premios nobel de la economía

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P. 22 PANORAMA elCaribe, LUNES 13 DE ABRIL DE 2015 El Sveriges Riksbanks es el culpable OPINIÓN ce varias décadas y que podrían haber lle- vado a los economistas a pensar que la su- ya es una ciencia social superior, más cercana a las ciencias puras que la políti- ca, la sociología o la sicología. Algunos perciben que al ser la econo- mía la ciencia social que más se ha ex- puesto a la incursión de las matemáticas para tratar de construir teorías explica- tivas de un abanico de fenómenos eco- nómicos, puede haber contribuido a la percepción de superioridad que parecen exhibir los economistas. Este aparente complejo de superioridad puede haber- se magnificado a partir de 1968 cuando el Sveriges Riksbanks, el Banco de Sue- cia, decidió proveer los fondos para el otorgamiento del Premio Nobel de Eco- nomía a ser administrado por la Real Aca- demia de Ciencias de Suecia. No se otor- gan Premios Nobel en Política, Sociolo- gía, Sicología y Filosofía. Pero sí en Eco- nomía. Como también se otorgan en Física, Química y Medicina, los econo- mistas podemos haber llegado a creer- nos que nuestra “ciencia” es superior, pues en la premiación los economistas comparten con físicos, químicos, biólo- gos e investigadores en el ámbito de la medicina. A los matemáticos se les otor- ga un premio separado, el Premio Abel que confiere desde el 2003 la Academia Noruega de las Ciencias y las Letras. Hay dos formas de eliminar la supues- ta superioridad y arrogancia de los eco- nomistas. La primera sería el otorga- miento de Premios Nobel en Ciencias Políticas, Sociología, Sicología y Filoso- fía. El problema es que no parece segu- ro que el Banco de Suecia esté dispuesto a poner la plata necesaria. No está claro si habría interés de algunas empresas o instituciones globales dispuestas a apo- yar financieramente estos premios. Es por eso que la mejor alternativa pa- ra acabar con la referida superioridad y arrogancia de los economistas es la eli- minación del Premio del Banco de Sue- cia en Ciencias Económicas en memo- ria de Alfred Nobel. Friedrich von Ha- yek, que recibió el Premio Nobel de Eco- nomía en 1974, al pedírsele su opinión sobre el premio, respondió que “estaba fuertemente en contra” de la creación del mismo pues ningún economista debería ANDRÉS DAUHAJRE HIJO [email protected] E l pasado 28 de marzo, Moi- sés Naím, un destacado eco- nomista y politólogo vene- zolano que mantiene una columna en El País, escri- bió un interesante y controversial artí- culo titulado “La fraudulenta superiori- dad de los economistas”, calificativo to- mado del título del artículo “La Superio- ridad de los Economistas” de Fourcade, Ollion y Algan (FOA) en el Journal of Economic Perspectives (JEP), Vol. 29, #1, Winter 2015, pp. 89-114. Lo primero que me llama la atención es lo de la superioridad. Desconocía que los economistas nos sentíamos superio- res en comparación con otras ramas de las ciencias sociales, del comportamien- to humano y morales como la política, la sociología, la sicología, la filosofía o la éti- ca. No tenemos ninguna base seria para justificar el sentimiento de superioridad. Todas las ramas que no caen en el ámbi- to de las ciencias puras o exactas y que tra- tan de predecir del comportamiento de variables políticas, económicas, sociales y humanas, están sujetas a incurrir per- manentemente en errores. La razón es muy sencilla: todas tienen que hacer su- puestos heroicos sobre el comportamien- to esperado del homo economicus de Pers- ky, el homo politicus de Platón, el homo sociologicus de Dahrendorf, el homo fi- losoficus de Cassam, el homo sicologicus de Cohen o los homos eticus y religiosus a los que se refirió en 1906 Pareto en su Manual de Política Económica. La economía, como la política, la so- ciología, la sicología y la filosofía no pue- den prever con exactitud los aconteci- mientos económicos, políticos, sociales, ni las reacciones y comportamientos del homo sapiens cuando es expuesto a los experimentos, tratamientos, normas y protocolos en el campo la sicología, la fi- losofía y la ética. Ninguna de las ciencias sociales puede ponerse al lado de las cien- cias puras o exactas como las matemáti- cas, la física y la química. Ningún “cien- tífico social”, a menos que haya perdido el juicio, puede sentirse superior a su con- traparte en el mundo de las matemáti- cas, la física o la química. La aparente superioridad frente a otros científicos sociales y la arrogancia riguro- samente confirmada de los economistas a la que se refiere Naím cuando indica que en un artículo publicado hace 10 años en el Journal of Economic Perspectives (JEP), el 77% de los estudiantes de doctorado en economía de las más prestigiosas univer- sidades norteamericanas respondió que “la economía es la ciencia social más cien- tífica”, pueden deberse a decisiones pro- bablemente erróneas que se tomaron ha- ser escogido como referencia en un área tan compleja como la economía. Lamen- tablemente, nadie le hizo caso a Hayek y hoy nos encontramos con un ejército de economistas en todo el mundo que mira con lástima a los demás colegas de las ciencias sociales no premiadas. Naím señala también que “a los eco- nomistas les convendría cambiar su arro- gancia intelectual por una actitud más humilde y ver qué pueden aprender de otros”. Considera que el hecho de que la mayoría de los artículos citados por los economistas en las principales revistas especializadas en economía son artícu- los escritos por otros economistas, es una demostración clara del desdén que sien- ten los economistas por sus colegas de las demás ciencias sociales. No estoy totalmente seguro de que pueda llegarse a la conclusión de déficit de humildad de los economistas a la que llega Naím, partiendo del hallazgo de FOA de que los economistas que publicaron artículos en el American Economic Re- view en el período 2000-2009, citan en el 40% de los casos, artículos publicados en las demás 24 revistas especializadas de economía, contra 0.3% y 0.8% de ar- tículos publicados en las de sociología y ciencias políticas, respectivamente. Es posible que el análisis de FOA no haya ponderado el hecho de que no todos los que escriben en las revistas especiali- zadas de economía son economistas de formación. La economía es posiblemen- te una de las ciencias sociales más demo- cráticas y abiertas a la incursión de cien- tíficos puros y sociales en su territorio. La apertura de la economía a los matemáti- cos es total. Matemáticos como Leonid Kantorovich (1975), Tjalling Koopmans (1975), Gerard Debreu (1983), John Nash (1994), Clive Granger (2003), Robert Aum- man (2005), Eric Maskin (2007), Roger B. Myerson (2007), Lloyd Shapley (2012) y Alvin Roth (2012) ganaron en los años indicados del Premio Nobel de Economía, el cual es decidido por un Comité confor- mado por cinco economistas. John Von Newman, el brillante matemático puro y aplicado, físico, inventor, erudito y polí- glota húngaro, no lo ganó porque murió en 1957, antes de que se creara. Pero también lo han ganado el sicólogo Daniel Kahneman (2002) y politólogos (Ph.D en ciencias políticas) como Herbert A. Simon (1978) y Elinor Ostrom (2009). John Harsanyi, que ganó el Nobel de Economía, aunque estudió economía de noche en la Universidad de Sidney y lue- go obtuvo su Ph.D en Stanford, previa- mente había estudiado ingeniería quími- ca, farmacología, obtenido dos PhD en fi- losofía y sociología, y estudiado teología bajo la orden de los Dominicos. El pro- pio Hayek era abogado, filósofo y econo- mista. Uno de los más grandes economis- tas de la historia, Alfred Marshall, estu- dió matemáticas, física, filosofía, cien- cias morales (metafísica y ética), antes de incursionar en el estudio de la econo- mía política. ¿Era Adam Smith econo- mista? No. Estudió filosofía social en la Universidad de Glasgow y en el Balliol College de Oxford. David Ricardo, el pa- dre de la teoría de la ventaja comparati- va, no estudió economía, pues desde los 14 años comenzó a trabajar con su padre, separándose luego para dedicarse a la es- peculación. ¿Y Schumpeter? Se doctoró en leyes en la Universidad de Viena. Como se puede advertir, la “ciencia eco- nómica” está abierta a las ciencias puras y las demás ciencias sociales. Lo que hoy co- nocemos como “ciencia económica” es un brebaje preparado por economistas, ma- temáticos, estadísticos, sicólogos, politó- logos, sociólogos, juristas, filosófos, “cien- tistas” morales y hasta especuladores. Hace unos años el brillante neurociru- jano dominicano José Joaquín Puello me comentó que le sorprendía cómo en nues- tro país, cualquiera, independientemen- te de si tenía o no formación en econo- mía, opinaba de economía. Ese ejemplo refleja la apertura natural de la que nun- ca podrá sustraerse la llamada “ciencia económica” a la incursión de otras ramas en la conformación de una “ciencia” que cambia a diario, arrastrada no sólo por la supuesta racionalidad del homo econo- micus, sino por las sacudidas de los genes politicus, sociologicus, filosoficus y sico- logicus, eticus y religiosus del homo. La economía es y debe seguir siendo, una ciencia humilde. La neurocirugía, por suerte, le comenté a José Joaquín, siem- pre ha sido un área del conocimiento me- nos democrática. l

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elcaribe, impreso, periodico

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Page 1: Premios Nobel de la Economía

P.22 PANORAMAelCaribe, LUNES 13 DE ABRIL DE 2015

El Sveriges Riksbanks es el culpable

OPINIÓN

ce varias décadas y que podrían haber lle-vado a los economistas a pensar que la su-ya es una ciencia social superior, más cercana a las ciencias puras que la políti-ca, la sociología o la sicología.

Algunos perciben que al ser la econo-mía la ciencia social que más se ha ex-puesto a la incursión de las matemáticas para tratar de construir teorías explica-tivas de un abanico de fenómenos eco-nómicos, puede haber contribuido a la percepción de superioridad que parecen exhibir los economistas. Este aparente complejo de superioridad puede haber-se magnificado a partir de 1968 cuando el Sveriges Riksbanks, el Banco de Sue-cia, decidió proveer los fondos para el otorgamiento del Premio Nobel de Eco-nomía a ser administrado por la Real Aca-demia de Ciencias de Suecia. No se otor-gan Premios Nobel en Política, Sociolo-gía, Sicología y Filosofía. Pero sí en Eco-nomía. Como también se otorgan en Física, Química y Medicina, los econo-mistas podemos haber llegado a creer-nos que nuestra “ciencia” es superior, pues en la premiación los economistas comparten con físicos, químicos, biólo-gos e investigadores en el ámbito de la medicina. A los matemáticos se les otor-ga un premio separado, el Premio Abel que confiere desde el 2003 la Academia Noruega de las Ciencias y las Letras.

Hay dos formas de eliminar la supues-ta superioridad y arrogancia de los eco-nomistas. La primera sería el otorga-miento de Premios Nobel en Ciencias Políticas, Sociología, Sicología y Filoso-fía. El problema es que no parece segu-ro que el Banco de Suecia esté dispuesto a poner la plata necesaria. No está claro si habría interés de algunas empresas o instituciones globales dispuestas a apo-yar financieramente estos premios.

Es por eso que la mejor alternativa pa-ra acabar con la referida superioridad y arrogancia de los economistas es la eli-minación del Premio del Banco de Sue-cia en Ciencias Económicas en memo-ria de Alfred Nobel. Friedrich von Ha-yek, que recibió el Premio Nobel de Eco-nomía en 1974, al pedírsele su opinión sobre el premio, respondió que “estaba fuertemente en contra” de la creación del mismo pues ningún economista debería

ANDRÉS DAUHAJRE [email protected]

El pasado 28 de marzo, Moi-sés Naím, un destacado eco-nomista y politólogo vene-zolano que mantiene una columna en El País, escri-

bió un interesante y controversial artí-culo titulado “La fraudulenta superiori-dad de los economistas”, calificativo to-mado del título del artículo “La Superio-ridad de los Economistas” de Fourcade, Ollion y Algan (FOA) en el Journal of Economic Perspectives (JEP), Vol. 29, #1, Winter 2015, pp. 89-114.

Lo primero que me llama la atención es lo de la superioridad. Desconocía que los economistas nos sentíamos superio-res en comparación con otras ramas de las ciencias sociales, del comportamien-to humano y morales como la política, la sociología, la sicología, la filosofía o la éti-ca. No tenemos ninguna base seria para justificar el sentimiento de superioridad. Todas las ramas que no caen en el ámbi-to de las ciencias puras o exactas y que tra-tan de predecir del comportamiento de variables políticas, económicas, sociales y humanas, están sujetas a incurrir per-manentemente en errores. La razón es muy sencilla: todas tienen que hacer su-puestos heroicos sobre el comportamien-to esperado del homo economicus de Pers-ky, el homo politicus de Platón, el homo sociologicus de Dahrendorf, el homo fi-losoficus de Cassam, el homo sicologicus de Cohen o los homos eticus y religiosus a los que se refirió en 1906 Pareto en su Manual de Política Económica.

La economía, como la política, la so-ciología, la sicología y la filosofía no pue-den prever con exactitud los aconteci-mientos económicos, políticos, sociales, ni las reacciones y comportamientos del homo sapiens cuando es expuesto a los experimentos, tratamientos, normas y protocolos en el campo la sicología, la fi-losofía y la ética. Ninguna de las ciencias sociales puede ponerse al lado de las cien-cias puras o exactas como las matemáti-cas, la física y la química. Ningún “cien-tífico social”, a menos que haya perdido el juicio, puede sentirse superior a su con-traparte en el mundo de las matemáti-cas, la física o la química.

La aparente superioridad frente a otros científicos sociales y la arrogancia riguro-samente confirmada de los economistas a la que se refiere Naím cuando indica que en un artículo publicado hace 10 años en el Journal of Economic Perspectives (JEP), el 77% de los estudiantes de doctorado en economía de las más prestigiosas univer-sidades norteamericanas respondió que “la economía es la ciencia social más cien-tífica”, pueden deberse a decisiones pro-bablemente erróneas que se tomaron ha-

ser escogido como referencia en un área tan compleja como la economía. Lamen-tablemente, nadie le hizo caso a Hayek y hoy nos encontramos con un ejército de economistas en todo el mundo que mira con lástima a los demás colegas de las ciencias sociales no premiadas.

Naím señala también que “a los eco-nomistas les convendría cambiar su arro-gancia intelectual por una actitud más humilde y ver qué pueden aprender de otros”. Considera que el hecho de que la mayoría de los artículos citados por los economistas en las principales revistas especializadas en economía son artícu-los escritos por otros economistas, es una demostración clara del desdén que sien-ten los economistas por sus colegas de las demás ciencias sociales.

No estoy totalmente seguro de que pueda llegarse a la conclusión de déficit de humildad de los economistas a la que llega Naím, partiendo del hallazgo de FOA de que los economistas que publicaron artículos en el American Economic Re-view en el período 2000-2009, citan en el 40% de los casos, artículos publicados en las demás 24 revistas especializadas de economía, contra 0.3% y 0.8% de ar-tículos publicados en las de sociología y ciencias políticas, respectivamente.

Es posible que el análisis de FOA no haya ponderado el hecho de que no todos los que escriben en las revistas especiali-zadas de economía son economistas de formación. La economía es posiblemen-te una de las ciencias sociales más demo-cráticas y abiertas a la incursión de cien-tíficos puros y sociales en su territorio. La apertura de la economía a los matemáti-cos es total. Matemáticos como Leonid Kantorovich (1975), Tjalling Koopmans (1975), Gerard Debreu (1983), John Nash (1994), Clive Granger (2003), Robert Aum-man (2005), Eric Maskin (2007), Roger B. Myerson (2007), Lloyd Shapley (2012) y Alvin Roth (2012) ganaron en los años indicados del Premio Nobel de Economía, el cual es decidido por un Comité confor-mado por cinco economistas. John Von Newman, el brillante matemático puro y aplicado, físico, inventor, erudito y polí-glota húngaro, no lo ganó porque murió en 1957, antes de que se creara.

Pero también lo han ganado el sicólogo

Daniel Kahneman (2002) y politólogos (Ph.D en ciencias políticas) como Herbert A. Simon (1978) y Elinor Ostrom (2009).

John Harsanyi, que ganó el Nobel de Economía, aunque estudió economía de noche en la Universidad de Sidney y lue-go obtuvo su Ph.D en Stanford, previa-mente había estudiado ingeniería quími-ca, farmacología, obtenido dos PhD en fi-losofía y sociología, y estudiado teología bajo la orden de los Dominicos. El pro-pio Hayek era abogado, filósofo y econo-mista. Uno de los más grandes economis-tas de la historia, Alfred Marshall, estu-dió matemáticas, física, filosofía, cien-cias morales (metafísica y ética), antes de incursionar en el estudio de la econo-mía política. ¿Era Adam Smith econo-mista? No. Estudió filosofía social en la Universidad de Glasgow y en el Balliol College de Oxford. David Ricardo, el pa-dre de la teoría de la ventaja comparati-va, no estudió economía, pues desde los 14 años comenzó a trabajar con su padre, separándose luego para dedicarse a la es-peculación. ¿Y Schumpeter? Se doctoró en leyes en la Universidad de Viena.

Como se puede advertir, la “ciencia eco-nómica” está abierta a las ciencias puras y las demás ciencias sociales. Lo que hoy co-nocemos como “ciencia económica” es un brebaje preparado por economistas, ma-temáticos, estadísticos, sicólogos, politó-logos, sociólogos, juristas, filosófos, “cien-tistas” morales y hasta especuladores.

Hace unos años el brillante neurociru-jano dominicano José Joaquín Puello me comentó que le sorprendía cómo en nues-tro país, cualquiera, independientemen-te de si tenía o no formación en econo-mía, opinaba de economía. Ese ejemplo refleja la apertura natural de la que nun-ca podrá sustraerse la llamada “ciencia económica” a la incursión de otras ramas en la conformación de una “ciencia” que cambia a diario, arrastrada no sólo por la supuesta racionalidad del homo econo-micus, sino por las sacudidas de los genes politicus, sociologicus, filosoficus y sico-logicus, eticus y religiosus del homo. La economía es y debe seguir siendo, una ciencia humilde. La neurocirugía, por suerte, le comenté a José Joaquín, siem-pre ha sido un área del conocimiento me-nos democrática. l