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  • 8/16/2019 Platt y Szesminski

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    Carlos E. ZanolliJulia CostillaDolores Estruch

    Alejandra Ramoscompiladores

    Los estudios andinos hoyPráctica intelectual yestrategias de investigación

    Rosario, 2013

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    Índice

    PresentaciónCarlos E. Zanolli, Julia Costilla, Dolores Estruch, Alejandra Ramos ................. 9

    Los estudios andinos hoy. Práctica intelectual y estrategias de investigación.¿Es posible investigar la historia del Tawantin Suyu anterior a la conquistaespañola?Jan Szemiñski ...................................................................................................... 19

    Práctica profesional en la arqueología: los vaivenes de una trayectoriaVerónica Williams ............................................................................................... 31

    La piedra herida. Re exiones metodológicas en torno de un establecimientominero del altiplano surandinoPablo Cruz ........................................................................................................... 55

    Sobre los comienzos de los estudios andinos y sus avances actuales en el norte

    de ChileLautaro Núñez ..................................................................................................... 79

    La Antropología, la Historia, la Antropología Histórica. De la teoría al casoCarlos E. Zanolli ................................................................................................. 123

    Principales contribuciones a la investigaciónThérèse Bouysse-Cassagne ................................................................................. 147

    Desde el centro y la periferia. Experiencia de investigación etnohistóricaen BoliviaXimena Medinacelli ............................................................................................ 177

    Aprendiendo a investigar Ana María Lorandi ............................................................................................. 187

    Derroteros andinosLuis Miguel Glave .............................................................................................. 203

    Confesiones de un quechuista accidentalAlan Durston ....................................................................................................... 209

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    Entre la rutina y la ruptura: el archivo como acontecimiento de terrenoTristan Platt ......................................................................................................... 217

    Historia de los pueblos andinos de Arica, Tarapacá y AtacamaJorge Hidalgo, Nelson Castro y Julio Aguilar..................................................... 243

    Creando la Etnohistoria de los siglos XIX y XX Eric Langer .......................................................................................................... 277

    Las autoras y los autores ..................................................................................... 291

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    Presentación

    S ituados en la Sección Etnohistoria de la Facultad de Filosofía y Letras de laUBA, a nes del 2010 publicamos un libro cuyo objetivo fue re exionar acercade las discusiones producidas en torno a la identidad de la Etnohistoria, inda-gando acerca de su desarrollo y estado actual, y poniendo en vinculación las trans-formaciones teórico-metodológicas experimentadas dentro de ese campo de cono-cimiento con las prácticas y representaciones que sobre él se expresan en el ámbitoinstitucional de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofíay Letras (Zanolli et al., 2010). Ciertamente esa re exión conllevaba también repensarnuestra práctica profesional como antropólogos que trabajan problemáticas íntima-mente ligadas a temas históricos.

    En aquella publicación observamos los cambios producidos en las investigacio-nes de la Sección Etnohistoria entre la fecha de su creación (1984) y el año de la publicación del libro. Tal vez el dato más sobresaliente que pudimos registrar fueun paulatino alejamiento de lo que podríamos llamar una idea primigenia u originalde Etnohistoria esbozada por Wissler en la primera década del siglo XX, y que lue-go se veri có en las investigaciones desarrolladas sobre Perú durante las décadas de1950 y 1960. 1 Aquellas dieron lugar a toda una generación de investigadores (NathanWachtel, Franklin Pease, Steve Stern, Pierre Duviols, Tristan Platt, Frank Salomon,Olivia Harris, Thérèse Bouysse-Cassagne y Thierry Saignes, entre tantos otros) cuyasobras se han constituido en los principales referentes para la Etnohistoria andina másallá de la propia autode nición disciplinar de cada autor. Tales producciones se fueronarticulando con las tradiciones locales de distintos centros académicos de AméricaLatina (Ecuador, Bolivia, Perú, Chile y Argentina, entre otros) en un proceso que in-volucraba, al menos en los primeros tiempos y dentro de distintas posiciones teóricas,temáticas compartidas y objetivos comunes.

    El campo disciplinar de la Etnohistoria que prácticamente de manera paralelacomenzó a desarrollarse en Argentina, Bolivia, Chile y Ecuador, tuvo como lugar principal de encuentro e intercambio los llamados Congresos Internacionales de Et-nohistoria, al menos los realizados entre los a os 1989 y 1998. Durante ese período,además de la proliferación de revistas especializadas y de la producción de artículosindividuales y colectivos, se destacan tres compilaciones principales, ligadas a tresreuniones cientí cas: una primera reunión propuesta en 1981 tuvo lugar en 1983, en laciudad de Sucre, Bolivia, con el nombre “Penetración y expansión del mercado en losAndes, siglos XVI-XX’’ y la coordinación de Olivia Harris, Brooke Larson y EnriqueTandeter. Su objetivo fue el de “construir un cuadro histórico de la vida económica

    1 Nos referimos a los trabajos de John Murra, John Rowe, María Rostworowski, Luis Valcárcel y TomZuidema, entre otros.

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    andina que ponga en relación la nueva conceptualización de la expansión mercantilcon la insistencia antropológica sobre la durabilidad y el impacto de los sistemas eco-nómicos indígenas” (Harris et al., 1987: 32). Como resultado de la reunión, en 1987se publicó el libro La participación indígena en los mercados surandinos compilado por los coordinadores del Simposio. La segunda conferencia, “Reproducción y trans-formación de las sociedades andinas, siglos XVI-XX’’, tuvo lugar en Quito entre el28 y el 30 de julio de 1986 culminando en una publicación de dos tomos que bajo elmismo nombre fue editada en esa ciudad cinco a os después. El principal eje teóricode la conferencia estuvo dado, al igual que las otras tres, por la necesidad de desplegaruna historiografía “capaz de trabajar dentro de la realidad nativa” (Moreno y Salo-

    mon, 1991: 9). La idea era colocar la “totalidad colonial como contexto” (Morenoy Salomon, 1991: 9) de las dinámicas internas de las sociedades nativas. La últimaconferencia tuvo lugar en Madison, USA, y llevó el nombre de “Resistencia, rebe-lión y conciencia campesina en los Andes, siglos XVIII al XX’’, título del libro quefuera publicado seis a os después y que coordinara el propio Steve Stern. Dentro delmarco general de las rebeliones, la reunión tuvo por objetivos “analizar las etapas deviolencia colectiva como transiciones o rupturas dentro de una trayectoria que abarcadiversas formas de resistencia y [ . . . ] evaluar las dimensiones ideológicas y culturalesde la dominación, la legitimidad política y la rebelión” (Stern, 1990: 19).

    Volviendo al caso argentino, a partir de la década de 1990 percibimos un cambioen las investigaciones producidas en la Sección, a la vez que el comienzo de la circu-lación en nuestro ámbito de trabajo del término Antropología Histórica. Entendemosque este cambio nominal solo se hizo necesario una vez que el propio proceso derevisión del objeto de estudio y de la metodología de trabajo se puso en marcha. Sinque la línea de trabajos vinculados al estudio de las comunidades indígenas quedaratotalmente interrumpida, un importante número de integrantes de la Sección dirigiósus intereses hacia los procesos de interacción entre minorías y elites de la sociedadhispano-criolla, enfatizando la idea de contacto. Asimismo –y en buena medida comouna respuesta al agotamiento de las fuentes disponibles para el Noroeste argentino

    en relación con las temáticas que se venían trabajando– muchos de esos trabajos am- pliaron el área geográ ca de estudio sumando a la tradicional área andina meridionalla región de Pampa-Patagonia, el Gran Chaco y Paraguay. Por último, se evidencióun importante corrimiento temporal que avanzó desde los primeros siglos colonialeshacia el siglo XIX. De esta manera, correrse de los siglos que tradicionalmente es-tudió la Etnohistoria, abordar nuevos actores y explorar nuevos espacios geográ cosllevó a que muchas de estas líneas de investigación quedaran en parte desprovistasde teoría con la cual analizar, pensar y plantear sus problemáticas de investigación:el marco teórico que ofrecía la Etnohistoria no era su ciente o del todo indicado paraello. Estamos convencidos que estos procesos de particularización también se han ido

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    dando de manera paulatina en cada uno de los equipos de investigación de los paísesantes mencionados. 2

    Paralelamente al proceso antes se alado, se produjo unimpasse en los CongresosInternacionales de Etnohistoria, los cuales volvieron a retomarse en el a o 2005 enla Ciudad de Buenos Aires, con características parcialmente diferentes a los que sehabían desarrollado hasta el momento. En aquel Congreso apareció por primera vez la palabra Antropología Histórica tal vez interpelando a la Etnohistoria, tal vez dándoleacogida a una vasta pluralidad de trabajos que se presentaban en el Congreso y queexcedían casi por completo a la problemática andina. La vieja idea de Etnohistoria pa-reció volver a surgir en el Congreso de Lima, Perú de 2008, país donde hasta el día de

    hoy parece conservarse la impronta inicial del campo disciplinar. Por n el Congresode Bolivia del 2011 planteaba una temáticamás allá de las etnias , tal vez íntimamenteligado a los temas y problemas surgidos en Bolivia con el advenimiento de Evo Mo-rales y la consideración de Bolivia como un estado plurinacional.3

    Habiendo participado del Congreso de Bolivia y en aquel momento terminadode manera reciente un análisis acerca del devenir de la Etnohistoria en la Universidadde Buenos Aires, inmediatamente nos preguntamos acerca de la situación de la Etno-historia en un contexto más amplio. Sabíamos íntimamente que aquella palabra ya nodaba cuenta de la realidad de muchos trabajos presentados en los congresos homóni-mos. También, entendimos que la Antropología Histórica en aquel contexto, referíamás a un desarrollo local que regional. Nos preguntamos por lo tanto bajo qué término podían englobarse un conjunto de investigaciones que desbordaban el de Etnohistoria.Pensamos entonces en estudios andinos . Por supuesto, estos tienen su propio devenirhistórico y no estuvieron ajenos a transformaciones a lo largo del siglo XX, incluso elconcepto mismo de área andina atravesó modi caciones.4 Si bien los estudios andinoscontienen un conjunto de aproximaciones que van más allá de la Etnohistoria –y éstano se reduce a la región andina– durante las décadas de 1970 y 1980 estos términosquedaron fuertemente identi cados. En este período y con el impulso de John Murra,se había instalado como principal preocupación dar cuenta dellogro andino y en ese

    2 Actualmente una de las compiladoras del libro realiza su tesis doctoral: El desarrollo de la Etnohistoriaandina como campo interdisciplinar: interacciones entre Historia, Arqueología y Antropología. Perú,

    Bolivia y Argentina, 1970-2005.3 En el Congreso realizado en Bolivia se pudo veri car una signi cativa ausencia de investigadores pe-

    ruanos. El motivo tal vez pudo haber sido la realización del “I Coloquio Internacional Los Incas”, quetuvo lugar la semana previa en Cuzco.

    4 En un primer momento, de nida como área geográ ca y cultural a la vez, quedó principalmente cir -cunscripta a la actual región de Perú, incluyendo en algunos casos también Bolivia –concebida desdeel modelo de zonas nucleares de desarrollo. En la década de 1940 su extensión se amplía desde el surde Ecuador hasta el norte de Chile y Argentina y nalmente se establecerá Colombia como límite en elextremo norte y el centro-norte de Chile hacia el sur (Rowe, 1946). Hacia la década de 1980 no sólo sehabía establecido que la delimitación del área andina se encontraba más allá de los límites nacionales,sino que también se había precisado que loscentros y las periferias dentro de esta área variaban a lolargo del tiempo (Lumbreras, 1981).

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    contexto la Etnohistoria se constituyó como la forma por excelencia para abordar losestudios andinos.

    El auge de la Etnohistoria en aquellos a os sirvió de impulso para la realizaciónde una amplia serie de investigaciones en las décadas siguientes. Estas investigacio-nes tomaron como base los desafíos planteados por la Etnohistoria pero incorpora-ron además las problemáticas propias de trabajar en otros marcos temporales y connuevos sujetos. De esta manera y como vimos, en cada país fueron diferenciándoselíneas de investigación que se distanciaban más o menos de la Etnohistoria clásica.Es por ello que al pensar en una palabra o denominación que actualmente englobe elconjunto de estudios que se vienen desarrollando en la región, el término Etnohistoria

    nos resulta insu ciente y nos cobijamos en una expresión en la cual ésta se encontrabaincluida. El término de estudios andinos parece invocar una pluralidad que permitecubrir una variedad muy amplia de aproximaciones y ofrecer dentro de esa diversidadun punto en común de contacto.

    Los límites a la capacidad aglutinadora del término Etnohistoria no sólo estuvie-ron dados por la diversi cación de agentes, temporalidades y geografías estudiadassino también por un fenómeno que afectó a las Ciencias Sociales en general, nos refe-rimos a la llamada caída de los grandes relatos (Clifford y Marcus, 1986). Justamenteel período de auge de la Etnohistoria es simultáneo a la existencia de grandes mode-los que permitían subsumir las investigaciones particulares. En este sentido, resultasintomática la particularización progresiva de los congresos y de las compilaciones.Dicha particularización ha sido temática y temporal5 pero también ha tenido su vetageográ ca a partir de las subregiones andinas6 o mediante la rea rmación de los estu-dios nacionales. 7 Frente a esta especialización, necesaria a causa de la diversi caciónde las investigaciones, nos interesa poder ofrecer un panorama que cubra el espacioandino incluyendo las diferentes temporalidades y enfoques.

    Si por una parte este libro se inserta en una tradición de compilaciones andinas, por otra responde a una serie de preocupaciones relativamente recientes sobre las prácticas académicas y de investigación. En este sentido, nos interesa dar cuenta de

    qué manera la reconstrucción de las trayectorias personales8

    puede hacer más inte-ligible los procesos de constitución y desarrollo de campos de investigación. Perotambién nos parece relevante explorar la diversidad de las prácticas que permitenreinventar dichos campos en el sentido trabajado en Antropologías del mundo. Trans -

    5 La compilación Más allá del silencio. Las fronteras de género en los Andes (Arnold, 1997) constituyeun ejemplo del primer caso, mientras que el “Encuentro Internacional El Siglo XIX en Bolivia y enAmérica Latina” da cuenta de la particularización temporal.

    6 Como es el caso del “Taller de Costa a Selva” realizado en Argentina en 1992, circunscrito a los Andescentro-sur, o la compilación titulada Producción y circulación prehispánica de bienes en el sur andino(Nielsen et al., 2007).

    7 En esta línea se insertan el “Encuentro Internacional de Peruanistas”, cuyo a o de inicio se remonta a1996, y la “Reunión de Estudios Bolivianos”, que se realiza desde 2002.

    8 Al estilo de los testimonios reunidos en Historia e historiadores (2001).

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    formaciones disciplinarias dentro de sistemas de poder (Ribeiro y Escobar, 2008),dando cuenta de la conformación de comunidades internacionales y atendiendo a lasformas y términos en que se dan los diálogos.

    Con estas ideas en mente, realizamos una convocatoria amplia que invitaba alos investigadores a “ofrecer un panorama de su temática actual de estudio se alandocómo fue el recorrido hasta llegar a ella, es decir, dando cuenta de los problemasteóricos / metodológicos / institucionales a los que se han enfrentado a lo largo de sutrayectoria profesional y las respuestas y estrategias que han ensayado frente a ellos”.La propuesta realizada en estos términos tenía por intención dejar abierto a la conside-ración de los autores qué escribir, desde dónde hacerlo y qué aspectos de la investiga-

    ción destacar. Además, la invitación presentaba como característica distintiva incluirel aspecto institucional, tema que en líneas generales no se incluye en este tipo decompilaciones. Como podrá observar el lector, la mayoría de los artículos presentadoshan optado por enfatizar los aspectos teóricos y/o metodológicos. Con las limitacionesque siempre implica la realización de una publicación de esta naturaleza, aspiramos aque en la misma estén representados los distintos países donde hubo un desarrollo deeste tipo de investigaciones, pensamos también en la diversidad generacional y porúltimo en la variedad de disciplinas. Si el resultado del libro no es tan equitativo comohubiésemos querido en estos aspectos, se debe a que algunos investigadores invitadosno han podido participar a causa de compromisos previamente contraídos.

    La recepción de nuestra convocatoria también se vio condicionada al originarsedesde la periferia de los Andes. Probablemente si ésta hubiese partido desde un lugarcentral –como Perú– hubiera adquirido una mayorlegitimidad . Este tema fue críticoa la hora de pensar dónde publicar la compilación. En este sentido, si bien conside-ramos que publicarla en una editorial peruana le hubiera dado una mayor visibilidad,entendimos que hacerlo desde nuestro país era una forma de contribuir a un diálogoen condiciones menos desiguales.

    En esta propuesta convergen perspectivas del campo de la Antropología, de laHistoria, de la Etnohistoria, de la Arqueología y de la Lingüística. Un lector aten-

    to advertirá cómo cada una de ellas enfatiza determinados recortes y se orienta poruna serie de preocupaciones a nes al campo disciplinar de cada investigador. Sinembargo, tras toda la diversidad de miradas disciplinares y generacionales, hay unare exión recurrente sobre los desafíos que presenta la tarea de conformar y consolidaruna perspectiva de trabajo interdisciplinar dentro de un campo de estudios situado endeterminados contextos institucionales/académicos. A la hora de re exionar acerca desus prácticas profesionales, la dimensión más subjetiva de la experiencia investigati-va de los autores es recuperada en el cruce con la tradición de un campo de estudios, pero también con la dimensión institucional que posibilita e imposibilita, alienta ydesalienta ciertas condiciones de producción académica.

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    En el primer trabajo presentado,9 “Los estudios andinos hoy. Práctica intelectualy estrategias de investigación: ¿es posible investigar la historia delTawantin suyu anterior a la conquista espa ola?”, Jan Szemi ski da cuenta de su recorrido de inves-tigación evaluando los problemas teóricos, metodológicos e institucionales que se presentan ante la compleja tarea de historizar elTawantin Suyu precolombino. Szemi-

    ski revisa el estado actual de los estudios andinos advirtiendo la escasa presencia deespacios académicos y la falta de nanciamiento que apoyen esas investigaciones, yensaya una serie de estrategias que apuntan a considerar la historia delTawantin Suyu como una “disciplina cientí ca”.

    En el segundo trabajo, “Práctica profesional en la arqueología: los vaivenes de

    una trayectoria”, Verónica Williams inserta su trayectoria académica en la historia política y universitaria argentina, deteniéndose en una serie de “hitos” que nos acercana una experiencia situada: décadas de investigación dedicadas al estudio de la relacio-nes del estado inca con sociedades del noroeste argentino. Recorre las distintas líneasteórico-metodológicas que muestran su pasaje desde una arqueología cienti cista y positivista a una más volcada a las prácticas sociales de las poblaciones del pasado.

    En el tercer artículo, “La piedra herida. Re exiones metodológicas en torno deun establecimiento minero del altiplano surandino”, Pablo Cruz analiza pormenori-zadamente las contiendas de orden religioso y las pugnas de poder que enmarcaronla producción minera en el sitio San Antonio del Nuevo Mundo. Esto lo lleva a re-

    exionar acerca de la articulación entre el registro arqueológico y el histórico, y delas relaciones entre Historia y Arqueología dentro de los estudios acerca del períodode contacto en Andes.

    En el cuarto, “Sobre los comienzos de los estudios andinos y sus avances actua-les en el norte de Chile”, Lautaro Núñez da cuenta del recorrido de las investigacionesandinas en la región. Para ello, el autor traza una detallada periodización que abarcalos “tiempos pioneros” de principios del siglo XX, considera el proceso de aperturacientí ca e integración de los estudios andinos, y testimonia el impacto del golpecívico-militar de 1973 para desembocar en la actualidad.

    En el quinto, “La Antropología, la Historia, la Antropología Histórica. De la teo-ría al caso”, Carlos Zanolli se sitúa en un siglo clave como es el XVI en Andes paradetenerse y desarrollar algunos de los conceptos centrales de su investigación, talescomo “frontera”, “etnicidad” e “identidad”. De esta manera, Zanolli revisa las dinámi-cas relaciones establecidas entre aquellos campos disciplinares, re exionando acercade las consideraciones teórico-metodológicas que enmarcan sus investigaciones mástempranas y actuales.

    En “Principales contribuciones a la investigación” Thérèse Bouysse-Cassagnenos describe los temas, enfoques y metodologías de investigación a lo largo de su tra-

    9 En todos los artículos se han conservado los términos en quechua y aymara tal como fueron escritos por los autores.

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    yectoria profesional como etnohistoriadora especializada en las tierras altas andinas. En relación a diversos programas enmarcados en el CNRS (Centre National de la Re-cherche Scienti que , Francia) , presenta sus actividades de investigación organizándo-las en distintas áreas temáticas, deteniéndose en las colaboraciones interdisciplinariasque posibilitaron sus estudios y se alando cuáles han sido sus principales aportes.

    En el séptimo trabajo “Desde el centro y la periferia. Experiencia de investi-gación etnohistórica en Bolivia”, Ximena Medinacelli nos cuenta sus experiencias personales en el campo de los estudios etnohistóricos bolivianos a la vez que nos presenta un panorama de la situación actual del mismo. Recorriendo sus distintostemas, áreas y períodos de investigación, la autora se detiene en sus relaciones con

    otros investigadores como así también en memorias personales sobre la coordinaciónde espacios institucionales y eventos académicos clave. Asimismo, inscribe sus tra- bajos dentro de un ciclo de “auge, crisis y reubicación de la etnohistoria”, analizadoen relación a discusiones en torno a sus enfoques, temáticas, alcances y proyeccioneshacia la sociedad.

    En una línea similar, pero para el caso argentino, Ana María Lorandi, en su texto“Aprendiendo a investigar”, da cuenta de algunos cambios de enfoque que fue atra-vesando la Etnohistoria, particularmente dentro de la Universidad de Buenos Aires yen relación a su propia trayectoria personal. Desarrolla un recorrido por su derrotero profesional desde sus primeras investigaciones arqueológicas sobre poblaciones in-dígenas del noroeste argentino hasta sus últimos trabajos, centrados en el estudio delas elites coloniales y en la transición hacia la República. Al mismo tiempo va pre-sentando el contexto académico donde se forjaron esos trabajos: los investigadores,equipos y problemas de investigación involucrados, como así también los desafíosteórico-metodológicos que debió afrontar.

    En el noveno trabajo, “Derroteros andinos”, las trayectorias residenciales de LuisMiguel Glave invitan a recorrer el desarrollo de su investigación en Andes. De estamanera, Cuzco, Lima, Sevilla –con sus instituciones académicas, sus archivos y suhistoria– son los puntos nodales de una experiencia profesional contada en clave tes-

    timonial.El décimo artículo corresponde al trabajo de Alan Durston, “Confesiones de unquechuista accidental”, donde nos introduce en un área de trabajo signada por una co-laboración especial entre Historia, Antropología y Lingüística. Desde su inserción enla academia norteamericana, el autor describe su carrera profesional como historiadordel Perú andino y como quechuista “accidental”, se alando los motivos e interesesque movilizaron sus elecciones. Profundiza en sus temáticas de investigación y en susrelaciones con otros investigadores, re exionando sobre el abordaje interdisciplinarioen el estudio de textos en lenguas indígenas y re riéndose a los desafíos teórico-metodológicos de esta práctica.

    Con su texto “Entre la rutina y la ruptura: el archivo como acontecimiento de te-rreno”, Tristan Platt nos ofrece una pormenorizada re exión sobre la metodología de

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    investigación entre el archivo y el trabajo de campo. Articula sus propias vivencias yrecuerdos personales sobre el trabajo en archivos bolivianos y comunidades andinas,con una re exión teórica e histórica sobre los archivos, sobre sus rutinas y disrup-ciones. Nos lleva de esta manera a las relaciones entre Historia y Antropología, a sus bases epistemológicas comunes y en especial a cómo se fusionan sus metodologíasen el análisis e interpretación de las huellas materiales y voces que cada una registra.

    Jorge Hidalgo, Nelson Castro y Julio Aguilar realizan una “etnohistoriografía”del programa de investigación “Historia de los pueblos andinos de Arica, Tarapacá yAtacama”, que llevan adelante desde el a o 1971. De esta manera, los autores reco-rren cuatro décadas de investigaciones, dando cuenta de los enfoques y conceptos,

    temas y problemas asumidos por el programa en el marco de los diferentes contextos políticos e intelectuales.En el último trabajo, “Creando la Etnohistoria de los Siglos XIX y XX”, Eric

    Langer rememora su camino dentro de la Etnohistoria andina y nos relata cómo sefueron gestando sus intereses en relación a quienes fueron sus inspiradores, sus inter -locutores y sus colaboradores. Ubicado temporalmente entre los siglos XIX y XX, ydesde sus investigaciones sobre política y economía en las comunidades indígenas bo-livianas, el autor avanza además en una re exión sobre el lugar de la Etnohistoria enel área andina, particularmente su relevancia actual en torno a los procesos políticosen países donde los movimientos indígenas fueron cobrando mayor protagonismo.

    La re exión personal de cada uno de los autores acerca de sus temas de inves-tigación y de los problemas teóricos, metodológicos e institucionales a los que seenfrentaron, nos permite también leer este libro en clave de trayectorias intelectualesde quienes integran y orientan el desarrollo de los estudios andinos en la actualidad.Generalmente, la posibilidad de tomar contacto con estas dimensiones más personalesde la tarea investigativa queda reservada a otros formatos, tales como las biografías yhomenajes. En estos géneros, como sabemos, los colegas realizan un racconto de suscarreras profesionales jando y cristalizando experiencias personales que se recortandentro de determinados contextos académicos e institucionales. La novedad en el caso

    de este libro, estriba, entre otras cosas, en reunir todas estas trayectorias contadas en primera persona, ofreciendo a los lectores la posibilidad de seguir estos derroteros profesionales, ponerlos en diálogo y armar así su propio mapa de lectura, realizandocruces generacionales, disciplinares e institucionales, entre otros.

    Los trabajos que aquí se compilan ofrecen un marco general de referencia acercade discusiones, preguntas y re exiones teóricas que han marcado y marcan el rumbode los estudios andinos en las últimas décadas. Al acercarnos a las trayectorias y ex- periencias investigativas de quienes son algunos de sus principales referentes y al darcuenta de la diversidad existente dentro de este campo de estudios, el libro interpelano solo a los especialistas en estas temáticas, sino también a estudiantes y nuevasgeneraciones de investigadores. Puede en este sentido contribuir a una arqueología delos estudios andinos, donde las redes de relaciones entre disciplinas, instituciones e

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    investigadores que los artículos van delineando, funcionen como piezas para recons-truir la historia de este amplio campo de estudios. Y en donde los indicios que esasrelaciones representan, los sucesos y los actores sobre los que cada autor se detiene, permitan alcanzar un punto de partida posible o una base de intereses y motivacionescompartidas.

    Esto nos lleva a re exionar también sobre el propio papel de esta compilaciónno sólo como proveedora de un panorama actual sobre los estudios andinos sino –y almismo tiempo– desde su rol en la propia reproducción de esta área de investigación,colaborando así en la consolidación del mismo campo que se propone abordar. Laidea de una comunidad andina de pertenencia, que John Murra imaginaba y promovía

    en los a os 1970 como comunidad de integración para los estudiosos de lo andino(Platt, 2010), pareciera cobrar entidad en ciertos eventos y producciones académicas,como la que de alguna manera representa esta compilación. Si es que consideramosque talcomunidad de pertenencia ha existido y mantiene su vigencia, dentro de losmecanismos que podrían estar sosteniendo la idea de su existencia, este libro aparecetal vez como una contribución en ese sentido, ya sea re ejando o construyendo esaintegración.

    ***

    La publicación del presente libro se realizó con subsidios PICT y UBACyT radicadosen la Sección Etnohistoria de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de BuenosAires.

    BibliografíaCLIFFORD, James y MARCUS , George –editores–

    (1986) Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography,University of California Press, Berkeley.

    HARRIS, Olivia; LARSON, Brooke y TANDETER , Enrique –compiladores– (1987) La participación indígena en los mercados surandinos, Ceres,La Paz.

    KAPSOLI, Wilfredo –compilador– (2001) Historia e historiadores, Universidad Ricardo Palma, Lima.

    MORENO, Segundo; SALOMON , Frank –compiladores–

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    18 Los estudios andinos hoy

    (1991) Reproducción y transformación de las sociedades andinas, siglos XVI- XX, Abya-Yala, Quito.

    NIELSEN, Axel; RIVOLTA, María; SELDES, Verónica; V ZQUEZ, María yMERCOLLI, Pablo –compiladores– (2007) Producción y circulación prehispánicas de bienes en el sur andino, Editorial Brujas, Córdoba.

    PLATT, Tristan(2010) “John V. Murra, Actor (Odessa 1916-Ithaca, Ny 2006), La retórica de laexageración”, enChungara 42 (1): 49-57.

    RIBEIRO, Gustavo Lins y ESCOBAR , Arturo –editores– (2008) Antropologías del mundo. Transformaciones disciplinarias dentro de

    sistemas de poder, Ciesas-Envión-Wenner Gren, Bogotá.

    STERN , Steve –compilador– (1990) Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes.Siglos XVIII al XX, Instituto de Estudios Peruanos, Lima.

    ZANOLLI, Carlos; RAMOS, Alejandra; ESTRUCH, Dolores, COSTILLA,Julia(2010) Historia, representaciones y prácticas de la Etnohistoria en laUniversidad de Buenos Aires. Una aproximación antropológica a un campode con uencia disciplinar, Antropofagia, Buenos Aires.

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    Los estudios andinos hoyPráctica intelectual y estrategias de investigación

    ¿Es posible investigar la historia delTawantinSuyu 1 anteriora la conquista española?

    JAN S ZEMIÑSKI

    Mi recorrido hacia la historia delTawantin Suyu como una disciplina científca

    H asta ahora los arqueólogos y antropólogos a rman coralmente que investigarla historia del Tawantin Suyu anterior a la llegada de Francisco Pizarro y sussecuaces no es posible. Solamente el arqueólogo con sus métodos de inves-tigación, a veces enriquecidos con fragmentos de fuentes escritas desde la conquista puede decir algo dedigno sobre los procesos anteriores a 1532. Sus opiniones puedenser enriquecidas también con los resultados de las investigaciones de los antropólo-gos, pero una investigación de historia delTawantin Suyu anterior a 1532 es imposi- ble por falta de fuentes directas. Resumo aquí la práctica y la opinión dominante. La puede ilustrar por ejemplo el V Congreso de la Asociación de Estudios Bolivianoscelebrado en el Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia, en Sucre, en junio 2009. Enel congreso no hubo ni un solo seminario que se ocupara de historia de los Inqas . Nocreo que la situación haya cambiado hasta 2011.

    Mi camino hacia la historia del Tawantin Suyu comenzó cuando investigaba laideología de los partidarios de Don José Primero Thupa Amaro Ynga Rey en 1781.Observé entonces que los rebeldes, desde la elite rebelde hasta los soldados-comune-ros, habían tenido una teoría de historia, según la cual el Inqa Rey volvería a reinar.Durante la investigación me di cuenta que una visión parecida había existido ya en elsiglo XVI y que sus continuaciones habían sido descubiertas por los antropólogos delsiglo XX (Szemiñski, 1993).

    La existencia de una teoría andina de historia me obligó a pensar cuándo habíasido formulada tal teoría y de qué manera había funcionado. Una respuesta parcialla encontré investigando las tradiciones sobre Manqu Qhapaq Inqa . Este personajede las tradiciones anotadas en el siglo XVI y XVII siempre ha sido tratado como un personaje mítico, que rellenaba las estructuras del mito. La investigación me mostró laexistencia de por lo menos cinco Manqu Qhapaq diferentes, localizados cada uno enun tiempo-espacio diferente, y con funciones diversas, pero siempre de un fundadorde una época nueva. La comparación de diversas versiones reveló también un meca-nismo de colapso de la estructura del cuento. El mecanismo consistió en identi car y

    1 Uso la escritura fonémica reconstruida para el dialecto quechua cuzque o del siglo XVI-XVII.

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    crear un solo personaje de varios. Al personaje lo construía el cronista, autor del textoescrito, o su informante (Szemiñski, 1997a).

    Esta experiencia me obligó a ocuparme de dos temas complementarios pero nue-vos para mí. El primero fue investigar la imagen de Dios creador incaico. Los antropó-logos niegan que tal imagen existiera entre los Incas. Para investigarla recogí todas lasoraciones quechuas que encontraba en las fuentes del siglo XVI y XVII en crónicasy en juicios de idolatrías. Las necesitaba porque los cronistas habían atribuido a losIncas a rmaciones de acuerdo a las cuales los Incas habían recibido una misión dealgún Dios creador o del Sol. El resultado me sorprendió: las oraciones cuzque asdescribían a un creador andrógino dotado de un pene erecto y vagina abierta, ambos

    con nombres especiales. La observación acababa con la discusión de la autenticidadde las oraciones: eran cuzque as y no cristianas, ya que en el cristianismo en generaly en el catolicismo en particular, no existe ninguna imagen de Dios como un creadorandrógino, dotado de ambos sexos, quien crea diciendo, como el bíblico, pero co-mienza a crear desde la creación de ambos sexos. A la vez descubrí que los intérpretesespa oles de las oraciones no las habían entendido. Se puede a rmar que entre lossacerdotes y teólogos incaicos existió un lenguaje especializado, desconocido entreel pueblo o difícil de entender para los hablantes de quechua común cuzque o (Sze-mi ski, 1997b). El tema de las oraciones y lenguajes me llevó a investigar el léxicoquechua colonial (Szemi ski, 2006,1993b). Mi base de datos tiene ahora 89 mil en-tradas, y espero que siga creciendo. Otra consecuencia de mi estudio de las oracionesquechuas fue que junto con un amigo intentamos describir la mitología Inca (Szemi-

    ski y Zió kowski, 2006).El segundo tema nuevo fue buscar huellas de larga tradición oral incaica o cual-

    quier otra dentro del área delTawantin Suyu . La búsqueda resultó muy frustrante.Encontré en varias fuentes huellas de larga tradición. Siempre se expresaban a travésde contradicciones en la descripción de un personaje, con el mismo nombre, pero encontextos diferentes. Sin embargo, una larga tradición apareció más claramente en elsegundo libro de Nuevo Ophir de Fernando de Montesinos. Otras fuentes, como citas

    en Anello Oliva o el Jesuita Anónimo, indican que conocieron la misma tradición, pero preservaron de ella solamente citas o menciones breves. La versión más abun-dante es sin duda la del manuscrito de Nuevo Ophir conservado en Sevilla fechado1644. Un análisis detallado de la versión me condujo a las conclusiones siguientes:el texto del libro segundo de Nuevo Ophir se basa en una versión de un manuscritoescrito probablemente en el Cuzco, y anterior a la introducción del calendario grego-riano. Su versión primitiva consistía de una secuencia de nombres de reyes acompa-

    ados a veces con informaciones importantes para la ejecución de su misión en estemundo. Es decir, la tradición explicaba cómo la misión fue transmitida hasta el reygobernante. Las informaciones sobre los reinados de unos 100 reyes contienen tam- bién nombres propios de regiones bajo el gobierno o fuera del gobierno de un rey. Lalista hoy consiste de unos 62 reyes atribuidos a un imperio antiguo con capital en un

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    Cuzco y fronteras que corresponden al área de dominio de Tiahuanaco junto con Wari,de unos 28 reyes localizados en uno o dos Tampu T’uqu -s y de 10 Incas del Cuzco.Sus guardianes fueron probablemente losamawtas cuzque os en el siglo XVI. Losresultados sugieren que la tradición oral conservó en el siglo XVI datos desde el sigloVI y siguientes (Szemi ski, 2009).

    ¿Cómo fue posible que se conservara en una sociedad sin uso de la escritura? El problema me llevó a buscar escritura andina. Hay varias posibilidades: una lo fue elkhipu , ya que los estudiosos delkhipu admiten que hay ejemplares delkhipu que no parecen numéricos. Otra son lost’uqapu , fajas de signos rectangulares, conservadosen textiles, enqirus y en pinturas coloniales. Además, existen lasqillqa , mencionadas

    en el siglo XVI como tablas dePuqin Kancha en el Cuzco. Analicé la única traduc-ción de una tabla de Puqin Kancha , conservada en la obra de Cristobal de Molina elcuzque o. El resultado parece indicar que las tablas contenían un texto que incluíanombres propios, verbos y otras partes del habla. Esto me condujo a estudiar lasqill-qas o qarachas del siglo XIX y XX. Las estudiaron varios, más profundamente DickIbarra Grasso, quien opinó que lasqillqas son un relicto de una escritura antigua an-terior a la conquista. Sin embargo, su estudio y otros sufren de la falta de análisis designos y de su sintaxis. Estudié varios textos quechuas publicados por Ibarra Grassoy por otros, como resultado de ello identi qué signos que tuvieron que ser inventadosantes de la llegada de los espa oles. Todos los textos modernos deqillqa sirven paraanotar rezos y doctrina cristiana. Tales textos de época colonial y precolonial faltan,aunque los mencionan por lo menos dos investigadores del siglo XVI: Joseph deAcosta S.J. e Inca Garcilaso de la Vega.

    Todos los datos sobre los qillqa sugieren que habían sido utilizados para transmi-tir verdades religiosas, sagradas, como la transmisión de la misión y de las verdadesreveladas por la divinidad. Su uso tuvo que ser limitado a los miembros de la elite,especializados enqillqa . Su soporte: madera pintada o quizás textiles no pudo resistirla destrucción de los templos con sus objetos de culto, ni el clima. Bien es posibleque en la costa desértica un día se encuentre una tabla conqillqas (Szemiñski, 2010).

    El problema de la tradición y de la escritura andina me condujo a dos problemasdiferentes: ¿Cuál fue el contenido y estructura de la tradición transmitida? Y ¿Cuál fueel horizonte temporal y geográ co del cosmos incaico?

    En otras partes del mundo se conocen textos transmitidos por tradición oral el-mente durante milenios. Un ejemplo excelente es la Rigveda , compuesta entre 1700y 1100 A.C. y transmitida oralmente hasta ahora, aunque probablemente también porescrito desde el siglo VI o VII A.D. En elTawantin Suyu la destrucción de templos,sacerdotes y otros miembros de la élite local nos dejó sin saber nada sobre la existen-cia de textos extensos y el modo de su transmisión. Han quedado huellas nomás, comolo conservado por Fernando de Montesinos en su libro segundo, o también en obrasde Juan de Betanzos, Don Felipe Guaman Poma de Ayala, Don Juan de Santa CruzPacha Cuti Yamqui Salca Maygua, Don Diego de CastroTitu Kusi Yupanki Inqa , o

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    en Ataw Wallpap p’uchukayninpa wankan . En todos estos textos es posible distinguirdos clases de frases: las que constatan la ocurrencia de un hecho de narración y lasque complementan y ampli can el cuento según las formas exigidas por la cultura delnarrador. Este modo de contar no es ajeno a otras culturas, como en la tradición sobrelas hazañas de los caballeros del Rey Arturo, donde las versiones consecuentes añadenexplicaciones y aclaraciones sobre el acontecimiento narrado.

    Cada civilización tiene su área que domina, los espacios fronterizos, conocidos por contacto directo, los espacios más lejanos, conocidos por contacto indirecto y aveces directo, y nalmente lo desconocido, habitado por monstruos, hasta llegar a loslímites de este mundo donde vivimos. Una tradición sobre el pasado también describe

    un espacio y ocurre en un espacio. En consecuencia me puse a buscar datos sobre loslímites entre lo conocido y lo desconocido según los Quzqu Inqa antes de la conquistacastellana. La investigación sigue. Los primeros resultados son sorprendentes: LosQuzqu Inqa indirectamente o directamente sabían de la existencia del Atlántico y delMar Caribe, de Panamá, de México y de las Islas Polinesias.

    Últimamente me he ocupado también en la relación entre la ecología andina ysu percepción por los Incas, percepción re ejada en sus mitos, oraciones, y prácticaseconómicas.

    Problemas teóricosEl básico, siempre presente problema teórico, reaparece en cualquier intento de estu-diar historia de una sociedad sin fuentes directas. En el caso de los Andes, como ya lohe dicho, el veredicto de los sabios es que es imposible hacerlo. Al mismo tiempo, lahistoria de diversas sociedades europeas sin fuentes escritas directas se practica desdedecenas si no centenas de a os. El problema es entonces más bien la falta de desarro-llo de métodos de investigación que articulen el estudio de fuentes escritas indirectascon investigaciones arqueológicas, lingüísticas y antropológicas.

    ¿Una sociedad ágrafa, o sin archivos y bibliotecas puede conservar saber de su pasado? La respuesta es obvia: sí, puede. Lo que necesita el historiador es saber qué

    informaciones sobre el pasado la sociedad consideraba necesarias para su presente.Cuando la investigación indica qué se debía saber sobre el pasado para el funciona-miento de la sociedad actual, en nuestro caso la de 1532, es posible también hacer listade informaciones necesarias. Por ejemplo, si existe herencia, el posesor actual de loheredado debe saber demostrar cómo le había llegado la herencia desde el fundador dela herencia. En el caso andino casi siempre acabamos llegando a unawak’a .

    Sin embargo, la tradición que transmite datos tiene que ser conservada en algúnsoporte. Lo puede ser un textil o una tabla de madera o cualquier otra cosa, que acom- pa a a la memoria humana de los portadores de la tradición. Es decir, la memoria es lomás importante. La memoria humana es limitada, cuando no la asisten otros soportes.Entonces: ¿Cómo los portadores de la tradición censuran en cada generación la tradi-ción que preservan? ¿Cuáles fueron o son los criterios de los censores?

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    Toda tradición, oral o escrita, con el tiempo se hace incomprensible por la evo-lución del idioma y de la sociedad. ¿Cómo sus portadores la vuelven comprensible?Por supuesto, pueden eliminar lo incomprensible sin huella. Pueden reinterpretar loincomprensible dándole un signi cado nuevo, o incluir una explicación o comentario.Sin embargo, el historiador que investiga una tradición tiene que trabajar con una premisa básica, según la cual en un pasado la tradición no contenía palabras ni a r -maciones incomprensibles. Aquel estado sin malentendidos corresponde al momentode su creación.

    ¿Es posible estudiar una tradición sin conocer la lengua o lenguas en las cualeshabía sido compuesta? Los investigadores norteamericanos de la Sagrada Escritura,

    quienes la estudian en traducciones norteamericanas, contestan que sí. Lo mismo a r -maban los investigadores de la escritura maya en el Congreso Internacional de Ame-ricanistas en Amsterdam, en 1988, cuando intentaron leer las inscripciones mayas eninglés, no en maya. El hecho de que conocemos las tradiciones delTawantin Suyu casi solamente en castellano y no en lenguas andinas, justi có el ocio intelectual delos historiadores del Tawantin Suyu . Los antropólogos entendieron el problema másrápidamente. Los arqueólogos y los historiadores no lo entienden todavía. Para darun ejemplo muy trivial: el cuento de Adán y Eva no es comprensible sin el originalhebreo en el cual Eva signi ca la que vive y Adán el de la tierra o el rojo. Es decir,sin hebreo el signi cado del mito se nos escapa. Los textos de las tradiciones encastellano, de los relatos de la conquista, de documentos, en general todos los textosque se re eren directa o indirectamente alTawantin Suyu siempre contienen lo que elintérprete no supo traducir: Nombres de personas, lugares, instituciones y fenómenoslocales, plantas y animales. Contienen también, en muchos casos, errores de traduc-ción indetectables sin el conocimiento del idioma.

    El problema no es solamente metodológico, como parece, sino también más fun-damental. Cada lengua impone a su hablante una imagen lingüística del mundo. Porejemplo, el castellano ense a que hay machos y hembras singulares o plurales. Elquechua no ense a esto, pero sí la fuente de información del hablante, quien o lo sabe

    de experiencia, o de segunda mano, o lo supone en diversos grados de probabilidad.Sin la lengua la imagen lingüística del mundo de los andinos quechuas y aymaras, ohablantes de otras lenguas, se nos escapa, y los textos que los historiadores estudia-mos se quedan con fragmentos cuyo signi cado ni imaginamos.

    ¿Es posible ubicar la tradición estudiada en tiempo y espacio? No siempre, perosin hacerlo pierde el valor de una fuente histórica.

    Problemas metodológicosEl primer y mayor problema metodológico de un historiador que intenta estudiar lahistoria del Tawantin Suyu es la trágica situación de los archivos andinos y el estadofatal de los catálogos. Hay excepciones como el Archivo y Biblioteca Nacional deBolivia en Sucre. En general no se sabe qué es lo que contienen los legajos, cuando

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    son descritos más o menos así: “Legajo 1743 Papeles varios 1561-1849”. Y no es bro-ma. Además según chismes la mayoría de los papeles no está catalogada. En archivosestatales los papeles mejor catalogados son los que conciernen a la propiedad de latierra en el siglo XX. Los archivos eclesiásticos son mucho menos accesibles, ademásfrecuentemente están cerrados a todo el público. Todos los archivos sufren de robos,y los documentos reaparecen en colecciones en otros continentes.

    Otro problema metodológico son las ediciones de los cronistas. Quizás la ediciónque puede servir de modelo para otras es la edición on-line de Nueva Crónica y BuenGobierno de Don Felipe Guaman Poma de Ayala. Sin embargo, obras tan importantesy tantas veces editadas como las del Inca Garcilaso de la Vega no tienen ediciones de-

    centes hasta hoy. Cada editor corrige el texto como le parece, sin marcar lo corregido.Casi siempre no se intenta identi car las citas de otros autores, incluso cuando el autorindica de qué obra y autor se trata.

    Esto me lleva al siguiente problema metodológico: la liación de las fuentes.En el caso de la historia del Tawantin Suyu, el historiador tiene que considerar dos

    liaciones a la vez: la liación entre textos escritos, es decir, entre textos escritos encastellano, y la liación entre tradiciones orales, es decir contados en quechua, ay-mara u otra lengua y traducidas al castellano. De hecho, la liación tiene que hacerse para cada hecho de la narración junto con sus ampli caciones aparte de otros hechosde la narración, si no se demuestra su concatenación con otros hechos de la narración.

    Un cuento (hechos de narración concatenados) pudo ser traducido y puesto porescrito varias veces y en ocasiones diferentes. Este hecho complica el esfuerzo del his-toriador para establecer la liación, ya que la liación aparentemente escrita puede serun producto de dos o más casos de jar la tradición por escrito. Lo que puede ayudarson las diferencias de la traducción y los componentes sin traducir, que indicarían la presencia de dos intérpretes diferentes con un saber diferente.

    Además, en tradiciones orales parcialmente condensadas, que en su transmisióndistinguen la parte consagrada –que son los hechos de la narración– de las ampli ca-ciones que re ejan el modo de contar, los comentarios y las explicaciones de los he-

    chos narrados, ocurren muchos fenómenos que cambian el contenido de la tradición:1. Cuentos sobre personajes del mismo nombre o de un nombre similar puedenmezclarse, y nalmente crear un solo cuento de un solo personaje.

    2. Hay en las tradiciones posiciones y funciones especiales, como por ejemplo, losfundadores o los derrotados. Los fundadores atraerán a comienzos de la tradicióncualquier cuento sobre la fundación de algo. Los perdedores pueden convertirseen un solo perdedor ejemplar.

    3. Hay cuentos errantes, que se mudan de lugar dentro de la tradición. Las causasde cambio están siempre ligadas al contenido del cuento en su lugar original y alcontenido del cuento al cual se añaden en su nuevo lugar.

    4. Las ampli caciones pueden sustituir hechos de narración.

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    5. Hechos de narración, que son oraciones simples con un sujeto y un verbo, pueden provocar la aparición de partes que faltan, como lugar y tiempo de la acción. Porejemplo, si el narrador explicaba cómo debía ser un des le triunfal, todos losdes les que menciona recibirían los mismos rasgos.

    ¿Qué puede hacer un historiador frente a tales trampas? No mucho, salvo buscar otrasversiones del mismo cuento y también otras fuentes de cualquier tipo: arqueológicas,lingüísticas y antropológicas, volviendo siempre a preguntar qué fue lo importante para los portadores del cuento.

    Problemas institucionalesLo que no existe, no se nancia. El sistema vigente de nanciar la investigación causaque cualquier pedido del nanciamiento tiene que ser apoyado por los eminentes in-vestigadores del área que pretende investigar el proyecto. Como la historia delTawan-tin Suyu o cialmente no existe ni es posible investigarla, entonces los especialistas,quienes rese an proyectos presentados automáticamente, opinan que un proyecto deinvestigación de lo que no existe no es posible. En el mejor de los casos, lo asimilancon lo que ellos consideran posible.

    Lo considerado posible cambia. Una eminente investigadora en sus intentos deinvestigar liación de fuentes para comparar el contenido de las fuentes usaba resú-menes ingleses de textos espa oles del siglo XVI. Tal práctica hace imposible unainvestigación seria, ya que investigando liación uno tiene que comparar las secuen-cias de palabras, en especial de verbos, y las secuencias de las ideas expresadas. Usarresúmenes (además en inglés) conduce rápidamente a cualquier resultado deseado. Elcaso aquí mencionado es solamente un ejemplo de que las actitudes y opiniones unavez establecidas entre las autoridades generalmente respetadas en un campo impidencualquier progreso de investigaciones, ya que conducen a apoyar epígonos y no in-novadores.

    Otro problema muy grave es la plani cación. Los proyectos deben contener plan

    de trabajo y acabarse con un libro en tres a os. ¿Por qué en tres a os? Quizás por elritmo de vida política o ritmo de elecciones de autoridades universitarias. Proyectoslargos en el mundo moderno solamente existen entre los guardabosques quienes pla-nean para 100 o más a os. En n, un proyecto que exige muchos a os de trabajo no puede recibir nanciación, a no ser que el investigador logre dividirlo de antemano enunidades de a tres a os, siempre acabadas con un informe presentado en forma de unlibro. En humanidades cualquier investigador sabe que en tres a os se puede escribirun libro, pero a condición de tener ya todas las fuentes recogidas y trabajadas.

    El resultado es igual a la ya felizmente difunta plani cación comunista: se pre-sentan solamente proyectos ya hechos para nanciar proyectos que se piensa hacer.Un proyecto ya ejecutado puede garantizar resultados óptimos desde el punto de vistade las instituciones académicas, ya que trae resultados a tiempo (en tres a os).

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    Sin embargo, el problema es más profundo. Lo aclara la comparación entre elnanciamiento dado al Maestro Antonio de Nebrija (vitalicio, para que investigara lo

    que le pareciese) y el nanciamiento que recibimos los investigadores modernos. Anosotros nadie nos cree que investigaremos sin el ojo que cuide el modo en el gasta-mos la plata recibida. Se asume que de nuestra naturaleza no somos investigadores,sino ladrones y estafadores.

    EstrategiasCada grupo de problemas exige otras estrategias, por lo cual trataré cada grupo aparte.

    1 Estrategias teóricas No existen estrategias teóricas que sean especiales para la historia delTawantin Suyu .Todas son comunes con las de otras sociedades aparentemente o realmente ágrafas.De hecho se trata de dos problemas diferentes:

    1. Crear modelos de evolución de una sociedad y observar los fenómenos de largaduración. Obviamente larga duración social signi ca que durante muchas gene-raciones se repiten los mismos comportamientos. Su duración exige un modeloexplicativo. Sin embargo, un modelo explicativo de larga duración en sociedadessin fuentes escritas es normalmente formulado por arqueólogos y antropólogos,y no por historiadores.

    2. Interpretar tradición oral y demostrar su profundidad temporal. Aquí también senecesita un modelo de larga duración, pero doble, que incluya larga duración deun hecho de narración, y larga duración de importancia de información conserva-da en el hecho de narración. A su vez, el hecho de narración tiene que asociarsecon resultados de investigaciones arqueológicas y antropológicas.

    En el segundo caso comienza un problema metodológico, el de conectar entre resulta-dos de investigación de tradición oral con los de las excavaciones. Por ejemplo cómo podemos demostrar que un estrato de incendio en un lugar determinado corresponde auna guerra de conquistas mencionada o sugerida por la tradición oral.

    2 Estrategias metodológicasLas estrategias metodológicas en reconstrucción de tradición oral incaica o andina di-

    eren de estrategias metodológicas elaboradas para investigar otras tradiciones oralesen otras sociedades. Hay condiciones adicionales que no siempre ocurren en estudiode tradiciones africanas o polinesias por ejemplo.

    1. En el Tawantin Suyu no se han conservado (con una sola excepción) tradicionesen lenguas originales. Todas son traducidas y son traducidas mal, ya que los tra-ductores, también cuando admiraban uno que otro aspecto de la cultura andina,no conocían (ni hoy conocen) todas las reglas de la lengua.También hoy en la cultura quechua o aymara del siglo XX existen conjuntos de palabras especiales usados en contextos rituales. Normalmente tales palabras no

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    se encuentran ni en los vocabularios modernos ni coloniales. Los intérpretes an-tiguos o no las traducían o simplemente las omitían. Tengo la impresión que losmodernos siguen la práctica.Sin embargo, la lengua en tradición oral no consiste solamente de palabras, sinotambién de formas. Una forma típica en textos quechuas coloniales originalesy en textos recogidos durante el siglo XX del folclore andino son expresionesdobles que en la traducción parecen sinonímicas. Cuando comparé los textos derezos conservados en castellano en la traducción de Juan de Betanzos con textosquechuas de oraciones conservadas por Cristóbal de Molina el cuzque o o porDon Juan de Santa Cruz Pachacuti Salca Maygua, descubrí que Betanzos eliminó

    todas las expresiones dobles, tratándolas como sinonímicas, aunque no lo son.Además, textos de traducciones contienen también muchas expresiones en caste-llano, cuyo sentido se nos escapa.De lo dicho resulta una regla muy simple: una fuente estudiada no debe contener palabras ni frases incomprensibles. Las palabras pueden ser y usualmente sonandinas. Las frases son castellanas, pero incomprensibles. El remedio es igual-mente simple, ya que las frases incomprensibles en la absoluta mayoría de casosque conozco se vuelven claras una vez retraducidas a una lengua andina, en micaso al quechua.

    2. Las tradiciones conservadas tal cual se componen de hechos de narración y deampli caciones. El investigador tiene que distinguir, es decir atribuir a cada fra-se de acuerdo a su signi cado, su función en el texto. Para explicarlo tomemosun ejemplo cticio de una serie de frases (un cuento) como un rey Inqa regresóde una conquista con expolios. Inmediatamente siguen frases que describen sutriunfo. El hecho de narración consiste en la información que el Inqa salió a unaexpedición guerrera y regresó de ella. Los expolios pueden ser una ampli caciónya que un vencedor debe volver con expolios, y el triunfo casi seguramente lo es,ya que un triunfo tiene que seguir a la victoria. Esto a su vez no indica que esterey particular celebró el triunfo o que no lo celebró, pero sí indica, que la infor -

    mación sirve para estudiar la imagen de triunfo en la cultura cuzque a del sigloXVI, pero no sirve para decir como lo hizo un rey determinado.De lo dicho resulta una regla muy simple, que la diferencia de funciones entreampli caciones y hechos de narración delimita también nuestros temas de inves-tigación.

    3. La tradición original, la anterior a la traducción, había tenido su estructura, que laorganizaba en unidades, de menor a mayor: un hecho de narración compuesto deun nombre del héroe, un verbo, el objeto del verbo, usualmente también nombre propio, un lugar de la acción y un tiempo de la acción. Una secuencia de hechosde narración forma un cuento por ejemplo un cuento de una guerra, y una secuen-cia de secuencias puede formar un cuento mayor, por ejemplo de un reinado. Es

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    fácil pensar que los reinados componen historia narrada de una dinastía, y los delas dinastías, la del mundo.Sin embargo, el hecho que los nombres propios tienen que aparecer en cadahecho de narración indica que una oración sin nombres es incompleta. Hay querestaurar los nombres según el lugar de la oración en la secuencia de hechos denarración.

    4. El investigador tiene que estudiar los nombres de personajes y de lugares. Debeentender que los nombres forman conjuntos y su estudio le puede indicar el idio-ma original del cuento, y asociar el cuento con una etnia y un tiempo relativo,según la secuencia de estratos lingüísticos en el área y grupo estudiados.

    5. Una tradición puede conservarse en versiones diferentes. Antes de compararlasel investigador debe considerar su origen, es decir intentar identi car sus porta-dores.

    6. Además las tradiciones puestas por escrito por andinos, o poraindiados comoJuan de Betanzos, usualmente conservan las estructuras internas de la tradiciónmucho mejor que las puestas por escrito por castellanos y otrosmitmaq Cas -tiliamanta samuq – forasteros venidos de Castilla, en palabras de Don FelipeGuaman Poma de Ayala. De este hecho nace una recomendación práctica, quelas estructuras de la tradición deben reconstruirse de acuerdo a las tradicionesconservadas por indios. En tal caso los hechos narrados por los castellanos debenubicarse dentro de una estructura conservada por indios y no al revés.

    7. Una vez ejecutadas todas estas recomendaciones, abreviadas aquí, es posible usarlos hechos y las ampli caciones de la narración como cualquier información defuentes históricas.

    Por supuesto he dejado de lado todas las posibles comparaciones con resultados de lasexcavaciones arqueológicas y de tradiciones recogidas por los lingüistas y antropólo-gos. Quiero subrayar que son obligatorias y muy valiosas, a condición que los sitiosmencionados por la tradición ya hayan sido excavados y los informes publicados, oque los antropólogos y lingüistas ya hayan recogidos los mitos y tradiciones locales.

    Lo normal es que faltan ambos. Quizás el remedio consiste en organizar investigacio-nes interdisciplinarias, que ya es un problema de estrategia institucional.

    3 Estrategias institucionalesHe fracasado en todas mis estrategias institucionales. Creo que para un logro es ne-cesario formar coaliciones de investigadores que trabajen en diversas instituciones.Sin embargo, un representante de lo que o cialmente no existe (historia delTawantinSuyu antes de la conquista espa ola) es tratado como un enviado de un reino de duen-des, bueno para cuentos de ni os. Las instituciones en tales casos reenvían el proble-ma a sus especialistas, quienes saben que la historia delTawantin Suyu no existe, oal revés, saben que existe en la forma determinada por los arqueólogos. Uno de mis

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    proyectos fue llamadochildish project . Estoy orgulloso de este cali cativo, que re ejael conservadurismo institucional de las humanidades.

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    Entre la rutina y la rupturaEl archivo como acontecimiento de terreno1

    TRISTAN P LATT

    Quien alguna vez comenzó a abrir el abanico de lamemoria, nunca llega al nal de sus segmentos. Nin-guna imagen le satisface, ya que constató que la me-moria puede desplegarse, y que solo en sus pliegues

    reside la verdad – aquella imagen, aquel sabor, aqueltoque, a cuyo propósito todo esto se ha desenvueltoy diseccionado: y ahora el recuerdo progresa desdeel peque o al más ín mo detalle y, luego, al in ni-tesimal, en cambio, lo que se encuentra en estos mi-crocosmos se vuelve siempre más poderoso (WalterBenjamin, en Marxet al. , 2007: 49).

    Cuando por primera vezhice trabajo de campo , estaba convencido que el co-nocimiento antropológico podía tan solo producirse mediante laobservación

    participante . Es verdad que me inquietaba una curiosidad (sin duda pre-an-tropológica), la pregunta de en qué medida en el siglo veinte podían aún perdurar losdescendientes de los tiempos pasados. El proyecto de mi investigación, centrado enla retórica quechua, era un enfoque lingüístico de la toma de decisiones morales y políticas, para lo cual requería desde luego primero aprender el idioma. Pero mientrasseguía los cursos de quechua fui conociendo a un etnohistoriador que llegó a conven-cerme que no debía abandonar mis primeras inquietudes. Fue así que, cuando ya fui alterreno, recogí textos, hice (y respondí) preguntas, aprendí frases, compilé vocabula-rios y levanté censos y mapas. Participé en las rutinas productivas y en los calendariosfestivos, escuché mitos, realicé entrevistas y participé en sesiones chamánicas. Pudeobservar hasta qué punto la escritura estaba enmadejada en los actos del habla, grabé

    1 Publicado originalmente en “Between routine and rupture: the Archive as eld-event.”, enSage Hand-book of Social Anthropology , Vol. II., Sage Publications Ltd, Londres (2012). Quiero agradecer a Oli-via Harris por su invitación a escribir este trabajo poco antes de su extemporánea muerte en abril del2009. Mis agradecimientos igualmente para Richard Fardon, Andrés Guerrero y Mark Harris por lasinestimables conversaciones y comentarios. Un Fellowship que me otorgó el Instituto para el Estudiode las Américas, Escuela de Estudios Avanzados, Universidad de Londres, en 2010-11 me permitiócompletar el trabajo. Estoy agradecido con la Universidad de St. Andrews por permitirme aceptar dicha beca. Traducido por Andrés Guerrero.

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    fragmentos de los debates, de las memorias y de la historia oral . Pero aún así me

    encontré conducido inexorablemente hacia el Archivo.Durante varios años mantuve el terreno y el archivo en un cierto equilibrio, por

    turnos volviendo a visitar el uno y el otro, como si fuesen dos metodologías dispares,que, empero, en cada acto de escritura tendían a fusionarse en apuntes e imágenesmentalmente asociados. Interrogaba mis notas de terreno desde perspectivas históri-cas y, a su vez, leía los documentos del archivo a la luz de mis recuerdos de vincula-ciones con personas vivas. Se entremezclaban los cuadernos de apuntes del archivoy los del campo con las cintas magnetofónicas, las fotografías y las fotocopias, comosi fueran todas huellas complementarias, llegando a constituirse en un holograma de

    presencias colectivas cambiantes y dilatadas en el tiempo. La gente cruzaba puertasentre segmentos temporales, caminaba a lo largo de varios a os agrupados, a veces,hasta volvía a reaparecer en atuendos diferentes, con otro semblante y corte de pelo.Desenmara ar lo que se había fusionado se me presenta ahora como una tarea casiimposible, tanto como reordenar los diferentes estratos según los niveles de memoriaque los acompa an.

    Así y todo, sigo aún hoy en día, de tiempo en tiempo, so ando en un Archivototal en el que todo vuelve a encontrar su lugar apropiado a fuerza de excavación,ordenamiento y enlace.

    Desde luego, un archivo tal como ese, sería un ideal, algo imposible en primerlugar y, en segundo lugar, apenas un primer paso. Tendría que crearse un sistema decatálogos transversales y perpendiculares a la estructura arbórea de las secciones, delos legajos y de los expedientes: series arti ciales , como las que sugieren algunas tra-diciones archivísticas. Estos catálogos vincularían las huellas de especí cas poblacio-nes, lugares y temas, sin estar atadas a un orden original . Tanto como la digitalizaciónde los catálogos, la iniciativa puede exigir la creación de una red de enlaces polisémi-cos, a la semejanza de una tela de ara a, lo que sería un equivalente, para el archivo,de esa nebulosa de pensamiento salvaje que evoca Lévi-Strauss en la “Obertura” de

    Lo crudo y lo cocido , pero con referencias cruzadas tanto a los acontecimientos histó-

    ricos como a las mitotemáticas.El presente capítulo se re ere a la historia y a la antropología, cuyas relaciones podrían imaginarse como el entramado de la vida social. Hay también otras áreasespecializadas de conocimiento en las ciencias humanas y naturales que se arraciman bajo la égida de sociedad e historicidad (Gadamer, [1975]1980). Aquí me centraréen los procesos de acoger, ordenar y leer huellas materiales que, si se las interpretasoltando el vuelo a la imaginación, pueden dar impulso a algunas modalidades decomprensión histórica. Seguiré una senda etnográ ca en mi acercamiento a los archi-vos dejando que los archivos me presenten al objeto de mi investigación. Los archivosguardan documentos y declaraciones que registran, en primer lugar, el hecho de su propia inscripción (por lo general están rmados y fechados), y en segundo lugar, re-ferencias a otros sucesos (incluyendo otros documentos) a través de los signos que los

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    constituyen. Doble inscripción, evocada por Paul Ricoeur, que provee los fundamen-tos para la escritura de archivo, tanto de lo que esté inscrito en el soporte documentalcomo de esas hebras que más tarde entretejerán los historiadores y los antropólogos avariadas distancias de sus fuentes priMarías (Sheringham, 2005).

    Los archivos nos hablan de diversas maneras, aunque siempre permanecen en loscon nes de nuestra conciencia. Distingo modos y metáforas del trabajar en los archi-vos, pero siempre mantengo presentes los mundos que están más allá de los textos.Flotando por encima de la experiencia local, algunos documentos antiguos parecen brillar con mayor intensidad que otros, los más recientes.2 Pero la investigación dearchivo también nos revela senderos más modestos de repetición, desde la iteración de

    las formalidades diarias procedimentales, las frases notariales y los formateos docu-mentales, hasta la presentación anual de cuentas e informes. Los sistemas de archivosestán asociados a la administración de los sucesos de la vida diaria: los seleccionan yagrupan por fechas y temas, los reducen a regularidades por medio de clasi cacionesy de la pertenencia a series que con rman el tesón de las rutinas sociales.

    Las regularidades se quiebran cuando una importante interrupción (guerras, en-fermedades, revoluciones, tsunamis, invasiones) destruyen el conocimiento social que produce el archivo. Las disrupciones de la práctica de archivo pueden acompa arsedel colapso de un Estado o de la caída de un imperio y también de cualquier interrup-ción brusca en la continuidad procedimental: algunos archivos han alimentado fogatas para calentar las gélidas noches de los ejércitos. Otros fueron expresamente destrui-dos para eliminar evidencias acusadoras. Discontinuidades de otro tipo intervienencon las transformaciones en los soportes tecnológicos de la comunicación como, porejemplo, el desplazamiento del papel, la tinta y estilógrafo hacia el telegrama, el telé-fono o el correo electrónico. Son cambios que introducen nuevas rutinas y que dejanotras huellas o quizás ninguna, lo que modi ca el tipo de historia que podrá escribirse(cf. Baines, Bennet y Houston, 2010).

    Los archivos existen, por ende, entre la rutina y la ruptura. En tanto que rutina,conforman complejas jerarquías deoraciones con guradas en moldes temporales que

    impregnan silenciosamente las vidas sociales de estabilidades y de signi caciones. Asu vez, esas rutinas cambian gradualmente acompasándose a las largas transformacio-nes discursivas y tecnológicas. En las páginas siguientes, no voy a ofrecer ningunaguía de archivo para investigadores , como las que se puede encontrar fácilmente dis-

    2 La metáfora astronómica proviene de Michel Foucault (1970 [1969]): “El archivo es en primer lugar laley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimien-tos singulares. Pero el archivo es también lo que hace que todas esas cosas dichas no se amontoneninde nidamente en una multitud amorfa, ni se inscriban tampoco en una linealidad sin ruptura, y nodesaparezcan al azar sólo de accidentes externos; sino que se agrupen en guras distintas, se compon-gan las unas con las otras según relaciones múltiples, se mantengan o se esfumen según regularidadesespecí cas; lo cual hace que no retrocedan al mismo paso que el tiempo, sino que unas que brillan congran intensidad como estrellas cercanas, nos vienen de hecho de muy lejos, en tanto que otras, contem- poráneas, son ya de una extremada palidez.”

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    ponibles en la Red.3 Voy simplemente a alternar algunos recuerdos de mi experienciaen los archivos con unas re exiones más tentativas sobre su estatus e implicaciones.En cierto sentido, por sí mismo este ensayo es un abanico de posibilidades que cons-tituyen una gama de repliegues, que se espera serán profundizados por los lectores.

    Los vivos y los muertosComencemos por el principio, o sea, con elarché .4 Un sistema de conservación delos registros cotidianos es una herramienta de uso general en la administración estataly corporativista. Los legajos, como observó Max Weber, son implementos necesa-rios para toda burocracia moderna. Los armarios de archivo con cajones, inventados

    en los Estados Unidos de Norteamérica hacia mediados del siglo diecinueve, fueronremplazando otros medios de conservación de notas, cartas, cuentas, documentos: enanaqueles, apilamientos y atados, mesas, cajones secretos y cajas fuertes, bolsas ydé-colletés. Los engranajes de la continuidad, e cacia y poderío legal de una instituciónyacen preservados en cajoneros, primero de madera y ahora de metal, diversi cadosen una gama de formas y de funciones. Esos recursos fueron complementados pormedios digitales de archivar computarizado, hasta tal punto que hay quien piensa quevamos hacia una época liberada del papel (Cook, 1997). Sea como fuere, los sistemasde clasi cación que son de uso corriente hoy en día podrían ser pensados como ar -chivos vivos .

    No obstante y hablando en sentido propio, un archivo es el conjunto de docu-mentos y carpetas que han perdurado por ser considerados dignos de ser conservados,aunque ya no corrientes y, por ende y en cierto sentido, despersonalizados ymuertos .Pueden ser reubicados en las estanterías del archivo central del Estado o de una or-ganización sea cual fuere, puesto que la palabraarchivo denota a la vez las carpetasconservadas y el edi cio en el que son realojadas. Es lo que ocurre con las momiasen los sepulcros pintados con rostros que sirven para identi car a la persona y per -duran largo tiempo luego de que ésta se haya esfumado de la vida cotidiana. Dichosarchivos hacen palpables las huellas de un pasado que puede ser reconstituido en

    tanto evidencia de personas y acciones, ideas y sucesos, cuando interrogados desdeun horizonte situado en el presente (Collingwood, 1946; Ginzburg, 1989). Ya desdeantes del siglo XVIII, una común característica de los archivos del Estado y de otrasadministraciones es el aura que proyectan sus augustos edi cios y salas de lectura,adornados, como los sepulcros monumentales, de estatuas de ideólogos difuntos y es-critores ancestrales. Recintos donde los documentos hablan acallados y son manipula-

    3 Para los archivos en el Reino Unido, ver http//archiveshub.ac.uk/. Para una introducción general: Ma-zikana (1990).

    4 El doble signi cado dearché , comienzo y orden , el principio ontológico y el nomológico , es la preocu- pación de las páginas iniciales de Jacques Derrida ([1995] 1996).

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    dos con aterciopelada destreza, frágiles fetiches que nos colocan en una desasosegantevinculación con el pasado mediante nuevas experiencias táctiles.5

    Ciertas tendencias recientes han conducido a la desacralización de los archivos.Se los vuelve más accesibles en aras delradio de alcance de los visitantes y debidoa las exigencias de los investigadores preocupados por la historia local y familiar.Su apertura también se debe a los vínculos de nanciamiento de las fundaciones quetienen una ideología de mercado basada en la racionalidad de los costos-bene cios , elimpacto , la a uencia y la cantidad de usuarios . De manera más constructiva, las pági-nas web son ahora conservadas y archivadas: en el a o 2001 el Archivo Nacional delReino Unido, sacó copias de las páginas web o ciales del gobierno laborista saliente

    para conservarlas en línea como un recurso histórico disponible para el gran público.6

    Las ideas de proveniencia y del orden original indican, en primer lugar, la o cina pública o privada de la que llegan, y en segundo lugar, el orden en el que estaban cla-si cados antes de llegar al archivo (Roper, 1992). Esto abre una diferencia entre losarchivos y las bibliotecas, también con respecto a las colecciones de manuscritos queguardan algunas bibliotecas. El único archivo que es necesariamente parte integrantede la Biblioteca Británica es el archivo de su propia administración. Esto, a pesar deque hizo la adquisición de varias colecciones de MSS y, en 1982, obtuvo, como unatarea adicional, la conservación de los legajos de la Administración Colonial de laIndia.7 Sin embargo, conceptualmente los archivos son anteriores a las bibliotecas:éstas abarcan la variedad in nita del mundo, como en la fantasía de Borges, pero losarchivos son emblemáticos del con icto primario entre el orden y el caos.

    Ya existían archivos en el mundo antiguo, pero el impulso de la modernidadtemprana de centralizar los documentos diplomáticos llegó desde Italia: “Un mundonuevo de papel había sido engendrado algo así como unos cincuenta a os antes deldescubrimiento del ‘Nuevo Mundo’” (Dover 2007).8 En los siglos dieciocho y die-cinueve, muchos de los documentos gubernamentales que habían pervivido estabansiendo centralizados, organizados y, a veces, publicados por historiadores. Hacían parte de los esfuerzos de inspirar las nuevas historias nacionales y políticas. El descu-

    brimiento y la clasi cación de los archivos trajo una revolución en la tarea de hacerla historia. Se convirtió en la creación de narrativas sólidamente asentadas en fuentesque se proponían exhibir (teleológicamente) la formación de los Estados Nacionales. 9 Al ser parte de este nuevo nacionalismo, los edi cios de los archivos se convirtieron

    5 Jules Michelet sentía intensas sensaciones de comunión con los muertos antes de hacerlos resucitar ensus escritos (White, 1975; Steedman, 2001).

    6 Ver http://www.nationalarchives.gov.uk/webarchive/7 http://www.bl.uk/reshelp/ ndhelpregion/asia/india/indiaof cerecords/indiaof cehub.html8 La centralización de los documentos se llevó a cabo por Elisabet I en Inglaterra, Colbert en Francia y,

    en Espa a, por Felipe II.9 Como en la metodología rankeana. La nota de pie de página aparece junto al archivo moderno, dando

    acceso a las fuentes priMarías como evidencias para las a rmaciones del historiador (ver Grafton,1999; cf. Axel, 2002).

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    en lugares de peregrinaje y en las fuentes oraculares de la verdad patriótica que ibaen paralelo a la construcción de otros monumentos históricos (Agulhon, 1981; Nora,[1992]1996). Los Archives Nationales fueron creados en el París revolucionario en1790, segundando la instalación del Archivo de Indias en Sevilla (1785). Ambos ini-ciaron una nueva era en la conservación de documentos públicos, un impulso que,en Francia, se acompa ó de quemas intensivas de archivos, cuando los campesinosdestruyeron los papeles de la servidumbre (1789). Los nuevos archivos francesesmarcaron un momento fundacional, una organización documental que serviría paraconstituir una nueva conciencia, con un antes y un después centrado en el mito de laRevolución. En la vecina Gran Breta a, en cambio y por contraste, laPublic Record

    Of ce fue fundada en 1838 y estuvo destinada a preservar las tramas de una sociedad basada en el mito inverso: la de unamonarquía constitucional .Los archivos coloniales e imperiales tienen, sin duda, un interés peculiar para los

    antropólogos; a saber, el Archivo General de Indias en Sevilla, los India Of ce Pa - pers en la British Library , la Bodleian Library of Commonwealth and African Sutdies ubicada en Rhodes House Oxford , los archivos franceses d’Outremer en Aix-en -Pro-vence y los documentos del Ministerio de las Colonias en Holanda, en el Rijksarchiefen La Haya. Habría que a adir, a esta corta enumeración, muchos otros archivos, in-cluyendo varios empresariales ( Business Archives ) que contienen información a nivelmundial aunque centrada en el comercio y la economía política de los siglos dieciochoy diecinueve. 10 Todos estos archivos ocupan lugares en una red de archivos que haextendido su alcance hasta abarcar los archivos postcoloniales y los nuevos archivosnacionales.

    Un problema intricado se presenta aquí, que es la diferencia que media entreun archivo colonial y el archivo de un Estado que intenta incorporar o constituir unanación . Se puede contrastar la exclusión británica de los hindúes subcontinentalesluego de la rebelión de 1857, con la Constitución de Cádiz en Espa a que declaró en1812 (ya demasiado tarde) que todos los indígenas de América bajo dominio de laCorona eran ciudadanos espa oles. Fue entonces cuando lainvestigación etnográ ca

    construyó las Castas como un rasgo esencial de la sociedad en la India, que, se daba por sentado, no era abierta hacia lademocracia liberal . Pero luego de las rebeliones delos Amarus y los Kataris en 1780-82, y de las explosiones revolucionarias en Nortea-mérica y Francia, los espa oles intensi caron las políticas de hispanización ilustrada, provocando nalmente resistencias antes y después de la Independencia de la partetanto de los criollos como de los indígenas. En cambio, una vez aplastada la granrebelión de 1857, los británicosorientalizaron y crearon un estado etnográ co , enalgo similar al que había existido previamente en los imperios Inca y Espa ol. Estado

    10 Por ejemplo los Rothschild Archives London en: http://www.rothschildarchive.org/ta/, o los Jardine,Matheson Archive en: http://janus.lib.cam.ac.uk/db/node.xsp?id=EAD/GBR/0012/MS%20JM

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    que –paradójicamente– fue mantenidoen los márgenes por algunas comunidades enla República de Bolivia incluso a comienzos del siglo veintiuno.11

    Los sistemas de clasi cación de los documentos no solamente re ejan a las so-ciedades que los han producido y de cuyas pasadas administraciones conservan hue-llas. 12 Más bien, y al contrario, contienen información sobre las categorías scales yadministrativas en las que las poblaciones fueron clasi cadas y copias de los docu-mentos legislativos con los que esas categorías eran suspendidas o remplazadas. Las poblaciones pueden ser silenciadas o también se puede poner palabras en sus labios por medio de un proceso que Andrés Guerrero describe comoventriloquismo . Dicho proceso no funciona tan sólo por una traducción del signi cado sino mediante un

    proceso detransescritura en el cual los escribanos o los notarios transmutan las inten-ciones de los testigos y los calzan en los catequismos sesgados de las cortes de justiciay del Estado. Aún más, hasta se podría a rmar que la estructura y la jerarquía de losarchivos llegan a condicionar los tipos de narrativas históricas que pueden llegarse aescribir (Guerrero, 2010).

    Sin embargo, diferentes técnicas de lectura, así como la dialéctica entre el ordeny el desorden, destapan constelaciones imprevistas en los fondos. Carolyn Steedmannos relata sobre una referencia documental que alude a una sirvienta, la que encontróintroducida en medio de legajos ingleses del siglo dieciocho sin ninguna razón ni rela-ción con la mujer (Steedman, 2001). Por igual, la descripción de las vicisitudes de unatripulación a bordo del lugre “Morning Star” que partió de Ramsgate en una gélidanoche de enero de 1846 para rescatar a los marineros del “Tesoro de Venecia”, un bar -co austríaco que transportaba carbón de Newcastle a Leghorn y que se había encalladoen los Goodwin Sands. Cuando pudieron llevarlos al lugre, los tripulantes ingleses delsalvavidas ofrecieron café a los marineros austríacos para que se calentaran. Esta vi-

    eta que hubiera podido inspirar un cuadro de Turner o a Dickens una escena dramáti-ca, a ora entre áridas cartas dirigidas al Baron Rothschild por su agente Thomas Hill,en Southampton, que era el representante del P&O, y quien le informaba a Rothschildso