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1 Por qué yo, por qué ahora. Fascismo, identidad e individuo en la crisis de la modernidad Coloquio “Identidades fascistas. Fascistización y desfascistización en España” Miguel Alonso Ibarra Universitat Autònoma de Barcelona “Lo que hice, lo hice con pleno conocimiento de causa, convencido de que era mi deber y de que era necesario hacerlo, por desagradable y triste que fuera.” Maximilian Aue, Las Benévolas 1 Una de las ventajas que tiene el género novelístico es la capacidad creativa que permite al escritor. Las historias y los personajes que las componen son diseccionados minuciosamente, permitiéndonos conocer sus más mínimos detalles. Esto hace, sin duda, que podamos ponernos en la piel de los individuos que componen estos relatos, algo que de otro modo resulta muy difícil hacer. Para los historiadores –especial aunque no exclusivamente- resulta de gran valor el poder aprehender estas parcelas de la realidad que han quedado al margen de los grandes relatos, que han pasado desapercibidas por la dificultad que entraña el acercarse de una manera eficaz a ellas. No en vano, la literatura es una las múltiples caras del prisma compuesto por las manifestaciones culturales de un tiempo y lugar determinados, algo que no es sino un reflejo de ese momento. Es decir, que a través de estas narraciones tenemos la oportunidad de captar el pulso de muchas realidades de la Historia que no han trascendido más allá de parcelas locales o familiares. Pero, ¿a qué viene todo esto? He escogido como proemio de esta comunicación un fragmento de la novela Las Benévolas. Esta obra no comparte las características a las que me estaba refiriendo de manera exacta, pues no es contemporánea al tiempo en el que su historia se desarrolla, la Segunda Guerra Mundial, pero sí que comparte uno de los elementos esenciales – quizá el que más- que, a mi particularmente, me atraen de las novelas: esa capacidad de situarnos en la mente de los personajes como si de nosotros mismos se tratase. Y no 1 Jonathan LITTELL: Las Benévolas, Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, p.32.

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Por qué yo, por qué ahora.

Fascismo, identidad e individuo en la crisis de la modernidad

Coloquio “Identidades fascistas. Fascistización y desfascistización en España”

Miguel Alonso Ibarra

Universitat Autònoma de Barcelona

“Lo que hice, lo hice con pleno conocimiento de causa,

convencido de que era mi deber y de que era necesario

hacerlo, por desagradable y triste que fuera.”

Maximilian Aue, Las Benévolas1

Una de las ventajas que tiene el género novelístico es la capacidad creativa que

permite al escritor. Las historias y los personajes que las componen son diseccionados

minuciosamente, permitiéndonos conocer sus más mínimos detalles. Esto hace, sin

duda, que podamos ponernos en la piel de los individuos que componen estos relatos,

algo que de otro modo resulta muy difícil hacer. Para los historiadores –especial aunque

no exclusivamente- resulta de gran valor el poder aprehender estas parcelas de la

realidad que han quedado al margen de los grandes relatos, que han pasado

desapercibidas por la dificultad que entraña el acercarse de una manera eficaz a ellas.

No en vano, la literatura es una las múltiples caras del prisma compuesto por las

manifestaciones culturales de un tiempo y lugar determinados, algo que no es sino un

reflejo de ese momento. Es decir, que a través de estas narraciones tenemos la

oportunidad de captar el pulso de muchas realidades de la Historia que no han

trascendido más allá de parcelas locales o familiares. Pero, ¿a qué viene todo esto?

He escogido como proemio de esta comunicación un fragmento de la novela Las

Benévolas. Esta obra no comparte las características a las que me estaba refiriendo de

manera exacta, pues no es contemporánea al tiempo en el que su historia se desarrolla,

la Segunda Guerra Mundial, pero sí que comparte uno de los elementos esenciales –

quizá el que más- que, a mi particularmente, me atraen de las novelas: esa capacidad de

situarnos en la mente de los personajes como si de nosotros mismos se tratase. Y no

1 Jonathan LITTELL: Las Benévolas, Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, p.32.

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sólo eso, sino que además Jonathan Littell, su autor, nos sitúa en una de las mentes que

más han dado que hablar a lo largo del siglo XX. Una de las mentes que más debates ha

suscitado, que más ríos de tinta ha hecho correr. Esta no es otra que la mente de un SS,

de un perpetrador alemán que tomó parte en los asesinatos de millones de judíos,

eslavos, gitanos, homosexuales y discapacitados –entre otros muchos colectivos

políticos, sociales o raciales- durante la Segunda Guerra Mundial. La profundidad

psíquica que alcanza la obra de Littell, en la que las percepciones del protagonista

acerca de lo que está haciendo se entremezclan con sus recuerdos de un pasado

traumático y sus visiones de una realidad en constante cambio, es simplemente brillante.

Llega a tal extremo que en muchos pasajes del libro llegamos a empatizar con el

protagonista. Sentimos pena por él cuando él la siente, y nos alegramos cuando le

ocurren cosas buenas. Todo ello pese a que sabemos que es el responsable de la muerte

–en el papel- de muchos seres humanos. Es decir, que Littell nos recuerda que bajo los

negros uniformes de las SS, tras los fusiles que disparan en los barrancos de Babi Yar o

en las botas de los soldados que ‘limpian’ los pueblos ucranianos de partisanos no se

encuentran sino seres humanos. Personas que, por un motivo u otro, han decidido que

tenían que estar allí y hacer lo que hacían. Personas, en definitiva, que como Maxiliam

Aue, hicieron el trabajo que tenían que hacer; y ya está2.

Claro, tomar en consideración esto último nos lleva a una pregunta fundamental:

¿qué fue lo que llevó a estos individuos a creer que asesinar de manera masiva a otros

individuos era su trabajo? Porque hemos de partir de la base de que creían en la tarea

que estaban realizando y que existía algo que les impulsaba a hacerla. Algo en lo que no

nos valen las explicaciones maximalistas, que arrojan ideas generales para colectivos

aún más generales. Necesitamos, por tanto, recurrir a lo particular, a lo concreto. Es

decir, que volvemos nuevamente al término personas, individuos. Un término que, de

manera harto sorprendente, no ocupa un puesto de relevancia en los estudios que

abordan este tipo de procesos eliminacionistas. Esto puede deberse, quizá, a la enorme

dificultad que presenta un análisis centrado en el individuo concreto, por cuanto resulta

ciertamente complicado hallar las fuentes que nos permitan abordarlo. Pero da la

casualidad –por decirlo de algún modo- que el periodo en el que tuvieron lugar buena

parte de los procesos eliminacionistas del siglo XX, el periodo de entreguerras, está

surcado por toda una miríada en conflictos bélicos. Conflictos que generó una literatura

2 Ibid., p. 13.

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memorialística en torno –fundamentalmente pero no solo- a la experiencia de combate

que nos permite, quizá como en pocas ocasiones antes y después, adoptar un enfoque

que descienda sobre el individuo.

Todo esto resulta especialmente interesante a la hora de abordar el fascismo. En

primer lugar, porque este fenómeno ha sido tratado de manera generalizada a través de

grandes estructuras, de granes colectivos y de grandes generalizaciones. Es decir, que

las grandes teorizaciones en torno al fascismo no han prestado atención a los individuos

que, en palabras de Ferran Gallego, dieron significación histórica al fascismo3. Porque

no debemos olvidar que fueron estas masas que confiaron en el fascismo las que le

otorgaron su fuerza y su relevancia. En este sentido, resulta paradójico que no se haya

indagado en la fuente de la que se nutría el fascismo, y que se haya soslayado este

elemento para dar más importancia a otros aspectos que, si bien la tienen, carecen de

sentido sin una visión de cómo inciden en los individuos sobre los que se proyectan. Por

tanto, consideramos que es fundamental dar un paso más allá en los estudios del

fascismo a través de responder a dos preguntas esenciales. En primer lugar ¿a qué

respondía el fascismo?; o lo que es lo mismo, ¿qué fue lo que motivó que tantos

individuos creyesen en él? Y, en segundo lugar, ¿cómo el fascismo pudo adaptarse a

contextos sociopolíticos tan diferentes? Algo que desde un punto de vista mucho más ‘a

ras de suelo’ nos lleva a preguntarnos, ¿qué hueco era el que el fascismo llenaba en cada

uno de los individuos a los que sedujo? Estas preguntas serán las que intentaremos

abordar en la presente comunicación, trazando las que nosotros creemos que son las vías

fundamentales para su correcta resolución.

¿A qué respondía el fascismo? La crisis de la modernidad como eje

Antes de intentar profundizar en las diferentes facetas que muestra el fascismo

resulta necesario, tal y como hemos planteado en la introducción, discernir el por qué un

movimiento semejante fue capaz de triunfar en Europa. Cómo pudo seducir a un

número tan enorme de individuos, llevándolos hasta los límites de lo humano para hacer

realidad la utopía que planteaba. En este sentido, debemos de partir del contexto en el

3 Ferran GALLEGO : “Fascismo y fascistización. La crisis de 1934 y la definición política del período de entreguerras”, en Alejandro ANDREASSI y José Luis MARTIN RAMOS (coords.): De un Octubre a otro. Revolución y fascismo en el periodo de entreguerras, 1917-1934, Barcelona, El Viejo Topo, 2010, p. 287.

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que el fascismo eclosiona, se desarrolla y triunfa. La sociedad de finales del siglo XIX

y comienzos del XX era una sociedad eminentemente burguesa, dominada por un clara

y en muchos casos inamovible jerarquización social. Una sociedad que en el plano

político es monopolizada por el liberalismo, si bien algunas tendencias nacidas de este

están comenzando progresivamente a ganar terreno, merced a la voluntad de las masas

de acceder a la política. Del mismo modo, esta sociedad está dominada por la tecnología

como motor del progreso. Un progreso que, para muchos, pone al individuo en segundo

plano, en tanto que el poder de la técnica le relega como mero instrumento de la misma.

Características todas ellas que generan rechazo en diversos sectores, que generalmente

se sitúan en los márgenes sociopolíticos y cuya influencia aún no se deja notar en

demasía, si bien irá creciendo a medida que se vayan consumiendo los primeros años

del siglo XX. Unos sectores entre los que podríamos situar los orígenes de los

movimientos fascistas, en tanto que fuentes de las que estos beberán posteriormente.

Por tanto, una sociedad que para algunos es percibida como decadente, constrictora y

asfixiante.

Esta sociedad es la que en agosto de 1914 ve cómo se declara una nueva guerra

en Europa. Una guerra a la que acuden muchos voluntarios que no buscan sino la

posibilidad de escapar de una anodina existencia, de emular las heroicas gestas

medievales idealizadas por el romanticismo, de resignificar su vida al dotarla de un

sentido trascendental4. Por tanto, la Primera Guerra Mundial constituirá una ruptura

muy clara y evidente con el mundo anterior, con la sociedad industrial, burguesa y

jerarquizada socialmente que minaba las expectativas de muchos individuos. No en

vano, Stefan Zweig apunta a este respecto como la declaración de guerra y la

generación de la denominada ‘comunidad de agosto’ implicó una “intensificación de su

'yo' por parte de todos los individuos que la experimentaron. Ya no eran los seres

aislados de antes, sino que se sentían parte de la masa, eran pueblo, y su 'yo', que de

ordinario pasaba inadvertido, adquiría un sentido ahora”5. Pero, al mismo tiempo,

supuso una ruptura en otro sentido muy distinto y, ciertamente, mucho más importante.

La confrontación con la realidad bélica transformó las esperanzas de un mundo

nuevo en todo lo contrario. Así, los combatientes pudieron constatar el dominio de la

guerra por parte de la tecnología. Una tecnología que, dada su monstruosidad, escapaba

4 Eric J. LEED: No man's land. Combat and identity in World War I, New York, Cambridge University Press, 2009 (1ª ed. 1979), pp. 39-40. 5 Stefan ZWEIG: El mundo de ayer, Barcelona, Acantilado, 2001, p. 201.

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al control de aquellos que la habían generado, obedeciendo solo a sus propias

dinámicas6. De este modo, la individualidad que los voluntarios habían creído encontrar

en la guerra se diluyó frente al inmovilismo impuesto por el sistema de trincheras. La

guerra no era heroica, ni dinámica, ni permitía sobresalir al combatiente en base a sus

hazañas. La guerra era sucia, era frustrante, era una realidad opresiva en la que la

imposibilidad de hacer algo ante la constante presencia de la muerte generaba una

presión insoportable en el soldado. Para los voluntarios, ni siquiera era posible

encontrar complicidad en su amargo destino entre sus compañeros de la tropa. La

mayoría de estos procedían de las clases bajas y veían con desprecio los valores que

inspiraban la lucha de los voluntarios7. Mientras que estos se jugaban la vida por

términos como honor o sacrificio, que en el mundo de las trincheras habían caído ya en

el absurdo, los ‘obreros’ habían sido forzosamente reclutados, con lo que eludían toda

acción que pusiese en peligro sus vidas8. Todos estos elementos –falta de camaradería,

la guerra vista como un trabajo, la disolución del yo entre la masa informe de la guerra-

contribuyeron a generar una sensación de desilusión entre los combatientes, al

comprobar que la guerra no era, ni mucho menos, como la habían imaginado. En

definitiva, que todos los individuos que creyeron encontrar un sentido trascendente en el

nuevo escenario bélico se encontraron con que todo aquello de lo que estaban huyendo

les dominaba por completo. El sometimiento a la técnica, la incapacidad de tomar el

control de su destino y la carencia absoluta de sentido de su sacrificio pusieron de

manifiesto la decadencia del mundo en el que vivían. Y ahí es donde se sitúa la

relevancia de esta ruptura, de este momento en extremo liminoide. Para estos individuos

las miserias que, de una forma más o menos aguda, más o menos evidente, habían

percibido en la sociedad del momento se situaban frente a sus ojos, mostrando el fracaso

de su existencia y la falta de sentido de sus vidas. Es decir, que era esencial una ruptura

de la magnitud de la que supone una guerra para que estos individuos se dieran cuenta

6 Eric J. LEED: No Man’s Land…, p. 38. 7 La falta de camaradería y el desprecio hacia aquellos que acudían a la guerra de manera voluntaria finalizaba cuando estos alcanzaban el escalafón de la oficialidad. La similitud en los marcos de referencia culturales que podía encontrarse en este nivel de la jerarquía militar hacía mucho más fluidas las relaciones sociales. En este sentido, vemos como en la Gran Guerra se dibujaron dos esferas dentro del tratamiento del enemigo. Así, aquellos soldados que caían en manos enemigas eran susceptibles de ser tratados con brutalidad y encerrados en campos de concentración en condiciones muy duras. Sin embargo, los oficiales capturados eran tratados en base a un código de buena conducta y respeto mutuo, siéndoles ofrecidas todas las comodidades posibles en su cautiverio. Un reflejo de ello es la película de Jean Renoir, La gran ilusión. 8 Eric J. LEED: No Man’s Land…, p. 84.

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de la necesidad de operar un cambio en su mundo. De la necesidad de soltar amarras

con una sociedad decadente y partir con un rumbo nuevo hacia un mañana mejor.

La primera oportunidad que se presentó vino de la mano de las consecuencias de

la propia Gran Guerra. Un proceso en el que se combinaron dos elementos esenciales.

Por un lado, el miedo a la revolución que desde la francesa de 1789 había operado en

muchos sectores conservadores europeos y que parecía haberse hecho realidad con el

triunfo bolchevique en Rusia9. Triunfo que amenazaba como un virus con extenderse a

toda Europa. Y, por otro, la pérdida de legitimidad, fuerza y, en no pocos casos,

integridad territorial, de los países derrotados en el conflicto bélico10. La combinación

de ambos elementos, en tanto que se consideraba a la revolución como uno de los

causantes fundamentales de la derrota y al estado como incapaz de combatirlo debido a

su pérdida de legitimidad, lanzaron a cientos de miles de individuos a las

organizaciones paramilitares que, por toda Europa Central y Oriental, combatieron con

el fin de poner la primera piedra de ese nuevo mañana. A través de esta lucha

paramilitar, resituaban las fronteras de muchos territorios y estados del crisol étnico de

la Europa Centro-oriental, que no era sino un modo de –mediante la violencia- producir

nuevas realidades territoriales, étnicas y nacionales. Y, al mismo tiempo, dotaban su

sacrificio y su propia existencia de pleno sentido, en tanto que estaban acometiendo un

proyecto de gran trascendencia11. Una lucha que, en tanto que precursora del culto

fascista a la violencia, deberemos tener muy en cuenta y situarla como un elemento

esencial. Por tanto, vemos cómo resulta fundamental la delimitación de un contexto

efectivo que explique el surgimiento y triunfo del fascismo. Un contexto que no es otro,

en este caso, que el de la crisis de la modernidad generado por los elementos –y otros

más que escapan a los límites de este somero planteamiento- citados anteriormente. El

fascismo no vino sino a llenar ese hueco dejado por la falta de trascendencia de una

sociedad dominada por las apariencias. Una sociedad que había perdido los valores

esenciales que conformaban el destino tanto del individuo como de la comunidad.

Destino que será claramente delimitado por el fascismo en su utopía social, en la cual la

violencia será tanto el pico como el ladrillo, y la sangre de los caídos el cemento.

9 Robert GERWARTH y John HORNE: “Bolshevism as Fantasy: Fear of Revolution and Counter-Revolutionary Violence, 1917-1923” en Id., War in peace. Paramilitary Violence in Europe after the Great War, Oxford, Oxford University Press, 2012, p. 40. 10 Robert GERWARTH: “Fighting the Red Beast: Counter-Revolutionary Violence in the Defeated States of Central Europe” en Id. y John HORNE: War in peace…, p.53. 11 Ibid., p. 57.

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En este sentido, si bien es cierto que en los últimos años el concepto de crisis de

la modernidad ha venido siendo incorporado como punto importante de los análisis del

fascismo, sobre todo merced a los trabajos de Roger Griffin12, creemos que no se le ha

dotado de la importancia que merece. Especialmente si enfocamos la cuestión desde el

análisis identitario. A este respecto, resulta significativo ver cómo no ha sido ponderada

la relevancia del lenguaje como generador de identidades. Y, sobre todo, cómo no se

han alumbrado los evidentes nexos textuales, narrativos y perceptivos entre la

experiencia liminoide que hemos abordado, la Primera Guerra Mundial, y el fascismo.

Por ejemplo, resulta difícil no ver las evidentes similitudes entre la percepción de las

masas que relata el oficial de húsares Miklós Kozma a su retorno a Budapest en 1918,

calificándolas como “muchedumbre sucia y afeminada […] que no se había lavado en

semanas y que no se había cambiado de ropas en meses; el olor de las ropas y de los

zapatos pudriéndose en sus cuerpos es insoportable”13 y la que el fascista español

Fernando Sanabria tiene de los republicanos madrileños durante la guerra, a los que

define como “jóvenes con mono de mecánico o en camiseta, sudorosos y

congestionados, junto con muchachas desgreñadas, mujerzuelas repugnantes de carnes

fofas y andar de sapo y hombres sin afeitar, de rostro patibulario”14. O entre las visiones

de Ernst Jünger acerca de la trascendencia de su lucha, cuando afirma que “la Tierra se

abre ante vuestro ataque; [...] Adelante, adelante, sin compasión ni miedo, ¡está en juego

la posesión del mundo!”15 y las percepciones que sobre la misma cuestión tiene el

fascista italiano Renzo Lodoli al apuntar: “Che cosa sarebbe stato per noi il domani? E

la settimana prossima che cosa ci avrebbe riservato? E l’anno di là da venire? Che

pensieri! Tutti noi l’avevamo superati. Che valore poteva avere il domani e l’anno di là

da venire? Sciocchezze. Andavamo verso la lotta ed eravamo felici. Non ci capivano.

Eramo felici. Una lunga serie di anni può non uguagliare un instante, un nostro

instante”16. En definitiva, creemos en la necesidad de resituar el concepto de crisis de la

modernidad como el elemento esencial que nos permita resolver la pregunta de a qué

respondía el fascismo, en tanto que entendemos que las percepciones generadas en el

marco de la Gran Guerra no hicieron sino recoger y potenciar toda una serie de 12 Roger GRIFFIN: Modernismo y fascismo. La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Madrid, Akal, 2010. 13 Robert GERWARTH: Fighting the Red Beast…, p. 55. 14 Fernando SANABRIA: Madrid bajo las hordas, Ávila, S.H.A.D.E., 1938, p. 33. 15 Ernst JÜNGER: Tempestades de acero, Barcelona, Tusquets, 1998, p. 171. El fragmento corresponde a la obra del autor El bosquecillo 125, incluida en el mismo libro. 16 Renzo LODOLI: Domani posso morire. Storie di arditi e fanti legionari, Roma, Ed. Roma Fascista, 1939, p. 23.

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inquietudes previas en torno al mundo del momento. Inquietudes que se tradujeron en la

necesidad, para muchos individuos, de hacer una tabula rasa con el mundo anterior.

Algo que tendría una herramienta ideal en la violencia, entendida como un acto de

creación en sí misma en tanto que el arrancar las raíces del tejido enfermo de la nación

no constituía sino la colocación de la primera piedra del nuevo mañana.

¿Qué hueco viene a llenar el fascismo? La identidad fascista y el individuo

Una vez delimitados aspectos esenciales de lo que el fascismo enfrentó, hemos

de responder a la segunda de las preguntas que formulábamos en la introducción. El

fascismo triunfó a lo largo y ancho de toda Europa, llegando al poder de maneras muy

diferentes y permaneciendo en él hasta las últimas consecuencias. Algo que, de ningún

modo, consiguieron otros de los movimientos revolucionarios surgidos al calor, al igual

que el propio fascismo, de la crisis de la modernidad, como el comunismo. En este

sentido, el comunismo únicamente triunfó en Rusia, siendo derrotado tras un breve

periodo de gobierno en Hungría, o en los intentos revolucionarios que llevó a cabo,

como en Alemania. Por su parte, el fascismo dominaba la escena política europea

cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. Se había aupado al poder en Italia nada

más acabar la Gran Guerra, tras una demostración de fuerza –de cuestionable éxito,

profundización que escapa a los límites de esta comunicación- de los squadristi; había

alcanzado la cancillería y la presidencia de Alemania, tras un victoria electoral y

mediante la presión en las calles de las milicias de las SA –nuevamente aquí cabría

profundizar bastante más pero solo estamos intentando dar un visión rápida y por

encima-; y había vencido una cruenta guerra civil en España en la que los diversos

sectores sociopolíticos sublevados coincidieron en la idoneidad de unirse bajo el

paraguas de un proyecto fascista17. Del mismo modo, al calor de la guerra, el modelo

fascista fue exportado e implantado en los países que iban cayendo bajo la bota del Eje.

Rumanía por un breve periodo o Croacia construyeron regímenes cimentados en sus

respectivos partidos fascistas, la Guardia de Hierro y la Ustaša. Regímenes que llevaron

17 Esta cuestión es un elemento de profundo debate entre los historiadores del franquismo. Por un lado, autores como Javier Rodrigo, Ferran Gallego o Francisco Morente defiende la naturaleza fascista del régimen de Franco, al menos hasta finales de la década de los 40. Como ejemplo, puede recurrirse, entre otros muchos, a Javier RODRIGO SÁNCHEZ: “Violencia y fascistización en la España sublevada”, pp. 79-95, en Francisco MORENTE (ed.): España en la crisis europea de entreguerras, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2011. Por su parte, otro grupo de historiadores rechazan que el régimen de Franco fuese fascista, calificándolo generalmente de ‘fascisitzado’. Ver como ejemplo paradigmático en el plano español a Ismael SAZ: Fascismo y franquismo, Valencia, PUV, 2004.

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a cabo cruentas y masivas políticas de limpieza étnica y de profilaxis social que

contaron con la colaboración de muchos individuos. No olvidemos los pogromos de los

legionarios rumanos contra las poblaciones judías o las políticas eliminacionistas

implementadas por los croatas en el campo de concentración de Jasenovac. Por tanto,

vemos como el fascismo triunfó en contextos muy diferentes. En países avanzados y en

países menos desarrollados económicamente. En países derrotados en la Gran Guerra y

en países que habían vencido. Y aún en países que no habían participado en la misma. E

incluso, vemos como alcanzó el poder en un país donde la fuerza del partido era muy

escasa, de la mano de las tropas nazis.

En este escenario, resulta esencial alumbrar los elementos coincidentes entre las

diferentes experiencias fascistas, en aras de elaborar una teorización operativa en torno

a la naturaleza y el desarrollo del fascismo. Elementos que pueden ser abordados desde

diversos puntos de vista. El primero, y más explorado, incide en las similitudes del

proyecto fascista. Organización social, estructura política o proyecto económico son

elementos clave a la hora de comparar los diferentes casos. Del mismo modo, esta

perspectiva ahonda en las masas que dieron su apoyo al fascismo como colectivos,

como generalidades. Algo que, a fin de cuentas, no son sino constructos que soslayan

una mayor complejización en las motivaciones que llevaron a muchos a apoyar al

fascismo. Y es aquí donde hallamos el segundo de los puntos de vista. Si lo que

queremos es averiguar por qué el fascismo sedujo a tantos individuos o qué hueco llenó

en sus vidas para llevarles a los límites de lo humano en la tarea de construir la utopía

fascista, debemos descender ‘a ras de suelo’ e incidir en las visiones y percepciones de

los mismos. Individuos que, en definitiva, fueron los que hicieron que un movimiento

procedente de los márgenes sociopolíticos del sistema fuese capaz de erigirse como

centro gravitacional de muchos otros movimientos, dotándole de los instrumentos

necesarios para hacer realidad su utopía social.

A este respecto, es necesario ponderar en primer lugar las dificultades inherentes

al enfoque pretendido. No es ciertamente fácil abordar las percepciones particulares que

muchos individuos tenían acerca de la sociedad en la que vivían o acerca del proyecto

que estaban construyendo. Si bien, tal y como hemos planteado en la introducción, el

periodo de entreguerras conforma un escenario especialmente propicio a la hora de

intentar articular un enfoque de estas características. Tanto la propia experiencia de la

Gran Guerra, como las posteriores que vivieron muchos individuos enrolados en los

distintos grupos paramilitares en la Europa Centro-oriental, así como la experimentada

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por los combatientes de la Guerra Civil española o la Segunda Guerra Mundial,

generaron una miríada de narrativas cimentadas en la experiencia bélica e impregnadas

decisivamente de las percepciones individuales acerca del sentido de la lucha y el

sacrificio. Narrativas que conformaron una literatura memorialística a la que se le

dieron alas como elemento legitimador en muchos países y como elemento

conmemorativo en otros –algo que no sucederá ya tras la Segunda Guerra Mundial18-, y

que nos permiten aprehender de manera efectiva muchas de estas realidades personales

que, de otro modo, no habrían dejado huella. Por tanto, esta literatura constituirá la

fuente esencial de la que nos nutriremos en nuestra aproximación al fascismo,

alumbrando los contornos de la identidad –identidades, mejor dicho- fascista que

construyeron estos regímenes y que nos permitirá conectar los unos con los otros.

Esta conexión será realizada a través de un concepto central como es el de

militancia. Ya hemos apuntado en varias ocasiones a lo largo de la presente

comunicación la esencialidad de las masas en el triunfo del fascismo y la idoneidad de

no tratar a estas como una generalidad, sino más bien de manera mucho más concreta.

En este sentido, hemos de profundizar también en el modo en que se construye,

transmite y recibe la identidad fascista, en tanto que entendemos que el discurso

codificado desde arriba no es absorbido tal cual por los individuos. Estamos, por tanto,

planteando una imagen de la militancia con carácter activo, y no meramente pasivo.

Una militancia que no consume sin más el discurso fascista sino que juega un papel

activo en su transformación y en su conformación. Algo en lo que deberá tenerse en

cuenta el sentido de las dinámicas constructivas de la identidad fascista, las cuales no

discurren solo desde arriba hacia abajo sino que también lo hacen en sentido inverso y

horizontalmente. Un proceso que nos recuerda a los planteamientos elaborados por

Javier Rodrigo en torno a la fascistización del bando sublevado durante la Guerra Civil,

en los que desempeña un rol esencial la retaguardia como espacio de transformación en

contacto permanente con el frente a través de dinámicas de alimentación recíproca19.

Por otro lado, no estamos planteando una militancia con carácter autónomo, en tanto

que partimos de la consideración de que son los líderes –la dirigencia- los que marcan 18 George L. MOSSE: Fallen soldiers. Reshaping the Memory of the World Wars, New York, Oxford University Press, 1990, p. 207. 19 Javier RODRIGO SÁNCHEZ: “Retaguardia: un espacio de transformación”, en Id. (Coord.), Retaguardia y cultura de guerra, 1936-1939, Ayer, 76 (2009), pp. 13-36. Una idea defendida también por Xosé M. NÚÑEZ SEIXAS: ¡Fuera el invasor! Nacionalismo y movilización bélica durante la guerra civil española (1936-1939), Madrid, Marcial Pons Historia, 2006.

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las fronteras identitarias del proyecto fascista. Unas fronteras cuya amplitud es

ciertamente significativa, lo que llevaría al fascismo a poder ejercer como polo

gravitacional de muchos otros movimientos de la derecha conservadora tanto en

Alemania, como en Italia o España20. Y, al mismo tiempo, permitiría que una amplia

multitud de individuos viesen en él una respuesta a la crisis que percibían del mundo

que les rodeaba –en este sentido, entendemos la crisis de la modernidad como un

conjunto de crisis individuales-. Algo que les haría entender el fascismo de un modo

particular y llevaría al fascismo a representar una solución para ellos, a dotar de sentido

y trascendencia, de destino al fin y al cabo, su existencia. Por tanto, vemos como esa

gran movilidad a la hora de conformar identidades proporcionó al fascismo una enorme

capacidad de adaptación y de síntesis –el fascismo como fenómeno extremadamente

sincrético-, que le permitirá triunfar en contextos tan diferentes y llenar los huecos

dejados en muchos individuos por la crisis de la modernidad.

Conclusión

A lo largo de la presente comunicación, hemos intentado desgranar dos

elementos interpretativos que creemos fundamentales a la hora de dar respuesta a

algunas de las preguntas que más debate han suscitado en torno al estudio del fascismo.

El intentar aproximarnos a las realidades que percibían y que intentaban transformar

aquellos individuos que llevaron a cabo, mediante la violencia ‘purificadora’, la

construcción de la utopía fascista es una de las tareas más complicadas que los

historiadores hemos de afrontar a la hora de comprender la naturaleza del fenómeno

fascista. A este respecto, Sönke Neitzel y Harald Welzer han apuntado que el

advenimiento del Tercer Reich modificó las escalas de lo bueno y lo malo, de lo

correcto y lo incorrecto, de lo ético y lo moral, generando un nuevo marco de referencia

en el que la progresiva extensión de la diferenciación categórica entre razas –entre otros

elementos- permitió la socialización y aceptación de las dinámicas excluyentes y

eliminacionistas entre la sociedad alemana21. Algo con lo que estamos plenamente de

acuerdo pero que creemos que debe ser situado en un contexto más amplio. En este

20 Una obra interesante, contemporánea al fin de la Guerra Civil, que aborda una comparativa entre los partidos fascistas español, italiano y alemán es la de José María COSTA SERRANO y Juan BENEYTO PEREZ: El partido, Zaragoza, Imprenta Heraldo de Aragón, 1939. 21 Sönke NEITZEL y Harald WELZER: Soldados del Tercer Reich. Testimonios de lucha, muerte y crimen, Barcelona, Crítica, 2012, p. 42.

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sentido, hay que atender por un lado a las razones que motivaron ese triunfo del

nazismo y por qué llevó aparejado una modificación de los marcos de referencia válidos

hasta el momento. Y, por otro, hemos de prestar atención a por qué esa modificación

influyó en los alemanes de tal modo que los condujo a ejercer como piezas esenciales,

ejecutores, del proyecto fascista de profilaxis social.

En primer lugar, hemos referido la necesidad de resituar la crisis de la

modernidad como el eje vector, explicativo, de los estudios del fascismo en tanto que

consideramos que son sus consecuencias las que viene a paliar, a las que responde, el

fascismo. Sin la percepción de una sociedad decadente en la que existencia no tiene más

sentido que el mundano y el terrenal, y sin el momento liminoide de ruptura que supone

la Gran Guerra resulta imposible comprender la necesidad, para muchos, del proyecto

fascista. En este sentido, si adoptamos una perspectiva de análisis del lenguaje –la cual

consideramos única vía posible para un descenso ‘a ras de suelo’, en tanto que las

fuentes de que disponemos para ello son, esencialmente, literarias- las continuidades

entre las percepciones de los contemporáneos a la Gran Guerra y las de los fascistas son

evidentes. El miedo a la revolución, la decadencia nacional o la falta de elementos

trascendentes que doten de sentido a la propia existencia son lugares comunes a ambos

tiempo. No se puede soslayar los fuertes lazos existentes entre las percepciones del

combatiente alemán de la Gran Guerra Edwin Erich Dwinger acerca de sus enemigos, a

los que ve en clave líquida y disolvente, cuando apunta que “the whole world poured

out over Germany: Americans and New Zealanders, Australians and Englishmen,

Portuguese and French. The bitterest pill to swallow was the stationing of blacks

everywhere by the French: Moroccans, Senegalese negroes, Indochinese and Turks”22;

y las visiones que del mismo tema tiene el fascista español Francisco Lluch cuando

habla de la necesidad de “contener y encauzar por nuevos rumbos las olas rojas que

querían invadir el suelo hispano”23. Al tiempo que tampoco podemos obviar las

evidentes similitudes entre la percepción que sobre la mujer tienen, por ejemplo, el

escritor ultraconservador rumano –cercano a la Guardia de Hierro- Gib Mihăescu en su

novela La Rusa24, o el escritor fascista francés Pierre Drieu de la Rochelle en su obra

22 Citado en Klaus Theweleit, Male Fantasies, v. 1: Women, Floods, Bodies, History, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1993 (1ª edición 1987), p. 231. En esta misma obra, en la que el autor aborda el fascismo desde una perspectiva psicoanalítica a través de –fundamentalmente- un análisis del lenguaje, podemos encontrar numerosos ejemplos de la conexión que estamos intentando plantear. Sobre todo, en el caso de la obra de Theweleit, de los Freikorps alemanes. 23 Francisco LLUCH F. VALLS: Semilla azul, Granada, Hº de Paulino Ventura, 1939, p. 49. 24 Gib MIHAESCU: La Rusa, Valencia, Pre-textos, 2012.

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Gilles25; y las que el fascismo español construyó sobre la mujer republicana.

Percepciones que incidían en la relación entre la sexualidad y la mujer y en el miedo

que al fascista le producía esta manifestación de la sexualidad femenina, que no era sino

una subversión de los roles de género26. Es decir, que desde el punto de vista del

lenguaje podemos alumbrar importantes nexos que, por un lado, nos ayudan a esclarecer

aspectos esenciales de la conformación de la identidad fascista y que, por otro, nos

remiten a situar la crisis de la modernidad que genera estas percepciones como un punto

esencial en los estudios del fascismo.

En segundo lugar, creemos en la absoluta idoneidad de utilizar un enfoque ‘a ras

de suelo’, que dialogue con los individuos particulares y no con estos englobados en

generalidades artificiales. Máxime cuando hemos puesto de manifiesto la potencialidad

que nos ofrece la literatura memorialística como medio para ahondar en la disección de

la identidad fascista. En este sentido, si el fascismo pudo llegar tan lejos fue porque

aportaba algo a los individuos que lo llevaron hasta allí. Y ese algo es en lo que

debemos profundizar. Quizá para algunos no era sino tener una meta concreta a la que

dirigirse, algo por lo que mereciese la pena sacrificarse y, sobre todo, haberse

sacrificado. Para otros, puede que el fascismo les aportase el armazón ideológico e

identitario que necesitaban para llevar a cabo las tareas que les habían encomendado.

Algo que tendría especial relevancia en la era de la guerra total27. En cualquier caso, lo

que está claro es que un estudio del fascismo desde la perspectiva de la militancia no

puede sino proporcionarnos herramientas analíticas de gran valor, por cuanto podremos

esclarecer el proceso constructivo de la identidad fascista y cómo esta respondía a las

particulares necesidades de cada individuo. Algo que quizá nos aporte claves

interpretativas que nos ayuden a conocer de un modo más efectivo el por qué millones

de individuos a lo largo y ancho de toda Europa se lanzaron a la tarea de ‘purificar’ sus

25 Pierre DRIEU DE LA ROCHELLE: Gilles, Madrid, Alianza, 1989. 26 Un ejemplo para el fascismo español del arquetipo de la miliciana en Joaquín PÉREZ MADRIGAL: Memorias de un converso. Vol VIII. Los guerreros y los cautivos, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1951, cap. VIII, pp. 51-66. 27 En este sentido, la influencia del nacionalsocialismo en los combatientes alemanes de la Segunda Guerra Mundial se vio potenciada por la brutalización de los combates y por la necesidad de generar marcos identitarios fuertes que mantuviesen la voluntad y el sentido de combatir en una ya perdida. Ver Omer BARTOV: The Eastern Front, 1941-45: German Troops and the Barbarisation of Warfare, New York, Palgrave, 2001 (1ª ed. 1985) Un planteamiento que, para el fascismo español, compartimos plenamente. Ver Miguel ALONSO IBARRA: “Identidad y alteridad en la Guerra Civil. La experiencia de combate como medio de socialización de elementos identitarios y culturales del fascismo español”, en Historia, Identidad y Alteridad. Actas del III Congreso de Jóvenes Historiadores, Ed. Antema, Salamanca, 2012, pp. 911-934.

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respectivas naciones a través de la violencia, en lo que creían que era la construcción de

un futuro mejor.

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Coloquio IDENTIDADES FASCISTAS.

Fascistización y desfascistización en España.

11 y 12 de abril, 2013. Facultat de Filosofia i Lletres, Universitat Autònoma de Barcelona.

“La identidad política del ejército sublevado.

Propaganda y medidas de encuadramiento dirigidas a su contingente bélico”1.

Francisco J. Leira-Castiñeira.

Universidade de Santiago de Compostela.

1. Introducción.

La guerra civil y el franquismo se convirtieron en temas centrales de la

historiografía española. Sin embargo, a menudo aparecen separadas en los debates y

análisis interpretativos, como ocurre con el de la identidad política del franquismo. Es

conveniente estudiar el periodo de la guerra civil, porque se constituye como hito

fundacional del franquismo y principal base de legitimación.

Esta comunicación, que forma parte de una investigación de tesis aun en

proceso, pretende abordar el debate sobre la identidad política del franquismo a través

del análisis de la movilización militar del ejército sublevado. A diferencia de otros

regímenes surgidos en el periodo de entreguerras, como el fascismo italiano y el

nacionalsocialismo alemán, el franquismo no alcanzó el poder mediante la movilización

política de la sociedad, encuadrada dentro de un partido político, sino a raíz de una

guerra civil, consecuencia del fracaso del golpe de estado perpetrado por un sector de la

jerarquía militar2. El objetivo es presentar las medidas adoptadas por el ejército

1 Esta comunicación se encuadra en una de las líneas de investigación del Proyecto Interuniversitario «Nomes e Voces» (http://www.nomesevoces.net/) y del Grupo de Investigación de Historia Agraria y Política do Mundo Rural. Séculos XIX e XX (HISTAGRA, http://histagra.usc.es/gl/) de la Universidade de Santiago de Compostela, ambos dirigidos por el Lourenzo Fernández Prieto. 2 Cfr. CAZORLA SÁNCHEZ, A.: “Sobre el primer Franquismo y la extensión de su apoyo popular”, Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, nº 8 (2002), pp. 303-320. Véase también CAZORLA SÁNCHEZ, A.: Las políticas de la victoria: la consolidación del Nuevo Estado franquista (1938-1953), Madrid, Marcial Pons, 2000.

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sublevado en relación con su propio contingente, para extraer unas primeras

conclusiones sobre su identidad política.

En el texto se intenta mostrar como en el proceso de movilización bélica el

partido único no tenía ningún tipo de responsabilidad en los mecanismos de control

militar y sociopolítico de los miembros del ejército sublevado. Las características de las

medidas impuestas marcan un interesante punto de partida: la supremacía de los

intereses militares, frente a cualquier cuestión ideológica o práctica política en el frente,

puesto que el ejército fue quién mantuvo el poder absoluto dentro de la coalición

insurgente.

Según esta hipótesis, el principal objetivo del ejército era la victoria militar,

produciéndose una voluntad integradora, incompatible con la idea de excluir a los que

sabían desafectos en distinto grado o medida. Pero esa voluntad de interesada

integración, se vio, lógicamente acompaña con el desarrollo de importantes medidas de

control militar y político, con el fin de evitar posibles deserciones y por lo tanto que se

pudieran filtrar noticias relevantes para el cariz de la guerra, ya que las propias

autoridades militares, con el transcurso de la contienda, van tomando consciencia de la

importancia que tenían los evadidos para obtener información3. En definitiva, la

comunicación pretende centrarse en estas medidas de vigilancia y castigo, y además de

en la propaganda empleada en el frente.

La relevancia de esta investigación, reside en que pretende analizar la

construcción política y social del régimen franquista mediante una cronología más

inclusiva, que no parte de la Victoria de 1939 sino del propio desarrollo bélico tras el

alzamiento del 18 de julio de 1936. Además tiene como objetivo estudiar y profundizar

en el papel del ejército sublevado más allá de las operaciones militares4 o su cada vez

más demostrado papel en la represión5.

3 En una orden de 1937 procedente del Cuartel General destacaba la trascendencia de los evadidos para facilitar información referente al campo enemigo. AIRMNO. Caja ANT210. 4 Vid. CARDONA, G.: Historia militar de una guerra civil. Estrategias y tácticas de la guerra de España, Barcelona, Flor del Viento, 2006. SÁNCHEZ, A. y DE MIGUEL, J.: Batallas de la Guerra Civil, Madrid, Libsa, 2005. DÍEZ, L.: La batalla del Jarama, Madrid, Oberón, 2005. MARTÍNEZ REVERTE, J.: La batalla del Ebro, Madrid, Círculo de Lectores, 2003. MARTÍNEZ REVERTE, J.: El arte de matar. Cómo se hizo la Guerra Civil Española, Barcelona, RBA, 2009. 5 Vid. RODRIGO, J.: Hasta la raíz: violencia durante la guerra civil y la dictadura franquista, Madrid, 2008. JULIÁ, S. (ed.): Víctimas de la Guerra Civil, Madrid, Temas de Hoy, 2004. Para el caso gallego: PRADA RODRÍGUEZ, J.: Ourense, 1936-1939. Alzamento, guerra e represión, Sada, Ediciós do Castro, 2004. GRANDÍO SEOANE, E. (ed.): Anos de odio. Golpe, represión e guerra civil na

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La conformación de las unidades militares del ejército insurgente.

Para contextualizar las medidas adoptadas por la jerarquía militar a lo largo de

los tres años que duró el conflicto, es conveniente explicar brevemente quien componía

el grueso del ejército sublevado. A través de los primeros avances desarrollados por esta

investigación, se presenta un colectivo más heterogéneo y complejo que muestra una

realidad diferente a la expuesta tradicionalmente: la un grupo formado por militares,

conservadores, requetés, falangistas y las fuerzas del norte de África.

El fracaso del golpe de estado en algunas plazas militares provocó el

desencadenamiento de una guerra civil, por lo que ambos contendientes tuvieron que

desarrollar una movilización forzosa, realizada a través de la ley vigente de

reclutamiento militar. Con el Decreto núm. 29, 9 de agosto de 1936, publicado por el

BO de la Junta de Defensa Nacional, se obliga a las quintas de reemplazo de los años

33, 34 y 35 presentarse a filas, una movilización que continuó hasta que terminó la

guerra movilizando a todos los individuos pertenecientes a los reemplazos del 29 al 41.

Territorios como el gallego, en el que se centra la presente investigación, se

convierten en centros de reclutamiento del ejército sublevado. La movilización se

produce en el marco de una sociedad, que tanto en el ámbito urbano como rural había

venido experimentando un intenso proceso de transformación, culminado con la

vivencia republicana6. Desde esta perspectiva, los llamados a filas pueden tener un

amplio espectro ideológico y, desde luego distintas actitudes respecto a quienes

demandan su incorporación a filas.

provincia da Coruña (1936-1939), A Coruña, Editorial Deputación Provincial da Coruña, 2007. SOUTO BLANCO, M. J.: La represión franquista en la provincia de Lugo (1936-1940), Sada, Ediciós do Castro, 1999. VELASCO SOUTO, C. F.: 1936. Represión e alzamento militar en Galiza, Vigo, A Nosa Terra, 2006. DOMÍNGUEZ ALMANSA, A.: “De los relatos de terror al protagonismo de la memoria: el golpe de Estado de 1936 y la larga sombra de la represión”, Historia, antropología y fuentes orales (HAFO), nº 40 (2008), pp. 37-74. 6 Vid. GRANDÍO SEOANE, E.: A Segunda República en Galicia. Memoria, mito e historia, Santiago, Nigratea, 2010, pp. 56 – 57. DOMÍNGUEZ ALMANSA, A.: Historia social do deporte. Cultura deportiva e modernidade, Vigo, Galaxia, 2009. FENÁNDEZ PRIETO, L.: Labregos con ciencia. Estado, sociedade e innovación tecnológica na agricultura galega, 1850 – 1939, Vigo, Edicións Xerais, 1992. DOMÍNGUEZ ALMANSA, A.: A Formación da sociedade civil na Galicia rural: asociacionismo agrario e poder local en Teo (1890-1940), Santiago de Compostela, Grafinova, 1997. CABO VILLAVERDE, M.: O agrarismo, Vigo, Edicións A Nosa Terra, 1998. HERVÉS SAYAR, H., FERNÁNDEZ PRIETO, L., FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, A., ARTIAGA REGO, A. y BALBOA LÓPEZ, X.: “Resistencia y organización. La conflictividad rural en Galicia desde la crisis del Antiguo Régimen al franquismo”, Noticiario de Historia Agraria, n º 13 (1997), pp. 165-191.

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La movilización forzosa promueve la conformación de un ejército

profundamente heterogéneo en cuanto a las identidades o sensibilidades políticas de los

soldados. Desde apolíticos, a conservadores, falangistas, o contrarios a lo que

representaba el golpe de estado, que por miedo a represalias personales o familiares,

indecisión o incertidumbre decidieron no oponerse activamente a la sublevación o a la

consiguiente movilización. Aspecto que se refuerza con la toma de nuevos territorios,

donde un número importante de miembros del ejército republicano capturados, siempre

que no fuesen comisarios políticos, oficiales o participasen en la represión republicana,

podían pasar a formar parte del ejército de Franco7.

2. Vigilar y castigar. Medidas de encuadramiento dirigidas a su contingente bélico

Entre las políticas de encuadramiento impuestas por las autoridades militares en

relación con su contingente bélico destacan las de vigilar y castigar. La duración del

conflicto provocó que tuvieran que apoyarse en todas las manos posibles para superar

las exigencias de la guerra. Para evitar que pudieran introducirse y organizarse

contrarios políticos en sus filas, las medidas empleadas fueron, en primer término, las

de vigilancia y aislamiento. En última instancia, si el soldado era considerado peligroso

para el correcto devenir de la guerra se recurría al castigo, principalmente al sistema de

trabajos forzosos, como los Batallones de Trabajadores (BBTT) o las Unidades

Disciplinarias o de Castigo (UUC).

En este sentido, es conveniente establecer algunas diferencias. Según las

primeras indagaciones realizadas en esta investigación se pueden diferenciar dos etapas.

La primera va hasta diciembre de 1937, y la segunda desde inicio de 1938 hasta el final

de la guerra, esta última caracterizada porque se produce una totalitarización de las

medidas de encuadramiento social y militar por parte del ejército sublevado, en donde el

control político adquiere un mayor protagonismo.

7 Comisiones de Clasificación de Presentados y Prisionero de Ejército del Norte, AIRMNO. Caja 02534

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Con el triunfo del golpe de estado se intensifican las medidas de vigilancia en

los cuarteles del territorio gallego8. Tenía por objetivo mantener el control y la

disciplina dentro de las fuerzas armadas, a causa de los enfrentamientos producidos

entre militares leales a la república y golpistas, en localidades como Ferrol o Tuy, que

tuvo como resultado la implantación de una cruel represión. En este sentido, en agosto

de 1936, el Gobernador Militar de la Provincia de Lugo decretaba la intensificación de

la disciplina dentro de los cuarteles con el objetivo de evitar revueltas y asegurar el

triunfo del levantamiento militar9.

Como consecuencia del fracaso del golpe de estado en otras plazas militares,

comienza la guerra civil, que provoca que se inicie un proceso de movilización

forzosa10. Relacionado con el aparato de represión legal desarrollado por el ejército

sublevado, se procedió a realizar un control social de los reemplazos movilizados. A

medida que se iban incorporando las sucesivas quintas, el Coronel del regimiento

reclamaba los antecedentes sociopolíticos de los individuos considerados sospechosos.

En esta labor colaboraban, el Comandante del puesto de la Guardia Civil de la localidad

de pertenencia del soldado11, las Delegaciones de Orden Público de las diferentes

localidades12 y los nuevos poderes locales.

En este proceso de movilización tuvo gran importancia el castigo. Con la noticia

de la sublevación militar, un número de individuos aún sin determinar huyó, tanto para

evitar represalias políticas como para eludir el servicio militar. A los movilizados no

presentados con el resto de su reemplazo se les abría un expediente, que dependiendo de

las circunstancias que alegara el expedientado en el momento de reincorporarse, podría

ser enviado a una unidad destinada en un cuerpo de África13, con un recargo de cuatro

8 Cfr. GRANDÍO SEOANE, E. (ed.): Las columnas gallegas hacia Oviedo. Diario bélico de la guerra civil española (1936 – 1937) de Faustino Vázquez Carril, Pontevedra, Nigratea, 2011. El historiador Gabriel Cardona apuntaba que durante la II República se creara un servicio de policía secreta dentro del ejército que se encargaba de realizar listados de militares, de alta graduación, que pertenecían a logias masónicas. Cfr. CARDONA, G.: El Poder militar en la España contemporánea hasta la guerra civil, Madrid, Siglo XXI, 1983. 9 Escritos sobre la imposición de disciplina en los cuarteles. AIRMNO. Caja ANT861. 10 Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional núm. 5. Decreto núm. 29, 9 de agosto de 1936. Disponible en: http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1936/005/J00017-00018.pdf [Consultado: 01/03/2013] 11 Petición de antecedentes personales pedidos a los soldados del Rgtm. Infantería Zamora núm. 29. AIRMNO. Caja 02404. 12 Cfr. GRANDÍO SEOANE, E. (ed.): Las columnas gallegas hacia Oviedo. Diario bélico de la guerra civil española (1936 – 1937) de Faustino Vázquez Carril, Pontevedra, Nigratea, 2011, p. 21 – 22. 13 Tenemos numerosos ejemplos en AIRMNO//Expedientes judiciales del Regimiento de Infantería núm. 35. Años 36 – 39.

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años en el servicio militar, según establecía el artículo 322 de Código de Justicia

Militar.

Esta cierta lógica de integración en sus filas por parte del ejército provocó que

individuos que no fuesen del todo favorables al golpe de estado formaran parte sus filas.

El Estado Mayor de las Fuerzas de Marruecos alertaban de la existencia de reclutas

considerados peligrosos por sus ideas políticas, a los que denominan marxistas, dentro

de sus unidades, por lo que establece que se aumente la vigilancia o el castigo si es

necesario14.

Las medidas de vigilancia se extendieron al resto de las unidades. Se

encomendaba a dos suboficiales – un Sargento y un Cabo – las consiguientes labores de

vigilancia de los considerados peligrosos notificando cualquier comportamiento que

consideran anormal. Se encargaban de organizaban las guardias de tal manera que no

estuvieran en zonas en las que se pudieran marchar15 o no se les destinaba a tareas que

entrañasen problemas, como la custodia de polvorines16.

No tenemos datos suficientes, pero las primeras indagaciones realizadas llevan a

plantear la hipótesis de que las primeras medidas de control militar y político fueron un

relativo fracaso. Las intenciones militares de conseguir una victoria rápida y la caótica

organización fueron las causas del mismo. Lo que provocó una reorganización con la

caída del Frente del Norte, a partir de la toma de Gijón el 22 de octubre de 1937. El

periodo de estancamiento de las operaciones bélica es aprovechada por las autoridades

militares para modificar su estrategia y su estructura militar. En este sentido, se procede

a la reorganización del sistema de espionaje y vigilancia, con la constitución en

noviembre de 1937 del Servicio de Información y Policía Militar (S.I.P.M) que sustituía

al Servicio de Información Militar (S.I.M.) que venía funcionando hasta el momento17.

Este nuevo organismo se encargaba de reunir toda la información referente al

espionaje, contraespionaje y orden público, con la coordinación de las 2º Secciones de

los Estados Mayores (EE.MM.) de las diferentes unidades que componían el ejército

sublevado. Al mando del SIPM se encontraba el militar “africanista”, Teniente Coronel

14 AGMAV, C. 2321, L. 41, cp. 60 15 AIRMNO//Procedimientos judiciales del Regimiento de Infantería Mérida núm. 35. Causa 334/38. 16 AIRMNO. Caja ANT209. 17 Carpeta sobre el SIPM. AIRMNO. Caja 02522.

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del Estado Mayor D. José Ungría, uno de los encargados de la represión de octubre de

1934, y que durante la postguerra tuvo un papel destacado en la represión de Barcelona

y Madrid, en la confección de listas negras y en recopilación de documentación

decomisada a logias masónicas en Bilbao18.

Los objetivos que se encontraban detrás de esta restructuración era potenciar el

papel del Servicio de Información, porque eran conocedores de la importancia que tiene

en una guerra civil. Ya había señalado el historiador S. N. Kalyvas que las guerras

civiles «son un conglomerado de luchas diversas, y que nunca fueron conflictos binarios

formulados a través de divisiones bien definidas»19. La propia jerarquía militar era

conocedora de esta complejidad, de la existencia de partidarios o simpatizantes del

bando contrario dentro de su territorio, como la transcendencia que tenían los evadidos

para facilitar información referente al campo enemigo20.

Además era necesario fortalecer el sistema de control social y militar como

consecuencia del avance de la guerra. A la sucesiva movilización de reemplazos, habría

que sumarle la integración de una parte de los soldados del bando republicano.

Derribado el Frente del norte pasan integrar las filas del ejército sublevado un número

importante de nuevos reclutas, una vez clasificados por las Comisiones de Clasificación

de Presentados y Prisioneros, asentadas en los Campo de Concentración o en las Cajas

de Reclutamiento21. El riesgo de que alguno se tratase de espías del ejército republicano

que aportase información relevante para el devenir de la guerra centró la preocupación

de estas medidas. Además hay que tener en cuenta, que José Ungría participó

activamente en la coordinación de la “quinta columna”, pasando información de un

frente a otro.

Esta reorganización tuvo una inmediata transcendencia en el control militar. Se

estrecharon las medidas de vigilancia hacia los reclutas por dos principales motivos. Por

un lado, para evitar posibles sediciones dentro de las Compañías, al comprobar que el

ánimo que impregnaba los primeros meses de guerra se iba diluyendo como

consecuencia de la duración de la guerra, poniendo en riesgo la estabilidad de las

18 Cfr. NERÍN, G.: La guerra que vino de África, Barcelona, Crítica, 2005, p. 131. 19 Cfr. KALYVAS, S. N.: “Nuevas y viejas guerras civiles. ¿Una distinción válida?”, Zona Abierta, nº 112-113 (2005), pp. 22-47. 20 En una Orden de diciembre de 1936 en la que destacan la importancia del servicio de información. AIRMNO. Caja ANT210. 21 Carpeta de Evadidos del Frente Norte, AIRMNO, Caja ANT223

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unidades. Por otro, pretendían evitar que se produjeran deserciones al campo

republicano, como sucediera en el frente de Asturias según remarcaba el servicio de

información en enero de 193822. Junto con la vigilancia, se procuraba aislar a los

individuos calificados de “peligrosos” para evitar que se organizaran entre sus filas,

tanto para preparar un acto de rebelión o la deserción. El objetivo era romper las

antiguas redes de solidaridad social y tejer otras basadas en los valores militares, como

la disciplina y el deber de obediencia debida.

El Servicio de Orden y Policía pasa a formar parte del SIPM y estaba formado

por el personal de cada Cuerpo de Ejército que llevara en el frente un mayor número de

días y que contase con una conducta intachable, encargado de mantener el orden en las

unidades militares23. El servicio de información en el escrito citado anteriormente de

enero de 1938 dictaminaba las medidas para evitar deserciones y espionaje, ordenando

que se estrechara la vigilancia en las líneas del frente, y disparar a quien se encuentre

allí sin autorización24. De este control militar estaban al corriente los soldados puesto

que se lo comunicaba la oficialidad25. Un excombatiente en una entrevista realizada en

2010 narra cómo estuvo vigilado porque “uno que se apellidaba como él se pasó al otro

lado”26.

La adopción de estas medidas coincide con la constitución del primer gobierno

franquista en enero de 1938. Por lo que comienza un proceso que hemos denominado

como totalitarización de las medidas de encuadramiento del ejército sublevado. En abril

de 1938 el SIPM se convierte en un órgano dependiente del Cuartel General de

Franco27. El 13 agosto de 1938 se estrechar la vigilancia, con la creación de ficheros del

personal que componen las unidades «con el fin de conocer en todo momento los

antecedentes del personal que forma parte de las Unidades»28.

22 Escrito del Servicio de Información de enero de 1938 relativo a las deserciones efectuadas por miembros del ejército. AIRMNO. Caja ANT216. 23 Orden sobre la vigilancia en las unidades militares. AIRMNO. Caja ANT474. 24 Escrito del Servicio de Información de enero de 1938 relativo a las deserciones efectuadas por miembros del ejército. AIRMNO. Caja ANT216. 25 AIRMNO. Procedimientos judiciales del Regimiento de Infantería Mérida núm. 35. Causa 334/38. 26 Entrevista realizada por Antonio Somoza Cayado a A. P. G (2010). «La socialización en la guerra contra la República y los apoyos de la dictadura franquista. Reclutamiento, movilización y participación en el “Ejército sublevado” (1936-1939)». Fondo 4006. 27 Servicio del SIPM, AIRMNO. Caja ANT866. 28 Orden del Cuartel General del Generalísimo sobre individuos considerados “peligrosos”, AIRMNO. Caja 02527.

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Detrás de estas medidas de vigilancia se encontraba una lógica de integración,

pues el soldado no tenía porque se represaliado. Es hipótesis de esta investigación que

en el frente se dejaron a un lado las políticas de represión políticas aplicadas en la

retaguardia, conocedores de los problemas que podría ocasionarles en el frente, además

de las dificultades que tenía su aplicación. Por lo tanto, el soldado podría permanecer en

la unidad mientras mantuvieran una correcta disciplina militar. Esto aparece reflejado en

algunos listados, encontrados en el desarrollo de este trabajo, de individuos

considerados peligrosos por sus antecedentes políticos, en los que son retirados de la

primera línea sin que aparezca reflejado un castigo mayor29.

En el desarrollo del castigo tenía un papel fundamente los Batallones de

Trabajadores, especialmente a partir de la caída del Frente de Asturias. En una Orden de

Franco de 22 de octubre de 1937 se dictaminaba que los: «Individuos cuya vigilancia

sea difícil o que fuera peligroso su contacto con el resto de los soldados serán

destinados a los Batallones de Trabajadores pero recomendando que sean estrechamente

vigilados para corregir y castigar la más pequeña falta que cometa»30.

A partir de agosto de 1938, en el momento en el que se estrecha la vigilancia se

impone un sistema de castigo más fuerte, en el que sigue teniendo un papel importante

los BBTT, con la creación en cada Cuerpo de Ejército, de una Unidad de Castigo (UC)

con el objetivo de: «Sustraer a las unidades combatientes del personal de clase y

soldados incorregibles, sospechosos o denunciados»31. Los soldados castigados en una

UC estaban dedicados a los trabajos de fortificación en los lugares de mayor riesgo y a

la clasificación de cadáveres en el campo de batalla. Con el fin de agilizar la justicia en

el frente, no se les abría ningún tipo de expediente judicial, simplemente, el Jefe del

Regimiento notificaba el cambio de destino del soldado castigado al Jefe del Cuerpo de

Ejército. Las UUC se formaban, dependiendo del número de penados, en: pelotones,

baterías, compañías o unidades.

Es conveniente añadir que este sistema de castigo no era nuevo en el ejército

español, venía de una tradición que nace en el siglo XVIII. El origen se encuentra en la

29 Relación de personal sospechosos de la División 83 propuesto para que sean retirados de la primera línea. AIRMNO. Caja 02527 30 Orden del Cuartel General del Generalísimo de 22 de octubre de 1937 sobre individuos considerados peligrosos dentro de las unidades militares. AIRMNO. Caja 02527. 31 Orden del Cuartel General del Generalísimo sobre individuos considerados “peligrosos”, AIMNO. Caja 02527.

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Legión que contaba con sus propias unidades de castigo, todavía más duras que los

batallones disciplinarios, con jornadas laborales que alcanzaban 18 horas. Los penados

no podían hablar, dormían en el suelo y solo recibían media ración de comida. Se

dedicaban a los mismos trabajos que las que empiezan a formarse en agosto de 1938, la

fortificación en primera línea de fuego32.

3. La propaganda militar en el frente de batalla.

La historiografía sobre los conflictos bélicos ha abordado la experiencia del

frente a través de la denominada «cultura de guerra». Este concepto se basa en que

durante un enfrentamiento militar se afianza una identidad, política o nacional, al

contraponerla a la imagen de un enemigo idealizado, al que dotan de todas las

facultades ideológicas, físicas y morales contra la que luchan. Esta identidad es

reforzada mediante la elaboración de símbolos y ritos propios, tales como himnos,

banderas o distintivos33, en donde la propaganda tuvo una gran importancia.

Se presenta una nueva interpretación, a través de un pequeño análisis de la

propaganda desarrollada en el frente. Se mantiene como hipótesis de esta investigación

que es en la retaguarda donde se impuso una cultura de la victoria, y donde la

propaganda de deshumanización del enemigo, la deificación de la nación, el culto a los

caídos, pudo tener una mayor repercusión que en el frente, donde la dinámica y los

objetivos eran otros, ganar una guerra.

Para el caso español, historiadores como Sevillano Calero y Nuñez Seixas

remarcaron la repercusión que adquirió la propaganda durante las campañas bélicas y

en la constitución de determinados regímenes político. Aspectos como la violencia, la

repetición o el estatuto de verdad que se adjudica al propagandista son fundamentales

para la creación de los mitos político. Es conveniente señalar que los mitos se afianzan

en la mentalidad colectiva de un sector de la sociedad cuando están dispuestos a

creérselo. Las palabras de un excombatiente relacionadas con las alocuciones del

general Queipo de Llano, son muy representativas: «O general que estaba sempre

dando charlas, dando charlas. Si tomamos cual, tomamos cual. Pero eran propósitos, si, 32 Cfr. NERÍN, G.: La guerra que vino de África, Barcelona, Crítica, 2005, pp. 155 – 160. 33 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: ¡Fuera el invasor! Nacionalismo y movilización bélica durante la Guerra Civil española (1936 – 1939), Madrid, Marcial Pons Historia, 2006. MOSSE, G. L.: Fallen Soldiers. Reshaping the memory of the world wars, Nueva York, Oxford University Press, 1990.

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non eran cousas reais. As reales había que velas alí, efectivamente, como se vían

¿non?»34.

Por este motivo, conocedores de que no se puede adulterar la realidad que están

viviendo en el frente los soldados, provocó que la propaganda desarrollada en el frente

tuviera otras características. Es conveniente decir las autoridades militares controlaron

durante todo el periodo bélico la elaboración de la propaganda. La Delegación Nacional

de Prensa se encargaba de redactar la propaganda emitida en la retaguardia, pero con la

supervisión de las autoridades militares, con el fin de evitar que se publicaran

posiciones y ofensivas militares. En la zona de vanguardia la propaganda se encontraba

bajo la jurisdicción militar35. Por lo tanto, el ejército era quien se encargaba de redactar

las Normas para la propaganda en la zona de vanguardia y frente y el parte de

emisiones de los equipos móviles36.

La propaganda en el frente se efectuaba a través de un equipo móvil que

mediante altavoces emitían diferentes soflamas. También se realizaba mediante

octavillas lanzadas al campo enemigo a través de la aviación37. La propaganda estaba

dirigida tanto para sus propias unidades, como para los soldados del ejército sublevado.

Según las primeras indagaciones se puede afirmar que existía una mayor preocupación

por la propaganda enviada al campo contrario.

En la propaganda enviada al campo republicano sobresale la concepción de la

redención, dogma central de catolicismo y parte fundamental del nacionalismo español

de carácter conservador. La propaganda declaraba a los soldados republicanos como

engañados por sus dirigentes políticos, y que si lo deseaban podrían entregarse

libremente sin recibir represalias. Existe por lo tanto una lógica de compresión con el

enemigo “nacional”, un aspecto que lo diferencia de otros conflictos desarrollados en

del primer tercio de siglo XX. Una de las proclamas más repetida era la de “os llevan a

morir”, además de ser alertados de que eran mandados por fuerzas enemigas. Hay que

añadir que también procuraban, según el sector en el que se desarrolla la propaganda,

34 Entrevista a V. S. R. (1990), Fondo HISTORGA, USC, Referencia 151. 35 La Delegación Nacional de Prense se encargaba de redactar la propaganda emitida en la retaguardia, con supervisión mi 36 AGMAV, C. 1327, 38. 37 AGMAV, C. 1223, L. 14, cp. 73.

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agudizar las posibles diferencias entre los partidarios de los distintos partidos

políticos38.

El contenido de la propaganda radiada en su propio campo tenía características

similares a la que tenía la emitida en el campo republicano. Por un lado porque la

escuchaban en los altavoces instalados en el frente y no podían modificar la esencia de

lo que se radiaba. Principalmente emitían los partes de guerra, buscando socializar a los

soldados en la victoria militar, dando el número de bajas, altas y prisioneros. Pero no se

encuentra un interés por el adoctrinamiento de la tropa en las consignas de propaganda.

Conclusiones.

Es en el transcurso de la guerra cuando se gesta el régimen franquista. Por lo

tanto no se puede desligar la identidad política del franquismo con lo que supone su hito

fundacional39. Gran parte de su retórica, mitos y ritos surgen del periodo bélico, sin

embargo su naturaleza procede de diversas culturas o identidades políticas presentes en

la España del primer tercio del siglo XX. Tanto en la retórica, como en las medidas

adoptadas por las autoridades golpistas e incluso en la voluntad represiva del régimen,

se puede encontrar componentes del antiliberalismo, del conservadurismo, del

catolicismo, del militarismo y de los movimientos fascista, que surgen en el periodo de

entreguerras. En este sentido, es fundamental la Cultura de la Victoria, que se intentó

imponer durante la postguerra, convirtiéndose en la principal fuente de legitimación del

régimen, al contrario de los regímenes fascistas, surgidos de una Cultura de la

Derrota40.

A diferencia del fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, el franquismo

tuvo que tomar el poder mediante la movilización militar, principalmente forzosa y no a

través de la política de masas41. Por lo tanto, en el desarrollo de esta comunicación se

procuró estudiar la identidad política del bando sublevado a través de la institución

38 AGMAV, C. 1404, L. 8, cp. 13. 39 Cfr. AGUILAR FERNÁNDEZ, P.: Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid, Alianza Editorial, 1996 40 AGUILAR FERNÁNDEZ, P.: Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid, Alianza Editorial, 1996 41 CAZORLA SÁNCHEZ, A.: “Sobre el primer Franquismo y la extensión de su apoyo popular”, Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, nº 8 (2002), pp. 303-320

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militar, debido a que son quienes mantienen la hegemonía, tanto en relación con su

contingente militar como en el desarrollo de la represión política42.

Durante el periodo bélico, dentro del bando sublevado se pueden distinguir dos

realidades: la retaguardia y el frente. Es hipótesis de esta investigación que es en la

retaguardia, donde se intenta imponer la Cultura de la Victoria, a través del papel de la

Iglesia, la propaganda y la represión sociopolítica. El discurso de la nación en peligro, la

deshumanización del enemigo y otras retóricas más cercanas a la doctrina fascista que

defendía falange, tienen una mayor presencia en los territorios controlados por las

fuerzas golpistas, a través del control que ejercían de los principales medios de

comunicación.

La celebración de actos, como homenajes a los caídos o la reposición del

crucifijo en las escuelas, tenían como objetivo la construcción de una nueva identidad

política basada en esa cultura de la victoria, pero que no tuvo la misma presencia en el

frente bélico, especialmente a medida que avanza el conflicto como evidencia algunos

relatos orales43.

En el frente el principal objetivo era la victoria militar. Conocedores de los

vínculos afectivos que se tejen entre los compañeros de trinchera, el ejército mitigó la

represión ideológica, porque podría perjudicar la cohesión interna dentro de las

unidades si se extendía la persecución política44. Por eso se produjo una lógica de

integración en el momento de la movilización y el castigo no se imponía por cuestiones

políticas. El ejército no pretendía adoctrinar, como refleja el escaso contenido político

en la propaganda del frente, sino socializar en valores militares como el heroísmo, el

compañerismo, la disciplina y el miedo al castigo, al saberse constantemente vigilados.

Desarrolló unas medidas de encuadramiento basadas principalmente en los

valores militares, como la disciplina, la jerarquía y el castigo como medio para modular

el comportamiento de los soldados. Procedían de una larga tradición militar e impuesta

42 Como están mostrando los avances realizados en el marco del Proyecto Interuniversitario “Nomes e Voces”. 43 Entre otras: Entrevista a A. G. P. (1988), Fondo HISTORGA, USC, Referencia 10. Entrevista a M. G. A. (1990), Fondo HISTORGA, USC, Referencia 204. Entrevista a A. G. D. por Francisco J. Leira-Castiñeira (2010). Proyecto de investigación «La socialización en la guerra contra la República y los apoyos de la dictadura franquista. Reclutamiento, movilización y participación en el “Ejército sublevado” (1936-1939)». Fondo 4003. 44 Salvo por actos de resistencia activa como sediciones, deserciones o intentos de complots.

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en las campañas militares del norte de África45. Es solo a partir de la constitución del

primer gobierno franquista cuando viran hacía una tendencia más totalitaria con un

mayor control sociopolítico de los soldados, y momento en el que se empieza a percibir

que la guerra estaba casi finalizada.

Es cierto, que el ejército recoge del fascismo parte de su ritual político, como

puede ser la adopción del saludo romano. Se considera que es como consecuencia del

contexto internacional, debido a que en los años 30 el fascismo se convierte en un

referente para la derecha europea, principalmente debido a su capacidad de atracción y

movilización política.

Sin embargo, esta utilización de la iconografía fascista no tuvo su referente en la

toma de decisiones en el frente, como se ha mostrado en la presente comunicación.

Existían ciertas reticencias tanto dentro de la jerarquía militar, como entre los soldados

al falangismo46. El ejército era quien mantenía el poder absoluto dentro de la coalición

insurgente, como se observa en un informe de septiembre de 1936 enviado por el E. M.

de las Fuerzas de Asturias donde advertía del problema de indisciplina existente dentro

de falange, para el que la solución “estaría en disolverla y organizarla de nuevo en 48

horas”47.

En definitiva, a medida que avanza la guerra se va constituyendo un régimen de

carácter totalitario, controlado por las autoridades militares. En relación con su

contingente bélico, el ejército mantiene una identidad política en la que se encuentran

presentes elementos propios de la cultura militar, con escasa presencia del fascismo

defendido por falange, marginado de todo tipo de decisión militar.

45 Cfr. NERÍN, G.: La guerra que vino de África, Madrid, Crítica, 2005. 46 Como se observa en la mayoría de las treinta entrevistas realizadas en el seno de esta investigación y en las más de cincuenta procedentes del fondo HISTORGA del Departamento de Historia Contemporánea e de América. 47 Informe del EM de Asturias al Sector Cangas Luarca. AIRMNO. Caja ANT861

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LA IDEA DE PARTICIPACIÓN Y DEMOCRACIA EN EL FASCISMO. MATERIALES PARA UNA VISIÓN

COMPARADA Y MAXIMALISTA.

David ALEGRE LORENZ Universitat Autònoma de Barcelona

[email protected]

«Me pregunto si esta espléndida arquitectura cuyas nobles ruinas nos conmueven aún era privilegio de unos pocos o democracia, es decir, elitismo o participación, simulacro o estética. Cada civilización recrea sus mitos a modo de espejos fascinantes. Es la necesidad de sublimar a los protagonistas haciéndolos actuar imaginativamente en hábitats de escenografías espectaculares, moradas inventadas para albergarlos y fabularlos como paradigmas de vida. Una manera de participar los espectadores en lo inaccesible del mito: escenografía, democracia.»

Basilio Martín Patino1

I

Como puede deducirse, la inspiración para la puesta por escrito de las ideas que

planteamos a continuación surgió del visionado de La seducción del caos, obra de

Martín Patino. Poca duda cabe que los problemas que plantea la película del director

lumbralense son atemporales, de ahí precisamente que inviten a la reflexión. Sea como

fuere, la idea central en la cual se enmarcaría la película no sería otra que el problema

de la escenificación y manipulación de la realidad propias de la cultura moderna de

masas. Concretamente, por lo que respecta a la cita con la cual damos inicio a nuestra

comunicación, el protagonista, Hugo Escribano, se deleitaba y meditaba frente a las

ruinas de la Acrópolis ateniense. Casi inevitablemente, el historiador del fascismo

encuentra en estas palabras una puerta abierta a la abstracción guiada por su interés en

dicho fenómeno y, al calor de ello, todo un conjunto de preguntas a la espera de

respuestas. ¿Fue el fascismo elitismo o participación?, ¿privilegio de unos pocos o

democracia?, ¿simulacro o estética? Estas son algunas de las preguntas que

intentaremos responder a lo largo de las próximas páginas, tratando de realizar nuestra

aproximación a través de las inquietudes y percepciones de los propios fascistas y sus

espacios de circulación ideológica, para lo cual adoptaremos en todo momento una

perspectiva estrictamente transnacional.

A estas alturas, es de todos bien sabido el lugar central que el mito ocupó y

ocupa en el imaginario colectivo y en la articulación socio-política de las comunidades 1 Basilio MARTÍN PATINO: La seducción del caos, España, TVE/La Linterna Mágica, 1990.

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humanas, miles de trabajos han contribuido a demostrarlo. En este sentido, podemos

decir sin miedo a equivocarnos que el individuo ha enmarcado desde siempre su

existencia en el mito o, si se prefiere, ha codificado su experiencia vital en clave mito-

poética, entendiendo la realidad como un inmenso escenario donde se dirimiría la vida.

Con toda probabilidad, esta visión que en un principio podría parecer trasnochada ha

dominado las percepciones de generaciones y generaciones de hombres y mujeres

nacidos al amparo de diferentes códigos morales, religiones, culturas y civilizaciones,

desde la noche de los tiempos hasta nuestros días.2 Evidentemente, enfocar la historia de

este modo conlleva el peligro de caer en el anacronismo, es decir, de trasladar al pasado

estereotipos o tipos ideales guiados por visiones teleológicas las más de las veces. Sin

embargo, esto es algo que pronto desechamos al constatar el modo plenamente

consciente en que las comunidades humanas construyen imágenes mito-poéticas de sí

mismas encuadradas en coordenadas trascendentes que, después, elevan al rango de

dogmas de fe. Esto es algo que, quizás, se hace patente como en ningún otro fenómeno

en el caso del fascismo. Buena muestra de ello son las miles de memorias publicadas

tras la guerra por hombres de todo el continente donde éstos mostraban su visión de la

experiencia fascista, pero también los kilómetros de fotogramas filmados y montados

por el Deutsche Wochenschau, en la Alemania nacionalsocialista, o el NO-DO, en la

España franquista, por poner algunos ejemplos. Ambas formas de lenguaje o expresión

son reflexivas y, por lo tanto, conllevan un alto nivel de codificación, lo cual no quiere

decir que no sean observadas por sus autores y, más aún, por sus receptores como una

suerte de proyección o manifestación natural del espíritu trascendente que los imbuye.

De algún modo, el autor actúa inspirado por un dogma de fe al tratar de mostrar la

realidad en su versión más límpida o, si se prefiere, de hacer honor a lo qué él considera

la verdad. Lo mismo ocurre en el caso de otros lenguajes como el de la arquitectura, la

pintura, la escultura o el teatro, a través de los cuales el hombre busca el modo de

aprehender la realidad y encontrar su lugar en el mundo, expresándose a través del mito

y participando in situ en su construcción y tallado, levantando el escenario donde se

plasmará y dirimirá la historia.3

2 Hasta qué punto es así lo ha demostrado con gran claridad para el caso de los Estados Unidos Emilio Gentile en God’s Democracy. American Religion After September 11, Westport, Greenwood Publishing Group, 2008. 3 Quizás, una de las peculiaridades del fascismo es su intento por poner en íntima conexión mito y realidad, sobre lo que se sustentaría éste como experiencia vital. De algún modo, lo que busca el fascismo es alimentar la realidad con el mito y el mito con la realidad, llevando a cabo un constante proceso de codificaciones que generaría la particular Weltanschauung fascista. Los ejemplos en este sentido son de

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Las razones por las que las comunidades humanas se dotan de un ordenamiento

del mundo tal tienen que ver con la necesidad de generar un espacio físico-simbólico

seguro y aprehensible, es decir, aquél sobre el cual tiene vigencia dicha mitología;

superar la anomia dotándose de una razón de ser; y, en consecuencia, superar el miedo a

la finitud de la existencia humana. No obstante, es Martín Patino quien nos pone tras la

pista de algunas idea clave para comprender el lugar clave del mito en la vida del

hombre. En primer lugar, como ya avanzábamos más arriba, tendría que ver con la

necesidad de generar un espacio de confluencia para los múltiples sujetos individuales

que componen las diferentes comunidades humanas en que éstos se encuadran; por otro

lado, el deseo manifiesto de dichos individuos de alcanzar la representación y utilidad

dentro de su comunidad; y, por último, hacer posible de uno u otro modo la

participación activa de éstos –así como su continuidad y permanencia– en el devenir

histórico de ésta. El propio Mussolini señalaba cómo:

«La voluntad tiene que preparar el terreno sobre el que ha de desplegarse el destino. ¡Obrar, formar! ¿Qué es la gloria, entonces? Un consuelo a lo sumo: que uno no va a morirse por completo. La inmortalidad es la prenda de la gloria. Pero viene después».4

Esta es una idea consustancial al fascismo y su concepto de la democracia, es

decir, de la participación, pues éste es ante todo sublimación del principio de acción.

Así pues, para el historiador que adopte un enfoque clásico y observe el fascismo desde

una perspectiva externa y pretendidamente objetiva dicha participación o idea de la

democracia serán cuanto menos una mera simulación o, mejor aún, una absoluta

perversión. Sin embargo, un juicio de tales características, lejos de contribuir a explicar

el por qué del entusiasmo con que millones de personas se entregaron a la experiencia

fascista o de constituir un análisis histórico serio, no hace sino ahondar en viejos tópicos

lo más variado, yendo desde los planes urbanísticos y arquitectónicos concebidos en toda la Europa fascista para dar lugar a nuevas ciudades y pueblos acordes con los ideales del fascismo a películas españolas como Escuadrilla (1941), ¡Harka! (1941) o Porque te vi llorar (1941); italianas como Ettore Fieramosca (1938), Uomini sul fondo (1941) o Alfa Tau! (1942); o, por otro lado, alemanas como Ohm Krüger (1941), Der Grosse König (1942) o Kolberg (1945). 4 Cit. en Emil LUDWIG, Tres dictadores: Hitler, Mussolini y Stalin. Y un cuarto: Prusia, Barcelona, Acantilado, 2011, p. 88. Friedrich Nietzsche, cuya obra captó como pocas las necesidades y el clima socio-cultural derivados de la crisis de la modernidad, resume bastante bien lo que estamos intentando señalar: «En un triple sentido pertenece la historia al ser vivo: le pertenece como alguien que necesita actuar y esforzarse, como alguien que necesita conservar y venerar, y, finalmente, como alguien que sufre y necesita liberarse. […] La historia pertenece, sobre todo, al que quiere actuar, […] que […] necesita modelos, maestros o consuelo […]». Friedrich NIETZSCHE: Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. [II Intempestiva], Madrid, Biblioteca Nueva, 2003, p. 52

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como el de la locura o la criminalización colectiva,5 cuando lo cierto es que por suerte o

por desgracia la realidad tiene muchos más matices. Tal y como señalaba Nietzsche, el

hombre moderno necesitaría espolsarse la impotencia, y el fascismo supo presentarse

como el medio más adecuado para cubrir esa necesidad, ofreciendo el marco para la

participación directa y activa del individuo en la historia, para la construcción

permanente de la comunidad nacional en base a la movilización total y para la

comprensión y transformación de la realidad por medio de la acción. El mismo Hitler,

reflexionando en torno a la necesidad de convertir el ideal eterno encarnado en el

concepto völkisch en principio inspirador de la vida de la comunidad nacional alemana,

nos ayuda a ilustrar lo que pretendemos señalar:

«La transformación de una concepción ideal de la verdad suprema basada en una visión general de la vida en una comunidad política de creyentes y combatientes firmemente organizada y claramente limitada, uniformizada en espíritu y voluntad de poder es el logro más significativo, ya que toda posibilidad de victoria de la idea pasa exclusivamente por esta afortunada solución. […], un hombre tiene que dar un paso adelante con el fin de formar principios graníticos con una fuerza apodíctica, más allá de la vacilante fantasía de las grandes masas, y emprender la lucha justa por sí misma, hasta que de entre las agitadas olas del mundo libre del pensamiento surja una descarada roca que combine homogéneamente forma y voluntad. »El derecho general para una acción de este tipo se fundamenta en su necesidad, en el derecho personal, en el éxito».6

II

Desde nuestro punto de vista, una de las cuestiones que caracteriza mejor la

crisis de la modernidad es, precisamente, la definitiva quiebra del lenguaje como

transmisor de certezas o verdades absolutas compartidas.7 Precisamente, desde finales

del siglo XIX se abrió una enconada disputa desde todos los espectros del mundo

político y cultural por conceptos esenciales de la vida en comunidad, de forma que

conceptos como nación, socialismo, revolución o pueblo comenzaron a ser

resignificados desde múltiples perspectivas en un intento por monopolizarlos y, en

definitiva, restablecer la unicidad de un mundo que se tornaba impredecible por

momentos. Así, vastos espacios de circulación ideológica ya presentidos con

5 Para la criminalización del pueblo alemán véase Daniel J. GOLDHAGEN: Hitler’s Willing Executioners. Ordinary Germans and the Holocaust, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1996 6 Adolf HITLER: Mein Kampf, Nueva York, Reynal & Hitchcock, 1941, pp. 576-577. 7 A este respecto véase el apasionante estudio de Adan KOVACSICS: Guerra y lenguaje, Barcelona, Acantilado, 2007. Para los cambios acontecidos en el lenguaje a causa de la Gran Guerra véase especialmente pp. 67-135.

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anterioridad emergieron de forma masiva al calor de la enorme cesura que supuso la

Gran Guerra que, no lo olvidemos, vino acompañada por el decisivo episodio

revolucionario ruso. Ambos episodios tuvieron un impacto brutal sobre esas ideas

esenciales que articulaban la experiencia social, política y cultural de las comunidades

europeas, dando como resultado las más de las veces completas redefiniciones de éstas

con el fin de hacerlas útiles en una realidad altamente fisible. Tal y como señaló Edgar

Jung, uno de los intelectuales alemanes que participó de la corriente conocida como

revolución conservadora, se trataba de dar lugar a «[…] una nueva objetividad, que

restablezca la autoridad y el prestigio de las leyes de la economía, de la eficiencia y de

la personalidad» 8 , algo que era extensible a todos los ámbitos de la realidad. En

definitiva, tal y como hemos venido señalando, se trataba de restablecer unos valores

compartidos por todos, valores que pudieran servir como punto de confluencia para dar

lugar a una nueva comunidad nacional.

En este sentido, salta a la vista que en sus más variadas formas el lenguaje se

convirtió, como ocurre en el caso del fascismo, en un medio para ejercer diversas

formas y grados de violencia, al tiempo que participaba en la construcción de espacios

políticos, sociales y culturales propios. Así pues, se puede concluir que no hubo un

repliegue detrás de unas ideas o conceptos determinados, sino que se dio una lucha

activa por dar a éstos el contenido deseado, todo ello con el fin de definir la realidad a

través de ellos. Seguramente, llegados a este punto Walter Benjamin se equivocó al

señalar que «Hay una esfera del acuerdo humano a tal punto carente de violencia que

ésta le es por completo inaccesible: la esfera auténtica del entendimiento, a saber, la

esfera del lenguaje».9 El fascismo traspasó y ocupó por completo dicha esfera hasta

convertirla en su espejo, algo que quedó de sobra demostrado por Victor Klemperer.10

Precisamente, los fascistas invocaron la verdad y la justicia a través precisamente del

lenguaje, y a través de él construyeron el mito como espacio de confluencia y

participación de la comunidad nacional. Al fin y al cabo, el lenguaje siempre ha sido

observado como algo sagrado, sito en el reino de lo puro, en un marco trascendente de

la realidad, de ahí que siempre haya sido invocado como fuente de legitimidad y, en 8 Cit. en Alejandro ANDREASSI: “El significado del socialismo en los textos de la revolución conservadora alemana”, en Ferran GALLEGO y Francisco MORENTE (eds.): Rebeldes y reaccionarios. Intelectuales, fascismo y derecha radical en Europa, Mataró, El Viejo Topo, 2011, p. 27. Véase capítulo completo para una visión de los intentos por apropiarse la idea de “socialismo” desde la extrema derecha de la Alemania de Weimar. 9 Walter BENJAMIN: Obras, libro II, vol. 1, Madrid, Abada, 2007, p. 195. 10 Véase Victor KLEMPERER: LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, Barcelona, Minúscula, 2001 [1947].

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última instancia, vaciado de sentido y razón de ser por el uso y abuso que se ha hecho

de él. Sin embargo, a través del estudio de éste, salta a la vista que en su particular uso

del lenguaje el fascismo actuó impulsado por un acto de fe, movido por la seguridad de

su poder para restituir la unicidad primordial del universo y la justicia entre los

hombres, por cruel que ésta pudiera llegar a resultar para el “convencionalismo”

burgués. Precisamente, Serrano Suñer señalaba entre las supuestas virtudes del

fenómeno en cuestión:

«su idealismo, su patriotismo, su fe de origen, su sentido de la certeza frente al escepticismo que pregunta siempre dónde está la verdad, su respeto a los más hondos sentimientos que constituyen patrimonio sagrado de las comunidades humanas, que pasa de generación en generación enriquecido con los frutos de la experiencia y del progreso, su solicitud por los débiles, su intransigencia con el error, su entusiasmo por empresas hidalgas y redentoras, [… su] huella no podrá borrarse».11

Pocos fragmentos muestran de un modo más claro el carácter religioso o, si se

prefiere, mito-poético y total de la experiencia fascista, que equipara fascismo y nación

como partes de una misma ecuación, tal y como afirmaba Gianni Carlotta haciendo

referencia al periodo de la República de Saló: «en ese momento no había distinción

entre Patria y Fascismo. En el choque de civilizaciones que tuvo uno de sus frentes en

nuestro suelo Italia y el Fascismo iban a ganar o perder juntos».12 Así pues, el fascismo

no sólo se apropia la idea de nación como única fuerza histórica capaz de darle carta de

naturaleza13, sino que además, la nación con todos sus mitos sería causa inmanente en

un sentido spinozista y motivación para la trascendencia del individuo, es decir, de

algún modo la nación se convierte en causa de todas las cosas que se engloban dentro de

ella, y éstas cobran sentido en base a dicha realidad. Por tanto, siguiendo con el

argumento, el fascismo es inmanencia en tanto que experiencia religiosa interna antes

que acto reflexivo, pues supuestamente garantiza al individuo imbuido por su fe un

acceso a un estado de conciencia superior, huyendo de un mundo en ruinas hacia un

nuevo futuro radiante donde se requiere su presencia, donde está todo por hacer. En este

sentido, no cabida para la contradicción dentro del cuerpo de la comunidad nacional,

siendo automáticamente expulsado de su seno todo lo que pudiera poner en discusión su

integridad. De algún modo, la posición de fuerza que eleva al fascismo a la condición de

11 Ramón SERRANO SUÑER: Entre Hendaya y Gibraltar, Barcelona, Planeta, 2011 [1947], pp. 286. 12 Gianni Carlotta: Memorie di un volontario della Repubblica Sociale Italiana, Milán, S.E.B., 2003, p. 7. 13 En tanto que se identificaría stricto sensu con ella, de hecho, cabe subrayar que el fascismo se vería a sí mismo como la más alta expresión de la comunidad nacional.

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dogma de fe o al rango de religión política no sólo procede del poder redentor y

reafirmador de la violencia, que sin lugar a dudas tiene un papel clave en su

Weltanschauung, sino que emerge de la creencia de hallarse en posesión de una verdad

absoluta14. Así pues, creemos que Sternhell no fue capaz de captar las dimensiones del

fascismo en toda extensión, pues según él, «[…] lo que importa en el catolicismo – y

ello es un elemento relevante en la síntesis soreliana que se encuentra en la base del

fascismo- no es la fe, sino las virtudes sociales – la disciplina, la castidad, el

pesimismo». Esto se hace especialmente patente en el caso del fascismo español, tal y

como defiende una de las tesis fundamentales de Ferran Gallego en El evangelio

fascista15: el cristianismo católico entendido como dogma de fe y como compendio de

valores organicistas constituyeron la columna vertebral del fascismo español, algo que

es completamente equiparable a la relación del fascismo rumano con el cristianismo

ortodoxo.16 Por tanto, hasta que no reconozcamos que dicho fenómeno lejos de ser mero

simulacro es aisthetikê o aisthesis en el más puro sentido de la palabra, 17 no nos

hallaremos en disposición de comprender sus múltiples manifestaciones e

implicaciones, su particular modus operandi, ni tampoco, claro está, las razones de su

tremendo éxito. Podrían resultar ilustrativas en este sentido las palabras de Drieu La

Rochelle, quien al contemplar los paisajes de la Francia rural dejaba constancia de la

existencia de ese espíritu inmanente que se convierte en manantial de toda comunidad

nacional y nos mostraba hasta qué punto el fascismo es una sensación a la par que una

necesidad, algo revelado desde el seno del mismo hombre, como trataremos de mostrar

en el siguiente apartado de esta comunicación:

«Cuando atraviesa las vastas extensiones despojadas y las aldeas escondidas, […]. Se le revela el duro reverso de las estaciones, el momento sombrío y penoso de las metamorfosis, la condición fúnebre de los renacimientos. Entonces ve que la vida se nutre de la muerte, que

14 Zeev STERNHELL et all.: El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994 [1989], p. 132. 15 Ferran Gallego en El evangelio fascista. Comunidad cristiana y Estado imperial en España (1931-1948), Madrid, Península, 2013, en prensas. Giménez Caballero señalaba que «si yo hablo de bandera fascista en España, es bajo una sola condición: que el fascismo para España no es fascismo, sino ca-to-li-ci-dad. Otra vez: catolicismo». Ernesto GIMÉNEZ CABALLERO: Genio de España, Madrid, Doncel, 1971 [1932], p. 198. 16 Basta con ver cualquier escrito de Codreanu para constatarlo: «resurgiremos, venciendo en nombre de nuestro Redentor Jesucristo y de la Estirpe rumana». Corneliu Zelea CODREANU: Circulares y manifiestos, 1927-1938, Karlsfeld, Colecţia Europa München, 2006, p. 35. 17 Al hablar de estética seguimos la reflexión iniciada al calor de la cita de Martín Patino con que dábamos inicio a estas páginas. En este sentido, nos remitimos a los orígenes etimológicos del concepto, que procede de las voces griegas referidas en el cuerpo del texto, relacionadas con el ámbito del espíritu e identificadas con las ideas de “percepción”, “sensación” o “sensibilidad”.

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la juventud sale de la meditación más fría y más desesperada y que la belleza es un producto del enclaustramiento y la paciencia. […] »No era sólo el invierno de la naturaleza lo que Gilles veía; era un invierno distinto y una muerte distinta, más duraderos, llevando en sí la amenaza quizá de lo irremediable. Se trataba del invierno de la Sociedad y de la Historia, del invierno de un pueblo».18

Así pues, la realidad cobra para Drieu La Rochelle la apariencia de un enorme

escenario trágico donde acontecen la vida y la muerte del hombre y, por medio de éstas,

los ritmos, el destino y la permanencia de la comunidad nacional. Su visión pesimista

nos mostraba un mundo ruinoso, completamente devastado, agotado y, finalmente,

desposeído a causa del impacto de la modernidad encarnado en los efectos de la Gran

Guerra. Sin embargo, más allá de una mera regresión a un pasado ideal que parece ya

inalcanzable, lo que se está planteando el autor francés es algo revolucionario como

sería la necesidad de aceptar el reto de la modernidad o, dicho de otro modo, servirse de

los medios brindados por ésta para responder a las necesidades esenciales del hombre y

crear el lugar de encuentro para una nueva comunidad nacional pura y plena.

III

En una de sus conversaciones de sobremesa, Hitler señalaba que «nunca he dejado

de recordarles a mis seguidores que nuestra victoria fue una certeza matemática porque

nosotros, al contrario que la socialdemocracia, no excluimos a nadie de la comunidad

nacional».19 Esta afirmación cuando menos discutible o, desde luego, matizable nos

daría una idea de la confianza del fascismo en su capacidad para ofrecer a los individuos

cauces de representación y mecanismos de integración y participación a través

precisamente de la comunidad nacional fascista. Buena muestra de ello es la famosa

afirmación de Goebbels, el cual, en un artículo del Völkischer Beobachter del 31 de

mayo de 1933 defendió que el nacionalsocialismo era la única fuerza capaz de dotar a

los alemanes de una democracia real, ajustada a sus necesidades, lo que por entonces

denominó autoritäre Demokratie, concepto que, no por casualidad, hizo fortuna en

lugares tan distantes como la España franquista o la Rumanía de Antonescu. De hecho,

el 19 de marzo de 1934, volvió a hacer hincapié en dicha idea al señalar a la alemana

18 Pierre DRIEU LA ROCHELLE: Gilles, Madrid, Alianza Editorial, 1989 [1939], pp. 382-383. 19 Adolf HITLER: “2 de noviembre de 1941, medianoche. Invitado especial el Reichsführer de las SS Himmler”, en Hitler’s Table Talk. 1941-1944, Nueva York, Enigma Books, 2000, p. 108.

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como «la forma más alta de democracia europea».20 Justamente en esta línea, señalaba

Serrano Suñer que:

[…], los Estados fascistas se creen poseedores de un espíritu capaz, de una voluntad, un pensamiento y unos ideales colectivos que, en parte, recuerdan la volonté générale de la doctrina roussoniana. […] imbuidos de la preocupación del mejoramiento de las masas, tanto por imperativo de justicia como por señuelo de propaganda, los fascismos, […] es evidente que han traído a la teoría política auras renovadoras y a los pueblos épocas de ilusión y de esperanza y –¿por qué no decirlo?– de gloria y esplendor.21

Conviene detenerse en la referencia al principio de voluntad general realizada

por Suñer, que no es ni mucho menos una alusión inocente o carente de reflexión sobre

la cual pueda pasarse a la ligera. De algún modo, lo que vemos en las palabras del que

fuera materia gris del primer estado franquista es ni más ni menos que un ejemplo de la

lucha abierta durante el periodo de entreguerras por los conceptos clave en la

articulación del poder y la ordenación de la vida pública, a la cual hacíamos referencia

más arriba. ¿De qué modo puede el fascismo declararse, siquiera parcialmente,

abanderado del principio de voluntad general enunciado por Rousseau? En el apartado

teórico, el fascismo europeo bebió en buena medida de las obras de Georges Sorel o

Maurice Barrès, quienes sostenía que la libertad sólo podía venir garantizada por el

predominio del liderazgo heroico y el poder nacional22, de hecho, en líneas generales la

democracia liberal parlamentaria era criticada como un sistema disgregador que

debilitaba a las naciones y fomentaba el caos social, así lo señalaba Giménez Caballero:

«el bloque continental y demócrata de Ginebra, quiere y necesita una España rota para

siempre. Dividida, cercenada, controlada, desmedulada, bastardeada, perdida, sifilítica

en sus ideales patrios».23 En este sentido, conviene recordar qué entendía el filósofo

ginebrino por volonté générale, concepto por lo demás no exento de polémica en lo

referido a sus implicaciones a lo largo de sus más de doscientos años de historia, pues

quizás así consigamos vislumbrar cuánto tuvo –o pretendió tener– el fascismo de

participación y democracia. Así pues, según Rousseau,

La voluntad constante de todos los ciudadanos del estado es la voluntad general: es a través de la voluntad general que son ciudadanos y poseen

20 Véase Erick R. VON KUEHNELT-LEDDIHN: “en Journal of History of Ideas, Vol. 9, 3 (1948), pp. 339-371 y, también, Uta GERHARDT: Talcott Parsons. An Intellectual Biography, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, p. 78. 21 SERRANO SÚÑER: op. cit., pp. 285-286 22 Véase STERNHELL et all.: op. cit., pp. 47-133. 23 GIMÉNEZ CABALLERO: op. cit., pp. 195-196.

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libertad. Cuando una ley es propuesta en la asamblea del pueblo lo que se les pregunta no es precisamente si aceptan o rechazan la propuesta, sino si está de acuerdo con la voluntad general, que es su voluntad. Del mismo modo, Frecuentemente hay una diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general; esta última sólo tiene que ver con el interés común, mientras que la primera está relacionada con los intereses privados y es la suma de todos los deseos individuales: pero si dejamos a un lado estos deseos, sus excesos e insuficiencias, el elemento común que permanece de los diferentes deseos es la voluntad general. […], la voluntad general siempre emergería del grueso de las pequeñas diferencias, y la decisión sería siempre buena.24

La relación del fascismo con la idea de volonté générale tendría que ver con los

medios revolucionarios que éste concibió como vías para la participación y

representación de los individuos dentro de la comunidad nacional, que para los fascistas

y su interpretación de la democracia era el único marco donde podía darse de forma real

y efectiva. Precisamente, el ejercicio de la soberanía de dicha comunidad nacional tiene

lugar en el curso de la historia, entendida ésta como un gigantesco escenario donde

confluyen y entran en liza todas las fuerzas vivas, es decir, la historia elevada a la

categoría de mito construido a base de voluntad de poder que, por lo demás, se ejerce de

diversas formas, tal y como trataremos de ver a continuación. La voluntad del fascismo

es, dicho literalmente, hacer historia contribuyendo a la construcción activa del mito,

proporcionando a los individuos la oportunidad para ello a través de diversos

escenarios. Dentro de esta problemática resulta esencial la figura de Walter Benjamin,

quien reflexionó in extenso a lo largo de toda su obra sobre los diferentes modelos de

representación de la historia en Occidente o, dicho de otro modo, en torno al lugar del

pasado en la vida del hombre y su posición frente a éste. Buen ejemplo de ello son

trabajos como Ursprung des deutschen Trauerspiel [Los orígenes del drama barroco

alemán], de 1928, o Über den Begriff der Geschichte [Sobre el concepto de la historia,

que contendría las famosas Tesis de filosofía de la historia], de 1940, que nos sirven

para observar desde otro prisma las cuestiones que aquí nos ocupan.

La emergencia del Trauerspiel puso de manifiesto un cambio fundamental en la

percepción de la historia por parte del hombre que lo acompañaría desde la Reforma

hasta nuestros días, dando lugar a una visión caduca del tiempo histórico, sometido éste

24 Jean-Jacques Rousseau, Discourse on Political Economy and The Social Contract, Nueva York, Oxford University Press, 1999 [1762], pp. 137-138 y 66, respectivamente.

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a una decadencia imparable. De este modo, el triunfo de esta imagen finita de la

realidad acabó por elevar la violencia a la condición de fuerza reafirmadora de la vida

que se rebelaría frente a la muerte por un mero instinto de conservación, todo ello en un

desesperado intento por restablecer el tiempo eterno. De ahí que el Trauerspiel sea hasta

cierto punto un reflejo de la tragedia del fascismo, que buscaría precisamente alcanzar

por todos los medios la trascendencia, quedando cada vez más marcado por lo terreno

en el intento. El fracaso del fenómeno en cuestión queda evidenciado por la imagen

hegemónica de éste en la cultura occidental, grabado por los excesos de una violencia

supuestamente fría, irracional o, incluso, patológica y, al mismo tiempo, por una

escenografía histriónica, delirante y, casi podríamos decirlo, alucinatoria, quedando

excluido por completo su carácter espiritual. Sin embargo, más allá de ello lo cierto es

que el fascismo llevó al extremo la concepción de la realidad como gigantesco escenario

donde tendría lugar el drama de la historia, hasta el punto que siempre puso un mimo

obsesivo en su decoración, que lejos de ser mero cartón piedra era observado como

expresión natural del espíritu, como su encarnación justa y necesaria. No es extraño, por

tanto, que un intelectual fascista como Albert Speer formulara la teoría del valor como

ruina, que formulaba en los siguientes términos:

Hitler afirmaba que en la historia de un pueblo se dan siempre periodos de declive, y entonces los monumentos reflejan el poder que tuvo en otro tiempo. […] constituyen su recuerdo más efectivo. Nuestras obras tendrían que hablar a la conciencia de la Alemania de los siglos venideros. […]. Su punto de partida [el de Hitler] era que las construcciones modernas no eran muy apropiadas para constituir un puente de tradición hacia futuras generaciones […]. Mi “teoría” tenía por objeto resolver este dilema: el empleo de materiales especiales, así como la consideración de ciertas condiciones estructurales específicas, debía permitir la construcción de edificios que cuando llegaran a la decadencia, al cabo de cientos o miles de años (así calculábamos nosotros), pudieran asemejarse un poco a sus modelos romanos.25

En este sentido, desde su propia perspectiva el fascismo sería la plena

autoconsciencia del ego, es decir, de la condición del hombre, de su lugar en el mundo,

y en dicha autoconsciencia consiste la revolución antropológica que pretende y la forma

de participación que propone, que tiene lugar por medio de la construcción in situ del

mito de su propio momento histórico, dotándolo de los contenidos deseados y evitando

así su codificación a las generaciones venideras. Por tanto, enmarcado en lo

25 Albert SPEER: Memorias, Barcelona, Acantilado, 2001, pp. 104-105.

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estrictamente terrenal el fascismo se aferró a la eternidad, algo que se pone de

manifiesto cuando, impelido por el implacable paso de los años, actuó de formas

radicales en un espacio breve de tiempo, tratando de proyectar los efectos de su acción

sobre la historia. Dicho de otro modo, su objetivo sería marcar el cauce por el cual

discurrirá el tiempo futuro, encuadrarlo dentro del escenario deseado o, utilizando una

frase que ha hecho fortuna, dejar todo atado y bien atado. He aquí pues el modo en que

opera la democracia fascista, a saber, posibilitando una participación permanente en la

historia, es decir, hacer de la cotidianeidad historia, facilitando así la trascendencia del

hombre a través de un escenario privilegiado, de su plena integración en el seno de la

comunidad nacional. Para ello, el fascismo propone una transformación revolucionaria

de la realidad en todos los ámbitos, y es ahí donde entran proyectos como la

Welthaupstadt Germania, que hubiera supuesto la práctica destrucción de Berlín tal y

como se conoció hasta principios de los 40; la transformación de Roma con la Via

dell’Impero; los planes de Pedro Bidagor de 1941 para construir un Madrid imperial; o

el proyecto de la Ustaša para trasladar la capital del NDH de Zagreb a Banja Luka, con

los cambios radicales que tal hecho hubiera conllevado para una ciudad de mayoría

serbia en un estado croata.26 El objetivo era poner al individuo en directa conexión con

la historia a través de la comunidad nacional, hacerlo partícipe del mito en un espacio de

confluencia común que, además de garantizar la continuidad, penetra en la conciencia o

imaginario colectivo hasta transformar sus marcos y puntos de referencia. En este

sentido, el modelo de participación y democracia que proporciona el fascismo es uno

completamente reterritorializado, canalizado y capitalizado en su propio beneficio, tal y

como ha demostrado Klaus Theweleit para el caso de los desfiles y concentraciones

nacionalsocialistas.27

IV

En su idea de construir el mito en tiempo presente y sobre el terreno o, dicho de

otro modo, al mismo tiempo que tenía lugar la historia el fascismo ofreció otros

mecanismos de participación y representación más radicales y directos, siendo la guerra

el más paradigmático de todos al convertirse en el marco predilecto de confluencia, 26 Véase Leon KRIER: Albert Speer. Architecture, 1932-1942, The Monacelli Press, 2013 [1989]; Emilio GENTILE: Fascismo di pietra, Bari, Editorial Laterza, 2010 [2007]; Olivia MUÑOZ-ROJAS: Ashes and Granite. Destruction and Reconstruction in the Spanish Civil War and Its Aftermath, Brighton, Sussex Academic Press, 2011, pp. 56-67; Nevenko BARTULIN: The Ideology of Nation and Race: The Croatian Ustasha Regime and Its Policies toward Minorities in the Independent State of Croatia, University of New South Wales, tesis doctoral inédita, 2006, pp. 314-315. 27 Klaus THEWELEIT: Male Fantasies. Volume 1: Women, Floods, Bodies, History, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2007 [1977], pp. 429-435.

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construcción y expresión del individuo y de la comunidad nacional como agregado de

las voluntades individuales. Llegados a este punto, cabe recordar ahora nuestras

reflexiones en torno a la volonté générale de Rousseau, algo que quedaría bien

expresado por el veterano de guerra alemán Öchelhäuser, quien recordaba así su

llamada a filas:

Estábamos en la edad del primer amor. […]. Teníamos la vida por delante. Y esperábamos vivir con acierto. Queríamos llegar a ser hombres decentes. Queríamos servir a la Patria. Queríamos realizar proezas. Queríamos ser comprensivos, obedientes, intrépidos y fieles. […] Nos sentíamos orgullosos. Nuestro juramento era sagrado; nuestra fe, auténtica; nuestra ambición, ardiente, y nuestra abnegación, incondicional. […] Los supervivientes trataron de comprender y apenas comprendieron lo incomprensible que habían vivido, […].28

Precisamente, a través de la guerra el fascismo ponía de manifiesto su relación

privilegiada con la historia, haciendo al hombre partícipe de ésta y, al mismo tiempo,

mostraba su radical compromiso con la modernidad. A través de ella, tenía lugar la

transvaloración que daría lugar al nuevo hombre, dotado de una conciencia

vanguardista, libre de sus cadenas, mito encarnado. Por tanto, la guerra se convierte en

marco propiciatorio del proyecto fascista, el lugar donde emergen y cobran forma en

toda su expresión la voluntad de poder o, simplemente, la voluntad de voluntad,

convertida en lugar de expresión del homo faber capaz de tomar las riendas de su propio

destino, haciéndose a sí mismo y al mundo que le rodea, produciendo realidad por

medio de sus actos. Esto constituye por sí mismo algo revolucionario que buscaría, tal y

como señala Ferran Gallego yendo aún más lejos, «no el cumplimiento auténtico de la

evolución, sino la elección de otro camino, de otro trayecto, con un destino distinto, que

evita la evolución para buscar la ruptura. En la voluntad del hombre revolucionario se

encuentra un deseo no tanto de hacer la historia como de abolirla. […]. El

revolucionario», en nuestro caso el combatiente, «sólo se reconoce en la inversión de lo

que le rodea, no en la negociación con lo que existe. No quiere cumplimentar el papeleo

de la historia, sino romper con todo trámite progresista y buscar la permanencia,

28 Justus Wilhelm OECHELHAEUSER: Nosotros estuvimos en el frente, Buenos Aires, Ediciones Sieghels, 2009 [1962], p. 7.

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eliminando por siempre lo transitorio»29, tal y como veíamos más arriba. De este modo,

podemos concluir en línea con lo señalado por autores como el propio Gallego o Javier

Rodrigo que la guerra civil española fue el espacio de confluencia físico y mítico del

fascismo español, el punto de encuentro, el lugar donde se produjo la participación

voluntaria, activa y revolucionaria de los sujetos individuales que estarían representados

en la comunidad nacional española.30 Pero esto que es cierto para el caso del fascismo

español es aplicable igualmente a otros casos tan distantes como el del propio

nacionalsocialismo alemán, tal y como veíamos, o el de la Croacia fascista, donde la

brutal violencia de los Ustaše contra los serbios, los judíos y los gitanos no sólo buscó

la regeneración del cuerpo de la patria, sino también la forja de la comunidad nacional

croata en base a la necesaria toma de conciencia y cierre de filas de ésta frente a la gran

amenaza que supuso la casi inmediata respuesta armada de sus víctimas serbias, huidas

y refugiadas en los bosques bosnios. Tal y como señala Rory Yeomans:

Además de celebrar la conducta abnegada de los guerreros y alabar su castidad sexual y pureza moral, los ideólogos y periodistas del movimiento también valoraron su violencia implacable y su carácter despiadado, codificando su ingreso dentro del movimiento como un rito de paso que requería de ellos limpiar sus almas no sólo de todo pensamiento impuro sino de todo sentimentalismo y blandenguería.31

Dicha alabanza del combatiente violento no refleja ni mucho menos un gusto

patológico por la sangre –salvo algún caso puntual, quizás–, sino más bien la

admiración ante el hombre que asume su responsabilidad para consigo, es decir, para

con su condición y para con la historia, en definitiva, el hombre convertido en mito

proactivo o en referente de la comunidad nacional. Por tanto, el individuo cuenta con un

cheque en blanco en lo referente a su representación y participación dentro del fascismo

y la comunidad nacional con la que éste se identifica de forma natural, pudiendo

construir una imagen de sí mismo a su medida, acorde con sus méritos y sus virtudes.

Así pues, por medio del acto de la guerra la comunidad nacional ejercería su soberanía,

algo que quedó retratado a la perfección en Kolberg32, película inspirada en un episodio

29 Conversación vía correo electrónico con Ferran GALLEGO (comunicación personal, 14 de diciembre de 2012). 30 Esta idea quedó expresada con bastante claridad en Ferran GALLEGO: “Construyendo el pasado. La identidad del 18 de julio y la reflexión sobre la historia moderna en los años cuarenta”, en GALLEGO y MORENTE (eds.): op. cit., pp. 281-337 y en Javier RODRIGO: “Santa guerra civil. Identidad, relato y (para)historiografía de la cruzada”, en Idem, pp. 181-211. 31 Rory YEOMANS: Visions of Annhilation. The Ustasha Regime and the Cultural Politics of Fascism, 1941-1945, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2013, p. 322. 32 Veit HARLAN: Kolberg, Alemania, UFA, 1945.

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de las guerras napoleónicas en Prusia y distribuida en medio del colapso del Tercer

Reich con una clara función proactiva, que no era otra que la de alentar a los alemanes a

la resistencia. El inicio de la película es ilustrativo en este sentido, pues en él vemos a

un pueblo que pide ir a la guerra por puro instinto de conservación y que, en medio de

un estado de movilización general, se apodera por completo del espacio público en

medio de los cánticos: «Despierta el nuevo día./Decidiremos el destino del mundo./Los

débiles se estremecen,/El pueblo se alza,/La tormenta estalla». Tal y como señalaba

Serrano Súñer, aquí entra en juego la volonté générale en los términos y límites

concebidos por el fascismo, convertida ésta en fuerza de ley por medio del permanente

estado de excepción instaurado por la guerra. De hecho, éste mismo señaló cómo la

libertad, el derecho a hacer historia y a construir el mito se ganaban en los campos de

batalla, lo cual nos sirve para constatar hasta qué punto la guerra civil, a sus ojos guerra

de liberación nacional o cruzada, fue el hito fundacional del fascismo español y supuso

su conquista del poder:

El ideal de España no es el odio ni la guerra, sino la paz. La paz para establecer sobre ella, con la justicia y el trabajo, el poderío y la grandeza de nuestro pueblo. Pero esto antes que […] ninguna otra cosa; porque justamente por esto cayó nuestra juventud en los frentes de batalla y por esto también caeríamos nosotros todos, ofreciendo nuestras vidas por la Revolución española, par que no se malograra en la esterilidad la sangre de nuestros héroes. Queremos la paz, sí, pero una paz que nos permita ser fuertes, no una paz que nos haga esclavos. La herencia indivisa de nuestras glorias ha sido aumentada en los campos calientes de la guerra de España. Yo pido a Dios que el porvenir reserve a nuestros pueblos el servicio a un gran destino común.33

V

Para concluir, cabe señalar que ésta comunicación no constituye nada más que

un camino abierto, una seria de sugerencias o unas propuesta de trabajo de cara al

futuro. No obstante, nos creemos en disposición de afirmar que a lo largo de estas

páginas hemos podido intuir siquiera someramente las vías de participación y

representación ofrecidas por el fascismo europeo, que se darían fundamentalmente a

través de la contribución activa del individuo a la historia y la posibilidad de su

integración en la mitología de la comunidad nacional a través del heroísmo moral,

fundado en la violencia como acto redentor o en el sacrificio en nombre del ideal

33 SERRANO SÚÑER: op. cit., p. 77.

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Congreso Identidades fascistas. Fascistización y desfascistización en España. Universitat Autònoma de Barcelona. 11 y 12 de abril de 2013.

colectivo. Así pues, hubo una voluntad real por parte de los regímenes fascistas de

facilitar y promover la participación y la representación, para lo cual se previeron

mecanismos de diversa naturaleza y, por supuesto, siempre de acuerdo con sus

intereses, que desde su punto de vista eran los únicos capaces de garantizar la

satisfacción del interés común de la comunidad nacional. Esta última, como idea

abstracta que se convertiría en bandera del fascismo y cobraría pleno sentido a través de

él, se convirtió en el espacio para el ejercicio de la “auténtica” democracia. En este

sentido, más allá de posibles análisis económicos socio-políticos y económicos, queda

claro que cuando hablamos de fascismo hablamos de un acto estético de fe enmarcado

en unas coordenadas bien concretas. Sin esa fe que lo mueva y sin el poder sugestivo

del mito vivido y activamente construido el fascismo está condenado a perecer, aunque

sólo sea por el agotamiento y desaparición de lo que constituye ni más ni menos que la

argamasa y el punto de confluencia sobre los cuales se sustentaría.

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Políticas de la fascistización y la desfascistización en la Secretaría General del

Movimiento (1937-1945)

Mercedes Peñalba Sotorrío

Universidad Internacional de La Rioja

La Unificación de 1937 supuso, para los distintos grupos políticos que apoyaron

la dictadura de Francisco Franco, un golpe considerable. En general, ni a los carlistas ni

a los distintos grupos de derecha nacionalista les agradaba la idea de un partido único,

mientras que a los falangistas no acababa de convencerles verse unificados desde arriba

con otras fuerzas que no eran realmente fascistas, por muy fascistizadas que parecieran

algunas. Sin embargo, no podemos olvidar que la guerra civil y el proceso unificador

suponían también dar la oportunidad al falangismo de llevar a cabo la definitiva

conquista del Estado, a la que habían aspirado desde su creación. Bien sabemos que

ninguna organización fascista ha llegado sola al poder. En su camino hacia la cumbre

siempre ha necesitado establecer alianzas con otras organizaciones políticas,

consideradas como fáciles de subsumir en la tentación fascista, o cuando menos,

políticamente necesarias para alcanzar el objetivo irrenunciable: la conquista del poder

político con vistas al establecimiento de un Nuevo Estado, que salve a la civilización de

la decadencia provocada por el liberalismo.

Si ningún partido fascista ha accedido por sí solo al poder, menos aún podemos

afirmar que Falange Española de las JONS estuviera capacitada para llevar a cabo una

conquista efectiva y, aún menos, duradera del poder político en España. Ya Ramiro

Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera se habían dado cuenta de que las

alianzas políticas y los acuerdos económicos con otras formaciones, e incluso la

colaboración con el Ejército, eran necesarias1. Por tanto, podemos afirmar, sin ninguna

duda, que la Unificación de 1937, aún vista como un duro golpe a sus objetivos e

independencia por una parte del falangismo, fue también la oportunidad dorada que

tanto habían estado esperando. Por eso mismo, el núcleo legitimista del partido cambió

pronto de opinión, optando por la colaboración dentro de la nueva coyuntura política,

con la vista puesta en el oportuno desarrollo de la tan anhelada revolución nacional-

1 Sobre Falange Española y sus alianzas con otras organizaciones políticas, consultar: Joan Maria THOMÀS: Lo que fue la Falange: la Falange y los falangistas de José Antonio, Hedilla y la Unificación, Franco y el fin de la Falange Española de las JONS, Barcelona, Plaza & Janés, 1999 y José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ: Historia de Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000.

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sindicalista. El camino más rápido y efectivo para iniciar y asentar dicha revolución

pasaba por fascistizar del todo el incipiente Estado y a la sociedad española en su

conjunto, pasando por encima de las reticencias de sus aliados políticos. No obstante,

este proyecto estaba destinado a fracasar si el máximo líder del partido único no llegaba

a transformarse en verdadero líder fascista, cosa que, en efecto, no llegaría a ocurrir

nunca. Franco no dejaría nunca de ser un dictador fascistizado, pero arbitrante entre las

distintas fuerzas políticas que sostenían su poder.

En este marco, nuestro objetivo es apuntar cuál fue el papel de la Secretaría

General del Movimiento en este complejo proceso que amenazó con fascistizar

completamente la dictadura franquista, para acabar negando toda relación con el

fascismo, de cara a asegurar la supervivencia del régimen ante la nueva coyuntura

internacional que estaba a punto de configurarse. Evidentemente, se trata de un proceso

que obedece, en parte, a la propia evolución de la Segunda Guerra Mundial, pero que

sobre todo responde a circunstancias internas, tanto de la política española, como de la

propia evolución de las elites falangistas, sus luchas de poder y sus enfrentamientos con

otros sectores de la dictadura.

Para comprender el papel que la Secretaría General llegó a jugar en este camino

de progresiva fascistización y de posterior desfascistización, es preciso entender la

naturaleza de este organismo y sus objetivos. La Unificación de 1937 supuso la

transposición de la estructura y del ideario falangista al naciente Movimiento Nacional,

que recibía la misión de erguirse en fuente doctrinal del nuevo régimen y en

organización intermedia entre la sociedad y el Estado2. El partido pasó a convertirse,

así, en una correa de transmisión, por medio de la cual las directrices estatales se

comunicaban al pueblo, y las inquietudes populares ascendían al Estado. De llevar a

cabo la construcción y estructuración de este nuevo Movimiento, se encargó la

Secretaría, organismo tomado de los Estatutos de FE de las JONS, que habían servido

de modelo para el partido unificado.

Entre 1937 y 1945, la Secretaría se encargó de tomar el control del nuevo

partido y de completar el proceso de unificación, para, a continuación, comenzar el

proceso de adaptación de la estructura tomada de FE de las JONS y poner en marcha

nuevos instrumentos y organismos dentro de la misma. Paralelamente, para llevar a

cabo este proceso, la Secretaría optó también por mirar hacia los regímenes hermanos

2 Decreto de Unificación, BOE, nº 182, 20/04/1937.

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de Italia y Alemania, de modo que podemos ver cómo desde la creación del

Secretariado Político hasta la caída de Mussolini, existió una mayor preocupación por

las cuestiones internas del partido y una fuerte tendencia al mimetismo político, que

miraba a Italia y a Alemania buscando soluciones a los problemas nacionales y tácticas

que favorecieran una mayor influencia política del falangismo. Pero finalmente, bajo la

dirección de Arrese, se produciría la entrada en la fase de desfascistización o huida del

estigma totalitario, en la que el falangismo optó por dar mayor protagonismo a

elementos ya presentes en el Decreto de Unificación, como la cultura católica y la

democracia orgánica, para deshacerse de la etiqueta totalitaria, dirigiendo al partido

hacia una fase de desfascistización real y retrospectiva3.

Políticas de la fascistización 1937-1941

Tomando como punto de partida el concepto de fascistización planteado y

desarrollado por Saz 4 , vamos a plantear cuáles fueron las principales líneas de

fascistización originadas desde dentro de la Secretaría General.

En este sentido, entre 1937 y 1941, podemos apuntar unas líneas e instrumentos

principales destinados a lograr la total fascistización del partido, de la sociedad y del

Estado: asegurar el liderazgo falangista dentro del propio partido; incorporar a las masas

al proyecto falangista; anular la lucha de clases mediante el sindicalismo vertical;

alcanzar la reeducación política de la sociedad y su control; procurar la fascistización

del Estado; asegurar la defensa del partido por medio de sus milicias y hacer realidad la

aspiración imperialista.

Para lograr el primer objetivo fue muy útil la actitud impositiva de los miembros

falangistas del Secretariado Político, que se las ingeniaron para asegurar la mayoría

falangista en casi todas las comisiones de integración locales, provinciales y por

servicios5 que se crearon para consumar la Unificación. Esta táctica estuvo favorecida

porque, como ya avanzábamos, el falangismo optó por acoger a las masas dentro de su

organización, buscando con ello un doble objetivo, asegurar su mayoría numérica frente

a la organización carlista y fascistizarlas, integrándolas en su proyecto revolucionario.

Además, para garantizar esta superioridad falangista por encima de los demás apoyos

3 Ismael SAZ: «Paradojas de la historia, paradojas de la historiografía: Las peripecias del fascismo español», en Hispania: Revista española de historia 61, 207 (2001), p. 172. 4 Ismael SAZ: «El franquismo: ¿régimen autoritario o dictadura fascista? », en Javier TUSELL (ed.): El régimen de Franco, 1936-1975: política y relaciones exteriores, Madrid, UNED, 1993, pp. 189-202; Ismael SAZ: «Fascism, Fascistization and Developmentalism in Franco's Dictatorship», en Social History 29, 3 (2004), pp. 342-357. 5 Telegrama circular nº 1, 30/04/1937, Boletín del Movimiento, p. 6.

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políticos del régimen, así como para asegurar la estabilidad necesaria para la

construcción del Nuevo Estado, todos los secretarios generales dieron prioridad a la

estabilización del partido, mediante políticas destinadas a garantizar la unidad, el

control y el respeto a la jerarquía dentro del mismo6.

Por otra parte, este afán de integrar a las masas en el proyecto falangista tuvo su

proyección en la coexistencia entre la admisión de nuevos afiliados y una depuración

interna, así como a través de tres organismos clave, los sindicatos verticales, la Sección

Femenina (SF) y las Organizaciones Juveniles (posteriormente Frente de Juventudes).

La preocupación por la depuración del partido existió desde el comienzo y no

resulta atípica en una organización de corte fascista como era la Falange. No obstante,

lo sorprendente es que coexistiera, en esta primera fase del desarrollo de FET, con la

llegada constante de nuevos afiliados7, lo que parece indicar que la integración de las

masas primaba aún sobre la necesidad de unidad y disciplina dentro del partido. Una

integración, por otra parte, que transcurría paralela a una búsqueda del elitismo entre los

afiliados más puros o fiables. En este sentido, podemos señalar las advertencias hechas

por el secretario general Raimundo Fernández Cuesta, que al tiempo que llamaba a la

afiliación de todos los españoles que no hubieran formado parte del Frente Popular,

advertía de la necesidad de que estos nuevos afiliados carecieran de apetencias de

mandos8. Encuadrar sí, pero movilizar sólo hasta cierto punto.

Igualmente, los sindicatos verticales, en constante proceso de configuración

desde 1937 hasta 19409, estaban destinados a cumplir con dos objetivos básicos, anular

la lucha de clases e integrar a todos los trabajadores en el proyecto común de

construcción de un Nuevo Estado, en el que cada uno habría de tener su lugar.

Asimismo, para integrar a dos sectores de la población claves para el asentamiento del

régimen y para asegurar la reproducción de la ideología falangista, la Secretaría contaba

con la SF y las Organizaciones Juveniles. La primera desarrollaría, además, muchas

labores de apoyo para con el resto de delegaciones nacionales, convirtiéndose así en uno

6 Ver Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido: la evolución de la Secretaría General del Movimiento (1937-1945), Tesis doctoral inédita, Universidad de Navarra, 2010. 7 A pesar de las dificultades que presentaba la integración de las distintas organizaciones políticas dentro de FET, el Secretariado Político optó por reabrir las admisiones en junio de 1937, Circular nº 8, 24/06/1937, Archivo General de la Administración 9 (17.12) 51/21102. Hasta la llegada de José Luis de Arrese a la Secretaría General, ninguna de las depuraciones ordenadas en el partido supusieron un freno a nuevas admisiones. 8 Circular nº 4, 10/06/1937, AGA 9 (17.12) 51/21102. 9 En 1940 se aprobó la Ley de Bases de la Organización Sindical, BOE, nº 342, 7/12/1940.

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de los pilares del partido10. Respecto a las Organizaciones Juveniles, transformadas a

partir de 1940 en Frente de Juventudes, tenían por objeto el adoctrinamiento y

encuadramiento de la totalidad de la juventud española, si bien sus objetivos eran

excesivos para los medios con los que contaban11. Sin embargo, estos tres organismos

no llegaron a ser nunca instrumentos de movilización de masas, aunque tuvieran el

potencial para ello, sino que sirvieron más bien para el encuadramiento ordenado y

controlado de la población.

Como buen partido fascista, FE de las JONS se había presentado en sus orígenes

como una tercera vía, capaz de erradicar la lucha de clases de la decadente sociedad

liberal, transmutándola en una sociedad unida y cohesionada en un proyecto común: la

grandeza de la nación. Para conseguirlo, estaba dispuesta a estructurar España como un

gigantesco sindicato de productores al servicio de la patria12. Un objetivo que, gracias al

Decreto de Unificación y a la asunción de la estructura e ideología falangistas mediante

los Estatutos de 1938, se había incorporado a la hoja de ruta del Estado franquista. No

es lugar aquí para evaluar los cambios, aspiraciones y diversos proyectos que se tejieron

alrededor del proyecto sindical13, pero sí para señalar que existió una voluntad por parte

del falangismo legitimista de otorgar a estos sindicatos al menos cierta participación en

la orientación económica del Estado14. Proyectos, eso sí, que no contaron nunca con un

aval fuerte por parte de los distintos secretarios generales. Los sindicatos, construidos

sobre la base de un Fuero del Trabajo más próximo a la doctrina social de la Iglesia que

10 Sobre la Sección Femenina ver María Teresa GALLEGO MÉNDEZ: Mujer, falange y franquismo, Madrid, Taurus, 1983; Carme MOLINERO: «Mujer, franquismo, fascismo: La clausura forzada en un "mundo pequeño"», en Historia social, 30 (1998), pp. 97-117 y Kathleen RICHMOND: Women and Spanish fascism: the women's section of the Falange, 1934-1959, London, Routledge, 2003. 11 Ver José Ignacio CRUZ: El yunque azul: Frente de Juventudes y sistema educativo: razones de un fracaso, Madrid, Alianza Editorial, 2001 y José Antonio CAÑABATE VECINA: «La pugna entre la Iglesia católica y el Frente de Juventudes en el ámbito educativo. Referencias internacionales, antecedentes y trayectoria general durante el primer franquismo», en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, 22-23 (2003-2004), pp. 105-121. 12 José Antonio PRIMO DE RIVERA: Obras completas. Edición del centenario, Madrid, Plataforma 2003, 2007, p. 796. 13 Ver Francisco BERNAL GARCÍA: El sindicalismo vertical: burocracia, control laboral y representación de intereses en la España franquista (1936-1951), Madrid, CEPC, 2010. 14 Hubo tres intentos claros de asegurar la participación de los sindicatos en la ordenación económica del Estado, aunque todos tenían un carácter limitado: el proyecto para la estructuración de la Organización Sindical, ver Documentos inéditos para la historia del Generalísimo Franco, Madrid, Fundación Naiconal Francisco Franco, 1992, pp. 378-379; las maniobras por parte del delegado nacional de Sindicatos, ver Erik NÖRLING: «Hacia el Estado Sindical. Revolucionarios y conspiradores. La etapa de Gerardo Salvador Merino al frente de la Organización Sindical, 1939-1941», en Aportes Año XVII, 50 (2002), pp. 28-43; y las distintas propuestas para la creación del Consejo Sindical de Ordenación Económica, ver Reunión de la Junta Política, 5/061943, Boletín del Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., nº 7, junio de 1943.

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a la Carta del Lavoro fascista 15 , acabaron convirtiéndose más que nada en una

herramienta de encuadramiento, orientada a erradicar la conflictividad laboral,

garantizar el orden e instruir a los trabajadores en el ideario nacional-sindicalista, que si

bien no era poca cosa, tampoco respondía a una fascistización exitosa.

Otra línea primordial del proceso fue la reeducación política de la sociedad,

destinada a inculcar en la población los valores de patriotismo, obediencia y espíritu de

sacrificio 16 . Para ello, el partido contaba con cuatro cauces principales: la acción

propagandística, las delegaciones nacionales de Educación Nacional, SF y Asistencia al

Frente y Hospitales, las Organizaciones Juveniles y las Escuelas para mandos, jóvenes y

obreros. La acción propagandística, impulsada más bien desde el Ministerio de

Gobernación y bajo la batuta de Ramón Serrano Suñer, no dejaba de ser más apariencia

que realidad. Por otra parte, la delegación nacional de Educación Nacional quedó pronto

sustraída al falangismo más ortodoxo a partir de la decisión, al quedar conectada

directamente con el ministerio del mismo nombre 17 . En este sentido, resulta más

interesante evaluar la actuación de las demás delegaciones. SF fue quizá la delegación

que con mayor éxito y planificación llevó a cabo la reeducación de la mujer española,

orientándola en su papel de esposa y madre e inculcándole el deber de transmitir a sus

hijos la doctrina nacional-sindicalista18. Asimismo, no deja de ser interesante destacar el

papel de la delegación de Asistencia a Frentes y Hospitales en “la vigilancia moral y la

asistencia religiosa de los heridos”19. Respecto al Frente de Juventudes, la nota más

característica fue su escasez de medios para la amplitud de objetivos que se proponía,

tal y como han destacado los expertos en el tema 20 . Además, su misión chocaba

inevitablemente con el Ministerio de Educación y la influencia de la Iglesia que

recortaban claramente sus posibilidades de éxito21. Por último, el proyecto de escuelas

de formación es quizá uno de los menos estudiados y de los más interesantes intentos de

reeducación política. Con la creación de escuelas destinadas a obreros, jóvenes, mujeres

y afiliados, la Secretaría buscaba garantizar la pervivencia y reproducción de la

15 Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido…, pp. 211-217. 16 Boletín del Movimiento, nº 6, 15/10/1937. 17 Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido…, p. 192. 18 La capacidad de organización e indoctrinación de la Sección Femenina queda bien explicada en Juan Carlos MANRIQUE ARRIBAS et al. (coords.): «La labor formativa desarrollada por la Sección Femenina de la Falange en la preparación de los mandos e instructores durante el periodo franquista», en Historia de la educación: Revista interuniversitaria, 27 (2008), pp. 347-365. 19 Circular nº 12, 19/07/1937, AGA 9 (17.12) 51/21102. 20 José Ignacio CRUZ: El yunque azul…, p. 13. 21 Ibid, p. 38. Ver también José Antonio CAÑABATE VECINA: «La pugna entre la Iglesia…».

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cosmovisión falangista, al tiempo que formar a las futuras élites del partido. Sin

embargo, su desarrollo estuvo sujeto a la desigual evolución de la Secretaría, al variable

interés de los secretarios por el proyecto y a una puesta en marcha, un tanto caótica, que

parece haber evitado un desarrollo eficiente del mismo22.

Claro que no bastaba con la reeducación política, es preciso hablar también de

los mecanismos de control social establecidos desde la Secretaría. Es inevitable,

llegados a este punto, hacer referencia a la delegación nacional de Información e

Investigación, sin embargo no es posible evaluar la actuación de una delegación

fantasma, cuyos archivos no parecen haber sobrevivido al paso del tiempo ni a la

probable criba de personas interesadas. No podemos, por tanto, señalar nada más que

las quejas respecto a su escasa efectividad23 y su papel como avaladora de los nuevos y

antiguos afiliados durante los procesos de admisión y depuración24. No obstante, ni la

delegación de Información e Investigación, ni las de Sindicatos, SF ni Frente de

Juventudes fueron los únicos instrumentos de encuadramiento y control social utilizados

por el falangismo. La propia estructura provincial y local del partido constituía un

instrumento de control y vigilancia, en el día a día, como cauce para conocer el pulso de

la calle y transmitírselo a los organismos superiores. En este sentido, los eslabones más

útiles para llevar a cabo esta misión parecen haber sido los delegados de distrito, barrio

y calle 25 , encargados de controlar pequeñas parcelas urbanas en las que podían

desarrollar una labor muy efectiva de captación de información.

Pero si se aspiraba a una verdadera fascistización, no bastaba con reeducar a la

sociedad o con estabilizar el partido, era necesario fascistizar el Estado, garantizar que

FET fuera la única y verdadera fuente de inspiración de todas sus actuaciones. Para ello,

se creó una delegación nacional específica ya en 1937, la de Iniciativas y Orientaciones

de la Obra del Estado26. Sin embargo, nada indica que dicho organismo llegara a ser

22 El tema de las escuelas de mandos ya se ha tratado en otro lugar: Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: «Creando falangistas: las Escuelas de Mandos del régimen franquista (1937-1945)», comunicación presentada en el XI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Granada (España), 12 a 15 de Septiembre de 2012. 23 A modo de ejemplo, un informe, fechado el 7 de agosto de 1940, señalaba que en la delegación “reina el ambiente de las Comisarías de Policía de España: Agentes escasamente instruidos, con poco espíritu de trabajo y nulo en cuanto al sacrificio por la Falange, dispuestos por su egoísmo a seguir una política de tipo personal”, Archivo General de la Universidad de Navarra / Gregorio Marañón y Moya. 24 Ordenanza de depuración del partido, 20/11/1941, Boletín del Movimiento, nº 128, 20/11/1941; AGA 9 (17.02) 51/18949. 25 Circular nº 54, 17/02/1939, AGA 9 (17.12) 51/21102 y 9 (17.04) 52/14107. 26 Creada en virtud de los Estatutos de 1937, BOE, nº 291, 7/08/1937 y desaparecida en virtud de su modificación, Decreto aprobando los Estatutos modificados de Falange Española Tradicionalista de las JONS, Boletín del Movimiento, nº 63, 10/08/1939.

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realmente operativo. Claro que no todo estaba perdido, la reforma estatutaria de 1939

que sustrajo funciones al secretario general para reforzar la figura del presidente de la

Junta Política27, parecía anunciar una definitiva fascistización del régimen franquista.

Avalados por el hombre fuerte del gobierno, los legitimistas parecían haber encontrado

la oportunidad perfecta para llevar a cabo sus proyectos, al ver convertida la Junta

Política en alto consejo político del Jefe del Estado, conocedor de todos y cada uno de

los problemas del Movimiento y del Estado28. Sin embargo, en estos proyectos había

más apariencia que realidad, primero porque Serrano tampoco estaba decidido a situar

al partido por encima del Estado29 y porque, como demostró la crisis de mayo, la

ofensiva falangista podía ser fácilmente desmantelada por el arbitrismo de Francisco

Franco. También es posible, que la falta de colaboración entre el presidente de la Junta

y el secretario general tuviera bastante que ver en este fracaso.

Si quería hacer realidad sus sueños de fascistización, FET no podía tampoco

prescindir de un instrumento de presión y represión tan útil como las milicias, sin

embargo, desde su militarización forzosa en 193630 y su definición como fuerza auxiliar

del Ejército31, todos los intentos por reforzar estas organizaciones paramilitares para

convertirlas en fuerzas defensoras del partido fracasaron32. No es extraño, puesto que

contando con la fidelidad del Ejército, Franco no necesitaba a las milicias más que

como cuerpo de reserva, una función a la que se las orientaba mediante la Ley para la

Organización de las Milicias33. No obstante, el deseo de recuperar el papel de las

milicias es claramente indicativo de las aspiraciones fascistas del núcleo falangista.

Por último, hemos de hacer mención a la aspiración imperialista, que se proyectó

dentro de FET a través de dos líneas principales, el Servicio Exterior, una especie de

cuerpo diplomático propio del partido dedicado a establecer relaciones con otros países

y a fomentar la creación de grupos políticos de estilo falangista en ellos 34 , y las

27 Decreto aprobando los Estatutos modificados de Falange Española Tradicionalista de las JONS, Boletín del Movimiento, nº 63, 10/08/1939. 28 ABC, 27/10/1939. 29 Joan Maria THOMÀS: Los fascismos españoles, Barcelona, Planeta, 2011, p. 187. 30 BOE, nº 64, 22/12/1936. 31 Decreto de Unificación, BOE, nº 182, 20/04/1937. 32 Dionisio Ridruejo reclamó el fortalecimiento de las milicias en su proyecto de reorganización del partido, Anteproyecto de una reorganización de F.E.T. y de las J.O.N.S., AGA 9 (17.02) 51/18956. También José Antonio Girón de Velasco expresó quejas al respecto, Documentos inéditos…, pp. 156-157. 33 Ley para la Organización de las Milicias, BOE, nº 190, 8/07/1940. 34 Sobre el Servicio Exterior ver Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA: «¿Populismo o captación de élites?: luces y sombras en la estrategia del Servicio Exterior de Falange Española», en José ÁLVAREZ JUNCO y Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI (eds.): El populismo en España y América, Catriel, 1994, pp. 61-90; Matilde EIROA SAN FRANCISCO: «Urdiendo el tejido exterior para el Nuevo Estado: la política internacional del Primer

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presiones para participar en la Segunda Guerra Mundial35, que verían reducido su éxito

a la creación de la División Azul. Curiosamente, esta división más que un impulso a la

fascistización supuso un freno, al otorgar a muchos camisas viejas un cauce para

canalizar sus frustraciones con la lenta y postergada revolución nacional-sindicalista.

La desfascistización acelerada 1941-1945

La crisis de mayo de 1941, aparentemente resuelta a favor del falangismo,

supuso la entrada en escena del principal responsable de la desfascistización de FET y

de las JONS, José Luis de Arrese y Magra.

Arrese llegaba a la Secretaría General con una concepción muy personal del

falangismo en mente. Para él, el nacionalsindicalismo se planteaba también como una

tercera vía, pero siempre mucho más cercana a la doctrina social de la Iglesia, a la

organización gremialista del trabajo y con un catolicismo mucho más acendrado que el

de la Falange originaria. También él hablaba de revolución, pero de una revolución

individual y personal que implicara el reencuentro del hombre con Dios. No había en su

concepción de la revolución ningún objetivo específico como la nacionalización de la

banca, las aspiraciones imperiales o la estructuración realmente totalitaria del Estado36.

En el mismo sentido, ya dejó claro nada más acceder al cargo que había que

velar por el sentido religioso, militar y social del movimiento37. El culto a la patria por

encima de todo quedaba así sustituido por el sentido religioso de la vida. Aparte de sus

preferencias personales, parece claro que Arrese sabía que si quería asegurar la

pervivencia del falangismo era preciso considerar las posiciones irrenunciables de la

Iglesia y del Ejército. De este modo, dos de sus grandes objetivos fueron asegurar la

existencia de una relación cordial y cooperativa entre el partido y el Ejército y afirmar la

identificación entre falangismo y catolicismo.

Arrese procedió a la desfascistización del falangismo por varios motivos:

fidelidad a su peculiar modo de entender el nacionalsindicalismo, por conveniencia

internacional y para asegurar la pervivencia del partido. No obstante, es preciso apuntar

que si bien Arrese no tenía especial interés en proseguir con la fascistización del Estado,

esto no quiere decir que quisiera convertir FET en un organismo débil o prescindible.

Franquismo», en Historia y Comunicación Social, 6 (2001), pp. 203-214 y Antonio César MORENO CANTANO: «Unidad de destino en lo universal: Falange y la propaganda exterior (1936-1945)», en Studia historica. Historia contemporánea, 24 (2006), pp. 107-131. 35 Joan Maria THOMÀS: Los fascismos…, p. 202. 36 Sobre el ideario de Arrese ver Álvaro de DIEGO GONZÁLEZ: José Luis Arrese o La Falange de Franco, Madrid, Actas, 2001. 37 José Luis de ARRESE Y MAGRA: Treinta años de política, Madrid, Aguado, 1966, p. 377.

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Muy al contrario, procuró asegurar el liderazgo del partido bajo su mando, reforzando el

control de la Secretaría General sobre la organización sindical, sometiendo la

propaganda y la cultura a su control mediante la creación de la Vicesecretaría de

Educación Popular38, depurando ampliamente el partido39, reforzando el carácter elitista

del mismo por encima de la movilización de masas y convirtiéndolo en sostén y apoyo

del Estado. Arrese logró que el partido comenzara a funcionar con cierta estabilidad, al

conseguir que tanto el Consejo Nacional como la Junta Política acabaran convirtiéndose

en organismos en los que sí podía apoyarse la labor de la Secretaría, e incluso intentó

introducir al Consejo Nacional como órgano vigilante de las Cortes40, aunque no lo

consiguió. Pero a cambio, prescindió de los aspectos más fascistas, sobre todo a partir

de 1943, cuando apoyado por los jefes provinciales, insistió en dejar de utilizar palabras

como partido o imperio, anunció la voluntad de FET de prescindir de las milicias y

procedió a suprimir las grandes demostraciones de masas41, que no sólo eran cada día

más deslucidas, sino que empezaban a resultar inoportunas ante los nuevos aires que

soplaban sobre Europa.

Pero todo esto no hubiera sido posible si Arrese, nada más hacerse cargo de la

Secretaría, no hubiera optado por deshacerse de la tutela de Ramón Serrano Suñer,

cuyas potestades en el partido logró recortar42, hasta que los incidentes de Begoña

acabaron con su carrera política. La salida de Serrano de la escena política implicó el

triunfo de la falange oficial, una victoria que quedó claramente reflejada en la negación

del totalitarismo por parte de Arrese43, un giro político que no venía a ser sino la

acentuación de una parte de su retórica. Sin embargo, la indiscutible tendencia de

acercamiento político, e incluso mimético en algunos de sus elementos, hacia los

regímenes de Italia y Alemania, que experimentó el falangismo de posguerra, validado

además por las declaraciones de Franco, de las jerarquías falangistas y de la prensa del 38 Para más información sobre la Vicesecretaría de Educación Popular, Marie-Aline BARRACHINA: «La Création du Vice Secrétariat de l’Education Populaire», en Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, 3 (2008), p. 13. 39 Ordenanza de depuración del partido, Boletín del Movimiento, nº 128, 20/11/1941; AGA 9 (17.02) 51/18949. 40 José Luis de ARRESE Y MAGRA: Una etapa constituyente, Barcelona, Planeta, 1982, p. 228; Álvaro de DIEGO GONZÁLEZ: José Luis Arrese…, p. 152. 41 Conclusiones del I Consejo Nacional de Jefes Provinciales, 1943, AGA 9 (17.02) 51/18972. 42 En la práctica, Arrese logró llevar a cabo toda una renovación de personal dentro del partido que significó, a la larga, un claro recorte de la influencia del jefe de la Junta Política, Mercedes PEÑALBA SOTORRÍO: Estado y partido…, pp. 375-377. 43 Ejemplo paradigmático de esta negación fue el discurso que pronunció con motivo de la celebración del Milenario de Castilla, “Discurso pronunciado con motivo del milenario de Castilla”, Burgos, 8 de septiembre de 1943, así como su obra El Estado totalitario en el pensamiento de José Antonio, José Luis de ARRESE Y MAGRA: Treinta años…, pp. 438-449 y 207-231.

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Movimiento, lógicamente restaba al discurso arresista casi toda su credibilidad. Por ello,

a partir de 1942, la Falange oficial se esforzó por borrar de sus anales a la Falange

“ortodoxa” o declaradamente fascista, como si ésta no hubiera nacido de unos orígenes

comunes, sino de la errónea interpretación del pensamiento joseantoniano. El partido

entraba así en una fase de desfascistización real y retrospectiva, que condujo a la

organización de una fase fascista a una fascistizada44.

¿Por qué se frenó la fascistización? Desde el comienzo, el partido nació

subordinado al poder militar y enseguida se encontró igualmente subordinado al

gabinete ministerial, figurando así como órgano auxiliar del Estado, pero nunca como

su principal inspirador. Sin embargo, aunque estos frenos tuvieron una importancia

decisiva a la hora de evitar el triunfo del proceso fascistizador, no podemos olvidar

tampoco otros factores que ayudaron a ello. En este sentido, la falta de medios, ya

apuntada por Joan Maria Thomàs45, fue uno de los obstáculos principales junto con la

primacía de la cultura católica, las disputas en el seno del partido y el enfrentamiento

entre FET y las instituciones tradicionales, el Ejército y la Iglesia, así como con los

otros grupos políticos del régimen. Finalmente, en lo que específicamente atañe a la

Secretaría General, todo apunta a que hubo dos obstáculos principales: el endeble

compromiso de los secretarios con el proyecto fascistizador y la falta de colaboración

entre las elites del partido.

44 Ismael SAZ: «Paradojas de la historia…», p. 172. 45 Joan Maria THOMÀS: Los fascismos…, p. 198.

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La construcción de una alternativa falangista al régimen de Franco: El proyecto político de Adolfo Rincón de Arellano

Juan Carlos Colomer Rubio

Universitat de València

«El Régimen no era un Régimen falangista, como habíamos soñado. Gran participación de los grupos capitalistas y de derechas, escasos ministros falangistas, le daban un talante que a veces poco tenía que ver con nosotros, a pesar de que el nuevo Estado se basaba en los 26 puntos de la Falange. Muchos camaradas en altos puestos hicieron lo que pudieron […] También algunos gobernadores falangistas: Carlos Ruiz, Utrera Molina, Pardo de Santayana, José Luna, Pinilla, Labadíe, Julve, Tomás Romojaro, Rincón de Arellano, Salas Pombo... y, por supuesto, la Sección Femenina»1.

La cita que encabeza este texto corresponde a las memorias y recuerdos de una

de las guardianas de la ortodoxia falangista más notable de todo el régimen de Franco:

Pilar Primo de Rivera. En un punto de su biografía enumeraba figuras que, según su

parecer, habían hecho lo que pudieron por construir un régimen propiamente falangista

frente al acoso de otras fuerzas y grupos. Su ensalzamiento está en la línea de lo

afirmado por otros falangistas que, a la altura de los años sesenta, veían muy alejado su

objetivo de control político e ideológico de un régimen por el cual habían trabajado

desde antes del golpe militar de Franco. Conocemos con escasa profundidad las líneas

maestras de esa argumentación y poco el perfil político de sus defensores, entre ellos, el

del médico falangista Adolfo Rincón de Arellano García (1910-2006). La presente

comunicación, inserta en un proyecto de tesis doctoral más amplio2, pretende arrojar luz

sobre la figura de uno de los defensores del peso del falangismo en la reforma del

sistema y de una lucha contra una supuesta presencia de una «derecha tradicional».

Además, rastrea la vida y personalidad ideológica de uno de los impulsores falangistas

El autor participa del proyecto HAR2011-27392, «De la dictadura nacionalista a la democracia de las autonomías: política, cultura, identidades colectivas» financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. 1 Pilar PRIMO DE RIVERA Y SÁENZ DE HEREDIA: Recuerdos de una vida, Madrid, Dyrsa, 1983, p.50 2 El presente trabajo se encuadra en un proyecto de tesis doctoral en redacción sobre el Ayuntamiento de Valencia entre el tardofranquismo y la Transición atendiendo al personal político, los grupos de poder y las políticas públicas de los diferentes consistorios. Para la elaboración de la presente comunicación ha resultado fundamental la documentación presente en el archivo personal de Adolfo Rincón de Arellano García depositado en la Fundación Cañada Blanch de Valencia y de forma microfilmada en el Archivo del Reino de Valencia. [Archivo del Reino de Valencia-Fondo Rincón de Arellano, en adelante: ARV/F.RdeA]

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en territorio valenciano, amigo personal de José Antonio Primo de Rivera y figura clave

en la evolución del régimen en la provincia. Un conocimiento en profundidad de los

rasgos de Rincón de Arellano nos permitirán comprender la evolución de este grupo

falangista que, si bien fracasó en sus propuestas de dotar de peso y papel a Falange al

final del régimen, consiguió tener determinada influencia en la crisis final del sistema y

provocó un ruido mediático que fue aprovechado, tanto por sus defensores como sus

detractores, para plantear alternativas al anquilosado sistema franquista.

«Impasible el ademán»: orígenes y evolución de un hombre del régimen

Nacido en Valencia en 1910 e hijo del médico Adolfo Rincón de Arellano Lobo.

Su padre, según varias referencias encontradas en la documentación, fue un militante de

Izquierda Republicana y conocido después como el «Jefe Rojo» pues figuró como

responsable del hospital militar durante la guerra3. Posiblemente, las divergencias

políticas con su progenitor propiciaron su afiliación, en fechas tempranas, a un

movimiento estudiantil conservador: Juventud Monárquica, sobre todo derivado de sus

estudios universitarios en medicina, donde vivirá las críticas de todo un sector

generacional antirrepublicano concentrado en dicha facultad. De su etapa en la

universidad conocemos sus peleas de claustro, una fuerte socialización en el mundo

reaccionario, lo que se tradujo en fuertes enfrentamientos con miembros de la FUE y,

por último, sus primeros contactos con el «Jonsismo»4.

En torno a 1932, Rincón previsiblemente en conexión con Maximiliano Lloret,

compañero de clase y amigo personal, entró en contacto con las JONS y se empapó de

3 Sobre la militancia del padre de Rincón de Arellano véase: Vicente ALÓS FERRANDO: Reorganización, supremacía y crisis final del Blasquismo (1929-1936), Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1992, p. 208; Vicent OLMOS (ed.): Procés a Joan Peset Aleixandre, Valencia, Publicaciones de la Universitat de València, 2001, p. 57. 4 En 1930 formará parte de un grupo que se situará en defensa del monarca Alfonso XIII y que encabezado por A. Larrea Sanz publicaba, el 15 de marzo de 1930, un llamamiento a la juventud valenciana en apoyo del monarca en el diario conservador Las Provincias. Entre los firmantes del manifiesto se encontraba el propio Rincón. El resultado de este llamamiento fue la creación de la Juventud Monárquica Valenciana, presidida por el estudiante de derecho Rafael Luis Gómez y Carrasco, contando en su junta directiva con Adolfo Rincón de Arellano García. Véase: Germán PERALES BIRLANGA: Católicos y liberales: el movimiento estudiantil en la Universidad de Valencia (1875-1939), Valencia, Publicaciones de la Universitat de València, 2009, p. 303.

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la ideología y percepción de Ramiro Ledesma5. Todo ello inserto en su crítica juvenil

basada en sentimientos de inconformismo, repugnancia al servilismo y crítica al

separatismo que marcará toda su evolución política posterior. El propio Rincón de

Arellano relató, años más tarde, ese cruce de sentimentalismo para explicar la

motivación de su pronta filiación política:

«Mi inconformismo ante las injusticias sociales que el Estado liberal con su indiferentismo era incapaz de resolver y mi oposición al sistema capitalista, mi desprecio por la política al uso, que provocaba cambios de Gobierno sin haberles dado tiempo de desarrollar ninguna labor constructiva. Mi repugnancia ante el servilismo de nuestros gobiernos ante los deseos de las potencias extranjeras, y de lástima ante el papanatismo de muchos españoles que creían que siempre lo de fuera es mejor. Mi repulsa ante la estúpida destrucción de riquezas y obras de arte, que en todo caso podrían haber llegado a ser patrimonio de todos. Mi preocupación ante los brotes de separatismos, política antirreligiosa, desorden público, huelgas, anarquía en el campo: destrucción de cosechas, árboles, ganados…Asesinatos. Impunidad… que trabajaban en beneficio del imperialismo soviético. Todos estos hechos trajeron como consecuencia nuestra guerra civil. Guerra civil que José Antonio trató de evitar con la creación de Falange, que buscaba sobre todo la unidad de los españoles. Habló pero no fue escuchado y la Falange que había nacido para unir a los españoles, tuvo que ser beligerante en una guerra entre hermanos»6.

En el grupo de las JONS empezará a asumir responsabilidades, entre ellas, la

captación de estudiantes de medicina hasta el punto que, como miembro de la

organización, protagonizará su apoyo a la «Sanjurjada» en la ciudad por lo que acabará

encarcelado y liberado a los pocos días7.

En 1933, Lloret llegará a la jefatura regional de las JONS y como miembro del

Consejo nacional votará la fusión con la recién creada Falange apoyado por Rincón y

otros miembros del grupo. La personalidad de Rincón jugará un gran papel en dicha 5 El «Jonsismo» en Valencia, tal y como apuntan algunas fuentes, había tenido un gran auge en los años treinta. Antes de su creación, varios grupos de jóvenes como «la Garra Hispánica» y el «Imperio Solar» ya se hacían ver por las calles de Valencia; a ellas le siguieron la célula de «La Conquista del Estado» dirigida por el estudiante Bartolomé Beneyto Pérez junto con su hermano Juan Beneyto, Maximiliano Lloret y Gaspar Bacigalupo, todos ellos amigos de Rincón de Arellano. De hecho, en el caso de la ciudad como en otras partes del Estado, las JONS prepararan el camino a Falange. Véase: Germán PERALES BIRLANGA: Católicos y liberales…, p. 327. Sobre la importancia de las JONS en la ciudad destacar las referencias en: Sheelagh M. ELLWOOD: Prietas las filas: historia de la Falange Española, 1933-1983, Barcelona, Crítica, 1984, p. 32; José Alberto GÓMEZ RODA: «La primera jefatura provincial de FET-JONS de Valencia, 1939-1943», en Comunicaciones presentadas al II Encuentro de Investigadores del Franquismo, Valencia, Institut de Cultura Juan Gil Albert, 1995, pp. 127-134. Una buena fuente para estudiar la construcción del falangismo en Valencia es el escrito realizado por sus propios iniciadores y publicado después de la guerra: Bartolomé BENEYTO PÉREZ y José María HERRERO HIGÓN: Falange en Valencia antes del alzamiento, Valencia, Imprenta F. Doménech, 1939. 6 Miguel VEYRAT y José Luis NAVAS-MIGUELOA, Falange, hoy, Madrid, G. del Toro Editor, 1973, p. 261. 7 ARV/F.RdeA, caja 1, elemento 1, «Detenidos en la cárcel de Valencia 10-8-1932».

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fusión pues prontamente verá la oportunidad de apoyar a la nueva organización como

fórmula de ascenso político y por la propia amistad que le unía con su fundador, José

Antonio Primo de Rivera8.

«A fines de octubre de 1933 llegó a Valencia la noticia de la fundación oficial de Falange en el teatro de la Comedia, Javier Pérez Miralles, un abogado de Alicante, se entrevistó con Adolfo Rincón de Arellano, estudiante de medicina y entusiasta ‘Jonsista’ y Rincón fue a Madrid donde conoció a José Antonio y Ruiz de Alda. De vuelta a Valencia reunió a los ‘Jonsistas’ en su local de la calle avellanas y les propuso su paso en bloque a Falange, La propuesta fue aceptada por la mayoría, y así quedó constituida la Falange Valenciana»9.

Ese papel primordial que jugó Rincón en el establecimiento y posterior fusión de

Falange con las JONS le llevarán a ser propuesto como jefe regional en poco tiempo.

Ambas organizaciones compartían, aparte de sus semblanzas ideológicas, vínculos de

amistad entre sus miembros -Rincón y Lloret- y un órgano de expresión común: «Patria

Sindicalista»10. En marzo de 1934 se produjo la unificación definitiva y una de las

primeras reuniones celebradas tras la unión fue desmantelada por la policía a finales de

ese mes. A partir de aquí, la nueva organización realizó una serie de actividades y

reuniones públicas, con una amplia renovación de sus dirigentes, muchos de ellos

jóvenes que afectados por sus estudios marchaban al extranjero, por lo que ostentaban el

cargo de dirección poco tiempo. Este fue el caso particular del propio Rincón de

Arellano que con una beca de la Unión Internacional de Lucha contra la Tuberculosis

marchará a Italia a finales de 1934. Allí continuará formándose en el espíritu de

falangismo, manteniendo correspondencia con Valencia sobre estos temas. Con el

estallido del conflicto armado, en julio de 1936, asaltará la embajada de Roma en el

Quirinal y el barco Ebro protagonizando, desde la distancia, un claro apoyo y exaltación

a la sublevación militar11. Durante la guerra asumirá varias acciones en la milicia de

Falange, primero en el frente de Andalucía, Teruel y Albarracín. Por último, ostentará el

cargo de alférez médico y teniente médico en las banderas de XII y VII de Aragón. De

8 David JATO: La rebelión de los estudiantes, Madrid, Editorial Romero-Requejo, 1968, p. 156. 9 María Fernanda MANCEBO: La Universidad de Valencia, de la monarquía a la República (1919-1939), Valencia: Publicaciones de la Universitat de València, 1994, p. 139. 10 La revista Patria Sindicalista actuó de órgano expresión común de ambas organizaciones. Fundada en 1933, constó de 6 números hasta su desaparición y entre los trabajos publicados podemos encontrar los de autores como: Bartolomé Beneyto, Maximiliano Lloret, José María Herrero Higón y el propio Adolfo Rincón de Arellano. Véase: Bartolomé BENEYTO PÉREZ y José María HERRERO HIGÓN: Falange en Valencia…, p. 18. 11 ARV/F.RdeA, caja 1, elemento 8 y 17, «Ocupación de la embajada del Quirinal y del barco Ebro».

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allí, asumirá la jefatura provincial de Falange en Valencia en 193812, encargándose de la

reorganización tras la victoria. Ocupará dicho cargo hasta 1943, fecha en la que será

designado presidente de la Diputación de Valencia.

De su etapa como primer jefe provincial de Falange después de la guerra,

destacamos la labor organizativa del Movimiento que realizó incorporando a multitud

de sectores reaccionarios o que habían apoyado el golpe -no menor fue la incorporación

masiva de miembros de Derecha Regional Valenciana- y sus propios conflictos

derivados de la alta competencia establecida con el gobernador civil -el monárquico

Francisco Javier Planas de Tovar- que le llevaron a vivir una crisis política sin

precedentes y su desplazamiento a la presidencia de la Diputación, tras rechazar su

nombramiento como gobernador civil de Alicante13. La presidencia de dicha institución

-mucho más cómoda que la jefatura provincial- le llevó a la revisión de determinadas

condenas establecidas a determinados funcionarios del cuerpo provincial, a muchos de

los cuales reintegró durante su mandato. Fiel a su personalidad política, acabará

renunciando a la presidencia de la institución tras la aprobación de las elecciones por

tercios y los conflictos derivados de la propia naturaleza de los comicios.

«Me metí en la Diputación porque me decían que era un sitio tranquilo y luego no había prácticamente nada que hacer […] se habían inventado esto de la democracia orgánica y yo era partidario de respetar la cosa de la democracia orgánica porque me parecía que no era una cosa mala, sino una cosa buena; una participación por el pueblo[…]pero el mando llegó un momento en que impuso dos nombres y entonces yo cogí y dije ‘toma la vara’ y me fui y ya no volví por allí»14.

Tras un tiempo alejado de la primera fila de la política, será propuesto para

ocupar el cargo de alcalde de Valencia tras la dimisión del monárquico Tomás Trénor

Azcárraga15. Ocupará dicho cargo hasta 1969, cuando dimitirá tras el cambio de

12 Boletín Oficial del Estado, 6 de abril de 1938. 13 ARV/F.RdeA, caja 4, elemento 2, «Renuncia nombramiento gobernador civil de Alicante en enero 1943». 14 Entrevista a Adolfo Rincón de Arellano realizada por el Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València el 14-03-1988. En adelante: DHC-AO/CU133, p. 655 de la transcripción. 15 La riada y desbordamiento del rio Turia a su paso por ciudad de Valencia en 1957 supuso un auténtico problema político para el franquismo. A los problemas económicos y materiales lógicos, debemos añadir la tardanza en una respuesta por parte de las autoridades centrales, lo que se tradujo en unas críticas públicas por parte de un sector de la elite de la ciudad. Ello llevó al cese del alcalde y el nombramiento de una figura fiel y leal a los principios del Movimiento como era Adolfo Rincón de Arellano. Para conocer más sobre el proceso véase: Juan Carlos COLOMER RUBIO «‘Entre la vida y la muerte’ el Ayuntamiento de Valencia de la dictadura a la democracia. Un estudio de caso (1969-1979)», Hispania (2013) En prensa.

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gobierno ministerial y el supuesto triunfo, a su parecer, de esa «nueva derecha» del

régimen representada por la tecnocracia vinculada al Opus Dei. Por ello planteó, junto

con otros «falangistas disidentes», la posibilidad de crear una organización «de

izquierda nacional» dentro de la propia Falange basada en la firme creencia de un nuevo

Estado revolucionario, una patria común indivisible y un Movimiento integrador de

todos que acabase con los partidos y las ideologías.

«Una nueva izquierda» para la reforma del régimen

Adolfo Rincón de Arellano, valiéndose de su puesto como Consejero Nacional

del Movimiento a partir de 1972, participó activamente de las reuniones, ponencias y

debates derivados del informe político que presentó Luis Carrero Blanco el 1 de marzo

de 197316. De las respuestas a los cuestionarios que presentó Rincón puede extraerse

gran parte de su percepción política e ideológica.

Él, ya por aquel tiempo, se mostró partidario de realizar reformas conducentes a

reafirmar la representatividad en vigor y poner los cauces para ampliarla. Consideraba

que los diferentes sectores que quedaban representados debían ampliarse y moverse por

otro tipo de intereses, incluida cierta oposición.

«Aquí la representación municipal tampoco está lograda, su primer tercio adolece de defectos que hemos planteado anteriormente al referirnos a la representación familiar. En el segundo, los representantes sindicales obreros, en su mayoría, dejan de pertenecer a este estamento durante el ejercicio con posterioridad al desempeño del mismo, dedicándose más o menos plenamente a su función municipal, no apareciendo por sus puestos de trabajo, siendo envidiados primero, y despreciados después por sus propios compañeros»17.

Aquí pasaría a ser fundamental la creación de una oposición al gobierno fiel a

los principios fundamentales. Apoyándose en sus conocimientos médicos sugería:

16 Presentado por Carrero ante el Consejo Nacional del Movimiento, se trató de una nueva reafirmación de los principios del régimen, una defensa cerrada de sus características y una negativa rotunda a cualquier cambio. Pero, a partir de las anteriores consideraciones, Carrero propuso al Consejo Nacional el estudio de las medidas que aquél considerara convenientes en una serie de puntos como eran: Política cultural, criterios operativos para una política que sirva a la unidad de los hombres y las tierras de España, política económica, social y sindical, formación y promoción de la juventud, desarrollo político desde la base constitucional de las Leyes fundamentales del Reino, relaciones Estado-Iglesia y estudio sobre la juventud. Véase: Pere YSÀS y Carme MOLINERO: La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía, 1945-1977, Barcelona, Crítica, 2008, p.171 y ss. 17 ARV/F.RdeA, caja 9, elementos 1 al 17, «Contestaciones y sugerencias de los consejeros nacionales».

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«En el organismo humano hay dos sistemas uno que excita y otro que frena. El simpático y el vago. Yo creo, aunque no por deformación profesional, que dentro del Régimen interesa un sistema que excite y otro que frene. Entre un sistema y otro, yo estoy alineado desde luego con el que excite, esto es, con los españoles que pretenden avances sociales lo más rápidos posible»18.

En definitiva, la creación de una «izquierda del régimen». Aunque la idea parece

muy ambigua, como bien se concretó19, propuso la autorización de dos grandes

asociaciones: una más conservadora y otra de acusado sentido social. Una asociación de

«carácter aperturista, socializador, avanzado y creador». Una «izquierda», en sus

palabras, que fomentase la participación en determinadas decisiones y ámbitos relativos

a la política, dirigida a la reforma de la empresa y que impidiera la especulación del

suelo, frenase el monopolio de la banca privada por el camino de la nacionalización o

por sistemas de competencia sindical.

Ello conectaba claramente con una de las primeras aportaciones destinadas a

sentar las bases de una supuesta «izquierda nacional» y que ya fueron propugnadas por

muchos falangistas contemporáneos a Rincón como contrapunto a esa «nueva derecha

española» surgida por el gran equipo de tecnócratas, sobre todo tras la reforma

ministerial de 195720.

La reivindicación de una personalidad propia y distintiva dentro del Movimiento

nacional fue reivindicada por muchos de estos falangistas pensando, en primer lugar,

que tenían una base de apoyo amplia que les permitiría desplazar a los tecnócratas en el

poder por medio de la crítica ideológica. Además, en segundo lugar, las políticas

puestas en marcha por este sector tecnocrático, conducentes a la gestión de un Estado

garante del ordenamiento político y de la moral católica frente al movilizador ideológico

de la sociedad pretendido por el falangismo fueron duramente criticadas por los

18 Número de Diciembre de 1969 de la Revista Índice y ARV/F.RdeA, caja 9, elementos 1 al 17, «Contestaciones y sugerencias de los consejeros nacionales». 19 Pere YSÀS y Carme MOLINERO: La anatomía del franquismo…, p. 196. 20 Tal y como afirma José Luis Rodríguez Jiménez, una de las primeras aportaciones teóricas al término vino de las conclusiones de las «Conversaciones sobre el futuro político de España», celebradas en Madrid en marzo de 1966 y que indicaban «la necesidad de una nueva izquierda nacional, superadora de los extremismos, de los resentimientos, de los sectarismos y de las exclusiones del pasado, que pudiera alinearse -en una coexistencia pacífica- frente a la derecha insolidaria española». Véase: José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ: Historia de la Falange española de las Jons, Madrid, Alianza, 2000, pp. 531-535. Muchas de estas ideas falangistas aparecen resumidas en la obra de Juan C. GARCÍA (comp.): La Falange imposible, Barcelona, Ediciones Nueva República, 2007 y en cuyos capítulos encontramos a impulsores como el propio Rincón de Arellano o José Miguel Ortí Bordas, entre otros.

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falangistas21. Así se constituyeron como alternativa frente a sus competidores y se

pudieron presentar como izquierda, con toques populistas, y como opción de recambio

de los grupos en el gobierno, algo en lo que fracasaron estrepitosamente.

En la línea de formación del grupo falangista de disidencia e impulsor de una

supuesta «izquierda nacional», encontramos, en un primer lugar, el amplio desarrollo de

los círculos doctrinales de José Antonio -con un gran auge en varias ciudades españolas-

y, posteriormente, a figuras como el propio Ortí Bordás, Eduardo Navarro, Antonio

Castro o Manuel Cantarero del Castillo. El desarrollo de todo ese constructo ideológico

en su conjunto, explica los choques de Rincón de Arellano con el Opus Dei, esa «nueva

derecha española», como él decía, conformada como una «santa mafia» y a la que había

que combatir con todos los medios22.

¿Cuáles fueron, por tanto, los principales rasgos ideológicos de esa generación,

dentro de la cual podemos encontrar al propio Rincón?

Centrándonos en el caso del Rincón de Arellano, parte de esos trazos deben

encontrarse en su primera etapa política, en la configuración y creencia de la Falange

inicial, dónde fue consciente del carácter «revolucionario de su tarea». Además, dichas

creencias estuvieron fuertemente radicadas en las obras de referencia del fascismo

italiano, como la «Dotrina del Fascismo» de Mussolini que releyó durante su estancia

en Italia en 1934-1936. Gracias a su formación y contactos con el fascismo italiano

aprendió que en un sistema en el que la raza carece de toda importancia, el Estado es el

elemento sustancial: el Estado es el principal artista, el genuino creador. En definitiva,

una concepción orgánica del mundo que tiene el Estado como centro: la institución

política pone orden, supera los conflictos, las luchas y crea propiamente la nación23.

Tampoco podemos desdeñar las conversaciones mantenidas con José Antonio y Ruiz de

Alda, de los que era amigo personal y que denotan su perfecta sintonía con sus ideas

reaccionarias planteadas.

21 José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ: Historia de la Falange…, p. 514. 22 Tomamos aquí la referencia que usa Rincón en su correspondencia cuando se refería al Opus Dei, recomendando la lectura del libro de Jesús YNFANTE: La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y desarrollo de la santa mafia, Paris, Editorial Ruedo Ibérico, 1970. Véase: ARV/F.RdeA, caja 75, elemento 19, «Alcaldía. Dimisión 8-11-1969». 23 Este libro fue donado por el propio Rincón de Arellano a la Universidad de Valencia. He tomado la idea del blog del profesor Justo Serna. Consultar: http://justoserna.wordpress.com/2009/02/07/la-doctrina-del-fascismo/#comments [Fecha de comprobación: 12/03/2013]

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Junto con ello, el estallido del conflicto y su lucha en varios frentes, como

responsable de la Falange en territorio valenciano, también marcaron su evolución

ideológica posterior, sobre todo en sus primeras decisiones políticas. Como hijo de

republicano depurado y combatiente en el bando franquista, la vida de Arellano estuvo

marcada por el fuerte conflicto familiar por su militancia. Esto le llevó, durante su

mandato en los diferentes cargos políticos que desempeñó, a la máxima de integración

en Falange de personalidades diversas:

«Quizás la meta inmediata estaba en aglutinar a todos los grupos falangistas un poco independientes, reunirlos a todos y disciplinarlos, ya que estaban algo dispersos. Me encontré con una serie de problemas que la Falange no había podía resolver hasta el final de la guerra. No podíamos poner sólo a las derechas, porque nosotros no éramos de derechas ni de izquierdas. Había venido un abogado de Zaragoza, apellidado Salas, que dio certificados tradicionalistas a los de la Ceda y a los de Renovación Española, que les estaban agradecidos. A la vista de ello, yo hice militantes a muchos jóvenes cedistas, y nombré secretario provincial a José María Torres Murciano, que era el jefe de esos jóvenes e la Ceda, para atraérmelos»24.

En el momento asumió la presidencia de la Diputación esa condescendencia se

tradujo en la asimilación de funcionarios pertenecientes a la administración republicana.

«Franco a mí me aguantaba muchas cosas que yo no sé cómo me aguantaba, porque usted calcule que yo en la presidencia de la diputación hice lo que no ha hecho nadie en España que es la redepuración, o sea, volver a meter prácticamente a todos los que habían tirado por rojos después de la guerra […] Los volví a meter a todos»25.

Además, los sucesos de Begoña de 1942 fueron determinantes en la

conformación de su determinada visión ideológica del régimen pues aparte de suponer

la culminación de un largo proceso de enfrentamiento entre falangistas y militares,

llevaron paralelamente a un replanteamiento del papel de Falange dentro de la dictadura

en la cual Rincón jugó un papel. Hasta entonces «varias falanges» habían coexistido en

el interior del partido. Una de ellas, la oficial de un Arrese que poco a poco había ido

reafirmando sus posiciones frente a un cada vez más debilitado Serrano Suñer, se había

conformado progresivamente como la Falange de Franco. Esa es la Falange en la que

acabará creyendo Rincón, acosada por los militares y la Iglesia, tradicionalistas,

monárquicos y que se había mostrado dispuesta a renunciar a elementos esenciales de su 24 Rafael BRINES LORENTE: La Valencia de los años 40, Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1999, p. 19. 25 Entrevista a Adolfo Rincón de Arellano realizada por el Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València el 14-03-1988. [CU133-Transcripción], p. 660 de la transcripción. En adelante: DHC-AO/CU133.

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propio discurso fascista con la esperanza de desactivar tal acoso. Todo ello, a costa de

perder ilusión en sus bases y jugando a la carta del caudillaje franquista. La Falange de

Rincón de Arellano se fue reafirmando, a partir de este momento, como española,

tradicional, frente a los enemigos interiores que la amenazaban. Falange permaneció

frente a todos26:

«Mira vosotros no os fieis de toda esta parafernalia, de uniformes, de saludos, de himnos, de historias, nosotros no pintamos un pimiento. Si nosotros queremos conquistar el Estado, tenemos que conquistar al pueblo»27.

Y será esa imagen de resistencia y cambio que, por otro lado, ya le venía de su

etapa juvenil, como hemos visto, unida a la permeabilidad ideológica, la que forjará la

personalidad de Rincón de Arellano y su respuesta crítica en los sesenta.

Pero vista en su contexto, la reacción de nuestro biografiado no dejó de ser

generacional. Pues podemos afirmar, sin ánimo a equivocarnos, que las reacciones de

esa disidencia falangista en los años sesenta mucho tienen que ver con la perdida de

sentido que el propio régimen de la «Falange de Franco» había tenido para toda una

generación socializada, en parte, en ese Falangismo de preguerra e inmediata posguerra.

Según esos sectores Falange podía dar respuestas y no se le dejaba, silenciada por los

intereses de esa «derecha tradicional».

«Opino que así como los pertenecientes a una religión deben admitir toda la vida los dogmas, en política no puede ocurrir lo mismo, las circunstancias cambian. No se puede pensar ahora como en 1933 o 1936. Yo soy fiel a las líneas fundamentales: la unidad de España y una acusada conciencia social. […] Incluso el concepto de Patria, la concepción orteguiana de José Antonio, requiere ser adaptada al tiempo que vivimos»28.

Todo ello indica que, en un momento determinado, la desunión ideológica

presente en la clase dirigente, entre esa «derecha tradicional» y esa «nueva izquierda»,

hiciera imposible continuar con un proyecto franquista unificado muerto el dictador.

Determinados sectores de esa Falange vieron la oportunidad de expresarse y de plantear

cierta oposición, sin éxito.

26 Véase: Ismael SAZ CAMPOS: España contra España. Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 369-370. 27 DHC-AO/CU133, p. 674 de la transcripción. 28 Declaraciones de Rincón de Arellano a la Revista Índice, diciembre de 1969.

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Inconformismo, reacción y oposición: las caras de la disidencia falangista

Como hemos visto Rincón de Arellano fue un falangista más, dentro de los

papeles políticos que jugó, que propugno alternativas políticas al sistema franquista,

derivándolo hacia ese sistema falangista ideal que él había pretendido desde su

juventud. Pero la carrera y reacción de Rincón, pese los múltiples matices de su vida,

no puede situarse fuera de un grupo mayor de presión que propugnó un renacimiento

falangista en el ocaso del régimen franquista. Esta reacción fue fruto de la gran

decepción de toda una generación que se iba alejando del supuesto servilismo y

seguidismo de la falange oficial modelada por el dictador. La reacción de los sesenta

demuestra el inconformismo de todo un grupo que no se contentó con ir

progresivamente perdiendo las cuotas de poder que supuestamente le correspondían por

ser una de las bases ideológicas del «glorioso Movimiento nacional» La vida y carrera

política de Rincón de Arellano demuestra el peso decreciente del falangismo dentro del

sistema pero también una adaptación a la realidad social y política que el régimen iba

experimentado a la vez que un intento de perpetuación tras la ya evidente decrepitud del

dictador. Todo ello combinado explica la evolución de uno de los personajes

fundamentales para entender la progresión del régimen franquista en territorio

valenciano, para comprender la respuesta ante lo inevitable.

Cabe decir que la trayectoria de Rincón de Arellano fue la similar a la de otras

figuras falangistas críticas. Muchas de ellas acabaron estableciendo grupos políticos y

asociaciones críticas desde las cuales plantear alternativas al régimen franquista29.

Rincón de Arellano nombrado consejero nacional del Movimiento a propuesta de

Franco en 1972, ocupó dicho cargo hasta la desaparición de la institución.

Posteriormente será tentado por algunos grupos de tendencia falangista para el salto a la

política democrática pero no acabará recalando en ninguno. Se reintegró en sus tareas

como médico y morirá en Valencia, alejado de la vida política, el 17 de marzo de 2006.

29 Uno de los casos más conocidos fue el de Reforma Social Española (RSE) que acabó derivando en partido político de la mano Manuel Cantarero del Castillo. Éste ya se había caracterizado por una fuerte contestación al régimen desde las líneas falangistas con su obra Falange y socialismo de 1973.

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Fascistización y desfascistización en la universidad española: el caso de Carlos Alonso del Real1.

Luis Velasco Martínez2

Universidad de Santiago de Compostela

[email protected]

Resumen: La biografía y la prosopografía están comenzando a adquirir un valor reseñable a la hora de abordar el estudio e interpretación del fascismo español anterior y posterior a la Guerra Civil. En este texto abordamos la figura de un intelectual fascista de entreguerras que después de la Guerra Civil se irá distanciando progresivamente del corpus ideológico y doctrinal del régimen hasta converger en el apoyo a los movimientos de resistencia a la dictadura en el seno de la Universidad de Santiago de Compostela. A través del análisis de su trayectoria pretendemos mostrar un periplo de desfascistización individual en el seno de un colectivo particularmente adepto al régimen: El profesorado universitario que vio su carrera fuertemente acelerada tras la Guerra Civil por su simpatía y/o apoyo al bando sublevado.

Palabras clave: Fascismo, Falange Española, antifranquismo, universidad.

Abstract: Biography and Prosopography are beginning to acquire a remarkable value when approaching the study and interpretation of Spanish fascism before and after the Civil War. In this paper we address the figure of an intellectual interwar fascist who became separated progressively from the ideological and doctrinal corpus of the franquism after the Civil War until converging in supporting resistance movements to dictatorship within the University of Santiago de Compostela. Through the analysis of its trajectory we intend to show a process of individual stop being fascist within a group particularly adept to dictatorship: The university professors who had an academic career brought forward after the Civil War due to their sympathy and/or support rebel side.

Keywords: Fascism, Spanish Falange, Anti-Franco movement, university.

1. Sobre Carlos Alonso del Real y sobre su interés: Fascistización y desfascistización en la universidad española.

Carlos Alonso del Real y Ramos (Madrid 1914, Id. 1993) se formó como filólogo en las aulas de la Universidad Central de Madrid, licenciándose y doctorándose en filología clásica, posteriormente su interés investigador se centró en el estudio de la prehistoria a través del prisma de las interpretaciones antropológicas. Podría definirse en lo académico como un investigador prolífico y disperso, su amplia cultura y su capacidad políglota le permitieron acercarse a una amplia diversidad de temáticas; esta falta de especialización se vio agudizada por las numerosas experiencias vitales y profesionales

1 Agradecemos al profesor Xosé Manoel Núñez Seixas de la Ludwig-Maximilians-Universität de Múnich sus comentarios, sugerencias y recomendaciones. Este texto no habría sido posible sin el generoso tiempo de los profesores Antón A. Rodríguez Casal, Ramón Villares Paz, Isaura Varela González, Ramón López Facal y Xosé Armas Castro de la Universidad de Santiago de Compostela, que tuvieron la gentileza y la paciencia de acercarme a la figura de Carlos Alonso del Real. 2 Este trabajo se ha desarrollado en el marco del grupo de investigación "Educación, cultura y sociedad", Instituto de Investigaciones Histórica, UMSNH (México). I.P.: Javier Dosil Mancilla.

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previas a su llegada a la Universidad de Santiago de Compostela, y a una curiosidad académica sin límites. Estas cualidades le llevaron a abarcar un amplio campo de temáticas de las que da buena fe su abundante bibliografía3.

Fuera del mundo de la prehistoria, la antropología y la arqueología, es probable que su nombre no resulte especialmente familiar. Se trataba de un catedrático de prehistoria, uno más, con un pasado fascista que a lo largo del franquismo supo reinventarse, cambiar y adaptarse4. Su nombre ganó cierta visibilidad, después de su muerte5, al hacerse pública su participación en la denuncia que llevó a su mejor amigo de juventud, el filósofo Julián Marías, al borde de la ejecución en la inmediata postguerra6.

Tras doctorarse en 1940, fue un colaborador habitual de Julio Martínez Santa Olalla, otro conocido prehistoriador y arqueólogo que participó activamente en el movimiento fascista de preguerra, convirtiéndose, una vez finalizada la contienda, en un importante referente académico dentro de la universidad de los vencedores. Junto a él y a Julián Marías participó en el verano de 1933 en una de las iniciativas académicas y pedagógicas más salientables de las realizadas por el gobierno republicano: El crucero por el Mediterráneo. En el verano de aquel año, casi dos centenares de los mejores estudiantes de las facultades españolas, acompañados por algunos de sus más destacados profesores, recorrió a bordo del crucero Ciudad de Cádiz la cuenca del Mediterráneo. Fue un viaje de estudios que permitió a los alumnos, llamados a ser las próximas figuras de la universidad del país, familiarizarse in situ con los países del norte de África, Oriente Próximo, y el Sur de la Europa mediterránea7. De aquel viaje nacería la primera publicación de Alonso del Real y Julián Marías, un libro con sus diarios del periplo8.

A la vuelta de aquel viaje, Carlos Alonso del Real comenzó un proceso de progresivo acercamiento a Falange Española que acabaría por hacerle romper los lazos con el que era su mejor amigo y, finalmente, denunciarlo. Este proceso de acercamiento al fascismo se realizaría progresivamente a lo largo de su formación en la Universidad Central de Madrid, de la misma forma, años después, su progresivo alejamiento de la

3 <<Bibliografía básica>>, en Rodríguez Casal, A.: Humanitas. Estudios en homenaxe ao Prof. Dr. Carlos Alonso del Real, Santiago de Compostela, USC, 1996, pp. 17-20; VV.AA.: <<Carlos Alonso del Real: In Memoriam>>, Trabajos de Prehistoria, 50, 1993, pp.1-9. 4 Recomendamos la reciente biografía de uno de ellos: Vid. Núñez Seixas, X. M.: La sombra del César. Santiago Montero Díaz, una biografía entre la nación y la revolución, Granada, Comares, 2012. 5 La información la publicó su hijo Javier Marías Franco, primero dentro del contenido de una novela y más tarde a través de otros medios. Marías Franco, J.: Tu rostro mañana. 1 Fiebre y lanza, Madrid, Santillana, 2002, pp.192-224. 6 Julián Marías quiso borrar de su recuerdo el nombre del que fuera su mejor amigo durante su etapa en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid y durante la Universidad, incluyendo un viaje de estudios por toda la cuenca mediterránea. Jamás volvió a mentarlo ni hizo público su papel como delator. Vid. Marías Aguilera, J.: Una vida presente. Memorias, 1914-1951, Madrid, Alianza, 1988, pp.135-139, 267-278. 7 De entre el resto del profesorado y estudiantado participante hoy sólo tenemos constancia de que sobreviva el destacado historiador mexicano Silvio Zabala, del resto sólo señalaremos a algunos fascistas de preguerra y a otros que ocuparon puestos de importancia durante el régimen, entre otros: Luis Díez del Corral, Esmeralda Gijón Zapata, Conrado Morterero Simón, Antonio Tovar Llorente, Francisco Almagro Basch. 8 Alonso del Real y Ramos, C.; Marías Aguilera, J.; Granell, M.: Juventud en el Mundo Antiguo, Madrid, Espasa-Calpe, 1934.

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ideología fascista y de un franquismo con el que nunca acabó de identificarse se realizó en otra universidad, a la que él solía referirse como la Minerva compostelana9.

2. Familia, amigos, universidad y fascismo.

Carlos Alonso del Real fue hijo del matrimonio formado por el abogado Francisco Alonso del Real y Concepción Ramos Martín. Pese a la posición acomodada de sus progenitores, a la altura de 1986 recordaba a su padre como un trotskista10 y a su madre como una mujer empeñada en que no se enrolara en la División Azul para que las tropas soviéticas no les dieran de palos, ya que eran muchos y muy valientes11.

Pese a ello, tanto él como su hermano Guillermo acabaron acudiendo al frente del Este para combatir al comunismo. Su hermano fue otro destacado falangista con un proceso de fascistización parecido al suyo; acabó trabajando como censor12, además de compartir con su hermano el dudoso honor de ser señalado como delator por antiguos compañeros de café y tertulia13, motivos, quizá, por los que le fue concedida, entre otras distinciones, la Gran Cruz de la Orden de Cisneros14.

Fue, precisamente en el instituto Cardenal Cisneros de Madrid, donde comenzó a forjarse su amistad con Julián Marías15. Las dos familias se conocían y tenían un trato cotidiano16, fomentando una amistad fraternal entre los dos jóvenes17. Precisamente, esta amistad llevó a que conocieran juntos el fascismo, durante las escalas que realizó el Ciudad de Cádiz en la Italia de 1933. Para ambos la visualización del fascismo fue algo impactante, algo atractivo y diferente a lo que habían experimentado políticamente hasta ese momento: algo que, bueno o malo, en Italia era mucho18, en expresión compartida por ambos19.

Rememorando aquel viaje a la altura de 1948, del Real recuerda una Italia en la que el fascismo no habría llegado a endurecer a toda la población, ni a sus fuerzas armadas, algo que lamenta. En los mismos términos recuerda una España desgarrada por el separatismo y el comunismo en la que sólo brillaría una luz, precisamente la del fascismo que había conseguido convertir a la España de 1933 en una España mejor: la de 194820.

9 Fernández Nieto, F.J.: <<El maraviolloso guía de Borrow en el viaje a Finisterre>>, en Rodríguez Casal, A.: Humanitas. Estudios en homenaxe ao Prof. Dr. Carlos Alonso del Real, Santiago de Compostela, USC, 1996, Vol. I, p. 285. 10 Folgar de la Calle, J. M.: <<Con Alonso del Real: sobre cineclubes, cine e outros temas>>, en Rodríguez Casal, A.: Humanitas. Estudios en homenaxe ao Prof. Dr. Carlos Alonso del Real, Santiago de Compostela, USC, 1996, Vol. II, p. 1012. 11 Ibíd., p.1014. 12 Abellán, M.L.: <<Censura y práctica censoria>>, Sistema, 22, 1978, pp.29-52. 13 Perejón Rincón, A.: <<Eugenio Morales Agacino y la Real Sociedad Española de Historia Natural>>, en Viejo Montesinos, J.L.; Gomis Blanco, A. (coord.): Eugemio Morales Agacino (1914-2002). Un naturalista español del Siglo XX, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2006, 14 ABC, 18/07/1956, p.35. 15 Marías Aguilera, J.: Notas de un viaje a Oriente: diario y correspondencia del Crucero Universitario por el Mediterráneo de 1933, Madrid, Páginas de Espuma, 2011, p.12. 16 Ibíd., p.115, 136, 195.; Hidalgo Navarro, R.: Julián Marías. Retrato de un filósofo enamorado, Madrid, Rialp, 2011, p.71. 17 Ibíd., p.101, 137. 18 Ibíd., p.84. 19 Alonso del Real, C.: <<Revisión de un viaje>>, Alférez, Año II, 12, p.8. 31/01/1948 20 Ibíd.

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No podemos aclarar si el joven al que evoca quince años más tarde del Real era efectivamente un fascista, aunque durante el crucero mostró en repetidas ocasiones su admiración por el fascismo italiano, su contenido revolucionario y por la obra de inspiración fascista que realizaba en España la Falange de José Antonio Primo de Rivera21. Esa fascinación no desapareció a la vuelta a España, Julián Marías nos informa que en 1936 su amistad con del Real se verá fuertemente convulsionada por la militancia política de aquel en Falange, en medio de un clima en el que aseguraba que la acción política juvenil se había centrado en la violencia22, augurando las altas posibilidades de que esa situación acabara desembocando en una solución política autoritaria23. Será entonces, cuando su amistad se verá definitivamente separada por la militancia fascista del antiguo crucerista, deslumbrado por Falange y su líder. Tras recitar del Real un juramento fascista en el que se despreciaba a las voces amigas que aconsejaran en contra de la militancia en Falange, Marías advirtió a su amigo de que tal juramento imposibilitaba su relación de amistad, que pese a todo él creyó vigente24.

El inicio de la Guerra Civil llevó a del Real de la zona republicana a Burgos25, donde colaboró con la maquinaria del Nuevo Estado y de Falange. Allí se encontró con otros cruceristas y compañeros de estudios de la Universidad Central de Madrid que optaron por las mismas armas26. A partir de entonces, y hasta su llegada como catedrático a Santiago de Compostela en 1955, será un cuadro medio de Falange Española que sobrevivirá al proceso de unificación, y cuya estela irá decayendo según avance la década de 1940.

En el equipo del Servicio Nacional de Propaganda estuvo a las órdenes de Pedro Laín Entralgo –a su vez dependía de Ramón Serrano Súñer y Dionisio Ridruejo-, allí colaboró con Antonio Tovar Llorente, Luis Moure Mariño, Gonzalo Torrente Ballester, Melchor Fernández Almagro, y otros nombres importantes de la postguerra, algunos de los cuales también pasaron por un proceso de desfascistización durante el largo régimen franquista.

21 Esteve Gálvez, F.: A l'entorn de les aigües lluminoses: el creuer universitari 1933, Castellón, Diputación de Castellón, 1985, p.293. 22 Marías Aguilera, J.: Op. Cit., 1988, p.148. 23 Ibíd., p.174. 24 Ibíd., p.182. 25 Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p. 104. 26 Destacan particularmente Martín Almagro Basch, que durante el crucero había defendido postulados cercanos al comunismo, y Antonio Tovar Llorente. El primero alcanzó la zona nacional desde Berlín, donde estaba disfrutando de una beca postdoctoral, una vez en España se encuadró en Falange y participó destacadamente durante la guerra, participando también en la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda, tuvo una gran cercanía con el grupo Hedillista, tras el decreto de unificación fue detenido y procesado en consejo de guerra, del que logró salir indemne. Después de la guerra, y pese a su menor edad, logró arrebatarle la cátedra de Hugo Obermaier a Martínez Santa-Olalla (uno de los máximos apoyos académicos y políticos de Carlos Alonso del Real) que la venía ocupando de forma interina. El segundo era amigo de Ridruejo desde la adolescencia y fue fundador del FUE en la Universidad de Valladolid, acompañó a Almagro Basch desde Berlín, ya que también contaba con una beca: Gracia, F.: <<Arqueología de la memoria. Batallones disciplinarios de soldados-trabajadores y tropas del ejército en las excavaciones de Ampurias (1940-1943)>>, en Molinero, C.; Sala, M.; Sobrequés, J. (eds.): Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo, Barcelona, Crítica, 2003, pp. 38-39.; Santos, J.: Historia de las dos Españas, Madrid, Taurus, 2005, p.321.

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Finalizada la contienda, Alonso del Real se centró inmediatamente en la Universidad, donde alcanzó el grado de doctor en 194027, y en donde participó de manera activa en el SEU y en algunas muestras de estilo fascista, como la quema de libros con contenidos darwinistas de los fondos del Museo Etnológico Nacional en compañía de Julio Martínez Santa Olalla, vistiendo el uniforme azul mahón28.

3. Entre las denuncias, la universidad, Rusia y el movimiento.

Con el fin de la guerra, llegó el momento de redimir viejas cuentas pendientes. En 1937, como un presagio de lo que ocurriría, el crucero Ciudad de Cádiz había sido torpedeado y hundido por el Ferrari, un submarino de la Italia fascista29. Carlos Alonso del Real delató a su viejo compañero de instituto y universidad Julián Marías, acusándolo de colaborar con el diario Pravda, acompañar voluntariamente a bandidos rojos y realizar acciones de propaganda30. Marías, al que le habían llegado rumores sobre la acusación, fue detenido el 15 de mayo de 1939 y supo de la veracidad de sus fuentes a través de un encontronazo de su mujer con el propio delator, que le advirtió de que si Marías no vuelve a acordarse de que tiene una carrera podrá vivir, en otro caso lo hundiremos, porque gente como Ortega en España sobramos31. Por aquel entonces, la misma madre a la que del Real evoca como mujer de un trostkista y ensalzando el valor de los comunistas rusos, dirá que su hijo denunció a Marías porque la patria es la patria32. Otro de los viejos compañeros de Marías, también pudo escuchar de los labios de del Real: He metido a Marías en la cárcel y le van a salir 30 años. Pese a los esfuerzos de del Real, y a lograr contar con el apoyo de Santa Olalla en la denuncia33, la defensa de Marías convencida de la falsedad de los hechos logró el testimonio favorable al acusado del falangista Salvador Lissarague34, que encontró presiones en el tribunal para que no exculpase al reo35. Marías jamás llegó a creer que la excusa para aquella dolorosa traición fuera tan sencilla como la pura envidia36, y borró de su recuerdo para siempre al que había sido su amigo más querido, jamás volvió a mentar su nombre en sus memorias o evocaciones de juventud, al contrario que Alonso del Real, que si lo citaba37, aunque jamás volvieron a verse.

Tras este suceso, la carrera del joven doctor parecía abocada a la política y al mundo académico-cultural. Fue profesor ayudante en la Universidad Central entre 1939 y 1941,

27 Alonso del Real y Ramos, C.: Las ideas de la antigüedad clásica sobre la humanidad primitiva. Tesis doctoral inédita. Universidad Central. Madrid. 1940. 28 Caro Baroja, J.: Los Baroja (memorias familiares), Madrid, Taurus, 1972, p. 368; Mederos Martín, A.: <<Julio Martínez Santa-Olalla y la interpretación aria de la prehistoria de España (1939-945)>>, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, T. 69-70, 2003-2004, pp. 13-56 29 Marías Franco, J.: Op. Cit., 2002, p.144. 30 Marías Aguilera, J.: Op. Cit., 1988, p.275. 31 Carlos Alonso del Real gustaba incluirse entre los discípulos de Ortega: “Somos de la acreditada ganadería de Don Pepe Ortega”: Eiras Roel, A.: <<Recordando a un maestro>>, en Casal Rodríguez, A.: Op. Cit, 1996, V. I, p. 27. 32 La madre entendió o quiso disculpar a su hijo por la denuncia a Marías: La patria es la patria: Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.106. 33 Curiosamente Santa-Olalla logró salir de la checa ubicada en el ministerio de Fomento gracias a la mediación de Julián Besteiro, persona de la confianza de Julián Marías: Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.104. 34 Otros testigos de la defensa fueron Camilo José Cela y Soledad Ortega Spottorno: Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.105. 35 Ibíd, p.276. 36 Ibíd. 37 Eiras Roel, A.: Op. Cit., 27.

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pero entonces decidió pasar por una nueva prueba de fuego. Como otros tantos falangistas convencidos, él y su hermano Guillermo se alistaron en la División Azul. En el frente del Este combatieron contra aquellos hombres valientes, cuya madre vaticinaba que les iban a dar de palos, y a los que los dos hermanos encontraron no sólo valientes, también disciplinados y magníficamente instruidos38, un pueblo que se defendía, que no huía, contra el que era honroso luchar39. Tras su paso por Rusia entre julio de 1941 y el mismo mes de 1942, encontró las mieles del regreso heroico y de una renovada ascendencia política40, comenzó una etapa en la que su pluma y sus discursos comenzaron a ser requeridos en numerosos medios y ocasiones41. En esa época sus responsabilidades políticas fueron en aumento, el pasado divisionario cobró especial relevancia en su ascenso, su calidad de cuadro intermedio del falangismo era por él cumplimentada a través de su calidad de académico y sus amplios conocimientos culturales, no era difícil encontrar una sobrerrepresentación de jerarcas de FET de las JONS entre los asistentes a sus conferencias42; incluso durante el séptimo aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, fue el orador principal del acto organizado en Alicante por el Frente de Juventudes en su calidad de Jefe del Servicio Nacional de Formación43.

Esta actividad política, continuaba siendo compaginada por su participación el mundo de la intelectualidad falangista, a través de sus artículos en diversos medios de prensa escrita y su relación con el grupo Escorial dirigido por Dionisio Ridruejo44; así dedicó varios artículos en la revista El Español para glosar el contenido falangista del libro de Laín Estudios de Historia de la Medicina y de la Antropología Médica45, una labor tediosa pero que le permitió continuar ganándose el favor de las jerarquías46. Su participación en este diario nos mostró a un del Real moderadamente católico -quizá más de lo que nos podríamos esperar de un falangista-, y dispuesto a entrar en el debate político con el comunismo representado por la URSS y el estalinismo47. Su papel como defensor de la obra de Ortega cobró importancia en su prolija obra como columnista48, se pretendía entre sus naturales continuadores, aunque pese a ello no tuvo ningún reparo en atacar sin mesura a otro de los que él mismo consideraba miembros de la acreditada ganadería de don Pepe Ortega49, José Gaos ex rector de la Universidad Central durante la república y miembro del PSOE: traición a España, a la Hispanidad y a Europa que cometió este hombre al ponerse al servicio de la causa pro-soviética. Aquí no se trata 38 Ramos, F. [Alonso del Real y Ramos, G.]: División Azul, Madrid, Publicaciones Españolas, 1953, p.24. 39 Folgar de la Calle, J.M.: Op. Cit., 1996, p.1014. 40 Su grupo de educación política en la Academia Nacional de Instructores estuvo en su ausencia bajo la batuta del propio director de la academia, Julián Pemartín: ABC, 13/02/1942. 41 En su calidad de Jefe de Estudios de la Academia Nacional de Instructores y Mandos del Frente de Juventudes de FET de las JONS su ausencia en actos relevantes durante su etapa en la División Azul debía ser explicada en algunos actos de singular importancia, una ausencia que era jaleada por los asistentes: ABC, 19/08/1941, p.7. 42 P. Ej.: A su conferencia “Meditaciones de un soldado de Europa” asistieron: Pilar Primo de Rivera, Laín Entralgo, Jesús Suevos, Julián Pemartín, diferentes cuadros del SEU y el Frente de Juventudes, además de representantes de las principales instituciones culturales alemanas e italianas en el país: ABC, 17/12/1942, p.12. 43 ABC, 20/11/1943, p.16. 44 Juliá, S.: Op. Cit., p. 349. 45 Laín Entralgo, P.: Estudios de Historia de la Medicina y de la Antropología Médica, Madrid, Escorial, 1943. 46 El Español, 1943, Nº36, p.11; Nº37, p.10.; Nº40. p.10. 47 El Español, 1943, Nº48, p.3. 48 <<Otra vez Ortega>>, Alférez, Nº21, 1/10/1948, p.4. 49 Eiras Roel, A.: Op. Cit., p.27.

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de ninguna política de manga ancha, de esas de que tanto se abusa ahora y que tan mal resultado dan. Aquí no se trata de una persona, se trata de un pensamiento, se trata de valorar debidamente un hecho intelectual, tanto más valioso cuanto que se ha producido partiendo de la posición espiritual de un enemigo total e irreductible50. Gaos, pese a su destacado papel intelectual, al magisterio de Ortega y a las virtudes que él mismo le reconocía, era un traidor con el que no se podía tener ningún tipo de consideración, y calificaba irónicamente su condición de exiliado como de emigrado51. Para Carlos Alonso del Real en 1948 aún no había acabado la guerra, seguía existiendo un enemigo contra el que no cabían contemplaciones.

A lo largo de los años cuarenta también colaboró en numerosas ocasiones con la revista La hora. Semanario de los estudiantes españoles, aunque en 1944 había alcanzado la edad de 30 años. Pese a su condición de camisa vieja, excombatiente, exdivisionario, y a su relación con grupos de poder falangista, su carrera política comenzó un lento declive que llegaría a su cénit en la década de 1950. En La hora colaboro con un amplio número de representantes de su generación entre los que ahora cabían no sólo los viejos camaradas, también se abrió la puerta a una progresiva pluralidad ideológica52. En su consejo de redacción compartió responsabilidades con otro joven que había sido deslumbrado por el contenido revolucionario del falangismo en su juventud Carlos París Amador53, con el que más tarde se reencontraría en la Universidad de Santiago de Compostela.

No le faltaron ocupaciones, su papel en el Frente de Juventudes le llevó a dedicarse también a cultivar el verso, siendo autor de algunas de las más características piezas del cancionero que debían entonar sus miembros: Nuestras escuadras jóvenes, Canción del Campamento Ordoño II y A la voz del capitán, son algunas de las obras de su autoría54. Durante aquellos años compaginó su dedicación al proselitismo falangista con una carrera profesional paralela; pese a haber abandonado la actividad docente como ayudante de clases prácticas en la Universidad Central para combatir en Rusia, desde 1939 hasta su llegada a Santiago de Compostela, y gracias a su principal promotor académico, Julio Martínez Santa Olalla, fue secretario de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, ejerciendo a la vez como vicedirector y conservador del Seminario de Historia Primitiva del Hombre, además de conservador en el Museo de la Fuente del Berro. Esto le permitió emprender diferentes excavaciones arqueológicas por toda la península y Marruecos. Este alto número de cargos, sin embargo, no facilitaban la subsistencia económica55, tuvo que ejercer también como profesor del Instituto Ramiro de Maeztu (1945), y gracias a su falangismo en la Escuela de Mandos de la

50 <<Un texto de la emigración>>, Alférez, Nº 14, 30/04/1948, p.12. 51 Ibíd. 52 Juliá, S.: Op. Cit., p.425. 53 París Amador, C.: Memorias sobre medio siglo: de la Contrarreforma a Internet, Barcelona, Península, 2006. 54 Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.114. 55 “Transcurridos más de dos años sin que el Sr. Alonso del Real, como nadie de esta Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, haya percibido ni un céntimo de sus gratificaciones, correspondientes, puesto que en ningún sitio se dice que estos cargos, como el sostenimiento de la Comisaría General, sean gratuitos”: Díaz-Andreu, M.; Ramírez Sánchez, M.E.:<<La comisaría general de excavaciones arqueológicas (1939-1955). La administración del patrimonio arqueológico en España durante la primera etapa de la dictadura franquista>>, Complutum, Nº12, 2001, p.330.

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Sección Femenina, donde impartió los cursos de Historia de las ideas políticas e Interpretación de la Historia56.

Conforme iba finalizando la década de 1940 y empezando la de 1950, Alonso del Real fue abandonando su protagonismo político y centrándose en sus investigaciones, sus lecturas, el cine, la vida social del contexto cultural madrileño de la época y su papel en el grupo Escorial57; así como intentando asentar su posición en la universidad, a la que había regresado como ayudante de clases prácticas en 1951, seguramente intentando romper su dependencia de Martínez Santa Olalla. Pese a ello, en 1949 aún nos encontramos ante un viejo falangista capaz de continuar incidiendo en la actualidad del mensaje de José Antonio, en lo adecuado de la revolución nacional-sindical, un viejo falangista que recurre al discurso original y hace autocrítica de lo sucedido desde la muerte del fundador: acaso los que le hemos seguido nos estamos volviendo -¿o nos hemos vuelto ya?- parte, parcialidad, partido. Lo contrario de lo que él quería. Que Dios nos lo demande58. El recuerdo del mártir, y la biografía de José Antonio, con sus contradicciones, sigue plenamente vigente para Alonso del Real, quizá esas dudas sobre el carácter de la falange posterior a la guerra civil, y a la caída definitiva del fascismo en Europa, sean el presagio de su progresiva separación de sus orígenes ideológicos.

Ya en 1954, intentando huir de la sombra de su mentor, se presentó a la cátedra de historia de las religiones de la Universidad Central; aunque perderá el concurso frente a Ángel Álvarez de Miranda59, contó con el apoyo del exjonsista gallego Santiago Montero Díaz60, que le otorgó su voto favorable61, el mismo que había sugerido a Martínez Santa Olalla que continuara en la Universidad de Zaragoza para todo lo que no fuera intentar ganar una plaza de prehistoria y, de paso, facilitándole el camino a del Real. Su relación con el exjonsista será siempre fluida, y probablemente sea para él un ejemplo de fidelidad a los paradigmas revolucionarios originales del fascismo español, como él su viaje de ida y vuelta acabará alejándolo completamente del oficialismo y acercándolo a los movimientos estudiantiles contrarios al régimen62.

Su inquietud universitaria, ya rozando la cuarentena, sobrepasó el interés por alcanzar la condición de catedrático; en aquellos años comenzó a granjearse una acusada fama de heterodoxo, también en lo político, cuestión que causó gran inquietud entre las autoridades académicas, e incluso policiales; al igual que otros camisas viejas y antiguos falangistas revolucionarios fue sospecho de haber ingresado en la FUE63. En este contexto, en el que su pérdida de influencia y su visión política le habían hecho replantearse su posicionamiento ideológico y para con el régimen, sus inquietudes 56 VV.AA.: Op. Cit., 1993, p.1. 57 Moreno Fonseret, R.; Sevillano Calero, F. (eds.): El franquismo. Visiones y balances, Alicante, Universidad de Alicante, 1999, p.40. 58 Alonso del Real, C.: <<José Antonio. Sobre el sentido de una muerte>>, Generación, 01/12/1949. 59 Parece que el prehistoriador no guardó ningún tipo de rencor hacia el ganador de la plaza: Alonso del Real, C.: «En campos de zafiro pace estrellas (a propósito de Ritos y juegos del toro de Álvarez de Miranda)», Cuadernos Hispanoamericanos ,Nº163-164, 1963, pp. 285-293. 60 Díez de Velasco, F.: <<Ángel Álvarez de Miranda y la cátedra de historia de las religiones de la Universidad de Madrid: un proyecto truncado>>, BANDUE. Revista de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, Nº1, 2007, p.107. 61 Ibíd. P. 86. 62 Núñez Seixas, X.M.: Op. Cit., 63 Fernández-Montesinos Gurruchaga, A.: <<Los primeros pasos del movimiento estudiantil>>, Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, V.12, Nº1, 2009, p.17.; Id. Hijos de vencedores y vencidos: Los sucesos de febrero de 1956 en la Universidad Central. Tesis de Máster inédita. Universidad Complutense. Madrid. 2009.

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intelectuales también pasarán a centrarse en la Universidad, como si su mundo se hubiera hecho más pequeño64. Ya entonces comenzó una labor que continuaría después en Compostela, la organización de actividades culturales y debates dentro de la comunidad universitaria -en su etapa madrileña dentro del Colegio Mayor Santa María, del SEU, y en Santiago en el San Clemente-.

4. 1955-1981: Santiago de Compostela

El 8 de febrero de 1955, a punto de cumplir cuarenta y un años, gana por fin una Cátedra, y firma el certificado de adhesión al régimen indispensable para ejercerla. Pero lo hará lejos de Madrid, en una universidad de provincias considerada como de entrada, ideal para buscar lugares más atractivos a los que trasladarse después de un tiempo prudencial en ella65, alejada de su núcleo madrileño y de la mujer con la que se había casado, María Ana Manteola Cabeza, que continuaría viviendo en Madrid66. Sin embargo, esta Universidad de Santiago de Compostela se convirtió en su hogar hasta que su retorno a Madrid, ya al borde de la jubilación, y fue donde dejó una mayor pisada intelectual, social y humana.

En 1955 la Universidad de Santiago de Compostela era una universidad pequeña y aislada, de paso. Mientras el ayuntamiento de la ciudad realizaba gestiones para inhumar a José Calvo-Sotelo en el interior de la Catedral67, los periódicos locales encontraban de interés lo que ocurría en la universidad: una conferencia de José María Pemán en el Colegio Mayor “La Estila” propiedad del Opus Dei68, el curso que la cátedra de derecho político había organizado para celebrar el centenario del nacimiento de José Canalejas69, el nombramiento del catedrático70 y teniente de alcalde Manuel Lucas Álvarez como director del Colegio Mayor Generalísimo Franco71, la próxima construcción de un bloque de viviendas para los catedráticos72, y la espera impaciente que el claustro de la universidad y las autoridades compostelanas hacían de su nuevo catedrático Alonso del Real73.

64 “La Universidad es débil socialmente y políticamente nula, […] Hay que enseñar a la gente a divertirse […] Hay que despertar el gusto y la aptitud por cierto género de cosas […] hay que enseñar a leer, a ver cine, a oír música”: Alcalá, Nº68, 25/03/1955. 65 París Amador, C.: Op. Cit., p.91. 66Once años más joven que su marido, formaba parde de una familia acomodada, su hermano fue asesinado en el Madrid republicano, llegó a registrar algunas patentes, nunca tuvieron hijos y según varias fuentes su matrimonio fue complicado, murió en Madrid en agosto de 2001: Registro patentes: ES0254444 A1 y U0210350; Dirección General de Información: La dominación roja en España. Causa General, Madrid, Publicaciones Españolas, 1961.; Hidalgo Navarro, R.: Op. Cit., p.166.; ABC, 02/08/2001, p.61. 67 El Correo Gallego, 12/02/1955. 68 El Correo Gallego, 13/02/1955. 69 El Correo Gallego, 19/02/1955. 70 El Correo Gallego, 09/02/1955. 71Felizmente hoy ha recuperado el nombre de su promotor, el diputado y rector durante la etapa republicana, Alejandro Rodríguez Cadarso: Velasco Martínez, L.: <<Espacios de memoria en la ciudad de Santiago de Compostela: el Campus Universitario>>, en VV.AA.: Congrés Internacional "Espai urbà, memòria i ciutadania". Restauraciones, transmisiones i resignificaciones del patrimonio democrático, Barcelona, UAB, 2011. [Recurso electrónico] 72 El Correo Gallego, 12/02/1955. 73 El Correo Gallego, 24/02/1955.

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Nada más tomar posesión de su cargo, el flamante catedrático se instaló en el Colegio Mayor San Clemente74, en el que vivirá hasta su regreso a Madrid en 1981. El colegio, dependiente del SEU, era dirigido en aquellas fechas por un viejo compañero de sus tertulias en el Madrid de la década de 1940, el joven catedrático de Filosofía Carlos París Amador75, otro exfalangista desengañado que acabaría militando durante los años de la transición en el PCE. Éste, había sido nombrado para el cargo por el ministro aperturista Joaquín Ruiz-Giménez Cortés. Carlos París, relata como su llegada a Santiago de Compostela en 1951 supuso un contacto con un SEU muy alejado del falangismo revolucionario que se podía respirar en algunos ambientes madrileños en los que coincidía con del Real, en su nuevo círculo falangista el mono azul de operario era desdeñado76, por lo que en 1955 recibió con agrado a su viejo camarada, aunque el proceso de desfascistización de ambos ya había comenzado77.

El Opus Dei contaba con un alto número de sus miembros entre el personal docente de la Minerva compostelana: Álvaro D’Ors, López Rodo, López Amo, Federico Suárez, Juan Jordano; un grupo que restaba influencias a los escasos grupos carlistas y a los más numerosos falangistas. En una Galicia en la que Falange se encontraba asociada a la represión no se conocía ningún tipo de falangismo revolucionario o crítico. La impopularidad social del falangismo se trasladaba al ámbito universitario de manera semejante, el SEU contaba con escasas simpatías, un odio que era acrecentado entre el estudiantado por las prácticas nepotistas y el conocido clientelismo que se movía en su entorno78. Para alguien llegado del ambiente madrileño, donde las diferencias doctrinales entre falangistas revolucionarios y el régimen seguían aumentado, y en el que algunos falangistas se declaraban antifranquistas e incluso organizaban grupos residuales de oposición interna79, era difícil encontrarse un panorama político-intelectual más desolador que aquel en el que, carentes de una intelectualidad falangista propia, el único sentido de la organización era crear una red clientelar servil con el poder, cuando no aprovecharse directamente de los recursos a su alcance para hacer carrera política y/o académica80.

En ese ambiente, su residencia en un Colegio Mayor dirigido por un viejo aunque joven amigo, permitió a del Real gozar de una segunda juventud en la que disfrutó de la vida colegial y desarrolló aquellas premisas que había propuesto en la revista Alcalá: la formación cultural y la extensión universitaria. En un ambiente de camaradería con su alumnado y los colegiales, no dudaba en plantear el modelo universitario republicano como un ejemplo de aperturismo y de ideal pedagógico que debería ser recuperado81, a la par que fomentaba actividades culturales de diferente índole82, actividades

74 Su cátedra era de Prehistoria e Historia Universal de las Edades Antigua y Media y de Historia General de la Cultura (A. y M.), como él aseguraba tenía que enseñar a sus alumnos todo lo hecho por el hombre desde el paleolítico hasta hace cuatrocientos cincuenta años. 75 Actualmente catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente del Ateneo de Madrid. Fue yerno del intelectual galleguista y miembro de la RAG Fermín Bouza-Brey. 76 París Amador, C.: Op. Cit., p.65. 77 Gurriarán, R.: Inmunda escoria : a universidade franquista e as mobilizacións estudantís en Compostela, 1939-1968, Vigo, Xerais, 2010, p.117. 78 Gurriarán, R.: Op. Cit., 2010, p.97. 79 Ibíd., p.62. 80 Ibíd., p.92. 81 Ibíd., p.36, p.87. 82 Ibíd., p.96-97.

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deportivas83, entre otras diversiones propias del ambiente festivo y juvenil de una universidad84. Era pues, un modelo de catedrático muy poco corriente para aquella Compostela troyana a la que había ido a parar85, cercano y especialmente abierto a la crítica y a la discusión.

Pese a que su falangismo revolucionario se fue apagando, no paró de colaborar como conferenciante con el SEU, tampoco dejó de recordar su paso por las trincheras de España y Rusia86, trufando sus pláticas de simpáticas anécdotas que ayudaron a hacer de él un profesor querido y popular. Pese a su pasado comprometido, no sólo con el régimen, sino también con el fascismo, su aura era indiscutible, al contrario de lo que ocurría con otros ejemplos del profesorado compostelano, ortodoxamente afines al franquismo y a la figura de su líder.

A lo largo de su primera década en Santiago se desarrollará en sus concepciones ideológicas los cambios más profundos, aquel joven fascista que quemó libros darwinistas vestido con camisa azul y correajes junto a Martínez Santa Olalla, organizó junto a su camarada París y al lector de portugués de la Universidad87 un ciclo de conferencias en homenaje al centenario de la publicación de El origen de las especies88. El antimarxista que había atacado a José Gaos a finales de la década de 1940, organizó el primer ciclo de conferencias sobre Marx y su obra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela, con un gran éxito de público89. No en vano, el materialismo histórico y las corrientes historiográficas marxistas habían adquirido para él un renovado interés90 que le llevaría a guardar un alto concepto de la obra de Marx y a revalorizar su vigencia científica91.

Este proceso de desapego al régimen y a sus fórmulas ideológicas y de inculturación continuó a lo largo de la década de 1960; acabó por bautizar al régimen franquista como el Francato, con cierta sorna92, pero mantuvo su participación en los actos del SEU93, y continuó viviendo en un colegio adscrito al mismo, pero siempre desde sus particularismos, así impartió de esperanto dentro del colegio94, dictó conferencias

83 Su completa falta de interés en el deporte parece indicar un interés por alcanzar la integración: Ibíd., p.97. 84 Las carreras de burros que anualmente se continúan celebrando en el Colegio Mayor San Clemente fueron inauguradas por Carlos Alonso del Real y Carlos París: Ibíd., 85París Amador, C.: <<La Compostela de los cincuenta>>, en Agís Villaverde, M.; et alii (Coords.): La filosofía y sus márgenes: homenaje al profesor Carlos Baliñas Fernández, Santiago de Compostela, USC, 1997, p.71. 86Su anécdota más recurrente fue su nombramiento como Alcalde de un pueblo en Rusia durante el año que pasó destinado en la División Azul gracias a sus conocimientos del idioma ruso. P. Ej.: Bouza Álvarez, J.L.: <<Santiago Montero>>, El Correo Gallego, 06/11/2012 87 Carlos Eduardo Bastos de Soveral. 88 París Amador, C.: <<Darwim en Compostela>>, en Díaz-Fierros Viqueira, F.: O darwinismo e Galicia, Santiago de Compostela, USC, 2009, pp. 251-252. 89 Ibíd. 90 Alonso del Real y Ramos, C.: <<Autobiografía>>, en Rodríguez Casal, A.: Op. Cit., p.16. 91 Durante los primeros años de la década de 1970, ante el discurso de un alumno militante que el propio del Real consideró una vulgarización del mensaje de Marx: “Cuarenta años estudiando el marxismo para que usted venga ahora a hacer aquí marxismo de tebeo”, López Pazos, C.X.: <<Un mestre que repartía coñecemento. Carlos Alonso del Real ven de morrer en Madrid>>, A Nosa Terra, Nº553, 1993, p.23. 92 Ibíd. 93P.ej.: Conferencia: ¿Está la Universidad llamada a desaparecer? (1961), Gurriarán, R. (Coord.): De gaudeamus igitur a venceremos nós, Santiago de Compostela, USC, 2006. 94 Gurriarán, R.: Op. Cit., 2010, 191.

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centradas en los roles de género95, organizó ciclos de poesía social en los que se recitaba a Miguel Hernández, José Hierro, Blas de Otero y Miguel Celaya96, logró que se celebrara un homenaje en el veinticinco aniversario de la muerte de Antonio Machado en el que participó Montero Díaz y en el que se recitó a Alberti97, etc. Se convirtió en un personaje familiar para el estudiantado, conocedor de su singularidad, de su pasado y de su presente, con ellos compartía innumerables tardes y noches de conversaciones y copas en los bares de la ciudad.

Durante los años finales de la década, particularmente 1967 y 1968, el clima de agitación universitaria fue creciendo. Participó de forma habitual en el cineclub del SEU y en su posterior escisión, junto con el profesor de la Escuela Normal Gonzalo Anaya Santos98, y logró que en alguna ocasión Santiago Montero Díaz participara en alguna de sus actividades culturales99. Todas las actividades en las que participaba estaban siempre plagadas de comentarios mordaces y referencias de actualidad con un cierto aire opositor, ejerciendo habitualmente como un enfant terrible de pasmosa cultura y agudeza entre el cuerpo de catedráticos, para regocijo de sus alumnos. En 1968, durante una charla suya titulada La evolución del hombre, no dejó pasar la oportunidad de enseñar al público su carné de Falange con la intención de explicar algo más que la teoría darwinista100, tampoco dejó de regocijarse cuando al pasar lista se encontró con un Jaime de Andrade en clase101. En aquel contexto llegó 1968 y estalló la situación, llegó una huelga universitaria que del Real apoyaría junto con un escaso número de sus colegas102, dejando claro, ya entonces, un sereno interés por la identidad gallega y sus formas culturales103; no en vano en 1966 se había podido encontrar su firma en el manifiesto Carta urgente a todos los gallegos en contra de la política de la empresa FENOSA y la construcción de presas, al lado del por aquel entonces cuadro de la Unión do Pobo Galego Xosé Luís Méndez Ferrín104.

Durante los últimos años del Francato, continuó actuando con cercanía a los alumnos, intermediando con la policía en su defensa105, frente a un jefe de policía al que enmotó como El Mulo106, enfrentándose con la policía107, llevando flores a una alumna herida en una carga policial108, etc. Aunque estas actividades se tradujeran en ocasiones en un trato hostil del alumnado más identificado por el franquismo durante los últimos años de la dictadura, especialmente en el Colegio Mayor en el que continuó viviendo, con su actitud aperturista y, en boca de muchos de sus alumnos y discípulos, demócrata, logró hacerse con el respeto, el cariño y la comprensión de su alumnado; que defendió su 95 Ibíd., 188. 96 Ibíd., p.222. 97 Ibíd., p.235. 98 También colaborador ocasional de El Español durante la década de 1940. 99 Álvarez Fontenla, P.: <<Por dentro da facultade de Ciencias>>, en Gurriarán, R. (Ed.): 1968 en Compostela. 16 testemuños, Santiago de Compostela, USC, 2010, p.68. 100 Ibíd., p.70. 101 Fernández Rodríguez, M.: <<A visión dun sentimental: de Santiago a "Tegus" pasando por Valencia e Parga>>, en Guarriarán, R. (Ed.): Op. Cit., 2010, p.138. 102 González Casanova, X.A.: <<Un profesor catalán en la corte compostelana>>, en Guarriarán, R. (Ed.): Op. Cit., 2010, p.192. 103 Ibíd., p.195. 104 Reguera, A.: <<Castrelo de Miño: loita, represión, espolio, desastre humano, desastre ecolóxico>>, en Guarriarán, R. (Ed.): Op. Cit., 2010, p.314. 105 Folgar de la Calle, J.M.: Op. Cit., p.1012. 106 López Pazos, C.X.: Op. Cit., p.23. 107 Ibíd. 108 Ibíd.

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papel incluso en la época en la que era vicedecano de la facultad de Filosofía y Letras. De entre aquellos, muchos comenzaron una carrera académica bajo su dirección, siendo remarcable el alto número de tesis de licenciatura y tesis doctorales que dirigió hasta el día de su muerte.

5. Vuelta a Madrid y fin.

En 1981 logró el traslado a Madrid, la Universidad Central que él había abandonado en 1955 ahora era la Universidad Complutense de Madrid. Había intentando el traslado a Madrid en varias ocasiones anteriores109, con nulo éxito pese a su curriculum y años de servicio. Hasta su jubilación en 1984 ejerció como Director de su departamento de prehistoria, y mantuvo una estrecha relación con la Universidad de Santiago de Compostela, en la que continuó impartiendo docencia en los cursos de doctorado.

Fue un camino de ida y vuelta en lo académico, pero no en lo ideológico, la Universidad Central en la que se había socializado dentro de los círculos falangistas, y en la que había respirado la inculturación fascista, ya no existía. Tampoco muchos de sus contactos de aquella época mantenían aquellas posiciones, los que no habían muerto habían pasado por un proceso de desfascistización parecido al suyo, baste recordar a todo el grupo Escorial en el que había estado involucrado. Desde que se marchara de Madrid, pasó a ser un federalista extremadamente receptivo a la identidad cultural gallega, pese a su mejorable dominio del idioma110, y un hombre abierto que era capaz de tener amigos en la embajada soviética de Madrid pese a la facilidad con la que contaba anécdotas de su paso por la División Azul, o con la que enseñaba su vetusto carné de Falange111.

Parece que entre sus cercanos sólo su hermano Guillermo continuó mostrando una abierta hostilidad hacia las novedades que había ido trayendo la democracia al país112, incluso el hijo de éste fue elegido Senador por Cádiz como independiente dentro de las listas del PSOE en la legislatura constituyente113. Pero, pese a todo, él nunca negó la influencia fascista bajo la que se formó, ni la trascendencia que ésta tuvo a lo largo de su vida, él siempre se mantuvo fiel a cierto estilo fascista114.

6. Conclusiones: Fascismo y desfascistización en la universidad española: el viaje de una generación.

Personajes como Alonso del Real son especialmente interesantes para entender el proceso ideológico de ida y vuelta que se dio en un número nada desdeñable de fascistas españoles. En su caso, nos sirve también para entender el papel capital de la universidad de la república en cuanto a lugar de inculturación y socialización fascista, y viceversa durante la etapa franquista. Las mismas redes que podían haber facilitado lo uno, años después y en un ambiente de represión, podían permitir lo contrario, pero, ¿por qué? En el caso de del Real la respuesta puede ser sencilla: podía.

109Díez de Velasco, F.: Op. Cit., p. 122. 110 Folgar de la Calle, J.M.: Op. Cit., 1011. 111 Ibíd. 112 Alonso del Real y Ramos, G.: <<Hay algo más que el divorcio>>, Fuerza Nueva, N775, 14/01/1981, pp.38-39. 113http://www.senado.es/web/composicionorganizacion/senadores/composicionsenado/fichasenador/index.html?legis=0&id1=12000 114 Alonso del Real y Ramos, C.: <<Autobiografía>>, en Rodríguez Casal, A.: Op. Cit., p.16.

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Al romper con los círculos más genuinamente adeptos al régimen -Santa Olalla por ejemplo- y no con el de los disidentes falangistas que recorrieron el mismo camino ideológico que él –grupo Escorial, Montero Díaz, Carlos París, etc.-, en un contexto en el que sus ventanas de oportunidades políticas dentro del régimen se cerraron, y mientras su frustración ante la revolución pendiente aumentaba, la concatenación de acontecimientos acabó logrando romper sus nexos con el régimen en cuanto a teórico heredero político del fascismo en el que él había militado115. De la misma forma, esta ruptura, sumada a su paso a nuevas áreas de influencia política y a nuevos contextos de socialización e inculturación, permitió una revisión crítica de su propio pasado que de otra forma podría haber sido mucho más dificultosa.

Desconocemos si, tal como cita Javier Marías, llegó a presumir de izquierdista116, pero desde luego su actitud tuvo un cambio nada desdeñable entre 1936 y 1968 que merece ser analizado y contextualizado para poder ser entendido. Probablemente para estudiar este tipo de procesos sea necesario plantear una investigación prosopográfica que nos permita comparar trayectorias semejantes, por lo menos, en los puntos de partida y llegada, especialmente en el marco de la universidad española, o de algunos colectivos más específicos como los que hemos citado a lo largo de este trabajo: los prehistoriadores o los arqueólogos españoles podrían ser un ejemplo.

115 Laín Entralgo, P.: Op. Cit., pp.283-284. 116 Marías Franco, J.: <<El padre>>, El País, 16/06/1994.; Id.: Op. Cit., p.195. Tampoco queremos entrar a valorar su papel en la denuncia de Julián Marías, entendemos que es trabajo para la psicología de la violencia y la historia social de la guerra.

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FALANGE SIN FASCISMO: PROPUESTAS PARA LA HISTORIA DE FET DE

LAS JONS TRAS 1945

Claudio Hernández Burgos Universidad de Granada

La presente comunicación tiene como objetivo principal esbozar posibles

caminos para la investigación de FET de las JONS tras el derrumbamiento de los

fascismos europeos. Con ello trato de advertir de la que, en mi opinión, ha sido una de

las grandes carencias de la historiografía dedicada al análisis del fascismo español y, en

especial, al estudio de Falange: el evidente desequilibrio entre los trabajos que han

examinado al partido en los años de la posguerra y el de los que han abordado la

evolución del mismo desde la II Guerra Mundial hasta el hundimiento de la dictadura

franquista. Un déficit que encuentra su justificación parcial en la escasez de fuentes

documentales relativas al los últimos veinticinco años del régimen, pero que no oculta

que los historiadores que se han ocupado del funcionamiento, la estructura, la evolución

interna y el papel de Falange en España han podido y pueden hacer más por conocer la

historia del falangismo español después de 1945.

A fin de una mayor claridad expositiva, he estructurado el siguiente texto en dos

partes. En la primera de ellas, haré un breve recorrido por el modo en que los

investigadores se han acercado al estudio de FET de las JONS, señalando someramente

los principales logros obtenidos y el buen nivel alcanzado en el conocimiento de

muchos aspectos esenciales para la comprensión de la naturaleza y funcionamiento del

partido fascista español. Y, en segundo lugar, señalaré algunas vías –transitadas ya por

algunos trabajos– que, a mi juicio, podrían resultar interesantes para el análisis de esa

“Falange franquista” que ocupó la mayor parte de los años de vida del régimen. Para lo

cual, considero que puede resultar más útil una perspectiva “a ras de suelo”, que nos

informe de la dinámica del partido a nivel provincial y local y de los instrumentos que

empleó tanto para mantener resortes de poder e influencia social como para tratar de

atraer a la ciudadanía hacia sus postulados ideológicos y sus planteamientos políticos.

De esta forma, creo que podremos perfilar mejor los límites de la fascistización

alcanzada por el régimen, la evolución de la desfascistización de la dictadura y los

cambios y permanencias en la identidad fascista de FET de las JONS.

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La centralidad del fascismo: fortalezas y debilidades de la historiografía

sobre Falange

Lógicamente, el espacio disponible en esta comunicación no es suficiente para

siquiera citar los numerosos trabajos que se han encargado del estudio de Falange,

incluso aun restringiendo nuestra mirada a la historia del Partido tras el Decreto de

Unificación de abril de 1937. Aquí solo señalaré algunos de los principales focos de

atención de los investigadores ocupados de la historia del partido fascista español. Un

recorrido que tendría que partir del reconocimiento de una ausencia de consenso entre la

comunidad de historiadores sobre el peso y el lugar ocupado por el fascismo durante los

casi cuarenta años de dictadura. Porque lo cierto es que, aunque hoy en día la mayor

parte de las investigaciones reconocen la importancia del fascismo dentro del régimen

de Franco, siguen existiendo posturas enfrentadas entre quienes consideran que

podemos calificarlo como fascista y los que, por el contrario, sostienen que ha de

entenderse como una dictadura fascistizada.1

Hoy en día podemos afirmar que tenemos una visión muy completa de bastantes

aspectos del fenómeno fascista durante el franquismo. Ello ha sido posible gracias –

aunque no solo– a los avances realizados en dos direcciones fundamentales. En primer

lugar, son considerables los trabajos que han analizado las raíces sociales y los orígenes

culturales del fascismo español. Diversos investigadores han tratado de rastrear los

gérmenes que posibilitaron su surgimiento en España y examinado con detenimiento la

evolución de las culturas políticas de las derechas españolas para detectar la relación, la

"contaminación" y los choques existentes con la revolución palingenésica defendida por

estos nuevos movimientos de masas.2 Junto a éstos, han sido numerosos los estudios

sobre los fundamentos intelectuales del fascismo español, centrados tanto en el análisis

de los perfiles biográficos de sus principales ideólogos como en el desentrañamiento de

1 Estas dos visiones pueden verse respectivamente en: CASANOVA, Julián et al. El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Madrid, Siglo XXI, 1992; y SAZ, Ismael. “Les peculiaritats del feixismo espanyol", Afers, 25 (1996), pp. 623-637 y su libro Fascismo y franquismo, Valencia, PUV, 2004 2Entre otros, pueden verse desde clásicos como JIMÉNEZ CAMPO, Javier. El fascismo en la crisis de la Segunda República. Madrid, CIS, 1979; a los más recientes de: SAZ, Ismael. “Paradojas de la historia, paradojas de la historiografía. Las peripecias del fascismo español”, Hispania, 207 (2001), pp. 143-176; y GALLEGO, Ferrán y MORENTE, Francisco (eds.). Fascismo en España: ensayos sobre los orígenes culturales del franquismo. Barcelona, El Viejo Topo, 2005.

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los pilares fundamentales del pensamiento falangista.3 Y, por último, algunos

investigadores han enmarcado adecuadamente el franquismo en el contexto más amplio

del surgimiento de los regímenes fascistas y fascistizados en la Europa de entreguerras,

mostrando la impregnación recibida por su ideología, lenguajes, liturgias y políticas, así

como la importancia de la experiencia bélica para su nacimiento y consolidación.4

El otro gran foco de atención de las investigaciones sobre el partido único se ha

centrado en el papel de la organización durante la posguerra, analizando su

implantación a nivel provincial, el funcionamiento de las diferentes delegaciones bajo

su control o las relaciones con las otras fuerzas del régimen franquista. En primer lugar,

hoy son mejor conocidos los instrumentos y organismos empleados por Falange para

aumentar su poder en el interior de la dictadura y tratar de sumar nuevos efectivos a sus

filas.5 En segundo lugar, se han descrito claramente las luchas de poder entabladas por

los miembros de FET de las JONS tanto con los integrantes de otras organizaciones

políticas como con otros hombres que figuraban al frente de los puestos de mando

nacional, local y provincial. Gracias a su análisis, conocemos mejor la difícil

convivencia entre los diferentes componentes del régimen y la evolución de las

dinámicas de poder durante los años cuarenta.6 Finalmente, tenemos una noción más

completa de la estructura de la Falange de posguerra, debido a trabajos encargados de

examinar el perfil sociopolítico de quienes se afiliaron a la organización y la

composición de las gestoras locales y provinciales de diferentes puntos del país.7

3Por ejemplo: PENELLA, Manuel. La Falange teórica. Barcelona, Planeta, 2006; o IAÑEZ, Eduardo. No parar hasta conquistar. Propaganda y política cultural falangista: el grupo Escorial (1936-1986). Oviedo, Trea, 2011. 4ALCALDE, Ángel. “1914 y 1936: ‘culturas de guerra’, excombatientes y fascismos en Francia y España durante el periodo de entreguerras”, Amnis, 10 (2011); PAREJO, José Antonio. “De puños y pistolas, Violencias fascistas y violencia falangista”, Ayer, 88 (2012), pp. 125-145. 5 SESMA LANDRIN, Nicolás. “Propaganda en la alta manera e influencia fascista. El Instituto de Estudios Políticos (1939-1943)”, Ayer, 53 (2004), pp. 155-178; PEÑALBA, Mercedes. Estado y Partido. La evolución de la Secretaría General del Movimiento (1937-1945). Tesis doctoral inédita, Pamplona, Universidad de Navarra, 2010. 6 SANZ ALBEROLA, Daniel. “Jefatura Provincial de FET de las JONS y Gobierno Civil en Alicante: la Unión Personal”, Actas del II Encuentro de Investigadores sobre el franquismo. Alicante, Instituto Alicantino Juan Gil-Albert, 1995, Vol. II, pp. 215-224; GARCÍA RAMOS, Domingo. “Conflictos entre FET y de las JONS y el Gobierno Civil en Palencia (1939-1943)”, Actas del VI Encuentro de Investigadores sobre el franquismo, Zaragoza, CCOO, 2006, pp. 34-47; y GELONCH SOLÉ, Josep. Falange i poder. Lleida durant la dictadura franquista. Tesis doctoral, Lleida, Universitat de Lleida, 2010. 7 GONZÁLEZ MADRID, Damián. La Falange Manchega (1939-1945). Política y sociedad en Ciudad Real durante la etapa «azul» del primer franquismo. Ciudad Real, Diputación de Ciudad Real, 2004; PAREJO, José. Antonio. Las piezas perdidas de la Falange: el sur de España. Sevilla, Universidad de Sevilla, 2008; y SANZ HOYA, Julián. La construcción de la dictadura franquista en Cantabria. Santander, Universidad de Cantabria, 2009.

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Por supuesto, otros muchos aspectos han llamado la atención de los

investigadores interesados en la historia de FET de las JONS, dando lugar a trabajos que

han permitido dibujar un panorama muy alentador. Pero, en la gran mayoría de las

ocasiones, los estudiosos del fascismo español han optado por reducir la cronología de

sus investigaciones al periodo del nacimiento y llegada al poder político de la

organización falangista, ignorando la trayectoria del partido desde 1945 hasta su

desaparición. Esto se ha traducido en un evidente desequilibrio temporal que, lejos de

ser subsanado, ha continuado arrastrándose hasta el presente por los trabajos centrados

en el partido fascista español.8

Tomemos como prueba de lo dicho las aportaciones del reciente encuentro

organizado en Zaragoza a finales de 2011 y titulado Falange: las culturas políticas del

fascismo en la España de Franco, en el que algunos de los más destacados

investigadores del fascismo en España trataron de esclarecer el peso de FET de las

JONS y de la ideología fascista en el régimen franquista. Aunque los organizadores del

congreso señalaron explícitamente que uno de los principales objetivos era el de

“recapitular la investigación de los últimos años sobre el aparato político del falangismo

hasta el final del franquismo y también sobre su influencia social y cultural en la

sociedad de la transición”, los trabajos presentados por los investigadores no

respondieron, en general, a las metas marcadas. De las treintaicinco comunicaciones

aceptadas, veinticuatro se ocuparon en su totalidad de aspectos correspondientes al

periodo 1933-1945 y únicamente siete de ellas escogieron un marco temporal posterior

a la II Guerra Mundial.9 Una norma que se repite permanentemente en los textos

presentados en Encuentros de Investigadores sobre el franquismo o en otros congresos

ocupados del fascismo o de la historia del siglo XX español.

A pesar de lo dicho, mentiríamos si afirmásemos que el vacío para este periodo

es absoluto. Hoy en día, contamos con diversos estudios que se han encargado de

analizar el papel del falangismo en la cultura de la España de los años cincuenta, los

enfrentamientos sostenidos por las fuerzas políticas del régimen a raíz de los proyectos

de institucionalización del Movimiento capitaneados por José Luis de Arrese, las

disidencias internas dentro del falangismo en los años sesenta o el proceso de creación

8Algo que ha sido puesto de manifiesto en THOMÀS i ANDREU, Joan Maria. “Los estudios sobre las falanges (FE de las JONS y FET de las JONS): revisión historiográfica y perspectivas, Ayer, 71 (2008), pp. 293-318. 9Las comunicaciones pueden consultarse en RUIZ CARNICER, Miguel Ángel (ed.). Falange: las culturas políticas del fascismo en la España de Franco, Zaragoza, PUZ e IFC, 2013 (en prensa).

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del “búnker” político conformado por las fuerzas de la extrema derecha en el

tardofranquismo.10 Pero, en su mayoría, se ha tratado –y ahí reside, a mi juicio, el otro

gran reto pendiente de la historiografía sobre FET de las JONS– de investigaciones

excesivamente enfocadas “desde arriba”, que han abordado brillantemente las disputas

de la intelligentsia falangista con otras “familias” del régimen y el fracaso del proyecto

político en las altas esferas del poder franquista, pero que han dejado de lado aspectos

de enorme interés para calibrar el verdadero alcance del proyecto fascista en España.

La escasez de estudios sobre la Falange postfascista y de trabajos que aborden

“desde abajo” el papel de FET de las JONS de 1945 en adelante solo resulta explicable

si pensamos o bien que los especialistas han considerado que el fascismo constituyó un

fenómeno marginal en la España posterior a la II Guerra Mundial que no merece más

páginas de las recibidas hasta el momento, o bien que no han encontrado las fuentes

archivísticas necesarias para indagar con mayor profundidad en la historia de Falange

durante el periodo 1945-1975. Pero, en primer lugar, tanto los historiadores que han

concebido el régimen de Franco como fascista, como aquellos que lo han calificado

como una dictadura fascistizada, han subrayado el peso del fascismo hasta las

postrimerías del franquismo, han recordado las importantes áreas de poder conservadas

por Falange tras el declive de los fascismos y han advertido sobre la relevancia de su

apoyo para el sostenimiento del régimen franquista durante tantos años.11 Y, en segundo

lugar, pese a que la menor disponibilidad de fuentes para la historia de FET de las JONS

a partir de 1945 es, a grandes rasgos, un problema real, lo cierto es que existen –y así lo

han demostrado algunas investigaciones– caminos que pueden contribuir a mejorar

nuestro conocimiento del partido fascista español durante este periodo.

Creo que podemos hacer más por conocer la vida de Falange tras la caída de los

fascismos. Falta por analizar con mayor precisión las estrategias empleadas por la

organización para adaptarse al mundo sin fascismos posterior a la II Guerra Mundial,

por conocer mejor los mecanismos utilizados por el partido para intentar engrosar sus

apoyos sociales y examinar las continuidades y cambios en sus discursos y políticas

durante los años cincuenta y sesenta. Igualmente, debemos indagar en las razones por

10Véanse FERRARY, Álvaro. El franquismo: minorías políticas y conflictos ideológicos, Pamplona, Eunsa, 1993; y MOLINERO, Carme e YSÀS, Pere. La anatomía del franquismo: de la supervivencia a la agonía, 1945-1977. Barcelona, Crítica, 2008. 11Véase SAZ, Ismael. “Escila y Caribdis. El franquismo, un régimen paradigmático” en MELLON, Joan Antón (coord.). Orden, jerarquía y comunidad. Fascismos, dictaduras y postfascismos en la Europa contemporánea. Madrid, Taurus, 2002, pp. 159-196; o MARÍN, Martí. Els ajuntaments franquistes a Catalunya. Política y administració municipal, 1938-1979. Barcelona, Pagès Editors, 2000.

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las que algunos de estos elementos dejaron de ser útiles para el régimen y en las

dinámicas de desfascistización imùlsadas durante el tardofranquismo. Pero,

especialmente, pienso que es muy necesario acercar la mirada al funcionamiento del

partido “por abajo” y saber con certeza el poder real de Falange en las ciudades y

pueblos del país, donde convivía diariamente con los españoles corrientes.

¿Cómo acercarnos a la Falange posfascista? : una visión “a ras de suelo”

La pregunta que da título a este epígrafe no tiene en absoluto una respuesta

sencilla. De hecho, los párrafos que siguen no quieren ni pueden arrojar una solución

definitiva para las carencias detectadas en la historia de FET de las JONS más allá de

1945. Más bien, lo que pretendo aquí es destacar y profundizar en caminos ya

explorados por algunas investigaciones, sugerir ideas para futuros trabajos enmarcados

en los últimos años de la dictadura y exponer aquellas cuestiones que, a mi entender, no

han recibido toda la atención que merecen por parte de los historiadores interesados en

la historia del partido único. Para ello, pienso que uno de los enfoques más útiles de los

que podemos valernos–aunque por supuesto no es el único– es el de la historia desde lo

local. Desde esta perspectiva, podemos percatarnos de que, aunque la organización

falangista tuviera su centro de poder en Madrid o sus círculos culturales más influyentes

en otras ciudades importantes de la nación, en el día a día de los ciudadanos españoles,

Falange fue percibida como algo más cercano que formaba parte de la comunidad.

Fueron las concentraciones, manifestaciones y actos políticos organizados por las

jefaturas locales o provinciales del partido los experimentados y “representados” –ya

fuera desde los márgenes de la celebración o desde el interior de las ésta– por los

españoles de a pie que vivieron en la España de Franco. Y, por último, fue en este

ámbito donde los ciudadanos sintieron el poder de las delegaciones, instituciones y

organismos dependientes de FET de las JONS, pasando a formar parte de ellos en

muchas ocasiones y resistiéndose otras veces a lo que consideraban una invasión de sus

vidas. Por ello, conocer lo que sucedía en las ciudades y pueblos españoles de 1945 en

adelante resulta fundamental para rastrear las múltiples similitudes, pero también las

notables diferencias, que presentaron los discursos, las prácticas y hasta la propia

identidad falangista en los niveles nacional, provincial y local durante el franquismo.12

12Véanse las reflexiones de CARASA “El giro local”, Alcores, 3 (2007), pp.13-35.

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Algunas investigaciones han señalado acertadamente las negativas

consecuencias que para Falange supuso el ocaso de la Italia fascista y de la Alemania

nazi. Aunque Franco nunca llegó a plantearse seriamente deshacerse de los “azules”, lo

cierto es que los falangistas no tardaron en verse obligados a vivir en aparente silencio,

perdiendo desde algunos de sus símbolos externos, hasta un considerable peso en el

interior del sistema franquista.13 Pero, ¿hasta qué punto y en qué medida fue

generalizado este proceso de desfascistización y “maquillaje” político impulsado por el

régimen de Franco? Si volvemos la vista a lo sucedido en las provincias y atendemos a

los informes elaborados por las jefaturas de FET de las JONS podemos palpar el miedo

de muchos elementos del Partido a que Falange fuera disuelta por decisión del

“Caudillo”. Pero mirando estos mismos informes o la documentación elaborada por los

diplomáticos extranjeros se detectan divergencias entre la línea oficial marcada por el

Estado y las actuaciones de algunas jefaturas locales. No debió ayudar mucho a las

intenciones desfascistizadoras alentadas desde el gobierno que los dirigentes del partido

en Granada enviaran en 1944 un telegrama a Hitler felicitándole por una victoria o que

los falangistas malagueños repartieran entre sus afiliados una circular en la que se daba

orden de expulsar de la organización a “todo lo que huela a inglés”.14

Junto con ello, hay otra razón para tener presente la diferente percepción que del

proceso de desfascistización tuvieron los españoles corrientes. Y es que, aunque las

camisas azules se guardaron en el armario y los saludos brazo en alto dejaron de

realizarse, muchos ciudadanos no percibieron una reducción significativa del poder

falangista. En sus localidades, los miembros del partido controlaban todavía las

organizaciones de masas y tenían bajo su poder muchos gobiernos civiles, diputaciones,

ayuntamientos y organismos estatales. Si a ello le sumamos que, pasado el temporal de

las “presiones” externas, Falange volvió a ganar presencia en la vida nacional, mirar a

“lo local” se convierte en una necesidad para entender los intentos del partido por

extender la cultura política fascista.15

Porque, en efecto, desde 1948 y hasta bien entrada la década de los cincuenta,

Falange experimentó una revitalización que le devolvió al primer plano de la escena

13 RUIZ CARNICER, Miguel Ángel. “El aparato falangista a la caída de los fascismos. FET-JONS en 1945”, Spagna contemporánea, 4, (1993) pp. 127-141; y del mismo autor “Violencia, represión y adaptación. FET de las JONS (1943-1945)”, Historia Contemporánea, 16 (1997), pp. 183-200. 14The National Archives (TNA), Foreign Office (FO) 371/39676, 12-6-1944 y FO 371/34789, 2-9-1943 15MARÍN, Martí. Elsajuntaments… Op. Cit., pp. 202-204. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis. Historia de Falange… Op. Cit., pp. 480-483.

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política. Una “primavera” falangista que puede y debe ser examinada con mayor

detenimiento por los historiadores, porque se desarrolló en un periodo crucial para la

evolución del régimen franquista. De un lado, ese resurgir vino de la mano de una

redefinición de parte de sus postulados –muchos de ellos formulados en clave cultural–

a través fundamentalmente de revistas e instituciones vinculadas a la organización, que

llegarían a confeccionar un discurso “integrador” y “aperturista” también rastreable

entre sectores del falangismo local y provincial. De otro lado, la revitalización del

partido quedó patente en los intentos por ganar presencia en las ciudades y en los

pueblos españoles, por ejemplo a través de la creación de seminarios políticos; en el

evidente aumento de su visibilidad en la esfera pública a partir de 1948; y en un impulso

de sus políticas de “justicia social” como mecanismo de atracción de diversos sectores

sociales hacia la ideología falangista.16 En ello, una mirada a las provincias resulta

fundamental para comprobar hasta qué punto tuvo éxito esta revitalización de FET de

las JONS, conocer en profundidad las importantes áreas de poder que retuvo durante los

años de “silencio” y obtener una visión más completa sobre la aparentemente lánguida

vida que caracterizaba al partido en las provincias.17

La salida de José Luis de Arrese del Gobierno tras el fracaso de sus proyectos

para la institucionalización del régimen en un escenario dominado por Falange ha sido

acertadamente señalada como un punto de inflexión a partir del cual los miembros del

partido vieron imposibilitada cualquier tentativa por imponer su concepción de nación.

Pero no debemos perder de vista que los falangistas siguieron valiéndose de

mecanismos e instituciones que les ayudaron a preservar importantes baluartes de poder.

A pesar de algunas investigaciones recientes, todavía resta por estudiar más

detenidamente el efecto de las políticas y el ámbito de influencia mantenido por

organizaciones como el Frente de Juventudes –gracias al encuadramiento de

determinados sectores juveniles atraídos por su monopolio en la gestión del tiempo libre

y las ventajas obtenidas en campamentos y excursiones–, la Sección Femenina –cuyas

cátedras ambulantes y divulgadoras siguieron permitiéndole controlar la vida de

importantes grupos de mujeres pertenecientes a las zonas rurales del país– o la eficacia

16De ello me he ocupado en HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio. “Primavera azul: revitalización falangista y lucha por la nación en el marco local, 1948-1953”, Historia del Presente, 19 (2012), pp. 131-142. 17GARCÍA RAMOS, Domingo. “El canto del cisne. La Falange palentina en los cincuenta”, Actas del VII Encuentro de Investigadores del franquismo, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2011 y CARNICER, Miguel Ángel. “La vieja savia del régimen. Cultura y práctica política de Falange” en MATEOS, Abdón (ed.). La España de los cincuenta, Madrid, Eneida, 2008, pp. 277-304.

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de mecanismos de asistencia social –por ejemplo, a través de las obras sindicales

controladas por FET de las JONS y cuya influencia sobre la cobertura médica, la

vivienda o el trabajo no deben ser menospreciadas.18 Del mismo modo, sería preciso

rastrear los matices introducidos en el discurso falangista de los años sesenta y, en

especial, prestar mayor atención a la apuesta sindical encabezada por el nuevo secretario

general del Movimiento, José Solís Ruiz. Un estudio detenido de la influencia falangista

sobre el mundo laboral y sindical del segundo franquismo en las provincias,

examinando, de una parte, la instrumentalización de las elecciones sindicales y el

control ejercido sobre los trabajadores a través de las distintas delegaciones y del

empleo de mecanismos asistenciales y, de otra, los intentos por ampliar sus apoyos

sociales mediante la creación de nuevas publicaciones sindicales o de actos destinados a

la revitalización política de la organización a nivel local, despejaría muchas dudas

respecto al verdadero peso conservado por Falange en la vida nacional.19

Finalmente, analizar el proceso de desfascistización experimentado por la

dictadura en sus últimos años, requiere complejizar nuestra visión sobre el partido en

los años setenta. Por un lado, es necesario demostrar si la división entre “reformistas” e

“inmovilistas”, experimentada tanto por la clase política franquista como en el seno de

FET de las JONS, también se dio a escala local de una forma tan clara. Para ello,

debemos conocer mejor cuál era la identidad del fascismo español a estas alturas,

examinando quiénes eran sus guardianes en las provincias españoles y qué papel

jugaron muchos en el interior de un régimen en pleno proceso de bunkerización e

identificado con sus perfiles menos amables. Pero también calibrar hasta qué punto esta

identidad podía haber quedado reducida a la lealtad al “18 de Julio” y al “Caudillo”. Por

otro lado, no debemos dejar de lado las motivaciones que llevaron a una mayoría de los

españoles a separarse de la ideología y políticas falangistas y examinar si, por encima de

identidades y discursos, los ciudadanos únicamente percibían el proceso de

descomposición de un régimen agotado. De nuevo en ello, mirar a las actitudes

cotidianas de los españoles podría responder muchas cuestiones pendientes.

18 CAÑABATE, José Antonio. “Juventud y franquismo en España: el Frente de Juventudes (1940-1960)” en MIR, Conxita (coord.). Jóvenes y dictaduras de entreguerras: propaganda, doctrina y encuadramiento. Italia, Alemania, Japón, Portugal y España. Barcelona, Milenio, 2007, pp. 135-196; MARÍAS, Sescún. “Por España y por el campo”: la Sección Femenina en el medio rural oscense. Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2011; y LANERO, Daniel. “‘¿La salud es lo que importa?’ La O.S. 18 de Julio y la asistencia médica en Galicia (1940-1965)”, Historia Social, 68 (2010), pp. 47-67. 19Véase por ejemplo: AMAYA, Álex. “El acelerón sindicalista y sus contradicciones internas: imagen y realidad en la propaganda de la OSE, 1957-1969”, Ayer, 76 (2009), pp. 269-290.

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10

Conclusiones

Las camisas azules y brazos en alto presentes en la plaza de Oriente en

noviembre de 1975 deben servir para recordarnos que Falange tuvo su espacio dentro

del régimen hasta el final de sus días. Por esta razón, sigue resultando pertinente volver

a insistir sobre la necesidad de prolongar la mirada sobre el partido único más allá de las

fronteras marcadas por la derrota del Eje en 1945. Solo de este modo podremos valorar

el papel que ocupó el fascismo español en el interior del franquismo, acercarnos a los

mecanismos de fascistización empleados y a la manera en que el proyecto de FET de las

JONS fue percibido por los ciudadanos y, por último, conocer con mayor precisión el

proceso por el que la identidad falangista acabó diluyéndose en el crisol del propio

franquismo para finalmente desaparecer

Como hemos mostrado en las páginas precedentes, quedan muchos caminos por

explorar para conocer la evolución de la Falange “postfascista”. Pero, quizás, uno de los

más interesantes sea el proporcionado por una perspectiva que, “desde lo local”, nos

permita enlazar la existencia diaria del partido en las provincias y regiones españolas

con los grandes procesos y acontecimientos vividos en las grandes esferas de Falange.

En este sentido, sería especialmente interesante prolongar cronológicamente algunas

investigaciones recientemente encargadas de examinar la evolución de FET de las

JONS en el ámbito local de la posguerra.20 De esta forma, no solo aumentaremos

nuestro conocimiento sobre esa “segunda” Falange que ocupó la mayor parte de la

dictadura franquista, sino que podremos analizar mejor las continuidades y las

diferencias en sus discursos y prácticas. Después de todo, la estructura, el lenguaje, las

políticas y la identidad de Falange, como la del propio franquismo, no permanecieron

estáticas.

20Sería conveniente que se realizaran para los años cincuenta y sesenta estudios de tanto interés como los elaborados para los años cuarenta por: LÓPEZ VILLATORO, Francisco. La Falange republicana en Andalucía. Guerra Civil, Movimiento y División Azul, Córdoba 1934-1945, Castro del Río, Asociación Cultural Cantamora, 2012; y GONZÁLEZ ORTA, Juan Ignacio. La Falange y sus hombres en la provincia de Huelva, Valverde del Camino, 1936-1946. Huelva, Universidad de Huelva, 2012.

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E'Waiso Ipola “mujer levántate”: el proyecto de género de la Sección Femenina para las colonias y su recepción

Enrique Bengochea Tirado

Técnico Superior de Investigación*

Universidad de Valencia

Este texto forma parte del proceso de reflexión sobre una investigación doctoral iniciada

recientemente. Se trata de uno de los primeros pasos de un camino mucho más largo por lo que su

contenido se acerca más a una serie de hipótesis de partida que a una exposición de resultados. La

tesis en la que se inscribe trata la problemática de la Sección Femenina en la provincia de Sáhara

desde una perspectiva postcolonial, esto es, teniendo en cuenta los diferentes procesos de

dominación colonial y sus efectos, tanto en los sujetos colonizados, como en los colonizadores1.

En las páginas que siguen se va a reflexionar sobre sobre el proyecto de género que llevó la

organización falangista a las colonias convertidas en provincias en la segunda mitad de los años

cincuenta (Rio Muni, Fernando Poo y Sáhara). En un primer momento se va a repasar las

propuestas de género que se llevaron a las colonias; más adelante analizaremos lo que se hizo y qué

significó respecto al modelo de la falangista, finalmente daremos un vistazo a las formas de

recepción que esto tuvo.

Puntos de partida

Una de las reflexiones más interesantes aportada al análisis histórico desde el campo de los

estudios del género y colonialismo es la problematización y el desarrollo del concepto agencia2. Al

respecto, Sabaa Mahmood propuso reconceptualizarlo cuando, al investigar el movimiento de las

mujeres de la mezquita, se encontró con que su acepción más feminista, es decir, aquella que asocia

agencia con resistencia en las relaciones de dominación, impedía comprender sus sujetos de estudio.

* La presente investigación se inserta en el proyecto MICINN HAR 2011-27559: Democracia y Culturas Políticas de Izquierda en la España del siglo XX: desarrollos y limitaciones en un ámbito comparativo. El autor también es miembro del grupo de excelencia Prometeo de la Conselleria d'Educació: Grup d'Estudis Històrics sobre les Transicions i la Democràcia, Prometeo 2012/046.

1 Esta reflexión sobre la acepción “postcolonial” la podemos ver desarrollada en el capítulo de Catherine HALL: Histories, Empires and the Post-Colonial Moment. En, I. CHAMBERS y L. CURTI (eds.): The Postcolonial Question. Common Skies, Divided Horizons. Nueva York, Routledge, 1996

2 Respecto a los estudios coloniales de género cabe citar el interesante análisis bibliográfico realizado en Durba GOSH: “Gender and colonialism: Expansion or Marginalization?” The Historical Journal, V. 47 I. 3, Septiembre 2004. pp. 737-755

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En esta línea propuso conceptualizar agencia como “una capacidad de acción que se habilita y se

crea en situaciones de subordinación históricamente específicas3”.

Esta nueva definición ilumina procesos tanto para las mujeres en Sección Femenina como para las

mujeres colonizadas. Por una parte, al entender la agencia dentro de situaciones de subordinación

específicas, se acaba con el concepto mujer promedio del tercer mundo4 eliminando las

connotaciones de eterna dependiente. En lo que respecta a nuestro estudio esto significa estudiar las

sociedades saharaui y guineana como sociedades en cambio y a las mujeres dentro de las mismas

como sujetos inscritos en unas dinámicas de poder ante las cuales contaban con ciertas herramientas

para desarrollarse.

Por otra parte estas reflexiones han servido para entender la participación de mujeres en

movimientos sociales en las propias metrópolis. Nuevos estudios están proponiendo analizar la

posibilidad de agencia en Sección Femenina5, en este sentido proponemos pensar esta organización

desde una perspectiva colonial. La intersección entre género y colonialismo ha contribuido a

desmontar el entender las mujeres blancas como faltas de poder, protegidas y vagas mostrando

como contribuyeron con un trabajo necesario a las empresas coloniales6. Así, partimos del

reconocimiento de la capacidad de acción de las falangistas y su contribución a la obra colonial.

El área de intervención de la organización será la doméstica. Poner en orden el hogar y el cuidado

de los niños es un ámbito a través del cual se tratarán de “modernizar” las sociedades colonizadas 7.

Poner de relieve la intervención en el ámbito doméstico elimina la división entre esfera pública y la

privada, lo que a su vez es uno de los puntos de partida de la reflexión sobre género y

nacionalismo8. De este modo, esta investigación cruza las dimensiones colonial, nacional y de

género sacando a la luz formas de intervención y reacción.

Un concepto interesante en este sentido es el del mimetismo tal y como lo desarrolla Homni

3 Sabaa MAHMOOD: Teoria feminista y agente social dócil, algunas reflexiones sobre el renacimiento islámico en Egipto en Liliana SUAREZ NAVAZ y Rosalva AÍDA HERNÁNDEZ (eds.): Descolonizando el feminismo, teorías y prácticas desde los márgenes. Valencia, PUV: 2008. p. 177

4 Concepto de cuya crítica parten los feminismos postcoloniales, una interesante reflexión puede ser encontrada en Liliana SUAREZ NAVAZ: Colonialismo, gobernabilidad y feminismos poscoloniales en Liliana SUAREZ NAVAZ y Rosalva AÍDA HERNÁNDEZ (eds.): Descolonizando el feminismo... pp. 31-73

5 Este concepto es utilizado, por ejemplo por Ángela Cenarro en Ángela CENARRO: Trabajo, maternidad y feminidad en las mujeres del fascismo español en Ana AGUADO y Teresa María ORTEGA LÓPEZ (ed.): Feminismos y antifeminismos: culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX. Valencia, PUV, 2011.

6 En Durba Gosh: Gender and colonialism... p. 7397 Al respecto: Mary HANCOCK: Gendering the Modern Women and Home Science in British India en Antoinette

BURTON (ed.): Gender Sexuality and Colonial Modernities. Londres, Routledge, 2005. 8 Anne Mc Clintock: “No Longer in a Future Heaven. Gender, Race and Nationalism” en Anne McCLINTOCK,

Aamir MUFTI y Ella SOHAT (ed.): Dangerous Liaisons. Mineapolis, University of Minesota Press, 1997. p. 259

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Bhabha9. Para este autor el mimetismo colonial es “el deseo de un Otro reformado, reconocible,

como un sujeto de una diferencia que es casi lo mismo, pero no exactamente. Lo que equivale a

decir que el discurso del mimetismo se construye alrededor de una ambivalencia10”. Aunque las

falangistas intentan “asimilar” a las sociedades colonizados esta no será nunca una empresa

terminada, nunca serán exactamente lo mismo. Bhabha enlaza este fenómeno con lo que Benedict

Anderson llama la compatibilidad interna de imperio y nación, señalando que implica el punto en el

que lo nacional ya no puede ser más “naturalizable11”

Esto nos lleva a reflexionar sobre las identidades y su estudio. Partimos en este sentido de lo que

Judith Butler define como performatividad, este concepto nace de la reflexión sobre las identidades

de género y significa que “el cuerpo generizado no tiene una existencia ontológica más allá de los

diferentes actos que constituyen su realidad12”. En esta reflexión pretendemos extrapolarla a toda la

formalución identitaria más allá del género (o mejor dicho, junto al género) tomando los elementos

nacionales, de clase, de raza... en linea con las propuestas de Umut Özkirimli entre las que destaca

entender las formulaciones identitarias como algo nunca acabado totalmente inmerso en procesos

sociales y políticos13.

De este modo, por lo que respecta al análisis de las respuestas a los modelos falangistas, los

consideraremos en términos políticos en su contexto social específico. Debemos considerar el

entorno creado por la Sección Femenina como un ámbito dominado por ciertas relaciones de poder

específicas que se solaparán con las existentes en la sociedad colonial. Los sujetos que resulten de

tales relaciones pueden ser estudiados en tanto se performaron en diferentes ocasiones.

Un proyecto de género para las colonias

Pilar Primo de Rivera describe en sus memorias14 como en 1963 recibió la visita de Federico

Ngomo y Díaz de Villegas, en ese momento secretario general de Río Muni, proponiéndole la

implantación de la organización falangista en las recientemente nombradas provincias africanas. En

consecuencia, el mismo Marzo de 1963 la regidora central del SEU Dolores Bermudez Cañete viajó

al Aaiún, Villa Cisneros y Daora para evaluar las posibilidades para la Sección Femenina en el

territorio. En Mayo de 1964, mientras se empezaba a organizar la delegación de Sección Femenina

9 Homni BHABHA: El mimetismo y el hombre. La ambivalencia del discurso colonial en Homni BHABHA: El lugar de la cultura. Buenos aires, Manantial, 2002. pp. 111-121

10 Ídem p. 11211 Ídem, p.11412 Traducción de Judith BUTLER: Gender Trouble: Feminism and Subversion of Identity. Londres, Routledge, 1990.

p. 17313 Al respecto, seguimos las reflexiones de Umut Özkirimli en Umut ÖZKIRIMLI: Contemporary Debates on

Nationalism, a Criotical Engangement. New York, Palgrave: 2005. p. 54 en adelante 14 Pilar PRIMO DE RIVERA: Recuerdos de una vida. Madrid, Drysa, 1983. p. 75

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en Sahara, la misma regidora se dirigió a Bata y Santa Isabel para cumplir con una misión similar.

Los informes que redactó resultan interesantes para comprender el proyecto de género para las

colonias así como el propuesto para las propias falangistas.

En estos informes se realiza un diagnóstico sobre las sociedades colonizadas caracterizándolas

respecto a una serie de “problemas”. En lo que respecta al Sáhara15 la inspectora hace un repaso a

varios ítems (hombres, mujeres, niños, casa, situación político-administrativa...) describiendo el

sistema de género. Entre los problemas que encuentra está el que la distribución del trabajo no es la

adecuada, se queja de que los hombres sean los que hacen las tareas normales de la casa y de que

las mujeres estén siempre ociosas; junto con esto se describe a ambos como vagos, ellos por no

saber hacer demasiados oficios y ellas por estar siempre “tomando el té”. Se trata también de una

sociedad extraña en lo que respecta a la familia, la inspectora da cuenta de la existencia del divorcio

(en forma de repudio) que, según da cuenta, puede realizar tanto los hombres como las mujeres. Por

su parte, las mujeres tienen el primer matrimonio muy tempranamente, a la edad de los 12 o 13

años. Una vez dentro de la familia las mujeres no responden a las tareas que deberían realizar: no

saben tejer, “casi solo saben hacer las telas de lana de camello para cubrir las jaimas”; no cuidan de

los niños y por último no limpian sus casas, es más, ni siquiera tienen casas ya que según el informe

el 95% de los saharauis siguen viviendo en jaimas.

Por su parte, el análisis sobre la situación en Rio Muni y Fernando Poo16 se centra en otros

aspectos. Describe el sistema tribal dominado por las tribus Bubi y Pamne y sus odios. Respecto al

trabajo dice que “Los Pamnes o habitantes del territorio continental son más primitivos, ingenuos y

trabajadores que los babús” aunque en otras partes se refiere al “hecho” de que no hay suficiente

pescado “porque nadie es lo suficientemente trabajador para salir a pescar sistemáticamente”.

También se refiere la regidora a las supersticiones y la religiosidad sospechando de la catolicidad de

los guineanos “son católicos, pero supongo que su religiosidad está mezclada con un sin número de

supersticiones”. Sobre las mujeres dice que “hasta ahora no era más que que la esclava del hombre”,

siendo ella la que tenía que realizar todos los trabajos, domésticos y extradomésticos, no obstante,

sigue el análisis, esto está cambiando pues empieza a haber educación para las mujeres, dando el

problema de hacerla más apetecible para los hombres blancos “hay muchos mulatos que confirman

tristemente todo esto”

Estos análisis iluminan los modelos que se crean sobre las sociedades colonizadas. Nos damos

15 AGA, Fondo sobre Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1974- 1975), Informe Previo, 1963, c. 325

16 AGA, Fondo de Cultura, Informe del viaje de la regidora central del SEU a la isla de Fernando Poo y a Río Muni , Mayo 1964, c. 248, l. 1.

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cuenta de que hay algunos rasgos que se repiten en todos los sujetos, así, todos estos sujetos son

retratados como vagos a su manera (unos por no saber hacer, otros por no necesitarlo). En cada una

de las dos sociedades hay que intervenir, pero en este sentido el objetivo parece ser el mismo,

conseguir hacerlas productivas. Esto significa que la forma que adopte el reparto genérico del

trabajo debe ser el adecuado, no es correcto que las mujeres no sepan hacer lo que deben saber

hacer, como en el caso de las saharauis que son representadas “siempre tomando el té”. Sin

embargo, tampoco es correcto que las mujeres se dediquen a hacer todos los trabajos, como parece

ser el caso en guinea.

Para ello se hace necesario incidir en la forma que adopta la estructura familiar en ambas colonias.

El peso de esta reestructuración, aunque significa que ni hombres ni mujeres actúan de forma

correcta, cae sobre las mujeres. En el Sáhara se encontraba un sistema de poligamia diacrónica (lo

que significa que las personas se solían casar con diferentes personas a lo largo de la vida a través

de la fórmula del repudio); en Guinea la estructura familiar prevalente era la poligamia en la que un

hombre tenía varias mujeres. Se intentará educar a las mujeres para evitar estas formas familiares,

entendiendo como a priori se trataba de fórmulas peores para ellas y para la sociedad.

Otro de los aspectos que se tiene en cuenta en estos análisis es el de la religión, en este sentido el

Islam es permisible, mientras que las religiosidad guineana debe ser vigilada. Las saharauis no son

susceptibles de ser convertidas, en el informe dedicado a Sáhara podemos leer “El Prefecto

Apostólico, encantado porque ve que al no poder actuar la Iglesia con alguna orden religiosa no

habría nadie que se ocupara de la nativa17”. Sin embargo las guineanas sí y ese será un punto muy

importante a tener en cuenta, la asimilación vendrá dada por el grado de aceptación del

cristianismo.

Todas estas ansiedades nos dan un mapa de qué es lo que las falangistas esperan de la sociedad.

Podemos ver como el modelo familiar propuesto es el nuclear, sin ninguna forma de divorcio, el

cual se inscribiría en una forma económica concreta en el que los hombres se puedan dedicar a

producir y las mujeres al hogar y la familia. Pese a que a primera vista este análisis puede parecer el

del ángel del hogar podemos encontrar elementos en la descripción que se hace de las sociedades

colonizadas que remiten a algo más que a la “perfecta madre y devota esposa”. Una de las

preocupaciones es la educación, la Sección Femenina se preocupa sobre las posibilidades de

“capacitar” a las mujeres de las colonias y sobre las medidas necesarias para protegerlas mientras

esto ocurre. El horizonte de las mujeres que pretenden educar no estaría solo en sus hogares, sino

que podrían desarrollar algún trabajo “en resumen, la mujer nativa solo puede ser o maestra o

17 Informe Previo... op. cit.

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ayudante en el hospital”18. Este análisis debe ser tenido en cuenta en el debate que pretende dar

cuenta de la propuesta identitaria de la Sección Femenina para las mujeres, el cual no es puramente

decimonónico sino que incluye elementos modernos19.

Una labor altruísta

La situación de las provincias africanas es diferente en el momento en que se implanta la Sección

Femenina, así, el Estado español solo empezará a tener verdadero interés por el territorio del Sáhara

a finales de los años cincuenta, una vez terminada la guerra de Ifni-Sáhara. Este interés se

multiplicará desde principios de los años 60 con una explosión de prospecciones que recorrerían el

territorio buscando minerales, petroleo y fosfatos20. El mismo 1963 se dio a conocer el

descubrimiento de la mayor mina de fosfatos del mundo, la mina de Bucraa. Todas estas actividades

llevarían al Aaiún grandes inversiones, así como gran cantidad de población metropolitana, la

provincia iría pasando de ser un remoto puesto militar a tener cierta relevancia industrial. La

población saharaui, sumida en un profundo cambio social a raíz del declive de la economía

camellera, también se estaba acercando a las ciudades y puestos militares españoles.

Por otra parte, en el caso de Guinea la implantación de la organización falangista forma parte de un

giro en las políticas coloniales sobre el territorio. En 1964 se ponía en marcha el régimen de

autonomía, una especie de self-government en el que se combinaba la participación de ciertos

estratos de población africana en el funcionamiento de las provincias con cierto control por parte de

la metrópolis a través de la Comisaría General que asesorarían intensamente a las nuevas

instituciones21, dando lugar a un proceso de fusión22. Hasta ese momento la política seguida hacia la

población africana fue la de un intento de asimilación a través de parámetros cristianos23, una labor

en la que la jerarquía eclesiástica y las órdenes religiosas tenían un papel importante.

Las actividades desarrolladas por la institución falangista fueron similares en todas las provincias

18 Informe del viaje de la regidora central del SEU a la isla de Fernando Poo y a Río Muni... op. cit.19 Como propone Inbal Offer: “My contention is that in the case of the SF one cannot talk of a model of “old

fashioned” femininity, which was replaced over the years by a model of “modern” femininity, but rather about a modernist and conservative elements, which existed in the organizational rhetoric side by side from the beginning. Within this context the “modern” elements were highly significant and their definition was more or less constant as long as the messages were aimed at a population of a specific socio-economic standing and education” en Inbal OFFER: A “New” Woman for a ‘New’ Spain: The Sección Femenina de la Falange and the Image of the National Syndicalist Woman. European History Quarterly, 2009, Vol. 39(4), 583–605

20 Se hace un interesante análisis en: Jesus María MARTÍNEZ MILÁN: “L’Espagne face á la décolonisation: Ifni et Sahara occidental, deux exemples de colonialisme résiduel”, en AGERON, C. y MICHEL, M.: L’ère des décolonisations. Paris, Karthala CNRS, 1995, pp. 324-327

21 Alicia CAMPOS SERRANO: De colonia a estado Guinea Ecuatorial, 1955-1968, CEPC, Madrid, 2002. p. 19522 Concepto acuñado por Jean-François Bayart y que implica la estrategia de integrar las élites colonizadas en la

estructura de control colonial, aparece en: Jean-François BAYART: El estado en África. La política del vientre, Edicions Bellaterra, Barcelona, 1999.

23 Raúl SÁNCHEZ MOLINA: “Homo infantilis: asimilación y segregación en la política colonial española en Guinea Ecuatorial”, RDTP, 2 (2002). pp. 105-120

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africanas. Se fundaron “escuelas del hogar” para mujeres nativas, círculos de juventudes, centros

sociales y escuelas-hogar y colegios menores donde hospedar a jóvenes mientras estudiasen la

EGB. También se procedió a becar algunos estudios, sobre todo relacionados con la enseñanza y la

sanidad. Por último, en las zonas más recónditas, se intentará llevar a cabo cátedras ambulantes con

mayor o menor éxito24. En líneas generales se trabajarán los mismos temarios que en la metrópolis

con cursos de “labores del hogar”, “educación física” y “formación del espíritu nacional”, incluso la

comida que se enseñaba a preparar era la misma que en los colegios de la península25. No obstante,

en la provincia de Sáhara se daban clases de “árabe y corán”26 para las jóvenes de los colegios

menores.

El primer análisis hecho sobre las sociedades colonizadas será profundizado con el desarrollo de

las actividades en las provincias. Por lo que he podido comprobar al estudiar los informes existentes

sobre la provincia de Sáhara27 uno tras otro no hacen más que reafirmar el mismo discurso: hace

falta despertar a las mujeres saharauis de su condición de objeto28. A través de las falangistas este

discurso llegó a otros ámbitos, así encontramos en 1972 un artículo en la Revista Española de

Opinión Pública sobre el “Proceso de aculturación de la mujer saharaui29” que define el la forma de

entender “la mujer” en la sociedad saharaui “en un sentido misógino; la mujer es para el hombre

solamente un objeto.” Otro elemento indicativo de este discurso, esta vez en las provincias

ecuatoriales, es el nombre del colegio menor de Fernando Poo E'Waiso Ipola, el único en una

lengua diferente al español cuya traducción sería ¡Mujer levántate!

Este discurso se complementa con el de la entrega altruísta que realizan las falangistas ayudando a

potenciar a las mujeres colonizadas. No es difícil encontrar referencias a las inversiones

desinteresadas de España en sus provincias africanas30, lo que resulta interesante es como la Sección

24 Para una relación de todas las actividades realizadas en Sáhara se puede consultar: AGA, Fondo sobre Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964- 1975), Informe Noviembre 1974, 1974, c. 235. Por su parte, para las provincias guineanas: AGA, Fondo Cultura, Informe de la labor que la Delegada Nacional de la Sección Femenina del Movimiento, ha desarrollado en las provincias de Guinea Ecuatorial, 1969, c. 251

25 Al respecto Nerín describe como “Los colegios menores eran una copia mimética de los internados españoles de la SF (incluso las comidas hispanas, al más puro estilo madrileño” en: Gustau NERIN: La Sección Femenina de la Falange en la Guinea Española (1964-1969). CEIBA, Valencia, 2006. p. 12.

26 AGA, Fondo sobre la Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964- 1975), Informe de Julio de 1975, 1975, c. 325

27 Documentación depositada en el Fondo sobre la Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara, en el Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares.

28 Esta frase la podemos encontrar desde el “Informe previo” de 1963 hasta el “Informe de julio de 1975” en muchos de los informes enviados al Secretario General del Movimiento y a los Consejos Nacionales... Así como a través de las falangistas este discurso llegó a otros ámbitos, así encontramos en 1972 un artículo en la Revista Española de Opinión Pública sobre el “Proceso de aculturación de la mujer saharaui”, en

29 Baldomero LÓPEZ SÁNCHEZ: El proceso de aculturación de la mujer saharaui. Las diferencias psicolingüísticas de base. Revista Española de Opinión Pública, Centro de Investigaciones Sociológicas. Nº 28, Abril-Junio 1972. pp. 141-214

30 Por poner solo un ejemplo, citaríamos el artículo “España, sin afán de lucro alguno, trabajando por la prosperidad del Sáhara” publicado en la revista África en Julio de 1968 aunque también encontramos artículos de este tipo sobre

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Femenina utiliza este discurso para reafirmar su posición en las colonias. A lo largo del tiempo que

esta institución estuvo en las provincias africanas encontramos más referencias a este juego, así,

Bartolomé Mostaza en 1966 escribió una carta a Pilar Primo de Rivera en estos términos “Pero

insisto que si el Sáhara llega a incorporarse plenamente como provincia española, será solamente si

prevalecen los criterios de Concha Mateos y los médicos y maestros que prestan allí servicio y

conviven con pleno sentido humano con la población indígena. Los que van sólo por los fosfatos o

por los minerales, a esos, creo que hay que tenerles a raya, porque, si no, darán pretexto para que el

pequeño número de separatistas que hay en el territorio acudan a la ONU y todo se venga abajo31”.

La investigadora Jo Lobanyi ha puesto de manifiesto las implicaciones transgenéricas y de cierto

empoderamiento que tuvo la apropiación de este concepto por parte de algunas falangistas durante

los primeros años de la organización32. Así, en 1968 Bartolomé Mostaza escribió un reportaje para

el semanario Sáhara sobre la labor de la Sección Femenina titulándolo “La abnegada acción de la

mujer española en Sahara”

Efectos inesperados

Pese al entramado simbólico creado alrededor de estas mujeres colonizadas, cuando se vuelven

peligrosas para el orden colonial urge reinterpretar sus acciones, dando pie a un nuevo discurso

sobre su forma de ser. En estos momentos la Sección Femenina aparece como una organización de

control. Más allá de sus labores de formación, actuó como una fuente de información para el

régimen. Por ejemplo, en la provincia de Sáhara, a raíz de la manifestación de Hatarrambla33, se

creó en 1971 el Órgano Conjunto de Información y Propaganda al cual nutría de información

diferentes órganos del régimen tales como la OJE, el movimiento... y, también, la Sección

Femenina34.

En los momentos más cercanos a la independencia o justo tras la misma se abrieron una serie de

oportunidades políticas en las sociedades colonizadas. La Sección Femenina, como organización de

encuadramiento fue un espacio desde el cual algunas mujeres de las sociedades colonizadas

realizaron demandas políticas que sirvieron para conseguir una posición de poder relativo. Para ello

tuvo cierto papel las formulaciones identitarias propuestas desde la propia organización falangista,

Guinea. 31 AGA, Fondo sobre la Delegación Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964- 1975), Carta a Pilar Primo

de Rivera de Bartolomé Mostaza, 28 Octubre de 1966, c. 325 32 Jo LABANYI: La apropiación estratégica de la entrega femenina: identificaciones transgenéricas en la obra de

algunas militantes falangistas femeninas. Revista Científica de Información y Comunicación, Nº 6, 2009. pp.489-426

33 En Junio de 1970 se celebró una manifestación organizada por el OALS, el primer movimiento nacionalista saharaui que terminó con varios muertos.

34 Claudia BARONA: Hijos de la nube: estructura y vicisitudes del Sahara español desde 1958 hasta la debacle . Madrid, Langre, 2004

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las cuales fueron apropiadas por las mujeres colonizadas. En ciertos documentos pertenecientes a

estos informes políticos se ve reflejado el rechazo por parte de las falangistas a esta estrategia y el

deslizamiento del discurso hacia uno que hable de la irresponsabilidad o inmadurez de las guineanas

y saharauis en un caso de mimetismo35. Las colonizadas no podrán estar nunca lo suficientemente

desarrolladas para ser iguales a las españolas.

Para el caso de Guinea, es una vez independizado el territorio que empiezan a salir a la luz las

primeras identidades problemáticas. Sophie Stehrenberger cita ciertas imitaciones no deseadas por

parte de jóvenes guineanas de los modelos ofrecidos por los coros y danzas36, en este caso el

análisis que queremos realizar se extiende a la reinterpretación del modelo expuesto por Sección

Femenina37. Tras la independencia las guineanas que llegaron a mandos empezaron a exigir mayor

control sobre la organización (que todavía era administrada por falangistas españolas), lo que

produjo ciertas tensiones. Cuando las guineanas empezaron a tomar el control de la propia

organización y empezaron a comportarse como personas “independientes” se desplazó el discurso,

se hicieron peligrosas.

Por lo que respecta a Sáhara, podemos leer en un informe sobre “la actitud política de la mujer

saharaui” un fenómeno similar, en este caso no se había descolonizado el territorio, pero, en el

momento (1974) esto parecía inmediato. La inspectora encargada de redactarlo se sorprende con la

actitud de un grupo de ex-alumnas de la Sección Femenina “he podido observar un cambio en la

actitud de estas jóvenes. Su agresividad es manifiesta en las más promocionadas (…)38”. Esta forma

de comportarse la atribuye a una malinterpretación de las propuestas falangistas “Es curioso

observar cómo ya empiezan a devolvernos nuestras propias palabras, repetidas tantas veces, para

hacerles ver la importancia de la mujer en un pueblo. Nuestras enseñanzas sobre el sentimiento y

actitud para con la Patria, por encima del concepto de tribu, están siendo utilizadas de manera

desquiciada con fines propagandísticos39”

Conclusiones

En este pequeño texto hemos querido abordar el tema de las propuestas identitarias de la Sección

Femenina para las colonias y lo que ello significaba, tanto en la propia sociedad metropolitana (qué

significaba para el modelo de mujer española) como en las sociedades colonizadas (cómo se

35 El mimetismo y el hombre. La ambivalencia del discurso colonial... op. cit.36 Cécile Sophie STEHRENBERGER: Los Coros y Danzas de la Sección Femenina en Guinea Ecuatorial. Un caso

de estudio del vínculo entre política de género y colonialismo en Raquel OSBORNE y María ROSÓN: Mujeres bajo sospecha, memoria y sexualidad (1930-1980). Fundamentos, Madrid, 2012. pp. 311- 321

37 También el trabajo: Gustau NERIN: La Sección Femenina de la Falange Española en Guinea... p. 738 AGA, Fondo sobre la Sección Provincial de la Sección Femenina de Sáhara (1964-1975), informe sobre la actitud

polítivca de la mujer saharaui, 1974, c. 325, h. 5 39 Ídem, h.6

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Page 100: Por qué yo, por qué ahora Fascismo, identidad e …grupsderecerca.uab.cat/republicaidemocracia/sites/grupsderecerca... · guerra no era heroica, ni dinámica, ni permitía sobresalir

interpretaron estas propuestas). Se pretendía ir más allá en el análisis que simplemente constatar la

función de la institución franquista como “españolizadora40”. Esto significa ver la labor aculturadora

desde diferentes prismas, teniendo en cuenta que ninguna categoría se trasmite sola sino en un

entramado de propuestas de género, nación, política...

En este sentido podemos ver como las propuestas identitarias de la organización para las mujeres

incluían toda una forma de ver las relaciones de género y a su vez estaban enmarcadas en una

lógica capitalista. Amina Loomba describe el colonialismo europeo de época contemporánea como

a restructuring of non-capitalist economies in order to fuel European capitalism41, podemos

reconocer aquí el proyecto de Sección Femenina, cuando, en una entrevista para el semanario

Sáhara preguntaron a la delegada provincial de la organización sobre qué hacer con los “(…) más

de veinte mil habitantes nómadas de nuestro Sáhara? -ella respondió- Crear necesidades en ellos

para que sientan el deseo de satisfacerlas con su esfuerzo personal”. En este sentido también se

puede seguir un marco de referencia en el que se insertan estos discursos en una lógica nacional.

La propia actuación de la Sección Femenina, sus formas de comportarse y de relacionarse, puede,

a su vez, ser leído como un texto, como algo susceptible de ser interpretado. Si bien durante sus

clases utilizaban en sus libros de texto un modelo de mujer pasivo, centrado en el hogar y centrado

en su familia, sus actitudes no correspondían en absoluto con esto. Las falangistas enviadas desde la

península para hacer de mandos en la organización eran mujeres independientes, con cierto nivel de

empoderamiento y que realizaban sus labores fuera del hogar. Debemos de ser conscientes en ese

desfase entre discursos y cuestionarnos sobre cual fue el efecto cuando fueron interpretados por las

mujeres de las colonias.

Tenemos indicios de que el espacio creado por las falangistas pudo ser utilizado por algunas

mujeres de las sociedades colonizadas para llegar conseguir cierta posición de poder. Como se ha

indicado en un principio, estos procesos pueden no resultar totalmente obvios y son difíciles de

detectar a no ser que hagamos una interpretación amplia del término agencia. Una vez realizadas

estas operaciones los efectos pequeños pueden no ser tan pequeños y revelar cierta importancia a la

hora de interpretar los cambios sociales.

40 Al respecto cabe señalar que los fragmentos dedicados a esta empresa de la Sección Femenina en Rosario SANCHEZ LOPEZ: Mujer española, una sombra de destino en lo universal: trayectoria histórica de SecciónFemenina (1934-1977), Murcia, Servicio Publicaciones Universidad de Murcia, 1990 o en Hijos de la Nube... op. cit... se refieren al fracaso de la organización falangista en españolizar a las mujeres sahrauis.

41 Ania LOOMBA: Colonialism-Postcolonialism. London, GBR: Routledge, 1998. p 39

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