panero juan luis - enigmas y despedidas

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Juan Luis Panero ENIGMAS Y DESPEDIDAS TUSQUETS EDITORES 1

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Page 1: Panero Juan Luis - Enigmas Y Despedidas

Juan Luis Panero

ENIGMAS YDESPEDIDAS

TUSQUETSEDITORES

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1ª edición: enero 1999

© Juan Luis Panero, 1999

Diseño de la colección; Clotet-TusquetsDiseño de la cubierta: BMReservados todos los derechos de esta edición paraTusquets Editores, S.A. - Cesare Cantú, 8 - 08023 BarcelonaISBN: 84-8310-613-2Depósito legal: B. 451-1999Impresión: Grafos S.A. - Zona Franca, sector C, calle D 36 – 08040 BarcelonaImpreso en España

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Las negras máscaras del vinoLos enigmas las despedidas las transformaciones.

ENRIQUE MOLINA

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Índice

HUMO AL ATARDECER.................................................................................................4HUMO AL ATARDECER.............................................................................................6BAJO UN ÁRBOL DE LUZ..........................................................................................7EL CUCHILLO...............................................................................................................8PALABRAS Y COLORES.............................................................................................9EL FINAL DE LA ESCALERA...................................................................................10EN UN HOTEL DE ROMA. AGOSTO DE 1983........................................................11PALABRAS Y PRESAGIOS.......................................................................................12NORMA PARA LO EFÍMERO...................................................................................13ENIGMAS Y DESPEDIDAS.......................................................................................14DIALOGAR CON LA MUERTE.................................................................................15

EL DESTINO Y LOS SUEÑOS.......................................................................................16EL SUEÑO DE LA BATALLA...................................................................................18UNA BALA Y LA LLUVIA........................................................................................19EL SOL DE QUERÉTARO..........................................................................................20

DOCUMENTOS DE LA MELANCOLÍA.......................................................................21UNAS PALABRAS PARA JOSEPH ROTH...............................................................23ENCORE UN INSTANT DE BONHEUR...................................................................24VENECIA, 1959...........................................................................................................25TAL COMO ÉRAMOS................................................................................................26IBIZA, 1967..................................................................................................................27UNA VISIÓN................................................................................................................28LA GALERÍA VERDE.................................................................................................29EL SOL DEL OTOÑO..................................................................................................30TO RETURN AGAIN...................................................................................................31LA MEMORIA Y LA MUERTE.................................................................................32

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HUMO AL ATARDECER

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—¿Sabe? —dijo—, no sé por qué estoy aquí.—¿En esta habitación o en este mundo?

WILLIAM KENNEDY

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HUMO AL ATARDECER

Después de haber olido el perfume dulzón de la muerte,después de tantos cuerpos y pasiones y sueños,miro ahora, sobre la mesa, una copa vacía,unos libros, papeles en desorden, viejas fotografías,la luz del atardecer, apagándose en la ventana.Como en un bodegón de Zurbarán—la naturaleza muerta, la naturaleza eterna—,me dejo vivir ya sin preguntas,mientras el humo del cigarrillo dibujatodos mis rostros: el que fui, el que soy,el que seré, en el frágil y caprichoso tiempo.

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BAJO UN ÁRBOL DE LUZ

Recuerdo aquella fonda, en la ciudad de México,con un jardín escaso y un árbol florecido.Allí, entrecortadas, las palabras de Rulfodesplegaban historias de cristeros y pólvora,caballos desbocados de sueño y de sangre.«No me llames de usted, son pláticasde amigos y ya nos conocemos.»Pasa la tarde y el viento nos despeinapero Rulfo habla y habla —aquel extraño mudo—:«Y entonces lo mataron y no se oyó ni un grito,allá quedó arrumbado y nadie dijo nada».Las primeras estrellas iluminan el árbol,la voz se fue apagando, quedó un gesto en el airey el silencio después, un silencio solemne.A la muerte que asume tanto inútil pasadohoy quiero enfrentarle un redimido instante:aquella voz oscura bajo un árbol de luz.

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EL CUCHILLO

En el cajón hay un puñal.Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado;Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre...

JORGE LUIS BORGES

Este cuchillo no está en un cajón,sino delante de una fotografía.Luis Melián Lafinur no se lo regaló a mi padre,fui yo quien lo compró en la calle Florida.Con él, en el bolsillo, pasé por delante de su casa,—usted ya había muerto—pero mi mano y el metal lo recordaron.No estuvo —pudo estar— en la calle Posadas,entre los libros y los sueños de Adolfo Bioy Casares.Ahora dormita aquí, delante de esa fotografíaque nos recuerda, juntos en Quito,el día antes de que al despedirnosme dijese: «Venga a verme en Buenos Aires».Nunca lo volví a ver, llegué tarde a su cita,pero ahora —qué extraño, Borges—mientras miro la hoja, su afilado destino,el metal en la noche refleja un vago rostro.¿Quién puede adivinar si es el suyo o el mío?

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PALABRAS Y COLORES

(Joan Vinyoli, Barcelona 1985)A Femando Valls

Extraño que este homenaje a su memoriacoincida con una exposición de Morandiy hoy, en el mismo periódico, sus nombres me recuerden,en tiempos de multitud, pasión tan solitaria.Tanta vida en trazos tan precisos,el sonido de una vieja palabra, el color de una botella,limpios, como naciendo aún.Palabras y colores, terca presencia efímera,engañosa derrota de la muerte y sus ritos.

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EL FINAL DE LA ESCALERA

La extraña sensación de haber muertoen Viena, una tarde de otoño de 1992,en una casa cuya escalera nunca subí.De ser desde entonces un intruso, un farsante,el actor sin futuro de una mala comedia.De que el destino, implacable y rastrerose ha vengado en la larga noche de un hospital,en las horas vacías que trato de llenar.Inventar, no heterónimos como hizo Pessoa,sino algo más simple, al hombre que ahora escribe,la mediocre constancia de sus hechos,mientras, insistente, me tienta la idea de volver,de subir de una vez los escalones, de llamar a una puerta.Pero ¿quién sabe si todavía una historia peor,un horror más nítido me espera allí,al final de la escalera, frente a la imaginada puerta?

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EN UN HOTEL DE ROMA. AGOSTO DE 1983

(Carlos Barral)

Aquel hotel —donde vivimos y bebimos— ardió hace añosy en otra geografía tu cuerpo es ya cenizas perdidas

en el mar,pero, a veces, regresa la memoria de aquel tiempo.La gorra que compramos, unas fotografíasde un periódico, que apenas nos recuerdan,son símbolos modestos de esas horas.Algo como una botella vacía y unos vasosen una terraza o el eco de tu voz—leyendo en italiano— bajo los árboles,en la noche calurosa de Villa Borghese.Hoy, cuando otro agosto repite sus imágenes,una copa de vino y aquella vieja gorra dibujan tu presencia,la terquedad suicida de tu sueñode vivir y morir a la sombra de un mito.Quieto y eterno, con la barba en la mano,fantasma legendario en un hotel en llamas.

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PALABRAS Y PRESAGIOS

Volver a unos versos de Cavafis, de Eliot,como quien regresa a una casa que hace años fue nuestra.Repetir las sílabas, iluminar los símboloscomo cerradas habitaciones, ventanas polvorientasque ocultan un jardín perdido, árboles de la muerte.Melancolía del regreso y miedo del vacío,crujidos de madera, aletazos de sombrasy, de pronto, en un cuarto, perdidacomo una vieja copa o un espejo empañado,encontrar la clave de tu vida.Palabras que te avisaron: «Un monótono díasigue a otro igualmente monótono»,o te advirtieron: «Nacer, copular, morir.Eso es todo, eso es todo, eso es todo, eso es todo».Palabras que la vejez y la noche me regalan,presagios que no entendí, anunciadas derrotas.

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NORMA PARA LO EFÍMERO

El tiempo que ignoró mi nacimientoy borrará las huellas de mi muerte,ese fantasma de nombres y de fechascon el que he construido mi poesía,me trae —como un absurdo regalo navideño—la sombra terca de Pedro Gómez Valderrama.La inesperada noticia de su muerte,en primavera, la luz del sol en el periódico,llegan a esta fría soledad de enero,del año que comienza y que le olvida.Fueron muchas las tardes y las noches—Bogotá o Madrid, lluvia de Quito—y largo sería hablar de tantas horas,del vodka transparente en el cristal.Pero agradezco a los muertos su costumbrede visitarme a veces, recordándomeque nombres y fechas, calendario ceniciento,son también una imagen de la vida.Igual que nuestro último encuentro de Madrid[—en una mano tu bastón, la copa en otra—en la embajada de Colombia, brindandopor un nombre, por un cuerpo que quise,mientras volvían, resplandor derrotado,los ojos húmedos de Adriana Uribe Holguín.

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ENIGMAS Y DESPEDIDAS

A Carmen Iglesias

'El maullido de un gato en la noche antes de morir,el maullido de un gato, su histérico adiós.¿Qué secreto, qué extraño y banal misteriola vida nos oculta en ese grito atroz?¿Cómo mirar después su lugar en la sombra,las uñas de la muerte, la piel de la impotencia?Tantos años compartiendo el destinoque es ahora una cesta vacía,derrotados zarpazos unos ojos borrados,el absurdo de todo, enigmas y despedidas.

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DIALOGAR CON LA MUERTE

Dialogar con la muerte es la hermosa imprudenciaGASTÓN BAQUERO

En medio de un sueño entrecortado,sudor y calmantes, las destempladas horas de un hospital,escucho una voz que anuncia:El poeta cubano Gastón Baquero ha muerto.Y sigue el sueño inquieto, luces y sombras,«Por todas partes llegan noticias de la muerte».Al día siguiente en el periódico las frases rituales,tristes tópicos para llenar el vacío.Sin embargo, en la cama, mirando el blanco techo,sin más oficio que dialogar con la muerte,no son llantos ni pésames los que me llegansino tus carcajadas, las risas de otro tiempo.No hay lugar para el dolor, ni siquiera sorpresa,sólo el mundo de magia donde siempre habitastey que nos regalabas, generoso con todos.«El alambrista recorre de lado a lado lo más alto del circoy aplaude la multitud»,y también yo te aplaudo y la bella Nefertitiy el mendigo en la noche vienesa[y los gitanos y el viento de Trieste(que repetía extrañas canciones al amanecer)y Marcel Proust y Manuela Sáenz,todos aplaudimos tu respirada alegría,la deslumbrante soledad que te acompañaba:«Parece que estoy solo,pero llevo en derredor un mundo de fantasmas».Ahora ya has encontrado, por fin, a tus fantasmasy «el frío de la tumba recién cavada»,y tantas otras cosas que nos seguirás contandocada vez que alguien abra tus páginascomo hago yo esta tarde y tenga entre sus manosrosas y cenizas, artificio y pasión,en la cárcel del tiempo las palabras de un mago.

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EL DESTINO Y LOS SUEÑOS

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El destino es una útil invención de los hombres.¿Qué habría pasado si algunos hechos hubieransido distintos?

ADOLFO BIOY CASARES

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EL SUEÑO DE LA BATALLA

Eric Perrin, en su reciente biografía del mariscal Ney, repite una información que yo conocía a través de diversas fuentes: en 1809, el mariscal Michel Ney está en Astorga, con un ejército francés compuesto por once mil hombres.

No lejos de allí, a unos doscientos kilómetros, cerca de Ciudad Rodrigo, Wellington —cuya espalda protege Portugal y la flota inglesa que navega el Atlántico— espera una batalla.

La Historia también nos informa de que, poco tiempo antes, el emperador Napoleón ha pasado por Madrid y ha llegado hasta Valladolid. La leyenda quiere que se acerque hasta Astorga para encontrarse con Ney.

Una noche —la fecha exacta no importa demasiado— los tres hombres están durmiendo. Napoleón en Valladolid, Ney en Astorga y Wellington en Ciudad Rodrigo. Sueñan —como todos los guerreros— una batalla. Sudor y polvo, estruendo y sangre, olor a pólvora y a mierda de caballo.

La batalla dura tanto como su sueño. Los tres creen que han ganado, pero no están seguros. Se levantan y se afeitan, entre rumores de tropa, gritos y juramentos. El aire frío y seco del amanecer les hace olvidar aquel sueño de ignoradas victorias o derrotas.

La vida —por una vez— es generosa, no les condena al deshonor de la victoria ni a la humillación de la derrota. Tampoco les adelanta el final de sus sueños. El Emperador de la nada entre las desterradas rocas de Santa Elena. Michel Ney, príncipe de Moskova, fusilado como un perro en un callejón de París. La muchedumbre apedreando en Londres la honorable mansión del duque de Wellington.

El sueño ha terminado. Mientras desayunan, sus ayudantes de campo estudian los mapas. Mapas de España, de Portugal, de Europa, minuciosos mapas donde puede leerse el nombre de un lugar sin ningún interés: Waterloo.

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UNA BALA Y LA LLUVIA

Aquella noche llovía en Bogotá —siempre llueve en Bogotá— y el general Bolívar estaba cansado. Pero ni los años, ni el fracaso de tantos proyectos, ni el desánimo de una vida ya casi quemada, le habían impedido hacer el amor con Manuela. Ella siempre conseguía que olvidase sus derrotas y besando sus labios encontraba un olvidado sabor a sí mismo, la piel de unas horas lejanas.

De pronto se oyeron ruidos, carreras, gritos y mandobles. Lo querían matar y debía defenderse, pero Manuela —astuta y leal como siempre— se lo prohibió. Lo que tenía que hacer era huir —él no era solamente un hombre, era un símbolo, y los símbolos no pueden morir en una conspiración grotesca y tabernaria—. El general saltó por la ventana y huyó por las calles, bajo la lluvia.

Los conspiradores golpearon a Manuela Sáenz y, mientras rompían muebles y cristales buscando al desaparecido, se escuchó, lejano, un disparo.

Unos años más tarde, en otra noche de lluvia, en Bogotá, el poeta José Asunción Silva está haciendo un escueto balance de su vida y de su hacienda. Su hermana —a la que quiso con un amor más que fraternal— está enterrada, sus negocios son una ruina, su poesía no le interesa a nadie en aquella ciudad huidiza y provinciana. Realmente no tiene donde caerse muerto.

Se acerca a la ventana, mira la incesante lluvia y, entonces, siente un golpe en el pecho. Una bala le ha roto el corazón.

Todas las balas tienen un nombre escrito y ésta, disparada una noche de 1828, encontró, por fin, su destino en otra de 1896. En la borrosa ciudad los muertos y sus tiempos se confunden. Yo solamente he imaginado una bala y recordado la lluvia.

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EL SOL DE QUERÉTARO

El 27 de junio de 1914, el archiduque Maximiliano, ex emperador de México y futuro emperador de Austria, viaja hacia Sarajevo. Se siente feliz, pese a tener que aguantar la errática conducta de su esposa, la archiduquesa Carlota, que, desde el desastre de México, no ha vuelto a ser la misma.

La verdad es que Carlota le aburre y le irrita, pero razones dinásticas le impiden separarse de ella y, por otra parte, le estará siempre agradecido por su lealtad en los terribles momentos que vivieron hace años.

Ahora recuerda —recuerda muy bien— aquella larga noche de Querétaro, cuando sabía que la condena a muerte —las balas del pelotón de ejecución— era su único destino. Que sólo le quedaba otro amanecer, el final de sus sueños, bajo el sol rojo de Querétaro fijo en el cielo azul.

¿Cómo pudo aquella mujer —la princesa de Salm-Salm—, aquella aventurera intrigante, salvarle en el último momento, sobornar a la guardia, organizar la huida hacia la costa? Y luego, el mísero carguero, el sucio camarote, la grasienta comida, ratas y agua salada. Vivir hasta el fondo la desesperante derrota.

Peor todavía fue la llegada a Europa. El desprecio de su hermano Francisco José, los comentarios irónicos de la corte, en fin, su voluntario exilio en Trieste, escribiendo poemas sobre los añorados jardines de Cuernavaca.

Sin embargo, el destino es sorprendente. La extraña muerte de su sobrino Rodolfo, en Mayerling, le había dado una nueva oportunidad. Le gustase o no a su hermano mayor, él sería emperador de Austria. Se sentía viejo, pero su ambición a punto de cumplirse le hacía olvidar los años y su pasado.

El 28 de junio de 1914, los archiduques recorren en coche las calles de Sarajevo. Como en México, la multitud aplaude a su paso. No cabe duda, el pueblo le quiere.

Cuando sonaron los disparos apenas se dio cuenta de nada. Vio doblarse a Carlota, escuchó algunos gritos. Después, la mancha roja que se extendía por su guerrera. Se le nublaron los ojos. Qué absurdo, qué absurdo todo. ¿Por qué volvía aquella visión? El sol rojo de Querétaro y el azul del cielo.

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DOCUMENTOS DE LA MELANCOLÍA

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Son documentos de la melancolía.

CLAUDIO MAGRIS

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UNAS PALABRAS PARA JOSEPH ROTH

A Johanna Pühringer

Le agradezco, Herr Roth, este viaje,sin usted no habría sido posibleo tal vez algo inútil, postales de colores.Juntos, vimos la primera luz sobre el Danubio,el amanecer en los muros de Melk.Después, en Viena, qué necesaria su presencia,su guía cuidadosa: museos y palacios,luz de los lienzos y encapotados muros,tabernas y cafés, la tarta suntuosay el alcohol que redime.Tantas sombras de sombras, años y desengañosrepetidos como una terca melodíade apresuradas polkas, valses delirantes.«Sobre las copas que alegres apurábamosla invisible muerte cruzaba ya sus manos.»Sí, querido Herr Roth, un hermoso recuerdo,una pequeña resurrección amableque ambos, inesperadamente, compartimos.Luego, usted volvió a suicidarse,borracho como de costumbre—ya conoce el truco, el lugar y la fecha—.Pero eso poco importa, sólo quiero decirle,otra vez, muchas gracias por todo;por haber iluminado el otoño de Viena,por el cuadro de Vermeer que tanto disfrutamos,por los vasos rozados y el helado cristal,por la extraña canción que esos días repiten:«¿Quién es el que habla ahora,qué tiempo compartimos,dónde empiezan las sombras,dónde la luz del día,o es todo un sueño eterno,un reflejo en la nada,donde muertos y vivossólo somos un rostro,unos ojos abiertoscontemplando el abismo?».

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ENCORE UN INSTANT DE BONHEUR

Todavía un momento de felicidad o algo remoto y parecido,una pasión olvidada, frente a esta cabeza de mujer,esta piedra, mágica de pronto, inesperada apariciónde un rostro que a nadie mira y a todos nos contempla.Dura materia inmóvil, frágiles manos de un hombrecreando esta forma en que la realidad se sueña,y que ves por primera y, quizás, última vez,en la exposición Henry Moore intime.Piedra eterna y poderosa, desvelada presenciaque, minutos después, ya en la calle, es sólo una imagen,pero permanece, implacable y terca te siguey te deslumbra, reflejo de la vida, de este sol de mayoque atraviesa los árboles, un mediodía en la Avenue

Matignon.

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VENECIA, 1959

A Pere Gimferrer

Queda una terca decisión—ya aplazada para siempre—y el reflejo del agua en los canales,una noche luminosa de abril.El exaltado adolescente se repite:«Volveré a Venecia, con una mujer,para ser feliz, verdaderamente feliz».Típicos y tópicos, los deseos y los sueños;no menos absurda la realidad que aguardaba.Nunca he vuelto, no volveré jamás,pero, a veces, muy de tarde en tarde, una fotografía,un guiño irónico de la memoria, me devuelvenlas estrellas perdidas de aquel cielo,el golpe del remo en el agua nocturna.

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TAL COMO ÉRAMOS

Ingrata la vejez, aburridos sus símbolos—sin valor literario— demasiado previstos.Sólo queda —cada día más rara— la sorpresade un inesperado momento redivivo,como hace un rato, mirando la televisión.Una desgastada película de otro tiempo—horrendo doblaje, relamidos colores—,la penetrante estupidez de los anuncios.Sin embargo, él y ella —años después de separarse—se encuentran en la puerta de un hotel,en Nueva York, se reconocen, dicen alguna frase vulgary se separan, esta vez para siempre.Repetida la escena, banal la historia,pero, quizá, toda mi vida puede resumirse en esa imagen.Melancolía de los sueños perdidos—entre marcas de automóviles y detergentes—en el cristal infinito de un insomne televisor nocturno.

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IBIZA, 1967

El mar que suspira. ¿Adonde las naves?

CARLOS BOUSOÑO

No queda nada de aquellos días,ni siquiera una fotografíaperdida en cualquier álbum,el banal testimonio de unos rostros que fueron.Desaparecidos personajes de una obra,efímeros actores en la escena del tiempo,los muertos y los vivos nos mezclamosdetrás del polvoriento telón de la memoria.

Sólo queda una imagen fija:la luna roja sobre Tagomago,carcajadas y espumas, olas y palabras,instantánea borrosa de la vida.

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UNA VISIÓN

La blanca piel de tu culo inmóvilsobre las blancas sábanas arrugadasy el repetido y gris amaneceren el cuarto de un Hotel de París.Viejos muebles Imperio, borrosos grabados,La heroica retórica de Géricault o de David.«Es la hora de los coraceros»,gritaba el Emperador, tal vez en Borodino.Desgastados fantasmas, leyendas irreales.Sin embargo, esta noche, tantos años después,otra vez en París —ruinas del tiempo y agotadas copas—la memoria generosa me regala,entre sueños, una intensa visión:la blanca piel de tu culo inmóvilsobre las blancas sábanas arrugadas.

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LA GALERÍA VERDE

A Carlos Marzal,agradeciéndole unos versos

Pasto de soledad y tristes ruinasy de alguna película, de dudoso valor,los muros del viejo caserón aún se levantanen la derrotada ficción de la memoria.Sobre todo, la llamada galería verde,con olvidadas revistas y borrosos retratos familiares,los cristales nublados del atardecery la extraña humedad de un tiempo muerto.Así, aquellos rostros habían permanecidoen jirones de sueños o abruptas pesadillashasta que hoy, las palabras de un poeta al que admiroiluminaron, por fin, tanta terca visión.«El destino tal vez consiste en eso:ser una sombra más de un retrato en grupoen el que nadie sepa recordar nuestro nombre.»

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EL SOL DEL OTOÑO

(Sevilla, 1993)

A Francisco Brines

El sol del otoño ilumina la plaza,dora los intensos amarillos de la Maestranza,que ahora cerrada y mudaya es símbolo de otro tiempo,una imagen turística que comento con alguien.Arte misterioso y extraño, aquíno puedes —como en un museo— recuperar los cuadros,sólo silencio y sombras, sedas y sangre,fantasmales capotes, arrancados carteles.No queda nada y queda todo:verónicas, naturales, el brillo de la espada,que la memoria repite y traicionaen el borroso albero de los sueños.Allí donde, lentamente, te despidela luz definitiva del otoño.

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TO RETURN AGAIN

Ella pasaba —ceremoniosamente— las páginas de unperiódico

—un periódico en español, comprado en VictoriaStation—.

Él miraba por la ventanilla las últimas barriadas,la ciudad borrándose detrás, la precaria luz de otoño.Ella leía —minuciosamente— la página de esquelas,él miraba ahora el campo: caballos y borregos,el viento en las ramas, paisajes de Constable.Ella comentaba anécdotas de prensa, los sucesos del día,él recordaba a un niño atónito, en silencio,—hacía siglos— en una casa de Eaton Square.En otro tiempo, con otra mujer,el paso del Támesis desde la orilla gris.Pasaban las páginas del periódicoy pasaban cuerpos y camas,una mujer desnuda que reíacon aliento de vodka y de tabaco.El tren llegaba a su destino y ella acabó la lectura.Debajo del asiento de aquel tren—entre Londres y Dover— quedaron abandonadosun manoseado periódico en desordeny cincuenta años de la vida de un hombre.

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LA MEMORIA Y LA MUERTE

Sólo son tuyas —de verdad— la memoria y la muerte,la memoria que borra y desfiguray la sombra de la muerte que aguarda.Sólo fantasmales recuerdos y la nadase reparten tu herencia sin destino.Después de sucios tratos y mentiras,de gestos a destiempo y de palabras—irreales palabras ilusorias—,sólo un testamento de cenizaque el viento mueve, esparce y desordena.

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