imponer a nuestro Partido comodogmas ideas que, si en otro tiempo tuvieron un sentido, hoy

    ya no son ms que tpicos en desuso, y, de otro, cuando se ter-giversa la concepcin realista que tanto esfuerzo ha costadoinculcar al Partido, pero que hoy est ya enraizada con patra-as ideolgicas, jurdicas y de otro gnero, tan en boga entre losdemcratas y los socialistas franceses.

    Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es equivoca-do, en general, tomar como esencial la llamada distribucin yponer en ella el acento principal.

    La distribucin de los medios de consumo es, en todo mo-mento, un corolario de la distribucin de las propias condicio-nes de produccin. Y sta es una caracterstica del modo mismode produccin. Por ejemplo, el modo capitalista de produccindescansa en el hecho de que las condiciones materiales de pro-duccin les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la formade propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la

    masa slo es propietaria de la condicin personal de produc-cin, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los ele-mentos de produccin, la actual distribucin de los medios deconsumo es una consecuencia natural. Si las condiciones mate-riales de produccin fuesen propiedad colectiva de los propiosobreros, esto determinara, por s solo, una distribucin de losmedios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar(y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha apren-

    dido de los economistas burgueses a considerar y tratar la dis-tribucin como algo independiente del modo de produccin, y,

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    por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que giraprincipalmente en torno a la distribucin. Una vez que estadilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relacinde las cosas, por qu volver a marchar hacia atrs?

    4. La emancipacin del trabajo tiene que ser obra de laclase obrera, frente a la cual todas las dems clases noforman mas que una masa reaccionaria.

    La primera estrofa est tomada del prembulo de los Estatutosde la Internacional, pero corregida. All se dice: La emanci-pacin de la clase obrera tiene que ser obra de los obreros mis-mos; aqu, por el contrario, la clase obrera tiene que emanci-

    par, a quien?, al trabajo. Entindalo quien pueda!Para indemnizarnos, se nos da, a ttulo de antistrofa, una citalassalleana del ms puro estilo: frente a la cual (a la clase obrera)todas las dems clases no forman ms que una masa reaccionaria.

    En el Manifiesto Comunista se dice: De todas las clases quehoy se enfrentan con la burguesa, slo el proletariado es unaclase verdaderamente revolucionaria. Las dems clases van dege-nerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el

    proletariado, en cambio, es su producto ms peculiar.Aqu, se considera a la burguesa como una clase revolucio-

    naria vehculo de la gran industria frente a los seores feu-dales y a las capas medias, empeados, aquellos y stas, enmantener posiciones sociales que fueron creadas por formascaducas de produccin. No forman, por tanto,juntamente con laburguesa, una masa reaccionaria.

    Por otra parte, el proletariado es revolucionario frente a la bur-guesa, porque habiendo surgido sobre la base de la gran indus-tria, aspira a despojar a la produccin de su carcter capitalista,que la burguesa quiere perpetuar. Pero elManifiesto aade que lascapas medias (...) se vuelven revolucionarias cuando tienen antes la perspectiva de su trnsito inminente al proletariado.

    Por tanto, desde este punto de vista, es tambin absurdodecir que frente a la clase obrera no forman ms que una masa

    reaccionaria, juntamente con la burguesa e incluso con losseores feudales.

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    Es que en las ltimas elecciones1 se ha gritado a los artesa-nos, a los pequeos industriales, etc., y a los campesinos: Frentea nosotros, no formis, juntamente con los burgueses y los se-ores feudales, ms que una masa reaccionaria?

    Lassalle se saba de memoria el Manifiesto Comunista, comosus devotos se saben los evangelios compuestos por l. As,

    pues, cuando lo falsificaba tan burdamente, no poda hacerloms que para cohonestar su alianza con los adversarios absolu-tistas y feudales contra la burguesa.

    Por lo dems, en el prrafo que acabamos de citar, esta sen-tencia lassalleana est trada por los pelos y no guarda ningunarelacin con la manoseada cita de los Estatutos de la Internacio-nal. El traerla aqu, es sencillamente una impertinencia, que

    seguramente no le desagradar, ni mucho menos, al seor Bis-marck; una de esas impertinencias baratas en que es especialis-ta el Marat de Berln2.

    5. La clase obrera procura su emancipacin, en pri-mer termino, dentro del marco del Estado nacional dehoy, consciente de que el resultado necesario de susaspiraciones, comunes a los obreros de todos los pases

    civilizados, ser la fraternizacin internacional de lospueblos.

    Por oposicin al Manifiesto Comunista y a todo el socialismoanterior, Lassalle conceba el movimiento obrero desde el pun-to de vista nacional mas estrecho. Y, despus de la actividadde la Internacional, an se siguen sus huellas en este camino!

    1. Se trata aqu de las elecciones del lo de enero de 1874 al Reichstag.2. Con este calificativo tal vez se refiera Marx irnicamente a Hasselmann, redactor en

    jefe del Neuer Social-Demokrat. Este peridico era el rgano central de la AsociacinGeneral de los Trabajadores de Alemania (lassalleanos) que apareca en alemn tresveces por semana en Berln (1871-1876). La tendencia de dicho peridico reflejabaenteramente la poltica practicada por los lassalleanos para acomodarse al rgimen deBismarck y complacerse con la clase dominante de Alemania y, por consiguiente, conel oportunismo y el nacionalismo de los dirigentes lassalleanos. Partiendo de estaposicin de sectarismo, dicho peridico se opuso sistemticamente a los dirigentes

    marxistas de la Internacional y al Partido Obrero Socialdemcrata Alemn y apoy laactividad de los bakuninistas y la de los partidarios de los grupos antiproletarioscontra el Consejo General de la Internacional.

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    Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene queorganizarse como clase en su propio pas, ya que ste es la pales-tra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de clases esnacional, no por su contenido, sino, como dice elManifiesto Co-munista, por su forma. Pero el marco del Estado nacional dehoy, por ejemplo, del imperio alemn, se halla a su vez, econ-

    micamente, dentro del marco del mercado mundial, y polti-camente, dentro del marco de un sistema de Estados. Cual-quier comerciante sabe que el comercio alemn es, al mismotiempo, comercio exterior, y la grandeza del seor Bismarckreside precisamente en algn tipo de poltica internacional.

    Y a qu reduce su internacionalismo el Partido ObreroAlemn? A la conciencia de que el resultado de sus aspiracio-

    nes ser la fraternizacin internacional de los pueblos, una frasetomada de la Liga burguesa por la Paz y la Libertad3, que sequiere hacer pasar como equivalente de la fraternidad interna-cional de las clases obreras, en su lucha comn contra las clasesdominantes y sus gobiernos. De los deberes internacionales de laclase obrera alemana no se dice, por tanto, ni una palabra! Yesto es lo que la clase obrera alemana debe contraponer a supropia burguesa, que ya fraterniza contra ella con los burgue-

    ses de todos los dems pases, y a la poltica internacional deconspiracin4 del seor Bismarck!

    La profesin de fe internacionalista del programa queda, enrealidad, infinitamente por debajo de la del partido librecambista.Tambin ste afirma que el resultado de sus aspiraciones serla fraternizacin internacional de los pueblos. Pero, adems,hace algo por internacionalizar el comercio, y no se contenta, ni

    3. La Liga de la Paz y la Libertad, organizacin pacifista burguesa, fue fundada en 1867en Suiza por un grupo de pequeoburgueses republicanos y liberales (V. Hugo y G.Garibaldi as como otros tomaron parte activa en sus actividades). De 1867 a 1868,Bakunin particip en su trabajo. Al comienzo, la Liga trat de utilizar el movimientoobrero para sus propios fines. Difunda entre las masas la ilusin de que la creacin deunos Estados Unidos de Europa permitira poner fin a las guerras, y desviaba as alproletariado de la lucha de clases.

    4. Despus del fracaso de la Comuna de Pars, Bismarck trat, entre 1871 y 1872, defirmar un acuerdo con Austria y Rusia con miras a reprimir conjuntamente el movi-

    miento revolucionario, sobre todo la I Internacional. En octubre de 1873, los trespases concertaron la alianza tripartita preconizada por Bismarck, o sea, un acuerdo deaccin comn de los gobiernos de los tres pases en casos de disturbios en Europa.

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    mucho menos, con la conciencia de que todos los pueblos co-mercian dentro de su propio pas.

    La accin internacional de las clases obreras no depende, enmodo alguno, de la existencia de la Asociacin Internacional delos Trabajadores. Esta fue solamente un primer intento de crearpara aquella accin un rgano central; un intento que, por el

    impulso que dio, ha tenido una eficacia perdurable, pero queen suprimera forma histrica no poda prolongarse despus de lacada de la Comuna de Paris.

    La Norddeutsche de Bismarck tena sobrada razn cuando, parasatisfaccin de su dueo, proclam que, en su nuevo programa, elPartido Obrero Alemn renegaba del internacionalismo5.

    II

    Partiendo de estos principios, el Partido ObreroAlemn aspira, por todos los medios legales, al Estadolibre y la sociedad socialista; a la abolicin del sistemadel salario, con su ley de bronce y la explotacin bajotodas sus formas; a la supresin de toda desigualdad

    social y poltica.

    Sobre lo del Estado libre, volver mas adelante.As, pues, de aqu en adelante, el Partido Obrero Alemn

    tendr que creer en la ley de bronce del salario6 lassalleana!Y para que esta ley no vaya a perderse, se comete el absurdode hablar de abolicin del sistema del salario (debera decir-

    5. Marx hace alusin al editorial publicado el 20 de marzo de 1875 en el NorddeutscheAllgemeine Zeitung. All, en lo tocante al proyecto de programa del Partido Social-demcrata Alemn se lee lo siguiente: La agitacin socialdemcrata ha pasado a serms circunspecta en muchos aspectos: reniega de la Internacional....Norddeutsche Allgemeine Zeitung, peridico conservador publicado en Berln entre1861 y 1918, fue rgano oficioso del gobierno de Bismarck durante las dcadas del 60al 80.

    6. Lassalle formul su ley de bronce en estos trminos: La ley econmica de bronceque, en las condiciones de hoy, bajo el poder de la oferta y la demanda del trabajo,

    determina los salarios, es sta: el promedio de salario permanece siempre reducido ala indispensable subsistencia que por lo comn necesita un pueblo para prolongar suexistencia y para la reproduccin. [Contina en la pgina siguiente]

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    se: sistema del trabajo asalariado), con su ley de bronce. Sisuprimo el trabajo asalariado, suprimo tambin, evidentemen-te, sus leyes, sean de bronce o de corcho. Pero la lucha deLassalle contra el trabajo asalariado, gira casi exclusivamenteen torno a esa llamada ley. Por tanto, para demostrar que lasecta de Lassalle ha triunfado, hay que abolir el sistema del

    salario, con su ley de bronce, y no sin ella.De la ley de bronce del salario no pertenece a Lassalle,

    como es sabido, ms que la expresin de bronce, copiada delas ewigen, ehernen grossen Gesetzen (las leyes eternas, lasgrandes leyes de bronce) de Goethe7. La expresin de bron-ce es la contrasea por la que los creyentes ortodoxos se reco-nocen. Y si admito la ley con el cuo de Lassalle, y por tanto en

    el sentido lassalleano, tengo que admitirla tambin con su fun-damentacin. Y cul es sta? Es, como ya seal Lange pocodespus de la muerte de Lassalle, la teora malthusiana de lapoblacin (predicada por el propio Lange)8. Pero, si esta teoraes exacta, la mentada ley no la podr abolir tampoco, aunquesuprima yo cien veces el trabajo asalariado, porque esta ley noregir solamente para el sistema del salario, sino para todo siste-

    Este es el punto en torno al cual oscila el salario diario real, sin poder aumentar dema-siado ni rebajarse demasiado por mucho tiempo. El salario diario real no puede per-manecer largamente por encima de este promedio, porque entonces el mejoramientode la situacin de los obreros conducira a un aumento de la poblacin obrera y conello de la oferta de mano de obra, lo que rebajara nuevamente el salario a su nivelanterior o incluso por debajo de ste.El salario no puede, tampoco, quedar muy por debajo del nivel necesario de la subsis-tencia por largo tiempo, ya que entonces sucederan la emigracin, el celibato y laabstencin de procreacin y finalmente, como resultado de la miseria, el descenso de

    la poblacin obrera, lo que reducira la oferta de mano de obra y hara subir el salarionuevamente a su antiguo nivel elevado. As, pues, el promedio de salario real existeen constante movimiento alrededor de ese centro de gravedad: baja y sube, ora unpoco por encima, ora un poco por debajo de ese nivel (VaseLibro de lectura paraobreros, discursos de Lassalle en Francfort del Meno el 17 y el 19 de mayo de 1863,Ediciones Hottingen-Zrich, 1887).Esta ley la desarroll Lassalle por primera vez en susRespuestas abiertas al ComitCentral sobre la convocatoria de un Congreso General Alemn de Obreros en Leip-zig, Zrich, 1863, pgs. 15-16.

    7. Verso de la obra de GoetheLo divino.

    8. Se refiere a las observaciones de Freidrich Albert Lange en su obraDie Arbeiterfragein ihrer Bedeutng fr Gegenwart und Zukunft (El problema obrero en su significa-cin para el presente y el futuro), Duisburg, 1865.

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    ma social. Apoyndose precisamente en esto, los economistashan venido demostrando, desde hace cincuenta aos y anms, que el socialismo no puede acabar con la miseria, determi-nada por la misma naturaleza, sino slo generalizarla, repartirlapor igual sobre toda la superficie de la sociedad!

    Pero todo esto no es lo fundamental. Aun prescindiendo ple-namente de lafalsa concepcin lassalleana de esta ley, el retroce-so verdaderamente indignante consiste en lo siguiente:

    Despus de la muerte de Lassalle, se haba abierto paso ennuestro Partido la concepcin cientfica de que el salario no es loque parece ser, es decir, el valor, o el precio del trabajo, sino slouna forma disfrazada del valor, o del precio de la fuerza de trabajo.Con esto, se haba echado por la borda, de una vez para siem-

    pre, tanto la vieja concepcin burguesa del salario, como todacrtica dirigida hasta hoy contra esta concepcin, y se habapuesto en claro que el obrero asalariado slo est autorizado atrabajar para mantener su propia vida, es decir, a vivir, en lamedida en que trabaja gratis durante cierto tiempo para el capi-talista (y tambin para aquellos que comparten con l la plus-vala); que todo el sistema de produccin capitalista gira entorno a la prolongacin de este trabajo gratuito alargando la

    jornada de trabajo o desarrollando la productividad, o sea,acentuando la tensin de la fuerza de trabajo, etc.; que, por tan-to, el sistema del trabajo asalariado es un sistema de esclavitud,una esclavitud que se hace ms dura a medida que se desarro-llan las fuerzas productivas sociales del trabajo, est el obreromejor o peor remunerado. Y cuando esta concepcin viene ga-nando cada vez ms terreno en el seno de nuestro Partido, se

    retrocede a los dogmas de Lassalle, a pesar de que hoy ya nadiepuede ignorar que Lassalle no saba lo que era el salario, sinoque, yendo a la zaga de los economistas burgueses, tomaba laapariencia por la esencia de la cosa!

    Es como si, entre esclavos que al fin han descubierto el se-creto de la esclavitud y se alzan en rebelin contra ella, vinieseun esclavo fantico de las ideas anticuadas y escribiese en elprograma de la rebelin: la esclavitud debe ser abolida porque

    el sustento de los esclavos, dentro del sistema de la esclavitud,no puede pasar de un cierto lmite, sumamente bajo!

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    El mero hecho de que los representantes de nuestro Partidofuesen capaces de cometer un atentado tan monstruoso contrauna concepcin tan difundida entre la masa del Partido, pruebapor s solo la ligereza criminal, la falta de escrpulos con que elloshan acometido la redaccin de este programa de transaccin.

    En vez de la vaga frase final del prrafo: la supresin de

    toda desigualdad social y poltica, lo que debiera haberse di-cho es que con la abolicin de las diferencias de clase, desapa-recen por si mismas las desigualdades sociales y polticas quede ellas emanan.

    III

    Para preparar el camino a la solucin del problemasocial, el Partido Obrero Alemn exige que se creencooperativas de produccin, con la ayuda del Estadobajo el control democrtico del pueblo trabajador. En laindustria y en la agricultura, las cooperativas de pro-duccin debern crearse en proporciones tales, que deellas surja la organizacin socialista de todo el trabajo.

    Despus de la ley de bronce de Lassalle, viene la panacea delprofeta. Y se le prepara el camino de un modo digno. La lu-cha de clases existente es sustituida por una frase de periodista:el problema social, para cuya solucin se prepara el cami-no. La organizacin socialista de todo el trabajo no resultadel proceso revolucionario de transformacin de la sociedad,sino que surge de la ayuda del Estado, ayuda que el Estadopresta a las cooperativas de produccin creadas por l y nopor los obreros. Es digno de la fantasa de Lassalle eso de quecon emprstitos del Estado se puede construir una nueva socie-dad como se construye un nuevo ferrocarril!

    Por un resto de pudor, se coloca la ayuda del Estado bajoel control democrtico del pueblo trabajador.

    Pero, en primer lugar, el pueblo trabajador, en Alema-

    nia, est compuesto, en su mayora, por campesinos, y no porproletarios.

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    En segundo lugar, democrtico quiere decir en alemngobernado por el pueblo (volksherrschaftlich). Y qu es esodel control gobernado por el pueblo del pueblo trabajador?Y, adems, tratndose de un pueblo trabajador que, por el merohecho de plantear estas reivindicaciones al Estado, exteriorizasu plena conciencia de que ni est en el Poder ni se halla ma-

    duro para gobernar!Huelga entrar aqu en la crtica de la receta prescrita por

    Buchez, bajo el reinado de Luis Felipe, por oposicin a los so-cialistas franceses, y aceptada por los obreros reaccionarios delAtelier9. Lo verdaderamente escandaloso no es tampoco el quese haya llevado al programa esta cura milagrosa especfica, sinoel que se abandone simplemente el punto de vista del movi-

    miento de clases, para retroceder al del movimiento de sectas.El que los obreros quieran establecer las condiciones de pro-duccin colectiva en toda la sociedad y ante todo en su propiopas, en una escala nacional, slo quiere decir que laboran porsubvertir las actuales condiciones de produccin, y eso nadatiene que ver con la fundacin de sociedades cooperativas conla ayuda del Estado. Y, por lo que se refiere a las sociedadescooperativas actuales, stas slo tienen valor en cuanto son

    creaciones independientes de los propios obreros, no protegi-das ni por los gobiernos ni por los burgueses.

    IV

    Y ahora voy a referirme a la parte democrtica.

    A. Base libre del Estado.

    Ante todo, segn el captulo II, el Partido Obrero Alemnaspira al Estado libre.

    Qu es el Estado libre?

    9. Atelier, revista mensual en francs de los artesanos y obreros que se encontraban bajo

    la influencia de las ideas del socialismo catlico, publicada en Paris de 1840 a 1850.Su redaccin, que se elega cada tres meses, estaba constituida por representantes delos obreros.

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    De ningn modo es propsito de los obreros, que se hanlibrado de la estrecha mentalidad del humilde sbdito, hacerlibre al Estado. En el imperio alemn, el Estado es casi tanlibre como en Rusia. La libertad consiste en convertir al Esta-do de rgano que est por encima de la sociedad en un rganocompletamente subordinado a ella, y las formas de Estado si-

    guen siendo hoy ms o menos libres en la medida en que limi-tan la libertad del Estado.

    El Partido Obrero Alemn al menos, si hace suyo esteprograma demuestra cmo las ideas del socialismo no lecalan siquiera la piel; ya que, en vez de tomar a la sociedadexistente (y lo mismo podemos decir de cualquier sociedad enel futuro) como base del Estado existente (o del futuro, para una

    sociedad futura), considera ms bien al Estado como un serindependiente, con sus propios fundamentos espirituales, mora-les y liberales.

    Y adems, qu decir del burdo abuso que hace el programade las palabras Estado actual, sociedad actual y de la incom-prensin ms burda todava que manifiesta acerca del Estado,al que dirige sus reivindicaciones!

    La sociedad actual es la sociedad capitalista, que existe en

    todos los pases civilizados, ms o menos libre de aditamentosmedievales, mas o menos modificada por el especfico desarro-llo histrico de cada pas, ms o menos desarrollada. Por elcontrario, el Estado actual vara con las fronteras nacionales.En el imperio prusiano-alemn es otro que en Suiza, en Inglate-rra, otro que en los Estados Unidos. El Estado actual es, portanto, una ficcin.

    Sin embargo, los distintos Estados de los distintos pasescivilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, tie-nen de comn el que todos ellos se asientan sobre las bases dela moderna sociedad burguesa, aunque sta se halle en unossitios ms desarrollada que en otros, en el sentido capitalista.En este sentido puede hablarse del Estado actual, por oposi-cin al futuro, en el que su actual raz, la sociedad burguesa, sehabr extinguido.

    Cabe, entonces, preguntarse: que transformacin sufrir elrgimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros trminos:

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    qu funciones sociales, anlogas a las actuales funciones delEstado, subsistirn entonces? Esta pregunta slo puede contes-tarse cientficamente, y por ms que acoplemos de mil manerasla palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni unpelo a la solucin del problema.

    Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media

    el perodo de la transformacin revolucionaria de la primera enla segunda. A este perodo corresponde tambin un perodopoltico de transicin, cuyo Estado no puede ser otro que ladictadura revolucionaria del proletariado.

    Pero el programa no se ocupa de esta ltima, ni del futurorgimen estatal de la sociedad comunista.

    Sus reivindicaciones polticas no se salen de la vieja* y con-

    sabida letana democrtica: sufragio universal, legislacin dire-cta, derecho popular, milicia del pueblo, etc. Son un simple ecodel Partido Popular burgus, de la Liga por la Paz y la Libertad.Son, todas ellas, reivindicaciones que, cuando no estn exagera-das hasta verse convertidas en ideas fantsticas, estn ya reali-zadas. Slo que el Estado que las ha puesto en prctica no caedentro de las fronteras del imperio alemn, sino en Suiza, enlos Estados Unidos, etc. Esta especie de Estado del futuro es

    ya Estado actual, aunque existente fuera del marco del impe-rio alemn.

    Pero, se ha olvidado una cosa. Ya que el Partido ObreroAlemn declara expresamente que acta dentro del Estadonacional de hoy, es decir, dentro de su propio Estado, del impe-rio prusiano-alemn de otro modo, sus reivindicaciones ser-an, en su mayor parte, absurdas, pues slo se exige lo que no

    se tiene, no deba haber olvidado lo principal, a saber: quetodas estas lindas menudencias tienen por base el reconoci-miento de la llamada soberana del pueblo, y que, por tanto,slo caben en una repblica democrtica.

    Y si no se tiene el valor** lo cual es muy cuerdo, puesla situacin exige prudencia de exigir la repblica de-

    * En la edicin alemana de OOCC de Marx y Engels, T. XIX, no aparece la palabravieja.

    ** En la edicin alemana de OOCC de Marx y Engels, T. XIX, se lee: si no se est encondiciones.

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    mocrtica, como lo hacan los programas obreros francesesbajo Luis Felipe y bajo Luis Napolen, no deba haberse re-currido al ardid, que ni es honrado10 ni es digno, de exigircosas que slo tienen sentido en una repblica democrtica aun Estado que no es ms que un despotismo militar de ar-mazn burocrtico y blindaje policiaco, guarnecido de for-

    mas par lamentaras, revuelto con ingredientes feudales einfluenciado ya por la burguesa; y, encima, asegurar a esteEstado que uno se imagina poder conseguir eso de l pormedios legales!

    Hasta la democracia vulgar, que ve en la repblica de-mocrtica el reino milenario y no tiene la menor idea de que esprecisamente bajo esta ltima forma de Estado de la sociedad

    burguesa donde se va a ventilar definitivamente por la fuerzade las armas la lucha de clases; hasta ella misma est hoy a milcodos de altura sobre esta especie de democratismo que semueve dentro de los lmites de lo autorizado por la polica yvedado por la lgica.

    Que por Estado se entiende, en realidad, la mquina degobierno, o el Estado en cuanto, por efecto de la divisin deltrabajo, forma un organismo propio, separado de la sociedad,

    lo indican ya estas palabras: el Partido Obrero Alemn exigecomo base econmica del Estado: un impuesto nico y progresivosobre la renta, etc. Los impuestos son la base econmica de lamquina de gobierno, y nada ms. En el Estado del futuro,existente ya en Suiza, esta reivindicacin est casi realizada. Elimpuesto sobre la renta presupone las diferentes fuentes deingresos de las diferentes clases sociales, es decir, la sociedad

    capitalista. No tiene, pues, nada de extrao que los Financial-Reformers* de Liverpool burgueses, con el hermano deGladstone al frente planteen la misma reivindicacin que elprograma.

    B. El Partido Obrero Alemn exige, como base espiri-tual y moral del Estado:

    10. A los eisenachianos se les llamaba tambin los honrados.* Partidarios de la reforma financiera.

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    1. Educacin popular general e igual a cargo del Esta-do. Asistencia escolar obligatoria general. Instruccingratuita.

    Educacin popular igual? Que se entiende por esto? Se creeque en la sociedad actual (que es de la nica de que puede tra-

    tarse), la educacin puede ser igual para todas las clases? O loque se exige es que tambin las clases altas sean obligadas porla fuerza a conformarse con la modesta educacin que da laescuela pblica, la nica compatible con la situacin econmi-ca, no slo del obrero asalariado, sino tambin del campesino?

    Asistencia escolar obligatoria para todos. Instruccin gra-tuita. La primera existe ya, incluso en Alemania; la segunda,

    en Suiza y en los Estados Unidos, en lo que a las escuelas pbli-cas se refiere. El que en algunos estados de este ltimo passean gratuitos tambin centros de instruccin superior, slosignifica, en realidad, que all a las clases altas se les pagan susgastos de educacin a costa del fondo de los impuestos genera-les. Y dicho sea incidentalmente esto puede aplicarse tam-bin a la administracin de justicia con carcter gratuito deque se habla en el punto A, 5 del programa. La justicia en lo

    criminal es gratuita en todas partes; la justicia civil gira casiexclusivamente en torno a los pleitos sobre la propiedad y afec-ta, por tanto, casi nicamente a las clases poseedoras. Se pre-tende que stas ventilen sus pleitos a costa del Tesoro pblico?

    El prrafo sobre las escuelas debera exigir, por lo menos,escuelas tcnicas (tericas y prcticas), combinadas con las es-cuelas pblicas.

    Eso de educacin popular a cargo del Estado es absolutamenteinadmisible. Una cosa es determinar, por medio de una ley gene-ral, los recursos de las escuelas pblicas, las condiciones de capa-cidad del personal docente, las materias de enseanza, etc., y,como se hace en los Estados Unidos, velar por el cumplimiento deestas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, yotra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educadordel pueblo! Lo que hay que hacer es ms bien substraer la escuela

    a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. Sobre todoen el imperio prusiano-alemn (y no vale salirse con el torpe sub-

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    terfugio de que se habla de un Estado futuro; ya hemos visto loque es ste), donde es, por el contrario, el Estado el que necesitarecibir del pueblo una educacin muy severa.

    Pese a todo su cascabeleo democrtico, el programa esttodo l infestado hasta el tutano de la fe servil de la secta las-salleana en el Estado; o lo que no es nada mejor de la su-

    persticin democrtica; o es ms bien un compromiso entreestas dos supersticiones igualmente lejanas del socialismo.

    Libertad de la ciencia; la estatuye ya un prrafo de la Cons-titucin prusiana. Para qu, pues, traer esto aqu?

    Libertad de conciencia! Si, en estos tiempos del Kultur-kampf11, se quera recordar al liberalismo sus viejas con signas,slo poda hacerse, naturalmente, de este modo: todo el mundo

    tiene derecho a satisfacer sus necesidades fsicas*, sin que lapolica tenga que meter las narices en ello. Pero el PartidoObrero, aprovechando la ocasin, tena que haber expresadoaqu su conviccin de que la libertad de conciencia burguesase limita a tolerar cualquier gnero de libertad de conciencia reli-giosa, mientras que l aspira, por el contrario, a liberar la con-ciencia de todo fantasma religioso. Pero, se ha preferido no so-brepasar el nivel burgus.

    Y con esto, llego al final, pues el apndice que viene des-pus del programa, no constituye una parte caracterstica delmismo. Por tanto, procurar ser muy breve.

    2. Jornada normal de trabajo.

    En ningn otro pas se limita el partido obrero a formular una

    reivindicacin tan vaga, sino que fija siempre la duracin de

    11. Kulfurkampf(Lucha cultural) era como llamaban los liberales burgueses al conjuntode medidas legislativas adoptadas por el gobierno de Bismarck en los aos 70 delsiglo XIX. Al socaire de la lucha por una cultura laica, estas medidas se dirigancontra la iglesia catlica y el partido del centro, que apoyaban las tendencias sepa-ratistas y antiprusianas de los funcionarios, los terratenientes y la burguesa de lospequeos y medianos estados del Suroeste de Alemania. En la dcada del 80, parareunir las fuerzas reaccionarias, Bismarck derog la mayor parte de estas medidas.

    * En la edicin alemana de OOCC de Marx y Engels, T. XIX, se lee: satisfacer susnecesidades religiosas lo mismo que sus necesidades corporales, sin que la policatenga que meter sus narices.

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    la jornada de trabajo que, bajo las condiciones concretas, seconsidera normal.

    3. Restriccin del trabajo de la mujer y prohibicin deltrabajo infantil.

    La reglamentacin de la jornada de trabajo debe incluir ya larestriccin del trabajo de la mujer, en cuanto se refiere a la dura-cin, descansos, etc., de la jornada; de no ser as, slo puede sig-nificar la exclusin del trabajo de la mujer de las ramas de pro-duccin que son especialmente nocivas para el organismo feme-nino o inconvenientes, desde el punto de vista moral, para estesexo. Si es esto lo que se ha querido decir, debi haberse dicho.

    Prohibicin del trabajo infantil. Aqu, era absolutamentenecesario sealar el lmite de la edad.Laprohibicin general del trabajo infantil es incompatible con

    la existencia de la gran industria y, por tanto, un piadoso deseo,pero nada ms. El poner en prctica esta prohibicin supo-niendo que fuese factible sera reaccionario, ya que, regla-mentada severamente la jornada de trabajo segn las distintasedades y aplicando las dems medidas preventivas para la pro-

    teccin de los nios, la combinacin del trabajo productivo conla enseanza desde una edad temprana es uno de los ms po-tentes medios de transformacin de la sociedad actual.

    4. Inspeccin por el Estado de la industria en lasfbricas en los talleres y a domicilio.

    Tratndose del Estado prusiano-alemn, debi exigirse, taxati-vamente, que los inspectores slo pudieran ser destituidos porsentencia judicial; que todo obrero pudiera denunciarlos a lostribunales por transgresiones en el cumplimiento de su deber; yque perteneciesen a la profesin mdica.

    5. Reglamentacin del trabajo en las prisiones.

    Mezquina reivindicacin, en un programa general obrero. Entodo caso, debi proclamarse claramente que no se quera, por

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    celos de competencia, ver tratados a los delincuentes comunescomo a bestias, y, sobre todo, que no se les quera privar de sunico medio de corregirse: el trabajo productivo. Era lo menosque poda esperarse de socialistas.

    6. Una ley eficaz de responsabilidad por las infrac-

    ciones.

    Haba que haber dicho qu se entiende por ley eficaz de res-ponsabilidad por las infracciones.

    Diremos de paso que, al hablar de la jornada normal de tra-bajo, no se ha tenido en cuenta la parte de la legislacin fabrilque se refiere a las medidas sanitarias y medios de proteccin

    contra los accidentes, etc. La ley de responsabilidad por las in-fracciones slo entra en accin despus de infringidas estasprescripciones.

    En una palabra, tambin el apndice se distingue por sudescuidada redaccin.

    Dixi et salvavi animan meam*.

    * He dicho y salvado mi alma.

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    FEDERICO ENGELS

    SOBRE EL PROGRAMA DE GOTHA

    CARTA A AUGUSTO BEBEL

    Londres, 18-28 de marzo de 1875

    Querido Bebel:He recibido su carta del 23 de febrero, y me alegra que su

    estado de salud sea tan satisfactorio.Me pregunta usted cul es nuestro criterio sobre la historia

    de la unificacin. Desgraciadamente, nos ha pasado lo mismoque a usted. Ni Liebknecht ni nadie nos ha dado ninguna noti-cia, ni tampoco nosotros sabemos ms que lo que dicen los pe-ridicos, que no trajeron nada, hasta que hace unos ocho dasrecibimos el proyecto de programa. Este nos ha causado, cierta-mente, bastante asombro.

    Nuestro Partido ha tendido con tanta frecuencia la mano alos partidarios de Lassalle para la conciliacin, o cuando menos

    para llegar a algn acuerdo, y ha sido rechazado tan a menudopor los Hasenclever, Hasselmann y Tlcke de un modo tan des-deoso, que hasta un nio podra sacar de ello esta conclusin:Si ahora esos seores vienen por s solos y ofrecen la concilia-cin, ellos deben de encontrarse en una situacin muy apurada.Ahora bien, dado el carcter bien conocido de esta gente, eldeber de todos nosotros es el de aprovechar este apuro paraarrancar toda clase de garantas, de modo que esta gente noafiance de nuevo su precaria posicin ante la opinin pblicaobrera a costa de nuestro Partido. Haba que haberles acogidocon extraordinaria frialdad y desconfianza, hacer depender launificacin del grado en que estuviesen dispuestos a renunciara sus consignas sectarias y a su ayuda estatal, y adoptar, en loesencial, el programa de Eisenach de 1869, o una versin delmismo corregida y adaptada a los momentos actuales. En el

    aspecto terico, es decir, en lo que es decisivo para el progra-ma, nuestro Partido no tena absolutamente nada que aprenderde

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    los de Lassalle, pero ellos s que tenan que aprender de l; laprimera condicin para la unidad deba haber sido que dejasende ser sectarios, que dejasen de ser lassalleanos, y, por tanto yante todo, que renunciasen a la panacea universal de la ayudaestatal o, por lo menos, que la reconociesen como una medidatransitoria y secundaria, entre tantas otras y por debajo de ellas.

    El proyecto de programa demuestra que nuestra gente, situadaa cien codos por encima de los dirigentes lassalleanos en lo quea la teora se refiere, est en igual medida por debajo de ellos encuanto a habilidad poltica; los honrados se han visto, unavez ms, cruelmente burlados por los pcaros.

    En primer lugar, se acepta la rimbombante, pero histrica-mente falsa, frase lassalleana: frente a la clase obrera, todas las

    dems no forman ms que una masa reaccionaria. Esta tesisslo es cierta en algunos casos excepcionales, por ejemplo, enuna revolucin del proletariado como la Comuna, o en un pasdonde no ha sido la burguesa sola la que ha creado el Estado yla sociedad a su imagen y semejanza, sino que despus de ellaha venido la pequea burguesa democrtica y ha llevado hastasus ltimas consecuencias el cambio operado. Si, por ejemplo,en Alemania, la pequea burguesa democrtica perteneciese a

    esta masa reaccionaria, cmo pudo el Partido Obrero Social-demcrata marchar hombro con hombro con ella, con el Parti-do Popular, durante varios aos? Cmo puede el Volksstaattomar la casi totalidad de su contenido poltico del FrankfurterZeitung, peridico democrtico pequeoburgus? Y cmo pue-den incluirse en este mismo programa nada menos que sietereivindicaciones que coinciden directa y literalmente con el

    programa del Partido Popular y de la democracia pequeobur-guesa? Me refiero a las siete reivindicaciones polticas (de la 1 ala 5 y la 1 y la 2), entre las cuales no hay una sola que no seademocrtico-burguesa.

    En segundo lugar, se reniega prcticamente por completo,para el presente, del principio de la internacionalidad del movi-miento obrero, y esto lo hacen hombres que por espacio de cin-co aos y en las circunstancias ms duras mantuvieron de un

    modo glorioso este principio. La posicin que ocupan los obre-ros alemanes a la cabeza del movimiento europeo se debe, esen-

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    ialmente, a la actitud autnticamente internacional mantenidaor ellos durante la guerra; ningn otro proletariado se hubieraortado tan bien. Y he aqu que van a renegar de este principion un momento en que en todos los pases del extranjero losbreros lo recalcan con la misma intensidad con que los gobier-

    os tratan de reprimir todo intento de imponerlo en una orga-izacin! Y qu queda en pie del internacionalismo del movi-iento obrero? La plida perspectiva, no ya de una futura ac-

    in conjunta de los obreros europeos para su emancipacin,ino de una futura fraternidad internacional de los pueblos,e los Estados Unidos de Europa de los burgueses de la Ligaor la Paz!

    No haba, naturalmente, para qu hablar de la Internacional

    omo tal. Pero al menos no deba haberse dado ningn pasotrs respecto al programa de 1869 y decir, por ejemplo, queunque el Partido Obrero Alemn acta, en primer trmino, de-tro de las fronteras del Estado del que forma parte (no tieneingn derecho a hablar en nombre del proletariado europeo,i, sobre todo, a decir nada que sea falso), tiene conciencia deu solidaridad con los obreros de todos los pases y estar siem-

    re dispuesto a seguir cumpliendo, como hasta ahora, con loseberes que esta solidaridad impone. Estos deberes consisten,unque uno no se considere ni se proclame como parte de lanternacional, por ejemplo, en prestar ayuda y paralizar el env-o de esquiroles en caso de huelga, preocuparse de que losrganos del Partido mantengan informados a los obreros ale-anes sobre el movimiento extranjero, organizar la agitacin

    ontra las guerras de gabinete inminentes o que han estallado

    a, una actitud frente a stas como la mantenida ejemplarmenten 1870 y 1871, etc.

    En tercer lugar, nuestra gente se ha dejado imponer la leye bronce del salario lassalleana, basada en un criterio econ-ico completamente anticuado, a saber: que el obrero no reci-

    e, por trmino medio, ms que el mnimo de salario, y estoorque, segn la teora malthusiana de la poblacin, hay siem-re obreros de sobra (sta era la argumentacin de Lassalle).hora bien; Marx ha demostrado minuciosamente, en El Capi-

    al, que las leyes que regulan el salario son muy complejas, que

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    tan pronto predominan unas como otras, segn las circunstan-cias; que, por tanto, estas leyes no son, en modo alguno, debronce, sino, por el contrario, muy elsticas, y que el problemano puede resolverse as, en dos palabras, como se imaginabaLassalle. La fundamentacin que da Malthus de la ley que Las-salle toma de l y de Ricardo (falseand