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1 Conferencia Episcopal de Colombia PLAN NACIONAL DE PREDICACIÓN I. De Adviento a Pentecostés Ciclo A 2013 - 2014 Liturgia: Fuente y cumbre de la vida de la Iglesia DEPARTAMENTO DE LITURGIA

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PLAN NACIONAL DE PREDICACIÓNI. De Adviento a PentecostésCiclo A2013 - 2014Liturgia:Fuente y cumbrede la vida de la Iglesia

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Conferencia Episcopal de Colombia

PLAN NACIONAL DE PREDICACIÓN

I. De Adviento a Pentecostés

Ciclo A

2013 - 2014

Liturgia: Fuente y cumbre

de la vida de la Iglesia

DEPARTAMENTO DE LITURGIA

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II. NOTAS EXEGÉTICAS Y ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO Diciembre 1 de 2013

I. NOTAS EXEGÉTICAS Primera lectura: Isaías 2,1-5 El Señor reúne a las naciones para darles la paz eterna de su reino Durante los domingos de Adviento del ciclo A leeremos fragmentos del primer libro de Isaías (Is 1-39). Su teología se centra en el anuncio de la salvación que Dios ofrece a los pueblos de Israel, a todas las naciones vecinas y a los grandes imperios. Anuncio que se enmarca en una época de fuerte tensión internacional, un imperio decae (Egipto) y crece otro (Asiria), que pondrá en peligro el reino del Sur (Judá) y que conquistará el reino del Norte (Israel). Isaías denuncia la situación de incumplimiento de la alianza y, valiéndose de la amenaza que representaba el poder de los asirios, invita al pueblo a volverse hacia Dios. Sólo el Dios revelado a Moisés domina todo el universo, él es el único soberano. La caída de Jerusalén (587 a.C.) pone punto final a la época del primer Isaías. Isaías, sirviéndose de la imagen de los peregrinajes que el pueblo de Israel realizaba a Jerusalén en ocasión de las grandes fiestas, anuncia un mundo nuevo, donde reinará la paz y se reunirán todos los pueblos para recibir la instrucción del Señor y aceptar su arbitraje (juicio). De la recepción de la ley y la palabra del Señor, por parte de todos los pueblos reunidos, surgirá la luz del Señor que disipará la discordia y la división y traerá la paz y la unidad en la diversidad. En este anuncio de salvación, la ciudad de Jerusalén aparece como protagonista (antes ha sido denunciada por infiel: Is 1, 21-31); de ella saldrá la ley y la palabra del Señor. Dios aparece como quien

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toma la iniciativa de ofrecer un lugar de paz para todos los pueblos (iniciativa que también recoge Mi 4, 1-3); el Señor no anula la historia y el protagonismo de los pueblos, sino que la reconduce a su armonía inicial. Este mensaje sobre la acción de Dios de reunir la diversidad en la unidad, de convertir los instrumentos de guerra en utensilios de paz, es siempre actual. Aquí radica precisamente su fuerza, y hace de él un anuncio de salvación para todos los tiempos. Ayer y hoy, el primer libro de Isaías es palabra de vida para sus oyentes y lectores. Así lo entendieron los sucesivos redactores que hicieron de este libro un testigo de la fe y la esperanza, de las angustias y los gozos de todo un pueblo. Salmo de respuesta: 122(121),1-2.4-5.6-7.8-9 (R. cf. 1) «¡Qué alegría: vamos a la casa del Señor! » En este salmo, un peregrino canta la alegría que provoca en él la partida en peregrinación hacia la ciudad santa de Jerusalén y la admiración que suscita la llegada a ella. En Jerusalén se congregaba el pueblo en santa asamblea; allí resonaban las alabanzas al nombre del Señor; allí era posible a los israelitas en litigio encontrar justicia, pues en las puertas del palacio real estaban los tribunales de justicia; allí resonaba sin cesar el tradicional «shalom» (paz) entre los hermanos de un mismo pueblo. Lo que para Israel representaba Jerusalén, para nosotros, cristianos, lo representa el domingo. En este día nos reunimos en las asambleas dominicales; en este día celebramos el nombre del Señor; este día nos aporta la esperanza escatológica y es prenda de que se nos hará justicia definitiva; en este día del Señor intercambiamos nuestro «shalom» al celebrar la eucaristía.

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Segunda lectura: Romanos 13,11-14a Nuestra salvación está más cerca El texto de hoy se enmarca dentro de la exhortación de Pablo a ofrecer a Dios una vida renovada según su voluntad (12,1 - 15,13). Aquí Pablo invita al cristiano a no amoldarse al mundo presente en aquello que tiene de malo y caduco, sino a transformarse y renovarse para reconocer cuál es la vida nueva que Dios le ofrece en Cristo y en el Espíritu (cf. 12,2). Hoy Pablo exhorta a darnos cuenta del carácter urgente que tiene esta renovación de la propia manera de pensar y de actuar (13,11-14). Hay que estar dispuesto ante la proximidad de la salvación (13,11-12), y una manera de hacerlo es liberarse de las falsas seguridades y vivir con dignidad la propia vida en Cristo 13,13-14a). Evangelio: Mateo 24,37-44 Permanezcan en vela para estar preparados Nos hallamos dentro del discurso de Mateo sobre la venida del Hijo del hombre (24,1-44), ilustrado con tres grandes parábolas (24,45-51; 25,1-13; 25,14-30), y culminando con unos criterios de acción que marcan la acogida final de Hijo del hombre (25,31-46). Después del anuncio de la venida del Hijo del hombre (24,39-31), se nos invita, primero, al discernimiento, a leer los signos de los tiempos (24,32-35); y después, a la vigilancia activa (24,36-44). La exhortación de hoy a la vigilancia y a mantenernos siempre dispuestos para el encuentro con el Señor, se apoya sobre tres ejemplos: el primero confronta al discípulo con la situación antes del diluvio (24,37-39); el segundo, con la situación de dos hombres y la

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de dos mujeres (24,40-42); y el tercero, con la irrupción inesperada del Hijo del hombre (24,43-44). Los ejemplos primero y segundo invitan al discípulo a no dejarse abrumar por las preocupaciones diarias, hasta el punto de no darse cuenta de que se juega el núcleo de su existencia, siempre abierta al encuentro con el Señor. La generación del diluvio no fue condenada por su inmoralidad, sino por su superficialidad (24,39). Hay que estar, por lo tanto, en vela porque el juicio irrumpe de improviso en la vida cotidiana y discierne cuáles son los que se salvan y los que se pierden (24,40-41). El tercer ejemplo, con la parábola del ladrón nocturno (24,43), una imagen que sugiere la venida repentina del día del Señor (1Ts 5,2; 2P 3,10; Ap 3,3; 16,5), insiste en la vigilancia del discípulo y en la imposibilidad de calcular la venida del Señor (24,44). Aunque la imagen del ladrón nocturno escenifica un clima de temor y amenaza, si el esperado es Jesucristo, Dios-con-nosotros (Mt 1,23), entonces esta misma imagen evoca otro clima, donde la angustia y la especulación sobre la venida del Señor desaparecen y brillan la esperanza y el amor, que llenan de alegría y de paz a quien espera atento la venida de su amado, amigo y Señor. En resumen, el discípulo debe evitar el caer en la superficialidad y en la rutina, se debe dar cuenta del momento en que vive para que no le pase como a la generación del diluvio; un momento para la acción solidaria y para vivir en comunión con Dios y con los pobres. Solo si está atento se dará cuenta de ello y vivirá la vigilancia en el gozo, la paz y el amor.

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II. ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA

1. Contexto bíblico Los textos bíblicos de la liturgia de este día nos introducen en el Adviento; en ellos encontramos las que podríamos llamar «claves» para la vivencia de este tiempo de gracia. El profeta Isaías hace que dirijamos nuestra atención a la figura del monte donde se asienta la casa del Señor. El simbolismo nos invita a reconocer la presencia y el amor de Dios en medio de nosotros: Él es el polo de atracción para todos los pueblos. Al mismo tiempo, el profeta contempla los frutos de dejarse atraer por el Señor: la paz, que se expresa en el desarme y la finalización de la guerra; el verdadero e integral progreso humano; la justicia y la alegría. En esta perspectiva, el llamado de la palabra se siente claro y definido: ¡Vengan, subamos! ¡Caminemos a la luz del Señor! La segunda lectura comienza con una exhortación: «Dense cuenta del momento que viven». Ya el apóstol ha pedido a la comunidad de Roma que consideren lo que cada uno era antes de abrazar la fe y el don de la salvación en Cristo. Ahora, con esta frase, invita a los cristianos a pensar en lo que deben ser y hacer. Insiste, de manera especial, en la necesidad de avanzar, de cambiar, de dejar atrás lo que ya no corresponde a quien ha sido transformado por el Misterio Pascual de Cristo. Las figuras son elocuentes: «Es hora de espabilarse…, el día está encima…, dejemos las actividades de las tinieblas…, conduzcámonos como en pleno día…, revístanse del Señor Jesucristo». En el Evangelio destaca un doble imperativo de Jesús: «Estén en vela…, estén también ustedes preparados». Las figuras y comparaciones giran en torno a este mandato. Se puede percibir, además, que esta invitación no abarca un momento puntual de la

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existencia del discípulo, sino que se ha de convertir en una dinámica de vida. Es, por tanto, una invitación a vivir en Cristo con profundidad, no superficialmente. Las preocupaciones, la rutina y el vértigo que traen las actividades diarias pueden aniquilar la esperanza y distraer el propósito de la vida del cristiano, más aún cuando pareciera que la espera se prolonga porque no se sabe el día ni la hora. Por eso la invitación: vigilar y estar preparados. 2. Contexto situacional El Tiempo de Adviento es para la Iglesia que peregrina hacia la casa del Padre un momento de gracia o un paso de Dios. Es el tiempo para cultivar la esperanza, para dar frutos de conversión y para asegurar la perseverancia en el camino. Conviene resaltar que, para muchos, hablar de adviento es sólo sinónimo de una nueva celebración de la navidad. Sin embargo, debemos ser conscientes de que este tiempo nos prepara para una doble venida de Cristo. Nos ha dicho san Cirilo de Jerusalén: «No nos detengamos sólo en la primera venida, sino esperemos ansiosamente la segunda. Y así como en la primera dijimos: Bendito el que viene en el nombre del Señor, en la segunda repetiremos lo mismo, cuando, junto con los ángeles, salgamos a su encuentro…». Vivir este Tiempo del Adviento, entonces, nos exige asumir las actitudes que nos descubre la Palabra. Lo podemos hacer siguiendo tres imperativos que encontramos en las lecturas: a. «Dense cuenta del momento en que viven» Es necesario tomar mayor conciencia de nuestra condición bautismal. Justamente, el Año de la Fe, que recién ha concluido, nos ha permitido «redescubrir la hermosura de la fe que profesamos».

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Ahora, el Adviento debe hacer manifiestas las implicaciones de esa fe que hemos renovado. La invitación del apóstol también nos pone delante a los desafíos que nuestra fe enfrenta en la «hora» de la historia en que vivimos. Sin duda que no perdemos de vista las graves y serias problemáticas que vive nuestro mundo, las cuales los católicos asumimos poniendo en la base la buena nueva del Evangelio. Este darnos cuenta del momento en que vivimos resuena también como una invitación a la esperanza de la salvación. Así lo muestra san Pablo en su carta y no podemos ignorar que también nosotros debemos sentir más cerca la salvación. b. «Caminemos a la luz del Señor» Este caminar en la luz, una imagen común en la Sagrada Escritura, indica la actitud de dejarse conducir por él y por su palabra. El Tiempo del Adviento, en efecto, nos pide escuchar la voz del Señor y dejarnos guiar por sus mandamientos, que son rectos y seguros (cf. Sal 18). Para el apóstol san Juan, «caminar en la luz» es sinónimo del seguimiento de los mandamientos y del rechazo del pecado. Nosotros, en el Tiempo del Adviento, debemos esforzarnos por permitir que la luz de Dios ilumine y le aporte más claridad a nuestra vida. Para el profeta Isaías, peregrinar hacia el monte santo o caminar a la luz del Señor tiene un relación estrecha con la construcción de la paz. Entre el Adviento y la reconciliación o la promoción de la paz debe existir un nexo natural: el cristiano que vive el adviento debe trabajar, de una manera especial, por la paz.

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c. «Vigilen…, estén siempre preparados» Al inicio del Tiempo del Adviento esta invitación del Señor, apoyada en las imágenes que aparecen en el texto de Mateo, nos pide en primer lugar el discernimiento. El discípulo cristiano no puede simplemente dejarse arrastrar de la dinámica del mundo. Para estar «preparado» debe saber contrastar las realidades que vive con el proyecto salvífico de Dios, y tomar opciones acordes con la voluntad amorosa del Padre. El discípulo no piensa que la vigilancia es el temor a un Dios que sólo está pendiente de nuestros errores para castigarnos. Vigilar es confiar en él porque nos ha manifestado su amor. Se trata de responder con amor y fidelidad al amor del Señor. La vigilancia involucra todo la vida del creyente, porque es una virtud que nos hace profundizar conscientemente nuestra condición de hijos de Dios y la misión que, como tales, estamos llamados a vivir en el mundo, asumiendo los valores del Evangelio. La vigilancia también nos lleva a actuar siempre con rectitud de conciencia y a custodiar la gracia santificante. En efecto, el discípulo cristiano necesita la fortaleza que viene de lo Alto para no «caer en tentación». 3. Contexto celebrativo La celebración eucarística en el primer domingo del Adviento tiene un particular tono de esperanza. Es necesario resaltar que el banquete eucarístico es prenda de y anticipa esa comunión con Dios que esperamos alcanzar cuando él nos llame a su presencia. De otro lado, la Eucaristía es fortaleza en el camino, es fuerza para el discernimiento y nos hace sintonizar con los criterios del Evangelio. Mientras recordamos nuestra condición peregrina, también sintamos que el Señor nos acompaña en el sendero de nuestra vida.

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Recomendaciones prácticas: 1. Recordar que en este día la Iglesia da inicio a un nuevo Año Litúrgico,

con el Tiempo de Adviento. Tiempo que se distingue por la sobriedad, el color morado de los ornamentos, el no canto o recitación del Gloria y el uso moderado de los instrumentos musicales y de las flores para adornar el altar. Por eso es que no es el momento todavía para colocar los adornos navideños. Es urgente no dejarnos «robar» el Tiempo de Adviento.

2. Conviene en este día hacer el Prefacio de Adviento I: «La dos Venidas de Cristo», p. 360 del Misal Romano.

3. Se ha venido proponiendo cada vez más el uso de la Corona de Adviento. Si se acostumbra en la parroquia, conviene hacer la catequesis conveniente. Además, dado que se trata más de un rito familiar o doméstico, se puede promover que en cada hogar se introduzca la Corona con una breve celebración de la Palabra. Esta Corona tiene cuatro velas: tres de color morado y una de color rosado, que se van encendiendo cada domingo de Adviento (la rosada corresponde al tercer domingo de Adviento).

4. Recordar que esta semana: - El martes 3 de diciembre, es la Jornada de la Pontificia Unión Misional. - El miércoles 4 de diciembre, se celebra los 50 años de la Constitución

Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia. - El domingo 8 de diciembre, es la solemnidad de la Inmaculada

Concepción de la Santísima Virgen María (día de precepto). Aunque según la norma litúrgica el domingo 2º de Adviento prevalece sobre la solemnidad, indicando trasladarla al día lunes 9 de diciembre, en Colombia, para el año 2013, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha dispensado de esta norma. Sin embargo, para no perder el sentido del domingo 2º de Adviento, ha pedido observar lo siguiente: la segunda lectura de la Misa debe ser la del domingo 2º de Adviento, en la homilía se debe hacer mención del Adviento y en la Oración Universal o de los Fieles se debe hacer al menos una petición con el sentido del Adviento y se debe concluir con la Oración Colecta del domingo 2º de Adviento.

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INMACULADA CONCEPCION DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Diciembre 8 de 2013

I. NOTAS EXEGÉTICAS Primera lectura: Génesis 3,9-15.20 Victoria sobre la serpiente El capítulo tercero del Génesis aborda el problema del origen del mal en cuatro tiempos: tentación (3,1-4), caída (3,5-8), juicio (3,9-13) y consecuencias (3,14-23). Hoy, sólo leemos el juicio y algunas consecuencias de la desobediencia. El juicio empieza cuando Dios llama al hombre y le pregunta: ¿Dónde estás? (3,9) porque ha roto la amistad y la armonía originales. El resultado y el primer efecto de la desobediencia es que el hombre, en vez de llegar a ser como Dios, descubre que ha perdido su estado original y su dignidad, está desnudo (3,10-11); ha perdido su condición privilegiada ante Dios (conversaba con él). El hombre no ha logrado lo que pretendía, huye de Dios y mezquinamente descarga sobre los demás la propia responsabilidad; el hombre busca un chivo expiatorio (3,12) en quien le ayuda (2,18). Dios, en cambio, no huye, se pasea por el jardín y llama a los responsables de la desobediencia y habla con ellos. Otra de las consecuencias del juicio de condena es que la serpiente es maldecida, se convierte en la enemiga de todos los humanos y es condenada a una futura derrota definitiva. La descendencia de la mujer (Cristo, nacido de mujer) vencerá el mal porque le aplastará la cabeza. Es el primer anuncio de salvación (3,15). El segundo confirma el primero, y es cuando Dios viste con túnicas de piel al hombre y a la mujer; así anuncia que ninguno de los dos ha perdido

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del todo la dignidad de ser creaturas de Dios (3,21). Anuncio que no leemos hoy. El hombre llama Eva a quien Dios le había hecho su ayuda y ella se convierte en madre de todos los vivientes (3,20). A esta madre, que por su desobediencia trae la muerte, hoy se le contrapone la nueva madre de los que viven, María, que por su obediencia trae la vida que no muere. Salmo de respuesta: 98(97),1.2-3ab.3cd-4 (R. Lc 1,49) «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí» Himno escatológico que, inspirado en la última parte del libro de Isaías y muy afín al Sal 96(95), tiene un claro significado mesiánico; nos hace contemplar la victoria final de Dios sobre el poder del mal y la salvación que conseguirá Israel para todos los pueblos. Nosotros cantamos la victoria de nuestro Dios, manifestada en la Pascua de Jesucristo. Contemplamos hoy las maravillas que ha hecho el Señor en María, la virgen inmaculada, y junto con ella entonamos un cántico nuevo, proclamado hasta los confines de la tierra. Segunda lectura: Romanos 15,4-9 Mantengamos firme la esperanza Pablo exhorta a ofrecer a Dios una vida renovada en Cristo y en el Espíritu (cf. Rm 12; 15,13); llama a la tolerancia (15,7) y al consenso (15,5-6) entre «los fuertes» y «los débiles» (cf. Rm 14,1 - 15,13). Insiste en el ejemplo de Cristo y en que Dios sea glorificado (15,6-7.9). Cristo acoge a quienes se aferran a la Ley y a las promesas hechas a los Patriarcas (los débiles) y a quienes las cuestionan (los fuertes). Así, Dios confirma la Escritura en Cristo y manifiesta su amor a los otros pueblos (15,8-9).

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Pablo exhorta al consenso (15,5-6) con el mismo término (unanimidad) que Lucas utiliza para indicar el consenso logrado entre los cristianos atados al judaísmo y los desatados de él (Hch 15,25). Ahora bien, la unanimidad (aparece dos veces, aunque no en la versión litúrgica: 15,5-6) es para que Dios sea glorificado. Evangelio: Lucas 1, 26-38 ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo! El relato de la anunciación del nacimiento de Jesús es paralelo al de la anunciación de Juan Bautista. El mismo ángel que aparece en ellas teje la unidad en la discontinuidad del plan salvador de Dios. Y Lucas lo teje según un modelo veterotestamentario de anunciación de cinco colores (cf. Gn 17: Isaac; Jc 13: Sansón): 1) La aparición del ángel Gabriel (1,26-27); 2) la reacción de preocupación de María (1,29-30); 3) el mensaje que anuncia el nacimiento del hijo, el nombre del niño

(1,31) y los rasgos que lo identifican (1,32-33.35); 4) la objeción de María: ¿Cómo podrá ser esto? (1,34); 5) el signo asegurador: Isabel ha concebido a Juan a pesar de su

vejez (1,36-37). María es llamada con un título (1,28) y por el nombre (1,30), como en los relatos de anunciación (cf. Gn 17,5), para ser la madre del que ya es el Hijo del Altísimo (1,32), el Hijo de Dios (1,35). Esto muestra que la intención lucana es eminentemente cristológica, aunque dé unas pinceladas sobre la figura de María (1,34.38). Precisamente porque el niño no es sólo heredero del trono de David (1,32), sino el Hijo de Dios (1,35), María es virgen (1,27). Pero hoy no se debería comentar este aspecto, sino la imagen de María esclava del Señor (1,38) y llena de la gracia del Señor (1,28. Notemos que la versión litúrgica sigue la de la Vulgata: gratia plena).

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Era necesaria una mujer que, en nombre de toda la humanidad, permitiera que Dios se hiciera hombre. Y lo permite cuando acepta su Palabra y el cumplimiento de su promesa (cf. Gn 12,3; 2S 7,8-16; Lc 1,54-55). La obediencia de María sella el inicio de la Iglesia. Además, en el sí de María, Lucas no sólo expresa la intuición cristiana de que la intervención divina en su concepción virginal de Jesús supuso para María no sólo el inicio de su asociación con el plan misterioso de Dios: es la esclava del Señor, sino que también asocia a María con los pobres de Israel: depende totalmente del apoyo de Dios. En síntesis, Dios llena a María de su gracia porque le asigna un papel único e irrepetible: ser la madre de su Hijo único y del Mesías davídico. Por eso, María se convierte en el modelo de cómo Dios puede cambiarlo todo (cf. 1,46-53): de una humilde virgen hebrea hace una figura extraordinaria para todos los pueblos.

II. ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA La celebración de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María se inscribe perfectamente en el contexto del Adviento, esto es en la espera gozosa del «Emmanuel: Dios con nosotros». En María, llena de gracia, encontramos el modelo del sí de la Iglesia, del que todos los creyentes debemos dar al plan de Dios. 1. Contexto bíblico Las lecturas de esta solemnidad nos orientan, en su conjunto, a las siguientes reflexiones: − El pecado, que corresponde a querer vivir de espaldas al amor

del Señor, realmente destruye en nosotros la imagen y semejanza de Dios. El pecado rompe la armonía de la creación,

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nos divide en relación con Dios, con nuestros hermanos, con nosotros mismos y con la naturaleza.

− Dios no nos abandona, ha elegido salvarnos. Desde el momento

mismo de la caída aparece la promesa de restauración. Así lo presenta el libro del Génesis cuando, con un juramento solemne, se anuncia que la estirpe de la mujer pisoteará la cabeza de la serpiente.

− El sí de María permite la llegada de la salvación, la Encarnación

del Hijo de Dios, el Mesías. Así, la aceptación de María se convierte en el paso que debemos dar todos los creyentes para acoger la salvación que Cristo nos trae.

2. Contexto situacional ¿Qué nos pide, en nuestra vida cristiana y en la preparación para la venida del Señor, la celebración de la Inmaculada Concepción de María? La figura de María, concebida sin mancha, la llena de gracia, nos alienta a reconocer la gravedad del pecado y las funestas consecuencias en la vida personal y comunitaria. La Inmaculada Concepción de la Virgen nos recuerda que Cristo viene para liberarnos de la esclavitud a la que nos somete todo aquello que nos separa del amor de Dios. Debemos aprender que el hombre que se abandona totalmente en manos de Dios, como María, encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. Esta solemnidad nos enseña que cuando nos dirigimos a Dios llegamos a ser nosotros mismos, recuperamos la imagen y semejanza de Dios en nuestra vida. Quien se acerca a Dios no se aleja de los demás, sino

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que su corazón se acerca al de los hermanos y se transforma en una persona sensible, benévola y abierta.1 De otro lado, María está indisolublemente unidad al misterio de la Iglesia. María refleja a la Iglesia y la anticipa en su persona.2 En la Inmaculada podemos ver exactamente el ser y la misión de la Iglesia que recibe a Cristo y lo anuncia a todos los hombres para que el mundo no sea más presa del pecado y encuentre la verdadera salvación. Así, en el «hágase» de María, la Iglesia, y cada uno de nosotros, puede descubrir su vocación a la santidad. Se trata de decir sí al proyecto salvífico de Dios y dejarnos invadir por Cristo, Dios con nosotros, para anunciarlo a los demás. Ya cercana la celebración del nacimiento del Hijo de Dios, pidamos la intercesión de María para que dispongamos nuestro corazón, como ella lo hizo, para recibir a Jesús que quiere nacer en nuestro interior. 3. Contexto celebrativo La celebración eucarística en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María debe hacernos sentir con mayor fuerza que somos Iglesia santa, pueblo elegido por Dios para anunciar en el mundo las maravillas de la salvación. El Pan de Vida, la Eucaristía, fortalece nuestra fe para decir sí al proyecto de Dios con toda nuestra vida. 1 Cf. BENEDICTO XVI, Homilía en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, 8 de diciembre de 2005. 2 Cf. Ibid.

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Recomendaciones prácticas: 1. No olvidar que, aunque según la norma litúrgica el domingo 2º de

Adviento prevalece sobre la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, indicando trasladarla al día lunes 9 de diciembre, en Colombia, para el año 2013, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha dispensado de esta norma. Sin embargo, para no perder el sentido del domingo 2º de Adviento, ha pedido observar lo siguiente: la segunda lectura de la Misa debe ser la del domingo 2º de Adviento, en la homilía se debe hacer mención del Adviento y en la Oración Universal o de los Fieles se debe hacer al menos una petición con el sentido del Adviento y se debe concluir con la Oración Colecta del domingo 2º de Adviento.

2. El Prefacio de hoy es propio de la solemnidad y no se puede cambiar. Convendría fijarse en él, pues destaca a María Inmaculada como modelo de la Iglesia.

3. Sería oportuno hacer una bella y preparada procesión con la imagen de la Inmaculada, invitando al rezo del Santo Rosario, teniendo como especial intención el orar por la paz del país.

4. Recordar que esta semana el jueves 12 de diciembre es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina.

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TERCER DOMINGO DE ADVIENTO «Gaudete» Diciembre 15 de 2013

I. NOTAS EXEGÉTICAS

Primera lectura: Isaías 35,1-6a.10 Dios llega y les dará la salvación Estamos dentro de la parte llamada pequeño apocalipsis de Isaías (Is 34-35). Ahora la profecía se sitúa en el final de la historia para anunciar la irrupción de Dios que viene para juzgar a los pueblos. Por un lado, se anuncia el castigo para los enemigos de Dios (cf. 34), representados por Edom (los edomitas eran considerados los descendientes de Esaú, hermano de Jacob e hijo de Isaac); y por el otro lado, la salvación para los israelitas que regresan del exilio (cf. 35). Así, mientras el país de Edom y las demás naciones que se han mantenido al margen de la voluntad de Dios se han convertido en un desierto, ahora, al paso de los que vuelven del exilio (han sido rescatados por el Señor: 35,10), este desierto florece y salta de alegría (35,1-10; cf. Jr 31,7-9). Imagen que será más desarrollada en el Segundo Isaías (40-55), y que el evangelio de hoy indica su pleno cumplimiento en Jesús (Mt 11,5). Es el Señor quien conduce a los que ha rescatado hacia la felicidad y la alegría, que volverán a llenar la ciudad de Jerusalén. Todos los pueblos verán la gloria del Señor (Is 35,2; cf. Is 40,5; Lc 3,6). He aquí un anuncio lleno de coraje y de esperanza para el pueblo en el exilio.

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Salmo de respuesta: 146(145),6c-7.8-9a.9bc-10 «Ven, Redentor nuestro, y danos la salvación» Este salmo es el comienzo de un tercer hallel (himno de alabanza) que los judíos recitaban por la mañana; enumera toda una letanía de miserias humanas que van destacando a Dios como aquél en quien se puede confiar plenamente, el único que puede dar la salvación definitiva. No confiemos en el hombre –ni en nosotros mismos ni en ninguno de los mortales–, pues los seres de polvo no pueden salvar; apoyémonos, en cambio, en el Señor, pues es dichoso aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, ya que sólo él liberta a los cautivos, abre los ojos al ciego, da pan a los hambrientos. Segunda lectura: Santiago 5,7-10 Muestren firmeza de espíritu, porque la venida gloriosa del Señor está cerca El autor acentúa algunos rasgos comunes de los cristianos y de los judíos: la fe en un único Dios, una ética basada en la Ley de Moisés (como expresión de la fe del creyente), el ideal de pobreza y la espera de la venida del Señor. El texto de hoy concluye la serie de exhortaciones (3,1 - 5,11). Y lo hace exhortando a la paciencia y a la firmeza ante la venida del Señor, que será el momento del juicio (5,9). Precisamente porque se dirige a cristianos que viven en el mundo rural greco-romano, el autor parte de la paciencia del labrador para animarlos a mantenerse firmes mientras esperan la venida del Señor. Nuestro texto de hoy, sin embargo, omite la única referencia del Nuevo Testamento a Job, conocido como ejemplo de paciencia (5,11).

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Evangelio: Mateo 11,2-11 ¿Eres tú el que debe venir, o tenemos que esperar a otro? Mateo abre una nueva sección que nos sitúa ante el acontecimiento Jesús y la reacción que suscita, que va desde la perplejidad de Juan el Bautista hasta la abierta hostilidad de los fariseos (11,1 - 12,50). Mateo, a partir de la reacción que Jesús suscita en Juan el Bautista, elabora un tejido que relaciona a ambos personajes y sus respectivas venidas (11,2-19). Este tejido contiene tres escenas: la pregunta de Juan y la respuesta de Jesús (11,2-6), el elogio de Jesús a Juan (11,7-15) y la interacción existente entre la venida de Juan y la de Jesús (11,16-19). Un tejido parecido al de Lucas (Lc 7,18-35). El texto propuesto para hoy sólo toma la primera escena (11,2-6) y una parte de la segunda (11,7-11). En la primera escena, es preciso notar que la pregunta de Juan parte de la acción de Jesús, y la respuesta de Jesús invita a hacer una lectura profética de su acción, a decidirse ante lo que ven y oyen. Jesús responde con cinco efectos de su acción, que los oráculos mesiánicos ya anunciaban: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen (Is 29,18; 35,5-6a), los muertos resucitan (Is 26,19). Signos que hacen presente la evangelización de los pobres (Is 61,1) y la acción salvadora de Dios en los tiempos mesiánicos inaugurados con la acción de Jesús; signos que invitan a la fe (acoger a Jesús). Hoy se nos invita a fijarnos en la figura de Juan. ¿Qué hay que decir, pues, de él a partir de la primera escena? Por un lado, que Juan había anunciado que vendría el Mesías (3,11), pero descubre que Jesús no encaja con la imagen que tenía de él (3,12). Y por el otro lado, que ante la perplejidad y el desconcierto provocados, lo que hay que hacer es recibir a Jesús tal como es, no como Juan y sus discípulos creían que sería: ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí! (11,6).

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La segunda escena nos presenta el testimonio de Jesús sobre Juan el Bautista. Jesús destaca tanto su papel excepcional y único en el proyecto salvador de Dios, como los rasgos que definen su talante profético: es valeroso (no como una caña sacudida por el viento) y austero (no viste lujosamente), y es el precursor que prepara la venida del Mesías. Jesús parte del sentido popular, que ha captado los aspectos más genuinos del Bautista como profeta, para situarlo dentro del tiempo mesiánico ya realizado. La tensión entre el tiempo de preparación y su cumplimiento es descrita por la relación (desde una perspectiva de fe) existente entre grande y pequeño; así, desde una perspectiva humana, Juan es el más grande entre los «nacidos de mujer» (cf. Sir 10,18), pero desde la perspectiva del Reino inaugurado, el más pequeño de los discípulos es más grande que él (11,11).

II. ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA 1. Contexto bíblico La primera lectura nos ubica en un ambiente de alegría desbordante. El motivo es la gloria de Dios, su recompensa y su salvación a un pueblo que ha sufrido la esclavitud y el destierro. El profeta Isaías tiene una certeza, por ello canta con convicción: la esperanza es tan segura que la transfiguración del desierto ya se ve como un hecho real en la medida en que los peregrinos afirman sus pasos en la ruta. Dios en persona vendrá a atender a sus pobres y el fruto será la renovación de la vida: fortalecimiento de las manos débiles, de las rodillas vacilantes… Respondemos con el salmo: Ven, Redentor nuestro, y danos la salvación. Hacemos propio este canto de alabanza al Señor donde se enumeran todas las maravillas realizadas por Dios. Queremos

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acoger esta gloria y salvación. Deseamos ser parte de los redimidos o renovados por la gloria de Dios. La carta de Santiago nos recuerda la buena noticia: el Señor está cerca, está ya a la puerta. Es tiempo de Adviento, de esperanza activa y paciencia en medio del sufrimiento y la prueba para poder cosechar el fruto valioso de la renovación de nuestra vida. El Evangelio nos presenta al esperado de los tiempos. El que lleva a cumplimiento lo anunciado por Isaías. Ante la pregunta de Juan: ¿Quién eres tú?, Jesús no responde sólo con palabras sin con hechos: «Vayan a contar a Juan lo que están oyendo y viendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva es anunciada a los pobres». Pero estos ejemplos del testimonio del Señor son todavía poco: la plenitud de la fe es la cruz del Señor, su muerte, su sepultura. Por eso, a las palabras citadas les agregó: «Y feliz quien no se escandalice de mi». 2. Contexto situacional La Palabra nos invita a tomar una actitud de alegría y esperanza en Dios: «Ánimo, sean fuertes, no teman. Miren a nuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, reparará y nos salvará». El Adviento nos saca de la quietud y la parálisis, de la costumbre a vivir en ceguera, cojera, sordera y mudez espiritual, del pesimismo, de la queja y del temor a lo nuevo. Esperamos al que viene a hacer nuevas todas las cosas, el que puede renovar nuestra vida y nuestras relaciones con los demás.

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¿Es ese Dios el que realmente espero? ¿Cuál es mi respuesta a este tiempo de esperanza, de conversión y de reconciliación? 3. Contexto celebrativo La gran peregrinación festiva del texto de Isaías es parecida a la del Adviento: en cada paso que se da, la alegría debe ser mayor. No sólo se camina hacia el encuentro con Dios, de hecho él acompaña el caminar. Avanzamos en este camino del Adviento que nos lleva a una meta segura. Jesús no nos defrauda ni es un espejismo. Si confiamos en Él no tenemos que esperar a otros salvadores, tan frecuentes hoy y que nos engañan con mensajes de Nueva Era, carta astral, energía mental, prosperidad económica, liberación y sanación, participación en política corrupta, etc. Estamos próximos a la Navidad. ¿Será esta la Navidad de Jesús? ¿Qué signos navideños o ejemplos claros vamos a ofrecer a nuestra familia? La verdadera alegría navideña y la paz que anhelamos en nuestro país nacen de un corazón que se deja renovar por Jesús. Recomendaciones prácticas: 1. El tercer domingo de Adviento es conocido por la primera palabra de la

antífona de entrada de la Liturgia: «Gaudete», que quiere decir, «alégrense» («Estén siempre alegres en el Señor, se lo repito, estén alegres», Flp 4,4). El motivo lo presenta la misma antífona: «¡El Señor está cerca!». Esta motivación hay que subrayarla en la celebración de hoy, especialmente a través de: los ornamentos del presbítero (se sugiere usar ornamentos de color rosado), el arreglo de la Iglesia con flores y la utilización de instrumentos musicales (sin exagerar el tono festivo).

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2. Es recomendable que en esta tercera semana del Adviento se motive para una bien preparada celebración penitencial: a Jesús se le recibe con el corazón limpio.

3. Mañana, 16 de diciembre, comienza la novena de Navidad, una bella tradición arraigada en muchos lugares, que puede ser bien aprovechada en orden a la Nueva Evangelización. Conviene entonces ofrecer, en textos sencillos y con lenguaje actual, una novena inspirada en la renovación litúrgica que trajo el Concilio con la Constitución Sacrosanctum Concilium (promulgada el 4 de diciembre de 1963), que ofrezca buenas reflexiones bíblicas, mensajes cortos del Papa Francisco y preguntas breves que interpelen la vida personal, familiar y comunitaria.

4. Es bueno precisar y no olvidar que los villancicos son cantos populares pensados más para acompañar la Novena de preparación a la Navidad que para ser utilizados en la celebración de la Misa; así como también que el altar nunca debe quedar haciendo parte del pesebre, pues se deben respetar los espacios sagrados, su significado y función.

5. El martes 17 de diciembre comienza el 2º período del Adviento, que va del 17 al 24 de diciembre; son ferias privilegiadas y solo ceden su lugar a las fiestas y solemnidades; el Prefacio es el II o el IV de Adviento. En este día también es el cumpleaños del papa Francisco, por lo que se sugiere orar de manera especial por su persona y su ministerio.

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CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO Diciembre 22 de 2013

I. NOTAS EXEGÉTICAS Primera lectura: Isaías 7,10-14 Miren: una virgen está encinta Cuando Jerusalén está a punto de caer en manos de la coalición siro-efraimita, el rey de Judá es Acaz (cf. 2R 16,5). Ante el peligro inminente, Acaz (que por pro-asirio quieren sacarlo del trono de Judá) quiere pactar con el rey de Asiria para poner en retirada a los invasores. Pero Isaías condena esa actitud cobarde de Acaz y le exige una actitud de firmeza y resistencia fundamentada en las promesas del Señor a la casa de David y a la ciudad de Jerusalén. En este contexto hay que situar la señal de hoy (7,10-14). El texto ofrece tres elementos dignos de comentar: la señal, el niño y la joven (la versión griega de los LXX traduce joven en edad de casarse por virgen, y Mateo que lee los LXX y relaciona la señal con el Mesías esperado, la aplica a Jesús y a María). Todo el mundo está de acuerdo en que la señal dirigida al incrédulo rey Acaz se refiere a un hecho que aconteció en el mismo año o poco después. El niño por nacer no es el Mesías, pues la esperanza en el ungido que liberaría a Israel no surge hasta después del regreso del exilio. Así, el hijo sería el rey Ezequías (cf. 2R 18 - 20), uno de los pocos reyes de la casa de David que fueron fieles al Señor. La joven era conocida del rey, seguramente era su esposa de hacía poco; lo que no se puede saber es si ya estaba encinta o lo estaría poco después. En definitiva, la señal ofrecida es el nacimiento inminente de un rey que manifestará la fidelidad del Señor hacia su pueblo (está con él). El nacimiento de Jesús de una virgen es la señal del amor del Padre

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Dios: personalmente se ha implicado en la salvación de su pueblo, en la salvación que ha de llegar a todos los pueblos. Salmo de respuesta: 24(23),1-2.3-4ab.5-6 «Ven, Señor, hijo de David; ven, oh Dios, con nosotros» Una solemne procesión avanza hacia el templo, el lugar santo, llevando quizá consigo el arca de la alianza; se alternan los cantos a la grandeza de Dios y a la santidad que debe adornar al pueblo que lo acompaña. El comienzo del salmo (vv. 1-6), presentado en esta oportunidad, proclama que Dios, creador y dueño del universo, amigo que acoge al justo, habita especialmente en el templo; por eso, es necesario que los que lo visitan tengan pureza para poder recibir la bendición de lo alto. A nosotros también se dirige esta invitación para prepararnos al encuentro con Dios, tanto en la celebración de su primera venida en carne mortal, como en la definitiva al final de los tiempos. Segunda lectura: Romanos 1,1-7 Jesucristo, descendiente de David, Hijo de Dios Pablo empieza su gran obra doctrinal con un saludo solemne y lleno de contenido teológico (1,1-7). De entrada, se define apóstol y, como tal, enviado a anunciar el Evangelio de Dios. El texto de hoy reafirma los dos rasgos fundamentales de la identidad de Jesús: hijo de David por línea humana e Hijo de Dios por línea divina (1,3-4). Esto muestra que entre los cristianos existía una formulación teológica que vinculaba la filiación davídica de Jesús con su filiación divina (como también hace Mateo hoy). Esta formulación coloca toda la Escritura (las promesas de Israel) dentro del Evangelio de Dios manifestado en Jesucristo y dirigido a todos

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los pueblos (1,2). Y la resurrección de entre los muertos sella para siempre la identidad del Hijo (1,4). Evangelio: Mateo 1,18-24 Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David El evangelio de hoy presenta la revelación divina del origen de Jesús a José, desde una síntesis cristológica-pneumatológica. La genealogía de Jesús (1,1) acababa sin citar la paternidad de José (1,16). Ahora se explica esta presunta irregularidad en el origen de Jesús con una narración que precisa su verdadera identidad. La concepción de Jesús acontece durante el tiempo que, según el rito y la costumbre de los judíos, va desde el compromiso matrimonial (son marido y mujer) a la vida matrimonial (vivir juntos bajo el mismo techo). Este hecho introduce la explicación del verdadero origen de Jesús y la definición del papel de José. De entrada, y para evitar cualquier malentendido en los oyentes cristianos, Mateo indica que la concepción del hijo de María es obra del Espíritu Santo (1,18). Así, la perplejidad de José indica las dos posibles actitudes ante esta concepción virginal: la acusación de adulterio y ruptura del contrato matrimonial sin humillar ni difamar a María (evitando la investigación oficial), o bien el reconocimiento del origen misterioso del hijo de María y separación de su mujer para no aparecer como padre de un hijo que viene de Dios. Esta situación que vive José se indica con dos atributos: esposo de María y justo (fiel a la Ley). Desde una visión legal y ética, parecería que el hecho de ser su esposo y justo impediría convivir con la esposa considerada adúltera; sin embargo, desde la visión materna, es su esposo y justo porque cumple la voluntad de Dios. A Mateo le interesa subrayar la obediencia de José y su fidelidad al plan salvador de Dios.

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El papel de José es acoger a María como su mujer y dar la paternidad legal al hijo que nacerá y así garantizarle el estatuto histórico de la descendencia davídica. José entiende que debe acoger a María como su mujer por la revelación sobre el origen divino del hijo concebido (viene del Espíritu Santo); y entiende que debe ser su padre legal (ponerle nombre) por la revelación del nombre Jesús, que revela su misión: porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Es más, el origen divino y la misión del hijo están condensados en el nombre Jesús, que representa el cumplimiento de todas las expectativas mesiánicas leídas en Is 7,14. En efecto, es Dios que salva y que está con su pueblo hasta el fin del mundo (28,20). La obediencia de José hace posible su papel en el proyecto salvador que le ha sido revelado: acoger a María como su mujer (1,24) y reconocer a su hijo poniéndole el nombre que le ha sido revelado (esto no lo leemos hoy: 1,25). Mateo ha tejido la verdadera identidad de Jesús: es hijo de David por José y es Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo (gracias al sí de María).

II. ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA

1. Contexto bíblico En la primera lectura Dios promete una señal al pueblo amenazado por la invasión asiria: una virgen concebirá un hijo que gobernará al pueblo con autoridad. Ese hijo fue uno de los reyes que sucedió a Ajaz, Ezequias, un rey bien calificado por la Biblia. Pero este anuncio de Isaías ha sido considerado como una profecía que anuncia ya la venida del Rey por excelencia, es la señal del nacimiento de aquél en quien se manifestará la fidelidad de Dios hacia su pueblo. El Señor se compromete con su pueblo y con todos los pueblos de la tierra.

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San Pablo en su carta a los Romanos se muestra como el apóstol, el llamado por Dios a manifestar la Buena Noticia de que Jesús es en verdad el Hijo de Dios por el Espíritu y el hijo de David según la carne. Y de Él recibimos la gracia y la misión que permiten que la fe llegue por medio de los enviados a todos los pueblos para la gloria de Dios. Esta doble filiación que señaló san Pablo es la que también resalta Mateo en su evangelio. El dilema de José frente al anuncio del ángel permite descubrir su obediencia al plan de Dios y su respeto por María. Acepta ser el padre de la creatura que ella espera para permitir al Hijo que sea considerado de la descendencia de David, pero también toma una distancia prudencial frente a su prometida para respetar la acción que el Espíritu está realizando en ella. 2. Contexto situacional Esta señal de un Salvador debe convertirse en un buen motivo de gozo para nosotros hoy. Contra todo lo que podemos imaginar, Dios decide hacer actual su Plan en todas las generaciones. Nosotros somos herederos de la señal. Nosotros también, como el pueblo judío, el pueblo romano, somos elegidos de Cristo Jesús. Aceptar con fe este misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en las entrañas virginales de María, nos permite entrar en sintonía con el Plan de Salvación que Dios ha diseñado para todos los pueblos. La fe nos permite, como a José, dejar hacer a Dios su plan hoy en el mundo. Ciertamente estamos más seguros, tendremos más posibilidades de ser felices y hacer felices a los demás, si nos dejamos de tanta suspicacia frente a las cosas de Dios, y obedientes acogemos su voluntad. De muchas maneras hoy Dios nos está hablando… pero el ruido de nuestras dudas no nos permite escuchar su voz.

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3. Contexto celebrativo En un contexto de sospechas, donde todos dudamos de todos, celebremos con gozo la Buena Noticia que hoy se nos da, de que Dios jamás ha dudado de nosotros y por eso nos promete la salvación en su Hijo Jesús. Celebremos la certeza de que en el mundo que quiere vivir sin Dios, Él ha hecho su morada permanente, y en ella como en su propia casa habita el que es verdaderamente fuerte y poderoso. Demos gracias a Dios, dueño del mundo y de todos sus habitantes, que se quedó con nosotros para siempre en la persona de su Hijo amado, cuyo nacimiento vamos a celebrar. Que en la noche de la Navidad se abran las puertas de nuestras casas para recibir al que viene a salvarnos, al Rey de la Gloria, y así mostremos con nuestra actitud de apertura que somos de la raza de los que hoy buscamos a Dios. Recomendaciones prácticas: 1. En el momento de encender la última vela de la corona de Adviento,

colocar junto a ella, o hacer aparecer como de repente, un letrero grande con las palabras: «Jesús: Hijo de Dios, hijo de David, ¡Ven, no tardes tanto!».

2. Invitar a la comunidad a prepararse para la celebración de la Navidad acercándose al sacramento de la reconciliación y la penitencia.

3. Se aconseja seguir hoy el Prefacio de Adviento IV, por subrayar todo el sentido de la maternidad de María.

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4. Recordar que esta semana: - El miércoles 25 de diciembre, es la solemnidad del Nacimiento del

Señor (día de precepto). Tiene: Misa de Vigilia (tarde del martes 24, hasta las 8:00 p.m.), Misa de medianoche (desde las 8:00 p.m. del martes 24), Misa de la aurora y Misa del día (miércoles 25). Los sacerdotes pueden presidir o concelebrar tres Misas, con tal que se celebren en las horas indicadas.

- El jueves 26 de diciembre, es la fiesta de san Esteban, protomártir. - El viernes 27 de diciembre, es la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista. - El sábado 28 de diciembre, es la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. - El próximo domingo 29 de diciembre, es la fiesta de la Sagrada Familia

de Jesús, María y José.