periódico parroquial "comunidad" #77
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Periódico Parroquial de Santa Beatriz de Silva de la Arquidiócesis de Monterrey, MéxicoTRANSCRIPT
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Monterrey, N. L ., México. Febrero de 2012 No. 77
M UY queridos feligreses de la Parroquia de Santa Beatriz de Silva:
Como siempre, les deseo lo mejor en el Señor y ruego a Dios, dador de todo bien,
que les llene abundantemente de su gracia. Cuenten siempre con la oración de los sacerdotes de esta su Parroquia, por todos sus
anhelos y sus necesidades espirituales y materiales.
Con afecto y gratitud despedimos al señor Cardenal D. Francisco Robles Ortega, el día 21 de enero, pues el Papa
Benedicto XVI lo trasladó de la Arquidiócesis de Monterrey a la Arquidiócesis de Guadalajara para ser su Arzobispo en lugar del
Cardenal Juan Sandoval Iñiguez. El señor Robles tomó posesión de la Iglesia de Guadalajara el siete de febrero.
Deseamos al Señor Cardenal Robles que el Señor Dios siga bendiciendo su labor pastoral.
El día siete de febrero recibimos también la noticia de que
el Papa Benedicto XVI nombraba Administrador Apostólico sede vacante a Monseñor Jorge Alberto Cavazos Arizpe, que había
venido siendo Obispo Auxiliar de Monterrey. Su labor pastoral al frente de la Arquidiócesis de
Monterrey como Administrador Apostólico la llevará a cabo hasta que el Señor, por medio del Papa nombre al nuevo Arzobispo de
Monterrey.
Los invitamos a unirnos en oración por Monseñor Cavazos Arizpe para que Dios lo ilumine en este ministerio que le ha
confiado.
El mismo nos ha invitado ya a continuar trabajando en el nombre del Señor y nos ha pedido que todas las acciones pastorales ya sean parroquiales, ya de Decanato, de Zona
Pastoral o diocesanas, sigan adelante con entusiasmo cristiano,
iluminadas por el Plan Diocesano de Pastoral con que ya se cuenta. En su momento el Señor nos bendecirá con un nuevo
Arzobispo de Monterrey. Para cerrar estas líneas y recordando que en este mes
celebramos el ―Día del Seminario de Monterrey‖, un servidor los invita a seguir pidiendo a Dios nos bendiga con el don de las
vocaciones sacerdotales, que sean muchos los muchachos que al escuchar su llamado al sacerdocio le den un ―sí‖ generoso, que
los seminaristas perseveren y los ya sacerdotes seamos santos y abnegados.
Que la Virgen María los proteja y Santa Beatriz de Silva interceda por nosotros ante Jesús.
P. Juan Carlos Castillo Ramírez
Párroco
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Por su reportero Capsulito
1) Hola! Mis lectores y lectoras. Vivimos un bonito mes de
febrero, con variadas actividades parroquiales y diocesanas. Comenzamos con la celebración del Día de la Candelaria. En
algunos grupos parroquiales hubo los tradicionales tamales que trajeron los que el seis de enero encontraron al Niño. Hasta en la
oficina parroquial se vivió ese momento, con Nora y Julio de padrinos. ¡Bravo!
2) De manera especial el tres de febrero, primer viernes de mes,
la Asociación del Santísimo Sacramento, encabezó la Hora Santa
mensual.
3) El siete se tuvo el Rosario y la Eucaristía del Santo Padre Pío.
4) Las y los catequistas tuvieron un convivio de integración el
día diez, la pasaron bien y disfrutaron de la lotería y sus
tamalitos.
5) Ese mismos día, con frío y todo, se hizo la Tardeada Bohemia
que prepara la Unión de Enfermos Misioneros, al igual que el 24.
6) Nos unimos a la Jornada Mundial de Oración por los
Enfermos, a la que nos convocó el Papa Benedicto XVI y el 11 y el 12 pedimos por ellos, por los doctores y doctoras, enfermeros y
enfermeras y todos los que cuidan a los enfermos.
7) Del 12 al 19 celebramos la Jornada de Oración por las
Vocaciones al Sacerdocio, con motivo del ―Día del Seminario de
Monterrey‖, que se efectuó el 19.
8) Hay que seguir pidiendo a Dios nos conceda vocaciones
sacerdotales y seguir pidiendo por el Seminario, para que los
seminaristas lleguen un día a ser santos sacerdotes para bien de nuestras comunidades.
9) Hagamos una especial oración por nuestro seminarista
Gerardo Rocha Ovando, a quien el Señor llamó de entre nosotros,
aquí de Las Brisas, para que le eche ganas y llegue al sacerdocio. Y que a otros muchachos a nuestra Parroquia los
llame también a ser sacerdotes.
10) El 14 qué de muchos mensajes de amor y amistad fueron y
vinieron, recordando al mismo Jesús, que nos dice: nadie tiene mayor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes
son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Y esto es lo que les mando: Que se amen unos a otros como yo los he amado...
11) El grupo Lolek tuvo su Misa y plática mensual el 15,
acudimos con mucho gusto y estuvo muy interesante.
12) Una especial oración el 17 por todos los que
territorialmente forman esta Parroquia de Santa Beatriz de Silva, por sus bienhechores y amigos.
13) El 19 fue el ―Día del Seminario de Monterrey‖. Un momento
de recordar nuestra responsabilidad de apoyar esta institución que forma a los futuros pastores del Pueblo de Dios. Con la
oración y con nuestra ofrenda mensual debemos ayudar al ―Semi‖ para que realice su misión. Digamos con mucha fe la sencilla
oración: ―Señor, danos sacerdotes. Señor, danos muchos sacerdotes. Señor danos muchos y muy santos sacerdotes.‖
14) Mini kermesse el 18 y 19 a beneficio de la construcción de
los salones parroquiales. Ya les informaremos cómo les fue
porque no nos han pasado dato$.
15) Los papás y mamás de los niños y niñas del Catecismo
acudieron a la Junta mensual.
16) Y como lo manda la Santa Madre Iglesia el día 22 vivimos el
inicio de la Cuaresma con el MIÉRCOLES DE CENIZA. Vino Mucha gente que esperamos siga esforzándose en ser mejor discípulo
de Jesús cada día y no sólo un día, ¿verdad?
17) La Unión de Enfermos Misioneros preparó la Misa por los
Enfermos el 23.
18) Ya puestos en ambiente cuaresmal, en camino a la Pascua,
se ha indiciado el rezo del Vía Crucis, los viernes a las 3:30 p.m.
19) En el mismo paso, el sábado 25 se efectuó el Retiro
Cuaresmal para todos los grupos de apostolado de la Parroquia.
Ya les daremos más detalles. Cerrando así el mes ya con el primer domingo de Cuaresma. .
¡Nos leemos en el próximo!
les dice ―Capsulito‖, su reportero favorito
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CUARESMA-PASCUA
P OR la gracia de Dios hemos iniciado ya la Cuaresma
2012. El Miércoles de Ceniza –el pasado 22 de
febrero- la comunidad vivió el inicio de este tiempo litúrgico, que el Señor pone en nuestras manos
para prepararnos a la vivencia de la PASCUA DE RESURRECCION.
Serán 40 días en los que por medio de la oración, el
sacrificio, la penitencia, el ayuno y las buenas obras (obras de misericordia), podremos irnos preparando, purificando, para vivir
la fiesta más grande de nuestra fe.
La Ceniza puesta sobre nuestra cabeza representa un ―Sí‖ que le damos a Dios que nos llama a la conversión. La conversión
es el proceso por el que del pecado pasamos a la gracia, del mal al bien del bien a lo mejor y de los mejor a lo perfecto, que en la sagrada escritura quiere decir a la santidad. Habría que
preguntarnos en qué fase de este proceso de conversión vamos cada uno.
De esta manera nos motivaríamos, en lo que
humanamente cabe, a poner nuestro esfuerzo para superar esa limitación que desde hace tiempo se ha vuelto nuestra compañera
de viaje, ese pecado que aunque parece venial no deja de ser pecado y sobre todo no deja de hacer daño a los demás aunque
lo pintemos de algún color o le pongamos alguna cualidad. La ceniza es signo de compromiso, no amuleto de la
buena suerte. La ceniza es señal de disponibilidad a vivir este tiempo con ganas de fortalecer nuestra amistad con Dios que
nos lleva a fortalecer nuestra amistad con los demás.
Así es que si recibimos la ceniza estamos ahora con un nuevo y gran compromiso: SER MEJORES.
Mejores para gloria de Dios, mejores para bien de nuestro
prójimo, mejores para bien de nosotros mismos. La cuaresma es larga, ciertamente, y sus 40 días nos abren un itinerario que nos llevará a Jesús. Jesús es el centro de la cuaresma y es también
su meta.
El sacrificio que podamos hacer es para estar más y mejor con Jesús.
La oración que podamos hacer es para estar más y mejor con Jesús.
La penitencia que podamos hacer es para estar más y mejor con Jesús.
Las obras buenas a favor de los demás que podamos hacer son para estar más y mejor con Jesús.
Los Ejercicios Espirituales y/o retiros espirituales en los que podamos participar son para estar más y mejor con Jesús.
La confesión sacramental que hagamos de nuestros pecados será para estar más y mejor con Jesús. Igualmente el recibir la sagrada comunión.
Recordando que la Pascua será más larga, pues serán 50
días de fiesta porque si bien Cristo padeció y murió crucificado en la cruz, no se quedó en el sepulcro: RESUCITO y con su Resurrec-
ción alcanzó para nosotros el premio de la vida eterna.
Bendito sea el amor de nuestro Señor Jesucristo por nosotros que nos traslada de la muerte a la vida, del pecado a la
amistad con Dios, de la oscuridad a la luz. Aprovechemos este tiempo de cuaresma que se ha
iniciado, pues, con el Miércoles de ceniza.
Pensemos que no es otra vez la cuaresma, sino que es la cuaresma del 2012 que Dios nuestro Señor nos permite iniciar,
nos deja vivir para que avancemos en nuestro camino de conversión.
Apoyémonos en la Santísima Virgen María, que junto a su divino hijo Jesús, es la Virgen de los Dolores, que como en Belén
ofrece al mundo a Cristo para la salvación del género humano, ahora ella al pie de la cruz ofrece a Jesús para la salvación del
género humano.
Aquél que nació en Belén para nuestra salvación muere ahora en el Calvario para llevar a cabo la misión redentora que el
Padre le ha encomendado y que él ha asumido con infinito amor por la humanidad.
¡Vivamos intensamente la Cuaresma en camino a la Pascua de Resurrección!
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MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2012
«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)
Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto , este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario.
Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar
en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios.
El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero
y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los
hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los
encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo
24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad
y la santidad personal.
1. ―Fijémonos‖: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar
conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo,
que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de
mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse
en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante
todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada».
También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro.
Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el
cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que
tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos,
también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad,
la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el
acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de
marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece
haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el
bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus
necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia
espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. 4
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El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón
del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores
habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre
Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19).
En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa
hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a
todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben
absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia
personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el
malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de
salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida
cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por comp leto respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades
verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más
sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15).
El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein—es el mismo que indica la misión profética, propia de los
cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal
no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que
la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano.
El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es
necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse
ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y
hace Dios con cada uno de nosotros. 2. ―Los unos en los otros‖: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la
considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad
cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se
salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
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Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo
cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de
la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen
también una dimensión social.
En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de
sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo,
porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la
oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del
único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los
prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro,
no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).
3. ―Para estímulo de la caridad y las buenas obras‖: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención
recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para
descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.
Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los
talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los
maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de
2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el
tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de noviembre de 2011
BENEDICTUS PP. XVI
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NOS FALTAN VOCACIONES SACERDOTALES
R ECIENTEMENTE los medios de comunicación social
de nuestra ciudad han enfatizado que nos faltan vocaciones sacerdotales. Que son pocos los
jóvenes que tienen vocación sacerdotal.
Yo creo que vocaciones sacerdotales, recordando que vocación significa llamado, hay muchas, pues Dios las ha sembrado a manos llenas en el campo de la Iglesia. Lo que
lamentablemente podemos ver es que falta más bien la RESPUESTA de muchos jóvenes que sintiéndose llamados se
quedan pensando que el llamado no es para ellos, sino que es para el vecino de enfrente porque es más bueno, más sabio, más
santo, etc. etc.
Otros porque definitivamente descartan que Dios se pueda fijar en ellos para que sean sacerdotes, aduciendo que
ellos ya tienen definido su futuro y su carrera profesional a seguir. Su sueño es ser médico, ingeniero, maestro, arquitecto.... pero nunca ser sacerdote. Eso no va en sus planes.
Pero, no olvidemos que muchas veces Dios puede tener
otros planes para sus hijos, sus hijos de EL, los hijos de los papás que han formado una familia, una familia que se dice cristiana,
católica, pero que tiene otros planes para ellos, y no ha considerado que Dios puede querer a uno de sus hijos para el
sacerdocio. Ah que sorpresota se lleva esa familia cuando su hijo le
comunica su inquietud y lamentablemente en ocasiones se dan a la tarea de acabar con esa ―locura‖ con ese ―lavado de cerebro‖, ―con esa tontería que traes en la cabeza‖, cuando tú, hijo, eres
tan inteligente, tan sociable, tan solicitado por las muchachas, el heredero del negocio familiar, y tantas otras ―razones‖ más.
¿Faltan vocaciones? NO, faltan respuestas afirmativas y
generosas ante el llamado porque nuestra fe no ha madurado lo suficiente y ve las cosas muy humanamente.
En un mundo materializado, en un mundo que saca a Dios de sus criterios de sus caminos, el joven muchas veces no toma
en cuenta la posibilidad de ser llamado y cuando alguien se lo propone cree que esa proposición no vale, que Dios le debe de
hablar de otro modo. En un mundo donde parece que sólo lo económico cuenta
y vale la pena para ser feliz, se deja a un lado la posibilidad de ser llamado a servir a tiempo completo a Dios, sirviendo al
prójimo siendo sacerdote, en las muuuy diversas posibilidades de la vida cristiana.
Muchos jóvenes piensan que la única manera de ser feliz
en la vida es el matrimonio, es decir, casándose. Pero, ciertamente la felicidad tiene muchos caminos, el gozo de vivirla
es el riesgo de encontrarla. Y de verdad de verdad, que en el sacerdocio se encuentra también la felicidad, la realización plena,
al saborear en la propia vida de cada sacerdote la compañía y el amor de Dios; al contemplar el bien que se va haciendo, en el nombre de Dios, en las personas que forman las comunidades a
donde el sacerdote es enviado a vivir su ministerio.
Un día me dijo un joven al que le estaba proponiendo que ingresara al seminario para ser sacerdote que a él lo que no le
gustaba de la vida del sacerdote, era la soledad. Pero, hijo, le dije, el sacerdote nunca está solo, Dios siempre está con él y
sean las seis de la mañana o las once de la noche ahí está Dios llenando su vida, por eso no tengas miedo. Sin embargo parece
que no le convenció esa presencia y sigue esperando que Dios le mande un mail o le de un telefonazo para decirle que lo sigue esperando.
Los lamentables pecados de algunos sacerdotes
conocidos por todos a través de los diarios, noticieros, etc., no deben ser un obstáculo para escuchar la llamada y darle un sí a
Dios, pues, esos pecados, esas caídas, son eso precisamente y no son parte del llamado sino de la humanidad del llamado que
es igual a la de todo mundo y que lamentablemente puede sufrir alguna desviación o trastorno o caer en la tentación. Pero, ser sacerdote no es sinónimo de perversión, sino de un ser llamado a
ser servidor de los demás, luz que enciende las luces de toda una procesión que peregrina a la Casa del Padre.
Recién celebrado el ―Día del Seminario de Monterrey‖ y
haber tenido la semana de oración por las vocaciones sacerdotales, sigamos orando a Dios para que muchos jóvenes le
RESPONDAN que Sí a su llamado al sacerdocio, pues, ciertamente, hoy Cristo sigue pasando por esta parroquia, estas
colonias, estas calles y estos hogares para llamar a los que El quiere a que estén con El a que lo sigan y sean los que siendo sus sacerdotes sean los dispensadores de la multiforme gracia de
Dios. Si algún joven siente esta inquietud por el sacerdocio no la deje para, platíquela con sus padres, con un sacerdote, con su
párroco o vicario parroquial, o vaya al Centro Vocacional (en Hidalgo 624 poniente en Monterrey) para recibir orientación.
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LA AUSTERIDAD NOS OTORGA LIBERTAD
H EMOS comenzado la cuaresma el pasado miércoles 22 de febrero con el signo de la
ceniza, y con esto el itinerario que nos conducirá a la celebración alegre de
la Pascua. La cuaresma, como lo menciona S. S. Benedicto XVI en su mensaje para este
tiempo es ―un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro
camino de fe, tanto personal como comunitario.‖
Una renovación, que sea consistente y verdadera, siempre conlleva la renuncia a ciertas situaciones que es necesario
abandonar, para que el contenido sea nuevo, ya sea que se adopten nuevas
formas de este o se erijan. Y ciertamente el camino de la cuaresma se tiene que
constituir para nosotros como tiempo de revisión profunda del propio
actuar, y de su repercusión en la esfera social.
Tenemos la tarea de descubrir que es aquello a lo que
tenemos que renunciar si es que de verdad queremos renovarnos, y al descubrirlo en
verdad renunciar a ello. En un mundo tan individualista como el nuestro es muy fácil
dejarse llevar por el espíritu secular que nos aparta de una verdadera y auténtica vivencia de
la fe. Ciertas maneras de pensar seculares (es decir del tiempo que vivimos, del siglo = seculum) se van filtrando en
nuestra vivencia de la fe. Una de esas ideas es la que dicta que la felicidad, paz, tranquilidad, estabilidad y sosiego personales depende del tener.
El afán de tener es una sutil tentación que hace que nos
convirtamos a la religión del consumo y por lo tanto dejemos de ser cristianos católicos, al menos de una manera verdadera. La
religión del consumo es idolátrica, y por lo tanto engañosa y cruel. Es engañosa porque la satisfacción de los deseos
-casi siempre provocados artificialmente- no engendra
felicidad, al contrario produce desencanto e insatisfacción. Y es cruel, porque el ídolo (el afán de tener) condena a sus
―adoradores‖ con la esclavitud y la dependencia. Este ídolo es cruel porque esta ansiosa persecución de las cosas a toda costa,
engendra enormes injusticias y desigualdades sociales.
¿Cuantos lujos, costumbres, ideas, prejuicios, aficiones, bienes materiales innecesarios y vanidades superfluas se han
posesionado de tu libertad? Respondiendo a esta pregunta podremos darnos cuenta del nivel de idolatría que sufrimos. El
camino cuaresmal es un llamado a la libertad y una de los apotegmas que predica con más fuerza es la austeridad. La austeridad es una maestra que nos enseña que no es más feliz el
que más tiene, sino el que menos necesita; que no es más libre el que tiene más medios, sino el que comparte; que no es mas
refinado y digno el que experimenta más, sino aquel que mira más allá de sus
narices y se solidariza con sus hermanos.
En la cuaresma ayunamos y
nos abstenemos de comer carne, para liberarnos de idolatrías y en el amor del
verdadero Dios compartir las cosas que
poseemos, que más que conquista son don (regalo) que hemos recibido de Aquel que lo
ha creado todo. Si esta no es tu idea de ayuno y abstinencia, mejor ni ayunes ni te abstengas,
porque otro ídolo se asoma y te quiere atrapar, el del ―ayuno legalista‖ que más que liberarte
te encerraría en el calabozo de tu propia auto-justificación, convirtiéndote más en fariseo que en discípulo.
Si te conformas con un ―ayuno
legalista‖ que cubra el cumplimiento de un precepto, en realidad no has
cumplido la voluntad de Dios que no consiste en que te hagas esclavo de la
ley sino que seas libre por su amor y misericordia. ¿Estas dispuesto a optar
por la austeri- dad en tu vivencia de esta cuaresma o este tiempo de gracia que esta ante ti pasará sin hacer mella en tu vida de fe? La respuesta a esta pregunta es la verdaderamente
importante.
P. Eliezer Israel Sandoval Espinosa
Vicario parroquial
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