perrin don - guerreros iv - theros ironfeld

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Perrin Don - Guerreros IV - Theros Ironfeld

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THEROS IRONFELD

(Serie: "Gerreros", s/n)

Don Perrin

1996, Theros Ironfeld

Traduccin: Mercedes Zorrilla

PRIMERA PARTE

_____ 1 _____

El pueblo no era ms que una mota junto a la prstina playa de color azul esmeralda. Una maltrecha corbeta de guerra se deslizaba lentamente hacia la costa con las velas apenas desplegadas. Era notorio que la corbeta y su tripulacin de minotauros y esclavos humanos haban entrado en liza recientemente. Con slo una vela izada, el grueso de las jarcias se amontonaban enredadas en la cubierta y, junto con los restos desperdigados del palo mayor, quebrado, hacan ms penosa la vida de la tripulacin.

--Cinco grados a babor!

Un minotauro daba voces indicando el rumbo al timonel. Desde el castillo de proa observaba por un catalejo el diminuto espacio de civilizacin. El catalejo era sinnimo de vida para la nave. De factura humana, probablemente de tiempos anteriores al Cataclismo, era de latn y no meda ms de tres palmos. Las dos lentes se ajustaban girando los cilindros hasta enfocar imgenes a ms de kilmetro y medio de distancia.

Los smbolos grabados alrededor eran incomprensibles para el minotauro, al que tampoco preocupaba lo que pudieran significar. El aparato cumpla su funcin: agrandaba los objetos distantes y alertaba de la cercana de enemigos o vctimas. Eso era todo lo que el capitn minotauro le peda. Adems, el precio haba sido justo. Aos atrs, lo haba obtenido como parte del botn de una incursin. A bordo de la corbeta todo era producto de los robos perpetrados en las incursiones o bien se haban adquirido a medida que la necesidad lo dictaba.

Los minotauros eran los amos del barco; los marineros y los guerreros: el corazn, los msculos y el cerebro. Sin embargo, ellos no baldeaban la cubierta ni vaciaban los cubos de agua sucia. De los trabajos pesados se encargaba el contingente de esclavos, humanos obtenidos en las correras. Algunos esclavos conseguan escapar y otros moran en el combate o al ser castigados, pero eso no importaba a los minotauros. Los humanos nunca escaseaban. Se reproducan como gusanos.

La corbeta cambi el rumbo dando un bandazo. En cubierta, treinta minotauros se preparaban para la batalla. Mientras unos se ajustaban las armaduras de cuero, otros se armaban con sogas acabadas en garfios, preparadas para el abordaje, o se ataban los talabartes, de los que penda todo tipo de armas, desde sables solmnicos hasta puales lficos o los mayales caractersticos de los Buscadores, y otros ms afilaban las hojas de sus hachas. El barco de guerra de los minotauros no haba estado nunca all, pero, dado que era una poblacin de la costa norte de Nordmaar, lo ms probable era que se tratara de un asentamiento humano.

Lentamente, la corbeta se fue aproximando a tierra. En la orilla, se haba reunido un grupo de humanos que, sorprendidos por el extrao navio, lo sealaban y gritaban. No era raro ver barcos navegando en aquellos tiempos, pero s que atracaran antes de medioda y, adems, la estructura del navo que se acercaba no era nada comn. Era una corbeta alargada, con un castillo a proa y otro a popa, entre los que se extenda una larga cubierta plana. Las velas estaban dispuestas en dos palos mayores equidistantes, asentados en la parte central del barco. Un tercer mstil, el palo del trinquete con parte del aparejo roto, se alzaba delante de ambos. En la popa, anclada en el codaste, estaba la rueda del gobernalle, unida al timn.

Los barcos de Nordmaar eran muy distintos, ms cortos y ventrudos. Eran, sobre todo, barcazas de pesca, pensadas para arrastrar grandes redes y limpiar el pescado una vez subido a bordo. No se parecan en lo ms mnimo a la enorme corbeta que se aproximaba.

En el puerto se haba reunido un grupo de gente, en su mayora mujeres. Sus maridos estaban faenando, como bien saba el capitn de los minotauros, que se haba asegurado de que la pequea flota de pesca que haban dejado atrs no advirtiera su presencia. La corbeta ya estaba a menos de cien metros de distancia cuando alguien corri a llamar a un viga de la ciudad, quien enseguida se dio cuenta de que era un barco de guerra maltrecho y que las criaturas con cuernos reunidas en la proa no eran un grupo de viajeros de visita a la pintoresca localidad pesquera.

Demasiado tarde, se dio la alarma. La campana de la torre del ayuntamiento empez a redoblar cuando, con penosa lentitud, la corbeta chocaba contra el primer muelle. Los treinta guerreros minotauros corrieron hacia la proa y saltaron al muelle.

En un almacn de avituallamiento cercano al muelle, un humano viejo sostena un arco y a su lado tena una aljaba de flechas; unos instantes antes aquellas armas haban estado expuestas para la venta. Apunt con cuidado y efectu el primer disparo, el minotauro que iba en cabeza cay al suelo con el astil de una flecha incrustado entre los ojos.

--Toma eso, vaca maldita -aull el anciano.

Cogi otra flecha y dispar de nuevo. Otro minotauro cay a menos de veinte metros de la ventana de la tienda.

--Espero que tu dios vacuno te est esperando -clam el viejo.

Furiosos, porque haban credo que les opondran poca o ninguna resistencia, los minotauros entraron en tropel en la tienda. El primero salt por la ventana en el momento en que el arquero se ergua despus de coger otra flecha. El hacha del minotauro se abati sobre la espalda del viejo y le hizo trizas la columna. La sangre salpic al minotauro, que se ech atrs aullando, arrebatado por la excitacin de la muerte.

--Y t toma esto, escoria sin dios -gru en su lengua.

Cerca del centro de la villa, un segundo viga se haba unido al que haba dado la alarma y, juntos, se disponan a defender la plaza. Al poco rato, se vieron rodeados por un grupo de minotauros que, a pesar de superarlos ampliamente en nmero, no parecan deseosos de atacarlos. El primer viga se abalanz con su espada sobre el minotauro que iba en cabeza, que dio un salto atrs y lo esquiv torpemente. Varios minotauros les hicieron seas de que depusieran las armas.

--Quieren que nos rindamos -dijo uno de los vigas, medio mareado por el hedor que desprendan los peludos cuerpos.

--Quieren esclavos -repuso su compaero, todava con la espada en alto.

--Somos ms listos que esos malnacidos. Ya nos escaparemos -dijo el primero-. Es mejor que morir.

--Puede que s o puede que no -replic el segundo.

Los vigas miraron en derredor en busca de apoyo, pero no lo haba. Al ver que estaban solos, bajaron las espadas. El minotauro de mayor rango se adelant y les arrebat las armas. Los dos hombres fueron atados de manos y llevados a bordo.

A medioda, la ciudad entera haba capitulado. Todos los habitantes que no haban conseguido escapar, y fueron muy pocos los que lo lograron, estaban rodeados en el muelle. Los escasos hombres, en su mayora mercaderes y adolescentes, fueron separados de las mujeres, a las que no pensaban llevarse. A los minotauros no les gustaban las humanas. Sin pelo, sin morro y sin cuernos, las mujeres humanas eran irremediablemente feas. Las dejaran para que se hicieran cargo de los nios, con una excepcin.

Un nio, un rapaz de no ms de diez aos, mir ofendido al minotauro que lo empuj hacia el grupo de las mujeres y, acto seguido, regres al lado de los hombres. Dos de los minotauros encargados de custodiar a las mujeres se echaron a rer ante la audacia del mocoso.

En lengua Comn, incorrecta pero inteligible, el comandante del barco minotauro le grit:

--T! Con tu madre!

El chico neg con la cabeza sin moverse de sitio.

--T! S, t! -El minotauro lo empuj con el lado romo del hacha-. Vuelve. No necesito cras. Pocos esclavos aqu, hombres pescando. Coger slo diez machos. T, no.

El chico se qued donde estaba, con los ojos fijos en los maderos agrietados del muelle.

--Quiero ir con vosotros -dijo, y levant la vista para mirar de frente al capitn de los minotauros-. Cuando era pequeo, mi madre se fue al cielo y mi padre me odia porque dice que se muri por mi culpa. Me quiero ir y ser un esclavo y trabajar en vuestro gran barco para vosotros.

Una de las mujeres grit e intent correr a su lado para llevrselo, pero uno de los guerreros la atrap y la hizo retroceder.

--Coge al nio, capitn -dijo uno de los minotauros en su idioma-. Tiene ms coraje que la mayora de estos desgraciados!

--Cuando tena su edad, yo era igual que l -coment el capitn a su lugarteniente-. Est bien, chico! Afilars mis armas y sacars brillo a mis correajes y a mis botas. Desde ahora eres mi esclavo personal.

Ocho hombres y el chico, de nombre Theros, subieron a bordo y fueron conducidos a la bodega, donde los esperaban los dos vigas. Los guerreros minotauros, bajo la direccin del capitn y sus lugartenientes, saquearon la ciudad en busca de cuerdas, maderos y lona para reparar la nave, adems de agua potable y alimentos. Se llevaron cuanto les pareci til y lo acarrearon a bordo. De todos modos, no pensaban pagar.

Antes de dos horas, la corbeta ya estaba cargada y se haca a la mar. Los daos no haban sido reparados, pero los minotauros disponan de una nueva provisin de esclavos y alimentos. Los hombres del lugar no regresaran a sus casas hasta el anochecer y, para entonces, la nave de los minotauros tendra unas seis horas de ventaja sobre cualquiera que saliera a perseguirla, si es que alguien lo intentaba. Los pescadores no eran rival para una corbeta de guerreros minotauros, por muy maltrecha que estuviera. Los hombres ms prudentes de la ciudad desaconsejaran la persecucin.

Una villa como aqulla no poda perder ms hombres en un solo da.

_____ 2 _____

El barco sali a mar abierta y, en cuanto dejaron de ver la costa, la tripulacin se puso manos a la obra. Los guerreros minotauros y los esclavos humanos trabajaban conjuntamente en la reparacin del maltrecho navio. Se izaron las velas del segundo mstil para dar un poco de impulso frontal al barco, pero las lonas gualdrapeaban y restallaban con la poca fuerza del viento. Nadie les prest demasiada atencin, ya que todos estaban concentrados en la reparacin de la arboladura rota. Los marineros ni siquiera se preocuparon de dirigir la nave; se limitaron a amarrar el timn en direccin norte.

Los nuevos enrolados haban sido reunidos en el castillo de proa y cada uno fue asignado a otro esclavo ms experimentado, que empez por ensearle los distintos cabos y maromas. De ese modo, los nuevos esclavos se integraban con rapidez en la tripulacin.

Nadie prest atencin a Theros, demasiado enclenque para ser de alguna utilidad. Avisado de que si no se mantena fuera del paso lo arrojaran por la borda, se sent en un montn de cuerdas enredadas y se dedic a observar.

Entre los esclavos humanos, haba dos que disfrutaban de cierta autoridad en el navio. Theros se fij en que eran los nicos esclavos que llevaban barba. Hablaban la lengua de los minotauros y dirigan los trabajos de reparacin de la nave. Los minotauros los trataban con algo ms de deferencia que al resto de los humanos.

Uno de ellos era alto, con la piel de color castao muy oscuro, y la barba y el bigote encanecidos, pareca fuerte, musculoso y podra ser que hubiera pertenecido al mismo pueblo de Theros, porque al chico le resultaba familiar. En el pasado, se haban producido otras incursiones de minotauros, pero Theros era demasiado joven para recordar ningn detalle. Conoca, sin embargo, los relatos de la gente del pueblo, que ahora tendra una nueva historia que contar.

El otro era un hombre blanco, pero con la piel tan tostada por el sol que ms pareca el pellejo de un mulo. Luca una espesa y enmaraada barba de color rojo dorado y tena los ojos azules, tan azules que se distinguan desde el otro extremo del barco.

Siguiendo las indicaciones del primer hombre, los minotauros y los esclavos acercaron el palo mayor, tendido hasta entonces en la cubierta central y, con la ayuda de cuerdas y poleas, lo izaron hasta colocarlo en vertical. Cuatro musculosos guerreros minotauros encajaron el extremo ms grueso del tronco en el trozo de mstil que haba permanecido en su lugar. Siguiendo las instrucciones del hombre de piel negra y barba gris, cuatro humanos se apresuraron a clavar tablillas que unieran las dos partes, mientras procuraban no chocar con los cuerpos de los guerreros. Luego untaron la juntura con una brea de penetrante olor y envolvieron el tronco con cuerda.

Enrollaron la cuerda tan prieta como pudieron, ayudados por los minotauros, que tiraron con ellos hasta conseguir que la espiral de soga cubriera el mstil por encima de la altura de un hombre. A continuacin, los minotauros aadieron una verga transversal que, sujeta a los lados de la embarcacin, le dio ms estabilidad.

Mientras se llevaba a cabo toda esta actividad, los dos vigas del pueblo se apartaron del grupo en direccin a la borda, cerca de donde Theros estaba sentado, y se pusieron a susurrar entre ellos.

--Saltemos -deca uno.

El humano de la barba rojiza se les acerc por detrs.

--Volved al trabajo, marineros de agua dulce! -les grit en tono desabrido.

--Seor, sois un esclavo igual que nosotros. Dejad que saltemos. Todava no estamos tan lejos que no podamos llegar a nado.

--He dicho que volvis! -gru el hombre de la barba roja y subray la orden dando tal puetazo en la mandbula del que haba hablado que le hizo rodar por el suelo.

Magullado y ensangrentado, el viga se levant del suelo y volvi al trabajo.

Las labores de reparacin siguieron su curso. Los minotauros trabajaban igual que los humanos, a excepcin del capitn y los oficiales, que permanecieron casi todo el da en los camarotes, situados bajo el castillo de proa, y slo de tanto en cuanto salieron a comentar algn detalle con los dos capataces humanos. El barco segua avanzando en direccin norte, hacia mar abierto.

Cuando el sol ya se acercaba a la raya del horizonte, el capataz de piel oscura trep al castillo de proa. Cogi la taza que colgaba a un lado del barril de agua y bebi un largo trago sin pararse a respirar. Dej la taza en el gancho y se sent a inspeccionar el trabajo con aire de satisfaccin. Theros, aburrido, se puso en pie.

--Y yo qu tengo que hacer? -pregunt con emocin.

El hombre levant la vista hacia el muchacho, sacudi la cabeza y le indic con un gesto que se sentara. Theros, decepcionado, hizo como que no le entenda.

--Soy ms fuerte de lo que parezco. Qu puedo...?

El hombre frunci el ceo e hizo que Theros se callara al tiempo que le sealaba, con un ademn severo, el montn de cuerdas en el que haba estado sentado. Theros nunca haba obedecido a su padre, al que tanto le daba una cosa como otra, y ya iba a responder cuando vio la mirada del hombre. Se trag las palabras y volvi dcilmente a su puesto.

Cuando el sol se hubo hundido en el mar, los guerreros minotauros bajaron a la entrecubierta. A travs de la escotilla, a Theros le lleg un apetitoso olor a carne y a pescado guisados. No haba comido nada desde la maana.

--Tengo hambre -anunci-. Cundo comemos?

El capataz no le contest. Sigui all sentado, mirndose las manos. Habra podido pensarse que dorma, si no fuera por los ojos abiertos. El ruido de unas botas que se acercaban pisando con fuerza hizo que Theros se volviera. Un guerrero minotauro se abalanz sobre l, lo cogi por el hombro y lo alz de un tirn. Desacostumbrado al escaso peso de un nio humano, poco falt para que lo lanzara al otro lado de la cubierta, pero enseguida volvi a cogerlo con firmeza y lo levant en el aire, con las piernas y los brazos colgando.

--No hablar! La prxima vez te azoto. No hablar!

Lo solt y Theros cay sobre la cubierta hecho un guiapo. Las lgrimas se le agolpaban en la garganta, pero se contuvo. Las regainas de su padre le haban enseado a no dejar que nadie le viera los ojos hmedos y, adems, al abandonar la villa, haba jurado que no dejara que nadie lo volviera a maltratar, ni fsica ni mentalmente.

Las palabras de su madre se repetan una y otra vez en su cabeza. Lo nico que recordaba de ella era el momento, justo antes de morir, en que lo llam junto a su lecho. Le puso la mano en la cabeza y le dijo:

Los antiguos dioses nos han abandonado. No me gustan estos dioses nuevos que no parecen tener nada que ver con nosotros. Hasta que encuentres un dios que te proteja, Theros, te doy mi bendicin. S valiente y no desperdicies los dones que te han sido otorgados.

Theros no habra podido decir qu dones eran sos, pero saba que los tena y que hacan que valiera tanto como cualquier hombre, o como cualquier minotauro.

Contuvo las lgrimas y se qued inmvil hasta mucho despus de que el minotauro desapareciera por la escotilla.

Al caer la noche, los guerreros minotauros empezaron a salir de la entrecubierta, rindose y charlando entre ellos. Cuando el ltimo de los minotauros sali al exterior, los guardianes comenzaron a conducir a los esclavos hacia la cocina. Finalmente, el capataz se levant, se acerc a Theros, lo toc en el hombro y le indic por gestos que lo siguiera.

Bajaron por la escalera del castillo de proa y luego por la que parta de la escotilla hacia la cocina interior. Theros iba delante, arreglndoselas como poda para bajar aquellos escalones tan altos. Detrs de l, el capataz se detuvo a comprobar que no quedara ningn humano en la cubierta antes de cerrar la escotilla.

Entraron en un recinto caliente y atestado de humanos, entre los que estaba el hombre de la barba roja, que hizo un vago gesto de atencin al ver aparecer al capataz. Haba una larga mesa de madera con bandejas de pescado, carne y pan.

Theros nunca haba olido una comida tan apetitosa, aunque tampoco haba tenido nunca tanta hambre. Su padre, un pescador, lo trataba a gritos y se despreocupaba de l, pero al menos siempre traa algo que poner en la mesa. En la corta vida del muchacho, nunca le haban negado una comida. Le ruga el estmago y la boca se le haca agua.

El capataz hizo un gesto al hombre de la barba roja y todo el mundo se puso a hablar, aunque en susurros. Apoy la mano en el hombro de Theros y le hizo dar media vuelta para mirarlo de frente.

--Cmo te llamas, chico? -le pregunt.

--Theros -respondi, y luego aadi orgulloso-: Soy un nuevo miembro de la tripulacin.

El capataz sonri y le apret el hombro.

--Entiende esto bien desde el principio, Theros. T no eres un miembro de la tripulacin. A bordo de este barco, eres un esclavo. Me llamo Heretos Guntoos. Soy el capataz de reparaciones del barco pero, al contrario que t, yo no soy esclavo, sino un miembro como cualquier otro de la tripulacin del capitn. Me pagan por mi trabajo y me pagan bien. T, en cambio, eres un esclavo, como todos los otros humanos a bordo de este barco, excepto Timpan el Rojo; aquel de all. Tienes que entender eso enseguida. Escucha lo que te digo.

A Theros se le fueron los ojos hacia la comida y Heretos le dio un sopapo en la oreja para que le prestara atencin.

--Te he dicho que escuches!

Con una mueca de dolor, Theros volvi a mirar al capataz.

--Bien. Otra cosa: nunca jams hables en presencia de un minotauro, a no ser que l te dirija la palabra en primer lugar. Aqu abajo, ahora podemos hablar porque no hay ningn minotauro. Si entrara uno de ellos, todas las conversaciones deberan interrumpirse. El capataz de navegacin, Timpan, aquel de all -dijo sealando al hombre de la barba roja-, y yo podemos hablar en cubierta para dirigir el trabajo, pero t no gozas de ese privilegio. Te habrs dado cuenta, chico, de que no he hablado contigo en el castillo de proa. Te habran azotado por una transgresin as. Lo entiendes?

--S... seor -contest Theros.

--Parece que aprendes rpido -prosigui Heretos asintiendo con la cabeza-. Lo que te he dicho es por tu propio bien. Nunca haba visto un esclavo tan joven como t. Normalmente slo cogen hombres hechos y derechos. Por qu te habrn subido a bordo? Qu pueden querer de ti?

Theros vio un inters sincero en los ojos de aquel hombre, ms del que su padre haba demostrado nunca por l.

--Todava no s cul es mi trabajo, seor, as que no puedo decirle qu hago aqu.

Heretos sonri.

--Te mantendrn ocupado, de eso estoy seguro, pero ahora vamos a ver si hay un poco de comida y de agua para ti.

El capataz llev al chico junto al hombre que serva la comida, un humano de escasa estatura y apariencia endeble que ola a pescado. En voz baja, Heretos dijo:

--ste es Theros, uno de los nuevos. Me parece que te ayudar aqu abajo de vez en cuando. Ocpate de l cuando tengas tiempo. -Se volvi hacia Theros y continu-: ste es Aldvin, el cocinero. Sirve una comida a los minotauros, y luego otra para nosotros. Timpan y yo solemos comer con los minotauros pero durante toda esta semana lo haremos con vosotros para ensearos cmo os debis comportar. A los esclavos normalmente slo se os dan las sobras pero, si cocina Aldvin, siempre es buena comida. Se come al amanecer y justo despus de que anochezca. Puedes beber agua en el castillo de proa a cualquier hora del da, siempre que tu trabajo lo permita.

Theros asinti, pero estaba mucho ms interesado en la escudilla de humeante guiso de pescado que le haban puesto entre las manos, y en el pequeo mendrugo de pan negro con el que el cocinero acababa de coronarlo.

--Venga, chico. Ve a comer.

Theros se sent en un banco y devor la comida en un abrir y cerrar de ojos. En cuanto acab, le llev la escudilla al cocinero.

--Estaba muy bueno. Tomar un poco ms.

Sorprendido, oy que todos se echaban a rer, incluido el cocinero.

--Lo siento, chico. Te toca lo que se te sirve y nada ms. El resto es para la comida de la maana y la mayor parte les corresponder a los que hacen el trabajo duro. Cuando necesites ms, ya te lo dar, pero de momento no lo necesitas.

Theros tom aire para protestar, pero not que las risas cesaban bruscamente y se haca el silencio. Dos minotauros haban bajado a la cocina.

--Soy Kavas, el capitn de este barco de guerra -dijo el minotauro en Comn-. El barco se llama Blatvos Kemas y nos ha proporcionado grandes honores, a m y a mi tripulacin. ste es mi segundo, Rez.

Kavas superaba en talla al resto de minotauros y Theros se pregunt si eso tendra algo que ver con el hecho de que fuera el capitn.

--Capataz de reparaciones -continu Kavas-, coge seis de los nuevos. Capataz de navegacin, coge el resto. Cuando las reparaciones ms importantes estn acabadas, que pasen cuatro de reparaciones a navegacin. Quiero que el barco est dispuesto para la batalla en dos das. Cada da, durante dos horas despus de medioda, la cubierta debe quedar libre para que los guerreros practiquen. Eso es todo.

Los minotauros hicieron ademn de marcharse y Theros se puso a agitar el brazo derecho como un loco. El capitn se gir hacia Heretos.

--A qu viene todo ese meneo de brazos?

--Es una costumbre que se les ensea a los nios humanos -respondi Heretos bajando ligeramente la cabeza-. Intenta captar vuestra atencin para haceros una pregunta, seor. Sabe que no debe hablar sin permiso.

--Tienes permiso para hablar, chico.

--Qu hago yo, capitn? -pregunt Theros-. Qu me toca hacer?

El capitn Kavas dud unos instantes, como si se estuviera haciendo la misma pregunta. Luego, dijo:

--He decidido que no necesito un esclavo personal. Sers el esclavo de mis guerreros. Cuando necesiten algo, t se lo hars. Capataz de reparaciones, al amanecer lleva al chico al comandante de los guerreros.

Sin esperar respuesta, el capitn subi por la escalerilla y sali de la cocina. El segundo minotauro lo sigui. En cuanto estuvieron fuera, los esclavos volvieron a hablar y a comer. Theros, todava hambriento, los observaba.

_____ 3 _____

An era de noche cuando Theros fue despertado con rudeza por alguien que le sacuda con un palo. Se incorpor de golpe, sorprendido e indignado.

--Levanta! Hora de empezar a trabajar -le dijo Heretos-. Esta maana, primero ayudars a Aldvin en la cocina y luego empezars a trabajar para los guerreros. Entendido?

Theros asinti. Todava medio dormido, salt de la litera y se fue hacia el barril de agua, donde meti las manos dispuesto a lavarse la cara. Heretos lo cogi y lo puso frente a otro barril de agua salobre con olor a pescado.

--Te lavas con agua de mar, chico. Nunca malgastes agua potable para otra cosa que no sea beber. Es la regla nmero uno de la mar, y piensa que ella no perdona errores.

Le dio un pequeo cuenco de metal y un trapo. Theros lo llen de agua de mar y se frot todo el cuerpo con el trapo empapado, pasndoselo incluso por los dientes. Por ltimo, se enjuag la boca con un poco de agua y luego la escupi en el cuenco. Desde pequeo, saba que beber agua de mar era la mejor manera de quedarse sin desayuno, porque te ponas tan malo como un perro medio ahogado. Cogi el cuenco y, tal como haba visto hacer a los dems, levant la tapa de una portilla y arroj el agua al exterior.

El sabor del agua de mar era asqueroso. Theros tom un buen trago de agua dulce del otro barril. Preparado para empezar el da, se gir hacia Heretos y lo vio abofetear a uno de los vigas que, al parecer, no sola levantarse tan temprano.

Theros subi por la escalera hasta la cubierta. El cielo ya empezaba a colorearse a la tenue luz con que el sol seduca al mundo. La mar segua en calma. Theros cruz la cubierta corriendo, mientras intentaba recordar dnde estaba la cocina. Por poco se cae cuando el otro viga, que acababa de salir a cubierta, le propin un empujn.

--Aparta de mi camino, chico -gru el guarda.

Un minotauro se gir bruscamente.

--Has hablado, perro.

Golpe al hombre en el estmago con el lado romo del hacha. El esclavo maldijo en voz alta y escupi en el suelo, por lo que el minotauro le dio un revs con el mango del hacha que le hizo desplomarse como si fuera un montn de algas. Qued all inmvil, y el minotauro sigui su camino.

Una palmada en la espalda le record que tena trabajo que hacer. Heretos, detrs de l, lo empujaba por la cubierta. Theros observ el cuerpo del esclavo mientras descenda por la escalerilla. Se le haba quedado grabada la imagen del guerrero balanceando el mango del hacha para golpear brutalmente la mandbula del hombre y tumbarlo del golpe.

Aldvin ya estaba en la cocina trabajando. Haba encendido los fuegos y calentaba agua. Al ver a Theros, le hizo un gesto.

--Toma, coge este barreo y llnalo con el pescado de anoche. Est all, en aquel barril. -El chico mir hacia donde le indicaba y vio un barril atado a un poste-. S, en se. Qu pasa, chico?

Theros abri la boca y la volvi a cerrar. Aldvin se ech a rer.

--No te preocupes. Aqu abajo podemos hablar, siempre que no haya ningn minotauro, y no vendr ninguno hasta que el sol haya salido del todo. Venga, chico, a la faena. Si encuentras alguna espina, chala a este cubo. Entendido?

El nio asinti y se fue a hacer lo que le mandaban. Aldvin prepar el pescado aadindole ms especias y calentando la mezcla en los fogones. Theros lav las escudillas y llen de agua unas jarras grandes. Justo cuando iba a colocar la ltima en la mesa, un minotauro salt desde la cubierta, sin utilizar la escalera. El ruido del impacto sobresalt al muchacho, que derram el agua por toda la mesa.

--T! Enano! Treme el almuerzo!

Theros fue corriendo hacia Aldvin, que le tendi una escudilla llena de comida humeante, y el chico se la llev al minotauro. Cuando se la puso delante, el minotauro le cogi por el cuello de la camisa.

--Me has visto ocuparme de ese esclavo indisciplinado, verdad? Te lo advierto, nunca contrares a un minotauro de este barco. Lo que has visto hoy es lo mismo que te har a ti si alguna vez me desobedeces. Andando! Treme agua!

El chico cay de espaldas, pero Aldvin le hizo una sea y enseguida se levant y corri hacia el armario en el que se guardaban los vasos. Cogi uno, lo llen en el barril de agua potable y se lo llev al guerrero. Para entonces, ya haban bajado a la cocina unos cuantos minotauros ms, que se rean al ver correr a Theros de un lado a otro mientras hacan comentarios en su idioma. Por el tono de voz, no decan nada halageo. A Theros le ardan las orejas.

Entre el calor, los gritos y la confusin reinante, cada vez estaba ms aturdido. Los guerreros le exigan que se apresurara con la comida, que les llevase agua, que limpiara lo que se derramaba, que fuera ms rpido, cada vez ms rpido. Aldvin lo observaba y disfrutaba del espectculo. Los minotauros se divertan enviando al aterrorizado muchacho a buscar lo primero que se les ocurra, rechazndolo a gritos cuando lo traa y envindolo por cualquier otra cosa.

--Silencio! -se oy decir a una voz profunda e imponente.

Todas las cabezas se giraron. De pie junto a la escalerilla, el capitn miraba con reprobacin a los guerreros. Habl en el idioma de los minotauros, que Theros no entenda, pero luego Aldvin se lo tradujo.

--A esto llamis honor? Es ste el cdigo del guerrero? Os diverts gritando a un nio que est entre nosotros por su propia voluntad. Con ese nico acto, ha demostrado tener ms valenta que todos vosotros juntos. Y vosotros os llamis poderosos guerreros? Comed y volved al trabajo. No quiero volver a ser testigo de semejante espectculo.

El capitn, ahora flanqueado por el primer y el segundo de a bordo, se acercaron a Aldvin y le pidieron su comida. El cocinero les tendi un cuenco rebosante de pescado y un vaso lleno de agua. Se dirigieron a una mesa y se sentaron de espaldas al resto de los guerreros. No miraron a Theros.

Los guerreros guardaron silencio y se apresuraron a vaciar sus cuencos. En cuanto terminaron de comer, salieron de la cocina. Al poco rato, todos los guerreros se haban ido a cubierta y solamente quedaban los tres oficiales comiendo en su mesa.

Aldvin le hizo un gesto a Theros para que empezara a recoger las escudillas y los vasos, y los lavara en el fregadero. Theros obedeci, pero sigui mirando a los tres minotauros que, sentados de espaldas a l, susurraban entre ellos.

Se llev todas las escudillas al fregadero, vaci los restos en un cubo, y se puso a fregarlas. Haca esfuerzos desesperados por olvidarse del hambre que tena. No volvi a mirar hacia las mesas hasta que oy voces, voces humanas.

Los tres oficiales haban terminado de comer y se haban marchado, y los esclavos ya bajaban a la cocina. Theros se fue hacia la mesa que haban ocupado los oficiales, dispuesto a recoger los tres servicios de vajilla, pero una mano en el hombro lo detuvo. Theros se par y levant la vista. Aldvin le sonrea mientras le sealaba los tres cuencos junto al fregadero.

--Ya me he ocupado yo, chico. Han sido un poco rudos contigo no? Te dir un secreto.

Theros lo mir expectante.

--No dejes que vean que tienes miedo. Haz lo que te digan pero mantn la cabeza alta y mira de frente. Ya vers cmo te respetan.

Aldvin mir a los hombres, que ya haban empezado a sentarse.

--Venga, chico, a ver si les damos algo de comer a todos estos hombres. Yo sirvo la comida y t la repartes.

El resto de la maana en la cocina transcurri sin incidentes. Despus de que todos hubieran desayunado, Theros y Aldvin comieron los restos y luego lo lavaron todo. Una vez acabado el trabajo, Aldvin envi a Theros a la cubierta.

--Sube y busca a los guerreros. Trabajars para ellos el resto del da. Yo me quedo aqu limpiando el pescado para la cena. Ya volvers a ayudarme a limpiar cuando vuelvan a comer. Ve, y procura no meterte en los.

Tan cansado que apenas poda andar, Theros subi la escalerilla. Al llegar a la cubierta, tuvo que hacer visera con la mano para protegerse del sol de medioda, que brillaba despiadado en el cielo azul, limpio de nubes. Sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la luz directa. Mir a su alrededor y vio que la cubierta elevada de popa estaba siendo utilizada como campo de prcticas. Los guerreros se balanceaban, embestan y esquivaban los golpes mientras se ejercitaban con sus armas de guerra. En otros lugares del barco, los esclavos trabajaban para dejar el navo en las mejores condiciones de navegacin. El palo de proa ya haba sido aparejado de nuevo y los hombres se afanaban con el nuevo palo mayor.

Vio a un minotauro sentado junto a la borda, apartado del resto. Con una pila de armas a su lado, se ocupaba de reparar correajes y talabartes de cuero. Theros se acerc y se qued de pie junto a l. El minotauro tena la atencin puesta en una vaina y, al principio, no advirti su presencia.

Theros se qued all de pie, sin saber qu hacer, hasta que finalmente, se sent y cogi una espada y una muela. Su padre le haba enseado a afilar los cuchillos de pesca, y la espada no era tan distinta. Se puso a trabajar.

El minotauro levant la vista alarmado. Ya iba a regaarlo cuando vio que haca algo til y volvi a su trabajo.

Theros afil la espada y luego un hacha y otra espada ms. Tena habilidad para las tareas manuales. Pasaba la muela por la hoja, frotndola lenta y regularmente. El proceso se repeta una y otra vez, a lo largo de toda la hoja, hasta que el arma recuperaba el filo desde la punta hasta la guarnicin. Despus de afilarla, saba que deba mojar la punta en un pequeo frasco de aceite y untar bien toda la hoja y la guarnicin, para que no se oxidaran. Luego, la volva a cubrir con la vaina y coga la siguiente.

El minotauro trabajaba a su lado, sin decir palabra pero observando atentamente su trabajo y, cuando acababa con una pieza, le tenda la siguiente.

Sentado al sol, Theros pronto sinti sed, pero le daba miedo interrumpir la tarea y se pas la lengua por los labios resecos. Al verlo, el minotauro gru. Cuando Theros lo mir, seal el puente, gru otra vez y volvi a concentrarse en el cinturn de cuero.

Mientras Theros cruzaba la cubierta, observaba fascinado las distintas labores que se llevaban a cabo. El barco recuperaba sus dotes marineras. Se haban retirado los escombros y remendado las lonas. A medida que las velas eran desplegadas, la nave coga velocidad.

De un costado del barril de agua potable, colgaba un cazo. Un hombre se acerc, lo cogi, lo hundi en el agua y bebi con avidez. Theros reconoci al antiguo viga. La mandbula inferior se le haba teido de un color negro violceo y tena el labio partido. El simple acto de beber le resultaba doloroso. Mir a Theros con odio.

--Por tu culpa, mocoso bastardo, pero ya vern -murmur colgando el cazo en su lugar.

Theros lo cogi y bebi con ansia. Llevaba toda la tarde al sol y no se haba dado cuenta de que empezaba a deshidratarse. Llen otra vez el cazo y volvi a beber.

El capitn sali a la cubierta principal por una puerta en la parte inferior del castillo de proa. Dio unos pasos y se puso a examinar las velas y los mstiles. Mova lentamente los ojos, repasando cada uno de los nudos, cada aparejo y cada costura.

El viga, de pie junto a Theros, se estremeci. Rebusc nerviosamente entre sus ropas y se dirigi a la cubierta principal. Descendi por la escalera, se dio la vuelta y avanz dos pasos, hasta colocarse detrs del capitn, a menos de un metro. El minotauro no lo haba visto ni odo. Se meti la mano por debajo de la camisa y sac un cuchillo.

Theros ms adelante se preguntara a menudo por qu actu como lo hizo. Quiz fuera porque el capitn haba alabado su valenta o porque no crea justo que ningn hombre, o minotauro, muriera apualado por la espalda. Theros grit con toda la fuerza de sus pulmones.

--Capitn! Detrs de ti!

El capitn se gir cuando el viga ya arremeta con el cuchillo. Sus reflejos de guerrero le permitieron esquivarlo al tiempo que desenvainaba el pual. El humano y el minotauro estaban el uno frente al otro, en posicin de ataque y con los cuchillos levantados. Todos los trabajos se interrumpieron.

Los guerreros que estaban en la cubierta de popa corrieron hacia el frente para ver qu pasaba y los dos oficiales se acercaron al castillo de proa armados con sus hachas de guerra, pero nadie intervino. El derecho a matar a ese aspirante a asesino corresponda al capitn.

El humano y el minotauro describan crculos y guardaban las distancias. Al pasar junto al palo mayor, el hombre se hizo con una estaquilla de apuntalar de casi un metro de largo. Ahora tena dos armas. Media vuelta ms y el hombre se decidi a actuar. Embisti hacia adelante con el cuchillo, al tiempo que se protega con la estaquilla; esgrimindola como una clava improvisada. El capitn esquiv el golpe y avanz el brazo con el que sostena el cuchillo. El hombre intercept el golpe, pero haba sido un ataque fingido. El capitn levant la pierna y le dio un rodillazo en el pecho.

El humano dej caer las armas y se derrumb sobre la cubierta. Rod hacia un costado con las manos sobre el pecho. Primero boque para coger aire y luego se qued inmvil. El capitn esper atento en posicin de ataque. Pas un rato sin que el hombre se moviera y finalmente el capitn guard el cuchillo. Los otros dos oficiales se adelantaron y uno de ellos puso el cuerpo boca arriba. Estaba muerto.

El capitn, de pronto, pareci recordar el grito que le haba salvado la vida y se volvi hacia Theros. Hizo un gesto de reconocimiento y luego se meti en su cabina. Los otros dos oficiales lo siguieron al interior del castillo de proa.

Timpan y Heretos dejaron los aparejos y se acercaron al lugar donde yaca el hombre. Los dos miraron a Theros y luego al muerto, sacudiendo la cabeza. El chico no supo adivinar qu pensaban ellos dos, pero observ cmo los otros esclavos lo miraban con odio. Los dos capataces levantaron el cuerpo y lo arrastraron hasta la borda. Heretos le cerr los ojos y, entre los dos, apoyaron el cadver en la batayola y lo dejaron caer a la mar. Nadie dijo una palabra.

Theros se qued mirando cmo flotaba el cuerpo en el mar e iba alejndose del barco en movimiento, hasta que finalmente lo perdi de vista cuando se hundi entre las olas.

Qu he hecho?, se pregunt desesperado.

_____ 4 _____

Theros se despert sobresaltado. Sacudi la cabeza e intent ver algo entre las tinieblas. No reconoca el lugar y menos an cmo haba llegado all. El suelo se mova dando bandazos, ora a la izquierda, ora a la derecha. Procedentes de todas direcciones, le llegaban voces que susurraban en la oscuridad. De pronto, record los acontecimientos de los ltimos dos das.

Sus ojos empezaron a acostumbrarse a la penumbra. No estaba tan oscuro como haba pensado. Vislumbr unos cois que se balanceaban y las literas que se alineaban a ambos lados del camarote. Le haban asignado una litera en el lado de babor. Haba ms hombres que camas, pero no importaba, porque siempre haba algunos de ellos haciendo la guardia nocturna. En los cambios de turno, unos ocupaban las literas de los otros. Nadie deba preocuparse por si le tocaba dormir en coy o en litera, ya que, a efectos prcticos, eran idnticos. Como esclavos, no tenan nada de su propiedad y, por tanto, nada podan disputarse.

Se dio cuenta de que las voces que haba odo no eran tales voces, sino el embate de las olas contra el costado de la nave.

Theros se sent en la litera e intent identificar el ruido que lo haba despertado. Oy que se abra la escotilla del techo y vio que alguien descenda con lentitud por la escalera. No haca ningn ruido, lo que era bastante extrao, dado que llevaba armadura y ms armas de las que el chico crea. La figura avanz directamente hacia Theros. Si alguien ms estaba despierto, no se movi.

Cuando estuvo ms cerca, Theros vio que era un minotauro, pero no uno cualquiera. Era enorme, tena unos cuernos inmensos y llevaba una armadura de cuero tachonada de oro. Theros haba aprendido la leccin y no os moverse ni hablar. El minotauro fue directo al lecho del muchacho y, al ver que estaba despierto, le hizo seales de que le siguiera.

Theros salt de la litera y fue en pos del gigantesco minotauro por la escalerilla hasta el castillo de proa. No vio a nadie en cubierta. Qu haba pasado con la guardia nocturna? El minotauro le indic que se sentara en un cajn. Obedeci, mir expectante a aquella criatura colosal y record el consejo de Aldvin: No dejes que vean que tienes miedo. Junt las manos y las apret con fuerza.

No sabes quin soy, verdad? -dijo el minotauro, pero, al hablar, no emiti ningn sonido. Las palabras resonaron en la mente de Theros, eso fue todo.

Theros neg con la cabeza.

Puedes hablar conmigo. No soy miembro de la tripulacin de este barco. Soy Sargas y protejo a los minotauros, entre otras criaturas.

Theros abri la boca.

--Yo soy...

Detente, pequeo humano. S quin eres y qu eres: uno de mis hijos. Sabes que existen los dioses, joven Theros?

--No hay dioses, seor -respondi Theros-. Un hombre de nuestro pueblo dice que los antiguos dioses nos abandonaron despus del Cataclismo y que...

Basta! -gru el minotauro y lo mir con fiereza-. Ya s que hay hombres que dicen esas cosas. Se autodenominan Buscadores en el lenguaje humano y dicen que son los nicos clrigos que quedan en Krynn.

Djame decirte lo que necesitas saber de los dioses, pequeo Theros. Slo debes preocuparte por el dios que gobierna tu vida, y se soy yo, Sargas, dios de los minotauros, del honor, la guerra y la venganza. Reverenciame, Theros, porque soy tu seor entre los seores.

Theros miraba perplejo al minotauro.

--No eres un dios, eres un minotauro. No lo entiendo. -Record entonces algo que haba odo decir al Buscador-. Si eres un dios, demustramelo.

La ira deform el rostro del colosal guerrero y habl con voz estentrea, aunque no se oy absolutamente nada.

Verdaderamente no sabes nada de los dioses, verdad, pequeo Theros? Son los mortales los que necesitan ser reconocidos por m, son ellos quienes deben demostrarme que merecen el honor de que los reconozca, hacerme ver que poseen las habilidades del buen guerrero y la mente despierta de los estrategas.

Theros estaba aterrorizado, pero decidi permanecer tranquilo. Sargas lo observaba y, al cabo, sonri.

Eres valiente y eso me gusta. Por esta vez, har gala de humildad y te demostrar que soy un dios de poder inigualable.

Mientras hablaba, el minotauro se iba haciendo ms y ms grande, hasta que el barco qued entre sus piernas. Segua sin orse el menor ruido, pero las palabras retumbaban en su mente. De pronto, al minotauro se le alargaron los brazos y le salieron plumas. Theros no poda dar crdito a sus ojos. En pocos segundos, el gigantesco minotauro se haba convertido en un buitre inmenso, que alz el vuelo. Un brillo rojizo perfilaba su contorno. Vol por encima del barco, y luego extendi las garras y se lanz en un picado vertiginoso directamente hacia Theros.

El descomunal buitre iba a destrozar a Theros, quien, sin embargo, permaneci inmvil, no por valenta, sino porque el terror lo haba paralizado. El buitre aterriz como un rayo en el mismo punto en el que antes haba estado el minotauro y, en el ltimo instante, recuper su forma original. Sargas estaba frente a Theros y sonrea.

Theros no poda creerlo, no entenda qu era lo que acababa de ver. Se frot los ojos y se pellizc para asegurarse de que estaba despierto. El minotauro segua all de pie, frente a l.

Sargas se dobl por la cintura y mir a Theros directamente a los ojos.

Hace dos das, Theros, estabas en la playa y no eras ms que un chico de pueblo cuyo destino era ser pescador. Detestabas esa vida y tuviste el buen sentido de decidirte a compartir tu suerte con los guerreros minotauros. Eso me complaci sobremanera, y desde entonces te he estado observando.

Ayer te revelaste como un verdadero campen del honor. Podras haber dejado que el guerrero humano hundiera su pual en la espalda del minotauro que, al fin y al cabo, era tu enemigo, pero, en cambio, reconociste la cobarda que entraaba ese acto y avisaste a tiempo al capitn. Me complaciste nuevamente.

Eres un humano con una vida prometedora. He venido para revelarme a ti y guiar tus pasos por el camino correcto.

Theros mir los ojos de Sargas, que eran autnticas simas de oscuridad. Su mente se lanz al vaco de tinieblas y, al alcanzar el centro, lo vio todo sin ver nada. Theros crey.

--Qu debo hacer, mi seor?

Sargas se incorpor.

En todo momento debes tener en mente el honor. Si me honras, te honrars a ti mismo, y reconocers la verdadera virtud que hay en el honor. Aprende el arte y el oficio de la guerra y no olvides que te aguarda un destino excepcional. No malgastes tu vida. Tmala y sala, forjndola segn tu voluntad, tal como hiciste en la playa hace dos das o ayer en este barco.

Me vers tres veces a lo largo de tu vida, Theros. sta ha sido la primera. No tendrs ninguna seal previa, pero las visitas se producirn en momentos de crisis, en los que te mostrar el camino que desee que tomes.

Sin previo aviso, el minotauro volvi a convertirse en un buitre de alas gneas y emprendi el vuelo. Theros sigui con la vista al pjaro, que se fue elevando en el cielo nocturno hasta convertirse en un punto y confundirse con una estrella.

Theros volvi a su litera, dispuesto a repasar mentalmente los acontecimientos de aquel da para poner un poco de orden en su cabeza, pero no tard en caer en un sueo muy profundo. Cuando despert, la tripulacin de minotauros examinaba estupefacta la pluma negra de buitre que haba encontrado en la cubierta. Decan que estaban demasiado lejos de tierra firme para que un buitre volara sobre el barco.

SEGUNDA PARTE

_____ 5 _____

--Buen da, maestro forjador.

--Bah! Por qu los humanos siempre pretenden que crezcan flores en el estircol? Hace un da horrible. No para de llover y hay barro por todas partes. Por qu dices que es un buen da, Theros?

El minotauro mir enfurruado al joven, quien a sus dieciocho aos era un muchacho alto y robusto. Tena los brazos bien desarrollados y las manos grandes y fuertes. Llevaba el pelo corto e iba afeitado, tal como era costumbre entre los siervos humanos de los minotauros.

--Es un buen da porque hoy entraremos en batalla, maestro forjador -repuso Theros.

El herrero sacudi la astada cabeza y resopl.

--Dudo mucho que los elfos ataquen hoy. No me parece que este tiempo les convenga. Apostara que la batalla ser maana, pero eso significa que tenemos muchsimo trabajo que hacer. Yo har puntas de flecha y t ponte a hacer puntas de lanza. Nunca hay bastantes. Los guerreros las usan como si fueran rocas que encontraran por el suelo. No se dan cuenta de lo mucho que cuesta hacerlas!

--Me mimis demasiado, Hran -contest Theros haciendo una mueca-. Sabis que odio hacer puntas de flecha. Son tan entretenidas! Pero a vos os cuesta todava ms que a m. Tenis las manos demasiado grandes. Dejad que haga yo las flechas y ocupaos vos de las lanzas.

--Ests aprendiendo. Saber quin es bueno para cada tarea es la manera de conseguir que se haga mejor el trabajo. Pero ahora basta de chchara y a trabajar. Los humanos os pasis la vida hablando...

Theros se puso a alimentar el fuego. La fragua estaba montada desde el da anterior, pero hasta entonces no haba podido ser utilizada. El fuego tardaba un da entero en acumular el calor suficiente para poder trabajar el metal.

El minotauro Hran era el maestro forjador de armas y guarnicionero del tercer ejrcito minotauro. El ejrcito llevaba casi todo el verano movilizado, en lucha contra los elfos de los bosques de Silvanesti. Haca un ao, un grupo de minotauros haba decidido que el rea costera era un lugar ideal para establecer su asentamiento. Encabezados por un pirata llamado Klaf, haban levantado en la costa una poblacin fortificada.

Era el primer asentamiento minotauro en el continente desde que el Cataclismo hizo desaparecer gran parte de ste, dejando aislada la tierra de los minotauros del resto de Ansalon. El plan consista en que la poblacin creciera hasta convertirse en una ciudad y luego en una fortaleza costera. Una vez que estuvieran bien establecidos, sera imposible expulsarlos, y nadie podra impedir que los minotauros ensancharan su tierra natal por muchas fuerzas de defensa que se les opusieran. Los elfos no tenan ms alternativa que atacarlos mientras todava establecan la nueva colonia en Ansalon.

Y eso era precisamente lo que haban hecho. Conocedores de que los minotauros eran los amos del mar, los elfos haban reunido sus fuerzas para intentar recuperar la zona costera utilizando los ejrcitos de tierra. Los minotauros tendran que sudar para conquistar cada palmo.

Klaf, el adalid minotauro, dirigi una peticin al Crculo Supremo y solicit un ejrcito para derrotar a los elfos. Si conseguan vencerlos, el mar y las costas estaran a disposicin de los minotauros y, desde all, podran enviar expediciones de rapia por todo Ansalon.

El emperador, a travs del Crculo Supremo, concedi a Klaf el mando de un ejrcito minotauro y le asign la misin de acabar con la amenaza lfica en la zona de la colonia, aunque se le advirti explcitamente que el honor de todo su clan dependa del xito de la campaa. Slo haba un pequeo problema y era que no disponan de ningn ejrcito preparado para la guerra. El tercer ejrcito se dedicaba por entero a las ceremonias y a los desfiles y, por lo comn, no se mova de la capital, Lacynes. El tercer ejrcito nunca haba entrado en combate. Preparar a los guerreros para un enfrentamiento real requerira un esfuerzo titnico.

Durante el ao anterior, Klaf no haba hecho otra cosa y, para entonces, sus batallones llevaban siete meses luchando contra las unidades lficas de la zona, empujndolas lenta e inexorablemente tierra adentro, pero dos semanas atrs, cuando Klaf ya pareca tener la victoria asegurada, los espas le haban informado de que al enemigo le haban llegado refuerzos, un ejrcito de ocho mil elfos guerreros que se propona atacar a los minotauros en campo abierto. Aunque la infantera de los minotauros fuera superior, los elfos tenan excelentes arqueros y una caballera ligera capaz de hacer estragos entre los lentos minotauros.

Klaf crea firmemente que slo los aficionados maquinaban estrategias y tcticas, mientras que los profesionales se concentraban en la logstica. Saba que los arqueros eran el punto flaco de su ejrcito, pero el botn obtenido en las primeras batallas le haba permitido contratar mercenarios, arqueros humanos, con los que completar sus fuerzas.

Protegiendo la entrada de provisiones a travs del mar, se haba asegurado de que el ejrcito estuviera bien alimentado y perfectamente equipado. Cientos de habilidosos artesanos, cocineros, carpinteros y capataces haban sido reclutados entre la tripulacin de la flota de barcos minotauros para que trabajaran en la poblacin costera. Uno de ellos era Theros, que haba servido a bordo de un barco minotauro desde los diez aos, ahora haca ocho.

En esos aos, Theros demostr una gran habilidad afilando armas, un trabajo que haba escogido casi por casualidad. Haba conseguido tal arte en la reparacin del cuero y en el mantenimiento del arsenal de la nave que su reputacin se extendi ms all del barco de guerra en el que serva.

Los guerreros del Blatvos Kemas haban tenido xito en la guerra y, naturalmente, haban sido recompensados, pero, adems, el capitn de la nave haba concedido a Theros el raro honor de mencionarlo en los informes, diciendo que la calidad de las armas y las armaduras era tal que un guerrero poda confiar en que le permitiran demostrar su verdadera vala. Por desgracia para el capitn, el elogio a Theros llam la atencin de un acaudalado miembro del Crculo Supremo, quien gan al chico en una apuesta con el capitn sobre un batalla naval, para afliccin de la tripulacin y los guerreros.

Theros no fue el nico objeto valioso que gan aquel miembro del Crculo Supremo. Varios barcos, con esclavos, tripulacin, guerreros y provisiones incluidos, fueron a parar a las manos del minotauro de alto rango, que envi la mayora de sus ganancias al renovado ejrcito de Klaf, como muestra de apoyo.

Al principio, Theros fue asignado al jefe de intendencia del ejrcito de Klaf, pero Hran, un herrero sabio y poderoso, con legendarias habilidades en lo que se refera a armas de filo y cuyas hachas eran muy apreciadas y buscadas, lo vio afilar los cuchillos de cocina y le asign el trabajo de hacer puntas de flecha y de lanza, que, si bien no eran las armas de ningn guerrero legendario, s eran las herramientas cotidianas de cualquier ejrcito. Por muchas que se hicieran, siempre hacan falta ms en cuanto se luchaba dos das seguidos. Cuando vio que Theros desempeaba su trabajo con destreza, Hran empez a pensar que quizs aquel humano pudiera llegar a ser un herrero bastante pasable, aunque nunca quiso decrselo.

El nuevo ejrcito de elfos constitua una grave amenaza para los minotauros, ya que si no conseguan derrotar a los elfos, les sera imposible establecerse en la costa. El lugar no era demasiado hospitalario, y las nubes no haban dejado de descargar agua durante toda la semana anterior. La tierra estaba empapada y cada vez que los grandes furgones que transportaban la impedimenta tenan que moverse, se embarrancaban en el cenagal. El terreno alrededor de la fragua era el nico lugar seco en cinco kilmetros a la redonda. Haban montado una gran tienda, cuyo poste central era la chimenea de la fragua, y el calor del fuego haba cocido el barro hasta endurecer la tierra.

Despus de haber alimentado las llamas durante todo un da, finalmente el fuego haba acumulado bastante calor para fundir metal. Theros cogi varios lingotes de acero y bronce, y los fundi en una gran caldera. Bajo la mirada vigilante de Hran, aadi pequeas cantidades de distintos polvos que conferiran propiedades especiales a la aleacin de metales. El polvo blanco serva para que el metal no se quebrara al enfriarse y el polvo gris facilitaba la mezcla de los dos metales en una aleacin ms fuerte.

El contenido de la caldera herva a borbotones. Con la ayuda de un pequeo cuchillo, Theros limpi la escoria del molde de las puntas de flecha, procurando no desprender cualquier resto de anteriores vaciados. Cuando estuvo satisfecho, coloc los moldes de madera alrededor del fuego y, con unas tenazas, levant la caldera y verti el contenido en el primer molde. El metal fluy por los huecos tallados en el bloque de madera y empez a espesarse. La madera se puso a arder a causa del intenso calor. Acerc el segundo molde y volvi a inclinar la caldera. Repiti la operacin con un molde tras otro, hasta que los diez estuvieron llenos y en llamas.

Volvi a colocar la caldera sobre el fuego de la fragua y dej caer las tenazas. Corri hacia el barril de agua, llen un cubo y corri de vuelta junto a los moldes en llamas. Uno por uno, meti los moldes en el agua para apagar el fuego al tiempo que templaba el metal. Se form una nube de vaho, que junto con el humo de la fragua, sala en volutas por el orificio en el centro de la tienda.

--Dira que les quedan tres usos ms a estos moldes. Despus, ya estarn demasiado quemados. Qu opinis, Hran?

--Yo pienso que los podras usar por lo menos cuatro veces -gru el corpulento minotauro- si te dieras ms prisa en apagar el fuego. Para un mocoso que debera estar en plena forma eres excesivamente lento y tan patoso como un enano. Eres un desastre! Nunca sers un buen herrero!

El joven no se dej intimidar. Era consciente de que los haba apagado en tan poco tiempo que era casi una proeza, pero Hran siempre haca que se superara. Theros volvi a llenar el cubo de agua y enfri el metal hasta que pudo extraer de los moldes las puntas de flecha en bruto. Las dej caer sobre una reja de metal colocada en el barril justo por debajo de la superficie del agua y el lquido empez a borbotear y desprender vapor. Al poco tiempo, doscientas puntas de flecha en bruto se enfriaban en el agua.

--Eh, Hran! Cundo creis que Klaf saldr con los guerreros a presentar batalla?

Hran dej de afilar la hoja de la espada en la que estaba trabajando y levant la vista.

--Si depende de Klaf, pasarn dos das antes de que se inicie la contienda, pero no creo que sea l quien lo decida. No me imagino a esos blandos y elegantes elfos empapndose mientras esperan a que nos preparemos para luchar imponiendo nuestras condiciones. No, creo que atacarn pronto, demasiado pronto, y debemos estar preparados.

Theros sac del agua las puntas de flecha, una por una, y las fue sujetando en un tornillo de banco. Cogi una lima grande y se puso a rebajar la pieza esbozada hasta convertirla en una perfecta punta afilada. Con cuatro o cinco pases de la lima gruesa, le daba forma a un lado y, con otros tantos de la lima fina, lo afilaba.

--Pero no creis que nuestra infantera es mejor que la suya? -pregunt Theros.

Hran sigui afilando la espada.

--La infantera no es lo nico que cuenta en la batalla. No tenemos caballera y los elfos saben cmo sacar provecho de la suya. Normalmente, eso no nos afecta. Nos quedamos en nuestro puesto y luchamos hasta que no queda ningn enemigo a la vista. Pero en este caso, me huelo problemas. Si nos cortan las lneas de suministro y disgregan la infantera en pequeos grupos, los elfos pueden concentrar sus fuerzas y masacrar a los supervivientes.

--Klaf ya sabe eso. Si tenemos una mnima oportunidad, venceremos -repuso Theros, y solt la punta de flecha del tornillo, le dio la vuelta y repiti el proceso por el otro lado-. Debis admitir, amigo mo, que nuestras armas son muy superiores a las de los elfos.

Theros contempl satisfecho su trabajo. Cada poco rato, acababa una punta de flecha y la dejaba en un montn, que iba creciendo regularmente mientras hablaban.

--Bah! -resopl Hran-. No sabes nada de armas. Te he enseado todo lo que he podido en estos meses que has trabajado para m, pero tan slo nos hemos ocupado de armas y armaduras pensadas para el uso cotidiano del ejrcito. Hachas, espadas, flechas, lanzas, cuchillos: todas sas son las armas de un guerrero. Escudo, coraza y grebas: sa es la armadura de un guerrero. Hasta ahora, hemos reparado correajes, batido abolladuras y forjado flechas, pero no ha habido ocasin para el trabajo realmente fino. Mira esta espada, por ejemplo. sta es un arma para un verdadero guerrero. Slo un experto podra forjar una hoja as. Me gustara tener tiempo para ensearte el arte de hacer una buena espada.

Hran contempl la espada con orgullo y, luego, la desliz en su vaina dando un suspiro. La dej a un lado y cogi una coraza de considerables dimensiones. La armadura estaba ornamentada con pictogramas y smbolos de plata incrustada que representaban actos heroicos o escenas de guerra. La pieza metlica se haba separado del refuerzo de cuero. Hran hilvan un tendn en la aguja de coser cuero e inspeccion la pieza. El refuerzo de cuero se haba desgarrado y las tiras de los hombros estaban sueltas. Lo ms probable era que se hubiera aflojado en plena batalla y el guerrero la hubiese estropeado al quitrsela de un tirn. Hran gru y tir la coraza al suelo.

--Bah! Theros, eso te lo dejo a ti. Necesita unas manos ms pequeas que las mas. Me saca de quicio que me obliguen a malgastar mi talento reparando armaduras.

Theros acab de pulir las puntas de flecha y las dej en un montn, preparadas para insertarlas en los astiles. Luego, se las llevara al artesano encargado de ponerles los astiles y las plumas, un trabajo que no era digno de forjadores de armas.

Hran cogi una hoja de hacha de grandes dimensiones con el mango partido colgando del engaste.

--sta s que es una pieza excelente! Se advierte la pericia del forjador con slo mirarla. Con un mango nuevo, ser una gran arma para un buen guerrero!

Theros se puso a rer mientras recoga la coraza para examinarla.

--No me extraa que digis eso. Es evidente que es una de las vuestras! -dijo, y luego se concentr en la coraza.

Con una cizalla, cort la esquina superior derecha del recubrimiento interior, y las correas del hombro derecho. El cuero se haba podrido a causa de la humedad y el desgaste. Probablemente, nunca lo haban untado con grasa. La pieza pareca haber sido utilizada por varias generaciones y, en su da, debi de ser una armadura excepcional, digna de un guerrero honorable y valiente.

Theros se volvi hacia Hran para seguir hablando, pero en ese momento, el minotauro se puso a separar los restos del mango del hacha, golpeando con un mazo enorme sobre una lezna de madera. El estruendo impeda cualquier intento de conversacin.

Ya era media maana, la neblina empezaba a levantarse e incluso la llovizna pareca querer detenerse. Ahora Theros poda ver la tienda del emplumador y la del comisario, as como los furgones del oficial de intendencia. El tiempo estaba mejorando. Los guerreros minotauros entraban y salan de sus tiendas, mientras los esclavos humanos se afanaban de un lado para otro, era el ajetreo tpico de la retaguardia de un ejrcito.

Un corpulento guerrero, con la testa coronada por una cornamenta excepcionalmente grande, entr en la forja. Hran no se dio cuenta y sigui martilleando para desprender los restos del mango. Theros reconoci al minotauro, el oficial en jefe de la retaguardia, y se levant. Se llamaba Huluk y tena reputacin de pendenciero. Se deca que su nico placer era luchar, ya fuera en la batalla o con sus compaeros de armas.

--Ests trabajando en mi armadura, esclavo? -pregunt el imponente minotauro gritando para hacerse or por encima del estrpito-. Djame ver eso.

Theros hizo un gesto indicndole que la correa de la derecha todava no estaba acabada, pero el minotauro hizo caso omiso. Despus de todo, Theros no era ms que un esclavo, as que tuvo que drsela para que la examinara. El oficial cogi la coraza, se la ajust y busc a tientas las correas. Cuando vio que la derecha no estaba, se puso furioso y le tir la coraza a Theros.

--Mal trabajo! La quiero lista en una hora.

Esta vez Hran oy que alguien hablaba y dej de martillear. Se gir y vio que el oficial se alejaba chapoteando rabioso en el barro.

--En nombre de Sargas, qu ha pasado?

--El comandante ha quedado descontento de mi trabajo -respondi Theros encogindose de hombros-. No me ha dejado decirle que no haba acabado de repararla. La quiere dentro de una hora.

--Ya puedes decirle que la tendr cuando se pueda.

Theros sonri, pero su sonrisa estaba teida de amargura.

--No me atrevera a hablarle as. Soy un esclavo. Lo habis olvidado?

--A veces creo que eres t quien lo olvida, Theros. Dices nosotros o nuestro ejrcito, como si te consideraras un minotauro. Cmo es eso?

Theros murmur algo as como que probablemente era porque haca ocho aos que viva entre minotauros. Nunca le haba contado a nadie su encuentro con Sargas, ni pensaba hacerlo.

Hran se qued mirndolo con la expresin del que sospecha que hay algo ms, pero Theros baj la cabeza y volvi al trabajo.

El forjador de armas rezong algo sobre la necesidad de hablar menos y trabajar ms y se puso a martillear la pala del hacha para vaciarla de astillas.

Theros cogi un trozo de cuero nuevo y lo cort a medida. La aguja, ya enhebrada, estaba en la mesa, junto al resto de herramientas. La cogi y cosi la pieza de cuero nuevo al cuero viejo que an estaba unido a la coraza. Cuando hubo terminado la costura que la sujetaba en el lugar adecuado, aadi hilas de algodn que haran de almohadilla entre el cuero y el metal, y luego sujet los bordes de la pieza de cuero al contorno de la coraza, utilizando los pasadores que quedaban y poniendo otros nuevos donde se haban cado.

Dej la coraza a un lado y sujet la pieza de cuero al tornillo de banco. Con unas tenazas, rompi los remaches para quitar la correa vieja.

Tir el resto de cuero podrido y retir la hebilla, que unt con grasa. Se puso a trabajarla con los dedos para desprender el xido, hasta que recuper la movilidad de las partes y volvi a ser til. Slo faltaba colocarla de nuevo en la coraza.

Theros se volvi hacia la mesa para coger el martillo de remachar. En ese momento, las nubes se abrieron y los rayos de sol penetraron hasta el suelo.

En el frente, son un cuerno solitario. Era la llamada a la batalla.

_____ 6 _____

Theros mir a Hran y los dos dejaron de trabajar. La llamada a la batalla llegaba demasiado pronto.

El momento de inactividad pas, inmediatamente sustituido por el frenes. Todos empezaron a moverse ms rpido que una liebre ojeada por un podenco. Los guerreros se precipitaron fuera de sus tiendas y buscaron apresurados sus corazas y armaduras. Hran dej lo que estaba haciendo.

--Aprisa, muchacho, acaba esa pieza! Hemos de estar preparados! Que el gran Sargas nos proteja! Es demasiado pronto!

Theros cosa tan rpido como poda, concentrado en la aguja mientras a su alrededor estallaba el pandemnium. Empezaron a desfilar subcomandantes que pedan flechas o lanzas, escudos forrados de cuero o proyectiles de hierro especialmente diseados para las hondas. Cogan lo que necesitaban y se iban rpidamente.

Hran corri hacia un gran cofre situado a un lado de la tienda. Lo abri y sac una pieza de su propia armadura: una cota de cuero con tirantes de metal, una excelente pieza capaz de rechazar una flecha o el filo de una espada. Se la coloc, y removi en busca de la siguiente pieza.

Theros no consegua que sus dedos trabajaran a la velocidad que hubiera deseado. Saba que no terminara a tiempo, y tena razn. Huluk, el comandante de la retaguardia, irrumpi en la tienda.

--T, esclavo! Dame esa coraza! La necesito ya!

Theros quiso excusarse explicando que la pieza todava no estaba lista, que apenas la haba hilvanado. El oficial le cruz la cara y del golpe lo tir al suelo.

--Maldito esclavo! An no est lista mi armadura! Cmo voy a salir a luchar con una porquera como sta? Pnmela!

Theros, tendido de espaldas en el suelo, se dio la vuelta y se levant de un salto. Intent atar la armadura al enorme torso del minotauro, pero no se aguantaba. La costura empez a deshacerse en cuanto Theros quiso apretar las correas. Esta vez, sin embargo, Theros reaccion al notar que el minotauro tensaba los msculos del hombro y empezaba a girarse, y se agach a tiempo de esquivar otro golpe.

--Lo siento, comandante, no he tenido tiempo...

--Hran -grit el oficial-, pagaris por la insolencia y la incompetencia de este esclavo bajo vuestro control. Acordaos de lo que os digo. Esto no quedar as.

--Lo que digis, Huluk -le contest Hran despidindole con la mano-, pero ahora tenemos que entrar en combate y vuestros guerreros os estn esperando. Dejad de hacerme perder el tiempo y entretener a mi esclavo y acudid a vuestro puesto!

Huluk, estremecindose de rabia, se volvi y sali de la tienda del armero. Al andar, la coraza, apenas sujeta, iba dando golpes contra su pecho.

Theros se qued apesadumbrado, con los brazos colgando y la cabeza gacha. No haba estado a la altura. Mereca el castigo.

Hran se le acerc y le cogi por el hombro.

--Escucha, Theros. Que un guerrero sea presa del pnico no significa que otro deba precipitarse. Derrotaremos al ejrcito de elfos y luego volveremos al nuevo pueblo de la costa, donde forjaremos armas maravillosas slo vistas por los guerreros antiguos.

Pero ahora, tenemos trabajo. T empiezas por la izquierda y yo empezar por la derecha. Tenemos que soltar la lona de los postes y enrollarla hacia la chimenea central. Venga!

Theros corri hacia un lado de la tienda y empez a enrollar la lona hmeda.

Tenan que desmontar la tienda y guardar el equipo en el furgn antes de prepararse para la batalla. Dejaran la fragua cargada y encendida, pero la tienda deba ser desmontada. Si ganaban, volveran a montarla, pero si perdan, deberan incorporarse a la caravana del bagaje y retirarse con la retaguardia. Hran estaba dispuesto a no dejar atrs ni las migajas, no fuera a ser que los elfos las aprovecharan.

La lona pesaba mucho pues estaba empapada despus de das de lluvia constante. Hran acab de enrollar su mitad hasta el costado del horno y empez a desatarla de la otra. Mientras, Theros se esforzaba penosamente, enrollando poco a poco la enorme lona, que se haca ms pesada a cada vuelta.

--Venga, muchacho! Con fuerza! -grit Hran.

Entre los dos, movieron ms rpido el rollo de lona, que rebot contra el lado de la improvisada fragua de piedra. Juntos, levantaron el extremo derecho y lo doblaron sobre la otra mitad, tras lo cual arrastraron la lona hasta el furgn. Despus de colocarla en su lugar y sujetarla, Hran gru:

--Aprisa, recoge todas las herramientas!

Theros corri hacia el lugar que ocupaba la tienda momentos antes y se agach a recoger los dos juegos de tenazas esparcidos entre la hierba. Mientras las reuna, resonaron los melanclicos sonidos de las trompetas del regimiento.

--La llamada para formar! -Hran pareca preocupado-. Rpido, muchacho! Rpido!

Ya se oan las estridentes trompetas de los elfos. El enemigo estaba a cuatro pasos.

Se haban entretenido demasiado con la lona. l y Hran se veran atrapados en mitad de la batalla.

_____ 7 _____

Las nubes se iban levantando y en el campo que separaba a los minotauros de sus enemigos, los elfos, se vean puntos de luz movindose entre la hierba.

Theros era un eslabn sin importancia en la imponente mquina de guerra del ejrcito minotauro. Mientras l trabajaba en la trastienda, el mecanismo chirriaba disponindose al avance.

El adalid minotauro, el comandante Klaf, se apresur hacia su tienda, cerca de donde formaban las tropas.

--Qu ocurre? Por qu habis llamado a la batalla? -grit al portaestandarte y al corneta.

Klaf mir hacia donde le sealaban sus oficiales, al otro extremo del campo. Del bosque salan riadas de elfos que iban formando en torno a sus estandartes.

--Por Sargas! Corneta, toca a reunin de oficiales.

El corneta levant su enorme cuerno e hizo resonar las notas por todo el campo. La llamada a las armas haba alertado a los guerreros, pero ya era hora de que entraran en accin y dejaran de mirar a su alrededor como nios esperando a que les den de comer.

Klaf se haba cruzado de brazos y observaba los movimientos de su enemigo, a casi un kilmetro y medio de distancia. Como siempre, los elfos se tomaban su tiempo para formar en impecables compaas, alinendose en columnas perfectas. El comandante elfo tena tres cuerpos de infantera a sus rdenes. Coloc un cuerpo delante y los otros dos, paralelos, detrs. Klaf hizo un gesto al portaestandarte.

--Qu opinas, Olik? Dnde crees que estarn los arqueros? Eso es lo que ms me preocupa.

El oficial ms joven, inseguro, recapacit unos segundos para estudiar las formaciones enemigas.

--Creo que la tropa de arqueros debe de estar entre los dos cuerpos traseros, seor. No me parece que los elfos sean tan estpidos para atacarnos slo con la infantera. Seguramente, habrn pensado en utilizar la superioridad de la que disfrutan en cuanto a arqueros para intentar causarnos bajas. Tampoco veo a la caballera, comandante. Sabemos si tienen caballos?

--Dira que tienen tropas de caballera -asinti el veterano-, pero yo tampoco las veo. Malditos sean! Los elfos siempre juegan con estas nieras. Es que no pueden limitarse a salir y luchar?

En ese momento, llegaron tres oficiales corriendo, seguidos de otros dos un poco ms rezagados. Todos se haban puesto alguna pieza de la armadura, pero ninguno estaba listo para el combate. Bak, el ms alto, fue el primero en hablar.

--Estn formando para atacar ahora? Por los dioses del Abismo! No estamos preparados!

Klaf se gir hacia el imponente guerrero.

--Maldita sea! Da ejemplo! Espero que tus tropas estn formadas antes de que el enemigo est preparado. Venga! Andando!

Los oficiales dieron media vuelta y corrieron de vuelta a las tiendas para impartir rdenes a sus subordinados.

Olik plant el estandarte en el suelo. Era una prtiga de tres metros y medio de largo, con un travesao cerca de la punta, del que colgaba un pendn de fondo rojo y naranja, sobre el que se vea un buitre negro con los extremos de las alas brillantes. Al final de la prtiga, haba una punta de lanza de oro y dos borlas, tambin de oro. Normalmente, el pendn se guardaba enrollado en un tubo de cuero, pero al or sonar el cuerno de guerra, claro como el sol de la maana, Olik haba decidido que era hora de desplegarlo, para que ondeara y mostrara a los elfos el poder del enemigo al que iban a enfrentarse.

Olik haba sido especialmente designado para el cargo de portaestandarte del tercer ejrcito, dado que sacaba una cabeza a cualquier otro minotauro de la hueste. Su misin era mantener el estandarte alzado a toda costa. Dejarlo caer significara la desgracia para el ejrcito. Permitir que fuera capturado era el peor de los destinos imaginables, peor incluso que la derrota. Olik luchara a muerte para defenderlo.

Los elfos haban empezado a cerrar filas para emprender la marcha a travs del campo. Los oficiales minotauros gritaban a sus guerreros que formaran en regimientos. Al otro lado del campo, son una fanfarria de trompetas y, con gran ostentacin, los tres cuerpos de elfos iniciaron el avance.

Los minotauros todava estaban saliendo de las tiendas, ponindose las armaduras, buscando armas y apretando correas, mientras los oficiales y suboficiales hacan cuanto podan por imponer orden a la tropa.

Un guerrero se paseaba por el campo borracho como una cuba. Al verlo, un oficial corri hacia l y lo golpe en la nuca con la intencin de hacerle recuperar la sobriedad. El beodo se derrumb boca abajo sobre la hierba y el oficial, dndolo por muerto, volvi con su unidad.

Olik, que segua observando el avance del ejrcito lfico, sacudi la cabeza y se dirigi a Klaf.

--Si queremos que las tropas tengan tiempo de formar, hemos de retrasar su avance, seor. Ni siquiera est preparada la lnea de choque!

--No podemos utilizar el cuerpo de arqueros -repuso Klaf preocupado-. Todava no se han colocado. Y un ataque incluso podra hacerles acelerar el paso. Pero, en cambio, si... -Dudaba y mir a Olik, su amigo y portaestandarte.

--Si qu, seor?

--Qu pasara si nos ofreciramos a parlamentar? -contest Klaf.

--No hablis en serio verdad, seor? -Olik estaba estupefacto-. Parlamentar... con elfos? -pregunt casi escupiendo la ltima palabra.

--Eso los entretendra -le hizo notar el comandante.

--Cierto... -Olik no estaba muy convencido.

--Rpido, ve hacia las tiendas -le indic Klaf tomada ya la determinacin- y coge un trozo de lona y una lanza. T y yo, junto con algunos guerreros, nos adelantaremos bajo una bandera de paz. La respetarn. Tienen que respetarla!

Sacudiendo la cabeza, Olik sali trotando. Un momento ms tarde, sala de una de las tiendas con una lanza y un trapo blanco, y corra de nuevo junto al grupo de mando.

--Os proponis realmente salir bajo una bandera de paz, seor? -Olik lo miraba desolado.

Klaf apart la vista del enemigo y mir hacia atrs, donde vio a sus soldados que corran de un lado para otro entre la confusin general.

--Si los elfos nos alcanzaran ahora, nos haran pedazos. Se te ocurre alguna otra manera de detenerlos?

Olik permaneci en silencio.

--Bien, acompame.

Klaf avanz entre sus desordenadas tropas. Al pasar junto a sus guerreros, los iba saludando, llamndolos por el nombre, con el objetivo de levantarles el nimo.

--Preparado para matar a unos cuantos elfos, Rajan?

Un buen da para la batalla eh, Bratag?

Mosex, especie de lombriz gigante, hoy estars en tu salsa con todo este cenagal, no?

Los soldados agitaban las manos y le respondan a gritos. Mientras, Klaf y su reducido squito siguieron avanzando entre sus propias lneas y luego a campo abierto, hacia el enemigo. A medio camino, Klaf orden que izaran la bandera blanca.

--No hay ninguna necesidad de exponerse a un flechazo -dijo Klaf echando una ojeada a sus tropas. Las unidades se empujaban entre ellas en un intento de alinearse. Los arqueros humanos, contratados para dotar a la hueste de algn tipo de arma de largo alcance, se haban situado demasiado hacia la izquierda, y la lnea de choque an no se haba desplegado.

El silbido de una flecha hizo que los guerreros del grupo de Klaf atendieran a su propia situacin y vieran estupefactos cmo sta se clavaba en el blando suelo a un palmo de Olik. Tres elfos a caballo se adelantaron desde su posicin central, al tiempo que los comandantes de todas las unidades daban el alto. En unos segundos, todo el ejrcito lfico se haba detenido. Los tres oficiales de los elfos avanzaron. Uno de ellos llevaba una lanza con un pauelo blanco atado en la punta.

Los cuatro minotauros esperaron donde estaban. Los diminutos caballos de los elfos pareca que avanzaran bailando por el campo de batalla. A unos treinta metros, el grupo se detuvo.

El jefe de los elfos se puso en pie sobre los estribos y grit en Comn.

--Guerreros minotauros! Qu significa esto? Es una artimaa o realmente deseis parlamentar?

Klaf se puso a rer, pero enseguida se reprimi y grit:

--Venimos a negociar. Parlamentemos.

Los elfos avanzaron con prudencia, todos ellos con una mano en el arma, al igual que los minotauros, conocedores de que deban de estar siendo apuntados por algn diestro arquero o, ms probablemente, por toda una unidad. Los elfos, por su parte, saban que si se violaba la tregua, tendran que enfrentarse a aquellos cuatro experimentados minotauros armados hasta los dientes, uno de los cuales meda ms de dos metros y medio de alto.

Cuando estuvieron a una distancia conveniente para orse sin tener que gritar, dos de los elfos se apartaron ligeramente a un lado y el tercero desmont.

--Soy Harinburthallas, hijo de Harinbutthal, y estoy al mando del ala norte del ejrcito imperial.

--Yo soy Klaf, hijo de Klak, hijo de Krak, y estoy al mando del tercer ejrcito minotauro. He venido a discutir los trminos de vuestra rendicin.

--Mi rendicin? -El elfo lo miraba atnito-. Estis ciego? Os superamos en nmero hasta prcticamente doblaros. Mis arqueros son muy superiores a esa chusma humana que se agolpa en tu flanco izquierdo y ni siquiera habis desplegado todava la fuerza de choque. No deberais ser vos quien se rindiera?

Klaf puso cara de fingida perplejidad y mir por el rabillo del ojo a Olik, que sacudi la astada cabeza indicndole que necesitaban ms tiempo. Klaf dio un paso hacia adelante, acercndose al elfo.

--No os atrevis a insultar a mi ejrcito ni a ningn guerrero minotauro. Somos servidores de Sargas! Jams nos rendiremos! Entre todos vosotros no reuns bastante honor ni para atarme las correas de la bota y menos todava para aceptar mi rendicin, aun cuando tuviera alguna intencin de ofrecrosla.

Volvi a mirar hacia Olik. El portaestandarte observaba los movimientos del ejrcito minotauro por encima del hombro. Al cabo de un segundo, se gir hacia su comandante y asinti.

--Ya veo que parlamentar con vosotros los elfos no tiene sentido -concluy Klaf-. Os deseo que conservis el honor en el combate.

Se dio la vuelta y lo mismo hicieron los otros tres minotauros que lo acompaaban. Juntos volvieron hacia sus lneas. A medio camino, Olik se dirigi a Klaf.

--Creis que se han tomado en serio lo de la rendicin?

--Ya haba odo hablar de ese general Harinburthallas -respondi Klaf negando con la cabeza-. Es uno de sus mejores guerreros. Saba que estbamos ganando tiempo y poda haberse negado a parlamentar, pero hasta los elfos demuestran a veces tener una pizca de honor. De todos modos, por eso han venido a caballo, para no entretenerse. Date cuenta de que el general elfo ya est de nuevo junto a su ejrcito.

Klaf apret el paso y su squito con l. Al cabo de un minuto, ya haban superado la lnea de choque y seguan avanzando por el espacio libre entre sta y la lnea principal de infantera. La lnea de choque estaba compuesta por guerreros equipados con armas y armaduras ligeras, y su misin era retrasar el avance de los elfos, obligndolos a formar en lneas de combate antes de lo que les convendra. Aprovechando el cambio de formacin, la infantera pesada tomara su lugar y los atacara.

Klaf se detuvo y revis sus tropas con la mirada. Los guerreros, sintindose observados por su comandante, guardaron silencio. Klaf se adelant, cogi la lanza con el trapo blanco de manos de Olik y la hundi en el barro con todas sus fuerzas. El trapo qued completamente enterrado.

Una oleada de vtores recorri las tropas, y se extendi desde el centro, desde donde todos los guerreros podan ver a su comandante, hacia los flancos. Incluso los arqueros humanos lanzaron vivas. Klaf sac el hacha que llevaba colgada del tahal atado a su espalda y la blandi en el aire mientras Olik levantaba el estandarte por encima de su cabeza; volvieron a orse aclamaciones.

El reducido grupo pas entre las lneas del frente y se situ en un montculo entre las unidades de ataque y las de reserva. El resto del cuerpo de mando, cuatro oficiales y una falange compuesta por los veinte mejores guerreros, se uni al comandante.

Klaf mir hacia el frente y vio que la fuerza de choque corra a enfrentarse con la primera lnea de la infantera lfica. El ala frontal del ejrcito lfico se abri por la mitad en un movimiento evidentemente ensayado. Por detrs, apareci la caballera ligera de los elfos, que carg contra la infantera de choque.

La batalla haba comenzado.

Theros oa el fragor de la batalla pero, desde su situacin en la retaguardia, no poda ver nada. Entre l y el campo de batalla, se interponan las tiendas de intendencia y las de la tropa.

Slo saba que de alguna manera alguien haba conseguido ganar tiempo a su favor. l y Hran trabajaban a un ritmo febril recogiendo las herramientas, los bancos, los yunques y otras piezas de la forja. La fragua de piedra se qued donde estaba, con los carbones todava al rojo vivo.

A su alrededor, las otras unidades de la retaguardia tambin recogan sus cosas preparndose para la marcha, ya fuera hacia adelante o hacia atrs. Los ocho esclavos humanos de la intendencia, situada al otro lado del camino, cargaban la carne y otras provisiones en furgones cubiertos.

Hran detuvo a Theros cuando ste recoga la ltima de las puntas de flecha en las que haba estado trabajando esa maana, y le tendi una pala.

--Hasta ahora slo has visto al ejrcito minotauro en la victoria, pero nunca has presenciado una derrota. No me gustan los augurios que Sargas ha mostrado para la batalla de hoy, as que haz lo que te digo.

Cava un hoyo aqu junto a la fragua y, si las cosas se ponen feas, escndete en l. Careces de armadura y de armas. Si el combate se extiende hasta aqu y te coge en medio, eres hombre muerto. Yo me ocupar de que la fragua est cargada de madera y preparada para volver a trabajar en caso de que ganemos. Empieza a cavar.

Theros odiaba la idea de esconderse en un hoyo, pero era preciso enfrentarse a los hechos. No tena medios para defenderse, as que se puso a cavar.

Hran prestaba poca atencin al trabajo de cargar la fragua; cada pocos instantes levantaba la cabeza para otear en la direccin de la batalla.

--Qu ocurre, Hran? Qu os preocupa? -pregunt Theros.

--T trabaja! Cava!

Hran busc por el suelo las herramientas o piezas de armadura que hubieran podido quedar olvidadas.

Tras ellos, la tierra empez a retumbar.

Tras ellos?

_____ 8 _____

Klaf entrechoc los guanteletes que cubran sus puos.

--S, s! Eso es! Seguid presionando!

Desde el montculo que ocupaba, el grupo de mando slo poda ver con claridad las lneas que tena delante, ya que las tropas de los regimientos centrales las tapaban las alas derecha e izquierda. La infantera de choque, avanzada respecto a las lneas principales, haba conseguido que los elfos arqueros se destacaran del frente de combate lfico. La mayora de los guerreros de choque cayeron cuando la primera lnea del ejrcito enemigo detuvo su avance y dispar una devastadora lluvia de flechas. Los minotauros atacaron en respuesta, demostrando que, en el combate cuerpo a cuerpo, les daban quince y raya a los elfos arqueros.

Klaf vea que los dos ejrcitos cada vez se aproximaban ms. En ambos bandos empezaron a caer las vctimas de los arqueros. Los mercenarios de su flanco izquierdo arrojaban andanadas de flechas en las lneas lficas. Los frentes ya estaban a menos de doscientos metros. Klaf se volvi hacia el corneta.

--Ahora, muchacho! Toca a la carga!

La llamada del cuerno reson claramente en todo el campo de batalla, pero enseguida fue ahogado por el grito de guerra minotauro. Pareca que aullaran las banshees, los espectros que anuncian la muerte. Avanzaron campo adelante, blandiendo hachas y espadas, empujados por el ansia de despedazar carne lfica.

Los elfos se quedaron petrificados ante el despliegue, y sus oficiales ordenaron cerrar filas. La primera lnea se arrodill y lanz una descarga cerrada sobre la horda de minotauros medio enloquecidos que se les echaba encima. Cientos de ellos cayeron, pero otros muchos centenares continuaron avanzando. Los elfos buscaron en sus aljabas para cargar los arcos con nuevas flechas, aunque muchos bajaron el arco y sacaron las espadas, preparndose para recibir a los atacantes.

Las dos lneas toparon con un atronador entrechocar de acero y hueso. El mero tamao de los guerreros minotauros, combinado con su delirante exaltacin guerrera, fue suficiente para abrir huecos en varios puntos de los regimientos del frente del ejrcito lfico.

Klaf observaba complacido. La infantera pesada no tardara en merendarse el primer cuerpo de elfos. En la carga haba sucumbido ms de un tercio de los guerreros del cuerpo de ataque, o eso le pareca ver desde donde estaba. Si conseguan hacer huir a la desbandada a ese primer cuerpo, en la carrera toparan con los dos cuerpos siguientes, produciendo el pnico o, por lo menos, desordenando sus filas, y la moral de sus tropas subira como una flecha lfica elevndose hacia el sol. La clave resida en la sorpresa del impacto seguida de un violento ataque con el grueso de las fuerzas. Tendra que hacer intervenir a los guerreros de reserva.

Dio una palmada al corneta en el hombro derecho. Sera difcil que se oyera la llamada, dado el increble estruendo reinante.

--Toca a avance! -aull Klaf, e hizo una seal a Olik para que se adelantara con el estandarte.

Las notas del cuerno retumbaron claramente sobre el fragor de la batalla. Los cuerpos de reserva avanzaron hacia el tumulto.

Un relampagueo brillante en el centro de las lneas de su ejrcito llam la atencin de Klaf. La explosin abri un agujero circular de unos tres metros en las primeras lneas de los minotauros, y veinte guerreros se desplomaron. Klaf no pudo ver de dnde provena la explosin, pero saba bien de qu se trataba. Cualquier comandante experimentado poda reconocer la magia blica en cuanto la vea. En algn lugar haba un mago y no poda estar lejos del frente, porque los encantamientos tenan un alcance limitado en los campos de batalla.

Klaf se gir e hizo una seal a dos de sus guerreros de lite.

--Habis visto la explosin que se ha producido all? -Los guerreros asintieron y Klaf continu-: Id para all, encontrad al hechicero elfo y hacedlo pedazos.

Los dos guerreros saludaron y salieron disparados. Era su momento de gloria. Rebasaron a los guerreros de primera lnea y, aprovechando uno de los huecos abiertos en las lneas lficas, irrumpieron en el interior del primer cuerpo del ejrcito enemigo y lo cruzaron hasta alcanzar las lneas posteriores. Varios elfos se volvieron de espaldas dispuestos a luchar contra ellos, pero los minotauros se movan a tal velocidad que pronto los perdieron de vista.

Klaf no apartaba los ojos de los dos guerreros. Si el mago segua actuando, todo el plan de batalla que haba concebido se ira al traste. Los minotauros no eran soldados que hicieran uso de la magia, porque consideraban que el honor y la gloria se obtenan en la batalla, no a travs de estratagemas y libros de sortilegios.

Klaf divis a un elfo rodeado de un pequeo grupo de cuatro guardaespaldas. Aunque, hasta entonces, no lo haba distinguido, ahora lo vea claramente. El elfo que estaba en el centro deba de ser el comandante del primer cuerpo o el hechicero que lanzaba los encantamientos. Fuera uno u otro, su muerte redundara en provecho de los minotauros. Los dos guerreros atacaron al grupo blandiendo sus hachas.

Otra explosin conmocion las lneas del frente minotauro y esa vez Klaf percibi con claridad cmo el elfo del grupo conjuraba la bola de fuego, pero se haba de ser su ltimo conjuro. A los pocos segundos, el mago caa en manos de los minotauros, que haban degollado a los guardaespaldas y ahora descuartizaban al hechicero. Los soldados elfos de las brigadas traseras se volvieron y atacaron a los dos guerreros de lite. Cuatro elfos ms cayeron antes de que consiguieran abatirlos. Klaf movi la cabeza complacido. Haban cumplido su misin y su muerte los cubra de gloria e inmenso honor.

Elfos y minotauros intercambiaban golpes a lo largo del frente, pero estos ltimos iban ganando posiciones. Su corpulencia y arte en la guerra superaban la exquisita esgrima lfica, y la mejor baza de los elfos, sus arqueros, de poco les serva en el combate directo. Aun as, los minotauros tambin pagaron el precio de la batalla. Muchos cayeron, pero los muertos enardecieron a