pablo palacio_el anhelo insatisfecho___por humberto e. robles

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  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    1/17

    Cahiers du monde hispanique etluso-brésilien

    Pablo Palacio : el anhelo insatisfechoHumberto E. Robles

    Citer ce document Cite this document :

    Robles Humberto E. Pablo Palacio : el anhelo insatisfecho. In: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n°34, 1980.

    Numéro consacré à l'Équateur. pp. 141-156.

    doi : 10.3406/carav.1980.1506

    http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506

    Document généré le 25/09/2015

    http://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://www.persee.fr/author/auteur_carav_479http://dx.doi.org/10.3406/carav.1980.1506http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://dx.doi.org/10.3406/carav.1980.1506http://www.persee.fr/author/auteur_carav_479http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/

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      ablo alacio

    :

    el anhelo insatisfecho

    PAR

    Humberto £. ROBLES

    Northwestern University,

    Evanston.

    En

    las

    letras

    del

    Ecuador,

    Pablo

    Palacio

    (¿1906

    ?-47)

    representa el

    caso

    típico del

    escritor

    cuya obra llega al lector precedida

    por

    un

    aura

    novelesca

    que

    la crítica y

    el

    tiempo han ido forjando en torno

    a

    su

    vida.

    Así,

    un buen

    número

    de

    los

    juicios sobre Palacio

    tienden a

    ser evocaciones que abundan en memorias biográficas — no siempre

    precisas — y

    que

    sólo de manera tangencial se ocupan de su

    producción

    literaria

    (*)•

    Se

    habla

    de su orfandad y de su bastardía dentro de una

    familia hidalga y provinciana. Se relata cómo de niño se rompió el

    cráneo

    consecuencia de una caída que sufrió en un

    río

    de su Loja natal.

    (Hay quienes

    sugieren

    que

    algo

    tuvo

    que

    ver

    esa

    peripecia con su

    (1)

    El

    lector encontrará amplia

    información

    biográfica en

    los diez

    y ocho

    estudios,

    artículos y notas sobre Palacio recopilados en Obras completas de

    Pablo Palacio (Quito : Casa de la

    Cultura

    Ecuatoriana, 1964). En este sentido,

    hemos aprovechado de

    manera

    particular

    los ensayos de

    Benjamín

    y de Alejandro

    Carrión. A

    fin

    de evitar la proliferación de citas, las

    siglas

    y números de

    páginas

    que aparecen

    entre paréntesis en el

    presente

    estudio

    remiten a las siguientes

    obras : o : Obras completas de Pablo Palacio; H :

    Un

    hombre muerto

    a

    puntapiés

    (Quito : Imprenta de la Universidad

    Central,

    1927); D

    :

    Débora (Quito : Portada

    de Latorre, Ex-libris de Kanela, sin pie de imprenta,

    1927);

    V : Vida del

    ahorcado

    (Quito :

    Talleres

    Nacionales,

    1932).

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    142

    C. de C R VELLE

    genialidad y

    hasta

    con su locura) 2). Se comentan

    sus

    años de

    colegio de escolar brillante, aficionado

    a

    las ciencias y

    a

    las lenguas

    vivas. No se olvida mencionar que

    se

    inició

    en el

    arte

    de

    la

    platería,

    de

    cuya suerte

    lo

    rescató

    la

    buena voluntad

    de

    un

    tío

    que

    decidió

    costearle

    los estudios universitarios

    en Quito.

    Se recuerda, asimismo,

    que ese

    tío quería

    un

    doctor en

    medicina y

    no

    uno en

    jur isprudencia

    que es por lo que se

    decidió

    Palacio,

    pero

    no sin haber sentido

    también

    el tirón de

    la pintura.

    Se suministran los nombres de

    las

    revistas

    y periódicos a que contribuyó. Se

    refiere

    que una de sus

    novelas que habría de llamarse

    «

    Ojeras de

    Virgen

    », se extravió. Se

    informa

    que

    llegó

    a

    ser secretario de la Asamblea Constituyente y

    decano

    de

    la

    Facultad

    de Filosofía y Letras de

    la Universidad

    Central.

    Se

    reconoce que

    escribió sobre temas filosóficos, después de

    haberse distanciado

    de

    la

    literatura.

    Se

    promulga su militancia

    en

    el

    Partido Socialista del Ecuador y se

    atestigua su

    participación

    activa en las luchas políticas del país. No escasean tampoco los merecidos

    elogios a su inteligente compañera, la escultora

    Carmita Palacios, por

    la

    abnegación

    con

    que

    cuidó

    a su marido

    cuando éste cayó

    irremediablemente enfermo y sucumbió a la locura. Casi todos los estudiosos,

    con justificación, remiten a los largos años de esa locura. Casi todos

    también, sin embargo,

    han velado, hasta

    hace poco, referencias a la

    sífilis

    que padeció

    el autor lojano, causa

    directa,

    cabe conjeturar, de

    su trastorno 3).

    No

    obstante

    los

    cabos

    sueltos

    que

    se

    disciernen en

    esa

    historia,

    Palacio se

    perfila allí

    como un ser

    solitario, desheredado,

    lúcido y

    ejemplar, como un

    «

    hombre sin amarras

    familiares,

    »

    al margen,

    atormentado y huérfano (4). En lo que se

    recuenta

    de esa

    trágica

    semblanza hay harto

    pasto

    para

    novelas

    5). Tal fue su vida que,

    aunque la crítica coincide en reconocer que fue un escritor genial

    que se adelanta

    por derroteros

    que sólo en los

    últimos

    tiempos

    transita la narrativa hispanoamericana, el valor intrínseco de su obra

    corre el riesgo de ser opacado por el interés en aquélla.

    Una de las

    razones que

    podría aclarar dicha anomalía es precisa-

    (2)

    Hernán

    Rodríguez

    Castelo,

    «

    Pablo

    Palacio

    y sus obras », Pablo Palacio.

    Obras

    escogidas

    (Guayaquil : Clásicos Ariel,

    s.f. » PP-

    9, 11.

    (3) En estudios

    recientes

    se discute

    abiertamente

    este

    particular.

    Véase

    Abdón

    Ubidia,

    « Una

    luz lateral

    sobre

    Pablo

    Palacio

    », La

    Bufanda

    del Sol (Quito), No. 8

    (Julio 1974 ,

    pp. 9, 11.

    (4) Las palabras citadas son de Alejandro

    Camón,

    O, p. XXVI.

    (5) Francisco

    Tobar

    García dice

    que en su pieza

    teatral «

    Balada para

    un

    imbécil

    »

    y en su novela

    «

    Pares

    o

    nones,

    »

    ambas

    inéditas,

    aparece

    la

    figura

    de Pablo

    Palacio. Véase

    Tobar García, «

    Pablo

    Palacio,

    el

    iluminado, »

    Cuadernos

    del

    Guayas,

    No. 44 (Marzo 1977 ,

    pp.

    54,

    60.

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    P.

    PALACIO : EL ANHELO INSATISFECHO

    143

    mente el

    hecho

    de que más de un

    comentarista

    ha

    insistido

    en

    identificar

    de manera categórica, la vida de Palacio con su mundo

    novelístico.

    Otra es

    que la

    publicación de

    sus

    libros capitales — Un

    hombre

    muerto

    a

    puntapiés

    (1927),

    Débora

    (1927)

    y

    Vida

    del

    ahorcado

    (1932) — choca contra los cánones de una literatura de

    protesta

    y

    denuncia social que

    prospera en el

    Ecuador

    hacia 1930.

    Finalmente,

    las características formales que

    distinguen

    las creaciones de

    Palacio desconciertan

    al

    crítico en tanto éste no puede

    ubicarlas

    dentro

    de una tradición ni

    juzgarlas

    conforme

    a

    convenciones literarias

    establecidas

    respecto a

    género, unidad,

    trama

    o

    personaje. Palacio

    descompone porque

    no se

    atiene a

    lo trillado y

    familiar, porque

    se

    atreve

    a oponerse

    a las normas en práctica.

    Ese

    ir en

    oposición

    de los moldes en vigencia es lo

    que

    parece

    estar

    al

    fondo

    de

    este

    acerbo

    comentario

    de

    uno

    de

    sus compañeros

    de

    generación,

    Joaquín

    Gallegos Lara,

    a

    propósito

    de la

    aparición de

    Vida del

    ahorcado

    : «

    Al

    pretender negar

    el

    realismo

    social...

    ¿ acaso

    no se está pretendiendo impedir que la literatura sea lo que todos

    los

    que se preocupan

    honradamente en

    la creación de

    una cultura

    humana

    para reemplazar a la actual cultura de esclavos, como dice Waldo

    Frank, le exigen que sea : una arma contra

    la

    explotación y a favor

    de la clase

    que

    forjará una sociedad sin

    clases

    ?

    »

    Prosigue

    a

    decir

    Gallegos de la novela reseñada que

    «

    Se admira en ella la

    inteligencia Pero se

    la

    encuentra fría, egoísta, y se puede

    ver al

    fin, que tiene

    un

    concepto mezquino,

    clownesco y desorientado de la vida, propia en

    general de

    las

    clases medias, de

    estas

    clases medias

    cuya existencia

    niegan los interpretadores autóctonos de

    la

    realidad americana»

    (O, pp.

    60-61).

    Palacio

    no se

    declaró

    públicamente sobre esa acusación, pero sí

    expresó su

    desacuerdo

    en una carta personal, fechada en

    Quito

    el

    5 de

    enero de

    1933, dirigida

    a Carlos

    Manuel

    Espinosa

    en la que

    destacó como « error

    fundamental » en

    la posición de

    Gallegos el

    sacrificar la autenticidad artística en beneficio de una

    causa

    :

    Yo entiendo

    que

    hay dos

    literaturas

    que siguen el

    criterio materia-

    lístico

    :

    una

    de

    lucha,

    de

    combate,

    y

    otra

    que

    puede

    ser

    simplemente

    expositiva.

    Respecto

    a

    la

    primera

    está

    bien

    lo

    que

    él dice

    :

    pero respecto a

    la

    segunda, rotundamente, no. Si

    la literatura

    es

    un

    fenómeno

    real,

    reflejo

    fiel de

    las condiciones

    materiales de la

    vida,

    de

    las condiciones

    económicas de un momento

    histórico,

    es

    preciso que en

    la

    obra

    literaria

    se refleje fielmente lo que es y no

    el concepto romántico

    o

    aspirativo

    del

    autor. De este punto de

    vista,

    vivimos

    en

    momentos

    de crisis, en momento decadentista,

    que debe ser expuesto

    a

    secas, sin comentario. Dos actitudes,

    pues,

    existen para

    en el

    escritor

    :

    la del

    encauzador,

    la del

    conductor

    y

    reformador

    — no

    en

    el

    sentido acomodaticio

    y

    oportunista — y

    la

    del

    expositor simplemente,

    y este último

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    144

    C. de

    C R VELLE

    punto

    de

    vista es

    el que

    me corresponde:

    el

    descrédito de

    las

    realidades

    presentes, descrédito

    que Gallegos

    mismo

    encuentra

    a

    medias admirativo,

    a medias repelente, porque esto es justamente

    lo que quería : invitar al asco de nuestra verdad

    actual.

    (0, pp. 77-

    78).

    En la práctica, el desacuerdo entre Palacio y Gallegos resulta más

    hondo

    que lo que sugiere esa

    misiva.

    Se trata de desaveniencias

    éticas, de diferencias

    entre

    una

    visión

    tradicional

    y

    una visión

    moderna

    de la experiencia humana. Gallegos ve un mundo colmado de

    injusticias sí, pero todavía reducible

    a

    un

    orden,

    a un orden de valores

    dictados, en

    este

    caso,

    por

    la teoría

    marxista-leninista.

    La

    responsabilidad del

    escritor

    es fomentar

    esos nuevos

    valores,

    poner

    la literatura

    al servicio de lo que vendrá, poner

    «

    en presente el futuro

    »,

    según el

    decir

    de José de

    la Cuadra

    (6). Para

    Gallegos el mundo

    se constituye

    en

    términos

    de

    causas

    y

    efectos

    reconocibles

    :

    para

    él

    la realidad

    está

    en su sitio, « no es

    una

    nebulosa », es accesible y explicable : en

    literatura, por

    medio de

    los procedimientos

    del

    realismo social.

    Las narraciones de Palacio en cambio tienden más y más a abordar

    la existencia como abierta y absurda, como una en que no parecen

    haber valores fijos e inmutables que sostienen p dirigen nuestro

    comportamiento, a no ser aquéllos decadentes que más bien

    precipitan la desintegración del espíritu y la sociedad. En Vida del

    ahorcado se

    reconoce la

    ambivalencia y la incertidumbre

    que

    determinan las circunstancias del hombre en el mundo :

    Quería explicaros que

    soy

    un

    proletario

    pequeño burgués ... un

    producto de

    las

    oscuras contradicciones capitalistas que está en

    la mitad de los

    mundos

    antiguo y nuevo, en esa suspensión de

    aliento,

    en

    ese

    vacío que hay entre lo estable y el desbarajuste

    de lo

    mismo.

    también

    estás ahí, pero tienes un gran miedo de

    confesarlo porque uno de estos días deberás dar el salto y no

    sabes

    si vas a

    caer de

    éste

    o del

    otro lado

    del remolino... Estoy

    viviendo la transición del mundo.

    Aquí,

    delante de mí, está la

    volcadura de campana, del otro lado de la justicia, y aquí mismo,

    dentro de mí, están todos los siglos

    congelados,

    envejecidos y

    grávidos.

    Yo tengo un amor en

    estos

    siglos; yo tengo un amor

    en esta volcadura. (V, pp. 9-10).

    Ese

    sentido

    de

    contradicción y

    desbarajuste,

    de vacío, es

    lo que

    guía

    la

    organización formal de la experiencia humana

    expuesta

    en

    Débora y Vida del

    ahorcado. La

    técnica

    narrativa

    que Palacio

    emplea

    se

    aviene, por

    un lado, a

    su visión de una

    realidad en estado

    de

    transformación y,

    por

    el otro, se ajusta a sus nociones estéticas.

    A

    pesar

    (6) Obras completas de José de

    la

    Cuadra (Quito : Casa de

    la Cultura

    Ecuatoriana 1958 , p.

    891.

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    6/17

    P.

    PALACIO :

    EL ANHELO

    INSATISFECHO

    145

    de

    sus

    simpatías políticas,

    Palacio

    no

    auspicia

    una literatura al

    servicio de una

    causa

    a

    priori, por

    muy noble que ésta sea. Tampoco se

    adhiere al

    « arte

    por el arte

    »,

    aunque repara, sin embargo,

    que «

    el

    problema del

    arte

    es

    un

    problema

    de

    traslados.

    Descomposición

    y

    ordenación de formas, de

    sonidos

    y

    de

    pensamientos »

    (V, p. 27).

    La posición

    ética

    y estética que

    corroboran

    Débora y Vida del

    ahorcado es

    parte

    de

    una

    trayectoria que tiene antecedentes y futuras

    ramificaciones en las

    obras

    del autor lo ano.

    Hasta

    la aparición, en

    1927, de Un

    hombre

    muerto a puntapiés, el haber literario de

    Palacio consiste en apenas siete relatos dispersos, imprimidos

    entre

    1921

    y

    1926 en Loja

    y Quito, que no

    fueron recopilados hasta 1964, cuando

    la

    matriz

    de la Casa

    de

    la

    Cultura Ecuatoriana

    publicó

    Obras

    completas

    de

    Pablo

    Palacio

    (7).

    En

    las primerizas de esas narraciones se presiente una nota de

    desajuste y separación que

    presagia

    una ruptura y

    una

    alteración

    inminentes en la

    relación

    de los personajes con sus circunstancias.

    En

    medio de una

    realidad

    en que parece regir la armonía y el idilio

    se inmiscuyen elementos y seres incongruos

    que

    profanan el statu

    quo. Bien puede

    ser

    un

    cataclismo o una

    estantigua,

    una

    ominosa

    ráfaga de aire o una presencia grotesca lo

    que

    cava una

    grieta

    de

    desequilibrio en

    el ambiente

    y lo que

    vaticina una

    fricción

    fundamental

    entre

    el

    hombre

    y el mundo

    :

    « Sólo

    de

    cuando

    en

    cuando las

    carcajadas

    de

    un

    loco

    ponen

    la

    nota

    amarga

    de

    la

    vida

    real

    en el

    hogar

    feliz » (O, p. 288).

    Una

    segunda tendencia, evidente de

    manera particular

    en

    los

    más

    recientes de los

    relatos aludidos,

    es la

    sátira

    de lo

    vulgar

    y

    convencional la parodia de estilos y de géneros. La exageración, la

    distorsión y el contraste cuentan entre los recursos

    que

    Palacio aprovecha

    para desentrañar lo absurdo.

    «

    Un nuevo

    caso

    de mariage en trois

    »

    1925) ridiculiza las fantasías y las falsas

    presunciones

    de

    un

    tragicómico

    seudointelectual, Antonio Recolado,

    ignorante

    de

    su

    propia

    ignorancia,

    objeto

    de los

    disparatados

    elogios

    de

    una

    sociedad

    igualmente

    parca

    en

    conocimientos. En

    «

    Gente

    de

    provincias

    »

    (1926),

    a

    su

    vez, se

    exponen los desplantes

    y chabacanerías

    de

    un « hidalgo »

    provinciano,

    Santiago de Maya, por medio de la desproporción

    grotesca entre lo

    que

    se describe y lo

    que

    se concluye. Tanto Maya como

    (7) Los cuentos en cuestión son :

    «

    El

    huerfanito

    »

    (1921),

    «

    Amor y

    muerte »

    (1922), « El frío » (1923), « Los aldeanos » (1923), «

    Un

    nuevo caso de mariage en

    trois

    » (1925) — éste apareció

    como

    parte

    de

    la

    novela

    « Ojeras

    de

    Virgen

    »,

    novela

    que

    jamás se publicó

    — «

    Gente de provincias

    » (1926)

    y

    «

    Comedia

    inmortal »

    (1926). Véase

    O, pp.

    279-324.

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    7/17

    146

    C. de C R VELLE

    Recolado

    anuncian

    los atributos

    del antihéroe que logrará máxima

    elaboración artística en Débora.

    En

    lo

    técnico, la

    cronología del conjunto

    de

    narraciones revela un

    dominio

    cada

    vez

    mayor

    del

    arte

    de

    narrar.

    Van

    quedando

    resagados

    los ejercicios literarios empañados

    por

    la sensiblería. Se acentúa la

    preocupación

    por

    la renovación formal.

    En

    «

    Un nuevo

    caso de

    mariage en trois

    »

    y

    «

    Gente de provincias », respectivamente, el uso

    estético de la tipografía, el creciente interés por lo subjetivo, la idea

    del doble, la experiencia onírica y la parodia del lenguaje

    periodístico y

    académico ya

    son

    patentes.

    Más ambiciosa aún

    es

    «

    Comedia

    inmortal

    »

    (1926). Se trata de una

    pieza

    antiteatral

    que

    irrisoriamente reflexiona sobre

    el

    arte de

    hacer

    comedias de

    enredo al

    romántico

    modo. Las acotaciones y diálogos dirigidos al

    público-lector

    no

    tienen otro fin que el de

    revelar

    el

    artificio.

    La

    sensación de

    modernidad

    que

    se deriva de esta obra

    radica

    precisamente en el

    desenmascaramiento de los recursos artísticos, en exhibirlos como

    ridículos.

    Palacio,

    no obstante, no sólo parodia

    un

    canon, sino

    que

    pretende

    mostrar,

    por

    contigüidad, cuan sometidos estamos a

    las

    formas

    no

    únicamente literarias,

    sino

    sociales. Palacio

    empieza

    a

    dar

    en

    el

    blanco

    de

    lo que será uno — quizás el

    más

    importante —

    de

    los

    temas clave

    de su

    producción

    literaria

    : la

    lucha

    del

    ser humano

    contra una realidad que lo amenaza y asfixia con su formulismo. En

    el seno de todos sus

    libros

    se instala esa problemática.

    Cuando apareció Un hombre muerto a puntapiés, Gonzalo

    Escudero — el otro insigne poeta de este siglo en el Ecuador,

    junto

    con

    Jorge Carrera Andrade — publicó una desconoocida, pero aguda y

    pertinente reseña :

    Un

    hombre muerto

    a puntapiés

    se [llama]

    el

    breviario. ...Cuentos

    amargos,

    acres, helados como la cocaína. Araña de doce garras...

    Columpio

    batiente

    para los

    ahorcados. Coz

    y latigazo

    a

    la

    vez.

    Jazz-band

    de

    la

    muerte.

    He ahí

    el nuevo libro... Pablo

    Palacio

    persigue

    una

    álgebra

    revolucionaria

    en

    el

    arte burgués de hacer

    cuentos

    : el

    álgebra

    ilógica y tremenda de construir

    valores

    ecuacionales entre «un

    paraguas

    y

    una

    máquina de coser,

    encontrado

    en

    una

    mesa

    de

    disección

    », según el

    descubrimiento

    sacrilego

    de

    Isidoro

    Ducaesse

    (sic),

    el

    Conde

    de

    Lautréamont8.

    Ya está allí la

    posible

    génesis del título de

    Vida

    del

    ahorcado.

    Y,

    más importante,

    está

    también

    allí la ubicación de la

    obra de

    Palacio dentro

    de una rancia tradición que por vía de Lautréamont llega

    hasta el surrealismo, después

    de

    hacer

    pausa en Jarry y

    el movi-

    (8)

    «

    Pablo Palacio y su primer libro »,

    Llamarada

    (Quito), No. 3 (Enero

    28,

    1927), p.

    8.

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    8/17

    P.

    PALACIO

    : EL ANHELO INSATISFECHO

    147

    miento

    Dada.

    No

    disponemos

    de los

    datos

    necesarios para

    precisar

    bien todo esto, pero sí es lícito

    insistir

    en

    que

    Palacio no ignoraba

    la

    consigna que estaba

    en el aire : hacer tabla

    rasa de

    reglas

    y

    costumbres

    emancipar

    el espíritu

    del hombre.

    Esas aberraciones

    que

    aparecían sólo periféricamente en los

    primeros cuentos

    de Palacio —

    la carcajada de

    un

    loco, por ejemplo-

    avanzan ahora al primer plano en Un

    hombre

    muerto a puntapiés.

    Lo monstruoso y torcido, lo insólito y demencial se constituyen en

    la

    madre

    del libro, están allí no por un mero interés

    por

    lo mórbido

    y anómalo,

    sino

    para hacer estallar la violenta yuxtaposición y

    contraste

    de lo abyecto y

    la

    norma, del enfermizo y

    la

    sociedad.

    El

    pederasta

    el antropófago, el maniático, el esquizofrénico y hasta el brujo

    forman el reparto que

    configura la

    realidad expuesta en

    esta delgada

    colección

    de

    diez relatos,

    un

    epígrafe

    y

    una

    suerte

    de

    colofón.

    La «

    desviación de

    [los]

    instintos »,

    «

    los

    tormentos

    del deseo »,

    la «

    tortura

    »

    de lo insatisfecho,

    los

    «

    gérmenes nocivos,

    »

    el

    « sentir

    [se] otra », el

    «

    sufrir la influencia y el funcionamiento de un

    mecanismo

    complicado que no es posible que alguien conozca

    fuera

    » del

    ser y el martirio

    «

    del análisis introspectivo

    »

    dan la nota

    que

    estampa

    el espíritu

    del

    volumen

    (H,

    pp.

    22-23,

    114-116, 131). Eso

    es lo que

    se contrapone

    a «

    la opinión pública, morigeradora de las

    costumbres

    políticas, de las costumbres

    sociales,

    de

    las

    costumbres

    religiosas

    » (H, pp.

    119-20).

    Esa

    pugna insoluble

    no

    pocas

    veces culmina

    en

    la

    muerte,

    el

    crimen, la

    locura

    o el aislamiento

    — en

    la reclusión real o metafórica.

    Esparcidos por el libro van quedando desconcertantes

    juicios

    y

    reflexiones

    que descubren la tortura del

    enfrentamiento

    de

    las

    excepciones y las

    reglas.

    Chocan la realidad y el deseo, la locura y la razón,

    el desarraigo del monstruo y la vida en común. Sobre las simpatías

    de

    Palacio

    no cabe dudas : « Quiero aquí dejar constancia de mi

    adhesión...

    a

    la

    irresponsabilidad que

    existe

    de un ciudadano

    cualquiera,

    al dar satisfacción a

    un

    deseo

    que

    desequilibra

    atormentadoramente

    su

    organismo

    »

    (H,

    p.

    34); «

    Sólo los locos exprimen hasta

    las

    glándulas

    de

    lo

    absurdo

    y están

    en el

    plano más alto

    de las

    categorías intelectuales

    »

    (H,

    p.

    61) (9).

    A

    pesar de esas

    simpatías, la anormalidad

    se

    manifiesta de tal

    manera contemplada por el intelecto que los

    cuentos,

    como

    bien ha

    observado Benjamín Carrión,

    « producen

    una sensación de

    anormalidad NORMAL

    »

    (O, p. 14). Con emoción controlada, con la distan-

    (9)

    No

    podemos

    menos

    de anotar

    el parentesco

    — no directo, quizás,

    pero

    espiritual — de

    esta

    última cita

    con

    las

    observaciones

    de André Breton sobre

    la locura, en

    su

    primer

    manifiesto del surrealismo

    (1924).

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    9/17

    148

    C. de

    C R VELLE

    cia espiritual del clínico,

    evidente

    aun en el

    vocabulario

    médico

    que

    matiza el estilo,

    se pone a

    prueba

    la

    normalidad

    de lo normal.

    Palacio ha dado la

    clave de ese

    método en

    el epígrafe que

    contiene su

    libro

    :

    «

    Con

    guantes

    de

    operar,

    hago un

    pequeño bolo

    de

    lodo

    suburbano. Lo

    echo

    a rodar

    por

    esas

    calles

    :

    los

    que se tapen

    las

    narices

    le habrán

    encontrado

    carne de su carne.

    »

    Varias

    narraciones

    de Un hombre muerto a

    puntapiés

    exigirían un

    comentario detallado.

    «

    La doble y única mujer », por ejemplo,

    interesa

    por

    el

    estudio

    de la

    esquizofrenia

    y de la

    sífilis,

    por su

    original

    elaboración del tema del doble, del Doppelganger

    (10),

    por el

    alarde

    técnico en la

    manipulación

    del punto de vista, por el sentido de

    trágico

    aislamiento que

    caracteriza

    a la

    protagonista.

    Igualmente

    representativa es

    «

    Un hombre

    muerto a

    puntapiés.

    »

    Como

    todos los relatos

    de

    la

    colección,

    éste

    es

    también

    una

    indagación de estados de

    conciencia.

    Partiendo de un

    reportaje

    que

    anuncia la muerte

    a

    puntapiés de un tal Ramírez, la narración sigue paso

    a

    paso las investigaciones del narrador en primera persona por

    averiguar

    por

    qué un

    hombre

    muere de esa

    manera.

    Apoyándose

    en los

    métodos de la lógica inductiva, llega a la conclusión de que Ramírez

    era un pederasta y que

    su

    muerte fue

    consecuencia

    de

    los

    avances

    sexuales que éste

    hizo

    a su victimario.

    Visto así,

    «

    Un hombre

    muerto a

    puntapiés

    »

    podría ser leído como

    una

    anédota de interés

    social.

    Pero

    el

    relato aspira

    a más.

    En

    primer

    término,

    ilustra

    la

    conjunción

    de

    lo

    anormal

    y

    lo supuestamente

    normal, fundamento temático

    de

    la colección. Luego, por medio del

    método

    empleado en la investigación de la muerte de Ramírez,

    pretende

    también,

    por

    analogía, indagar la ruta que sigue la elaboración

    de una creación literaria desde su

    génesis

    hasta su

    realización.

    La noticia en

    el periódico

    es el

    punto de arranque

    : «

    llegó

    a

    obsesionarme

    », declara el

    narrador.

    Más adelante, ese ser anónimo,

    denominado

    Ramírez,

    comienza a

    adquirir

    corporabilidad :

    cara,

    nariz,

    pecho, frente, bigote,

    ropa, edad, estado

    económico,

    y hasta

    nombre

    Octavio Ramírez.

    Establecida la

    figura

    física, se averiguan

    sus

    martirios espirituales. Se inducen y revelan las motivaciones de

    su comportamiento. Al hacerlo, se revelan también los

    procedimientos de

    motivación

    estética. Poco a poco el personaje va

    independizándose del narrador, adquiere vida propia. Cuanto

    más

    se desciende

    en el mundo subjetivo del personaje tanto más se esfuman las

    reflexiones

    y

    la

    presencia del

    narrador.

    Palacio

    ha logrado no sólo

    (10)

    El tema remite

    a

    posibles lecturas de

    Palacio

    : Poe,

    Dostoïevski,

    Maupassant

    entre

    otros.

    Para un estudio del asunto, consúltese Ralph Tymms,

    Doubles

    in

    Literary

    Psychology (Cambridge : Bowes,

    1949 .

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    10/17

    P.

    PALACIO

    : EL ANHELO INSATISFECHO

    149

    incursionar en el alma de su protagonista, sino

    también rendir

    una

    metáfora del proceso

    creador.

    El movimiento hacia el

    interior

    del

    personaje al igual que la preocupación

    por

    la forma

    se ahonda en

    Débora, devienen

    medios

    para

    rescatar

    y

    exponer

    verdades

    elementales.

    Vale decir de improviso que

    Débora

    representa una teoría y

    práctica

    del

    arte

    de

    antinovelar.

    Si

    el lector

    se acerca

    a esta

    obra en

    espera

    de

    una anécdota, de personajes singulares o

    de

    la recreación

    objetiva de un ambiente, saldrá desfraudado.

    En

    Débora no

    pasa

    nada.

    El protagonista

    el

    Teniente — es un

    ser

    sin propósito,

    compendia

    los

    atributos

    de un antihéroe. Tampoco abundan referencias

    concretas a un

    espacio

    físico que no sean

    expresiones

    de estados

    de

    conciencia.

    El

    interés

    de la narración recae en la visión del mundo

    que

    suscita

    «

    la

    vida

    mental

    bullente,

    desordenada,

    paradójica

    », del

    Teniente mientras deambula un día domingo por las calles de Quito,

    «

    atento

    [solamente]

    al desarrollo de lo casual

    »

    (D, pp. 28, 8). Las

    experiencias

    diversas

    de ese

    personaje, en

    compaginación

    con las

    digresiones

    del narrador y

    la

    reacción del lector, se constituyen en la

    estructura — en la ausencia de estructura — del libro. Por lo demás,

    no se

    discierne

    en Débora un

    diseño subyacente

    que

    sostenga

    la

    organización formal.

    Sirviéndose de un procedimiento que de inmediato remite a

    Niebla 1914) de Unamuno y que se remonta en

    nuestras

    letras al

    Quijote

    el narrador introduce

    al

    Teniente

    como

    una

    figura

    de

    ficción,

    como un ser vulgar,

    inútil

    y tragicómico :

    has sido mi huésped

    durante

    años. Hoy

    te

    arrojo de mí para que

    seas

    la befa de los unos y la melancolía de los otros...

    Más valiera

    que no

    hubieras

    sido. Nada traes, ni tienes, ni darás. ...

    eres

    inútil

    ...

    eres

    vulgar. Uno de esos pocos maniquíes de hombres hechos

    a

    base de papel y letras de

    molde,

    que no tienen ideas, que no

    van

    [sino] como una

    sombra

    por la vida :

    eres

    teniente y nada

    más.

    (D, pp. 5-6).

    Palacio pretende calar

    hondo

    he allí

    la

    paradoja

    en

    la vida

    vacía

    de

    ese ridículo

    y

    superficial

    personaje.

    La

    fluencia de

    memorias recuerdos, asociaciones y digresiones incidentales configuran el

    método que emplea Palacio para adueñarse de la identidad íntima

    e

    intransferible

    de su protagonista. Esa identidad se manifiesta en lo

    trivial y común,

    en

    alguna pasada

    vivencia, descartada, arrumbada en

    el fondo del ser.

    Recónditos e inexplicables recuerdos de la infancia — como el de

    una tía

    que

    entró

    y

    no

    entró

    en su cuarto

    — que

    no parecen tener

    conexión alguna con la vida actual del

    personaje, remiten,

    por

    asociación,

    a

    rasgos

    clave de

    su

    interioridad. « ¿

    Quién

    me

    dice

    que toda

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    11/17

    150

    C. de C R VELLE

    esa

    bruma,

    como manos, no hizo la cara que tiene

    hoy

    ?» el

    Teniente, inquiere el narrador. Y, en efecto, esa experienca con la tía

    «

    le dejaría un hueco

    en

    el espíritu. ...una

    honda

    sensación de

    deseo.

    Lo

    desequilibrará

    con lo

    indefinido

    que nos

    obsesiona...

    que

    desasosiega el ánimo;

    que

    hace pensar en correr

    a

    gatas o en beber

    aguardiente

    »

    (D, p.

    12). De esa reviviscencia del

    pasado

    se desprende,

    por

    contigüidad,

    uno de los

    motivos

    capitales

    de

    la

    obra y

    una

    de

    las

    características fundamentales del Teniente : el «

    anhelo

    insatisfecho

    »

    (D, p. 19). Anhelo sublimado en fantasías — el protagonista

    vive a la espera y búsqueda de la mujer

    única,

    de

    «

    un lejano sabor

    de miel

    »,

    del

    «

    lejano

    sabor

    de Débora » (D, pp. 69-70). Anhelo

    denigrado, por contraste,

    a través de

    imágenes expresionistas

    que

    captan las grotescas contorsiones

    de

    las luces, ventanas, puertas

    y

    escaleras

    de las casas

    «

    borrachas »

    de

    los prostíbulos.

    El recuerdo

    de

    la tía da

    un

    indicio de la manera

    en que se

    sondea

    la realidad en Débora. Palacio

    sostiene

    que

    sólo

    rescatando esas

    prácticas

    que se esconden detrás de la coraza del ser se llega al

    cimiento de

    su

    más pura

    interioridad.

    Sólo

    por

    medio de

    la

    acumulación de realidades pequeñas, imperceptibles, se constituye

    la «

    verdadera » experiencia de una

    vida

    (n). Tal es la ideología estética que

    rige

    en Débora. Tal es la sola imagen

    que

    se

    desarrolla

    en la obra. La

    tragicomedia

    y el

    desequilibrio del Teniente

    se los

    aprehende,

    por

    ejemplo, a

    través de las

    medias

    rotas

    que

    lleva :

    « ¿

    A quién le va

    a interesar

    el

    que las medias del

    Teniente

    están

    rotas,

    y que esto

    constituye una de

    sus más

    fuertes

    tragedias,

    el

    desequilibrio

    esencial

    de su espíritu ? »

    (D, p.

    48).

    Se

    podrían proliferar ejemplos.

    El

    procedimiento es siempre el mismo : fragmentos intrascendentes de

    vida, pormenores

    cualesquiera,

    conducen

    a

    las

    peripecias más

    personales, revelan un protagonista maniatado por las apariencias y la

    pobreza, por

    la primacía que

    confiere

    a

    los sueños sobre los actos,

    revelan

    un hombre

    acosado por el tedio, la monotonía

    y

    la soledad,

    un

    «

    hombre muerto e inactivo, eterno parásito avolitivo » (D, p. 28).

    Ese ser reducido a la nada, aturdido, enajenado de sí, es un

    cautivo de la inercia y la tiranía de las

    costumbres. Indiferente

    o

    incapaz

    de

    reflexionar

    sobre lo

    que

    es

    único

    en

    él,

    se

    somete

    a

    Jos

    usos

    imperantes,

    los

    ejecuta, reprime sus zozobras.

    Su figura pública,

    uniformada

    y postiza

    cual

    esas

    « estampas

    prusianas »

    (D, p.

    8),

    es

    una sarta de

    emociones nulas,

    prestadas,

    de

    clisés,

    de gustos y

    comportamientos

    derivados

    de novelas

    románticas y

    de

    salas de cine.

    El Teniente es un conformista cabal, un

    «

    perpetuo

    imitador social

    que suspira porque suspiramos los otros ...el medio le tiende la ace-

    (11)

    En

    todo

    esto, Palacio se

    revela

    buen discípulo de

    Flaubert.

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    12/17

    P.

    PALACIO : EL ANHELO INSATISFECHO 151

    chanza

    de la igualdad; se

    le manda rasurarse

    y

    definir al Estado

    »

    (D, p. 13).

    Por extensión, el ridículo y el absurdo que caracterizan

    al personaje convienen

    también a

    la

    sociedad que lo

    ha

    gestado y

    nutrido.

    En

    este

    sentido,

    Débora representa un alegato implícito

    contra la vulgaridad de los valores sociales en vigencia y contra

    la

    vigilancia de fórmulas sin substancia

    que

    entorpecen el espíritu del

    hombre

    y

    le hurtan de su

    autenticidad

    elemental.

    Por eso mismo,

    Palacio

    se rebela contra las convenciones de una

    literatura realista. Cuestiona sus artificios,

    sus suposiciones, sus

    procedimientos

    de

    motivación,

    su

    inclinación hacia lo objetivo y

    abstracto

    y

    los

    muestra como falsos, como otra manera de

    engañar

    y

    engañarse : « La

    novela

    realista engaña

    lastimosamente. Abstrae los

    hechos y deja el campo lleno de

    vacíos;

    les da una continuidad

    imposible...

    Lo

    vergonzoso

    está

    en

    que...

    dicen

    :

    te doy

    un

    compendio

    de

    la

    vida real; esto que escribo es la pura y neta verdad; y todos se lo

    creen. Lo único honrado sería decir : estas son fantasías

    »

    (D,

    pp. 48-

    49).

    Este

    último punto

    de

    vista

    es

    el

    que se propone en

    Débora.

    Palacio

    desnuda el artificio.

    Su

    objetivo es reorientar las expectativas del

    lector, infundir su confianza mostrándole los

    mecanismos que

    yacen

    ocultos detrás de las

    simulaciones

    de la realidad artística. Se

    exponen así no sólo los artificios de las formas literarias, sino también

    de las normas

    que

    rigen nuestro comportamiento en el mundo. Lo

    paradójico

    de

    todo

    esto

    es que

    una

    convención

    de

    verosimilitud

    literaria es

    sustituida

    por otra.

    Palacio emplea formas

    para

    socavar

    las

    formas.

    No hay manera de

    escaparlas; sí de

    llamar la atención

    a la

    rigidez y a

    las limitaciones

    de

    las premisas

    que

    sostienen

    la

    realidad.

    La revelación de lo genuino que se

    oculta

    tras lo superficial y

    corriente, el

    cuestionamiento de

    usos

    sociales y la desvalorización de

    convenciones estéticas acaban

    por

    poner en tela

    de juicio

    los

    sistemas

    a que cotidianamente nos

    sometemos.

    Exponer las realidades

    grandes e

    ignorar

    las menores,

    insiste Palacio, es tan

    inadecuado

    como sojuzgarse a cualquier esquema y aceptarlo como absoluto :

    Todo

    hombre

    de

    Estado, denme

    el más

    grave,

    se

    sorprende

    cotidianamente con esto :

    « Ya es

    tarde

    y no he ido una sola vez al water. »

    Esta

    mezcla profana

    del

    higiénico

    mueble...

    y

    los

    altos

    negocios

    es el

    secreto

    de

    la complicación de la vida. Por

    eso el

    orden

    está fuera

    de la

    realidad,

    visiblemente

    comprendido dentro de

    los

    límites

    del artificio.

    Así,

    los filósofos,

    e historiadores,

    y literatos,

    cuya labor

    festoneada

    en numerosos semicírculos,

    trabajan

    en

    su línea

    recta,

    a

    base de los vértices de esos

    semicírculos

    que se cortan, trazan

    el

    arco inútil de la vida

    fuera

    de

    su

    obra y aislan cada punto

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    13/17

    152

    C.

    de C R VELLE

    aprovechable que después formará, en unión de los demás, el

    rosario que tiene por alma el

    hilo

    del sentido común.

    Se populariza el animal de las abstracciones. (D, p. 14).

    Se

    reconoce

    allí

    que

    la realidad

    es

    una

    conjunción

    de

    opuestos,

    una

    paradoja,

    y que toda epistemología está sujeta a limitaciones.

    Vida

    del

    ahorcado

    ha de explorar la

    realidad

    ya no desde la

    perspectiva de

    las

    excepciones, como en

    Un hombre

    muerto a puntapiés,

    ni

    de las normas, conforme se ve en Débora, sino del vacío, de la

    tambaleante angustia del que se halle suspendido en

    ese precario e

    indefinible umbral

    entre

    un mundo que acaba y otro que amanece.

    Entre 1928 y 1932, cuando

    apareció

    Vida del ahorcado, Palacio

    imprimió dos poemas,

    de valor cuestionable,

    y

    dos relatos,

    «

    Una

    mujer

    y luego pollo frito

    »

    (1929) y

    «

    Sierra (1930) (12). Este encarna una

    imagen,

    no

    una

    descripción,

    del

    paisaje

    andino y, por ese lado,

    anticipa páginas de

    Vida del

    ahorcado.

    «

    Una

    mujer y

    luego

    pollo frito »

    es un delirio en que las fronteras de la vigilia y el

    sueño,

    de la

    «

    cordura y

    [el] desequilibrio »

    se borran (O, p. 330). Están aquí otra

    vez algunas de las

    obsesiones

    constantes de Palacio : el silencio

    mortificante del

    vacío,

    la soledad

    y la

    melancolía

    insalvable, la tentación

    de lo

    anormal

    y grotesco, la parodia

    de las

    costumbres y el

    lenguaje.

    Está también la mujer, Adriana, amada y desdeñada, vaivén de

    emociones, objeto de la fascination y del horror. Esta es una de las

    narraciones más

    desconcertantes de

    Palacio.

    No hay un sentido

    de

    bondad

    ni

    caridad.

    Se

    censuran

    las debilidades

    humanas con la

    crueldad

    y el desprecio

    mordaz del amargado,

    con el desvarío

    del

    delirante que anda en caza de algo que

    apacigüe

    su descompostura

    y redima

    su

    desarraigo

    espiritual.

    Vida

    del

    ahorcado

    lleva

    hasta el

    límite esa sensación de

    desintegración y

    desencanto.

    En 1932, Luis Alberto Sánchez comentó

    que

    pasa jes

    del libro « denuncian a un lírico...

    Una fantasía

    trabada

    por el

    realismo. Un lírico amordazado... El ahorcado del libro es el lirismo

    de

    Palacio » 13). Todo lo

    cual

    está

    perfectamente bien

    como

    observa-

    (12)

    Los poemas

    son « Capricho pictórico representando a Laura Vela »

    yAs

    de

    diamantes

    ».

    Aparecieron en los números correspondientes

    al primero de

    enero

    de 1928 y

    1930, respectivamente,

    de

    la revista Claridad de Quito,

    pp. 254

    y 101. En vista de

    que las Obras

    completas de Pablo

    Palacio

    no reúnen

    todo

    lo

    que publicó

    el autor

    lojano, vale indicar que

    es

    posible que las iniciales P. P.

    que

    firman

    la

    traducción del

    inglés

    de un texto de Stewart

    Edward

    White,

    «

    Misterios

    que

    no

    puedo

    explicar

    »,

    que

    apareció en

    los

    números 21-22 y 23-24 de

    la revista

    América

    de

    Quito,

    sean de

    Palacio. Importa también anotar

    que

    en los

    números 7

    (diciembre

    de 1931) y 8 (enero-febrero de 1932 de la revista Hontanar

    de

    Loja, Palacio

    anticipó

    páginas

    de Vida del ahorcado.

    (13) «

    Pablo Palacio : La

    vida

    del

    ahorcado

    (sic) », Hontanar, No.

    10

    (Diciembre

    1932), pp. 119-121.

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    14/17

    P.

    PALACIO : EL ANHELO INSATISFECHO

    153

    ción ingeniosa, de carácter polémico en cuanto al realismo.

    Sánchez

    pudo, sin

    embargo, ir

    más lejos :

    llamar

    la atención, por ejemplo, al

    hecho

    de que Vida del ahorcado es una composición

    híbrida

    que,

    como

    tal,

    plantea problemas

    de

    índole genérica.

    Lo

    lírico

    no

    aparece atajado por el realismo,

    sino

    por lo narrativo, y

    viceversa.

    El

    lector se acerca al

    texto

    en espera de una novela y se halla ante

    procedimientos líricos. Palacio subtituló su

    obra

    « novela subjetiva. »

    Más

    apropiado

    aún

    hubiera sido denominarla « novela lírica.

    »

    (14). No

    hay intriga. No

    hay

    personajes

    tradicionales

    con quien identificarse,

    pues carecen de

    historia

    y

    fisionomía. El

    espacio es interior. La

    realidad

    objetiva

    no cuenta, es casi inexistente.

    Tampoco

    se puede hablar

    de una progresión narrativa basada en

    causas

    y

    efectos

    ya que el

    arte que practica Palacio es uno sin transiciones. Lo que

    hay

    es un

    montaje

    de

    imágenes,

    secuencias

    y

    viñetas

    que

    remiten

    a una

    organización abierta,

    más propia

    del

    diario.

    Del diario

    que a

    primera instancia contiene meditaciones

    dispersas

    ubicadas en

    un

    día

    y un mes específicos

    para después

    abandonar

    todo

    tipo de referencias al calendario. Esa disposición del

    material

    sugiere una organización

    simbólica

    en que la conciencia

    temporal

    se esfuma a medida que se acentúa la desilusión, la muerte espiritual,

    del narrador-protagonista, Andrés Farinanga :

    «

    He perdido la

    medida [del tiempo] : ya no soy un hombre : soy

    un

    muerto

    »

    (V, p. 71).

    Teniendo en

    cuenta ese sentido figurado, Vida del ahorcado

    representa

    el

    viaje

    anímico

    de

    Andrés

    que

    procede

    desde

    sus

    reflexiones

    metafóricas sobre

    las

    paradojas de la realidad que le ha

    tocado

    vivir,

    a la angustia, a la exaltación del amor, al desengaño insondable,

    al

    desbarajuste, a la rebeldía, al

    suicidio.

    El punto de partida de ese

    recorrido

    es la

    visión

    de un mundo en que imperan un

    irreconciliable

    sentido de contradicción y una ausencia de valores

    que condenan

    al

    hombre

    al desdoblamiento del ser, al desarraigo y a la penosa

    búsqueda de algo que sostenga su imperativa necesidad de equilibrio, de

    armonía :

    No

    estoy aquí;

    he

    caído

    de

    nuevo

    en

    este hueco de

    la ausencia.

    I Cada

    vez

    la sensación de ausencia Estoy

    como

    desintegrado

    :

    me

    parece

    que

    partes

    de

    mismo residen

    lejos

    de

    lo

    mío,

    en

    algún

    sitio

    desconocido y helado. Quedo

    mucho tiempo en

    tinieblas y empiezo a andar

    a tientas...

    dominado

    por

    dos impulsos

    contradictorios :

    la

    esperanza y el

    terror de encontrar

    a alguien

    que también

    me busca. (V, p.

    49).

    La primera de las

    «

    divisiones

    »

    que se disciernen en la

    obra,

    hasta

    la sección titulada

    « Junio

    29 », refiere

    a ese

    estado de crisis, consiste

    (14) Sobre la novela lírica,

    consúltese

    Ralph Freedman, The Lyrical Novel

    (Princeton : Princeton

    University Press,

    1963).

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    15/17

    154

    C. de C R VELLE

    en múltiples

    secuencias

    cuyo significado se hace inteligible sólo a

    través de

    la concienzuda participación

    del

    lector en los procedimientos

    metafóricos

    a

    que recurre Palacio. (Esos procedimientos, dicho sea de

    paso,

    empalman

    con

    los

    de

    la vanguardia

    artística

    de

    la

    época.) Cada

    secuencia

    dispone

    varios

    elementos dispares

    que no

    acusan relación

    lógica

    entre sí. La

    yuxtaposición de esos elementos — distinguidos en

    el

    texto

    por rayas divisorias y por encabezamientos en letras

    mayúsculas — invita asociaciones que, gracias al

    reconocimiento

    de

    hilos

    conductores ocultos, distantes, producen analogías

    (15).

    Las

    analogías sin embargo, son inmediatamente

    desmanteladas

    por medio del

    contraste irónico. Es

    ese

    contraste el

    que

    ilumina

    la

    unidad temática

    de las secuencias. La base de esa unidad es invariablemente

    la

    ambivalencia de

    la

    realidad

    a

    que hace frente

    el protagonista

    : lo

    sublime

    y

    las necesidades

    elementales,

    el

    odio

    y

    el

    amor,

    la

    tiranía

    y

    la

    inocencia,

    la moral y el pecado,

    el

    orden y el desorden, el tiempo y la

    muerte, el crimen y la impunidad.

    A esa primera

    «

    parte » la sigue una suerte de

    «

    intermezzo

    »

    en

    que

    aflora

    el rostro de la angustia, del vacío, de la nada. En la

    siguiente

    de las divisiones que se vienen imponiendo en Vida del ahorcado,

    se sugiere

    que

    Andrés va en

    busca

    de una

    solución a

    esa encrucijada.

    Cree

    poder hallarla en el amor. Aquí la obra se adhiere más, si bien

    imperceptiblemente,

    a

    las exigencias de la narrativa que de

    la poesía.

    Las viñetas, aunque

    carecen

    de una verdadera anécdota,

    aluden a

    cierta

    coherencia cifrada

    en

    Andrés.

    Este corteja a

    Ana.

    Transita

    las

    apoteosis y las humillaciones del amor. Como muchas de las mujeres

    que

    figuran

    en

    la

    obra

    de Palacio,

    Ana reúne cualidades

    contradictorias .

    En

    un

    sentido,

    es la

    personificación

    del ideal

    femeninoo

    inalcanzable

    y, en otro, es una mujer

    insulsa,

    caprichosa, frivola. La salida de

    la angustia que el amor parecía indicar se cierra al caer éste en la

    costumbre y la rutina. La sensación de desengaño, de asfixia e

    inquietud

    se

    afianzan,

    ahorcan

    metafóricamente

    al protagonista. Se

    precipita el desequilibrio. Andrés se siente «

    podrido

    » (V, p. 62).

    El resto

    de Vida del

    ahorcado

    multiplica

    viñetas

    inconexas,

    pobladas

    de

    imágenes

    oníricas, surrealistas,

    que

    profundizan

    cada

    vez

    más en los abismos interiores de Andrés, en su desprecio del mundo.

    Desfilan en

    ese cortejo

    el sinsentido y

    el absurdo.

    La muerte y la

    belleza asoman también la cara. Aquélla

    figura

    como la liberación

    de un metafórico

    «

    cuello... demasiado estrecho

    »

    que se

    odia

    y se

    (15) Cabe indicar que las rayas divisorias y otros detalles que Palacio

    impuso

    en la

    disposición

    de

    su

    texto no han sido suficientemente

    respetados en

    las

    reimpresiones de la obra. Una lectura seria,

    sin

    embargo, tiene que

    tenerlos

    en

    cuenta.

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    16/17

    P.

    PALACIO : EL

    ANHELO

    INSATISFECHO

    155

    ama (V, p. 75). A ésta se la divisa sobre un

    puente

    que

    simbólic mente parece reconciliar opuestos y distancias. La

    belleza,

    sin embargo,

    se hunde en el fango (V,

    pp.

    81-82).

    Se intensifican las imágenes de

    un

    mundo

    decadente

    e

    irredimible,

    en deterioro.

    El

    hombre

    aparece como un ser abyecto,

    intolerante,

    denigrado por las

    necesidades

    físicas y

    el estómago,

    como un

    ser

    que malgasta inútilmente

    su

    tiempo, que

    usurpa, que

    crea

    héroes,

    que declara

    guerras,

    que mata

    y muere

    por

    tonterías, por mantener creencias huecas.

    En el fondo

    de esa

    maleza

    de

    imágenes

    se oyen

    voces

    que sugieren

    una pauta a seguir frente al desconcierto y el

    asco

    que representa la

    condición humana. Por

    medio

    de la

    analogía

    árbol-hombre

    : hombre-

    sociedad se propone que lo que hay que cambiar es la esencia misma

    de la especie :

    Esta no es, no debe ser

    una

    revolución

    contra el

    hombre... es

    una revolución

    contra

    el árbol

    ...

    ¿ Qué sacaríamos, en efecto, de

    destruir al hombre, si

    no por

    eso vamos a destruir nuestra

    condición

    de esclavos

    ? Es

    preciso visar y revisar los conceptos

    a fin de no

    caer

    en conclusiones equivocadas, i En dónde está la

    raíz

    del

    mal ? i Por qué estamos aquí ? Estamos aquí en calidad

    de árboles ? Destruid

    esta

    calidad y habréis renovado vuestra

    condición

    de seres libres. Nuestro

    tirano

    es el árbol. (V, pp. 65-

    66).

    En

    otra

    ocasión,

    se

    promulga que

    la esperanza

    está

    en

    reconocer

    que

    «

    Hay

    que

    desatar

    al

    hombre,

    »

    que

    «

    Hay

    que desapasionar

    al

    hombre » (V, p. 87). La más desesperada de las

    « soluciones »

    ocurre,

    sin

    embargo,

    durante un

    sueño de

    Andrés

    en

    que para

    rescatar

    a

    su

    hijo de las

    tiranías

    de un mundo que él halla

    repugnante

    y cruel, lo

    mata.

    Por ese

    crimen,

    de la imaginación más que de la

    realidad,

    Andrés

    es procesado. En una audiencia absurda, que invita comparaciones

    con Kafka, y

    que

    por la violencia, desorden e

    irracionalidad

    que

    la

    impregnan recuerda más a un grotesco

    circo romano

    que a un

    tribunal de justicia, se condena

    a

    Andrés

    a

    la horca. Por medio de una

    parodia

    acerba

    de los criterios y de los clisés lingüísticos

    que

    sostienen la organización social,

    Palacio

    plantea

    un divorcio insalvable

    entre el

    personaje

    y

    la sociedad.

    La

    relación de Andrés

    con el mundo

    es

    irreconciliable. La desintegración

    es total. Andrés se

    sentencia

    a

    mismo. El único camino de redención

    que halla, y

    por el

    cual opta,

    es

    el suicidio.

    La

    condición que

    Andrés encarna parece ser

    parte

    de

    un círculo vicioso del que no hay

    escape.

    Vida del ahorcado «

    termina

    » así :

    Ahora

    bien :

    Esta

    historia

    pasa de

    aquí

    a su comienzo,

  • 8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles

    17/17

    156

    C. de C R VELLE

    en la primera

    mañana

    de mayo,

    sigue a

    través de estas mismas

    páginas, y cuando

    llega

    de nuevo aquí, de nuevo

    empieza

    allá...

    Tal

    era

    su iluminado

    alucinamiento.

    (V,

    p.

    108)

    Surge aquí la

    pregunta

    si la censura de Palacio es

    sólo

    contra una

    realidad asquerosa o también, como

    cabe

    deducir, contra el

    igualmente pernicioso espíritu de Andrés. En todo caso, el mundo de

    Palacio ha tocado

    fondos abismales de

    desesperación.

    Palacio abandonó la literatura. En los próximos años se

    dedicó

    a

    la

    filosofía y a

    la militancia en el

    socialismo.

    En 1934 publicó

    «

    Interpretación sana del mundo » y

    parte de

    otro ensayo

    filosófico,

    «

    Sentido de

    la

    palabra verdad

    »

    cuya versión

    completa

    apareció

    en 1935.

    Este

    último

    año, Palacio

    imprimió

    en

    Chile su traducción

    del

    francés

    de la edición de Maurice Solovine de las Doctrinas

    filosóficas de Heráclito de Efeso (16).

    En

    los ensayos aludidos, Palacio

    se pasea por la historia de la filosofía — desde los presocráticos hasta

    Bertrand Russell — con lucidez, señorío y autoridad.

    En «

    Interpretación

    sana del

    mundo »

    investiga la posición filosófica materialista,

    mientras en

    «

    Sentido de la palabra verdad

    »

    indaga sobre el título

    de su trabajo, después de prevenir que : «

    El

    menos iniciado sabe que

    la

    filosofía trata de fundamentar la

    legitimidad

    del conocimiento,

    por

    una parte, siendo en este sentido previa a la

    ciencia,

    y que,

    por

    otra,

    tiende

    a

    hacer

    síntesis

    científica

    para

    deducir

    de

    ella

    la

    posición

    y

    la conducta del hombre en el mundo.

    En

    este sentido, la

    filosofía

    no

    termina en sí misma : es arma y medida para la ciencia y para la

    conducta... la

    filosofía

    es la condición de la acción

    »

    (17).

    No incumbe entrar aquí en una discusión de dichos ensayos, pero,

    habiendo observado que la obra literaria de Palacio señala un proceso

    de desintegración de los valores y

    la

    forma

    que

    se acentúa conforme

    se sondea

    más

    y

    más

    en la vida

    subjetiva

    de los

    personajes,

    sí viene

    al caso inquerir

    si

    las actividades de sus penúltimos años

    de

    cordura

    no

    apuntan a un

    deseo fundamental de querer agarrarse

    a

    algo

    que sostenga

    su

    fe, que

    le

    dé un

    apoyo para su atormentada

    visión del

    mundo

    : un sistema

    político,

    un

    sistema

    filosófico.

    (16) «

    Interpretación

    sana

    del

    mundo » salió

    en el

    periódico

    La Tierra

    de

    Quito,

    en las ediciones del 15, 22 y 29 de abril, y 7 de mayo de

    1934.

    Una parte de

    « Sentido de la

    palabra

    'verdad' » apareció

    también

    en La Tierra,

    el

    18 de

    diciembre de

    1934.

    La versión completa se imprimió en la revista

    lo

    ana Bloque, No. 1

    (Enero

    1935), pp.

    2941. La

    traducción del francés

    que

    hizo

    Palacio

    de la edición

    de Maurice

    Solovine

    de Doctrinas

    filosóficas

    de Heráclito

    la

    publicó Ediciones

    Ercilla,

    Santiago de Chile,

    1935.

    (17) Bloque, No. 1

    (Enero

    1935), p. 29.