persona es aquél que no es cosa

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1 PERSONA ES AQUÉL QUE NO ES COSA Cualquier persona es indefinible. Sólo se pueden definir las cosas porque éstas son, de hecho, una realidad acabada. Las personas, sin embargo, somos un quién, y no un qué, es decir, no un algo sino un alguien que aún no ha completado su realidad porque ésta está en pleno dinamismo. Si esto es así, si persona es alguien que no es cosa, se puede concluir lo siguiente sobre la persona: Nunca será utilizada, esto es, nunca será tratada como cosa. La persona es un fin en sí misma, como hizo ver Kant; nunca un medio. Aquí radica su dignidad, por la que merece respeto absoluto, al margen de su condición, procedencia, edad, coeficiente intelectual, género, raza... E incluso al margen de su actuación moral, porque siempre tendrá la posibilidad de cambiar, aunque sea en el último instante de su vida. Por eso, Teresa de Calcuta y Hitler, como personas, tienen la misma dignidad, por terrible que esto parezca a simple vista; esto quiere decir que son igualmente respetables en sus personas, en lo que a su dignidad se refiere, por más que las atrocidades cometidas por Hitler sean absolutamente condenables y, concluida su vida, sea indigno de ser considerado como las demás personas que no se han extralimitado en lo humano, pasando como él al horror de lo inhumano. La persona es una realidad apropiada, es decir, suya; va haciéndose cada vez más suya, va perteneciéndose cada vez más a sí misma. Esto no significa, pues, que sea realidad apropiada en plenitud desde el primer momento, sino que esa apropiación la va adquiriendo paulatinamente y en la medida en que se hace más libre, a través del dominio de sí misma y por medio de la integración de todas sus dimensiones. Que la persona no sea cosa significa que tiene valor y no precio, y que tiene valor absoluto; la persona es, por tanto, la fuente de todo valor. No quiere esto decir que la persona se pueda equiparar con el Absoluto (la Trascendencia, Dios mismo), pero sí que su valor es absoluto si se compara con cualquier otra realidad material o social (sí, también social: la persona está por encima de grupos de opinión y por encima de las sociedades, por mucho que los grupos estén constituidos a base de personas. Platón o Simone Weil recuerdan esto con insistencia). Por eso se puede afirmar, en rigor, que la persona nunca podrá ser considerada como parte de un todo. La persona, a diferencia de las cosas, es un ser inacabado, y tiene que ir haciéndose a sí misma (la vida es quehacer, como diría Ortega y Gasset, y a nadie se le da su vida hecha, sino que tiene que ir haciéndosela). Por eso, siempre puede crecer, mejorar, dar de sí (o, por el contrario, empeorar y degradarse). Por lo tanto, la persona no es “conceptualizable” ni “etiquetable”. No se debe someter a ninguna persona a categorías cerradas y definitivas; eso sería cosificarle. Etiquetar a alguien llamándole, por ejemplo, “vago” o “inútil”, resulta una gran injusticia, pues supone clasificarle y “cosificarle”, sentenciarle como si ya no pudiera cambiar. Y eso viene a ser algo así como matarle, por fuerte que resulte la comparación. Y precisamente porque somos las personas seres inacabados, habremos de tratar a los demás no por lo que son sino por lo que están llamados a ser. Las personas somos un quién y estamos siempre haciéndonos. De nadie está escrito quién vaya a ser; y aunque estemos condicionados por nuestra vida pasada, por las circunstancias pasadas y presentes, por nuestra familia, por nuestra dotación genética, por nuestra situación económica y por mil circunstancias más, de lo más variado, nunca estamos determinados, siempre llevamos en nuestras manos la responsabilidad ultima sobre nuestro futuro. Precisamente lo que nos condiciona de manera particular (nuestro temperamento, determinadas características de nuestro cuerpo, o nuestra educación, y un largo etcétera) es lo que, a su vez, más nos posibilita como personas. Por

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ETICA

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    PERSONA ES AQUL QUE NO ES COSA

    Cualquier persona es indefinible. Slo se pueden definir las cosas porque stas son, de hecho, una realidad acabada. Las personas, sin embargo, somos un quin, y no un qu, es decir, no un algo sino un alguien que an no ha completado su realidad porque sta est en pleno dinamismo. Si esto es as, si persona es alguien que no es cosa, se puede concluir lo siguiente sobre la persona:

    Nunca ser utilizada, esto es, nunca ser tratada como cosa. La persona es un fin en s

    misma, como hizo ver Kant; nunca un medio. Aqu radica su dignidad, por la que merece respeto absoluto, al margen de su condicin, procedencia, edad, coeficiente intelectual, gnero, raza... E incluso al margen de su actuacin moral, porque siempre tendr la posibilidad de cambiar, aunque sea en el ltimo instante de su vida. Por eso, Teresa de Calcuta y Hitler, como personas, tienen la misma dignidad, por terrible que esto parezca a simple vista; esto quiere decir que son igualmente respetables en sus personas, en lo que a su dignidad se refiere, por ms que las atrocidades cometidas por Hitler sean absolutamente condenables y, concluida su vida, sea indigno de ser considerado como las dems personas que no se han extralimitado en lo humano, pasando como l al horror de lo inhumano.

    La persona es una realidad apropiada, es decir, suya; va hacindose cada vez ms suya,

    va pertenecindose cada vez ms a s misma. Esto no significa, pues, que sea realidad apropiada en plenitud desde el primer momento, sino que esa apropiacin la va adquiriendo paulatinamente y en la medida en que se hace ms libre, a travs del dominio de s misma y por medio de la integracin de todas sus dimensiones.

    Que la persona no sea cosa significa que tiene valor y no precio, y que tiene valor

    absoluto; la persona es, por tanto, la fuente de todo valor. No quiere esto decir que la persona se pueda equiparar con el Absoluto (la Trascendencia, Dios mismo), pero s que su valor es absoluto si se compara con cualquier otra realidad material o social (s, tambin social: la persona est por encima de grupos de opinin y por encima de las sociedades, por mucho que los grupos estn constituidos a base de personas. Platn o Simone Weil recuerdan esto con insistencia). Por eso se puede afirmar, en rigor, que la persona nunca podr ser considerada como parte de un todo.

    La persona, a diferencia de las cosas, es un ser inacabado, y tiene que ir hacindose a s misma (la vida es quehacer, como dira Ortega y Gasset, y a nadie se le da su vida hecha, sino que tiene que ir hacindosela). Por eso, siempre puede crecer, mejorar, dar de s (o, por el contrario, empeorar y degradarse). Por lo tanto, la persona no es conceptualizable ni etiquetable. No se debe someter a ninguna persona a categoras cerradas y definitivas; eso sera cosificarle. Etiquetar a alguien llamndole, por ejemplo, vago o intil, resulta una gran injusticia, pues supone clasificarle y cosificarle, sentenciarle como si ya no pudiera cambiar. Y eso viene a ser algo as como matarle, por fuerte que resulte la comparacin. Y precisamente porque somos las personas seres inacabados, habremos de tratar a los dems no por lo que son sino por lo que estn llamados a ser.

    Las personas somos un quin y estamos siempre hacindonos. De nadie est escrito quin vaya a

    ser; y aunque estemos condicionados por nuestra vida pasada, por las circunstancias pasadas y presentes, por nuestra familia, por nuestra dotacin gentica, por nuestra situacin econmica y por mil circunstancias ms, de lo ms variado, nunca estamos determinados, siempre llevamos en nuestras manos la responsabilidad ultima sobre nuestro futuro. Precisamente lo que nos condiciona de manera particular (nuestro temperamento, determinadas caractersticas de nuestro cuerpo, o nuestra educacin, y un largo etctera) es lo que, a su vez, ms nos posibilita como personas. Por

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    eso, la persona tiene que decidir quin quiere ser. Como dira Plotino, cada cual es responsable de esculpir su propia estatua; o, como expresaba en su da Jos Luis Aranguren, se trata de llegar a ser lo que podemos ser con lo que somos. Desde esta perspectiva cobra pleno sentido el imperativo de Pndaro: llega a ser lo que eres, o an ms concretamente, el de Fichte: llega a ser quien eres.Y quin es ste que quiero ser? Carlos Daz responde as: El t diferenciado personal e irrepetible que llevas dentro y que merece ser plenificado y perfeccionado. Uno se hace ms humano si asume el deber de llegar a ser el que podra ser1.

    Pero las personas no somos seres autosuficientes. Hacemos nuestra vida apoyndonos en otras personas. Son los dems quienes permiten, posibilitan e impulsan a la persona a ser quien est llamada a ser. Crecemos, adems, en la medida en que ayudamos a otros a ser quienes estn llamados a ser.

    Frente a las cosas, que son realidades cerradas en s mismas, las personas somos realidades

    abiertas: abiertas desde nosotros mismos y a nosotros mismos, abiertas a las cosas, abiertas a las dems personas... Y abiertas, tambin a lo infinito, a la Trascendencia (que para muchos cobrar rostro de Persona, la Persona por excelencia... Dios). Por eso, ms que un yo, las personas somos yo y t, como expresa Martn Buber en un libro hermoso al que titula precisamente as: Yo y t 2. Pero sin dejar de tener en cuenta esta dimensin relacional, que es esencial, nunca insistiremos demasiado en subrayar que la persona, como ser individual, es una unidad inescindible, es decir, plena singularidad, un ser insustituible, irreemplazable, nico. No es, pues, miembro de tal o cual clase, sino ser nico, y en cuyo lugar nadie puede vivir, ni amar, ni querer, ni sentir... Cada persona es, as, novedad absoluta.

    La persona es el ser que puede decidir qu quiere ser, quin quiere ser, ms all de sus

    limitaciones biolgicas, psquicas o sociales. Es el ser llamado a construir su propia realidad desde lo que es y con lo que es, de manera que, como se ha apuntado ms arriba, lo mismo que, por una parte, le condiciona, es lo que, por otra, le posibilita.

    Y la persona es tambin deseo de Absoluto, nostalgia de algo ms grande, algo que siente como

    envolvindole, y que le sobrepasa; es anhelo de algo grande, y siente en sus adentros la pertenencia de un infinito que no sabra cmo expresar, y de cuya presencia le hablan breves fulgores: la ternura, la belleza, la emocin ms inesperada... Y es que la persona es radical inquietud, permanente bsqueda, inagotable anhelo, aoranza de no sabe bien qu... No es la inteligencia la que nos acerca a lo absoluto, sino nuestro sentir ms hondo, el deseo de ir ms all, que es un deseo que, sin duda, habita en nosotros.

    La persona es, as, un ser paradjico: es un absoluto, pero necesita de las dems personas; es corporal, pero trasciende lo corporal; es algo existente, pero que no est acabado; es suya, pero ha de ir autoposeyndose, asimilando esta su propia pertenencia; tiene adentros, esto es, una intimidad que debe llevar a plenitud, sin embargo, slo se realizar saliendo de s misma y en el encuentro con otros; es libre para optar por su plena integracin y su plenitud, pero tambin puede llegar a su desintegracin y a un gran empobrecimiento; hace el mal que no quiere y no hace el bien que querra... Y es que la persona es un ser en conflicto, en tensin. Sin embargo, esto es lo que le hace crecer: slo no est en conflicto quien se ha anestesiado, quien est dormido.

    1 Carlos Daz, Las claves de los valores, EUNSA, Madrid, 2001. 2 Vase Yo y t, de Martn Buber. Hay traduccin en espaol en Caparrs editores (Madrid, 1993).