ortega y medina

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Introducción Hemos elegido para hacer el análisis historiográfico, más que una obra, el pensamiento de Juan Antonio Ortega y Medina. Ya que habría que rescatar al historiador y su obra. Sobre todo la influencia ejercida desde el exterior en especial de la filosofía de Martin Heidegger. Si bien es poco conocido nuestro autor y su obra, no es merced de su menor o poco importancia, sino a consecuencia de verse disminuida por el favoritismo que tuvieron otras corrientes historiográficas, en especial la marxista, y también la positivista, relegando en muchos casos a pensadores tan importantes como José Gaos, Edmundo O’ Gorman, Ortega y Medina, entre otros. El pensamiento historicista se vio despreciado más por motivos dogmaticos y a la efervescencia roja, monista, estática y determinista del marxismo. Olvidando quizá que el pensamiento no es así, podríamos considerar que no lo pensaron. Por su parte el influjo contrario venía acompañado por el positivismo lógico y su igual unilateral punto de vista. Corrientes encontradas, antagónicas que, al final de cuentas, buscaban la misma respuesta, unívoca, desde posturas supuestamente opuestas. Por ello abordamos desde su libro, Teoría y crítica de la historiografía científico-idealista alemana: Guillermo de Humboldt, Leopoldo Ranke, 1 la forma en que criticó a ambas posturas, primordialmente las dos corrientes historiográficas que lograron imponerse sobre la que él profesaba. Y formó, pues, su propio punto de vista Y partiendo de la antedicha obra trataremos, dilucidar su concepción histórica. 1 Juan Antonio Ortega y Media, Teoría y crítica de la historiografía científico-idealista alemana: Guillermo de Humboldt, Leopoldo Ranke, México, UNAM, 1980. 1

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Page 1: Ortega y Medina

Introducción

Hemos elegido para hacer el análisis historiográfico, más que una obra, el pensamiento de Juan Antonio

Ortega y Medina. Ya que habría que rescatar al historiador y su obra. Sobre todo la influencia ejercida

desde el exterior en especial de la filosofía de Martin Heidegger. Si bien es poco conocido nuestro autor

y su obra, no es merced de su menor o poco importancia, sino a consecuencia de verse disminuida por

el favoritismo que tuvieron otras corrientes historiográficas, en especial la marxista, y también la

positivista, relegando en muchos casos a pensadores tan importantes como José Gaos, Edmundo O’

Gorman, Ortega y Medina, entre otros.

El pensamiento historicista se vio despreciado más por motivos dogmaticos y a la efervescencia roja,

monista, estática y determinista del marxismo. Olvidando quizá que el pensamiento no es así,

podríamos considerar que no lo pensaron. Por su parte el influjo contrario venía acompañado por el

positivismo lógico y su igual unilateral punto de vista. Corrientes encontradas, antagónicas que, al final

de cuentas, buscaban la misma respuesta, unívoca, desde posturas supuestamente opuestas.

Por ello abordamos desde su libro, Teoría y crítica de la historiografía científico-idealista alemana:

Guillermo de Humboldt, Leopoldo Ranke,1 la forma en que criticó a ambas posturas, primordialmente las

dos corrientes historiográficas que lograron imponerse sobre la que él profesaba. Y formó, pues, su

propio punto de vista Y partiendo de la antedicha obra trataremos, dilucidar su concepción histórica.

Ese será el eje de muchas polémicas en las que intervino Ortega y Medina, por un lado el marxismo por

el otro el positivismo, él se centró más en un relativismo-relativista, como menciona Mauricio Beuchot,

se situó en un punto intermedio, análogo, sin ser dogmatico en ningún sentido y encontró en la filosofía

heideggeriana un punto desde el cual emanar su humanismo, su lucha por la justicia, e igualdad, una

trinchera autónoma, libre y sobre todo congruente con el quehacer histórico, buscando sobre todo no un

progreso lineal sino una vasta red de caminos posibles a tomar. Pues, para él “la historia es vida y se

presenta como conflicto, lucha, tensión, por tanto debe ser apasionada, combativa, parcial”.2

Abordaremos por tal, las críticas ejercidas desde su peculiar punto de vista, y tratar de reconstruir así su

pensamiento, su visión, filosofía y teoría de la historia, ya que, de sus polémicas podemos extraer

puntos vitales para su comprensión, de igual forma a sus maestros, los cuales han sido del mismo modo

1 Juan Antonio Ortega y Media, Teoría y crítica de la historiografía científico-idealista alemana: Guillermo de Humboldt, Leopoldo Ranke, México, UNAM, 1980.2 Juan Antonio Ortega y Medida, Juan Antonio, Reflexiones históricas, México, Consejo nacional para la cultura y las artes, 1993, p. 14.

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un poco olvidados, o por lo menos no tan reconocidos como se debe. Nos detenemos, también a revisar

algunos puntos de sus mentores.

Tratamos pues de abordar sobre todo a la corriente en que se enmarca nuestro autor, por varios

motivos, el principal, es que hoy día su visión debe ser rescatada, pues, si la comparamos con la

filosofía hermenéutica-analógica que hoy está teniendo preponderancia, y nos ceñimos a ella,

lograríamos alcanzar un conocimiento más acertado del pasado, superando los rigorismos fatalistas de

las visiones univocistas de las posturas marxista y positivista, de las cuales se expresó Ortega, de tal

manera

Cuando todavía la última novedad aceptada busca terreno favorable para enraizarse y fecundar entre nosotros, he aquí que otra más reciente y al parecer más atractiva desaloja a la anterior y procura asimismo terreno propicio donde fincar. Este interesante flujo y reflujo de opiniones, ideas y prácticas pone de manifiesto nuestra incertidumbre e inseguridad, puesto que no damos tiempo para que se realice la aclimatación, o, si se prefiere, la fermentación de elementos que en sus países de origen han tardado muchos años y aun siglos en aparecer y perfeccionarse.3

Pasamos revista a varios textos del autor, igual al de sus maestros, y por último tratamos de empalmar

la visión de Ortega y Median y su tiempo, con la filosofía de Heidegger y algunos conceptos de

importancia en sus concepción filosófica como los son la tradición, el círculo hermenéutico, el horizonte

y el prejuicio. Pues fue Martín Heidegger el primero en esbozar “varios de los conceptos

imprescindibles, tales son el conocimiento como de-velación comprensiva, el círculo hermenéutico, la

fusión de horizontes, el pre-saber (prejuicios de la tradición), etc.”.4

Y vislumbrar, de tal manera, el cómo los “trasterrados” españoles dieron a México una concepción

filosófica que de haberse mantenido hubiese rendido grandes frutos, lamentablemente la situación

intolerante y autoritaria de otros grupos la sumió en el olvido.

Por tal motivo no nos remitiremos a buscar la heurística, critica, hermenéutica, etiología, arquitectónica y

estilística de alguna obra en específica del autor, sino de adentrarnos más a su concepción histórica-

filosófica en general, rescatando los puntos importante que podrían ayudarnos a comprender mejor sus

posturas, y como él mencionaba, comprender el pasado en relación con el presente y arrojar luces,

aunque tenues, al futuro.

Critica se reduce en última instancia a fijar la autenticidad de los documentos y monumentos, si se toma la palabra "autenticidad" con toda la amplitud con que puede tomarse, y la autenticidad se fija a la postre por una comparación recíproca o circular de los documentos y monumentos. Lo mismo pasa con la comprensión

3 Juan A. Ortega y Medina, “Bartolomé de las Casas y la historiografía soviética”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. 16, núm. 3, 1967, p. 320.4 Mauricio Beuchot, Hermenéutica, analogía y símbolo, México, Herder, 2004, pp. 65-66.

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de unos y otros, pero en la comprensión se hace en seguida patente que el círculo no abarca sólo los documentos y monumentos en su relación reciproca, sino que los abarca juntamente con el historiador mismo en lo que se ha llamado anteriormente la "situación historiográfica", ya que lo pasado sólo se comprende desde lo presente y esto por aquello.5

Semblanza

Juan Antonio Ortega y Medina nació el año de 1913 bajo los benignos vientos y aguas del Mediterráneo,

en la ciudad de Málaga, provincia enclavada en la vieja Andalucía, territorio aglutinante de muchas

culturas y crisol de las mismas, desde los griegos hasta los musulmanes asentaron sus reales ahí,

dejando una profunda huella. En ese ambiente pasó su niñez Juan Antonio, y de los cuáles rememoraría

con gloria y tristeza, al ver una situación comparativa entre su caso y el vivido por expulsión de los

musulmanes tras la Reconquista de Granada, y la ulterior suerte de los judíos que consideró, fue una

“sangría biológica, económica y cultural, de resultados catastróficos para el futuro imperial de España6

[pues] desapareció de España, una gran parte de la comunidad dinámica, emprendedora, en un

momento en que el país políticamente unido, cuando pretendía una carrera imperial, y por consiguiente,

cuando más necesitaba de la ciencia, de las habilidades y de los capitales de aquellos exiliados”.7

El joven Ortega y Medina, cursó sus estudios elementales en el terruño, en una época en que el

conservadurismo se había postrado sobre España. Hijo de un militar partícipe de la defensa de la última

posesión de territorio ultramarino español, su padre le inculcó desde sus primeros años el liberalismo

que se venían abriendo brecha hacía tiempo en España.

Desde temprana edad se distinguió por su rápido aprendizaje, que estuvo a cargo de su padre. Después

estudió en su ciudad natal en la Escuela Normal del Magisterio, sin duda de donde surgió su gran cariño

a la docencia, la que nunca abandonó. A la edad de 21 años se trasladó a Madrid para ingresar a la

Universidad Central, hoy Complutense. Donde tendría el influjo de pensadores permeados por la

filosofía heideggeriana y de Ortega y Gasset, lo cual lo marcó para el resto de sus días, como el mismo

lo consideró, más sería en México donde se arrimó y consolidó con la visión historicista.

En Julio de 1936 estalló la Guerra Civil, la ironía de la vida lleva a su padre, hermano y a él mismo a

defender las ideas republicanas, cuando el golpe de Francisco Franco, pero su abuelo al permanecer en

Málaga fue obligado a servir al bando nacional. Ortega y Medina al enlistarse fue recibido con el grado

5 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnáiz y FregAuthor”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. 9, núm. 4, 1960, p. 495.6 Juan Antonio Ortega y Medida, Reflexiones históricas, op. cit., p. 27.7 Íbid., p. 33.

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de teniente, merced a sus estudios, pronto se hizo cargo de todo un grupo de artillería. En la guerra fue

herido en dos ocasiones.

La república cayó en abril de 1939, él tuvo que huir a Francia donde el pesar iniciaba, ver a su patria

sumida en el fascismo, sus pesares aumentaron cuando pasó de un campo de concentración a otro en

el territorio francés, hasta que pudo salir de ahí, en un barco con suerte, pues, de tres que zarparon, fue

el único que logró llegar a la isla de República Dominicana, donde no fueron recibidos. México los

aceptó.

En 1940 pisó tierra en Coatzacoalcos, Veracruz. De ahí se trasladó a Chiapas donde enfrentó la anti-

hispanidad que supuraba todo el país gracias a la efervescencia nacionalista producto de la Revolución,

y su institucionalización. Los conflictos causados por su presencia en dicho estado lo obligaron a

trasladarse a la Ciudad de México, donde ejercería la docencia y continuaría sus estudios. Aunado a ello

trataría, como lo reflejarían sus trabajos, de rescatar a su patria, de la cual se hallaba tan alejado, y en

medio de un ambiente antiespañol.

Ingresaría a la Escuela Normal Superior donde cursaría sus estudios de licenciatura, para mantenerse

impartía clases a nivel primaria, después de secundaria. Cursaría sus estudios de maestría y doctorado

en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ahí conocerá a

uno de sus mentores: Edmundo O’ Gorman. Realizaría su actividad docente en la universidad hasta el

último día de su existir, acaecido en 1992.

Durante su vida académica recorrió diversos lugares tanto nacionales como extranjeros, dictando

conferencias y asistiendo a congresos de historia. Sus años de profesor en la universidad se vieron

nutridos por diversidad de revistas de las cuales fue editor, como Anuarios y Anglia.

Fue asimismo editor y traductor de diversos libros, en especial de autores alemanes e ingleses

En relación con México tradujo del alemán las Cartas a la patria del viajero C. G. Koppe, México, 1955; Cartas sobre México del también viajero alemán, del siglo XIX, C. C. Becher; prologó y anotó la obra del viajero y diplomático estadounidense Brantz Mayer, México lo que fue y lo que es, México, 1953. [Igualmente] la obra fundamental para México de Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España (México, 1966); la obra capital de W. H. Prescott, Historia de la Conquista de México (México, 1977), y la obra de J. Winckelmann, De la belleza en el arte clásico, México, 1959.8

Entre sus principales obras podemos ver que su interés por algunos temas ello serían

8 Juan A. Ortega y Medina, “La aportación de los historiadores españoles trasterrados a la historiografía mexicana”, en Estudios de historia moderna y contemporánea de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, vol. 10, 1986, [en línea] http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/fichas/f131.html (fecha de consulta 24 de noviembre de 2012).

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La relación histórica de México con los Estados Unidos, además del estudio histórico de éstos (México en la conciencia anglosajona, 2 v., México, 1953-1955; Monroísmo arqueológico, México, 1953; La evangelización puritana en Norteamérica, México, 1976; El conflicto angloespañol por el dominio oceánico (siglos XVI y XVII), Universidad Nacional Autónoma de México, 1981, y el mexicano e hispanoamericano Humboldt desde México, México, 1960; Historiografía soviética iberoamericanista, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1961, y Estudios de tema mexicano, México, SepSetentas (84), 1973. Teoría y crítica de la historiografía científica idealista alemana, Universidad Nacional Autónoma de México, 1980.9

Cuando ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ubicada en Mascarones, Ortega y

Medina “inició una cercana relación intelectual con Edmundo O’Gorman, Justino Fernández y Francisco

de la Maza, hecho que lo ubicó entre los historiadores historicistas. Fue la época de apogeo de Ortega y

Gasset, cuyo pensamiento, al igual que el de Dilthey, fue difundido por Gaos tanto en la Facultad de

Filosofía y Letras como en la de El Colegio de México”.10

Análisis

Si bien se puede decir que la idea de la historia, su método y teoría está enmarcada en la corriente

historicista debemos conocer cuál fue la influencia que recibió nuestro autor, quien ya desde sus

estudios universitarios en España estaba bajo el influjo de grandes filósofos como Ortega y Gasset, de

sus coetáneos José Gaos, y Ramón Iglesia, compañeros suyos en el exilio, y de otros más. Así él, se

consideró como un “historiador formado en el exilio”.11

Con la emigración intelectual a México provocada por el franquismo, llegan José Gaos y Ramón Iglesia,

los llevó a sentirse a sí mismos, por las circunstancias, como hombres de allá y de acá, un trasterrado,

neologismo acuñado para representar que ellos se encontraban a la mitad de dos patrias, una la

española la otra la mexicana. Ellos difundirían el

Historicismo [que] consistía en la toma de conciencia o autognosis relativa al papel que representan las ideas en el desenvolvimiento cultural del hombre, influenciados profusamente por Ortega y Gasset. La historia de las ideas permeó en nuestro autor que consideró que los componentes religiosos, artísticos, éticos, etc., son parte de las motivaciones de los seres humanos actuar de cierta forma en un período histórico. Las ideas reflejan las vivencias del hombre; lo que éste ha hecho, vivido y soportado a lo largo del devenir histórico. Como sostiene Gaos, los hechos no son independientes de las ideas; pero éstos no se reducen a ellas.12

9 Íbidem. 10 María Cristina González Ortiz, Juan A. Ortega y Medina entre andrenios y robinsones, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Instituto de Investigaciones Históricas, 2004, p. 49.11 Juan A. Ortega y Medina, “La aportación de los historiadores españoles trasterrados...” en op. cit.12 Íbidem.

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Más aún, los hechos políticos y económicos no pueden entenderse como sustentadores de una

ideología, sino como elementos emergentes del subsuelo ideológico.

La problemática que el abordó durante sus tesis de maestría y doctorado fue la relación existente entre

el conflicto España-Inglaterra, catolicismo-protestantismo y el cual, como lo diría O’ Gorman, fue el

trauma mexicano de vivir a lado de los Estados Unidos y esa relación entre admiración, imitación-odio,

recelo. “El trauma de no ser como los Estados Unidos, querer ser como ellos, pero sin dejar de ser como

nosotros”,13 esa relación la trasladó, o ya la traía, Ortega y Medida a la dicotomía Inglaterra-España,

catolicismo-protestantismo, capitalismo-humanismo. Entre sus trabajos abordó la problemática del

avance capitalista a partir de las tesis weberiana del protestantismo y la visión calvinista de la riqueza

material es dada por la gracia de Dios, así se manifiesta, al contrario de la visión católica de las buenas

obras.

Realza no sin razón, la buena suerte o casualidad que hayan sido los católicos occidentales quienes

conquistaran estas tierras, pues afirmó que las relación de reciprocidad dadas, por una economía moral

de los españoles les hizo no ver sólo como algo sólo de usufructo a los indios, como lo hicieran los

europeos sajones con los nativos del norte de América. Consideraba que en la conquista española

sobre América nunca dejó de existir una “economía y moral siempre anduvieron machihembradas; el

bien común estuvo por encima del bien privado y la teoría del precio junto, aunque muchas veces

olvidadas y vilipendiadas jamás fue deshecha”.14 En sus estudios sobre la Reforma, y la Contrarreforma,

y el desarrollo del protestantismo que ven a una España atrasada, como en otrora tiempo la Leyenda

Negra, a causa de su culto religioso en íntima relación con su atraso material, en especial si se

comparaba con respecto a los países del norte de Europa.

El libro Teoría y crítica de la historiografía científico-idealista alemana: Guillermo de Humboldt, Leopoldo

Ranke es un repaso por diferentes filósofos e historiadores, que dan el contexto sobre el cual Ranke

sostuvo sus tesis o su manera de percibir y hacer la historia.

En primer lugar pone a los pensadores que hicieron una historia providencialista, donde Dios, y la

religión son reconocidos como factores para el movimiento histórico, el bien y el mal, el pecado y la

salvación juegan un papel preponderante. Una de las principales tesis, esbozadas tanto por Guillermo

de Humboldt como Herder, serán retomadas por la tradición filosófica de Heidegger, así podemos ver

que, desde esos momentos, ya se empezaban a delinear tales preceptos teóricos-metódico, cuando se

13 Álvaro Matute, El historiador Edmundo O'Gorman (1906-1995). Introducción a su obra y pensamiento histórico, en Estudios Mexicanos, Vol. 13, No. 1, México, UNAM/ University of California/Institute for Mexico and the United States, 1997, p. 15.14 María Cristina González Ortiz, op. cit., p. 67.

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afirmaba la individualidad creadora de todas las comunidades en relación con elementos comunes a

toda la humanidad, como la cultura, el lenguaje, el derecho y la religión, esbozadas en su peculiaridad

según las necesidades de la nación forjadora.

Un camino de perfección a través de progresivas imperfecciones. El género humano no se desarrolla lineal, progresivamente, sino que cada cultura nacional es única, y pues, florece de modo distinto frente al desenvolvimiento de las otras. Cada cultura desenvuelve su propio genio en función de sus inherentes principios de crecimiento, y todas y cada una expresan la voluntad de Dios en una forma histórica única [Herder] estudió las diversas civilizaciones en términos de su propio estándar de valor y rechaza la aplicabilidad de cualquier norma universal, humana y válida, en el avaluó de una situación histórica.15

Algo similar retomó Ortega y Medina al referir que “el historiador se interesa en fenómenos efímeros,

personas que mueres e instituciones que, más pronto o más tarde, se disuelven: la historia es flujo (…)

la historia está limitada por la conciencia subjetiva de los historiadores, quienes son mortales, y por los

productos derivados de situaciones históricamente siempre cambiantes”.16 Pues consideraba que “El

problema de nuestro tiempo consiste en la observación de la realidad histórica desde una determinada

perspectiva o circunstancia; de suerte que la verdad histórica resultará múltiple de acuerdo con los

observadores, lugares y épocas”.17

No podemos aceptar sin más ni más una causalidad histórica que se nos antoje determinante, excesivamente simple y muy resorte, pues nuestro intento se encamina a poner de relieve los caracteres reformistas que secundaron la transformación del mundo reformista (…) ni el individualismo, ni el inmanentismo, ni la economía liberal, ni la política de ayer ni la de hoy son creaciones del protestantismo (…) sin embargo no es difícil (…) encontrar en todas estas manifestaciones humanos rasgos e influencias, pistas viejas o frescas de la herencia reformistas (…) Una congerie de circunstancias históricas los hicieron posibles, de aquí que nuestra faena sea destacar y comprender las dichas circunstancia y los tales rasgos.18

Para estos filósofos la historia debe tener un final, una meta, ven ellos, como dice Ortega y Medina, una

teología histórica, “una finalidad que consiste en la realización plenaria de la naturaleza del hombre”.19

Pasa revista después a la interpretación histórica de corte idealista-dialéctica, en que la meta final de la

humanidad, del hombre, era la libertad o la autonomía, así la visión de tesis, antítesis y síntesis forman

el movimiento generador de la historia, cada tesis lleva implícita su antítesis, y ésta su vez otra tesis.

En esa línea pasa a plantear a Hegel como postulador de una historia filosófica o una filosofía de la

historia, más interesada en comprender los hechos, en vez de averiguar del por qué ocurrieron y de

demostrarlos empíricamente. Además de ver al hombre, sus actos y vida misma como un acontecer y

acción de él mismo y no de alguna fuerza externa, dígase Dios. Aun así, no deja de ver y remtir que el

15 Juan Antonio Ortega y Medida, Teoría y crítica de la historiografía…, op. cit., p. 16.16 Íbid., p. 64.17 Juan A. Ortega y Medina, “La aportación de los historiadores españoles trasterrados...” en op. cit.18 María Cristina González Ortiz, op. cit., p. 6119 Juan Antonio Ortega y Medida, Teoría y crítica de la historiografía…, op. cit., p. 18.

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Page 8: Ortega y Medina

movimiento de la historia es debido a un Dios-naturaleza. “Todo lo que ha sucedido y sucederá en la

historia, aconteció y acontecerá por la voluntad del hombre, y la voluntad de éste no es sino su

pensamiento traducido en acción, o bien porque todo acto es exteriorización de un pensamiento y tiene

tras de sí una intención”.20

Examina de igual manera la interpretación histórico-materialista, surgida de Hegel y la dialéctica donde

dos alas se crearon, una a la derecha, otra a la izquierda, bajo la cual se cobijó Feuerbach, y en que la

creencia en un Dios abstracto y controlador de los destinos del hombre fue cambiado por otro. Surgiría

de esa concepción el Dios-proletariado subido a los altares, por Marx. Quien se volcó ya no por

interpretar el mundo, una comprensión del mismo, sino viró hacia una filosofía práctica, por una

transformación de la realidad.

Ve Marx la historia, su motor, como una lucha de intereses, y esa contradicción mueven a la historia.

Ortega observa el mesianismo judío inherente en la obra de Marx, a un hombre comunista regenerado

moralmente y como perfección del hombre, el ideal, el nuevo, alejado y liberado de toda enajenación. E

igual su historia es lineal, el fin de ella está pues en la llegada de una revolución que lleve al proletariado

al poder e instaure el socialismo y avance al comunismo. El pueblo elegido ya no es el judío, o el

cristiano, es la clase trabajadora.

Y quien se interponga en el avance del proletariado industrial debe ser inducido, aun por medio de la

fuerza a industrializarse para crear o formar una clase revolucionaria, la única: el proletariado, para

alcanzar más rápido dicho fin, tal caso fue la justificación que dio Marx a la invasión Norteamérica a

México, o de Inglaterra a la India “el hecho de que toda la historia hasta el presente sea la expresión del

antagonismo clasista, no abona el que se interprete y valore este hecho como explotación”.21 Vista ésta

como el pecado original. La dialéctica marxista encuentra dentro de la sociedad misma, la burguesa, su

propia fuerza de disolución, esto es el proletariado, que dará la sociedad comunista.

Y algo lógico es que en la visión marxista es que surja dentro del seno de la nueva sociedad proletaria

su propia contradicción, lo cual no es visto así, dando por resultado una historia estática, con un fin, el

comunismo. “Se nos podrá argüir que en la simple determinación económica podemos encontrar la

respuesta, pero a los que así se expresan, bien les podemos recordar que la recta interpretación

dialéctica materialista rechaza el monismo y no afirma ni con mucho que toda la historia puede

20 Íbid., p. 2621 Íbid., p. 39

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Page 9: Ortega y Medina

explicarse por el simple dato económico, cosa que por lo demás no excluye que se le considere como

esencial”.22

Sus críticas al marxismo y al positivismo lógico van encaminadas a la polémica que sostuvo en derredor

de su traducción y edición de Humboldt, con el marxismo de Jaime Labastida, Ortega y Medina nos

refería a que “no acabamos de comprender por qué se ha de montar una nueva interpretación temática

o científica mediante el derrumbe y aniquilación, si es posible, de las tesis previas. Al hacerlo así

contribuimos a perpetuar y hacer cierta la observación profunda y amargamente irónica de aquel crítico

para quien la realidad cultural mexicana se le presentaba como una inacabada tela de Penélope, pues

cada recién llegado procura ante todo destruir lo construido o interpretado por otros con anterioridad”.23

Pasa de la crítica a la visión marxista de la historia a la de la historia comtiana, en las cuales ve, Ortega

y Medina una crítica a las doctrina idealistas y la elaboración de una ley que resuelva los fenómenos del

mundos social, la cual es divida en tres estadios y a su vez en otras divisiones, y siguiendo con la

historia lineal y con un final, encuentra en su último estadio el positivo será donde la razón, donde

“renuncia a todo lo trascendente y se limita a la observación, averiguación y comprobación de las leyes

dadas en la experiencia, no tan sólo en el mundo físico sino asimismo del moral y social, visión racional

del mundo”.24

Ortega menciona que Comte en realidad logró rescatar al hombre y ponerlo en el escenario de su propia

historia, y en el movimiento de la misma, y que visto desde el punto de vista del positivismo “el

conocimiento histórico así entendido será forzosamente conocimiento de los particular y de lo general;

del todo y la parte”. Viendo el progreso como fin de la humanidad y por ende de la historia, relacionando

los procesos biológicos aplicables a los procesos históricos. Y señaló, Ortega a manera de crítica que

“podemos añadir que el idealismo, por querer salvar a la historia perdió al hombre en su afán de

esencializarlo; y que el positivismo perderá a la historia, a fuerza de biologizarla”.25

Por su parte, pasa a examinaran a, de quien vertió al español los ensayos del prusiano, Ranke practicó

durante toda su vida como historiador, presentó los hechos, no importando cuán condicionados y

carentes de belleza pudieron estar; no presentarlos tampoco aislados, sino buscar la manera de

unificarlos de suerte que se vea en la unificación la progresión de los acontecimiento, la historia se

22 María Cristina González Ortiz, op. cit., p. 44.23 Juan A. Ortega y Medina, “Otra vez Humboldt, ese controvertido personaje”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. 25, núm. 3, 1976, p. 424.24 Juan Antonio Ortega y Medida, Teoría y crítica de la historiografía…, op. cit., p. 43.25 Íbid., p. 46.

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escribiría con base en los documentos originales y en los relatos de los testigos oculares. Esto es a la

tijera y el engrudo.

Utilizando un método inquisitivo práctico y de autoridades ya que para el prusiano el historiador lo que

hace es mostrar el error; él no tiene por qué decidirse, supuesto que las contradicciones de fuentes son

siempre aparentes resultados del error. Los documentos deben hablar por si solos fue la máxima

positivistas, Ortega y Medina nos dice que toda fuente documental, inclusive las estadísticas, no pueden

expresarse por sí mismas, y cuando lo hace no es ella, sino su intérprete e intérpretes las que la hacen

hablar incluso contradictoriamente la historia no puede sustraerse al ambiente, a las circunstancias y

valores filosóficos de quien la escribe.26

Para Ortega y Medina existen tres puntos principales en la visión rankeana de la historia, desde donde

puede desprenderse, en la visión rnkeana, que existen verdades universales e imparciales: 1) la tesis de

la independencia total del historiador respecto al objeto de su conocimiento; el primero frente al segundo

y éste frente al anterior. La segunda tesis supone que la historia posee de suyo una estructura ya dada,

de suerte que, con ayuda de documentos, basta descubrir, reunir y presentar hechos para que la historia

brote de ellos y podamos así conocer lo que en verdad aconteció. La tercera tesis sostiene que el

historiador puede y debe ser observador imparcial, no comprometido, que se limite a describir los

hechos absteniéndose de juzgarlos; es decir que debe eliminar todo juicio de valor en la ciencia

histórica.27

Creemos que todas [las] versiones particulares son ciertas, poseen su íntima verdad y son dramáticamente verdaderas y tanto monistas, si bien como tiene que ser contradictoria (…) Ranke (…) quería que los hechos hablasen por sí solos, con los cual, como escribió Ramón Iglesia, se asentaba un enorme prejuicio. Los hechos, como se sabe, no hablan por sí mismos, sólo lo hacen cuando el historiador apela a ellos. Querer escribir así la historia, bajo esas exageradas restricciones metodológicas, resulta una vana empresa que aparta al historiador de lo esencial y lo asume en lo meramente instrumental.28

A lo que Ortega menciona “el historiador para aprehender la realidad a la que se enfrenta, para conocer

lo que de hecho pasó, tiene que penetrar los eventos externos que se presentan a su observación

empírica y comprender el nexo causal. Esto supone que el historiador al aceptar ciertas asunciones

teoréticas: asumir que cada individuo, institución o cultura constituye una unidad significativa que es

susceptible de comprensión”.29

Considera a Humboldt como padre del historicismo, basado en tres ideas centrales:

26 Íbid., pp. 55-58.27 Íbid., p. 61.28 Íbid., pp. 58-5929 Juan Antonio Ortega y Medida, Teoría y crítica de la historiografía…, op. cit., pp. 63-64

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La doctrina de las ideas: los fenómenos históricos son meramente manifestaciones externas de las ideas eternas subyacentes. El concepto de individualidad: las ideas, mientras son intemporales, no son abstractas o universalmente válidas, ellas expresan más bien individualidades históricos concretas, manifestaciones en el tiempo (…) la teoría de la comprensión simpatética: la tare del historiador es comprender cada individualidad histórica en su singularidad; penetrar a través de su apariencia superficial en su estructura interna”.30 La totalidad de su desarrollo de los pueblos, en su literatura, artes, religión. “Las ideas no sólo son tan hechos históricos como los que más lo sean, sino aquellos hechos históricos de que dependen los demás, hasta los menos "ideales", en el sentido que ilustrar el siguiente ejemplo.”31

Lo primero con el transterrado Ramón Iglesia, con quien compartió ideas y creencias y abrió una nueva

perspectiva para valorar la historiografía al considerar a cada obra como fin en sí misma y como

expresión de su contemporaneidad. La clave se encuentra en la teoría de la historia. Su posición

historicista, idealista, relativista y vitalista le da sentido y unidad a esa vasta pluralidad bibliográfica

producida a lo largo de más de medio siglo. El escollo fundamental de toda filosofía de la historia es la

dificultad de conceptuar la pluralidad de los hechos dentro de una unidad significativa: aprehender la

multiplicidad como un todo.32 Esto es un pluralismo. “Entender por historicismo una filosofía de la unidad

y la pluralidad de la realidad, en contra de las filosofías tradicionales animadoras exclusivas de la unidad

de la realidad y el hombre, parte de la realidad, aunque sea el principal agente de la pluralidad de ésta,

no dejará de participar de su unidad”.33

Comprendamos a los demás por nosotros mismos o a nosotros mismos por los demás, la comprensión de lo que nos diferencia y la comprensión de lo que nos identifica son inseparables. Ni siquiera el historicismo puede dejar de reconocer la unidad de la realidad, por mucho que llame la atención sobre su pluralidad, en justa reacción a la atención fijada preferentemente durante siglos, sobre la unidad dada comprendemos por nosotros mismos absolutamente aislados, porque ninguno de nosotros es absolutamente aislado; como cada uno de nosotros con-vive con otros, así también comprende con ellos.34

Por ejemplo cuando Gaos hace el prólogo a la Introducción al Ser y el tiempo, nos remite

inmediatamente a su percepción historicista, o relativista, aduce a “que pudiera no ser tan bien

conocido, a pesar de no ser menos un hecho, es que de esa falta de con lo que por lo común se

considera simplemente como diferentes formas de expresar las mismas cosas, por ejemplo, el expresar

una palabra en forma sustantiva lo mismo que expresa otra en forma verbal”35

Influencia heideggeriana, del concepto de horizonte, pues considera que “en cuanto entes receptores

todo influjo exterior debe ponernos en aviso e incluso en guardia. No se trata, insistamos en esto, de

adoptar una actitud negativa, reaccionaria, como dijimos antes; tampoco se intenta establecer

30 Juan Antonio Ortega y Medida, Teoría y crítica de la historiografía…, op. cit., pp. 83-84.31 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnaiz …”, op. cit., p. 499.32 Álvaro Matute, El historiador Edmundo O’ Gorman (1906-1995)…, op. cit., pp. 2-6.33 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnáiz …”, op. cit., p. 508.34 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnaiz…”, op. cit., p. 496.35 José Gaos, Introducción a el ser y el tiempo de Martin Heidegger, España, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 7-8.

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cuarentenas intelectuales ni absurdas medidas de profilaxis espiritual nacionalista y muchos menos

elevar las tarifas para encarecer los valores de fuera y obligarnos a consumir únicamente los nuestros,

porque si se procediese así lo que estaría en peligro sería nuestra propia evolución histórica”.36 Pero

tampoco se trata, ni mucho de crear un “un irrestricto laissez faire espiritual puede producir serias

lesiones psíquicas capaces de alterar, pongamos por caso, el fecundo proceso de mestizaje sobre el

que se va definiendo nuestra peculiar nacionalidad”.37 Sino de todo lo contrario, buscar una fusión de los

horizontes en que exista un mestizaje para de ahí alcanzar una verdad objetiva.

La misma tesis, de retomar el presente para ver el pasado y comprenderlo mucho mejor tanto el pasado

como el presente, y para arrojar nuevas luces al futuro, como en la problemática recurrente en Ortega y

Mediana cuando afirmaba que “lo único que queremos ahora añadir es que si la colonia ha sido hasta el

día de hoy considerada general y superficialmente como irracional, y juzgada y después condenada por

la conciencia liberal en función de esa extremada y patente calificación, ello no quiere ce decir que los

hombres que la constituyeron y vivieron fueran entes irracionales o que conceptuaran a su época como

irracional”.38 En esa dicotomía que caracterizó su trabajo.

En cuestión de la verdad y la objetividad absoluta, para Ortega como hemos venido viendo no existe,

pues no debe proceder a su obra con prejuicios calificativos, sino que éstos sean tomados a la manera

que Heidegger los expone, es decir en un concepto carente de valor moral-maniqueo y sólo como pre-

compresión del tema a elegir, pues es imperioso para tener ese acercamiento con nuestra propia cultura

y con las demás, por que una y otra nos enseñan a convivir con culturas ajenas, diferentes a la vivida,

sea temporal o espacialmente, y los prejuicios más aún, pues ayudan a conocernos en relación con los

demás, especialmente al realizar un acercamiento a los «no-nosotros», logrado a través de un “diálogo,

abrirse a lo otro, [a la alteridad], a los textos pasados, a un conocimiento pasado (…) de [tal] modo se

inaugura una línea de comunicación entre pasado y presente”.39 Con una conciencia histórica, esto es

interpretar el pasado desde el presente, el saber dónde estamos y el por qué somos dependientes de la

tradición. Esa “interrelación intersubjetiva se logra en el [y por el] diálogo y [gracias a él se logra una]

discusión [debate] con aquellos semejantes culturalmente, o los que pertenecen a otra comunidad”.40

O cómo lo diría Gaos

36 Juan A. Ortega y Medina, “Bartolomé de las Casas y la historiografía…”, op. cit., p. 322.37 Íbid., p. 323.38 Juan A. Ortega y Medina, “Otra vez Humboldt, ese controvertido personaje”, en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. 25, núm. 3, 1976, pp. 440-44139 Dora Elvira García González, Hermenéutica analógica, política y cultura, México, Ducere, 2001, p. 7540 Íbid., pp. 69-70.

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El historiador de lo natural o de lo humano no puede tomar por objeto la pasado sin tomarlo en relación con lo presente y hasta con lo futuro: con lo presente, por cuanto la subjetividad con la cual no puede menos de tomarlo, según lo apuntado en las notas anteriores y se desarrollar en otras posteriores, es su subjetividad presente, inclusa en su situación también presente; con lo futuro, por cuanto uno de los ingredientes de toda subjetividad y situación humana son sus previsiones, expectativas y actividad dirigida por éstas o hacia la realización o la evitación de lo previsto y deseado o querido o no deseado o no querido por estos motivos está la Historiografía, no sólo normal, sino esencialmente, al servicio de causas proyectadas sobre el futuro, además de estar condicionada por la presente subjetividad y situación del historiador. En realidad, lo histórico oscila entre la creación y la repetición. Hay que distinguir entre esto último y lo que, tras una interrupción, reproduce o reitera algo anterior. Lo reiterativo no repetirla o reproducirla nunca íntegra o exclusivamente lo anterior.41

Para alcanzar una objetividad, crítica, debemos ver y remitirnos a la prudencia vinculada a la sutileza

(precaución), ya que ésta nos percata de nuestras limitaciones y la segunda nos acerca al texto sin caer

en extremismo, sino tratando de encontrar lo particular en lo universal y viceversa, como en el círculo

hermenéutico, ver las cosas por la totalidad de las partes, sin perder de vista las partes, sujetarnos a

algo común entre la generalidad y mantener entre ambos una tensionalidad. Determinando así que la

presencia del círculo hermenéutico es una presencia virtuosa. La virtud radica en que tal circularidad es

un volver a un algo distinto del que se partió, pero a su vez semejante. El «círculo hermenéutico» “el

lector se sitúa a sí mismo en el contexto del texto, en el medio histórico del autor, la comprensión surge

entonces de la vida del intérprete, enriquecida con aquellas aportaciones del mundo del autor”.42

Un solo texto contiene varios significados; diversos hermeneutas los extraerán. El conjunto de los

intérpretes proporcionará el conocimiento adecuado, correcto y verdadero del texto en cuestión, pues

sus interpretaciones al relacionarse entre sí, se transmiten los correspondientes significados de modo

que unas enriquecen a otras.43

El pre-juicio nos sirve para adentrarnos al texto de una manera cuidadosa, con sutileza, esto es

encontrar una posibilidad donde los otros no la ven. La sutileza es la manera de acercarse al texto,

dejarse decir algo, sin pre-juicios que deformarían la realidad, pero al mencionar sin pre-juicios nos

referimos necesariamente a conocer nuestras limitaciones, nuestra propia condición de humanos y

debilidades por ser partícipes de una comunidad con sus ideas y costumbres, investidos de una

corriente ideológica. Es más, conocer hasta dónde se encuentra mi subjetividad, no para evitarla sino

para controlarla

“Al menos en dos elementos claves, por un lado, la importancia de la tradición (…) y, por el otro, la

actividad crítica renovadora, es decir, el aprovisionamiento y suministro de los diversos sentidos

41 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnaiz…”, op. cit., pp. 490-491.42 La hermenéutica contemporánea, Madrid, Ed. Pedagógicas, 1995, p. 45.43 Enrique Aguayo, La hermenéutica filosófica de Mauricio Beuchot, México, Ducere, 2001, p. 108.

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contenidos en cada cultura”. Ya que comprendemos a los otros cuando nos comprendemos sólo en y

por nosotros, tanto nosotros como ellos estamos inmersos en una tradición, puente entre el pasado y el

presente; y ambos se vayan en una retroalimentación. “Gadamer considera que debido a nuestra finitud

somos dependientes de la tradición y del trabajo de la historia (…) [para él] la tradición y el diálogo son

un «continuum» que permanece en la historia. Como seres finitos, que somos, podemos aprender de

nuestros errores para hacer cosas mejores gracias a la tradición”.44

Debemos entender y reconocer que “no es posible la comprensión hermenéutica del pasado sin la

referencia del presente. La interpretación histórica pasa a través de una conciencia enraizada en el

presente: el intérprete no puede abstraerse, poner a parte los datos de su presente y pretender

reproducir un cuadro «objetivo» de la historia”.45 No existe una interpretación sin presupuestos. Ya que

si nos remitimos, como el historicismo, que pretende eliminar todo prejuicio se convierte a sí mismo en

un presupuesto o prejuicio; en ese caso el problema reside en saber discernir entre buenos o malos pre-

juicios. “Con la expresión «historicista» queremos significar aquellas posiciones que afirman la

posibilidad de reconstruir el contexto histórico original donde se desarrolló el suceso social o cultural que

se quiere interpretar y, de esta manera, rescatar el significado auténtico”.46.

Debemos ver, entonces, la tradición como algo vivo y capaz de revitalizar el pasado y se haga vivirlo en

el presente para vislumbrar «posibles» futuros, ya que las culturas no son “universos abstractos que

descansan sobre sus tradiciones ideales. Constituyen horizontes prácticos e históricos de comprensión

y de acción que deben ser continuamente realizadas con la vida cotidiana por seres humanos concretos,

que ni entienden todos ellos de una misma manera la cultura propia, ni la practican siguiendo un molde

uniforme”.47 Pues si se torna rígida, y encapsulada se convierte en un totalitarismo

Los paradigmas son importantes, pues indican el modo de efectuar la exégesis, ésta no se realiza a partir de cero, sino con conocimientos previos (…) de la acumulación de conocimientos, valores, costumbres. La hermenéutica promueve el entendimiento, la comprensión, el diálogo, la argumentación y el raciocinio, de ahí que como consecuencia sea intersubjetiva y también posibilite la interculturalidad. Al no cerrarse a una sola realidad o a un único modo de apreciarla, posibilita una apertura hacia lo múltiple, hacía lo disímil, con su consciente enriquecimiento.48

Las culturas, y las que son diferentes y buscan interactuar, deben hacer uso del diálogo pues

De la común experiencia, manifestada en el diálogo, pueden aprender qué cosas están bien y qué elementos están mal. Cuáles deben ser fomentados y cuáles deben ser corregidos. Es difícil que una

44 Dora Elvira García González, op. cit., p. 77.45 Manuel Maceiras Fafian y Julio Trebolle Barrera, op. cit., p. 62.46 Ambrosio Velasco Gómez, “La hermenéutica en la filosofía y las ciencias sociales”, en Marta Patricia Irigoyen Troconis (comp.), op. cit., p. 67.47 Dora Elvira García González, op. cit., p 84.48 Íbid., p. 17.

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cultura, por sí misma y por sí sola, encuentre sus deficiencias, sus puntos ciegos; se necesita el diálogo con la otra. Y de esta manera, mediante ese diálogo comprensivo crítico, único que puede ser honesto, se ayudan, fomentan y enriquecen mutuamente las culturas”.49

Es la noción que se expresa cuando se habla, como se hace corrientemente, de la "validez universal" de

la verdad: lo que con esta expresión se quiere decir es, en efecto, que toda proposición verdadera es, o

debe ser verificable por todo sujeto posible, o que la conformidad de la proposición con la realidad

propuesta es o debe ser "cognoscible" directa o indirecta mente, pero en todo caso igualmente, por todo

sujeto posible. Mas esta noción dista de ser tan inconcusa como por tal se la ha recibido. Hay realidades

que, por la naturaleza misma de las cosas, sólo son cognoscibles, en cierta forma, por ciertos sujetos o

incluso por uno solo: así, los fenómenos de conciencia, los hechos de la experiencia mística con sus

objetos.50

Entendamos al “acto de comprensión y, en general, todo el vasto mundo de las ciencias humanas se

refiere a fenómenos de la «experiencia interior», que no cabe «explicar», sino «comprender»”, porque la

hermenéutica es ante todo el “arte de la interpretación como transformación, y no teoría como

contemplación”.51

Tenemos un pasado el cual nos hermana, nos identifica y a la vez nos diferencia de los demás, pues

somos parte activa de una sociedad, por tal también pertenecemos a una tradición, transmitida a través

de la historia en forma de pre-juicio, y ella es re-valorada a cada momento, sus elementos nos son

heredados, no de manera totalitaria ni unívoca, sino de una manera que puede ser juzgada y rescatada

en sus puntos importantes y vitales, nosotros individuos actuantes la revitalizamos a la hora de recibirla,

siendo un puente entre el pasado y el presente mismo que nos influye ante la comprensión de los

sucesos, nos hermana, comunica e identifica y, a su vez, diferencia de los demás.

Por ende la tradición debe ser vista como el cúmulo cultural de una sociedad dada; y es cuando surgen

los problemas de la interpretación porque debemos ser capaces de rescatar, de lo recibido, lo realmente

bueno, y de desechar lo perjudicial, sin perder de vista la existencia de elementos que deben

revitalizarse pues son parte elemental de la cultura; y al mismo tiempo estar abiertos a dar cabida a la

influencia de otros sociedades, que nos enriquezca.

Por consiguiente, la conformidad de las proposiciones que propongan semejantes realidades con estas mismas realidades sólo será cognoscible o semejantes proposiciones sólo serán verificables en cierta forma por semejantes sujetos o sujeto. Pero evidente es que la falta de validez universal de semejantes verdades no las priva, en absoluto, de su verdad, o que, en general, la verdad no tiene por requisito indispensable la

49 Mauricio Beuchot, Hermenéutica analógica y educación multicultural, op. cit., p. 48.50 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnáiz…”, op. cit., p. 504.51 Maurizio Ferraris, op. cit., p. 13.

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validez universal. (…) Ciencia podrá ser más o menos sistemática o de variado sistematismo; incluso más o menos verdadera o conforme con la realidad; en todo caso, verificable en formas divergentes en distintas direcciones; y, más que nada, no universalmente valida52

Conclusiones

Nuestro intento en el trabajo consistió en tratar de rescatar y ver la visión historicista y vincularla con la

filosofía de Heidegger y, Gadamer, y ver que con ella podremos tener un conocimiento científico, sin

llegar a los extremos del positivismo o el marxismo. Si, somos, congruentes y sinceros con nuestro

proceder no debemos, entonces, porque preocuparnos tanto por los resultados de las investigaciones

históricas, pues cada uno tendrá una verdad y un objetivo, pero ellos no pueden ser tan distantes y

extremos que lleguen a invalidar los otros, o que sean tantos que sea irrisorio pensar en una verdadera

legitimación del conocimiento, así si nos asimos a un punto y gradamos los resultados podeos alcanzar

un conocimiento “científico”. Y no caemos así en el extremo relativismo de Vattimo.

El historicismo es pues, sino la verdad absoluta o la manera de llegar a un conocimiento mucho mejor

que en las otras posturas historiográficas, si es, por lo menos, una posibilidad abierta a no cerrarnos a

los monismo autoritarios, estáticos, dogmáticos y deterministas. Nos abre al diálogo, a la compresión y

por supuesto a una verdad mucho más objetiva, real y sin pretensiones de ser universal.

52 José Gaos, “Notas sobre la historiografía: a Arturo Arnáiz…”, op. cit., p. 504.16