pessoa, fernando - [es] poemas de alberto caeiro (rialp, 1957)

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F E R N A N D O P E S S O A

POEMAS DE ALBERTO CAEIRO

Selección, versión, prólogo y notas de

ÁNGEL CRESPO

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JUSTIFICACIÓN DE LA TIRADA

Oe esta primera edición de POEMAS DE ALBERTO CAKIRO, de Fernando Pessoa, se han hecho

seiscientos ejemplares en papel de edición y ciento veinte en papel especial, de los cuales, setenta (numerados

del 1 al 70) para los suscriptores de lujo de ADONAIS, y cincuenta (numerados del

I al L) para los suscriptores de honor.

PROLOGO

Es propiedad. Derechos reservados.

Ediciones RIALP, S. At - Preciados, 3&. MADRID

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1

L A poesia portuguesa moderna se inicia con la obra de Césario Verde y, pasando par Antonio Nobre.

Camilo Pessanha, Teixeira de Pascoais y Mario de Sá-Carneiro, culmina en la extensa e inquietante de Fernan-do Pessoa (1).

He citado a los poetas que por su originalidad y al-tura excepcionales pueden considerarse como hombres clave de uno de los movimientos poéticos más impor-tantes de nuestro tiempo, sin olvidar a buen número de sus contemporáneos entre los que cabe destacar a José Duro, Eugenio de Castro, Jodio Lucio y Florbela Espática. La lista podría ser más extensa si añadiese los nombres de los poetas que se consagraron con pos-terioridad a Pessoa, pero no creo que ello sea necesa-rio en este momento. Baste, por ahora, con afirmar que la poesía portuguesa contemporánea posee una ca-lidad excepcional y es lástima que no sea bien cono-cida por la generalidad de los lectores españoles.

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En efeclo, creo que este es el primer libro de versos de Fernando Pessoa que ve la luz en nuestro país (2). Por ello, parece conveniente decir algo sobre su vida y acer-ca de sus heterónimos, personajes creados y caracteri-zados por él para soporte de buena parte de su poemas.

Nacido en Lisboa el día 13 de junio de 1888, vivió en Durban, ciudad del territorio de Natal (África del Sur) desde 1895 hasta 1901. Tras una corta estancia en la me-trópoli, regresó al continente negro en 1902, volviendo a Lisboa tres años después.

Escribió en inglés sus primeras poesías, entre el año de su regreso y 1908. A los veinte años empieza a escribir en portugués, sin abandonar la lengua inglesa e incluso ensayando la poesía en francés. Pessoa ha confesado que en un principio pensó escribir únicamente en inglés pero, leyendo a Almeida Garrett, sintió un impulso súbito que le encaminó hacia el cultivo de su propio idioma. Sin embargo, años después continuaba siendo un poeta tri-lingüe.

Según se desprende de lo anterior, debieron ser muy di-versas las tendencias que incitasen a su naciente vocación. El mismo se ha referido, entre otras—pues nunca disimu-ló en este sentido—, a las de Milton, Byron, Keats, Poe, liaudelaire, Rollinat, y las de algunos de los portugueses que hemos citado al principio. Pero lo más curioso es que, en última instancia, quien parece influir en él de una ma-nera más visible—y sobre todo en su O D E MARíTIMA—es el norteamericano Walt Whitman.

Si en torno a la obra de Pessoa pueden montarse los más llamativos aparatos polémicos, no me cabe duda de que el problema de las influencias que el mismo poeta ha declaradlo, sería uno de los más interesantes para la critica, pues, por cima de los materiales que ha tomaílo, o creído tomar, de unos y otros, sobresale ¡a originalidad incuestionable de sus propias construcciones. Mas bien me inclino a creer que, al hablar de influencias, Pessoa se limitó a citar a aquellos poetas cuya lectura le había impresionado más, sin detenerse a calibrar la repercu-sión efectiva que tuvieron en él. Porque lo más chocante es que, a pesar de la cantidad de poetas extranjeros que se complace en citar, su poesía es indiscutiblemente por-tuguesa, como indiscutiblemente portugués es el espíritu de quien se empeñó, llegando a cultivar dos lenguas ex-tranjeras, en ser un poeta cosmopolita. Su cosmopolitis-mo le viene de la indudable calidad de su obra en lengua materna. Sin ella, no podría comprenderse el estado ac-tual de la Úrica portuguesa, no siendo aventurado asegu-rar que sus últimas consecuencias están por manifestarse en el porvenir.

2

Hasta la fecha de su muerte, acaecida en Lisboa el 30 de noviembre de 1935, Fernando Pessoa, que trabajó en su ciudad natal como empleado administrativo de va-

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rias cusas comerciales, fué, en su cátedra de la Brasileña, café del Chiado lisboeta, un buen animador del ambiente Poético. Hombre de su tiempo, poseedor de una amplia formación, cerebral a la vez que cordial, se preocupa por los movimientos de vanguardia y escribe su manifiesto in-terseccionista, del que pronto se arrepiente, calificándolo de pasayada, pero en el que ya están implícitos sus deseos de novedad. Poco después, en la primavera de 1915, se publica el primer número de la revista ORPHEU, agotado rápidamente. Entre sus colaboradores, cabe destacar a Luis de Montalvor—editor post mortem, con Joáo Gas-par SimOes, de las obras de Pessoa—•, Mario de Sá-Carnei-ro—que con sus cartas desde París había despertado o, cuando menos, avivado sus ansias de renovación—•, Al-mada-Negreiros y Armando Cortes Rodrigues, además del propio Pessoa.

Algunos de los componentes del grupo de ORPHEU, y entre ellos el poeta que tíos ocupa (3), colaboran activa-mente en la revista PRESENTA, aparecida—no poseo infor-mación precisa a mano—unos quince años después. En ella se afirman poetas de tanto valor como José Regio, Miguel Torga, Antonio Botto, Casáis Monteiro y Anto-nio Navarro.

Muy a mi pesar, debo negar mayor amplitud a este esbozo de biografía, que he tratado de enmarcar entre los nombres de algunos de los más importantes de sus con-temporáneos, diciendo que, según afirman sus editores, ueste poeta estaba, por decirlo así, inédito» (4).. Al publi-

carse sus versos, hubo necesidad de recurrir a sus nume-rosos manuscritos y a revistas como OKI'IIKU, CENTAURO y otras de las llamadas futuristas.

3

En la primera parte de este prólogo he prometido refe-rirme a los heterónimos de Fernando Pessoa y, en rea-lidad, no podría dejar de hacerlo. Ix>s versos de este poe~ ta se han publicado bajo su propio nombre y bajo los de Alvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro. Sería interesante estudiar la personalidad que atribuye a cada uno de estos supuestos poetas, pero como el espacio no me lo permite, me limitaré a hacer algunas indicaciones sobre los dos primeros y hablaré más extensamente de Alberto Caeiro, al que Pessoa atribuyó los versos que dan cuerpo a este libro.

Antes, debo decir que los heterónimos, sobre los que tanto se ha discutido, no son, a mi entender, un mero juego de mejor o peor gusto, sino algo fundamental para comprender la obra de Pessoa. Como dice muy bien Joel Serr&o, (dos heterónimos son consecuencia del intenso aná-lisis a que Pessoa sometió continuamente sus estados de alma». Por este motivo, sus editores han mantenido el heterónimo junto al nombre del poeta, respetando así la voluntad expresada por el mismo Pessoa a uno de ellos

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de que adeben ser publicados por mi bajo mi propio nom-bre». Así, en el prólogo al primer tomo de sus obras com-pletas, se afirma que «son algo estructural en la poesía de Femando Pessoa». Y él mismo dice, refiriéndose a su obra acogida a los nombres supuestos: «Eso está sentido en la persona de o t ro ; está escrito dramáticamente, perú es sincero... como es sincero lo que dice el Rey Lear, que no es Shakespeare, sino una creación suya». «Por eso es serio todo lo que escribí bajo los nombres de Caeiro, Reis, Alvaro de Campos.»

Para comprender mejor la actitud de Pessoa, creo con-veniente citar^ como hace Serr&o, los siguientes versos:

No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Esto aparte, tengo en mí todos los sueños

[del mundo.

«Cortes Rodrigues (sigo citando a Serr&o) me contó que Fernando Pessoa acostumbraba insistir junto a sus amigos para que se desdoblasen en seudónimos, celebran* do mucho las virtudes del proceso.» Vemos, pues, que la actitud del poeta no podia ser más sincera en este punto.

4

Veamos cómo caracterizaba a sus imaginados poetas-Alvaro de Campos nació en Tavira en ¡890. Ingeniero

naval, es el supuesto autor de la ODK MARíTIMA. De esta-tura media, frágil. Murió tuberculoso.

Ricardo Reis, autor de un libro de odas, es un poco, pero muy poco, más bajo, más fuerte, más seco. Médico. Vive en Brasil desde 1919. Educado en un colegio de je-suítas. Expatriado espontáneamente por ser monárquico.

Y, por último, Alberto Caeiro, que es el que nos inte-resa más directamente. «Caeiro, como dije, no tuvo más educación que casi ninguna—sólo instrucción primaria—; se le murieron pronto el padre y la madre, y permaneció en su casa, viviendo de unas pequeñas rentas. Vivía con una tía vieja, tia abuela.»

Siguiendo al propia Pessoa, vamos a ver, prescindien-do de los demás personajes, incluso de su semiheteróni-mo prosista Bernardo Soares, el concepto que como es-critor le merecía Alberto Caeiro, Dice que escribía por pura e inesperada inspiración, sin saber o siquiera cal-cular qué iba a escribir. Añade que Caeiro escribía mal el portugués. Sin embargo, en una carta a Cortes Rodri-gues, dice: «Repare usted en que si hay una parte de mi obra que tenga un sello de sinceridad, esa parte es... la obra de Caeiro».

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Tan identificado está con su personaje que, en una car-la, cuenta cómo vio en una avenida lisboeta un rótulo cuya inscripción era ((Farmacia A. Caeiro».

En una ocasión llegó a hablar en una tertulia de un tal Alberto Caeiro, cuyos versos habla leído, y no faltó quien le hiciese el juego incautamente, dándoselas de co-nocedor de parte de su obra.

Por lo anterior, se comprende, no sólo que me hayú extendido algo en ello, sino que es fundamental para si-tuar los poemas que siguen dentro de la obra total de Pessoa (5).

5

De Alberto Caeiro se ha publicado un volumen de ver-sos, dividido en dos partes: «Guardador de Rebanhos», que he traducido por a El Pastor», y «Poemas incon jun-tos», cuya selección ofrezco con el titulo de «Otros poe-mas». La primera parte fué encontrada entre los papeles del poeta, en forma de manuscrito listo para la imprenta. IM segunda procede de mazos hallados aparte y desig-nados por Pessoa con el título mencionado.

Debo explicar que antes de decidirme a traducir estos treinta y cuatro poemas de Caeiro, dudé entre dar una selección del poeta y sus heterónimos o limitarme a uno de^sus personajes. Me decidí por lo último considerando que, dada la extensión de su obra, era preferible mostrar

con cierta amplitud una sola faceta del gran lírico por-tugués. También he tenido en cuenta la preferencia que él mostró por Caeiro.

He seleccionado los poemas procurando evitar reitera-ciones, no escasas en su obra, y sin dejar de exponer la mayor parte de sus ideas fundamentales. Estas son pesi-mistas y duras y se acercan a un verdadero nihilismo muy sui generis. Niega el conocimiento de la realidad. Llega, incluso, aunque insista en que utodo es real», a negar, o casi negar, la realidad misma. L.a palabra usólo» va des-integrando, con su reiteración, el mundo aparente en que nos desenvolvemos. Pero de toda esta destrucción surge, milagrosamente, una irresistible poesía.

He procurado mantener la forma de los originales. Aunque, en general, carecen de rima, son frecuentes las asonancias. Como Pessoa no hacia nada al azar, he con-servado bastantes de ellas y, citando me he visto obliga-do a suprimir algunas, he procurado compensarlas con otras nuevas. También he conservado algunas de las con-sonancias t menos frecuentes.

En lo que al ritmo y medida se refiere, he tratado de ter lo más fiel posible, pero, dado que la cadencia portu-guesa ptrmite, a mi entender, y sin que el poema pierda intensidad, más libertades que la castellana, he ajustado los versos en algunas ocasiones a un mayor rigor métrico, creo que sin excederme en este sentido. En suma, he hecho cuanto estaba en mis manos para dar una imagen lo más exacta posible de los originales. Solamente para

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evitar oscuridades, y en escasísimas ocasiones, He dejado de atenerme al tenor casi literal de cada frase.

Con todo lo anterior, y lamentando una vez más no po-der extenderme en mis consideraciones, creo haber puesto al lector en situación de adentrarse en esta parcela de la obra de Pessoa.

ÁNGEL CRESPO

Madrid, setiembre de 1957,'

N O T A S -' :

(1) Su nombre completo es Fernando Antonio Noguelra. Pessoa. Era hijo de Joaquim Seabra Pessoa, descendiente de Judíos, critico musical muy estimado, y de María Magdalena Pinheiro Nogueira, autora de versos, como su hermana Ma-ría Xavier. Pessoa quedó huérfano de padre y el segundo ma-trimonio de su madre dio lugar a sus viajes a África.

(2) Sin embargo, se han publicado en España muy bue-nos estudios sobre este poeta. Conozco los siguientes:

JOAQUíN DE ENTRAMBASACUAS. Nota Preliminar a una selec-ción de poesías en portugués, en la que están representados Pessoa (l mismo y sus heterónimos, Campos, Caelro y Reis, que da cuerpo al Suplemento sexto de los Cuadernos de Li-teratura Contemporánea. (Madrid, 1946.) Es una presentación clara y expresiva del poeta.

ILDEFONSO MANUEL GIL. Un trabajo, particularmente inte-resante en lo que % los heterónimos se refiere, aparece en «Ensayos sobre poesía portuguesa.» (Zaragoza, 1948.)

CHARLES DAVID LEY. Este autor dedica a Pessoa una parte Importante de su artículo La moderna poesía portuguesa, apa-recido en librito publicado por «Tito Hombre». (Santander, 1951.)

FRANCISCO LUPI. Publica un trabajo en el número 11 de Poesía Española. (Madrid, noviembre de 1952.)

JOAQUíN DE ENTRAMBASACUAS. Fernando Pessoa v su crea-ción poética C. S. I. C. (Madrid, 1955). Este trabajo se ha-

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bía publicado con anterioridad en la ¡te vis tu de literatura, tomo V, en 1954, habiendo sido ampliado para Ja edición que cito. Es el trabajo más completo sobre Pessoa de cuantos se han publicado en España, en especial por la revista que hace de su producción, en que se comentan muchos de sus mejo-res poemas.

En lo que a traducciones se reíieie, lie podido averiguar que Adriano del Valle tradujo unas poesías de Pessoa en 1924, pero no sé si llegaron a publicarse. (Citado por Alberto de Serpa en Poetas... Poetas.. Porto, 1952.) Conozco una tra-ducción de Rafael Morales en Las mil mejores poesías de ¿a Literatura Universal, de Fernando Gutiérrez. E n Rocamador (Núm. 9, Palencia, 1957), se ha publicado una traducción mía de un breve poema de Alvaro de Campos.

(3) Fué, además, director de la revista Athena. (4) Pessoa publicó en vida los siguientes libros y folletos: En inglés: Antinnous (1918). 35 Sonnets (1918). English

Poems, M í (1922). English Poems, III (1922). En portugués: Mensagem (1934). Este libro obtuvo un se-

gundo premio en un concurso literario. También publicó trabajos en prosa. (5) Pessoa daba tal importancia a Caeiro que le llamaba

maestro suyo y de sus otros heterónimos, Alvaro de Campos y Rioardo Reís. Aseguraba que murió en plena Juventud.

A. C-

DE EL PASTOR

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YO nunca guardé rebaños Y es como si los guardase. Mi alma es igual que un pastor, Conoce el viento y el sol Y anda de la mano de las estaciones Continuando y viendo. Toda la paz de la Naturaleza a solas Viene a sentarse a mi lado. Pero yo me quedo triste, como un crepúsculo Lo es para nuestra imaginación Cuando refresca en el fondo de la llanura Y se siente que la noche ha entrado, Como una mariposa, por la ventana.

Pero mi tristeza es sosiego Porque es natural y justa Y es lo que debe haber en el alma Cuando contempla su existencia Y, sin ella pensarlo, las manos cogen flores.

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Con un ruido de cencerros Más allá de la curva del camino, Mis pensamientos son gozosos. Y me apena saber que son gozosos Porque si no lo supiese, En vez de ser gozosos y tristes Serían alegres y gozosos.

Pensar incomoda como andar bajo la lluvia Cuando e$ viento arrecia y parece que llueve más.

Yo no tengo ambiciones ni deseos. Ser poeta no es una ambición mía. Es mi manera de estar solo.

Y si deseo a veces, Por imaginación, ser corderillo (O ser todo el rebaño > Para andar esparcido por toda la pendiente Y siendo muchas cosas felices a la vez), Es soto porque siento lo que escriba a la puesta del sol O cuando una nube pasa la mano sobre la luz Y un silencio se mueve más allá de la hierba.

Cuando me siento a escribir versos O, paseando por los caminos o por los atajos, Escribo en un papel que hay en mi pensamiento, Siento en las manos un cayado

Y veo mi silueta En lo alto de un otero, Mirando a mi rebaño y viendo mis ideas, Mirando mis ideas y viendo mi rebaño, V sonriendo vagamente como quien no comprende lo que V quiere fingir que lo comprende. [dice

Saludo a todos los que me leen, Desde lejos quitándome el sombrero, Cuando me ven junto a mi puerta Mientras la diligencia se levanta por cima del otero ljes saludo y les deseo sol, Y lluvia, cuando la lluvia es precisa, V que sus casas tengan, Junto a una ventana abierta, Una silla predilecta En qué sentarse, leyendo mis versos. Y que al leer mis versos, piensen Que yo soy algo natural. Por ejemplo el árbol antiguo A la sombra del cual, cuando eran niños, Se sentaban de golpe, cansados de jugar, Limpiándose el sudor de la cabeza ardiente Con la manga de su delantal a rayas.

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DESDE mi aldea veo Cuanto del Universo se puede contemplar desde la tierra... Por eso es mi aldea tan grande como cualquier otro terri-Porque es sólo del tamaño de lo que veo [torio, Y no del tamaño de mi altura...

En las ciudades, la vida es más pequeña Que aquí en mi casa encima de este otero. En la ciudad, las grandes casas, Echan la llave a la visión, Celan el horizonte, Llevan nuestras miradas lejos de todo cielo, Nos vuelven más pequeños, pues nos quitan Ijy que podrían darnos nuestros ojos Y nos hacen más pobres Porque nuestra única riqueza es ver.

SOY un pastor de rebaños. El rebaño son mis pensamientos Y mis pensamientos son sensaciones. Pienso con los ojos y con los oídos Y con las manos y los pies Y con la nariz y la boca. Pensar una flor es verla y olería Y comer una fruta es conocer su sentido

Por eso, cuando un día de calor Me siento triste de gozarlo tanto, Y me acuesto en la hierba a mi placer, Y los calientes ojos cierro, Siento todo mi cuerpo acostado en la realidad, Sé la verdad y soy feliz.

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«HOLA, pastor de rebaños, A la vera del camino, ¿Qué te dice el viento que pasa?»

«Dice que es viento y que pasa Y que ya ha pasado antes Y volverá a pasar luego. Y a ti, ¿qué es lo que te dice?»

«Me dice mucho más que eso. Me habla de otras muchas cosas. De memorias y saudades Y cosas que nunca fueron.»

«Nunca oiste pasar al viento. El viento sólo habla del viento. Lo que le oíste fué mentira, Y la mentira en I i se encuentra.»

LEVE, leve, muy leve, Muy leve un viento pasa, Y se va, levemente. Y yo no sé qué pienso Ni procuro saberlo.

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OJALA que mi vida fuese un carro de bueyes Que va por la mañana, chirriando, de camino, Y que vuelve después al sitio de que viene, Casi de noche, por igual camino.

No necesitaría de esperanza—tan sólo tener ruedas... ICn mi vejez, no tendría arrugas ni cabellos blancos... Cuando ya no sirviese, me quitarían las ruedas y quedaría volcado y roto en el fondo de un barranco.

OJALA fuera el polvo del camino Y los pies de los pobres me pisaran...

Ojalá fuese yo los ríos que corren y hubiese lavanderas en mi orilla...

Ojalá fuese chopos en la margen del río Con sólo cielo encima y el agua por debajo..

Ojalá fuese el burro del hombre del molino Y él me diese castigo y me estimase...

Antes eso que ser lo que va por la vida Mirando tras de sí, sintiendo pena...

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EL T;ijo es más bello que el rio que corre por mi alde;i, Pero el Tajo nu es más bello que el río que corre por mi

[aldea, Porque el Tajo no es el río que corre por mi aldea.

El Tajo tiene grandes navios Y todavía navega en él, Para aquellos que en todo ven lo que ya no existe, La memoria de las naos.

El Tajo desciende de España Y el Tajo entra en el mar por Portugal. Todo el mundo lo sabe.

Por el Tajo se va al mundo. Más allá del Tajo está América Y Ja fortuna de quienes la encuentran. Nadie ha pensado nunca en lo que hay más allá Del rio de m! aldea.

El río de mí aldea no hace pensar en nada. Ouien se encuentra a su lado, sólo a su lado está.

Pero pocos saben cuál es el río de mi aldea Y para dónde va Y de qué sitio viene. Y por eso, porque pertenece a menos gente, Es más libre y mayor el río de mi aldea.

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COMO el que un día de verano abre la puerta de su casa Y atisba el calor de los campos con todo su rostro, A veces, de repente, me golpea la naturaleza de lleno En la cara de mis sentidos, Y yo quedo confuso, perturbado, queriendo comprender No sé bien qué ni cómo... ¿Pero quién me ha mandado que quiera, comprender? ¿Quién me dice que habré de comprender?

Cuando el Verano pasa por mi cara La mano leve y caliente de su brisa, Sólo he de sentir placer porque es brisa O disgusto porque es caliente, Y, de cualquier manera que lo sienta, Así, porque así siento, mi deber es sentirlo...

LAS pompas de jabón que este chiquillo Se entretiene en soltar de su pajita Son, traslúcidamente, todo una filosofía.

Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza, Amigas de los ojos como las cosas, Son aquello que son Con una precisión redondita y aérea. Y nadie, ni el chiquillo que las suelta, Pretende que sean más que lo que ser parecen.

Algunas se ven mal en el lúcido aire. Son como la brisa que pasa y apenas toca las flores Y sólo sabemos que pasa Porque en nosotoros algo se aligera Y acepta todo más nítidamente.

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NO siempre soy igual en lo que escribo y digo, Mudo, pero no mucho. El color de las flores no es el mismo al sol Que cuando una nube pasa O cuando entra la noche Y las flores son ya color de sombra. Mas quien mira bien, ve que son las mismas flores. Por eso, cuando parezco no concordar conmigo, Fájense bien en m í : Si estaba a la derecha, Ahora vuelvo a la izquierda, Pero siempre soy yo sobre los mismos pies, El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra Y a mis ojos y oídos atentos Y a mi clara simplicidad de alma...

SI quieren que yo tenga un misticismo, Está bien, ya lo tengo. Soy místico, mas sólo con el cuerpo. Mi alma es simple y no piensa.

Mi misticismo es no querer saber. Vivir y no pensarlo.

No sé lo que es la Naturaleza : la canto. Vivo en lo alto, de un otero En una casa callada y solitaria, Y esa es mi definición.

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SI a veces digo que las flores ríen Y si dijese que los ríos cantan, No es porque crea que hay sonrisas en las flores Y cantos en el curso de los ríos... Es porque de esta forma hago sentir más a los hombres

[falsos La existencia verdaderamente real de las flores y de los

[ríos.

Porque escribo para que ellos me lean, Me sacrifico a veces A la estupidez de sus sentidos... No estoy de acuerdo conmigo, pero me absuelvo Porque soy esa cosa sería, un intérprete de la Naturaleza, Porque hay hombres que no entienden su lengua Por no ser lengua alguna.

AYER tarde, un hombre de las ciudades Peroraba a la puerta del mesón. También conmigo hablaba. De la justicia hablaba y de la lucha Para que haya justicia, Y de los obreros que sufren, Y del trabajo constante, y de los que tienen hambre, Y de los ricos, que son incapaces de comprenderlo,

Y, mirando hacia mí, me vio lágrimas en los ojos Y sonrió con agrado, pensando que sentía El odio que él sentía, y la compasión Que él decía sentir.

(Pero yo apenas le estaba oyendo. ¿Qué me importan a mí los hombres Y lo que sufren o suponen que sufren? Sean como yo—no sufrirán.

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Todo el mal del mundo viene de ocuparnos los unos de Sea para hacer bien, sea para hacer mal. [los otros, Nuestra alma y el cielo y la tierra nos bastan. Querer más es perder esto y ser infeliz.)

En lo que yo estaba pensando Cuando el amigo del hombre hablaba (Y eso me conmovía hasta las Lágrimas), Era en cómo el murmullo lejano de los cencerros En el atardecer No parecía las campanas de una ermita A la que fuesen a misa las flores y los regatos Y las almas sencillas como la mía.

(Alabado sea Dios, que no soy bueno, Y tengo el egoísmo natural de las flores Y los ríos que siguen su camino, Preocupados sin saberlo Tan sólo en florecer y en ir corriendo. Esa es la única misión en el Mundo, lisa—existir claramente—, Y saber hacerlo sin pensar en ello.)

Y el hombre se calló, mirando hacia el poniente. Mas ¿qué tiene que ver con el poniente todo aquel que

[odia y ama?

POBRES flores en los arriates de los jardines regu-Parecen tener miedo a la policía... [lares. Pero son tan buenas, que florecen de la misma manera Y tienen la misma sonrisa antigua Que tuvieron para la primera mirada del primer hombre, Que las vio aparecer y las tocó levemente Para saber si hablaban...

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PASA una mariposa por delante de mí Y por primera vez desde que hay mundo, Me doy cuenta De que las mariposas no tienen ni color ni movimiento, Así como las flores no tienen ni perfume ni color. Iil color es quien tiene color Kn las alas de la mariposa, lin el movimiento de la mariposa, Kl movimiento es quien se mueve. lis el perfume quien perfume tiene Kn el perfume de la flor. La mariposa es sólo mariposa Y la flor sólo flor.

CUANDO mueren las tardos en el Verano, a veces, Parece, aunque no haya brisa alguna, Que durante un instante pasa una leve brisa... Pero los árboles permanecen inmóviles En todas las hojas de sus hojas Y nuestros sentidos tuvieron una ilusión, Tuvieron la ilusión de lo que les agrada...

¡Ah, los sentidos, los enfermos que ven y oyen! Fuéramos como deberíamos ser Y no habría en nosotros necesidad de ilusión... Nos bastaría sentir con claridad y vida Y no repararíamos en para qué hay sentidos... Pero gracias a Dios que hay imperfección en el Mundo Porque la imperfección es una cosa, Y haber gente que yerra es oirginal, Y haber hombres enfermos hace al Mundo gracioso. Si no hubiese imperfección, habría una cosa menos, Y debe haber muchas cosas Para que tengamos mucho que ver y oír...

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PASÓ Ui diligencia por el camino, y fuese; Pero el camino no quedó más bello, ni siquiera más feo. Así es la acción humana por el mundo-Nada quitamos ni ponemos ; pasamos y olvidamos; V el sol es puntual todos los días.

ME despierto de noche, de repente, Y mi reloj ocupa toda la noche. No siento la Naturaleza fuera. Mi cuarto es una cosa oscura con paredes vacamente Fuera hay un sosiego como si nada existiese. [blancas. Sólo el reloj prosigue con su ruido. Y esta pequeña cosa de engranajes Ahoga (oda la existencia de la tierra y el cielo... Casi empiezo a pensar lo que esto significa, Pero me detengo y me siento sonreír en las esquinas de

[mi boca, Porque la única cosa que mi reloj simboliza o significa, Llenando con su pequenez la noche enorme, Es la curiosa sensación de llenar la noche enorme Con esa pequenez...

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UN día excesivamente nítido, Día en que daban ganas de trabajar mucho Para no trabajar nada ese día, Entrevi, lo mismo que un camino entre los árboles, Lo que tal vez sea el Gran Secreto, Aquel Gran Misterio de que hablan los poetas falsos.

Vi que no hay Naturaleza, Que la Naturaleza no existe, Que hay montes, valles, llanos, Que hay árboles, flores, hierbas, Que hay ríos y piedras, Pero que no hay un todo al que pertenezcan, Que un conjunto real y verdadero Es una enfermedad de nuestras ideas.

La Naturaleza es partes sin un todo. Esto es tal vez el misterio de que hablan.

Fué esto to que sin pensar ni parar, Acerté que debía ser la verdad Que todos andan buscando y no encuentran Y que sólo yo, porque no fui a buscarla, hallé.

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ANTES el vuelo del ave, que pasa y no deja rastro, Que el paso del animal, que deja huella en el suelo. El ave pasa y olvida, y así es como debe ser. El animal, donde no está, y por eso de nada sirve, Muestra que estuvo antes, lo que no sirve para nada. El recuerdo es una traición a la Naturaleza, Porque la Naturaleza de ayer no es Naturaleza, Lo que fué ya no es nada, recordar es no ver. ¡ Pasa, ave, pasa y enséñame a pasar!

DESDE la más alta ventana de mi casa, Con un pañuelo blanco digo adiós A mis versos, que viajan hacia la humanidad,

Y no estoy alegre ni triste. Ese es el destino de los versos. Los escribo y debo mostrarlos a todos Porque no puedo hacer lo contrario. Como la flor no puede esconder el color, Ni el río ocultar que corre, Ni el árbol ocultar que tiene fruto.

He aquí que ya van lejos, como en la diligencia, Y yo sin querer siento pena, Como un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá? ¿Quién sabe a qué manos irán?

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Flor, me cogió mi destino para los ojos.. Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas. Río, el destino de mi agua era no quedar en mí. Me someto y me siento casi alegre, Casi alegre, como quien se cansa de estar triste.

¡ Idos, idos de mí! Pasa el árbol y queda disperso en la naturaleza. Se marchita la flor y su polvo dura siempre. Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la

[que fué suya.

Paso y quedo, como el Universo.

ME meto dentro y cierro la ventana. Traen el candil y dan las buenas noches. Y mi voz da, contenta, las buenas noches Ojalá sea mi vida siempre esto : El día lleno de sol, o suave de lluvia, O tempestuoso como si se acabase el Mundo, La tarde suave y las cuadrillas que pasan Miradas con interés desde la ventana? La última mirada amiga sobre .el sosiego de los árboles, Y después, cerrada la ventana, el candil encendido, Sin leer nada, sin pensar en nada, nj dormir, Sentir la vida como un río por su lecho, Y fuera un gran silencio, igual que un dios que duerme.

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OTROS POEMAS

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NO basta abrir la ventana Para ver los campos y el río. No es bastante no ser ciego Para ver los árboles y las flores. También es preciso carecer de filosofía. Con filosofía no hay árboles; apenas hay ideas. Sólo hay, como una cueva, cada uno de nosotros. Hay sólo una ventana cerrada y todo un mundo fuera; Y un sueño de lo que podría verse si se abriese la ven-

[tana, Que nunca es lo que se ve cuando la ventana se abre.

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PASTOR del monte—tan lejos de mí con tus ovejas— ,; Qué felicidad es esa que pareces tener, la tuya o la mía ? La paz que siento cuando te veo, ¿ te pertenece o me per-

t enece ? No, ni a ti ni a mí, pastor. Sólo pertenece a la felicidad y a la paz. Ni tú la tienes, porque no lo sabes, Ni yo la tengo, porque sí lo sé. Es ella sola y cae sobre nosotros como el sol, Que golpea tu espalda y te calienta, E indiferentemente piensas en otra cosa. Y golpea mi cara y me deslumhra, y sólo en el sol pienso.

LA espantosa realidad de las cosas Es mi descubrimiento de cada día. Cada cosa es lo que es Y es difícil decir cuánto me alegra esto Y cuánto esto me basta.

Basta existir para sentirse completo.

He escrito bastantes poemas. He de escribir muchos más, naturalmente. Cada poema mío dice esto, Y todos mis poemas son distintos. Puesto que cada cosa es una forma de decir esto mismo.

A veces rne pongo a mírar una piedra. No me pongo a pensar si acaso siente. No me pongo a llamarla hermana mía. Mas me gusta por ser sólo una piedra, Me gusta porque nada siente, Me gusta porque no es pariente mía.

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Otras veces oigo pasar el viento Y hallo que sólo para oír pasar el viento vale la pena

[haber nacido.

No sé qué pensarán leyendo esto; Pero pienso que debe estar bien porque lo pienso sin es-Ni idea de que nadie vaya a oírme pensar; [fuerzo." Porque lo pienso sin pensamiento, Porque lo digo como lo dicen mis palabras.

Una vez me llamaron poeta materialista. Y me admiré, porque no pensaba Que se me pudiese llamar nada. Yo ni siquiera soy poeta : Veo. • . > Si lo que escribo tiene valor, no soy yo quien lo tiene : El valor está entonces en mis versos. Todo ello es absolutamente independiente de mi voluntad.

CUANDO vuelva a venir la Primavera Tal vez ya no me encuentre en este mundo. Me gustaría creer que la Primavera es alguien Para poder creer que lloraría Al ver que había perdido a su único amigo. Pero la Primavera no es siquiera una cosa : Es una forma de decir. No vuelven las ñores ni las hojas verdes, Hay nuevas flores, nuevas hojas verdes. Hay otros días suaves. Nada vuelve, nada se repite, porque todo es real.

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CUANDO crezca la hierba sobre mi sepultura, Sea ese el signo para que me olviden. La Naturaleza nunca recuerda, y por eso es bella. Y si tuviesen la loca necesidad de «interpretar» la hierba

[verde sobre mi sepultura, Digan que continúo verdeciendo y siendo natural.

POCO me importa. Poco me importa, ¿qué? No sé : poco me importa.

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¡ AH, quieren una luz mejor que la del Sol! I Quieren prados más verdes que éste! ¡ Quieren flores más bellas que éstas que veo! A m{ este Sol, estos prados, estas flores, me contentan. Pero si acaso me descontentan, Lo que quiero es un sol más sol que el Sol, Lo que quiero son prados más prados que estos prados, Lo que quiero son flores más flores que estas flores. j Todo más ideal de lo que es del mismo modo y de la misma forma!

TAMBIÉN sé hacer conjeturas. En cada cosa hay aquello que os y que la anima. En la planta está fuera y es una ninfa pequeña. En el animal es un ser interior lejano. En el hombre es el alma que vive con él y que ya es él. En los dioses tiene el mismo tamaño V el mismo volumen que el cuerpo. Por eso se dice que los dioses nunca mueren. Por eso los dioses no tienen cuerpo y alma, Mas sólo cuerpo y son perfectos. Sus cuerpos son sus almas Y tienen la conciencia en la propia carne divina.

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Í N D I C E

ES tal vez el último día de mi vida. He saludado al sol, levantando mi mano derecha, Mas no le saludé para decirle adiós, 5 ; ¿ de placerme verle antes hice, pero no más.

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Píginai

PRóLOGO 9 Notas al prólogo 19

D E EL PASTOK

Yo nunca guardé rebaños 23 Mi mirar es nítido como un girasol 26" Desde mi aldea veo 28 Soy un pastor de rebaños 29 I Hola, pastor de rebaños! 30 Leve, leve, muy leve 31 Ojalá que mi vida fuese un carro de bueyes 32 Ojalá fuera el polvo del camino 33 El Tajo es más bello que el río que corre por mi

aldea 34 Como el que un día de verano abre la puerta de

su casa , 36

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Pígimí

Las pompas de jabón que este chiquillo 37 No siempre soy igual en lo que escribo y digo ... 38 Si quieren que yo tenga un misticismo 39 Si a veces digo que las flores ríen 40 Ayer tarde, un hombre de las ciudades 41 Pobres flores en los arriates de los jardines regu-

lares 43 Pasa una mariposa por delante de mí 44 Cuando mueren las tardes en el Verano, a veces ... 45 Pasó la diligencia por el camino, y fuese 46 Me despierto de noche, de repente 47 Un día excesivamente nítido s 48 Antes el vuelo del ave, que pasa y no deja rastro ... 50 Desde la más alta ventana de mi casa 51 Me meto dentro y cierro la ventana 53

OTROS POEMAS

No basta abrir la ventana 57 Pastor del monte—tan lejos de mí con tus ovejas. 58 La espantosa realidad de las cosas 59 Cuando vuelva a venir la primavera ., 61 Cuando crezca la hierba sobre mi sepultura 62 Poco me importa 63 ¡ Ah, quieren una Juz mejor que! 64 También sé hacer conjeturas 65 Es tal vez el útimo día de mi vida 66

SUSCRIPTORES DE HONOR DE

ADONAIS fcfempl+r

I. JOSÉ LUIS CANO. II. JOAQUÍN DE ENTRAMBASAGUAS

III. CARLOS R. SPITERI. IV. VICENTE ALEIXANDRE. V. RICARDO PERMANYER

VI. ANTONIO PÉREZ GÓMEZ. VII. JOSÉ LUIS ESTRADA.

VIII. JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS. IX. BERNABÉ FERNANDEZ-CANIVELL. X. ÁNGEL CAPFARENA.

XI. WALTER STARKIE. XII. PEDRO PÉREZ CLOTET.

XIII. NIEVES FERNANDEZ CANIVELL. XIV. JAVIER DE AZNAR. XV. GERVASIO COLLAR.

XVI. GREGORIO MARAÑON MOYA. XVII. JOSÉ LUIS GALLEGO.

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XVIII. FERNANDO ALLUE Y MORER XIX. NICOLÁS CARRERA DEL CASTILLO. XX. PABLO TARRERO RIVERO.

XXI. FERNANDO LABRADOR CALONGE. XXII. FEDERICO MORILLO BATLLO

XXIII. JOSÉ LUIS ASENJO MARTÍNEZ XXIV. FERNÁN QUIROS. XXV. FLORENTINO PÉREZ EMBID

XXVI. LOLITA RODRÍGUEZ BAUZA. XXVII JULIÁN CALVO.

XXVIIL ADOLFO CASTAÑO. XXIX. MARIO ÁNGEL MARRODAN. XXX. ELADIA DE PRADO

XXXI. EDUARDO CERRO. XXXII. JOSÉ RAMÓN MEDINA.

XXXIII. JOSÉ MARÍA ALONSO GAMO. XXXIV JOSÉ LUIS GONZÁLEZ BROTONS. XXXV. MANUEL CASTAÑEDA GONZÁLEZ

XXXVI FEDERICO SOPEÑA.

Los ejemplares de honor de ADONAIS, que van numerados e impresos en papel offset especial, lle-van el nombre del suscriptor y una dedicatoria autógrafa del poeta.

Esta suscripción es limitada a cincuenta ejem-plares, y su importe trimestral, correspondiente a tres volúmenes de la colección, es de sesenta pe-setas.

ADONAIS C O L E C C I Ó N DE P O E S Í A

Director de la colección: JOSÉ LUIS CANO

VOLÚMENES PUBLICADOS (1943 -1957)

I.—Rafael Morales: POEMAS DEL TORO. II.—Charles Péguy: POESÍAS.

III.—Gerardo Diego: POEMAS ADREDE. IV.—José A. Muñoz Rojas: ABRIL DEL ALMA. V.—J. Suárez Carreño: LA TIERRA AMENAZADA.

VI.—Enrique Azcoaga: EL CANTO COTIDIANO. VII.—Dámaso Alonso: OSCURA NOTICIA

VIII.—Georges Rodenbach: EL REINO DEL SILENCIO. IX.—Vicente Gaos: ARCÁNGEL DE MI NOCHE. X.—Alfonso Moreno: EL VUELO DE LA CARNE.

XI.—Rafael Laffon: ROMANCES Y MADRIGALES. XII.—Paul Verlaine: FIESTAS GALANTES. ROMANZAS

SIN PALABRAS. XIII.—José Suárez Carreño: EDAD DE HOMBRE. XIV.—José Luis Cano: VOZ DE LA MUERTE. XV.—Walt Whitman: CANTANDO A LA PRIMAVERA

XVI.—Carlos Bousoño: SUBIDA AL AMOR. XVII.—Dictinio de Castiilo-Elejabeytia: La CANCIÓN DE

LOS PINOS. XVIII.—Lord Byron: POEMAS LÍRICOS. (Selección, ver-

sión y prólogo de María Alfaro.) XIX.—Carmen Conde: ANSIA DE LA GRACIA. XX.—Ildefonso Manuel Gil: POEMAS DE DOLOR AN-

TIGUO. XXL—Pedro Pérez Clotet: SOLEDADES EN VUELO,

XXII.—Joaquín Romero Murube: KASIDA DEL OLVIDO.

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XXIII.—Eugenio de Nora: CANTOS AL DESTINO. XIV.—H. W. Longfellow: ÁUREOS INSTANTES.

XXV.—José García Nieto: DEL CAMPO Y SOLEDAD. XXVI.—T. S. Ellot: POEMAS

XXVII.—Concha Zardoya: PÁJAROS DEL NUEVO MUNDO. XXVIII John Keats: POESÍAS. (Edición bilingüe. Selección,

versión y prólogo de Clemencia Miró.) XXIX.—Carlos Bousoño: PRIMAVERA DE LA MUERTE. XXX.—Juan Rulz Peña: LIBRO DE LOS RECUERDOS.

XXXI.—Jean Arthur Rimbaud: POESÍAS. (Versión de Vi-cente Gaos.)

XXXII.—Vicente Alelxandre: PASIÓN DE LA TIERRA.' Con un prólogo del autor.

XXXIII.—Victoriano Crémer: CAMINOS DE MI SANGRE. XXXIV.—José Luis Hidalgo: LOS MUERTOS. XXXV.—Rafael Morales: LOS DESTERRADOS.

XXXVI.—Alberto de Serpa: POEMAS DE OPORTO. (Selec-ción, versión y prólogo de Charles David Ley y Rafael Morales.)

XXXVII.—Leopoldo Rodríguez Alcalde: ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FRANCESA RELIGIOSA. (Contemporá-neos.)

XXXVIII.—Percy B. Shelley: ADONAIS. (Versión de Vicente Gaos. Prólogo de Walter Starkie.)

XXXIX.—José Hierro: ALEGRÍA. (Premio «Adonals» de 1947.) XL.—Julio Maruri: LOS AROS. (Accésit del Premio

«Adonals» de 1947.) XLI.—Concha Zardoya: DOMINIO DEL LLANTO. (Accé-

sit del Premio «Adonals» de 1947.) XLII.—Carmen Conde: MI FIN EN EL VIENTO.

XLIII.—José María Souvlrón: SEÑAL DE VIDA. XLIV-V.—POETAS METAFISICOS INGLESES DEL SI-

GLO XVII. (Prólogo y selección de Mauricio Mol-ho y Blanca G. de Escandón.)

XLVI.—Eugenio de Nora: CONTEMPLACIÓN DEL TIEM-PO. (Accésit del Premio «Adonals» de 1947.)

XVII.—Rafael Montesinos: LAS INCREDULIDADES. XLVIII.—Bartolomé Lloréns: SECRETA FUENTE. (Prólogo

de Carlos Bousoño.) XLIX.—GuUlermo Díaz-Plaja: VACACIÓN DE ESTÍO.

L.—Dionisio Ridruejo: ELEGÍAS.

LI.—Jules Superviene: POEMAS. (Versión y prólogo de Leopoldo Rodríguez Alcalde.)

LII.—Ricardo Molina: ELEGÍAS DE SANDUA. LIII—Giegorio Prieto: POESÍA EN LINEA. (Prólogo de

Vicente Alelxandre.) LIV —George Trakl: POEMAS. (Versión y prólogo de

Jaime Boflll y Ferro.) LV.—Francisco José Mayáns: ESTANCIAS AMOROSAS.

, LVI.—Gertrudis Von Lefort: HIMNOS A LA IGLESIA. (Prólogo y versión de Valentín García Yebra.)

LVII.—Leopoldo de Luis: LOS IMPOSIBLES PÁJAROS. LVIII-IX.—Luis Felipe Vlvanco: CONTINUACIÓN DE LA VIDA

LX.—Aurelio Valls: LA RUTA DE SAN CRISTÓBAL LXL—Holderlln: DOCE POEMAS. (Versión y prólogo de

José María Valverde.) LXII.—Ricardo Molina: CORIMBO. (Premio «Adonals» de

1949.) LXIII.—Ramón de Garclasol: DEFENSA DEL HOMBRE.

(Accésit del Premio «Adonals» de 1949.) LXIV.—Juan Ruiz Peña: VIDA DEL POETA. (Accésit del

Premio «Adonals» de 1949.) LXV.—Rupert Brooke: POEMAS. (Versión y prólogo de

José Luis Cano.) LXVL—Pablo García Baena: ANTIGUO MUCHACHO.

LXVII.—Jean Moreas: POEMAS Y ESTANCIAS. (Versión y prólogo de Paulina Crusat.)

LXVIII.—Carlos Rodríguez Spiteri: LAS VOCES DEL ÁNGEL. LXIX Juana García Noreña.: DAMA DE SOLEDAD. (Pre-

mio «Adonals» de 1950.) LXX.—Javier de Bengoechea: HABITADA CLARIDAD.

(Accésit del Premio «Adonals» de 1950.) LXXI.—Carlos Salomón: LA SED. (Accésit del Premio «Ado-

nais» de 1950.) LXXII.—Juan Gll-Albert: CONCERTAR ES AMOR.

LXXIII.—Carlos Drummond de Andrade: POEMAS. (Versión y prólogo de Rafael Santos Torroella.)

LXXIV.—Gabriel Celaya: LAS CARTAS BOCA ARRIBA. LXXV.—Kathleen Raine: POEMAS. (Selección, versión y

prólogo de Mariano Manent.) LXXVI.—T. S. Eliot: CUATRO CUARTETOS. (Versión, pró-

logo y notas de Vicente Gaos.)

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LXXVII-VI1I.—Lorenzo Gomis; EL CABALLO. (Premio «Adonaía» de 1951.)

LXXIX.—Rafael de Balbín: DÍAS CON DIOS. LXXX.—Rafael Santos Torroella: SOMBRA INFIEL.

LXXXI.—José Manuel Caballero Bonald: LAS ADIVINACIO-NES. (Accésit del Premio «Ademáis» de 1951,)

LXXXII.—Alfonso Albala: UMBRAL DE ARMONÍA. (Accésit del Premio «Adonais» de 1951.)

LXXXlII-iV.—Paulina Crusat: ANTOLOGÍA DE POETAS CATA-LANES CONTEMPORÁNEOS.

LXXXV.—Luis López Anclada; LA VIDA CONQUISTADA. (Accésit del Premio «Adonais» de 1951.)

LXXXVI.—Manuel Arce: SOMBRA DE UN AMOR. LXXXVII.—Ernestina de Champourcin: PRESENCIA A OS-

CURAS. LXXXVIIL—Julián Andúgar: LA SOLEDAD Y EL ENCUENTRO.

(Accésit del Premio «Adonais» de 1951.) LXXXIX.—Miguel Torga: ANTOLOGÍA POÉTICA. (Selección,

versión y prólogo de Pilar Vázquez Cuesta.) XC.—Antonio Fernández Spencer: BAJO LA LUZ DEL

DÍA. (Premio «Adonais» de 1952.) XCI.-^Julián Herráiz: ALFABETO CELOSO. (Prólogo de

Gerardo Diego.) XCII.—Salvador Pérez Valiente: POR TERCERA VEZ.

(Accésit del Premio «Adonais» de 1952.) XCIU.—Carlos Riba: ELEGÍAS DE BIERVILLE. (Versión

y prólogo de Alfonso Costafreda.) XCIV.—Susana March: LA TRISTEZA. (Accésit del Premio

«Alonáis» de 1952.) XCV.—Jaime Ferian: DESDE ESTA ORILLA. (Accésit del

Premip «Adonais» de 1952.) XCVI.—Thomas Merton; ANTOLOGÍA. (Selección y prólogo

de José María Valverde.) XCVII.—Jesús López Pacheco: DEJAD CRECER ESTE SI-

LENCIO. (Accésit del Premio «Adonais» de 1952.) XCVIII.—J. W. Goethe: POESÍAS. (Versión y prólogo de

Carmen Bravo-Villasante.) XCIX.—Carlos Salomón: REGIÓN LUCIENTE.

C-CI.—ANTOLOGÍA DE ADONAIS. (Prólogo de Vicente Aleixandre.) CU.—Claudio Rodríguez: DON DE LA EBRIEDAD. (Pre-

mio «Adonais» de 1953.)

C1II.—Adolfo Casáis Monteiro: ANTOLOGÍA. (Selección, versión y prólogo de Rafael Morales.)

CIV.—Pino OJeda: COMO EL FRUTO EN EL ÁRBOL. (Accésit del Premio «Adonais» de 1953.)

CV.—Stefan George: PEREGRINAJES. (Versión de Al-fonso Pintó y Jaime Balet.)

CVI—Pilar Paz: LOS BUENOS DÍAS. (Accésit del Premio «Adonais» de 1953.)

CVII.—Jorge Vocos Lescano: EL ALMA HASTA LA SU-PERFICIE.

CVIII.—Edmond Vandercammen: ANTOLOGÍA POÉTICA. (Versión y prólogo de Dictinio de Castillo-Eleja-beytia.)

CIX.—José Ramón Medina: COMO LA VIDA. CX.—Elizabeth Barret Browning: SONETOS DEL POR-

TUGUÉS. (Versión y prólogo de Julieta Gómez Paz.)

CXI.—Manuel Arce: BIOGRAFÍA DE UN DESCONOCIDO. CXH-CXIII.—Rainer María Rilke: SONETOS A ORFEO. (Versión

y prólogo de Carlos Barral.) CXIV.—José Antonio Muñoz Rojas: CANTOS A ROSA. CXV.—José Ángel Valente: A MODO DE ESPERANZA.

(Premio «Adonais» de 1954.) CXVI.—Carlos Murciano: VIENTO EN LA CARNE. (Accé-

sit del Premio «Adonais» de 1954.) CXVII.—José Agustín Goyttsolo: EL RETORNO. (Accésit

del Premio «Adonais» de 1954.) CXVHI-CXIX.-Paul Claudel: CINCO GRANDES ODAS. (Prólogo y

versión de Enrique Badosa.) CXX.—Dora Varona: HASTA AQUÍ OTRA VEZ.

CXXI.—Manuel Alvarez Ortega: EXILIO. CXXII.^Jutlo Aumente: EL AIRE QUE NO VUELVE.

CXXIIL—Ramón de Garciasol: TIERRAS DE ESPAÑA. CXXIV.—Dylan Thomas: POEMAS. (Selección, versión y pró-

logo de Esteban Pujáis.) CXXV—Julio Mariscal: PASAN HOMBRES OSCUROS.

CXXVI.—Javier de Bengoechea: HOMBRE EN FORMA DE ELEGÍA. (Premio «Adonais» de 1955.)

CXXVII.—Paul Valery: LA SERPIENTE Y LA PARCA JO-VEN (Versión española de Juan Ortega Costa)

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CXXVIII.—José Miguel Ibáñez Langlois: DESDE EL CAUCE TERRENO.

CXXIX.—María Beneyto: TIERRA VIVA. (Accésit del Pre-mio «Adunáis» de 1955.)

CXXX.—Ángel González: ASPERQ MUNDO. (Accésit del Premio «Adonais» de 1955.)

CXXXI.—Enrique Badosa: MAS ALLÁ DEL VIENTO. CXXX1L—MiJaJil Nu'ayma: EL RUMOR DE LOS PARPADOS.

.(Versión castellana de Leonor Martínez, con la colaboración de Mohammad Sabbag.)

CXXXIIL—Luis López Anglada: AVENTURA. CXXXIV.—Luisa Labe: CANCIONERO. (Versión castellana y

prólogo de Ester de Andréis.) CXXXV.—Gabriel Celaya: DE CLARO EN CLARO.

CXXXVl-VIl.-Salvador Espríu: ANTOLOGÍA LÍRICA. {Introduc-ción, selección y versión castellana de Enrique Badosa.)

CXXXV1II.—María Elvira Lacaci: HUMANA VOZ. (Premio «Adonais- de 1956.)

CXXXlX.-Fernando Quiñones: CERCANÍA DE LA ORACIA. (Accésit al Premio «Adonais» de 1956.)

. CXL.—William Butler Yeats: POEMAS. (Selección, versión y prólo-go de Jaime Ferrán.)

CXLI.-Salustiano Masó: CONTEMPLACIÓN Y AVENTURA (accésit del Premio • Adonais» de 1956.)

CXLII—Saint-John Perse: ANABASIS (versión y prólogo de Agustín Larrauri).

CXLIII.-Ildefonso Manuel Oil: EL INCURABLE. (Poema.) CXLIV.-Vicente Núñez: LOS MAS TERRESTRES CXLV.—Leopoldo de Luis: TEATRO REAL

CXLVL—Venancio Sánchez: LOS PATIOS. CXLVII.-Fernando Pessoa: POEMAS DE ALBERTO CAE1RO. (Selec-

ción, versión, prólogo y notas de Ángel Crespo.)

USÍA PRIMERA EDICIÓN DE • POEMAS DE ALBERTO CAEIRO», DE FERNANDO PESSOA.

VOL. CXLVII DE LA COLEC. ADONAIS, SE ACABÓ DE IMPRIMIR EL 2 0 DE SEPT. DE

1957, EN LOS TALLERES ARTES ÜRAPICAS -ARÜES»

EN MADRKV

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