práctica 0 los celtíberos
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Samuel Fierro Álvarez
LOS PUEBLOS CÉLTICOS PENINSULARES
Martín Almagro-Gorbea
En este artículo, el historiador Almagro-Corbea trata de explicar por qué muchas
regiones europeas comparten determinados rasgos culturales. En primer lugar, como
parece obvio, realiza una definición de los celtas: “es un pueblo de estirpe indoeuropera
[…] originarios de Europa Central, aunque su lingüística parece proceder de un troco
europeo oriental”. Se identifica a los celtas con la cultura de La Téne y Hallstat. A pesar
de los numerosos estudios sobre ellos, aún es muy complicado establecer una definición
segura de ellos. Hay un debate que enfrenta dos posiciones, una defendiendo la
tendencia arqueológica, que sitúa el origen de esta cultura en la Europa Central, y otra
tendencia lingüística, que lleva el origen hasta regiones aún más orientales. Pero el autor
no quiere centrarse en su nacimiento y su desarrollo en Europa, sino su llegada a la
Península Ibérica, su asentamiento e influencia.
En el ámbito geográfico que se llamará Hispania, estas gentes ocuparán el
occidente y centro de la Península. Rechaza que su llegada sea por medio de una
invasión, sino que valora la aculturación, colonización y el contacto entre etnias.
Durante el I milenio a.C. se produce un fenómeno general de formación de los diversos
pueblos que habitan en Hispania, que normalmente se encaminan a la vida urbana. Se
diferencian tres grandes bloques: los turdetanos e iberos, pueblos no indoeuropeos del
norte, y los pueblos indoeuropeos, entre los que se encuentran los celtíberos.
Sin duda alguna, estos últimos están influenciados en cierto momento por sus
vecinos, contribuyendo a enriquecer su cultura. Los griegos y romanos ya los
denominaban “celtíberos”, haciendo referencia a su doble identidad cultural.
En primer lugar, el autor nos habla de la llegada de los celtas. La primera
corriente historiográfica defiende que existió una invasión, pero no responden al cuándo
ni dónde. Los datos arqueológicos cuestionan esta opción, proponiendo una solución: a
partir de la Edad del Bronce aparecen cabañas de la Cultura de Cogotas I. Posterior al I
milenio aparecen nuevos poblados con la cultura de los Campos de Urnas,
correspondientes a pequeños grupos agrícolas que buscan suelos donde asentarse,
mezclándose con el sustrato indígena. Surge la primera necesidad de controlar recursos
y territorio, creándose los castros, favoreciendo la jerarquización social. Las tierras se
trabajarían comunalmente (antes del desarrollo de clanes gentilicios y el sentido de
propiedad de la tierra), con una fuerte estructura guerrera y división sexual del trabajo.
El número de guerreros era reducido, suficiente para mantener la lucha con otros
poblados. Mantendrían costumbres que se han localizado en los germanos. Los iuventus
se dedicaban a la caza, probando así si podían pertenecer a la sociedad, pasando por un
rito de iniciación. Otra costumbre sería el llamado ver sacrum, la consagración de todos
los nacidos en un determinado año, obligándoles a emigrar. Los pueblos estarían
dirigidos por duces, a los que se les debía obediencia, vinculados por el pacto de la
devotio. Del sustrato indígena se conservarán los sacrificios de animales o prisioneros.
Cercanos al siglo VI a.C., se produce un cambio en la sociedad: aparece una
estructura social gentilicia, proceso paralelo a la adopción del hierro. Estos serán los que
las fuentes clásicas denominan celtiberi. Proliferan los castros, estando cercanos a las
necrópolis. Para explicar este desarrollo cultural surgen, de nuevo, varias hipótesis: una
tesis invasionista y otra que defiende un movimiento de gentes menor, con la
aculturación y evolución de los pueblos que ya residían en esa zona. Las casas redondas
se sustituyen por las rectangulares, con puertas que dan a una calle central y un buen
sistema defensivo de muralla, foso y piedras incadas, por tanto ya podemos hablar de
urbanismo. La estructura social es cada vez más jerarquizada y guerrera, vinculándose a
ajuares cada vez más ricos de las élites. La riqueza de estos se ve favorecida por el
comercio con fenicios y griegos. La estructura gentilicia indoeuropea se organiza a
partir de un pater familias, su líder, que podía llegar a liderar a varias familias y
convertirse en un rey. Las clientelas aparecen en este momento, buscando la protección
de un patrón. Ahora el guerrero sería incinerado y enterradas sus cenizas junto a sus
armas. Los ejércitos gentilicios son cada vez mayores, vendiendo sus servicios a
menudo como mercenarios. Será en estos momentos cuando mayor influencia ibérica,
con una apertura al Mediterráneo hasta llegar al siglo III a.C.
No sería hasta poco antes de la llegada romana cuando proliferarán los oppida
como forma de asentamiento después de los castros. Albergarán diferentes grupos
gentilicios de los clanes de los castros, y los más fuertes dirigirían la sociedad, con
senatus, magistratus, praetores y magister equitum. Habrá censos de pago, alistamiento
para la guerra… siendo auténticas ciudades-estado. La iberización atestigua cambios en
estas gentes: los elementos de prestigio no son ya las armas, sino joyas y vajillas, se
introduce el torno y el molino circular, la escritura y moneda… Los textos nos hablan
de los celtiberos como guerreros que mantienen costumbres de las que ya hemos
hablado, como el trato a los iuventus o la devotio. Los ejércitos ya no serían poco
numerosos, ahora pasa todo lo contrario, con un componente de caballería
importantísimo. Cicerón destaca su carácter guerrero “los celtíberos se alegran en la
lucha y se lamentan si están enfermos”. Por tanto, estamos ante un éxito de las nuevas
formas sociales respecto a las antiguas. Se da un proceso de celtización que influye en
pueblos como los lusitanos o galaicos. Esta expansión se puede constatar
arqueológicamente a través de las necrópolis existentes, los topónimos –briga Seg-, el
rastreo de pactos de hospitalidad o divinidades propias celtas, como Lug. Se rechaza
que hubiera una invasión, aceptando más la vía que el autor está siguiendo en todo el
artículo, que sería la difusión y aculturación.
Finalmente, se hace una referencia al legado de los Celtas en nuestro país.
Algunos nombres de lugar son fácilmente identificables, como Galicia, Segovia,
Deva… También tenemos el folklore (destacable la hoguera de San Juan), creencias en
poderes curativos de fuentes sagradas, la cerveza u otras creencias religiosas y sociales.
A su vez, resulta interesante el cada vez más rico patrimonio del que se dispone, con
objetos de diferente tipo que se han descubierto.