por los suelos

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Por los suelos Jesús Heredia

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Un cuento de Jesús Heredia Caamaño.

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Por los suelos

Jesús Heredia

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POR LOS SUELOS

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Jesús Heredia

Por los suelos

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Cuadernos del Balcón, 2012

Del cuento: Jesús Heredia CañamoDe las ilustraciones: David LaraDiagrama: Carlos Coronel

Esta obra está bajo una licencia Creative Comonns Atri-bución No Comercial Sin derivadas 2.5 México.

M-14, C-25Col- L.CárdenasParaíso, Tabasco,[email protected]

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Desde la mañana sentí que mis za-patos me miraban disgustados.

Normalmente me dan los buenos días con una amplia sonrisa de tacón a tacón, pero esta vez llevé su pacien-cia al límite.

Supongo que su actitud negativa era el resultado de la parranda cele-brada la noche anterior.

Mis últimos recuerdos van hasta la madrugada cuando salí de una fiesta, no sé con quién me estuve besando en el baño, pero era la misma mujer que me gritaba “regresa, no seas necio, yo

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te llevo, ya empezó a llover”.Algunos rieron de mi redomada

borrachera y, otros, indiferentes, no dejaron de bailar un danzón de ca-chetito.

Por supuesto el metro ya estaba cerrado, de vez en cuando levantaba la mano para llamar a un taxi, pero perdía el equilibrio y ninguno se de-tenía.

Caminé cruzando la noche por calles encharcadas, algunos perros me salían al paso y ladraban irritados por mi deambular de briago.

Amanecí vestido sobre la cama. Tan pronto miré mis zapatos, reconocí un profundo rencor en sus ojillos enlo-dados. Tuve la impresión que sacaban su lengüeta con toda la intención de insultarme.

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Esta vez supe que no los iba a con-tentar tan fácilmente con una simple boleada. No los culpo, los tengo tan olvidados, han de pensar que sólo los conservo para utilizarlos como mejor me convenga.

Mis zapatos tienen razón. Por ejemplo, cuando los boleo no es para

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que ellos se vean bien, los hago bril-lar básicamente para lucirme y en el fondo ni siquiera los limpio para mí, sino para el jefe, la secretaria y toda esa gente que mira los pies antes que a los ojos.

“Ya está el desayuno servido”, gritó mi esposa desde la cocina; yo me en-

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contraba tan preocupado que le con-testé: “no estés chingando y búscame la corbata, se me hace tarde”.

Salí a trabajar, todavía llevaba el cabello mojado y ni tiempo tuve para peinarme, lo único importante era encontrar alguna forma de aliviar mi conciencia y el frío que siente mi dedo gordo del pie derecho cada vez que me enojo con mis zapatos y me tratan con tanta indiferencia.

Todo el tiempo me ignoraron.Has-

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ta la hora de comer se me ocurrió una gran idea: llevarlos a divertirse, a bailar en un lugar modesto; así no gastaba mucho y todos contentos.

A la salida del trabajo dije a los muchachos que no podía ir con ellos a seguirla, que lo sentía. Y de verdad me dolió verlos alejarse.

Al llegar a casa dije en voz alta y manoteando en el aire: “esta noche será distinta, dedicada especialmente a ustedes”.

Busqué el cepillo bajo la cama y les volví a dar grasa.

Lo que no me convencía era su pareja: unos zapatos de medio tacón, bajitos y de mal gusto; los únicos dis-ponibles y al alcance de mi billetera.

En la pista bailaban que daba gusto verlos, pulían el piso con sus suelas

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corridas, flotaban hechizados por mis mejores pasos y por las notas de dan-zones y chachachás.

Creo que lo disfrutaron bastante. Ahora, ya renovados, podemos con-tinuar nuestra vida de costumbre. Ma-ñana los usaré tranquilamente porque ellos estarán contentos conmigo.

Pienso todo esto mientras mi mu-jer, así como está de gorda, hunde el colchón al sentarse en el borde, se quita sus zapatos de medio tacón (que siguen pareciéndome de mal gusto) y me da las gracias con una leve sonrisa bajo sus ojos ilusionados.

Como si todo lo hubiera hecho por ella y no por mis zapatos.

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Por los suelosde Jesús Heredia,

se formó con fuentes de 12 y 14 puntos,

el día 9 de agosto de 2012, la edición virtual estuvo al

cuidado de Carlos Coronel. Paraíso, Tabasco, México.

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Cuadernos del Balcón, México 2012.