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Conferencia FLACSO-ISA 2014 Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
23 al 25 de julio de 2014
Mesa: "Populismo. Devenir de una categoría polisémica".
Coordinadores: Sebastián Barros y Julián Melo
Populismo, Violencia/s y gaitanismo en Colombia
Ana Lucía Magrini1
Resumen:
Detrás del nombre populismo y violencia subsisten relatos de lo traumático, lo
indeterminado y, fundamentalmente, lo enigmático de la experiencia histórica colombiana.
La Violencia (en mayúscula) remite a la denominación que la historiografía le ha dado al
período posterior al asesinato del político liberal de corte popular Jorge Eliécer Gaitán el 9
de abril de 1948. Pero la violencia también refiere a un concepto que polemizó los debates
sobre la experiencia histórica de este país desde mediados de los años cuarenta hasta
nuestros días. Durante los años setenta y ochenta dichos conceptos, eminentemente
polisémicos, comenzaron a articularse ¿Qué tipo de disputas y articulaciones se produjeron
en el campo político-intelectual entre el concepto de populismo y el de la/s violencia/s?
¿Qué modalidades asumió la representación de la figura del pueblo? ¿Cómo se re-significó
el gaitanismo? Son algunas de las preguntas que orientan nuestro análisis.
Palabras claves: Colombia, Populismo, Violencia/s, gaitanismo
1 Politóloga (UCC), Mgter en Comunicación (PUJ - Bogotá), Doctoranda en Ciencias Sociales y Humanas
(UNQ). Becaria doctoral del CONICET. Contacto: [email protected]
2
“No existe más mito fundador que el de una violencia presente desde
siempre y que se actualiza a cada instante a través de las guerras
civiles, pero también de las elecciones, que no se perciben como
derivación de un principio de legitimidad, sino como la manifestación
de una simple relación de fuerzas.”
Daniel Pécaut ([2000] 2001:56-57)
Introducción
La siguiente ponencia forma parte de una investigación doctoral más amplia y comparativa
que se propone interpretar los modos en que se re-construyeron en una serie de narrativas
dos experiencias histórico-políticas, el gaitanismo y el primer peronismo, en Colombia y en
Argentina durante la segunda mitad de siglo XX, para comprender la especificidad con que
se articularon en dichos relatos los significantes lo popular y la violencia política2. El objeto
de estudio no es, entonces, el peronismo o el gaitanismo como hechos acontecidos sino la
reconstrucción que de estos discursos podemos realizar a través de una serie de narrativas3.
Dicha investigación se desprende de un marco teórico interdisciplinar que se nutre de los
aportes de la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau ([1985]1987; 2000; 2005) y de la
perspectiva de la historia de los lenguajes políticos de Elías Palti (2007)4.
La siguiente ponencia ―que como hemos adelantado representa una pequeña reflexión
dentro de un proceso de investigación más amplio― se centra en el proceso de re-
significación de lo popular en Colombia, específicamente, en los modos en que una serie de
estudios histórico-sociológicos producidos durante los años setenta y ochenta
problematizaron los conceptos de populismo y de la/s violencia/s. Suponemos que a través
de estos conceptos se catalizaron disputas por definir lo popular y la violencia política en
este país.
A continuación haremos una breve referencia a algunos estudios que representan aportes
teóricos significativos para este trabajo. En principio vale mencionar la interpretación de
Sebastián Barros (2006) sobre la dimensión espectral del populismo. A partir de la noción
derridiana de espectro Barros sostiene que el populismo sigue la forma asediante de aquello
radicalmente heterogéneo que escapa al campo de representación simbólica5. En nuestro
caso retomamos la noción del carácter espectral y asediante de aquello que se resiste a ser
semiotizado sin la pretensión de identificar una nueva conceptualización o aplicación
analítica del concepto de populismo. Aquí nos proponemos, en cambio, abordar lo popular
como problema político-intelectual. En todo caso nuestra lectura se orienta a mostrar que
aquello que en determinado momento se define como populista puede comprenderse y 2 Investigación (en curso) radicada en el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad
Nacional de Quilmes y financiada a través de una Beca Interna de Postgrado del CONICET. La mencionada
investigación cuenta con la dirección del Dr. Sebastián Barros (Conicet) y de la Dra. Flavia Fiorucci (UNQ),
y con la co-dirección del Dr. Elías Palti (UNQ-Conicet). 3 Las narrativas son entendidas en esta investigación como una instancia de mediación necesaria para dar
cuenta del proceso de reconstrucción y de la lucha por la imposición de los sentidos sobre el gaitanismo y el
peronismo. Las narrativas no son, por tanto, una réplica de lo que acontece, ni mero reflejo, sino la
construcción de una trama que retoma lo previo y lo configura. Tampoco aquí se agota el proceso, ya que en
la recepción también intervienen procesos de re-figuración y re-significación (Ricoeur 2004). 4Por motivos de tiempo y espacio no desarrollaremos aquí estas perspectivas teóricas ni el modo específico en
que las interrogamos. Para una aproximación a esta cuestión, véase: Magrini (2011b). 5 Para una lectura crítica de la dimensión espectral del populismo en Sebastián Barros y Benjamín Arditi,
véase: Melo (2013a).
3
abordarse en un contexto de debate específico, desde la especial articulación de este
concepto con las disputas por definir lo popular y la violencia. Es precisamente la pregunta
por lo popular y su articulación con la violencia política aquello que retorna insistente e
iterativamente en la disputa por definir el populismo en Colombia.
En segundo lugar resulta pertinente señalar el aporte del trabajo de Julián Melo (2013b).
Lo interesante de este planteo radica en que desplaza el análisis sobre la especificidad del
populismo6 a la pregunta por la posible disputa entre diversas formas de populismo en un
mismo período de tiempo. En otras palabras, como se pregunta Melo, “Si tengo varios
populismos en pugna ¿sigo llamando populismo a cada uno de ellos, o puedo llamar
populismo al lazo y a los propios mecanismos de la pugna como tales?”(Melo, 2013b: 75).
Adicionalmente, el trabajo aborda el concepto de populismo como una competencia por la
construcción de un sujeto popular. Ambas cuestiones ―la posibilidad de analizar diversas
formas de populismos en pugna y las maneras diversas en que se ha representado al
pueblo― resultan pertinentes para nuestra reflexión. Reiteramos, aunque aquí más que
analizar procesos políticos con rasgos populistas nos interesa interpelar procesos de
construcción de sentidos sobre lo popular y la violencia política que dieron lugar a
conceptualizaciones diversas de populismo, las cuales se encuentran fuertemente arraigadas
a la búsqueda incesante por definir experiencias históricas emblemáticas7.
Finalmente, dos artículos centrados en el abordaje historiográfico del populismo en
Colombia resultaron inspiradores de nuestro trabajo, Nuevas interpretaciones del
populismo latinoamericano y el caso del gaitanismo en Colombia del historiador
estadounidense John Green (1995) y Gaitanismo y populismo. Algunos antecedentes
historiográficos y posibles contribuciones desde la Teoría de la Hegemonía de Cristian
Acosta Olaya (2013). Ambos estudios se centran en el análisis de las formas diversas en
que se ha conceptualizado el populismo en América Latina y proponen la constitución de
un concepto de populismo para el análisis del gaitanismo en Colombia. Mientras el trabajo
de Green reconstruye el debate sobre el concepto de populismo a partir de estudios
producidos en Argentina, Brasil y Estados Unidos, y propone una conceptualización del
populismo gaitanista que recupera algunos aportes del investigador británico Daniel James.
El trabajo de Acosta Olaya reconstruye parte de este debate en Colombia y recupera para el
análisis de la experiencia gaitanista los aportes de la teoría de la hegemonía de Ernesto
Laclau.
A continuación nos centraremos entonces en reconstruir los debates a través de los
cuales se conceptualizó el populismo, la/s violencia/s y se re-significó el gaitanismo en
Colombia entre los años setenta y ochenta.
El populismo se presenta como un concepto eminentemente polisémico, en él se
entretejen una multiplicidad de sentidos que pugnan por definir la historia, la nación y el
6De la innumerable bibliografía destinada al estudio del concepto de populismo los siguientes aportes
receptores de la teoría de discurso político de Ernesto Laclau resultan significativos para este trabajo: Aboy
Carlés (2006; 2004); Barros (2011; 2006); Groppo (2009); Aboy Carlés, Barros y Melo (2013). 7 Sobre esta cuestión, el libro de Acha y Quiroga (2012) y los trabajos de Altamirano (2001; 2011)
representan dos aportes ineludibles. Si bien no abordan centralmente el problema del populismo han
contribuido considerablemente al estudio de los modos en que se re-significó el peronismo en Argentina,
experiencia histórica que no es objeto de esta ponencia pero que forma parte de la investigación más amplia
de la que ésta se desprende.
4
pueblo. De allí, que las disputas político-intelectuales por delimitar el populismo en
América Latina producen, parafraseando a Umberto Eco (1968), dos sentidos encontrados:
una suerte de discurso “apocalíptico” frente al discurso de “los integrados”. En el primer
grupo de nociones de populismo se ubicarían aquellas lecturas que consideran a dicho
fenómeno como sinónimo de demagogia y clientelismo político, mientras que en el
segundo grupo se encontrarían aquellas miradas que reivindican el fenómeno como un
proceso democrático. El concepto de populismo se dirime entonces en el marco de algunas
oposiciones binarias: contenido vs. forma; esfera del deber ser vs. esfera del ser de la
política; especificidad histórica del fenómeno vs. negación de su especificidad histórica;
populismo como fenómeno eminentemente latinoamericano o tercermundista vs. negación
de la especificidad geográfica del fenómeno8.
En Colombia estas oposiciones binarias se tensionan al extremo. Gran parte del debate
sobre el populismo en este país ha rondado y aún ronda alrededor de la pregunta por la
posibilidad o la imposibilidad del populismo. Algunos análisis que argumentan la
inviabilidad del populismo en Colombia sostienen un supuesto implícito contundente: el
populismo pudo haber sido “bueno” para los argentinos o para los brasileros pero no fue
deseable9 o viable en Colombia. La inviabilidad del populismo se ha explicado por la
ausencia de una serie de elementos socio-económicos estructurales que se produjeron en
otros países del Cono Sur (como industrialización acelerada, migraciones externas,
formación de una clase obrera organizada, entre otros) sumado al carácter no-autónomo o
dependiente de la clase obrera colombiana respecto a los partidos políticos tradicionales.
Estos trabajos discuten la condición populista de los movimientos populares desarrollados
en Colombia durante el siglo XX10
y ponen el foco especialmente en el gaitanismo11
,
proceso que desarrolló una amplia movilización social durante los años cuarenta y que
quedó inconcluso luego del asesinato de su líder, Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de
1948. Estos estudios generalmente señalan el carácter no genuinamente popular tanto del
movimiento como del líder y depositan la evidencia de la condición desorganizada del
pueblo en la producción del bogotazo12
.
8 Parte de estas ideas se encuentran desarrolladas en Magrini (2010).
9 Un ejemplo de esta postura que sostiene lo beneficioso que fue para los colombianos no haber gozado del
populismo es el trabajo de Urrutia (1991) On the absence of economic populism in Colombia. 10
Un ejemplo de este argumento es el trabajo Congote Ochoa (2006) Gaitán y el populismo: ¿otros dos
fantasmas colombianos?, allí se argumenta que “desde la óptica de la personalidad del caudillo [Jorge Eliécer
Gaitán Ayala] (…) no fue tan popular su perfil” (Congote Ochoa, 2006: 337) y que “la sociedad colombiana
no estaba ni ha estado madura para un experimento populista (…), adquiriendo fuerza la contrapropuesta de
que entre nosotros el populismo no ha sido sino otro fantasma más de los muchos que inspiran nuestra
bucólica macondiana.” (Ibíd.: 334). 11
El gaitanismo es un movimiento político liberal de corte popular. Como proceso político se desarrolló entre
1928 y 1948. Luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el movimiento quedó en una posición políticamente
marginal en las disputas por la hegemonía política en Colombia. 12
Recordemos que el 9 de abril de 1948 se produjo un levantamiento popular como consecuencia del
asesinato de Gaitán. Se produjeron disturbios, saqueos, destrozos e incendios, principalmente en Bogotá
aunque también en el reto del país. Las multitudes quedaron sin liderazgo y poco a poco los militares
retomaron el orden. Cientos de personas perdieron la vida. Este acontecimiento ha tenido diversas
denominaciones en el campo periodístico y académico. El bogotazo ha sido la denominación más conocida
internacionalmente, la cual fue construida por la prensa nacional e internacional. En el lenguaje académico y
específicamente en la historiografía ha prevalecido la referencia a este evento como el 9 de abril, en parte
porque la designación del bogotazo pone el acento en el desarrollo de la revuelta en la capital en detrimentos
5
Por otro lado, se registran una serie de estudios que argumentan el carácter populista de
algunos de los movimientos populares desarrollados en Colombia durante siglo XX. Los
dos casos más referenciados son el ya mencionado gaitanismo (1928-1948) y el gobierno
de Rojas Pinilla (1953-1957)13
. Aunque en esta ponencia nos centraremos especialmente en
las conceptualizaciones sobre la primer experiencia. Naturalmente dentro de estas
perspectivas que sostienen la posibilidad del populismo en Colombia se registran diversas
interpretaciones, algunas advierten en estas experiencias populistas el intento de integración
de las mayorías a la vida política colombiana e identifican en ellas una experiencia fallida o
que quedó inconclusa al no haber llegado a construir un gobierno nacional o al no franquear
la barrera del bipartidismo liberal-conservador. En otras palabras el mal que aqueja a
Colombia (la violencia) se percibe desde este prisma no como una causa del populismo sino
como una consecuencia del carácter fallido o incompleto del populismo. Precisamente es
sobre estas interpretaciones que nos adentraremos en este trabajo. Puntualizaremos en tres
estudios pioneros, el trabajo de Marco Palacios publicado en 1971, El populismo en
Colombia; el clásico libro de Salomón Kalmanovitz, Economía y nación, producido durante
los setenta y publicado en 1985 y el trabajo de Daniel Pécaut Orden y violencia publicado
en español en 1987. La selección de este corpus de textos se justifica en tanto estas
interpretaciones dieron comienzo al debate sobre el populismo en Colombia,
hegemonizaron el campo historiográfico desde el enfoque de la sociología-histórica
(Palacios) y desde la historia económica (Kalmanovitz), y constituyeron una interpretación
cercana a la noción de “modelo ejemplar” (Pécaut) utilizada por Acha y Quiroga. La cual
designa la emergencia de una interpretación que funciona en el campo historiográfico como
“molde interpretativo, que es objeto de mimesis en el relato del entendimiento histórico” y
que “gobierna las interpretaciones que se hacen después de él”. (Acha y Quiroga 2012: 24)
Un aspecto recurrente del debate sobre el populismo y la violencia en Colombia es que
el 9 de abril y el asesinato de Gaitán han sido interpretados como un acontecimiento
fundacional de la Violencia o como un hecho que marcó la exacerbación del
enfrentamiento bipartidista entre liberales y conservadoras. Lo significativo de esto es que
en este país latinoamericano de prolongada tradición democrática y paradójicamente
signado por la violencia política, el debate sobre el populismo no ha podido escapar a la
disputa por la significación del gaitanismo, el 9 de abril, la violencia y la representación de
lo popular.
Detrás del nombre populismo y violencia subsisten relatos de lo traumático, lo
indeterminado y, fundamentalmente, lo enigmático de la experiencia histórica colombiana.
La Violencia (en mayúscula) remite a la denominación que la historiografía le ha dado al
período posterior al asesinato del político liberal de corte popular Jorge Eliécer Gaitán el 9
de abril de 1948. Pero la violencia también refiere a un significante que polemizó los
debates sobre la experiencia histórica de este país desde mediados de los años cuarenta
hasta nuestros días y que tuvo auge, especialmente, durante los años ochenta bajo la
denominación de las violencias14
.
de los levantamientos que se produjeron en otras ciudades y departamentos del país. Véase: Sánchez (1983)
Los días de la revolución. Gaitanismo y 9 de abril en provincia. 13
Durante el siglo XX se registra en Colombia un golpe de estado, el gobierno del General Rojas Pinilla
(1953-1957), que inicia un período de reivindicación de retóricas populares, nacionalistas y cristianas. 14
Por esta razón en adelante nos referiremos a este concepto como la/s Violencia/s.
6
Durante los años setenta y ochenta estos conceptos eminentemente polisémicos,
comenzaron a articularse ¿Qué tipo de disputas y articulaciones se produjeron entre ambos
conceptos en el campo político-intelectual? ¿Qué modalidades asumió la representación de
la figura del pueblo? ¿Cómo se re-significó el gaitanismo? Son algunas de las preguntas
que orientan nuestro análisis.
En esta ponencia no se pretende entonces discutir el carácter populista o no populista del
gaitanismo, tampoco revalorizar esta categoría analítica a la luz de una experiencia popular
que no llegó a la esfera del Estado15
. En el siguiente análisis los significantes Gaitán-
gaitanismo-9 de abril se convierten en objetos que funcionan como índices de otros
problemas: las representaciones sobre lo popular y la violencia política.
1. El comienzo de un debate… Populismo, gaitanismo y violencia en los setenta
En Colombia la pregunta por el populismo comenzó a formularse explícitamente a inicios
de los años setenta. Para comprender la especificidad de las disputas por definir el
populismo por estos años debemos referenciar algunos datos sobre el proceso político
posterior al asesinato de Gaitán. Recordemos que después del 9 de abril (1948) el
movimiento gaitanista retornó a los márgenes de la hegemonía política, se inició en
Colombia un período de radicalización del enfrentamiento partidista conocido como la
Violencia. En 1953 se produjo un golpe de estado que derrocó al gobierno conservador de
Laureano Gómez. El único período de facto que experimentó Colombia tuvo una suerte de
bautismo jurídico, la Asamblea Constituyente del 18 de junio de 1953 declaró como
legítimo el título de Presidente de la República al Teniente General Gustavo Rojas Pinilla.
Un año más tarde dicha Asamblea lo reeligió para el período siguiente. Sin embargo, a
medida que el General fue acentuando su proyecto de Estado cristiano y bolivariano,
mostrando signos de poder independiente y de formación de una tercera fuerza política, las
elites dominantes comenzaron a considerar su gobierno como una tiranía. La inestabilidad
política llevó al derrocamiento de Rojas Pinilla en 1957 y a la institucionalización de un
pacto entre el Partido Liberal y el Partido Conservador que garantizaba la alternancia de
ambas fuerzas en el poder, el Frente Nacional (1958-1974)16
. A un año de ser derrocado,
Rojas Pinilla regresó a Colombia. Pasó exitosamente el Juicio Político en el Senado y con
el fin de oponerse al Frente Nacional formó su propio movimiento, la Alianza Nacional
Popular (ANAPO). La ANAPO asumió una orientación nacionalista y reivindicatoria del
discurso gaitanista. Pero en las controvertidas elecciones de 197017
perdió la contienda.
Después de las disputadas elecciones y de las denuncias de fraude electoral, el proyecto de
la ANAPO transitó por diversas articulaciones políticas que fueron desde la formación del
grupo guerrillero M-19 (Movimiento 19 de abril), en 1973, hasta la conformación de
terceras fuerzas políticas. Sin embargo, tales articulaciones no lograron fragmentar la
hegemonía bipartidista.
15
Véase: Magrini (2010) y (2011a). 16
El Frente Nacional implicó un proceso de democracia pactada entre el Partido Liberal y el Partido
Conservador que se extendió de hecho hasta 1982 e impidió, durante casi dos décadas, que otras fuerzas
políticas se presentaran a elecciones. Véase: Ayala (2006) y (2008). 17
Para un análisis de la ANAPO en la coyuntura de las elecciones de 1970 véase: Ayala (2006).
7
Fue entonces durante el Frente Nacional y con posterioridad a 1970 que el movimiento
gaitanista comenzó a ser interrogado como un caso de populismo o de populismo fallido.
Las variadas formas en las que el concepto de populismo fue utilizado muestran el carácter
fundamentalmente polisémico del mismo. En las dos modalidades de nominación
(populismo y populismo fallido) el concepto designa cosas diferentes. En el primer caso
suelen advertirse representaciones peyorativas sobre este fenómeno, generalmente
asociadas a formas autoritarias. Las acusaciones más frecuentes al gaitanismo han sido el
carácter paternalista del líder y la utilización de métodos fascistas de movilización de
masas. Mientras que en ocasiones la denuncia suele ser otra, ya no se trata de señalar los
costados no-democráticos u autoritarios del gaitanismo, sino precisamente de criticar lo
escasamente popular que ha sido. Ejemplo de ello son las representaciones de Gaitán como
un líder pequeño burgués que estaba en contra de prácticas populares como el consumo de
alcohol y el uso de la ruana, costumbres que Gaitán intentaba “domesticar” a través de la
campañas de higiene18
. El populismo gaitanista se presenta entonces como un concepto
peyorativo por exceso o por defecto. Es inevitable establecer algunas relaciones respecto a
las tradiciones político-intelectuales desde las que se han realizado estas intervenciones.
Parafraseando a Antonio Caballero, este “es el populismo, denostado por derecha e
izquierda. Por la izquierda, por insuficiente. Por la derecha, por exagerado”. (Caballero, 12
Junio de 200919
).
Mientras que en las conceptualizaciones del populismo fallido el término designa un
intento efectivamente popular de movilización y de integración de mayorías excluidas a la
vida pública. Pero la imposibilidad del gaitanismo de llegar a la esfera estatal o de
permanecer en el poder llevaron a su fracaso o a un proceso de integración inconcluso que
explicaría la producción de diversas formas de violencia política.
Populismo… el nombre de una “ausencia presente”
Aquí nos centraremos en el trabajo de Marco Palacios El populismo en Colombia,
publicado en 1971. Se trata de un texto inaugural cuyas formulaciones funcionan como una
suerte de hipótesis que conforme al autor deben ser profundizadas en posteriores estudios
históricos.
El concepto de populismo que construye Palacios recoge supuestos provenientes de
perspectivas teóricas diversas: la teoría de la modernización, según la cual el populismo
representa una forma de integración anómala de las mayorías a la vida política en las
sociedades en transición. En este punto el texto dialoga con los trabajos de Weffort (1967),
de Ianni (1969) y con algunas perspectivas axiológicas sobre populismo centradas en la
relación líder-masa, específicamente con el trabajo de Di Tella (1970), y aunque sin citarlo
18
Para una re-significación de Gaitán como un líder pequeño burgués, véase: Braun ([1985] 2008). Para una
crítica a las representaciones peyorativas de Gaitán escrita por uno de sus colaboradores, véase: Lizarazo
([1952]1998). 19
Artículo periodístico “Pan y circo”, 12 de Junio de 2009, sección “en defensa de las malas palabras”.
Disponible en: http://www.soho.com.co/defensa-de-las-malas-palabras/articulo/pan-y-circo/11020
[Consultado el 03/04/2014]
8
explícitamente con la obra de Gino Germani (1962)20
. Los argumentos de Palacios también
se tocan con las formulaciones de la teoría de la dependencia y el desarrollo de Cardozo y
Faletto (1969) y con las formulaciones de Dos Santos (1970). Recordemos que
sustancialmente desde la perspectiva de la dependencia el populismo es conceptualizado
como un fenómeno que se produjo en países periféricos como respuesta a la condición
dependiente, no solo económica, sino fundamentalmente política, social y cultural de estos
países. Finalmente, el concepto intenta dialogar también con algunos supuestos propios de
la teoría marxista (Marx, Gramcsi, Mao Tse-Tung).
Las influencias de los nuevos sociólogos latinoamericanos son visibles y contraigo con ellos
una deuda que ojalá haya sido pagada en alguna forma en mis consideraciones: Cardozo,
Dos Santos, Ianni, Weffort, brasileros (…). No obstante, las raíces están en el pensamiento
democrático de occidente que recogió Marx. Las consideraciones sobre el Estado y la
Sociedad (…) se remontan a Hegel, y la crítica marxista de la filosofía del derecho, Lenin,
Gramsci, Mao Tse-tung. La “reificación” y el papel del “bonapartismo” (…). La categoría
de Mao Tse-Tung acerca del “capitalismo burocrático”. (Palacios, 1971: 7-8).
Palacios comienza señalando que populismo refiere a una palabra “ambigua, difusa,
cargada de símbolos y valores” (Palacios, 1971: 11), pero bajo el prisma de esta narrativa
el populismo deja de ser el nombre de lo propiamente ambivalente para convertirse en la
herramienta analítica que permitirá comprender la ambivalencia propia de la realidad
histórica de Colombia. Bajo este lente analítico el populismo designa un proceso de
transición histórico concreto, aunque no se trata de la transición de la sociedad colombiana
a la modernidad ―hipótesis que como señalamos arriba requería de desarrollos e
investigaciones históricas previas― sino de una forma de transición ampliamente
estudiada por las ciencias sociales colombianas y estadounidenses, la transición socio-
política entre hegemonías conservadoras y liberales.
Para nosotros (…) [el populismo] es un concepto, capaz de explicar el caos y la
ambivalencia de la transición socio-política de Colombia, los pasos confusos de la
reorientación valorativa que los grandes agentes de la escena histórica elaboran y re-
elaboran, y acaso expresen en el populismo elementos embrionarios de la formación de
nuestra conciencia nacional. (Palacios, 1971: 28).
El dispositivo narrativo al que acude el texto de Palacios para conceptualizar el
populismo y tipificar el gaitanismo es la constitución de una suerte de continnum dentro
del cual es posible ubicar diversas formas de populismo en Colombia. De este modo,
identifica tres experiencias populistas que incluyen fenómenos que no llegaron al Estado
(gaitanismo), procesos que se constituyeron desde el gobierno nacional (gobierno de Rojas
Pinilla) y a una fuerza política que intentó fragmentar el pacto bipartidista (ANAPO). A
continuación haremos breves referencias a estos casos con la intención de distinguir la
experiencia gaitanista, la cual constituye el centro de nuestra reflexión.21
20
La referencia a Germani es evidente en el trabajo de Palacios pero no explícita. En cambio, el historiador
colombiano remite a los clásicos estudios sobre populismo realizados en Brasil. 21
Adicionalmente, vale mencionar que la revalorización del rojismo y de la ANAPO, como casos populistas
responden a trabajos más recientes producidos hacia mediados de los noventa que exceden nuestro recorte
temporal. Especialmente se destacan los trabajos de Ayala (1995) y (2006). Sin embargo estos estudios no
explicitan la perspectiva teórica o la conceptualización de populismo desde la que se realiza el análisis
histórico. Un trabajo destacado en cuanto al análisis teórico y empírico sobre el rojismo es el de López de la
Roche (1996).
9
Desde este enfoque el populismo como fenómeno concreto de transiciones históricas y
socio-políticas se convierte, fundamentalmente, en una cuestión de “énfasis de la
dimensión política e ideológica” (Ibíd.: 13). El “populómetro” de Palacios es entonces un
dispositivo implícito en el relato que hace posible distinguir grados de populismo y
tipificar tres experiencias históricas populistas en Colombia, las cuales se distinguen en el
eje democrático-autoritario. Se tipifican dos experiencias de corte autoritario, el populismo
de Rojas Pinilla que se presenta superficialmente como revolucionario pero se encuentra
habitado por profundos “elementos conservadores, conciliadores y reaccionarios” (Ibíd.:
59) que representan un “intento fallido (…) que conducirá, al final, al fortalecimiento,
consolidación y unidad ideológica y política de todos los segmentos oligárquicos” (Ibíd.:
60). Y el populismo conciliador y de protesta de la ANAPO, heredero de la tendencia a la
conciliación social de Rojas, “concepción directamente influida por su formación católica
tradicional, [que] conjuga el ethos del catolicismo popular con su humanitarismo
potencialmente revolucionario y la estratificación jerárquica común a la Iglesia y al
Ejército.” (Ibíd.: 95). En estas dos formas de populismo autoritario, el pueblo aparece
como un “sujeto pasivo, sin conciencia (…) es una “masa” que necesita “caudillos” y
dirigentes que le puedan inculcar principios elementales, educarla, organizarla y conducirla
a la acción militante directa. La conciliación social, se expresa como paternalismo.” (Ibíd.:
95).
Pero en el continuum populista de Palacios hay un lugar reservado para el populismo
democrático cuya expresión histórica fue el gaitanismo. En este punto el texto discute con
algunas lecturas producidas en clave marxista y desde la teoría de la dependencia, nos
referimos al estudio de Francisco Posada (1968) Violencia y subdesarrollo. Allí Posada
identifica en los gobiernos liberales de Alfonso López Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945)
un intento de revolución burguesa que no llegó a concretarse y cuyo principal resultado fue
el afianzamiento de las clases dominantes que habían mantenido a Colombia en el
subdesarrollo, el cual produjo a su vez un resultado aún más nefasto, la violencia. Ahora
bien, la narrativa de Palacios no cuestiona el último eslabón del argumento de Posada, “la
violencia fue hija legítima del subdesarrollo” (Posada, 1968: 7) sino el inicio de su
razonamiento, los gobiernos de Alfonso López estarían lejos de constituir tentativas reales
de una revolución burguesa. Al respecto el historiador colombiano sostiene que una
verdadera revolución burguesa supone “un replanteamiento, (así fuese “nacionalista”) de
las relaciones con el centro hegemónico imperialista de poder. Nada parecido se dio [en el
proyecto lopista], ni aún como tentativa real.” (Palacios, 1971:37). Fue en todo caso el
gaitanismo y no la revolución en marcha de López22
la expresión más fiel de un intento
populista democrático, cuya frustración explica la violencia.
Entonces el texto de Palacios reconstruye la década anterior al auge del gaitanismo, los
años 30. A diferencia de la formación del populismo peronista en la Argentina en el que la
clase obrera había tenido un rol central, en Colombia el populismo democrático no incluía
a los obreros organizados.
La débil industrialización de Colombia en los años treinta, comparada con otros países
latinoamericanos, no permitió al proletariado emerger como clase compacta y organizada
de entre las masas urbanas. (Palacios, 1971: 39).
22
Denominación oficial del proyecto de reforma social, política y económica de la gestión de López
Pumarejo.
10
El pueblo gaitanista aparece representado en el trabajo de Palacios como todos los
excluidos del campo y de la ciudad, aquellos que habían sido usados por la oligarquía
liberal y conservadora. Gaitán lo había repetido hasta el cansancio, “el hambre no es liberal
ni conservadora”, pero la narrativa de Palacios no reproduce la enunciación del líder,
analiza su intento por construir un liberalismo social y re-significa el gaitanismo como un
movimiento de carácter reformista y al mismo tiempo tradicionalista que movilizó a las
masas que efectivamente habían quedo en disponibilidad “abandonadas por el lopismo”
(Ibíd.: 46).
En este punto es posible identificar un elemento aporético en la constitución del
concepto de populismo propuesto por Palacios. Ya que si bien el análisis del autor desplaza
la conceptualización del gaitanismo como fenómeno peyorativo-autoritario hacia el
populismo gaitanista como expresión democrática lo hace acudiendo a los mismos
supuestos sobre la condición heterónoma del pueblo-masa. ¿Cómo puede la expresión
democrática del populismo sostenerse sobre un presupuesto heterónomo de lo popular? La
trampa se encuentra en aquello que se identifica como lo democrático solo es posible en
este razonamiento como potencial, en otras palabras, el supuesto implícito que sustenta el
concepto sostiene que el populismo gaitanista podría haber sido un modo de integración
democrático-populista de las masas a la vida política colombiana.
Al igual que todos los segmentos que configuran el espectro del “pueblo” urbano, los obreros
(…) viven al día y por tener tan limitado su horizonte son fácil presa de los populistas que al
prometer redistribución de la riqueza los dotan aparentemente de una conciencia más clara
de sus necesidades tal como las sienten, y orientan más concretamente sus expectativas.
Además, a la manipulación contribuyen su bajísimo nivel educativo (Palacios, 1971: 40).
De allí que en la narrativa de Palacios lo significativo del populismo gaitanista fue
aquello que podría haber sido y finalmente quedó inconcluso. La democracia se convierte
entonces en el nombre de lo que podría haber acontecido en Colombia si el populismo
gaitanista hubiese llegado al poder23
.
asesinado el líder, las masas se dispersaron, después de producir uno de los más violentos
y gigantescos levantamientos insurreccionales espontáneos de la historia colombiana y
latinoamericana. (Ibíd.: 46).
Aquello que finalmente si habilitó el populismo fallido gaitanista fue un nefasto
proceso, la Violencia. Aquí el texto dialoga explícitamente con las formulaciones que Eric
Hobsbawm ([1959] 2001) realizó sobre el bandolerismo social en el clásico trabajo
Rebeldes primitivos. Sin embargo, conforme a nuestra lectura el diálogo también se
produce con las primeras reflexiones de la sociología fundacional, la cual en la década
anterior había hecho de la violencia un hecho perturbante, traumático disfuncional
“enquistado en el desenvolvimiento histórico de Colombia” y que hacía de la más genuina
afirmación autónoma del pueblo una tragedia (Guzmán, Fals Borda, Umaña Luna, ([1962,
1963] 2005: 293).
Sustancialmente [la violencia] se trató de una revolución social frustrada. Los campesinos,
paulatinamente abandonados a su propia suerte y medios por los dirigentes políticos urbanos
23
La hipótesis de Palacios y la formulación del dispositivo contrafáctico puede advertirse claramente en
trabajos posteriores, Véase: Palacios ([2000] 2001) ([1995] 2003), Palacios y Safford (2002). Para una crítica
a la tesis del populismo fallido como un supuesto ahistórico y contrafactual, Véase: Posada Carbó (2003).
11
liberales, sin organización política que los articulara nacionalmente, se fueron hundiendo en
la anarquía y en el bandidaje, aunque en muchos lugares lucharon contra gamolanes y
latifundistas por el poder local. (Palacios, 1971: 51).
La consecuencia del carácter fallido del populismo gaitanista será la violencia, pero algo
del orden de lo perdurable permanecerá en “las capas populares (…) que nunca más
depositarán [en la oligarquía] su confianza como “antes de” Gaitán: las demandas de
participación política y de consumo serán ya irreversibles y solo la persecución sistemática
desde el poder podrá acallarlas por un periodo limitado” (Ibíd.:47).
En suma, el populismo gaitanista encarna en la narrativa de Palacios el papel de la gran
tragedia histórica de Colombia. Palacios hace a inicios de los setenta de este objeto un
fenómeno populista que representa “lo fallido” y al mismo tiempo aquello que se inscribe
en el orden de lo perdurable. ¿Cómo puede algo no acaecido permanecer en la experiencia
histórica? Ello solo es posible si aceptamos que lo no acontecido también significa. La
paradoja encierra un misterio contrafactual, el populismo designa una ausencia que a la vez
permanece presente en la experiencia histórica de Colombia.
El populismo desde la economía-histórica… y la peculiar recepción de Ernesto Laclau en
Colombia
A continuación nos centraremos en un trabajo producido durante los setenta y publicado a
mediados de los ochenta, Economía y nación de Salomón Kalmanovitz. Se trata de un
estudio que a pesar de haber sido escrito por un destacado economista colombiano se
convirtió en una obra clave dentro de la denominada “nueva historia”.
No soy historiador, pese al honroso título que me han otorgado los que indudablemente me
incluyen en la llamada “nueva historia”. Más bien soy un economista que, preocupado por la
génesis de las estructuras contemporáneas, busca entenderlas recurriendo a la historia ya
interpretada por profesionales. (Kalmanovitz, 1985: 13)
La obra estudia el desarrollo histórico de Colombia desde una perspectiva crítica de la
teoría de dependencia que prioriza las variables endógenas del análisis histórico. El texto se
propone “dar cuenta de las libertades que logra obtener el pueblo colombiano en una
marcha llena de altibajos, enmarcada por los cambios de las instituciones políticas, las
movilizaciones populares y la contraposición del liberalismo económico y el autoritarismo
político con el intervencionismo estatal y el reformismo.” (Kalmanovitz, 1985:12). La
hipótesis principal del texto sostiene que el desarrollo tardío del capitalismo en Colombia
“despierta entre la población ansias de libertad que entran en conflicto con tendencias
conservadoras y autoritarias.” (Ibíd.12). En este marco, el gaitanismo es representado como
un movimiento populista que cobró auge luego del agotamiento de la revolución en marcha
de López.
el programa gaitanista era básicamente industrializador, sin amenazar al capitalismo.
Proponía una política de mayor intervención estatal, en defensa del pequeño capital y en
contra del grande, en especial del norteamericano; de ahí su orientación antiimperialista.
(Kalmanovitz, 1985: 395)
12
Lo curioso de este trabajo que aborda el populismo desde una perspectiva claramente
económica, aunque no economicista, es que fue precisamente desde aquí que se
recuperaron algunas de las primeras formulaciones sobre el populismo de Ernesto Laclau24
.
Nos referimos al trabajo del teórico político argentino Política e ideología en la teoría
marxista…., obra publicada en su versión en inglés en 1977. Para Laclau, el conflicto
fundamental del populismo radicaba en una división antagónica entre “elementos popular-
democráticos” (pueblo) y “bloque dominante en el poder”. Desde esta perspectiva el
populismo implicaba la constitución de una hegemonía democrática. Aunque democracia
no refería a un conjunto de instituciones liberales, sino a una operación ideológica de
herencia althusseriana: “un conjunto de símbolos, valores, etc. ―en suma,
interpelaciones―, por las que el pueblo cobra conciencia de su identidad a través de su
enfrentamiento con el bloque de poder.” (Laclau [1977] 1980: 121).
Retomando estas premisas conceptuales el destacado profesor de la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad Nacional de Colombia sostuvo que el gaitanismo
representaba un movimiento populista democrático, porque “interpela al pueblo por medio
de consignas democráticas y nacionalistas y se enfrenta a la oligarquía, pero sin pretender
una transformación radical de la sociedad y de sus relaciones de propiedad y trabajo.”
(Kalmanovitz, 1985: 392). La verdadera amenaza que representaba Gaitán para las clases
dominantes no eran sus políticas reformistas, “sino el gran peligro que entrañaban la
participación del pueblo en política y la pérdida del viejo control oligárquico.” (Ibíd.: 397).
El asesinato del líder se explica en esta narrativa como la reacción política al proyecto
modernizador de Gaitán, elemento que emparenta directamente este acontecimiento con la
producción de elevados niveles de violencia. La “violencia (…) derrotó al movimiento
democrático popular” desde entonces “el Estado no logrará hasta nuestros días esa aparente
autonomía, imparcialidad u objetividad, esa capacidad de arbitraje que despliega de puertas
afuera el típico Estado burgués moderno, separado nítidamente de la sociedad civil” (Ibíd.:
356). Nuevamente el carácter inconcluso del gaitanismo resulta fundamental como
dispositivo de re-significación. El gaitanismo como un proyecto esencialmente
modernizador truncado explica en el relato la producción de la violencia política,
argumento que será clave en las disputas por definir lo popular y la violencia hacia la
década siguiente25
. Pero la violencia no representa aquí una continuación nefasta del
populismo fallido sino que designa lo otro del populismo.
En este sentido, la condición democrática del populismo gaitanista que propone
Kalmanovitz se distancia del argumento de Marco Palacios. Para Kalmanovitz lo
democrático no designa una potencialidad del gaitanismo, sino que refiere a un modo
específico de interpelación de lo popular que no logró sortear la batalla contra la violenta,
que no es otra cosa que reacción tradicionalista frente al populismo modernizador.
24
Como advierte García “Los estudios de recepción siempre nos ofrecen sorpresas insólitas, cruces
insospechados, deudas ocultas y diálogos soterrados.” (García, 2014:18). Recuperando algunas lucidas
interpretaciones de Alejandro Blanco sobre la obra de Gino Germani, García sostiene que “las ideas no sólo
viajan ―“sin sus contextos” (como lo sugiriera Pierre Bourdieu), sino que además los contextos de recepción
no tienen por qué ser análogos a los correspondientes contextos de producción, ni en lo disciplinar ni en lo
ideológico.” (Ibíd.:18). 25
Posiblemente el trabajo que explicitó más claramente esta hipótesis sea la investigación de Braun ([1985]
2008).
13
El trabajo de Kalmanovitz también discute con las perspectivas “optimistas” sobre la
historia nacional de Colombia. Para el economista el 9 de abril implicó un punto de no
retorno, el aborto del populismo gaitanista y la consolidación de las clases dominantes.
Desde esta perspectiva el 9 de abril fue una insurrección por el asesinato de Gaitán en
manos de contra-reformistas de derecha.
Gaitán se perfilaba como jefe del partido liberal en 1947 y como seguro ganador de la
elección presidencial de 1950. Por eso su asesinato no fue fortuito y sí más bien un intento
exitoso de aplastar la voluntad mayoritaria de los colombianos.” (Kalmanovitz, 1985: 392)
La consecuencia del 9 de abril fue la profundización de la violencia que “constituyó una
ruptura de todas las relaciones políticas en el nivel del Estado, sus aparatos represivos y sus
nexos con una sociedad civil débilmente estructurada y en rápido proceso de transición
económica” (Kalmanovitz, 1985: 388). La violencia favoreció “la acumulación de capital
(…) endureciendo las condiciones de vida de millones de colombianos.” (Ibíd.: 397), su
principal efecto fue “el aplastamiento del movimiento democrático-popular prácticamente
hasta el día de hoy (…) la reconstrucción del bipartidismo (…) la continuidad del régimen
de liberalismo económico (…) y un desarrollo del clientelismo.” (Ibíd.: 397). “los efectos
más dramáticos de la violencia residieron en derrotar las aspiraciones democrático-
populares encarnadas en la movilización populista.” (Ibíd.: 400).
Ahora bien, si por un lado esta narrativa logra evadir la potencialidad democrática del
populismo gaitanista, por otro, no logra escapar al dispositivo contrafactual, la pregunta
insiste nuevamente… ¿Cómo hubiese sido el populismo gaitanista desde el poder?
preguntémonos cómo habría sido un gobierno gaitanista, suponiendo que el líder popular
hubiera contado con los medios para derrotar el terrorismo de Estado en los años cincuentas.
(…) un gobierno gaitanista habría sido relativamente intervencionista (…) habría
profundizado la política adoptada a medias durante los años sesenta (…). Habría aprobado
también un sistema tributario más progresista que el existente (…). La política comercial
habría extendido la producción industrial y disminuido la agrícola (…). Quizás más
importante habría sido la promoción activa de la centralización sindical y de la afiliación
masiva (…) este régimen no habría podido detener las leyes del capitalismo tardío (…) no
hubiera sido un régimen muy estable porque no contaba con la autonomía necesaria, por no
provenir del ejército como en el caso de Perón ni representar los intereses de las clases
dominantes.” (Kalmanovitz, 1985: 395-396)
Finalmente, el gaitanismo se convierte en el nombre de una promesa inconclusa, algo
que posteriormente será pensado ya no como lo fallido, sino como imposible.
con el populismo hubiéramos tenido una sociedad un poco más democrática, igualitaria y
civilizada, que reivindicaría valores culturales propios, con mayor educación, seguridad
social, salarios y empleo mayores, con menos hambre. (Ibíd.: 397)
2. El populismo y la/s Violencia/s en los ochenta
Entrados los años ochenta Colombia ―país que no había experimentado gobiernos de
facto durante los años sesenta y setenta, pero sí períodos caracterizados por la permanencia
14
del estado de excepción26
― ensayó, a partir de 1982, procesos de paz y de negociación con
sectores armados. Durante esta década las conceptualizaciones sobre el populismo y la/s
violencia/s debieron afrontar un hecho contundente: la posibilidad de acabar con la
tragedia histórica de Colombia era sino imposible una terea sumamente compleja. El
Frente Nacional simbolizaba el carácter irreductible de la violencia. La causa del conflicto
ya no podía alojarse en la disputa partidista porque el propio sistema del Frente Nacional
institucionalizaba el enfrentamiento entre liberales y conservadores. Sin embargo, si por un
lado la alternancia en el poder de ambos partidos “cerraba” el conflicto, por el otro, abría
una multiplicidad de formas alternativas a través de las cuales éste se manifestaba. Durante
estos años emergieron nuevas modalidades de violencia, como el narcotráfico, el sicariato,
el asesinato de políticos y jueces, la penetración del narcotráfico en la política, el
terrorismo, el paramilitarismo, las violencias urbanas. Modalidades que no desplazaron a
las anteriores sino que se sumaron al complejo escenario político. Se produjo entonces un
desplazamiento del concepto de la Violencia hacia el de las violencias. La toma del Palacio
de Justicia, en 1985, en manos del grupo guerrillero M-1927
marcó una fractura al
visibilizar la frustración de los primeros procesos de paz. Este acontecimiento dislocó el
contenido de los significantes paz y democracia visibilizando una paradoja. La paz y la
democracia resultaban cada vez más inalcanzables en la medida en que se avanzaba y se
retrocedía en la negociación con los sectores armados.
Por otro lado, durante estos años los significantes Gaitán, gaitanismo y 9 de abril
cumplieron la función nodal al articular todo lo anhelado y al mismo tiempo imposible del
proceso político colombiano: la modernización del Estado, la democratización de la
política, la inclusión material y simbólica de los sectores populares. El populismo que antes
había sido representado como lo fallido devenido en Violencia comenzaba a
conceptualizarse desde el análisis de sus propios límites, el populismo imposible28
.
En 1987 se publicó en español el trabajo de Daniel Pécaut ([1986] [1987] 2012) Orden y
violencia. Allí, el historiador francés argumentó que la Violencia es un fenómeno
irreductiblemente heterogéneo en el que se yuxtaponen diversas formas de violencia
parcial. No obstante, subsiste en ella un principio de unidad, su referencia a lo político. Lo
significativo de este abordaje es que interrogó la experiencia histórica de Colombia desde el
carácter heterogéneo del sindicalismo colombiano29
y desde las dificultades para la
constitución de un movimiento populista. La tesis principal de este estudio sostuvo que en
26
Desde 1949 y hasta la Constitución de 1991 se registra el uso recurrente del estado de excepción en la
política gubernamental colombiana. Véase: Palacios ([1995] 2003). Recordemos que en Colombia se registró
un golpe de Estado durante el siglo XX. No obstante, consideramos que la escasa presencia de gobiernos de
facto no hacen de la experiencia histórica de este país un tránsito exento de procesos represivos. 27
El 6 de noviembre de 1985 el grupo guerrillero Movimiento 19 de abril (M-19) tomó la sede del Palacio de
Justicia como acto de denuncia por la violación del cese al fuego por parte del ejército nacional y el
incumplimiento de los Acuerdos de Corinto firmados en 1984 por el entonces presidente Belisario Betancur.
El conflicto terminó al día siguiente con el ingreso de tanques de guerra y la recuperación del edificio por
parte del ejército. La dramática escena fue transmitida en vivo por televisión. 28
La afirmación más clara de este concepto se encuentra en el artículo de Pécaut ([2000]2001) Populismo
imposible y violencia: el caso colombiano publicado inicialmente en la revista Análisis Político del IEPRI y
posteriormente incluido como capítulo en el libro Guerra contra la sociedad. 29
El trabajo de Pécaut representó uno de los primeros estudios científicos sobre el sindicalismo en Colombia,
su producción sobre el tema fue elaborada durante los años setenta y renovada durante los ochenta. Véase:
Pécaut ([1973] 1982).
15
Colombia a partir de 1930 “El orden y la violencia se combinan (…) íntimamente, tanto en
los hechos como en las representaciones.” (Pécaut [1986] [1987] 2012: 23). El orden
“toma el lugar de la imposible institución simbólica de lo social.” (Ibíd.: 212). La
Violencia no es el reverso del orden, sino “una modalidad concreta de acción del Estado o
de los diversos grupos sociales; pero expresa también, de manera más general, la
concepción de lo social que alimenta la referencia al orden. La violencia remite, ante todo,
a aquello que, en lo social aparece en cada momento constituido como “exterior”.” (Ibíd.:
22).
Para Pécaut, el gaitanismo representó un proyecto populista que mantuvo ciertas
distinciones con los populismos latinoamericanos de mediados de siglo XX, especialmente
respecto a la conflictiva y ambivalente relación con los sindicatos y a su carácter no
marcadamente nacionalista. El investigador francés utiliza el dispositivo de la irrupción de
un exterior de lo social para explicar la emergencia del populismo gaitanista. No obstante,
desde su perspectiva esta irrupción no debe ser asimilada a grupos sociales precisos,
cualquier sector podría formar parte de lo excluido de la comunidad. Es en este sentido que
el gaitanismo había propuesto como representación de lo social y lo político “el mito de la
división social radical”, “el principio de una lucha sin cuartel entre los dos partidos” (Ibíd.:
498). Y más importante aún, a partir del 9 de abril aquella representación de lo social como
espacio radicalmente escindido entre la oposición schmittiana amigo-enemigo no lograría
“cerrar las brechas que había abierto” (Ibíd.: 498). En adelante el exterior de lo social estará
siempre presente. En todo caso, lo que sí se cerró el 9 de abril fue la manifestación de la
barbarie, a través del cual el exterior de lo social finalmente tomó consistencia real.
Conforme a Pécaut el populismo se dirime en una serie de tensiones entre el interior y el
exterior de lo social e involucra una forma de producir relaciones sociales y simbólicas que
no están esencialmente asociadas a un sujeto político en particular.
El populismo (…) se produce a partir de oposición sin síntesis posible, y se sostiene sólo
por la introducción de un tercer término que es exterior a dichas parejas: el discurso del
líder y un proceso de identificación con su persona. (Pécaut [1986] [1987] 2012: 497).
No obstante, retomando parte de las contribuciones del sociólogo francés Alain
Touraine30
Pécaut introduce en su definición de populismo un reducto esencialista: el
profundo arraigo histórico de la operación populista en Colombia, la crisis del Estado como
mediador y la representación radicalmente fragmentada de lo social. Desde esta perspectiva
es la Violencia y no el populismo aquello que en Colombia se convierte en la forma u
ontología de lo político. De allí, que el autor sitúe a la Violencia como una prolongación
del populismo o de su imposibilidad.
30
Recordemos que para Alain Touraine más que a formas de populismo en América Latina se asiste a
“políticas nacional–populares” propias de sociedades dependientes. Véase: Touraine ( 1987 1999). La
condición de dependencia designa una serie de desarticulaciones, de relaciones de producción, de relaciones
sociales, de movimientos sociales, entre otras. Las cuales provocarían la constante división social y
requerirían de la figura unificadora de un líder personalista. Desde el punto de vista de Pécaut, el problema de
estas desarticulaciones no reside en su condición de heterogeneidad, ya que las fronteras de lo social son
precarias. El problema radica en cambio, en que “Las representaciones de lo social se acompañan de la
angustia de la irrupción de un “exterior” que no se prestaría a un proceso de socialización. Este era el sentido
del tema de la “barbarie”.” (Pécaut [1986] [1987] 2012: 17).
16
Al posibilitar la emergencia de este tipo de división social, la Violencia se sitúa en la
prolongación del populismo. Fue el gaitanismo, precisamente, el que inauguró la
problemática de lo social y el “exterior” de lo social, que constituye la matriz de la división
social en el marco de la violencia. El gaitanismo, igualmente, pretendiendo dar forma
política a la informe materia social, llevó finalmente al paroxismo la disyunción entre lo
social y lo político. En este sentido, la violencia se sitúa una vez más en la prolongación del
populismo. (Pécaut [1986] [1987] 2012: 555).
Consideraciones finales
A lo largo de esta ponencia hemos mostrado el carácter eminentemente polisémico de la
constitución del concepto de populismo y de la/s violencia/s en Colombia durante los años
setenta y ochenta. Identificamos tres desplazamientos en los sentidos a los que ambos
conceptos han sido asociados: durante los años setenta y bajo el prisma de Marco Palacios
el populismo fue pensado como un continuum entre variantes autoritarias y democráticas,
el gaitanismo aquí representaba la promesa de plenitud de la inclusión democrática de las
mayorías, proceso que finalmente resultó fallido y que engendró la Violencia. Frente a esta
perspectiva identificamos una peculiar recepción de las primeras formulaciones de Ernesto
Laclau ([1977] 1980) en la obra de Salomón Kalmanovitz, quien hizo del gaitanismo un
movimiento populista democrático producido por una específica forma de interpelación del
pueblo. La violencia aquí representaba lo otro del populismo. Finalmente, hacia los ochenta
ubicamos en la obra de Daniel Pécaut la constitución de la violencia como un producto de
la imposibilidad del populismo en Colombia.
En este sentido, una condición de posibilidad para que el concepto de populismo se
convierta en objeto de debate público fue que dicho significante adquiera el carácter de una
“presencia ausente”. De acuerdo con las elaboraciones más recientes de la teoría
laclauniana, la necesidad de luchar por la significación “sólo surge cuando esa plenitud no
es alcanzada y objetos parciales dentro de la sociedad (objetivos, figuras, símbolos) son
investidos de tal manera que se convierten en nombres de su ausencia.” (Laclau, 2005:
149). Sin embargo, conforme a nuestro análisis consideramos que en el caso colombiano el
populismo comenzó a representarse más que como una presencia ausente, como el nombre
de una ausencia presente. La diferencia parece mínima pero conforme a nuestra lectura
guarda una especial vinculación con la especificidad propia del proceso político y de re-
significación simbólica de lo popular en Colombia. Lo popular se constituye entonces como
un campo de discusión iterativo e insistente que a partir de lo no acontecido remite a una
representación imaginaria de lo que podría haber sido Colombia. Las representaciones que
la figura del pueblo asume en las conceptualizaciones del populismo en Colombia se
encuentran “amarradas” a otros discursos también insistentes. Gaitán-gaitanismo-9 de abril
funcionaron en nuestro análisis como significantes flotantes (Laclau 2005), etiquetas
semánticas tendencialmente vacuas, no por su carencia de contenido, sino por su exceso de
significación.
Ahora bien, más allá de los desplazamientos conceptuales hay un último punto que
deberíamos problematizar. Ya sabemos que el populismo y la/s Violencia/s no son
conceptos cerrados sino categorías polisémicas, pero ¿por qué los referentes de estos
conceptos cambian? En principio vale señalar que aquí hemos tratado de evitar la
17
esencialización del enfoque histórico. Apoyándonos en algunos supuestos
postestructuralistas de la perspectiva de la historia de los lenguajes políticos (Palti, 2005a,
2007), podemos advertir que los conceptos no cambian porque “la Historia” los haga
mover, cambian porque son radicalmente indefinibles. Es en todo caso, la imposibilidad
estructural de fijar los sentidos de un modo acabado y trascedente aquello que hace que los
referentes del populismo y de la/s Violencia/s cambien históricamente. No obstante, como
hemos advertido desde un análisis sincrónico es posible identificar las disputas a través de
las cuales estos conceptos han sido definidos. En suma los conceptos son, como todo
significante, contingentes y radicalmente indefinibles.
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