pot historico bucaramanga

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PLAN DE ORDENAMIENTO TERRITORIAL DEL MUNICIPIO DE BUCARAMANGA DOCUMENTO DIAGNÓSTICO 67 2. ANÁLISIS HISTÓRICO ucaramanga es parte de una historia desaforada, inconclusa y desmedida. Sin un claro origen, esta ciudad ha tenido que tejer su propia historia, basándose en un incierto clima historiográfico. No obstante, ahora, justo cuando comienza el nuevo siglo, la ciudad va encontrando con el tiempo, respuestas claras y precisas a sus más importantes preguntas. 2.1. LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS HUMANOS EN BUCARAMANGA “El valle donde hoy tiene asiento la ciudad de Bucaramanga y una extensa parte de su área metropolitana, fue en los tiempos de la conquista, una zona limítrofe entre yariguíes, chitareros y guanes. Los yariguíes influenciaron en esa zona, los valles de Girón y de Rionegro; las tribus chitareras, dominaron las cuenca del Suratá, y los guanes ejercieron dominio más o menos concatenado sobre el territorio en el que hoy se asientan Bucaramanga, Floridablanca y Pie de Cuesta.” 1 Como podemos observar no existían etnias originarias de la meseta de Bucaramanga, sino que esta región se vio conformada por diversos grupos étnicos. 1 Enrique Otero D´Costa hace un cuestionamiento de José Joaquín García, en cuanto considera que hubo una equivocación en la interpretación que éste último hizo de las fuentes históricas respecto de los primitivos pobladores de la meseta de la hoy denominada Bucaramanga. No fueron los Laches quienes habitaron, sino los Guanes y, a esta conclusión cree que ha de llevar un adecuado estudio de las Noticias historiales de Fray Pedro Simón, de donde tomó Joaquín Acosta esta referencia en su Compendio del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada. Véase Cronicón Solariego, 1972, pp 7 y ss. B CHITAREROS GUANES YARIGUIES

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2. ANÁLISIS HISTÓRICO

ucaramanga es parte de una historia desaforada, inconclusa y desmedida. Sin un claro origen, esta ciudad ha tenido que tejer su propia historia, basándose en un incierto clima

historiográfico. No obstante, ahora, justo cuando comienza el nuevo siglo, la ciudad va encontrando con el tiempo, respuestas claras y precisas a sus más importantes preguntas. 2.1. LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS HUMANOS EN BUCARAMANGA

“El valle donde hoy tiene asiento la ciudad de Bucaramanga y una extensa parte de su área metropolitana, fue en los tiempos de la conquista, una zona limítrofe entre yariguíes, chitareros y guanes. Los yariguíes influenciaron en esa zona, los valles de Girón y de Rionegro; las tribus chitareras, dominaron las cuenca del Suratá, y los guanes ejercieron dominio más o menos concatenado sobre el territorio en el que hoy se asientan Bucaramanga, Floridablanca y Pie de Cuesta.”1 Como podemos observar no existían etnias originarias de la meseta de Bucaramanga, sino que esta región se vio conformada por diversos grupos étnicos.

1 Enrique Otero D´Costa hace un cuestionamiento de José Joaquín García, en cuanto considera que hubo una equivocación en la interpretación que éste último hizo de las fuentes históricas respecto de los primitivos pobladores de la meseta de la hoy denominada Bucaramanga. No fueron los Laches quienes habitaron, sino los Guanes y, a esta conclusión cree que ha de llevar un adecuado estudio de las Noticias historiales de Fray Pedro Simón, de donde tomó Joaquín Acosta esta referencia en su Compendio del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada. Véase Cronicón Solariego, 1972, pp 7 y ss.

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CHITAREROS

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Antes de la llegada de los europeos, nuestra región parecía ser un sitio con suficientes atributos como para albergar una considerable cantidad de habitantes, y en algunos puntos de su geografía llegó a cobijar varios grupos humanos. Precisamente esta vecindad, unida a la diversidad de los grupos humanos y a las diferencias de sus ambientes climático y topográfico, favorecieron el desarrollo de enfrentamientos y la búsqueda de expansión territorial. Entre las diversas tribus indígenas que poblaban nuestro territorio, antes de la llegada de los españoles, tales contiendas debieron ser bastantes frecuentes, por cuanto cada príncipe o cacique aspiraba a ensanchar sus dominios, exactamente lo mismo que ocurría en el viejo continente, entre diversas nacionalidades de un mismo país.....2 Sin embargo, cuando los europeos pisaron territorio bumangués, la demarcación territorial estaba suficientemente definida, lo cual si bien no conduce a inferir la existencia de un ambiente de paz, tampoco permite pensar que los nativos dedicaran su existencia exclusivamente a la contienda. Es posible que, fieles a sus creencias y a su temperamento, prefirieran algún tipo de territorios a los cuales fácilmente pudieran adaptarse. Por fieros y hostiles que pudieran ser los yariguíes, difícilmente hubieran consolidado una expansión territorial hacia zonas de ladera y de bajas temperaturas. Por la misma razón, los chitareros, no pudieron haber perturbado en posesiones de llanura y de clima ardiente. Es dable que estas circunstancias posibilitaran atenuar el ambiente de discordia y que, en muchos casos, permitieran generar períodos de relaciones proclives a la tranquilidad. En noviembre de 1532, se gestó el preludio de un lento pero creciente cambio en la estética y en la índole de los inquilinos de la región. Un lugar que, con su ambiente suave y vivificante, propiciaría el cultivo de industriosas labores y trastocarían el alma de los amantes de la libertad y el progreso. “Tenemos a nuestros audaces exploradores ya en la meseta de Bucaramanga: el cielo azul que les cobijaba, el apacible temple del clima, la suavidad de los aires y la limpidez de las aguas que en ese entonces descendían puras e invioladas de la sierra al llano, invitaban sin duda a Alfinger a tomar un reposo en aquel tranquilo rincón”. 3 Pero las expediciones conquistadoras que incursionaron en el sector, apenas lo hicieron con carácter transeúnte, al igual que ocurrió con los encomenderos, quienes hicieron que indígenas de la región establecieran rancherías a la postre itinerantes. Sólo a partir de las primeras décadas del siglo XVII, se empezó a mirar esta tierra como apta para la permanencia de asentamientos humanos de indígenas evangelizados, bajo la tutela de las autoridades coloniales. 2 CAMARGO MARTINEZ, Ernesto. Nuevas Crónicas de Bucaramanga, Academia de Historia de Santander, Bucaramanga, 1986. P 77. 3 Texto tomado del libro Cronicón Solariego de OTERO D´COSTA, Enrique., Vanguardia, Bucaramanga, 1972, pp 11-12.

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La ranchería levantada hacia 1552 en una cárcava por la que descendía una quebrada que corría al encuentro del río del Oro es el origen remoto de los asentamientos humanos en el sitio de Bucaramanga. Sus autores, anónimos indígenas traídos de Guaca por su encomendero, el capitán Ortún Velasco, llegaron a catear las arenas auríferas de dicha quebrada y el río, cuya riqueza fuera descubierta en 1551. Fueron también ellos quienes nombraron el sitio con la palabra chitarera “Bucaramanga”, cuyo contenido semántico original no podremos conocer hasta que no sea hallado algún vocabulario de dicha lengua prehispánica. Aunque don José Joaquín García produjo durante la segunda mitad de siglo pasado la ingeniosa versión relacionada con el origen castellano de la palabra, formado por la combinación de las raíces “búcaro” y “manga” (manga de los búcaros, repetida desde entonces por poetas y cronistas del municipio), la verdad es que dicha palabra, unida a las de “Bucarica” y “Bucarasica”, tiene un origen indígena.4 Durante la segunda mitad del siglo XVI otras cuadrillas indígenas de los grupos étnicos guane y chitarero se asentaron en las vecindades de los aluviones auríferos del Río de Oro y Suratá. Todas las rancherías de los lavadores de las arenas auríferas fueron establecidas en forma dispersa dentro del extenso territorio del distrito minero, haciendo parte del Real de Minas el cual estaba subordinado a la jurisdicción de un alcalde mayor que regularmente era nombrado en el Cabildo de la ciudad de Pamplona. Por la naturaleza itinerante del oficio, ninguna de las precarias rancherías establecidas podía prometer la consolidación de un poblamiento concentrado y durable. Sólo en los toponímicos que han sobrevivido registramos la huella de todas las rancherías desaparecidas, cuyos nombres designaron alguna vez al del jefe étnico del lugar de donde fueron traídos: Chimitá, Zapamanga, Butaregua, Macaregua, Guanentá, Chocoa, Suratoque, Aransoque, etc...5 4 MARTINEZ G., Armando y GUERRERO R., Amado. La Provincia de Soto. Orígenes de sus poblamientos urbanos, Escuela de Historia UIS., Bucaramanga, 1995, p 63. 5 Texto tomado del Libro Provincia de Soto.

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Del mismo modo, la localización de las capillas de paja en el distrito minero tuvo este patrón itinerante: primero en la quebrada de la Iglesia, bautizada así por este emplazamiento, luego en el Palenque (asiento de las cuadrillas de negros esclavos), después en la hacienda de Bucarica, otra en la quebrada Bucaramanga y finalmente en la edificada exprofeso para el pueblo que se congregó en 1622. Aunque algún cronista quiso ver en estas capillas errantes la existencia de varias “fundaciones” de Bucaramanga, se trataba sencillamente de la provisionalidad que el laboreo del oro aluvial imponía a las rancherías de las cuadrillas y a la trashumancia de los frailes doctrineros. Todavía en 1572 seguía nombrándose a Bucaramanga sólo como el sitio donde se localizaban los “aposentos” de las cuadrillas indígenas que tributaban al capitán Velasco, cuyo origen seguía remitiéndose al pueblo indígena de Guaca.6 Lo que se hizo en la Meseta de Bucaramanga en aquella lejana fecha por el Capitán Andrés Páez de Sotomayor y el Cura Miguel Trujillo no obedeció el propósito de erigir una nueva ciudad colonial propiamente dicha sino dar cumplimiento a las disposiciones del Doctor Juan de Villabona y Zubiaurre, oidor de la Real Audiencia y Visitador de estas provincias, de establecer una Real de Minas, que equivale a pueblo o asentamiento donde se practica el laboreo de ellas. Es sabido que los indios habitantes de la meseta eran cimarrones por naturaleza y que los cuatro o cinco intentos anteriores que hicieran los Españoles para obligarlos a vivir en comunidad, habían fracasado sucesivamente, por lo que los aborígenes se escapaban de las rancherías para volver a sus prácticas paganas. Por ello en el interesante documento que cristaliza las ideas del Oidor, se ordena “que todos los dichos indios de la cuadrilla, lavadores del dicho Río de Oro, de los 6 Todavía en 1685 los capitanes de las cuadrillas de indios lavadores de Bucaramanga reconocían que eran “indios originarios así del pueblo de Guaca como de otros, y tenemos y reconocemos caciques y señores naturales aquellos de cuyos pueblos somos”. El alcalde mayor de minas en aquel año confirmó la información de que los lavadores de Bucaramanga “no tienen ni reconocen más caciques y señores naturales suyos que aquellos de los pueblos de donde fueron sacados para la formación de dichas cuadrillas”. CFR. AGN, Resguardos de Santander, rollo 14, item18.

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Presión por las tierras resguardadas

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repartimientos de Guaca y Bucarica de la Encomienda del Gobernador Juan de Velasco y los de Xerira de Juan Martínez de Angulo, vecino de Vélez, y los de Quevedo, de Andrés Páez de Sotomayor, y los indios lavadores de Cachagua de la Encomienda del Capitán Lorenzo Fernández de Rojas y todos los demás indios de repartimiento de los dichos pueblos de Guaca y Bucarica que están en la estancia del dicho Gobernador Juan de Velasco, se reduzcan, junten y agreguen y pueblen en el sitio y asiento que llaman de Bucaramanga, para que vivan juntos y congregados y sean doctrinados con la comodidad que tanto importa”. El 22 de diciembre de 1622, el presbítero de Trujillo y el juez poblador, Andrés Páez de Sotomayor, por comisión del oidor, levantaron un acta dando por terminada la iglesia y sacristía del lugar, a la que dieron el nombre de Real de Minas de Bucaramanga, donde luego de celebrar la misa, repartieron los resguardos entre los indígenas de las distintas encomiendas, con límites muy similares a los que actualmente se han fijado en el área metropolitana. Los delegatorios del Oidor Villabona y Zubiaurre no pretendieron erigir una ciudad, sino hacer la reducción de indios que les había sido encomendada, ya que sabían que la fundación de las ciudades coloniales estaba rodeada de requisitos y solemnidades que siempre se cumplieron respecto de otras de mayor alcurnia en este país, con acta de nacimiento realmente establecida. Formalidades que consistían en el trazo de plaza y calles, reparto de solares destinados al asiento y edificación de sólidas mansiones para blancos españoles, criollos y mestizos, señalamiento de tierras ejidales, construcción de iglesia y casa cural, designación de autoridades como alcalde propio, regidores, colector de rentas y escribano público. El fundador, desenvainaba la espada, daba grandes voces proclamando la erección de la nueva ciudad y ordenaba el envío del acta original al Consejo de Indias en Sevilla. Por la gracia del monarca vendrían más tarde los blasones que darían cuarteles de nobleza a la nueva fundación. Nada o muy poco de esto podía cumplirse en el Real de Minas de Bucaramanga y en el archivo de Sevilla no se encuentra referencia alguna a la supuesta

1622-1908

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fundación de 1622.

También refiere el cronista que la ranchería no daba señales de progreso hasta la llegada y arraigo de acomodados señores de Girón y sus familias, quienes en busca de unos aires más refrescantes y saludables adquirían propiedades y edificaban casas pajizas; otros deseando la expansión de sus actividades agrícolas y pecuarias, venían a la meseta a construir en una u otra parte sin propósito de formar una ciudad y sin consultar alineación alguna, sin tener en cuenta las leyes de Indias; haciendo que la ciudad en su parte antigua que es la occidental, aparezca irregular en la delineación de sus calles. Los Veraneantes y Colonos fueron seguidos de los verdaderos constructores de la ciudad, Gironeses en su mayoría, españoles y criollos y aun aventureros del reino llamados a convertir a Bucaramanga en lo que sería en el futuro: Plataforma en el desarrollo económico que abriría horizontes no sólo en el Río de Oro y en Río Frío, sino también hacia Suratá y el Río Negro. Sólo en la segunda mitad del siglo XVIII cmenzaron a construirse casas de teja. La primera de ellas se erigió en el marco de la plaza, hacia el año de 1750, al oriente de la cárcel, conocida como una tienda llamada “La Favorita”, haciendo hoy esquina con el Palacio de Justicia. Luego se edificaron otras más, de poca entidad, y entre las que sobreviven merece citarse la casa achaparrada, del estilo colonial de la época, con gran portalón de arco de piedra labrada, que lleva la inscripción “1793” (el año del Terror en la Revolución Francesa), indicando así la fecha de su construcción. Esta casona queda en la esquina nor - oriental de la carrera 11 con la calle 41, diagonal al Cuartel de Policía.

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Una verdadera construcción arquitectónica fue la Cárcel Real, obra terminada en noviembre de 1792, con enormes paredones de dos pisos, ventanas enrejadas, rastrillo y garitas edificado frente a la plaza principal (hoy García Rovira) y que prestó servicios como Cárcel hasta 1925 aproximadamente, en que un eficiente alcalde transformó y remodeló los viejos muros para convertirlos en Palacio Municipal. La demolición final de esta obra tuvo lugar en años recientes con la misma destinación de albergar los servicios públicos municipales. Según Don José Joaquín García, en ese entonces la población ascendía a unos 2.000 vecinos y sólo entre los años 1748 y 1750 se hizo el trazado de la plaza y se despejó el terreno derribando un antiguo cucharal que allí existía, lo que permite concluir que la meseta no era tan carente de sombrío, como se le supone y que probablemente, además de arbustos se daba una vegetación más importante como: guayabos, anacos, árboles de cucharo y otros, cuya extinción debíase a las necesidades de consumo doméstico y de la misma construcción del pueblo. Don Manuel Ancízar, quien escribía en 1850 su “Peregrinación del Alpha”, dice que “en 1778 comenzó a figurar Bucaramanga como Parroquia: veintitrés años antes (1755) era un sitio miserable, compuesto de cuatro ranchos de indios alrededor de una laguna, cuya cuenca existe sembrada de guinea”.

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El dato que suministra el doctor Ancízar aparece confirmado por otros historiógrafos, quienes aseguran que sólo en 1778 el modesto caserío de Bucaramanga fue erigido en Parroquia bajo las advocaciones de San Laureano y Nuestra Señora de Chiquinquira, agregando que sólo en 1750 se trazó la plaza y se mejoró el oratorio pajizo poniéndole techumbre de teja. Este oratorio era el mismo donde celebró la misa el Padre Trujillo y quedaba situado en el punto que hoy ocupa la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores. Hacia 1773 Bucaramanga empezó a cobrar relativa importancia, si se considera que de ese año en adelante empezó a llevarse en orden la estadística de bautizos, matrimonios y defunciones, en libros que eran revisados periódicamente por los visitadores eclesiásticos. Los curas doctrineros que autorizan ese primer archivo parroquial son los presbíteros Prieto y Ponce, Felipe Solano y Reyes Zabala. Aparece en el registro un lamentable vacío, inexplicable a no ser por mutilación o saqueo del archivo, pues el primer libro de matrimonios de San Laureano se inicia el 8 de enero de 1737 con el casamiento de Andrés Duarte y Lucía González y el primer libro de defunciones se abre el 2 de abril del mismo año. La paleográfica interpretación de esos textos parroquiales permite conocer que por aquellas épocas, hacia mediados del siglo XVII, paseaban por la meseta y sus collados

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adyacentes, personajes importantes avecindados en San Juan Girón, quienes venían a disfrutar de largas épocas de veraneo, buscando el clima refrescante y aireado que soplaba en la meseta, cubierta entonces de árboles que debían darle agradables toques de verdura y frescor. Pero es en la segunda mitad del siglo XVIII cuando se produce el aluvión invasor de familias españolas y criollas que poblaron, ya no con propósitos de simple veraneo la meseta de Bucaramanga y establecieron su asiento definitivo en modestas pero sólidas habitaciones construidas de tapia, madera y teja. Para entonces los libros parroquiales registran apellidos tan conocidos, algunos desaparecidos de nuestra sociedad actual, como los Garcías, Valenzuelas, Puyanas O´Farril, Ordóñez Valdés, Bretones, Estévez, Benítez, Reyes, Navas, Consuegras y los Valdiviesos. Bucaramanga dejaba desde entonces la nebulosa del Real de Minas para ingresar, lenta pero progresivamente, siempre a expensas de la ilustre villa de San Juan Girón que le sirviera de madre nutricia, en el pleno horizonte de las ciudades del Nuevo Reino de Granada. No consta que participara activamente en el movimiento de los Comuneros del Socorro, porque tal vez su precario desarrollo no se lo permitía. Basta observar que su primera escuela, de carácter privado, con cuota mensual de tres reales sólo se estableció en 1805 en el llamado entonces barrio de “El Cordoncillo”, después Charcolargo y El Volante.

PANORÁMICA BUCARAMANGA

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Los acontecimientos entran luego en el dominio de la crónica y de la tradición familiar. Los libros parroquiales y notariales suministran apreciable ayuda en la investigación histórica y por ellos sabemos cómo el último cuarto del siglo XVIII es fructífero y fecundo en nombres de personas tan notables, nacidas todas en Bucaramanga, que ilustraron con su fama, sus hechos, su heroísmo, los fastos de la independencia, de la cultura, del progreso, del servicio a los grandes intereses de la Iglesia. Cuéntanse entre esos nombres próceres los de Custodio García Rovira, Sinforoso y Facundo Mutis, José María Estévez, Miguel Valenzuela, José Elías, Francisco y Enrique Puyana. 2.2. ASCENSO A CONDICIÓN DE VILLA. 1810-1850 En 1810 el Gobierno provincial de Pamplona, confirió a Bucaramanga el título de Villa, lo que tuvo ciertamente un carácter provisional, porque el hecho es que en 1821, reunido el Congreso del Rosario de Cúcuta, un grupo de vecinos de Bucaramanga, encabezados por Don Enrique Puyana, solicitó a aquella alta corporación se restituyera a la parroquia el carácter de Municipalidad. El Congreso pasó la solicitud a una comisión de legisladores a fin de que se informara “sobre la necesidad y utilidad pública de que se erija la nueva villa de Bucaramanga; qué propios pueden asignársele: cuál es su población y la de los lugares que deben componer aquel cantón capitular; cuáles son los límites que han de fijarse”. En este periodo cabe destacar la visita y permanencia del Libertador en Bucaramanga, durante los meses de mayo y junio de 1828, en observación de los sucesos políticos que se desarrollaban por aquellos momentos en la Convención de Ocaña. El Libertador fue alojado en una casa situada al Oriente de la Iglesia de San Laureano, que no es exactamente la misma donde tiene hoy su sede la Academia de Historia, conocida como Casa de Bolívar, pero el sitio o lugar si corresponde efectivamente al de la antigua residencia, como lo demostrara a cabalidad el académico Doctor Martín Carvajal.

A pocos pasos de la morada asignada a Bolívar quedaba la casa de Don Facundo Mutis Consuegra, suegro del General Luis Perú de Lacroix, por ser este casado con Doña Dolores Mutis Amaya, Perú de Lacroix, edecán y confidente del Libertador, ponía oídos a las conversaciones de sobremesa que el Libertador tenía con sus acompañantes de ocasión, para transcribirlas enseguida, en casa de su suegro. Años después se publicaron estas memorias, pese a

haberse perdido una buena porción de ellas y alterado o interpolado el resto, según pruebas fehacientes, con el nombre de “Diario de Bucaramanga”, título que ha dado singular perennidad y fama a esta bella y progresiva ciudad, que en un día lejano

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surgió pobre y sencillamente de la nebulosa que se conoció como Real de Minas de Bucaramanga. La organización pública y comercial conocida como “Ciudadela Real de Minas”, destinada a cumplir una tarea de propulsión y desarrollo urbano de considerables proporciones, ubicada en las cercanías mismas donde tuvo sus Aposentos el Capitán Ortún Velasco, encomendero de Bucaramanga, merece un resonante aplauso al recordar en flamante álbum, pulcramente editado, la evolución histórica, a lo largo de más de tres siglos, de una ciudad de avasallante e impredecible porvenir. Para mediados del siglo XIX y los años subsiguientes Bucaramanga, a pesar de los problemas que limitaban su desenvolvimiento, empieza a adquirir otro talante y el crecimiento de la población traía consigo nuevas exigencias. Los censos oficiales exhiben los siguientes datos numéricos respecto del distrito: 5,841 en 1843; 10,008 en 1851, y 11,255 en 1870.7 La guerra cotidiana y las disputas por el poder que, fueron las constantes del siglo XIX y que tendieron a involucrar a todos los sectores de la población del país, también dejaron ver su influjo en Bucaramanga, convirtiéndose en uno de los mayores obstáculos en su ruta hacia el progreso. A esta situación, que desintegró familias y sociedades, y que dejó miseria, destrucción y pobreza, se vinieron a sumar otros mecanismos de control de la natalidad que escaparon a cualquier previsión. Desde 1849 la escasa salubridad trajo consigo diversas epidemias, como la viruela, el cólera asiático, especialmente, que causaron una gran mortalidad infantil. La situación del vecindario era lamentable. En tan apurado trance, se llevó a efecto una rogativa a la Santísima Virgen de Chiquinquirá, patrona hoy del lugar. Además, hicieron los feligreses el voto, firmando una escritura ante el Rector de la parroquia, para celebrar una fiesta religiosa especial en honor de la madre de Dios en su advocación de Chiquinquirá, en día separado de su fiesta ritual. “Si lo cumplen e inmediatamente la ciudad y sus contornos se ven libres de semejantes flagelos. La piadosa costumbre dura algunos años. Luego la intromisión de algunos elementos para higienizar las viviendas y cuando el país ya esboza campañas sanitarias, decae la devoción”. 8 Estas circunstancias permiten por lo menos emitir una explicación acerca de la reducida cantidad de población que tuvo Bucaramanga durante la primera mitad del siglo anterior y del desigual crecimiento que mostró durante toda la centuria. 7 VALDERRRAMA BENITEZ, E. Op. Cit., p 51 8 SARMIENTO DE QUIÑONES, Elvira. Síntesís histórica de la ciudad de Bucaramanga, ARGRA, Bogotá, 1956, pp. 64 – 65.

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2.3. 1850 – 1900 En contraste con esta situación vivida en los años anteriores, desde el punto de vista administrativo, Bucaramanga empieza a cobrar importancia en el contexto regional y nacional. Obtuvo la designación de capital del Estado Soberano de Santander en la Asamblea Constituyente reunida en Pamplona, mediante ley de 24 de noviembre de 1857. En el Código Político y Municipal expedido en 1869, se le dio el título de ciudad. En 1861 la capital del Estado de Santander se trasladó al Socorro, conservando dicha categoría durante 25 años. Se le devuelve luego a la ciudad su antigua investidura: Capital del Estado, según Decreto del 24 de marzo de 1886 (...)Más tarde, hacia octubre, se instala en la capital el Tribunal Superior del Distrito Judicial del Norte.9 “Había sido Bucaramanga, hacia mediados del siglo pasado, el centro de atracción de gentes de diversos orígenes, profesiones y temperamentos. Para ellas los días, las horas y los minutos marchaban cargados de deseos, que solamente se alcanzaban dentro del ambiente acotado que las rodeaba. Eran los ideales del hombre de acción, que se expandía en distintas manifestaciones y que poblaban de rumores la quieta existencia de la villa, que despertaba al sordo murmullo que hace el gotear de la melancolía”.10

Precisamente, esta ola migratoria permitió alentar, con su trabajo y deseos de sobresalir, la proyección hacia una nueva ciudad, capaz de sustituir la dirección que habían delineado la marcha de Bucaramanga en años pretéritos y acorde con la categoría que ahora ostentaba. Esto hizo que en la ciudad paulatinamente empezaran a proliferar carpinterías, herrerías, hojalaterías, zapaterías, guarnecerías, sastrerías, platerías, oficinas de

dibujo, peluquerías, sombrerías y fábricas de diversos artículos. A todo ello se adhería, en bien de Bucaramanga, la consolidación de la idea de construir el tan esperado ferrocarril de Puerto Wilches, hacia 1881. En el mismo 9 SARMIENTO DE QUIÑONES, Elvira. Op. Cit., p. 99 10 SERRANO BLANCO, Manuel. El libro de la raza, Imprenta Departamental de Santander, Bucaramanga, 1941. p. 84.

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sentido, la empresa de Teléfonos que para 1890 ya estaba en correcto funcionamiento y el advenimiento de alumbrado eléctrico en 1891, le imprimían modernización a la ciudad, constituyéndose en una de las primera con tales servicios en el país. 2.4. EL COMIENZO DE UN NUEVO SIGLO. 1900-1930

Al iniciarse el siglo XX, la capital de Santander mira hacia el Río Magdalena y proyecta su desarrollo alrededor de la construcción del Ferrocarril a Puerto Wilches que le permitirá unirse a la gran vía. Valderrama Benítez afirma, con razón, que “El Ferrocarril de Puerto Wilches ha constituido para el escritor una fuente de inspiración; para le político un caballito de combate; para el gobernante un rompecabezas y para otros una esperanza de salvación

concebida en la forma como se figuraban los antiguos judíos el advenimiento del Mesías prometido que les traería riquezas, fuerza, poder y bienestar” 11 y un cronista de un diario de la ciudad describe así la situación: “Aquí, inclinado sobre el banco, ha pasado este pueblo medio siglo en que sólo levanta sus ojos de la diaria labor para tender su vista sobre Wilches e indagar por dónde viene y a la máquina que lo habrá de remitir de la tardía mula y que colocará a nuestra urbe en el puesto de vanguardia que le corresponde”. 12

En 1900 con el fin de las guerras civiles se inicia un periodo de crecimiento, aparecen los primeros ejemplos de arquitectura republicana y se construyen obras para celebrar el centenario de la Independencia. Se funda la primera compañía eléctrica en 1910 y aparecen los primeros automóviles. Se importa el primer bus urbano. “La ciudad, asombrada, ve llegar, los primeros

automóviles que empezarán a reemplazar paulatinamente los tradicionales coches de caballos de propiedad de Gustavo Cáceres y manejados por el “turco Gandur”, cuya estación se encontraba en la carrera 15 entre calle 33 y 34 con su pesebrera en el Puente de la Cochera. El primer automóvil es importado en 1910 por Antonio Chedraui y armado en el taller de los Hackpiel. Desde ese momento, cada nuevo modelo se celebra en la ciudad con desfile y banda de música”13.

11 VALDERRAMA BENITEZ, Ernesto. Real de Minas de Bucaramanga, Imprenta del Departamento, Bucaramanga, 1947. 12 V.L. Enero 18 - 1938 13 Bucaramanga. Historias de 75 años.

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“Los viejos carretones, tirados por un par de caballos, -consigna un periódico de la ciudad en 1925_ han sido sustituidos por rápidos y confortables automóviles y el potente camión ha vencido a la tarda pareja de bueyes. En la calle 5ª, arriba del Parque Santander, todos los dueños de casas hicieron su empedrado con el solo objeto de que los autos pudieran transitar por frente a sus casa y establecimientos y valorizar de esta manera sus fincas”14. En 1930, según la oficina de estadística de Bucaramanga, existen en la ciudad “112 autos de plaza, 44 de servicio particular, 13 motocicletas, 66 carros de dos ruedas, 236 de mano y 198 bicicletas”.

El transporte público también se popularizó rápidamente en la ciudad. Primero se fundó la estación del Parque Santander, cuyo número telefónico, el 2-5-0, resulta tan familiar para los bumangueses de varias generaciones y más tarde la del Parque Centenario y Bolívar. La transcolombia fue la primera empresa de buses urbanos y sirvió durante mucho tiempo únicamente la ruta Chapinero - San Mateo que unía la ciudad de norte a

sur. Otro de los acontecimientos de este siglo, la aviación, se vive tempranamente en Bucaramanga, primero con los vuelos experimentales del avión Bolívar que aterriza en el campo del “Conuco”, mas tarde cuando el pamplonés Camilo Daza repite la hazaña y con la creación de la Compañía Santandereana de Aviación, COSADA, filial de la Scadta, cuyos vuelos comerciales entre Bucaramanga y Puerto Wilches, se iniciaron en 1926, convirtiendo al departamento en el único con servicio de aviación propio. Durante mucho tiempo, el campo de aterrizaje situado en el oriente de la ciudad en inmediaciones de las instalaciones del Batallón, fue centro de atracción de la población bumanguesa, que organizaba paseos dominicales para observar el despegue o la llegada de los aviones Bucaramanga o Cúcuta que conformaban la flota aérea del al compañía en sus primeros años. Los últimos años de la década del veinte, son “días de radio” para los bumangueses y al promediar el siguiente decenio, ya “Radio Bucaramanga” es la emisora líder del oriente colombiano, seguida de cerca por Radio Santander. Las palabras de Lucio Duzán, en la primera entrega de un nuevo programa radial en 1933, dan una idea de la forma en que se percibe en la ciudad la llegada de este nuevo miembro del hogar: “Ni usted ni yo, radio-escucha amigo, alcanzamos a imaginar alguna vez que alguien lograra gerenciarnos el diálogo. Usted, especialista en la terapeútica del corrillo y yo flosador urbano de la vida transeúnte.... Yo hablo para los hombres de las seis de la tarde, para los hombres que pueden dialogar en esta hora de tentación y de fuga” 15 En cualquier contexto la transformación de una sociedad agrícola y artesanal a una en donde la industria empieza a enseñorearse, significa necesariamente rompimientos, destrucción de valores, nacimiento de modos de vida que parecen mirar de frente hacia 14 V.L. Agosto 13 - 1925 15 V.L. Mayo 6 - 1936

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el futuro, pero que arrastran necesariamente experiencias y tradiciones de la sociedad que se está dejando atrás. La primera mitad del siglo enfrenta a Bucaramanga, lo mismo que a los demás centros urbanos de nuestro país, a elementos nuevos que van transformando lentamente la vida cotidiana, las mentalidades, las costumbres.

La creación del Banco de la Mutualidad y de los primeros barrios obreros, acompañan el nuevo estilo urbanista que vive la ciudad, con zonas verdes y antejardines sobre las vías, donde las viviendas aparecen con una nueva tipología con garaje y existe arbolización sobre el espacio público. Veamos a continuación como Susana Valdivieso en

su libro Bucaramanga Historias de 75 años consigna esta etapa: A partir del núcleo inicial, la Plaza de García Rovira y el Parque de Romero, que parecen hoy los únicos referentes de una historia de siglos que se perdió bajo el asfalto y el concreto, el desarrollo urbano de la ciudad se redujo durante mucho tiempo a las posibilidades físicas del terreno en el área limitada por las depresiones de la Quebrada Seca, al norte, la Quebrada de la Rosita, al sur y la escarpa occidental de la meseta. Teniendo siempre como punto de partida la Iglesia y la Plaza, rodeada de casas amplias, con inmensas alcobas y corredores con cayenos y un espacio casi sin límites para la actividad social, la ciudad fue expandiéndose hacia el oriente siguiendo dos ejes principales: la “calle de la Iglesia” (calle 37) y la “calle del comercio” (calle 35) conformando dos zonas características, la primera resultante de su desarrollo comercial, la cual se cristalizó con el traslado del primitivo mercado al actual edificio que hoy ocupa la Plaza Central de Mercado (calle 34); la segunda, en la zona de influencia de la parroquia de San Laureano, donde se situaron los primeros edificios culturales y asistenciales como la Escuela de Artes y Oficios, la Biblioteca Pública, el Teatro Peralta, el Colegio San Pedro Claver, el Hospital San Juan de Dios etc. Y que se convierte, a la vez, en el sector residencial de las familias de altos ingresos. Al iniciarse el siglo, el sector urbanizado sólo comprendía un cuadrado de unos 1.500 metros de lado en el sector centro-occidental de la ciudad de hoy. En las afueras, las Quintas, en su mayoría perteneciente a los extranjeros, eran los puntos de referencia de la ciudad. La Quinta Estrella, en lo que es hoy Campohermoso. La Quinta Larsen, que más tarde será el Asilo de San Rafael y la Quinta Dania de

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Christian Clausen, en terrenos que hoy ocupa el Hospital González Valencia. En el centro se destacaba el edificio de la Cigarrería El Buen Tono, el primero de tres pisos en Bucaramanga, cuyo reloj enseño a los bumangueses el control del tiempo que caracteriza las sociedades modernas. Su sirena, que Luis Emilio Garnica hacía funcionar con ocasión de los grandes eventos, sirvió durante mucho tiempo, no solo para establecer el final de la jornada de trabajo, sino para alertar a la ciudad de la llegada de los visitantes ilustres, los incendios o el inicio de la fiesta de los toros. Posteriormente, los centros de atracción para la conformación de las nuevas áreas, se definieron a partir de las plazas o parques nuevos: la Plaza de Belén, hoy parque Santander, que con la construcción de la iglesia de la Sagrada Familia desplazó hacia allí la zona residencial y la Plaza Waterloo, convertida en el Parque Antonia Santos que en la década del veinte del presente siglo, fue núcleo de origen de un intenso proceso de urbanización que significó la pérdida definitiva de la centralidad que caracterizaba la ciudad-villa-aldea heredada de la colonia y el principio de una irremediable pérdida de su memoria cultural. La ciudad nueva se caracteriza por una intensa confrontación de fuerzas por la propiación del espacio, resultado en buena parte del proceso de descomposición de la estructura agrario-artesanal de la región y de la creciente migración rural, que en las primeras décadas del siglo estuvo estrechamente vinculada con el “boom” de las obras públicas que se iniciaron durante el quinquenio de Reyes y se intensificaron en el período de “prosperidad a debe” de los años veinte, consolidando la transición demográfica del país, y en particular, de la capital santandereana. Una mirada sobre los censos de población realizados en el país durante la primera mitad del siglo, nos muestra la siguiente evolución para Bucaramanga: 1896 1904 1912 1918 1928 1938 17.873 18.827 19.735 24.919 44.083 51.283 El anterior cuadro es una evidencia de la transformación radical de la tendencia de crecimiento poblacional que solo llega a 0.6% anual hasta 1912 para dar un salto hasta 4.3% en el siguiente período intercensal.

En la década comprendida entre los censos de 1918 y 1928, la población de la ciudad casi se suplica, con tasas de crecimiento promedio anual de 7.3%. Este incremento puede explicarse por el éxito sostenido de la economía cafetera de las poblaciones vecinas que motiva flujos poblacionales de esos lugares hacia la capital en busca de mayores niveles de vida y nuevas oportunidades y por el desarrollo petrolero de Barrancabermeja que le asigna a Bucaramanga nuevas funciones en el contexto regional. La descomposición del campesinado, ligada a la expansión de las obras públicas, tiene también participación en este proceso.

Bucaramanga,

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La presión de la población creciente se traduce en un intenso movimiento urbanizador. Las empresas privadas asumen la dotación y adecuación de la ciudad a los requerimientos del proceso transformador que se viene dando. Entre las principales ciudades del país será en Bucaramanga en dónde mas tardíamente empiece a hablarse de la municipalización de los servicios domiciliarios y la regulación estatal de los fenómenos urbanos. Es de sobra conocido que por la iniciativa de Jones & Goekel la ciudad contaba, desde finales del siglo pasado con el servicio de energía eléctrica; que el nombre de Elíseo Camacho recuerda a la primera empresa de Teléfonos de Santander y que la Compañía Anónima de Acueducto convivió durante mucho tiempo con pequeñas empresas individuales. Esa expansión urbana, que tiene su máxima expresión en la década del veinte, se da ahora en sentido norte-sur a lo largo de los caminos que conducen a Rionegro (norte) y Florida (sur), una vez que se venció la depresión de la Quebrada Seca con los puentes del Comercio (carrera 15), el de la Avenida Camacho (carrera 19) y más tarde el de la carrera 27, ya que anteriormente, en un paso tortuoso, era necesario bajar hasta el lecho de la quebrada para subir nuevamente. El occidente empieza a poblarse primero, mostrando un abandono de la configuración centralizada y la emergencia de asentamientos periféricos. El Barrio “Nuevo”, mas tarde llamado Girardot, se desarrolla en los primeros años veinte, en la Hacienda “Cuyamita” de Antonio Castro Wilches. En la prensa de la época se ofrece:

Barrio nuevo, calles anchas y rectas, zaguán, siete piezas y solar.

Al lado del barrio Girardot, el barrio obrero, cuya construcción la inicia el municipio en terrenos comprados a José A. Serrano en 1925, será mas tarde el “Chapinero” bumangués. Pero sin duda, los mas importantes proyectos de urbanización de la década son, por una parte, el emprendido por la Compañía Colombiana de la Mutualidad que compra parte del llano de Don Andrés (esa enorme extensión de tierra inculta comprendida entre la Quebrada Seca y el final de la meseta hacia el norte y entre la carrera 15 y el límite de Morrorico) y diseña el Barrio de la Mutualidad a partir de dos diagonales denominadas hoy Bulevar Santander y Bulevar Bolívar, el primero siguiendo el eje del primitivo camino a Matanza y respondiendo ambos a dos polos de atracción: el primer campo de aterrizaje (al oriente del Estadio) y el Parque de los niños, constituyéndose en una primera innovación en el esquema de la ciudad. El otro proyecto importante es el Barrio Puyana, en el Llano de Don David, cuyos límites eran las actuales carreras 27 y 35 entre la calle 30 y la 41, y que ofrecía los servicios de acueducto propio. Si se analiza el contexto económico del país en la época de esta fiebre de construcción es fácil observar que coincide con la estabilización del sistema fiscal y monetario, la afluencia de capital extranjero a los enclaves del banano y el petróleo, la facilidad de crédito y unas condiciones favorables para el café en el mercado exterior, hechos

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todos que propician una bonanza de recursos que, en la mayoría de las ciudades, son semilla de la gran industria y que aquí en Bucaramanga alimentarán especialmente la especulación con tierra urbana, considerada en el momento como un “excelente negocio”. “Sobre los intereses de la Agricultura y de la Industria prevalecen se lamentaba el gobernador de Santander Alfredo García Cadena en su informe a la Asamblea Departamental los de los capitanes de la especulación urbana”. Y la prensa local deja entrever el fenómeno: “Puede decirse que en espacio de seis años (1920-1926) se ha triplicado el volumen de la propiedad raíz. Bucaramanga crece, se multiplica de una manera vertiginosa e increíble. El Llano de la Mutualidad, ayer no más desierto, se va urbanizando con rapidez que entusiasma, el barrio Puyana empieza la obra de su urbanización, el barrio Girardot es ya un pequeño y mimado caserío”. Los datos estadísticos, tomados de una publicación de la Contraloría Departamental nos ayudan a entender la magnitud del proceso expansionista: entre 1922 y 1929 el valor de la propiedad gravable en Bucaramanga pasó de 4.172.900 a 23.825.360. Eliminando la influencia de la escalada inflacionaria del período, la multiplicación por cuatro de la cifra inicial es verdaderamente importante. En la década prolifera el surgimiento de sociedades comerciales que se plantean como objetivo “todos aquellos relacionados con la construcción y los negocios con la propiedad raíz”. Entre ellas merece destacarse la de Ramón Castro Wilches, urbanizador de casas obreras o para estratos medios, Gustavo Cáceres, que emprende la urbanización del Barrio Bolívar, “antiguo barrio de la Cochera, entre carreras 18 y 22 y calle de la Rosita y calle 5 bis (antigua nomenclatura con acueducto propio)”, la “Empresa de Urbanizaciones” cuyos accionistas son Alfredo García Cadena, Jorge Clausen, Rafael Gavassa, “Lega hnos”, Tobías Valenzuela, “Villamizar hnos”, entre otros; la “Compañía Urbanizadora de Bucaramanga”, de Gustavo Cáceres, Isaías Cepeda, Ernesto Sanmiguel, Manuel Camargo, Ludwing Stunkel, Luis Ogliastri, G. Lubinus, Francisco Bueno, “Parra hermanos” y algunos otros; “Serrano y Valsent” que urbanizan el Barrio de los Comuneros en terrenos de José A. Serrano, etc. La firma “Sucesores de David Puyana” que ya en este momento se propone urbanizar “la parte occidental de la Avenida Oriental de extremo a extremo, desde la esquina denominada Sol de Oriente hasta el empalme de la carretera que conduce a Florida” y que a la vez es socia de la firma “Fomento Urbano de Santander” junto con Roberto Cadena, Enrique Ordóñez, Ambrosio Peña, Roberto Carreño, Roberto Clavijo, Carlos Julio Ardila y Ludwing Stunkel. En la siguiente década dos zonas se incorporaron al desarrollo: el Barrio Sotomayor entre las carreras 27 y 33 y las calles 42 a 56 cuya construcción es llevada a cabo por la firma “Larsen & Robledo” y del que resulta interesante destacar su composición radial, materialización de la búsqueda de nuevos diseños urbanísticos y el barrio de Mejoras Públicas, también al oriente de la actual carrera 27. A finales de los años treinta, después de la liquidación de la Compañía Colombiana de la Mutualidad, la agencia en Bucaramanga del Banco Central Hipotecario y la firma

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“Sucesores de David Puyana” emprenden una vasta labor en la Cabecera del Llano que el 1944, consolida el barrio de este nombre. En esta época, el Estadio Alfonso López se convierte en otro polo importante de atracción en la parte nor-oriental de la ciudad, que es aprovechado por la firma “Robledo hermanos” para intensificar la densificación de los antiguos terrenos de la Mutualidad: San Francisco, San Alonso, Ricaurte y Alarcón surgen en ese momento. La localización allí, además del centro deportivo, del cuartel y de las principales instituciones educativas hace que sea la parte sur-oriental la que adquiera el carácter de zona residencial por excelencia, y allí se desplazan, en etapas sucesivas, las familias de altos ingresos. Nuestro recorrido por el proceso expansivo de la ciudad en la primera mitad de este siglo, no puede hacernos creer que el problema del espacio urbano es una simple cuestión de metros cuadrados, ya que, en tanto materialización física de desarrollos históricos y socioeconómicos, tiene que ver con la estructura cultural, con lo que podría llamarse la identidad de la ciudad. En el espacio de tiempo que estamos analizando, se destacan dos hechos importantes: por una parte, el incremento de la función comercial del centro cambia radicalmente la fisonomía del núcleo de la ciudad vieja. Los alrededores de la Plaza de Mercado se van poblando de comercio al menudeo y de pequeña industria, aparecen cacharrerías, depósitos, talleres, sombrererías, almacenes de ropa, teatro, cantinas y cafeterías, pensiones, residencias etc., que deterioran su función residencial. En una descripción de finales de los años cuarenta, se hace notar ese cambio de fisonomía: “Ningún sector urbano tiene tan definida importancia sobre la vida de la ciudad como el puente del comercio; es una entrada que vincula a Bucaramanga con todo lo que viene de fuera y la desvincula de lo que está por salir: el campesino cargado de frutas y de ilusiones tiene que pasar por esa garganta con rejas para llegar al mercado central. Vendedores ambulantes de perfumes, adornos y todo tipo de baratijas ensayan el discurso aprendido ante el espejo la noche anterior. Los contornos, pensiones, tiendecitas y cafetines alojan a centenares de gentes. Venta de Café, Fábrica de Cobijas, Tamales por la noche, Cenas y Posada, Afeitadas a Cinco y muchos otros rótulos similares se leen frente a las respectivas puertas del mundillo de establecimientos que funcionan en las zonas adyacentes al puente”. El otro fenómeno, que es una respuesta a la deshumanización del centro, a la pérdida de la plaza central de su carácter de espacio de encuentros y relaciones sociales, es la reproducción que los barrios intentan hacer, en pequeña escala, de la ciudad antigua. Limitando el ámbito de intercambio a personas de su misma condición, empiezan a aparecer los rasgos dominantes de estas nuevas unidades de la ciudad. En Chapinero, “a las cinco de la tarde se inicia el movimiento, la agitación nocturna. De Caras y Caretas, la fonda más ruidosa del barrio, empiezan a salir peregrinos. Unos humildes y sencillos, otros con síntomas de embriaguez y muchos con malas entrañas: son gente que van en pos de la zambra, el licor y las mujeres. Obreros,

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choferes, ilustrabotas, cantineros, vociferan, discuten, cortejan a las mujeres, bailan La Bamba, Espejito, etc”.

El Barrio Girardot, como el de Los Comuneros, “sirve de residencia a las clases obreras en su generalidad. Familias numerosas, modestas y respetables que residen en reducidas casas, antihigiénicas e incómodas. Pero son barrios agradables, aseados, parecen una calcomanía”. Por último, en La Guacamaya, “una notoria escasez de alumbrado se observa, las aceras no existen y las calles sobresalen por su mal estado. Las casucas apretujadas y calurosas alojan a agentes de toda clase y procedencia. Es otro barrio nocturno, también vive en continua comunicación con el Permanente, con el Hospital y con los médicos...” Es importante destacar que paralelamente a esta evidente pérdida de centralidad de la ciudad emergen nuevos hitos que articulan su estructura física. Generalmente son las sedes institucionales o los edificios públicos: El Palacio de Justicia y más tarde el de Gobierno, los colegios Santander en el Centenario, la Santísima Trinidad en San Francisco, el nuevo San Pedro Claver en Sotomayor y en los barrios populares las escuelas públicas. Al observar la expansión de nuestras ciudades como resultado del proceso de modernización vinculado al surgimiento de la industria, la perspectiva sociológica enfatiza en la dicotomía entre campo y ciudad, considerando a ésta última la materialización de los fenómenos de cambio que acompañan a la nueva fase de desarrollo. Pero la realidad de Bucaramanga, en esta primera mitad del siglo XX, nos muestra mas un núcleo urbano que es continuidad de la aldea que un centro diferenciado con los rasgos de las urbes modernas. A pesar de la primacía de la población urbana sobre la rural en el municipio, registrada en los censos poblacionales de la presente centuria, algunos aspectos nos muestran la verdadera faz de la “ciudad moderna”. Por una parte, la escasa densificación de la construcción se puede observar en los avisos clasificados de la prensa. En 1929 se puede leer “Se vende un magnifico globo en la calle real de 4.328 metros cuadrados con una gran casa con solar, un local amplio sobre la calle real, cinco mediaguas amplias con solar, un lote con esquina sobre la carrera 16 y calle 4a donde caben ampliamente cinco casas capaces “Igualmente, en 1937, todavía se anuncia “ Vendemos la casa No.2000 sobre la carrera 12 sur de esta ciudad con establos, cuadra, aguadas y lavaderos, propia para negocio de lechería y avicultura”. 2.5. EPOCAS DE CONTRADICCIONES. 1940 – 1960 A finales de la década del treinta, desde el momento en que se designa a Bucaramanga sede de los V juegos Olímpicos nacionales, el evento vuelve a jugar el papel de “impulsor del desarrollo”. Cuatro obras se consideraban fundamentales en el momento: alcantarillado, acueducto, energía para toda la ciudad y pavimentación de las calles sin las cuales era imposible cumplir con la responsabilidad de las festividades

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olímpicas previstas inicialmente para 1940. Comité Olímpico, Sociedad de Mejoras Públicas, Cámara de Comercio y demás entidades se dan a la tarea de arreglar la vitrina que venderá la imagen de Bucaramanga en el resto del país. La ciudad toda se compromete de tal manera con el proyecto olímpico, que sus habitantes recuerdan hoy todavía el año de 1941 (fecha en la que realmente se celebró), como el año olímpico. “Basta darse un paseíllo por la ciudad – afirmaba un diario local en 1940 – para hallar a cada cuadra un camión arrugado como un acordeón que ostenta en su frontal un letrero que dice El Olímpico, y mas allá está el hotel con el mismo apelativo, la fonda, el restaurante, la zapatería, la carbonería, la modistería, la heladería y todo lo que acaba en ía como José María” 16 El Estadio Alfonso López, El Hotel Bucarica y la triste sensación de que, pasada la celebración, la realidad se reacomoda rápidamente en todas las esquinas, es lo que le

queda a Bucaramanga después de esos días en los que fue centro de atención de los colombianos. Un observador de la época lamentaba: “La modernización no es, sin embargo, deseable siempre: en el hotel donde cabrían ayer dos mortales regularmente estirados, principian a caber olímpicamente tres y un pelado”.17

En 1947 la UIS se creó por las Ordenanzas números 41 de 1940 y 83 de 1947, inició labores académicas el l° de marzo de 1948 en las instalaciones del entonces Instituto Dámaso Zapata bajo la dirección del educador Nicanor Pinzón Neira. Tres profesores y quince estudiantes matriculados en las facultades de Ingeniería Mecánica, Ingeniería Eléctrica e Ingeniería Química dieron origen a una actividad académica que durante tantos años ha contribuido al desarrollo de la economía y la cultura nacional. “La Vanguardia Liberal” fue el órgano de mayor importancia del partido, “El Deber” fue lo mismo para el conservatismo, periódicos que se identificaron visiblemente con las ideologías partidistas. Hacia la primera mitad del siglo el líder liberal Gabriel Turbay, candidato presidencial en dos ocasiones, se distingue por ser un renovador con tendencias de tinte socialista. En Bucaramanga y Santander se impulsa a la presidencia a Eduardo Santos y Laureano Gómez quienes iniciaron su trabajo en el Congreso. En los cuarenta, hechos sociopolíticos de relevancia como el asesinado de Gaitán (9 de abril de 1946), agudizan la violencia política en la región, con acciones de toma de la gobernación y otras con gran número de víctimas. Por sus opiniones, los obispos de la zona censuran los dos diarios de la ciudad. La ciudad se caracteriza por un espíritu práctico que no permite una proliferación artística en la ciudad: hacia los años veinte y treinta existe un núcleo de intelectuales en el “Club Santander”, con participación de Aurelio Martínez Mutis, en donde se organizaban publicaciones periódicas que lanzaron a los escritores: Luis Rojas Reyes, Jaime Ardila Casamitjana, Rafael Ortiz González….. Por otra parte, surge el Centro de 16 V.L. Abril 18 - 1940 17 V.L. Febrero 18 - 1942

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Historia de Santander, se crea el Centro de Bellas Artes dirigido por Luis Alberto Acuña, en el cual sobresalen Carlos Gómez Casto y Rafael Prada Ardila quien también es docente en la UIS. Por el año de 1920 aparece la Lotería de Santander. En 1948 se funda el Club Unión, el cual hace mayor énfasis en el éxito que en la estirpe de sus miembros. Los datos del censo en el período 1951-1964, indican alto crecimiento urbano como consecuencia de esta situación de violencia que se traduce en la migración de familias enteras hacia la ciudad: 1938 1951 1964 51,238 112,152 229,748 En la siguiente década (50´s) se evidencia de forma contundente el régimen bipartidista, influenciado desde antes por la misma topografía fuerte de cordillera, a través de enfrentamientos y movilizaciones, a lo cual se adicionan los procesos electorales con marcado fervor e intransigencia, no obstante, en Bucaramanga la violencia política no es tan marcada como en el resto del departamento, fenómeno al cual se suma parte de la cultura licenciosa de Barrancabermeja, con su actividad petrolera. Los sindicatos en esta década presionan a varias de las empresas, por mejores condiciones de trabajo y seguridad social, como sindicatos de obreros, de empleados departamentales y los de la industria tabacalera. El Club Atlético Bucaramanga continúa con sus labores deportivas desde su fundación, en 1949. Como actividad cultural novedosa, el cine en los cincuenta se consolida con ampliación de teatros como el Libertador, Rosedal, Unión, Analucía, Garnica, en donde también se presentan espectáculos de mariachis y cantantes populares. A nivel deportivo, en 1953 La Vuelta a Colombia pasa por la ciudad. En 1953 la ciudad se consagra como Sede Episcopal con el primer obispo: Mons. Aníbal Muñoz Duque. En 1954, dos nuevas carreras, Ingeniería Metalúrgica e Ingeniería de Petróleos se incorporaron a la oferta académica de la UIS y la Universidad se mudó a las instalaciones que hoy ocupa, constituyéndose en una "Ciudad Universitaria"que año tras año fue adecuando nuevos programas de estudio. Ingeniería Industrial nació en 1958 e Ingeniería Civil en 1964. El desplazamiento origina zonas subnormales, desordenadamente ubicadas en la periferia, con arquitectura irregular e informal, incrementándose la miseria urbana. En la década del cincuenta, la escarpa occidental con sus problemas de erosión y derrumbes dejan damnificados, esto condiciona que el crecimiento se extienda hacia el noroccidente (río Suratá y De Oro). El nororiente se pobló de barrios de clase media, al igual que en las faldas del macizo de Santander. Por el suroriente surgen nuevos barrios de gentes profesionales, se poblan con edificios. La ciudad se urbaniza buscando la mejor utilización de las características del terreno y con tejidos urbanos poco homogéneos sin acciones que orienten

Bucaramanga, 1953

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efectivamente la racionalización del espacio. Con el aumento y agudizamiento de condiciones de este tipo, en 1965 se crearía la Corporación de la Defensa de Bucaramanga, que en el siguiente año diseña el Plan Maestro de Alcantarillado y la reubicación de barrios para erradicar los tugurios. La radio toma importancia en los 60, cuando surgen nuevas emisoras y programas; por otra parte, la televisión es montada en 1964 con aproximadamente 3000 familias usuarias. Hacia 1965 se da un periodo de artistas: Beatriz González, Mario Hernández Prada; el grupo Bucaramanga, que reunía a Jorge Mantilla Caballero, Francisco Santos, Esperanza Barroso.... el museo Casa de Bolívar se transforma en el Museo de Historia Regional. Sobresalen Pablus Gallinazo, premio literatura nadaísta, en 1967, y Pedro Gómez Valderrama con “La otra raya del tigre”. Se funda el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga. Por esta época se populariza La Casa de Mercado, punto de encuentro para gente de todas las clases. Sobresalen los cafés: Centenario y Central y El Inglés.

Para la UIS los años 65 al 67 fueron particularmente memorables. La anexión de la Universidad Femenina con sus programas de Bacteriología, Fisioterapia, Trabajo Social y Nutrición y Dietética, estableció las bases para la creación de la División de Ciencias de la Salud que, en febrero de 1967, fecha de inauguración, estaba integrada por las carreras de Medicina, Enfermería, Fisioterapia, Laboratorio Clínico y Nutrición. Ese año, 1967, también dejó la creación de la Facultad de Ciencias Humanas que,

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antaño y hoy, se compromete con el ingrediente humanista, indispensable en la formación integral del individuo y su organización social. Resultan comunes las celebraciones de fiestas como La Feria Industrial y Agropecuaria, reinados, bailes populares, semana universitaria de la UIS. En esta década, la UIS contaba con más de 2000 estudiantes, con ocho ingenierías, carreras en ciencias de la salud y una nueva Facultad de Humanidades. En 1969 es fundada la EDAF (Escuela de Administración y Finanzas, que más tarde pasaría a ser la UNAB. 2.6. 1970 – HASTA NUESTROS DIAS En 1971 la UIS es ocupada por los militares, lo que genera el respaldo de los colegios de bachillerato. La Universidad Santo Tomás, la INDESCO (hoy Universidad Cooperativa) y la ITAE se crean en 1972. Se presentan revueltas estudiantiles por inconformismo social. El crecimiento de la ciudad es desordenado, con una urbanización irregular, los servicios públicos se amplían. El servicio telefónico también, el cual venía funcionando desde 1955 con una central automática para 2000 líneas telefónicas. La fundación de las EEPP se da hacia los años setenta, favoreciendo la ampliación de la cobertura de los servicios con programas de desarrollo en la prestación. Bucaramanga es una de las primeras ciudades con gas natural en , abarcando zonas cercanas a Floridablanca. Por esta época empiezan a considerarse la planificación que enfatiza en los espacios públicos y calidad e vida ciudadana, con remodelación de zonas centrales de comercio y sedes administrativas y con la densificación de la meseta mediante unidades multifamiliares, conjuntos residenciales, paseos. El crecimiento del sur se dinamiza, la ciudad se expande: se habilita el Viaducto Benjamín García Cadena y empieza la urbanización de “La Ciudadela Real de Minas”; con la aplicación del sistema UPAC, Bucaramanga tuvo el índice relativo de construcción más alto del país, pero con criterios de tipo comercial y urbanista en detrimento de lo social y cultural......el condominio cerrado desarticula el conjunto ciudadano, faltan espacios para la recreación ciudadana. En esta época se establece el Area Metropolitana de Bucaramanga, integrada por Florida, Girón y Piedecuesta. En 1981 se instalan los primeros semáforos en la ciudad; hacia 1982 Bucaramanga es subsede del Mundial de Basquetball y empieza a funcionar la Plaza de Mercado “Satélite del Sur “. En 1983 el ciclista Alfonso Flórez Ortiz gana la vuelta a

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Colombia, se inaugura el Hotel Chicamocha. La Ley 11 de 1986 ordena la división del territorio municipal urbano en comunas y el rural en corregimientos, para mejor manejo administrativo, prestación de servicios públicos y así facilitar el desarrollo local (para 1989 el Concejo Municipal organizaría el municipio en 14 comunas y 3 corregimientos; hoy, las comunas son 15). En 1989 se amplían la calle 56 entre 27 y 36 y la intersección de la autopista Foridablanca con carrera 27; se construyen la Terminal de Transportes y los paseos “Los Comuneros” y “España”. En 1990 la Compañía del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga ejecuta obras que garantizan el 98% de la cobertura en el Área Metropolitana AMB. Se constituye la Emisora Luis Carlos Galán Sarmiento, la cual funciona en la Biblioteca Municipal Gabriel Turbay ; el AMB construye la “Plaza Cívica Luis Carlos Galán Sarmiento”

La Bucaramanga dentro del contexto actual se encamina hacia retos como la construcción del ferrocarril, la transversal de unión con Venezuela – Medellín - Costa Pacífica. Posee asociaciones para proyectos económicos y culturales, como:

Iglesia Sagrada Familia

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PLAN DE ORDENAMIENTO TERRITORIAL DEL MUNICIPIO DE BUCARAMANGA DOCUMENTO DIAGNÓSTICO

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Promisión, Prosantander, Fusader. Se caracteriza por las famiempresas, por problemas como el de los desechos en El Carrasco. Es pionera en infraestructura educativa, con un doctorado pionero en el país, investigación, actividades culturales de nombre nacional como los “cuenteros” en la UIS, actividades feriales de tipo comercial, de exposición en el centro de Ferias CENFER. “El crecimiento desordenado de Bucaramanga, que asimila sin planes sus nuevas dimensiones poblacionales y las actividades irregulares de urbanización que se multiplican sin una efectiva intervención del Estado, con sus efectos desoladores sobre la calidad de vida de sus gentes provocan el efecto positivo de generar desde los años 60, una discusión sobre la ciudad; sobre los servicios domiciliarios, sobre el deterioro de sus zonas céntricas, la perdida de su memoria histórica y en fin sobre la ciudad deseada para los años venideros”18 Como hemos visto a través del anterior análisis, Bucaramanga es fruto de un proceso desorganizado de urbanización, es la hora de continuar con la construcción de la ciudad deseada…

18 Bucaramanga. Historias de 75 años