paisajes del progreso

Upload: la-midori

Post on 10-Mar-2016

285 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

varios autores

TRANSCRIPT

  • PAISAJES DEL PROGRESO La resignificacin de la Patagonia Norte, 1880-1916

    Pedro NAVARRO FLORIA

    (coordinador) Carla LOIS

    Gabriela NACACH Leonardo SALGADO

    Pablo AZAR Alberto GARRIDO

  • 2

    Universidad Nacional del Comahue Rectora Teresa P. VEGA Universidad Nacional del Comahue Buenos Aires 1400 - (8300) Neuqun Tel: (0299) 4490363 / Fax: (0299) 4490351 [email protected] Secretara de Extensin Universitaria Tel: (0299) 4490328 [email protected] Editorial de la Universidad Nacional del Comahue Editor responsable: Luis Alberto NARBONA Tel: (0299) 4490300 - Int. 617 [email protected] Prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio, sin el permiso expreso de educo.

    RED DE EDITORIALESREUN

    NACIONALESDE UNIVERSIDADESEste libro e

    en su catlogo

  • 3

    Universidad Nacional del Comahue

    PAISAJES DEL PROGRESO La resignificacin de la Patagonia Norte, 1880-1916

    Pedro NAVARRO FLORIA

    (coordinador) Carla LOIS

    Gabriela NACACH Leonardo SALGADO

    Pablo AZAR Alberto GARRIDO

    educo Editorial de la Universidad Nacional del Comahue

    Neuqun, 2007

  • 4

    Paisajes del progreso : la resignificacin de la Patagonia Norte, 1880-1916 / Pedro Navarro Floria ... [et al.] ; coordinado por Pedro Navarro Floria. - 1a ed. - Neuqun : EDUCO - Universidad Nacional del Comahue, 2007. 296 p. ; 24x18 cm. ISBN 978-987-604-071-6 1. Desarrollo Regional. I. Navarro Floria, Pedro, coord. CDD 338.9

    Diseo de Tapa: Enzo CANALE educo Editorial de la Universidad Nacional del Comahue Neuqun, Noviembre 2007. Impreso en Argentina - Printed in Argentina 2007 - Editorial de la Universidad Nacional del Comahue Buenos Aires 1400 (8300) Neuqun Argentina [email protected]

  • 5

    NDICE

    Prlogo Por Perla Zusman A modo de presentacin Captulo 1 Paisajes de un progreso incierto. La Norpatagonia en las revistas cientficas argentinas (1876-1909) Por Pedro Navarro Floria Captulo 2 Antropologa, genocidio y olvido en la representacin del Otro tnico a partir de la conquista Por Pablo Azar, Gabriela Nacach y Pedro Navarro Floria Captulo 3 La Patagonia en el mapa de la Argentina moderna. Poltica y deseo territorial en la cartografa oficial argentina en la segunda mitad del siglo XIX Por Carla Lois Captulo 4 Huellas del mar en la tierra. Los estudios de los antiguos terrenos marinos del territorio pampeano-patagnico y sus fsiles, 1824-1900 Por Leonardo Salgado, Pedro Navarro Floria y Alberto C. Garrido Captulo 5 La Repblica posible conquista el desierto. La mirada del reformismo liberal sobre los Territorios del Sur argentino Por Pedro Navarro Floria Captulo 6 La Comisin del Paralelo 41 (1911-1914). Las condiciones y los lmites del progreso liberal en los Territorios Nacionales Por Pedro Navarro Floria Los autores

    7

    11

    13

    79

    107

    135

    191

    235

    297

  • 6

  • 7

    PRLOGO Perla ZUSMAN

    La imagen de la Patagonia se ha vinculado y se vincula a distintos intereses, a diversos sueos y utopas tejidos a distintas escalas. Si nos restringimos a los intereses econmicos transnacionales, podemos observar cmo estos la construyen como un destino extico para el turismo internacional o como mbito rico en recursos minerales y energticos, con tierras disponibles para su explotacin. Estas imgenes se yuxtaponen con aquellas que circulan por el mbito nacional. En este contexto, la relevancia turstica, ambiental y econmica de la Patagonia se cruza con perspectivas que debaten tanto su papel en la construccin de la comunidad imaginada argentina como su integracin y autonoma en el contexto de la poltica del pas.

    En realidad, tanto las imgenes como los debates polticos que dan cuerpo a la Patagonia hoy, no son nuevos. Unos y otros encuentran su gnesis en las distintas estrategias discursivas que la inventaron como lugar (Nouzeilles 1999) y que legitimaron las distintas estrategias polticas que incorporaron esta regin austral al proyecto territorial nacional durante el perodo que va desde la creacin del Estado nacional hasta su redefinicin en el marco de los gobiernos reformistas. Justamente, el libro que tienen entre sus manos busca dar cuenta de la diversidad de argumentaciones cientficas que apoyaron las distintas representaciones de la Patagonia y que acompaaron y promovieron las propuestas polticas puestas en juego en la coyuntura sealada.

    Se trata de una nueva contribucin realizada por el Centro de Estudios Patagnicos dirigido por Pedro Navarro Floria al conocimiento de los vnculos entre la historia de la ciencia y de la formacin territorial de la regin. Este trabajo ha sido precedido por otros como Ciencia y poltica en la regin Norpatagnica: el ciclo fundador (1779-1806) publicado en 1994 por la Universidad de la Frontera (Temuco, Chile), y Patagonia: ciencia y conquista editado por el Centro de Estudios Patagnicos en el ao 2004. En un contexto en que las lecturas sobre la Patagonia se multiplican y en que proliferan las miradas exticas y despolitizadas -a la manera de aquellas ofrecidas por relatos orientalistas criticados por E. Said- las lecturas locales del pasado, atravesadas por los problemas del presente, resultan relevantes para comprender la realidad regional.

    La originalidad del texto reside en la forma de encarar el anlisis de la relacin entre ciencia y poltica mediada por el territorio. De hecho Paisajes del progreso explora la posibilidad de pensar la transformacin espacio-temporal del paisaje como indicio de los cambios polticos orientados por la mutacin de la idea de progreso, que es la que llevar en definitiva a la (des)incorporacin de la regin al proyecto estatal nacional.

    A travs de los diversos captulos puede comprenderse la construccin de la Patagonia como desierto antes de la Campaa de Roca de 1879 (captulo 1). Esta

  • 8

    imagen desarrollada tanto discursiva como cartogrficamente (captulo 3) busc, ante todo, mostrar que se trataba de un mbito geogrfico ausente de civilizacin, o como lo seal Victorica, de un territorio que era esterilizado por sus habitantes originarios. La propia ocupacin y aniquilacin de los indgenas (con su consecuente arqueologizacin y museificacin, como lo demuestra el captulo 2) abri paso a la diversificacin de los paisajes patagnicos y a la descripcin de algunos de ellos como vergeles. Tal es el caso del rea cordillerana norte, denominada ya por Martin De Moussy como la Suiza Argentina. El estudio de la Comisin Hidrolgica (1911-1914) establece las bases empricas para construir aquella Suiza argentina: define diferentes aprovechamientos productivos y obras de infraestructura que, junto con la organizacin de colonias, garantizaran el desarrollo de la regin (ver captulo 6)

    Desierto y vergel son dos imgenes que hablan de la mutacin espacio-temporal pero tambin de la yuxtaposicin de estas dimensiones slo captables a travs del concepto del paisaje. Al igual que el relato de viaje y el mapa, el paisaje es un dispositivo cultural occidental de aproximacin a lo desconocido, a lo distante. En esta aproximacin se solapan representaciones del lugar, imgenes de otros paisajes (pictricas o literarias), valoraciones esttica y proyectos. Se trata de una tentativa de dominar estticamente la fusin naturaleza/cultura que se presenta a los ojos de los visitantes. Desde los relatos de viajeros como Mansilla, Zeballos o Moreno, hasta los estudios incorporados en los boletines de las Sociedades Geogrficas o los trabajos de carcter ms histrico o sociolgicos aparecidos en la Revista de Derecho, Historia y Letras (ver captulo 5) se conforman paisajes vividos o imaginados, presentes y futuros de la Patagonia que, en ltima instancia, legitiman las acciones polticas que se llevan adelante en esta regin.

    Pero si las distintas contribuciones cientficas construyen argumentaciones visuales y discursivas que apoyan la accin estatal, tambin el proceso de formacin estatal nacional ofrece a las distintas disciplinas un contexto favorable para su despliegue. En este sentido la historia natural da paso a las primeras propuestas de institucionalizacin de la geografa (como proyecto de conocimiento utilitario, englobador de distintos saberes sobre el territorio tal como puede observarse en el captulo 1), de la antropologa (con estudios de carcter arqueolgico, etnolgico o de antropologa fsica, como se ve en el captulo 2) o de la geologa (como se observa en el captulo 4). Dicho de otra forma, si las argumentaciones cientficas permiten incorporar al Estado nacional en el proyecto poltico civilizatorio, tambin el Estado nacional contribuye a situar los desarrollos disciplinarios en el marco de las propuestas cientficas lideradas desde Europa. A travs de artculos, conferencias en Europa o a travs de participaciones en Congresos Internacionales o Exposiciones Universales, la Patagonia entra en la arena epistemolgica como laboratorio; su flora y su fauna, junto con los hallazgos arqueolgicos o la produccin cartogrfica sobre el rea sirven para apoyar posturas en debate en la ciencia internacional. Y, de esta manera, esta vez, el pas entra a la propuesta civilizatoria desde el campo cientfico-cultural.

  • 9

    Entonces, incorporarse cultural y polticamente al proyecto eurocntrico significaba tambin aceptar la idea de un progreso unilineal y evolutivo que conducira a alcanzar los valores vigentes en el viejo continente y que, de hecho, estaba justificando la expansin colonial en Asia y frica. Este modelo de progreso europeo ser paulatinamente sustituido por una propuesta en que el crecimiento econmico y los adelantos tecnolgicos adquiran un mayor protagonismo. Esta concepcin de progreso acompaara los ideales de las elites reformistas de inicios del siglo. Estas ltimas vean que en Estados Unidos se estaba llevando este ideal de progreso. Adems las caractersticas geogrficas de este pas y la forma en que se haba constituido como estado republicano y confederado ofreca ms posibilidades para imitar que el espejo europeo. En sntesis, Estados Unidos se presentaba as como el modelo de progreso para la Repblica Posible.

    Pero qu implicancias tuvo esta mudanza en la idea de progreso en la poltica sobre la Patagonia? Si bien ella permiti la formulacin de una serie de proyectos de distribucin de tierra, de planes de colonizacin, de extensin de redes ferroviarias y de propuestas de planes de regado, ellos apenas pasaron a ser realmente efectivizados. Esto implica entonces que la Patagonia fue un espacio olvidado implcita o explcitamente de los proyectos polticos luego de su incorporacin al territorio del Estado? El largo tiempo de su mantenimiento como territorio nacional y las dificultades que encontraron sus habitantes para ser reconocidos como ciudadanos contribuy a ello? Si las propuestas desarrollistas se hubieran efectivizado, su papel en la poltica nacional hubiera sido otro? O en realidad, su materialidad letrgica (Silveira 1999) es slo una ventana ms que da cuenta de la forma en que histricamente se trabaj la cuestin regional en el marco de la Repblica Federativa? Sin duda, Paisajes del Progreso ofrece algunos elementos para reflexionar histricamente sobre estas cuestiones. Referencias NOUZEILLES, G. Patagonia as Borderland: Nature, Culture and the Idea of the State. Journal of

    Latin American Cultural Studies, vol 8:1 (1999), 35-48. SILVEIRA, L. Um pais, uma regio. Fim de sculo e modernidade na Argentina. So Paulo,

    Fapesp/Laboplan USP, 1999.

  • 10

  • 11

    A MODO DE PRESENTACIN

    La historia de las ciencias, del conocimiento, del pensamiento y de la cultura en general, estudia las propuestas y soluciones formuladas a lo largo del tiempo, muchas veces frente a problemas que ya han quedado en el pasado. Pero en otros casos esa historia contribuye a revivir ideas que todava nos pueden ayudar a pensar, a organizar el presente y a proyectar el futuro. La historia siempre se propone, en definitiva, rehistorizar y reproblematizar el mundo en el que vivimos, generar nuevas ideas que casi siempre son viejas- y presentarnos alternativas. Nadie puede negar la actualidad de problemas como los relacionados con los bienes comunes o recursos- naturales, con la propiedad, distribucin y uso de la tierra, con la diversidad cultural, con el rol del Estado en la gestin de la infraestructura, y un largo etctera.

    Esa historia de las ideas, por otra parte, es tanto un anlisis y un relato acerca de lo que pensaban y crean determinados actores sociales, de los significados, sentidos y valores de una poca, como tambin es un estudio de la realidad que esas personas y grupos componan a travs de sus representaciones. Porque las representaciones hacen a la realidad. Ms an cuando las ideas acerca de, por ejemplo, una regin como la Patagonia Norte inmediatamente despus de su conquista, se encuentran tan fuertemente estructuradas alrededor de la idea de progreso y de los consiguientes proyectos de futuro.

    Los trabajos que presentamos aqu son producto del proyecto de investigacin 04-H082 de la Universidad Nacional del Comahue (Argentina), titulado La contribucin cientfica a la resignificacin de la Patagonia (1880-1916), desarrollado en el Centro de Estudios Patagnicos entre 2004 y 2007. Su precedente directo es el proyecto que realizamos entre 2000 y 2003, que centraba su mirada sobre la poca inmediatamente anterior a la conquista, 1860-1880, y cuyos resultados se reflejaron en el libro Patagonia: ciencia y conquista. La mirada de la primera comunidad cientfica argentina (Gral. Roca, CEP/PubliFaDeCS, 2004). Entre el anlisis de una y otra etapa, hemos podido revalidar la idea ya corriente en la historiografa de la ciencia y del pensamiento en la Argentina, acerca de la progresiva y veloz complejizacin de la mirada cientfica operada entre las ltimas dcadas del siglo XIX y las primeras del XX. La diversificacin de disciplinas, la enorme ampliacin de los objetos de inters y estudio entre los cuales se encuentran los espacios recin incorporados por el Estado-nacin-, la construccin durante todo el siglo XIX de potentes teoras y marcos explicativos, de herramientas metodolgicas y formas de sistematizacin de la informacin, la conformacin de una opinin pblica y de una esfera pblica interesada en el conocimiento del pas reflejadas en asociaciones, medios de comunicacin y difusin del saber, etc.-, la creciente institucionalizacin y profesionalizacin del conocimiento, son todos factores que han guiado y servido de contexto a nuestro trabajo.

    Por aadidura, ese proceso de complejizacin del conocimiento del pas coincidi cronolgicamente con procesos de institucionalizacin del Estado y de los espacios

  • 12

    pblicos de produccin cientfica, y, decisivamente para nosotros, con el proceso de definicin territorial del Estado y la creacin de los Territorios Nacionales. Ese conjunto de trayectorias paralelas y entremezcladas entre s, en un perodo de la historia occidental en el que la idea y el deseo de progreso constituan prcticamente una religin laica de culto oficial, hizo de los espacios recin conquistados por la Argentina y una serie de procesos comparables se vivi en el resto de Amrica- verdaderos campos de experimentacin de ese progreso deseado.

    En esos laboratorios, la experiencia crucial de la poca consisti en la determinacin de los objetos de inters regional en trminos de recursos, y su puesta a disposicin del sistema productivo nacional de acuerdo con un esquema que no poda producir sino una persistente matriz de colonialismo interno. El gesto positivista de tomar distancia del objeto de observacin result funcional a una visin materialista y extractiva de la naturaleza de los Territorios y a una lectura tambin utilitaria de la sociedad, la poltica y la historia regional. Esos primeros abordajes se vieron matizados, segn veremos, por algunas miradas crticas que, sin embargo, no tuvieron peso significativo como para reencauzar un proceso de nacionalizacin de los Territorios fuertemente insatisfactorio ni, mucho menos, para discutir tampoco se lo proponan- la fe dominante en un progreso que no terminaba de definir claramente sus trminos. En este marco, el proyecto de nacionalizacin de la Patagonia Norte formulado por la oligarqua gobernante hasta 1916 pronto choc con sus propios lmites. Sin habernos adentrado en la investigacin de pocas posteriores y a partir de las primeras inferencias que puede trazar nuestra inquietud intelectual por el presente y el futuro regional, no resulta aventurado afirmar que muchos de los rasgos que la regin adquiri en esas primeras dcadas de presencia estatal permanecen como marcas de identidad o pecados originales, segn como se los vea- hasta hoy.

    Los captulos de este libro, si bien pertenecen a sus autores individuales y conservan su identidad, son el producto de un trabajo realizado por un equipo interdisciplinario, de estilo abierto y poco estructurado. Sus hiptesis, lneas de investigacin, ideas y conclusiones preliminares fueron ampliamente discutidas internamente, en el mbito del Centro de Estudios Patagnicos, en actividades docentes y en numerosas reuniones cientficas que hemos hecho constar en cada caso. Tambin somos deudores de la valiosa colaboracin de Carla Lois autora de un captulo- y del asesoramiento de Perla Zusman nuestra prologuista-. Todo eso no exime a los autores de la responsabilidad sobre lo escrito, naturalmente. Pero contribuye a un dilogo que esperamos que no se cierre, sino todo lo contrario, con su lectura.

  • 13

    Captulo 1 PAISAJES DE UN PROGRESO INCIERTO LA NORPATAGONIA EN LAS REVISTAS CIENTFICAS ARGENTINAS (1876-1909)1 Pedro NAVARRO FLORIA

    Una serie de instituciones cientficas creadas en la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, paralelamente con la formacin del Estado nacional, algunas de ellas directamente dependientes del Estado como la Academia Nacional de Ciencias de Crdoba- y otras ms relacionadas con la iniciativa colonialista occidental de exploracin y sistematizacin geogrfica del mundo, emprendieron el estudio del territorio nacional. La indagacin se centr en los Territorios Nacionales, recientemente incorporados al cuerpo del Estado mediante la conquista2, y el conocimiento resultante se volc en una narrativa presente en diversas publicaciones institucionales. Las representaciones resultantes nos concentraremos en las referidas a la Patagonia Norte3 (actuales provincias de Neuqun y Ro Negro)- resultan coincidentes en lneas generales, y funcionales al proceso de legitimacin y 1 Las ideas centrales de este captulo fueron expuestas y discutidas en la Mesa 61 de las X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (Rosario, 2005), coordinada por el autor y por Perla Zusman, y en el VIII Coloquio Internacional de Geocrtica (Ciudad de Mxico, 2006). Agradezco los comentarios y aportes recibidos en esas circunstancias de Perla Zusman, Liliana DaOrden, Hugo Beck y los dems integrantes de la mesa de Rosario, de Carla Lois, Luz Fernanda Azuela, Pere Sunyer y dems participantes del coloquio de Mxico, como tambin los de Mirta Teobaldo, Mara Andrea Nicoletti y Alicia Laurn en el marco del Seminario Interno del Centro de Estudios Patagnicos de la UNCo, y los de Jens Andermann en comunicaciones personales. Versiones preliminares y reducidas han sido publicadas como Paisajes del progreso. La Norpatagonia en el discurso cientfico y poltico argentino de fines del siglo XIX y principios del XX, Scripta Nova. Revista electrnica de geografa y ciencias sociales (Universidad de Barcelona), vol. X, nm. 218 (76) (1 de agosto de 2006), http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-76.htm; y en ingls en Landscapes of an uncertain progress. Northern Patagonia in Argentine scientific journals (1876-1909), Journal of Latin American Cultural Studies (London), 16:2 (2007), 261-283. 2 Aunque CASTRO (2005) seala acertadamente que un espacio colonizado desde siglos antes como el Noroeste argentino, en funcin de su lejana y exotismo respecto del centro poltico del Estado, tambin fue objeto de relevamiento y resignificacin en la misma poca. 3 El recorte espacial de la Norpatagonia es una opcin metodolgica nuestra y nace de una inquietud actual. En el discurso geogrfico que analizaremos existe la idea no muy claramente explicitada de un corredor norpatagnico, origen de la representacin que permanece an hoy y que ha emergido a lo largo del siglo XX cada vez que el Estado formul una iniciativa planificadora (en el proyecto del ministro Ezequiel Ramos Mexa, en los Planes Quinquenales de Pern, en el Plan Comahue y hasta en los actuales intentos de regionalizacin). Ese corredor estara articulado tanto por la cuenca del ro Negro y el ferrocarril Baha Blanca-Zapala como, ms tarde, por el ferrocarril San Antonio Oeste San Carlos de Bariloche. Con ese sentido, veremos de qu modo a fines del siglo XIX se construy una serie de paisajes que aparecen como articulados y complementarios: la Suiza argentina, por ejemplo, que tendra salida para su produccin por el ro Negro, o el Valle de este ltimo que proveera el comercio con Chile. El origen de la divisin poltica (actual, porque perdur en los lmites provinciales) de los Territorios Nacionales, que reparte la Norpatagonia entre los Territorios de Neuqun y de Ro Negro, es un tema por investigarse.

  • 14

    delimitacin territorial del Estado, pero divergentes en algunos aspectos especficos. Nos muestran, as, un abanico de posiciones respecto de los perfiles institucionales e ideolgicos de los actores y de las redes sociales implicadas, de sus objetos de inters y de preferencia, y de sus omisiones discursivas. Podemos inscribir a todas ellas en la retrica progresista caracterstica de la poca, por el rol decisivo que introduce el factor tiempo en su relato, transformando simblicamente al territorio en paisaje del progreso y a la descripcin de sus recursos en una narracin del futuro regional, pero cada institucin-publicacin, vista como un fragmento del corpus discursivo bajo anlisis, pone el acento en aspectos diferentes de la realidad que propone. En ese sentido, el anlisis del discurso cientfico-territorial de las lites argentinas nos permite identificar distintos proyectos de futuro para la regin en cuestin, tiene interesantes puntos de contacto con el discurso poltico de la misma poca y contribuye al mismo proceso que ya hemos identificado y descripto (Navarro Floria 2004a) como de nacionalizacin fallida de la regin Norpatagnica.

    1. El contexto social de las representaciones Las sociedades cientficas y geogrficas en la esfera pblica

    El impulso exploratorio del mundo no colonizado se haba iniciado ya a

    mediados del siglo XVIII y retomado en el XIX, tras el ciclo de las revoluciones burguesas occidentales, como parte de la llamada unificacin del mundo. Esa unificacin habra sido operada por la multiplicacin del comercio, el entusiasmo misionero, la curiosidad cientfica y [] la empresa periodstica y publicitaria que lanzaba a los exploradores, un subgrupo [] de escasa importancia numrica perteneciente a una asociacin muy grande de hombres que abrieron el mundo al conocimiento, gracias a los nuevos medios de comunicacin y transporte ms regulares y veloces, a las reas menos conocidas del globo (Hobsbawm 1998a:60-64). A este impulso de las burguesas se sumaban los esfuerzos de las democracias representativas modernas dirigidos a elaborar elementos discursivos de legitimacin de su poder y entre ellos a producir conocimiento acerca de los distintos aspectos de su realidad social y natural: colectando, inventariando, clasificando, sistematizando analticamente, exponiendo literariamente, representando textual y figurativamente los resultados de la exploracin, cartografiando su propio territorio y clasificando las reservas de recursos humanos y naturales coloniales (Escolar 1997:59-60). La Geografa, en consecuencia, fue el campo disciplinario legitimador de las nacionalidades, de los proyectos nacionales, de los sentimientos patriticos y de las identidades espaciales, no creando sino apropiando, sistematizando, escolarizando y naturalizando la reflexin estatal sobre la identidad territorial (Moraes 1991:166-167).

    Exploradores, auspiciantes e interesados se reunan en sociedades geogrficas de las cuales se crearon cincuenta y tres durante el siglo XIX, treinta de ellas entre 1875

  • 15

    y 1880 y la mayora en Europa y Amrica del Norte (Dodds 1993:311). Esas instituciones constituyeron el lugar privilegiado de la socializacin del saber geogrfico, de su aplicacin prctica y de su transmisin intelectual (H. Capel, cit. en Escolar 1997:76), y fueron establecimientos legitimadores de la expansin territorial de los Estados, generando un saber geogrfico prctico cercano a la planificacin (Zusman 1996:14; Zusman y Minvielle:1), volcado en un relevamiento estadstico y cartogrfico que constituira el primer gran sistema de informacin nacional fundado en la racionalidad de la idea de progreso y en la representacin de un espacio neutro y homogneo que permitira codificar y controlar la realidad social (Escolar 1997:73). En una perspectiva comparada, frente a la relativa autonoma de las comunidades cientficas en Europa, los Estados Unidos, Argentina o Brasil, en el caso mexicano se destaca su dependencia del Estado, en continuidad con la poltica ilustrada espaola de fines del siglo XVIII, desde un Estado consciente del valor de la prctica cientfica para el progreso material e intelectual del pas an bajo el mandato de distintas facciones polticas, valor mutuamente reforzado y legitimado por una efectiva red de relaciones personales entre la comunidad cientfica y el poder poltico y por los convincentes resultados de los proyectos que les haban sido encomendados, y determinante de una orientacin eminentemente prctica y funcional de la ciencia a una poltica de industrializacin y modernizacin del pas (Azuela Bernal 1996:18-26 y 129-130; cfr. tambin Sunyer Martn 2002:37-41). En el caso del Per, la Sociedad Geogrfica de Lima creada por el gobierno en 1891 cumplira funciones similares (Martnez Riaza 1998). Tambin en Chile las iniciativas exploradoras fueron llevadas adelante, fundamentalmente, por personal contratado por el Estado o por reparticiones pblicas (Saldivia Maldonado 2005). Sin embargo, el perfil institucional de las asociaciones cientficas no se agota en su funcionalidad a los Estados nacionales sino que reconoce distintos niveles, como capas superpuestas de una dermis orgnicamente integrada.

    En su estudio de la Sociedad de Geografa de Ro de Janeiro, Pereira (2003:178) seala la paradoja aparente que constituye la formacin de sociedades geogrficas en pases, como Brasil o Argentina, que en el contexto mundial seran objetos del inters colonialista. Desde un punto de vista exclusivamente formal, este desarrollo institucional se explicara por la intencin de las lites latinoamericanas de emular a sus semejantes europeas y estadounidenses. Es claro que los sectores dirigentes latinoamericanos trasladaron este sentido al proceso de formacin de sus Estados y territorios nacionales propios (Zusman 1996:20).4 Sin embargo, debemos subrayar dos consecuencias interesantes de esta refraccin institucional, que van ms all de lo 4 En Chile, donde tambin se mapeaba todo el territorio, corrigiendo los trabajos de Gay y Pissis anteriores a 1875, complementando la tarea del IGA y participando, desde 1909, de la Carta Internacional del Mundo al millonsimo (LVAREZ CORREA 2000), ese rol fue cumplido por instituciones del Estado mismo, como la Oficina Hidrogrfica de la Armada (creada en 1874 y dirigida por Francisco Vidal Gormz hasta 1891; ntimamente conectada con la Societ Scientifique du Chili) y su Anuario Hidrogrfico de la Marina de Chile, en el que se publicaron las exploraciones del Sur (SALDIVIA MALDONADO 2005: 132-140; SALDIVIA MALDONADO 2007).

  • 16

    formal. En primer lugar, las sociedades geogrficas latinoamericanas se incorporaron al proceso y al proyecto colonialista mundial, reproduciendo la matriz discursiva y prctica de las sociedades del hemisferio norte e intercambiando con ellas conocimientos y reconocimientos (Zusman 1996:48-49; Zusman y Lois 2004), funcionando, en definitiva, a la manera de filiales informales, es decir, como instituciones del imperialismo de la poca. En segundo lugar, la identidad de formas nos lleva a la identidad de sentidos: esa coincidencia de propsitos y de procedimientos determin, al menos en el caso del Instituto Geogrfico Argentino, como veremos, que la visin generada sobre sus objetos de exploracin y relevamiento la Patagonia y el Chaco, fundamentalmente- produjera un colonialismo interno fuertemente problemtico.

    En relacin con ese colonialismo interno y desde una perspectiva comparativa con el caso del Brasil, tanto Sousa (2005) como Magnoli (1997:272-287) sealan de qu modo, al proponerse el Brasil de la misma poca mejorar sus comunicaciones internas con territorios marginales como el del Mato Grosso, gener el problema de garantizar su integracin al Estado mediante la posesin formal, la reivindicacin de su propiedad y el relevamiento cartogrfico, pero al mismo tiempo el desafo de instituirlos como reserva para el futuro, mantenindolos desocupados. En el caso argentino, si bien no aparece como intencin en el discurso poltico de la poca la conservacin de la Patagonia como vaco sino todo lo contrario, en la prctica se produjo un resultado similar al brasileo. Moraes (1991:168 y 2002:112ss) agrega la explicacin acerca de qu modo, en los pases de formacin colonial, los procesos de conquista estatal de espacios contribuyeron a acentuar el peso del factor territorial dado que la colonizacin es en s misma un proceso de relacin entre la sociedad y el espacio- en la formacin estatal. De este modo, en un mismo discurso, [el Estado conquistador] presenta un proyecto para las lites, un horizonte referencial unificador de todo el pueblo y tambin una justificacin de la unidad nacional (considerada como proyecto) que en s misma legitima al Estado (Moraes 1991:168). Si bien la continuidad de la monarqua y del esclavismo en el caso del Brasil hace ms visible el pacto oligrquico entre las lites regionales que permiti ese proceso de construccin del pas, la matriz discursiva es exactamente la misma que acta en la Argentina y seguramente en otros casos de la regin.

    Las sociedades geogrficas latinoamericanas de la poca fueron, entonces, doblemente funcionales: a la promocin del proceso de apropiacin territorial en sus diferentes dimensiones (reconocimiento, sistematizacin de informacin, control del territorio, resolucin de conflictos de lmites) en el mbito del Estado-nacin (Zusman 1996:181), y al proceso colonialista mundial. Esta doble funcionalidad o el doble sentido de las representaciones generadas contribuyeron innegablemente a la produccin de una imagen de la Patagonia como lugar de inters nacional a la vez que mundial un doble mito (Livon-Grosman 2003:9-10)- en tanto reserva natural, destino turstico, etc., relativamente desligada de la representacin general de la Argentina.

  • 17

    Un tercer nivel de funcionalidad de estas instituciones, en cada caso nacional, debe reconocerse en su relacin con un pblico lector local en proceso de nacionalizacin, en el sentido de que el conocimiento sobre el territorio y sus habitantes se va produciendo e incorporando en el horizonte intelectual colectivo y constituyendo la identidad nacional sin la mediacin, prcticamente, de una comunidad acadmica que lo valide. La cientificidad entendida como pretensin de neutralidad, objetividad o referencia perfecta a realidades objetivas y patentes -en tanto materiales, en el contexto positivista- juega aqu un rol decisivo: no en vano centramos nuestro estudio en la produccin de instituciones que se autodefinen y definen sus acciones como cientficas. En virtud de sus condiciones de produccin -la autoridad epistmica de sus productores- y de comunicacin las revistas cientficas, para nuestro caso-, algunas de estas representaciones se socializan y naturalizan, constituyendo el patrimonio de creencias de una comunidad determinada, an en un contexto como la escena cultural argentina de esa poca, escasamente institucionalizada y prcticamente sin mecanismos formales de legitimacin de la produccin intelectual (Bruno 2005:66). Es precisamente por ese carcter todava difuso del espacio intelectual argentino que las personas a menudo llamativamente jvenes y sin formacin sistemtica-, los grupos, las asociaciones y las publicaciones que analizamos ocuparon con tanta facilidad el lugar del discurso cientfico autorizado.

    Pereira (2003:180-181), al reflexionar sobre el carcter prctico del saber geogrfico de la segunda mitad del XIX y sobre su compromiso con su actualidad, que lo llevaba a ser considerado como la ciencia ms capacitada que cualquier otra para documentar la marcha del progreso en la superficie del planeta, nos invita a la comparacin entre casos similares. La actualidad y practicidad del conocimiento producido por las instituciones argentinas no se relacionaba tanto con el uso de modernos dispositivos tcnicos como con su percepcin en trminos de condicin de posibilidad para la tarea de modernizacin que el Estado propona. Esto nos coloca ante la ms importante de las contradicciones entre el orden del discurso las prcticas de representacin- y las prcticas materiales hacia la Patagonia Norte, objeto de abundantes proyectos de desarrollo pero carente de polticas de Estado a fines del siglo XIX (Navarro Floria 2003). De tal modo que los lmites del desarrollo social, econmico y poltico de la regin, marcados por la imposibilidad de su incorporacin al sistema poltico federal y por las serias dificultades para su integracin en el sistema socioeconmico nacional, se constituan en lmites u obstculos epistemolgicos para la Geografa de la poca, y viceversa: la representacin de una regin despoblada y disputada produca a su vez fuertes restricciones a la colonizacin y la ciudadanizacin de su poblacin. De este modo, los gestos polticos y las miradas cientficas se retroalimentaban.

    El presente estudio se inscribe en el campo de la historia intelectual y de la ciencia fortalecido en el ltimo cuarto de siglo, que no se limita al anlisis interno de las instituciones y de sus acciones sino que las refiere a sus contextos poltico, socioeconmico, intelectual, etc. Esta lnea de trabajo nos permite, en primer lugar,

  • 18

    desplazar la mirada de las instituciones cientficas propiamente dichas a su produccin; y, en segundo lugar, considerar a esta produccin como parte de un entramado poltico de poca la era del imperio caracterizada por la segmentacin del mundo en dominantes y dominados, la dinmica del progreso, los imperialismos y los nacionalismos en el nivel general (Hobsbawm 1998b); la construccin del territorio estatal a travs de la conquista y de un problemtico colonialismo interno en el nivel nacional-, estructura que contiene su propio relato del mundo y de la historia que llamaremos el discurso del progreso-. En consecuencia, el discurso cientfico-poltico que nos proponemos analizar se inscribe claramente en el proyecto colonialista occidental caracterizado por sus agentes como civilizatorio, proyecto que contena a las redes institucionales de las que las sociedades en cuestin formaban parte mediante el intercambio de publicaciones, conferencias, etc. (Zusman y Lois 2004). Esta contextualizacin contribuye a explicar la complejidad de las prcticas espaciales desarrolladas por las sociedades geogrficas en el marco de la apropiacin de los nuevos espacios y del sometimiento de las naciones indgenas al orden estatal: observacin, descripcin, cartografa, acciones materiales, etc. Pero la pertenencia del discurso progresista regional y nacional a un marco global no nos autoriza a trazar generalizaciones simplificadoras sino que, por el contrario, nos habilita para buscar explicaciones a travs del anlisis y en la complejidad propia de una lectura crtica.

    El anlisis crtico del discurso de las publicaciones cientficas de fines del siglo XIX y principios del XX acerca de la Norpatagonia nos ha puesto frente a una serie de problemas. En primer lugar, el de la relacin entre estas instituciones cientficas pblicas o privadas, en diversos sentidos-, su contexto poltico nacional e internacional el de otras instituciones similares, el del proyecto colonialista global-, su pblico y el marco formal del Estado. En segundo lugar, el de la correspondencia entre el corpus discursivo analizado, las representaciones del territorio y de sus habitantes, y las polticas hacia ellos.

    En relacin con el primer problema mencionado, nos han sido tiles los conceptos ya mencionados del proyecto colonialista internacional caracterstico de la era del imperio, y el discurso del progreso funcional a ese proyecto, y en el plano nacional las ideas de esfera pblica como articuladora entre Estado y sociedad civil, y de comunidad imaginada como definicin de lo pblico inclusiva de las dimensiones intangibles de la realidad. La esfera pblica abarca las diversas formas de asociacin, movilizacin y comunicacin (Habermas 1997) incluidas, en un lugar notable, la prensa y la opinin pblica por ella alimentada-, caractersticas de las lites decimonnicas que son las productoras de nuestro objeto de anlisis. A su vez, como el contexto poltico primario de estas lites era en ese momento la nacin, necesitamos definir a sta como una comunidad poltica que se imagina inherentemente limitada y soberana, es decir, fundamentalmente desde su carcter de fenmeno de autoconciencia y de invencin (Anderson 1993). Es claro que no nos referimos todava, en la Argentina del ltimo cuarto del siglo XIX o principios del XX, a una burguesa nacional amplia y consolidada sino ms bien a una burocracia estatal recientemente constituida,

  • 19

    restringida en nmero y clase, con trazas de corporacin intelectual, integrante de una red de relaciones culturales, polticas y cientficas indiscernibles entre s5, que se manifiesta tanto en las publicaciones especializadas que estudiamos aqu como en una prensa de alcances ms amplios.

    Era caracterstica de las instituciones cientficas decimonnicas la produccin de publicaciones que servan al mismo tiempo de rganos institucionales y de expresiones de los resultados de sus trabajos de investigacin. Lo hicieron, por ejemplo, las instituciones brasileas (Pires Menezes 2006), las chilenas (Saldivia Maldonado 2005:99-120), las peruanas (Martnez Riaza 1998:101-104) y las mexicanas (Azuela Bernal 1996:14-15). El Boletn del Instituto Geogrfico Argentino, que su director consideraba en 1897 la publicacin ms solicitada del pas entre los hombres de ciencia, comenz sostenindose mediante la suscripcin estatal de la modesta cantidad de cincuenta ejemplares mensuales (Goicoechea 1970:9 y 27)6. Este corto alcance cuantitativo debe verse, sin embargo, en el marco de un rgimen poltico que tambin restringa el mbito de las decisiones a un grupo exiguo de personas. En ese marco encuadramos, entonces, la explicacin acerca de las sociedades cientficas productoras del material analizado: su origen, definicin, contexto, vinculaciones, caracterizacin, etc.

    La segunda cuestin, que percibimos como ms relevante para nuestra investigacin, intentaremos resolverla mediante la consideracin de la narrativa en cuestin como una serie de textos, un discurso generador de representaciones sociales. Estas configuran un conjunto de prcticas de representacin que, junto con las polticas concretas o prcticas materiales, constituye el universo de las prcticas espaciales y temporales entendidas como formas de construccin territorial sometidas a permanentes transformaciones, que se superponen en el espacio-tiempo y se alimentan mutuamente. Consideramos texto a todo producto lingstico acerca de un objeto, y discurso al conjunto de textos con sus contextos y con los roles sociales, polticos e institucionales de sus emisores, en la esfera pblica en la que ese discurso pretende establecer significados que no se reducen a ser reflejos de la realidad que describen sino constitutivos de esa misma realidad (Raiter et al. 1999:14-15 y 55-56). Consideramos representacin social, entonces, al producto cultural colectivo que, como un corpus organizado de conocimientos, hace inteligible la realidad fsica y social y se propone tanto comunicar a los individuos permitindoles sentirse dentro del ambiente social, familiarizando lo 5 Una excelente y breve puesta al da acerca de la doble adscripcin intelectual y poltica de muchos de los hombres de la llamada generacin del ochenta y de la relacin entre la esfera de la cultura y las esferas del poder en la poca, y una tambin breve caracterizacin del espacio intelectual a que nos referimos, en BRUNO 2005:13-14 y 64-67. 6 Una nota curiosa acerca de la autopercepcin de la lite argentina de la poca: en 1879, cuando el Senado de la Nacin debate la peticin de suscripcin de quinientos ejemplares del Viaje a la Patagonia Austral de Moreno y doscientos cincuenta del Viaje al pas de los tehuelches y exploracin de la Patagonia Austral de Lista, y algunos senadores oponen objeciones de conciencia por algunas afirmaciones evolucionistas de Moreno, el senador Manuel Pizarro arguye que la difusin de la obra de Moreno no va a comprometer las creencias populares, porque no va a estar al alcance del pueblo (REPBLICA ARGENTINA 1879:490-491).

  • 20

    extrao, percibiendo lo invisible, naturalizando lo simblico- como regular sus acciones (Mora 2002:7). Si bien la psicologa social hace hincapi en los procesos de objetivacin y anclaje mediante los cuales las representaciones sociales simplifican y naturalizan componentes del discurso ideolgico-cientfico, proponiendo guas operacionales sobre la realidad y volvindose as funcionales a prcticas materiales concretas (idem:8-11), en esta etapa de nuestra investigacin nos detendremos en el momento de elaboracin de una serie de representaciones acerca de un territorio, intuyendo o infiriendo pero no analizando sus trayectorias posteriores.

    El concepto de prcticas espaciales y temporales sintetiza las acciones tanto materiales como simblicas de produccin del espacio y del tiempo social (Harvey 1998: 243-250, inspirado en Lefebvre, La production de lespace, 1974). Desde este punto de vista, por ejemplo, el viejo concepto geogrfico de regin se ve problematizado actualmente por la idea de que, en realidad, siempre ha sido ms un objeto de discurso o de acciones simblicas que un objeto de prcticas materiales: la regin es dicha, no vivida por unos Estados cuya lgica es la de la uniformidad y que histricamente han actuado ms sobre el mapa que sobre el territorio (Raffestin 1993:182; cfr. Lois 2006).

    Las representaciones, entonces, imgenes prototpicas construidas por la percepcin y la cognicin, abarcadoras de todos los signos, cdigos y saberes que hacen posibles y comprensibles las prcticas materiales, desde el sentido comn cotidiano hasta las jergas acadmicas, intervienen condicionando tanto las nuevas imgenes producidas en cada nueva interaccin con el objeto exterior como las prcticas materiales sobre el objeto representado, actuando a la vez como producto y como productor, mediante invenciones mentales discursos, proyectos, utopas y paisajes imaginarios- que imaginan nuevos sentidos o nuevas posibilidades de las prcticas espaciales (Harvey 1998:241-244). En definitiva, adscribimos a una historia intelectual que supone, a la vez, el anlisis de los significados, sentidos y valores presentes en el discurso de una lite de cultura cientfica, de las ideas y creencias de un conjunto de agentes culturales, y de la realidad que estos actores componan con sus representaciones, desde una conciencia clara acerca de que las ideas regulan las prcticas polticas pero no las impregnan en forma homognea sino que pasan por procesos de seleccin, recorte y olvido (Tern 2000:9-10).

    La consideracin de las prcticas de representacin como constitutivas de la realidad regional es lo que nos permite, entonces, hablar de su carcter proyectivo en relacin con lo que entonces se perciba como el futuro de la nacin y de la regin: estas representaciones, en tanto objetos imaginarios o espacios de representacin histricos y complejos, fundan verdaderos proyectos de desarrollo territorial diferenciados, superpuestos, y por lo tanto en conflicto. A partir de este carcter proyectivo de la literatura cientfica intentaremos establecer vinculaciones con el discurso poltico de la poca sobre la misma regin. De acuerdo con la clasificacin de los tiempos sociales tomada de Gurvitch y expuesta por Harvey (1998:248-249), nos encontraramos ante una formacin social transformadora, especulativa, competitiva, hacedora de un tiempo que se percibe a s mismo como precipitndose al futuro, pero que propone para el

  • 21

    espacio social que crea en los nuevos territorios un tiempo engaoso por su apariencia de duracin larga y lenta que enmascara crisis repentinas e inesperadas y rupturas entre pasado y presente, siendo esta ruptura oculta nada menos que la conquista del espacio.

    Recrear esa complejidad y conflictividad del proceso de formacin regional, a travs de la revisin de los fundamentos epistemolgicos del discurso cientfico y poltico y de su consiguiente desnaturalizacin objetivo final de nuestro trabajo-, contribuir a comprender mejor qu actores, intereses y representaciones constituyen la matriz de los procesos sociales en la historia regional. La ficcin nacionalista argentina acerca de la naturalidad del territorio estatal particularmente importante para el caso de la Patagonia-, construida en el siglo XIX en funcin de la conquista y de los conflictos limtrofes con los pases vecinos, contribuy a encubrir la historicidad, intencionalidad, multicausalidad y problematicidad del proceso de conformacin territorial en general y del sistema de Territorios Nacionales en particular. En definitiva, esperamos contribuir a la restitucin del rgimen de historicidad a la regin bajo anlisis.

    Las sociedades cientficas y geogrficas argentinas: coincidencias y divergencias

    En el caso argentino, la Sociedad Cientfica Argentina (SCA) formada por

    profesores y alumnos del Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires en 1872 (Babini 1986:140-143; Pompert de Valenzuela 1970:II-VI) entre quienes se destacaba Estanislao S. Zeballos- public sus propios Anales y fue el tronco comn de una importante biblioteca propia (1874), del primer Museo dirigido por Francisco P. Moreno (1875) embrin del Museo de La Plata-, del Club Industrial Argentino (1876), del Instituto Geogrfico Argentino (IGA) y su Boletn (1879), de la Sociedad Geogrfica Argentina (SGA) y su Revista (1881), y de los Congresos Cientficos Latinoamericanos (desde 1898) y Panamericanos (desde 1908).

    En el corpus de las publicaciones de divulgacin cientfica de la poca, es claro que los Anales de la SCA (en adelante, ASCA), cuya publicacin se inici en 1876 tras el precedente de los Anales Cientficos Argentinos (1874) (Pompert de Valenzuela 1970:VI-VII)-, abrieron un frente pionero y conservaron, al mismo tiempo, un perfil de mayor nivel de complejidad cientfica y una mayor diversidad disciplinar que las posteriores revistas de las asociaciones propiamente geogrficas. Por de pronto, las motivaciones y los trabajos de la SCA no se vincularon solamente ni principalmente con la cuestin territorial, y por lo tanto las prcticas exploratorias, en su contexto institucional, quedaron en un segundo plano respecto de las discusiones tericas en los campos de la Antropologa, la Geografa y las Ciencias Exactas y Naturales en general. Los aportes de los ASCA a la representacin de la Norpatagonia pueden encontrarse, entonces, en tres grupos de trabajos: en primer lugar y en el mismo tono de las contribuciones de las revistas geogrficas, la intervencin de Ramn Lista en el debate

  • 22

    por la cuestin de lmites con Chile; en segundo lugar, y como materiales relativamente cercanos a las descripciones de las revistas geogrficas, el relato de viaje de Francisco Moreno a la regin y los artculos del mismo Moreno y de Ramn Lista sobre las tierras patagnicas; en tercer lugar, y como materiales pertenecientes a un campo de inters diferente del de las revistas geogrficas, los ensayos antropolgicos de mile Daireaux y de Moreno. Los momentos en los que la SCA fij su inters en la regin, en consecuencia, fueron los aos de la conquista (1876-1881) y el lapso del diferendo limtrofe con Chile (1896).

    Tanto el IGA como la SGA, en cambio, resultan ejemplos claros del perfil general de las sociedades geogrficas decimonnicas caracterizado ms arriba. Efectivamente, durante sus primeros aos, el Boletn del Instituto Geogrfico Argentino7 provey a sus lectores informacin internacional acerca de la situacin de la geografa y de su insercin en ella:

    All por el sur ha hecho el comandante argentino Fontana una expedicin muy

    interesante, recorriendo todo el curso del Chubut y su desconocido territorio desde el Atlntico hasta lo alto de la cordillera de los Andes, donde nace aquel ro.

    El Gobierno de Buenos Aires acaba de crear siete nuevos distritos en los terrenos del sur, que hace cinco o seis aos estaban en poder de las tribus indias, y ha decretado la fundacin de los pueblos que deben ser cabezas de aquellos distritos... (BIGA VIII:53, 1887).

    En aos de estrechez econmica, en cambio, cuando se discuta en el Congreso

    de la Nacin el otorgamiento de un subsidio al IGA, los legisladores destacaban la funcionalidad de la institucin a los proyectos estatales:

    El Instituto Geogrfico es la nica asociacin cientfica del pas que se ha

    preocupado de la geografa nacional... ... uno de los ms eficaces medios de propaganda que tienen los pueblos nuevos

    es la difusin de los conocimientos geogrficos. Nosotros [el Estado argentino] no la hemos hecho hasta ahora con elementos propios sino valindonos de la ciencia ms o menos buena de los que generosamente han querido ayudarnos.

    ... A mi juicio, [el subsidio] es una obra de civilizacin, es un concurso que la

    nacin debe prestar a esta clase de estudio, que se hace desinteresadamente por un centro cientfico, no por un centro comercial. (BIGA XVI:540-544, 1885)

    Nosotros, que [...] no conocemos nuestro territorio, que tenemos inmensas

    regiones inexploradas dentro de nuestras mismas fronteras, por qu hemos de escatimar la ayuda a una institucin de esta naturaleza que por objeto de inters 7 En adelante, cuando citemos textualmente al Boletn del Instituto Geogrfico Argentino indicaremos entre parntesis la sigla BIGA, el nmero de tomo, pgina/s y ao, y del mismo modo las siglas RSGA para la Revista de la Sociedad Geogrfica Argentina y ASCA para los Anales de la Sociedad Cientfica Argentina.

  • 23

    pblico, sin ningn inters personal, se propone un fin tan laudable, tan simptico al pas entero como es el conocimiento del territorio, de su produccin, de sus lmites mismos, para saber hasta dnde llega la soberana de la nacin? (BIGA XVII:217, 1886)

    En esta lnea de anlisis de la funcin de estas corporaciones, es posible

    distinguir redes de actores sociales que participaban de ellas y ponan en juego intereses sectoriales en las acciones institucionales. Por ejemplo, si bien puede observarse a primera vista una cierta heterogeneidad entre los miembros del IGA, Zusman (1996:37) destaca la presencia de ms militares que naturalistas, explicable desde la relevancia de un proceso poltico que, para la regin que nos interesa, consisti fundamentalmente en su conquista y delimitacin internacional. Sin embargo, el IGA no parece haber perdido su perfil de institucin predominantemente cientfica. Sus presidentes fueron casi todos ingenieros, y de los autores sobre la temtica de nuestro inters la Patagonia Norte-, los datos biogrficos que hemos obtenido nos muestran una mayora de agrimensores, topgrafos, ingenieros, naturalistas y antroplogos. Los miembros de expediciones militares lo son generalmente en su carcter de ingenieros o topgrafos, y los militares de carrera son ms de la Armada que del Ejrcito de tierra. Este ltimo dato puede ser de inters, por otra parte, para explicar la relevancia dada al estudio de vas navegables.8

    Los actores concretos que produjeron la literatura de las sociedades geogrficas y cientficas han sido caracterizados muy insuficientemente como viajeros representativos de los sectores dominantes argentinos, un conjunto abigarrado de militares, cientficos y polticos cuyos rasgos comunes seran el positivismo como matriz de pensamiento y el liberalismo poltico (Carnevale 2002:1-2). Otros autores (Lpez 2002 y 2005) se limitan a identificar una serie de formulaciones evolucionistas y mecanicistas presentes en escritos de hombres como Francisco P. Moreno, Ramn Lista, Luis J. Fontana y Carlos Mara Moyano, sealando en tono de denuncia su funcionalidad a determinados procesos polticos contemporneos. Este ltimo dato, sin embargo, ms que su matriz ideolgica, es el que otorga un cierto carcter de corpus a una narrativa de militares, cientficos y periodistas (Torre 2002:1-2) que de otro modo nos veramos forzados a reunir en funcin exclusivamente de su presencia en una determinada revista, o de su objeto comn, razones por dems dbiles. Nos resulta 8 Parece haber existido una competencia conflictiva entre el Ejrcito (de tierra) y la Armada (fuerza naval) en la exploracin de la Patagonia. Significativamente, al retornar la primera expedicin por agua al Nahuel Huapi dentro del ciclo de las expediciones de conquista, en 1881, comandada por el teniente coronel Erasmo Obligado e integrada, entre otros, por Jorge Rohde, ste se anticipa a su superior y presenta al Ministerio de Guerra un informe y plano topogrfico. Obligado, con su equipo de la Armada integrado por Eduardo OConnor y otros marinos, presenta despus su informe descalificando a Rohde (GONZLEZ LONZIME 1977:112). Tanto Rohde como OConnor, en sus descripciones de la regin del Nahuel Huapi presentadas al IGA en 1883 y 1884, destacan su carcter de primeros descubridores e imponen nuevos nombres a los objetos de sus observaciones, cada uno desde una perspectiva y proyectiva diferente: Rohde desde una idea de integracin territorial fundada en las vas terrestres y los ferrocarriles, y OConnor en la vinculacin fluvial con el ro Negro.

  • 24

    interesante, a los fines de caracterizar a este grupo y su relacin con el Estado nacional, la identificacin de una serie de actores intermedios, de perfil tcnico muchos de ellos, verdaderos constructores materiales del Estado en el sentido de que desde sus saberes contribuyen a consolidar un espacio de dominacin que por entonces permaneca en estado de liquidez (Cacopardo y DaOrden 2005).

    En realidad, se debe tener en cuenta tambin el proceso de profesionalizacin de las comunidades cientficas y tcnicas. Azuela Bernal (1996:131-132), por ejemplo, refirindose al caso mexicano, explica que: En un inicio se recurre a los miembros de las lites intelectuales Posteriormente, estos sabios sern reemplazados por expertos y profesionales, egresados de los establecimientos educativos creados para apoyar la estrategia modernizadora, como efecto de las reformas educativas que acompaaron a esas polticas. Con los aos, dominios enteros de la burocracia estarn constituidos por expertos, como ocurri en Mxico en la Secretara de Fomento. En nuestro caso de estudio podemos constatar esa variacin del perfil personal de los actores sociales concretos mediante la observacin de los autores del corpus documental bajo anlisis: en los primeros aos naturalistas relativamente aficionados y vinculados directamente a las esferas del poder, progresivamente reemplazados por profesionales, expertos y tcnicos en la Argentina son mayoritariamente extranjeros, contratados por instituciones acadmicas estatales-.

    Entre los autores de los temas de nuestro inters, si bien predomina el perfil cientfico y tcnico ya sealado, algunos se destacan por su compromiso poltico, tanto en las filas del roquismo como del mitrismo y del juarismo facciones, por otro lado, siempre relacionadas entre s entre las ltimas dcadas del siglo XIX y la primera del XX-. Un anlisis ms preciso de sus escritos nos mostrara y este es uno de los propsitos de nuestro estudio- una diversidad ideolgica mayor de la que a menudo se supone.

    La coexistencia de dos instituciones geogrficas paralelas el IGA y la SGA- es explicada por distintos autores a partir de una serie de divergencias personales, ideolgicas o polticas al interior de esa lite, que habran llevado a la SGA y a su fundador Ramn Lista, en coincidencia cronolgica con la conquista argentina del Chaco, a poner un mayor nfasis en la divulgacin del conocimiento y en el debate sobre la temtica humana y poltica en general y sobre la cuestin indgena en particular, reflexiones prcticamente ausentes del mbito del IGA (De Jorge 1988:13-14; Zusman 1996:43-45; Lois y Troncoso 1998; Lois 2004:81-82). En ese contexto, la SGA se habra construido como un espacio pblico relativamente ms autnomo respecto de las polticas nacionales y hasta como un ncleo ideolgicamente minoritario por su inclusin de antidarwinistas y catlicos (Zusman 1996:45). No es de descartar el factor generacional, dado el peso que tendran en la nueva SGA algunos jvenes como el mismo Lista (25 aos al momento de la fundacin), Alberto Navarro Viola (23), Jos N. Matienzo (21), etc.

    Para el caso de la SGA, el antievolucionismo de Ramn Lista es un dato sobresaliente de su perfil ideolgico, tanto en el plano cientfico-biolgico como en el

  • 25

    poltico.9 En diversos pasajes de sus escritos expresa su desconfianza hacia las explicaciones mecanicistas o fatalistas de la realidad tanto natural como social. Durante la exploracin de la costa patagnica emprendida en 1879, por ejemplo, dice que la extincin de las grandes especies cuyos restos se encuentran frecuentemente en el suelo patagnico no alcanza a ser explicada por la teora transformista de Darwin, y se inclina por postular la ocurrencia de una catstrofe consistente en el enfriamiento climtico del hemisferio Sur (Lista 1975 [1880]:140-141). En su ltima obra sobre los tehuelches, finalmente, diferencia claramente la extincin de un pueblo por la refundicin de poblaciones, de la desaparicin violenta que es lo que estaban sufriendo los tehuelches, precisamente- entendida como una catstrofe provocada intencionalmente por malignidad civilizada y consentida por la pasividad de los gobiernos (Lista 1894:7-12). Del mismo modo que esos procesos adquieren en el pensamiento de Lista un sentido catastrofista, su accin como funcionario parece haber encarnado el activismo autoritario que el presidente Miguel Jurez Celman (1886-1890) imprima a algunas de sus decisiones al aplicar, por ejemplo, el lema regar es poblar durante su gestin en la gobernacin de Crdoba (Rivero Astengo 1975:459-460).

    El perfil institucional de la SGA se encuentra relativamente diferenciado, efectivamente, del IGA y de otros espacios y actores ms claramente funcionales al discurso oficial de la coalicin roquista. Ya en 1879, cuando Moreno y Lista publicaban sus primeras obras importantes, el diputado Vicente G. Quesada haca notar que mientras el primero gozaba de un sueldo pblico del Museo de la Provincia de Buenos Aires el seor Lista es muy modesto; carece, quizs, de protectores (Congreso de la Nacin 1880:573)10. Por 1885, cuando se discuta en el Congreso de la Nacin el otorgamiento de un subsidio al IGA, los legisladores destacaban la funcionalidad de la institucin a los proyectos estatales sealndola, como ya vimos, como la nica asociacin cientfica del pas que se haba preocupado de la geografa nacional, y nada se dice de la SGA.

    Haya sido uno u otro el factor decisivo para la apertura de la SGA, lo que resulta relevante constatar es que la nueva institucin produce una mirada disidente sobre el objeto de la Patagonia en particular su seccin Norte-, sus territorios y sus 9 Cabe aclarar que nos referimos a evolucionismo con dos sentidos diferentes pero a menudo complementarios: el evolucionismo biolgico, consistente en explicar la transformacin (anatmica, fisiolgica, del comportamiento y de la distribucin) de los seres vivos a lo largo del tiempo en forma gradual y de acuerdo con mecanismos naturales propios (en contraposicin, por ejemplo, al catastrofismo), y el evolucionismo poltico, consistente en explicar el cambio social a lo largo del tiempo tambin en forma gradual y asimilando el comportamiento de las sociedades al de los organismos vivos. Ms all del biologismo que puede traer aparejado este evolucionismo poltico, es claro que se trata de una posicin conservadora, antirreformista y antirrevolucionaria, contrapuesta a la mentalidad progresista, revolucionaria o voluntarista, negadora de la necesidad y del fatalismo (cfr. SEGOVIA 1998:381-382). 10 Quesada era particularmente sensible al tema, debido a su adhesin ideolgica al nacionalismo territorial y a las dificultades que encontr para que el Estado financiara sus publicaciones La Patagonia (1875) y Virreinato del Ro de la Plata (1881), con las que buscaba contribuir a los intereses argentinos frente a las intenciones territoriales chilenas. Tambin Aristbulo del Valle defendi el subsidio a Moreno y Lista (CAVALERI 2004:91-92 y 121).

  • 26

    habitantes. Si en el marco de la naciente Antropologa nacional una serie de argumentos supuestamente cientficos se van tornando funcionales a proyectos preexistentes de territorializacin y proletarizacin compulsiva (Briones 1998), ante las divergencias en los discursos sobre el otro interno los pueblos indgenas- cabe formular la pregunta acerca de cules eran los modelos de formacin social en juego, y a cul de ellos responda la mirada de cada una de las sociedades geogrficas sobre las naciones indgenas incorporadas por el Estado argentino. Por otra parte, si estas instituciones comparten con otras la idea de una Geografa funcional a la construccin del nuevo espacio de dominacin estatal mediante una identificacin perfecta de referencias empricas y una valorizacin de sus potencialidades econmicas, la preferencia de cada grupo o sociedad por determinados referentes materiales y por determinados recursos amerita el interrogante acerca de qu proyectos poltico-territoriales eran servidos por sus exploradores y descriptores.

    La decadencia de la Sociedad y de su Revista, que llevara a su extincin en 1890, coincide, por un lado, con el alejamiento de Lista de Buenos Aires, designado gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz en 1887, y en ese sentido puede indicar hasta qu punto la institucin dependa de la iniciativa personal de su lder. Pero, por otro lado, el 90 es una fecha demasiado significativa en la historia poltica argentina como para ignorar su peso como punto de quiebre del impulso progresista del 80, impulso que comprende la conquista del Sur y la construccin de los Territorios Nacionales. As, la identificacin de la RSGA con el perodo de la incorporacin de los Territorios a la Nacin y, por consiguiente, con los debates y aspectos ms controvertidos de ese proceso, resulta una clave de lectura necesaria.

    En definitiva, ambas sociedades geogrficas formaban parte de una esfera pblica nacional, ocupando un punto en el que se entrecruzaban sus vnculos con otras instituciones internacionales y nacionales similares principalmente la Sociedad Cientfica-, con el Estado nacional y sus agencias Fuerzas Armadas, Academia de Ciencias, sistema educativo, etc.- y su pertenencia a una amplia comunidad imaginada parcialmente lectora de sus publicaciones y beneficiaria de la expansin territorial de la Argentina. En este contexto, podemos anticipar que la corta vida de la SGA se centr en la disidencia, la problematizacin y la produccin de una mirada alternativa respecto del discurso del IGA11. Ambas instituciones coincidieron en el propsito de explorar 11 En la historia de la educacin superior y la investigacin cientfica occidental ocupan un lugar importante junto a las universidades, particularmente desde el siglo XVIII, las academias y sociedades cientficas. Entre ellas, y ante la resistencia al cambio que experimentaron muchos centros de altos estudios durante la poca de la Ilustracin, surgieron en Inglaterra y luego en la Europa continental, durante el tercer cuarto del XVIII, las academias disidentes, de alto nivel de estudios, ms abiertas intelectualmente, innovadoras, menos elitistas y hasta polticamente incorrectas en sus posiciones (BARSKY Y DVILA 2002:9). En ellas se mezclaban y colaboraban cientficos, ingenieros y artesanos, generando un equilibrio dinmico entre la tcnica y la ciencia (BERNAL 1979:406). Academias y sociedades cientficas generaron y mantuvieron a menudo publicaciones peridicas que respondieron y al mismo tiempo alimentaron al mercado lector de novedades cientficas. Por extensin del concepto, proponemos la consideracin de la Sociedad Geogrfica Argentina como una sociedad disidente respecto de la posicin ms fiel a los factores tradicionales de poder representados en el Instituto Geogrfico Argentino. En un plano similar, por ejemplo algunos de los cientficos alemanes contratados en Crdoba fundaron en 1874 la Sociedad Zoolgica Argentina, que publicaba un Peridico Zoolgico y

  • 27

    para dominar los nuevos espacios estatales, pero si el IGA construy selectivamente una serie de ideas -objetos simblicos- acerca de la Norpatagonia en funcin de su pertinencia al marco ideolgico-poltico del rgimen oligrquico, la SGA parece haberse propuesto producir una mirada desplazada respecto de ese eje, capaz de formular una serie de ideas relativamente crticas para los intereses dominantes.

    La disidencia de la SGA respecto del IGA y otros crculos cientficos reconoce matices y grados. Por ejemplo, en el tema de los lmites internacionales, la RSGA refleja las mismas posiciones que el BIGA y que los principales peridicos porteos, en una cerrada defensa de las interpretaciones ms favorables a la Argentina en su diferendo con Chile. En cambio, en relacin con el modelo de desarrollo y el modo de incorporacin de los nuevos espacios al sistema econmico nacional, si bien la SGA coincide en la preponderancia del modelo primario-exportador, pone un acento muy particular sobre las potencialidades de desarrollo agrcola mediante la colonizacin, y en funcin de eso genera una representacin claramente diferente de los recursos y necesidades de la Patagonia Norte. Pero el punto en que se hace ms notoria la disidencia es en relacin con el proceso de poblamiento de la regin, en la medida en que el discurso de la RSGA resulta evidentemente contestatario de la concepcin de los Territorios Nacionales como vacos de poblacin y no oculta su preferencia por el sistema de colonizacin indgena. En funcin de estas diferencias mayores en unos temas, menores en otros-, frente a la construccin simblica dominante de la Suiza argentina potenciada por el IGA -una denominacin para la franja andina patagnica que la marca como objeto preferencial tanto de las polticas de apropiacin como del imaginario futurista sobre la regin- la SGA propone como objeto preferente de su consideracin a las tierras agrcolas del valle del ro Negro y a las obras de riego y colonizacin que el Estado deba realizar en ellas.

    Lois (1999), refirindose al caso similar del Chaco, destaca sin excluir otras posibles- como orientaciones iniciales del discurso geogrfico argentino, las de afirmar la territorialidad estatal definida como la intencin de delimitar y controlar un rea, un conjunto humano y sus fenmenos y relaciones- en un rea tnicamente diversa, establecer lmites internacionales, y estandarizar la imagen del territorio nacional. Dodds (1993:314 y 321-322) define esta politizacin de la geografa material como la puesta en prctica de una serie de tecnologas de poder tales como explorar, nombrar, mapear, que operan una serie de recortes de la realidad, incluyendo y excluyendo a unos u otros, colonizan la definicin de normalidad, codifican formalmente el proyecto estatal sobre el territorio y lo representan como humanamente vaco.12 Entre esas convocaba a colaborar a los amantes de la naturaleza en general, y que se atrevi a designar miembro honorario al controvertido Charles Darwin, contra todas las ideas y los deseos de Hermann Burmeister, director cientfico de la Academia de Ciencias (MANTEGARI 2003:153-155). 12 Los textos geogrficos verbales o grficos, incluso los mapas y planos en tanto son operaciones intelectuales antes que herramientas- siempre interpretan y postulan algo sobre el sentido de los objetos que describen, ubican, etc. para las sociedades que los piensan y producen y en un conjunto de elementos extratextuales (QUINTERO 2003:57 y 64; LOIS 2004:8-10).

  • 28

    imgenes oficiales y patriticas, la resignificacin de la Norpatagonia como repositorio de recursos tan valiosos como inexplotados tiene un eco persistente hasta la actualidad.13 Tambin obedecieron a factores ms coyunturales, tales como el proceso de definicin de los lmites internacionales, pero permanecieron tambin como constitutivas del concepto de soberana, que en el caso argentino jerarquiza el componente patrimonialista de dominacin territorial y deja en segundo plano el significado democrtico de pertenencia a un pueblo.

    El IGA, en efecto, gener intencionalmente una serie de representaciones del territorio y de la poblacin de los espacios recin conquistados por el Estado, definidas socialmente como cientficas pero funcionales al programa poltico de conquista y de colonialismo interno y por eso mismo profundamente ideolgicas. Las sociedades geogrficas de la poca construan un tipo de conocimiento geogrfico constitutivo de nuevos espacios de dominacin, con referencia inmediata a lo material pero desligado de los marcos tericos de moda en la disciplina (Lois 2004:39-42): un saber til a los fines del proyecto territorial estatal, retricamente cientificista en su propuesta de modernizacin, sostenido por los valores asociados a la cientificidad que justificaban las prcticas polticas que engendraran los anhelados orden y progreso. Dentro de esta retrica cientificista la misma autora cuenta el situarse del autor como observador neutral de la realidad y la apelacin a las leyes de la naturaleza para la explicacin de fenmenos sociales.

    Los propios exploradores-autores, particularmente los del IGA, advertan frecuentemente acerca de la improvisacin o la subjetividad presentes en sus propios escritos, proporcionndonos elementos para analizar el tipo de cientificidad del conocimiento generado por las sociedades geogrficas. El mismo fundador y mentor del Instituto, Zeballos, expresaba que las conquistas tiles a la Humanidad y gloria para los espritus esforzados logradas por los primeros exploradores argentinos producan trabajos casi todos superficiales y escasos de mrito cientfico [...], descriptivos e histricos y salpicados con las investigaciones de naturalistas de mrito a quienes se sigue en ellos pero merecedores, sin embargo, del apoyo de los poderes pblicos en carcter de estmulo (BIGA I:61, 1879). Con la misma frecuencia con que los autores llamaban la atencin acerca de la poca sistematicidad de sus observaciones, sealaban tambin que todo lo descrito y registrado se corresponda perfectamente con la realidad, participando as de la pretensin de objetividad caracterstica del mtodo positivista. El criterio expuesto en general consiste, entonces, en ameritar no la calidad cientfica de estos trabajos sino su utilidad poltica.

    De una primera lectura de los ndices del Boletn del Instituto Geogrfico Argentino se desprende que el desarrollo y la publicacin de trabajos geogrficos sobre la Patagonia Norte acompaaron, fundamentalmente, dos iniciativas polticas en sendos 13 LIVON-GROSMAN (2003:15) observa que la Patagonia se convierte en un captulo insoslayable de la larga literatura sobre el fracaso argentino del siglo XX. SOUTO (2003), p.e., identifica en el Segundo Plan Quinquenal de 1952 representaciones que provienen de Carlos III, de Sarmiento y de Avellaneda.

  • 29

    momentos sucesivos: en primer lugar el ciclo de expediciones militares de conquista que se extendi hasta 1885, y en segundo lugar el desarrollo del diferendo limtrofe con Chile que culmin en el laudo arbitral de 1902. Fuera de esos dos grandes temas, slo algunos aspectos puntuales del desarrollo regional llamaron la atencin de la institucin, pero sin generar debates ni anlisis ms profundos. La Revista de la Sociedad Geogrfica Argentina describe y fundamentalmente propone, en cambio, la operacin de apropiacin productiva del espacio inmediatamente siguiente a la conquista.

    La conquista militar haba sido posible gracias a una serie de exploraciones previas realizadas desde mediados del siglo XIX (De Jorge 1988:14), y la exploracin haba sido un elemento constitutivo del plan de conquista desarrollado por el gobierno de Nicols Avellaneda (Auza 1980:62-75). Al mismo tiempo, la conquista provea informacin, segn Zeballos, que la geografa nacional guarda con avidez, que el pas agradecer vivamente, y que el Boletn del Instituto Geogrfico Argentino llevar [...] al seno de las principales sociedades congneres de Amrica, Europa y Asia, con las cuales sostiene fecundas relaciones (BIGA I:184-185, 1879). Conocimientos que generaron la poca ms brillante del Instituto (Goicoechea 1970:9) y el corto ciclo de vida de la Sociedad, es decir el momento del giro entre el discurso territorial topogrfico evidenciado en la cartografa del primer nacionalismo voluntarista que avanza sobre un desierto despojado de huellas culturales mirada de apercepcin- y la narrativa de integracin del Estado-nacin y de redefinicin de sus contenidos, explorando y describiendo sistemticamente, clausurando la idea de desierto e inaugurando la de espacio disponible en un movimiento de apreciacin- (Andermann 2000:18-19 y 106-109; cfr. Lois 2006). Esta lectura encaja perfectamente con la correlacin ya advertida entre los lmites de las polticas estatales y los lmites de la Geografa, al sealar la ambivalencia entre la retrica a veces utpica de relevamiento y ampliacin de la nacin y el discurso crtico hacia el Estado que hasta entonces no ha sabido hacerse cargo de esa riqueza interior (idem:108).

    Dentro de este gesto de apreciacin del territorio llama la atencin la prioridad asignada a la puesta en valor y en prctica de vas de comunicacin, tarea asumida inicialmente por la Armada Argentina y centrada en los ros y lagos de la cuenca del Negro (Auza 1980:75-76). Los trabajos de marinos como Guerrico y OConnor, en ese contexto, son especialmente valorados.

    La ambivalencia del discurso geogrfico, entre la utopa futurista y la crtica por la inaccin estatal, surge fundamentalmente del punto de quiebre de la crisis poltica, econmica y general de 1890, por todo lo que signific en cuanto a desfinanciamiento de las instituciones cientficas, de sus actividades y de sus publicaciones, por el estancamiento y retroceso de la ciencia pura y por la extensin del nuevo espritu utilitario y materialista (Babini 1986:196-198).14 14 WEINBERG (1998:76-77) extiende a toda Amrica Latina esta caracterstica de la poca, y BERNAL (1979:438-439) habla de la gran depresin de la ciencia occidental a fines del XIX por su carcter conscientemente contrarrevolucionario, alejndose de cualquier idea que pudiera ser utilizada para mejorar de algn modo significativo la

  • 30

    Los problemas de lmites con Chile generaron un segundo ciclo de exploraciones (De Jorge 1988:14), coincidiendo con el retorno al IGA de los fundadores de la Sociedad Geogrfica y con cierto mejoramiento del estado financiero del Instituto (Goicoechea 1970:11).

    De acuerdo con esas observaciones acerca de los momentos de mayor intensidad de produccin cientfica sobre la regin presentes en los Anales, en el Boletn y en la Revista, y con estas notas acerca del sentido que fue adquiriendo la literatura cientfica en la poca, podemos concluir a priori que las representaciones de la Norpatagonia presentes en esos materiales se fueron alejando progresivamente de los estereotipos negativos marcados por el concepto axial de desierto, establecidos en las dcadas anteriores, y que se recentraron en la identificacin y valorizacin de recursos tiles. Sin embargo esto no es ms que una hiptesis inicial, y dejamos abierto el anlisis que nos permita determinar en qu momentos, respecto de qu temas concretos, con qu distintos sentidos, alcances y consecuencias se dio esta resignificacin de la regin.

    2. El proceso de objetivacin de las representaciones15 El aporte a la delimitacin territorial

    Un eje discursivo en el que coinciden perfectamente como ya sealamos- las

    prcticas de las distintas asociaciones cientficas y geogrficas argentinas es su contribucin a la delimitacin internacional del territorio en el marco del diferendo con Chile, un problema que, indudablemente, era percibido como superior a las diferencias coyunturales entre instituciones, partidos polticos y grupos de opinin.

    Se ha sealado acertadamente la importancia singular que adquiri en Amrica Latina el factor territorial para la construccin de identidades nacionales. En el marco de unas naciones jvenes, que no se diferenciaban significativamente entre s en el plano cultural, la alquimia de la tierra era el principal factor de cohesin para las identidades particulares (Quijada 2000). La delimitacin externa del territorio, junto con su control poltico interior y la construccin de ciudadana, forman parte de un mismo proceso de incorporacin, agregacin y modificacin de elementos resuelto en el nivel del imaginario colectivo, si bien en el caso argentino el componente territorial de esa construccin nacional se destaca muy por encima de los otros dos (idem:181, 192-194 y 217). Entonces, si la delimitacin de un territorio de dominacin es parte constituyente del proceso de cohesin interna y de diferenciacin externa (Zusman y condicin del hombre y siendo absorbida por la maquinaria del capitalismo como consecuencia del aumento de su necesidad tcnica. 15 Entendemos por objetivacin de una representacin social el proceso por el cual se seleccionan y retienen, se descomponen, simplifican y naturalizan determinados objetos del discurso generando una reconstruccin de la realidad en torno de un sentido (MORA 2002 (8-11).

  • 31

    Minvielle:1), el aspecto conflictivo de ese proceso est dado por la oposicin resultante con otros procesos de construccin estatal en el mismo espacio, para este caso el de Chile. Por otra parte, como seala Pires Menezes (2006) para el caso brasileo, detrs de la preocupacin por las cuestiones de lmites subyacan las cuestiones de la centralizacin y descentralizacin administrativa y territorial, la unidad y cohesin social, esto es, las problemticas que envolvan territorio y nacin, que podan variar ligeramente de un pas a otro pero que nos muestran, en definitiva, que detrs de las cuestiones de lmites se ponan en juego representaciones y proyectos perdurables acerca de la formacin territorial de las reas en disputa.

    El modo de imponerse en el conflicto consista, entonces, en traducir la unidad de sentido entre naturaleza e historia caracterstica de los nacionalismos, originalmente situada en tensin entre el espacio continental y el espacio local, ahora en una escala nacional, naturalizando es decir, representando como naturalmente y atemporalmente argentino- un territorio diseado a priori desde el proyecto poltico nacionalista-liberal. Un componente importante de esta visin nacionalista es la representacin del Virreinato del Ro de la Plata como matriz territorial original de la Argentina, y por ende la idea del proceso de formacin del Estado argentino moderno como una serie de prdidas y mutilaciones atribuidas a enemigos externos como los pases limtrofes y los imperios britnico o estadounidense (Cavaleri 2004). Los mapas del Virreinato incluyendo en su espacio la Patagonia oriental entera, a veces incluso la Patagonia chilena u occidental, y/o Tierra del Fuego o el estrecho de Magallanes, presentes an hoy en materiales de divulgacin y textos escolares, contribuyen a esa representacin social.

    Desde el momento mismo de la conquista, coincidente con el tratado general de lmites entre Argentina y Chile de 1881, la exploracin de la regin Norpatagnica result funcional a la determinacin de criterios para la fijacin definitiva del lmite internacional: se busc la determinacin de ciertos criterios conceptuales que, legitimados en el marco del derecho internacional, encontraran su referente en el terreno y fueran reconocidos como el lmite internacional ms adecuado (Zusman y Minvielle:5). En la medida en que creca el conocimiento detallado de la zona cordillerana, se adverta que la lnea de las ms altas cumbres de los Andes no coincida necesariamente con la divisoria de aguas entre las vertientes del Atlntico y del Pacfico. En busca de un mayor provecho para la Argentina resultaba pertinente generar una representacin favorable tanto de una como de otra lnea. Esto significaba mostrar un caudal consistente de informacin que demostrara una divisoria de aguas lo ms oriental posible lo que la invalidara como lmite internacional, al separarse claramente de las altas cumbres-, o bien una lnea de altas cumbres lo ms occidental posible de tal modo que diera, al menos en algn punto, acceso a la Argentina a la costa del Pacfico.

    El representante central del IGA en la polmica en torno del lmite internacional en la Patagonia Norte fue el mayor Rohde, que esgrime los resultados de su bsqueda del paso Bariloche: la divisoria de aguas, atravesada apenas al sur del Nahuel Huapi, no

  • 32

    poda ser el lmite, que deba pasar necesariamente por una lnea de altas cumbres. sta sostena el explorador- atravesaba el seno de Reloncav; por lo tanto, propone provocativamente- trazar un ferrocarril enteramente argentino desde el Atlntico hasta ese punto del Pacfico (BIGA IV:172-178, 1883). Pronto es rebatido por una comisin exploradora chilena, que por medio de su informante Emilio Valverde declara la imposibilidad de divisar el Reloncav desde el sur del Tronador -una ilusin ptica o el deseo de ver el Pacfico lo ha engaado al argentino- y comunica la imposicin del nombre de Bariloche al boquete Prez Rosales, tradicional acceso desde los lagos chilenos al Nahuel Huapi (BIGA VI:300-301, 1885; cfr. el informe completo de Valverde en RSGA III:208-235, 1885). Rohde refuta fcilmente esa identificacin de los pasos cordilleranos con el auxilio de documentacin de los misioneros Jesuitas, pero el eje de su argumentacin consiste en afirmar que la cordillera, en esa latitud, est quebrada por invasiones del Pacfico que forman puertos en parte chilenos, en parte argentinos, as que se puede pasar a la Patagonia oriental, sin subir una cadena de importancia, de modo que las cumbres principales estn en los volcanes Calbuco, Osorno y Puntiagudo, al oeste del Reloncav, y la Argentina debera colonizar los valles cordilleranos intermedios (BIGA VI:304-313, 1885 y RSGA III:235-254, 1885). Todava en el mapa del Chubut elaborado por el ingeniero Ezcurra y publicado por el IGA en 1895, aunque la lnea del lmite argentino-chileno coincide con la actual, las ms altas cumbres estn representadas por una serie de alturas ms occidentales: los volcanes Michinmahuida, Corcovado y Nevado, y los cerros Melimoyu, Montalat y Mac (BIGA XVI:mapa entre 226 y 227, 1895).16

    La publicacin de estos materiales por el IGA y la SGA en ese contexto tiene dos resultados. Uno, inmediato y evidente, que es el de contribuir a sostener la posicin argentina y a lograr un laudo arbitral favorable. El otro deriva indirectamente del primero: quizs el mejor tributo de estas instituciones al proceso poltico de territorializacin consisti, mediante la determinacin de los trminos del debate, en la identificacin del objeto en disputa. Ese objeto era las tierras situadas entre las dos lneas propuestas como lmite internacional: la de las altas cumbres y la divisoria de aguas. En partes significativas como las cuencas del lago Lcar y de los ros Manso, Puelo, Futaleuf-Yelcho y Palena- esas tierras formaban parte de la Suiza argentina y eran consideradas, como hemos visto, las ms frtiles de la Patagonia. Despus del laudo de 1902, entonces, la abundante informacin reunida, sistematizada y publicada 16 En este aspecto, Rohde y Ezcurra continan una tradicin ya establecida: en el Mapa de la Repblica Argentina construido por A. de Seelstrang y A. Tourmente ingenieros por orden del Comit Central Argentino para la Exposicin de Filadelfia, Buenos Aires, 1875, el lmite argentino-chileno norpatagnico pasa por los citados volcanes y cerros actualmente chilenos; en el Atlas de V. Martin de Moussy (en la Carte de la Province de Mendoza, de lAraucanie et de la plus grande partie du Chili par le Dr. V. Martin de Moussy, 1865, donde est trazado el lmite internacional, y en la Carte de la Patagonie et des archipels de la Terre de Feu, des Malouines et des ctes occidentales jusqau golfe de Reloncavi par le Dr. V. Martin de Moussy, 1865, donde no figura), en cambio, el lmite parece seguir la divisoria de aguas all donde era mejor conocida gracias a Cox volcando el lago Lcar hacia el lado chileno- y las altas cumbres aparecen constituidas ms al sur, entre el Nahuel Huapi y los 45 de latitud, por los mismos volcanes y cerros que en los otros mapas.

  • 33

    sobre la zona limtrofe contribuira a la representacin de la zona andina norpatagnica como principal objeto de inters regional.

    Una dcada despus del incidente Rohde-Valverde, cuando el protocolo de 1893 ya haba admitido la invalidez de la divisoria de aguas como criterio de delimitacin y el diferendo limtrofe se encaminaba a la solucin arbitral, el IGA continuaba publicando cartografa resultante de sus propios relevamientos y volva a situarse en la vanguardia de las exploraciones al sealar que al sur del Nahuel Huapi, en la regin cordillerana del Territorio del Chubut, entre la cordillera y la divisoria de aguas, se encuentran las tierras ms frtiles de la Patagonia, que sin embargo constaban en los mapas como territorio inexplorado (BIGA XVI:5-10 y 226, 1895). Un intercambio similar al de 1885 se produjo entre Lista y los chilenos Steffen, Fonck y Fischer, y repercuti esta vez en los Anales de la SCA (ASCA 41:286-296 y mapa, 1896). As como una dcada atrs la discusin se haba centrado en los pasos de la zona del Nahuel Huapi, ahora se focalizaba en la zona al sur del gran lago, hasta la cuenca del ro Puelo, de la vertiente del Pacfico pero al este de las altas cumbres. Las notas salientes de la valorizacin de la zona por Lista consisten en el modo en que llama la atencin sobre la potencialidad agrcola del Valle Nuevo (actual valle de El Bolsn) y en que proporciona visibilidad a la poblacin indgena en su recorrido por el pedemonte andino.

    La idea de la imprecisin de la divisoria de aguas es reforzada por Moreno en su conferencia londinense de 1899, en la que afirma que el Nahuel Huapi constitua un fiordo antiguamente abierto al Pacfico pero actualmente vertiente en el Atlntico (BIGA XX:385, 1899).17 Esta teora sigue siendo sostenida aos ms tarde por el profesor Khn, que destaca la existencia de una serie de lagos encadenados sobre el paralelo 41, a ambos lados de la cordillera (BIGA XXIII:200, 1909). La generacin de informacin y de interpretaciones sobre el tema, por parte del IGA y en funcin de la solucin del conflicto territorial con Chile, fue acompaada por la divulgacin de abundante material documental: todos los tratados, convenciones, protocolos, actas, proposiciones, memorias, informes y mapas inherentes al conflicto, y finalmente el laudo arbitral fueron publicados en su Boletn (BIGA XIX:511-560, 1898, y XXI:249-302, 1903).

    En sntesis, las tres instituciones con sus publicaciones cientficas divulgativas estudiadas coincidieron plenamente, durante el desarrollo del diferendo limtrofe argentino-chileno, en su compromiso de generar conocimiento geogrfico sobre el terreno y, a partir de l, producir una interpretacin favorable a la Argentina, a menudo polemizando co