pérez - el tiempo del guzmán de alfarache

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EL TMPO DEL GUZM DE FCHE J OSEPH Universidad de Burdeos Los últimos años del siglo xvr son mos para España que va de capa caída desde el fracaso de la Invencible Armada. Los corsarios ingleses atacan Lisboa y La Coruña, en 1589, Las Palmas en 1595 y saquean Cádiz el mismo año. El rey Católico no ha podido impedir que un ex-hugonote se siente en el ono de Francia. La paz de Vervins ( 1598) permite medir el terreno perdido por España en Europa desde 1556. En Flandes, la guerra sigue desarrollán- ose a pes de la cesión del territorio a la infanta Isabel Clara Eugenia y su marido el archiduque Alberto. En la península, Antonio Pérez, acusado de traición, se ha fugado al extranjero en 1591, provocando de paso una crisis grave en el reino de Aragón; las Cortes de Madrid protestan contra una po- lítica exterior agotadora; se notan señes de cansancio en todos los ámbitos sociales; Felipe II, que se está pudriendo en El Escorial, es obligado a de- clar una nueva suspensión de pagos; se murmura que si el rey no muere el reino muere. El rey se muere efectivamente, pero los problemas siguen en pie y una epidemia de pes que se prolonga hasta bien enado el siglo xvn causa en total la muee de medio millón de personas. Éste es el contexto en el que conviene situar, en 1599, la novela de Mateo Alemán, Guzn de Aarache. Los tonos negros del libro están perfecta- men acordes con una coyuntura nada optimista. Puede verse en el Guzn un eco de una problemática social, un testimonio y una ilusación de la cri- sis por la que pasa entonces España, lo cual no implica que haya que inter- pretarlo como reflejo de la realidad. En ningún modo conviene caer en la tentación de atribuir a una obra literaria un carácter de documento sobre una

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Page 1: Pérez - El Tiempo Del Guzmán de Alfarache

EL TIEMPO

DEL GUZMÁN DE ALFARACHE

J OSEPH PÉREZ Universidad de Burdeos

Los últimos años del siglo xvr son malos para España que va de capa caída desde el fracaso de la Invencible Armada. Los corsarios ingleses atacan Lisboa y La Coruña, en 1589, Las Palmas en 1595 y saquean Cádiz el mismo año. El rey Católico no ha podido impedir que un ex-hugonote se siente en el trono de Francia. La paz de Vervins (1598) permite medir el terreno perdido por España en Europa desde 1556. En Flandes, la guerra sigue desarrollán­(iose a pesar de la cesión del territorio a la infanta Isabel Clara Eugenia y su marido el archiduque Alberto. En la península, Antonio Pérez, acusado de traición, se ha fugado al extranjero en 1591, provocando de paso una crisis grave en el reino de Aragón; las Cortes de Madrid protestan contra una po­lítica exterior agotadora; se notan señales de cansancio en todos los ámbitos sociales; Felipe II, que se está pudriendo en El Escorial, es obligado a de­clarar una nueva suspensión de pagos; se murmura que si el rey no muere el reino muere. El rey se muere efectivamente, pero los problemas siguen en pie y una epidemia de peste que se prolonga hasta bien entrado el siglo xvn causa en total la muerte de medio millón de personas.

Éste es el contexto en el que conviene situar, en 1599, la novela de Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache. Los tonos negros del libro están perfecta­mente acordes con una coyuntura nada optimista. Puede verse en el Guzmán un eco de una problemática social, un testimonio y una ilustración de la cri­sis por la que pasa entonces España, lo cual no implica que haya que inter­pretarlo como reflejo de la realidad. En ningún modo conviene caer en la tentación de atribuir a una obra literaria un carácter de documento sobre una

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época, pero es legítimo ver en la literatura un síntoma que revela la socie­dad a sí misma'.

Dos textos parecen representativos de la situación española de fin de siglo y merecen unos breves comentarios: el discurso de Monzón en las Cortes de Madrid de 1593 y el Memorial de Cellorigo, impreso en 1600. En ambos ca­sos se trata de hacer frente a los problemas que plantea la política exterior de la monarquía: la expedición a Inglaterra de 1588 que se terminó con el desastre de la Invencible, la revuelta de Flandes y, desde unos pocos años, la intervención de España en Francia. Por lo menos desde 1576, Felipe 11

mantiene relaciones estrechas con el partido católico de Francia, la Liga; de España viene parte del dinero para pagar las tropas de la Liga; más de tres

�iliones de ducados se habrían gastado de esta forma en subsidios y pen­siOnes. De Flandes salen además tropas en auxilio de los ligueros. Desde 1584, se trata de evitar que la sucesión al trono de Francia le corresponda a un hugonote, Enrique de Borbón, rey de Navarra, que pronto se proclama como rey de Francia con el nombre de Enrique IV. Éste, el 4 de mayo de 1590, llega a las puertas de París. Para evitar que la ciudad capitule, Felipe 11 ordena a Alejandro Famesio que salga de Flandes con un ejército P?deroso y acuda en socorro de la ciudad. Famesio entra en París en agosto. Sm embargo, la solución no podía ser militar; tenía que ser política. Ante los Estados generales de Francia -equivalente de las Cortes de España- que se reúnen en enero de 1593, el embajador de Felipe ll presenta la candidatura al trono de Francia de su hija, la infanta Isabel Clara Eugenia, nieta de Enrique 11.

EL mscuRso DE MoNzóN EN 1593

Ésta es la coyuntura en la que hay que situar el discurso del procurador de Madrid ante las Cortes, el 19 de mayo de 1593. En dicho discurso, aparte de consideraciones sobre política económica2, encontramos tres temas sus-

' . En este sentido escribía Octavio Paz (en la revista Esprit, octubre de 1983, p. 12): "La relauon qu 'entretiennent la société et la littérature n' est pas un rapport de cause a effet. Le lien qui les unit est, a la fois, nécessaire, contradictoire et imprevisible. La littérature exprime la so­ciété; en 1' exprimant, elle la modifie, la contredit ou la nie. En la décrivant, elle !'invente· en l'inventant, elle la révele. [ . .. ] La littérature est une réponse aux questions que la société se pose sur elle-meme, mais cette réponse est presque toujours inattendue".

2 Hay que impedir que los Genoveses se lleven dinero fuera del reino: "seni bien que, pues ellos se ll.evan el dinero y su Majestad los defiende en sus tierras, contribuyan siquiera con no sacar el dmero fuera". Se pide también la prohibición de ciertas importaciones "Que su Majestad

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tanciales: una constatación, una propuesta, un concepto de la monarquía his­pánica.

El procurador constata primero que Castilla se está agotando al preten­der asumir sola la defensa del catolicismo en Europa:

Francisco de Monzón dijo que, habiendo entendido y considerado la

importancia y gravedad de lo contenido en la �roposici�n .q�e, de parte

de Su Majestad, el señor presidente hizo en el remo en vemtltres �e marzo

y presupuesto que no se puede negar que es a cargo de su MaJesta� la

defensa de la santa fe y religión cristiana y que, como tan gran senor,

santo y rey católico, ha procurado y procura que sea ensalzada y destruidos los enemigos ocultos y públicos que van contra el servicio de nuestro

Señor y perturban a los que le desean servir y sirven y que, para fin tan santo y justo, se han consumido sus rentas y patrimonio real

. Y está en

deuda de tanta suma de millones y que los ocho con que el remo pasado sirvió y el empréstito y servicio gracioso que se ha hecho ni otra gran suma mayor no es bastante para poder permanecer en casas tan grandes, pues se ve y ha visto por experiencia que los enemigos son siempre Y cada día más y más poderosos y que nuestros pecados son causa que con

tan grandes ejércitos y continuos gastos su Majestad no haya tenido vic­

toria contra ellos y que, para sujetarlos, es necesario tan innumerable cau­dal y que éste no es posible que estos reinos lo puedan suplir, aun cuando

estuvieren en su prosperidad, y que a lo que entiende su Majestad ha cum­

plido con sus obligaciones, así con nuestro Señor, que no le es nada oculto, como con los hombres católicos e infieles de todo el mundo, que están a la mira de los sucesos de tantas empresas como trae entre manos .

A continuación, recomienda Monzón que el rey se desentienda de los ne­

gocios de Flandes y de Francia y se dedique exclusivamente a defender la

península y las relaciones con Indias:

Que Su Majestad se sirva, siendo posible, de alzar la man� de l�s ejércitos que trae en Flandes y Francia, pues con esto quedan bten Y n­gurosamente castigados los rebeldes que no quieren seguir la fe s�ta Y que, pues ellos se quieren perder, que se pierdan y [ . . . ] que Su MaJestad sea servido de tratar de fortalecer estos sus reinos y costas Y puertos de la mar, y sus galeras, armándolas y reforzándolas, así de más �úmero como de todo lo necesario, y en defender el paso del estrecho de Gtbraltar

mande que no se metan en estos reinos ningunas mercaderías superfluas Y de chucherías, como se sabe que están las tiendas llenas, pues demás de que no son de ningún servicio ni provecho para la vida humana, se conseguirá el no sacar tanto dinero como se saca".

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y en asegurar la navegación de las Indias para que las flotas estén seguras y le pueda entrar en España la riqueza que en ellas tiene.

Termina Monzón pidiendo que Castilla deje de contribuir con sus recur­sos financieros a los gastos que puedan ofrecerse en otros territorios de la monarquía, con alusiones claras a la guerra de sucesión de 1580 en Portugal y a las alteraciones de Aragón de 1591:

Su Majestad sea servido de dar orden cómo, para la defensa y buen gobierno y paz y quietud del reino de Portugal, todo el caudal que para esto sea necesario se saque del mismo reino y lo mismo, para los reinos de la corona de Aragón, lo que en ellos se gasta con la gente de guerra que allí su Majestad sustenta de ordinario, sin que sea necesario que destos reinos de Castilla se haya de sacar cosa ninguna, porque será bien menester lo que en ellos hubiere para su defensa [ .. . ]. Y no alcanza que de orde­narlo su Majestad así, Portugal y Aragón tengan de qué formar agravio,

pues los dichos gastos han procedido por castigar rebeldes perpetradores de la paz en aquellos reinos y por mantenerlos su Majestad en ella y en

justicia a los que la han amado y el acudir a estos gastos parece que es más justo que aquellos mesmos reinos lo hagan que no los de Castilla, pues no dieron causa para ello.

Del discurso de Monzón se desprenden dos ideas: la monarquía debe en­tenderse como unión personal de territorios autónomos y los intereses del reino no coinciden forzosamente con los del rey.

En 1479, cuando el marido de la reina de Castilla s� convierte en rey de Aragón, surge, no una nación unificada, sino una doble monarquía: Isabel y Fernando no son reyes de España, sino reyes de Castilla y de Aragón. Ésta es la situación que hereda su nieto, Don Carlos, primero, luego Felipe 11: una monarquía que carece de unidad política y de toda trabazón interna -no hay ni un asomo de un gobierno supranacional-, que existe sólo como unión per­sonal, una monarquía que viene a ser un conjunto de territorios (reinos, con­dados, principados, señoríos) en el cual cada componente conserva su fisono­mía propia (instituciones, leyes, régimen fiscal, moneda, aduanas, lengua ... ); el soberano es al mismo tiempo rey de Castilla, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, etc. Todos estos territorios han ido agregándose unos a otros por vía de sucesión; son bienes patrimoniales que el soberano recibe de sus padres y transmite a sus hijos y sucesores. Esta situación implica que cada territorio tenga que contribuir sólo en los gastos que le interesan. Por eso censura Monzón el hecho de que Castilla haya tenido que sufragar la expe-

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dición que se envió a Zaragoza, en 1591, para acabar con las alteraciones de Aragón.

Pero Monzón va más lejos; sugiere que Castilla no tenía ningún motivo para intervenir en Portugal, en Flandes y en Francia. O sea que lo que se está censurando en realidad es la política seguida desde el advenimiento de la Casa de Austria, en 1516, una política que los comuneros denunciaron ya en su tiempo como dinástica y contraria al interés del reino. Es la elección del rey al imperio, en 1519, la que dio comienzo cronológicamente al mo­vimiento comunero. Es para sacudirse el peso del imperio por lo que Toledo empezó sus gestiones cerca de las ciudades con voz y voto en Cortes. En fe­brero de 1520, en vísperas de la reunión de las Cortes en Santiago, los frailes de Salamanca elaboraron un documento que iba a servir de programa a la futura Junta comunera y en el que se lee frases como ésta:

No es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reinos en las

de otros señoríos que tiene, pues cada cual dellos es bastante para sí, y éste no es obligado a ninguno de los otros, ni sujeto ni conquistado ni de­fendido de gentes extrañas'.

El tema corre a lo largo de todo el episodio comunero. No deja de apun­tarlo el cardenal Adriano en julio de 1520:

Dicen expresamente que las pecunias de Castilla se deben gastar al

provecho de Castilla y no de Alemania, Aragón, Nápoles, etc., y que Vuestra Majestad ha de gobernar cada una tierra con el dinero que della

recibe4•

No se trata de xenofobia ni de voluntad de encerrarse en la península, volviendo la espalda a Europa, sino de algo mucho más serio e importante: los comuneros tienen la impresión de que el César está sacrificando el bien común de Castilla, los intereses propios y legítimos del reino, a sus intereses personales y dinásticos; ellos recelan que Castilla va a perder mucho con el Imperio; tendrá que sufragar una política exterior distinta y tal vez opuesta a sus propios intereses nacionales, intuición que la historia posterior ha rati­ficado. En la segunda mitad del siglo xvm, cuando empieza a revisarse en sentido crítico la historia nacional y concretamente el episodio comunero, Forner se expresa así,: "se puede dudar si el reinado de Carlos V fue tan

3 Joseph Pérez, La Révolution des "Comunidades" de Castil/e, Bordeaux, Institut d'études ibériques et ibéro-américaines, 1970, p. 150.

• Ibidem, p. 174.

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próspero para sus reinos como favorable a la gloria personal del príncipe"5• En nuestro siglo, Manuel Azaña ha formulado la misma idea de forma inmejorable:

Todas las fuerzas y recursos de España se emplearon en hacer la po­lítica de esta familia [los Austrias ]6•

Las acciones pasadas bajo el nombre de España [ .. . ] tienen dos com­ponentes: lo europeo y lo español estricto [ . .. ].Lo político europeo y lo español no coinciden [ ... ]. Lo europeo se cifra en la corona [ . . . ]. Por ejemplo, el ejército [ . .. ] no era español, sino de la corona [ ... ].Aislar lo

español requiere sustraer lo dinástico, lo católico internacional, lo impe­

rial austro alemán [ ... ]. La acción de la corona católica en Europa, desde el emperador a su triste tataranieto, es mucho menos española de lo que aparenta[ ... ]. La propaganda empeña el amor propio de los españoles ha­

ciéndoles soportar mediante lisonjas del orgullo cargas que no les corres­ponden: en su tiempo, para sufrirlas en su persona y bienes; más tarde, en los sentimientos, para sostén y amparo de una causa fenecida'.

Después de la derrota de Villalar, Castilla no tendrá más remedio que in­clinarse y contribuir con sus soldados y con su dinero a la política imperial, pero es patente que lo hace a regañadientes. En 1527, las Cortes de Valla­dolid se niegan a contribuir en los gastos de una expedición militar destinada a socorrer los estados de Austria y Hungría. En 1529, Galíndez de Carvajal vuelve a insistir en el tema: los castellanos no tienen ningún motivo para su­fragar los gastos del imperio; los servicios que el rey pueda pedir a las Cortes de Castilla deben justificarse exclusivamente por la defensa de los intereses propios de Castilla; la lucha contra el turco no constituye, desde este punto de vista, una justificación suficiente. También en 1529, en carta a Francisco de Los Cobos, el cardenal Tavera, arzobispo de Toledo, opina que el empe­r�dor debería de volver cuanto antes a España y llevar la guerra al norte de Africa: "y reniegue de toda la [guerra] de Italia y de Francia, que al cabo esto es lo que ha de durar y quedar a sus sucesores y lo de allá es gloria transitoria y de aire". Unos cinco años después, los procuradores de Burgos en las Cortes de Segovia (1532) se muestran todavía más recios, diciendo

J. P. Fomer, Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la historia de España, en Obras, Madrid, 1844, p. 91.

• Manuel Azaña, "El problema español", en Azaña, ed. de V. A. Serrano y J.M. San Lu­ciano, Madrid, Edascal, pp. 17-18.

7 M. Azaña, Obras completas, ed. de Juan Marichal, México, Ediciones Oasis, 1966, t. 1, pp. 583-584.

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"que la guerra del Turco no tocaba a España y que bastaba que por causa de ella se sacaba de España mucho dinero y caballos [ . . . ], que el servicio que el reino había de dar había de ser lo ordinario, y esto era necesario para la defensa de estos reinos si los reyes comarcanos o los moros quisiesen hacer daño en ellos"8•

Estudiando las cartas intercambiadas por el emperador y la emperatriz en años en que el primero estuvo ausente de España, José María Jover ha puesto de relieve la actitud bastante negativa de los medios gubernativos de España en lo que se refiere a la política internacional de Carlos, concretamente a los dos objetivos que éste se proponía: la reforma de la iglesia y la cruzada contra el turco9• En ambos casos, la tranquilidad de Alemania o las cosas de la fe, como se decía en las cartas de Carlos Quinto, no despiertan ningún entu­siasmo. En las Cortes de 1538, los Grandes hicieron una serie de sugerencias al emperador para que terminaran las necesidades financieras de la corona:

Parécenos el más importante [remedio] y más debido a nuestra fide­

lidad suplicar a Vuestra Majestad trabaje por tener suspensión de guerras y de residir por ahora en estos reinos [ .. . ] pues es cosa notoria que las

principales causas de las necesidades en que Vuestra Majestad está han

nacido de diez y ocho años que ha que Vuestra Majestad está en armas por mar y por tierra y los grandes gastos que a causa de esto se recrecen

[ ... ]. El remedio de esto es el camino contrario, reparando estos daños

con la residencia de Vuestra Majestad y quietud en estos reinos'"·

O sea que la política que recomendaban los Grandes no era muy distinta de la que querían promover los comuneros: que el rey de Castilla se quedara en la península, cuidando de los intereses de ésta sin meterse en líos en Alemania ni con los turcos . ..

Felipe 11 siguió defendiendo una política exterior de signo marcadamente dinástico y no nacional: tanto en Flandes como en Portugal y no digamos en Francia, de lo que se trataba no era de sostener los intereses del reino de Castilla, sino los derechos patrimoniales del monarca. En el discurso de Mon­zón cabe ver pues una nostalgia de la época en la que Castilla podía desarro­llar una política exterior conforme a sus intereses como nación, sin tener que sacrificarse a las ambiciones de un monarca que no quería ceder ni un ápice de sus derechos patrimoniales, aunque fuera a costa de la hacienda del reino.

Pedro Girón, Cr6nica del Emperador Carlos V, ed. de Juan Sánchez Montes, prólogo de Peter Rassow, Madrid, CSIC, 1964.

V. José Maria Jover, Carlos V y los españoles, Madrid, Rialp, 1963. 10 Ibidem.

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En este sentido, Monzón se nos aparece como un precursor de algunos ar­bitristas, los que Jean Vilar nos presenta como formando parte de la "escuela de Toledo", hombres que no quieren confundir España con la Monarquía, "con el Imperio"". No olvidemos que Elliott ha definido acertadamente el arbitrismo como fenómeno esencialmente castellano.

EL MEMORIAL DE CELLORIGO

Pienso que se ha exagerado mucho el alcance del Memorial de Cello­rigo12. No olvidemos la fecha de publicación: 1600, es decir en medio de la gran epidemia de peste de 1598-1602 que iba a causar la muerte, como queda dicho, de medio millón de personas. El hecho, de por sí, bastaría a justificar el pesimismo de la exposición. A mi modo de ver, convendría también tener en cuenta el aspecto circunstancial del memorial dedicado a Felipe m: estamos a principios de un nuevo reinado y muchos esperan que el joven soberano dé soluciones adecuadas y nuevas a los problemas que su padre había de­jado pendientes. Pensemos en la frase que corría por Castilla en los últimos años, cuando Felipe Il estaba terminando su largo reinado en medio de en­fermedades y dolores espantosos: Si el rey no muere, el reino muere. Desde hacía algún tiempo ya, varios familiares del Rey Prudente tenían sus dudas acerca de las capacidades del príncipe heredero13• De estas críticas y anhelos es buen exponente el panfleto atribuido a Íñigo lbáñez de Santa Cruz, secre­tario del duque de Lerma, panfleto que circuló manuscrito después de la muerte de Felipe 11. El mismo título lo dice todo o casi todo: Memoria de un Español al rey Felipe I/1 presentada en 1599 sobre la corrupción del sis­tema de gobierno de Felipe Il14• El autor pretende referir "las causas de que

Jean Vilar, introducción a Sancho de Moneada, Restauración política de España, Madrid, Instituto de estudios fiscales, 1974 (Clásicos del pensamiento económico español).

12 Memorial de la política necesaria y útil restauración a la república de España y estados de ella, y del desempeño universal de estos reinos, dirigido al rey Don Felipe III, nuestro señor, por el licenciado Martín González de Cellorigo, abogado de la Real Chancillería y del Santo Oficio de la ciudad de Valladolid, impreso en la misma ciudad por Juan Bostillo, año de 1600.

13 A partir de julio de 1595, Felipe 11 había venido encomendando a su hijo y heredero al­gunas tareas de gobierno para aleccionarle: audiencias con embajadores y ministros, asistencia a consejos y juntas, pero la desconfianza que su sucesor inspiraba en el monarca era notoria; en 1596, García de Loaysa escribía que el príncipe era honesto, religioso y templado, afable y ágil, pero padecía cortedad y vergüenza en sus funciones públicas (José Martínez Millán y Carlos J. de Carlos Morales, Felipe 11 .. . , Junta de Castilla y León, 1998, p. 275).

14 Otro título reza: Discurso en que se condena el Gouierno de los Reyes de las Españas Phelipes segundo y tercero el año de 1599.

EL TIEMPO DEL GUZMÁN DE ALFARACHE 37

resultaron el ignorante y confuso gobierno que hubo en el tiempo del Rey nuestro señor que sea en gloria y el prudente y acertado modo de gobernar que ha tomado y proseguirá Su Magt con el favor de Dios". Censura el modo de gobernar del Rey Prudente:

Están los enemigos gallardeándose en ser señores de la mar, haciendo

mil ofensas y dándonos mil palos y salen con las premáticas de las le­

chuguillas y si los coches han de andar con dos o con cuatro caballos.

[ .. . ] Cuentan que llevaron una vez a firmar al rey nuestro señor, que sea

en gloria, vna libranza de quinientos mil ducados y que puso a la margen

estas palabras: vuéluase a hacer esta libranza porque está errada en vein­

ticinco maravedis [ . . . ]. Desta suerte sumió y herredió más de 500 millo­

nes en los pantanos de Flandes y en las estratagemas de Francia y en las desconsideradas jornadas de Inglaterra.

Se critican los colaboradores del rey difunto, "ciego guiado destos que veían tan poco y aun menos que él".

¿Puede auer en el mundo ignorancia tan sin disculpa como la del rey nuestro señor en tomar por consejeros unos hombres tan faltos de la cla­

ridad del entendimiento como de experiencia? ¡A desdichada España Y desdichada monarquía que así te ha perdido, consumido y acabado este

tan ciego gobierno! Y así dice el refrán que el que no sabe es como el

que no ve.

Termina el panfleto con el elogio del marqués de Denia:

Dexando aparte su mucho entendimiento y calidad y auer tan bien

gobernado en Valencia y sido el más amado y temido virrey que se ha visto, ha�iéndole su mgt la merced que le hace como se pudo dejar de

hacerle consejero de Estado fuera de que por auer sido protector general

y aduogado de todo el mundo tiene una noticia general de cuantos ne­

gocios ay para no ignorar las materias y ser tan capaz para juzgarlas como lo es un grande aduogado si le hiciesen del Consejo Real digo en

las materias de especulación en que no es menester experiencia en la

guerra por tierra y mar y esto lo suplen los consejeros experimentados que se han metido, con que todo irá encaminado acertada y prudentíssi­

mamente15.

" De este panfleto se conservan gran número de copias en varias bibliotecas y archivos. Cabrera de Córdoba proporciona datos en tomo a su difusión por la corte, así como del escándalo que causó: Ibáñez estuvo encarcelado por algún tiempo, pero, tras diversas peripecias en las que se nota la mano de su patrono Lerrna, era liberado en 1605.

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A mi entender, el Memorial de Cellorigo debe ser incluido entre los es­critos de circunstancia que siempre acompañan un cambio de reinado. Muchos esperan entonces que el nuevo soberano termine con los yerros anteriores y emprenda las reformas necesarias; para animarle en este sentido, no se duda en exagerar la gravedad de la situación con notas catastróficas. Un fenómeno semejante se produjo a mediados del siglo XVI cuando Felipe ll tomó el relevo de su padre16• Entre los que entonces llamaron la atención del nuevo rey se encontraba el contador Luis Ortiz que le dedicó un famoso Memorial "para que no salgan dineros des tos reinos de España [ . . . ] y para desempeñar a S. M."17 Luis Ortiz llama la atención sobre una situación preocupante que conduce a lo que hoy llamaríamos subdesarrollo: España exporta materias primas y compra productos elaborados; "el remedio para esto es vedar que no salgan del reino mercaderías por labrar ni entre en él mercaderías labra­das". Esta observación, lo mismo que otras sobre la tendencia a menospre­ciar "los oficiales mecánicos" o la "multitud de pleitos", parece acertada, pero Luis Ortiz carga demasiado las tintas negras al presentarnos, en fecha tan temprana como mediados del siglo XVI, la situación de la economía cas­tellana de una manera catastrófica. Lo que dice, por ejemplo, de la economía de la ciudad de Toledo no corresponde en absoluto a lo que revela la docu­mentación contemporánea18: Toledo no era por aquellas fechas, ni mucho menos, una ciudad decadente, sino todo lo contrario19•

Lo mismo que hacía Luis Ortiz medio siglo antes, Cellorigo, en 1600, exagera al presentarnos "el reino acabado, las rentas reales caídas, los vasa­llos perdidos y la república consumida". Cellorigo inaugura así un tema que tanta resonancia va a tener en la literatura arbitrista posterior, el de la deca-

16 José Antonio Maravall, La oposición política bajo los Austrias, Madrid, Ariel, 1972. 17 El Memoria/lleva la fecha del 1 de marzo de 1558. Jean Vilar ("Du «service de Dieu>>

aux <<choses>> de J'Espagne", en R. Carrasco y A. Milhou, La Monarchie catholique, París, Ed. du temps, 1998, p. 167 nota) piensa que es muy anterior y que se escribió hacia 1545. El texto quedó inédito hasta que Manuel Femández Álvarez lo editara en 1957 (Economía, so­ciedad y corona, Madrid, Cultura Hispánica, 1963, pp. 581-589).

" "Esta ciudad solía ser muy próspera por los muchos tratos e oficios que tenía, en espe­cial por los de las sedas que en él se labraban, que la mayor parte se a perdido y dejado, por­que franceses y otras ·naciones llevan a sus tierras las sedas en madeja, como salen y ladas del capullo del gusano de seda, y allá ponen sus telares y labran y azen todo género de telas de seda, lo cual mezclan allá con telas falsas y lanas y proveídos de lo mejor nos vuelven lo falso después de tejidas con sutilezas e industrias no pensadas".

19 El auge de Toledo se sitúa entre 1522 y 1568. En 1561, Toledo era entonces la segunda población del reino después de Sevilla, que contaba con casi 100.000 habitantes en 1561. V. Linda Martz y Julio Porres, Toledo y los toledanos en 1561, Toledo, 1974, p. 12, y la tesis de Julián Montemayor, Tolede entre fortune et déclin (1530-1640), Toulouse, 1991.

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dencia, caracterizado esencialmente por el crecimiento de la deuda públic�, por un supuesto bajón de la industria castellana, desbordada por la afluencta de productos extranjeros; por la depauperación de un campesinado sobre­cargado de impuestos, por el descenso de la población, atribuido no sólo a los efectos de la peste de 1599-1600, sino también al sistema tributario, a los atractivos relativos de la carrera eclesiástica y a la emigración a Indias, etcétera.

Hoy en día, la tendencia es más bien de matizar el concepto de declive. La decadencia no es una situación objetiva, sino un fenómeno psicológico: los castellanos de principios del siglo xvn tenían la impresión de vivir en una nación que ya no era la que fue, que había entrado en decadencia. ¿Era exacta esta impresión? Desde luego no cabe duda de que la situación de la ec�no­mía había empeorado desde mediados del siglo pasado: muchos campesmos habían abandonado sus tierras y sus hogares para buscar refugio en las ciuda­des; de esta forma iba la producción disminuyendo mientras crecía el número de desocupados, mendigos y marginados ... Ahora bien, esta situación es más bien característica del centro de Castilla, de aquellas zonas, entre Burgos Y Toledo, que desde mediados del siglo xv hasta finales del XVI, habían cons­tituido el riñón del reino, las zonas más pobladas, más dinámicas, más ricas. Allí sí que se nota la crisis: descenso de la población, reducción de la super­ficie cultivada, recesión comercial, hundimiento de la manufactura, abandono de la burguesía y reacción señoriaF0• En cambio, en las regiones periféricas, la situación no es tan alarmante, ni mucho menos; se está produciendo un reequilibrio que les es favorable.

Thompson ha estudiado los efectos del gasto militar sobre la economía peninsular. Del gasto militar se beneficiaron especialmente las regiones pe­riféricas de la península, las fronterizas y especialmente las costeras en las que se producía el aprovisionamiento de las fuerzas navales. Así se produjo, por vía del gasto público, una transferencia de recursos hacia esas regiones, algunas de las cuales -corona de Aragón, provincias vascongadas- contribuían muy escasamente al pago de impuestos. Galicia y Andalucía recuperaban una parte considerable de sus pagos a la hacienda gracias a los gastos que el Es­tado debía hacer en ellas para el aprovisionamiento de las fuerzas navales Y territorios, gastos que consistían especialmente en la compra de productos agrarios. Por el contrario, las regiones del interior, que tributaban como las que más, muy poco se beneficiaban del gasto militar. ¿Cómo no relacionar

20 Cf. Ángel García Sanz y J. Sanz Femández, Papeles de economía española, 20 (1984).

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estos hechos con la menor dureza que la crisis del XVII tuvo en Ías regiones periféricas y con la vigorosa recuperación que casi todas ellas experimenta­ron en la segunda mitad del seiscientos?21

Carece pues de sentido decir sin matices que España -o más exactamente Castilla- entró en decadencia en los años finales del reinado de Felipe ll. En realidad, Castilla todavía dispuso durante casi medio siglo de recursos y fuerzas suficientes que le permitieron sostener guerras en toda Europa y conservar lo que el Conde-Duque llamaba su reputación. Hasta Rocroy (1643), los ter­cios siguen siendo el instrumento militar de la hegemonía española y sólo con los tratados de Wesfalia (1648) se inicia verdaderamente el declive o el repliegue de la diplomacia española. Para una nación que estaría en deca­dencia son muchos años de respiro ...

EL MUNDO DE LA PICARESCA

Donde Cellorigo acierta es en el análisis del parasitismo castellano -"el abuso y depravada costumbre que se ha introducido en estos reinos de que el no vivir de rentas no es trato de nobles". Son frases muy conocidas pero que vale la pena citar otra vez: "No es tenido por honrado ni principal sino es el que sigue la holgura y el paseo, a que todos aspiran por ser estimados y más respetados del vulgo"22• Los que pueden disponen de numerosa servi-

21 Á. García Sanz, Repercusiones de la fiscalidad sobre la economía castellana en los si­glos XVI y xvu (separata), p. 22. Al mismo García Sanz debemos el cuestionamiento de otro tó­pico, el de la fiscalidad, causa del agotamiento progresivo de la expansión económica que Jos territorios castellanos conocieron durante las décadas centrales del Seiscientos -entre 1630 y 1680 especialmente. En realidad, entre principios del xv1 y los años centrales del xvn, los in­gresos nominales del Estado se han multiplicado casi por 22; por las mismas fechas, en términos de poder adquisitivo, los ingresos de la Hacienda tan sólo se habían multiplicado por 2,73. Se ve que la carga fiscal aumentó de manera moderada si se la evalúa en términos de poder adqui­sitivo. En una economía eminentemente agraria y con alto grado de autoaprovisionamiento, como era la Castilla de los Austrias, la fiscalidad no grava la propiedad ni la producción, sino espe­cialmente el comercio y el consumo. El grueso de la carga fiscal se concentraba en lo poco que se compraba y vendía, dejando exento lo mucho que se poseía -la riqueza- o se producía -la renta. ¿Quién pagaba las alcabalas, el impuesto más extendido? Los menestrales, artesanos, pro­fesionales, funcionarios que se aprovisionaban del mercado y que diariamente tenían que acudir a las tiendas para proveerse de comestibles -carne, vino y aceite, pan. La concentración de la carga fiscal en los artículos alimenticios hubo de contraer la demanda y el consumo de artículos no tan decisivos para la subsistencia como eran las manufacturas -vestido, calzado, etc.-, lo cual hubo de deprimir las ramas de la producción industrial más difundidas en las ciudades.

" Añade Cellorigo: "Contra lo que las demás naciones siguen y profesan", lo cual no es cierto: Castilla no constituye ni mucho menos una excepción en Europa; en Francia, Inglaterra y otras naciones se nota el mismo fenómeno.

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dumbre, "haciendo [ ... ] de la multitud de sirvientes gran pompa y aparato de su grandeza". Este mal lo ha causado la plata que viene de América ("el haber sabido tan mal usar de las riquezas que por las puertas le han entrado"); el dinero fácil lo ha corrompido todo, "pervirtiendo el orden natural, por el cual es muy cierto y sin duda que unos nacieron para servir y obedecer y otros para mandar y gobernar".

¿Qué se puede esperar de semejantes constituciones sino que todos

desamparen los tratos o que por lo menos, en llegando a una mediana ga­nancia, los dejen por dejar a sus hijos ocasión para adelante de ir adqui­riendo nobleza por medio de la renta[ ... ], dexando de continuar sus tratos?

Ahora bien, el parasitismo es el terreno donde florece el pícaro, el caldo de cultivo de la picaresca. Por algo son contemporáneos Cellorigo y Mateo Alemán. Los dos autores se completan. El uno, como observador, describe los acondicionamientos que han convertido en rentistas a muchos producto­res y obligado a muchos otros a vivir en la miseria. El otro, como novelista, nos sitúa en un mundo imaginario pero que no carece de fundamentos, el del hampa. ¿Cómo interpretar la novela picaresca, en general, y el Guzmán de Alfarache en particular? En 1937, Miguel Herrero García presentó un esquema explicativo que conoció largo éxito en los medios universitarios; es la tesis conocida de la novela picaresca como "producto seudoascético", "hijo de las circunstancias peculiares del espíritu español", "un sermón con alteración de proporciones de los elementos que entran en su combinación", "novela dis­Úazada de sermón"23• Comparto las dudas de José Antonio Maravall sobre esta "tendencia teologizante" o esta "teología literaria"; "esa interpretación teológica del Guzmán [ .. . ] es una arbitraria ocurrencia moderna"24•

Tampoco me convencen las tesis que procuran explicar la aparición del pícaro por el fracaso y la ausencia de una clase media. El pícaro no es un burgués fracasado. No creo que Mateo Alemán esté inspirado por una especie de puritanismo burgués ni que el mundo en el que vive el pícaro sea el pro­ducto de una supuesta mentalidad conservadora o hidalguista25• De ser cierta esta interpretación estaríamos frente a una extraña subversión de la dialéc-

23 Miguel Herrero García, "Nueva interpretación de la novela picaresca", Revista de Filología Española, Madrid, XXIX (1937), pp. 343-362.

24 José Antonio Maravall: "Pienso que se llega por ese camino a presentar interpretaciones que llegan al absurdo".

25 Michel Cavillac, Pícaros y mercaderes en el Guzmán de Alfarache. Realismo burgués Y

mentalidad aristocrática, Granada, Universidad de Granada, 1994. La primera versión -en fran­cés- es de 1983.

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tica marxista: una superestructura ideológica que procuraría; crear una in­fraestructura económica y social ...

Ante un problema de tipo económico la respuesta no debe ser de orden psicológico, sino económico. No es la idiosincrasia del castellano del si­glo XVI la que explica la formación de una sociedad parasitaria tal como la describen, cada uno a su manera, Cellorigo y Mateo Alemán. Los castellanos no nacieron impedidos para las actividades económicas. Todos los historiadores coinciden en un punto: hasta bien entrado el siglo xvi, los castellanos supieron aprovecharse de una coyuntura favorable26• El cambio de coyuntura se inicia a raíz de la suspensión de pagos decidida por Felipe ll en 1556. No se trata exactamente de una bancarrota, como se escribe a veces de modo inexacto sino de una conversión de la deuda flotante en deuda consolidada: los ban� queros y asentistas -sobre todo genoveses- reciben juros en reembolso de las cantidades que les debía el rey, y los genoveses ponen estos juros en el mercado y los venden a particulares -burgueses, funcionarios, eclesiásticos, con:entos, campesinos, ganaderos ... El éxito es inmediato y rápido ya que los JUros representan rentas seguras -situadas sobre las alcabalas de tal o cual producto- y con interés de 14.000 al millar, es decir 7,1 %. De esta forma se inmov�liza gran p�e del ahorro de Castilla que se aparta de la producción. El capital mercantil se desliza desde la manufactura a las inversiones en deuda pública, refugio más seguro. En 1560, había un millón seiscientos mil duca­dos de juros en Castilla; en 1598 esta cantidad se había triplicado casi para llegar a un total de unos cuatro millones seiscientos mil. Esta medida fue la que animó a muchos a abandonar la producción para convertirse en rentistas. El mismo Felipe 11 lo reconocerá en el decreto de 29 de n?viembre de 1598;

26 Véase �or �jemplo lo� trabajos de E.-J. Hamilton (El florecimiento del capitalismo y otros ensayos de ���tona econórr:zca, Madrid, Revista de Occidente, 1948), de José Larraz (La época del mercantzlzsmo en

. Castzlla,

_ 2° ed., Madrid, 1943), que distingue tres etapas: "en la primera

(1500-1550), las Indias consl!tuyen un poderoso estímulo para la producción metropolitana. En la segunda (1550-1600), los beneficios del comercio con Indias y la capacidad de absorción de éste determinan una participación creciente de la industria extranjera en tal tráfico a través de Castilla; la coyuntura de prosperidad castellana, bajo la presión de la competencia exterior hace punto fin� y �ntra en liquidación. En la tercera (1600-1700), las potencias europea� manl!enen relación directa con las Indias y abastecen la mayor parte de las necesidades de éstas por vía de contrabando; el comercio con Indias vía Sevilla-Cádiz se reduce extraordinariamente" �P- 98); de Pi�rre Vilar ("Les primitifs espagnols de la pensée économique", Mélanges offerts a Maree/ Bata�llon par les hispanistesfran(:ais, Bordeaux, Féret & Fils, éditeurs, 1962): "jusqu'il �ne

,date mala1sée

_a_fixer,

_Ia Castille s'enrichit [ ... ]. Tant que ses propres ventes aux Indes équi­

l�br�r�nt e� quanute et depasserent en valeur ses importations de 1 'étranger, elle pouvait s 'en­nchir , etcetera.

EL TIEMPO DEL GUZMÁN DE ALFARACHE 43

entre los motivos que tuvo el rey para adoptar tamaña decisión figuran, desde luego, el agotamiento del erario, pero también los daños provocados en las actividades económicas por la proliferación de juros que los genoveses han venido vendiendo desde 1556. Si el ahorro acudía voluntariamente a refu­giarse en los juros debía ser porque su inversión productiva no procuraba una rentabilidad mayor, pero la posibilidad permanente de colocar el dinero en juros ofrecía una fácil salida al ahorro que hubo de desincentivar la bús­queda de alternativas de inversión creadoras económicamente, aunque fueran más arriesgadas27•

La coyuntura permite pues comprender cómo cundió en Castilla, no pre­cisamente una mentalidad hidalguista, sino una mentalidad rentista, aunque las dos cosas acabaran confundiéndose, como era lógico: lo mismo que el hidalgo, en efecto, el pícaro lleva una vida de ocio, apartada del negocio. Disfrutar de semejante género de vida se convirtió en una meta para los que podían llegar a él, un ideal social. En la sociedad de finales del XVI y prin­cipios del xvn, muchos eran los que se dedicaban a vivir o de rentas, cuando podían comprar juros, o de tráfagos o de fraudes; esta situación creó una des­moralización general: ya no se confiaba en nada ni en nadie; no merecía la pena envilecerse con un trabajo manual cuando el holgazán medraba y el tra­bajador no obtenía ninguna recompensa. El pícaro de la novela comparte este ideal. José Antonio Maravall ha sabido captar sus motivaciones: "El drama de Guzmán no es el de un perezoso u holgazán, es el de un ocioso que lo que quiere es llegar a más"; pretende ser caballero, o por lo menos engañar

·haciendo creer que lo es, y para conseguirlo no duda en utilizar cualquier medio, incluso los más fraudulentos porque está convencido de que todos hacen lo mismo y que sólo cuenta el resultado28• No sería descabellado com­parar con lo que está ocurriendo en nuestras sociedades contemporáneas en las que el afán de lucro no es menos intenso que en el tiempo del Guzmán. Ahora también sabemos lo que es el paro, la marginación de sectores enteros y los problemas de seguridad y orden público que semejante sociedad lleva consigo. En 1991, un economista explicaba que, en la sociedad nacida de la descomposición de la URSS, los jóvenes ya no querían trabajar: ¿por qué? los que viven bien no trabajan, se dedican a negocios sucios; la desmorali-

27 Á. García Sanz, Repercusiones de la fiscalidad sobre la economía castellana en los si­glos xv1 y xvu (separata), p. 21. V éase también Felipe Ruiz Martín, Lettres marchandes échan­gées entre Florence et Medina del Campo, París, S.E.V.P.E.N., 1963, p. XLVI.

28 José A. Maravall, La literatura picaresca desde la historia social, Madrid, Tauros, 1986.

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zación ha llegado a tales niveles que pocos son los que sieqten escrúpulos ante ciertos métodos para hacerse ricos rápidamente29•

En este sentido no deja de llamar la atención la comparación entre dos fenómenos casi rigurosamente contemporáneos: el bandolerismo catalán y la picaresca castellana. Tal como lo presentan Cervantes30 o Lope de Vega31, el bandolero catalán no tiene la mala fama del pícaro. Ambos tipos sociales son contemporáneos y son producto de una misma problemática, el hambre, la miseria y el desempleo. El pícaro lo mismo que el bandolero siente preocupa­ción por la honra, el primero para alcanzarla por medios ilícitos, el segundo para mantenerla y defenderla, ya que, muchas veces, es su concepto del honor el que le ha empujado a ponerse fuera de la ley, a huir al monte y a llevar una vida de forajido. En la literatura de la época, sin embargo, la censura del pícaro es total; se le ve como un peligro social. En cambio, el bandolero es casi siempre presentado como un individuo en quien se puede tener con­fianza, dispuesto a defender una causa noble y a proteger a los pobres y a los desamparados. Caballerosidad, generosidad, galantería son los rasgos con los que Lope de Vega y Cervantes caracterizan a los bandoleros catalanes. Lejos estamos de las tintas negras con las que Mateo Alemán, Quevedo y otros autores pintan a los pícaros de Castilla. Desde luego, es improcedente considerar la literatura como un documento de historia social, pero el dis­tinto tratamiento del bandolero y del pícaro apunta a una diferenciación eco­nómica y social: Cataluña no es todavía la comarca mercantil e industriosa que será en la segunda mitad del siglo xvm; sigue siendo una tierra áspera y dura, mientras Castilla sufre las consecuencias sociales y morales de un desarrollo económico que está pasando por una crisis aguda de crecimiento. A pesar de todo, el tiempo del Guzmán es el de cierta modernidad, no ne­cesariamente de una sociedad atrasada.

29 Le Nouvel Observateur, n° 1398, semana del 22 al 28 de agosto de 1991. 3° Cap. 60 de la Segunda parte del Quijote. " EL Peregrino en su patria, o comedias como Antonio Roca, Roque Dinarte, Pedro Car­

bonero ...

SEVILLA Y MATEO ALEMÁN

FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA Universidad de Harvard

Conforme a las normas de su género, el Guzmán de Alfarache �s esen­

cialmente una novela de ciudades', así como el Quijot� lo es de �ammos. La

rueda de la vida del Pícaro comienza a girar en la Sevilla pecammos� de sus

padres, pasa a la mezquindad ratera de la corte madrile�� · sufre la mhuma­

nidad de la usurera Génova, hace su pasquinada de los VICios de_ Roma, cant�

las glorias de su Florencia ancestral, se regodea en la estudiantma de Alca!a

y completa su círculo con el atasco final en la misma ciudad donde Guzll_lan

viera la luz y donde las culpas no son ya las de otros, sino las suyas propias.

. Como en todo lo demás, Mateo Alemán transporta a mucha ll_layor esca_la un

acorde esencial del Lazarillo de Tormes, novela quintaesenc1al�e�te hgada

a Toledo, urbe intelectual y eclesiástica como Sevilla lo es econom1ca Y cos-

mopolita.

Aun sin replantear aquí la cuestión de la identidad del autor con su prota­

gonista, e incluso con rechazo expreso de toda tesis autobiográfica, se da_u�a

fuerte medida de identificación entre ambos, con un frecuente recurso o :ruven

de Mateo Alemán a la persona o máscara-bocina del Pícaro2• Es ?bv1o �ue

el texto busca una casi superposición de ambos a partir del comun arraigo

hispalense, tan enfático respecto al personaje y tan público respecto a su

, Insiste en el carácter urbano del género picaresco Antonio Domínguez Ortiz, "Picaresca

· "' · 1 en la obra de Maravall" Cuadernos Hispanoamencanos, 477/78 (marzo-y margmac1on soc1a •

abril 1990), p. 318. . d · d" t b. 2 ' Alemán llega por este camino a la superposición sobre el personaJe e ep1so lOS au o lO-

gráficos auténticos, según observa Donald McGrady, Mateo Alemán, New York, Twayne, 1968,

p. 62.