pampa especial 1 - pensamiento crítico y política

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Seminario de pensamiento crítico y política SECCIONAL CAPITAL

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pensamiento/acción política. Buenos Aires, Argentina. Diciembre de 2008.

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Seminar io de pensamiento crít ico y polít ica

SECCIONAL CAPITAL

pensamiento/acción política

Responsable EditorClaudio Lozano

Secretaria de Formación ATE CapitalDora Martínez

Equipo de producción y ediciónKarina ArellanoLucía De GennaroSebastián SciglianoEmilio SadierDiego BacarelliFiorella MaranessiPablo Zisman

Ilustraciones Ana Celentano

Diseño y armadoNahuel Croza

Agradecimientos Héctor MaranessiMariana Casullo

Instituto de Estudiosy Formación CTA

Asociación Trabajadores del Estado Seccional Capital

Redacción [email protected]

AdministraciónPiedras 10671070 - Buenos AiresTeléfono: 4307-3637

ISSN 1851-5827

pampa

María Pía López / José Carlos Mariáteguiun marxismo para América Latina 12

Horacio González / Raúl Scalabrini Or tizla metafísica del ser nacional 34

Nicolás Casullo / John William Cookemilitancia sindical en el movimiento peronista 58

Eduardo Rinesi / Democracia, populismo y república 82

Alejandro Kaufman / Biopolítica, trabajo y ciudad 122

sumario

a nuestro maestro y compañeroNicolás Casullo

Esta edición especial de Pampa es la trascripción de cinco cla-ses del “Seminario de Pensamiento Crítico y Política” que sellevó a cabo en la Seccional Capital de la Asociación de Traba-jadores del Estado durante los meses de abril, mayo y junio de

2008. Dicho curso surgió de una iniciativa de la Secretaría de Formaciónde ATE destinada a los dirigentes y militantes del gremio, con el objetivode inaugurar apropiaciones teóricas y poner en cuestión muchos de losdeterminismos o categorizaciones estandarizadas que cruzan la formaciónpolítica actual.

Este emprendimiento, que estructuró un recorrido por algunas de lasideas emancipatorias que cruzaron discusiones claves para la construcciónpopular en Latinoamérica y Argentina fue considerado, en cierta forma,una continuación del camino que Pampa transita hace ya más de dos años.¿Por qué? Primero, por una fuerte coincidencia respecto a una concepción:el hecho de hacer visible las operaciones críticas que están imbricadas encada una de las propuestas para los módulos del seminario –pensamientos,ideas, conceptos– habla de una constitución de sentido que indica relacio-nes de fuerza, sistemas de equilibrios, juego de proporciones y nunca rees-tablecimiento de nuevas leyes históricas. Segundo, porque el trabajo dePampa junto a los compañeros de ATE Capital ha revitalizado una conver-sación sobre la nueva institucionalidad del sindicalismo. Este seminario fuetambién resorte y plafón desde donde volver a pensar tensiones en las for-mas de pensar lo nacional, lo social, lo político y lo libertario desde laestructuración y el desarrollo de un debate que afrontamos en la organiza-ción y el movimiento político de los trabajadores.

Justamente, estas clases del Seminario se ubicaron en el debate contem-poráneo reconstruyendo la articulación de las luchas con la memoria ehicieron posible visualizar elementos del relato histórico de emancipaciónque no son los del discurso político cristalizado. Fueron encuentros a losque nos introdujeron María Pía López, Horacio González, Nicolás Casullo,Eduardo Rinesi y Alejandro Kaufman, cuyas miradas, en lugar de propiciarposiciones o dictar certezas, abrieron ese espacio donde la lucidez y la

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presentación

radicalidad sólo vienen a abonar el ejercicio del pensamiento autónomo.Las clases han sido desgrabadas textualmente y sometidas a revisión (elsistema de referencias y la bibliografía sugerida para profundizar cadaclase, sin embargo, han sido tarea y responsabilidad de los editores). Atodos ellos agradecemos su compromiso y cooperación para la realizaciónde este trabajo.

Estamos convencidos de que el texto que ha resultado de este intercam-bio es un texto de gran calidad, en especial por el fino cuidado que quie-nes lo originaron tuvieron para armonizar sus intervenciones con lo queellos sabiamente intuían como las necesidades de reflexión de un conjuntode militantes que busca, desde siempre, transformarse para transformar. Noes más, finalmente, que el fiel reflejo del debate que, incansablemente,damos todos los días desde la militancia: político, didáctico, histórico yestético. Ojalá que nuestros lectores opinen igual.

Para el final, nos permitimos un recuerdo entrañable: en el tiempo quetranscurrió desde la culminación de las clases y esta publicación sucedióla tristísima muerte de Nicolás Casullo. Conscientes de que no existe dedi-cación ni palabra para expresar el dolor de su ausencia, sí consideramosjusto mencionar que aquel excelente maestro que conocimos hace añosfue un hombre al que jamás le faltó tiempo y dedicación para los bemolesde Pampa. Acompañó y apoyó nuestro trabajo desinteresadamente; se trans-formó en nuestro compañero; se transformó en nuestro compañero y nosfacilitó contactos, entrevistas, consejos; fue amigo; encarnó el susurro deuna voz, y debemos decir de una voz política, que no aceptaba los hechosde la historia como el fondo de la realidad. Con Nicolás aprendimos a con-versar como forma de construir amistad, como forma de acorralar todaexternidad cuando pensamos, en gran medida, en ser políticos. Otra vez,le decimos gracias. | pampa

CONSEJO EDITOR

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m a r i á t e g u i

| PRIMERA CLASE |

José Carlos Mariátegui:un marxismo para América Latina

Lunes 28 de abril 2008M a r í a P í a L ó p e z

No es sencillo elegir por dónde empezar a hablar sobre José CarlosMariátegui. Al menos se puede comenzar de dos modos distintos. Pri-

mero, el marxismo latinoamericano puede ser una guía muy sugerente parapensar la figura de Mariátegui: fundamentalmente, en tanto la excepciona-lidad de la figura de Mariátegui dentro de gran parte del marxismo formu-lado desde América Latina. Hay algo que decía “Pancho” Aricó

1, uno de los

grandes difusores de la obra de Mariátegui, quizá uno de los que más se pre-ocupó en hacer circular sus escritos y reflexionar críticamente sobre él.Aricó decía que Mariátegui es el primer marxista latinoamericano. Es decir,no el primer hombre que lee a Marx en el continente, no el primero quehace algo con la obra de Marx, sino el primero que interroga al marxismodesde las condiciones concretas de América Latina. En ese sentido es que lopropone como el primer marxista latinoamericano; es interesante pensar aMariátegui en esa singularidad. ¿Qué significa esa primacía, ese ser el pri-mero? Significa dos descubrimientos, dos fuertes innovaciones respecto dela tradición del marxismo. Un descubrimiento es el que refiere a la cuestiónde la nación, a la que pone en el primer plano de su análisis y en el primerplano de sus búsquedas políticas. La segunda, es la cuestión del indio. Losdos grandes descubrimientos que están en la obra de Mariátegui y queserían sus profundas originalidades tienen que ver con la cuestión de lanación y con la cuestión del indio. Esto, por un lado, va a ser el centro delo que me gustaría trabajar alrededor de Mariátegui.

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J O S É C A R LO S M A R I Á T EG UIu n m a r x i s m o p a r a A m é r i c a L a t i n a

por MARÍA PÍA LÓPEZ

1. José María “Pancho” Aricó fue uno de los pensadores marxistas más influyentes paravarias generaciones de intelectuales y activistas políticos de izquierda de Argentina. Su tareacomo editor de la editorial Siglo XXI fue decisiva para la circulación de lo más variado de laliteratura de izquierda contemporánea. Fue uno de los introductores de Antonio Gramsci anuestro país. Su participación en la revista Pasado y Presente y del Club de Cultura Socia-lista fueron de vital importancia para hacer de ambos espacios un faro para la cultura deizquierda local durante las décadas del ’60 y ’70.

Por otro lado, algo que tiene más que ver con lo que siempre me llamóla atención de la obra de Mariátegui, más allá de estas fuertes innovacionesteórico-políticas: me refiero al modo en que en una biografía se sintetizandistintos tipos de acciones e intervenciones públicas y cómo se configura laconstelación que hace de su pensamiento un pensamiento sumamente ricoy complejo. Y a su biografía, una biografía que va atravesando distintos pla-nos de acción. A Mariátegui no se lo puede pensar sólo como intelectual,ni sólo como organizador político, ni sólo como hombre de las vanguardiasestéticas. Pero Mariátegui es todo eso. Es un hombre de las vanguardias esté-ticas, es un hombre de la militancia política –el organizador del PartidoSocialista peruano. Y es, a la vez, un gran teórico y un periodista. Pensar lafigura de Mariátegui es pensar cómo se van cruzando esas vías, cómo se vaconstituyendo esa constelación tan formidable que hace a su pensamiento.

Y también es para destacar que esa multiplicidad ocurre en una vidabreve: murió a los 36 años. Es un dato que siempre me asombró, fundamen-talmente cuando yo misma pasé los 36. Uno piensa: “llegás a los 36, hicistecasi nada y te encontrás con Mariátegui”. 36 años y seis hijos, por ejemplo:bueno, ya ahí se te va la vida criando seis hijos.

Mariátegui funda dos revistas. Una de ellas es la mayor revista de vanguar-dias del continente: Amauta

2. La funda en 1926, la dirige hasta su muerte en

1930. La revista sigue un tiempo más, pero ya absolutamente desvitalizadacon respecto al momento anterior. Pensemos que los años veinte son añosen donde muchos grupos de los países de la región editan revistas. Son losaños de la vanguardia, en los que acá se edita la revista Martín Fierro4, y enBrasil está el movimiento antropófago4. En Cuba hay un gran movimientouniversitario. Hay una cantidad de grupos juveniles que editan revistas y que

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2. La revista Amauta, que Mariátegui fundó en septiembre de 1926, debe su nombre a unavoz quechua que los incas usaban para denominar a las personas que se dedicaban a la edu-cación formal de los hijos de los nobles. En un sentido más general, la expresión se usa paradesignar la las personas sabias o depositarias de un conocimiento muy basto.3. La revista Martín Fierro fue quizás la primera expresión relativamente masiva de la van-guardia artística y literaria porteña de principios del siglo XX. Fundada por Évar Méndez en1924, contó entre sus filas hasta su cierre, en 1927, con Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo,Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández, entre otros.4. El movimiento antropófago fue una corriente estética de lo que en Brasil se conoció comoModernismo cultural. Fundado en 1928 por el poeta Oswald de Andrade, tuvo como premisacreativa “la devoración de los valores europeos, que había que destruir para incorporarlos anuestra realidad, como los indios caníbales devoraban a sus enemigos para incorporar la vir-tud de éstos a su propia carne” (Antonio Candido, Introducción a la literatura del Brasil).

intervienen en la vida pública, ya sea por razones teóricas, políticas o estéti-cas. La singularidad de Amauta, frente al panorama de revistas en las que seinscribe y de grupos en los que se puede leer lo que hace esa publicación,es que conjuga todos esos aspectos. Porque es una revista donde la preocu-pación por las vanguardias estéticas, la preocupación por la teoría, la pre-ocupación por la política aparecen juntas. Y aparecen ligadas, también, aestos que mencionábamos antes y que es una de las grandes originalidadesdel pensamiento y la acción mariateguianas: la cuestión del indigenismo.

Mariátegui edita, entonces, la revista Amauta y otra que se llama Labor.Edita en vida dos grandes libros: el primero, La escena contemporánea y elsegundo, sobre el que nos vamos a detener aquí, que fue quizá su interven-ción fundamental: los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana,de 1928. Esa es una de las grandes intervenciones mariateguianas. Pero asícomo edita dos libros, su labor periodística fue prolífica y quedaron unacantidad de escritos que sus hijos compilaron. Un hombre que, insisto, vivióbastantes pocos años. Al mismo tiempo, fue quien organizó el Partido Socia-lista peruano y participó de las discusiones sindicales.

Su figura es conmovedora por muchas razones. Entre otras cosas, por-que es un hombre que toda su vida estuvo enfermo y gran parte en silla deruedas. Su último proyecto era radicarse en Buenos Aires. Mudar la revista,mudar sus actividades a esta ciudad. En ese momento piensa a BuenosAires como un lugar donde hay más desarrollo del sistema sanitario, másposibilidades de atención médica, donde hay más oportunidades laboralesy donde no hay persecución política. Prácticamente toda la vida adulta deMariátegui se da bajo el gobierno de Augusto Leguía5 que va del año 1919a 1930, que tomó medidas coercitivas respecto de estas iniciativas delsocialismo peruano. En ese contexto, ve a Buenos Aires como la posibilidadde un campo de mayor libertad, de mayor elaboración teórica y más ampliadifusión de sus ideas. Pero como la historia no es piadosa con los hombres,la fecha de viaje de Mariátegui era septiembre de 1930. Tres años llevaplanificando ese viaje. Muere tres meses antes. Pero si no hubiera muerto,llegar a Buenos Aires en septiembre de 1930 tampoco hubiera sido lo que

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5. Augusto Bernardino Leguía y Salcedo ejerció la presidencia de Perú en dos períodos: 1908a 1912 y 1919 a 1930. Al segundo de ellos, conocido como el “oncenio de Leguía”, accedióluego de derrocar a José Pardo y Barreda, que lo había sucedido. Durante su segundo man-dato disolvió el parlamento, derogó la Constitución Peruana vigente desde 1860 y dictó unanueva, pretendidamente más moderna, en 1920.

él esperaba: quizá quedaban médicos todavía, pero no muchas condicio-nes de libertad política e intelectual6.

Dos datos más a tener en cuenta para poder pensar la originalidad deMariátegui: de muy joven, es alguien que no pasa por las instancias deeducación formal más allá de la primaria. Es un autodidacta que se vin-cula al mundo de las teorías y de la reflexión letrada en forma absoluta-mente autónoma. No pasa por la universidad, no pasa por la escuelamedia. Trabaja desde los 14 años. Es una presencia muy fuerte en su pensa-miento ese acceso temprano al mundo laboral ligado al periodismo. Cuandouno lee sus textos se encuentra muy fácilmente el modo en que el pasajepor el periodismo constituye una materialidad de su escritura. Es alguienque escribe con frases cortas. Un crítico uruguayo, Ángel Rama7, dice quela escritura de Mariátegui es “acerada”: uno siente que está haciendo tajossobre lo que escribe, que está produciendo cortes. Es una escritura diferentea muchas otras escrituras de los años ’20. La escritura de Mariátegui es unaescritura que todavía para nosotros puede ser contemporánea. La podemosleer sin la sensación que uno puede tener al leer autores de los años veintemás ligados al modernismo literario, en los que cae el peso metafórico delmodernismo. Mariátegui se despoja rápido de esas maneras.

Y el otro pasaje juvenil que me parece importante recordar para enten-der algunas inflexiones de su pensamiento es el que hace de muy joven,antes del año 1919, por el grupo limeño de escritores de la literatura van-guardista, el grupo conducido por un poeta: Abraham Valdelomar. Su pri-mera pertenencia a un colectivo, entonces, es a un grupo de la vanguardia.En su obra siempre estará presente esa preocupación o esa pregunta sobrequé es lo nuevo en estética, qué significado tiene la vanguardia y una aten-ción muy respetuosa hacia los movimientos que la encarnan.

Cuando Mariátegui considera estos escritos de la época de la vanguardia,del momento de sus inicios en el periodismo, que son cuantiosos, dice que“pertenecen a la edad de piedra”. Nunca quiere que se editen, nunca quiererecordar lo que escribió en ese momento, porque considera que pertenecen

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6. El 6 de septiembre de 1930 un golpe de estado encabezado por el General José Felix Uri-buru derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, quien ejercía por segunda vezla presidencia de la Argentina. El golpe de Uriburu inauguró una larga saga de interrupcio-nes violentas de gobiernos constitucionales en el país, que culminó con el golpe del 24 demarzo de 1976 contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón.7. Ángel Rama fue un destacado escritor y crítico literario uruguayo. Su obra más celebradaes La Ciudad Letrada.

a un momento que le resulta ajeno. Hace ese tajo en el año 1919. Desde superspectiva, una cosa es Mariátegui antes del ’19 y otra cosa es Mariáteguidespués del ’19. El Mariátegui que solemos leer, el que interesa por sus posi-ciones teóricas y políticas, es el Mariátegui posterior a ese año. ¿Qué signi-fica ese corte en la vida de Mariátegui y en relación a su obra? Es un cortepolítico, la conexión con dos situaciones: por un lado, con algo que sucedeen Lima, la articulación de las luchas por la reforma universitaria y las delmovimiento obrero que, en el caso peruano –y lo comparo con el casoargentino porque uno tiende a pensarlo en relación con los sucesos queocurren en Córdoba8–, tiene una singularidad: los militantes universitariostuvieron una conexión inmediata y una organización común con la claseobrera limeña que estaba en lucha por la canasta mínima y por el salario.Estas dos fuerzas, la fuerza de la clase obrera y la de la universidad, conflu-yen de un modo que no confluyeron nunca en Argentina durante esos años,pese a los intentos de muchas personas de buena voluntad que estuvieronen el movimiento de la reforma de romper esa cerrazón. La reforma enArgentina nace con reclamos muchos más sectoriales de la universidad. EnPerú, en cambio, se da este otro proceso de fuerte articulación con el movi-miento obrero existente con acciones comunes en la calle, del que surge,en 1923, la Universidad Popular. La figura central de ese proceso de con-fluencia no es Mariátegui sino Víctor Raúl Haya de la Torre9, la otra granfigura política de los años ’20 en Perú.

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8. Durante 1918 se inició desde la Universidad Nacional de Córdoba –la más antigua del país–un intenso movimiento conocido como La Reforma Universitaria. Liderado por Deodoro Roca,el movimiento reformista se extendió rápidamente y con gran intensidad por varias universida-des del país y del continente. De vocación fuertemente laica y libertaria, introdujo en la vidauniversitaria una serie de principios, como los de autonomía y cogobierno, que formarían partesustancial del ideario universitario moderno. El historiador inglés Eric Hobsbawm lo considerauno de los acontecimientos políticos fundantes de la historia del siglo XX.9. Víctor Raúl Haya de la Torre fue una figura de enorme influencia política en el Perú durantevarias décadas, probablemente la más importante de la historia moderna de ese país. Comenzósu participación pública como militante universitario durante los movimientos reformistas de1919, momento en que comenzó una dilatadísima e intensa vida política que se extendió prác-ticamente hasta su muerte, en 1979. Fue varias veces legislador, pero también pasó buena partede su vida preso o proscrito, según la suerte que corriera su principal invención política: laAlianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, fundada en 1924 y que se convertiría luegoen el Partido Aprista del Perú. Inicialmente de inspiración revolucionaria, influida por los ecosde la Revolución Mexicana, APRA irá modificando sus posiciones a lo largo de los años, paraterminar convirtiéndose en una fuerza claramente conservadora y aliada de los sectores eco-nómicamente más poderosos de Perú. El Aprismo es el partido que hoy ejerce la presidenciaen el Perú, a través de su última figura política destacada, Alan García.

Esos acontecimientos políticos en Lima son afines para Mariátegui conuna seducción muy fuerte por un acontecimiento de orden mundial, laRevolución Rusa. En escritos de 1918, de la “edad de piedra”, él empiezaa autonombrarse como “bolchevique”. Pensemos lo que es el impacto dela Revolución Rusa para muchas personas nacidas en este continente, queven en Rusia algo muy parecido a la propia América Latina. Rusia despiertaun eco de lo que podría ser una revolución en América Latina, en el sen-tido de que sus historias y condiciones sociales se alejan mucho del tipode desarrollo que tienen los países europeos. Esa fascinación reorienta lavida de Mariátegui.

Mariátegui se convierte en 1919 en un activo participante de las luchasy de las organizaciones de esa confluencia obrero-estudiantil. Funda un dia-rio desde el cual acompaña las luchas de ese movimiento. Y para pensar elgrado de compromiso y de vinculación que va a tener ese diario con lasluchas que se estaban dando en la calle, hay una imagen que me parece sig-nificativa: en un momento, dos dirigentes obreros son encarcelados y desdeel diario se convoca a manifestaciones y distintos reclamos por la liberaciónde estos dos hombres. En el momento en que los dirigentes salen de la cár-cel, una manifestación marcha con ellos hacia el diario que dirige Mariáte-gui. El lugar al que van a festejar y a agradecer es a ese diario que se habíaconvertido en vocero del movimiento y compañía de las luchas.

Si la historia no es piadosa con los hombres, los gobiernos suelen serlomenos. El gobierno de Augusto Leguía toma decisiones respecto de la nece-sidad de acotar estas movilizaciones. A quienes ven como más peligrosos,los encarcela o los destierra. Así sucede con Haya de la Torre, que pasa untiempo preso y después es obligado al exilio. En el caso de Mariátegui seproduce una situación un poco más benévola, porque le hacen una ofertasingular: que elija entre irse becado a Europa o ir preso. Mariátegui, que noestaba despojado de racionalidad, se va a Europa. Los apristas le van a cri-ticar mucho esto después. Mariátegui participa del APRA hasta el año 1927,en el que rompe. Después de la ruptura, los militantes apristas solían usaruna frase contra Mariátegui: “Haya de la Torre preso, Mariátegui becado”,para señalar la diferencia de destino de estos dos hombres que habían sur-gido del mismo movimiento social.

Mariátegui se va y es el momento clave para constituir su reflexión teó-rica. Se va becado cuatro años a Italia. Y ahí es en donde el joven entusias-mado con la Revolución Rusa se convierte en un intelectual marxista. Fue-ron en esos cuatro años en los que Mariátegui participa, lee y asiste a las

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reuniones de la izquierda italiana, del Partido Comunista. La pregunta queuno debería hacerse frente a una teoría siempre es cuáles son las condicio-nes concretas en las que se formula y también cuáles son las condicionesconcretas en las cuales se lee, con qué preguntas llega uno a los textos.Mariátegui está llegando con las preguntas forjadas en Perú. Pero tambiénllega a un lugar que le pone otras preguntas, que son las del movimiento ita-liano. Llega en un momento de fuerte desarrollo de las luchas obreras italia-nas, donde los trabajadores de Turín están desarrollando un largo procesode ocupación de fábricas. Eso condiciona mucho el vínculo que va a enta-blar Mariátegui con la teoría marxista. Lo diremos rápido ahora, para des-plegarlo después: el vínculo de Mariátegui con la teoría marxista y con cual-quier teoría siempre es una pregunta práctica, que es la pregunta del quéhacer10. Es leer para algo, porque hay una exigencia concreta, porque hayuna pregunta que es política, en definitiva. Eso está muy presente.

Y está muy presente también algo de otro orden en ese carácter italianoque tiene la formación marxista de Mariátegui. Porque hay algo de ese mar-xismo en el que va a inscribirse Mariátegui que es de herencia italiana o quehereda de este momento italiano, que hace muy parecido su pensamientoal de Antonio Gramsci11. Mariátegui y Gramsci tienen ideas muy similares,aunque probablemente nunca se hayan conocido o, si se conocieron, se cru-zaron ocasionalmente en alguna reunión. La obra fundamental de Gramscise escribe en los años posteriores a la muerte de Mariátegui. Y esas dos obrasescritas en paralelo, sin vínculo personal entre ellos, sin embargo, tienen afi-

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10. La pregunta sobre “qué hacer” tiene una intensa resonancia para la cultura de izquierdacontemporánea desde que Lenin publicara un libro con ese título, en 1902. La necesidad devolver operativa la teoría política en una situación y un contexto particulares ha prohijadointensísimos debates a lo largo de la historia, algunos de los cuales se han transformado enverdaderos clásicos, como el que sostuvieron el propio Lenin y Rosa Luxemburgo en los añosinmediatamente posteriores a la Revolución Rusa.11. Antonio Gramsci fue uno de los principales teóricos marxistas europeos y, muy probable-mente, quien inauguró las lecturas “heterodoxas” de la obra de Marx y sus discípulos. Fue fun-dador del Partido Comunista Italiano, en 1919. Durante el fascismo, pasó largos años en lacárcel, hecho decisivo en su biografía personal e intelectual. Gramsci emprendió la tarea depensar el marxismo desde la derrota, una derrota que ponía en suspenso, al menos, las tesissobre la inevitable caída del capitalismo y el consecuente triunfo del socialismo. Las ideas dehegemonía y lucha cultural, que se construyeron a partir de sus reflexiones sobre la realidadpolítica y cultural italiana, ampliaron el campo de intervención para el marxismo y permitie-ron profundizar el análisis en nuevos terrenos y problemáticas, como el arte, la cultura y losmedios de comunicación.

nidades enormes, basadas en que ambos se hacen preguntas sobre sus rea-lidades nacionales y sobre qué sería el socialismo en cada una de esas rea-lidades nacionales; es decir, preguntas prácticas.

Importa, además, qué tipo de marxismo es el marxismo italiano de losaños ’20. Y allí también es significativo recordar a Gramsci en una frase suyaque quizá nos puede servir, cuando dice sobre la Revolución Rusa algo deuna enorme ambigüedad y, por lo tanto, de una enorme sugerencia: diceque es “la primera revolución contra el capital”. Podría ser contra una formade producción. Pero también podría ser contra un libro que muchos secto-res de los movimientos políticos europeos leían como un conjunto de leyesa aplicar y que fijaban una línea de desarrollo y un conjunto de etapas aseguir. Bueno, la discusión, la ironía gramsciana respecto de “revolucionescontra el capital” es sintomática de la necesidad que se tiene desde Italia odesde Perú de pensar un marxismo contra la idea de etapas, un marxismocontra la idea de que a cada modo de producción le sigue otro, contra la ideade que hasta que no se desarrollen del todo las fuerzas productivas de unmodo de producción, no podrá surgir otro. Digamos contra esa perspectivaque obligaba o que estaba llevando a muchos de los países a tácticas deespera o a tácticas reformistas y a un modo de pensamiento que era profun-damente economicista; se puede leer contra eso la obra de Gramsci tantocomo la obra de Mariátegui. Ese “otro marxismo”, que diríamos es un mar-xismo que tiene como objeto de debate a la socialdemocracia alemana y alsocialismo francés, me parece que es lo que caracteriza ese momento de Ita-lia y es el vínculo que va a tener ese marxismo o el tamiz por el cual va aser pasada la obra de Marx, que es la lectura soreliana de la obra de Marx.

Creo que ahí está la principal coincidencia entre Mariátegui y Gramsci:el modo en que ambos se vinculan a Marx por la vía de George Sorel12.Sorel era un militante teórico, anarcosindicalista, que en 1907 había editado

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12. George Sorel fue un pensador francés de una enorme heterodoxia y riqueza, a quien selo asocia indistintamente con el marxismo y con el conservadurismo. Fue fundador de lacorriente conocida como Sindicalismo Revolucionario, que fue tributaria tanto del marxismocomo del anarquismo y del comunitarismo popular europeo del siglo XIX. Profesaba un pro-fundo anti-materialismo, aunque atribuía a las ideas de Marx el profundo valor de haber ins-talado al proletariado en un papel “redentor” en la historia. El protagonismo que Sorel le asig-naba a los trabajadores estaba más relacionado con cuestiones morales, asociadas con la tra-dición comunitaria europea, que con razones “científicas”. Su influencia decisiva en la for-mación del pensamiento de Benito Mussolini agrega un condimento más a la enorme ambi-güedad, pero también riqueza, que admite su lectura.

un libro que conmovió a muchos espíritus: Reflexiones sobre la violencia.El libro tiene un enemigo muy claro: todos aquellos que creen que el movi-miento obrero puede reducirse a un conjunto de tácticas utilitarias, quepuede hacer huelgas parciales por salario o negociar condiciones de tra-bajo. Esta concepción, aliada con el economicismo que creía que la revo-lución llegaría cuando se desarrollaran las condiciones objetivas, entrega ala clase obrera a la nada, a un reformismo que la destroza. ¿Qué es lo queplantea Sorel frente a eso? Hay que volver a reponer en el centro de laescena a la revolución. En el centro de todas las cuestiones del movimientoobrero, la revolución. Y ponerla como mito, no como hecho concreto. Esaidea, la idea de mito, va a tener una herencia enorme en muchos planos,pero en Mariátegui va a ser fundamental.

Sorel llama mito a una imagen, a una idea que es inconmensurable. El mitoes algo que no puede ser sometido a medida. Se puede someter a medida auna táctica, por ejemplo la lucha por un salario; en cambio, no se puedemensurar un mito. El mito, esa gran idea, tiene que funcionar como aquelloque lleva a los hombres a actuar, lo que moviliza la fe. Debe ser lo que ilu-mina y le da un sentido a las pequeñas acciones que hacemos todos los días.Cada vez que vamos a una huelga, el resplandor del mito la convierte en otracosa. Sorel hace una comparación: Si el cristianismo se extendió fue porquetenía esos grandes cuadros apocalípticos; si la Revolución Francesa tiene laenvergadura que tiene es porque tiene los grandes cuadros míticos de larevolución. Si le sacamos eso, son hechos de prontuario policial: que fula-nito denunció a mengano, que por una traición de mujeres hay que mandara la guillotina a otro. Es prontuario. Para hacer la Revolución Francesa setuvo que haber ligado esos hechos chiquititos, siempre sucios de la cotidia-neidad de la historia, con los grandes cuadros que le dicen a los hombres“hacé la revolución igual, sé un mártir del cristianismo igual”. Si la historiase convierte en cálculo, no hay más hechos rotundos de la historia. Porque,en el cálculo, todos vamos a balancear qué nos conviene y qué no. Y ahí seextingue la política como combate, como lucha, como gran inauguración.

Es interesantísima esa idea porque Sorel dice que el mito es lo contrarioa la utopía. El utopista es alguien que cree que puede elaborar un programasobre el futuro. El mito no puede decir nada sobre el futuro. El mito lo quedice es que hay un hecho que parte en dos la historia –es lo que llamamosrevolución. Ese hecho que parte en dos la historia nunca puede decir nadasobre lo que viene, porque lo que viene debe ser tan novedoso como paraarrasar las condiciones iniciales desde las que partimos. Para las teorías polí-

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ticas contemporáneas esa sería una idea “acontecimientalista” del mito: sepone el acontecimiento ahí y el acontecimiento inaugura otras condicionesy no hay nada que le deba al pasado. El problema de esta teoría del mito esque para Sorel no importa cuál sea el mito, lo que importa es que temple lasvidas en la acción. Entonces, Sorel fue leído fervorosamente tanto por Mus-solini como por Gramsci y por Mariátegui. Tiene ese problema. Es una teo-ría que pone esas condiciones de pensamiento y, al mismo tiempo, dice queel mito puede funcionar así sea cual fuere el contenido. Para Sorel su con-tenido en ese momento es la huelga general. La huelga general funcionacomo imagen mítica que le da otro sentido a cada huelga parcial, a cadamomento de la lucha obrera. Cuando Gramsci relee esto, toma la idea demito, esa idea de imagen-fuerza que lleva a los hombres a la acción, perolo que resulta sumamente importante para los lectores marxistas de Sorel esque permite pensar en primer plano el sujeto político. No a la economía,sino a la construcción de una voluntad; construcción que, por otra parte,es menos racional que movilizadora de fe. Cuando Gramsci toma esta ideade mito, va a intentar ligarla con la cuestión de la organización: va a decirque el mito no es la huelga general, sino el partido. Gramsci, encarcelado,no lo llama “partido” sino “nuevo príncipe”.

Mariátegui va a decir otra cosa, y ahí entramos en lo que mencionabacomo las novedades mariateguianas. Va a decir que el mito tiene que estarligado a las realidades nacionales. Y ese mito en Perú tiene que ver con lasculturas incaicas. Vuelvo a Sorel para llegar después, de nuevo, a Mariátegui.Lo de Sorel es fantástico, siempre me asombró que alguien pueda ser leídode tantas maneras distintas al mismo tiempo y que todos pudieran entendercosas tan diferentes. Es ambigua esa obra y el propio Sorel se confundía. Éloscilaba políticamente: fue monárquico y revolucionario. En cada momento,atravesaba una vía distinta. Lenin, por eso, cuando hablaba de Sorel decíaque era un confusionista. Podía tener vínculos con el monarquismo, recibircartas fervorosas de Mussolini y adherir a la Revolución Rusa. El “confusio-nista Sorel”, sin embargo, tiene efectos en muchos pensadores. Quizá elúltimo gran lector que tuvo fue John William Cooke. Me impresionan algu-nas partes de la correspondencia entre Perón y Cooke, la correspondenciatardía: en ese momento en el que Perón ya prácticamente no le contesta,Cooke le dice a Perón una frase tremenda: si usted no ha hecho un pacto conel diablo, y me temo que no lo ha hecho, se va a morir y se va a quedar con-vertido en un fetiche vacío. Vamos a hacerle misas de homenaje, vamos a irritualmente, todos vamos a decir que nos reconocemos en su imagen. Pero,

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como somos enemigos, cuando salgamos de las misas de homenaje, no nossaludaremos como caballeros, sino que nos degollaremos. Algo así escribíaen los sesenta. Cooke hace una distinción muy interesante entre mito y feti-che. Y esta es una de las grandes lecturas del mito de Sorel y la herenciamariateguiana. Cooke distingue mito y fetiche y lo hace frente a la figura dePerón y a la del Che. Es un artículo inconcluso, que escribe entre el ’67 quemuere el Che y el ’68 que muere Cooke. Tanto en la correspondencia conPerón como en este artículo sobre la figura del Che, Cooke dice que unmismo símbolo –el Che o Perón– puede estar funcionando de un modo queobstaculice el desarrollo de una organización y que se convierta en póster,en remera o en símbolo vacío, en pura liturgia para una misa de homenaje.O puede ser el mismo símbolo algo que llame a los hombres a la acción yque se convierta en motivo de una movilización. Cuando discute esto frenteal Che, dice que, evidentemente, la herencia del Che se está disputando conlos que quieren convertirla en objeto de museo y en una imagen reveren-cial, equivalente en lo que en el peronismo, para Cooke, haría la burocra-cia frente a la figura de Perón, convertirlo en algo litúrgico. Frente a eso,Cooke dice que los mismos símbolos pueden ser apropiados y tomados ensu sentido mítico, en su capacidad de interpelar a los hombres a la acción.Vivificar esos símbolos ligándolos con formas políticas del presente, conacciones que también –y esto es algo muy presente en el pensamiento deCooke– terminen negando al mito. El mito es algo que se niega a sí mismoporque llama a los hombres a una acción que, probablemente, derroque aese símbolo como tal. Por eso era difícil decirle esto a Perón. No hay sím-bolo que resista una fuerza revolucionaria; el símbolo también caerá derro-tado junto con las condiciones anteriores. Decirle: no sólo te vas a morir;además, si las fuerzas fluyen como deberían fluir, tampoco estará tu nom-bre puesto en las luchas políticas que advendrán.

Mariátegui piensa en términos muy parecidos, porque todo el tiempo sepregunta cómo hacer para que la tradición, eso que nos viene del pasado,lo que está instaurado en una cultura, sea interrogado de un modo vivo. Enuno de sus textos más acotados y agudos, Mariátegui va a decir que sólo pue-den comprender el pasado, la tradición, aquellos que sean capaces de ima-ginar el futuro. El que puede imaginar el futuro, puede leer el pasado. Noaquellos que tienen frente al pasado el respeto del museo, del folklore o deldogma. Todos estos modos le quitan vitalidad al pasado. El único modo deinterrogar al pasado de un modo vivo es ligándolo con cosas que no le per-tenecen. Son luchas que abren futuro, una suerte de convocatoria hacia los

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modos insólitos de leer ese pasado. De hecho, va a decir que los que menospueden comprender la tradición son los tradicionalistas y los que sí puedencomprenderla son los vanguardistas, los heterodoxos, los que pueden arro-jarse sobre la tradición con preguntas que no están en ella. Las vanguardiastienen relevancia para Mariátegui porque toman la tradición sin respeto.Toman la tradición dislocándola, forzándola a decir lo que no estaba. Esa esla operación de Mariátegui frente al mito con el cual se liga, el mito inca.Va a preguntarse, entonces, qué son las culturas incaicas, qué es el mito quelas habita. Bueno, no es algo a lo que podamos ir, es raíz pero no programa.Nunca el pasado puede dar un programa, sólo puede funcionar como raíz.Cooke también lo dice así: el pasado puede ser raíz pero no programa.

Entonces, decíamos, hay dos fuertes originalidades en Mariátegui queestán en los Siete ensayos de interpretación sobre la realidad peruana.Cuando Mariátegui vuelve a fines de 1923 a Perú, participa de la fundacióndel APRA, pero siempre con la idea de que esa organización tiene que pre-servarse como un movimiento en el cual pudieran participar personas dediferentes tendencias y distintas definiciones políticas. Es decir, aceptar elAPRA como articulación de una heterogeneidad muy fuerte en términos polí-ticos. Cuando retorna, lo citan del gobierno peruano, creyendo que habíafuncionado el mecanismo bastante conocido de becar a un insurrecto paraque retorne un hombre de gobierno. Vuelve Mariátegui y –según la histo-ria oral porque no hay documentos más que las crónicas de sus compañe-ros de época– parece que dice: “me fui como un joven ingenuo, volvícomo revolucionario”. Los primeros escritos de Mariátegui cuando retornade Europa son todavía los de alguien que está preocupado por la escenainternacional. Muy preocupado por el avance del fascismo, por qué va apasar con los procesos revolucionarios. Roma-Moscú: si es Moscú el des-tino del mundo o si es Roma. Escribe tratando de pensar ese escenario. Peroen el año 1924 aparece otra pregunta que va a ser sumamente relevante enla constitución de su obra, la pregunta por el Perú: cómo pensar el Perú,cómo pensar una vía al socialismo en el Perú. Me parece que a partir de esapregunta podemos pensar cómo se configura la originalidad de Mariátegui.Diría más: no es la originalidad de Mariátegui, sino la sensibilidad de Mariá-tegui para pensar la originalidad peruana.

Voy a hacer otra digresión, pero creo que es necesaria. Cuando Aricódice que Mariátegui es el primer marxista latinoamericano lo hace provo-cativamente, porque muchas veces se dijo de Mariátegui –en especialdesde la Internacional Socialista y los partidos comunistas del continente–

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que no era marxista. Cuando Mariátegui muere en el año ’30, el PartidoSocialista Peruano se convierte en Partido Comunista y se inicia una cam-paña de desmariateguización. “Campaña de desmariateguización” queríadecir convertir al partido en un órgano más adecuado a los cánones delmarxismo dominante en América Latina en ese momento. La obra deMariátegui estuvo silenciada entre el ’30 y el ’59, cuando la RevoluciónCubana construye una escena para releer la obra de Mariátegui. En Argen-tina, el primero que hace algo respecto de la obra de Mariátegui pensandoque ahí hay algo interesante para revisar y considerar polémicamente esJorge Abelardo Ramos13, que recopila las discusiones sobre su obra. Una deellas versa sobre el marxismo o no de Mariátegui. Cuando Aricó discute esto,va a decir que Mariátegui nunca fue más marxista que cuando eludía la letradel marxismo. Cuando decía algo que no era lo que decía Marx, que no eralo que estaba en la doxa, era porque estaba aplicando el método, poniendoel método en primer plano y preguntándose qué es esta realidad concreta enla que me muevo y cuáles son las fuerzas activas en esa realidad para poderoperar. Ese momento, cuando Mariátegui suspende la adhesión a la letramarxista, cuando se hace la pregunta que le exige la realidad concreta, escuando es más marxista que nunca. Pone en juego el espíritu contra la letra,el método contra la doxa y se arroja a pensar el Perú. En ese sentido, para verla originalidad mariateguiana me interesa pensarlo como alguien que siem-pre parte de la pregunta del realismo: no qué es lo que debería ser, sino quées lo que hay; qué hay efectivamente, con qué se cuenta, qué se puedehacer. Ese es el gran giro mariateguiano. Desplazar muy rápido el problemadel deber ser hacia la otra pregunta que es el qué hacer, qué es lo que hay.Mariátegui es alguien que hace con ese “qué es lo que hay” no una fórmularesignada, sino la condición de una práctica política y teórica.

Entonces: ¿qué es lo que hay en el Perú para pensar el socialismo peruano?Mariátegui va a decir: no hay una clase obrera desarrollada, un proletariadourbano y no hay una nación constituida. Dicho esto, se abre la pregunta dequé hacer frente a lo que no hay y qué es lo que sí hay. Por eso, señalabaantes lo de Turín. Viene de asistir a una experiencia de fuertísimo desarro-llo organizativo del proletariado industrial activo y en Perú es muy minori-

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13. Jorge Abelardo Ramos fue, además de un militante político inquieto de la izquierdaargentina (fundó el Partido Socialista de la Izquierda Nacional, el Frente de Izquierda Popu-lar y el Movimiento Patriótico de Liberación), un prolífico difusor de lo más nutrido del pen-samiento de izquierda, actividad que incluyó también las ideas de José Carlos Mariátegui.

taria la clase obrera. Sí es mayoritario (es lo que hay) el campesinado indí-gena. Por lo tanto, una fuerza que se proponga tareas revolucionarias en elPerú, que se proponga una vía al socialismo en Perú, tiene que ser unafuerza que organice al campesinado indígena. Y ahí Mariátegui tiene varioshechos a su vista para pensar eso. Primero, que el campesino indígena enel Perú tiene una historia intensa de rebeliones episódicas, de rebelionesfragmentadas. Pero esas rebeliones existieron a lo largo de toda la historiacolonial y de la historia de la república también. En 1915 había sido, almomento que escribe Mariátegui, la última rebelión indígena. Es decir, enesa historia de insurrección que está atrás, cuyo momento más alto habíasido Tupac Amaru14, pero que es mucho más larga, es donde Mariátegui vela persistencia del mito, que es un mito de restauración de lo incaico. Esoestá presente en cada una de las rebeliones.

Y también hay algo que se activa y se visibiliza en el momento de la rebe-lión, pero que existe en la sociabilidad de las comunidades indígenas, quees la tradición comunal. El avance de las haciendas, de los latifundios, noterminó de destruir el sistema tradicional precolombino de control de las tie-rras. Sigue habiendo comunidades que controlan el uso de la tierra, que tie-nen formas de trabajo comunal. Por supuesto muy dañadas y muy arrinco-nadas fundamentalmente durante el siglo XIX, cuando se intenta la titulari-zación individual de las tierras, pero persisten las comunidades y la tradi-ción comunal. Mariátegui dice que ahí hay una fuerza político-cultural deenorme relevancia. No podemos hablar de socialismo en Perú sin tener encuenta que hay formas de socialismo práctico. No podemos hablar en Perúde mito si no pensamos que hay un mito que existe todavía para las comu-nidades peruanas. El indigenismo con el cual él dialogaba, fundamental-mente el indigenismo serrano que hay en ese momento en Perú, aparecemás ligado a la idea de preservar o restaurar eso que existe. Mariátegui va aser taxativo respecto de esto, afirmando que no hay retorno. El mito hablaráde retorno, pero no hay retorno al momento inca. No se puede pensar uncomunismo incaico. En todo caso, lo que hay son posibilidades de articulareso que vive todavía en las masas indígenas con las formas contemporáneasde socialismo.

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14 José Gabriel Tupac Amaru (o José Gabriel Condorcanqui Noguera) fue el último líderindígena moderno. Encabezó una rebelión contra la autoridad española en Perú a finales delsiglo XVIII, en contra de la explotación de los aborígenes por parte los españoles. Fue bru-talmente ejecutado el 18 de mayo de 1781.

Cuando Mariátegui piensa el socialismo en Perú, da una definición: elsocialismo no debe ser ni calco ni copia. No es ni calco ni copia respecto delo que es el socialismo en otros países, pero tampoco ni calco ni copia res-pecto de esos elementos que podrían provenir del pasado peruano –aunqueencuentra en esos elementos la base de una nueva articulación política. Setrata de poner en diálogo al marxismo con los gérmenes del socialismo prác-tico que están en la vida de los indígenas peruanos. Este encuentro de Mariá-tegui con la cuestión del indio, que es, al mismo tiempo, un desplazamientode la cuestión obrera, tiene algo que me parece necesario remarcar. Sumayor originalidad no es haber descubierto que hay indios en el Perú, sinoafirmar que el indio no debía ser el objeto de una política, sino el sujeto. Esdecir, que las masas indígenas no eran aquello que un grupo de hombres debuena voluntad iban a emancipar, sino que eran los sujetos activos, que sinellos no había proyecto socialista porque eran los hacedores del socialismo.Ese desplazamiento del lugar de objeto al lugar de sujeto constituye la origi-nalidad. En segundo lugar, habla sobre el campesinado. Mao es su contem-poráneo en esa reflexión (creo que la tesis de Mao sobre la revolución cam-pesina es del ’27 y estas formulaciones de Mariátegui son del ’28): se trata dela apreciación de que el proceso revolucionario puede darse fuera de las ciu-dades y en países donde no hay proletariado o el proletariado es muy mino-ritario y no puede encarar solo la construcción de un país.

Esto es muy singular respecto a lo que es la situación del marxismo latino-americano de ese momento. Cuando, un par de años después, se hace elcongreso de la Internacional Socialista en Buenos Aires, las tesis mariateguia-nas son rechazadas por la Internacional y por el líder del partido comunistaargentino, Victorio Codovila15. Tanto respecto a cómo tratar la cuestión delindio como en relación a la otra cuestión que me interesa, que es la cuestiónnacional. Hay una anécdota, quizás también con los ribetes míticos del caso,que cuenta uno de los asistentes a ese congreso. Un delegado peruano leentrega los Siete ensayos… y Codovila los trata con desdén: el marxismoes ciencia, no es ensayo; no hay realidad peruana, todos los países de Amé-rica Latina comparten la misma condición, son realidades semicoloniales.Piensen que es una estrategia que se definía para el conjunto de los partidosde la región, mientras el mariateguismo venía a poner como cuestión que no

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15. Victorio Codovila, que había nacido en Italia, fue fundador en 1919 del Partido ComunistaArgentino y su referencia máxima por más de cincuenta años. Fue un férreo representante dela ortodoxia comunista y fiel seguidor de las directrices del Partido Comunista soviético.

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era lo mismo pensar un partido comunista en Argentina que en Perú, que noera el mismo tipo de articulación la que se podía dar en un país que en otro.

Entonces, para el mariateguismo hay realidad peruana y no hay naciónperuana. Cuando piensa que no hay nación, tengo la impresión siempre–aunque no lo explicita tanto– que piensa en dos países, en Argentina y enMéxico. México viene de una revolución e intenta la constitución del Estadoposrevolucionario durante la década del ’20, tomando a su cargo y relativi-zando hasta cierto punto las demandas del movimiento campesino y delmovimiento obrero. Durante el proceso revolucionario forja una Constitu-ción en la que se fija la jornada máxima de trabajo en 8 horas y se nacio-naliza el subsuelo mexicano –noticia poco alentadora para los vecinosnorteños de México–, se reconoce la propiedad comunal de las tierras, seprotege el trabajo femenino e infantil. Eso en 1917. O sea que México, contodo lo que fue después la estructuración de un poder que no esquivó larepresión contra los propios movimientos que lo habían creado, sin embargotuvo un proceso de constitución de la nación posrevolucionaria dondetodos esos sectores habían participado.

En el caso argentino –la perspectiva de Mariátegui tiene una fuerte ide-alización–, lo que hubo fue una burguesía inteligente. Hay un libro que esmuy crítico de Mariátegui, de Elizabeth Garrels, con un título lindísimo:Mariátegui y la Argentina. Un caso de lentes ajenos. Mariátegui construyelentes propios para ver el Perú y cuando ve a Argentina, usa anteojos libe-rales. Acepta lo que el liberalismo había narrado sobre la historia argentina.Dicho esto, habría que hacerse la pregunta inmediata posterior: ¿había otrosanteojos en Argentina, en 1920, con los cuales pensar? ¿O lo que haceMariátegui no es más que lo que están haciendo sus interlocutores de laizquierda argentina, aceptando una versión de la historia que era muy con-sensuada en ese momento? Entonces, piensa esto: Argentina sí hizo un pro-ceso de unificación nacional, tuvo una burguesía modernizadora, la figurade Sarmiento es el nombre de esa modernización. Constituyó una identi-dad cultural. ¿En qué se fija Mariátegui para pensar esta identidad cultural?En la revista Martín Fierro. Mariátegui dice que está tan constituida la iden-tidad nacional argentina, que la revista más vanguardista de los años ’20toma el nombre del poema que narra la vida de un gaucho perseguido. Elsímbolo nacional está en la vanguardia. Son estas las operaciones que legustan. Que la vanguardia se ligue al símbolo nacional. Entonces, acáhubo mestizaje. Está el gaucho como expresión de ese mestizaje. Está elpoema enalteciendo al mestizaje.

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En Perú, en cambio, no hay nada de esto, dice Mariátegui. No hay mes-tizaje. Hay dos Perú, por lo menos. Dos claramente distinguibles: el de lasierra y el de la costa. El de la sierra es el Perú del mundo andino, el Perúindio. Coexisten las formas comunales con la hacienda latifundista. Es elmundo donde, por un lado, hay comunidad y, por otro lado, hay relacionesde servidumbre.

Una última digresión que sirve para pensar hasta qué punto esto que diceMariátegui en 1928 sigue por mucho tiempo siendo constitutivo: un datosobre la elección de 1962 revela que hubo 10 millones de personas que novotaron por no estar habilitadas por ser analfabetas. El voto era calificado yse consideraba analfabeto todo aquel que no dominara el castellano. Conlo cual, durante gran parte de todo el siglo XX, en el Perú, hubo una exclu-sión radical de los quechuahablantes. Digo esto porque a veces para pensarlo que Mariátegui señala sobre la inexistencia de nación es importantesubrayar que 10 millones de personas no tuvieron acceso al voto durantedécadas, millones de personas hablan lenguas no reconocidas, millones depersonas están en relaciones laborales que no son salariales, sino de servi-dumbre. Frente a esto, Mariátegui dice: “no hay una nación”. No hay unanación que podamos pensar como articulación de una identidad común.No hay nada común entre el hombre de la costa y el que vive en las sierras.No hay una identidad cultural común, no hay una lengua común, no hayun Estado que se considere obligado a la inclusión de todos. Es un Estado-nación que se va constituyendo bajo la exclusión de gran parte de su pobla-ción. Eso es el Perú. Hay distintas formas económicas en el Perú. Ni siquierahay una economía capitalista desarrollada. Hay formas de capitalismo,hay formas, más bien, que no han desarrollado ni siquiera el contrato de laforma salarial. Perú en muchas cosas, no es nación. Hay un Estado peruano,pero no hay una nación.

Para Mariátegui, en el Perú, no hubo una burguesía con la inteligencia deunificar nación, incluir, homogeneizar. En general, vemos esos procesos dehomogeneización cultural de un modo bastante crítico: fueron formas deabolir las diferencias, de cerrar la heterogeneidad. Pero, desde la perspectivade Mariátegui, por lo menos había decisión de inclusión bajo la forma dehomogeneización. En Perú no hay nación, no hubo una burguesía capaz dedesarrollar esas tareas. Tiene la imagen del caso argentino, pero tambiéntiene una raíz teórica esa impresión de Mariátegui. Es el análisis de MaxWeber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo16. Esa idea quetenía Weber ahí de que las burguesías habían tenido un momento heroico:

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el de fundar acumulación y, también, fundar sociedad. Ese momento heroicoen Perú nunca existió. Fueron burguesías extractivas y gerenciales. Pero nuncafueron capaces de desarrollar ni una modernización y un desarrollo capitalistaautónomo ni un Estado-nación. Frente a esto, no se puede pensar el procesoen términos de etapas. Y acá está la discusión con el APRA: no hay por quédesarrollar una política que primero haga la reforma democrático-burguesadel Estado, es decir, que cumpla con esa tarea que la burguesía no cumplióy que después se transite al socialismo. Ni que tenga que haber un momentode desarrollo de las relaciones capitalistas, para que después haya socia-lismo. No cumplir, decía Mariátegui, lo que la burguesía no hizo –hacerEstado, una reforma democrática y una modernización capitalista–, sinoponer directamente la cuestión del socialismo como destino inmediato.Entonces, lo que va a ser original en esta pregunta y esta respuesta es el plan-teo de que las tareas de construcción de esa nación, inexistente, inconclusa,son las tareas de construcción de una nación socialista. Entonces, no haysocialismo no nacional y no hay proyecto nacional sino como proyecto socia-lista de nación. Es decir, hace una articulación que recién en los ’60 se va adar con mucha más fuerza: articula la pregunta por la nación y la preguntapor el socialismo. La construcción de nación y la construcción del socia-lismo. Son las dos tareas a las que un partido socialista debe estar abocado.

Los dos desplazamientos son sumamente singulares respecto del con-texto de debate del marxismo de la época: uno, el indio como sujeto activodel proceso revolucionario –lo dice parcialmente, por supuesto–, esto es:el indio constituyendo un bloque con la clase obrera. No es que la claseobrera se haya esfumado, sino que existe un bloque de los sectores popula-res. Lo otro, la afirmación de que la primera tarea es el desarrollo de unsocialismo que tenga como pliegue la cuestión nacional, que tenga comodimensión de construcción la nación.

La ruptura con el APRA tuvo que ver con la afirmación de Mariátegui deque no era el momento de encarar una lucha destinada a una reformademocrático-burguesa, mientras el ala triunfante liderada por Haya de la

16. La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905) es una de las obras fundamenta-les del filósofo alemán Max Weber. Allí Weber intenta explicar el surgimiento del capita-lismo como modo de producción a partir de la racionalización de la conducta que laReforma Protestante –en particular, su variante calvinista– implicó para buena parte de lasociedad europea de los siglos XVI y XVII. Esa racionalización de la conducta habría sido labase de la organización del trabajo en pos de obtener el mayor beneficio posible.

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Torre veía más bien esta tarea, así como veía la necesidad de promover for-mas de desarrollo de las relaciones capitalistas en el Perú. Tenía una visiónetapista. El segundo motivo coyuntural de la polémica y definitivo de lapelea fue la decisión de Haya de convertir al movimiento en partido capazde disputar elecciones. Mariátegui ahí explicó su desacuerdo en el hecho deque en un movimiento coexisten las diferencias, entre quienes son socialis-tas y quienes no lo son; mientras que en un partido se define un programay las personas deben encolumnarse tras él y que, por lo tanto, aparecíacomo una ruptura de la posibilidad de seguir compartiendo ese espacio. Laruptura fue muy cruenta. De hecho, los últimos años de Mariátegui son degran soledad política. Rompe con el aprismo y rompe con la Internacionaly es perseguido por el gobierno de Leguía. Es el momento en que el grupoque sigue con Mariátegui es un grupo pequeño y con muchas dificultades.Hay un libro muy relevante sobre este último momento de Mariátegui queescribe un historiador peruano, Alberto Flores Galindo, que se llama La ago-nía de Mariátegui. Usa la palabra “agonía” no como “antesala de la muerte”,sino como “combate”: todos los combates que se despliegan alrededor de sufigura en los dos últimos años de su vida.

Y quería decir una última cosa sobre los Siete ensayos..., acerca de laintensa presencia de Nietzsche. No sólo porque el libro se abre con una refe-rencia al filósofo alemán; también porque tengo la impresión de que las pre-guntas de tipo realistas de Mariátegui sobre qué es lo que hay provienen deesa filosofía. Porque, aunque no la formule en esos términos, es una pre-gunta por las fuerzas. Mariátegui todo el tiempo se está preguntando quéfuerzas hay, qué sentido tienen esas fuerzas y cómo se las interpreta.| pampa

Bibliografía de consulta

• Sobre la crítica a las tesis de la cuestión indígena –administrativa, jurídica, étnica,moral, educacional, eclesiástica– y la introducción de su perspectiva marxista MARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS, “El Problema del Indio. Su nuevo planteamiento”, Siete

ensayos de interpretación sobre la realidad peruana, Gorla, Buenos Aires, 2004.

• Sobre la estructura de clases en el Perú y la crítica a la solución liberalMARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS, “El problema agrario y el problema del indio”, Siete ensa-

yos de interpretación sobre la realidad peruana, Gorla, Buenos Aires, 2004.

• Sobre las características del régimen de trabajo en el PerúMARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS, “El régimen de trabajo: servidumbre y salariado”, Siete

ensayos de interpretación sobre la realidad peruana, Gorla, Buenos Aires, 2004.

• Sobre la dependencia económica en la estructuración de la economía nacional peruanaMARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS, “Colonialismo de nuestra agricultura costeña”, Siete ensa-

yos de interpretación sobre la realidad peruana, Gorla, Buenos Aires, 2004.

• Otros textos de consulta

ARICÓ, JOSÉ, Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, 1980.

GARRELS, ELIZABETH, Mariátegui y la Argentina: Un caso de lentes ajenos, EdicionesHispanoamérica, Gaithersburg, 1982.

FLORES GALINDO, ALBERTO, La agonía de Mariátegui, Ed. Desco, Lima, 1980.

MARIÁTEGUI, JOSÉ CARLOS. La escena contemporánea, Amauta, Lima, 1972.

RAMOS, JORGE ABELARDO, De Mariátegui a Haya de la Torre, Mar Dulce, Buenos Aires,1973.

TARCUS, HORACIO, Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de SamuelGlusberg, El cielo por asalto, Buenos Aires, 2001.

TERÁN, OSCAR, Discutir Mariátegui, Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1985.

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s c a l a b r i n i o r t i z

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Raúl Scalabrini Ortizla metafísica del ser nacional

Lunes 12 de mayo 2008H o r a c i o G o n z á l e z

Raúl Scalabrini Ortiz es siempre un tema sugestivo. Sabemos, en prin-cipio, que es el nombre de la calle que sustituyó a Canning. Y para

que esto hubiera pasado se han sucedido muchas polémicas sobre el nom-bre de Scalabrini y, si bien hay una gran cantidad de trabajos sobre su tra-yectoria, sobre sus obras, no deja de ser sugestivo poder evocarlo en estosmomentos que atraviesa el país, donde no me parece de más recordar nom-bres como el de Scalabrini y otros ligados a la memoria social y políticaargentina del modo tan intenso como lo hacía él.

Scalabrini, ¿es un filósofo? ¿Un economista? ¿Un político? Esas preguntasson adecuadas para su caso. Es un hombre de cruces. Es un hombre tam-bién de tentación hacia el suicidio. No podemos desdeñar esa situación deScalabrini pensando en su suicidio, como gran escritor sacrificial, que ponecomo última prueba de verdad su vida, si la materia con la que trabaja nose consagra en la historia. No la consagración personal, sino la consagra-ción de ciertas verdades que emanarían de su esfuerzo intelectual. Como lalucha es un agonismo fatal, Scalabrini no cree que sea una forma de arro-gancia intelelectual la metáfora de su suicidio como sacrificio comunitario.La tendencia al suicidio de Scalabrini, forma arcaica de la mostración deuna verdad, proviene un poco de su lado lugoniano, y es un lejano eco delsuicidio de Leandro Alem1. Scalabrini es hijo de un científico, paleontólogo,de la inmigración italiana: Pedro Scalabrini, uno de los fundadores en laépoca de Mitre y Sarmiento del Colegio Normal de Paraná. La filiación dePedro Scalabrini es positivista2, pertenece al alto positivismo argentino. No

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R A Ú L S C A L A B R I NI O R T I Zl a m e t a f í s i c a d e l s e r n a c i o n a l

por HORACIO GONZÁLEZ

1. Leandro Nicéforo Alem, fundador de la Unión Cívica Radical y líder de la Revolución delParque de 1890, que forzó la caída del presidente Miguel Juárez Celman, se suicidó el 1º dejulio de 1896, en el interior de un coche que lo llevaba al Club del Progreso.2. El positivismo es una corriente filosófica que sostiene que el único conocimiento válidoes el obtenido a través del método científico. Tuvo su momento de auge en la segunda mitad

es un positivismo dogmático, escolástico, sino un positivismo de escritores,de filósofos, de hombres angustiados, de buceadores en la verdad científica,al punto tal que su objetivo es el descubrimiento del origen del hombre. Porsupuesto, Pedro Scalabrini está en la gran avenida que traza la preocupa-ción arqueológica y paleontológica de Florentino Ameghino3. Es, quizás, undiscípulo de Florentino Ameghino. También es alguien que escarba en loslechos de los ríos en el Alto Paraná, como Ameghino escarbaba en loslechos del río cercano a su localidad de nacimiento, el río Luján –aunqueno había nacido en la Argentina, vivió su infancia en Mercedes. Y el ríoLuján, al igual que el río Paraná, eran las grandes cuencas que permitíanimaginar el origen del hombre. Eso era como un tributo a la idea de la Argen-tina como país joven: una vastísima promesa que se abría en la Argentinatenía sus cimientos en el hecho de que podía ser éste el lugar de mayor anti-güedad, el lugar donde había surgido ni más ni menos que el hombre, lafigura humana, la estructura de lo humano. Por lo tanto, el país más joven severía beneficiado con el máximo de arcaísmo.

Esas visiones de los sabios positivistas no dejan de influir en el jovenScalabrini Ortiz, en el sentido de bucear en las profundidades de la tierra paraencontrar las verdades de la biología, pero también de la imaginación. Nadanos impide trazar esos grandes legados que no se han interrumpido en laArgentina desde el punto de vista de la alta ciencia y de la paleontología. Unode los grandes cuerpos fósiles que descubre Ameghino en el río Luján lleva elnombre de la familia Scalabrini, el Scalabriniterium. De modo tal que estosupone una historia que es parte de una ciencia. Una historia muy parecida ala de la familia de Perón, cuyo abuelo pertenecía a un ámbito similar alde Pedro Scalabrini –quizás un poquito posterior apenas– en el área de lamedicina, de las ciencias naturales, del estudio de la biología. Es famoso unestudio del abuelo de Perón, Tomás Perón, sobre la corteza de los árboles.

Hay en el país toda una reflexión sobre la búsqueda de restos fósiles queproviene de la época de Rosas, de los estudios de Francisco Muñiz, cuyosdescubrimientos entregados a Rosas fueron regalados por él al cónsul francésen Argentina, de modo que están en el Museo del Hombre de París: son res-

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del siglo XIX y acompañó doctrinariamente la expansión a gran escala de ciencia comomotorizadora del desarrollo del modelo capitalista, en lo que se conoce como la etapa de la“segunda revolución industrial”.3. El naturalista, antropólogo y paleontólogo autodidacta Florentino Ameghino fue la primeragran figura científica argentina. Fue una figura de referencia obligada para los primeros posi-tivistas argentinos.

tos fósiles quizá de los más importantes que se han descubierto en Argentina.Scalabrini proviene de esa formación familiar positivista, ha hecho estudiosde ingeniería, es un ingeniero agrónomo, es un hombre de teodolito, es unhombre de medición de terreno. Y es un hombre también del centro de estu-diantes “La línea recta”. Desde el punto de vista del nombre que puede tenerun centro de estudiantes, “La línea recta” proporciona justamente la idea dela plancha de dibujo de los ejercicios matemáticos, la idea del tiralíneas, delcompás, pero, al mismo tiempo, hay algo en Scalabrini que es quizá lo queproviene de la herencia científica familiar: hay en el humus de la tierra depo-sitada, yacente, quebrada, rota, hecha huesos, una parte de la verdad del ori-gen del hombre, una ética de la verdad por la vía de la investigación cientí-fica o sino del sufrimiento moral, que lo hace iniciarse de muy joven comomiembro vocal, creo, militante del centro de estudiantes “La línea recta”.También escribe cuentos: son cuentos interesantes de iniciación, que se lla-man La Manga, de los años ’20, donde ya él talla la idea de que hay una ver-dad escondida que es necesario liberar de las falsas apariencias. Es una per-cepción literaria de primera agua que tiene Scalabrini, que poco después lollevará a su libro de consagración, El hombre que está solo y espera, en 1931.

Desde el punto de vista de la polémica sobre los huesos en la Argentina,se produce un interesante debate entre José Ingenieros y Leopoldo Lugones4,en una época donde no existe aún la voz de Scalabrini, pero que da cuentadel clima intelectual de la época. Son los debates respecto a si la Argentinapodría considerarse un país anterior al hecho de que se llame así el territorioque hoy conocemos con ese nombre, a través de los sucesivos modos dedesignación del paisaje que provienen sobre todo de la poética argentina, deMartín del Barco Centenera5, de Manuel José de Lavarden6. De ahí proviene

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4. Ingenieros y Lugones fueron tal vez las dos grandes figuras intelectuales argentinas de fina-les del siglo XIX y principios del XX. Ambos inspirados por una extraña pero fecunda amalgamade positivismo, socialismo e incipiente nacionalismo, forjaron el las primeras líneas de pensa-miento estrictamente nacional en el tiempo del primer centenario. Lugones es considerado,además, el primer gran escritor argentino moderno. De profundos vaivenes ideológicos y polí-ticos, que lo llevaron al final de su vida a un protofascismo, se suicidó el 18 de febrero de 1938.5. El clérigo español Martín del Barco Centenera, que participó de las primeras expedicionesde conquista española del Río de la Plata, escribió en 1602 un poema épico llamado La Argen-tina y Conquista del Río de la Plata, cuyo éxito popularizó el nombre "Argentina" para deno-minar a los territorios comprendidos entre el Río de la Plata y el Virreinato del Alto Perú. Es laprimera aparición del nombre con el que después se bautizaría a la República Argentina.6. Manuel José de Lavarden fue un influyente abogado, escritor y periodista en los años inme-diatamente anteriores a la Revolución de Mayo. Participó desde el primer número en el Telé-

el nombre “Argentina” como gentilicio. Primero, usado en forma parcial, enforma meramente literaria. Tanto Ingenieros como Lugones escriben grandesapologías sobre Ameghino –sobre todo la de Lugones es muy importante–,pero en las que se inscriben parte del hecho de que no se podría llamar“Argentina” a las tierras que dan lugar al abrigo del hombre prehistórico. Esun debate fundamental, porque el propio Lugones, que después se destacarápor su nacionalismo, reprende suave y amistosamente a Ameghino respectode que el sabio italiano querría de algún modo lavar su origen inmigratorioen Argentina, postulando que había una Argentina prehistórica, paleolítica oneolítica. Lugones le dice que no era necesario que haga ese esfuerzo paraconsiderarse argentino, sino que la construcción de la ciencia argentina eralo que sostendría efectivamente la idea de Argentina y no la imaginería frus-trante de que había una Argentina de siglos muy remotos, donde simultáne-amente surgía el hombre universal. Esta gran polémica de algún modo es dis-cutida por la literatura que surge luego de la Revolución Mexicana, en la dis-puta que entablan los mexicanos con el positivismo argentino, sobre todo através de la figura del ministro de educación de la revolución mexicana, JoséVasconcelos7. Este cuestiona de raíz al positivismo argentino con una lejanasimpatía hacia Hipólito Yrigoyen, a quien ve como no positivista. El propioVasconcelos, que es la figura central de la vida intelectual y revolucionariamexicana de la época, postula la “raza cósmica”: un tipo de hombre meta-físico que surge del mito creador de estas sociedades –parecido al mito dela Atlántida de Platón– para responderle al positivismo de los huesos, al estu-dio del maxilar inferior, al cómputo matemático de las dentaduras, que eralo que hacía Ameghino, que era un gran matemático pero también un granmetafísico, porque termina su gran carrera de arqueólogo matemático con unlibro llamado Mi credo, que es una apología de la eternidad de la materia.

El positivismo argentino siempre tuvo un lado metafísico, un lado de apo-logía del misterio, siempre tuvo un lado optimista, militante. El último Inge-nieros es un Ingenieros admirador de la revolución mexicana, de algúnmodo desviando el camino crudamente cientificista que había presididomuchos de sus trabajos más festejados. El último Ingenieros se latinoameri-

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grafo Mercantil, considerado el primer diario argentino moderno, fundado en por FranciscoCabello en 1801, bajo la influencia de Manuel Belgrano. Murió en noviembre de 1809, mesesantes de los acontecimientos de mayo que, de alguna forma, había anticipado.7. José de Vasconcelos fue el filósofo más influyente del proceso de la Revolución Mexicanade principios del siglo XX. Es el intelectual fundador de la modernidad mexicana.

caniza, apoya decididamente –casi como una voz solitaria– las últimasmanifestaciones revolucionarias en los años ’20.

Este es el clima en que se cría Scalabrini Ortiz. No es un clima de mitris-tas y anti-mitristas, de sarmientistas y no sarmientistas. Es un clima de laciencia y, dentro de la ciencia, diría, de una metafísica de la ciencia, esdecir: de la pregunta sobre hasta dónde pueden abarcar las verdades cien-tíficas, qué es una verdad científica, si la literatura puede indagar más enella que la ciencia propiamente dicha. Lugones, influido también por lostrabajos de Ameghino, siendo que no era un paleontólogo, escribe un tra-bajo sobre el papel de la verdad en una situación cósmica, imagina que laliteratura y la ciencia-ficción pueden regular la idea de una literatura nacio-nal. No olvidemos que el suicidio de Lugones causa una fuerte impresiónen Scalabrini, lo interpretará como la imposibilidad nacional, como el sui-cidio que proviene de alguien que descubre en forma titubeante verdadesprofundas que no puede tratar de manera adecuada. El suicidio sacrificialsería la única salida a una frustración de carácter romántico, luego de des-cubierto el oprobio colectivo al que no se le puede dar solución digna. Demodo tal que Scalabrini, cuando interpreta el suicidio de Lugones, ya lopercibe no como algo que ocurría en el ambiente de una frustración cien-tífica, sino de una frustración social, política y nacional.

A Scalabrini, en ese clima, le faltaba un maestro. No iba a ser precisa-mente su padre, paleontólogo, su maestro. Ni menos lo iba a ser Sarmiento,que sin embargo en un libro muy discutible postula la unidad del Virreinatodel Río de la Plata, cosa que el aún insurgente nacionalismo no había hechotodavía (siendo que, pocas décadas después, el nacionalismo de los ’20 ylos ’30 tomará esa proposición de Sarmiento sobre la unidad del Virreinatodel Río de la Plata, que es un tema muy complejo al que Sarmiento se animadespués de haberse pronunciado a favor del desmembramiento territorial deArgentina y en el que, sin embargo, prevé una reconstrucción retomando losterritorios perdidos por causa de lo que interpreta como insurreccionaesétnicas peligrosas. Lo dice en Conflictos y armonías de razas en América,libro de la década del 80.

El maestro que tiene Scalabrini se llama Macedonio Fernández8. De

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8. Macedonio Fernández fue un notable escritor argentino, ciertamente inclasificable, de unapoderosa influencia sobre varias de las más célebres plumas del país y de origen y orienta-ción muy variada, como Jorge Luis Borges o Leopoldo Marechal, por ejemplo. Su pretensiónmetafísica desde la literatura es sin duda una marca sobre buena parte de la literatura argen-tina del siglo XX.

modo que el maestro del autor de Política Británica en el Río de la Plata, delos Estudios económicos de la dependencia argentina, del investigador delos ferrocarriles, del petróleo, no es un economista, no es un estudioso delpetróleo, no le interesa el problema ferroviario: es Macedonio Fernández,un yrigoyenista marginal al yrigoyenismo, pero que tiene un cierto énfasisen relación al lenguaje de Yrigoyen. El lenguaje en ellos no solamente debedecir algo sobre el mundo sino sobre la dificultad ética del sujeto que habla,que surge no de la undiad del lenguaje sino de su quiebra infinita, debido aque todo lenguaje se investiga primeramente a sí mismo.

Esto es un tema bastante bien estudiado en la historia de la literaturaargentina, que es un poco la historia del lenguaje de los argentinos, la his-toria del habla de los argentinos, sin la cual, podemos decir hoy, no haypolítica social ni autonomismo nacional que se precie. Los estudios sonsobre la dicción interna del lenguaje de Yrigoyen: un lenguaje del misterio,un lenguaje de los plurales abstractos, un lenguaje de la relación moral, unlenguaje de la dignidad nacional, un lenguaje de la sacralidad de la políticaque toma su inspiración del filósofo Karl Krause

9, olvidado en todo el

mundo salvo en Argentina –y en Uruguay, en donde lo lee José BattleOrdoñez, de la familia Battle fundadora del Partida Colorado. Yrigoyen lolee en Argentina y en Brasil, se lee en la Facultad de Derecho de San Pablo.En ningún otro lugar del mundo, en el siglo XX, hay proposiciones de estetipo, krausistas, porque en Alemania el filósofo –contemporáneo de Hegel–había sido olvidado. Eso es el yrigoyenismo. Y Macedonio Fernández tras-lada ese lenguaje al centro de la literatura argentina, donde aparece la pre-ocupación por el ser, por el no-ser, por la abolición del yo casi en térmi-nos que lejanamente evocan al budismo, por la vida colectiva tomada entérminos de un gran sueño, de un sueño como productor de novedadespolíticas, sociales.

Todas estas elaboraciones de Macedonio Fernández, que tiene grandeslibros, bibliografías, Papeles de Recienvenido, Museo de la novela de laeterna, Adriana Buenos Aires, inspiran tanto a Borges como a LeopoldoMarechal como a Scalabrini. Son los tres discípulos con los que de algún

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9. Karl Krause fue un filósofo alemán de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX decierta influencia en el pensamiento secularizador de los liberales europeos de la época. Suteoría social se destaca por defender la independencia de las esferas de la acción humana,como la ciencia y la educación. Fue el primero en reivindicar la igualdad de los derechos delos hombres y las mujeres.

modo se proyecta el nombre de Macedonio Fernández en la literaturaargentina y, de algún modo, la enseñanza de una literatura de profunda rai-gambre metafísica, es decir, aquella que habla de la vivacidad del ser omi-tiendo cualquier circunstancia de tipo histórico-social. Eso, lejos de moles-tarle a Scalabrini, es la verdadera fuente de sus desarrollos vinculados a lacrítica histórico-social, cuando se encuentre con la tradición leninista.Scalabrini Ortiz es un milagro de conjunción en la Argentina y de fusión deesta tradición de Macedonio Fernández y la tradición de la lectura de la crí-tica al imperialismo que hace Lenin, lo que Scalabrini encuentra más tardí-amente en sus programas de lecturas. Por eso es una fusión muy interesante,porque son dos elementos muy polares y lejanos: la tradición metafísica dela cual proviene Borges y la tradición de la crítica al imperialismo, que es latradición leninista. Sin embargo, cuando muere Macedonio Fernández, en1952 –un poco antes del mes en que muere Evita–, el gran discurso en sutumba lo hace Borges: ya Scalabrini estaba un poco distanciado de Mace-donio Fernández, que en su silencio de décadas había de algún modo sido,como gran maestro de Borges y menos de Marechal y de Scalabrini, arro-jado hacia una tradición política y literaria muy ajena a lo que en aquelmomento representaba el peronismo, que era el tema que lo desvelaba aMarechal, que había asumido más claramente el peronismo y también aScalabrini, aunque él que no había asumido claramente el peronismo,cuyo plebeyismo hedónico no lo atraía, aunque defendía su programanacionalista popular.

Cosas como estas ocurrieron siempre en la vida de Scalabrini. En El Hom-bre que está solo y espera no hay más que, sin empeñarse mucho en bus-car, indicios de que es un libro de homenaje a Macedonio Fernández, comolo dice expresamente, por otro lado (está dedicado a Macedonio Fernández,a quien llama “el primer metafísico de Buenos Aires”). El libro, que es unlibro formador de Scalabrini Ortiz, aún hoy de agradable lectura, es un títuloque quedó en la historia y en la memoria crítica argentina como una espe-cie de homología o de alegoría de lo que es un país sin realización autó-noma. Ingenieros había escrito El hombre mediocre, que era un títulotomado de otros autores españoles anarquistas del siglo XIX. En Sacalabrini,se trata de la idea de que hay un hombre de una antropología que sólopuede hacer metafísica, es decir, alejarse lo más posible de la historia parahablar con más intensidad de la historia de lo que lo haría un economista oun sociólogo. Esto también es un poco lo de Macedonio Fernández, queparticipa de algunas conspiraciones yrigoyenistas, como Jauretche, pero de

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un modo juguetón y alegórico, no como el de Jaurectche, que toma lasarmas en 1933 en nombre de una épica popular republicana insurgente.

Macedonio Fernández, dijimos, tiene un lenguaje lejanamente equiva-lente al del Yrigoyen, un lenguaje que tiene un sujeto reparador, redentor yque hay que desentrañar, hay que interpretar de algún modo, del que hayque dejarse seducir por la maraña de significados que no se pueden inter-pretar muy claramente de inmediato. Esta desinmediatez de un lenguaje deenorme fuerza es un poco la gran tarea de Macedonio Fernández y Scala-brini Ortiz, quien decidido a ser su discípulo escribe su gran libro, El hom-bre que está solo y espera, que es el más recordado y, además, es un libroescrito como tal –el resto de los escritos de Scalabrini son artículos recopi-lados en libros. Allí, lo que se hace es una historia de Buenos Aires, del Bue-nos Aires metafísico del que había hablado antes Borges en sus grandes poe-mas sobre Buenos Aires, que tratan el mismo tema de Scalabrini y con lasmismas proposiciones de Macedonio Fernández: hay algo en el interior delas cosas, que se animan como parte de una amistad viril pudorosa. Estaidea no es la crítica dialéctica del marxismo, que también dice que hay algoen el interior de las cosas, pero donde ese algo interno supera a una apa-riencia supuesta o falsa, pues es ni más ni menos que el trabajo cristalizadoen ellas por los hombres. Acá ese algo que hay dentro de las cosas es unmomento que hay que descubrir por medio de una revelación, no pormedio de un proceso dialéctico. Y dentro de la Argentina, hay un lugar quese llama Buenos Aires, y dentro de Buenos Aires, hay algo en las cosas. Esel porteño, el porteño metafísico que está destinado a una gran gesta deamor, a una gran gesta de conocimiento amistoso, amasada con elementosminerales, vegetales y animales. Un todo anímico también insurgente.

El libro es un gran tratado sobre la amistad, influido por el vitalismo de laépoca, por la metafísica de camaradería y banquete celebratorio de Macedo-nio Fernández y es un libro de apuntes de un paseante urbano, de los tantoslibros de apuntes que se escriben en esa época sobre el misterio de las ciu-dades. Hay que pensar que dos años antes Roberto Arlt había terminado Lossiete Locos y un poquito antes Macedonio Fernández había escrito Los pape-les de Recienvenido. Recienvenido es un personaje de la ciudad que seasombra de los tranvías, de la velocidad, del tiempo que trastoca el espacio.La ciudad es un lugar del hundimiento del yo y es un personaje superior alyo individual. La ciudad es un personaje encantado que permite el verda-dero albergue de lo humano. Por lo tanto, hay que descubrirla en el miste-rio de sus calles, en el mitológico Palermo de Borges, en la mitológica Bue-

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nos Aires de Marechal, muy poco tiempo después, y en la mitológica Bue-nos Aires de El hombre que está solo y espera.

En Scalabrini no hay ningún darwinismo, pero también hay un hombremineral, hay un hombre vegetal. El hombre se forma desde el paisaje, desdela naturaleza. Y esto tiene como un primer momento, un primer grito posi-tivista, naturalista: el hombre se forma por un guijarro que se va arrastrandodesde Salta, desde Corrientes y termina en Buenos Aires. Termina en unaesquina de Buenos Aires, en Corrientes y Esmeralda. Eso es algo que Borgeshabía explorado en su poesía, eso de poner en una calle la síntesis de todaslas formulaciones de la nación. Corrientes y Esmeralda entonces aparecía,como la calle Gurruchaga en su cruce con Paraguay en Borges, en estos tra-tadistas urbanos metafísicos como el punto del Aleph10, donde se conden-saban todas las fuerzas del mundo, un lugar cósmico. Para Scalabrini la ideadel hombre que está solo y espera traducida a la política daba cuenta de unaformación de algún modo federalista de la Argentina, donde todos los pai-sajes, todas las formas de la naturaleza, confluyen como si fueran un gransistema hidrológico en la ciudad de Buenos Aires. Por lo tanto, el porte-ñismo no era sino un enriquecimiento. Podía ser cuestionado porque era unporteñismo, sin duda, una apología de la ciudad de Buenos Aires; pero laciudad de Buenos Aires tenía tal poder de condensación que podía repre-sentar a todo el país.

No sé qué dirían sobre esto hoy algunos, en el actual debate entre uni-tarios y federales que ha vuelto tan esquemáticamente a la Argentina. Peroen Scalabrini está claro que, terminado el proceso de construcción de laorganización nacional, habiendo hablado Mitre, Sarmiento y Roca –ydonde simultáneamente estaba hablando Lugones–, era necesario poner aBuenos Aires en un lugar literario y mucho más poderoso, que era el lugardonde se recogían los diferentes caracteres de la nación, a la manera deuna gran masa de hechos que eran parte de la naturaleza, se desdoblabande la naturaleza y daban lugar a una suerte de perfeccionamiento del hom-bre argentino, que era el porteño que él describía como un ser amoroso,como un ser amistoso, alguien que tenía afectos y en el cual podía descan-sar cualquier proyecto político que, para Scalabrini en esa época, es unproyecto metafísico.

Sobre eso Scalabrini hará una fuerte revisión en el año 1930, a partir delgolpe de Estado con el cual, por supuesto, no tiene nada que ver, del que

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10. Se refiere a un célebre cuento de Borges, publicado en 1949 en un libro del mismo nombre.

estaba desligado totalmente –estaba desligado de la escena política, muchomás que el propio Macedonio Fernández, que en 1933 participa “metafóri-camente” con los coroneles yrigoyenistas de la conspiración que termina enPaso de los Libres. Macedonio Fernández, como era alguien a quien le gus-taba la idea de verdad como conspiración, como algo que es un pequeñoresoplido interno que saben pocos, se anima mucho más que ScalabriniOrtiz a participar en rebeliones o en conspiraciones y tiene una fuerte sim-patía con el yrigoyenismo proscrito en esa época.

No se puede decir exactamente que Scalabrini haya sido un yrigoyenista.Una década después publicará una serie de conferencias dadas a mediadosde los ’40 bajo el nombre de “Yigoyen y Perón”, tratando de unir esas dosvías. Ese ya es el Scalabrini de los ’40. Pero por el momento, lo descubrimosen lo que llamo su camino de Damasco, según la clásica idea de que enalgún momento alguien cree que en su vida hace un descubrimiento funda-mental para hacer un balance del pasado, valorar si es bueno todo lo que seha hecho y prepararse para los años siguientes con consignas renovadas. Sca-labrini era saludado por el diario La Nación, había obtenido el Premio Muni-cipal de Literatura por El hombre que está solo y espera, que en ese momentoera el premio literario más importante que se daba en el país –ahora se siguedando pero ya no le interesa a nadie. En ese momento, Scalabrini es un escri-tor joven y premiado y descubre que hay un mal en el país. Y el descubri-miento de que hay un mal no lo hace abandonando la metafísica, es decir,diciendo “hasta el momento me dedicaba a esta nebulosa que era la metafí-sica y ahora voy a descubrir lo económico-social”. Ya por esa época estáleyendo a Hilferding, a Hobson11, es decir, los autores que influyeron sobreLenin, para tratar la idea de que en el mundo hay un imperialismo británicoque dirige las acciones de los pueblos en su provecho, que construye ferroca-rriles, telégrafos, que da empréstitos para subordinar a las naciones –y esto esuna categoría de análisis del anticolonialismo, del antiimperialismo–, peroScalabrini llega a ese descubrimiento a través de la metafísica, es decir, dela idea que hay una verdad escondida que hay que revelar. Como dije, noes un dialéctico, la verdad escondida es una verdad que hay que intuir, quehay que poner a la luz a costa de un gran sacrificio personal. Y comienza

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11. Se refiere a Rudolph Hilferding y John Hobson, dos economistas e historiadores de fina-les del siglo XIX y principios del XX muy influyentes en la formación del pensamiento socia-lista y socialdemócrata de la época, sobre todo en el grupo nucleado alrededor de la SegundaInternacional.

por su propio sacrificio personal. Es decir, comienza por decir: “abandonotodo lo que fui hasta ahora”.

¿Qué había sido hasta ahora? ¿Un militante de un centro estudiantil? ¿Undiscípulo de Macedonio Fernández? ¿Un escritor de cuentos festejado?¿Merecía un hombre decirse a sí mismo que estaba confundido respecto alas verdades del país? Bastaba, como hubiéramos hecho muchos de noso-tros, con decir que sumaba un nuevo tema a los que ya tenía. Pero el deScalabrini es un pensamiento de índole dramática, trágica y, de algúnmodo, piensa en términos de suicidio. En el camino de Damasco los descu-brimientos personales son los que se hacen a cambio del suicidio. Si no sepudiese arribar a esas conclusiones definitivas en la vida de alguien, unopodría sí pensar en el suicidio. El suicidio es mayestático12, se hace frente alaltar de la vida pública y de la patria. Esa es una concepción heroica del sui-cidio que ha sido muy estudiada en las ciencias sociales. Scalabrini laescribe y, si bien no se suicida, todos los eventos de la vida de Scalabriniestán muy teñidos de esta idea de lo último, de que está en la frontera,explorando todos los límites y así construye la idea del intelectual en laArgentina como Lugones, como intelectuales absolutamente lugonianos.Tiene algo de nietzschiano: “digo mi verdad y puedo romperme”.

Ese tipo de intelectual no es exactamente Ingenieros, no es ninguno delos políticos de la hora. Un poco lo es Leandro Alem, que imagina una fas-tuosa escena de suicidio, diciéndole al cochero “me lleva al Club del Pro-greso” y en el camino se suicida y el cochero por el empedrado, el carro ylos caballos no escucha el tiro. Un suicidio de una persona con muchas exi-gencias sobre la vida, de un pensamiento un poco tortuoso sobre la existen-cia. La idea de que se rompa pero que no se doble es una idea que de Alema Lugones, a Scalabrini supone al suicidio como una categoría de máximasexigencias proféticas para el intelectual. El intelectual que estamos acostum-brados a ver hoy en Argentina es el universitario, del CONICET, que podríaaceptar un diálogo con cualquier compañero que toque un tema intelectual,que se prepara para escribir y para intervenir en la prensa y enojarse si nolo llaman de algún medio o enojarse si lo llaman de los medios: esos sonlos máximos problemas que puede tener hoy la ética del intelectual. La idea

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12. Se refiere a una forma de utilización de la primera persona del plural pero desde una per-sona singular; lo que se conoce en gramática como el “plural mayestático” es muy usado enel discurso científico, pero también en le político. (ej.: “hemos alcanzado la primera magis-tratura de la nación”).

de la suicidiología intelectual argentina se ha agotado, pero esa es la cons-trucción que hace que Scalabrini Ortiz marche hacia la conciencia críticapopular de una manera tan vibrante, tan última, en el sentido de que manejalos elementos últimos de la vida a cambio de los cuales debe hablar: el errorpolítico, la confusión política, la incapacidad de que se lo escuche, confun-dida por una gran arrogancia.

Uno podría decir que esta gran arrogancia no es para mí, para nosotros,pero al mismo tiempo, si la arrogancia se liga a la idea del suicidio quepodría concretarse, es evidente que el precio de la arrogancia es un precioque muchos no querrían pagar, sobre todo el arrogante banal. Es claro queScalabrini no es un arrogante banal. Paga precios. “Abandono mi escrito-rio, pensé en suicidarme”, dice. ¿Por qué se iba a suicidar? Tiene un Pre-mio Municipal. No conozco a nadie en Argentina que tenga un premio y alaño diga que se va a suicidar o que pensó en suicidarse. ¿Vanidad insopor-table? ¿Arrogancia sin límites? ¿Querría un país tener este tipo de intelectua-les, que ponen en su nombre un sello de tanta radicalidad que los colocamuy cerca de la idea de profeta? Es para pensarlo respecto a las profecías ylos modos políticos proféticos que hay en la Argentina de hoy.

Lo cierto es que Scalabrini interpreta el suicidio de Lugones, que escanda-liza porque era el principal escritor argentino. A Lugones lo podemos criticarpor mil cosas, pero como fervor de escritura argentina, gran poeta, ensayista,el primer nivel de la concepción de la Argentina como gran mito reparadorde la justicia en los pueblos; evidentemente se trata de un hombre que se sui-cida por razones muy misteriosas, es alguien que merece cierta considera-ción. En 1938 el suicidio de Lugones lleva a Scalabrini a pensar que se sui-cida precisamente porque no se cumplieron ninguna de las perspectivas dereflexión que había lanzado sobre Argentina, entre otras, su apoyo el golpedel ’30, que lo había frustrado enormemente. Y, por otro lado, está la biogra-fía de Julio A. Roca. Lugones es un roquista, comienza con Roca y terminacon Roca. Roca es un federalista, un general tucumano que vence a Mitre,que garantiza la sucesión de Avellaneda. De modo tal que ese Lugones, alsuicidarse, le parece a Scalabrini que se suicida por la imposibilidad de resol-ver la cuestión nacional y, sobre todo, la cuestión ferroviaria. ¿Es imposiblepensar un suicidio así? Si lo pensamos por Goethe, el suicidio es por amor.Pero hay muchas clases de suicidios, eso está dicho una y mil veces. Cadauno que piensa alguna vez en el suicidio sabe que hay muchos tipos de razo-nes y no se encuentra fácilmente una razón en cambiar la vida por una ver-dad que no se pudo decir. Pero Scalabrini lo interpreta así.

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Esta idea de intelectual que pone al suicidio como última categoría delanálisis es otro elemento que tenemos que tener en cuenta para comprendermejor la fusión entre el leninismo y la metafísica, cómo se realiza. CuandoScalabrini Ortiz comienza a escribir sus primeros trabajos sobre el ferroca-rril, cuyos archivos revisa íntegros –revisa archivos de todo tipo: archivosferroviarios imposibles de ser abiertos–, descubre que los primeros ferroca-rriles fueron de capitales nacionales, en los años ’60, ’70 del siglo XIX, queel ferrocarril inglés viene a frustrar una empresa de índole nacional que yatenía funcionamiento en toda la provincia de Buenos Aires –red que toda-vía está, que es el actual ferrocarril Belgrano que termina en el límite de laprovincia de Buenos Aires–, puesto que los ingleses posteriormente ponenel límite de Buenos Aires para el desarrollo de la red ferroviaria nacional,que después también pasará a los ingleses. Todos estos grandes descubri-mientos se hacen en términos de un esfuerzo personal de carácter resistente,revelador, contra las grandes construcciones ilusorias de un país, es decir,es una lucha contra la falsedad.

Cuando Scalabrini escribe los principales artículos sobre ferrocarrilespublicados en los diarios que él fundaba, Reconquista, Señales, etc., dice“todo es falso”. Este es el otro elemento, la relación verdad/falsedad, queno es parte de la formación de la vida intelectual en la Argentina. En lasúltimas décadas se ha demolido esa piedra básica de la formación de unintelectual del tipo de Scalabrini, lo que lo hace un intelectual necesario,quizás insoportable: es el vigía de la nación. Se atribuye un papel que dealguna manera una sociedad maduramente democrática debería cuestio-nar, decir: ¿quién le atribuyó el papel de salvador nacional, como intelec-tual, a una figura que estudió como yo, en la misma Universidad, leyó losmismos libros y, sin embargo, se postula como una suerte de Júpiter quehace emanar rayos de verdad por sobre un país que está disminuido, quese ha mediocrizado? Todos estos hechos permiten imaginar a un Scala-brini, que aún no tiene cuarenta años, que hace esa gran fusión entre laidea de que hay una verdad oculta y ese ocultamiento es responsabilidadde una vida política falsa. Se expresa esto en la red ferroviaria, sobre todo.La red ferroviaria tiene el mismo trazado que El hombre que está solo yespera, termina en Buenos Aires. De algún modo, con su crítica a la redferroviaria que trazan los ingleses, que ve como una tela de araña asfixianteen el país, critica también el mismo modelo radial de las fuerzas del inte-rior que convergen en Buenos Aires. Quizá la diferencia es que los ingle-ses piensan la Argentina con un centro radial que es Buenos Aires como

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complementación económica a Inglaterra, porque las líneas ferroviariasvan hacia todos lados pero en forma radial. El Hombre que está solo yespera por su parte converge en Buenos Aires después de haber nacido detodos los sectores casi milenarios, diría a la forma de la paleontología desu padre, que surgen de los lugares más remotos del país y confluyen nosólo en Buenos Aires, sino en un cruce de calles.

Scalabrini Ortiz nunca fue un marxista: estuvo sí influido por un mar-xismo de índole pragmática, como el de Jauretche, que tiene elementos muyimportantes de análisis del marxismo. Bajo el lenguaje gauchesco, Jauretchetoma más temas del marxismo que Scalabrini, que toma a ese Lenin delimperialismo como fase superior del capitalismo y estudia el mundo comoya lo habían estudiado los ingleses que influyen sobre Lenin, los laboristasingleses. El gran trabajo de Lenin, de 1917, Imperialismo, fase superior delcapitalismo –que hoy se puede leer con provecho aunque está un pocodesactualizado y sobre el que se han escrito muchas más cosas–, indicacómo se produce un dominio imperial a través de ferrocarriles, de emprés-titos, etc. Lenin menciona allí, según decía Jorge Abelardo Ramos, cuatroveces a la Argentina y otras siete en el resto de su obra: pocas veces, perocada vez que la menciona es a propósito de los ferrocarriles, como en Aus-tralia, Nueva Zelanda, que equipara a la Argentina por el modo de comple-mentación económica para exportar materias primas sostenida por la tecno-logía y el trazado de los ferrocarriles. Si hubiera sido por esto, ScalabriniOrtiz no hubiera merecido ni una cortada en Villa Turdera. Sería un profesoro un autodidacta por el cual la gente no se hubiera peleado. Scalabrini es elautor de esa fusión casi mágica entre la metafísica argentina de MacedonioFernández y de Borges –la separación de Borges de este esquema es uno delos dramas nacionales más importantes–, que presupone, justamente, que esposible encontrar una verdad que está escondida por una maraña de intere-ses, intereses de carácter imperial –pero no desde el marxismo, sino desde elleninismo. El leninismo es un saber laico, es un saber de correlación defuerzas, es un saber importante y hasta diría más bien que Lenin se hubierahorrorizado de saber que sus libros eran leídos bajo esta luz.

La fusión de Scalabrini es una fusión que sólo existió en Argentina y siScalabrini pudo ser muy leído es porque llega a la alegoría del hombrecolectivo, a la que apela ya en esa época, a la manera de un hombre reden-tor que subyace como profecía en las napas internas de la sociedad. Apelaa un colectivo humano llamado Argentina que va a operar una gran trans-formación. Y eso está en el núcleo de verdades de Scalabrini. No es su

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teoría económica la que importa. Pero si sólo hubiera sido un discípulo deMacedonio Fernández, también ya estaba Macedonio Fernández que, porotro lado, no tiene calle en la Argentina y es uno de los grandes lenguajes,es un yrigoyenista nacional y popular en el fondo de su metafísica. Ningunade estas dos cosas, aisladamente, le hubiera servido a Scalabrini para cons-truir esa articulación, digamos, ese magma –si lo decimos un poco más mis-teriosamente– que es su literatura. Es la literatura de la idea de que descu-brir cuesta un gran esfuerzo, por el que uno puede ser perseguido –de lo quedespués Rodolfo Walsh tomará algunos de esos aspectos. Uno puede sercuestionado, uno puede exponerse a abandonar todos los privilegios: enton-ces Scalabrini los abandona de antemano, no quiere privilegios, prefiere sui-cidarse, piensa en el suicidio.

¿Qué tipo de personaje es ese? Ese personaje terminaría conquistando amiles de lectores argentinos, terminaría siendo el nombre de una calle –se lopone en los ’60, se lo baja en los años militares, se lo vuelve a poner luego:hay una lucha por Scalabrini. ¿Qué nos quiso decir Scalabrini?: que sólo seproduce en términos de la creación de un gran texto. El texto de Scalabrinies el hombre redentor que está en el plano interno de su escritura y, al mismotiempo, el tipo de análisis de archivo que hoy más de un investigador delCONICET querría hacer, o de cualquier institución científica argentina: horasde archivo. Scalabrini es un hombre al que no se lo puede despreciar comoinvestigador de la Argentina. Es un investigador agudo, un investigador queestudia las modalidades culturales del gerente inglés, dónde se aloja, cuálesson sus deportes, etc., porque al gerente inglés lo ve desde una antropolo-gía cultural, donde se estudia el modo en que se comportan en las coloniaslos agentes imperiales que dan órdenes a los gobiernos de turno.

Toda esa es la gran construcción de Scalabrini, la idea de que hay unaminusvalorización de la Argentina, que hay una redención por hacer. Todala idea redentora que hoy tiene tanta exposición en Argentina, usada de unamanera, a mi juicio, tan pobre, y tan poco conveniente a los intereses delpaís. Sin embargo, no podemos hacer la historia del intelectual profético enArgentina si no es vinculada a esta construcción del lenguaje en varios pla-nos. Es decir, el hombre colectivo que hay que redimir y el conjunto de aná-lisis sobre la economía capitalista donde hay un poder imperial que se basa,precisamente, en la humillación, en la subordinación de los pueblos a tra-vés de la tecnología, de la economía.

Toda esta idea de Scalabrini motiva a los comentaristas posteriores. Entreotros, a Juan José Hernández Arregui, que en La formación de la conciencia

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nacional hace un juicio, que no sé si es para compartir enteramente, sobreScalabrini. Hernández Arregui es un marxista que también hace una granconjunción entre marxismo y nacionalismo. Después de la de Scalabrini,viene la de Hernández Arregui; que es más previsible, pero no deja de estarescrita con un gran nivel de reflexión y que no es enteramente la prosa delmarxismo, es más bien una prosa que se parece bastante a la de Lugones.En ese sentido, la de Hernández Arregui es una compleja construcción inte-lectual: la conjunción entre lo que el nacionalismo aporta pero no sabe very lo que el marxismo propone pero no sabe comprender. Cuando hace lahistoria hegeliana de la conciencia nacional argentina, donde cada unoaporta y niega a lo anterior, cuando le toca examinar a Scalabrini dice quepudo haber sido mejor, pero que lo influyó la “oscuridad metafísica” de sumaestro. Así como de Lugones dice que intuyó verdades “oscuramente”,puesto que su aparato cultural le impedía ver profundamente el sistema decolonialismo que existía en Argentina. Estas son las ideas de Juan José Her-nández Arregui en su famoso libro La formación de la conciencia nacional,de 1960, que permiten también ver los dilemas de interpretación de Lugonesy Scalabrini, es decir: ambos poseían una parte del despliegue de la verdad,pero no la poseían totalmente. Hernández Arregui lo dice porque él cree serel último depositario de esa verdad, el que conjuga las dos fuerzas, el nacio-nalismo y el marxismo en la Argentina, o sea, termina con la crítica de unnacionalismo sin pueblo y una izquierda sin nación. Esos dos “sin”, esas dosfaltas, esas dos fallas en Hernández Arregui son la gran fuerza de su análisis,pero no se las ve en Scalabrini y no se las ve en Lugones. Habría que verhasta qué punto la perduración de la figura de Lugones y la de Scalabrini porsobre la de Hernández Arregui no indica hasta qué punto acá estamos anteuna lección de cómo escribir para entusiasmar a los grandes núcleos de inte-rés social que hay en Argentina, el pueblo, los intelectuales, la universidad,los militantes, la vida sindical porque, sin duda, hay un nuevo lenguaje sociala construir en la Argentina, eso es evidentemente algo que está vacante y queno se hace sin la relectura crítica de esos grandes temas.

Para entrar un poco en la relación entre el peronismo y FORJA, debemosvolver a destacar que Scalabrini no es un yrigoyenista. Como sí Jauretche esun yrigoyenista y durante el peronismo es un yrigoyenista, y durante el fron-dizismo en un yrigoyenista. ¿Esto qué quiere decir? Que es alguien de lareparación moral, alguien de la oración laica, alguien de la oración. Ele-mentos que, a mi juicio, empleados de una manera muy dudosa, y hastaadversas a lo popular democrático, los tiene Elisa Carrió. Pero hay que verlo

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así si no queremos debatir insulsamente con ella: proviene de algún modode la utilización televisiva y con requechos de la bibliografía contemporá-nea –Hanna Arendt–, de estos estilos de intelectual profético de la Argentinaque antes otros los llevaron con una moderación y austeridad que no tieneCarrió. Entonces, me parece que este tema es de profunda actualidad.

Durante el peronismo, y esto hay que decirlo, compañeros, Scalabrini esun disconforme. Porque Perón no tiene la misma teoría de la historia que él.Perón había sido educado historiográficamente por Ricardo Levene13, y des-cubre tardíamente la letra de Scalabrini, de Jaureteche. Con Jauretche sepelea muy rápidamente y FORJA se va con Domingo Mercante, gobernadorde la Provincia de Buenos Aires. Era una figura muy interesante Mercante,hermano de un gran educador, Víctor Mercante e hijo de un ferroviario, demodo que hay una sensibilidad social muy grande en él. Por supuesto, lanacionalización de los ferrocarriles deja muy satisfecho al grupo FORJA.Scalabrini, en el banquete anterior le escribe a Perón: “Coronel, queremosrápido los ferrocarriles”. Perón le devuelve el billete diciéndole: “Los tendrá,Scalabrini”. Es decir, hay una relación de ese tipo, cercana pero no entera-mente entregada a lo que es el Partido Justicialista. Scalabrini pierde un parde revistas, clausuradas por el gobierno. Y es interesado en el golpe del ’55,es llamado al golpe. Se trata en principio de un golpe nacionalista, está depor medio la cuestión del petróleo en la que Scalabrini ya se comienza ainteresar, está la compañía de petróleo “La Californian”. Y Scalabrini estádisconforme con las medidas de Perón respecto al Congreso de la Produc-tividad, y también de la negociación petrolífera. Perón es, además de lastantas otras cosas que sabemos, un desarrollista –después desde el exiliodirá: “¿qué querían? ¿Cómo íbamos a extraer petróleo si no teníamos capi-tales ni maquinaria?”–, ya se anticipa, habla como Petróleo y política, deFrondizi, que es un libro importantísimo y de un marxismo, sin duda, primi-tivo. Perón ya es un desarrollista en Panamá, en su primer refugio impor-tante como exilado, antes que Frondizi expusiera la batalla de petróleo. Estahistoria me parece interesante en ese sentido. En ese momento Scalabrini seva a la isla de Ibicuy a medir terrenos con sus teodolitos (todo esto que digoestá en un gran libro de Norberto Galasso sobre la vida de Scalabrini). En laisla de Ibicuy escribe un carnet, como hacen los científicos o los literatos,

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13. Ricardo Levene fue un intelectual e historiador argentino de finales del siglo XIX y princi-pios del XX. De cuño liberal, fue un de los primeros en trabajar sobre la historia de las ideaspolíticas en Argentina.

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escribe sobre sus días, un diario de su autoexilio para no tentarse con el golpedel ’55, lo dice casi tal cual así. Scalabrini no era exactamente un naciona-lista, ni un yrigoyenista, era en realidad un metafísico de la redención y de lajusticia nacional –lo podemos definir así– con un gran saber económico dela era del imperialismo. Esa gran fusión que aún nos cuesta trabajo compren-der, ese es el Scalabrini que apenas producido el golpe contra Perón sabeque, inmediatamente, tiene que ponerse de la vereda de enfrente del golpey, al mismo tiempo, está su gran conexión que es con el frondizismo, per-dón, con el desarrollismo, perdón, con la revista Qué, que dirige durantevarios números. Es el director de uno de los órganos de prensa más impor-tantes de la historia argentina, junto con La montaña de Ingenieros y Lugo-nes y muchos otros diarios que se podrían mencionar. La revista Qué es lafundación del periodismo moderno en Argentina; sin la revista Qué no seríannada Primera Plana, La Opinión, Página/12; hay humor, hay crítica, hay mor-dacidad. Y Scalabrini escribe ahí sus grandes editoriales, sus grandiosos edi-toriales que forman parte de un gran libro que se llama Bases para la recons-trucción nacional: “Aquí se aprende a querer a la patria”, dice el subtítulo,que es el slogan del Tiro Federal. De modo que hay cierta resonancia more-nista, jacobina y luego estatalista.

Yo diría que Scalabrini también fue un gran jacobino, porque ahí descu-bre el Plan de Operaciones de Mariano Moreno, lo da por cierto, sabiendoque esto es una gran polémica historiográfica. Da por cierto el Plan deoperaciones, no por lo sanguinario –aunque es un plan sanguinario el deMoreno: “no dejar de cortar cabezas, no impedir que se viertan grandesarroyos de sangre”. A Scalabrini le interesa ese jacobinismo de Moreno, por-que no es un rosista tampoco –Jauretche tiene cierta simpatía por el rosismo,no Scalabrini–, Scalabrini es un morenista. Es decir, la parte de Moreno quedice: “sin embargo, el poder naciente en la Argentina tiene que incautar ennombre del Estado, las minas del Alto Perú”, que es como decir hoy, “elpetróleo y los ferrocarriles”. De modo que este es el Scalabrini morenista,jacobino, metafísico, social, redentorista, suicida, o pre-suicida o suicidó-geno y leninista. De modo que es un gran articulador de las corrientes y cli-mas intelectuales de la época, y quizá un intelectual sea el articulador deesos climas y no mucho más que eso, pero no menos que eso.

Ya, para terminar, digamos que en la revista Qué, hace una campañasobre el petróleo. Esto enoja a algunos pero, en realidad, creo que hay quedecirlo, en fin, creo que tenemos que decir esto para ver cuáles son nues-tros grandes próceres de la vida crítica argentina, que hoy haríamos bien

en releer para iluminar oscuros momentos que vive el país, con fuerzasdesatadas que no es fácil designar. Nadie puede decir que es fácil inter-pretar esto. Estamos en un momento difícil de interpretación y la lecturaque, me parece, tenemos que hacer de estos grandes próceres del espíritucrítico argentino tiene que ser en este sentido. Entre los artículos queescribe Scalabrini en la revista Qué hay uno, como digo, sobre el petróleo.Todavía cree que el imperialismo inglés –es un anti-británico Scalabrini, noun anti-norteamericano, exactamente– es un imperialismo lozano, roza-gante, que es el imperialismo que hay que combatir. No el imperialismo nor-teamericano, al que no ve amistoso, pero hace una especie de cálculo a lamanera de las izquierdas tradicionales. El enemigo principal es Inglaterra,todavía en la época de Frondizi. Él ve eso. Por eso recomienda firmar ciertoscontratos petrolíferos a Frondizi –están escritos estos artículos– con las com-pañías norteamericanas y no con la Shell. De modo que Scalabrini tieneese lado de político práctico, ese lado, digamos, que no teme ser acusadode frondizista, pero siempre en nombre de un panorama grandioso supe-rar, que es la idea de una nación emancipada. Como no tuvo ningún temorde ser acusado por una posición neutralista en la Segunda Guerra Mundial,una acusación equívoca que se le hace, respecto a que piensa que hay queapoyar a Alemania. Que hay que aprovechar el momento en que Inglaterralucha con Alemania en aquellos años para independizarse de Inglaterra,que es el enemigo principal. Por eso el historiador argentino Tulio HalperínDonghi dice que Scalabrini Ortiz es un hombre que sataniza la historia,alguien que piensa en ese estilo de flechazo satánico y ve como satánico alimperialismo inglés y lo acusa de hacer una demonología. De modo tal quecuando Scalabrini dice eso del petróleo sabe que puede ser acusado de apo-yar a Frondizi, muy comprometido por la firma de los contratos petrolíferos.Pero es así, están escritos en la revista Qué, lo pueden leer en Bases para lareconstrucción nacional.

Y hay un episodio muy importante: el de la “degradación” de PedroAramburu y del Almirante Isaac Rojas, con lo cual me gustaría terminar.Hay un gran artículo de Scalabrini Ortiz donde traza de algún modo lafigura del intelectual que fue. Y su historia contiene sucesos ambiguos res-peto al peronismo. Perón no lo persiguió, lógicamente, pero clausuró susrevistas, no lo escuchó. Esa es su historia, la cuenta ahí, en la revista dondese va a decir que Frondizi es la síntesis de civilización y barbarie. Y lo diráJauretche. A Scalabrini, de cierta forma no le gustaba Perón; podemosreconstruir retrospectivamente una historia amable para nosotros, para el

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país y de algún modo justa, si es amable y tiene vocación de que ingresennuevos lectores preocupados por esta cuestión. Pero no es exactamente asíla historia que se vivió. ¿Y quiénes eran Aramburu y Rojas durante el pero-nismo? Recibían medallas de lealtad peronista, importaban coches a mitadde precio o sin pagar nada. Esa historia la hace en páginas muy conmove-doras, diciendo: “y yo que fui esto, un perseguido casi, alguien que no erasimpático para el gobierno de Perón, ahora me presento aquí en batalla paradefender ese Gobierno que no me gustó del todo”. No cito literalmente,pero esto es un poco el padecimiento del intelectual nacional: “no me gustódel todo, pero debo defenderlo, y estos que dieron el golpe fueron losbeneficiarios de prebendas, de la burocracia peronista, de la burocracia delEstado”. Es muy conmocionante esa página donde el compromiso es siem-pre una paradoja viva. Es un larguísimo artículo donde cuestiona todo elplan Prebisch. Es un artículo de un economista probado con una prosa dra-mática y trágica: no hay en Argentina igual que Scalabrini Ortiz. Tiene quevenir de su padre arqueólogo, de Yrigoyen, de Macedonio Fernández y ter-minar confluyendo en El hombre que está solo y espera, cuando describeel 17 de octubre con esa descripción del subsuelo. El subsuelo es el sub-suelo de la paleontología y es el subsuelo de la metafísica de la sociedadargentina: los torneros que venían de no sé dónde, el peón de campo deCañuelas, esa hermandad que hoy muchos intentan reconstruir mal, enScalabrini es el momento culminante de un proceso histórico y es la ver-dad que surge de adentro del proceso histórico, soterrada, encubierta, mal-decida que, sin embargo, rompe la superficie, parte.

El artículo que cito se publica en la primera página de Qué y obliga a larenuncia de Scalabrini, porque Frondizi ya era presidente y había subidode grado a Aramburu y Rojas, los había convertido en Teniente General aAramburu y a Rojas en Contraalmirante. Scalabrini dice: “Yo, como ciuda-dano sólo representante de mi propia soberanía, declaro: artículo Primero,degrádese a los señores Aramburu y Rojas a la mera condición de pollospelados”. En la revista del presidente de la república, dirigida por él. Al decireso, de algún modo revela el humor sarcástico y mordaz y algo muy serio.Escribe la historia paralela casi de Plutarco. El intelectual crítico padeciente,suicidógeno, que se enfrenta con el golpe defendiendo al peronismo. Es ungran momento de la historia moral de la Argentina. Y en frente, los milita-res golpistas que habían recibido todas las ventajas de ese gobierno. Enton-ces, los degrada líricamente.

Bueno, ese artículo es un artículo fundamental de la historia política

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argentina. Muchos años después, la formación de los primeros grupos arma-dos no se puede decir que no tenga que ver con esto. Porque Scalabrini nimenciona al general Valle –en realidad, él no está de acuerdo con la inten-tona del general Valle. Más bien estaba pensando en el pacto Perón-Fron-dizi. En la correspondencia con Perón, Cooke cuestiona a Scalabrini y a Jau-retche, esa es la verdad. En un ambiente como éste, entre amigos, podemosdecir cuáles son las líneas de la verdad crítica en Argentina: las necesida-des de publicidad política, revolucionaria, de transformación obligaron aconstruir una historia un poco más limada aunque se la deseaba hacermás vibrante. Un estereotipo sirve más para la agitación y menos paraentender el dramatismo, las diferencias y la escisión que tenían las cosas.De algún modo Scalabrini, con todos esos textos estremecedores, formaparte de la conciencia critica nacional y es bueno seguir leyéndolo en losmomentos turbios que está viviendo el país. El libro Los vendepatrias, dePerón, está hecho con los artículos de Scalabrini en la Revista Qué,muchos de los cuales critican la propia estrategia que asume Perón en laépoca. Raro libro, que sale bajo la firma de Perón, aunque es el máximotexto argentino de fusión entre una voz intelectual del agonismo de unaverdad trascendente, y el líder multifacético que postulaba que su nombrepodía estar en un plano tan sugestivo, que englobaría también el del soli-tario que esperaba, al tenaz y ascético Raúl Scalabrini Ortiz.| pampa

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Bibliografía de consulta

• Sobre la caracterización del porteño metafísico, el enclave urbano como puntode condensación de las fuerzas y su importancia en la gesta de conocimientoamistoso sobre el ser nacional.

SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, “El hombre de Corrientes y Esmeralda” en El hombre que estásolo y espera, Buenos Aires, Biblos, 2005.

• Sobre la relación entre las condiciones materiales de existencia y el “alma delos pueblos” y su rol en la historia de nuestro país.

SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, “Prólogo” a Política Británica en el Río de la Plata, BuenosAires, Plus Ultra, 1981.

• Sobre los modos de construcción de las verdades técnicas y sus mecanismos derevelación, desentrañamiento de los significados no inmediatos.

SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, “La República de Otaria” en Bases para la reconstrucciónnacional, Buenos Aires, Plus Ultra, 1985.

Otros textos de consultaFERNÁNDEZ, MACEDONIO, Museo de la Novela de la Eterna, Buenos Aires, Centro Edi-

tor de América Latina, 1967

FERNÁNDEZ, MACEDONIO, Papeles de Recienvenido, Buenos Aires, Aguilar, 1930.

GALASSO, NORBERTO, La Vida de Scalabrini Ortiz, Buenos Aires, Colihue, 2008.

HERNÁNDEZ ARREGUI, JUAN JOSÉ, La formación de la conciencia nacional, BuenosAires, Continente-Pax, 2004.

SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, La Manga, Buenos Aires, Librería Histórica, 2003.

SCALABRINI ORTIZ, RAÚL, Historia de los Ferrocarriles Argentinos, Buenos Aires, Lan-celot, 2007.

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John William Cookemilitancia sindical en el movimiento peronista

Martes 27 de mayo 2008N i c o l á s C a s u l l o

Vamos a hablar de un personaje que yo siempre, como peronista,como parte de la izquierda peronista y como parte de la izquierda

revolucionaria del peronismo he pensado como de primera importancia:John William Cooke. Cooke atraviesa de una manera muy particular, quizáno comparable con ningún otro compañero, las vicisitudes del peronismo,tanto en su acción política como en su compromiso en acto como en sucapacidad política de discutir con Perón, de discutir con el peronismo engeneral, de discutir con el sindicalismo peronista de la primera resistencia,de la segunda resistencia. Y de discutir con las izquierdas a partir de su expe-riencia cubana. Se convierte en un teórico que, podríamos decir, sintetizapara mí de una manera muy singular la relación entre historia, marxismo yperonismo y concluye en sus últimos años conversando con los jóvenes quevan a ser el embrión de la organización Montoneros, con Cristianismo yRevolución1. Es decir que en un periplo no muy largo, porque muere a los48 años, es testigo, es protagonista y es un pensador de primera línea de pro-blemáticas que hacen al peronismo y que lo siguen haciendo.

En este sentido, podríamos decir que él comprende de una manera muylúcida que el peronismo va a atravesar todas las historias de la políticaargentina, las no peronistas sobre todo. Destina a las izquierdas, también,a tener que resolver o no resolver o preguntarse eternamente qué es elperonismo. ¿Por qué estar en el peronismo, por qué no estar? Y tambiénla figura de Cooke aparece como partera de lo que sería la profunda crí-tica al propio peronismo que se le hace desde su interior. Desde esa pers-pectiva digo que es una figura de primer nivel. Como el propio Perón va

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J O H N W I L L I A M C O O K Emili t anc ia sindical en el mov imiento peronista

por NICOLÁS CASULLO

1. Cristianismo y revolución, fundada y dirigida por el ex seminarista Juan García Elorrio, fueuna de las principales publicaciones de la conocida como “nueva izquierda” y, sin duda, lade mayor influencia sobre lo que después sería el núcleo fundacional de Montoneros. Ade-más del propio Cooke, pasaron por sus páginas Raimundo Ongaro, Rubén Dri, EduardoGaleano y Emilio Jáuregui, entre otros.

a decir, cuando regresa al país en 1972 y le pregunta la prensa –con ciertamala leche– qué piensa de Cooke (que ya había muerto en el ´68): Perónresponde que es un prohombre del peronismo, que es uno de los grandeshombres del peronismo.

La correspondencia de Perón-Cooke, que se las recomiendo, es la histo-ria del drama de la política popular en Argentina. En lo mejor y lo peor quetiene esa política popular. Y digo “drama” porque en la correspondencia sesintetiza de una manera admirable la relación entre el caudillo y el cuadropolítico intelectual, que tiene toda una historia en la Argentina. Justo José deUrquiza con Sarmiento, por ejemplo. Perón con Cooke o con Jauretche. Allíla Argentina expone uno de sus dramas, que es la relación de la política conel pensamiento y, sobre todo, de la política popular con el pensamiento.

Si uno tuviese que hacer un recorrido de Cooke, diría que fue un granperonista, hijo de un cuadro radical, un hombre de alta intervención en laCámara de Diputados durante el primer gobierno peronista, entre el ’46 y el‘55, un orador. Uno de esos personajes que el peronismo utilizaba para lasgrandes discusiones en la Cámara con Ricardo Balbín, con Arturo Frondizi,con la derecha radical, con toda una Argentina que no se convencía. UnaArgentina agro-ganadera que no se convencía de que hubiese resultado tanmal la historia y de pronto, desde el ’46 en adelante, hubiese tenido mayo-rías populares dirigidas por un “coronel fascista”, planteándose una serie dereivindicaciones sociales de una altura y una jerarquía como no lo iba areconocer la historia de América Latina, incluida la Revolución Mexicana2.Desde esa perspectiva, entonces, Cooke es llamado muchas veces a ser uncuadro de discusión ahí en la banca, donde hay que tener buena labia,buena capacidad de respuesta, buena salida, buena capacidad de chicana,cierto humor y respuestas acertadas en ese momento. A partir de ahí, apa-rece como un personaje que comienza a interpretar al peronismo más alláde lo que el peronismo pareciera decirle a la historia. Lo reconoce como unmovimiento popular, obrero, antiimperialista, así lo define y lo defiende. Ycuando cae el peronismo, frente a la embestida de la derecha junto con laizquierda, Cooke inmediatamente pasa a la más primitiva, desorganizada eimprovisada resistencia.

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2. Se refiere al proceso revolucionario abierto en México a principios del siglo XX en contrade la dictadura de Porfirio Diaz. Se la reconoce como la primera revolución liberal democrá-tica de América Latina, aunque también cobijó a líderes revolucionarios populares de avan-zada para la época, como Emiliano Zapata y Pancho Villa. El proceso se cerró con la promul-gación de la Constitución Mexicana, en 1917.

Poco antes de la caída del peronismo, había sido nombrado normalizadordel PJ en Capital Federal. Cae preso, es llevado a la prisión de Ushuaia, juntocon otros personajes que luego van a ser bastante conocidos en la historianacional como Héctor Cámpora y Guillermo Patricio Kelly. Logran esca-par de esa prisión en un episodio bastante cómico, porque escapan vestidosde mujer. Logran situarse en Chile –anticipando un poco aquella otra fugamás cercana de los héroes de Trelew, que también estuvieron presos en elsur y también escaparon hacia Chile. Y, en Chile, Cooke se comunica conPerón, quien estaba exiliado en Centroamérica. E inmediatamente Perón,como un tipo de una alta sensibilidad para descifrar como caudillo cuál es lapersona que más le conviene en ese momento, lo nombra representante,delegado y casi la figura de él mismo en el “teatro de operaciones”, comosolía decir en sus cartas. Ahí Cooke adquiere un relieve muy fuerte sinpoder estar en Argentina y organiza los primeros niveles de la resistencia.

Es curiosa esa época porque es una época –estamos hablando del ’57,’58– donde, por un lado, Cooke todavía no ha alcanzado un nivel de con-cientización definitiva de lo que puede significar el peronismo en la histo-ria. Tiene una fidelidad absoluta a Perón, al líder. Tiene una concienciaabsoluta de que Perón es una pieza fundamental en la historia del pero-nismo. Y a su vez, muchas veces Perón se encuentra a la izquierda deCooke, porque es la época del Perón más resentido, más furioso, más vio-lento, más capacitado y capaz de plantear una resistencia de todas las for-mas, de todas las maneras, en todos los lugares, con cualquier tipo de armasy, en lo fundamental, del ejercicio de cualquier tipo de violencia grupal,general, solitaria, terrorista, subversiva. Las cartas de Perón en ese momentoson un dechado de virtudes, que muchas veces fueron utilizadas luego porlas derechas militares o los servicios de seguridad para plantear un Perón,podríamos decir, casi guevarista. Es un Perón que está absolutamente lasti-mado, desilusionado de sus propias fuerzas y llamando a una resistenciaferoz contra la dictadura militar en ese momento, ya encabezada por elGeneral Aramburu, habiendo atravesado los fusilamientos de José LeónSuárez, habiendo atravesado miles de presos, destituciones y prohibiciones.

En ese momento Cooke y Perón se relacionan muy fuertemente y comienzalo que sería la actividad de John William Cooke como delegado de Perónpara una misión muy difícil, que es recuperar las fuerzas del movimientopopular desde el llano. Atrás quedaba una historia que era exactamente lainversa: el movimiento peronista se había articulado de arriba hacia abajo,se había articulado a partir de una gran capacidad de maniobra de Perón

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desde la Secretaria de Previsión a partir del golpe militar del ’433, dondesectores militares nacionalistas, extraños nacionalistas, lo dejaban actuar.Entonces, el peronismo se había constituido –más allá de la gesta de octu-bre, donde se privilegiaron las bases movilizadas–, se había organizado másbien verticalmente, de arriba hacia abajo, a partir de una experiencia dela relación Estado-sindicatos reformulados que le dio fuerzas centrales almovimiento peronista en la organización sindical. Esto lo digo porqueCooke va a ser, en los primeros años, hasta el ’61, ’62, un reivindicador muyfuerte del sindicalismo peronista. Va a ser un crítico del sindicalismo pero-nista, pero un reivindicador muy fuerte del sindicalismo peronista en el sen-tido de que va a reconocer, del ’56 en adelante, que es en el gremialismo yen el sindicalismo donde el peronismo tiene la capacidad de resistencia queno tiene en el partido político. Hay una historia del partido político, del Par-tido Justicialista a lo largo de la resistencia que, para la izquierda peronista,es una historia absolutamente despreciada. Escribí hace poco un artículo enPágina/12 en razón de la reorganización de Kirchner del Partido Justicia-lista4, donde recuerdo esa historia del Partido Justicialista que, como decíaRearte, un cuadro de la resistencia peronista de izquierda, ya desde laépoca en que estaba ilegalizado “siempre fue una cueva de burgueses yentreguistas”. No así el sindicalismo, que tenía de las dos cosas. Tenía nego-ciadores pero también compañeros y conducciones fuertemente resistentesy revolucionarias.

Voy a tomar un artículo mío de un libro que salió hace poco, donderecojo todos los artículos que escribí desde el ’73 en adelante, que se llamaPeronismo, militancia y crítica. En una de las partes de este libro están misescritos del exilio mexicano. En 1975 debí exiliarme, porque yo soy un exi-liado de una facción peronista, que es la triple A. Allá nos reunimos unosdiez o doce compañeros que éramos de la organización Montoneros, queya habíamos estado separados de ella y durante dos o tres años estuvimosdiscutiendo arduamente, cuadros político-intelectuales muy altos. Estuvi-mos discutiendo muchísimo en un grupo que se reunía semanalmente, conuna disciplina muy fuerte, en donde analizamos lo que en 1977 ya llamá-bamos “la derrota política del proceso de la revolución nacional peronista”.

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3. Se refiere al golpe contra el General Ramón Castillo, del 4 de junio de 1943, en el que par-ticipó activamente el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), del que formaba parte el por enton-ces Coronel Juan D. Perón.4. “El largo viaje hacia el PJ”, Página/12, 16 de marzo de 2008.

A partir de ahí, el grupo comienza a editar cosas y yo intervengo relacionán-dome con un grupo socialista y marxista que en ese momento hacía algomuy parecido, o sea, analizar y reflexionar sobre la derrota en el ’77, ’78.Un grupo donde estaban José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Oscar Terán,Oscar Del Barco. Nosotros veníamos de otro grupo donde estaban HéctorSchmucler, Jorge Bernetti, Sergio Caletti, Adriana Puigrós. Nos fusionamosy sacamos una revista que se llamó Controversia. Una gran revista teórico-política de la que sacamos catorce números, que fue lo más importante quesacó el exilio en cuanto a interpretar qué había acontecido con la genera-ción de los ’60 y los ’70. La revista sale entre 1978 y 1981. Creo que ahorava a ser editada completa por los que editan la revista Lucha Armada; loscatorce números con un prólogo de quien fuera en ese entonces su editor,Jorge Tula, que trabajó mucho en el socialismo en la bancada de AlfredoBravo. En esa revista yo hago una primera intervención con un largo artículosobre Cooke en donde lo que analizo, básicamente, es la relación históricadel pensamiento de Cooke con el sindicalismo. Lo que me preocupaba bási-camente era analizar, en realidad, otra cosa: cómo la izquierda revolucio-naria en general –pero a mí me preocupaba la del peronismo, porque evi-dentemente los errores de la izquierda marxista no eran nuevos, pero sí mepreocupaba los errores de aquellos que habíamos actuado en nombre delmovimiento nacional– se relacionó permanentemente con el sindicalismo.Qué le pidió, qué le exigió, de qué lo denunció. Por qué tuvo relaciones tanmalas. Por qué llegó a tener como elementos decisivos de su historia la eje-cución de gremialistas, como pueden ser las de Vandor, Rucci o Correa.Cómo se había llegado a esa situación más allá del juicio que nos merecie-ran Vandor, Rucci o Correa, que a su vez son tres personajes totalmente dis-tintos: Correa era una escoria, Rucci no tanto y Vandor era un personaje quehabía intentado algo que provenía de una idea dentro del peronismo, queera la variante de convertirse en un partido laborista, es decir, en un partidobásicamente sindical a la vieja usanza del laborismo, cosa que CiprianoReyes5 ya planteaba en el ’44, ’45 y que Perón inmediatamente disuelve

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5. Cipriano Reyes, el que “hizo el 17 de octubre”, como el mismo se encargaba de afirmar, fueun dirigente del Sindicato de la Carne de Berisso, de fundamental importancia en el desarrollode las jornadas que terminaron con la liberación de Perón el 17 de octubre de 1945. En 1946fundó el Partido Laborista, un intento por darle formalidad institucional al movimiento surgidoal calor de las jornadas de octubre. Sin embargo, ese intento le valió el enfrentamiento con elpropio Perón, que derivó en su encarcelamiento –acusado de conspirar contra el gobierno–entre 1948 y 1955. Murió en 2001, a los 94 años.

apenas se logra el triunfo, porque tenía otra lectura que no era la de consti-tuir, a la manera del Partido Laborista británico por ejemplo, un partido cen-trado en los sindicatos. En Perón aparece –y en Cooke va a ser muy respe-tado eso– la idea de Movimiento.

Una idea de Movimiento que es muy latinoamericana, muy del sigloXIX: caudillo y masa. Eso es nuestra historia, la historia de cada una de lasprovincias es un caudillo a caballo y la gente que lo sigue, y ahí vamos. Esesto la Argentina. Es la única historia popular, por otra parte. La única his-toria popular que tiene América Latina es la sociedad populista. Perónquiere constituir un Movimiento pero no sólo por una latinoamericaniza-ción, sino porque Perón está bastante subyugado por la idea de los movi-mientos –sobre todo el italiano– social-fascistas, que lo han deslumbradoen más de un elemento de sus formas organizativas. Eso también formaparte de toda una infinita discusión en cuanto a la época, en cuanto acómo ve Perón la situación, en cuanto a cómo ve la organización de lopopular. En Perón está permanentemente la idea, que también está enCooke, de un pueblo en armas, de una nación en armas, de una unidad endonde, si bien lo central podía ser el sindicalismo, no era la forma organi-zativa que él apreciaba. A su manera, disuelve el Partido Laborista, no lodeja vivir, no lo deja situarse y cuando cae el peronismo se reabre toda ladiscusión de cómo puede ahora el peronismo, desde otra perspectiva, yano armado desde una Secretaría de Trabajo y Previsión, sino armado desdeel llano, desde abajo, desde los que quedaron, cómo puede reconstituirse.Ahí se abre una gran problemática. Ahí se abre, podríamos decir, la historiafuerte del peronismo en términos teóricos, analíticos. De ahí somos todos,porque ahí se abre la discusión sobre el peronismo.

La izquierda va a tener un determinado desarrollo con respecto al Pero-nismo. Va a celebrar con champagne su caída en 1955. Ya para 1959,1960, se va a dar cuenta de que algo está pasando con el Peronismo, queno era una cuestión de un coronel fascista. En el ’61, ’62, se producen cier-tos giros a la izquierda, se produce el apoyo a Andrés Framini6. Y luego ven-drá toda la década del ’60, donde se produce lenta y progresivamente, muy

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6. Andrés Framini, un protagonista de la resistencia peronista, ganó las elecciones para Gober-nador de la Provincia de Buenos Aires en 1962, en nombre de la Unión Popular y con elexplícito apoyo de Perón desde el exilio. El gobierno del presidente Arturo Frondizi, presio-nado por los militares, desconoció el resultado electoral. Fue derrocado por esos mismos mili-tares unos días después.

acompañado por Cooke en su pensamiento y en su escritura, lo que sellamó luego “la nacionalización de los sectores medios”, que era el pasajede los sectores medios a una línea de izquierda nacional o peronista. En eseplanteo Cooke va a tener una incidencia fundamental, porque está habili-tado desde el momento en que es el Estado el único poder que Perón reco-noce en la Argentina con capacidad de actuación, de acuerdo a lo que éldecidiese. Esos son los años ’57, ’58, ’59. Hasta la toma del frigorífico Lisan-dro de la Torre7, que es un momento muy fuerte de la historia de la resisten-cia peronista –y no sólo peronista, ya que ahí también actúan muy fuerte lastendencias gremiales del comunismo. Es una toma heroica, es una tomaépica, donde el peronismo demuestra sus dos almas. Por un lado, variablessindicalistas de lucha fuerte, que son acompañados por Cooke. Por otrolado, sectores que han pactado con Arturo Frondizi, que han pactado conRogelio Frigerio, que sienten que esa toma del frigorífico es una cosa mane-jada por comunistas. A partir de ahí, Cooke será situado dentro del propioperonismo como un comunista que está dentro del peronismo, dandocuenta también del drama ideológico y político dentro de la interna delmovimiento. Deja de ser el delegado de Perón, poco después de la toma delLisandro de la Torre. No interrumpe su relación con él, lo sigue viendo, losigue visitando en el exilio. Pero se va lentamente separando de lo que seríala conducción del peronismo, tanto política como gremial.

Ya para 1960 John William Cooke va a tener una nueva relación que vaa ser decisiva en su vida: la Revolución Cubana. Establece un contacto, ymuy fuerte, con la conducción de la revolución, tanto con el Che como conFidel. Vive en Cuba y ahí Cooke habita la experiencia de una revolución deotro modo. Habita una revolución de corte socialista, una revolución decorte anticapitalista, de corte expropiatorio. Una revolución mucho más pro-funda, decisiva, antiimperialista, mucho más clasista. A pesar de que Cookevive de la Revolución Cubana algo que muy pocas veces se dice, que es elprofundo populismo de la Revolución Cubana. La Revolución Cubana fuebásicamente populista. El movimiento 26 de Julio de Fidel Castro es la idea

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7. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre, en enero de 1959, es un episodio mítico de laresistencia peronista. Luego de que el ejército y la policía desalojaran el edificio tomado porsus trabajadores en contra de la privatización de la empresa, los propios trabajadores y losvecinos del barrio de Mataderos se enfrentaron con las fuerzas de seguridad para defender latoma. Eso derivó en una serie de acciones de los grupos de la resistencia en toda la ciudad deBuenos Aires, que resultó la “carta de presentación” del poder que ya insinuaba la resistenciaen la clandestinidad.

del pueblo unido contra el imperialismo, un pueblo abierto, amplio, avan-zando; así triunfa. Así va a conservar a sus cuadros más históricos, en dondeno hay diferencia entre el castrismo de origen cristiano, religioso, humanista,marxista, comunista. La Revolución Cubana es un movimiento popular muyamplio que muchas veces es leído desde otro determinado momento de suhistoria como un régimen marxista, leninista, clasista, que terminó en algu-nos sentidos siéndolo, pero que no lo fue en la época en que Cooke entra encontacto con esa revolución, años ’60, ’61. Ese es su momento más heroico,es Playa Girón, es la invasión imperialista, es la defensa del pueblo en armas,son las expropiaciones, son las nacionalizaciones, son las expropiaciones delos medios de comunicación –una cosa envidiable, si se pudiesen hacer hoy.Desde esa perspectiva, él vive eso y esa experiencia lo va radicalizando.

Ya no es tan constante su relación con Perón, pero le sigue escribiendoahora desde Cuba, desde La Habana. Hay dos cartas, dignas de ser analiza-das, una de 1961 y otra de 1962, donde ya no como delegado, ya no comoresponsable de nada, ya viviendo en La Habana y viniendo cada tanto a laArgentina en plena época del Gobierno de Frondizi, Cooke le pide a Perónque, como una suerte de peronista socialista, asuma un liderazgo de cortesocialista, que se inspire en Cuba, que es el nuevo tiempo de la revolución.Le plantea Cooke algo muy interesante, sobre todo para la izquierda pero-nista que se va a alimentar de su pensamiento: le plantea que, sin quererlomucho, el peronismo entre 1946 y 1955 tuvo muchísimo de ese obrerismo,de ese antiimperialismo, de esa lucha denodada contra los sectores de lareacción y la incomprensión de muchas izquierdas. Y que ahora, podríamosdecir, la Revolución Cubana es como un modelo renovado, nuevo, másbien ligado a experiencias de otro tipo, que son experiencias de una violen-cia guerrillera muy fuerte, de una violencia armada. En La Habana se reúne,en todo esos años, cuanto movimiento de liberación armado e insurreccio-nal habita el mundo, por lo cual Cooke tiene la posibilidad de encontrarsecon todos los movimientos de liberación africanos, con todos los movimien-tos de liberación asiáticos, con todo el movimiento de liberación latinoame-ricano, sobre todo la guerrilla venezolana, la guerrilla guatemalteca, la gue-rrilla peruana y los embriones de lo serían luego las guerrillas uruguayas yargentinas. Desde esa perspectiva, entonces, le dedica esas dos cartas dondeaparece ya el drama entre el caudillo y el cuadro revolucionario: Cooke tratade convencerlo de que asuma una nueva experiencia, una nueva edad delperonismo. Y Cooke se va radicalizando en sentido vanguardista revolucio-nario, podríamos decir, peronista marxista, anticipando en esa variable todo

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lo que van a ser las vanguardias de la izquierda peronista. Trabaja ese diá-logo, ese momento, planteando que el movimiento tiene que avanzar en suconjunto como una presencia democrático-popular-antiimperialista endonde queda reunido lo bueno, lo regular, lo malo y hasta lo muy malo.Sumar a todas las cosas. Desde esa perspectiva, entonces, aparece esta pri-mera gran instancia de Cooke. Aparece como el primer intelectual que lediscute al Peronismo y al propio líder cuál puede ser el sentido del pero-nismo en la historia argentina. Desde esa perspectiva, va a plantearse que,fracasada la primera edad de la revolución, interrumpida la primera edad dela revolución, recuperando todos los valores de lo que fue el período 1946-1955, se necesita un nuevo momento ideológico político que le de al pero-nismo el pasaje hacia una idea socialista más acabada y definida.

Por eso digo que es tan importante Cooke en la formación teórico polí-tica, en la creación de la Fuerzas Armadas Peronistas, de Montoneros, por-que su pensamiento permanentemente está coagulando y reuniendo expe-riencia peronista, pueblo peronista, clase obrera peronista, sindicalismoperonista y pasaje hacia la revolución social. Es decir, los elementos esen-ciales, porque el peronismo no contó con muchos grandes e importantesteóricos. Tuvo un fuertísimo pensamiento intelectual: el del propio Perón,que efectivamente es un cuadro político e intelectual de envergadura. Y elotro gran cuadro político e intelectual de envergadura además de Perón, esCooke. Después hay otras variables. Está Jauretche, está Scalabrini, peroson otras perspectivas que trabajan en otros terrenos también de grandesaportes en otras instancias, pero no el aporte político e intelectual de uncuadro que quiere construir una idea de vanguardia política para llevaradelante la revolución socialista en el marco del peronismo. En ese sentido,Cooke es decisivo en la historia de las ideas y marca una impronta tanfuerte que hoy mismo tiene una vigencia fundamental.

En este texto que escribí en el exilio, lo que planteo básicamente es cómove Cooke lo gremial, cómo ve Cooke lo sindical en el marco de una idearevolucionaria. Y esto es importante porque Cooke hereda quizá uno de lostemas más fundamentales, más míticos de la historia de la revolución: la dis-cusión por el partido o el sindicato, que es el dilema entre la lucha obrerao la lucha política. Ese dilema atraviesa la revolución desde 18488 en ade-lante, va a atravesar todo el momento más esplendoroso del marxismo inter-

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8. Se refiere a las revoluciones europeas de 1848, la “primavera de los pueblos”, muy proba-blemente el primer ciclo de revoluciones modernas en Occidente.

nacional que se da en la Segunda Internacional con Karl Kautsky9, RosaLuxemburgo10 y Lenin, que es la permanente problemática que plantea larelación de lo político con lo sindical. Se trata de un tema liminar en la his-toria de la revolución, que debe tener mil quinientos libros, por lo menos.Allí permanentemente se debate eso que Lenin traduce tan claramente y tanleninistamente como el pasaje de lo tradeunionista11, o sea, de una simplereivindicación sindical, salarial, económica, acotada, circunscripta a la pro-pia debilidad y limitación de ese sujeto super explotado –esa “última mer-cancía”, como diría Marx, “la más miserable de todas” y que por eso va ahacer la revolución– al partido revolucionario. En ese sentido, Marx tieneuna altísima capacidad dialéctica: es el momento más oscuro y más recón-dito de lo social lo que tiene adentro la iluminación para hacer la revolu-ción. Eso es Marx del ’48. Lenin a eso le agrega el hecho de que el pasajede este sector sindicalizado, de este sector gremializado, de estos trabaja-dores organizados es decisivo para una política revolucionaria que, sinembargo, no gesta el trabajador, ni la clase obrera, sino que la realizan losgrupos burgueses ilustrados en el campo de la conciencia definitiva de cómose produce políticamente el cambio social, el cambio del sistema. Ahí apa-rece claramente esa mirada de Lenin que tanto va a ser discutida, que tantova a ser repetida y tanto éxito va a tener en la Rusia de 1917 y que luego vaa ser tantas veces discutida en el sentido de cuál es la relación más adecuadaentre política, partido, movimiento obrero, sindicalismo y revolución.

Cooke se mete de lleno en esa problemática pero a partir de una inscrip-ción muy particular, muy singular como es el peronismo y sus inmensascontradicciones. El peronismo y sus inmensas contradicciones significa que

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9. Karl Kautsky fue un destacado intelectual y militante socialista y figura clave de la SegundaInternacional. Aunque checo de nacimiento, formó parte del Partido Socialdemócrata Alemán,con el rompió y se reconcilió varias veces. Pasó a la historia por las ácidas críticas que, por supresunto reformismo, le propinaron Trotski y Lenin, quien lo llamaba “el renegado Kautsky”.10. Rosa Luxemburgo fue una verdadera heroína de los movimientos revolucionarios de prin-cipios del siglo XX. Nacida en Polonia, se integró en su juventud al Partido SocialdemócrataAlemán, con el que rompió en 1914 por la posición de los socialdemócratas frente a la Pri-mera Guerra Mundial. Fundó entonces –junto a Karl Liebknecht– la Liga Espartaco, con laprotagonizó la fallida revuelta de Berlín en 1919, en la que fue tomada prisionera y asesinada.Más allá de su enérgico activismo político, Rosa Luxemburgo también tuvo una destacadaparticipación intelectual. Su célebre polémica con Lenin acerca de los primeros pasos de laRevolución Rusa la revelan como teórica de alto nivel y honestidad intelectual.11. “Tradeunionismo” viene de Trade Union, nombre con el que se identificaba a los sindi-catos ingleses, que son en los que pensaba Lenin cuando reflexionaba sobre el sindicalismo.

el peronismo asume todas las contradicciones de la historia real, el pero-nismo es como un Cristo, es decir: tiene todas las miserias y todas las posi-bilidades porque es la historia real. No es la historia del libro, no es la his-toria del anaquel de la biblioteca. Es la historia de la gente haciendo la polí-tica. Y la gente haciendo la política es eso, es la gente, somos nosotroshaciendo la política. No es un decálogo del programa de Gotha12, sino queson argentinos con un líder muy lejano, con una capacidad muy escasa deorganización, frente a un poder de la derecha argentina que es uno de lospoderes más despóticos, asesinos y miserables de América Latina, tanto enel ’55, como en el ’56, como en el ’76. Al lado de nuestra derecha, las otrasderechas son ángeles. Frente a eso, el peronismo de muchísimas manerastrató de organizarse sabiendo que no podía ni siquiera silbar la Marcha.Desde esa perspectiva, Cooke piensa cuál es la relación más adecuada deun movimiento enclenque, de un movimiento que a nivel de partido polí-tico no tiene la menor fuerza, nunca la tuvo, el propio Perón no quiso quela tuviese. Que a nivel de movimiento sindical se manejó muy bien en ladécada de gobierno a partir de un gran apoyo y a partir de una constituciónburocrática muy fuerte que no le sirvió para nada al momento de la defensa,de una resistencia que se va gestando sí básicamente en los sectores sindi-cales, pero también en los sectores que pasan a llamarse territoriales. Ocomo diría Rearte13, “la resistencia de las cocinas peronistas”, es decir, laresistencia de las cocinas de los barrios obreros y populares que escucha-ban las cintas grabadas de Perón. Desde esa perspectiva, desde esa suertede nada y con todos los altibajos humanos, la única política popular iniciósu camino hacia no se sabe muy bien dónde.

Dice Cooke en 1959: “la CGT tiene una estructura que, sin ser extraordi-nariamente revolucionaria, puede tomar forma de movimiento. El origen delfenómeno está en la debilidad del Partido Justicialista. Gracias a la Ley deAsociaciones Profesionales, los trabajadores serán los únicos que ahora ten-

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12. El Programa de Gotha fue el documento fundacional del Partido Socialista de los Traba-jadores Alemanes, nacido en 1875 de la unión entre marxistas y socialistas reformistas. Sucarácter social-demócrata fue duramente discutido por el propio Marx en su célebre Críticaal programa de Gotha, manuscrito publicado póstumamente por Engels en 1891.13. Gustavo Rearte, fundador de la Juventud Peronista en 1957, fue uno de los más destaca-dos militantes de la resistencia peronista. Junto con Envar El Kadri, Felipe Vallese y otros pro-tagonizó el ataque a la Guardia de la Aeronáutica de Ciudad Evita, bajo la firma del EjércitoPeronista de Liberación Nacional, en lo que constituye la primera acción armada pública delos grupos de la resistencia.

drán un poder político real y electivo. La única fuerza real temida por elgobierno y capaz de presionarlo. ¿En qué medida acatarán y lucharán porlos fines del movimiento y no exclusivamente por sus intereses de clase?”.Fíjense qué interesante el pensamiento de Cooke. Se logró la Ley de Asocia-ciones Profesionales: en una negociación con Frondizi, el “poder burgués”,como se decía en aquella época, entrega la Ley de Asociaciones Profesio-nales. Eso, visto desde una posición radicalizada como la tenía el propioperonismo, era leído como “ahora que tienen legalidad, van a entregarse”.Y algo de eso sucedió. Pero al mismo tiempo, la fortaleza está dada por esaLey de Asociaciones Profesionales –por algo la CTA está peleando por varia-bles de otra jerarquización. Desde esa perspectiva, se abre, entonces, uncampo de contradicción donde yo digo en el artículo que mencionaba antesque la izquierda comienza a malinterpretar cuál es la tarea prioritaria. ¿Porqué? Porque el peronismo se impone en la resistencia y asume una catego-ría: será revolucionario o no será nada. Es decir, o cambia el sistema o notiene ningún tipo de sentido seguir charlando sobre el peronismo. Y ahí apa-rece Cooke, preguntándose en qué medida luchará y acatará la CGT ahoralos fines del Movimiento y no exclusivamente sus intereses de clase. Esdecir, lo que plantea Cooke es algo natural, por un lado, pero por otro ladobastante complicado. El Movimiento será dirigido por la clase obrera peroque no resigne la clase obrera la idea de Movimiento, o sea, la idea inter-clasista, policlasista, paraclasista, que no se transforme en una instancia sólode clase. Cooke apunta a dos cosas, porque la historia del peronismo real,que es una historia de miserabilidades diría lo siguiente: si querés un movi-miento no clasista, ahí tenés a los peronistas políticos, que son burgueses.Desde Gramuglia hasta Ítalo Luder, son eso. Tampoco se le puede exigirmucho, son reformistas, desarrollistas. Ahora que hemos cambiado, queno pedimos un paredón para la clase burguesa, oligárquica, decimos que,bueno, son “desarrollistas”, son “reformistas” –bueno, menos mal, ojalásigan siendo eso. Pero en esa época estaba, por un lado, esa variable y porel otro lado está el laborismo como una tendencia innata del peronismo. Osea, un sindicalismo reformista, negociador con los sectores del capital, conlos sectores propietarios, con los sectores empresarios, con las diversas ins-tancias de lo básicamente industrial. Y Cooke apunta a no ser ni una cosani la otra, sino un movimiento en manos obreras. Esto es importante de teneren cuenta porque muchos años después Roberto Quieto y Mario Firmenichvan a pensar muy parecido, desde una lógica guerrillerista suicida, pero vana pensar muy parecido, en los mismos términos que pensaba Cooke. Es

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decir: el Movimiento, para pegar un salto hacia la revolución, tiene queestar en manos obreras pero sin dejar de ser un movimiento nacional. Loúltimo que podría suceder, o lo peor que podría suceder para Cooke, es quese queden como laborismo o que se transformen en partido marxista-leni-nista.

Dice Cooke: “la organicidad que ahora se requiere se logrará vertical-mente, de arriba hacia abajo. Los dirigentes sindicales tienen muchas fallaspero también los méritos principales: son representativos. No es admisibleque los gremialistas que hicieron posible la coyuntura favorable desaparez-can de la conducción del movimiento”. Hay otra cosa interesante que diceCooke y a la que la izquierda nunca la prestó mucha atención: los dirigen-tes sindicales son representativos, todos son muy representativos. Barrio-nuevo es un dirigente sindical representativo. Coria lo era, Rucci lo era. Consus guardaespaldas, sus gansters, sus mafiosos, sus incapacidades de permi-tir que se organicen listas opositoras. Eso lo sabemos largamente. Pero nopodemos quitarle esa condición, porque sino no entendemos realmente sucapacidad de representación. Aún los sectores sindicales más cuestionablestienen una alta capacidad de representación. Esto es muy importante. Lodice Cooke y lo dice desde una tarea muy concreta, de estar hablando conellos, de estar en la resistencia. Aquí aparece progresivamente en la historiay en el propio Cooke, un drama, el gran drama del peronismo: el peronismotiene bases revolucionarias y un líder revolucionario que, si no termina dedecidirse por un lenguaje revolucionario definitivo, lo contiene potencial-mente. Pero tiene en el medio –y acá empieza el gran equívoco– una suertede dirigencia que traiciona al pueblo y al líder. Esto hablando casi de lo quepodría ser la lectura de la FAP, del Peronismo de Base. El líder y las basesson los únicos que se salvan y en el medio hay una infinita cantidad de trai-dores. Esto tiene que ver con una lectura. Ya pasada la historia y ya pasadoslos grandes apasionamientos que uno tenía en cuanto a odiar y amar aalguien en términos políticos, estamos frente a una lectura. ¿Qué le exigi-mos al sindicalismo? ¿Qué le solicitamos a un movimiento nacional que seplantea una estrategia de articulación de clases? Y cómo la izquierda pero-nista se va alimentando de una época, se va alimentando del propio pero-nismo, de la propia lucha obrera, de la propia lucha cubana, de la propialucha vietnamita y va planteándose una lectura donde el gremialismo apa-rece como el gran cáncer, como lo que no puede ser superado. Hasta llegaral paroxismo de pensar que toda lucha gremial, que toda lucha sindical estácondenada absolutamente a ser una actividad de simple negociación entre

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capital y trabajo: yo me acuerdo que éstas eran las discusiones en la CGTA–la CGT de los Argentinos– desde 1968 en adelante, con Raimundo Ongaroa la cabeza. Una experiencia donde entró mucha gente peronista deizquierda y de izquierda no peronista y que formaban parte del debatedonde se discutía qué significaba la idea de sindicalismo de la liberación.¿Que el sindicalismo en manos de la CGTA iba a ser la revolución? ¿Queno se necesitaba partido al lado, que no se necesitaba partido laborista nimovimiento político? Esto fue todo un debate donde, según mi artículo deesa época –imagínense que hace 30 años que lo escribí–, la lectura queacontece es un equívoco de la izquierda, al exigirle al sindicalismo unacapacidad, una lógica, una actuación y unos resultados revolucionarios queel sindicalismo no está capacitado para llevar adelante. Porque su propialógica decisiva, clave, es la negociación, en el mejor sentido de la palabra.Ahora, el movimiento político en la Argentina se dividió en tres instancias.Augusto Vandor quiso encabezar una, que es el Partido Laborista. El pero-nismo, con Cooke a la cabeza, otra, que siguió, porque incluso después dela gran reyerta entre Perón y los Montoneros en el ’73, ’74 está latente estadiscusión de quién se queda con el movimiento, si Montoneros o Perón, máscuando Perón muere. Esa línea era que la clase obrera sindicalizada, organi-zada, “columna vertebral” según John William Cooke, tenía en el peronismoel momento político por excelencia. La tercera lectura es que la clase obreranecesitaba un partido. Desde esas tres perspectivas podríamos decir se datodo el debate sobre lo sindical y lo gremial en la Argentina.

Dice Cooke, en 1959, le dice a Perón: “sería una utopía pretender (…)que la clase obrera haga una huelga general revolucionaria a su maneramientras el movimiento político no haya avanzado más y se haya puesto enuna línea paralela al movimiento gremial”. Fíjense que acá Cooke está plan-teando que el movimiento gremial está anticipándose al movimiento polí-tico. Que la lucha obrera está por encima de la propia ideología del movi-miento, que está por encima de las propias decisiones de Perón. Pero quesería imposible eso que fue el mito de todo un tiempo de la resistencia, queera la huelga general revolucionaria hacia la insurrección. Una huelga quese prolongase en el tiempo y que, de distintas maneras, fuese corroyendo detal forma el poder burgués, el poder oligárquico, el poder del régimen, elpoder gorila, el poder antiperonista que, finalmente, se transformara en unainsurrección que tiene que estar organizada, preparada, con sus cuadros,con sus políticas, con sus formas de lucha armada. Básicamente era unaconcepción luxemburguista, podríamos decir. La lucha obrera insurreccio-

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nal. Pero Cooke advierte que acá hay un momento fuerte que no va a serúnico en la historia argentina, donde el movimiento gremial está por encimadel movimiento político. Es decir, hay una instancia gremial de lucha queestá por encima de las circunstancias políticas que se están viviendo.

Muchas veces sucedió en la Argentina esta circunstancia, recordemos loque fue el Cordobazo, SITRAC-SITRAM14: ahí hay un momento gremialperonista y no peronista que está muy por encima de todo lo que política-mente podía ser, en principio, el Partido Justicialista o el movimiento y todoel resto de los partidos. Y acá ya Cooke plantea el drama de ese momento.Porque también en el Cordobazo se vivió esto que venía como un eco fan-tasmal del ’59, donde está hablando Cooke, que si el Cordobazo se extiendeun poco más, si la huelga se extiende un poco más en un segundo Cordo-bazo, si aguantamos un poco más, si Tucumán se adhiere, si Mendoza seagrega, si el Conurbano... aparecía también la idea de una insurrección que,por ejemplo, llevó adelante en muchos sentidos el maoísmo. Hubo muchossectores peronistas, de jóvenes peronistas, que no planteaban la luchaarmada, sino la huelga general y la insurrección. Esto hasta 1973.

Dice Cooke, le dice a Perón: “el Partido Justicialista puede ser el caminopara que la corrupción penetre en el Movimiento. No nos olvidemos quelas mismas acechanzas se ciernen sobre nuestro movimiento obrero”. Acáaparece esa mística, una mística cierta: que el peronismo se pudra por den-tro, se corrompa por dentro e implosione incapacitándose para ser lo quetenía que ser, que era la revolución. Dice Cooke, a partir de la huelga delLisandro de La Torre que también fue una huelga que generó expectativasinsurreccionales: “subyace una desubicación de lo sindical al cual se leexige, por una parte, la segregación de una política resolutiva de la cues-tión del poder que su realidad por sí sola no promueve, aunque contradic-toriamente o por otra parte es el espacio privilegiado en la generación declimas insurrecionalistas antisistema”. Está también expresada realmente lacontradicción que tuvo permanentemente el Movimiento como políticapensada desde la Revolución, o sea, desde su izquierda con el sindica-lismo. Era el momento más esperanzador, era el momento más organizado,era el momento obrero, era el momento proletario, era el momento traba-jador, era el momento de la conciencia fuerte, era el momento de la mayor

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14. SITRAC-SITRAM (Sindicato de Trabajadores de Concord y Sindicato de Trabajadores deMaterfer) fueron dos de las experiencias claves de los sindicatos denominados “clasistas” dela década del ’60. Ambos fueron vitales en el desarrollo del Cordobazo.

lealtad peronista al líder pero, al mismo tiempo, era el momento que plan-teaba claramente un límite: la revolución no era posible desde una lucharevolucionaria con la idea de huelga general insurreccional. Ahí, en la con-ciencia de esa imposibilidad que acabo de describir, nace lo que van a serlas vanguardias armadas peronistas. O sea que van a suplir lo que sindical-mente hubiese sido laborismo o tradeunionismo y a suplantar también loque el partido no daba, porque era una “cueva de burgueses”. Apañadopor el propio Perón, que apañaba a todos.

Dice Cooke: “el sindicalismo ya no es únicamente la cohesión en el alum-bramiento y estructuración del movimiento político. Sería en 1959 para unarenovada generación de cuadros políticos que protagonizó la resistencia enpermanente punto de ruptura potencial con que se intenta proponer al movi-miento en el proceso”. O sea, el permanente momento de ruptura potencial.A eso agreguémosle que, así como el sindicalismo peronista tuvo momentosburocráticos de una miseria política e ideológica muy fuerte, también hayque pensar que la resistencia peronista y las juventudes peronistas se alimen-taron básicamente de los sectores sindicales y gremiales de centro izquierda,de lucha de izquierda que le proveyeron lugares, sindicatos, aparto, cuadros,dinero, impresoras, todo aquello que necesitaba la izquierda peronista paragestar sus instancias revolucionarias. O sea, esa también es la historia del gre-mialismo y del sindicalismo de la Argentina. Estructurar al peronismo, diceCooke, significa integrar una conducción revolucionaria. Lo incuestionable,lo representativo es el modelo histórico con que las masas instauraron en laArgentina su momento político, el movimiento nacional. Eso es lo innegocia-ble. El movimiento nacional es la marca con que la Argentina popular hizosu historia. El movimiento popular es casi un papel calcado de la historiapopular de la patria. Eso no se puede mover, dice Cooke. Eso es historia argen-tina, creación auténtica. Desde esa perspectiva, se habla y se conversa. Elmovimiento es un bloque popular que se ratifica aún más gráficamente, diceCooke, en la proscripción y en la resistencia. Ahí Cooke tiene una idea, quees una idea también mística: Jesús necesitó llegar y ser crucificado para que elCristianismo existiese. Acá hay una idea de que el mal es absolutamente nece-sario para la constitución de él mismo. Es decir, el peronismo necesitó la pros-cripción, los fusilamientos, la sangre derramada, el sufrimiento y la cárcelpara poder ser aquello que no hubiese podido ser, o sea, revolucionario.

Es una idea interesante porque también implica todo ese fondo de marti-rio con que luego las vanguardias se autoconvocaron y se autoextinguieron.El modelo no es el sindicalismo, dice Cooke; no es el partido político clá-

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sico, no es ya la forma combinada de estas dos instancias con la cual sepensó orgánicamente la alianza clase trabajadora/sectores de la burguesíanacional. Tampoco es el partido acotado de los intereses proletarios. Y acáestá el sueño de Cooke, sueño que progresivamente va perdiendo hasta queen el ’68 termina hablando con las nuevas juventudes que no vienen delperonismo, con los sectores del catolicismo, de la facción social católica,Fernando Abal Medina, Ramus, los cordobeses: “sólo la presencia de unasuperconducción revolucionaria pensada en el espacio que ocupa el líderde masas puede decir una conducción revolucionaria no segregada falsa-mente por lo gremial ni impedida por los políticos ni, en términos globales,sepultada por lo burocrático. Los sindicatos, aunque juegan en la prácticaun papel revolucionario, no son órganos revolucionarios. En un momentoen que el régimen se vea en peligro inminente disolverá los sindicatos. Por-que hay dirigentes gremiales que negocian con los gobiernos para no per-der el sindicato porque no hay una línea partidaria, entonces, hay que man-tener el sindicato porque nadie tendría en cuenta esto y más bien los elimi-narán de cualquier oposición política”.

Esto es interesante, porque en los ’70 en el PRT-ERP se dio esta discusión.Llegó un momento en que la conducción del ERP estaba básicamente enmanos de lo que Santucho y la conducción del ERP llamaban “pequeño-burgueses”. Es decir, en manos de sectores medios, ilustrados, concientiza-dos, marxistas, absolutamente comprometidos e integrados a una causa queconducía el Ejército Revolucionario del Pueblo. Santucho mandó a unarevisión fundamental de esta cuestión y a una reformulación: tomaron a losobreros –que eran bastantes– que tenía el PRT y los llevaron a la conduc-ción del ERP, pensando que en ese traspaso mágico de obreros a la conduc-ción del ERP, el ERP se iba a transformar en el ejército de la clase obrera.Esto que puede sonar risueño o mágico, forma parte de un drama que escómo constituir políticamente una revolución obrera, cómo constituir unarevolución proletaria, que era lo que contaba. No estábamos en la época deBonelli y Silvestre, estábamos en la época de hacer una revolución proleta-ria. Entonces, desde esa perspectiva el drama también atraviesa a instancias,podemos decir, no peronistas. Santucho interviene toda la regional BuenosAires y la proletariza. Es decir, saca a las conducciones, podríamos decir, deorigen pequeño-burgués y la lleva a una conducción obrera. Efectivamente,el asalto al cuartel de Monte Chingolo se da con una conducción cuyoochenta por ciento es una conducción obrera. No son los locos de Filosofíay Letras –que también hicieron sus locuras en ese tiempo–, sino que son

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conducciones obreras las que deciden el asalto a Monte Chingolo. Lo queno habla mal de los obreros: lo que digo es que no se modifica la políticapor un traslado así, artificioso. Y esto lleva progresivamente al eterno pre-guntar por la conciencia revolucionaria de la clase obrera, de dónde pro-viene, quién se la da.

Frente a esto, aparece lo otro que dice Cooke, que la única resistenciaque tuvo el Peronismo en dieciocho años que le permitió sobrevivencia yque le permitió gestar sus formas de izquierda fue el sindicalismo. Fue lalucha que generó el sindicalismo más rescatable, el sindicalismo de libera-ción desprendiendo variables en donde uno podía reconocerse junto al pue-blo trabajador. Dice Cooke: “la negociación gremial y la defensa explícitade lo gremial como institución no admite una lectura sobre el eje ‘leales ytraidores’. Aunque soy conciente de la etapa del integracionismo sindical,del progresivo acuerdo Estado/empresarios/sindicatos mayores y de la con-solidación del aparato gremial desde sus ópticas, la forma particularmenteclaudicatoria que conlleva esta institucionalización de los límites sindicalesno es lo determinante de los análisis”. Con esto ya está hablando Cooke deun vandorismo absolutamente fuerte, organizado y que le va a disputar aPerón. ¿Se acuerdan de esa frase: “hay que salvar a Perón desobedecién-dolo”? Acá aparece una figura muy interesante, la de Roberto Carri, que seva a meter en la discusión con Cooke y va a decir: “el reformismo de losdirigentes sindicales es sólo un aspecto de la cuestión. Si no hubiesenactuado de esa manera, fácilmente podrían haber sido desplazados porPerón y el movimiento sindical no hubiese tenido la envergadura y el arraigopopular que realmente tuvo y que, pese a las sucesivas derrotas, todavíatiene. Mientras no exista un organismo que reemplace a los sindicatos, estosmantendrán su papel como vanguardia del movimiento popular”. Esto lodice Carri en su momento vandorista. Carri aparece defendiendo esto en unlibro que cito yo, cuando entra en el debate con Cooke. Éste es el corazónde lo que quería expresarles. Estamos en 1959, 1960, 1961. El artículo alque me refiero lo termino con la lectura que hace Montoneros del sindica-lismo entre el ’74 y el ’75. Una lectura que se va agudizando, que va avan-zando y va generando un drama de divorcio cada vez más peligroso. Ese esel motivo de mi texto: ¿dónde se equivocó la izquierda revolucionarialeyendo lo que es un sindicalismo de masas? Porque acá no estamoshablando de un sindicalismo que nace con una lucha, es un sindicalismode masas, son cinco o seis millones de tipos organizados sindicalmente. Ytermino con un cuadro donde planteo la oposición total de lo que sería una

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lógica revolucionaria: sobre una columna los sindicatos y sobre otra columnael proyecto guerrillero. Legalidad/ Ilegalidad. Espacio de fábrica/ Clandesti-nidad. Gremialismo/ Operativo comando. Clase obrera organizada/ Organi-zación del pueblo en armas. Reivindicaciones laborales/ Lucha militar. Norepresentatividad (que era lo que decía Montoneros del gremialismo)/ Re-presentatividad popular. Dirigencia infiltrada/ Dirigencia popular. Traición/Lealtad. No peronismo/ Peronismo. Reformismo/ Revolución.

Digo, el drama se llevó a un punto muy extremo. Esto no significa queno haya habido diálogo, que no haya habido encuentros. Estas son cosasque las entienden solamente los peronistas; a pesar de toda esta confronta-ción, indudablemente la capacidad reparadora es fuerte. Digo, de igualmanera, para una lectura revolucionaria fracasada como fue la de las van-guardias político-militares peronistas, uno de los elementos fuertes fue nohaber entendido el momento sindical. Pero, ¿esto que quiere decir? Nohaber entendido el momento sindical no es simplemente haber matado aRucci. Es haber leído totalmente diferente la encrucijada de 1973. No erael momento de la lucha armada, no era el momento del montonerismo sinoque era el momento del peronismo, era el momento de Perón y era elmomento de un proceso democrático popular reformista. Y no el paso alestado de actualidad absoluto del socialismo revolucionario. Lo que digoes que esa mala lectura nace de una mala lectura del sujeto privilegiado yprotagonista por excelencia, que es el trabajador, el obrero. Al leer mal eso,al pensar que el obrero estaba para asumir un arma, construir un ejércitode liberación y luchar contra el ejército de ocupación al mando del Gene-ral Videla –porque así se lo leyó–, se está leyendo muy mal un estado delas masas trabajadoras, que estaban muy felices con el regreso de Perón,con un gobierno reformista democrático, con un Perón presidente –habíanestado 18 años poniendo “Perón Vuelve”– y que no estaban capacitadas nidispuestas para una guerra tipo vietnamita. Ahí se produce la mala lecturade la cuestión obrera que Cooke no resuelve, porque muere en el ’68;muere, podríamos decir, antes de los dramas. Cooke lo único que planteaes que no hay que olvidarse del movimiento, no hacer un laborismo, nohacer un marxismo-leninismo y que la conducción del movimiento no seauna conducción obrerista, sino que tenga obreros pero que sea una con-ducción revolucionaria.

Desde esa perspectiva, es casi único el aporte de John William Cooke,porque como ustedes vieron no habla de cultura nacional, ni de las zonce-ras, cosas extraordinarias de las que habló Jauretche. John William Cooke

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está metido en el corazón de la militancia, metido como cuadro político enuna organización de avanzada como fue la resistencia peronista que élcomandó y discutiendo con los cubanos y con los cuadros de Montonerosy con los cuadros de la FAP. Él está discutiendo profundamente con Perón,porque le sigue escribiendo hasta el ’67, diciéndole que venga a La Habana,que vaya a vivir a Cuba, que desde Cuba va a tener una perspectiva com-plemente diferente de lo que es la lucha, contándole cómo es la revolucióncubana a lo largo de los ’60. O sea, Cooke está absolutamente metido enun espacio que es de una admirable envidia: es un cuadro intelectual pen-sando la revolución y actuando en cada momento la posibilidad de la revo-lución. No es un tipo de gabinete. Aunque es un gran teórico intelectual, esun tipo de pensamiento y de acción, de militancia y de crítica que afortuna-damente escribió sus Informes para las bases, que es un texto de 1966,cuando asume Juan Carlos Onganía, que es un excelente libro donde él yava anunciando y también se resiste a una lucha armada y va diciendo queposiblemente haya necesidad de una violencia para desplazar a la dicta-dura. Y el otro libro, Historia y Peronismo de 1967, su último libro, en elque va trabajando ideas de primera línea en lo que sería el drama del pero-nismo hasta nuestros días. Porque hoy seguimos discutiendo qué pasa conel peronismo, qué es el peronismo, dónde ubicarlo, qué significa el pero-nismo kirchnerista, adónde está el peronismo, qué pasa con la derechaperonista, qué pasa con la centroizquierda peronista, qué pasa con el sindi-calismo. Sobre todo, en una época tan racista y gorila donde el “negro”Moyano es básicamente un “negro de mierda”. En esa situación estamosviviendo quizás los últimos estallidos de una larga historia del movimientoperonista, de la que Cooke fue protagonista principal. | pampa

Bibliografía de consulta

• Sobre la discusión en torno a la “esencia” del Peronismo y la crítica a las tendencias “reaccionarias” al interior del Movimiento.

COOKE, JOHN WILLIAM, Carta fechada el 24 de Julio de 1961 en CorrespondenciaPerón-Cooke Tomo II, Buenos Aires, Colihue, 2007.

• Sobre la distancia irreductible entre el Movimiento y el sistema político partidarioy su análisis de los actores que en diferentes coyunturas encarnan dichas posiciones.

COOKE, JOHN WILLIAM, Carta fechada el 15 de Junio de 1962 en CorrespondenciaPerón-Cooke Tomo II, Buenos Aires, Colihue, 2007.

Otros textos de consulta

BASCHETI, ROBERTO, Documentos de la Resistencia Peronista 1955-1970, BuenosAires, Punto Sur, 1988.

CASULLO, NICOLÁS, Peronismo militancia y crítica (1973-2008), Buenos Aires,Colihue, 2008.

COOKE, JOHN WILLIAM, Apuntes para la militancia, Buenos Aires, Schapire Colección Mira, 1973.

GALASSO, NORBERTO, Cooke de Perón al Che. Una biografía política, Buenos Aires,Nuevos Tiempos, 2005

SAÍTTA, SYLVIA Y ROMERO, LUIS ALBERTO, Grandes entrevistas de la Historia Argentina(1879-1988), Buenos Aires, Punto de Lectura, 2002.

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democracia,populismo y república

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Lunes 9 de junio 2008E d u a r d o R i n e s i

Me gustaría comentar hoy algunas cosas sumamente generales sobrelas tres palabritas que aparecen en el título que le puse a estas líneas:

democracia, populismo y república. Me parece que puede decirse que enel último tiempo estas dos últimas palabras contienen, en su tensión y enla discusión que aparece implícitamente cuando las ponemos una al ladode la otra, una parte muy importante de la discusión teórico-política deestos días argentinos, así como la otra palabra, “democracia”, constituye lacifra de los grandes debates teóricos y políticos de la primera década delciclo iniciado entre nosotros en 1983. En efecto, el debate sobre la demo-cracia en Argentina fue un debate muy importante en los años ’80, durantela así llamada “transición democrática”, o transición a la democracia, ypodríamos hablar un rato largo sobre eso de no ser porque a esta altura delcampeonato podría resultarnos un tanto fatigoso, un tanto aburrido, porqueya hemos hablado, leído y escuchado mucho sobre esta cuestión: sobre aqué se llamaba democracia en el contexto de esa discusión, sobre los com-ponentes de liberalismo y de democracia que había en ese mix complejoque se pugnaba por establecer y consolidar como sistema de vida y comosistema de gobierno para la Argentina, que salía de una dictadura muyatroz y que se preguntaba por el tipo de sistema de gobierno y de sistemade convivencia más deseable.

Esa discusión, la discusión entre “liberalismo” y “democracia”, fue enefecto una discusión importante en los años ’80. Lo que podríamos llamarla tradición liberal está asociada a una concepción “representacionalista” dela política, en virtud de la cual los ciudadanos, digamos así, “no deliberanni gobiernan sino a través de sus representantes”, mientras que la tradicióndemocrática está más vinculada con una concepción “participativista” de lapolítica, en virtud de la cual los ciudadanos sí deben tener una participación(una participación deliberativa, activa) en los asuntos públicos. Así, eso a loque se llamó “democracia” en los ’80 era una democracia que quienes cri-

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por EDUARDO RINESI

ticaban la concepción que fue tomando cuerpo cada vez más en el discursode Alfonsín, en la teoría política que se estudiaba en la Facultad de CienciasSociales en la naciente carrera de Ciencia Política, calificaban como exce-sivamente liberal. Se trataba de una democracia fuertemente representacio-nalista y que dejaba pocos márgenes para una participación más delibera-tiva, más activa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Esa discusiónera, me parece, una discusión interesante e importante de esos años inicia-les del ciclo de la “transición”; y a la luz de esa discusión me parece queresulta interesante comparar el tipo de democracia del que se hablaba enlos ’80 con el tipo de democracia del que se habló después en los ’90: unademocracia en la que, efectivamente, había terminado de triunfar ese com-ponente representacionalista (que yo califiqué recién de “liberal”: es posibleque esto requiera más precisiones, o por lo menos que se entienda que elliberalismo no se agota en este componente, pero aquí estamos yendorápido), esa idea de separación entre representantes y representados y deescaso aliento a la participación popular en los asuntos públicos.

Esta idea, entonces, fue abriéndose paso en medio de (y en sorda disputacon) aquella otra idea más participativista y más invitadora, a partir de lospropios años ’80. Sobre todo, si hubiera que indicar un momento, un día, apartir del domingo de Pascuas de 1987, que constituye un momento alto,lleno de simbología, sobre el que recuerdo excelentes y muy importantesreflexiones del viejo y querido Oscar Landi, fallecido hace ya cinco años ya quien extrañamos especialmente en estas coyunturas argentinas. Oscarescribió cosas de lo más interesantes sobre la Semana Santa de 1987 comopunto de inflexión del proceso de transición democrática argentina, y meparece que nosotros podríamos decir que esa Semana Santa fue en efectoun punto de inflexión muy importante no sólo en relación con la cuestiónque a Oscar le interesaba especialmente –que era la cuestión de la progre-siva colonización de la política por los medios masivos de comunicación–sino también en relación con la cuestión de lo que podríamos llamar eldevenir liberal de una democracia que había amagado poder ser –alcomienzo del ciclo abierto en el 83– más participativa y más propiamentedemocrática que eso.

En los ’90, entonces, empieza a pasar algo que es también interesante.Consolidada ya esa democracia “representativista”, ese “gobierno de losrepresentantes” que representan a la ciudadanía a distancia y desde lejos,aparece ahora un nuevo conjunto y un nuevo estilo de críticas a la idea derepresentación. Que no eran ya las críticas que en los ’80 le habíamos

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hecho a la idea de representación y a la idea de una democracia “represen-tativa” quienes queríamos –digámoslo así– menos representación y más par-ticipación. Que no eran ya, en otras palabras, críticas a la representación“por izquierda”, críticas a la representación en nombre de la participación.Sino que eran ahora las críticas de quienes querían menos representaciónporque incluso la que había les empezaba a resultar excesiva, insoportable.Era la crítica a la representación de quienes querían que los empresariosagarraran de una buena vez el manejo total del asunto y que nos dejáramosde macanas con “los políticos” que, como se empezaba a escuchar y comose escucharía cada vez más a medida que avanzaban esos años, perdían eltiempo, gastaban plata y eran corruptos. Así, asistimos en esos años a undesplazamiento del sentido de la crítica a la idea de representación. Que sien los ’80 era una crítica que le pedía a la política, más que pura represen-tación, participación democrática, en los ’90 se convertiría en una críticaque le pedía a la política menos que representación: que le pedía a la polí-tica que acabáramos de una vez con eso y que los políticos se fueran a suscasas. Que se fueran todos. Que sería después grito de guerra del interesan-tísimo estallido –sin duda complejo y difícil de apresar conceptualmente–de diciembre de 2001, acerca del cual el debate está muy lejos, como esobvio, de estar saldado, y sobre el que tal vez sería interesante decir aquíalguna cosa. A mí me parece, para decirlo muy rápido, que esos movimien-tos de fines de 2001 (de fines de 2001 y comienzos de 2002: el estallido,pero también el entusiasmo asambleario y el estilo de movilización y parti-cipación, todo lo anárquica y silvestre que se quiera, que siguió) generaronsimétricos e igualmente excesivos entusiasmos y condenas. La Ciencia Polí-tica se apresuró a condenar rápidamente todo eso. Los politólogos son genteque, cuando las cosas se mueven mucho, en general tienden a asustarse. Yahí se asustaron en seguida: empezaron a hablar de “la muerte” de la polí-tica, “la crisis” de la política, “el derrumbe” de la política. Otros grupos, encambio –grupos militantes, grupos de inspiración izquierdista diversa, engeneral con fuerte influencia de algunas lecturas de filosofía política euro-pea contemporánea–, se apresuraron a entusiasmarse, creo yo que bastantemás de la cuenta, y a pensar que la escena final de una sociedad finalmenteemancipada estaba por fin al alcance de la mano, que, por fin, la Políticaen serio, con mayúscula, había superado la mera politiquería y que un pue-blo finalmente movilizado y libre de ataduras estaba a punto de tomar sudestino en sus manos. Me parecía evidente entonces, y me parece evidentehoy, que los temores excesivos de los unos fueron tan torpes como los entu-

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siasmos excesivos de los otros, como lo reveló el curso posterior de losacontecimientos, que en cierto sentido, podríamos decir, no han dejado deseguir su curso hasta hoy.

Pero no es eso de lo que a mí me gustaría conversar hoy. Porque el títulode esta charla une la idea de democracia con otras dos ideas que remitena un debate mucho más contemporáneo, un debate que en la Argentina yen América Latina tiene lugar, sobre todo, desde comienzos de la corrientedécada, que en la Argentina se asocia sobre todo al triunfo primero y laconsolidación después del gobierno de Néstor Kirchner, y ahora del deCristina Fernández y que en otros lugares de América Latina está asociadoa experiencias gubernamentales como las de Chávez en Venezuela oMorales en Bolivia, que han vuelto a poner sobre el tapete un conjunto dedebates viejos de las ciencias sociales, de la discusión política latinoame-ricana, que es la que yo quería presentarles bajo el título de “populismo yrepública”, o de “populismo versus república”. En realidad, la hipótesisque querría sugerir o la idea que querría presentarles hoy es que ese “ver-sus” forma parte de la trampa que deberíamos desarmar. Porque lo que voya presentar es la idea de que, a pesar de que la tradición que se auto pos-tula como “republicana” presenta sus propios principios como contrarios alos principios del “populismo” que impugna, me parece que una lecturamás adecuada de lo más interesante que tienen ambas tradiciones permitepensarlas antes juntas que separadas. No como una especie de síntesistonta de tomar lo mejor de cada una, sino en un sentido mucho más fuerte:en el sentido de decir que, pensadas radicalmente, ambas palabras desig-nan en el fondo el mismo tipo de organización política.

Me parece que, efectivamente, de un tiempo a esta parte el debate polí-tico en Argentina se organiza alrededor de esta dicotomía entre un pensa-miento que se reivindica a sí mismo como “republicano” y un tipo de pen-samiento, de organización política, de práctica gubernamental, de estilo deliderazgo, que este republicanismo rechaza y condena llamándolo “popu-lista”. La vieja dicotomía entre populismo y república aparece hoy, enton-ces, con mucha fuerza en nuestros países. Ahora bien: una primera cosapara decir es que ambas palabras, “populismo” y “república”, están lejosde tener definiciones unívocas.

La palabra “populismo” ha sido usada a lo largo de la historia occidentalen muchos sentidos distintos. Casi siempre, es verdad, en un sentido más omenos condenatorio: es una palabra que tiene mala fama. Pero en todocaso, ha sido utilizada para designar fenómenos bastante distintos. Reco-

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miendo aquí sobre estas cuestiones del populismo, sus distintos significadosy la historia de la discusión sobre este concepto en las ciencias socialesargentinas y latinoamericanas, el libro de María Moira Mackinnon y MarioPetrone, Populismo y neopopulismo en América Latina, editado hace algu-nos años por la UBA. Populismo y neopopulismo: porque, en efecto, a lavieja discusión sobre el populismo –que es una discusión larga, de la quehoy voy a comentar algún momento nada más, y muy rápidamente– vienea sumarse durante los años ’90 la discusión sobre este concepto que algu-nos acuñaron, que es el concepto de “neopopulismo”. Que tendría algunoselementos en común con el viejo populismo de Getulio Vargas o Perón,pero con algunas entonaciones ideológicas diferentes, distintos tipos derelación con las clases sociales, diferentes estéticas. Se habló de “neopo-pulismo” en los años ’90 para referirse al fenómeno de Menem, o al deFujimori, en Perú. La categoría de “neopopulismo” fue una categoría muypresente en los debates políticos y hay, respecto a eso, todo tipo de inte-resantes discusiones que el libro que mencionaba recoge muy bien. La pala-bra “populismo”, entonces, junto a sus derivados, es una palabra ambigua,equívoca: no se ha usado siempre en el mismo sentido.

Respecto de la palabra “república”, también está lejos de tener un únicosignificado. Simplificando un poco las cosas –y posiblemente esquemati-zando un debate que deberíamos dar en más detalle–, voy a proponer que laidea de “república” puede decirse en dos sentidos bastante distintos. Paraponerle nombres provisorios a estos dos sentidos, yo diría que uno es el sen-tido que voy a llamar “clásico” y el otro es un sentido que voy a llamar“moderno”. Yo voy a tratar de reivindicar el sentido “clásico” de la palabra“república” y luego me voy a preguntar si es legítimo eso, si no podría seracusado de ser un anacrónico, un nostálgico, alguien que querría que laRepública Romana no se hubiera acabado jamás, siendo que las cosas cam-biaron, que vino después, qué sé yo, la República Francesa, que hoy las orga-nizaciones políticas son muy distintas ¿Se puede seguir defendiendo una ideacomo la que voy a llamar “clásica” de república en tiempos que definitiva-mente ya no son los tiempos clásicos? Yo voy a tratar de responder que sí.

Lo otro que quiero decir es que las dos palabras que estamos tratando deponer en comunicación llegan al ring donde las vamos a oponer (donde lasvamos a oponer para mostrar que no necesariamente su relación tiene queser de oposición) cargando consigo famas, connotaciones y sonoridadesbien distintas. La palabra “república” es una palabra que, independiente-mente de cómo sea utilizada, en general está bien connotada, es una buena

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palabra de los discursos políticos. En efecto, sea que uno piense en la repú-blica de los viejos griegos, sea que uno piense en la república de los viejosromanos, sea que uno piense en la república por la que bregaban los lecto-res de Montesquieu1, sea que uno piense en la república de los federalistasJefferson y Madison2, sea que uno piense en la república de los hombres dela generación del ’37 en la Argentina3, la palabra “república” es una buenapalabra del discurso político. República quiere decir “cosa pública” y eso, enprincipio, a todos nos parece bastante bien. La palabra “populismo”, comodecía hace un momento, es una palabra que viene mal connotada, llega mal,llega mal vestida al debate que queremos proponer esta tarde. Porquedesigna en general, en la tradición del pensamiento político occidental, algocaracterizado por algún tipo de falla, algún tipo de equívoco. La palabra“populismo” supone una especie de anomalía, de deformidad. En el mejorde los casos, es una especie de rareza tropical; en el peor, una perversión.La palabra “populismo” no designa un objeto noble, un objeto digno deatención, como la palabra “república”, sino que designa algo que está mal.Y lo hace en el grueso de las tradiciones políticas y teorías políticas que sehan disputado la discusión sobre el mundo de lo político a lo largo de la tra-dición teórica moderna, entre las que me gustaría mencionar sobre tododos, cuya influencia sobre nuestro sentido común, sobre nuestros modosde codificar el mundo, sobre los debates en los que participamos, es muyfuerte: la tradición liberal, por un lado y la tradición marxista, por otro.

Para ambas tradiciones, la palabra “populismo” es una mala palabra,designa algún tipo de patología. Para la tradición liberal, porque el pensa-miento liberal supone que el sujeto de la historia es el individuo y el popu-lismo no piensa en términos de individuo, sino que piensa en términos deun sujeto colectivo. De un sujeto colectivo, además, de contornos inquie-

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1. Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu fue un pensador yfilósofo francés de finales del siglo XVII y principios del XVIII considerado uno de los padresdel republicanismo moderno. Su aporte fundamental está asociado con el concepto de la divi-sión de poderes en las repúblicas modernas. Tuvo especial influencia sobre los protagonistasde la Revolución Francesa.2. Se refiere a Thomas Jefferson y James Madison, tercer y cuarto presidente respectivamentede Estados unidos. El primero fue el principal autor de la Declaración de la Independencia delos Estados Unidos; Madison es considerado el padre de la constitución norteamericana.3. Se conoce con el nombre de Generación del ´37 al grupo de escritores e intelectuales quefundaron, en 1837, el Salón Literario de Buenos Aires. Entre sus miembros más destacados secuenta a Juan B. Alberdi, Domingo F. Sarmiento y José Mármol.

tantemente imprecisos: el “pueblo”, en el que los liberales siempre tienenmotivos para sospechar algún tipo de amenaza a los derechos individua-les. Dentro de la tradición marxista también tiene mala fama el populismo,puesto que la tradición marxista piensa que el sujeto de la historia son lasclases sociales, y la palabra “pueblo” no designa una clase social, sino unacosa mucho más equívoca, mucho más mezclada, y que bien puede serconsiderada una categoría distorsionadora, ideológica, oscurantista, even-tualmente tramposa. En una y en otra tradición, entonces, la palabra popu-lismo sirve para designar una forma mala, falsa, degradada, inadecuada y,en principio, marginal –como son siempre marginales las patologías res-pecto a las cosas que funcionan bien– de la política.

En la Argentina moderna esa discusión encuentra un momento funda-mental en la obra del viejo Gino Germani4. En Argentina la discusión sobreel populismo es en una medida importante la discusión sobre el peronismo.Y esa discusión tiene un escenario fundamental en la naciente o, mejordicho, renaciente sociología que en la segunda mitad de los años ’50 GinoGermani se ocupa de consolidar en la Universidad de Buenos Aires. Digo“renaciente” y no “naciente” porque, como muchos autores han mostrado–y me gustaría aludir aquí a los trabajos de nuestro amigo y maestro HoracioGonzález y del recientemente fallecido Oscar Terán–, la sociología teníaen la Argentina, ya incluso desde fines del siglo XIX y primer cuarto del sigloXX, una tradición importante asociada a nombres como el de Ernesto Que-sada, el de José María Ramos Mejía, el de José Ingenieros, personajes inte-resantísimos y autores de obras muy considerables que Gino Germani,cuando quiso construir su propia historia oficial de la sociología, despreciódemasiado fácilmente, demasiado olímpicamente, junto con una impor-tante tradición posterior a la de esa sociología clásica que era la gran tradi-ción del ensayo social crítico de los años ’30 y ’40 de Raúl Scalabrini Ortiz,de Ezequiel Martínez Estrada. “He leído toda la obra de Martínez Estradapara ver si había en ella algo de valor”, dice Germani. Y agrega: “No haynada”. Una frase muy injusta, que revela una gran incomprensión de unaobra monumental como la de Martínez Estrada, pero que Germani extiendea todo lo que se había escrito en Argentina desde Las multitudes argentinas,

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4. Gino Germani es el fundador de las carreras de Sociología y Psicología en la Universidadde Buenos Aires, en 1955. Había llegado a la Argentina proveniente de Italia en 1934. Comointelectual, ejerció una férrea oposición al peronismo, por el que fue proscrito. Es consideradoel padre de la sociología moderna argentina.

de Ramos Mejía, en 1895, pasando por la gran cantidad de libros fundamen-tales de José Ingenieros y llegando a los textos inmediatamente anteriores asu propia aparición en escena.

Cuando Gino Germani aparece en escena en la segunda mitad de losaños ’50 en la sociología argentina, aparece, entre otras cosas, para expli-car el peronismo. Para explicar, como se titula el libro de su gran enemigoteórico, Ezequiel Martínez Estrada, ¿Qué es esto? Qué era esto, o eso: elperonismo. ¿Cómo pudo perderse Germani, qué necia autocomprensiónde lo que estaba tratando de fundar pudo llevar a Germani a perderse aMartínez Estrada, cuyas preocupaciones eran las mismas que las suyas yque también se proponía, como él, entender qué era eso, el peronismo?Qué era ese fenómeno tan raro, qué era ese fenómeno que remitía al viejocaudillismo del siglo XIX, que tenía un vago parecido de familia con lostotalitarismo europeos de los que Germani había llegando huyendo a estasplayas, que parecía representar una especie de retroceso político que –enla concepción liberal, democrática, europeizante de Germani– no se con-decía con la modernización que en los otros planos se estaba verificandoen la sociedad argentina, que se industrializaba, que se secularizaba, quese urbanizaba, que se alfabetizaba. ¿Cómo podía existir semejante contra-dicción? Germani trata de pensar a lo largo de su vida toda esta cuestión;yo diría que ésa es la gran obsesión de Germani, es su gran problema.

Entre la segunda mitad de los años ’50 y principios de los años ’60, Ger-mani escribe dos libros fundamentales de la historia de la sociología argen-tina que se llaman Estructura social argentina y Política y sociedad en unaépoca de transición. El primero es algo así como la anatomía social de laArgentina post peronista; el segundo es como la fisiología de esa Argentina,es más dinámico y trata de pensar los cambios, la transición de la “tradi-ción” a la “modernidad” de este país que, en medio de esa transición, habíaproducido el fenómeno tan atípico del peronismo. Y había que explicar,entonces, esa anomalía. Y Germani inventa allí una cosa que tendría unafortuna importante en la historia de la sociología argentina posterior, que esla explicación del peronismo como consecuencia de la “disponibilidad ide-ológica” de las masas obreras argentinas, sujetos en una parte importanterecién llegados a las grandes ciudades, no debidamente socializados en losritmos modernos, racionales y laicos de la vida urbana.

Germani distinguía entre dos tipos de obreros en el interior de la claseobrera argentina: los viejos obreros, que eran nuestros abuelos y bisabuelosque habían llegado de Europa con los libros de Marx y de Kropotkin y de

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Bakunin bajo el brazo –alfabetizados, provenientes de las historias de lasluchas sociales europeas, provenientes de países avanzados y modernos,con conciencia de clase, que habían llegado a la Argentina y se habíanorganizado y habían formado sindicatos y habían hecho huelgas y le habíanhecho la vida imposible a todo el mundo– y los nuevos obreros, productosdel muy reciente proceso de industrialización de los años ’30, que habían lle-gado a la gran ciudad como consecuencia de otra ola inmigratoria que nolos había traído de los barcos y de Europa, sino de las provincias del inte-rior, atrasadas, feudales, católicas, patriarcales. Estos obreros nuevos eran,paradójicamente, los ideológicamente más “viejos”, mientras que los obre-ros viejos eran los ideológicamente más “nuevos”. La tesis de Germani eraque el peronismo era una consecuencia del estado de disponibilidad ideo-lógica, de confusión, de falta de experiencia, de falta de socialización en lasluchas obreras, de falta de conciencia de clase y de falta de racionalidad delos obreros nuevos recién llegados a la gran ciudad y que, perdidos en esaurbe tan inquietante y novedosa, no habían tenido mejor idea que votar porel primer coronel seductor que, desde un balcón, les había sonreído conuna sonrisa que les recordaba vagamente la sonrisa de papá, y que encimales aumentaba los salarios.

Como ustedes saben, esta tesis de Gino Germani fue muy discutida porsus mejores discípulos y es muy considerable el libro con el que, escrito afines de los años ’60 y editado por primera vez como libro en 1971, dedi-can a discutir estas tesis Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero: Estudiossobre los orígenes del peronismo, que se puede seguir leyendo hoy conmucho provecho. Allí Murmis y Portantiero discuten con la tesis de Ger-mani de que el peronismo había sido consecuencia del voto alienado de losobreros nuevos, diciendo dos cosas fundamentales: primero, que cuando en1946 los argentinos deben votar y los trabajadores argentinos votan mayori-tariamente por Perón, los llamados “obreros nuevos” hacía bastante tiempoque habían dejado de ser tan nuevos. Es decir, a partir de una revisión –y éstees el tema del primero de los dos Estudios– se muestra (contra cierta tenden-cia general a suponer que los gobiernos políticamente autoritarios son tam-bién gobiernos agroexportadoras y enemigos de la industria, y que todas lascosas malas de la historia van juntas, y que los gobiernos democráticos sontambién industrialistas y obreristas y que están a favor de la burguesía nacio-nal y que todas las cosas buenas de la historia van juntas) que la década del’30, que es una década políticamente infame, como con toda justicia se lallamó, había sido, sin embargo –y sin que nada de esto le saque nada de su

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infamia... política–, una década de crecimiento industrial, una década demodernización económica. Y que el gran proceso de modernización, quehabía atraído a los obreros que Germani denominaba “nuevos” a los gran-des centros urbanos y que se expresa después –incluso bastante después–en el peronismo, correspondía más bien a los primeros años ’30 que a losúltimos. Esta operación es muy interesante porque indica que en 1946,cuando se trata de votar, los presuntos obreros nuevos de Gino Germani yahacía más de una década que vivían en los grandes centros urbanos y queademás vivían bajo gobiernos políticamente autoritarios contra los cualeshabían militado en partidos políticos, en sindicatos, de manera que no erannenes de pecho que extrañaban a su padre que había quedado en el ranchode Santiago del Estero rezándole a la virgen gaucha: eran personajes absolu-tamente asimilados a la vida industrial, urbana, moderna, eran personajescon una amplia trayectoria de militancia gremial y de lucha de clases y, porlo tanto, se parecían bastante más que lo que el viejo Germani había preten-dido a los bisabuelitos que habían llegado de la crisis europea.

Segunda cosa que dicen Murmis y Portantiero y fundamental, ya quedesarma el argumento de Gino Germani: los viejos obreros, los abuelitos,los que tenían conciencia de clase, los que sabían lo que hacían, los quehabían venido leyendo en el barco a Marx y a Kropotkin, también votarona Perón. No sólo los obreros nuevos no eran tan nuevos, sino que tambiénlos viejos se hicieron peronistas. No todos, por supuesto, pero sí unos cuan-tos. Y compondrían la “vieja guardia sindical”, como en su momento lallamó Juan Carlos Torre, que hizo grandes trabajos muy en la línea de losEstudios sobre los orígenes del peronismo de Murmis y Portantiero. Losobreros viejos constituyeron la “vieja guardia sindical” peronista, que noestaba formada, entonces, por jovencitos alienados y recién llegados delinterior del país, sino por tipos que sabían perfectamente lo que hacían, queconocían perfectamente sus intereses de clase y que descubrieron que bajoese coronel seductor les podía ir mucho mejor que bajo las alternativas queofrecía el arco de la izquierda político-partidaria.

Germani no dejaría de pensar estos problemas a lo largo de su vida.Cuando Murmis y Portantiero publican su libro él ya no está en la Argen-tina: se había ido en 1966 a los Estados Unidos, donde viviría casi hasta sumuerte. Pero desde el ’66 hasta el ’81, ’82, Germani vivió en los EstadosUnidos, dando clases en la Universidad. Siguió escribiendo y siguió pen-sando en la Argentina, y escribió en el año 1978 un libro muy interesanteque circulaba en inglés pero que fue publicado hace dos o tres años en cas-

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tellano. Es un libro que les recomiendo mucho, que es el mismo Germanide siempre, diciendo más o menos las cosas que comentaba hace un rato,pero ahora con mucho más refinamiento, después de haber pasado por lascríticas de todos sus críticos, dos décadas después, con las cosas mucho máspensadas y en un contexto intelectual muy sugestivo. El libro se llama Auto-ritarismo, fascismo y populismo nacional, y está publicado por la editorialTemas y la Universidad Torcuato Di Tella. Básicamente Germani sigue sos-teniendo las tesis que había sostenido en los años ’50 y ’60 y acentuando allíuna idea fundamental, que es la idea de la famosa disponibilidad. Esa ideaes odiosa, sin duda. No es una idea simpática la de disponibilidad, la de quehay gente “disponible”, como los carteles de la Panamericana que dicen“disponible”, es decir, que son (que serían) una perfecta tela en blanco en laque se pueden imprimir cualquier contenido, a la cual se puede interpelardesde cualquier ideología. Nos resistimos a pensar que los sujetos son tandisponibles como eso; nos gusta pensar que los sujetos acarrean una ideolo-gía, acarrean una historia, acarrean una identidad. Sin embargo, Germanipiensa que hay momentos en la historia en que los sujetos, o una gran can-tidad de sujetos, están disponibles. Y que ése era el caso de los obreros que(está bien –concede Germani–, no habrán sido tan nuevos, pero) eran bas-tante nuevos a mitad de los ’40. Y en esta situación de disponibilidad hay doselementos que contribuyen a constituir subjetividades, a hacer de un indivi-duo disponible un sujeto político: la ideología y el liderazgo.

Interesantísima observación de Germani: cuando hay una masa de indi-viduos, digamos, “disponibles”, una ideología convincente y un liderazgoque pueda interpelar a esos individuos eficazmente, esa situación contribuyea hacer de esos individuos que constituían una especie de masa informe unsujeto colectivo. Una ideología fuerte y un liderazgo fuerte construyen sub-jetividad, interpelan a los sujetos, como diría el viejo Louis Althusser5, queestá sin duda revoloteando por la cabeza de Germani que era cualquier cosamenos un tonto y un mal lector de la tradición marxista. Recomiendo muchouna hermosa investigación de Alejandro Blanco, que escribió un libro fantás-tico llamado Razón y Modernidad sobre Gino Germani, haciendo un trabajomuy interesante que no es sólo estudiar su obra –cosa que muchos hicieron

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5. Se refiere al pensador marxista francés Louis Althusser, de importantísimos aportes al mar-xismo en el terreno de los estudios sobre la ideología. Su más reconocido aporte es el de los“aparatos ideológicos del Estado”, estructuras funcionales de distinto grado de organizaciónque reproducen la ideología dominante.

y que él hace muy bien–, sino estudiar un lado poco conocido de la tareaque Germani realiza en la Argentina, que es su tarea de editor. Germanitrabaja durante los años de su formación intelectual y después en los añosde su madurez intelectual en dos editoriales argentinas importantes: la edi-torial Abril y la editorial Paidós. Y dirige en las dos editoriales coleccionessobre ciencias sociales, sobre psicología social, se ocupa de traducir y hacertraducir libros de las ciencias sociales europeas, de la antropología nortea-mericana, del interaccionismo simbólico6, de la escuela de Frankfurt7, tra-duce él mismo a Eric Fromm...8 Es muy interesante, Germani: es un hombrede una cultura refinadísima y es un gran introductor en la Argentina de auto-res que tienen poco que ver con el modo en que después el piensa los fenó-menos políticos, que es un modo, digamos, básicamente liberal, liberal-democrático de izquierda, si se quisiera ponerlo así, muy despreciativo res-pecto de los fenómenos populistas o de los fenómenos de masas, pero quetiene un gran conocimiento de las obras de los hombres de la Escuela deFrankfurt, un gran conocimiento de la historia marxista europea. Entonces,no sorprende para nada que pueda estar diciendo, en el ’78, en los EstadosUnidos, cosas que sin duda están sacadas –no sé si de una lectura directao indirecta– de un clima althusseriano de discusiones en las cuales unaideología y, asociado ella, un liderazgo, puede “construir subjetividad”sobre una masa amorfa de individuos disponibles, como a la espera deque alguien llegue para tocarlos con la varita mágica de una ideología yun liderazgo y los convierta en sujetos políticos.

Esa idea de Germani me parece muy interesante. Ya dije, también, queme parece odioso suponer que hay sujetos “disponibles”. Sobre todo sisuponemos que hay sujetos disponibles y otros que no lo están. Pero si esta-mos dispuestos a dar un pasito más –que es el paso que Germani no da–uno podría decir que, en cierto sentido (acercándonos más aun a Althusser),todo sujeto está disponible. Me parece que el problema de Germani no es

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6. El interaccionismo simbólico es una corriente de pensamiento asociada con la universidadnorteamericana de Palo Alto, que reflexiona sobre la organización social a partir del estudiode las relaciones interpersonales.7. La escuela de Frankfurt (por la ciudad alemana) es una de las principales corrientes de pen-samiento sobre crítica de la cultura contemporánea. Sus principales referentes fueron los filó-sofos Theodore Adorno y Max Horkheimer.8. Inicialmente también miembro de la Escuela de Frankfurt, Erich Fromm rompió con elgrupo a mediados de los '40 para encarar su propia interpretación de la teoría psicoanalítica.Fue un de los principales renovadores del pensamiento freudiano del siglo XX.

señalar que hay sujetos “disponibles”, sino pretender que hay algunos queno lo son. El problema de Germani no es decir que los obreros nuevos esta-ban disponibles, sino pretender que nuestros abuelitos no lo estaban. Dehecho, como demuestra la historia, lo estaban y fueron interpelados exito-samente por Perón. Es decir que todo sujeto, en la medida en que la subje-tividad no es algo cerrado, empaquetado de una vez y para el resto del viaje,todos los sujetos estamos (por lo menos parcialmente) abiertos a nuevasexperiencias, a nuevos discursos, a ser seducidos por un nuevo líder, a escu-char una nueva ideología, a ser captados, interpelados, seducidos por ella.De manera que si damos el paso de suponer que todos los sujetos somossujetos, en cierto sentido, “disponibles”, lo cual es otro modo de decir queningún sujeto termina de constituirse plenamente hasta que una ideología,el nombre, el nombre de un partido, el nombre o la voz de un líder, no lotermina de interpelar, de convencer y de fraguar como sujeto; si damos esepaso, entonces, Germani se nos revela mucho más interesante.

El que me parece que da ese paso, en el mismo año: 1978, e –igual queGermani– en inglés, es Ernesto Laclau. El primer libro importante sobre elpopulismo que escribe Laclau es, en efecto, del mismo año en que Ger-mani escribe este libro que les comentaba. Y eso es importante porque siuno lee ambos libros advierte hasta qué punto ambos dicen, en realidad,cosas muy parecidas. Quizá Laclau da este paso de universalizar conclu-siones que Germani piensa de manera muy acotada. Para Germani los“disponibles” eran estos obreros nuevos que habían bajado del interior yque no entendían (no habrían entendido) nada. Para Laclau, los disponi-bles son todos los sujetos en tanto que sujetos siempre abiertos al encuen-tro con nuevas ideologías, con nuevos liderazgos, con nuevos intercam-bios. Y Laclau define así al populismo. Define al populismo como un tipode discurso que interpela sujetos disponibles –no usa la palabra “disponi-ble”, Laclau: lo estoy forzando yo un poquito para hacerlo más parecido aGermani– constituyéndolos como “pueblo”. Un líder, un discurso, una ide-ología puede construir un pueblo. Es decir, el pueblo no es un dato. Ésa esla novedad del populismo de Laclau, o del modo en que Laclau piensa alpopulismo: el pueblo no es un dato, una cosa que está allí.

Creo que, a esta altura, todos aceptamos sin mayores dificultades eso, amenos que alguien suponga que objetivamente existe una cosa que es en síel pueblo y que está esperando por el líder o por el discurso que venga anombrarlo “adecuadamente”. Y que hay otra cosa que es, “en sí”, el anti-pueblo y que está esperando que venga el discurso o el líder que venga a

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nombrarlo. Las cosas son mucho más equívocas. La actual coyuntura argen-tina, las discusiones que protagonizamos todos los días, las discusiones queaparecen en los diarios, la cantidad de amigos, conocidos, vecinos que que-rríamos suponer “del campo popular” y que, sin embargo, repiten los discur-sos del diario La Nación, de Radio 10 o del inefable De Angelis, nos revelanhasta qué punto el pueblo no es un dato duro. El propio carácter popular deDe Angelis, de su discurso y de muchos de sus seguidores, revela hasta quépunto el pueblo no es un dato duro, no es un dato que exista ahí, en elmundo, y al que un líder popular llega, “después”, para nombrarlo. No: elpueblo –vamos a decirlo de este modo remanido– es una construcción. Esuna construcción discursiva, ideológica, hecha por un líder que sabe inter-pelarlo y construirlo en la conciencia de sus propios protagonistas comopueblo. Eso, dice Laclau, es el populismo. Y Laclau destaca en ese texto del’78 el carácter, por lo tanto, rupturista que tiene siempre el populismo. Elpopulismo introduce una novedad. En la Argentina pre-populista, pre-pero-nista, pero sobre todo, pre-yrigoyenista, nadie hablaba de pueblo. No exis-tía el pueblo: existían los ciudadanos. De repente un tipo vino y establecióuna contraposición entre el “pueblo” y el “régimen”, y en esa contraposiciónse construye un sujeto que no era una evidencia empírica de la sociedad sinoque esa operación discursiva inventa, construye. El populismo es rupturistaporque inventa una identidad nueva, una identidad que no estaba.

Esto lo estamos diciendo del compañero Hipólito Yrigoyen porque somosargentinos, pero sería interesante pensarlo para la invención, en el contextode la Revolución Francesa, de la categoría “pueblo”, que tampoco existíacomo una categoría activa en las luchas políticas de Francia. Diría uncorrecto analista marxista de esa coyuntura: la burguesía y sus líderes nece-sitan construir un sujeto más amplio que ella misma porque tenían que daruna lucha muy brava contra un sujeto que era la aristocracia, la nobleza,el propio Rey, la iglesia, que tenían mucho poder y a eso no se lo derro-caba sólo con una clase que todavía era muy chiquita, que era la clase bur-guesa. La clase burguesa necesitó incorporar a sí a otra clase, la pequeñaburguesía, los artesanos, los “crotos” de París, y a todo eso lo nombrócomo pueblo. Bueno, es exactamente lo que yo estoy diciendo. La catego-ría “pueblo” es un invento, es una construcción, es una operación políticaque da una identidad a un conjunto de sujetos que están dispuestos a reco-nocerse en ella. Y que antes no se reconocían en ella, que antes se pensa-ban a sí mismo como otra cosa.

Este texto de Laclau de 1978 es un texto muy interesante que produjo

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muchas discusiones. Uno de los que más discutió este texto fue un soció-logo argentino contemporáneo, Emilio De Ípola. De él me permitirán uste-des recomendar aquí un par de libros. Uno es su último libro de teoría, unmagnífico libro sobre Althusser titulado Althusser. El infinito adiós. Un extra-ordinario libro de De Ípola que recomiendo mucho a quienes tengan viejaslecturas althusserianas que quieran refrescar, porque De Ípola es un granlector de Althusser, un gran conocedor de su filosofía. Lo otro que reco-miendo es un libro de humor. Cómprenselo porque es para llorar de la risa:se llama Tristes Tópicos de las Ciencias Sociales, y está publicado por De laFlor. Es una colección de siete, ocho, nueve cuentos cuya temática son laspropias ciencias sociales y que constituyen agudísimas reflexiones de DeÍpola sobre las ciencias sociales y la política argentina. Pero aquí debería-mos hablar de algunos textos de De Ípola un poco más viejos, que son muyinteresantes para la discusión de esta hipótesis de Laclau que acababa yo depresentar. En un libro que fue publicado en 1983, Ideología y discursopopulista, uno de los artículos discute con Laclau diciendo que la teoría dela interpelación ideológica, de la interpelación discursiva que propone parapensar el populismo es excesivamente unidireccional. Interesante observa-ción, muy en consonancia con el tipo de cosas que se empezaban a hablaren los años ’80 en la Argentina en relación con la cuestión de la recepción.Digamos: que el receptor no es una caja de zapatos vacía sino alguien quehace cosas con aquello que recibe. Y así uno puede recordar los escritos enaquellos años de Jorge Rivera, de Oscar Landi, a quien ya cité, de AníbalFord, de Eduardo Romano9. El lector (más en general: el receptor) es vistoen esta perspectiva como un sujeto activo que no se limita a recibir, comoquien recibe una bendición, un nombre, una interpelación ideológica o unmensaje, sino que es un sujeto activo de colocación de sentido en eso querecibe. De modo que, si esto es así, una identidad política no podría ser elmero resultado de una interpelación discursiva ideológica. Primera observa-ción que hace De Ípola al texto de Laclau y que es muy razonable. La

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9. Se refiere a la discusión con las teorías clásicas sobre comunicación, que establecían unteórico esquema de comunicación con un emisor que controlaba las características del men-saje y un receptor que recibía de manera pasiva. A principios de los ’80, lo que luego se cono-cería como la escuela de los Estudios Culturales comenzó a cuestionar esta tesis, y le asignóal receptor un rol más activo en la configuración final del sentido del mensaje. Algunos de losautores que Rinesi menciona, como Aníbal Ford, Jorge Ribera o Eduardo Romano fueron ver-daderos precursores en este tipo de análisis en Argentina, incluso con varios años de antici-pación a lo que luego sería una tendencia teórica mundial.

segunda observación que hace De Ípola al texto de Laclau está contenidaen un artículo escrito junto a Portantiero y titulado “Lo nacional popular y lospopulismos realmente existentes” y es, en realidad, una doble observación:De Ípola y Portantiero le critican a Laclau, en primer lugar, que subraye másde la cuenta el componente rupturista que tiene el populismo. Ellos no estándispuestos a concederle tanto al populismo. Sin duda hay un componentede ruptura en el populismo, pero también hay, por debajo de esa ruptura,continuidades profundas con el sistema de dominación anterior; hay domi-nación de clase escondida bajo el populismo, no es pura ruptura y puraemancipación. La segunda observación es que una teoría excesivamente“discursivista” y que no parece prestar atención a los componentes socioló-gicos, materiales, estructurales, que hacen posible esa interpelación sea exi-tosa. No en cualquier lugar, no en la China del siglo XI o en la Londres delsiglo XXI, puede aparecer un líder que diga “el pueblo, el pueblo” y conse-guir que la gente se la crea. Hay condiciones estructurales, materiales, eco-nómicas que están en la base de esa posibilidad, y que la teoría de Laclauno tendría suficientemente en cuenta, dicen –me parece que puedo resu-mirlo así– De Ípola y Portantiero.

Estos debates son muy interesantes y estoy pasando rápidamente porellos. Estoy repasando junto con ustedes notas que estamos haciendo conun colega que está escribiendo su tesis doctoral sobre temas parecidos aestos y gracias al cual estoy tratando de repasar o de estudiar en los ratoslibres algunas de estas cosas. En esta discusión me parece que tiene un lugarinteresante uno de los últimos libros de Laclau, que se llama La razón popu-lista. Yo diría que en ese libro Laclau da un paso que profundiza el caminoabierto en su libro del ’78 señalando que, en el límite, el populismo es laforma última de la política. No sólo que el populismo no es una forma dis-torsionada, patológica, enfermiza, equivocada, fallada, fallida, de la polí-tica, sino que el populismo es el nombre mismo de la política, que no haypolítica sin (por lo menos un cachito de) populismo. Y esto exactamenteporque el populismo supone un cierto exceso, la construcción de un sujetoque no estaba antes. Si el sujeto estuviera siempre antes, ¿qué política seríaésa? ¿Dónde habría política si supusiéramos que en el mundo hay un con-junto de sujetos idénticos a sí mismos, que se saben, que conocen su iden-tidad y que después –digamos así– se “expresan” en el plano del sistemapolítico a través de sus representantes, sus diputados, sus senadores? Allí nohabría política. Hay política precisamente porque aparece algo –un líder,una ideología, una idea– que hace trastabillar esas identidades preconfigu-

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radas. Si cada uno fuera lo mismo que es, no habría política, si cada unofuera políticamente lo que es sociológicamente, no habría política.

Ésta es una discusión importante, por ejemplo, para pensar los aconteci-mientos de 2001, de 2002. ¿Qué fue diciembre de 2001? ¿Qué fueron esasplazas que tiraron abajo a De la Rúa? En la plaza, se cantaba “si éste no es elpueblo, el pueblo dónde está”. Esta consigna –que todos hemos cantado enla plaza alguna vez– es teóricamente muy interesante. Y llena de sabiduría.Esa consigna es la reflexión más aguda que se haya hecho acerca de qué esel pueblo. El pueblo es exactamente eso que en la plaza dice “si éste no es elpueblo, el pueblo dónde está”. Porque el pueblo no está en ningún otro lugarque en la plaza en el momento mismo en que se dice eso. El pueblo no estáen la casa. El pueblo no está en la forma de un montón de individuos que locomponen y se da cita en la plaza después. En la casa hay profesores, emple-adas domésticos, contadores públicos nacionales, alfareros, talabarteros, estu-diantes universitarios, peones de albañil, traductoras diplomadas. Pero unbuen día, a una cierta hora, y por la razón que sea (porque están hartos, por-que el presidente de la república les parece un incompetente de marca mayor,porque escuchan una interpelación que los convence, porque oyeron que elvicepresidente está preso en un hospital), deciden salir a la calle, marchar a laplaza y allí, en la plaza, ponerse a cantar juntos “si éste no es el pueblo, elpueblo dónde está”. Ahí está y sólo ahí. Afuera de la plaza hay clases socia-les, hay individuos, hay profesiones, hay corporaciones, no hay “pueblo”.

PARTICIPANTE: Pero en el acto del campo realizado en Rosario también secantaba la misma consigna.

Claro que cantaban lo mismo en Rosario. Por eso es que hay política.Por eso es que es interesante la lucha política: porque nadie tiene ganadode antemano el nombre del pueblo, ni la propiedad de ese nombre. EnRosario cantaban lo mismo y en la plaza de Blumberg y en cualquier plazase puede cantar lo mismo. El pueblo es, exactamente por eso, un sujetosiempre incierto y no está allí desde el comienzo, no está allí “desdeantes”. No es que cuando lo cantamos nosotros decimos la verdad ycuando lo cantan en Rosario mienten. Porque allí no hay ni verdad ni men-tira: hay procesos políticos de constitución de la subjetividad colectiva.

Por eso es que frente a las plazas, a las plazas políticas, la sociologíasiempre falla. A la sociología siempre le falta “cinco para el peso” paraexplicar las plazas. Ya critiqué el modo en que los amigos politólogos pen-saron los acontecimientos de 2001. Ahora déjenme decir que cuando

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muchos amigos sociólogos trataron de explicar aquellas plazas tampocotuvieron mucha más fortuna. La explicación “sociológica” de un hechopolítico como ése tiende a apuntar a la constitución de ese colectivo en tér-minos de las clases o los sectores de clases que lo integran: que los aho-rristas “acorralados” de las clases medias, que los trabajadores desemplea-dos, que tal sector de la burguesía de tal tipo, que tal otro sector profesio-nal de qué sé yo dónde... Este tipo de explicación no digo que esté mal. Loque digo es que cuando todos esos sectores que el sociólogo puede descri-bir como parte del gran mosaico de la estructura social argentina convergenen la plaza, allí ya no son aquello que “sociológicamente” son: allí se con-vierten en otra cosa. Allí, en la plaza, se convierten en “pueblo” o en lo quesea. Y yo diría lo siguiente: hay política exactamente porque en la plaza nosomos lo que somos en lo que el viejo maestro Hegel llamaba “la sociedadcivil”. Hay política porque hay (allí, en la plaza: y está claro que cuandodigo “en la plaza” eso es una metáfora) trastrocamiento de la identidad, haypolítica porque hay invención de una identidad nueva que no “copia” lapura identidad “de clase” que cualquier sociólogo puede sacar de las tablasestadísticas correspondientes. Sino que inventa una cosa nueva. Me pareceque la política puede ser definida exactamente como eso que inventa unacosa nueva sobre las identidades sociológicas previamente existentes.

Para decirlo brevemente: la idea central de Laclau de que toda políticatiene un componente populista, o de que el populismo dice la verdad últimade la política porque toda política supone el exceso, supone el rebautismode los sujetos, supone la invención a través del discurso, de la ideología, delliderazgo, de algo que no estaba; esa idea central de Laclau yo la firmo conlas dos manos, me parece muy bien. Déjenme decirlo así: la política no esla tarea de representar los intereses de sujetos preexistentes. La política es latarea de construir la forma misma de la sociedad. De instituir la sociedad.Eso es lo que hacen De Angelis, Llambías, Cristina Kirchner, Evo Morales,los santacruceños de Bolivia… eso es lo que hace Chávez y lo que hacenlos golpistas contra de Chávez, que le dieron un golpe en nombre del pue-blo, diciendo “por fin el pueblo se saca de encima esta tiranía espantosa”.

Pero, entonces: no se trata de que un líder desde un balcón diga “com-pañeros”, un montón de gente se reconozca y que ahí se constituya, comopor arte de magia, un sujeto. El asunto es por qué ese líder llegó al balcón,qué vieron esos que después se reconocen en ese “compañeros” que losllevó a identificarse con ese liderazgo. La atención que sugiere prestar DeÍpola al momento de la recepción de los discursos me parece que apunta a

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eso. Es interesante, por eso, recorrer la historia de los grandes liderazgoscarismáticos en Argentina, tanto el de Yrigoyen y Perón –que ya menciona-mos– como el de Alfonsín, que recorría las ciudades del país en la campañaelectoral del ’83 con un gran hallazgo retórico y político que era el hallazgode que los grandes colectivos de identificación ya no funcionaban. Enefecto, mientras Ítalo Luder recorría el país diciendo “compañeros aquí,compañeros allá” y la gente se miraba diciendo “¿a quién le habla estecaballero? ¿Qué ‘compañeros’, si nos hicieron pelota? ¿Qué ‘compañeros’,si ya no existe más ese sujeto que se podía reconocer en ese colectivo deidentificación?”, Alfonsín recorría las ciudades diciendo “amigos de Mar delPlata”, “amigos de Mar Chiquita”, “amigos de Rosario”. Amigos. Y también,recordemos: “un médico allí” Casi como el pastor que se ocupa de cuidara cada una de las ovejas. Ese “un médico allí” es muy interesante, el “ami-gos” también es muy interesante. Alfonsín captó cosas muy interesantes deesta sociedad individualista que había salido de la dictadura y a la que com-prendió que ya no se le podía hablar con los viejos colectivos identificato-rios del pasado peronista, a la que comprendió que había que hablarles conla lengua liberal (que era la suya) en la que podían reconocerse los indivi-duos producidos por la dictadura. Me parece que hay ahí una comprensión.Una comprensión recíproca, diría: es un viaje de ida y vuelta que va de lasmultitudes al líder y del líder a las multitudes. El líder reconoce allí lo quelas multitudes están esperando, también, de la ideología que los interpele.

Me parece que, si estamos más o menos de acuerdo con llegar hasta estepunto en el argumento sobre el populismo –al que, como ven, he tratado,siguiendo en esto el argumento de Laclau, de sacar de ese lugar de patolo-gía, de anomalía, de cosa extraña, indigna y baja, para convertirlo, nada másy nada menos, que en sinónimo mismo de política–, aparecen, entonces,algunos problemas. Algunos de esos problemas los plantea un politicólogoargentino contemporáneo que se llama Carlos María Vilas, que tiene variascríticas que hacer a esta idea de “populismo” o de (invento) “pan-popu-lismo”, a esta pretensión de llevar el populismo a todas partes y hacer de“populismo” un sinónimo de “política”. Lo que dice Vilas, frente a esto, es:“dejémonos de macanas: hay cosas que son populistas y hay cosas que noson populistas. El populismo expresa, en la historia de las ideas latinoameri-canas, cierto conjunto de fenómenos bastante específicos: el varguismo, elyrigoyenismo un poco, el peronismo mucho, el cardenismo. No cualquiercosa es populismo, ni “neopopulismo”. ¿Qué es eso de que Menem es neo-populista, o de que Kirchner es populista?” Vilas escribió un par de artículos

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muy interesantes sobre esto en la revista Estudios Sociales, de la UniversidadNacional del Litoral, donde polemiza con Gerardo Aboy Carlés, gran lectory discípulo (crítico, por cierto, pero ésa es otra historia) de Laclau. Lo quedice Vilas es que no se puede llamar populismo a cualquier cosa. O ya laspalabras no significan nada o la palabra “populismo” tiene que significar algomás o menos preciso. Vilas, dicho de otro modo, pide un poco de precisiónen los conceptos, y no diseminar la palabra populismo hasta convertirla ensinónimo de política. Sobre eso se podrían hacer otras consideraciones;apunto sólo esto como crítica que puede intervenir en nuestra discusión.

El otro tipo de problemas que acarrea la generalización de la idea depopulismo o esta reivindicación de la idea de populismo que lo saca dellugar de la anomalía y lo convierte en sinónimo de “política”, se podría for-mular más o menos del siguiente modo: si toda política es un poco popu-lista, si el populismo es la verdad última de la política, ¿para qué seguir conla palabra “populismo”?, ¿por qué no hablar de “política” y ya, y dejar delado de una buena vez la palabra “maldita” populismo? Si todo es populista,si todo es populismo, ¿para qué sirve la palabra populista, para qué sirve lapalabra populismo? Después de haber escrito La Razón populista, Laclaudebería haber dicho: “este libro, y todas las veces que dije la palabra “popu-lismo” en este libro y en todos los demás, se autodestruirán en cinco segun-dos, como los mensajes de Misión Imposible, porque ya demostré que lapolítica es populista siempre y, por lo tanto, podemos seguir hablando de‘política’, como cuando éramos chicos.” A menos que (y habría que exami-nar esta posibilidad) uno pudiera decir que se puede hablar de “populismo”en dos sentidos. Que se puede hablar de populismo “en un sentido amplio”,y decir, por ejemplo: “en efecto, en un sentido amplio toda política es popu-lista, porque toda política supone la construcción de una subjetividad y, poreso, toda política trabaja sobre el exceso y sobre la diferencia de los sujetosrespecto de sí mismos”, pero que se puede también hablar de populismo“en un sentido estricto”, y decir: “dicho eso en general, hay tipos degobierno que son populistas y tipos de gobiernos que no lo son”. Por ejem-plo, Chávez es más populista que Bachelet. Si algún sentido tiene conservarla idea de populismo es para poder distinguir matices entre distintos tipos depolíticas, tipos de gobierno, tipos de liderazgos, después de aceptar que, enun sentido muy amplio, todos son populistas en el sentido de que ningunotrabaja sobre identidades previas. Esa idea es interesante.

La pregunta allí sería: ¿a qué llamamos un sistema o un liderazgo o unpartido o una ideología populista “en sentido estricto” y a qué no llamamos

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así? Y sobre esto las discusiones que se nos ocurren son o pueden ser muyinteresantes. Uno podría decir, por ejemplo (pero sobre todo esto habría quehilar mucho más fino), que cuando la construcción de un sujeto colectivoque supone toda política se hace alrededor de la categoría de “pueblo”,estamos ante un populismo en un sentido amplio y en un sentido estricto,mientras que cuando esa construcción de un sujeto colectivo se hace alre-dedor de otras categorías (la de “ciudadanos”, la de “amigos”), estamos anteun populismo “en sentido amplio”, sí, pero no ante un populismo “en sen-tido estricto”. Que estamos ante un populismo bastante menos populista, situviera sentido decirlo de ese modo.

Todas estas cosas que estoy diciendo me parece que están hoy muy pre-sentes en las discusiones de la teoría política latinoamericana, sobre todoargentina. Me parece que la aparición del libro de Ernesto Laclau –La razónpopulista– ha abierto un camino para una cantidad de otros textos, para unacantidad de investigaciones y discusiones muy relevantes. Lo que me pareceinteresante es advertir hasta qué punto esta reivindicación teórica del popu-lismo ensayada por Ernesto Laclau, por Aboy Carlés, por una cantidadenorme de pensadores, no parece haber alcanzado al mundo de la política.En el mundo de la academia –podríamos decir– hoy “populismo” es una(bastante) buena palabra. Uno puede decir “yo soy populista porque en elfondo todos lo somos” y agregar “como cualquiera lo sabe, si pasó porLaclau”. Ahora, eso no ha producido como efecto que en el mundo de lapolítica “populismo” se haya convertido en una buena palabra. Más bientodo lo contrario: sigue funcionando como un insulto. Tanto que aún losque son ostensiblemente populistas, en casi cualquier sentido que se use lapalabra, niegan serlo. Cuando a Kirchner lo llaman populista, dice: “de nin-guna manera, no le permito”. Porque esa palabra sigue arrastrando una con-notación negativa, sigue pareciendo un insulto, sigue pareciendo una degra-dación. Chávez no acepta que le digan populista y responde: “no, paranada, yo soy un demócrata bolivariano”. Me parece que la discusión polí-tica sigue organizada alrededor de un eje que discrimina negativamente ala palabra populismo, la manda al tacho, en nombre de otra idea que es laidea de república. Y aquí, entonces, pasamos a la otra categoría que yo que-ría confrontar con la categoría de populismo para después demostrar queesta confrontación no necesariamente tiene que ser tal.

A ver: ¿qué es lo que les dicen los que se dicen republicanos –y acá pen-samos en los diarios que leemos todos los días– a aquellos a quienes esosrepublicanos llaman “populistas”? Les reprochan que sean peleadores, que

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estén todo el tiempo dividiendo el cuerpo social, que no hagan más quehacerse enemigos, que no tiendan mesas de conversación, que partan al paísen una cosa que los populistas llaman “pueblo” y una cosa que los populis-tas llaman “oligarquía”, “anti-pueblo”, “enemigos del pueblo” o lo que sea.Y eso los que se llaman republicanos dicen que no debe hacerse, que nopuede ser, que es poco respetuoso y que así todo se va al tacho. Los republi-canos les critican a los populistas que sean peleadores, que sean pendencie-ros, que sean camorreros. Y aquí voy a decir una primera cosa: los republi-canos tienen razón en eso. Los populistas son camorreros, son pendencieros,son peleadores. El populismo es una teoría de la organización del campopolítico y social sostenida sobre la hipótesis de un conflicto, que es el con-flicto entre lo que los populistas llaman “pueblo” y “lo otro del pueblo”, quea veces se llama “antipueblo”, a veces se llama “oligarquía”, a veces se llama“cipayos”, a veces se llama “vendepatrias”, pero que en todo caso son losque están del otro lado del pueblo y que están enfrentados con el pueblo porun conflicto fundamental. El pensamiento populista es un pensamiento delconflicto: divide el mundo en “pueblo” y “antipueblo” y toma partido por elpueblo. Y esta crítica se le hace con frecuencia al populismo. Desde la crí-tica de los liberales antiperonistas de los años ’50 que decían que Perónestaba siempre dividendo, siempre peleando, hasta las críticas que escucha-mos hacerle hoy a Chávez, a Evo, a Cristina Fernández: siempre se trata deque son peleadores, de que dividen el cuerpo social. Bueno: esa crítica estábien, es cierta, el populista divide al cuerpo social en pueblo y antipueblo.Es decir, el pueblo tiene enemigos. Esa crítica, por otro lado, es simétrica ycomplementaria a la otra crítica que tradicionalmente se le ha hecho alpopulismo: la de ser excesivamente armonizador. Si las tías liberales de unole critican al populismo que ande siempre peleando y dividiendo, los amigosmarxistas de uno le critican que no divida lo suficiente, que no establezcacon claridad los límites de las clases, que no señale con nitidez a los enemi-gos, que establezca todo el tiempo alianzas y coaliciones vergonzosas, quehaga todo el tiempo concesiones, que busque hegemonías inadmisibles.

Entonces, tres observaciones. Primera observación: que las críticas alconflictivismo populista son en general críticas que le formulan los libera-les, los conservadores, los organicistas o los funcionalistas10. Esto es: son crí-

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10. Se refiere a escuelas de pensamiento que piensan al conjunto social como un organismo(organicistas) o como un conjunto de funciones o roles distribuidos de manera armónica (fun-cionalistas). Ambas son teorías del equilibrio social, que rechazan la idea de progreso sociala partir del conflicto y la transformación.

ticas por derecha. Las críticas al consensualismo populista son críticas quele dirigen quienes creen que la historia es la historia de la lucha de clases yque eso habría que decirlo con más nitidez que la que suelen tener los plan-teos populistas. Es decir, son críticas por izquierda.

Segunda observación: ambas críticas tienen razón. Es decir: tienen razónlos liberales que dicen que los populistas son pendencieros y tienen razón losmarxistas que dicen que los populistas buscan aliar lo que en la realidad estásmás peleado que lo que ellos dicen y buscan armonías allí donde, en reali-dad, hay desarmonías. Y esa circunstancia que es que las críticas –por dere-cha y por izquierda– al populismo tengan, ambas, razón, de lo que hablaes del carácter dual del populismo. El populismo es, efectivamente, una teo-ría del conflicto y una teoría del consenso. Una práctica del conflicto yuna práctica del consenso. Es decir, es –ya lo sugerimos– la política misma.

Tercera observación: esta ambivalencia del populismo es la expresión o elcorrelato de la ambivalencia del significado de la propia palabra “pueblo”,de la que se deriva “populismo”, que también es una palabra con una doblevalencia, con una doble significación. Esto es muy importante: cuando deci-mos “el pueblo”, ¿quién es “el pueblo”? “Si éste no es el pueblo, el pueblodónde está”; “nos, los representantes del pueblo”: en ambos casos estamosdiciendo cosas distintas con la palabra “pueblo”. Decimos básicamente doscosas con la palabra “pueblo”. Cuando la usamos en un cierto sentido, lapalabra pueblo designa a los pobres. Cuando decimos “el pueblo está hartode las diferencias de la oligarquía”, el pueblo son los pobres: los laburantes,los desocupados, los campesinos pobres, los lúmpenes de las ciudades, losmaestros. Los que están en frente del pueblo son la sucia oligarquía, los ven-depatrias, los cipayos. Cuando decimos, en cambio, “nos, los representantesdel pueblo”, el pueblo somos todos. Es una idea cívica de pueblo. “Al granpueblo argentino, salud”. No a los pobres sí y a los ricos no: es a todo el pue-blo argentino que le decimos “salud”. La palabra pueblo oscila, entonces,entre ambos significados. Y no puede sino oscilar entre ambos, porque esaoscilación es la política. Hay política porque hay el nombre de una parte quedefine también al todo. Hay política porque hay esa tensión entre la parte yel todo. Hay política porque una parte quiere ser el todo y, al mismo tiempo,hay un todo que le dice a la parte que no puede pretender ser igual a él, altodo, porque ese todo la incluye a ella y a su contraparte, a su enemiga. Poreso, “pueblo” es la palabra más política que hay, porque indica, al mismotiempo, a una parte y al todo. Indica, al mismo tiempo, que el cuerpo social

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está dividido y que sigue siendo uno. Hay política porque el cuerpo socialestá dividido y, al mismo tiempo, es uno.

Ahora, bien: ¿decían acaso otra cosa –y aquí viene el comienzo de mimodesta provocación– los viejos teóricos de la república? ¿No es exacta-mente éste el principio fundamental del republicanismo clásico? ¿No diceel republicanismo clásico que una república –esto es, una cosa pública– es,al mismo tiempo, una cosa que está necesariamente dividida por dentro,que toda república se sostiene sobre una división originaria del cuerposocial, como dice ese gran republicano francés contemporáneo que esClaude Lefort? Claude Lefort, de muchos modos y en muchas palabras y enmuchas formas distintas, ha dicho a lo largo de su obra una cosa que yo dijeal pasar: dice que hay dos principios constitutivos de lo político, o, dicho deotro modo, que hay política porque hay dos cosas. En primer lugar, que haypolítica porque hay conflicto. Si no hubiera conflicto, podría haber gestión,administración, orden. Pero hay política porque hay conflicto. De lo quesea: de clases, de intereses, de gustos, de género, estético. Pero si no hayun punto de conflicto, un punto de no resolución, no hay política: hay puragestión o administración.

Pero hay política, también, porque, a pesar del conflicto, por detrás delconflicto, por sobre el conflicto hay algo, que Lefort llama “poder”, quehace que el cuerpo social se mantenga unido. Si no hubiera ese algo, tam-poco habría política. Si sólo hubiera conflicto, si sólo hubiera relacionesinter-subjetivas conflictivas, habría lo que el viejo y querido Hobbes llamó,hace un montón de tiempo, “estado de naturaleza”, esto es, la disoluciónabsoluta del lazo social, la pura guerra de todos contra todos. Si hay polí-tica es porque hay conflicto, pero también porque hay conflicto en elmarco de una unidad. Porque el cuerpo social está desunido, pero siguesiendo un cuerpo. Ésa es la idea clásica de “república” que uno puedeencontrar en los grandes autores republicanos, de los cuales yo he traídoaquí un librito de uno que es posiblemente el más provocador, el másgenial, el más sorprendente, que es el viejo Maquiavelo.

Nicolás Maquiavelo es un republicano, heredero del gran republica-nismo romano, heredero del pensamiento cívico florentino de los siglos XIII,XIV, XV y escribió un gran libro republicano que es Discursos sobre la pri-mera década de Tito Livio. Década quiere decir “los diez primeros libros” yTito Livio es el autor de una Historia de Roma. Es decir, Discursos sobre laprimera década de Tito Livio quiere decir “discursos sobre los primeros diezlibros de la Historia de Roma de Tito Livio”. No “discursos sobre la infancia

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de Tito Livio”, que no tiene ningún interés. Este libro es fundamental paraquienes les interesa Maquiavelo y la recuperación de Maquiavelo como unautor republicano: porque muchas veces de Maquiavelo nos queda la ima-gen monárquica o, como les gusta decir a algunos autores, “carismática”, enel sentido de que supone un liderazgo fuerte de un sujeto carismático, elpríncipe, que da tema al libro sin duda más famoso de Maquiavelo. Pero no:la concepción política de Maquiavelo es claramente republicana y esto seexpresa en este libro que es el que Maquiavelo tenía por su mejor libro, yque posiblemente lo sea. El Príncipe tiene el enorme interés de plantear a lahistoria de la filosofía posterior un escándalo moral extraordinario. Ahíradica todo su enorme interés. ¿Cuál es el escándalo moral que Maquia-velo plantea en El Príncipe? No, como suelen decir las tías y los politólo-gos –que en esto piensan igual, aunque juzgan distinto eso que piensan–que Maquiavelo “separa la política de la moral”. No: eso está mal. Nuestrastías, todas ellas, sin excepción y sin haber leído una sola línea de Maquia-velo, dicen “cómo vas a leer Maquiavelo, si separa la política de la moral”.Y agregan, “y eso está muy mal, porque la política no puede separarse de lamoral”. Y algunas de ellas no paran hasta terminar la frase: “...y por eso esta-mos como estamos”. Los politólogos no: los politólogos dicen, como lastías, que Maquiavelo separó la política de la moral, pero opinan que eso noestá mal, sino que está muy bien. Porque gracias a que la política ya no tienenada que ver con la moral, puede ser considerada un campo de fuerzasobjetivas que una ciencia positiva puede estudiar. Igual que la física, quepuede estudiar la fuerza de los cuerpos porque ya se le sacó a eso toda valo-ración moral. Si Newton hubiera pensado que la manzana se le cayó en lacabeza porque tenía algo personal contra él, o porque era una manzanamalvada o diabólica, no hubiera descubierto nunca la Ley de Gravedad. Esdecir, es necesario sacar los valores de la fuerza de la física para que apa-rezca la ciencia de la física. Y sería análogamente necesario –suelen opinarlos politólogos– sacar los valores del mundo de la política para que apa-rezca la ciencia de la política.

Ahora bien: tanto las tías como los politólogos se equivocan de punta apunta. Maquiavelo no separa la política de la moral. Al contrario: es unmoralista exigentísimo. Sólo que es un moralista que descubre algo muchomás perturbador que la independencia de la política respecto de la moral.Al fin de cuentas, no sería tan grave, no sería tan espeluznante, tan deses-tabilizadora, tan inquietante la lectura de Maquiavelo si Maquiavelo apenashubiera descubierto que la política se separa de la moral. Pero Maquiavelo

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descubre en realidad algo que es mucho más atroz: que no hay una únicamoral posible. Que hay, por ejemplo, en una cierta situación, una moral–esto es, un sistema de valores–, perfectamente respetable, frente a la cualMaquiavelo no tiene nada que decir, que es la moral que les permite a loscristianos salvar su alma. Y que hay otro sistema de valores, que no tienenada que ver con el primero pero que también es un sistema de valores, quees el que les permite a los republicanos paganos como él salvar, no su alma(a la que no tienen en gran cosa), sino su república. Y que hay veces queesos dos sistemas de valores colisionan y que, en esa colisión, el actor polí-tico –al que Maquiavelo llama Príncipe– tiene que elegir. Y elegir es tre-mendo porque no es elegir un camino u otro camino, es elegir una moral uotra moral y perder necesariamente algo en esa elección. Si decido actuarconforme me lo exige la moral republicana y pagana, puedo perder mi almaeternamente. Si decido actuar como me lo exige la moral cristiana, puedoperder para siempre mi república. El asunto es que no me puedo quedar, almismo tiempo, con el pan y con la torta. Ése es el descubrimiento extraor-dinario –y tremendo– de Maquiavelo, que es un descubrimiento sumamenteperturbador, y por eso desde hace cinco siglos que la historia de la filosofíaoccidental no hace más que insultar a Maquiavelo. O mejor: sí hace algomás que insultar a Maquiavelo: ha convertido el propio apellido del pobreMaquiavelo en un insulto. A ningún otro filósofo se le hizo eso en la histo-ria. Algo muy malo tiene que habernos hecho Maquiavelo (estoy reprodu-ciendo rápido, mal y medio humorísticamente un argumento más sutil deun autor extraordinario: Isaiah Berlin11) para que su apellido se convierta enun insulto. Si alguien dice de alguien que es un maquiavélico, eso es uninsulto. Si alguien dice de alguien que es un kantiano, un lockeano o unhegeliano, eso es descriptivo. Porque Maquiavelo nos tiró un fardo tre-mendo, un descubrimiento tremendo, que es el descubrimiento de la ine-xistencia de morales únicas. Ése es el gran escándalo moral de El príncipe.

Ahora: ¿cuál es el gran escándalo moral de los Discursos? Leo: “Creo”,dice Maquiavelo, “que los que condenan los tumultos entre los nobles y laplebe, atacan lo que fue la causa principal de la libertad en Roma. En todarepública hay dos espíritus contrapuestos, el de los grandes y el del pueblo.Y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desuniónentre ambos.” Esto lo dice en un capítulo extraordinario de los Discursos, quees el Capítulo IV del Libro I, que se titula “Que la desunión entre la plebe y

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11. Se trata de unos de los principales referentes del liberalismo radical del siglo XX.

el Senado Romano hizo libre y poderosa a aquella república”. ¿Qué es lointeresante y lo escandaloso de esto que dice Maquiavelo acá? No la meraconstatación del conflicto como un dato que existe en cualquier sociedad.Uno podría decir que esa constatación ya la había hecho Aristóteles, quiendice que, efectivamente, existen las clases, y que dice también que cuandouno va a una asamblea tiene que estar atento, porque lo que los ricos suelenhacer pasar por razones son en realidad racionalizaciones de sus intereses declase, y lo que los pobres suelen hacer pasar por razones son racionalizacio-nes de los intereses de su clase. Es interesante Aristóteles, no se chupaba eldedo: Mucho logos, mucho logos, pero el logos sirve para defender los inte-reses de la clase a la que se pertenece. Por eso, decía Aristóteles, es muyimportante que a las asambleas vaya mucha gente de clase media, porqueson los que, estando sociológicamente entre los ricos y los pobres, van aacercar argumentos y permitir que la comunidad llegue a acuerdos sobrecuál debe ser el camino a seguir. Una concepción muy interesante de larazón práctica como una razón racionalizadora de intereses. Allí hay la cons-tatación de que existe el conflicto y está, por suerte, la asamblea que nos per-mite procesar los conflictos y hacerlos desaparecer como conflictos, sumer-giéndolo en el consenso comunitario. Maquiavelo da un paso más allá. Dice:el conflicto no está para ser remediado, para ser resuelto.

Hoy en Clarín hay una página entera donde se puede leer que los gurúesen resolución de conflicto opinan que el Gobierno y el campo cometieron“diez errores imperdonables” en el tratamiento del conflicto. Es increíble.Especialistas de la Universidad Di Tella y de no sé qué universidad norte-americana dicen que para la resolución de los conflictos no debe proce-derse como procedieron las partes involucradas en el conflicto que tieneen vilo al país. La cosa no podría ser más pavota. ¿Y si las partes involucra-das en este conflicto no querían “resolver” (suponiendo que fuera fácilsaber qué quiere decir eso: resolver) ese conflicto? ¿Qué piensan los talen-tosos críticos de Clarín?: ¿Que estamos ante un conjunto de muchachosimprovisados, que nacieron a la política la semana pasada, que trataron ytrataron de resolver este conflicto y que durante tres meses no pudieron?¿Que los conflictos están para ser “resueltos” y que si no se “resuelven” hayalguien que hizo algo mal y al que hay que amonestar? Maquiavelo dice,en lo que les acabo de leer, que los conflictos son lo que hace grande ypoderosa a una república. Es porque hubo conflicto entre la plebe y elSenado que se creó la famosa institución de los “tribunos de la plebe”, queaumentó la libertad de los romanos e hizo mejor a su república. Es porque

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hubo ese conflicto que se generaron leyes mejores para los romanos. Lasbuenas leyes son hijas de conflicto, dice Maquiavelo. No de la armonía.

Entonces: hay república porque hay, gracias a las instituciones y a lasleyes, un campo, un terreno, un espacio, un horizonte común, una cosapública, una res publica. Hay república porque hay campo común. Perohay república, también, porque ese campo común es un campo de batalla.Si ese campo común fuera un campo de armonía, donde no hubiera con-flicto, no habría república: no habría nada. La idea de república, en la tra-dición republicana, supone la idea de conflicto, exige la idea de conflicto:el pensamiento republicano es un pensamiento conflictivista. Al mismotiempo, en la medida de que ese conflicto se da en el interior de una respublica, de una cosa pública, supone un campo común en el que ese con-flicto tiene lugar, se expresa, se procesa. Entonces, hay aquí una forma detensión entre lo particular y lo universal. Entre la dimensión de conflictoentre las distintas particularidades –la plebe, los grandes– y la dimensiónde consenso que supone la postulación de cualquier universalidad.

Y díganme si esta tensión entre lo particular y lo universal no es muy pare-cida a (y, a poco que se la mire de cerca, no es exactamente la misma ten-sión que) la tensión entre el pueblo como parte y el pueblo como todo, entreel pueblo como plebs y el pueblo como populus que habíamos identificadoantes como característica de la tradición populista. La tradición republicana,igual que la tradición populista, supone un conflicto, una tensión, entre laexistencia de un espacio común, el espacio todo de la república, el espaciodel pueblo entendido como populus, como totalidad de los ciudadanos, y laidentificación de una particularidad, de una parte de ese espacio común quees la parte de la plebe, del pueblo como conjunto de los pobres.

La idea clásica de república supone la idea de conflicto. Es una ideaconflictivista que, como digo, recorta el conflicto sobre el telón de fondode una universalidad, de una cosa pública posible y deseable. El problemaes que ese conflicto que Maquiavelo anunció, preparó, tematizó, legitimóy que no tardaría en expresarse después en las luchas, en las guerras civi-les, políticas y religiosas europeas del siglo XVI, del siglo XVII, es un con-flicto que también tiene una dimensión fuertemente destructiva. El conflic-tivismo tiene consecuencias: supone la lucha entre las partes, entre los sec-tores, y esa lucha es una lucha dolorosa y que trae, necesariamente, algu-nas pérdidas. Permítanme ahora una pequeña nota a pie de página. Hay unlibro de un autor al que no cité pero al que me estoy refiriendo todo eltiempo y que voy a citar ahora, que se llama Quentin Skinner. Quentin

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Skinner es un gran historiador inglés de las ideas, contemporáneo, queescribió una serie de libros fantásticos. Escribió un pequeño y muy impor-tante libro sobre Maquiavelo, escribió un gran libro sobre Hobbes, escribióun libro notable, en dos tomos, que está publicado en español por Fondode Cultura Económica y que se llama Fundamentos del pensamiento polí-tico moderno. Y también un librito publicado hace un par de años en espa-ñol, que se llama El nacimiento del Estado que, en realidad, no habla delnacimiento del Estado, sino del nacimiento del significado moderno de lapalabra “Estado”. Skinner le da mucha importancia a las palabras. Es unhistoriador que trabaja con textos y dice: guarda cuando trabajamos contextos, porque los textos están escritos con palabras y las palabras no siem-pre han querido decir lo mismo en la historia de las ideas. De manera quecometeríamos un grave error si leyéramos un texto del pasado con el sig-nificado que hoy le damos a las palabras con las que está hecho. Por ejem-plo, ¿qué pasaría si leyéramos una frase que Hobbes escribe en el Behe-moth –su libro sobre la guerra civil inglesa–, donde dice: “al fin y al cabo,toda la historia inglesa del siglo XVII no es más que una gran revolución”,qué pasaría, digo, si hoy leyéramos esa frase teniendo en mente el signifi-cado que desde el siglo XVIII le damos a la palabra “revolución”, quesupone la idea de un corte radical en el tiempo y el pasaje hacia otra cosa?Pues pasaría que no entenderíamos esa frase, porque allí la palabra “revo-lución” no está usada en el sentido moderno que le damos a partir de laRevolución Francesa (y, después de la Revolución Mexicana y la Rusa y laChina y la Cubana y tantas otras), sino que ahí, en la frase de Hobbes, lapalabra “revolución” está usada en el sentido astrológico clásico: la revo-lución como la vuelta en círculo de una cosa que vuelve a su punto de par-tida. Revolución es vuelta en círculo, también. Y cuando Hobbes dice quela historia del siglo XVII es una gran revolución, lo que dice es que terminacomo empieza. Si fuéramos a leer esa frase pensando que lo que dice allíes lo que nosotros entendemos por revolución, no entenderíamos esa frase.

Lo mismo pasa con la palabra “Estado”. Hay un momento donde Maquia-velo dice que el príncipe debe empeñarse en “mantener su estado”. Noso-tros venimos cinco siglos después, pasados ya por Hobbes y por Hegel y porMax Weber y por Guillermo O’Donnell y cuando leemos eso pensamos quesabemos qué es lo que quiere decir, pensamos que lo que quiere decir es queel príncipe debe mantener el aparato, las instituciones del Estado: la aduana,la gendarmería. Y no es eso lo que quiere decir Maquiavelo, por la simplerazón de que en 1615 el Estado no identificaba a un tipo de aparato como el

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que hoy nos representamos con ese nombre, y que simplemente no existía nien Italia ni en ningún lugar. La palabra “estado” viene del latín status y quieredecir “estado, estatuto, condición”, como cuando preguntamos por el estadode un enfermo, o por el estado civil de alguien. De manera que “el estadodel Príncipe” quiere decir “cómo está” el Príncipe. Y que “el Príncipe debemantener su Estado, il suo stato”, como dice Maquiavelo, quiere decir sim-plemente que el Príncipe tiene que seguir siendo Príncipe, es decir, que tieneque mantener su poder. El “estado” del Príncipe quiere decir entonces, sim-plemente, cómo está el Príncipe. Y el Príncipe, dice Maquiavelo, tiene queestar… bien. Ahora: el problema es que puede ocurrir que el príncipe estébien y el pueblo esté mal, que “el estado del Príncipe” sea bueno y “el estadodel pueblo” sea malo. Entonces viene la larga tradición de los filósofos y pen-sadores a los que suele llamarse “monarcómacos”, que son los que defien-den la tesis del tiranicidio y en cuyas fuentes –digamos de paso, pero ésta esotra historia– bebió la teoría política de Locke12, que defendía el principio a larevuelta y a la rebelión. Esta tradición dice que si el estado del Príncipe esbueno pero el estado del pueblo es malo, que si el Príncipe está bien, pero elpueblo está mal, el pueblo tiene derecho a –e incluso obligación, ante Dios,de– levantarse en armas contra el Príncipe para derrocarlo. Y ésa es, en lofundamental, la justificación política, teológica, filosófica, de las grandes gue-rras civiles y religiosas de la segunda mitad del siglo XVI en Francia, o de laprimera mitad del siglo XVII en Inglaterra. Guerras que terminaron con enor-mes derramamientos de sangre, con destrucción de muchas sociedades.Hasta que llega Tomás Hobbes a mitad del siglo XVII y dice: “viejo: así no sepuede vivir; hay que poner un poco de orden. Porque si cada uno, porque suestado no es bueno, se va a levantar en armas, esto va a ser un despelote.” Aese despelote, decíamos, Hobbes lo llamó “estado de naturaleza”, o estado deguerra de todos contra todos. Y dijo que para conjurar eso era necesario fir-mar un contrato y crear una institución que esté por encima del estado depríncipe y del estado del pueblo. Y a esa institución ¿saben cómo propusollamarla? Estado. La palabra “estado” protagoniza entonces un deslizamientomuy interesante, desde comienzos del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII,de designar “el estado del príncipe” a designar “el estado del pueblo” y a

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12. John Locke fue otro de los grandes teóricos del contractualismo político del sigo XVIII,de especial influencia en la Revolución Francesa y en el pensamiento republicanista norte-americano.

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designar, después, la institución que garantiza que príncipe y pueblo puedanmantener la paz, independientemente de cuál sea su estado particular.

Menciono esto porque, de la mano de este movimiento, aparece la críticade Hobbes al “conflictivismo” de pensamientos como el de Maquiavelo. Escosa sabida, en efecto, que, después del contrato, instaurado el Estado y susoberanía, ya no hay para Hobbes más derecho a la revuelta ni a la rebelión.La paz social requiere la resignación absoluta de la soberanía de los indivi-duos en manos del propio Estado. Hobbes es, sin duda, un autor muy impor-tante en la historia de las ideas. Su pensamiento es un paso fundamental: es elque crea las condiciones para el orden social después de la guerra. El pro-blema es que esas condiciones suelen tener un costo importante, que es lafundación de una autoridad absoluta a un soberano no necesariamente sim-pático, en general bastante odioso y que les dice a sus súbditos: “ustedes mecrearon, ahora me tienen que obedecer”. En cierto sentido, toda la historia delpensamiento político europeo, y también norteamericano y latinoamericano,posterior a Hobbes es la historia de los sucesivos intentos de la teoría porrecortar ese poder del soberano, por crear ámbitos de libertad de los sujetos,de los súbditos, de los pueblos. Locke encarna esa especie de republicanismoprotoliberal, con un fuerte componente cristiano, medio anarquista y tam-bién, por raro que nos suene, medio populista. Porque, en efecto, el sujetode ese derecho a la revuelta y a la rebelión, el sujeto último de la sobera-nía, para Locke, es un sujeto colectivo que él llama the people, el pueblo.

No importa –no importa aquí, no me importa a mí, aquí– que sociológi-camente ese “pueblo” hayan sido doscientos amigos de Locke que formabanparte de la alta burguesía agraria inglesa. Conceptualmente es muy intere-sante la idea de que el pueblo no pierde la soberanía con la creación delEstado. Y ahí están también Montesquieu y su celebración de una monarquíalimitada que la distinga de la tiranía. Y Jefferson, Madison y todos los federa-listas en Estados Unidos a fines del siglo XVIII. Y Benjamín Constant13 y todoslos liberales franceses del siglo XIX. Todos esos pensamientos son pensa-

13. Se trata de unos de los principales referentes del liberalismo radical del siglo XX.14. Leviatán, escrito en 1651, es la obra principal de Thomas Hobbes, filósofo y pensadoringlés que estableció buena parte de las bases de la politología moderna. La tesis principalde Leviatán es que, para evitar caer en el “estado de naturaleza”, en el que priman la des-trucción, la violencia y la preeminencia del más fuerte, las sociedades humanas se ven for-zadas a establecer un contrato por el cual resignan el uso de la fuerza para regular sus rela-ciones y depositan esa facultad en el Estado, garante entonces de la vida en comunidad. Esel principio de lo que en Ciencia Política se conoce como “contractualismo”.

mientos que intentan crear reaseguros a la libertad de los individuos, de losgrupos y de los pueblos, frente al poder omnímodo del Leviatán14. Leviatáncuya encarnación histórica más precisa y más contundente es, desde luego,el estado jacobino post Revolución Francesa. Hobbes, el mayor filósofo polí-tico inglés, no tuvo muchos seguidores en Inglaterra; su mayor seguidor fueRobespierre, en Francia. El gran Estado construido en la historia efectiva delos pueblos europeos bajo el modelo del Leviatán es el estado revoluciona-rio francés. Simétricamente, Montesquieu, el gran filósofo francés del sigloXVIII, tiene a sus grandes seguidores en los teóricos del “equilibrio de pode-res” en la tradición anglosajona. Montesquieu es el gran ideólogo de larevolución norteamericana, tal vez más que de la revolución francesa. Hob-bes es el gran teórico del estado revolucionario francés, mucho más que decualquier estado inglés.

Ahora: Contra ese estado monolítico, soberano, autoritario, el pensa-miento político del siglo XVIII, XIX y XX intenta reivindicar espacios de liber-tad para los individuos, para la sociedad, para las corporaciones, para losgrupos. Entonces, en ese intento de ponerle frenos, de ponerle límites alLeviatán, ese pensamiento europeo moderno recupera las viejas institucio-nes del republicanismo clásico. Por ejemplo, la institución de la división depoderes, a la que le da tanta importancia Montesquieu y que viene de lavieja república romana y de Maquiavelo. Las libertades individuales, laslibertades de asociación. Viejos principios de la tradición republicana queson ahora recuperados pero sin el añadido, que sí era fundamental, en cam-bio, en la tradición republicana clásica y maquiaveliana, de una teoría delconflicto. Se recuperan las instituciones del republicanismo, pero no serecupera la savia vital de esas instituciones. No se recupera la teoría delconflicto: se recupera la división de poderes, se recuperan las libertadesindividuales. Se recupera lo que Maquiavelo decía que fueron los resulta-dos del conflicto entre los grandes y la plebe, pero del conflicto, ni hablar.¿Por qué? Porque el conflicto nos retrotrae a la guerra civil y nada querría-mos menos que retrotraernos a la guerra civil. De modo que el republica-nismo post-hobbesiano, el republicanismo moderno, es un republicanismono conflictivista, es un republicanismo de buenas maneras republicanas, esun republicanismo de la división de poderes, del funcionamiento de las ins-tituciones, de la limitación del poder ejecutivo, es un republicanismo antiau-toritario, pero no es conflictivista.

Pues bien: ese republicanismo moderno es el que hoy se invoca en las dis-cusiones políticas, periodísticas y hasta académicas latinoamericanas cuando

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se impugna del populismo su carácter conflictivo, belicoso, pendenciero.Porque ese republicanismo se ocupó de desprenderse previamente de esecarácter. ¿Quiénes son los que hoy dicen república en la Argentina? En laacademia, Natalio Botana; en el periodismo, La Nación; en política, Carrió yLópez Murphy. Ésos son los dueños, hoy y aquí, de la idea de república. Yesa idea de república supone una teoría no conflictivista del cuerpo social,supone una reivindicación de buenas maneras republicanas, pero de nin-guna manera la reivindicación del conflicto. Por el contrario, supone la crí-tica a los gobiernos populistas que todo el tiempo están peleándose, que todoel tiempo está dividiendo el cuerpo social. Es decir, el republicanismo perdiósu carácter conflictivista, el conflictivismo que tenía su primo mayor, el repu-blicanismo clásico, y desde ese carácter consensualista que ahora reivindicacritica el conflictivismo del populismo. Frente a eso es que yo digo que meparece una tarea política y teórica legítima recuperar el viejo republicanismo.

Algunos dirán: qué antigüedad. ¿Qué querés? ¿Volver al Renacimiento?¿Volver a los romanos? Y casi me animaría a doblar la apuesta y a decir: no,no quiero volver a los romanos. Quiero volver a los griegos. Porque el repu-blicanismo de los griegos era más democrático que el de los romanos. Laconcepción republicana de Skinner es una concepción fuertemente romana.Contra esa concepción romana de Skinner, el maestro de Skinner –llamadoJohn Pocock– sacó hace algunos años un libraco enorme donde lo acusa aSkinner de favorecer una idea de república poco democrática, una idea derepública aristocrática, que sostiene la idea de conflicto pero que no sostieneuna apuesta por la participación popular, deliberativa y activa, en los asun-tos públicos, que era la que surgía del republicanismo ateniense. A mí meparece que ese movimiento es interesante, y que permite reunir el grandebate de los primeros años de la transición democrática argentina –ya lodije: el debate sobre la democracia– con el debate de estos días que corren,que es, como vengo sugiriendo, el debate sobre la república. Porque lo queresulta interesante hoy es pensar las condiciones para una república demo-crática, y sobre eso los viejos y queridos griegos sí tienen algo que decirnos.

De acuerdo, se me dirá. Pero ¿es legítimo este movimiento? ¿Es justa lainvitación a dirigir la mirada más allá de nuestra época y a apropiarnos, hoy,de un tesoro intelectual de tiempos pasados? ¿No correríamos el riesgo deque cualquier persona con sentido común nos preguntara si no nos entera-mos de que el tiempo pasó, de que hoy no es ése el escenario, ni son ésaslas ideas, ni son ésas las preocupaciones? Querría decir dos cositas brevessobre esto. Y lo primero que quiero decir es que sí es legítimo este movi-

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miento. Y no sólo que es legítimo, sino que en este tipo de movimientoradica la legitimidad y el interés, para una mirada preocupada por la políticapresente, de la historia de las ideas. Skinner, en un libro hermoso que sellama Libertad antes del Liberalismo, estudia a los pensadores que sostienenuna idea de libertad diferente de la idea liberal de libertad que es la que llegahasta nosotros, en la primera mitad del siglo XVII inglés. Antes de que vengaHobbes con el Leviatán, que es una especie de lápida tremenda que se ponesobre todo lo que se pensó antes y empieza la historia de las ideas políticasde nuevo. Skinner lo que dice es que la tarea del investigador de las ideas es,exactamente, escarbar por debajo de esas ideas que triunfaron para ver loque podríamos llamar “las opciones que no hicimos”, las cosas que queda-ron en el camino, las ideas sepultadas por la historia de las ideas exitosas. Nopara solazarnos en un ejercicio melancólico e incluso reaccionario que diría“qué bueno sería volver a la primera mitad del siglo XVII”, sino para ver lasotras posibilidades que tenía la historia del pensamiento. Para que, desnatu-ralizando así nuestras propias ideas al confrontarlas con otras que perdieron,esas propias ideas nuestras se nos vuelvan más pasibles de discusión. Pode-mos discutir que la idea de república sea lo que la doctora Carrió dice sobrela república si (y sólo si) nos enfrentamos con otra idea de república. Nopodemos discutirla si decimos que cualquier otra idea de república es cosadel pasado y hay que ser esclavista o ateniense para defender otra idea derepública alternativa a la que piensa la doctora Carrió o el benemérito profe-sor Botana. Me parece que es interesante recuperar del pasado ideas alterna-tivas a las que tenemos en el presente exactamente porque nos permiten pen-sar mejor nuestras propias ideas presentes. No por un ejercicio de erudiciónhistórica. No estamos proponiendo un ejercicio académico. Estamos propo-niendo el ejercicio de mirar nuestras propias ideas ante otras alternativas quese abrieron en la historia de las ideas y que fueron sepultadas.

Si pudiéramos hacer este ejercicio, si pudiéramos enfrentarnos a una ideade república distinta a la que aparece en nuestros diarios, en el programa deGrondona, en los libros de Natalio Botana e, incluso, en buena parte de lapoliticología oficial, ¿con qué nos encontraríamos? Me parece que nosencontraríamos con tres ideas que considero importante recuperar, que noson ideas que haya que regalarle al pasado, que haya que regalarle a los anti-guos griegos, porque son demasiado importantes para nosotros, para nuestropresente como para dejarlas sepultadas en el pasado. La primera es la ideade una ciudadanía activa. La vieja idea de república –a diferencia de laidea de república del diario La Nación, de Natalio Botana o de Mariano

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Grondona– supone ciudadanos activos. Ciudadanos que participan, demanera deliberativa, en los asuntos públicos, que se comprometen con lacosa pública, que definen su propia dignidad de ciudadanos en relación conel espacio público. A quienes el espacio privado les resulta un espacio nega-tivo. La idea de lo “privado” viene de privación, es una idea negativa. Lopúblico es el lugar de la realización de los hombres; lo privado significa pri-vación. Un esclavo es un hombre privado, es decir, privado de su humani-dad plena. Una mujer es un hombre privado, es decir, privado de su huma-nidad plena. Un extranjero es un hombre privado. Privado significa negadoen su humanidad, privado de su humanidad. Los hombres plenos, en cam-bio, definen su dignidad en relación con el espacio público de la polis.Recuerden ese texto tan importante de Kant, ¿Qué es la Ilustración?, queKant escribe recuperando la idea del Iluminismo de la tradición francesa ydonde distingue dos formas del uso de la razón en nuestras sociedadesmodernas. Hay un uso público de la razón, que es el que hacen los sujetosque, en tanto críticos, toman, por ejemplo, un diario y escriben en ese dia-rio un artículo diciendo qué es lo que no les gusta del Rey u opinan en unarevista sobre qué es lo que no les gusta de la Iglesia. Ése es un uso públicode la razón. Y hay un uso privado de la razón, que es la del funcionario delRey o la del funcionario de la Iglesia que está, justamente por serlo, privadode libertad, privado de autonomía para decir lo que piensa, porque, en tantoque funcionario, sólo puede decir lo que le mandan. Lo interesante de eseargumento de Kant es el modo en que Kant recupera la vieja dicotomíagriega entre lo público y lo privado para señalar que lo privado es el espa-cio de la privación. En este caso, de la privación de la autonomía. Primeracosa, entonces, que encontraríamos si rastreáramos la clásica idea de repú-blica: la idea de una ciudadanía activa.

Segunda idea que encontraríamos: la idea de libertad como autonomía.Esto es, una idea de libertad que me parece que se puede decir que es unaidea que se distancia tanto de la idea “liberal” de libertad como ausenciade restricciones (ser libre en el sentido de ser “libre de”: de que nadie meponga una bota encima, de que nadie me viole la correspondencia, de quenadie me mande en cana sin juicio previo) como de la idea “democrática”de libertad como libertad “para” (para gobernarse, para intervenir, para par-ticipar en las discusiones sobre los asuntos públicos). Esta distinción entrela libertad de y la libertad para, la libertad negativa y la libertad positiva,es un viejo tópico de la teoría política desde hace dos siglos. La introduceBenjamín Constant en una conferencia allá por 1819 y desde entonces ha

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recorrido un largo camino. Pero, en ambos casos, se trata de la libertad deun individuo en relación con su sociedad. La libertad de un individuofrente a su sociedad y a sus poderes, o la libertad de un individuo para par-ticipar en la sociedad y en sus poderes. Pero hay otra idea de libertad: laidea según la cual ningún individuo puede ser libre en una comunidad queno lo sea. Y ésa es la idea que Skinner llama la idea de libertad como auto-nomía. Porque la autonomía no es sólo la autonomía del individuo sino laautonomía de la comunidad. La idea de libertad como autonomía suponeque el individuo no puede ser libre si la comunidad en la que vive no loes. Si es, por ejemplo, esclava de otra comunidad, o si ha sido invadida porun ejército extranjero o está presa de los designios de un organismo finan-ciero internacional. Esa idea de libertad es una idea muy interesante parapensar hoy las repúblicas y las democracias que tenemos.

Lo tercero que encontraríamos en esta recuperación de la idea clásicade república es la idea de un Estado que, en esta perspectiva, no sólo norepresenta una amenaza para la libertad de los sujetos, sino que representala condición misma para la libertad de los sujetos. Lo que hace Skinnercuando analiza a los republicanos ingleses de la primera mitad del sigloXVII es interesantísimo. El Estado allí aparece, no como una amenaza, sinocomo una condición. Y el poder del Estado es un poder para dar libertad yautonomía a los sujetos de ese Estado.

A mí me parece que de estas tres ideas –la de una ciudadanía activa, la deun Estado como dador de autonomía y la de la libertad como autonomía–tendría mucho que aprender nuestra teoría contemporánea sobre la repú-blica y sobre la democracia. Y estas nociones clásicas acerca de la república,que encuentro perfectamente coincidentes con las ideas más contemporá-neas que hemos tratado de rastrear en la idea de populismo, son las que yocontrapondría a la noción de un republicanismo mucho más estrecho que esel republicanismo contemporáneo, desprovisto de conflictividad, munido deuna idea puramente liberal y negativa de libertad que considera al Estadocomo siempre amenazante y que no piensa en un ciudadano activo, sino enun ciudadano pasivo gobernado por otros que deliberan y gobiernan en sunombre. El republicanismo moderno es un republicanismo de ciudadanospasivos, de Estado peligroso y de libertad negativa. El republicanismo que yoquiero reivindicar es un republicanismo de ciudadanos activos, de Estadoliberador y de libertad como autonomía. Y ese republicanismo no tienenada que criticarles al populismo porque son –me parece– una y la mismacosa. Eso es lo que traté de argumentar hoy. | pampa

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biopolítica, trabajoy ciudad

| QUINTA CLASE |

Lunes 9 de junio 2008A l e j a n d r o K a u f m a n

Antes de empezar bromeábamos un poco, acá con los compañeros,con lo que parecía un título excesivamente abarcador o amplio. Hay

una dificultad que se plantea con la comprensión o con el esfuerzo de com-prensión de la actualidad, con la actualidad argentina en particular, quetiene que ver con los modos de lectura de la historia de las ideas y la formaen que la historia de las ideas se actualiza, se aplica a la actualidad, a loinmediato. Un pensamiento tiene que servir para interactuar de algún modocon la Argentina de hoy, con lo que hoy está ocurriendo en Argentina. Nues-tro país es profuso en producir acontecimientos extraordinarios, singulares,es un país interesante donde uno no se aburre nunca. Aquí pasan cosas extra-ordinarias, cosas que no están ni en los catálogos, ni en los libros; cosas querequieren esfuerzos de descripción, de comprensión también extraordina-rios. Porque uno dispone de palabras o de conceptos que se han producidoen otras partes y cada vez que se lee lo que aquí pasa con esos conceptosy palabras disponibles es que el pensamiento territorializado o crítico sueletener enormes dificultades a la hora de actuar discursivamente. Se trans-forma en un pensamiento con dificultades para ser reconocido, para ser con-siderado. Es un pensamiento que generalmente queda ubicado en el estantede la literatura. Nosotros hemos tenido muchos pensadores que han produ-cido ideas sobre la Argentina y la cuestión es cómo leerlos y cómo relacio-narlos con la actualidad; y esto es algo que plantea ciertas dificultades.

El título de esta charla, a pesar de que bromeábamos, lo reivindico, por-que lo que hace este título, “Ciudad, trabajo, biopolítica”, es básicamenteanunciar que hay un problema con cada una de estas palabras. Parte delproblema para hablar del acontecimiento, de la actualidad, de lo que estáocurriendo, tiene que ver con qué palabras vamos a usar para hablar de loque ocurre o para hacer un esfuerzo de comprensión de esto que ocurre opara poder convivir con ello, crear las condiciones para adoptar una acti-tud, ni utópica, ni progresista, sino de supervivencia. Supervivencia en el

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por ALEJANDRO KAUFMAN

sentido colectivo, en el sentido histórico: no meramente acción de mante-ner la vida sino de una supervivencia como construcción de sentido colec-tivo, sentido de una comunidad, de una colectividad, de un país. Incluso,hablo del sentido de un territorio, porque la idea misma de territorioimpone remitirse a una red de significaciones.

Todas estas cuestiones que en la Argentina deben discutirse y respecto delas cuales compartimos tantas simplificaciones marcan, ciertamente, que elmundo social, cultural, político y tecnológico se ha vuelto cada vez máscomplejo y ese incremento de complejidad en relación a nuestra culturaargentina lo que ha producido es una dislocación. Cuando decimos “dislo-cación” hablamos de dos cosas que estarían articuladas y se desconectan,se desacoplan. Hay rasgos históricos de la dislocación argentina. Por ejem-plo, el hecho de que el nuestro sea un país productor de alimentos. Históri-camente le ha conferido un carácter singular a la Argentina, que implica dis-cutir sobre qué come su población y qué exporta. Una discusión histórica,una discusión constitutiva de la identidad argentina. Un rasgo que pocospaíses tienen: producir comida, mucha más comida que la que se necesita,exportarla y que esto defina toda una cantidad de problemas.

Entonces, por un lado, tenemos esta idea de dislocación que es un rasgoglobal, algo que no ocurre solamente con Argentina: cuando uno habla denuestro país habla de ciertos rasgos que podemos considerar peculiares enél pero que son las formas en que los fenómenos generales o globales semanifiestan en Argentina. La condición de dislocación, de que ocurran cosasconectadas pero al mismo tiempo en contradicción en distintos lugares delmundo es un rasgo de los últimos doscientos años, por lo menos. Son ras-gos globales, rasgos que tienen que ver con los procesos de modernización:en determinadas sociedades se producen ciertos acontecimientos tecnológi-cos, culturales y políticos que generan nuevos escenarios que se difundenglobalmente y que producen hechos divergentes en distintos lugares delmundo. Nuestro país se desenvolvió de esa manera. Importó determinadosconceptos emancipatorios, liberales, constitucionales, democráticos, de lasculturas que los habían producido. Esos conceptos no se habían producidoni en este territorio ni en la metrópoli de la cual este territorio era colonia.La modernidad emancipatoria, liberal, ilustrada de las grandes revolucionesburguesas modernas no tuvo lugar en el mundo hispano-americano. Ese nofue el lugar que produjo intelectual, ni cultural, ni socialmente esos concep-tos, esas prácticas. Esos fueron conceptos que advinieron a estos territoriosy ahí podemos encontrar otro caso de esto que denomino “fenómeno de

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dislocación”, es decir, cuando en un territorio, en una sociedad, se estable-cen prácticas que fueron desenvueltas en otros lados, que se desarrollaronen otros lados.

Aparece entonces una cuestión que queremos desarrollar y que es la dis-tinción entre “práctica” e “idea”. Uno puede hablar de ideas cuando formulauna cantidad de enunciados, palabras: “amor”, “democracia”, “libertad”.Otra cuestión es qué cosas hacen las personas con estas palabras con lasque nombramos algo (y no qué dicen cuando hablan de ello). Ahí existe unadiferencia. El almirante Massera hablaba de “amor”, y este hecho hace pen-sar que debemos desarrollar una capacidad de crítica, lo que supone teneruna actitud de distancia frente a las palabras. Éste es un gran problema enrelación con las discusiones que solemos tener públicamente, donde hayuna gran dificultad para conectar el uso de los términos con lo que efecti-vamente ocurre. Esto lo digo porque estos meses hemos atravesado unasituación particularmente discrepante1. Hay una enorme distorsión entrevarias cosas; por un lado, el modo en que cada uno de los que confrontandescribe lo que está ocurriendo. Éste ya es un problema porque yo puedotener una diferencia con alguien, puedo pelear con alguien, puedo matar aalguien, pero los dos tenemos que definir con términos compatibles en quéestamos en desacuerdo. Siempre que hay un desacuerdo, forma parte de lacuestión, también, en qué consiste el desacuerdo. Cuando los dos conten-dientes discuten aquello que los diferencia como si pertenecieran a mundosdiferentes, ahí estamos ante un gran problema. Si uno ve lo que hace y diceuno y ve lo que hace y dice el otro, nunca se imaginaría, si los leyera o vierapor separados, que son parte de una misma discusión. Ese es un problemaenormemente difícil de distinguir: por eso me interesa ver las cuestiones quetienen que ver con las dislocaciones, los desencuentros, las discrepancias,en distintas experiencias y en distintas prácticas.

Decía que existe una cuestión constitutiva de la sociedad argentina querefiere a la relación que mantiene con conceptos y elementos que son pro-ducidos en otra parte. La nuestra es una cultura implantada. Últimamente,se describe este fenómeno diciendo que había gente que vivía en este lugary que fue asesinada, suprimida, desplazada por otra gente. Pero la Argen-tina es uno de los países del mundo que en algún momento tuvo los máxi-mos porcentajes de población inmigratoria. Es un país con una fuerte

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1. Se refiere al conflicto entre el gobierno nacional y las entidades del campo. La conferenciase desarrolló en el momento más álgido de ese conflicto.

impronta, un enorme impacto demográfico de una población que viene deotro lado, que llegó, se instaló, constituyó una cultura, un lenguaje, unaforma de vivir y de pensar. Esto le ha dado en parte a nuestra forma de pen-sar y de actuar ese carácter peculiar de dislocación. Esto podría expresarsecon esa contradicción tan nuestra y tan tensa: estamos acá pero podríamosestar en otro lado; estamos acá pero querríamos estar en otro lugar; estamosacá pero este lugar no nos significa algo propio. Ahí hay una cuestión quetiene que ver con la manera de establecer una relación entre lenguaje, terri-torio y experiencia. Son términos que mantienen relaciones conflictivas ycreo que esto es lo que está en el fondo de la cuestión de por qué tambiénhay discrepancia en los términos del conflicto. Lo que se produce es unefecto muy fuerte de opacamiento, de obturación, por el cual nos esforza-mos extensamente en una cantidad de debates que no refieren a lo que estáocurriendo. Es como que ocurre una cosa y se habla de otra. Por ejemplo,tenemos el fenómeno paradigmático de la desaparición, que es un inventoargentino que no ocurrió en otros países de igual manera: con solo decireso, la Argentina se coloca en un lugar de discrepancia respecto a Latinoa-mérica, al relato “latinoamericano” como si fuera un mismo conglomeradosin diferencias. Pero la modalidad con la cual se efectuó la desaparición depersonas en nuestro país remite, justamente, a esa dislocación: en aquelmomento también se decía una cosa, ocurría otra, para oponerse a ella sehablaba de otra manera. Esa divergencia, esa modalidad, diferenció a laArgentina de otros países. En otros países hubo represión de procesos revo-lucionarios o sociales, se asesinó a un montón de gente y eso fue lo queocurrió; pudo haber un grado de ocultamiento, como lo hay en cualquierconflicto, pero no ocurrió lo que aquí ocurrió. Lo que quiero señalar conesto es que toda la historia posterior a ese acontecimiento quedó marcadapor esa dislocación, por esas palabras de Videla cuando dijo: “El desapare-cido no está ni vivo ni muerto. Es un desaparecido”2. Esa es una declaraciónfundante de la actualidad argentina. Es lo que hace posible que alguien digaque no viene a producir confrontación luego de haber estado cien días per-

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2. “¿Qué es un desaparecido? En cuanto éste como tal, es una incógnita el desaparecido. Sireapareciera tendría un tratamiento X, y si la desaparición se convirtiera en certeza de su falle-cimiento tendría un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tra-tamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muertoni vivo, está desaparecido”. La declaración pertenece a Jorge Rafael Videla y fue formuladaen una conferencia de prensa en diciembre de 1979, en relación con la visita al país de laComisión de Derechos Humanos de la OEA.

turbando, impidiendo, desestructurando el tejido productivo argentino; yque luego en sus declaraciones en la esfera pública se comporte como unainocente doncella desconectada de lo que está ocurriendo, cuando es unode los principales responsables. Hay una formulación de las prácticas, de lasdiscusiones que, si bien no ha nacido con la dictadura, situarla en relacióncon la dictadura nos permite poner un punto de inflexión que de algúnmodo toca a la cuestión nuclear de la historia reciente argentina.

Entonces, cuando las palabras que usamos no nos resultan suficientes pararepresentarnos lo que ocurre, esa dificultad es sumamente importante y, porotro lado, está la cuestión de que muchas de esas palabras las usamos de unaforma vicaria, es decir, de una forma desconectada de lo que hacemos. Conla palabra “biopolítica”3 ocurre eso; cuando hablamos de “ciudad”, también.Que en el 2008 estemos hablando de “campo y ciudad” supone una situa-ción demencial, disparatada. No hay tal cosa como “el campo y la ciudad”.Lo extraordinario es que todo un país esté utilizando esta especie de metá-fora. ¿Qué es el campo? No hay campo y no hay ciudad, porque la con-dición urbana se ha generalizado. La vida contemporánea es urbana. Lourbano no consiste solamente en el cemento. Lo urbano es un complejoconjunto de relaciones tecnológicas, culturales, sociales, comunicaciona-les, arquitectónicas. Es decir, un chacarero es una persona que tiene una vidaurbana: se conecta por internet, tiene celular, ve televisión nacional, tienecuenta bancaria, viaja con facilidad. Los celulares constituyen una red infor-macional de conexión que define cierta temporalidad. El chacarero es unsujeto urbano, es un sujeto que se moviliza, se desplaza mediante diversosrecursos de conexión urbanos. Por ejemplo, en lo que efectivamente fue elcampo durante el siglo XVIII, no era posible que hubiera pasado lo que suce-dió en los últimos meses en nuestro país. El conflicto actual necesitó de unaconexión, de una red instantánea que uniera lugares completamente remo-tos. Antes, cuando se iba al campo había que avisar a qué hora uno llegabapara que fueran a esperarlo en sulky a la estación del tren, porque si uno nohacía ese aviso no podía llegar a ninguna parte o debía ir caminando kiló-metros enteros. Todo eso ya no es así y, por eso, cabe preguntarse: ¿de quéestamos hablando cuando hablamos del campo?

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3. La palabra biopolítica puede encontrar su origen en otra: biopoder, que es un concepto queel filósofo francés Michael Foucault utilizaba para describir la acción del poder en todas lasesferas de la vida, incluso las más aparentemente insignificantes. Desde esa perspectiva, labiopólitica intenta reflexionar sobre la lucha por el poder en todas esas esferas y las múltiplesmodulaciones que esa lucha puede tener, según del territorio del que se trate.

Durante el conflicto del que hablamos, la televisión fue uno de los ope-radores urbanos de una conexión experiencial entre un conjunto de actoresque estuvieron reunidos en forma continua. Éste no es un estado habitual dela cuestión, porque no es habitual que todo un país esté mirando por tele-visión un determinado acontecimiento en la forma en que tuvo lugar este enparticular. Pero en estos cien días se constituyó una experiencia de cone-xión, y esa fue la forma en que los medios intervinieron políticamente.Todavía seguimos viendo los medios como si fueran representaciones,como si hubiera una “realidad” por un lado y una “representación” por elotro. Lo que supone el modo de rediscutir estas cosas –en términos de cier-tas lecturas– es que no hay tal cosa como una realidad y una representaciónque refiere a algo distinto de la realidad, algo que trasciende a la realidad yque ocurre en otra parte. Lo que se vio en los medios no fue una represen-tación de otra cosa que estaba en otra parte, sino que eso era la realidad,eso es la realidad. La realidad en estos cien días ha sido, entre otras cosas,la televisión. La televisión no proyecta la imagen de algo que está ocu-rriendo en un lugar; es otra cosa, es un acontecimiento en sí mismo. Por-que no hay algo que está ocurriendo en otra parte. Por ejemplo, cuandoel conflicto empezó la televisión podía aún traducirse en la idea de repre-sentación, la idea de un campo desconectado, pero desde el momento enque se produjo una cadena nacional televisiva sobre un sitio, que fue Gua-leguaychú, la conexión que tenía ese lugar con todo el resto era a travésde la televisión. No había otra manera de que estuviera conectado. Así, seprovoca un fenómeno que seguimos imaginándonos como rural pero tienelugar de un modo urbano, del modo en que ocurre en una ciudad.

Estamos hablando de un movimiento de masas, de cómo se produce unmovimiento de masas. Durante todo el siglo XX uno de los grandes proble-mas, de los problemas más difíciles para el pensamiento filosófico social,fue el problema de las masas4. Es un verdadero misterio el problema de lasmasas: porque lo que ocurre con las masas es siempre inesperado, se com-portan de manera que nadie puede predecir. Existe un libro, que no sueleser el más citado, llamado Masa y poder, de Elías Canetti. Es una obra que

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4. Efectivamente, el problema de las masas como configuraciones sociales contemporáneasha sido uno de los temas principales del pensamiento social del siglo XX. Sus orígenes podríanrastrearse hasta la célebre polémica entre Sigmund Freud y Gustav Le Bon (en los libros “Psi-cología de masas y análisis del yo” y “Psicología de las masas” respectivamente) sobre el pro-blema de la identificación de la masa con un líder y su comportamiento en relación con él.

justamente discute el tema del poder y su relación con la masa. En el sigloXX discutir el poder es discutir el tema de las masas, de cómo se compor-tan los conglomerados humanos. Son un fenómeno autónomo que tienecaracterísticas no desplazables a otros conceptos o a otras categorías. Porejemplo, los fenómenos inflacionarios no deberían ser tratados tan exclusi-vamente por los economistas. Los fenómenos inflacionarios no son soloeconómicos, en el sentido en que se aplica la teoría del valor o la teoría dela tasa de ganancia o el problema de la rentabilidad; estos sí pueden enten-derse como problemas económicos. Uno puede establecer un conjunto devariables y someterlas a un tratamiento matemático, o de análisis sociopo-lítico. Puede hacer proyecciones, planificaciones y predecir determinadosfenómenos. Pero el fenómeno inflacionario es de otro orden. Es algo queno pertenece a ese orden de la racionalidad. Porque el fenómeno inflacio-nario es uno de los más ligados a la relación compleja que se produce entrela política, el poder y la dimensión subjetiva, lo libidinal: el deseo, las cre-encias, la expectativa. Fenómenos con sus especificidades que demandanesfuerzos al análisis de lo contemporáneo.

Entonces, para ver la manera en que se relacionan las distintas variablesque están en el título de la charla y aplicarlas al caso de Gualeguaychú,habría que observar el momento en que empezó la cuestión. Lo que hizoque un determinado sujeto –cuyos atributos son ínfimos, cuya intelectuali-dad es nula, cuya manera de expresión es mala, una figura nihilista, irres-ponsable, estúpida– se transformara en una gran figura. Lo que hay que pen-sar es que Alfredo De Angeli tuvo su antecedente en otra figura, igualmenteestúpida, irresponsable, que se convirtió en un líder nacional, que indujomodificaciones legislativas brutales que dieron lugar a la triplicación de lapoblación carcelaria. Uno tiene que establecer esas relaciones porque vivi-mos en un momento histórico donde estas cosas ocurren. Alguien que tienedos ideas estúpidas y que las puede expresar muy bien desde el punto devista mediático, alguien que maneja los modos de expresión de una estrellacomo Mirtha Legrand, es funcional a lo que requiere el sistema para hacerposible este tipo de liderazgos y la suscitación de movimientos de masas; seda a partir de un nivel de estupidez. Ciertos movimientos de masas estánconstruidos desde la estupidez. Es decir, hay que tener una o dos ideas, este-reotipadas, que sean afines al sentido común, a los temores más primariosdonde anida ese sentido común, ideas que hacen posible que una multitudse convierta en un rebaño enloquecido de pánico.

La situación del pánico es una situación en la que uno carece de infor-

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mación sobre lo que está ocurriendo, se siente bajo una gran amenaza y,entonces, huye. En ello reside la sensación de pánico. El teatro lleno deespectadores donde de repente alguien grita: “¡fuego!” En tal situación latendencia es a enloquecerse de pánico y salir corriendo en cualquier direc-ción. Esta característica de las sociedades complejas del siglo XX ha sidoutilizada por diversas voluntades políticas porque es una característica muyfácil de suscitar. La complejidad lo que determina es el extrañamiento delsujeto respecto a las condiciones en que vive. Si estoy en un teatro, soyajeno a las condiciones en las que me encuentro, porque la mayor parte delo que está ocurriendo no está bajo mi dominio, sino oculto detrás delescenario. Hay una cantidad de actividades que se realizan para que yocrea en lo que se representa en la escena. La complejidad en las socieda-des contemporáneas produce un efecto en cierto modo análogo a éste, enel sentido en que para que podamos estar sentados acá, ahora, tienen queocurrir una cantidad de acontecimientos muy complejos, que no nos sonaccesibles, a nuestra experiencia o a nuestra percepción. Estos van desdela electricidad, las comunicaciones, el transporte, todos fenómenos muyfáciles de alterar. La vida contemporánea es muy vulnerable porque es muycompleja. Si uno, por ejemplo, habla con cualquier chofer profesional des-cubre que el auto se vuelve para él, en tanto trabajador y su herramienta,un objeto cada vez más extraño. Algo que no entiende, que no puede arre-glar y que es muy vulnerable. Se descompone una cosa y no comprendecómo arreglarlo. Si uno habla con un taxista enseguida le cuenta su extra-ñamiento. El extrañamiento es uno de los mecanismos que producen esta-dos de inseguridad y temor. Porque en ese estado si hay un problema nose sabe cómo resolverlo. Cuando nosotros éramos chicos, se cortaba la luzy eso no significaba mayores problemas. Primero, los edificios no eran tanaltos, había que subir y bajar una escalera relativamente corta. Y recién aldía dejaba de haber agua. Pero ahora son muchísimas más las cosas queocurren si se corta la luz. Si se llega a cortar la luz en una ciudad lo que seproduce es una situación catastrófica, podría morir gente, incluso masiva-mente. Existirían problemas con los medicamentos, con las cadenas de frío.Esto hace que la vida contemporánea sea muy compleja. Esa complejidades un fenómeno característico de esta época, cultural, política e ideológica.

La biopolítica es una noción que lo que intenta explicar, en parte históri-camente y en parte respecto de la actualidad, es de qué manera se puededescribir esa complejidad en relación a la problemática del poder. Muchasveces, cuando hablamos de complejidad, se hace desde el punto de vista de

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las teorías de los poderes hegemónicos, con lo que en realidad provocamosque no se termine problematizando la cuestión del poder y, lamentable-mente, lo que se termina imponiendo es el modo en que los discursos polí-ticos circulan cuando hablan de sociedad del conocimiento, cuando sehabla de tecnología, o de internet. Hay un modo de hablar que es funcio-nal a lo que suelo llamar los productores de riqueza, los que están del ladodel poder, los que son detentadores de la propiedad. Los llamo así porquela palabra “capitalista” ha manifestado un deslizamiento de sentido: hayuna frase que ha circulado en estos días en relación con los protagonistasdel conflicto, que fue “los dos son capitalistas”. Esa es una frase reductoraque pierde el significado que se le pretende atribuir. Todo es capitalista. Escapitalista este edificio, lo que tenemos puesto, lo que comemos. No existeel “no-capitalismo”. Estamos en un momento histórico donde las corpora-ciones privatistas del agua discuten si se puede o no juntar el agua de lluviaen forma gratuita, intentan cobrar por ella, expropiarla. Desde esa realidades impensado algo que esté por fuera del capitalismo. Hoy decir que algoes capitalismo se ha convertido en una formulación moral que lo que refierees a señalar a otro como capitalista y pretender bajo un discurso mostrar queuno no es capitalista. Es un fiel reflejo de la moral católica: señalar al otropara referenciar que uno es bueno, que no se toca, se confiesa y los malosson los otros, las prostitutas, los que no se confiesan y cosas por el estilo.Hay algo en ese tipo de lógica que por supuesto es totalmente inoperante,porque no hace más que ser funcional a alguna variable de la que no setiene mucha conciencia.

Lo que trata de entender la biopolítica es de qué manera se constituyenlas relaciones de poder en la actualidad. Nuestro tema es el poder, nocomo concepto, no como representación sino en el sentido de tratar deentender por qué fuerzas estamos atravesados. Cuáles son las fuerzas queoperan y determinan que las cosas sean de una manera y no de otra.

Entonces: la televisión, el día que comenzó el evento del campo, operócomo un conector. Colocó en la pantalla a una figura que tenía esas carac-terísticas que definía hace un momento. En realidad hice toda esta digresiónpara aclarar el tema de los temores más básicos, para conectar estos temo-res con la estupidez. Quiero decir: cuanto menos sean los recursos menta-les e intelectuales que haya que usar en los momentos de pánico, mejor; poreso lo conecto con la estupidez, con los lugares comunes que la pantallaproyecta. El tema es que, si uno piensa un minuto, no sale corriendo, y hastaquizás pueda hacer otra cosa. De esa manera Mirtha Legrand, Alfredo De

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Angeli, Juan Carlos Blumberg son esos personajes que en la historieta críticaanarquista llamada South Park 5, cuando satirizan la televisión, ésta es repre-sentada por dos personas completamente idiotas que lo único que hacen estirarse pedos en cámara todo el tiempo. De esa manera representan lo quees la televisión, algo idiota donde alguien que se tira flatulencias es el espec-táculo. Ese es el registro de Mirtha Legrand, de De Angeli o de Blumberg, elregistro de tirarse flatulencias: eso es lo que hizo De Angeli estos cien días.Esto es parte de la estupidización del espacio público en la Argentina de losúltimos veinte años. El secreto para que esto funcione es que se articule conlos temores más básicos que todos padecemos. Todos podemos ser víctimasde pánico; la cuestión es que uno pueda recurrir a otro tipo de recursos,enunciados, elaboraciones que le permitan no proceder de esa manera. Esdecir, se trata de ampliar las opciones para reaccionar ante una situaciónde peligro; que no sea sólo la de huir hacia adelante. Porque esa huida espeligrosa y suicida.

Otro de los elementos que requiere la institución de una figura de esanaturaleza es un cierto tipo de gestualidad. Existe una gestualidad muyexpresiva, con muy bajo nivel enunciativo, característica en todas las figu-ras que nombré. Frente a Mirtha Legrand puede estar un comensal que digalas cosas más interesantes, complejas y desarrolladas y ella, con un simplegesto –“No, eso no es así”, dice–, resuelve la conversación. Fíjense que DeAngeli también se instaló en el lugar que posee gesticulando. Entonces,para entender todo esto que estamos discutiendo lo que nosotros debería-mos hacer es suspender un poco la relación que poseemos con los discur-sos circulantes. Uno tiene que poder decir que en el poder Ejecutivo existeuna persona con la mayor capacidad intelectual y enunciativa que hayahabido en décadas. Más allá de sus errores y sus aciertos. Y tambiénmerece esto decir que uno no debiera estar aclarando esto por temor a quelo tilden de kirchnerista. No es casual que frente a esa figura –que ademáses una figura femenina, hecho no menor ni insignificante– se haya estable-cido una configuración discursiva que frente a las palabras de ella contra-puso un monigote como De Angeli. Frente a alguien que decía no salgancorriendo –repito, acertada o desacertadamente–-, aparece este otro quegrita “¡Fuego, fuego!”, una expresión muy sencilla y de alta efectividad en

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5. Se refiere a una serie de animación norteamericana, profundamente corrosiva, protagoni-zada por un grupo de chicos que encarnan las peores miserias de la cultura estadounidense.También hay una película derivada de la serie.

tanto capacidad expresiva. Y así, en el conflicto del campo cualquier even-tual elaboración quedaba disuelta con un solo gesto. Mientras se trasmitíanlos discursos, se mostraba el rostro de De Angeli y sus gestos.

De esa forma en la Argentina hace muchos años que no hay debate, nose discuten las cosas. Se habla hasta el agotamiento, hay una enorme pro-fusión de papel escrito, de horas de pantalla y de digresiones retóricamentepolémicas, pero no hay un debate efectivo, argumentativo, sobre diversascuestiones que se pretenden en discusión. Digo esto en el sentido de todolo que implica un debate constructivo, de producción de sentido, de ela-boración de argumentos.

Entonces, tenemos por un lado, la condición de la masa respecto de cier-tas variables vinculadas con el pánico; un mensaje muy simple y muy expre-sivo que se articula con esos temores básicos y que los suscita; y una estruc-tura tecnológica que permite una audiencia masiva frente a este espectá-culo. Ante esto es interesante pensar la política frente a los avances tecno-lógicos. En este sentido el progresismo actúa siempre bajo la lógica delEstado, es decir, se plantea cuáles son las normas que existen frente a taldesarrollo tecnológico, de allí determina quiénes van a acceder o no a estatecnología y, a partir de ello, hace una serie de cálculos. Eso es lo que ocu-rre hoy con internet y antes ocurría con el cable. Todavía ahora uno tienedisponibles criterios económicos respecto a la problemática del cable. Peroen la sociedad los problemas no ocurren bajo esa lógica estatal mediante laque se piensa. La gente accede al cable de muchas maneras, incluso porquelo puede ver en un bar, en otras casas, etc. Y la configuración discursiva deDe Angeli versus la Presidenta no necesitó que el público tuviera cable paraacceder a ella. Con esto quiero decir que no es la condición tecnológica queuno posee en la casa lo que lo hace a uno partícipe de este tipo de fenó-meno; y lo digo más allá de cuánto esto salga o no en los canales de aire.En la lógica del espectáculo las cuestiones se convierten en fenómenoscompletamente masivos a los que se puede acceder de diferentes maneras.Hay una imagen que aparece mucho narrativamente en distintas series detelevisión y películas que refiere a asistir a un acontecimiento viéndolo enuna vidriera. Se manifiesta así que no es necesario siquiera estar en un res-taurante o en una estación de servicio para tener acceso, hay pantallas entodos lados, en los taxis, en un banco, en la sala de espera del dentista. Laimpregnación de la imagen televisiva se ha extendido a lugares hasta haceunos años impensados. Eso implica que el acceso deje de tener una relación

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con la condición socioeconómica de la audiencia, el acceso se ha genera-lizado. Por otro lado, tampoco es necesario estar viendo largamente progra-mas, porque la eficacia que tiene ese tipo de expresividad gestual querefiere a los temores es instantánea. Es decir, siguiendo con la metáfora delfuego en el teatro, para que la gente se asuste y salga corriendo yo no tengoque darles una conferencia. Grito una sola palabra en el momento ade-cuado y logro espantar a un montón de gente. Por eso es tan importantepara la problemática del poder, de los fenómenos inflacionarios y de masastener en cuenta las enormes consecuencias que puede tener un gesto muysimple. También puede proceder en un sentido análogo cierto tipo de infor-mación, cuantitativa y muy simple: el riesgo país, el porcentaje de incre-mento de los precios. Hay que hallar esos puntos de inflexión, en el sentidode la lógica de la palanca o, como decían los griegos, “denme un punto deapoyo y moveré el mundo”. El punto de apoyo del poder en las sociedadescontemporáneas reside en estos gestos mediante los que se puede infundirel pánico en las multitudes. El gran genio de esa lógica se llama Bin Laden.En su momento alguien dijo que era una gran obra de arte lo que había per-geñado porque logró cambiar la historia con un solo gesto muy sencillo, sinarmas, sin bombas. Lo que hizo fue planificarlo muy bien; conseguir gentedispuesta a suicidarse –lo cual no es tan difícil porque generalmente en lalógica de la guerra casi seguro al menos uno va a morir, de un modo u otro.Lo genial de esto es poder darse cuenta de que De Angeli podía ser el pro-tagonista de esta historia. Imagínense que esto es como un guión, comoalguien que define y arma un guión y luego se pregunta cuál va a ser el pro-tagonista de esta historia. Lo terrible de esto es el desamparo, es la debili-dad de toda una sociedad ante este tipo de recursos. Cosa que se pudo vermuy bien el 11 de septiembre. Bin Laden destruye las Torres y cambia la his-toria. Genera un conjunto de acontecimientos que no son sólo consecuen-cia de ese acto. Ningún acto aislado puede ocasionar semejantes transfor-maciones, pero sí son puntos clave, catalizadores, chispas. Digo “chispas”para ejemplificar que en una gran explosión de un tanque de combustiblela chispa es el agente que la causa pero no es la que produce el incendiodel combustible. Hablamos entonces, de un pequeño acontecimiento enciertos contextos que producen enormes consecuencias. Pero, a la vez, paraentender lo que sigue después de la lectura de estos acontecimientos tene-mos que entender el contexto. Si nosotros seguimos hablando del campo,por ejemplo, si seguimos usando la palabra “campo” no podremos enten-der lo que está sucediendo. No podemos seguir con esa actitud bucólica de

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“mírenle las manos con que agarran la azada o conducen el arado tiradopor el buey”. ¿De qué manos estamos hablando? Desde las máquinas super-tecnológicas hasta los avances en la cosmética que hay hoy día, lo que nosdebe preocupar es el hecho de que esos enunciados sean sustentables. Nosdebe preocupar que alguien diga eso y la gente no se le ría en la cara. Porun lado hablamos de biopolítica y por otro lado son eficientes enunciadossobre las manos de los campesinos en la época en que las manos se tras-plantan. Lo que nos tiene que preocupar es la persistencia de enunciadosque resultan disparatados, demenciales. Son enunciados que funcionancomo si sacáramos una pieza de un museo, la trajéramos acá y pretendié-ramos que funcione. El tema es que eso está ocurriendo en la Argentina, haygente que gana millones de dólares y nos habla de sus manos. Ese enun-ciado por supuesto lo que encubre es a los que realmente tienen las manosencallecidas, a los que realmente no disponen de toda esta tecnología, a losque realmente están marginados de toda esta complejidad; los campesinosen condiciones de exigencias de todo tipo, los ausentes de esta historia.Cuando hablamos de relaciones de poder hablamos de cómo puede ausen-tarse una parte de la sociedad y colocarse el acento sobre otra parte. Habla-mos de que eso se naturalice y aparezca como el escenario predominante.

En ese sentido, entender la biopolítica es entender de qué manera semanifiestan las relaciones entre lo que se hace (las prácticas), lo que se dice(las descripciones), la tecnología y la política. Este conjunto de relacionesprovocan que las palabras que usamos habitualmente hayan perdido lacapacidad de describir lo que ocurre. Un poco esa es mi idea para estaconversación. Se pierde la capacidad para describir lo que ocurre y enton-ces uno se encuentra en un debate sobre las palabras que resulta ineficaz.

Nosotros debemos discutir el poder como una red intersticial y asumirque no hay un lugar del poder. Porque esto de que el poder no tiene unlugar determinado lo leemos en los libros pero después sólo lo repetimossin ver de qué manera se aplica a nuestra sociedad concreta. Cuando yohablo de esa escena del primer discurso de la presidenta en que se partióla pantalla al medio6, pareciera que es anecdótico o secundario lo que ocu-rrió, pero es nada menos que la constitución de una noción del poder. Enesa situación el poder era algo que estaba siendo confrontado por dos per-

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6. Se refiere al recurso de los canales de televisión que, al transmitir el primer discurso de Cris-tina Fernández por el conflicto del campo, usaban media pantalla del televisor para mostrarlaa ella y la otra mitad para mostrar las reacciones de De Angeli. Ese episodio ha dado lugar amuchas reflexiones sobre el papel de los medios durante el conflicto.

sonas. Ese era el relato que se produjo, entre De Angeli y la presidenta. Yen la configuración de ese relato también lo que se produjo fue la raciona-lidad, la intelectualidad, el conocimiento, la sensatez, en tanto disvalorporque el que nos dice que hay fuego en el teatro para que salgamoscorriendo se transforma en el verdadero valor. Eso fue lo que se constituyócon la pantalla partida, implícitamente. Y eso es lo que produjo la conse-cuencia de que el discurso del poder constitucional se volviera inaudible.Hubo una situación de inaudibilidad de los discursos.

En algún momento Bernardo Neustadt produjo esto mismo respecto a lasprivatizaciones del Estado. Su gran capacidad de comunicador radicaba enlas dos cosas que él sostenía: “hay que privatizar todo, no existe ningún otroproblema, cualquier consecuencia que tenga este proceso es indiscernible,irrelevante”. Recordemos que esa operación la hizo con ese tipo de gesticu-laciones a cámara y de continuas apelaciones al temor y a la inseguridad (ya la ineficacia, un modo –en definitiva- de la inseguridad (jurídica, tecnoló-gica, respecto del futuro incierto y desdichado). Porque, como decía antes,lo que vive el transeúnte urbano es esta sensación de extrañamiento. Esetranseúnte urbano, cuando quiere viajar y no puede, cuando desea hablarpor teléfono y algo no se lo permite, como no sabe por qué ocurren talesimposibilidades, es totalmente permeable a un monigote, a una caricaturacomo fue Neustadt en ese momento, que le dice al oído: “esto se resuelvede un modo simple que es así”. Neustadt dijo: “esto se resuelve haciendouna inflexión, regalando todo a quien sea que venga que parezca estarmejor organizado que nosotros”. Lo hizo en un contexto de crisis de la polí-tica que en parte se debe a estos fenómenos de incremento de la compleji-dad, al hecho de que el poder no reside en la institución política. Ése es elproblema: el poder no reside en la institución política. El poder no reside enla República, por eso los que defienden que se disuelva completamentecualquier configuración colectiva que defienda derechos hablan tanto de laRepública. Ellos defienden la soberanía republicana, cuando son los princi-pales defensores de que los intereses hegemónicos de las redes intersticia-les del poder se impongan incondicionalmente. Esto es lo grave que estáocurriendo en la Argentina. Y en este conflicto no es verdad que los dos sec-tores sean equivalentes, aunque es bien compleja la diferencia que hayentre ambos y es difícil decir si el bien está precisamente de un lado.

En efecto, como en esta organización sindical se sabe tan bien, uno delos muy pocos recursos de defensa de derechos que existen frente a estenuevo orden de la complejidad es la dimensión pública de las políticas. Las

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políticas de Estado, de un Estado protector de los más débiles. Esta es unacuestión que no tiene nada que ver con las utopías ni con lo ideal, ni conla revolución social; es una cuestión de supervivencia colectiva. La conse-cuencia que tiene la disgregación de esa estructura del Estado y de su lógicasignifica la inanición, la pobreza, la indigencia, la desgracia de millones depersonas. Por lo tanto, discutir el problema del poder en la sociedad actualsupone discutir la situación en la que se encuentra un tercio de la poblacióno la mitad de la población eventualmente, que se encuentra en una situa-ción de extremo riesgo. Y, por ello, puede concurrir a la situación de pánicogeneral que se induce con fines de ejercer la dominación.

Es decir, ahí aparecen dos variables que intervienen en el problema delpánico. Los sectores más pudientes –en el plano subjetivo– son muy fáci-les de alinear en la problemática del pánico por el fenómeno de extraña-miento del que hablaba antes. Porque, aclaremos, el poder tampoco resideen los sectores pudientes. No se lo encuentra en la institución soberanapero tampoco en otro lugar. No hay alguien que detente el poder. El capi-talismo está organizado alrededor de entidades anónimas. Alguien que dis-pone de muchas posibilidades económicas está tan sujeto al pánico y alextrañamiento como cualquier otro que vive en la sociedad contemporá-nea (aunque con consecuencias del todo diferentes para los individuos).Por eso es un tema tan incisivo. En la condición urbana contemporánea–pensemos en la São Paulo de los helicópteros7–, el poder económico noes suficiente para garantizar una vida confortable ni resguardada. Con locual esos sujetos también son presa del pánico. Los fenómenos comoBlumberg o De Angeli atraviesan las categorías socioeconómicas con lasque estamos habituados a pensar y las tornan problemáticas. La segundavariable refiere a que la representación mediática posee una enorme adhe-sión en sectores muy diversos de la sociedad; en sectores carenciados por-que viven en situación de riesgo efectivo, situaciones desastrosas, con locual solo hace falta que se corran un poco los parámetros de la inflacióno de la convertibilidad para que una familia ya no pueda mantenerse.Nuevamente la vulnerabilidad desde el otro extremo.

Cuando hablamos de destitución, de lo “destituyente”, estamos hablandodesde una perspectiva biopolítica. Empezamos a hablar –y lo digo en pri-mera persona– en enero de 2002 del concepto de “lo destituyente”. Lo des-

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7. Se refiere a la expansión del helicóptero como medio de transporte en São Paulo, Brasil,como aparente consecuencia de los fenómenos de inseguridad que vive la ciudad.

tituyente se establece en la Argentina en el 2002 porque en ese año hubouna crisis destitutiva y no una insurrección, ni un momento revolucionario,ni un movimiento social progresista, ni nada de todo eso. Porque la abso-luta confusión que se produjo en el campo popular fue por la lectura delcomportamiento de algunos sectores que se organizaban para sobrevivir–piqueteros, asamblearios, clubes de trueque–, que poco tuvieron que vercon un fenómeno progresivo, sino más bien con uno de organización socialfrente a la catástrofe (y no por ello con menores potencialidades políticas yprogresivas en algunos casos, no obstante). Ahí hay una dificultad respectoa lo que mencionaba antes que hacemos con los relatos en la Argentina. Siyo estoy en el Titanic y me hundo, me organizo bien en las balsas, naufragoy sobrevivo, después no puedo hacer linealmente un relato épico de eso.Aunque finalmente se pueda hacer, pero reconozcamos que ése es unmecanismo de la derecha: es la derecha la que cuenta que estuvo en unavión que se cayó y que sobrevivió comiéndose a sus compañeros muertos,porque es una gran relatora de las épicas de la supervivencia. Son relatosque refieren siempre a los rasgos eventualmente más egoístas. Rasgos queen el caso de la crisis de 2002 fueron grupales, fueron colectivos y fueronpopulares pero no por eso nos hablan de una utopía revolucionaria.Entiendo que en esto radica toda una dificultad, y bien polémica.

Pienso que lo que ocurría en ese momento era algo que podemos remi-tir al punto de inflexión de la dictadura y que tiene que ver con el debatesobre el paradigma neoliberal en la Argentina. Para lo cual “neoliberal”,aclaro, no es una buena expresión tampoco. Lo que ocurre en Argentinapolíticamente desde hace muchas décadas es una destitución de la políticamediante la cual lo que se trata es de producir riqueza de forma querequiera una prescindencia del tejido social colectivo. Y si nos tenemosque referir a otros momentos de la historia argentina, en un cierto puntohay que abordar el paradigma agro-exportador. Es decir: si yo tengo genteque trabaje la tierra no necesito todo el resto y este es un fenómeno quefue contradictorio con el fenómeno inmigratorio y el industrialismo. Por esohay un conflicto. Acá el modelo industrialista fracasó siempre. Es un modeloque por distintas razones no ha logrado instalarse en forma hegemónica y elque sí ha logrado instalarse en forma hegemónica –y esto lo sabemos ahora,de nuevo– es el modelo agro-exportador. Ahora, este modelo no se instalahegemónicamente porque cautive la conciencia colectiva, sino que lograhacer otra cosa mucho más complicada, que es producir un estado denegligencia de la mayoría de la población: la producción de riqueza argen-

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tina no tiene relación con la población argentina como conjunto. Unopodría describir las relaciones de poder en términos de una enorme partede la población que pretende vivir en este territorio –no estoy hablando derevolución social ni de riqueza colectiva, sino del simple hecho de vivir eneste territorio– en condiciones que tienen que ver con un modelo emanci-patorio de igualdad. Algo que otras sociedades no han desarrollado. Lasociedad argentina desarrolló un imaginario de igualdad localizado en elsentido común de la población, pero los productores de riqueza estándivorciados de ese imaginario. Tienen una relación antagonista con eseimaginario. Esto no ocurre en otra sociedad o al menos el capitalismo enotras regiones no funciona así. En Holanda, por ejemplo, los productoresde riqueza tienen una alianza con las poblaciones, por eso cuando gana elneoliberalismo en esos países se retrocede pero no se pretende que talretroceso sea de doscientos años, como aquí.8 En la Argentina se retrocedetoda la historia, se anulan todos los derechos conquistados. Es decir, elnuestro es un país en que los niveles de violencia social corresponden auna guerra civil larvada que ocurre continuamente durante nuestros últi-mos sesenta años. Una guerra civil que no se resuelve, que nadie gana. Esoes lo que caracteriza a la Argentina y, no olvidemos que, además, eso estáimbricado con los grandes desarrollos tecnológicos novedosos que se fue-ron produciendo. Se genera entonces un fenómeno extremadamente com-plicado que explica por qué las simplificaciones son tan atractivas y tienentanto éxito. Por qué resulta tan difícil en tales condiciones sostener undebate. Me detengo aquí porque me parece interesante, en lugar de pro-fundizar o abordar otros aspectos, que conversemos un poco.

Preguntas del público

Participante: Una aclaración, de lo dicho: ¿el capitalismo es la formade desarrollo clave en nuestro país?

Kaufman: Esa es una buena pregunta porque en realidad no existe otra

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8. Al respecto, véase la tapa de la revista Barcelona que, en relación con la fórmula muy uti-lizada por los sectores del campo durante el conflicto según la cual había que “retrotraer lasituación la 14 de marzo” (la resolución que modificaba el régimen de retenciones había sidodictada el 15 de marzo) tituló: “Ahora los ruralistas quieren retrotraer la situación a 1880”.

forma viable de desarrollo. Por lo tanto, lo que se discute ahí es si es viableel país. Para decirlo de un modo menos abstracto: nuestra pregunta seríasobre la viabilidad del proyecto emancipatorio, el proyecto de la equidad,de la igualdad. Ahora, en este caso, yo reformularía esa pregunta porque enrealidad lo que hay que cuestionarse no es si es viable. Uno podría decirque no es viable en relación a las prácticas establecidas de los productoresde riqueza. Estos productores de riqueza han constituido prácticas históricasque son incompatibles con el proyecto emancipatorio. Por eso hay una gue-rra civil y por eso hay que planteárselo en esos términos. Es decir: el capita-lismo es posible en términos de desarrollo económico y social pero en estasociedad no es viable sin una resolución de esta guerra civil. Esta guerra civilvuelve inviable el desarrollo de un capitalismo periférico más o menos sus-tentable. Lo vuelve inviable en el sentido de que se produce mucha destruc-tividad, mucha violencia. Quizás esa sea la forma de subsistencia de nuestrocapitalismo, de hecho es lo que está ocurriendo. Ahora: después de 2001es difícil afirmarlo tan fácilmente porque allí se vivió una situación real-mente extrema, radical, de la que hemos salido y a la que podemos volver.

Participante: Hecha esta pregunta, quiero decir otra cosa. Yo no com-parto esto de que podamos resolver esto sin salir del capitalismo, porque elcentro de la cuestión de la desigualdad es la sociedad capitalista. Tomandocomo base esto, a partir del capitalismo llego a dos cuestiones: las ideas yel desarrollo del grado de conciencia. Porque si yo no tengo ideas para pen-sar esto y no puedo elevar el grado de conciencia de la gente tengo dificul-tades de producir cambios o avanzar. Por eso me pareció bien el comienzo,el problema de las ideas. Otra cosa más para redondear lo que estoydiciendo. La inflación es un fenómeno relacionado a la sociedad capitalistaya que la ley fundamental de la sociedad capitalista es el máximo beneficio.Entonces la inflación es una consecuencia de la ley del máximo beneficio.

Kaufman: El comentario me permite acceder a un problema que no men-cioné y que es bien difícil y provocativo. Literariamente, yo me definiríacomo anarco-comunista. Ahora, esa definición, hoy, en esta sociedad realy concreta solo puede ser sostenida como una creencia religiosa. Lo quepasa es que una idea religiosa no es algo tan malo como uno puede creer.Después de todo, ha habido momentos históricos en que ciertos movimien-tos históricos fueron emancipatorios, fueron revolucionarios y creo que éstees, en cierto sentido, un momento así. Aunque sea muy difícil de acordar.

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El tema de la revolución del socialismo, hoy en día, no es articulable conla política real o con las relaciones de poder real. Parte de nuestra crisis enel campo popular y progresista tiene que ver con eso. El capitalismo es elmomento donde la conciencia puede ser capturada por imbéciles, cosaque no pasaba en la Rusia de 1916. Si uno lee esa historia, es una historiaépica, cargada de historias edificantes. Y, realmente, yo creo que así haocurrido en buena medida porque en ese momento había otra conexiónentre ideas y acciones. No teníamos esa posibilidad que surge con losmovimientos totalitarios durante el siglo XX, el estalinismo o el hitlerismo,en su relación con los fenómenos comunicacionales masivos. Estos nuevosfenómenos forman parte de lo que ha hecho inviable políticamente a losmovimientos socialistas revolucionarios.

Por eso, cuando me refiero a lo religioso no lo hago peyorativamente nien el sentido de que no pueda ser eficaz. Sino en el sentido de que son lascreencias las que mueven a la humanidad. Por ejemplo, yo creo en la igual-dad, creo en la solidaridad, creo en la emancipación, creo en la justicia.Esos valores no han cambiado respecto de lo que ha sido la historia y unopuede seguir trabajando con ellos. En esta discusión que hemos tenido enestos días el lado de la injusticia está mucho más cercano a la posición delcampo que del otro lado. ¿Por qué digo esto? No porque tengan razón, niporque haya un buen gobierno, ni porque produzcan la justicia. Sino por-que si cae este gobierno –y él mismo lo sabe–, un tercio de la poblaciónargentina podría vivir consecuencias catastróficas. Y cualquier elementalsentido de la justicia plantea un compromiso o una preocupación con esacuestión. Es decir: ya no puedo tolerar, aceptar, ni querer que se corte elagua, que se corten los servicios, que la gente se empobrezca brutalmente.Algo que ya ocurrió pero que desde la obturación de la conciencia que havivido nuestra sociedad, parece haber sido olvidado o habérsele quitado elsentido a lo que está ocurriendo. En el 2002 había centenares de miles depersonas comiendo basura y hoy estamos en un contexto donde se dice quetambién. ¿Cómo ahora también? Discutía el otro día con un alumno y él sos-tenía que porque yo no iba a La Matanza no veía a la gente con hambre. Yese es el punto: yo no necesitaba ir a La Matanza en 2002 para ver miles depersonas comiendo basura en la calle, porque había tanta que estaban entodos lados. Ahora en La Matanza hay hambre como lo hay en un montónde lugares del país. Pero el problema es cuando estas palabras que digo secaen a pedazos y uno no puede decir que hay menos hambre que en 2002,porque eso significaría, teóricamente, decir que el kirchnerismo es el pro-

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yecto nacional válido. Bueno, no. Vivimos en una lógica del mal menor queno supone un consuelo, ni una conciliación, ni un conformismo. Suponeevitar el mal mayor, que es inminente. En cambio, la idea de la justiciasocial es una teoría en el sentido político de la palabra. Es una abstracción.

Porque, además, ¿quién sabe qué es lo que hay que hacer en este país?Que me diga alguien que tiene la menor idea de que podría garantizar siestuviera en el poder político lo que se podría hacer en la Argentina. Eso eslo desesperante. Y voy a dar un ejemplo interesante para este lugar en el quenos encontramos: ser sindicalista en la Argentina es algo malo intrínseca-mente. La CTA es más buena porque no está en el poder, nada más que poreso. Porque es una víctima, porque está desplazada, porque no tiene perso-nería, está ninguneada. Si no fuera así, el imaginario destituyente la pondríatambién en el lugar del desprecio, porque los derechos laborales en laArgentina no deben existir. Porque lo destituyente es la pretensión, no sub-jetiva, mucho más compleja, de que el gobierno de los asuntos sea efec-tuado por administradores gerenciales. Todo aquel que invoque valorespolíticos para gobernar los asuntos, es señalado como alguien que miente.Esto es lo que se estableció en los últimos treinta años en la Argentina. Pri-mero eran los golpes militares los que lo instalaban y ahora es la televisión.

Acá no hay otra cosa que capitalismo. Hay que reconocer y al mismotiempo sentirse disconforme con eso, por eso yo comparto la intención delcomentario del compañero y la incomodidad respecto a lo que estoydiciendo. Porque éste no es el mundo donde uno quiere vivir. No es elmundo para el que nos hemos educado y que llevamos muchos añosluchando para cambiar. Pero no porque creamos que vamos, efectiva-mente, a realizar ese mundo ahora, vamos a perder de vista la verdaderacomplejidad de las condiciones dadas.

No es viable que ese cambio ocurra. Los proyectos emancipatorios detipo colectivo político aún no son viables. No son enunciables. No puedesaberse cómo deberían ocurrir ni qué deberían hacer. Y, frente a esa discu-sión, lo que uno sí tiene efectivamente, es una discusión sobre un estadoregulador de conflictos, un Estado de tipo distributivo socialdemócrata a lamanera europea. Muchos de esos Estados son monárquicos, países justa-mente donde más se respetan los derechos humanos y laborales. Monar-quías constitucionales europeas. ¿Podemos importar o trasladar eso? No.¿Podríamos ser como Cuba? No, nosotros. Pero algo nos tienen que decir.Recuerdo que siempre me resultó terrorífica una afirmación de Alberdi quedecía que el modo ideal de vida es la constitucionalidad democrática y

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republicana, pero la población argentina no sirve para eso. Porque lo queél sugería era traer a otra población, europea, anglosajona, porque losindios y los criollos no sirven para esto: una afirmación atroz. Por otro lado,y por razones muy diferentes, nuestra población tampoco tiene nada quever con una vida cubana. La única manera sería pensar en un proyectosocialista justiciero ascético, que yo lo compartiría completamente, porquela mayoría de nosotros hemos vivido así toda nuestra vida por lo cual notendríamos mayores problemas en tener que viajar en guagua o tener nues-tra medicina autóctona como en Cuba. Pero reconozcamos que somos unaminoría en la Argentina. La mayoría cada vez que tiene dos mangos vacorriendo a consumir, se va de vacaciones. Ahí sí hay una realidad subje-tiva compleja pero a la que hay que ponerle mucha atención.

Participante: ¿Ese miedo a lo destituyente no tiene también que ver conesto de alguien en un teatro gritando “fuego”? Porque en este conflicto delcampo también en nuestra discusión hubo temor de sostener algo por elespanto y no por la convocatoria misma a la acción emancipatoria. En con-creto, decir “golpe” también es otra forma de gritar “fuego”. La otra preguntarespecto a lo destituyente es: ¿qué sectores de poder estarían destituyendoal poder soberano del que hablás vos?

Participante: Vos hablaste del pánico como operador en la malla delpoder. En ese caso, el tema de la seguridad, ¿qué alcance tiene de concre-tarse políticamente cuando, en realidad, no hay seguridad en la emanci-pación?

Kaufman: Respecto a la primera pregunta, efectivamente ése es un pro-blema. Existe el riesgo de que también los discursos emancipatorios utilicenpalancas de sentido para operar sobre el pánico. Yo me atrevería a decirtambién que una de las formas con que se reacciona frente a ese riesgo noes por pánico sino por entusiasmo. El fragor de la lucha requiere un com-promiso, uno se calienta en ese acontecimiento. Cuando uno se calienta, nopiensa. El pánico de la huida no es la única forma de suspender la reflexiónante una situación de riesgo sino también la acción misma, cuando meobliga a enfrentarme con riesgos y me coloca en una situación de dificultadde pensamiento. Este momento de la Argentina en que se habla tanto y seescribe tanto no es el gran momento de la reflexión. La reflexión se podráhacer en pequeños grupos o individualmente, pero no es compartible. Per-

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sonalmente, creo que el espacio de Carta Abierta surge de una reflexiónpero, ni bien empieza a circular e instalarse en el espacio público, limita lasposibilidades de reproducir una reflexión, porque interviene en una luchaconfrontativa que se vuelve esquemática. El gran problema que hay parauna reflexión crítica hoy en día, como en cualquier situación violenta, esque en los conflictos se producen alianzas contra natura. Ese hecho, que espropio de la guerra aun más que de la política, implica juntarse entre quie-nes en otras circunstancias nunca se hubieran reunido, contra un oponente,hasta el momento en que termine este conflicto para después volver a sepa-rase. Recordemos que Rusia y Alemania hicieron un pacto en la SegundaGuerra Mundial. Pacto completamente contra natura, porque parte del sen-tido más profundo del nazismo era destruir el socialismo soviético. Laalianza entre Estados Unidos y Rusia fue también una alianza que no hizomás que preceder a una Guerra Fría de cincuenta años. En cierta medidaahora también entre nosotros está ocurriendo eso.

Así que ante la primera pregunta estoy completamente de acuerdo.Frente a una situación de riesgo o peligro, ¿cómo hacer para encararla confrialdad intelectual que no implique frialdad en la acción? Ésa es la dificul-tad de todo conflicto. Alguien tiene que hacer ese trabajo. Yo creo que, sialgún sentido tiene la palabra “intelectual”, que es tan controvertida, quesiempre me ha incomodado, es justamente el de resguardar cierta frialdadpara reflexionar sobre una situación y poder decir algo. Cosa que muy pro-bablemente pueda hacerse mal, como sabemos. Un riesgo de lo que esta-mos diciendo es ése que planteás vos. Ahora, cuando uno identifica unriesgo lo que hace no es dejar de pensar porque hay un riesgo, sino tomarlocomo una variable, tenerlo en cuenta. Personalmente, eso me ha valido dis-tanciarme en la actualidad de algunos escenarios, de algunas fotografías,situaciones. Porque efectivamente cuando uno piensa que un gobiernocomo este es el mal menor, corre el riesgo de ser completamente atrapadopor la lógica del poder y que se neutralice la capacidad crítica. Efectiva-mente, ese es un riesgo absolutamente candente que existe en estemomento y que corremos todos. Porque se produce una situación binariadonde hay que estar con uno o con el otro; y es cierto que no hay que estarni con uno ni con el otro, pero no de la manera trivial con que algunos lohicieron –del tipo “los dos son capitalistas, yo no estoy con ninguno”–, por-que no estar con ninguno así implica pensar que cuando haya millones depersonas comiendo basura de nuevo habrá que ser muy claro respecto allugar que uno va a ocupar. Porque ya vimos dónde estuvieron algunos de

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ellos, siempre destruyendo cualquier posibilidad de organización socialauténtica. Siempre incentivando una lógica mediática, al fin, atrapada, ide-ológicamente, para usar esa palabra antigua, por la hegemonía de ciertarepresentación de cómo luchar, que hoy resulta del todo ineficaz.

Hay formas completamente ineficaces y funcionales. A ver si alguna vezvamos a poder entender que si Nelson Castro los llama para estar en su pro-grama no es para escuchar lo que decís porque le interesa la existencia deuna sociedad socialista. No: lo hace para destituir determinadas circunstan-cias institucionales. Nada más que por eso, si no, no lo haría. Si hubiera elmenor riesgo de producir un estado de la conciencia socialista, Nelson Cas-tro no los llamaría. Por otro lado, respecto a tu segunda pregunta, lo desti-tuyente no tiene sujeto. No hay un sujeto de la destitución, la destitución noes el golpe de Estado. La Argentina está inmersa en un proceso destitutivo.Nosotros estamos acostumbrados a pensar la dictadura como una cosa terri-ble, que lo fue por lo que hizo, pero no por lo que era. Pensemos en cuántoduró la dictadura nuestra y cuánto duran otras dictaduras: lo “normal” esque una dictadura se prolongue durante años, décadas. Ésta, en cambio, noduró nada. Pensemos que a los dos o tres años tuvo que cambiar de figurasporque se caía. Los libros, en este sentido, reitero, no sirven para analizarliteralmente a la Argentina. Tuvimos una dictadura atroz pero las Madresdaban vueltas por la Plaza al segundo año. Cosa que no ocurre en las dic-taduras atroces “normales”: en la Alemania de Hitler no había gente dandovueltas por ahí que salía en todos los diarios del mundo tratando de cues-tionar al régimen. Para nada. Lo destituyente en relación a la dictaduraimplica pensar en una dictadura que para poder avanzar en cierto proyectotuvo que actuar de una manera desmesuradamente atroz, disolviendo suspropias condiciones de sustentabilidad. Si esa dictadura tiró gente de avio-nes, mantuvo gente en la ESMA, significa que su disposición a la soberaníase vuelve inviable. Ningún proyecto, por más dictatorial que fuere, puedetener un sustento soberano de gobierno si roba quinientos niños. Ellos mis-mos con esas acciones destituían su propio éxito respecto a la represión delos movimientos revolucionarios. Hoy los chicos robados son diputados.Con lo cual hay que pensar si el sujeto social que actuó de aquella maneralo que estaba haciendo no era suicidarse. Destituir toda práctica de podersoberano: la dictadura tuvo en ese sentido una fuerte acción de disgregaciónsobre sí misma, aunque aparentemente haya hecho lo contrario. En esos tér-minos es como debemos pensar que la dictadura en nuestro país fue débilmás que fuerte. No tuvo consistencia, no pudo sostenerse.

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La condición de lo destituyente es una condición mediante la cual enuna sociedad los actores del poder no están arraigados ni en el territorio nien la población. Y eso es lo que crea la posibilidad de lo destituyente. Losproductores de riqueza no necesitan vivir en este país. Eso nos diferenciade otros países. No les interesa la cultura argentina, no les interesa el terri-torio argentino. Ellos sienten que viven en el mundo y que la Argentina esun lugar de donde se extrae riqueza. Ya sea de manera especulativo-finan-ciera o de maneras sustractivo-económicas. De esta forma, lo que se con-figura es una cultura desconectada. El productor de riqueza no tiene inte-rés en la viabilidad de la mayor parte de la sociedad argentina. La mayorparte de la sociedad argentina organizó un relato emancipatorio que sellama “peronismo” –discúlpenme, pero se llama así. El peronismo es lasocial-democracia argentina. Y el fracaso nuestro como actores políticos,sociales, emancipatorios de esto que separa al mundo es total. Porque enel mundo leen a todos los gorilas, en el mundo leen la circulación de rela-tos que no tienen nada que ver con la realidad. Aclaro que cuando digo“peronismo” no me refiero al partido político. Ya cuando se habla del pero-nismo en términos de partido significa una gorileada (me gusta la palabra“gorila”, porque el gorilismo es lo que configura la identidad de los pro-ductores de riqueza desarraigados de la sociedad argentina a los que tam-poco les interesa la sociedad argentina). La sociedad argentina es peronistaen el sentido de que el peronismo es el relato emancipatorio realmenteexistente. Un lugar donde se desarrolla la expectativa de estar menos mal,de disfrutar de una mayor igualdad. ¿Por qué la gente le creyó a Menem?Porque él era quien iba a hacer lo que iba a hacer del modo menos dolo-roso posible. Si eso lo hubiera hecho otro, hubiera sido mucho más vio-lento y más catastrófico. Por supuesto que lo que estoy diciendo no tieneque ver con adherir a nada. No implica adherir al Partido Justicialista. Ésaes la trampa. Efectivamente, la dificultad que presenta este momento es queno hay ninguna posición que uno pueda adoptar. ¿Qué podría ser unoahora? Estamos en el punto donde uno debe apagar la televisión porque nose puede ver: es un conflicto tremendamente destructivo donde no hayalgo que se pueda decir desde una lógica de productividad política. Lo des-tituyente es una condición sistémica, intersticial, de disgregación de las ins-tituciones y de las identidades. Yo vengo hace años escribiendo sobre ladestitución. Recuerdo que en su momento estuvimos reflexionando sobrela búsqueda de los niños cuyas identidades fueron sustraídas por la dicta-dura. Decíamos que la identidad de los niños debe se devuelta por el

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Estado, garante de las identidades, no sus abuelas. Ahí también se produjouna situación destituyente en la cual la gente tuvo que hacerse cargo de susproblemas porque no hay Estado. Pero no digo Estado en el sentido solodel aparato burocrático, sino de la institución soberana desde el punto devista de la pérdida la legitimidad, en la medida en que no es creíble. ElEstado se ha vuelto destinatario de un discurso que lo ubica solamente enel lugar de la corrupción y el robo. Que es lo que ocurre también con elsindicalismo. Hay una destitución del sindicalismo. No se puede ser sindi-calista. La figura del sindicalista ha perdido capacidad de enunciación. Talcomo la del trabajador: el trabajador como figura de soberanía, comofigura política en la Argentina está destituido. Si alguien dice “soy sindica-lista”, en el espacio público, es sinónimo de ser un “mafioso ladrón”. Estoopera en el sentido común más raso y es extremadamente grave y apuntaa las cuestiones sobre el qué hacer respecto a ello. La cuestión de que losderechos humanos hayan quedado desprendidos de los derechos laborales,como dos cosas distintas, no es una cuestión menor.

Respecto a la pregunta sobre la seguridad y el miedo como operaciónante la emancipación: efectivamente, la política es una aventura. Suponesiempre un riesgo. Implica la incertidumbre, el arrojo. Y esas condicionessubjetivas están abolidas en la cultura contemporánea, porque es una cul-tura del goce, del confort, del consumo que, precisamente, disuelve la posi-bilidad de una lógica del riesgo, como es el caso cubano. Ser cubano esasumir que uno es pobre, que no tiene combustible; y no obstante bailar ycantar. Nosotros admiramos eso pero no tenemos mucho que ver con esemodelo. La política es poder enfrentar el riesgo de una forma humana, contemplanza y cierto heroísmo. El capitalismo tardío ha producido una desar-ticulación de esas subjetividades. | pampa

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