paz, justicia y perdón el espíritu de asís: paz, justicia y perdón

20
Documentos 15 Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Upload: buinhi

Post on 12-Feb-2017

238 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Documentos 15

Paz, justiciay perdón

EEll eessppíírriittuu ddee AAssííss::

Paz, justiciay perdón

Page 2: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

ÍndiceAsís: para construir la paz

(24 - enero - 2002)

Saludo del Papa Juan Pablo II a los representantes de las confesiones cristianas y de las diversas religiones 3

TestimoniosMonición introductoria: cardenal Van Thuân, Presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz 4Patriarca Ecuménico Bartolomé I 4Arzobispo de Canterbury G. Carey 4Dr. Ishmael Noko, Federación Luterana Mundial 5Dr. Setri Nyomi, Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas 5Geshe Tashi Tsering, Budismo 6Chef Amadou Gasseto, Religión Tradicional Africana 6Didi Talwalkar, Hinduismo 7Jeque Al-Azhar Mohammed Tantawi, Islam 8Rabino Israel Singer, Judaismo 9Chiara Lubich, Iglesia católica 12Andrea Riccardi, Iglesia católica 12Patriarca S. B. Teoctist, Iglesia ortodoxa de Rumanía 12

Discurso del Papa Juan Pablo IINo hay paz sin justicia y sin perdón 14

Compromiso y despedida: El Decálogo para la pazMonición introductoria: cardenal Arinze, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo interreligioso 17Decálogo 17Cántico de las criaturas 18Signo de paz: cardenal Kasper, Presidente del Consejo Pontificio para promoción de la unidad de los cristianos 18El adiós del Papa 18

Carta del Papa a los Jefes de Estado y de GobiernoLa Humanidad tiene que escoger entre el amor y el odio 19

Saludo del Papa al inicio del ágape fraterno: Unidos por la causa de la paz (Vaticano 25 - enero - 2002)

LAS FOTOS QUE ILUSTRAN ESTE DOCUMENTO PERTENECEN A NUESTRO ARCHIVO Y A LE NOUVEL OBSERVATEUR

Page 3: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Mañana del 24 de enero de 2002:

Saludo del Papa Juan Pablo IIa los representantesde las confesiones cristianasy de las diversas religiones

Os acojo a todos con alegría y doy acada uno mi cordial bienvenida.Gracias por haber aceptado mi in-

vitación, participando, aquí en Asís, en es-te encuentro de oración por la paz, quetrae a la memoria el de 1986, y del queconstituye como una significativa prolon-gación. El objetivo es siempre el mismo, esdecir, orar por la paz, la cual es, ante todo,don de Dios, que hay que implorar conferviente y confiada insistencia. En losmomentos de más intenso temor por eldestino del mundo, se siente con mayorfuerza el deber de comprometerse perso-nalmente en la defensa y en la promocióndel bien fundamental de la paz.

Dirijo un saludo especial al Patriarcaecuménico, Su Santidad Bartolomé I, y acuantos lo acompañan; al Patriarca de An-tioquía y de todo Oriente, Su Beatitud Ig-nace IV; al catholicós Patriarca de la Igle-sia asiria de Oriente, Su Santidad MarDinkha IV; al arzobispo de Tirana, Durrësy de toda Albania, Su Beatitud Anastas; alos delegados de los Patriarcas de Alejan-dría, Jerusalén, Moscú, Serbia y Rumanía;de las Iglesias ortodoxas de Bulgaria, Chi-pre y Polonia; a los delegados de las anti-guas Iglesias de Oriente: el Patriarcado si-ro-ortodoxo de Antioquía, la Iglesia apos-tólica armenia, el Catholicosado armeniode Cilicia y la Iglesia siro-ortodoxa de Ma-lankar. Saludo al representante del arzo-bispo de Canterbury, Su Gracia GeorgeCarey, y a los numerosos representantesde las Iglesias y comunidades eclesiales,federaciones y alianzas cristianas de Oc-cidente; al Secretario General del Consejoecuménico de las Iglesias y a los repre-sentantes del judaísmo mundial, que sehan adherido a esta especial Jornada deoración por la paz.

Asimismo, deseo dar mi más cordialbienvenida a los exponentes de las diversasconfesiones religiosas: a los representantesdel Islam, que han acudido aquí de Alba-nia, Arabia Saudí, Bosnia, Bulgaria, Egip-to, Jerusalén, Jordania, Irán, Irak, Líbano,

Libia, Marruecos, Senegal, Estados Uni-dos, Sudán y Turquía; a los representan-tes del budismo, que han venido de Tai-wan y Gran Bretaña, y a los del hinduismo,que han venido de la India; a los repre-sentantes pertenecientes a la religión tra-dicional africana, que vienen de Ghana yBenin, así como a los que vienen de Ja-pón en representación de diferentes reli-giones y movimientos; a los representantessijs de la India, Singapur y Gran Bretaña;a los delegados del confucianismo, del zo-roastrismo y del jainismo. No me es posi-ble nombrarlos a todos, pero quisiera quemi saludo no olvidara a ninguno de voso-tros, amables y gratos huéspedes, a quienesagradezco una vez más el que hayáis acep-tado participar en esta significativa jorna-da.

Mi gratitud se extiende a los veneradoscardenales y obispos presentes; en parti-cular, al cardenal Edward Egan, arzobispode Nueva York, ciudad tan duramente pro-bada en los trágicos acontecimientos del11 de septiembre; saludo asimismo a los

representantes de los episcopados de lasnaciones donde se siente con mayor fuer-za la exigencia de la paz. Dirijo un saludoespecial al cardenal Lorenzo Antonetti, de-legado pontificio para la basílica patriarcalde San Francisco en Asís, y a los queridosFrailes Menores Conventuales, que, comosiempre, nos brindan una acogida genero-sa y una hospitalidad familiar.

Saludo con deferencia al Presidente delGobierno italiano, señor Silvio Berlusco-ni, al ministro de Infraestructuras y Trans-portes y a las demás autoridades que noshonran con su presencia, así como a lasfuerzas de policía y a cuantos contribuyena asegurar el buen desarrollo de esta jor-nada.

Por último, os saludo a vosotros, ama-dísimos hermanos y hermanas presentes, yespecialmente a vosotros, queridos jóvenesque habéis permanecido en vela durantetoda la noche. Dios nos conceda que, deeste encuentro, broten los frutos de paz,para el mundo entero, que todos deseamosde corazón.

Asís: Para construir la paz 3

El Manifiesto del nuevo milenio

Juan Pablo II, un mes después del inolvidable encuentro de Asís, celebrado el pasado 24 de enero, ha hecho llegar a los Jefesde Estado y de Gobierno de todo el mundo el Decálogo de la paz, documento histórico no sólo para recordar, sino sobre todo

documento actual y de futuro para poner en práctica. Son los diez compromisos que fueron asumidos y firmados solemnementeaquel día y que cualificados observadores han calificado ya como «el mejor manifiesto político del nuevo milenio». Político, sí,en el sentido más auténtico y más noble de la palabra, cuando toda una estrategia de nuevos muros amenaza con desplazary agostar las esperanzas suscitadas por la caída del emblemático Muro de Berlín. Alfa y Omega, consciente de la importancia

trascendental del actual momento histórico que vive la Humanidad, reproduce, como conclusión de este número 15de sus suplementos especiales, en el que se ofrecen los textos íntegros de los discursos de la memorable Jornada de Asís,

este Decálogo y el texto de la carta del Pontífice a los Jefes de Estado y de Gobierno

Dios nosconceda que,

de esteencuentro,

brotenlos frutos

de paz,para el mundo

entero,que todosdeseamosde corazón

El simbólico olivo del encuentro de paz, en Asís

Page 4: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Moniciónintroductoria

La religión no puede ser pretexto de conflictos

Qué bellos son sobre los montes los piesdel mensajero que anuncia la paz».

Que bello y consolador es que la solemneconvocatoria por la paz haya encontrado entodos vosotros aquí presentes una respuestagenerosa y disponible; en vosotros, que yatrabajáis cotidianamente por la paz.

Estamos aquí, reunidos respondiendo auna invitación de Su Santidad Juan Pablo II,para dar testimonio ante los hombres y lasmujeres de buena voluntad, en el compro-miso común y en la oración propia de cadaexperiencia religiosa, de la voluntad de su-perar las contraposiciones entre los pue-blos en favor de una auténtica promociónde la paz. Con el espíritu de la primera con-vocatoria de Asís, acogemos la invitación aproclamar delante del mundo que la reli-gión no debe convertirse en pretexto deconflictos, de odios y de violencia, como hasucedido en la actualidad. En este momentohistórico, la Humanidad tiene necesidadde ver gestos de paz y de escuchar pala-bras de esperanza. Aún más bellos seránlos pies del mensajero que anuncia la pazcuando, después de haberla proclamadosolemnemente en las laderas del monte Su-basio, cada uno de nosotros vaya a procla-marla y a vivirla en la pluralidad de su vi-da cotidiana por otros montes, ciudades ypueblos.

Cardenal François Xavier NguyênVan Thuân, Presidente del Consejo

Pontifico Justicia y Paz

La paz auténtica viene de Dios(San Juan Crisóstomo)

La paz de Dios y la paz sobre la tierratienen entre sí una relación de madre

e hija. Nuestro Señor Jesucristo, Prínci-pe de la paz, según el profeta Isaías (9,6),aunque distinguió la paz de Dios de la pazdel mundo (cf. Jn 14,27), llamó dichososa los que trabajasen por la paz prome-tiendo que «serían llamados hijos de Dios»(Mt 5,9). La paz de Dios es ofrecida aaquellos que, reconciliados con Dios pormedio de Jesucristo, manifiestan real-mente la comunión con Él mediante elamor, la virtud, la fe y la plena confianzaen Él.

La paz de Dios es la más perfecta delas bendiciones y se presenta como esta-bilidad en la guía del hombre (Basilio elGrande, P.G. 30, 305). Como tal, superatodo conocimiento (cf. Flp 4,7) y no tie-ne fin (cf. Is 9,7). «Se extiende por todoslos siglos, siendo ilimitada e infinita» (Ba-silio el Grande, P.G. 30, 513). No existeuna paz semejante «si antes no se ha con-quistado la virtud» (Juan Crisóstomo, P.G.62,73), porque es fruto de la gracia, queopera en aquellos que son liberados delos deseos malvados y de la división in-terna. Las pasiones malvadas crean la per-turbación interna y, cuando arrastran a lavoluntad a actuar para ser traducidas enacto, provocan la guerra externa (cf. St4,1).

Por eso, para que haya paz en el mun-do, hay que estar en paz con Dios y, comoconsecuencia, con nosotros mismos y en-tre nosotros. La palabra de Cristo dirigidaa la ciudad de Jerusalén: «Si también túconocieras en este día el mensaje de lapaz» (Lc 19,42), se dirige igualmente hoyal mundo entero. Tenemos el deber, sobre

todo ahora, después del exterminio de víc-timas y horribles holocaustos, de cono-cer, ante todo, los presupuestos espiritua-les, pero también económicos y de otrotipo, de la paz sobre la tierra. Y estos pre-supuestos son la justicia, el respeto delcarácter sagrado de la persona humana delprójimo, y de su libertad y dignidad, lareconciliación, la disposición benevolen-te y altruista hacia el hombre, y en generaluna vida virtuosa según Dios, que com-prende también la justicia, la equilibradaparticipación de todos en los bienes de latierra, y en los beneficios de la ciencia y dela tecnología. Para que no se repita ennuestras generaciones, a nivel mundial,la destrucción de la ciudad, anunciada porCristo y realizada ya entonces, debemosarrepentirnos y volver a Dios y conocery realizar su santa voluntad. EntoncesDios, que no es un Dios de la guerra y dela batalla, sino el Dios de la paz, oirá nues-tras oraciones y nos dará a nosotros y almundo también la paz en la tierra. Si no, sipersistimos en las pasiones pecaminosas ymalvadas, y en las aspiraciones personalesegoístas, interesadas e individualistas, lasvoces de la guerra aumentarán y la des-gracia caerá sobre la tierra y la Humani-dad.

Que el Señor de la paz nos dé su paz.Amén.

Patriarca Ecuménico Bartolomé I

Perseverar en la esperanza

Saludo con gran alegría a los líderes delas comunidades de fe reunidos en

Asís respondiendo a la invitación de SuSantidad Juan Pablo II. Siento mucho nopoder estar con vosotros, considerandode modo especial que los líderes religio-sos tienen la posibilidad de contribuir ver-daderamente a la paz y a la reconcilia-ción de nuestro mundo, cada vez másinestable y peligroso. En los últimos me-ses hemos aprendido, una vez más, cuán-ta necesidad tenemos los unos de losotros. Hemos experimentado la violen-cia, la guerra y el odio, y hemos visto có-mo los errores de una generación puedenrepetirse en sus hijos y nietos. Tenemosnecesidad de que la gracia de Dios nostoque con una generosidad más que hu-mana y nos libere a nosotros y a nuestroprójimo de los errores del pasado. No setrata de un camino rápido o sin dolor. Ha-ce falta mucho para construir amistad yconfianza en los lugares donde las per-sonas han aprendido a ser hostiles o sos-pechosas. Jesucristo, el líder inspiradorde todos los cristianos, nos dijo: «Dicho-sos los afligidos, porque serán consola-dos. Dichosos los misericordiosos, por-que encontrarán misericordia. Dichososlos que trabajan por la paz, porque seránllamados hijos de Dios». Hay que perse-verar en la esperanza y no dejarse llevarpor el desaliento.

Las entidades religiosas, igual que loslíderes religiosos, tienen una tarea muy

Asís: Para construir la paz4

Testimonios

Para quehaya paz

en el mundo,hay que estar

en paz con Diosy, como

consecuencia,con nosotros

mismosy entre

nosotros.

* * * * Hemos

aprendido,una vez más,

cuántanecesidadtenemoslos unos

de los otros

El Patriarca Ecuménico Bartolomé I escucha atentamente las palabras del Papa

Page 5: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

delicada y difícil que llevar a cabo. A pesarde nuestras imperfecciones, somos testi-gos de la bondad de Dios. Tratamos de ha-blar de verdad, de amor y de perdón, per-maneciendo firmes en el bien. Reconoce-mos que nuestras tradiciones pueden sertergiversadas para dividir a las personas, envez de unirlas. A veces nos definimos máspor lo que nos divide que por lo que nosune. Reconocemos que no nos hemos en-tendido y que nos hemos herido los unos alos otros; por eso tenemos que construirla paz sobre nuestra necesidad de acoger elperdón y de ofrecerlo.

Sin embargo, nuestras preocupacionestienen que ser prácticas, además de orantesy proféticas. No podemos proclamar la li-bertad de los prisioneros sin liberar a lospobres de una deuda opresora. Si quere-mos vivir en armonía con los vecinos, de-bemos dar de comer a los hambrientos ycurar a los enfermos. Si nos consideramosmiembros de la única familia humana, de-bemos compartir las cosas buenas que po-seemos con los indigentes.

Tenemos que hacerlo de manera dignapara todos; respetando la dignidad huma-na de todos y haciéndoles participar de lavida económica y política del mundo.

Hermanos y hermanas, aunque no estoycon vosotros, vuestro encuentro de hoy es-tará, sin duda, en mis pensamientos y enmis oraciones. Este día marca una etapanueva en nuestro camino, una señal denuestro compromiso de los unos por losotros y con Dios, que nos guía hacia ade-lante juntos.

Arzobispo de Canterbury G. Carey(leído por el obispo Richard Garrard)

¿Dónde está nuestra fidelidad?

En este día nos dirigimos al Señor, nues-tra poderosa fuente de vida que invo-

camos con muchos nombres, con nuestrasúplica por el futuro del mundo. Es unaoportunidad para reflexionar sobre lo quela fe religiosa significa en un mundo deviolencia. La pregunta que tenemos de-lante es: ¿dónde está nuestra fidelidad su-prema? ¿Cómo podemos dar testimonio,ante todo, de un Dios que ama a todo elmundo y no de un Dios vinculado a deter-minadas lealtades nacionales, culturales opolíticas? El diálogo interreligioso y la re-lación entre personas de diferentes credosson en sí mismos expresión de fe genuinaen Dios. Construyen puentes de mutuaconfianza y respeto y abaten los muros dela hostilidad. La relaciones interreligiosasno pueden quedar aisladas de sus impli-caciones sociales y políticas. A través deldiálogo, del autoexamen, de la oración y dela reflexión podemos comprender mejory estamos autorizados a responder a lascondiciones desesperadas de muchas par-tes del mundo, que ayudan a fomentar elodio y la violencia. Pido que, a través deestos medios, podamos encontrar el cami-no justo para aliviar la pobreza, las dife-rencias económicas, las violaciones de losderechos humanos, las relaciones de po-der abusivas y otras injusticias que las sos-tienen, todas ellas cosas que intensificanesa desesperación.

En un mundo sacudido por la feroci-dad de odios alimentados por fundamen-

talismos religiosos, el diálogo interreli-gioso goza de una renovada atención yprioridad. La finalidad última de este diá-logo, igual que la oración y la reflexión enlas que ahora estamos empeñados, es es-cuchar lo que Dios nos tiene que decir através de nuestras diferentes tradiciones.De esta forma podemos descubrir la graciay la voluntad de Dios y repudiar las acti-tudes que legitiman los conflictos basadosen la religión. La Organización de Nacio-

nes Unidas, que con justicia ha recibidoel año pasado el Premio Nobel de la Paz,debe seguir trabajando en aquello para loque fue creada desde el principio, en pro-mover cada vez más la fraternidad entretodos los países que se han comprometidoa actuar y que son capaces de impulsar deuna forma decidida la justicia internacio-nal, la paz y la integridad de la creaciónde Dios. El papel de la diplomacia debeser reforzado para afrontar directamentelas causas que subyacen al terrorismo y ala violencia. La finalidad de las relacionesdiplomáticas en la situación actual es másque la de construir una alianza para unaacción militar. Deben contribuir sustan-

cialmente a rectificar y a sanar injusticiasdel pasado, así como a edificar visionescomunes para un futuro mejor. Una graveresponsabilidad pesa en el presente sobrelos políticos del mundo, así como sobrelas comunidades religiosas, instituciones fi-nancieras, comunidades científicas y edu-cativas, instituciones y agencias de infor-mación, y sobre el mundo del espectáculo.El mundo globalizado no puede ser sim-plemente la arena de una competición bru-

tal, sino un lugar de búsqueda del futurocomún de la Humanidad.

En la actual coyuntura crítica, las Igle-sias de la Federación Luterana Mundial tra-tarán de cumplir el papel de socios paracooperar en la fraternidad humana y en lajusticia en las diferentes regiones, espe-cialmente a través del diálogo y de la accióncomún con los miembros de otros credos.

Que todos puedan ser, mediante el cul-to y la oración, instrumentos a través delos cuales Dios pueda obrar la curacióndel mundo.

Dr. Ishmael Noko(Federación Luterana Mundial)

Asís: Para construir la paz 5

A vecesnos definimos

más porlo que nos divide

que porlo que nos une

Portada del libro editado con ocasión del Encuentro de Asís

Page 6: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

violencia y las guerras. La invitación queme ha sido dirigida para participar en Asísen la oración por la paz es un honor paramí, y para todos los fieles miembros delVodun Avélékété, del que soy el gran sa-cerdote. Al aceptar participar en esta ora-ción asumo el compromiso de promoverentre mis fieles un espíritu y una actitudde paz, capaces de producir un impactofavorable en la sociedad de Benín.

Pero yo reconozco, ante todo, que lapaz es un don que Dios hace a los hom-bres. Este don se deja a la responsabilidaddel hombre llamado por su Creador a cons-truir la paz en este mundo. Es una respon-sabilidad universal referida a toda la crea-ción. Para mí, responsable de la religióntradicional Vodun, la paz no es posiblemientras existan laceraciones, divisiones yantagonismos entre los hombres. Debe-mos empezar a dominarnos a nosotros mis-mos para no ser autores de palabras quegeneran rivalidad, exclusión y violencia.Debemos ser responsables del espíritu queproducen nuestras palabras. Debería serun espíritu que crea la concordia, la con-vivencia y la fraternidad. Entonces la paz

El Buen Samaritano

Quién es mi prójimo?» Como Iglesiasde la Tradición de la Reforma, sólo

podemos empezar este momento de tes-timonio con la palabra de Dios. El relatofamiliar del Buen Samaritano siempre hasido narrado poniendo el acento sobre elinesperado socorrista que actuó como pró-jimo, sin un profundo análisis de las di-ferencias religiosas y culturales existen-tes entre el socorrista y el que fue soco-rrido. Es interesante destacar que nuestroSeñor Jesucristo contó esta historia res-pondiendo a una pregunta sobre las con-diciones para la salvación; este relato sepresenta con acentos de amor, de respe-to, de atención y de comunión hacia cuan-tos pueden ser de una cultura o religióntotalmente diferente, en lugar de pasar delargo, ignorarlos o tratarlos como enemi-gos. Relatos semejantes nos ofrecen la ba-se para la tarea de crear una cultura de pazen el mundo actual. Desgraciadamente,hoy hemos heredado un mundo en el quepersonas con otras motivaciones (nor-malmente políticas o económicas) usanlas religiones como instrumentos para susguerras privadas, conduciendo al mundo aun estado de falta de paz. ¡Si pudiéramosvolver a escuchar la historia del Buen Sa-maritano!

No estamos aquí sólo para lamentar-nos. Estamos aquí para celebrar los bue-nos ejemplos de ser prójimo. Recorda-mos con agradecimiento la experienciadel Consejo Cristiano Liberiano y delConsejo Supremo Musulmán de Liberia,que se han reunido para formar un comi-té interconfesional. Esto ha sido el prin-cipio de un camino de paz en Liberia. Sí,la paz no es una realidad completa en Li-beria, pero la resolución de estas dos co-munidades de trabajar juntas ha colocadouna importante piedra angular, y esta de-cisión sigue impulsando en Liberia el ca-mino de la paz. Lo mismo se puede de-cir de Sierra Leona. En Indonesia se oyehablar de comunidades en las que han vi-vido cristianos y musulmanes juntos, du-rante muchos años, en paz hasta los tiem-pos recientes en que fuerzas, normalmenteexternas, han empezado a usar a los cris-tianos y a los musulmanes unos contraotros, en algunas de las islas. Durante losmeses pasados, en cambio, nos han in-formado de que, en ambas comunidades,existen fuerzas que desean reunirse paradialogar y oponerse a cualquier fuerzadestructiva. Son signos de esperanza quetenemos que apoyar y por los cuales de-bemos rezar.

Nuestra tarea es rezar para que estas se-millas de paz germinen. Son necesariosmás samaritanos que, inspirados en la fe,decidan que las diferencias religiosas nodeberían hacer ignorar o incluso odiar alos que son diferentes. Vivimos en las mis-mas comunidades sobre el mismo planeta.No supone deslealtad hacia nuestras reli-giones y no es contrario a nuestro espíritureligioso trabajar por construir la paz den-tro de nuestras comunidades. Este traba-jo es parte de nuestra vocación. Sigamos,por tanto, uniéndonos para rezar por la paz.

Dr. Setri Nyomi(Alianza Mundial

de las Iglesias Reformadas)

Servicio a los necesitados

Que yo pueda convertirme en cada mo-mento, ahora y siempre, en protector

de los que no tienen protección, en guíade los que han perdido la ruta, en nave delos que deben surcar los océanos, en puen-te de los que tienen que atravesar ríos, ensantuario de los que están en peligro, enlámpara de los que necesitan luz, en lugarde refugio de los que necesitan amparo,en siervo de los que están necesitados.

Mientras dure el espacio, durante todoel tiempo que los seres vivos existan, has-ta entonces, pueda yo disminuir las mise-rias del mundo» (de la Guía de la formade vivir del Bodhisattva, Shantideva).

Geshe Tashi Tsering(Budismo)

La paz es un don de Dios

La iniciativa del Papa Juan Pablo II enfavor de la paz ha suscitado siempre

en mí mucha alegría y esperanza para nues-tro mundo, lacerado con frecuencia por la

Asís: Para construir la paz6

Sonnecesarios

mássamaritanos

que, inspiradosen la fe,

decidan quelas diferencias

religiosasno deberían

hacer ignoraro incluso odiar

a los queson diferentes

Los participantes en Asís encienden sus lámparas con las que (véase página siguiente) formarán un único foco de luz

Page 7: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

tendrá un terreno favorable para arraigaren los hombres.

Hay algo de lo que estoy convencido: lapaz en el mundo depende de la paz entrelos hombres. La responsabilidad del hom-bre en el mundo influye no sólo en la so-ciedad, sino en toda la creación. Cuando noexiste paz entre los hombres, tampoco exis-te paz entre el resto de la creación y elhombre. Las estaciones se invierten y latierra no produce semillas para alimentar alhombre. Pero cuando los hombres trabajanpor la paz en una nación, su tierra da frutosy el ganado se multiplica para el mayorbienestar del hombre. Ésta es una ley dela naturaleza que proviene del Creador,que ha unido el destino de la creación a laresponsabilidad del hombre.

Por eso es bueno invitar cada año a loshombres a cambiar el corazón, renuncian-do al odio, a la violencia y a la injusticia.Los responsables de las religiones en elmundo no deberían olvidar ni descuidaresta costumbre. Se trata de reparar el malque ha sido producido contra la creaciónpor culpa del hombre, pedir perdón a losespíritus tutelares de las zonas que han si-

do tocadas por la violencia, y por el malcometido por el hombre, y pedir perdón,celebrar sacrificios reparadores y purifi-cadores, con el fin de restaurar la paz. Es-toy convencido de que esta purificaciónde la naturaleza es de capital importanciapara recuperar la paz entre los hombres ycon el resto de la creación. En los tiemposantiguos, en los tiempos de los reyes, enBenín se respetaba escrupulosamente estapraxis, y el país gozaba de la paz y de losbeneficios de la naturaleza. Los jefes denuestros días deben preocuparse. Todo es-to les queremos decir cuando volvamos deAsís, para realizar en Benín lo que viva-mos juntos, a nivel mundial, en Italia.

Quiero también subrayar algo esencial:el respeto de las almas de los antepasados.Debemos recordar que los antepasados quenos han precedido en este mundo vivieronuna relación de respeto hacia Dios y la na-turaleza, para dejarnos un mundo habitabley acogedor para el hombre. La organiza-ción del mundo en su época no era perfec-ta en todos sus aspectos, pero tenía la ven-taja de mantener una gran cohesión entrelos hombres y la naturaleza. Algunas prohi-

biciones preservaban los manantiales, losbosques y las zonas de renovación de lafauna y de la flora. Otras prohibiciones de-terminaban las relaciones humanas dentrode la familia y de la sociedad. El manteni-miento del ecosistema y un gran equilibriodentro de la sociedad contribuían eficaz-mente a mantener esta cohesión entre lanaturaleza y los hombres. Hoy no se puedehablar de paz sin el respeto por este mundo,que nos han dejado como herencia nues-tros antepasados, en un esfuerzo constantepor mejorarlo para el bien de los hombresde nuestro tiempo. Entre las costumbressociales que nos han dejado como herencianuestros antepasados, en la tierra africanade Benín, existe el arte de la palabre pararesolver los conflictos personales y socia-les. En ella se aprende el arte del respetoal adversario, así como saber tolerar su di-ferencia y comprender las convicciones delos demás. Este método debe inspirar a losdiferentes responsables de la paz en el mun-do para que sepan atraer a los adversarios aldiálogo, el único que puede restaurar la pazen los corazones y en las naciones. No haynada que valga más que el diálogo que per-mite la comprensión recíproca. Se pasa en-tonces del odio a la estima recíproca. Estepapel importante de la palabre (coloquiocon los jefes de las tribus) debe ser salva-guardado en las instancias internacionalesque deciden sobre la paz entre las nacio-nes y, en las naciones, entre las personas. Lapalabre debe traernos hoy su aportaciónpara permitirnos gestionar el mundo denuestro tiempo con todas sus dificultades,que dependen siempre de la responsabilidaddel hombre.

Acabo de proclamar, en lo que habéisoído, mis convicciones religiosas sobremi compromiso en favor de la paz en mipaís y en el mundo. No sabría terminarsin afirmar con fuerza que la justicia y elamor fraternal constituyen los dos pilaresfundamentales de la verdadera paz entrelos hombres. Esta tierra de Italia, dondeme hallo para el encuentro espiritual deAsís, es una tierra de grandes tradicionesreligiosas. Nosotros, los responsables re-ligiosos, debemos insistir en nuestros pa-íses en el respeto hacia las otras nacionesy en la solidaridad entre los pueblos. Elproblema del desarrollo de los países po-bres, entre los que se encuentra el mío,constituye sin duda la mayor amenaza con-tra la paz del mundo. La solidaridad entrelos pueblos debe conducir a una distribu-ción más equitativa de las riquezas delmundo. Los países más desarrollados de-ben ayudar a los países menos avanzadosen sus esfuerzos hacia el desarrollo. El co-mercio internacional no debe favorecer so-lamente a los que tienen una economíafuerte, sino respetar el esfuerzo real de tra-bajo y de producción de cada pueblo. Elsiglo XXI, en el que acabamos de entrar,debe ser un siglo de construcción de unmundo más justo y más fraternal. Los va-lores que queremos promover como jefesreligiosos son los del amor y la conviven-cia en un mundo donde en realidad todossomos hermanos. Si obramos así, cons-truiremos la paz en el mundo.

¡Que Dios bendiga el encuentro de Asísy done a nuestro mundo la paz!

Chef Amadou Gasseto(Religión Tradicional Africana)

Asís: Para construir la paz 7

Hoy no se puedehablar de pazsin el respeto

por este mundo,dejado

como herenciapor nuestrosantepasados,

en un esfuerzoconstante

por mejorarlopara el bien

de los hombresde nuestro

tiempo

Page 8: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Religión, fuerza propulsora

Dejadme que empiece agradeciendo alConsejo Pontificio para el Diálogo

Interreligioso por haberme invitado a ex-presar mi pensamiento sobre la paz en elmundo. Me siento verdaderamente honra-da y bendecida en presencia de Su Santi-dad, el Papa. El hinduismo es para mí unaprofunda fuente de inspiración, pero nopuedo pretender ser nada más que una es-tudiante de una tradición plurimilenaria.Apelo, por tanto, a la comprensión de SuSantidad y de los demás venerados her-manos y hermanas aquí reunidos.

Son varios los significados que se aso-cian a la noción de paz. Para los pensado-res laicos, la paz es la ausencia de violenciay la solución de los conflictos sin violencia.Sin embargo, parece que ésta es una com-prensión demasiado limitada de la paz. Esverdad que es deseable que no exista la vio-lencia. Varias instituciones y estructuras dediferentes niveles políticos, muchos gru-pos de la sociedad civil y religiosa, etc.,han desarrollado y siguen desarrollandouna loable tarea de pacífica solución de losconflictos dentro de las comunidades y en-tre ellas. Sin embargo, una vez más, estetipo de paz ha alcanzado un punto muer-to. Nos falta hasta ahora una sólida basepara la paz. Para mí, la paz consiste en man-tener el equilibrio y la armonía dentro yfuera. Hasta que no consigamos alcanzaresta forma de comprensión, seguiremossiendo testigos de intolerancias, miseria,abusos, conflictos e injusticias.

La religión, si se comprende rectamen-te, es esa fuerza propulsora que puede res-taurar la armonía y la unidad entre el mun-do interno y externo. Si las religiones pre-tenden ser, y de ellas se espera, que seanuna fuerza unificadora, la Historia muestra,repetidas veces, casos en los que algunosque se autoproclaman salvadores de la re-ligión han puesto la religión al servicio delpoder y de fuerzas disgregadoras.

Hemos visto que la orientación reli-giosa de la gente muchas veces está co-

rrompida. El verdadero mensaje de la re-ligión no es ni puede ser el mero cumpli-miento de la letra.

Yo provengo de una cultura en la cual elsignificado más cercano a religión es loque nosotros llamamos dharma. Se tratade una tradición universal que tiene quever con un orden moral que define la rela-ción del yo con el otro y con la energía di-vina. Esta interrelación implica un ordenque permite extender la conciencia perso-nal de una existencia cerrada en sí mismaa una relación con la divinidad.

Esta divinización de los seres humanosnos da el sentido del valor de la vida. Nosólo yo soy esencialmente divina, sino quecualquier otro es igualmente divino por esen-cia, y esto nos une los unos a los otros bajola paternidad de Dios (vasudhaiva kutumb-hakam). Con esta comprensión, las diferen-tes pertenencias dejan de ser fuentes de con-flicto. Lo que el Consejo Pontificio proponehoy, constituye un modelo de relaciones in-terreligiosas. Es un compromiso que puedeabrir el diálogo entre las diferentes tradi-ciones religiosas al desarrollo de la com-prensión del humanismo espiritual.

Para mí, que pertenezco a la Swadh-yaya parivar (familia), inspirada por elreverendo Pandurang Shastri Athawale,esta fraternidad universal surge de formanatural porque él nos ha inculcado la ideade la aceptación de todas las tradicionesreligiosas (sarva dharma sweekaar). Éstasno se excluyen las unas a las otras. En labase de la Swadhyaya está la idea de unDios que habita en todos nosotros, y to-dos somos hijos del mismo Dios. Profun-dizando en la herencia clásica de la India,él ha tratado de abatir las barreras entrelos hombres y liberar la idea de la religióndel dogmatismo, del aislamiento y de lasconstricciones. Para nosotros el compro-miso en medio de las realidades sociales,la regeneración y la curación de las co-munidades no son actos de reforma so-cial, sino actos de manifestación de agra-decimiento al Ser Supremo. Esto lo defi-nimos como bhakti, es decir, devoción a

Dios. Lo llamamos fuerza social porquepermite al individuo superar la mezquin-dad, el odio y la avaricia (kshudrata, krodhy lobha). Esta transformación ayuda alhombre a orientar los acontecimientos co-tidianos en energía de liberación de losvínculos de todo tipo, y a superar las difi-cultades, los complejos, el sentido de ais-lamiento, la inseguridad y la inutilidad.Nos permite pasar de la simple defensade los derechos humanos al nivel supe-rior de la defensa de la dignidad humana ydel deber del hombre.

Mis venerados hermanos y hermanas,desde mucho más alto que mi condiciónde vida, desde este augusto encuentro, enla bendita presencia de Su Santidad el Pa-pa, oso apelar a la Humanidad para quevaya más allá del aislamiento, se desarro-lle un amor absoluto, desinteresado e in-condicional hacia Dios y su creación, pa-ra superar situaciones de crisis endémicas.No se trata de una simple construcción te-órica. En nuestro pequeño camino hemosmostrado que es posible alcanzar un or-den social. No dejamos de recurrir a todosnuestros recursos interiores por la causade la paz. Nuestro diálogo, que celebra launidad de las diferentes tradiciones reli-giosas, no es nuevo, tiene una tradición.Desde aquí podemos caminar hacia unaunidad de las religiones del mundo, paraque se salvaguarde un futuro compartido ybendecido por Dios.

Didi Talwalkar (Hinduismo)

La adhesión del Islamal compromiso por la paz

En el nombre de Dios, el Todo Miseri-cordioso, el Muy Misericordioso.

Ante todo, quiero expresar mi sinceroagradecimiento a Su Santidad el Papa JuanPablo II, que reúne hoy a todos los repre-sentantes de las diferentes tradiciones re-ligiosas, animados por el mismo fervor deconstruir un mundo mejor. Para iluminar-nos en este camino hacia la paz, la fe mu-sulmana nos ofrece algunos reclamos queos voy a presentar brevemente.

� Dios ha creado a todos los seres hu-manos a partir de un solo padre y de unasola madre. Dios ha declarado en el libroSagrado: «¡Oh hombres! Temed al Señorque os ha creado de un solo ser, por tanto,de éste, ha creado a su esposa y ha hechonacer de esta pareja un gran número dehombres y mujeres. ¡Temed a Dios! Vo-sotros os preguntáis sobre esto y respetáisel seno que os ha llevado. Dios os observa»(Sura Las mujeres, 1).

� Todas las religiones monoteístas re-veladas por Dios a sus venerables profetasconcuerdan en dos puntos esenciales:

– La devoción al culto del Solo y Úni-co, como Dios ha dicho: «Él ha estableci-do para vosotros, respecto a la obligaciónreligiosa, lo que había prescrito a Noé, loque nosotros te revelamos (Mahoma) y loque habíamos prescrito a Abraham, a Moi-sés y a Jesús: realizar el culto. ¡No os di-vidáis en sectas! ¡Qué duro les parece alos politeístas aquello a lo que tú les lla-mas! Dios elige y llama a quien quiere a es-ta religión y dirige hacia ella a quien sevuelve a Él arrepentido» (Sura La delibe-ración,13).

Asís: Para construir la paz8

La Humanidaddebe ir

más alládel aislamiento,

desarrollarun amorabsoluto,

desinteresadoe incondicional

hacia Diosy su creación,para superarsituaciones

de crisisendémicas

Hindúes, junto a la Estatua de la Libertad en Nueva York

Page 9: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

de rendirse pacíficamente, y sólo cuandoeste ofrecimiento es rechazado nos per-mite usar las armas contra ellos. Además,los Profetas han puesto repetidas veces an-te nuestros ojos una visión del fin del mun-do en la cual las espadas se transformaránen arados y todas las naciones vivirán enpaz.

Por eso, la guerra no es nuestra cultura,ni tarea, ni misión, ni objetivo de los ju-díos. Como tampoco es la tarea de otrasreligiones del mundo. El discurso de la pazhecho en nombre de la religión no debeser abandonado, ya que se basa sobre larealidad de todos nuestros ideales religio-sos y es el fin último al que todos aspira-mos. Debemos rechazar las distorsionesde las enseñanzas religiosas, surgidas enel pasado, y no podemos proponer la ideade que la violencia contra los miembrosde otras religiones o de otras sectas reli-giosas sean de origen religioso.

Debemos recordar que ninguna religiónnos manda matar de forma indiscriminada,y los que enseñan esto lo hacen desviandoy distorsionando las religiones en nombrede las cuales hablan. El Papa Juan Pablo IIha corregido los abusos usados histórica-mente para justificar la violencia cometidacontra los no cristianos.

Sólo a través de un serio diálogo y me-diante el compromiso con una dedicaciónfísica por la paz por parte de los líderes delas principales religiones, con sacrificiospor la paz, y no sólo con simples pronun-ciamientos, podemos empezar a cambiar lacondición humana actual. El Papa JuanPablo II ha jugado un papel personal enesto mediante sus esfuerzos de reconcilia-ción con el judaísmo y ha cambiado la his-toria entre cristianos y hebreos. Éste pue-de ser, sin duda, para cada uno de noso-tros un modelo a seguir, el sendero de losperegrinos que buscan la paz.

«El midrás dice sobre la oración: Lasbendiciones no están completas hasta queno contienen la palabra PAZ» (BamidbarRaba).

Rabino Israel Singer

– El respeto de los valores: Alá ha re-velado la religión monoteísta para la feli-cidad de la Humanidad. Las religiones pre-dican todos los valores de la ética comola humildad, la justicia, la paz y la pros-peridad, así como el intercambio de todaslas acciones benéficas autorizadas por Alá,la cooperación entre todos los pueblos enfavor de la benevolencia y de la piedad, yno para la ofensa y la agresión.

� Dios nos ha creado en esta vida paraque nos conozcamos los unos a los otroscomo Él dijo: «¡Oh hombres! Nosotros oshemos creado de un hombre y de una mu-jer. Os hemos constituido en pueblos y entribus para que os conozcáis entre voso-tros. El más noble entre vosotros, paraDios, es el que más le teme. Dios es aquelque sabe y que está bien informado» (Su-ra Los alojamientos privados, 13).

� Todas las religiones monoteístas re-comiendan que el ser humano promue-va el derecho y la justicia, restaurando alos legítimos propietarios sus derechos.En esta ocasión, Al-Azhar Al Sharif tie-ne el placer de rendir homenaje al EstadoVaticano por su loable apoyo al pueblopalestino.

� En Egipto, musulmanes y cristianoshan vivido como hermanos durante cator-ce siglos, bajo el mismo cielo, sobre lamisma tierra, con los mismo derechos ylas mismas responsabilidades. Cada unopractica su fe como dice el Santo Corán:«¡Nada de constricción en la religión! Elcamino recto se distingue del error. El queno cree en los ídolos y cree en Dios ha em-puñado el mango más sólido y sin fisura.Dios es el que comprende y sabe todo»(Sura La vaca, 256).

Al-Azhar y sus ulemas (doctores de laley musulmana), en esta jornada de ora-ción común, se adhieren con conviccióna esta llamada a la paz con un vínculo in-mediato e inseparable de la justicia.

Jeque Al-Azhar Mohammed Tantawi

Senda de peregrinosen busca de la paz

Grande es la paz, ya que el nombre deDios se llama Paz».

La historia nos ha demostrado quemientras los líderes de las religiones mun-diales han hablado siempre de paz y lospredicadores han pronunciado innumera-bles discursos sobre el hecho de que lapaz es la finalidad última de las religio-nes, en realidad, en la práctica, las reli-giones han servido para fomentar milesde guerras horribles y sanguinarias. Losnumerosos conflictos desatados en Euro-pa y en Asia entre las principales religio-nes, las batallas realizadas a través de laHistoria entre sectas diferentes de una mis-ma religión, son bien conocidos para todoslos estudiantes de Historia y de Religión.También hoy, los hombres siguen com-batiendo en Irlanda del Norte, peleándoseen Cachemira y en Pakistán y matándoseen Medio Oriente.

Somos todos bien conscientes de la for-ma en la que, el 11 de septiembre del añopasado, unos locos que pretendían actuaren nombre de la religión lanzaron tresaviones contra las dos torres del WorldTrade Center y del Pentágono, asesinando

a miles de personas en pocos minutos, cau-sando así el primer conflicto militar inter-nacional del siglo XXI.

Nosotros, los judíos, subrayamos quenuestras tradiciones religiosas no otorganun papel central al concepto de guerra re-ligiosa. Pero no queremos ser insensatos,dado que algunas veces durante nuestrotrágico y sanguinario pasado, nos hemosdefendido y hemos combatido contra losenemigos cuando era necesario. Y cuan-do combatimos, escrutamos en nuestrasEscrituras, no para buscar una justifica-ción a la guerra, sino una base religiosapara nuestras acciones. La Biblia está lle-na de órdenes de Dios a los judíos paracombatir contra los enemigos cuando esnecesario. En nuestra tradición existe elconcepto de lo' tehayyun kol neshamah,es decir, de guerras contra grupos especí-ficos, batallas que deben ser combatidasdespiadadamente y sin misericordia. Estetema es tratado de manera muy fuerte en elcontinuo imperativo religioso mah eni me-heh et zakar 'amalek, el mandato de com-batir una guerra final contra el mal últi-mo, representado por Amalek, una guerraen la que no se toman prisioneros, todosdeben ser asesinados.

Y sin embargo, el combate militar noes el corazón del judaísmo. La Biblia judía,la Ley oral, el Talmud, nuestros midrasim(glosas a la Escritura) y los escritos rabí-nicos subrayan la importancia de la paz,tanto entre nosotros, como con nuestrosvecinos. Nosotros, judíos, estamos com-prometidos en una ideología, en una reli-gión y en una filosofía centradas en con-ceptos de paz, de bondad y de fraternidad,comunes a otras religiones del mundo, es-pecialmente el cristianismo, que ha adop-tado y adaptado muchísimas ideas judías.Nuestras Escrituras hebreas, igual que elNuevo Testamento cristiano, nos enseñana no guardar rencor contra los que nos hanhecho daño y a buscar siempre la vía de laconciliación y del amor fraterno. Inclusocuando somos enviados a hacer la guerracontra nuestros enemigos, Dios nos man-da ofrecer en primer lugar la oportunidad

Asís: Para construir la paz 9

Nosotros,los judíos,

subrayamosque nuestrastradicionesreligiosasno otorganun papelcentral

al conceptode guerrareligiosa.

* * * * Con sacrificios

por la paz,y no sólo

con simplespronuncia-mientos,podemosempezar

a cambiarla condición

humana actual

Hace años que el Presidente norteamericano Clinton acogió al líder israelí Rabin y al líder palestino Arafat, a punto de lograr la paz

Page 10: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

La permanente denuncia que el primer Papa que entró en unaSinagoga hace de las situaciones de injusticia, de Tierra Santa, del hambre en el mundo, encontró en Asís formulación definitiva:«No hay paz sin justicia, ni justicia sin perdón».Abajo, ilustraciones del folleto litúrgico distribuido en Asís

Page 11: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Desde el primer encuentro en Asís (foto de la derecha), Juan Pablo II ha trabajadoincansablemente en y por el diálogo interreligiosoverdadero

En la fotode la izquierda, un momentode la plegariade los representantesde la Iglesia católicaen la basílica inferior de Asís

Page 12: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

La regla de oro de la paz

Jesús para nosotros, los cristianos, es elDios de la paz. Por eso la Iglesia católi-

ca hace de la paz uno de los objetivos mássentidos. «Nada se pierde con la paz. Todocon la guerra», exclamaba Pío XII. Pacemin terris se titulaba una encíclica de JuanXXIII. «Nunca más la guerra», repetía Pa-blo VI en la ONU. Y Juan Pablo II, des-pués de los terribles acontecimientos del 11de septiembre, indica el camino para al-canzarla: «No hay paz sin justicia, no hayjusticia sin perdón».

La Iglesia católica entera trabaja por lapaz. Muchos son los caminos que persi-gue. Son muy eficaces los diálogos en elcamino trazado por el Concilio VaticanoII. Al generar fraternidad, garantizan lapaz. Se realizan a nivel universal y en lasIglesias particulares, así como a través degrupos y asociaciones, movimientos ecle-siales y nuevas comunidades.

La Iglesia promueve el diálogo, en pri-mer lugar, entre sus propios hijos e hijas,suscitando esa comunión, requerida a cual-quier nivel, que asegura la paz. En segun-do lugar realiza un diálogo irreversiblecon las diferentes Iglesias y comunidadeseclesiales, diálogo que acrecienta la pazen la familia cristiana. Realiza otro con lasgrandes religiones del mundo, apoyándo-se también en la llamada regla de oro, pre-sente en los diferentes Libros Sagrados,que se expresa en el evangelio de la si-guiente forma: «Todo lo que queráis quelos hombres hagan con vosotros, hacedlotambién vosotros con ellos» (Mt 7,12). Es-ta regla de oro, al subrayar el deber deamar a los propios hermanos y hermanas,realiza porciones de fraternidad universalen las que reina la paz. Y, por fin, el diálo-go y la colaboración en otros campos contodos aquellos que, sin una referencia re-ligiosa, son hombres y mujeres de buenavoluntad, por lo que se puede construirtambién con ellos la paz.

Varias expresiones, por tanto, de ungran diálogo, generador de esa fraternidadque puede convertirse, en este dificilísi-mo momento histórico, en el alma de lavasta comunidad mundial que, paradóji-camente, hoy la gente del pueblo y los go-bernantes empiezan a desear.

Chiara Lubich (Iglesia católica)

La paz es posible

Ese acontecimiento (en Asís) no podíapermanecer aislado. Tenía, en efecto,

una fuerza espiritual explosiva: era comouna fuente...»: esto escribió Juan Pablo IIa los líderes religiosos presentes en unode los quince encuentros internacionalesque siguieron a aquella memorable jorna-da. En 1986 el mundo estaba bloqueadopor la guerra fría. ¡Pero no rezamos en va-no en Asís y en el espíritu de Asís!

Hemos visto que la oración libera nue-vas energías de paz. Se han dado cambiosde época: las transiciones pacíficas del co-munismo en el Este europeo, las pacifica-ciones en América Central y del Sur y enAsia. He visto de cerca recuperar la justi-cia en Sudáfrica, la paz en Mozambique.Nuevas energías de amor preparan la paz.

Con su oración insistente, la Iglesia no

acepta que la guerra sea inevitable. Hanaumentado los que trabajan por la paz. Enel siglo pasado muchos de ellos cayeron:¡por su sangre derramada ha germinado lapaz! Su sangre ha alcanzado la de los mi-sioneros, caídos por la caridad y la justicia.Los nuevos mártires del siglo XX testi-monian la fuerza, humilde y débil, de loscristianos, más fuerte que el mal. Tambiéngracias a su testimonio no nos resignamosa la pobreza del mundo y a la guerra, ma-dre de todas las pobrezas. Todavía quedanmuchos conflictos abiertos. La Iglesia ni sedesespera ni se resigna. Recuerda la di-mensión interior de la paz. Los que traba-jen por la paz serán llamados hijos de Dios,y los humildes heredarán la tierra.

Al principio del año, los mensajes dela Jornada mundial por la paz nos sacande la resignación a la guerra o de la irres-ponsabilidad hacia el mal. Donde se pro-clama y se vive el Evangelio, se aprende ano desperdiciar el gran don de la paz, comodecía el Beato Papa Juan XXIII. Todas lasIglesias locales, todas las comunidadescristianas, todas las familias se conviertenen el santuario de la paz.

La lección histórica de los últimos de-cenios y de todo el siglo XX nos dice: lapaz es posible, y la guerra es una aventurasin retorno. En efecto, nosotros católicos,con todos los cristianos, con todos los cre-yentes de las grandes religiones, hemoscomprendido mejor que sólo la paz es san-ta, ¡nunca la guerra! Por eso hoy, frente ala dureza de estos tiempos, acogemos conesperanza y entusiasmo la invitación delPapa a abrir «el corazón y la inteligencia alos desafíos que nos esperan».

Andrea Riccardi (Iglesia católica)

Alzar juntos la voz por la paz

Las Iglesias cristianas, las otras religio-nes, tienen el deber de alzar juntos la

voz para señalar el ultraje que sufren losprincipios morales espirituales que todaslas religiones afirman y que todos los cre-yentes viven en la vida cotidiana. Entreestos valores espirituales, la paz ocupa unlugar primordial, porque la manifestaciónde la fe se realiza sólo en un clima de paz.Para los cristianos, la encarnación de Diosen la persona de Cristo, que es al mismotiempo hombre y Dios, es un momento depaz y de reconciliación universal, marca-do por la voz de los ángeles que anuncianeste nacimiento desde lo alto: «Gloria aDios en las alturas y paz en la tierra a loshombres que Él ama» (Lc 2,14).

Con esta esperanza salvífica de la pazde lo alto, saludamos a la organización dela Jornada de oración por la paz, una ini-ciativa de Su Santidad Juan Pablo II, eneste período de agitación y de preocupa-ciones a nivel mundial, cuando las reli-giones deben comprender los fenómenoscomplejos y participar, con sus formas es-pecíficas, en la conservación de la crea-ción de Dios y elevar al hombre a la dig-nidad que Dios le ha otorgado.

Patriarca S. B. Teoctist(Iglesia ortodoxa de Rumanía)

leído por S.E. Ioan Selejan,obispo de Harghita y Covasna)

Asís: Para construir la paz12

«Todo lo quequeráis quelos hombres

hagancon vosotros,

hacedlotambiénvosotros

con ellos».Ésta

regla de ororealiza

porcionesde fraternidad

universalen las quereina la paz

A la derecha, Chiara Lubich y Andrea Riccardi,

dos católicos comprometidos por la paz

Page 13: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón
Page 14: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Amadísimos hermanos y hermanas:Hemos venido a Asís en peregri-nación de paz. Estamos aquí, como

representantes de las diversas religiones,para interrogarnos ante Dios sobre nuestrocompromiso en favor de la paz, para pe-dirle ese don y para testimoniar nuestroanhelo común de un mundo más justo ysolidario. Queremos dar nuestra contribu-ción para alejar los nubarrones del terro-rismo, del odio y de los conflictos armados,nubarrones que en estos últimos meses sehan cernido particularmente sobre el hori-zonte de la Humanidad. Por eso queremosescucharnos los unos a los otros: senti-mos que esto ya es un signo de paz, ya es

una respuesta a los inquietantes interro-gantes que nos preocupan, ya sirve paradisipar las tinieblas de la sospecha y dela incomprensión. Las tinieblas no se di-sipan con las armas; las tinieblas se ale-jan encendiendo faros de luz. Hace algunosdías recordé al Cuerpo Diplomático acre-ditado ante la Santa Sede que el odio sólose vence con el amor.

� Nos encontramos en Asís, dondetodo habla de un singular profeta de lapaz, llamado Francisco. No sólo lo amanlos cristianos, sino también muchos otroscreyentes y gente que, aun estando ale-jada de la religión, se reconoce en susideales de justicia, reconciliación y paz.

Aquí el Poverello de Asís nos invita, an-te todo, a elevar un cántico de acción degracias a Dios por todos sus dones. Ala-bamos a Dios por la belleza del cosmos yde la tierra, jardín maravilloso que con-fió al hombre para que lo cultivara y con-servara (cf. Gn 2, 15). Conviene que loshombres recuerden que se encuentran enun huerto del inmenso universo, creadopor Dios para ellos. Es importante quese den cuenta de que ni ellos ni los asun-tos por los que tanto se preocupan sontodo. Sólo Dios es todo, y al final cadauno deberá presentarse ante Él para ren-dir cuentas.

Alabamos a Dios, Creador y Señor deluniverso, por el don de la vida, y espe-cialmente de la vida humana, que surgió enel planeta por un misterioso designio desu bondad. La vida en todas sus formas hasido confiada de manera especial a la res-ponsabilidad de los hombres. Con admi-ración renovada cada día constatamos lavariedad con que se manifiesta la vida hu-mana, desde la complementariedad feme-nina y masculina, hasta una multiplicidadde dones característicos, propios de las di-versas culturas y tradiciones, que formanun multiforme y poliédrico cosmos lin-güístico, cultural y artístico. Es una mul-tiplicidad llamada a integrarse en la con-frontación y en el diálogo para enriqueci-miento y alegría de todos.

Dios mismo ha puesto en el corazónhumano un estímulo instintivo a vivir enpaz y armonía. Es un anhelo más íntimo ytenaz que cualquier instinto de violencia,un anhelo que hemos venido a reafirmaraquí juntos, en Asís. Lo hacemos con lacerteza de interpretar el sentimiento másprofundo de todo ser humano. En la his-toria han existido, y siguen existiendo,hombres y mujeres que, precisamente encuanto creyentes, se han distinguido co-mo testigos de paz. Con su ejemplo, noshan enseñado que es posible construir en-tre las personas y entre los pueblos puen-tes para encontrarse y caminar juntos porlos senderos de la paz. En ellos queremosinspirarnos con vistas a nuestro compro-miso al servicio de la Humanidad. Nosalientan a esperar que, también en el nue-vo milenio recién iniciado, no falten hom-bres y mujeres de paz, capaces de irradiaren el mundo la luz del amor y de la espe-ranza.

Los dos pilares básicos

� ¡La paz! La Humanidad necesitasiempre la paz, pero mucho más ahora,después de los trágicos acontecimientosque han menoscabado su confianza y enpresencia de los persistentes focos de des-garradores conflictos que tienen en vilo almundo. En el Mensaje para el pasado 1 de

Asís: Para construir la paz14

Discurso del Papa Juan Pablo II

No hay paz sin justicia y sin perdón

Las tinieblasno se disipan

con las armas;las tinieblas

se alejanencendiendofaros de luz

Page 15: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

mites de los egoísmos individuales y degrupo. Sólo el perdón sana las heridas delcorazón y restablece íntegramente las re-laciones humanas alteradas.

Escuchemos las palabras, escuchemosel viento. El viento nos recuerda al Espí-ritu: El Espíritu sopla donde quiere.

Hacen falta humildad y valentía paraemprender este itinerario. El marco de es-te encuentro, es decir, el diálogo con Dios,nos brinda la oportunidad de reafirmarque en Dios encontramos la unión emi-nente de la justicia y la misericordia. Él essumamente fiel a sí mismo y al hombre,incluso cuando el ser humano se aleja deÉl. Por eso las religiones están al servi-cio de la paz. A ellas, y sobre todos a suslíderes, les corresponde la tarea de difun-dir entre los hombres de nuestro tiempouna renovada conciencia de la urgenciade construir la paz.

� Lo reconocieron los participantes enla Asamblea interreligiosa que se celebróen el Vaticano en octubre de 1999, al afir-mar que las tradiciones religiosas poseenlos recursos necesarios para superar lasdivisiones y fomentar la amistad recípro-ca y el respeto entre los pueblos. En aque-lla ocasión, se reconoció también que con-flictos trágicos derivan a menudo de laasociación injusta de la religión con in-tereses nacionalistas, políticos, económi-cos o de otro tipo. Reunidos aquí una vezmás, afirmamos que quien utiliza la reli-gión para fomentar la violencia contradi-ce su inspiración más auténtica y profun-da. Por tanto, es necesario que las perso-nas y las comunidades religiosas mani-fiesten el más neto y radical rechazo dela violencia, de toda violencia, desde laque pretende disfrazarse de religiosidad,recurriendo incluso al nombre sacrosantode Dios para ofender al hombre. La ofen-sa al hombre es, en definitiva, ofensa aDios. No existe ninguna finalidad reli-giosa que pueda justificar la práctica dela violencia del hombre contra el hombre.

� Me dirijo ahora en particular a vo-sotros, hermanos y hermanas cristianos.Nuestro Maestro y Señor Jesucristo nosllama a ser apóstoles de paz. Hizo suya laregla de oro conocida por la sabiduría an-tigua: «Todo cuanto queráis que os haganlos hombres, hacédselo también vosotrosa ellos» (Mt 7, 12; cf. Lc 6, 31), y el man-damiento de Dios a Moisés: «Ama a tuprójimo como a ti mismo» (cf. Lv 19, 18;Mt 22, 39 y paralelos), llevándolos a ple-nitud en el mandamiento nuevo: «Ama-os los unos a los otros como yo os he ama-do» (Jn 13, 34). Con la muerte en el Gól-gota imprimió en su carne los estigmasdel amor de Dios por la Humanidad. Tes-tigo del designio de amor del Padre ce-lestial, se convirtió en «nuestra paz: el quede los dos pueblos hizo uno, derribandoel muro que los separaba, la enemistad»(Ef 2, 14).

Con Francisco, el santo que respiró elaire de estas colinas y recorrió estas alde-as, fijamos nuestra mirada en el misteriode la cruz, árbol de salvación regado por lasangre redentora de Cristo. El misterio dela cruz marcó la existencia del Poverello,de santa Clara y de muchos otros santos ymártires cristianos. Su secreto fue preci-samente este signo victorioso del amor so-bre el odio, del perdón sobre la venganza,del bien sobre el mal. Estamos invitados

enero puse de relieve los dos pilares so-bre los que se apoya la paz: el compromi-so en favor de la justicia y la disponibilidadal perdón. Justicia, en primer lugar, porquesólo puede haber verdadera paz si se res-petan la dignidad de las personas y de lospueblos, los derechos y los deberes de ca-da uno, y si se da una distribución equita-tiva de beneficios y obligaciones entre per-sonas y colectividades. No se puede olvi-dar que situaciones de opresión y margi-nación están a menudo en la raíz de lasmanifestaciones de violencia y terrorismo.Y también perdón, porque la justicia hu-mana está expuesta a la fragilidad y a los lí-

Asís: Para construir la paz 15

Conflictos trágicos derivan a menudo de la asociación injusta de la religión con intereses nacionalistas, políticos,

económicos o de otro tipo

Las ruinas humeantes del 11-S, en Nueva York

Page 16: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

a seguir sus huellas, para que la paz deCristo se convierta en anhelo incesante dela vida del mundo.

� Si la paz es don de Dios y tiene sumanantial en Él, sólo es posible buscarla yconstruirla con una relación íntima y pro-funda con Él. Por tanto, edificar la paz enel orden, la justicia y la libertad requiere elcompromiso prioritario de la oración, quees apertura, escucha, diálogo y, en defini-tiva, unión con Dios, fuente originaria de laverdadera paz. Orar no significa evadir-se de la Historia y de los problemas queplantea. Al contrario, significa optar porafrontar la realidad no solos, sino con lafuerza que viene de lo Alto, la fuerza de laverdad y del amor, cuyo último manantialestá en Dios. El hombre religioso, ante lasinsidias del mal, sabe que puede contarcon Dios, voluntad absoluta de bien; sabeque puede invocarlo para obtener la va-lentía que le permita afrontar las dificul-tades, incluso las más duras, con respon-sabilidad personal, sin caer en fatalismos oen reacciones impulsivas.

Hermanos y hermanas que habéis acu-dido aquí de diversas partes del mundo,dentro de poco nos dirigiremos a los lu-gares previstos a fin de implorar de Dios eldon de la paz para toda la Humanidad. Pi-dámosle que nos conceda reconocer el ca-mino de la paz y de las correctas relacionescon Dios y entre nosotros. Pidámosle queabra los corazones a la verdad sobre Él ysobre el hombre. El objetivo es único y la

intención es la misma, pero oraremos se-gún formas diversas, respetando las de-más tradiciones religiosas. En el fondo,también esto entraña un mensaje: quere-mos mostrar al mundo que el impulso sin-cero de la oración no lleva a la contrapo-sición y menos aún al desprecio del otro,sino más bien a un diálogo constructivo,en el que cada uno, sin condescender deningún modo con el relativismo ni con elsincretismo, toma mayor conciencia deldeber del testimonio y del anuncio. Ha lle-gado el momento de superar decidida-mente las tentaciones de hostilidad quehan existido incluso en la historia religio-sa de la Humanidad. En realidad, cuando seinspiran en la religión, expresan un rostroprofundamente inmaduro de la misma. Enefecto, el auténtico sentimiento religiosolleva a percibir de algún modo el misteriode Dios, fuente de la bondad, y esto cons-tituye una fuente de respeto y armonía en-tre los pueblos: más aún, en él se encuen-tra el principal antídoto contra la violenciay los conflictos (cf. Mensaje para la Jor-nada mundial de la paz de 2002, n. 14).

Y hoy Asís, como el 27 de octubre de1986, se convierte nuevamente en el «co-razón» de una multitud innumerable queinvoca la paz. A nosotros se unen muchaspersonas, que, desde ayer y hasta esta tar-de, oran por la paz en los lugares de culto,en las casas, en las comunidades y en elmundo entero. Son ancianos, niños, adul-tos y jóvenes: un pueblo que no se cansa de

creer en la fuerza de la oración para obte-ner la paz. Que la paz reine especialmenteen el corazón de las nuevas generaciones.Jóvenes del tercer milenio, jóvenes cris-tianos, jóvenes de todas las religiones, ospido que seáis, como Francisco de Asís,centinelas dóciles y valientes de la paz ver-dadera, fundada en la justicia y en el per-dón, en la verdad y en la misericordia.Avanzad hacia el futuro enarbolando laantorcha de la paz. ¡El mundo necesita suluz!

Ha hablado el hombre. Han hablado di-versos hombres aquí presentes. Ha habla-do también el viento, un viento fuerte. Di-ce la Escritura: «El Espíritu sopla dondequiere». Que este Espíritu Santo hable hoyal corazón de todos los que nos encontra-mos aquí. Lo simboliza el viento queacompaña a las palabras humanas que he-mos escuchado todos. Gracias.

Invitación a la oración

Si el Señor no construye la casa, en va-no se cansan los albañiles». He aquí ahora el tiempo favorable de

la oración, que está en el centro del com-promiso por la edificación de la paz, en elorden, la justicia y la libertad.

¡Vayamos!En los diversos lugares y expresiones

rituales, testimoniemos a la familia huma-na las firmes razones de nuestra esperanza.

Asís: Para construir la paz16

Orarno significa

evadirsede la Historia

y de los problemasque plantea.Al contrario,

significa optarpor afrontarla realidad

no solos, sinocon la fuerza

que vienede lo Alto

Miles de personas aclamaron a Juan Pablo II y a sus acompañantes desde Roma, en tren, a Asís. Eran como «el corazón de una multitud innumerable que invoca la paz»

Page 17: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Señor Chang-Gyou Choi(confucionista):

� Nos comprometemos a estar de par-te de los que sufren en la miseria y elabandono, haciéndonos portavoces de losque no tienen voz y trabajando activa-mente para superar esas situaciones, conla convicción de que nadie puede ser fe-liz solo.

Hojjatoleslam Ghomi (musulmán):

� Nos comprometemos a hacer nues-tro el grito de los que no se resignan a laviolencia y al mal, y queremos contribuircon todas nuestras fuerzas a dar a la Hu-manidad de nuestro tiempo una esperanzareal de justicia y paz.

Reverendo Nichiko Niwano (budista):

� Nos comprometemos a apoyar cual-quier iniciativa que promueva la amistadentre los pueblos, convencidos de que elprogreso tecnológico, si falta un entendi-miento solidario entre los pueblos, exponeal mundo a peligros crecientes de destruc-ción y muerte.

Rabino Samuel-René Sirat (judaísmo):

� Nos comprometemos a pedir a losresponsables de las naciones que hagantodos los esfuerzos posibles para que, aescala nacional e internacional, se edifi-que y consolide, sobre la base de la justicia,un mundo de solidaridad y paz.

Doctor Mesach Krisetya(Conferencia Menonita Mundial):

Nosotros, pertenecientes a tradicio-nes religiosas diversas, no nos can-

saremos nunca de proclamar que la paz yla justicia son inseparables, y que la pazen la justicia es el único camino por elque la Humanidad puede avanzar haciaun futuro de esperanza. Estamos con-vencidos de que en un mundo con fron-teras cada vez más accesibles, distanciascada vez más cortas y relaciones cadavez más fáciles, gracias a una densa redde comunicaciones, la seguridad, la li-bertad y la paz no podrán ser garantizadaspor la fuerza, sino por la confianza recí-proca.

Que Dios bendiga nuestros propósitos ydé al mundo la justicia y la paz.

Juan Pablo II:

Nunca más violencia!¡Nunca más guerra!

¡Nunca más terrorismo!En nombre de Dios, toda religión di-

funda en la tierra justicia y paz, perdón yvida, amor.

Tarde del 24 de enero de 2002:

Moniciónintroductoria

De las espadas forjarán arados, de laslanzas, podaderas» (Is 2, 4).

A la llegada de nuestra peregrinacióna Asís todas las campanas de la ciudadhan repicado como expresión de gozosaesperanza. La esperanza de la paz se harenovado en la escucha de los testimo-nios y en la oración de los diversos gru-pos. La paz ha de ser confirmada con elcompromiso común que cada uno de no-sotros asume ante el Dios vivo, ante loshermanos y hermanas de la propia reli-gión y de las demás, y ante el mundo en-tero. La paz ha de mirar al futuro de laHumanidad y de la creación con renova-da valentía.

¡Que la paz sea bendición para todos!

Cardenal Francis ArinzePresidente del Consejo Pontificio

para el Diálogo interreligioso

Decálogo

Patriarca ecuménico Bartolomé I,de Constantinopla:

Reunidos aquí, en Asís, hemos refle-xionado juntos en la paz, don de Dios

y bien común de toda la Humanidad. Aunperteneciendo a tradiciones religiosas di-ferentes, afirmamos que para construir lapaz es necesario amar al prójimo, respe-tando la regla de oro: Haz a los demás loque quisieras que te hicieran a ti. Conesta convicción, trabajaremos incansa-blemente en la gran obra de la paz. Poresto:

Reverendo Konrad Raiser(Consejo Ecuménico de las Iglesias):

� Nos comprometemos a proclamarnuestra firme convicción de que la vio-lencia y el terrorismo se oponen al autén-tico espíritu religioso, y, condenando cual-quier recurso a la violencia y a la guerraen nombre de Dios o de la religión, noscomprometemos a hacer todo lo posiblepara erradicar las causas del terrorismo.

Bhai Sahibji Mohinder Singh (sij):

� Nos comprometemos a enseñar a laspersonas a respetarse y estimarse recípro-camente, para hacer posible una convi-vencia pacífica y solidaria entre los miem-bros de etnias, culturas y religiones diver-sas.

Metropolita Pitirim(del Patriarcado ortodoxo de Moscú):

� Nos comprometemos a promover lacultura del diálogo, para que aumenten lacomprensión y la confianza mutua entrelas personas y los pueblos, puesto que és-tas son las premisas de la auténtica paz.

Metropolita Jovan(del Patriarcado ortodoxo de Serbia):

� Nos comprometemos a defender elderecho de toda persona humana a viviruna existencia digna según su identidadcultural y a formar libremente una familia.

Jeque Abdel Salam Abushukhadaem(musulmán):

� Nos comprometemos a dialogar, consinceridad y paciencia, sin considerar loque nos diferencia como un muro infran-queable, sino, por el contrario, recono-ciendo que la confrontación con las diver-sidades ajenas puede convertirse en oca-sión para una mayor comprensión recí-proca.

Obispo Vasilios(de la Iglesia ortodoxa de Chipre):

� Nos comprometemos a perdonarnosmutuamente los errores y prejuicios delpasado y del presente, y a apoyarnos en elesfuerzo común por vencer el egoísmo y elatropello, el odio y la violencia, y poraprender del pasado que la paz sin justi-cia no es auténtica paz.

Asís: Para construir la paz 17

Compromiso y despedida

El Decálogo para la Paz

¡Nuncamás violencia!

¡Nuncamás guerra!

¡Nuncamás terrorismo!

Mujeres afganas con burka, en el zoco

Page 18: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Cánticode las criaturas

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,

tuyas son la alabanza, la gloria y el honor, tan sólo tú eres digno de toda bendición,y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,y en especial loado por el hermano sol,que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,y las estrellas claras, que tu poder creó,tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,la hermana madre tierra, que da en toda ocasiónlas hierbas y los frutos y flores de color,y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amorlos males corporales y la tribulación:¡felices los que sufren en paz con el dolor porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!Ningún viviente escapa de su persecución;¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador!¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación!Servidle con ternura y humilde corazón.Agradeced sus dones, cantad su creación.Las criaturas todas, load a mi Señor.Amén.

Signo de paz

Gloria, honor y paz para quien obra el bien».Seamos instrumentos de la paz que viene de lo

alto. Recordemos que no hay paz sin justicia, nohay justicia sin perdón. Sellemos con un gesto depaz entre nosotros el compromiso por la paz pro-clamado con distintas voces. Llevemos paz a loscercanos y a los lejanos, a las criaturas y a la crea-ción.

Cardenal Walter KasperPresidente del Consejo Pontificio para promoción

de la unidad de los cristianos

El adiós del Papa

Una vez más. Asís ha vuelto a ser oriente de re-novada esperanza. Demos gracias al Señor, el

divino Constructor de la casa de la paz.Gracias a todos vosotros, que habéis vivido este

acontecimiento con el testimonio, con la oración ycon el compromiso común al servicio de la cons-trucción de la paz.

Gracias a todos los que lo han hecho posible.Gracias a los hombres y a las mujeres de buena vo-luntad, que en todas partes de la tierra están unidosespiritualmente a nosotros en esta obra.

Dios, fuente de todo bien, conceda su bendicióny su paz a los constructores de la paz. En su nombrevayamos, tejamos la paz con el hilo de oro de la jus-ticia, de la libertad y del perdón.

Juan Pablo II

Asís: Para construir la paz18

Arriba, un kamikaze palestino preparado para quitarse la vidaen un atentado terrorista; abajo, el Poverello de Asís con el hermano Lobo

Page 19: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón

Hace exactamente un mes tenía lu-gar en Asís la Jornada de oraciónpor la paz en el mundo. Hoy mi

pensamiento se dirige espontáneamentehacia los responsables de la vida social ypolítica de los países que estaban repre-sentados por los jefes religiosos de nu-merosas naciones.

Las intervenciones inspiradas de esoshombres y mujeres, representantes de lasdiferentes confesiones religiosas, así comosu deseo sincero de trabajar a favor de laconcordia, de la búsqueda común del au-téntico progreso y de la paz en el seno detoda la familia humana, encontraron suexpresión elevada y concreta a la vez en elDecálogo proclamado al concluir esa jor-nada excepcional (veáse p.17)

Tengo el honor de enviar el texto deeste compromiso común a Su Excelencia,convencido de que estas diez proposicio-nes podrán inspirar la acción política ysocial de su Gobierno. Pude constatar quelos participantes en el encuentro de Asísestaban más animados que nunca por unaconvicción común: la Humanidad tieneque escoger entre el amor y el odio. Y alsentirse todos miembros de una misma fa-milia humana, supieron traducir esta as-piración a través de este Decálogo, per-suadidos de que el odio destruye, por elcontrario el amor construye.

Deseo que el espíritu y el compromisode Asís lleven a todos los hombres de bue-na voluntad a la búsqueda de la verdad, dela justicia, de la libertad, del amor, paraque toda persona humana pueda gozar desus derechos inalienables, y cada pueblode la paz. Por su parte, la Iglesia católica,que pone su confianza y esperanza en elDios del amor y de la paz (2 Corintios 13,11), seguirá comprometiéndose para queel diálogo leal, el perdón recíproco y laconcordia mutua tracen la ruta de los hom-bres en este tercer milenio.

Agradeciendo a Su Excelencia el inte-rés que presta a mi mensaje, aprovecho laocasión que se me ofrece para asegurarlemi profunda estima.

Vaticano, 24 de febrero de 2002

Asís: Para construir la paz 19

Carta del Papa a los Jefes de Estado y de Gobierno

La Humanidadtiene que escoger

entre el amor y el odio

Saludo del Papa al inicio del ágape fraterno: Vaticano, 25 de enero de 2002

Unidos por la causa de la pazÉste es el texto del saludo del Papa Juan Pablo II a los miembros de las Delegaciones participantes en

la Jornada de oración en Asís, durante el ágape fraterno en el Palacio Apostólico Vaticano

Distinguidos huéspedes, queridos amigos: Lo que aconteció ayer en Asís permanecerá durante mucho tiempo en nuestro corazón, y esperamos quetenga un eco profundo entre los pueblos del mundo. Deseo daros las gracias a cada uno por la generosi-

dad con que habéis aceptado mi invitación. Reconozco que vuestra venida aquí ha significado un gran esfuerzo.Os agradezco, sobre todo, vuestra voluntad de trabajar por la paz, así como vuestra valentía de declarar ante elmundo que la violencia y la religión jamás pueden ir juntas.

Desde las colinas de Umbría hemos venido a las colinas de Roma, y con gran alegría os doy la bienvenida a micasa. La puerta de esta casa está abierta a todos, y vosotros venís a esta mesa no como extraños, sino como amigos.Ayer nos reunimos a la sombra de san Francisco. Aquí nos hemos reunido a la sombra de Pedro, el pescador. Asísy Roma, Francisco y Pedro: los lugares y los hombres son muy diferentes. Pero ambos fueron heraldos del mensajede paz anunciado por los ángeles en Belén: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que Diosama.

Con todas nuestras diferencias, estamos sentados a esta mesa, unidos en nuestro compromiso en favor de lacausa de la paz. Este compromiso, nacido de un sincero sentimiento religioso, es seguramente lo que Dios esperade nosotros. Es lo que el mundo busca en las personas religiosas. Este compromiso es la esperanza que hemos deofrecer en este tiempo especial. Que Dios nos conceda a todos ser humildes y eficaces instrumentos de su paz.

Que nos bendiga a nosotros y este alimento, que nos viene de la próvida bondad de la tierra que él creó. Amén.

Musulmanes rezando en una mezquita

Page 20: Paz, justicia y perdón El espíritu de Asís: Paz, justicia y perdón