por: betford betalleluz, maría emma mannarelli, cecilia ... · bandoleros, abigeos y montoneros....

9
Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia Méndez, Lissie Wahl AGUIRRE, Carlos y WALKER, Charles (eds.), Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali- dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto de Apoyo Agrario, Lima: 1990, 393 pp. En un volumen que es hoy clásico, Bandits (Londres, 1969), Eric Hobsbawm sistematizó el estudio del bandolerismo en la moderna lústoria social. No obstante las críticas que desde entonces ha sido objeto, el modelo de "bandolerismo so- cial" propuesto por Hobsbawm ha logrado sobre- vivir y continúa suscitando controversias. Prueba de ello es la compilación que nos ofrecen los jóvenes historiadores Carlos Aguirre y Charles Walker. El tema no es nuevo, pero se trata de la primera vez que se publica una antología, en castellano, dedicada a examinar el bandolerismo social con referencia específica a la realidad andina. De los doce estudios aquí reunidos, siete perma- necían hasta ahora inéditos. Los doce han sido No. 1, Julio 1991 realizados por investigadores más bien jóvenes, historiadores unos, antropólogos otros. El con- junto constituye un volWTien de gran calidad aca- démica y pulcra presentación. Los artículos han sido ordenados de manera cronológica, de acuerdo con el período estudiado en cada uno. Abre la selección Carmen Vivanco con un estudio sobre el bandolerismo colonial. Vivanco sostiene que el bandolerismo en el Perú durante el período colonial tardío (1760-1810) emergió como una respuesta de los sectores popu- lares a la crisis agrícola que azotó los campos y repercutió en las ciudades. El análisis se funda en un estructuralismo economicista que hoy pocos se atreverían a mantener. La definición de bandoleris- mo coincide, no obstante, parcialmente, con la de "bandido social" que Hobsbawm propone: pala- dín de los pobres, el bandido atacó a los ricos y a los representantes del poder colonial. Se trató, sin embargo, arguye Vivanco, de una salida indivi- dualista de protesta social, que llegó a reproducir ciertos rasgos "señoriales" y jerárquicos de la sociedad colonial a la que desafiaba y, en tanto tal, 275

Upload: others

Post on 29-Jun-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

Por:

Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia Méndez, Lissie Wahl

AGUIRRE, Carlos y WALKER, Charles (eds.), Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali­dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto de Apoyo Agrario, Lima: 1990, 393 pp.

En un volumen que es hoy clásico, Bandits (Londres, 1969), Eric Hobsbawm sistematizó el estudio del bandolerismo en la moderna lústoria social. No obstante las críticas que desde entonces ha sido objeto, el modelo de "bandolerismo so­cial" propuesto por Hobsbawm ha logrado sobre­vivir y continúa suscitando controversias. Prueba de ello es la compilación que nos ofrecen los jóvenes historiadores Carlos Aguirre y Charles Walker. El tema no es nuevo, pero se trata de la primera vez que se publica una antología, en castellano, dedicada a examinar el bandolerismo social con referencia específica a la realidad andina. De los doce estudios aquí reunidos, siete perma­necían hasta ahora inéditos. Los doce han sido

No. 1, Julio 1991

realizados por investigadores más bien jóvenes, historiadores unos, antropólogos otros. El con­junto constituye un volWTien de gran calidad aca­démica y pulcra presentación.

Los artículos han sido ordenados de manera cronológica, de acuerdo con el período estudiado en cada uno. Abre la selección Carmen Vivanco con un estudio sobre el bandolerismo colonial. Vivanco sostiene que el bandolerismo en el Perú durante el período colonial tardío (1760-1810) emergió como una respuesta de los sectores popu­lares a la crisis agrícola que azotó los campos y repercutió en las ciudades. El análisis se funda en un estructuralismo economicista que hoy pocos se atreverían a mantener. La definición de bandoleris­mo coincide, no obstante, parcialmente, con la de "bandido social" que Hobsbawm propone: pala­dín de los pobres, el bandido atacó a los ricos y a los representantes del poder colonial. Se trató, sin embargo, arguye Vivanco, de una salida indivi­dualista de protesta social, que llegó a reproducir ciertos rasgos "señoriales" y jerárquicos de la sociedad colonial a la que desafiaba y, en tanto tal,

275

Page 2: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

contribuyó a obstruir la formulación de lDla alter­nativa de cambio al orden colonial en Jugar de alentar tal opción.

Flores Galindo, en "Bandidos de la costa", capítulo éste de su estudio sobre Lima colonial, Aristocracia y Plebe, coincide con Vivanco en tipificar al bandolerismo como "válvula de es­cape" de los sectores populares en la colonia. Señala además, al igual que la autora, que aun cuando el bandolerismo desafiara explícitamente el orden establecido, no supuso una amenaza verdadera para aquél y estuvo lejos de perfilar un camino alternativo. Pero su enfoque, más agudo, Je permite cuestionar la tesis de las motivaciones económicas sugerida por Vivanco. Los bandidos, arguye Flores Galindo, por Jo general negros y castas, tuvieron como blanc.o no sólo a los ricos y poderosos sino también a los indios pobres, jor­naleros y campesinos, aunque fuese poco lo que de ellos podían obtener en términos materiales. El autor llega así a sugerir que el bandolerismo, al agudizar las tensiones étnicas en el marco de los sectores populares, desempeiió, en última instan­cia una "función" social durante la colonia.

Ward Stavig va aún más lejos en su crítica al modelo hobsbawmiano de "bandido social" en un estudio sobre el abigeato en el Cuzco rural del siglo XVIlI. El autor arguye que, lejos de ser idealizado, el bandolerismo (bajo la modalidad de abigeato) fue severamente reprimido y sancionado por las comunidades de Quispicanchis y Canas y Canchis. Esta act itud, sugiere Stavig, obedecía al impulso de cierto ethos comunitario de raíces prehispánicas al que el autor alude en términos de "economía moral". La comunidad campesina, a la par de defender su integridad contra los abigeos, colaboró con el estado colonial en su función de "control social". Cabría preguntarse, sin embargo, si la cohesión comunal no estaría sobredirnen­sionada en el enfoque de Stavig. Las mismas formas comunales de "control social" que benefi ­ciaron al estado bien pudieron acentuar, como Hoch lo ha sugerido para el caso ruso, rasgos opresivos y de desigualdad al interior mismo de la comunidad, beneficiando a algunos grupos en desmedro de otros.

Charles Walker estudia el bandolerismo de la costa central peruana en el marco de las luchas caudillistas de los albores de la república (década de 1830). Plantea que la Independencia le infun­dió al bandolerismo un contenido político del que antes carecía: su trabajo examina precisamente los rasgos de tal politización. Los bandidos de Walker no son "bandidos sociales". Son, en

276

cambio, personajes de la "plebe" que se aban­deran en la mayoría de casos tras caudillos libera­les con la esperanza de lograr su incorporación a la sociedad en calidad de "ciudadanos". La hipó­tesis se revela sugerente, en especial si considera­mos que la historiografía sobre el período ha desdeiiado, casi axiomáticamente, la capacidad de los sectores populares para percibir los conflic­tos políticos en el nivel nacional. Walker sugiere que si bien el bandolerismo costeiio, en alianza con el liberalismo, demostró ser incapaz de sos­tener un proyecto coherente de gobierno, supuso, en cambio, límites a la hegemoJÚa de los conser­vadores en el poder. Esta tesis representa, asimis­mo, una manera de entender la política y los con­flictos liberal-conservadores distinta de la de otro historiador que ha abordado el estudio de las pug­nas políticas en el Perú caudillista, Paul Gooten­berg . Aunque aborda el problema desde otra pers­pectiva temática, Gootenberg ha puesto de relieve el carácter esencialmente elitista, antipopular y extran jerizante de los liberales peruanos, llamando más bien la atención sobre el cariz populista y "nacionalista" de los conservadores.

En "Cimarrona je, bandolerismo y desintegra­ción esclavista, Lima 1821-1854", Carlos Aguirre compara dos fenómenos sociales que, desde su perspectiva, fueron consustanciales al proceso de "desintegración esclavista" en el Perú: el ban­dolerismo y el cimarronajc. Coincide con Flores Galindo en que el bandolerismo costeiio de esta época no fue un "bandolerismo social", pues los bandidos, lejos de defender a los pobres, los contaron entre sus víctimas. A diferencia de Walker, sin embargo, Aguirre prefiere no insistir en el contenido político del bandolerismo aduciendo que no pasó de ser "una expresión de malestar permanente al interior de una sociedad injusta" (p. 177). No sorprendería la disparidad de los enfoques si los trabajos no girasen en tomo a la misma época e idéntica región. (Resulta curioso que ni uno ni otro, responsables de la compilación, expliciten semejante discrepancia). Aguirresugie­re, por otro lado, (y aquí coincide con Vivanco) que mientras el bandolerismo, antes que cues­tionar, no hizo sino reproducir una forma de ejercer el poder, el cimarronaje, aquella otra vía que tuvo el esclavo para alcanzar su libertad, le ofreció, en cambio, al ex esclavo elementos de "comunidad" y solidaridad a partir de los cuales forjar un ethos y una visión alternativa de "justi­cia" indispensable para el reordenamiento de la sociedad. El cimarronaje fue, según Aguirre, la "antesala" de la abolición.

Revista Andina, Año 9

Page 3: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

El artículo de Eric Mayer, "Ecología, crimen y rebelión en los Andes (Ayacucho 1852-1929)" pretende abrir una perspectiva innovadora res­pecto de los anteriores al incorporar la "variante ecológica" en el estudio de la criminalidad y la rebelión. La lectura de este texto nos deja, sin embargo, insatisfechos, porque la simpleza de las conclusiones no está a la altura del enorme esfuer­zo cuantitativo tras el ensayo (el autor asegura haber analizado "miles" de casos y 55 ciases distintas de delito. El autor sugiere que los mo­mentos de rebelión y de aumento de la criminali­dad en Ayacucho coincidieron con los meses pos­teriores a la cosecha (entre junio y noviembre), durante los cuales los campesinos se congregaban en fiestas o se dedicaban simple y llanamente al ocio y la bebida. Por su parte, los índices delicti­vos descendían en tiempos de siembra, durante los cuales la energía se volcaba por entero a las labores agrícolas. La caracterización cíclica del delito bien puede ser válida, aunque poco tenga de "innov adara" y menos aún de "ecológica". Sabido es que los ciclos agrícolas condicionaron de manera significativa la vida de los campesinos en los Andes determinando patrones migratorios y labo­rales. Nada nuevo contiene la hipótesis según la cua l fiestas, alcohol y ocio contribuirían en cualquier parte del mundo a crear un ambiente propicio para las trifulcas y el delito. Pero, ¿qué nos dice ello del sentido de los actos delictivos y las rebeliones, y qué de su relación con la "eco­logía"?

El ensayo de Lewis Taylor, "Los orígenes del bandolerismo en Hualgayoc, 1870-1900" analiza el bandolerismo y su relación con la política, en Cajamarca, región en la que el fenómeno fue endémico. Marcando una distancia con los casos hasta aquí comentados, Taylor señala que el bandolerismo en la provincia de Hualgayoc no fue una actividad privativa de la ciase menesterosa. Las elites locales desempeñaron un papel pro­tagónico en el bandolerismo cajamarquino, puesto que éste se convirtió en la herramienta única de la política local. Estos caudillos locales establecían vínculos de clientela con autoridades y con una población campesina más bien móvil que se ad­hería a alguna banda en busca "protección" como mecanismo de supervivencia. Taylor señala que el bandolerismo se vio alentado por una situación de posguerra similar a la perfilada por Walker durante la década posterior a la Independencia: una población armada, crisis económica y debili­dad del estado. El autor sugiere que las facciones armadas de uno u otro "caudillo-bandido" estaban

No. 1, Julio 1991

unidas no tanto por lazos ideológicos cuanto por vínculos personales y ciientelísticos. Tal como lo describe Taylor, el bandolerismo en Huaigayoc presentaría rasgos muy similares a los que distin­guieron al coronelismo de la década del treinta en el nordeste brasileño; allí, convertirse en bandido no supuso, en palabras de Singelmann, "una reac­ción contra la política y la sociedad locales sino, por el contrario, un esfuerzo socio político de adaptación".

Eric Langer, en "Bandolerismo andino y or­ganización comunal campesina 1882-1930", compara el bandolerismo en dos provincias colindantes de Chuquisaca, Bolivia: Tomina y Y amparaez. El autor elabora un sugerente modelo para explicar por qué los campesinos eligen caminos disímiles ante la presión que suponen situaciones sociales adversas. El factor determi­nante no depende de las condiciones económicas sino del grado de cohesión interna de una so­ciedad. El bandolerismo, o abigeato, será endémico en aquellos lugares donde o bien las comunidades campesinas se han extinguido o son minoritarias y frágiles: en zonas culturalmente mestizas, de frontera, y poblaciones móviles. Langer coincide con Stavig en que el bandolerismo difícilmente penetrará en regiones donde las tradiciones comunales y corporativas se han mantenido (ya sea dentro de las comunidades o haciendas). Estos vínculos colectivos alentarán otras salidas más eficaces según el autor, para dar solución a los problemas sociales. Cita entre los ejemplos el caso de las rebeliones en masa.

En los tres últimos trabajos de la selección, escritos por antropólogos, se analizan situaciones más contemporáneas. Los abigeos de Canchis observados por Benjamín Orlove en "La posición de los abigeos en la sociedad regional: el ban­dolerismo social en el Cusco en vísperas de la reforma agraria", presentan, a diferencia de los examinados por Langer y Stavig, rasgos que el autor identifica con el modelo hobsbawmiano de "bandolerismo social": tales abigeos roban a los terratenientes -o recuperan lo robado (pastizales, ganado y tiempo de trabajo), tal es la percepción que tienen de su actividad se nutren de las redes de solidaridad establecidas por las propias comu­nidades campesinas. Pero Orlove reconoce que este caso no es generalizable, e ilustra los límites de su propio modelo con el ejemplo de la también cusqueña provincia de Chumbivilcas, donde en el bandolerismo formó parte de las redes de poder local como se comprueba en Hualgayoc y en el nordeste de Brasil, y donde los campesinos fueron

277

Page 4: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

con frecuencia víctimas de cuatreros y bandidos. Uno de los mayores méritos de este cuidadoso ensayo es su empleo de las fuentes orales. Orlove recogió testimonios de los propios abigeos en las cárceles, así como de autoridades y policías. Ello le permitió no sólo elaborar una reconstrucción minuciosa de las redes y el funcionamiento del abigeato en Canchis sino acceder directamente a la percepción de los actores y testigos involucra­dos en el drama que luego transmitiría ( algo digno de la envidia de un historiador).

El texto de Ricardo Valderrama y Carmen Escalante consiste en fragmentos comentados de la historia de vida de un famoso abigeo de una comunidad de Apurímac (cuyo testimonio fue recogido en la década del setenta). Esta vez no se trata de personajes desarraigados que buscaran refugiarse bajo el mantoprotectorde algún patrón. Estamos frente a un caso de comunidades de altura que practicaron el abigeato de manera sis­temática y asumieron esta actividad como un modo de vida que les permitía compensar sus escasos recursos. El caso es lo suficientemente interesante y parecería desafiar los modelos de Stavig y Langer, quienes juzgan al bandolerismo (o abigeato) como una actividad más bien ajena a las comunidades campesinas. No obstante, los comentaristas no se plantean este tipo de pregun­tas y dejan sin precisar los mínimos elementos contextuales que nos hubiesen permitido llevar este tipo de argumentos a una mayor elaboración. Nada se nos dice del hábitat social en el cual viven y operan estos abigeos; tampoco queda clara la identificación de sus víctimas. Por último, el sesgo de romanticismo con el que los autores describen a los abigeos no es congruente con los fragmentos de la historia de vida que nos presentan. A juzgar por el testimonio, elocuente y dramático, el robo entre comuneros fue frecuente y la violencia se practicó hasta la atrocidad.

La antología se cierra con un ensayo de Debo­rah Poole, de visible inspiración foucaultiana. En la contraparte de los estudios precedentes, el ensayo de Poole nos presenta la visión "desde arriba" de la criminalidad indígena. La autora rastrea la ideología subyacente a la criminología "indigenis­ta" peruana, concebida este siglo durante las décadas del veinte y el treinta. Concluye que, muy a su pesar, el indigenismo mejor intencionado terminó contribuyendo a la concepción de una criminología "indigenista" de base positivista, profundamente reaccionaria y racista. El indio, señala Poole, cuyo status moral y jurídico se hallaba en debate, y por cuya "incorporación" a la

278

sociedad nacional competían las diferentes fuer­zas sociales, era a la vez "ese indio creado o constituido por los indigenistas: ( ... ) un ser hu­mano cultural y socialmente diferente, inmutable y silencioso, inextricablemente enraizado en el ambiente telúrico del paisaje andino" (p. 367).

La actualidad que los temas tratados en esta antología poseen para la realidad peruana resulta evidente. Quizá, sin embargo, la pertinencia del modelo hobsbawmiano como punto de partida sea discutible. Tras la crisis de paradigmas, poco sentido tiene hoy preguntarse por el carácter "radical" o "reformista" del bandolerismo o por su legitimidad como modalidad de "protesta so­cial". Hoy, pensamos, el problema de las defini­ciones adquiere relevancia mucho mayor que el de la "caracterización política". Quién es un abigeo, bandido, criminal o indio, no depende sólo de las regiones y las circunstancias históricas específi­cas sino también, y sobre todo, como justamente señala Poole, de quién sea el que los define. Relativizar las dicotomías, cuidarse de adscribir a los sujetos históricos identidades fijas. Son éstas algunas de las reflexiones que suscita en nosotros la lectura de este importante libro .

C.M.

ORLOVE, Benjamín S., Michael W. Foley y Thoma~ F. Love (comp.) State, Capital, and Rural Society: Anthropological Perspectives in Mexico and the Andes. Westview Press, Boulder, San Francisco y Londres. 1989

Mientras que, para unos, el ocaso del 'socialis­mo realmente existente' ha significado el triunfo definitivo del sistema capitalista, para otros, tal ocaso ha representado la apertura de un espacio para tratar diversos proyectos sociales a los que debe responder el socialismo. Entre los últimos, el problema por delante no sólo es el de notar la heterogeneidad social e histórica del mundo ac­tual -manifiesta en diversas consideraciones de carácter sexual, étnico, regional o ecológico, entre otros- sino el de lograr incorporar activamente los planteamientos que ello pueda suponer.

En este marco, la lileratura marxista ha pasado de inspirar numerosos y variados enfoques disci­plinarios a nutrirse también de varios de ellos. El libro editado por Orlove, Foley y Love es un ejemplo claro de este tipo de esfuerzo, así como de

Revista Andina, Año 9

Page 5: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

los aportes que puede brindar un análisis antro­pológicodecidido a relacionar los procesos históri­cos locales y globales.

En State, Capital, and Rural Sodety los edito res buscan reunir un conjunto de trabajos que a la vez que cuestionar un número de supuestos homogenizantes y unilineares pasados del análi­sis político económico de la realidad latinoameri­cana, aporten a la intención tras dichos esfuerzos mediante el estudio antropológico del carácter histórico y social tan disímil que ha tenido la integración de dichas sociedades al sistema capi­talista. En lo que a la antropología se refiere, los enfoques que mayor ascendencia habrían mos­trado son los referidos a la teoría de la dependen­cia y a los modos de producción. Ello, en la medida en que a través de éstos se pretendió dar explicación, respectivamente, al escaso desarro­llo al que condujo el capitalismo y al cúmulo de trayectorias sociales e históricas que persistió pese a la tremenda expansión que tuvo la econo­mía de mercado en el marco del capitalismo. Mientras que, en un inicio, los dependentistas percibieron las diversas realidades latinoan1erica­nas exclusivamente como producto de la lógica y dinámica del sistema capitalista, el anál isis de los modos de producción subrayó, por el contrario, el potencial de los diversos modos de producción locales para responder en términos propios al capitalismo -aun cuando frecuentemente lo hi­cieran como si dichas formaciones no estuvieran, a la vez, modificadas en alguna medida por el impacto histórico de su relación con el capita­lismo.

Frente a estos análisis, los trabajos presenta­dos sugieren un número de críticas que pueden resumirse en el llamado análisis postdependen­tista de los modos de producción y el Estado. Dos de los aportes en el libro son de carácter teórico y los ocho restantes, estudios de caso. A esto se suma tanto la discusión introductoria como final de Orlove principalmente.

En el marco descrito, los artículos teóricos brindan pautas metodológicas. El trabajo de Foley y Y ambert, por un lado, argumenta la importancia de considerar la relativa autonomía del Estado frente a las clases dominantes y los procesos que emanan del capitalismo, así como frente a las diversas clases con las que debe tratar, e indaga más bien por las condiciones sociales precisas de su funcionamiento en distintos momentos históri­cos. Por otro lado, Roseberry, en un artículo excepcionalmente rico, reconoce numerosos aportes de la teoría dependentista y, en particular,

No. 1, Julio 1991

del análisis de los modos de producción, mas sostiene que dichos enfoques deben ser 'desestruc­turalizados'. En otras palabras, para él estas pers­pectivas sustituyeron con peligrosa frecuencia el comportamiento de grupos o clases sociales históricamente existentes por el de estructuras y reglas sistémicas atemporales. No obstante, no por ello cae tampoco en la trampa del particu­larismo histórico sino que, por el contrario, plan­tea la necesidad de intentar definir siempre las 'reglas de movimiento' de la formación social que uno analiza, dentro de su respectivo marco histórico. Opta, así, por la existencia de regulari­dades, cuyos contornos sería posible dibujar en la medida en que pudieran ser ubicados dentro de los contextos históricos y las condiciones sociales que le dan origen y sientan las bases para su desarrollo. En este marco le asigna un rol primor­dial al análisis político económico de los procesos históricos de conformación, desarrollo y enfren­tamiento de relaciones de clase.

El carácter variable de las respuestas del Es­tado y de diversos grupos rurales en Latinoamérica frente al 'capital', muestran, a través de los estu­dios de caso, que éste está lejos de ser omnipotente o ubicuo. Así, por ejemplo, mientras que Godoy observa que son precisamente los campesinos más pudientes los que venden su fuerza de traba jo, Orlove y Le Vieil señalan la enorme fragilidad de los proyectos de desarrollo conducidos por el Estado; Parkerson, que pese a su gran rentabilidad en el mercado internacional y su desarrollo al margen del Estado, los productores de coca obtienen magras ganancias y se ven imposibilita­dos de trascender los tipos de relaciones de pro­ducción a los que se verían sujetos en el altiplano (salvo cuando pasan aelaborarcocaína); y, de uno u otro modo, Y ambert, Zazueta, de la Peña y Love muestran como la combinación del capitalismo con diversas formaciones locales conduce al apla­zamiento de la diferenciación social que debía producir el capitalismo, según cabía esperar.

En el proceso, no obstante, los estudios de caso presentan sin el debido análisis una gama tan diversa de respuestas frente al capitalismo que el mensaje final del libro parece quedaren que frente a éste existe una capacidad prácticamente ilimi­tada-y, por tanto, poco comprensible u ordenable­de manejo entre las otrora consideradas 'vícti­mas' . Merece cuestionarse un poco más el hecho de que prácticamente no se previesen las rela­ciones que se podían guardar con el capitalismo. Se entiende que tal imprevisión obedece a la concepción simplista de años atrás según la cual la

279

Page 6: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

aparición del capitalismo supondría resultados casi automáticos.

A este respecto, pese a la presentación de casos muy diversos, se advierte la ausencia de un en­foquecomparativo. No obstante, es posible obser­var, por ejemplo, que tanto entre los Estados como entre las poblaciones rurales que se desenvuelven en el marco del capitalismo, se presentan ciertas tendencias en la diferenciación de los manejos políticos y/o económicos posibles bajo determina­dos tipos de circunstancias, así como en la rela­ción entre éstos y la naturaleza del control que ejerce la economía de mercado sobre las condi­ciones de existencia de cada cual. De este modo, podemos ver que mientras los Estados aparente­mente más 'efectivos' son aquellos cuya proximi­dad al capital es mayor -aun cuando de carácter dependiente- las relaciones asalariadas surgen como dominantes, más bien, en aquellos contex­tos en que el sistema de producción obtiene mayor capitalización. A la vez, mientras que muchos productores no perciben, en términos prácticos, una distinción clara entre una producción extra­rregional destinada al mercado nacional y una orientada al mercado internacional, por su parte, el capital internacional tiende a asociarse con aquellos grupos sociales que pueden absorber en mayor medida diversos riesgos de producción (sean éstos el Estado, ciertas élites locales o, como en varios casos, diversos sectores rurales de carácter modesto y regional).

En resumidas cuentas, si bien es cierto que la teoría dependentista, así como el análisis de los modos de producción clásico, se mostraron inca­paces de anticipar tanto la diversidad como la complejidad de las relaciones de los diversos Estados y poblaciones rurales latinoamericanos frente a una economía política mayor, conduciendo así a los tipos de propuestas metodológicas de análisis postdependentista del Estado y los modos de producción que se presentan en este libro, no por ello se debe concluir con los estudios de caso que es imposible el desarrollo de conceptuali­zaciones más precisas acerca de la relación entre comunidades locales y globales -la falta, tal vez, mayor de este trabajo. El desarrollo de diversas respuestas dentro de una totalidad común, así como las variadas articulaciones entre lo político y lo económico y la capacidad tan diversa de manejo frente al capital por parte de diversos Estados y poblaciones rurales son algunas de las áreas sobre las cuales se podría haber intentado mayor síntesis y análisis. Intentando precisar aún más, no obstante, la carencia principal del libro en

280

este respecto, se podría señalar que el capitalismo produce, a la vez que responde a, una diferencia­ción social ( entendida en este caso no como pro le­tarianización sino como diversidad en las rela­ciones de clase presentes), íntimamente ligada no sólo a su control sobre los medios de producción y su correspondiente y frecuente reducida tasa de inversión en los mismos, sino que la subordinación resultante al capital -de carácter formal antes que real- pareciera otorgarle un control imperfecto, dando paso al desarrollo potencial de numerosos procesos contradictorios, a la vez que contestata­rios.

Así como una comprensión político económica de la realidad latinoamericana debiera buscar el análisis y la comprensión de las respuestas por parte de los diversos modos de producción y Estados involucrados, esto, a su vez, debería aportar a la formulación de hipótesis más precisas acerca del desarrollo de la economía política lati­noamericana. Sabemos ya que la teoría dependen­tista, entre otros conceptos y técnicas que antici­pan el desarrollo de una modernidad general, no conducen a todos, de modo teleológico, por una sola senda, y que, más bien, ante diversos modos de producción y Estados, dicha senda se ha visto redefinida múltiples veces. Nos resta ahora buscar la mayor integración conceptual de estas aparen­tes atingencias históricas particulares -proceso nada fácil en un momento histórico en el que a través del globo el capital se atribuye victoriosa­mente lo que en realidad constituye un cúmulo de procesos sociales contradictorios, conflictivos y muy pocos claros.

En este marco, el esfuerzo por reducir los costos de producción o, de manera correlativa, ampliar los riesgos de inversión, tendría como contraparte la paradoja de la existencia de un mayor número de 'cabos sueltos', capaces de disipar diversos rasgos del capital en múltiples e inciertas direcciones. Por qué se da ello a estas alturas del capitalismo es otro punto importante por tratar, un punto en tomo al cual se debiera invitar a discutir a economistas, historiadores y antropólogos en conjunto. Por ahora, Smith, Fo ley y Love han reunido los estudios de caso básicos para desarrollar y pensar estas preguntas. Por último, han apuntado a los procesos históricos y productivos críticos que resulta fundamental observar. Mas el capitalismo descansa aún sobre relaciones muy contradictorias, cuyo desenlace final, pese a diversas apariencias e ideologías, se mantiene incierto.

L.W.

Revista Andina, Año 9

Page 7: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

QUIROZ, Alfonso. Banqueros en conflicto. Estructura financiera y economía peruana, 1884-1930. Centro de Investigación de la Univer­sidad del Pacífico. Lima, 1989, 341 pp.

El análisis del rol de las instituciones e inter­mediarios financieros en la diversificación y mo­dernización de la economía peruana en el período indicado es la cuestión central del estudio de Alfonso Quiroz. El autor evalúa la efectividad de la estructura financiera para facilitar el desarrollo económico durante ciclos de alzas y bajas en la exportación. Presta, además, especial atención al proceso de canalización de fondos del sector generador de ahorro hacia el de inversión.

Este estudio, en un nivel metodológico, supera enfoques tradicionales derivados del uso de fuen­tes oficiales en el análisis de la historia financiera peruana. En reacción a los descalabros fiscales de finales de la era del guano, el liberalismo financ ie­ro privado predominó en política financiera hasta la década del treinta, cuando el Estado inicia, con mayor énfasis, su intervención en la regulación del sis tema financiero. Por ende, el uso de fuentes históricas privadas se convierte en un requisito indispensable en el tratamiento del tema El autor trabaja con los documentos del banco comercial más importante del período, el Banco del Perú y Londres, que fueron preservados por la Superin­tendencia de Banca encargada de liquidar dicha institución hacia 1930. Añade, además, informa­ciones sobre instituciones hipotecarias, cajas de ahorro y compañías de seguro, así como casas de préstamo que los bancos se ven incapaces de desplazar del mercado financiero y que subsisten paralelamente a aquellas más modernas.

Quiroz cuestiona el esquema dependentista sobre la base de nuevas evidencias acerca de la habilidad de la elite nativa para acumular capital, usar instituciones financieras para diversificar sus intereses, y alcanzar cierta independencia finan­ciera. Según su propuesta, el único rol cumplido por las instituciones financieras de la época fue uno de control social y político por parte de la "oli­garquía" desplazada del sector productivo por el capital extranjero. Por lo tanto, el sector financie­ro contribuyó a la dependencia de la economía pe­ruana actuando como intermediario de la penetra­ción capitalista (Yepes, Bonilla).

Coincidiendo con el marco general propuesto porThorp y Bertram (1985), el autor anota que la estructura moderna de la economía peruana no se entendería sin los cambios que se produjeron

No. 1, Julio 1991

durante los años en discusión. En este sentido, la elite local consolidó las bases para una relativa autonomía financiera frente al capital anglo francés, a fines de la primera posguerra, cuando el capital americano no era aún dominante.

Quiroz empieza explorando las funciones y la especialización de los diferentes tipos de finan­ciamiento institucional e informal con el propósito de evaluar la eficiencia de la infraestructura finan­ciera en sus partes constitutivas, dinámica y di­rección de crecimiento. Luego considera los fac­tores causales de los ciclos bancarios -fluctua­ciones del comercio exterior, condiciones mone­tarias y cambiarías, flujos de capital extranjero, capacidad financiera de la elite, políticas finan­cieras y situación política en general-, que influ­yeron en la efectividad intermediaria en el mo­mento de poner en ejecución adecuadas deci­siones financieras para propósitos de desarrollo. Un caso estudiado, el de una influyente insti ­tución bancaria, el Banco del Callao y su sucesor, el Banco del Pení y Londres, se incluye con el propósito de ofrecer una explicación más detalla­da de los intereses (nativos y foráneos) y las políticas financieras.

Los principales hallazgos sostienen la hipó­tesis de que las instituciones financieras fueron relevantes para la modernización en el largo plazo, una básica diversificación e.conómica y autono­mía financiera de la elite. Los intermediarios financieros en el Perú suministraron, en mediano plazo, soporte básico a actividades de comercio, gobierno, exportación y urbanización a través de una relativa especialización de sus funciones. La contribución institucional de los intermediarios financieros a la industria y minería fue intensa sólo durante un período corto de tiempo. Los efectos de descentralización financiera y geo­gráfica, y una distribución más equitativa de los ingresos fueron mínimos.

Hasta antes de la Primera Guerra Mundial, intereses privados de comerciantes nativos y foráneos dominaron la esfera financiera y las inversiones de los grupos de la elite; y con el apoyo de las instituciones financieras, expandie­ron sus intereses económicos e iniciaron una diversificación transicional.

Entre 1916 y 1927, la elite de agroexporta­dores obtuvo gran autonomía financiera y des­plal.Ó intereses extranjeros de importantes insti­tuciones y actividades financieras durante períodos de auge en la exportación de azúcar y algodón (1917-1920 y 1922-1925).

El endeudamiento ex temo excesivo de los sec-

281

Page 8: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

tores privado y público en 1909-1913 y 1925-1930, junto a un declive en los precios inter­nacionales de exportaciones agrarias, tuvieron consecuencias negativas para la estructura finan­ciera doméstica. Como resultado, el Perú y Londres, sobreespecializado en crédito agrícola, se declaró en quiebra en 1930. Ofrecen una visión complementaria del mismo período el estudio realizado por Michael Gonzales (1985) sobre las plantaciones azucareras del norte del país.

Quiroz concluye que la estructura financiera se comportó con relativa eficiencia en lo relativo a la acumulación elitista, la intermediación entre comercio, agroexportación y negocios urbanos, siempre y cuando no dependieran tanto del capital foráneo, la fuerte vinculación con el endeuda­miento público y la sobreespecialización en el otorgamiento del crédito local.

Los bancos son instituciones de posición pri­vilegiada que, gracias a su actividad diaria, reca­ban una amplia información de un gran número de agentes económicos. Así, para el investigador, los datos de archivos financieros constituyen una valiosa veta para el estudio de la evolución económica de un país. En este sentido, el sólido trabajo de Alfonso Quiroz, se suma al solitario estudio de Felipe Portocarrero acerca del Imperio Prado y el Banco Popular, 1890-1970 (1986) . Esperamos que estas valiosas contribuciones generen otras investigaciones en el aún poco explorado campo de la historia de las instituciones financieras del país.

B.B.

ROSSELLS, Beatriz. La mujer: Una Ilusión. Ideologías e imágenes de la mujer en Bolivia en el siglo XIX. (CIDEM, La Paz, 1987).

El libro de Beatriz Rossells intenta reconstruir algunos aspectos de la cultura femenina y de la ideología sobre las mujeres en Bolivia durante el siglo XIX. La investigación tiene por virtud incur­sionar en un nuevo conjunto de fuentes que son las revistas locales -"el escaparate de los sentimien­tos"- y sus artículos y aportes literarios para dar una visión de lo que las mujeres de la elite pensa­ban de sí mismas y cómo eran percibidas por los hombres de los sectores dominantes de la so­ciedad oligárquica.

Los que presentan el libro y la autora señalan algunas limitaciones del trabajo que a nuestro en-

282

tender no tienen por qué concebirse como tales: que es un libro sobre las mujeres de la clase domi­nante, que las mujeres de la mayoría son las gran­des ausentes, que los textos que sirven de fuentes son dedicados a una minoría. Estas características estarían confiriéndole al trabajo una naturaleza parcial. Sin embargo, el planteamiento del libro acerca de la importancia de entender las rela­ciones entre hombres y mujeres como la esfera más íntima de la vida social legitima largamente el análisis de un grupo por más reducido que este sea.

En la interpretación de la poesía amorosa masculina la autora encuentra la idealización de la mujer y la relación entre la belleza y la virtud.Son actitudes y temas clásicos de la cultura masculina occidental que existen desde hace siglos.De otro lado, el trabajo presenta el peso del culto mariano que da forma al ideal femenino y proyecta valores tales como la pureza, la piedad, la castidad, la bondad, la dependencia y la modestia propios de las mujeres. El rol de la mujer y su función bási­camente afectiva a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX estaba configurado por la trans­misión de valores morales y culturales, en espe­cial aquellos vinculados con el amor, el matrimo­nio y la maternidad. El valor y el sufrimiento eran sus virtudes esenciales.

La educación se presentaba como el instru­mento para alcanzar la civilización. El salón, la tertulia y la moda eran los medios.El trabajo rescata las percepciones femeninas de la vida de los salones y de la moda.La inclinación hacia el progreso que muestra la cultura de las mujeres es entendida como una imitación de la aristocracia europea. Suena a acusación, pero resulta muy comprensible que las mujeres de la elite aspiraran a una situación similar a aquella de laque gozaban sus congéneres en Europa. La ventaja era obvia: más libres, mejor tratadas, más plenamente ciuda­danas.

La autora identifica diferentes posiciones fe­meninas . Hercilia Hemández de Mujía, reivindi­caba la inteligencia, el derecho a la educación y a la participación en la política. Más allá del rol de madre y esposa, reclamaba derechos civiles y políticos para las mujeres. Adela Zamudio, en Co­chabamba, desde el campo literario y cercana al Partido Liberal, abordaba el problema del trabajo doméstico y la justicia social según un enfoque definidamente anticlerical. Propuestas como las de Adela Zamudio despiertan el apoyo de los in­telectuales, mientras que suscitan el rechazo de las señoras católicas. Esto nos refiere a las com-

Revista Andina, Año 9

Page 9: Por: Betford Betalleluz, María Emma Mannarelli, Cecilia ... · Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminali dad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX Pasado y Presente/Instituto

plejidades de las reivindicaciones de género y asu capacidad de convocatoria. Las reivindicaciones de las mujeres de las clases altas giraron en tomo a la discriminación política, jurídica y educativa. Sólo algunas como Adela Zamudio, llegan a la crítica del orden social mismo.

Entre 1850-80 la situación política y social boliviana se articula alrededor del caudillismo militar. El país sigue siendo básicamente agrícola, e impera una visión del mundo señorial y cris­tiana. Durante este período convergen dos ver­tientes: la tradición colonial y el modelo europeo en vigencia. La percepción de la inferioridad de la mujer es compartida por hombres y mujeres. La subordinación jurídica no ha cambiado desde la colonia. A fines de siglo, son pocos los cambios que se advierten. Pero las mujeres de las clases altas participan en los beneficios del poder y del prestigio.

No obstante, la autora ubica un hito en cuanto a las imágenes de las mujeres a fines de siglo. La industrialización, el mercantilismo, y las corrien­tes liberales y positivistas aceleran una lenta tran­sición hacia la "mujer moderna". En las dos úl ti ­mas décadas del siglo pasado se rompe con el ideal cris tiano de la mujer modesta en favor de la mujer moderna, ruptura que se representa simbóli­camente en la sustitución del vestido largo de cola por el traje corto.

Hay ciertos aspectos de fondo que merecen ser discutidos. La autora piensa que la mujer está de­terminada por una cuestión de clase. Las insti­tuciones sociales y jurídicas influyen igualmente en la conformación de la imagen, pero tales insti­tuciones se ven condicionadas a su vez por fac­tores económicos y políticos. Por si fuera poco, las estructuras familiares y los valores culturales también tienen que ver con el dibujo de la imagen femenina.Desde esta perspectiva.de una manera implícita pero contundente, la imagen es exclusi ­vamente un producto de muchas otras configura­ciones sociales que tendríamos que reconstruir

No. 1, Julio 1991

paso a paso. Al concebirse lo simbólico como un producto final, se le despoja de su poder, y la cultura resultaría teniendo un papel pasivo en los procesos sociales. A estas alturas, varias investi­gaciones históricas han demostrado lo contrario: los procesos culturales prefiguran a los cambios económicos.Es cierto que Beatriz Rossels señala que la cultura femenina "manifiesta la unidad ideológica del discurso dominante" ( 101) al des­conocer la realidad, negando lo interno y asimi­lando lo externo y, por otro lado, la mujer fun­ciona como reproductora de agentes sociales afines al s istema (94 ). Pero si regresamos a algunas de las posiciones femeninas que figuran en el mismo libro no necesariamente se sostiene ese argu­mento.

Según la au tora, "La imagen de la mujer privi­legiada del siglo XIX está aún ligada en gran medida al patrón colonial con características que persisten hasta finalizado el siglo" (sujeción legal de la mujer, definición del rol doméstico, subli ­mación sexual). Por otro lado, de acuerdo con el trabajo, la cultura femenina boliviana de la época manifiesta la unidad ideológica del discurso oli­gárquico . Sería conveniente deslindar con mayor claridad lo que las mujeres pensaban de sí mismas y de su sociedad de la imagen que tenían los hombres de las mujeres. Asimismo, sería bueno precisar determinados conceptos que recurren en el texto. Creemos que en ocasiones se confunde imagen con estereotipo, e ideología con cultura. Es necesario contrastar la imagen de lo femenino con la cultura femenina. Están relacionadas pero no son lo mismo.

Como se lee en la introducción, Jorge Basadre hacía un llamado en favor de la desmasculini­zación de la historia, empresa a la que esta publi­cación de hecho aporta. Pero también sería bueno que la historia se sexualizara, es decir.que se reconociera en las personas.cualquiera que fuese el tema.su condición de género.

M.E.M.

283