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Por qué tiemblan. Homenaje a Federico García Lorca.

En este número: Yesica Almada – Jesus Borda – Lucía Santillán

Portada: Antoni Tapies

Ilustraciones: Federico García Lorca.

Dirección: Jesus Borda – Noelia Palma- Pablo Romero

Por qué tiemblan PQTiemblan

Por qué tiemblan*

Federico García Lorca

Federico García Lorca

♦(1898-1936)

Poeta, dramaturgo y prosista español,

también conocido por su destreza en muchas

otras artes. Adscrito a la llamada Generación del 27, es

el poeta de mayor influencia y

popularidad de la literatura española del

siglo XX.

TRES POEMAS DE GARCÍA LORCA*

Mi niña se fue a la mar

Mi niña se fue a la mar, a contar olas y chinas, pero se encontró, de pronto, con el río de Sevilla.

Entre adelfas y campanas cinco barcos se mecían, con los remos en el agua y las velas en la brisa.

¿Quién mira dentro la torre enjaezada, de Sevilla? Cinco voces contestaban redondas como sortijas.

El cielo monta gallardo al río, de orilla a orilla. En el aire sonrosado, cinco anillos se mecían.

Federico G. Lorca

Remansillo

Me miré en tus ojos 

pensando en tu alma. 

Adelfa blanca. 

Me miré en tus ojos pensando en tu boca. 

Adelfa roja. 

Me miré en tus ojos. ¡Pero estabas muerta! 

Adelfa negra.

Federico G. Lorca

El paso de la siguiriyaEntre mariposas negras va una muchacha morena junto a una blanca serpiente de niebla. 

Tierra de luz, cielo de tierra. 

Va encadenada al temblor de un ritmo que nunca llega; tiene el corazón de plata y un puñal en la diestra. 

¿Adónde vas, siguiriya, con un ritmo sin cabeza? ¿Qué luna recogerá tu dolor de cal y adelfa? 

Tierra de luz, cielo de tierra.

Federico G. Lorca

De la muerte o del amor

Acaso las adelfas serán un presentimiento de la muerte, o del amor que intoxica la sangre de quien espera. La simbología en la obra de Lorca es sumamente rica y enigmática. La luna, la plata, el agua, los colores envuelven de misterio las escenas plasmadas. Pero cuál es el límite, la conjunción entre ambas esferas, la de la vida y la muerte, la del amor y el dolor, cuál el punto de encuentro. Debía haber una síntesis de ambas, pensé. Era necesario encontrar entre las líneas del poeta esto, porque al fin y al cabo, en la vida hay más grises que blancos y negros. Y qué mejor trampa que la adelfa, arbusto tupido de bayas venenosas de color rojo y pequeñas flores. Hermoso. Muerte y belleza en el mismo lugar. La adelfa es para mí el cuasi sentido de la humanidad, la conexión entre ambos planos, ese arbusto tan peligroso como atractivo forma la amalgama perfecta: lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo, o más exacto aún, el

eterno deseo y la muerte a la que éste nos arrastra inevitablemente. Nos duele y nos gusta, nos hace bien por un instante y nos extermina, lentamente, el resto del camino.

Yesica Almada

*silenciohasta depurar la última gota de pus -secreción hermosa la soledad-

sólodegradame una vez más separame en partes asquerosas ydevolveme después, al ser entero

sientoqué dulce es morir

Yesica Almada

Biografía apócrifa

Digamos que este hombre sí, efectivamente, nació de una semillaen la época en que los sauces y los alerces buscan unir sus copas torciendo el cuerpo todo tronco y rama hasta la conjugación del punto mismo donde no es sauce no alerce sino injerto de planta en viento, en ese grano de algo latente y rojo la semilla abre su ojoluego otroy luego otroporque el paisaje de la tierra donde cae la semilla es tan amplio como la propia mano que da sombra a la frenteentonces cae la semilla, decide caery dobla el horizonte, se hamaca en esa línea brevelos días de entierro son oscuros, ocres y húmedos, porque las mujeres vienen siempre a llorar a la tierra seca donde la vida no es más que un mapa en el suelodigamos que este hombre-semilla sobrevive gracias a estas mujeres lloronassueña con rozar sus faldas como paraguasestas mujeres cuentan también con otro ojo, el tercero, pero oculto bajo mantos y cremas; este ojo es omnisciente: incluso ya sabe del hombre-semilla antes de su nacerocurre un accidente: la semilla jamás habrá alcanzado a ser

hombre-semilla: misteriosamente las mujeres lágrima han dejado de llorar la tierra: ya no hay quien las sufra: quien pose una mano caliente sobre el pecho blanco: dirán que las mujeres se han ido al mar porque el mar es la lágrima más grandenadie sabeasí que la semilla se estanca en su crecimiento: sólo será niño-semillasabrá de los peligros: los gorriones, las esquinas de sombra, los domingosla semilla crece pero también la tierra crece: por lo tanto no hay tiempola semilla no se conformael niño no se conformase arranca de la tierragrita: ¡emancipación de las flores!y pasará la vida escribiendo sobre el origen de los colorestodo deviene de la rosa, diráy a continuación sobre una pared los soldados le arrojarán rosasrosas de fuego y lava tempranay el niño-semilla querrá morirse pero no podráserá inútil escapar de la vida de la muertede la rosa que abrirá camino en su corteza blanda de semillay será la rosa quien lo inunde¡oh, voluptuosidad!

*

El niño no durmió su nochetiene en el cuerpo una penade clavel, de tallo espinado

se asoma al toro a su ventanabravío conjura promesas.

Su madre lo baña con jabonesnegros jabones dan espuma negray la pena astuta y víboraen el fondo de los huesos tiembla.

Jamás vendrá tu padrepena con hijo, hijo con penaa lamer tu frente, tu tanta zuela,el amor, sustancia blanca el amor no se congrega.

Conocí a tu padrecuando yo era una sirenala espiga en el agua hería, supe:él también tuvo una penay una serpiente en cada cama, una cadena

lo unía al sol, no dormía su nochetu padre con pena.

(EL NIÑO MUERE)

¡Viuda yo, viuda mi sombra!Se ha anclado en mí la muerte:el padre tuvo un hijoy el hijo tuvo una pena,la pena me tuvo a mítejió en mis senos enredaderasponzoñas para el hombre fértilun pozo de agua serena

crecieron nardos a mi alrededory adentro mi alma tan ajena.

Jesús Borda

*Habitación de Bernarda Alba. Muebles de una vida, oscuros como el ensueño de los que esperan. Muros y techos gruesos, negros, acosadores de lo íntimo y el después de las flores. Doña Rosita la soltera tiene las manos atadas al respaldo de la cama que se encuentra en el centro de la habitación. Lleva puesto un vestido azul oscurecido, con mangas y estrellas bordadas con hilo negro. Mira hacia adelante donde está Bernarda contemplándola desde un sillón hamaca de madera tallada. Lleva un camisón rojo sin mangas. Detrás de ella hay un ventanal cerrado. Las cortinas son grises y caen con la ira de matorrales hacia el suelo, y encima su bastón. No se sabe qué hora del día es. Hay una luz moribunda. No se sabe de dónde viene. Ellas están hablando:Rosita: ¡Por Dios! Está llorando.Bernarda: Y debiera seguir haciéndolo hasta arrancarme siemprevivas de los ojos (saca un pañuelo del corpiño y se seca la cara)Rosita: Mi señora amada que tanto sabe hospedar el gesto del duelo, yo pensé que usted no lloraba. Debería yo, arrancarle ese río. Momificarle la lágrima en un frasco de perfume. ¡Y ese lenguaje con que me absorbe! ¡Tan bella es usted, mi Alba!Bernarda: ¿Qué sabe de la belleza una vieja soltera? ¿La forma en que se

lanzan los relojes para alimentar a las estrellas sin jamás tocar el fuego?. Lloro porque no sé si sabré recurrir a tus manos y tampoco si aprenderé a decirte una luna. Rosita: La belleza es que usted me hable de la fórmula en que se sacrifica por mis noches. La manera exacta en que defino una espera y también otra. Mi fidelidad ante el amor que me dice su nombre. Si me aparta las manos de los nudos, le prometo la caricia constante. (Levantando la voz) Su belleza es que haya dicho dos nombres y luego haya tenido la casa lista para darle velorio a su cuerpo. (Gritando. Separando el torso de las muñecas atadas) Por eso la amo yo. Bernarda: (Apoyando los pies en el piso. El sillón deja de mecerse. Enojada) Hay adentro tuyo una muchedumbre de pétalos reviviendo su agonía. (Pausa) Eso de querer conocer en profundidad el olor de lo masculino del sexo cuando ya todas las partículas están muriendo, quizás lo entienda un poco, pero no eso otro, de querer enterrarse en mí, con tu lengua, con tus dedos, como si yo estuviese preparada, a pesar de su hermosa piel, a contarle mi secretos viudos. (Se levanta hasta la cama. Se sienta. Le acaricia la pierna. Conmovida) La belleza es tu piel virginal, Rosa. Con solo decírsela, la deterioro. Rosita: (Le quita la pierna que está por debajo de la mano) A eso me niego. Lejos está la belleza de mi cuerpo torturado con el partir de otro cuerpo hacia la maleza de mi sueño. Si una vez decidí que los espectros no me rozarían, es porque quise ser abordada por unas manos grandes, con

cortes de nevadas. Porque sólo esas manos estudiarían con desesperación

cada pliegue de los árboles que me he cargado. Y sobre todo, porque esas manos me presentarían un sexo endurecido y feroz que habría de querer adentrarme tantas veces para darle remedio a la última mordida de un lobo. Porque yo he deseado desquiciadamente poder estremecer. Bernarda se levanta repentinamente de la cama. Camina hasta la ventana. Se agacha y recoge el bastón. Regresa más rápido de lo que se fue. Da un palazo en la cama. Rosita no se asusta. La mira como si estuviese empastillada. Se oye un piano a jauría de manos. De manera brusca Bernarda pone la suela del bastón en el pecho de Rosita. Bernarda: El estremecimiento es para las mujeres brujas. Esas que se recitan pegasos sangrientos. Allí un bosque intravenoso. Una hija suicida. (Tira el bastón hacia el piso. Se sienta en la cama, acerca su torso al de Rosita. Le pasa la mano izquierda por los labios, por los ojos, la frente, el pelo, de nuevo por los ojos, los labios y baja hasta el cuello. La otra mano sube. La derecha y la izquierda se deslizan por el cuello arrugado de Rosita) Te alzaría un ejército de cuchillos en esta zona. Te enseñarían a navegar contraria de la carne. Rosita: Si eso me hará estremecer con su nombre, entonces lléneme de filos gritando, escúpame locomotoras en los senos. Deme látigos, arañazos y dentadura. Deme el final de la hoja del espino. ¡Hay urgencia de romper definitiva!Bernarda le suelta el cuello. Sale de la escena y regresa a los segundos con

sogas y una tijera de gran tamaño entre las manos. Se acerca hasta la cama. Le separa las piernas, Se las ata en cada extremo. Se tira a su lado. Le corta las mangas del vestido y continúa hasta separárselo del cuerpo. Se ubica en el ángulo que hacen sus piernas antes de llegar al temblor. Se inclina y con la tijera empieza a cortarle la bombacha blanquísima. Cuando sucede el desnudo completo, Bernarda lleva su cabeza hasta la intimidad del aliento que recubre el sexo de Rosita. Abre la boca y en una brisa pirómana se ve el recién fallecido pero aun quemando, clítoris de Doña Rosita la soltera colgando de los ebrios labios de Bernarda Alba.

La escena se ahoga de olor a flores.

Lucía Santillán