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OBRAS COMPLETAS DE FILÓN DE ALEJANDRÍA IV Traducción directa del griego, introducción y notas de JOSÉ MARÍA TRIVIÑO Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata Buenos Aires 1976 PAGE 144

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OBRAS COMPLETAS DE

FILÓN DE ALEJANDRÍAIV

Traducción directa del griego, introducción y notas de

JOSÉ MARÍA TRIVIÑOCatedrático de la Universidad Nacional de La Plata

Buenos Aires 1976

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ÍNDICE

1 SOBRE LA VIDA DE MOISÉS I......................................................................... 32 ............................................................................................................................... 31 SOBRE LA VIDA DE MOISÉS .......................................................................... 512 (DE VITA MOSIS)................................................................................................ 522.1 SOBRE LA VIDA DE MOISÉS II........................................................................ 523 SOBRE LOS DIEZ MANDAMIENTOS O DECÁLOGO, QUE SON COMPENDIOS 1 DE LAS LEYES............................................................................................................. 954 (DE DECÁLOGO)................................................................................................ 965 SOBRE LAS LEYES PARTICULARES.............................................................. 1226 (DE SPECIALIBUS LEGIBUS)........................................................................... 1236.1 SOBRE LAS LEYES PARTICULARES I............................................................ 1236.2 SOBRE LAS LEYES PARTICULARES II.......................................................... 1786.3 SOBRE LAS LEYES PARTICULARES III......................................................... 2236.4 SOBRE LAS LEYES PARTICULARES IV......................................................... 258

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SOBRE LA VIDA DE MOISÉS (DE VITA MOSIS)SOBRE LA VIDA DE MOISÉS I

1. I. Es mi propósito narrar la vida de Moisés, el más grande y perfecto de los hombres en todos los sentidos, el legislador de los judíos, según algunos, el intérprete de las sagradas leyes, según otros; y hacer que conozcan su historia aquellos que merecen no ignorarla.

2. Muéveme a ello el hecho de que, mientras la noticia de las leyes que nos ha legado se ha divulgado por toda la tierra habitada, y ha llegado hasta los mismos confines de ella, no son muchos, en cambio, los que saben quién fue él realmente. Y esto se debe a que, quizá por envidia, y quizá también porque en no pocos casos las disposiciones establecidas por los legisla dores de los diferentes estados se oponen a las suyas, los autores helenos no han querido considerarlo digno de recordación.

3. La mayor parte de esos autores, haciendo mal uso de los po deres que su instrucción les brindaba, han compuesto en verso y en prosa comedias y otras piezas desvergonzadamente licen ciosas, ganándose notorio descrédito; cuando hubieran debido emplear sus naturales dotes para brindar la orientación que se desprende de los hombres buenos y de las vidas de los mismos. De ese modo, ni ejemplo digno alguno, antiguo o reciente, hu biera quedado librado al olvido con la consiguiente extinción de la luz que hubiera podido irradiar; ni se pensaría de ellos que, descuidando los asuntos más elevados y prefiriendo los indignos de atención, se han esforzado por expresar de hermosa manera cosas viles, con miras a dar lustre a vergonzosos temas.

4. Pe ro, en lo que a mí hace, evitaré caer en la ruindad de estos autores y expondré cuanto concierne a Moisés tal como lo he aprendido, por una parte, de los libros sagrados, admirables monumentos que nos ha legado su sabiduría, y por otra, de algunos hombres de los de mayor edad dentro de nuestra nación. Como siempre he ido estableciendo nexos entre lo que oía y lo que leía, creo poseer una mejor información que otros en lo que atañe a su vida.

5.1 II. Comenzaré por donde es de rigor comenzar. Caldeo de raza, Moisés nació, sin embargo, y fue criado en Egipto, de bido a que sus antepasados, empujados por una prolongada escasez que agobiaba a Babilonia y las regiones vecinas, habían emigrado a ese país con toda su familia en busca de alimento. Egipto es un país llano y fértil, sumamente abundante en aque llas cosas que la naturaleza humana necesita, y en especial en trigo. 1 Para los parágrafos 5 a 17 ver Éx. II, 1 a 10.

6. Es que en pleno verano, cuando, como es notorio, los otros ríos, tanto los alimentados por las lluvias invernales como los que nacen en fuentes locales, disminuyen sus caudales, el río de este país crece y se desborda y derrama por las tierras de cultivo anegándolas, de manera que ellas no han menester de lluvias, y año tras año proporcionan cantidades inagotables de bienes de toda clase, siempre que la ira Divina no lo impida por prevalecer la impiedad entre sus habitantes. 7. Tuvo a las mejores personas de su tiempo por padre y madre, ambos de la misma tribu, y unidos más que por los lazos del paren tesco, por el recíproco afecto. Moisés fue el séptimo descen diente del primer antepasado, que, convertido en emigrante, llegó a ser el fundador de toda la nación judía.2 2 Éx. VI, 16 y ss.

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8. III. Fue criado Moisés en calidad de príncipe, siendo el origen de tal privilegio el siguiente. Como su nación se multiplicaba ince santemente, el rey del país, temiendo que los colonos, al crecer su número, disputasen con fuerzas superiores la posesión del mando a los nativos, maquinó aniquilar el poder de los mismos poniendo en práctica inicuos proyectos, y ordenó que de los nacidos entre ellos se criase a las niñas, ya que la mujer es ine ficaz en la guerra por su débil constitución; y se exterminase a los varones, a fin de que no se multiplicasen en las diversas ciudades, porque una vigorosa población masculina constituye un baluarte difícil de tomar y destruir.

9. Desde sus primeros días de vida el niño dio muestras de cualidades nada comunes, lo que movió a sus padres a echar mano a todos los recursos posibles para burlar las disposiciones del déspota. Así, se nos dice que durante tres meses seguidos fue amamantado en su casa, sin que lo supieran más que unos pocos.

10. Pero, como, según suele suceder en los estados monárquicos, no faltaban quienes anduvieran espiando en los rincones más íntimos movidos por un permanente deseo de llevar al rey alguna nueva noticia, sus padres, temerosos de que por tratar de salvar una vida la muerte alcanzase también a un ma yor número, es decir, a ellos mismos, con el llanto en los ojos lo depositaron junto a las riberas del río, y se retiraron entre lamentos, compadeciéndose a sí mismos por lo que se veían forzados a hacer, y llamándose asesinos y matadores de su pro pio hijo; y compadeciendo, a la vez, al niño por su muerte del todo injustificada.

11. Luego, como es natural en una desgra ciada situación tan fuera de lo común, se acusaban a sí mismos como responsables de haber empeorado las cosas. "¿Por qué", decían, "no nos desprendimos de él apenas nacido? Los más consideran que un niño al que no se ha llegado a proporcionar aún el cotidiano alimento no es un verdadero ser humano. Pero, nosotros, los sobremanera excelentes, lo hemos alimentado durante tres meses enteros, forjando para nosotros mismos una aflicción más grande aún, y para él una mayor tortura, para que, siendo ya capaz de experimentar plenamente los placeres y los dolores, perezca con la sensación de males aún más te rribles.

12. IV. Marcháronse ellos, ignorantes de lo que habría de suceder, agobiados por la tristeza y el dolor; pero la hermana del niño abandonado, doncella aún, movida por su afecto hacia los suyos, permaneció a corta distancia a la espera de lo que sobrevendría. Todo lo cual sucedía, según mi opinión, en cum plimiento de los Divinos designios sobre el niño.

13. El rey del país tenía una única hija, a la que amaba. Esta, dice la historia, estaba casada hacía mucho tiempo, y, no habiendo en gendrado hijos, ansiaba, como es natural, tener uno, especial mente varón, para que llegara a ser el afortunado heredero del cetro de su padre, el que corría peligro de pasar a manos extra ñas si su hija no le daba un nieto.3 3 Nada dice el Éxodo en el sentido de que la hija del faraón fuera hija única del soberano, y de que ésta no tuviera hijos propios.

14. Presa siempre de tris teza y angustia, aquel día sentíase como nunca oprimida bajo el peso de las preocupaciones; y, aunque acostumbraba permanecer en su morada, sin atravesar jamás su puerta, salió en com pañía de sus criadas en dirección al río, donde el niño había sido expuesto. Cuando, ya allí, se disponía a realizar los lavados y aspersiones, lo alcanzó a ver en

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lo más espeso de la marisma, y mandó que se lo trajesen.

15. Luego, contemplándolo de la cabeza a los pies, constató su hermosura y buena constitución; y, viéndolo llorar, se compadeció y en su corazón surgió ya un sentimiento maternal hacia él, como si se tratase de su propio hijo. Pero, dándose cuenta de que era hijo de hebreos, sobre los que pesaba la amenaza de la real orden, reflexionó sobre la manera de criarlo, dado que en las presentes circunstancias no resultaba seguro pensar en conducirlo al palacio.

16. Indecisa estaba aún, cuando la hermana del niño, conjeturando su difi cultad, se aproximó rápidamente desde donde se hallaba al acecho, y le preguntó si quería que el pequeño tuviera por ama de leche a una mujer hebrea que no mucho hacía había dado a luz.

17. Habiendo manifestado la princesa su confor midad, ella trajo, como si se tratase de una extraña, a su propia madre y madre del infante, la que, presta y complacida, se comprometió a criarlo, aparentando que lo haría por una paga. Con todo esto se cumplían los designios de Dios, quien tenía determinado que los primeros alimentos del niño fuesen los que naturalmente le correspondían. Luego, como había sido resca tado del agua, dio al niño la princesa el nombre de Moisés, nombre derivado de agua, como que los egipcios la llaman "moy".

18. V. Tras un ininterrumpido desarrollo y crecimiento, llegó el tiempo del destete, más rápidamente de lo que cabía esperar; y su madre, y a la vez nodriza, se presentó a entregarlo a la que se lo había confiado, pues ya no necesitaba ese alimento. Su aspecto revelaba nobleza y distinción.

19.4 La princesa, viendo su desarrollo, superior a su edad, y su aspecto, sintió crecer el afecto que ya le profesaba y lo tomó por hijo; no sin haber antes simulado tener el vientre abultado, a fin de que el niño fuera tenido por vástago propio y no por hijo fraguado.Dios hace que resulten fáciles todas las cosas, si El lo quiere; aun las más difíciles de alcanzar.4 Las consideraciones de los parágrafos 19 a 33 no se apoyan en texto bíblico alguno y sólo son conjeturas de Filón sobre lo que debió haber pensado, sentido y hecho Moisés en el periodo de que aquí se trata.

20. Así pues, vino Moisés a adquirir el derecho a una crianza y a un cuidado principescos; mas no por ello se entregó, como es normal en plena niñez, al disfrute de diversiones, risas y juegos; a pesar de que los en cargados de atenderlo no se oponían a que tuviera expansiones, ni se mostraban severos con él. Por el contrario, él, dando mues tras de modestia y seriedad, se aplicaba a oír y ver aquellas cosas que prometían ser provechosas para su alma.

21. No tardaron en acudir maestros procedentes de distintas partes, unos por propia iniciativa desde los países vecinos y desde las provincias de Egipto; otros desde Grecia, mandados a llamar a trueque de grandes recompensas. No mucho tiempo después, sin embargo, dejó atrás las capacidades de los mismos, pues sus buenas dotes naturales aceleraban sus progresos en el saber, al punto de que tales progresos parecían ser más el resultado de reminiscencias que del estudio, llegando incluso a proponerles él mismo difíciles problemas.

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22. Es que las grandes natura lezas abren muchos nuevos caminos en la marcha del saber; y, así como los cuerpos robustos y ágiles en todas sus partes aho rran preocupaciones a los instructores de atletismo, que o no les dedican cuidado alguno o les dedican muy poco; de la mis ma manera el alma bien dotada, tomando la delantera, saca pro vecho de lecciones que ella misma dicta, más que sus maestros; y, en adquiriendo ciertas nociones iniciales del saber, se lanza cual un corcel hacia la llanura, como dice el refrán.

23. Los doctos egipcios lo instruyeron en aritmética, en geometría, y en los secretos de la métrica, del ritmo, de la armonía, y de todos los aspectos de la música, empleando para ello instrumentos y explicaciones contenidas en los manuales y en tratados más especializados. Posteriormente le enseñaron también los sim bolismos de su filosofía, la que está expuesta en las llamadas inscripciones sagradas, y se pone de manifiesto además en el culto de los animales, a los que tributan honores Divinos. Grie gos fueron los que le enseñaron el resto de los conocimientos de la cultura general, 5 y naturales de los países vecinos, los que lo instruyeron en las escrituras asirías y en la ciencia caldea respecto de los cuerpos celestes. 5 Ver Interpretación alegórica III, 85, y Sobre la unión con los estudios preliminares 11.

24. Ésta también la apren dió de los egipcios, los que son muy dados a los estudios astrológicos. Y, cuando se hubo interiorizado cuidadosamente de las coincidencias y las divergencias de unos y otros, dejando de lado toda polémica y controversia, buscaba la verdad, pues su enten dimiento no se avenía a aceptar falsedad alguna, como hacen habitualmente los sectarios, que defienden las doctrinas por ellos propuestas, cualesquiera fueren, sin molestarse en averiguar si son legítimas, imitando así a los que alegan a favor de alguno por dinero, despreocupados completamente de la justicia.

25. VI. A medida que iba dejando ya atrás los límites de la infancia, crecía su sensatez, y no permitía, como algunos hacen, que se desbocasen las juveniles concupiscencias, las que tienen infinitas oportunidades de encenderse por obra de los innume rables incentivos que proporciona la vida palaciega. Por el con trario, las controlaba con las riendas, por así decir, de la tem planza y la moderación, y frenaba con energía el impulso de su avance.

26. En cuanto a las demás pasiones, furiosas y vio lentas como son naturalmente de por sí, las apaciguaba una a una amansándolas y serenándolas. Bastaba con que se agitaran un poco y desplegaran alas, para que él les aplicara correctivos de una severidad que iba más allá de las simples reprimendas de palabra; refrenaba, en suma, las tendencias e impulsos de su alma cuando estaban en sus comienzos, como si se tratara de un caballo rebelde, temeroso de que se pusieran fuera del al cance de la razón, a la que compete el controlarlas, y se pro dujese el más completo de los desórdenes. Porque estos impulsos son origen de bienes y de males; de bienes, si acatan los dicta dos de la soberana razón; de males, cuando, saliéndose de su estado normal, entran en la anarquía.

27. Era natural, pues, que los familiarizados con él y todos los demás, como estupefactos ante un inusitado espectáculo, se preguntaran llenos de admiración qué clase de inteligencia era la que, como una estatua en su santuario, residía en su cuerpo; y si se trataba de un alma humana o Divina o combinación de ambas cosas a la vez, ya que nada tenía de común con las almas de la mayoría de los hombres, sino estaba por sobre ellas y se elevaba a superiores alturas.

28. Porque nada concedía al vientre fuera de los obligados tributos establecidos por la

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natu raleza; y de los placeres sexuales, como no fuera para engendrar hijos legítimos, ni se acordaba.

29. Y, como la única vida que le interesaba era la del alma, no la del cuerpo, después de convertirse en un excepcional practicante de la austeridad, y detestando como nadie la vida relajada, daba muestras de sus principios filosóficos a través de sus diarias acciones, diciendo lo que pensaba y ajustando sus actos a sus palabras a fin de que existiera una armonía entre sus manifestaciones y su vida, y apareciera claro que su vida era tal como su palabra, y su pa labra tal como su vida, acordes entre sí como los sonidos de un instrumento musical.

30. A la mayoría de los hombres bástales que una pequeña brisa de prosperidad sople sobre ellos, para que se hinchen y envanezcan en grande, y para que, llenos de jactancia, califi quen a los de condición inferior de seres impuros y molestos, de fardos de la tierra v otras cosas por el estilo, como si ellos llevaran consigo la garantía firme y segura de la perduración de su bonanza; aunque quizá ni siquiera les dure hasta el día siguiente su presente situación.

31. Nada, en efecto, es más inestable que la fortuna; que mueve las cosas humanas arriba y abajo, y en un solo día da por tierra con el encumbrado y exalta hacia las alturas al humilde.6 Estos hombres, aunque ven y conocen claramente que esto sucede siempre, con todo desprecian a familiares y amigos, violan las leyes bajo las que nacieron y crecieron, y alteran, adoptando nuevos modos de vida, las patrias costumbres, normas a las que ningún reproche justo cabe hacer; y, por su apego a las cosas del presente, dese chan ya todo recuerdo de las antiguas.6 Paráfrasis de un fragmento de Eurípides citado en Sobre los sue ños I, 154.

32. VII. Moisés, por el contrario, aunque alcanzó las cimas de la humana prosperidad, considerado hijo de la hija de tan gran rey, y habiendo llegado a ser, en las previsiones de todos, el casi seguro sucesor en el trono de su abuelo, y llamado, como no podía ser menos, el joven rey; sintió gran apego por formas de vida de sus familiares y antepasados, considerando que la prosperidad de quienes lo habían adoptado, aunque más brillante debido a las circunstancias, era espuria; en tanto que la grandeza de sus padres naturales, aunque menos ilustre ante los ojos de los coetáneos, era, al menos suya propia y genuina.

33. Y, reconociendo, como juez imparcial, los merecimientos tanto de sus padres naturales como de sus padres adoptivos, a los pri meros retribuía con sus buenas disposiciones y profundo amor hacia ellos, y a los segundos con su gratitud por él buen trato recibido de ellos. Y lo hubiera continuado haciendo de ese mo do, si no hubiera advertido que el rey maquinaba llevar a cabo en el país una grande y nueva impiedad.

34.7 Los judíos, en efecto, eran, como antes he dicho, residentes extranjeros desde la época en que el hambre obligó a los fundadores de la nación a emigrar por carecer de alimentos desde Babilonia y las sa trapías superiores 8 hacia Egipto; siendo, en cierto modo, supli cantes que se acogían a la protección que como un sagrado asilo les ofrecía la piedad del rey y la compasión de los habitantes del país.7 Para los parágrafos 34 a 59 ver Éx. II, 14 a 25.8 Satrapías superiores o altas eran las satrapías centrales y orientales del Imperio Persa. Al emplear esta denominación para ubicar la región de Mesopotamia de la que, según el Pentateuco, procedía Abraham, co mete Filón el anacronismo de referir a un período muy

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anterior, primera mitad del segundo milenio, una nomenclatura geográfica correspondiente a la primera mitad del primer milenio. Análoga distorsión cronológica en cierra la afirmación del texto bíblico según la cual la familia de Abraham partió "del país de los caldeos", ya que la región central y sur de Mesopotamia se denominó Caldea o país de los caldeos sólo a partir del siglo VIII o VII a. C. en que se radicaron en ella los invasores semitas deno minados caldeos.

35. Los extranjeros, en efecto, han de incluirse, creo yo, en la categoría de suplicantes de aquellos que los acogen; pero además de suplicantes, son inmigrantes y amigos, que aspi ran a la igualdad de derechos con los habitantes nativos; pró ximos ya a la ciudadanía pues en poco difieren de los naturales del país.

36. Pues bien, a estos extranjeros, que abandonaron su propio país y llegaron a Egipto para habitar allí sin peligros, como en una segunda patria, convirtió en esclavos el soberano del país, y como si los hubiera tomado prisioneros por derecho de guerra o los hubiera comprado a amos en cuyas casas hu bieran sido criados, los subyugó, y declaró esclavos a quienes no sólo eran libres, sino además huéspedes, suplicantes e inmigrantes; sin que por ello mostrara vergüenza ni temor de Dios, el libertador, el hospitalario, el misericordioso y acogedor, que vela por tales personas.99 Es decir, por los huéspedes, los suplicantes y los inmigrantes.

37. No tardó en establecer prescrip ciones más pesadas que las que podían soportar, agregando un trabajo tras otro; y una disciplina de hierro se hizo sentir sobre los que flaqueaban por debilidad. Escogía, en efecto, como supervisores de los trabajos a hombres en extremo implacables y crueles, refractarios a toda conmiseración, cuyo nombre de "apura trabajos" estaba en todo de acuerdo con la realidad de los hechos.

38. Entre los operarios, unos fabricaban ladrillos de barro, otros acopiaban de todas partes montones de paja, pues la paja constituye el medio para dar cohesión al ladrillo, y otros estaban destinados a la fabricación de casas, murallas y ciudades, y a abrir canales, transportando ellos mismos los materiales día y noche, sin ser reemplazados, sin tener descanso alguno, y sin que, en suma, se les permitiera ni siquiera dormir, forzados, como estaban, a efectuar a la vez trabajos propios de artesanos y de peones. De esa manera, en poco tiempo, al des fallecimiento de sus espíritus seguía inevitablemente el agota miento de sus cuerpos.

39. La prueba está en que morían uno tras otro, cual víctimas de una devastadora epidemia, y eran arrojados insepultos fuera de los lindes fronterizos, sin que se permitiera, no ya cubrir de tierra sus cadáveres, pero ni aun derramar lágrimas por los parientes o amigos muertos de ma nera tan deplorable. Pero además intentaban los impíos ejercer su despotismo sobre los indomables sentimientos del alma, única cosa entre todas, podríamos decir, que la naturaleza ha dejado libre; y los oprimían con el insoportable peso de una coerción más poderosa aún que la de la misma naturaleza.

40. VIII. Estos hechos no cesaban de deprimir y angustiar a Moisés, que sentíase impotente así para oponerse a los que pro cedían injustamente como para ayudar a los oprimidos. Pero, en la medida en que le era posible, ayudaba con sus palabras exhortando a los supervisores a obrar con moderación y a hacer menos duros y estrictos los rigores de las instrucciones; y a los

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trabajadores, a sobrellevar la situación con altura, a adoptar una actitud viril y a no permitir que sus almas se contagiasen del cansancio de sus cuerpos, y a que abrigasen, en cambio, la esperanza de que sus males se trocarían en bienes.

41. Decía les que todas las cosas en el mundo se truecan en sus contrarias, el cielo nebuloso en despejado, la violencia de los vientos en suave brisa, el oleaje del mar en mar calmo y tranquilo; y que eso ocurre también con las cosas humanas en mayor medida aún por cuanto son más inestables.

42. Pensaba, como buen médico, que, calmándolos de esa manera, habría de aliviar sus sufrimientos, por penosísimos que fuesen. Pero, cada vez que estos se mitigaban, pronto volvían otra vez indefectiblemente a acosarlos tras un respiro, acompañados de alguna nueva mi seria, más afligente aún que las anteriores.

43. Es que algunos de los supervisores eran extremadamente salvajes y feroces, en nada diferentes de los animales ponzoñosos y carnívoros; ver daderas fieras con aspecto humano, que adoptan exteriormente la apariencia de seres civilizados, solo para caer insidiosamente sobre su presa; más duros que el hierro o el acero.

44. A uno de estos, el más cruel de todos, mató Moisés, convencido de que llevaba a cabo uña acción justa, por cuanto aquél, además de no avenirse a concesión alguna, se ensañaba más aún ante sus exhortaciones, golpeando a los que no ejecutaban sin dila ción y con habilidad lo ordeñado, ultrajándolos hasta matarlos y haciéndolos objeto de toda suerte de malos tratos. Y fue una santa acción el terminar con quien vivía para ruina de otros hombres.

45. Enterado de esto, el rey se irritó, considerando de suma gravedad no tanto el hecho de que alguien hubiera sido muerto o ultimado justa o injustamente, sino el que el hijo de su propia hija ni estuviese de acuerdo con él ni considerase como amigos y enemigos suyos a los amigos y enemigos del rey, y odiara, en cambio, a los que él amaba, y amara a los que él detestaba, compadeciendo a los que él trataba con rigor y sin piedad nin guna.

46. IX. Por otra parte, los funcionarios comprendieron la aversión del joven y, al mismo tiempo, nació en ellos la aversión hacia él, pues sabían que no habría de olvidar sus malvadas acciones contra los trabajadores, y que les pediría cuentas en el momento oportuno; y llenaron los abiertos oídos de su abuelo con infinidad de intrigas, unos de una parte, otros de otra; y así suscitaron en él hasta el temor de que Moisés le arrebatase el mando. Sus palabras eran éstas: "El te atacará; sus planes son ambiciosos; siempre se trae entre manos algún nuevo proyecto; ambiciona el trono antes de tiempo, adula a algunos, amenaza a otros, mata sin derecho alguno, acusa a los que te son más leales. ¿Cómo es que dudas, en vez de poner coto a lo que se propone hacer? Las dilaciones de los amena zados por asechanzas favorecen grandemente a los agresores."

47. Mientras ellos exponían tales denuncias, Moisés se había retirado a la vecina Arabia, donde le era posible permanecer a salvo y, al mismo tiempo, suplicar a Dios que rescatase a unos de sus tremendas desgracias, y castigase como merecían a los que no perdonaban medio alguno para calumniar; y que dupli case Sus gracias permitiéndole ver ambas cosas consumadas. Dios, movido por el alto concepto que Le merecía aquel espí ritu amante del bien y detestador de la bajeza, atendió a sus súplicas, y no pasó mucho tiempo sin que, como

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corresponde a la Divinidad, juzgara al país y sus hechos.

48. Pero, mientras llegaba el tiempo de pronunciarse la sentencia, Moisés se ejer citaba en las lides de la virtud, llevando consigo como instructor al noble discernimiento, bajo cuya guía se preparaba para las supremas categorías de vida: la teorética y la práctica; desarro llando incesantemente doctrinas filosóficas, interpretándolas con mente ágil y confiándolas a la memoria para ya no olvidarlas; y armonizando de inmediato con ellas sus acciones personales, laudables sin excepción, pues anhelaba no la apariencia sino la verdad, ya que no tenía otro norte que la recta razón de la naturaleza, único principio y fuente de las virtudes.

49. Otro, que fuera fugitivo de la implacable cólera del rey y acabara de llegar por primera vez a un país extranjero, sin haberse familiarizado aún con las costumbres de los lugareños, y no sabiendo exactamente qué era lo que les complacía o les ofendía, hubiera procurado quedarse tranquilo y vivir más obscuramen te, oculto a los ojos de la multitud; o deseado salir a la vida pública y atraerse con obsequiosos servicios los favores de los encumbrados y más poderosos, de los cuales podría aguardar alguna utilidad y ayuda en caso de que se intentara atentar contra él y hacerlo objeto de violencias.

50. Moisés, en cam bio, recorría el sendero contrario al que cabía esperar, siguiendo 'os saludables impulsos de su alma, sin permitir que ninguno de ellos viniese a dar en tierra. Y de esa manera, daba a veces pruebas de un ardor superior a sus reales fuerzas, seguro de que la justicia es una fuerza invencible, y de que era ella la que despertaba en él ese espontáneo deseo de acudir en ayuda de los más débiles.

51. X. Me referiré a un suceso del que fue parte por entonces, hecho que, si bien puede parecer insignificante, atestigua un espíritu nada común. Los árabes son criadores de ganado, y entre ellos el apacentamiento de los animales está a cargo no sólo de los hombres sino también de las mujeres, los niños y las niñas, y eso reza no sólo con las familias humildes y sin renom bre sino también con las más ilustres.

52. Siete doncellas, hijas de un sacerdote, habían llegado a cierta fuente conduciendo su rebaño, y, después de atar sus pequeños cubos a las cuerdas, turnábanse una tras otra para distribuirse por igual el trabajo; y con gran diligencia llenaban las cisternas que estaban allí cerca colocadas.

53. Pero, llegaron entonces otros pastores, que. sintiéndose superiores ante la debilidad de las jovencitas, las forzaron a alejarse con su rebaño y acercaron sus propios animales al agua ya preparada, con ánimo de aprovecharse del trabajo ajeno.

54. Moisés, que no se hallaba lejos de allí, al ver lo sucedido, se aproximó con toda prisa, y, ya cerca de ellos, les dijo: "No sigáis con este atropello confiados en que la soledad os da ventaja. ¿No os pone rojos de vergüenza el alimentar unos brazos y antebrazos holgazanes? Masas de ca bellos y de carnes sois vosotros, no hombres. Las muchachas trabajan como hombres en plena juventud, sin descuidar nada de lo que ha de hacerse; vosotros, en cambio, los jóvenes, sois ya delicados como muchachas.

55. !Marchaos y dejad el lugar a quienes llegaron antes que vosotros y, además, son dueñas del agua! ¿Pretendéis quitarles el agua ya preparada, cuando lo justo hubiera sido que vosotros

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hubierais recogido también para ellas, a fin de que el agua fuera más abundante? Pero, ¡por el celestial ojo de la justicia!, no escaparéis de él, pues su vista se extiende hasta los sitios más desiertos.

56. La prueba la tenéis en que me ha elegido a mí como un auxiliar que vosotros no esperabais. Estoy, en efecto, de parte de las atropelladas por vosotros, y cuento con un potente brazo que no es dado contemplar a los insolentes, pero cuyo. invisible escarmiento sentiréis, como no desistáis de lo que estáis haciendo."

57. Mientras él les hablaba en estos términos, ellos, temiendo que sus palabras fueran revelaciones de un oráculo, ya que, mientras hablaba, se iba inspirando y adoptaba el aspecto de un profeta, entraron en razón y condujeron el rebaño de las doncellas hacia las cisternas, después de haber retirado los reba ños propios.

58. XI. Las jóvenes retornaron a sus moradas con inmensa alegría, y narraron el inesperado suceso a su padre, el que con cibió un gran deseo de ver al extranjero. Lo cierto es que las censuró por su ingratitud diciéndoles más o menos así: "¿Qué sentimientos son los vuestros, que lo dejasteis ir, cuando debis teis traerlo aquí enseguida y forzarlo a hacerlo, en caso de que pusiera reparos? ¿Acaso habéis conocido en mí alguna mala disposición hacia el prójimo? ¿O es que dais por descontado que ya no volveréis a dar con hombres injustos? Los que olvi dan el agradecimiento carecen, y así debe ser, de ayuda. Con todo, la falta tiene remedio todavía; id de prisa y con toda diligencia, e invitadlo a que venga a recibir, en primer lugar, la hospitalidad que se le debe, y, en segundo lugar, una recom pensa ya que estamos en deuda con él."

59. Ellas con toda prisa le dieron alcance no lejos de la fuente, y, tras comunicarle el mensaje de su padre, lo convencieron para que fuera a la morada paterna. El padre, profundamente impresionado al principio por su aspecto, y por su discreción poco después —que las naturalezas grandes son trasparentes y no han menester de mucho tiempo para hacerse patentes— le concedió en matri monio a la más hermosa de sus hijas, atestiguando con ese solo gesto todas las nobles cualidades de Moisés; y probando cómo sólo lo noble es digno de aprecio, y no ha menester de otro testimonio alguno, sino lleva en sí los signos que permiten reconocerlo.

60. Después de su casamiento, Moisés tomó a su cargo los rebaños, y los apacentaba; con lo que hacía sus primeras armas en el arte de gobernar, ya que el oficio pastoril constituye un ejercicio preparatorio para el que habrá de presidir el más civi lizado de los rebaños, el humano, del mismo modo que para las naturalezas belicosas lo es la caza, ya que los que se preparan para comandar ejércitos se ejercitan antes en las cacerías. Por ello los animales irracionales resultan ser como un material destinado a proporcionar práctica en el ejercicio del mando en ambos órdenes de cosas, el de la guerra y el de la paz.10 10 Ver Sobre José 2 y 3

61. La caza de fieras es, en efecto, un ejercicio propio de gene rales con miras a su actuación contra los enemigos, en tanto que el cuidado y la supervisión de los animales mansos es una instrucción apropiada para los reyes con miras al trato de éstos con sus súbditos. De aquí que se los llame "pastores de pue blos";11 y no a título de menoscabo sino aludiendo a una sobre saliente dignidad.

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11 Ilíada I, 263.

62. Y según mi opinión, que es fruto, no del parecer de los más, sino de mis cavilaciones sobre la verdad en que este asunto (y ríase el que quiera), sólo puede llegar a ser un rey cabal quien sea aventajado en el conocimiento del oficio de pastor, pues se habrá instruido con seres vivos inferiores en lo concerniente a las creaturas superiores. La iniciación en los pequeños misterios es, en efecto, un requisito previo indis pensable para la iniciación en los grandes.1212 A esta afirmación, circunscripta a los misterios religiosos que exigían una etapa preparatoria para la participación en la plenitud cultural, le atribuye Filón un carácter proverbial, como si dijera: No hay ejercicio de funciones superiores o más complicadas, sin una previa ejercitación en las inferiores o más simples.

63.13 XII. Así pues, se convirtió Moisés en el más aventajado de los cuidadores de rebaños de su tiempo, siendo capaz de arbitrar todos los recursos útiles para provecho de los animales. Tal eficacia era resultado de no cejar jamás en su empeño y de ejercer sus funciones al frente del ganado con voluntariosa y espontánea diligencia en todo cuanto era necesario; y así, haciendo gala de una honestidad y una integridad sin segundas intenciones, acrecentó sus rebaños. 13 Para los parágrafos 63 a 84 ver Éx. III, 1 a IV, 17.

64. Consecuencia de ello fue que otros pastores, viendo que no sucedía otro tanto con sus propios rebajos, no tardaron en mirarle con envidia. A dichos rebaños todo lo bueno que parecía sucederles era permanecer sin cambios, en tanto que en los de Moisés el solo hecho de transcurrir un día sin que se acrecentasen resultaba un retroceso, comparado con los progresos que eran normales en ellos así en la calidad de la carne grasa como en la cantidad resultante de su fecundidad y saludable alimentación.

65. Ahora bien, había Moisés conducido su rebaño a una zona bien provista de agua y pastos, y en un lugar donde crecía abundante hierba, excelente para las ovejas, habiéndose apro ximado hacia un bosquecillo, presenció un espectáculo asom broso. Había allí un arbusto, planta espinosa y en extremo ra quítica, la que, sin que fuego alguno la alcanzase, ardió repen tinamente, y, a pesar de que apareció envuelta desde sus raíces hasta sus extremos por una inmensa llama, permaneció intacta cual si surgiera de una fuente, sin consumirse, como si se tratara de una sustancia inmune a los efectos del fuego, y en vez de servirle como combustible, se sirviera de él para nutrirse.

66. En medio de la llama había una forma de singular hermo sura, sin parecido con objeto visible alguno, imagen de aparien cias del todo Divinas, claridad que resplandecía con un brillo superior al de la luz del fuego; tal que bien podría pensarse que se trataba de una imagen del Que Es. Pero llamémosla, más bien, "mensajero", dado que seguramente anunciaba futuros su cesos, mediante una grandiosa visión en medio de un silencio más elocuente que la palabra.

67. La zarza ardiente era, en efecto, símbolo de los que sufren injusticias, en tanto que el llameante fuego lo era de los que las cometen. El hecho, a su vez, de no consumirse lo que ardía simbolizaba que los que son objeto de atropellos no sucumbirán ante sus agresores, y que el ataque de éstos resultará fallido e ineficaz, y su asechanza no causará daño alguno a aquellos. Y en cuanto al mensajero, era símbolo de la providencia de Dios, la que, en medio

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de inmenso silencio, procura en las más terribles situaciones un alivio que supera todas las esperanzas.

68. XIII. Pero vale la pena que nos detengamos a examinar en detalle la comparación. La zarza, como se ha dicho, es una planta sumamente raquítica, pero provista de espinas capaces de herir a quien llegue a tocarla solamente; y no fue devorada por el fuego, no obstante la naturaleza destructora de éste, sino, por el contrario, el mismo le sirvió de protección; y, permane ciendo tal cual era antes de arder, no sólo no sufrió deterioro alguno sino adquirió mejor aspecto aún.

69. Todo esto era una descripción de las condiciones en que por entonces se ha llaba nuestra nación, como una voz que se dirigía a los que vivían en el sufrimiento habiéndoles en estos términos: "No desfallezcáis; vuestra debilidad es una fuerza punzadora, que herirá a muchísimos. No pereceréis, antes bien seréis salvados contra la voluntad de ellos por los mismos que anhelan destruir a vuestra raza; vuestros males no redundarán en daño vuestro, y por el contrario, cuanto más seguro esté alguien de aniqui laros, con más brillo resplandecerá en tales circunstancias vues tra gloria."

70. A su vez, el fuego, naturaleza destructora, enrostraba a los hombres de espíritu cruel, diciéndoles: "No os elevéis en alas de vuestras propias fuerzas; ved vuestro inven cible poder aniquilado y aprended a ser prudentes. La llama es devoradora por naturaleza, pero se consume cual si fuera madera; ésta, en cambio, siendo de naturaleza combustible, aparece quemando cual si fuera fuego."

71. XIV. Después de mostrar a Moisés este milagroso por tento, clarísima advertencia de cuanto había de cumplirse, co menzó Dios a urgirlo mediante sagradas exhortaciones para que sin dilación alguna asumiera la dirección de la nación, y fuera no sólo el gestor de su libertad, sino también el guía que los condujera, a breve plazo, desde Egipto hacia otro país; prome tiéndole Su asistencia en todas las ocasiones.

72. Díjole, en efecto: "Como llevan ya largo tiempo sufriendo y soportando intolerables violencias, sin que nadie entre los hombres alivie sus desgracias ni sienta compasión ante ellas. Yo mismo he llega do a apiadarme de ellos. Sé, en efecto, que cada uno en particular y todos conjuntamente se han entregado a las plegarias y súpli cas con la esperanza de recibir Mi ayuda; y Yo soy benévolo por naturaleza y compasivo ante los suplicantes sinceros.

73. Ahora bien, ve hacia el rey del país sin recelo alguno, que el anterior rey, aquel del que huiste por temor de una insidia, está muerto, y el otro, el que ejerce actualmente el mando sobre el país, no te guarda rencor alguno por lo que hiciste. Escoge a los de más edad de los del pueblo y comunícales que la nación ha recibido un mandato revelado por Mí en el sentido de que se encamine hasta tres jornadas más allá de los límites del país, y sacrifique allí conforme con los ritmos ancestrales."

74. Moi sés, no ignorando que tanto los de su propia nación como todos los demás desconfiarían de estas palabras, dijo: "Si llegaren a preguntarme cómo se llama el que me ha enviado, al no saber qué decirles, ¿no pensarán que los estoy engañando?"

75. Dios respondióle: "En primer lugar diles que Yo soy el Que Es, a fin de que,

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comprendiendo la diferencia entre lo que es y lo que no es, aprendan además que ningún nombre en absoluto se Me puede aplicar con propiedad a Mí, pues sólo la existencia corresponde atribuirme.

76. Y, si a causa de su natural fla queza ellos Me buscaren una denominación, diles no solamente que soy Dios, sino también que soy el Dios de los tres hombres cuyos nombres expresan la respectiva virtud, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Tacob; los cuales hombres-son modelos respectivamente de la ciencia adquirida mediante la enseñanza, de la ciencia como don natural y de la ciencia fruto de la ejercitación.14 Si todavía persistiere su desconfianza, cambiarán de actitud cuando los convenzan tres señales que ningún hombre vio ni oyó antes."14 Ver Sobre los cambios de nombres 11 y ss.

77. Tales signos fueron los siguientes. Mandó que Moisés arrojara al suelo una vara que llevaba consigo, y ésta, cobrando vida al instante, comenzó a serpear y se convirtió en una aca bada serpiente de enorme tamaño, un ejemplar sin igual en el reino de los reptiles. Moisés se apartó con presteza del animal, y, lleno de pavor, aprestábase ya a huir, cuando oyó el llamado de Dios, y, obedeciendo Su orden y con el coraje que Este le inspiró, la asió de la cola.

78. La serpiente, que aún se retor cía, se detuvo al tocarla él, y, tras erguirse cuando larga era, se trocó enseguida en la misma vara de antes. Moisés, lleno de asombro ante las dos transformaciones, no podía discernir cuál de ellas resultaba más pasmosa, pues la impresión que habían causado en su alma era equivalente.

79. Esta fue la primera señal. El segundo prodigio no se hizo esperar. Mandóle Dios ocultar una de sus manos en los pliegues de su vestido y sacarla poco después. Ejecutó él lo ordenado, y la mano apareció de improviso más blanca que la nieve. Volvió a colocarla entre su ropa y a sacarla, y la mano tornó a su propio color y recobró su primitivo aspecto.

80. Ambas pruebas las aprendió estando sólo ante Dios, sin testigo alguno, como un discípulo ante su maestro; y teniendo consigo los instrumentos de los prodigios, es decir, su mano y la vara, de las cuales había sido provisto de antemano para su misión.

81. La tercera señal no era, en cambio, tal que pudiera él llevar consigo el instrumento o recibir demostraciones previas al respecto; pero la impresión de estu por que estaba llamada a producir en nada se reduciría por el hecho de tener comienzo en Egipto. Consistía en lo siguiente. "Sacarás agua del río y la derramarás sobre la tierra"; le dijo Dios, "que toda esa agua, transformada completamente, no sólo en su color sino también en sus demás propiedades, se convertirá en sangre muy amarillenta".

82. También esto, evi dentemente, le resultó a Moisés digno de crédito, en parte por la veracidad propia del que lo decía, y en parte por los por tentos hechos ya patentes en el caso de la mano y de la vara.

83. Pero, aunque lleno de confianza, con todo, trató de rehuir la misión, alegando ser débil de voz y torpe de palabra, nada elocuente, sobre todo después de haber escuchado a Dios diri girle la palabra. Entendía, en efecto, que la humana elocuencia era mutismo, comparada con la

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Divina; y, además, como era cauto por naturaleza, no se avenía a las empresas de demasiada responsabilidad y pensaba que los asuntos excesivamente im portantes no estaban hechos para él. Por ello pidió a Dios que escogiera a otro que fuera capaz de llevar a buen término sin mayores dificultades cada una de las demostraciones que se le habían encomendado.

84. Empero Dios, aunque aprobaba su modestia, le dijo: "¿Ignoras, por ventura, quién es Aquel que ha dado al ser humano la boca, y lo ha provisto de la lengua, la tráquea y todo el instrumento para el habla racional? Ese soy Yo. Por lo tanto, nada temas; porque, no bien te haga Yo la señal, todo resultará coherente y se tornará medido y orde nado, de manera que, sin que nadie pueda ya impedirlo, la corriente de las palabras brotará ágil y fluida desde una inma culada fuente. Y, si te resultare necesario un intérprete, tendrás en tu hermano una boca a tu servicio, a fin de que él trasmita a la multitud lo que tú digas, mientras tú le dictas las palabras de Dios."

85.15 XV. Al escuchar esto, Moisés, como era en extremo in seguro y peligroso insistir en sus objeciones, emprendió el cami no y se dirigió a Egipto en compañía de su mujer y sus hijos. Du rante la marcha encontró a su hermano y lo persuadió para que lo acompañara, comunicándole las Divinas instrucciones. Por cierto que el alma de su hermano estaba ya, merced a la vigi lante asistencia de Dios, predispuesta a la obediencia, al punto de que sin titubear asintió y le siguió con buen ánimo. 15 Para los parágrafos 85 a 95 ver Éx. IV, 27; V, 22, y VII, 8 a 13.

86. Lle gado que hubieron a Egipto, unidos en un único pensamiento y sentimiento, lo primero que hicieron fue congregar a los an cianos de la nación en una reunión secreta y revelarles los Divinos oráculos y cómo Dios, movido a piedad y compasión hacia ellos, les prometía la libertad y la emigración desde aquel país hacia otro mejor, comprometiéndose a ser Él mismo el guía en la marcha.

87. Después de esto, ya se atrevieron a hablar también al mismo rey para proponerle que dispusiera la partida del pueblo hacia más allá de las fronteras para llevar a cabo sus sacrificios. Asegurábanle que era preciso que los sacrificios ancestrales tuvieran cumplimiento en el desierto, pues se trataba de sacrificios que nada tenían de común con los de los restantes pueblos, y que, en razón de las particulares características de las costumbres hebreas, era modalidad y nor ma propia de las mismas el rechazar toda ajena participación.

88. Pero el rey, cuya alma desde sus primeros años estaba cegada por el orgullo heredado de sus mayores, y que consideraba que ninguna Divinidad concebible solo por la inteligencia existía en absoluto, y solo aceptaba a los dioses perceptibles por los ojos, respondió insolentemente en estos términos: "¿Quién es ese a quien debo yo acatar? No conozco a ese vuestro señor del que habláis. Me niego a enviar a vuestro pueblo para que, con el pretexto de una celebración y de sacrificios, se libere."

89. Acto seguido, movido por su carácter malvado, rencoroso e implacable, ordenó a los inspectores de las obras tratar dura mente a nuestro pueblo con- el pretexto de que daba muestras de flojedad y relajamiento. Porque decía que era señal de flo jedad y relajamiento el proyectar sacrificios y festejos; que los que se hallan en situaciones apremiantes no se acuerdan de esas cosas, las que son privilegio de aquellos cuya vida transcurre rodeada de una gran molicie y placer.

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90. Los del pueblo, como ahora soportaban desventuras mayores aún que antes, es taban llenos de enojo contra Moisés y su acompañante, tenién dolos por engañadores, y los criticaban así en secreto como en público, acusándolos de impiedad, ya que aparecían mintiendo acerca de Dios. Ante esto, Moisés comenzó a mostrar las ma ravillas que le habían sido anteriormente enseñadas, seguro de que la desconfianza que prevalecía respecto de sus afirmaciones se trocaría en confianza.La demostración de las maravillas tuvo lugar de inmediato ante el rey y los magistrados egipcios.

91. XVI. Cuando todos los magnates estuvieron reunidos en el palacio, el hermano de Moisés tomó la vara, y, tras agitarla bien a la vista de todos, la arrojó al suelo. Al punto aquélla se convirtió en una ser piente, ante la admiración de los que en derredor contemplaban la escena, que, dominados por el temor, se aprestaban a darse a la fuga.

92. Sin embargo, los falsos sabios y magos que se hallaban presentes les dijeron: "¿Por qué os atemorizáis? Estas cosas nos son también a nosotros familiares, y conocemos pro cedimientos capaces de producir los mismos resultados." Y acto seguido cada uno arrojó la vara que llevaba, y apareció una multitud de serpientes, que daban vueltas en torno a la única de la primera vez.

93. Esta, empero, demostrando enorme su perioridad, se irguió hacia lo alto, y, ensanchando su pecho y abriendo su boca, con la poderosísima fuerza de una succión de su aliento las absorbió a todas, como una red que atrapara un cardumen de peces envolviéndolos; y, retornando a su ante rior naturaleza, se trocó en vara.

94. A estas alturas las evi dencias de tales maravillas habían destruido el escepticismo en el alma de cada uno de los mal dispuestos, al punto de que ahora pensaban que lo que sucedía no era maquinación o arti ficio de los hombres, fraguado para engañar; sino que la causa de todo ello era un poder más Divino, para el que nada era difícil llevar a cabo.

95. Pero, aunque compelidos por la clara evidencia de los hechos a admitir la verdad, no por eso decreció su osadía; antes bien, se complacían en su inhumani dad e impiedad, teniéndolas por el más firme de los bienes, sin apiadarse de los injustamente esclavizados ni ejecutar los mandatos de la voluntad de Dios, quien les había manifestado Su deseo a través de demostraciones más claras aún que los orácu los, consistentes en maravillosas señales. Por ello se hacía nece sario una medida más severa y un cúmulo de flagelos, de aque llos capaces de encauzar por la buena senda a los insensatos a los que la razón no ha disciplinado.

96. Los castigos que oprimieron al país fueron diez, un nú mero perfecto para escarmiento de los que delinquen contra la perfección. Y tal escarmiento fue diferente de los usuales. XVII. En efecto, tierra, agua, aire y fuego, vale decir, los cuatro elementos del universo, fueron empleados para ello, ya que Dios consideraba justo que fueran los mismos materiales con los que había sido construido el mundo los que destruyeran el país de los impíos, a fin de dar pruebas del poder de la soberanía que posee; poder con el que convierte los mismos elementos em pleados para la salvadora acción de configurar el universo en instrumentos para la destrucción de los impíos, cuando así Él lo desea.

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97. La distribución que hizo de los castigos fue la siguiente: tres, que correspondieron a los elementos más densos, la tierra y el agua, de los que fueron formadas las naturalezas corporales, los adjudicó al hermano de Moisés; otro grupo de igual número, correspondientes a los elementos que más inter vienen en la producción de la vida, el aire y el fuego, lo reservó para Moisés exclusivamente; uno, el séptimo, lo confió a ambos en común; y los tres restantes, que completaban la decena, se los reservó para Sí mismo.1616 Filón altera el orden de las plagas para amoldar la sucesión de las mismas al simbolismo de su esquema. Las diez plagas aparecen aquí en este orden: 1, 2, 3, 8, 9, V, 4, 5, 6 y 10.

98. Las primeras en ser puestas en ejecución fueron las plagas del agua. La razón fue que, como los egipcios sentían especial estima y veneración por el agua, por entender que de ella pro cedía la creación del mundo, Dios consideró que correspondía echar mano en primer término a ella para admonición y repro bación de sus devotos.

99. ¿Qué fue, pues, lo que a breve plazo sucedió? Pues que, habiendo golpeado el hermano de Moisés, por Divino mandato, con su vara el río, éste al instante se con virtió en sangre desde Etiopía hasta el mar; y con él trocáronse también en sangre los lagos, los canales, las fuentes, las cisternas y todo depósito de agua en territorio egipcio. La consecuencia de ello fue que, no teniendo nada para beber, trataban de extraer agua de los bancos ribereños, pero de las cavidades abiertas afloraban chorros de sangre semejantes a los flujos de las hemo rragias, sin que fuera posible ver ni una sola gota del transparenté líquido.

100. Además no quedó viva especie alguna de peces, como que la fuerza que les daba vida se había trocado en agente de su destrucción. De ese modo una general fetidez se extendía por todas las cosas a causa de la descomposición si multánea de tan gran cantidad de cuerpos. Asimismo, una in mensa multitud de hombres muertos a causa de la sed, yacía amontonada en las encrucijadas de los caminos, ya que los fami liares de los muertos no tenían fuerza suficiente para conducirlos a las tumbas.

101. Durante siete días reinó el terror, hasta que los egipcios suplicaron a Moisés y a su hermano, y éstos a su vez a Dios, que tuvieran piedad de los que perecían. Dios, compasivo por naturaleza, transformó la sangre en agua y devol vió al río su antiguo caudal, fuente de salud, libre de toda impureza.

102. XVIII. Sin embargo, tras permanecer tranquilos un corto tiempo, aquellos se entregaron a la misma crueldad e iniquidad de antes, como si la justicia hubiera desaparecido por completo entre los hombres, o como si los que han soportado ya un cas tigo estuvieran al abrigo de un segundo escarmiento. Pero, la experiencia les enseñó por segunda vez como si se tratara de niños sin cordura, a no despreciar las advertencias. El castigo, en efecto, sigue los pasos de gentes tales, y mientras sus iniqui dades son aún proyectos, quédase a la zaga; pero, cuando se lanzan hacia las malas acciones, precipítase sobre ellos y les echa mano.

103. Obedeciendo un segundo Divino mandato, el hermano de Moisés extendió y posó sobre los canales, lagos y pantanos su vara; y, no bien la hubo extendido, surgió una multitud de ranas, en tal cantidad que no sólo se vieron llenos de ellas las plazas y demás espacios abiertos, sino además los establos, las casas, los templos y todos los edificios públicos y privados, como si la naturaleza hubiera decidido enviar a una especie de animales acuáticos para que ella sola colonizara la región opuesta; que la región opuesta al agua es la tierra.

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104. Los egipcios, que no podían ni salir de sus casas por estar llenas de ranas las callejuelas, ni permanecer dentro puesto que aquéllas tenían ya ocupado el interior de las casas, habiéndose encaramado hasta los más elevados rincones, hallábanse en el extremo de las desdichas y desesperaban de su salvación.

105. Una vez más, pues, buscaron refugio en los mismos de antes, y el rey prometió a los hebreos que permitiría su partida. Estos aplacaron a Dios con plegarias; y, mediando el Divino consentimiento, una parte de las ranas tornó a lanzarse al río, en tanto que las restantes murieron enseguida y quedaron amon tonadas en los cruces de las rutas, mientras los habitantes iban apilando sobre ellas las de adentro de las casas. Apremiábalos a ello el intolerable olor que se desprendía de los cuerpos muer tos, cuerpos nada menos que de animales que aun en vida son sumamente desagradables para los sentidos.

106. XIX. Tras un breve tiempo de respiro después del cas tigo, durante el que, como los atletas en el combate, recobraron fuerzas; para delinquir con renovado vigor, se entregaron de nuevo a su acostumbrada maldad, olvidados ya de los males, soportados hasta entonces.

107. Pero Dios, dando por conclui dos los castigos procedentes del agua, les agregó los procedentes de la tierra, aunque estableció que el encargado de su ejecución fuese el mismo que antes:17 Este, obedeciendo Su mandato, golpeó la tierra con su vara, tras lo que se produjo una invasión! de incontables mosquitos, que, extendiéndose como una nube, cubrieron todo Egipto. 17 Aarón, el hermano de Moisés.

108. Dicho animal, aunque pequeñí simo, es, sin embargo, insoportable, ya que no sólo daña la su perficie del cuerpo produciendo una comezón desagradable y sumamente dañosa, sino también ataca las partes internas a través de las fosas nasales y las orejas. Además, vuela hacia las pupilas de los ojos y las daña, si no se toman precauciones. Pero, ¿qué precaución habría de ser posible contra semejante avalancha, y más siendo Dios quien aplicaba el castigo?

109. No faltará, seguramente, quien se pregunte por qué casti gaba a aquel país mediante tan oscuros e insignificantes anima les, y se abstenía de emplear osos, leones, panteras y otras especies de animales salvajes, que se alimentan de carne humana y, si no estos, por qué no empleaba, al menos, áspides, cuyas picaduras son tales que producen la muerte instantánea.

110. Si tal persona realmente no lo sabe, que lo aprenda ahora. En primer lugar, porque lo que Dios quería era reprochar a los habitantes del país su actitud, y no aniquilarlos. Si hubiera querido hacerlos desaparecer completamente, no hubiera em pleado animales para que cooperaran en las medidas que to maba; y hubiera recurrido a las calamidades que habitualmente envía para castigo, que son la peste y el hambre.

111. Además de esto, aprenda también la siguiente lección, necesaria para la vida toda. ¿En qué consiste? En que, mientras los hombres, cada vez que emprenden una guerra, procuran acopiar los ma yores recursos para emplearlos como auxiliares en la lucha y compensar de ese modo su propia debilidad, Dios, en cambio, siendo, como es, la fuerza más poderosa y grande, no ha menes ter de auxilio alguno. Si en determinada ocasión quiere hacer uso de algunos instrumentos para un castigo, no escoge los más fuertes y grandes, cuyo poder Le es

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totalmente indiferente, sino prepara potencias irresistibles e invencibles, empleando para ello los medios más pequeños e insignificantes, y con ellos aplica el merecido castigo a los que delinquen, tal como en el presente caso.

112. Porque, ¿qué más insignificante que un mosquito? Y con todo, a tanto llegó su poder, que todo el país egipcio cedió y se vio constreñido a proclamar que ése era "el dedo de Dios"; puesto que en cuanto a Su mano, ni siquiera toda la tierra habitada desde uno a otro confín sería capaz de sopor tarla; o mejor aún, ni siquiera el universo entero.

113. XX. Tales fueron los castigos aplicados por intermedio del hermano de Moisés. Corresponde que ahora, siguiendo el orden adecuado, examinemos los que Moisés en persona tuvo a su cargo, y las porciones de la naturaleza que intervinieron en su ejecución. Al aire, en efecto, y al cielo, las más puras porciones de la naturaleza universal, les cupo intervenir en la admonición contra Egipto, y Moisés fue escogido como ejecutor de la misma.

114. Comenzó ante todo por provocar una alte ración en el aire. Egipto es prácticamente la única región, aparte de las situadas en el sur, que no siente los efectos de una de las estaciones anuales, el invierno. Ello se debería, al decir de algu nos, al hecho de hallarse situado no lejos de la zona tórrida; y a que el calor ardiente que de allí emana calienta todas las regiones circundantes. Otra razón es, probablemente, que du rante el solsticio de verano las crecientes del río agotan por anticipado la acumulación de nubes.

115. El río, en efecto, comienza a crecer a principios de verano y concluye su crecida cuando éste llega a su fin. Durante ese lapso los vientos etesios se precipitan desde la parte opuesta a las bocas del Nilo, impi diendo en adelante que éste desagüe a través de ellas, ya que, elevado el mar hacia lo alto por la fuerza de los vientos, y ex tendiendo sus enormes olas a modo de extensa muralla, el río es obligado a retornar hacia adentro. Tras ello se produce un cho que de corrientes entre la que desciende desde las fuentes y la que debería salir por la desembocadura pero retrocede ante los obstáculos que enfrenta; y, no pudiendo expandirse pues las alturas las contienen por ambos lados, el río, naturalmente, crece elevándose.

116. Quizá también ello 18 se deba a que el in vierno es innecesario en Egipto, ya que el río, al convertir en un pantano las tierras cultivables hace las veces de las precipi taciones pluviales necesarias para producción de los frutos anua les.1918 Después del parágrafo 115, que es un simple paréntesis erudito relativo a las crecientes del Nilo, reanuda Filón la enumeración de las posibles causas de la inexistencia de estación invernal en Egipto.19 El razonamiento es más o menos así: el objeto del invierno es la provisión de lluvias; en Egipto el desbordamiento del Nilo suple a las llu vias; luego, Egipto no ha menester de invierno, y por eso no lo tiene.

117. La naturaleza no derrocha esfuerzos, como para que provea de lluvias a una tierra que no lo ha menester. Ade más, se complace en la múltiple variedad de sus sabias obras, y de las cosas contrarias conforma la armonía del universo, y así, procura los beneficios del agua a unos desde lo alto del cielo, y a otros desde abajo, de las fuentes y los ríos.

118. Sien do tales las características naturales del país, que en pleno in vierno goza de tiempo primaveral, sin que sus zonas vecinas al mar sean fertilizadas sino por escasas gotas de lluvia,

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en tanto que las que se extienden más allá de Menfis, donde está el pa lacio real, no reciben lluvia alguna en absoluto, repentinamente cambiaron las condiciones del aire, al punto de que todos los fenómenos propios del crudo invierno sobrevinieron conjunta mente: precipitación de lluvias, abundante y pesado granizo, violentos vientos bramando y chocando unos contra otros, nubes desgarradas, ininterrumpidos relámpagos y truenos, y continuos rayos, que ofrecían a la vista el más asombroso de los espectácu los, ya que pasaban a través del granizo, naturaleza opuesta, y, con todo, ni lo derretían ni eran apagados por él, permaneciendo, por el contrario, inalterados en sus largas trayectorias hacia arriba y hacia abajo, cual meros espectadores del granizo.

119. Pero no sólo la funesta avalancha de todos estos fenómenos llevó a los habitantes del país hasta el más alto grado de abati miento, sino también lo inusitado del suceso. Pensaron, en efec to, y estaban en lo cierto, que lo que sucedía era una novedad determinada por la Divina cólera, puesto que el aire había cambiado como nunca hasta entonces, provocando la desastrosa ruina de los árboles y frutos, a la par de los cuales habían pere cido no pocos animales, unos a causa del excesivo frío, otros bajo el peso del granizo que había caído sobre ellos, como aplas tados por piedras; otros consumidos por el fuego; y algunos sobrevivían medio quemados, llevando sobre sí las marcas de las heridas causadas por los rayos para advertencia de los que los contemplaban.

120. XXI. Cuando el azote hubo cesado, y el rey y sus cor tesanos recobraban el coraje, Moisés, por mandato de Dios, ex tendió su vara hacia el aire, y al instante comenzó a soplar un violentísimo viento sur, que crecía sin cesar en fuerza e inten sidad día y noche. Este viento es de por sí un gran azote, por cuanto es seco y provoca dolores de cabeza y dificultades en el oído, y llega a producir nauseas y sufrimientos, especialmente en Egipto, país situado hacia el sur, donde tienen lugar las re voluciones de los astros portadores de luz, de modo que, no bien el viento se ha puesto en movimiento, la llama que emana del sol es arrastrada con él y todo lo quema.

121. Y junto con este viento sobrevino una prodigiosa cantidad de animales, que destrozó las plantas. Se trataba de las langostas, que se precipitaron como un torrente y llenaron el aire todo, devorando cuanto habían dejado en pie los rayos y el granizo, de modo que ya no se vio crecer cosa alguna en tan inmenso país.

122. En tales circunstancias los funcionarios, que a su pesar habían llegado a hacerse una exactísima composición de lugar sobre su propia situación, acudieron al rey y le dijeron: "¿Hasta cuándo te rehusarás a permitir la partida de estos hombres? Después de lo sucedido, ¿no te das cuenta de que Egipto está arruinado" El rey les dio la razón, o simuló hacerlo, y prometió el permiso si el terrible mal amenguaba. Nuevamente suplicó Moisés, y un viento que sobrevino desde el mar hizo desaparecer las langostas.

123. Pero una vez que éstas se hubieron dispersado, como al rey la sola idea de liberarlos lo enfermaba de muerte, sobre vino un azote mayor aún que los anteriores. En efecto, en me dio de la plena claridad del día, la oscuridad se extendió de improviso, tal vez a causa de un eclipse de sol más completo que los ordinarios, o quizá porque la corriente de sus rayos se vio detenida por una ininterrumpida sucesión de nubes violentísimamente concentradas en masas compactas sin solución de continuidad. Consecuencia de ello fue que el día vino práctica mente a convertirse en una noche; porque, ¿qué otra cosa puede aquello considerarse

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sino una larguísima noche, equivalente a tres días y otras tantas noches?

124. Durante ese lapso, se nos dice, unos permanecían acostados en sus lechos, sin osar levantarse; y otros, cuando, apremiados por alguna de las nece sidades naturales, avanzaban a lo largo de los muros o de algún otro objeto, lo hacían con dificultad, palpándolos a la manera de los ciegos. Es que la llama del fuego utilizado habitualmente, por una parte, se apagaba a causa del ventarrón; y por otra, resultaba pálida, al punto de no percibirse debido a lo espeso de la oscuridad. La consecuencia fue que la vista, el más ne cesario de los sentidos, aun cuando fuese sana en sí, resultaba ciega e incapaz de ver nada; y también anulábanse los demás sentidos, como súbditos cuyo soberano hubiese perecido.

125. Nadie osaba, en efecto, ni hablar ni escuchar ni ingerir ali mentos, y todos permanecían atormentados en el silencio y el hambre, sin hacer uso de ninguno de los sentidos y completa mente anonadados por el sufrimiento. Por fin, una vez más Moisés, movido a piedad, suplicó a Dios, y la luz sustituyó a la oscuridad y el día a la noche bajo un cielo inmensamente se reno.

126. XXII. Tales fueron, se nos dice, las plagas a cargo de Moisés solo; a saber: la del granizo y los rayos, la de la langosta y la de la oscuridad impenetrable a toda forma de luz. En colaboración él y su hermano ejecutaron una sola, que de inme diato describiré.

127. Por mandato de Dios, ambos tomaron en sus manos ceniza de un hornillo, y Moisés la esparció en porciones por el aire. Al punto una repentina polvareda cayó sobre hombres e irracionales, produciendo una maligna y dolo-rosa ulceración sobre toda la piel, a la vez que, de concierto con tales erupciones, sus cuerpos se llenaban de supurantes pús tulas, que cualquiera hubiera podido conjeturar que brotaban ardientes de invisibles llagas internas.

128. Oprimidos, como es natural, por los dolores y sufrimientos extremos, propios de la ulceración y de la inflamación, el agotamiento de sus almas era mayor o igual al de sus cuerpos ante las miserias derivadas de sus desgracias. Es que una única e ininterrumpida úlcera se presentaba a la vista desde la cabeza hasta los pies, ya que las úlceras extendidas a lo largo de las partes y extremidades del cuerpo se concentraban en una sola de uniforme apariencia. Finalmente, una vez más gracias a las súplicas que el legislador elevó en favor de los que padecían, la dolencia resultó ali viada.

129. Este escarmiento fue confiado a ambos en co mún; y no podía ser de otro modo. El hermano, intervino a causa del polvo que cayó sobre la gente, pues le había sido con fiado el control de cuanto procediera de la tierra; y Moisés, porque el aire fue cambiado para castigo de los habitantes, y las plagas procedentes del aire y el cielo estaban a su cargo.

130. XXIII. Los tres castigos restantes sobrevinieron por sí mismos, sin intervención de hombre alguno. Procedamos a des cribirlos en la medida de lo posible. El primero fue el que se cumplió mediante la más osada de las criaturas vivientes de la naturaleza, la mosca canina.20 A ésta los que establecieron los nombres, sabios como eran, la llamaron así con toda propiedad componiendo su nombre con los de los más impudentes de los anímales: la mosca y el perro. Este es el más atrevido entre los seres terrestres; aquélla, entre los alados; como que ambos aco san con osados ataques, y, cada vez que alguno intenta rechazarlos, ellos lo enfrentan sin cejar hasta que están hartos de sangre y de carne.

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20 O mosca-perro o mosca de perro. La kynómuia (de kyon = perro, y muta — mosca), cuyo característico ataque, según se desprende de la descripción que sigue, es el propio del oistros = tábano, insecto que, según las traducciones corrientes de la Biblia, aparece como instrumento de esta plaga.

131. La mosca canina, que está dotada de la audacia de ambos, es un animal insidioso y picador, y se lanza impetuosamente desde lejos como un dardo, y precipitándose con violencia se clava muy profundamente.

132. Además, en la ocasión que nos ocupa, su ataque obedeció a un Divino mandato; de modo que su maligno efecto fue doble de lo habi tual, como que su violencia no obedecía ya a los motivos natu rales solamente, sino además a la Divina previsión, que armó al animal acrecentando su vigor para daño de los habitantes del país.

133. Tras el castigo por vía de la mosca canina se nos relata otro, aplicado, como el anterior, sin cooperación humana: la muerte de los ganados. En efecto, grandes rebaños de bueyes, de cabras, de ovejas y de todas las clases de bestias de carga y otros ganados, en un solo día, como obedeciendo a una misma señal, perecieron todos juntamente; lo que, tal como sucede en las epidemias, fue un preanuncio de la destrucción de seres humanos que poco más adelante habría de tener lugar. Se dice, en efecto, que cada enfermedad epidémica va precedida por el imprevisto exterminio de animales irracionales.

134. XXIV. Después de este azote tuvo lugar el décimo y último castigo, que sobrepasó a todos los anteriores: la muerte de egipcios; no de todos, que no era el propósito de Dios dejar desierto el país, sino dar una lección; ni tampoco la mayoría de las personas de uno y de otro sexo y de toda edad. Permi tiendo que los demás conservaran la vida, determinó que sola mente morirían los primogénitos, comenzando por el hijo mayor del rey y acabando por el de la más humilde harinera.

135. Hacia la media noche, en efecto, aquellos que habían sido los primeros en hablar a sus padres y madres, y en ser, a su vez, llamados hijos por ellos: llenos todos ellos de salud y ro bustos de cuerpo, repentinamente en plena juventud fueron ex terminados sin razón alguna aparente; y es fama que ningún hogar se vio libre en aquella ocasión de esta desgracia.

136. Con las luces del alba, cuando, como es natural, cada uno contempló muerto imprevistamente al ser más querido, con quien hasta la víspera había convivido y compartido la mesa, todos se sintieron oprimidos por el dolor más profundo y todo lo llenaron con sus lamentos, de suerte que, teniendo todos parte en el sufrimiento, todos expresaban al unísono el común pade cimiento, y de un extremo a otro del país entero resonaba un único lamento.

137. Y, mientras cada uno permanecía en su casa, ignorante del mal de su vecino, su lamentación era por su propia desgracia solamente; pero, cuando al salir se enteraba de las desgracias de los demás, el dolor se duplicaba al sumarse al punto el pesar propio, menor y más leve, el dolor común, mayor y más penoso, ya que se veía privado hasta de la espe ranza de reconfortamiento. ¿Quién, en efecto, podía estar en condiciones de reconfortar a otro, si él mismo necesitaba ser consolado?

138. Como sucede frecuentemente en circunstan cias como esa, pensaron que las presentes

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calamidades eran el comienzo de otras mayores, y, temerosos de la ruina de los toda vía vivos, corrían hacia el palacio real bañados en lágrimas, y con las vestiduras desgarradas, y proferían gritos contra el rey, acusándolo de ser el responsable de todas las terribles cosas que les habían sucedido.

139. Si inmediatamente, decían cuando Moisés lo había venido por primera vez a ver, hubiera permitido que su pueblo partiera, nada de lo sucedido les hubiera pasado en absoluto; pero, habiendo cedido a su habitual arrogancia, el premio de tan inoportuna hostilidad no había tardado en ser recibido por ellos. Acto seguido exhortáronse unos a otros a procurar que saliera el pueblo21 sin pérdida de tiempo del país entero, afirmando que retenerlo, aunque más no fuera que un solo día, o una hora solamente, los precipitaría hacia un castigo sin remedio.21 El pueblo judío

140. XXV. Los acosados y perseguidos hebreos, conscientes de la nobleza de su propia raza, adoptaron una actitud decidida, como compete a hombres libres y que no olvidan las injusticias urdidas contra ellos.

141. Llevaron, en efecto, consigo nume roso botín, que en parte transportaban ellos mismos sobre sus hombros, y en parte cargaron sobre las bestias de cargas. Esto lo hacían, no por avaricia o, como alguno de sus detractores podría decir, por avidez de cosas ajenas. ¿Por qué habría de ser así? Lo que hicieron fue, en primer lugar, cobrarse la obli gada retribución por los servicios prestados durante todo el tiempo en que sirvieron; y, en segundo lugar, causar un perjuicio, aunque no en igual sino en menor medida, a aquellos bajo los que habían sido esclavos. ¿Cómo, en efecto, puede ser igual una pena pecuniaria a la privación de la libertad, por la que los hombres inteligentes están dispuestos a perder no sólo los bienes sino también su vida?

142. En uno y otro sentido obraban rectamente, ya sea que se considere que reintegraban pacífica mente una paga que durante mucho tiempo les habían arreba tado quienes no habían querido pagarles; ya se lo entienda como un acto de guerra, en la que tenían por lícito apoderarse de los bienes de los enemigos por derecho de victoria. Los egip cios habían sido los iniciadores de injustas hostilidades, al escla vizar a sus huéspedes y suplicantes como si fueran prisioneros, según dije más arriba;22 y los hebreos, al presentarse la ocasión, se vengaron sin echar mano a recursos bélicos, siendo la justicia su escudo y el brazo que los protegió.22 Parágrafos 35 y 36.

143. XXVI. Tan grandes azotes v castigos sirvieron de escar miento a Egipto, sin que ninguno de ellos afectase a los hebreos, no obstante que cohabitaban en las mismas ciudades, aldeas y casas con los egipcios; y a pesar de que en las calamidades ha bían intervenido la tierra, el agua, el aire y el fuego, vale decir, todos los elementos de la naturaleza, de la que es imposible escapar. Y por cierto que lo más asombroso fue que en el mismo lugar y al mismo tiempo los mismos elementos llevaran la ruina a unos y la salvación a otros.

144. El río se trocó en sangre pero no para los hebreos; como que, cada vez que éstos querían beber, el agua experimentaba un cambio y se tornaba potable. Las ranas, habiendo salido de las aguas a tierra llenaron las plazas, los establos y las casas, pero se mantuvieron alejadas de los hebreos únicamente, como si supiesen discernir quiénes de bían ser castigados y quiénes no.

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145. Ni los mosquitos, ni las moscas perros, ni las langostas, que grandes daños hicieron a plantas, frutos, animales y hombres, volaron hacia ellos. Ni los alcanzaron las ininterrumpidas caídas de lluvias, granizo y rayos. Ni en sueño siquiera soportaron el penosísimo dolor de la ulceración. Cuando sobre los demás se hubo extendido la oscuridad más profunda, ellos se desenvolvían en medio de una claridad sin límites, iluminados por la luz del día. Mientras perecían los primogénitos de los egipcios, ningún primogénito hebreo murió. Ni hubiera sido razonable que tal cosa suce diera, puesto que, tampoco el aniquilamiento de innumerables ganados, había sido acompañado por la muerte de los rebaños ele los hebreos.

146. En mi opinión, quien hubiera estado pre sente en los acontecimientos de entonces no hubiera podido pen sar otra cosa sino que los hebreos eran meros espectadores de los males que otros soportaban, y no sólo espectadores a salvo, sino aplicados a aprender la más elevada y útil de las enseñan zas: la piedad. Nunca, en efecto, tuvo lugar un juicio tan claro acerca de los buenos y los malos, juicio que trajo aparejada para éstos la ruina y para aquéllos la salvación.

147. XXVII. Más de seiscientos mil eran los hombres en edad de combatir que participaban de aquella emigración, en tanto que el resto lo constituía una multitud difícil de contar, formada por ancianos, niños y mujeres. Una turba de elementos mezclados y confusos, turba servil, una verdadera muchedumbre bastarda, marchaba junto a la legítima. Comprendía a los hijos dados a luz para padres hebreos por mujeres egipcias y adop tados por la familia paterna; y además a todos aquellos que, admirados del afecto de la Divinidad hacia aquellos hombres, se convirtieron en sus compañeros de vida; así como a algunos que, aleccionados por la cantidad y magnitud de los sucesivos castigos, cambiaron su modo de ser y se tornaron sensatos.2323 Gen. XII, 27, y 37 a 38.

148. Jefe de todos ellos fue elegido Moisés, quien llegaba al mando y a la realeza, no como algunos de los que se lanzan tras el real poder munidos de armas, maquinarias bélicas y fuerzas de infantería, caballería y navales, sino avalado por su vir tud, su nobleza de alma y su buena disposición para con todos, que nunca dejó de ejercitar; y además porque Dios, el amante de la virtud y la nobleza, le proporcionaba ese manto a título de galardón digno de él.

149. En efecto, cuando en presencia de las iniquidades que tenían lugar en el país, y movido por su nobleza de alma, su magnanimidad de espíritu y su natural odio hacia el mal, renunció al mando sobre Egipto, que le co rrespondía por su condición de hijo de la hija del entonces so berano, y dio un firme adiós a cuanto de su familia adoptiva podía esperar, Aquel que preside y preserva todas las cosas con sideró conveniente recompensarle con la realeza de una nación más populosa y grande, de una nación que estaba destinada a ser consagrada sobre todas las otras a fin de que elevara perpe tuamente las súplicas a favor de la raza humana, para que ésta se viera libre de los males y alcanzara la participación en los bienes.

150. Después que asumió el mando, no se aplicó, como algunos, a acrecentar el poderío de su propia familia y a forjar una relevante posición para los dos hijos que tenía, de modo que aparecieran como sus asociados en el poder por el momento y como sus eventuales sucesores. Es que en todas las cosas, tanto en las pequeñas como en las grandes, hacía gala de una intención pura y sin doblez, y, como buen juez, subordinaba a la integridad de su

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discernimiento la natural afección hacia sus hijos.

151. Tenía, en efecto, ante sí un objetivo fundamental: beneficiar a los gobernados y ejecutar todo, de obra y de pala bra, con miras al provecho de ellos, sin pasar por alto ocasión alguna propicia para el común mejoramiento.

152. A diferen cia de cuantos habían ejercido el poder hasta entonces alguna vez, sólo él no atesoró ni oro ni plata, ni estableció tributos, ni adquirió mansiones, riquezas, ganados, servidumbre doméstica, ni rentas ni ninguna otra cosa de las que tocan a la opulencia y abundancia, no obstante poder poseerlas todas en cantidades inagotables. 153. Por el contrario, entendía que la apetencia de riqueza material es sentimiento propio de la pobreza de alma, y despreciaba tal riqueza considerándola ciega, en tanto que hon raba a la riqueza de la naturaleza, riqueza con visión, y la bus caba con celo, como no sé si lo ha hecho hombre alguno fuera de él. Cultivaba la economía v la simplicidad propias de un ciudadano común, y no se permitía exageración alguna en los vestidos, en las comidas y en los demás menesteres de la exis tencia con intención de acrecentar su pompa y majestad. Ert cambio, hacía gala de una liberalidad verdaderamente real en aquellas cosas que corresponde que un gobernante apetezca poseer en abundancia.

154. Tales cosas son las muestras de moderación, continencia, prudencia, sagacidad, sensatez, cono cimiento, esfuerzo, resistencia al sufrimiento, desprecio de los placeres, justicia, tendencia hacia lo más noble, reproche y castigo, dentro del marco de las leyes, de los mal vivientes; apro bación y honra, también de conformidad con la ley, para los que obran rectamente.

155. XXVIII. De esa manera, habiendo renunciado firmemente a la abundancia y a la riqueza que de más predicamento goza entre los hombres, Dios lo recompensó dándole en cambio la mayor y más perfecta de las riquezas. Esta consistía en la posesión de toda la tierra, el mar, los ríos y los otros elementos simples y compuestos, ya que Dios, ha biéndolo juzgado digno de aparecer como partícipe de Sus pose siones, dejó en sus manos el mundo todo a título de propiedad apropiada para un heredero.

156. Y así, cada uno de esos ele mentos le obedecía como a un señor, cambiando sus propiedades naturales y acatando sus mandatos. Y nada de extraño había en ello, ya que, si, como dice el proverbio, las cosas de los amigos son comunes,24 y el profeta había sido proclamado amigo de Dios,25 de ello se infiere que también participaba de las pose siones de Este en la medida en que ello resultaba provecho so.24 Ver Sobre Ábraham 235.25 Éx. XXXIII, 11.

157. Porque mientras Dios todo lo posee, pero nada nece sita; el hombre de bien, en cambio, nada llega a poseer en rigor de verdad, pero participa de los bienes de Dios hasta donde cabe en sus posibilidades. Y esto es seguramente razonable, ya que es ciudadano del mundo, por lo que no ha sido registrado en los padrones de ningún estado de la tierra habitada; y con toda razón puesto que ha recibido como su heredad, no una parcela de país, sino el mundo entero.

158. ¿Y qué? ¿Acaso no disfrutó Moisés de una propiedad mayor aún en común con Padre y Hacedor del universo, habiendo sido considerado digno de llevar Su mismo título, siendo

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designado dios y rey de toda la nación? Además se nos dice que penetró en las tinieblas donde Dios estaba,26 es decir, en la inmaterial, invisible, incorpórea y arquetípica esencia de lo existente, así conoció lo que está oculto a nuestra naturaleza mortal; y, presentando a la vista de todos su propia persona y su vida, a modo de bien lograda pintura, ofreció una obra hermosísima, reflejo de la Divinidad, modelo para quienes desearen imitarla.26 Éx. XX, 21. Ver Sobre los cambios de nombres 7.

159. Felices son aquellos que han impreso en sus almas esos rasgos; o tratado de imprimirlos en ella; que, aunque el ideal es que la inteligencia sea portadora de la imagen perfecta de la virtud, a no ser así, que al menos sienta el inquebrantable anhelo de poseer tal imagen.

160. Por otra parte, nadie ignora que los hombres de humilde condición sienten deseos de imitar a los distinguidos, y que sus inclinaciones tienden hacia aquellas cosas que parecen merecer las mayores preferencias de parte de los mismos. Cada vez, por ejemplo, que un gobernante opta por entregarse a los placeres y se inclina hacia una vida de concupiscencia, casi todos los que están bajo su mando dan rienda suelta, más allá de lo nece sario, a las apetencias del vientre y de las partes sexuales; excep ción hecha de algunos, que, merced a una bien dotada natura leza, han llegado a poseer, en vez de un alma mal intencionada, una benévola y bien dispuesta.

161. Si, en cambio, dicho go bernante adopta normas de conducta más austeras y más dignas, aun los licenciosos en extremo entre ellos tórnanse moderados; y, movidos o por el miedo o por la vergüenza, se esmeran en dar la impresión de que quieren verdaderamente ser como él, sin que jamás los peores, ni siquiera dementes, lleguen a des aprobar a los mejores.

162. Además, quizá porque también estaba destinado Moisés a ser legislador, él mismo se convirtió mucho antes en ley viviente y razonante, por disposición de la Divina providencia, que, sin que él lo supiera, lo había escogido para que en el futuro desempeñara esa misión.

163.27 XXIX. Una vez que hubo recibido la autoridad que ellos le ofrecían de buen grado, con la aprobación y anuencia de Dios, dispuso la emigración hacia Fenicia, Celesiria y Pales tina, llamadas en aquella época país de los cananeos, cuyos límites se hallaban a tres jornadas de marcha de Egipto.27 Para los parágrafos 163 a 180 ver Éx. XIII, 17 a XV, 21.

164. El camino por el que entonces los condujo no fue el más corto, en parte porque se precavía para que no sucediera que, si los habitantes de la región les hacían frente por temor de ser destruidos y esclavizados, y se producía una guerra, debieran retornar ellos por el mismo camino hacia Egipto, es decir, de unos enemigos a otros, de los nuevos a los viejos, para conver tirse en burla y befa, y soportar una situación más miserable y penosa aún que la anterior; y, en parte, porque además quería comprobar, conduciéndolos a través de un extenso desierto, de qué manera daban pruebas de su lealtad, no ya contando con inagotables recursos, sino en medio de una creciente escasez de ellos.

165. Desvióse, pues, de la ruta directa, y habiendo dado con un sendero que se abría oblicuamente, y considerando que conducía hacia el Mar Rojo, comenzó la marcha. Y fue por entonces cuando, según leemos, tuvo lugar un prodigio, un grandioso suceso en la naturaleza, tal como nadie recordaba haber ocurrido hasta entonces en el pasado.

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166. Una nube, en efecto, habiendo adoptado la forma de una inmensa columna, precedía a la multitud iluminando de día con una luz semejante a la solar, y de noche con una semejante a una llama, a fin de que no se extraviasen en la marcha y siguieran su infalible guía a través del camino. Tal vez se trataba de uno de los lugartenientes del gran Rey, de un invisible ángel, guía de ca minantes, cuya vista estaba vedada a los ojos del cuerpo.

167. XXX. Por su parte, el rey de Egipto, viendo que los hebreos marchaban sin rumbo fijo; que tal era su opinión al res pecto; y que atravesaban un duro e intransitado desierto, sen tíase complacido ante el fracaso de la marcha, y consideraba que estaban encerrados sin oportunidad de salida; y, arrepentido como estaba, de haberlos dejado partir, se apresuró a ir tras ellos con la certeza de que de ese modo, o la multitud, movida por el miedo, retornaría de nuevo a la esclavitud, o él extermi naría a todos los combatientes en caso de que resistieran.

168. Sin pérdida de tiempo reunió todas sus fuerzas de caba llería, lanzadores de jabalinas, honderos, arqueros montados y todo el resto de sus fuerzas ligeramente armadas; y entregó a los hombres de mayor alcurnia los seiscientos carros de guerra más hermosos, pertrechados con falces, a fin de que marchasen tras él de manera conforme con su jerarquía, y tomaran parte en la campaña. Sin permitirse dilación alguna inició la perse cución y se apresuró a avanzar, deseoso de caer sobre los otros imprevistamente y sin ser visto, ya que ^el daño inesperado resulta siempre más penoso que el previsto, en la medida en que es más fácil atacar con éxito a un enemigo descuidado que a uno atento.

169. Mientras el rey, movido por estas intencio nes, iba tras sus pasos, seguro de obtener la victoria al primer asalto, los hebreos se encontraban ya acampados en las orillas del mar. Aprestábanse a almorzar, cuando primeramente resonó un inmenso estrépito, como que avanzaba a toda marcha tan gran cantidad de hombres v bestias juntamente; por lo que, desparramados fuera de sus tiendas, elevábanse en punta de pie a fin de escudriñar en torno y escuchar con atención; y luego, momentos más tarde, apareció en lo alto de una colina la fuerza enemiga, con las armas listas y en formación de batalla.

170. XXXI. Anonadados por lo increíble e inesperado del he cho, y no hallándose en condiciones de defenderse por carecer de medios de resistencia, por cuanto habían partido como emi grantes y no en tren de guerra; ni teniendo posibilidades de huir, ya que tenían el mar a sus espaldas y el enemigo a su frente, mientras a uno y otro lado se extendía el inmenso e intransitable desierto, presa fueron de inmensa agitación y cundió entre ellos el desaliento ante la magnitud de sus desdichas; y, como es habitual en calamidades tales, acusaron a su jefe en estos tér minos.

171. "¿No había, acaso, en Egipto tumbas donde ser sepultados cuando nos llegase la muerte; que nos has conducido para matarnos y sepultarnos aquí? ¿No es, por ventura, cualquier género de esclavitud un mal más llevadero que la muerte? Atra jiste a la multitud con la esperanza de libertad, para suspender luego sobre ella un peligro más terrible aún, en el que está en juego la vida misma.

172. ¿Ignoras acaso que estamos desar mados, y la cólera y ferocidad de los egipcios? ¿No ves la mag nitud de nuestros males sin escapatoria? ¿Qué hemos de hacer? ¿Debemos combatir desarmados contra enemigos bien pertre chados? ¿Huiremos de este cerco que, como redes,

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nos tienden enemigos implacables, desiertos intransitables y mares que no es posible navegar? Y aun en el caso de que lo fueran, ¿con qué barcos contamos para atravesarlos?"

173. Moisés, oyendo estas cosas, comprendió sus razones, pero tuvo presentes los Divinos oráculos; y empleando simultáneamente su inteligencia y su pa labra para diferentes propósitos, con aquélla intercedió en lo íntimo de su ser ante Dios para que los liberara de sus tremendos infortunios; y con la palabra animó y reconfortó a los que lan zaban gritos hostiles, diciéndoles: "No os descorazonéis; los me dios con los que Dios pro teje no son los del hombre.

174. ¿Por qué confiáis sólo en lo que os parece razonable y verosímil? Cuando Dios acude en ayuda, no ha menester de preparativo alguno. Propio de Él es hallar el medio donde los medios faltan; y lo que es imposible para cualquier creatura, sólo para El es posible y está al alcance de Su mano".

175. Mientras esto decía, manteníase aún en calma; pero, tras un instante de pausa, tornóse poseído de Divina inspiración, y lleno del espíritu que frecuentemente descendía sobre él, pronunció estas proféticas palabras: "Al ejército que veis bien armado, no lo veréis ya for mado contra vosotros, pues le aguarda una completa derrota y desaparecerá en lo profundo del mar, de modo tal que ni un resto siquiera de él se verá ya sobre la faz de la tierra; y no dentro de mucho tiempo, sino en la próxima noche".

176. XXXII. Tales fueron sus revelaciones. Al ponerse el sol, no tardó en comenzar a soplar con inusitada violencia el viento sur, ante el que el mar retrocedió; pero, en vez de retroceder como habitualmente lo hacía, en esta ocasión fue arrastrado más aún, precipitándose como en un abismo o sima al aproximarse a la costa. Ninguna estrella era visible; antes bien, una espesa y negra oscuridad cubrió todo el cielo, llenando la negrura de de la noche de espanto a los perseguidores.

177. A una orden de Dios, Moisés golpeó con su vara el mar. Quebróse éste y dividióse en dos. De las aguas así divididas las próximas al sector de la separación se elevaron a inmensa altura, y se mantuvieron firmemente fijas, tranquilas e inmóviles como una muralla; en tanto que las de atrás se agitaban contenidas y frenadas en su avance hacia adelante como por invisibles riendas, y la parte central, en donde había tenido lugar el corte, permanecía seca, convertida en una amplia y transitable ruta. Al ver esto, Moisés, maravillado y feliz, animó a los suyos, rebosante de alegría, y los exhortó a ponerse en marcha lo más rápidamente posible.

178. Cuando ellos se disponían a iniciar la travesía, sobrevino una señal fuera de lo común. La nube guía, que en el resto del tiempo había permanecido al frente, se volvió hacia la parte tra sera de la multitud para proteger su retaguardia, y, situada entre los perseguidores y los perseguidos, a éstos los controlaba y empujaba en su salvador y seguro avance, y a aquéllos los con tenía refrenándolos cuando intentaban adelantarse. Viendo tales cosas, una total confusión y desorden hizo presa de los egipcios. En su terror las filas se deshicieron, y unos se precipitaron sobre otros, intentando la fuga cuando ya era demasiado tarde.

179. En efecto, mientras los hebreos, con sus mujeres e hijos, en plena edad infantil aún, atravesaron el seco pasaje con las primeras luces del día; a los otros, habiendo retornado el mar, en pleno retroceso impulsado por vientos del norte, y caído sobre ellos con enormes y

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elevadas olas, las dos secciones, precipi tándose desde uno y otro lado hasta confundirse, los cubrieron a ellos, a sus carros y a sus caballos, de tal manera que ni un portaantorchas siquiera quedó para llevar al pueblo egipcio la nueva del inesperado desastre.

180. Hecho tan grandioso y admirable dejó pasmados a los hebreos: una inesperada victoria se había declarado por ellos sin derramamiento de sangre; y, al ver cómo en un instante habían perecido los enemigos en masa, formaron dos coros, uno de hombres y otro de mujeres, y sobre la ribera, cantaron himnos de acción de gracias a Dios, presidiendo Moisés el coro de los hombres, y una hermana suya el de las mujeres, pues ellos habían asumido la dirección de los coros.

181.28 XXXIII. Dejando atrás el mar, avanzaron cierto trecho, libres ya de todo temor con respecto a sus enemigos. Pero al cabo de tres días, faltó el agua, llenándolos la sed de desazón, y una vez más comenzaron a quejarse de que nada les iba bien. Es que siempre la acometida del mal presente borra el recuerdo de la felicidad de los pasados bienes.28 Para los parágrafos 181 a 187 ver Éx. XV, 22 a 26.

182. Habiendo divisado unas fuentes, corrieron hacia ellas llenos de alegría, con la in tención de sacar agua; pero, ignoraban la verdad y se vieron engañados. Se trataba, en efecto, de aguas amargas; y, cuando las hubieron probado, el ver frustradas sus esperanzas los des corazonó. Exhaustos sus cuerpos y postradas sus almas, lamen tábanse, no tanto por sí mismos, cuanto por sus hijos, tiernos aún, cuyos pedidos de agua no podían soportar sin derramar lágrimas.

183. Algunos de los más pobres de espíritu y ca rentes de una firme piedad se quejaban hasta de los anteriores venturosos sucesos, alegando que no habían tenido lugar para provecho, sino, más bien, para convertirlos en partícipes de desgracias más dolorosas aún; y que hubiera sido mejor haber perecido en manos de los enemigos, no una sino tres veces, antes que morir de sed; que el partir de esta vida sin embarazo ni dilaciones en nada difiere del conservarla eternamente, a juicio ce los que bien piensan; y muerte es, en realidad, aquella que llega con lentitud y dolor, pues el aspecto terrible del morir no reside en el estar muerto sino, exclusivamente, en el proceso que lleva a ello.

184. Mientras ellos se entregaban a tales la mentaciones, Moisés suplicó una vez más a Dios que, conociendo la flaqueza de las creaturas, y en especial del hombre, y las necesidades del cuerpo, que depende de los alimentos y está sujeto a esas dos señoras que son el hambre y la sed, perdonara a los desanimados, y remediase la común indigencia; no a largo plazo sino mediante una gracia inmediata y rápida, en conside ración a la natural insuficiencia de lo mortal, que anhela viva mente que la ayuda sea presta y en el momento oportuno.

185. Dios no aguardó a que concluyera la plegaria para enviar Su potencia misericordiosa 29 y abrir el vigilante ojo del alma del suplicante, a quien ordenó levantar y arrojar en las fuentes un madero que le mostró; el que, tal vez, había sido formado por la naturaleza con la propiedad de producir efectos hasta entonces desconocidos; o, quizá, fue creado en ese mismo mo mento por primera vez para el servicio que estaba destinado a prestar.29 Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

186. Ejecutado el mandato, las fuentes tornáronse dulces, convirtiéndose en agua potable, a punto tal que era im posible ya advertir si en su origen había sido amarga, puesto que no

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quedaba ni huella ni indicio alguno que recordara su primitiva mala calidad.

187. XXXIV. Cuando hubieron puesto remedio a su sed; con doble placer, puesto que el bien, cuando sobreviene contra lo esperado, hace mayor aún el placer de su disfrute, llenaron sus recipientes y reanudaron la marcha, con la impresión de haberse regalado con un abundante y grato banquete, y embriagado, no con la embriaguez propia del vino, sino con las sobrias libacio nes que habían gustado respondiendo a las invitaciones que la piedad del jefe que los guiaba les había hecho.

188.30 Y llegaron a un lugar donde hacer alto, lugar bien provisto de agua y vegetación, llamado Elim, regado por doce fuentes, junto a las cuales se alzaban los troncos, jóvenes y sumamente esbeltos, de setenta palmeras, claros símbolos y ejemplos, para los capaces de ver con agudeza mental, de los bienes de nuestra nación.30 Para los parágrafos 188 a 190 ver Éx. XV, 27. Ver también Sobre la huida y el hallazgo 183 y ss.

189. Doce, en efecto, son las tribus de la nación, cada una de las cuales, en razón de su piedad, habrá de ser representada por una fuente, que la dotará de una perenne corriente de piadosos sentimientos y de incesantes nobles acciones; en tanto que los setenta fundadores de toda nuestra nación han sido, con toda propiedad, comparados con la palmera, el mejor de los árboles, excelente tanto en el aspecto cuanto en el fruto que produce; que, además, tiene su principio vital, no enterrado en las raíces, como los otros árboles, sino situado en lo alto, ubicado al modo del corazón, en la parte más central de las ramas, las que, como a un verdadero soberano, lo escoltan en derredor.»

190. Tal es también la naturaleza de la inteligencia de quienes han pala deado lo que es la piedad; como que, instruida en la contempla ción y la aproximación hacia lo alto, y entregada siempre a la consideración de las cosas del cielo y a escudriñar las Divinas bellezas, no toma en serio las cosas terrenales, considerando que éstas son simple entretenimiento de niños, en tanto que aquéllas constituyen un asunto digno de verdadera preocupación.

191.31 XXXV. No había pasado mucho tiempo desde el suceso anterior, cuando experimentaron los rigores del hambre debido a la carencia de alimentos, como si, ajustándose a un orden re gular de sucesión, volvieran al ataque las penurias, pues estas dos penosas y oprimentes señoras que son el hambre y la sed, tras distribuirse las calamidades, los atacaran una después de otra; de lo que resultaba que, al desaparecer una de ellas, sobrevenía la otra. Esto fue lo que más insoportable resultó para los que padecían, puesto que, habiendo pensado poco antes que se habían librado de la sed, hallaban que la funesta hambre estaba al acecho. 31 Para los parágrafos 191 a 208 ver Éx. XVI.

192. Y no era sólo la escasez presente lo que les apenaba, sino también el temor de no obtener provisiones en el futuro. Viendo, en efecto, las profundidades del inmenso desierto y su extrema esterilidad en frutos, grandísimo era su desaliento. Nada, ciertamente, había, salvo ásperas y escarpadas rocas, planicies de suelo salitroso, montes sumamente pedregosos, inmensos arenales que se elevaban hacia inaccesible altura; y además ningún río, ni procedente de fuentes locales ni formado por las lluvias, ningún pozo de agua, ningún arbusto ni árbol alguno, ni cultivado ni de vegetación salvaje, ningún ser viviente ni alado ni terrestre, como no fueran reptiles ponzoñosos, des tructores de hombres, tales como serpientes y

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escorpiones.

193. Entonces, al recordar la abundancia y fertilidad de Egipto y comparar la inagotable cantidad de todas las cosas que allí había, con la carencia de todo en el lugar donde estaban, sen tíanse disgustados y unos a otros se comunicaban pareceres tales como éstos: "Partimos hacia otra tierra con la esperanza de la libertad, y ni siquiera tenemos seguridad de conservar la vida. Los destinados a la felicidad según las promesas de nuestro guía, somos los más desdichados de los hombres en la realidad de los hechos.

194. ¿Cuál será el fin de este camino tan largo e interminable? Todos los que atraviesan el mar o la tierra tienen ante sí una meta hacia donde se dirigen; mercados y puertos unos, una ciudad o un país otros; sólo nosotros tenemos delante un impenetrable desierto, una penosa ruta y el peso de la deses peranza, ya que a medida que avanzamos, todo ello se presenta ante nuestra vista, como un mar inmenso, profundo, intransitable y más dilatado cada día.

195. Nuestro guía, después de alen tarnos y hacernos cobrar excesiva confianza con sus palabras, y de llenarnos los oídos de vanas esperanza, tortura nuestros estó magos con el hambre, sin procurarnos los necesarios alimentos. Con el pretexto de una emigración ha engañado a tan grande multitud, conduciéndola primero desde el mundo habitado hacia el deshabitado, para precipitarla luego hacia la tumba por el camino que lleva a la muerte".

196. XXXVI. Al ser objeto de tales vituperios, Moisés se in dignó, no tanto por lo que a él le echaban en cara cuanto por la inconstancia de aquellos en sus determinaciones. Porque, con la experiencia que ya tenían de innumerables hechos sin ex plicación racional, fuera de lo común y normal, no hubieran debido ya dejarse arrastrar por ninguna consideración por ra zonable y verosímil que fuera, sino tener confianza en él, tras las clarísimas pruebas que habían recibido sobre su veracidad en todo.

197. Mas, por otra parte, al considerar su indigencia, el mayor de los males que puede sobrevenir a los hombres, los perdonó, teniendo presente que la multitud es de naturaleza ines table, y se ve impulsada por las circunstancias del momento, las que engendran en ella el olvido de lo acontecido anteriormente y la desconfianza con respecto al porvenir.

198. Hallándose, pues, todos en la más extrema aflicción y a la espera de las más grandes desgracias, las que, a su juicio, les acechaban y eran inminentes, Dios se apiadó de ellos y puso remedio a sus pade cimientos, en parte por compasión y amor hacia quienes parti cipaban de Su propia naturaleza, en parte también queriendo honrar a aquel a quien había escogido para que los guiara; y, aun más, para darles pruebas del grado de piedad y santidad que caracterizaba a Moisés tanto en los asuntos manifiestamente claros como en los ocultos.

199. Los beneficios que les con cedió fueron novedosos y sorprendentes, con el objeto de que mediante demostraciones lo suficientemente claras aprendieran de una vez por todas a no estar descontentos si en adelante algo les sucedía contrariamente a sus puntos de vista, y a sobre llevarlo con paciencia, confiados en que el bien habría de lle gar.

200. ¿Qué fue, pues, lo que sucedió? Al día siguiente, hacia el amanecer, se produjo en torno de todo el campamento un espeso y abundante rocío, que Dios hacía caer silenciosa mente, una extraña y desacostumbrada lluvia, consistente, no en agua ni granizo ni nieve ni hielo,

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fenómenos éstos, que se pro ducen por los cambios en las nubes durante el solsticio de in vierno; sino en un grano muy pequeño y sumamente blanco, que, merced a su caída incesante, se acumulaba en montones delante de las tiendas. El espectáculo era increíble, y, presa de estupor ante él, preguntaban a su guía: "¿Qué lluvia es esta, que hasta ahora ningún hombre ha visto antes; y con qué fin se ha producido?"

201. Moisés, poseído de Divina inspiración, les hizo estas inspiradas revelaciones: "Los mortales tiene a su disposición el fértil suelo de la planicie, al cual dividen en sur cos, aran, siembran y someten a los demás cuidados propios de la agricultura; con lo que se procuran los frutos anuales, y así disponen de abundantes medios de vida. Dios, en cambio, tiene a Su disposición, no una porción del universo, sino el universo entero y las porciones de éste, para que Le sirvan, como esclavos a su amo, para cada servicio que El quiera.

202. Y así, en esta ocasión, Le pareció bien que el aire transportara alimento en vez de lluvia, del mismo modo que la tierra también trans porta lluvia en muchos casos. Porque, el río de Egipto, que cada año se desborda por las crecientes y riega los campos, ¿qué otra cosa es sino una lluvia que se precipita desde abajo?"

203. Lo que Dios realizó en esa ocasión resultaría increíble, aun cuando se hubiera limitado a lo ya dicho; pero se agregaron otras circunstancias más pasmosas todavía, que le confirieron un carácter milagroso. En efecto, todos acudieron munidos de recipientes, desde los distintos lugares, y recogieron granos, unos cargándolos sobre sus bestias, otros sobre sus espaldas, con la previsora intención de acopiar lo necesario para algún tiempo más.

204. Pero la verdad es que se trataba de algo imposible de acopiar y reservar, pues la intención de Dios era hacerles merced de dones perpetuamente nuevos. Y así, aquello que juntaban en razonable medida para su uso en el momento, lo consumían con placer; de lo que, en cambio, habían reservado para el día siguiente, nada encontraban ya en buen estado, sino todo alterado, maloliente y lleno de animales tales como los que habitualmente se desarrollan en la putrefacción. Esto, como es natural, lo tiraban; pero, todos los días hallaban a su alcance otras cantidades de alimentos, que caían a manera de lluvia jun tamente con el rocío.

205. Especial privilegio cupo al sagrado séptimo día. En efecto, puesto que no estaba permitido hacer cosa alguna durante su transcurso, v sí expresamente establecido abstenerse de todo trabajo, grande o pequeño, el día anterior Dios hizo llover doble cantidad, y les mandó llevar el alimento suficiente para dos días, pues ese día no podrían recoger la porción necesaria; y lo recogido se mantuvo en buen estado, sin que nada absolutamente se corrompiese como había ocurrido antes.

206. XXXVII. Pero he de referirme a algo aún más admi rable que eso. Durante el lapso de cuarenta años, período de tiempo extremadamente prolongado que abarcó la marcha, les fueron proporcionados los alimentos necesarios en la medida que tengo dicha, como raciones calculadas para que a cada uno le tocase la porción necesaria.

207. Al mismo tiempo fueron instruidos respecto del día que vivamente ansiaban determinar. Largo tiempo hacía, en efecto, que buscaban saber cuál había sido el día natal del mundo, 32 aquel en que este universo fue completado; problema que, habiéndolo recibido sin solución de sus padres y antepasados, pudieron al cabo resolver, instruidos no sólo por las Divinas

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revelaciones sino también gracias a un testimonio en extremo claro. En efecto, mientras en los restantes días el sobrante de lo caído se corrompía, según hemos apuntado, el llovido en la víspera del séptimo no sólo no se alteraba, sino su cantidad era doble.32 Vale decir, saber si el día en que la creación llegó a su fin y el mundo alcanzó su plenitud fue el sexto o el séptimo. Filón en Sobre la creación del mundo 89, y en Sobre las leyes particulares II, 59, afirma que fue el séptimo. Pero, como se aclara en Sobre la vida de Moisés II, 263, los hombres anteriores a Moisés habían perdido la cuenta de la cronología de los tiempos remotos e ignoraban cuál de los dos días era el del nata licio del mundo.

208. El modo como empleaban este alimento era el siguiente. Al alba recogían lo caído, lo molían o trituraban, y, tras cocerlo enseguida, comían un gratísimo manjar, semejante a un pastel de miel, sin necesidad de recurrir a los menesteres propios de los pasteleros.

209. Pero no pasó mucho tiempo sin que se vieran bien aprovisionados de los medios para una dieta rega lada, puesto que era deseo de Dios procurarles en pródiga abun dancia, en pleno desierto, cuantas viandas se encuentran en un país habitado y próspero. Y así, en los atardeceres ensombrecía todo el campamento una nube interminable de codornices pro cedentes del mar, las que, por volar muy bajo, resultaban fácil presa. Ellos las capturaban y preparaban a gusto de cada uno y se regalaban con las más apetitosas carnes y a la vez hacían más grato su alimento mediante el condimento requerido.3333 Aquí se aparta Moisés del orden que en el relato de Éx. XVI, 12 y 13 guardan el episodio de las codornices y el del maná, y sigue el de Núm. 31 a 32, donde se lee que la caída del maná precedió a la aparición y captura de las codornices.

210.34 XXXVIII. Grande fue la abundancia de víveres, y ja más la echaron de menos; pero una vez más sobrevino una terri ble escasez de agua. Oprimidos por ella, retornaban ya a perder la fe en su salvación, cuando Moisés, tomando aquella sagrada vara mediante la cual había ejecutado las señales en Egipto, por Divina inspiración golpeó con ella la escarpada roca. 34 Para los parágrafos 210 y 211 ver Éx. XVII, 1 a 7, y Núm. XX, 1 a 13.

211. Bien fuera que la roca encerrara desde antes una fuente y una vena hubiera sido puesta al descubierto en lugar oportuno; bien que entonces por primera vez una concentración de agua hubiera afluido a ella a través de ocultos canales, sometida a gran presión, el caso es que, horadada por la fuerza enorme de la corriente, el agua fluyó de ella como un manantial; de modo que, no sólo les procuró remedio para su sed en aquella ocasión, sino también brindó a tal inmensa multitud abundante bebida por algún tiempo mis, ya que llenaron todos los recipientes, como antes lo habían hecho en aquellas fuentes amargas por naturaleza que por providental intervención Divina se habían tornado dulces.

212. Si alguien tiene dudas respecto de estas cosas, es porque ni conoce a Dios ni ha buscado conocerlo jamás; pues, si Lo hubiera llegado a conocer, habría al instante conocido, captán dolo con una firme convicción, que esos hechos increíbles e in comprensibles son juegos de niños para Dios. Bastaríale para ello que volviera los ojos hacia las cosas realmente grandes y dignas de observarse, como son la creación del cielo, los rítmicos movimientos de los astros errantes y los de cursos fijos, el res plandor de la luz solar durante el día y de la luna por las no ches, y la posición fija de la tierra en el centro del universo, la grandeza incomparable de los continentes e islas, las incontables especies de animales y plantas, los desbordamientos de los ma res, el ímpetu de los ríos procedentes de fuentes de la región y de

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los formados por las precipitaciones invernales, el fluir pe renne de las fuentes, de las que unas vierten agua fría y otras caliente, los variados cambios del aire, las diferencias de las es taciones del año, y otras innumerables bellezas.

213. No le alcanzaría la vida a aquel que quisiera describir una a una las partes del universo, o más bien, describir una sola de las partes importantes de él, aunque esa vida llegara a prolongarse más que las de todos los otros hombres. Pero estas cosas, por admi rables que sean, no llaman la atención, debido a que resultan familiares. En cambio, las desacostumbradas, aunque sean pe queñas, nos dominan con lo extraño de su presencia, y movidos por nuestro amor a las novedades nos quedamos pasmados.

214.35 XXXIX. Ya habían recorrido un largo y penoso camino, cuando aparecieron los confines de la tierra habitada y los lu gares fronterizos del país hacia donde se dirigían, el que estaba bajo el dominio de los fenicios.36 Los hebreos esperaban hallar allí una vida plácida y tranquila, pero su opinión resultó fal sa. 35 Para los parágrafos 214 a 219 ver Éx. XVII, 8 a 16. 36 Canaán comprendía la franja costera desde la desembocadura del Orontes, al norte, hasta los confines del desierto que lo separa de Egipto, al sur. Por la época de la llegada de los israelitas no se distinguían Palestina y Fenicia, zonas que sólo en tiempos posteriores siguieron rumbos polí ticos y culturales distintos. Con el gentilicio fenicios designa Filón a los cananeos en general, y al decir "el país" se refiere a todo Canaán, no sólo a la región de los amalecitas.

215. En efecto, el rey que gobernaba la región, temiendo actos de rapiña, convocó a la juventud de sus ciudades, y les salió al encuentro con la intención de detenerlos, ante todo; y, si hacían resistencia, de rechazarlos por las armas, aprovechando que los suyos estaban descansados y frescos para la lucha, en tanto que los otros se hallaban exhaustos por las marchas y las privaciones de alimentos y bebidas que alternativamente los habían acosado.

216. Moisés, enterado por los exploradores de que el enemigo no estaba a mucha distancia, convocó a los hombres en edad militar, y, habiendo escogido como general a uno de sus lugartenientes, llamado Josué, se apresuró a procurar la mejor de las alianzas. Habiendo, en efecto, procedido a purificarse de conformidad con los ritos purificatorios habituales, as cendió con rapidez a la colina próxima y suplicó a Dios que protegiera y concediera una decisiva victoria a los hebreos, a los que había salvado de otras guerras más difíciles aún y de otros males, liberándolos de las desgracias, no solo de aquellas con que los habían amenazado los hombres, sino también de las otras sin precedentes producidas tanto por la alteración de los elementos naturales en Egipto como por el hambre continua durante las marchas.

217. Desde el momento en que se entabló la batalla, sucedió que sus manos experimentaron una sensación maravillosa en grado sumo. Tornábanse alternativamente muy livianas y muy pesadas; y, cada vez que se aligeraban y elevaban hacia lo alto, sus combatientes cobraban vigor, y, comportándose como verdaderos hombres, aumentaban la gloria de sus hazañas; en tanto que, cada vez que cedían y se bajaban, prevalecían los contrarios. De ese modo daba Dios a entender simbólica mente que la tierra y las zonas últimas del universo constituyen la porción asignada como propia a unos; y la sacratísima región etérea, la reservada para otros; y que, así como el cielo es so berano en el orden universal y prevalece sobre la tierra, de análoga manera nuestra nación prevalecerá sobre sus adversa rios.

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218. Así, pues, mientras sus manos, cual platillos de balanza, se alzaban y bajaban alternativamente, también la ba talla continuaba indecisa; pero, de pronto, perdiendo toda pe sadez y obrando los dedos a manera de plumas, se elevaron hacia lo alto como se elevan las naturalezas aladas, y permanecieron apuntando hacia las alturas hasta que los hebreos alcanzaron una indiscutida victoria y los hombres de armas del enemigo fueron aniquilados, sufriendo merecidamente lo que, contra toda justicia, trataban de infligir a otros.

219. En aquella ocasión, además Moisés elevó un altar, al que en atención a lo ocurrido llamó "refugio de Dios", y en él, tras elevar plegarias de gratitud, ofreció los sacrificios por la victoria.

220.37 XL. Después de esta batalla Moisés comprendió que era preciso proceder a la exploración del país en donde la nación iba a establecerse. Esto ocurría en los comienzos del segundo año de peregrinaje. La intención de Moisés era evitar las acostum bradas argumentaciones de quienes no estaban al tanto de las cosas; y que, en cambio, se resolviera lo que habría de hacerse, a base de una información previa de primera mano y contando con un sólido conocimiento sobre lo tocante a la región.37 Para los parágrafos 220 a 236 ver Núm. XIII y XIV.

221. Eligió doce hombres, número correspondiente al de las tri bus, un jefe tribal por cada una, seleccionando a los de mayor prestigio en mérito a sus cualidades, a fin de que ninguna parte de la nación difiriera de las demás por asignársele o más o me nos, y para que todas llegasen a conocer por igual a través de sus hombres de mayor dignidad lo relativo a los habitantes del país, siempre que los emisarios quisieran decir la verdad.

222. Una vez que los hubo escogido, les dijo lo siguiente: 'El premio de las luchas y peligros que hemos sobrellevado y hasta hoy estamos soportando es nuestra radicación en nuevas tierras que serán nuestra heredad; y ojala no nos veamos decepcionados en nuestra esperanza, pues la nación que hemos conducido para establecerse en ellas es numerosísima. Sumamente provechoso es que conozcamos los lugares, los hombres y los sucesos; en la misma medida en que es perjudicial el ignorar tales cosas.

223. Os hemos elegido para que con la ayuda de vuestras obser vaciones y discernimiento tengamos una visión de las cosas del país. Asumid, pues, el papel de oídos v ojos de tan inmensas multitudes para obtener una clara información de lo que es necesario saber.

224. Lo que deseamos conocer son tres cosas: el número y fuerza de los naturales; si las ciudades están favo rablemente ubicadas y fuertemente construidas, o todo lo con trario; y si el país es de suelo rico y fértil, apto para producir toda clase de frutos, sembrados y árboles, o si es, por el con trario, de suelo pobre. De esa manera podremos abocarnos a la consideración del poder y número de los habitantes v la propor ción de sus fuerzas, así como de la capacidad de resistencia de sus fortificaciones con sus máquinas de guerra y aparatos de sitio. Es necesario conocer también si el país es fértil o no, porque sería necedad avenirse a enfrentar peligros por un terri torio estéril.

225. Nuestras armas, nuestras máquinas y toda nuestra fuerza consisten solamente en nuestra fe en Dios. Equi pados con ella, desecharemos cualquier temor, ya que ella basta para

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doblegar, y con mucho, fuerzas irresistibles, productos de las buenas cualidades físicas, de la osadía, de la experiencia y del gran número; y gracias a ella también, en las profundida des del desierto hemos gozado de la abundancia de cuanto se da en la prosperidad de las ciudades.

226. La estación en que más particularmente suelen ponerse de manifiesto las condiciones favorables de una región es la primavera, y ella está en pleno transcurso. En la época primaveral los diferentes sembrados al canzan su madurez v los árboles comienzan a adquirir su desa rrollo natural. Con todo, tal vez sea mejor aguardar hasta el pleno verano y traer frutos como testimonio de las bondades del país".

227. XLI. Tras escuchar estas palabras, partieron para la exploración, escoltados por toda la multitud, la que temía que los apresaran y perdieran la vida, y que ocurrieran dos cosas en extremo graves: la muerte de hombres que eran la vista misma de cada tribu; y la falta de noticias sobre la situación de los enemigos listos para atacar, respecto de los cuales era útil tener información.

228. Los exploradores, habiendo esco gido vigías y guías para el camino, marcharon a la zaga de ellos. Ya próximos a su destino, ascendieron rápidamente al monte más alto del lugar y otearon la región, gran parte de la cual era una llanura que producía cebada, trigo y abundante forraje; en tanto que la parte montañosa estaba no menos repleta de viñas y de otros árboles, toda ella cubierta de frondosas arboledas, con un cinturón de ríos y fuentes, que la regaban abundante mente, de modo que desde la parte más baja hasta las cimas, toda la región montañosa constituía una trama de sombreados bosques, sobre todo en las laderas y en las hendiduras profundas.

229. Contemplaron también las ciudades, las cuales estaban muy bien defendidas por dos circunstancias: las condiciones fa vorables del terreno donde se hallaban situadas y la solidez de sus murallas. Observaron asimismo a los naturales, y vieron que su número no tenía límites y que eran gigantes de enorme altura, o al menos, gigantescos en sus rasgos corporales, incomparables tanto por su gran tamaño como por sus fuerzas.

230. Habiendo observado estas cosas, permanecieron en el lugar con ánimo de formarse una idea más exacta, pues las primeras impresiones son inestables y difícilmente el tiempo las confirma. Además estaban muy interesados en recoger algunos frutos de árboles, no de aquellos cuyo desarrollo definitivo acababa de comenzar hacía poco, sino de los que ya empezaban a cargarse de frutos, para de ese modo tener algo que no se habría de corromper fácil mente, para mostrar a la multitud.

231. Lo que más los llenaba de asombro era el fruto de las viñas. Sus racimos eran de un tamaño extraordinario y se extendías por las ramas y brotes ante la mirada incrédula de ellos. Por ejemplo, habiendo cor tado uno, lo colgaron en el centro de una vara cuyos extremos iban sobre los hombros de dos jóvenes, uno colocado delante y otro detrás, los que debieron ser sucesivamente relevados, ya que siempre los anteriores estaban agotados debido a la enor midad del peso. En cuanto a los asuntos fundamentales sus opiniones no esta ban "acordes entre sí.

232. XLII. Innumerables fueron las controversias que se suscitaron en plena marcha aún antes de regresar; con todo no pasaron a mayores, por cuanto no querían que sus disputas ni las

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discrepancias en las informaciones pro dujesen una conmoción en la multitud. Después del regreso, sin embargo, las discrepancias tornáronse más graves.

233. Es que una parte de ellos, al descubrir las fortificaciones de las ciudades y cómo cada una de ellas estaba en extremo poblada, magnificaba todo en su relato provocando el temor entre los que escuchaban; en tanto que los otros, restando importancia a todo cuanto habían visto, los exhortaban a no dejarse abatir y a man tenerse firmes en lo de radicarse allí, en la seguridad de que lo lograrían al primer intento. 'Ninguna ciudad", decían, "podrá resistir al ataque conjunto de tan grande fuerza; y caerá doble gada bajo su peso". Unos y otros informantes trasmitían a las almas de los que escuchaban, los resultados de sus propios sen timientos; los timoratos, cobardía; los imperturbables, coraje y esperanzas.

234. Pero éstos últimos no eran sino la quinta parte de los temerosos, siendo éstos, a su vez, cinco veces más numerosos que los de ánimo elevado. Ahora bien, el coraje de unos pocos pasa inadvertido frente a la timidez de un gran número; y eso fue lo que dicen que ocurrió también en aquella ocasión: pues, habiendo dos de aquellos expuesto las más exce lentes soluciones, los diez que aseguraban lo contrario prevale cieron a tal punto, que toda la multitud se dejó arrastrar a una posición de disentimiento hacia los otros y de adhesión hacia ellos.

235. Con relación a la naturaleza del país todos expusieron una misma opinión, manifestando con unánime criterio que era hermoso tanto en la parte llana como en la montañosa; pero, tras ello, todo el pueblo gritaba: "¿Qué interés nos va a nosotros en bienes que pertenecen a otros y están protegidos con fuerzas tan poderosas que los hacen inconquistables?" Y, prefiriendo el halago del oído a lo conveniente, y el engaño a la verdad, se lanzaron contra los dos y por poco no los lapidaron.

236. Todo esto provocó la irritación del caudillo, quien al mismo tiempo estaba temeroso de que algún Divino castigo descendiera sobre los que de tal manera se empeñaban en no creer en Sus reve laciones. Y así ocurrió. Porque los diez exploradores cobardes perecieron víctimas de una pestilente enfermedad, junto con aquellos de la multitud que habían apoyado sus insensatas pro posiciones. Sólo los dos que habían aconsejado no atemorizarse sino persistir en los intentos de establecerse allí se salvaron en razón de que habían sido obedientes a los oráculos, razón por la que les cupo el especial privilegio de no perecer a la par de los otros.

237. XLIII. Este incidente fue la causa por la que los hebreos, no llegaron sino más tarde a la tierra a donde iban a estable cerse, En efecto, habiendo podido en el segundo año después de la partida de Egipto ocupar las ciudades de Siria y proceder al reparto de las tierras, se apartaron de la ruta directa y breve, y anduvieron errantes por regiones intransitables y dilatadas, al encuentro de sinsabores, que, uno tras otro, acarreábanles ina cabables fatigas para el alma y el cuerpo, castigos que debían soportar por su gran impiedad.

238. Y así, treinta y ocho años, amén del tiempo ya transcurrido, es decir, la duración de una generación humana, los pasaron de un lado para otro, recorrien do en diversos sentidos profundos desiertos, y sólo al cabo de los cuarenta años llegaron a los límites del país a los que también habían llegado la vez anterior.

239.38 En las proximidades de los accesos al país habitaban, entre otras gentes, algunas emparentadas con ellos, de las que pensaban que serían más que cualesquiera otras sus aliados

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en la guerra contra los habitantes de las ciudades vecinas, y coope rarían en todo lo relativo a la colonización; o que, por lo menos, si no se atrevían a eso, se abstendrían de intervenir con sus fuerzas y permanecerían neutrales.38 Para los parágrafos 239 a 249 ver Núm. XX, 14 a 21.

240. Los progenitores de ambas naciones, los de los hebreos y los de los habitantes de la región colindante con las ciudades, habían sido dos hermanos, hijos del mismo padre y de la misma madre, y además mellizos. Habiendo llegado a ser numerosa la familia de ambos, y como sus descendientes dispusieron de cierta abundancia de medios de subsistencia, uno y otro linaje habíase multiplicado hasta formar cada uno una grande y populosa nación. Pero una de ellas había permanecido ligada a la tierra de sus mayores; en tanto que la otra, habiendo, como se ha dicho, emigrado a Egipto a causa de la carestía de alimentos, retornó en tiempos poste riores.

241. Esta última, no obstante el largo tiempo que había permanecido desvinculada, en contacto con pueblos que ninguna de las costumbres ancestrales guardaban ya y habían renunciado a las primitivas normas de vida en común, respetaba los comu nes vínculos, entendiendo que corresponde a la humana natu raleza ofrecer algo y mostrarse generosa en nombre de los lazos de sangre.

242. La otra, por el contrario, había desnaturali zado todo cuanto fortalece tales lazos; y en sus costumbres, expresiones, determinaciones y hechos mostrábase implacable e irreconciliable, y mantenía vivo el fuego de una ancestral ene mistad. Esta provenía del hecho de que el fundador de la na ción,39 después de haber por propia decisión vendido los dere chos de primogenitura a su hermano, poco más tarde había reclamado aquello a lo que había renunciado, en abierta viola ción de lo convenido, y sentido deseos de verter su sangre, lle gando a amenazarlo con la muerte si no se lo restituía. Y esta vieja enemistad de un solo hombre hacia otro se renovaba en la nación al cabo de tantas generaciones.39 Esaú, de quien descendían los edomitas.

243. Pues bien, el caudillo de los hebreos, Moisés, aunque la verdad es que estaba en condiciones de atacar y vencerlos sin mayores dificultades, no lo consideró justo, teniendo presente el mencionado paren tesco, y se limitó a reclamar como cosa justa el uso del camino que atravesaba la región, prometiendo respetar todos los com promisos, no devastar el territorio, no llevarse ganado ni otro bien alguno, pagar el agua en caso de que tuvieran necesidad de ella, así como los otros productos que adquirieran para satis facer sus necesidades. Pero ellos se opusieron con todas sus fuerzas a estas proposiciones y amenazaron con la guerra en el caso de que advirtieran que los hebreos hubieran cruzado los límites de su territorio o que simplemente se hubieran aproxi mado a ellos.

244. XLIV. Desagradable fue la impresión de los hebreos ante la respuesta, y ahora estaban dispuestos a tomar las armas. En tales circunstancias Moisés, colocado donde podía ser oído, les dijo: "Hebreos, vuestra irritación es razonable y justa. A nues tras honradas propuestas, hechas con espíritu cortés, han respon dido con una vileza brotada de corazones malvados.

245. Pero, aunque merezcan ser castigados por su falta de humanidad, no por eso nos está permitido lanzarnos a tomar venganza contra ellos. Por el honor de nuestra nación, y para que también en esta ocasión los buenos nos distingamos de los malvados, hemos de averiguar no

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sólo si hay entre ellos quienes merecen castigo, sino también si corresponde que sea de parte de nosotros de quienes lo sufran".

246. Acto seguido se volvió y condujo a la multitud por otra ruta, ya que vio que los caminos de la región estaban todos protegidos por guarniciones apostadas por quienes ningún daño debían esperar, pero por envidia y maldad no permitían que atravesasen por la vía directa.

247. Esta era la más clara prueba de lo mal que les sabía la libertad de nues tra nación, pues sin duda se alegraban en la época en que ella soportaba la amarga esclavitud en Egipto, ya que aquellos a los que la prosperidad de sus vecinos produce dolor, no pueden menos que alegrarse por las desgracias de éstos, aunque no lo confiesen.

248. El caso es que los hebreos, en la suposición de que trataban con gentes que opinaban y deseaban lo mismo que ellos, les habían comunicado todo cuanto les había sucedido, penoso o placentero, sin saber que aquellos estaban muy avan zados en materia de depravación, y que, siendo sus sentimientos hostiles y malvados, se inclinaban a lamentarse por los prósperos sucesos y a complacerse por las adversidades de sus hermanos de raza.249. Pero, aun después que la maldad de aquéllos hubo quedado al descubierto, los hebreos se vieron impedidos de usar la fuerza por orden de su caudillo, quien puso así de manifiesto dos de sus excelentes cualidades: la sensatez y los buenos sentimientos conjuntamente; la sensatez, que le hizo precaverse contra la posibilidad de cualquier desastre, y los sen timientos humanitarios, que le movieron a no desear siquiera castigar a quienes eran de su misma raza.

250.40 XLV. Así pues, pasaron de largo sin entrar en las ciu dades de aquellos; pero cierto rey de la región limítrofe, llamado Canana,41 al anunciarle sus espías que la hueste en marcha se hallaba situada a no mucha distancia, pensó que se trataba de un tropa desorganizada y fácil de vencer si atacaba primero él. Lanzóse, pues, con la bien armada fuerza de hombres jóvenes de que disponía, y con un rápido ataque puso en fuga a los primeros que le hicieron frente, pues no estaban éstos prepara dos para la batalla, y, habiendo hecho algunos prisioneros, en vanecido con el inesperado éxito y creyendo que doblegaría a todos los demás, continuó su avance.40 Para los parágrafos 250 a 254 ver Núm. XXI, 1 a 3.41 Evidente mala lectura de Filón. El texto bíblico dice: "...el rey cananeo de Arad".

251. Pero, los hebreos, lejos de haber sido dominados por la derrota de sus líneas avan zadas, habiendo cobrado mayor coraje aún que antes y apre miados por los deseos de remediar la apurada situación de los capturados, se estimulaban unos a otros a no cejar, diciendo: "¡Animo!, en este momento estamos penetrando en el país; sea mos indoblegables con la seguridad que brinda el valor. El resultado se decide frecuentemente en los comienzos. Situados en las entradas del país, llenemos de consternación a sus habi tantes y tengamos por nuestra la riqueza de sus ciudades, a trueque de la cual les dejaremos la indigencia en medios de vida que nos acompaña desde el desierto".

252. Y, a la par que se exhortaban recíprocamente de la manera dicha, prometían a Dios consagrarle a título de primicias del país las ciudades del rey y los ciudadanos de cada una de ellas. Dios aprobó las ple garias de los hebreos, e infundiéndoles valor, hizo que el ejército enemigo cayera en sus manos.

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253. Ellos, tras haberlo apresado mediante un violento ataque, cumplieron sus promesas relativas a la consagración en acción de gracias, y, sin apartar para sí cosa alguna del botín, Le consagraron las ciudades con sus habitantes y recursos, y, en atención al acontecimiento, dieron a todo el reino el nombre de "Ofrenda".4242 Del contexto de Núm. XXI, 2 y 3 se infiere que el término anáthema = ofrenda, consagración, pero también maldición, anatema, está tomado aquí en esta segunda acepción. De allí que la ciudad y la región llevara en adelante el nombre de Jorma, que en hebreo quiere decir precisamente anatema o maldición. Sin embargo, Filón acomoda a su propósito el sentido del término y entiende que la denominación del lugar es Ofrenda o Lugar de la ofrenda, y conforme con esa interpretación ha sustituido más arriba el verbo anathematízein = maldecir, que aparece en el texto bíblico, por anatithénai = consagrar.

254. Es que, así como cada persona piadosa consagra a Dios las primicias de los frutos anuales, del mismo modo también la nación entera Le consagraba a título de primicia de su nuevo territorio el primer reino conquistado, como parte de la inmensa adquisición que sería el gran país en el que iban a habitar. Juzgaban que era cosa impía repartirse la tierra y establecerse en las ciudades sin antes haber hecho ofrenda de las primicias del país y sus ciudades.

255.43 XLVI. Poco después, habiendo además hallado, en un pozo situado en la zona fronteriza, una fuente con buena agua, que proveyó de bebida a toda la multitud, sus almas se ensancharon cómo si no agua sino vino puro hubieran bebido. Movi dos por la alegría y la dicha, los amados de Dios, luego de for mar coros en torno del pozo, entonaron un nuevo cántico a Aquel que les daba el país como heredad propia; al verdadero guía de su peregrinaje; porque, no bien llegaban desde el inmenso de sierto a la tierra habitada que estaba destinada a ser dominio de ellos, hallaban bebida abundante, y entendían que no debían seguir la marcha desde la fuente sin haberlo celebrado.43 Para los parágrafos 255 y 256 ver Núm. XXI, 16 a 18.44 Núm. XXI, 18.

256. Y con motivo pues, según es fama,44 dicha fuente no había sido cavada precisamente por manos de simples particulares, sino era obra de reyes, que ambicionaron no sólo hallar agua sino la construcción misma del pozo, con miras a que en su magnifi cencia se advirtiera el carácter real de la obra y el poder y elevado espíritu de sus constructores.

257. Moisés, regocijado por la sucesión ininterrumpida de inesperados bienes, avanzó más aún, distribuyendo a los jóvenes entre la vanguardia y la retaguardia, y situando a los viejos, mujeres y niños en el centro, a fin de que tuviesen protección de una y otra parte, si alguna hueste enemiga atacaba de frente o por detrás.

258. XLVII. Pocos días después, habiendo entrado en el país de los amorreos, envió embajadores a su rey, Seón de nombre, haciéndole las mismas proposiciones que anteriormente había hecho al rey de su misma raza.45 Seón no sólo contestó con insolencia a los que habían venido a él; y hubiera llegado a ma tarlos, a no mediar el impedimento de la ley de embajadas; sino además reunió a todo su ejército, creyendo que con un solo ataque alcanzaría la victoria" en la lucha. 45 Ver el parágrafo 244.

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259. Sin embargo, iniciada la batalla, se dio cuenta de que el encuentro no era contra enemigos descuidados y sin preparación, sino contra hom bres expertos y realmente invencibles en la guerra, hombres que poco antes habían llevado a cabo muchos y grandes hechos valerosos y demostrado vigor corporal, grandeza de espíritu, y excelsa virtud, gracias a lo cual habían capturado con gran facilidad a sus oponentes, y se habían apresurado a consagrar a Dios los primeros trofeos, sin tocar nada del botín.

260. En esta ocasión ocurrió otro tanto. Con la sólida fortaleza que les proporcionaban esas determinaciones y aprestos se lanzaron contra el enemigo, contando, al mismo tiempo, con la ayuda irresistible de la justicia, alianza que los hacía combatientes más valientes y decididos aún.

261. La prueba es clara. No hubo necesidad de segunda batalla, y la primera fue la única; en ella toda la fuerza enemiga se desmoronó; y, desbaratada, fueron aniquilados todos sus hombres en edad de combatir.

262. Las ciudades quedaron vacías y llenas al mismo tiempo; vacías de sus antiguos moradores, llenas de los vencedores. Y otro tanto ocurrió con las residencias de campo: se vieron desocupadas de sus habitantes y recibieron a otros hombres, mejores en todo sentido.

263.46 XLVIII. Esta guerra produjo alarma y temor en todas las naciones de Asia, particularmente entre las de las zonas vecinas, por cuanto las perspectivas de duros acontecimientos eran para ellos más próximas. Pero uno de los reyes de las ciudades vecinas, llamado Balac, que tenía bajo su mando una parte extensa y muy poblada del este, se acobardó antes de que se iniciase la lucha. Resuelto a no enfrentar al enemigo cara a cara, quiso evitar los efectos devastadores de una guerra abierta librada mediante las armas; y, considerando que em pleando determinadas imprecaciones podría dar por tierra con la irresistible fuerza de los hebreos, recurrió a augurios y adivi naciones.46 Para los parágrafos 263 a 293 ver Núm. XX a XXIV.

264. Vivía por entonces en la Mesopotamia un hom bre muy renombrado como adivino, el que había aprendido los secretos de la adivinación en todas sus formas, pero era particu larmente admirado por su experiencia en materia de prediccio nes, pues a muchas personas y en muchas ocasiones había reve lado cosas increíbles e importantes.

265. Había predicho a unos abundantes lluvias en pleno verano, a otros sequías y ele vadas temperaturas en medio del invierno, a otros escasez des pués de la abundancia; y, a la inversa, buenas cosechas después de las privaciones; a otros desbordamientos y agotamiento de ríos, a otros remedios de enfermedades pestilentes y de otras innumerables cosas. En cada una de estas predicciones había ido creciendo su reputación hasta ser famosísimo y alcanzar un gran renombre, ya que su prestigio incesantemente se propa gaba y extendía hacia todas partes.

266. Hacia él envió Balac a algunos de sus cortesanos, y lo invitó a venir, ofreciéndole de antemano ciertos presentes y prometiéndole que le daría otros, al mismo tiempo que le hacía conocer el propósito para el que lo mandaba llamar. Pero el vidente, no tanto porque lo impul sase una convicción noble y firme, cuanto por darse aires de profeta distinguido, acostumbrado a no hacer cosa alguna en absoluto sin atenerse a los oráculos, se excusó diciendo que la Divinidad no le permitía ir.

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267. Los enviados retornaron hacia el rey sin haber logrado nada; pero de inmediato fueron elegidos otros para la misma misión entre los personajes de mayor reputación, los que llevaron consigo más dinero y pro metieron más abundantes regalos. 268. Seducido por los pre sentes ya ofrecidos y por la esperanza de los venideros, así como por deferencia hacia la jerarquía de los que lo invitaban, cedió, invocando una vez más con aviesa intención la voluntad Divina. Así pues, al día siguiente hizo los preparativos para el viaje y narró sueños, en los que, según decía, claras visiones que le habían acosado, le forzaban a no detenerse por más tiempo y a acompañar a los embajadores.269. XLIX. Pero, cuando iba ya marchando, en el camino se le presentó una inequívoca señal de que el propósito tras el cual iba no era adecuado. En efecto, la bestia sobre la cual iba montado, mientras avanzaba derechamente, primero se detuvo de repente,

[270.] y luego, como si de la parte opuesta al guien la empujara con fuerza o la retuviera, se echó hacia atrás, y dirigiéndose una y otra vez hacia derecha e izquierda, y andando vacilante de aquí para allá, no se quedaba tranquila, como si tuviera la cabeza pesada por la embriaguez del vino; y golpeada muchas veces, no hacía caso de los golpes. Poco faltó para que de ese modo arrojase a tierra al jinete; y si bien éste se mantuvo montado, lo hizo sufrir a su vez.

271. Había, en efecto, cerca, a uno y otro lado del lugar, muros y setos; y, cada vez que el animal en sus movimientos chocaba contra ellos, su amo sufría apretones, golpes y desgarramientos en sus rodillas, canillas y pies.

272. Se trataba, evidentemente, de una Divina visión, que el animal contemplaba largo rato hacía, como acosándolo, por lo que se hallaba aterrado; en tanto que el hombre nada veía; lo que prueba su incapacidad de percep ción. En efecto, él, que se vanagloriaba de ver no sólo el mundo sino también al Hacedor del mundo, era superado en visión por un animal irracional.

273. Cuando, al cabo, alcanzó a ver, no sin dificultad, al ángel que estaba frente a él; y no porque fuera digno de tal contemplación, sino para que se diera cuenta de su propia indignidad e insignificancia; se entregó a plegarias y súplicas, pidiendo ser perdonado por su error, que atribuía a ignorancia y no a libre determinación.

274. Y, aunque ese era el momento de desandar su camino, preguntó a la aparición si habría de retornar de nuevo a su casa. El ángel se dio cuenta de su simulación. ¿Qué necesidad, en efecto, tenía de preguntar algo tan claro, que llevaba en sí mismo las evidencias y no había menester de ser confirmado con palabras? Porque no vamos a afirmar que los oídos son más dignos de crédito que los ojos, y las palabras, más veraces que los hechos. Irritado por eso el ángel, le dijo: "Sigue tu camino y tus propósitos, que no te valdrá de nada, pues lo que habrás de decir te lo diré yo dictán dotelo sin que intervenga tu entendimiento; y dirigiré tus órga nos del habla de manera justa y conveniente. Yo llevaré las riendas de la palabra, y a través de tu lengua, sin que te des cuenta, pronunciaré cada una de las profecías".

275. L. Cuando el rey se enteró de que ya estaba cerca, le salió al encuentro acompañado de su escolta. Como es natural, el encuentro comenzó con saludos y muestras de amistad, a los que siguió un breve reproche por la tardanza y los reparos puestos al viaje. Luego tuvieron lugar los banquetes, los suntuo sos agasajos y todas las otras demostraciones que es costumbre preparar para la recepción de huéspedes; cada uno con más magnífica y solemne pompa que el

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precedente, conforme con los reales deseos.

276. Al amanecer del día siguiente Balac llevó consigo al adivino a una colina, donde casualmente estaba erigida una columna en honor de cierta divinidad, a la que los comarcanos adoraban. Desde allí se contemplaba una parte del campamento hebreo, que el rey mostró al mago como desde una atalaya.

277. Este, tras contemplarla, dijo: "Lo que has de hacer, oh rey, es erigir siete altares y sacrificar en cada uno de ellos un becerro y un morueco. Yo, a mi vez, me retiraré a un lugar apartado y preguntaré a Dios qué debo decir". Alejóse de allí, y al instante le sobrevino una Divina inspiración, descen diendo sobre él el espíritu profético, el que arrojó desterrado de su alma a su arte adivinatorio, ya que era imposible que su falso saber de mago conviviese con una sacratísima inspira ción. Retornó de inmediato, y, viendo los sacrificios y los altares con sus fuegos, hizo estas revelaciones, como mero trasmisor de lo que otro le dictaba:

[278.] 'Balac me envió a buscar desde la Mesopotamia, haciéndome realizar el largo viaje desde el este, para poder, mediante mis maldiciones, hacer un escarmiento en los hebreos. Pero, ¿de qué manera maldeciré yo a quienes Dios no ha maldecido? Con mis ojos los contemplaré desde las más altas montañas y con mi espíritu los percibiré; pero no sería capaz de dañar al pueblo que habitará solo, y no será contado como una nación más; y ello, no porque haya de corresponderle lugares de residencia aparte o un país separado, sino en virtud de caracterizarse por sus peculiares costumbres, sin que su con vivencia con otros pueblos implique el abandono de sus hábitos ancestrales.

279. ¿Quién ha descubierto con exactitud las pri meras simientes del origen de este pueblo? Sus cuerpos fueron forjados mediante simientes humanas, pero sus almas tuvieron origen en simientes Divinas. Por ello alcanzaron un estrecho parentesco con Dios. ¡Ojalá muriera mi alma para la vida del cuerpo, para que fuera contada entre las almas de los justos, como resultan ser las almas de ellos!"

280. LI. Mientras oía estas cosas, Balac sufría atroz dolor en lo íntimo de su ser, y cuando aquél dejó de hablar, incapaz de contener su pasión le dijo: "¿No te avergüenzas de pronunciar súplicas por mis enemigos, cuando fuiste llamado para que los maldijeras? Sin darme cuenta me he engañado a mí mismo al considerarte amigo, mientras ocultamente formabas parte del bando de mis enemigos, cosa que ahora ha quedado en claro. Seguramente las dilaciones a que recurrías para no ponerte en marcha hacia aquí se debían a la adhesión hacia ellos, que ocultabas en lo profundo de tu alma, y a tu aversión hacia mí y los míos; que la prueba de lo incierto se halla en lo que está a la vista, según reza el antiguo proverbio".

281. El otro, libe rado ya del estado de posesión le replicó: "Soporto la más injusta de las acusaciones, bajo el peso de la calumnia. Lo que digo, de ninguna manera me pertenece, y todo me lo dicta la Divinidad; y no es ésta la primera vez que digo esto y que tú lo escuchas; ya antes lo dije y tú lo escuchaste cuando respondí esas mismas cosas a los embajadores que enviaste".

282. El rey, sin embargo, creyendo o engañar al adivino o que la Divi nidad cambiaría, y que con trocar los lugares cedería en la firmeza de Sus propósitos, trasladó al vidente hasta otro lugar, y desde una altísima colina le mostró una parte del ejército ene migo. Luego hizo elevar

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nuevamente siete altares, y, tras reali zar el mismo número de sacrificios que la vez anterior, envió al adivino en procura de felices augurios y noticias.

283. Ya solo, sintióse éste súbitamente poseído y, (tras de regresar adonde estaba el rey),47 sin entender nada, como si su razón anduviera por otra parte, pronunció estas proféticas palabras, puestas por otro en sus labios: 'Levántate, rey, y escucha. Ten el oído atento. El hombre puede ser engañado, pero Dios no; ni se arrepiente, como un hijo de hombre; y lo que una vez ha dicho lo cumple. Ninguna de Sus afirmaciones en absoluto deja de tener luego una firme confirmación en los hechos, puesto que para Él palabra y obra son una misma cosa. En cuanto a mí, es para bendecir para lo que fui elegido, y no para malde cir. 47 En el texto griego falta este agregado, que intercalo por ser absolu tamente necesario.

284. Las penurias y el dolor no tendrán cabida entre los hebreos. Protégelos magníficamente su Dios, el Que, entre otras cosas, disipó la violencia de los males de Egipto y guió a tantas miríadas de hombres como si se tratase de uno solo. Conse cuencia de ello es que éstos no hacen caso de presagios ni de todos los demás recursos de la adivinación, pues confían sola mente en el Soberano del mundo. Veo a ese pueblo elevarse como un cachorro de león y adquirir la majestad de éste. Las fieras le servirán de festín y su bebida será la sangre de los heridos; y, una vez saciado, no se entregará al reposo, sino per manecerá despierto entonando el himno de la victoria".

285. LII. Profundamente contrariado por haberle resultado opuestos a sus esperanzas los recursos de la adivinación, Balac le dijo: "Pues, amigo mío, no pronuncies maldiciones ni eleves súplicas; que es mejor el silencio sin peligros que las palabras que disgustan". Sin embargo, no obstante lo que acababa de decir, como si, inconstante en sus juicios, no se acordara ya de sus palabras, condujo al adivino hasta otro lugar, desde el cual le mostró una parte del ejército hebreo, y le incitó a que lo maldijera.

286. El mago, como que era peor aún que el rey, a pesar de que frente a las acusaciones había esgrimido la única justificación verdadera, vale decir, que nada de lo que decía era pensamiento propio, y que, cuando estaba poseído e inspi rado, daba a conocer los pensamientos de otro; y a pesar también de que no correspondía insistir y sí retornar a su casa; no obs tante eso, siguió adelante con más empeño todavía que quien lo incitaba. Movíalo a ello, en parte, un gran vicio, la presun ción; y, en parte, la complacencia que su espíritu hallaba en el maldecir, no obstante que le había sido prohibido que empleara su voz para ello.

287. Y habiendo llegado a un monte, mayor aún que los anteriores y de gran extensión, mandó que se cum pliera el mismo sacrificio después de erigir, una vez más, siete altares, y llevar catorce víctimas, dos a cada altar, un becerro y un morueco. Pero él, contrariamente a lo que cabía esperar, esta vez no fue a buscar revelaciones y presagios; pues grande era la aversión que le había cobrado a su oficio, como si sus acertadas conjeturas hubieran perdido todo el brillo, al modo de una pintura que se ha tornado borrosa con el correr de los años. Por otra parte, aunque con dificultad, se había dado cuenta de que el propósito del rey que había alquilado sus servicios no estaba en armonía con él deseo de Dios.

288. Volviendo, pues, su cara hacia el desierto, vio a los hebreos acampados por tri bus, e, impresionado por su número y su orden, más propios de una ciudad que de un campamento, sintióse dominado por la inspiración y pronunció estas palabras:

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[289] "He aquí lo que dice el hombre que ve realmente, el hombre que contempló en sueños una clara visión de Dios a través de los nunca dormidos ojos del alma. ¡Cuan hermosas son tus residencias, ejército de los hebreos! Tus tiendas son como sombreadas arboledas, como un jardín junto a un río, como un cedro junto al agua.

290. De entre vosotros surgirá un día un hombre, que regirá a muchas naciones y cuyo reino, engrandeciéndose día tras día, será exal tado hacia las alturas. Este pueblo ha tenido como guía de todo su camino desde Egipto a Dios, quien conduce a la multitud formada en una sola columna.

291. Por ello devorará muchas naciones enemigas, tomará todo cuanto en ellas haya de graso hasta la médula, y con sus dardos lanzados hábilmente destro zará a los malvados. Se reclinará y descansará como un león o cachorro de león, en soberbia actitud, sin temer a nadie e infundiendo terror a los demás. ¡Desdichado de aquel que en un impulso de locura lo despierte! Dignos de bendición son aquellos que lo bendicen; merecedores de maldición aquellos que lo maldicen".

292. LIII. La indignación del rey ante estas palabras fue inmensa, y dijo: "Se te llamó para que maldijeras a mis enemi gos, y llevas ya hechas tres plegarias en favor de ellos. Huye rápido, que la cólera es una pasión violenta, y no sea que, sin proponérmelo, te haga algún daño.

293. ¡Oh el más insensato de los hombres, de cuan grande número de riquezas y regalos, de cuan inmensa fama y gloria te has privado tú mismo por tu locura! Retornarás desde este país extranjero a tu tierra sin llevar contigo bien alguno y sí vituperio, amén de no poca ver güenza, según parece, pues a tal punto has puesto en ridículo aquellas sabias prácticas de que te vanagloriabas antes".

294.48 El otro, a su vez, le dijo: "Todas mis anteriores palabras eran eco de predicciones y oráculos. Las que voy a decirte son sugerencias de mi propia determinación". Y, tomándole la dies tra, le aconsejó de persona a persona los medios con los que prevenirse contra el ejército contrario, en la medida de lo posi ble. Con ello se declaró a sí mismo convicto de la más grande de las impiedades. Podríamos, en efecto, decirle: "Si los oráculos te impusieron lo contrario, ¿por qué das consejos a título per sonal, como si tus consejos fueran más eficaces que las Divinas revelaciones?"48 Para los parágrafos 294 a 299 ver Núm. XXI, 16.

295. LIV. Veamos, pues, examinemos de qué manera las her mosas recomendaciones de éste habían sido elaboradas para alcanzar una indiscutida victoria sobre revelaciones que jamás pueden ser vencidas. Sabiendo que el único camino para do blegar a los hebreos era el apartar a éstos de sus normas de vida, procuró conducirlos, a través del libertinaje y la inconti nencia, a otro mal mayor, como es la impiedad; para lo cual les tendió el cebo del placer.

296. Dijo, en efecto: "Hay, oh rey, en el país mujeres que sobrepasan a otras en hermosura; y por cosa alguna es más fácil de cautivar el hombre que por medio de la belleza de una mujer. Si tú permites que las más hermosas les ofrezcan sus cuerpos y se prostituyan por dinero, atraparán a la juventud de tus enemigos".

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297. Pero será preciso ins truirlas para que no se entreguen inmediatamente a los que desean sus atenciones. El cosquilleo de los melindres despierta con mayor ímpetu los impulsos y enciende la pasión de los amantes. Y, una vez esclavos de los deseos, se avienen a hacerlo y sufrirlo todo.

298. Al amante en estas disposiciones una de las que están preparadas para hacerlo su presa, deberá decirle: 'Te está vedado gozar de mi compañía, hasta que hayas aban donado los hábitos de tus antepasados y, trocándolos por otros, honres las cosas que yo honro. Prueba manifiesta de la firmeza de tu cambio sería que quisieras tomar parte en las mismas liba ciones y sacrificios que nosotros ofrecemos a las imágenes de piedra y de madera, y a las demás estatuas'.

299. El amante, atrapado, como está, en las redes de sus muy variados atracti vos, de su hermosura y de su cautivante elocuencia; sin replicar nada, neutralizada su capacidad de discernir, acatará para su desdicha las imposiciones, incorporado ya a la lista de esclavos de la pasión".

300.49 LV. Eso fue lo que aconsejó el mago. El rey, pensando que no había andado desacertado en lo que había dicho, ha ciendo caso omiso de la ley sobre adulterios, y dando por no existentes las referentes a la corrupción y la prostitución, como si no hubieran sido establecidas absolutamente, permitió que las mujeres, sin restricción alguna tuvieran relaciones con los que quisieran.49 Para los parágrafos 300 a 304 ver Núm. XXV,

301. Concedida la impunidad, aquéllas atrajeron a una inmensa cantidad de jóvenes, habiendo previamente per vertido, y mucho, su inteligencia, y conducido a los mismos a la impiedad mediante sus imposturas. Pero, al fin, Fineas, hijo del sumo sacerdote, profundamente indignado por lo que suce día, ya que ante sus ojos resultaba sumamente terrible el hecho de que al mismo tiempo entregaran sus cuerpos y sus almas, aquéllos a los placeres y éstas a la violación de las leyes y la impiedad, dio muestras de un juvenil ardor digno de un hombre de elevadas dotes.302. Vio, en efecto, que uno de los de su raza hacía sacrificios y visitaba a una ramera, y eso sin bajar el rostro hacia el suelo ni intentar pasar inadvertido para los más, ni disimular, como es lo usual, la entrada, sino, por el contrario, exhibiendo su incontinencia con desvergonzado atre vimiento y alardeando de su ridícula actitud como si se tratara de una honrosa acción; y, con inmensa amargura y lleno de justa cólera, lanzóse contra ambos, el amante y su amiga, cuando aún estaban acostados en el lecho, y los mató y les amputó además los órganos genitales por haber sido instrumentos de ilícitas relaciones sexuales.

303. Al observar este ejemplo, algunos de los llenos de celo por la continencia y la piedad religiosa, res pondiendo a una orden de Moisés, imitaron a aquél, extermi nando a todos los jóvenes parientes y amigos que habían tomado parte en ritos en honor de ídolos fabricados por el hombre; y así purificaron a la nación de esa mancha mediante el implacable castigo de los que estaban en falta, en tanto que a los demás les respetaron la vida en vista de las clarísimas pruebas que habían dado de su piedad. De ninguno de los convictos de su misma sangre se apiadaron, no moviéndolos la misericordia a pasar por alto las iniquidades de los mismos, pues entendían que el darles muerte con sus propias manos no menoscababa su integridad en nada; y por ello a ningún otro confiaron la misión de ejecutar el castigo, misión que encerraba

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para sus ejecutores un verda dero galardón en el más alto sentido.

304. Veinticuatro mil, dicen, perecieron en un solo día, con lo que se extinguió al punto la común inmundicia que manchaba a todo el ejército. Cuando la purga hubo llegado a su término, Moisés reflexionó sobre el modo de procurar el justo premio por su heroica acción al hito del sumo sacerdote, que había sido el primero en lanzarse a la venganza. Pero Dios se le adelantó y a través de Sus oráculos brindó a Fineas el más grande de los bienes: la paz bien que ningún hombre es merecedor de alcanzar; y, además de la paz, la plena posesión del sacerdocio, como inviolable patrimonio para sí y para su familia.5050 Ver Sobre la ebriedad 75 y 76; Sobre la posteridad de Abel y Caín 183 y 184, y Sobre la confusión de las lenguas 57.

305.51 LVI. Una vez que los males intestinos hubieron llegado del todo a su fin, y hubieron, además, perecido todos aquellos sobre los que pesaba la sospecha de deserción y traición, pare ció llegada una muy conveniente oportunidad para emprender la guerra contra Balac, hombre que había maquinado y llevado a cabo numerosas iniquidades; lo primero, contando con los buenos oficios del adivino, de quien él había esperado que fuera capaz de arruinar el poder de los hebreos con maldiciones; y lo segundo, echando mano al descaro y licencia de las mujeres, que corrompieron los cuerpos con actos de libertinaje y las almas con la impiedad.51 Para los parágrafos 305 a 318 ver Núm. XXXI.

306. No consideró Moisés conveniente que entrara en combate la totalidad del ejército, porque sabía que las multitudes, en su excesivo número, fracasan por su misma condición, y, a la vez, porque consideraba ventajoso que hubiera reservas para acudir en ayuda de los que realizaran el primer esfuerzo. Escogió, por lo tanto, la mejor parte de los hombres en edad militar, mil de cada tribu, doce millares en total, pues ese era el número de las tribus; y eligió como general a Fineas, que ya había dado pruebas de su coraje guerrero; y, tras sacri ficios favorables, envió a sus soldados, a los que animó en estos términos:

[307.] "La presente contienda no es para imponer nuestro dominio ni para apropiarnos de las posesiones de otros, objetivos únicos o principales de las otras guerras; sino en pro de la piedad y la santidad, de las que nuestros contrarios alejaron a nuestros parientes y amigos, convirtiéndose en causa indirecta de la mísera muerte de sus víctimas. 308. Sería absurdo que, tras haber llegado a matar con nuestras propias manos a fami liares nuestros que transgredieron las leyes, no hiciéramos otro tanto con enemigos que han cometido faltas más graves aún; y que, después de exterminar a los que aprendieron a delinquir, dejáramos sin castigo a los que los forzaron y enseñaron a hacerlo, a los verdaderos culpables de cuanto hicieron y expe rimentaron aquellos".

309. LVII. Fortalecidos por sus exhortaciones y encendida la innata hidalguía de sus almas, ellos se lanzaron a la lucha con indomable resolución, como hacia una victoria segura; y tal fue el vigor y la osadía de que hicieron gala en el encuentro, que exterminaron a sus oponentes, y ellos regresaron todos sanos y salvos, sin que ni un solo hombre hubiera sido muerto o herido.

310. Quien, sin estar al tanto de lo sucedido, los hu biera visto llegar de retorno, hubiera pensado que regresaban no de una guerra o batalla, sino más bien de alguna de las demostraciones militares que suelen tener lugar en plena paz y que sirven de ejercicios y

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prácticas de los que, entre amigos, se preparan para los combates contra enemigos.

311. Mediante la destrucción y el incendio hicieron desaparecer las ciudades, de modo que nadie hubiera podido decir si primitivamente ha bían estado habitados esos lugares. Y, habiendo traído un nú mero incalculable de prisioneros, creyeron justo dar muerte a los hombres y mujeres; a los primeros por haber concebido designios y actos injustos; y a las mujeres por haber seducido a la juventud hebrea, convirtiéndose en partes responsables de sus licencias, de su impiedad y finalmente de su muerte. En cambio, fueron indulgentes con los niños y doncellas de muy pocos años, ya que su misma edad les hacía acreedores al perdón.

312. Dueños de inmensas riquezas merced al gran botín sacado de los palacios y de las casas particulares, así como de las resi dencias, retornaron al campamento con todos los bienes obte nidos de los enemigos.

313. Moisés alabó al general, Fineas, y a los que se habían alistado a sus órdenes por los felices resul tados y porque no se habían lanzado en procura de beneficios pensando en apoderarse del botín para su exclusivo provecho, sino lo habían colocado en el común depósito para que los que habían permanecido en las tiendas tuvieran también su parte. Luego prescribió que permanecieran fuera del campamento unos días, y que el sumo sacerdote purificara de la sangre de rramada a los integrantes de la fuerza común que retornaban de la batalla.

314. Es que, si bien es lícito el exterminar ene migos, con todo el que mata a un hombre, aun cuando lo haga con derecho, en defensa propia y forzado, resulta en cierto modo responsable en nombre del supremo y común parentesco de todos los hombres. De allí la necesidad de que los matadores fuesen purificados, a fin de que se liberaran de lo que "se con sideraba una contaminación producida por la matanza.

315. LVIII. No mucho tiempo después distribuyó Moisés el botín, dando la mitad de él a los que habían combatido, que eran pocos comparados con los que habían permanecido inac tivos; en tanto que la otra mitad la dio a los que se habían quedado en el campamento. Consideraba, en efecto, que era justo darles a éstos parte de lo ganado, pues habían participado en la lucha, si bien no con sus cuerpos, sí con sus almas, como que las reservas no son inferiores en celo a los que combaten, y la inferioridad de su papel es sólo cuestión de tiempo y se debe a que otros les han precedido en la lucha.

316. Una vez que los menos recibieron una porción mayor, por haber afron tado primeros el peligro; y que los más obtuvieron una menor, pues habían permanecido en sus reductos, Moisés creyó nece sario consagrar las primicias de la totalidad del botín. Y así, las reservas contribuyeron con la quinquagésima parte, y los que habían ido a la lucha, con la quingentésima. De estas pri micias dispuso que las provenientes de los que habían combatido se entregaran al sumo sacerdote, y que las de los que habían permanecido en el campamento se dieran a los servidores del templo, llamados levitas.

317. Los jefes con comando sobre mil y sobre cien hombres y la restante multitud de oficiales inferiores ofrecieron por propia iniciativa primicias especiales en reconocimiento por su propia conservación y la de los que habían combatido bajo sus órdenes por la victoria, que había sido superior a toda ponderación. Estas ofrendas consistían en to dos los adornos de oro

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que cada uno obtuvo en el botín, y vasos de inmenso valor, también fabricados de oro. Todo ello recibió Moisés, y, alabando la piedad de los donantes, lo colocó en el sagrado tabernáculo para perpetuar el recuerdo de la gratitud de esos hombres.

318. Excelente, por cierto, fue el reparto de las primicias ofrecidas. Las de los que no tomaron parte en la lucha, dado que evidentemente sólo les cabía la mitad del mérito, es decir, el celo pero no la acción, las asignó a los servi dores del templo; las de los combatientes, en cambio, que habían servido con sus cuerpos y sus almas, demostrando así una grandeza plena, las dio al que presidía a los servidores del tem plo, o sea, al gran sacerdote; y las de los jefes de divisiones, por proceder de quienes ejercían el mando, las destinó para el Soberano de todas las cosas, que es Dios.

319.52 LIX. Todas estas guerras se llevaron a cabo, sin que todavía atravesasen el río del país, el Jordán, contra los habi tantes de la tierra rica y fértil del otro lado,53 en la que había una extensa llanura, abundante en trigo y excelente proveedora de forraje para el ganado.52 Para los parágrafos 319 a 333 ver Núm. XXXII.53 Es decir, la región llamada posteriormente Transjordania.

320. Cuando las dos tribus cria doras de ganado,54 que sumaban la sexta parte de todo ti ejército, contemplaron esta zona, suplicaron a Moisés que les permitiera establecerse y tomar allí sus parcelas de tierra. Ase guraban que se trataba de un lugar sumamente ventajoso para el cuidado y apacentamiento de los ganados, pues estaba bien regada, tenía abundante forraje y producía sin necesidad de cultivo cantidades incalculables de hierba para las ovejas. 321. Moisés, sin embargo, pensando que lo que ellos pretendían era anticiparse en el reparto y alcanzar el premio antes del mo mento oportuno, y además evitarse la participación en las gue rras que sobrevendrían, como que un número mayor aún de reyes con autoridad sobre la región allende el Jordán estaban ya aguardándolos, sumamente disgustado, les respondió con acritud en estos términos:54 Las de Gad y Rubén.

[322.] "¿Permaneceréis aquí sen tados para disfrutar de un ocio y una holganza fuera de tiempo, en tanto que las guerras que aún restan oprimen a vuestros parientes y amigos? ¿Y serán los premios entregados exclusi vamente a vosotros, como si todo vuestro cometido hubiera con cluido felizmente, y los otros seguirán soportando batallas, tra bajos, tribulaciones y los mayores peligros?

323. Pero no; no es justo que vosotros cosechéis la paz y los beneficios de la paz, y que los otros luchen enfrentando a enemigos y males indecibles ni que el total resulte ser un simple accesorio de una parte, ya que, por el contrario, es en atención a la totalidad que las partes tienen derecho a poseer sus porciones.

324. Todos tenéis los mismos derechos, una sola es la raza, vuestros padres son los mismos, una la cosa, las costumbres las mismas, las leyes comu nes, y así otras cosas innumerables, cada una de las cuales estre cha vuestros lazos de parentesco y se presta para engendrar bue nas disposiciones hacia los demás. ¿Por qué, entonces, si habéis sido engendrados con derecho a igual participación en los asun tos más importantes y vitales, habéis de tener privilegios en las distribuciones, cual si fuerais gobernantes y amos despreciado-res de sus subordinados y esclavos?

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325. Hubieran debido ser viros de lección los golpes sufridos por otros; pues es propio de hombres sensatos el no aguardar a que las calamidades hayan caído sobre ellos. Sin ir más lejos, tenéis ejemplos que os son familiares en aquellos padres vuestros que exploraron este país, y en sus desgracias y en las de los que compartieron su desalien to, todos los cuales murieron menos dos. Aunque no deberíais permitir que se os considere iguales a ninguno de tales hombres, tratáis de imitar su cobardía, oh vacíos de entendimiento, en la creencia de que no habéis de convertiros en una más fácil presa; y dais por tierra con los desvelos de aquellos que están dispues tos a obrar viril y noblemente, pues contribuís a que sus espíritus se paralicen y enerven.

326. Por ello, al apresuraros a delin quir, os apresuráis también a ir en busca del castigo, ya que la justicia si bien tiene por norma el ponerse en movimiento sin prisa, una vez que lo ha hecho, avanza aceleradamente y echa mano a los fugitivos.

327. Cuando, pues, los enemigos estén todos aniquilados y nada permita suponer que alguna guerra nos aguarde ya; cuando los que han combatido junto con los demás, al rendir cuenta de sus actos sean tenidos por irrepro chables por no haber consumado ni deserciones de sus compa ñías o del ejército, ni ningún otro acto de los que favorecen la derrota; y, por el contrario, quede en claro que se han mante nido firmes de cuerpo y alma desde el principio hasta el fin; cuando, además, todo el país esté despoblado de sus anteriores habitantes en ese momento serán entregadas equitativamente las distinciones y recompensas a las tribus".

328. LX. Ellos aceptaron la admonición dócilmente, a la manera de hijos bien nacidos ante un padre muy benévolo. Sabían, en efecto, que sus palabras no dejaban traducir la arro gancia propia de los que poseen el poder; que se interesaba por todos, que respetaba la justicia y la equidad, que su odio a la maldad jamás tendía al reproche y sí a la corrección de los que eran capaces de mejorar. Así pues, le dijeron: Tu indignación está justificada si lo que supones tú es que sentimos apremio por abandonar la alianza anticipadamente y recibir nuestras por ciones antes de tiempo.

329. Pero es preciso que sepas sin lugar a dudas que nada de lo que corresponde a la virtud nos intimida, por muy fatigoso que sea. Y entendemos que son acciones virtuosas el obedecer a un jefe como tú eres, el no echarse atrás en los momentos difíciles, y el ocupar nuestro lugar en todas las campañas que nos aguardan hasta que las cosas lleguen a un feliz término.

330. Nosotros, pues, como lo hemos hecho hasta ahora, ocuparemos nuestro lugar en las filas y atravesaremos el Jordán con todos nuestros pertrechos, sin dar pretexto para que ninguno de nuestros hombres de armas se quede atrás. En cambio, nuestros hijos muy niños aún, nues tras hijas, nuestras mujeres y nuestros innumerables rebaños, si tú lo permites, permanecerán allí. Nosotros construiremos antes casas para las mujeres y niños, y establos para los animales, pues, de lo contrario, sin muros ni guardias que los protejan, pueden sufrir algún desastre en manos de merodeadores antes de nuestro retorno".

331. Moisés, con rostro amable y con voz más suave, les dijo: "Si lo que decís es cierto, tened por vuestro de firme lo que habéis pedido que se os adjudique. Dejad a vuestras mujeres, hijos y ganados, como solicitáis; y que vuestros escuadrones atraviesen el río con los demás, armados y prestos para la batalla, como para combatir de inmediato si fuere necesario.

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332. Más tarde, cuando todos los enemigos sean aniquilados, y, reinando la paz, los vencedores se dividan el país, también vosotros retornaréis hacia los vuestros para gozar de los bienes que os correspondan y recoger los benefi cios de la porción que habéis elegido".

333. Habiéndoles él dicho y prometido estas cosas, ellos, llenos de ánimo y alegría, establecieron a los suyos conjuntamente con sus ganados a salvo en lugares fortificados difíciles de tomar, la mayor parte de las cuales consistía en construcciones hechas por ellos mismos. Luego, tras tomar las armas, corrieron a sus puestos con más entusiasmo aún que los otros combatientes, como si sólo ellos fueran a luchar o fueran los primeros entre todos que habían de entrar en combate. Es que el hecho de recibir anticipada mente algún beneficio torna al hombre más dispuesto a cola borar en la lucha, pues piensa que no se trata ya de contribuir simplemente sino de pagar una deuda obligada.

334. Quedan, pues, narrados los hechos de Moisés en su papel de rey.55 En lo que sigue hemos de exponer cuanto llevó a buen término en el ejercicio del sumo sacerdocio y como legislador, poderes éstos que poseyó como ¡os más apropiados complementos de la realeza.55 Como en otros lugares, Filón aplica a Moisés el título de basiléus = rey, entendiendo que, aunque en el protocolo del legislador no figuraba tal título, su mando equivalía al de un rey.

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SOBRE LA VIDA DE MOISÉS

(DE VITA MOSIS)

SOBRE LA VIDA DE MOISÉS II

1. .I El primero de estos dos tratados se ocupa del nacimiento y crianza de Moisés, así como de su educación y de su gobierno, que ejerció de manera no solo irreprochable sino altamente elo giable. Trata asimismo de su actuación en Egipto y durante las marchas hacia el Mar Rojo y a través del desierto, obras que superan cuanto pueden expresar las palabras; y se completa con las dificultades que supo superar, y con los repartos parciales 1 de territorios entre sus huestes. El que ahora componemos abarca los asuntos que guardan relación e ilación con los ante riores.1 Parciales porque sólo se habían asignado los territorios de dos tribus: la de Gad y la de Rubén.

2. Porque, como se ha dicho, y no sin acierto, los esta dos alcanzan progresos en orden a su mejoramiento únicamente si los reyes son filósofos o los filósofos son reyes.2 Y en lo que hace a Moisés es evidente, y por demás, que no solamente estas dos facultades: la real y la filosófica, puso de manifiesto con centradas en su sola persona, sino también otras tres: la que atañe a la legislación, la que corresponde al sumo sacerdocio y la vinculada a la profecía.2 Platón, República V, 473 d.

3. Sobre estas tres facultades he mos resuelto escribir ahora, convencidos de que es conveniente que todas ellas se den combinadas en una misma persona. Tal, en efecto, es el caso de Moisés, quien por la providencia de Dios llegó a ser rey, legislador, sumo sacerdote y profeta, y en cada una de estas funciones alcanzó los más altos méritos. Pero es preciso que aclare por qué razón deben todas ellas combinarse en la misma persona.

4. Ordenar lo que corresponde hacer y prohibir lo que no corresponde que se haga es cosa que compete a un rey; pero, como el ordenar lo que debe hacerse y el pro hibir lo que no debe hacerse es privativo de la ley, resulta claro que el rey es una ley viviente, y la ley un rey justo.33 Ver Sobre Abraham 5.

5. Pero aquel que es rey y legislador debe tener en cuenta no sólo las cosas humanas sino también las Divinas, puesto que sin la Divina asistencia no llegan a buen término las obras de los reyes y de sus súbditos. Y esa es la causa por la que el rey no puede prescindir del sumo sacerdocio, que le permite, merced a ritos perfectos y al perfecto conocimiento del servicio de Dios, supli car a Aquel que es misericordioso y acoge favorablemente las plegarias que aleje de él y sus gobernados los males y los haga partícipes de los bienes. ¿Cómo, en efecto, no habrá de asegurar Dios un feliz resultado a esas súplicas, si es benévolo por natu raleza y entiende que aquellos que Le prestan un genuino ser vicio son dignos de un preferente trato?

6. Pero hay innume rables cosas, así humanas como Divinas, que no resultan claras para el rey, legislador y sumo sacerdote, quien no deja de ser una creatura mortal, aunque haya llegado a adquirir un patri monio tan copioso de medios para alcanzar el éxito en sus empresas; y por ello forzoso fue que Moisés alcanzara también el don de la profecía, a fin de que cuanto no

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estaba en condi ciones de aprehender con el discernimiento, lo descubriese por obra de la providencia de Dios. La profecía, en efecto, avanza hasta aquellas verdades que la inteligencia no puede alcan zar.

7. La unión formada por estas cuatro facultades es her mosa y armoniosa en sumo grado. Entrelazadas y ligadas entre sí, operan al son de un mismo ritmo recibiendo y devolviendo mutuos beneficios, a semejanza de las vírgenes Gracias, las que por una inmutable ley de la naturaleza son inseparables, y a propósito de las cuales puede con razón decirse, tal como se acostumbra decir acerca de las virtudes, que quien posee una de ellas las posee todas.44 Diógenes Laercio VII, 125.

8. II. En primer lugar me he de referir a las condiciones pro pias de la facultad legislativa. Pues bien, es cosa clara que aquel que va camino de convertirse en un excelente legislador debe poseer todas las virtudes de manera acabada y completa. Pero, puesto que en las familias hay algunos vinculados por el más próximo de los parentescos, y otros por parentescos lejanos, sin que por ello dejen de ser parientes unos de otros todos, tam bién en las virtudes hemos de tener presente que unas están más estrechamente ligadas a determinadas actitudes, en tanto que otras les son menos afines.

9. Con la actividad legislativa están muy especial y estrechamente emparentadas estas cuatro virtudes: el amor a la humanidad, el amor a la justicia, el amor al bien y el odio a la maldad. Cada una de ellas constituye un acicate para aquel que se siente impulsado por la vocación de ser legislador. El amor a la humanidad le enseña cómo poner al servicio de todos sus experiencias relativas al bien común; la virtud de la justicia, cómo se ha de rendir culto a la equidad y asignar a cada uno lo que le corresponde; el amor al bien, a acoger todo lo que es bueno por naturaleza y procurarlo con mano pródiga a cuantos lo merecen, para que hagan ilimitado uso de ello; y el odio a la maldad, a mirar con malos ojos a aquellos que deshonran a la virtud, considerándolos enemigos del género humano; y a hacerles sentir el peso de la justicia.

10. Si grande cosa es, pues, el que a alguien le sea dado alcanzar una sola de dichas virtudes; maravilloso es, indudablemente, el poder adquirir de manera firme todas ellas conjuntamente. Y esto último, al parecer, solamente lo logró Moisés, quien puso claramente de manifiesto tales virtudes en sus disposiciones le gales.

11. Lo reconocen así quienes están familiarizados con nuestros libros sagrados, libros que él, a no poseer tales cuali dades, no hubiera escrito bajo la Divina guía, y que legó para uso de aquellos que lo merecen, como el más excelente de los bienes; y que son imágenes e imitaciones de los modelos que llevaba grabados en su alma, como también lo son las leyes 5 que en ellos se dan a conocer, y que atestiguan de manera clarísima dichas virtudes.5 Del pasaje parecería desprenderse que Filón considera que lo esencial de los libros sagrados son los relatos y descripciones, siendo las leyes en sí, si no un mero anexo, en todo caso una parte muy especial como para destacarla del resto del contenido de los mismos. Esto es, por lo menos, lo que sugiere lo de "también las leyes..."

12. III. De que Moisés fue el mayor de todos los legisladores de todos los países, así de los legisladores que han existido entre los griegos como de los que han vivido entre los no helenos; y de que sus leyes son las más excelsas y verdaderamente Divinas, no faltando en

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ellas nada de lo necesario, es prueba clarísima lo siguiente.

13. Cualquiera que se detenga a considerar el destino que ha cabido a las instituciones de otros pueblos, se encontrará con que han experimentado cambios por innumera bles razones: guerras, opresiones y otras suertes de obstáculos que los vaivenes de la fortuna han precipitado sobre ellas. Mu chas veces también, ha sido la lujuria, la que, desmesuradamente acrecentada por la abundancia de provisiones y cosas superfluas, ha dado en tierra con las leyes, ya que el común de la gente, no siendo capaz de emplear bien el exceso de bienes, llega a saciarse y se torna violenta; y la violencia es enemiga de la ley.

14. Las leyes de Moisés, en cambio, las únicas firmes, fijas, inconmovibles, estampadas con los sellos de la naturaleza misma, permanecen inalteradas desde el día en que se redacta ron hasta hoy, y todo permite suponer que permanecerán tales como son por todo el tiempo venidero, como si fuesen inmorta les, mientras el sol, la luna y todo el cielo y el mundo existan.

15. Así, habiendo la nación experimentado tantos y tan grandes cambios, unos hacia la prosperidad y otros en sentido opuesto, nada, ni siquiera la más pequeña de sus disposiciones ha va riado; porque todos, como es notorio, han guardado el debido acatamiento a su venerable y Divino carácter.

16. Y si a tales leyes no las ha menoscabado ni el hambre ni la epidemia ni las guerras ni los reyes ni los déspotas ni los rebeldes embates del alma, del cuerpo, de las pasiones y de los vicios, ni otra calamidad alguna enviada por Dios o de humano origen, ¿qué mayor prueba que esa, de que poseen una calidad envidiable y superior a toda ponderación?

17. IV. Pero, aunque con razón cabe pensar que es cosa grande de por sí el hecho de que a través de tanto tiempo se hayan con servado dichas leyes de manera firme, esto no es todavía lo verdaderamente admirable. Hay algo más asombroso aún, y es que no sólo los judíos sino casi todos los otros pueblos, y en especial aquellos entre los que la virtud ha gozado de más ele vado concepto, paralelamente con el crecimiento de la pureza de sus costumbres han tendido a acogerlas y a tenerlas en alta estima. Esta es, en efecto, la especial distinción que ellas han alcanzado y que a ninguna otra legislación ha correspondido.

18. La prueba está a la vista. Entre los estados griegos y entre los no griegos ninguno hay, prácticamente, que tenga un buen concepto de las leyes de otro; y difícilmente conservan a perpetuidad las propias, ya que las adaptan a las vicisitudes de los tiempos y las circunstancias.

19. Los atenienses ven con malos ojos las costumbres y leyes de los lacedemonios, y éstos las de los atenienses. Y otro tanto ocurre entre los pueblos no helenos: los egipcios no respetan las leyes de los escitas, ni los escitas las de aquellos; ni, para hablar en general, los habitantes de Asia, las de los de Europa; ni las naciones de Europa las de las naciones asiáticas. Por el contrario, podemos afirmar que desde el occidente hasta el oriente no hay país, nación o estado que no sienta desapego por las leyes extranjeras, y no piense que, despreciando las de los otros, aumentará el crédito de las propias.

20. Con nuestras leyes no pasa lo mismo. Ellas des piertan y atraen el interés de todos, de los

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no griegos, de los grie gos, de los habitantes del continente, de los isleños, de las naciones del este y del oeste, de Europa y Asia, de todo el mundo habitado, de un extremo al otro.

21. ¿Quién, en efecto, no respeta aquel sagrado séptimo día, concediendo un descanso y un alivio en los trabajos tanto a sí mismo como a los que viven junto a él, no sólo a los libres sino también a los esclavos, y más aún, también a las bestias?

22. El alto en las tareas alcanza también al rebaño todo y a todas las creaturas que existen para asistir al hombre sirviéndole como a su señor natural; y se extiende asimismo a toda suerte de árboles y plantas; como que no está permitido cortar ni un brote ni una rama ni una hoja siquiera, ni recoger un fruto, cualquiera fuere, pues en dicho día todos quedan en libertad y obran como si fueran realmente li bres, sin que nadie, conforme a una norma universalmente reco nocida, se meta con ellos.

23. ¿Y quién no mira con admiración y reverencia cada año el llamado Ayuno, que se cumple con mayor estrictez y solemnidad aún que el mes sagrado?6 Porque, durante este mes no faltan ni el vino puro ni las mesas bien provistas ni toda la inmensa variedad de comidas y bebidas que contribuyen a acrecentar los insaciables placeres del vientre, y hacen, a la vez, estallar los apetitos que tienen lugar debajo del vientre. 6 El mes sagrado de los griegos, durante el cual se celebraban grandes festejos y se suspendían las hostilidades y el funcionamiento de los tri bunales.

24. En nuestro ayuno, en cambio, no está permitido llevarse a la boca ni alimento ni bebida, a fin de que, con los corazones puros, sin que ninguna pasión corporal se interponga o estorbe, como sucede habitualmente por el exceso de alimentos y bebidas, se celebren las festividades y se procure la benevo lencia del Padre del universo con las plegarias apropiadas me diante las cuales es costumbre pedir el perdón de las pasadas faltas y el goce de nuevos bienes.

25. V. La admiración que la santidad de nuestra legislación ha despertado no sólo entre los judíos sino también entre todas las demás naciones se hace patente en los hechos ya mencio nados y en los que vamos a señalar.

26. En remotos tiempos nuestras leyes fueron escritas en lengua caldea,7 y durante mu cho tiempo permanecieron en esa misma forma sin que se tra dujesen, y así llegó un día en que su belleza no pudo ser ya conocida por la otra parte de los mortales. 7 Es decir, la lengua hebrea. Ver Sobre Abraham, nota 3.

27. Sin embargo, la ininterrumpida y diaria observancia y práctica por parte de los que a ellas se ajustaban en su conducta las daban a conocer a otros y su prestigio se extendía por todas partes. Es que las cosas excelentes, aun cuando por la envidia queden ensombreci das durante un corto tiempo, vuelven de nuevo a resplandecer en su momento oportuno gracias a la propicia cooperación de la na turaleza. Tal era la situación, cuando, pensando algunos ser cosa lamentable el que sólo en una mitad del género humano, es decir, sólo entre los no griegos se las hallara, quedando pri vados completamente de ellas los helenos, se abocaron a la tarea de traducirlas.

28. Dada la importancia y la pública trascen dencia de la obra, se acudió no al inmenso número de personas particulares o simples magistrados, sino a reyes, y entre ellos al más ilustre de

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todos.

29. Este fue Ptolomeo, llamado Filadelfo, el tercero en la sucesión a contar desde Alejandro,8 el conquistador de Egipto. Por las altas cualidades para el ejer cicio del mando sobrepasó no solo a los reyes coetáneos sino a los que alguna vez reinaron en el pasado. Y hasta nuestros días, no obstante haber pasado tantas generaciones, es celebrada , su gloria, y en distintas ciudades y países quedan muchos testimonios y monumentos que perpetúan el recuerdo de la grandeza de su espíritu, al punto de que todavía hoy las liberalidades fuera de lo común y las grandes construcciones reciben de él el proverbial calificativo de filadélficas.8 La sucesión fue ésta: Alejandro Magno, Ptolomeo I Soter, Ptolomeo II Filadelfo (285-247).

30. En suma, que, así como la dinastía de los Ptolomeos alcanzó un florecimpnjto excepcional comparada con las demás monarquías, otro tanto ocurrió con Filadelfo respecto de los demás Ptolomeos. Las cosas elogiables que llevó a cabo él solo apenas las realizaron todos los otros juntos, por lo que, estableciendo un paralelo con esa soberana de la creatura viviente que es la cabeza, podríamos decir que fue la cabeza entre los reyes.

31. VI. Tal fue el hombre que, habiendo concebido una ar diente simpatía por nuestra legislación, determinó que se la tradujera de la lengua caldea a la griega. Sin pérdida de tiempo envió una delegación al sumo sacerdote y rey de Judea; que ambos cargos estaban concentrados en una misma persona; ma nifestando sus propósitos y proponiéndole que escogiera a los hombres más capacitados para la traducción de las leyes.

32. El sumo sacerdote, complacido, como es natural, y seguro de que no estaba ausente la atenta presencia de Dios en la preocupación del rey por tal obra, escogió entre los hebreos a aquellos que le merecían el más alto concepto, los que habían adquirido una versación tanto en lo que toca a la cultura de su propia raza como en lo que a la helénica se refiere; y se los envió con agrado.

33. Así que llegaron y que les hubo sido ofrecida una acogedora recepción, correspondieron a las aten ciones de su huésped con un verdadero banquete de corteses y apropiadas contestaciones. El rey, en efecto, puso a prueba la ciencia de cada uno proponiéndoles no las cuestiones de rutina sino otras novedosas, y ellos las fueron resolviendo con respues tas felices y acertadas, y en forma de sentencias, ya que la ocasión no era propicia para extenderse en largas exposicio nes.

34. Superada esta prueba, comenzaron de inmediato a cumplir con el objeto de su elevada misión; y, considerando entre ellos cuan inmensa empresa era la de hacer una acabada traducción de leyes manifestadas por Dios mediante oráculos, en las que no les estaba permitido ni quitar ni agregar ni cam biar cosa alguna, debiendo conservar la forma original y las peculiaridades de las mismas, averiguaron cuál era en las vecindades, fuera de la ciudad, el lugar más libre de presencias extra ñas. Porque los sitios interiores a las murallas, por estar llenos de toda suerte de creaturas vivientes, no les merecían confianza en razón de las enfermedades y muertes y el impuro proceder de los que gozaban de buena salud.

35. Frente a Alejandría hállase situada la isla de Faro, de la que una estrecha faja de tierra se extiende en dirección a la ciudad. Como está rodeada por un mar de aguas poco profundas y

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con bajíos en su mayor parte, el intenso rumor y estrépito que produce el ímpetu del oleaje se extingue a muy gran distancia de la tierra.

36. Juz gando que este era de todos los sitios de los alrededores el más apropiado para gozar de paz y tranquilidad, y para que el espí ritu se concentrara en las leyes exclusivamente, sin interferen cias extrañas, se instalaron allí; y, tomando los sagrados libros, elevaron hacia el cielo las manos que los sostenían, y suplicaron a Dios por el éxito en su cometido; súplicas que Dios acogió favorablemente con el objeto de que la mayoría, y aun la tota lidad del género humano, se beneficiara observando sabias y nobilísimas normas para bien encaminar sus existencias.

37. VII Situados fuera de toda mirada y sin otra compañía que la de los elementos de la naturaleza: la tierra, el agua, el aire y el cielo, acerca de cuya creación versaban las primeras revelaciones que se aprestaban a traducir, pues la creación del mundo ocupa la primera parte de nuestra legislación, fueron realizando la traducción, cual inspirados por Dios, no unos de una manera y otros de otra, sino todos con las mismas palabras y frases, como si a cada uno se las dictara un oculto e invisible apuntador.

38. Ahora bien, ¿quién ignora que cada lengua, y en particular la griega, posee una gran riqueza de léxico, y que el mismo pensamiento puede expresarse de muchas maneras variando los términos en mayor o menor medida, y adaptándole según los casos ora una expresión ora otra? Pues, no sucede tal cosa, según afirman, en el caso de nuestra legislación, antes bien las palabras griegas corresponden exacta y literalmente a las palabras caldeas, y expresan con la máxima precisión las cosas que dan a conocer.

39. Es que, así como en geometría y en lógica entiendo yo que lo que se manifiesta no admite variedad en la manera de expresarse, y permanece invariable la expresión fijada originalmente; del mismo modo se advierte que también estos traductores dieron con los términos adecuados a los asuntos, términos que eran los únicos o los que en mayor grado habrían de expresar lo que ellos querían manifestar.

40. La más clara prueba de ello es que aquellos caldeos que han aprendido la lengua griega, y aquellos griegos que han estudiado la caldea, si tienen a mano ambas versiones, la caldea y la tra ducción griega, las miran con gran asombro y admiración como si fueran hermanas, o más aún, una sola e idéntica tanto en el contenido como en las palabras; y proclaman que, más que sim ples traductores, aquellos fueron intérpretes de sagrados miste rios y profetas a los que la pureza de sus pensamientos les per mitió avanzar a la par del más puro de los espíritus, el de Moisés.

41. Tal es la razón por la que hasta la actualidad todos los años tiene lugar una celebración y una general reunión en la isla de Faro, rumbo a la cual atraviesan el mar no sólo judíos sino también muchísimos otros para honrar el lugar donde por primera vez se encendió la claridad de esta traducción, y para dar gracias a Dios por este viejo y siempre renovado benefi cio.

42. Luego de las plegarias y acciones de gracias, unos instalan sus tiendas junto al mar y otros se echan sobre la arena de la ribera al aire libre, y hacen los honores a una buena mesa en compañía de familiares y amigos, convencidos de que para la ocasión la playa resulta un lugar mucho más suntuoso que las bien dispuestas salas de los palacios.

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43. Hasta ese punto se pone de manifiesto el grado de adhesión e interés que des piertan nuestras leyes en todos los simples particulares y en los gobernantes; y ello, no obstante no ser próspera la situación de nuestra nación de muchos años a esta parte, y siendo en cierto modo natural que la obscuridad se cierna sobre las cosas de los que no atraviesan épocas de prosperidad.

44. Pero, si se llegara a producir un impulso que señalara el comienzo de más bri llantes perspectivas, ¡cuan grande sería el cambio favorable que cabría esperar! Mi opinión es que todos, abandonando cada uno sus costumbres particulares y dando un firme adiós a las leyes de su país, pasarán a honrar las nuestras exclusivamente, ya que el resplandor de estas leyes en momentos felices para nuestra nación oscurecerá a las demás, como el sol naciente oscurece a los demás astros.

45. VIII. Lo que acabamos de exponer es suficiente como un arto elogio de nuestro legislador; pero hay otro mayor aún, que está contenido en los sacratísimos libros mismos; y a ellos hemos de recurrir ahora para testimoniar sus grandes cualidades como escritor.

46. Una parte de dichos libros corresponde a asuntos históricos; la otra comprende prescripciones y prohibi ciones. De esta última hemos de hablar en segundo término, una vez que hayamos tratado a fondo lo que es primero en el or den.

47. La parte histórica comprende, por un lado, la creación del mundo, y por otro, las sucesivas generaciones de hombres, y esta parte biográfica se divide a su vez en la correspondiente al castigo, de los impíos y la que trata sobre la honra de los justos. Digamos, empero, la razón por la que Moisés comenzó la legislación por la parte histórica, poniendo lo relativo a las prescripciones y prohibiciones en segundo lugar.

48. Fue por que no lo movía el deseo de legar a la posteridad el recuerdo de antiguos hechos con miras a brindar un placer sin sacar de ese relato mayor provecho, como algún historiador hace; sino el de discurrir sobre los primeros tiempos desde los orígenes, comenzando por la creación del universo, a fin de poner de manifiesto dos hechos de inmensa trascendencia: el uno, que el mismo Padre y Creador del mundo es también su verdadero legislador; el otro, que obrar conforme con nuestras leyes signifi ca avenirse a seguir a la naturaleza y a vivir de acuerdo con el orden del universo, en armoniosa conformidad de las palabras con las obras y de las obras con las palabras.99 Ver Sobre la creación del mundo 3.

49. IX. De los restantes legisladores unos se abocaron directa mente a exponer en orden lo que es preciso hacer y lo que es necesario evitar, para luego especificar los castigos de las trans gresiones; en tanto que otros, los mejores evidentemente, no comenzaron por allí sino previamente procedieron, de confor midad con sus concepciones, a establecer y echar las bases del estado, y una vez fundado éste, dictaron las leyes para propor cionarle la organización que consideraban más conveniente y adecuada para él.10 10 Aquí se alude fundamentalmente a Platón, quien en sus Leyes aplica el esquema elogiado por Filón. Ignoramos si otros legisladores antiguos hicieron otro tanto, pero no lo hace Aristóteles en su Política.

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50. Moisés, en cambio, considerando que el primer procedimiento, es decir, el establecer prescripciones sin acompañarlas de una exhortación, cual si estuviesen desti nadas no a hombres libres sino a esclavos, era tiránico y despó tico; y que, si bien el segundo criterio era razonable, no todos lo juzgaban completamente satisfactorio, procedió de un modo distinto de los dos mencionados.11 11 Ver Sobre la creación del mundo 1 y ss.

51. En efecto, en las pres cripciones y prohibiciones propone y exhorta más bien que manda; y procura que sus numerosísimas y sumamente prove chosas normas vayan acompañadas de previas y posteriores con sideraciones, con ánimo de recomendar más qué de forzar. Ade más, entendiendo que estaba por debajo de la dignidad de las leyes el comenzar sus escritos con la fundación de un estado obra del hombre, escudriñó con la exactísima mirada del entendi miento la grandeza y hermosura de la legislación toda, y consi derándola demasiado elevada y próxima a Dios como para en cerrarla en un determinado límite terrenal, incluyó el relato de la creación del gran estado,12 con la convicción de que esas leyes eran la más fiel copia de la constitución del mundo.12 O el gran estado, es decir, el universo.

52. X. Si alguien, por ejemplo, quiere examinar cuidadosa mente las características de sus particulares prescripciones, hallará que se orientan hacia la armonía del universo y se adecúan a los principios de la eterna naturaleza.

53. Y así, refiriéndose a aquellos a los que Dios consideró conveniente proporcionar abundantemente todos los bienes relativos al bien estar corporal: la riqueza, la gloria y las otras ventajas exteriores; y que luego se rebelaron contra la virtud y se entregaron a la maldad, la injusticia y los demás vicios, y no contra su voluntad sino de buen grado, convencidos de que era cosa provechosa lo que era el mayor de los daños, Moisés afirma que, como enemigos que eran no ya de los hombres sino del cielo y del universo todo, no sufrieron los castigos ordinarios sino otros totalmente fuera de lo común y diferentes, magnas obras de la justicia, enemiga de la maldad y asesora de Dios; como que el agua y el fuego, los más activos elementos del universo, se precipitaron sobre ellos; y en el curso de los tiempos unos fueron destruidos por un diluvio y otros perecieron consumidos por el fuego.1313 Ver Sobre Abraham 1.

54. Creciendo en altura los mares y elevándose sobre su nivel los ríos, tanto los nacidos en fuentes locales como los de origen pluvial, inundaron y arrasaron todas las ciudades si tuadas en la llanura, y otro tanto hicieron con las de las zonas montañosas los continuos e incesantes torrentes de las lluvias caídas día y noche.

55. En tiempos posteriores, una vez que los sobrevivientes se hubieron multiplicado de nuevo y nuestra especie llegó a ser numerosa, como los descendientes no apro vecharon la lección de prudencia que encerraba la experiencia de sus antepasados y retornaron a su incontinencia convertidos en tenaces adeptos de prácticas más graves aún, Dios determinó destruirlos con el fuego.

56. Entonces, como las sagradas reve laciones lo declaran, rayos que brotaban del cielo consumieron a los impíos y sus ciudades; y hasta en nuestros días se descu bren en Siria, como testimonios del inenarrable desastre acae cido, ruinas, cenizas, azufre, humo y la débil llama

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que aún brota como si un fuego oculto se consumiera.

57. Pero, si, por una parte, han tenido lugar dichos castigos para escarmiento de los impíos; por otra, está el hecho de que a los que han sobresalido por la excelencia de su conducta los acontecimientos les han sido propicios y les han correspondido galardones dignos de su virtud.

58. Precisamente, en medio del torrente de fuego de los rayos, que consumía todo el país y a los habitantes mismos, solo un hombre, un inmigrante,14 fue salvado gracias a la Divina protección, en mérito a que nada tenía que ver con las iniqui dades de los naturales del país, no obstante que los inmigrantes, velando por su seguridad, suelen respetar las modalidades de sus huéspedes, pues la falta de respeto hacia ellas les acarrea peligros de parte de los nativos de la región. Por cierto que aquel hombre no alcanzó las cimas de la sabiduría; y, por lo tanto, si se lo consideró digno de tan gran privilegio no fue por que su naturaleza fuese perfecta, sino por ser el único que no acompañó a la multitud en la pendiente de la vida de desenfreno cuando ésta, dueña de copiosos recursos, se entregó a toda suerte de placeres y concupiscencias, semejantes a una llama a la que se ha echado abundante combustible.14 Abraham

59. XI. Y en ocasión del gran diluvio, cuando pereció toda la raza humana, diría yo, sabido es que sólo una familia lo pasó sin experimentar daño alguno y que ello ocurrió en atención a que el miembro de más edad y cabeza de la casa 15 no había cometido falta alguna voluntariamente. La forma en que tuvo lugar esta salvación, tal como la relatan los sagrados libros, merece ser recordada por lo extraordinaria, y a la vez para me joramiento de las costumbres.15 Noé.

60. Habiendo sido juzgado hombre con méritos no sólo para ser exceptuado de la común desgracia, sino también para convertirse en el origen de una segunda generación de la raza humana; y obedeciendo a pres cripciones de Dios, que le comunicaron las Divinas revelaciones, fabricó una inmensa construcción de madera de unos trescientos codos de largo, cincuenta de ancho y treinta de alto, y, luego de preparar dentro habitaciones en una planta baja y tres pisos sucesivos, y de hacer provisión de alimentos, introdujo un ma cho y una hembra de cada una de las especies de animales terrestres y aéreos, reservando así las simientes a la espera de las ocasiones oportunas que de nuevo llegarían alguna vez.

61. Sabía él, en efecto, que Dios es propicio por natura leza, y que, aun cuando perecieran los individuos, la raza, sin embargo, conservaría su inmortalidad en mérito a su semejanza con El y a que ninguna cosa de las que han llegado a existir por decisión Suya será jamás aniquilada. XII. Para que ello fuera posible, todos los animales le obedecieron y los hasta en tonces salvajes tornáronse pacíficos, y, amansados ya, le siguieron como a un pastor que guía sus rebaños.

62. Si alguien, una vez que todos hubieron entrado, hubiera contemplado el conjunto total, no hubiera andado errado al decir que aquello era una réplica de la tierra toda, en la que estaban representa dos todos los géneros de animales a cuyas innumerables especies la tierra toda había servido anteriormente de morada, y serviría quizá nuevamente.

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63. Y lo que este tal hubiera sospechado no tardó mucho tiempo en suceder, ya que el desastre se apaci guó y la violencia del diluvio disminuyó con el correr dé los días, mientras que las lluvias cesaban y el agua derramada so bre toda la tierra era eliminada en parte por la acción del calor solar, y en parte penetraba en las grietas, precipicios y demás cavidades terrestres. Como obedeciendo a una orden de Dios, cada parte de la naturaleza: mar, fuentes y ríos, recibía de nuevo, a modo de restitución forzosa de algo adeudado, aquello que había prestado; retornando cada corriente de agua hacia sus lagares correspondientes.

64. Pero, una vez que el mundo sublunar hubo sido purificado, concluidas ya las abluciones de la tierra, que aparecía renovada y tal como es lógico suponer que había sido cuando en un principio fue creada junto con todo el universo, aquel salió de la construcción de madera con su mujer, sus hijos y las mujeres de éstos; y con la familia salió el tropel de las especies de animales allí concentradas, para engendrar y reproducir seres semejantes.

65. Estas son las recompensas y trofeos, de los hombres buenos, que les valieron no sólo el lograr ellos mismos y sus familias salir sanos y salvos de los más grandes peligros a través de inusitados cambios en los elementos, peligros que a todos amenazaban por todas par tes; sino además el convertirse en guías de la regeneración de la especie y en iniciadores de un nuevo ciclo, por lo que fueron encerrados al modo de una brasa al rescoldo de la más exce lente raza de seres vivientes, la humana; raza que ha recibido el dominio de cuantas cosas existen sobre la tierra, convirtiéndose así en una réplica de la potencia Divina, imagen visible de Su invisible naturaleza, imagen creada de Su naturaleza eterna.1616 Algunos editores (Cohn, Colson) suponen que hay una laguna en el texto. Esta suposición se apoya en que Filón ha prometido en el parágrafo 46 ocuparse de las leyes de Moisés después de tratar la parte histórica de la faceta legislativa de la obra mosaica. Tal vez falten aquí, efectivamente, algunos parágrafos en que se examinen las leyes de Moisés, pero sólo de un modo sucinto y general, pues el tratamiento de las mismas en detalle está contenido en el tratado titulado Sobre el decálogo y en los cuatro acerca de las leyes particulares, los que hacen de todo punto improbable la existencia de otro examen previo sobre el mismo asunto in extensa. Incluso cabe pensar que no existe tal laguna y que Filón sólo ha desarrollado en Sobre la vida dé Moisés II aspecto histórico de su obra legislativa, reservando para los tratados citados la consideración del conte nido de las leyes. Finalmente, cabe agregar que algunos editores hacen concluir en este punto el segundo tratado de los tres que, según ellos, compondrían Sobre la vida de Moisés, en vez de dos.

66. XIII. Llevamos ya tratados dos aspectos de la vida de Moi sés: el correspondiente a la realeza y el relativo a su obra de legislador. Hemos de agregar un tercero: el de su sacerdocio. La cualidad más alta y esencial que debe darse en un sumo sacerdote es la piedad, y Moisés la cultivó como el que más, al mismo tiempo que hacía uso de sus grandes dotes naturales; dotes éstas que la filosofía tomó a su cargo, cual si se tratara de un excelente terreno cultivable, y las mejoró con la consideración de elevadas doctrinas, sin cejar en su empeño hasta que los frutos de la virtud alcanzaron su perfección en las palabras y las obras.

67. De ese modo llegó, como otros pocos, a amar a Dios y a ser amado por El; e inspirado por un celestial amor, honró de manera especial al Soberano del universo y fue hon rado, a su vez, por Este. La honra adecuada para el hombre sabio es estar al servicio del Que realmente es; y el sacerdocio tiene por misión el servicio de Dios. De este galardón, que es el bien mayor que existe entre las creaturas, fue tenido por digno Moisés, y los oráculos lo instruyeron en cada

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una de las cosas tocantes a las ceremonias rituales y a los sagrados servicios.

68. XIV. Pero era preciso que previamente su cuerpo estuviera limpio como su alma, y eliminara de sí todo vínculo con la pa sión, purificándose de todo cuanto es propio de la naturaleza mortal: alimentos, bebidas y relaciones sexuales.

69. Mucho tiempo hacía que ya había renunciado a esto último, casi desde la primera vez que comenzó a profetizar inspirado por Dios, pues entendía que le correspondía estar siempre presto para recibir los oráculos. Y en cuanto a las comidas y bebidas, no había pensado en ellos durante cuarenta días seguidos, sin duda porque disponía de alimentos mejores aún, que le brindaban las contemplaciones, con cuya inspiración procedente de lo alto del cielo se perfeccionaba en primer lugar en su inteligencia y luego, a través del alma, también en su cuerpo, creciendo tanto el vigor y buena constitución de una y otro, que los que antes lo habían conocido no lo podían creer.

70. En efecto, ha biendo ascendido por Divino mandato a un monte inaccesible e intransitable, el más alto y sagrado de la zona, permaneció durante ese tiempo sin tomar nada de lo apropiado para satis facer la necesidad de alimento; y a los cuarenta días descendió con mucho mejor aspecto que cuando había subido, al punto de que los que lo veían se quedaban pasmados de asombro y sus ojos no podían continuar mirándolo frente a frente, según era de brillante la claridad que, semejante a los rayos del sol, llegaba hasta ellos.1717 Éx. XXIV, 18, y XXXIV, 28 y ss.

71. XV. Durante el tiempo en que permaneció en la altura fue instruido en todos los secretos del sacerdocio, comenzando por aquellos que son los primeros en el orden, es decir, en los relativos a la construcción del santuario y a su mobiliario.

72. Ahora bien, si al país hacia el que emigraban ya lo hubieran tenido en sus manos, hubiera sido preciso edificar un suntuo sísimo templo en un lugar exento de toda impureza, empleando como material costosas piedras; y erigir en derredor de él gran des muros y numerosísimas residencias para los encargados del culto; y dar el nombre de ciudad sagrada al lugar.

73. Pero, como aún andaban errantes por el desierto, el templo que se adecuaba a su condición de gente no establecida todavía defi nitivamente era uno transportable, a fin de que durante las-marchas y en los campamentos pudieran llevar a él sus ofrendas y realizar todas las restantes ceremonias religiosas, sin omitir ninguna de las que deben cumplir los que habitan en ciuda des.

74. Determinó, pues, Dios que se construyese una obra inmensamente santa consistente en un tabernáculo, en cuya construcción fue instruido Moisés por Divinas revelaciones en la montaña, donde contempló con los ojos del alma las inma teriales formas de los objetos materiales que habían de cons truirse. Estas formas debían ser reproducidas a modo de copias perceptibles por los sentidos, tomadas de un diseño arquetipo, por así decir, y de modelos aprehensibles solo por la inteligen cia.

75. Convenía, en efecto, que la preparación del santuario fuera confiada al verdadero sumo sacerdote, a fin de que la organización de los ritos propios de las sagradas ceremonias estuviese en la más completa conformidad y armonía con las construcciones.

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76. XVI. Así pues, el diseño del modelo fue impreso en la mente del profeta como una pintura o un previo moldeado producido secretamente por inmateriales e invisibles formas; y la obra concreta se ejecutó de conformidad con este diseño, imprimiendo el artista sus características en las sustan cias apropiadas para cada una de ellas.

77.18 La construcción fue como sigue. Cuarenta y ocho pilares 19 de la más incorrup tible madera de cedro, cortados de muy bien formados troncos estaban recubiertos de una gruesa capa de oro. Cada uno de ellos, además, estaba apoyado sobre dos bases de plata, y llevaba aplicado en la parte superior un capitel de oro.18 Para los parágrafos 77 a 83 ver Éx. XXVI, 18 y ss.19 O postes. En la versión hebrea, en cambio, léese tablones.

78. Cuarenta de esos pilares colocó el artífice en el sentido del largo de la construcción, veinte, es decir, la mitad, de cada lado; sin dejar separación entre ellos, adaptando y uniendo cada uno al si guiente de manera que presentara las apariencias de un único muro. En el sentido del ancho, en la parte trasera, puso los ocho restantes, seis en el espacio central y dos en los ángulos situados a ambos costados, derecho e izquierdo respecto del centro. En la parte de la entrada colocó otros cuatro, semejantes a los restantes, salvo que tenían una sola base en vez de las dos de los pilares opuestos; y más allá de éstos, en la parte más exterior, cinco, diferentes sólo en las bases, que eran de bron ce.

79. Por lo tanto, el número total de pilares visibles del tabernáculo, aparte de los dos de los ángulos, ocultos a la vista, era de cincuenta y cinco, es decir, la suma de los números que van desde la unidad hasta el número perfecto, que es el diez.2020 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 + 8 + 9+ 10 = 55. Ver Sobre la huida y el hallazgo 89 y ss., Sobre Abraham 244 y Sobre el decálogo 20 y ss.

80. Pero, si se acepta excluir los cinco situados en el propileo, adyacentes al espacio descubierto llamado atrio, que dará el sacratísimo número cincuenta, o sea, el cuadrado de los lados del triángulo rectángulo, que es el principio de la gene ración de todos los seres.21 Este número cincuenta es la suma de los pilares internos, o sea, de los cuarenta que suman en total los veinte de cada lado, más los seis de la parte media (poste rior), excluidos los ocultos en los ángulos, más los cuatro opues tos, que sostienen el velo.21 50 = 32 + 42 + 52. Los números 3, 4 y 5 eran concebidos como los lados de la forma primaria del triángulo rectángulo, al que se consideraba como "el principio de las figuras y las cualidades". Ver Sobre la creación del mundo 97. Acerca del número cinco ver también Sobre las leyes parti culares II, 176.

81. Diré el motivo por el que a los cinco una vez los coloco con los cincuenta y otra los separo de ellos. Cinco es el número de los sentidos; y la sensibilidad en el hombre unas veces se inclina hacia las cosas exteriores, y otras se vuelve hacia la inteligencia, de la que, conforme con las leyes de la naturaleza, es sirvienta.

82. Y así, a esos cinco les asignó Moisés la zona limítrofe, puesto que lo que se hallaba del lado interior a ellos estaba orientado hacia la parte más íntima del tabernáculo, la que simbólicamente representaba todo lo que concierne al orden mental, en tanto que lo que se hallaba del lado exterior apuntaba hacia el espacio descubierto y el atrio, los que simbolizaban

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el orden de las cosas sensibles. Esa es la razón por la que los cinco diferían también en los demás en las bases, que eran de bronce. Como la inteligencia es la cabeza y soberana de la facultad sensorial que hay en nosotros, y el mundo sensible la parte más alejada de aquélla, la base, por así decir, el artista, que empleó el oro para repre sentar a la inteligencia, usó el bronce para simbolizar a lo sen sible.

83. Las medidas de los pilares eran éstas: diez codos de largo y uno y medio de ancho. De ese modo el tabernáculo aparecía igual en todas sus partes.

84.22 XVII. Además lo recubrió con telas hermosísimas y de variados colores, usando para su tejido abundante material de color violeta, púrpura y escarlata, y lino muy fino. Con estos materiales que acabo de mencionar confeccionó diez cortinas, como en la sagrada escri tura las llama, cada una de las cuales medía veintiocho codos de largo y se extendía hasta cuatro de ancho, a fin de que en ellas se dieran el diez, que es el número plenamente perfecto; el cuatro, que es la esencia del diez;23 el veintiocho, un número perfecto igual a la suma de sus factores;24 y el cuarenta, que es el más prolífico de los números, ya que ése es el tiempo que, según dicen, tarda la completa formación del hombre en el taller de la naturaleza.2522 Para los parágrafos 84 a 88 ver Éx. XXVI, 1 a 14.23 La antigua aritmética denominaba triangulares a aquellos números cuyas unidades podían ser colocadas de modo de formar un triángulo equilátero. Por ejemplo, las unidades contenidas en el número "triangular" diez se pueden situar así:

** *

* * ** * * *

Se suponía que el lado del triángulo, que en el caso del triángulo corres pondiente al número 10 está formado por cuatro unidades, poseía las pro piedades pertenecientes al total, en el ejemplo el 10. Por eso dice Filón que el cuatro es la esencia del 10.24 1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28. Ver Sobre la creación del mundo 101.25 El período de gestación de una criatura dura 40 semanas, vale decir, unos 10 meses lunares.

85. Los veintiocho codos de las cortinas estaban distribuidos de esta manera: diez a lo largo del techo, pues esa era la anchura del tabernáculo; y los restantes, a los costados, nueve por cada lado, para cubrir los tablones; que dando desde el suelo una distancia libre de un codo, a fin de que la hermosísima tela sagrada no se arrastrase.

86. De los cuarenta codos que sumaban los anchos de las diez cortinas treinta correspondían al largo del tabernáculo, pues esa era su medida; nueve, a la parte posterior, y el resto, a la que daba al vestíbulo, para que allí se uniera toda la cobertura.

87. El velo estaba colocado sobre el propileo. Pero en cierta medida también las cortinas eran velos, no sólo porque ocultaban el techo y los muros, sino también por estar tejidas con las mismas clases de materiales de color violeta, púrpura y escarlata y lino muy fino. Y también de los mismos materiales fueron fabrica dos el velo y el llamado cubridor.26 Aquél estaba colocado del lado interior a lo largo de los cuatro pilares, a fin de que ocul tase la parte más interna del santuario; y el cubridor, del lado exterior a lo largo de los cinco pilares, para que

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ninguna persona no consagrada pudiera, ni siquiera desde lejos, ver el sagrado recinto.26 En realidad en el pasaje bíblico se designa como epípastron = velo o cortina, este velo de la puerta del tabernáculo, en tanto que el término kálymma = cubridor se emplea para designar lo que Filón en el parágrafo 93 llama hyphasma = tejido, velo.

88. XVIII. Al escoger los materiales para la confección de las telas los seleccionó por su superior calidad, entre los innu merables posibles, en número de cuatro, o sea, el mismo que el de los elementos con los que fue formado el mundo: tierra, agua, aire y fuego; y tales que guardaban una determinada re lación con respecto a dichos elementos. En efecto, el lino pro cede de la tierra, y la púrpura, del agua; el color violeta oscuro se asemeja al aire pues éste es negro por naturaleza; y el escarlata, al fuego pues uno y otro son rojo vivo. Es que era preciso que al fabricar un templo producto de la mano del hombre, dedicado al Padre y Soberano del universo, echase mano a sus tancias semejantes a aquellas con las que Él fabricó dicho universo.

89. Así pues, de la manera indicada fue construido el taber náculo, a modo de un sagrado templo. El recinto exterior abar caba un área de cien codos de largo por cincuenta de ancho, y tenía pilares separados entre sí por una distancia regular de cinco codos, de modo que en total sumaban sesenta, distribuidos cuarenta a lo largo y veinte a lo ancho, por mitades de cada parte.

90. El material de los pilares era cedro en la parte interna y plata en la superficie, y las bases de todas ellas eran de bronce, siendo sus alturas de cinco codos, ya que le pareció bien al artífice reducir exactamente a la mitad la altura del llamado atrio, con el fin de que el tabernáculo resultara visible por ser su altura doble de la de aquél. Adaptadas a la altura y separación de los pilares iban delgadas telas, semejantes a velas, cuyo fin era impedir la entrada a toda persona impura.

91. XIX. Ahora bien, la distribución general era la siguiente. En el medio se asentaba el tabernáculo, cuyas dimensiones eran treinta codos de largo y diez de ancho, incluido el espesor de los tablones. La distancia entre el tabernáculo y el cerco del atrio era la misma en tres partes: en las dos laterales y en la posterior; y era de veinte codos. En cambio, la distancia en la parte del propileo era, naturalmente, mayor a causa de la gran cantidad de los que allí entraban; y alcanzaba a cincuenta codos. De esa manera se llegaban a completar los cien codos del atrio, sumando los veinte de la parte posterior, y los treinta que abar caba el tabernáculo a los cincuenta correspondientes a la parte de las entradas.

92. El propileo del tabernáculo estaba colo cado en el límite central entre dos distancias de cincuenta co dos, una en dirección al oriente, donde estaban las entradas, y la otra hacia el occidente, donde se extendía el tabernáculo y el espacio posterior.

93. En donde comenzaba la entrada al atrio se había construido otro hermosísimo y amplio propileo con cuatro pilares, a lo largo de los cuales extendíase un velo multicolor fabricado de la misma manera que los correspon dientes al tabernáculo y con los mismos materiales.

94. Juntamente con estas construcciones se iban fabricando también los muebles sagrados: el arca, los candelabros,- la mesa, el altar del incienso y el altar de los holocaustos. El altar de los holocaustos estaba ubicado al aire libre frente a la entrada del tabernáculo,27 a una distancia

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suficiente como para que los oficiantes dispusieran de espacio para el diario cumplimiento de los sacrificios. 27 Éx. XL, 6 y 29.

95.28 XX. El arca estaba colocada adentro, en el inaccesible interior del santuario, tras los velos. Llevaba por dentro y por fuera un suntuoso revestimiento de oro, y la cubría una especie de tapa que los sagrados libros llaman propiciato rio.28 Éx. XXVI, 10 a 22.

96. El ancho y el largo del mismo están especificados, no así su altura, por lo que se asemejaba muchísimo a la super ficie plana de la geometría; lo cual, al parecer, es con referencia a lo Divino un símbolo de la potencia propicia29 de Dios, y en el orden de lo humano, un símbolo de la inteligencia propi cia para consigo misma, inteligencia que, en su amor por la modestia y con la ayuda del saber, está resuelta a reprimir y aniquilar a la presunción, que intenta elevarla hacia una irra cional altivez 30 y llenarla de vano orgullo.29 Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.30 El sentido del término griego hypsos es altura, elevación o cima, sen tido que trasladado al plano ético equivale a autoexcitación, altivez o arrogancia. Esta aclaración es necesaria para advertir en qué se funda Filón para afirmar que la eliminación de la presunción está simbolizada en la prácticamente inexistente altura del propiciatorio.

97. Mientras el arca es el recipiente de las leyes, ya que en ella se depositan las revelaciones de los oráculos, la tapa llamada propiciatorio sirve de apoyo a dos seres alados, que en la len gua de nuestros ancestros se llaman querubines; término que los griegos traducirían por "mucho conocimiento" o "mucha ciencia".3131 O quizá, reconocimiento y mucha ciencia. Es imposible determinar el sentido exacto de la expresión, griega.

98. Hay quienes sostienen que, como están situa dos uno enfrente del otro, y el cielo todo es alado,32 se trata de símbolos de los dos hemisferios, el que está encima de la tierra y el que está debajo.3332 Tal vez haya de interpretarse esto en el sentido de que las esferas que lo forman están, según la antigua astronomía, en perpetuo movimiento en el ámbito extraterrestre y extraacuático, ambiente en el que sólo las creaturas aladas pueden sostenerse y avanzar.33 Ver Sobre los querubines 21 y ss.

99. Yo, por mi parte, diría que son representaciones alegóricas de las dos más augustas y elevadas potencias del Que Es: la creadora y la real. Su potencia crea dora es llamada Dios, y es aquella por medio de la cual esta bleció,34 creó y ordenó este universo; en tanto que la real es llamada Señor, pues es aquella mediante la cual gobierna y rige con firmeza y justicia cuanto ha llegado a existir. 34 Como en otros lugares, Filón asocia theós = Dios, con títhemi = coloco, establezco.

100. En efecto, siento el único verdaderamente existente, es indudable mente también el Creador, pues llevó a la existencia aquello que no existía; y es, a la vez, el Rey por naturaleza, puesto que a ninguno toca con más derecho el mando sobre las creaturas que a su Creador.

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101. XXI. En el espacio que separaba los cuatro pilares de los otros cinco, espacio que puede con propiedad denominarse propileo del templo, y que estaba cerrado por dos velos, el interno, llamado "velo extendido", y el externo, denominado "cubridor" situó los tres muebles restantes del moblaje mencio nado. El altar del incienso,35 símbolo del agradecimiento por la tierra y el agua, agradecimiento que era un deber manifestar en atención a los beneficios derivados de una y otra, lo ubicó en el centro, puesto que estos dos elementos tienen asignado el lugar central del mundo. 35 Éx. XXX, 1 y 2.

102. El candelabro,36 con el que simbolizaba los movimientos de los luminosos astros, lo colocó en el lado que daba al sur, pues el sol, la luna y los demás astros describen sus revoluciones en el sur, muy alejados del norte. Del candelabro central nacen seis brazos, tres de cada lado, con lo que el número total se eleva a siete.37 36 Éx. XXV, 31 y ss. Ver Sobre la herencia de las cosas Divinas 221 a 225.37 Es decir, el candelabro o brazo central más los seis laterales.

103. En la parte superior de cada uno de ellos había un portalámparas y una lámpara, siete símbolos de los que los hombres de ciencia lla man planetas. El sol, en efecto, que, como el candelabro, está ubicado en el cuarto lugar en medio de los seis, ilumina a los tres astros de arriba y a otros tantos situados debajo, templando así ese instrumento de una música armoniosa y verdaderamente Divina.

104. XXII. La mesa sobre la que se ponían panes y sales estaba situada en el lado que daba al norte, en razón de que los vientos del norte son lo más favorables para la producción de alimen tos.

105. Y, como los alimentos proceden del cielo y de la tierra, pues el primero envía las lluvias y la segunda lleva hasta su pleno desarrollo las simientes regadas por aquéllas, junto a la mesa estaban situados los símbolos del cielo y de la tierra. Estos símbolos, como anteriormente se indicó, eran el cande labro, símbolo del cielo; y el acertadamente 38 llamado altar del incienso, símbolo de las cosas terrestres, de las que surgen los vapores aromáticos.38 Tal acierto no es advertible en español, pero téngase presente que en griego exhalación o vapor es anathymíasis, y altar del incienso, o literal mente lugar del vapor o déla exhalación, se dice thymiatérion.

106. Moisés acostumbra llamar guar dián de los sacrificios 39 al altar situado al aire libre, como si este altar, que consume las víctimas sacrificadas fuera en reali dad guardián y custodio de los sacrificios. Pero no se refiere a los miembros y partes del cuerpo de las víctimas, los que por naturaleza están destinados a ser consumidas por el fuego, sino a las intenciones del ofrendante.39 Guardián de los sacrificios. El término thysiastérion significa lugar de los sacrificios, pero Filón asocia el sufijo locativo -teño = lugar de, con el adjetivo teretikós = guardián o protector, y atribuye al vocablo el sentido de guardián o protector de los sacrificios, para concluir luego que ex'ste una contradicción entre el objeto al que se aplica el altar y lo que su nombre sugiere.

107. Porque, si éste es irre flexivo e injusto, sus sacrificios no son tales, sus oblaciones son sacrílegas y sus plegarias están fuera de lugar, y todo ello con cluye en una total destrucción,

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ya que con esos sacrificios solo aparentes, no es la remisión de las faltas lo que logra, sino actualizar su recuerdo.

108. Si, en cambio, el oferente es santo y justo, el sacrificio permanece en firme, aunque las car nes se consuman; y más aún, aunque no haya presentado vícti ma alguna en absoluto ante el altar. Porque, ¿qué oblación verdadera puede haber fuera de la piedad del alma amada por Dios, cuya acción de gracias alcanza la inmortalidad y es registrada en las Divinas estelas, compartiendo una vida eterna con «1 sol, la luna y el mundo todo?

109.40 XXIII. A continuación de estas cosas el artífice preparó para el futuro sumo sacerdote la vestidura, cuyo tejido consti tuía una obra de inmensa y maravillosa hermosura, consistente en dos prendas: la túnica y el llamado efod.4140 Para los parágrafos 109 a 116 ver Éx. XXVIH.41 Efod es una castellanización del término hebreo. En el texto griego se lee epomís, literalmente cubrehombros.

110. La túnica era de aspecto bastante uniforme, ya que toda ella era de color violeta oscuro, con excepción de las partes próximas al borde inferior, pues éstas estaban matizadas con bellotas de granada de oro, campanillas y flores bordadas.

111. El efod, 41 obra sumamente suntuosa y artística, fue confeccionado con consu mada pericia mediante las ya mencionadas clases de materiales de color violeta oscuro, púrpura y escarlata y lino fino, con hilo de oro entretejido. En efecto, hojas de oro cortadas en finas hebras estaban tejidas con cada hilo.41 Efod es una castellanización del término hebreo. En el texto griego se lee epomís, literalmente cubrehombros.

112. En las extremidades de los hombros iban aplicadas dos preciosísimas piedras de va liosísima esmeralda, en las cuales estaban escritos los nombres de los patriarcas, seis en cada una, doce en total. Sobre el pe cho iban otras doce piedras de gran valor, diferentes en los colores, semejantes a sellos y dispuestas en cuatro hileras de tres cada una, las que estaban aplicadas al llamado lugar del logos. 42 42 Una vez más he debido recurrir a la transliteración del término griego logos, ya que, como claramente se desprende de las reflexiones que Filón teje a propósito del pectoral del sumo sacerdote, toma el vocablo en sus dos acepciones de razón o pensamiento racional (lógos endiáthetos) y palabra (lógos prophorikós o gegonos). Si, como algunos traductores lo hacen, tradujera logeion por lugar de la razón, tomaría solo parcialmente el complejo sentido de lógos, y además entorpecería la comprensión de varias de las conclusiones que Filón extrae aquí de ambos conceptos preci samente. Sería también posible traducirlo por lugar de la razón y la palabra, pero se me ocurre que la brevedad del término lógos simplifica las cosas.

113. Estaba hecho éste en forma de cuadrado y era doble, a modo de una base para sostener dos virtudes: la clara mostración y la verdad. El conjunto estaba colgado del efod mediante cadenitas de oro, fuertemente prendido de él a fin de que no se soltase.

114. Una lámina de oro fue trabajada para darle forma de una corona. En ella estaban grabadas las cuatro letras de un nombre 43 que sólo es lícito escuchar en los lugares santos a los que tienen purificados los oídos y la lengua por la sabiduría, y no a otro alguno en absoluto, ni en

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otro lugar.43 Dicho nombre es YAVE (YAHVE). Posiblemente se trate de un dato conservado por la tradición, ya que nada dice el texto bíblico al respecto.

115. Este nombre tenía cuatro letras, según dice aquel conocedor de las verdades tocantes a Dios, quien probablemente les asignó el carácter de símbolos de los primeros números: el uno, el dos, el tres y el cuatro, puesto que en los cuatro están comprendidos todos los elementos geométricos, que son medidas de todas las cosas, a saber, el punto, la raya, la superficie y el sólido; y las mejores armonías musicales: el intervalo de cuarta, el de quinta, el de octava y el de doble octava, cuyas respec tivas relaciones son cuatro a tres, tres a dos, dos a uno y cuatro a uno. El cuatro contiene además las otras innumerables virtu des, de las que me he ocupado detalladamente en mi tratado sobre los números.44 44 Ver Sobre la creación del mundo 52.

116. Debajo de la corona iba una mitra a fin de que la lámina no tocara la cabeza. Además se confec cionó un turbante, por cuanto el turbante es usado habitual-mente por los reyes orientales en lugar de la diadema.

117. XXIV. Tal era la vestidura del sumo sacerdote. Pero no podemos dejar de referirnos al significado de ella y de sus partes.45 El conjunto resulta ser una réplica e imitación del mundo, en tanto sus partes lo son de cada una de las partes de éste.45 El simbolismo de la vestidura del sumo sacerdote está tratado tam bién, aunque menos detalladamente, en Sobre las leyes particulares I, 85 a 95, y Sobra la migración de Abraham

118. Hemos de comenzar con la prenda que baja hasta los pies. Esta túnica, toda ella de color violeta oscuro, es representación del aire, pues el aire es negro por naturaleza y constituye en cierto modo una vestidura que llega hasta los pies, pues se extiende desde las elevadas regiones lunares hasta los confines de la tierra y se expande por todas partes. De allí que también la túnica se extienda en torno de todo el cuerpo desde el pecho hasta los pies.

119. A la altura de los tobillos se destacan sobre ella bellotas de granada, flores bordadas y cam panillas. Las flores son símbolo de la tierra, puesto que todo cuanto germina y florece procede de la tierra; las bellotas de granadas, que merecen tal nombre por el fluir de su jugo,46 son símbolo del agua; en tanto que las campanillas47 lo son del armonioso concierto de estos elementos, ya que ni la tierra sin el agua, ni el agua sin la sustancia terrestre son capaces de producir nada por sí solas, y únicamente se logra tal cosa me diante la unión y combinación de ambas. 46 En el texto griego se lee rhóiskos (diminutivo de rhoiá — granada), que designa las pequeñas bellotas de granada que adornaban la parte infe rior de la túnica del sumo sacerdote. Su paráfono, diminutivo de rhoia = corriente del río, significa pequeña corriente, arroyuelo. Filón, guiándose por la parafonía, entiende que granada es sinónimo de fruto que fluye o fruto cuyo jugo fluye.47 Es de advertir que no se trata de las flores así llamadas, sino de pequeñas campanas de oro, cuyo sonido musical le sugiere a Filón la idea de la armonía o armoniosa combinación del agua y la tierra.

120. La ubicación de las bellotas de granada, las flores bordadas y las campanillas es un clarísimo testimonio de lo señalado, por cuanto, así como éstas se hallan en los extremos de la

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túnica que llega hasta los pies, del mismo modo a los elementos de los que ellos son sím bolos, es decir, la tierra y el agua, les ha tocado la región más baja del mundo, donde al unísono con la armonía del universo manifiestan sus particulares poderes en períodos determinados de tiempo y en las estaciones apropiadas.

121. La túnica, pues, con los objetos adheridos en la parte de los tobillos, es símbolo de los tres elementos, aire, agua y tierra, de los que proceden y en los que viven todas las especies mortales y pere cederas. Prueba acabada de ello es el hecho de que, así como la túnica es una sola, también los tres mencionados elementos están incluidos en una sola especie, puesto que todo cuanto existe de la luna hacia abajo se halla sujeto sin excepción a cambios y alteraciones;48 y de que, así como las bellotas de gra nada y las flores bordadas penden de la túnica, también la tierra y el agua están, en cierto modo, suspendidos del aire, pues el aire es el soporte de ellos.48 Vale decir, constituyen la especie sujeta a mutación, por oposición a las inmutables naturalezas celestes.

122. Apoyados en razonables conjeturas, las consideraciones que siguen llevan a la conclusión de que el efod es símbolo del cielo. En efecto, en primer lugar, las dos piedras circulares de esmeralda aplicadas en lo alto de los hombros son signos o bien, como piensan algunos, de aquellos astros soberanos del día y de la noche que son el sol y la luna; o bien, como podría mos afirmar nosotros aproximándonos más a la verdad, de uno y otro hemisferio, ya que, al igual que las piedras, ambos son iguales, el que está sobre la tierra y el de abajo, y es ajeno a la naturaleza de uno y otro el disminuir o aumentar su tamaño como lo hace la luna.

123. El color también lo confirma, puesto que la apariencia del cielo todo, tal como se presenta a nuestra vista, es semejante a una esmeralda. Correspondía, ade más, que en cada una de las dos piedras estuvieran grabados seis nombres, por cuanto cada uno de los dos hemisferios, al dividir en dos el zodíaco, encierra seis de sus signos.

124. En segundo lugar, las doce piedras que van sobre el pecho, que son de distintos colores y están distribuidas en cuatro grupos de tres, ¿qué otra cosa pueden significar sino el círculo del zodíaco? También este círculo, en efecto, dividido en cuatro partes, cons tituye con tres signos cada una de las estaciones del año: pri mavera, verano, otoño e invierno, es decir cuatro variantes cada una de las cuales tiene una duración determinada por tres sig nos, y reconocible gracias a las revoluciones que el sol des cribe conforme a una ley matemática inmutable, firmísima y verdaderamente Divina.

125. Por lo tanto, dichas piedras se adecuaban también al con toda propiedad llamado lugar del logos,49 ya que las variaciones y las estaciones del año se ajustan a un racional principio de orden y regularidad; y, lo que es más asombroso, testimoniando a través del cambio estacional su per manencia sin término.49 Téngase presente lo aclarado en la nota 42.

126. Acertado y sumamente apropiado es el hecho de que sean distintos los colores de las doce piedras, sin que ninguna de ellas sea igual a otra, ya que también en el zodíaco cada uno de los signos origina ciertos matices 50 particulares en el aire, en la tierra, en el agua, en los accidentes de éstos y en todas las especies de animales y vegetales.

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50 O literalmente: Cierto color.

127. XXV. No es desacertado, por otra parte, el que el lugar del logos sea doble, pues doble es el logos tanto en el plano universal como en la naturaleza del hombre. En el universo se da, por una parte, relacionado con las incorpóreas y arquetípicas formas ejemplares, con las que ha sido forjado el mundo aprehensible solo por la inteligencia; y, por otra, vinculado con las cosas visibles, que son imitaciones y copias de aquellas for mas ejemplares, y con las cuales fue construido este mundo sen sible. En el hombre una forma del logos pertenece a su intimi dad, en tanto que la otra se exterioriza en la palabra, siendo la primera como una fuente, de la que la otra fluye en el acto de la palabra. 51 Aquella tiene por sede la facultad rectora;52 la de la expresión oral reside en la boca, la lengua y el resto del aparato de la fonación.51 Ver Sobre los querubines, nota 6.52 6 sea, la inteligencia.

128. Con sumo acierto el artífice asignó al lugar del logos la forma de cuadrado, dando a enten der figuradamente que el logos, así en el orden de la natura leza como en el del hombre, debe estar sólidamente establecido en todas partes sin que ni la más mínima alteración lo afecte. Por esta razón les atribuyó además las dos mencionadas virtu des: la clara mostración y la verdad. El logos, 53 en efecto, es en la naturaleza verídico y todo lo pone de manifiesto; en tanto que en el hombre sabio, a imitación de aquél, tiene la misión y el deber de evitar toda falsedad, rendir culto a la verdad y no oscurecer por recelos nada de aquello cuya revelación be neficiará a los que reciben instrucción.53 Resulta sumamente difícil el decidirse acerca de si se trata de dos logos, como en unos pasajes declara expresamente Filón, o si se trata de uno solo desdoblado por sus esferas de acción y los cometidos específicos, como también claramente se desprende de otras afirmaciones suyas.

129. Pero también a los dos logos que se dan en nuestro ser, tanto al que se exterio riza en el habla como al que pertenece a su intimidad, les asignó como propias ambas virtudes; al logos traducido en palabra la clara mostración; al logos íntimo la verdad. Corresponde, en efecto, que la inteligencia rechace de plano toda falsedad; y a la expresión del pensamiento el evitar toda traba a cuanto favo rezca la mostración más exacta posible.

130. Con todo, nin guna utilidad se deriva de un logos que proclama enfáticamen te cosas hermosas y provechosas, si las obras del que las expresa no están de acuerdo con ella. En consecuencia, entendiendo que el logos no debe estar disociado de las obras, sujetó Moisés el lugar del logos al efod, de modo que no se separase de él pues hizo del nombro un símbolo de acción y obra.

131. XXVI. Tales son las enseñanzas que Moisés dio a conocer a través de la sagrada vestidura. Sobre la cabeza del sacerdote colocó, en vez de una diadema, un turbante, por entender que durante el ejercicio de sus funciones el consagrado a Dios co mo sacerdote es superior no sólo a todos los hombres comunes sino también a todos los reyes.

132. En la parte superior del turbante está la placa de oro sobre la cual se hallan grabados los caracteres de las cuatro letras en las que, se nos dice, se expresa el nombre del Que Es; significando que es imposible que ser alguno de cuantos existen perdure sin invocarlo, ya que es Su bondad y Su potencia propicia lo que da consistencia a todas las cosas.

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133. Vistiendo estas prendas y ornamentos es como se dirige el sumo sacerdote para cumplir las sagradas funciones, a fin de que, cada vez que ofrece las ancestrales ple garias y sacrificios, el mundo todo entre junto con él a través de las representaciones que del mismo lleva sobre sí, que son: del aire la túnica que llega hasta los pies; del agua las bellotas de granada; de la tierra los bordados de flores; del fuego el color escarlata; de los dos hemisferios, por sus formas semejantes a ellos, las esmeraldas circulares puestas en lo alto de los hom bros, en cada una de las cuales hay seis grabados; del zodíaco, las doce piedras distribuidas en cuatro hileras de tres sobre el pecho; y de aquel 54 que todo lo conserva y administra, el lugar del logos.54 Es decir, del logos.

134. La razón de tal compañía es la necesidad de que quien ha sido consagrado al Padre del mundo recurra a la intersección de Su hijo, 55 perfectísimo en sus excelencias, para recabar el olvido de las faltas y la provisión de bienes abun dantísimos.55 Su hijo es el mundo, que, como se dice más arriba, simbolizado en las vestiduras y adornos del sumo sacerdote, penetra con éste en el santua rio cuando el mismo va a elevar sus preces y ofrecer sacrificios.

135. Y quizá también lo que Moisés persigue es enseñar al servidor de Dios que, si bien está más allá de sus posibilidades el ser digno del Hacedor del mundo, al menos puede intentar ser permanentemente digno del mundo; y que, pues viste prendas que son representación de éste, es su primer deber el llevar grabado el modelo en su inteligencia y transformarse, en cierto modo, de hombre en la naturaleza del mundo; y, si es lícito decirlo (y lo lícito cuando se trata de la verdad es no mentir), ser un pequeño mundo.

136.56 XXVII. Fuera del propileo, junto a las entradas, había una bañera de bronce, para cuya Construcción el artífice no empleó material virgen, como es usual en estos casos, sino obje tos ya cuidadosamente trabajados con otro propósito distinto, que con todo celo y emulación habían traído las mujeres rivali zando en piedad con los hombres, resueltas a alcanzar el galardón en la noble puja y a esforzarse en la medida de sus posibi lidades para no quedarse a la zaga de aquéllos en cuanto a santidad.56 Para los parágrafos 136 a 140 ver Éx. XXXVIII, 26 y 27. Ver Sobre la migración de Abraham 98.

137. En efecto, con espontánea buena voluntad, sin que nadie se lo prescribiese, ofrendaron los espejos que usaban para el aderezo y embellecimiento de sus personas, primicia sumamente apropiada de su buen sentido, de su pureza en el matrimonio e, indudablemente, de la hermosura de sus al mas.

138. Pareció bien al artífice recibirlos y, después de fundirlos, dedicarlos a la fabricación de la bañera exclusivamente, a fin de que los sacerdotes, cuando se dispusieran a entrar en el templo a cumplir los ritos establecidos, la emplearan para ablu ciones, particularmente para el lavado de los pies y manos; acto este que constituye un símbolo de una vida irreprochable, de una existencia pura empleada en loables acciones, que avanza rectamente, no a través del tortuoso camino, o hablando con más propiedad, de la intransitable senda del vicio, sino por el camino real de la virtud.

139. "Aquel que se apreste a puri ficarse con aspersiones", dice por consiguiente Moisés,

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"tenga presente que el material de esta bañera procede de espejos, a fin de que, como en un espejo, contemple su propia inteligencia; y de que, si apareciere alguna vergonzosa señal originada en la irracional pasión o en el placer, que lo excite y aliente a obrar contra la naturaleza; o en el dolor, que, al revés, lo frena y abate; o en el miedo, que desvía y tuerce el recto curso de sus intenciones; o en el apetito, que arrastra e impele violentamente hacia las cosas no presentes; pueda remediarlo, sanar y adquirir la belleza genuina y legítima.

140. Porque, mientras la del cuerpo es una belleza consistente en la buena proporción de las partes, en el buen color de la tez y en la lozanía de las carnes, y es breve el tiempo de su florecer, la de la inteligencia, en cambio, reside en la armonía de las doctrinas y en el concierto de sus virtudes, y no se marchita con el correr del tiempo; antes bien, a medida que éste pasa, se renueva y rejuvenece, embelle cida con el espléndido color de la verdad, de la recíproca ade cuación entre las palabras y las obras, y, también de las inten ciones con las palabras y obras".

141. XXVIII. Después que hubo sido instruido en lo que res pecta a los modelos del sagrado tabernáculo, y una vez que él hubo, a su vez, instruido a hombres dotados de agudeza de en tendimiento y natural capacidad para que tomasen a su cargo y llevasen a buen término las obras que era preciso fabricar; y luego de que la construcción del sagrado tabernáculo se llevó a cabo sin inconvenientes, fue preciso también que Moisés esco giera como sacerdotes a los más aptos para ello, y que éstos aprendieran con tiempo de qué manera correspondía llevar las ofrendas al altar y realizar los sagrados ritos.

142. Por lo tanto, escogió entre todos a su hermano para sumo sacerdote en mérito a sus superiores cualidades, y eligió a los hijos de éste para sacerdotes; y lo hizo, no porque concediera preferencia a su propia familia, sino por la piedad y santidad que en estos hom bres advertía. Una clara prueba de ello es la siguiente. A nin guno de sus propios hijos, y dos eran los que tenía, lo consi deró digno de esa distinción, aunque no hubiera podido dejar de escogerlos, a ambos si en alguna medida hubiera pesado en sus decisiones el apego por las cosas propias.

143.67 Con la aprobación de la nación entera, y ajustándose a las directivas de los oráculos, puso a aquéllos en posesión de sus funciones de una manera completamente desusada y digna de ser recor dada. Comenzó por lavarlos con agua de fuente, la más pura y vivificante de las aguas, y luego les colocó las sagradas vestidu ras; a su hermano la túnica hasta los pies y el efod semejante a una coraza, es decir, la túnica de variada confección, represen tación del universo; a sus sobrinos túnicas de lino; y a uno y otros cinturones y pantalones. 67 Para los parágrafos 143 a 152 ver Éx. XXIX, y Lev. VIII.

144. Los cinturones se los puso para que estuvieran libres de trabas y más prestos para su sa grado ministerio, al estar sujetos los sueltos pliegues de las túnicas; los pantalones", para que no fuera visible ninguna de las partes que corresponde ocultar, sobre todo al ascender al altar o al bajar desde arriba de él, y al realizar todas las cere monias con diligencia y rapidez.

145. Porque, si sus vestimen tas no hubieran sido preparadas con tanto cuidado en previsión de inesperados accidentes, a causa de la diligente celeridad puesta en el cumplimiento de los ritos se hubiera advertido su desnudez y no hubieran podido conservar el decoro debido a los lugares sagrados y a las personas consagradas.

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146. XXIX. Una vez que los hubo provisto de los vestidos, tomó del más fragante ungüento preparado por el arte de los perfumeros, y untó primero los objetos del espacio abierto, es decir, el altar 68 y la bañera, echándoles de él siete veces; luego el tabernáculo y cada uno de los sagrados muebles, ó sea, el arca, el candelabro, el altar del incienso, la mesa, los vasos de libaciones, las redomas y todos los demás utensilios necesarios y útiles para los sacrificios; y finalmente, llegándose al sumo sacerdote, le ungió la cabeza con abundante óleo.68 El altar de los holocaustos.

147. Cum plidas con religiosa solemnidad estas cosas, mandó traer un be cerro y dos moruecos; el primero para ofrecerlo por la remisión de las faltas, revelando así que a toda creatura, por excelente que fuere, le es connatural el cometer faltas, por el sólo hecho de haber sido creada; y que por esa razón es preciso que apa cigüe a la Divinidad con plegarias y sacrificios a fin dé que no se agite Su cólera y caiga sobre ella.

148. De los moruecos uno fue destinado a un holocausto en acción de gracias por Su gobierno del universo, gobierno cuya eficacia a cada uno alcanza en la medida que le corresponde, al recibir cada uno los bene ficios que sus elementos brindan: la tierra, la habitación y los alimentos que produce; el agua, la bebida, el baño y la navega ción; el airé, la respiración y las percepciones a través dé los sentidos, ya que el aire es el instrumento de todos ellos, así como también las estaciones del año; el fuego de uso corriente, las cocciones y la calefacción; y el fuego del cielo, la claridad y la posibilidad de ver todo lo que es visible.

149. El otro morueco lo ofreció por el perfeccionamiento de los que se consagraban mediante una santificadora purificación. Por ello lo llamó con acierto morueco del perfeccionamiento, puesto que aquellos iban a ser iniciados en los sagrados ritos 59 correspondientes a los servidores y ministros de Dios.59 Como estos ritos denomínanse teletái, término emparentado etimoló gicamente con teléiosis = perfeccionamiento, Filón recurre al juego de palabras para su deducción.

150. Habiendo recogido la sangre de la víctima, una parte la fue derramando alrededor del altar, y la otra la recibió en una redoma que colocó debajo, y con ella untó tres partes del cuerpo de los admitidos en el sacerdocio: la extremidad de la oreja, la mano y el pie, derechos todos; enseñando mediante este simbo lismo que es preciso que el consagrado 60 sea puro en sus pala bras, en sus obras y en su vida toda. El oído, en efecto, juzga la palabra, la mano es símbolo de la acción y el pie lo es del tránsito a través de la vida.60 Literalmente: el perfecto = télelos.

151. Y como en cada caso la parte ungida lo fue en su extremo y era ella del lado derecho,, debe mos suponer que lo que quería demostrar era que el progreso en todos los órdenes requiere destreza 61 y tiende a alcanzar la cima 62 de la felicidad y la meta 63 hacia la que es preciso esforzarse y a la que deben estar referidas todas las acciones, haciéndola el blanco de nuestra vida hacia el que, como arque ros, debemos lanzar nuestras flechas.61 Otro juego de palabras, éste entre dexiá = derecha, diestra, y dexiótes = destreza, habilidad.62 O extremo, con lo que se advierte en la referencia a la unción en el extremo de cada una de las tres partes.63 O perfección = télos, término que recalca los conceptos expresados poco más arriba con

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téleios = perfecto, teletái = iniciados, y teléiosis — perfeccionamiento.

152. XXX. El primer paso fue, pues, untar en las tres mencionadas partes a los sacer dotes con la sangre sin mezcla de una misma víctima, llamada del perfeccionamiento. Después, tomando la sangre que había sobre el altar, que procedía de todas las víctimas, y algo del ya mencionado ungüento que habían preparado a base de per fumes; tras mezclar el óleo con la sangre, derramó la mezcla sobre los sacerdotes y sus vestiduras. Con ello quería hacerlos partícipes no sólo de la santidad de afuera y a cielo abierto, sino también de la oculta en lo íntimo del santuario, puesto que también iban a cumplir sus sagradas funciones en la parte inte rior, dentro de la cual todas las cosas habían sido ungidas con óleo.6464 Lo que posiblemente deba entenderse es que la unción de las tres partes en sus extremos, es decir, en el sector más externo, simboliza la pureza y santidad que han de observarse fuera del sancta santorúm, en tanto que la unción del cuerpo total y las ropas que lo ocultan, tendía a comunicar aquella santidad que el santuario encierra en su intimidad.

153.65 Luego de que ofrecieron, además de los anteriores, otros sacrificios, algunos los sacerdotes por ellos mismos; otros la asamblea de ancianos por la nación entera, Moisés penetró en el tabernáculo llevando consigo a su hermano. Era el octavo y último día de las ceremonias, ya que en los siete precedentes se había dedicado a iniciar en el sacerdocio y asesorar en cuanto a los sagrados ritos a aquél y a sus sobrinos. Una vez adentro, le enseñó, como un buen instructor a un discípulo capaz, la manera como el sumo sacerdote debía llevar a cabo las cere monias dentro del recinto.65 Para los parágrafos 153 a 158 ver Lev. IX.

154. Luego salieron de allí ambos y, con las manos extendidas delante de sus cabezas, formularon plegarias provechosas para nuestra nación con una pura y muy santa intención. Y mientras aún estaban en oración, sucedió algo pasmoso en extremo. Del interior del santuario surgió de improviso una compacta llama, que bien pudo ser una porción de purísimo éter, bien aire diluido en fuego por una natural -transformación de un elemento en otro: Con firme impulso la misma llegó hasta el altar y consumió cuanto sobre él había; con lo que, entiendo yo, quedó clarísimamente demostrado que ninguno de los ritos se había cumplido sin la Divina supervi sión.

155. Era natural, en efecto, que un especial don le fuera otorgado al santo lugar, no solo en aquello que los hombres habían elaborado, sino además en lo más puro de los elementos, el fuego, a fin de que el otro, el fuego de uso común entre nosotros, no entrara en contacto con el altar, tal vez a causa de las innumerables imperfecciones a las que está vinculado.

156 Porque esté último fuego se aplica no sólo para asar y cocer irracionales seres vivientes con miras al injusto hartazgo del miserable vientre, sino también el exterminio de seres humanos a causa de ajenas insidias, y no de unos pocos sino de innume rables multitudes.

157. Ejemplos no faltan: flechas portadoras de fuego han sido arrojadas y han incendiado grandes flotas repletas de tripulantes, y destruido ciudades enteras, que, con sumidas por el fuego hasta los cimientos, han sido reducidas a cenizas, al punto de no quedar ni huellas de la antigua concen tración humana.

158. Tal fue, a mi parecer, la razón por la que Dios excluyó del sacratísimo y purísimo altar el

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fuego co mún, considerándolo contaminado; y en su lugar hizo llover desde el cielo una etérea llama, distinguiendo de ese modo lo sagrado de lo profano, lo Divino de lo humano. Convenía, en efecto, que a los sacrificios rituales se les asignara un fuego de naturaleza más incorruptible que el que está al servicio de las humanas necesidades.

159. XXXI. Siendo muchos los sacrificios que necesariamente se ofrendaban cada día, sobre todo en las públicas asambleas y en las fiestas, ya por cada uno privadamente ya por todos en común, y por innumerables y diversos motivos; y tratándose de una nación numerosa, que demostraba tal piedad era menester que hubiera también una gran cantidad de servidores del templo para los sagrados servicios.

160. Una vez más la elección tuvo características completamente nuevas y desacostumbradas. Moi sés escogió una de las doce tribus, seleccionándola por sus supe riores méritos y concediéndole el premio y recompensa de una tarea grata a Dios.

161. Las cosas sucedieron del siguiente modo.66 Después que Moisés hubo subido a la vecina mon taña, y mientras pasaba bastantes días sin otro compañía que la de Dios, hombres inconstantes por naturaleza, creyendo que su ausencia constituía una oportunidad favorable, se lanzaron sin control a la impiedad, como si hubiera cesado toda autori dad, y, olvidando la reverencia debida al Que Es, se convir tieron en celosos adeptos de las patrañas egipcias.66 Para los parágrafos 161 a 173 ver Éx. XXXII.

162. Ha biendo construido a toda prisa un toro de oro, copia del animal tenido por más sagrado en aquel país; 67 le ofrecieron sacrificios; y, formando coros, que no merecían ese nombre, cantaron himnos que en nada diferían de los cantos funerales, y, entregados a las libaciones, cayeron en una doble embriaguez: la del vino y la de la insensatez. Pasaron la noche entre diversiones y excesos y se dieron a la práctica de placenteros vicios, despreocupados del futuro, mientras la justicia, que, aunque ellos no la veían, los tenía presentes juntamente con los castigos que merecían, estaba lista para salirles al paso.67 Como en otros lugares, afirma Filón que el becerro de oro era una imitación del toro Apis, pasando por alto que la veneración de los egipcios se concentraba en un ejemplar vivo. Ver Sobre la ebriedad 95.

163. Como los gritos conti nuos en el campamento, según era de grande la multitud de hombres allí reunidos, llegaban a gran distancia, y por consi guiente sus resonancias alcanzaban hasta la cima de la mon taña, golpearon los oídos de Moisés, quien no sabía qué hacer, pues amaba a Dios, y a la vez amaba a los hombres, y no sopor taba ni "abandonar sus conversaciones con Dios, durante las que dialogaba en privado con Él sin la presencia de otro alguno; ni mirar con indiferencia a la multitud colmada de las miserias que resultaban de estar sin gobierno.

164. Siendo, como era, lo suficientemente hábil como para descubrir a través de un sonido inarticulado y confuso las señales inequívocas de las pa siones del alma, oscuras e invisibles para los demás, reconoció qué clase de tumulto era aquel, y comprendió que la confusión reinante era resultado de la embriaguez, pues la incontinencia engendra la saciedad, y ésta, a su vez, la violencia.

165. Inde ciso entre dos fuerzas opuestas que lo arrastraban hacia una y otra parte, hacia aquí y

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hacia allí, no sabía qué correspondía hacer. Pero, mientras consideraba el problema, le llegó este Divino mensaje: "Marcha rápido de aquí. Desciende. El pueblo se ha lanzado tras la ilegalidad. Han fabricado una obra de sus propias manos, un dios, que no es dios, en forma de toro, y lo adoran y ofrecen sacrificios, olvidados de todo cuanto con duce a la piedad que han visto y escuchado".

166. Moisés, anonadado y forzado a creer cosas increíbles, no marchó de in mediato a asumir su cometido de mediador y arbitro, sino antes elevó plegarias y súplicas por la nación, pidiendo que sus faltas fuesen perdonadas. Luego, alcanzada ya la misericordia del Señor, este protector e intercesor partió alegre y, a la vez, aba tido. Estaba contento porque- Dios había aceptado su súplica, pero lleno hasta la saturación de inquietud y abatimiento a causa de la violación de las leyes por parte de la multitud.

167. XXXII. Cuando llegó al centro del campamento, con templó asombrado la inesperada apostasía de la multitud y cuan grande falsedad habían aceptado a cambio de tan grande verdad; pero, viendo que la pestilencia no se había extendido a todos, y que todavía había quienes conservábanse sanos y da ban muestras de su odio contra el vicio, quiso distinguir a los que no tenían remedio de los que estaban disgustados por los sucesos, y de los que, tras incurrir en faltas, se arrepentían. Y así, dio a conocer una proclama, que no era sino una prueba para saber exactamente lo que en su fuero interno abrigaba cada uno acerca de la santidad y lo opuesto a ella.

168. Dijo, en efecto: "Si alguien está con Dios, que venga hacia mí". Po cas fueron las palabras, pero grande el contenido, como que lo expresado fue lo siguiente: "Si alguien considera que ni cosa alguna de las fabricadas por el hombre ni ninguna de las creaturas son dioses, sino sólo lo es el Soberano del universo que se aproxime a mí".

169. De los demás 68 unos, llenos de rebeldía a causa de su apego a vanidad egipcia, no hicieron caso de sus palabras; otros, por miedo de un castigo quizá, temerosos de la venganza en manos de Moisés o de que la multitud se volviese contra ellos; que siempre la multitud acomete a los que no to man parte en sus desatinos; no se atrevieron a aproximársele.68 Es decir, de los miembros de todas las tribus con excepción de la de Leví, que poco más abajo se señala como la única que reaccionó en el sentido propuesto por Moisés.

170. Una sola entre todas las tribus, la llamada de Leví, prestó oídos a la proclama y avanzó rápidamente como obedeciendo a una señal convenida, demostrando con su celeridad su celo y la intensidad del impulso de sus almas hacia la piedad.

171. Moi sés, al verlos avanzar como competidores que inician su carrera, les dijo: "Si la prisa que os habéis dado en venir hacia mí no reside sólo en vuestros cuerpos sino también en vuestras almas es cosa que se probará enseguida. Que cada uno de vosotros tome una espada y extermine a aquellos que han cometido actos dignos de infinitas muertes, pues, abandonando al verdadera Dios, construyeron dioses falsamente llamados así con materias corruptibles y creadas, y les dieron el nombre que es propio del Incorruptible e Increado. Hacedlo, aunque se tratare de parientes y amigos, con la convicción de que para los hombres de bien no hay otro parentesco ni amistad que la piedad".

172. Ellos, que son decidida actitud se habían anticipado a su exhortación, movidos por sus

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sentimientos, que habían sido con trarios a aquéllos casi desde el momento en que vieron produ cirse el movimiento contra las leyes, dieron muerte en la flor de sus vidas a unos tres mil de los que poco antes habían sido sus íntimos amigos. Como los cuerpos de éstos yacían en medio de la plaza, la multitud, al contemplarlos, se apiadó; pero, el miedo la llamó a reflexión, ya que la decisión ardorosa aún y llena de cólera de los matadores le infundió terror.

173. Moi sés, por su parte, aprobando el heroísmo de éstos, concibió y confirmó un premio apropiado para tal hazaña. Era justo, en efecto, que quienes se habían lanzado voluntariamente a la lucha en defensa de la honra debida a Dios y la habían con cluido en poco tiempo con éxito fuesen considerados merece dores de recibir el sacerdocio para que se encargasen de Su servicio.

174.69 XXXIII. Ahora bien, los consagrados no constituían un único orden. Estaban, por una parte, aquellos que, habiéndoseles encomendado todo lo relativo a las plegarias y sacrificios y a los demás ritos sagrados, penetraban hasta la parte más interna del santuario; y, por otra, aquellos a los que algunos llaman servi dores del templo, que no tenían a su cargo ninguna de esas fun ciones, sino los cuidados y la vigilancia del sagrado lugar y de lo que en él había, día y noche. Por dicha razón, lo que resulta ser para muchos y en muchas partes causa de innumerables males: la lucha por la precedencia, echó raíces también entre ellos, ya que los servidores del templo se mostraron hostiles con tra los sacerdotes y concibieron el designio de arrebatarles su preeminencia, cosa que esperaban que sucedería fácilmente, por cuanto los superaban muchas veces en número.69 Para los parágrafos 174 a 197 ver Núm. XVI, 1 a 3.

175. Para que la sedición no pareciera ser fruto de su particular determinación, persuadieron para que los apoyara a la primera de las doce tri bus, 70 a la cual muchos de los más irreflexivos se adhirieron en la creencia de que la tribu podía asumir la supremacía como derecho propio de su mayor edad.7170 La de Rubén.71 La primogenitura de Rubén, el mayor de los hijos de Jacob, se perpetuaba en su tribu, que por ello era la tribu de mayor edad o primo génita.

176. Moisés se dio cuenta de que se gestaba una grave rebelión contra él por haber esco gido a su hermano como sumo sacerdote. Lo había hecho ajus tándose a las revelaciones de los oráculos, pero circulaban ca lumnias en el sentido de que tales oráculos los había inventado él y de que la elección la había hecho movido por razones de parentesco y por su afecto hacia su hermano.

177. Esto lo tenía, como es natural, afligido, no solamente porque se descon fiaba de él, que tales pruebas había dado de su buena fe; sino además porque la desconfianza se refería a obras que iban en caminadas a la honra de Dios, y que, por ser la verdad compa ñera de Él, hubieran debido implicar de por sí esa verdad, aun viniendo de quien para otros asuntos demostrara poseer un carácter nada veraz. Mas no le pareció bien emplear las pala bras para dejar en claro las razones de su decisión, pues sabía que no es cosa fácil intentar hacer cambiar de parecer a los que han sido ya atrapados por las opiniones opuestas; y suplicó a Dios que les presentase claras pruebas de que ninguna si mulación había habido en la elección de sumo sacerdote.

178. Mandóle Dios que tomase doce varas, el mismo número que el de las tribus; que en once

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de ellas escribiese los nom bres de los demás jefes de tribu, y en la restante 72 el de su hermano y sumo sacerdote; y que, acto seguido, las llevase hacia el interior del santuario. Moisés hizo lo ordenado y esperó con impaciencia los resultados.72 En la vara de la tribu de Leví.

179. Al día siguiente, obede ciendo una Divina orden, y hallándose todo el pueblo presente, penetró y trajo las varas. Las otras ninguna diferencia presen taban; en cambio la de su hermano había experimentado una admirable transformación, como que, cual si se tratara de una robusta planta, toda ella había echado brotes jóvenes y se do blaba bajo el peso de abundantes frutos.

180. XXXIV. Ahora bien, los frutos eran almendras, las que tienen una constitución natural opuesta a los otros frutos. En el caso de los más de éstos, por ejemplo la uva, la aceituna o la manzana, la semilla y la parte comestible son diferentes, diferencia que se manifiesta también en su respectiva ubicación, ya que la parte comestible es externa y la semilla se encuentra encerrada dentro. En la almendra, en cambio, semilla y parte comestible son una misma cosa, reducidas ambas a una sola forma; y el lugar es uno solo, el interno, delimitado y protegido en derredor por una doble envoltura, uña de cuyas partes consiste en una corteza muy gruesa, y la otra no es inferior a una construcción de made ra.

181. De allí que la almendra signifique la perfecta virtud, pues, así como en ella principio y fin son una misma cosa, el principio representado por la semilla y el fin encarnado en el fruto, otro tanto ocurre también con las virtudes, ya que cada una de ellas resulta ser también principio y fin; principio, por cuanto su origen se halla en ella misma y no en otros poderes; y fin, porque hacia ella tiende la vida que se ajusta a la natu raleza.

182. Esa es una razón por la que la almendra simbo liza la virtud; pero hay otra más significativa aún que la pri mera; y es que la parte semejante a una corteza es amarga, y la que dentro se extiende en torno al fruto, la semejante a una construcción de madera, es muy sólida y fuerte; y, como está encerrado dentro de ambas, el fruto no es fácil de extraer.

183. De este fruto hizo Moisés un símbolo del alma entregada a la ejercitación, y pensó que debía emplearlo para impulsarla hacia la virtud enseñándole que es preciso familiarizarse primero con el esfuerzo. Y como el esfuerzo del que deriva el bien es amargo, tenaz y duro, es necesario evitar la molicie.

184. Por que quien huye del esfuerzo huye también de los bienes, en tanto que quien sobrelleva paciente y valientemente las dificul tades va de prisa hacia la felicidad. Es imposible, en efecto, que la virtud resida en los hombres de vida muelle, de alma afemi nada, cuyo cuerpo se relaja bajo los efectos de una lujuria ince sante de día tras día; y, maltratada, acude al tribunal de ese arconte 73 que es la recta razón en procura de una reparación y cambia de residencia. 73 El arconte ateniense llamado epónimo atendía las demandas de divorcio presentadas por las esposas decididas a separarse de sus maridos.

185. En cambio, y no nos quepa duda de ello, la sacratísima cofradía que forman la templanza, la sabiduría, la valentía y la justicia, corre a la par de los ejerci tantes y de todos aquellos que son devotos- de la vida austera y rigurosa, es decir, de la continencia y la templanza, y hacen

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gala de frugalidad y moderación, gracias a las cuales la parte de mayor jerarquía de nuestro ser, que es la razón, avanza hacia una perfecta salud y bienestar, destruyendo la poderosa valla del cuerpo, que han erigido los excesos en las bebidas y en las comidas, los libertinajes y las insaciables concupiscencias, que son origen de ese enemigo de la agilidad mental que es la gran obesidad.

186. Dícese además que, de los árboles que echan yemas normalmente en la primavera, el almendro es el primero en florecer, anunciando la abundancia de frutos, y el último en perder las hojas, prolongando así todos los años el mayor tiempo posible la dichosa vejez de su verdor. Una y otra circunstancia son presentadas-por Moisés como símbolos de la tribu sacerdotal dando a entender que también ella será la primera y última de la raza humana en florecer en aquel tiempo en que pareciere bien a Dios que nuestra vida se asemeje a los tiempos prima verales, tras hacer desaparecer esa fuente de insidias y desdichas que es la soberbia.

187. XXXV. Dijimos 74 que son cuatro las condiciones que deben concurrir para la suma perfección de un gobernante: la realeza, la capacidad para legislar, el sacerdocio y la profecía, a fin de que en su condición de legislador prescriba lo que es preciso hacer y prohíba lo que no debe hacerse; en calidad de sacerdote se ocupe no sólo de las cosas humanas sino también de las Divinas; y como profeta revele, inspirado por Dios, todo cuanto no alcanza a aprehender la razón. Sobre las tres prime ras hemos discurrido ya, y, habiendo demostrado que Moisés fue el más excelente de los reyes, legisladores y sumos sacer dotes, paso a demostrar por último que también resultó ser un profeta notabilísimo.74 Ver los parágrafos 2 y 3 del presente tratado.

188. Pues bien, no se me escapa el que todas las cosas que se hallan escritas en los sagrados libros son oráculos revelados a través de él; pero me referiré sólo a aque llos que son más particularmente suyos, después de aclarar lo siguiente. De las Divinas revelaciones en unas es Dios quien por Sí mismo hace la comunicación a través del intérprete que es su profeta; en otras lo manifestado surge de una pregunta y una respuesta; y en otras procede de la boca misma de Moisés, que, lleno del Divino espíritu, ha sido transportado fuera de su propio ser.

189. Las primeras son absoluta y enteramente signos de las Divinas excelencias que son la benevolencia y la generosidad, mediante las cuales mueve Dios hacia la grandeza de alma a todos los hombres, y en particular a la nación de Sus servidores, a la quo abre el camino que lleva a la felicidad.

190. Las segundas encierran una combinación y coparticipación, ya que el profeta pregunta sobre lo que desea saber, y Dios le responde instruyéndolo. Las terceras se confían al legislador, a quien Dios infunde Su poder de conocer anticipadamente, me diante el cual revela los futuros acontecimientos.

191. Pues bien, debemos desistir de considerar las primeras pues está por sobre las posibilidades de todo hombre el ponderarlas, ya que apenas alcanzarían a elogiarlas con justicia el cielo, el mundo y la naturaleza del universo. Por otra parte, ellas son dadas a conocer a través de quien hace las veces de intérprete; y no es lo mismo interpretación que profecía. En cuanto a las segundas, trataré de inmediato de describirlas, relacionándolas con la ter cera clase, en la cual se pone de manifiesto la presencia del espíritu Divino en el que habla,

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quien en virtud de ello es considerado profeta en el más apropiado y estricto sentido del término.

192. XXXVI. Para cumplir con lo prometido he de comenzar refiriéndome a lo siguiente. Cuatro son los casos en los que los Divinos oráculos son registrados en las leyes en forma de pre gunta y respuesta, y que, por lo tanto, presentan un carácter mixto, ya que, por una parte, el profeta, impulsado por la ins piración, hace la pregunta; y, por otra, el Padre le manifiesta la revelación comunicándole Su palabra y respuesta. El primero de estos casos fue uno como para irritar no sólo a Moisés, el más santo de los hombres nacidos hasta entonces, sino también a cualquiera que sólo en pequeña medida haya gustado el sabor de la piedad.

193.75 Cierto hombre de bastardo origen, nacida de progenitores desiguales padre egipcio y madre judía, había renunciado a las costumbres ancestrales de su madre y se había inclinado, según leemos, a la impiedad egipcia entregándose de lleno al ateísmo de ese pueblo.75 Para los parágrafos 193 a 208 ver Lev. XXIV, 10 a 16.

194. Los egipcios son casi los únicos entre todos los pueblos que han hecho de la tierra un baluarte opuesto al cielo, 76 considerando que aquélla es mere cedora de los honores debidos a la Divinidad, y negándose a tributar al cielo honra especial alguna, como si a los lugares más apartados se les debiera tener mayor consideración que a los reales palacios. Porque palacio sacratísimo es en el mundo el cielo, y región extrema la tierra, estimable de por sí, pero tan inferior con respecto a la región etérea cuanto es inferior la oscuridad con respecto a la luz, la noche con respecto al día, la corrupción con respecto a la incorruptibilidad y el ser mortal con respecto a Dios. 76 Ver Sobre la huida y el hallazgo 180.

195. Los egipcios, como su país no es regado, como los demás, por la lluvia, sino todos los años se transforma regularmente en una extensión pantanosa gracias a los desbordamientos de su río, hablan del Nilo como si fuera una réplica del cielo, deificándolo; y se refieren al país en tér minos reverentes.

196. XXXVII. Pues bien, justamente este hombre de mezclado origen, en ocasión de una disputa entre él y uno de los de la raza con visión y conocimiento, 77 perdiendo en su cólera todo control sobre sí mismo, y estimulado por su celo por el ateísmo egipcio, llevó su impiedad desde la tierra hasta el cielo, llegando en su desmedida iniquidad a maldecir con su alma, su lengua y todos sus órganos de la palabra, mal ditos, vituperables y contaminados, a Aquel al que ni siquiera alabar pueden todos, siendo ello un privilegio solamente de los más excelentes, de aquellos que han recibido las purificaciones perfectas.77 De Israel, la raza vidente o que ve a Dios.

197. Ante esto Moisés, asombrado de la demencia y el exceso de osadía, lleno de doble indignación, estaba ansioso de acabar con él por su propia mano; pero temió que el castigo que le aplicase fuera demasiado leve, puesto que no hay hom bre alguno que sea capaz de concebir una pena apropiada para impiedad tan grande.

198. Quien no honra a Dios no honra tampoco a sus padres, a su país y a sus benefactores. ¡Y cuánto mayor aún es el exceso de impiedad del que, aparte de no hon rarlo, lo denigra! Y, con todo, el denigrarlo es un mal menor, comparado con el maldecirlo; aunque basta con que una

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lengua desatada y una boca sin control se pongan al servicio de ilegales locuras, para que fatalmente se consume una monstruosa viola ción de "fe ley. 7878 Es decir, no es preciso que se llegue a la maldición, el solo murmurar contra Dios o hablar sin respeto de Él es una gran mancha.

199. Pero, dime tú; hombre, ¿maldice en realidad alguien a Dios? ¿A qué otro dios invocaría para hacer eficaz su maldición? ¿No resulta claro que sería a Dios mismo contra Dios mismo? Aleja de ti pensamientos tan profanos e impíos. Bien estará que la desdichada alma que ha sido ultra jada por la voz 79 y que ha recurrido a los servicios de ese ciego sentido que es el oído, se purifique.79 Es decir, ultrajada por escuchar tales palabras.

200. ¿Y no fue frenada la lengua del que pronunció semejante blasfemia, ni fueron cerrados los oídos del que habría de escucharla? Así hubiera debido ser seguramente, pero otro era el designio de la justicia, la que juzga que no es conveniente echar un velo sobre un bien fuera de lo común ni sobre un mal extremo, sino poner con toda claridad en evidencia la bondad y la maldad a fin de asig nársele a la primera el merecido galardón y al segundo el co rrespondiente castigo.

201. Ordenó, pues, Moisés que llevaran al hombre a prisión y lo encadenaran, y suplicó a Dios, apelando a Su misericordia, que, teniendo presente el fatal destino de nuestros sentidos, que nos hacen mirar lo que no es lícito ver, y oír lo que no debemos escuchar, le mostrara qué castigo debía sufrir el autor del impío, sacrílego, monstruoso e insólito acto.

202. Dios le ordenó que aquél fuese apedreado, considerando, según entiendo yo, que el castigo por lapidación era el apropiado para un hombre que tenía un alma dura y de piedra; y queriendo, a la vez, que todos los del pueblo tomasen parte en el castigo, pues sabía que se hallaban sumamente indignados y deseosos de matarlo; y sólo la ejecución mediante proyectiles se prestaba para que tomaran parte en él tantas miríadas de hombres.

203. Después que el impío y criminal hubo pagado su delito, fue establecida una nueva prescripción, que jamás antes 'se había juzgado necesario establecer. Es que las imprevistas alte raciones de lo tradicional exigen nuevas leyes para evitar las faltas. Y así, de inmediato fue puesta en vigencia la siguiente ley: 'Todo aquel que maldijere a un dios 80 lleve sobre sí el pesa de su falta; y quien nombrare el nombre del Señor perez ca"? 8180 Para comprender el razonamiento que sigue es preciso tener presente que el término griego theós, sin artículo, significa tanto Dios como un dios.81 Lev. XXIV, 15 y 16.

204. Bien está, oh sapientísimo, el único que ha bebido, el puro vino de la sabiduría sin mezcla, el haber tú considerada que el nombrar es peor que el maldecir; porque no es que trates-con suavidad al que ha cometido la impiedad más grave, inclu yéndolo entre los que han, delinquido en menor medida; y de termines la máxima pena, la muerte, para el que es convicto de una falta más leve.

205. XXXVIII. No, es evidente que en el término "dios" no hay aquí referencia alguna al Dios Su premo y Hacedor del universo, sino a los dioses particulares de los diversos países, falsamente llamados dioses y meros pro ductos del arte de los pintores y escultores. El mundo

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habitado está lleno, en efecto, de esculturas de madera y de piedra y de imágenes de ese tenor, contra los que es precisó abstenerse de blasfemar, a fin de que ninguno de los discípulos de Moisés se acostumbre a tomar a la ligera el nombre "dios" en general pues se trata de un título digno del más alto respeto y amor.

206. Pero, si alguien llega, no digo ya a blasfemar contra el Soberano de los hombres y los dioses, pero sólo a atreverse a pronunciar sin necesidad Su nombre, sufrirá la pena capital.

207. Es que, aun el caso de nuestros padres, que son mortales al fin y al cabo, todos aquellos a los que interesa la honra debida a los progenitores se abstienen de pronunciar sus nom bres, y, dejando de lado los que les son propios, movidos por su devoción hacia ellos, los designan con términos que aluden a sus naturales vínculos, llamándolos padre y madre, nombres cuyo empleo encierra un franco reconocimiento por los ingentes beneficios recibidos de parte de ellos, y una exteriorización de la gratitud que hacia ellos los anima.

208. ¿Podemos, por lo tanto, considerar todavía merecedores de perdón a aquellos que con lengua desbocada hacen uso inapropiado del santísimo nom bre de Dios?

209. XXXIX. Después de honrar de la manera antedicha al Padre del universo, el profeta rodeó de solemnidad el séptimo día, viendo con su aguda visión, mayor que la común, la maravillosa hermosura de este día estampada en el cielo y en todo el mundo, y a la naturaleza misma sirviéndole de pedestal.

210. Halló, efectivamente, en primer lugar, que este número carece de ascendencia femenina, procediendo de la simiente paterna solamente sin haber sido concebido en vientre materno alguno. En segundo lugar, no fue sólo eso lo que vio, es decir, su hermosura sin límites y su carencia de madre; sino además que era eternamente virgen ya que ni procedía de ma dre ni él 82 lo era, ni originado en una corrupción ni destinado a corromperse. 83 En tercer lugar, a través del examen que de él hizo, reconoció también que era el día natal del mundo, 84 festividad que celebran tanto el cielo como la tierra y cuanto en ella existe, regocijados y complacidos ante la plena armonía del número siete.82 Gomo en otros casos análogos conviene recordar que el nombre de los números, en este caso hebdomás = siete,, es femenino en griego, y que Filón lo personifica como una naturaleza femenina. -83 Ver Sobre la creación del mundo 100, e Interpretación alegórica I, 15.84 Ver Vida de Moisés I, 207.

211. Por esta razón, Moisés, el grande en todo sentido, determinó que aquellos que se hallaban registra dos en su sagrado padrón y seguían las leyes de la naturaleza, lo celebraran pasando las horas en amable regocijo, abstenién dose de los trabajos y las artes que procuran recursos y de todas las labores tendientes a asegurar la supervivencia; y haciendo un paréntesis en toda penosa y agobiante preocupación. Pero este descanso no habría de destinarse, como hacen algunos, a risas, pasatiempos y espectáculos de mimos y danzas, por los que los apasionados por el teatro se afanan y desviven, y me diante los dos sentidos dominantes: la vista y el oído, convier ten en esclava a esa reina por naturaleza que es el alma. No, solamente ha de consagrarse a la filosofía.

212. Y no la filo sofía que persiguen los rebuscadores de palabras y sofistas, que venden

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doctrinas y argumentos en la plaza pública, como si se tratase de una de tantas mercaderías; y que permanentemente y sin vergüenza alguna emplean la filosofía contra la filosofía, ¡oh tierra y sol!; sino la verdadera filosofía, la que constituye una triple combinación de pensamientos, palabras y hechos, reunidos armónicamente en una única realidad para la adquisi ción y goce de la sabiduría.

213.85 Ahora bien, cierto hombre no hizo caso de esta pres cripción, a pesar de que aún resonaban en sus oídos las Divinas disposiciones acerca del sagrado día séptimo, disposiciones que Dios había promulgado no por boca de su profeta sino me diante una voz, y he aquí lo verdaderamente admirable, me diante una voz visible, 86 que concentró las miradas más que los oídos de los que allí estaban. Este hombre atravesó el centro del campamento en busca de leña, sabiendo que todos se halla ban reposando en sus tiendas; y, mientras llevaba a cabo su ilí cita acción, resultó descubierto, ya que aquella no podía quedar oculta.87 85 Para los parágrafos 213 a 220 ver Num. XV, 32 a 36.86 Éx. XX, 18. Ver Sobre la migración de Ábraham 47.87 Es decir, Dios no estaba dispuesto a permitir que pasara inadvertida y sin castigo.

214. En efecto, algunos, que habían salido más allá de los lindes del campamento en dirección al desierto para elevar plegarias en la mayor soledad y tranquilidad, viendo la ilegal escena de alguien que recogía leña, dominados por la indignación, intentaron matarlo. La reflexión, sin embargo, con tuvo la violencia de su irritación; y no les pareció bien ni que ellos, simples particulares, como eran, sustituyeran a los gober nantes en la aplicación del castigo, y con la agravante de no haber habido un juicio previo; si bien, por otra parte, el delito saltaba a la vista; ni que la mancha de la ejecución, por muy justa que ella fuese, menoscabara la santidad de aquel día. Por lo tanto, lo apresaron y lo condujeron ante el gobernante, con el cual estaban sentados los sacerdotes, mientras la multitud toda se congregaba para escuchar.

215. En efecto, siempre que la ocasión lo permitía, y particularmente durante los días séptimos, según señalé más arriba, era costumbre entregarse a las sabias especulaciones, exponiendo y enseñando el gobernante cuanto es preciso hacer y decir, y progresando ellos en orden a la nobleza de espíritu y al mejoramiento de sus costumbres y de su existencia.

216. De allí viene la actual costumbre de los judíos de discurrir acerca de la filosofía de sus antepasados los días séptimos, dedicando ese tiempo al estudio y considera ción de las verdades de la naturaleza.88 ¿Qué son, en efecto, nuestros centros de oración de cada ciudad sino escuelas de prudencia, de fortaleza, de templanza, de justicia, de piedad, de santidad y de toda virtud, donde se disciernen y encaminan con venientemente las cosas concernientes a los hombres y a Dios.88 O verdades tocantes a Dios o teología- Sobre el término physis = naturaleza, usado por Filón para referirse a la Divinidad, ver Sobre Abraham 99.

217. XL. Pues bien, el responsable de semejante impiedad fue entonces encerrado. Pero Moisés no sabía cuál era el castigo que debía padecer el hombre. Sabía que era merecedor de la muerte;89 pero, ¿cuál podría ser la manera apropiada de casti garlo? En consecuencia, aproximóse al tribunal invisible incluso para la invisible alma, tribunal cuyo Juez todo lo conoce, aun antes de escuchar, y Le preguntó cuál era Su sentencia.89 Éx. XXXI, 14, y XXXV, 2.

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218. Este Juez le dio a conocer Su decisión: el hombre debía morir y no de otra suerte de muerte que la lapidación, puesto que también a éste, como al anterior transgresor, habíasele tro cado la inteligencia en insensible piedra por una acción que constituía la más completa violación de las leyes y que prácti camente alcanzaba a todas las prescripciones legales relativas a la reverencia debida al séptimo día.

219. ¿Por qué? Pues, porque no sólo las tareas manuales, sino también todas las de más artes y ocupaciones, y en especial las que conciernen a la provisión de recursos y a la conservación de la existencia, o emplean el fuego o no pueden prescindir de elementos que se obtienen mediante el fuego. De allí que muchas veces prohibió Moisés encender fuego los días séptimos, por entender que se trata de la actividad más importante y causa universal de las demás, cuyo cese implica, como es lógico, el cese de todas las otras actividades particulares.

220. Ahora bien, el material del fuego es la madera; de modo que el recogerla constituía una falta estrechamente emparentada con el quemarla, y una transgresión doblemente ilegal, pues, por una parte, recogía leña violando la prescripción de no trabajar, y, por otra, lo que recogía es de naturaleza tal que sirve de material para el fuego, que es la fuente de todas las artes y técnicas.

221. XLI. Así pues, los dos casos mencionados se refieren a castigos de impíos, que tuvieron lugar en virtud de una pregunta y una respuesta. Pero hay otros dos, aunque no de la misma sino de distinta naturaleza, de los cuales uno está rela cionado con la legación de una herencia; y otro, con un rito que tenía lugar, al parecer, fuera de la ocasión adecuada; rito del que convendrá que hablemos antes de tratar el otro caso.

222.90 Moisés fijó en el comienzo del equinoccio de primavera el primero de los meses del período anual, concediendo pree minencia, no al tiempo en sí, como algunos han hecho, sino a los beneficios que la naturaleza brinda a los hombres. En efecto, en este equinoccio los sembrados, nuestro necesario alimento, alcanzan su madurez, y en los árboles, plenos de lozanía, co mienza a aparecer el fruto, al que le corresponde la segunda etapa de la cosecha, por lo que su nacimiento es más tardío, ya que siempre en la naturaleza lo que no es demasiado necesario es precedido por lo muy necesario.90 Para los parágrafos 222 a 232 ver Núm. IX, 1 a 14.

223. El trigo, la cebada y todas las otras especies de alimentos sin los cuales no es posible vivir son necesarios; el aceite, en cambio, el vino y los frutos de los árboles no figuran entre las cosas indispensables, ya que, aun sin ellos, los hombres viven muchos años y alcanzan una extrema vejez.

224. En este mes hacia el día catorce, cuando el disco solar está próximo a alcanzar su plenitud, tienen lugar la conmemoración de la travesía, pública celebración, llamada Pascua en lengua caldea, durante la cual las víctimas no son conducidas al altar y sacrificadas por los sacerdotes, sino, por prescripción de la ley, toda la nación oficia de sacerdote y cada persona en particular lleva sus propias ofrendas y se encarga personalmente de todo.

225. Pues bien, mientras todo el resto del pueblo lo pasaba en medio de alegrías y regocijos, pues cada uno sentía que llevaba en sí la honra que acuerda el sacer docio, otros había que pasaban el tiempo entre lágrimas y la mentaciones. Se trataba de gente que acababa de perder

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perso nas de la familia, y en su aflicción soportaban un doble dolor, puesto que al derivado de la pérdida de parientes se agregaba el de verse privados del placer y la honra propios de los sagra dos ritos. No les estaba permitido, en efecto, purificarse ni prac ticar los lavados rituales durante ese día, pues aún faltaban unos días para concluir el tiempo de su luto.

226. Estos, después de la fiesta, se llegaron al gobernante, llenos de tristeza y deprimidos, y le expusieron el caso, vale decir, la reciente muerte de sus parientes y el duelo que, conforme con su obligación, guardaban, así como la consiguiente imposibilidad de participar en el sacrificio de la fiesta de la travesía.

227. A continua ción pidieron que no rigiera para ellos una norma más severa que para los demás, y que no se incluyera la desgracia de la muerte de sus familiares en el orden de los hechos delictuosos merecedores de castigo en vez de compasión. Entendían ellos que su sufrimiento era peor aún que el de los que habían muerto, como que éstos ya no habrían de tener percepción alguna de sus desgracias, en tanto que la existencia de ellos se asemejaría a una muerte en la que se mantuviera el uso de los sentidos.

228. XLII. Al oír esto, Moisés reconoció que el alegato no care cía de fundamento; que, además, al invocar como motivo el he cho de no haber participado en los sacrificios, les asistía toda la razón, y que sus simpatías estaban de parte de ellos. No obstante eso, su juicio estaba indeciso y oscilante como sobre los platillos de una balanza, pues, de una parte, pesaban la com pasión y la justicia, y, de otra, estaba el contrapeso de la ley relativa al sacrificio de la festividad de la travesía, en la cual ley se hallaba claramente establecido para dicho rito el primer mes del año y el día catorce. Vacilante, pues, entre negarse o consentir, suplicó a Dios que hiciese de juez y le manifestase Su decisión mediante un oráculo.

229. Dios lo escuchó y le dio a conocer Su revelación, no sólo acerca de aquellos por los que había intercedido, sino también con respecto a todos aque llos que alguna vez llegaran a estar en idéntica situación en el futuro. Con liberalidad suma manifestóle Sus disposiciones, in cluyendo en ellas a quienes por otras causas no pudieran hacer sacrificios junto con toda la nación.

230. Señalemos, pues, cuáles fueron las Divinas revelaciones al respecto. "El dolor por razones de familia", dijo, "es una aflicción inevitable para los que llevan la misma sangre, y no debe ser registrado entre las faltas.

231. Mientras transcurra, pues, el plazo fijado, se mantendrá alejados de los sagrados recintos a todos aquellos a los que es preciso purificar de toda mancha, bien sea ella invo luntaria bien con pleno consentimiento. Pero, una vez cumplido el plazo, no deben ser privados de tener igual parte que los demás en los sagrados servicios, a fin de que los vivos no sean mera dependencia de los muertos. Irán en una segunda tanda en el segundo mes, también el día catorce, y realizarán los sa crificios en las mismas condiciones que los anteriores, empleando en los mismos idénticas reglas y procedimientos similares a los de los primeros.

232. El mismo permiso debe alcanzar tam bién a aquellos que, no a causa de un duelo, sino por hallarse a gran distancia en el extranjero, se vieren impedidos de sacri ficar en la misma fecha que toda la nación, puesto que los que se hallan de paso en el extranjero y los que residen en otro país no son culpables, de modo que merezcan ser privados de los comunes privilegios,

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especialmente si por su gran población un solo país no es suficiente para contener a la nación, y ésta envía colonias en todas direcciones".

233. XLIII. Después de haber tratado lo relativo a aquellos que, impedidos de sacrificar conjuntamente con la multitud durante la celebración de la fiesta de la travesía a causa de circunstancias ajenas a su voluntad, desean reparar la omisión, más tarde sí, pero de la mejor manera posible; pasaré a tratar la última prescripción, o sea, la relativa a la trasmisión de las herencias; caso que, al igual que los otros, es de carácter mixto pues consta de una pregunta y una respuesta.

234.91 Existió un hombre, llamado Salpaad, bien reputado y de una tribu re nombrada, el cual tuvo cinco hijas y ningún hijo. Aquéllas, des pués de la muerte de su padre, sospechando que se las privaría ele la propiedad paterna, ya que las herencias se transmitían por línea masculina, se allegaron al gobernante con la modestia propia de las doncellas, movidas no por afán de riqueza, sino por el deseo de preservar el nombre y la reputación de su padre, 91 Para los parágrafos 234 a 245 ver Núm. XXVII, 1 a 11.

[235.] y le dijeron: "Nuestro padre ha muerto, pero no ha muerto en ninguna sedición de esas en las que innume rables personas resultan exterminadas; por el contrario, él tuvo acabado apego a una vida pacífica y circunscripta al ámbito privado. En cuanto al haber carecido de hijo varón, es seguro que no debe ser considerado como un delito. Nosotras venimos aquí aparentemente como huérfanas; pero, en realidad, para hallar en ti un padre; que el legítimo gobernante está más estrechamente vinculado a sus gobernados que quien les ha dado el ser".

236. Moisés se admiró de la sensatez de las doncellas y de sus buenos sentimientos filiales, pero se abstuvo en pro nunciarse sobre el caso, pues en su espíritu pesaba el otro ele mento de juicio, ya que correspondía que los hombres se repar tieran las herencias, a fin de que alcanzasen una compensación por su servicio en las filas y por las guerras en las que hubieren combatido. La naturaleza, en cambio, ha eximido a la mujer de participar en tales contiendas, pero, a la vez, le ha negado la participación en los premios establecidos por esos servicios.

237. Por ello, estando su entendimiento indeciso y arrastrado en opuestos sentidos, dejó librada la decisión a Dios, como era natural, ya que sabía que El es el único que puede distinguir con verdaderos e incuestionables fundamentos las más peque ñas diferencias y así poner de manifiesto la verdad y la justi cia.

238. Y el Hacedor del universo, el Padre del mundo, el que mantiene y da firme cohesión a la tierra, el cielo, el agua, el aire y cuanto procede de cada uno de éstos, el Soberano de los dioses y los hombres, no desdeñó revelar Su respuesta a unas doncellas huérfanas. Y, benévolo y misericordioso, Él, que tiene el universo en todas sus partes lleno de Su potencia benefactora, 92 al dar Su respuesta les dio algo más de lo que un simple juez les hubiera concedido. En efecto, Su declaración fue un elogio de las doncellas.92 Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

239. ¿Cómo podría ser alguno cantar Tus alabanzas, oh Señor, con qué boca, con qué lengua, con qué órganos del habla, con qué inteligencia, porción soberana del alma? Si los astros se uniesen en un solo coro, ¿cantarían un cántico digno de ti? Si el cielo todo se diluyese en una voz, ¿podría expresar una parte de Tus excelencias? He aquí las Di vinas palabras: "Bien han

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hablado las hijas de Salpaad".

240. ¿Quién ignora cuan inmenso elogio es este, pues es Dios quien lo testimonia? Venid ahora acá los jactanciosos, los que os envanecéis por vuestros prósperos sucesos, los que lleváis alzado el cuello más de lo natural y las cejas fruncidas, aquellos para quienes es cosa de risa esa compadecible desgracia que es la viudez de las mujeres, y motivo de chanza esa calamidad, más digna aún de compasión que la anterior, que es la soledad de los hijos huérfanos.

241. Venid y aprended una lección nece saria, viendo cómo, aunque parecen ser tan insignificantes y des dichados, no se cuentan en el número de los despreciables y oscuros, a juicio de Dios, en cuyo imperio los reinos de todas las partes del mundo habitado no son sino la porción menos prestigiosa, ya que también la tierra y cuanto en torno la rodea no es más que la última de Sus obras.

242. Sin embargo, al aprobar Dios la petición de las doncellas, si bien, por una parte, evitó que las mismas se vieran privadas de las prerrogativas que merecían; por otra, en materia de honores no las puso en un plano de igualdad con los hombres, que son los que sobrellevan el peso de la guerra. Por el contrario, reservó para los hombres las herencias a título de premio apropiado por sus actos de arrojo, y determinó que las mujeres eran merecedoras no de recompensas, pero sí de caridad y buen trato. Esto lo dejó esta blecido con toda claridad en los términos que empleó. Dijo, en efecto, "un regalo" y "darás", y no "una retribución" y "pagarás". Estos últimos son términos aplicables a los que reciben lo que les pertenece; aquellos corresponden a los que reciben una gracia.

243. XLIV. Después que hubo revelado Su decisión acerca de la petición de las doncellas huérfanas, Dios estableció tam bién una ley más general acerca de la transmisión de herencias. Según ella la posesión de los bienes paternos correspondía a los hijos varones, y en segundo lugar, si no hubiera hijos, a las hijas. Al referirse a éstas, dijo que la herencia debía serles puesta alrededor, 93 como si fuera un ornamento exterior, no como un bien propio y connatural. Lo que está alrededor no se halla en íntima conexión con aquello de lo que es ornato, siendo ajeno a un cabal acoplamiento y unión.93 Filón toma en su estricto sentido etimológico el verbo peritíthemi = coloco alrededor de (perí = alrededor de, y títhemi — coloco), para extraer la figura de lo que solamente rodea o circunda sin formar una unión estrecha con lo circundado. En realidad, el sentido, menos sugerente sin duda pero más natural, es asignó o atribuyó.

244. Después de las hijas designó en tercer lugar a los hermanos del muerto, y atri buyó el cuarto lugar a los tíos paternos, dando a entender con ello que además los padres podían llegar a ser herederos de sus hijos. Sería, en efecto, necedad suponer que, mientras dispuso que la herencia de un sobrino pasase a su tío paterno en razón del vínculo de parentesco que liga a éste con el padre de aquél, privara al padre mismo del derecho de heredar a su hijo.

245. Pero, como es ley de la naturaleza el que los hijos hereden a sus padres, y no que éstos sean herederos de aquéllos, Dios dejó sin mencionar esta deplorable y desgraciada eventualidad, a fin de no dar lugar a la impresión de que los padres adquieren bienes al precio del inconsolable dolor provocado por la muerte de sus hijos. Sin embargo, indirectamente tuvo en cuenta a los padres al reconocer el derecho de los tíos; con lo cual alcanzó dos

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objetivos: la preservación del decoro y evitar que la pro piedad pasase a manos de extraños. Después de los tíos y quin tos en la línea sucesoria están los parientes más próximos, entre los cuales para la asignación de las herencias se respeta siempre el orden de precedencia.

246. XLV. Tras estas necesarias consideraciones acerca de los oráculos de carácter mixto, pasaré a continuación, cumplien do con lo que prometí exponer, a tratar lo relativo a las reve laciones manifestadas por el profeta mismo en momentos en que se hallaba poseído de Divina inspiración. Los ejemplos de esta posesión por el espíritu Divino comienzan con aquel suceso que resultó, a la vez, ser el comienzo de la prosperidad de la nación, cuando ésta avanzaba en una emigración de muchas miríadas de personas desde Egipto hacia las ciudades de Si ria

247.94 Hombres y mujeres conjuntamente, tras atravesar todo un intransitable y dilatado desierto, llegaron al llamado Mar Rojo. Entonces, como es natural, se vieron en dificultades, ya que ni podían cruzarlo en barcos por carecer de ellos, ni consideraron cosa segura el desandar el mismo camino.94 Para los parágrafos 247 a 257 ver Éx. XIV.

248. Hallándose en tal situación les sobrevino una desdicha ma yor aún. El rey de los egipcios, acompañado de una fuerza nada despreciable, un ejército de caballería e infantería, se había lanzado en su persecución ansioso de darles caza para castigar los por su partida, que él había permitido se concretase forzado por las claras advertencias de Dios. Pero las disposiciones de los hombres ruines son, a todas luces, inestables, como que, al igual que un platillo de balanza, el menor motivo las inclina en el sentido opuesto.

249. Y así, atrapados entre los enemi gos y el mar, desesperaban de su salvación. Algunos pensaban que la muerte más miserable sería un bien deseable; otros, con siderando que mejor sería ser aniquilados por los elementos de la naturaleza que convertirse en motivo de irrisión para los ene migos, determinaron arrojarse al mar y, cargados con algún objeto pesado, permanecían atentos junto a la costa a fin de poder, en cuanto vieran a los enemigos cerca, saltar sin dificul tad y arrojarse a las profundidades.

250. XLVI. Pero, mientras ellos, impotentes ante la fatalidad, afrontaban el dolor de la muerte en medio de la desesperación, el profeta, viendo a la nación toda envuelta en las redes del pánico, como una redada de peces, poseído del Divino espíritu y fuera ya de su propio ser, dio a conocer estas inspiradas palabras:

[251.] "Fuerza es que estéis aterrados; lo que os aterra está cerca y el peligro es inmenso; frente a vosotros se extiende la inmensidad del mar; ningún lugar hay a donde acogerse para ponerse a salvo; barcos a que echar manos, ninguno; detrás, las amenazadoras forma ciones de los enemigos, que avanzan incesantemente en nues tra persecución. ¿Adónde volverse, adonde escapar a nado? To das las cosas: la tierra, el mar, los hombres y los elementos de la naturaleza, se han echado sobre nosotros desde todas par tes.

252. Pero cobrad valor y no os desaniméis; manteneos con las mentes imperturbables, esperanzados en la invencible ayuda que de Dios procede. Ella misma se encamina ya y estará a vuestro lado; y combatirá en vuestro favor sin ser vista. Muchas veces ya habéis experimentado su invisible protección. La estoy viendo prepararse para entrar en la contienda,

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poniendo dogales en torno de los cuellos de los enemigos y arrastrándolos bajo el mar. Se precipitan en las profundidades cual si fueran de plomo. Vosotros los contempláis todavía vivos; pero yo tengo la visión de su muerte. Mañana también vosotros contemplaréis sus cadáveres".

253. Tales fueron sus palabras, superiores a toda esperanza; y ello experimentaron en la realidad de los hechos la verdad del Divino mensaje. Porque todo cuanto había sido profetizado, no obstante resultar más inverosímil que las mismas fábulas, se fue cumpliendo por obra de los Divinos po deres. Dividióse el mar, retrocedieron una y otra porción, y se fijaron las masas de agua en la parte de la separación a lo largo de todo el abismo, de modo que sirvieron de fortísimos murallones, y un corte rectilíneo formó un maravilloso camino entre las paredes congeladas.

254. Lo atravesó la nación, ca minando sin peligro alguno a través del mar, como sobre un seco sendero o un pavimento pedregoso, ya que la arena se había secado y sus partículas se habían unido formando una sustancia compacta; y a su vez, avanzaron los enemigos, que, empeñados en la incesante persecución, iban camino de su. pro pia ruina, mientras guiaba a los hebreos una nube que guardaba sus espaldas y en la que una Divina visión iba lanzando rayos de fuego. Retornaron a su anterior posición de las aguas, que hasta ese momento se habían mantenido separadas; y al con vertirse de improviso en mar la parte dividida y desecada;

[255.] perecieron los enemigos, sobre los que los congelados murallones al desmoronarse hicieron descender el sueño de la muerte, pues las olas del mar, desbordadas, se precipitaron so bre el camino, como en un abismo, y los sumergieron, dejando el espectáculo de su destrucción, testimoniada por los cadáveres que flotaban dispersos sobre la superficie del mar; hasta que un fuerte oleaje fue arrojando sobre las riberas opuestas todos los cadáveres, a fin de que no pudieran menos que contemplarlos los salvados, que de ese modo alcanzaron no sólo a escapar de los peligros sino también a observar a sus enemigos castigados más de lo que es posible describir no por poderes humanos sino Divinos.

256. Ante esto, Moisés rindió homenaje, como era de espe rarse, al Benefactor con himnos de acción de gracia. Dividió, en efecto, a la nación en dos coros, de hombres uno y de mu jeres otro; y él en persona dirigió a los hombres, en tanto que al frente del de las mujeres puso a su hermana, para que eleva ran himnos en honor del Padre y Hacedor cantando concerta damente en armoniosas alternancias de voces, mediante la com binación de los temperamentos 95 y de la melodía, afanándose los temperamentos para que las intervenciones de un coro co rrespondiesen a las del otro; y surgiendo la melodía de la armo niosa combinación de lo grave con lo agudo; porque graves son las voces de los hombres, y agudas las de las mujeres, y, cuando ambas se combinan en la debida proporción, la melodía resulta en extremo grata y armoniosa.95 Es decir, merced a que los temperamentos o sentimientos de uno y de otro sexo en esta ocasión se confundían en un todo homogéneo.

257. Aquellos pasmosos acontecimientos a los que acabo de referirme, tuvieron la virtud de mover a tantas miríadas de personas a cantar al unísono, unidos en los sentimientos y pensamientos, un mismo himno. El profeta, regocijado por aquellos sucesos y viendo que el pueblo se hallaba también rebosante de alegría; no pudiendo ya contener en sí el placer que sentía, dio comienzo al canto; y los que lo oían, dividido en los dos coros, celebraron con él

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los sucesos que he narrado.

258. XLVII. Esta intervención 96 fue la primera y el comien zo de la obra de Moisés como profeta poseído del Divino espí ritu. La siguiente revelación tuvo que ver con algo de primera importancia y máxima necesidad: el alimento. Aquella tierra no lo producía pues era estéril e infecunda, pero desde el cielo descendió en forma de rocío, y no una vez sino durante cua renta años todos los días antes del amanecer, un fruto celestial, semejante al grano de mijo.96 La profecía sobre la destrucción de los egipcios en el momento del supremo peligro.

259. Cuando Moisés lo hubo visto, mandó que lo recogieran y, poseído de inspiración, dijo: "Preciso es que confiemos en Dios, pues hemos experimentado Sus beneficios en hechos que superaron nuestras esperanzas. No atesoréis ni guardéis cantidades de este alimento. Que nadie reserve parte alguna de él para la mañana".

260. Al oír esto, algunos de piedad poco firme, pensando quizá que lo que decía no constituía un oráculo sino una simple prescripción del gober nante, reservaron alimento para el día siguiente. Pero éste en primer lugar se echó a perder y llenó de hedor todo el circuito del campamento, y luego se transformó en gusanos de los que nacen en la corrupción.

261. Al ver tales cosas, Moisés no pudo menos de irritarse contra los desobedientes. ¿Y cómo no había de estar irritado, si, después de haber contemplado tantas y tan grandes maravillas, imposibles de concebir si se miden con las pautas de lo creíble y verosímil, pero hechas realidad en virtud de sabias disposiciones de Dios, ellos no sólo dudaban, sino, incapaces por demás de aprender, se mostraban escépticos?

262. Pero el Padre confirmó la revelación del profeta mediante dos clarísimas pruebas, una de las cuales la dio a conocer inmediatamente en la corrupción y el hedor del ali mento reservado y en su transformación en gusanos, los más viles de los seres vivientes. La otra la dio más tarde y consistió en que siempre aquello que sobraba después del acopio que hacía la multitud, era disuelto por los rayos solares y se deshacía desapareciendo.

263. XLVIII. Poco tiempo después Moisés, inspirado por Dios, dio a conocer una segunda revelación relacionada con el día séptimo. Este día posee el sitio de honor en la naturaleza, no sólo desde que el mundo fue construido sino también desde an tes de la creación del cielo y todo cuando perciben los sentidos. Sin embargo los hombres lo ignoraban, tal vez porque, a causa de las sucesivas e ininterrumpidas destrucciones que habían tenido lugar por medio de las aguas y el fuego, las generaciones posteriores no habían podido recibir de las que las precedieron el recuerdo de la sucesión y el orden de los hechos en la serie de los tiempos. Esta oculta verdad la dio a conocer Moisés, inspirado por Dios, en una revelación confirmada mediante cierto claro testimonio.97 97 Ver Sobre Abraham 1, y Vida de Moisés I, 207.

264. Este testimonio fue el siguiente. La lluvia del alimento desde el aire fue menor en los primeros 98 días pero en uno posterior tuvo lugar una lluvia doble. Además, en los primeros, si algo se reservaba, se desmenuzaba y derretía hasta que, convertido completamente en humedad, desaparecía; en cambio, en dicho día no experimentaba cambio alguno y permanecía en el mismo estado. Moisés, lleno de asombro ante lo que le contaban y a la vez veía, y guiado tanto por sus pro pias conjeturas como por la inspiración Divina, reveló lo

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relativo al séptimo día.98 En los primeros cinco días; en el sexto cayó doble porción.

265. Me permito advertir que existe un estre cho parentesco entre esta clase de conjeturas y la profecía, pues la inteligencia no hubiera dado tan certeramente en el blanco si el espíritu Divino no la hubiera guiado hacia la misma ver dad.

266. Ahora bien, lo maravilloso del caso estaba no sólo en el hecho de que la provisión de alimento era doble y en que se mantenía en buen estado, contrariamente a lo que sucedía habitualmente; sino también en que estas dos cosas aconte cieron en el sexto día a contar del día en que comenzó la pro visión de alimento desde el aire, después del cual habría de surgir el sacratísimo número del día séptimo. Por lo tanto, cualquiera que considerare el caso podrá advertir que la provi sión del celestial alimento guarda un estrecho paralelo con la creación del mundo, como que tanto a crear el mundo como a hacer llover dicho alimento comenzó Dios en el primero de seis días.

267. La copia es sumamente parecida al original, pues así como del no ser hizo surgir a la existencia Su más per fecta obra: el mundo; de la misma manera en un desierto hizo surgir la abundancia, trocando los elementos, atento a lo apre miante de la necesidad, de modo que el aire, en vez de la tierra, produjera alimentos para que sin trabajos ni fatigas se alimentaran quienes no tenían posibilidad de recurrir a arbitrio alguno para procurarse medios de subsistencia.

268. Después de estas revelaciones Moisés dio a conocer un tercer oráculo, maravilloso en extremo, al manifestar que en el séptimo día el aire no les procuraría el alimento habitual, y que, contrariamente a lo acostumbrado, ni la más pequeña porción caería sobre la tierra. Y sí sucedió realmente.

269. Porque, a pesar de esta revelación hecha en la víspera del séptimo día, algunos de carácter nada firme se apresuraron a ir a recoger alimento, y al ver frustrada su esperanza, retornaron chasquea dos y reprochándose a sí mismos su incredulidad, a la par que proclamando que el profeta era un verdadero vidente, intérprete de Dios y único capaz de conocer anticipadamente las cosas ocultas.

270. 99 XLIX. Tal es lo que, poseído de Divina inspiración, reveló Moisés acerca del celestial alimento. Pero existen otros ejemplos que debemos tratar a continuación; aunque quizá pa rezcan más semejantes a exhortaciones que a oráculos. Entre ellos está lo que reveló con ocasión de la más grande desviación de las costumbres ancestrales, a la que me he referido ya más arriba, y que tuvo lugar cuando, después de erigir un toro de oro, imitación de la vanidad egipcia, formaron coros, construyeron altares y ofrecieron sacrificios, olvidados del verdadero Dios y malogrando las cualidades heredadas de los antepasados y acrecentadas mediante la piedad y la santidad.99 Para los parágrafos 270 a 274 ver Éx. XXXII.

271. Ante esto, Moisés, quedó profundamente conmovido al pensar, en primer lugar, que el pueblo todo se había tornado repentinamente ciego, no obstante que hasta poco antes había sido la nación de más aguda visión entre todas; y, en segundo lugar, que una fábula fraguada con falsedades había podido extinguir tan grande cla ridad como es la de la verdad, verdad que

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ni un eclipse del sol o del coro todo de los astros ensombrecería, puesto que res plandece con claridad propia, aprehensible por la inteligencia e incorpórea, en comparación con la cual la luz sensible puede considerarse una noche comparada con el día.

272. Ello fue causa de que dejara de ser el que era y cambiara tanto de as pecto exterior como en su inteligencia, y que, poseído del Divino espíritu, dijera: "¿Quién hay que no se haya mezclado en este extravío ni haya atribuido el señorío a quienes no son señores? Todo el que estuviere en estas condiciones que se me aproxi me".

273. Una sola tribu se le aproximó, haciéndolo no menos con sus entendimientos que con sus cuerpos. Tratábase de hom bres que tiempo hacía sentían ansias de exterminar a los ateos e impíos, pero que trataban de hallar un jefe y capitán que tuviera el derecho de indicarles la oportunidad y la manera de acometer. Moisés, al hallarlos llenos de celo y rebosantes de osadía y valor, les dijo: "Que cada uno de vosotros, tomando su espada, se lance a través de todo el campamento y mate no sólo a los extraños sino también a los más allegados de sus amigos y parientes, castigándolos seguro de que se trata de una obra santa en extremo en pro de la verdad y de la honra de Dios, y de que combatir en defensa de tales cosas es trabajo sumamente leve".

274. Ellos, habiendo matado en un primer ataque tres mil de los principales cabecillas de la impiedad, no sólo dejaron en claro su no participación en el descarado intento, sino ade más fueron registrados entre los más ilustres de los hombres nobles y tenidos por dignos de un premio sumamente apropiado para su hazaña: el sacerdocio, ya que correspondía que el ser vicio tocante a la santidad estuviera reservado para quienes ha bían bregado y combatido con valentía en pro de ella.

275.100 L. Pero puedo señalar una predicción aún más notable, acerca de la que ya antes he hablado cuando describía las cua lidades del profeta en su función de sumo sacerdote. Esta pre dicción la pronunció bajo los efectos de la Divina inspiración una vez más, y su cumplimiento tuvo lugar, no mucho tiempo más tarde sino inmediatamente después de ser revelada.100 Para los parágrafos 275 a 287 ver Núm. XVI.

276. Las funciones relativas al templo se dividían en dos órde nes: la de más jerarquía o de los sacerdotes y la de menor jerarquía o de los simples servidores del santuario; y en aquel tiempo los sacerdotes eran tres y los servidores del santuario muchos miles.

277. Estos últimos, con la sensación de ventaja que su número, muy superior al de los sacerdotes, les daba, despreciaron el corto número de éstos y urdieron dos violaciones de la ley en un mismo atentado: la primera consistente en el menoscabo de una autoridad superior, y la otra en la exaltación de los de inferior jerarquía, tal como hacen los gobernados que atacan a sus gobernantes para crear una confusión en aquello que es el más excelente vehículo del común provecho: el or den.

278. Puestos enseguida de acuerdo y reunidos, los complotados elevaron sus voces atacando al profeta, porque, según ellos, movido por sus afecciones de familia, había concedido el sacerdocio a su hermano y a sus sobrinos: y dando un falso in forme acerca de los fundamentos de tal elección, la que, decían, no había obedecido a directivas de Dios, como más arriba

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he mos señalado nosotros.

279. Muy afligido y dolorido por estos sucesos, Moisés, no obstante ser el más suave y apacible de los hombres, movido por la justa cólera que su odio contra la mal dad tuvo la virtud de excitar en él, suplicó a Dios que apartara Su rostro del sacrificio de aquéllos. Lo suplicaba no porque pensara que Dios habría de aceptar sacrificios provenientes de impíos, sino porque el alma del amado de Dios cumplía la parte que le competía y no callaba, pues la movía el afán de que los impíos no tuvieran éxito y fracasaran siempre en su propósito.

280. Aún bullía y ardía su ser bajo los efectos de su legítima indignación, cuando la inspiración descendió sobre él y, transformado en profeta, dijo: "La incredulidad es cosa penosa sólo para los incrédulos. A éstos no los alecciona la palabra sino los hechos. Y, pues no han aprendido mediante las enseñanzas, aprenderán que no miento mediante sus propias experiencias.

281. La manera como perderán la vida será juez en este asunto. Si la muerte que les sobreviniere fuere natural, mis oráculos no son sino falsedades; pero, si fuere inusitada y fuera de lo común, mi verdad me será testimoniada. Veo la tierra abierta y sus fauces grandemente dilatadas, estirpes nu merosísimas aniquiladas, casas derribadas y devoradas con todos sus ocupantes, y hombres vivos aún que descienden hacia el Hades".101 101 O mansión de Hades, es decir, el mundo subterráneo de los muertos según la mitología griega.

282. No bien hubo cesado de hablar, se rasgó la tierra convulsionada por una sacudida, siendo la rajadura mayor en la parte donde estaban las tiendas de los impíos, de modo que, derribadas todas juntamente, desaparecieron de la vista, pues las partes separadas nuevamente se cerraron, cumplida ya la finalidad para la que se habían abierto.

283. Poco después, además, unos rayos caídos de improviso sobre los doscientos cincuenta hombres que habían capitaneado la sedición, los ani quilaron en masa, sin que de ellos quedase ni una parte de sus cuerpos para que recibiera sepultura.

284. La rápida sucesión de ambos castigos y la importancia de uno y otro pusieron de manifiesto de manera clara y notoria la piedad del profeta, quién tuvo a Dios por testigo de la verdad de sus oráculos.

285. Además es preciso no pasar por alto lo siguiente: en los castigos de los impíos intervinieron la tierra y el cielo, vale decir, las partes fundamentales del universo. El motivo fue que aqué llos habían puesto las raíces de su ruindad en la tierra, pero la habían elevado a tan grande altura que la extendieron hasta el éter.

286. De allí que también uno y otro elemento contribu yera a los castigos: la tierra, rasgada y separada, derribó y tragó a los que entonces resultaban una carga para ella; y el cielo, lanzando una lluvia en extremo inusitada, consistente en un to rrente de denso fuego, los envolvió en llamas y aniquiló.

287. Tanto en el caso de los que fueron tragados como en el de los aniquilados por los rayos el fin resultó ser el mismo: ni unos ni otros fueron vistos en adelante, unos, ocultos por la tierra

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al cerrarse las abiertas fauces y formar una superficie continua y lisa, los otros, consumidos totalmente en todas sus partes por el fuego de los rayos.

288.102 LI. Pasaron los años y, cuando Moisés estaba a punto de emprender su emigración de esta tierra al cielo y de aban donar la vida mortal para entrar en la inmortal, llamado por el Padre, quien convertía de nuevo la doble naturaleza compues ta de alma y cuerpo que él era, en una naturaleza simple, trans formando todo su ser en una inteligencia semejante al sol; en esos momentos se nos muestra poseído del Divino espíritu, no ya para hacer revelaciones generales a toda la nación reunida, sino para profetizar a cada tribu separadamente las cosas que estaban a punto de suceder y las que con el tiempo habrían de ocurrir. De éstas algunas han ocurrido ya y otras se aguardan aún, pues el cumplimiento de las ya acaecidas es una garantía para las que habrán de acaecer.102 Para los parágrafos 288 a 291 ver Deut. XXXIII y XXXIV.

289. Cosa apropiada fue el que personas diferentes por su nacimiento, y particularmente por su ascendencia por línea materna, así como por las multi formes variedades de sus pensamientos y por la infinita multi plicidad de las ocupaciones a que consagraban sus vidas, reci bieran una apropiada distribución de inspirados oráculos, cual una especie de herencia.

290. Ello es ciertamente admirable; pero admirable en sumo grado es también la parte final de las sagradas escrituras, que es dentro de la legislación toda lo que la cabeza en el ser viviente.

291. En efecto, cuando Moisés ascendía ya y se hallaba situado sobre la misma línea divisoria, a punto de atravesarla en su vuelo para emprender su recta carrera hacia el cielo, el Divino espíritu descendió sobre él, el inspirado, profetizó, en vida aún, los detalles de su propia muer te, diciendo antes de morir cómo había muerto, cómo había sido sepultado sin que hombre alguno estuviera presente, evidente mente que no por manos mortales sino por poderes inmortales; cómo no había recibido honras fúnebres en la tumba de sus antepasados, pues le había sido concedido un monumento supe rior, que ninguno de los hombres ha visto jamás; cómo toda la nación había llorado y guardado duelo por él todo un mes, poniendo de manifiesto el dolor de cada uno y de todos al recordar su inmensa benevolencia y buena disposición para con cada uno y para con todos.

292. Tal fue la vida y tal también la muerte de Moisés, el rey, el legislador, el sumo sacerdote y el profeta, según lo que nos han trasmitido las sagradas escrituras.

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SOBRE LOS DIEZ MANDAMIENTOS O DECÁLOGO, QUE SON COMPENDIOS 1 DE LAS LEYES

(DE DECÁLOGO)

1 Es decir, leyes generales o genéricas que compendian o encierran a las leyes particulares o específicas. Ver Sobre las leyes particulares I, 1.

1. I. Después de haber narrado en los tratados anteriores las vidas de los hombres considerados sabios por Moisés, a los que los sagrados libros presentan como los fundadores de nuestra nación y como leyes no escritas, 2 pasaré a exponer detallada mente las distintas clases de leyes escritas, guardando el orden lógico y cuidando de no omitir, cada vez que el asunto permita entrever alguna forma de alegoría, el tratarla en aras de ese saber amante de la reflexión, cuya norma es buscar los sentidos ocultos más bien que los datos visibles.2 Ver Sobre los sacrificios de Abel y Caín 55 a 58, Sobre los sueños II, 81 a 64, Sobre Abraham 133 y Sobre José 28 a 31.

2. No faltarán quienes se pregunten por qué Moisés promulgó las leyes no en ciudades sino en medio de una profunda soledad. La respuesta, en primer lugar, es que la mayor parte de las ciudades está llena de males indecibles, tanto de actos impíos contra Dios como de injusticias contra los hombres.

3. Porque no hay en ellas cosa alguna que no se halle envilecida, ya que cuanto es espurio prevalece sobre lo genuino, y sobre lo verda dero prevalece lo verosímil, que, aunque falso por naturaleza, nos inspira fantasías con apariencia de verdad portadoras de engaño.

4. Por ello es también en las ciudades donde se ori gina la vanidad, 3 el más insidioso de los males, admirado y reverenciado por cierta gente que rinde pleitesía a las vanas opi niones mediante coronas de oro y túnicas de púrpura, y con muchedumbre de sirvientes y carros, en los que se hacen trans portar muy pagados de sí mismos aquellos que son tenidos por dichosos y afortunados, unciendo para ello unas veces muías o caballos y otras hombres que soportan la carga con mayor sufrimiento en el alma que en el cuerpo por ese desmedido ultra je.3 O el orgullo. Ver Sobre la ebriedad 95.

5. II. Además la vanidad es autora de otros muchos males, tales como la jactancia, la altanería y la falta de equidad, las que a su vez son fuentes de guerras exteriores y civiles, ya que no permiten que subsista en paz ni en tierra ni en mar sector alguno público o privado.

6. Pero, ¿es necesario acaso insistir en las ofensas de la vani dad contra los otros hombres, siendo así que también las cosas Divinas son objeto de sus desprecios, no obstante que se las considera merecedoras de los máximos honores? Aunque, ¿qué honor puede rendírseles, cuando no está presente la verdad, de la que tanto el nombre como el acto son honorables, al revés de la mentira, que es deshonrosa por naturaleza?

7. En cuanto al desprecio por las cosas Divinas, lo advierten claramente aquellos cuya visión es lo suficientemente aguda, pues los hombres han forjado mediante la pintura y la escultura innumerables representaciones, y han construido para albergar las santuarios y templos; y

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habiendo erigido altares, han atri buido honores celestiales y propios de la Divinidad a figuras de piedra y de madera y a cosas semejantes a estas, todas ellas objetos inanimados.

8. A esta gente las sagradas escrituras la comparan con todo acierto con los hijos de una ramera, 4 porque así como éstos, al no conocer a su único padre según la natu raleza, consideran padres suyos a cuantos amantes ha conocido su madre, también los habitantes de las ciudades, al no conocer al verdadero Dios, tienen asignado Su lugar a multitudes de falsamente llamados dioses.4 Deut. XXIII, 2. Ver Sobre la confusión de las lenguas 144 a 146.

9. Además, como unos honran a unos y otros a otros, la controversia que prevalece acerca de cuál es el más excelente, engendra también divergencias en to dos los demás asuntos. Tal es la primera de las razones que tuvo presente Moisés para determinarse a legislar fuera de las ciudades.

10. La segunda es que pensaba además que a quien va a re cibir las sagradas leyes le es necesario limpiar su alma y puri ficarse de las manchas, difíciles de borrar, que tienen su origen en la abigarrada y heterogénea multitud que llena las ciuda des.

11. Y esto solo le es posible alcanzarlo a aquel que ha fijado su morada lejos de ellos; y no enseguida sino después de largo tiempo, una vez que, al irse borrando y desvaneciendo poco a poco, hayan desaparecido las señales de las antiguas transgresiones.55 Platón, Sofista, 230.

12. Esta es también la manera como los bue nos médicos salvan a sus pacientes, pues no permiten que se les dé comida o bebida antes de que queden eliminadas las causas de las enfermedades, ya que, mientras éstas persistan, los ali mentos serán inútiles o más bien nocivos por cuanto se convier ten en material que nutre la dolencia.

13. III. Es razonable, pues, que primero los 6 haya apartado de las funestas costum bres de las ciudades, y llevado al desierto para vaciar sus almas de iniquidades, y después haya comenzado a proporcionar ali mentos a sus inteligencias; alimentos consistentes, por supuesto, en las leyes y palabras Divinas.76 A su pueblo o a los israelitas.7 Deut. VIII, 3. Ver Interpretación alegórica III, 177.

14. Pero hay una tercera razón, y es ésta. Así como los que están por emprender una larga navegación no comienzan a pre parar las velas, los remos y los timones una vez que, embarcados en las naves, se alejan del puerto, sino disponen todas las cosas que contribuyen a la travesía cuando aún permanecen en tierra, de la misma manera consideró Moisés que lo que correspondía no era que entrasen primero en posesión de las fracciones de te rritorio y se radicasen en ciudades, para luego procurarse leyes con que reglar la vida ciudadana; sino se proveyesen primero de las reglas de la vida de ciudad y se ejercitasen en las prácticas por las que las poblaciones habrían de regirse con felicidad; y entonces se afincasen para aplicar de inmediato las normas de justicia ya previstas, en concordia, con espíritu solidario y asig nando a cada uno lo que le correspondiera.

15. IV. Alegan algunos también una cuarta razón, que lejos de resultar absurda guarda

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estrecho parentesco con la verdad. En efecto, como era preciso hacer nacer en los espíritus la idea de que las leyes no eran invención de un hombre sino clarísimo oráculo de Dios, condujo al pueblo hacia un desierto profundo y desprovisto no solo de frutos cultivados sino también de agua potable.

16. Su intención era que, después de llegar a encon trarse privados de las cosas necesarias y creer inminente su ruina por la sed y el hambre, se hallasen de improviso ante una co piosa abundancia de medios de subsistencia que se les brindaban sin requerir esfuerzo, pues el cielo lanzaba en forma de lluvia, a guisa de alimento, el llamado maná y precipitaba desde el aire codornices como regalo adicional del paladar, y el agua amarga se endulzaba hasta convertirse en potable, y una fuente brotaba del seno de una escarpada roca; y no se maravillasen ante el hecho de que las leyes fuesen Divinas revelaciones, pues to que contarían ahora con una clarísima prueba: la de esas provisiones que en medio de sus apremios habían obtenido per dida ya la esperanza.

17. Aquél, en efecto, que les había provisto abundantemente de medios para vivir, también les pro porcionaba los necesarios para vivir una vida digna. Mientras para vivir necesitaban alimentos y bebida, cosas de las que no habían hecho acopio pero fueron hallando; para vivir una vida digna necesitaban leyes y prescripciones con las que habrían de perfeccionar sus almas.

18. V. Estas son, a título de conjeturas con visos de verdad, las causas que se mencionan a propósito del problema.8 Por que las verdaderas razones solo Dios las conoce. Dicho ya cuan to era conveniente al respecto, pasaré a continuación a exponer con exactitud las leyes mismas, no sin antes hacer esta necesaria aclaración: de las leyes unas consideró Dios que debía promul garlas El mismo personalmente y por sí solo sin recurrir a otro; otras que debía hacerlo a través de un profeta, Moisés, a quien escogió por sus altos méritos entre todos los hombres, tenién dolo por el más capaz entre los reveladores de las sagradas ver dades.8 O cuestión de por qué Moisés dictó las leyes en el desierto.

19. Y así ocurre que las que promulgó en persona, por Sí solo, son a la vez leyes y compendios de las leyes particulares, en tanto que las que reveló a través de Su profeta tienen todas a las primeras como punto de referencia y base.

20. VI. Me ocuparé, en la medida de mis posibilidades, de una y otra categoría, comenzando por las más generales. En ellas se impone de inmediato a nuestra admiración el número que las contiene, el perfectísimo número diez, que comprende todas las especies de números: pares, impares y los que son pares e impares a la vez, como el dos, que es par; el tres, que es impar; y el seis, que es par impar. 9 Asimismo encierra todas las razones que se dan de los números a sus múltiplos y a sus epímeros e hipoepímeros.109 Como producto de 2 X 3.10 Epímero es un número que contiene un entero más una fracción cuyo numerador no es la unidad. Por ejemplo, 5 es epímero de 3. Hipoepímero es el número resultante de sustraer una fracción a otro.

21. Y se hallan igualmente todas las progresiones:11 la aritmética, según la cual la misma diferen cia separa a cada número del que le precede y del que le sigue, como en el caso de 1, 2 y 3; la geométrica, en la que la razón del segundo al primero es la misma que entre el segundo

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y el tercero, como sucede en el caso de 1, 2 y 4, y en las series cuyas cantidades crecen por duplicación, triplicación o multiplicación en general, así como también aquellas cuyas razones son 3 a 2, 4 a 3 y otras semejantes; v hasta la armónica, progresión según la cual el número intermedio es mayor que uno de los extremos y menor que el otro en la misma fracción, como en la serie 3, 4 y 6.1211 Ver Sobre la creación del mundo 107 y 110.12 En la que 4 es mayor que 3 en una unidad, es decir, en un tercio de 3; y es menor que 6 en dos unidades, es decir, en un tercio de 6.

22. Contiene asimismo el diez las propiedades de los triángulos, los cuadriláteros y los demás polígonos, 13 y las de los intervalos de cuarta, en el que la razón es de 1⅓, es decir la que se da entre 4 y 3; de quinta, con la razón 1⅓, que se halla entre 3 y 2; de octava, cuya razón es del doble, o sea, la relación 2:1; y de doble octava, de razón cuádruple, expresada en la relación 8:2.13 No se trata, en realidad, de las figuras en sí como de los llamados números poligonales, de los que la década contiene, además de la unidad, que es común a todos los números poligonales, el 3 (triángulo), el 4 (cua drilátero o tetrágono), el 5 (pentágono) y los restantes hasta el 10 (decágono).

23. Todas estas consideraciones me hacen también pensar que no les faltó razón a los primeros que asig naron los nombres a las cosas —hombres sabios, por cierto— al llamar década a este número, como queriendo señalar que se trata de un receptáculo, en razón de que él recibe 14 y contiene todos los géneros de números, razones numéricas, progresiones, armonías e intervalos musicales.14 Filón vincula dekás = década o diez, con dekhás = receptáculo y dékhesthai = recibir.

24. VII. Pero además de las razones ya mencionadas existen también otras por las que bien cabe admirar al diez, número que contiene tanto la naturaleza inextensa como la extensa. Mientras la inextensa se da exclusi vamente en el punto, la extensa se halla bajo tres formas: línea, superficie y volumen.

25. La línea, en efecto, es la extensión determinada por dos puntos, la superficie es lo extenso en dos direcciones que resulta del desplazarse la línea ensanchándose; y el volumen, lo extenso en tres, al sumarse la altura al largo y al ancho. Aquí se detiene la naturaleza, ya que no ha producido más que tres dimensiones.

26. Los arquetipos de estas varie dades son los números: del inextenso punto el uno; de la línea el dos, de la superficie el tres, y del volumen el cuarto; y la suma de todos ellos da diez, número que permite entrever tam bién otras hermosuras a los dotados de visión.

27. Práctica mente, en efecto, la serie infinita de los números es medida mediante el diez, puesto que los cuatro términos que sumados dan 10, es decir, el uno, el dos, el tres y el cuatro, son los mismos que a partir de las decenas suman una centena, pues 10 + 20 + 30 + 40 dan 100; y análogamente a partir de las centenas producen el millar y a partir de los millares las miríadas;15 y también porque la unidad, la decena, la centena y el millar son cuatro términos que producen un diez. 1615 100 + 200 + 300 + 400 = 1000 y 1000 + 2000 + 3000 + 4000 = 10.000. La numeración griega carecía de nombres especiales para desig nar las cantidades correspondientes a los

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órdenes mayores que el de las miríadas. A partir de 100.000 se acumulaban miríadas diciéndose, por ejem plo, "veinte veces diez mil" = 200.000, "cien veces diez mil" = un mi llón, etcétera.16 O una década. Vale decir que son factores para constituir décadas, el uno una década de unidades, el diez una década de decenas, el cien una década de centenares, y el mil una década de millares. Y aquí se detiene Filón por la razón expuesta en la nota precedente.

28. Este, aparte de las variedades numéricas ya mencionadas presenta también otras, a saber: la clase de los números primos, divisibles sola mente por la unidad, de los que son ejemplos el tres, el cinco y el siete; el cuadrado, representado por el cuatro, vale decir un número producto de multiplicar otro por sí mismo; el cubo, cuyo modelo es el ocho, y que es el producto de tres factores iguales; y el número perfecto, el seis, que es igual a la suma de sus factores, que son el tres, el dos y el uno.

29. Mas, ¿para qué enumerar la multitud infinita de las excelencias del nú mero diez, haciendo de una cuestión accesoria un asunto fun damental, que en realidad resulta ser por sí mismo una investi gación más que suficiente para los que se especializan en Ma temáticas? Pasemos, pues, por alto las no mencionadas; aunque no estará de más quizá recordar una sola de ellas a título de ejemplo.

30. En efecto, los hombres versados en las doctrinas filosóficas afirman que en la naturaleza son solamente diez las que ellos denominan categorías, las cuales son la sustancia, la cualidad, la cantidad, la relación, la acción, la pasión, el estado, la posición y aquellas sin las cuales no podría darse cosa al guna, es decir, el tiempo y el lugar.1717 Ver Aristóteles, Categoría 4, Ib a 2a.

31. VIII. Ninguna cosa, en efecto, existe sin participar de estas categorías. Yo, por ejem plo, participo de la sustancia por haber tomado en préstamo de cada uno de los elementos de que ha sido formado este mundo, es decir, de la tierra, el agua, el aire y el fuego, todo aquello que concurría exactamente a la formación de mi organismo. Parti cipo también de la cualidad, en virtud de la que soy un hom bre; y de la cantidad, por la que poseo cierto tamaño. Entro en relación cuando alguien se halla a mi derecha o a mi izquier da. Pero además actúo cuando froto o rasuro, y asumo un papel pasivo cuando soy frotado o rasurado por otros. Y cada vez que tengo puesto un vestido o visto mi atuendo militar evidencio hallarme en un estado determinado; y cuando simplemente es toy sentado o acostado, manifiesto una posición. Y necesaria mente me hallo en un lugar y existo en un tiempo, por cuanto ninguna de las cosas arriba mencionadas puede existir sin es tas dos.

32. IX. Y baste acerca de este tema con lo que queda dicho; que es preciso, reanudando el hilo del asunto, pasar a lo que sigue. Los diez enunciados 18 u oráculos, que son verdaderas leyes o Divinas normas, los anunció el Padre del universo una vez reunido en asamblea el pueblo, tanto hombres como muje res.19 ¿Por ventura lo hizo emitiendo en persona alguna forma de voz? De ninguna manera; ni se nos ocurra jamás pensarlo. Porque Dios no es como el hombre, 20 para tener necesidad de boca, lengua y conductos de aire.18 En griego lógoi, que algunos traductores traducen por palabras. En la terminología judeocristiana significa, dentro de estos contextos, manda mientos (de donde: decálogo = diez mandamientos), pero aquí evidente mente Filón hace hincapié en la acepción de expresión o manifestación oral, según se desprende del sentido contextual y de la aclaración de que tales

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lógoi son verdaderas leyes o mandatos Divinos.19 Éx. XIX, 16 y ss.20 Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 60 a 69.

33. Lo que, en cambio, ocu rrió entonces, entiendo yo, fue un sacratísimo milagro 21 al or denar Dios que se produjera en el aire un invisible 22 sonido, más maravilloso que todas las formas de expresión, armonioso con una armonía perfecta; voz que no consistía en algo inani mado ni tampoco compuesto de cuerpo y alma a la manera de un ser animado, sino en un alma racional 23 llena de lucidez y claridad, que dando forma y tensión al aire y transformándolo en fuego, hizo resonar, como el aire a través de una trompeta una voz articulada tan potente, que los más alejados tenían la im presión de escucharla a la par de los que estaban más cerca.21 Ver Vida de Moisés I, 185.22 Deut. IV, 12, donde se lee: "Oísteis bien sus palabras, pero no visteis figura alguna sino sólo su voz". Filón atribuye aquí a la voz la calificación de invisible, correspondiente al emisor o, en este caso al instrumento, como se advierte en la descripción que sigue.23 Ver Sobre la vida de Moisés II, 288, y Sobre las leyes particulares I, 66.

34. Las voces de los hombres son tales por naturaleza, que al extenderse hasta muy grande distancia se debilitan, al punto de que los que están apartados muy lejos ya no alcanzan a percibir las claramente porque se van debilitando progresivamente con las distancias, pues también los instrumentos son perecede ros.

35. En cambio el poder de Dios, que con un soplo originó aquella voz inusitada, la elevó y tornó intensa, expandiéndola hacia todas las direcciones, hizo aparecer más brillante al final que al principio al poner en las almas de todos un modo de audición muy superior al de los oídos. Este sentido, en efecto, que es en cierto modo bastante tardo, permanece inmóvil hasta que el choque del aire lo pone en movimiento; en tanto que los oídos de una inteligencia bajo los efectos de una Divina posesión se adelanta con celeridad extrema saliendo anticipa damente al encuentro de las palabras pronunciadas.

36. X. Y ya es bastante acerca de la Divina voz. No le faltará razón a quien se preguntara por qué motivo, si eran mu chísimas las miríadas de personas reunidas en un único lugar, consideró Dios conveniente revelar cada uno de los diez man damientos no como si se dirigiese a muchos sino como si lo hiciese a una sola, diciendo "No matarás", "No robarás", y de la misma manera el resto.

37. Pues bien, en primer lugar co rresponde decir que desea enseñar una excelente lección a los que leyeren las sagradas escrituras, al enseñarles que cada per sona, ella sola y por sí misma, cuando observa las leyes y obe dece a Dios, es tan digna como toda una numerosísima nación, o más bien tan digna como todas las naciones juntas; y si cabe avanzar todavía más allá en nuestra afirmación, tan digna como el mundo entero.

38. Por la misma razón en otro pasaje, alabando a cierto hombre justo, el mismo que también era Dios 24 del mundo le dice: "Yo soy tu Dios"; dando a entender que los subordinados 25 situados en el mismo orden e igual mente gratos a su comandante deben recibir el mismo favor y honra.24 Gen. XVII, 1.25 En este caso el mundo y el hombre justo en cuestión.

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39. La segunda razón es que, si alguno que participa en las deliberaciones de las asambleas, dirige sus palabras al auditorio en común como multitud, aquéllas no tienen por qué llegar ne cesariamente a uno solo en particular; en cambio, si quien pres cribe o prohíbe algo lo hace en particular, como si se dirigiera a cada uno y solo a él, las conclusiones sobre lo que se ha de hacer parecerían en el acto tener carácter colectivo y ser normas también para todos en conjunto. Por otra parte el que recibe las exhortaciones a título personal está mejor dispuesto a acatar las, en tanto que aquel que las recibe en común con otros se hace el sordo usando a la muchedumbre como pretexto de su desobediencia.

40. Una tercera razón es el deseo de que jamás rey ni tirano alguno desprecie a ningún oscuro particular, movido por la soberbia y arrogancia de que rebosa, sino, por el contrario, la frecuentación de las enseñanzas contenidas en las sagradas leyes, se despoje de su orgullo y borre de sus convicciones la presun ción mediante el siguiente razonamiento convincente, o más bien verdadero.

41. Si el Ser increado, incorruptible y eterno, que no ha menester de cosa alguna y es el autor del universo y su benefactor, y rey de reyes y Dios de dioses 26 no se permitió despreciar ni al más humilde de los hombres, y por el contrario consideró que correspondía convidar también a éste al ban quete de los sagrados oráculos y leyes, como si solo a éste se dispusiera a agasajar y solo para él preparara el convite desti nado a la expansión del alma iniciada a la que cabe ya pe netrar en los grandes misterios; 27 ¿qué derecho tengo yo, un simple mortal, para andar con el cuello erguido, hinchado de orgullo y ensoberbecido ante mis semejantes, los que aunque desiguales en la suerte que a cada uno cupo, cuentan con un parentesco que los asemeja e iguala ya que pueden atribuirse como única madre a la común progenitora de todos los hom bres, la naturaleza?26 ¿Alusión a los astros o una simple hipérbole?27 Filón emplea la terminología propia de los cultos griegos llamados misterios, en los que tras un período de noviciado o iniciación el adherente era introducido en el conocimiento de las doctrinas y actos rituales más esotéricos.

42, Por lo tanto, me habré de mostrar acogedor y afable aunque llegare a adquirir todo el dominio sobre la tierra y el mar, para con los más menesterosos, de más humilde condición y carentes del más íntimo de los apoyos, como son los huérfanos de ambos padres, las mujeres que sopor tan la viudez, las personas de edad que no han tenido hijos nunca o que los han tenido pero los han perdido prematura mente.

43. Porque, siendo, como soy, un hombre, consideraré indigno condescender con las actitudes ampulosas y solemnes propias de la escena trágica, y permaneceré dentro de lo na tural sin traspasar sus límites. Habituaré a mi espíritu a abrigar sentimientos humanitarios, no solo porque son imprevisibles los cambios hacia las situaciones opuestas, tanto para los que gozan de prosperidad como para los que están en la desgracia; sino también porque es conveniente, aun en el caso de que la buena fortuna se mantuviere firme y constante, no olvidarse de lo que uno es.Tales son las razones, a mi parecer, por las que quiso Dios revelar estos oráculos en singular como dirigidos a una sola persona.

44. XI. Como es natural, todo cuanto aconteció en torno de aquel lugar tuvo el carácter de

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prodigio: truenos cuyos estruen dos eran superiores a lo que pueden soportar los oídos, clarida des de brillantísimos destellos, el sonido de una invisible trom peta extendiéndose hasta los sitios más remotos, el descenso de una nube que, a modo de una columna, apoyaba su base en la tierra y extendía el resto de su masa hasta las alturas del éter, y un torrente de fuego celestial que envolvía cuanto había en torno con un intenso humo. 28 Es que a la llegada del Divino poder ninguna de las partes del mundo debía permanecer inac tiva, y todas, por el contrario, debían concurrir conjuntamente a su servicio. 28 Éx. XIX, 16 a 18 y Deut. IV, 11.

45. El pueblo, que se había mantenido puro de contactos con mujeres, y abstenido de todos los otros placeres excepto de aquellos que son necesarios para la alimentación; y se había purificado durante tres días mediante baños y ablu ciones, y lavado además las ropas, que ahora vestía blancas como nunca, estaba de pie próximo al lugar, puesto en punta de pie y con los oídos atentos, conforme con la previa indica ción de Moisés para que se preparasen para la asamblea, pues en la ocasión en que, habiendo sido convocado él solo, había escuchado Divinas revelaciones, se había enterado de que ésta tendría lugar. 2929 Éx. XIX, 20 a 25.

46. En medio del fuego que se derramaba desde el cielo resonó una voz pasmosa en sumo grado, pues la llama se escu chaba como el lenguaje articulado familiar a los oyentes, en el que las cosas que se decían se pronunciaban tan claramente que tenían la impresión de que las veían más bien que las oían.

47. Atestigua lo que afirmo aquella ley en la que está escrito "Todo el pueblo veía la voz".30 Expresión plena de sentido porque sucede que la voz de los hombres es aprehensible por los oídos, pero la de Dios lo es verdaderamente por la vista. ¿Por qué? Porque todo cuanto Dios expresa no lo dice mediante palabras sino mediante obras, que son juzgadas por los ojos y no por los oídos.30 Éx. XX, 18.

48. Excelente, por otra parte, y digna de la Divinidad es la asersión según la cual la voz brotaba del fuego. Los oráculos de Dios, en efecto, alcanzan su perfección y resultan probados 31 tal como lo es el oro por el fuego. Pero también revela un simbolismo que es el siguiente. 31 O quizá: son perfectos y probados. Pero las dos cualidades atribuidas aquí a los oráculos o revelaciones de Dios aparecen en el texto griego expresadas como resultados de sendos procesos (Filón emplea formas del aspecto resultativo de los respectivos vocablos) cosa que se conforma por el símil con el oro; lo cual no compagina evidentemente con la perfección ab initio propia de todas las obras y manifestaciones Divinas.

49. El fuego tiene dos propiedades naturales: iluminar y abrasar. Y aquellos que están determinados a acatar dócilmente los Divi nos oráculos vivirán perpetuamente como en medio de una luz sin sombras llevando en el alma esas mismas leyes cual astros portadores de claridad; mientras que todos aquellos que se rebelan, jamás cesarán de ser abrasados y consumidos por las pasiones interiores, que, a la manera de una llama, arruinarán la vida entera de quienes las tienen.

50. XII. Tales son las aclaraciones que era preciso exponer previamente. Y ya es tiempo de volvernos hacia los mismos mandamientos y de examinar cada uno de los diferentes asuntos

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que encierran. Siendo diez, fueron distribuidos en dos grupos de cinco cada uno, que fueron grabados en dos tablas. A los cinco primeros correspondió la primera jerarquía, en tanto que a los otros cinco se consideró que les correspondía la segunda. Por otra parte, unos y otros son excelentes y saludables, pues abren amplias rutas y reales caminos conducentes a una única meta, asegurando al alma ansiosa siempre del Supremo bien una marcha libre de tropiezos.

51. Los cinco de superior je rarquía tratan de lo siguiente: sobre la monarquía por la que es regido el mundo; sobre los ídolos de madera, las estatuas y, en general, las imágenes construidas por la mano del hombre: sobre el no tomar el nombre de Dios en vano; sobre el celebrar piadosamente el sagrado día séptimo; sobre la honra debida a los padres tanto a cada uno de ellos individualmente, como a ambos en común. De este modo la primera de las tablas registra lo relativo a Dios, él Padre y Hacedor del universo, y concluye con lo tocante a los progenitores, los que a imitación de la naturaleza de Aquel, engendran seres particulares. Los cinco de la segunda tabla 32 comprenden todas las prohibiciones: del adulterio, del crimen, del robo, del falso testimonio y de' la con cupiscencia.32 Deut. V, 17 a 21, donde el orden es diferente del que para la segunda serie da Éx. XX, 13 a 17.

52. Debemos examinar con todo cuidado cada uno de los mandamientos, sin restar importancia a ninguno de ellos. Dios es el excelente principio de todas las cosas, y la piedad lo es de todas las virtudes; siendo del todo necesario comenzar nuestra exposición refiriéndonos a Aquél y a ésta. Un error nada pe queño tiene presa a la mayor parte de los hombres acerca de un hecho que, o él solo o más que ningún otro, debería haber quedado arraigado en forma inequívoca en las inteligencias de todos.

53. En efecto, unos han deificado a los cuatro elemen tos: tierra, agua, aire y fuego; otros al sol, a la luna y a los demás astros errantes y fijos; otros solo al cielo, otros al mundo todo. En cambio, al Ser más excelso y augusto, al Progenitor y Gobernante del gran estado, al supremo Adalid del invencible ejército, al Piloto que administra con rumbo seguro siempre todas las cosas Lo han apartado de sus miradas, después de atribuir falsos nombres, divergentes unos de otros, a tales obje tos.

54. Unos, en efecto, llaman a la tierra Core, Demeter o Plutón, al mar Posidón, forjándole a éste divinidades marinas subordinadas así como una gran multitud de servidores de une y de otro sexo. Al aire lo llaman Hera, al fuego Hefesto, al sol Apolo, a la luna Artemisa, al lucero del alba Afrodita y al pla neta brillante Hermes.

55. Y lo mismo en el caso de cada uno de los demás astros cuyos nombres nos han transmitido los mitógrafos, los que, a fuerza de urdir muy ingeniosas ficciones para engañar al oído, se han ganado fama de destreza en la aplicación de nombres.

56. Y asimismo, mediante una sepa ración de carácter racional, han dividido el cielo en dos hemis ferios, el supraterrestre y el infraterrestre, y los han denominado Diescuros inventando a propósito de ellos la increíble fábula de que se turnan día por medio en la existencia. 3333 Según Odisea XI, 300 a 304, ambos hijos de Leda residen juntos un día entre los vivos en la tierra y otro en la Mansión de Hades. Una variante más reciente de la leyenda, a la que se atiene aquí Filón, los hace alter narse, de modo que uno reside separado del otro en cada lugar un día. Ver Sobre la embajada ante Cayo 79 y 84-85, y Sobre los sueños I, 150.

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57. Se apoyan en que como el cielo permanente e incesantemente rota en círculo, por fuerza cada uno de ambos hemisferios reem plaza al otro durante un día y se encuentra una vez arriba, otra vez abajo; esto solo en apariencias, pues la verdad es que en la esfera no hay abajo ni arriba, y que solo por referencia a nuestra posición acostúmbrase llamar arriba a lo que está sobre nuestra cabeza y abajo a lo opuesto.

58. Pero al hombre que ha aprendido a reflexionar según la genuina filosofía y se en trega a una piedad sincera y pura la ley le prescribe el nobilí simo y santísimo precepto de no considerar como dios autóno mo 34 a ninguna de las partes del mundo. Este, en efecto, tuvo un comienzo, y el nacimiento es el principio de la corrupción; aun cuando por la providencia del Hacedor haya alcanzado la inmortalidad; y además hubo un tiempo en el que no existía. Y acerca de un dios no es lícito decir que anteriormente no existió, que a partir de cierto momento empezó a existir y que no existe para siempre. 34 O todopoderoso. Éx. XX, 3 a 5. Los dioses visibles y los inferiores (Platón, Tuneo 40 a-d) no son autónomos y sólo son dioses de nombre.

59. XIII. Y sin embargo a tal punto llega la aberración en los razonamientos de algunos, que no solo consideran dioses a las cosas mencionadas, sino además, tienen a cada una de éstas por el máximo y primero de los dioses. 35 Esto les sucede o porque simplemente, siendo ignorantes por naturaleza, no conocen a Aquel que es realmente Dios; o por que, suponiendo que no existe ninguna causa invisible y aprehensible solo por la inteligencia además de las cosas sensibles, descuidan el llegar a conocerlo. Y ello a pesar de tener a su alcance una prueba por demás clara.35 Sobre estas expresiones retóricas que sugieren una pluralidad de dioses ver la nota anterior. Filón rechaza toda tesis en tal sentido, según acaba de manifestarlo en las líneas precedentes.

60. Siendo, en efecto, el alma la que les permite vivir, querer y realizar todas aquellas cosas que son inherentes a la vida humana, jamás con los ojos del cuerpo han conseguido aprehender a esa alma; no obstante que hubieran ambicionado esto con todo empeño, si hubiera existido alguna posibilidad de ver esa imagen, la más sagrada de todas, a partir de la cual bien cabría esperar que, por ana logía, se pueda alcanzar la noción del Increado y eterno, que, sosteniendo las riendas del mundo entero, lo dirige por seguro camino permaneciendo invisible.

61. Ahora bien, del mismo modo que, si alguno atribuyera a los sátrapas, que son funcio narios subordinados, los honores debidos al gran rey, parecería no solo insensato en sumo grado sino también temerario por demás pues otorgaría a siervos lo que es propio del amo; así también aquel que tributa los mismos honores al Creador y a las creaturas sepa que es el más insensato e injusto de todos los hombres, pues trata por igual a quienes son desiguales, y no para honra de los de inferior condición sino para menoscabo de quien es superior.

62. Pero hay quienes van más allá en su impiedad, y no ofrecen por igual su tributo sino otorgan a unos todas las muestras de homenaje, sin atribuir ninguna al Otro, ni siquiera el recuerdo, que es el más común de los tribu tos. Olvidan, en efecto, a Aquel que es el único que les con vendrá tener presente, empeñados los miserables en un olvido a designio.

63. Y existen todavía otros que, poseídos de un furor desenfrenado, dando públicas muestras

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de la impiedad enraizada en ellos, tras afilar su perniciosa lengua, se ponen a blasfemar contra Dios. Al mismo tiempo desean afligir también a los hombres piadosos, a quienes acomete al punto una inde cible e inconsolable tristeza que abrasa el alma entera a través de los sentidos. Esta, precisamente, es la máquina de sitio de los impíos, el único medio gracias al cual éstos sellan la boca de los amigos de Dios, pues para no exacerbar su furia lo mejor en tales ocasiones es guardar silencio.

64. Rechacemos, pues, toda esta suerte de charlatanería y no adoremos a quienes son hermanos nuestros por naturaleza, aun cuando les haya cabido una sustancia más pura e inmortal; ya que todos los seres crea dos son hermanos en el hecho mismo de su creación, pues el único creador del universo es también el padre de todos. Y alistémonos con nuestra inteligencia, nuestra palabra y toda nuestra fuerza con sumo vigor y firmeza al servicio del Increado y Eterno y Causa de todas las cosas, sin ceder ni consentir con las complacencias de la multitud, las que son causa de ruina aun para aquellos que podrían salvarse.

65. XIV. Grabemos, pues, en nosotros mismos como el primer mandamiento y el más sagrado de todos el de reconocer y honrar como Dios únicamente al Altísimo. Y que la opinión politeísta ni acaricie siquiera los oídos del hombre que tiene por norma buscar la verdad con espíritu puro y sincero.

66. Pero he aquí que si cuantos sirven y adoran al sol, a la luna; al cielo todo, al universo entero y a las partes principales que hay en ellos, temiéndolos por dioses, cometen, cosa clara por demás, una falta, al glorificar a los súbditos antes que al Soberano; con todo su falta es menor que la de aquellos otros que, tras darles forma a maderas, piedras, plata, oro y a las demás sustancias similares, cada uno según sus preferencias, y después de llenar el mundo habitado de estatuas, maderas ta lladas y demás imágenes productos de la mano del hombre, creaciones de escultores y pintores; han causado enormes daños a la vida humana.

67. Ellos, en efecto, han amputado del alma lo que era su mejor apoyo, es decir, el debido conocimiento respecto del eternamente existente Dios; de suerte que, cual naves sin lastre, son agitados arrastrados de aquí para allá per manentemente, sin que jamás les sea posible arribar a un puerto ni echar ancla en las seguras radas de la verdad, ciegos, como están, para aquello que vale la pena contemplar y para lo único que es necesario mirar con aguda visión.

68. Y en mi opinión, viven una vida más desdichada aún que los ciegos de los ojos del cuerpo. Porque mientras éstos han sufrido ese daño sin que su voluntad tuviera parte, o bien por haber sufrido una grave enfermedad ocular o bien víctimas de la iniquidad de enemigos; ha sido con deliberado propósito como ellos no solo debilitaron sino se determinaron a anular completamente el ojo del alma.

69. De ello resulta que mientras los primeros provo can un sentimiento de compasión en su desdicha, en cambio los otros merecen con toda justicia su castigo como malvados que son, ya que no han llegado a conocer, amén de otras cosas, lo que estaba más a su alcance, y hasta un tierno infante conoce: que el artífice es superior a su obra, tanto en lo que al tiempo se refiere, pues es más antiguo y en cierta manera el padre de lo producido; como en valor, ya que el autor de algo es más estimable que quien experimenta algo.

70. Y aunque lo que corres pondería sería que, error por error, al menos tuviesen-por dioses a

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los pintores y escultores mismos honrándolos con honores sin medida, a estos los han dejado en el olvido sin acordarles ninguna honra superior, en tanto que han considerado como dioses las esculturas y pinturas salidas de sus manos.

71. Y así, mientras muchas veces los artífices han envejecido en me dio de la indigencia y sin gloria, para morir al cabo de incesan tes infortunios; los productos de su arte, en medio de la púr pura, el oro y los otros suntuosos adornos que procura la ri queza, reciben homenajes y tienen servidores reclutados no solo entre los hombres libres sino entre gente de superior estirpe y además de suma perfección corporal. Examínase, en efecto, con todo cuidado si la familia de los sacerdotes es irreprochable, y si el conjunto de las partes de su cuerpo es todo él comple to.3636 Ver Sobre las leyes particulares I, 80 y Todo hombre bueno es li bre 140.

72. Y con ser indignante esto, con todo no lo es tanto como otro hecho sumamente penoso. Me consta, en efecto, que algunos de estos artistas elevan súplicas y hacen sacrificios a las obras producidas por ellos mismos. Mucho mejor sería que adoraran a cada una de sus manos; o si no quisieran hacer tal cosa por evitarse la reputación de pagados de sí mismos, que rindieran culto al menos a los martillos, yunques, pinceles, te nazas y demás instrumentos, cosas todas que han permitido que los materiales recibieran forma.

73. XV. Por cierto que bien merecen hombres tan insensatos que se les diga con toda franqueza: En realidad, mis buenos señores, la aspiración más excelente y la suma felicidad es ase mejarse a Dios.

74. Suplicad, pues, 37 el asemejaros también vosotros a los ídolos, a fin de que alcancéis la suprema felicidad de poseer ojos que no ven, oídos que no oyen, narices que no respiran ni huelen, boca que no habla ni gusta, manos que no toman, dan ni operan, pies que no caminan y cada una de las demás partes que no hace cosa alguna; y de estar custodiados y protegidos en un templo, como en una prisión, aspirando día y noche el humo de los permanentes sacrificios. Porque en todo esto consiste el único bien que imagináis para nuestros ídolos.37 Puesto que vuestras obras de arte son vuestros dioses.

75. Pero yo personalmente pienso que ellos al oír estas cosas las tomarán no como propias de súplicas sino como propias de maldiciones y se irritarán y recurrirán a recriminaciones para repudiar el insulto; lo cual bien puede constituir el mejor testi monio de la desmedida impiedad de hombres que reconocen como dioses a cosas a las que de ningún modo suplicarían pare cerse en naturaleza.

76. Ninguno, pues, de los que tienen alma adore a algo sin alma, porque es completamente absurdo el que los seres producidos por la naturaleza se conviertan en servidores de las cosas producidas por la mano del hombre. El caso de los egipcios es especial, pues no solo les cabe la común acusación que merecen todos los países, sino también otra plenamente justificada; ya que además de deificar imágenes y esculturas han atribuido honores de dioses a animales irracio nales, como toros, carneros y machos cabríos forjando a propósito de cada uno de ellos algún fabuloso relato.

77. Y tal vez en el caso de estos animales exista alguna justificación, ya que se trata de los más domesticados y útiles para la humana existencia. El buey que tira del arado abre surcos en

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la época de la siembra y también es sumamente eficaz su labor en la era, cuando co rresponde separar el grano. El carnero nos proporciona el mejor de los abrigos, el vestido; como que, si nuestros cuerpos perma necieran desnudos, sucumbirían fácilmente o bien por exceso de «palor o bien por excesivo frío, lo primero por el calor ardiente del sol, el segundo a causa del gran enfriamiento del aire.

78. Pero lo cierto es que los egipcios han sobrepasado la me dida y honran con templos y recintos sagrados, con sacrificios, con asambleas religiosas, con procesiones y con otras solemni dades análogas también a las más feroces e indomables de las bestias salvajes, tales como leones y cocodrilos, y entre los rep tiles el venenoso áspid. Habiendo, en efecto, examinado cuida dosamente los más salvajes seres procedentes de cada uno de los elementos que Dios puso al servicio de los hombres, es decir, la tierra y el agua, no hallaron entre los animales terrestres ninguno más salvaje que el león, ni entre los acuáticos otro más feroz que el cocodrilo, y a éstos veneran y honran.

79. Pero además tienen por dioses también a muchos otros animales, tales como perros, gatos y lobos, ibis y halcones entre las aves, así como a la totalidad o a partes de los cuerpos de los peces. ¿Y qué puede resultar más ridículo que tales deificaciones?

80. La verdad es que los extranjeros que llegan por primera vez a Egipto y en cuyos espíritus no se ha instalado aún la vana de mencia de los naturales del país, se mueren de risa. Y todos aquellos que han gustado de la recta instrucción, estupefactos ante la veneración tributada a cosas indignas de reverencia, com padecen a los que la rinden teniéndolos, corno es lógico, por más desventurados todavía que las creaturas que son objeto de sus homenajes, y pensando que en lo que hace a sus almas se han transformado en dichas creaturas, al punto de que parecen bes tias que deambulan bajo la forma humana.

81. XVI. Así, pues, excluyendo de la sagrada legislación toda deificación de este género, exhortó Moisés a honrar al verdadera mente existente Dios; no porque Este necesite que se Lo honre, que Aquel que se basta totalmente a Sí mismo no tiene necesi dad de otro alguno; sino queriendo conducir al género humano, que vagaba por rutas intransitables, hacia un camino segurí simo, a fin de que, ajustándose a la naturaleza, alcance la más excelente de las metas: el conocimiento acerca del Que realmente Existe, lo cual constituye el primero y más perfecto de los bie nes, del que, como de una fuente, manan sobre el mundo y sobre cuanto hay en él los bienes particulares.

82. XVII. Habiendo discurrido también, en la medida de lo posible, acerca del segundo de los mandamientos, pasemos a examinar cuidadosamente el que le sigue en el orden, vale decir, "No tomar el nombre de Dios en vano". Pues bien, el motivo por el que ocupa este lugar resulta claro para aquellos que poseen una inteligencia con aguda visión, y es que, el nombre ocupa siempre el segundo lugar con respecto a la cosa que le sirve de soporte, asemejándose en esto a la sombra que acom paña al cuerpo.

83. Consecuente con ello Moisés, habiendo primero hablado de la existencia del siempre Existente y del honor que Le es debido, a continuación, conforme al encade namiento lógico de las cosas, prescribe también lo relativo al uso apropiado de Su nombre. Lo cierto es que las faltas que a este respecto cometen los hombres son variadas y multiformes.

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84. Lo más excelente y provechoso para nuestras vidas, lo que corresponde a la naturaleza racional es abstenerse de jurar, ya que ella ha sido enseñada a ser tan verídica en cada afirmación, que se considere que sus simples palabras equiva len a juramentos. El jurar de buena fe no es, en cambio, sino un mal menor, como suele decirse; porque el hecho ya de jurar supone que el que jura está sujeto a sospecha de mala fe.

85. Debe, pues, éste dar largas a la cosa y tomarse tiempo, a la espera de que tal vez gracias a sus dilaciones consiga librarse de tener que prestar el juramento. Pero, si la necesidad lo for zase a hacerlo, habrá de examinar, y no a la ligera, cada una de las consecuencias que el juramento implica. Porque no se trata de un hecho intrascendente, por más que por costumbre no se le dé la debida importancia.

86. Jurar, en efecto, es in vocar el testimonio de Dios acerca de cuestiones en disputa; y no hay cosa más impía que poner a Dios como testigo para una mentira. Porque, ve, si quieres, a observar con ayuda de tu razón la inteligencia del que se dispone a jurar para mentir, y observarás cómo no tiene reposo y está llena de inquietud y confusión, como que pesan acusaciones sobre ella y soporta toda suerte de ultrajes y reproches.

87. En cada alma, en efecto, cohabita un censor 38 nacido conjuntamente con ella, que tiene por norma no pasar por alto cosa alguna reprensible, en cuya naturaleza enciérrase un perpetuo odio hacia la maldad y amor por la virtud, acusador y juez a la vez, que cuando interviene como acusador hace los cargos, acusa y recrimina; y cuando a su turno oficia de juez, enseña, reprende y exhorta a cambiar de proceder. Y si logra convencer hace complacido las paces, mas, si no puede lograrlo se empeña en una guerra sin tregua, en la que no se llama a descanso ni de día ni de noche, sino atormenta y causa heridas incurables hasta que aniquila esa desventurada y execrable vida.38 Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 135 y ss.

88. XVIII. ¿Qué dices?, le diría yo al perjuro, ¿te atreverías a presentarte ante uno de tus conocidos y decirle: Ven aquí, compañero, y atestigua a mi favor cosas que no has visto ni oído como si las hubieras contemplado, como si las hubieras escuchado y como si hubieras estado presente en todas ellas? Yo por mi parte no lo creo, pues sería un acto propio de una locura sin remedio.

89. Porque, ¿con qué ojos, estando sobrio y, al parecer, en tu propio juicio, mirarías a tu amigo y le dirías: En nombre de nuestra amistad obra injustamente, viola las leyes y únete a mí en la impiedad? Es evidente que él, si-oyera esto, enviaría a paseo tu pretendida amistad y, reprochán dose a sí mismo por haber mantenido relaciones de amistad desde un principio con semejante hombre, se alejará de prisa como de una fiera salvaje y enloquecida.

90. Y a pesar de eso, ¿no te ruborizas de invocar a Dios, el Padre y Guía del mundo, como testigo en las mismas cosas en las que no te atre verías a pedir el testimonio de un amigo? ¿Y lo haces sabiendo que Él todo lo ve y todo lo oye, o bien ignorando tal cosa?

91. Pues bien, si lo haces ignorando eso, eres, por una parte, un ateo, y el ateísmo es la fuente de todas las iniquidades; y por otra, agregas a tu ateísmo el arruinar el juramento, puesto que juras por quien no se ocupa de los asuntos humanos como si velara por ellos realmente; y si sabes claramente que ejerce Su providencia, no hay impiedad, por enorme que sea, que la tuya

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no sobrepase al decirle a Dios, si no con la boca y la lengua al menos con tu conciencia: Sé mi testigo en mis falsedades, colabora conmigo en mis maldades, comparte mi mala fe; mi única esperanza de gozar de buena reputación entre los hombres es que Tú disfraces la verdad. Vuélvete perverso por favorecer a otro; Tú, el superior, por el inferior; Tú, la Divinidad, el más excelente de todos los seres, por un simple hombre, y además, perverso.

92. XIX. No faltan, por otra parte, quienes, sin especular en ganancias, y solo por un pernicioso hábito, juran continua e irre flexivamente a propósito de lo que sea, aunque no exista en absoluto discrepancia alguna. Rellenan éstos todos los huecos, en sus expresiones mediante juramentos, como si no fuera mejor conformarse con un corte en las palabras e incluso con un com pleto silencio, teniendo en cuenta que del mucho jurar nacen los falsos juramentos y la impiedad.

93. Por eso es preciso que el que se apresta a jurar tenga examinados de manera cui dadosa y muy rigurosa todos estos puntos: sobre el asunto, si es lo suficientemente importante, si ha sucedido realmente y si se tiene una sólida aprehensión de los hechos; sobre sí mismo,, si son puros su alma, su cuerpo y su lengua; la primera, pura de transgresiones; el segundo, de impurezas; y la lengua, de male dicencias. Seria un sacrilegio, en efecto, que por la misma boca por la que pronuncia alguien el más sagrado de los nombres, deje oír también cualquier expresión vergonzosa.

94. Y debe también buscar el lugar y la ocasión apropiados. Porque sé muy bien que algunos aprovechan lugares profanos e impuros; en los que no se debería evocar el recuerdo ni de un padre ni de una madre, ni siquiera el de una persona de edad que, aun que extraña a la familia, haya llevado una vida recta; para jurar largo y tendido ensartando al hablar solo juramentos uno tras otro, en los que, movidos por su impiedad, abusan de las muchas maneras de designar a Dios allí donde no debieran.

95. Quien haga caso omiso de las cosas que he dicho ha de saber en primer lugar que es un ser manchado e impuro; y en segundo lugar, que permanentemente estarán pendientes sobre él los mayores castigos, ya que esa supervisora de los humanos asuntos que es la justicia es implacable e inflexible cuando se trata de iniquidades tan grandes, y cuando no juzga conveniente castigar al instante, es evidentemente porque concede un plazo a muy alto interés para los castigos, los que, llegado el momento oportuno, exige para común beneficio de todos.

96. XX. El cuarto mandamiento es el que se refiere al sagrado día séptimo, cuya celebración procura que tenga lugar en un ambiente de reverencia y santidad. Esta fiesta, que algunos estados 39 celebran una vez al mes, determinando el día a partir del comienzo del mes lunar, la nación judía la festeja perma nentemente con intervalos de seis días.39 Ver Herodoto VI, 57 y Hesíodo, Los trabajos y los días 770.

97. Una convincente razón de esta práctica se halla en un dato registrado entre los que contiene el relato de creación del mundo. En seis días, en efecto, dice que fue construido el mundo, y que en el séptimo, haciendo un alto en Sus trabajos, se puso Dios a contemplar las hermosuras creadas.

98. En consecuencia, mandó que tam bién los que estaban destinados a vivir como ciudadanos de este mundo siguieran en este punto, como en los demás, el ejemplo Divino, entregándose

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durante seis días a los trabajos, y tomándose un reposo en el séptimo, para consagrarse a la me ditación filosófica y ocupar su ocio en la contemplación de las cosas de la naturaleza, y además examinar si en los días precedentes algo ha sido hecho sin la debida pureza, recabando de sí mismos la razón y rendición de cuentas de sus palabras y actos en el tribunal del alma, la que tendrá a las leyes por com pañeras de deliberación y dictamen, a fin de corregir lo que ha sido descuidado y prevenir que no se vuelvan a repetir en adelante las faltas.

99. Pero, mientras Dios empleó solo una vez los seis días para la completa creación del mundo y no ne cesitó un nuevo período de tiempo; 40 cada uno de los hombres, en cambio, como que participa de la naturaleza mortal y ha menester de las innumerables cosas que tienden a satisfacer las exigencias de la existencia, se ve obligado a no descuidar el procurarse las cosas necesarias hasta el fin de su vida, tomán dose un descanso en los sagrados días séptimos.40 Si esta traducción es la correcta, como parecen sugerirlo el contexto y las consideraciones que siguen, hay una evidente contradicción con lo afirmado en Sobre la creación del mundo 13 y ss., donde se afirma que los seis días de la creación no corresponden a un período temporal sino a un orden en el proceso creador, el que estuvo presidido por las propie dades del número seis con todas las implicaciones que este número supone.En el parágrafo 101 del presente tratado Filón insiste en la idea de que Dios no necesitó período alguno de tiempo para la creación.

100. ¿No es por ventura una excelente prescripción y sumamente apropiada para estimularnos a procurar toda virtud y en especial la pie dad? Dice, en efecto: Sigue siempre a Dios; que te sirva de modelo de plazo para tus trabajos este único lapso de seis días, totalmente suficiente para Él, en el que creó el mundo: y tam bién, pues en ese día se dice que Él examinó lo que había produ cido, sírvase el séptimo día de modelo en lo que toca al deber de entregarte a la meditación filosófica, a fin de que también tú contemples las cosas de la naturaleza y todas aquellas privadas tuyas que conducen a la felicidad.

101. No descuidemos, pues, tal modelo de esos excelentes gé neros de vida que son la práctica y la contemplativa; y con la mirada puesta siempre en él, estampemos en nuestros espíritus nítidas imágenes y marcas, haciendo que la naturaleza mortal se torne hasta donde ello cabe, semejante a la inmortal, al decir y hacer lo que corresponde.En cuanto al sentido en que se dice que el mundo ha sido creado en seis días por Dios, que no necesita del tiempo para llevar a cabo Sus obras, ha sido explicado en nuestra exégesis alegórica en otros lugares. 4141 Ver Sobre la creación del mundo 13 y 26 e Interpretación alegórica I, 2 a 4, así como la nota anterior.

102. XXI. Y respecto de la pre cedencia de la que el número siete ha sido juzgado digno entre-todo lo existente demuéstranlo los que se han dedicado al es tudio de las matemáticas, y han investigado lo relativo a él con sumo cuidado y seriedad. Es en efecto, el número virgen, 42 la naturaleza que no tuvo madre, el número más estrechamente vinculado a la original unidad, 43 la forma ejemplar de las es trellas errantes, tal como la unidad lo es de la esfera de las fijas; porque el cielo incorpóreo, modelo del cielo visible, pro cede de la unidad y el siete.42 Ver Diógenes Laercio VII, 25; Sobre la posteridad de Caín 64; Sobre la inmutabilidad de Dios 11, y el parágrafo 159 del presente tratado.43 Según Diógenes Laercio II, 25, Pitágoras enseñó que la unidad o mónada es el principio de

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todas las cosas.

103. La estructura del cielo ha sido constituida tanto de naturaleza indivisa como de la dividida. A la indivisa le ha correspondido la rotación primera, más ele vada y correspondiente a las estrellas fijas, la que está presidida por la unidad; en tanto que a la dividida le cupo la segunda en valor y jerarquía, la presidida por el siete, que, dividida en seis partes, produce los siete astros llamados errantes. 4444 Ver Sobre los querubines 22.

104. Este nombre no significa que alguno de los seres que en el cielo participan de la Divina, bienaventurada y feliz naturaleza vague sin rumbo fijo: que el seguir un curso determinado está íntima mente vinculado a todos ellos, y así, conservando una invariable identidad, cumplen su eterno curso sin admitir desviación ni cambio alguno. Pero, como realizan su revolución en sentido contrario al de la esfera indivisa y más elevada, han sido deno minados, sin ajustarse a la verdad, errantes por hombres lo sufi cientemente atolondrados como para atribuir su propia des orientación 45 a los seres celestes, no obstante que éstos jamás abandonan su puesto en la Divina formación.45 O su propio andar sin rumbo.

105. Por estas razones y por otras más también es honrado el número siete. Pero lo que sobre todo le ha valido esta precedencia es el hecho de que el Hacedor y Padre del universo se muestre por intermedio de él. Como a través de un espejo, en efecto, puede la inteligencia a través de él representarse a Dios operando, creando el mundo y presidiendo el universo.

106. XXII. Después de la prescripción relativa al día séptimo, da a conocer el quinto mandamiento, el referente a la honra debida a los padres; 46 al que asignó el lugar intermedio entre las dos series de cinco, como que es el último de la primera, en la que se prescriben los mandamientos más sagrados, y tam bién se enlaza con la segunda, que comprende los deberes rela tivos a los hombres.46 Ver Sobre las leyes particulares 224 a 242.

107. La causa, a mi entender, es la si guiente: por su naturaleza los padres ocupan evidentemente una posición intermedia entre la sustancia inmortal y la mortal. Vincúlanse, por una parte, con la condición mortal merced a su pa rentesco con los hombres y los demás seres animados en cuanto a que su cuerpo es perecedero; y por otra, con la inmortal por su semejanza con Dios, el progenitor del universo en cuanto al engendrar seres.

108. Por cierto que se dan casos de gente que se ha consagrado a una de estas dos categorías y parece no dar importancia a la otra. Algunos, en efecto, tras embria garse con el vino puro de la piedad, dieron un adiós definitivo a las demás preocupaciones y consagraron totalmente su vida al servicio de Dios.

109. Otros, en cambio, convencidos de que ningún bien existe fuera de la justicia con respecto a los hombres, se aplican exclusivamente al trato con ellos, y movidos por su ardiente celo por la común suerte ponen a disposición de todos por igual el uso de sus propios bienes considerando que es un deber de justicia aliviar en la medida de sus posibi lidades las desgracias.

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110. Con razón, pues, cabe llamar filántropos a éstos y amigos de Dios a los primeros. Unos y otros poseen la virtud sólo en parte, puesto que ella se da com pleta únicamente en aquellos que prueban sus méritos en las dos categorías. Pero están también todos aquellos que ni son contados entre los que bregan en provecho de los hombres par ticipando de sus alegrías por los comunes bienes y de sus penas por los opuestos sucesos; ni se han consagrado a la piedad y la santidad. Estos parecerían haber cambiado su naturaleza en la de las fieras, y entre ellos se llevarán los primeros galardones en salvajismo aquellos que desprecian a sus padres. Se trata, en efecto, de enemigos de una y otra categoría de deberes, tanto de la que se refiere a los padres como de la que toca a los hombres.

111. XXIII. No deben, pues, ignorar éstos que son convictos ante los dos únicos tribunales de la naturaleza; ante el tribunal Divino de impiedad por cuanto no respetaron a aquéllos que los condujeron del no ser al ser, imitando en esto a Dios, y ante el de los hombres por su odio a la humanidad.

112. Porque, ¿a qué otro ser humano beneficiarán quienes desprecian a los que les están vinculados por el parentesco más estrecho y les han proporcionado los mayores dones, entre los que algunos son tan superiores que no admiten la posibilidad de reciprocidad? ¿Cómo, en efecto, quien ha sido engendrado podría a su vez engendrar a sus progenitores? Se trata de un cometido conce dido por la naturaleza a los padres con relación a sus hijos a título de asignación exclusiva, que no puede ser retribuido. De allí que esté justificado el irritarse profundamente cuando los hijos, que no pueden retribuir todos los beneficios, ni siquiera están dispuestos a hacerlo con los menos importantes.

113. A éstos estaría yo por decirles con toda razón: Las bes tias salvajes no pueden menos que tornarse mansas en contacto con los hombres. Yo he conocido muchos casos de leones, osos y panteras que se tornaron mansas no solo para con los que los alimentaban, por gratitud ante las cosas necesarias que re cibían, sino también para con los demás, a causa, entiendo yo,, de la semejanza de éstos con los primeros. Noble es, en efecto, el que la parte inferior siga los pasos de la superior con la espe ranza de mejorar.

114. Pero, en vuestro caso me veré obligado a decir todo lo contrario: convertíos vosotros que sois hombres, en imitadores de ciertas bestias, que han aprendido y saben devolver beneficio por beneficio. Los perros guardianes prote gen a sus amos y mueren por ellos cuando un imprevisto peligro sobreviene. De los perros ovejeros se asegura que cuando com baten en defensa de los rebaños, no cejan hasta la victoria o la muerte a fin de preservar sin daño a los pastores.

115. Y ante esto, ¿no resulta la mayor de las vergüenzas que en materia de retribución de beneficios el hombre sea superado por el perro, el más cultivado de los seres animados por la más osada de las bestias? Pero, si los animales terrestres no bastan para enseñarnos, volvámonos hacia los de naturaleza alada que surcan los aires.

116. Entre las cigüeñas, las aves viejas que no pueden volar permanecen en sus nidos, en tanto que sus hijos, sobrevolando tierra y mar, diríamos, traen de todas partes; los alimentos para sus padres.

117. Y así, mientras los unos pasan sus días reposando, como corresponde a su edad, y

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go zando de una completa abundancia; los otros, sin dar mayor importancia a las dificultades propias de esta búsqueda, movi dos por la piedad y por la esperanza de que en la vejez les cabrá el mismo trato de parte de sus hijos, pagan una deuda que no pueden ignorar; deuda que contraen y pagan en su de bida oportunidad, cuando ni unos ni otros están en condiciones de alimentarse: los hijos al principio de su existencia, los padres hacia el final de la vida. De ese modo por un natural instinto, sin que nadie se lo enseñe, después de haber sido alimentados en las primeras etapas de la vida, se complacen en alimentar a sus ancianos padres.

118. Frente a estos ejemplos, ¿no corres pondería que todos los hombres que muestran indiferencia hacia sus progenitores, oculten sus rostros y se reprochen a sí mismos, por despreciar a aquellos por los que deberían preocuparse o exclusivamente o antes que por ningún otro, y eso no a título de regalo sino de devolución más bien? Porque ningún bien propio poseen los niños que no provenga de sus padres, quienes o se los procuran tomándolos del patrimonio familiar, o les pro porcionan los medios que les permitan adquirirlos.

119. ¿Guar dan, entonces, tales hombres dentro de los límites de sus almas esas dos soberanas de las virtudes que son la piedad y la reli giosidad? No, las han expulsado y mantienen desterradas más allá de esos límites, pues los padres son los servidores de Dios encargados de la procreación de hijos; y el que deshonra al servidor deshonra al mismo tiempo también a su señor.

120. Algunos se atreven a ir más allá en la glorificación del nombre de progenitores y afirman que un padre y una madre son dioses visibles, que, al modelar seres vivientes, imitan al Dios increado, con la reserva de que éste es el Dios del mundo, y aquéllos lo son sólo de los seres que han engendrado. Y agregan que es imposible que sean piadosos con respecto al Dios invi sible quienes carecen del sentimiento de piedad hacia los dioses, visibles y próximos.

121. XXIV. Con estas sabias palabras acerca de la honra de bida a los padres, pone fin a la primera y más vinculada con la Divinidad de las dos series de cinco mandamientos. Al registrar el segundo grupo, que comprende prohibiciones en materia de relaciones con los hombres, comienza por el adulterio, pues lo considera la más grave de las iniquidades.

122. En primer lugar, en efecto, éste tiene como fuente el amor al placer, amor que enerva los cuerpos de los que lo sienten, relaja las fuerzas del alma y destruye los medios de subsistencia consumiendo, a la manera de un fuego inextinguible, todas las cosas que al canza, sin dejar cosa alguna a salvo en la vida humana.

123. En segundo lugar, persuade al adúltero no solo a delinquir sino también a enseñar a compartir la falta, al establecer una colabo ración en actos que repugnan a lo que la palabra implica, puesto que, cuando prevalece la violencia de esta pasión, es imposible que los impulsos alcancen su meta mediante uno solo, siendo absolutamente preciso que dos operen de acuerdo, desempe ñando uno el papel de maestro y el otro de discípulo para ase gurarse la concreción de actos de incontinencia y lascivia, los más vergonzosos de los vicios.

124. Pues ni siquiera cabe decir que solo se corrompe el cuerpo de la mujer entregada al adul terio. A decir verdad, más todavía que su cuerpo es su alma la que se acostumbra a entregarse a otro, enseñada, como está, a detestar y odiar a su esposo.

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125. Y la cosa sería me nos grave si el odio se pusiera a las claras de manifiesto, ya que de lo que está a la vista fácil es precaverse; pero el hecho es difícil de sospecharse y descubrirse pues se encubre con fa laces recursos, y a veces produce la impresión contraria, es decir, la de amor, gracias a ciertas engañosas seducciones.

126. Y no hay duda de que tres son las familias a las que lleva a la ruina este vicio; la del esposo traicionado, que se ve frus trado así en cuanto a las promesas conyugales como en sus esperanzas de tener hijos legítimos; y las otras dos, vale decir, la del adúltero y casa paterna de la mujer. Porque una y otra de éstas se llenan completamente de vituperio, de deshonra y de las peores afrentas.

127. Y si los vínculos de familia resul taren abarcar a numerosas personas a causa de los matrimonios interfamiliares y los otros lazos, la falta envuelve y contamina a la ciudad entera.

128. Sumamente penoso es también lo incierto de la condición de los hijos, porque si la esposa no procede con castidad, resulta cosa imposible de determinar, os cura, quién es el verdadero padre de las criaturas. Además, si el hecho permanece en secreto, los hijos adulterinos usurpan la condición de los legítimos, adulteran la descendencia ajena y habrán de heredar, sin derecho a ello, todo el patrimonio que en apariencias les corresponde.

129. En cuanto al adúltero, que ha cometido el ultraje y vomitado su pasión sembrando una simiente censurable, una vez saciada su concupiscencia, se ale jará abandonando dicha simiente y burlándose de la ignorancia del esposo ultrajado, el que, a la manera de un ciego, al no saber cosa alguna sobre las intrigas ocurridas en su morada, no podrá evitar mostrarse solícito con los hijos de sus peores enemigos como si fueran totalmente propios.

130. Y si la falta llegare a ser conocida, los desdichados niños, que ninguna culpa tienen, correrán una suerte penosísima, por cuanto no serán incluidos en ninguna de las dos familias, ni en la del esposo ni en la del adúltero.

131. Siendo tales las desgracias que produce la ilícita misión carnal, es natural que este acto abomi nable y detestado por Dios que es el adulterio haya sido regis trado en el primer lugar entre las transgresiones.

132. XXV. El segundo 47 mandamiento es el que prohíbe el homicidio. El hombre es, en efecto, la más civilizada de las creaturas animadas y la naturaleza lo engendró para la vida gregaria y social y le ha inculcado una vocación de concordia y solidari dad al darle la razón, que guía hacia la armonía y la compe netración recíproca las actitudes. Por lo tanto, no olvide aquel que mata a alguien que está violando las leyes y normas de la naturaleza que fueron escritas para el bien y el provecho de to dos.47 De la segunda serie.

133. Y sepa que es culpable de un sacrílego saqueo, pues se ha convertido en despojador del más sagrado de los bienes de Dios. Porque, ¿qué ofrenda puede ser más venerable y santa que el hombre? El oro, la plata, las piedras preciosas y todas las otras sustancias de más valor y estima son ornamento inani mado de edificios también inanimados.

134. El hombre, en cambio, el más excelente de los seres animados, está merced a la parte

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más elevada de su ser, el alma, íntimamente emparentado con la purísima sustancia del cielo, y también, según la doctrina de los más, con el Padre del mundo, como que al re cibir la inteligencia recibió la réplica y copia de la Forma Ejem plar 48 eterna y bienaventurada más apropiada entre todas las copias que se dan sobre la tierra.48 O arquetipo o idea en el sentido platónico. Aquí la referencia es a Dios mismo. Ver Sobre la creación del mundo, nota 4.

135. XXVI. El tercer mandamiento del segundo grupo de cin co es el que prohíbe robar. La razón es que el hombre que mira ávidamente los bienes ajenos es un enemigo común de toda la comunidad y son los bienes de todos los que pretende despojar aunque no está a su alcance hacerlo sino con los de algunos. Porque su avidez de bienes se extiende más allá de todo límite, pero sus limitadas fuerzas se quedan a la zaga y circunscribe a una modesta esfera no pudiendo extender su acción sino a un corto número de personas.

136. La prueba es que todos los ladrones que han logrado acrecentar su poder saquean ciudades enteras sin preocuparse de los castigos, ya que parecen estar por su espléndida situación por sobre las leyes. Me refiero aquí a los hombres inclinados por naturaleza a aca parar el mando, a los ávidos de poder tiránico y soberanía, per petradores de latrocinios en gran escala, que ocultan el hecho real del despojo con los nombres de mando y autoridad.

137. Aprenda, pues, el hombre desde sus primeros años a no arrebatar furtivamente cosa alguna de los demás, por pequeña que ella fuere; porque la costumbre inveterada se torna más fuerte que la naturaleza, y las pequeñas faltas no controladas crecen y progresan hasta alcanzar inmensas proporciones.

138. XXVII. A la prohibición de robar sigue la de no prestar falso testimonio, basada en la seguridad de que los que prestan falso testimonio son culpables de muchos grandes daños, graves todos ellos. Porque en primer lugar menoscaban la venerable verdad, el bien más sagrado que existe en nuestra vida, que aureola de luz, como el sol, todas las cosas, para que ninguna de ellas se vea cubierta por las sombras.

139. En segundo lugar, aparte de mentir, ocultan los hechos como en la oscuri dad profunda de la noche y se hacen cómplices de los que de linquen, conspiran contra los perjudicados, al certificar que conocen con seguridad y han comprendido a fondo todo aquello que ni han visto ni han oído ni saben.

140. Y cometen ade más una tercera transgresión, más desastrosa que las preceden tes, pues, cuando faltan las pruebas orales o las escritas, 49 las partes en litigios recurren finalmente a testigos, cuyas palabras resultan ser para los jueces pautas determinantes de lo que se aprestan a poner en claro. No tienen, en efecto, más camino que apoyarse en esas declaraciones pues no hay otro medio para una prueba convincente. Ello es la causa de que, por una parte, los perjudicados por el falso testimonio, pudiendo ganar la causa, sean víctimas de la injusticia; y por otra, de que los jueces que les prestan oídos emitan injustos e ilegales veredictos en vez de los legales y justos.49 Las llamadas pruebas materiales, seguramente.

141. Por otra parte, este fraude implica también una impiedad, porque no es lo normal que quien oficia como juez lo haga sin prestar juramento, sino por el contrario, que preste

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juramentos capaces de hacer temblar y mucho; jura mentos que violan, no los engañados jueces en realidad, sino los impostores, puesto que el error de aquellos no es a designio, en tanto que los otros operan con pleno conocimiento, cometen la iniquidad con premeditación induciendo a los que tienen el poder de decisión a que cooperen en la injusticia, sin saber lo que hacen, en perjuicio de quienes no merecen castigo alguno. Tales son las razones, a mi parecer, de la prohibición de prestar falso testimonio.

142. XXVIII. Finalmente prohíbe el desear, 50 porque sabe que el deseo es origen de subversión e insidias. Porque, si todas las pasiones del alma son penosas, pues la mueven y agitan con antinatural movimiento y no le permiten una sana existencia, el deseo es la más penosa de todas. Por ello, en tanto que cada una de las otras, como que penetra desde fuera precipitándose desde el exterior, nos impresiona como algo involuntario, solo el deseo, en cambio, tiene su origen en nosotros mismos y es volun tario. 50 Según se desprende de lo que sigue, Filón toma el término epithymía — deseo, codicia, concupiscencia, no en el sentido restringido de apetencia de las cosas ajenas, sino en el de deseo inmoderado en general.

143. Lo que quiero decir es lo siguiente. La represen tación mental de algo que está presente y consideramos un bien, excita al alma, la priva del reposo y la exalta sobremanera como a los ojos una luz resplandeciente. Esta experiencia del alma se llama placer.

144. Cuando es, en cambio, lo contrario del bien, o sea, el mal, lo que la presiona con violencia, la hiere gravemente, y la llena al instante, contra su voluntad de depre sión y tristeza. El nombre de depresión y de este sentimiento es dolor.

145. Pero, cuando el mal no se ha establecido o no presiona aún fuertemente, sino está en vías de llegar y se pre para a hacerlo, envía delante de sí como nefastos y aterradores mensajeros, al pavor y a la angustia. Este sentimiento se llama temor.

146. Y cuando alguien, habiendo concebido la idea de un bien no presente, anhela alcanzarlo e impulsa a su alma hacia las mayores distancias estirándola lo más posible en su deseo ardiente de tocar lo deseado, se halla estirado como sobre una rueda de suplicio, ansioso de alcanzar pero incapaz de llegar, y experimentando la misma sensación que los que persiguen con obstinación inquebrantable pero con menor velocidad a otros que huyen.

147. Algo parecido suele suceder también con los sentidos. Muchas veces, por ejemplo, esforzándose por ir a captar algún objeto visible separado por una gran distancia, los ojos se proyectan con toda fuerza y arrastrados más allá de su capacidad, se deslizan en el vacío en un frustrado intento de conocer el objeto en cuestión; con el agregado de que, a fuerza de forzar y violentar la mirada fijamente tendida, se debilitan y obnubilan.

148. Lo mismo ocurre cuando un rumor con fuso proviene de una gran distancia. Los oídos, atraídos y orien tados se lanzan y esfuerzan por acercarse todo lo posible mo vidos por el ansia de que el sonido llegue a ser reconocido cla ramente mediante la audición.

149. Pero éste, como aún si gue llegando oscuro, naturalmente, no les proporciona nada que les permita una captación suficientemente clara, de modo que, sin concreción ni resultado, el ansia de aprehenderlo se acrecienta todavía más, y el deseo trae aparejado el suplicio de

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Tántalo. Este, en efecto, hallaba que se alejaban todas las cosas que tendía a alcanzar cada vez que estaba a punto de tocarlas; y el hombre dominado por el deseo apasionado, siem pre sediento de bienes ausentes, jamás se sacia y siempre ronda en torno de su vana apetencia.

150. Y así como las enfermedades reptantes, 51 si no se las detiene a tiempo mediante el cuchillo o el fuego, atacan en derredor la totalidad del conjunto del cuerpo y se apoderan de él sin dejar sector alguno libre de sus efectos; del mismo modo, si el razonamiento basado en la filosofía, no controla, al modo de un buen médico, la corriente del deseo, todas las actividades de la vida se desarrollarán for zosamente contra la naturaleza. Nada existe, en efecto, tan oculto, que pueda escapar de la pasión; y ésta, cuando alcanza impunidad y libertad de acción, consume y devasta todo en todas sus partes.51 Las que se propagan a lo largo de la piel.

151. Quizá sea tonto extenderme en el tra tamiento de cosas tan evidentes. ¿Qué hombre o ciudad, cual quiera sea, ignora que no solo cada día sino también cada hora, por así decir, proporcionan argumentos convincentes? ¿Acaso son pequeños y casuales los males de los que es causa el amor apasionado por una mujer, por la fama o por algún otro de los placeres?

152. ¿No es, por ventura, el motivo por el que los parientes se conviertan en extraños entre sí, trocando el natural afecto mutuo en incurable odio; por el que grandes y populosos países son desolados por contiendas intestinas; por el que la tierra y el mar están llenos de desastres que se renue van sin cesar en forma de luchas navales y terrestres?

153. Porque las guerras, tanto de los griegos como de los otros pueblos, emprendidas contra sus propios-compatriotas o contra otros países, tema usual de la escena trágica, han surgido todas de una única fuente: el deseo apasionado de riquezas, de fama o de placer, ya que éstas son las cosas por las que se pierde el género humano.

154. XXIX. Y basta ya sobre este tema. Pero no hemos de olvi dar que además los diez mandamientos son compendios de leyes particulares que registradas en los sagrados libros constituyen la legislación entera.

155. El primero resume las leyes sobre la monarquía. 52 Estas leyes nos hacen saber que la Causa del mundo es una sola, uno solo el Guía y uno el Rey, quien sos tiene las riendas y el timón del universo preservándolo de peli gros, teniendo desterradas de la más pura de las sustancias, que es el cielo, a la oligarquía y al poder de la multitud, insidiosas formas de gobierno nacidas entre los hombres más malvados como engendros de la anarquía y la ambición.52 La monarquía de Dios.

156. El segundo mandamiento es el compendio de todas las leyes prescriptas acerca de las obras salidas de la mano del hom bre, y no permite instalar imágenes de piedra o madera o ídolos en general, productos de las dañosas artes que son la pintura y la escultura, ni tampoco aceptar ninguna de cuantas invencio nes contienen los mitos, es decir los matrimonios y nacimientos de dioses con las incontables y por demás lamentables miserias que van asociadas a aquellos.

157. El tercero incluye todos los casos en que no se ha de jurar y aquellos en los que es

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pre ciso hacerlo, así como el momento, el lugar, la persona, la dis posición de alma y de cuerpo debidos, y todo cuanto ha sido revelado acerca de los juramentos verídicos y de los que no lo son.

158. XXX. El cuarto, el que se refiere al séptimo día, no ha de considerarse otra cosa sino un compendio de las disposiciones relativas a las fiestas y a los purificaciones prescriptas para cada una de ellas, las abluciones correspondientes, las plegarias efi caces y los sacrificios perfectos, que constituyen el culto.

159. Al decir séptimo 53 me refiero tanto al siete que contiene al seis, el más fecundo de los números, 54 como al que no lo con tiene, pues, pasándolo por alto, se asimila a la unidad. 55 Una y otra especie de siete son empleadas para la enumeración de las fiestas.53 El mandamiento se refiere expresamente al séptimo día o sábado; pero Filón engloba en el todo el calendario festivo hebreo y lo que se empeña en poner de relieve es la presencia del número siete en la duración y fecha de cada una de las fiestas. 56 Mediante la unidad ha fijado el día inicial del mes sagrado, fiesta que anuncian con trompetas; el día del ayuno, durante el cual está mandado abstenerse de comida y bebida, y la celebración que los hebreos llaman Pascua en su lengua nacional y durante la que cada uno ofrece los sacrificios jun tamente con la masa del pueblo sin aguardar a sus sacerdotes, pues la ley ha concedido a la nación entera el sacerdocio du rante un único día escogido de todo el año para que cada uno ofrezca sacrificios personalmente.54 El seis contiene los dos factores de la generación, como que es pro ducto del número 3, representante del principio fecundante o masculino, y del 2, símbolo del principio fecundable femenino. Ver Sobre la creación del mundo 13.55 En el parágrafo 102 Filón habla de la estrechísima vinculación del siete con el uno. Seguramente quiere significar ahora que las fiestas de un día de duración que se mencionan a continuación, entran en la esfera del siete a pesar de durar un solo día.56 Sobre las siete fiestas que se enumeran a continuación, ver Sobre las leyes particulares II, desde 41 en adelante.

160. Además, el día en que se ofrece una gavilla en acción de gracias por la fecunda pro ducción del llano, patente en la saturación de espigas; y el día quincuagésimo a contar de dicha fiesta, cuya fecha se deter mina multiplicando siete por siete, y en el cual es costumbre ofrecer panes llamados con toda propiedad primicias, por cuanto se trata de la primera ofrenda de productos y frutos que cons tituyen el cultivado alimento, que Dios ha asignado al hombre, el más cultivado de los seres animados.

161. Al siete, en cambio, le asignó las importantísimas fiestas que duran varios días y tienen lugar con ocasión de los equinoccios anuales, el de primavera y el de otoño, estableciendo dos fiestas 57 para dos estaciones, cada una de siete días; la de primavera por la ma duración de los sembrados, la de otoño por la recolección de todos los frutos que han producido los árboles. Es lógico que les hayan sido asignados siete días, pues siete son los meses que separan un equinoccio de otro, y el propósito fue que cada mes alcanzase el especial privilegio de un sagrado día festivo dedicado a la alegría y disfrute de un descanso.57 Se trata de la fiesta de los panes ácimos y la de los tabernáculos, aunque esta última tiene un día adicional, con lo que resulta durar ocho no siete. Ver Sobre las leyes particulares II, 211.

162. Tam bién inclúyense en el siete otras leyes, disposiciones sumamente excelentes todas,

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que propician la amabilidad de trato, la solida ridad, la modestia y la equidad. Se trata, por una parte, de las prescripciones relativas al llamado año sabático durante el cual está mandado dejar sin trabajar toda la tierra, sin sembrarla ni ararla ni podar o cortar árboles ni llevar a cabo ninguna de las otras tareas agrícolas.

163. Es que juzgó Dios que, una vez que tanto las tierras llanas como las altas han sido traba jadas durante seis años para que produzcan frutos y paguen su tributo anual, es justo que descansen para tomarse un res piro y disfruten de la libertad propia de la naturaleza libre de control.

164. Y hay otras leyes acerca del año quincuagésimo, durante el que no solo se llevan a cabo las cosas recién mencio nadas sino también, y en ello reside lo más importante, se cum ple la restitución de los patrimonios a las familias que los po seían originalmente, en un acto pleno de amor al prójimo y de justicia.

165. XXXI. El quinto mandamiento, el relativo a la honra debida a los padres, refiérese a muchas necesarias disposicio nes, unas redactadas para la relación ante personas mayores y los jóvenes, otras para los gobernantes y gobernados, otras para los benefactores y beneficiados, otras para los amos y esclavos.

166. Porque en las categorías mencionadas los padres ocupan la posición superior en la que también se hallan los mayores de edad, los gobernantes, los benefactores y los amos; y los hijos la de inferior jerarquía, en la que figuran los jóvenes, los gober nados, los beneficiados y los esclavos.

167. Y a éstas están agregadas otras muchas normas: a los jóvenes para que respeten a los ancianos, a los mayores para que cuiden a la juventud, a los gobernados para que obedezcan a sus gobernantes, a los go bernantes para que obren en provecho de los gobernados, a los beneficiados para que retribuyan los favores, a los que se apli can a conceder beneficios para que no busquen una devolución, como se estila en los préstamos; a los esclavos para que sirvan con afecto a sus amos, y a éstos para que muestren una dulzura y suavidad que nivelen la desigualdad.

168. XXXII. La pri mera serie de mandamientos con carácter de compendios se circunscribe a estos cinco: en cambio el número de las leyes específicas es bastante considerable. En cuanto a la segunda serie, la primera de estas leyes com pendios es la relativa al adulterio. En ella se incluyen muchí simas prescripciones: contra los corruptores, contra los pede rastas, contra los libertinos, que viven entregados a relaciones y uniones sexuales ilegales e impúdicas.

169. Estas diversas disposiciones las ha registrado no para mostrar cuan variada y multiforme es la incontinencia, sino para avergonzar del modo más manifiesto a quienes viven en la indecencia, inundando sus oídos con un torrente de reproches que los hagan ruborizar.

170. El segundo compendio es la prohibición del homicidio, pero de ella dependen todas las leyes, necesarias y de inmensa utilidad colectiva, referentes a la violencia, el ultraje, las heridas y las mutilaciones.

171. El tercero es el relativo al no robar, al cual se subordinan las disposiciones acerca de la

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falta de pago de las deudas, la defraudación en los casos de depósitos, la asociación con fines desleales, los robos descarados y, en general, la codicia, por la que algunos son movidos a apoderarse abierta, u ocultamente de los bienes de otros.

172. El cuarto es el re ferente al no prestar falso testimonio, y con él vincúlanse numerosas prescripciones: no engañar, no calumniar, no cooperar con los que cometen iniquidades, no hacer de la confianza un es condrijo para la mala fe, faltas todas ellas para las cuales se han establecido leyes apropiadas.

173. El quinto es el que condena esa fuente de injusticias que es el deseo, del que manan las más ilegales acciones, tanto privadas como públicas, grandes como pequeñas, sagradas como profanas, las tocantes a los cuerpos, las vinculadas a las almas y las relacionadas con las cosas exteriores. Porque nada escapa, como ya se demostró más arriba, al deseo, el que, como el fuego, es un material combusti ble que se propaga consumiendo y destruyéndolo todo.

174. En la esfera de este mandamiento están incluidas numerosas nor mas encaminadas al reproche de los que son capaces de corre girse, y al castigo de los rebeldes, que tienen entregada su vida entera a la pasión.

175. XXXIII. Y con todas estas considera ciones queda dicho también lo concerniente al segundo grupo de cinco mandamientos, con lo que se completa el examen de los diez oráculos revelados por Dios personalmente y en una escena digna de su sacra naturaleza, pues fue conforme con ella como transmitió en persona las leyes compendios de las leyes especiales, mientras que las leyes particulares las reveló a través del más perfecto de los profetas, al que escogió por sus elevados méritos y destinó a intérprete de sus oráculos tras haberlo llenado de Divino espíritu.

176. Después de estas consideraciones digamos la causa por la cual expresó los diez mandamientos o leyes mediante man datos y prohibiciones exclusivamente, sin prescribir ningún cas tigo contra los que los transgredieran, según es norma hacerlo entre los legisladores. Era Dios, y por ello precisamente señor de bondad, causa de los bienes, no de mal alguno.

177. De allí que, considerara que lo más adecuado a Su propia naturaleza era el prescribir las normas salvadoras sin mezclarlas o vincularlas con castigos, a fin de que quien escogiera lo mejor lo hiciera por libre decisión, no contra su voluntad, tomando como consejero no al insensato temor sino al prudente discerni miento. Y no consideró, por ello, conveniente que en esas reve laciones se mencionaran los castigos; no porque concediera im punidad a los que obraran injustamente, sino porque sabía que la justicia, su compañera de sitial 58 y supervisora de las huma nas acciones, no permanecerá inactiva, pues es por naturaleza detestadora del mal; sino que ha asumido, como oficio que le es propio, la tarea de castigar a los que delincan.58 Evocación de la figura mitológica de la Dike, páredra de Zeus. Ver Hesíodo, Los trabajos y los días 259.

178. Porque conviene que sean los servidores y funcionarios subordinados de Dios quienes, al modo de los generales en la guerra, im pongan los castigos a los desertores que abandonan su puesto «n las filas de lo justo; en tanto que lo propio del Gran Rey es asegurar la común seguridad del mundo, como guardián de la paz, y dispensar de manera generosa e inagotable

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todos los bie nes de esa paz a todos en todas partes; que realmente Dios preside la paz, quedando la dirección de la guerra a cargo de sus auxiliares.

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SOBRE LAS LEYES PARTICULARES

(DE SPECIALIBUS LEGIBUS)

SOBRE LAS LEYES PARTICULARES I

Sobre las leyes particulares comprendidas en dos de los diez mandamientos capitales, 1 a saber: el que prohíbe reconocer, fuera del único Dios, a otros dioses sobe ranos; 2 y el que veda divinizar objetos fabricados por la mano del hombre.1 O compendios o síntesis de las leyes particulares o especiales, cuyos preceptos específicos aparecen compendiados en los mandatos o prohibi ciones genéricas que son los diez mandamientos contenidos en las dos tablas.2 Ver los parágrafos 13, 14, 19 y 20.

1. I. Los llamados diez mandamientos, es decir, las leyes gené ricas que engloban a las leyes particulares, han sido examinados detalladamente en el tratado anterior. Ahora, ajustándonos al plan de nuestra exposición, debemos examinar las prescripciones especiales. Comenzaré por aquella que para la mayoría de la gente es objeto de burla. 3 3 Esta anticipación en el tratamiento de la ley relativa a la circuncisión se explica, tal vez, por tratarse de la práctica inicial en la vida de cada miembro de la comunidad regida por la legislación mosaica. Como dicha práctica precede e introduce en el cumplimiento de las restantes prescrip ciones legales merece ser tratada, fuera del orden de los mandamientos, al comienzo mismo del comentario de cada una de las leyes particulares.

2. La práctica que se ridiculiza, que no es otra que la circuncisión de los órganos genitales, es observada cuidadosamente también por otros pueblos, y en particular entre los egipcios, nación que goza de reputación por su inmensa población, su gran antigüedad y su profundo cultivo de la filosofía..

3. Por lo tanto, bien harían en dejar de lado esa burla infantil, y en averiguar con más sabiduría y seriedad las razones por las que esta costumbre se ha impuesto, en vez de tomar la cosa a la ligera y poner en tela de juicio el buen sentido de grandes naciones. Cosa que lograrían si reflexionaran sobre cómo no es explicable el que tantas miríadas de hombres se sometan a la operación en cada generación, mutilando con grandes dolores sus propios cuerpos y los de los seres más estre chamente ligados a ellos, a menos que 4 sean muchas las razones que los han inducido a aceptar y observar esta costumbre in troducida por los antiguos. De estas razones las principales son cuatro.4 En los manuscritos se lee: "y sobre cómo son muchas...", pero en este punto me he permitido apartarme del texto de los mismos por entender que así se logra el verdadero sentido, ya que el del texto conservado resulta poco convincente, sin que las enmiendas propuestas por algunos eruditos lo aclaren en forma total.

4. Una es asegurarse para no contraer la grave y casi incurable enfermedad del prepucio llamada ántrax, nombre que se debe, según creo, al ardor de inflamación 5 a que están más predispuestos los que conservan el prepucio.5 El significado básico de ánthrax es carbón o brasa.

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5. La segunda es la limpieza de todo el cuerpo en vista de que ello es lo que corresponde al orden sagrado. Conforme con esto los sacerdotes egipcios, excediéndose en tal cuidado, se afeitan sus cuerpos. Es que tanto en los pelos como en el prepucio se acumulan y brotan sustancias de las que es preciso purificarse.

6. La ter cera es asimilar el miembro circuncidado al corazón. Como ambos están preparados para la generación; la fuerza espiritual interna del corazón, 6 para la generación de pensamientos; el órgano genital, para la de seres vivientes; los primeros hombres consideraron que el elemento patente y visible, natural engendrador de los seres sensibles, debe ser asimilado al invisible y superior mediante el cual se constituyen las cosas aprehensibles por la inteligencia.6 La teoría de que el corazón es la sede de la inteligencia es estoica. En el resto del parágrafo Filón afirma que los aisthetá = cosas sensibles o aprehensibles por los sentidos, y los noetá = cosas "inteligibles" o aprehensibles por la inteligencia, son productos de la sensibilidad y la inteligen cia respectivamente. Cuesta pensar que se refiera a las entidades concretas que habitualmente designa con dichos nombres, a las que en el presente caso tomaría por meras formas de pensamiento, no por entes reales.

7. La cuarta razón, que es la de más peso, es la preparación para una gran fecundidad. Se dice, en efecto, que el semen fluye libremente, sin desparramarse ni derramarse entre los pliegues del prepucio. De donde resulta que las naciones que practican la circuncisión son, al parecer, las más prolíficas y populosas.

8. II. Estas son, pues, las ra zones llegadas a nuestros oídos, concebidas en tiempos remotos, por hombres divinamente inspirados, prolijos investigadores de las leyes de Moisés. Yo, por mi parte, considero que a lo dicho hay que agregar que la circuncisión es el símbolo de dos cosas fundamentales.

9. Una es la extirpación 7 de los placeres, que ofuscan la inteligencia. En efecto, como entre los atrac tivos del placer a todos supera la unión sexual del hombre y la mujer, pareció bien a los legisladores el corte en el órgano que sirve para esa relación, simbolizando en la circuncisión la ex tirpación del placer excesivo y superfluo; y no de un placer solo, sino también de todos los otros, representados por el más violento de ellos.7 En los parágrafos 9 a 11 Filón emplea, en juego de palabras con peritomé = circuncisión, el término ektomé = corte, excisión, castración,, eliminación por corte.

10. La otra es la necesidad que tiene el hombre de conocerse a sí mismo y de extirpar de su alma la grave enfermedad del orgullo. Porque no faltan quienes se glo rian de su poder de producir, cual experimentados escultores,, al ser humano, la más excelente de las creaturas vivientes, e hin chados de jactancia, se proclaman dioses, desconociendo a la verdadera Causa de la generación, que es Dios; no obstante que entre sus propios familiares podrían hallar la refutación de su engaño.

11. Entre éstos, en efecto, hay muchos varones infecundos y muchas mujeres estériles, cuyas uniones son im productivas y que envejecen sin hijos. Hay, pues, que extirpar de la inteligencia esa opinión perversa y las otras que encierran deslealtad hacia Dios.

12. Y basta acerca de este tema. Debemos retornar ya a las leyes particulares, y en primer

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lugar a aquellas por las que corresponde comenzar, es decir, las que se refieren al poder no-compartido de Dios.

13. III. Algunos han supuesto que el sol, la luna y los demás astros son dioses soberanos, y les han atribuido las causas de todos los acontecimientos. Moisés, en cambio, entendió que el universo es algo creado, y que, a la manera de un gigantesco estado, tiene magistrados y súbditos; como magistrados a todos los astros errantes y fijos que hay en el cielo, y como súbditos a los seres que existen bajo la luna, en el aire y alrededor de la tierra.

14. Sin embargo, comprendió que dichos magistra dos carecen de poderes propios, no siendo sino subalternos del único Padre del universo; y que, si gobiernan rectamente, con forme con la justicia y la ley, a cada una de las cosas creadas, es porque imitan el gobierno de Aquél. En cambio, los que no ven al cochero en lo alto del carro atribuyen la causa de cuanto sucede en el universo a los animales uncidos, como si éstos obra ran por sí mismos.

15. El sacratísimo legislador trueca tal ignorancia en sabiduría con estas palabras: "Cuando vieres el sol y la luna y las estrellas y todo el orden del cielo, no te extra víes convirtiéndolos en objetos de tu adoración".8 Con todo acierto y propiedad llama extravío al adoptar como dioses a dichas cosas.8 Deut. IV, 19.

16. Es que los que, al ver cómo con los avances y retrocesos del sol se producen las estaciones anuales, dentro de las cuales tiene lugar la generación de los animales, plantas y frutos, que alcanzan su pleno desarrollo en períodos fijos de tiempo; y cómo la luna, cual colaboradora y sucesora 9 del sol, se ocupa por la noche del cuidado y supervisión de cuanto com pete al sol durante el día; y cómo los otros astros operan y actúan de mil maneras para la preservación del universo, con forme con la solidaria vinculación que los liga a las cosas terres tres; los que al ver eso, digo, supusieron que estos astros son los únicos dioses, se han extraviado con un extravío sin límites.9 Es decir, que ocupa su lugar cuando el sol se desaparece.

17. Si se hubieren, en cambio, esforzado por andar por el ca mino en el que no hay extravíos, hubieran conocido al punto que, así como los sentidos son por naturaleza servidores de la inteligencia, de la misma manera todos los seres perceptibles por los sentidos han sido puestos al servicio de Aquel que es aprehensible solo por la inteligencia, y están complacidos de ocupar el segundo lugar.

18. Porque resulta totalmente ridículo el pensar que, mientras la inteligencia que hay en nosotros, tan extremadamente pequeña e invisible, es la soberana de los ór ganos sensibles, en cambio la Inteligencia del universo y que es tan inmensamente grande y perfecta, no sea por naturaleza el rey, invisible, claro está, de los reyes que contemplan nuestros ojos.

19. No ha de pensarse, pues, que todos esos dioses que nuestros sentidos observan en la extensión del cielo tengan po deres absolutos, puesto que les ha correspondido la categoría de jefes subordinados, sujetos naturalmente a correcciones, si bien a causa de su excelencia nunca las experimentarán.

20. Así pues, remontándonos más allá del ámbito de las natu ralezas visibles, vayamos a rendir

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honor a la de Aquel que no tiene figura y es invisible y aprehensible solo por la inteligencia; el cual no solo es Dios de los dioses aprehensibles por la inteli gencia y por los sentidos, sino también el hacedor del universo. Y si alguno rinde el culto debido al Eterno y Creador a un ser creado y posterior a Él en el tiempo, quede registrado como loco y convicto de la máxima impiedad.

21. IV.10 Hay algunos que entregan oro y plata a los esculto res como si éstos fuesen capaces de fabricar dioses. Y aquéllos, tomando la materia prima y empleando modelos mortales, lo que es absurdo por demás, modelan dioses según los conciben ellos; y, habiendo construido templos y erigido altares, celebran sacrificios, procesiones y otros ritos y ceremonias con todo cui dado y esmero, revistiendo los sacerdotes y sacerdotisas de la mayor solemnidad posible estas vanas demostraciones.10 Sin preámbulo alguno pasa Filón a tratar los preceptos englobados en el segundo mandamiento.

22. Es a éstos a quienes previene el Padre del universo cuando dice: "No haréis junto a Mí dioses de plata y oro";11 lo que equivale prácticamente a prescribirles sin rodeos lo siguiente: Ni tam poco convertiréis de ninguna manera en dioses obra alguna fa bricada por vosotros con algún otro material; pues que os está prohibido convertir en tales las hechas con los mejores. La plata y el oro, en efecto, son los de primera categoría entre los materiales. 11 Éx. XX, 23.

23. Pero aparte de la prohibición literal, revélanos, a mi parecer, una enseñanza de suma importancia con relación a la conducta humana, condenando categórica mente a los amantes del dinero, que de todas partes procuran acopiar oro y plata, y atesoran lo obtenido como una imagen Divina en un santuario, convencidos de que la riqueza es el origen del bienestar y de toda felicidad.

24. También entre los carentes de recursos, aquellos que están dominados por esa grave dolencia que es el amor al dinero, como no tienen riquezas propias a las que rendir merecido culto, reverencian llenos de admiración las de sus vecinos, y vienen de madrugada a las casas de los que viven en la abundancia, como si acudieran a los más grandes templos, para hacer sus plegarias y pedir fa vores a sus dueños, como si éstos fueran dioses.

25. A los tales les dice Dios en otro sitio: "No sigáis a los ídolos ni hagáis dioses fundidos";12 enseñándoles a través de símbolos que no corresponde rendir honores Divinos a la riqueza. En efecto, el fundirse es una característica natural de los renombrados mate riales que constituyen la riqueza, es decir, el oro y la plata, tras los que va la mayor parte de la gente pensando que las cosas que proporciona la llamada ciega riqueza son las fuentes únicas o supremas de felicidad.12 Lev. XIX, 4.

26. A estas cosas se refiere cuando dice "ídolos", porque aseméjanse a sombras y fantasmas sin nada fuerte o firme en que apoyarse, y a modo de un viento incesante muévense sujetas a toda clase de cambios y alteraciones. Tene mos una clara prueba de esto. A veces vuelan de improviso hacia quienes no las poseyeron antes; y luego, cuando éstos creen que las tienen firmemente aseguradas, se escapan nuevamente. Y por cierto que cuando están presentes aparecen como las imágenes 13 la vistas a través de un espejo, que engañan y seducen a los

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sentidos, y parecen tener existencia real aunque carecen de sustancia.13 En griego éidola = (dolos, lo que permite a Filón jugar con ambas acepciones.

27. ¿Y qué necesidad tenemos de probar que la riqueza o vanidad humana, pintada con vivos colores por las vanas opiniones, es inestable? Sabemos, en efecto, que hay quie nes 14 afirman que también todos los demás 15 seres animados y las plantas, que nacen y mueren, fluyen constante e incesantemente, aunque la percepción de ese fluir escapa a nuestra visión por cuanto la rapidez de su curso aventaja siempre al empeño de nuestra vista por captarlo con precisión. 1614 Heráclito y sus seguidores; aunque éstos lo afirman de todas las cosas, no sólo de los animales y vegetales.15 Al decir "los demás seres animados" olvida que no ha mencionado al hombre como ente inestable o perecedero sino la riqueza y la vanidad del hombre.16 El argumento es el siguiente: si no faltan quienes afirman que fluyen y se van todos los seres animados y vegetales, no obstante que no lo adver timos a través del testimonio de los sentidos, ¿cómo dudar que sean inesta bles cosas cuya fragilidad y fugacidad son tan patentes como la riqueza y la fama de los hombres?

28. V. Pero no solo la riqueza, la gloria y las cosas semejantes a éstas son imágenes 17 y sombras sin sustancia; también lo son todos aquellos seres que han forjado los inventores de mitos esparciendo el humo de la mentira y erigiendo con sus falsas opiniones un muro contra la verdad, al poner en escena nuevos dioses, como los de las representaciones teatrales,18 con el pro pósito de que el eterno y verdaderamente existente Dios sea relegado al olvido. Y para hacerla seductora, han presentado su mentira bajo la forma de melodías, ritmos y metros, seguros de encantar fácilmente a los lectores y oyentes. 17 O ídolos. Ver la nota 13.18 Referencia al "deus ex machina", que en determinadas tragedias apa recía de improviso sobre una plataforma para desenmarañar el hilo dema siado complicado del asunto en escena. En realidad el símil no es muy feliz para el caso.

29. Y más aún; también han echado mano a la escultura y a la pintura para que colaboren en el engaño mediante representaciones hábil mente forjadas con colores, formas y cualidades; y cautivando a los sentidos rectores, es decir, la vista y el oído, a la una me diante bellas formas sin vida; al otro mediante el encantador sonido de la poesía, y la música, apoderarse del alma tras ha berla tornado vacilante e insegura.

30. Por eso, sabiendo que la vanidad ha alcanzado gran poder y ha sido bien acogida por !a mayor parte del género humano, y no a la fuerza sino por libre decisión; y para evitar que también los devotos de la piedad incorruptible y verdadera fuesen arrebatados como por un to rrente, el legislador estampó en las mentes, como con un sello, profundos caracteres de santidad a fin de que no se borraran alguna vez confundidos y desgastados con el transcurrir del tiempo; y les repite constantemente unas veces que Dios es único y es el Autor y Creador de todas las cosas; otras que es el Señor de los seres creados, puesto que Su naturaleza es la única que contiene la estabilidad, la fijeza y la soberanía verdaderamen te.

31. Está registrado también que 'los que se han colocado junto al Dios realmente existente viven todos".19 ¿Y no consiste, acaso, la vida tres veces feliz y tres veces bienaventurada en

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eso precisamente: en entregarse con amor al servicio de la Causa que precede a todas las causas, y en rechazar el pensamiento de servir a los criados y porteros en lugar de servirlo a Él? Tal vida está registrada en las estelas de la naturaleza como in mortal y perdurable, y tales registros durarán junto con el mun do por toda la eternidad.19 Deut. IV, 4.

32. VI. Indudablemente el Padre y Soberano de todas las co sas es difícil de escudriñar y comprender, pero no por eso se debe desistir de indagar respecto de Él. En estas indagaciones acerca de Dios las cuestiones fundamentales que la inteligencia del genuino filósofo considera son éstas: una, a causa de los que cultivan el ateísmo, la más grande de las maldades, si existe la Divinidad; la otra, en qué consiste la esencia de la Divinidad. Lo primero no cuesta mucho trabajo ver; mas lo segundo no solo es difícil sino tal vez imposible. Con todo, debemos examinar una y otra cuestión.

33. Pues bien, está en la naturaleza de lo qué alguien produce el poner siempre de manifiesto de algún modo la existencia de un autor. ¿Quién, en efecto, al contem plar estatuas o pinturas no piensa al punto en un escultor o pin tor? ¿Quién, viendo vestidos, naves o casas, no se ha representado mentalmente un tejedor, un fabricante de naves y un cons tructor de casas? Y cuando uno entra en un estado bien orga nizado, en el que están perfectamente administradas las exigen cias de la vida de los ciudadanos, ¿qué otra cosa supondrá sino que ese estado se encuentra gobernado por buenos magistra dos?

34. Y consecuentemente, aquel que llega al verdadera mente grande estado que es este mundo, y contempla las colinas y llanuras repletas de animales y plantas, el curso de los ríos que brotan de fuentes y el de los alimentados por lluvias inver nales, los desbordes de los mares, las agradables temperaturas del aire y los cambios de las estaciones anuales; y además el sol y la luna, soberanos del día y de la noche, y las rotaciones y rítmicos movimientos de los otros planetas y estrellas fijas y del cielo todo, ¿no es natural, o más bien forzoso, que adquiera el conocimiento del Hacedor y Padre y también Soberano?

35. Ninguna obra producto de la habilidad y el ingenio se ha fabricado a sí misma; y este mundo es la más excelente obra de arte y sabiduría, de lo que se deduce que ha sido hecho por alguien de inmensa sabiduría y absoluta perfección. De esta manera hemos adquirido el conocimiento de la existencia de Dios.

36. VII En cuanto a Su esencia, aunque resulta difícil de al canzar y aprehender, debe ser, sin embargo, investigada en la medida de lo posible, pues nada hay mejor que procurar conocer al verdadero Dios, aunque Su descubrimiento escape a las fuer zas humanas; que el firme deseo de aprender produce por sí mismo indecibles placeres y alegrías.

37. Testigos de ello son aquellos que no han gustado de la filosofía solo con el borde de los labios, sino se han regalado abundantemente con sus razones y conclusiones. La razón de éstos, elevándose desde la tierra hacia las alturas, avanza por las etéreas regiones y acompaña en sus revoluciones al sol y a la luna y al cielo todo; y allí, mientras la domina el anhelo de contemplarlo todo, sufre el obnubilamiento de sus poderes visuales, pues expándese un resplandor tan puro e intenso que los ojos del alma quedan encandilados por sus fulgores.

38. Mas no por eso desiste presa del desaliento; antes bien, con ánimo indoblegable intenta la

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contemplación hasta donde resulta posible, como el atleta que aspira a los segundos trofeos cuando el primero se le ha escapado de las manos. Y los segundos trofeos con respecto a la verdadera visión son la conjetura, la suposición y cuanto entra en la categoría de lo razonable y probable.

39. Así pues, del mismo modo que, aunque no sabemos ni podemos determinar claramente cuál es la esencia de cada una de las estrellas en toda su pureza, con todo proseguimos empeñosamente la inda gación, deleitándonos con argumentaciones verosímiles a causa de nuestra natural inclinación a aprender;

[40.] aunque esta mos privados de la clara visión de cómo es Dios realmente, no debemos abandonar la indagación sobre Él, ya que esa indaga ción, aunque no la corone el descubrimiento, es en extremo ape tecible por sí misma. Nadie culpa a los ojos del cuerpo por el hecho de que, al no poder contemplar directamente al sol mismo, observen el flujo de los rayos que llegan a la tierra, que no son sino la última claridad de los rayos solares.

41. VIII. Tales consideraciones tenía presentes Moisés, el sa grado intérprete amadísimo de Dios, cuando rogó a Éste diciéndole: "Manifiéstate a mí"; que fue como si, poseído de inspira ción, proclamase concretamente lo siguiente: 'Este mundo ha llegado a ser el maestro que me ha llevado al conocimiento de Tu existencia y subsistencia; como hijo me ha dado noticia de su Padre, y como obra, testimonio de su Artífice. Mas, deseando yo ardientemente averiguar cuál es Tu esencia, no encuentro en parte alguna del universo quién me lleve a este conocimien to.

42. Por eso Te ruego implorante que aceptes la plegaria de un hombre que Te suplica y ama y no tiene otra pretensión que servirte; porque, así como la luz no se nos muestra por medio de otra cosa, sino ella misma es la fuente del conocimiento sobre ella misma, también solo Tú mismo podrás hablarme acerca de Ti mismo. Por lo tanto, no dudo alcanzar el perdón por haberme atrevido, falto de maestro, a recurrir a Ti en mi afán de instruirme acerca de Ti'.

43. Y Dios le dice: "Apruebo tu deseo, que es digno de ala banza, mas lo que pides no puede amoldarse a ninguno de los seres creados, y Yo concedo solo lo que es adecuado para el que ha de recibir; que no todo lo que a Mí me es fácil otorgar puede ser recibido por el hombre. Por eso todos los dones que otorgo al que es digno de mercedes son aquellos que él es capaz de recibir.

44. Comprenderme a Mí es cosa que no pueden alcanzar no solo la naturaleza humana sino tampoco el cielo todo ni el mundo. Conócete, pues, a ti mismo, y no te dejes llevar por impulsos y deseos que están más allá de tus fuerzas; ni te levante y lleve por los aires el amor de lo inalcanzable; que de cuanto está a tu alcance no te será denegada cosa alguna".

45. Habiendo oído estas cosas, pasó Moisés a una segunda petición y dijo: "Me inclino ante Tus advertencias de que nunca hubiera podido recibir la clara visión de Tu imagen; pero Te ruego que me sea dado contemplar al menos la gloria que Te rodea. Y entiendo que Tu gloria la constituyen las potencias que Te escoltan. La comprensión de las mismas, que hasta ahora se me ha escapado engendra en mí un gran deseo de conocerlas".

46. A su vez Dios le habló así: "Las potencias que buscas conocer son totalmente invisibles y

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aprehensibles solo por la inteligencia, como Yo, el ser invisible y aprehensible solo men talmente, a quien pertenecen. Y cuando digo aprehensibles por la inteligencia no lo digo porque ya las haya aprehendido al guien, sino porque, si ellas pudiesen ser aprehendidas, lo serían no por los sentidos sino por una inteligencia purísima.

47. Pe ro, si bien su esencia os es inaprehensible por naturaleza, con todo ponen de manifiesto algo así como una impresión e ima gen de su propia actividad. Como entre vosotros los sellos, que, cuando son puestos en contacto con la cera o con alguna sus tancia semejante, estampan en ellas un número inmenso de im presiones, en tanto que ellos permanecen tal cual eran, sin sufrir menoscabo en parte alguna, así han de concebirse las potencias que Me acompañan: suministrando cualidades a las cosas sin ellas, y formas a las amorfas, sin cambiar ni disminuir en nada su propia naturaleza eterna.

48. Algunos entre vosotros las lla man, y no sin acierto, formas ejemplares, atentos a que dan forma individual a cada uno de los seres, ordenan lo desorde nado, limitan lo ilimitado, definen lo indefinido, proporcionan figura a lo que carece de ella, y, en general, cambian lo peor en lo mejor.

49. No esperes, pues, poder comprender jamás la esencia Mía ni la de ninguna de Mis potencias. De las cosas a tu alcance, en cambio, estoy pronto y dispuesto, como te he dicho, a hacerte partícipe. Me refiero a hacerte participar de la contemplación del mundo y de todo cuanto en él existe; cosa que ha de alcanzarse no por los ojos del cuerpo sino mediante los siempre despiertos ojos de la inteligencia.

50. La única condición es que sea constante y profundo el anhelo de sabi duría, la que llena a sus asiduos discípulos de gloriosas y her mosísimas verdades". Habiendo oído esto, no cesó Moisés en su deseo; antes bien, ardía en él el ansia por las cosas invisibles.

51. IX. La aprobación Divina se extiende también a todos los que participan de esos mismos sentimientos; tanto a los que han sido así desde el principio, como a los que, mediante el tránsito a un orden superior, han llegado a ser mejores; a los primeros porque no han sido infieles a la nobleza de su nacimiento; a los segundos porque tomaron la decisión de encaminarse hacia la piedad. A éstos los llama Moisés prosélitos 20 porque están ya radicados en la ciudad nueva y amante de Dios. Se trata de los que han despreciado los fingidos mitos y se han pasado a la pura verdad.20 Prosélytos = recién llegado o extranjero recién radicado, es el nombre correspondiente al resultativo verbal proselelythénai = estar ya radicado. Lev. XIX, 33 y 34 y Deut. X, 18 y 19.

52. Y así, brindando iguales honores a todos los recién llegados, y agraciándolos a la par de los nativos, exhorta a los de noble nacimiento a honrarlos no solo con mues tras de respeto sino también con una especial amistad y una extraordinaria buena voluntad. 21 Y no sin razón. "Ellos", dice, "han abandonado su patria, sus amigos y sus parientes en aras de la virtud y de la santidad; que no se vean privados de otras ciudades y de otros familiares y amigos, y que siempre haya lugares de refugio preparados para los que han desertado hacia el bando de la piedad; que el honrar al único Dios es el más eficaz medio de alcanzar amor y el indisoluble lazo de la bene volencia que estrecha vínculos".21 Lev. XIX, 34.

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53. Sin embargo, les prescribe que, no porque les conceda la igualdad de derechos y obligaciones en premio por haber aban donado las vanas fantasías de sus padres y antepasados, se den a hablar sin control y maldigan con lengua desenfrenada a los que otros reconocen como dioses; 22 pues, a su vez, éstos podrían sentirse incitados a proferir impiedades contra Aquel que real mente es. Porque, ignorantes de la diferencia, ya que desde niños han aprendido como verdad la mentira y se han nutrido con ésta, cometerán esa iniquidad.22 Éx. XXII, 28.

54. Si, en cambio, miembros de nuestra nación descuidan el honor debido al Único, deben ser castigados con las mayores penas, puesto que han abandonado el más importante deber de piedad y religiosidad, han preferido las tinieblas a la luz más brillante, y han enceguecido su inteligencia, que poseía una aguda visión.

55. Bien está, además, que a todos los que sienten celo por la virtud les haya sido permitido infligir castigos por su mano y de inmediato, sin recurrir a tribunal ni a consejo ni en general a magistrado alguno; y emplear el sentimiento de odio al mal y amor a Dios que los anima para castigar sin misericordia a los impíos, convencidos de que la ocasión los ha convertido en todo eso: consejeros, jueces, alguaciles, miembros de asamblea, acu sadores, testigos, leyes y pueblo, para que sin ningún impedi mento ni temor luchen con grandes garantías en defensa de la santidad. 2323 Deut. XIII, 12 y ss. y XVII, 6 y ss.

56. X. En las leyes 24 se recuerda el caso de uno que se atrevió a obrar con este admirable coraje. Como había observado que algunos se unían con mujeres extranjeras, y que a causa de los atractivos de ellas renegaban de las costumbres ancestrales y se entregaban a ritos propios de religiones falsas; y que uno en particular era el principal cabecilla de esta violación de la ley, y tenía la audacia de exhibir en público su impía conducta, ofreciendo abiertamente sacrificios ilegítimos a estatuas de pie dra y madera en presencia de toda la multitud; él, lleno de santo frenesí, y apartando a los que de un lado y otro se habían reunido ante el espectáculo aquel; sin temor ninguno lo mató juntamente con la mujer; a él por haber aprendido lo que le hubiera sido provechoso ignorar, y a ella por haberse convertido en maestra de iniquidades.24 Núm. XXV. Ver Vida de Moisés I, 301 y ss.

57. Este acto, ejecutado de im proviso en el calor de la excitación, fue una advertencia para muchísimos que se aprestaban a hacer otro tanto; y Dios, apro bando su noble conducta, fruto de un celo que no aguarda ór denes y obra por propia iniciativa, lo coronó con dos galardones: la paz y el sacerdocio. Con la paz, por considerar que quien habíase lanzado a la lucha en defensa del honor debido a Dios era digno de alcanzar una vida sin luchas; y con el sacerdocio; porque el premio más apropiado para un hombre piadoso es el sacerdocio, ya que el sacerdocio está consagrado al servicio del Padre, y ser siervo de Él es mejor no solo que la libertad sino también que la realeza.

58. Algunos hay, sin embargo, que están dominados por una locura tan extravagante que no les queda vía alguna expedita para el arrepentimiento, y se avienen a ser esclavos de las cosas fabricadas por el hombre, recono ciendo tal esclavitud no con fórmulas registradas en pergaminos, sino, a usanza de los esclavos, mediante el punzado de sus mismos cuerpos con un hierro candente para que las marcas per manezcan indelebles; como que ni el correr del tiempo puede borrarlas.25

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25 Lev. XIX, 28.

59. XI. La misma norma 26 mantuvo permanentemente para todos los otros casos sin excepción el santísimo Moisés, como amante y maestro que era de la virtud, la que anhelaba grabar y estampar en todos sus discípulos desterrando lejos de sus inteligencias las falsas opiniones.26 No se refiere a la norma de la ejecución con o sin juicio previo, ya que no se aplica ésta, según Filón, en el caso de la adivinación, sino el destierro o exclusión de la comunidad, pese a que en Lev. XX, 27 se esta blece claramente la pena capital para el caso. La "norma" a que se refiere aquí Filón es, al parecer, la mas general de no transigir con la impiedad, obrando con toda severidad contra ella a través de las distintas vías de castigo.

60. Y así, sabiendo que el arte de la adivinación contribuye en no pequeña medida a pre cipitar la errante vida de la multitud por senderos intransitables, no permitió que se practicase ninguna de sus formas, a la par que expulsó de su propia comunidad a todos los serviles adeptos de dicho arte: arúspices, purificadores, adivinos, intérpretes de prodigios, encantadores y cuantos se toman en serio presagios basados en voces y sonidos.

61. Es que todos estos no hacen sino conjeturar acerca de lo verosímil y probable, y de los mis mos fenómenos extraen ora unas conclusiones ora otras, a causa de que ni los fundamentos de éstas son de naturaleza estable ni sus inteligencias han adquirido un riguroso criterio para la veri ficación de lo genuino.

62. Y todo ello constituye una vía que lleva a la impiedad. ¿Por qué? Pues porque aquel que se interesa en tales cosas y pone en ellas su confianza aparta su espíritu de la Causa de todas las cosas, convencido de que solo aquellas son el origen de los bienes y de los males, y no se da cuenta de que hace depender los problemas de su vida de cosas inseguras, tales como pájaros y demás seres alados y el vuelo de ellos de aquí para allá en el aire, y serpeantes reptiles, que se arrastran fuera de sus agujeros en busca de alimentos; y también entrañas, sangre y cadáveres, que privados de la vida, al punto se desploman y descomponen, y se transforman trocando sus na turales propiedades por otras de inferior calidad.

63. Moisés exige que quien estuviere registrado como miembro de la comu nidad regida por sus leyes sea perfecto, y no en aquellas cosas en que es versada la mayoría de la gente, es decir, adivina ciones, conjuros y conjeturas verosímiles, sino en las que á Dios se refieren, las que nada dudoso o ambiguo encierran, sino la indubitable y desnuda verdad.

64. Pero, puesto que está arraigado en todos los hombres el deseo de conocer las cosas futuras; y, movidos por este deseo, se entregan a las prácticas de los arúspices y a las otras formas de adivinación, en la creencia de que mediante ellas habrán de hallar una visión clara; cuando en realidad rebosan de inmensa incertidumbre y se refutan ellas mismas permanentemente; Moi sés, a la vez que les prohíbe terminantemente el seguirlas, les dice que, si se mantienen firmes en la piedad, no se verán pri vados del conocimiento de las cosas futuras.27 27 Deut. XVIII, 15 a 18.

65. Un profeta inspirado por Dios aparecerá de pronto y revelará proféticos oráculos. Nada de lo que dijere será pensamiento propio, ya que quien se halla realmente poseído e inspirado por

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Dios no puede comprender mientras habla. Todo cuanto se oye es como un eco que se trasmite a través de él dictado por Otro. Los profe tas, en efecto, son intérpretes de Dios, quien hace uso de los órganos de ellos para dar a conocer lo que desea. Habiendo el legislador expuesto estas nociones y las relaciones con ellas res pecto del conocimiento del único y verdadero Dios, a continua ción indica la manera como es preciso rendirle los homenajes.

66. XII. El más elevado y el verdadero templo de Dios es, a no dudarlo, el universo todo, el que tiene como santuario la parte más santa de todo cuanto existe, vale decir, el cielo; como ornamentos, los astros; y como sacerdotes, los ángeles, servido res de Sus potencias, los que son incorpóreas almas, no mezclas de naturaleza racional e irracional, como sucede que son las nuestras, sino inteligencias solamente en todo su ser, entendi mientos puros a semejanza de la unidad.28 28 Ver Vida de Moisés II, 288.

67. Pero existe otro templo, fabricado por las manos del hombre.29 Preciso es, en efecto, que ningún impedimento se oponga a los impulsos de los hombres que pagan los tributos propios de la piedad religiosa y quieren mediante sacrificios ora agradecer por los beneficios alcanzados, ora suplicar indulgencia y perdón por las faltas co metidas. Pero Moisés previno desde el principio que no se edi ficaran muchos templos, ni en muchos lugares ni en un mismo lugar, pues consideraba que, dado que Dios es uno solo, tam bién el templo debe ser uno solo.29 El de Jerusalén, único templo reconocido y permitido en la religión mosaica.

68. Además no permitió que cumplieran los sagrados ritos en sus moradas particulares quienes así lo desearen; 30 y dispuso, en cambio, que partiendo de los confines de la tierra acudieran a este templo; con lo que al mismo tiempo ponía a prueba de manera harto severa las dis posiciones espirituales de cada uno. Porque, si alguien no está dispuesto con sincera religiosidad a realizar los sacrificios, no soportará jamás el ausentarse al extranjero dejando su país, sus amigos y sus parientes; pero es natural que, si obra movido por un impulso suficientemente poderoso hacia la piedad, soporte alejarse de los seres más allegados y queridos, que forman, po dríamos decir, un todo indisoluble con él.30 Contra lo que sucedía comúnmente en muchas religiones paganas, en las que existía el altar doméstico para el culto de los antepasados.

69. Y la más clara prueba de ello es lo que sucede en la práctica. Incontables per sonas procedentes de las innumerables ciudades que existen; unas por tierra, otras por mar, desde Oriente, Occidente, el norte y el sud, acuden con ocasión de cada festividad al tem plo, como hacia un común puerto y seguro refugio para los muchos trabajos e inquietudes de la vida. Allí procuran hallar la calma y aliviarse de las preocupaciones que desde temprana edad los agobian y oprimen, gozando durante cierto tiempo de regocijantes expansiones.

70. Y rebosantes, así, de nobles es peranzas consagran un tiempo libre al más necesario de los descansos practicando actos piadosos y rindiendo homenaje a Dios. Al mismo tiempo entablan amistad con los hasta entonces desconocidos para ellos, y comparten sus sentimientos con oca sión de los sacrificios y libaciones, para dar el más firme testimonio de su común pensamiento.

71. XIII. El muro más externo de este templo 31 es enorme en extensión y anchura, y está reforzado por cuatro pórticos adornados de manera suntuosa. Cada uno de ellos es doble, y

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constituye una obra de perfección suma, en cuya construcción se emplearon maderas y piedras como materiales, y recursos inagotables, amén de la experiencia de los operarios y la super visión de los capataces. Los muros interiores son menores y su construcción es de líneas más severas.31 La descripción que sigue corresponde al templo existente en la época de Filón, es decir, el restaurado y ampliado en 18 a. C. por Herodes el Grande sobre las ruinas del construido por Zorobabel poco después del retorno de Babilonia en el siglo VI a. C.

72. En la parte más central se halla el santuario mismo, superior a toda ponderación, según es posible comprobarlo por su aspecto exterior. Porque las partes internas son invisibles para toda persona, sea quien fuere, excepto para el sumo sacerdote; 32 y la verdad es que ni siquiera éste, aun cuando le está encomendado penetrar allí una vez al año, alcanza a ver nada. Como lleva consigo un brasero lleno de carbón y de esencias aromáticas, 33 y es mucho el vapor que, como es natural, se eleva envolviendo todo lo que hay en derredor, la visión se oscurece y se halla impedida e impotente para penetrar hasta cierta distancia.32 En realidad esto reza sólo con el sancta santorum o parte interior tras el velo, pues en el resto del recinto del santuario tenían derecho a penetrar los demás sacerdotes también, como lo reconoce Filón en los parágrafos 274 y 296, ateniéndose a Lev. XVI, 34. La distinción aparece confirmada en la Epístola a los Hebreos IX, 7. Ver Sobre la ebriedad 136 y Sobre los gigan tes 52.33 Lev. XVI, 12 y 13.

73. Siendo, como es, un templo inmenso y altísimo, no resulta inferior su mole a ninguna de las más altas montañas a pesar de estar ubi cado en un lugar bastante bajo; y así, la excepcional grandeza de la edificación atrae todas las miradas y es objeto de admira ción para los que lo contemplan, en especial para los extranje ros que lo visitan, los que, al compararlo con la arquitectura de sus propios edificios públicos, se quedan pasmados ante su her mosura y su magnificencia a la vez.

74. Por disposición de la ley no hay dentro del muro de cir cunvalación arboleda alguna. 34 Las razones son muchas. En pri mer lugar, porque un templo de verdad no busca proporcionar placer y regocijo fácil, sino austero sentimiento de piedad; en segundo lugar, porque no es lícito introducir en el recinto los abonos con que se estimula el verdor de los árboles, vale decir, excrementos de seres humanos y de animales irracionales; en tercer lugar, porque los vegetales de naturaleza salvaje no repor tan ninguna utilidad, siendo, como dicen los poetas, "carga de la tierra", 35 en tanto que los cultivados, que producen frutos también cultivados, apartarían la atención de los poco sensatos de la solemnidad propia de los sagrados ritos.34 Deut. XVI, 21.35 Odisea XX, 379 y Platón, Teeteto I, 176 d.

75. Además, los lugares de tupida vegetación y las forestas espesas son moradas de malhechores, los que aprovechan la seguridad que les brinda la penumbra y traman ataques repentinos desde sus lugares de acecho contra quienes se proponen. En cambio, los lugares am plios, los dilatados, los ilimitados en todas direcciones, como nada obstaculiza las miradas, son los más apropiados para un templo por cuanto permiten una detallada contemplación a los que penetran y permanecen en él.

76. XIV. El templo recibe numerosas contribuciones proce dentes no solo de las distintas

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zonas del país, sino también,- y mucho mayores, de otros países, las que el tiempo no agotará jamás. En efecto, en tanto el género humano perdurare, y per durará eternamente, también los ingresos del templo se man tendrán, compartiendo la eternidad del universo entero.

77. La razón es que existe, una prescripción en el sentido de que toda persona de más de veinte años contribuya anualmente con las primicias de los productos. 36 Estas contribuciones son llamadas "rescates", razón por la cual las primicias se aportan con suma diligencia, con alegría y regocijo de los donantes, convencidos de que con tal entrega habrán de alcanzar o a liberarse de la esclavitud o a sanar de enfermedades, y de que recogerán como fruto la más segura libertad y una completa preservación a la vez. 36 Éx. XXX, 12 a 16.

78. Siendo nuestra nación numerosísima, ocurre, como es lógico, que también son sumamente abundantes las primicias. Por cierto que en casi todas las ciudades existen locales para depositar los sagrados bienes, y a ellos es norma acudir para entregar las ofrendas. En determinadas fechas son elegidos en cargados del transporte de los sagrados tributos, escogiéndoselos entre las personas mejores y de más alta reputación de cada ciudad, para que transporten sanas y salvas las esperanzas de cada uno; pues en esas primicias proscriptas por la ley descan san las esperanzas de los hombres piadosos.

79. XV. Nuestra nación comprende doce tribus, pero entre ellas una ha sido escogida, en virtud de sus especiales méritos, para que ejerza el sacerdocio. Este galardón lo alcanzó por su nobleza y amor a Dios en una ocasión 37 en que la multitud delinquió abiertamente siguiendo los insensatos designios de algunos, que la persuadieron para que emulase la egipcia de mencia y la necedad propia de ese..país, forjadora de mitos rela tivos a animales irracionales y en especial a toros. Los de esta tribu, sin que nadie se lo ordenase, dieron muerte a todos los cabecillas del desatino en edad madura, y al librar esta lucha en defensa de la religión, llevaron a cabo una obra santa a todas luces.37 Ver Vida de Moisés II, 160 y Sobre ¡as leyes particulares III, 125 y 126.

80. XVI. Las leyes relativas a-los sacerdotes son, éstas. Está prescripto que el sacerdote debe ser completo, entero totalmen te, no debiendo haber deformación alguna en su, cuerpo, 38 ni por mengua debida a la pérdida o mutilación de alguna parte, ni por exceso, así se tratare de un incremento anormal congénito como de uno desarrollado con posterioridad al nacimiento a causa de una enfermedad. La piel no debe haberse transfor mado contrayendo lepra ni herpes malignas ni verrugas ni otros brotes eruptivos. Todas estas condiciones son, a mi juicio, símbolos de la perfección del alma. 81. En efecto,.si es pre ciso que el cuerpo del sacerdote, mortal por naturaleza al fin y al cabo, sea examinado para comprobar que no sufre menoscabo alguno, con mucha más razón ha de serlo el alma, que es inmor tal, y de la que se nos dice que está forjada de conformidad con la imagen del Que Es. 39 Y la imagen de Dios es el logos,. por intermedio del cual fue construido el universo entero. 4038 Lev. XXI, 11 a 21 y XXII, 4.39 Gen. I, 27.40 Ver Sobre la creación del mundo, 20 a 25.

82. Después de disponer lo concerniente a su legítima descen dencia de nobles antepasados y la integridad en los cuerpos y en las almas, la ley establece lo relativo al vestido que debe llevar el sacerdote cuando se dispone a oficiar en las sagradas ceremonias. 41

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41 Éx. XXVIII, 40 a 43.

83. Este vestido consiste en una túnica de lino y en unos cortos calzones; estos últimos, para cubrir las partes pudendas, las que no es lícito queden al descubierto ante el altar; en tanto que la túnica es para procurarle desenvoltura en sus funciones. Sin otras prendas que éstas, es decir, con solo túnicas cortas, los sacerdotes están ataviados de modo de mo verse con inigualada rapidez cuando conducen las víctimas, las ofrendas votivas, los libatorios y todas las. otras cosas necesarias para los sacrificios.

84. Al sumo sacerdote le está prescripto vestir un atuendo similar 42 cada vez que penetra en el santuario vedado a los demás para ofrecer incienso. La razón es que el lino no procede de ninguno de los seres destinados a morir, como procede la lana. 43 Además le está mandado llevar puesto también otro, cuya confección es en extremo variada, al punto de que parece ser una reproducción y representación del mun do. 44 42 Lev. XVI, 4.43 Según la escala estoica de los seres, los zóoan = seres vivientes, ini ciaron la serie de los seres vivos, de la que quedan excluidos los phytá — vegetales. De allí que Filón les niegue la condición de mortales, como en este caso a la planta del lino.44 Las descripciones de los parágrafos 85 a 94 se apoyan en Éx. XXVIII. Ver Vida de Moisés II, 109 a 135.

85. Clara prueba de ello es la disposición de sus ele mentos. En primer lugar, es un vestido circular, violeta oscuro en todas sus partes, una túnica que baja hasta los pies; símbolo del aire, puesto que el aire es por naturaleza negro, y en cierto modo llega hasta los pies pues se extiende desde lo alto de la región sublunar hasta las más profundas cavidades de la tierra.

86. En segundo lugar, sobre la túnica va una pieza de tejido con forma de coraza, símbolo del cielo. En efecto, sobre la parte correspondiente a los hombros hay dos piedras esme raldas, sustancia de inmenso valor, una a cada lado, ambas cir culares; las que simbolizan los hemisferios, uno de los cuales se extiende sobre la tierra y el otro debajo de ella.

87. En tercer lugar, sobre el pecho hay doce piedras preciosas de diferentes colores, ordenadas en cuatro grupos de tres cada uno, así dis puestas de acuerdo con el modelo del zodíaco, pues éste consta de doce signos y divide las cuatro estaciones del año asignando tres meses a cada una.

88. Esta parte del vestido es llamada en su totalidad lugar del logos, 45 por cuanto todo lo que el cielo contiene está forjado y ordenado conforme a principios y pro porciones racionales, ya que nada irracional existe en absoluto allí. Sobre este lugar del logos van dos piezas tejidas de variados colores, llamadas "clara mostración" una y "verdad" la otra.45 Lugar del logos o de la razón palabra, aunque en el resto del pará grafo insiste Filón en el aspecto racional del logos.

89. Con el nombre de "verdad" da Moisés a entender que de ningún modo es lícito que la falsedad ascienda al cielo, y que, por el contrario, todo cuanto es falso se halla desterrado en la región terrestre, y tiene por sede las almas de los hombres me recedores de reproche; y mediante el de "clara mostración", que las naturalezas celestiales dan a conocer todas las cosas que a nosotros atañen, las que por sí mismas permanecerían ajenas a nuestro

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conocimiento.

[90.] Señal clarísima de ello es que, si no hu biera brillado jamás el sol, ¿cómo hubieran sido percibidas las infinitas cualidades de las cosas corpóreas; cómo las múltiples variedades de los colores y las formas? Los días y las noches, los meses y los años, todo tiempo en suma, ¿quién los pone de manifiesto sino las revoluciones, armoniosas y superiores a toda descripción, de la luna, el sol y los demás astros?

91. ¿Quién, la naturaleza del número sino dichos astros a través de las com binaciones de las porciones del tiempo? ¿Quién abrió y señaló a los navegantes las rutas marinas costeras y en las inmensidades de la alta mar sino las periódicas revoluciones de los astros?

92. Los sabios han observado además y registrado otros innu merables fenómenos; y basados en los cuerpos celestes, han de terminado las señales de las calmas y violencias de los vientos, de la abundancia y escasez de frutos, de los veranos benignos y los extremadamente ardientes, de los inviernos crudos y los semejantes a la primavera, de las sequías y los períodos lluvio sos, de las épocas propicias para la procreación de animales y plantas y las opuestas de esterilidad en ambos órdenes, así como de todas las demás cosas de la misma especie. Es que las seña les de todas estas cosas terrenas están grabadas en el cielo.

93. XVII. Hacia el extremo inferior de la túnica que baja hasta los pies van aplicadas bellotas de oro en forma de granadas, campanillas y guirnaldas de flores. Se trata de símbolos de la tierra y del cielo. De la tierra lo son las guirnaldas de flores, puesto que de ella germinan y florecen todas las flores; y del agua lo son las bellotas de granada, nombre este derivado del término "corriente de agua"; 46 en tanto que las campanillas sim bolizan la armonía, concierto y consonancia de las partes del universo.46 Rhoiskós = bellota pequeña en forma de granada, es un diminutivo derivado de rhoiá = granada, pero Filón lo refiere a rhóia = corriente de un río.

94. También la disposición de las partes del vestido es acertada. El llamado pectoral, réplica del cielo, en el cual van las piedras, se halla en el extremo superior, por cuanto tam bién el cielo se halla en la parte más elevada. La túnica que baja hasta los pies, de color violeta oscuro en toda su extensión, queda debajo del pectoral, porque también el aire, que es negro, tiene asignada la posición inmediata a continuación del cielo; y las guirnaldas de flores y las bellotas de granada ocupan la parte extrema, en razón de que a la tierra y al agua les ha co rrespondido la parte más baja del universo.

95. Esta es la dis posición de las partes de la sagrada vestidura, representación del mundo, obra que llena de admiración a la vista y al pensa miento. Deja a la vista deslumbrada al máximo, como no lo hace prenda alguna tejida por la mano del hombre, a causa de su variedad y magnificencia juntamente; y también pasma en grado sumo a la inteligencia que reflexiona acerca de las partes que la componen.

96. La intención ha sido, en primer lugar, que el sumo sacerdote lleve en torno de su cuerpo y a la vista una representación del universo, a fin de que con la ininterrum pida contemplación de ella logre que su propia vida sea digna de la naturaleza universal; en segundo lugar, que en los sagrados ritos oficie a la par de él el universo todo. Y sumamente con veniente es que aquel que está consagrado al Padre del universo lleve consigo también al hijo, vale decir, al

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universo, para que participe en los servicios en honor de su Creador y Progeni tor.

97. Pero es preciso también que no pasemos por alto una tercera verdad simbolizada en la sagrada vestidura. Los sacer dotes de otros pueblos tienen por norma elevar sus súplicas y llevar a cabo sus sacrificios solamente por sus familiares, amigos y compatriotas; el sumo sacerdote de los hebreos, en cambio, eleva sus súplicas y acciones de gracia no solo por la totalidad del género humano sino también por las partes de la naturaleza: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Como entiende que el mundo es su patria, como en realidad lo es, es su norma atraer sobre ella con plegarias y ruegos el favor del Soberano, suplicándole haga partícipe de Su amable y propicia naturaleza a su creatura.

98. XVIII. Habiendo dicho estas cosas, agrega nuevas pres cripciones mandando que quien se aproxime al altar y toque las ofrendas no beba ni vino ni otra bebida alguna embriagante durante el tiempo en que se prepara para celebrar los sagrados ritos, 47 siendo las más valederas razones de este mandato cuarto: la pereza, el olvido, el sueño y el proceder sin tino.47 Lev. X, 8 a 11. Ver Sobre la ebriedad 130 y 131.

99. La bebida pura, por una parte, relaja las fuerzas del cuerpo, y torna más torpes los movimientos de las piernas haciéndolas más lentas, a la par que provoca un inevitable sueño; y, por otra, enerva los vigores del alma convirtiéndose en causa de olvido y de insensatez conjuntamente. En cambio, con la sobrie dad las partes del cuerpo se aligeran y se mueven con mayor rapidez, los sentidos son más claros y límpidos, y la inteligencia capta con mayor agudeza, hasta el punto de poder prever suce sos y recordar lo visto anteriormente.

100. En general, pues, el consumo de vino ha de ser considerado nocivo en sumo grado en todos los aspectos de la vida, pues resulta oprimida el alma, embotados los sentidos y fatigado el cuerpo, ya que no deja libre a parte alguna de nuestro ser y es un obstáculo para cada una de ellas en aquello para lo que está destinada por natura leza. Pero en los ritos y ceremonias del culto el daño es más grave aún, en la medida en que también es más intolerable la ofensa contra Dios que la que afecta al hombre. De allí que con toda razón se haya prescripto que los oficiantes deben estar sobrios durante los sacrificios "a fin de que disciernan y distin gan lo sagrado de lo profano, lo puro de lo impuro", lo legal de lo ilegal.

101. XIX. Como el sacerdote es primero hombre y solo secun dariamente sacerdote, 48 y debe por fuerza seguir las naturales inclinaciones hacia el matrimonio, el legislador establece que se casará con una virgen pura, cuyos progenitores, abuelos y de más antepasados hayan sido también puros y reputados entre los mejores por su nobleza de vida y de nacimiento. 4948 Primero no en el sentido de importancia u orden, sino en el de que la condición de hombre precede a la de sacerdote por ser genérica o uni versal en la raza humana, en tanto que la sacerdotal está limitada a una especie o parte de los hombres.49 Lev. XXI, 7.

102. Prohíbele, en efecto, acercarse a una mujer ramera y pro fana de cuerpo y alma, ni siquiera en el caso de que hubiere cambiado de conducta y adoptado un modo de vivir decente y casto; ya que su primer género de vida fue contrario a la san tidad. No carecerá, sin embargo, esta tal de plenos derechos en los demás órdenes de cosas, ya que se ha esforzado en purifi carse de sus manchas; que el arrepentimiento de las faltas es merecedor de aprobación. Y no se impedirá a ningún otro to marla por mujer; pero no se ha de unir a un sacerdote, puesto

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que los derechos y deberes del sacerdocio son de una clase es pecial, y la función sacerdotal reclama una irreprochable corres pondencia de procederes desde el nacimiento hasta la muer te.

103. Sería insensato, en efecto, que, mientras a unos les está vedado consagrarse al sacerdocio a causa de las cicatrices producidas en sus cuerpos por heridas; cicatrices que son mar cas de una desgracia, no de corrupción; en cambio las que han vendido la flor de su existencia, no solo por necesidad sino también por libre decisión, como solo arrepentirse tardíamente y no sin dificultad, acto seguido, dejando a sus amantes, se unie ran a sacerdotes, y desde los burdeles pasaran a habitar los sagrados lugares. Por cierto que las cicatrices y marcas de las pasadas faltas perduran, a pesar de todo, en las almas de los que se arrepienten.

104. Con admirable acierto se señala en otro pasaje 50 que "ni la paga de una mujer pública debe lle varse al templo, "no porque ese dinero sea en sí culpable, sino a causa de la que lo ha recibido y de la acción en pago de la cual le ha sido dado. Y menos aún puede admitirse que compartan la vida de sacerdotes mujeres cuyo dinero es sacrílego y de mala ley, aun cuando los metales y los cuños sean legítimos.50 Deut. XXIII, 18.

105. XX. A tal punto son rígidas las disposiciones relativas al matrimonio del sumo sacerdote, que ni siquiera le está permitido tomar como mujer a una ex desposada, 51 bien se trate de una cuya soledad débese a la muerte de su esposo; bien de una que, vivo aún su esposo, se halla separada de él por divorcio. El objeto de esta prohibición es, en primer lugar, que la sagrada simiente penetre en un suelo inviolado y puro, y que los des cendientes no reciban mezcla alguna con otra estirpe. En se gundo lugar, que unidos a almas inocentes en sumo grado pue dan ellos modelar sin dificultad los hábitos y disposiciones de las mismas; que las inteligencias de las vírgenes son fácilmente atraídas y encaminadas hacia la virtud, y están sumamente dis puestas a recibir instrucción. 51 Lev. XXI, 13 y 14.

106 En cambio, aquella que ha tenido experiencia de otro hombre está, por supuesto, menos dispuesta a aprender, como que su alma no conserva el máximo de pureza, cual un trozo de cera alisado para que se destaquen las enseñanzas escritas sobre él, sino aseméjase a uno rugoso a causa de las marcas grabadas sobre él anteriormente, las que se mantienen indelebles y no reciben otros sellos, o si los reciben, los tornan confusos con sus propias irregularidades.

107. To mará, pues, el sumo sacerdote por esposa una casta virgen. Y al decir "virgen", excluyo no solo a aquella mujer con la que ha tenido relaciones otro hombre, sino también a aquella que hubiese sido declarada prometida de otro, aun cuando su cuerpo permaneciere intacto.

108. XXI. Para los sacerdotes comunes las demás prescripcio nes acerca del matrimonio son las mismas que rigen para los investidos con el sumo sacerdocio, pero, en cambio, les está per mitido casarse libremente no solo con mujeres vírgenes sino también con ex desposadas; pero no con todas sino solo con aquellas cuyos esposos estuvieren ya muertos. 52 Es que la ley entiende que deben eliminarse de la vida de los sacerdotes las rivalidades y violencias; y, mientras el primer esposo vive, pueden surgir enfrentamientos con él motivados por la femenina pasión que son los celos; 53 en tanto que, una vez muerto, muer tos están también los motivos de enemistad entre él y el segundo esposo.

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52 Lev. XXI, 7, donde se prohíbe el matrimonio sacerdotal con una divorciada, ele lo que Filón deduce el tácito consentimiento de la ley al matrimonio con una viuda.53 Seguramente no quiere decir aquí Filón, con lo de "femenina", que los celos sean exclusivos de la mujer. Más bien hay que atribuir tal califi cación a su tendencia a asignar esa connotación con carácter peyorativo a todo lo que implique vicio o debilidad.

109. En otras palabras: el legislador ha entendido que es preciso que el sumo sacerdote alcance una mayor santidad y pureza también en la unión matrimonial, lo mismo que en los otros aspectos; y no le permite que tome por esposa sino a mujer doncella. En cambio, con los sacerdotes de jerarquía in ferior a la de aquél fue menos rígido en lo que a sus vínculos con las mujeres se refiere, y les permitió tomar por esposas tam bién a las que hubieren conocido a otros esposos.

110. XXII. A continuación la ley señala cuidadosamente tam bién la ascendencia de las que habrán de casarse; estableciendo que aquella a quien el sumo sacerdote solicite por esposa deberá ser no solo doncella sino además sacerdotisa descendiente de sa cerdotes, 54 a fin de que el novio y la novia sean de la misma estirpe y, en cierto sentido, de la misma sangre, y armoniosa mente unidos, den toda la vida muestras de una solidísima compenetración de caracteres.54 Lev. XXI, 14 y 15.

111. A los demás, en cambio, les está permitido 55 casarse con mujeres que no sean hijas de sacerdotes; en parte porque los medios requeridos para asegurar la pureza de éstos son pocos, y en parte porque la ley no quiso apartar y excluir completamente para siempre de la estirpe sa cerdotal al conjunto de nuestra nación. Por eso no prohibió a los otros sacerdotes contraer matrimonio con mujeres de la na ción no pertenecientes a sus estirpes; uniones éstas que generan un parentesco de segundo grado, ya que los yernos son hijos para los suegros, y los suegros, padres para los yernos.55 Por no haber prohibición expresa al respecto.

112. XXIII. Estas prescripciones acerca del matrimonio y otras semejantes a éstas tienden a fomentar la procreación de hijos; pero como al nacer sigue el morir, el legislador dejó escritas también leyes acerca del proceder de los sacerdotes en los casos de fallecimientos 56 prescribiéndoles que no deben contaminarse por causa de ninguno de los vinculados a ellos por amistad o por parentesco, cualquiera fuere el grado, sino solamente por sus padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas don cellas.56 Lev. XXI, 1 a 3.

113. Pero al sumo sacerdote le vedó participar de toda ceremonia fúnebre; 57 y seguramente con razón. Porque en los servicios religiosos a cargo de los demás sacerdotes, éstos pueden sustituirse recíprocamente oficiando unos en lugar de otros; de modo que, aun cuando algunos estuvieren de luto, ninguna de las ceremonias habituales déjase de cumplir. En cambio, a na die le es permitido tomar a su cargo las funciones del sumo sa cerdote, y por esa razón éste debe estar permanentemente in maculado, sin tener contacto alguno con cadáveres, a fin de que hallándose presto, lleve a cabo las plegarias y sacrificios por la nación en las ocasiones convenientes sin impedimento algu no.57 Lev. XXI, 10 a 12.

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114. Además, puesto que él está consagrado a Dios y ha llegado a ser capitán de la sagrada hueste, corresponde que esté separado de todos los lazos de nacimiento, no sujetándose a las afecciones hacia sus padres, sus hijos o sus hermanos hasta el punto de pasar por alto o posponer alguna de sus obligaciones religiosas, cuyo cumplimiento sin ninguna dilación tiene prio ridad.

115. La ley establece además que no cubra con sus ropas a los íntimos allegados fallecidos; que no se quite de la cabeza la insignia del sacerdocio; y, en general, que no aban done el sagrado recinto con el pretexto de un duelo, a fin de que, estimulado por la reverencia al lugar y a los ornamentos con que recubre su persona, se sobreponga al sentimiento de piedad y se mantenga siempre ajeno al dolor.

116. Quiere, en efecto, la ley que se halle dotado de una condición superior a la puramente humana y se aproxime más estrechamente a la Divina, a una línea divisoria, podríamos decir con toda propie dad, entre ambas, para que por conducto de un mediador los hombres procuren alcanzar la misericordia de Dios; y Dios, por Su parte, emplee sus servicios para extender y proporcionar Sus beneficios a los hombres.

117. XXIV. Establecidas estas reglas, dictó a continuación las leyes acerca de los que reciben una parte de las primicias.58 Si uno de los sacerdotes, dice, hubiere perdido sus ojos o sus manos o sus pies o alguna otra parte del cuerpo, o también si adoleciere de alguna desformidad corporal, absténgase de ofi ciar a causa de las desgracias que le han sobrevenido; pero siga gozando de los comunes privilegios de los sacerdotes puesto que su nobleza de nacimiento permanece inmutable.58 Lev. XXI, 17 y 18.

118. Si, empero, aparecieren sobre alguno de los sacerdotes erupciones de lepra, o también si padeciere de derrames seminales, no to cará la sagrada mesa ni las recompensas asignadas a su estirpe hasta que el derrame cesare y la lepra, evolucionando, llegare a asemejarse al color de la carne sana. 5959 Lev. XXII, 4 a 7.

119. Además, si al gún sacerdote hubiere tocado algún objeto impuro, o bien sí durante la noche, como sucede a menudo, tuviere derrames, no participará de ninguno de los alimentos consagrados; pero, una vez lavado, nada le impedirá hacer uso de ellos al llegar la tarde.

120. Pero el vecino del sacerdote y el sirviente asala riado de éste no deben participar de las primicias. La prohibi ción respecto del vecino obedece al hecho de que los vecinos son constantemente invitados y comensales unos de otros, y es de temer que, abusándose de una extemporánea esplendidez como pretexto para una profanación, se despilfarren los alimen tos consagrados. Porque no se han de dar todas las cosas a to dos, sino aquellas que corresponden a quienes han de recibirlas. De lo contrario, lo más excelente y provechoso que hay en la vida, el orden, será aniquilado por lo más dañoso, la confu sión.

121. Porque, si en los barcos mercantes los marineros ganaran lo mismo que los pilotos; en las grandes trirremes, lo mismo los remeros y marineros que los trierarcos y navarcos 60 en los campamentos, lo mismo los simples jinetes que los hiparcos, 61 los soldados que los oficiales superiores, los jefes de forma ciones pequeñas que los generales; y en las ciudades, lo misma

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los litigantes que los jueces, los consejeros que los presidentes de los consejos, y en general, los simples ciudadanos que los gobernantes; se originarían disturbios y sediciones, y la igualdad de nombre se convertiría en desigualdad en el terreno de los hechos, puesto que pagar lo mismo a quienes no merecen lo mismo es desigualdad, y la desigualdad es fuente de calamida des.60 Jefe de trirreme y almirante de flota, respectivamente.61 Hiparco o jefe de caballería.

122. Por ese motivo los privilegios de los sacerdotes, así como no han de ser extendidos a otras personas, tampoco han de serlo a sus vecinos. De otro modo, por el solo hecho de vivir en la vecindad éstos participarían de cosas que no les están permitidas, ya que el privilegio no es debido a la residencia sino a la estirpe.

123. XXV. Asimismo, tampoco hará ningún sacerdote partícipe de la sagrada prerrogativa a un criado asalariado, ni a título de jornal ni a cambio de algún servicio, pues el criado usará a veces lo recibido para lo que no debe, convirtiendo en espurias las recompensas correspondientes a la nobleza de estirpe y al servicio del santuario.

124. Esta es la causa por la que la ley establece que no debe participar absolutamente de las cosas sagradas ninguno de otra raza, aunque resultare ser de noble estirpe y descendiente de la población primitiva del país, y de intachable ascendencia por la rama paterna y por la materna; a fin de que las prerrogativas no se desvirtúen, y se mantengan firmemente conservadas en posesión de la clase sacerdotal.

125. Es que resultaría absurdo que, mientras los sacrificios, los sagrados ritos y todas las demás ceremonias que se cumplen en el altar están confiados exclusivamente a los sacerdotes, y no a todas las personas; las recompensas por tales servicios vinie ran a ser comunes y para cualesquiera que se presentaren, como si fuera preciso agobiar a los sacerdotes con múltiples tareas fa tigosas y con diarias y nocturnas preocupaciones, y conceder las recompensas a todos, incluidos los que no trabajan.

128. En cambio, el sacerdote podrá dar una parte de los alimentos sólidos y bebidas provenientes de las primicias al esclavo nacido en su morada y al comprado. La razón es, en primer lugar, que el amo es la única fuente de recursos para un esclavo; y los ingre sos del amo son en este caso las sagradas contribuciones, con las cuales corresponde que el esclavo sea mantenido.

127. En segundo lugar, que es preciso que hagamos de buen grado lo que de todos modos habrá de hacerse. Los esclavos, aunque no lo quisiéremos, viven con nosotros y comparten nuestras vidas permanentemente. Ellos preparan las bebidas y las comidas ha bituales y especiales a sus amos, permanecen junto a sus mesas y se llevan los restos. Por lo tanto, aunque no los tomaren abier tamente, no dejarán de echar manos a ellos a escondidas, forza dos por la necesidad a robar; y de ese modo, la transgresión no será una sola; si es que realmente constituye una falta el alimentarse con las viandas de sus amos; sino se habrá dado ocasión a una segunda: el robo, para que, como ladrones, go cen de las comidas consagradas en vez de hacerlo quienes lle van una vida irreprochable; cosa extremadamente absurda.

128. En tercer lugar, es preciso reflexionar lo siguiente: la dig nidad de las primicias no sufrirá

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mengua alguna porque de ellas participen los criados. El temor a sus amos lo impedirá, ya que dicho temor, al no permitirles entregarse a la holgazanería, es suficiente para poner coto a cualquier actitud licenciosa de su parte. 6262 Pues lo hacen a la vista de los amos; lo contrario de lo que ocurriría si hurtasen parte del alimento sagrado.

129. XXVI. Habiendo dictado estas prescripciones, establece a continuación una ley plena de amor al prójimo. 63 Si la hija de un sacerdote, dice, casada con quien no es sacerdote, quedare sola o por haber muerto su esposo o en vida de éste, sin haber tenido hijos, retornará a la mansión paterna y participará de las primicias, de las que participaba también cuando era virgen; pues en cierto modo es ahora virtualmente una virgen, como que carece de esposo e hijos, no teniendo otro refugio que su padre.63 Lev. XXII, 13.

130. Pero si hubiere hijos o hijas, la madre deberá ocu par un lugar junto a ellos, puesto que los hijos, como pertenecen a la mansión paterna llevan consigo también a su madre a residir en esta.

131. XXVII. La ley no ha reservado para los sacerdotes una porción del país 64 a fin de que, como los demás, se provean en abundancia de lo necesario cosechando los productos de la tie rra. En cambio, al referirse a las sagradas ofrendas, les atribuye el honor sin par de decir que la heredad suya es Dios. 65 Y lo es por dos razones: una el altísimo honor de participar junta mente con Dios en las ofrendas destinadas a Este en acción de gracias; la otra la obligación de ocuparse solamente de los sa grados ritos, cual si se tratara de administradores de hereda des.64 Es decir, a la tribu de Leví no le fue asignado ningún territorio cuando se procedió al reparto de la recién conquistada Canaán del sur.65 Deut. XVIII, 1 y 2.

132. Los premios y distinciones que la ley asigna a los sacerdotes son los siguientes. En primer lugar, 66 una alimenta ción puesta a disposición sin trabajo ni preocupaciones. Manda, en efecto, que quienes elaboran pan aparten como primicia un pan de toda pasta de harina de trigo o de otros granos para consumo de los sacerdotes. Al prescribir esto la ley tiene pre sente también el camino que conduce a la piedad enseñado por la disposición acerca del apartamiento de las primicias.66 Núm. 18 a 20.

133. Acostumbrados, en efecto, a separar siempre, aun de su necesario alimento, las primicias, conservarán indeleble el re cuerdo de Dios, lo que constituye el mayor bien que es posible alcanzar. Siendo nuestra nación numerosísima, por fuerza tam bién son inagotables las primicias; al punto de que el sacerdote de más modestos recursos parece vivir en la opulencia a causa de la sobreabundancia de mantenimientos.

134. En segundo lugar, 67 la ley prescribe apartar también las primicias de todos los otros bienes que se poseyeren: vino de cada lagar, trigo y cebada de cada era, igualmente aceite de los olivos y cultivados frutos de los demás árboles frutales; a fin de que los sacerdotes no vivan en demasiada estrechez poseyendo solo lo estrictamente necesario; antes bien, con el conveniente decoro disfruten de una vida suficientemente grata y confortable provistos de

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inago tables recursos.67 Éx. XXII, 29, Núm. XVIII, 13, Deut. XVIII, 4 y XXVI, 2 y ss.

135. Una tercera recompensa la constituyen los primogénitos machos de los animales terrestres aptos para el servicio y uso de los hombres. La ley manda 68 que éstos sean distribuidos entre los sacerdotes; de los bueyes, las ovejas y las cabras los vástagos mismos, es decir, becerro, corderos y cabri tos, puesto que son y están reconocidos como puros para la ali mentación y para los sacrificios; por los otros animales: caballos, asnos, camellos y otros semejantes a éstos se paga una suma de rescate, que no ha de ser inferior al valor de los mismos. 136. Estas contribuciones son también inmensas, debido a que los hombres de nuestra nación se destacan como criadores y cui dadores de ganado, y apacientan innumerables rebaños de ca bras, bueyes, ovejas y otros animales de todas clases.68 Éx. XXII, 20 y Núm. XVIII, 15 a 20.

137. A continuación la ley amplía los alcances de esta norma estable ciendo que se han de apartar las primicias no solo de cada clase de bienes poseídos, sino también de las propias almas y cuerpos. Porque los hijos son partes separables de sus progenitores; o más bien, si hemos de hablar con propiedad, partes inseparables, ya que están unidos a ellos por la consanguineidad y por los pen samientos de los progenitores, invisibles presencias perpetuadas en los descendientes por la fuerza de atracción del amor que los une y por los indisolubles lazos de la naturaleza. 6969 Éx. XIII, 2 y XXII, 29.

138. Sin embargo, la ley dispone la consagración de los primogénitos va rones a modo de primicias, como acción de gracias por la buena descendencia habida hasta el presente y la que se espera abun dante en el futuro. Al mismo tiempo la ley desea que los ma trimonios, cuyo primer fruto es consagrado a Dios, sean no solo irreprochables sino además merecedores de altos elogios. Al re flexionar sobre esto los esposos y las esposas no pueden menos de procurar ser sensatos, afectos a su hogar y de un mismo parecer; y manifestando en palabras y obras la unidad de sus sentimien tos, hacen que la comunidad de nombre resulte una realidad verdadera y firmemente fundada.

139. Pero con el objeto de que los padres no sean separados de sus hijos, ni éstos de sus padres, la ley establece 70 una determinada suma de dinero como compensación, a título de primicia correspondiente a la consa gración de los hijos primogénitos; suma que, sin tomar en cuenta ni la posición social de los contribuyentes ni la buena constitu ción y belleza de los engendrados, ordena que sea la misma para el pobre que para el rico, fijando una cantidad tal, que puede pagarla aun el de más modestos recursos.70 Núm. XVIII, 15 y 16.

140. Porque, como el nacimiento de hijos es cosa que acontece por igual normal mente tanto entre los más distinguidos como entre los más humildes, la ley ha considerado justo también establecer que la contribución sea la misma, teniendo sobre todo en cuenta, como dije, las posibilidades de todos.

141. XXVIII. Además de éstas, la ley asigna a los sacerdotes otra fuente de recursos nada pequeña, 71 al disponer que cada uno entregue las primicias de sus bienes: del cereal, del vino, del aceite, así como del acrecentamiento de los ganados, ya se trate de ovejas, de bueyes, de

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cabras o de los otros rebaños; y cuan grande es la abundancia de éstos en nuestra nación cual quiera puede comprobarlo por lo numerosa que es su población.71 Núm. XVIII, 12. Parecería que aquí, a diferencia de las consagra ciones de primicias de cada especie al comienzo de la producción de cada una (detalladas ya en los parágrafos 134 y 135) se trata de ofrendas por la producción total o sobre los bienes considerados globalmente.

142. Por todas estas contribuciones se advierte clara mente que la ley inviste a los sacerdotes de la dignidad y los honores propios de los reyes. Así, por ejemplo, ordena que se les entregue, como a los soberanos, tributos provenientes de toda porción de los bienes. Solo que estos tributos les son entregados de manera completamente distinta de como los entregan las ciudades a sus gobernantes.

143. Estas lo hacen por obliga ción, de mala gana y con quejas; miran con malos ojos a los recaudadores de tributos, como si se tratase de plagas colectivas; fingen pretextos diversos según las circunstancias; y entregan las contribuciones y tributos establecidos sin respetar los plazos prefijados.

144. En cambio los de nuestra nación, tanto hom bres como mujeres, entregan sus contribuciones en cada una de las estaciones del año en medio de bendiciones y acciones de gracias, gozosos y alegres, adelantándose a los recaudadores, considerando que no dan sino reciben, y con un celo, una dili gencia y una premura espontáneos y superiores a toda ponde ración.

145. XXIX. Estas son contribuciones procedentes de la pro piedad de cada uno; pero hay otros ingresos especiales suma mente apropiados para los sacerdotes, procedentes de los sacri ficios ofrecidos. En efecto, está prescripto 72 que de toda víc tima sacrificada se entreguen a los sacerdotes dos porciones pro venientes de dos partes de ella: la pierna del lado derecho y toda la grasa del pecho. La primera es símbolo de fortaleza y va lentía y de todo proceder legítimo en el dar, en el recibir y en el obrar en general; la segunda lo es de la benévola gentileza que controla al elemento impulsivo. 7372 Lev. VII, 31 a 34.73 Ver Interpretación alegórica III, 115 y ss.

146. Se sostiene, en efecto, que este elemento tiene su sede en el pecho, puesto que la naturaleza le ha asignado este lugar como el más apropiado para su residencia, y le ha colocado en torno como a un soldado-para ponerlo al abrigo de ataques un fortificadísimo cerco lla mado tórax, 74 que formó mediante muchos huesos fortísimos dis puestos uno junto a otro, cuya muy firme unión aseguró con tendones irrompibles.74 Thórax = pecho, significa también coraza.

147. En cuanto a los animales sacrifi cados fuera del altar con destino a la alimentación privada la ley establece 75 que de ellos se entreguen al sacerdote tres por ciones: una pierna, las mandíbulas y el llamado cuajar. La pier na, por el motivo mencionado un poco más arriba; las mandí bulas, como primicia de la parte de mayor jerarquía del cuerpo, la cabeza, y de la palabra hablada, cuyo torrente no podría fluir al exterior sin el movimiento de aquellas. En efecto, al ser sacudidas, de lo que les viene el nombre, 76 cada vez que son presionadas por la lengua, todo el mecanismo de la fonación produce sonidos conjuntamente.75 Deut. XVIII, 3.

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76 Filón vincula siagón = mandíbula, con seioméne = sacudida.

148. En cuanto al cuajar, se trata de una excrecencia del vientre, y sucede que el vientre es el pesebre de ese irracional animal que es la concupiscencia, la que regada hasta el hartazgo de vino y de comida, hállase siem pre inundada por los incesantes suministros de alimentos y be bidas, y, tal como lo hace un puerco, se complace en pasar su vida en el fango. Esta es la razón por la cual le ha sido asignado el lugar de las inmundicias como el más apropiado, y con mu cho, para un licencioso y en extremo indecente animal.

149. Pero lo opuesto a la concupiscencia es la templanza, para cuya adquisición es necesario ejercitarse y empeñarse con celo por todos los medios posibles, puesto que se trata de un bien inmenso y perfectísimo, provechoso en la vida privada y en la pública.

150. Así pues, la concupiscencia, por ser profana, impura y sacrílega, ha sido expulsada fuera de los límites de la virtud y bien merecido es su destierro. En cambio, la templanza, virtud pura e inmaculada, despreocupada de cuanto a la bebida y la comida se refiere, y que se precia de estar por encima de los placeres del estómago, está en contacto con los sagrados altares, llevando consigo ese accesorio del vientre, que le hará presente su desprecio hacia la glotonería, la voracidad y todas aquellas cosas que encienden las inclinaciones hacia la concu piscencia.

151. XXX. Además de todos estos recursos, la ley establece 77 también que los sacerdotes que ofician en los sacrificios conser ven para sí las pieles de los animales sacrificados, en holocausto, que son innumerables; lo cual constituye un presente no de pequeña monta sino de los más valiosos. De estas prescripciones se desprende claramente que la ley no asignó a la tribu consa grada una única heredad como a todas las demás, sino le pro porcionó, bajo la forma de primicias de toda especie de sacrifi cios, una fuente de recursos de más jerarquía y santidad.77 Lev. VII, 8.

152. A fin de que ninguno de los donantes profiera algún reproche contra los que los reciben, la ley ordena 78 que las primicias sean llevadas primeramente al altar, y que posterior mente los sacerdotes las tomen de allí. Es que corresponde que sea a Dios a quien lleven las primicias en todos los sacrificios de acción de gracias quienes han recibido beneficios de Él; y que Dios, como no ha menester de cosa alguna, recompense con toda dignidad y honor a quienes Le sirven y tienen a su cargo los servicios del templo. Porque ningún vituperio encierra el que aparezcan recibiendo un presente que procede del Hacedor de todas las cosas, y no de los hombres.78 Núm. XVIII, 8 a 19.

153. XXXI. Siendo, pues, tan grandes las recompensas dispues tas, si algunos de los sacerdotes que viven arreglada e irrepro chablemente se hallaren en la indigencia, sus casos constituirían una acusación de nuestra violación de la ley, aun cuando ellos no dijeren palabra al respecto. Porque, si nosotros obedecemos lo que ha sido mandado, y cumplimos con las primicias tal como está prescripto, ellos no solo dispondrán abundantemente de aquellas cosas que son necesarias, sino además se verán colma dos de todas las otras que proporcionan placeres.

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154. Y si en otra ocasión la tribu sacerdotal apareciere provista de todos los medios de vida en abundancia, ello constituirá una gran prueba de la común piedad y de la observancia cuidadosa de las leyes en todos sus aspectos. Mas la negligencia de algunos; pues carecería de fundamento acusar a todos; ha resultado ser causa de pobreza para los consagrados; y a decir verdad, tam bién para los mismos negligentes.

155. La violación de las leyes, en efecto, redunda en daño de quienes las violan, aunque por un corto tiempo les resulte atractivo. Nada más provechoso, en cambio, que observar las leyes de la naturaleza, aun cuando en un primer momento resultare cosa dura y no se advirtiere su lado favorable.

156. XXXII. La ley, que ha beneficiado con tan grandes recursos a los sacerdotes, no se ha olvidado de aquellos que ocupan una categoría inferior, es decir, de los cuidadores del templo. De éstos unos se ubican junto a las puertas como guar dianes sobre las mismas entradas; otros están situados dentro, delante del santuario, para evitar que persona alguna de aquellas a las que no es lícito entrar penetre voluntaria o involuntaria mente; otros recorren el recinto noche y día, según turnos asig nados por sorteo; y otros barren los pórticos y patios, y retiran la basura pues son los encargados de la limpieza. A todos éstos les están asignados como retribución los diezmos, siendo ésta la parte que les corresponde como servidores del templo. 79

79 Núm. XVIII, 21.

157. La ley no permite, 80 empero, que los que reciben esos diez mos hagan uso de ellos antes de apartar a su vez otros diezmos como primicias de sus propios bienes, y de entregarlos a los sacerdotes de la clase superior. Solo entonces les permite dis frutar de aquéllos; antes no lo autoriza.80 Núm. XVIII, 26 a 28.

158. Además la ley les ha asignado 81 cuarenta y ocho ciudades y con cada una de ellas un círculo de tierras aledañas de hasta dos mil codos para apacentar rebaños y proveerse de las demás cosas necesarias para las ciudades. De éstas han sido seleccionadas seis, tres de más acá del río Jordán y tres de más allá del mismo, es decir, tres de cada lado, para asilo de los que han cometido homicidio involuntario. 82 81 Núm. XXXV, 2 a 8.82 Núm. XXXV, 9 a 28.

[159.] Es que, como sería un sacrilegio que un hombre responsable de la muerte de alguien, cualquiera fuere el motivo, penetrara dentro de los sagrados recintos, usando el templo para ponerse a salvo, la ley permite que dichas ciudades, a manera de templos de segunda categoría, gocen de inviolabilidad en atención a la condición privilegiada y honrosa de sus habitantes; los cuales, en el caso de que algún poder más fuerte usare la fuerza contra los suplicantes, los deben poner a salvo empleando para ello, no las providencias propias de las guerra, sino las dig nidades y privilegios que les ha proporcionado la ley en virtud de la majestad propia del sacerdocio.

160. Empero, el fugitivo debe permanecer confinado dentro de los límites de la ciudad en la que se halla refugiado, puesto que le asechan los venga dores, vinculados por los lazos de parentesco con el muer to, e impulsados por el pesar ante la ausencia del pariente, desean la

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muerte del matador, aunque el crimen hubiere sido involuntario, ya que el sentimiento familiar prevalece sobre un estricto discernimiento de lo justo. Si sale de los límites, debe saber que marchará hacia su segura perdición, puesto que no pasará inadvertido a ninguno de los familiares; por lo que no tardará en perecer atrapado en sus redes y emboscadas.

161. El plazo del confinamiento ha de coincidir con la duración de la vida del sumo sacerdote, a cuya muerte podrá retornar por corresponderle la prescripción de la culpa.Después de haber establecido éstas y parecidas leyes relativas a los sacerdotes, a continuación da las instrucciones acerca de los animales que se destinan a los sacrificios.

162. XXXIII. De los animales empleados para los sagrados ritos unos son terres tres y otros aéreos. De las innumerables especies de animales aladas, desechando las demás escogió solo dos: la paloma y la tórtola; 83 la paloma porque es el más apacible de los animales domésticos y de naturaleza gregaria; y la tórtola porque es e) más manso entre los de vida solitaria por naturaleza.83 Lev. I, 14.

163. Y dejando de lado las incontables variedades de animales terrestres, cuyo número ni siquiera es posible calcular, seleccionó tres como superiores a las demás: los bueyes, las ovejas y las ca bras, 84 en razón de que éstas son las más mansas y domestica das, como que grandes rebaños de bueyes, ovejas y cabras son guiados por una sola persona, sea ésta quien fuere, y no solo por un hombre maduro sino también por un niño en plena infancia, tanto cuando marchan a pastar como cuando a la hora que co rresponde retornan en orden hacia sus establos y apriscos.84 Lev. I, 3, 4, 10 y 11.

164. Entre otras muchas pruebas de su mansedumbre, las más claras son las siguientes. Todos son herbívoros y ninguno de ellos carnívoro; sus uñas no son curvadas, ni completo el desa rrollo de sus dientes, ya que el alvéolo superior no llega a for marlos y los incisivos están allí atrofiados.

165. Además son entre los animales los más provechosos para la vida humana. Los moruecos, para la confección de vestidos, protección suma mente necesaria para los cuerpos; los bueyes, para arar el suelo y prepararlo para la siembra; y, una vez madurado el fruto, para la trilla, que permite aprovisionarse y disfrutar del alimen to; y los pelos y pieles de las cabras, entretejidos y entrecosidos, se convierten en residencias transportables para los viajeros, y especialmente para los soldados en campaña, a los que las exi gencias de la misma obligan a pasar la mayor parte del tiempo a la intemperie fuera de la ciudad.

166. XXXIV. Todos estos animales deben ser completos, 85 sin defecto alguno en ninguna de las partes de sus cuerpos, intactos en todas y cada una de ellas y libres de toda cosa reprochable. Por cierto que tan grande es la precaución no solo de los que ofrecen los animales para los sacrificios, sino también de los oficiantes, que los sacerdotes de más alta reputación, escogidos, como lo más selecto entre ellos, para la inspección de los defec tos, examínanlos desde la cabeza hasta las extremidades de las patas, tanto en las partes visibles como en las ocultas bajo el vientre y las ancas, por temor de que algún pequeño defecto haya pasado inadvertido.8685 Lev. XXII, 19 a 24.

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86 No existe pasaje alguno en la legislación mosaica en el que se apoyen estas afirmaciones.

167. La extrema minuciosidad del examen no obedece a consideraciones respecto de las víctimas sino respecto del irreprochable proceder de los que las ofrecen. La ley quiere, en efecto, enseñarles simbólicamente que, cada vez que se aproximen a los altares o para suplicar o para agra decer beneficios, no deben llevar en su alma ni flaquezas, ni enfermedad ni baja afección alguna, sino procurar que toda ella en todas sus partes sea santa e inmaculada, a fin de que Dios, al verla, no de vuelta Su rostro.

168. XXXV. Ahora bien, como de los sacrificios unos son por toda nuestra nación, o hablando con propiedad, por todo el género humano; y otros por cada uno en particular de los que consideran que deben ofrecerlos, corresponde que hablemos pri mero de los colectivos. La distribución de los mismos es admi rable, como que unos se llevan a cabo cada día, otros cada semana, otros en los novilunios o comienzos del mes sagrado y otros en las tres épocas de festejos.

169. Está mandado, 87 en efecto, expresamente que cada día se ofrezcan dos corderos, uno al amanecer y otro al anochecer, ambos en acción de gracias, uno por los beneficios recibidos durante el día, y el otro por los re cibidos durante la noche; beneficios que incesante y constante mente proporciona Dios al género humano.87 Núm. XXVIII, 3 y 4.

170. En los días séptimos la ley duplica el número de las víctimas, 88 agregando al número ordinario un número igual por considerar que el día séptimo, llamado también día del nacimiento del mundo todo, 89 iguala en dignidad a la eternidad; razón por la cual el propósito ha sido equiparar el sacrificio propio del séptimo día a la per petuidad de los diarios ofrecimientos de corderos.88 Núm. XXVIII, 9 y 10.89 Ver Sobre las leyes particulares II, 39.

171. Ade más, dos veces cada día, una al salir el sol, antes del sacrificio matutino, y la otra al ocultarse, después del vespertino, se es parce perfume de todas las más fragantes especies de incienso en el recinto limitado por el velo. 90 De ese modo las ofrendas con derramamiento de sangre constituyen la acción de gracias por nuestras partes con sangre, en tanto que el incienso lo es por la parte rectora de nuestro ser, vale decir, por el espíritu racional que hay en nosotros, el cual ha sido forjado de con formidad con la forma ejemplar de la imagen de Dios. 91

90 Éx. XXX, 7 y 8.91 Es decir, el logos. Ver ei parágrafo 81 y Sobre los sueños enviados por Dios II, 45.

172. En cuanto a cada día séptimo, 92 en él se exponen sobre ía sagrada mesa panes en igual número que el de los meses del año, en dos rimeros de seis, correspondiendo cada uno de ellos a un equinoccio. Dos, en efecto, son los equinoccios todos los años: el de primavera y el de otoño, separados ambos por un total de seis meses. Por ese motivo.. .93 En el equinoccio de primavera todos los sembrados alcanzan su pleno desarrollo ha cia la época en que los árboles comienzan a dar sus frutos; en tanto que en el de otoño el fruto de los árboles llega a su

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ma durez y es el tiempo oportuno para comenzar nuevamente la siembra. De esa manera la naturaleza en su incesante curso de alternadas etapas concede unos tras otros sus dones al género humano; dones de los que son símbolos los dos grupos de seis panes expuestos.92 Lev. XXIV, 5 a 8.93 Laguna en el texto.

173. Ellos son, además, signo de la más pro vechosa de las virtudes: la continencia, la cual tiene a la senci llez, la modestia de vida y la frugalidad como protectoras frente al baluarte que contra ella elevan la incontinencia y la avidez. El pan, en efecto, es para el que ama la sabiduría alimento sufi ciente, que evita las enfermedades del cuerpo, y torna sano y en extremo sobrio el entendimiento. 9494 Ver Sobre los sueños enviados por Dios II, 48 a 51.

174. En cambio, los platos delicados, los pasteles de miel, los condimentos y todo cuanto elabora el refinado arte de los pasteleros y cocineros con miras a deleitar al grosero y antifilosófico gusto, el más servil de los sentidos, servidor, no de las nobles visiones o audi ciones, sino de las avideces del miserable vientre; todo ello engendra enfermedades del alma y del cuerpo, a menudo in curables.

175. Sobre los panes se colocan incienso y sal. 95 El incienso es símbolo de que a juicio de la sabiduría ningún condi mento tiene más grato aroma que la frugalidad y la templanza; en tanto que la sal simboliza la perduración de todas las cosas, puesto que todo cuanto se espolvorea con ella se conserva; y también que ella basta como condimento. 9695 Lev. XXIV, 7. Ver Vida de Moisés II, 104.96 Vale decir, que se deben evitar los refinamientos que en la materia deleitan a los glotones.

176. No se me escapa que lo que digo provocará la burla y befa de los exper tos en banquetes y comilonas, de los que andan tras las mesas bien provistas, esclavos miserables de las aves, los peces, los trozos de carne y de otras cosas banales como esas, incapaces de gozar, ni en sueños, de la verdadera libertad. De tales actitudes no deben hacer mucho caso aquellos que saben vivir para el servicio de Dios y complacencia del Que realmente Es; aquellos que, educados en el desprecio de los placeres de la carne, per siguen las alegrías y deleites de la inteligencia, ejercitándose en el estudio de las verdades de la naturaleza.

177. Después de establecidas estas prescripciones relativas al día séptimo, dice, 97 al ocuparse de los días de novilunio, que en éstos se deben sacrificar en holocausto diez víctimas en total: dos bece rros, un camero y siete corderos, pues el período en que la luna cumple su ciclo es un todo completo, y la ley ha considerado que el número de animales sacrificados debe ser también per fecto.97 Núm. XXVIII, 11 a 14.

178. Ahora bien, el diez es un número perfecto, y ha sido muy bien distribuido de la manera dicha: dos becerros, puesto que dos son los movimientos de la luna, la que siempre recorre un doble curso, uno en proceso de crecimiento hasta que se torna llena; el otro decreciendo hasta su conjunción; el único carnero, puesto que uno es el orden según el cual crece y decrece con iguales intervalos, cuando va en aumento su cla ridad y cuando ésta disminuye; y los siete corderos, porque sus cambios completos de forma tienen lugar cada siete días: 98 en la primera semana, desde la conjunción hasta la media luna; en la segunda, hasta la luna llena; y cuando

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a la inversa desanda su curso, primeramente hasta la media luna, y luego hasta concluir en la conjunción.98 Ver Sobre la creación del mundo 101.

179. Con las víctimas la ley establece que se lleve flor de ha rina de trigo impregnada de aceite, y vino para las libaciones en las cantidades fijadas, en virtud de que estos productos tam bién alcanzan su plenitud en el curso de las estaciones anuales por obra de las revoluciones de la luna, la que ejerce una es pecial influencia en la maduración de los frutos. 99 Es, pues, razo nable que el trigo, el aceite y el vino, sustancias en extremo provechosas para la vida y sumamente necesarias para el consumo por parte de los hombres, sean consagrados en todos los sa crificios.99 Núm. XXIX, 1 a 6, y Éx. XXIX, 40.

180. Al comienzo del mes sagrado 100 se ofrecen sacrificios dobles, por cuanto doble es la significación de dicho día. Se trata, por una parte, del comienzo de una lunación; y por otra, del día inicial del mes sagrado. En su condición de día primero de lunación los sacrificios ordenados son los mismos que en los demás días primeros de mes; como comienzo, además, del mes sagrado, las ofrendas se duplican, excepto en lo que respecta a los becerros. Se ofrece, en efecto, uno solo en vez de dos por haber considerado el Arbitro que en el comienzo del año corres ponde emplear la unidad, cuya naturaleza es indivisible, antes que la divisible dualidad.100 Del año civil, que comenzaba en otoño; no del religioso, que se iniciaba en primavera.

181. En la primera estación, y llama primera estación a la época primaveral y su equinoccio, estableció que la fiesta lla mada de los panes ácimos tuviera lugar durante siete días, de clarando a todos ellos de igual dignidad en los sagrados ritos. Y así dispuso que en cada uno de ellos se ofrendasen diez sacri ficios, al igual que ocurre en los días iniciales de lunaciones; setenta holocaustos en total aparte de los sacrificios expiato rios.

182. Es que consideró que la relación que existe entre los siete días de la fiesta y el equinoccio que tiene lugar en el séptimo mes 101 es la misma que la existente entre el día inicial de la lunación y el mes, y quiso poner de manifiesto que tam bién es la misma la santidad del comienzo de cada mes y la de los días que, iguales en número a los comienzos de lunaciones, corresponden al conjunto de los siete meses.102101 Núm. XXVIII, 17 a 24.102 Es decir, que por el número de víctimas sacrificadas se deja entrever claramente que el conjunto de los siete días de la fiesta de los panes ácimos equivale en dignidad sagrada a la suma de los siete meses que, contado también el del equinoccio anterior, comprende cada equinoccio. Con lo que una vez más acomoda Filón las cifras a sus propósitos exegéticos, ya que en el parágrafo 172 ha dicho expresamente que son seis, como son realmente, los meses que median entre uno y otro equinoccio.

183. Al promediar la primavera llega el tiempo de la cosecha, ocasión ésta en la que se elevan acciones de gracia a Dios por haber madurado plenamente el fruto de la región llana y por la cosecha de los frutos estivales. Trátase de una fiesta difundida al máximo entre los diversos pueblos, llamada fiesta de las pri micias de los productos, y correctamente, de acuerdo con lo que en ella tiene lugar, por cuanto en esa ocasión son consagradas las primicias, vale decir, las primeras muestras de cuanto se produ ce.

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184. Está prescripto 103 presentar para los sacrificios en esta celebración dos becerros, un carnero y siete corderos, para sagrados holocaustos estos diez; y además, para alimento de los sacerdotes dos corderos, llamados de preservación por cuanto los alimentos han sido preservados para el género humano de muchas contingencias de todo orden. Los aumentos, en efecto, están expuestos permanentemente a la acción de fuerzas des tructoras, bien lluvias excesivas, bien sequías, bien otros innu merables cambios violentos; y también a la acción humana du rante las invasiones de enemigos que procuran devastar la tierra de sus vecinos.103 Lev. XXIII, 15 y ss. y Núm. XXVIII, 26 y ss.

185. Es, por lo tanto, razonable que en acción de gracias por esa preservación se presenten ofrendas a Aquel que ha apartado todas las fuerzas destructoras. Estas ofrendas se cumplen también mediante panes que los ofrendantes llevan al altar y, después de elevarlos hacia el cielo, distribuyen entre los sacerdotes juntamente con las carnes del sacrificio de preser vación para un banquete sumamente apropiado al sagrado mi nisterio.

186. Cuando en el séptimo mes sobreviene la tercera estación en el equinoccio de otoño, al comienzo de la misma se celebra el día del mes sagrado llamado día de las trompetas, 104 al que me referí más arriba. En el décimo día tiene lugar el ayuno, 105 que observan celosamente no solo aquellos firmemente inclina dos a la piedad y a la santidad sino también aquellos que nin gún acto religioso cumplen durante el resto de su vida. Es que, dominados todos por la admiración y el respeto hacia la santidad que rodea a este día, hasta los peores compiten en esa ocasión con los mejores en continencia y virtud.104 En el parágrafo 180. Lev. XXIII, 24.105 Núm. XXIX, 7 a 11.

187. En dos sentidos este día reviste una alta dignidad: por una parte como fiesta, por otra como purificación y huida de las faltas, el perdón de las cuales queda concedido por las gracias de Dios, que, en Su clemencia, estima que el arrepentimiento equivale en mereci miento al no delinquir.

188. Por tratarse de un día de fiesta, la ley establece que el número de sacrificios sea el mismo que en los días iniciales de los meses sagrados: un herrero, un car nero y siete corderos, de modo que se combinan el número uno con el siete, y coordínase el principio con el fin, como que al siete le corresponde la culminación de las obras, y al uno su comienzo. Por su carácter de día de purificación el número de víctimas será de tres, y efectivamente, la ley dispone que se lleven dos cabritos y un carnero, y agrega 106 que este último debe ser consumido íntegramente por el fuego, en tanto que a los cabritos se los debe sortear para que sea sacrificado a Dios aquel al que la suerte designare, mientras que al otro se lo debe soltar en dirección a un intransitado y desolado desierto, conver tido en el portador de las impurezas que llevan sobre sí los cul pables que han sido purificados gracias a su conversión hacia un mejor género de vida, y se han lavado de su antigua rebeldía mediante su reciente acatamiento de la ley.106 Lev. XVI, 9 y 10.

189. El día quince, durante la luna llena, se celebra la fiesta llamada de los tabernáculos, 107 siendo bastante elevado el nú mero de los sacrificios prescriptos para esta ocasión, como que durante siete días son sacrificados setenta becerros, catorce car neros y noventa y ocho corderos, todos animales ofrecidos en holocausto. Asimismo está mandado 108 considerar

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sagrado al octavo día; día sobre el que será preciso ocuparnos detenida mente cuando nuestra indagación acerca de las fiestas me refiera al conjunto de ellas. 109 El número de sacrificios que se ofrecen en este día es el mismo que en el día inicial del mes sagrado.107 Núm. XXIX, 12 a 34.108 Núm. XXIX, 36.109 Sobre las leyes particulares II, 211.

190. Quedan, pues, descriptos en la medida de mi capacidad los sacrificios colectivos ofrecidos en forma de holocaustos por nuestra nación, o para hablar con más propiedad, por todo el género humano. A los holocaustos acompaña cada día de fiesta la inmolación de un cabrito, llamado expiatorio, que se sacrifica para la remisión de las culpas, y cuyas carnes se apartan para aumento de los sacerdotes.110110 Núm. XXVIII, 15, 22 y 30 y XXIX, 5 y ss.

191. ¿Por qué motivo? Segura mente porque una fiesta es ocasión de regocijo, y el regocijo, no el ficticio sino el verdadero, consiste en que en el alma se halle firmemente establecida la sabiduría; sabiduría que no es posible adquirir con carácter estable si no se remedian las faltas y se destierran las pasiones. Sería absurdo, en efecto, que, mientras cada una de las víctimas ofrecidas en holocausto es sacrificada solo si se la encuentra libre de todo defecto o daño, la inteli gencia del que la ofrece no estuviera purificada en todo sentido, y limpia mediante las lustraciones y abluciones que la recta ra zón de la naturaleza derrama a través de oídos sanos y no co rrompidos en las almas amantes de Dios.

192. Pero a lo dicho convendrá agregar lo siguiente. El desahogo y descanso de las fiestas ha abierto ya en muchas ocasiones incontables vías para ¡as transgresiones. Es que el inmoderado beber y los excesos en el comer acompañados de la embriaguez despiertan los in saciables apetitos del vientre y encienden además las apetencias de las partes situadas bajo el vientre; y fluyendo y derramándose en todas direcciones, producen un torrente de incontables males, resultando la licencia propia de una fiesta estímulo y garantía de total inmunidad.

193. Habiendo observado esto, no permi tió Moisés que nuestras fiestas fueran como las de los otros pueblos. Por el contrario, ordenó en primer lugar a los partici pantes conservar la continencia en medio de su regocijo, po niendo freno a los impulsos hacia el placer. En segundo lugar los convocó hacia el santuario para participar en los himnos» plegarias y sacrificios, a fin de que se sintieran atraídos hacia la continencia y la piedad a la vez bajo la influencia del lugar y de las cosas en él observadas y oídas a través de los más eleva dos de los sentidos: la vista y el oído. Finalmente, mediante el sacrificio expiatorio, procuró que no continuaran obrando mal. Medida razonable, pues quien pide el perdón de las faltas que ha cometido no es tan miserable que en el momento en que suplica el perdón por las faltas pasadas se apreste a cometer otras nuevas.

194. XXXVI. Después de haber discurrido con tanto deteni miento sobre estos asuntos, el legislador da comienzo a la clasi ficación de las distintas especies de sacrificios. Los divide en tres clases principales, y los denomina holocaustos, de preserva ción y expiatorios. Luego reviste a cada uno con el ornato del ritual apropiado, procurando combinar lo más posible el decoro con la reverencia.

195. La clasificación es excelente en sumo grado y muy acorde con la naturaleza de las cosas,

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guardando una lógica relación con ellas. Si se quisiere, en efecto, examinar con detención los motivos por los cuales pareció bien a los pri meros hombres practicar sacrificios para dar gracias y suplicar juntamente, se hallará que las causas fundamentales fueron dos. Una, el rendir homenaje a Dios, lo que se lleva a cabo por Dios mismo, sin que medie otro móvil, como algo necesario y elevado. La otra, el provecho que se deriva para los que ofrecen los sacrificios; provecho doble: consistente por una parte en la par ticipación en bienes; y en la liberación de males por otra.

196. Consecuentemente, la ley asignó el sacrificio en holocaus to 111 al motivo centrado en Dios, motivo que solo a Él tiene en cuenta. Este sacrificio, por ser total y completo, se adecúa a un motivo total y completo, que no encierra nada de humano egoísmo. En cuanto al motivo centrado en los intereses huma nos, como este punto de vista admite una división, el legislador también distinguió dos casos, asignando a la participación de bienes el sacrificio que llamó de preservación; y a la liberación de males el expiatorio. 111 Holókautos (de halos = completo, y kautós — quemado) significa literalmente "quemado por completo" o "consumido totalmente por el fuego".

197. De modo que, como era lógico esperar, los sacrificios son tres y tres los motivos: el holocausto, por Dios mismo, al que corresponde honrar solo por Él, sin otro motivo alguno; los otros por nosotros; el de preservación, por la preservación y mejoramiento de las cosas humanas; el ex piatorio, por la reparación de las faltas cometidas por el alma.

198. XXXVII. Hemos de referirnos a las prescripciones tocan tes a cada uno de ellos, comenzando por el más excelente, que es el holocausto. Dice 112 que, en primer lugar, la víctima debe ser un animal macho de los considerados mejores para los sacri ficios, es decir, un becerro, un cordero o un cabrito. En segundo lugar, el donante, una vez lavadas sus manos, debe colocarlas sobre la cabeza de la víctima.112 Lev. I, 3 y ss.

199. Y después de esto, uno de los sacerdotes debe tomarla y sacrificarla; y otro, sosteniendo una copa, recibir la sangre, para luego, dando vuelta en tomo del altar, derramarla. Una vez desollada completamente, la víctima será dividida en partes completas, y, lavados el vientre y las patas, será de inmediato entregada al sagrado fuego del altar, con lo que habrá seguido el proceso de lo uno a lo múlti ple, y de lo múltiple a lo uno. 113113 Ver el parágrafo 208.

200. Eso es lo que dice lite ralmente esta prescripción. Pero ella encierra otro sentido, el que expresa mediante símbolo una revelación oculta; que las palabras son símbolos visibles de cosas oscuras e invisibles. En primer lugar, la víctima del holocausto es macho porque el ma cho es más perfecto, más dominante y más estrechamente vincu lado a la actividad productiva; en tanto que la hembra es incompleta, sumisa y pertenece al orden de los seres pasivos antes que al de los activos.

201. Y siendo dos los elementos por los que está constituida nuestra alma, el racional y el irra cional; el primero, que corresponde a la inteligencia y la razón, pertenece al género masculino; mientras que el segundo, con cedido a la sensibilidad, pertenece al género femenino. Y como, del mismo modo que el hombre es completamente superior a la mujer, lo es también el género al que pertenece la inteligencia con respecto al de la sensibilidad, si la

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inteligencia es irrepro chable y está purificada por las purificaciones propias de la vir tud perfecta, ella misma constituye el más santo de los sacrifi cios, siendo en su totalidad y en cada una de sus partes muy grata a Dios.

202. Las manos extendidas sobre la cabeza del animal resultan ser un clarísimo signo de irreprochables acciones y de una vida libre de toda censura, que transcurre en armonía con las leyes y normas de la naturaleza.

203. La ley quiere, en efecto, en primer lugar, que la inteligencia del que ofrece el sacrificio se santifique ejercitándose en nobles y provechosos pensamientos; y en segundo lugar, que su vida esté constituida por excelentes acciones, de tal modo que al posar sus manos pueda, con una franqueza derivada de su conciencia pura, decir más o menos lo siguiente:

[204.] "Estas manos no han recibido ni pre sentes por cometer injusticias ni partes de botín de robo o fraude alguno; ni se han manchado con sangre inocente, ni han produ cido mutilación o herida, ni cometido ultraje o violencia, ni han servido en ningún caso para otra cosa alguna de las que mere cen reprobación o reproche; antes bien, han llegado a ser hu mildes servidoras de todas las cosas buenas y provechosas que gozan de estima ante la sabiduría, las leyes y los hombres sabios y respetuosos de la ley.

205. XXXVIII. La sangre es derramada en círculo alrededor del altar porque el círculo es la más perfecta de las figuras; y para que ninguna parte quede desierta o vacía de la espiritual libación. Porque, hablando con propiedad, la sangre es una libación del alma. Simbólicamente, pues, nos enseña que la in teligencia toda, en todas sus partes, moviéndose acompasada mente y en círculo en medio de todas las formas de las palabras, las intenciones y los hechos, pone de manifiesto su celo por complacer a Dios.

206. La prescripción de lavar el vientre y las patas contiene un profundo sentido simbólico. En la figura del vientre se alude a la concupiscencia, la que conviene lavar pues se halla llena de oprobios, manchas, embriaguez y licencia de beodo, siendo un funestísimo mal, forjado y preparado para acarrear dolor a la vida de los hombres.

207. El lavado de las patas significa el no marchar en adelante sobre la tierra, sino remontarse hacia las regiones etéreas. El alma del que ama a Dios lánzase ver daderamente desde la tierra hacia lo alto en dirección al cielo y, convertida en alado ser, se remonta hasta las cosas celestes., ansiosa de ocupar un lugar al lado del sol, de la luna, y del sacratísimo y pleno de armonía ejército de los demás astros, y participar en el coro de ellos bajo la dirección y conducción de Dios, el poseedor de la incontrovertida y inderrocable realeza, mediante la cual cada cosa es gobernada con justicia.

208. El descuartizamiento del animal en sus miembros indica o bien que todas las cosas constituyen una sola o bien que pro ceden de una y retornan a la unidad; proceso llamado por al gunos saciedad y necesidad,114 y por otros conflagración y reordenación;115 conflagración, que se produce cuando preva lece el fuego ejerciendo su dominio sobre los otros elementos; y reordenación, que tiene lugar cuando los cuatro elementos operan en pie de igualdad equilibrándose recíprocamente.114 Términos de la filosofía de Heráclito. Ver Interpretación alegórica III, 7.115 Ver Sobre la herencia de las cosas divinas 228.

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209. Pero mis reflexiones me han llevado a pensar que más acertada es la siguiente explicación. El alma que al rendir honor al Que Es lo hace solo por Él mismo, debe honrarlo no de modo irracional o con ignorancia, sino con conocimiento y discerni miento. Y al razonar sobre Él reconocemos Su división y distri bución en cada una de las Divinas potencias 116 y excelencias. Dios, en efecto, es bueno, y es el hacedor y engendrador de todas las cosas y Su providencia se extiende sobre todo lo que ha creado; es salvador y benefactor, pleno de felicidad y de toda bienaventuranza; y cada una de estas cosas es merecedora de veneración y alabanza tanto por sí misma separadamente, como agrupada con las de su misma especie.116 Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

210. ,Y lo mis mo,117 tratándose dé las demás cosas. Cuando quieras, oh inte ligencia, agradecer a Dios por la creación del mundo, haz que tu agradecimiento sea no solo por el universo como una totali dad, sino además por sus principales partes, considerándolas co mo miembro i de un ser viviente de perfección suma. Tales partes son el cielo, el sol, la luna, las estrellas errantes y las fijas; luego la tierra y los animales y plantas que hay en ella; después los mares y los ríos, así los que brotan de fuentes como los alimentados por las lluvias invernales, y cuanto ellos con tienen; luego el aire y los cambios que tienen lugar en él, pues el invierno y el verano, la primavera y el otoño, es decir, las estaciones del año, inmensamente beneficiosas para los seres vivientes, son modificaciones del aire, el que se transforma para la conservación de los seres sublunares.117 Es decir, el principio de la división de cada todo en sus parles rige en todo el universo.

211. Y si se fuere por los hombres por quienes dieres gracias, agradecerás no solo por el género humano, sino también por sus especies y sus más esenciales partes: hombres y mujeres, helenos y no helenos, ha bitantes de continentes y poseedores de islas. Y si tu agradeci miento fuere por un solo hombre, divide tu acción de gracias en el número que corresponde, no ya a las más pequeñas partes de él, incluidas las más ínfimas, sino a las más genéricas; en pri mer lugar, al cuerpo y al alma, de los que está compuesto; luego a la palabra, a la inteligencia y a la sensibilidad; que tampoco el agradecimiento por cada una de éstas habrá de ser por sí mismo indigno de ser escuchado por Dios.

212. XXXIX. Acerca del sacrificio en holocausto basta con lo dicho. A continuación hemos de considerar el llamado sacrificio de preservación. En este caso es indiferente si la víctima es animal macho o animal hembra. Una vez degollada la víctima, se ponen aparte sobre el altar estas tres cosas: la grasa, el lóbulo del hígado y los dos riñones. El resto queda para banquete de quien ha ofrecido el sacrificio.213. Preciso es que considere mos cuidadosamente por qué estas partes de las entrañas son sacrificadas; y no hemos de pasar por alto lo siguiente. Muchas veces discurriendo y examinando la cosa a solas, me he pregun tado por qué la ley hace apartar como primicias el lóbulo del hígado, los riñones y la grasa de los animales sacrificados, y no el corazón ni el cerebro, siendo así que la parte rectora 118 del ser viviente reside en uno u otro de ellos.119118 La inteligencia.119 Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 136.

214. Y pienso que el mismo problema intrigará a no pocos otros de los que leen las sagradas escrituras más con el entendimiento que con los ojos. Si ellos, después de examinar el caso, hallaren una causa más convincente, se beneficiarán a sí mismos y a mí. Si no, decidan si es

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aceptable la que se me ha ocurrido a mí. Es la siguiente. La parte rectora de nuestro ser es la única porción de él que recibe y conserva la insensatez, la injusticia, la cobar día y los demás vicios; y ella reside en uno u otro de los lugares mencionados: el cerebro o el corazón.

215. Por ello la sagrada palabra ha considerado que no es bueno acercar al altar de Dios, altar que es instrumento de absolución y completa remi sión de todos los pecados y transgresiones, un recipiente en el que la inteligencia ha establecido su guarida para desde allí salir hacia el intransitable camino de la injusticia y la impiedad, volviendo espaldas a la ruta que conduce hacia la virtud y la vida noble. Sería, en efecto, una locura que los sacrificios pro dujeran el recurso en vez del olvido de los pecados. Esta es, a mi parecer, la causa por la que ni una ni otra de las partes que poseen la preeminencia, vale decir, el cerebro y el corazón, es llevada al altar.

216. En cuanto a las partes escogidas expresamente, hay mo tivos apropiados para ello. La grasa es la parte más rica y cons tituye una protección para las entrañas, puesto que las cubre, las engorda y las beneficia con la suavidad de su contacto. Los riñones han sido escogidos por hallarse situados junto a los tes tículos y los órganos de la generación, a los que ayudan como buenos vecinos, colaborando para que la simiente fluya fácil mente, sin que ninguna de las partes cercanas lo obstaculice. Los riñones, en efecto, son receptáculos de color sangre, por los cuales se segrega el desecho húmedo de los excrementos; y junto a ellos se encuentran los testículos, a través de los cuales se riega el semen. El lóbulo del hígado es una primicia de la más importante de las entrañas; y a través de él tiene lugar la con versión del alimento en sangre, la que, irrigada al corazón, es conducida a través de las venas para la conservación de todo el cuerpo.

217. En efecto, el conducto del estómago, que se halla situado junto a la garganta, recibe el alimento, que previa mente ha sido cortado y luego triturado por los dientes; y lo prepara para el estómago. Este lo recibe del conducto y cumple un segundo cometido, para el que lo ha destinado la naturaleza, transformándolo en jugo. Y del estómago parten dos conductos en forma de canales hacia el hígado, los que derraman ese jugo-en los receptáculos que se dan dispersos en éste.

218. En cuando al hígado, éste tiene dos propiedades: la de separar y la de producir sangre. Como separador secreta hacia el reci piente de la bilis, situado junto a él, todo cuanto hay de duro y difícil de transformar; y por su otra capacidad, mediante el calor que contiene, transforma el líquido puro, ya filtrado, en sangre llena al máximo de poderes vivificantes; y la impulsa hacia el corazón; desde el cual, irrigada a las venas, como dije, circula a través de todo el cuerpo, convertida en alimento para el mismo.

219. A lo dicho cabe agregar lo siguiente.120 Siendo la natu raleza del hígado elevada 121 y sumamente suave, sucede que en mérito a esa suavidad le ha cabido el papel de luminosísimo espejo, de modo que la inteligencia, cuando se halla ya libre de las preocupaciones del día, postrado el cuerpo por el sueño, y no obstaculizándola ya ninguno de los sentidos, comienza a vol verse hacia sí misma y a examinar en toda su pureza sus propios pensamientos. Para ello dirige su mirada hacia el hígado, como hacia un espejo, y contempla límpidamente cada una de las cosas captables intelectualmente; y oteando en torno las imáge nes para ver si contienen algo inconveniente, desecha lo malo y elige lo opuesto; y entendiendo ser satisfactoria la totalidad de sus visiones, predice a través de los sueños futuros aconte cimientos.

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120 La teoría que sigue está tomada de Platón Tuneo 71.121 Es difícil entender qué ha querido significar Filón con el término metéoros = elevado, sentido que no se apoya en ninguna afirmación de Platón en el pasaje indicado del Timeo.

220. XL. Solo por dos días está permitido 122 hacer uso de la víctima del sacrificio de preservación para el consumo, no pu diéndose dejar nada para el tercero. Las razones son varias. Una es que todos los manjares de la mesa sagrada deben ser consumidos sin dilación, para evitar que el transcurso del tiem po los corrompa. Y la carne del día anterior es por naturaleza fácil de descomponerse, aun cuando estuviere protegida por condimentos.122 Ley. XIX, 5 y 6.

221. Otro motivo es que conviene que los restos de las víctimas no sean almacenados, sino puestos al alcance de todos los que tienen necesidad, ya que en adelante no per tenecen a quien ofreció el sacrificio sino a Aquel a quien se ofreció, el cual es benefactor y dadivoso, y hace partícipes de Su altar y comensales Suyos a los convidados que han ofrecido los sacrificios, a los cuales advierte que no deben pensar que su papel es el de anfitriones, ya que ellos son simples mayor domos,123 no dueños de casa. El anfitrión es Aquel a quien realmente pertenecen los alimentos preparados, los que no es lícito ocultar optando por la tacañería, vicio propio de esclavos, antes que por el amor a los semejantes, virtud de noble estir pe.123 O simplemente administradores de los bienes del amo.

222. Una última razón es el hecho de que el sacrificio de preservación se lleva a cabo en beneficio de los elementos: el alma y el cuerpo, a cada uno de los cuales le está asignado un día para el festín con las carnes. Es acertado, en efecto, el haberse señalado para los dos elementos de nuestro ser capaces de ser preservados el mismo lapso, porque de ese modo alcan zamos en el primer día el recuerdo de la preservación del alma; y al día siguiente, el de la buena salud del cuerpo.

223. Mas, no existiendo un tercer elemento que pueda realmente ser objeto de preservación, la ley ha prohibido categóricamente el con sumo de la carne en el tercer día, y ha prescripto que, en el caso de que o por ignorancia o por descuido quedase casualmente algo de ella, debe ser de inmediato consumido por el fuego. Si alguno la comiere, aun cuando no comiere más que eso, Dios lo declara culpable 124 y le dice: "Tú piensas, hombre ridículo, que has llevado a cabo un sacrificio; pero no existe realmente tal sacrificio tuyo. Nada he aceptado de las carnes sacrílegas, impías, profanas e impuras que tú has cocido, oh glotón, que ni en sueños te has percatado de lo que son los sacrificios".124 Lev. XIX, 7 y 8.

224. XLI. En la clase de los sacrificios de preservación se incluye el llamado sacrificio de alabanza;125 el cual se justifica por lo siguiente. Aquel que no ha tenido que soportar adversi dades ni en lo que hace a su persona ni en lo que toca a las cosas exteriores, y, por el contrario, lleva una vida de paz, ajena a todo conflicto, siendo la suya una situación de bienestar y éxito, no expuesto a desastres ni tropiezos, recorriendo rectamente el extenso mar de su vida en medio de circunstancias serenas y calmas, pues para él sopla siempre la brisa de la pros peridad junto al timón; ese. no puede menos que retribuir pia dosamente a Dios, su piloto, quien le brinda una salud no ex puesta a enfermedades, beneficios que no acarrean daños, y, en general, bienes sin mezcla de mal; y habrá de hacerlo mediante himnos, bendiciones, plegarias, sacrificios y las demás expresiones de gratitud, con religiosa intención.

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Y todas estas muestras de gratitud juntas constituyen un conjunto que recibe el único y común nombre de alabanza.125 Lev. VII, 2 y 3.

225. En el caso de este sacri ficio no se prescribe que se empleen dos días como en el anterior de preservación, sino uno solamente.128 El fin de ello es que aquellos que han hallado beneficios sin dificultad, al alcance de sus manos, los retribuyan también sin dificultad ni demora.

226. XLII. Sobre esto, nada más. A continuación debemos examinar el tercer tipo de sacrificios, el llamado sacrificio expia torio. Este se divide en muchas clases, de acuerdo con las per sonas, y de acuerdo con las clases de víctimas.127 Según las personas se distinguen: el del sumo sacerdote, el de toda la nación, el de quien ejerce un cargo público y el del hombre común. Según las víctimas se dividen en el de un becerro, el de un macho cabrío, el de una cabra y el de una cordera.127 Lev. VII, 5.

227. Otra distinción fundamentalísima es la que divide las faltas en voluntarias e involuntarias; por cuanto los que, habiendo caído en la cuenta de sus faltas, se reprochan a sí mismos por los errores cometidos, emprenden un cambio hacia mejores cos tumbres y se orientan hacia una vida irreprochable.

228. Pues bien, las faltas del sumo sacerdote y las de la nación se purifi can mediante un animal de la misma categoría, pues está es tablecido que en uno y otro caso se ofrende un becerro; las del gobernante purifícanse mediante uno inferior, pero macho tam bién éste, como que la víctima es un macho cabrío; las del hom bre común, mediante uno de una categoría más baja aún, pues se sacrifica una víctima hembra, una cabra, no un macho.

229. Correspondía, en efecto, que también tratándose de sacri ficios el gobernante ocupara una posición superior a la del hombre común, y la nación una superior a la del gobernante, por cuanto necesariamente el todo es siempre superior a la par te; y que el sumo sacerdote fuera juzgado merecedor de la mis ma precedencia que la nación en lo que toca a la purificación y la súplica dirigida a la potencia propicia de Dios por el perdón de las faltas. Pero la igualdad de prerrogativa no la goza, evidentemente, por propio merecimiento, sino, más bien, porque se trata del servidor de la nación que tiene a su cargo elevar las acciones de gracia colectivas en nombre de todos mediante las más santas de las plegarias y los más puros de los sacrificios.

230. Magnífico y admirable es lo dispuesto acerca de estos sacrificios. "Si el sumo sacerdote", dice, "incurriere en falta involuntariamente", y agrega, "de manera que el pueblo incurra en falta.. ," 128 Con ello nos enseña de modo casi di recto que el sumo sacerdote de verdad, no el llamado así falsa mente, está libre de faltas; y si alguna vez llega a cometer una, le pasará esto no por su culpa, sino por una falta colectiva de la nación; falta que, por otra parte, no es incurable, sino admite fácilmente remedio.128 Lev. IV, 3. Aquí el sentido normal de hóste = de manera que, difí cilmente compagina con la conclusión que sigue, la que más bien puntualiza que la falta del sumo sacerdote es consecuencia que causa de la falta del pueblo.

231. Y así, manda la ley 129 que, una vez que el becerro haya sido degollado, el sacerdote

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salpique siete veces con el dedo un poco de sangre contra el velo que mira al santuario, más allá del primer velo, en el lugar en el que se hallan colocados los sagrados muebles; que acto seguido proceda a untar y ungir los cuatro extremos del altar, el cual es cuadrangular; y que el resto de la sangre lo derrame a los pies del altar situado al aire libre.129 Lev. IV, 6 a 12.

232. Tres cosas está mandado llevar a este altar: la grasa, el lóbulo del hígado y los dos riñones, al igual que lo dispuesto en el caso del sacrificio de preservación. En cambio, la piel, la carne y todo el resto del cuerpo desde la cabeza hasta las patas, incluidas las entrañas, deben conducirse afuera y ser quemadas en un lugar abierto, a donde es llevada desde el altar también la sagrada ceniza. Para el caso de las faltas de la nación entera rigen idénticas prescripciones.

233. Si, en cambio, la falta ha sido cometida por algún gobernante, la purificación, como he dicho, tiene lugar mediante un macho cabrío; y si es de un hombre común, mediante una cabra o cordera. Al gobernante, en efecto, le ha sido asignado un animal macho, y al hombre común un animal hembra. Las restantes disposiciones son las mismas para ambos casos: untar con sangre los extremos del altar situado en el espacio abierto; ofrecer en él la grasa, el lóbulo del hígado y los dos riñones; y entregar el resto a los sacerdotes para su alimento.

234. XLIII. Pero, como aparte de las faltas cometidas contra nuestros semejantes existen otras contra las cosas sagradas y santas, la ley, además de lo que ha establecido acerca de las consumadas contra los hombres, determina 130 que para la pu rificación en el caso de las que atentan contra las cosas sagradas, se aplaque a Dios mediante un carnero, previa reparación del daño con el pago del valor estimado más un quinto del mismo.130 Lev. V, 15 y 10.

235. Después de establecer estas y otras disposiciones análo gas sobre las faltas involuntarias, el legislador fija a conti nuación las relativas a las voluntarias.131 Si alguien, dice, hu biere mentido acerca de un condominio o de un depósito o de un robo o del hallazgo de lo que otro hubiere perdido; y, siendo sospechoso, al exigírsele juramento, hubiere jurado en falso y apareciere libre ya de los cargos de sus acusadores en contra de él, pero entonces se convirtiere él mismo en su propio acu sador, convicto interiormente por su propia conciencia, y se reprochare a sí mismo el haber negado y jurado falsamente; y reconociendo públicamente la injusticia, pidiere perdón, 131 Lev. V, 20 a 26.

[236.] a este tal la ley manda que se le conceda el perdón con la condición de que confirme su arrepentimiento, no con una promesa, sino con hechos, vale decir, con la restitución del de pósito o de lo robado o de lo hallado o, en general, de lo arre batado al prójimo, agregando además un quinto para compensar la falta.

237. Una vez que haya dejado conforme a la persona damnificada, debe acto seguido ir además hacia el altar, dice la ley, a suplicar el perdón de su falta, llevando consigo como irreprochable abogado la convicción de su culpa impresa en el alma; convicción que lo ha preservado de una irremediable des gracia, desterrando de él la mortal dolencia y conduciéndolo hacia una salud perfecta.

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238. Y también a éste le está prescripto el sacrificio de un carnero, lo mismo que al que ha faltado contra las cosas santas; porque la ley considera de importancia paralela la falta involuntaria tocante a las cosas sagradas y la voluntaria que afecta a las cosas humanas; si no es que también ésta entra en la esfera de lo sagrado por ir acompañada de un juramento, que no ha sido pronunciado con honestidad, aunque fue rectificado mediante un cambio hacia un mejor rumbo.

239. Preciso es observar, por otra parte, lo siguiente. Las porciones de la víctima del sacrificio expiatorio que se llevan al altar son las mismas que se llevan en el sacrificio de preser vación, 132 vale decir, el lóbulo de hígado, la grasa y los riñones; lo que se explica porque en cierto modo el que se arrepiente se preserva, ya que vuelve espaldas a una enfermedad del alma más peligrosa aún que las que afectan al cuerpo.132 Tratado en los parágrafos 212 a 223.

240. Pero, en cambio, la manera como se separan las restantes partes del animal para que sirvan de alimento es diferente. La diferencia es triple: en el lugar, en el plazo y en los que las reciben.133 En efecto, el lugar es el templo; el plazo, un día en vez de dos; los que las reciben, sacerdotes; no las personas que ofrecen el sacrificio, sino sacerdotes también de sexo masculino.134

241. La ley no permite llevar la carne fuera del templo, pues quiere que, cualquiera fuere la falta cometida anteriormente por el ahora arrepentido, dicha falta no tome estado público divul gada por las torcidas opiniones y desbocadas lenguas de los malévolos y ruines, y quede a merced de los reproches y las calumnias. Dispone, en cambio, que se mantenga dentro del sagrado recinto, dentro del cual ha tenido lugar también la purificación.133 Lev. VII, 2 a 7. Sin embargo en los versículos indicados no se menciona lo del piazo de un solo día.134 Lev. VI, 11. Aunque aquí se refiere el mandato al resto de la ofrenda llamada minjá, en el versículo se ha aclarado que están en pie de igualdad con ésta los sacrificios expiatorios.

242. XLIV. La prescripción de que la víctima sacrificada sirva para convite de los sacerdotes se debe a varias razones. En pri mer lugar, el honor que ello significa para los que ofrecen sacri ficios, puesto que la dignidad de los comensales redunda en prestigio de los anfitriones; 135 en segundo lugar, la confianza firmísima de haber alcanzado la misericordia de Dios que despierta en aquellos a quienes sobreviene el arrepentimiento de sus faltas, ya que Dios no hubiera llamado a Sus servidores y ministros a participar en tal convite, si aquel no hubiera sido completamente perdonado. En tercer lugar, el hecho de que a ningún sacerdote le está permitido oficiar en los sagrados ritos si no es completo, como que el más leve defecto motiva su exclusión del cargo.136135 No obstante haber declarado en el parágrafo 222 que los oferentes del sacrificio no son los verdaderos anfitriones, sino meros mayordomos o administradores de los alimentos que desde la presentación de la ofrenda pertenecen a Dios136 No es claro el sentido con que esta afirmación encuadra en el con texto. Por lo que sigue parece querer destacar Filón el alto honor de proporcionar alimentos para comensales tan seleccionados; aunque tal afir mación sería una redundante reiteración de lo dicho renglones más arriba. Por otra parte, en el parágrafo 117 se ha declarado que el menoscabo físico impide al sacerdote la práctica de los actos de culto pero no lo aparta de las comidas sagradas.

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243. La ley anima ciertamente a los que han abandonado ya la senda de las iniquidades, con el pensamiento de que su resolución de purificarse les proporciona un lugar en la clase sacerdotal y los aproxima a la alta jerarquía de los sacerdotes. De allí también que la víctima del sacrificio expiatorio sea consumida en un solo día, norma que nos enseña que si las malas acciones deben ser diferidas, encarándolas con lentitud y postergaciones, en el recto obrar, en cambio, debe procederse con celeridad y premura.

244. Las víctimas inmoladas en nombre del sumo sacerdote y de la nación para expiación de una transgresión no se preparan para servir de alimento, sino son consumidas por el fuego sobre las sagradas cenizas, como he dicho. Es que nadie es superior al sumo sacerdote ni a la nación como para desempeñar la fun ción de intercesor por las faltas de ellos.

245. Es, por lo tanto, razonable que la carne sea consumida por el fuego, a imi tación de los holocaustos, para honra de las personas interesa das; y no porque los sagrados juicios estén condicionados por la dignidad de las mismas, sino porque las faltas de los grandes de la virtud y verdaderamente santos son de tal naturaleza que se tienen por acciones rectas si otros las llevan a cabo.

246. En efecto, así como el llano fecundo y rico, aunque en alguna oca sión se tornare improductivo, produce más fruto que el que es estéril por naturaleza, del mismo modo, las esterilidades en el campo de lo bueno y noble resultan ser en las personas honra das y amantes de Dios superiores a las ocasionales acciones rectas de los hombres ruines, ya que nada honesto se resuelven a hacer estos por propia determinación.

247. XLV. Después de dar a conocer estas prescripciones acerca de cada clase particular de sacrificios, es decir, el holo causto, el de preservación y el expiatorio, la ley establece otro que es vínculo común entre los tres, para poner de manifiesto la estrecha vinculación y hermandad que los une. Este lazo que los vincula se llama el gran voto.137137 Núm. VI, 1 a 12. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 100.

248. Preciso es que diga mos por qué ha recibido esta denominación. Cuando las personas han hecho ya ofrenda de las primicias de cada parte de lo que poseen, trigo, cebada, aceite, vino y los más hermosos frutos de los árboles, amén de los primogénitos machos de sus animales, consagrando las especies puras y pagando la compen sación equivalente en el caso de los no puros; entonces, como ya no poseen más recursos materiales con los cuales dar mues tras de su piedad, dedícanse y conságranse ellos mismos dando pruebas de una piedad superior a toda ponderación y de una excelsa devoción a Dios. Por ello la denominación de gran voto es apropiada, ya que lo mejor que cada uno posee es su propia persona, y en este caso la cede renunciando a ella.

249. Al que ha formulado este voto el legislador le prescribe lo siguiente. En primer lugar, que, teniendo presente que durante ese tiempo oficiará como un sacerdote, no tome ni vino puro, "ni cosa al guna hecha con uva", ni beba otra bebida embriagante alguna capaz de arruinar al entendimiento. Y ciertamente, a los sacer dotes durante el ejercicio de sus funciones sagradas les está vedado beber bebidas embriagantes, debiendo saciar su sed con agua.

250. En segundo lugar, prescríbele no cortarse el pelo de la cabeza, con lo que proporciona a los que lo ven un claro signo de que no adultera la legítima moneda de su voto. En tercer

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lugar, mándale que conserve puro y sin manchas su cuer po hasta el punto de evitar aproximarse a sus padres o hermanos muertos, con lo que la piedad, cuyo triunfo es siempre noble y provechoso a la par, prevalece sobre el natural afecto y solida ridad hacia aquellos seres que nos son familiares y queridísimos.

251. XLVI. Al llegar el último día, debe, por mandato de la ley,138 llevar para quedar liberado de su voto tres animales: un cordero, una cordera y un carnero; el primero para un holo causto, la segunda para un sacrificio expiatorio, y el tercero para uno de preservación. 138 Núm. VI, 13 y 14.

252. Con todos estos sacrificios guarda cierta relación el que ha hecho el voto: con el holocausto, porque no solamente ofrece las restantes primicias sino también a sí mismo;139 con el expiatorio, porque es hombre, y todo ser creado, por perfecto que fuere, no escapa al delinquir;140 y con el de preservación, porque ha adoptado como autor de su pre servación al verdadero salvador, que es Dios; y no a los médicos y los poderes de curación de los mismos. Porque los médicos son seres perecederos, mortales, incapaces de asegurar la salud ni siquiera a sí mismos, y sus poderes no aprovechan a todos ni a la misma persona en todas las ocasiones, antes bien, a veces hasta dañan en grande; puesto que es a Otro a quien corres ponde el dominio sobre tales poderes y sobre quienes los em plean.139 El holocausto implicaba la quema completa de la víctima; la ofrenda en el caso del gran voto es también completa pues incluye hasta la persona del oferente. En eso consiste la relación.140 Y ha de expiar, consiguientemente, su falta.

253. Admirable es, a mi juicio, el hecho de que ninguno de los tres animales llevados para estos diferentes sacrificios sean de una especie distinta de los otros, siendo, en cambio, de la misma los tres: un carnero, un cordero y una cordera. Es que la ley como dije un poco más arriba, quiere por este medio mostrar que las tres clases de sacrificios están estrechamente emparen tadas, ya que el que se arrepiente se conserva, el que se preserva de las enfermedades del alma se arrepiente de ellas; y uno y otro se apresuran hacia una perfecta y cabal disposición de espíritu, simbolizada por el sacrificio en holocausto.

254. Ahora bien, como el autor del voto ha hecho la promesa de ofrecerse a sí mismo; y, no siendo lícito que el altar se man che de sangre humana, pero sí absolutamente necesario que al guna parte suya sea sacrificada, la parte que, impulsado por su celo, escoge es una que puede ser separada sin provocar dolores ni mutilación. En efecto, lo que corta son los cabellos de su cabeza, ramas superfluas que brotan en el cuerpo,141 semejantes a las de un árbol; y los pone en el fuego en el que es cocida la carne del sacrificio de preservación. Esta es la vía apropiada para que, no estándole permitido al autor del voto conducirse a sí mismo al altar, al menos una de sus partes se convierta en elemento de una de las clases de sacrificios, sirviendo como combustible de la sagrada llama.141 O de las partes análogas a los vegetales contenidas en el cuerpo.

255. XLVII. Estas disposiciones 142 rezan por igual para todas las demás personas, pero también los sacerdotes deben llevar alguna primicia como ofrenda al altar, y no creer que los servi cios y sagrados menesteres para los que han sido destinados traen aparejada la exención de hacerlo. Pero la primicia conveniente para los sacerdotes no debe proceder de ningún ser con sangre, sino de la más pura especie de alimento hu mano.143

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142 Las prescripciones relativas a sacrificios y ofrendas.143 Lev. VI, 12 a 16.

256. En efecto, el sacrificio perfecto de los sacerdotes consiste en la ofrenda de flor de harina, la décima parte de la sagrada medida 144 por día, una mitad a la mañana temprano y la otra al atardecer, frita en aceite y sin que nada de ella se reserve para alimento, porque por Divino mandato todo sacri ficio ofrecido por un sacerdote es en holocausto, y nada de él se aparta para ser comido.Habiendo, pues, descripto, hasta donde nos era posible, lo relativo a los sacrificios mismos, a continuación hablaremos tam bién acerca de quienes los ofrecen. 144 Del efá o efí, medida para áridos de 38,88 litros.

257. XLVIII. Quiere la ley que el que ofrece sacrificios sea puro de cuerpo y alma; purifi cada el alma de las pasiones, enfermedades, flaquezas y vicios así en las palabras como en las obras, y liberado el cuerpo de cuanto habitualmente lo mancha.

258. Y para una y otro ha determinado la correspondiente purificación: para el alma me diante los animales que son preparados para ser sacrificados; y para el cuerpo, mediante baños y abluciones. De estos habla remos más adelante pues corresponde que a la parte superior y rectora de nuestro ser, el alma, se le asigne también la prece dencia en nuestra exposición.

259. ¿En qué, pues, consiste la purificación del alma? Observa, dice el legislador, cómo la víctima que llevas, amigo, es completa y libre totalmente de cosa reprochable, seleccionada como el mejor entre muchos animales por el imparcial juicio y la agudísima visión de los sacerdotes, a los que la continua práctica ha capacitado para dictaminar en forma irrecusable. Porque, si observas esto, no con los ojos sino con la razón, te lavarás de tus faltas y de todas las impurezas con que te has manchado durante tu existencia, unas veces por circunstancias ajenas a tu voluntad, otras con deliberado propó sito.

260. Hadarás que tan cuidadoso examen del animal encierra una revelación de carácter simbólico sobre el mejora miento de tus costumbres. La ley, en efecto, atañe a los que están dotados de inteligencia y razón, no a seres irracionales; y por lo tanto, se preocupa, no porque las víctimas sacrificadas no tengan defecto alguno, sino porque los que ofrecen el sacrificio no sufran la corrupción de ninguna pasión.

261. Como he dicho, la ley establece que se purifique el cuerpo mediante baños y abluciones, y no permite que una persona se haga las abluciones o se bañe una vez nada más, y de inme diato penetre dentro de los sagrados recintos. El mandato es que se mantenga fuera durante siete días y practique las asper siones en el tercero y en el séptimo; y después de esto concede al ya purificado el libre acceso y la licencia para ofrecer su sacrificio.

262. XLIX. Hemos de examinar también cuan grande previsión y sabiduría encierra esto. Casi todos los otros pueblos emplean agua para el lavado; los más el agua de mar, algunos la de los ríos, y otros la sacan de las fuentes en vasijas. Moisés, en cam bio, dispone que sea ceniza, residuo del fuego sagrado, y de la manera que en seguida se expondrá. Dice que se debe tomar la ceniza y, después de echarla en un vaso, agregarle de inme diato agua, para luego, sumergiendo las ramas de un hisopo, regar con la mezcla a los que se purifican.

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263. No estaría desacertado quien dijera que la razón de ello es la siguiente. Quiere el legislador que los que van a servir al Que Es, primero se conozcan a sí mismos y su propia sustancia. Porque, ¿cómo el que no se conoce a sí mismo podría captar el poder de Dios, que está por sobre todas las cosas y a todas las trasciende?

264. Ahora bien, nuestra naturaleza en su parte corporal es tie rra y agua; y de ella nos hace acordar el legislador mediante la purificación, entendiendo que la más provechosa purificación ] consiste precisamente en eso: en que uno se conozca a sí mismoy sepa de qué elementos indignos de estima alguna, la ceniza y el agua, está compuesto.

265. Porque, dándose cuenta de esto, al punto se alejará de la insidiosa presunción y, abatiendo su soberbia, complacerá a Dios y alcanzará el apoyo de Su potencia propicia 145 la que detesta la arrogancia. En cierto pasaje 146 se afirma, en efecto, y con toda propiedad, que el que emprende sus obras con arrogancia en las palabras y en los hechos provoca no solo a los hombres sino también a Dios, el hacedor de la igualdad y de toda excelencia.145 Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss. 146 Núm. XV, 30.

266. Así pues, mientras ellos reciben las aspersiones, que los golpean y despiertan, por así decir; sus mismos elementos, la tierra y el agua, dejan oír su voz para decirles claramente: Nosotros somos las sustancias de vuestro cuerpo. La naturaleza, mezclándonos con Divina indus tria, nos modeló con forma humana. De nosotros fuisteis for mados cuando entrasteis en la existencia; y en nosotros os desin tegraréis de nuevo cuando os corresponda morir. Porque nada ha sido hecho para ser consumido en el no ser; y a los mismos elementos de los que procede, cada cosa habrá de retornar en su fin.

267. L. Tiempo es ya de que, según lo prometido, declare las particulares características de esta ceniza. Porque no se trata solamente de cenizas de maderas consumidas por el fuego, sino también de un animal apropiado para una purificación de esa naturaleza.

268. Manda, 147 en efecto, la ley que sea llevada fuera de la ciudad una novilla roja no uncida aún y sin defecto alguno, y degollada allí; y que el sumo sacerdote, tomando siete veces de su sangre, rocíe todo delante del santuario. Luego la quemará completamente incluso la piel, los cuernos, la sangre y el vientre lleno de excrementos. Cuando ya la llama fuere men guando, echará en la parte más central estas tres cosas: madera de cedro, hisopo y púrpura. Luego, una vez que el fuego se haya extinguido, un hombre puro deberá recoger las cenizas y depositarlas en un lugar también puro fuera de la ciudad.147 Núm. XIX, 2 a 9.

269. Cuál es el sentido oculto de todo esto, manifestado a través de símbolos, es cosa que en otro lugar hemos examinado a fondo explicando la alegoría.148 Preciso es, pues, que aquellos que se aprestan a concurrir al templo para tomar parte en un sacrificio lleven su cuerpo resplandeciente, y más aún que su cuerpo, su alma, ya que el alma es señora y reina, y superior en todos los aspectos en mérito a que le ha correspondido una na turaleza más cercana a Dios. Y lo que hace resplandecer al alma es la sabiduría y las doctrinas de la sabiduría, las que guían sus pasos en la contemplación del universo y de cuanto él con tiene; y también lo es el sagrado coro de las demás virtudes, y las nobles y muy laudables obras acordes con la virtud.148 Examen que no ha llegado hasta nosotros.

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270. Vaya, pues, sin temor aquel que está adornado con ellas hacia el templo, como al lugar más familiar para él, como a la más excelente de todas las moradas, para presentarse a sí mismo como víctima. En cambio, aquel en quien residen y están emboscados la soberbia y los bajos apetitos aguarde aún ocul tándose confuso y reprimiendo su desvergonzada insensatez y su exceso de atrevimiento en sitios en los que la circunspección es lo que conviene; que el sagrado recinto del realmente Exis tente está vedado para los impíos.

271. A este tal yo le diría: No son los sacrificios en sí los que alegran a Dios, buen hombre, siquiera si se Le ofrecen hecatombes,149 pues todas las cosas Le pertenecen y no tiene necesidad de adquirir nada de nadie; lo que Le complace, en cambio, son las intenciones naci das del amor a Él, y los hombres que practican la piedad, de quienes acepta complacido pasteles rituales y cebada, y las cosas más insignificantes, como si se tratara de las más preciosas, pre firiéndolas a las de inmenso valor. Y por cierto que éstos, aun que ninguna otra cosa aportaren, con solo traer sus propias per sonas ofrecen el mejor de los sacrificios, una completa oblación de una noble existencia, glorificando a Dios, su benefactor, con himnos y acciones de gracia, unas veces a través de los órganos del habla, otras sin la intervención de la lengua y la boca, emi tiendo con solo su alma las manifestaciones y voces de orden racional, que solo un oído es capaz de aprehender, el de Dios, ya que los oídos de los hombres no alcanzan a percibirlas.149 Sacrificios de cien bueyes.

273. LI. Que lo dicho es cierto, y no palabra mía sino de la Naturaleza lo testimonia la evidencia que la cosa encierra, la que proporciona clara prueba a aquellos que no se entregan a la desconfianza movidos por un espíritu disputador. Y lo testi monia también la ley al establecer la construcción de dos altares distintos en sus materiales, ubicación y usos.150150 Éx. XXVII y XXX.

274. En efecto, uno está construido con piedras seleccionadas y sin cortes; se halla erigido al aire libre junto a los accesos al santuario, y su objeto es ser usado para las ofrendas de seres con sangre. El otro está fabricado con el más puro oro; se eleva en los lugares inac cesibles detrás del primero de los velos, lugares que a ningún otro es dado ver fuera de los sacerdotes en estado de pureza; y su objeto es ser empleado para las ofrendas de incienso.

275. De esto se desprende claramente que Dios tiene por más digna de consideración hasta la más pequeña ofrenda de incien so de un hombre piadoso que innumerables animales sacrifica dos por quien no fuere perfectamente honrado. Porque, en la misma medida, pienso yo, en que el oro es superior a las piedras comunes, y las cosas del santuario más santas que las de afuera, también es superior la acción de gracias mediante ofrendas de incienso que la acción de gracias mediante seres con sangre.

276. De allí que el altar de las ofrendas de incienso haya sido honrado no solo con el alto costo del material empleado, con su construcción y con su ubicación, sino también con ser usado cada día para las acciones de gracias de los hombres a Dios an tes que el otro. No está, en efecto, permitido llevar afuera la víc tima para el holocausto hasta que dentro se haya ofrecido el incienso al alborear el día. 151151 Éx. XXX, 7. Ver el parágrafo 171.

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277. Todo esto no significa otra cosa sino que ante Dios no es la gran cantidad de víctimas sa crificadas lo que vale, sino la pureza suma del espíritu racional de quien ofrece el sacrificio. A menos que tú pienses que, mien tras un juez celoso de la rectitud de su dictamen no aceptaría presentes de uno de los litigantes, presentes cuya aceptación implicaría ser convicto de venalidad; y tampoco los recibiría un hombre honrado de uno malvado, aun cuando se tratare de una persona necesitada y el otro fuere opulento; en cambio, Dios sí se deja corromper, Él, que se basta absolutamente a Sí mismo y nada necesita de ninguna de Sus creaturas; y que, siendo, como es, el primero de los bienes, la perfección suma, la fuente pe renne de sabiduría, justicia y toda virtud, desdeña los presentes que provienen de los injustos.

278. Y por cierto que quien presentara tales ofrendas sería el más desvergonzado de los hom bres, puesto que ofrece a Dios parte de lo que ha robado, arre batado, negado o rehusado pagar, teniéndolo por partícipe de su maldad y codicia. A este tal diríale yo: ¡Oh tú, el más mi serable de los hombres!, lo que esperas es una de dos: o pasar inadvertido o que lo que haces sea patente.

279. Si supones que pasarás inadvertido, mal conoces el poder de Dios, poder gracias al cual todo lo ve y lo oye juntamente. Si piensas, en cambio, que tu conducta será patente, tu atrevimiento llega al colmo. Deberías avergonzarte por tus iniquidades, y, en cambio, haces pública ostentación de las faltas que has cometido, y te vanaglorias por ellas, y asignas una parte a Dios llevándole impías primicias, sin reflexionar que ni la ley admite ilegalidad ni la luz del sol tinieblas. Y Dios es el arquetipo del que las leyes son copia; y el sol del sol, el sol perceptible por la inteli gencia del sol perceptible por los sentidos, el sol que propor ciona visibles resplandores provenientes de invisibles fuentes al sol que perciben nuestros ojos.

280. Excelente en sumo grado es la prescripción, registrada en las sagradas estelas 152 de la ley, según la cual no se debe llevar al templo la ganancia de una ramera, pues ésta ha traficado con sus personales encantos y elegido una vida vituperable en procura de vergonzosas ganancias.152 Deut. XXIII, 18. Filón designa los libros sagrados asimilándolos figuradamente a las columnas en que era norma, entre los griegos y otros pueblos, registrar las leyes y demás documentos públicos para que estuvie ran perpetuamente expuestos a la vista de todos.

281. Y si los dones proce dentes de una mujer que ejerce la prostitución son sacrílegos, ¿cómo no han de serlo en mayor grado aún los procedentes de un alma prostituida, que se ha arrojado a sí misma a la ignomi nia y a los excesos más extremos: embriaguez, glotonería, co dicia de dinero, ambición de renombre, ansias de placer y otras innumerables especies de pasiones, dolencias y vicios? ¿Qué tiempo alcanzaría a purificar las inmundicias de los mismos? Yo no lo sé.

282. Cierto es que la vejez pone fin muchas veces a la ocupación de las rameras porque, habiéndose marchitado la plenitud de su vida, como el pleno florecer de ciertas flores, ya nadie viene a ellas, perdidos sus encantos. Pero, a un alma educada en la prostitución por la constante familiaridad con la incontinencia, ¿podría una eternidad convertirla en decente? Ni siquiera una eternidad; solo Dios, para quien son posibles las cosas imposibles para nosotros, podría hacerlo.

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283. Preciso es, pues, que quien se apreste a ofrecer un sacri ficio examine, no si la víctima es irreprochable, sino si su propia inteligencia se encuentra libre de defectos o imperfecciones. Debe además reflexionar sobre las causas por las que considera que corresponde ofrecer el sacrificio. Porque o bien es para dar gracias por los beneficios ya recibidos o bien para suplicar la conservación de los bienes presentes o la adquisición de otros futuros, o la liberación de males actuales o inminentes; y todo ello exige que procure la salud y la salvación de su inteligen cia.

284. Porque, si se trata de agradecer los beneficios que le han sido concedidos, no debe mostrarse desagradecido, con vertido en un ruin, pues es a un hombre virtuoso a quien fueron concedidas esas gracias; si es para asegurarse bienes presentes o con la esperanza de provechos futuros, debe demostrar que es digno de los prósperos sucesos mediante un sano proceder; y si se trata de liberarse de determinados males, no debe hacer cosas merecedoras de castigos y penas.

285. LII. El fuego, dice la ley, 153 arderá sobre el altar sin extinguirse jamás; cosa natural y conveniente, pienso yo; puesto que, así como las gracias que Dios brinda y alcanzan los hom bres noche y día son perennes, incesantes y continuas, también el símbolo de la acción de gracias, es decir, el fuego sagrado, debe arder renovadamente y permanecer inextinguible siem pre.153 Lev. VI, 2, 5 y 6.

286. Tal vez exista en ello otro propósito también: el de que los sacrificios anteriores se combinen y unan con los nuevos mediante la ininterrumpida presencia del mismo fuego con el que todos los sacrificios son consagrados, a fin de hacer patente la perfección que ellos alcanzan en las acciones de gracia, sin que importen las incontables diferencias de los recursos de los que proceden las ofrendas, recursos en unos casos copiosamente abundantes, y en otros, por el contrario, insuficientes.

287. Este es el mandato interpretado literalmente; pero hemos de indagar mediante las reglas de la alegoría su sentido oculto. El verdadero altar de Dios es el alma agradecida del sabio, for jada con virtudes perfectas, no cortadas ni divididas, ya que ninguna parte de la virtud es inútil. 288. Sobre este altar se enciende perpetuamente y se conserva inextinguible la sagrada luz; la luz de la inteligencia, que es la sabiduría, tal como, a la inversa, la insensatez es la oscuridad del alma. En efecto, lo que la luz sensible es para los ojos en la aprehensión de las cosas corpóreas, lo es la sabiduría para la razón en la contemplación de las incorpóreas y aprehensibles mentalmente; contemplación cuyo resplandor brilla siempre sin que jamás se oscurezca ni extinga.

289. LIII. Luego dice: "En toda ofrenda agregaréis sal"; pa labras que sugieren, según dije más arriba, la total conservación. La sal, en efecto, preserva los cuerpos, correspondiéndole en ello un segundo lugar a continuación del alma, pues, así como el alma es la causa de que los cuerpos se mantengan incorrup tibles, también la sal, más que otra sustancia alguna, los man tiene intactos y en cierto modo los torna inmortales.

290. Esa es también la razón por la que el legislador ha llamado "guar dián de los sacrificios" al altar, asignándole ese nombre especial y selecto en atención a que preserva los sacrificios, no obstante ser consumida la carne por el fuego.154 Así pues, esto resulta ser una clarísima

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prueba de que considera que el sacrificio no lo constituyen las víctimas sino la intención y el celo del que lo ofrece, intención y celo cuya constancia y firmeza proceden de la virtud.154 Filón descompone el término thysiastérion = altar o lugar de los sacrificios, en thysias = sacrificios, y terein = guardar, preservar.

291. A continuación agrega una nueva prescripción, 155 en la cual ordena que todo sacrificio sea ofrecido sin levadura ni miel, pues considera que ni una ni otra deben ser llevadas al altar. La miel, tal vez debido a que el animal que la reúne, la abeja, es un animal impuro, que se alimenta de restos putrefactos y corruptos de bueyes muertos, según se dice, tal como las avispas lo hacen de los cadáveres de caballos.155 Lev. II, 11.

292. O tal vez, por tratarse de un símbolo de la total impiedad que encierra el excesivo placer, el que resulta dulce mientras se paladea, pero más tarde produce amargos e irremediables dolores, por los que el alma es fatalmente sacudida y agitada sin que pueda mante nerse firmemente en su posición.

293. La levadura, por su parte, es prohibida a causa de la hinchazón que ella produce; y a la vez, simbólicamente para que el que se aproxima al altar no lo haga elevado o hinchado por la arrogancia; y, por el contrario, con la contemplación de la grandeza de Dios, alcance a percibir la miseria propia de las creaturas, aun de las que son superiores a otras en prosperidad; y luego de llegar a una razonable conclusión, descienda de la orgullosa cima de su arrogancia, purificándose de la insidiosa presunción.

294. Es que, si el Creador y Hacedor del universo, que no tiene necesidad de cosa alguna de las que ha creado no con intención de acrecentar Su poder y Sus recursos, sino en atención a tu mísera condición, te ha hecho partícipe de Su potencia propicia, colmando las necesidades propias de tu exis tencia, ¿qué corresponde que hagas tú ante los hombres, tus naturales parientes, engendrados con los mismos elementos que tú, si nada ni al mundo ni a ti mismo has aportado?

295. Por que desnudo llegaste, buen señor, y desnudo de nuevo partirás; y el tiempo que media entre tu nacimiento y tu muerte lo has recibido de Dios a título de préstamo. Y durante este tiempo, ¿qué otra cosa te corresponde hacer sino aplicarte asiduamente al bien común, a la concordia, a la equidad, al amor al prójimo y a todas las demás virtudes, repudiando el parcial, injusto e irreconciliable vicio, el cual convierte a la más civilizada de las creaturas, el hombre, en un salvaje y feroz animal?

296. LIV. La ley establece además 156 que las lámparas del sagrado candelabro ardan en el recinto interior al velo desde la tarde hasta el amanecer. Son varios los fines de esta pres cripción. Uno es que los lugares santos continúen iluminados mediante la sustitución de la luz del día por otra, permaneciendo así en todo momento libres de oscuridad a semejanza de los astros, los que, puesto el sol, muestran su propia luz sin aban donar su lugar en el orden cósmico. 156 Éx. XXVII, 21 y Lev. XXIV, 3 y 4.

297. Otro es que un rito estrechamente vinculado con los diurnos sacrificios se cumpla

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durante la noche para el servicio de Dios, y para que en ningún momento u ocasión falten acciones de gracia. El resplandor de la sacratísima luz en la intimidad del santuario es el sacrificio de acción de gracias (pues sacrificio merece llamarse) más con veniente y apropiado para la noche.

298. Pero hay una tercera finalidad, y muy necesaria. No solo mientras estamos despiertos experimentamos beneficios, sino también mientras dormimos, puesto que Dios, generoso como es, ha procurado al género humano un gran sostén, el sueño, para provecho del cuerpo y del alma. El cuerpo se desentiende de las diarias labores, y el alma, aliviada de las preocupaciones, se concentra en sí misma lejos ya de la multitud y alboroto de los sentidos, y puede en tonces precisamente estar a solas y convivir consigo misma. Con razón, pues, la ley ha dispuesto que las acciones de gracia se repartan, y que las ofrecidas por el tiempo en que permanece mos despiertos se hagan mediante víctimas presentadas en el altar, en tanto que las ofrecidas por el sueño y los beneficios que de éste derivan se lleven a cabo mediante el encendido de las sagradas lámparas.

299. LV. Estas son, pues, y otras similares a éstas las ordenan zas y prohibiciones para el fomento de la piedad contenidas en nuestras leyes. Ahora hemos de ocuparnos de aquellas disposi ciones que revisten el carácter de sabios consejos y admonicio nes.157 Dirigiéndose a la inteligencia dice:158 Dios no pide de ti nada pesado, complicado o dificultoso, sino algo totalmente simple y fácil.157 Comienza aquí una homilía de Filón basada en las exhortaciones morales y religiosas del Deuteronomio X. 158 Deut. X, 12 y 13.

300. Y ello consiste en que Lo ames como be nefactor; y si no, que Lo temas como gobernante y señor; que transites por todas las sendas que llevan a complacerlo; que Lo sirvas, no de mala gana sino con toda el alma llena de intención de amarlo; que acates Sus mandatos y respetes Su justicia.159159 El parágrafo no concluye aquí. Pero los renglones que siguen corresponden a un contexto totalmente ajeno al desarrollo de la argumentación de Filón. La traducción de dichas líneas es la siguiente: "En medio de todas estas cosas. Él permanece inmutable sin que varíe su naturaleza. Y de las demás cosas que existen en el mundo, ¿cuál de ellas posee la virtud de mejorar? ¿Por ventura el sol o la luna o la multitud de los demás astros o el cielo todo? ¿O crecen las montañas de la tierra hacia mayores alturas, o se expande la llanura ensanchándose como los elementos líquidos al derra marse, o se trueca el mar en agua potable o alcanzan los ríos magnitudes iguales a los mares? No; todas estas cosas permanecen fijas dentro de los límites en los que en el momento mismo de su origen las estableció Dios. Pero tú, si vives una vida irreprochable, serás mejor".

301. ¿Cuál de estas cosas es penosa o trabajosa? No es nece sario cruzar por vez primera un no navegado mar o recorrerlo en pleno invierno violentamente impulsado arriba y abajo por el oleaje y la fuerza de los contrarios vientos; ni atravesar a pie ásperas e intransitables soledades sin caminos, con el perpetuo temor de los ataques de los ladrones y de las fieras salvajes; ni montar guardia en las fortificaciones, pasando la noche a la intemperie, mientras los enemigos al acecho amenazan con los más graves peligros. Nada de eso; en asuntos hermosos la men ción de cosas desagradables está de más; solo palabras gratas cabe emplear refiriéndose a cosas tan provechosas.

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302. El alma solo debe dar su conformidad, y todo lo tendrá sin dificul tad a su disposición. ¿O acaso ignoras que pertenecen a Dios tanto el cielo visible como el aprehensible por la inteligencia, es decir, el que podemos llamar "cielo del cielo";160 y que, asimismo, son Suyos la tierra y lo que hay en ella, y el mundo todo, el visi ble y el invisible e inmaterial, modelo del visible?160 Deut. X, 14.

303. LVI. Pero con todo, Él, seleccionándolos por sus relevantes cualida des, escogió de entre toda la raza humana a los verdaderos hom bres, 161 y, juzgándolos dignos de una total preeminencia, los llamó a Su servicio; servicio que es la perenne fuente de bienes de la que Él hace brotar la lluvia de las otras 162 virtudes, derra mando, para provechosísimo disfrute, una bebida que, tanto o más que el néctar, produce inmortalidad.161 La referencia es a Israel.162 De las otras, es decir aparte de la piedad o amor a Dios, en mérito a la cual Dios escogió a su pueblo llamándolo a su servicio.

304. Dignos de lás tima y desdichados son todos aquellos que no se han regalado con la bebida de la virtud; y desventurados en grado sumo han sido siempre los que no han gustado jamás la copa de la nobleza de vida, aunque está en sus manos el regocijarse con los deleites de la justicia y la santidad. Mas, como dice la ley, 163 éstos son incircuncisos de corazón y, por la dureza de su índole, rebeldes a las riendas, que se levantan con arrogancia y se resisten a ser guiados.163 Lev. XXVI, 41.

305. A ellos reprende el legislador cuando dice:164 "Circuncidad la dureza de vuestro corazón"; lo cual quiere decir: 'Despojaos mediante un corte sin pérdida de tiempo de los superfluos engendros de vuestra porción rectora, engendros que los impulsos desmedidos de las pasiones sembraron e hicieron bro tar, y el pernicioso agricultor del alma que es la insensatez ha plantado'.164 Deut. X, 16.

306. Y agrega: "No sea duro vuestro cuello". En otras palabras: 'No sea vuestra inteligencia inflexible y presun tuosa en demasía, ni cultive la dañosísima ignorancia, movida a ello por la petulancia; antes bien, tras expulsarla como a un enemigo de natural intratable y malévolo, vuélvase hacia la do cilidad para acatar las leyes de la naturaleza'.

307. ¿O no ves que las primeras y mayores potencias del Que Es son la benefactora y la punitiva? 165 Y la benefactora es llamada Dios por que mediante ella Él produjo 166 y ordenó el universo; en tanto que la otra es llamada Señor, y por ella está investido de la soberanía sobre todas las cosas. Y no solo es Dios de los hom bres, sino también Dios de los dioses;167 y gobernante no solo de ios hombres comunes, sino también de los que gobiernan; y, siendo realmente existente, es grande, fuerte y poderoso.165 Deut. X, 17. Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.166 Como en otros pasajes (Sobre Abraham 121 y Sobre la confusión de las lenguas 137) Filón asocia el nombre Theós = Dios, con el verbo títhemí (raíz the-) = coloco, y ocasionalmente produzco.

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167 Como en otras partes Filón alude a los astros y los dioses inferiores de los que habla Platón en el Timeo 40 d y ss.; tal vez en un simple exceso de grandilocuencia.

308. LVII. Mas con todo, siendo tan inmensas Sus excelencias y potencias, siente piedad y compasión hacia los más apremiados por las necesidades, y no desdeña el convertirse en juez de los extranjeros, huérfanos y viudas; y, haciendo caso omiso, en cambio, de los reyes, déspotas y grandes potentados, tiene por digna de Su cuidado la humilde condición de los mencionados.168 168 Deut. X, 18 y 19.

309. Protege a los extranjeros 169 por lo siguiente. Ellos, ha biendo abandonado las costumbres ancestrales, en las que ha bían sido criados, costumbres saturadas de falsas invenciones y vanidad, y habiéndose convertido en genuinos amantes de la modestia y la verdad, se han encaminado hacia la piedad; y, siendo suplicantes y servidores del Que verdaderamente existe, como corresponde, participan con buen derecho de Su protección en la medida apropiada, alcanzando, como fruto de haberse refugiado en Dios, la ayuda que de Él procede.169 Se trata aquí no de cualesquiera extranjeros sino de los conversos a la religión judía. Ver los parágrafos 51 a 53 y Sobre las virtudes 105 a 108.

310. A los huérfanos y a las viudas los protege porque se han quedado sin protectores, los primeros sin padres, las viudas sin esposos; y ningún refugio queda de parte de los hombres para los que están abandonados. Por ello no les faltará la más grande de las esperanzas, la esperanza en Dios, quien, movido por Su generosa naturaleza, no rehúsa Su providencia y asistencia a los así des amparados.

311. Sea solo Dios, continúa,170 tu orgullo y tu mayor gloria; y no te vanaglories ni por la riqueza ni por la fama ni por el poder ni por la hermosura o fuerza corporal ni por cosas seme jantes a éstas, por las cuales acostumbran a envanecerse los vacíos de entendimiento. Ten presente, en primer lugar, que estas cosas nada contienen en sí de la naturaleza del bien; en segundo lugar, que muy rápidamente sobreviene el tiempo de su mundanza, y se marchitan, podríamos decir, antes de florecer plenamente.170 Deut. X, 21.

312. Procuremos, pues, el Bien estable, inmóvil e inmutable, y apliquémonos a suplicarle y servirle.171 Y si hu biéremos vencido a nuestros enemigos, cuidémonos de imitar las impiedades en las que ellos creen obrar piadosamente cuan do queman a sus hijos e hijas en honor de sus dioses.171 Deut. XII, 29 a 31.

313. Y no lo digo porque sea costumbre de todos los pueblos el que mar a sus hijos; que no todos han llegado a ser de naturaleza tan salvaje como para avenirse a hacer en plena paz a los seres más queridos y allegados lo que no se hace ni a enemigos hos tiles e implacables en plena guerra; sino porque verdaderamente consumen en el fuego y destruyen las almas de sus vástagos desde que todavía llevan pañales, al no imprimir en ellas, tiernas aún, las verdaderas concepciones acerca de Dios, el único y ver daderamente existente. Y si hubiéremos sido vencidos, no nos dejemos abatir ni nos descorazonemos por la buena suerte de aquellos, como si su victoria se debiese a su piedad.

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314. Para muchos los éxitos del momento resultan ser una emboscada, una trampa de grandes e incurables males. Evidentemente, el que les haya ido bien aun siendo indignos de triunfar, no ha sido para bien de ellos, sino para que nos apenemos y aflijamos lo suficiente nosotros, que habiendo nacido en una comunidad amante de Dios, y habiéndonos criado bajo leyes que preparan para toda virtud, y educados desde los primeros años en las más excelentes costumbres junto a hombres inspirados por Dios, desechamos esas costumbres y nos quedamos con las que real mente deberían desecharse, teniendo por cosa intrascendente lo digno de estima, y por valioso lo que solo es niñería.

315. LVIII. Además, si alguno cubriéndose con el nombre y la figura de un profeta, aparentare estar poseído de inspiración, e impulsare a adorar a los dioses reconocidos por las diversas ciudades, no debemos prestarle oídos, engañados por el nombre de profeta; puesto que son falsos los oráculos y profecías que inventa.172172 Deut. XIII, 1 a 11.

316. Y si un hermano o un hijo o una hija o una dueña de casa o un amigo genuino o cualquier otro que pare ciere tener buenas disposiciones hacia nosotros nos impulsare a cosas como esa, incitándonos a congratularnos con la multitud y a concurrir a los mismos templos y compartir sus libaciones y sacrificios, hemos de castigarlo como si se tratase de un público y común enemigo, haciendo poco caso de los lazos que nos unen, y denunciando sus incitaciones ante todos los amantes de la piedad, los cuales, con una celeridad sin dilaciones se lanza rán a castigar al impío o impía por entender que es cosa santa el darle muerte.

317. Porque solo un lazo de parentesco debe mos tener, un solo símbolo de amistad: el complacer a Dios, el decir y hacer todo movidos por la piedad. Los llamados lazos de parentesco por consanguineidad derivados de nuestros ante pasados, y aquellas vinculaciones resultantes de los matrimonios y de otras causas similares deben ser dejados de lado, a no ser que conduzcan firmemente a esa misma meta, es decir, a la honra de Dios, la cual es el indisoluble lazo de toda afección capaz de unir. Los que tal cosa hicieren lograrán a cambio un parentesco más augusto y santo.

318. Esta promesa mía es confirmada por la ley cuando dice que los que hacen lo que es grato a la naturaleza y lo que es bueno son hijos de Dios.173 Dice, en efecto: "Sois hijos para Dios, vuestro Señor", es decir, seréis tenidos por dignos de una protección y un cuidado como los de un padre. Y este cuidado superará, pienso yo, al que brindan los hombres, en la misma medida en que supera a éstos Aquel que lo brinda.173 Deut. XIII, 18 y XIV, 1.

319. LIX. Además el legislador elimina de la sagrada legisla ción los ritos de iniciación y los misterios, 174 así como toda im postura de este género, por considerar que no corresponde que los que han sido criados en una comunidad como la nuestra ce lebren ritos secretos, y atentos a las ficciones propias de los misterios, descuiden la verdad y persigan cosas confiadas a la oscuridad de la noche, desechando las dignas de la claridad del día. Ninguno, pues, de los seguidores y discípulos de Moisés inicie a otros ni sea iniciado en tales ritos; porque ambas co sas: el aprender y el enseñar esos ritos constituyen un grave sacrilegio.174 Deut. XXIII, 17 y 18. La prohibición reza con todos los cultos esotéricos de los misterios griegos y las prácticas rituales de iniciación en los mismos que significaban excluir de ellos a los no iniciados.

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320. Porque, si se trata de algo bueno y prove choso, ¿cuál es el motivo, señores participantes en los misterios, de que os encerréis en la profunda oscuridad y beneficiéis solo a unos cuantos, siendo posible extender los beneficios a todos los hombres con solo celebrarlos en medio de la plaza pública a fin de que todos puedan sin dificultad participar de una me jor y más dichosa existencia?

321. Porque el negar el bien a otros no es compatible con la virtud.175 Avergüéncense y, bus cando escondrijos, abismos de la tierra y oscuridad profunda, oculten su grande iniquidad aquellos que causan perjuicios. Mas los que procuran provecho a sus semejantes deben obrar de manera franca e ir en pleno día a través de la plaza pública para trabar conversación con muchos hombres, iluminando sus propias vidas con la pureza de la luz del sol, y por conducto de los más señoriales de los sentidos 176 beneficiar a los allí congrega dos, que contemplan gratísimos y a la par inmensamente mara villosos espectáculos, y escuchando se regalan con palabras de leitosas, que suelen llenar de alegría a las inteligencias de los que no son extremadamente torpes de entendimiento.175 Ver Platón, Fedro 247 a y Sobre las leyes particulares II, 249.176 La vista y el oído.

322. ¿O no ves que tampoco la naturaleza oculta sus celebradas y ad mirables obras; sino expone abiertamente los astros y el cielo todo para deleite de nuestros ojos y para despertar el amor por la filosofía; como muestra también los mares, las fuentes, los ríos, las apropiadas mezclas del aire producidas por los vientos y las brisas para determinar las estaciones del año, y las innu merables especies de plantas y animales y también de fruto?; todo para uso y disfrute de los hombres?

323. ¿Y no sería conveniente, entonces, que también nosotros, correspondiendo a los designios de la naturaleza, mostrásemos a todos los que lo merecen todo aquello que es necesario y útil para el provecho de ellos? Pero, tal como ocurren las cosas, sucede que muchas veces ninguna de las personas buenas es admitida en los mis terios, mientras que a veces son admitidos los ladrones, los piratas y las cofradías de mujeres abominables y de mal vivir, con solo proporcionar ganancias a los telestas y los hierofantes. 177 Sean, por lo tanto, desterrados todos estos advenedizos fuera de los lindes de la ciudad e institución en la que la no bleza y la virtud son honradas por ellas mismas. Y ya es bas tante sobre el asunto.177 Iniciadores e intérpretes en los misterios sagrados griegos.

324. LX. Ahora bien, siendo la ley una suprema propulsora de la solidaridad y de la amistad entre los hombres, vela por el buen concepto y la dignidad de una y otra virtud al no per mitir que ninguno de los que no tienen remedio se acoja a ellas, y al apartarlo a grandísima distancia.

325. Sabiendo, por ejemplo, que no pocas personas viles se infiltran furtiva mente en las asambleas y pasan inadvertidas en medio de la multitud que las rodea, para que esto no ocurra veda la entrada de la sagrada congregación a todos los indignos, comenzando por los andróginos, cuya enfermedad es el afeminamiento, los que desvirtuando las reglas de la naturaleza, la violentan adop tando pasiones y apariencias propias de mujeres de mal vivir. Expulsa, en efecto, a los eunucos y mutilados en los órganos de la generación,178 los que retacean su juvenil virilidad para que no se les marchite fácilmente, y transforman sus rasgos

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mascu linos en una forma femenina.178 Deut. XXIII, 1.

326. Y expulsa además, no solo a las rameras, sino también a los hijos de rameras, 179 los que llevan sobre sí la ignominia materna, como que en su origen la simiente de su nacimiento ha sido adulterada y convertida en algo confuso a causa de la gran cantidad de los que han tenido relaciones con sus madres, al punto de no poderse reconocer ni distinguir al verdadero pa dre.179 Deut. XXIII, 2.

327. Este pasaje, más que otro alguno, admite una in terpretación alegórica y está lleno de sentido filosófico. En efecto, la modalidad de los impíos y sacrílegos no se reduce a una sola; sus variedades son muchas y diferentes. Así están los que afirman que las incorpóreas formas ejemplares 180 son nada más que un nombre, algo carente de verdadera realidad con creta; con lo cual eliminan de las cosas su elemento más esen cial, vale decir, el arquetipo, el modelo de todas las cualidades de lo existente, según las cuales cada cosa particular ha recibido forma y tamaño.180 Ver Sobre la creación del mundo, nota 7.

328. A éstos las sagradas tablas de la ley los señalan con el nombre de "eunucos", porque, así como aquello que ha sido triturado,181 queda despojado de su cua lidad y forma; y no es otra cosa, hablando con propiedad, que una materia informe; del mismo modo también la opinión que niega la existencia de las formas ejemplares mezcla todas las cosas y las reduce a aquella forma de existencia, amorfa y des provista de cualidades, anterior a los elementos.182181 Juego de palabras entre thladías = eunuco, y tláo = trituro, aplasto.182 Los peripatéticos y los estoicos entre otros.

329. ¿Qué cosa podría haber más absurda que ésta? En efecto, cuando Dios creó todas las cosas a partir de esa confusa materia, no intervino directamente en ello, ya que violaba las Divinas nor mas el hecho de que Él, feliz y bienaventurado, tuviera contac to alguno con la materia ilimitada y caótica. Pero empleó, en cambio, Sus incorpóreas potencias, cuyo exacto nombre es el de formas ejemplares,183 para que cada género de seres adquiriera su correspondiente forma. La opinión opuesta introduce inmen so desorden y confusión, como que, al eliminar esas formas ejemplares, mediante las cuales se han creado las cualidades eliminan a la vez las cualidades.183 Como en el parágrafo 48, Filón identifica las potencias divinas con las idéiai = "ideas" o formas ejemplares platónicas, siendo estos los dos únicos pasajes de sus obras en que lo hace.

330. Otros, cual si compitiesen en un certamen de maldad, esforzándose por alcanzar los primeros galardones en la impie dad, superan a aquellos al echar un velo no solo sobre las for mas ejemplares sino además sobre la existencia de Dios, pues aseguran que no existe, y que si se dice que existe es porque eso resulta provechoso para los hombres, los que por temor al que suponen que se halla presente en todas partes y que todo lo contempla con ojos que jamás descansan, se habrán de abs tener de delinquir. A éstos la ley los llama "mutilados", por que se hallan castrados en cuanto a la aprehensión acerca del Engendrador de todas las cosas, siendo estériles para la sabi duría y entregándose a la más grande de las iniquidades, el ateísmo.

331. El tercer caso lo constituyen los que se han inclinado en la dirección opuesta introduciendo una multitud de divinida des masculinas y femeninas, viejas y jóvenes, e

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infestando el mundo con la idea de una pluralidad de soberanos, a fin de eli minar de la inteligencia de los hombres la aprehensión del Que realmente Es.

332. Estos son los que la ley llama simbólica mente "hijos de ramera", pues, así como los hijos de una ramera no conocen ni pueden registrar como tal a su verdadero padre, sino a muchos, o prácticamente a todos los amantes e íntimos de aquella, del mismo modo también los que no reconocen al único y verdadero Dios y forjan muchos falsamente llamados dioses, están ciegos en cuanto al más esencial de los seres, acerca del cual desde los mismos pañales hubieran debido recibir o la única o la primera de las enseñanzas. ¿Qué objeto de estudio, en efecto, es más excelso que el Ser realmente existente, es decir, Dios?

333. LXI. Son además expulsados los de una cuarta y una quinta clase,184 los cuales persiguen el mismo fin que los ante riores, pero difieren en los planes para alcanzarlo. Ambos gru pos, en efecto, siendo devotos de un vicio inmenso, el amor a sí mismos, han dividido entre sí, como si se tratara de un con dominio, el alma, la cual es una totalidad compuesta de una parte racional y una irracional; y se han asignado como porción propia unos la parte racional, que es la inteligencia, y los otros la irracional, de la que los sentidos son subdivisiones.184 Deut. XXIII, 3. Ver Interpretación alegórica III, 81 y Sobre los sueños I, 89.

334. Los embanderados por la inteligencia le asignan la dirección y so beranía de las cosas humanas, y aseguran que ella es apta para conservar el pasado mediante la memoria, para aprehender fir memente el presente y para imaginar y calcular el futuro me diante conjeturas verosímiles.

335. Ella es, dicen, quien sem bró y cultivó la tierra fértil y rica, así en las zonas altas como en las llanas, inventando de ese modo la agricultura, labor su mamente provechosa para la existencia humana. Ella, la que construyó naves, convirtió con invenciones superiores a toda ponderación la naturaleza terrestre en navegable,185 abrió en el mar rutas hacia múltiples direcciones, verdaderos caminos reales hacia los puertos y radas de las ciudades, y vinculó a los habitantes de las regiones continentales con los de las islas, los que jamás se hubieran conocido si no hubiera sido construida ninguna embarcación. Ella es además la inventora de las arte sanías y de las llamadas artes más selectas.185 ¿Refiérese, generalizando el ejemplo único, a la obra colosal mediante la que Jerjes hizo abrir un canal en uno de los brazos de la Península Calcídica para que su flota pasara sin necesidad de bordear el peligroso promontorio del monte Atos (ver Sobre los sueños II, 118), o simplemente a que el hombre, de ser terrestre que era primitivamente, se transformó gracias a su ingenio en audaz navegante?

336. Ella inventó, desarrolló y llevó a la perfección las letras, los números, la mú sica y todo el ciclo de los estudios de las escuelas.186 Ella, asimismo, dio a luz el más grande de los bienes, la filosofía, y mediante cada una de las partes de la misma ha proporcionado beneficios a la vida humana, procurando mediante la lógica exactitud en la expresión de los pensamientos, mediante la ética rectitud en la conducta, y mediante la física el conocimiento del cielo y del mundo. Y además de éstos, reúnen, acumulan y exponen otros incontables elogios de la inteligencia, que se suman a los ya mencionados, y que no tienen por qué preocu parnos en esta ocasión.186 Ver Interpretación alegórica III, 85.

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337. LXII. En cuanto a los defensores de los sentidos, expo nen los mismos sus elogios en tono harto grandilocuente, discu rriendo sobre aquéllos y clasificándolos según los beneficios que de ellos se derivan. Afirman que dos, el olfato y el gusto, son el origen de la vida; y dos, la vista y el oído, el origen del vivir bien.

338. A través del sentido del gusto, dicen, son transpor tados los elementos nutritivos de las sustancias alimenticias, y a través de las fosas nasales lo es el aire, del que toda creatura viviente depende. El aire es también un elemento nutritivo cons tante e incesante, que alimenta y conserva no solo mientras estamos despiertos sino también durante el sueño. Clara com probación de ello es que si el curso de ida y vuelta de la res piración se detuviese, un brevísimo tiempo incluso, la conse cuencia fatal de la interrupción del natural flujo del aire pro cedente de fuera sería una muerte inevitable.

339. En cuanto a los sentidos propios de la filosofía, los que nos procuran una buena vida, dicen los tales que la vista ve la luz, la más her mosa cosa que existe; y a través de la luz todas las otras cosas: el sol, la luna, las estrellas, la tierra, el mar, las incontables variedades de vegetales y animales, y, en general, toda clase de cuerpos, formas, colores y tamaños, cuya contemplación crea una excepcional inteligencia y engendra un intenso deseo de conocimiento.

340. Además de estas, la vista nos proporciona otras ventajas de inmenso valor, permitiéndonos distinguir entre los familiares y los extraños y entre los amigos y los enemigos, y evitar lo dañoso y escoger lo provechoso. Y mientras cada una de las demás partes del cuerpo existe para usos apropiados y muy necesarios; como los pies, para caminar, correr y todas las otras actividades que se ejecutan con las piernas; y las ma nos, para hacer, dar o tomar cosas; los ojos, en cambio, como si se tratara de un bien común, proporcionan las condiciones que hacen posible el correcto funcionamiento de esas y las res tantes partes del cuerpo.

341. Testigos absolutamente veraces de esto son los ciegos, los que no pueden hacer uso ni de las manos ni de los pies en la forma más apropiada, y así confirman el acierto de los que en el pasado les dieron el nombre de im potentes,187 no como vituperio, dicen, sino por piedad. Y en efecto, con la pérdida de los ojos las fuerzas del cuerpo no solo decaen sino se pierden del todo.187 En el derecho ático se daba este nombre a los privados del viso de un sentido o de una parte del cuerpo, como consecuencia de lo cual eran incapaces de desempeñar tarea alguna.

342. También el oído es algo sumamente maravilloso. Mediante él distingui mos melodías, medidas y ritmos, así como armonías y consonan cias, las variedades de géneros y sistemas y todos los elementos de la música; y asimismo las innumerables especies de expre siones orales empleadas en los tribunales, en los consejos, en los panegíricos, así como las usadas en la narración y en los diálogos, y las de las conversaciones imprescindibles con las personas que tratamos permanentemente acerca de los asuntos que tocan a nuestra existencia. En suma, que a través de la voz, que posee una doble capacidad: la de hablar y la de cantar, los oídos disciernen una y otra cosa para provecho del alma.

343. El canto y el habla son, en efecto, remedios salu dables y preservadores. El canto obra como sedante para las pasiones y controla lo irregular de nuestro ser mediante ritmes, lo

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discordante mediante melodías, y lo inmoderado mediante medidas, siendo múltiples y variadas sus formas en cada uno de estos aspectos, según lo atestiguan los músicos y poetas, a los que, por norma, no pueden menos que dar crédito aquellos que han recibido una buena educación. La palabra, por su parte, refrena y controla los impulsos que llevan hacia el vicio, y llega a curar a los que están dominados por pensamientos insensatos y desagradables; y más gentil con los dóciles, al par que más enérgica con los rebeldes, resulta ser origen de inmen sos beneficios.

344. LXIII. Tales son los argumentos que hilvanan los devotos de la inteligencia y los de los sentidos, forjando los primeros con la inteligencia, los segundos con los sentidos divinidades ficticias y olvidándose en su amor a sí mismos de Dios, el ver daderamente existente. Pues bien, es razonable que la ley haya excluido de la sagrada asamblea a todos, tanto a los que elimi nan las formas ejemplares, a los que llama "eunucos"; como a los que niegan absolutamente a Dios, a quienes la ley da el nombre de "mutilados"; como a los que, a la inversa, introducen familias de divinidades, a los que califica de "hijos de ramera"; como, en fin, a los que se aman a sí mismos, de los cuales unos divinizan a la inteligencia, y los otros a cada uno de los sentidos. Porque todos ellos, aunque lo hagan a través de planteos distin tos, tienden a un mismo fin: ignorar al único y realmente exis tente Dios.

345. Pero nosotros los seguidores y discípulos de Moisés, no descuidaremos nuestra indagación acerca del Que Es, convencidos de que el conocerlo constituye la felicidad suma y equivale a una vida inmortal. Tal es la fundamental y profunda verdad que nos enseña la ley cuando dice que todos los que se unen a Dios viven.188 En efecto, los ateos están de verdad muertos, en tanto que aquellos que se han incorporado a las filas del realmente existente Dios vivirán una vida eterna.188 Deut. IV, 4.

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SOBRE LAS LEYES PARTICULARES II

Sobre las leyes particulares comprendidas en tres de los diez mandamientos generales, a saber, el tercero, que versa sobre el cumplimiento de los juramentos,1 el cuarto, relativo a la reverencia al sagrado día sép timo, y el quinto, que trata de la honra a los padres.1 Sólo en reducida medida se adecua a este epígrafe el contenido de los parágrafos 1 a 38.

1. I. En el precedente tratado nos hemos referido detallada mente a dos de los diez mandamientos capitales, al de no reco nocer otros dioses soberanos, y al de no divinizar objeto alguno fabricado por la mano del hombre. Además, hemos expuesto" aquellas normas particulares que cabe clasificar dentro de uno y otro mandamiento. Pasemos ahora a discurrir acerca de los tres siguientes en la lista, relacionando con ellos, como en los casos precedentes, las leyes especiales correspondientes a cada uno.

2. El primero de los tres prescribe no tomar el nombre-de Dios en vano. Dice que la palabra del hombre virtuoso debe equivaler a un juramento, siendo firme, indoblegable, absoluta mente libre de falsedad y fuertemente asentada en la verdad; y que, si no obstante ello, circunstancias apremiantes nos obligaren a jurar, el juramento deberemos hacerlo por nuestro padre o por nuestra madre, si vivieren aún, y por su memoria, si estuvieren ya muertos; ya que los padres son copia y réplica de la potencia Di vina, por cuanto han traído a la existencia a quienes no existían.

3. En nuestras leyes está registrado el caso de uno de los funda dores de nuestra nación, y de los muy admirados por su sabi duría, que juró "por el temor de su padre,2 hecho que se recuerda, pienso yo, para provecho de los hombres venideros y para brindarles la necesaria lección de que deben honrar a sus progenitores de la manera conveniente, amándolos como a be nefactores y reverenciándolos como a soberanos establecidos por la naturaleza; y también de que no deben darse a usar el nombre de Dios a la ligera.2 Gen. XXXI, 53.

4. Merecen, asimismo, nuestra aprobación aquellos que, forzados en alguna ocasión a jurar, con sus dilaciones, lentitud y vacilaciones dan lugar a que rece len no solo los simples espectadores, sino también los que les exigen el juramento. Tienen, en efecto, la costumbre de excla mar: "Sí, por..." o "No, por...", sin añadir nada más, de modo que merced a la sugestiva interrupción no llega el juramento a concretarse claramente.

5. Pero puede, también, quien así lo deseare, mencionar a continuación, no, por cierto, a la suprema y primera Causa, pero sí a la tierra, al sol, a las estrellas, al cielo, al mundo todo, como que se trata de cosas merecedoras de la más alta consideración, y de una jerarquía superior a la nuestra en la creación, y que, además, por designio del Creador permanecen eternamente sin envejecer.

6. II. Hay, en cambio, quienes proceden con tan grande lige reza-y precipitación, que, saltando por encima de todas las cosas de la creación, osan remontarse con la palabra hasta el Creador y Padre de todas las cosas, sin examinar previamente si los lu gares son profanos o consagrados, si las ocasiones son apropia das, si ellos mismos son puros de cuerpo y alma, si los asuntos son de importancia y si lo que se persigue es necesario; y mez clándolo, por el contrario, todo "con manos no lavadas",3 como dice el pasaje; cual si, por el hecho de que la

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naturaleza les laya proporcionado la lengua, debieran usarla sin control ni freno para lo que no es lícito.3 Filón proverbializa la expresión que se lee en Ilíada VI, 266: "Temo hacer una libación en honor de Zeus con las manos sin lavar".

7. Siendo ella el más excelente de los instrumentos, el que confiere claridad de expresión a esos grandes benefactores de la vida humana y origen de confrater nidad que son la voz y la palabra, deberían emplearla para manifestar la dignidad, majestad y bienaventuranza de la Causa de todas las cosas.

8. De hecho, a tal punto llega la impiedad de éstos, que, trátese de lo que se tratare, pronuncian las más imponentes invocaciones, y no se ruborizan de echar mano a nombre tras nombre, a montones, pensando que, con multiplicar sin interrupción juramentos y más juramentos, asegurarán un feliz resultado a lo que se traen entre manos. Y bien necios que son. Porque, para la gente sensata, el mucho jurar no es señal de buena fe sino de falta de ella.

9. III. Sin embargo, si alguno se viere absolutamente for zado a jurar y el juramento se refiere a un asunto cualquiera que no esté prohibido por la ley, ha de confirmar su jura mento con toda su fuerza y con todos sus recursos, sin que nada le impida llevar a cabo lo decidido; muy especialmente si su juramento ha sido pronunciado cuando se hallaba capaci tado para razonar y con mente sobria, y no cuando su inteli gencia hubiere estado perturbada por salvajes arrebatos, fre néticos amores e incontrolables apetencias, al punto de no tener noción de lo que decía y hacía.

10. Porque, ¿qué es mejor que el no mentir en toda nuestra vida, y sobre todo si se toma a Dios por testigo? 4 Porque un juramento no es otra cosa que tomar a Dios por testigo a propósito de un asunto controver tido; y el invocar a Dios para algo no verdadero es el más impío de todos los procederes.4 Como en el caso de fuerza mayor que acaba de considerarse.

11. Hacer esto es como gritar abiertamente, aun cuando aparentemente se guardare silencio: "Te uso a Ti como velo para disimular mi iniquidad. A mí me avergüenza aparecer delinquiendo; sé Tú mi cómplice; asume Tú por mí la responsabilidad de mi villanía. Soy un transgresor, pero me interesa no pasar por hombre malvado; Tú, en cambio, no haces caso de la opinión de la gente, y Te tiene sin cuidado que hablen bien de Ti". Decir o pensar tales cosas es en extremo impío. Al oírlas, hubiéranse irritado no solo Dios, que está libre de todo género de maldad, sino incluso un padre o un extranjero para quien el sabor de la virtud fuera del todo desconocido.

12. Todos los juramentos, pues, deben, como he dicho, ser cumplidos siempre que se refieran a asuntos nobles y convenien tes para el mejoramiento de las cosas privadas y públicas, y tengan por guías a la sensatez, la justicia y la piedad. IV. Y en la misma línea de los juramentos están los perfectamente legales votos formulados a propósito de bienes presentes o espe rados. Cuando, empero, los juramentos obedecen a los propó sitos opuestos, es una impiedad el cumplirlos.

13. Porque hay quienes, en cuanta ocasión se les presenta, juran llevar a cabo robos, sacrilegios, destrucciones y adulterios, causar heridas, ase sinar y cometer otras iniquidades

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semejantes; y lo hacen con toda diligencia, poniendo como pretexto el haberlo jurado; como si para Dios no fuera mejor y más grato el que se abstuvieran de cometer iniquidades que el cumplimiento de sus juramentos. La justicia y toda virtud son ley de nuestra nación y norma esta blecida desde antiguo. ¿Y qué otra cosa son las leyes y las normas establecidas sino sagradas palabras de la naturaleza, que poseen como condición intrínseca el ser firmes y fijas, de modo que en nada difieren de los juramentos?

14. Sepa, pues, todo el que obra mal porque ha jurado hacerlo, que no solo ha jurado de mala fe, sino además ha violado un juramento merecedor de total y celosa observancia, mediante el cual la naturaleza pone su sello en lo que es noble y justo. Porque 5 lo que hace es agregar a unas culpas otras culpas, es decir, acciones ilegales a juramentos formulados con indebidos pro pósitos, que mucho mejor hubiera sido no pronunciar.5 Es decir, tenga presente esto, porque...

15. Abs téngase, por lo tanto, de obrar injustamente, y suplique a Dios, para que El, haciéndolo partícipe de Su poder misericordioso, le perdone por lo que ha jurado imprudentemente. Porque sería imbecilidad e irremediable locura escoger males dobles, pudiendo liberarse del peso de la mitad de ellos.

16. Existen, asimismo, quienes o por una excesiva misantropía que ha hecho que su naturaleza se torne rebelde a la convi vencia y al trato con los demás; o impelidos por la cólera que los domina cual opresora soberana, confirman la rudeza de sus temperamentos con un juramento. Afirman éstos que no aceptarán a tal o cual persona como compañero de mesa o de morada, o que, asimismo, no darán a una determinada persona ayuda al guna ni aceptarán nada de ella hasta el fin de sus días. A veces persisten en su intransigencia hasta más allá de la muerte, esta bleciendo en sus testamentos que ni siquiera se les proporcionen los ritos establecidos por la ley a sus cuerpos, ya cadáveres.

17. A éstos les recomendaría yo, como a los anteriores, que apla quen a Dios con súplicas y sacrificios, a fin de hallar el necesa rio remedio para las enfermedades de sus almas, enfermedades que ningún hombre es capaz de curar.

18. V. Otros son jactanciosos, inflados de presunción; y en tienden, sedientos de encumbramiento, que han de dejar de lado todo cuanto conduce a una moderada y sumamente provechosa forma de vida; y, si alguien los exhorta para que moderen la rebeldía de sus deseos, toman la exhortación por insolencia, y, haciendo caso omiso de los aconsejantes, se precipitan en una vida de lujuria, tomando a risa y chacota los nobles y, a la vez, provechosísimos consejos de la sabiduría.

19. Y, si se da el caso de que cuenten con una abundancia inagotable de recursos, sellan con juramentos el uso y disfrute de todo cuanto les per mite vivir suntuosamente. Me remito a un ejemplo. No hace mucho, el dueño de una no pequeña fortuna, muy aficionado a una forma disipada y disoluta de vida, como una persona de edad, pariente o viejo amigo de la familia, según tengo enten dido, le reprochó, hallándose con él, y lo exhortó a trocar tal manera de vivir por otra más digna y moderada, se disgustó desmedidamente por la exhortación, y, replicando resentido, juró que, mientras poseyera sus ingresos y recursos, no haría cosa alguna conducente a moderar sus gastos, ni en la ciudad ni en el campo, ni navegando ni en las marchas a pie; y que, por el contrario, siempre y en todas partes haría demostración de su

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riqueza. Evidentemente, esto, más que una demostración de riqueza, lo es de fanfarronería y de intemperancia.

20. Y, sin embargo, no son pocos los casos de investidos de altos car gos y dignidades que, poseyendo recursos abundantísimos e ingresos inagotables, como si la riqueza fluyera hacia ellos ince santemente de una fuente perenne, con todo, se inclinan a usar a veces las mismas cosas que usamos también nosotros los po bres: copas de barro, panes cocidos en el asador, sin otro agre gado que aceite, queso y verduras; una túnica y una camisa de delgada tela en verano, y una manta irrompible y espesa en invierno, y el suelo por ocasional lecho, sin querer saber nada de las camas de marfil o de las fabricadas con concha de tor tuga, o de oro, ni de los cubrecamas ornados con motivos flo rales, ni de los vestidos teñidos de púrpura, ni de los pasteles de miel refinados hasta el exceso, ni de los derroches de los convites.

21. La razón de esto es, a mi juicio, no solo el hecho de que se hallen dotados de una feliz naturaleza, sino también el haber participado desde los primeros años de su vida en una acertada educación. Ésta les ha enseñado a estimar la condición de ser humano más que la de gobernante; y, afincada en sus almas, les recuerda casi a diario su humana naturaleza, aleján dolos de los pensamientos soberbios y vanidosos, moderándolos, y curando con igualdad su desigualdad.

22. Y, de ese modo, ellos han llenado sus estados de prosperidad, abundancia, buena legislación y paz, brindándoles todos los bienes sin excepción, liberalmente, con prodigalidad y sin escatimarlos. Estas y las semejantes a éstas, ciertamente, son las obras propias de los nobles y verdaderos gobernantes.

23. Las otras, en cambio, son las de los advenedizos de la riqueza, llegados a la opulencia por algún capricho de la suerte; los que no conocen ni en sueños la verdadera riqueza, la riqueza con visión,6 la constituida por la perfección en las virtudes y las acciones conformes con ellas; y admiran las cosas que no merecen consideración alguna, en tanto que se burlan de las que son naturalmente merecedoras de honor. Nada suave es el reproche con que la sagrada pala bra censura los inoportunos juramentos de éstos. Es que se trata de gente de difícil purificación y rebelde a toda curación, al punto de que ni siquiera a juicio de la generosa naturaleza de Dios merecen indulgencia.6 Ver Sobre las leyes particulares I, 25.

24. VI. La ley no ha permitido a las doncellas y esposas la decisión plena acerca de sus votos; como que ha establecido que en el caso de las doncellas sus padres tendrán la autori dad sobre el cumplimiento o anulación de los juramentos, y en el caso de las esposas que sean sus maridos los arbitros al respecto.7 Y con razón seguramente, ya que las primeras, a causa de su juventud, no conocen el valor de los jura mentos; de modo que necesitan de quienes decidan por ellas; en tanto que las otras juran a menudo por ligereza cosas que no habrán de convenir a sus esposos; por lo que se ha concedido a éstos la facultad de ratificar lo jurado o hacer lo contrario.7 Núm. XXX, 4 y ss.

25. En cuanto a las viudas, no deben jurar apresuradamente,8 puesto que, no teniendo quienes intercedan por ellas, ni esposos por haber sido separadas de ellos, ni padres pues los abandona ron cuando partieron hacia el nuevo hogar para casarse, forzo samente sus

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juramentos mantienen su vigencia, como resultado de esa carencia de protectores.8 Núm. XXX, 9 y ss.

26. Si alguno, sabiendo que una persona ha violado un jura mento, y, atendiendo más a la amistad, a la vergüenza o al temor que a la piedad, no formulare la acusación y la condujere ante un tribunal, será pasible de la misma pena que el perjuro, ya que el solidarizarse con quien delinque en nada difiere del delinquir mismo.9 9 Lev V, 1.

27. Los castigos por perjurios proceden unos de Dios, y otros de los hombres. Los más altos y mayores son los que proceden de Dios, pues Él no se muestra generoso con los que cometen tal impiedad, sino permite que continúen para siempre en su irremediable impureza. Y ello es lo justo y conveniente, entiendo yo. Porque, ¿qué tiene de extraño que quien ha ignorado a Dios sea, a su vez, ignorado, cosechando lo mismo que siembra?

28. Los castigos procedentes de los hombres son diferentes: o la muerte o los azotes. Las personas de mayor calidad y de piedad sobresaliente insisten en la apli cación de la pena de muerte; en tanto que aquellos cuya indig nación es menos fuerte azotan con un látigo a los culpables en lugar público y a la vista de todos, por orden de las autorida des. Aunque, excepto para las personas de servil naturaleza, los azotes constituyen un castigo no inferior a la muerte.

29. VII Tales son, consideradas literalmente, estas prescripcio nes. Pero, además, es posible interpretar alegóricamente aque llas partes que admiten ser examinadas a través de símbolos. Y así, conviene que tengamos presente que la recta razón de la naturaleza posee conjuntamente el poder de padre y el de es poso, aunque con sentidos diferentes. El poder de esposo, por que, como en una tierra fértil, deposita en el alma la simiente de la virtud; el de padre, porque es propio de ella engendrar buenos propósitos y nobles y meritorias acciones; y, habiéndolos producido, los nutre con el agua de las verdades que la educación y la sabiduría proporcionan.

30. A su vez, la inteligencia aseméjase, por una parte, a una doncella, y por otra, a una mujer, o bien viuda o bien unida todavía a un esposo. Como doncella, la inteligencia se conserva pura e incorruptible ante los placeres y las concupiscencias, así como ante esas insidiosas pasiones que son las penas y los dolores; habiéndose reservado la función de protector de ella el padre que la engendró. El cuidado, en cambio, cuando convive, como una esposa, con la cultivada razón regida por la virtud, comprométese a tomarlo a su cargo esta misma razón,10 la que, como un esposo, engendra en ella pensamientos excelentes.10 Recuérdese que lógos = razón, es masculino y tales circunstancias gramaticales pesan decisivamente en la asignación de papeles alegóricos por Filón.

31. Pero, si el alma se halla privada de su vínculo de filiación con la sensatez o de su vínculo matrimonial con la recta razón, enviudada de los bienes supre mos y abandonada por la sabiduría, por haber preferido una vida culpable, deberá ser responsable de las decisiones que ha tomado por sí misma, ya que no cuenta con la sabia razón para que remedie sus errores, ni como esposo que convive con ella, ni como padre que le dio el ser.

32. VIII. En el caso de aquellas personas que han hecho voto de ofrendar no solo sus bienes o parte de ellos, sino además sus propias personas, la ley 11 ha determinado una escala de

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valores, no ateniéndose a la belleza o la estatura o alguna característica de esa especie, sino partiendo de una ta sación uniforme y distinguiendo solamente los hombres de las mujeres y los niños de los adultos.11 Lev. XXVII, 2 a 8.

33. Manda, en efecto, que el correspondiente valor desde los veinte a los sesenta años sea de doscientas dracmas, en monedas de plata pura, para el hom bre, y de ciento veinte para la mujer; desde los cinco a los veinte años, de ochenta para los varones, y de cuarenta para las mujeres; desde la tierna infancia hasta los cinco años, de veinte para el varón, y de doce para el sexo femenino; y para los que han vivido más de sesenta años, de sesenta para los ancianos y de cuarenta para las ancianas.

34. La igualdad 12 que se ha establecido entre los varones correspondientes a cada edad, e igualmente entre las mujeres, obedece a tres razones de muchísimo peso. Una es que el valor del voto es igual y similar si lo formula una persona de gran importancia que si lo hace una de modesta condición. La segunda es que no sería apropiado que los que ofrecen votos estuvieran sujetos a las mismas contingencias que los esclavos, los que por las buenas condiciones y la belleza de sus cuerpos son bien tasados, y en caso contrario vendidos a vil precio. La tercera, la más convin cente, es que, así como nosotros sentimos estima por la desigual dad, Dios la siente por la igualdad.12 En cuanto a pasar por alto las diferencias de posición, belleza y com plexión física.

35. IX. Estas son las estimaciones determinadas por la ley con relación a los seres humanos; las relativas a los anima les, a su vez, son las siguientes.13 Si alguien separa un ani mal de su rebaño, y éste es un ejemplar puro de una de las tres especies que han sido asignadas a los sacrificios: o buey o cordero o cabra, debe sacrificar dicho animal sin sustituir por uno mejor uno peor ni viceversa. Porque no es con la abundancia de carnes o grasa de animales con lo que se complace Dios, sino con la irreprochable intención del autor del voto. Pero, si hiciere una sustitución, deberá sacrificar dos animales en vez de uno: el original y el sustituto.13 Lev. XXVII, 9 a 13.

36. Si el voto fuere de ofrecer un animal de los no puros, quien lo formuló deberá conducirlo ante el sacerdote de más alta repu tación, el cual habrá de tasarlo sin sobrepasar el valor real, y agregará al precio estimado un quinto, a fin de que, en caso de tenerse que sacrificar en lugar de dicho animal uno puro,14 éste no sea de un valor inferior al correspondiente; y además, para avergonzar al autor del voto por haberlo formulado sin discer nimiento, pienso yo, suponiendo, en un extravío de su inteligen cia y dominado por la pasión, que en ocasión como ésta un animal impuro es puro.14 En el texto bíblico no aparece contemplado el caso de que se deter mine sustituir el ejemplar no sacrificable por otro aprobado por la ley. Tal vez fuera una opción a cargo del oferente el determinar si la suma se destinaría a cualquier fin de culto o exclusivamente a pagar un ejemplar de animal puro para llevar a cabo el sacrificio.

37. Si lo ofrendado resulta ser una casa, 15 el oferente deberá recurrir también a su tasación a cargo de un sacerdote; pero la suma que habrá de pagarse variará según los compradores. Si el que formuló el voto prefiere rescatar la casa, deberá acre centar la paga en un quinto, en castigo por dos cosas malas: su ligereza y su avidez; ligereza puesta en evidencia en lo ofre cido en su voto, y avidez patente en su deseo de recuperar aquello a que antes había

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renunciado. Si el comprador es otro, no pagará nada más que el valor exacto de la casa.15 Lev. XXVII, 14 y 15.

38. Quien hubiere formulado un voto no deberá dejar pasar mucho tiempo para el cumplimiento de su promesa.16 Sería ilógico, en efecto, que, mientras procuramos abreviar plazos en nuestros acuerdos con los hombres, nos mostremos remisos respecto de lo que convenimos con Dios, si bien Él de nada carece y nada necesita, convirtiéndonos a nosotros mismos, por nuestra lentitud y tar danza, en convictos del más grande de los delitos: la falta de consideración hacia Aquel cuyo servicio deberíamos considerar principio y fin de la felicidad. Y es ya suficiente acerca de los juramentos y los votos.16 Deut. XXIII, 21.

39. X. El siguiente mandamiento capital es el referente al sagrado día séptimo. Con él guardan relación muchísimos asuntos de vital importancia: las clases de fiestas, las libera ciones cada siete años de las personas libres por naturaleza que, por circunstancias adversas están en servidumbre; las generosas actitudes de los prestamistas hacia los deudores, al eximir en el séptimo año a sus connacionales del pago de las deudas; los descansos de la tierra de cultivo, tanto en las llanuras como en las zonas altas, los que tienen lugar con intervalos de seis años; y las leyes relativas al año quincuagé simo. La simple exposición de estos temas es suficiente para perfeccionar en la virtud sin esfuerzo alguno a las personas de buen natural, y de tornar más dóciles a los de temperamento rebelde y áspero.

40. Ahora bien, el papel del siete entre los números ha quedado descripto extensamente con anterioridad:17 sus propiedades dentro de la década, su estrecha relación con el diez mismo y el cuatro, origen y fuente este último del diez;18 cómo la suma de los sucesivos números de uno a siete da vein tiocho,19 número perfecto, igual a la suma de sus factores;20 cómo, llevado el siete a una progresión geométrica, produce un número que es cubo y cuadrado al mismo tiempo;21 y cómo su estudio pone de manifiesto otras innumerables excelencias que de él derivan, y acerca de las cuales no es ocasión ésta de ex tenderse. En cambio, hemos de examinar cada uno de los temas especiales propuestos,22 relacionados con este mandamiento ca pital, comenzado por el primero, que, como dijimos, es el relativo a las fiestas.17 Ver Sobre la creación del mundo 90 a 127.18 De la vinculación del siete con el diez nada se dice en Sobre la crea ción del mundo. Al cuatro lo vincula al hecho de que 3 + 4 es igual a 7; y es fuente del diez porque 1 + 2 + 3 + 4 es igual a 10.19 1+2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28.20 1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28.21 Por ejemplo, 64, que es el séptimo término de una progresión geomé trica de razón 2, a partir de la unidad (1|2|4|8|16|32|64), es igual a 82 y 43; y 729, que es el séptimo término de una progresión geométrica de razón 3 a partir de la unidad (1|3¡9|27|81|243|729), es igual a 272 y 93.22 En el parágrafo 39.

41. XI. Pues bien, las fiestas registradas en la ley son diez en total. La primera, cuya mención asom brará quizá a alguno, es la fiesta de cada día; la segunda es la del séptimo día, al cabo de seis intermedios, día que los hebreos llaman sábado en su lengua tradicional. La tercera es la del novilunio, que sigue a la conjunción de la luna nueva; la cuarta, la de la travesía, fiesta

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llamada Pascua; la quinta, la de la ofrenda de las primeras espigas o sagrada gavilla; la sexta, la de los ácimos: tras la cual viene la que es verdaderamente,23 séptima, la fiesta de las semanas. La octava es la del día de mes sagrado; la novena, la del ayuno; y la décima, la de los tabernáculos, la que marca el fin de las fiestas del año, conclu yéndolas en un número perfecto, el diez. Comencemos por la primera.23 Verdaderamente séptima, porque además de serlo en el orden de las fiestas, lo es por su nombre, ya que hebdómé — séptima y séptimo día (sobrentendido héméra = día), está vinculado etimológicamente con hebdomás = número siete y semana.

42. XII. La ley registra cada día como una fiesta, ade cuándose así a la irreprochable vida de los hombres piadosos, que ajustan su conducta a la naturaleza y a las normas de ésta. Y por cierto que, si los vicios no hubieran sobrepasado en crédito y sometido a su dominio a los pensamientos acerca de las cosas provechosas, desalojándolos del alma de cada uno de nosotros; si, por el contrario, las fuerzas de las virtudes hu bieran permanecido invictas para siempre, el tiempo que va desde el nacimiento hasta la muerte sería una única e ininte rrumpida fiesta, y tanto las moradas como las ciudades, estarían todas llenas de todos los bienes, gozando tranquilamente de las cosas, sin peligros ni trabas. Pero la realidad es otra:

[43] los abusos y los ataques que tanto los hombres como las mujeres maqui nan contra sí mismos y contra otros, han abierto brechas en la continuidad de esa regocijante alegría. Una clara prueba de lo que digo es la siguiente.

44. Todos cuantos entre los hele nos y los no helenos cultivan la filosofía viven una vida libre de toda censura o culpa, sin aceptar nada que viole o menoscabe la justicia; rehuyen la compañía de los entrometidos, y evitan los lugares en los que éstos gastan su tiempo, vale decir, los tri bunales, los consejos, las plazas, las asambleas y, en general, todo sitio donde haya una fiesta o reunión de hombres super ficiales.

45. Ellos anhelan una vida sin conflictos y en paz; son excelentes observadores de la naturaleza y de cuanto hay en ella, y escrutan la tierra, el mar, el aire, el cielo y las especies que los habitan, acompañando con sus inteligencias las revolu ciones de la luna, del sol y del coro de los demás astros errantes y fijos. Con sus cuerpos asentados aquí abajo sobre la tierra, ponen alas a sus almas para poder atravesar la región etérea y contemplar con detención las potencias allí residentes, como corresponde a quienes han llegado a ser verdaderos ciudadanos del mundo; y consideran que el mundo es un estado, cuyos ciudadanos son los que cultivan la sabiduría, siendo la virtud quien los registra como tales, ya que a ella la universal comu nidad ha confiado la función de presidirlo.

46. XIII. Plenos de nobleza de espíritu, habituados a desdeñar los males del cuerpo y los que proceden de las cosas exteriores, ejercitados en mirar con indiferencia lo indiferente, prestos para el combate contra los placeres y concupiscencias, con ánimo dispuesto para estar en todo momento por sobre las pasiones en general, experimentados en derribar con todas sus fuerzas la muralla que éstas les oponen, e indoblegables ante los embates de la suerte por haber calculado con anticipación sus ataques; ya que el anticiparse torna más leves las más graves adversida des, pues la inteligencia no se halla ya ante nada novedoso en los sucesos, sino los recibe sin darles importancia, como asunto viejo y familiar; en esas condiciones es natural que tales hom bres, regocijados por sus virtudes, vivan toda la vida como una fiesta.

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47. Es cierto que su número es pequeño, apenas una brasa de la sabiduría conservada al rescoldo en las distintas ciudades para que no se extinga y apague completamente en el género humano la virtud.

48. Pero, si en todas partes los hombres hubieran pensado como estos pocos, y llegado a ser como la naturaleza quiere que sean: irreprochables y sin culpas, amantes de la sensatez, regocijados ante lo noble por la nobleza misma y convencidos de que en ella reside el único bien, y de que las demás cosas son vasallas y esclavas, estando sujetas a su auto ridad, plenas de felicidad hubieran llegado a estar sus ciudades, libres por completo de todo aquello que origina dolor y miedo, y llenas, en cambio, de las cosas que producen alegría y bienes tar, de modo que en ninguna circunstancia se interrumpiría su dichosa existencia y todo el ciclo de cada año constituiría una fiesta.

49. XIV. En consecuencia, a juicio de la verdad ninguna per sona ruin celebra fiesta alguna, ni siquiera por brevísimo tiempo, ya que la atormenta la conciencia de sus faltas y se avergüenza en el interior de su alma, aun cuando con su rostro aparente sonreír. Es que, ¿cómo puede tener ocasión de verdadero rego cijo quien abriga pésimas intenciones, hace de la demencia su compañera de vida y usa fuera de propósito todo: lengua, vien tre y órganos de la generación?

50. Con la primera, en efecto, divulga las cosas vedadas, que merecen callarse; con su gloto nería llena al segundo de mucho vino puro y cantidades des medidas de viandas; y de los últimos abusa para sumamente repugnantes arrebatos y uniones carnales ilícitas, no solo aten tando en su loco frenesí contra esposas de otros, sino mante niendo, además, relaciones sexuales con jovencitos, a los que fuerza a adulterar el rasgo masculino de su naturaleza y a tro carlo en una forma femenina, a fin de satisfacer una impura y maldita pasión.

51. Por este motivo Moisés, cuya grandeza todo lo abarca, viendo la belleza sin límites de la verdadera fiesta, comprendió que la perfección de ésta se hallaba por sobre las posibilidades de la humana naturaleza, y la consagró a Dios con estas textua les palabras: "las fiestas del Señor".

52. Es que, reflexionando sobre la lamentable y aterradora condición de nuestra especie, y sobre cómo está llena de infinitos males engendrados por las ambiciones del alma, así como por las enfermedades del cuerpo, acrecentados por los vaivenes de la fortuna y los mutuos ataques de los vecinos, los que infligen y padecen incontables daños, le costaba creer, y con razón, que alguien arrastrado en tan grande mar de sucesos voluntarios e involuntarios, e incapaz de hallar jamás la tranquilidad o de llegar con seguridad al puerto de una vida sin peligros, pueda celebrar realmente una fiesta que no sea lo tal solo de nombre, sino de verdad, vale decir, deleitán dose y complaciéndose en la contemplación del mundo y de las cosas que hay en él, con la compañía de la naturaleza, y con la correspondencia de las palabras con las obras, y de las obras con las palabras.

53. De allí que no pudiera sino afirmar que las fiestas son solo de Dios, porque solo Dios es feliz y dichoso, ajeno a todo mal, y está lleno de bienes perfectos, o más bien, si hemos de hablar con propiedad, Él mismo es el bien; Él, que ha hecho llover los bienes particulares sobre el cielo y la tierra.

54. Por ese motivo cierta fecunda inteligencia de remotos tiempos, habiéndose calmado en

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ella las pasiones, sonrió pre ñada y rebosante de alegría;24 y, habiendo reflexionado consigo misma que el alegrarse es privativo de Dios solamente, y que ella cometía una falta al usurpar goces que están por sobre los seres humanos, cobró temor y rechazó la risa de su alma, hasta que fue consolada.24 Gen. XVIII, 11 a 15.

55. En efecto, Dios, en Su genero sidad, desvaneció su temor ordenándole mediante una revela ción que reconociese que había reído; con lo cual quiso ense ñarnos que la creatura no ha sido privada totalmente de la alegría; pero, que existe, por una parte, la alegría sin mezcla, completamente pura, en la que nada de la naturaleza opuesta tiene cabida, alegría exclusiva de Dios; y, por otra, la que mana de aquella, mixta, combinada con pequeños pesares, mezcla queel hombre sabio recibe como el mayor de los dones, siempre que en ella sean mayores los ingredientes placenteros que los dolorosos. Y ya es bastante acerca de este asunto.

56. XV. Después de esta continua, incesante y eterna fiesta ce lébrase en segundo término la del sagrado día séptimo, con un intervalo de seis días. Algunos la han llamado virgen, atentos a su castidad sobresaliente.25 Estos mismos llámanla también la sin madre, es decir, la engendrada solo por el Padre26 del universo, o sea, por la forma ejemplar del sexo masculino, la que en nada participa del femenino. Se trata, en efecto, del más viril y robusto de los números, excelentemente dotado por la naturaleza para el mando y la conducción. Algunos, por su parte, le han dado el nombre de "momento oportuno",27 re conociendo a través de sus manifestaciones sensibles la natura leza del mismo en el orden intelectual.25 Ver Sobre la vida de Moisés II, 210, Sobre la creación del mundo 100 y Sobre la herencia de las cosas divinas 170.26 Ibídem.27 U ocasión propicia. El calificativo procede de los pitagóricos, según Aristóteles Metafísica I, 5, 985 b.

57. En efecto, del número siete participan todas las cosas más excelentes del mundo sensible, por las cuales se cumplen ordenadamente las estaciones del año y los retornos de los períodos favorables. Me refiero a los siete planetas, la Osa, la Pléyade, los ciclos de la luna, según ésta va creciendo y decreciendo, y las circunvolu ciones, armoniosas y superiores a toda descripción, de los de más cuerpos celestes.

58. Por su parte, Moisés, partiendo de una consideración más importante aún, lo llamó "conclusión y perfección", al atribuir al número seis la creación de las partes del mundo, y al siete su perfeccionamiento. El seis, en efecto, es un número bien proporcionado, resultado de multiplicar el dos por el tres, factores éstos, masculino el impar, y femenino el par, que por inmutables leyes de la naturaleza producen la generación de los seres.

59. En cambio, el siete es absoluta mente sin mezcla, y, para hablar con toda propiedad, la luz del seis, pues hizo patente que ya había alcanzado su plenitud todo aquello que el seis había engendrado. Por eso, con razón puede ser llamado día natal del mundo,28 en el cual la obra del Padre revelóse perfecta ya y compuesta de partes perfectas.28 Ver Vida de Moisés I, 207 y II, 210.

60. Está mandado abstenerse en este día de todos los trabajos, y no porque la ley incite a la holganza; que ella siempre nos habitúa a soportar las penurias y nos estimula al trabajo,

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en rostrando duramente a los que quieren estar ociosos y malgastar el tiempo, y a propósito de esto establece expresamente que se debe trabajar durante seis días; sino a fin de procurar un alivio a los ininterrumpidos e interminables trabajos, y renovar los cuerpos para afrontar una vez más las mismas actividades, repa rando sus fuerzas con descansos regularmente distribuidos. Por que quienes se toman un respiro, no solo entre la gente común sino también entre los atletas, reúnen fuerza, y con un vigor más poderoso aún soportan pronta y pacientemente cada una de las tareas que han de ejecutar.

61. Empero, aunque la ley ha establecido que no se ha de trabajar corporalmente du rante los días séptimos, permitió llevar a cabo las actividades superiores, que son las aplicadas a las revelaciones y doctrinas tocantes a la virtud. Nos estimula, en efecto, a que estudiemos en esos días la filosofía, mejorando nuestra alma y la rectora inteligencia.

62. Por ello en los días séptimos permanecen abiertas en cada ciudad muchísimas escuelas de sensatez, tem planza, valentía, justicia y las demás virtudes, en las cuales los asistentes ocupan sus asientos en orden, con tranquilidad, alerta los oídos y con atención suma, ansiosos de beber la bebida de las palabras; y, poniéndose de pie una de las personas con experiencia, expone los pensamientos más excelentes y prove chosos para el futuro, mediante los que toda la vida alcanzará positivos progresos.

63. Pero, entre las infinitas revelaciones y doctrinas particulares dos son, por así decir, las supremas y capitales: la que apunta a Dios a través de la piedad y la san tidad, y la que apunta a los hombres a través de la humanidad y la justicia; cada una de las cuales divídese en variados asuntos especiales, todos merecedores de alabanza.

[64] Estas prescripciones atestiguan que Moisés no permite que en ninguna ocasión estén ociosos aquellos que aplican sus sagradas instrucciones. Por el contrario, como estamos constituidos por un alma y por un cuerpo, asignó al cuerpo las obras que le son propias, y al alma las que le competen; y fue su firme deseo que se mantuviesen prestos para relevarse mutuamente, a fin de que, mientras el cuerpo trabaja, el alma repose; y, cuando el cuerpo se tome su descanso,, el alma se aplique al trabajo; y de ese modo, las mejores formas de vida, es decir, la dedicada a la reflexión y la aplicada a la actividad práctica, se alternen reemplazándose entre sí, habiéndole correspondido a la vida activa el número seis como el vinculado al servicio del cuerpo; y a la de reflexión el siete, para el conocimiento y el perfeccionamiento de la inte ligencia.

65. XVII. En tal día está vedado encender fuego,29 porque el fuego es considerado como el principio y la simiente de las actividades que atañen a la vida, como que sin fuego no es posible cumplir ninguno de los menesteres que proporcionan los elementos indispensables para la existencia. Y consecuentemen te, en la prohibición de uno solo, el más elevado e importante de los instrumentos necesarios para las artes, en especial para las artesanías, va implícita también la prohibición de los reque ridos por las distintas clases particulares de servicios.29 Éx. XXXV, 3. Ver Vida de Moisés II, 119.

66. Pe ro, al parecer, a causa de los menos obedientes y más reacios a prestar atención a sus mandatos, agregó Moisés a esta dispo sición las restantes,30 con lo que no solo exigió que las personas libres se abstengan de trabajar los días sábados, sino concedió otro tanto a los siervos

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y a las siervas, proclamando la dispensa de trabajos y poco menos que la libertad de ellos al cabo de cada seis días, a fin de enseñar a unos y a otros una excelente lección.30 Éx. XX, 10.

67. Esta lección es que los amos deben estar acos tumbrados a realizar trabajos ellos personalmente, sin aguar dar los servicios y cuidados de los siervos, a fin de que en los momentos difíciles que suelen sobrevenir a través de los cam bios de las cosas humanas no carezcan de ánimo, a causa de su falta de hábito en el trabajo personal, para llevar a cabo por sí mismos los forzosos menesteres; y por el contrario, em pleando con suficiente diligencia las partes de su cuerpo, tra bajen con vigor y sin dificultad. En cuanto a los siervos, la enseñanza es que no deben renunciar a la esperanza de mejor suerte; antes, teniendo en el descanso al cabo de cada seis días como una brasa de libertad latente, deben aguardar su completa liberación, siempre que continúen siendo siervos útiles y afectos a sus amos.

68. Por otra parte, del hecho de que las personas libres tomen a su cargo alguna vez los menesteres propios de los siervos, y de que los siervos alcancen a compartir la dispensa de trabajar resultará un progreso de la vida humana hacia la suma perfección en la virtud, pues tanto los aparentemente dis tinguidos como los de más oscura condición tienen presente la igualdad y pagan unos a otros la deuda a que están obligados.

69. Pero, no solo a los siervos ha concedido la ley el descanso de los días séptimos, sino también a las bestias,31 no obstante que, mientras los siervos son libres por naturaleza, ya que nin gún hombre es naturalmente esclavo, los animales irracionales, en cambio, llevan inherente la condición de esclavos, pues han sido destinados al uso y servicio de los hombres. Mas, aunque es forzoso que acarreen cargas y sobrelleven trabajos y fatigas para beneficio de sus propietarios, con todo, les alcanza tam bién el descanso de los días séptimos.31 Éx. XX, 10 y Deut. V, 14.

70. ¿Y qué necesidad hay de recordar el resto de las prescripciones? Ni siquiera el buey, que está para realizar las tareas más necesarias y útiles para la vida humana, como son el arado, cuando la tierra es preparada para la siembra; y luego la trilla, cuando las espigas son recogidas para la purificación de los frutos; ni siquiera él es atado al yugo ese día y participa de la fiesta del nacimiento del mundo. De ese modo, pues, la santidad de este día se ex tiende a través de todas las cosas.

71. XVII. Tan grande reverencia atribuye al séptimo día el legislador, que todas las demás cosas que participan 32 de él, son objetos de su estima. Así, por ejemplo, establece la cancelación de las deudas cada siete años perpetuamente,33 velando de esa manera por los pobres, y estimulando a los ricos a la generosidad hacia el prójimo, a fin de que, cediendo una parte de sus propiedades a los pobres, puedan esperar recibir también ellos be neficios, si les sobreviniere algún revés de fortuna: Muchas son las humanas vicisitudes, y la vida no permanece anclada en los mismos puertos, sino tórnase en contrarias direcciones cual ines table viento.32 Participación por la común medida, es decir, el número siete; como que, según los casos tratados a continuación, todas las situaciones a que aquí se alude se dan en o al cabo de siete años o un conjunto de septenios.33 Deut. XV, 1 a 3.

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72. Hermoso sería, pues, que la liberalidad de los acreedores alcanzara a todos los deudores. Pero, como no todos son naturalmente inclinados a la magnanimidad, y no faltan quienes viven sometidos a las riquezas o quienes no dis ponen de recursos abundantes, el legislador consideró que tam bién éstos deben ofrecer su aporte, pero sin que hacerlo les cause pesadumbre.

73. No les permitió, en efecto, exigir el pago de las deudas a sus connacionales, pero sí recobrar lo pres tado a los demás.34 Llamó acertadamente hermanos a los pri meros para que, considerándolos hermanos y coherederos por naturaleza, ninguno tuviera a mal darles parte de sus propios bienes; en tanto que a los que no son de su misma nación los llamó, como es natural, extraños, condición que excluye toda coparticipación, salvo que también ella se convierta merced a sobresalientes virtudes en íntima familiaridad, ya que, en suma, la ciudadanía común reside en las virtudes y en las leyes que proponen la belleza moral como único bien.34 Deut. XV, 3.

74. Ahora bien, el prestar sobre interés es un acto reprobable,35 como que re cibe un préstamo sobre interés no quien vive en la abundancia, .sino, evidentemente, quien pasa necesidades; el cual, si se ve forzado a pagar además del capital los intereses, por fuerza vendrá a quedar en la suma indigencia; y, aunque piensa que ha recibido un beneficio, no tarda, como los animales poco astutos, en sufrir el daño de la trampa que tiene ante sí.35 Éx. XXII, 25, Lev. XXV, 33 a 37 y Deut. XXIII, 19.

75. Yo te diría, señor prestamista, ¿por qué disimulas tu falta de espíritu de cooperación obrando como si cooperases? ¿Por qué con las apariencias haces profesión de servicial y filántropo, si en las obras evidencias inhumanidad y maligna falta de con sideración, al exigir más de lo que has dado, a veces el doble, convirtiendo al pobre en más pobre aún?

76. He ahí por qué nadie te acompañará en tu dolor si alguna vez, empeñado en aumentar tus ganancias, pierdes también tu capital; antes, todos se alegrarán y te llamarán extorsionador, usurero y otras cosas parecidas, convencidos de que vives al acecho de los males aje nos y juzgas la desdicha de otros como buena suerte para ti.

77. El vicio, como dijo alguien, 36 es ciego; y el prestamista no escapa a esta regla, y no alcanza a ver el tiempo de la repara ción, en el que habrá de resultarle difícil o del todo imposible obtener aquello que en su codicia esperó alcanzar.36 Desconocemos quién es el autor de la expresión.

78. Un hombre así debe, por lo tanto, sufrir el castigo por su avaricia, a fin de que no trafique con la desventura ajena, percibiendo rentas de donde no corresponde. En cuanto a los deudores, débeseles reconocer el derecho al trato humanitario que las leyes garantizan, y no han de pagar intereses ni simples ni com puestos, limitándose a devolver la suma recibida solamente. Cierto es que ellos, a su vez, si la ocasión llega a presentarse, les brindarán la misma ayuda en retribución, correspondiendo con los mismos beneficios a los que fueron primeros en bene ficiar.

79. XVIII. Establecidas estas disposiciones, registra a con tinuación el legislador una ley plena de dulzura y humani dad,37 la que dice así: "Si se vendiere a ti uno de tus hermanos, será tu

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siervo durante seis años; pero en el séptimo debe ser dejado libre sin que deba pagar por ello".

37 Deut XV, 12 y Éx. XXI, 2.

80. Otra vez ha llamado hermano al compatriota, sembrando en el alma del propietario mediante este calificativo la idea de su estrecho vínculo con el subordinado, a fin de que no lo menosprecie cual si se tratara de un extranjero carente de todo atractivo capaz de despertar su afección hacia él; y de que, experimen tando por anticipado un sentimiento de amor familiar, fruto de la enseñanza que la sagrada ley revela, no sienta resentimiento al aproximarse la liberación del mismo.

81. Sucede, en efecto, que a tales personas las llamamos esclavos, pero,,en realidad, se trata de jornaleros, que prestan servicios para procurarse las cosas necesarias, aunque muy a menudo algunos hacen alarde de poseer un poder y una autoridad absolutos sobre ellos.

82. A estos tales es preciso calmarles sus ínfulas repitiéndoles aquellas excelentes directivas de la ley: 38 El llamado esclavo es, amigo mío, un servidor asalariado, y también un ser humano, unido a ti por el más alto parentesco, y además procedente de tu misma nación, y quizá de tu misma túbu y derno,39 aunque reducido por una situación de apremio a lo que actualmente representa.38 Deut. XV, 12 a 18.39 Subdivisiones de ia población alejandrina.

83. Arranca, por lo tanto, de tu alma el insidioso mal de la arrogancia; y trátalo como a un trabajador asalariado, dándole tú unas cosas y recibiendo de él otras. Él te proporcio nará con diligencia suma sus servicios en todo momento y lugar, sin posponer nada; anticipándose a tus órdenes con rapidez y celo. Tú, por tu parte, debe? darle a cambio los alimentos, el vestido y los restantes cuidados, sin ponerlo bajo el yugo, como a un irracional animal, ni agobiarlo con cargas más numerosas y pesadas que las que pueda sobrellevar, ni insultarlo, ni arras trarlo a penosos desalientos: con amenazas y apremios; y dán dole, en cambio, tiempos libres y descansos eri justa medida. Porque aquello de "nada en exceso" 40 es excelente en todas las circunstancias, y en especial en las relaciones entre amos y siervos.40 Expresión proverbial reproducida por Teognis 335 y otros autores.

84. Cuando, empero, hayas sido servido por la tota lidad del tiempo que corresponde, es decir, seis años, y el sacra tísimo número, o sea, el séptimo año, esté a punto de comenzar, deja ir libre a quien lo es por naturaleza, y dale su recompensa, no con titubeos,41 noble amigo, sino regocijado de haber alcan zado la ocasión de beneficiar a la más alta de las creaturas vivientes, el hombre, y en algo de máxima importancia, puesto que para un esclavo ningún bien es más importante que lograr la libertad.41 Deut. XV, 18.

85. Y alégrate también de aumentar liberalmente con bienes tuyos el beneficio, proveyéndolo para su nuevo rum bo con algo de cada una de las partea de tu propiedad.42 Será, en efecto, un título de honor para ti el que no abandone tu morada envuelto en la indigencia, sino bien provisto de recursos para afrontar sus necesidades, a fin de que no lo reduzca de nuevo la pobreza a su pasada desgracia, viéndose obligado a ser esclavo por carecer de medios de vida, con lo que quedaría anulado el beneficio recibido de ti'. Y ya es bastante acerca de los

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indigentes.42 Deut. XV, 13.

86. XIX. Manda a continuación el legislador dejar el país en barbecho durante el séptimo año;43 y por muchas ra zones. En primer lugar, para que la exaltación del número siete se extienda a todas las medidas del tiempo: los días, los meses y los años. Cada séptimo día, en efecto, es día sagra do, el llamado sábado entre los hebreos; y de los meses al sép timo le ha correspondido la fiesta más importante del año; de modo que es natural que también el séptimo año haya sido distinguido mediante la participación en la dignidad inherente a ese número.43 Éx. XX11I, 11 y Lev. XXV, 2 y ss.

87. La segunda razón es la siguiente. No per sigas, nos dice el legislador, el lucro permanente; antes, acepta voluntariamente determinada pérdida, a fin de que, si alguna vez te sobreviniere el daño contrario a tu voluntad, fácilmente lo sobrelleves, y no desesperes sin poder soportarlo como si se tratase de un mal novedoso y extraño para ti. Tan pobres de espíritu son algunos ricos, que basta que les sobrevenga una dificultad económica, para que se lamenten y desalienten más que si se vieran privados de toda su fortuna.

88. En cambio, entre los familiarizados con las enseñanzas de Moisés, todos aquellos que son sus legítimos discípulos, ejercitados desde los primeros años de su vida en nobles hábitos, al dejar sin cultivar también la tierra fértil, se acostumbran a sobrellevar la escasez sin dificultad; y habiéndoseles inculcado al mismo tiempo el sentimiento de la magnanimidad, están habituados a dejar es capar casi de sus mismas manos con deliberado propósito aun las fuentes seguras de recursos.

89. Lo que en tercer lugar nos sugiere, creo yo, es lo siguiente: a nadie le está permitido absolutamente oprimir a otros hombres con una carga agobian te. Porque, si a las distintas partes de la tierra, las que por naturaleza están al margen del placer y del dolor, se les debe conceder descanso, ¿cómo no se les habrá de conceder otro tanto, y con mayor razón, a los hombres, los que no solo poseen sensibilidad, la que es común a ellos y a los animales irracionales, sino también, como un don especial, la razón, mediante la cual los sentimientos dolorosos producidos por los trabajos y fatigas se estampan con representaciones mentales que afectan más intensamente aún que las sensaciones.

90. Guárdense, pues, los llamados amos de imponer a sus esclavos obligaciones exce sivas y difíciles de soportar, obligaciones que postran a los cuerpos con su violencia, y abaten fatalmente a las almas antes aún que a los cuerpos.

91. Impartid 44 sin resentimiento al guno órdenes moderadas, mediante las cuales vosotros gozaréis de la atención adecuada, y vuestros servidores cumplirán fácil mente lo que les mandéis, y sobrellevarán su servidumbre, no por corto tiempo, víctimas de prematuro cansancio y envejeci dos, podríamos decir, anticipadamente en medio de sus trabajos; sino por el más largo tiempo posible, conservándose jóvenes, como atletas, y no de los que engordan echando abundantes carnes, sino de aquellos que tienen por costumbre ejercitarse mediante "secos sudores" 45 para la adquisición de cuanto es necesario y provechoso para la existencia.44 Inesperado cambio de persona gramatical en el contexto exhortativo.45 La expresión que se lee en Platón, Fedro 239 c, alude a los sudores que brotan en el

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gimnasio por oposición a los que provocan los baños calientes. Filón la aplica al duro trabajo de los humildes.

92. Y absténganse también los gobernantes de los estados de sumir a éstos en la desgracia con contribuciones e impuestos permanentes y gran des, destinados a engrosar sus propias arcas; y de guardar, juntamente con las riquezas, un tesoro de groseros vicios, que corrompen su vida entera.

93. Escogen éstos, en efecto, con tal propósito como recaudadores de impuestos a hombres suma mente despiadados y llenos de inhumanidad, y ponen a dispo sición de los mismos los medios para sus extralimitaciones. Ellos agregan a su natural grosería la licencia que les acuerdan las instrucciones de sus amos; y, resueltos a no perdonar recurso para procurar agrado a aquellos, no ahorran procedimiento al guno de los más penosos, no conociendo, ni en sueños, la mise ricordia y la benignidad.

94. Así pues, en procura de dinero todo lo trastornan y perturban, al punto de que no solo a los bienes alcanzan sus exacciones, sino también a las personas, empleando en ello insultos, ultrajes y novedosas formas de tor tura, frutos de su brutalidad. Tengo referencias concretas de algunos que, por su salvajismo y una demencia fuera de lo común, no se han detenido ni siquiera ante los cadáveres, y han llegado a tal punto en su ferocidad, que se han atrevido a gol pear con látigos a los ya muertos.

95 Y, si alguno censuraba la crueldad sin límites de no permitir que ni siquiera la muerte, que es la liberación y el verdadero termino de todos los males, preservara de afrentas a los que estaban ya lejos, y de hacer que soportaran ultrajes en vez de recibir sepultura con los ritos tradicionales; ellos recurrían a un alegato peor aún que la acu sación, jactándose de que ultrajaban a los muertos no por insul tar un mudo e insensible polvo, cosa que consideraban inútil, sino para mover a compasión a las personas vinculadas a aque llos por lazos de parentesco o de amistad, y así estimularlos a proceder al rescate de sus cuerpos, ofreciéndoles un postrer testimonio de afecto.

96. XX. ¡Oh los más viles de los hombres!, diríales yo a éstos, ¿no habéis aprendido previamente la lección que enseñáis?46 ¿O sabéis mover a compasión a los demás, sin perdonar los más crueles procedimientos para ello, pero habéis amputado de vuestra alma todo sentimiento de bondad y humanidad? Y ello, a pesar de que no os faltan buenos guías, nuestras leyes sobre todo, las que han dispensado incluso al país de aportar sus anuales tributos, procurándole un período de respiro y descan so.46 Alusión más o menos irónica a! modo de despertar en otros el noble sentimiento de la compasión mediante el procedimiento descripto; pasando por alto el ulterior fin que los tales se proponen al mover a compasión.

97. E! país, aunque aparentemente es una cosa sin vida, es puesto así en condiciones de reponerse y retribuir el bene ficio que ha recibido a título de presente y que ahora está an sioso de compensar, En efecto, la dispensa que le ha cabido durante e! séptimo ano, en el que no ha sido trabajado, perma neciendo completamente libre durante todo el ciclo anual, hace que al año siguiente produzca gracias a su fertilidad frutos que duplican, y a veces multiplican, la producción normal.

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98. Aseméjase esto a lo que cabe observar que hacen los ins tructores con los atletas. Una vez que los han preparado inten samente mediante sucesivos e ininterrumpidos ejercicios, antes de que lleguen a un cansancio extremo, les permiten reparar fuerzas concediéndoles descanso; no solo en los esfuerzos pro pios de la preparación atlética, sino en las dietas de comida y bebida, cuya rigidez hacen menos estricta, procurando la alegría al alma y el bienestar al cuerpo.

99. Y por cierto que aquellos cuya profesión es preparar para la ejecución de esfuer zos no son instructores en molicie y lujuria, sino por el contrario, gente que, con método y arte, agrega a la fuerza una fuerza más vigorosa aún, y a la energía energías más firmes todavía, acre centando el vigor mediante el descanso y el esfuerzo armoniosa mente combinados.

100. Esto lo han aprendido de la omnis ciente naturaleza, la que, conociendo que en la especie humana se dan la laboriosidad y el cansancio, dividió el tiempo en el día y la noche, asignando a aquél la vigilia, y a ésta el sue ño.

101. Es que, como a una madre sumamente solícita, so brevínole la preocupación de que sus hijos no cayeran en el agotamiento. Levanta, en efecto, nuestros cuerpos durante el día y los estimula a atender todos los menesteres y necesidades de la vida, enrostrando a los que tienen por norma entregarse al ocio en una vida de holganza y sensualidad; pero a la noche llama al reposo y al cuidado de esos cuerpos, dando la seña! de retirada como en la guerra.

102. Y los hombres, dejando para más adelante la grave carga de los negocios que desde el alba hasta el atardecer ha pesado sobre ellos, retornan a sus moradas para entregarse al descanso; y, sumidos en profundo sueño, se reponen de la diaria fatiga; y, ya frescos y en la plenitud de su vigor, una vez más cada uno se apresura a mar char hacia las ocupaciones propias de costumbre.

103. Este doble itinerario a través del sueño y la vigilia lo ha asignado la naturaleza a los hombres a fin de que, alternando la actividad con la inacción, conserven suficientemente preparadas y ágiles las distintas partes del cuerpo.

104. XXI. Teniendo presentes estas razones, aquel que en nombre de Dios nos reveló nuestras leyes proclamó un descanso para el país prohibiendo las tareas agrícolas cada siete años. Pero esta disposición no la estableció solamente por los motivos a que me he referido, sino también movido por la habitual benevolencia con que juzgó conveniente impregnar cada parte de su legislación, de modo de imprimir en los lectores de las sa gradas escrituras hábitos de sociabilidad y bondad.

105. Man dó, en efecto, que durante el séptimo año no se mantuviese cerrado ningún terreno, sino se dejasen abiertos todos los viñedos y olivares, así tomo el resto de las propiedades, tanto las sembradas como las arboladas, a fin de que los frutos que ma duraran naturalmente pudieran aprovecharlos los pobres con tanta o más facilidad que los propietarios.4747 Éx. XXIII, II y Lev. XXV, 6 y 7.

106. Así pues, por una parte, prohibió a los dueños trabajar, buscando con ello que no llegara a constituir un motivo de aflicción para ellos el hecho de correr con los gastos sin recibir las rentas de los mis mos; y, por otra, pensó que correspondía que los indigentes usufructuaran de verdad en alguna ocasión, como propios, los bienes considerados propiedad de otros, sin caer

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en actitudes humillantes ni ser avergonzados como mendigos.

107. ¿No merecen nuestra entusiasta adhesión leyes que rebo san de tan grande humanidad? Porque este sentimiento enseña a los ricos a ser generosos y compartir lo que poseen, y estimula a los pobres a no andar siempre rondando las casas de los ricos, impelidos por la necesidad de poner remedio a sus indigencias; y a recoger, en cambio, también alguna vez, como si procediera de bienes propios, la renta consistente en frutos que, como he dicho, se producen espontáneamente.

108. Viudas, niños huér fanos y todos los demás que pasan inadvertidos o ignorados por carecer de abundantes recursos, poséenlos en esta ocasión abun dantemente, enriquecidos súbitamente por los dones de Dios, el cual los invita a compartir los bienes de los pudientes, bajo la égida del sagrado número siete.

109. A su vez, todos los que crían ganado tienen licencia para conducir sus propios rebaños para apacentarlos escogiendo para ello terrenos bien provistos de pastos y en excelentes con diciones para el apacentamiento. Y no se les opondrá ningún resentimiento por parte de los propietarios de éstos, por cuanto sobre los mismos obra la fuerza de una antiquísima costumbre, que, habiendo llegado a ser familiar desde larga data, ha aca bado por prevalecer sobre las naturales inclinaciones.

110. XXII. Después de asentar este que podríamos llamar primer cimiento de la equidad y la humanidad, reunió el legis lador, siete septenios y declaró sagrado al conjunto de cincuenta años, 48 y dictó leyes especiales relacionadas con él, todas de sobresaliente excelencia, aparte de las que son comunes a todos los-séptimos años.48 Lev. XXV, 8 a 55.

111. La primera es la siguiente. El legislador considera que las propiedades que han cambiado de dueños han de ser devueltas a sus primitivos poseedores, a fin de que las porciones patrimoniales se conserven en las fami lias, y ninguno de aquellos que poseen un lote sea privado jamás de ese legado.

112. Y como muchas veces sobrevienen circunstancias adversas, a causa de las cuales algunos se ven obligados a vender sus propiedades, estableció providencias que contemplan la forzada penuria de los mismos; e impidió que los compradores fueran, por su parte, engañados; permi tiendo que los primeros vendan, pero instruidos muy claramente los compradores sobre las condiciones bajo las que tiene lugar la venta.

113. Dice, en efecto: "No paguéis el precio de una adquisición total, sino el correspondiente a su número fijo de años, los cuales están comprendidos dentro de la pentecontecia".49 Lo que se vende, efectivamente, no son las propiedades mismas, sino lo que ellas producen. A ello concurren dos deci sivas razones. La primera es que todo el país es calificado como propiedad de Dios, y es sacrílego el que otros se registren como dueños de las propiedades de Dios.50 La otra razón es que a cada uno de los poseedores de lotes tiene asignado el suyo como heredad propia, y la ley considera que aquel a quien le ha co rrespondido no debe ser privado de él.49 Lev. XXV, 15 a 17. El precio debía corresponder a la cantidad de años que aún restaba para el próximo año sabático o jubileo y para calcu larlo se contaba los transcurridos desde el último año cincuenta.

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50 Lev. XXV, 23.

114. Por lo tanto, la ley invita o bien a aquel que estuviere en condiciones de reco brar su propiedad dentro de la pentecontecia, o bien a alguno de los herederos legales de más estrecho parentesco con él, a que arbitre todos los medios para pagar la suma que ha recibido, de modo de no convertirse en causante de pérdidas para el comprador, que lo ayudó cuando la ocasión lo requería.

115. Pero, compenetrada de la situación de aquel que está en la indigencia, extiende hasta él su compasión entregándole de nuevo y gratuitamente el remanente de su antigua propiedad, de la que se excluyen los terrenos consagrados por voto a título de ofrendas.51 Y como constituiría una impiedad el que una ofrenda perdiera su vigencia con el correr del tiempo, está orde nado que por tales terrenos se exija el precio justo, sin conceder rebaja alguna a quien ha hecho la ofrenda.51 Lev. XXVII, 16 a 21.

116. XXIII. Estas son las normas establecidas para el caso de las distribuciones y adjudicaciones de lotes territoriales; distintas son las referentes a las casas.52 Como de éstas unas están situa das en la ciudad, dentro de los muros; y otras son residencias rurales situadas en los campos, fuera de una muralla, la ley ha establecido que las de los campos, sean siempre rescatables, y que las que no hayan sido rescatadas hasta el año cincuenta sean restituidas gratuitamente a sus antiguos dueños, tal como ocurre con los bienes raíces en general, ya que las residencias rurales son parte de dichos bienes.52 Lev. XXV, 29 a 31.

117. En cambio, en el caso de todas aquellas que están ubicadas dentro de las murallas, sus vendedores tienen un año de plazo para recobrarlas, pero des pués del año queda confirmada a perpetuidad la posesión a favor de los compradores, sin que en nada perjudique a estos adquirentes la remisión que tiene lugar en el año cincuenta.

118. El motivo es que el legislador ha querido procurar también a los nuevos habitantes 53 una base para su definitiva radicación en el país. Como no poseen una fracción de tierra, ya que no fueron tenidos en cuenta en la época en que se procedió al reparto de lotes, la ley les reserva el derecho de ser propietarios de casas, pues le preocupa muy seriamente que los acogidos a la protección de las leyes como suplicantes y fugitivos no ven gan a convertirse en gente errante.53 A los conversos a la religión judía. Ver Sobre las leyes particu lares I, 52.

119. Y efectivamente, cuando el país fue repartido en porciones sobre la base de las tribus, las ciudades no fueron distribuidas, ni tampoco estaban al principio edificadas formando conglomerados de viviendas, ya que los habitantes residían en viviendas rurales situadas en los campos. Posteriormente las abandonaron y se concentraron a medida que los sentimientos de unidad y de amistad fueron acrecentándose, como era de esperarse, con el lento correr del tiempo; y edificaron casas en el mismo sector, formando así ciu dades, en las cuales concedieron participación a los nuevos lle gados, a fin de que no carecieran completamente de propiedad tanto en los campos como en las ciudades.

120. XXIV, Acerca de la tribu sagrada lo legislado es lo siguiente.54 La ley no ha separado para los servidores del templo una sección de territo rio, por suponer que las primicias

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constituyen un ingreso sufi ciente para ellos; pero les asignó cuarenta y ocho ciudades para residencia, y un arrabal en torno de dos mil codos cada uno.54 Lev. XXV, 32 a 34.

121. A los compradores de casas en estas ciudades no se les ha asegurado la posesión definitiva en el caso de que los vendedo res no pudieren rescatarlas en el término de un año, como en el casó de las restantes ciudades; estando, en cambio, permitido el rescate sin límite de tiempo, tal como les está permitido a los de nuestra nación 55 recobrar las residencias rurales, con las cuales se hallan en pie de igualdad las residencias de los cuidadores del templo, por cuanto ellas son las únicas casas en tan grande país que ellos recibieron como porción propia, y el legislador ha considerado que es preciso que quienes las han recibido no sean privados de ellas, como tampoco lo son aque llos a los que cupieron en suerte las residencias rurales. Y sobre estas cosas basta con lo dicho.55 Lev. XXV, 35 a 41.

122. XXV. En cuanto a las disposiciones legales acerca de las relaciones entre prestamistas y deudores, y entre servido res y amos 55 ellas son similares a las precedentemente esta blecidas.56 Y así, los prestamistas no exigirán intereses a sus connacionales sino se contentarán con recobrar solo la cantidad prestada; y los amos habrán de tratar a los esclavos comprados, no como esclavos por naturaleza, sino como servidores a sueldo, proporcionándoles la seguridad de alcanzar la libertad, de in mediato a los que están en condiciones de pagar sus rescates, y más adelante a los carentes de medios, o bien cuando se cumpla el séptimo año desde el comienzo de su servidumbre, o bien cuando llegue el año quincuagésimo, aunque se diere el caso de que alguien haya pasado a la condición de esclavo solo un día antes. Es que este año señala el tiempo de la liberación, y como tal se lo acata, retornando en él todas las cosas a su primitivo cauce, camino nuevamente hacia la pasada prosperidad.55 Lev. XXV, 35 a 41.56 Efectivamente, los parágrafos que siguen repiten lo fundamental de lo dicho en 71 a

123. En cambio, la ley da plena libertad para adquirir servidores de otra nacionalidad,57 pues desea, en primer lugar, que exista una diferencia entre los naturales del país y los ex tranjeros, y, en segundo lugar, que la propiedad más necesaria,, es decir, los servidores, no esté excluida totalmente de su co munidad, pues innumerables menesteres en el curso de la exis tencia reclaman los servicios de esclavos.57 Lev. XXV, 44.

124.58 Los herederos de los padres han de ser los hijos va rones,59 y en el caso de no haber, lo serán las hijas, pues, así como en la naturaleza los varones ocupan un lugar su perior al de las mujeres, también en las relaciones de pa rentesco deben gozar de privilegio, heredando los bienes y ocupando el puesto de los que han fallecido bajo el imperio de una ineludible ley que impide alcanzar la inmortalidad a todo lo que es mortal y de terrenal origen.58 El contenido de los parágrafos 124 a 139 nada tiene que ver con la fiesta sabática, por lo que resulta evidente que no es éste su lugar corres pondiente. Sin embargo, como supone Cohn, tal vez Filón, prescindiendo de la continuidad lógica del asunto, inserta esta digresión movido por el hecho de que en Lev. XXV, 46, a continuación de la disposición relativa a los esclavos de origen extranjero, se lee: "haréis de ellas un patrimonio-para vuestros hijos".59 Núm. XXVII, 8 a 11. Ver Vida de Moisés II, 243 y ss.

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125. Pero, las hijas que hubieren sido dejadas doncellas, es decir sin haber sido entre gadas a un esposo, como no ha sido separada para ellas una dote por sus padres mientras vivían, deberán recibir una parte igual a la de los varones. El magistrado supremo habrá de tomar a su cargo la protección de estas desamparadas,60 y vigilar su crecimiento y los gastos de mantención y la educación que co rresponde a jovencitas; y, en llegando el momento oportuno,, mirar por que se casen convenientemente, con esposos escogidos entre quienes se destaquen por sus altas cualidades en todos los aspectos.60 Las afirmaciones de esta sección no se apoyan en prescripciones de la !ey mosaica sino son opinior.es personales de Filón, quien tiene en cuenta las normas del derecho ático.

126. Éstos deben ser, preferentemente, de la misma familia de las jóvenes; y, si no, por lo menos del mismo demo o tribu, a fin de que las porciones asignadas como dotes no pasen a manos extrañas por casamientos con personas de otra procedencia, sino permanezcan formando parte de los lotes establecidos desde un principio sobre la base de las tribus.6161 Núm. XXXVI, 2 a 9.

127. En el caso de que la persona fallecida no tenga hijos, la sucesión pasará a sus hermanos, pues el grado de parentesco de los hermanos está a continuación del de los hijos e hijas. Pero, si no tuviere tampoco hermanos, la sucesión ha de pasar a los tíos paternos; y, en caso de no haberlos, a los más próximos entre los demás parientes de la familia.6262 Núm. XXVIII, 8 a 11.

128. Mas, si ocu rriere que la mengua de parentela es tal que no quedare ninguno do los vinculados por la sangre, la tribu habrá de ser la here dera,63 ya que también la tribu es, en cierto modo, un pariente dentro de un círculo más amplio y completo.63 No estableado en forma precisa pero fácilmente deducible de Núm. XXXVI, 9.

129.64 Pero, no debemos pasar por alto una cuestión que plantean algunos. ¿Por qué, dicen, si la ley hace mención de todos los parientes, de los miembros de un mismo demo y de los de una misma tribu, omite solamente a los padres, cuando lo lógico sería que, así como ellos son heredados, heredaran los bienes de sus hi jos? La respuesta es, mis buenos señores, que la ley, siendo, como es, de origen Divino y tendiendo a respetar siempre las normas de la naturaleza, ha entendido que no debía introducir nada desacorde con ésta. Es propio de los padres el suplicar poder dejar vivos a aquellos que engendraron, para que reciban en herencia su nombre, su estirpe y su propiedad; y propio de enemigos implacables las imprecaciones contrarias, vale decir, que mueran los hijos y las hijas antes que sus progenitores.64 Vida de Moisés II. 244 y 245.

130. De modo que la ley se guardó muy bien de mencionar concretamente algo que desentona y está en discordancia con la armonía y concierto por los que se rige el mundo entero, como es el caso de la muerte de hijos mientras viven aún sus padres; y, ajustándose a lo necesario y a lo decoroso,65 omitió establecer que las madres y los padres son herederos de los bienes de sus hijos e hijas, pues sabía que esta eventualidad no está de acuerdo con el curso natural de la existencia. 65 Vida de Moisés II, 245

131. Y así, habiéndose cuidado de mencionar en forma expresa y des nuda el derecho de los

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padres a heredar a sus hijos fallecidos, para que no pareciera que, a! asignarles un provecho que en cierra algo detestable, formulábales un reproche en medio de sus aflicciones o les recordaba sus infortunios; por otra vía les asignó esos bienes, ínfimo paliativo para un mal inmenso.

132. ¿De qué manera? Pues declarando que el hermano del pa dre es heredero de sus sobrinos, ventaja concedida al tío indu dablemente a causa del padre; a menos que sea uno tan demente como para suponer que quien honra a una persona por deferen cia hacia otra lleve el propósito de deshonrar a esta última. ¿Es que acaso los que rodean de atenciones a los conocidos de sus amigos pasan por alto a estos amigos? ¿No ocurre, más bien, que quienes con deferencia suma se preocupan por los que merecen su estima muestran favorables disposiciones también a los amigos de éstos? Pues, de la misma manera también la ley, al designar al hermano del padre como eventual heredero a causa de este último, con mucha mayor razón designa como tal al padre; no de manera expresa, por los motivos expuestos, pero con claras indicaciones, más eficaces aún que las palabras, que hacen patente la intención del legislador.

133. El mayor de los hijos no recibe la misma porción que los siguientes, sino tiene derecho a una doble,66 en mérito a que los padres, que no eran antes sino un hombre y una mujer, se convirtieron luego en un padre y una madre gracias al primer hijo engendrado; y además porque fue el primogénito quien por primera vez llamó con esos nombres a quienes lo engendraron;67 y, finalmente, y esta es la razón más importante, porque la casa hasta entonces vacía de prole se tornó prolífica concurriendo a la perduración de la raza humana, perduración para la que la siembra tiene lugar en el matrimonio, siendo los frutos los hijos que nacen, de los cuales el mayor señala el comienzo.66 Deut. XXI, 15 a 17.67 Ver Vida de Moisés I, 135.

134. Es ta fue la causa, se me ocurre, por la que los primogénitos de los enemigos que habían procedido ton saña implacable fueron exterminados en masa durante una sola noche, como lo atestiguan las sagradas escrituras;68 mientras que los primogénitos de nuestra nación fueron consagrados a Dios dedicándoselos en acción de gracias. Correspondía, en efecto, que a los primeros se les hiciera sentir el peso de la más penosa de las desdichas, para la cual no existe consuelo, consistente en el aniquilamiento de los que entre ellos ocupaban el primer lugar; y que Dios, origen de la salvación, fuera honrado ofrendándosele como pri micias a aquellos a los que había cabido la preeminencia entre los hijos.68 Éx. XII, 29 y 30.

135. Mas no faltan quienes, después de haber con traído matrimonio y engendrado hijos, ya en edad avanzada,, olvidando lo que sabían acerca de la moderación, se desvían camino de la incontinencia, y poseídos por una frenética pasión, hacia otras mujeres, maltratan a las primeras; se conducen con los hijos nacidos de éstas, no como padres sino como padrastros, imitando la impía actitud de las madrastras hacia los hijos del primer matrimonio; y dedican cuanto son y tienen a las segundas esposas y a los hijos de éstas, dominados por la más vil de las pasiones, la voluptuosidad. Si ello fuera posible, la ley no hu biera dudado en poner freno a estas concupiscencias evitando que se exalten aún más.

136. Pero, como es difícil, o más bien imposible, poner remedio a una locura convertida en salvaje por su violencia, abandona a tal padre, considerándolo presa de una incurable

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enfermedad, pero no se muestra indiferente para con el hijo de la mujer maltratada a causa de los nuevos amores, y manda que reciba doble porción en la distribución entre los hermanos.6969 Deut. XXI, 15 a 17. Ver Sobre los sacrificios de Caín y Abel 20 y Sobre la sobriedad 21 y ss.

137. Los motivos de esta disposición son muchos. En primer lugar, la ley castiga al culpable al imponerle la for zosa obligación de tratar bien a aquel con quien él prefiere com portarse mal; y lo declara sin poderes para llevar a cabo sus inicuos designios. Para ello brinda su apoyo a quien ha estado expuesto a sufrir daño en manos de él, asumiendo el papel que corresponde a un padre, papel que quien es el padre por natu raleza ha abandonado en lo que respecta al mayor de sus hi jos.

138. En segundo lugar, da pruebas de su piedad y mise ricordia para con las víctimas de la injusticia, a las que alivia en su penosísima aflicción mediante la participación en el don concedido. Fácil es, en efecto, suponer que de la doble porción heredada por el hijo su madre participará tanto cómo él, reani mada así por la humanidad de la ley, que no ha permitido que ella y su familia queden en todo a merced de sus enemigos.

139. En tercer lugar, siendo, como es, un capacitado arbitro de lo que es justo y lo que no lo es, ha reflexionado el legislador que el padre dispensa generosamente sus beneficios a los hijos de la mujer amada, movido por su amor hacia ella; en tanto que considera que no debe brindar ninguno a los de la mujer detestada, a causa de su aversión hacia ella; de modo que los primeros están, mientras vive su padre, en posesión de una he rencia mayor que sus justas porciones, mientras que los otros corren el peligro de que, a la muerte de su padre, se les haya despojado de la totalidad del patrimonio. Y así, para equilibrar el reparto entre los hijos de ambas mujeres, la ley ha establecido el privilegio de una doble porción para el hijo de la mujer aban donada. Y ya es suficiente acerca de estos asuntos.

140. XXVI. Siguiendo nuestro orden,70 registramos un tercer tipo de fiesta, de cuyo significado nos ocuparemos. Se trata de la fiesta del novilunio, o primer día del mes lunar, es decir del tiempo comprendido entre una conjunción y la siguiente, cuya duración han calculado muy cuidadosamente los astróno mos. La del novilunio ha sido incluida entre las fiestas por muchas razones. En primer lugar, porque es el comienzo del mes, y el comienzo, tanto entre los números como en el tiempo, merece ser honrado. En segundo lugar, porque, cuando él lle ga, nada queda sin iluminar en el cielo, pues, mientras en la conjunción, al pasar la luna bajo el sol, la parte que da hacia la tierra queda oscurecida, con el novilunio recobra su natural claridad.70 Interrumpido por la larga digresión acerca de las herencias.

141. En tercer lugar, porque durante ese tiempo el elemento superior y más potente proporciona la necesaria ayuda al inferior y más débil, como que en el novilunio comienza el sol a iluminar con claridad perceptible por los sentidos a la luna, la que exhibe entonces su propia hermosura ante nuestros ojos. Y esto, evidentemente, es una clara lección de bondad y humanidad, para que los hombres jamás mezquinen sus propios bienes, y, por el contrario, imitando a las felices y dichosas na turalezas del cielo, destierren de los confines de su alma la en vidia, y, poniendo sus propiedades al alcance de todos, las con ciban como un bien común y las brinden liberalmente a quienes lo merecen.

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142. El cuarto motivo es que la luna recorre el zodíaco en un plazo menor que el de todos los otros cuerpos celestes, pues completa su ciclo en el término de un mes. Por eso la terminación del circuito, cuando la luna concluye su curso en el punto en que había comenzado a circular, es honrada por la ley, la que declara fiesta a ese día, con intención de enseñar nos una vez más una excelente lección, a fin de que en cuanto hagamos en la vida procuremos que los fines correspondan a los comienzos; cosa que será una realidad, si mediante la razón ponemos riendas a nuestros impulsos primitivos, no permitién doles que se rebelen y encabriten, como bestias que no tienen quien las controle.

143. En cuanto a los beneficios que la luna proporciona a los seres todos de la tierra, ¿es necesario extenderse en exponerlos? Las muestras están a la vista. Cada vez que ella crece, crecen los ríos y las fuentes; y, cuando ella mengua, menguan ellos a su vez. Paralelamente a sus fases retroceden unas veces los mares y en el refluir de sus aguas pierden altura, y otras se abalanzan repentinamente al retornar aquellas; y el aire experi menta toda suerte de cambios con momentos de diafanidad o de abundantes nubes y con las demás variantes. Los frutos, a su vez, tanto de los sembrados como de los árboles crecen y alcanzan su pleno desarrollo de acuerdo con las revoluciones de la luna, la que, enviando gratísimas brisas impregnadas de rocío, nutre y hace madurar todo cuanto nace.

144. Pero, no es ésta, como he dicho, la ocasión de extenderse en alabanzas de la luna, exponiendo un inventario de los beneficios que proporciona ella a los seres vivientes y a cuantas cosas hay en la tierra. Éstas y otras similares son las razones por las que el día del novilunio es honrado y ha alcanzado un lugar entre las fiestas.

145. XXVII. Después de la del novilunio viene la cuarta fiesta, la de la travesía, fiesta que los hebreos llaman Pas cua en su lengua nacional, y en la cual sacrifica muchas miríadas de víctimas desde el medio día hasta el anochecer todo el pueblo en común, mayores y jóvenes, honrados durante ese día con la dignidad del sacerdocio. Porque mientras en toda otra ocasión son los sacerdotes quienes, por prescripción de la ley, llevan a cabo los sacrificios tanto comunes como pri vados de cada persona; en ésta, en cambio, la nación toda tiene plena licencia para oficiar como sacerdote y cumplir con manos puras el sagrado ritual.

146. El motivo es el siguiente. La fiesta es una recordación y una acción de gracias por el gran éxodo que emprendieron desde Egipto más de dos millones de hombres y mujeres conjuntamente, acatando los oráculos reve lados.71 Pues bien, en esta ocasión habían dejado atrás un país saturado de inhumanidad e inclinado a expulsar extranjeros, y, lo que es más penoso, a asignar honores Divinos a animales irra cionales, no solo domésticos sino también salvajes. Y tan grande era la alegría que los dominaba, que nada tiene de extraño que, movidos por un indecible entusiasmo y uña apremiante pre mura, llevaran a cabo ellos personalmente los sacrificios, sin aguardar a los sacerdotes.72 Lo que entonces se hizo bajo el influjo de una espontánea e instintiva emoción, la ley permitió que se hiciera una vez cada año, para recordarnos la obligación de la acción de gracias. Estos son los hechos tal como los narra la historia de los antiguos tiempos.71 Ex. XII, 37 y Núm. XI, 21, donde se lee que el total de hombres era de 600.000, lo que permite para la masa total de emigrantes calcular los 2.000.000 a que se refiere Filón.72 La afirmación de que tal sacrificio tuvo lugar emprendida ya la huida contradice la versión del Éxodo, según la cual el sacrificio pascual precedió a la décima plaga. Tal vez se creyó Filón autorizado a este anacro nismo por el hecho de que la institución de la cena pascual

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como rito anual aparece en Éx. XII, 43 a 50, después de la descripción de la partida de los israelitas (ibídem, 37 a 42).

147. Mas, para aquellos que acostumbran a hallar el sentido alegórico detrás de la expresión literal, la fiesta de la travesía alude a la purificación del alma. Dicen, en efecto, que el que ama la sabiduría no se ocupa de otra cosa sino del tránsito desde el cuerpo y sus pasiones, cada una de las cuales lo sumerge, a manera de un torrentoso río, a menos que no frene y controle su impulso mediante las doctrinas tocantes a la virtud.

148. Durante este día cada casa asume el aspecto y dignidad propios de un templo; y, una vez degollada la víctima, es pre parada para el banquete correspondiente a la ocasión. Los con gregados para el festín se han purificado previamente con puri ficatorias aspersiones, y asisten a él, no como a los otros convites, para regalar a su vientre mediante el vino y las viandas, sino para cumplir con plegarias e himnos una costumbre ances tral.

149. Otra cosa que vale la pena señalar es el día en que se cumple este festín común a toda la nación, como que él tiene lugar el día catorce del mes, y el número catorce es la suma de dos sietes, como lo que confírmase el hecho de que ninguna cosa digna de ser honrada deja de estar vinculada al número siete, y que, por el contrario, dicho número es en todos los casos máxima señal de prestigio y dignidad.

150. XXVIII. La ley combina con la fiesta de la travesía . otra en la que el alimento consumido es diferente y desacos tumbrado. Trátase de panes de ácimos, de los que además deriva su nombre.73 El sentido de esta fiesta es doble; uno se relaciona con nuestra nación y se remonta a la ya men cionada emigración; el otro es de proyecciones universales y se ajusta a los dictados de la naturaleza y a la armonía del mundo todo. Preciso es que examinemos cómo esta afirmación es abso lutamente cierta. Si bien este mes es el séptimo en número y orden dentro del ciclo solar, en importancia es el primero, y por ello está también descrito como el primero en los sagrados libros.74 73 Lev. XXIII, 5 y ss.74 Éx. XII, 2.

151. El motivo, a mi juicio, es el siguiente. Sucede que el equinoccio de primavera es una copia e imitación de aquella época primera en la que fue formado el mundo. En ese tiempo los elementos fueron separados y alcanzaron el ar monioso orden que guardan respecto de sí. mismos y respecto de los demás; el cielo fue adornado con el sol, la luna y los rítmicos movimientos y revoluciones de los demás astros fijos y errantes; y fue también adornada la tierra con toda suerte de vegetales, y todo suelo rico y apto, así en las zonas altas como en las llanuras, se tornó fértil y cubrió de verdor.

152. De ese modo, cada año nos recuerda Dios la creación del mundo, poniendo ante nuestros ojos el espectáculo de la primavera, en la que todo germina y florece. Por ese motivo no andan desacer tadas las leyes al describir a este mes como el primero, por cuan to, en cierto modo, es una réplica del primer origen, al que reproduce tal como una estampa reproduce al sello modelo.

153. En cambio, el mes del equinoccio de otoño, aunque, de acuerdo con las revoluciones solares, es el primero en el orden, no es llamado primero en el texto de la ley, en razón de que

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durante su transcurso, habiendo sido recogidos ya todos los fru tos, los árboles pierden sus hojas y todo cuanto la primavera había hecho madurar se marchita a causa de los secos vientos, y se torna, a su vez, seco por obra de los abrasadores rayos del sol.

154. Por eso, el legislador juzgó absurdo e impropio desde todo punto de vista calificar de primero al mes durante el cual tórnanse estériles las tierras altas y las llanuras; ya que las cosas que son primeras y han alcanzado una posición preeminente van asociadas con las cualidades más excelentes y apetecibles, por cuya mediación tienen lugar los nacimientos y crecimientos de animales, frutos y plantas; y no con las destrucciones, que sugieren todo lo contrario.

155. El comienzo de la fiesta tiene lugar a mitad de mes, el día quince, cuando la luna tórnase llena, habiendo sido escogido a propósito tal día porque durante él no se da oscuridad alguna, y todas las cosas se hallan plena mente iluminadas en todo momento, por la luz del sol desde el amanecer hasta el atardecer, y por la de la luna desde el atar decer hasta la aurora, mientras las estrellas se turnan con sus claridades sin sombras.

156. Una vez más, la fiesta se celebra durante siete días en atención a la preeminencia y honor que han cabido a este número en el mundo, a fin de que ninguna de las cosas que apuntan a la alegría y el regocijo público, así como a las acciones de gracia dirigidas a Dios, aparezca des-.vinculada del sagrado siete, concebido por Él como origen y fuente de todos los bienes para los hombres.

157. Dos de los siete días, el primero y el último, son declarados santos, porque la ley acuerda precedencia, como es natural, al principio y al fin; y desea, al mismo tiempo, que, como en un instrumento musical, se adapten armónicamente los días intermedios y la sinfonía de los extremos; y quizá también porque busca poner de manifiesto la estrecha relación que guardan el tiempo pasado y el futuro con la fiesta, vinculando el tiempo pasado con el primero, y el futuro con el segundo de los dos días; cada uno de los cuales, además de sus propias propiedades, posee las del otro, como que el primero es el comienzo de la fiesta y ade más el fin del tiempo pasado, y el séptimo es el fin de la fiesta y el comienzo del tiempo futuro. De donde resulta, como he dicho anteriormente,75 que la vida toda del hombre puede ser considerada como una fiesta de quien ha desterrado de sí el dolor, el miedo, la concupiscencia y todas las otras pasiones y enfermedades del alma.75 En el parágrafo 48.

158. El pan es ácimo, o bien porque nuestros antepasados, cuando bajo la dirección de la Divina guía se aprestaban a emigrar, obraron con exceso de premura, al punto de llevar sin levadura las pastas amasadas,76 o bien por que durante aquella estación, vale decir, la primavera, durante la cual tiene lugar la celebración de la fiesta, el fruto del trigo no ha alcanzado aún su pleno desarrollo, como que los campos están produciendo las espigas y todavía no ha llegado la época oportuna para la siega. Precisamente este fruto futuro, imper fecto aún pero que habrá de alcanzar su perfección en poco tiempo, fue lo que el legislador consideró apropiado representar en el pan ácimo, por cuanto también éste es imperfecto,77 a fin de recordarnos la saludable esperanza de que la naturaleza, como su copiosa riqueza de cosas provechosas, está ya prepa rando sus anuales dones para el género humano.76 Éx. XII, 34 y 39 y Deut. XVI, 3.

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77 Pues le falta elevarse por haber sido preparado sin levadura.

159. Los intérpretes de las sagradas escrituras agregan lo si guiente: el alimento ácimo es un don de la naturaleza, en tanto que el fermentado es producto de la humana industria. Los hombres, en efecto, en su afán por combinar lo agradable con lo necesario, aplican su experiencia a transformar, con los recur sos de su arte, en agradable aquello que la naturaleza ha hecho áspero.

160. Siendo, pues, la fiesta de la primavera una reme moración de la creación del mundo, según he demostrado, y habiendo necesariamente los primeros habitantes de la tierra y sus inmediatos descendientes usado los dones del universo en. su original pureza, pues aún no prevalecía el placer en el hu mano consenso, el legislador estableció un alimento sumamente apropiado para la ocasión, movido por su deseo de que todos los años se volviera a encender el fuego latente de ese digno y austero modo de vida; y que, al mismo tiempo, a través del solaz de una solemne asamblea se admirara y honrara la frugalidad y economía de la existencia en los primitivos tiempos, y amol dáramos, en la medida de lo posible, nuestra vida presente a la antigua.

161. Lo dicho tiene una especial confirmación en la exposición de los doce panes, el mismo número que el de las tribus,78 sobre la sagrada mesa. Todos ellos son ácimos, ejemplo clarísimo de un alimento libre de mezcla, proporcionado no por la humana industria para el placer, sino por la naturaleza para el indispensable uso. Y esto es suficiente acerca de la materia.78 Lev XXIV, 5 y ss.

162. XXXIX. El día que sigue inmediatamente al primero constituye una fiesta dentro de la fiesta,79 que es llamada de la gavilla, por lo que acontece en su transcurso, ya que la ofrenda consiste en una gavilla, que se lleva al altar como primicia, no solo del país que nuestra nación ha recibido para residencia, sino también de la tierra toda; de modo que resulta ser la pri micia particular de nuestra nación, por una parte, y la común en nombre de todo el género humano, por otra.79 Lev. XXIII, 10 y ss. Filón entiende que es una prolongación de la fiesta del día anterior

163. La razón es que la nación judía representa' respecto de todo el mundo habitado lo que el sacerdote representa para un estado. Porque, en rigor de verdad, el sacerdotal ministerio corresponde a la nación, ya que es ella la que lleva a cabo todos los ritos purifi catorios, y acata, en su alma y en su cuerpo, las prescripciones de las Divinas leyes, las que restringen los placeres del vientre y los de la parte que está debajo de él, y el tropel... ,80 con fiando a la razón las riendas para controlar a los irracionales sentidos; y contienen y refrenan los irreflexivos y desmesurados impulsos del alma, unas veces con bastante suaves consejos y sabias exhortaciones, otras con más severas y enérgicas repro baciones y con el temor de un castigo que infunden en ella.80 Aquí faltan una o varias palabras en los manuscritos.

164. Pero, aparte del hecho de que la legislación, en cierto modo, es una lección sobre el sacerdocio, y de que es conside rado, sin otro requisito, sacerdote, o más bien sumo sacerdote, a juicio de la verdad quien vive de acuerdo con las leyes; hay otra razón81 de especial importancia. Sucede que excede a toda medida o límite la turba de divinidades, tanto

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masculinas como femeninas, honradas en las diferentes ciudades, meras invenciones del gremio de los poetas y de la gran multitud de hombres para quienes la búsqueda de la verdad es meta inal canzable que está más allá de sus posibilidades de examen. Y con todo, no veneran y honran todos a los mismos dioses, sino unos a unos y otros a otros; de modo que no consideran dioses a las divinidades de los otros pueblos, sino tienen por "cosa de risa y chanza el que éstos los reconozcan por tales, y denuncian la gran locura de los que los honran, considerando que andan completamente extraviados de la sana opinión.81 Para que la primicia presentada sea por la humanidad entera.

165. Sin em bargo, puesto que existe Aquel al que unánimemente reconocen todos, así helenos como no helenos, el Padre supremo de los dioses y los hombres, el Artífice del mundo todo, Aquel cuya naturaleza, aunque invisible e inescrutable no solo para los ojos sino también para la inteligencia, todos cuantos se aplican al estudio de la ciencia astronómica y del resto de la filosofía anhelan indagar, sin omitir medio alguno para descubrirla y servirla; puesto que existe, digo, todos los hombres hubieran debido entregarse a El, y no introducir, como en las máquinas del teatro,82 otros dioses para que participen de los mismos honores. 82 Ver Sobre las leyes particulares 1. 28.

166. Pero, mientras ellos cayeron en el extravío en la más importante de todas las cuestiones, el error de los demás fue corregido hablando con toda propiedad, por la nación judía, la cual se ha elevado por encima de todas las cosas de la crea ción, considerándolas engendradas y perecederas por naturaleza, y ha escogido el servir solamente al Increado y Eterno; en pri mer lugar, por la excelencia propia de este servicio, y en segundo lugar, porque es, además, provechoso el dedicarse y entregarse al ser de más antigüedad antes que a los de origen más reciente, al Gobernante antes que a los gobernados, y al Creador antes que a las cosas creadas.

167. Por todo ello me llena de admiración ver cómo algu nas personas se atreven a acusar de falta de humanidad a la nación que ha sustentado un sentimiento de solidaridad y benevolencia tan por sobre lo común hacia todos los hombres de todas partes, al punto de cumplir sus plegarias, celebraciones y ofrendas en nombre de la especie humana en general, y de servir al Dios verdaderamente existente, en su propio nombre y también en el de los demás, ya que los demás se han rehusado a prestarle los servicios a que están obligados.

168. Estas son las acciones de gracia por todo el género hu mano. Pero, a la vez, dan gracias por nuestra nación en par ticular, por muchas razones. En primer lugar, porque no con tinúan deambulando indefinidamente a lo largo de islas y con tinentes, ni se les echa en cara el haberse establecido en tierra ajena, como extraños y vagabundos, ni el estar al acecho de los bienes de los demás'; ni han pedido prestada una porción de este tan grande país por carecer de medios para comprarla; sino, habiendo llegado a poseer el territorio y sus ciudades como heredad propia, lo habitan desde hace mucho tiempo y, por lo tanto, constituye un sagrado deber el ofrecer las primicias del mismo.

169. La segunda razón es que la tierra que ha venido a pertenecerles no es despreciable ni sin valor, sino de calidad y muy apropiada para crianza abundante de animales domésti cos y la copiosa producción de incontables frutos. En ella, efec tivamente, no hay lugares improductivos, y aun todas aquellas partes que parecen rocosas y secas están atravesadas por mansas y muy profundas venas de agua, las que, gracias a su rico cau dal, son aptas para engendrar vida.

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170. Aparte de esto, no fue un país desierto el que vinieron a poseer, sino uno en el que habitaba una nación populosa y había grandes ciudades pobladas por hombres vigorosos. Estas ciudades, sin embargo, vinieron a quedar sin habitantes, y toda esa nación, excepto un pequeño sector, se extinguió, en parte a causa de las guerras, y en parte por desgracias sobrevenidas por Divino designio, a causa de sus extravagantes y absurdas prácticas de iniquidades y de todas las impiedades que con grande magnificencia come tían para subvertir las leyes de la naturaleza. Así fue como los que vinieron a habitar el país en lugar de ellos tornáronse pru dentes contemplando los males de otros, y aprendieron por pro pia experiencia que, si llegaban a emularlos en sus viciosas obras, habrían de sufrir las mismas desgracias; pero, si tenían en alta estima el vivir según la virtud, alcanzarían la heredad que les había sido reservada, y serían considerados, no como advenedizos sino como naturales del país.

171. Queda, pues, en claro que la gavilla es una primicia ofre cida por nuestro propio país y, a la vez, por la tierra toda para dar gracias por la prosperidad y abundancia que nuestra nación y el género humano todo deseaba gozar. Y conviene no pasar por alto que son muchas las cosas sumamente provechosas que esta ofrenda lleva aparejadas. En primer lugar, el acordarnos; de Dios, recuerdo que constituye el bien más acabado que nos es dable alcanzar; luego, el ofrecer la más justa de las retribu ciones a Aquel que es la verdadera causa de la buena cose cha.

172. Porque poco o nada es lo que aporta a ella el arte de los agricultores: trazado de surcos, remoción de tierra en torno de las plantas, plantaciones en fosas circulares, ahonda miento de fosas, poda de brotes superfluos y algunas otras labo res semejantes a estas. En cambio, lo que aporta la naturaleza es todo indispensable y provechoso: un suelo muy fértil; terre nos bien irrigados por fuentes y por ríos cuyas fuentes están en el mismo territorio o por aquellos que alimentan las lluvias invernales, y mojados por las anuales precipitaciones; buenas temperaturas del aire, el que sopla con brisas sumamente vivi ficantes; y las incontables variedades de sembrados y plantas. Porque, ¿cuál de estas cosas la inventó o creó el hombre?

173. Es, pues, la naturaleza quien las produjo; la naturaleza, que no escatimó sus propios bienes al hombre; antes bien, com prendiendo que se trata de la más preeminente de las creaturas mortales por ser partícipe de la razón y la sensatez, lo escogió en atención a sus relevantes cualidades y lo invitó a participar de sus bienes. Por todo esto justo es que Dios, el proveedor de este festín, sea alabado y venerado, pues nos proporciona la tierra toda como una verdadera morada, siempre llena no solo de las cosas indispensables, sino también de las que tornan deleitosa la existencia.

174. Otra cosa que aprendemos en esta ofrenda es la obliga ción de no olvidarnos de nuestros benefactores, ya que el que es agradecido para con Dios, quien nada necesita, pues se basta Él mismo, bien puede adquirir la costumbre de serlo para con los hombres, cuyas necesidades son incontables.

175. Para mostrar que el empleo de granos de una especie interior no es cosa censurable, la espiga ofrecida como primicia es de cebada. En efecto, como no sería reverente ofrecer primicias de todas las otras clases de granos, por haber sido producidas las más de ellas antes para el placer que para el indispensable uso; ni tampoco sería piadoso gozar y participar de ninguna forma de alimento, si no se han cumplido las acciones de gracia de ma nera apropiada y legal, la ley ha establecido que las primicias ofrecidas sean de cebada,83.es decir, de la clase

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de granos que es estimada como la segunda entre los alimentos. Porque el primer lugar le corresponde al fruto del trigo, pero la ley pos pone su ofrenda como primicia, por gozar de mayor estima, para una ocasión más conveniente, evitando de ese modo Anticipa ciones y manteniéndose tal primicia en reserva por el momento, a fin de que las acciones de gracias se ajusten al retorno de las fechas establecidas.83 No hay tal prescripción en la legislación-mosaica. Tal vez el hecho, atestiguado por Flavio Josefo, Antigüedades Judías III, 250, de que se hubiera generalizado el empleo de la cebada en tales ofrendas, ha impul sado a Filón a tenerlo por fundado en una prescripción legal.

176." XXX. La solemne festividad de la gavilla, que encierra todos estos privilegios 84 indicados por la ley, es, en rigor de verdad, un festival preliminar de otra fiesta mayor aún. A contar desde ella, en efecto, se calcula el día quincuagé simo contando siete sietes, sobre los cuales pone el sello del sagrado número la unidad, 85 la que es una incorpórea imagen de Dios, al que se asemeja por su solitaria condición.86 Esta es la primera excelencia que aparece en el número cincuenta; pero hay otra que debemos mencionar.84 En realidad tales privilegios aparentemente se reducen al hecho de que es la primera ocasión festiva en que se ponen de manifiesto todas las virtudes implícitas en las acciones de gracias y enumeradas en las consi deraciones precedentes.85 Vale decir que a 49 (= 7 x 7) se le agrega como coronación la unidad, de lo que resulta un total de 50 días.86 Es decir, es única, sin la compañía de otras cantidades.

177. Una de las ra zones, entre otras, por las que su naturaleza es admirable y envidiable es que está constituido por lo que los matemáticos afirman que es la más elemental y venerable de cuantas cosas comprende la existencia, es decir, el triángulo rectángulo. En efecto, los lados de éste son por su longitud 3, 4 y 5,87 cuya suma es el número doce, modelo del círculo del zodíaco, duplicación del muy prolífico seis, el que constituye el punto de partida de la perfección, siendo igual a la suma de los factores de los que es producto.88 Por otra parte, es evidente que la suma de las segundas potencias de esos lados, es decir, de 3 X 3, 4 X 4 y 5 X 5, es cincuenta,89 por lo que no podemos menos que reco nocer que el cincuenta es superior al doce, en la medida en que también lo es la segunda potencia respecto de la prime ra.87 3, 4 y 5 son los lados del triángulo rectángulo según la fórmula hipote nusa2 = cateto mayor2 + cateto menor2 (52 = 42 + 32 ó 25 = 16 + 9). Ver Sobre la vida contemplativa 65 y Vida de Moisés II, 80.88 6 = 1 x 2 x 3 = 1 + 2 + 3.89 50 = 32 + 42 + 52 = 9 + 16 + 25.

178. Y si del número inferior es réplica la más excelente de las esferas del cielo, el zodíaco, ¿de qué será modelo el su perior, es decir, el cincuenta, sino de una naturaleza en todo superior? Pero, no es ésta la ocasión de referirnos al tema. Basta por ahora con haber sido señalada la diferencia; que no es cosa de tratar un asunto de suma importancia como si fuera secun dario.

179. La fiesta que se celebra bajo el signo del número cin cuenta ha recibido el nombre de fiesta de los primeros produc tos. En ella es costumbre ofrecer como primicia del trigo, el más excelente de los alimentos, dos panes hechos con ese grano y amasados con levadura. Quizá el nombre de fiesta de los primeros productos le venga del hecho de que el primer pro ducto del

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trigo nuevo y primero entre los frutos en aparecer es llevado como primicia antes de que lo cosechado en el año comience a ser consumido por los hombres.

180. Y por cierto que es justo y piadoso que quienes han recibido de Dios como don gratuito la inmensa abundancia de un alimento sumamente necesario, ventajoso y, además, gratísimo, se abstengan de gozar o, en general, de comer de él hasta que ofrezcan una primicia al Dispensador del mismo; y la ofrezcan, no a título de regalo, que todas las cosas son propiedades y dones Suyos, sino como un humilde testimonio a través del cual dan muestras de una disposición de gratitud y amor hacía quien, no teniendo nece sidad alguna de recibir favores, derrama una incesante e inagotable lluvia de ellos.

181. Otra razón del nombre de esta fiesta es, tal vez, la circunstancia de que el fruto del trigo des tácase como el primero y mejor de los productos, siendo cata logados todos los otros sembrados como de segunda categoría; porque, así como un gobernante es tenido por el primero dentro del estado, y un piloto lo es en una nave, ya que aquél es el guía que tiene a su cargo la conducción del estado, y el segundo el que hace avanzar a la nave, de la misma manera también al fruto del trigo se lo ha calificado, mediante el nombre com puesto de "primer producto", porque se trata del más excelente de todos los sembrados; como que estaba destinado a ser tam bién el alimento de la más excelente de las creaturas vivien tes.

182. Los panes son amasados con levadura, a pesar de la ley que prohíbe llevar levadura al altar; 90 no para crear un conflicto entre distintas prescripciones, sino para que el recibir y el dar, por así decir, sean mediante una única forma; me re fiero al recibir Dios la acción de gracias de los oferentes, y al dar de inmediato, sin dilación alguna, a los oferentes lo que ellos han traído, aunque no para que ellos mismos hagan uso de ello. 90 Lev. II, 11, donde se dispone expresamente que no se lleve ofrenda con levadura. Ver Sobre las leyes particulares I, 291.

183. En efecto, los que harán uso de los alimentos que han sido consagrados una vez, son aquellos a quienes está autorizado y permitido hacerlo, es decir, a los investidos del carácter sacerdotal, los cuales han recibido el derecho a una parte de todas aquellas cosas presentadas en el altar que no son consumidas por su inextinguible fuego; participación que la humanidad de la ley les ha concedido a título de retribución por sus servicios, o como premio por su bregar en pro de la piedad, o en carácter de sagrado lote, ya que a ellos no les fue asignada la correspondiente sección del país como a las demás tribus.

184. Pero la levadura es también símbolo de otras dos cosas. Por una parte, simboliza el alimento en su forma per fecta y acabada, superior a la cual o más provechosa no es dable hallar entre los de diario consumo; y, siendo el fruto del trigo el más excelente entre los de los sembrados, esa suma cualidad suya exige que la primicia ofrecida por él sea también de la máxima calidad.9191 Es decir que, haciendo una excepción en la prescripción de no llevar ofrendas con levadura al altar, se evite presentar una ofrenda que, por carecer de ella, no constituye lo más excelente en materia de alimentos.

185. El otro sentido es más profundamente simbólico aún. Todo lo que fermenta se eleva; y la alegría es una racional elevación del alma. Y, siendo propio de la natu raleza del hombre el que por ninguna cosa se alegre tanto como por la copiosa abundancia de las cosas necesarias,

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es justo que por ellas nos llenemos de gozo y mostremos nuestra gratitud, llevando a cabo mediante los panes con levadura la acción de gracias que es manifestación sensible de la invisible sensación de bienestar de nuestros corazones.

186. La ofrenda consiste en panes, y no en un alimento hecho de trigo, porque, cuando el trigo ha nacido, ya no falta cosa alguna de las que proporcionan un apetitoso alimento.92 Sabido es, en efecto, que está en la naturaleza del trigo el ser el último en nacer y en estar listo para la cosecha entre todos los sem brados.92 La idea es, al parecer, que a esas alturas del ciclo anual no tendría objeto ofrecer como primicia un alimento compuesto, pues estos alimentos se vienen elaborando desde tiempo atrás con otros productos de la tierra, lo que quitaría a la ofrenda del trigo el carácter de primicia. Por lo tanto, es preciso ofrecerlo en su forma más simple, el pan.

187. Estos excelentes testimonios de la acción de gracias son dos y corresponden a dos tiempos: al pasado por no haber su frido los males derivados de la escasez y el hambre, habiendo transcurrido nuestros días en la abundancia; y al fruto porque hemos acopiado los recursos y adoptado las providencias nece sarias para ir a su encuentro; y, rebosantes de saludables espe ranzas, usamos con moderación los dones de Dios destinando siempre para nuestro diario consumo la cantidad necesaria según las normas de la virtud de la economía.

188. XXXI. La siguiente fiesta es la del inicio del mes sagra do,93 En ella es costumbre tocar las trompetas mientras se están llevando a cabo los sacrificios; de donde acertadamente llámase también a esta celebración fiesta de las trompetas. Ella encierra una doble significación: una tocante a nuestra nación exclusiva mente, y otra común a todos los hombres. La primera consiste en el recuerdo de un suceso prodigioso e imponente que tuvo lugar en la época en que Dios reveló los oráculos relativos a las leyes.93 Ver Sobre el decálogo 159 y Sobre las leyes particxdares I, 186.

189. En aquella ocasión el sonido de una trompeta re tumbó desde el cielo y se propagó,94 seguramente hasta los confines del universo, a fin de que el terror sobrecogiera aun a los que no estaban presentes, aun cuando habitaran casi en los confines de la tierra, al considerar, como era natural, que tan grandes señales lo eran de acontecimientos trascendentales. ¿Y qué cosa más grande y más provechosa podían recibir los nombres que las leyes generales,95 que Dios revelaba personal mente, no a través de un intérprete, como las leyes particulares?94 Éx. XIX, 16.95 Es decir, el decálogo.

190. Ese es el significado especial de la fiesta con respecto a nuestra nación. La significación común a todos los hombres es la siguiente. La trompeta es un instrumento empleado en la guerra, tanto para indicar el avance contra los enemigos, llegado el momento de trabar combate, como para llamar a las tropas cada vez que tienen que desconcentrarse y retornar a sus res pectivos campamentos. Pero existe otra guerra, originada por Divino designio, cuando la naturaleza entra en lucha consigo misma! y sus partes lanzan ataques unas contra otras, al ser vencida su bien legislada igualdad por la avidez de desigual dad.

191. Uno y otro género de guerra acarrean la destruc ción a cuanto hay sobre la tierra. Los enemigos talan árboles, devastan, incendian las provisiones y los campos cubiertos de espigas; y los elementos de la naturaleza, por su parte, produ cen sequías, lluvias torrenciales, violentos

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vientos cargados de humedad, abrasadores rayos solares e intenso frío acompañado de nieve, trocándose en desarmonía el armónico sucederse de las estaciones del año; todo ello, entiendo yo, a causa de quey entre aquellos a quienes estas cosas acaecen, la impiedad se propaga, y no de manera gradual sino precipitándose como compacto torrente.

192. Por ello la ley instituyó esta fiesta, que, como he dicho, debe su nombre al instrumento de guerra que es la trompeta, para dar gracias a Dios, el autor y preservador de la paz, quien, eliminando las disensiones en los estados y en las regiones del universo, proporciona prosperidad, buenas cosechas y abundancia de los demás bienes, sin permitir que ninguna oculta brasa de destrucción de frutos se convierta en. incendio nuevamente.

193. XXXII. Después de la festividad de las trompetas ce lébrase la fiesta del ayuno.96 Probablemente alguno de los que sustentan falsas creencias y no sienten embarazo alguno en cen surar las cosas excelentes diga: ¿Es una fiesta ésta en la que no hay convites para beber y comer, ni reuniones de dueños de casa y agasajados, ni abundante vino puro, ni mesas copiosa mente provistas, ni gastos y preparativos para todo lo que exigen los banquetes públicos, ni regocijos y festejos callejeros con jue gos y chanzas, ni entretenimientos al son de. la flauta, la cítara, los tímpanos, los címbalos y los demás instrumentos propios de la disipada y enervante clase de música que, a través de los oídos, despierta incontenibles concupiscencias?96 Ver Sobre las leyes particulares I, 186.

194. Porque es en estas cosas y a través de ellas donde, al parecer, piensan éstos que se encuentra el regocijo, como que ignoran en qué consiste la verdadera alegría; la que tuvo presente con agudí sima visión el omnisciente Moisés cuando proclamó que el día del ayuno es una fiesta, la más grande de las fiestas, "sábado de sábados" 97 en la lengua de su nación; siete de sietes,98 como dirían los griegos, y santa entre las santas. Le dio este nombre por muchas razones.97 Lev. XVI, 31 y XXIII, 32.98 Ver la nota 23.

195. En primer lugar, para fomentar la templanza, que el legislador exhorta a mostrar siempre y en todas partes, en todas las situaciones de la vida en el uso de la lengua, el vientre y las partes situadas debajo de éste; pero que en esta ocasión, al dedicarle un día especial, manda que honremos de manera particular. Y, si alguien ha aprendido a despreciar las comidas y las bebidas, cosas tan necesarias, ¿cuál de las cosas superfluas, que existen no tanto para la con servación y supervivencia cuanto para el dañosísimo placer, no despreciará?

196. En segundo lugar, porque todo este día está dedicado a plegarias y súplicas, sin que los hombres, desde la mañana hasta el anochecer, ocupen esa jornada de descanso en otra cosa que en preces que encierran fervientes pedidos, con las que tratan ardorosamente de propiciar a Dios, suplicar dolé el perdón de las faltas voluntarias e involuntarias, mientras abrigan saludables esperanzas, no por méritos propios sino por la generosa naturaleza de Aquel que prefiere el perdón al cas tigo.

197. En tercer lugar, a causa de la época en que tiene lugar la celebración del día del ayuno, como que por entonces ya han sido recogidos todos los frutos que durante el año ha producido la tierra. El legislador ha entendido que el hartarse inmediatamente con ese producto es propio

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de una voracidad insaciable; y que, por el contrario, el ayunar y no consumir ali mento alguno es señal de una piedad perfecta, que enseña a la inteligencia a no confiar en las cosas preparadas y puestas a nuestro alcance, tomándolas por fuentes de salud y de vida; porque a menudo la presencia de tales cosas daña, en tanto que su ausencia resulta de provecho.

198. Aunque el sonido de sus voces no llegue a nuestros oídos en absoluto, casi como si nos hablaran cara a cara, aquellos que, después de la recolección de los frutos, se abstienen de comidas y bebidas, lanzan con sus almas gritos que expresan lo siguiente: Hemos recibido con alegría, y almacenado los dones de la na turaleza, pero no reconocemos por causa de nuestra conserva ción a una cosa perecedera como esa, sino a Dios, el Engendrador, Padre y Salvador del mundo y de todo cuanto hay en él, a Dios, que tiene por norma el nutrirnos y conservarnos, o me diante esas cosas o sin ellas.

199. Ved, por ejemplo, cómo a nuestros antepasados, que sumaban muchas miríadas de perso nas, mientras atravesaban un desierto intransitable y completa mente estéril, los alimentó durante cuarenta años, es decir, la vida de una generación, como si estuvieran en un país de suelo muy fértil y productor de excelentes frutos. Abrió para ello fuentes antes inexistentes para que consumiesen abundantemen te su agua, e hizo llover desde el cielo alimento, en cantidad no mayor ni menor que la suficiente para cada día, a fin de que, usando lo necesario sin almacenar nada, se abstuviesen de vender sus saludables esperanzas a cambio de las cosas sin vida que hubieran almacenado y, meditando un poco en los beneficios recibidos, admirasen y reverenciasen al Dispensador, y Lo honrasen con los himnos y bendiciones apropiados.

200. El día del ayuno celébrase, por prescripción de la ley, el diez del mes. .¡Por qué ese día? Según tratamos detalladamente en las consideraciones acerca de ese número, 99 los hombres sabios llámanlo el totalmente perfecto, y en él están contenidas todas las progresiones: la aritmética, la armónica y la geomé trica, así como las armonías de cuarta, de quinta, de octava y de doble octava, cuyas respectivas razones son 4:3, 3:2, 2:1 y 4:1, a las que agrégase también la razón 9:8; de modo que constituye una perfectísima totalidad integrada por los esque mas básicos de la ciencia musical, por lo cual se lo ha llamado el totalmente perfecto.99 Ver Sobre el decálogo 20 y 21, Vida de Moisés II, 115 y Sobre la creación 52.

201. Ordenó, pues, el legislador que la privación de alimentos y bebidas tuviera lugar en la esfera del perfecto y pleno nú mero diez, para procurar a la parte mejor de nuestro ser el mejor de los alimentos. Su deseo era que todos entendieran que lo que como intérprete de las Divinas directivas proponía no era el hambre, el más insoportable de todos los males, sino un corto paréntesis en la corriente que fluye hacia los recep táculos del cuerpo.

202. De esta manera, en efecto, la co rriente procedente de la fuente de la razón habría de correr transparente y pura con suave curso hacia el alma. Porque, mientras la ininterrumpida sucesión de alimentos, al inundar al cuerpo, arrastra también a la razón; si, en cambio, se la contu viere, la razón, muy bien afirmada, podrá realizar sin tropiezos, como sobre un seco sendero o camino real su avance en pro cura de cuanto merece verse y oírse.

203. Además, es conve niente que, una vez que todas aquellas cosas que conforman un estado de abundancia han llegado en la medida deseada a concretarse en bienes perfectos y plenos, todos, en medio de la prosperidad y copia de recursos, recuerden, al abstenerse de comidas y

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bebidas, lo que es la indigencia; y eleven preces y súplicas, pidiendo no llegar nunca a sufrir de verdad la falta de las cosas necesarias, y agradeciendo, al mismo tiempo, el hecho de que el recuerdo de males que no les sobrevienen ac tualmente tenga lugar en medio de bienes sobreabundantes. Y ya es suficiente acerca de este tema.

204. XXXIII. La última de las celebraciones anuales es la llamada fiesta de los tabernáculos, y tiene lugar en el equinoccio de otoño.100 De esta circunstancia se derivan dos enseñanzas. Una es que debemos honrar a la igualdad y de testar a la desigualdad,101 por cuanto la primera es origen y fuente de justicia, en tanto que la segunda lo es de injusticia; estando aquella emparentada con la luz sin sombra, y ésta con la oscuridad. La otra es que corresponde, después que los frutos han llegado a su perfecto desarrollo, agradecer a Dios, el dispensador de esa perfección y origen de todos los bie nes.100 Ver Sobre las leyes particulares I, 189.101 Recuérdese que equinoccio significa noche igual al día, de donde lo de igualdad.

205. Porque el otoño, como claramente lo indica su nom bre,102 es la estación que llega después de que el fruto maduro ha sido ya cosechado, cuando ya los sembrados y los árboles han pagado sus anuales contribuciones y obligados tributos, y la tierra ha proporcionado abundantemente todos los frutos que ella produce para las distintas especies de animales domésticos y salvajes, cuyo número es incontable, a fin de que los aprove chen no solo en el sitio mismo de producción y en el momento, sino posteriormente, gracias a la previsión de la naturaleza, amiga de los seres vivientes.102 En griego metóporon, literalmente "posfrutal".

206. Está prescripto, además, que la gente pase el tiempo de la fiesta en tiendas.103 Un motivo de ello es tal vez la circuns tancia de que ya no hay necesidad de continuar a la intemperie ejecutando las labores agrícolas, pues nada ha sido dejado fuera y todos los frutos están depositados en silos o lugares similares a causa de los daños que habitualmente traen aparejados el ar dor del sol y las copiosas lluvias.103 Lev. XXIII, 40 a 43.

207. Porque, cuando aquello que te sirve de alimento se halla todavía en campo abierto, no te encierras como mujer recluida en su habitación, sino, saliendo fuera, tú mismo oficias de cuidador y guardián de las cosas que te son necesarias. Y mientras permaneces a la intemperie y te acosan el frío y el calor, los espesos follajes de los árboles te aguardan con su sombra, bajo la cual puedes fácilmente escapar del daño que de uno y otro procede. Mas, cuando todos los frutos son puestos dentro, vas tú también en busca de un modo de vida más al abrigo de un techo, deseoso de que el descanso suceda a los esfuerzos que soportaste mientras trabajabas la tierra.Otra razón es quizá que ello nos recuerda el largo viaje de nuestros antepasados a través de un extenso desierto, durante el cual pasaban muchos años en tiendas en cada lugar donde se detenían. 104 104 Lev. XXIII, 43.

208. Provechoso es recordar en medio de la ri queza la pobreza, en la fama la posición humilde, en el ejercicio del poder la condición de simple ciudadano, en la paz los peli gros de la guerra, en tierra los azares del mar, y en las ciudades la soledad. Porque no hay placer mayor que el traer a la me moria en medio de una gran prosperidad las antiguas desven turas.

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209. Pero, además de ser un placer, resulta también un estímulo, y no pequeño, para la práctica de la virtud. Porque quienes han sido testigos del bien y del mal, y, habiéndose libe rado del mal, disfrutan de lo mejor, por fuerza adquirirán el hábito de la gratitud y se sentirán impulsados a la piedad por el temor de un cambio completo de situación. De allí que además de rendir homenaje a Dios por los bienes presentes con cánticos y fórmulas, Le rueguen insistentemente y Lo apla quen con súplicas para verse libres de males en el futuro.

210. También el quince del mes tiene lugar el comienzo de esta fiesta, y por la misma razón que señalamos a propósito de la estación primaveral,105 es decir, a fin de que no solo du rante el día sino también durante la noche el mundo se halle lleno de la luz plenamente hermosa por naturaleza, pues durante esa jornada el sol y la luna se elevan sucediéndose, sin que in tervalo alguno de sombra se interponga entre sus incesantes rayos de luz.105 En el parágrafo 155.

211. Como coronación de los siete días agrega el legislador un octavo,106 al que denomina día "final",107 no solamente de esta fiesta, al parecer, sino de todas las fiestas anuales, que he enumerado y descripto, ya que esta fiesta es la última del año y marca la terminación de ellas.106 Lev. XXIII, 36 y Núm. XXIX, 35.107 Literalmente, "de salida"; como diríamos hoy tal vez, "de cierre" de un ciclo.

212. Puede ser, también, que la asignación del número ocho, el primer cubo,108 a dicha fes tividad obedezca a la siguiente razón. Este número es, por una parte, el comienzo de la sustancia sólida originada en virtud de un incremento,109 marcando el tránsito a ella desde la categoría de lo incorpóreo;110 y, por otra, el límite final de la sustancia de naturaleza intelectual, la que por incrementos 111 evoluciona hacia la naturaleza sólida.108 8 = 2 x 2 x 2.109 Esta traducción es conjetural. Dynamis = fuerza, poder, es un tec nicismo empleado en matemáticas para indicar la elevación a una potencia, y particularmente para la elevación al cuadrado. Aquí parece sugerir que está tomado en este sentido su empleo paralelo al término paránxesis = incremento, que también significa elevación a una potencia, como lo en tiende Filón en Sobre la creación del mundo 91 y ss., donde lo emplea para indicar el proceso por el que partiendo de la unidad, sucesivos cua drados dan 64 y sucesivos cubos producen 729. (Ver la nota 21); pero en este caso se trataría de una mera duplicación. Ver la nota 111.110 Ver Sobre la creación del mundo 98.111 Si la opinión de Colson es acertada, la explicación del pasaje seria la siguiente. Partiendo de la unidad, que es el punto, obtendremos el cua drado de ella, es decir, el 2, que es la línea. Duplicando el 2 se tiene el 4, que es la superficie, y duplicado el 4 obtenemos el 8 con el que hemos dejado atrás lo incorpóreo o puramente mental para entrar en la esfera de lo corpóreo o de los sólidos, al cabo de los sucesivos incrementos.

213. Y, ciertamente, la fiesta otoñal, que es, como he dicho, culminación y término de todas las fiestas del año, nos deja la impresión de algo dotado de bastante estabilidad y fijeza, como que la gente está ya en posesión de los beneficios proce dentes de la tierra, y no vive ya indecisa y temerosa ante la incertidumbre respecto de la fertilidad o esterilidad de ella. Porque las preocupaciones de los agricultores no se truecan en sensación de seguridad hasta que los frutos han sido cosechados, debido a los daños que acechan a éstos de parte de innumera bles

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hombres y animales.

214. Me he extendido algo en mi exposición en atención al sagrado número siete, queriendo mostrar cómo todas las fiestas del año son hijas, podríamos decir, de este número, el que es considerado una madre… 112 .. .escenas de locura y de alegría; y porque las asambleas festivas y la vida de regocijo a que ellas dan lugar brindan goces sin mezcla de inquietud o depresión de ánimo, los que hacen desbordar de placer a los cuerpos y a las almas, a aquellos mediante días vividos plácidamente, a éstas mediante el estudio de la filosofía.112 Laguna en el texto griego.

215. XXXIV. Pero existe además de estas celebraciones una que no constituye una fiesta, sino una ceremonia general con características propias de una fiesta, a la que llaman "de la cesta" por lo que en ella tiene lugar,113 como un poco más ade lante mostraremos. Que no tiene el prestigio y la jerarquía de una fiesta es evidente por muchas razones. Ni atañe a la nación como conjunto, como ocurre con cada una de las otras celebra ciones, ni víctima alguna de las que se llevan o guían hasta el altar es sacrificada y entregada al inextinguible fuego sagrado, ni está señalado el número de los días durante los cuales debe celebrarse.113 Deut. XXVI, 1 a 11.

216. XXXV. Sin embargo, fácilmente puede advertirse que tiene características propias de una fiesta, y que se asemeja mucho a una ceremonia general. Cada uno, en efecto, de los que poseen campos o propiedades rurales, después de llenar con frutos de cada especie recipientes que, como dije, llaman cestas, los lleva con alegría al templo, como primicias de la rica cosecha, y, de pie ante el altar, los entrega al sacerdote, mien tras recita un hermosísimo y admirable cántico; o, si se diere el caso de no recordarlo, lo escucha con toda atención de boca del sacerdote.

217. El cántico expresa lo siguiente: "Los funda dores de nuestra nación abandonaron Siria y emigraron hacia Egipto. Aunque su número era pequeño, crecieron hasta cons tituir una raza numerosísima. Sus descendientes sufrieron in contables calamidades en manos de los habitantes de ese país; y, cuando ninguna ayuda de parte de los hombres se vislum braba ya, comenzaron a suplicar a Dios acogiéndose a Su pro tección.

218. Dios, que es bondadoso para con todos los que sufren injusticias, acogió su súplica, y anonadó a sus opresores con señales, prodigios, apariciones y todas las otras maravillas que por entonces tuvieron lugar; y salvó a los vejados, que sufrían toda suerte de atropellos, y no solo los condujo hacia la libertad, sino, además, les dio un país rico en toda clase de frutos.

[219] De esos frutos de él Te traemos, oh Benefactor, las primicias; si es lícito que quien recibe hable de traer algo a alguien. Porque todas las cosas son gracias y dones Tuyos, oh Señor; y, habiendo sido juzgados por Ti merecedores de ellos, nos sentimos orgullosos, y nos deleitamos con los inesperados bienes que Tu nos has dado y que superan nuestras esperanzas".

220. XXXVI. Casi desde el comienzo de la primavera hasta el fin del otoño, durante dos estaciones, vale decir, la mitad com pleta del año, este cántico es entonado sin interrupción por un oferente tras otro. No es posible, en efecto, que toda la pobla ción traiga conjuntamente los frutos estacionales en una fecha fija; preciso es que lo hagan unos en unos días, otros en otros,

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aunque no faltan casos en que también lo hacen las mismas personas procedentes de los mismos lugares.114 114 Es decir, que no concurren los mismos días todos los años. Éste, al menos, es el sentido más probable.

[221] Como de los frutos unos maduran más rápido y otros más lentamente debido a las variantes que presentan los lugares, de los que unos son más cálidos y otros más fríos, y por otras innumerables causas, es natural que la fecha de presentación de estas primicias no sea fija ni dentro de un tiempo limitado, sino se extienda a un larguísimo lapso.

222. El consumo de dichas ofrendas está asignado a los sacer dotes, en razón de que no han recibido porción alguna de terri torio ni propiedades que les provean de ingresos; y su heredad la constituyen las ofrendas de la nación, a cambio de las obliga ciones propias del culto, que noche y día tienen a su cargo.

223. XXXVII. Hemos expuesto detenidamente todo lo refe rente al número siete y a los hechos relacionados con él, que tienen lugar diaria, mensual y anualmente, así como a las fiestas que guardan estrecha relación con él, ajustándonos al orden de las leyes capitales puestas a consideración y de conformidad con la ilación requerida por los temas. A continuación exami naremos la ley capital siguiente, en la cual está registrada la obligación de honrar a los padres.

224. XXXVIII. Hasta aquí mi interpretación ha versado sobre cuatro normas genéricas que son indudablemente las primeras en orden e importancia. Son ellas la referente al poder único por el que está gobernado el mundo; la relativa a la prohibición de fabricar imagen o copia alguna de Dios; la que versa sobre el no cometer perjurio, o, en general, no jurar en vano; y la que trata del sagrado día séptimo; todas las cuales tienen como objeto el fomento de la piedad y la santidad. Ahora paso a considerar la quinta, la cual refiérese a la honra debida a los padres, y que señala el límite entre lo Divino y lo humano.

225. Los padres, en efecto, están situados en el límite entre la naturaleza Divina y la humana, participando de una y de otra.115 De la humana, porque, como es fácil de advertir, han sido en gendrados y perecerán; de la Divina, porque han engendrado y traído a la existencia aquello que no existía. Yo entiendo que lo que Dios es respecto del mundo, lo son los padres respecto de sus hijos, puesto que, así como Aquel confirió la existencia a lo no existente, también éstos, imitando, hasta donde les es dado hacerlo, el poder de Dios, aseguran la inmortalidad de la especie.115 Ver Sobre el decálogo 106 a 120.

226. XXXIX. Mas no solo por esto merecen el padre y la madre ser honrados, sino también por muchas otras razones. Entre aquellos que tienen en alta estima la virtud las personas mayores gozan de preeminencia sobre los jóvenes, los maestros sobre los discípulos, los benefactores sobre los beneficiados, los gobernantes sobre los subordinados y los amos sobre los servi dores.

227. En consecuencia, los padres tienen asignado el orden superior, como que son personas mayores, instructores, benefactores, gobernantes y amos; en tanto que los hijos y las hijas están ubicados en el orden inferior pues son de menos edad, discípulos, beneficiados,

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subordinados y servidores. Que nada de lo que afirmo es falso surge claramente de por sí, pero las pruebas que aporta el discernimiento confirmarán más aún su verdad.

228. XL. Así pues, digo que lo que pro duce algo es en todos los casos de mayor edad 116 que lo pro ducido, y que la causa es de más data que su efecto. Y los pro genitores son, en cierto sentido, causas y productores de los engendrados por ellos. Ocupan, además, la posición de instruc tores, por cuanto instruyen a sus hijos desde temprana edad en todo aquello que ellos han llegado a conocer; y no solo en los conocimientos pertenecientes a las distintas ramas del saber, ...117 sino también en las más necesarias normas sobre qué se debe escoger y qué evitar, vale decir, sobre el preferir las vir tudes y el evitar los vicios, y sobre la conducta que aquéllas y éstos suponen.116 Presbyteros = de más edad, significa también de más jerarquía o de más dignidad.117 He dejado sin traducir siete palabras del texto griego porque, tal como dicho texto las presenta, resultan rebeldes a cualquier versión cohe rente, a lo que no han puesto remedio los más ingeniosos intentos de re construcción textual ensayados por los eruditos.

229. ¿Quiénes, por lo tanto, podrían ser mayo res benefactores de los hijos que sus padres, los que no solo trajéronlos de la no existencia a la existencia, sino entendieron además que tenían derecho a la nutrición, y luego a la educa ción, tanto en lo tocante al cuerpo como en lo que hace al alma, a fin de que no viviesen simplemente, sino viviesen bien?

230. Ellos han beneficiado al cuerpo mediante la gim nasia y el ejercicio con miras a procurarle vigor y buena com plexión, soltura en las posiciones y movimientos, y ritmo y ele gancia; y al alma mediante las letras, la aritmética, la geometría, la música y la filosofía en su totalidad, la cual, elevando hacia las alturas a la inteligencia desde el cuerpo mortal en que está alojada la acompaña hasta el cielo, y le muestra las dichosas y felices naturalezas que hay en él, creando en ella un ardiente deseo de participar en el inmutable y armonioso orden que aquellas jamás abandonan, obedientes a Aquel que las comanda.

231. Pero, además de procurarles tales beneficios, los padres asumen la autoridad sobre los hijos que ellos han engendrado, y no, como ocurre en los estados, por sorteo o por votación, pro cedimientos que dan pie para que se alegue, en el caso del pri mero que la elección se debe a un capricho de la suerte, sin que el discernimiento haya tenido parte; y en el caso del segundo, que es resultado de la precipitación de la muchedumbre, la que nada inquiere ni examina. La autoridad de los padres pro cede de decisión excelente y perfectísima de la naturaleza de la región superior, por la que son justicieramente presididas las cosas Divinas y humanas.

232. XLI. Por ello está permitido a los padres dirigir repro ches a sus hijos, amonestarlos con la severidad requerida, y, si no se someten ante las advertencias que escuchan, golpearlos, hablarles en términos violentos y encerrarlos. Y es más; si después de esto persistieren en su rebeldía y se resistieren a some terse movidos por la violencia de su incurable depravación, la ley permite a los padres castigarlos hasta con la muerte; pero, en este caso, no al padre solo ni a la madre sola.118 Es que, dada la magnitud del castigo, lo justo es que sea sentenciado no por uno solo sino por ambos. Y por cierto que no es verosímil que uno y otro progenitor estén de acuerdo sobre la ejecución de su hijo, a menos que las faltas de éste sean intolerables y de tal gravedad que venzan la afección que la naturaleza ha hecho afincar firmemente en ellos.118 Deut. XXI, 18 a 21.

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233. Pero no solo han recibido la autoridad para gobernar a sus hijos, sino también el poder de amos,119 de acuerdo con las dos formas más comunes de adquirir servidores, es decir, por haber éstos nacido en la casa del amo, y por haber sido com prados. Los padres, en efecto, gastan sumas, muchas veces su periores al valor de un esclavo, por sus hijos, proporcionándoles nodrizas, tutores y maestros, aparte de lo que invierten en vestidos, alimento y el resto de los cuidados, tanto cuando están sanos como cuando están enfermos, desde la más temprana edad hasta su completo desarrollo. En cuanto a la condición de esclavo nacido en la casa, ella reza también con los que no solo han sido engendrados en la morada sino además engen drados por los dueños de casa, quienes al hacerlo han pagado la contribución exigida por las leyes de la naturaleza.119 Es decir, su autoridad no surge solamente de su condición de padres sino también de su condición de amos.

234. XLII. En consecuencia, existiendo tan grandes motivos, los que honran a sus padres no hacen nada que merezca ala banza, puesto que una sola de las razones mencionadas es sufi ciente de por sí para mover a reverenciarlos. En cambio, mere cen reproche y reprobación, y el más severo de los castigos, aquellos que ni los respetan como a mayores, ni los escuchan como a instructores, ni consideran que deben recompensarlos como a benefactores, ni los obedecen como a gobernantes, ni los temen como a amos.

235. Honra, por lo tanto, dice la ley, después de Dios a tu padre y a tu madre, los que han sido coronados con los galardones del segundo puesto que el arbitra del torneo, la naturaleza, les ha conferido. Y de ninguna forma los honrarás más que tratando de ser bueno y, además, parecerlo; procurando alcanzar para lo primero la virtud sin vanidad ni afectación; y para lo segundo la virtud acompañada de una buena reputación y de la aprobación de los que te rodean.

236. Los padres, en efecto, preocupándose poco por sus perso nales intereses, tienen por suma felicidad las cualidades desta cadas de sus hijos, los que para alcanzarlas deberán estar dis puestos a acatar sus mandatos y ser obedientes en todo cuanto sea justo y provechoso; que el padre, si lo es de verdad, no pres cribirá a su hijo nada contrario a la virtud.

237. XLIII. Pero el amor a los padres puede ser testimoniado no solo a través de las normas de conducta mencionadas, sino también mediante la cortesía ante las personas de edad como ellos. Porque quien trata con respeto a un hombre o a una mu jer de edad no miembros de su familia, nos hace pensar que en él está presente el recuerdo de su padre y de su madre, y que, mirándolos como modelos, ve con admiración a los que son ré plica de ellos.

238. De allí que en las sagradas escrituras esté mandado no solo que los jóvenes cedan los asientos principales a los de mayor edad, sino también que se pongan de pie ante los ancianos que pasan,120 como muestra de respeto hacia los grises cabellos de la vejez, a la cual pueden abrigar la esperanza de llegar aquellos que la juzgan merecedora de privilegio.120 Lev. XIX, 32.

239. Admirable, por otra parte, es, a mi juicio, la ley que dice: "Tema cada uno a su padre y a su madre",121 colocando el temor delante de la afección, no porque aquél sea mejor en todos los casos, sino por ser más conveniente y provechoso para la situación que ella tiene presente.

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En efecto, en primer lugar, el hecho de recibir instrucción y ser objeto de reproches supone falta de sensatez, y el único remedio para la falta de sensatez es el temor. En segundo lugar, estaría fuera de lugar el que el legislador incluyera entre sus prescripciones enseñanzas acerca del amor que los hijos deben a sus padres, siendo así que desde los mismos pañales ha establecido este sentimiento la naturaleza, como un espontáneo impulso, en las almas de los unidos por ese vínculo de parentesco.121 Lev. XIX, 3.

240. Y así, mientras omitió prescribir el amor a los padres, por entender que éste es espontáneo y se aprende sin maestros, no siendo necesario imponerlo; prescribió, en cambio, el temor, pensando en los que normalmente descuidan sus obligaciones. Porque, así como los padres, movidos por un amor sin límites hacia los suyos, rodean de cuidados a sus hijos; y, procurándoles bienes de toda procedencia, se los brindan desinteresadamente, sin rehuir tra bajo ni peligro alguno; solo porque se sienten ligados a ellos por la poderosa atracción de su afecto; no faltan hijos que reciben este exceso de cariño no para beneficio. Ávidos de malicie y voluptuosidad, admiradores de la vida disipada, disolutos de cuerpo y alma, ni permiten que parte alguna de su ser opere rectamente de conformidad con sus propias capacidades, que ellos han frustrado y paralizado; ni se ruborizan de vergüenza, pues no temen a los censores que son sus padres y madres, en tregándose y abandonándose a sus propias concupiscencias.

241. Pero es preciso exhortar también a estos padres a que, empleando reprimendas lo suficientemente firmes y severas, remedien la disolución de sus hijos; y a los hijos a que sean respetuosos con quienes los engendraron, y los reconozcan como gobernantes y amos por naturaleza. Porque de esta manera, aunque no sin dificultad, cobrarán temor de obrar inicuamente.

242. XLIV. Hemos discurrido acerca de las cinco leyes capi tales correspondientes a la primera tabla, y de todas las pres cripciones particulares que pueden ser referidas a cada una de las cinco. Pero es preciso que también señalemos las penalida des fijadas para las transgresiones de las mismas.

243. Debido a la estrecha afinidad que guardan entre sí estas iniquidades, el castigo es el mismo en todos los casos: la muerte; pero las justificaciones son diferentes. Hemos de comenzar por el último de estos preceptos, el referente a los padres, ya que aún está fresco en nuestro pensamiento lo discurrido acerca del mismo. Dice la ley: "Si alguien golpeare a su padre o a su madre, sea lapidado".122 Medida ésta del todo justa, pues no sería justo que conservara la vida quien ha maltratado a los autores de sus días. 122 Éx. XXI, 15.

244. Sin embargo, algunos grandes personajes y legisladores,. atentos más a las opiniones que a la verdad, con cal culada condescendencia han fijado como castigo para los que golpean a sus padres la amputación de las manos,123 buscando con ello ganarse la buena opinión de los menos discretos y faltos de discernimiento, los que juzgan que lo que corresponde es amputar las partes con las cuales han golpeado a sus pa dres.123 Si existió en alguna legislación de las que pudo conocer Filón, y en cuál, es cosa que no puede determinarse, pues no existen fuentes al respec to. M. Aneo Séneca, Controversias IX, 4, afirma que tal ley existía en Roma.

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245. Pero constituye una necedad el descargar la indig nación sobre aquello que es un mero instrumento, en lugar de hacerlo sobre los responsables; ya que el atropello no lo han cometido las manos, sino los agresores mediante las manos. En caso contrario, habría que dejar en libertad a los que asesinan mediante una espada, y arrojar la espada fuera de los límites del país;124 y, a la inversa, no rendir homenaje a quienes se han destacado en la guerra, sino a todos los pertrechos sin vida que emplearon en sus actos de valor.124 Alusión, tal vez, a la ley ateniense que determinaba que los objetos inanimados, un trozo de cornisa, por ejemplo, que hubieran producido la muerte de alguna persona fueran condenados y transportados por los phylobasiléis (reyes de tribu) hasta la frontera ática y desde ella arrojados fuera del país.

246. Y también en el caso de los vencedores en la carrera simple, en la doble o en la larga, o en pugilato o en el pancracio, ¿intentarán, por ventura, ceñir las guirnaldas solo a sus piernas o a sus manos, sin tener en cuenta a los cuerpos de los atletas en su totalidad? Por cierto que resultaría ridículo implantar semejantes prácticas y dar a aquellas cosas cuyo empleo es forzoso en cada caso, el castigo o el premio que corresponde a los que tienen la responsabilidad o el mérito. Porque la verdad es que, cuando alguien ofrece acertadas ejecuciones musicales mediante la flauta y la lira, no lo dejamos a él de lado y juzgamos que son los instrumentos los merecedores de las proclamas laudatorias y los honores.

247. ¿A qué viene, entonces, ilustres legisladores, lo de cortar las manos a quienes han golpeado a sus padres? ¿O será para que los autores del atropello, además de quedar completamente inservibles, puedan reclamar una subvención, no ya anual sino diaria, de parte de las víctimas de los atropellos, en razón de que ellos son incapaces de procurarse los necesarios alimentos? Por que no hay padre alguno tan duro, que contemple con indife rencia cómo un hijo suyo muere de hambre; sobre todo una vez que, pasando el tiempo, su cólera se va apaciguando.

248. Y aunque el hijo no llegare, ciertamente, a poner las manos sobre ellos, si hablare en términos inconvenientes a aquellos a los que hablar con deferencia es un deber que no admite excepciones; o si de alguna otra manera hiciere algo para deshonrar a sus padres, debe morir.125 Es que se trata, de un común y verdaderamente público enemigo de todos, pues, ¿ha cia qué otra persona podría llegar a mostrar buenas disposicio nes el que ni siquiera las tiene hacia los que le han dado el ser, a través de los cuales llegó a la existencia, y de los que no es sino una prolongación?125 Éx. XXI, 16 y Lev. XX, 9.

249. XLV. También será sentenciado a muerte aquel que hu biere convertido al sagrado día séptimo en algo profano hasta donde estaba en sus manos hacerlo.126 A la inversa, no han de escatimarse los medios de purificación para las cosas profanas, tanto materiales como inmateriales, a fin de trocarlas en mejo res, pues, como dijo alguien,127 "la envidia marcha fuera del Divino coro". Pero el atreverse a desvirtuar y adulterar las cosas sagradas es signo de una impiedad sin límites.126 Éx. XXXI, 14 y 15.127 Platón, Fedro 247 a.

250 Durante aquella emigración que en tiempos remotos tuvo lugar desde Egipto, cuando toda

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la multitud marchaba a través de un intransitable desierto,128 habiendo llegado un día séptimo, mientras todas aquellas miríadas de personas, cuyo número he declarado más arriba,129 permanecían en sus tiendas, entregadas a un profundo reposo, uno solo, y no de los de humilde y oscura condición, haciendo poco caso de las prescripciones, y burlán dose de los que las respetaban, salió a recoger leña para el fuego, pero de hecho para hacer ostentación de desobediencia a las leyes.128 Núm. XV, 32 a 36. Ver Vida de Moisés II, 13 y ss.129 En el parágrafo 146.

251. Volvía él trayendo un haz, pero los demás, saliendo de las tiendas, sin intentar violencia alguna, pese a su gran excitación, atentos a la santidad de aquel día, lo conduje ron ante el gobernante e informaron a éste del impío compor tamiento. El gobernante dejólo bajo custodia, y, cuando le sobrevino la Divina revelación de que el hombre debía ser lapidado, lo entregó a los que primero lo habían visto, para que se le diera muerte. Es que, así como no está permitido encen der fuego los días séptimos, por la razón que mencioné en un pasaje anterior,130 del mismo modo, pienso yo, tampoco lo está el recoger combustibles para el fuego.130 En el parágrafo 65.

252. XLVI. En cuanto a aquellos que invocan a Dios como testigo para una falsedad, la sanción establecida es la muer te 131 Y es lo que cabía esperar. Porque ni siquiera un hom bre, si es de reglada conducta, toleraría en ningún caso que se lo invitara a confirmar falsedad; antes bien, consideraría como enemigo indigno de confianza, pienso yo, a quien lo incitara a estas cosas.131 No existe tal prescripción en el texto de las leyes. Filón la infiere del hecho de que tal castigo haya sido impuesto a culpas más leves, según se arguye en los parágrafos 253 y 254.

253. De donde no cabe sino afirmar que al que jura en vano para algo injusto, Dios, aunque miseri cordioso por naturaleza, jamás lo liberará de su culpa, aun cuando escapare a los castigos de los hombres, por cuanto para su mancha no hay purificación posible. Y jamás logrará huir, pues lo vigilarán innumerables decididos partidarios de las le yes, minuciosos al máximo en cuanto a la observancia de las instituciones ancestrales, los que son implacables para con los que intentan subvertirlas. De lo contrario, sucedería que, mien tras se considera que merece la pena capital quien ha deshon rado a su padre o a su madre, habríamos de ser más tolerantes con el impío que ha deshonrado el nombre cuya gloria supera a la majestad misma.

254. Pero no hay nadie tan necio que, admitiendo la muerte para los culpables de los delitos más leves, absuelva a los convictos de otros más graves. Y mayor sacrilegio que el de injuriar o atropellar a los padres es el que se comete contra el sagrado nombre de Dios al jurar en falso.

255. Pero, si el que jura de manera inconveniente es culpable, ¿de cuan inmenso castigo es merecedor aquel que niega al verdaderamente existente Dios, y rinde honor a las creaturas antes que al Creador; considerando que corresponde venerar no solo a la tierra, al agua, al aire o al fuego, es decir, a los elementos del universo; o bien al sol, a la luna y a los astros errantes y fijos, o al cielo todo y al mundo; sino también a cuantos objetos han fabricado artífices mortales, vale decir, a maderas y piedras a las que se han impreso formas huma nas? 132

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132 Deut. XVII, 2 a 7.

256. Por cierto que ha de ser convertido en algo simi lar a esos productos de la mano del hombre.133 Porque no es procedente que participe de la vida quien honra a cosas sin vida; sobre todo si llegó a ser discípulo de Moisés, a quien mu chas veces ha oído expresar con profética palabra aquellas sa cratísimas y piadosas prescripciones que dicen: "El nombre de otros dioses no lo admitas en tu recuerdo ni lo expreses con tu voz",134 'sino a ambas: inteligencia y palabra, apártalas de esas otras divinidades, y vuélvete hacia el Padre y Hacedor de todas las cosas, a fin de meditar las más excelsas y hermosas consideraciones acerca de la soberanía que solo a Él pertenece; y a fin de que tus palabras sean apropiadas y sumamente pro vechosas para ti mismo y para los que habrán de escucharte'.133 es decir, en algo sin vida. Salmos CXV, 8.134 Éx. XXIII, 13.

257. XLVII. Quedan, pues, expuestos los castigos contra quie nes transgreden estos cinco oráculos.135 En cuanto a los premios que aguardan a quienes los observan, aunque no aparecen reve lados por la ley mediante prescripciones expresas, con todo-salen a luz si leemos entre líneas. 135 o mandamientos capitales.

258. El no reconocer a otros dioses ni deificar cosas fabricadas por el hombre, así como el no jurar en falso, no tienen necesidad de otra recompensa, ya que su mismo cumplimiento es, a mi juicio, el más excelente y perfecto premio de por sí. Porque, ¿en qué podría hallar mayor gozo el que ama la verdad que en confiarse a un solo Dios y abrazar con sinceridad y pureza Su servicio?

259. Yo invoco el testimonio, no de aquellos que están al servicio de la vani dad, sino de los inspirados por el celo que no anda a la deriva, propio de quienes tienen en alta estima la virtud. Porque el galardón de la sabiduría es la misma sabiduría, tal como la justicia y cada una de las demás virtudes constituyen el premio de sí mismas. Y en mayor medida aún la santidad, que, como en medio de un coro, se destaca por su belleza y preside a todas las virtudes, es ella misma su propio galardón y trofeo, y pro porciona felicidad a los que la cultivan; y a los hijos y descen dientes de ellos, una prosperidad de la que jamás se verán pri vados.

260. XLVIII. Del mismo modo, cuanto acontece a aque llos que respetan el sagrado día séptimo es provechoso para sus dos más esenciales elementos, que son el cuerpo y el alma. Para el primero por los descansos de los continuos e interminables trabajos; para la segunda por los excelentes pen samientos que dicho día les sugiere acerca de Dios en cuanto creador del mundo y como conservador de las cosas que creó, ya que fue en el séptimo día cuando llevó a su perfección a todas las cosas. De lo que se desprende claramente que quien rinde honor al séptimo día alcanza también su compensa ción.136 136 Intraducible juego de palabras con los dos sentidos de timé = honor y paga, compensación o valor.

261. Análogamente, el que trata con respeto a sus padres no tiene por qué buscar más que eso; porque, si bien lo considera, hallará que en su misma conducta reside su premio. Con todo, como este mandamiento, por referirse a seres morta les, es de inferior categoría que las cuatro

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primeras leyes capi tales, las que están en más estrecha relación con la Divinidad, Dios-nos estimula con estas palabras: "Honra a tu padre y a tu madre, para que el bien te acompañe y vivas largo tiem po".137 137 Éx. XX, 12.

262. Dos son los premios que instituye: uno es la par ticipación en la virtud; porque el bien es la virtud o la partici pación en la virtud. El otro es, hablando con toda propiedad, el evitar la muerte a través de una prolongada existencia, de una vida lo suficientemente larga, que, aun en compañía del cuerpo, gozarás si vives con el alma purificada con una perfecta purificación. Queda, pues, expuesto con suficiente detención lo tocante a estos mandamientos. Cuando se presente la ocasión,138 exami naremos los que siguen a éstos en la segunda tabla.138 ver Sobre las leyes particulares III, 1 a 6.

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SOBRE LAS LEYES PARTICULARES III

Sobre las leyes particulares comprendidas en dos de los diez mandamientos generales; a saber, el sexto, que atañe a los adúlteros y a toda suerte de libertinaje; y el séptimo, que concierne a los homicidas y a cualquier género de violencia.

1. I. Hubo un tiempo, en que libre de otras preocupaciones, entregábame al estudio de la filosofía y a la contemplación del mundo y de las cosas que él contiene; y así recogía como fruto aquella vida 1 hermosa, harto apetecible y verdaderamente feliz, acompañado siempre de divinos asuntos y doctrinas, con los que sentíame dichoso, sin que jamás me sobreviniera la hartura o la saciedad. Nada bajo o abyecto encerraban mis pensamien tos, ni me retorcía en procura de fama, de riqueza o de los goces propios del cuerpo; antes bien, tenía la impresión de avanzar siempre por las alturas, poseída mi alma de cierta Divina inspiración, y girar a la par del sol, la luna y la totalidad del cielo y el mundo.1 Adopto la corrección de Mangey, quien propone sustituir noüs = inte ligencia, por bíos = vida. Ver Sobre la creación del mundo 156 y Sobre los sueños II, 74.

2. Y entonces sí que, inclinándome desde las etéreas alturas y dirigiendo, como desde una atalaya, la mi rada de mi inteligencia, contemplaba los infinitos espectáculos de todas las cosas que existen sobre la tierra, y me proclamaba dichoso de haber huido con todas mis fuerzas de las miserias de la vida mortal.

[3] Pero he aquí que me acechaba el más penoso de los males, la envidia, detestadora del bien, la que, tras caer sobre mí de improviso, no cesó en sus intentos de derribarme violentamente, hasta que me precipitó en el inmenso mar de las preocupaciones creadas por los públicos sucesos, en el cual me veo arrastrado sin poder siquiera mantenerme a flote.2 2 No sabemos a ciencia cierta a qué acontecimientos adversos de su vida se refiere Filón. Lo afirmado más abajo en el parágrafo 5 no deja lugar a dudas sobre el carácter de perturbaciones públicas, no privadas, de esos acontecimientos. Tal vez se tratara de los atentados contra los judíos por parte del elemento egipcio de Alejandría, hechos de los que se ocupa Filón en Flacco y Sobre la embajada ante Cayo.

4. Con todo, aunque lo deploro, no desmayo gracias a que me acompaña mi amor apasionado por el cultivo del saber, enrai zado en mi alma desde mis primeros años; amor que, apiadado y compadecido de mí siempre, me reanima y me alivia. Gracias a él a veces levanto la cabeza, y con la mirada del alma, con fusamente porque su aguda visión ha sido ensombrecida por la oscuridad de los asuntos de otro orden, pero como mejor puedo, contemplo las cosas que me rodean, con ansias de alcanzar una vida pura y exenta de males.

5. Y si de improviso me sobre viene un corto tiempo de serenidad y calma en medio de las públicas perturbaciones, emerjo de las aguas desplegando mis alas, y es como si caminara por los aires impulsado por las brisas del saber, el que a menudo me incita a huir y pasar mis días en su compañía, dejando atrás a implacables amos, no solo hombres, sino también asuntos que de una y otra parte se preci pitan sobre mí como un torrente.

6. Pero, ciertamente, tam bién por esto debo dar gracias a Dios, puesto que, aunque sumergido, no soy tragado por el abismo; y, además, abro los ojos del alma, los que, habiendo renunciado a toda promisoria esperanza, creí que estaban ya ciegos; y me alumbro con la luz de la

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sabiduría, evitando entregar mi vida entera a las sombras. Y he aquí que me atrevo no solo a leer las sagradas interpreta ciones de Moisés, sino también, movido por mi amor al saber, a indagar su contenido íntimo y a explicar y aclarar cuanto resulta incomprensible para los demás.

7. II. Puesto que de los diez mandamientos, que reveló Dios en persona, sin mediación de mensajero o intérprete, cinco, es decir, los grabados en la primera tabla, han sido ya comentados, así como todas las leyes particulares que con ellos se relacionan; co rresponde ahora que, de la mejor manera posible, pasemos a tratar también los restantes, es decir, los de la segunda tabla. Como en los casos anteriores, trataré de encuadrar las leyes especiales dentro de cada una de las generales.

8. La primera prescripción registrada en la segunda tabla es la siguiente. "No cometerás adulterio".3 Figura en primer lugar, según entiendo yo, porque a lo largo de todo el mundo habitado el placer campea orgullo-sámente, no habiendo escapado a su dominio ninguna parte del mismo, ni de las terrestres, ni de las del mar, ni de las del aire. Todos los seres, en efecto, a lo largo de todas esas partes, así los que viven sobre la tierra, como los voladores, como los acuáti cos, lo admiran, lo rodean de atenciones y acatan sus mandatos, atentos a cualquier mirada o gesto suyo, acogiéndolo con agra do, hasta cuando se muestra arrogante y presuntuoso; y, poco menos que adelantándose a sus órdenes, con una diligencia y una premura que excluyen toda dilación, propias de quienes sirven a alguien. 3 Éx. XX, 14 y Deut. V, 18.

9. De lo que se desprende que, aun siendo el natural, el placer encierra en muchos casos motivos de re proche, cuando la entrega a él es inmoderada e insaciable. Tal el caso de los glotones, aun cuando lo que se llevan a la boca no sea ninguna comida vedada; y también el de los apasionados por las mujeres que en su frenético deseo de actos sexuales se unen, no ya con mujeres de otros sino con la suya cada uno, pero con excesiva lascivia.

10. En la mayoría de estos casos el reproche es mayor en lo que hace al cuerpo que en lo que toca al alma, por cuanto aquél guarda en su interior, por una parte, un fuego inmenso, que, después de consumir el alimento que le ha sido arrojado, no tarda en reclamar otro; y, por otra, una abundante sustancia húmeda, cuya impetuosa corriente se derrama a través de los órganos genitales produciendo incesan tes irritaciones, picazones y cosquilleos.

11. En cambio, en el caso de los que abrigan el demente deseo de poseer las mujeres de otros, incluso a veces las de los íntimos y amigos, y viven para aflicción de sus vecinos, entregados a procrear bastardos en el seno de familias enteras de numerosos miembros, convirtiendo en befa los votos de felicidad nupcial y truncando las esperanzas de engendrar hijos; en este caso, di go, son sus almas las que padecen incurable enfermedad, y se los debe castigar con la muerte, 4 como a comunes enemigos del género humano todo, de modo qué no sigan viviendo para arruinar impunemente otros hogares, ni se conviertan en maes tros de otros que se empeñen en emular la villanía de sus cos tumbres.4 Lev. XX, 10 y Deut. XXII, 22.

12. III. Excelentes son también las restantes disposiciones de la ley acerca de las uniones sexuales.5 Manda, en efecto, abs tenerse de tenerlas no solo con las mujeres de otros sino también con aquellas mujeres sin. esposo con las que no es lícito moral-mente tener tal

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relación. 5 Lev. XVIII, 6 a 23, XX, 10 a 21 y Deut. XXII, 13 a 30.

13. La costumbre persa es objeto de una categórica repulsa y muestra de aversión por parte de la ley, la que prohíbela como gravísima impiedad.6 Los mag nates persas, en efecto, cásanse con sus propias madres, y tienen por nobles en altísimo grado a los nacidos de ellas, conside rándolos merecedores de la suprema realeza, según dicen.6 Lev. XVIII, 7 y ss.

14. ¿Qué perversión puede existir más impía que ésta? Deshon rar el lecho del padre muerto, lecho que debería conservarse intacto, como sagrado que es; no experimentar pudor ante la edad avanzada de la madre; convertirse el mismo hombre en hijo y esposo de ella, y ella, a su vez, en mujer y madre de él; y los hijos de ambos, en hermanos de su padre y nietos de su ma dre; ésta en madre y abuela de los que ha dado a luz; y él en padre y hermano uterino, a la vez, de los que ha engendrado.

15. Esto mismo ocurrió también entre los griegos antiguamente, en Tebas, en el caso de Edipo, el hijo de Layo. Ocurrió por ignorancia, no con deliberada intención; y, con todo, el matri monio produjo tan grandes y numerosos males, que no faltó cosa alguna de las que conducen a la más profunda desventu ra.

16. Una sucesión de guerras internas y exteriores fue, en efecto, la herencia legada por los padres y antepasados a sus hijos y descendientes. Las más grandes ciudades de Grecia fue ron saqueadas; las mejores formaciones de guerreros nativos y aliados fueron destruidos, y los mejores capitanes de ambos bandos cayeron unos tras otros, dándose muerte entre hermanos movidos por irreconciliables odios en la pugna por el supremo mando. Resultado de todo esto fue que no solo las familias y los estados de aquellos fueron arruinados en medio de una ge neral destrucción, sino también la mayor parte del mundo helé nico. Vacías de habitantes quedaron las ciudades antes popu losas, como testimonios de los desastres de Grecia y desdichado espectáculo para los testigos de ellos.7 7 Las tradiciones relativas al ciclo de Edipo recordaban la guerra entre los hijos de Edipo representada en Los siete contra Tebas, de Esquilo, y el trágico enfrentamiento de los epígonos posteriormente. Pero la hiperbó lica descripción de Filón es fruto de su propia inventiva en su mayor parte.

17. Y tampoco los persas, entre quienes tienen lugar tales prácticas, se han visto libres de desgracias semejantes a esas. Siempre, en efecto, están empe ñados en expediciones y batallas, matando y siendo matados, atacando ellos unas veces a las poblaciones vecinas y defendién dose otras contra los que se sublevan; que son muchos y en mu chas partes los que se alzan en armas, pues los pueblos bárbaros son reacios por naturaleza a permanecer tranquilos. Y así, antes de que la sedición que los envuelve sea sofocada, otra está en gestación; de modo que ninguna de las estaciones del año se reserva para vivir con tranquilidad, y tanto en la época de calor como en la de frío, de día como de noche, lo pasan con las armas en la mano, sufriendo penurias en los campamentos a la intemperie por más tiempo que el que residen en las ciu dades, pues muy raramente disfrutan de la paz.

18. Y omito referirme a los grandes e inigualados éxitos de sus reyes, cuya primera proeza, no bien han asumido el trono, es el fratricidio, el mayor de los sacrilegios; asesinatos que tratan

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de justificar con la predicción de que probablemente habrán de ser objeto de algún atentado de parte de sus hermanos.8 8 Es imposible determinar a qué hechos se refiere concretamente Filón y en qué medida lo que afirma se ajusta a la realidad histórica. Por cierto que no faltan en los relatos concernientes a los reyes Aqueménidas y partos testimonios de sucesiones reales acompañados de disputas y matanzas pala ciegas, por otra parte, comunes a casi todas las dinastías orientales. En cuanto al estado de guerra civil y saqueo permanente o casi permanente, no hay duda de que el aserto contiene una buena dosis de exageración.

19. Todas estas cosas suceden, en mi opinión, a causa de las desnaturalizadas uniones de hijos con sus madres; ya que la justicia, supervisora de los humanos sucesos, castiga a los impíos por sus perversi dades; y la responsabilidad en la impiedad alcanza no solo a quienes la cometen, sino también a cuantos por Ubre determi nación apoyan la acción de los mismos.

20. Nuestra ley, en cambio, ha encarado constan grande cui dado esta materia, que ni siquiera permite que el hijo del pri mer matrimonio despose a su madrastra, una vez muerto el pa dre, 9 teniendo presente al prohibirlo el honor debido a éste y el hecho de que los nombres de madrastra y madre están estre chamente vinculados, no obstante que uno y otro no evocan el mismo sentimiento.9 Lev. XVIII, 8.

21. Y quien ha sido enseñado a abstenerse de una mujer ajena por llevar ésta el nombre de madrastra, con mucha más razón habrá de abstenerse de desposar a su madre natural. Y, si por el recuerdo de su padre respeta a la que una vez fue esposa de éste,10 es evidente que su alta consideración hacia sus dos progenitores le hará rechazar todo pensamiento de maquinar nada contra su madre; porque sería suma necedad reconocer los reclamos de un parentesco a medias y mostrar menosprecio ante los del parentesco total y pleno.10 A la madrastra, ahora viuda. El razonamiento es que si hacia la ma drastra se guardan las debidas consideraciones no obstante su semi-parentesco con su hijastro, no cabe pensar que no tenga el hijo las mismas con sideraciones con su madre viuda, siendo así que ésta es pariente plena de él.

22. IV. Sigue a ésta la prohibición de desposar a una herma na, excelente norma, tendiente a estimular la continencia y la decencia a la vez.11 El ateniense Solón permitió casarse con hermanas por parte del padre, pero lo prohibió con las herma nas uterinas; en tanto que el legislador de los lacedemonios, al revés, permitió el matrimonio con las hermanas nacidas de la misma madre, y vedó el desposar a las hermanas por parte del padre.1211 Lev. XVTII, 9 y XX, 17.12 Ejemplos del caso ateniense aparecen en Nepote, Cimón I, 2 y Plutarco, Temístocles 32. Sobre el criterio aplicado, según Filón, en Es parta carecemos de otras referencias.

23. En cambio, el legislador de los egipcios ha toma do a chanza las precauciones de uno y otro, y entendiendo que sus disposiciones se quedan a mitad de camino, ha sido harto fecundo en frutos de libertinaje, proporcionando con liberalidad a los cuerpos y a las almas el mal de difícil curación que es la incontinencia, al conceder plena libertad para desposar a todas las hermanas,13 así a las correspondientes- a uno solo de los padres, cualquiera fuere, como a las nacidas de ambos; y no solo a las más jóvenes que el hermano, sino también a las ma yores ó de la misma edad. Y, efectivamente, a menudo han sido engendrados hermanos gemelos, a los

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cuales la naturaleza separó y apartó en el instante mismo del nacimiento; pero la incontinencia y el amor, al placer excitó a consumar una relación antinatural y una unión absurda.13 Lo atestiguan Diodoro de Sicilia I, 27 y Sexto Empírico, Cuestiones pirronianas III, 305.

24. Repudiando tales prácticas como extrañas y contrarias a una comunidad irreprochablemente legislada, y como incitado ras y estimuladoras de las más vergonzosas costumbres, el san tísimo Moisés prohibió terminantemente el matrimonio de un hermano con una hermana, tanto en el caso en que ésta fuere hija de los dos padres de aquél, como cuando lo fuere de uno solo.

25. ¿Por qué, en efecto, deshonrar la hermosura propia del pudor? Si el rubor es algo connatural en las doncellas, ¿por qué prepararlas para la desvergüenza? ¿Por qué poner trabas a las vinculaciones y mezclas entre los seres humanos, limitando al reducido ámbito de cada casa una grande y brillante estirpe, que puede extenderse y propagarse por continentes e islas y por toda la tierra habitada? Porque los casamientos con personas procedentes de otros linajes dan origen a nuevos parentescos en nada inferiores a los de consanguineidad.

26. V. Por estas razones 14 prohibió también el legislador mu chas otras uniones,15 no permitiendo la relación sexual16 con una hija de un hijo o con una hija de una hija, ni con una tía paterna o materna, ni con la que ha sido esposa de un tío o de un hijo o de un hermano, ni tampoco con una hijastra viuda o doncella todavía; unión esta última, vedada no solo en vida de la propia esposa, ¡ni hablar de ello!, sino también después de muerta ésta, ya que el padrastro es virtualmente un padre, y debe colocar a la hija de su mujer en la misma posición que a una hija propia.14 Una la decencia familiar, otra la conveniencia o necesidad de matri monios entre personas desvinculadas en cuanto a lazos de sangre.15 Lev., XVIII, 10 a 16.16 Filón emplea aquí el verbo engyásthai, que entre sus acepciones ordi narias tiene la de contraer los esponsales y que los traductores al traducir este pasaje vierten por lo que en español se diría tomar en matrimonio o casarse con; sentido que resulta avalado por lo que Filón dice en el pará grafo 29. Sin embargo él no concuerda con las prohibiciones del texto bíblico, que habla de uniones carnales al margen del matrimonio, según se desprende claramente de las expresiones usadas y del hecho de que en la enumeración se incluyan las uniones con bestias (Lev. XVIII, 22 y 23). Además si se tratara de matrimonios, la inclusión de la viuda del hermano (Lev. XVIII, 16) estaría en contradicción con la ley del levirato (Deut. XXV, 5 a 10 y Gen. XXVIII, 8), que no sólo permite sino impone que el hermano tome por esposa a la viuda del hermano difunto.

27. Asimismo, no permite que el mismo hombre se case con dos hermanas, ni simultáneamente ni en diferentes épocas, ni siquiera en el caso, de haber ya repudiado a la que desposó primero.17 Es qué el legislador ha considerado que, mientras ésta vive aún, o bien como esposa suya o bien ya divorciada, sea qué permaneciere sola o que se hubiere desposado con otro, repugna a la ley Divina el que la hermana de la que soporta esa desdichada situación 18 pase a ocupar su lugar; y ha ins truido con anticipación a la misma para que no eche en saco roto los derechos nacidos del parentesco, ni se aproveché de las adversas circunstancias de quien le está unida a tal puntó por el nacimiento, ni se envanezca y complazca en ser objeto de los cuidados de los enemigos de su hermana y en devolverles sus atenciones.17 Lev. XVIII, 18.

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18 Por supuesto que sólo se trata de la repudiada, no contemplándose el caso de la que sigue siendo esposa legal.

28. De estas situaciones sobrevienen, cierta mente, graves celos y amargas rivalidades, que traen aparejadas innumerables cosechas de males. Es como si las distintas partes del cuerpo, renunciando a su natural armonía y unión, conspira ran unas contra otras, resultando de ello incurables enfermeda des y desdichas. Las hermanas, aun cuando existen como partes separadas, forman, sin embargo, un todo armónico y unido por la naturaleza y por un único y común parentesco; y el celo, pasión en extremo penosa, engendra al estallar males no expe rimentados antes, graves y de difícil curación.

29. Pero también te está vedado, según la ley, el unirte con los lazos del matrimonio a una persona de otra nación;19 a fin de que no suceda que, vencido por costumbres opuestas a las tuyas, cedas, y, apartándote sin advertirlo de la senda que¡ con duce a la piedad, te desvíes hacia un camino intransitable, Y quizá tú personalmente logres mantenerte firme, pues desde la más temprana edad has sido conducido sobre el carro de las excelentes instrucciones que tus padres te inculcaron recitándote constantemente las sagradas leyes. Pero no poco es lo que hay que temer por tus hijos e hijas; ya que, bien puede ser que, presos de la atracción de costumbres espurias, las prefieran a las genuinas, y corran peligro de olvidar la honra debida al único Dios, lo cual es origen y remate de la miseria más ex trema.19 Éx. XXXIV, 16 y Deut. VII, 3.

30. Otra prescripción establece que, si una mujer separada de su esposo cualquiera fuere el motivo invocado, se casare con otro hombre y de nuevo quedare sola, en vida o después de la muerte del segundo esposo, no retornará al primero, sino se unirá con cualesquiera de los demás hombres antes que con éste,, pues ha renunciado a sus primitivos vínculos, los que echó al olvido cuando eligió nuevos lazos de afecto, desechando los antiguos.20 20 Deut. XXIV, 4.

31. Y en el caso de que un hombre desee llegar a una reconciliación con tal mujer, cargará con la reputación de enervado y falto de virilidad, pues ha desterrado de su alma el sentimiento de repudio al mal, la cosa más provechosa en la vida, por el cual son rectamente encaminados los asuntos, de cada hogar y los públicos: y ha aceptado de buen grado llevar sobre sí la marca de dos inmensas iniquidades: el adulterio y la prostitución, ya que estas ulteriores reconciliaciones son se ñales de ambas cosas. El castigo tanto para él como para la mujer será la muerte.2121 El texto legal no menciona pena alguna, y lo de la pena capital corre por cuenta de Filón.

32. VI. Cuando se produce el flujo de las menstruaciones, el esposo no debe tocar a su mujer, sino abstenerse durante ese tiempo de contactos, respetando la ley de la naturaleza,22 y aprendiendo al mismo tiempo que no se deben prodigar sin objeto alguno las simientes, solo por un extemporáneo y grosero placer. Porque el caso es semejante al de un agricultor que, bajo los efectos de la embriaguez o presa (fe locura, sembrase trigo y cebada en pantanos y torrentes, siendo así que para lograr una buena producción es preciso arrojar las semillas sobre terrenos de cultivo que se encuentren secos.22 Lev. XVIII, 19.

33. Ahora bien, la naturaleza purifica también cada mes la matriz, cual si se tratara de un

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admirable terreno de cultivo; y es preciso aguardar la oportunidad propicia, al modo del buen agricultor, reteniendo la simiente mientras el terreno está toda vía inundado, pues, de lo contrario, aquella será arrastrada por la corriente sin que se advierta; y serán no solo debilitadas sino también paralizadas definitivamente por la humedad las fuerzas fecundantes que en ese laboratorio de la naturaleza que es la matriz moldean la creatura viviente y con arte suma fabrican a la perfección cada una de las partes del cuerpo y del alma. Pero, si la menstruación cesa, puede ya animarse a sembrar las simientes, sin temer ya la destrucción de lo qué ha de depositar.

34. También son merecedores de reproche aquellos que siem bran en una tierra dura y pedregosa. ¿Y quiénes son éstos sino los que se unen sexualmente a mujeres estériles? En procura de un desenfrenado placer solamente, desperdician éstos las simientes con deliberado propósito, como los más lascivos de los hombres. Porque, ¿qué otro motivo los mueve a tomar por esposas a tales mujeres? No, por cierto, la esperanza de tener hijos, pues saben que por fuerza esa esperanza se verá frustrada; sino una pasión de violencia desmesurada y una incurable in continencia.

35. En cuanto a todos aquellos que han despo sado doncellas, ignorando por entonces si eran o no capaces ellas de tener buena descendencia, y más tarde, cuando se han dado cuenta de su esterilidad, tras un largo período sin dar a luz, no se avienen a repudiarlas, son merecedores de nuestra indulgencia, pues ceden ante una cosa tan imperiosa como es la costumbre, incapaces de anular los pasados encantos impre sos en sus almas por la prolongada convivencia.

36. En cam bio, cuantos buscan por esposas a mujeres cuya esterilidad ha sido comprobada ya por otros hombres, no hacen sino cubrirlas como lo hacen los cerdos y los machos cabríos, y deben ser re gistrados en las listas de los impíos, como adversarios de Dios. Porque, mientras Dios, movido por Su amor hacia los seres vi vientes y por Su bondad para con los hombres, no ahorra cuidados para la conservación y perduración de todas las especies, los que practican el arte de extinguir la vida de las simientes al mismo tiempo que las depositan, son enemigos reconocidos de la" naturaleza.2323 Las consideraciones de los parágrafos 34 a 36 no se apoyan en la fuente bíblica ni reproducen puntos de vista conocidos de autores no judíos, siendo, al parecer, ideas originales de Filón.

37. VII Pero otro mal mayor, y con mucho, que el mencio nado, ha irrumpido con su orgía en las ciudades. Se trata de las relaciones sexuales con jovencitos.24 Al principio grande era el vituperio que implicaba la sola mención de este vicio; ahora, en cambio, es motivo de jactancia, y no solo para los que consuman el acto sino también para los que asumen el papel pasivo, los que, habituados a soportar la enfermedad del afeminamiento, toleran la disolución de sus almas y de sus cuer pos, sin permitir que ni una brasa siquiera de su masculinidad se encienda. Y es de ver el modo ostentoso como trenzan y ade rezan sus cabellos; se frotan y pintan los ojos con albayalde, afeites rojos y otras sustancias semejantes; y se engrasan untán dose con esencias de gratas fragancias; que, entre los tales ade rezos, el más seductor en todos aquellos que se adornan para mostrar una buena presencia es el perfume; y no se avergüenzan de transformar su naturaleza masculina en femenina, práctica que ejercitan como un arte.24 Lev. XVIII, 22. Ver Sobre Abraham 135 y 136 y Sobre la vida con templativa 59 a 62.

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38. Estas personas son considera das merecedoras de la muerte por aquellos que acatan la ley, la cual manda que, por adulterador de la legítima moneda de la naturaleza, el andrógino sea matado impunemente, sin que se le permita vivir no ya un día, pero ni siquiera una hora, ya que es un baldón para sí mismo, para su casa, para su patria y para todo el género humano.

39. Y la misma pena debe sufrir a su vez el pederasta, por cuanto va en procura de un placer que repugna a la naturaleza y porque hace cuanto está a su alcance para dejar desiertas y vacías de habitantes las ciudades, desperdiciando la sustancia seminal. Además no tiene empacho en ser un guía y un maestro en los dos gravísimos vicios que son la falta de virilidad y el afeminamiento, haciendo que los jóvenes se den a adornarse, y enervando la flor de su lozanía, que debería ejercitar para el vigor y la fortaleza. Finalmente, como un mal agricultor, permite que se tornen yermas las tierras de cultivo feraces y productoras de abundantes frutos, provocando la esterilidad en ellas; y trabaja noche y día en sue los de los que no cabe esperar que brote absolutamente, na da.

40. La causa, entiendo yo, reside en el hecho de que en muchos pueblos están asignados galardones a la incontinencia y el afeminamiento. Por ejemplo, se da el caso de ver a los tales afeminados contoneándose sin cesar a través de una plaza repleta de gente, participando en las procesiones durante las fiestas, designados, a pesar de su impiedad, como oficiantes de piadosos ritos, presidiendo misterios e iniciaciones, y cele brando los cultos de Deméter.25 25 Ninguna fuente antigua nos permite suponer que en los misterios reli giosos griegos se asignara tales papeles a personas de tan dudosa moralidad.

41. Y todos los que entre ellos, ansiosos de aumentar su juvenil belleza, procuraron trans formarse completamente en mujeres y se mutilaron los órganos genitales, son revestidos de púrpura, como si procuraran gran des beneficios a sus países; y marchan al frente escoltados por guardias de corps, atrayendo la atención de los que hallan a su paso.26 26 Son conocidos los casos de la castración cultual de los sacerdotes, de Attis. y Cibeles en Frigia, llamados Galos; nombre que significó también eunucos, y de Artemisa de Efeso y de la Astarte fenicia.

42. Pero, si tal indignación de nuestro legislador fue contra los que osan entregarse a tales prácticas, los que sin compasión alguna fueron eliminados por ser cada uno de ellos una mancha y una contaminación para su país,27 no estaría de más que muchos otros se dieran por advertidos; que los impla cables castigos aplicados a los ya condenados son, y no en pequeña medida, eficaces para disuadir a los ansiosos de entre garse a similares costumbres.27 Lev. XX, 13 y Deut. XXIII, 1.

43. VIII. Sin embargo, existen ciertos emuladores de las concupiscencias de los sibaritas y de otros más lascivos aún, los que, habiendo comenzado por convertirse en expertos en comi lonas, borracheras y demás placeres del vientre y de las partes, situadas debajo de él, luego han llegado en su saciedad a tal punto de desenfreno, pues el desenfreno es natural engendro de la saciedad; que, dominados por la demencia, han concebido una frenética pasión no ya por seres humanos, hombres o mujeres, sino también por irracionales animales.28 Tal fue el caso, según se cuenta de la esposa del rey Minos, llamada Pasífae, en la antigua Creta.29 28 Lev. XVIII, 23 y XXX, 15 y 16 y Éx. XXII, 18.29 Diodoro Sículo IV, 17.

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44. Enamorada ésta de un toro, y trastornada por la pasión pues desesperaba de lograr unirse a él, que el amor contrariado rompe todas las barreras; hizo confidente de la desgracia que la agobiaba a Dédalo, el más excelente de los artífices de entonces. Éste, sumamente hábil como era en urdir ingeniosos recursos para cazar animales difíciles de apresar, construyó una vaca de madera, y por uno de los costados introdujo a Pasífae. El toro, creyendo que se trataba de un animal de su propia especie, se lanzó hacia ella y la cubrió. Habiendo ésta quedado preñada, dio a luz, trans currido un tiempo, a una semibestia llamada Minotauro.

45. Nada tendría de extraño que, si se tolera que las pasiones lleguen al desenfreno, haya también otras Pasífaes, y que no solo mujeres, sino asimismo hombres se unan con frenesí a sal vajes bestias, de las cuales nacerán monstruos antinaturales, que servirán para atestiguar los excesos de degradación de la raza humana; a causa de la cual bien podría ser que los Hipocentauros, las Quimeras y otros seres de parecida naturaleza, meros productos de la imaginación e inexistentes fuera de la mitología, llegaran a existir realmente.

46. Nuestras sagradas leyes a tal punto son previsoras para que los hombres no se avengan a ninguna unión sexual ilícita, que está prescripto que ni siquiera se permita la fecundación de animales por otros de diferente especie.30 Ningún pastor judío permitirá que un macho cabrío cubra a una cordera, ni un morueco a una cabra, ni un toro a una yegua; y, si lo permitiere, será castigado por haber violado los decretos de la naturaleza, la que es cuidadosa de que las especies primarias sean preservadas de toda adulteración. 30 Lev. XIX, 19.

47. Algunos estiman que los mulos valen más que todas las otras bestias de carga por la solidez y la gran fortaleza de sus cuerpos, y en los criaderos de caballos y cuadras crían asnos de gran tamaño, llamados celones, para que cubran a las potrancas, las que paren un animal híbrido, el mulo; pero Moisés, comprendiendo que un nacimiento de este tipo es opuesto a la naturaleza, prohibió categóricamente y sin admitir excepciones la unión de animales machos o hembras con ejemplares de otra especie.

48. Al adoptar, pues, esta previsión tuvo presente lo decoroso y acorde con la naturaleza, pero apuntaba más lejos, y, como desde una atalaya, apelaba a la sensatez de los seres humanos, tanto hombres como mujeres, para que a través de estos ejemplos aprendieran a abstenerse de las uniones ilegales.

49. En consecuencia, si un hombre cubriere a un cuadrúpedo o una mujer fuere cubierta por un animal de esa especie, habrán de morir tanto las personas como las bestias; los primeros por que han traspasado los límites de la misma incontinencia al convertirse en inventores de inusitadas lujurias, introduciendo nuevas formas de placer, repugnantes en sumo grado, cuya sola descripción resulta vergonzosa en extremo; y las bestias, porque han sido instrumentos de tales infamias, y para que no engen dren o produzcan ninguna monstruosidad, cosa que cabe espe rar de tales inmundicias.

50. Además, aun aquellos cuya pre ocupación por la decencia no es mucha, no podrían continuar usando sus rebaños para ninguno de los servicios necesarios para la vida, pues los aborrecerían, les rehuirían y considerarían que todos los objetos que los mismos tocaran quedarían al punto impuros; y cuando las cosas no prestan utilidad alguna en la vida, no solo no vale la pena que existan sino constituyen una superflua "carga de la tierra", como dijo

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alguien.3131 Ver Sobre las leyes particulares I, 74.

51. IX. Asimismo, tampoco admite la comunidad instituida por Moisés a la mujer ramera, por ajena a la decencia, a la modestia y las demás virtudes.32 Ella infesta las almas, tanto de los hombres como de las mujeres, de incontinencia, ultraja a la imperecedera belleza de la inteligencia, y rinde preferente culto a la efímera belleza corporal; se entrega al primero que llega, y vende su lozanía como una de las mercaderías en el mercado; cada cosa que dice y hace es para atrapar a los jóvenes; y predispone a unos contra otros a sus amantes, ofreciéndose a sí misma como premio vil en extremo a los que más ofertan. Por tratarse de una peste, una calamidad y una pública mancha debe ser aniquilada, ya que ha corrompido sus naturales gracias, cuando hubiera debido hacer de ellas el ornamento de una noble forma de vida.3332 Deut. XXIII, 17.33 Como en Sobre José 43 y contra lo dicho en Sobre las leyes particu lares I, 81, Filón afirma que la muerte es el castigo de la ramera. Pero tal pena no se menciona en este caso en el texto de la ley mosaica.

52. X. La ley declara acciones culpables los adulterios, tanto los sorprendidos in fraganti como los comprobados por pruebas evidentes; pero ha considerado que en los casos de simple sos pecha los hombres no deben ser jueces, y remite esos casos al tribunal de la naturaleza, por cuanto los hombres están en condiciones de juzgar solamente aquellas cosas que resultan evidentes, en tanto que Dios es también arbitro de las invisibles, pues solo Él tiene el poder de ver claramente dentro, del al ma.

53. Dice, pues, la ley al esposo que abriga sospechas:34 Redacta un formal alegato, y ve a la ciudad sagrada con tu mujer; y, colocándote ante los jueces, declárales la aflicción que pesa sobre ti por la sospecha, no como un calumniador o in trigante dispuesto a salir ganancioso a toda costa, sino como persona que busca cuidadosamente la verdad sin echar mano a argumentaciones capciosas.34 Núm. V, 12 a 81, en que se apoya toda la argumentación de los pará grafos 53 a 62.

54. La mujer, que está bajo la amenaza de dos peligros, uno de perder la vida y otro de vivir en la vergüenza, cosa más penosa aun que toda muerte, debe reflexionar sobre su situación en lo íntimo de su ser; y, si fuere pura, debe defenderse con confianza; pero, si su conciencia la convenciere de su culpa, se habrá de someter, haciendo de su vergüenza un paliativo de sus faltas; porque el no sentir en ningún momento vergüenza, es el colmo de la vileza.

55. Mas, si los alegatos de ambos no son concluyentes y no pesan decisi vamente en uno u otro sentido, deben ir hacia el templo, y el esposo, puesto ante el altar, con la presencia del sacerdote ofi ciante ese día, expondrá su sospecha. Al mismo tiempo llevará harina de cebada, una especie de sacrificio en nombre de su mujer, para demostrar que la acusación no encierra una calum nia sino obedece a uña sana intención apoyada en una razonable duda.

56. El sacerdote, tomando la ofrenda, la alcanzará a la mujer, y quitará a ésta el velo, a fin de que pueda ser juzgada con la cabeza descubierta, despojada del símbolo del pudor, qué es costumbre usen las mujeres totalmente irreprochables. Mas no debe haber ni aceite ni incienso, como en los demás sacrificios, en razón de que éste tendrá lugar no por motivos

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regocijantes sino muy dolorosos.

57. La harina es de cebada tal vez porque, como alimento, la cebada es de discutible valor, y apropiada para los animales irracionales y para los hombres apremiados por las circunstancias; símbolo de que la adúltera en nada difiere de las bestias salvajes, cuyas cópulas tienen lu gar indiscriminadamente y sin cuidado alguno; en tanto que la mujer inocente de lo que se le imputa procura que su vida se ajuste a lo que es propio del ser humano.

58. "El sacerdote", continúa, "tomará una vasija de barro, derramará en ella agua pura que habrá sacado de una fuente, y echará dentro un te rrón de tierra del suelo del templo". También estas cosas, en mi opinión, constituyen referencias simbólicas a la búsqueda de la verdad del caso. La vasija de barro, como frágil que es, simboliza el adulterio, por cuanto el castigo de los adúlteros es la muerte; la tierra y el agua son símbolos del estar libre de culpa, dado que por medio de una y otra tienen lugar los naci mientos, los crecimientos y la perfección de todas las cosas.

59. De allí que no ha andado desacertado el legislador en los términos con que agregó caracterizaciones a ambos elementos. Dijo, en efecto, que el agua debe ser tomada "pura" y "viva" porque, si la mujer es inocente, su vida es pura y merece vivir; y que la tierra deberá recogerse, no de cualquier lugar, sino del suelo del templo, suelo que no puede sino ser fértil, tal como lo es una esposa casta.

60. Una vez completados estos preliminares, la mujer se aproximará con la cabeza descubierta, llevando la harina de cebada, según queda dicho; y el sacerdote, frente a ella con la vasija de barro en sus manos, la conjurará diciendo lo siguiente:

[61.] 'Si tú no has violado las normas que rigen los matrimonios, y ningún otro hombre se ha unido a ti por haber tú echado al olvido tus deberes para con el que legalmente comparte tu hogar, ve libre de cargo y castigo. Pero, si has despreciado a tu esposo y buscado ardorosamente nuevas concupiscencias, o bien cediendo a los requerimientos amorosos de otro o bien presa de amor por él, sacrificando y adulterandolas cosas más necesarias y amadas, ten bien presente que te has hecho merecedora de todas las maldiciones, y que aparecerán visibles en tu cuerpo las señales de ellas. Anda, pues, bebe la bebida de la prueba, la que pondrá al descubierto y revelará aquello que está ahora oculto e invisible'.

62. Escribirá entonces el sacerdote estas palabras en una pequeña hoja, y, después de borrarlas con el agua contenida en la vasija, le alcanzará ésta a la mujer; y ella, tras bebería, se retirará y aguardará o el premio de su castidad o el más severo castigo de su incontinencia. Porque, si ha sido acusada falsa mente, debe abrigar una firme esperanza de concebir y engen drar hijos, desechando los temores y preocupaciones de ser estéril y no tenerlos. Mas, si es culpable, debe estar segura de que le aguarda un voluminoso vientre, hinchado e inflamado, y un terrible padecimiento en la zona de la matriz, que ella no se preocupó de conservar pura para el hombre que la desposó de conformidad con las normas ancestrales.

63. Tan grande es la preocupación de la ley por evitar inno vaciones que desvirtúen el matrimonio, que no permite tampoco que los esposos y esposas que han tenido contactos sexuales acordes con las normas que rigen la vida matrimonial toquen, una vez abandonado el

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lecho, cosa alguna antes de haberse purificado con aspersiones y lavados; 35 prohibición ésta cuyos alcances se extienden también al adulterio y a cuanto implique una acusación de adulterio.35 Lev. XV, 18.

64. XI. En cuanto a aquel que deshonrase mediante la vio lencia a una mujer privada de marido o bien por muerte del mismo o bien por otra forma cualquiera de separación; como la falta que ha cometido es menos grave que el adulterio, la mitad, podríamos decir, no será pasible de la pena de muerte.36 Pero, como ha admitido que la violencia, el ultraje, la inconti nencia y la desvergüenza son cosas excelentes, debe ser acusado y el tribunal determinará lo que deberá sufrir o pagar.36 El caso en cuestión y la penalidad correspondiente no están contem plados en la legislación mosaica.

65. El corromper a una doncella es un delito emparentado con el adulterio,37 hermano de éste, como que ambos proceden de la misma madre, la incontinencia, a la que algunos, dados a enaltecer las cosas vergonzosas con nombres especiosos, llaman amor, en su vergüenza de reconocer la verdad. Sin embargo, aunque afín, no es completamente idéntico, ya que el agravio solo afecta a una sola familia, la de la doncella, y no a más de una, como en el caso del adulterio.37 Éx. XXII, 16 y 17 y Deut. XXII, 28 y 29.

66. Lo que hemos de decirle a quien desea una joven es lo siguiente: 'Renuncia, ami go, a la precipitación y a la desvergonzada osadía, así como a las estratagemas insidiosas o a cualquier recurso semejante; y no pruebes ni abierta ni secretamente ser un perverso.

67. An tes bien, si experimentas realmente en tu alma un sentimiento de afecto por la joven, ve a ver a sus padres, si éstos viven; y, si no, a sus hermanos o tutores u otras personas con autoridad sobre ella; y, expresándoles lo que sientes, como debe hacerlo un hombre de libre condición, pídela por esposa y ruégales que no te consideren indigno de ella.

68. Porque ninguno de los que tienen a su cargo a la joven puede ser tan necio como para oponerse y dar lugar a más insistentes súplicas; sobre todo si, al examinar tus sentimientos, hallare que no son fingidos ni superficiales, sino verdaderos y firmemente arraigados'.

69. Pero, si alguno, poseído de insensato frenesí, hace caso omiso de todas las prevenciones de la razón, reconociendo por soberanos suyos a la pasión violenta y a la concupiscencia; y, asignando a la violencia un sitial superior al de la ley, como suele decirse, se aplica a cometer raptos y corrupciones, y trata a las jóvenes libres como a criadas, obrando en plena paz como si estuviera en una guerra, debe ser conducido ante los jue ces.

70. Y si la víctima de su atropello tuviere padre, éste debe decidir si la casará con quien causó su ruina. En caso de que el padre se opusiere a ello, el seductor deberá entregar a la joven una dote, limitándose su castigo a la compensación pe cuniaria. Mas, si el padre consintiere y refrendare la unión, aquél deberá desposarla sin pérdida de tiempo, y avenirse a pagar la misma dote que en el otro caso; y no tendrá posibili dad de desistir ni repudiarla. Esto tiende al provecho de am bos: de él, porque así no parecerá que la violación obedeció más a la lujuria que a un legítimo amor; y también de la joven, ya que la desdicha de su primera unión carnal

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será, remediada con un firmísimo matrimonio, que nada, salvo la muerte, disolverá.

71. En caso de que la joven fuere huérfana de padre,38 debe ser interrogada por los jueces sobre si quiere casarse o no con el hombre. Y tanto si consintiere como si rehusa, los tér minos de lo que se acuerde serán los mismos que en el caso de que su padre viviera aún.38 Las afirmaciones de este parágrafo no se apoyan en precepto bíblico alguno.

72. XII. Algunos sustentan la opinión de que es un delito intermedio entre la seducción y el adulterio el que se comete en vísperas de un matrimonio, cuando ya los mutuos compro misos aseguran firmemente su cumplimiento, pero, aún no se han celebrado los nupcias, si otro hombre, o por seducción o por violencia, se une carnalmente a la novia.39 Yo interpreto el caso como una forma más de adulterio, porque los compromisos en los que se registran los nombres del esposo, y la esposa y las demás condiciones requeridas por los casamientos, equivalen a los matrimonios mismos.39 Deut. XXII, 23 a 27.

73. Por esta razón la ley ha prescripto que ambos sean lapidados, siempre y cuando hayan estado de .acuerdo en su delictuoso proceder movidos por un único e idéntico propósito. Porque no es posible que se los juzgue copartícipes de la iniquidad si no han sido impulsados por las mismas intenciones, ya que en este caso la coparticipa ción en la falta no existe.

74. Así por ejemplo, sucede que la distinta característica de los lugares aumenta o disminuye la gravedad de los delitos. Mayor es ésta, lógicamente, si se con suma la falta dentro del recinto de la ciudad, y menor, si tiene lugar fuera de los muros, en zona despoblada. Aquí, en efecto, no hay nadie que pueda ayudar a la joven, aunque ella haga y diga cuanto pueda para conservar intacta e inviolada su virgi nidad; en tanto que en la ciudad están las salas de los conse jos, los tribunales y una inmensa multitud de jefes de distritos, inspectores de mercados, ediles y demás funcionarios, sin contar el pueblo.

75. Porque existe, a no dudarlo, en el alma de cada persona, por modesta que sea su condición, un sentimiento de odio a la maldad, que en ocasiones como ésa se agita y con vierte a quien lo experimenta en defensor y campeón espontáneo de quien aparece siendo objeto de un atropello.

76. XIII. Así pues, al que ha perpetrado la violación la justicia lo persigue en todas partes, sin que en las diferencias de lugares encuentre atenuante alguno para sus atropellos e ilegalidades; en tanto que a la joven, como he dicho, en unos casos le aguarda la compasión y la indulgencia, y en otros el inexorable casti go.

77. Y muy a fondo, ciertamente, debe examinar el juez la situación de ésta, sin atribuirlo todo a los lugares; porque bien puede ser que en plena ciudad haya sido forzada contra su voluntad, y que fuera de ella se haya prestado voluntariamente a una unión ilícita. Por eso la ley al alegar a favor de la mujer violada en un lugar solitario, señala esta exacta y excelente jus tificación: "La jovencita gritó y no había nadie para socorrer la": de donde se infiere que, si ella no hubiera gritado ni hecho oposición, sino cooperado de grado, se hubiera convertido en culpable, y que el usar el lugar como excusa es en este caso un mero engaño para simular que ha sido violada por la fuerza.

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78. Y en la ciudad, ¿qué ayuda podría recibir, aun cuando in tentare hacer todo lo posible para proteger la honra de su per sona, si fuere impotente para hacerlo por impedírselo la fuerza física de que está dotado su forzador? ¿Podría recibir ayuda alguna de sus vecinos si éste la atare con la colaboración de otros y tapare su boca impidiéndole pronunciar palabra? En cierto modo, aun cuando ella se encuentre en la ciudad, se halla en la soledad, porque está sola, sin quienes la ayuden. En el otro caso,40 en cambio, aunque nadie hubiere estado presente para ayudarla, como ha cooperado voluntariamente, se puede decir que en nada difiere de la que ha hecho otro tanto en la ciudad.40 En el caso de que la violación haya tenido lugar en el campo sin oposición de la violada.

79. XIV. Algunos son inconstantes en sus relaciones con las mujeres, aficionados a ellas hasta la demencia y al mismo tiempo sus detestadores. Llenos de confusos y mezclados hábitos, dan rienda suelta sin dilación alguna a sus primeros impulsos, fueren estos los que fueren, y les permiten desbocarse, cuando lo que deberían hacer es ponerles freno. Sin reflexionar ni prevenir nada, se lanzan sobre las cosas materiales e inmateriales como ciegos, y como se abren paso y lo derriban todo con violento impulso y vehemencia,, no es menor el daño que reciben que el que causan.

80. A propósito de éstos la ley ha establecido lo siguiente.41 En el caso de que, habiendo desposado legal-mente a jóvenes y celebrado los sacrificios nupciales y los con vites, no conservaren ningún afecto conyugal hacia sus esposas, y, por el contrario, las insultaren y se comportaren con ellas como lo harían con rameras, no obstante estar tratando con da mas; si maquinaren una disolución del matrimonio, y, no ha llando pretexto alguno para la separación, recurrieren a una falsa acusación, y, a falta de cargos sobre cosas a la vista, enca minaren sus imputaciones al plano de las íntimas; y, llevando adelante sus propósitos, las acusaren de que, habiendo estado convencidos de haberse casado con doncellas, en la primera unión carnal comprobaron que no eran tales; en esos casos, dice, deberá reunirse el consejo de ancianos en pleno para el juicio, y habrán de presentarse los padres de las acusadas para abogar en un pleito en el que todos corren peligro por igual.41 Deut. XXII, 13 a 21.

81. Por que el peligro, en lo que toca a la castidad del cuerpo de las hijas, atañe no sólo a éstas, sino también a los que las tienen a su cuidado, pues se les imputa no solamente el no haber ejer cido vigilancia sobre ellas en la ocasión más crítica de la adoles cencia, sino además el haberlas dado en matrimonio como si conservaran su doncellez, cuando ya habían sido violadas por otros, con lo que han engañado y defraudado a los que las des posaron.

82. Después, si la razón que les asiste prevalece, los jueces deberán señalar las reparaciones que pagarán los forja dores de las falsas acusaciones; reparaciones consistentes en una pena pecuniaria, en castigos corporales mediante azotes, y, el más aborrecible de todos para ellos, en la perduración del ma trimonio, siempre y cuando sus mujeres se avengan a seguir conviviendo con semejantes hombres.42 Porque la ley les permite optar entre seguir con ellos o separarse, según sus deseos; en tanto que no les deja opción alguna a sus esposos, en castigo por sus falsos alegatos.42 Esto último no está prescripto en la ley.

83. XV. El acto de quitar la vida a un hombre es designado con el término asesinato,43 pero, en rigor de verdad, tal hecho constituye un sacrilegio, y el mayor de los sacrilegios, porque

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ninguna de las cosas que el mundo atesora es más sagrada y semejante a Dios que el hombre, el que es una hermosísima reproducción de una hermosísima imagen, impresa según el modelo de la forma ejemplar del logos.4443 Comienza aquí el tratamiento de lo tocante al sexto mandamiento.44 Ver Sobre los sueños I, 132 y 133.

84. Corresponde, pues, considerar lisa y llanamente impío y sacrilego al asesino, ya que con su acto ha cometido la mayor de las impiedades y el mayor de los sacrilegios; y por haber obrado sin misericordia alguna debe ser matado;45 aunque, ciertamente, siendo merece dor de infinitas muertes, solo una lo alcanza, en razón de que este castigo, por su misma naturaleza, no puede acrecentarse convirtiéndolo en una pluralidad de penas que no impliquen la muerte. Por otra parte, nada tiene de oneroso el que alguien llegue a sufrir lo mismo que ha causado a otro.45 Éx. XXI, 12, Lev. XXIV, 17 y 21 y Núm. XXXV, 16 a 21, 30 y 31.

85. Aunque, ¿cómo puede ser lo mismo, si median diferencias en los tiem pos, en los actos, en las intenciones y en las personas? ¿O acaso no está primero el tomar la iniciativa cometiendo injustas villa nías, y es posterior el castigo de las mismas? ¿Y no es el asesi nato una ilegalidad suma, mientras el castigar a los asesinos implica el máximo de legalidad? ¿Y acaso no ha satisfecho el asesino su deseo al matar a quien se había propuesto, en tanto que la víctima, por haber sido eliminada, no puede desquitarse y regocijarse a su vez? ¿Y acaso no le fue dado al primero el llevar a cabo sus designios por su propia mano y con sus propios medios; en tanto que al otro la venganza le es inalcanzable, a menos que sus parientes y amigos, movidos a compasión por su desgracia, tomen a su cargo su causa?

86. Si alguien atacare con su espada a otro con intención de matarlo, será culpable, aunque no llegare a matarlo; pues por su propósito se ha convertido en un asesino, aun cuando el resultado no haya corrido parejo con su designio.46 Otro tanto reza con quien hubiere querido consumar y maquinado un ase sinato a traición y por vía de la astucia desde un lugar de ace cho, no atreviéndose a atacar de frente. También éste, en efecto, se ha convertido en persona maldita, si no por la obra de sus manos todavía, por la disposición de su alma al menos.46 Éx. XXI, 14.

87. Es que, así como juzgamos, entiendo yo, que son enemigos no solo los que ya nos combaten por mar y por tierra, sino también los que en uno y otro sector van haciendo preparativos y plantan sus máquinas de sitio junto a nuestros puertos y murallas, aun que todavía no hayan iniciado las hostilidades; del mismo modo es preciso considerar asesinos no solo a los que han matado, sino también a aquellos cuyos actos van todos encaminados a matar en forma abierta o en secreto, aunque todavía no hayan llevado a cabo el crimen.

88. Y, aunque por cobardía o por osadía, sentimientos antagó nicos pero culpables ambos, se atrevieren a buscar refugio en el templo en busca de asilo, se les habrá de impedir hacerlo.47 Y, aun cuando alcanzaren a entrar antes sin ser vistos, deberán ser entregados para su ejecución, dejándose expresa constancia en el sentido de que el templo no debe proporcionar asilo a los sacrílegos. Porque todo aquel que lleva a cabo actos irremedia bles es enemigo de Dios, y los asesinos llevan a cabo actos irre mediables, ya que no tiene remedio lo que han sufrido sus víc timas.

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47 Éx, XXI, 14.

89. ¿O acaso, mientras a los que ningún delito han co metido les está vedada la entrada al templo sin antes lavarse y purificarse mediante las aspersiones purificatorias acostumbra das, a los convictos de impiedades indelebles, en cambio, cuyas manchas, por mucho que pase el tiempo, no se borrarán, les será concedido ir a instalarse y residir en los lugares santos, siendo así que no los admitirían en sus casas los hombres decentes que toman en serio las cosas santas?

90. XVI. Es, pues, preciso que, por haber acumulado iniqui dades sobre iniquidades, sumando la ilegalidad y la impiedad al asesinato, estas personas, cuyos actos merecen no ya una sino mil muertes, como he dicho, sean apartadas de allí para que paguen por su culpa. Otra razón para sacarlos de allí es que la entrada del templo les resultaría vedada a los parientes y ami gos del asesinado, si el asesino permaneciera dentro de él, pues aquellos no soportarían ir al mismo lugar jamás. Y sería absurdo que a causa de uno solo fueran excluidos muchos; que a causa de quien ha violado la ley cometiendo gravísima falta, lo fueran quienes han sido víctimas de su transgresión, los cuales, además de no cometer falta alguna, han soportado un prematuro duelo.

91. Bien podría ser también que Moisés, como gracias a la agudeza de visión de su razón era capaz de otear el futuro lejano, adoptara las precauciones necesarias para que las visitas de los parientes del asesinado no originaran un derramamiento de sangre en el templo, pues el afecto, sentimiento irreprimible, los incitaría, como a personas dominadas por un furioso arre bato, a matar al asesino consumando lo que podríamos llamar una ejecución por su propia mano. Si esto llegare a suceder, cometeríase una gravísima profanación, pues se mezclaría la sangre de los sacrificios con la sangre de los asesinos, una san gre consagrada con una sangre impura. Estas son las razones por las que la ley manda entregar a los asesinos aun desde los mismos altares.

92. XVII. Bien puede suceder, con todo, que aquellos que matan con espadas, jabalinas, flechas, palos, piedras o cuales quiera otros instrumentos semejantes, no cometan el asesinato con premeditación ni habiendo meditado con tiempo en su intimidad su crimen, sino movidos por un espontáneo impulso y dominados por una cólera más fuerte que la razón; de suerte que su acción resulta ser una obra a medias, puesto que su inteligencia no ha estado ocupada desde largo tiempo atrás por las manchas de un crimen.4848 Núm. XXXV, 16 a 18.

93. Pero existen otros,49 malvados a más no poder, malditos por sus hechos y por sus designios, los hechiceros y envenenadores, los que se procuran tiempo libre y lugares retirados para preparar sus atentados para el momento oportuno, e inventan variados expedientes y procedimientos para perjudicar a sus vecinos.49 Éx. XXU, 18.

94. Por eso la ley ordena que los envenenadores y las envenenadoras no vivan, no ya un día pero ni siquiera una hora más; y que, no bien sean aprehendidos, se les dé muerte, porque no puede haber pretexto alguno para diferir o posponer su castigo; que es posible prevenirse contra los que atenían abiertamente contra nosotros, pero no es fácil advertir las intrigas de los que en secreto preparan y maquinan sus atentados mediante venenos.

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95. Preciso es, pues, anticiparse a sus autores haciendo que experimenten en carne propia lo que otros habrían de sufrir a causa de ellos. Porque, pasando por alto otras consi deraciones, mientras el que mata a la vista de todos con una espada o con alguna arma semejante quitará la vida a unos pocos y en una sola ocasión, el que mezcla y combina venenos-mortales con ciertas sustancias comestibles hará perecer a innu merables personas que no conocían anticipadamente la maqui nación.

96. No faltan ejemplos de casos en que gran cantidad de per sonas reunidas en banquetes por motivos de amistad para com partir la misma sal y la misma mesa, han sufrido un inesperado desastre y padecido en medio de las libaciones implacables 50 eventos, trocándose el festín en muerte. De allí la conveniencia de que aun los más indulgentes y más moderados se empeñen en exterminar a estos tales, asumiendo, diríamos, la función de ejecutores, en la convicción de que constituye un deber de pie dad el no dejar librada a otros la ejecución del castigo, sino lle varla a cabo personalmente.50 Intraducible juego de palabras entre spondé = libación (cuyo plural significa tratado, alianza, tregua) y áspondos = que no hace libaciones, irreconciliable, implacable. La vinculación entre ambas acepciones la cons tituye el hecho de que las paces se sellaban con libaciones o brindis de paz.

97. Porque, ¿cómo no habrá de ser terrible el que mediante un alimento, que está hecho para ser fuente de vida, se maquine la muerte, y que en los naturales sustentos se fragüe un cambio destructivo, de tal modo que, al ir a comer y a beber determinadas personas, movidas por una necesidad de su naturaleza, como no han previsto la celada, se los lleven a la boca, creyéndolos medios de subsistencia, cuando-en realidad serán la causa de su total aniquilamiento?

98. El mismo castigo habrán de sufrir, aun en el caso de que no prepararen mezclas mortíferas sino de aquellas mediante las cuales se causan largas enfermedades. Porque frecuentemente es mucho más preferible la muerte que las enfermedades, sobre todo que aquellas enfermedades que se caracterizan por durar muchísimo tiempo y no tener un desenlace favorable; y las cau sadas por envenenamiento han demostrado ser difíciles de curar y hasta incurables del todo.

99. Y con todo, sucede que frecuentemente las calamidades producidas por estas maquinaciones en los cuerpos son menos graves que las causadas a las almas. Sobre ellas, en efecto, abátense delirios, extravíos mentales e insoportables exaltacio nes, y, envuelta en tales estados, la inteligencia, el mayor don que Dios reservó para el género humano, padece toda suerte de opresiones y, cuando desespera de su salvación, parte y cambia de residencia, dejando en el cuerpo la especie de peor condición entre las del alma, la irracional, de la que también participan las bestias. Todo aquel, en efecto, que es abando nado por la razón, la parte superior del alma, trueca su natu raleza en la de las fieras, aun cuando sus características corpo rales conserven apariencias humanas.

100. XVIII. Ahora bien, existe una magia verdadera,51 que es una visión científica mediante la cual aparecen las obras de la naturaleza iluminadas por una luz más clara, y es tenida por muy respetable y digna de cultivarse; y no solo los simples particulares, sino también los reyes, aun los más grandes reyes, y sobre todo los de los persas, la practican con tanto empeño, que,

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según aseguran, entre éstos ninguno puede ser elevado al trono si anteriormente no formaba parte de la casta de los Magos.52 51 Ver Todo hombre bueno es libre 74.52 Cicerón, Sobre la adivinación I, 91.

101. Pero existe una falsificación de esta magia, o, para decirlo con toda precisión, una corrupción de ella, a la que se dedican mendigos y bufones charlatanes, así como las más ruines de las mujeres y abyectos esclavos, todos los cuales ofertan diversas clases de purificaciones, y prometen trocar el amor en incurable aversión, y el odio en afección suma mediante determinados hechizos y encantamientos. Estos tales engañan y atrapan con su señuelo a las personas pobres de carácter y por demás candorosas, hasta que éstas ven sobre sí las más grandes desventuras, como resultado de las cuales los vínculos que unen estrechamente a grandes grupos de amigos y parientes se relajan gradualmente y acaban en una silenciosa y rápida destruc ción.

102, Teniendo presentes todas estas consecuencias, pienso yo, nuestro legislador no permite que se difiera para más adelante el castigo de los envenenadores, y ordena que la pena les sea aplicada de inmediato. La razón es que las dila ciones infunden ánimo a los culpables para aprovechar el corto tiempo de vida que les queda, como oportunidad para insistir en sus fechorías; en tanto que a los que ya abrigan recelo res pecto de lo que podría acaecerles,53 los llenan de un temor aun más terrible, pues piensan que la vida de aquellos es la muerte para ellos.53 Es decir, a los amenazados por las malas-artes de los envenenadores,

103. Por lo tanto, así como a las víboras, a los escorpiones y a todos los otros animales venenosos los matamos en el acto, no bien los hemos visto, antes de que muerdan o .hieran o, en general, ataquen, como precaución para no sufrir las consecuencias de la maldad connatural en ellos; del mismo modo también corresponde castigar a seres humanos que, aun que han recibido una naturaleza cultivada gracias a su alma racional, la que es origen de convivencia, la han trocado en las feroces costumbres propias de las fieras salvajes, y no hallan placer o ventaja sino en causar daño a todos los que pueden.

104. XIX. Acerca de los envenenadores es suficiente por el momento lo que queda dicho. Otro asunto que conviene no pasar por alto es que muchas veces se presentan ocasiones ajenas a la voluntad, en las que alguien comete un asesinato no porque haya ido con tal propósito o preparado para ello, sino dominado por una repentina cólera, pasión implacable y maligna, que causa inmenso daño, tanto al que la experimenta como al que es víctima de sus efectos.

105. A veces, en efecto, va alguien a la plaza del mercado por algún negocio urgente, y, al encontrarse con alguno demasiado predispuesto a la difamación o que intenta golpearlo, o también al dar él mismo comienzo a una disputa con otro, sobreviene una lucha, y con intención de desligarse y verse libre de ella más rápida mente le aplica un golpe de puño o levanta una piedra y se la arroja.

106. En caso de que el golpe resultare mortal, si el otro muriere en el acto, también debe morir el que lo ha golpeado, sufriendo de ese modo el mismo trato que él dio a su oponente;54 pero, si éste no muriere inmediatamente a conse cuencia del golpe, sino contrajere una enfermedad, y, habiendo guardado cama y recibido el conveniente cuidado, se levantare de nuevo y saliere,

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aun cuando sostenido por otros o apoyán dose en un bastón por no poder marchar sobre sus dos pies, quien lo golpeó deberá pagarle dos compensaciones, una como reparación por su inactividad, y la otra para cubrir los gastos de la curación.54 Éx. XXI, 18 y 19.

107. Si las pagare, no será pasible de la pena de muerte, aunque posteriormente el que ha recibido el golpe muriere; porque, como, tras sentirse más aliviado, ha salido a caminar fuera, queda la duda de si ha muerto del golpe o por otras causas que sobrevienen a menudo súbitamente y aniqui lan aun a los más sanos de cuerpo.

108. Si alguien durante una pelea diere un golpe en el vien tre a una mujer embarazada, y ésta abortare, en caso de que lo abortado careciere de forma y no estuviere desarrollado, aquél deberá pagar una multa por el ultraje y por haber obstaculizado a la industriosa y productiva naturaleza en su labor de traer a la existencia a la más excelente de las creaturas vivientes, el hombre; pero, si la criatura estuviere ya formada y todos sus: miembros hubieren ya recibido sus propios lugares y cualidades aquel debe morir.55 55 Éx. XXI, 22.

109. Es que en esas condiciones se trata de un ser humano, al cual él ha aniquilado en el taller de la naturaleza, cuando ésta juzgaba que aún no era la ocasión de sacarlo a luz; semejante a una estatua colocada en un estudio, a la que no le falta sino ser llevada afuera y liberada de su encierro.

110. XX. En esta prescripción va involucrada también la prohibición de otra cosa más importante todavía: la expo sición de niños,56 práctica impía, que ha terminado por no ser vista con malos ojos en muchas otras naciones a causa de la inhumanidad que caracteriza a las mismas.56 No hay en el texto de la ley prohibición expresa alguna al respecto, y Filón, como lo aclara en los parágrafos 117 y 118, lo infiere de otras pres cripciones, como la relativa al feto plenamente desarrollado.

111. En efecto, si es necesario preocuparse porque nada terrible sufra de la ajena mala intención la criatura que aún no ha sido dada a luz por no haberse cumplido los plazos normales, ¿cómo no lo será más todavía en el caso de aquella cuya gestación ha llegado a su término, y ha sido ya enviada a ésta como colonia que le ha cabido en suerte a los seres humanos, a fin de que participe de los dones de la naturaleza? Esta, en efecto, extrae de la tierra, del agua, del aire y del cielo esos dones, y proporciona al hombre la contemplación de las cosas celestes y la soberanía y el dominio sobre las terrestres, suministrándole a cada uno de los dones de la naturaleza? Esta, en efecto, extrae de la inteligencia, como a un gran rey, todo cuanto los sentidos, que son como sus guardias del cuerpo, perciben; y todo aquello que sin la ayuda de ellos la razón aprehende.

112. En consecuencia, si los responsables de su crianza privan a los niños de tan gran des bienes, no permitiéndoles participar de ninguno de ellos desde el momento mismo de su nacimiento, sepan que violan las leyes de la naturaleza y que atraen sobre sí los más graves cargos, a saber, amor al placer, inhumanidad, asesinato y el que es el más abominable de los crímenes: el infanticidio.

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113. Son, en efecto, amantes del placer pues se han unido carnalmente a sus mujeres no para engendrar hijos y perpetuar la familia, sino persiguiendo el mero placer del acto sexual, a la manera de los cerdos y los machos cabríos. Y en cuanto a inhu manos, ¿quiénes podrían serlo más que los enemigos y detes tadores implacables de los engendrados por ellos mismos? A menos que alguno sea tan loco come para suponer que los que obran sin consideración alguna hacia los unidos a ellos por los lazos de la sangre, puedan abrigar buenas disposiciones respecto de las personas extrañas.

114. Y los asesinatos e infanticidios los atestiguan con clarísimas pruebas unos al matar con sus propias manos a sus hijos recién nacidos, reprimiendo y aho gando su primer aliento; y otros al arrojarlos a un río o a las profundidades del mar, después de colgarles algo pesado para que con el peso se hundan más rápidamente.

115. Otros, en cambio, los llevan a un lugar solitario, y allí los exponen con la esperanza, según dicen ellos, de que los salven, aunque, en realidad, no es sino para que sufran tristísimas desdichas. Por que todas las fieras que comen carne humana se hacen pre sentes sin que nadie lo impida, y se regalan con los infantiles cuerpos, en un delicado festín que les han procurado los únicos protectores, los obligados más que nadie a velar por su seguri dad, es decir, sus padres y sus madres. Además, las aves carní voras se precipitan volando y engullen los restos; eso siempre y cuando no se hayan dado cuenta antes, porque en ese caso se hubieran apresurado a disputar a las bestias terrestres los cadáveres enteros.

116. Pero admitamos que algunos de los que pasan por el camino, movidos por un sentimiento de huma nidad, sienten compasión y piedad por los espósitos a tal punto que los recogen, les proporcionan alimentos y se deciden a brindarles los demás cuidados. ¿Qué pensamos nosotros en pre sencia de estas tan meritorias acciones? ¿No es cierto que las consideramos una condenación de los que les dieron el ser, pues los extraños han tomado a su cargo las obligaciones propias de los padres, en tanto que éstos no han procedido ni siquiera con la buena disposición demostrada por los extraños?

117. Así pues, Moisés ha prohibido, de manera indirecta e implícita, la exposición de recién nacidos, al determinar, según he dicho, que la muerte fuera el castigo de los que provocaren un aborto cuando ya el feto estuviere completamente formado. La opi nión de que las criaturas que todavía están adheridas al vientre de la madre son parte de las que darán a luz es sustentada por filósofos naturalistas, cuya vida está dedicada a la labor especulativa, y también por los más ilustres entre los médicos, los que han investigado acerca de la estructura del ser humano, examinando detalladamente sus partes visibles y ocultas, me diante una cuidadosa disección, con miras a evitar que, en caso de requerirse un tratamiento médico, resulte descuidada por ignorancia alguna causa de serio peligro.

118. En cambio, las criaturas ya dadas a luz quedan separadas del organismo en el cual se desarrollaron; y, libradas a su propio desenvolvimiento, conviértense en seres viventes a los que nada les falta de cuanto concurre a completar la humana naturaleza. En consecuencia, el infanticida es, sin lugar a dudas, un asesino, por cuanto el disgusto de la ley no depende de las edades, sino atañe a la violación de las obligaciones para con la especie.

119. Aunque por cierto que, si la edad debiera ser tenida en consideración, cualquiera, me parece a mí, se irritaría forzosamente más en el caso de los que cometen infanticidio. Porque,

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tratándose de adultos, son muchísimos los pretextos razonables a que dan lugar los enfrentamientos y controversias, mientras que a los que no son sino tiernas criaturas que acaban de ver la luz de la humana existencia, siendo completamente inocentes, no cabe dirigirles ni siquiera una falsa acusación. Por lo tanto, bien pueden ser tenidos por los más sanguinarios y despiadados de los hombres aquellos que con encarnizamiento atentan contra ellos; y la sagrada ley los detesta y declara culpables.

120. XXI. En cuanto al hombre que es matado sin mediar un deliberado propósito del matador, la sagrada ley afirma que ha sido puesto por Dios en manos de sus asesinos;57 lo que constituye un alegato a favor del que al parecer ha matado con vencido de que la víctima era culpable.57 Éx. XXI, 13.

121. Entiende, en efecto, que, misericordioso e indulgente como es, Dios no entre garía jamás a un inocente para que se le diera muerte; y que, por el contrario, cualquiera que ha escapado a la justicia de los hombres gracias a su habilidad y astucia, ha sido conducido ante el invisible tribunal de la naturaleza y condenado por dicho tribunal, único en el que la verdad es vista en su máxima pureza, sin que la ensombrezcan los artificios verbales, pues no acepta en absoluto las palabras, sino pone al descubierto las intenciones y saca a plena luz los pensamientos ocultos. Pero también, por otra parte, la ley hace responsable al matador, no de un crimen, pues se considera que ha obrado al servicio de un Divino dic tamen; sino de una mancha insignificante y del todo leve, cuyo perdón cabe pedir y alcanzar.

122. Dios emplea, en efecto, a aquellos que han cometido faltas leves y fáciles de remediar como servidores Suyos en el castigo de los que han cometido delitos gravísimos e irreparables; no porque dé Su aprobación a aquellos, sino escogiéndolos como instrumentos útiles para el castigo, a fin de que ninguno que sea puro por su vida entera y por la pureza de su estirpe tenga contacto con un homicidio por muy justificado que éste fuere.

123. En consecuencia, determinó Dios que el matador involuntario vaya a destierro, mas no a cualquier lugar ni para siempre. Asignó, en efecto, a estos convictos seis ciudades, la octava parte de las que la tribu consagrada recibió a título de patrimonio,58 ciudades a las que, por la condición adquirida dio el nombre de lugares de refugio. Por otra parte, completando esta disposición, esta bleció que el destierro duraría el tiempo de la vida del sumo sacerdote, estándoles permitido el retorno después de la muerte de éste.5958 Núm. XXXV, 6 y 11 a 15.59 Núm. XXXV, 28.

124. XXII. Esta prescripción se funda en dos motivos. El primero es el siguiente. La mencionada tribu recibió estas ciu dades como recompensa por una matanza en defensa de la fe, matanza que debemos considerar como la más esclarecida y excelente de cuantas hazañas han tenido lugar alguna vez.6060 Éx. XXXII. Ver Vida de Moisés II, 159 y ss. y 270 y ss., y Sobre la ebriedad 67.

125. En efecto, cuando el profeta, habiendo sido llamado al más alto y sagrado de los1 montes de aquella región, recibió de Dios las leyes generales que engloban a las leyes especiales, no fue visto durante un buen número de días, y los enemigos innatos de la paz llenáronlo todo de los vicios que trae aparejados la ausencia del gobernante, a lo que como remate agregaron la

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impiedad. Burlándose de las más excelentes y nobles prescrip ciones acerca de la honra debida al verdaderamente existente Dios, y habiendo fabricado un toro de oro, imitación de la vanidad de Egipto, le ofrecieron sacrificios que no eran tales y festejos que no merecían ese nombre, y ejecutaron macabras danzas al son de cantos e himnos que hubieran debido ser fúnebres lamentaciones.

126. Pero la mencionada tribu, llevo muy mal la insólita violación, de las normas establecidas» encendiéndose su celo a causa de su sentimiento de odio hacia la iniquidad, y llenos todos sus miembros de cólera, frenéticos, po seídos, habiendo tomado las armas como obedeciendo a una sola señal convenida, con vehemente impulso y absoluto des precio del riesgo, los aniquilaron en medio de su doble embria guez: la de impiedad y la de vino, comenzando por los más allegados a ellos y más amados por ellos, por considerar que sin el amor de Dios no existe amor ni parentesco. Y en una corta parte de un día fueron muertos veinticuatro mil,61 sirviendo sus desgracias de advertencia para los que estaban a punto de se cundarlos en su demencia, ya que les infundieron el temor de sufrir parecida suerte.61 Cifra exagerada que incrementa desproporcionadamente el número de 3.000 estimado en Vida de Moisés II, 274, y en Sobre la ebriedad 67.

127. Esta bélica acción, llevada a cabo espontánea é instintivamente en defensa de la piedad y la santidad para con el verdaderamente existente Dios, no sin grandes peligros para los que tomaron las armas, fue aprobada por el Padre del universo, quien por propio dictamen determinó que estaban limpios de todo crimen y mancha, y les concedió el sacerdocio como recompensa por su manera viril de conducirse.

128. XXIII. Por eso, la ley manda que el autor de un crimen involuntario se refugie en alguna de las ciudades que fueron adjudicadas a esta tribu, a fin de que encuentre la calma y no desespere de su completa seguridad. El lugar habrá, efectiva mente, de recordarle aquella intrepidez, y le hará reflexionar sobre cómo a aquellos que mataron entonces voluntariamente les fueron concedidos no solo un completo perdón, sino también grandes y apetecibles galardones que llevan aparejada una gran de felicidad; y que, si esto ocurrió con aquellos, con más razón se les concederá a los que han matado sin premeditación, no una recompensa honorífica, pero al menos la más modesta de todas, consistente en no pagar con la propia vida la vida tron chada. De esto se desprende claramente que no todo homi cidio es culpable, sino solo aquel que lleva aparejada una injus ticia; y que de los restantes merece alabanza el que se lleva a cabo por un ardiente deseo de virtud, y no es reprobable el que se comete involuntariamente.

129. Queda expuesta la primera de las dos razones;62 a con tinuación hemos de referirnos a la segunda. La ley quiere pre servar al homicida involuntario porque sabe que no es culpable en cuanto a la intención y que con sus manos ha obrado como servidor de esa supervisora de las cosas humanas que es la justicia. Y lo protege porque los más próximos parientes del muerto se hallan al acecho como enemigos ansiosos de matarlo, impelidos a la venganza por una compasión desmedida y un dolor inconsolable, y una irracional pasión les impide reflexionar sobre lo que es verdadero y justo por naturaleza.62 Razones por las que la ley ha elegido como refugio para el homicida involuntario las ciudades de refugio.

130. En consecuencia, permite que tal persona busque refugio, no en un templo, pues aún no

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está purificada, ni en una región olvidada y oscura, donde podría ser entregado fácilmente sin que se haga mucho caso de él; sino en una ciudad sagrada, la cual constituye un lugar intermedio entre el ámbito sagrado y el profano, siendo en cierto modo un templo de segunda categoría. Las ciudades de los consagrados son, en efecto, más dignas de veneración que las demás en la medida, entiendo yo, en que sus habitantes son objeto de mayor reverencia que los de las otras. Lo que quiere, pues, la ley al recurrir a la condición privilegiada de la ciudad que brinda asilo es proporcionar al asilado una firmísima se guridad.

131. Al determinar, como he dicho, que el momento del re torno lo señale la muerte del sumo sacerdote, el legislador tuvo presentes motivos como los siguientes. Así como cada uno de los asesinados con premeditación deja parientes que velarán en su nombre para que se haga justicia y castigue a los que lo mataron con alevosía; del mismo modo también la nación entera tiene un común y muy próximo pariente en el sumo sa cerdote, quien ejerce soberanamente la justicia para los liti gantes de conformidad con las leyes, y lleva a cabo las suplica ciones y sacrificios de cada día, pidiendo bienes como para her manos, padres e hijos suyos a fin de que los miembros todos de la nación, de cualquier edad y sector, considerados como un solo cuerpo, armonicen en una sola y una misma confraternidad, ansiosos de paz y legalidad.

132. Por lo tanto, todo aquel que ha matado sin intención de hacerlo debe tener al sumo sacer dote como al encargado de velar por los derechos de los asesi nados y pugnar en su nombre; y ha de permanecer encerrado dentro de la ciudad en la cual se ha refugiado, sin osar salir fuera de sus muros, si es que siente apego por su seguridad y por una existencia libre de peligros.

133. Cuando dice, pues, la ley:63 "No retorne el exiliado hasta que haya muerto el sumo sacerdote", es como si dijera: hasta que haya muerto el común pariente de todos, el único al que le está confiado ser arbitro de cuanto concierne a los vivos y a los muertos.63 Núm. XXXV, 28.

134. XXIV. Un motivo de esta especie se adapta bien a los oídos de los más jóvenes; pero a los de más edad y maduros de carácter es dable presentar el siguiente.64 Puede aceptarse que sea suficiente tratándose de personas comunes el mantenerse limpios de delitos voluntarios; agréguese, si se quiere, que esto rece también con los demás sacerdotes; pero el sumo sacerdote constituye un caso aparte, y debe estar limpio tanto de las faltas voluntarias como de las involuntarias.64 Resulta difícil precisar a qué obedece tal distinción. Probablemente considera nuestro autor que la segunda explicación es más profunda o sutil por incluir una distinción neta entre faltas voluntarias e involuntarias, en tanto que la primera es más superficial, satisfaciendo ésta a los menos ma duros y aquélla a los fogueados espiritualmente por la edad.

135. Es que a él le está prohibido absolutamente todo contacto con lo contaminado, tanto el deliberado como el resultante de un cambio involuntario de su alma, a fin de que se den en él las buenas disposiciones propias de su carácter de sagrado intérprete, en ambos aspectos: en sus irreprochables intenciones y en una vida de buenas ac ciones, a la que ninguna censura quepa hacer.

136. Y una persona así no puede sino mirar con malos ojos también a los homicidas

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involuntarios; no porque los considere malditos, pero sí como no puros y no ajenos a toda falta, por mucho que se admita que sirvieron a los designios de la Naturaleza, que los empleó para castigar a los que fueron ejecutados una vez que en Su secreto tribunal los hubo juzgado y condenado por per sonal decisión a la última pena.XXV. Todo lo dicho hasta aquí aplícase a las personas libres y de condición ciudadana; las leyes que siguen refiérense a los esclavos muertos por medios violentos.

137. A los siervos les ha correspondido un nivel inferior en lo que a su suerte toca, pero están en pie de igualdad con sus amos en cuanto a su naturaleza; y para la ley de Dios la regla de justicia no se ajusta a la suerte sino a la naturaleza.65 Por ello corresponde que los amos no abusen demasiado de sus poderes sobre sus servidores haciendo gala de arrogancia, desprecio y cruel salva jismo. Porque estas actitudes no son señales de un alma pací fica, sino de una que en su intemperancia busca hacer tabla rasa con sus responsabilidades, imitando el despotismo de los tiranos.65 Éx. XXI, 20 y 21.

138. Porque aquel que ha hecho de su propia casa una suerte de ciudadela, erigiéndola en bastión contra otros; y no concede libertad de palabra a ninguno de los que en ella residen, sino trata a todos con una brutalidad engendrada por el odio a sus semejantes, innato quizá en él o tal vez adquirido, es un tirano que recurre a los peores recursos.

139. Estos recursos atestiguan que no habrá de mantenerse dentro de los actuales límites, si puede alcanzar mayor poderío. Atacará, en efecto, sin dilación ninguna ciudades, países y naciones, des pués de reducir a la esclavitud a su propia patria como muestra de que no habrá de tratar con mansedumbre a ninguno de los demás sometidos.

140. Este tal debe tener bien presente que no disfrutará de impunidad en su continuo delinquir contra muchos, como que tendrá que enfrentarse con la justicia, detes tadora de la maldad y defensora y protectora de las víctimas de los injustos; la que le exigirá una justificación y una rendición de cuentas por la desventura de los que sufren.

141. Y aunque él alegare que los azotes se los aplicó para hacerlos entrar en razones, sin intención de causarles la muerte, no se habrá de marchar enseguida regocijado; sino, conducido ante el tribunal, será examinado por estrictos inquisidores de la verdad sobre si los homicidios han sido voluntarios o involuntarios. Y, si se comprobare que ha obrado con premeditación e impía inten ción, habrá de morir, sin que su condición de amo le valga en algo para salvarse.

142. Pero, si los golpeados no hubieren muerto de inmediato a consecuencia de los golpes, sino vivido uno o hasta dos días,66 en ese caso el amo no será igualmente reo de muerte, pues cuenta para su defensa con un ventajoso alegato en el hecho de que no los mató ni en el momento de golpearlos ni posteriormente cuando los tuvo en su casa, sino les permitió vivir todo el tiempo posible, aun cuando éste haya sido sumamente corto. Además nadie es tan demente como para intentar causar daño a otro cuando él mismo saldrá per judicado en ello.66 Éx. XXI, 21.

143. Y el que mata a un criado se perjudica mucho más a sí mismo, pues se priva de los servicios que aquél le proporcionaba en vida, y se impone una pérdida consistente en el valor

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del esclavo, quizá muy elevada. Por consiguiente, si se diere el caso de que el esclavo hubiere hecho algo que me rezca la muerte, el amo deberá llevarlo ante los jueces y de nunciar el delito, dejando que sean las leyes, y no él personal mente, quienes decidan el castigo.

144. XXVI.67 En el caso de que un toro corneare a alguna persona y le diere muerte, debe ser lapidado, pues no podrá ser inmolado para sacrificios, y su carne no servirá de au mento. ¿Por qué? Pues porque no está dentro dé las nor mas de santidad el que las carnes de un animal que ha matado a un hombre se convierta en sustento o en condimento del ali mento de los hombres.67 Éx. XXI, 28 a 32, 35 y 36.

145. Y, si el propietario de la bestia, sabiendo que era salvaje e indómita, ni la hubiere encerrado ni, después de encerrarla, la hubiere vigilado; o también si hu biere sido informado por otros de que era un animal imposible de controlar, pero le hubiere permitido pacer libremente, será culpable como responsable de ello. Y así como el animal agresor debe morir sin pérdida de tiempo, su dueño ha de pagar con su vida o rescatarla mediante el pago de una compensación, pero será el tribunal quien decida lo que deberá sufrir o pa gar. 146. Empero, si la víctima hubiere sido un esclavo, de berá reponer su valor al propietario de éste; y, si el corneado no fuere un ser humano sino una res, el propietario del animal que la mató deberá pagar una compensación consistente en un animal igual a aquél,68 [porque, enterado con anticipación del salvajismo del suyo, no adoptó las debidas precauciones; y, si su animal ha matado a la bestia del otro, deberá pagar a su vez una compensación consistente en uno igual];69 y estar agrade cido de que, siendo él la causa original del daño, no tenga que soportar una pérdida mayor aún.68 Éx. XXL 36.69 El pasaje entre corchetes es sin duda interpolación que no hace sino reiterar ociosamente lo que ya se desprende del resto del contexto.

147. XXVII.70 Acostumbran algunos cavar pozos muy pro fundos, o bien para poner al descubierto venas de agua surgente, o bien para la recolección del agua de lluvia; y, una vez que han cavado conductos subterráneos no visibles, no obstante ser necesario cercarlos o poner una tapa sobre sus bocas, por un grave descuido o locura las dejan sin ningún resguardo, como una trampa mortal.70 Éx. XXI, 33 y 34, donde sólo se habla de animales.

148. Si, en consecuencia, alguno de los que transitan por allí no se diere cuenta a tiempo, y, avanzando sobre el vacío, se precipitare abajo y muriere, los que quisieren podrán presentar una demanda en nombre de la persona tallecida contra los constructores del pozo, y el tribunal deter minará lo que deberán sufrir o pagar. Pero, si fuere una res la que cayere y muriere, deberán pagar a su dueño como compen sación el precio exacto del animal cuando vivía, y quedarse ellos con el cuerpo del muerto.

149. Un delito muy estrecha mente relacionado con el mencionado cometen todos aquellos que, al construir sus casas, dejan sus techos al ras, siendo así que deberían circundarlos de parapetos a fin de que ninguno se pre cipite desde lo alto en un descuido. A decir verdad, no hay duda de que cometen un homicidio, o al menos han hecho cuanto estaba en sus manos para cometerlo, aun cuando ninguno mu riere a resultas de la caída. Deben, pues, ser castigados con la misma pena que los que dejan sin resguardo las bocas de los pozos.71

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71 Deut. XXII, 8, aunque no se establece la pena para el caso contem plado aquí.

150. XXVIII. La ley veda aceptar de parte del homicida con denado a muerte una compensación en dinero para aminorar su castigo o trocar la muerte en destierro,72 por cuanto la sangre se purga con sangre, la del asesinado premeditadamente con la de su asesino.7372 Núm. XXXV, 31 y 32.73 Núm. XXXV, 33.

151. Ahora bien, como los malvados por natu raleza no tienen límites para delinquir, sino acrecientan premeditadamente sus excesos y amplían y exageran sus vicios más allá de toda moderación y término, el legislador hubiera debido fijar para castigo de ellos infinitas muertes, si ello fuera posible. Pero como tal cosa no es posible, ha establecido un castigo adicional ordenando que los homicidas sean suspendidos de un madero.7474 O crucificados, Deut. XXI, 22 y 23.

152. Con todo, después de ordenar esto, retorna una vez más a su amor hacia los hombres y, dando pruebas de su humanidad para con los que han procedido inhumanamente, dice: "No debe ponerse el sol sobre los colgados, sino han de ser bajados y ocultados bajo la tierra antes del ocaso". La razón es que, si resulta necesario que los enemigos de todas las partes del uni verso sean puestos en un sitio elevado y visible para mostrarlos al sol, al cielo, al agua y a la tierra después de cumplirse sus castigos, también lo es que sean precipitados a la región de los muertos y enterrados para que no manchen las cosas que hay sobre la tierra.

153. XXIX. Otra excelente disposición es aquella según la cual no han de morir los padres en lugar de sus hijos, ni los hijos en lugar de sus padres, sino cada uno de los que han me recido la muerte por lo que ha hecho, ha de recibirla él solo y en su propia persona;75 disposición que tiene presentes a aque llos que o tienen en mayor estima a la violencia que a la justicia o están totalmente dominados por su afecto hacia sus familia res.75 Deut. XXIV, 6.

154. Porque éstos, a causa de su sobrada y excesiva afec ción, a menudo querrán y se complacerán en morir en lugar de los otros, entregándose a sí mismos, a pesar de ser inocentes, en lugar de los culpables, por entender que es una gran ventaja el no presenciar el castigo de sus padres los hijos, y de sus hijos los padres, pues piensan que, de no ser así, habrán de vivir en lo venidero una existencia insoportable y más penosa que cual quier muerte.

155. A éstos es preciso decirles: Vuestro afecto es inoportuno; y todo lo que es inoportuno es por fuerza cen surable, del mismo modo que las actitudes oportunas son elo giables. Es, sin duda, necesario sentir apego por aquellos cuyas obras los hacen merecedores de amistad, pero ningún malvado es amigo de verdad. Y a los parientes y a aquellos que entre los parientes son considerados amigos los convierten en extraños, si delinquen, sus perversidades. Porque el vivir conforme con la justicia y todas las demás virtudes crea un parentesco más estrecho aun que el de la sangre; mas, si alguien renuncia a esa norma, se incluye no sólo en la lista de los extraños y extranje ros, sino también en la de los enemigos implacables.

156. ¿Por qué, pues, bajo el falso nombre de afecto aparentáis bondad y humanidad, y ocultáis la verdad, es decir, vuestra debilidad y cobardía? ¿O no sois, acaso, de naturaleza cobarde,

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puesto que «n vosotros la razón es dominada por la compasión? Y esto, rara cometer el doble delito de liberar del castigo a los culpa bles, y de pensar que es preciso que en lugar de ellos recibáis el castigo vosotros, a los que no se os ha acusado por delito alguno en absoluto.

157. XXX. En todo caso, estas personas pueden alegar que no persiguen provecho alguno, y que los mueve su excesivo afecto hacia sus familiares más próximos, por cuya salvación están determinados a morir con ánimo contento.

158. En cam bio, ¿quién, no digo ya de aquellos que obran con moderación, sino también de los de alma no demasiado rebelde, no recha zará con desprecio a los desalmados y feroces por naturaleza que o traman secretamente u osan abiertamente hacer recaer las mayores desgracias sobre unas personas en lugar de otras, tomando la amistad, el parentesco, la asociación o cualquiera otra vinculación similar como pretexto para arruinar a quienes nada malo han cometido? Y esto lo hacen a veces, no porque hayan sido objeto de un grave daño, sino por ambición y afán de lucro.

159. No hace mucho, cierto recaudador de impues tos, encargado de las contribuciones de nuestro distrito, como algunos de los deudores, que lo eran evidentemente por su po breza, habían huido por temor a irremediables represalias, sé llevó por la fuerza a sus mujeres, a sus hijos, a sus padres y al resto de su familia, y los golpeó, cubrió de insultos y les hizo objeto de toda suerte de malos tratos con la intención de que revelaran el paradero del fugitivo o ellos mismos pagaran las deudas de éste. Como no podían hacer ni una ni otra cosa; la una porque ignoraban el paradero; la otra porque su indigencia no era menor que la del fugitivo, no se detuvo aquél hasta que, habiendo torturado sus cuerpos con tormentos e instrumentos de tortura, los mató empleando novedosas formas de dar muer te.

160. Después de atar con sogas cestas llenas de arena, colgó de sus cuellos esta pesadísima carga, y los colocó en la plaza al aire libre, a fin de que, mientras unos sucumbían bajo el rigor insoportable de aquel cúmulo de castigos formado por el viento, el sol, la vergüenza ante los que transitaban por allí y los pesos que pendían de ellos; otros, contemplando sus casti gos, los sufrieran anticipadamente.

161. Algunos de éstos, que a través de su espíritu hacíanse una composición de lugar más vivida- aún que el cuadro que presenciaban sus ojos, como si ellos mismos sufrieran las torturas en los cuerpos de los otros, se apresuraron a quitarse la vida empleando espadas, venenos y horcas, por considerar que en su desdichada situación era una ventaja la muerte sin sufrir torturas.

162. Otros, en cambio, que no tuvieron oportunidad de matarse ellos mismos, fue ron sacados, como en los juicios por reclamaciones de herencias, en hilera, primero los parientes de primer grado, después los de segundo, luego los de tercero, y así hasta los más lejanos; y cuando no quedaba ninguno de los parientes, la desgracia pa saba también a sus vecinos, y en ciertos casos a aldeas y ciuda des, las que pronto quedaron desiertas y. vacías de habitantes, pues éstos abandonaban sus hogares y se dispersaban hacia lugares dónde esperaban pasar inadvertidos.

163. Con todo, nada tiene quizá de extraño que a causa de la recaudación de impuestos hombres bárbaros por naturaleza, que no han paladeado jamás una educación propia de seres ci vilizados, acatando imperiosas órdenes exijan los anuales tributos no solo sobre los bienes

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sino también sobre los cuerpos, y hasta sobre la vida, al hacer que los riesgos que pesan sobre unos , recaigan sobre otros.

164. Pero no han faltado casos en que los mismos legisladores, no obstante ser ellos los límites y las normas de la justicia, han aceptado serlo de las más grandes injusticias, por atender más a la mera opinión que a la verdad, y han ordenado que junto con los traidores sean ejecutados sus hijos, y junto con los tiranos las cinco familias más estrecha mente emparentadas con ellos.7878 Curdo Rufo VI, 42, 20, y Cicerón, Sobre la composición retórica (De inventiva) II, 144, son las dos autoridades citadas (Heinemann, Goodenough, Colson, Colín) como posibles fuentes de la afirmación de Filón en el sentido de que existían leyes de esa naturaleza. La primera atestigua que entre los macedonios una ley condenaba a muerte junto con los conspi radores, no con los "traidores", a las personas vinculadas con aquéllos (no dice "a los hijos"). La segunda es un ejercicio de retórica (no un relate histórico) en el que se somete a discusión si en determinados casos de tiranicidio (se cita el caso de Alejandro de Feras, asesinado por su esposa) corresponde premiar a los autores como beneméritos de un acto de bien público o castigar incluso a las personas de más estrecha relación con el responsable principal. Como se advierte el primer pasaje no corresponde exactamente al caso que Filón menciona y el segundo es un mero ejemplo para la gimnasia retórica, que no prueba la historicidad del precepto legal en cuestión.

165. ¿Por qué?, preguntaría yo. Pues, si han cooperado en los delitos, también deben com partir sus castigos; pero, si no tuvieron arte ni parte en aquellos, ni se adhirieron a los mismos propósitos, ni se complacieron con su personal elevación en medio de la prosperidad de sus parientes, ¿a título de qué se les dará muerte? ¿Es, acaso, su parentesco la única razón? Porque los castigos, ¿se aplican por la violación de las leyes o por el nacimiento? 166. Seguramente a vosotros, venerables legisladores, os ha cabido en suerte tener por pa rientes a personas de bien. Porque, si hubieran sido malvados, me parece que entonces ni se os hubieran pasado por las mientes semejantes disposiciones; y, en cambio, os hubierais indignado de que otros las propusieran... a causa de la precaución para que... no sufra nada irreparable... a la par de los que corren peligro, quien lleva una vida de seguridad, ni se vea envuelto en las mismas calamidades.77 En el segundo caso 78 va implí cito, en efecto, un motivo de temor, que uno, a la par que se precave contra él, no puede permitir sea una amenaza para otro; en tanto que en el primero 79 el temor está ausente, lo cual a menudo induce a algunos a no preocuparse por la segu ridad de los hombres irreprochables.77 En su estado actual el texto de los manuscritos no permite aquí sino reconstrucciones conjeturales por demás inseguras, por lo que he preferido dejar trunca la traducción antes que aventurar rellenos sin fundamento serio.78 En el caso de tener parientes malvados.79 En caso de tener personas honradas por parientes.

167. Habiendo reflexionado en estos términos, y observado los errores adoptados por otras naciones, nuestro legislador los re chazó como ruinosos para la más excelente de las comunidades constituidas; y a la par que profesó profunda aversión a los hombres de negligente, inhumana y nociva conducta, jamás accedió a que se castigara a nadie por el mero hecho de haber convivido con ellos, haciendo de él un apéndice de otros en materia de delitos.

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168. Y así, prohibió expresamente que los hijos sean ejecutados en lugar de sus padres, y que los padres lo sean en lugar de sus hijos, juzgando que los castigos corres ponden a aquellos que han cometido las faltas, ya se trate de penas pecuniarias, o azotes o violencias más duras o heridas o mutilaciones o pérdidas de derechos o destierro o cualquiera de todas las otras sentencias. Porque, al hacer mención de un solo caso: el de no matar a una persona en lugar de otra, tam bién incluye los casos que no se mencionan.

169. XXXI. Las plazas con sus mercados, las sedes de los consejos, las salas de los tribunales, los festivales y las asambleas donde se concentra gran cantidad de gente, y la vida al aire libre con sus discusiones y actividades vienen muy bien a los hombres tanto en tiempo de guerra como en la paz; a las mujeres, en cambio, les resulta apropiada la vida de hogar y la permanencia 'en la morada, siendo la parte interna respecto de la puerta central el sector correspondiente a las doncellas, y la que da al vestíbulo el correspondiente a las mujeres que han llegado ya a su pleno desarrollo como tales.

170. Dos, en efecto, son las clases de comunidades constituidas; las mayores, llamadas ciudades, y las menores, llamadas casas. El gobierno de las mayores, gobierno que se llama administración del estado, les ha correspondido a los hombres; el de las menores, cuyo nombre es administración de la casa, a las mujeres.

171. Fue ra, pues, de las tareas concernientes a la administración de la casa la mujer no habrá de ampliar el círculo de sus ocupaciones, y procurará vivir recluida y no mostrarse a la vista de otros hombres a lo largo de las calles, como una errante, salvo cuando deba ir al templo.80 Y en ese caso lo hará tomando precauciones para no ir cuando la plaza está llena, sino cuando haya retor nado a sus casas la mayoría .de la gente; y llevando a cabo los sacrificios y plegarias por la liberación de males y la partici pación en bienes rodeada de tranquilidad, como mujer de condición libre y verdadera dama.80 El término "templo" está tomado aquí, evidentemente, en el sentido amplio de "casa de oración" o sinagoga, ya que de referirse exclusivamente al templo de Jerusalén, mal podría tener vigencia la disposición en las regiones de la diáspora judía como Alejandría, tan alejadas de Jerusalén. Cabe suponer que en algunas sinagogas al menos se llevaban a cabo sacri ficios, como lo sugiere este pasaje.

172. El que las mujeres, cuando los hombres se insultan y se van a las manos, se atrevan a intervenir en riñas, con el pretexto de cooperar y ayudar en la pelea, es reprensible y vergonzoso más allá de toda medida. La ley ha considerado que ni siquiera en las guerras, expedicio nes y peligros que afectan al país entero deben alistarse. En ello ha tenido presente el decoro, que, en su opinión, debe con servarse inalterable siempre y en todas partes, considerando que él vale por sí solo más que la victoria, la libertad y cualquier éxito.

173. Y ciertamente, aun cuando, al enterarse una mujer de que su esposo es objeto de un atropello, dominada por su amor de esposa a causa de su intenso afecto hacia aquél, y forzada por la emoción que la embarga, se lanzare en su ayuda, no debe adoptar actitudes de varón atreviéndose a traspasar las fronteras de su naturaleza, sino ha de limitarse a la ayuda que una mujer puede dar. Porque sería sumamente lamentable el que una mujer, queriendo librar a su marido de un atropello, come tiera un atropello contra ella misma al poner de manifiesto que la suya es una vida llena de motivos de vergüenza y de grandes vituperios resultados de un incurable descaro.

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174. Porque ¿es propio de una mujer el insultar en la plaza y pronunciar palabras prohibidas? ¿O más bien lo es el huir tapándose los oídos, cuando otro se expresa indecentemente? Sin embargo, en nuestros días algunas de ellas han pasado tan adelante en ello, que en medio de una multitud de hombres ciertas mujeres no solo emplean términos injuriosos y groseros, no siendo capa ces de controlar su lengua, sino además atacan con sus manos, manos ejercitadas en el tejer y el hilar, y no en dar puñetazos y usar la violencia como los pancratistas y púgiles.

175. Y, mientras todo lo demás es tolerable y se podría pasar por alto, es difícil de admitir que una mujer llegue a tal punto en su desvergüenza, que agarre a su oponente por sus partes genita les.81 Porque no habrá de absolverla el hecho de que evidente mente obra así exclusivamente por ayudar a su marido; y habrá de recibir por su exceso de atrevimiento un castigo que hará que, aunque quisiere de nuevo cometer el mismo despropósito, no pueda; y que todas las demás mujeres demasiado propensas a arrebatos moderen sus ímpetus por miedo. Y el castigo será la amputación de la mano que ha tocado lo que no es lícito.81 Deut. XXV, 11 y 12.

176. Merecen elogio también los organizadores de competen cias atléticas que impiden que las mujeres las contemplen,82 a fin de que no se hallen en presencia de hombres que se han desnudado, y adulteren de ese modo la legítima moneda de su pudor, violando las normas que la naturaleza estableció para cada uno de los dos sectores de la especie humana. Porque tampoco es apropiado para los hombres el estar presentes cuando las mujeres se han despojado de sus ropas; antes bien, los de uno y otro sexo, ajustándose a los designios de la natu raleza, han de apartar sus miradas de la desnudez de los del sexo opuesto.82 Sólo conocemos el caso de !a exclusión de las mujeres, excepto las vírgenes, de las competencias de Olimpia, según Eliano, Historias Varias, X, 1, y Pausanias V, 6 y 7.

177. Y, si la vista de éstos es reprochable, ¿cuánto más culpables serán las manos?83 Porque, mientras los ojos se toman a menudo libertades y nos fuerzan a ver lo que no queremos, las manos, en cambio, como tienen asignado el lugar de las partes sujetas a nuestra voluntad, nos sirven acatando nuestros mandatos.83 El caso de las competencias atléticas sólo fue sacado a colación para destacar por comparación la gravedad del delito que supone la actitud de la mujer que ya no mira las partes genitales del otro sexo sino las toca.Por supuesto que la culpabilidad reza con quien usa uno u otro medio; y la expresión es una manera retórica de decirlo. A no ser así habría contra dicción con lo que sigue, pues la parte menos culpable serían las manos.

178. XXXII. Esta es la razón que suele escucharse en boca de muchos, más yo he oído otra de hombres inspirados por Dios, que sostienen que la mayor parte del contenido de nuestras leyes son símbolos exteriores de doctrinas ocultas y expresiones reve ladoras de tácitas verdades. Dicha razón es la siguiente. En el alma, como en las parentelas, una parte es masculina y corres ponde a los hombres, y otra femenina y corresponde a las muje res. La parte masculina se consagra a Dios solamente, como al Padre y Hacedor del universo y Causa de todas las cosas; en tanto que la femenina está pendiente de las cosas que nacen y perecen, y extiende, como una mano, su poder, para asir ciega mente las cosas que se presentan, y mostrándose solícita con el mundo creado, el sujeto a incontables cambios y transformacio nes, cuando correspondería que lo fuera con la naturaleza Divina, la inmutable, dichosa y tres veces feliz.

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179. De esto se des prende que lo que simbólicamente se ha prescripto al decir que debe ser cortada la mano que ha asido las partes genitales, no es que se mutile el cuerpo privándolo de una parte sumamente necesaria; sino que se amputen del alma todos los pensamientos impíos, los que tienen por fundamentos todas las cosas que han sido generadas; y los órganos genitales son, precisamente, sím bolo del acto de la generación y del nacer.

180. Siguiendo la ilación propia de la naturaleza, agregaré una consideración más. La unidad es imagen de la Causa Pri mera, en tanto que la diada 84 lo es de la materia pasiva y divi sible. Quien, pues, estimare y honrare a la diada más que a la unidad, no deje de tener presente que tiene en más alta estima a la materia que a Dios. Esta es la causa por la que la ley entendió que es preciso cortar, como se corta una mano, esta tendencia del alma. Porque no hay mayor impiedad que atri buir al elemento pasivo el poder que pertenece al Principio Activo.84 O el par. El argumento se basa en los varios sentidos del vocablo dídymoi = los pares, los gemelos, y, figuradamente, los órganos genitales masculino. De allí lo de la unidad y la diada o par, uno de tantos inge niosos juegos de palabras de Filón.

181. XXXIII. Razón tendría quien reprochara a los que pres criben contra sus autores castigos que nada tienen de común con los delitos, tales como penas pecuniarias por malos tratos, o pérdida de derechos por heridas o mutilaciones, o expul sión del país o destierro perpetuo por homicidios premedita dos, o prisión por robos. Porque lo caprichoso y falto de equi dad es contrario a una comunidad constituida celosamente adepta de la verdad.

182. Nuestra ley nos estimula a la equi dad,85 al ordenar que los que ha delinquido sufran castigos semejantes a los que cometieron; en sus bienes si han dañado la propiedad de sus vecinos; y si el delito ha consistido en un daño corporal, en sus cuerpos, y teniendo en cuenta la extre midad, la parte o el sentido afectado. Y si las insidias han lle gado a tronchar una vida, está mandado que el castigo consista en la pérdida de la propia. Porque tolerar que entre los delitos y los castigos no exista correspondencia, sino pertenezcan a distintas categorías unos de otros, no es dar bases firmes a la legalidad sino subvertirla.85 Alusión a la ley del talión o de Radamanto, como la llamaban los griegos. Ver Éx. XXI, 24, Lev. XXIV, 19 a 21 y Deut. XIX, 21.

183. Y esto lo decimos teniendo en cuenta que otro tanto reza para las demás condiciones; por que no es lo mismo propinar golpes a un extraño que a su pro pio padre; ni decir algo inconveniente a un gobernante que a un simple particular; ni cometer un acto contra las leyes en lugares consagrados que en sitios profanos; ni perpetrarlo du rante festivales, asambleas religiosas y sacrificios públicos, que, al contrario, en días en los que no tienen lugar esos actos o, en general, nefastos.86 Estas y todas las otras variantes similares a éstas deben ser examinadas cuidadosamente a fin de aumentar o disminuir el castigo.86 Modo figurado de designar los días en que no tenían lugar las activi dades antes mencionadas, queriendo significar probablemente días en que al delito en sí se le agregaba un carácter sacrílego por manchar una fecha consagrada a Dios. El sentido del término entre los romanos era de "día en que no funcionaban los tribunales".

184. Otra ley dice, a su vez, que, si alguien destrozare un ojo a un siervo o sierva, debe dejarlo en libertad.87 ¿Por qué? Pues porque, así como la naturaleza ha conferido la soberanía del cuerpo a la cabeza, concediéndole además, corno lugar apro piadísimo para un rey, el lugar

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más alto, como que, al condu cirla a tomar posesión de su mando, la estableció en la cima, poniendo debajo de ella, a modo de pedestal de estatua, el ar monioso conjunto que va desde el cuello hasta los pies; del mis mo modo ha reservado para los ojos el poder sobre los sentidos. Y así, también les asignó a ellos, como gobernantes, un palacio en la parte más elevada, deseando concederles, además de otras prerrogativas, el lugar más significativo y destacado. 8887 Éx. XXI, 26.88 El argumento es que el altísimo valor de la parte anulada justifica que se compense al esclavo con la libertad.

185. XXXIV. Largo resultaría enumerar los servicios y venta jas que proporcionan a nuestra especie los ojos, pero no hemos de dejar de mencionar una, la mejor. La filosofía la sembró el cielo, la recibió la especie humana y la guió la vista. Ésta, en efecto, fue la primera en observar los caminos reales que con ducen a la región etérea.89 89 Ver Sobre la creación del mundo 54 y 55, Sobre Abraham 164 y Sobre las leyes particulares I, 339.

186. Ahora bien, la filosofía es fuente de bienes, de cuantos bienes verdaderos existen; y quien, tendiendo a la posesión y práctica de la virtud, extrae de ella agua, merece ser alabado; en tanto que quien lo hace con mal vadas miras y para engañar con sofismas es digno de repudio. Porque el primero se asemeja al hombre que ofrece un banquete para regocijo de sí mismo y de sus convidados, mientras que el segundo es como aquel que se harta de vino puro para cometer él y sus vecinos desmanes de borrachos y pronunciar improperios.

187. Digamos, pues, sin más de qué manera la vista ha desempeñado el papel de cicerone de la filosofía. Mi rando hacia la región etérea, contempló ella el sol, la luna y los astros errantes y fijos, es decir, la celestial hueste en toda su imponente majestad, un mundo dentro del mundo; luego, sus nacimientos y ocasos, sus rítmicos y ordenados movimientos, sus conjunciones en determinados períodos de tiempo,

[188.] sus eclipses y sus reapariciones; luego, las crecientes y menguantes de la luna, los movimientos del sol a lo largo del cielo, en su avance desde el sud hacia el norte o su retorno desde el norte hacia el sud, origen ambos de las estaciones anuales, gracias a las cuales todas las cosas alcanzan su pleno desarrollo; y, aparte de éstas, otras innumerables maravillas. Y, una vez que hubo mirado hacia todas partes a lo largo de la tierra, del mar y del aire, se aplicó con celo a mostrar todas estas cosas a la inteli gencia.

189. Ésta, por su parte, después de contemplar a través de la vista las cosas que ella no es capaz de ver por sí misma, no se conformó con las cosas vistas solamente, sino, movida por su amor al conocimiento y a la belleza, y admirada ante el espectáculo, llegó a la razonable conclusión de que esas cosas no habían alcanzado su presente estado automáticamente por obra de impulsos irracionales, sino por obra de la inteligen cia de Dios, al que corresponde llamar Padre y Hacedor; de que no constituyen algo ilimitado, sino están confinadas en el ámbito de un solo mundo, encerradas, al modo de una ciudad, por la altísima esfera de los astros fijos; y de que el Padre que les dio el ser vela, de acuerdo con la ley de la naturaleza, por Su creatura, protegiendo con Su providencia tanto el conjunto co mo sus partes.

190. Su siguiente paso fue indagar cuál es la sustancia del mundo visible; si es la misma en todas las partes que lo forman, o difieren unas de otras en este aspecto; de cuáles elementos ha

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sido formada cada una de ellas; cuáles han sido las causas por las que llegaron a existir, cuáles las fuerzas que mantienen su cohesión, y si se trata de fuerzas corporales o incorpóreas.

191. Porque, ¿qué otro nombre sino filosofía cabe dar a la investigación acerca de estos problemas y los similares a éstos? ¿Y qué otro nombre más apropiado que el de filósofo podría aplicarse al que investiga estas cosas? El indagar acerca de Dios, del mundo y de los seres animados y las plantas que lo comparten, y de los arquetipos aprehensibles por la inteligencia así como de los entes sensibles producidos por ellos, y de las buenas y malas cualidades de cada una de las cosas creadas, pone de manifiesto una disposición propia de quien ama el estudio y la contemplación y es un verdadero filó sofo.

192. Este es el más grande bien que la vista proporciona a la humana existencia. Y, en mi opinión, es considerada me recedora de este privilegio porque está más estrechamente vinculada al alma que los demás sentidos. Porque todos ellos sin excepción guardan estrecho parentesco con la inteligencia, pero a la vista le ha correspondido, como en las familias, el lugar más próximo a ella en la estirpe, el primero y más elevado.

193. Muchas pruebas se pueden brindar al respecto. ¿Quién no sabe, en efecto, que los ojos de los que se sienten alegres aparecen radiantes y sonrientes; y que los de quienes están apenados se llenan de ansiedad y desaliento; y que, si el pesar se agiganta, abruma y oprime, ellos derraman lágrimas; y, si prevalece la cólera, se hinchan y miran inyectados de sangre y encendidos; y, cuando la irritación se aplaca, lo hacen propicia y bondadosamente?

194. Cuando estamos reflexionando e investigando, las pupilas están fijas y podríamos decir que com parten nuestros pensamientos; en tanto que en las personas de corto genio la necedad torna vacilante y torpe la mirada. En suma, que los ojos comparten las afecciones del alma, y a causa de su natural afinidad con ella cambian acompañando las innu merables variaciones de ella. Yo creo, ciertamente, que Dios no ha creado cosa alguna que sea una tan fiel representación visi ble de la invisible razón como la vista.

195. XXXV. Pues bien, si alguien hubiere cometido un aten tado contra el mejor y soberano sumo de los sentidos, que es la vista; y se hubiere comprobado que ha sido la causa de la pér dida de un ojo en un hombre libre, sufrirá, a su vez, el mismo daño; si, en cambio, el ojo fuere de un esclavo, no. Y no porque en este caso sea merecedor de perdón o menos grave su falta, sino porque, si el amo sufriese la misma mutilación en castigo de su falta, la víctima afrontaría una situación más penosa aún que antes, ya que aquel le guardaría un perpetuo rencor por su desgracia, y se vengaría en él cada día, como de un enemigo implacable, ordenándole tareas insoportables y de un peso supe rior a sus fuerzas, con las que oprimiría y desgarraría su alma.

196. En consecuencia, la ley ha prevenido que ni el culpable del atropello quede impune ni el mutilado sea objeto de ulteriores injusticias, mediante el mandato de que, si alguien priva a un esclavo de un ojo, le conceda sin vacilar la libertad.

197. Por cierto que por esta vía el que lo ha hecho soportará un doble castigo consistente en la pérdida del valor del esclavo y de sus servicios conjuntamente, y una tercera pena, más dolorosa aún que cada una de las mencionadas, al ser obligado a conceder un beneficio, y de los mayores, a un enemigo al que quizá se jactaba de poder maltratar perpetuamente. En

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cuanto al esclavo, recibi rá un doble consuelo, pues no solo obtendrá su libertad, sino se liberará de un amo cruel y terriblemente despótico.

198. XXXVI. Manda además la ley que, si alguno hiciere sal tar un diente de un servidor, conceda a éste la libertad.90 ¿Por qué? Pues, porque la vida es algo estimable, y la naturaleza fabricó como instrumento de vida los dientes, con los cuales se lleva a cabo el proceso de preparar el alimento para su asimi lación. Ahora bien, de los dientes unos son los cortadores, llamados así por ser su función cortar el pan y todos los demás comestibles, de donde les viene muy apropiadamente su nom bre; y otros, las muelas, cuyo nombre se debe a que tienen la propiedad de reducir los trozos ya cortados a más pequeñas partículas.91 90 Éx. XXI, 27.91 Como en español el término muela, en griego myle significa rueda de molino o instrumento para triturar, en general, y muela de la dentadura.

199. Por ese motivo el Hacedor y Padre, que tiene por norma no producir cosa alguna que no sirva para al gún propósito determinado, no fabrica los dientes inmediata mente, en el momento mismo del nacimiento, como las otras partes, por entender que constituirían una carga superflua para el infante, que habrá de ser alimentado con leche; y que se convertirían en una terrible tortura para los pechos, fuentes de las que fluye el líquido alimento, al ser elfos mordidos durante la succión de la leche.

200. Conociendo, pues, anticipadamente cuál es el momento apropiado, momento que llega cuando el niño es destetado, hace que en una segunda etapa salgan los dientes, que hasta ese momento mantenía en reserva; pues a estas alturas la criatura, que rechaza el alimento en forma de leche, está en condiciones de entendérselas con un alimento más completo, el que requiere dichos instrumentos.

201. Si alguien, pues, dominado por la presunción, hiciere saltar un diente de un servidor suyo, diente que es para éste un criado y auxiliar en dos cosas sumamente necesarias, como son el alimento y la vida, concederá la libertad a la víctima de su injusticia, privándose también él mismo del servicio y asisten cia que le prestaba el afectado. Ante esto, dirá alguno: ¿Vale, pues, lo mismo un diente que un ojo?

202. Lo valen, le diría yo, para aquellas cosas para las que fueron hechos; el ojo para las cosas visibles, y el diente para las comestibles. Pero, si al guno quisiere hacer comparaciones, hallará que el ojo es la de mayor dignidad entre las partes del cuerpo, pues contempla la parte de mayor dignidad en el mundo, es decir, el cielo; en tanto que la utilidad del diente consiste en ser artesano de la alimen tación, que es lo de mayor provecho en orden al mantenimiento de la existencia. Además, aquel que ha perdido la vista no está impedido de seguir viviendo, pero a quien se ha quedado sin dientes lo acecha la más lamentable de las muertes.

203. Por lo tanto, si alguno atentare contra sus criados en estas partes de su cuerpo, no debe pasar por alto que, en medio de la abundancia y la prosperidad, está preparando a éstos un hambre artificialmente provocada. Porque, ¿qué provecho les reportará la abundancia de alimentos, si se hallaren privados y despojados de los instrumentos para alimentarse con ellos, por culpa de opresores, implacables y crueles amos?

204. Por eso también en otro lugar prohíbe a los acreedores exigir a sus deudores como

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garantía su molino o la tapa de piedra del mismo, agre gando que el que hace tal cosa toma como garantía la misma vida.92 Porque aquel que priva a otro de los instrumentos nece sarios para seguir viviendo se encamina al homicidio, pues sus designios atenían también contra la vida de éste.92 Deut. XXIV, 6.

205. A tal punto llegó la preocupación del legislador porque nadie se convirtiera en cooperador en la muerte de alguien, que consideró que incluso aquellos que han tocado el cuerpo de un muerto de muerte natural quedan inevitablemente impuros en el acto, hasta que se purifiquen mediante aspersiones y ablu ciones.93 Y por cierto que no les permitió entrar en el templo, ni siquiera a los bien purificados, por un término de siete días, pues ordenó que se purificaran en el tercero y en el sexto día.93 Núm. XIX, 11 y ss.

206. Y más aún, también a los que entran en una casa en la cual acaba de morir alguien les manda no tocar cosa al guna hasta haberse bañado, y lavado además las ropas que llevaban puestas.94 Y considera también impuros a los utensilios, los muebles y todas las cosas, prácticamente, que se encuentran en tal ocasión dentro de la casa.9594 Núm. XIX, 14 y 19.95 Núm. XIX, 15.

207. Es que el alma del hombre es algo digno de estima, y, cuando ella parte en busca de una nueva residencia, todo lo que deja detrás se mancha al quedar privado de la imagen de Dios, pues la inteligencia del hombre tiene la forma de Dios, por estar impresa de conformi dad con la forma ejemplar que es el eminentísimo logos.9696 Ver Sobre la creación del mundo 146.

208. También serán impuras, dice, todas las demás cosas que el impuro tocare, manchadas por su participación en la impu reza.97 Este oráculo expresa, al parecer, una revelación de ca rácter más universal, no limitándose solamente a lo que con cierne al cuerpo, sino llegando a escudriñar además las costum bres y características del alma.97 Núm. XIX, 22.

209. Porque impuro, en el verdadero sentido de la palabra, es el hombre injusto e impío, en el cual no tiene cabida sentimiento alguno de respeto ni hacia las cosas humanas ni hacia las Divinas; y todo lo reduce a confusión y caos a causa de los excesos sin límites de sus pasiones y vicios, al punto de que todos los hechos en que pone manos son reprensibles; y el curso de ellos se amolda a las depravaciones de quien los lleva a cabo. Y por cierto que, a la inversa, las obras de los buenos son laudables, y se perfeccionan con las virtudes de los que las ejecutan, puesto que es ley de la naturaleza el que los hechos presenten las mismas caracterís ticas que sus autores.

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SOBRE LAS LEYES PARTICULARES IV

Sobre las leyes especiales relacionadas con tres de los diez mandamientos generales, a saber: el octavo, referente al no robar; el noveno, relativo al no levantar falsos testimonios; y al décimo, que atañe al no codi ciar; sobre cuanto se refiere a cada uno de ellos, y sobre la justicia, la que guarda estrecha relación con él total de los diez mandamientos; tema éste con el que con cluye todo el tratado.

1. I. Habiendo sido examinadas con toda prolijidad, según mi opinión, en el precedente tratado las leyes contra el adulte rio y el asesinato y todas las disposiciones tendientes a reprimir uno y otro delito, corresponde que examinemos el que sigue en el orden de los mandamientos, es decir, el tercero de la se gunda tabla y octavo en el conjunto de ambas, que es el refe rente al no robar.

2. Quien se apropiare de animales o de otros bienes ajenos, sin derecho a ello, en el caso de que lo hiciere mediante la violencia o a la vista de todos, deberá ser registrado como público enemigo, pues a la violación de la ley agrega una desvergonzada osadía.1 Si, en cambio, obrare a ocultas, tratando de pasar inadvertido a la manera de los la drones, haciendo de su vergüenza un atenuante de sus delitos, el castigo ha de circunscribirse a la esfera privada,2 siéndole sólo imputable el daño que se propuso consumar; y deberá pa gar el doble de lo robado,3 reparando así mediante un daño harto merecido la injusticia de su ganancia.1 Sobre el castigo que implica esta calificación delictiva, ver el pará grafo 23.2 Por oposición al carácter de delincuente o enemigo público que resul taba del delito con agresión y a la vista de todos. Es de advertir, sin em bargo, que en la legislación mosaica no aparece la distinción entre una y otra suerte de robo, y que Filón traslada por su cuenta al seno de la ley judía una norma que conocía por otras legislaciones, tales como la egip cia, la griega y la romana.3 Éx. XXII, 4.

3. Mas, si por carecer de recursos, no pudiere pagar la suma impuesta, debe ser vendido,4 ya que es justo que quien se aviene a ser esclavo de una ganancia en extremo ilegal sea privado de la libertad. De ese modo no se le negará una satisfacción a la parte damnifi cada ni parecerá que la insolvencia del ladrón es motivo para que se pasen por alto los intereses de aquella.4 Éx. XXII, 3.

4. Pero nadie debe tachar de inhumana esta prescripción, pues la persona vendida no es entregada a una esclavitud perpetua, y será libe rada dentro de los siete años por efecto de la general procla mación, según expuse en las consideraciones acerca del séptimo año.5 5 Ver Sobre las leyes particulares II, 122, donde se afirma, de confor midad con Éx. XXI, 2, que la liberación de esclavos que no hayan cumplido sus siete años de cautiverio, tiene lugar igualmente en el año del Jubileo, es decir, cada 50 años, no cada siete.

5. Y preciso será que se avenga de buen grado al pago del doble de la cantidad robada, y aun a ser vendido, puesto que es culpable de no pocas cosas. En primer lugar, porque, no conformándose con sus propios bienes, pretende acrecentar los más de la medida, fortificando la pasión maligna y difícil de curar que es la ambición. En segundo lugar, porque, mirando con ojos ávidos y codiciosos las cosas ajenas, tiende sus redes para apropiarse de ellas y despoja a sus poseedores de lo que poseen. En tercer lugar, porque, como además no existen

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tes tigos de sus actividades, mientras los beneficios de sus fecho rías sólo él los disfruta a veces, las acusaciones las desvía hacia las personas inocentes, tornando ciega la indagación de la ver dad.

6. Aunque es de creer también que él es su propio acu sador y que su conciencia le reprocha cuando roba a ocultas, siendo dominado completamente por el temor o por la vergüen za; señal esta última de que considera vergonzoso su proceder; pues las cosas vergonzosas causan vergüenza; y prueba aquel de que entiende ser merecedor de castigo, pues los castigos en gendran temor.

7. II. Si alguno, dominado hasta la demencia por el apego a las cosas ajenas, intentare robar; y, no siéndole posible apo derarse de ellas de un modo fácil, se pusiere a abrir un boquete en el muro durante la noche, haciendo de la oscuridad un escudo para su delito; en caso de ser apresado in fraganti antes de la salida del sol, deberá ser matado por el dueño de la casa en el lugar mismo de la perforación.6 Es que el acto que está llevando a cabo, el robo, es el principal pero el menos impor tante, y está dispuesto a consumar, como secuela de éste, otro mayor, un crimen, en caso de que alguien le salga al paso; como que viene preparado para defenderse con los hierros per foradores que trae y con otras armas. En cambio, si ya hubiere salido el sol, nadie le dará muerte por su propia mano, y se lo habrá de conducir ante los magistrados y jueces para que reciba los castigos que éstos prescribieren.6 Éx. XXII, 2.

8. Durante la noche, co mo los magistrados al igual que los simples ciudadanos perma necen en sus casas entregados al descanso, la víctima del delito no tiene a donde acudir en procura de ayuda; de donde resulta que él personalmente debe tomar a su cargo el castigo, inves tido de la condición de magistrado y juez por las circunstan cias.

9. En cambio, durante el día están abiertos los tribuna les y las salas de los consejos y en la ciudad hay multitudes de personas para asistirlo, de las que unas han sido elegidas como custodios de las leyes, en tanto que otras, sin haber sido desig nadas, asumirán espontáneamente, movidas por un sentimiento de odio a la maldad, el papel de defensores de los damnifica dos. Ante éstos debe ser conducido el ladrón, pues de ese mo do el dueño de la casa, además de verse libre de acusaciones de arrogancia y precipitación, mostrará que se protege por los medios propios de la verdadera democracia.

10. Si alguno, estando el sol ya sobre el horizonte, matare al ladrón por su propia mano anticipándose a la justicia, será culpable, pues habrá preferido la cólera al discernimiento, y subordinado las leyes a sus personales deseos. A éste diríale yo: Amigo mío, no porque durante la noche hayas sido perjudicado por el la drón, has por eso de cometer durante el día un robo más grave aún, en el que el despojo nada tiene que ver con el dinero, pero sí con los principios de la justicia, los que constituyen la base de nuestra comunidad.

11. III. Mientras en el caso de los otros bienes robados ha sido estimada la suma que se pagará en el doble del valor de lo sustraído, la ley ha considerado merecedor de un castigo mayor a aquel que ha robado un buey o un cordero, asignando de ese modo la preeminencia a animales que superan a todos los otros que viven en rebaños domesticados no sólo en la be lleza de sus cuerpos sino también en los beneficios que aportan a la vida humana. Este fue el motivo por el que el legislador tampoco en el caso de ambos fijó la misma cantidad en las pe nas, sino tuvo

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en cuenta el número de beneficios que cada uno de los mencionados animales proporciona a la humana existen cia y legisló que la indemnización debe corresponder a esos beneficios.77 Éx. XXII, 1. Tal pena regía sólo en caso de que el animal hubiera sida matado o vendido. Recuérdese que se trata de una sociedad fundada en la agricultura y el pastoreo, en la que la escala de valores de los bienes materiales, al menos para la gente de modestos o medianos recursos, era fundamentalmente distinta de la nuestra.

12. Manda, en efecto, que el ladrón que ha robado una oveja restituya cuatro a cambio de esa sola, y que por un solo buey reponga cinco. La razón es que cuatro son los beneficios que la oveja procura, a saber: la leche, el queso, la lana y las anuales crías de corderos; en tanto que los que aporta el buey son cinco; tres los mismos que en el caso de la oveja: la leche, el queso y las crías; y dos exclusivos: la labranza y la trilla, de las cuales la primera señala el principio de la siembra de los granos, en tanto que la segunda es la etapa final, cuyo objeto es la purifi cación de los frutos recogidos a fin de hacer más fácil su empleo como alimento.

13. IV. Un caso particular de ladrón, pero de ladrón de la más excelente de cuantas cosas existen sobre la tierra, lo cons tituye aquel que roba seres humanos.8 Ahora bien, tratándose de cosas inanimadas y de animales que no proporcionan grandes beneficios a la vida humana, la ley ha dispuesto que se resarza a sus propietarios con el doble del valor de lo robado; y, a su vez, si se trata de las más domesticadas especies de ganados, es decir, de las ovejas y los bueyes, que la reparación ascienda al cuádruple y al quíntuple respectivamente.8 Éx. XXI, 16 y Deut. XXIV, 7.

14. Pero al hom bre le ha correspondido, evidentemente, la porción más exce lente entre las creaturas vivientes, estando estrechamente em parentado con Dios por cuanto es partícipe de la razón, la cual le confiere inmortalidad no obstante aparecer como un ser mor tal. De allí que todo aquel que siente decidido apego por la virtud sea severo por temperamento y completamente impla cable frente a los esclavizadores de hombres, que en procura de una ganancia en extremo injusta se atreven a reducir a la esclavitud a hombres que no solo son libres por su nacimiento, sino comparten además con ellos la misma naturaleza.

15. Si, pues, merecedora de alabanza es la actitud de los amos que, movidos por el sentimiento de amor al prójimo que los animan, liberan del yugo de la esclavitud a esclavos, tanto criados en sus casas como comprados, aun cuando muchas veces éstos no les han reportado gran provecho, ¿cuan grande será el vituperio merecido por aquellos que arrebatan a quienes lo poseen el más excelente de todos los bienes, la libertad, por la cual los hombres de alto nacimiento y crianza consideran hermoso mo rir?

16. No faltan ejemplos de hombres que, acrecentando su natural perversidad y tornándose implacables en su maligna disposición de ánimo, se han dedicado a capturar y a vender como esclavos no solo a hombres de otras naciones sino también a los de su misma raza, y a veces incluso a los de su mismo distrito y tribu, despreciando los vínculos que crean las leyes y las costumbres en las que fueron nutridos desde sus primeros años, y que imprimen una muy firme benevolencia en las al mas de los que no son salvajes en demasía ni hacen de la cruel dad su norma de conducta.

17. Estos hombres, en procura de una ganancia completamente ilícita, capturan seres humanos y los venden a los comerciantes de esclavos o a quienesquiera para que vivan en la esclavitud

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en un país extranjero sin retor nar jamás y sin saludar ni siquiera en sueños el suelo de su patria o abrigar una saludable esperanza. Menos hubiera sido, por cierto, su iniquidad si hubieran conservado para su propio servicio a los reducidos a esclavos. Mas tal como proceden, doble es la maldad que cometen por cuanto, al venderlos, erigen ante ellos sucesivamente el muro de dos amos en vez de uno y de dos esclavitudes en vez de una.

18. Porque, tal vez ellos, conocedores, como son, de la pasada prosperidad de los ahora en su poder, lleguen a reflexionar y experimentar piedad, aun que tardía, por sus adversidades; pero los compradores, que ignoran el origen de cada uno, los menospreciarán pensando que se trata de descendientes de esclavos por generaciones; sin que haya en sus almas nada que los mueva a la clemencia y la humanidad que cabría esperar sintieran en el caso de per sonas libres por nacimiento.

19. El tribunal determinará cuál será la pena para los que esclavicen a gentes de otras naciones: en cambio para los que esclavicen a sus propios connacionales y además los vendan el castigo será la muerte inexorable, por cuanto en este caso media un parentesco no lejano del vínculo que engendra la sangre, si bien la relación se da en un círculo más amplio.

20. V. "También en el campo se originan procesos", ha dicho un antiguo autor,9 basado en que las ambiciones y la apetencia de cosas ajenas se dan no solo dentro de la ciudad sino también fuera de ella, como que tal deseo tiene su raíz no en las distin tas características de los lugares sino en los designios de hom bres insaciables y malvados.9 Autor desconocido.

21. De allí que los estados que cuentan con las mejores leyes eligen inspectores y magistrados encargados del buen orden y la común seguridad en doble número: unos para intramuros, llamados astínomos, y los otros para extramuros, cuyo nombre es apropiado pues se los llama agrónomos.10 ¿Mas qué necesidad habría en absoluto de agró nomos, si no hubiera en los campos gente que vive para per judicar a sus vecinos?10 Los astynómoi y los agronómoi eran magistrados encargados de la administración urbana y de la rural, respectivamente. De los primeros existen numerosas noticias, y se daba ese nombre a los ediles y a los pre tores urbanos de Roma, por ejemplo. En cuanto a los segundos su exis tencia está atestiguada en Ática solamente pero aun allí ignoramos cuáles eran concretamente sus funciones. Platón en las Leyes recomendaba la institución de tales funcionarios en una buena organización política para que desempeñaran en las zonas rurales el mismo papel que los astínomos en la ciudad. De esta fuente ha tomado seguramente Filón la idea de la necesidad de generalizar tal función.

22. Si, pues, algún pastor o cabrerizo o boyero o, en general, cuidador de rebaños apacienta y alimenta sus animales en un campo ajeno sin hacer la menor economía ni de frutos ni de árboles, deberá pagar una compensación en bienes de igual valor.1111 Éx. XXII, 5. Del texto bíblico no surge claramente si esos bienes son terrenos o frutos.

23. Y contento ha de estar con sobrellevar este cas tigo, ya que la ley resulta benigna e indulgente por demás con él al no castigarlo como a público enemigo, limitándose a exi girle la reparación del daño causado al propietario, en vez de fijarle la pena de muerte o el destierro o, en el mejor de los casos, la privación de todos sus bienes por haber hecho lo que hacen los enemigos implacables, los cuales tienen por norma devastar los campos arados y arruinar los

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frutos cultivados.

24. La razón es que la ley, en procura siempre de justificaciones para aliviar las desdichas, movida a ello por una incomparable mansedumbre y humanidad nacidas de la naturaleza y de la práctica, ha hallado un alegato que nada tiene de absurdo a favor del pastor en el hecho de que los rebaños son irracionales e insubordinados por naturaleza, sobre todo cuando están an siosos de alimentos.

25. Sea, pues, convicto de la culpa inicial de haber conducido el rebaño a un campo vedado para él; mas no cargue con la responsabilidad de todo lo ocurrido, ya que cabe admitir que, cuando se dio cuenta del daño, intentó sacar los animales con toda rapidez, pero éstos se resistieron por ha llarse comiendo la verde hierba y hartándose de tiernos frutos y plantas.

26. VI. Mas no solo por alimentar sus rebaños dañan algunos las propiedades ajenas, sino también al encender fuego impru dentemente y sin precaución alguna.12 La fuerza del fuego, cuando hace presa del material combustible, se multiplica y se expande precipitándose en todas las direcciones; y, una vez que prevalece, en nada le afectan todos los medios que se empleen para extinguirlo, y también estos medios de extinción sirven para incrementarlo hasta que, habiendo consumido todo com pletamente, se agota él mismo por sí solo.12 Éx. XXII, 6.

27. Es conveniente no dejar fuego sin vigilancia ni en las casas ni en los establos, pues sabido es que muchas veces una sola chispa, al encenderse, se ha convertido en llama e incendiado grandes ciudades, espe cialmente cuando la llama se ha propagado arrastrada por el viento.

28. Y por cierto que en las guerras encarnizadas la primera, la intermedia y la última fuerza se halla en el fuego, y se confía más en ella que en las formaciones de infantes, jine tes y marineros, y que en los recursos, por inmensos que sean, en armas y máquinas de guerra. Casos se han dado en los que una flecha con fuego lanzada oportunamente por alguien sobre una gran flota de naves la incendió totalmente junto con sus tripulaciones, o aniquiló ejércitos numerosísimos a la par que los pertrechos en los que fundaban sus esperanzas de victoria.

29. En consecuencia, si alguien encendiere fuego sobre un montón de espinos,13 y el fuego al propagarse quemare una era de trigo o cebada o arvejas, o gavillas de espigas cosechadas o algún fértil campo cubierto de verduras, aquel que lo encendió deberá pagar el daño, a fin de que con esa experiencia aprenda a obrar con sumo cuidado frente a aquellos hechos primeros en los que se originan las cosas, evitando poner en marcha y acción una fuerza invencible y destructora por naturaleza, que puede permanecer en calma.13 Éx. XXII, 6.

30. VII. El más sagrado de los tratos que se conciertan entre los hombres es el depósito que una persona confía a otra, cuando la garantía es la buena fe del que lo recibe. Porque, tratándose de préstamos, las seguridades están dadas por los contratos y documentos escritos, y en el caso de los artículos entregados públicamente para su uso sin las formalidades de los préstamos están de testigos los que han presenciado la entrega.

31. En cambio, el procedimiento seguido en el caso de los depósitos no es ese. En ellos una persona entrega a otra por su propia mano en secreto, hallándose ambos solos, mientras

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inspecciona en torno de sí el lugar, al que ha acudido sin traer consigo esclavo alguno, ni siquiera uno leal, para transportar lo que lleva. Es que uno y otro están evidentemente empeñados en que la cosa pase inadvertida, uno para no ser visto al hacer la entrega, y el otro para que no se sepa que la ha recibido. Mas en este invisible trato es sin duda intermediario el invisible Dios, quien, naturalmente, es invocado como testigo, por uno de que devolverá el depósito cuando le sea requerido, por el otro de que lo recobrará en su debido momento.

32. Tenga, pues, presente quien se niega a devolver un depósito, que está come tiendo un gravísimo delito ya que ha defraudado las esperanzas de quien se lo entregó, ha disimulado con amables palabras lo vil de su carácter, ha disfrazado su deslealtad bajo la máscara de una lealtad bastarda, y ha hecho que las seguridades dadas al extender su diestra se conviertan en la negación de lo con venido y que los juramentos queden incumplidos. De donde resulta que ha despreciado tanto las cosas humanas como las Divinas, y ha desconocido dos depósitos: el de aquel que le confió sus bienes y el de Aquél que, siendo el más veraz de los testigos, observa y escucha cuanto hacen y dicen todos, y en qué medida están o no dispuestos a hacer lo que dicen.1414 La última parte del párrafo deja muchas dudas en cuanto a su ver dadero sentido, y he optado por la traducción conjetural que más, se apro xima, a mi parecer, a las exigencias del contexto.

33. Si, en cambio, el que ha recibido un depósito considerare que se trata de algo sagrado, y pensare, reverente ante la verdad y la buena fe, que debe conservarlo intacto; pero se lo arreba taren los corrompidos rateros y ladrones, acechadores de lo ajeno; en el caso de que éstos sean capturados deberán pagar en castigo una suma de dinero equivalente al doble de su va lor.1515 Éx. XXII, 7.

34. Pero, si estos no pudieren ser aprehendidos, el que recibió el depósito deberá, por voluntaria determinación, pre sentarse ante el tribunal de Dios16 y, elevando las manos hacia el cielo, habrá de jurar por su propia perdición que no ha sus traído para sí parte alguna del depósito ni lo ha hecho en com plicidad con otro; en suma, que no finge un robo inexistente.17 Absurdo sería, en efecto, que quien nada ilícito ha cometido fuera condenado a una compensación pecuniaria, y que el que ha recurrido a la buena fe de un amigo se convirtiera en causa de perjuicio para éste, siendo así que el daño se lo han hecho otros.16 Éx. XXII, 8.17 Éx. XXII, 8.

35. Ahora bien, los depósitos no solo rezan con objetos inani mados, sino pueden también consistir en seres vivientes, los que están expuestos a un doble peligro: uno, el robo, que es común a ellos y a los objetos sin vida; y el otro, peculiar y exclusivo de ellos, que es la muerte. Del primero he hablado ya; del segundo es preciso señalar también las correspondientes leyes.

36. Pues bien, si murieren animales confiados en depósito, el que los recibió deberá mandar llamar al que se los confió, y mostrárse los, evitando de ese modo una falsa sospecha. En caso de que éste se encontrare ausente del país, no es conveniente lla mar a otros, a los que tal vez el que le brindó su confianza tenía interés en ocultar el hecho; pero es preciso que al regreso del mismo el otro jure ante él que no está ocultando detrás de una muerte simulada un ilegal

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robo.1818 Éx. XXII, 9 a 13.

37. Si, en cambio, al guien hubiere recibido, no en calidad de depósito sino para su utilización, o un instrumento o un animal, a pedido suyo, y después uno u otro le fuere robado o el animal muriere; el que se hizo cargo no podrá ser culpado, siempre que el que se lo prestó residiere en el lugar de los hechos, ya que éste constituye para él un testigo de que no ha mediado simulación; mas, si aquel no viviere allí, el otro deberá compensar la pérdida.1919 Éx. XXII, 14 y 15.

38. ¿Por qué? Pues porque, al no estar presente el propietario, cabe la posibilidad de que el usufructuante haya provocado con incesantes trabajos el agotamiento del animal, al punto de cau sarle la muerte, o de que haya descuidado el instrumento sin preocuparse de lo ajeno, cuando era su deber haberlo cuidado como un tesoro y no proporcionar a los ladrones ocasión propicia para su sustracción.

39. Siendo nuestro legislador capaz, más que otro cualquiera, de observar la ilación que encadena las cosas, establece a con tinuación sucesivas prohibiciones, atento a su lógica conexión y combinando armoniosamente las que siguen con las preceden tes. Según sus propias palabras, ese armonioso encadenamiento de las cosas que se habrán de decir es revelado en un oráculo inspirado por Dios en persona en los: siguientes términos: "No robaréis, no mentiréis, no levantaréis falsos testimonios contra vuestro prójimo, no juraréis en Mi nombre por una injusticia, y no profanaréis Mi nombre".20 Excelente y sumamente instruc tivo.20 Lev. XIX, 11 y 12.

40. En efecto, el ladrón, aunque convicto por su con ciencia, niega y miente, temeroso de los castigos que le traería aparejado el confesar. A su vez, el que niega, empeñado en hacer recaer la acusación sobre otro, levanta un falso testimonio y maquina expedientes con los que el falso testimonio cobrará visos de verosimilitud. Y todo autor de un falso testimonio es directamente un perjuro a quien poco le importa la piedad, dado que, como carece de argumentos justos, se refugia en la prueba llamada no técnica 21 mediante los juramentos, pensando que mediante su apelación a Dios convencerá a quienes los es cuchan. Sepa este tal que es un sacrílego y profanador, que contamina el incontaminado por naturaleza y admirable nom bre de Dios.21 Es difícil hallar un término español que reproduzca exactamente el sentido de átekhnon, vocablo compuesto del prefijo a- = no, y tekh-, raíz cuyo sentido es técnica, arte, procedimiento metódico. Evidentemente se refiere a la prueba consistente en el juramento con que el testigo, falso en este caso, suple la falta de pruebas materiales.

41. VIII. "No levantarás falso testimonio". Este es el noveno de los diez mandamientos capitales; cuarto en el orden de los de la segunda tabla. Incontables son los beneficios que su observancia puede procurar a la humana existencia; como tam bién, a la inversa, lo son los males que acarrea su incumpli miento.

42. Porque, si reprensible es quien acusa en falso, más culpable aún es quien atestigua lo falso. Porque el primero lo hace en su propia defensa, en tanto que el segundo obra mise rablemente por complicidad con otro; y, si se comparan hombres malvados, el que

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delinque por su propio interés es menos inicuo que quien lo hace a causa de otro.

43. Además todo juez mira con malos ojos al acusador, pensando que a éste le preocupa poco la verdad con tal de ganar el caso; y esa es la razón de los exordios destinados a traer sobre el que habla la atención del que escucha.22 En cambio, al que presta testimonio, como el juez no abriga ningún sentimiento previo desfavorable hacia él, lo escucha con atención, sin prejuicios y con oídos abiertos aunque el otro se oculte bajo una mascara* de buena fe y de verdad; nombres éstos de cosas provechosísimas, pero los más capaces de seducir entre los nombres si se los usa como señuelos para echar mano a lo que se desea ardientemente.22 Es decir, del juez sobre el acusador.* Muscara en el texto original.

44. Tal es la razón por la que en numerosos lugares de nuestra legisla ción 23 se nos exhorta a no aprobar nada injusto, ni hombre ni acción, ya que, así como todo aquel que siente repugnancia y hostilidad hacia la injusticia es amigo de la verdad, aquel cuya aprobación no se aplica a intenciones sanas, es un incitador a la testificación de falsedades.23 Por ejemplo, Éx. XXIII, 7; Lev. XIX, 15; Deut. XVI, 19 y 20.

45. Ahora bien, que nos negue mos a apoyar la desesperada defensa de un único malvado que nos invita a hacer lo mismo que hace él, nada tiene de asom broso; pero el no plegarse a una multitud que se precipita en compacto torrente como por una pendiente hacia la ilegalidad, es propio de un alma noble y de un espíritu ejercitado en la valentía.

46. Algunos, en efecto, piensan que las opiniones de la mayoría, aunque sean en extremo contrarias a las leyes, son legales y justas. Pero no disciernen correctamente, porque el bien se ajusta a la naturaleza, y la tumultuosa multitud corre en sentido contrario de aquel que se amolda a la naturaleza.

47. Si, pues, congregados algunos en cofradías o en multitudi narias asambleas, maquinaren rebeliones, preciso será no apro barlos en su adulteración de la antigua y legítima moneda de la constitución; que "una sola resolución sabia es mejor que mu chas manos, y mayor es el mal si la multitud acompaña a la ignorancia".2424 Pasajes de la tragedia Antíope, de Eurípides.

48. Pero tan grande es el exceso de maldad de que hacen gala algunos, que no solo dirigen sus acusaciones contra otros hombres por cosas que no han sucedido, sino, persistiendo en su ruindad, elevan y extienden la falsedad hasta el cielo, testi moniando contra la bienaventurada y feliz naturaleza Divina. Trátase de los intérpretes de portentos, de los augures, de los arúspices y de todos los demás cultivadores de la adivinación, los cuales practican un arte que, a decir verdad, es una corrup ción de arte, una falsificación de la Divina inspiración y de la profecía.

49. Porque un profeta no hace en absoluto ninguna revelación a título personal, sino es mero intérprete de Otro, que le dicta todo cuanto él expone, durante el tiempo en que está poseído de Divina inspiración, sin que se percate de ello, mientras su discernimiento se halla desterrado de él, habiendo cedido la ciudadela de su alma al Divino espíritu, quien, insta lado en ella y tomándola por residencia, pone en funcionamiento todo el aparato vocal y le dicta las palabras que expresan con claridad las cosas que profetiza.

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50. En cambio, cada uno de los que se empeñan en cultivar el espurio y bufonesco arte de la adivinación coloca en el lugar correspondiente a la verdad sus presunciones y conjeturas usurpándolo; y fácilmente em bauca a los de carácter nada firme; y, cual si se tratara de navíos sin lastre, los arrastra y arruina con un intenso viento en contraria dirección, impidiéndoles acogerse a los seguros puertos de la piedad. Cada uno de ellos piensa, en efecto, que le co rresponde dar a conocer sus conjeturas no como descubrimientos de su propia cosecha que son, sino como Divinos oráculos reve lados en secreto solo a él. De ese modo trata de hacer más firme en su engaño la credulidad de grandes multitudes con gregadas.

51. A este tal el legislador le ha dado el acertado nombre de falso profeta,25 por cuanto adultera la verdadera profecía y ensombrece los descubrimientos genuinos con absur das invenciones. Sin embargo, no tardan tales maniobras en quedar al descubierto por completo, pues la naturaleza no tiene por norma el permanecer siempre oculta, y en cuanto se pre senta la ocasión hace patente mediante sus invencibles poderes la hermosura que le es propia.25 El término pseudoprophétes = seudoprofeta no aparece en el Penta teuco y sólo se lo halla en Jeremías XXXIV, 9 y XXXVI, 8.

52. Así, en efecto, como du rante los eclipses solares los rayos del sol quedan en la oscuri dad por brevísimo tiempo, para luego volver a brillar mostrando una claridad sin sombras y visible a lo lejos, sin que nada abso lutamente oscurezca al astro, el que muéstrase en su plenitud en medio de la pureza del aire sereno; del mismo modo, aunque algunos pronuncien oráculos valiéndose de su fementido arte de la adivinación y disfrazándolos con el especioso nombre de profecías y fingiéndose poseídos por Dios, fácilmente será pues ta al descubierto su falsedad. Retornará, en efecto, la verdad, y resplandecerá de nuevo proyectando su brillantísima luz a la distancia, con lo que desaparecerá la mentira que la oscure cía.

53. Excelente es también la disposición que agregó el legis lador al establecer que no se ha de aceptar el testimonio de una sola persona.26 Ello obedece, en primer lugar, a que bien puede ocurrir que una sola persona no haya visto, oído o entendido bien y se haya engañado, ya que los pareceres erró neos son innumerables, como innumerables son los motivos por los que suelen sobrevenirnos.26 Núm. XXXV, 30 y Deut. XVII, 6 y XIX, 15.

54. El segundo motivo es que, tanto para alegar contra muchos como para alegar contra una sola persona, es en extremo injusto atenerse a un único testigo; en el caso de muchos, porque su número los hace más dignos de crédito que uno solo; y en el caso de uno, porque el testi monio no es superior en número, y la igualdad impide que pre valezca. ¿Por qué, en efecto, se ha de aceptar el testimonio de quien depone contra otra persona, más que el del acusado que alega a favor de sí mismo? Lo mejor, evidentemente, cuando no existe ventaja o desventaja en favor de una parte, es suspen der el dictamen.

55. IX. Entiende la ley que todos los que acatan la sagrada constitución de Moisés deben estar libres de toda irracional pa sión y de todo vicio más aún que los que se rigen por otras leyes; y esto reza en particular con los que ejercen el cargo de juez, tanto si han sido designados por sorteo 27 como si han sido elegidos por votación. Sería absurdo, en efecto, que quienes son tenidos por dignos de arbitrar justicia a los demás, y por fuerza han de grabar en sí mismos la impronta de las obras de la naturaleza como copias de un diseño arquetipo para imitarlas,

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fueran convictos de delitos.27 Entre los judíos no se seguía este procedimiento de elección, pero Filón se refiere aquí a las elecciones de jueces en las constituciones en general, es decir, englobando también a las no

56. Porque, así como la potencia del fuego calienta todas las cosas que toca, pero con mucha anticipación ese calor se halla establecido en él; y con la cualidad opuesta el poder de la nieve enfría también las demás cosas con ¿el frío que ella ya posee; del mismo modo es preciso que también el juez esté lleno de inmaculada justicia, si es que ha de derramar el agua de esa justicia sobre los que acudan a él; a fin de que, como de una dulce fuente, brote una corriente apta para ser bebida por los que están sedientos de legalidad.

57. Precisamente esto es lo que sucederá si quien se apresta a desempeñar la función de juez considera que cuando juzga un caso también se juzga a sí mismo, y que al tomar el guijarro,28 ha de tomar también la sensatez para no equivocarse, la justicia para asignar a cada uno lo que merece, y el valor para no ceder ante las súplicas y las lamentaciones que acompañan a los cas tigos de los convictos.28 Pequeño canto rodado empleado para votar. Se le echaba en una urna. Si era blanco el voto era absolutorio, si negro, condenatorio.

58. Quien se esfuerza por poseer estas cualidades puede con razón ser considerado un público bene factor, pues, a la manera de un buen piloto, serena las tormentas de los negocios para seguridad y salvación de los que le han confiado la suerte de sus intereses.

59. X. Manda en primer lugar la ley que el juez no acepte escuchar inútilmente.29 ¿Qué significa esto? Pues lo que dice es esto: Que tus oídos, amigo mío, estén purificados. Y lo esta rán si continuamente son inundados por corrientes de prove chosos pensamientos, y rechazan las largas exposiciones, las inú tiles, harto transitadas y dignas de risa de los autores de mitos, de farsas y de supercherías, glorificadores de cosas que no merecen consideración alguna.29 Éx. XXIII, 1.

60. Pero lo de abstenerse de escuchar inútilmente significa también otra cosa en consonancia con lo primero. Si prestas atención a testigos de oídas,30 nos dice, tu atención será inútil y nada sensata. ¿Por qué? Pues porque, mientras los ojos están en presencia de los hechos a medida que éstos ocurren, tocando, por así decir, lo que va aconteciendo, y aprehendiéndolos todos en su totalidad con la cooperación de la luz, que todo lo revela y prueba; los oídos, en cambio, como dijo un antiguo autor,31 y no sin acierto, son menos de confiar que los ojos, por cuanto no tienen relación directa con los sucesos, sino los extractan de palabras que los dan a conocer, pero que no tienen por qué ser siempre veraces.30 Es decir, que testimonien cosas que han oído contar a otros, no pre senciado personalmente.31 Heródoto I, 8.

61. De allí que, a mi parecer, hicieron muy bien algunos legisladores griegos al copiar de las sacratísimas leyes registradas por Moisés la disposición de no aceptar testigos de oídas, significando con ello que es preciso tener por digno de crédito aquello que alguien ha visto, pero que no es del todo seguro lo que ha escuchado.

62. XI. La segunda prescripción para el juez es la de no acep tar regalos. Porque los regalos,

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dice la ley, enceguecen a los ojos que miran, corrompen las cosas justas y no permiten que la inteligencia transite rectamente por un amplio camino.

63. Y, si recibir regalos para cometer injusticias es actitud propia de hombres totalmente depravados, el recibirlos para hacer jus ticia supone una semidepravación. Porque magistrados depra vados a medias,32 mezclas de justicia y de injusticia, los hay; y éstos, habiendo asumido la función de defender a los perjudica dos y de castigar a los causantes de perjuicios, se consideran, sin embargo, con derecho a negarse a sentenciar gratuitamente la victoria de la parte a la que indubitablemente corresponde ésta; con lo cual prueban que sus veredictos son cosa venal que tiene su precio.32 Platón, República 352 c.

64. Cuando luego alguien los acusa, ale gan que la justicia no ha sido desvirtuada, ya que el fallo adverso ha recaído sobre la parte a la que correspondía perder el juicio, y ha sido asignado el dictamen favorable a aquellos que naturalmente debían ganarlo. Mala es tal defensa, por cuanto un buen juez debe atestiguar dos cosas: que su veredicto es totalmente acorde con la ley y que no admite sobornos. Mas si quien arbitra justicia lo hace a cambio de regalos mancilla inconscientemente algo hermoso por naturaleza.

65. Pero además incurre en otras dos faltas: por una parte, se habitúa a sí mismo al amor al dinero, el que es fuente de estímulo para las mayores ilegalidades; y por otra, perjudica a quien debería ser beneficiado, como que éste ha debido pagar un precio para obtener justicia.

66. Por eso Moisés, brindán donos una excelente lección, establece que vayamos tras lo justo con justicia,33 dando así a entender que también existe la posibilidad de hacerlo por vías injustas, a causa de los que arbitran justicia a cambio de regalos no solo en los tribunales sino en todas partes así en el mar como en la tierra, y casi diría en todos los asuntos de la vida.33 Deut. XVI, 20. Ver Sobre los querubines 15 y Sobre las habituales intrigas de lo peor contra lo mejor 18.

67. Así, no faltan ejemplos de quien, habiendo recibido un depósito de poco valor, lo reintegró más para tender un lazo al que lo recobraba que para benefi ciarlo, pues su intención era poner la probidad como señuelo en cosas de poca monta, para ganarse la confianza en las im portantes, lo cual no es otra cosa que hacer justicia pero de manera injusta, por cuanto, si bien el reintegro de lo que per tenece a otro es justo, no lo es el modo como se ha procedido, dado que ha sido con miras a perseguir mayores ganancias.

68. La principal causa de estos actos culpables es la familiaridad con la falsedad, la que en los actos y en las palabras es perpe tuamente compañera de la educación de los niños desde el ins tante en que nacen y desde los mismos pañales por obra de las nodrizas, las madres y la restante multitud de esclavos y per sonas libres que hay en una casa. Estos la amoldan y la unen al alma como una porción connatural de ella, no obstante que, en el caso de que realmente estuviera unida al alma por natu raleza, habría que extirparla de ella mediante el cultivo de cuanto es noble.

69. ¿Y qué hay en la vida tan noble como la verdad? El omnisciente Moisés lo ha registrado, como sobre una estela, en el lugar más sagrado del traje del sumo sacer dote, sede de la parte rectora del alma, deseoso de ataviarlo con el más hermoso y magnífico de los ornamentos.

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Junto a la verdad colocó la cualidad emparentada con ella a la que deno minó "clara mostración".34 Ambas son representaciones de los dos elementos lógicos 35 de nuestro ser: el íntimo y el que se exterioriza verbalmente. Este último necesita de la mostra ción, mediante la cual se ponen de manifiesto para nuestro pró jimo los invisibles pensamientos encerrados en nosotros; y el primero ha menester de la verdad para llevar a la perfección la vida y los actos por medio de los cuales se descubre el camino de la felicidad.34 Ver Interpretación alegórica III, 142.35 Ver Vida de Moisés II, nota 42.

70. XII. Una tercera prescripción para el juez es que ha de examinar los hechos y no a las personas sometidas a juicio; y que habrá de tratar por todos los medios de apartar de su mente la imagen de aquellos a los que juzga,36 obligándose a sí mismo respecto de aquellos a los que conoce y recuerda a ignorar y olvidar su condición de familiares, amigos o conciudadanos, o a la inversa, de extraños, enemigos o extranjeros, a fin de que ni la benevolencia ni la antipatía oscurezcan su decisión en cuanto a lo justo. De lo contrarío, forzosamente habrá de caer como un ciego que al avanzar lo hace sin cayado y que carece de per sonas que lo guíen de manera segura.36 Deut. I, 17.

71. De allí la conve niencia de que el buen juez eche un velo sobre su vista en lo que hace a las personas que son juzgadas, y que tenga, en cam bio, ante sus ojos, sin deformaciones y desnuda, la naturaleza de los hechos, dispuesto a juzgar de acuerdo con la verdad y no según las opiniones, y munido* de la idea de que "el juicio es de Dios";37 y de que el juez es simplemente el administrador del juicio, no estándole permitido hacer liberalidades a expensas de los bienes de su Señor a un administrador que ha reci bido de manos del Mejor de todos los seres el mejor de todos los depósitos que caben en la humana existencia.* a menudo37 Deut. I, 17.

72. XIII. A los ya mencionados agrega el legislador otro sabio precepto. Manda, en efecto, no apiadarse del hombre pobre cuando se lo juzga.38 Quien esto ordena es aquel que ha lle nado toda su legislación de prescripciones conducentes á la pie dad y la humanidad, ha dirigido grandes amenazas a los despreciadores y arrogantes, y ha propuesto grandes recompensas para aquellos que consideran un deber el remediar las desdichas de su prójimo y piensan que todo aquello no indispensable que poseen no es propiedad de ellos sino un bien del que han de ser partícipes los menesterosos.38 Éx. XXIII, 3.

73. Porque, como dijo un antiguo autor,39 y no sin acierto, es verdad que en ninguna cosa se asemejan más los hombres a Dios que en el dispensar bienes. ¿Y qué mayor bien podría haber para las creaturas que el imitar al eterno Dios?39 Resulta imposible de precisar a qué autor se refiere Filón aquí.

74. No debe, pues, atesorar el rico oro y plata acumulándolos en su morada en copiosas cantidades, sino ponerlos al alcance de todos para suavizar la dura existen cia de los menesterosos con el ungüento de liberalidades porta doras de alegría. Y quien gozare de encumbrada posición abs téngase de mostrarse arrogante con desmedido orgullo y actitud presuntuosa; y honre, en cambio, a la igualdad permitiendo a los humildes hablarle con toda

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franqueza. El que posee vigor corporal sirva de apoyo para los más débiles, y no emplee sus fuerzas para doblegar a los menos fuertes como en las compe tencias atléticas, sino centre su ambición en hacer partícipes de su propia fortaleza a quienes están impedidos de defenderse por sí mismos.

75. Cuantos han extraído agua de las fuentes de la sabiduría y han desterrado fuera de los confines de su inteligencia la envidia, bregan por propia determinación, sin que nadie los mueva a ello, por el bien de su prójimo, derra mando en las almas de los demás a través de los oídos las co rrientes de palabras destinadas a hacerlos partícipes del cono cimiento que ellos poseen. Y, cuando ven a jóvenes bien dotados por naturaleza, como sucede con los vástagos vigorosos y selec tos, se alegran al comprender que han encontrado herederos de su riqueza espiritual, la única riqueza verdadera; y tomándolos a su cargo cultivan sus almas con doctrinas y principios hasta que, plenamente desarrolladas ya, ellas engendran el fruto de una noble existencia.

76. Tales ornamentos 40 aparecen entre lazados y artísticamente dispuestos en las leyes con objeto de asegurar la participación en la riqueza a los pobres, a los cuales solamente cuando son juzgados no es lícito tener compasión, ya que la compasión solo cabe en las desdichas, y el que obra como un malvado por libre determinación no es un desdichado sino un injusto.40 Ver Sobre la sobriedad 38; Sobre las virtudes 165 y el parágrafo 238 del presente tratado.

77. Y los castigos para los injustos han de ser garantizados en la misma medida que los honores para los jus tos. De modo que ningún malvado pobre, aunque se rebaje y humille, debe verse libre del castigo por la piedad que despierta su indigencia, ya que lo que ha hecho no es digno de compasión, ¿por qué habría de serlo?, sino de cólera. Y el que se apresta a juzgarlo debe, como un buen cambista de dinero, discriminar y discernir la naturaleza de los hechos, a fin de que no se entre mezclen en revuelta confusión lo legítimo y lo espurio.

78. Muchas otras cosas más cabría decir con relación a los, falsos testigos y a los jueces; pero es preciso, para no extendernos en demasía, que pasemos al último de los diez mandamientos, el cual, al igual que cada uno de los restantes, ha sido revelado en forma sumaria y dice así: "No desearás".4141 O no tendrás concupiscencia. Ver Sobre él decálogo 142.

79. XIV. Toda pasión es merecedora de reproche, ya que todo desmedido y excesivo impulso, al igual que el movimiento del alma cuando es irracional y antinatural,42 es reprochable, y tanto el uno como el otro, ¿qué otra cosa son sino la manifestación concreta de una pasión de larga data? Si, por lo tanto, una per sona no pone límites a sus impulsos ni los sujeta al freno como a corceles rebelados contra las riendas, vive dominada por una pasión sin remedio, y a causa de esa rebelión no tardará en ser arrastrada, sin percatarse de ello, como un cochero por su carro, hacia despeñaderos y abismos de los que es difícil escapar.42 Conceptos ambos que corresponden a la noción estoica de páthos = pasión.

80. Pero de las pasiones ninguna es tan opresora como el deseo de todas aquellas cosas que son tenidas por bienes aunque en verdad no lo son. Y lo es porque engendra un sin fin de opre sivas y apasionadas apetencias. Pone, en efecto, tensa al alma y la empuja hacia remotísimas distancias, hasta el infinito, aun que a veces el objeto perseguido escápase desdeñosamente, vuelta la cara, no la espalda, hacia su perseguidor.43

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43 Ver Sobre el decálogo 146.

81. Es que cuando este objeto percibe al deseo lanzado ardorosamente hacia él, se queda quieto por breve tiempo para atraerlo con su seducción y proporcionarle la esperanza de que habrá de echarle mano; pero luego se aleja haciendo befa de él y estableciendo distancias aún mayores de separación. Y el deseo, abandonado y dejado atrás, siéntese preso de histérica impaciencia y des carga sobre la desventurada alma el suplicio de Tántalo,44 el cual, según cuenta la tradición, queriendo beber no podía pues el agua se retiraba, y cada vez que deseaba tomar un fruto, todos desaparecían convirtiéndose en esterilidad la abundante producción de los árboles.44 Ver Sobre el decálogo 146.

82. Y efectivamente, así como esas implacables e inexorables dominadoras del cuerpo que son la sed y el hambre lo violentan, tanto o más que el verdugo a aquellos a los que atormenta; hasta la muerte muchas veces a menos que mediante bebidas y comidas sea apaciguado su salvajismo; del mismo modo el deseo hace que el alma parezca vacía por el olvido de cuanto hay pre sente en ella, y mediante el recuerdo de lo que está muy distante produce en ella un frenesí y una locura incontrolables; y de ese modo crea unas señoras más opresoras aún que las antes men cionadas, cuyos nombres, sed y hambre, también ellas llevan; no sed y hambre de las cosas que satisfacen al vientre, sino de riquezas, de gloria, de poderes, de belleza corporal y de todas las otras innumerables cosas que en la vida humana son tenidas por envidiables y merecedoras de esfuerzo.

83. Y así como la enfermedad llamada reptante entre los médicos no se queda en un solo lugar, sino se mueve y extiende y, como su nombre mis mo lo indica, se arrastra esparciéndose y fluyendo en todas las direcciones, y abarcando y atacando a la vez todo el conjunto de las partes del cuerpo desde el extremo superior de la cabeza hasta los pies; de la misma manera también el deseo se lanza a través de toda el alma e, imitando el poder del fuego en medio de un material combustible abundante, no deja libre de sus efectos ni siquiera la más pequeña porción de ella, como que la enciende y abrasa hasta que la ha devorado por completo.

84. XV. Tan grande y desmesurado mal es el deseo; y bien podría decirse en honor a la verdad que es la fuente de to dos los males. ¿De dónde si no de él, en efecto, han brotado los saqueos y los robos, las deudas impagas, las falsas- acusacio nes y los ultrajes, amén de las corrupciones, los adulterios, los asesinatos y todas las demás iniquidades privadas y públicas, tanto en el orden sagrado como en el profano?

85. Cierta mente, la pasión a la que con verdad puede llamarse originadora de males es el deseo; y uno solo, el más pequeño, de sus vástagos, el amor pasional,45 ha llenado, no ya una vez sino muchas, de incontables desgracias a todo el mundo habitado, las que, no pudiendo ser contenidas por todo el círculo de la tierra a causa de su inmenso número, se han extendido sobre el mar como impelidas por el ímpetu de un torrente; y en todas partes los mares todos se vieron llenos de naves hostiles y han sido tea tro de cuantas calamidades acarrean las guerras navales, cala midades que tornaron otra vez a ser arrastradas y a precipitarse en masa sobre las islas y los continentes, tras recorrer desde su punto de partida un doble curso de ida y retorno como en los flujos y reflujos de las mareas.46

45 "Amor pasional" es sólo una imperfecta traducción del término griego iros, a la que he recurrido a falta de otra mejor. Lo de "el más pequeño" tal vez no sea sino una figura retórica

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para aludir a la clásica representación de Eros o Amor en la mitología grecorromana.46 Alusión, quizá un poco exagerada, a las trágicas consecuencias de célebres amores como los de Paris y Helena y de Antonio y Cleopatra. Ver Sobre las leyes particulares III, 16.

86. Pero una más clara des cripción de esta pasión la tendremos de la siguiente manera: el deseo, al igual que los animales ponzoñosos o que los venenos mortíferos, provoca un cambio que implica un empeoramiento en todo cuanto alcanza.

87. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que, si su mira es el dinero, hace a los hombres ladrones, rateros, hurtadores de ropas, perforadores de muros, así como respon sables de bancarrotas, de estafas con depósitos confiados a ellos, de venalidad, de robos sacrílegos y de todos los demás delitos similares a éstos.

88. Si apunta hacia la fama, los torna arro gantes, desdeñosos, inconstantes e inestables en sus actitudes, con los oídos cerrados a las palabras, humillados y al mismo tiempo levantados hacia las alturas por las extravagancias de las multitudes, que alaban y reprochan con indiscriminado im pulso; despreocupados de la enemistad y de la amistad, al punto de que con facilidad truecan una por otra, y con todos los demás rasgos que guardan estrecha afinidad con éstos.

89. Si es el poder su meta, los convierte en sediciosos, carentes de equidad, tiránicos por naturaleza, insensibles, enemigos de sus patrias, amos implacables de los más débiles, enemigos irrecon ciliables de quienes los igualan en poderío, aduladores de los más fuertes con intención de atentar contra ellos mediante el engaño. Si persigue la belleza corporal, los hace corruptores, adúlteros, pederastas, celosos cultores de la incontinencia y el libertinaje, es decir, de los mayores males, como si se tratara de los más venturosos bienes.

90. Ejemplos no faltan de cómo, extendiéndose hasta la lengua, esta pasión ha causado inconta bles trastornos, por cuanto algunos son inclinados a callar lo que debe decirse, y a decir lo que debe callarse, y la vengadora justicia les sigue los pasos tanto cuando se hacen oír como cuando en el caso contrario se callan.

91. Cuando su interés se concentra en las cosas del vientre, produce glotones insa ciables, libertinos, partidarios apasionados de una vida muelle y disoluta, gente que se regocija con borracheras y comilonas, viles esclavos del vino puro, de los peces y de los manjares, que se revuelcan como los perrillos glotones en torno de las salas de banquetes y las mesas; de todo lo cual resulta al cabo una desdi chada y vituperable vida, más penosa que cualquier muerte.

92. Esto lo tuvieron presente aquellos que, no limitándose a gustar la filosofía con la punta de los labios, sino regalándose abundantemente con el convite de las rectas doctrinas de la misma, llegaron a explicarse la naturaleza del alma y observaron que son tres las partes en que se divide: la de la razón, la de la fortaleza y la del deseo.47 A la razón, como a una sobe rana, le han atribuido ellos por ciudadela la cabeza, residencia apropiadísima, donde están situados también los lugares asig nados a los sentidos, los que escoltan a la inteligencia como a su reina.47 División platónica, a la que Filón recurre en numerosos lugares de sus obras, entre otros en Interpretación alegórica I, 70 a 73 y III, 115.

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93. A la fortaleza le han atribuido el pecho, en parte porque allí, revestido de una coraza, a la manera de un soldado, resulta si no totalmente exento de daño, sí difícil de atrapar al menos; y en parte porque, residiendo en la vecindad de la inte ligencia, puede ser beneficiada por su vecina, la que lo seduce con su sensatez e imprime en él la moderación. En cuanto al deseo, el lugar que le han atribuido es el situado en la zona próxima al ombligo y al llamado diafragma.

94. Convenía, en efecto, que el deseo, que solo en ínfimo grado participa del discernimiento, residiera lo más lejos posible de las reales mansiones, casi en los más distantes confines; y que, siendo la más incontinente e insaciable de todas las bestias,48 fuera apacentada en sitios en los que tienen lugar la ali mentación y las uniones sexuales.48 Alusión a Platón, Timeo 70 e. Ver Sobre las leyes particulares I, 148.

95. XVI. Todas estas consideraciones fueron, a mi parecer, las que tuvo presente el santísimo Moisés para repudiar las pasio nes, detestándolas como sumamente vergonzosas ellas mismas y como causas de cosas en extremo denigrantes; y para denun ciar de un modo muy especial al deseo, por entender que ésta es una máquina capaz de arruinar la ciudad del alma; máquina que o debe ser destruida o ha de ser subordinada al control de la razón para que todas las cosas se llenen totalmente de paz y buen orden, bienes perfectos que llevan a la perfección de una feliz existencia.

96. Inclinado, como era, a la concisión, y fiel a su norma de compendiar asuntos de variedad ilimitada en una enseñanza ejemplarizadora, comienza por reprochar y disciplinar un solo tipo de deseo, aquel cuya esfera de acción es el vientre; convencido de que los otros ya no se mostrarán rebeldes como antes sino se sujetarán al control, enterados de que el de mayor jerarquía y como soberano entre ellos acata las leyes de la moderación.

97. ¿Cuál es la enseñanza por la que comienza? La siguiente. Aunque la comida y la bebida son dos cosas de importancia suma, ni a una ni a otra concedió el legislador libertad plena sino puso freno a ambas con disposi ciones sumamente eficaces para conducir a la continencia, a la humanidad y, lo que es más importante, a la piedad.

98. Manda, en efecto, separar una parte del trigo, del vino, del aceite, del ganado y de los demás productos, y destinarla como primicia para los sacrificios y para los sacerdotes; para los sacrificios a fin de agradecer a Dios por la fecundidad de los rebaños y la fertilidad de los campos en toda suerte de animales y frutos; para los sacerdotes, a fin" de que, con miras a asegurar el ceremonial del templo, reciban una recompensa por sus ser vicios en los sagrados ritos.4949 Deut. XVIII, 4.

99. Esta categórica prohibición de gustar o apartar alguno algo para sí antes de separar las primicias, tiende asimismo a estimular la práctica de la suma mente provechosa continencia. Efectivamente, aquel que ha aprendido a no lanzarse apresuradamente hacia los recursos que en abundancia le han procurado las anuales estaciones, y aguarda, en cambio, hasta que las primicias han sido consagra das, modera evidentemente sus pasiones y reprime la rebelión de sus impulsos.

100. XVII. En cuanto a los demás alimentos, tampoco permitió Moisés a los miembros de la sagrada comunidad la participación y el uso indiscriminado de los mismos; sino prohibió con

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toda firmeza consumir entre los animales terrestres, acuáticos y aéreos todos aquellos que, sumamente abundantes en carnes y grasas, excitan o estimulan el insidioso placer; porque sabía que ellos seducen al más esclavo de los sentidos, el gusto, y engendran la glotonería, mal incurable que afecta a las almas y a los cuerpos. La glotonería produce, en efecto, indigestiones, las que son origen y fuente de enfermedades y postraciones.

101. Ahora bien, entre las especies de animales terrestres el cerdo es, según la opinión de los que lo consumen, el más deli cioso; entre las especies acuáticas lo son aquellas que carecen de escamas...50 pues, siendo capaz, más que otro alguno, de animar a los naturalmente inclinados a la práctica de la virtud, los ejercita y prepara para la continencia mediante la modera ción en los gustos y la adaptación a cualquier tipo de alimen tos, tratando de acabar con el derroche. 50 Probable laguna en el texto.

102. Sin aprobar ni un régimen de vida opresivo, como el legislador de los lacedemonios,51 ni una vida de molicie como la que inculcó a los jonios y sibaritas sus lujuriosas y voluptuosas costumbres; sino, abriendo un sendero intermedio entre ambos, atemperó la exi gencia excesiva e hizo más rigurosa la demasiado laxa, mode rando, como en un instrumento musical, los excesos de una y otra cuerda extrema mediante la cuerda media para lograr la armonía y concierto de una vida irreprochable. De allí que no a la ligera sino con sumo cuidado estableciera qué alimentos deben consumirse y cuáles no.51 Referencia al rigor de la constitución espartana en materia de alimen tos y costumbres en general, en contraste con la casi proverbial licencia que caracterizó el estilo de vida de los habitantes de Síbaris y de Jonia.

103. Tal vez podría pensarse que lo justo sería que todos los animales que comen carne humana experimenten de parte de los hombres lo mismo que ellos hacen a éstos. Pero el parecer de Moisés fue que hay que abstenerse del consumo de tales animales, aunque puedan pro curar un muy apetitoso y gratísimo festín. Es que él discurría sobre lo que conviene a un alma de mansos sentimientos, y si bien es conveniente que experimente cada uno sufrimientos análogos a los que ha provocado a otros, no lo es, en cambio, el que los afectados procedan de la misma manera que los otros, pues, sin advertirlo, se convertirían en fieras bajo los efectos de esa salvaje pasión que es la cólera.104. Y a tanto llega la precaución del legislador en este punto,52 que, deseando impedir por vía de implicación la apetencia de los mencionados alimentos, prohíbe rigurosamente también el consumo de los demás animales carnívoros; de los que separa a las bestias herbívoras, incluyéndolas entre los rebaños domésticos, ya que también son mansas por naturaleza, consumen los cultivados frutos que procura la tierra, y en ningún caso sus actos ponen en peligro la vida de otros seres.52 En cuanto a evitar que los hombres procedan a la manera de las bes tias salvajes al amoldarse al principio de la venganza contra ellas.

105. XVIII. Son éstos el ter nero, el cordero, la cabra, el ciervo, la gacela, el búfalo, el traguélafo,53 el pigargo,54 el antílope y la jirafa; diez en total.55 Es que, atento siempre a los principios de la ciencia de los nú meros, sobre cuya decisiva incidencia en la determinación de las cosas había reflexionado profundamente, ninguna ley, im portante o no, dictaba Moisés sin tener también en cuenta y acomodar, por así decir, a sus prescripciones el número apro piado. Y de todos los números, aparte de la unidad, el más per fecto y sacratísimo y santo, como él mismo dice, es el diez, con el cual sella las especies de los animales puros, movido por su

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deseo de asignarlos para uso de los miembros de su comunidad.53 Especie de gacela o antílope con barba de macho cabrío.54 Especie de gacela.55 Deut. XIV, 4 y 5.

106. Para los diez animales propone una verificación y prueba común, basada en dos señales: el tener la pezuña hendida y el rumiar,56 siendo especies impuras aquellas a las que falta una de ambas características o las dos. En cuanto a ambas señales, ellas son símbolos del enseñar y el aprender por la vía más apropiada para la adquisición del conocimiento, es decir, aquella en la que se distingue lo mejor de lo peor para que no quepan confusiones.56 Lev. XI, 3 y 4. Ver Sobre la agricultura 131 a 145.

107. En efecto, así como el animal rumiante, después de haber dividido el alimento, lo deposita en la faringe, y luego de nuevo lo va subiendo y masticando poco a poco, para enviarlo posteriormente al estómago; del mismo modo también aquel que recibe instrucción, después de recibir a través de los oídos las doctrinas y normas de la sabiduría de boca del maestro, como no es capaz de aprehenderlas y retenerlas de inmediato con suficiente firmeza, prolonga el proceso de apren dizaje hasta que, después de rumiar con continuos ejercicios, que constituyen el medio para fijar los conocimientos, cada una de las cosas que ha escuchado, empleando a tal efecto la me moria, estampa firmemente su representación en el alma.

108. Pero, evidentemente, ningún provecho trae aparejado la firme aprehensión de las nociones, si no se suma a ella la discri minación y distinción entre las mismas con miras a escoger las cosas que deben escogerse, y a rehuir las contrarias; distinción de la cual son símbolo las pezuñas hendidas. Porque el camino de la vida es doble: una senda lleva al vicio y la otra conduce a la virtud, y es preciso apartarse de la primera y no abandonar jamás la segunda.

109. XIX. En consecuencia, todos los animales solípedos y los de cascos múltiples son impuros, los primeros porque sugieren que la naturaleza del bien y la del mal son una sola e idéntica, que es como decir que un camino es cóncavo y a la vez con vexo, o ascendente y descendente simultáneamente; los segundos porque presentan ante nuestra vida muchos caminos, o más bien jutas intransitables, para nuestro engaño, ya que no resulta fácil encontrar el sendero más provechoso y más excelente en medio de un gran número de sendas.

110. XX. Después de establecer estas distinciones entre los animales terrestres, pasa el legislador a describir también las especies de animales acuáticos puras para su consumo como alimento, indicando como señales de las mismas, como en el caso anterior, dos características: las aletas y las escamas. En efecto, a aquellas que ninguna o una sola de ambas características poseen las descarta y rechaza.57 Con bastante fundamento es de señalar la siguiente explicación de ello.57 Lev. XI, 9 y ss. y Deut. XIV, 9 y 10.

111. Todos aquellos animales acuáticos que carecen de uno o de ambos rasgos son arrastrados por la fuerza de la corriente siendo im potentes para resistir su impulso. En cambio, aquellos que están provistos de ambos la apartan y se le oponen de frente, y se ejercitan contra este antagonista haciendo gala de buen ánimo e invencible osadía, de modo que cuando son empujados em pujan en dirección opuesta, y perseguidos atacan a su vez a la carrera, y en los

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lugares difíciles de atravesar abren amplios caminos para sus fáciles evasiones.

112. Estas especies acuá ticas son también símbolos: las primeras, del alma amante de los placeres; las últimas, de la que ansia la fortaleza y la con tinencia. El camino que conduce al placer es, en efecto, des cendente y harto fácil, y el resultado es que por él somos arras trados más que caminamos; el que lleva hacia la fortaleza es, en cambio, ascendente; sumamente trabajoso pero inmensamente provechoso. El primero nos arrastra y nos impele a descender conduciéndonos pendiente abajo hasta arrojarnos en el extremo último de ésta; en tanto que el otro nos conduce hacia el cielo y torna inmortales a los que no han desfallecido durante la marcha y han tenido fuerza para sobrellevar la dureza y dificul tad del recorrido.

113. XXI. Ajustándose al mismo esquema, dice que todos los animales reptantes, tanto los que carecen de patas y avanzan retorciéndose con el serpear de su vientre, como los de cuatro o más patas, son impuros para su consumo como alimento.58 Esto encierra una nueva revelación. Los animales reptantes que avanzan sobre sus vientres simbolizan a los hombres que se lle nan hasta el hartazgo, como el corvejón, y pagan al miserable vientre incesantes tributos de vino puro, de pasteles, de peces, de cuantas cosas, en suma, produce el refinado esmero de los panaderos y los cocineros para acompañar a toda suerte de ali mentos, encendiendo e inflamando los insaciables y siempre ávi dos deseos. A su vez, los de cuatro patas o más simbolizan a los viles esclavos, no de una sola pasión, el deseo, sino de todas sin excepción; pasiones cuyos géneros son cuatro en total, e infini tas sus especies; y cuya tiranía colectiva resulta penosísima e insoportable indudablemente, como que dura es ya la de una sola de ellas.58 Lev. XI, 42. Ver Interpretación alegórica III, 139.

114. En cambio, registra entre los animales pu ros a aquellos reptantes que poseen patas sobre sus pies tales que puedan dar saltos desde la tierra, como las diversas clases de langostas y el llamado ofiómaco,59 con lo que una vez más ha recurrido a símbolos para escrutar en las modalidades e in clinaciones del alma racional. Porque la gravitación natural del cuerpo doblega a los cortos de entendimiento y los arrastra consigo estrangulándolos y oprimiéndolos con la multitud de sus carnes.59 Literalmente: el que combate a las serpientes. Especie de saltamontes. Lev. XI, 21.

115. En cambio, dichosos son aquellos a los que les ha sido dado oponerse gracias a una fuerza superior al peso de. esa opresora atracción, por estar enseñados mediante las normas de la recta instrucción a saltar desde la tierra y desde las cosas adheridas a la tierra hacia lo alto, en dirección a la región etérea y hacia las revoluciones del cielo, cuya visión es anhelada ardo rosamente, y resulta digna de los mayores esfuerzos en la con vicción de quienes van en procura de ella voluntariamente y convencidos de su grandeza.

116. XXII. Tras haber discurrido acerca de las especies de animales terrestres y acerca de las acuáticas, y de haber esta blecido las normas para distinguir entre ellas de la mejor ma nera posible, pasa a examinar también las restantes especies, vale decir, las de los animales aéreos, y descarta entre las innu merables clases de aves a todas aquellas que matan por instinto a otros animales o a seres humanos, las que son carnívoras y venenosas y usan, en general, sus fuerzas como medio de ata que.6060 Lev. XI, 13 ss y Deut. XIV, 12 y ss. La creencia de Filón en que existan aves venenosas es explicable en la antigua zoología.

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117. En cambio, registra en la clase domesticada y mansa, permitiendo a quienes lo deseen emplearlos libremente como alimento, a las palomas torcazas, a las demás palomas, a las tórtolas, y a las grullas, a los gansos y a las demás aves se mejantes a éstas, que vuelan en bandadas.

118. De este modo, apartando de nuestro consumo, como se aparta el material combustible del fuego, especies terrestres, acuáticas y aéreas de toda suerte de animales de cada una de las partes del mundo: tierra, agua y aire, nos proporciona el legislador un medio para apagar el deseo.

119. XXIII. Por supuesto que prohíbe tener contacto alguno con cadáveres de animales muertos por causas naturales o vícti mas de fieras; con estos últimos en razón de que no es lícito al hombre compartir su mesa con bestias salvajes, lo que prácti camente equivaldría a regalarse en compañía de ellas en sus carnívoros festines; y con los primeros tal vez porque, habién dose apoderado de ellos antes la muerte, lo apropiado es guar darse de tocarlos, por respeto a los ineludibles designios de la naturaleza, que se han anticipado a adueñarse de ellos.6161 Lev. V, 2 y XXII, 8; Deut. XIV, 21 y Éx. XXII, 31.

120. Los más de los legisladores griegos y no griegos, conside rando que se trata de hombres no solo valientes sino también de carácter generoso, alaban la habilidad de los cazadores con perros, que saben herir diestramente desde lejos a las fieras fa llando rarísima vez, y manifiestan su orgullo por sus éxitos en la caza, en especial cuando comparten con los otros cazadores y al mismo tiempo con sus perros las partes de los animales cazados. En cambio, el fundador de nuestra sagrada comunidad los reprocharía seguramente y con razón, puesto que ha vedado el aprovechar, por las razones expuestas, los animales muertos por causas naturales o víctimas de fieras.6262 El sentido de todo esto es que si Moisés hubiera conocido la práctica, no de cazar sino de compartir con la jauría la presa, seguramente lo hubiera considerado reprobable, puesto que ha juzgado reprobable el compartir la presa de bestias salvajes.

121. Si alguno de los practicantes,63 aficionado a los ejercicios corporales, llegare también a ser un aficionado a la caza, convencido de que se trata de ejercicios y luchas preparatorias para las guerras y los peligros frente a los enemigos, deberá, cuando haya tenido éxito en una cacería, destinar las bestias cazadas para festín de sus perros en pago o premio por su coraje e irreprochable colabora ción; pero él no ha de tocar sus restos. De ese modo aprenderá en su trato con animales irracionales qué clase de sentimientos debe abrigar respecto de los enemigos, a los que se ha de com batir no en procura de una injusta ganancia, imitando las fecho rías de los ladrones, sino en defensa propia, bien sea que lo jus tifique la experiencia de daños ya experimentados, bien lo im ponga el temor de sufrirlos ulteriormente.63 Tal vez se refiera a los practicantes de la virtud, a los que precisa mente conviene la recomendación que sigue; pero no es descartable que se trate simplemente de los que practican ejercicios corporales o de fuerza. La condición que se pone para que el practicante se resolviera, casi a su pesar, a cultivar la cinegética hace pensar en que se trata de un hombre virtuoso.

122. Sin embargo, algunos, vivos retratos de Sardanápalo,64 llevando ávidamente su

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incontinencia y exceso de lujuria más allá de todo límite o término, maquinan novedosos placeres, para lo cual preparan sacrílegos manjares estrangulando y ahogando a los animales, y sepultando en el cadáver la sangre, la esencia del alma,65 que debería dejarse correr libre y sin trabas; cuando bien po drían contentarse con gustar tan solo las carnes sin tocar nada que guarde relación con el alma.64 Rey de Babilonia, cuyo nombre verdadero era Shamash Shumukin, quien habiendo sido pospuesto, no obstante ser primogénito, en la herencia del trono de Asiría por Assaradón, su padre, reinó en calidad de soberano vasallo hasta que se sublevó contra su hermano Assurbanipal y murió en medio de las llamas de su palacio. Pasaba por haber sido un fastuoso soberano de vida voluptuosa tal como lo retrata Luciano de Samosata en los Diálogos de los muertos.65 Lev. XVII, 11 y 14 y Deut. XII, 23.

123. Por eso en otro lugar 66 el legislador establece una ley acerca de la sangre, y prohíbe llevarse a la boca ni la sangre ni la grasa. La prohibición en el caso de la sangre se debe a la razón ya apuntada, vale decir, a que es la esencia del alma; no del alma inteligente y racional, sino de la sensorial, de la que depende la existencia de la que participamos en común nosotros y los animales irracionales. XXIV. Porque la esencia de la otra es un Divino aliento, como lo atestigua muy especialmente Moisés, quien en su relato acerca de la creación del mundo dice que al primer hombre y proge nitor de nuestra especie Dios le infundió un soplo de vida en la parte rectora del cuerpo, la cara,67 allí donde tienen su sede los sentidos, escoltas de ese gran monarca que es la inteligencia. Evidentemente el soplo infundido en aquella ocasión fue un espíritu etéreo, y quizá algo superior a un espíritu etéreo, si existe, como que se trata de un reflejo de la feliz, tres veces feliz naturaleza Divina.66 Lev. III, 17.67 Gen. II, 7.

124. En cuanto a la grasa, su prohibición se debe a que es en extremo crasa, y la ley tiende ana vez más a enseñarnos la continencia e inculcarnos un firme deseo de vida austera, de una vida que renuncia a las cosas fáciles y al alcance de la mano, y sobrelleva con determinación los pro blemas y trabajos para la adquisición de la virtud.

125. Tal es la razón por la que de toda víctima sacrificada esas dos par tes: la grasa y la sangre, son apartadas como una especie de primicias, y se las consume enteramente por medio del fuego; la sangre, derramada sobre el altar como una libación, y la gra sa, depositada en lugar del aceite como materia combustible en el fuego sagrado y santo a causa de su misma grasitud.6868 Lev. IV, 7 a 10.

126.69 Reprende Moisés a algunos coetáneos suyos por su glo tonería y porque suponen que el entregarse de lleno a los pla ceres constituye el summum de la felicidad, y, no bastándoles el vivir voluptuosamente en el ámbito de las ciudades, en las que los recursos y los preparativos de las cosas necesarias para ello son inagotables, búscanlo también en los intransitables e inhabitables desiertos, pretendiendo contar en medio de ellos con mercados de peces, de carnes y de todos los productos de cosechas abundantes.69 Los parágrafos 126 a 131 se basan en Núm. XI, particularmente 31 a 34.

127. En aquella ocasión, como reinaba la escasez, éstos, tras congregarse, lanzaron gritos

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hostiles, acu saron y trataron de intimidar al gobernante con desvergonzada osadía, y no cesaron en su rebeldía hasta que alcanzaron lo que apetecían; pero lo alcanzaron para su propia ruina. Y ello por dos razones. En primer lugar para que se pusiera de manifiesto que todas las cosas son posibles para Dios, quien halla la solu ción en las dificultades insuperables; y en segundo lugar para que recibieran su castigo los de vientre insaciable y rebeldes contra la santidad.

128. Elevóse, en efecto, desde el mar una nube, y hacia el amanecer se esparcieron desde ella codornices, las que oscurecieron desde todas partes en círculo el campa mento y la zona circundante hasta la distancia que un hombre ágil es capaz de atravesar en un día. Fácil resultaba capturarlas por cuanto la distancia a que volaban de la tierra era una altura calculable en unos dos codos.

129. Lo razonable hubiera sido que, persuadidos por el pro digio del grandioso acontecimiento, les bastara con el espec táculo, y que, rebosantes de piedad y nutridos por ella, se abstuvieran de comer carne. Pero ellos, excitando su avidez más aún que antes, se precipitaron sobre lo que consideraban el mayor de los bienes, y arrebatando los animales con ambas ma nos llenaban los pliegues de sus ropas para luego depositarlos en sus tiendas; y como el exceso de avidez no conoce límites, salían en procura de otros; y tras prepararlos de toda forma los devoraban insaciablemente, dispuestos, vacíos de entendimiento como eran, a perecer víctimas de su glotonería.

130. Y por cierto que no pasó mucho tiempo sin que pere ciesen a causa de los derrames de bilis, y así, de la calamidad que les sobrevino tomó nombre el paraje, el que fue llamado "Monumento del deseo",70 deseo que, como ha demostrado el relato, es el mayor mal que existe en el alma.70 O de la avidez.

131. Por eso con sumo acierto dice Moisés en sus exhortaciones:71 "No ha de hacer cada uno lo que es grato ante sus propios ojos", lo que equivale a decir: nadie sea complaciente con su propio deseo. Todo hombre, en efecto, debe complacer a Dios, al uni verso, a la naturaleza, a las leyes, a los hombres sabios, y re nunciar al amor de sí mismo, solo así habrá de alcanzar la verdadera excelencia.71 Deut. XII, 8. Ver Sobre la agricultura 84.

132. XXV. Todas las reflexiones requeridas acerca de los asun tos relacionados con el deseo quedan expuestas en la medida de mis posibilidades, con lo que se ha completado el examen de los diez mandamientos y de las leyes que a ellos se ajustan. Porque, si necesario es divulgar el conocimiento de las leyes generales o preceptos capitales revelados por la voz de Dios, y los mandatos específicos subordinados a ellos, vale decir, todas las leyes particulares trasmitidas en la palabra de Moisés, nece sario era también, para asegurar su exacta comprensión libre de confusiones, el metódico procedimiento al que he echado mano para asignar y atribuir a cada uno de los mandatos gené ricos cuanto a lo largo de toda la legislación le corresponde.

133. Y ya es suficiente sobre el tema. Con todo es preciso no pasar por alto que, así como con cada uno en particular de los diez mandamientos generales guardan estrecha relación al gunas leyes particulares que nada tienen de común con otro alguno de aquellos, existen normas que

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son comunes a todos, y guardan armónica relación no con uno o dos, por así decir, sino con los diez mandamientos.

134. Estas normas son las universalmente provechosas virtudes. Cada una de esas diez Divinas revelaciones separadamente y todas ellas en común estimulan y exhortan al cultivo de la prudencia, de la justicia, de la piedad y del resto del coro de las virtudes mediante la combinación de sanas palabras con buenas intenciones y de meritorias obras con las palabras a fin de que el instrumento del alma resuene acorde en todas y cada una de sus partes engendrando una vida plena de armonía y concierto irreprocha ble.

135. Hemos tenido ya ocasión de hablar acerca de la soberana de las virtudes, la piedad o santidad, así como sobre la prudencia y la templanza.72 Ahora habremos de ocuparnos de la justicia, virtud cuyos principios y prácticas relaciónanse es trechamente con los de aquellas.72 Ver Sobre las virtudes, nota 22.

136. XXVI. Una parte, y no pequeña, dentro del campo de la justicia es la que concierne a los tribunales y a los juicios. A ella nos hemos referido ya cuando, con el propósito de no omitir cosa alguna relativa al asunto, me extendí en una prolija expo sición acerca de los testimonios.73 No siendo mi norma repetir lo ya dicho, a menos que me fuercen a hacerlo motivos impe riosos y ocasiones oportunas, omitiré referirme a ese aspecto, y pasaré a tratar los otros, pues ya es demasiado preámbulo.73 Ver los parágrafos 55 a 78.

137. Las normas de justicia, dice la ley, debemos colocarlas en nuestro corazón, atarlas como una señal sobre nuestra mano y tenerlas agitándose ante nuestros ojos.74 Con la primera de estas prescripciones se nos da a entender que es preciso no con fiar dichas normas a los infieles oídos, pues ninguna confianza puede depositarse en el sentido del oído; sino imprimir la más excelente de todas las enseñanzas en la parte a la que compete la suma soberanía en nuestro ser, y estampándolas con legítimos sellos.74 Deut. VI, 6 y 8.

138. Con la segunda nos da a entender que es preciso no solo recibir nociones acerca del bien, sino también poner en práctica sin dilaciones todo lo que juzgamos bueno. La mano, en efecto, de la cual la ley prescribe atar y suspender las normas de justicia, es símbolo de la acción. Afirma además que serán una señal, pero sin establecer concretamente de qué; y ello se debe, en mi opinión, a que no serán señal de una sola cosa, sino de muchas, prácticamente de todas las que orientan la hu mana existencia.

139. Con la tercera nos indica que siempre y en todas partes es preciso llevar la visión de esas normas de justicia como si estuvieran delante de nuestros ojos. Y dice que ellas deben poseer agitación y moverse, no para que resulten vacilantes e inestables sino para que con su movimiento im pulsen a nuestra mirada hacia una nítida contemplación, como que el movimiento es un estímulo para la vista pues excita y despierta a los ojos, o más bien los torna incansables y vigilan tes.

140. El hombre al que le ha sido dado estampar esas normas en el ojo de su alma, y no de manera estática sino en movimiento y aplicadas a las obras que por naturaleza les son propias, debe ser registrado como varón perfecto, y ser contado en adelante no ya entre los discípulos y

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estudiantes sino entre los maestros e instructores, y ha de brindar, como de una fuente, una inagotable corriente de máximas y doctrinas a los jóvenes que quisieren beberías. Y si alguno entre los menos osados duda a causa de su modestia o anduviere lento en los progresos de su aprendizaje, el tal maestro deberá ir en persona a derramar y verter en sus oídos una corriente ininterrumpida de instrucciones hasta que las cavidades de su alma hayan sido saturadas.

141. Y por cierto que debe apresurarse a enseñar esas normas de justicia a sus parientes, a sus amigos y a todos los jóvenes en su morada y en la calle, hasta en los momentos de retirarse a dormir y de levantarse a fin de que en todas las posiciones y en todos los movimientos, en todos los lugares públicos y priva dos, no solo cuando están despiertos sino también durante el sueño se alegren con la contemplación de lo justo.75 Porque no existe deleite más dulce que el tener el alma toda llena en todas sus partes de justicia, y entregada a la práctica de los perennes principios y doctrinas de ésta, sin que quede en ella lugar alguno vacío en el que la injusticia pueda hacerse presente.75 Deut. VI, 7.

142. Manda también la ley 76 inscribir y colocar esas normas en el frente de la entrada de cada casa y en las puertas de los muros de ella, a fin de que tanto los que se marchan como los que permanecen dentro, lo mismo los connacionales que los ex tranjeros, al leer las inscripciones grabadas al frente de las puer tas, tengan permanentemente presente lo que deben decir y lo que deben hacer, y se preocupen de dos cosas: de no tratar a otros injustamente y de no ser objeto de injusticias; y para que, tanto al entrar como al salir de las casas, así los hombres como las mujeres, los hijos y la servidumbre hagan lo debido con re lación a otros y con relación a sí mismos.76 Deut. VI, 9.

143. XXVII. Otra prescripción en extremo admirable 77 es aquella según la cual no se ha de agregar ni quitar nada a las leyes, sino se ha de conservarlas inalteradas, tal como ellas fue ron fijadas desde el principio, ya que, como se ve a las claras, dado que al sabio legislador no se le pasó por alto ninguna dis posición de las que tienden a procurar la posesión total y com pleta de la justicia, todo agregado será forzosamente de dispo siciones injustas, y toda quita lo será de mandatos justos.77 Deut. IV, 2 y XII, 32.

144. Nos revela también el legislador que la perfección suma se da también en las otras virtudes. Cada una de ellas, en efecto, es inagotable y plena, y posee la perfección por sí mis ma; de modo que, si tiene lugar alguna adición o sustracción, esa virtud en su totalidad trueca y transforma esa condición en la opuesta.

145. Lo que quiero decir es lo siguiente.78 Aque llos que no son completamente ajenos al coro de la sabiduría, aun cuando su contacto con la educación haya sido breve, saben que la valentía, virtud cuya esfera de acción atañe a lo que causa terror, consiste en el conocimiento de lo que debe ser sobrellevado.79 78 Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 163.79 Definición estoica de la valentía. Ver Interpretación alegórica I, 68.

146. Mas, si alguien, cediendo a la ignorancia engendrada por la soberbia, y sintiéndose capaz de corregir lo que no ha menester de corrección, se atreviere a agregar o quitar algo, cambiará

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completamente la imagen de esa virtud imprimiendo en ella la fealdad en vez de la belleza, ya que con el agregado producirá temeridad, y con la quita cobardía, no de jándole a la provechosísima valentía ni siquiera el hombre.

147. Del mismo modo, si a la reina de las virtudes, la piedad, agregare alguien cualquier cosa pequeña o grande, o, a la in versa, se la sustrajere, en uno y otro caso cambiará y transfor mará la naturaleza de la misma, ya que la adición engendrará superstición, y la sustracción impiedad; con lo que habrá sido borrada de la vista la piedad, sol cuya elevación y resplandor constituye un bien por el que hemos de suplicar puesto que es la fuente del más grande de los bienes, ya que proporciona el conocimiento del servicio de Dios, servicio que merece ser te nido por más señorial y más digno de un rey que cualquier magistratura o soberanía.

148. Consideraciones análogas a las expuestas pueden también mencionarse a propósito de cada una de las restantes virtudes. Pero, acostumbrado a abreviar las largas disquisiciones, me conformaré con los ejemplos expuestos, que bastan seguramente para guía respecto de lo que ha que dado sin exponerse.

149. XXVIII. Otro mandato establecido para universal prove cho es el siguiente: "No cambies de lugar las marcas de los límites de tu vecino, que colocaron los que te precedieron".80 Evidentemente esta ley no se refiere tan solo a los lotes y a los límites de las tierras, ni apunta solo a eliminar las ambiciones, sino tiende también a la preservación de las costumbres ances trales. Porque las costumbres son leyes no escritas, enseñanzas de los hombres de antaño no registradas en columnas u hojas de papiro que consumen las polillas, sino en las almas de aque llos que participan de la misma ciudadanía.80 Deut. XIX, 14.

150. Los hijos, en efecto, deben heredar de sus padres además de sus propie dades, las patrias costumbres, con las que han sido nutridos y han convivido desde los mismos pañales, y no despreciarlas por el solo hecho de que no se les hayan legado escritas; que, si no hay necesariamente por qué alabar a quien acata las leyes es critas, ya que la necesidad y el temor del castigo le sirve de advertencia; en cambio, el que es fiel a las leyes no escritas es digno de encomio por cuanto testimonia que su virtuoso proce der deriva de su libre voluntad.

151. XXIX. Ciertos legisladores han implantado el sistema de adjudicación de magistraturas por sorteo, sistema inconveniente para los pueblos pues la asignación por sorteo pone de mani fiesto la buena suerte y no el mérito. De hecho frecuentemente han alcanzado cargos que no merecían muchos a los que un hombre de valía, si hubiera llegado al poder, hubiera rechazado como indignos de ser contados ni siquiera entre sus subordina dos.

152. Y así, los que algunos denominan "pequeños gober nantes", "amos" 81 decimos nosotros, mantienen a su servicio no a todos los esclavos nacidos en su morada o adquiridos, sino solo a los que son dóciles, y venden en determinadas ocasiones en montón a los de conducta incorregible, por entender que no son dignos ni siquiera de ser esclavos de hombres de bien. 81 Ver Sobre las leyes particulares I, 335.

153. ¿Es, entonces, justo erigir en amos y gobernantes de ciuda des y naciones enteras a personas elegidas por sorteo, es decir, por un capricho de la suerte, algo inseguro e inestable? Tra tándose de la atención de los enfermos nada tiene que hacer la elección por sorteo, pues los

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médicos no llegan a sus funciones por obra de la suerte sino por la experiencia de que dan prue ba.

154. Y cuando se trata de garantizar un buen viaje y la seguridad de los que atraviesan el mar, no se elige por sorteo como piloto a cualquiera y se lo envía a la popa enseguida, para que a causa de su ignorancia ocasione en tiempo sereno y mar en calma un naufragio, obra exclusiva del factor humano; sino escógese una persona de quien se sabe que desde sus primeros años ha sido cuidadosamente instruida en la técnica del pilotaje. Una persona así ha hecho muchos viajes, ha atravesado la tota lidad o la mayor parte de los mares, ha llegado a conocer me ticulosamente las plazas comerciales, los puertos, los fondeade ros, las radas; y además conoce, gracias a una cuidadosa obser vación de los cuerpos celestes, las rutas del mar igual, si no mejor aún, que las terrestres.

155. En efecto, mediante la observación de los regulares cursos de los astros, y guiándose por sus ordenados movimientos, ha sido capaz de abrir en las desiertas extensiones caminos reales en los que no se pierde el rumbo, logrando así la más increíble de todas las empresas: que los seres nacidos para vivir en tierra sean capaces de atravesar el líquido elemento.

156. ¿Y dependerá, en cambio, del capri choso curso de un sorteo y será ajena a la estricta prueba de la verdad, prueba consistente en testimonios fundados en la razón, la elección de quien ha de tener en sus manos grandes y popu losas ciudades, repletas de habitantes, sus constituciones y el manejo de los asuntos privados, públicos y sagrados, manejo que no andaría errado quien lo calificase de técnica de las téc nicas y ciencia de las ciencias?

157. XXX. Estas fueron las razones que tuvo presentes el omnisciente Moisés para no hacer mención alguna de magis traturas asignables por sorteo, y para determinarse a instituir la designación por elección. Dice, en efecto: "No establecerás como gobernante sobre ti a un extranjero sino a uno de entre tus hermanos",82 con lo que indica que la elección del gober nante será por libre decisión e irreprochable verificación a cargo de todo el pueblo de común acuerdo.83 Tal elección será rati ficada y recibirá el sello de la aprobación de Aquel que confirma todo cuanto concurre al común provecho, es decir, Dios, quien entiende que es como el ojo en el cuerpo del hombre, cualquiera fuere escogido entre los de su raza.8482 Deut. XVII, 15.83 La prescripción va dirigida al pueblo de Israel, no a una persona determinada.84 El texto griego es en esta última parte del parágrafo muy obscuro, tal vez corrupto; y la traducción es conjetural.

158. XXXI. Agrega el legislador que las razones por las cuales no se debe elegir para el mando a un extranjero son dos. Pri mero, para evitar que éste acopie grandes cantidades de plata, oro y rebaños, y atesore para sí una riqueza inmensa, ilícita toda ella, fruto de la miseria de sus gobernados.85 En segundo lugar, para impedir que, movido por sus personales ambiciones, fuerce a los de nuestra nación a abandonar su país y emigrar, conducidos de un lado a otro en interminable deambular, in fundiéndoles vanas esperanzas de adquirir mayores bienes, para así arrebatarles los que ya les pertenecen firmemente.8685 Deut. XVII, 16 y 17.86 Deut. XVII, 17.

159. Supuso, en efecto, el legislador que, como es natural, quien pertenece a la misma raza y

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tiene los mismos antepasados que ellos, estándoles vinculado por los lazos del más alto de los pa rentescos, consistente en que son patrimonio común de todos los miembros de la nación una única ciudadanía, una misma ley y un solo Dios, jamás incurrirá en faltas semejantes a las mencionadas; y, por el contrario, en lugar de hacer emigrar a los habitantes del país, facilitará el seguro retorno de los que están dispersos en tierra extranjera; y, en vez de apropiarse de los bienes de otros, brindará sus propios bienes a los necesita dos, convirtiéndolos en comunes.

160. XXXII. Manda además el legislador 87 que desde el día en que alguien asume el poder escriba con su propia mano una copia del apéndice de las leyes,88 en el que están compendiadas en forma sumaria las leyes todas, pues es su deseo que sus prescripciones queden fijamente impresas en su alma. Porque los pensamientos, cuando simplemente se los lee, se esfuman arrastrados por su rápida sucesión; mientras que, cuando se los copia con cuidadosa atención, se imprimen y quedan fijados, ya que la inteligencia se detiene provechosamente en cada uno, aferrándose fijamente a él y no pasando a otro hasta que ha asido firmemente al anterior.87 Deut. XVII, 18 a 20.88 Es decir, del Deuteronomio, al que Filón llama Epinomís = conti nuación o apéndice de las leyes, inspirándose en el tratado de ese nombre atribuido a Platón.

161. Mas, una vez que los ha copiado, debe leerlos y familia rizarse con ellos cada día a fin de que continua y permanente mente tenga presentes mandatos nobles y provechosos para to dos, y para que nazca en él un sólido amor y anhelo por ellos, resultado de ser constantemente enseñada y acostumbrada su alma a la compañía de las sagradas leyes, pues las convivencias prolongadas producen una sincera y pura amistad no solo hacia los seres humanos sino también hacia aquellas clases de escritos merecedoras de nuestro amor.

162. Y tal cosa sucederá si el gobernante lee no los escritos y copias ajenos sino los de su propia mano, ya que para cada uno resulta más familiar y más fácil de aprender lo que ha escrito él mismo.

163. Agregúese a ello el hecho de que a medida que lea se hará la siguiente reflexión: Estas palabras las he escrito yo, un gobernante de tan grande jerarquía,89 sin recu rrir a la colaboración de otro, no obstante contar con innume rables servidores. ¿Lo he hecho para llenar las páginas de un libro como los que escriben por una paga o por ejercitar sus ojos y sus manos, los ojos para adquirir agudeza de visión, y las manos para ser rápidos en la escritura? ¡No, de ninguna ma nera! Las he escrito en un libro para transcribirlas inmediata mente a mi alma y recibir impresas en mi inteligencia más Di vinas e indelebles señales.89 Deut. XVII, 19 y 20 es parafraseado en los parágrafos siguientes (163 a 167), en los que los pensamientos aparecen puestos en boca del rey..

164. Los demás reyes llevan en sus manos bastones como cetros; mi cetro, en cambio, es el libro del apéndice de las leyes, razón sin par para que me jacte y me glorie, insignia de una indisputada soberanía que ha sido forjada como copia del arquetipo que es la realeza Divina.

165. Y si las sagradas leyes son permanentemente mi sostén y mi apoyo, alcanzaré las dos cosas más excelentes de todas. Una de ellas es el sentimiento de igualdad, el mayor bien que es dable hallar, pues la arrogancia y la insolencia son propias de un alma corta de entendimiento e incapaz de prever el futu ro,

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166. La igualdad traerá aparejadas la buena disposición y la seguridad de mis gobernados, los que constituirán la justa recompensa con que ellos me pagarán; mientras que la des igualdad engendraría peligros sumamente riesgosos. Evitaré estos peligros detestando la desigualdad, la dispensadora de ti nieblas y guerras; e iré tras una existencia libre de asechanzas, honrando a la nunca agitada por sediciones igualdad, la cual engendra claridad y estabilidad.

167. Otra cosa que alcanzaré será no hacer contrapeso en uno y otro sentido, como en una balanza, desviando y sacando de su recta posición las prescrip ciones; sino trataré de conducirlas a lo largo del camino real central, valiéndome de un andar recto y bien ordenado que me lleve a participar de una vida libre de tropiezos.

168. Moisés suele llamar camino real al camino central,90 porque éste se halla en el límite entre el exceso y la insuficiencia, y además porque a lo central le corresponde dentro de una tríada la posición rectora, ya que une con indisoluble vínculo las cosas que se hallan a uno y otro lado del centro, las que además lo escoltan como a un rey.90 Núm. XX, 17. Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 162 y ss.

169. Dice el legislador que la recompensa de un gobernante fiel a las normas legales, respetuoso de la equidad e incorruptible, que dictamina lo justo con justicia, y perma nentemente se instruye acerca de las leyes, es la larga duración de su gobierno;91 y no lo dice en el sentido de que le será con cedida una longeva existencia juntamente con la dirección de los negocios públicos; sino para enseñar a quienes lo ignoran que el gobernante respetuoso de la ley, vive aun después de su muer te, en sus hechos, los que le sobreviven eternamente como in destructibles monumentos de su intachable probidad.91 Ver Sobre las leyes particulares II, 262 y Sobre la herencia de las cosas divinas 290.

170. XXXIII. Concierne al que ha sido considerado digno de la más alta e importante investidura escoger funcionarios subal ternos que colaboren con él en el gobierno, ejerzan con él la justicia y participen en la administración de todas las demás cuestiones de público interés. Porque una sola persona, aun cuando se tratare de la más bien dispuesta y de mayor vigor que todas las demás, no sería suficiente frente a la magnitud y multitud de los asuntos, y sucumbiría ante el peso de los que día a día se precipitarían sobre él de todas partes, a menos que cuente con asistentes, escogidos todos entre los de mejor condición por su prudencia, capacidad, justicia y piedad; y porque éstos no sólo rehuyen la arrogancia sino la detestan además como a un enemigo y un inmenso mal.9292 Éx. XVII. Las consideraciones del parágrafo y las que siguen se basan en el consejo de Jetró a Moisés, a que se refiere Filón en el parágrafo 173.

171. Dis puestos al máximo a contribuir a hacer más liviano y llevadero su cometido, están en condiciones de ser colaboradores y asis tentes de un hombre de relevantes condiciones morales que lleva sobre sí la responsabilidad de los asuntos públicos. Además, como de esos asuntos unos son más importantes y otros menos, estos últimos, para no gastar su tiempo en cosas de poca impor tancia, los puede dejar con todo derecho en manos de sus su bordinados, en tanto que él podrá examinar personalmente los más importantes con sumo cuidado, como es su obligación.

172. Y no ha de entenderse por asuntos importantes, como piensan algunos, aquellos en los

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que se ventilan diferencias entre personas de alta alcurnia, entre ricos o entre magistrados, sino más bien aquellos en los que son personas comunes, de modes tos recursos y obscura condición, las que disputan con otras más humildes aún; para las cuales la única esperanza de verse libres de irreparables sufrimientos es el juez.

173. De una y otra de las mencionadas disposiciones es posible hallar en las sagradas leyes claros ejemplos que bien merecen imitarse. Hubo, en efecto, una época en que Moisés arbitraba personalmente en las cuestiones de justicia, trabajando él solo desde el alba hasta la noche; pero más tarde, habiendo llegado su suegro y observado éste hasta qué punto estaba aquél oprimido por el peso de los pleitos, ya que permanentemente afluían los que tenían disputas, diole el excelente consejo de escoger delegados para que juzgaran en los casos menos importantes, reservándose él los de mayor importancia y procurándose ocasiones para el descanso.

174. Hizo caso Moisés de dichas reflexiones, que, por cierto, eran oportunas, y habiendo escogido a los de mayor prestigio entre todo el pueblo, los designó magistrados subordi nados y jueces a la vez, mandando que los pleitos de mayor importancia los plantearan ante él.

175. El relato de este hecho está incluido en los sagrados libros para enseñanza de los gobernantes de cada generación, a fin de que, en primer lugar, no desdeñen a los consejeros, en la creencia de que son capaces ellos mismos de examinar todos los asuntos; ya que no los desdeñó Moisés, el omnisciente y amado de Dios; y en se gundo lugar, para que escojan magistrados de segunda y ter cera jerarquía, procurando así no descuidar los casos de mayor peso por destinar su tiempo a los de poca importancia. Porque es imposible que la humana naturaleza abarque la totalidad de las cosas.

176. XXXIV. Queda así expuesto uno de los dos ejemplos, y corresponde que lo complementemos con la evidencia contenida en el segundo. Dije que los juicios importantes son los que atañen a las personas más humildes. Ahora bien, la debilidad y la humilde condición son propias de la viuda, el huérfano y el forastero; y es para ellos para quienes corresponde que ad ministre justicia el supremo rey, el que se halla investido del gobierno sobre todas las cosas, pues, como dice Moisés, tampoco Dios, el soberano del universo, los ha arrojado fuera de Su ju risdicción.

177. Efectivamente, cuando el sagrado intérprete canta un himno en alabanza de las excelencias del Que Es diciendo:93 "Dios, el grande y poderoso, que no admira a las personas ni acepta presentes cuando lleva a cabo un juicio", agrega para quiénes es el juicio, que no es para sátrapas ni tiranos, ni para los que ejercen el poder en tierra y mar, sino para "el de origen extranjero, el huérfano y la viuda".93 Deut. X, 17 y 18.

178. Pa ra el de origen extranjero,94 porque ha convertido a los de su raza, a quienes normalmente debía tener como sus únicos alia dos, en enemigos irreconciliables al emigrar hacia la verdad y hacia la honra del Único digno de ella, abandonando las míticas invenciones y la multiplicidad de soberanos que veneraron sus padres, sus abuelos, sus antepasados y todos los parientes, al partir hacia este hermoso exilio. Para el huérfano, porque, pri vado éste de padre v de madre, sus naturales protectores y de fensores, carece de la única fuerza a la que correspondía la obligación de asumir su defensa. Y para la viuda, porque ha perdido a su

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esposo, quien había tomado a su cargo el cuidado y la asistencia que proporcionan los padres, pues en cuanto a 'protección el esposo es para la esposa lo que son los padres para la doncella.94 No todos los de origen extranjero, sino los conversos al judaismo. Ver Sobre las virtudes, nota 45.

179. Ahora bien, la nación judía, comparada con todas las naciones de todas partes, está prácticamente en la situación de un huérfano. Tales naciones, salvo cuando les sobrevienen desgracias enviadas por Dios, no carecen, gracias a los víncu los que unen a los otros pueblos, de quienes las ayuden coope rando con ellas; a la nación judía, en cambio, nadie en absoluto le presta ayuda pues se gobierna por leyes distintas. Éstas son por fuerza dignas de admiración pues preparan para alcanzar el más alto grado de virtud, pero lo digno de veneración es austero, y gran parte de la humana turba rehuye la austeridad pues está inclinada al placer.

180. Sin embargo, de esa orfan dad y soledad suya dice Moisés que siente permanente compasión el Soberano del universo, al que ella pertenece por haber sido apartada de entre todo el género humano como una primicia para el Hacedor y Padre.

181. La causa de este fueron las envidiables muestras de rectitud y virtudes de los fundadores de nuestra nación, las que como plantas perennes perduran produciendo para sus descendientes un fruto siempre lozano, salutífero y provechoso en todos los sentidos, aun cuando esos descendientes resultaren culpables, siempre que sus faltas fueren remediables y no totalmente irreparables.9595 Ver Sobre los premios y los castigos 166.

182. Em pero nadie, pensando que la excelencia de su estirpe constituye un bien perfecto, menosprecie las nobles acciones; antes bien, reflexione que resulta ser merecedor de mayor cólera aquel que, descendiendo de antepasados excelentes, con su reprobable conducta cubre de vergüenza a quienes lo engendraron. Porque quien, teniendo modelos propios de probidad suma a los cuales imitar, no reproduce ninguno de ellos para dirigir rectamente su vida es culpable.

183. XXXV. En una prohibición sumamente justa la ley veda al que ha asumido la presidencia y dirección de los negocios públicos el "caminar con engaño entre el pueblo",96 porque tal modo de proceder es propio de un alma servil y esclava en sumo grado, que disimula con hipocresía lo que trae entre manos.96 Lev. XIX, 16.

184. El gobernante debe obrar al frente de sus gobernados tal como lo hace un padre con sus hijos, para que también él sea respetado a su vez por ellos como por hijos de nobles sentimien tos, puesto que los buenos gobernantes son, hablando con toda propiedad, los padres comunes de los estados y naciones, y ponen de manifiesto un afecto hacia ellos igual, y a veces ma yor que el de los padres.

185. En cambio, a los que asumen grandes poderes para dolor y daño de sus gobernados es preciso llamarlos enemigos, no padres, ya que obran como mortales enemigos, aunque ciertamente aquellos que a su iniquidad suman el engaño son más viles aún que los que obran como adversarios descubiertos, como que frente a estos últimos es posible defenderse fácilmente por cuanto se trata de una hosti lidad abierta y desnuda, en tanto que la maldad de

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los primeros es difícil de advertir y controlar, pues, como en el teatro, adoptan una apariencia diferente para disimular su verdadero as pecto.

186. Las condiciones específicas del mando se extien den y se introducen, diría yo, en todas las categorías de la vida, difiriendo solamente en jerarquía y en cantidad. En efecto, lo que es el rey para el estado, eso mismo es el jefe para la aldea, el amo para la casa, el médico para los enfermos, el general para el ejército, el almirante para la flota y sus tripulantes, y también el patrón de barcos para las naves de transporte y carga, y el piloto para los marineros. Todos ellos tienen poder tanto para bien como para mal, pero su deber es desear lo mejor y evitar el daño a los que fuere posible.

187. Porque en ello consiste el seguir a Dios, quien, siéndole posible hacer una u otra cosa, quiere hacer solo el bien. Demuéstranlo la creación y ordenamiento del mundo, ya que llamó a la existencia a lo que no existía, creando del desorden el orden, de lo indeter minado las cualidades, de las disimilitudes las semejanzas, de las diferencias las identidades, de lo disociado y discordante la asociación y la armonía, de la desigualdad la igualdad, y de las tinieblas la luz. Porque perpetuamente Él y Sus benefactoras potencias 97 cuidan solícitos de que lo defectuoso de cuanto es inferior en lo existente se transforme en una forma superior de existencia.97 Ver Sobre la huida y el hallazgo 95 y ss.

188. XXXVI. Esto es lo que deben imitar los buenos gobernantes, si es que realmente existe en ellos la pre ocupación por tratar de asemejarse a Dios. Pero, puesto que innumerables son las cosas que se le escapan y pasan inadvertidas a la humana inteligencia por estar ésta prisionera de la tan grande turba de los sentidos, turba hábil en seducciones y engaños mediante falsas opiniones; o más bien enterrada en un cuerpo mortal, al que con todo acierto cabría llamar tumba;98 ningún juez debe avergonzarse de confesar que ignora algo, si realmente lo ignora.98 Juego de palabras entre soma = cuerpo, y sema = tumba, tomado de Platón, Cratilo 400 b y Gorgias 493 a. Ver Interpretación alegórica I, 108.

189. En primer lugar, por que el que sostiene falsedades llegará a ser él mismo peor de lo que es, como que desterrará a la verdad fuera de los límites de su alma. En segundo lugar, porque, al pronunciar sus sen tencias a ciegas por no distinguir lo justo de lo que no lo es, causará incontables daños a los juzgados por él.

190. Cuando, pues, considerare incierta la aprehensión de los asuntos que traen aparejadas incertidumbre y grande oscuridad, es su deber renunciar a juzgar esos casos y remitirlos a jueces con mayor discernimiento.99 ¿Y quiénes pueden ser estos jueces sino los sacerdotes y el director y jefe de los sacerdotes? 99 Deut. XVII, 8 y 9.

191. Los genuinos ministros de Dios, en efecto, aguzan su entendimiento cuidadosamente por entender que el error más insignificante no es un error pequeño en razón de las superlativas excelencias, patentes en todos los casos, del Rey a quien sirven, circunstancia que explica la prescripción según la cual todos los sacerdotes deben sacrificar en estado sobrio, a fin de que ningún veneno de los que hacen perder la razón y delirar penetre furtivamente en ellos y oscurezca los ojos de su inteligencia.

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192. Otra razón bien podría ser el hecho de que el sacerdote de verdad es necesariamente profeta, que ha llegado al servicio del ver daderamente Existente no por razones de estirpe sino por su mérito personal; y para un profeta nada es desconocido pues lleva consigo un sol intelectual y una claridad sin sombras para la aprehensión de las cosas invisibles para los sentidos pero aprehensibles por la inteligencia.100100 Aquí concluyen las disquisiciones sobre el justo soberano o juez, y el resto del tratado se ocupa de diversas materias tocantes a la justicia.

193. En cuanto a aquellas personas que manejan balanzas, pesas y medidas, es decir, los mercaderes, los comerciantes menores, los vendedores al menudeo y todos los demás que venden las cosas útiles para la vida, sólidas o líquidas, los inspectores de mercado se encargan de controlarlos; pero, si son prudentes, deben ser ellos mismos los que se contro len, y proceder con justicia no por temor sino por libre de terminación. El recto proceder es tenido en mayor estima en todas partes si obedece a la propia decisión que si es impuesto por la necesidad.101101 Lev. XIX, 35 y 36 y Deut. XXV, 13 a 15.

194. Por eso la ley prescribe a los mer caderes, a los comerciantes y a cuantos otros han escogido este sistema de vida proveerse de pesas, balanzas y medidas justas, sin recurrir a ningún artificio que perjudique a los compradores; y decir y hacer cada cosa con espíritu honrado y sincero, reflexionando que las ganancias injustas son inmensamente dañosas, mientras que la riqueza alcanzada con justicia jamás nos será arrebatada.

195. XXXVII. Teniendo presente que a los trabajadores se les asignan pagas como recompensa por su aplicación al tra bajo, y que las personas que trabajan son aquellas que tienen necesidades y no las que poseen inagotables recursos, el legis lador manda no diferir los pagos sino entregar el mismo día la paga convenida.102 Es que sería absurdo que los pudientes se beneficiaran a expensas del servicio délos pobres, y que, a pesar de vivir en la abundancia, no retribuyeran de inmediato a los indigentes con las recompensas debidas a sus servicios. 102 Lev. XIX, 13 y Deut. XXIV, 15. Ver Sobre las virtudes 88.

196. ¿No son estas normas claras advertencias tendientes a pro teger contra mayores injusticias? Porque el que ni siquiera per mite que la paga, que de todos modos ha de ser entregada, sea diferida, y ha fijado como plazo el anochecer,103 momento en el que el trabajador, al marcharse a su casa, deberá recibir la retribución; quien tal cosa establece, digo, ¿no prohíbe más aún el hurto, el robo, el no reconocimiento de deudas y todos los delitos semejantes a éstos, modelando y formando de ese modo al alma con la legítima forma de la probidad misma?103 Deut. XXIV, 15.

197. XXXVIII. Otra excelente disposición es aquella 104 según la cual ninguno debe injuriar ni difamar a nadie, en especial si se trata de un sordomudo, que no puede percibir las palabras con que se atenta contra él ni defenderse con los mismos medios en pie de igualdad. Ninguna contienda, en efecto, repugna más a la equidad que aquella en la que a una de las partes le está asignado el papel activo y a la otra solo el pasivo.104 Lev. XIX, 14.

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198. Un daño similar al de los que difaman a los mudos e incapacitados para oír causan los que provocan caídas a los ciegos o ponen cualquier otro tipo de obstáculos a su paso.105 Porque fatal mente a los que son incapaces de sortearlos por ignorar su exis tencia les sucederán dos cosas: extraviarán su camino y se las timarán los pies. 106105 Lev. XIX, 14.106 Deut. XXVII, 18.

199. A los que se dan a hacer tales cosas y ponen especial empeño en ello la ley los amenaza con el terror que de Dios procede; cosa razonable y conveniente por cuanto solo Él extiende Su mano sobre los incapaces de defenderse y los protege. Y son prácticamente una abierta declaración con tra tales autores de iniquidades éstas sus palabras:

[200] Consideráis, oh vacíos de entendimiento, que aquellos a los que perjudicáis no lo advierten cuando tomáis sus desgracias por blanco de vuestras chanzas y cometéis maldades contra aquellas partes suyas en las que la desventura ha caído sobre ellos, contra sus oídos mediante difamaciones, y contra sus ojos haciendo que resbalen sus pies. Pero jamás pasaréis inadvertidos para Dios, que supervisa y controla todas las cosas, cuando abuséis de los infortunios de hombres desdichados, como si vosotros estuvie rais libres de llegar a padecer parecidas calamidades, cuando en realidad os envuelve un cuerpo expuesto a ser presa de toda suerte de enfermedades, y vuestros sentidos son perecederos, pudiendo una pequeña y fortuita circunstancia no solo debilitarlos sino también hacerlos sufrir mutilaciones irreparables.

201. Estos tales, pues, olvidados sin duda de su propia condi ción, piensan que sus ilustres personas están por sobre la natural debilidad de los hombres y a salvo de las inciertas e imprevisi bles acechanzas del destino; pero éste ha lanzado muchas veces súbitas calamidades también sobre los que atravesaban el mar de la vida prósperamente, y los ha sumergido cuando se halla ban casi en los mismos puertos de la felicidad. Siendo así, ¿a qué viene ese jactarse y abusar de las desdichas ajenas sin res petar ni siquiera a esa asesora del Soberano del universo que es la justicia, a la que compete examinar a fondo con ojos que nunca reposan y sumamente penetrantes, incluso las cosas que yacen en las profundidades, como si estuvieran a plena luz solar?

202. Estos hombres, movidos por una crueldad sin lími tes, ni siquiera a los muertos, creo yo, se abstendrían de dañar y no tendrían escrúpulos en inmolar cadáveres, como se dice comúnmente, puesto que se permiten recrearse ultrajando a partes que en cierto modo están muertas ya;107 pues cadáveres son los ojos que no ven y los oídos que no oyen. De donde infiérese que, si aquel de quien estos sentidos son partes fuere eliminado de entre los hombres, ellos pondrían de manifiesto su natural despiadado e implacable no dándole el trato humano y compasivo que se observa para con los caídos, incluso por parte de los enemigos en las guerras sin tregua. Y ya es bastante sobre este tema.107 Ver Sobre las leyes particulares II, 94 y 95.

203. XXXIX. Establece también el legislador 108 una bien tra bada serie de prescripciones del mismo carácter al prohibir el aparear las reses con animales de otra raza, el sembrar el viñedo para producir dos clases de frutos, y el vestir la adulterada obra que es una túnica tejida con dos materiales distintos. La pri mera de estas prohibiciones ha sido mencionada en las conside raciones relativas a los adúlteros,109 con ánimo de poner más claramente de relieve la obligación de no atentar contra matri monios ajenos corrompiendo las costumbres de las

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mujeres y malogrando las honradas esperanzas de engendrar hijos legíti mos. Porque al prohibir los apareamientos entre animales irra cionales de diferentes especies, cabe suponer que la ley tiende indirectamente a poner freno a los adulterios.108 Lev. XIX, 19 y Deut. XXII, 9 a 11.109 Ver Sobre las leyes particulares III, 46 y ss.

204. Mas, tam bién ahora al referirnos a la justicia, es preciso mencionarla, porque no se debe desperdiciar la oportunidad de aplicar el mismo pasaje a más de un asunto si ello es posible. Pues bien, reunir en un mismo conjunto las cosas que pueden asociarse es legítimo, y son asociables por naturaleza las que son de un mismo género, en tanto que, por el contrario, a las de distinto género no cabe mezclarlas ni asociarlas, y quien maquina ilegí timas uniones entre ellas obra injustamente pues da por tierra con una ley de la naturaleza.

205. Pero tan grande es la pre ocupación por lo justo que encierra la verdaderamente sagrada ley, que ni siquiera permite que la tierra sea arada por animales de desigual fuerza, y ha prohibido que sean uncidos para la labranza bajo un mismo yugo un asno y un becerro, a fin de que la bestia más débil, forzada a competir con la sobrante fuerza de la más vigorosa, no sea vencida por la fatiga y su cumba.

206. Por cierto que el animal más vigoroso de los dos, el toro, está registrado en la lista de los animales puros, y el más débil, el asno, en la de los impuros; pero, a pesar de eso, la ley no ha negado la ayuda de la justicia a los que eviden temente son de un orden inferior, con lo que brinda, entiendo yo, una provechosísima enseñanza a los jueces, para que en los juicios, en los que no es la estirpe sino las buenas o malas acciones lo que se juzga, no coloquen en un plano de inferio ridad a los de humilde origen.110110 Ver Sobre las virtudes 146, donde se habla de un buey y un asno.

207. Similar a éstos es también la prescripción última de las relativas a las cosas dispuestas en un mismo conjunto, es decir, la que prohíbe que sean hiladas conjuntamente las sustancias de distinto género que son la lana y el lino. En el caso de estas sustancias no es, en efecto, solo la diferencia entre ambas lo que impide asociarlas, sino también la superior solidez de uno de ellos, la que produce más bien una rotura que una unifica ción cada vez que se precisa usarlos.

208. XL. Entre el primero y el último de los tres preceptos relativos a la disposición conjunta está el que prohíbe sembrar un viñedo para producir dos clases de frutos. Tiende esta pro hibición en primer lugar a evitar que sean mezcladas y confun didas cosas que son de distinto género, puesto que los sembra dos no están relacionados con los árboles, ni los árboles con los sembrados, razón por la cual la naturaleza no ha fijado la misma época para la anual producción de unos y otros, sino ha asig nado a los sembrados la primavera como tiempo oportuno para la cosecha, y a los árboles el final del verano como época de la recolección de sus productos.

209. Así, vemos que por la mis ma época en que los sembrados, que han llegado a su pleno desarrollo tiempo atrás, se secan; los árboles, en cambio, que han estado secos, germinan. En invierno, en efecto, mientras los árboles se despojan de sus hojas, los sembrados florecen, y en primavera, al revés, mientras todos los sembrados se van se cando, germinan ambas especies de árboles, los cultivados y los silvestres; y es casi el mismo el tiempo en que los frutos de los sembrados alcanzan su plena madurez y aquel en que los de los árboles comienzan a

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desarrollarse.

210. Razón tuvo, por lo tanto, el legislador al separar y apartar unas de otras, cosas tan ajenas entre sí por sus naturalezas, por sus germinaciones y por las estaciones en que dan sus respectivos frutos, introduciendo el orden en el desorden; pues el orden está estrechamente vinculado a la regularidad universal, en tanto que el desorden lo está al caos.111111 "Regularidad universal" y "caos" son dos expresiones españolas a las que he recurrido a falta de otras más cómodas o precisas, para traducir los términos taxis = colocación de cada cosa en su puesto o lugar, y su antó nimo aiaxía respectivamente.

211. El segundo propósito fue evitar que cada una de las dos especies sea dañada y dañe a su vez a la otra al atraer hacia sí cada una de ellas el alimento de la otra. Porque, si dicho alimento se reparte en porciones pequeñas, todas las plantas, como los hombres en las épocas de escasez y hambre, perderán irremediablemente todo su vigor, y o se tor narán estériles al punto de no producir fruto alguno, o jamás producirán frutos de buena calidad debido a la debilidad cau sada por la falta de alimentos.

212. La tercera razón fue evitar que la tierra fértil se viera oprimida por cargas suma mente pesadas, consistentes una de ellas en la compacta e inin terrumpida densidad de las plantas sembradas y desarrolladas en el mismo lugar; y la otra en la duplicada producción de fru tos. Porque es suficiente para el propietario obtener de un único terreno un único tributo anual, tal como para un rey lo es el recibir uno solo de una ciudad. Intentar recoger más de una contribución es resultado de una excesiva avaricia que hasta con las leyes de la naturaleza da por tierra.

213. Por ello bien podría decir la ley a los que se inclinan a sembrar sus viñedos con ambiciosas miras: No seáis peores que los reyes que han llegado a dominar ciudades y países mediante las armas y las expediciones militares. Ellos, en previsión del futuro y, a la vez, para ahorrar cargas a sus súbditos, consideran que deben recau dar un solo tributo anual, calculando que así en ningún caso los llevarán a una extrema indigencia a cambio de una corta ventaja.

214. Si, en cambio, vosotros exigís de un mismo suelo las contribuciones del trigo y de la cebada en primavera, y las de los árboles frutales en verano, lo arruinaréis bajo el peso de duplicados tributos. Porque es natural que quede exhausto como un atleta al que no se permite un respiro ni la posibili dad de reunir fuerzas para emprender una segunda lucha.

215. Mas, evidentemente, os olvidáis con facilidad de las pres cripciones que yo he establecido para común provecho.112 Si, al menos, hubierais recordado mi disposición relativa al séptimo año, año en el que he considerado que la sagrada tierra debe ser dejada en reposo, sin que la fatiguen ninguna de las labo res agrícolas, teniendo en cuenta los seis años de trabajos que ha soportado produciendo frutos en las épocas del año deter minadas por las leyes de la naturaleza; no hubierais planeado, impulsivamente e inclinados a complacer vuestros ambiciosos deseos, inusitadas formas de cultivo consistentes en sembrar semillas en un terreno apto para la plantación de árboles y viñas en especial, con la intención de aumentar vuestros bienes me diante dos ingresos anuales, ambos injustos, acopiando así dinero movidos por esa ilegal pasión que es la avaricia.112 Ver Sobre las leyes particulares II, 87 a 93.

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216. Porque, si alguien es capaz de soportar el conceder reposo a los campos de su propiedad en el séptimo año, dejando así de percibir las rentas a fin de que la tierra se reponga de sus pasadas labores, ese tal no aceptaría oprimirla y agobiarla con una doble car ga.

217. En consecuencia, forzoso ha sido que yo declarara que son sacrílegos e impuros tanto la producción como el fruto de lo sembrado,113 dado que la fuerza creadora que encierra la tierra fértil es, por así decir, estrangulada y ahogada, y porque el propietario que da rienda suelta a sus injustas pretensiones sin confinarlas dentro de moderados límites, procede errada mente y sin moderación con los dones de Dios.113 Deut. XXII, 9.

218. ¿No merecen, acaso, ser amadas apasionadamente leyes tales como éstas, que implican el repudio y rechazo del frené tico deseo de ganancias a expensas de otros hombres? Porque aquel que ha aprendido como simple particular a no procurarse injustas ganancias tratándose de plantas, si llegare a ser rey y a tomar a su cargo asuntos de superior importancia, obrará con forme con su costumbre en lo que respecta tanto a los hombres como a las mujeres, no exigiendo tributos dobles a sus súbditos para sumirlos en la desgracia a fuerza de contribuciones. La costumbre largamente ejercitada tiene, efectivamente, la virtud de suavizar los temperamentos duros y de ser, en cierto modo, una tutora y modeladora de mejores rasgos en ellos; y rasgos superiores son los que imprime en el alma el sello de la justicia.

219. XLI. Estas son las leyes prescriptas a cada persona en particular, pero hay otras más universales, que el legislador da a toda la nación en común, indicando cómo se ha de tratar no solo a los amigos y aliados, sino también a aquellos que se han apartado de su alianza.114 114 Deut. XX, 10 y ss.

220. Si éstos, dice la ley, se rebelaren y se encerraren dentro de sus murallas, vuestra bien armada fuerza de combate deberá avanzar provista de sus ele mentos de guerra; y tras establecer el campamento en torno de ellas no habrá de apresurarse, sino se mantendrá a la espera sin conceder su indulgencia a la cólera en detrimento del acata miento debido a la razón, a fin de emprender con más firmeza y calma lo que ha de ejecutar.

221. Y así, enviará de inme diato heraldos para que les ofrezcan las condiciones de paz y al mismo tiempo les hagan ver la capacidad combativa de las fuerzas apostadas en las cercanías. Y si aquellos, arrepentidos, de sus actos de rebelión, cedieren y se decidieren ya por la paz, habrán de aceptar los nuestros el convenio acogiéndolo favora blemente, porque la paz, aun cuando trajere aparejados perjui cios,115 es más ventajosa que la guerra.115 Deut. XX, 11.

222. Mas, si los con trarios llevaren hasta una insana temeridad su osadía, los nues tros, fortalecidos por sus ardorosos impulsos y teniendo de su parte a la invencible aliada que es la justicia, habrán de lan zarse al ataque y plantar sus máquinas de sitio contra las mura llas; y luego, una vez que hubieren abierto brechas en partes de ellas, se precipitarán en masa, y arrojando con vehemencia certeros dardos y tronchando vidas con sus espadas, y se ven garán sin compasión alguna, tratando a sus enemigos tal come» hubieran sido ellos tratados por los mismos, hasta convertir todo el ejército adversario en un montón de muertos.116116 Peut. XX, 13.

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223. Y una vez tomados la plata, el oro y el resto del botín, habrán de poner fuego a su ciudad y reducirla a cenizas a fin de que no pueda de nuevo la misma ciudad levantarse y rebe larse después de tomarse un respiro, y para que el miedo sirva de advertencia a las poblaciones vecinas, pues los hombres ante las desgracias de los demás aprenden a ser prudentes.A las doncellas y esposas, en cambio, las habrán de dejar libres, teniendo presente que de parte de ellas no habrán de sufrir cosa alguna de todas las que acarrea la guerra, por cuanto a causa de su natural debilidad se considera que debe eximír selas de sus obligaciones militares.

224. De esto se desprende claramente que la nación judía abriga buenas disposiciones de paz, y es amiga de todas las que comparten ese criterio y son pacíficas por principios; y además que no es despreciable, de modo que por cobardía ceda ante los que emprenden injustas agresiones. Mas, cuando se lanza a la lucha, establece diferen cias entre los que viven abrigando intenciones hostiles y los que están en el caso opuesto.

225. Porque el desear la muerte para todos, aun para aquellos cuya falta es mínima o que no han cometido falta alguna, yo diría que es propio de un alma salvaje y brutal, y esto reza también con los que consideran que las mujeres, cuya vida es de paz y de hogar por naturaleza, son colaboradoras de los hombres en los preparativos béli cos.

226. Tan grande es el amor por la justicia que procura inculcar la ley en aquellos que se gobiernan por sus prescripcio nes, que ni siquiera permite que se proceda a arruinar la tierra arable de un estado enemigo devastándola o talando los árboles para arruinar la producción de frutos.117117 Deut. XX, 19 y 20.

227. Dice, en efecto: ¿Por qué habrás de ser rencoroso con las cosas sin vida y apa cibles por naturaleza además y productoras de dulces frutos? Porque, ¿acaso, buen hombre, un árbol puede manifestar la hostilidad propia de un hombre enemigo, para que tú lo abatas desde sus mismas raíces en castigo por lo que está haciendo o se apresta a hacer?

228. Por el contrario, brinda beneficios proporcionando a los vencedores abundantes cosas necesarias y también de las que hacen placentera la vida.118 Porque no solo los hombres pagan tributos a sus soberanos; también lo hacen las plantas en el curso de las estaciones del año, y tributos más provechosos aún, como que sin ellos no es posible vivir.118 Ver Sobre las virtudes 150 y ss. y Sobre los premios y los castigos 107.

229. En cambio, si se tratare de árboles improductivos, esté riles,así xomo de todos los de tipo salvaje, no tienen por qué quedarse cortos quienes desearen talarlos para hacer empali zadas, estacas y palos para defensas, y cuando la ocasión lo exi giere para fabricar escaleras y torres de madera; pues para estos y otros fines similares puede el uso de los mismos resultar pro vechoso.

230. XLII. Queda, pues, dicho cuanto tiene relación con la justicia. Pero a la justicia misma, ¿qué poeta o escritor podría dignamente celebrarla, estando como está por sobre toda ala banza y toda ponderación? Una sola de sus excelencias, cierta mente, la más alta: su excelsa estirpe, aunque se pasare por alto y callare el resto de ellas, podría constituir un motivo de elogio más que suficiente.

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231. Porque la madre de la justi cia, como nos lo han transmitido los profundos conocedores de las cosas de la naturaleza,119 es la igualdad.120 Y la igualdad es una luz sin sombras; un sol aprehensible por la inteligencia podríamos llamarlo con toda verdad; del mismo modo que, a la inversa, la desigualdad, en la que se dan tanto el exceso como la falta, es principio y fuente de tinieblas.119 Los pitagóricos al parecer.120 Ver Sobre la plantación 122.

232. Todas las cosas, así en el ámbito celestial como en el terrestre, han sido rectamente ordenadas por la igualdad según leyes y normas in mutables. ¿Quién, en efecto, ignora el hecho de que la medida de los días con respecto a las noches, y de las noches con res pecto a los días está determinada por el sol conforme a la igual dad de intervalos proporcionales?

233. A tal punto la natura leza ha marcado cada año los equinoccios de primavera y de otoño, llamados equinoccios por lo que en ellos tiene lugar,121 que aún los menos instruidos perciben la igualdad entre la duración de los días y de las noches.121 En griego isemería = día igual (a la noche); en latín equinoctium = noche igual (al día).

234. ¿Y qué? ¿Acaso no estián regulados por la igualdad los intervalos de los ciclos de la luna en la doble marcha desde la conjunción hasta su pleni tud, y desde su plenitud hasta la conjunción? Porque, tanto en su proceso de crecimiento como en su etapa de decrecimiento, son iguales los tamaños y la duración de sus faces, es decir, los dos aspectos de la cantidad: el número y el tamaño.

235. Y así como en la parte más pura de cuanto existe, el cielo, la igualdad es objeto de una especial distinción; otro tanto sucede en la porción vecina a él, vale decir, en el aire. Habiendo sido, en efecto, dividido el año en los cuatro períodos llamados esta ciones del año, sucede que los naturales cambios y transforma ciones del aire ponen de manifiesto un inefable orden en medio del desorden. Igual es, en efecto, el número de meses en que se dividen el invierno, la primavera, el verano y el otoño, tres para cada estación, con los que se forma el año completo. Este, a su vez, como lo indica su nombre,122 contiene en su transcurso total todas las cosas dentro de sí, lo cual no hubiera podido lograrse de manera distinta, es decir, si no hubiera contado para ello con las estaciones anuales.122 Eniautós, que según la peregrina etimología que da Platón, en Cratilo 410 d, no sería sino la primera parte de una frase cuyo segundo elemento sería el otro término con el que los griegos designaban al año: étos. La frase de marras sería eniautós étos = que controla en sí mismo, ya que eniautós es como decir en heautói — en sí mismo, y étos vendría de etázon = que controla.

236. Mas también a las regiones terrestres se extiende la igualdad desde las celestes y aéreas, ya que la parte pura de su naturaleza, estrechamente emparentada con el éter, la eleva hacia las alturas, pero la otra envíala sobre la tierra, al modo del sol, como un rayo de luz, como una segunda claridad.

237. Todo, en efecto, cuanto es defectuoso en nuestra existencia es obra de la desigualdad; todo, en cambio, lo que se caracteriza por poseer un orden apropiado es fruto de la igualdad, la que en el plano de la realidad uni versal es llamada con todo acierto orden,123 y en el plano de los estados es la democracia,124 el mejor legislado y más excelente de los sistemas

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políticos; en tanto que en los cuerpos es la salud, y en las almas una conducta intachable; como que, a la inversa, la desigualdad es origen de enfermedades y vicios.123 En griego kósmos = mundo, que etimológicamente significa orden.124 Ver Sobre la inmutabilidad de Dios 176, Sobre la agricultura 45, Sobre la confusión de las lenguas 108, Sobre Abraham 242 y Sobre las virtudes 180.

238. El tiempo le resultaría corto, aun a quien viviere una larga vida, si quisiere referirse a todas las alabanzas sobre la igualdad y su hija la justicia. Por eso me parece mejor contentarme con las que se acaban de exponer con el fin de estimular la memoria de los amantes del saber, y no referirme a las restantes; que por otra parte se hallan registradas en sus almas como Divinos ornamentos 125 en el más santo de los lugares.125 Ver el parágrafo 70.

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