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5. GUBBIO y LA VERNA Peregrinación a Santuarios de Umbría y Alto Lacio Quinto día – Miercoles 4 de mayo (I) 5. GUBBIO y LA VERNA Gubbio Nuevamente nos sorprendemos de la belleza de este pueblo medieval, situado a unos 50 km al norte de Asís. De allí iríamos a La Verna y por la tarde, de regre- so a Asís, pasaríamos por Perugia. Gubbio es considerad la más bella ciudad medieval, a la que vendría San Francisco después de ser deshe- redado. Su patrón es San Ubaldo (1160). También es conocida como la Venecia de las montañas. Tiene unos 36.000 habitantes y está a unos 600 metros sobre el nivel del mar. Aquí se rodó la seria de TV, “Don Mateo”. Una vista de Gubbio. Gubbio. Puente medieval.

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Page 1: Peregrinación a Santuarios de Umbría y Alto Lacio 5 ......Espléndida es la plaza colgante sobre la cual se asoma, delimitada por otro lado por el Palacio Pretorio. No se puede perder

5. GUBBIO y LA VERNAPeregrinación a Santuarios de Umbría y Alto Lacio

Quinto día – Miercoles 4 de mayo (I)

5. GUBBIO y LA VERNA

Gubbio

Nuevamente nos sorprendemos de la belleza deeste pueblo medieval, situado a unos 50 km al norte deAsís. De allí iríamos a La Verna y por la tarde, de regre-so a Asís, pasaríamos por Perugia.

Gubbio es considerad la más bella ciudad medieval,a la que vendría San Francisco después de ser deshe-redado. Su patrón es San Ubaldo (1160). También esconocida como la Venecia de las montañas. Tiene unos36.000 habitantes y está a unos 600 metros sobre elnivel del mar. Aquí se rodó la seria de TV, “Don Mateo”. Una vista de Gubbio.

Gubbio. Puente medieval.

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Es sede episcopal (en Umbría hay 8 diócesis, para untotal de unos 800.000 habitantes).

Historia

Gubbio es una antigua ciudad de Umbría, situada alos pies del monte Ingino y atravesada por el río Camig-nano.

Los primeros asentamientos datan de la prehistoria,la ciudad fue fundada por los umbros y fue conocidacon el nombre de Ikuvium. Un testimonio de esa épocason las Tablas Eugubinas descubiertas el año 1444 ypropiedad de la ciudad desde 1456, que constituyenun conjunto de siete tablas de bronce que contienenrituales y normas de una cofradía de sacerdotes deldios Júpiter. Son un importante elemento para la com-prensión de la antigua lengua umbriana.

Tras la conquista romana, su nombre se transformaen Iguvio (Iguvium). En el año 295 a.C. se alía conRoma y en 89 a.C. obtiene la ciudadanía romana y seconstituye en municipio. Conserva su rango municipaldurante todo el imperio y desde 416 es sede obispal.De la época romana se conserva un importante teatroromano. Pipino el Breve primero y Carlomagno des-pués, la incluyeron en los territorios cedidos a la Igle-sia, esto hizo que fuera gobernada por sus obisposhasta la segunda mitad del siglo XI y englobados bajo la Una calle de Gubbio.

El Torrente Camignano atraviesa Gubbio.

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tendencia gibelina. La política expansiva de la ciudad laenfrentó con Perugia; una confederación de ciudadesdirigida por Perugia atacó Gubbio en 1151, pero fue-ron derrotadas milagrosamente, atribuyéndose la victo-ria en la ciudad a la intercesión divina del obispo Ubal-do Baldassini (1080–1160).

En 1163 el emperador Federico I Barbarrojasancionó el reconocimiento jurídico de Gubbio, asícomo de todo el territorio que dominaba; en 1191Enrique IV absolvió la ciudad por un acto de rebelióncontra el emperador y reconoció y amplió la conce-sión de Federico I.

Desde el Convento de San Francisco.

Callejuelas medievales. Begoña, Ángela y Paquita, en Gubbio.

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En los años siguientes Gubbio controlaba el territo-rio hasta Cagli y Certaldo. Los enfrentamientos conPerugia fueron frecuentes y en el año 1257 los peru-gianos obtuvieron venganza de su derrota de 1151 yocuparon parte de los dominios de Gubbio. Así traspa-só el poder a los güelfos en 1263 después de tantosaños de ser un baluarte gibelino. Los territorios perdi-dos volvieron por el tratado de paz de 1273. El Papareconocería a Gubbio el dominio de Pergola, Monte-secco y Serra San Abbondio.

El 23 de mayo de 1300, los gibelinos se hicieroncon el poder de la ciudad pero rápidamente las miliciasde las familias burguesas güelfas de los Orsini yGabrielli lo recuperaron. En 1338 se aprobó el nuevoestatuto ciudadano que permitía ser elegido para lasmagistraturas independientemente de ser güelfo ogibelino, siempre que fuera noble y tuviese una rentamínima.

En los años siguientes el gobierno de la ciudad osci-laba entre distintas fases entre el poder de la Iglesia yde algún señor local. Así en 1351, Giovanni Gabrielli,miembro de una de las principales familias locales, seconvertía en señor de la ciudad, pero poco después en1354 la ciudad fue asediada y ocupada por el cardenalAlbornoz, en nombre de la Iglesia.

Palacio de los Cónsules.

Frente al Palacio de los Cónsules.

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En 1376 la ciudad se rebeló contra el poder papaly se hizo independiente del mismo, pero en el año1381 el obispo Gabriel Gabrielli, de la familia local delos Gabrielli, consiguió el poder que ejerció de formaabsoluta como señor y supondría el retorno del poderpapal. Los ciudadanos se levantaron contra él en 1383y anularon las decisiones del obispo, que sitió la ciudad(1384). Los rebeldes se entregaron al cabo de un mesa Antonio II Montefeltro que después fue reconocidopor el Papa (1390) y gobernó hasta 1404. Los Monte-feltro ejercieron el gobierno de la ciudad como vica-rios pontificios.

Con los Montefeltro vino una nueva época de paz yde prosperidad. En 1508 los de la Rovere sustituyerona los Montefeltro hasta el 28 de abril de 1631, cuandomurió el duque Francesco Maria della Rovere, y elducado pasó de nuevo a los Estados pontificios.

En el período napoleónico la ciudad fue ocupadapor las tropas de la República Cisalpina de los france-ses y fue unida a la República Romana y después alReino de Italia. En 1814 volvió de nuevo a la Iglesia.

En 1831 se levantó contra los Estados Pontificios yse estableció un gobierno revolucionario que duró 40días; el 14 de septiembre de 1860 entraron en la ciu-dad las fuerzas del general Cadorna, y Gubbio fue pasóa formar parte de la provincia de Perugia, dentro delreino de Italia.

El 22 de junio de 1944, los alemanes hicieron unamatanza de 40 personas en represalia por una acción

Lelo, Conchita, Angela, Begoña y Mari Luz, en Gubbio.

Torre del Palacio de los Cónsules.

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de la resistencia, y el 25 de julio del mismo año losaliados entraron en la ciudad.

Una ciudad medieval maravillosa, rica en testimo-nios históricos y artísticos y en antiguas tradiciones quepermanecen intactas en su folklore y sus productos.Esta es Gubbio, la más antigua ciudad de la región deUmbría, como demuestran las Tablas Eugubinas, con-servadas en el Museo Civico, y los restos del Teatro

Romano, que es el mayor de los existentes, despuésdel teatro Marcelo, de Roma.

El borgo medieval se define, principalmente, duran-te el siglo XIV que marca el período de máximo des-arrollo de la ciudad.

Magnífico es el Palacio de los Cónsules, proyectadopor Angelo da Orvieto. En la imponente fachada ante-rior, dividida en tres secciones por pilastras verticales,

Por las calles de Gubbio, con Meritxell.

Puentes sobre el Torrente Camignano, en Gubbio.

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hay una escalera que conduce al portal de entrada.Espléndida es la plaza colgante sobre la cual se asoma,delimitada por otro lado por el Palacio Pretorio.

No se puede perder una visita a la catedral, con lafachada decorada por los símbolos de los Evangelistas:águila, león, ángel y toro. El interior se presenta ennavata única, sostenida por diez grandes arcos, coninteresantes obras de Nucci y Ghepardi y la “Piedad”firmada por Dono Doni.

Antes de la Catedral hay el Palacio Ducal, obra delrenacimiento construida por Federico de Montefeltrosobre proyecto de Francesco di Giorgio Martini de

Siena. El studio del duque es reproducido idéntico aloriginal que está expuesto en el Metropolitan Museumde New York. Muy bonito el patio interior.

Paseando por el centro histórico se encuentranmuchos talleres de artesanías donde comprar pro-ductos como cerámica, cuero, hierro, oro y borda-dos. Mencionado en el Libro Guinness de losRécords, el Árbol de Navidad que se realiza en Gub-bio es, sin duda, el más grande del mundo. El árboles construido sobre toda la fachada sur del MonteIngino, el monte que domina Gubbio, donde se ins-talan 450 luces coloreadas alimentadas por kilóme-tros de cables eléctricos. A los pies del árbol, se rea-liza un pesebre de tamaño natural que iguala su gran-deza.

La buena cocina de Gubbio perfuma del aromaintenso de la trufa blanca que se utiliza como condi-mento para todas las pastas que, aún hoy, se producenrespetando estrictamente las antiguas técnicas. Ade-más de la trufa, muchos otros productos excelentesson utilizados para la preparación de sabrosas recetasde carne, embutidos, quesos y verduras.

Hay que citar también la Plaza de los 40 mártires, dela II Guerra Mundial. Y la basílica de San Ubaldo, en elalto del monte.

Santuario de La Verna

Desde Gubbio fuimos al santuario de La Verna, acasi 100 km al norte. Está ya en la Toscana, provinciade Arezzo. Es el lugar de los estigmas de San Francis-

Mercedes, Esperanza, Milagros y Mari Carmen, en Gubbio.

Llegamos a La Verna.

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co. Cerca de aquí nació el gran Miguel Angel. Está acasi 1.200 metros de altitud.

El 8 de mayo de 1213, fiesta de San Miguel Arcán-gel, uno de los patronos de la caballería, Francisco pre-dicó en Montefeltro (San Leo), donde se celebraba lainvestidura de caballero de un hijo del conde del casti-llo. Entre los invitados estaba el conde Orlando deChiusi (Arezzo), quien, después de platicar largo y ten-dido con el santo acerca de su vida espiritual, le propu-so: “Tengo en Toscana un monte muy a propósito parala oración, que se llama La Verna. Está muy apartado ypoblado de bosque, muy apropósito para quien quieraretirarse a hacer penitencia o llevar vida solitaria. Si teagrada, os lo cedo de buena gana, para el bien de mialma”. “Messer —respondió el santo— cuando estéis deregreso en vuestra casa os enviaré a algunos de miscompañeros, para que le mostréis el monte. Si ellos losconsideran apropiado, lo acepto desde ahora”. Ladonación fue confirmada en 1274 por los hijos delconde, Cungio, Bandino y Guillermino.

El nombre del lugar parece que derive de “herna”,que significa piedra o lugar rocoso. Está en la región delCasentino, en el Apenino toscano, al norte de la pro-vincia de Arezzo, entre los nacimientos del Tíber y elArno. El monte es como una isla de rocas cubierta debosque, que emerge en medio de un paisaje morfoló-gicamente distinto. El castillo de Chiusi, del que quedan

Magníficas vistas desde La Verna.

Descansando en La Verna.

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algunos restos, estaba a 4 kilómetros al pie del eremi-torio y a 860 metros de altitud.

San Francisco subió al monte de la Verna por prime-ra vez, probablemente, en la primera mitad de agosto de1224. La belleza del lugar y algunos signos que el Señorle manifestó lo animaron a quedarse allí un mes y medio,del 15 de agosto (la Asunción) y el 29 de septiembre,ayunando en honor del San Miguel arcángel. A mitad deseptiembre, después de la visión de Jesucristo en formade serafín, se le quedaron impresas en su cuerpo los sig-nos de la pasión (estigmas), viviendo desde entonces,hasta su muerte, crucificado con Cristo.

El Santuario

A La Verna se puede subir desde Chiusi por carrete-ra o mejor a pie, por el antiguo camino del santuario, amitad del cual una capillita recuerda el episodio de lospájaros que salieron a recibir a Francisco. Lo queencontramos actualmente es, sobre todo, un típicoconvento de la Observancia, crecido en diversas fases,según las exigencias de cada época. Así, junto al con-vento y a la primitiva iglesia, construida en el 1260sobre el primer oratorio y dedicada a Santa María delos Ángeles, se encuentra la llamada Basílica, una graniglesia renacimental edificada entre los años 1348 y

Monasterio de La Verna.

Santuario de La Verna, interior.

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1509. Lo más destacado en esta basílica es la colec-ción de “terracotas” de Andrea de la Robbia (1435-1525), su órgano monumental y las reliquias de SanFrancisco: un paño de sangre de los estigmas; un trozode cuerda; un cuenco, un mantel y un vaso usados porél en casa del conde Orlando, una disciplina, un bastóncon la punta en forma de T; y un cinturón dorado delcitado conde, a las que se ha añadido recientemente la

túnica que el santo llevaba puesta seguramente cuandorecibió los estigmas, que se conservaba hasta ahora enFlorencia.

Delante de la Basílica hay una gran explanada y, defrente, una capilla levantada en recuerdo de la celda“del haya”. De allí mismo baja una escalera hasta elfondo del impresionante precipicio, conocido como“Sasso Spico”. A la derecha de la explanada hay unlargo corredor, que corresponde al trayecto que unía eleremitorio de los frailes con la celda de San Francisco.Cada tarde, a las tres, los frailes de la comunidad y losperegrinos lo recorren en procesión, hasta el lugar delos estigmas. A mitad del corredor, una puerta estrechacomunica con una gruta natural, llamada “lecho de SanFrancisco”, donde el santo estuvo a punto de precipi-tarse. La celda de los estigmas y su entorno es ahorauna iglesia, precedida de algunas capillas. En el centrode la iglesia, delante del altar, se venera en el suelo ellugar exacto donde Francisco tuvo la visión del Serafín.La fachada detrás del altar está ocupada por una gran-de y magnífica crucifixión en terracota de Andrea de laRobbia. Desde allí se accede a un mirador situado,como la iglesia, sobre un alto acantilado, desde el quese domina un amplio y espectacular panorama. En una de las cuevas de La Verna.

La Asunción, de A. della Robbia. Relieve de A. della Robbia.

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San Juan Pablo II en La Verna

El 17 de septiembre de 1993 San Juan Pablo II estu-vo en La Verna. Había estado ya en 1971, para celebrarel XXV aniversario de su ordenación sacerdotal. En lahomilía de la Misa dijo, entre otras cosas:

Los estigmas, las cicatrices de la pasión de Cristo enel cuerpo de Francisco, eran el signo extraordinariomediante el cual se revelaba la cruz que cada día

cargaba sobre sí, en el sentido más literal del térmi-no. ¿No dijo Jesús: «Si alguno quiere venir en pos demí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, ysígame... Porque quien quiera salvar su vida, la per-derá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salva-rá»? (Lc 9,23-24).Francisco abrazó toda la verdad de esta paradoja. ElEvangelio fue para él su pan de cada día. No se limi-taba a leer sus palabras, sino que a través de lasexpresiones del texto revelado trataba de descubrir

Pilarín, en la grieta donde San Francisco meditaba la Pasión. El bosque de hayas de La Verna.

San Francisco, en La Verna. «El demonio quería tirar a San Francisco por el precipicio».

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a aquel que es el Evangelio mismo. En Cristo, enefecto, se revela hasta el fondo la economía divina:“perder” y “ganar” en sentido definitivo y absoluto.Con su existencia Francisco anunció y sigue anun-ciando también hoy la palabra salvadora del Evange-lio. Es difícil encontrar un santo en el que el mensa-je perdure tan profundamente más allá de la prue-ba del tiempo.Francisco es un santo, en cierto sentido, universal;a través de él Cristo quiso proclamar el Evangeliono sólo en su época, sino también en las demás,en la nuestra, en culturas y civilizaciones muydiversas entre sí.Así pues, quien pierde la vida por Cristo, la salva. Lasalva de una manera maravillosa.Los estigmas que Francisco recibió en este lugar, elmonte Alverna, constituyen un signo particular. Sonel testimonio íntimo de la verdad del Poverello.De manera auténtica y profunda «se gloriaba de lacruz de Cristo», y de nada más: solamente «de lacruz de nuestro Señor Jesucristo» (cf. Gál 6,14).Se trata de un signo de semejanza en virtud delamor. Lo dice el apóstol Pablo y lo repite Franciscode Asís: por medio de la cruz de Cristo y gracias a lafuerza del amor «el mundo es para mí un crucifica-do y yo un crucificado para el mundo» (Gál, 6,14).El mundo no quiere ser crucificado: escapa de la cruz.El hombre aborrece ser «crucificado para el mundo». San Juan Pablo II estuvo en La Verna.

Piedra sobre la que el Señor se apareció a San Francisco en La Verna, Capilla de la Magdalena.

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Así era en tiempos de Francisco y así es también hoy.La lucha entre el mundo y la cruz existe desde siem-pre, ¡es lucha con la cruz de la salvación!Podría parecer, por tanto, que Francisco se ha con-vertido prácticamente en un testigo poco actual oinútil. Quien dice a Cristo: «Tú eres mi bien. Los dio-ses y señores de la tierra no me satisfacen» (Sal16,2), parece ir contra la mentalidad contemporá-nea. En efecto, el hombre con frecuencia no reco-noce al Señor; quiere ser el señor de sí mismo y delmundo. Por esta razón, el mensaje de Francisco essigno de contradicción. Un mensaje de este tipodebería ser rechazado y, en cambio, cada vez selo busca más.Se trata de un mensaje que constituye un llamamien-to apremiante a volver a Cristo, a redescubrir en sucruz «el camino y la antorcha de la verdad» (San Bue-naventura, De triplici via III, 5): la verdad que noshace libres, porque nos hace discípulos del Maestrodivino.El itinerario espiritual de san Francisco se distinguiópor este seguimiento fiel del Hombre–Dios, cuyarenuncia y despojo total (cf. Flp 2,7) se esforzó porimitar sin reservas. Esto hizo de él, como dice sanBuenaventura, «el cristianismo pobre» por excelen-cia (cf. LM 8,5). Este itinerario-seguimiento alcanzósu culmen en el Alverna con la impresión de losestigmas. Aquel momento, a pesar del desgarra-miento de la carne, fue su grito de victoria, análogoal de san Pablo, que refiere la segunda lectura queacabamos de escuchar: «Llevo sobre mi cuerpo lasseñales de Jesús» (Gál 6,17).La estigmatización del Alverna representa así la con-formación visible con la imagen de Cristo que hace

de Francisco el ejemplo en el que todo cristianopuede inspirarse en su camino de acercamientoprogresivo a Dios creador y redentor. Al respectoson significativas las palabras pronunciadas por elPoverello al concluir su vida: «He cumplido mi tarea;que Cristo os enseñe la vuestra» (LM 14,3).San Francisco, además, «mostraba un amor inefablea la Madre del Señor Jesús», por haber hecho «alSeñor de la majestad hermano nuestro», y «en ellaprincipalmente, después de Cristo, depositaba suconfianza» (LM 9,3).Imitó a María en su silencio meditativo, sobre tododespués de haber sido honrado por Cristo, en estemonte, con los signos de su pasión, para mostrarque cuanto mayores son los privilegios concedidospor Dios, tanto más tiene que humillarse quien losha recibido. «El hombre evangélico Francisco», refie-re san Buenaventura, «bajó del monte llevando con-sigo la efigie del Crucificado... dibujada en su carnepor el dedo de Dios vivo»; y «consciente del secre-to regio, ocultaba cuanto podía aquellos signossagrados» (LM 13,5).

DANOS TU ALEGRÍA Y TU PAZPlegaria de Juan Pablo II a San Francisco

San Francisco, que recibiste los estigmas en elAlverna,el mundo tiene nostalgia de ti como icono de Jesúscrucificado.Tiene necesidad de tu corazón abierto a Dios y alhombre,de tus pies descalzos y heridos,y de tus manos traspasadas e implorantes.

Caminando por La Verna.

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Tiene nostalgia de tu voz débil,pero fuerte por el poder del Evangelio.Ayuda, Francisco, a los hombres de hoya reconocer el mal del pecadoy a buscar su purificación en la penitencia.Ayúdalos a liberarse también de las estructuras del pecadoque oprimen a la sociedad actual.Reaviva en la conciencia de los gobernantesla urgencia de la paz en las naciones y entre lospueblos.Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,capaz de contrastar las insidiasde las múltiples culturas de muerte.A los ofendidos por cualquier tipo de maldadconcédeles, Francisco, tu alegría de saber perdonar.A todos los crucificados por el sufrimiento,el hambre y la guerra,ábreles de nuevo las puertas de la esperanza.Amén.

La Misa

Celebramos la Misa aquí. En la homilía se recordó lafiesta de la Invención de la Santa Cruz, que antes secelebraba el día 3 de mayo, y que ayer, por coincidircon la Misa en Loreto, no se comentó.

Recordó lo que cuenta Eusebio de Cesarea: el gene-ral Constantino, hijo de Santa Elena, era pagano perorespetaba a los cristianos. Y que teniendo que presen-tar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio,

jefe de Roma, el año 311, la noche anterior a la batallatuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en losaires y oyó una voz que le decía: “Con este signo ven-cerás”, y que al empezar la batalla mandó colocar lacruz en varias banderas de los batallones y que excla-mó: “Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena”.Y la victoria fue total, y Constantino llegó a ser Empera-dor y decretó la libertad para los cristianos, que portres siglos venían siendo muy perseguidos por losgobernantes paganos.

Escritores sumamente antiguos como San Juan Cri-sóstomo y San Ambrosio, cuentan que Santa Elena, lamadre del emperador, pidió permiso a su hijo Cons-tantino para ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cualmurió Nuestro Señor. Y que después de muchas ymuy profundas excavaciones encontró tres cruces. Ycomo no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús delas otras dos, llevaron una mujer agonizante. Al tocar-la con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocar-la con la segunda, quedó igual de enferma de lo queestaba antes. Pero al tocarla con la tercera cruz, laenferma recuperó instantáneamente la salud. Yentonces Santa Elena, y el obispo de Jerusalén, Maca-rio, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosaprocesión por las calles de Jerusalén. Y por el caminose encontraron con una mujer viuda que llevaba a suhijo muerto a enterrar y que acercaron la Santa Cruzal muerto y éste resucitó.

Por muchos siglos se ha celebrado en Jerusalén y enmuchísimos sitios del mundo entero, la fiesta de laInvención o hallazgo de la Santa Cruz el día 3 de Mayo.

Comimos en el Refettorio dei Pellegrini. l

Aquí celebramos la Misa en La Verna.